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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

LISA MARIE RICE

I DREAM OF
DANGER
Ghost Ops 02
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Gracias una vez más a mi gran editora May Chen
Y a mi gran agente Ethan Ellenberg .

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

ARGUMENTO

Son los Ghost Opps: un equipo encubierto de
súper—soldados   de   élite.   Después   que   su
equipo fuera traicionado y masacrado, los tres
supervivientes   pasaron   a   la   clandestinidad   y
crearon Haven, una comunidad de inadaptados
y genios.

Ahora   están   en   una   encrucijada,   haciendo


frente a una nueva amenaza capaz de destruir
todo lo que ellos aman.

Cuando Nick Ross desapareció de la vida de
Elle   Thomason,   ella   estuvo   segura   de   que
nunca volvería  a ver  al hombre  que  amaba…
excepto en sus sueños.

Diez   años   después,   cuando   un   respetado


investigador abre nuevos campos en el terreno
de   los   fenómenos   psíquicos,   ella   envía   una
desesperada llamada pidiéndole ayuda a Nick.
Uno   por   uno,   sus   colegas   han   empezado   a
desaparecer… y Elle sabe que es la siguiente. 

Las obligaciones de un soldado de élite, Nick
nunca quiso herir a Elle, lo alejaron… y luego
Elle se desvaneció. Ahora, preocupado por los
sueños   inusualmente   vívidos   y   perturbadores
sobre Elle en peligro, Nick rescatará a la única
mujer a la que ha querido...

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Capítulo 1

Funeral del Juez Oren Thomason
Cementerio de St. Mary
Lawrence, Kansas Enero 10

Él había venido
Ella sabía que había venido. De alguna manera, lo había sabido.
Soñó con él la noche anterior. Con frecuencia soñaba con él, sueños tan vívidos
que se despertaba con lágrimas en los ojos, suspirando por él.
Elle Thomason se levantó desde donde había lanzado tierra sobre el féretro de su
padre,   antes   de   que   los   dos   empleados   de   la   funeraria   lo   cubrieran   con   tierra   y
finalmente él estuviera en paz… y entonces fue cuando lo vio.
Estaba   perfilado   contra   el   frio   sol   de   invierno   sobre   la   pequeña   colina   donde
estaba   la   capilla.   Solo   era   una   figura   oscura   contra   el   sol   agonizante,   pero   lo
reconocería en cualquier lugar y cualquier momento. 
Nick   Ross.   El   chico   al   que   había   amado   tanto,   ahora   era   evidentemente   un
hombre. La silueta oscura contra el pálido sol de invierno era alta y de hombros
anchos. Había sido delgado  cuando niño, como una joven pantera. Ahora era un
león.
La vio. No la saludó con la mano ni con la cabeza. Tampoco ella. Simplemente
observó   como   bajaba   la  pequeña   colina  hacia   ella,  mirándolo   con  hambre.   Había
esperado este momento cinco largos años.
En todos los años estériles, años de cuidar de su padre mientras su mente moría
mucho antes que su cuerpo, había anhelado este momento. Mientras todo lo demás
desaparecía de su vida, mientras lo perdía todo, mientras su vida era absorbida por

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el cuidado diario de un hombre que no controlaba nada de él mismo, lo único que le
quedaba era la imaginación. Y en su mente, enloquecía.
En su mente, Nick y ella estaban juntos.
Su  sueño  favorito  era  encontrárselo  en alguna ciudad  sofisticada.  Nueva York,
Chicago, San Francisco. Mejor aún, Londres o París. Por supuesto ella era sofisticada.
Tenía un montón de líos amorosos que le habían enseñado un montón. Estaba bien
arreglada, tenía éxito y estaba completamente al mando.   
Se daba la vuelta en un caro restaurante, y allí estaba él.
En   sus   fantasías   ella   se   podía   imaginar   que   era…   serena,   exitosa   y   feliz.   Pero
nunca podía imaginarse qué era Nick. Lo que él había llegado a ser. Solo sabía que
era   atractivo   y   la   amaba.   No   podía   ir   más   allá   de   aquel   punto…   que   todavía   la
amaba, después de todos aquellos años.
Le   preguntaría   por   qué   había   desaparecido   tan   de   repente.   Eso   aún   era
inexplicable para ella. Una noche se había ido a la cama bromeando con él que había
crecido para ser el Capitán Adama de Battlestar Galáctica, y a la mañana siguiente él
se   había   ido.   Completamente   desaparecido.   Sus   cosas   todavía   estaban   en   su
dormitorio.   Los   únicos   artículos   que   habían   desaparecido   eran   unos   vaqueros,
algunas camisetas, una chaqueta de invierno y su bolsa del gimnasio.
Había estado frenética. Quería llamar a la policía, informar de su desaparición,
pero su padre la había quietado el teléfono de las manos con delicadeza y lo había
colgado. Él nunca contestó a sus preguntas y pronto, muy pronto, había sido incapaz
de contestar cualquier pregunta en absoluto.
Ni una llamada, ni una carta, ni siquiera una postal. Era como si Nick se hubiera
desvanecido  de la faz de la tierra, llevándose con él toda su existencia. Para una
adolescente   despreocupada,   la   única   y   amada   hija   de   un   juez   respetado   y
acaudalado, su vida se hundió en los pozos del infierno. Su padre empezó a perder la
cabeza día a día, la oscuridad descendió y Nick no estaba allí.
Cuántas   tardes   miró   por   la   ventana,   pretendiendo   leer,   mientras   su   padre   se
cansaba por fin lo suficiente para echarse una siesta en un sillón. Salir para una cita
era impensable. No tenían dinero suficiente para pagar a una enfermera durante la
noche. Había tenido que ganar créditos extra en los veranos para graduarse a los
diecisiete porque podía ver acercarse el día en que el dinero se acabaría y tendría que
quedarse en casa todo el día, y al menos quería el certificado de la escuela superior
para cuidar a su padre.
Las citas estaban descartadas, ir al cine con las amigas estaba descartado, recibir
amigos   estaba   definitivamente   descartado.   Lo   que   tenía   era   una   enfermera   unas

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pocas horas al día en las que se apresuraba a hacer las compras y corría a la biblioteca
para abastecerse de libros. Lo que tenía era mirar por la ventana y esperar a Nick.
Anhelar a Nick.
Añorar a Nick.
Que nunca llegó.
Así que en sus sueños, cuando finamente lo encontrara, por absoluta casualidad
en una gran ciudad, podía elegir como sería. Podía ser inmensamente rico y atractivo
o poderoso y atractivo. Nunca era un perdedor, un borracho o un adicto. Nick no era
eso.
Hola, decía él retrocediendo admirado, eres preciosa.
Gracias, contestaba ella, espero que estés bien. Me encantaría quedarme y charlar pero
tengo que volver a…
Aquí la imaginación de Elle tenía algún problema. ¿A qué? ¿Volver a qué? ¿Que
podría ser más imposiblemente importante que Nick?
Pero en realidad no importaba porque entonces él diría:
Tomate una copa conmigo. Por favor. Solo cinco minutes, estoy tan contento de verte.
Y, bueno, era Nick. Y ella lo haría. Y luego él le diría que la amaba y nunca la
perdería de nuevo.
Era un hermoso sueño y tenía que serlo porque reemplazaba más o menos todo lo
que una joven debería tener… instituto, amigos, primer amor, planes…
Los detalles oscilaban, pero lo importante era siempre lo mismo. Él la encontraba
entera, feliz y exitosa. Hermosa, elegante y segura de sí misma.
No la miserable criatura que era ahora. Pálida y demacrada por las últimas cuatro
noches en las que no había dormido nada mientras veía morir a su padre. Vistiendo
una chaqueta  demasiado  fina que no  la protegía de ninguna forma contra el frio
porque el único abrigo de invierno que tenía estaba rasgado en la manga
No se suponía que debía ser así. Pero lo era.
Ella solo lo observó mientras caminaba hacia ella, y toda ella estaba entumecida
excepto su corazón. Su traicionero, traicionero corazón que latía de alegría al verlo.
No se apresuraba hacia ella, pero sus largas piernas parecían llevarlo rápidamente.
Llevaba una pesada chaqueta que le llegaba hasta media pierna, las manos cubiertas
por los guantes le colgaban a los lados.
Ella fue consciente de sus propias manos, desprovistas de guantes y casi azules
por el frio. Avergonzada, las ocultó tras la espalda.

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Y así fue como se encontraron, Nick se alzaba sobre ella, la cara en las sombras,
mirándola desde arriba. El sol estaba a su espalda, enorme justo antes del atardecer,
un enorme disco pálido. Permanecieron de pie y se miraron el uno al otro. Elle se
quedó sin habla. 
Él estaba allí, justo delante de ella.
Cómo había esperado este momento, y aquí estaba, al lado del féretro de su padre.
Debería decir algo, debería…
—¿Señorita?
Se volvió. Había olvidado por completo a los sepultureros.
—¿Si?
—Va a tener que moverse señorita. Vamos a cubrir el féretro con la tierra.
—Oh —dio un paso atrás y Nick lo dio con ella—. Por supuesto.
Nick y ella observaron mientras la tierra cubría el féretro  de su único pariente
vivo. No lloró. Había derramado demasiadas lágrimas a lo largo de los años. No
quedaban  más. Su padre se había ido mucho antes de esto. Lo que había dejado
detrás era la cascara de una persona, solo un cuerpo
Su padre había sido ingenioso, instruido, de fuertes opiniones y encantador. Ese
hombre había muerto años atrás.
Así que miró mientras cubrían el féretro, con rapidez y eficiencia. Hacia frio y
querían acabar el trabajo tan rápido como fuera posible. Cuando terminaron, dejaron
a un lado sus herramientas y se pusieron frente a ella. 
Ahora había un tajo en la tierra, crudo y rojo. Algún día estaría cubierto de césped
como lo estaban las otras tumbas, pero por ahora estaba claro que la tierra había
reclamado   recientemente   a   uno   de   los   suyos.   Habría   una   lápida,   con   el   tiempo,
cuando ella pudiera permitírselo.
El director de la funeraria había indicado algunas cifras que no tenían sentido para
ella. La más barata costaba unos dos mil dólares. También podrían haber costado un
millón. No los tenía.
No tenía nada.
Uno de los sepultureros se quitó el sombrero.
—De verdad siento lo del juez, ma’am. Le damos nuestras condolencias.
Elle inclinó la cabeza.
—Gracias. Umm...

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Abrió su monedero y miró dentro, aunque no necesitaba mirar para saber que
había dentro. Un billete. Ni siquiera uno grande. Sacó los veinte dólares y se los dio
al hombre, bien consciente del hecho de que debería ser uno de cien, cincuenta para
cada uno.
Él lo tomó con cautela, mirando con disgusto a su compañero, se lo metió en el
bolsillo de los pantalones y le echó a ella un vistazo.
Ella lo entendía del todo. Ellos habían realizado un trabajo duro. La tierra estaba
congelada y se habían esforzado. El director de la funeraria le había dejado claro que
la opción económica que ella había elegido no cubría los sepultureros y que tendría
que compensarlos ella misma.
Esto era tan horrible. Se sentía tan desnuda y expuesta, reducida a cenizas, a polvo.
Todo esto se estaba representando justo delante de Nick, que lo estaba observando
todo.
Recordaba   lo   observador   que   era   él.   Siempre   lo   había   sido.   Estaba   viendo   su
humillación en alta definición y 3D, en primera fila y en persona.
Elle se aclaró la garganta, alargó una mano hacia el sepulturero, luego se la metió
en el bolsillo.
—Lo siento, no tengo más —dijo en voz baja—. Quizás…
—Tome   —Nick   le   dio   dos   billetes.   Los   ojos   de   ella   se   abrieron   de   par   en   par
cuando vio dos veces la cara de Benjamin Franklin—. Gracias por su ayuda.
La gorra desapareció otra vez, ambos hombres le dieron las gracias, la saludaron a
ella con la cabeza y se alejaron. 
Elle   miró   fijamente   el   suelo,   respirando   a   través   del   dolor.   Nick   se   había   ido
muchos años atrás, y en todos aquellos años, no había pasado un día, ni un minuto,
en que ella no lo echara de menos tan ferozmente que pensaba que podría explotar.
Todo este tiempo ella había añorado a Nick.
Y ahora él estaba aquí. En su momento más bajo. 
—Él te quería mucho —dijo ella, mirando al suelo.
—Lo sé —contestó él en voz baja.
Si voz, ya profunda cuando era un chico, se había hecho más profunda y áspera.
La voz de un hombre.
Era un hombre. Había sido más maduro, más de lo que le correspondía por su
edad cuando había entrado en sus vidas, un fugitivo que su padre había encontrado
en  su  patio   trasero  una  tarde   de  invierno. Estaba   tumbando  en  el  suelo   con  una

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muñeca rota y gravemente infectada, muriéndose, tan consumido que su padre fue
capaz de levantarlo y llevarlo en brazos al coche para llevarlo al hospital.
Desde aquel momento, Nick Ross les perteneció.
Hasta que él les dejó, inexplicablemente, otra fría noche de invierno.
Ella levantó la mirada hacia él, desesperada por verlo. ¡Cómo había soñado con él
en   los   años   pasados!   Sus   sueños   habían   sido   tan   vividos,   con   frecuencia
perturbadores. Lo había visto disparando, saltando de aviones y luchando.
Lo   había   visto   con   otras   mujeres.   Aquello   había   sido   duro   porque   sus   sueños
tenían la fuerza de la realidad. Lo había visto desnudo, haciendo el amor a otras
mujeres, agresivo y exigente, imposiblemente sexy.
El Nick que permanecía ante ella tenía el mismo aspecto que el de sus sueños…
duro y peligroso, un hombre por completo. Ojos oscuros que no transmitían nada,
cabello   oscuro   cortado   al   rape,   hombros   anchos   y   músculos   enjutos.   Un   hombre
formidable en todos los aspectos, aunque la última vez que lo había visto él había
estado justo al borde de la madurez.
—¿Estuvo… enfermo? —la voz de Nick era vacilante.
—Sí —replicó ella, bajando la vista a la cruda  cuchillada en la helada tierra—.
Durante mucho tiempo. 
Desde que te fuiste, pensó para sus adentros. Nunca fue el mismo, y luego empezó un
rápido declive.
—Lo siento —la profunda voz era baja, como si murmurara solo para sus oídos,
aunque   no   había   nadie   más  en   los  terrenos   del   cementerio.   En   el   funeral   habían
estado  unas  treinta  personas  pero   se  fueron  inmediatamente,   tan pronto  como   el
servicio acabó. Todos tenían trabajos, lugares a los que ir o cosas que hacer. Nadie se
quedó para el sepelio. Habían presentado sus respetos al hombre que había sido y se
marcharon. Su padre había estado muerto para el pueblo mucho antes de que su
cuerpo dejara esta tierra.
Ella asintió, la garganta cerrada.
—Hace frio. Deberías llevar algo más abrigado.
Ella soltó un resoplido que habría sido una risa en otras circunstancias. La nube de
vapor se elevó rápidamente y se disipó en el frígido aire. Sí, ella debería llevar algo
más abrigado. Por supuesto.
—Sí —murmuró—. Yo, um, lo olvidé.
¿Por qué estaban hablando de abrigos? Parecía tan surrealista.

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—¿Dónde está tu coche? —preguntó  Nick con voz áspera—. Deberías volver a
casa. Estás congelándote.
Ella volvió la mirada hacia él asustada. ¿Ya la estaba dejando? ¡Eso no podía ser!
Se le cerró  aún más la garganta. No podía dejarla, no podía. No podía ser tan
cruel.
Las palabras le salieron en tropel sin pensarlas.
—No tengo coche. Se suponía que los sepultureros me llevarían a casa —Nolan
Cruise, el fiscal del distrito, la había llevado hasta los límites del cementerio y la
había dejado allí, disculpándose por no poder quedarse.
Miró alrededor, pero se habían ido. El cementerio estaba completamente desierto.
Obviamente, los dos hombres habían pensado que ella ya tenía transporte a casa.
Con Nick.
Oh  Dios. La primera  vez que lo  veía en cinco años y tenía que pedirle  que  la
llevara   a   casa.   Se   enderezó,   envolviéndose   apretadamente   en   la   ligera   chaqueta,
intentando envolverse también en su dignidad.
—Está bien. Yo…—su mente zumbó en vano. Decir que caminaría sería ridículo.
Nick sabía perfectamente lo lejos que estaba su casa. Al menos dos horas andando.
Estaba tratando de inventarse a alguien que, plausiblemente, pudiera llevarla a casa
cuando él la sujetó por el codo con firmeza y echó a andar hacia la salida.
—Vamos.
Elle   luchó   para   no   retrasarse.   Nick,   siempre   alto,   había   crecido   otros   cinco
centímetros. Sus largas piernas se comían el terreno herboso. En unos pocos minutos,
estaban   fuera   de   las   puertas   del   cementerio,   caminando   bajo   el   arco   de   piedra
marcado con Requiescat in Pacem grabado sobre el frontal.
Si, de acuerdo. Descansa en paz papá.
Sus últimos años, mientras su mente se iba, no habían sido pacíficos. Habían sido
oscuros   y   desesperados   mientras   él   sentía   como   se   deslizaba   día   a   día.   Incluso
después de que su mente se hubiera ido, ella sentía como persistía la desesperación.
Se ha ido a un lugar mejor, dijeron las pocas personas que habían ido al funeral. El
viejo tópico era cierto. Donde estuviera ahora, no podía ser peor que la vida que
había dejado detrás.
Nick   y   ella   estaban   caminando   por   una   entrada   vacía,   la   cual   estaba   llena   de
coches el Día de los Caídos y estaba vacía en su mayoría los otros trescientos sesenta
y cuatro días del año. Nick sacó un mando a distancia y se encendieron las luces de
un gran coche negro con aspecto de caro, las puertas se desbloquearon con un womp.

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—Bonito coche —aventuró ella. Había mucho más que decir pero su cara era tan
intimidante y remota; solo pudo hacer el más anodino de los comentarios.
—Alquilado —dijo él lacónico y abrió la puerta del pasajero para ella.
Un millar de preguntas empujaban en su cabeza, pero ella simplemente se sentó,
sujetando la chaqueta apretada en torno a sí misma mientras él se instalaba en el
asiento del conductor y arrancaba. Un minuto después, el aire cálido se deslizaba
sobre ella y el temblor que no había notado desaparecía.
Por supuesto, él sabía exactamente dónde ir.
Podía haberla olvidado, podía haber olvidado a su padre, pero nunca olvidaría
donde habían vivido todos juntos. Esa era otra cosa de Nick. Su fantástico sentido de
la orientación. Los últimos años antes de que se escapara, donde quiera que fueran
en una excursión todos juntos, su padre había contado con Nick para que los guiara.
Y en  los dos  últimos años, después de que se sacara el permiso  de conductor en
prácticas, para que los llevara a donde necesitaran ir.
Probablemente   la   demencia   del   juez   ya   había   comenzado.   Aunque   no   hubiera
signos entonces. Había estado, como siempre, tieso como un palo, con el cabello gris
acerado peinado hacia atrás, siempre elegante y sosegado. Lo opuesto al desastre de
hombre que había enterrado.
Ayudaba pensar en papa y no concentrarse en Nick, conduciendo con cuidadosa
pericia. Siempre había sido magnifico detrás del volante. El instructor le había dicho
a papa que no había tenido que enseñarla nada a Nick. Era como si hubiera nacido
sabiendo conducir.
Elle mantuvo la vista al frente, haciendo los mayores esfuerzos para no mirar a
hurtadillas a Nick. Él era como un agujero negro. Atrayendo la gravedad hacia él.
Imposible ignorarlo, aunque imposible mirarlo directamente.
Tenía un millar de palabras en la punta de la lengua. ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido?
¿Dónde vives ahora? ¿Te gusta?... En realidad palabras vacías. Porque lo que quería
saber, no podía decirlo.
¿Por qué nos dejaste? ¿Por qué me dejaste?
Las palabras no pronunciadas la ahogaban. Le daba miedo abrir la boca porque
saldrían en tropel. No tenía filtros ni mecanismos de defensa. Además, había vivido
sola tanto tiempo con un padre  que no la entendía  ni le respondía, que se había
acostumbrado a decir exactamente lo que pensaba.
Ni siquiera era compañía adecuada.
Pero algo debía decirse. No se habían visto en cinco años. Cinco años, siete meses y
dos días. Cada minuto de los cuales, lo había añorado. Incluso en sus sueños.

~11~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Se concentró  en practicar  las palabras. Si las decía  lentamente,  de una en una,


seguramente nada más escaparía de su boca. ¿Cómo te ha ido?
¿Cómo. Te. Ha. Ido?
Eso, podía decir eso. Cuatro simples palabras. Y él respondería y ella se esforzaría
de verdad, de verdad en no exigir. Podía hacerlo. Podía…
—Ya estamos —dijo Nick y se giró de forma que el coche quedó aparcado fuera
del garaje.
No se había dado cuenta que habían llegado a casa.
Tragó. El garaje se había quedado abierto. Error suyo. Había corrido dentro para
recoger las zapatillas para la última visita de papa al hospital y en su prisa había
olvidado   cerrarlo.   No   había   coches.   Papa   siempre   había   tenido   un   Cadillac   y   un
Toyota, pero ambos habían sido vendidos dos años antes. Ella tomaba el autobús
para los pocos lugares a los que tenía que ir.
Nick no se molestó en meter el coche alquilado en el garaje.
No se estaba quedando.
Elle se tragó  el dolor y se volvió cuando  él le abrió  la puerta  del  pasajero. Le
tendió una gran mano. No necesitaba ayuda. Pero… esta podría ser su única y última
oportunidad para tocarlo. Puso la mano en la de él, y en un segundo, la guio por el
camino de grava, dejó caer su mano y le tendió la suya de nuevo con la palma hacia
arriba.
La miró en blanco, luego levantó los ojos hacia ella. ¿Quería sujetarle la mano?
—Llaves —le dijo con sequedad.
Oh.
Atontada por el frio y el dolor, abrió su bolso y le dio las llaves de la puerta. No
tuvo que hurgar. Su bolso contenía un billetero, ahora vacío, un teléfono móvil con
muy pocos minutos, un viejo pintalabios y las llaves.
En un segundo, Nick tenía la puerta abierta y estaba allí de pie esperándola.
La observó caminar los pocos y cortos pasos hasta el porche y subir al pórtico.
Afortunadamente no estaba mirando alrededor.
Los terrenos siempre  habían sido una joya. Cuando Nick desapareció, Rodrigo
todavía iba un par de veces a la semana para cuidar los extensos jardines. El camino
había estado flanqueado por flores de estación en grandes jarrones de terracota. Los
jarrones y las flores habían desaparecido hacia mucho. No había flores por ninguna
parte y los setos habían perdido la forma mucho tiempo atrás. Ella había recibido tres
comunicaciones oficiales de “abandono” en los últimos seis meses.

~12~
Lisa Marie Rice

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Nick tampoco parecía haberlo visto, gracias a Dios.
Dentro de la casa, sin embargo, era peor que en el exterior.
La   casa   siempre   había   estado   inmaculada.   Incluso   después   de   que   su   madre
hubiera muerto, cuando ella tenía cinco años, la casa había sido gobernada por una
benevolente tirana, la señora Gooding, que la mantuvo elegante y fragante con la
ayuda de una doncella varias veces a la semana.
La señora Gooding se había ido hacía mucho tiempo, como la doncella.
Elle se había esforzado mucho, pero la casa era grande y en los últimos meses de
vida su padre habían requerido sus cuidados veinticuatro horas al día. Dormitaba
cuando   podía,   exhausta,   y   lo   hacia   lo   mejor   que   podía   para   mantener   un  escaso
mínimo de limpieza.
Su   padre   se   había   puesto   enfermo   por   la   noche,   y   habían   corrido   al   hospital.
Estuvo de vigilia a su lado cuatro días y cuatro noches. Luego el funeral.
La casa era un desastre. Un desastre helado y frio, porque no había conectado la
calefacción sabiendo que estaría fuera todo el día.
Esta vez Nick lo notó.
Se detuvo dentro del vestíbulo y ella se paró con él. Dobló el cuello hacia atrás
mientras levantaba la vista al techo de dos pisos del atrio. Una vez había existido una
magnifica   lámpara   de   araña   de   Murano   con   cincuenta   lámparas   que   habían
centelleado   tan   brillantes   como   el   sol.   Ahora   había   una   simple   bombilla   de   bajo
voltaje colgando desnuda de un cordón.
El  resto de la entrada también estaba vacía. Las acuarelas, la enorme alfombra
china, la consola con el ornamentado espejo tallado sobre ella, los dos sillones Thonet
vieneses a cada lado del escritorio Art Deco con el enorme cuenco de plata solida
lleno de potpurrí… todo se había ido.
Nick no reaccionó de forma alguna. Su cara estaba calmada y vacía de expresión.
¿Qué estaba pensando?
A posteriori, después de que hubiera desaparecido, uno de sus compañeros del
instituto dijo que había estado ganado dinero extra jugando al póquer en los bajos
fondos, y que siempre ganaba porque tenía la mejor cara de póquer que nunca se
había visto. Ella la estaba viendo ahora. No había pistas sobre sus pensamientos.
Quizás… quizás había esperado ver alguna suavidad o gentileza cuando la miró.
Pero no.
Señaló con torpeza hacia la parte trasera de la casa.
—¿Te gustaría… te gustaría beber algo?

~13~
Lisa Marie Rice

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Él inclinó brevemente la cabeza sin decir nada. Ella se volvió y entró en la cocina,
sabiendo que no necesitaba sus indicaciones. Conocía el camino.
Su aparición le había revuelto la cabeza, pero ahora se obligó a pensar y a razonar
las cosas. ¿De dónde había venido? ¿Había viajado mucho tiempo? ¿Se quedaría esa
noche?
El corazón le dio un salto en el pecho al pensarlo.
—Así que —una vez en la cocina Elle se volvió para enfrentarlo, pegando una
sonrisa en su cara y haciendo un gran esfuerzo para no retorcer las manos—. ¿Qué
puedo ofrecerte?
Oh Dios.
Se dio cuenta demasiado tarde de que había muy poco que ofrecer. Si él quería
alcohol, no había nada en la casa. Su padre había tenido una buena colección de
whiskies, pero  se habían terminado  años atrás y ella nunca había comprado  más
botellas. De repente recordó que tampoco había comida, solo una pizza congelada.
—Café estaría bien —su voz y sus ojos eran tan calmados. Ella intentó aferrarse a
aquello, tranquilizarse ella misma, pero era difícil. Era Nick. Nick estaba aquí, ahora
mismo, en su cocina.
—Café. Vale —había café. Al menos, suficiente para una taza.
Se volvió y trató de mantener las manos firmes mientras abría el armario para
sacar el café. Para su horror, excepto por el bote de cristal con un par de centímetros
de café, el armario estaba vacío.
Exactamente como en una horrible fábula.
Cerró el armario, haciendo un ruido más alto de lo que ella quería, luego empezó a
prepararle el café a Nick con manos temblorosas.
Nick.
Estaba aquí.
Preparar el café, sacar la preciosa taza de Limoge y el platillo, parte de un juego
que no había vendido porque solo eran cuatro piezas, sacar la cucharilla de plata y el
azucarero Wedgewood la tranquilizó un poco.
Él todavía estaba de pie, y eso fue otro golpe para su corazón.
Esta también había sido su cocina en un tiempo. Se había sentido completamente
en   su   hogar   en   otro   momento.   Ella   recordaba   las   miles   de   tardes   en   que   Nick
bromeaba   con   ella   y   hacia   que   su   padre   se   riera   mientras   la   señora   Gooding
preparaba la cena.

~14~
Lisa Marie Rice

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Ahora   él   estaba   de   pie,   y   necesitaba   su   permiso   para   sentarse.   Los   ojos   se   le


llenaron   de   lágrimas   pero   las   obligó   a   retroceder.   Tenía   mucha   experiencia   en
aquello. Podía hacerlo.
—Por favor, siéntate —retiró una silla.
Nick se quitó la chaqueta, colgándola en el respaldo de la silla y se sentó. Bajo la
chaqueta llevaba una gruesa camisa de franela.
Oh Dios. Debería hacer lo mismo, por supuesto. Salvo que aún tenía frio, y bajo la
chaqueta solo tenía un suéter fino. Todavía tenía unos cuantos sueters gruesos, pero
su cabeza había estado tan ofuscada por el agotamiento de los últimos días de la vida
de su padre y los arreglos del funeral que simplemente había agarrado lo primero
que le vino a la mano. La suerte quiso que fuera un fino suéter de algodón.
Pero ella podía fingir como la mejor. Colgó su propia chaqueta sobre el respaldo
de su silla y se sentó frente a él.
Se miraron el uno al otro mudos.
La máquina del café pitó. Elle se levantó de un salto y le sirvió una taza. 
Nick dudó.
—¿Y tú? ¿Aún no te gusta el café? Siempre te gustó el té. ¿Puedo prepararte uno?
—¡No! —se aclaró la garganta—. No, gracias.
Mataría por una taza de té, pero estaba en el armario sobre el horno y también
estaba vacío. Dos armarios vacíos… era demasiado para que Nick lo viera.
Nick sopló en la taza y bebió. Como siempre, la delicada porcelana china parecía
fuera  de  lugar  en  sus  grandes  manos,  pero   ella  sabía  por  experiencia   que  estaba
segura. Sus manos eran enormes, siempre habían sido enormes, pero él estaba lejos
de ser torpe.
Se sentaron en silencio hasta que se bebió media taza, luego la miró.
—¿Cuánto tiempo llevaba enfermo?
Elle no suspiró pero quiso hacerlo.
—Varios   años.   Pero   su   médico   piensa,   en   retrospectiva,   que   la   enfermedad
empezó cinco años atrás, solo que se las arregló para ocultarlo.
Algo… una tenue expresión cruzó por su cara.
Oh Dios. Él los había dejado cinco años atrás. Parecía que lo estaba acusando de
precipitar la decadencia de su padre.
—Debe haber sido duro. Para ti.
Elle simplemente bajó la cabeza. Sí, duro. Muy duro.

~15~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
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—Así que… ¿qué vas a hacer ahora? ¿Volverás a la universidad?
—No estoy matriculada en la universidad.
Aquello lo sorprendió. Costaba mucho sorprender a Nick pero ella lo había hecho.
—¿Qué   quieres   decir   con   que   no   estás   en   la   facultad?   Eras   una   estudiante   de
matrícula, siempre lo has sido. ¿O es que ya has terminado la universidad? 
Sus palabras la hicieron sonreír. No había sido nada más que una estudiante de
sobresalientes   mientras   luchaba   para   apañárselas   con   las   excentricidades   de   su
padre. Había pasado un año antes de que se diera cuenta de que estaba enfermo.
Había faltado casi cada día de su segundo año.
—No… yo, ah… es complicado.
Nick   tenía   el   ceño   fruncido.   Vale,   era   más   fácil   tratar   con   aquello   que   con   la
mirada de pena que él tenía.
—Bueno, ahora no hay nada que te retenga aquí, ¿no?
Bueno, si no contabas con la falta de dinero y las deudas médicas, y puesto así…
—No, no lo hay.
La respuesta pareció relajarlo. Miró de nuevo alrededor y luego volvió la mirada
hacia ella, oscura y penetrante.
—Estás demasiado delgada. Y demasiado pálida. Tienes que comer y salir más.
Aquello dolió, Nick había estado en su corazón durante años, desde la primera vez
que había entrado en sus vidas. Ella solo tenía siete años, pero lo había amado desde
el momento en que puso los ojos sobre él. Por entonces era una niña pero ahora era
una mujer… y toda su feminidad estaba concentrada en él, en su atractiva cara, los
hombros anchos y las enormes manos.
Cada una de las células femeninas de su cuerpo estaba estremeciéndose. Y él le
hablaba como lo haría un tío anciano.
Come más, sal más. No debes estar tan pálida y delgada.
Ya. 
Lo siguiente que le diría es que se abrigara más.
—Y Jesús, qué pasa contigo ¿Cómo puedes salir vestida así?
Ahí estaba.
¿Con lo que ella había soñado con este momento! Durante años. Y ahora que él
estaba   sentado  al  otro   lado   de  la  mesa,  tan cerca   que  podía  tocarlo  simplemente
alargando la mano… estaban hablando sobre su vestuario.

~16~
Lisa Marie Rice

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—No, —dijo  ella  en  voz  baja—.  Me tuve   que  vestir  deprisa.   Pero  no  vamos   a
hablar sobre esto. Quiero saber que has estado haciendo, donde has estado.
Y por qué desapareciste sin decir una palabra.
Pero no podía decir aquello. Él estaba aquí. Ahora mismo lo que quería era llenar
de imágenes los años vacíos. Solo podría hacerlo si podía imaginase donde había
estado y que había hecho.
Hubo un tiempo en que él se lo contaba todo.
Nick se acomodó en la silla por completo y frunció el ceño.
—De verdad que no puedo hablar de eso.
—¿Por qué estabas en el ejército?
Se enderezó sorprendido.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo dijo?
Nick sonaba realmente enfadado. Había salido de su boca sin que ella lo pensara,
lo que iba a mostrarle a él lo cansada que estaba. Nunca dejaba escapar las cosas que
no debería saber, pero lo había hecho. Lo había aprendido por el camino difícil.
Ella lo había visto. En sus sueños. No sueños normales… aquella fantasmagoría de
imágenes   desconectadas   que   la   mayoría   de   la   gente   tenía   durante   la   noche.   Ella
también los tenía, como todos los demás. Pero también tenía Sueños. Iba a lugares en
aquellos Sueños, y era como estar allí. Alarmantemente igual a estar allí.
Había visitado a Nick, sin una pista de donde estaba, pero tan real que sintió que
podía   tocarlo.   Estaba   ejercitándose   con   cien   hombres   más,   practicando   saltos   y
escalada   con   cuerda   y   gateando   bajo   alambre   de   púas.   Disparando.   Disparando
mucho. Saltando de aviones.
Y con mujeres. Eso había sido lo peor de todo. Ella lo había observado, impotente,
mientras él le hacía el amor a una serie de mujeres, rara vez la misma más de dos
noches   seguidas.   Elle   había   estado   mirando   desde   el   techo,   observando   cómo   se
flexionaban   y   estiraban   los   músculos   de   su   ancha   espalda,   como   las   nalgas   se
tensaban y relajaban mientras entraba y salía de la mujer. Normalmente, se mantenía
con los brazos estirados sobre la mujer du nuit, tocándola solo con su sexo.
Aquellas noches, cuando ella miraba desde arriba, se despertaba con lágrimas en
la cara.
Una parte de ella pensaba que estaba loca. Y otra pensaba que de alguna forma
podía viajar fuera de su cuerpo
Lo que fuera, y podían ser ambas cosas, le había dicho algo equivocado a Nick.
Él estiró el brazo sobre la mesa para poner su gran mano sobre la muñeca de Elle.

~17~
Lisa Marie Rice

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—¿Te dijo alguien algo? —Exigió— ¿Alguien me estaba espiando?
La presión era ceñida. No dolorosa pero definitivamente irrompible. Nick siempre
había sido fuerte, incluso de niño. Ahora era un hombre físicamente muy poderoso.
Lentamente, insegura de que su contacto fuera bienvenido, Ella apoyó la mano
sobre la de él.
—Nadie me lo dijo Nick —le dijo con suavidad. No era la primera vez que ella
tenía respuestas a algo que no debería saber. Y no sería la última. Cuando él vivía
con ellos, Nick nunca lo había sabido. Su padre no lo había sabido. Ella no lo había
sabido—. Tienes el porte de un soldado, y tu pelo está cortado al estilo militar. Hay
un parche más claro en tu chaqueta. Donde debería estar una insignia. Parece que te
ha   ido   bien,   pero   no   llevas   traje.   Calzas   botas   militares.   También   las   venden   en
tiendas, pero poniendo todas esas cosas juntas… —se encogió de hombros.
Nick   se   relajó   y   sonrió.   ¡Cómo   había   echado   de   menos   esa   sonrisa!   Le   había
costado casi dos años sonreír cuando llegó por primera vez a vivir con ellos. Elle solo
era una niña pero entendió instintivamente que había salido del dolor y la crueldad y
convirtió en un desafío personal hacerlo sonreír.
Una vez empezó, sonreía con frecuencia. Quitaba el aliento cuando sonreía.
Como ahora.
Nick sacudió la cabeza.
—Olvidé  lo  lista que eres.  Lo  perceptiva.  Así que lo consideraste  todo  junto y
sugeriste el ejército, ¿sí?
Dolía que olvidara cualquier cosa sobre ella. Ella no había olvidado nada de él.
—Sí,   pero   no   quería   suponer   a   que   rama   y   cuánto   has   ascendido   —inclinó   la
cabeza, estudiándolo—. Así que… ¿tengo razón?
—Bingo.
Elle se relajó. Había razonado un camino fuera de la trampa.
—¿En qué rama estás?
Una nube cubrió la cara de Nick, pero le respondió con bastante calma.
—Ejército
Una palabra relampagueó  por su mente. Ni siquiera sabía que la tuviera en la
cabeza, pero la información que recogía en sus sueños tenía su propia agenda... La
palabra salió de su boca antes de que pudiera censurarla.
—¿Rangers?
Nick se enderezó frunciendo el ceño.

~18~
Lisa Marie Rice

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—¿Cómo demonios sabes eso?
Su mirada era intensa, penetrante e impersonal.
No tenía sentido ahora que tenía un lugar especial en su corazón. Ninguno. Desde
que Nick había llegado a sus vidas, ella sabía que tenía un punto débil en su corazón.
Que podía arriesgarse con él. Como un cachorrito que podía morder la cola del lobo
con impunidad.
No ahora. No tenía la sensación de que se le permitieran libertades con Nick. Su
ceño era profundo, serio y un poquito aterrador.
Tragó saliva y empezó con las mentiras. Nunca antes había tenido que mentirle.
—Lo siento. Fue estúpido por mi parte. No tenía idea de que iba contigo. Había
una serie en la televisión la otra noche, y el protagonista principal era un Ranger del
ejército. Así es como le llamaban, de hecho. Ranger. Eso es todo. Ni siquiera entiendo
de verdad lo que significa.
Incluso si no hubiera Soñado que era un Ranger, hubiera apostado dinero a que sí
había un lugar especial en el Ejército, Nick lo hubiera alcanzado.
Él se relajó ligeramente.
—¿Un héroe de peli? Eso no es para mí.
Oh, pero sí era. Nick era mucho más atractivo que la mayoría de los actores que
ella veía en la tele. La mayoría de los actores tenían una blandura que se reflejaba en
sus caras. Podían pasar ocho horas al día en el gimnasio, pero sus caras tenían la
blandura de los niños.
Nick   no.   Él   había   conocido   la   verdadera   tragedia.   Donde   quiera   que   hubiera
pasado los primeros quince años de su vida, antes de llegar a ellos, y nunca dijo una
palabra sobre aquello, habían sido duros y peligrosos. Había tenido el aspecto de un
hombre incluso de niño. Como adolescente, había sido inteligente y peligroso a lo
largo de los años. Los otros chicos de la escuela superior lo habían adorado o lo
habían seguido. Ni uno siquiera intentó empujarlo. No lo desafiarían.
No había actor en la tierra que pudiera  parecer  tan peligroso como Nick a los
veintitrés.
Él había tenido una vida difícil, la cual le había hecho duro. El Ejército lo había
acogido y lo había hecho más duro.
Le frunció el ceño.
—¿Por qué no había nadie junto a la tumba? El juez era muy conocido y respetado.
Pensaba que habría miles de personas.

~19~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Elle no quería hablar sobre aquello, sobre el pasado. Quería hablar sobre el aquí y
ahora. Pero él quería saber, y ella estaba programada para darle lo que él quería.
—Había   gente   en   el   funeral.   Alguna.   No   mucha.   No   podían   quedarse   para   el
sepelio —tragó saliva—. Papá… estuvo enfermo mucho tiempo.
Nick entrecerró los ojos.
—Sí, dijiste eso. ¿Y?
—Tampoco ha sido juez desde hace mucho tiempo. Creo… creo que la gente se
olvidó de él.
Nick   tenía   el   entrecejo   muy   fruncido   ahora   y   Elle   lo   entendía   completamente.
Cuando   se   había   ido…  Espera,   usa   el   término   correcto.   Cuando   Nick   los   había
abandonado, su padre, el juez Oren Thomason, había sido uno de los más importantes
hombres   del   condado.   Nick   había   sentido   la   autoridad   natural   de   su   padre   de
primera mano. Cuando su padre y ella lo encontraron detrás de la casa, en su patio
trasero, muerto de hambre y con una muñeca rota, el juez se había ocupado de todo.
En menos de un mes, Nick había estado bajo su tutela y estaba inscrito en el colegio.
Nick había dicho con frecuencia que su vida real había empezado el día que el juez
lo encontró. Parecía olvidar que Elle también estaba allí. Una niña diminuta, solo
siete años, pero parecía que su vida real también había empezado ese día.
Nick   había   vivido   bajo   el   aura   protectora   del   juez.   De   forma   que   Elle   podía
entender que él encontrara difícil entender los últimos años.
—Papá… declinó. Mentalmente. Fue separado a la fuerza de la magistratura por
un mandamiento judicial —Elle tragó. Su padre había estado más allá de entender
exactamente qué había ocurrido, pero había entendido muy bien que algo importante
le había sido arrebatado. Había estado agitado todo un año.
—¿Alzheimer? —preguntó Nick.
Ella inclinó la cabeza.
—Que duro —dijo él.
No tienes idea. Elle levantó la cabeza, asintiendo.
Se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro. Al final, él soltó un suspiro y se
removió en la silla. Ella se asustó.
¡Ya se estaba marchando! Acababa de llegar y no lo había visto en cinco años. Aún
estaba tragándose los detalles acerca de él cada vez que se permitía mirarlo. La línea
dura de su mandíbula, los dos cabellos blancos y tiesos mezclados entre el grueso
cabello   negro   de   las   sienes.   Sus   manos,   más   grandes   de   lo   que   ella   recordaba.

~20~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Limpias pero callosas, con una línea de callos amarillentos en el borde. Callos de
judo, o algún tipo de artes marciales. Había leído sobre aquello.
Los hombros que se estiraban bajo las costuras de su camisa.
Nick no se había afeitado, su barba más cerrada de lo que ella recordaba. Ahora
era uno de esos hombres que tenían que afeitarse dos veces al día.
Eso era nuevo. Tantas cosas de él eran nuevas ahora.
Incluyendo el hecho de que era tan sexy como un demonio.
Eso era nuevo para ella. De niña, de jovencita, Nick era… Nick. La persona a la que
amaba más en el mundo después de su padre. Siempre allí, siempre fiable y siempre
divertido. Con una autoridad natural que la hacía sentirse segura y protegida. Los
dos hombres de su vida la cuidaban. Su padre, con su conocimiento de las leyes, su
estatus   como   un   juez   muy   respetado…   nada   en  la   sociedad   podría   hacerle   daño
mientras él estuviera alrededor. Y Nick… siempre fuerte y duro, de reflejos rápidos,
siempre alerta por los problemas. Nada en la vida podría herirla mientras estuviera
alrededor.
Era ahora, sola, cuando Elle entendió la infancia tan privilegiada que había tenido.
Y Nick siempre había sido una gran parte de aquello. 
Nick no era su hermano. No tenía ni idea de qué sentimientos se podían tener
hacia un hermano porque nunca había tenido uno, pero entendía instintivamente que
nunca había pensado en Nick como en uno. Nick era su amigo y su protector.
Pensaba que siempre había estado allí. Qué locura. Ni siquiera se le había ocurrido
que   algún   día   se   enamoraría   y   se   iría.   No   sabía   si   se   había   enamorado,   pero
ciertamente se había ido.
Definitivamente había tenido mujeres. Montones de ellas. Nunca había visto los
genitales de un hombre en persona pero en sus sueños… Nick era el epitome de la
masculinidad. Lo había visto con mujeres, lo había visto en la cama dándose placer…
Tragó  saliva, esperando   no   estar  poniéndose  roja.  Siempre   había  sido  un  libro
abierto para él. Por favor Señor, rogó, no permitas que se dé cuenta de que estoy
recordando la violentamente excitante imagen de él teniendo sexo con otras mujeres
y masturbándose. 
Sentada frente a él, entendió del todo por qué las mujeres caían a sus pies. Cuando
niña, sus sentimientos habían empezado a cambiar. Pero ahora era una mujer, y lo
que él evocaba en ella era deseo sexual… de una escala e intensidad que no sabía
cómo manejar.
Nick se removió en su silla, dejando escapar un suspiro.
—Bien —empezó—. Me figure que sería mejor…

~21~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—¿De dónde vienes? —soltó ella.
—¿Qué?
—¿Dónde estabas hoy? ¿O ayer? ¿Cuándo decidiste venir?
—¿Estás preguntando por qué he venido?
—No —y no lo estaba haciendo. Estaba claro por qué había venido, al menos para
ella. Estaban unidos por un hilo que se había vuelto frágil y había dado de sí con el
tiempo pero aún se mantenía. Ella lo había necesitado desesperadamente y él había
venido. Eso era fundamental para ella. Ni siquiera se lo cuestionaba.
Él no estaba contestando sus preguntas. Ella intentó otra táctica.
—No   puedo   dejarte   ir   sin   alimentarte.   Papá   hubiera…   papá   hubiera   estado
horrorizado.
Su dura mirada se suavizó.
—Cariño, no parece que tengas mucha comida en la casa.
Elle tragó y bajó la cabeza.
—Papá estuvo muy, muy enfermo las dos últimas semanas. No he tenido tiempo
de hacer la compra —sacó el teléfono móvil del bolsillo—. No obstante puedo llamar
a Foodwise. Jenny nos enviará con gusto una comida. Prométeme que te quedarás
para comer al menos.
Todavía   quedaban   un   par   de   cientos   de   dólares   en   su   cuenta.   La   factura   del
entierro llegaría después y la dejaría en números rojos, pero por el momento tenía
más que suficiente para cubrir una comida. Incluso dos comidas. Ni siquiera pensó
en pedir pizza o una hamburguesa y patatas. Nick se merecía algo mejor que eso.
El bajó la cabeza.
—Vale.
Elle le lanzó una mirada de agradecimiento. No la estaba dejando en este mismo
momento. Todavía tenía tiempo con él. Había tanto para memorizar. Las líneas a los
lados de la boca, nuevas, que desaparecían cuando sonreía. Como le sobresalían los
tendones del cuello cuando giraba la cabeza. Como podía verle los pectorales a través
de la camisa.
Que absolutamente atractivo era.
Como le calentaba la sangre.
Ella tenía que memorizar el efecto que tenía sobre ella, porque no iba a volver, no
sin Nick. Se conocía muy bien. Este sería su única aproximación al sentimiento de
deseo sexual y desaparecería cuando él se fuera. 

