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Familia y adolescencia
Entrando ya en la etapa de la adolescencia, no cabe duda que constituye un fuerte desafío para las figuras
parentales, una prueba de fuego más en su recorrido vital.
Son clásicas las descripciones de la crisis familiar relacionándola con la crisis de la edad media de la vida
de los padres y la perspectiva del nido vacío por la salida de los hijos. El adolescente vive la interacción
con su entorno social, aquí la familia cumple un rol de modulador, permitiendo con ello que el impacto
de los factores culturales, como por ejemplo la moda o socioeconómicos, no perturben su desarrollo
evolutivo.
Dinámica familiar
Siendo la familia un sistema relacional, en su organización se van a determinar una serie de roles y
funciones. De tal manera que se desarrollan los límites y fronteras que originan la presencia de distintos
subsistemas, como por ejemplo:
-El subsistema conyugal o parental.
-El subsistema de los hermanos
Cuando estos límites son claros y semipermeables permiten no solo un adecuado intercambio de
información, sino también una organización más funcional de los roles. Para el adolescente un sistema
familiar con reglas claras y flexibles es importante para tener un contexto que de seguridad y que maneje
adecuadamente las crisis que frecuentemente se presentan en esta etapa de la vida. Esto es lo que
veríamos en una llamada familia sana o funcional.
Puede ocurrir que los límites sean difusos y por lo tanto no hay mucha diferenciación entre sus miembros,
pudiéndose observar que los padres están excesivamente involucrados en la privacidad de sus hijos o en
las relaciones entre los hermanos. Este contexto puede generar severos problemas de conducta en el
adolescente con unos padres desplegando una serie de medidas dramáticas para “retomar el control” sobre
sus hijos que puede incluir el uso de la violencia, pudiendo llegar a situaciones de verdadero maltrato. En
casos más severos puede ocurrir que los hijos interfieren en la relación de los padres, llegando inclusive a
ejercer el rol de sustituto de uno de los padres. Esto podríamos encontrar en una llamada familia caótica.
Por el contrario hay familias en que los límites son rígidos, en las cuales las reglas y patrones de
interacción carecen de la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios evolutivos o sociales, como
los que se ve en la adolescencia. Como es de esperar en estas familias los enfrentamientos o la conducta
de oposición de parte del adolescente son frecuentes. Estos dos últimos casos, tanto las familias caóticas
como rígidas son consideradas familias disfuncionales antes llamadas patológicas.
Focos de conflicto más frecuentes
1) Vida y costumbres sociales:
- Elección de amigos y parejas. - Elección de ropa y estilo de peinado.
- Permisos. - Tiempo de permanencia en casa y con la
familia
- Hora de volver a casa.
2) Responsabilidad
- Realización de tareas familiares. - Uso del dinero: gastos y fuentes.
- Uso del teléfono. - Uso de pertenencias de la familia.
- Cuidado de objetos personales, ropa y
dormitorio.
3) Relaciones familiares
- Conducta inmadura. - Relaciones con los familiares.
- Riña con los hermanos. - Grado de autonomía con respecto a la familia.
4) Los estudios
- Calificaciones y nivel de rendimiento. - Actitud con respecto a los estudios.
- Hábitos de estudio y trabajo para la casa. - Conducta en los estudios.
- Regularidad en la asistencia a clase.
5) Valores y moral
- Beber, fumar o consumir drogas. - Obedecer la ley, mantenerse fuera de
problemas.
- El lenguaje y el habla.
- Acudir a los actos religiosos.
- La honestidad.
- La conducta sexual.
La Negociación
Para que se dé la negociación entre los padres y el adolescente el contexto debe contar con los siguientes
elementos:
- Respeto mutuo. -Aceptación.
-Flexibilidad. -Compartir emociones.
-Tranquilidad. -Compromiso
-Empatía.
4. Confrontación generacional
Durante el camino hacia la independencia el adolescente atraviesa tres duelos: pérdida del cuerpo infantil:
el adolescente sufre cambios biológicos que irrumpen bruscamente; la pérdida del rol infantil: ahora
debe asumir nuevas responsabilidades; el duelo por la pérdida de los padres de la infancia: lo cual implica
aceptar que no son omnipotentes. Pero la llamada “crisis de la adolescencia” requiere también por parte
de los padres un trabajo de duelo.
El adolescente necesita la presencia de una figura adulta que se presente como “oponente”. Se trata de
una “confrontación generacional” donde se pone en juego la distancia entre generaciones. Actualmente
las familias adoptan nuevas modalidades, en donde los vínculos intergeneracionales oscilan entre la
sobreprotección y el desamparo, desde el enfrentamiento hostil hasta la permisividad. Encontramos
padres que suelen reaccionar de manera rígida ante las manifestaciones de autonomía de sus hijos, o
padres que evitan la confrontación, negando los sentimientos hostiles viviendo la ilusión que no existen
conflictos, borrándose las distancias generacionales. De ninguna de estas formas será posible la
separación.
La confrontación intergeneracional es una construcción, es tarea constante de los adultos. Sostener el
lugar de la norma les permite a los adolescentes saber con claridad cuáles son las “reglas de juego”, qué
es lo que se puede y no se puede hacer, esto será lo que nos posibilita relacionarnos, comunicarnos, en
definitiva vivir juntos.
Hace hincapié en la importancia de un Otro para poder confrontar, sostener un lugar de asimetría
respecto a nuestros adolescentes, ubicarlos en otro lugar es lo que posibilita la transmisión del legado que
una generación le deja a la nueva. Si esto no sucede, las relaciones se vuelven simétricas ya que no se
marcan las diferencias necesarias, tal es el ejemplo de algunas madres que visten igual que sus hijas, son
amigas de ellas y de los amigos de sus hijos, borrando toda barrera generacional.
5. Los grupos
Así como la familia es la primera organización a la que pertenecemos y en ella realizamos nuestros
primeros aprendizajes, los distintos grupos a los que nos integramos pasan a ser el siguiente ámbito para
los nuevos aprendizajes. El grupo de pertenencia proporciona al adolescente una plataforma distinta para
ver el mundo. Le ofrece “un lugar” que, por el mismo hecho de ser adolescente, le es difícil encontrar en
su familia. En él encuentra una relación simétrica, una situación de igualdad, con pares que tienen sus
mismos problemas, preocupaciones, deseos y gustos. Aprende a establecer relaciones sociales, puede
encontrar apoyo para afrontar sus conflictos y elementos para construir su identidad.
Para todos los seres humanos, la importancia del papel de los amigos es comprensible pues éstos permiten
la intimidad emocional y la confianza. Estas relaciones interpersonales son particularmente
trascendentales en los momentos críticos de la vida. Durante la adolescencia, los grupos de pares cumplen
un papel afectivo y socializador fundamental. Las redes sociales brindan, por un lado, consejos para la
solución de los problemas. Los amigos resultan esenciales para la elaboración de dimensiones de la
identidad tales como el enriquecimiento interpersonal, los valores, los papeles sexuales, el reconocimiento
de destrezas, la ampliación de las opciones y de la participación social.
Estudios revelan que los adolescentes tienen interacciones significativamente más frecuentes con sus
pares que con los adultos, en las que, además, se sienten más relajados y felices. Afirman estos autores
que tales resultados no son sorprendentes en la medida en que los jóvenes adultos y los mismos padres
interactúan también predominantemente con personas de edades similares a ellos. Un adolescente sin
amigos y sin grupo de pertenencia de pares debe alertarnos sobre dificultades o carencias severas. Esto no
excluye que sigan necesitando de su familia, tanto como de sus momentos de soledad y ejercicios de
autonomía progresiva.

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