~22~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Toda ella estaba excitada. La piel estaba supersensible. El vello de los brazos y la
nuca hormigueaba contra el suéter. Incluso el más ligero roce contra las ropas parecía
quemarle la piel. Era difícil respirar, como si el oxígeno se hubiera convertido de
repente en líquido. Tenía que concentrarse para mantener los pulmones llenos. 
Sus tetas. Sus pechos, nunca grandes, ahora se sentían inmensos y pesados. Los
pezones   rozaban   contra   el   algodón   del   sujetador.   Entre   los   muslos…   aquella
inconfundible sensación de pesadez, calor y vacío que tenía cuando despertaba de los
sueños corrientes sobre Nick.
Los cambios en su cuerpo la excitaban y asustaban. La excitaban porque, bueno, el
calor y el placer eran novedosos. Había estado fría y vacía durante mucho tiempo.
Aquellas sensaciones hormigueantes, como si su cuerpo estuviera despertando de un
largo sueño…eran maravillosas. También la asustaban porque, por lo que ella sabía,
solo Nick podía hacerla sentir de esta forma.
Pero él estaba quedándose por la cena, o tanta cena como ella pudiera reunir.
Ve segundo a segundo, se dijo a sí misma. Disfruta cada segundo.
Lo observó mientras marcaba el número. Respondió la misma Jenny. Ella tenía
debilidad  por ellos. Una vez, cuando  era  una jovencita, mucho  antes de que Elle
naciera, el juez la había sacado de un problema. Jenny misma se lo había contado; el
juez nunca dijo una palabra. 
—Hola   cariño   —la   voz   de   fumadora   de   Jenny,   como   siempre,   era   cálida.   Elle
podía imaginarla reclinada contra la pared en un descanso para un cigarrillo, el corto
cabello   gris   echado   para   atrás,   la   larga,   enjuta   y   elegante   silueta   ligeramente
desgarbada—.   Siento   no   haber   podido   ir   al   funeral.   Teníamos   que   servir   dos
almuerzos. De verdad lo siento, cariño. Si lo hubiera sabido antes… pero eso no es lo
que pasa con los funerales, ¿verdad?
—No, no pasa. —Elle sonrió. Se podía confiar en que Jenny dijera las palabras
correctas. Sin duda en los días venideros tendría a miles de personas disculpándose
por no asistir, aunque en muchos de los casos era simplemente que el juez había
quedado fuera de su radar. No había estado fuera del radar de Jenny. Si hubiera
estado libre, hubiera ido—. Está bien Jenny. Papá sabía que lo querías. 
—Claro que lo hacía, cariño. Así que ¿qué puedo hacer por ti? ¿Puedo enviarte
una cena?
Oh, bendita fuera.
—Sí, gracias. El especial del día —ella vaciló—. Para dos.
Jenny no curioseó.

~23~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Dos especiales, los tendrás. Te los enviaré alrededor de las siete, con una buena
botella de vino. A cuenta de la casa.
—Gracias…   —Elle   se   detuvo.   Era   una   oferta   increíblemente   generosa.   La   cena
costaría   al   menos   setenta   dólares,   además   del   vino   y   las   propinas.   Pero…   era   el
principio de una larga y resbaladiza pendiente directa al infierno.
Hasta ahora, Elle había mantenido las apariencias. Nadie iba nunca a la casa, así
que no habían notado que casi todo lo que podía ser vendido había desaparecido.
Pero Jenny lo sabía o lo sospechaba. Si Elle empezaba ahora a aceptar caridades, sería
una   bola   de   nieve.   Las   esposas   de   antiguos   amigos   de   su   padre   empezarían   a
enviarle ropas usadas —Solo lo he llevado unas pocas veces, Elle, bonita. Te lo puedes
quedar. —Las doncellas empezarían a dejarle cacerolas en la puerta de delante.
No soportaba pensar en aquello.
Sin mencionar el hecho de que la voz de fumadora de Jenny llegaba alta y clara, y,
sin duda alguna, Nick había oído cada palabra.
Inyectó confianza en su voz.
—Es muy amable de tu parte, Jenny, pero no hace falta. Le daré al repartidor mi
tarjeta. Pero gracias por la oferta.
Apenas podía apartar la mirada de los ojos oscuros de Nick. Le llevó un momento
darse   cuenta   de   que   Jenny   se   estaba   tomando   mucho   tiempo   para   responder.
Finalmente…
—Vale cariño. Entonces está bien. Pero el vino va por cuenta de la casa.
Sí. Eso era aceptable. Un gesto de solidaridad, no caridad.
—Gracias Jenny.
—Quería a ese anciano —replicó Jenny y Elle casi estalló en lágrimas.
Eso  era  lo  que  su padre  había  sido. La clase de  hombre  que  otra  gente  amaba
porque él había hecho muchas cosas buenas en el mundo.  
—Si   —susurró,   obligándose   a   sacar   la   voz,   y   cortó   la   conexión   antes   de
derrumbarse.
Levantó los ojos hacia Nick.
—Yo también lo quería —le dijo él en voz baja.
Y aquello la hundió. Fue como una puñalada directa al corazón. Atravesando piel
y huesos en un golpe casi fatal.
—¿Entonces por qué nos dejaste? —susurró mientras las lágrimas empezaban a
caerle por la cara. 

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Lisa Marie Rice

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Capítulo 2

Oh mierda.
Esto era lo último que Nick quería, que Elle llorara. Estaba sentada frente a  él,
llorando a lágrima viva sin hacer ruido y casi le hizo caer de rodillas.
Ella casi le hizo caer de rodillas.
Había   sido   una   niña   hermosa   cuando   lo   habían   encontrado   aquella   noche   de
invierno. Se había escapado de su cuarto hogar de acogida. El último había sido el
peor de todos, a cargo de un verdadero sádico. Todos en la casa iban con cicatrices y
ojos vacíos. ¿Cómo demonios las autoridades lograron evitar la lectura de los signos
que   estaba   más   allá   de   él?   Pero   lo   hicieron.   Siguieron   enviando   niños   a   Carlton
Norris, y el viejo Norris seguía teniéndolos y cobrando los cheques. Su derrotada
esposa les daba de comer una mierda de comida y no hacía suficiente limpieza para
mantener a raya a las cucarachas, luego desaparecería en su habitación cuando el
viejo tenía esa mirada ladina en los ojos.
No era rabia, era adicción. Se alimentaba del dolor de otras personas.  Él no se
alimentaba de Nick. Nick medía un metro  setenta a los once años y se mantenía
fuerte. Nadie se metía con él. De todos modos, Norris no quería meterse con él. A
Norris le gustaban los niños más pequeños.
Una   noche,   Nick   detuvo   la   paliza   a   un   niño   pequeño,   Tim,   que   tenía   aquella
mirada. La mirada de alguien que no iba a sobrevivir mucho más tiempo. No había
nada que Nick pudiera hacer para ayudar a la supervivencia del niño a largo plazo,
pero por Dios que iba a sobrevivir a esta paliza. Nick se volvió hacia Norris y conectó
bien.   Este   levantó   el   puño   en   el   último   minuto   por   lo   que   todo   lo   que   Norris
consiguió fue un ojo negro. Podría haber sido una mandíbula rota.
Nick se despertó con un dolor cegador. Norris le había lanzado un martillo a la
muñeca y ahora una brillante luz estaba deslumbrándole. Justo detrás de la luz Nick
vio el cañón de una pistola.
―Corre, muchacho  ―gruñó Norris  ―. Corre lo más rápido que puedas, porque
en una hora voy a llamar a la policía y reportar un menor peligroso suelto. Él me dio

~25~
Lisa Marie Rice

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una paliza y le dio una paliza a un chiquillo. Y no pienses ni por un minuto que el
gusanito no te delatará y dirá que le provocaste las cicatrices y contusiones.
No, Nick sabía lo suficiente del mundo para entender que Tim estaría demasiado
aterrorizado como para contradecir a Norris.
El seguro del arma fue liberado. 
―Corre, hijo de puta.
Corrió.
Corrió y corrió. Hizo autoestop, fue polizón en camiones de largo recorrido, y una
vez se escondió en el maletero de un autobús Greyhound. Ni siquiera sabía dónde
iba.  Sobrevivió  a  base  de  comida  robada  y  botellas  de  agua  de  las estaciones  de
servicio, pero al final su muñeca estalló como un globo y la infección empezó.
Cayó inconsciente en una parte opulenta de la ciudad con, lo que le dijeron más
tarde, una temperatura de 40 grados.
Él recuperó muy brevemente el conocimiento para ver un ángel que le miraba, así
que sabía que estaba muerto. Era hermosa, un pequeño duende con ojos azules, pelo
rubio un halo alrededor de su cabeza, gritando, ¡Papá, papá!
Está bien, recordó haber pensado. He muerto y llegado al cielo. Excelente.
Solo que él no había muerto e ido al cielo, había ido a Lawrence, Kansas. Y su vida
se dividió en dos, porque fue recogido por el mejor hombre sobre la faz de la tierra,
el juez Oren Thomason.
Fue llevado a un hospital donde el pequeño ángel rubio rara vez se apartaba de su
lado y cuando estuvo mejor fue llevado a casa, al tipo de casa que ni siquiera sabía
que existía. La calma y la dulzura reinaban allí, junto con el amor y el respeto.
El ángel resultó ser Elle, una hermosa niña que se convirtió en su sombra. Nick
nunca   había   sido   amado   antes,   pero   Elle   le   compensaba   por   eso.   Lo   amaba   con
fiereza.   Él   se   fue   a   casa   con   ellos…   ¡a   su   propia   habitación!   Con   una   cama   con
sábanas   limpias,   un   armario   lleno   de   ropa   nueva   limpia,   libros   y   un   ordenador
portátil en un escritorio. Todo para él. Había ido del hospital directamente a la cama,
todavía   demasiado   débil   para   ponerse   de   pie   por   mucho   tiempo.   Elle   le   llevaba
bandejas llenas de comida que apenas podía sostener y se quedaba con él hasta que
terminaba cada bocado y luego le leía, sin fin, libros de los que nunca había oído
hablar, pero que le fascinaban. Un mago llamado Harry Potter. Leones y brujas y
armarios. Todo un mundo llamado Tierra Media.
Y mientras  tanto, el  juez  Thomason estaba  haciendo  su propia magia. Cuando
Nick se puso en pie, estaba bajo la tutela del juez y matriculado en el instituto.

~26~
Lisa Marie Rice

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Como un cálido y delicado tsunami suave la bondad se apoderó de él, una marea
fuerte y absolutamente irresistible que lo llevó hacia adelante.
De   alguna   manera,   Nick   Ross,   perro   mestizo,   había   sido   incorporado   a   esta
amorosa familia y él simplemente lo aceptó con entusiasmo.
Hasta que su cuerpo lo traicionó. Acababa de cumplir los dieciocho años y tenía el
cuerpo de un hombre. Una tarde de verano, Elle apareció por el jardín. De la noche a
la   mañana,   al   parecer,   Elle   se   había   convertido   en   una   mujer.   Había   sido   una
hermosa niña y se estaba convirtiendo en una mujer espectacular. Justo entonces,
aquel día de verano, con un vestido que delineaba sus pequeños pechos perfectos y
la pequeña cintura, el brillante cabello rubio pálido ondulando por su espalda, ella
deslumbró   a   Nick.   De   Elle,   su   pequeña   sombra,   se   había   transformado
repentinamente en Elle una chica impresionante en el borde de la femineidad… y su
cuerpo reaccionó al instante, instintivamente.
Él  había  estado  teniendo  relaciones sexuales desde  hacía un par de  años, pero
ninguna de sus compañeras de cama se había parecido a Elle.
Antes de darse cuenta, antes de poder dejar de mirarla fijamente, él consiguió una
enorme erección. Justo entonces Elle fue la pareja sexual más deseable que cualquier
hombre   podría   querer   y   antes   de   lograr   que   su   pene   bajara,   antes   de   poder
avergonzarse de sí mismo, atrapó la dura mirada del juez. Nick estaba sudando y el
juez podía ver claramente el efecto que Elle tenía sobre él. Una erección grande como
una casa.
Y su vida se dividió en dos, una vez más.
No se pronunció ni una palabra. Ninguna era necesaria.
Esa tarde, el juez llamó a Nick a su oficina. La enorme caja fuerte estaba abierta y
vacía. Unos fajos de billetes envueltos en plástico estaban sobre el escritorio del juez.
El   juez   estaba   sentado   detrás   de   su   escritorio,   con   la   mirada   severa,   pero   no
enfurecida. Nick le entendía completamente. El juez tenía una hija hermosa joven e
inocente   que   proteger.   Nick   habría   hecho   lo   mismo.   En   realidad,   al   ser   más
apasionado, si tuviera una hija como Elle para proteger, habría golpeado al mestizo a
palos si le veía ponerse duro mirándola.
El juez empujó los fajos de billetes de cien dólares sobre el escritorio y señaló una
bolsa de deporte abierta en el suelo. En el interior había alguna ropa de Nick, limpia
y planchada, pero la mayor parte del espacio era para el dinero. Nick metió el dinero
dentro, miró al juez, asintió con la cabeza y salió del estudio, fuera de la casa y de esa
vida.
En la bolsa, más tarde contó veinticinco mil dólares en efectivo, obviamente, todo
el dinero que el juez tenía a mano. Más de lo que Nick se merecía.

~27~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Se había dirigido hacia el sur, a Fort Bragg.
¿Por qué nos dejaste? preguntó Elle. Él se había alejado porque no era digno de estar
en esa casa un minuto más, pero Nick no sabía cómo decir eso.
Él tampoco soportaba ver llorar a Elle. Le acojonó, hizo que el estómago le diera
un vuelco por la angustia. Peor que aquel primer salto desde un avión.
―¿Por qué? ―volvió a preguntar Elle y extendió la mano hacia él.
No la resistió. Él no habría hecho nada cinco años atrás. Ella había sido una niña.
Su cuerpo lo había traicionado. Por suerte había sido lo bastante sensato para no dar
a su cuerpo lo que quería.
¿Pero ahora? Ella no era una niña, era una mujer y deslumbrantemente hermosa.
Ya  no   era   la  niña  bonita  privilegiada,  era  una  mujer   hermosa  que   había  sufrido.
Demasiado delgada, sin sonreír, impresionante.
Absolutamente irresistible.
Cuando su pequeña mano se cerró alrededor de él, sintió una descarga eléctrica
subir por su brazo y su cuerpo lo traicionó de nuevo. Una reacción nuclear que era
totalmente incapaz de controlar.
Se puso de pie tan rápido que su silla cayó, la tomó en sus brazos con tanta fuerza
que podía sentir el aliento salir de su cuerpo, pero eso no supuso ninguna diferencia
porque podía respirar a través de su boca, a través de él.
Y oh, cómo era su sabor. Como miel. Todos aquellos años de follar a otras mujeres
y no se había permitido a sí mismo ni una vez preguntarse cómo sabía Elle. Ni una
sola vez, no mientras estaba despierto. Sus sueños… ah, eso era otra cosa. En sus
sueños, se preguntaba…en sus sueños a veces sentía su presencia, pero esto no era
para nada como sus sueños, era un millón de veces mejor.
Ella estaba luchando contra él, pero estaba tan lanzado por la lujuria que le llevó
un tiempo darse cuenta. Estaba luchando, tratando de escapar…
Oh Dios.
Era su peor pesadilla, peor que cuando el juez lo sorprendió mirándola y con una
erección.   Porque   entonces   solo   era   entre   el   juez   y   él.   Ahora   estaba   recibiendo   el
mensaje de ella, de Elle y él estaba a un pelo de correrse mientras se avergonzaba
intensamente.
Esta era Elle.
Apartó la boca, abrió los brazos y dio un paso atrás, sintiéndose como una mierda.
―Lo siento mucho, cariño  ―empezó cuando ella se lanzó de nuevo a sus brazos
buscando torpemente su boca.

~28~
Lisa Marie Rice

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Oh. Él había estado sosteniendo sus brazos hacia abajo y ella quería aferrarse a él.
Ella había estado de puntillas para darle un beso y se dejó caer de nuevo sobre sus
talones. Nick la miró, casi cegado por el hecho de que ella era tan hermosa y…ella
era Elle.
El pelo se le había escapado de la trenza francesa y formaba un suave halo rubio
pálido alrededor de la cabeza, justo como lo había hecho hacía tantos años.
Ella levantó una mano desde su hombro para acunarle la mandíbula, luego sus
dedos le recorrieron el rostro. Desde la frente al pómulo, bajando por la mandíbula y
el cuello.
―Nick. ―Susurró.
Se preparó para más preguntas, pero ella no dijo nada, solo se levantó de nuevo
hasta su boca. Él tomó el beso desde allí.
Ella sabía tan jodidamente bien. Tan bien que él estaba duro como el acero. No
había manera de que Elle no se diera cuenta, pegada contra él, meciendo las caderas
contra él… gimiendo al sentir una erección tan fuerte que dolía.
Lo cual era una locura, porque él había estado echando polvos regularmente en el
campo de entrenamiento de Fort Benning. Alguien le dijo que consiguiera tantas tías
como   fuera   humanamente   posible   durante   el   entrenamiento   porque   no   había
oportunidades   en   operaciones,   e   incluso   si   lo   hubiera,   estaría   demasiado   tenso   y
agotado para aprovecharlo. Así que había estado en racha.
En   estos   momentos,   se   sentía   como   si   nunca   antes   en   su   vida   hubiera   tenido
relaciones sexuales.
Elle era como un gato en sus brazos, abierta a él en todos los sentidos, frotándose
sinuosamente contra él. Él le puso una mano bajo el culo, la levantó un poco y gimió
al sentir su calor contra su polla. La estaba sosteniendo con tanta fuerza que podía
sentir su montículo a través de la fina capa de los pantalones y las bragas. Ella era un
horno ahí, emanando calor como un sol. La movió un poco y sintió abrirse los labios
de su sexo sobre él. Ella movió sus caderas hacia delante y lo montó, volviéndole
loco. Si no hubieran tenido ropa, estaría dentro de ella.
¿Tal   vez   debería   suavizarlo   un   poco?   Era   una   locura…   estaban   prácticamente
follando en la cocina en la que había comido muchas veces, en esta casa fría en una
tarde   fría   de   enero.   Y   habían   llegado   a   este   punto   exactamente   en   un   minuto.
Comiéndose uno a otro los labios, meciendo las caderas juntas, una mano debajo de
su culo, la otra ahuecando su pequeño pecho.
Sus  respiraciones llenaban la habitación, los sonidos de sus bocas atrapándose,
apartándose, uniéndose de nuevo, repitiendo… y él estaba aplastándose contra ella,
su boca y sus caderas…

~29~
Lisa Marie Rice

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¡Chico abajo!  se dijo.  Jesús, actúa como el caballero que no eres. Él estaba a punto de


soltar los brazos poniéndola de nuevo en el suelo, retroceder para darles tiempo a
pensar en esto cuando ella dijo:
―Llévame a la cama Nick.
Y él estuvo perdido.
Era  exactamente  igual  que  en los sueños de  ella. Los fantasmagóricos, los que
otras   personas   tenían.  Exactamente.   Excepto,   por   supuesto,   por   las   circunstancias.
Nunca estaban en su cocina y nunca hacía tanto frío, pero todo lo demás… oh, sí,
todo lo demás era igual.
No. Mejor.
Porque ella no se había dado cuenta de lo viva que esto la haría sentir. Caliente y
llena de vida hasta en la punta de los dedos. Estos  últimos años, sabía que estaba
viva porque comía, bebía y cuidaba de su padre, pero no se había sentido viva, no de
cualquier manera. Los colores eran apagados, la comida sabía como el cartón, tenía
que obligarse a comer algo. Tenía que acordarse de comer y beber e ir a la cama.
Tenía que esforzarse mucho para levantarse por la mañana.
¿Y   ahora?   Ahora   era   una   con   la   tierra.   Ahora   podía   saltar   montañas,   respirar
fuego. Ahora podía volar.
Era su primera vez, pero había sabido instintivamente cómo besar a Nick. Su boca
lo había sabido. Sus pechos habían sabido frotarse contra su pecho fuerte porque
sabían mejor que ella lo bien que se sentiría. Y sus caderas sabían por sí mismas
moverse hacia delante y atrás, y sentirlo mientras él se agrandaba.
¡Se puso erecto debido a  ella! ¡Estaba excitado por  ella! Le encendía… eso era lo
más caliente que ella podía imaginar.
Era lo que pensaba que sería… pero mejor, más caliente y más emocionante.
Besarle… no le extrañaba que nunca hubiera intentado besar a nadie más. ¿Cómo
podría el beso de cualquier hombre compararse con el de Nick? Cada vez que su
lengua tocaba la de ella, la piel se le erizaba con la electricidad. Cada vez que sentía
esa dura vara rozándose contra su estómago, los músculos de los muslos tiraban de
su apretada vagina, como si buscara arrastrarle dentro de ella rápidamente.
Fue rápido, pero se sentía como si hubiera estado preparándose toda su vida para
esto, para sentir a Nick contra, luego dentro de ella, para que fuera una parte de ella
en el sentido más auténtico posible.
Las palabras salieron de su boca por su propia voluntad, bajas y sexys, por lo que
le llevó un segundo reconocer el hecho de que ella era la que había hablado. Se sentía

~30~
Lisa Marie Rice

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como si no fueran sus cuerdas vocales las que hablaban sino su vientre, la zona entre
los muslos. Las palabras simplemente brotaron de lo más profundo de ella.
―Llévame a la cama, Nick.
Esta era la manera en que se suponía que tenía que ser. En su punto más bajo,
después de años de oscuridad, de simplemente existir, observando el deterioro de su
padre,   precisamente   en   este   punto   Nick   regresó.   Como   si   los   dioses   le   hubieran
enviado, como si la tierra y el sol y la luna le hubieran enviado. Un emisario de las
fuerzas de la vida para arrastrarla de nuevo desde el borde de la muerte. Ella no se lo
cuestionó más. Estaba aquí. Se suponía que debía estar aquí. Y se suponía que debían
estar juntos.
Nunca había sentido algo tan fuerte en su vida. Nick era de ella, ella era de él.
Esperar  no tenía sentido alguno. Por no mencionar el hecho de que su cuerpo
estaba en llamas.
Nick la miró y ella memorizó sus rasgos de nuevo. Su rostro había sido tan claro
para ella que todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y podía evocarlo. Pero
este nuevo Nick era incluso mejor que el viejo. No solo hermoso, sino totalmente un
hombre. Tenía la cara más llena, algunas líneas alrededor de los ojos, la mandíbula
más prominente. Estudió todos los rasgos con entusiasmo, porque éste era el Nick
que iba a ser de ella. Este hombre duro con una cara dura, mirándola con ternura en
sus ojos oscuros.
―A la cama ―susurró ella, solo en caso de que no la hubiera oído.
Los   labios   de   él   se   curvaron.   Era   devastador   cuando   sonreía.   Su   corazón
simplemente dio un vuelco.
―Sí, señora ―dijo, y dobló las rodillas ligeramente para levantarla en brazos.
Oh, sí. Sí… sí… sí.
Había soñado con esto durante años. Durante media vida, al parecer. Nick y ella,
de corazón a corazón. Él la llevaba donde ella quería ir. Y quería ir a donde la llevara.
Tal vez se trataba de un sueño, después de todo, porque se sentía como si Nick
flotara por las escaleras con ella en sus brazos en vez de subirlas. Sus movimientos
eran suaves y sin esfuerzo, no como si llevara una mujer adulta. Tenía los brazos
alrededor   de   sus   hombros   y   podía   sentir   el   poder   de   sus   músculos   mientras   la
llevaba… una fuerza profunda, mayor que la de cualquier otro hombre que jamás
había visto. Todos los demás hombres que había visto en su vida se desvanecieron en
un ruido de fondo, pálidos simulacros de los hombres.
¡Oh Dios. Este era Nick!

~31~
Lisa Marie Rice

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En un repentino estallido de alegría, se inclinó hacia delante y lo besó, profunda y
plenamente.   Todo   lo   que   necesitaba   saber   acerca   de   los   besos,   Nick   se   lo   había
enseñado en un instante. Ella simplemente había seguido su ejemplo y cada segundo
era pura alegría. Abrió su boca con la de ella, apretando los brazos alrededor de su
cuello, lamiendo dentro de su boca, temblando. Movió una mano a través de su pelo
corto   para   sostener   su   cabeza   con   fuerza   contra   ella,   a   pesar   de   que   no   estaba
haciendo ningún signo de querer alejarse.
Su espalda chocó contra la pared cuando él dio la vuelta y la presionó contra ella,
asumiendo   el   control   del   beso.   Poseyéndola,   devorándole   la   boca,   saboreándola
profundamente con la lengua.
Era   abrumador,   apenas   podía   respirar   ni   pensar.   El   placer   la   inundó   mientras
jadeaba.
De repente, Nick levantó la cabeza y pudo ver los cambios que el beso había hecho
en él. Su pelo oscuro estaba de punta y la media sonrisa se había ido. Tenía los ojos
entrecerrados,   serios,   la   piel   sobre   los   pómulos   sonrojada.   Su   boca   de   color   rojo
oscuro, estaba hinchada y húmeda. Parecía peligroso.
Ahora parecía que estaba teniendo problemas para llevarla, pero no era eso. Estaba
excitado. Su aliento entraba y salía en jadeos cortos y ella podía sentirlo temblar.
Ella había hecho eso. Ah, sí. Habría sonreído ante la idea, pero no era un momento
para sonreír. Era demasiado grande y demasiado serio.
―Haz eso de nuevo y te tomaré en las escaleras ―dijo él, en voz baja y profunda.
Por   un   segundo   ella   no   entendió   lo   que   estaba   diciendo   y   luego   lo   hizo.   Sus
muslos se apretaron ante la imagen que transmitía sus palabras, los dos desnudos y
retorciéndose en las escaleras.
―Incómodo. ―Jadeó―. Cama.
Él asintió con la cabeza.
―Vale.
Y luego voló. En un segundo estaban en su dormitorio y él la estaba dejando de
pie, aunque sus piernas apenas la sostenían.
Se   aferró   a   Nick   como   si   estuviera   sosteniéndose   sobre   un   tronco   en   un   río
embravecido. Él se agachó sobre una rodilla, como un caballero hace a su señora. Ella
estuvo inmensamente conmovida, estirándose para poner la mano sobre su cabeza,
clavándola en su cuero cabelludo. Tenía el pelo tan oscuro que el calor llegó como
una sorpresa.
Desde este ángulo, al mirarle, estaba distorsionado, como un trabajo de arte en
perspectiva. Él era todo pestañas oscuras, pómulos altos, una sombra de barba sexy.

~32~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Hombros extremadamente amplios y enormes manos, que estaban ­oh­ sonrió para sí
misma, en su fantasía de que había caído de rodillas ante ella. No. Fue a desatarse las
botas y a quitárselas, primero la izquierda y luego la derecha. Ella se abrazó a sus
hombros mientras él le levantaba los pies, clavándole los dedos en el sólido músculo.
Incluso esto fue emocionante.
Botas fuera, Nick se incorporó, tan cerca de ella que tuvo que echar la cabeza atrás
para   mirarlo   a   los   ojos.   Con   la   emoción   de   la   posesión   ella   se   apoyó   en   su   caja
torácica mientras él le desabotonaba rápidamente el fino suéter. Con un golpe de sus
grandes manos, cayó de sus hombros. Estiró la mano y le desabrochó el sujetador y
ella se apoyó en él, solo para sentir los celestiales músculos contra ella.
―Suéltame   ―murmuró   él   mientras   le   sacaba   los   pantalones   y   las   bragas   del
trasero.  ¿Soltarle?  ¡Nunca!   Ella   solo   lo   había   encontrado   de   nuevo,   ¿entonces   por
qué…
Oh.
Elle soltó a Nick y el jersey y el sujetador simplemente se deslizaron al suelo, al
igual que los pantalones y las bragas. La levantó sin esfuerzo y le dio una patada la
ropa apartándola. La abrazó por la cintura con un brazo fuerte y se agachó para tirar
de sus calcetines de lana fuera. Había un agujero en un calcetín, pero él no estaba
mirando sus pies… estaba mirándola a la cara.
Y ahora ella estaba desnuda. La primera vez que estaba desnuda con un hombre.
La calefacción no estaba encendida; debería tener frío, pero no había posibilidad de
sentir frío con Nick mirándola así.
―Dios.   ―Los   músculos   de   su   mandíbula   se   tensaron   cuando   él   la   miró
lentamente de arriba abajo―. Eres hermosa.
No se miró a sí misma, ella sabía lo que parecía.
―¿Lo soy, Nick? ―Le preguntó en voz baja, mirando sus ojos.
―Oh, sí.  ―Él asintió con la cabeza en un rápido movimiento―. Métete debajo de
las sábanas. Hace frío aquí.
De pie tan cerca de él era como estar parada al lado de un radiador enorme, pero
bajo las sábanas significaba la cama, y ponerse en la cama significaba que iban a hacer
el amor, así que obedientemente apartó las sábanas y se deslizó dentro.
Y, oh, él estaba desnudándose rápidamente y era tan hermoso, parecía irreal. Ni
siquiera podía decir qué ropa tenía puesta, de verdad. Lo que llevaba era oscuro y
todo   se   amontonó   en   el   suelo,   y   luego   se   volvió   y   ella   tuvo   una   visión   de   él,
completa, tan desgarradoramente hermoso que casi cerró los ojos.

~33~
Lisa Marie Rice

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Había   crecido   unos   centímetros   y   había   ganado   bastantes   kilos,   y   era   todo
músculo. Estaba tan finamente construido, exactamente como imaginaba que debía
verse un hombre. Un hombre perfecto. Hombros anchos y gruesos, cintura delgada,
piernas largas y fuertes. La uve de duros tendones iba desde el nivel de cinturón a la
ingle.
Parecía que su pene pesaba varios kilos por sí solo. Era fascinante, largo, grueso y
recto, bronceado oscuro con una brillante punta de color rojo oscuro con su jugo.
Aún más fascinante, cuando su mirada se desvió hacia abajo de su cara, sobre su
pecho, para fijarse en su pene, se hinchó aún más. ¡Oh, Dios mío. ¡Solo  mirándole  le
excito!
Era enorme, situado casi plano contra su vientre. Ella podía ver sus latidos allí.
Esto era pura magia, algo tan extraordinario que ni siquiera  había pensado  en
soñarlo. ¿Cómo demonios iba a saber que era así? ¿Cómo podía haber imaginado que
se sentiría así?
Dos tipos de calor… uno se deslizaba a través de sus venas como un flujo de miel
caliente y el otro casi doloroso, un destello de calor espinoso sobre su piel. Y los
pechos   y   el   sexo…   se   sentían   como   fuentes   de   calor   en   sí   mismos.   Calientes   e
hinchados y, en el caso de su sexo, mojado.
Sus ojos se dirigieron de vuelta el cuerpo de Nick y se fijaron en su rostro. Se veía
serio, casi triste, con los ojos entrecerrados y sin sonreír, un espasmo muscular en la
mandíbula. Si un millar de libros no le hubieran dicho que la erección de un hombre
traía placer, ella habría pensado que él estaba dolorido.
Bueno, seguro que ella no estaba dolorida. Este era, sin duda, el momento más
glorioso de su vida. Era como si el dolor hubiera sido desterrado del mundo y solo
existiera el placer.
Ella retiró la mano fuera de las mantas, asombrada de no sentir frío. El frío había
sido desterrado del mundo también. Cerró los dedos en el gesto universal ven aquí.
Solo en caso de que él no lo entendiera, dijo las palabras: 
―Ven a mí, Nick.
Sus palabras parecieron liberarle de algunos lazos invisibles. En un segundo,  él
estaba   deslizándose   sobre   ella   bajo   las   sábanas   y,   oh,   ella   casi   se   desmayó   de   la
sobrecarga sensorial. Se sentía tan condenadamente  bien. Todo era tan nuevo y tan
increíblemente tentador. El gran peso de él, el áspero vello deslizándose contra su
piel, los músculos duros. Elle no sabía qué hacer, pero su cuerpo lo hizo, sin ninguna
ayuda de ella.

~34~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Su   cuerpo   naturalmente   se   abrió   a   él,   en   cada   manera   posible.   Se   ofreció   a   él


naturalmente, como si hubiera nacido para hacer esto con Nick. Su boca ya estaba
abierta cuando se inclinó, sonriendo para besarla, un beso profundo, caliente, que le
derretía los huesos. Su espalda se arqueó, por lo que sus pechos estaban aplastados
contra   los   definidos   pectorales   de   su   torso,   el   áspero   vello   del   pecho   le   hacía
cosquillas. Abrió las piernas, levantando ligeramente la parte interior de sus muslos
abrazando sus delgadas caderas. El vello negro y  áspero alrededor de su pene se
sentía duro en contraste con la suavidad aterciopelada de su miembro. Ella estaba
completamente abierta a él, sintiéndose vacía, queriendo que llenara…
Y entonces allí estaba él, deslizándose dentro de ella, tan caliente y duro, y había
dolor, sí, pero la vida era dolor y alegría, ella lo sabía, pero ahí estaba él, dentro de
ella, y este era Nick. Nick dentro suyo y se sentía tan maravilloso que las lágrimas
llenaron sus ojos.
Y entonces la maravilla se detuvo porque Nick se separó de ella, se retiró, se alejó
y en lugar de haber calor y fuerza contra todo su cuerpo, no había nada sino frío y
vacío.
Fue impactante. De repente estaba helada, despojada. Temblorosa.
Él estaba sentado, el ruido de las sábanas moviéndose sonó alto en el silencio de la
habitación.
―¿N…Nick?
Oh Dios. Ella había hecho algo mal. Cualquier cosa que hubiera hecho había sido
equivocada. La cosa incorrecta a hacer. Pensó que se había estado moviendo con tanta
naturalidad, pero estaba claro que había hecho algo que no debía. O no había hecho
algo que debería.
Y ahora él estaba enojado. Arriesgó una mirada a su rostro. O…si no enojado,
entonces algo. Lo que fuera, no estaba contento. Eso estaba claro.
Nick pasó sus largas piernas sobre el borde de la cama y se sentó, con las manos
agarrando el borde de la cama, con la cabeza inclinada ligeramente.
Eso fue aterrador. ¿Qué tipo de error podía haber cometido para tenerlo tan frío y
remoto, de repente? 
―¿Nick? ―Susurró.
Él estaba de espaldas, así que todo lo que vio fue su ancha espalda, las pendientes
y   los   huecos   de   los   músculos,   el   cuello   fuerte.   No   tenía   idea   de   lo   que   estaba
pensando, sintiendo. Nada en absoluto.

~35~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

¿Qué decir, qué hacer? No tenía ni idea. Estaba sufriendo un latigazo, pasando del
placer   extremo   a   la   angustia   extrema   en   pocos   segundos.   Era   difícil   mantener   el
ritmo, incluso saber lo que estaba sintiendo.
Fría y sola, así era como se estaba sintiendo.
Nick se volvió hacia ella y no pudo saber lo que estaba sintiendo tampoco. La
sonrisa había desaparecido y lo único que quedaba era una lejanía impersonal.
―Eres virgen. ―Su voz era distante y plana. Hizo un gesto hacia abajo a sí mismo,
a su pene erecto que tenía un poco de sangre en ella. Su sangre―. Eras virgen.
Bueno…Sí. Por supuesto. Ni siquiera se le había ocurrido pensar que Nick podría
pensar lo contrario. Por supuesto, él no podía saber que estos últimos cinco años no
había   habido   ninguna   propuesta   para   salir   con   nadie.   Se   había   graduado   en   la
escuela secundaria de milagro y, la verdad, por la indulgencia de sus maestros, que
sabían lo que estaba sucediendo en casa. Un novio había estado fuera de la cuestión.
Pero más allá de eso, bueno…ningún chico y ningún hombre la habían atraído, de
ninguna manera. Ella había estado esperándolo.
¿Qué   patético   era   eso?   Él   no   estaba   contento   de   que   le   hubiera   esperado.   Él
estaba… ¿qué? ¿Molesto? ¿Impaciente? ¿Exasperado?
Ella hizo un ruido con la garganta porque no tenía ni idea qué decir. Las palabras
no acudían a ella. Las palabras habían huido por completo de su mente.
Sus oscuras cejas se juntaron.
―¿Por qué co... ―Se detuvo de forma visible, la nuez de Adán se movió mientras
se tragaba las palabras―. ¿Por qué no me lo dijiste?
¿Por qué coño no me lo dijiste? Lo que realmente quería decir colgaba en el aire.
Oh Dios. Estaba empezando a enojarse.
Elle se sentó, agarrando  las sábanas y  levantando  las rodillas al pecho. Donde
antes   se   deleitaba   en   la   sensación   de   su   piel   desnuda   contra   la   suya   ­tal   placer
alucinante­ ahora se sentía desnuda. Desnuda en todos los sentidos.
Ella abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Ni siquiera el aire. Tosió y volvió
a intentarlo.
―Lo siento.
Debería decir algo más, pero nada más iba a salir.
Y luego su rostro cambió, casi derretido. 
―Duendecillo ―dijo. 
De repente, esa voz profunda estaba saturada de ternura.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Duendecillo. Su palabra preferida para ella. Generalmente acompañada de un tirón
de pelo. Los músculos de Elle se relajaron; jadeó en una gran bocanada de aire, lo
dejó escapar de nuevo con un suspiro.
Él estaba de vuelta. Nick estaba de vuelta.
La punta del dedo índice se deslizó sobre su mejilla. 
―Deberías habérmelo dicho. Yo lo habría hecho de otra manera. 
Elle parpadeó. ¿Había otra manera? Ella sacudió la cabeza bruscamente, más allá
de las palabras.
Nick suspiró y levantó la cabeza como si hubiera oído algo de repente.  En un
segundo,   él   estaba   en   el   cuarto   de   baño   de   su   suite,   la   que   él   había   apodado
burlonamente   Fairyland  cuando   ella  era   una  niña.  Era  un  poco   desmesurado.   Su
padre lo había redecorado cuando su madre murió. Su dormitorio era una oda a los
volantes, y su cuarto de baño ­de color de bastón de caramelo rosa y crema, con rosas
pintadas a mano en el lavabo­ era vergonzoso como adulta.
Sus sentidos se expandieron de nuevo mientras veía a Nick entrar desnudo en su
baño. Durante unos segundos ella había implosionado en sí misma, un agujero negro
de gravedad negativa que amenaza con succionarla a través de él, totalmente incapaz
de pensar y observar.
Pero viéndolo cruzar la habitación, consiguió relajarse un poco, capaz de sentir
una pequeña sacudida eléctrica de placer. Sus nalgas eran firmes como manzanas,
redondas y firmes y absolutamente deliciosas.
Tan completamente diferente de los músculos flácidos de su padre cuando ella
trataba de lavarle en los últimos meses de su vida.
No. No pienses eso.
Su padre estaba muerto y donde quiera que estuviera, él estaba realmente en un
lugar mejor. Aquello era el pasado, esto era ahora. Un ahora mejor de lo que ella
incluso   se   había   atrevido   a   soñar   esta   misma   mañana.   Un   magnífico   ahora   que
contenía briznas de esperanza para el futuro. Un futuro con Nick en él, de ver a Nick,
escucharlo, simplemente estar con él.
No se había molestado en cerrar la puerta del baño y ella podía verlo, todo un
macho en su baño ridículamente cursi como una especie extraña. Había tomado una
toallita de la pila del lavabo y se estaba lavando. Se lavó el pene rápidamente, lo secó,
mojó otra toalla y caminó hacia ella.
Era imposible decidir cuál era la mejor vista. Tal vez desde el frente con ese pene
duro como una piedra yaciendo contra su vientre duro como una roca.
Sí, definitivamente.

~37~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Se puso de pie junto a la cama por un momento, mirándola.
―Acuéstate, cariño ―dijo en voz baja y ello lo hizo inmediatamente, ese “cariño”
zumbaba en sus oídos. Cuando él la miraba de esa manera, y la llamaba “cariño”, lo
habría obedecido si hubiera dicho: “Pon tu mano en la trilladora, cariño”.
Él se sentó en el borde de la cama, haciendo que se hundiera, y se limitó a mirarla,
estudiándola cuidadosamente, desde la cara, los pechos, el vientre, bajando por las
piernas hasta los pies, luego de vuelta otra vez.
Él suspiró y ella se puso rígida.
―Dios, eres hermosa ―dijo, y sonrió―. Ahora abre las piernas.
Ella le devolvió la sonrisa y separó las piernas.
Él le aplicó la toalla entre las piernas y ella se estremeció al ver que se volvía roja y
después rosada. Sus ojos siguieron sus manos mientras la limpiaba. Sus movimientos
eran impersonales, prosaicos, y ella estaba inmensamente caliente.
―Yo nunca pensé que pudieras ser virgen  ―dijo él y se detuvo por un momento,
casi indignado―. Quiero decir, ¡mírate! Eres una mujer joven y bella. ¿Qué pasa con
los chicos de esta ciudad? ¿Están ciegos? ¿Cómo c… ¿Cómo diablos iba yo a suponer
que no habías hecho esto antes? 
Elle puso los ojos en blanco. 
―En primer lugar, Nick, puedes decir coño. Si vamos a follar, puedes decir coño.
Él se detuvo y sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa. Su boca se abrió.
Ella se echó a reír. Costaba mucho sorprender a Nick. O tal vez no, si escucharla decir
“coño” hacía que se le cayera la mandíbula.
―Coño. ―Él espiró y ella se echó a reír de nuevo, luego negó con la cabeza―. Está
bien, dejando mi vocabulario a un lado, por favor dime cómo alguien que tiene tu
aspecto nunca…  ―Se detuvo instintivamente―. Nunca ha…  ―No pudo terminar la
frase.
―Follado ―ofreció.
―Está bien.  ―Suspiró él―. Entonces, ¿cómo puede alguien que tiene tu aspecto
no haber follado nunca?
Tampoco   besado   nunca.   Ella   estaba   muy   contenta   de   que   no   se   hubiera   dado
cuenta de eso.
Le dio la versión fácil. 
―Papá comenzó a ponerse muy enfermo en mi segundo año de secundaria. Antes
había sido un poco divertido. Perdiendo las llaves, olvidando donde puso las gafas,
aunque estaban en su cabeza. Luego dijo que se jubilaba anticipadamente. Solo me

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

enteré más tarde de que fue obligado a hacerlo. No había manera de que pudiera
sentarse en un tribunal. Pero luego se puso peor, muy rápido. Una noche, la policía
llamó   a   la   puerta   a   las   tres   de   la   mañana,   llevando   a   papá   entre   ellos.   Se   había
perdido. Lo encontraron en bata de baño en la calle State y lo trajeron a casa. Fueron
muy   amables.   Fueron   un   poco   menos   agradables   la   décima   vez   que   sucedió.   Y
francamente enojados la trigésima. Es…es una enfermedad terrible y devastadora. Yo
tenía las manos llenas. Era joven, pero era como si tuviera cuatro hijos pequeños. No
hay un chico en la tierra que hubiera aguantado eso, y ninguno lo hizo.
La versión dura… ella nunca fue tentada ni remotamente por cualquier persona,
excepto   Nick.   Llenó   su   cabeza   y   su   corazón   y   nadie   estuvo   ni   siquiera   cerca.
Ciertamente   no   los   imberbes   y   superficiales   chicos   de   la   escuela   secundaria.   Y
entonces todos se fueron a la universidad y ella ni siquiera tuvo la oportunidad de
tener citas.
―Estúpidos ―dijo Nick pragmáticamente y arrancó una risa de ella.
―Sí. ―Sí, eran idiotas. Fue liberador que él pensara de esa manera.
―Así   que.   ―Había   terminado   de   limpiarla   y   simplemente   estaba   mirándola,
toallita en la mano―. Aquí estamos.
Su voz y su rostro eran neutrales.
Bueno, ella no era neutral. En absoluto. 
―Sí, aquí estamos. Estoy desnuda y tú estás desnudo y ya lo hemos hecho… o
algo así… ¿a qué estás esperando?
Él negó con la cabeza, sonriendo. 
―Duendecillo ―dijo, con su profunda voz baja―, ¿qué voy a hacer contigo?
―Si tengo que decírtelo, Nick Ross, entonces no hay esperanza para ti en absoluto.
Quisiera pensar que sabrías exactamente qué hacer, ya que yo no lo sé. Sabes qué
hacer. ¿Verdad?
La sonrisa se profundizó, y su famoso hoyuelo, sobre el que ella le había tomado
tanto el pelo, apareció.
―Sí, supongo que sí. Excepto…
Sus ojos se abrieron como platos. 
―¿Excepto? ―Oh Dios, ¿ahora qué?
―Excepto que nunca lo he hecho con una virgen antes.
¡Oh, no! Elle puso los ojos en blanco.
―En realidad, ya no soy virgen, por lo que no es un problema.

~39~
Lisa Marie Rice

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―¿No? ¿Crees que no es un problema?  ―Él la tocó, entre las piernas, deslizó su
dedo índice dentro de su apertura. Ella no se lo esperaba. Dolió, solo un poco, y ella
se estremeció.
―¿Ves? ―Sus ojos se clavaron en los de ella.
―Está bien. ―Ella negó con la cabeza sin apartar la vista de él.
La   mano   de   Nick   acarició   su   muslo,   la   piel   de   sus   dedos   era   áspera.   Ella   se
estremeció y, de repente, el aspecto del rostro de él cambió por completo. Sus ojos se
avivaron, se volvieron calientes, la piel se tensó sobre sus pómulos. Se veía un poco
mayor, completamente masculino. Incluso si él no estuviera sentado desnudo frente
a ella totalmente erecto, ella habría sabido que estaba excitado.
―Vamos   a   tomar   esto   lentamente   ―susurró,   sin   apartar   la   mirada   de   ella,
ahuecando   una   mano   grande   alrededor   de   su   muslo   y   separándole   aún   más   las
piernas.
―Vamos ―susurró ella. Estaba completamente abierta a él, todo lo que ella era, al
desnudo. No solo físicamente. Podía sentir su corazón abriéndose a él, como una flor
desplegándose en lugar de un trozo de músculo. Para ocuparse de su padre, había
tenido que cerrar su corazón como una bóveda de banco, de otro modo habría sido
insoportable.   No   se   había   permitido   sentir   nada   en   absoluto   durante   demasiado
tiempo.
Y ahora  sentía. Todo. Por dentro y por fuera. Sentía las líneas de atracción entre
ella   y  Nick,  fuertes,   casi  visibles.  Estaba   conectada   a  él.  Lo   que   él  quería,  ella  lo
quería. Él podía hacer con ella lo que quisiera.
Y su cuerpo estaba abierto también. En las pocas clases de yoga que había tomado
hacía tiempo, antes de que papá enfermara, el instructor les había dicho que había
una línea invisible que atravesaba el centro del cuerpo. Ella estaba abierta a ambos
lados, completamente a su disposición. Su espinilla estaba descansando contra él, los
duros músculos de su costado. Frotó la pierna contra él, solo un poco. No era solo la
emoción femenina de sentir a un hombre duro, era que Nick estaba lleno de vida.
Solo tocarlo también la hacía sentirse completamente viva, vigorosa, cálida y fuerte.
Y   se   dio   cuenta   por   la   comparación   que   ella   ya   se   había   sentido   muerta   y
enterrada durante mucho tiempo.
Mientras Nick estuviera con ella, mientras pudiera tocarlo, estaba viva también.
Su dedo áspero comenzó a dar vueltas a su alrededor, arriba y abajo, tocándola
ligeramente, y donde la tocaba, la piel volvía a la vida. Suave, ligeramente, su dedo la
abrió y se movió un poco en el interior.
Ella suspiró y sintió la piel de gallina a lo largo del brazo.

~40~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

―¿Te gusta esto? ―Murmuró Nick, y ella sintió que sus palabras resonaban en su
diafragma, ondulando por su piel.
Ella estaba más allá de las palabras. Asintió con la cabeza bruscamente.
―¿Y esto? ―Su dedo penetró más profundamente, todavía dando vueltas, como si
quisiera abrirla más.
Y lo hacía. Oh Dios. La estaba abriendo para poder poner su pene dentro de ella.
La   imagen,   el   pensamiento,   hizo   un   nudo   en   cada   uno   de   los   músculos   en   la
anticipación, incluyendo ahí abajo.
Los ojos de Nick se estrecharon aún más.
―Todo lo que acabas de pensar, piénsalo de nuevo. Porque te pones más húmeda.
Sí,   por   supuesto.   Su   cuerpo   se   estaba   preparando   para   él,   convirtiéndose   en
líquido.   No   solo   su   vagina.   Elle   sintió   como   todo   lo   demás   se   estaba   abriendo,
ablandándose, convirtiéndose en líquido. Sentía como si pudiera flotar meciéndose
en algún cálido mar.
Ahora   estaba   resbaladiza,   podía   sentirlo   y   podía   oírlo.   Podría   haber   sido
embarazoso oír los sonidos que hacía su vagina mientras  él movía el dedo  en su
interior,   pero   ella   no   estaba   avergonzada.   Estaba   a   kilómetros   de   distancia   de   la
vergüenza, más allá incluso de pensar en ello. El placer ahogó cualquier rastro de
aquello de su cabeza.
Su dedo se estaba moviendo dentro y fuera y no solo alrededor, girando en ella,
abriéndola. Y luego su pulgar se movió y acarició otra parte de ella y fue como si la
hubiera enchufado a algo.
―¡Oh! ―Se puso rígida―. ¿Qué fue eso? ¡Hazlo otra vez!
―Clítoris ―murmuró, y lo hizo de nuevo.
Por   un   segundo,   la   palabra   no   penetró   en   su   excitada   cabeza,   y   entonces   lo
comprendió. Lo que las novelas románticas llamaban la perla del deseo. El nódulo
del placer. No era una perla o un nódulo era un botón. Presiónalo y enciendes a una
mujer.
Ella se había lavado un millón de veces, directamente sobre ese punto específico y
nada de eso había pasado.
El índice y el pulgar de Nick estaban haciendo su magia, y se inclinó hacia ella.
Ella sonrió, abriendo instintivamente la boca, pero no era su boca lo que él quería. Él
se inclinó más y raspó con los dientes a lo largo de su pecho. Ligeramente. Luego la
mordió y ella saltó.
Levantó la cabeza, sonriendo. 

~41~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

―Sí, eso funcionó.
Elle se pasó las manos por el pelo. 
―Todo funciona, Nick. Todo lo que me haces. Todo funciona.
―¿Sí?  ―Se inclinó hacia ella de nuevo―. Vamos a ver.  ―Lamió su pezón con
pasadas largas y sensuales, y luego empezó a chupar y cada tirón de su boca fue
directamente hasta su ingle en una línea tan recta que podría haber salido de una
clase de  geometría.  Exactamente  en sintonía con los tirones de su boca. Succionó
perezosamente   durante   lo   que   parecieron   horas,   sin   duda   más   allá   de   cualquier
noción del tiempo que ella tuviera. La parte de su cabeza que marcaba el tiempo
simplemente dejó de funcionar. Puf. Se fue. Ahora estaba en el momento Nick.
Cada vez que él tiraba de su pecho, su vagina tiraba de su dedo, en sincronía,
como   un   pequeño   ballet   que   estuviera   haciendo   su   cuerpo.   Su   pulgar   estaba
acariciándole   el   clítoris,   pero   eso   estaba   fuera   de   ritmo,   fuera   de   tono,   un   fuego
completamente disonante.
Nick tomó  su pezón entre  los dientes con mucha suavidad y tiró. Era  solo un
pequeño mordisco de dolor, nada realmente, pero era ese pequeño aguijón lo que la
empujó a la sobrecarga completa. El tiempo se detuvo, se congeló, luego corrió de
nuevo mientras su cuerpo se convulsionaba con largos tirones duros de sus músculos
vaginales y de los músculos del abdomen y los muslos, todo su cuerpo tiraba hacia
su centro, donde Nick tenía su mano.
Su espalda se arqueó, sus dedos se cerraron, todo giró hacia adentro entonces…
explotó.
Ella soltó un gran grito mientras su cuerpo se convulsionaba al ritmo de los latidos
del corazón y en uno de esos pulsos Nick se deslizó sobre ella de nuevo y en su
interior y cuando los latidos estaban calmándose, se iniciaron de nuevo, solo que esta
vez más intensos, en el filo de la navaja del dolor.
Él se movía dentro y fuera de ella lentamente, al ritmo de los latidos de su cuerpo.
Estaba envuelta en torno a él, brazos, piernas y corazón.
Cuando finalmente su cuerpo se sosegó, sus manos cayeron a los costados, con las
palmas hacia arriba. Sus piernas aflojaron su control sobre las caderas de él y separó
las rodillas. Abrió los ojos y miró al techo, completa y totalmente saciada, sin pensar
en nada de nada y sintiéndose viva en cada célula de su cuerpo.
Nick puso la boca cerca de su oído y le susurró: 
―Ajá.
Ella parpadeó. ¿Ajá? ¿No?

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Él le mordió el lóbulo y algo brilló de nuevo, directamente debajo de su piel, como
un motor moribundo que volvía a la vida durante un último segundo, las chispas
volaron.
―Así no funciona.  ―Sus labios le acariciaban la mandíbula y ella podía sentir su
sonrisa contra su piel.
―¿No? 
―No.   ―Él   se   instaló   en   sobre   ella   más   pesadamente,   sus   grandes   manos
acariciaron la parte trasera de sus muslos. Luego, sorprendentemente,  los levantó
para que  las rodillas casi le tocaran el pecho―. No tienes que  parar, todavía no.
―Con las piernas tan altas, estaba completamente abierta a él. Él apretó sus nalgas y
se deslizó más profundamente dentro de ella, y, oh Dios, el hormigueo y el calor…
Nick había estado meciéndose en su interior con cortas y suaves embestidas, pero
pronto se movía con fuerza en largas y profundas acometidas con todo el poder de
sus músculos, tan fuerte que ella se sorprendió de que no estuviera haciéndole daño,
pero no. De ninguna manera. Su cuerpo se hizo cargo de ella; no había otra manera
de describirlo. Ella se movió a su compás, a su ritmo, completamente insensible a
cualquier cosa fuera de los límites de su piel y de la de él. Él había puesto su cabeza
junto   a   la   suya,   su   boca   cerca   de   su   oído   y   ella   podía   escuchar   su   respiración
susurrando  dentro  y fuera, jadeando, como si estuviera corriendo  un kilómetro  y
medio   en   cuatro   minutos.   Estaba   golpeando   contra   ella   ahora,   haciendo   crujir   la
cama y luego haciendo que el cabecero golpeara contra la pared con un ritmo rápido
y más rápido, moviéndose tan duro y rápido en su interior que era un milagro que
no se estuviera incendiando allí por la fricción y entonces, oh mi Dios, se prendió
fuego, todo en ella simplemente se incendió.
No era como el orgasmo anterior, que había sido agradable. Divertido, incluso.
Este fue sensacional, alguna fuerza exterior se hizo cargo de su cuerpo, tan imparable
como   un   tren   de   carga   mientras   se   convulsionaba,   una   y   otra   vez,   sus   dedos   se
clavaron profundamente en los músculos de sus fuertes hombros porque sentía como
si aferrándose a él fuera la única manera de no romperse en mil pedazos.
Con un grito ahogado por la almohada, los movimientos de Nick se convirtieron
en   frenéticos,   ya   no   había   esas   fuertes   embestidas   calculadas,   sino   que,   fuera   de
control se retorcía  en su interior como si estuviera  excavando el camino hacia su
corazón con su pene.
Sintió que él se hinchaba y con otro grito se empezó a correr. Nunca había sentido
esto antes, apenas había leído sobre ello, pero era inconfundible. Estaba soltando un
chorro de semen en su interior hasta que ella estuvo mojada, ambos estaban mojados,
hasta la ingle.

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Por último, con un gemido, Nick se derrumbó sobre ella y se dio cuenta de que él
no había estado poniendo todo su peso sobre ella. Ahora lo hacía, y era pesado como
un caballo. Podía sentir sus costillas combándose ligeramente con el peso de  él y
jadeó.
Nick   todavía   respiraba   con   dificultad,   pero   al   oír   el   sonido   de   su   respiración
sibilante, plantó dos grandes manos al lado de su cabeza y se preparó para quitarse
de encima.
¡No!
Elle le agarró con fuerza por la espalda y entrelazó las piernas a su alrededor, los
movimientos del cuerpo tan claros como las palabras. No te vayas.
Con un gemido, Nick se dejó caer y ella se aseguró de jadear en voz baja.
Porque ella amaba esto. Todo en él.
El inmenso peso de Nick la posó en tierra después que ella se había sentido como
si hubiera volado en mil pedazos. Estaban pegados porque él había sudado mucho y
Elle suponía que ella también. Era difícil de decir.
Olían, principalmente Nick. Era un intenso olor terroso, picante que nunca antes
había   experimentado   ­sexo   humano­   pero   reconocible   instantáneamente.   Otro
ejemplo  de su cuerpo  sabiendo cosas, instintivamente, que ella no sabía. Toda su
ingle se mojó con lo que estaba causando ese olor… el semen y sus jugos femeninos.
Mezclados juntos en una combinación única.
Todavía estaba duro dentro de ella, lo cual la desconcertó un poco. Él había tenido
un orgasmo, ¿verdad? Seguramente lo tuvo. Y los hombres… ¿cuál era la palabra que
utilizaba el Manual Merck? Flacidez, eso era. Seguramente después de un orgasmo un
hombre se ponía flácido, pero Nick estaba todavía caliente y duro y enorme en su
interior.
Otro   de   los   misterios   de   la   vida   que   ella   no   iba   a   entender   en   ese   momento.
Ciertamente no mientras Nick siguiera penetrándola.
Ella soltó una risita.
Nick se agitó.
―Encuentras esto divertido, ¿verdad?  ―Ella giró la cabeza y vio que le sonreía
perezosamente, saciado y tan sexy que el corazón dio un vuelco en el pecho.
―Mucho. O tal vez no es tan divertido como…  ―Ella dejó que sus ojos vagaran
hacia arriba y a la derecha en contemplación.
―¿Cómo? Más vale que sea bueno.
Su sonrisa se ensanchó. 

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―Interesante.
Nick enarcó una ceja negra.
―¿Interesante? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
Él fingía ser feroz y…y  caliente. Cuando ella tenía amigas, las oía decir eso sobre
un chico y realmente no lo entendía, pero ahora lo hizo. ¡Oh vaya, lo entendió.
Nick   era   el   epítome   de   caliente.   Y   el   epítome   de   hermoso.   Ambos,   al   mismo
tiempo, con lo caliente prevaleciendo en estos momentos. Caliente como una llama,
una  fuente   de   inmensa   atracción  y   vida.   Su  piel  estaba  caliente  bajo  sus  palmas,
contra su parte delantera, contra la piel de sus muslos. Y estaba caliente en ese otro
sentido también. Tan atractivo que quería saltar sobre él. Rudo, totalmente masculino
y exudando feromonas a toneladas.
No era extraño que las mujeres se enamoraran de él con tanta fuerza.
Un poco de su alegría se disipó al recordar los muchos Sueños que había tenido
acerca de él con otras mujeres. ¿Con cuantas mujeres le había visto? Follando Esa era
la palabra clave, por supuesto. Había quedado claro que se trataba de una liberación
física   porque   en   sus   Sueños,   nunca   se   quedaba.   Se   levantaba   de   la   cama
inmediatamente después de alcanzar el clímax y había visto a decenas de mujeres
sobresaltadas,  con las piernas todavía extendidas  por el sexo, mirando el techo  y
preguntándose lo que había pasado, mientras en otra habitación Nick ya se estaba
duchando.
Por supuesto, ella no tenía idea de si sus Sueños, esos especiales  que eran tan
intensos   que   se   sentían   como   experiencias   de   vida,   eran   reales   o   si   estaba   loca.
¿Cómo iba a saberlo? Su vida había llegado a ser tan aislada que no había nadie para
preguntar. Ningún confidente, solo su padre demente.
Nick frunció el ceño ahora, pasando un áspero pulgar entre sus cejas.
―Lo que sea que estás pensando, detenlo en este mismo momento.
Su rostro se aclaró. Había olvidado lo bien que Nick la conocía. Había sido tan
maravilloso, ser conocida por él. Entendida y, bueno, amada.
Nadie la había conocido así desde que él se había ido. Nadie. Había sido como
estar encerrada en una burbuja transparente. Ella estaba en la burbuja y el mundo
entero estaba fuera.
Tal vez más tarde podía hablarle a Nick acerca de sus Sueños. Pero entonces, por
supuesto,   tendría   que   decir   que   ella   lo   había   visto   infinidad   de   veces   con   otras
mujeres y eso era espeluznante.
Ella se pegó una sonrisa en el rostro.

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―Lo siento, solo pensaba.
―Bueno, deja eso. Piensas demasiado. Siempre pensaste demasiado.
Se fijó en su rostro. Cuando sonreía, el niño en él, el chico que había conocido,
llegaba. Pero cuando fruncía el ceño era todo un hombre. Salvajemente atractivo.
Abajo, su vagina se contrajo a su alrededor y él abrió los ojos como platos.
―Distráeme ―susurró ella.
―Oh, sí.  ―La voz era un murmullo bajo y se inclinó hacia ella. Justo cuando su
boca tocó la de ella, sonó el timbre en la planta baja. Alto. Tres notas ascendentes
como el repique de campanas de la iglesia.
Sobresaltada, Elle miró a un lado, a su reloj despertador. Las siete. Se suponía que
algo  sucedería  a las siete,  ¿no  es  así? Su  cabeza  estaba  embotada, sin conexiones
posibles. Eran las siete y a las siete…
―La comida. ―Nick gimió y se levantó de la cama―. Voy yo.
En un tiempo sorprendentemente corto, estaba vestido, se había peinado con la
mano y parecía completamente normal, a excepción de un ligero rubor. Y, bueno, el
olor del sexo que aún se aferraba a él. Pero Elle tenía un extraordinariamente fuerte
sentido del olfato. No todo el mundo iba a recoger el olor que parecía tan fuerte para
ella.
―Está bien ―dijo ella, pero él ya estaba caminando hacia la puerta.
Tenía que hacerlo. No había manera de que pudiera vestirse y bajar las escaleras
en   menos  de  media   hora.   Sentía   las  piernas  como  papilla.  Estaba   descoordinada,
ligeramente aturdida.
E incluso si el repartidor pudiera esperar media hora para que ella consiguiera
comportarse, ella gritaba por todos los poros de su cuerpo  ¡Acabo de tener un sexo
salvaje!  Elle   sabía   que   de   ninguna   manera   podía   ocultarlo.   Por   no   hablar   de   que
estaría sonriendo como una loca sin poder contenerse.
Así que dejó que él se encargara.
Voces masculinas en la planta baja, la puerta cerrándose. El ruido de la cocina.
Elle estaba allí escuchando, cada músculo laxo. Alguien más estaba haciendo algo
en su casa. Alguien más estaba haciendo cosas. Compañía y comida caliente estaban
esperando escaleras abajo y parecía un milagro, algo tan alentador después de largos
años de silencio en su casa y sentirse sola cada segundo de cada día.
Una lágrima brotó y se deslizó por su mejilla, y ella la apartó. Este no era un
momento para las lágrimas, era un momento de sonrisas.

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Respiró hondo y apartó las mantas, se dirigió al cuarto de baño con las piernas
temblorosas, totalmente, completamente feliz.

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Capítulo 3

Nick pagó la entrega.  Jesús. Su corazón se había encogido cuando Elle le dijo a
Jenny que lo pusiera en su tarjeta de crédito. Si ella tenía dinero en su tarjeta, él se
comería sus pantalones cortos. Elle no tenía ningún dinero en absoluto.
La enfermedad del juez les había dejado en los huesos. El hogar feliz y lujoso que
había conocido ya no existía. Ahora era una cáscara fría y vacía. La mayoría de los
muebles   y   obras   de   arte   habían   desaparecido.   Los   otrora   gloriosos   jardines
abandonados y llenos de malas hierbas.
Y Elle, Cristo. Delgada, pálida, vestida con harapos.
Aun increíblemente hermosa.
La   recordaba   como   una   hermosa   muchacha   que   se   dirigía   hacia   la   gloriosa
condición   de   mujer.   Cuando   se   fue,   sabía   que   esa   era   su   trayectoria.   Ella   no   le
preocupaba en absoluto. La hija mimada de un hombre rico y respetado, inteligente
como el infierno, buena en la escuela, magnífica. Él se iba, pero ella se movía directa
a la mejor vida posible.
Nada lo había preparado para la realidad… pobre y abandonada. Pero aun así
impresionante. En todo caso, era más atractiva ahora. La Elle que conocía era feliz del
modo que la gente cuyas vidas les habían mostrado lo mejor del mundo. Su aspecto
era espectacular, pero por encima de todo había estado toda la parafernalia que venía
de una familia rica… una dieta saludable, un montón de tenis, ortodoncias costosas,
ni una preocupación en el mundo. Esa Elle había sido un imán.
Pero esta Elle… esta trágica mujer esquelética… le desgarraba el corazón.
Los huevos también, por lo visto.
Porque, quién podría resistirse a esta chica… no, a esta mujer, cuya mirada era
profunda con el conocimiento del dolor y el sufrimiento. La caída de la familia estaba
a su alrededor,  pero  Elle no se había quejado  ni una vez acerca  de lo que  había
sucedido. Estaba claro que se había puesto su vida en suspenso para cuidar al juez,
pero ni una sola vez lo había dicho. Una estudiante de sobresalientes hasta el final, ni

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siquiera estaba en la universidad. Desde el aspecto de sus finanzas, la universidad
estaba probablemente fuera de cuestión.
Ella no había tenido nada parecido a una vida, y mucho menos la vida que debería
haber tenido.
Había sido virgen. Eso le había sorprendido más que nada, aunque si se paraba a
pensar en ello, no había habido espacio en su vida para jugar.
Tendría   que   haberse   detenido   cuando   notó   que   era   su   primera   vez.   Cristo,   se
merecía algo mejor que un perro mestizo merodeando su puerta. ¿Qué era lo que le
pasaba? Había aprendido hacía mucho tiempo a controlar su polla, ¿por qué no lo
había hecho justo ahora?
Bueno, estaba el hecho de que ella tenía el aspecto de alguna estrella de cine en la
cama, el pelo largo y rubio pálido alrededor de su cabeza como un halo, pero no un
ángel. No con esa mirada en sus hermosos ojos de color azul claro, no con los brazos
levantados   para   abrazarlo,   no   con   las   piernas   abiertas   en   invitación,   los   pliegues
rosados e hinchados de su sexo asomando furtivamente entre el vello castaño ceniza
de su montículo.
Esa Elle era pura tentación, imposible de resistir. Él no era un héroe. ¿Quién era él
para rechazarlo?
Esta Elle era completamente diferente a la chica que visitaba sus sueños. Una y
otra  vez,  había   tenido  la  sensación  de  que   estaba  aquí,   con  él.  Por lo  general   de
noche. Más veces de las que quería pensar mientras estaba follando.
Estaba con una mujer, perdido en el sexo, y allí estaba ella. En su cabeza.
Había tenido que aprender cómo sacarla de allí, como quitar una hoja del abrigo.
—¿Nick? 
Se dio la vuelta, la vio en la puerta, y su corazón casi se detuvo.
Jesús, esta doble visión que tenía. La niña bonita y risueña de su recuerdos y esta,
la   impresionante   mujer   que   había   conocido   la   tragedia.   Se   había   puesto   unos
pantalones   de   chándal   azules,   claramente   viejos   pero   limpio   y   planchado.
Probablemente azul oscuro una vez, ahora desvaídos a un azul claro que hacía juego
con sus ojos.
Nick mantuvo valientemente la mirada clavada en su rostro, pero estaba bastante
seguro de que no llevaba sujetador. La sensación de ella bajo sus manos, su sabor en
la boca… los recuerdos le inundaron.
Ella caminó descalza… y que lo jodieran si sus pies no eran preciosos también.
Delgados,   arqueados,   con   unos   dedos   muy   bonitos.   Casi   suspiró   porque   estaba

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totalmente erecto de nuevo. Tenía que darle de comer antes de hacer cualquier otra
cosa. Tenía que mantener su mente en eso, no en su polla.
Mierda.
Todo el mundo en los Rangers y los chicos con los que había hablado en los Delta
le   conocían   como   serio   y   totalmente   concentrado.   Nadie   creería   que   no   podía
controlarse a sí mismo, mantener su polla hacia abajo. Pero ya se había levantado,
muy, muy feliz de verla. Elle sonrió. 
—¿Jenny tiene tu firma? La llamaré más tarde con la información de mi tarjeta de
crédito.
Bien, eso le hizo enojar. Era mejor estar molesto con ella que incapaz de resistirse a
ella. Más fácil.
—Al diablo con eso —dijo, su voz más dura de lo que quería—. ¿Pensaste que te
dejaría pagar por esta comida? —Miró hacia la enorme mesa del comedor. Ella no
había logrado vender la mesa, obviamente. No mucha gente hoy en día necesitaba
mesas donde pudieran caber cenas para dieciocho. La comida llenaba la mitad. Jenny
se había excedido y la cuenta que Nick había pagado no cubriría ni la mitad. Era la
manera de Jenny de ayudar a Elle, mientras salvaba su orgullo.
Elle inclinó la cabeza, el pálido cabello rubio le cubrió un hombro. Frunció el ceño.
—¿Por qué estás enojado? ¿Por qué no debería pagarla?
—¡Porque   no   tienes   ningún   puto   dinero,   por   eso!   —Tenía   problemas   para
mantener la voz baja, mantener sus emociones bajo control—. ¡No voy a dejar que
pagues mi jodida comida!
Elle le observó, la cabeza aún inclinada, como si fuera una especie de muestra
científica.   Su   expresión   no   cambió   ante   su   vehemencia.   Levantó   las   manos,
manteniéndolas en el aire, calmando al lunático.
—Vale, vale. Es probable que no lo creas, pero en realidad tengo el dinero para
cubrir la comida, pero voy a aceptar tu regalo. Gracias.
Bueno, demonios. Estaba todo listo para luchar contra aquello, contra ella, disipar
parte de esta tensión. Y entonces ella se volvía razonable.
Mierda.
Respiró hondo. Recuperó algo de control.
—La comida todavía está caliente. Deberíamos poner la mesa y comer. A menos
que quieras comer directamente de los envases.
—No. Comeremos como seres humanos normales. —Elle sonrió y se dirigió a una
gran vitrina, que él recordaba de cuando vivía aquí. Tampoco la habían vendido. Era

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enorme   y   elaborada,   y   se   imaginó   que   no   encajaría   en   la   vida   de   las   familias


modernas. Era el tipo de mueble que la gente tenía hacía un siglo, cuando las familias
eran   enormes.   La   parte   delantera   estaba   llena   con   los   platos   que   recordaba,   fina
porcelana   china   con   un   patrón   de   rosas   y   bordes   dorados.   Era   probable   que   el
servicio tampoco fuera fácil de vender, había cientos de piezas.
Elle puso la mesa como solía hacer la doncella, con un enorme plato que servía
como mantelito, plato, tazón, toneladas de tenedores, cuchillos y cucharas. Dos vasos
cada uno. El vino que su amiga había enviado venia en una bonita botella plateada.
Ella había crecido con buenos vinos. El juez había disfrutado de su vino y tenía
una famosa bodega de vinos. Se imaginaba que también había desaparecido.
Elle suspiró mientras se sentaba. Nick sirvió un dedo de vino en su copa de cristal
y lo mismo en la suya. Lo giró, lo olió y lo saboreó. El juez le había enseñado sobre el
vino y este era magnífico.
—Merlot. Francés. 2011, fue un año muy bueno. —Elle sonrió feliz mientras bajaba
la copa y atacaba la comida—. Bon appétit.
El equivalente familiar de la cortesía. La madre de Elle había sido medio francesa.
—Bon   appétit.   —Nick  le   devolvió  la  sonrisa,   su  nerviosismo  anterior   y  el   mal
genio habían desaparecido. Era absolutamente imposible no sonreírle a Elle. De la
pálida y perdida chica que había visto en el cementerio, se había transformado en
una mujer con las mejillas encendidas y los ojos brillantes.
Eso era él. Le hizo sentir incómodo darse cuenta de que era él quien la había hecho
feliz. Sabía que el buen sexo hacía eso. Y a pesar de que había sido su primera vez,
parecía   haber   disfrutado.   Era   fisiológico.   El   sexo   aumentaba   la   presión   arterial,
mejoraba la circulación. Era un gran alivio físico y psicológico.
El sexo era bueno para ti, te hacía sonreír.
Así que era eso. Eso era todo lo que era. Sexo decente en un día triste para ella.
Para él, también. El juez le había salvado la vida. Había sido un buen hombre y ahora
estaba muerto.
Elle   atacó   la   comida   como   si   se   hubiera   estado   muriendo   de   hambre.   Nick   se
movió inquieto en su asiento. ¿Había estado muriéndose de hambre? La idea hizo
que   le   picara   la   piel   con   horror.   Ella   no   tenía   suficiente   para  comer.   La   idea   era
horrible. Ella decía que tenía el dinero para pagar esta comida, pero ¿y si no era
cierto? Iba a merodear por ahí hasta que encontrara su cuenta bancaria y averiguara
cuál era la situación.
También descubriría su número de cuenta. Él tenía treinta mil ahorrados. No tenía
gastos en el ejército. Estaba en Operaciones Especiales y o estaban en una misión o en
un ciclo formativo donde tenían comida y alojamiento. Había solicitado entrar en los

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Delta, un año o dos antes. Si lo conseguía su paga aumentaría. ¿Qué iba a hacer con
el dinero? No quería comprar una casa, ni siquiera quería comprar un coche.
En el instante que volviera a la base iba a transferir todo lo que tenía a su cuenta.
—Oh   Dios   —Elle   gimió,   haciendo   girar   el   tenedor—.   Carbonara.   Mi   favorito.
Carbohidratos, nata, queso y tocino. Felicidad.
Un enorme bocado desapareció en su boca.
Nick frunció el ceño, se le ocurrió un horrible pensamiento.
—No estabas a dieta ¿verdad? —Estaba demasiado delgada. Cristo, si se había
reducido a esto voluntariamente…
—No,   Nick.   —Elle   negó   con   la   cabeza,   tragó,   giró   más   espaguetis   cremosos
alrededor de su tenedor—. Yo, um, perdí peso porque cuidar de papá era difícil y a
veces me olvidaba de comer. En realidad espero recuperar algo de peso.
Él gruñó. 
—Bien. —Y atacó la comida, apaciguado. El primer bocado le hizo entrecerrar los
ojos.
—Fabuloso, ¿eh? —Ella le sonreía—. Y Jenny envió suficiente para un pelotón.
Apuesto a que no comes así en el ejército.
—Por supuesto que no. —Cristo no. Su última operación, un ciclo de formación de
tres   semanas   en   los   Everglades,   había   sido   rebosado   gomosas   raciones,   donde   el
pollo   no   podía   distinguirse   de   la   carne   de   cerdo   o   ternera.   Había   cagado   duras
bolitas de goma un tiempo. Hacía solo dos días que había vuelto cuando… ¿qué?
¿Escuchado su llamada? ¿Soñado con ella? Lo que fuera, había tenido un impulso
irresistible para comprobar el Lawrenceonline  y había encontrado inmediatamente el
obituario del juez—. Cuando nos dan de comer comidas calientes, es bastante básico.
Carne, pollo, cerdo y patatas. Y ensalada aguada que nadie come. 
—Hablando  de   pollo...  —Elle  metió  la  bonita  nariz  en   otro  recipiente  e   inhaló
profundamente—.   Hmmm.   Pollo   asado   al   romero.   —Le   miró—.   ¿Carne   blanca   o
roja?
Tu   carne.   Las   palabras   estaban   allí   mismo,   en   sus   labios,   como   una   visión
floreciendo en su cabeza de él comiéndola. La cabeza entre sus piernas, lamiendo y
mordisqueando.
Oh, ay. Su erección se pudo más dura.
Elle se detuvo, con el tenedor en el aire, obviamente en sintonía con el repentino
cambio   de   atmósfera.   Nick   podía   jurar   que   las   moléculas   se   habían   vuelto
repentinamente cargadas.

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Marca abajo, imbécil.
Probablemente era la primera comida decente de Elle en semanas, quizá meses.
Estaba sonriendo  y tenía color en la cara. No  iba a arruinarlo  porque  tuviera un
aumento repentino de hormonas sacudiéndole el cuerpo.
Porque, joder, eso es lo que estaba pasando.
Si alguno de sus compañeros de equipo Ranger se diera cuenta de que temblaba
cuando estaba junto a esta chica, ahora una mujer, se cagarían en los pantalones,
porque una buena parte del entrenamiento de tiro de los Ranger era usar munición
real, a veces a muy corta distancia.
Nick   era   conocido   como   uno   de   los   tiradores   más   fríos,   casi   mecánico   en   su
capacidad de poner la bala donde quería y la forma en que se hacía era controlando
el cuerpo.
No sentándote a una mesa, con miedo de levantarse porque cojearía con el acero
de  sus  pantalones.  No  dejando  el  tenedor  porque  tu mano  temblaba  tanto que la
mierda chocaba contra el plato. No siendo incapaz de apartar la mirada de la cara de
una mujer.
Si cualquiera de sus compañeros de equipo lo viera ahora informarían al XO.1
—Nick, ¿no estás comiendo? —Preguntó. Había devorado la carbonara y apartado
el cuenco, ahora estaba devorando una pechuga de pollo entero con patata al horno.
Una ensalada de tomates cherry y queso feta estaba en un cuenco de cristal junto a
ella. Había dejado de comer para mirarlo con curiosidad—. Está realmente bueno.
Él pegó una sonrisa en la cara, pateándose por ser un imbécil. Así se hace, imbécil,
evitar que Elle comiera porque no puedes quedarte con los pantalones puestos.
—Genial —estuvo de acuerdo, señalándola con el tenedor—. Ahora come.
—Sí, señor —dijo, poniendo los ojos en blanco y comiendo.
Malditamente correcto.
Dios,   era   bueno   verla,   sonrosada   y   sonriente,   tan   diferente   de   la   mujer   joven
blanca como el hielo del cementerio que había parecía como si la hubiera atropellado
un camión. Y, bien, era realmente bueno verla, y punto.
¿Había estado planeando permanecer lejos para siempre? A medida que pasaban
los años, tal vez su subconsciente había empezado a pensar en volver. Brevemente.
Solo un día. Había permanecido alejado por respeto al juez, pero ella ya tenía casi
veinte años. Es solo que había estado tan malditamente ocupado. Para su sorpresa, se
había adaptado a la vida de soldado como si hubiera nacido para ello. Había sido

1
Su jefe

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seleccionado para los Ranger casi desde el principio y apenas se había incorporado a
la unidad cuando había sido llamado para preguntarle si quería solicitar los Delta.
Joder, claro que quería probar para los Delta. Los tiradores. De todas las fuerzas
especiales,   los   Deltas   fueron   tiradores   en   primer   lugar   y   eso   era   Nick.   Para   su
sorpresa, también había tenido don de lenguas y había sido adscrito al entrenamiento
cruzado con los GIGN 2de Francia y el GSG— 9 3de Alemania.
Había estado ocupado treinta y cuatro horas al día, totalmente concentrado en el
trabajo.   No   había   lugar   para   el   romance   con   otras   mujeres,   tampoco.   Sexo,   sí.
Siempre había mujeres en los bares alrededor de las bases, pero no tenía tiempo para
otra cosa que el sexo. Dos folladas seguidas era la norma. Tres a veces. Cuatro era
una relación limítrofe y estaba fuera de las cartas.
Después   de   todo,   resultó   que   no   tenía   que   lidiar   con   el   juez,   y   por   eso   se
avergonzaba de sí mismo. Los hombres no se rajaban. No tenía ni idea de que el juez
había estado tan enfermo.
De vuelta a casa. Cuando había revisado los escenarios en su cabeza, había habido
varios   resultados.   El   juez   le   pateaba   el   culo,   como   la   última   vez,   solo   que   sin   el
dinero. El juez le daba la bienvenida de nuevo, ya que, después de todo, Elle era
adulta.   El   juez   le   invitaba   a   tomar   un   café,   haciéndole   saber   que   Elle   estaba
estudiando física nuclear en la Universidad de Harvard o el MIT y no tenía tiempo
para un delincuente como él. El juez diciendo que alguien le había quitado a Elle de
las manos y estaba casada con un hijo.
Eso dolía.
La verdad era lo único que no había planeado, Elle aquí y el juez controlando
mentalmente lo que antes hacía físicamente.
—Deja  de   pensar  en  eso, Nick. Ahora  mismo.  —La  voz de   Elle  era  baja,  muy
grave.
El tenedor de Nick cayó al plato. ¿Qué mierda? 
—¿Lees la mente?
Jesús. Tal vez todos esos sueños extraños que había tenido de ella eran reales.
Quizás Elle podía joderle la cabeza.
—Tú no me dejarías pensar en cosas tristes, así que esto es recíproco. Y no, no leo
la mente. No te preocupes por eso. —Se inclinó hacia delante apoyándose sobre los
codos,   metiéndose   un   mechón   de   pelo   rubio   detrás   de   una   oreja   pequeña—.   No

2
Grupo de intervención de la gendarmeria nacional

3
Unidad de operaciones especiales antiterrorista

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tienes   que   leer   la   mente   para   saber   que   estabas   teniendo   pensamientos   oscuros.
Pensamientos tristes. Esta casa no ha conocido otra cosa que la tristeza desde hace
años. Tristeza, oscuridad y desesperación. Papá estaba muerto de miedo cuando le
diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer, porque sabía exactamente lo que iba a
venir, tanto para él como para mí, y necesité toda mi energía, hasta la última gota,
para mantenerlo alegre todo el tiempo que hubo una persona dentro de él que podía
sentir alegría. Papá se fue hace mucho tiempo. Yo pasé mi luto hace mucho tiempo.
He tenido tanta tristeza como una persona puede soportar y no quiero caras tristes y
largas a mí alrededor. Ahora —golpeó la superficie de la mesa haciendo que el agua
de la copa salpicara—. Sonríe, ¡maldita sea!
Nick se quedó tan sorprendido que sonrió. Mostrando todos los dientes, también.
Ella le devolvió la sonrisa, satisfecha de sí misma. 
—Así es, Nick. Sabía que podías hacerlo. 
Oh Dios, mírala, pensó. Como su apodo cuando era niña. Duendecillo. Una pequeña
duendecilla hermosa, un poco preocupada, sentada en el borde de la silla, rodeada
por   una   nube   de   pelo   rubio,   pálidos   ojos   como   fragmentos   del   cielo   de   verano,
sonriéndole.
Irresistible. Y no tenía que resistirse, ¿verdad? Porque a pesar de que ella lo había
pasado peor que él durante estos últimos cinco años, su vida tampoco había sido
todo mierdas y risitas.
Había elegido el entrenamiento militar más duro posible, probablemente el más
duro de la tierra. Estos últimos años habían sido día tras día de entrenamiento físico
e intelectual agotador, las únicas pausas habían sido operaciones de campo reales,
recibir un disparo, lo cual era un poco mejor que el resto. Tumbarse en los pantanos
de   Indonesia   durante   días   esperando   la   oportunidad   de   disparar   al   hombre   que
había plantado la bomba de Indianápolis. Indonesia tenía 450 especies de insectos
venenosos   y   había   sido   mordido   por   todos   y   cada   uno   de   ellos.   Las   llanuras
desnudas y áridas del Tibet, ayudando a los combatientes locales en un golpe de
estado exitoso para romper con China. Cuatro meses pasados a cuatro mil quinientos
metros de altura en el lado paquistaní de la cordillera del Himalaya, con solo cabras
y otros cuatro Rangers como compañía, los fuegos prohibidos, tratando de contener
la situación, y luego luchando para salir cuando Pakistán explotó.
No, como su pequeño Duendecillo, él sentía que era hora de sonreír. Dios sabía
que ambos lo merecían.
Sexo. Ambos se lo merecían. El mejor sexo que había tenido jamás, y el mejor sexo
que ella había tenido también, por definición. Deberían tener un poco más.
Ahora mismo.

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Elle se enderezó en su silla y le miró con recelo mientras se movía hacia ella. Su
mejor zancada de acecho, la marca de movimiento de un Ranger.
—¿Nick?
—Elle. —La palabra salió de sus entrañas, desde lo más profundo de él. Y no tenía
otras palabras en este momento, ninguna.
—Nick, ¿qué estás…? —Él la levantó de la silla por los codos y en cuanto ella
estuvo de pie, le sacó la camiseta por la cabeza y la tiró al suelo—. Oh. —La sola
palabra apenas tenía aliento detrás porque lo que él estaba haciendo y lo que iba a
hacer estaba muy claro.
Si su cara no se lo dijo, su erección lo hizo.
Fue algo muy bueno que Elle pareciera estar de acuerdo con esto, porque aunque
Nick tenía autocontrol de una trampilla de acero, él era todo auto­control, en este
momento el control era una cosa bastante inestable.
Pero ella parecía estar de acuerdo con que le bajara los pantalones, los apartara de
una patada y la tumbara sobre la parte limpia de la mesa de un kilómetro de largo
que limpió con el brazo. Más que bien, en realidad. Apenas la había tocado, excepto
para desnudarla y tumbarla como un sacrificio de alguna religión extraña y ella ya
estaba con él. El pálido pecho izquierdo temblaba con sus latidos. Ella respiraba con
dificultad, ya jadeante, mirándolo con ojos entrecerrados.
Nick   se   colocó   entre   sus   piernas,   separándolas,   estirando   las   manos   para
separarlas pero ella se le adelantó, abriéndolas tan rápido como cualquier soldado
respondiendo a una orden gritada. Él no tenía que gritar, ni siquiera susurrar. Ella
sabía lo que él quería.
Con   una   mano,   Nick   se   abrió   la   cremallera.   Feliz   de   tener   la   costumbre   de   ir
comando. Colocó una mano a su lado en la mesa y se agarró la polla con la otra.
A su polla no le gustó la sensación de su mano. Sabía exactamente donde quería
estar y no era en el puño de Nick, que es donde generalmente se encontraba cuando
estaba entrenando en el quinto pino o en misiones. Su puño simplemente no valía
cuando el bonito sexo de Elle estaba allí, abierto y brillante, esperándolo.
Pasó un dedo experimental por ella, solo para probar las aguas y una campana de
alarma sonó en su cabeza, lo suficientemente fuerte como para llamar su atención,
incluso cuando no quedaba mucha sangre en su cabeza para pensar.
Estaba mojada, pero no lo bastante. Ciertamente no lo suficiente mojada para que
él se estrellara contra ella como había estado a punto de hacer.
Vale.
Había una aplicación para eso.

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Se   dejó   caer   sobre   una   rodilla,   se   inclinó   hacia   delante,   embriagándose   de   su


perfume y puso la boca entre sus piernas. No la besó, todavía no. Solo inhaló. Ella
olía absolutamente maravillosa, a algún jabón perfumado con notas altas de sexo.
Había leído una vez un artículo en una revista en la sala de espera del dentista de
la base. Junto con  Field & Stream, el diario  Stars and Stripes  y  Guns Magazine, había
también una copia de la revista Vogue. La espera fue larga, y después de leer las otras
de  cabo  a rabo, empezó  a hojear  el  Vogue. Había un  artículo  sobre  las “narices”,
perfumistas  expertos que  eran básicamente  sabuesos humanos. Estaba interesado,
porque acababa de tener una sesión de entrenamiento sobre cómo los olores podían
delatarte en una situación de emboscada. Gestión de aromas, se había llamado, y les
habían enseñado a no usar enjuague bucal o champú cuarenta y ocho horas antes de
ponerlas en marcha.
Así que había leído el artículo sobre cómo las narices podían distinguir mil olores.
El sexo de Elle tenía un olor que era único, y se dirigió directamente a su polla.
Ella no estaba lista todavía, pero pronto.
La lamió y añadió sabor. Oh Dios. Tenía un sabor delicioso.
Ella suspiró profundamente y él habría sonreído si no hubiera estado tan decidido
a lamerla, saboreándola.
Besó los labios de su sexo como si se tratara de su boca, abriéndolos con la boca,
lamiendo su interior. Con cada caricia de su lengua ella jadeaba y cuando la sintió
tensarse alrededor de la boca, se puso de pie y la miró.
Oh, sí.
Sus   mejillas   estaban   de   color   rosa   oscuro,   al   igual   que   sus   pequeños   pezones
duros. Su boca parecía inflamada aunque no la había besado todavía.
Lo haría.
Parecía lasciva, extendida sobre la oscura madera de la mesa del comedor, pálida,
delgada y tan deliciosa. Se puso de pie entre sus piernas abiertas, disfrutando de la
vista de su hermoso coño, rosa y jugoso. Pasó un dedo experimental a su alrededor y
tarareó un poco. Mmm.
Sí. Estaba lista.
Nick se inclinó, apoyando una mano sobre la mesa, junto al pecho pálido de Elle y
con la otra le sujetó la cadera. No le hacía falta sujetar su polla para que entrara, sabía
cómo llegar a donde quería ir por su cuenta.
Se deslizó en ella lentamente, la sensación tan exquisita que cerró los ojos, hasta
que estuvo totalmente hundido en ella.

~57~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Ambos suspiraron.
Sus ojos se abrieron de golpe. Habría sido un momento divertido pero él estaba
más allá de la risa, incluso más allá de la sonrisa. Había follado demasiadas veces
para contarlas, pero en este momento esta era la escena más erótica que había visto
jamás…   la   piel   pálida   de   Elle,   suave   en   contraste   con   su   oscura   piel   áspera,   las
piernas abiertas para él, su sexo rosado apretado alrededor de su polla.
Elle   tenía   los   ojos   medio   cerrados,   solo   asomaba   un   pálido   resplandor   azul.
Jadeaba  ligeramente,  el pecho  subiendo  y  bajando. Estiró  un brazo  y lo  envolvió
alrededor del brazo que él había apoyado junto a ella, como para sujetarse. Parecía
sentir la tormenta que se avecinaba. 
—Nick —susurró. Cerró la mano sobre su brazo.
Él se puso en marcha.
No se contuvo dentro de ella un momento o dos, dejando que se acostumbrara a
él. No fue suave dentro y fuera, poniendo a prueba su preparación. Nop.
Una tormenta.
Sus caderas se estrellaron contra las de ella, con toda la fuerza de su cuerpo. Tuvo
que aferrarse firmemente a su cadera o ella se habría deslizado hasta el otro lado de
la mesa. La sala se llenó con el sonido de su respiración pesada y carne golpeando
contra carne, estaba fascinado por la visión de su polla entrando y saliendo de ella,
fuerte y rápido.
No   podía   parar.   No  existía   un  mecanismo   que   le  permitiera  detener  o   incluso
reducir la velocidad. Estaba abrumado por un poder fuera de sí mismo que no podía,
no descansaría hasta que hubiera llegado en su interior tan lejos como pudiera, una y
otra vez. Y ella estaba con él a cada paso del camino, los ojos pálidos fijos en los
suyos, la boca abierta, respirando el aire a grandes tragos, aferrándose a su brazo,
clavándole las cortas uñas en su piel lo más fuerte que podía, las yemas de los dedos
poniéndose blancas. No lo sentía… estaba más allá de sentir nada, excepto el enorme
calor en torno a sus caderas mientras se movía en su interior tan fuerte como podía.
Elle echó la cabeza atrás, exponiendo la garganta larga y blanca… y Dios cómo
deseaba   ser   un   vampiro   porque   hundiría   los   colmillos…   ella   gimió   y   gritó.   Los
músculos femeninos del estómago se contrajeron cuando apretó alrededor de él con
tanta fuerza que sintió su coño como un pequeño tornillo, cerrándose a su alrededor,
aflojándose, cerrándose…
El calor y la presión eran demasiado. Se inclinó hacia adelante, la cabeza gacha, ni
siquiera la miraba más porque todo en él estaba concentrado en donde golpeaba,
moviéndose tan profundamente  como podía,  sintiendo cómo  esos tejidos blandos
húmedos le atraían con más fuerza, más rápido y más rápido...

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Hasta que explotó.
No podría haberse detenido si alguien le hubiera puesto una pistola en la cabeza.
Un relámpago candente bajó veloz por su espalda erizándole la piel por todas partes
y  estalló dentro  de ella, sosteniéndose fuertemente  contra ella mientras explotaba
interminablemente en borbotones masivos al ritmo de sus latidos. Durante mucho
tiempo se preguntó vagamente si estaba vaciando su corazón y no solo su polla.
Por fin se detuvo, como todas las tormentas, y volvió en sí, inclinado sobre ella,
ahora apoyado en su antebrazo, la cabeza baja sobre su estómago. Vio una gran gota
de sudor caer de su rostro sobre el vientre pálido y tembló con los latidos de ella.
Finalmente, levantó la cabeza para mirarla. Elle tenía los ojos cerrados, la cabeza
girada ligeramente hacia la derecha, sin moverse. Parecía que hubiera muerto y este
magnífico cuerpo ruborizado estuviera completamente aniquilado.
—¡Oh, no, no! —Gruñó Nick, levantando la mano de su cadera para volverle la
cara—. Abre los ojitos azules.
Los párpados parpadearon y se abrieron ligeramente.
Él le tocó la cara.
—Del todo.
Los ojos se abrieron como platos, estudiando sus rasgos, luego los cerró.
De ninguna manera. 
—No te quedarás fuera de combate. No es una opción. Acabamos de empezar, no
puedes abandonar ahora.
Las comisuras de la boca femenina se elevaron, el aliento salió en una exhalación
larga y suave. 
—Sin energía —murmuró—. Tal vez más tarde.
Él estaba lleno de energía.
—Nop. No voy a dejarte. Vamos.
Nick acercó un gran cuenco lleno de mousse de chocolate negro. Nunca habían
llegado a probarlo. Al estirarse para alcanzarlo, se apretó con más fuerza contra ella,
a pesar de que solo estaba semi­duro. Había una cuchara de servir en el recipiente y
cogió una porción espumosa oscura. Olía maravilloso.
No le hacía falta apoyarse, así que se deslizó la otra mano alrededor de su cuello y
le levantó la cabeza y hombros, llevando la cuchara a la boca con la otra mano. 
—Abre.

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Ella abrió obedientemente, cerrando los labios alrededor de la cuchara, la lengua
lamiendo los labios.
Oh Dios. Se hinchó dentro de ella, moviendo sus caderas contra las de ella.
Elle suspiró con placer.
—Otra. —Presionó una enorme cucharada de chocolate pastoso contra su boca y
ella abrió obedientemente—. Otra. 
Con cada bocado se ponía más duro. Cualquier hombre tendría que estar muerto y
enterrado   hacía   mucho   para   no   excitarse   al   ver   su   boca   cerrarse   alrededor   de   la
mousse, y luego tragar.
—¿Sientes más energía? —preguntó Nick, casi saliendo y luego deslizándose en su
interior. Estaba duro como una roca de nuevo.
Elle suspiró.
Otro golpe y sus ojos se abrieron. Oh, sí. Ella se sentía con más energía. Pero hacía
frío en la habitación.
Nick la levantó en brazos. Por reflejo, las piernas de Elle se apretaron alrededor de
su cintura. 
—Necesitamos la cama para esta ronda.
Elle suspiró de nuevo, sonriendo, frotando sus pechos contra su pecho. 
—Bien. —Hizo un gesto gracioso con su delgado brazo hacia su ropa tirada en el
suelo—. Deberíamos recogerla.
—Aja. —Nick comenzó a caminar hacia la escalera.  En realidad,  quería  correr,
pero tenía su orgullo—. Para lo que estoy pensando, no necesitarás nada de ropa.

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Capítulo 4

Fue el más débil de los sonidos, pero Nick se despertó al instante, completamente
alerta. Conocía ese sonido, su vida estaba marcada por la cadencia de aquel sonido.
Su móvil. Entre los episodios de sexo, había ido de la planta baja para agarrar sus
vaqueros y su camisa.
Elle estaba extendida sobre él, suave y ligera, con olor a mujer y sexo.
El sonido del móvil tenía un efecto pavloviano en todos los Rangers, cada hombre
saltaba hacia su móvil hecho de un material mate negro no reflectante, y era raro que
tardaran más de un segundo. Pasó un segundo, dos, tres, cuatro...
Sin duda, en el otro extremo un robot estaba registrando el tiempo de respuesta y
alguien lo mencionaría una vez que volviera a la base. Pero saltar despertaría a Elle y
simplemente no podía hacerlo. Ella estaba tan profundamente dormida que era como
si estuviera en coma. Nada se movía, ni siquiera sus ojos bajo los párpados.
A los Rangers se les enseñaba a moverse como fantasmas, imperceptiblemente, sin
hacer ruido. Así que ahora usó esa habilidad para desenredarse de los brazos del
sueño de una mujer hermosa en lugar de flotar en la oscuridad hacia una matanza.
En un instante, ella estaba abrazando una almohada y él de pie desnudo junto a la
cama, mirando la pantalla. Las palabras apenas eran legibles. La pantalla tenía dos
modos…   casi   negra   si   una   luz   podía   traicionar   su   posición   y   lo   suficientemente
brillante como para actuar como una linterna. El modo predeterminado era negro y
lo dejó así. Podía leer las palabras en el modo oscuro lo suficientemente bien.

Despegamos a las cien. Majestic.

Mierda.   Había   habido   rumores   sobre   que   se   avecinaba   esta   operación,   no   una
misión de entrenamiento. Los jefazos habían estado esperando información de un
agente infiltrado recién escapado y aparentemente lo habían conseguido. Nadie sabía
dónde todavía, pero eso era estándar, la necesidad de saber. Averiguarían en el avión

~61~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

hacia dónde se dirigían. La única pista que tendrían sería el equipo asignado. Ropa
de   invierno   o   de   climas   cálidos.   Eso   daría   la   latitud.   ¿Longitud?   ¿Quién   coño   lo
sabía?
Todo lo que Nick sabía era que tenía que salir de aquí rápido y no quería. Quería
quedarse   aquí,   con   Elle.   Follarla,   alimentarla   y   observar   las   rosas   florecer   en   sus
mejillas… eso es lo que quería.
Se   quedó   mirando   unos   segundos.   Ella   estaba   de   lado,   con   un   brazo   delgado
debajo de las mantas, la cara de perfil, profundamente dormida. Solo había la tenue
luz de una luna en cuarto creciente en lo alto del cielo, pero no necesitaba luz. Ella
estaba impresa en la parte interior de sus párpados. Sabía, sin verla claramente, que
su piel no era de ese color sorprendentemente blanco que había tenido en el funeral.
Sabía   que   las   líneas   de   su   cara   se   habían   movido   a   su   lugar   natural,   sonriente.
Cuando la vio en el funeral no le hizo falta que le dijera que sonreír no había sido
algo normal en su vida.
Estaba allí, en su cara.
Quería quedarse y hacerla sonreír y reír, hacerla comer hasta que recuperara peso,
y quería que se sintiera tan hermosa como era haciéndole el amor tan a menudo
como su resistencia se lo permitiera.
Eso es lo que quería. Pero querer y tener eran dos cosas totalmente diferentes. 
Lo   que   tenía   era   la   responsabilidad   de   llegar   a   Fort   Bragg   a   tiempo   de   ser
informados y prepararse. Si iban a alzar ruedas a medianoche, tendría que llegar a
las seis de hoy y era un viaje en coche de catorce horas. Solo tenía que apresurarlo.
También tenía dos cosas que hacer antes de irse.
Nick se vistió en silencio. Silencio era lo que los Rangers hacían. Eran tiradores,
eran francotiradores, eran uno con la noche. Sus ropas eran negras. No llevaban nada
que pudiera brillar o tintinear.
Una vez vestido pasó largos minutos mirando a Elle, luchando consigo mismo.
Había una nueva regla instituida el año anterior, después de que a un Ranger se le
escapara a su novia que iba en misión a Venezuela. La cabeza de chorlito lo había
publicado en su página de Facebook, y el equipo fue aniquilado media hora después
de aterrizar.
Nueva regla… solo las esposas podían conocer los despliegues y no podían saber
cuándo ni dónde. Las esposas habían tenido que firmar un juramento declarando que
no iban a revelar nada en absoluto, nunca. Las novias tenían que ser mantenidas
absolutamente en la oscuridad.

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Lisa Marie Rice

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Dar información a las novias no era solo un delito grave, era un delito grave sujeto
a una corte marcial. Así que lo que Nick estaba contemplando era algo muy, muy
serio y tenía que pensarlo bien. 
Dar a Elle cualquier información estaba mal, iba contra los reglamentos, peligroso
incluso.
Pero... no podía desaparecer. Simplemente no podía. Simplemente no estaba en él.
Ella   se   preocupaba   por   él   profundamente,   incluso   después   de   que   hubiera
desaparecido y la dejara sola con un padre enfermo. Cada centímetro de su piel, de
su boca, de su sexo…le decía que a ella le importaba. Nadie más se preocupaba por
él,   nadie   en   el   mundo   entero.   Era   respetado   en   el   ejército   pero   no   tenía   amigos
cercanos y Dios sabía que no tenía ninguna novia que le importara. Solo mujeres a las
que follar que le olvidaban en el segundo que salía por la puerta.
No   podía   dejarla   sin   una   palabra,   pero   dejarle   una   nota   podía   conseguirle   un
consejo de guerra.
La batalla dentro de él fue feroz, pero breve. Ejército vs Elle. Elle ganó.
Sacó   un   sobre   que   encontró   en   la   parte   superior   de   la   cómoda   y   escribió
Duendecillo, volveré tan pronto como me sea posible en la parte posterior y lo colocó sobre
la almohada junto a ella, consciente de que estaba cometiendo un delito grave. En la
planta baja se detuvo junto a la mesa del juez en su despacho y memorizó su número
de cuenta bancaria y el número de teléfono de la funeraria. Podía hacer el resto de
camino.
Su   última  misión  había   durado  cuatro  días.   Con  un  poco   de  suerte,   ésta   sería
también corta. Los Rangers no eran de los que se enviaba a obtener información.
Eran los enviados a disparar y salir rápido.
Siempre   tenían   un   par   de   días   de   inactividad   después   de   regresar   de   una
operación. Así que volvería, luego él y Elle hablarían. Se le ocurriría algo, aunque no
tenía ni idea de qué. Pero ahora que Elle estaba de vuelta en su vida, no era cuestión
de dejarla de nuevo.
En cinco minutos con su smarphone, pagó la factura del enterrador, aunque el
cabrón fuera un hijo de puta mercenario y la hubiera sobrecargado por todo. Tan
pronto como tuviera tiempo, transferiría lo que había en su cuenta bancaria a Elle. Lo
siguiente lo podría hacer camino a Fort Bragg. No debería tomar más de un cuarto de
hora. Tan pronto como abrieran, se detendría en el primer supermercado que viera.
Tío, la idea de que no tuviera comida en la casa era jodidamente doloroso. Había
tenido que trabajar para ocultar su mueca de dolor cuando vio sus armarios.
Bueno, esos días habían terminado. Él estaba en su vida ahora y no pasaría por eso
otra vez.

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Lisa Marie Rice

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Nick se deslizó por la puerta, la cerró en silencio detrás de él, porque no quería
irse, pero sabía que tenía que hacerlo.
La había dejado una vez y tenía que hacerlo de nuevo.
No había alternativa.
Pero esta vez regresaría.

* *

Elle   se   despertó   tarde   y   se   despertó...   feliz.   El   último   par   de   años   se   había


entrenado a sí misma para despertar poco a poco, del sueño a la vigilia, paso a paso,
ya que cuando despertaba rápidamente el efecto era brutal. Como despertar con una
espada en tu garganta. Se había entrenado a sí misma para emerger desde el sueño
como   un   buzo   que   flota  suavemente   hacia  arriba,   porque   si  lo  hacías   demasiado
rápido podías sufrir una embolia.
A veces, cuando Soñaba, esos estados extraños que eran más reales que cualquier
realidad, donde podía ver cosas que sabía que no podía ver en la vida real, podría
transitar   a   la   vigilia   porque   era   como   entrar   de   una   habitación   a   otra,   no   de   un
mundo a otro.
Sus Sueños no siempre eran agradables, y así era más fácil tratar con ellos. No se
desgarraba viendo a Nick teniendo sexo con una mujer anónima y luego despertar a
la realidad de su vida. Lo que dolía, como caminar sobre cristales, eran los sueños
normales de los tiempos mejores y luego despertar a la realidad de su vida.
La realidad  de su vida donde  había estado  cuidando  de la cáscara  rota de  un
hombre y haciendo malabarismos con el suministro de dinero cada vez menor.
Su padre ya no existía. Lo había enterrado ayer.
Pero no le lloraría. No podía. Nadie sabía mejor que ella el infierno que su vida
había sido. Echaba de  menos al hombre  que  había sido antes de la cáscara vacía
tomara el control.
Le había querido, cuidado y enterrado.
Cumplido con su deber y seguido los dictados de una hija amorosa.
Ahora, una nueva vida aguardaba.

~64~
Lisa Marie Rice

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Abrió los ojos, miró al techo, se dio cuenta por primera vez que la marca de agua
dejada  por  una tubería   rota parecía  una  mariposa. Una  mariposa deformado   por
Picasso en su etapa cubista.
Había escatimado en comida y calefacción para reparar esas tuberías reventadas, y
ahora había una mariposa enloquecida en su techo.
Sonrió.
Sin dejar de sonreír, cerró los ojos para poder concentrarse mejor mientras hacía
balance de sí misma.
Caray. Nick y ella habían hecho el amor hasta pasada la medianoche. Había ido de
cero a héroe, de no tener sexo a más sexo del que cualquier mujer, posiblemente,
podría manejar.
Se estiró y sintió dolores y molestias, sobre todo entre los muslos y los músculos
internos. Pero también en otros lugares. La boca parecía un poco hinchada por sus
besos, sus pechos todavía parecían sentir su boca. El interior de los muslos estirados
por ser mantenidos abierto durante tanto tiempo y unas pocas abrasiones por los
muslos peludos moviéndose entre los suyos.
Se   sentía   grabada   por   Nick.   Podía   olerle   en   ella,   sentirle   en   ella.   Si  su   cuerpo
hubiera sido una escena del crimen, encontrarían su ADN por toda ella. Por suerte,
su cuerpo no era la escena de un crimen, sino de un placer inimaginable.
La noche anterior había sido una especie de reinicio. De una existencia de dientes
apretados y deber de acero, se había transformado en una vida de hedonismo, de
puro placer. La comida había sabido maravillosa en lugar de a pegamento, el vino
había sido como una libación de los dioses en lugar de algo agrio y  ácido que no
podía beber.
Había dormido. Realmente dormido. Como hacía la gente normal, profundamente,
luego levantándose renovada a un día normal.
Oh Dios. Normal.
Nick había encendido un interruptor y su vida se había convertido en normal. No
algo que soportar, sino algo que degustar. Había cosas que esperar con interés. El
desayuno era una. No podía recordar la última vez que no se había despertado con
su estómago hecho un nudo.
Ahora su estómago era este órgano abierto y cordial, sus ruidos de “yo­también”
la hacían sonreír. Poniendo los ojos en blanco hacia la cocina escaleras abajo… en
realidad no había comido desde la noche anterior y ya era hora de comer.
Abrió los brazos y las piernas como un niño haciendo un ángel de nieve. Nick no
estaba   allí  y   dado  que   ella  no  encontraba   ningún  calor,  se  había  levantado   hacía

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algún   tiempo.   Si   estaba   tratando   de   preparar   el   desayuno,   buena   suerte.   Tenía


suficiente café para esta mañana, un poco de leche si no se había echado a perder, y
una manzana.
Bueno, podrían ir a la ciudad y tomar el desayuno en el restaurante de Jenny. Y
podía agradecerle el festín de anoche. Matar dos pájaros de un tiro.
Excepto el cuidado de su padre, todos los viejos problemas permanecían, los que
habían  parecido  tan insuperables como el Himalaya. Había una hipoteca sobre la
casa   que   necesitaría   veinte   años   para   pagar.   Joshua   Bent,   el   dueño   de   Servicios
Mortuorios Bent, le había dicho que retendría la cuenta durante un mes, que le haría
un descuento del diez por ciento y escalonaría los pagos durante un año, pero con
todo eso, una cuenta de ocho mil dólares era demasiado para ella.
Pero Nick estaba de vuelta, y se sentía esperanzada por primera vez en mucho
tiempo.
Se estaba ahogando en deudas, pero... solo era dinero. Era joven y podía trabajar.
Tenía salud, era inteligente y buena con los ordenadores. Podría arreglárselas.
Y Nick había vuelto.
Podría   enfrentarse   a   cualquier   cosa   en   este   momento.   Incluso   a   una   cocina
desnuda. Porque Nick había vuelto.
Apartó  las sábanas y se disparó a la ducha, recordando  cómo habían hecho el
amor la última vez, en los húmedos confines de la cabina de ducha. Sexo caliente y
ardiente bajo el agua caliente.  Mmmm. ¡Oh Dios, iba a forjar unos buenos y sexys
recuerdos con Nick en todas las habitaciones de la casa, para reemplazar a los tristes.
Por desgracia, hacía frío en la casa. Lo sentía teóricamente, porque estaba ardiendo
aunque estaba helada. Ni siquiera había elegido un pasado suéter porque, bueno...
Nick estaba abajo y sin duda, la mantendría caliente hoy.
Se abrazó brevemente, contenta de no que él no estuviera viendo este exceso de
entusiasmo infantil porque era totalmente incapaz de suprimirlo.
Casi   voló   por   las   escaleras,   esperando   encontrarle   hurgando   inútilmente   en   la
cocina, dispuesta a sugerir salir para el desayuno, comprar comida y un paseo por la
ciudad, tal vez incluso una película.
No había estado en el cine en… desde siempre.
Películas,  paseos por el parque,  sexo  fabuloso. Todas esas cosas estaban  en su
futuro. Sí, lo estaban.
Ya no estaría implacablemente sola nunca más, era parte de una pareja. Una a una,
sus amigas habían caído. Parecía que conseguir un novio en la secundaria implicaba
abandonar a tus amigas.

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Y   luego,   por   supuesto,   todos   sus   amigos   de   la   escuela   secundaria   fueron   a   la


universidad y se perdieron para siempre.
Bueno, cada trozo de eso, incluyendo la universidad, con el tiempo, estaba abierto
ahora ante ella. Ya no estaba sola, y el mundo estaba lleno de gente con los que hacer
amistad, películas para ver y cosas que hacer y lugares a los que ir.
Era pobre, pero era joven y fuerte y, sobre todo, ya no estaba sola. Nick estaba con
ella.
Se abrazó a sí misma de nuevo y fue a la cocina para darle los buenos días a Nick.
Solo... que Nick no estaba allí.
No estaba en la cocina y no estaba en la sala de estar. No estaba en ninguna parte
de la casa. Esa enorme sensación de anticipación, como un globo en su corazón, se
desinfló.   Tenía   tantas   cosas   que   decirle,   pero   por   encima   de   todo   lo   que   quería
simplemente  era verlo, tocarlo. Y, bueno, ya que habían comenzado, quería  tener
sexo con él de nuevo. Pronto y tan a menudo como fuera posible.
Se asomó por la ventana del salón, mirando a izquierda y derecha. El SUV de Nick
se había ido. ¿Había aparcado en el garaje? Pero tampoco estaba en el garaje.
Oh. Así  que  había  ido  a la ciudad  sin ella  para hacer  las compras. Era  bonito
pero… habría preferiría ir con él. Era agradable por su parte dejarla dormir, pero
habría   infinitamente   preferible   conducir   a   la   ciudad   con   Nick   y   hacer   algunas
compras,  incluso  si  tenía   que   fingir   que   no   estaba   usando   hasta   la   última   de   las
reservas del banco.
Se paseó, cocina, salón, comedor, estudio, sala, dormitorio de invitados, una y otra
vez, sin descanso a la espera de Nick. Era una estupidez, por supuesto, pero nada
podía pararla. Tenía toda esta energía para quemar, esta sensación de anticipación,
como si la vida no fuera a comenzar hasta que viniera. Todo lo demás era falso,
tiempo que no contaba, doloroso a doloroso minuto hasta que Nick regresara.
El tiempo pasó a ser de nuevo tan dolorosamente lento, como lo había sido en los
interminables días de la enfermedad de su padre. El reloj del abuelo dio cada hora,
pero se sentía como si pasaran días entre las horas. El tiempo hizo esa cosa elástica de
nuevo mientras se paseaba por las habitaciones, incapaz de ninguna manera de leer o
ver la televisión o escuchar la radio o andar por la red en busca de entretenimiento.
¿Por qué no había apuntado el número de Nick? Ni siquiera se le había ocurrido.
Oh,   Dios,   lo   que   daría   por   marcar   un   número   y   escuchar   su   voz   de   nuevo,   tan
profunda que a veces la sentía en su diafragma. Estaría en el supermercado o incluso
en el camino de vuelta y podrían hablar de cosas intrascendentes, pero habría oído su
voz y le daría una estimación de cuándo iba a estar de vuelta para que pudiera dejar
de pasear, mirar el reloj y pasear un poco más.

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El  tiempo  se arrastró, un doloroso  segundo cada vez. No había absolutamente


nada que hacer. La vida con su padre había estado llena de deber, minuto a minuto.
Pero ahora todo lo que tenía que hacer era esperar a Nick y era insoportable.
Se paseó, miró su reloj y esperó, preocupándose poco a poco. ¿Y si había tenido un
accidente? Las carreteras estaban heladas y eran peligrosas. ¿Estaba en el hospital
ahora mismo, sangrando e inconsciente? ¿Debería llamar a la policía?
Pero la conducción de Nick era casi sobrenaturalmente buena. Llamar a la policía
era   exagerado,   potencialmente   enormemente   embarazoso   si   él   entraba   para
encontrarla hablando con la policía.
Porque eso sería una locura, ¿no?
Durante los años de aislamiento con solo la cáscara demente de un hombre como
compañía, había perdido de vista lo que era normal y lo que no lo era. Perdió sus
piedras de toque de la normalidad. Pero incluso para ella, llamar a la policía cuando
alguien   tardaba   un   poco   en   llegar   a   casa   de   compras   parecía   una   locura.   Algo
ansioso,   incluso   posesivo.   No   el   tipo   de   persona   que   cualquier   hombre   pudiera
desear.
No, Nick volvería cuando acabara… lo que fuera que estaba haciendo.
Al mediodía, el timbre sonó y ella corrió hacia la puerta delantera, alisándose el
pelo y secándose las manos en sus vaqueros.
Normal, Elle, normal,  canturreó en voz baja. No te arrojes sobre él con alivio. No
preguntes dónde ha estado. Solo sonríe y saluda.
Pero  cuando  abrió   la  puerta,   era   solo   un  adolescente  lleno   de   granos  con  una
especie de uniforme. Parpadeó y dio un paso atrás.
Él estaba consultando un portapapeles, la miró, se inclinó hacia atrás para mirar
los números de la calle en el dintel.
—¿Señorita   Elle   Thomason?   ¿Del   1124   Linden   Drive?   —Detrás   de   él   había   un
camión de reparto, con algún logo del supermercado en un lateral.
—¿Sí? —Él tenía la dirección correcta, solo tenía la casa equivocada.
Pero al parecer, tenía la casa correcta, porque el chico a señaló alguien detrás de él.
—Está bien, metedlos.
¿Meter?
—Lo   siento,   no   entiendo...   —Y   luego,   por   supuesto,   lo   hizo.   Dos   hombres
transportaban   cajas,   y   cajas   y   cajas,   de   comestibles   con   una   carretilla   de   mano.
Alimentos por valor de cientos de dólares.

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—¿Ma’am?   ¿Ma’am?   —La   voz   del   chico   Señora   era   aguda   con   énfasis.   Había
estado   hablando   con   ella   y   no   le   había   oído—.   Necesitamos   saber   dónde   está   la
cocina.
Aturdida, Elle volvió a entrar, levantó el brazo, incapaz de hablar. Los hombres
pasaron ante ella sin una palabra, apilando pulcramente las cajas y volvieron a por
una nueva carga.
En la cocina, Elle abrió una caja y miró dentro. Todo productos secos. Alimentos
de   primera   necesidad.   Pasta,   arroz,   harina   y   azúcar.   Todo   tipo   de   productos
enlatados. Lo suficiente como para alimentar a un batallón. Otras cajas con artículos
de primera necesidad. La siguiente entrega era de frutas y verduras, más de lo que
cualquier  persona podría  comer  en un mes.  Un enorme  paquete  de  todo  tipo  de
carne fresca, la mayoría de la cual tendría que ir al congelador.
Los repartidores le hicieron firmar algo y se marcharon sin decir una palabra más.
Ella se quedó inmóvil en la cocina, rodeada de alimentos, enferma del estómago,
sintiendo  que  el   mundo   giraba   a  su  alrededor,  sintiendo   el  frío   arrastrarse   a  sus
huesos.
Sentía   las   piernas   débiles,   incapaces   de   sostenerla.   Alcanzó   a   tientas   una   silla
cuando sonó el teléfono.
—¿Señorita Thomason? —Una voz masculina. La reconocía, pero no podía ponerle
nombre.
—¿Sí? ¿Quién habla?
—Soy el señor Bent, Señorita Thomason. —Silencio—. De Servicios Mortuorios
Bent. ¿El funeral de su padre ayer?
Su voz sonó sordamente en su oído, porque la verdad la había golpeado como un
martillazo.
Oh Dios. Esa silla era necesaria. Se sentó, casi sin poder respirar. Nick... se había
ido.  Le  golpeó   como  un  puñetazo   en  el  corazón,  exprimiendo  todo   el  aire  de   su
pecho. Esa era la única explicación de la casa vacía, los suministros de Morristown, a
trescientos kilómetros al sur.
Nick estaba en la carretera y se detuvo en la primera oportunidad para echarle
gasolina y comprarle comida. Un gesto amable para la triste niña abandonada.
Y ahora el señor Bent estaba llamando para decirle que había cambiado de idea y
quería su dinero ahora en lugar de en el transcurso de un año.
Dinero que no tenía.
Era difícil pensar con el dolor de la partida de Nick. Dinero. ¿Cómo podía pensar
en dinero con Nick ido? Apenas podía concentrarse.

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La voz metálica del señor Bent era  débil,  sonando  como  si estuviera  llamando


desde el lado oscuro de la luna. No… espera. Ella estaba en el lado oscuro de la luna,
en alguna roca fría sin aire girando en el espacio.
La voz sonó de nuevo en su oído. No podía entender las palabras, pero tenía que
decir algo.
—Sí, umm, señor Bent. Lo siento, no escuché lo que dijo. ¿Qué puedo hacer por
usted? 
Oh Dios, estaba tan decidida a no temblar, que no había espacio para considerar
sus palabras.  ¿Qué puedo hacer por usted?  Bueno, eso era una estupidez cuando la
respuesta era obvia. Pagar la factura.
Él habló de nuevo, las palabras no tuvieron ningún sentido.
—¿Qué? 
—He dicho… —Y ahora Elle podía oír la paciencia forzada. Estaba repitiendo algo
por   tercera   vez—.   He   dicho,   señorita   Thomason,   que   el   pago   completo   no   era
necesario, aunque lo agradezco. Habíamos acordado que podría escalonar sus pagos.
—¿Qué? —Su cabeza estaba sonando. Nada tenía sentido.
—¿Está bien, señorita Thomason?
No.
—Ah… sí, por supuesto. Es solo que no sé de qué está hablando.
Un largo suspiro. 
—Su cuenta ha sido liquidada en su totalidad. Yo quería darle las gracias porque
habíamos hecho un arreglo para escalonar sus pagos durante un año.
Se sentó con la espalda recta, las palabras por fin penetraron. 
—¿La cuenta ha sido pagada? ¿Del todo? ¿Quién la pagó, señor Bent? 
Él hizo un ruido de sorpresa. Cuando habló, su voz fue lenta y cuidadosa. 
—Lo   hizo   usted,   señorita   Thomason.   O   más   bien   —el   sonido   de   teclas   de
ordenador—, un tal señor Ross pagó en su nombre. El señor Nick Ross.
El inalámbrico se deslizó de sus dedos, cayó al suelo. La voz del señor Bent se
elevó como la de un fantasma, llamándola por su nombre.
Elle se envolvió los brazos alrededor de la cintura, tratando de contener el dolor
interior,   queriendo   que   se   derramara.   Se   sentía   exactamente   como   si   alguien   le
hubiera golpeado y creado un enorme agujero en ella, arrancándole el corazón. Se
meció, tratando de disipar el dolor.

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Por   supuesto   que   Nick   había   pagado.   Había   vuelto,   brevemente.   La   había
encontrado con el aspecto de una vagabunda abandonada, privada de todo, la había
follado por compasión, comprado algunas provisiones y pagado al factura.
Luego se había ido, por supuesto. ¿Por qué se quedaría?
En algún momento el señor Bent debía  haber  colgado porque el teléfono en el
suelo dejó de graznar. En algún momento, el sol se movió a través del cielo. En algún
momento, ella dejó de temblar.
En algún momento, reconoció en lo más profundo de sus huesos, y no solo en su
cabeza, que Nick nunca iba a volver.
A medida que la luz se desvanecía del cielo, empezó a nevar y la temperatura en
la casa cayó, se hizo más fría aún. Cuando sus dedos empezaron a doler, se levantó
rígidamente, los músculos y los huesos doloridos.
Se movió lentamente, como si alguien la hubiera golpeado y estuvieran curándose
las heridas. Alguien la había golpeado, por supuesto. Nick. Habría dolido mucho
menos si realmente la hubiera golpeado con un bate de béisbol porque los huesos
rotos se soldaban, con el tiempo. ¿Los corazones rotos? No tanto.
Un instinto animal le dijo que había sido gravemente herida. Algo muy dentro de
ella se había roto. Se arrastró lentamente por la casa, tocando cosas que Nick había
tocado.
No tenía energía para colocar las cantidades enormes de comida. Solo ver toda esa
comida le provocaba náuseas. Apenas se atrevía a mirarla. Se arrastró fuera de la
cocina, cerrando la puerta detrás de ella.
Una por una, cerró todas las puertas de la casa. Todas las habitaciones de abajo,
cerrando las puertas suavemente, sin darse apenas cuenta de lo que estaba haciendo,
sabiendo solo que la casa debería sentirse como ella. Vacía y cerrada.
De alguna manera, estaba oscuro. No tenía energía para encender las luces. De
alguna manera la oscuridad encajaba.
Se detuvo en la parte inferior de la escalera, mirando hacia arriba. Las escaleras
parecían  interminables, como  si fueran  todo el camino  hasta el cielo, aunque por
supuesto no había cielo. Solo el primer piso, y su dormitorio. Las escaleras parecían
imposibles de escalar, aunque se las arregló lentamente, paso a paso. Había estado
haciendo lo  imposible durante algunos años y podía hacer esto, a pesar de que cada
paso se sentía como escalar una montaña. Sus piernas eran débiles y apenas podían
llevarla.  A mitad camino, tuvo  que  sentarse  en un escalón y  descansar  la cabeza
flotante   sobre   las   rodillas.   Después   de   un   rato,   se   levantó   de   nuevo,   apretó   la
barandilla y se irguió, paso a paso. Sentía como si tuviera cien años, finalmente llegó
a lo alto y arrastrando los pies por el pasillo.

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Se detuvo en el umbral de su oscuro dormitorio, cerrando los ojos y tragando con
dificultad.
La habitación olía a él. Olía a hombre primitivo, a sudor masculino, a sexo y al olor
especial de feromonas de Nick que reconocería en cualquier lugar, porque había sido
impreso en su piel y en su mente.
Oh Dios. Tenía que ser rápida antes de derrumbarse y llorar. Si caía sobre la cama
llorando, nunca se levantaría. Lo sentía, sentía en lo profundo de su alma que si se
rendía a la desesperación nunca se recuperaría. No había absolutamente nada en ella
para resistir a la oscuridad. Caería en ella y nunca saldría.
Durante los largos años de cuidar a su padre, había habido un muro dentro de
ella. Fuera, hacía todo lo que debía, cuidaba y amaba la cáscara de un hombre que no
la   reconocía.   Que   había   olvidado   cómo   alimentarse   y   lavarse.   Que   requería   el
cuidado de un bebé, excepto que era un hombre de setenta kilos. Luego un hombre
de sesenta kilos. Luego de cuarenta y cinco.
Le cuidaba, trataba con los médicos, las facturas médicas y llevaba una casa. Pero
siempre estaba la pared donde podía retirarse detrás, y detrás de esa pared todavía
era Elle Thomason, una joven y luego una mujer con sueños de mujer joven. Detrás
de ese muro, si podía conseguir que su padre durmiera a ratos, era capaz de leer
libros, de reírse con los programas de televisión y de indignarse ante la noticia que
leía en la red.
Había un robot unido al deber delante de la pared, pero detrás, había una persona,
Elle Thomason.
Esa pared se había roto y ahora no había lugar donde esconderse. Nada entre ella
y la fría realidad.
Tenía   que   salir   de   aquí.   Lo   necesitaba   como   necesitaba   el   aire.   Si   seguía
quedándose   en   esta   casa   fría,   oscura   y   vacía,   con   el   fantasma   de   su   padre   y   el
recuerdo de aquellas pocas horas con Nick, horas en la que se había sentido cálida,
atractiva y viva, en las que había sido una mujer y no un desecho patético, moriría.
Simplemente   se   acurrucaría   en   una   pelota   tratando   de   proteger   su   destrozado
corazón y nunca se levantaría de nuevo.
Su voluntad de vivir casi había desaparecido y tenía que salir de este lugar antes
de que le chupara la médula de los huesos.
No había ningún plan. Estaba operando exclusivamente con el instinto. Alguna
parte lenta pero tenaz que insistía que se moviera, que escapara.
Empacar no fue difícil. Su vestuario se había reducido a lo básico. Y no quería
llevar mucho, de todos modos. El abrigo con la manga rasgada que debería haber

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Lisa Marie Rice

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llevado al entierro, dos suéteres, tres pares de vaqueros, pijamas calientes, calcetines,
ropa interior, botas. Todo cabía en una mochila grande.
Miró alrededor de la habitación con cuidado. La cama estaba arrugada, sin hacer.
Era   casi   como   un   ritual   religioso   para   ella   hacer   la   cama   tan   pronto   como   se
levantaba, pero ahí estaba, mantas y sábanas lanzadas en todas direcciones. Podía
ver manchas de semen, y una mancha oscura que era su sangre. Por un segundo, el
deseo de acercarse y enterrarse en la ropa de cama, acurrucarse y respirar el olor de
Nick, fue casi abrumador.
Sin embargo ahí estaba la locura. Había vivido demasiado tiempo con la locura,
sabía exactamente a dónde llevaba. Conducía a la muerte.
No había vida aquí. Solo tristeza y desesperación. Cerró la puerta sin hacer ruido y
se dirigió a la planta baja.
¿Qué más podría necesitar? Documentos. Vaciló frente a la puerta del estudio, y
luego la abrió. Había sido el refugio de su padre. Más tarde, se convirtió en un lugar
de  tormento,  mientras   trataba   de  encajar   la  clavija  cuadrada  de   su  penuria  en   el
agujero redondo de las necesidades interminables de su padre. Tragó saliva y entró.
Durante su infancia había adorado venir aquí. La habitación siempre olía a libros,
a cera de limón y a las flores que la señora Gooding cortaba en el jardín. Ahora olía a
moho y polvo.
Comprobó por milésima vez su cuenta bancaria. Solo había un par de cientos de
dólares en la cuenta, libres ahora que el funeral había sido pagado. Y allí estaba la
hipoteca. Hacía tres años había tenido que pedir una hipoteca sobre la casa cuando se
dispararon las necesidades médicas de su padre. El director, a cuyo hijo papá había
ayudado   a   mantenerse   fuera   de   los   problemas   con   algunos   cargos   menores   por
drogas, había sido muy difícil de tratar. Había conseguido la hipoteca en condiciones
ruinosas y estaba ahogada. La hipoteca era por mucho más de lo que valía la casa.
La casa se estaba cayendo y necesitaba tuberías nuevas, un nuevo tejado y una
nueva caldera. Un nuevo todo, en realidad.
Bueno, el banco podía quedarse  con la casa. Ella simplemente se iría. Otros lo
habían hecho y ella también lo haría.
Necesitaba alguna forma de identificación, pero ¿qué? Nunca se había sacado el
permiso   de   conducir   y   nunca   había   estado   en   el   extranjero,   por   lo   que   no   tenía
pasaporte. Rebuscando en el cajón tocó una pequeña caja y la sacó. Los documentos
de su madre. El pasaporte, permiso de conducir y carné de Kansas. Todo expirado,
pero   válidos.   Tenía   el   mismo   aspecto   que   su   madre.   Muchas   personas   lo   habían
comentado. La fotografía  del permiso  de conducir  era de cuando  su madre  tenía

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Ghost Ops 02

treinta y cinco años y Elle estudió la foto. Su madre realmente había parecido más
joven a los treinta y cinco años que ella a los veinte.
Su madre había sido abogada. Como profesional, había mantenido su apellido de
soltera.
Laura Elle Connolly.
Era factible.
Incluso podía mantener su nombre, decir que utilizaba su segundo nombre. Eso es
lo que haría. Su madre. Se había convertido en Laura Elle Connolly, conocida como
Elle.
El   viento   sacudió   las   ventanas   y   se   estremeció.   Sentía   como   si   hubiera   estado
helada   durante   años.   Dondequiera   que   fuera,   quería   mar   y   calor.   O   Florida   o
California. Había una moneda en el escritorio y lo sostuvo en su puño hasta que se
calentó.
Cara, Florida.
Cruz, California.
La lanzó, la vio girar hasta que la atrapó y abrió el puño.
Cruz.
California entonces.
Hacía dos años, se le había caído  uno de los libros favoritos de su padre, una
primera   colección   de   edición   de   los   poemas   de   Oscar   Wilde.   Dentro   había
encontrado dos billetes nuevos de cien dólares. Los había guardado en el volumen,
jurando usarlos solo en la más extrema emergencia. Bueno, esa emergencia estaba
aquí. El dinero fue a la mochila.
Se colgó la mochila sobre los hombros, salió por la puerta principal, bajó por la
acera a la calle y dejó las llaves en el buzón. La estación de autobuses Greyhound
estaba a diez manzanas de distancia. Lo había comprobado y salía un autobús hacia
San Francisco a las ocho de la tarde, y el precio era más o menos la mitad de lo que
tenía.
Laura Elle Connolly, conocida como Elle, salió de su antigua casa y su antigua
vida, giró a la derecha, y comenzó el largo camino hacia la estación de autobuses y a
su nueva vida.

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Capítulo 5

Fort Bragg
Fayetteville, Carolina del Norte
Tres meses más tarde

Estaba conectado de nuevo, por fin.
Cuando Nick Ross salió cojeando de la sala de reunión, su móvil estaba encerrado
en la mano. No era probable que los soldados de operaciones especiales revelaran
información sensible  en sus móviles a sus compañeros, pero  solo en caso de que
algún soldado se volviera temporalmente loco, les quitaban sus móviles personales
antes de una gran operación y se los devolvían cuando acababa.
Tenía su conexión con el mundo de vuelta.
Había   sido   una   pesadilla   de   misión.   Tres   meses   en   la   jungla   en   una   isla   de
Indonesia esperando que un Tango específico apareciera. El Tango se retrasó, por lo
que   durante   tres   largos   y   miserables   meses   él   y   sus   tres   compañeros   de   equipo
vivieron en los árboles y en tiendas de camuflaje, comiendo comidas preparadas frías
y cagando detrás de la raíz de un árbol enorme, hasta que las comidas preparadas se
volvieron   demasiado   gomosas   para   algún   tipo   de   movimiento   de   intestino   en
absoluto.
Comían mal, dormían mal y vivían como miserables, completamente aislados del
resto del mundo, excepto por la ráfaga diaria cifrada que siempre llevaba el mismo
mensaje: nada.
Hasta hacía tres días cuando el cielo de Indonesia prácticamente se iluminó con la
señal   de   ¡lo   tengo!   cuando   Abu   al­Wahishi,   promoviendo   su   candidatura   para
reemplazar   a   Osama   Bin   Laden   como   rey   de   los   imbéciles,   continuó   su   gira   de
reclutamiento en todo el mundo. Lo habían perdido en Yemen y lo habían perdido
por una hora en  Somalia, pero  no  le dejaron  pasar de  Bandar  Island. Sus  rasgos

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estaban   grabados   en   las  células   cerebrales   de   cada   miembro   del   equipo,   hasta  la
cicatriz   que   le   corría   por   su   mejilla   derecha,   cortesía   de   una   bomba   que   estalló
demasiado pronto y apenas le arañó, y la nariz ligeramente torcida.
Nick había estado al final de sus ocho horas de turno en un mangle cuando un
apareció un camión ZIL y allí estaba, el propio señor Tipo Malo en persona. Nick
tuvo el inmenso placer de ver a al­Wahishi través de su punto de mira cuando se bajó
del lado del pasajero del ZiL, se estiró y luego cayó como un saco de carne donde
estaba, gracias a un cartucho de 7,62 mm forjado en los viejos Estados Unidos de
América.
Una   de   las   razones   por   las   que   habían   estado   tan   incómodos   fue   que   nunca
montaron un campamento. Estaban preparados en todo momento para marcharse al
segundo   del   aviso   y   después   de   que   Nick   disparara   al  cabrón   justo   a   través   del
puente   de   la   nariz,   su   cerebro   lleno   de   pus   saliendo   rápidamente   por   la   parte
posterior de la cabeza, levantaron el campamento inmediatamente y se dirigieron a la
costa a dos clics de distancia.
Pero no antes de que los guardias que rodeaban a al­Wahishi dispararan varias
ráfagas de sus fusiles AK­47. El disparo de Nick había sido silencioso por lo que los
guardias no estaban disparando a algún objetivo que pudieran ver. Disparaban al
azar   y   maldita   sea   si   una   bala   no   rasgó   un   pedazo   del   muslo   derecho   de   Nick,
fallando el hueso y la arteria femoral pero haciendo que le doliera como el infierno
todo el camino hasta la costa, y que casi le hizo desmayarse de dolor en la Zodiac que
se   apresuraba   sobre   el   mar   picado   a   donde   un   helicóptero   esperaba   en   aguas
internacionales para recogerlos.
Por suerte, le inyectaron morfina suficiente en el helicóptero para hacer  que el
dolor desapareciera y fue un hombre muy feliz hasta que despertó diecisiete horas
después en el hospital.
Se despertó con un fuerte vendaje en el muslo y en un gran dolor de nuevo, pero
se le dijo que no iba a conseguir más analgésicos hasta que fuera interrogado. Bueno,
ahora que había sido interrogado y se le había ofrecido un alivio del dolor, tenía otras
cosas que hacer.
Algo que había estado queriendo hacer durante tres meses, dos días y diecisiete
horas.
Llamar a Elle.
Estaba perfectamente en su derecho, siempre y cuando no hablara de dónde había
estado o qué había visto o lo que había hecho, lo que era genial. No quieres contarle a
una mujer que te importa eso. Oh, no te he llamado, pero he estado viviendo en un árbol
esperando para disparar al cerebro de un hombre.

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Pero Elle era inteligente. Ella le había deducido que era un soldado, y comprendía
que no podía hablar de ello. ¿Qué más daba de todos modos? Había un montón de
cosas sobre las que hablar, y, bueno, realmente no planeaba hablar mucho. No en el
primer par de días, de todos modos.
Planeaba   caminar,   llevar   a   Elle   a   la   cama,   y   permanecer   allí   hasta   que   ambos
estuvieran demasiado doloridos para caminar, el hechizo en la cama solo roto para
comer y dormir. Ah, sí. La idea de llevar a Elle a la cama y permanecer allí durante
mucho, mucho tiempo le había sostenido en los últimos tres meses verdaderamente
horribles.
Estaba destinado a convertirse en Delta. No son muchos los operadores de Delta
Force que tenían novias. La mayoría, como él, tenían compañeras de cama a las que
no les importaba si los hombres entraban y salían de sus vidas, marchándose sin
decir   una   palabra   y   apareciendo   de   nuevo   sin   previo   aviso.   Pero   algunos   tenían
novias. Una pareja se casó incluso.
Nick no había tenido el deseo de una novia estable, pero Elle… Elle era diferente.
No sabía cómo lo harían funcionar, pero lo harían. Tal vez podría convencerla para
mudarse aquí. Había una universidad estatal. Elle siempre había sido una estudiante
de   sobresalientes,   aprobaría   con   facilidad   cualquier   carrera   que   quisiera.   Y   Nick
podía verla cada vez que viniera de una operación.
Con todo eso yendo y viniendo, tuvo que poner un poco de vaselina en el objetivo
de su imaginación, porque no muchas mujeres eran felices ante la idea de pensar en
sentarse y esperar a que su hombre volviera, con la esperanza de que no lo hiciera en
una caja de pino. Pero podía convencer a Elle. Ella se preocupaba por él. Lo había
visto en sus ojos, en su toque.
Oh Dios. No pienses en su toque. En esos tres meses aplastando bichos y sorbiendo
comida preparada, no se había atrevido a pensar en ella, porque tendría una erección
y no quería hacer eso en una operación. Estaba viviendo con otros tres hombres, codo
con codo, y no podía hacer algo al respecto, sin que ellos lo supieran. Nick se había
aliviado   muchas   veces   con   otros   tipos   alrededor.   Todos   lo   hacían.   La   liberación
sexual era un conocido calmante para el estrés. Pero masturbarse pensando en Elle,
mientras los otros tipos escuchaban y hacían bromas. Nop. No podía hacerlo.
Pero ahora no estaba en ninguna operación y pronto iba a ver a la Elle real. Con un
poco   de   suerte   podría   convencerla   de   mudarse   aquí,   porque   la   idea   de   conducir
catorce horas hasta Lawrence hacía que su pierna le doliera con solo pensar en ello.
Pero lo haría si tenía que hacerlo. O volaría al aeropuerto de Kansas City, y luego
alquilaría un coche hasta Lawrence.
Sin embargo iba a funcionar, iba a estar con ella antes de la puesta de sol.
Oh, sí.

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Había memorizado el número de su casa y el número de móvil. Lo intentó en casa
primero y consiguió el primero de una serie de golpes.
Este número ha sido desconectado.
Eso le asustó. ¿Su teléfono había sido cortado porque no podía permitirse el lujo
de pagar la cuenta? ¡Joder! No había tenido tiempo para volcar dinero en su cuenta
antes de salir para la operación.
Luego entró en DefCon 1 cuando averiguó que su móvil también estaba cortado.
Número inexistente.
La  buscó  en Google desde  su móvil y  casi se desmayó  de  alivio  cuando  nada
apareció. Así que no había tenido un accidente. No estaba, tragó saliva para pasar la
roca seca que de repente había aparecido en su garganta, muerta.
Pero sin duda le haría mucha falta el dinero. Había estado pensando en hacer esto
y lamentaba llegar tan malditamente tarde. ¿Quién sabía que iba a ser enviado a la
operación más larga de su vida? Iba a transferir el contenido de su cuenta bancaria a
la suya. Él no necesitaba dinero. Estaba allí, en su cuenta. Que ella lo tuviera.
En primer lugar, comprobó lo que ella tenía en el banco.
Sabía el número de su cuenta bancaria. Era un banco local y sus cortafuegos eran
patéticos. Los pirateó fácilmente y luego se quedó mirando la pantalla.
Elle había cerrado su cuenta. Hacía tres putos meses.
Ahora estaba asustado. Una revisión rápida mostró que la luz había sido cortada
hacía tres meses.  Jesús. Por una corazonada revisó las escrituras de propiedad y se
quedó mirando. El banco poseía su casa. La hipoteca realizada sobre la casa hacía
tres  años había  sido  ejecutada.  No se le había ocurrido  que  tuviera una hipoteca
sobre la casa, pero tenía sentido si ella hubiera estado teniendo problemas de dinero
relacionados con el juez.
Hizo una mueca al ver la cantidad. Más de cien mil. Bueno, lo arreglarían.
O no. Porque Elle no había estado haciendo los pagos. Ahora la casa técnicamente
pertenecía al banco. Había mucha gente que todavía vivía en casas embargadas, pero
no sin electricidad. No en medio del invierno. Su piel le picaba con ansiedad.
Si esto fuera una operación, podría enviar un avión no tripulado sobre la casa,
buscar  signos de vida. Un cuidado  jardín, el humo de la chimenea. Un drone de
noche con infrarrojos e imagen térmica y podría ver si alguien estaba viviendo allí.
Incluso podría discernir la luz de las velas.
Mierda. No era una imagen que quisiera en la cabeza. Elle, acurrucada en una casa
fría y oscura iluminada solo por la luz de las velas.

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No había duda de que iba a ir a Lawrence. Tenía que llegar y rápido. Una revisión
rápida y descubrió que podía enganchar una serie de viajes en helicóptero desde aquí
a Kansas City y alquilar un coche desde allí. Podría estar en Lawrence a las cinco.
Los   vuelos   eran   incómodos   y   se   lastimó   la   pierna,   pero   no   se   dio   cuenta.
Simplemente se hundió en sí mismo a medida que iba al noroeste, repasando una y
otra vez el mismo conjunto de  hechos que no tenían sentido. O tenía un sentido
horrible, dependiendo.
Porque, bueno, no había otro escenario zumbando su cabeza tan fuerte que tenía
problemas para pensar en otra cosa. La casa y todo lo relacionado con ella habían
sido abandonados hacía tres meses, exactamente cuándo Nick la había abandonado.
Él no la había abandonado, no realmente, había tenido la intención de volver, incluso
le había dejado una nota ilegal, pero el quid de la cuestión era, que la había dejado. Y
aunque la nota ya era demasiado, no daba exactamente un montón de información.
Abandonada en el día más bajo de su vida. Dejada sola en una casa fría y vacía el
día   después   de   enterrar   a   su   padre.   Visto   de   esa   manera,   bueno,   no   era   bonito.
Porque un montón de cosas malas pueden suceder a las personas afectadas por un
golpe cuando ya estaban caídos.
Él no se había preocupado por ella en toda la operación. Lo único que le había
preocupado era su habitual, a) acabar la misión y b) volver a casa con vida. Elle había
estado allí como una piruleta que iba a regalarse a sí mismo cuando hubiera hecho
bien su trabajo.
Se  había obligado  a asegurarse  de  acabar  su misión y poder  llevar  su culo  de
vuelta a casa sano y salvo, y sabía que en cuanto tuviera la oportunidad, iba a volver
a Lawrence.
Pero había otro escenario posible. Y en ese escenario, el abandono de Nick era
demasiado para ella y…
No vayas allí.
Pero fue allí de todos modos.
Porque lo que le estaba quemando por dentro, hasta el punto de que se inclinó
hacia   delante   en   los   helicópteros   como   si   pudiera   hacerlos   volar   más   rápido,   y
condujo casi al doble del límite de velocidad una vez que estuvo en el suelo, era una
imagen   muy   clara   de   que   lo   que   podría   haber   en   esa   casa   no   aparecería   en   los
infrarrojos.
Un cadáver.
Era  casi de noche cuando  subió  por el camino  de acceso, salió tropezando del
coche   olvidando   cerrar   la   puerta   y   cojeó   tan   rápido   como   pudo   hacia   la   puerta
principal.   Nadie   respondió   al   timbre.   En   ese   momento,   no   esperaba   a   nadie.   La

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cerradura   de   la   puerta   delantera   era   una   broma.   Dentro   en   un   minuto,   estaba


caminando por el vestíbulo.
Entró en alerta total, todos los sentidos vivos. Por supuesto, no había luz. Pero
para   ser   exhaustivo   le   dio   a   los   interruptores,   pero   por   supuesto   nada   funcionó.
Estaba bien. Había traído algo de su equipo y parte de ese equipo era una linterna
militar que lo iluminaba todo. No es que hubiera algo que ver. Pero había algo que
olía. Algo horrible. Algo... muerto.
 Oh Dios. Había olido la muerte antes y este olor, espeso y rancio, era uno de los
peores.   Siguió   a   su   nariz   a   la   cocina,   con   el   corazón   tronando   y   se   quedó   en   el
umbral, iluminando con la linterna la habitación.
No Elle. Ningún muerto. El olor era la de la carne que se había podrido durante
tres meses. Extendidas sobre el suelo caja tras caja de comestibles que llevaban el
logotipo del supermercado donde se había detenido. Un par de cajas estaban abiertas
pero hasta donde él sabía, no había guardado nada y ciertamente no se había comido
nada.
Comprobó una habitación tras otra, sus pies dejaban huellas en el polvo de lo
contrario intocado, todo exactamente en el lugar que había estado tres meses antes.
El escritorio en lo que había sido el estudio del juez mostraba una ordenada pila
de   facturas   con   una   chequera   en   la   parte   superior.   Los   talones   de   la   chequera
coincidían con las cuentas.
La enorme puerta de la caja fuerte estaba abierta. El interior completamente vacío.
El juez solía guardar grandes cantidades de dinero en efectivo allí. Recordó la vez
que   la   caja   fuerte   había   sido   vaciada   porque   el   juez   le   había   dado   todo   lo   que
contenía. En ese momento, además del dinero, había habido un par de lingotes de
oro y documentos timbrados, acciones y bonos. Ahora no había nada.
Comprobó el resto del estudio, pero no había ni una pista.
Las escaleras fueron difíciles para su pierna y subió como subían los ancianos, un
escalón   a   la   vez.   Ignoró   el   dolor,   levantó   la   cabeza   y   dilató   la   nariz,   inhalando,
temiendo el pensamiento de oler un cadáver. Nada le horrorizaba como la idea de
oler el cadáver de Elle.
Pero no había nada. Solo aire frío, vacío y muerto. Revisó cada habitación, dejando
la habitación de Elle para el final. Por fin, abrió la puerta del dormitorio, el corazón
golpeando contra sus costillas, apenas capaz de cruzar el umbral.
Estaba   exactamente   como   lo   había   dejado,   hasta   la   cama   sin   hacer.   Inhaló   de
nuevo y pensó que podía oler esos olores de Elle y sexo de hacía tres meses, a pesar
de que era una locura, por supuesto.

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Aquí   no   había   nada.   Aquí   fue   donde   aceptó   plenamente   que   Elle   había
desaparecido. Ella siempre había sido tan ordenada, el hecho de que la habitación
fuera un desastre, que no hubiera sido limpiada, era como el  último clavo en un
ataúd.
Revisó el armario, haciendo una mueca por la poca ropa que tenía. En una ocasión
había tenido el armario de una princesa. Solía bromear con ella acerca de su ropa y
ella se reía. Había sido joven, bonita y rica. Por supuesto que le gustaba la ropa.
Ahora su vestuario se reducía a unos pocos artículos de uso diario baratos y eso era
todo.
No tenía forma de saber si había empacado una bolsa, no había forma de saber lo
que faltaba. No había forma de saber si se había ido con las manos vacías.
Aquí había desesperación, podía sentirla, podía oler el leve olor a carne podrida
que venía de abajo. Había habido una breve alegría cuando tuvieron sexo, pero había
sido reemplazada por la desesperanza. Nick casi podía ver a Elle vagando por la casa
vacía buscándole.
Sin encontrarle.
Tocó la cama sin hacer, la rodeó y fue entonces cuando encontró su nota. En el
suelo, boca abajo. ¿La había visto ella? Tanto si la había visto como si no, la había
dejado caer al suelo, la había dejado atrás. Lo que fuera. No le había esperado.
Su pierna se dobló, simplemente no podía sostenerlo más.
Llegó a la cama y se desplomó.
Elle no tenía parientes. Nick lo sabía. No había tías, ni tíos, ni primos. Solo habían
sido el juez y ella. Sabía que la enfermedad del juez le había separado del resto del
mundo. Si tenía amigos a los que acudir, no tenía ni idea de quiénes eran. Su portátil
no estaba. Por lo que él sabía, era básicamente la única cosa que se había llevado con
ella.
No tenía ni idea de dónde estaba. Por lo que sabía, estaba muerta de hambre en la
nieve en algún lugar. Ese pensamiento fue aniquilado de su cabeza, pronto, porque
era demasiado doloroso contemplarlo siquiera. Pero el eco permanecía. Una cosa era
segura, donde quiera que estuviera, estaba herida.
Él también.
Se sentó durante toda la noche en el nido de la ropa de cama que habían hecho, la
cabeza gacha, sin pensar, solo sintiendo. Retorciendo la nota en sus manos.
Dándose cuenta con cada latido doloroso de su corazón que Elle Thomason se
había alejado de él para siempre.

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Lisa Marie Rice

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Capítulo 6

Palo Alto, California
 Diez años más tarde

La vista era borrosa, como si estuviera bajo el agua en un pantano. Los hombres
se   movían   con   rapidez,   sus   movimientos   exagerados,   como   hormigas   en   un
hormiguero removido por un palo. Una sirena sonaba como un lamento, llenando el
aire.
Estaba siguiendo a un hombre en particular, no alto pero inmensamente fuerte, de
hombros gruesos y tórax de tonel, con tres estrellas rojas en el cuello. Él estaba al
mando, su lenguaje corporal era el de la dominación, el lenguaje corporal de los que
le rodeaban el de sumisión extrema.
El  hombre  a cargo señaló imperiosamente, pero ella no pudo distinguir a qué.
Había dos puertas, lado a lado, y un enorme cartel en el centro con dos flechas, una
apuntando hacia la derecha y otra a la izquierda. La escritura era extraña, un alfabeto
totalmente  extranjero,  con palabras que  iban de  arriba  abajo  y  no  de  izquierda  a
derecha.
La columna de soldados no lo dudó. Entraron por la puerta de la derecha a la
carrera. Disciplinados y rápidos.
Debo seguirlos, pensó, pero la escena ya estaba cambiando mientras se movía más
allá de la puerta por un pasillo blanco. Los hombres ya estaban al final del pasillo,
delante de una puerta de acero como la bóveda de un banco. Una pantalla estaba a la
derecha. Tenía marcas extrañas. El comandante de los soldados se subió la manga,
tecleó los números en un teclado sobre la piel y golpeó la palma de la mano contra la
pantalla.
Incluso por encima de la sirena que aullaba, el silbido hidráulico de una cerradura
abriéndose   fue   ruidoso.   Dos   clangs   apagados   y   la   puerta   comenzó   a   abrirse
lentamente   hacia   afuera.   Hubo   un   gran   cambio   en   la   presión   del   aire   desde   el

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Lisa Marie Rice

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corredor a lo que había detrás de la puerta. El aire detrás de la puerta estaba a una
presión  mucho  más baja y fue  como si un viento  repentino  presionara contra las
espaldas de los soldados, el aire a alta presión fluyó en la habitación detrás de la
puerta.
Ella no podía sentir la diferencia en la presión del aire, por supuesto, pero los
uniformes de los soldados se aplastaron contra sus espaldas. Un soldado, tomado
por sorpresa, se tambaleó.
La puerta de la bóveda del banco continuó su progresión suave hacia el exterior.
Lo que había más allá de la puerta sería visible en un momento o dos. Mentalmente
se inclinó hacia delante, ansiosa. Había viajado casi diez mil millas para ver detrás de
esa puerta. Alcanzó el punto medio y empezó a golpear a la derecha, y pudo ver dos
carriles enormes con un motor electromagnético en la parte posterior. Los soldados
corrieron   al   interior   y   tomaron   las   estaciones   alrededor   de   la   enorme   pieza   de
maquinaria, de espaldas a ella, los rifles apuntaban hacia afuera. Su líder se adelantó
y…
OSCURIDAD.
Un profundo remolino de negrura.
Una oleada nauseabunda...
—¿… todo bien? —Un golpeteo de su mejilla—. ¿Elle? ¿Elle? ¡Háblame!
Estaba débil, incapaz de moverse. Manos, pies, cuello todo sin respuesta. Abrió los
ojos para ver una cara bonita cernirse ansiosa sobre ella.
—¿Elle? ¿Puedes oírme?
—Sí. —Salió un graznido ininteligible. Tosió—. Puedo oírte. —Los rasgos de la
cara ansiosa eran familiares, trabajaban juntas, era mejor amiga—. Sophie. 
El rostro de Sophie se suavizó al instante, las líneas de ansiedad desaparecieron.
—Guau,   me   has   asustado.   No   podíamos   despertarte.   —Sophie   miró   a   su
alrededor,   dio   unos   golpecitos   en   la   ventana   que   conectaba   con   la   sala   contigua
donde estaban los paneles de control—. La doctora Connolly está despierta. ¿El IRMf
muestra un cambio de estado?
Una voz sin cuerpo respondió. 
—Sí. Participación subdural. Las circunvoluciones del hipocampo se iluminaron
como un árbol de Navidad.
—Gracias, Rahjiv. Guarda los datos y los cotejaremos con los demás mañana. Creo
que podemos terminar con esto por hoy. Podéis iros a casa.

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—¿Qué…? —La boca de Elle estaba tan seca que tenía problemas para articular—.
¿Qué hora es?
—Siete y media, de la tarde. Has estado fuera durante casi seis horas.
Elle cerró los ojos, tratando de asimilar esa información. Seis horas fuera de su
cuerpo.   Este   era   el   tercer   experimento   controlado   de   una   experiencia   fuera   del
cuerpo.   Esta   vez   con   coordenadas   específicas.   Ella   había   ido   muy   lejos,   le   había
llevado mucho tiempo llegar allí y mucho tiempo volver.
Había que volver. La inyección del SL—61, un fármaco experimental para mejorar
las habilidades psíquicas. Ella había estado conectada a monitores sanguíneos, a un
EEG, a un ECG4, y a una mini IRMf. Y estaba atada. Antes de que pudiera pensar en
tirar de las ataduras, de luchar contra ellas, la muñeca, el tobillo y las restricciones
del cuello fueron soltados con un fuerte chasquido.
Unas manos firmes se apoyaron en su espalda y luchó contra el mareo mientras se
sentaba. Desorientación, náuseas… todo eso formaba parte de la mezcla. El precio a
pagar.
—¿Qué… ? —La lengua de Elle era demasiado gruesa como para completar las
palabras. Sophie le sostuvo la cabeza y le llevó un vaso de agua a la boca. Agua
helada, bajando como un sueño—. ¿Qué dicen las lecturas?
—Enorme actividad cerebral. Pero tu cuerpo se aisló. Presión sanguínea 80 sobre
60, frecuencia cardiaca 60, temperatura 35,5 grados. Ningún cambio en las seis horas.
—Los profundos ojos azules de Sophie, cálidos y fuertes, la examinaron con cuidado,
de nuevo ansiosa—. Estábamos muy preocupados.
Seis horas. Vaya. Los desplazamientos registrados de Elle tan lejos, a San Francisco
y Boston, solo habían tomado unas pocas horas. Y nunca se había sentido tan agotada
como ahora.
—Esa nueva iteración de SL es muy poderosa.
Sophie dejó escapar un suspiro. 
—Tenemos que retocarlo. No todo el mundo reaccionaría tan bien como tú.
Estaban   trabajando   en   una   investigación   de   vanguardia.   Un   joven   interno   del
equipo  bromeó  acerca de trabajar  en un proyecto  que ganaría el Nobel en veinte
años. Nadie se había reído.
Elle y Sophie habían conseguido su doctorado en Stanford, Elle en neurobiología y
Sophie   en   virología,   con   disertaciones   que   formaban   la   columna   vertebral   del
Proyecto Delphi. Estaba dirigido por un pequeño laboratorio especializado llamado
4
EEG=electroencefalograma
EKG=electrocardiograma
MRI=resonancia magnética

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Lisa Marie Rice

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Corona   Labs,   financiado   por   una   empresa   farmacéutica   importante,   Arka


Pharmaceuticals, que era dueño de una participación mayoritaria.
Sophie provenía de una familia rica, pero Arka había pagado los estudios de Elle
desde su primer año. Para pagar sus becas, se comprometió a trabajar para Arka
durante cuatro años.
El   trabajo   era   fascinante   y   sin   dificultad,   a   excepción   del   jefe   de   proyectos   y
director   general   de   Arka,   el   Doctor   Charles   Lee.   Él   se   había   tomado   un   interés
personal en el estudio que estaban llevando a cabo. Muy personal. A pesar de que
trabajaba en la sede de Arka Pharmaceutical Corporation en el distrito financiero de
San Francisco, en las últimas semanas lo veían aquí en el laboratorio de investigación
de Palo Alto muy a menudo.
Su interés era entusiasta, casi febril, y estaba presionando para que mantuviera un
ritmo que casi no era científico. Sophie le había sugerido varias veces amablemente
que   "dada   la   naturaleza   polémica"   del   estudio,   debían   avanzar   paso   a   paso,
asegurándose de que estaban en tierra firme antes de seguir adelante.
Estaban   investigando   lo   que   solía   ser   conocido   como   PE   o   habilidades
paranormales,   aunque  el  campo  estaba  siendo  redirigido  a  la  neurología  general.
Algunos   de   sus   datos   eran   irrefutables,   pero   la   ciencia   progresaba   lentamente   y
siempre   había   aquellos   que   gastaban   carreras   enteras   en   un   paradigma   y   que
lucharían hasta la muerte antes de admitir que podría aplicarse otro paradigma.
Elle había intentado negarse cuando un fMRI mostró que tenía la misma parte de
su cerebro realzada que los demás sujetos de prueba, pero Lee no quiso saber nada
de ello. Quería que ella tomara parte del protocolo y parte del equipo científico a la
vez. Y entonces, ella y Sophie se habían enterado de que varios de los investigadores
tenían fIRM similares.
Elle sabía que estaba poniendo en peligro su reputación científica, pero no estaba
descontenta de jugar ambos roles. Por primera vez en su vida, estaba empezando a
sospechar que sus sueños eran verdaderamente experiencias extra corporales y no
alguna horrible forma patológica subconsciente de escapar.
Que pudiera pensar en ellos como viajes y no como sueño locos fue un gran paso
adelante. Este había sido el tema de su tesis doctoral, financiado en su totalidad por
Arka. Había sido muy afortunada en Stanford al encontrar un profesor que no se
riera por albergar ideas peligrosamente lunáticas.
Y luego, otro milagro en la forma del nuevo Departamento de Ciencias Psíquicas
de Stanford. Se basaba en la existencia de percepciones extrasensoriales, estudiadas
al  nivel  de  las células  neuronales, y  había  sido  establecido  gracias a una enorme
donación de Arka.

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Lisa Marie Rice

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Elle pasó las piernas sobre el lado de la cama, poniendo los pies cuidadosamente
en   el   suelo   y   comprobando   si   soportaban   su   peso.   Casi   se   había   provocado   una
conmoción cerebral en la última prueba, tratando de ponerse de pie y luego cayendo
directamente al suelo.
Sus experiencias fuera del cuerpo consumían una enorme cantidad de energía. Las
enzimas en su cuerpo mostraban que era el equivalente a correr una maratón. En una
prueba se demostró que había perdido medio kilo.
Trató   de   levantarse,   pero   sus   piernas   no   la   sostenían   por   el   momento.   Sophie
intentó y falló en mantener la separación científica en su voz. Echó un vistazo a su
tablet, luego alzó la mirada.
—¿Y bien? —Se aclaró la garganta y se mordió los labios—. ¿Lo hiciste? ¿Estuviste
allí?
Este era el viaje más largo en la experiencia de Elle, el viaje más largo en la historia
de la proyección grabada. A medio mundo de distancia, a un punto específico que
Elle   nunca   había   visto,   y   casi   no   podía   imaginar.   Simplemente   sobre   la   base   de
coordenadas   GPS   y   una   fotografía   Keyhole   15   de   un   complejo   que   estaba   en   su
mayor parte bajo tierra.
—Lo   hice   —respondió   suavemente.   Movió   la   cabeza   a   la   izquierda   luego   a   la
derecha, sintiendo que los tendones saltaban. Volver siempre era duro. Mucho más
duro esta vez, teniendo en cuenta a dónde había ido.
—¡Sí! —Sophie sonrió y levantó el puño. Luego ya sobria, miró a su alrededor con
inquietud.   Cada   palabra   estaba   siendo   grabada—.   Cariño,   el   protocolo   dice   que
tengo que interrogarte de inmediato, pero estás pálida. ¿Tal vez podríamos hacerlo
mañana?
—No.   —Siempre   que   estuviera   sentada,   podía   hacerlo.   Quería   pegarse   al
protocolo   tanto   como   fuera   posible.   Además,   necesitaba   sacarlo.   Sophie   lo
entendería.
Elle cerró los ojos y pensó. A diferencia de los sueños, sus Sueños no se alejaban
rápidamente en el olvido. La mayoría de ellos eran imágenes y permanecían.
—Oscuridad —dijo en voz baja—. Así que debe haber sido de noche. Todo era
extraño y diferente. Las formas de las cosas, el alfabeto.
—¿El que estudiaste?
Elle asintió. 
—Mongolia. —Se estremeció. Su alma o la parte que fuera, había viajado lejos,
muy lejos. Se sentía perdida y desorientada. Completamente fuera de sí misma. La

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Lisa Marie Rice

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debilidad de sus piernas era bastante mala, pero también había un vacío dentro de su
pecho, como si sus órganos internos hubieran desaparecido.
La desorientación era completa. Dolía moverse, pero aun así levantó la cabeza,
tratando   de   concentrarse   en   lo   que   la   rodeaba.   Al   mirar   alrededor,   todo   parecía
nuevo. Un laboratorio en el que había trabajado todos los días durante el pasado año
se veía extraño, raro. Diferente y algo irreal.
Elle cerró los ojos cuando la habitación empezó a girar, abriéndolos cuando oyó la
voz de Sophie.
El protocolo decía que debía haber al menos dos investigadores presentes durante
interrogatorio,   pero   estaban   en   inferioridad   numérica   debido   a   que   tres
investigadores no habían aparecido.
—Y estabas…
—En   una   instalación.   Una   instalación   militar.   Parecía   un   complejo   de
investigación.   —Al   informar,   empezó   a   volver   en   sí   misma,   el   mundo   volvió   a
completase, cada vez fue un poco más real—. Vi el símbolo de la Fuerza de Defensa
de Mongolia, su ejército. Y estaban las banderas rojas y azules de la República de
Mongolia sobre astas.
Sophie estaba tecleando en su tablet. 
—Está bien. ¿Estabas siguiendo a una persona en particular?
—Sí. Un hombre muy ancho de hombros, de mediana estatura. Con un uniforme
militar gris y verde. Tenía tres estrellas en el cuello.
—Le buscaremos −murmuró Sophie.
—Bien,   obviamente,   era   el   oficial   al   mando.   Guió   a   sus   hombres   a   un   ataque
contra las instalaciones. Llegaron por un río o una alcantarilla profunda. No podría
decirlo.   Cuando   sonó   la   alarma   corrían   a   través   de   un   laboratorio.   Pero   no   se
quedaron allí, fueron hacia una puerta al otro lado, y luego rectos hacia una puerta
blindada. Deben de haber estado probando material peligroso detrás de la puerta,
porque   el   laboratorio   tenía   presión   negativa.   Los   uniformes   de   los   soldados   se
aplastaron   contra   sus   espaldas   cuando   entró   el   aire.   El   hombre   tenía   el   código.
Cuando   se   abrió,   esperó   mientras   sus   hombres   entraban.   Debía   haber   veinte
soldados con él. Cuando todo el mundo entró, él cerró la puerta.
—¿Viste lo que había detrás de la puerta? —preguntó Sophie.
—Oh,  sí.  —La  voz de   Elle  era  suave—.  Una  enorme  pieza  de   maquinaria.  Un
cañón de riel5. Parecía que podría ser funcional.

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El cañón de riel (rail gun) es un arma eléctrica que por medio de un campo magnético dispara proyectiles
metálicos a alta velocidad.

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

La boca de Sophie hizo una O. 
—Un cañón de riel—repitió ella lentamente y Elle asintió.
Los cañones de riel eran el santo grial de la investigación militar en todas partes.
Eran raíles cargados electrostáticamente que podían lanzar proyectiles a más de once
mil kilómetros por hora. Tenían muy pocas partes móviles y, al funcionar por medio
de la electricidad, eliminaba los explosivos, por lo que lo hacían invulnerable a la
detección del enemigo.
La idea de cañones de riel había comenzado alrededor de unos cien años. Era una
pieza increíblemente compleja de la maquinaria. El primer poder en desarrollar uno
tendría   un   arma   poderosa   que   podría   lanzar   ataques   devastadores   a   miles   de
kilómetros de distancia y sin embargo no ser detectados.
Elle se encontró con los ojos de Sophie. Ambas habían sospechado desde hacía
tiempo  que  la investigación que estaban llevando  a cabo  era  para fines militares.
Habían establecido un sistema de correo electrónico seguro para comunicarse entre sí
sus sospechas. Esto era más o menos la confirmación.
Elle había sido enviada en un reconocimiento militar.
Estaba claro para ambas que tenían que fingir que no entendía el significado de lo
que Elle había visto. Tenían que salir y hablar de esto en privado.
Elle bostezó levantando los puños al aire.
—Lo   siento   —dijo,   con   una   sonrisa   tímida   en   su   rostro—.   Estoy   realmente
cansada.
—¿Qué necesitas? —Sophie le puso una mano sobre el hombro. Por lo general Elle
estaba   hambrienta   y   sedienta   cuando   regresaba   de   un   viaje   de   un   par   de   horas.
Ahora había estado fuera seis.
—Como siempre, tengo hambre y sed —dijo Elle como tapadera. Comida y bebida
era lo último que quería—. Y quiero ir a casa. Descansar.
—Claro. Voy a traerte un poco de agua.
Elle no tenía hambre o sed, estaba agotada. Y tenía que ir al baño. Se encargó de
sus necesidades físicas en el pequeño cuarto de baño contiguo al laboratorio, se lavó
la cara y luego se miró en el espejo.

El funcionamiento del arma se basa en el principio del motor homopolar: un par de conductores paralelos (los
rieles) son alimentados por una corriente eléctrica. El proyectil se coloca haciendo contacto con ambos, para
cerrar el circuito. La corriente que se produce interactúa con los fuertes campos magnéticos generados por el
paso de la electricidad a través de los conductores y esto acelera el proyectil linealmente en la dirección de los
rieles.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%B1%C3%B3n_de_riel

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Ghost Ops 02

Parecía   exhausta,   como   si   hubiera   corrido   un   maratón   después   de   un   par   de


noches  sin  dormir.  Su   piel,  naturalmente   pálida,  estaba   blanca  como  el   hielo,  los
labios ligeramente azules. La dura luz del techo jugaba con su rostro, volviendo sus
ojos azules en el más pálido de los tonos. El espejo mostraba un fantasma, incluso los
ojos habían perdido el color.
¿Valió la pena?
Sí.
Probablemente.
Quizás.
Ahora   estaba   aprendiendo   a   dirigir   sus   Sueños,   y   no   ser   dirigida   por   ellos.
Abrumada por ellos. Era por eso que había elegido la neurociencia, para entender. Y
por mucho que se considerara una científica desapasionada, una mujer impulsada
por una sed de conocimiento, en el fondo sabía por qué estaba tan impulsada.
Para exorcizar a Nick.
Oh. Bueno. Solo hubo el más leve pinchazo en su corazón cuando pensaba en él, no
la enorme sacudida que pensar en él había causado durante estos largos años desde
que la había abandonado.
No, no. No abandonado a ella. Abandonar algo significaba un lazo implícito de
responsabilidad,   que   Nick   no   había   tenido.   Ni   lo   había   sentido.   Había   hecho
esfuerzos   por  evitarla.   Así  que   él  no  la había  abandonado,  él  solo   había  seguido
adelante con su vida.
De la que ella no tenía ni idea, gracias a Dios.
Desde aquel horrible día en Lawrence, hacía diez años, sus Sueños sobre él habían
sido pocos y distantes entre sí, meros destellos, no había visto su vida, como antes.
Ahora solo soñaba con él, no Soñaba. E incluso eso era raro ahora.
Incluso   los   obsesivos   perdían   de   vista  la   obsesión   cuando   no   había   nada   para
alimentarla, supuso. Durante el día borraba los pensamientos de él de su cabeza todo
lo que podía. Y su vida la había mantenido tan ocupada que no había sido tan difícil.
Él invadía su cabeza por la noche, sin embargo, en sus sueños. Allí, grande como la
vida. Tan parte de su paisaje mental que por mucho que lo intentara, todos los demás
hombres que medía contra de su criterio, se quedaban cortos.
Diez años.
Había logrado mucho  desde  que salió por la puerta  de su casa aquella glacial
noche de invierno hacía tanto tiempo. Parecía que había usado toda su mala suerte, y
por fin era hora para el bien. En el largo viaje en autobús a la costa, se sentó al lado
de una señora afroamericana mayor, Cora, y se hicieron amigas. Elle no le contó lo

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que había sucedido, pero Cora entendió muy bien que estaba huyendo de algo. Cora
no preguntó y Elle no se lo contó.
Cuando llegaron a la estación de autobuses de Castro, el hijo de Cora, Darryl, les
estaba esperando. Cora exigió que Darryl le diera un puesto de trabajo y el uso de
una habitación justo encima del bar­restaurante que Darryl dirigía en el Tenderloin.
Elle pasó los siguientes cinco años en el bar trabajando para Darryl. Después de la
primera semana, le dio un aumento, diciendo que nunca había conocido a nadie que
trabajara tan duro.
Bueno, el trabajo duro era lo que Elle hacía. Lo había hecho de forma gratuita
antes y que le pagaran por ello era un plus.
Darryl no siempre había sido un ciudadano modelo y una vez comprendió que
ella   no   tenía   una   verdadera   identidad,   se   puso   a   trabajar   con   sus   contactos
clandestinos y pronto tuvo una identificación legítima como Elle Connolly, residente
de California.
Se matriculó como estudiante a tiempo parcial en la Universidad local y bordó
todos los cursos, no se había dado cuenta de lo increíblemente hambrienta que había
estado   de   la   estimulación   intelectual.   En   el   momento   que   obtuvo   su   título   en
biología, tenía tres ofertas de una beca completa a Stanford. Darryl siempre decía que
se alegraba de que su madre hubiera vivido lo suficiente para verla graduarse. Cora
había estado allí, radiante en su silla de ruedas durante la ceremonia de graduación.
En la universidad ya no podía ignorar sus Sueños, y cuando llegó a Stanford, tenía
un interés profesional en ellos. Parecía que había un grupo no oficial interesado en
las bases neurológicas de habilidades paranormales, y para su asombro, una gran
empresa   farmacéutica   multinacional   se   lanzó   y   financió   un   grupo   oficial   de
investigación. Una IRMf mostró que los sujetos de investigación compartían ciertas
características comunes.
Como Sophie, Elle firmó como conejillo de indias e investigadora, y descubrió que
muchos de los investigadores tenían un punto caliente en la cabeza y habilidades que
habían   aprendido   a   mantener   en   secreto.   Todos   estaban   muy   interesados   en   el
proyecto y trabajaban largas horas, como Elle misma.
Esta era  la cuarta  vez que  se había puesto  a sí misma en un estado  de Sueño
controlado   durante   el   día,   y   cada   vez   era   completamente   agotador.   Claramente,
cuando Soñaba de noche, su cuerpo tenía tiempo durante el sueño para recuperar sus
energías. Los análisis de sangre mostraban una disminución de los glóbulos rojos
después de cada Sueño.
Sophie   volvió   a   entrar,   dándole   otro   vaso   de   agua   con   hielo   y   tocándole
suavemente el brazo. Sophie no tocaba mucho a la gente. Elle se había dado cuenta. Y

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como ella, Sophie no salía mucho. La mano de Sophie sobre su brazo era cálida, algo
inusual, y sostuvo a Elle mientras bebía el vaso de agua.
Por algún truco, la mano caliente y el agua fría parecieron reanimarla. Un poco. Lo
suficiente como para sonreír a Sophie y fingir que estaba mucho mejor.
—Gracias   —sonrió   y   las   arrugas   de   preocupación   en   el   rostro   de   Sophie   se
suavizaron. Levantó la mano y Elle inmediatamente sintió el frío.
Sospechaba que Sophie era una sanadora, pero entendía completamente si quería
mantenerlo en secreto por ahora. Sophie tenía el mismo punto caliente en su cerebro
que todos los demás en el programa.
—¿Estás   bien   para   ir   a   casa?   —Sophie   frunció   el   ceño,   levantando   la   mano
preguntándose si debía tocarla subrepticiamente de nuevo—. ¿Quieres que te lleve?
Podría recogerte mañana por la mañana y traerte.
—¿No dijiste que tenías un poco de trabajo en casa para terminar mañana por la
mañana?
—Bueno, sí. Pero nada que no se puede postergar.
Elle enderezó la espalda. Se sentía débil y mareada, pero no iba a hacer que Sophie
condujera mañana por la mañana solo por ella.
—No, estoy bien. Nos vemos mañana por la tarde en el laboratorio, ¿de acuerdo?
Otra mirada escrutadora y Sophie se relajó.
—Está bien. Nos vemos mañana.
Cuando se fue, Elle se quedó sentada otros diez minutos, luego se dio cuenta de
que tenía que ir a casa ahora o se dormiría en el laboratorio. No sería la primera vez.
Pero en este momento, quería con fuerza su pequeño apartamento, su familiaridad y
sus comodidades.
Llegó a casa antes de derrumbarse. Justo. Entró directamente hacia el sofá, dejó
caer el bolso y el maletín en el suelo y cayó sobre él, en lugar de sentarse. Inclinó la
cabeza   hacia   atrás,   tratando   de   dejar   que   las   últimas   veinticuatro   horas
desaparecieran.
Tenía   que   tomar   una   ducha   y   tenía   que   comer,   pero   ahora   estaba   demasiado
cansada como para hacer otra cosa que sentarse allí, mirando al techo.
Le recordaba a su primer año en San Francisco, haciendo de camarera durante el
día, asistiendo a cursos nocturnos. Sin embargo, había sido más joven, y más fuerte.
Y excitada ante la idea de conseguir su título. De vuelta a San Francisco, había estado
alimentada por la energía de la exploración del mundo, después de tantos años en un
estado de estancamiento, al cuidado de su padre. Se había imaginado que por fin

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empezaría a…  vivir. Estudiar, encontrar un trabajo que amaba y un hombre al que
pudiera amar. Iniciar una familia, al igual que todos los demás.
El estudio y el trabajo habían funcionado. La familia, no tanto.
En realidad, no había tenido mucha vida amorosa. Para ser brutalmente honesta,
no había tenido ningún tipo de vida amorosa.
Cuando se miraba en el espejo, veía a una mujer atractiva. A juzgar por la forma
en que los hombres reaccionan a ella, sabía que la encontraban atractiva. Al principio
fue a toneladas de citas, con cada chico que la invitaba a salir. Estaba ansiosa por
empezar a salir, porque lo que Nick le había mostrado era tan atractivo, que sabía
que quería más.
Salvo que parecía que el sexo que había tenido con Nick era exclusivo de él. Para
su   horror,   nadie   se   acercaba   ni   siquiera   a   hacerla   sentir   como   él   lo   había   hecho.
Realmente   había   sentido   repulsión   con   un   montón   de   chicos,   sin   querer   que   la
tocaran.
No era gay, por lo que estaba fuera. Era una cerradura heterosexual, y la  única
llave que la abría se había ido, para siempre. Así que, todas las noches, llegaba a su
bonito y pequeño apartamento y trataba de no desear no estar tan implacablemente
sola.
Estaba tan cansada que se quedó dormida, allí mismo, en el sofá con el abrigo
puesto. Y soñó.
Era ese día de nuevo. Lo había revivido sin cesar en los últimos diez años.
Después de meses de clima frío y gris, finalmente hacía calor de nuevo. El sol brillaba sobre
la nieve e iluminaba el dormitorio con una luz brillante que resplandecía incluso detrás de los
párpados cerrados.
Sonrió, bostezó, se estiró. Dramáticamente tiró las mantas.
Sonrió un poco más. Su cuerpo se sentía dolorido, utilizado, genial. La calidez del toque de
Nick todavía permanecía. Cálida. Estaba cálida hasta los huesos. Cálida y… y ligera. Una
gran carga pesada se había levantado y podía moverse con facilidad.
Abrió los ojos y miró la cama deshecha, los pliegues de las sábanas y mantas que creaban
luces   y   sombras   dramáticas   a   la   brillante   luz   de   la   mañana.   Las   cosas   brillaban   en   su
dormitorio, el sol capturaba reflejos en un vaso de plata, el espejo de la cómoda, la lámpara de
latón.
Ella brillaba. Se sentía toda brillante y nueva.
Y tenía un amor nuevo y brillante. Nick.
Quién no se encontraba en el dormitorio o el cuarto de baño.

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O abajo.
Su corazón latía rápido ahora, al ritmo de un peligro inminente. El latido del miedo. Buscó
y buscó, el tamborileo de su corazón cubrió el helado silencio de la casa. Sus mejillas estaban
mojadas,  mientras  gritaba el nombre  de  Nick. Se  limpió  las  mejillas  con  impaciencia,  los
latidos de su corazón tan fuertes en sus oídos que sonaban…
Elle se despertó, jadeando ruidosamente en el silencio de la noche. Avergonzada
de, una vez más, despertarse con lágrimas en los ojos. Podía mantener las lágrimas a
raya con facilidad durante el día. Prefería someterse a la tortura que llorar. Pero por
la noche, mientras dormía, era sorprendida con las defensas bajas y lo odiaba.
El sonido no se detuvo. Siempre necesitaba un minuto o dos para volver en sí
misma, ya fuera porque se había perdido en un sueño o un Sueño.
Buscó su bolso, las manos torpes, otro resto del estado de sueño. Miró la pantalla y
vio la foto de la cara sonriente de Sophie, la mano sostenía una copa de champán en
lo alto, una imagen que Elle había tomado en la recepción organizada por Arka para
el lanzamiento inicial del programa.
Tosió para aflojar la garganta y que no sonara tan grogui y pulsó el botón de no—
imagen para que Sophie no le viera la cara con los rastros de lágrimas. Diría que se
acababa de poner una mascarilla.
—Hey, Soph —dijo despreocupada—. Que…
—Elle escúchame, porque no tengo mucho tiempo. Ponme en video. —Elle pulsó y
el rostro pálido de Sophie apareció, subiendo y bajando mientras se movía por su
dormitorio. Estaba pálida, sudada y tenía los ojos muy abiertos y asustados. Su voz
era un susurro, el tono áspero por la ansiedad. Ella miró rápidamente por encima de
su hombro, y luego de nuevo a la pantalla—. Les y Roger no están haciendo novillos.
Y también Moira ha desaparecido. Han sido capturados y… y llevados a algún sitio.
No sé dónde y no es bueno, Elle. Es como si estuvieran siendo…. reunidos. —Se
movía frenéticamente,  de habitación en habitación—. Recibí  una llamada hace un
rato   del   cuarto   de   Nancy,   que   recibió   una   llamada   de   Moira.   Fueron   solo   unos
segundos, pero Nancy dijo que había hombres vestidos de negro en su casa. Estaban
armados. Estaba escondida en el armario. Ahora no contesta, su teléfono está muerto.
Y Moira, Les, y Roger también están ilocalizables. Escucha, Elle, lárgate. Lárgate lo
más rápido que puedas. No sé quiénes son, pero no es bueno. Y Nancy dijo a Moira
que nuestros sensores son dispositivos de localización. Yo no… —Se congeló. Incluso
Elle oyó el ruido de fondo. Algo estrellándose contra el suelo.
No había ni siquiera una pretensión de sigilo, lo que asustó a Elle aún más.
La imagen en su teléfono era borrosa, sombras apareciendo de repente.
—Saca el sensor, tira tu teléfono y lárgate. —Gritó Sophie y su teléfono se cortó.

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Elle sostenía su propio teléfono en una mano temblorosa, una delgada losa de
plástico transparente que se había vuelto inexplicablemente tan peligrosa como una
serpiente de cascabel.
Abrió la mano y lo dejó caer al suelo. No se rompió, por supuesto. Era de última
generación y había vídeos por toda la red de que funcionaba incluso después  de
haber   recibido   un   disparo.   Estaba   hecho   del   mismo   polímero   que   los   chalecos   a
prueba de explosiones usados por artificieros.
Brillaba en el suelo. Podrían rastrearla a través de él.
¡Largarse!
Bien   pensado.   Irse,   escapar.   Pero   no   si   ella   tenía   algo  dentro  que   pudiera
permitirles rastrearla.
No encendió las luces, pero no era necesario. Conocía cada centímetro de su casa.
Corrió a la cocina, sacó un pequeño cuchillo que mantenía muy afilado y corrió al
baño del dormitorio. No tenía ventana exterior, por lo que una vez que cerrara la
puerta, ninguna luz la traicionaría si alguien estaba mirando fuera.
¡De prisa de prisa de prisa! Canturreaba para sí misma mientras se rociaba su bíceps
izquierdo con desinfectante. Presionó el dedo sobre el hueco casi invisible en su piel
y   sintió…   un   diminuto   chip   que   Corona   había   dicho   era   un   biosensor.   Los
biosensores   debían   ser   extirpados   quirúrgicamente   después   de   un   año   y   las
grabaciones se colocaban en un gráfico.
Fue al azar. La mitad del personal de los voluntarios había tomado SL—61, el
fármaco experimental y la otra mitad placebos. Elle no tenía ni idea de en qué parte
estaba, pero no había ninguna diferencia si el sensor era también un chip rastreador.
Tenía que sacarlo, ahora.
No había nada para aliviar el dolor. Solo tenía un botiquín de primeros auxilios
rudimentario en el baño. Pero sobre todo, no tenía tiempo.
Apretando  los dientes,  deslizó  el cuchillo  en  la piel  y  se detuvo,  con gotas de
sudor sobre la frente, tratando de acostumbrarse al dolor al rojo vivo, casi eléctrico.
No había modo de acostumbrarse a ello. Solo había un modo de hacerlo lo antes
posible. Giró la punta del cuchillo y cortó en ángulo recto, luego se detuvo, con la
cabeza inclinada sobre el lavabo. El dolor era tan fuerte que era nauseabundo. Esperó
a que las náuseas pasaran, apartó la parte del musculo que había cortado, buscó en la
carne ensangrentada del bíceps con el pulgar y el dedo índice. Estaba más profundo
de lo que pensaba y tuvo que escarbar para encontrarlo. Dos veces tuvo que parar
porque estaba a punto de desmayarse.
Por fin, su uña índice tocó el borde del sensor. Había metido el dedo casi hasta el
primer nudillo. Levantó la mirada. El espejo mostraba su rostro exangüe, los labios

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blancos, el rostro pálido por el dolor. Inhalando profundamente, curvó el dedo bajo
el extremo del chip y tiró.
Gritó, doblando las rodillas. Solo su brazo izquierdo enganchado sobre la taza le
impidió   caer   al   suelo.   ¡Dolía!   Mucho   más   que   cortarse.   Se   sentía   como   si   cables
eléctricos transmitieran dolor al hueso.
Dios. ¡Sophie dijo que me diera prisa! Pero no podía ir a cualquier parte, siempre y
cuando tuviera esta  cosa  dentro de ella. Hubo un sonido agudo en el interior del
cuarto de baño y le llevó un minuto entero darse cuenta de que era su propia voz,
jadeando y sollozando de dolor.
No podía sacar el dedo de la carne porque nunca tendría las agallas de hundirlo
de nuevo. Con la mano derecha tiró, con más y más fuerza, sintiendo la resistencia
del chip, casi como si estuviera vivo.
Esto no estaba funcionando. ¿Estaba más profundo de lo que pensaba? Pero no,
podía sentirlo. Ya debería haber salido. Con la mano izquierda sacó una toalla limpia
del armario, se la metió en la boca y antes de que pudiera repensarlo, apoyó los pies
y tiró tan fuerte como pudo. La toallita amortiguó sus gritos mientras inclinaba la
cabeza hacia atrás, incapaz de respirar por el dolor.
La cabeza le daba vueltas y puntos negros bailaban ante sus ojos. Estaba a un paso
de desmayarse cuando el chip se movió bajo su dedo. Tiró con más fuerza, el dolor
tan agudo que se sentía casi como un ser vivo, luego se tambaleó hacia atrás cuando
por fin lo sacó.
Escupió la toallita, la cabeza colgando sobre el lavabo, jadeando ruidosamente en
la habitación, tratando de no vomitar. Por  último, la habitación dejó de moverse.
Lágrimas de dolor goteaban en el lavabo, el brazo palpitaba.
Sin embargo todo desapareció cuando levantó el chip para inspeccionarlo. Tenía el
logotipo de Corona, tres coronas pequeñas en una esquina. Era un chip estándar,
excepto   por   una   cosa:   había   zarcillos   creciendo   hacia   fuera,   retorciéndose   y
curvándose. Vivo. Sosteniendo el chip cerca de los ojos, tocó los zarcillos con un juego
de pinzas y observó, horrorizada y fascinada, como se retraían, como zarcillos de una
anémona de mar.
Los zarcillos habían crecido fuera del chip. Lo que fuera que estaba en el chip,
estaba semi—vivo. No, borra eso. Vivo.
No había tiempo para explorar el chip. Lo dejó en el borde del lavabo, luego se
dedicó a curarse. Aplicó gel de su tubo de derma­pegamento que mantendría la piel
unida mejor que los puntos, luego pegó una venda antibiótico con un gel calmante.
Ya está. Lo mejor que podía hacer.

~95~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

El dolor se había apagado hasta ser sordo palpitar que dolía como el infierno, pero
no   le   impedía   los   movimientos.   Ahora   se   movió   rápidamente,   en   la   oscuridad,
eligiendo de su armario ropa deportiva para clima frío. Podría ser la más débil de las
posibilidades   que   Arka   hubiera   sembrado   la   ropa   de   sus   empleados   con
rastreadores, así que eligió ropa que nunca había llevado a trabajar.
Suéter   caliente   de   cachemir,   pantalones   de   lana,   calcetines   térmicos,   botas,   un
abrigo largo. En la sala de estar sus dedos recorrieron uno de los estantes hasta que
llegó a un libro conocido por el tacto. No podía leer el título, pero ella sabía lo que
era. Un grueso volumen sobre bioquímica avanzada, garantizado para no provocar
un átomo de interés  en nadie. Dentro, había tallado un agujero  en las páginas lo
suficientemente grande como para mantener efectivo. Lo sacó todo, dos mil dólares.
Sabía demasiado bien lo que significaba estar en la calle sin dinero en efectivo.
Corrió hacia la ventana. La voz de Sophie había estado llena de miedo. Sophie era
tan firme y estable. Oír esa nota de pánico en su voz había galvanizado a Elle.
No   había   luz   de   fondo   para   traicionarla   cuando   se   asomó   por   el   borde   de   la
ventana delantera.  En el fondo de  su mente,  sabía lo  que quería  ver y lo vio. El
pequeño jardín vacío de la parte frontal de su edificio y la calle vacía más allá. Era un
callejón sin salida, conocía todos los coches y a cada persona que vivía allí.
Nada. Oscuro, silencioso y seguro. ¿Estaba exagerando? ¿Había estado teniendo
Sophie alguna clase de episodio psicótico? Y, sin embargo, el chip con los zarcillos
terroríficos… Tal vez sería mejor desaparecer durante unos días. Comenzó a alejarse,
pero se detuvo cuando algo oscuro se deslizó a la vista.
Un coche que nunca había visto antes, negro y enorme, se deslizó hasta detenerse
y salieron cuatro hombres. Las luces interiores no se encendieron cuando salieron del
coche como sombras. Vestidos de negro, parecían fundirse en la noche, pero no tanto
como para que Elle no pudiera decir a dónde se dirigían.
Directamente a su edificio.
El coche siguió hacia delante, hizo un giro en U en la calle vacía y se detuvo justo
delante del camino de entrada de su edificio.
Su edificio de apartamentos de cuatro pisos estaba construido un poco apartado
de la carretera con un pequeño jardín en el frente. El jardín estaba protegido por una
valla de hierro forjado  a la altura del pecho con una puerta de dos metros en el
centro.
Los cuatro hombres tenían cascos integrales negros con lentes negras opacas de
visión nocturna.
Dos de los hombres se movieron como sombras en las esquinas de la valla y se
agacharon, los otros dos desaparecieron.  Elle  no  tenía  ninguna duda   de  a  donde

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

habían ido, a la parte trasera del edificio a través del callejón. Mientras miraba, los
dos hombres de la parte delantera se tocaron el oído y se levantaron.
No   tardó   mucho   en   adivinar   lo   que   habían   oído.   Los   otros   dos   estaban
estacionados   en   la   parte   trasera   y   podían   hacer   su   movimiento.   En   un   flujo
sincronizado que habría ganado medallas en los Juegos Olímpicos, los dos hombres
vestidos de negro saltaron sin problemas la valla con un salto  ágil y se movieron
lenta y deliberadamente hacia adelante.
Hacia la puerta principal. Y, finalmente, a su apartamento en el segundo piso.
¡Oh Dios mío, Sophie tenía razón!
Elle se dio cuenta que solo tenía unos segundos para salir. Corre y vete… Se quedó
en blanco. Pero a dondequiera que fuera a ir tenía que hacerlo rápido. Recogió su
bolso del suelo y echó a correr.
Su   edificio   era   parte   de   un   complejo   de   cuatro   bloques   de   apartamentos,
conectados por corredores en el sótano invisibles desde el exterior de la casa. Con el
corazón tronando, bajó tropezando las escaleras hasta el primer piso, y luego siguió
su camino hacia abajo. Pasó su tarjeta por el sensor de la entrada al sótano, golpeó su
mano sobre el sensor que leía el patrón de las venas de las palmas de sus manos, y
luego   dejó   escapar   una   exhalación   fuerte   al   oír   el   clic   de   la   puerta   principal
desbloqueándose. El edificio tenía una excelente seguridad, tanto digitales como bio.
Había elegido el sitio por la seguridad. Si estos hombres eran capaces de evitarla en
cuestión de segundos, eran muy buenos. Profesionales. Eso la asustaba más que si los
adictos a la DOPA estuvieran irrumpiendo en su casa.
Su coche estaba perdido para ella. Habían aparcado al otro lado de la calzada,
bloqueándola. Tenía que llegar tan lejos como le fuera posible a pie, cuando apenas
podía estar de pie.
No había ruido en el edificio. Si estaban irrumpiendo en su apartamento, lo hacían
en   silencio.   Bueno,   su   seguridad   estaba   un   paso   por   debajo   de   la   seguridad   del
edificio, así que se habrían reído cuando entraron.
El pasillo del sótano era largo y casi completamente oscuro, la única luz provenía
de bombillas químicas tenues cada tres metros. Parecía que el corredor se extendía
hacia   el   infinito.   Se   apoyó   contra   la   pared,   con   las   piernas   débiles   y   el   brazo
palpitando.
Tenía que hacerse. La pared al final del largo pasillo parecía estar al menos a un
kilómetro de distancia, retrocediendo constantemente, como un efecto de película.
Un sudor frío le cubría la cara y el pecho. Se tambaleó y habría caído si no hubiera
golpeado una mano contra la pared.

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Lisa Marie Rice

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Por   un   momento,   solo   por   un   momento,   se   sintió   tentada   de   simplemente


deslizarse   por   la   pared   y   esperar   a   que   quienquiera   que   estuviera   allí   bajara   al
sótano.   Si   eran   exhaustivos,   habrían   comprobado   los   planos   de   construcción   del
registro. El pasillo de conexión subterráneo era una característica del edificio.
Si no se movía, vendrían a por ella y la encontrarían.
Tres personas estaban desaparecidas del programa, ahora cuatro, con Sophie, y era
muy   probable   que   hubieran   sido   secuestrados   por   el   que   había   enviado   a   los
hombres que estaban aquí mismo, en este preciso momento yendo a registrar su casa.
Lo que querían, no era bueno.
Sophie  había   arriesgado   unos preciosos  minutos  para  advertirla.   Tal  vez había
comprometido su huída para advertirla.
Vamos, se dijo a sí misma. Y un par de segundos más tarde, los pies obedecieron.
Estaba   jadeando   de   cansancio   al   llegar   al   final.   Se   detuvo,   se   apoyó   contra   la
pared,   recuperando   el   aliento.   Era   tan   terrible,   el   toque   de   tambor   del   peligro
inminente sonaba en su cabeza, pero su cuerpo  no podía obedecer.  El estrés y el
peligro zumbaban en ella, pero apenas podía mantenerse en pie.
Cada minuto que pasaba aquí aumentaba las posibilidades de que la encontraran.
Si los hombres de negro bajaban a este pasillo del sótano sería la presa más fácil de la
tierra.   Había   leído   en   alguna   parte   que   la   última   generación   de   equipos   de
aturdimiento podía matar o mutilar a ciento cincuenta metros.
Se   apartó   de   la   pared   y   se   volvió,   sus   pies   moviéndose   en   una   reproducción
aleatoria exasperantemente lenta.
Había dos salidas, una por las escaleras que llevaban a la puerta principal y una
que permitía salir por un lado del edificio. El instinto le hizo tomar la salida lateral.
La abrió con cautela y se asomó. No había absolutamente nadie a la vista.
¿Cuánto tiempo le quedaba?
Incluso si eludían su sistema de seguridad personal con la misma facilidad como
lo habían hecho en el edificio, seguramente les tomaría algún tiempo establecer que
no estaba en casa. Unos pocos minutos por lo menos.
Tendría que ser suficiente.
Conocía su barrio lo suficientemente bien como para abrirse paso a través de los
patios, yendo tan rápido como podía, hasta que finalmente salió a otra parte de la
ciudad. A pie se necesitaban diez minutos. En coche tardarían más tiempo, incluso si
sabían dónde estaba. Así las cosas, cuando descubrieran que ella no estaba en casa,
probablemente cubrirían su barrio con una red de búsqueda, lo que llevaría tiempo.

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Lisa Marie Rice

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Elle   salió   del   laberinto   de   patios   y   callejones   de   servicio   a   un   barrio


completamente nuevo. No muy agradable.
Genial, porque a lo mejor no la buscarían aquí.
Se detuvo, apoyada en una farola rota, recuperando el aliento. Necesitaba un plan
que cubriera más que los siguientes cinco minutos, pero se le escapaba. El dolor, la
adrenalina   y   el   cansancio   estaban   bloqueando   sus   procesos   de   pensamiento.
Necesitaba un lugar seguro, ¿pero dónde?
Un  hotel caro  estaba  fuera.  También los tres o cuatro  hoteles  que  la compañía
utilizaba habitualmente para profesores visitantes, ya que los hombres tendrían esa
lista. Y por supuesto, sabrían si ella usaba su tarjeta de crédito.
¡Piensa Elle!  Se aferró a la farola, la cabeza baja, tratando de razonar. Estaba tan
cansada.   La   sesión   de   prueba   había   agotado   casi   toda   su   energía.   Luego   la
conmoción de la llamada telefónica, el dolor de escarbar en su propio brazo, sacar ese
chip, el terror de ver a esos hombres de negro tras ella...
Esto es lo que Jane Macy debía haber sentido después de su ruptura. Ella había
tenido   un   episodio   psicótico   después   de   una   prueba   y   había   desaparecido.   La
compañía había citado asuntos de privacidad cuando Elle preguntó por ella.
¿Por qué estaba pensando en Jane?
¡Oh! El recuerdo le vino a la cabeza, claro y completo, y se apartó de la farola con
un aumento de la energía que sabía que era la última de sus reservas.
Jane había tenido una aventura con un hombre casado, un abogado que trabajaba
para una de las muchas empresas de capital riesgo de la zona. Su mujer era muy
poderosa y podría causarle serios daños a él si se enteraba.
La única cosa que todo el mundo sabía de la mujer era que realmente le gustaba
ser rica, no le gustaba ni siquiera ver a los pobres. No viajaba a través de las secciones
más   pobres   de   las   ciudades   que   visitaba   en   viajes   de   negocios,   y   hacía   que   sus
conductores dieran grandes rodeos para evitar incluso la vista de los pobres.
Así que Jane había encontrado un pequeño  motel en la parte  más pobre de la
ciudad   que   no   hacía   preguntas,   no   pedía   la   identificación   y   aceptaba   dinero   en
efectivo.
Elle recordaba el nombre del motel y sabía dónde estaba.
Podía llegar a pie, apenas. Si sus fuerzas resistían. Y había que caminar a través de
más patios y carreteras secundarias, porque tenía que asumir que habría coches en
las calles buscándola, y cámaras que pudieran piratear.

~99~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Lo   único   que   había   tenido   claro   cuando   Arka   puso   en   marcha   el   proyecto   de
investigación fue que Arka estaba inundada de dinero. Tenía dinero para quemar, y
si enviaba su fuerza de seguridad al completo, estaba en serios problemas.
No   podía   pensar   más   allá   de   encontrar   un   lugar   donde   descansar,   así   que   se
impulsó y comenzó el largo caminar penosamente al motel que no hacía preguntas.

* *

Sede de Arka Farmaceutical.
Distrito Financiero
San Francisco

El doctor Charles Lee vio el video del interrogatorio de la doctora Elle Connolly
por   quinta   vez.   La   doctora   Daniels   no   había   sido   en   absoluto   exhaustiva   y   sería
reprendida, pero lo que brillaba era que Connolly había penetrado en el laboratorio
secreto  en Bayankhongor, al parecer durante una sesión de entrenamiento. Había
veinte generales de tres estrellas en Mongolia y Lee le mostraría fotografías, pero
estaba casi seguro de que el general de tres estrellas que había visto era el general
Yisu, el jefe de las Fuerzas Especiales de Mongolia.
Y el campamento secreto, cuyas coordenadas le había dado a Connolly, estaba
trabajando en un arma de riel.
Seguramente   le   compraría   algo   de   tiempo   con   el   Ministerio   de   Ciencia   y
Tecnología de China.
El resentimiento crecía en su pecho ante la idea. Aunque había emigrado con su
familia a Estados Unidos a la edad de siete años, su corazón se había quedado en la
patria. Había ido a la escuela, a la universidad y había ascendido rápidamente en las
filas   de   Arka   con   un   pensamiento,   y   uno   solamente.   Volver   a   Beijing   como   un
conquistador,   teniendo   la   clave   para   hacer   de   China   la   única   superpotencia
indiscutible   del   mundo,   y   tomar   su   lugar   legítimo   en   lo   alto   de   la   jerarquía
gubernamental.

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Lisa Marie Rice

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Había empezado trabajando con el general Clancy Flynn, utilizando fondos negros
de los militares de EE.UU, y luego canalizando los resultados a Beijing. La respuesta
había sido inmensamente gratificante. Un subproducto de uno de los proyectos de
investigación   era   una   vacuna   contra   el   cáncer.   Había   enviado   a   un   equipo   de
operaciones   encubiertas   a   cargo   de   Flynn   llamado   Ghost   Ops,   hombres   cuyos
pasados habían sido borrados, hombres que ya no existían oficialmente a destruir el
laboratorio donde la vacuna se había desarrollado, a continuación envió la vacuna a
Beijing. Los niveles más altos del gobierno  chino estaban todos vacunados y una
vacunación masiva de las fuerzas armadas de cuarenta millones de soldados estaba
en marcha.
El equipo de Ghost Ops había sido acusado de terrorismo doméstico, para siempre
criminales a los ojos del gobierno de EE.UU.
Flynn   había  estado   más que   dispuesto   a sacrificar   a su  equipo  de  operaciones
encubiertas.   Lee   entendía   que  Flynn  odiaba al  líder   de  los Ghost Ops,  el  capitán
Lucius Ward. A Lee no le importaba. Le parecían peleas de niños. Lo que él había
sacado de la operación fueron cuatro guerreros de élite para experimentar.
Debido a que su objetivo final era la creación de un súper soldado. Más duro, más
rápido, más inteligente. Con una mejor vista, mejor audición, mayores habilidades de
curación, sinapsis más rápidas. El capitán Ward y los tres soldados Ghost Ops que
habían  sido  capturados  —otros tres  habían  escapado  y todavía  fugados— habían
demostrado ser recalcitrantes en extremo, sin embargo. Al final, Lee había decidido
sacrificarlos, para conseguir el cerebro y estudiar los efectos de los medicamentos
que estaba probando.
El   capitán   y   los   otros   tres   soldados   habían   sido   rescatados   antes   de   ser
sacrificados,   y  Lee   habían  perdido  una  gran  cantidad  de  investigación  que  había
estado en sus cuerpos y habría sido evidente en sus cerebros.
Ahora tenía un nuevo protocolo y estaba trabajando con los fondos canalizados a
él por Clancy, ahora jubilado y jefe de una empresa de seguridad.
Clancy quería mejores contratistas para hacer más dinero.
Lee quería cambiar el mundo.
Ahora mismo, sin embargo, sus objetivos encajaban.
De regreso a Beijing, Lee tenía enemigos, hombres que se resentían de su creciente
poder. Estaban saboteando sus planes, burlándose de él a sus espaldas, mientras él
estaba a un océano de distancia, en California.
Así que había decidido hacerse el mismo más inteligente, más rápido y más fuerte,
ser   una   prueba   viviente   de   la   validez   de   su   proyecto   de   Shin­Li,   el   Proyecto
Guerrero. Se había estado inyectando versiones diluidas de la droga experimental.

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Lisa Marie Rice

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Funcionó,   funcionó   maravillosamente   bien.   Aunque   no   mostraba   ninguna   señal


externa, se sentía inmensamente más fuerte mental y físicamente. En el espejo por la
mañana, podía ver la definición muscular en pecho y brazos. Se le hacía cada vez
más difícil arrancarse de su imagen desnuda en el espejo.
Se  sentía diferente. Lee era un observador, un erudito, un científico en el mundo
del  aprendizaje. A menudo pensaba que habría sido un excelente estudioso de la
corte   en   la   época   de   Confucio.   Estaba   acostumbrado   a   estudiar   el   mundo
desapasionadamente,   su   única   pasión   era   volver   a   Beijing   como   un   hombre
victorioso, el arquitecto de un nuevo orden mundial.
Pero  ahora, ahora sentía que podía comerse el mundo  él mismo, sin ayuda de
nadie. Había estado dispuesto a forjar un nuevo mundo con su mente y su formación
científica, pero ahora, oh ahora, era como si pudiera hacerlo físicamente.
Y ahora tenía una herramienta  aún más fuerte. Literalmente  revolucionaria. Su
proyecto especial Delphi, llamado así por el oráculo de la antigua Grecia. Un puñado
de hombres  y mujeres con poderes especiales que trataban de ocultar y reprimir.
Pero   no   se   podía   ocultar   de   una   IRMf.   Los   había   reunido   para   estudiar   sus
capacidades y replicarlas. Había previsto que el proyecto durara por lo menos un
año, hasta el momento en que esperaba desertar de nuevo a Beijing. Pero su mano
estaba   siendo   forzada.   El   Ministerio   de   Ciencia   y   Tecnología   de   Beijing   estaba   a
punto   de   cerrar   la   puerta   que   habían   estado   manteniendo   abierta   para   él.   Y   ese
imbécil   de   Flynn,   que   estaba   financiando   ambos   programas,   era   cada   vez   más
estridente sobre querer resultados.
¿Beijing y Flynn querían resultados?
Él les daría resultados.
Estaba reuniendo sujetos con poderes especiales. Les inyectaría con dosis masivas
del   SL­61   y   encontraría   el   secreto   para   desarrollar   súper   guerreros   que   pudieran
volar, que pudieran lanzar proyectiles al otro lado del mundo, que pudieran leer
mentes.
El Proyecto Guerrero estaba en programa acelerado y, pensó mientras cerraba el
puño, admirando los músculos de su antebrazo, él también.

* *

Palo Alto

~102~
Lisa Marie Rice

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Allí   estaba.   Probablemente  el   único  motel  de  la  zona  que  no   pertenecía  a  una
cadena.   No   parecía   pertenecer   a   nadie,   en   realidad.   La   fachada   una   vez   verde
brillante estaba desteñida como un guisante pálido. La mayoría de las plantas del
patio estaban muertas y la brillante señal de neón color rojo advertía V CANCI S
chisporroteando y parpadeando.
No era mucho, pero Elle tenía que esperar que le ofreciera refugio y protección
unas pocas horas porque no tenía fuerzas para dar un paso más.
Al   entrar   en  el   sucio  y  polvoriento  vestíbulo  Elle   se  dio   cuenta   de   que   estaba
demasiado vestida para el lugar. Su abrigo acolchado largo era caro, al igual que sus
botas y bolso. Por suerte, el chico joven detrás del mostrador parecía medio dormido
o como si acabara de tomar dos tabletas de SentirseBien.
Ellos apagan las cámaras,  había dicho Jane. Aun así, Elle mantuvo la cabeza baja
mientras se registraba, empujando a través del mostrador un billete de cien dólares
por la habitación de sesenta.
—Quédate   con   el   cambio   —murmuró,   con   los   ojos   bajos.   Una   mano   no   muy
limpia, con las uñas rotas hizo desaparecer el billete y apareció una rayada tarjeta
llave.
Una voz aburrida dijo: 
—Al final del pasillo. Tome el corredor derecho. 
Elle se alejó, tratando de mantener las rodillas rígidas. Si se caía o se desmayaba en
el vestíbulo la haría memorable.
O no, teniendo en cuenta el tipo de motel que era. Tal vez tenían damas bebidas o
drogadas   cayéndose  todo   el  tiempo.  Mantuvo  los  ojos  en   la  alfombra   manchada,
cuadros   marrón sobre  marrón,  poniendo  una  bota delante   de  la  otra,  un  enorme
rugido   en   su   cabeza,   manchas   de   colores   brillantes   delante   de   los   ojos.   Si   la
habitación estaba muy lejos, no iba a lograrlo.
Afortunadamente la habitación estaba cerca, a la vuelta de la esquina a la derecha.
Sostuvo la tarjeta sobre el sensor con una mano, y se equilibró contra la jamba de la
puerta con la otra. Sintió más que oyó el clic al abrirse. En un hotel normal, por ley, la
tarjeta registraría su nombre, la hora de entrada y la hora de salida en el ordenador
central, pero Jane había dicho que este tipo de lugar no entraba en esas sutilezas.
Elle entró dando tumbos en la habitación, cerró la puerta, se acercó a la ventana y
cerró las persianas. Se apoyó contra la pared junto a la ventana y, finalmente, sus
piernas cedieron, simplemente no la sostuvieron más tiempo. Su bolso resonó contra
el suelo cuando sus rodillas se doblaron.

~103~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Se   deslizó   de   espaldas   a   la   pared   hasta   la   sucia   moqueta,   cerró   los   brazos


alrededor de las piernas e inclinó la cabeza hacia adelante hasta que descansó contra
las rodillas.
El temblor comenzó desde sus piernas, viajando a través de su cuerpo como una
onda   eléctrica.   Se   quedó   allí   sentada,   en   la   oscuridad,   los   brazos   y   las   piernas
temblorosas, un escalofrío profundo en su interior, capeando el temporal.
Perdió el control sobre su propio cuerpo. Tembló, se estremeció, jadeó y no pudo
hacer   nada   para   detenerlo.   Era   físico,   mental   y   espiritual.   Era   como   si   hubiera
tropezado contra algún límite interior, un lugar donde todo tenía que parar porque
no podía ir más allá.
No le quedaba nada.
Apenas podía respirar, y mucho menos planificar el siguiente paso.
Se dejó caer en el interior de sí misma, el mundo se volvió negro lentamente.
Y porque estaba tan débil y tan exhausta, porque alcanzó algún lugar oscuro de
desesperación que contenía sus verdades más profundas, aquello escapó de ella.
Algo   que   había   jurado   que   nunca   haría,   algo   que   en   cualquier   otro   momento
preferiría morir que pensar, fluyó.
Desde lo más profundo de su interior, llegó. Totalmente imparable, arrancado de
ella.
Una llamada tan fuerte que fue un grito dentro de su cabeza.
Ayúdame, Nick.

~104~
Lisa Marie Rice

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Capítulo 7

Mount Blue
Haven
Norte de California

Nick Ross se incorporó de golpe en la cama con un jadeo, el corazón le tronaba
contra las costillas y el sudor empapaba todo su cuerpo. Golpeando las manos para
encender la luz, apartó las sábanas y se precipitó hacia la puerta. Recordando en el
último minuto que estaba desnudo.
Con impaciencia, se dio la vuelta y se puso la ropa que había tirado sobre una silla
hacía una hora. Lo de costumbre, vaqueros negros, sudadera negra, botas de combate
negras. Sin molestarse en atárselas salió corriendo.
Por lo general, sentía placer cuando salía por la puerta. Prefería morir a decirlo, o
incluso   mostrarlo,   pero   amaba   Haven.   Él   y   sus   compañeros   de   equipo   estaban
huyendo del gobierno de EE.UU.: fugitivos, fuera de la ley. Habían construido una
ciudad   secreta   y   de   alguna   manera   una   comunidad   de   inadaptados   se   habían
reunido alrededor de ellos. Él, Jon Ryan y Mac McEnroe ni siquiera lo cuestionaron
después  de un tiempo. La gente venía, siempre huyendo de algo malo, y los tres
soldados los protegían.
Era una montaña, una mina de plata olvidada que se había convertido en una
próspera comunidad de fugitivos y delincuentes. Como Agujero en la Pared en el
viejo oeste, solo que de alta tecnología. La comunidad era circular, construida dentro
de la montaña. Cada vez que Nick salía de sus habitaciones, siempre se detenía junto
al balcón que rodeaba el gran atrio abierto de abajo. Su comunidad, su pueblo. Le
gustaba, siempre.
Excepto ahora.
Había  apretado   el  botón de   emergencia,   el  que  nunca  se  había  utilizado   hasta
ahora, conectado a los dormitorios de Jon y de Mac, antes de saltar hacia la puerta.

~105~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
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La habitación de Jon estaba en su piso, Mac dos pisos arriba. Corrió hasta el final del
pasillo y al pasar por la puerta de Jon gritó:
—¡Jon! ¡Sala de situación, ya!  —Golpeó con el puño, con fuerza, en la puerta,  y
luego corrió a las escaleras. El ascensor sería demasiado lento. Saltó los escalones de
cuatro en cuatro y al final simplemente saltó por encima de la barandilla hacia el piso
de abajo y corrió hacia la sala de situación.
Las   puertas   de   la   sala   estaban   programadas   biomorfológicamente   para   abrirse
para él, Mac, o Jon, pero tardaron dos segundos en procesar y tuvo que quedarse allí,
a   un   metro,   prácticamente   saltando   en   el   lugar,   con   el   miedo   y   el   pánico
hormigueando a lo largo de su sistema nervioso, hasta que la puerta se abrió con un
siseo.
Se   precipitó   en   el   interior   y   patinó   hasta   detenerse,   mirando   a   su   alrededor
frenéticamente buscando algo, cualquier cosa, que pudiera ayudar.
Su sala de situación no habría estado fuera de lugar en el Nuevo Pentágono. Lo
tenían   todo,   incluyendo   monitores   holográficos   que   mostraban   cada   pulgada   del
perímetro   de   seguridad   en   torno   a   Haven.   Si   una   liebre   cagaba   en   el   bosque,   lo
sabían. Estaban unidos de manera ilegal a todos los satélites, y en un momento dado
uno   o   dos   de   sus   drones   casi   invisibles   estaban   bajando   imágenes   visuales,
infrarrojas y térmicas a sus servidores. Ese tipo de información se consideraba una
violación de la seguridad lo bastante grave como para justificar un consejo de guerra,
pero como de todos modos todos los militares de EE.UU. les estaban apuntando y un
consejo de guerra los había encontrado culpables de traición en ausencia, pensaron
que   por   qué   no.   Sus   servidores,   escondidos   en   la   montaña,   era   uno   de   los   más
grandes del mundo. Tenían el poder a su disposición.
Por   no  hablar   de  una   potencia   de   fuego   seria.  La   armería  haría  que  cualquier
instalación militar estuviera orgullosa.
Nada de eso era útil en este momento porque lo que Nick realmente, realmente
necesitaba era…
¿Qué?
Joder. No sabía lo que necesitaba, pero lo necesitaba ahora.
La puerta se abrió y Jon entró a la carrera. Frenando, comprobó los monitores, que
mostraban acres y acres de ladera de la montaña durante la noche. Absolutamente
tranquilo,   completamente   normal,   completamente   pacífico.   Los   sensores
parpadeaban en verde.
—¿Qué coño, Nick? —Los brillantes ojos azules de Jon se entrecerraron mientras le
fulminaba   con   la   mirada.   Su   cabello   rubio   estaba   despeinado,   la   camisa   mal

~106~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

abotonada, los pantalones de chándal colgaban de sus caderas. Miró a su alrededor
otra vez a los monitores, luego a él—. Repito, ¿qué coño?
Le   costó   hasta   la   última   gota   de   su   autocontrol,   pero   Nick   consiguió   no   dar
vueltas, con las manos en la cabeza, buscando algo que pudiera ser una señal externa
de lo que estaba pasando en el interior. El corazón le latía con fuerza, la adrenalina
corría por su cuerpo y no tenía dónde ir. Nada donde colgar esta enorme bola de
fuego de desesperación. 
Trató de hablar, pero tenía la garganta demasiado cerrada. Al segundo intento lo
consiguió, pero lo que quería decir era tan enorme que su voz se quebró. 
—Ella me necesita. Está en peligro y tengo que llegar donde ella ahora, pero no sé
dónde está y joder, me necesita. —Normalmente le habría avergonzado a muerte que
su respiración contenida sonara como un sollozo, pero en este momento le importaba
una mierda. No importaba. Nada importaba, salvo Elle.
Los ojos de Jon se estrecharon aún más. 
—¿Quién te necesita? ¿De quién estás hablando? 
Todo lo que Nick podía hacer era estar allí y jadear, con los puños apretados con
tanta fuerza que los nudillos estaban blancos. Listo para luchar contra Jon, listo para
luchar contra el mundo si podía ayudarla, pero no lo haría. No podía ayudarla hasta
que supiera dónde estaba y lo que necesitaba.
—Elle   —se   limitó   a   decir,   porque   con   todos   los   pensamientos   girando   en   su
cabeza, eso era lo único que resaltaba. Eso tenía sentido. Elle.
Elle. En peligro. Dios. Ni siquiera podía permanecer en la misma habitación con ese
pensamiento.
Jon sacudió la cabeza y se volvió con gratitud cuando la puerta se abrió. Entró Mac
con el brazo alrededor de su esposa. Su esposa embarazada. La esposa embarazada
que   Nick   había   despertado.   Ambos   hombres   le   estaban   fulminando   ahora   con  la
mirada. Catherine McEnroe era una mujer increíblemente especial y Mac no estaba
contento   de   que   le   hubieran   interrumpido   el   descanso.   Incluso   embarazada,   ella
trabajaba incansablemente como médico al cuidado de su pequeña comunidad. Así
que, sí, interrumpir el sueño de Catherine era un gran no­no.
Todo   el   mundo  trataba   a Catherine   con  guantes  de  seda.  Incluso   Nick, que   le
gustaba y la respetaba. Pero Elle, Elle ganaba a Catherine cualquier día.
Le importaba una mierda el sueño de cualquiera si Elle estaba en peligro.
—Elle —repitió, con voz ronca.
—¿L? —preguntó Mac, frunciendo el ceño—. ¿La letra?

~107~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Jon aceptó el desafío.
—¿L de lazo? ¿L de leche? ¿L de…?
—Elle. —Era lo único que podía decir. Su cabeza iba a explotar. Cada hormona de
peligro en su cuerpo estaba despierta sin tener a donde ir. Era un tipo construido
para la acción, y siempre sabía que acción tomar. Estar tan preparado, tan listo, tan
jodidamente asustado y morir por correr al rescate pero no tenía ni idea de a dónde le
conducía esta locura de mierda.
Sus dedos golpeaban el muslo a ritmo rápido y su pie daba golpecitos. Jon, Mac, y
Catherine, simplemente se le quedaron mirando. Él sabía lo que estaban pensando,
¿Nick Ross agitado? ¿Asustado? ¿De qué iba eso?
Nick no se agitaba ni se asustaba.
—Nick —dijo Catherine suavemente y le tomó la mano temblorosa entre las suyas.
Mac se puso tenso. Todo el mundo sabía que a Nick no le gustaba que le tocaran.
Pero esta no era alguien que no conociera entrando en su espacio personal. Esta era
Catherine, y su tacto... calmaba. Lo calmó, solo un poco.
Ella se aferró a su mano, viendo sus ojos. Después de un momento, ella asintió con
la cabeza. 
—Es ella, ¿verdad?
Nick sacudió la cabeza torpemente, el cuello rígido por la tensión.
Catherine tenía algo. No sabía qué, nadie lo sabía realmente, pero ella tenía... algo.
Si   te   tocaba,   te   entendía.   Y,   últimamente,   si   te   tocaba,   te   sentías   mejor.   Lo   que
explicaba por qué su marido, Mac, el más duro, el más malo hijo de puta del planeta,
estaba caminando con una sonrisa tonta en su dura y fea cara llena de cicatrices.
Nick   se   había   preguntado   sobre   eso.   Sobre   estar   casado   con   alguien   como
Catherine. Alguien que te entendía por dentro con un toque. Te comprendía y te
amaba.
Elle le había amado. Había estado claro en sus ojos, su voz, su rostro. Le había
amado y la había perdido y… oh Dios, que estaba en peligro. Ella le necesitaba y no
sabía cómo coño encontrarla.
Se estremeció y volvió el rostro sudoroso hacia Catherine.
—Sí.   Ella  fue   la  que   sentiste  cuando   me  tocaste.  —Pocos  días   después  de  que
Catherine de alguna manera los encontrara en Haven, un lugar que tres expertos en
seguridad   habían   escondido   cuidadosamente   lejos   del   mundo,   le   había   tocado   y
comprendido que había perdido a alguien, que estaba muy preocupado por alguien.
Nunca fue allí de nuevo y tampoco nadie más.

~108~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Pero ahora tenía que salir.
Agarró   la   mano   de   Catherine,   apenas   notando   que   Mac   y   Jon   intercambiaban
miradas. 
—Léeme   —susurró   con   urgencia,   estrechando   su   mano   con   fuerza   entre   sus
manos temblorosas—. Dime dónde está. Qué le está pasando. Recibí una llamada de
ayuda y no sé dónde está y, Oh Dios...
La   garganta   de   Nick   se   cerró.   Nada   más   pudo   salir.   Se   aferró   a   la   mano   de
Catherine   como   si   fuera   un   salvavidas.   Estaba   en   un   río   revuelto   y   caía   en   un
descenso sin fin a los infiernos, solo su toque podría hacer que tuviera sentido.
Catherine estaba sacudiendo la cabeza lentamente, los ojos sobre él, la cara triste. 
—Lo   sien…   —Se   detuvo,   inspiró   e   inclinó   la   cabeza.   A   pesar   de   que   estaba
mirándole directamente, sus ojos se abrieron distantes como si estuviera viendo algo
a miles de kilómetros de distancia. Apretó la mano que se calentó hasta que se sintió
al rojo vivo entre las suyas frías.
—Elle —susurró y Nick estalló en un sudor frío. Estaba temblando, apenas podía
respirar.
—Sí —dijo con voz ronca.
—¿Qué? —Catherine parpadeó.
—Elle, Elle, Elle —gritó.
Mac apretó la mandíbula. A Nick le importaba una mierda. Mac podía metérselo
por el culo si le molestaba que gritara a su esposa. Porque Catherine sabía algo y algo
era mejor que lo que tenía en este momento, que era un montón de nada. Nada de
información, ni idea de donde estaba, nada más que cenizas en la mano y la cabeza
explotando por la necesidad de llegar a Elle tan rápido como fuera humanamente
posible. Donde diablos estuviera ella…
No tenía ni idea. Pero tal vez Catherine sí. Se acercó a Catherine y Mac dio un paso
hacia adelante también. Jon agarró el brazo de Mac y sacudió la cabeza.
Bueno, a la mierda.
Nick no iba a hacerle daño a Catherine. Si Mac utilizara su cerebro en lugar de su
polla, lo sabría. Pero Nick no iba a permitir que Catherine se alejara sin averiguar lo
que sabía, fuera lo que fuera lo que supiera. 
—Ese es el nombre que has dicho. —Nick apretó los dientes ante su mirada en
blanco—. Ahora mismo. Hace un momento dijiste Elle. Ese es el nombre de mí… El
nombre de la persona que necesito encontrar.

~109~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Tenía la garganta cerrada. Solo escuchar su nombre después de tantos años… no
podía pensar con claridad.
—Elle —dijo ella en voz baja.
Nick asintió con la cabeza, como un gran animal tonto que no pudiera hablar. Elle.
Catherine   se   estaba   centrando   en   él   de   nuevo.   Su   otra   mano   se   acercó   para
estrechar las suyas con fuerza, cálida y suave. Algo a lo que aferrarse en la dolorosa
oscuridad de su terror.
—Esa es la que sentí, ¿verdad, Nick? ¿La que perdiste?
Él asintió otra vez. Trató de hablar. Falló.
—Te preocupas por ella. —No era una pregunta.
Oh Dios, sí. Él asintió con la cabeza de nuevo, bruscamente. Encontró su voz.
—¿Dónde está? Me necesita. Ahora. Tengo que llegar donde ella, ahora mismo. —
Estaba   vibrando   por   la   tensión,   listo   para   despegar   a   cualquier   lugar   que   dijera
Catherine.
Había tristeza en el hermoso rostro de Catherine. Apretó la mano.
—Oh Nick. Lo siento mucho. No funciona de esa manera.
Un escalofrío se abrió camino a través de sus venas y se dio cuenta de que había
estado  contando   subconscientemente   con  que  Catherine   hiciera  su  cosa de  magia
potagia. Que le señalara la dirección de Elle para que pudiera correr en su dirección.
—Entonces, ¿cómo diablos funciona? ¿Me puedes decir eso? —Dio un paso aún
más cerca de Catherine, justo en su cara, alzando la voz.
Por el rabillo del ojo vio que el brazo de Jon agarraba a Mac de nuevo. Ni siquiera
podía detener a Mac si este quería ser detenido, pero Mac se controló. Nick no iba a
lastimar a Catherine, pero iba a interrogarla.
Estaba mirando salvajemente a los ojos de Catherine, como si pudiera sacarle la
información sobre el paradero de Elle, arrancárselo a través de la piel si era necesario.
Pero   mirar   era   un   acto   de   agresión.   Se   lo   habían   enseñado,   al   comienzo   de   sus
carreras   como   soldados.   El   lenguaje   corporal   había   sido   una   gran   cosa.   Cómo
amenazar en silencio, cómo pasar desapercibido, cómo tranquilizar.
No quería asustar a Catherine.
Con   un   esfuerzo,   Nick   apartó   la   mirada   de   Catherine   y   miró   ciegamente   la
habitación. Su sala de guerra, así la llamaban. Con todo lo necesario para salir a una
operación. Con tal de que supieras a dónde ibas, por supuesto.

~110~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Tan pronto como supiera a dónde dirigirse, Nick iba a agarrar Jon, arrastrarlo a su
helo ultraligero y sigiloso, y despegar.
Nick era  el conductor  del equipo. Si había  algo que  viajara por la tierra,  Nick
podía conducirlo lo más rápido que pudiera sobre cualquier terreno. Jon era el piloto.
Su pequeño helicóptero podía llevarlos a cualquier lugar continental de los EE.UU.
En   plena   noche.   El   Pajarito   podía   aterrizar   en   silencio   en   cualquier   aeropuerto
privado   sin ser  detectado.  Podían   echarle  combustible  y  salir  antes  de  que   nadie
supiera que estaban allí. Lo habían hecho antes.
Nick no quería ni pensar en lo que pasaría si Elle estaba fuera del continente. No
quería ir allí. No podía.
Ella le había llamado. Lo que había oído en su cabeza había sido una señal de
socorro, alta y clara. Seguramente había… ¿había un  límite  para ese tipo de cosas?
¿Seguramente no lo habría escuchado si estuviera en Europa o en África?
La señal que había captado era fuerte y absolutamente urgente. Estaba en peligro
en estos momentos, y si estaba al otro lado de un océano estaba jodida y, oh Dios... No
podía pensar en eso.
Elle muerta, Elle moribunda... no podía hacer esto. Simplemente no podía.
El   rostro   de   Catherine   lleno   de   compasión,   tampoco   podía   mirarlo.   Sus   ojos
recorrieron  la  gran sala,  en  parte  para  distraerse   de  la desesperación   y  el  pánico
terrible que se había apoderado de él, para poder funcionar a un nivel básico, y en
parte para ver si algo en su sala llena de equipos podía ayudar.
Enormes monitores holográficos rodeaban las paredes. Tenían pequeños aviones
no   tripulados   que   cubrían   un   radio   de   diez   kilómetros   cuadrados   alrededor   de
Haven las 24 al día, todos los días de la semana, y por lo tanto tenía una vista de la
montaña de 360 grados. Sensores de movimiento de alta sensibilidad y sensores de
sonido. Si una mosca se tiraba un pedo en cualquier lugar cerca de ellos, lo sabían.
Sus ordenadores estaban conectados ilegalmente a los 15 satélites Keyhole y podían
conseguir información en tiempo real sobre más o menos todo lo que ocurría en el
mundo, sobre todo en las putas latitudes del norte.
Todo lo que Nick necesitaba era un lugar y podría enfocarla.
Un lugar que no tenía.
Así   que   los   hologramas,   la   información   del   satélite,   la   gran   potencia   de   sus
servidores   —los   servidores   de   su   propiedad   eran   más   potentes   que   los   del
Pentágono,   mayor   incluso   que   los   de   Amazon—   no   podía   ayudar.   Detrás   de   la
puerta de titanio en la pared de la izquierda había una armería que haría sentirse
orgulloso a un equipo Delta. Nick había sido Delta, y había algunos artículos extra
que ni siquiera los Delta habían tenido.

~111~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Si había un enemigo, podrían eliminarlo, sin dudar. Tenían las herramientas y la
determinación de proteger lo que tenían.
Demonios, Mac tenía una esposa y un bebé a los que proteger. Mac por sí mismo
era una máquina de guerra.
Así que tenían las cosas para ir allí, acabar con la oposición y volver con sigilo.
Mac, Jon y él eran realmente buenos en caer sobre los lugares y extraer cosas y
personas. No habían sido Operativos Fantasmas por nada. Eran Fantasmas, porque
todo en su pasado había sido borrado. Eliminado. No existían en ningún lugar de la
tierra.  Y eran Fantasmas porque  habían sido entrenados para moverse  con sigilo.
Cuando ellos no querían ser encontrados, no lo eran.
Incluso aquí, creando  una comunidad de genios e inadaptados, no habían sido
encontrados.
Hacer balance de la sala de guerra calmó a Nick, solo un poco. Cuando averiguara
donde   estaba   Elle,   tendría   la   potencia   de   fuego   y   la   voluntad   de   usarla.   No   le
importaba si Elle tenía un puto ejército tras ella.
Pero, ¿dónde estaba?
Era   el   paraíso   de   un   agente   masculino,   lleno   de   equipos   de   alta   tecnología   y
comunicaciones. Con el toque de una mujer en la esquina más alejada. Catherine
había sido investigadora antes de embarcarse en la misión de encontrar a un hombre
que   nunca   había   conocido,   Mac.   Había   sido   enviada   a   esa   misión   por   su   ex
comandante,   el   capitán   Lucius   Ward,   el   hombre   que   pensaban   que   los   había
traicionado.
Ward no los había traicionado. Le habían traicionado a él mismo y había perdido
su salud y su cordura después de un año en manos de los monstruos. Habían ido al
rescate del capitán y se asombraron de encontrar a tres de sus compañeros con los
que habían experimentado hasta que estuvieron a punto de morir.
Romero, Lundquist y Pelton habían perdido casi un tercio de su peso corporal,
estaban   llenos  de  cicatrices   quirúrgicas,  y  habían  perdido   la  capacidad   de  hablar
cuando habían sido llevados de vuelta a Haven.
Así   que   Catherine   estaba   cuidando   de   ellos,   trayéndolos   de   vuelta   a   la   vida,
mientras trataba de averiguar que les habían hecho. Eso era muy, muy malo.
Ella era  una  mujer  ordenada,  así que  su esquina  no era  el  desastre  que  era  el
espacio   de   ellos,   pero   era   evidente   que   había   sido   interrumpida.   Tal   vez   por   su
marido Mac llevándosela a su cueva. Desaparecían mucho juntos.
Había un gran maletín caído sobre el escritorio de Catherine, los papeles se habían
desparramado como la lengua de un glaciar. Estaba investigando lo que les habían

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

hecho a sus compañeros de equipo y al capitán. Una serie de brillantes folletos de
empresa caían en cascada. Miró la pila de documentos.
La suave voz de Catherine interrumpió:
—¿Qué? ¿Qué pasa, Nick?
Repitió lo que fuera que había dicho antes. Nick vio su boca moverse, pero no
podía entender las palabras. Estaba mirando la esquina de Catherine de su cuarto de
guerra. No podía apartar los ojos. Era como si un foco hubiera iluminado su maletín.
Ella dijo algo más y Nick lo intentó, realmente intentó concentrarse con fuerza.
Pero fue inútil. Se habían centrado en ella, luego su mente y sus ojos vagaban.
Una colleja casi le envió al suelo.
—Concéntrate,   idiota   —gruñó   Mac—.   Catherine   está   tratando   de   ayudar   a   tu
lamentable culo.
Nick respiró, exhaló. Sin mover la cabeza, sus ojos se deslizaron de vuelta a la
esquina de Catherine. El brazo de Catherine serpenteó y le tomó un segundo darse
cuenta de que bloqueaba el brazo de su marido.
—Espera, Mac —dijo, inclinando la cabeza para mirar a Nick—. ¿Sucede algo?
¿Estaba ocurriendo algo? A la mierda si lo supiera.
—¿Por qué estás mirando mi maletín, Nick?
—¿Eh?   —Se   sentía   tan   estúpido.   Por   lo   general,   él   era   rápido.   Su   respuesta
habitual a las cosas era a la velocidad del rayo. Estaba en estado de alerta, siempre.
Nada le tomaba por sorpresa nunca. Estaba reaccionando al peligro antes de que la
mayoría de los otros hombres se dieran cuenta siquiera que estaba ahí.
Ahora   se   sentía   lento,   perezoso.   Los   pensamientos   fluían   lentamente,   como   si
tuvieran   que  hacer   un gran  viaje  para  llegar  a su  cabeza.   Era  como   si  su  cabeza
estuviera ocupada por un virus informático que lo ralentizaba todo.
Suave calor en sus mejillas. Las manos de Catherine en su rostro. 
—Mírame, Nick.
Él la miró, aunque sus ojos se giraron. Ella lo sacudió ligeramente.
—Mírame.
De   mala   gana,   apartó   los   ojos   de   la   esquina   y   la   miró   a   los   ojos   con   fiereza,
concentrado.
—Hay algo por ahí que está despertando algo en ti. ¿Qué es?
Él se encogió de hombros. 

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—No  lo  sé —murmuró.  Y no  lo  sabía.  No  tenía  ni idea de  lo  que  había  en  el
maletín  de Catherine y no le importaba. Pero, sin embargo, sus ojos volvían a la
esquina.
Otra colleja que apenas sintió.
—Nick —gruñó Mac.
Catherine puso los ojos en blanco. 
—Deja de hacer eso, Mac. No estás ayudando. Retrocede.
Y Mac retrocedió.
Increíble.   Incluso   con   todo   lo   que   le   estaba   pasando,   Nick   se   maravilló   de   la
obediencia   de  Mac. Nadie  le  daba   una orden,  jamás,  excepto  su  antiguo   capitán,
Lucius Ward. Ward todavía estaba demasiado enfermo para dar órdenes así que Mac
seguía   siendo   Dios.   Era   metro   noventa   y   dos   de   puro   músculo   y   mezquindad
convertido en la mascota de la casa cuando su esposa hablaba.
Catherine no se detuvo a saborear su victoria. Mac se había más o menos sometido
a ella desde el instante que se conocieron, así que ella no apreciaba plenamente el
tener una máquina de matar como Mac que la obedeciera. Se acercó a la esquina,
metió todo en el maletín y lo llevó a Nick.
Sus ojos la siguieron cada paso del camino.
Ella volvió a desparramar los documentos sobre la mesa delante de Nick.
Él miró todo con avidez, incapaz de apartar la mirada de las piezas perfectamente
ordinarias de papel y algunos folletos en papel satinado.
—Nick. —Catherine puso su mano sobre la suya una vez más. Fue un movimiento
deliberado y ni siquiera Mac protestó. Catherine tenía algún tipo de poder secreto,
algo de magia potagia que le asustaba a él y a todos los demás que no lo tenían. Era
un hecho. Si ella tocaba a alguien, sabía lo que estaba sintiendo. Y últimamente, de
manera aterradora, si tocaba, sabía lo que estaba pensando.
Debía ser una mierda aterradora estar casado con alguien que podía caminar por
el interior de tu cabeza, pero Mac parecía bastante feliz por eso.
—Nick. —Catherine apretó la mano y Nick apartó la vista del maletín—. Habla
conmigo. Dime lo que pasó. ¿Qué te tiene tan molesto?
—Molesto. —Un sonido salió de su garganta que fue más un sonido de animal que
humano—. Molesto es derramar la sopa, perder un tren. Elle está en peligro. No estoy
molesto por eso, ¡estoy jodidamente aterrado!
Estaba sudando como un cerdo, el corazón latía de forma errática. Se sentía como
una máquina rota y las piezas temblaban.

~114~
Lisa Marie Rice

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—Está bien. Vale. Cálmate. No la estás ayudando asustándote. —Catherine puso
la otra mano a su alrededor. Nick quería gruñirle, pero con la mano envuelta en la de
ella sintió que su corazón empezaba a calmarse. Algo estaba funcionando—. Dime
exactamente lo que pasó.
El corazón le dio un enorme salto. Su voz se elevó. 
—Ella está en problemas. De alguna manera contactó conmigo después de todos
estos años y ¡está en problemas! ¡En peligro! —Su mirada se deslizó de nuevo a su
maletín. Brillaba, como un foco.
—No, Nick. —La voz de Catherine era suave pero firme—. No me estás diciendo
lo que pasó, me estás contando tu reacción. ¿Estabas durmiendo? ¡Nick! —Su voz
sonó como una bofetada—. ¡Mírame!
Deslizó sus ojos hacia ella, de mala gana.
—¿Estabas durmiendo?
—Sí. —Tuvo que forzar la voz a través de un nudo en la garganta.
—¿Algo te despertó?
—¡Elle! ¡Ella me despertó! Oh Dios, ella...
Catherine le sacudió la mano.
—Concéntrate, Nick. No estás ayudando a Elle en absoluto. Ella está en problemas
y podría morir porque no puedes concentrarte en nada, excepto tus sentimientos.
Puedo sentir que… que estás en medio de una oleada de pánico y miedo. Eso no va a
ayudar a Elle. Solo puedes ayudarla si mantienes la calma y te centras. Olvida tus
sentimientos. Céntrate en la situación. Concéntrate en ayudar a Elle.
Mierda. Ella tenía razón.
Concentración.
Nick tomó en una enorme bocanada de aire.
Casi no se reconocía. Había sido un Ranger, había sido un Delta, había sido un
Ops   Ghost.   Nadie   había   tenido   que   decirle   que   se   centrara.   No   era   más   que
concentración. Brutal e inflexible. En una misión, era puro acero frío.
Ahora   estaba   temblando,   sudando,   con   la   mente   volando   en   mil   pedazos
diminutos.
—Vamos,   Nick.   —Catherine   frunció   el   ceño   seria—.   Ayúdame.   Ayúdame   a
ayudarte.
Los   ojos   de   Nick   volvieron   al   maletín.   Eso   le   daba   algo.   Alguna   sensación   de
calma, un punto donde concentrarse.

~115~
Lisa Marie Rice

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—Vamos a ir de nuevo al principio. Mírame, Nick.
Maldita sea. Sus ojos giraron. 
—Mirando.
—Estabas durmiendo. ¿Estabas soñando? 
¿Lo había estado? Sí. Había estado soñando con Elle. Con la última vez que la
había visto. Y maldita sea si no había sido un sueño húmedo. Se había despertado
con una erección que perdió en el segundo que recibió el mensaje de peligro. De
ninguna   manera   iba   a   decir   que   se   despertó   con   una   erección.   No   delante   de
Catherine. O Mac o Jon para el caso.
—¿Nick? ¿Soñando?
—Sí —murmuró.
—¿Con ella? ¿Elle?
—Sí. —Apretó las mandíbulas.
—¿Había algo diferente en el sueño?
Él estaba revisando su maletín, pero giró la cabeza hacia ella ante esas palabras. 
—¿En qué sentido? —No pudo evitar el tono de sospecha.
Ella mantuvo su voz suave. 
—¿Sueñas con ella a menudo? ¿Con Elle?
¡No! La palabra estaba allí mismo, en su boca, llenando su boca. No, por supuesto
que no soñaba con Elle. Eso sería revelar una debilidad. Un hombre era débil en el
sueño, no podía controlarse. Así que, no, no soñaba con Elle. No soñaba con nada,
que te jodan, muchas gracias. Sus sueños eran asunto suyo.
—Sí —dijo.
Ella asintió con la cabeza. 
—¿Y éste tenía un sabor diferente?
Bueno, se había despertado empalmado, si eso es lo que quería decir. Se había
despertado sudando de miedo.
—Cierra los ojos, Nick.
—¿Qué? —Cristo. El tiempo era algo pesado que giraba alrededor de un desagüe.
Elle estaba en peligro, en peligro ahora mismo. ¡No tenía tiempo para esta mierda!
Nick movió los pies. Quería alejarse de Catherine, correr hacia la puerta, pero... no
podía liberarse.

~116~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
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Era  fuerte.  Había sido  fuerte  durante  toda su vida. Había estado  en el ejército


durante casi la mitad de su vida y cada puto día había entrenado para el combate.
Era un tirador. Había disparado varios millones de cartuchos en su vida. Sus manos
eran   fuertes.   Una   vez   había   probado   67   kilos   en   la   prueba   de   resistencia.   Podía
aplastar la mano de Catherine en un nanosegundo.
Salvo... que no podía. No podía zafarse de ella.
—Estás asustado y quieres entrar en acción. —Los ojos de Catherine ejercían una
atracción tan grande como su mano. No podía apartar la mirada de ella—. Pero no
tienes ni idea de a dónde ir. Estoy tratando de ayudarte, Nick. Si Elle te envió un
mensaje, también te envió la manera de encontrarla. Así que tienes que escuchar con
atención lo que ella trataba de decirte. Ahora cierra los ojos.
No había manera de desobedecerla. Cerró los ojos.
—Despeja tu mente —dijo Catherine—. Solo está Elle, y el mensaje que te envió.
Eso es todo lo que hay en el mundo. Ella está en problemas y si pidió ayuda, hay una
manera de encontrarla en su mensaje. Así que piensa con cuidado. Estabas soñando
con ella. Y oíste un grito de ayuda. Piense de nuevo en ese grito.
Nick asintió con la cabeza, pensó.
—Estabas soñando con ella, con Elle. Entonces el sueño cambió, ¿correcto?
Él asintió con la cabeza otra vez.  Exactamente. Así era exactamente. Era como si
Catherine hubiera estado allí.
—De repente, perdió esa sensación de ensueño y se convirtió en real. Algo que
podías tocar y sentir.
—Sí. —Eso había sido exactamente.
—Te despertaste y sentiste el peligro.
Nick abrió los ojos. 
—Sí.   —Por   todo   su   cuerpo,   cada   célula   hormigueaba.   Incluso   antes   de   oír   las
palabras, la llamada.
—¿La has visto?
¿Lo hizo? Nick buscó en profundidad. Había una enorme superposición de pánico
sudoroso. Tenía que deshacerse de eso, tratar de recordar. Apretó la mandíbula. 
—Sí, creo… creo que lo hice.
Otro apretón a su mano. 
—¿Qué aspecto tenía?

~117~
Lisa Marie Rice

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—Más mayor. —La palabra saltó cuando las imágenes en la cabeza de repente se
unieron—.   Cansada.   Asustada.   Tenía…   tenía   el   pelo   por   toda   la   cara   —dijo   de
repente—.   Corto.   Hasta   la   barbilla.   Ella   siempre   llevaba   el   pelo   largo…   —Un
repentino   destello   del   recuerdo   del   cabello   de   Elle   rozando   su   vientre   como   una
pálida cascada casi lo mató—. Pero ahora lo lleva corto. Todo caído por su cara, como
sucio. Está sangrando… —La boca seca, trató de tragar—. Por un corte. Es profundo.
Ella… ella está preocupada por eso. Pero no por el corte. Hay algo más sobre ese
corte, pero no sé qué. —Se encontró meciéndose—. No entiendo esto.
—Está bien —sugirió Catherine suavemente—, no te preocupes por el corte en
estos momentos. Deja eso de lado. ¿Ella está sentada o de pie?
¿Qué coño importaba? Quieto…
—Sentada   —dijo,   con   decisión.   De   repente,   el   conocimiento   estaba   allí,   en   su
cabeza.   Una   imagen   de   Elle,   la   cara   entre   las   manos,   los   hombros   inclinados   en
desesperación. La desesperación coloreaba el aire a su alrededor, profunda y oscura.
Oh Elle—. Está sentada en el suelo, contra la pared.
—¿Cómo es la habitación?
Ni siquiera había pensado en eso. Todo se había centrado en Elle, en el peligro. Se
concentró con más fuerza.
—No es una… una casa. O al menos su casa. No entiendo esa impresión. Todo se
siente barato, un poco sucio. No como ella. —La última vez que la había visto, había
estado   absolutamente   arruinada,   pero   incluso   entonces   todo   había   estado   limpio.
Harapiento pero limpio. El lugar donde estaba se sentía sucio y poca calidad.
—¿Qué es lo que ella ve, Nick?
Cerró los ojos con más fuerza. ¿Qué estaba viendo ella? No tenía ni idea.
—No sé. Paredes. Una cama. Pero… se siente extraño a ella, no es familiar.
—¿Cómo un… hotel?
¡Jesús, ¡sí! 
—Sí, como un hotel. O... está en la planta baja. ¿Tal vez un motel?
—¿Tienes alguna idea del aspecto del exterior? Si se trata de un lugar desconocido,
ella habrá  notado más sobre él que su propia casa, que le sería  familiar. Así que
piensa. Sigue el grito de ayuda para ver si hay más información. La habrá. Solo tienes
que encontrarla.
Maldita sea. Catherine tenía sentido. Pero había sido como un gran pulso poderoso,
lo bastante grande para despertarlo, asustarlo, pero no para mensajes ocultos.
Nick esperó, sudando, luego sacudió la cabeza.

~118~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—Recuerda   el   sueño.   Justo   antes   de   que   se   desvaneciera.   ¿Puedes   tratar   de


recordar lo que había antes de que el faro se encendiera para llamar de ti a ella? Estoy
segura  que  fue  una imagen lo que brilló. Cuando llamó  para pedir ayuda, debió
haber sido parte de la llamada. Ese es el  único modo en que funciona. Cualquier
llamada tan fuerte, para despertarte desde tan lejos, tendría la información en ella.
Oculta, tal vez. O más bien la llamada faro fue tan fuerte que no pudiste percibir el
resto de datos. —Miró rápidamente a su marido, y luego a Jon, el equipo informático
—. Piensa en ello como… Jon, ¿cómo se llama cuando la información está oculta pero
no cifrada en un mensaje?
—Esteganografía.   —Jon   observaba   todo   con   sobriedad.   Su   modo   emocional
predeterminado era frenético, burlándose, pero no estaba bromeando o haciéndose el
gracioso ahora. Hablaba muy en serio.
—Esteganografía, claro. —Catherine se volvió hacia Nick—. Piensa en ello como lo
que llamarías información oculta en un mensaje. Ella tendría alguna sensación de
dónde estaba en la llamada de ayuda si tienes la sensación de que no estaba en casa.
Si estuviera en casa, seria ruido de fondo para ella. Pero si está fuera, huyendo, sería
parte de la llamada de emergencia.
Puesto así...
—Piensa de nuevo. Tienes esta llamada. ¿Qué se siente?
¿Qué se siente? Se sentía como una mierda… Elle en peligro y él no sabía cómo
ayudarla. 
—Como   Elle   lanzándome   una   piedra   a   la   cabeza.   Cómo   lo   haces   contra   una
ventana. Luego el grito de ayuda.
Catherine le estaba escuchando con cada fibra de su ser, concentrada por completo
en él, sosteniendo su mano.
—Esa  sensación que   tenías.  Esa  sensación  de  que   no   estaba  en  su casa,  en  un
ambiente familiar. Eso vino de ella, de Elle. No estaba emitiéndote eso, pero estaba
en  el  mensaje.  Debe  haber  ido  a ese  sitio  desde  algún  otro  lugar.  Así que,  en  tu
cabeza, trata de rebobinar, como si fuera una cinta. Solo desliza el dedo de derecha a
izquierda en la cabeza. Imagínatelo, Nick. Desliza el dedo, retrocede en el tiempo.
Su voz era casi hipnótica. Sus ojos grises brillaban como si una bombilla se hubiera
encendido detrás de sus ojos.
—Vuelve, Nick —murmuró—. Vuelve atrás. Estoy allí contigo.
Volvió atrás. Atrás…
Los ojos de Catherine se desvanecieron. Ella le apretó la mano.

~119~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Te  estoy   leyendo,   Nick.   Eres   como   una   sirena   de   niebla,   mientras   yo   estoy
tratando de escuchar música. Cálmate, enfríalo. Me estás ensordeciendo.
Nick no tuvo que mirar para saber que Mac y Jon intercambiaban miradas. Nadie
jamás había tenido que decirle que se enfriara, nunca. Él era frío. Frío como el hielo.
Elle era la única que había eliminado ese frío alguna vez. Había derramado lágrimas
exactamente una vez en su vida, sentado en el borde de la cama de Elle en Lawrence,
sabiendo que se había ido para siempre.
Y ahora.
Saber que le necesitaba y no poder ayudar porque era un lío por dentro.
—Eres un lago frío, tranquilo y en calma —dijo Catherine—. Sin emociones, inerte.
Él era un lago frío, tranquilo y en calma. Sin emociones, inerte.
—Lo   estoy   sintiendo   —dijo   Catherine   en   voz   baja.   Su   mano   sobre   la   de   Nick
brillaba por el calor. De alguna manera, estaba leyéndole. Leía a Elle a través de él—.
Miedo. No el tuyo, Nick. El suyo.
—Pánico —dijo él y tragó saliva.
—Sí. —Los ojos de Catherine estaban cerrados ahora, su voz era un susurro tan
bajo que apenas podía oírla—. Pánico. Está huyendo. Huyendo de... No lo puedo
decir. Hombres con trajes negros, con… —Se detuvo, la ensoñación de su voz ida.
Miró a Mac y tragó saliva—. He estado alrededor de vosotros chicos lo suficiente
como   para   reconocerlo.   Ella   está   siendo   perseguida   por   hombres   vestidos   con
uniforme de combate, armados hasta los dientes, con visión nocturna.
Nick   se   congeló.   Casi   podía   oír   a   Jon   y   Mac   tensarse   con   atención.   Catherine
acababa de describir soldados. O si no los soldados, entonces seguridad corporativa
de   élite.   De   cualquier   manera,   malas   noticias.   La   peor   noticia   posible.   Hombres
entrenados para matar a tiros a una mujer.
Tranquilo, en calma como un lago...
—Los hombres vienen a por ella, frente a su casa. —Catherine inspiró y expiró, de
alguna manera brillante una vez más.
Nick   lo  captó.  Estaba   consiguiendo   imágenes,   parpadeando  como  si  fuera  una
película   vieja.   Fragmentada,   allí   y   no   allí.   Pero   de   alguna   manera   podía   seguirla
porque era la esencia de Elle, y podría seguir a Elle hasta los confines de la tierra.
Nick habló. 
—Esos tipos en uniforme de combate, están viniendo rápido. Coordinados. Pero
ella ha sido advertida. De alguna manera está herida, en el brazo. Hay dolor que está
bloqueando. Agarra su bolso y corre abajo, abajo… debajo de las escaleras, más allá

~120~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

de la planta baja, hacia abajo... Hay un pasillo largo y oscuro, muy largo. Corre hacia
el final, sube las escaleras y sale a un patio trasero. Atraviesa una serie de patios, sabe
a dónde va. Corre lo más rápido que puede hasta que se detiene. Se aferra a una
farola. La calle es… anónima. Solo casas normales, no demasiado ricas ni demasiado
pobres.   Corre   de   nuevo,   lo   más   rápido   que   puede,   por   calles   oscuras   con   nada
extraordinario para identificarlas. Sin embargo, las casas son cada vez más pobres.
Las calles son más oscuras. Ella tiene miedo. Es una mala parte de la ciudad. Pero no
sé de qué ciudad. Se detiene, sin aliento. Está buscando un edificio. Muy mal estado,
una fachada verde descolorida. Hay un letrero de neón, VACANCIES. La primera A
y la E están quemadas. No puedo distinguir el nombre. Ella se siente… no segura,
pero es anónimo. Se registra, paga en efectivo, deja un nombre falso. No tengo ni
idea de cuál. Aparece y desaparece.
—¿Recibiste la sensación de dónde está, Nick? ¿Dónde podría estar ese hotel o
motel?
Nick apretó la mano libre.  Bueno, joder. Si lo supiera, no estaría aquí, haciendo girar
malditos  los  pulgares, estaría en  marcha, ¿no?  Pero  no  podía decir  eso. No se podía
hablar irrespetuosamente a Catherine. En primer lugar, porque Mac le aplastaría. En
segundo lugar, porque le gustaba Catherine. Y tercero, porque ella estaba tratando de
ayudar. 
—No lo sé. —Un escalofrío le recorrió el cuerpo antes sus propias palabras—. No
lo sé.
—Ah, pero lo sabes —dijo Catherine, su voz suave. La mano de Nick se sacudió en
la suya—. Escucha a tu cuerpo, Nick. 
Que…
—Tu cuerpo te está hablando. Escúchalo.
Sus ojos se abrieron de golpe, se deslizaron por su rostro hacia el maletín. Volvió.
Nop. Su cuerpo le estaba diciendo una mierda.
Catherine le soltó la mano, tiró del maletín y sacó un fajo de papeles, un montón
de  papeles  de   lo  que  parecían   informes   de   laboratorio  y  unos  papeles   satinados,
folletos de algún tipo.
Por alguna razón, sus movimientos lo fascinaban. Observó, casi anonadado.
—Esto te ha estado llamando. No has sido capaz de apartar la vista. Aquí hay algo
importante.
Catherine comenzó a colocar metódicamente el papeleo en pilas ordenadas a lo
largo de los tres metros de la mesa llena de monitores holográficos que servían de
mando central.

~121~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick   la   observó   mientras   colocaba   los   informes   de   laboratorio   en   una   pila


ordenada, otro conjunto de impresiones de Dios sabe qué, entonces empezó a separar
los folletos en abanico, dejando cada logotipo de empresa a la vista.
Uno de repente se iluminó en su cabeza como si un foco brillara sobre él.
—¡Ese! —gritó. Apuntó su dedo tembloroso.
—¿Qué, Nick?
Nick se levantó, corrió hacia los brillantes folletos de la empresa. Su dedo se posó
en uno del centro. Tres coronas de oro estilizadas. Laboratorios Corona, TRAYENDO
EL FUTURO AL HOY.
—Este   —dijo,   golpeándolo   con   el   dedo.   Cada   vez   que   tocaba   el   papel   parecía
calentarse.
Este resultó ser el folleto de una nueva empresa.
Catherine lo cogió y se lo mostró a su marido. 
—Creía que conocía casi todos los laboratorios de investigación del país, pero este
es nuevo. —Mac giró el papel brillante otra vez en sus manos grandes. Había un
videoletter incrustado en el papel, de moda hoy en día. Una mujer sonriente con una
bata   de   laboratorio   levantando   indefinidamente   un   tubo   de   ensayo   en   triunfo,
bajándolo, levantándolo…
Nick   estaba   temblando   por   la   tensión.   El   logotipo,   el   nombre   de   Laboratorios
Corona no significaba nada para él, pero aún así brillaba en su mente.
En   una   esquina   podía   oír   el   inquieto   ruido   de   Jon   en   el   teclado   virtual,   una
proyección de la luz sensible al calor sobre la mesa. Los dedos de Jon eran un borrón.
Mac entregó el folleto a Nick. 
—¿Esto significa algo para ti?
Nick tomó el papel brillante grueso y lo estudió con cuidado. La mujer sonriente,
levantando la mano con el tubo de ensayo y ponerla en el suelo en un bucle sin fin
era completamente desconocido para él. Estudió el texto…
Laboratorios Corona, trayendo el futuro al hoy

Laboratorios Corona es una rama de varios laboratorios de investigación de gran éxito,
dedicado exclusivamente al estudio de la neurociencia...

Tecnopalabrería

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Nick le dio vueltas. El folleto era uno de esos doblados en tres. El videolette estaba
en la portada. Al abrirlo, los datos de la empresa estaban en el lado izquierdo y lo
que llamaban “el objetivo principal” en el centro. La hoja de la derecha recogía las
instalaciones de la empresa, una estructura cristalina Buckminster sobre la superficie,
extensos   tragaluces,   situado   en   alguna   pradera   cubierta   de   hierba.   El   terreno
subterráneo era enorme.
Le   importaba   una   mierda   todo   eso.   Este   puto   folleto   prácticamente   se   había
abalanzado y le había agarrado por las pelotas, así que ¿por qué no captaba lo que
suponía que tenía que decirle?
Lo miró una y otra vez, incluso lo giró, lo que no hizo más que darle dolor de
cabeza. El reflejo en el papel brillante casi lo cegó. Entrecerró los ojos.
Catherine le observaba de cerca.
—¿Qué, Nick?
Él negó con la cabeza, como sacudiéndose el agua. Un movimiento brusco.
La información de contacto, la dirección pareció saltar hacia él.
1657 McGraw Drive, Palo Alto.
Palo Alto.
—¡Eh! —gritó Jon justo cuando Nick dejaba caer el papel como si le quemara los
dedos.
Jon giró la pantalla. Había apagado la función holograma, la pantalla mostraba un
artículo de periódico sin fotografías.
—Los Laboratorios Corona fueron comprado hace un año nada menos que por
Arka   Pharmaceuticals.   —Se   volvió   hacia   Nick—.   Sea   lo   que   sea   lo   que   te   está
llamando, amigo, no es bueno.
Arka Pharmaceuticals había mantenido a su antiguo comandante y a tres de sus
compañeros prisioneros, realizándoles experimentos que habrían hecho que los nazis
se sintieran orgullosos, durante más de un año. El año en que, Mac y Jon y él habían
estado en el exilio, convencidos de que su comandante les había traicionado. Lucius
Ward no los había traicionado. Le habían traicionado a él mismo y había pagado un
precio terrible.
Catherine había trabajado para una compañía propiedad de Arka y todavía tenían
hombres buscándola. Arka era una empresa de miles de millones de dólares con un
montón de gente que testificaría que estaba dirigida por ángeles. Nadie creería jamás
que   un   laboratorio   dirigido   por   Arka   había   torturado   a   soldados   condecorados.
Nadie creería que matarían a Catherine en cuanto la vieran.

~123~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Por supuesto, ahora que estaba en Haven, en su comunidad de alta tecnología de
inadaptados   en   la   que,   como   todo   el   mundo,   encajaba   muy   bien.   Ahora   era
reverenciada, en realidad, como médico de la comunidad. Por no mencionar el hecho
de que tenía a Mac cuidándola día y noche, y si algo le pasaba a Mac, entonces él y
Jon intervendrían. Ambos hombres darían la vida para mantener a Catherine a salvo.
Arka no iba ponerle las manos encima.
Y ahora Arka estaba involucrada de alguna manera en una amenaza contra Elle
también. Ella estaba bajo amenaza en este momento y él no sabía dónde coño estaba
ella,   excepto   que   estaba   en   un   motel   de   mala   muerte   con   una   fachada   verde
desteñida...
—Palo Alto —gritó Nick y casi se golpeó a sí mismo en la cara. De alguna manera
oculta en la llamada de socorro estaba la imagen de Corona Laboratorios. Tal vez ella
trabajaba allí, tal vez ella no. El hecho era que Corona estaba metido en la amenaza a
ella y Corona tenía su sede en Palo Alto. La ciudad estaba a menos de una hora en
helicóptero—.   Ella   tiene   que   estar   ahí,   por   eso   no   podía   apartar   mis   ojos   de   ese
maldito folleto. Jon…
Pero Jon ya estaba tecleando en la superficie de la mesa de conferencias, conectado
a cuatro monitores. 
—En ello —dijo.
Nick corrió a su lado, con la piel picándole. Había estado paralizado por el miedo,
pero ahora la urgencia se precipitaba sobre él como una inundación que había estado
retenida y ahora liberada. ¡Elle estaba en Palo Alto! Lo sabía, podía sentirlo. Había
sido atacado con una señal de socorro, pero no había forma de conocer el punto de
origen, y eso le había estado volviendo loco. Elle podía haber estado en Nueva York,
Alaska, en la jodida Francia. Todos lugares a los que le llevaría horas y horas llegar.
Pero estaba en Palo Alto y su helicóptero podría llevarle allí en menos de una hora.
Oh Jesús...
Jon había sacado un mapa de Google y estaba comprobando una lista de moteles.
Era un trabajo laborioso porque no era como el reconocimiento facial con parámetros
conocidos.   Una   fachada   verde   desteñido   no   era   mucho   como   identificador   y
necesitaban vistas nocturnas para ver un cartel al que le faltara una letra.
—Voy a un perímetro de cuarenta millas —dijo Nick, y la primera pantalla se alejó
—. A oscuras. —Jon tecleó la mesa y todas las pantallas mostraron fotos nocturnas,
pirateadas  en  su  mayoría  ilegalmente   de  los  satélites  Keyhole  15, algunas de   sus
propios drones.
La segunda pantalla mostraba hoteles y moteles. Se detuvieron en una imagen de
un edificio con un letrero de neón parpadeante VACA CIES. Nick lo estudió. Parecía
una reliquia de ladrillo rojo de los años treinta. Un distintivo toldo hecho jirones

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

sobre la entrada. Se sentía aburrido y sin vida. Equivocado, en todos los sentidos.
Sacudió la cabeza.
—No.
Diez minutos más tarde lo tenían. Un edificio bajo situado en un centro comercial
de aspecto deprimido. V CANCI S, un letrero de neón colocado en la parte superior
de un poste de la publicidad.
—Imágenes diurnas apareciendo… ¡ya! —Jon cambió la pantalla y, sí, ahí estaba.
Un edificio de baja altura, una vez pintado de verde, ahora desteñido. La dirección
estaba debajo, 2442 Century Way. Los datos GPS estaban allí, y daba la distancia a
lugares de interés alrededor de Palo Alto. Nick era un excelente orientador. Podía
llegar al lugar del monitor con los ojos vendados. Ahora que sabía que Elle estaba
allí, caminaría sobre cristales con los pies descalzos para llegar allí. La captura de
pantalla pulsó con significado. Desde lo más profundo de su ser vino la certeza. Elle
estaba allí, en ese edificio, en estos momentos.
Si no estaba muerta.
—¡Ella está ahí! —gritó—. Puedo sentirlo. Jon, inicia al Little Bird.
Jon podía arrancar a Little Bird desde un mando a distancia que se guardaba en la
armería. En una misión se encontraba fijado a la parte interior de su muñeca con
derma­pegamento. Si lo ponía en marcha ahora, Little Bird ya estaría calentando los
rotores cuando bajaran al hangar.
Nick estaba en la puerta, pero estaba solo. No Jon.
Miró por encima del hombro, loco de urgencia. Ahora que sabía dónde estaba Elle,
la prisa estaba en su sangre como una fiebre. Incluso este minuto adicional podría
significar   la   diferencia   entre   la   vida   y   la   muerte   para   Elle.   ¿A   qué   coño   estaba
esperando Jon?
—Jon —dijo bruscamente—. ¡Vamos!
Pero Jon estaba sacudiendo la cabeza y si Nick no lo supiera, si no supiera que no
Jon no tenía emociones, juraría que vio tristeza en sus ojos.
—No puedo. —Su voz estaba sin vida, sin brillo—. La cabeza de rotor de Little
Bird está rota. Fui a Sacramento donde un distribuidor de piezas de aviación hoy
para robar una nueva, pero no he tenido tiempo de instalarlo. Necesitaré un par de
horas por lo menos. Lo haré, sabes que lo haré, pero estoy trabajando solo. El único
otro tipo que sabe lo suficiente sobre él como para ayudar es Pelton.
Catherine jadeó. Pelton, uno de los hombres que habían rescatado de la prisión de
Arka   hacía   tres   meses,   había   salido   recientemente   de   un   coma.   Estaba   en   la

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Lisa Marie Rice

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enfermería, todavía acostado, con IV y tubos entrando y saliendo de su cuerpo. De
ninguna manera iba a ser de ningún tipo de ayuda.
Bueno, a la mierda. Nick no iba a perder el tiempo con remordimientos. Era lo que
era.
—¡Envíame un drone al motel! Tomaré el hoover —gritó por encima del hombro
mientras corría hacia el hangar.

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Capítulo 8

Sede de Arka Pharmaceuticals 
San Francisco

El ex General Clancy Flynn giró un gran aro de oro alrededor de su carnoso dedo,
sopló y tiró de su corbata. Era una corbata Valentino de seda roja que iba muy bien
con su bonito traje, el cual era obviamente encargado a medida. Ningún diseñador
trabajaba aquellas tallas.
El doctor Charles Lee suprimió un ligero estremecimiento.
Flynn   se   tornaba   más   repulsivo   cada   vez   que   se   encontraban.   Era   como   si
estuviera en su inmenso y acelerado Programa de Inflado. Había aumentado cinco
kilos cada vez que se encontraban. Pesaba ahora al menos ciento treinta y cinco kilos.
El gran peso de su carne había asumido gravedad por sí misma y lo arrastraba hacia
abajo. A pesar que Lee mantenía su oficina en unos constantes y frescos veintidós
grados,   Flynn   estaba   sudando,   su   propia   carne   actuaba   como   un   calefactor.   Su
corazón debía latir el doble de fuerte para llevar sangre alrededor de toda esa carne.
Su sudor apestaba… un olor rancio que era más fuerte que la colonia para hombres
que llevaba y que el aroma del caro tejido que envolvía su gordísimo cuerpo.
Flynn tenía un ataque al corazón a la espera, excepto que debía aguardar a tenerlo
hasta que el programa de Lee fuera completado. 
Flynn había puesto en funcionamiento una muy exitosa y lucrativa compañía de
seguridad   basada   en   los   contactos   que   había   hecho   en   sus   veinticinco   años   de
servicio en el ejército. Era muy codicioso. El programa de Lee era la llave a una gran
fortuna,   pero   ellos   habían   tenido   algunos   trastabillantes   tropiezos.   Muy   pocos
realmente. El último costó más de un millón de dólares. Pero ahora Lee tenía algo
aun más grande que diseñar programas, el había aspirado a aumentar la agresividad,
la masa muscular, reflejos y CI de los soldados. 

~127~
Lisa Marie Rice

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Flynn estaba financiando el programa secreto para tener la mejor compañía de
seguridad del mundo. Lee tenía su propia agenda: el estaba planeando convertir los
cuarenta   millones   de   soldados   ordinarios   del   ejercito   en   cuarenta   millones   de
soldados de las Fuerzas Especiales. 
Lee estaba muy cerca de su objetivo. Había tenido unos molestos contratiempos y
en   una   memorable   misión   puesta   en   funcionamiento   por   la   compañía   de   Flynn,
Seguridad Orión, en África, el equipo entero había sido defectuoso. Bueno, Lee había
ajustado la dosis y varias otras misiones habían salido muy bien por cierto.
La mayoría del progreso fue realizado gracias a los experimentos llevados a cabo
sobre cuatro soldados de elite en el curso de un año. Los antiguos soldados Ghost
Ops que habían sido capturados en el incendio del laboratorio de Cambridge. 
Flynn   había   estado   particularmente   feliz   al   conocer   que   el   principal   sujeto   de
testeo fue el Capitán Lucius Ward. Aparentemente, Ward había expuesto a Flynn
varias veces mientras ambos estaban en servicio y Flynn había querido devolvérselo.
Bueno, Lee era un científico no un carnicero. Sin embargo, el entusiasta patrocinio
de Flynn lo había empujado al límite. Un poco. Ward había sido sometido a más de
cuarenta cirugías y había sido programado para destrucción cuando él y los otros
tres soldados de su unidad de elite habían sido rescatados por fuerzas desconocidas.
Una participante en el rescate de los hombres había sido identificada como una
científica de investigación que trabajaba para uno de sus laboratorios. La mujer, la
doctora Catherine Young, era brillante. Las cámaras habían captado su imagen. El no
necesitó poner sus rasgos en el software de reconocimiento facial, la conocía bien. 
Después del atrevido rescate, Young había desaparecido de la faz de la tierra. Lee
había puesto todo su aparato de seguridad en la tarea de encontrar a Young pero
estaban bloqueados. Ella había escapado de algún modo fuera su alcance a pesar de
los vastos recursos lanzados en la búsqueda. 
¿Cómo podía una científica nerd quien nunca había tenido mucha vida fuera del
laboratorio desaparecer por completo? 
El quería a Young porque se había llevado cuatro prometedores “casi” cadáveres
de su investigación, pero también porque tenía algo que él quería desesperadamente
Algo en su cerebro. Lo que estaba en el cerebro de Young —y en el cerebro de un
cierto número de personas que Lee había reunido— era mucho más valioso que la
creciente cuenta bancaria de Flynn. Incrementar la cuenta bancaria de Flynn era un
mero producto derivado del Proyecto Guerrero. Y, de cualquier manera, si todo salía
de acuerdo al plan, la cuenta bancaria de Flynn muy pronto sería incautada por el
Ministerio de Finanzas Chino... 
Después de la invasión de los Estados Unidos. 

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Un tamborileo de los gordos y pesados dedos. La mandíbula de Flynn flexionada
como si suprimiera un bostezo.
Bueno, si Flynn estaba aburrido, Lee pronto lo curaría.
Flynn giró su muñeca y ostentosamente chequeó la hora en su Nuevo Rolex de
oro.   Era   un   Trasperence,   la   nueva   línea   que   había   salido   a   la   venta   la   última
Navidad. La esfera era una pantalla de puro cristal blanco para cualquiera que no
fuera   el   dueño.   La   pantalla   estaba   ajustada   a   la   retina   del   propietario   y   podía
mostrarle la hora únicamente a él.
Nadie puede robar su Rolex. El anuncio había estado en todos lados. 
El reloj costaba 130.000 dólares.
Cómo amaba Flynn sus caros juguetes.
—Son las cuatro de la tarde —gruñó Flynn—. Interrumpí las negociaciones con los
miembros del régimen Libio para venir aquí porque dijiste que era tan malditamente
importante. Pues estoy aquí, ¿no? Tengo que estar de vuelta en Virginia a las ocho. —
La consultora Orion tenía una compañía de aviones Fastjet que podían volar en la
estratosfera a dos mil kilómetros por hora. Podían cruzar el país en dos horas, de
costa a costa. 
—Mira,   —dijo   Lee   simplemente,   y   dio   un   golpecito   a   una   serie   de   cuatro
monitores holográficos. El observó a Flynn mover la cabeza de un monitor a otro.
Antes que la mirada de Flynn alcanzara el último, Lee comenzó a hablar. 
—Este es el laboratorio de seguridad de una pequeña compañía de investigación
que compramos alrededor de un año atrás. Lleva a cabo investigaciones legítimas
sobre   vacunas,   pero   hay   un   laboratorio   separado   al   que   solo   investigadores
cuidadosamente   seleccionados   pueden   acceder   y   que   llevan   a   cabo   una   clase   de
investigación totalmente diferente. Esto está relacionado con la investigación de los
Laboratorios Millon, que tuvimos que cerrar después del infortunado incidente. 
Cada monitor mostraba a un paciente acostado inconsciente en una camilla, con
una vía IV que iba hasta la pared de atrás. Esto no era rápidamente perceptible en la
pantalla,   pero   cada   paciente   estaba   en   una   casi   indestructible   y   completamente
trasparente   caja   hecha   de   grafeno.   Los   pacientes   eran   jóvenes,   en   la   mitad   de   la
veintena,   distribuidos   por   género   de   forma   regular.   Dos   hombres,   dos   mujeres.
Originalmente habían sido diez. Seis habían sido sacrificados.
—Lo que está viendo es gente que descubrimos por IRMfs ocultos. Cada uno tiene
una   zona   de   su   cerebro   —la   circunvalación   del   parahipocampo—   iluminado,
especialmente bajo imágenes térmicas. Esta es una parte del cerebro que es territorio
desconocido.   No   estamos   seguros   como   funciona,   pero   en   esos   especímenes   la

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Lisa Marie Rice

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circunvalación del parahipocampo está inusualmente activa y parece corresponder a
las inusuales… habilidades que los especímenes tienen. 
Flynn chequeó nuevamente su reloj. El nunca había estado interesado en la ciencia
por sí misma, solo en los resultados. Y los resultados tenían que serle útiles a él y a la
compañía en la que estaba interesado. Bueno, podía echarle un vistazo. 
Lee   golpeteó   su   dedo   sobre   la   mesa.   Estaba   tan   acostumbrado   al   teclado
holográfico   que   en   realidad   no   necesitaba   tener   las   teclas   activadas.   Era   una
estrategia menor, pero para un ignorante extraño como Flynn, debía parecerle magia.
Las órdenes que dio, cambiaron la naturaleza del líquido inyectado en el cuerpo
de los pacientes. Desde un fuerte narcótico a un fuerte estimulante. Desde cero a la
mayor concentración en un minuto. 
—Le recordaré la verdad del proyecto principal, —dijo suavemente—. Estamos
perfeccionando   un   sistema   que   mejore   las   habilidades   motoras,   los   tiempos   de
respuesta neuronal, la masa muscular, la vista y oído de los soldados, a veces en un
300 por ciento. En suma, nosotros crearemos súper soldados que serán más fuertes,
rápidos e inteligentes que cualquier soldado en el mundo. No habrá guerreros que
puedan derrotar a sus hombres, General Flynn.
Lee nunca usaba el titulo formal excepto cuando quería remarcar un punto muy
fuerte. Y esta era una de esas veces. Podía escuchar la respiración de Flynn acelerarse
de verdad, hacerse más ruidosa en el silencioso salón. El estúpido estaba excitándose,
exactamente  como  si estuviera  viendo  a una mujer desnuda.  Lee  evitó  sacudir  la
cabeza al comprobar cuan lamentablemente fácil de manipular era Flynn. 
—Pero —Y acá Lee se giró y lo miró a los ojos, distrayéndolo durante el minuto
que   tomaría   golpear   con   un   súper   estimulante   la   corriente   sanguínea   de   los
especímenes. —pero yo pienso que tenemos que dar un paso adelante. En suma a la
súper fuerza y velocidad podemos agregar súper poderes. 
Una arruga se formó en el gordo rostro de Flynn. Súper  poderes. Eso era una
locura ¿no? Lee casi podía leer los pensamientos de Flynn. 
Solo que no lo era.
Tenía   cuatro   especímenes   más   que   había   capturado   recientemente   y   estaban
siendo preparados. Tenía fuertes sospechas de que uno de ellos, Sophie Daniels, era
una sanadora. Esto podría ser una habilidad en el campo de batalla a tener en cuenta.
Lee gesticuló hacia los monitores y observó la cara de Flynn mientras iba captando
que estaba pasando
Casi al segundo, todos los pacientes saltaron de las camas. Lee había calculado los
centímetros   cúbicos   de   estimulante   que   inyectó   en   ellos   en   función   de   la   masa
corporal, por lo que funcionó en cada individuo al mismo tiempo. Cada espécimen

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Lisa Marie Rice

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fue traído abrupta y rápidamente al estado consciente, sin mecanismo de defensa
propio.
Fue espectacular.
—Joder. —Flynn respiraba  mientras se inclinaba hacia adelante. Lee fácilmente
podría haberle acercado los hologramas, pero era mejor de esta forma. Hacer que
trabajara por ello. Los ojos de Flynn brillaban con la luz reflejada desde los monitores
y estaba mirando con todo su cuerpo. 
Celda número uno: varón, veintitrés años. En el momento en que la consciencia lo
golpeó, se elevó treinta centímetros sobre la cama, la sábana colgando a los lados de
su cuerpo. El se sentó derecho, miró alrededor con el ceño fruncido, y su cuerpo flotó
suavemente de vuelta a la superficie de la cama. 
Celda número dos: varón, veintisiete años. Se levantó, rostro enfadado. El carrito
de  al  lado   de   la  cama  voló   violentamente  contra  la  pared  y  se   estrelló,  Flynn  se
sobresaltó.   Era   difícil   de   observar.   Las   paredes   eran   fuertes   a   pesar   de   ser
completamente invisibles. El carrito se estrelló contra una pared que no se podía ver. 
Celda   número   tres:   hembra,   veintiún   años.   Ella   yacía   inmóvil.   Solo   sus   ojos
abiertos mostraban que estaba despierta. De pronto, un fuego floreció en la esquina
de   la   caja,   ardía   brillantemente,   fieramente,   parecía   salir   del   piso   de   la   caja.
Repentinamente   paró,   colapsando   sobre   sí   mismo,   dejando   solo   manchas   negras
arrastrándose por las invisibles paredes. 
Celda número cuatro: hembra, veinticinco años. Solo su cabeza se volvió como si
mirara  a la esquina  donde  estaban las cámaras invisibles. Sus ojos eran planos y
negros.   Flynn   quedó   con   la   boca   abierta,   una   brutal   entrada   de   aire.   Sus   ojos
dilatados e hinchados.
Las manos de Lee fueron a su propia garganta, como si pudiera rasgarla con sus
propias   manos   antes   que   se   cerrara   completamente.   Luego   su   garganta   se   cerró
fuertemente   apretada.   Ni   una   gota   de   aire   entraba   ni   salía.   Su   pecho   exhalaba
inútilmente tratando de aspirar un aire que no podía alcanzar sus pulmones. Fue
como si estuviera siendo colgado, algo apretado y caliente alrededor de su cuello,
apretando, apretando. 
El mundo brillaba, los bordes de los objetos dibujados en colores vibrantes, luego
los colores se desvanecieron dejando todo gris, volviéndose más oscuro. Los bordes
en la oscuridad. 
Lee no podía pensar, no podía razonar. Lo que hizo, lo hizo por puro instinto,
reconociendo en la negra pantalla plana del monitor lo que estaba pasando. Su brazo
derecho golpeaba inútilmente, estaba a treinta centímetros de distancia. Su cuerpo no
le obedecía, no podía mover las piernas. Todo lo que pudo hacer fue derrumbarse y

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al   caer,   alcanzó   el   botón   de   control   que   permitía   abrir   las   ocultas   bolsas   de   un
poderoso narcótico. 
Su dedo golpeó en un punto del escritorio mientras enfocaba furiosamente, como
si viera a través de un túnel que se volvía cada vez más pequeño. La fuerza alrededor
de su cuello apretaba, presionando contra la nuez de Adán, empezando a aplastarla.
El golpeaba, golpeaba, la cabeza más y más liviana, empezando a perder el sentido…
Y la fuerza alrededor de su cuello cesó abruptamente, como un nudo que hubiera
sido aflojado. Lee se sacudió y cayó en la silla jadeando. Un ronco y sofocado sonido
se oía a su izquierda. El cuello le dolía pero se volvió para ver a Flynn de rodillas en
el   suelo   la   cabeza   colgando   hacia   abajo,   su   cara   manchada   con   feas   manchas
moradas. Una mano fue a su garganta mientras llevaba aire a sus pulmones en largas
bocanadas. 
—¡Jesús! —Dejó salir un ronco murmullo—. ¿Qué mierda era eso?
Lee   aún   no   podía   hablar.   Su   agitado   dedo   señalaba   el   monitor   holográfico
mostrando la celda número cuatro. Su mano temblorosa se mantuvo en el aire hasta
que pudo hablar. 
—Ella... —tosió mientras  trataba de fortalecer  su voz—, ella puede…  de algún
modo…extenderse. Tocar… gente. Cosas.
Flynn se volvió torpemente hasta que estuvo sentado en el suelo, apoyado en la
pared. 
—Bueno, joder. —Sus pulmones gemían y gritaban. Su respiración se hizo un poco
menos trabajosa. Su tez volvió a su usual rojo sin púrpura—. ¿Esto es en lo que estás
trabajando? ¿Gente… cosas… como ellos? 
Lee necesitaba elegir sus palabras cuidadosamente. Flynn era su salvavidas... Su
fuente de dinero. Si esta se cortaba no podría continuar sus investigaciones. Nunca
volvería a China como un conquistador. 
Pero   a   pesar   de   saber   eso,   una   esencial   pizca   de   oxigeno   desconectó   su   buen
sentido.
—Sí. —Alocadamente, él sonrió—. Una vez que podamos controlarlos, extraer de
ellos la esencia de su poder mediante su fluido espinal e inyectar esto en nuestros
súper fuertes y súper inteligentes soldados. El cielo es el límite. 
¡Maldición!   Había   creído   abordar   todo   el   asunto   cautelosamente.   Lee   conocía
demasiado bien cuan loco sonaba su plan. Tenía confianza total en él, pero para un
extraño podría apestar a locura 

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Lisa Marie Rice

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Y aquí había soltado sin rodeos el proyecto a un hombre sin imaginación y sin
sentido   de   grandeza.   Un   hombre   que   negociaba   exclusivamente   en   dólares   y
centavos y que creía únicamente en lo que podía tocar.
Por  eso   se  quedó   muy  sorprendido   cuando  Flynn rebuscó   en  el  bolsillo   de  su
chaqueta y sacó una tarjeta­crédito platino6. Él tableó sobre ella. 
—Dame la tuya —resopló.
Lee tuvo que levantarse y desabotonar su bata de laboratorio para acceder a su
billetera.   Sus   piernas   apenas   podían   sostenerlo.   Le   dio   a   Flynn   su   propia   tarjeta
platino.   Flynn   golpeteó   las   dos   tarjetas   juntas.   Cuando   Lee   miró   nuevamente   la
tarjeta, apenas podía creer lo que veía. Flynn había transferido quince millones de
dólares en su tarjeta. 
Flynn lo miró, sus cejas fuertemente fruncidas. 
—Contrólalos.
Lee asintió.
—Luego úsalos.
Oh, sí.
Más firme ahora, Lee se quedó de pie y miró a sus especímenes, ahora comatosos
en sus camas, el único signo de que algo había pasado era las partes metálicas del
carrito estrellado distribuidos en el suelo de la celda número dos y las negras marcas
de tizne en la invisible pared de la celda número tres. 
Había odiado su infancia americana, desgarrado de lo que habría sido su destino
en China. Pero había amado los libros de historietas cuando era un niño. 
Protocolo   Uno,   el   Proyecto   Guerrero   podría   crear   súper   soldados.   Cuarenta
millones de Capitán América chinos. 
Pero Protocolo Dos, el Proyecto Delphi, podría ir un paso más lejos.
Este podría crear una fuerza de elite de X­men. 

* *

Acuclillada en la oscuridad, Elle sepultó el rostro en sus brazos. 
6
Es una modalidad de tarjeta personalizada para intercambiar información o dinero, no es exactamente de
crédito

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Lisa Marie Rice

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Era la imagen del desamparo y odiaba eso, lo odiaba. Pero no había elección. El
escape de su apartamento había consumido sus reservas tan profundamente que no
le quedaba nada.
Posiblemente había alguna clase de índice científico para estudiar… cuanto más
lejos iba en sus proyecciones, mayor energía gastada. Era un campo completamente
nuevo de investigación científica, uno al que dedicaría su vida felizmente, solo que
no iba a pasar. 
¿Qué  pasaba en Corona? La llamada aterrorizada  de  Sophie  y los hombres  de
negro.   ¿Qué   estaba   ocurriendo?   Elle   deseó   poder   llamar   a   alguno   de   sus   otros
colegas, para ver si este era el campo, pero un teléfono móvil era una gran flecha en
el cielo apuntando abajo ¡aquí está! 
Sophie había dicho que dejara sus cosas en el apartamento y ella lo hizo. La última
generación de teléfonos tenía un botón de desconexión para la localización, pero no
confiaba en eso. No si gente con pistolas estaba cazándola. 
Elle tiritó. ¿Hacía frío en la habitación? Todo su cuerpo estaba temblando y sentía
frío de hielo. No había manera de decir si era por el shock o por la temperatura de la
habitación. Tal vez el shock. Entendía perfectamente la fisiología del shock. Había
salido del estado de sueño debilitada, había tenido que practicarse una cirugía menor
y   luego   ir   sobre   la   marcha.   Toda   la   sangre   periférica   se   había   precipitado   a   su
corazón para mantener los órganos vitales vivos. 
Todo en ella estaba frío incluso su cerebro. Había sido capaz de pensar por sí
misma   en   situaciones   difíciles,   pero   esto   era   como   si   alguien   hubiera   tirado   una
manta sobre su cerebro y este se moviera perezosamente, como si trastabillara en la
oscuridad. 
Ahora mismo, necesitaba analizar la situación cuidadosamente, comenzar a hacer
planes.   Había   desaparecido   antes…   seguramente   podía   hacerlo   de   nuevo   pero
ningún   pensamiento   aparecía.   Ningún   análisis,   ningún   fuerte   sentido   de
razonamiento en su camino como siempre había sido capaz de hacer. 
En cambio, con sus últimas reservas, toda su existencia había enviado lo que solo
podría ser una llamada angustiosa. Justo para mostrar cuan loca estaba, ni siquiera le
había enviado esto a alguno de sus colaboradores. 
Nope, ella se lo había enviado  a Nick. Que  podía estar en cualquier  parte del
mundo. 
Nick, a quien no había visto en diez años y podría no volver a ver nuevamente. 
Nick, donde fuera que estuviera, no podría importar. 
Locura.

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Los años pasados de duro trabajo, gratificante trabajo, haciendo nuevos amigos,
entrando   en   el   excitante   mundo   de   la   investigación   científica...   había   tratado   de
olvidar todo acerca de Nick con tanta fuerza. Toda joven tenía su corazón roto por un
hombre   apuesto,   ¿verdad?   Nada   nuevo   acerca   de   esto.   Días   completos,   luego
semanas   completas   perdidas   cuando   no   podía   pensar   en   él   y   entonces   ¡zas!   Un
aroma, un sabor, un sonido… siempre  había algo. Esto podía recordarle los años
pasados juntos… o peor, recordarle la noche que pasaron juntos. 
Y eso era suficiente para encenderla. 
Su corazón en un puño, una cascada de hormonas, las malas, las asociadas con
miedo y pérdida y pena, como CRH o cortisol, podían inundar su sistema, Antes de
conocer las palabras, entendió el mecanismo. 
Y ahora que conocía las palabras, ahora que había hecho esto su campo de estudio,
que pensaba que había desterrado sus fantasmas. Su fantasma. Nick. 
Elle se había creado una vida exitosa, rara vez pensaba en él. Nick Ross. ¡Maldito!
Perder tiempo queriéndolo era peligroso. Locura de la más alta clase. 
Si bien no había nadie a quien llamar. Tal vez era así. La mayoría de sus amigos
eran compañeros de investigación científica y últimamente, miembros del protocolo
experimental.   No   había   nadie   capaz   de   pelear   con   aquellos   hombres   de   negro,
ciertamente ninguno que ella conociera. 
Hombres de hombros inclinados, cortos de vista, pálidos y delgados. No. Paul
Mela, Alex Karras, o Thomas Chu… aún si pudiera  contactarlos, aún si vinieran,
serían masacrados. 
Había estado en lo cierto al no llamarlos. 
Era muy duro estar en la oscuridad, en todo sentido. Había visto a los hombres y
desapareció. Necesitaba más información. Un trabajo científico con datos y no tenía
ninguno.
¿Qué estaba pasando?
¿Podría… atreverse a comprobarlo? 
Elle solo estaba comenzando a investigar los límites de su don. A día de hoy la
proyección   de   sí   misma   a   medio   camino   alrededor   del   mundo…   había   sido   la
primera vez que había tratado deliberadamente de proyectarse a sí misma lejos a un
lugar   desconocido.   Esto   la  había   dejado   tan  agotada   que   se   había   sentido   medio
muerta. 
Podía hacerlo en distancias cortas. Lo había comprobado una vez y otra. Pero no
había tenido control total sobre donde iba. Era como ir en un Porsche con solo el
acelerador, sin frenos ni volante. Apasionante y peligroso. 

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Lisa Marie Rice

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Aquellos   hombres   se   habían   movido   con   la   gracia   profesional   de   atletas   o


militares. Estaban fuertemente armados. Necesitaba saber donde estaban. 
La decisión estaba tomada. 
Se   deslizó   hacia   atrás   hasta   que   estuvo   acostada   de   espaldas   sobre   una   sucia
alfombra, agarró una almohada de la cama y la puso bajo su cabeza. Cerca del suelo
el olor de la mugre se intensificaba. Lo sacó de su mente, junto con la nudosidad de
la alfombra y las hilachas que podía ver bajo la cama. No estaba aquí por confort,
estaba aquí por seguridad. Un poco de suciedad y olor era un pequeño precio que
pagar. 
Cerró los ojos y se obligó a empezar a cerrarse. Bajó la velocidad del martilleo de
su corazón, obligó a sus manos calmarse, su respiración más lenta. 
Era todo muy nuevo. Solo había ido en cuatro viajes voluntarios anteriormente.
Toda su vida, sus sueños la habían llevado muy lejos, cuando ellos querían, donde
ellos querían. No había habido ninguna cuestión de dirigirse a sí misma, proyectarse
a sí misma donde ella quisiera ir. 
Demonios, había tenido veintiún años y todavía el corazón roto por Nick antes de
darse cuenta que lo que le pasaba a veces no eran meramente sueños locos. Había
sido en  San Francisco, trabajar duro para pagar la matrícula antes de las becas  y
préstamos la había machacado. Desesperada por leer sobre la materia, había tomado
el autobús a Clement Street e ido a Banana Split, una gran librería con toneladas de
libros usados y personal amigable que no se molestaban si pasabas horas allí. En el
segundo piso, hojeando la sección Paranormal, había visto un libro, polvoriento y
mal impreso, y esto había cambiado su vida. 
Un título simple… Proyección Astral. Pero había reconocido instantáneamente que
le hablaba directamente a ella, de lo que siempre había sido capaz de hacer pero
había sido incapaz de reconocer. Aprendió que no estaba sola. Un número de gente
era capaz de proyección astral y Elle comenzó a hacer de esto su objetivo para saber
todo  acerca  de  ello. Ese  semestre,  alternaba  biología,  aspiraba a un  doctorado  en
neurociencia, y esto la había dirigido directo a Corona, que era donde se estudiaba
los poderes extra­sensoriales. 
Hasta que se había alistado en el Protocolo Delphi, nunca había sido capaz de
controlar sus proyecciones. Estas simplemente… pasaban. Tal vez mas cuando estaba
estresada que cuando estaba relajada, pero había habido muy poca relajación en su
vida después que su padre enfermara, lo que fue no fue una gran ayuda. 
Algunas   noches   sus   viajes   eran   breves.   Unos   pocos   minutos   en   una   tierra   no
familiar y luego había vuelto. Una constante era que cuando el viaje se alargaba,
estaba más exhausta cuando se despertaba. 

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El Protocolo Delphi era controlado en todos los aspectos. Desde las drogas en la
línea IV a los monitores que chequeaban su estado. Y aun así, le había sido dicho que
sus signos vitales habían ido peligrosamente lentos en el experimento de hoy. ¿Qué
pasaría si sus signos vitales comenzaban a caer en picado? Estaba sola aquí. Podría
caer en coma, incluso morir. 
Pero podía morir de cualquier manera. Esos hombres habían estado armados y la
llamada de Sophie había sido de pánico. Sophie había dicho que alguna gente había
sido asesinada. Con toda probabilidad, por cualquier razón, algo altamente peligroso
estaba   en   marcha   y   era   enteramente   posible   que   los   hombres   de   negro   tuvieran
órdenes de dispararle apenas la vieran. 
Por lo tanto, quedarse aquí, sola en la oscuridad, no iba a salvarla. 
Ellos habían sabido que ella no había llamado un taxi y estaba solo a una distancia
que cualquiera podía hacer a pie. Si tenían los recursos correctos podían encontrarla,
sin duda. Había firmado bajo otro nombre pero presumiblemente tenían una foto
suya. Ese aburrido y borracho joven al frente del escritorio podría recordarla. 
Podían irrumpir en su puerta en un minuto. 
El Protocolo Delphi había sido exacto y preciso. Elle trato de duplicarlo, a pesar
que  no  tenía equipamiento  para nada excepto  su cuerpo  y su mente. Primero,  le
habían sido dicho que se recostara sobre su espalda, brazos por fuera de la IV. Tonto
como parecía, se recostó sobre su espalda y puso sus brazos lejos de su cuerpo. No
había tenido almohada, por lo que la quitó de debajo de su cabeza
¿Que   había   hecho   Sophie   a   continuación?   Insertó   la   aguja.   Esta   era   la   nueva
generación de hipodérmicas… finas como un cabello humano mientras se insertaban,
se   expandían   una   vez   en   la   vena.   No   había   dolido   para   nada   al   entrar,   y   había
sentido solo el leve susurro de sensación cuando se expandió. Pero la droga había
quemado un poco cuando comenzó a fluir por sus venas
Corona había rehusado  dar la estructura molecular exacta de la droga, citando
asuntos de patentes, pero Sophie le había dicho que a pesar de que ella tampoco
sabía la composición exacta, esta había sido probada a fondo en animales y nunca
había causado un efecto adverso.
Por   eso   Elle   permaneció   acostada   e   imagino   el   susurro   de   la   aguja   súper   fina
siendo   insertada   en   la   vena  de   su  brazo   derecho,   la  ligera   sensación  de   la  aguja
expandiéndose,   la   sensación   de   calor   cuando   la   droga   comenzó   a   correr   por   su
cuerpo. 
Debía   haber   tenido   un   sedante   suave   en   la   droga   porque   se   había   relajado
instantáneamente y se había sentido tan ligera que fue como si flotase un centímetro
o dos sobre el colchón. 

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Se sintió relajada, como si hubiera sido inundada por la droga. Esta había sido una
sensación totalmente placentera y quería llevarse a sí misma a sentirse así. Sentirse
etérea,   como   si   la   gravedad   hubiera   sido   de   pronto   revocada.   Tan   ligera   que   se
levantó un poco, revoloteando, luego continuó subiendo, subiendo, subiendo… 
Estaba muy negro afuera, la oscuridad rota solamente por unos pocos faroles de
alumbrado intactos. Palo Alto era prospera comunidad, y más al este podía ver calles
bien   iluminadas   y   autos   que   pasaban,   brillantemente   iluminados   los   frentes   de
tiendas y restaurantes y bares. Pero en este pequeño rincón de la ciudad, la oscuridad
reinaba. 
Pocos coches pasaban en su camino a otro lugar. Nadie estaba caminando en las
aceras, las cuales eran más angostas de lo normal, rotas en algunos lugares por las
raíces de grandes, viejos y no podados árboles que bordeaban la calle del motel. 
Elle vagaba sin rumbo sobre los tejados, toda sensación de ansiedad desaparecida.
Era pacífico aquí arriba en el frío aire, bajo el cielo lleno de estrellas. La luna había
salido.   El   iluminado   centro   de   la   ciudad   brillaba   en   la   distancia   como   una   gran
hoguera. Dos calles arriba, donde los negocios comenzaban a vender algo distinto
que   ropa   barata   y   licor,   algunos   jóvenes   se   desparramaban   fuera   de   un   bar
bamboleándose   en   la   calle,   gritando.   Estaban   borrachos   y   reían.   Un   chico,   alto   y
desgarbado   se   dobló   sobre   su   cintura,   las   manos   en   sus   rodillas   y   vomitó   en   la
cuneta. Todos ellos rieron más fuerte. 
Estudiantes, ella pensó con una sonrisa en su interior. Siempre lo mismo
¿Que fue eso? 
Densos arbustos sin podar a lo largo de la calle dos manzanas abajo del motel
oscilaban, como si un viento hubiera pasado a través. Pero esta era una noche sin
viento.   Dos   hombres   salieron,   vestidos   de   negro,   mascaras   negras,   gafas   negras.
Pistoleras negras con finas culatas negras sobresaliendo de ellas. 
No hablaban, en cambio se comunicaban con señales de mano, fáciles de seguir.
Dos hombres más salieron de los arbustos una manzana abajo y se encontraron con
los dos primeros.
Los hombres eran completamente silenciosos, casi invisibles en la negrura de la
noche. Nadie se fijó en ellos. Un hombre, más alto que el resto, apunto su dedo a uno
de ellos, luego apuntó el dedo calle abajo, al motel cuyo letrero titilante podía ser
visto.   El   hombre   que   había   sido   destacado   tiró   de   su   máscara   y   la   deslizó   en   el
bolsillo lateral de su abrigo. En un segundo parecía casi normal.
Tal vez una persona observadora podría advertir un bulto en su cadera, pero el
ebrio joven al frente del escritorio no habría advertido si una granada estallara a su

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Lisa Marie Rice

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lado. El hombre del abrigo caminó abajo y a lo largo de la calle a grandes zancadas y
relajado. Cruzó la calle hasta el motel.
Los otros hombres se fundieron nuevamente en los arbustos. 
Elle   siguió   al   hombre   hasta   el   vestíbulo   donde   el   empleado   nocturno   estaba
dormitando amablemente, una historieta de Justice League Dark descansaba sobre su
pecho. Su boca estaba abierta y el roncaba ligeramente. 
Al sonido de la campanilla sobre la puerta, el dio un ligero sobresalto y abrió sus
ojos. Estos estaban desenfocados. Cuando vio al hombre del abrigo, el sonrió. 
—Hola, socio.
—Hola. —El hombre rebuscó en su bolsillo—. Yo necesito hacerte una pregunta.
Acabo de tener una pelea con mi novia. Una grande —hizo una mueca y brindó una
arrepentida sonrisa—. Ella está en lo cierto y yo estaba equivocado y necesito hablar
con ella ahora que se me ha pasado la borrachera 
El empleado meneó su cabeza. 
—Yo te escucho, hombre.
El hombre del abrigo puso la foto sobre el mostrador y le dio un golpecito. 
—Esta   es   mi   novia.   No   está   con   ninguno   de   sus   amigos,   por   eso   yo   estoy
recorriendo hoteles y moteles. Realmente necesito hablar con ella. Ella ¿se registro
aquí?
Un billete de cien dólares se deslizó sobre el mostrador y despareció detrás de él. 
—Linda, linda chica. —El empleado sonrió soñadoramente. 
—Seh. Así es ella. Entonces… la viste esta noche?
—Claro, hombre. Vino hace dos horas aproximadamente.
El hombre de la cazadora se relajó como bruscamente aliviado. 
—¡Gracias a Dios! Yo estaba tan preocupado porque ella estuviera caminando en
la oscuridad. ¿Cuál es el número de su habitación?
Eso hizo sonar una campana de alarma. Los ojos del empleado se dilataron. 
—Hey, hombre. Lo siento, Se supone que yo no…
Otro billete de cien dólares se deslizó. 
—De verdad que necesito hablar con ella. Decirle cuanto la amo.
El billete fue al bolsillo. 
—Estoooo. Vale. Puedo decirte que eres un buen hombre. Está en la habitación
nueve. Bajando al vestíbulo y a la derecha. Está registrada hasta…

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Lisa Marie Rice

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Elle vio al hombre sacar un arma de la pistolera, puesta en verde. Carga letal. En
un segundo, la sacó, la puso contra el corazón del empleado y apretó el gatillo. Se dio
vuelta antes que el empleado cayera al suelo y gesticuló fuera de la puerta. 
Los otros tres hombres entraron a la carrera mientras el hombre de la cazadora
disparaba   a   las   luces   del   vestíbulo.   La   única   iluminación   provenía   del   anticuado
monitor   de   computadora   del   empleado,   el   cual   iluminaba   la   escena   con   un
escalofriante brillo pálido. 
Sin hablar una palabra, el hombre de la cazadora señaló abajo del vestíbulo, luego
gesticuló   a   la   derecha.   Los   cuatro   hombres   sacaron   sus   armas,   todas   puestas   en
Amarillo,   un   voltaje   garantizado   para   noquear   a   un   toro,   y   se   movieron
silenciosamente por el corredor hacia la habitación de Elle. 
Donde su indefenso cuerpo esperaba, incapaz de despertarse a sí mismo. 

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Capítulo 9

El hoover había sido probado a cuatrocientos kilómetros por hora. Nick lo llevó a
trescientos en la autopista en modo hoover. Bajando de Mount Blue, había tenido
cuidado de no embestir los árboles. El hoover respondía como un sueño y bajó la
montaña a alta velocidad haciendo slalom. 
Una   vez   salió   de   la   montaña   y   llegó   a   la   llanura,   sin   embargo,   Nick   despegó
paralelo   a   la   interestatal,   navegando   sobre   zanjas   y   vallas.   El   hoover   tenía   un
excelente radar delantero y  él se desviaba de obstáculos que el hoover no podría
superar. Cuando la vía más rápida hacia adelante era la interestatal, él simplemente
saltaba las vallas de protección, iba a modo rueda, y volaba por el carril rápido. El
hoover era invisible al radar y no demasiado visible a los otros conductores. Para
cuando un conductor podría vislumbrar el pájaro, él estaba a cuarenta kilómetros.
Podía aventajar cualquier coche policial. Y, francamente, no le importaba nada una
mierda, excepto llegar a Elle tan pronto como fuera humanamente posible. 
Jon estaba en contacto por el enlace de comunicaciones. Estaba haciendo progresos
montando una nueva cabeza de rotor. Mac estaba echándole una mano y estimaba
que podía estar en el aire dentro de una hora. 
Tal vez, solo tal vez, el podría llegar a Elle y salvarla de cualquiera fuera el peligro
en el que estuviera. Pero no había nadie en el mundo quien entendiera el principio
subyacente del universo ­la mierda ocurre­ mejor que Nick Ross. No podría sentir
ningún alivio hasta tener  a Elle con  él, en su cama, en Haven. Rodeado  por una
montaña, detectores, sensores de movimiento y drones hasta el culo. Y una vez que
ella estuviera en su cama en el Haven, la mantendría en ella la siguiente semana. Tal
vez más. No solo tenerla en la cama, sentirla, tocarla, asegurarse que estaba a salvo y
con él. 
Y estaría con él durante los próximos cien años. 
Pero primero, debía hallarla. 
No tenía idea qué era aquella llamada de socorro, pero había sido  potente. Una
explosión de puro terror. Se había despertado con el corazón latiendo de miedo. Una

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Lisa Marie Rice

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hora antes, Nick habría dicho que no conocía el miedo pero ahora era una mentira.
Puro escalofriante terror había imbuido cada célula de su cuerpo cuando él había
recibido la explosión en su cabeza. 
Nada como aquella explosión psíquica le había sucedido antes. Bueno, excepto por
Catherine   de   algún   modo   leyendo   a   través   del   tacto   que   había   perdido   a   Elle   y
lloraba por ella. Lo que tenía sentido porque Catherine tenía el don de leer a la gente
y perder a Elle estaba en su sangre y huesos, no solo en su piel. 
Por lo que él sabía, Nick no tenía dones más allá de su fuerza, una buena puntería
y la habilidad de luchar. Ciertamente nada extraordinario. Había luchado y trabajado
como un perro por todo lo que tenía, no había tenido dones para nada. Por lo tanto
recibir esa explosión de Elle había estado completamente fuera de su radar. 
No fue un sueño ni fue locura. Era definitivamente Elle quien contactaba con él,
sin   discusión.   La   explosión  había   tenido   a   Elle   dentro,   sin  duda.   Miedo,   si,  pero
gentileza   y   punzadas   en   una   mezcla   que   era   simplemente   ella.   Él   no   se   había
cuestionado eso ni por un segundo. 
Por lo tanto estaba en la interestatal yendo tan rápido como era humanamente
posible para llegar a ella. 
El tráfico se estaba volviendo intenso al aproximarse a Palo Alto, requiriendo toda
su atención, cuando la voz de Jon sonó en el botón de comunicación detrás de su
oreja. 
—Tú, tío, —le dijo—. Comprueba el monitor del drone.
Nick, miró hacia abajo a su izquierda y se congeló.
¡Joder!
Tenues líneas moviéndose hacia el motel, casi invisible. Los hombres de la pantalla
estaban   vestidos   con   ropa   de   combate   silenciosa,   pero   los   drones   de   Haven
combinaban   infrarrojo   con   imagen   térmica   que   hacía   visible   lo   que   podría   haber
escapado a la tecnología de los drones si las dos fuentes no estuvieran combinadas.
Cuatro  hombres, moviéndose  lenta y  cuidadosamente  calle abajo donde estaba el
motel de Elle. La calle era oscura, todas las otras luces de la calle estaban quemadas.
Cuando estaban quietos, los hombres desaparecían, pero cuando se movían podía
ver,  apenas, sus siluetas.  Se movían como  luchadores.  Eso  y el hecho  sus rostros
estaban casi completamente cubiertos fue suficiente para él. 
Eran operadores y eran peligrosos e iban a por Elle. 
Comprobó el GPS y vio que estaba a cinco minutos. Jesús. Movió la palanca del
acelerador a máxima potencia y salió disparado hacia delante, dejando una estela de
sorprendidos   autos   detrás.   Mientras   zumbaba   por   la   rampa   de   salida   de   la
interestatal tan rápido como el vehículo podía ir, inclinado hacia delante como si él

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personalmente hiciera ir más rápido al hoover, mantuvo un ojo en el monitor del
drone. 
Tres de los hombres desaparecieron en un lugar oscuro al costado de la calle libre
de arbustos. Un hombre se quitó la máscara de la cara y su cabeza floreció roja en la
imagen termal. Mientras Nick miraba, se puso una cazadora y caminó a lo largo de la
calle, una figura de hombre de rojo brillante, girando la cabeza y comprobando el
tránsito. 
No había nadie. El lugar estaba desierto. Parecía que el motel estaba en un semi
desierto también, a juzgar por el vacío estacionamiento de coches. Y quien fuera que
estaba   en   el   motel,   incluso   Elle,   no   estaría   a   la   altura   de   los   cuatro   entrenados
hombres que convergerían si ellos descubrían que Elle estaba allí. 
Nick   estudio   el   mapa,   calculando   la   trayectoria   que   no   incluía   calles.   No
necesitaba calles, solo necesitaba un paso que no tuviera barreras de más de un metro
de altura. Podía hacerlo, en modo sobrevolar. Había reglas contra usar ese modo en
áreas densamente pobladas. Los hoovers eran secreto militar. Jon y él habían liberado
dos de ellos de una base en Nevada y se los habían apropiado para su uso personal.
Eran particularmente útiles en invierno en Mount Blue cuando las carreteras estaban
nevadas. Usar el modo sobrevolar en ciudades podía levantar interés y tal vez alertar
a las autoridades militares, y eso era la última cosa que ellos querían, 
Pero esto superaba todo. ¿Peligro para Elle? Fuera de cuestión.
Nick cambió a modo sobrevolar y presiono la palanca hacia la máxima velocidad.
Había visto un paso, pero corría a través de patios traseros y entre casas. Dejó un
rastro de ramas rotas y flores aplastadas detrás, pero no le importaba una mierda.
Siguiendo su camino hacia Elle utilizó cada gramo de experiencia que tenía y luego
más,   como   deslizarse   por   la   ladera   tapizada   de   escombros   de   la   montaña   a   alta
velocidad, pero no tenía elección. 
A   pesar   que   se   estaba   moviendo   al   límite   de   velocidad,   asumiendo   riesgos
insensatos, siempre mantenía un ojo en el monitor del drone. Estaba dos calles abajo
cuando vio las luces del vestíbulo del motel amortiguarse y una figura con llameante
cabeza roja aparecer en la entrada. La imagen térmica se enfrió mientras el hombre se
volvía a poner su máscara, Cuando el gesticuló, tres imágenes fantasmales cruzaron
la calle. 
¡Joder, joder, joder! ¡Ellos estaban preparándose para matar! 
No si él tenía algo que decir acerca de eso. 
Cuando entraron al vestíbulo, Nick estaba en la esquina de la calle transversal. Al
infierno con la seguridad. El frenó fuerte y abandonó el hoover donde estaba. ¿Quien
se preocupaba por que alguien lo viera? Lo  único importante ahora era Elle, Elle,

~143~
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Ghost Ops 02

Elle. El pensamiento de que la había perdido durante diez años y que podría hallarla
ahora, un cuerpo muerto enfriándose, hizo que el rompiera a sudar. 
Su   corazón   estaba   martilleando,   lo   que   era   bueno   y   malo.   Bueno   porque   esto
significaba más sangre a sus extremidades junto a una dosis decente de adrenalina
que podía acelerar sus ya rápidos reflejos y cortar el dolor momentáneamente si le
disparaban. 
Malo   porque   por   arriba   de   120­125   latidos   por   minuto   las   habilidades   de
motricidad fina comenzaban a degradarse.  Él iba a disparar para matar, y quería
golpear a aquello que apuntara. 
La única forma de ralentizar su frecuencia cardiaca era respirar profundamente y
forzarla hacia abajo. Él, Mac y Jon habían entrenado para esto, a pesar que lo que
hacían se suponía que no podía hacerse, se tenía que nacer para hacerlo. Entrenar
solo elevaba un poco las habilidades naturales. 
Por   lo   tanto   dispuso   de   un   segundo,   dos,   para   respiraciones   profundas   y
acomodar conscientemente su cuerpo en posición de lucha. 
Luego corrió. 
Justo cuando arrancaba, pudo escuchar un murmullo desde la puerta abierta del
hoover. La voz de Jon. Bueno, lo que Jon tuviera que decir podía esperar porque Elle
tenía alrededor de un minuto para dejar de vivir. 
Después, no pudo recordar acortar la distancia entre el hoover y el vestíbulo del
motel. Saltó fuera del hoover y un segundo después estaba tirando de la puerta del
vestíbulo para abrirla, echando una mirada apenas al cadáver del empleado nocturno
cuyas piernas podía ver saliendo de detrás del mostrador. 
No necesitaba saber donde estaba Elle. Todo lo que tenía que hacer era seguir al
último de los hombres, que estaba al final del corredor, torciendo a la derecha. Todo
en Nick gritaba por arrojarse contra ellos y derribarlos, pero a pesar que no había
competencia   entre   él   y   los   cuatro   hombres—no   importaba   cuan   buenos,   no
importaba cuán bien entrenados— no tenía idea de donde estaba Elle. Una vez que
estaba en modo combate sus sentidos se enfocaban, no podía derribar a los malditos
y al mismo tiempo asegurarse que Elle no fuera alcanzada por el fuego cruzado. 
Nick corrió silenciosamente dando la vuelta a la esquina y sujetó al último tipo
alrededor del cuello en una asfixiante llave, tirando de él con fuerza hacia el corredor
principal. El aturdidor hizo un ligero zumbido por lo que sacó su Glock 32 con el
silenciador, un rango de dos decibelios, menos ruido que una exhalación. Empujó la
máscara hacia arriba con la boca de la pistola, disparó al hombre justo entre los ojos,
y se liberó de él dejándolo caer rápidamente sobre la sucia alfombra. 
Uno caído. 

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Se asomó a la esquina y vio a los tres hombres reunidos ante una puerta. Habían
encontrado   la   habitación   de   Elle.   Elle   estaba   detrás   de   esa   puerta.   Ellos   querían
herirla,   quizás   matarla,   y   eso   no   iba   a   pasar.   Ni   aún   si   fueran   un   centenar   de
malditos. 
El hombre con la cazadora, claramente de cuero, había agarrado una llave­tarjeta y
la   pasó   delante   de   un   monitor   ubicado   en   la   pared   al   lado   de   la   puerta.   En   un
segundo,   la   puerta   de   la   habitación   de   Elle   podría   abrirse.   La   tarjeta   no   abrió
inmediatamente y el tipo del abrigo la agitó nuevamente. Nick pudo oír el débil clic
de la cerradura y vio como el tipo de la puerta sacaba su pistola. 
Estaban cubiertos de LocTite, de pies a cabeza. La pistola de Nick no podía aturdir
a través del traje diseñado para disipar rayos; y su Glock, ponderosa como era, podía
romper un hueso o dos pero no podía penetrar ese traje. Nick quería muertos a esos
jodidos. 
Tendría que ser hecho al viejo estilo. A mano. 
Nick   era   bueno   en   estrategia   de   combate.   En   un   instante,   todo   el   asunto   fue
planeado hasta el segundo, no tenía que pensar para nada. Era como una ecuación
geométrica, movimientos calculados y precisos. 
Corrió a toda velocidad por el corredor, una masa de músculos en movimiento e
intención mortales. Plantando la mano derecha en la pared al lado del último tipo,
pivotó, levantando su cuerpo, poniendo todo su peso en la patada a la cabeza. El
hombre cayó como un toro en el matadero, pero Nick ya estaba con el estúpido de
mierda número dos, tirándole al suelo y tijereteando sus piernas entre las piernas del
hombre, tirando todo su peso en el codo, que le dirigió directo al medio de la cara.
Crujido de hueso y sangre rociando. El líder se volvió, apunto su pistola de rayos al
suelo pero Nick ya no estaba allí; estaba apuntando una patada al plexo solar, algo
que el LocTite no podía resguardar. 
El hombre cayó, temporalmente paralizado, sin aliento, y eso fue el final porque
permitió a Nick acabar apropiadamente con los tres en tres duros torcimientos de
cabeza. Levantó cada cabeza levemente para asegurarse que la columna vertebral se
había   cortado   a   través   del   tronco   cerebral,   porque   quería   que   aquellos   jodidos
siguieran muertos. 
En el momento que acabó con los tres, corrió dentro de la habitación y su cabeza
casi explotó de pánico cuando vio que estaba vacía. 
¡Ella no estaba allí! 
¿Dónde demonios podía estar?
Los tipos muertos pensaban que ella estaba aquí, por lo tanto había asumido…
¿Había escapado? Había una ventana que daba al patio, pero esta había sido pintada

~145~
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más de un billón de veces; y si alguna vez había sido diseñada para ser abierta, ese
día hacía largo tiempo que había pasado. 
El tiró con todas sus fuerzas, luego desistió. Si no podía abrirla, Elle tampoco. 
OH Dios, OH Dios. Si ella había escapado, ¿Cómo podría encontrarla, como podría
protegerla si no sabía dónde estaba? 
¡Piensa!
No en la cama, no afuera por la ventana, ¿tal vez el ropero? Nick tiró con fuerza de
la placa de madera de la puerta para abrirla y miro dentro del pequeño espacio lleno
de cables
No ahí.
Y   entonces   fue   cuando   la   vio.   Acostada   de   cara   al   suelo,   un   brazo   extendido,
pálida como hielo. Inmóvil, sin respiración. 
Su corazón se detuvo. Simplemente se detuvo por un horrible segundo. 
Él llegaba demasiado tarde. 
De algún modo la habían matado. 
Él no había sido capaz de salvarla. 
Toda su vida, todo lo que alguna vez había querido era mantener a salvo a Elle. Y
ahora la había encontrado después de todos esos años y estaba muerta. 
Dio un tembloroso paso hacia ella luego se hundió de rodillas… para estar cerca, y
porque sus piernas simplemente no podían sostenerlo de pie. Se sintió extenuado,
completamente vacío, Incapaz de un pensamiento o acción. Simplemente un saco de
piel colgante en tripas y huesos. 
Quería recogerla en sus brazos, pero su cuerpo no le obedecía. Dio la orden pero
nada pasó. Todo su cuerpo estaba laxo, como si simplemente se hubiera rendido.
Como si estuviera muerto pero no se lo hubieran dicho aún. 
Pero él quería estar cerca de Elle, por eso hizo la única cosa que pudo pensar… se
tumbó hacia adelante sobre ella, esperando que sus miembros pudieran recuperarse
y así poder tomarla en sus brazos y llorar sobre ella. 
Estaba fría, tan fría e inmóvil, balanceándose suavemente cuando todo su peso
cayó sobre ella, pero sin jadear ni tironear. 
Su cara estaba fría. Por eso se dio cuenta de que las lágrimas estaban corriendo por
sus propias mejillas. No había se secado el rostro… no podía. Todo lo que pudo hacer
fue ver como caían las lágrimas en su cuello.

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Una   gran   lágrima   había   caído   en   su   pálida   piel   justo   encima   de   la   clavícula.
Temblaba, quieta, temblaba, quieta. 
El corazón de ella… ¡estaba latiendo! Inclinó su cabeza para que su oído estuviera
justo   sobre   su   corazón   y…   ¡Latía!   El   más   tenue   de   los   latidos,   leve   y   débil   pero
regular.   Movió   la   cabeza   suavemente   arriba   y   abajo   por   su   pecho.   Su   pecho   se
movía…ella estaba respirando. ¡Estaba viva! 
No   estaba   consciente,   sus   ojos   estaban   inmóviles   detrás   de   sus   párpados   y   su
respiración era superficial, pero por Dios que estaba respirando y estaba viva. 
Un impulso de energía se disparó a través de él. Ahora que sabía que Elle estaba
viva, podía hacer cualquier cosa. La fuerza retornó a él en una ráfaga caliente. Nick
recogió el cuerpo laxo de Elle en sus brazos y se puso de pie. Estudió su rostro con
enojo, queriendo entender cómo habían sido para ella los últimos diez años. 
Había sido tal como él la había descrito a Catherine. Mayor, aún más hermosa.
Había   sido   una   chica   hermosa   y   ahora   era   una   mujer   despampanante.   Aquel
glorioso pelo rubio pálido corto, ondeando sobre su rostro como un halo. La sopesó
en sus brazos. Era fácil de llevar, pero había ganado algo de peso. La última vez que
la había visto había estado alarmantemente delgada
¿Por qué estaba aquí? ¿Dónde había estado? ¿Quién era ella ahora? Y por encima
de todo ¿quiénes eran esos hombres que querían dispararle? 
Solo había una forma de averiguarlo.
Nick acostó suavemente a Elle en la cama, dos dedos en el pulso de la muñeca y
esperó. Sesenta latidos por minuto. Bien. Ahora a cachear a los jodidos que querían
matarla. O raptarla. De cualquier forma ellos no iban a hacer nada ahora. 
Nick salió al corredor, tiró de sus máscaras y tomó unas instantáneas de los cuatro
rostros. Estaban relajados en la muerte, pero el software de reconocimiento facial del
Haven podría identificarlos rápidamente. Se arrodilló al lado de cada cuerpo y los
cacheó, pero no se sorprendió al no hallar absolutamente nada. Sus trajes de LocTite
eran de lo mejor en su rango, pero nada que pudieran comprar con su propio dinero.
La   artillería   igual.   Sin   bolsillos,   solo   las   pistoleras   y   una   funda   de   cuchillo.   Los
cuchillos eran Gerber Mark IV, de óxido negro, sin usar. 
Todo era nuevo. Los trajes de LocTite no tenían un roce y lucían como si nunca
hubieran sido limpiados. 
Nick recogió sus lentes de visión nocturna, aturdidores, pistolas, cuchillos y relojes
en una bolsa de nylon que guardó en su mochila. Los móviles los puso en otra bolsa
que   emitía   una   fuerte   señal   de   enmascaramiento   para   que   no   pudieran   ser
localizados, y luego volvió a la habitación de Elle. 

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Seguía inconsciente. Eso lo preocupaba, pero no había nada que pudiera hacer por
ella   excepto   llevarla   a   Haven   tan   rápido   como   pudiera   y   hacer   que   Catherine   la
examinara. 
El botón detrás de su oído zumbó. Jon. Se había olvidado por completo que Jon
trataría   de   contactarlo   mientras   estaba   fuera   del   hoover.   Golpeó   un   punto   en   su
muñeca, abriendo la conexión. 
—¡Informa! —ladró Mac—. Vimos a los cuatro tipos malos en el monitor. ¿Estado?
—Muertos —replicó Nick, saliendo del motel con Elle en sus brazos—. Ponme en
el altavoz —ahora podía comunicarse con Jon y Catherine también. Los tres habían
estado esperando en la sala de planificación. De ninguna manera eran capaces de
volver a la cama. 
—¿Qué está mal con ella, Nick? —La voz de Catherine era gentil. Era la  única
persona en la tierra que entendía lo que Elle significaba para él. 
—No lo sé. —Dando zancadas en torno al hoover con una laxa Elle en sus brazos,
la voz de Nick se tornó ronca y tensa—. Está viva, eso es todo lo que sé. Volveré tan
rápido como pueda para que la examines.
—Acerca de eso, Nick…
Jon interrumpió. 
—Estoy en el helicóptero, bajando. Encontradme en Escondite 4D. Guardaremos el
hoover   y   volaremos   de   vuelta.   Mañana   por   la   noche   volveré   con   Eric   y   puede
conducirlo de vuelta. 
—Gracias,   Jon,   —Nick   se   atragantó.   Sus   rodillas   casi   le   fallaron   por   el   alivio.
Haven tenía escondites en todo el estado. No podría atreverse a abandonar el hoover,
pero   el   Escondite   4D   era   una   gran   unidad   de   almacenaje   cercana.   Haven   era
propietario   de   la   unidad   completa   vía   siete   compañías   falsas,   y   esta   tenía   un
helipuerto   disfrazado   como   una   plataforma   de   carga   y   descarga   de   barcos.   Con
suerte, podía tener a Elle de vuelta en el Haven en menos de una hora. 
Abrió la puerta del pasajero y suavemente acostó a Elle en el asiento, encendió el
escáner biomorfico y salió del camino. Una vez escaneada, en caso de un accidente,
un chorro de espuma de endurecimiento instantáneo la envolvería, ajustado a las
especificaciones   exactas   de   su   cuerpo.   Una   vez   que   el   escaneo   estuvo   completo,
alcanzó el compartimiento bajo la consola y sacó la manta térmica fina como papel.
Calentó   el   asiento   también.   Apoyó   la   mano   en   su   mejilla.   Estaba   aún   muy   fría.
Cualquier cosa que estuviera mal con ella, seguramente el calor no podía herirla. 
Para su sorpresa, una suave mano lo rodeó y el estuvo mirando los hermosos ojos
azul claro de Elle. 

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Lisa Marie Rice

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—Nick, —susurró con los ojos muy abiertos, parecía sorprendida—. Viniste. Te
llamé... y tú viniste. 
El   giró   su   mano   para   coger   la   de   ella,   aflojando   la   presión   cuando   respingó.
Mantuvo la mirada en sus ojos, completamente  incapaz de hablar. Abrió  su boca
para hablar y nada salió. 
Él pensaba que nunca iba a volver a verla. Pensó que había vivido su vida con
amargura, llena de remordimientos y miedo por ella. Se había unido a Ghost Ops
porque sin Elle que el viejo Nick Ross tuviera que desaparecer de la faz de la tierra
no significaba nada para  él. Los soldados Ghost Ops no podían tener  amores,  ni
ataduras, y eso le vino de maravilla. Elle se había llevado todo cuando se fue. 
Y ahora la había encontrado, contra todas la probabilidades. Ella estaba aquí, justo
ahora, mirándolo con aquellos hermosos y expresivos ojos. Nick, que siempre sabía
qué   hacer,   que   siempre   tenía   el   próximo   paso   planificado,   y   el   siguiente   y   el
siguiente… no podía pensar. No podía hablar. 
Elle apartó su mano de él y tocó su rostro. Él sabía que lo único que podía ver era
la oscura calle y el interior de un extraño vehículo. 
—¿Esto es un sueño? 
Nick se inclinó hacia adelante y la besó. Muy rápido, porque estaba débil y ellos
tenían que irse ahora. Pero esto sirvió para un importante propósito. Esos labios eran
muy reales. Ella era real. 
—No es un sueño. Pero tenemos que irnos de aquí rápido, cariño. Algunos tipos
malos estaban detrás de ti y tenemos que irnos ahora mismo.
Sus cejas se levantaron juntas, una mirada ausente volvió a sus ojos. 
—Yo los vi —dijo en un susurro—. Los vi venir calle abajo, venir al motel. Y vi…
—Ella   lo   enfocó,   buscando   sus   ojos—.   Te   vi   a   ti,   Nick.   Yo   pensé   que   me   estaba
volviendo loca ¿Qué pasó?
—Después. Te explicaré todo después. —Por mucho que odiara dejarla, renunciar
a su contacto, Nick salió, corrió alrededor  del frente del coche  y se deslizó  en el
asiento del conductor—. Sujétate fuerte. —Él se puso en modo ruedas y enfiló hacia
el norte, tan rápido como el coche podía ir. 
—¿A dónde vamos?
Nick deslizó sus ojos sobre ella. Maldición, es hermosa. Sabía que era hermosa pero
cuando pensaba en ella, era la dorada niñita abandonada a quien recordaba, Perdida,
delgada   y   frágil.   Adorable,   porque   nada   podía   cambiar   esa   estructura   de   huesos
perfecta y el colorido, pero suave y vulnerable. Sentada a su lado había una mujer

~149~
Lisa Marie Rice

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que  haría  girar las cabezas  cada  vez que  caminara  por  la calle, pero  que  parecía
fuerte y capaz. Aunque magullada y aturdida, estaba tranquila. 
Cuando   se   encontró   mirándola   furtivamente,   mirando   sus   elegantes   y   pálidas
manos descansando en su falda, memorizando ese perfecto perfil, siguiendo la larga
y blanca línea de su cuello hacia abajo donde la chaqueta se abría para mostrar un
jersey con escote en V, se dio cuenta que podía chocar a la velocidad que iban. Por
eso   empuñó   la   palanca   del   acelerador   con   los   nudillos   en   blanco   y   giró   su   cara
resueltamente hacia delante. 
—Vamos a un lugar en donde no puedan encontrarte, cariño, —dijo él torvamente
—. Te estoy llevando a casa. 
¿Esto era magia? ¿Era una bruja? ¿De algún modo había evocado a Nick en el aire?
¿Estaba ella aún en modo Soñar? 
Bueno,   a   eso   podía   responder,   Había   muy   poca   estimulación   sensorial   en   sus
Sueños, sus proyecciones. Incluso cuando su espíritu sobrevolaba a esa instalación en
lo que debía haber sido la Libre República de Mongolia, una instalación enclavada en
el hielo en llamas, no había sentido ni frío ni calor. 
Pero ahora lo sentía todo. El frío con que despertó para encontrarse en un extraño
coche con la puerta abierta y Nick —¡Nick!— inclinado sobre ella. El toque de sus
manos en su rostro, las yemas de sus dedos rugosas, el toque suave.  ¡Un Beso!  Un
beso que realmente sintió y no los miles de besos que había soñado a lo largo de los
años hasta que se forzó a parar. Esos habían sido los labios de Nick sobre ella, sin
duda. 
Esto no era un sueño, esto era real. 
Y este no era el Nick que ella recordaba, para nada, Aquel Nick había sido como
una joven pantera. Un hombre, aún con huellas del joven que fue. Este Nick que
parecía peligroso, no tenía nade de chico en él. Era duro, lleno de cicatrices, aún más
grande.   Su rostro   era  adusto,  enjuto,  la piel  bronceada   por  el  aire,  pálidas  líneas
curvándose desde sus ojos. Ella sabía que tenía treinta y tres, pero parecía mayor. 
Estaban circulando a una velocidad imposible, a pesar de sentirse segura en las
manos de Nick. Evidentemente sabía lo que estaba haciendo. Y aunque el vehículo en
el que estaban era extraño, parecía responder bien, y abrazaba el camino fuertemente
aún cuando debían ir a más de doscientos kilómetros por hora. 
Cualquier cosa que tuviera que decir podía esperar, porque Nick necesitaba toda
su atención para conducir. 
Él dijo que la estaba llevando a casa. Donde nadie pudiera encontrarla. 

~150~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

¿Dónde   estaba   el   hogar?   En   el   Norte,   claramente.   Iban   por   la   autopista   en


dirección  norte. A Elle realmente no le importaba donde estaban yendo, mientras
estuvieran dejando el peligro detrás. 
Elle trató de pensar en la situación, acerca del aviso de peligro que Sophie le había
dado,   acerca   del   dispositivo   de   rastreo,   pero   eso   no   era   bueno.   Estaba   exhausta.
Completamente  agotada. No podía  pensar de  ninguna forma.  Todo  lo  que  podía
hacer era vivir cada segundo exactamente como viniera, sin pasado ni futuro. 
Era terriblemente aterrador estar en ese estado. Había sido arrastrada hacia atrás
justo cuando los hombres de negro de la calle habían parado ante su puerta en el
motel.   Había   visto   a   Nick,   pero   no   había   emociones   en   su   estado   de   Sueño.
Simplemente lo había reconocido, de algún modo sabía que él estaba allí por ella.
Siguió   a   los   hombres   dentro   del   vestíbulo,   detrás   del   corredor   y   luego   todo   fue
mayormente un borrón. 
Excepto por una cosa. Cuando Nick entró en la habitación, había cuatro cadáveres
en el corredor
Ella   había   visto   eso   muy   claramente.   Despachó   a   los   hombres   fría   y
mecánicamente, como un cirujano eliminando un cáncer. Nunca había visto a nadie
moverse con esa… brillante velocidad, poder y violencia, y al final, cuatro cadáveres. 
Ella tembló. 
Nick   le   echo   una   mirada   pero   no   dijo   nada.   Alcanzó   un   botón   en   la   extraña
consola y el aire en la cabina se calentó aún más. 
Aceleraron en la noche. Había muy poco tránsito. Los pocos automóviles en la
carretera parecían estar parados cuando Nick volaba para pasarlos.
Elle   miró   por   la   ventanilla   y   pensó   que   reconocía   unos   pocos   sitios.   ¿Qué
diferencia había? Iban donde Nick quería llevarla
Él se precipitó fuera de la interestatal por una rampa de salida. Habían pasado las
señales demasiado rápido para que supiera exactamente dónde estaban.
Enfiló por una rápida y compleja ruta a través de un número de calles laterales
hasta que alcanzaron lo que parecía un parque industrial muerto. 
Al   final   de   una   calle   llena   de   basura   había   un   portón   y   Nick   se   dirigió
directamente a él a velocidad máxima. Elle apenas tuvo tiempo de respirar cuando
las puertas se deslizaron para abrirse justo a tiempo para pasar a través de ellas. Giró
en su asiento. Detrás de ellos, las puertas se cerraron rápidamente. Todo en ese lugar
representaba  abandono, pero  esas puertas habían funcionado perfectamente.  Nick
frenó el coche y tocó un punto en la consola. 
—En el sitio —murmuró y ella lo miró sobresaltada. 

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Roger —dijo una incorpórea voz, profunda, fuerte y clara—. Llegando, TELL
cinco minutos.
Nick la inspeccionó y le pasó el dorso del dedo índice sobre su mejilla. 
—No te desanimes, cariño. Pronto estaremos en casa.
Era una tonta, porque solo verlo en la penumbra, su cara fuerte y sobria, su voz
teñida de ternura, casi la deshicieron. Esto era muy peligroso. La había tenido a sus
pies diez años antes. Le llevó años recuperarse. 
De acuerdo, no era la inocente y necesitada joven que había sido entonces, pero él
todavía tenía el poder de afectarla profundamente. Si alguien le hubiera preguntado,
hubiera   jurado   que   Nick   Ross   estaba   muerto   para   ella   y   aquí   estaba   ahora,
temblorosa y susceptible nuevamente, derritiéndose con su toque
Nunca más.
Ella se puso rígida, echándose hacia atrás. 
Se había proyectado dos veces en un día, había sido perseguida por hombres que
habían hecho prisioneros a muchos de sus amigos. Tenía suerte de estar viva. Debía
agradecerle eso a Nick, pero eso no significaba que le debiera otra cosa que gratitud. 
Ciertamente no amor. 
Cuando ella se tiró hacia atrás, la cara de Nick se tornó blanca y su mano cayó. Su
voz fue enérgica y práctica. 
—Necesito dejar el coche hoover bajo cobertura. ¿Puedes aguantar de pie?
Pregunta estúpida. O tal vez no tan estúpida. 
Elle presionó con las piernas contra el suelo. Estas no temblaban. Vale. Bien para
andar. 
—Sí, puedo.
—Buena chica.
En   un   segundo   él   estaba   en   su   puerta   ayudándola   a   bajar.   Elle   se   movía
lentamente. Quería estar segura que estaba en lo cierto acerca de su capacidad de
estar de pie. La idea de desmayarse era demasiado fea para considerarla. No quería
ser débil ni necesitada. No era la Elle que él había dejado. Era fuerte. 
Solo era como si hubiera tenida un día muy malo. 
Sus piernas la sostuvieron, gracias a Dios. Nick le tendió su cartera. 
—Mira arriba.
Una súbita ráfaga de viento sopló y ella se preguntó si había escuchado bien. 

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—¿Qué?
—Mira arriba.
Nick puso un dedo bajo su mentón y le inclinó la cabeza hacia atrás. 
—Nuestro transporte está aquí.
¡OH, Dios. Un helicóptero! ¡Bajaba casi directo a su cabeza, y no podía oír nada! El
helicóptero  era  apenas visible en  la oscuridad  y la cabina  era  oscura,  En vez del
rugido ensordecedor de los helicópteros de las películas, este apenas hacía zumbido
mientras viraba unos pocos metros y pulcramente aterrizaba, como un gato después
de un salto. 
—¡Vamos! —Nick prácticamente la levantó y la sacó de allí. 
El helicóptero tenía un aspecto escalofriante —hecho de alguna sustancia mate lisa
y dura sin ventanas aparentes. Justo cuando determinó que no había forma de entrar
en  él, una puerta  se deslizó abriéndose mostrando una tenue luz interior. Cuatro
escalones se desplegaron desde el lateral. 
Elle caminó hasta el interior de la cabina y se sentó en uno de los asientos. A través
de la puerta abierta, pudo ver a Nick conduciendo el extraño coche dentro de lo que
parecía un depósito y volver corriendo. Él saltó dentro del cuerpo del helicóptero sin
usar los escalones, gritando:
—¡Vamos­Vamos­Vamos! 
Los   escalones   se   replegaron,   la   puerta   se   cerró,   y   el   helicóptero   despegó
abruptamente, dejando el estómago de Elle detrás. Estaba totalmente silencioso en el
interior del helicóptero. En todas las películas que había visto alguna vez, la gente
usaba   auriculares   para   enmascarar   el   ruido,   pero   dentro   de   este   era   como   una
catedral. 
No había forma de ver fuera del helicóptero. Había, sin embargo cuatro grandes
monitores   mostrando   lo   que   parecía   la   vista   fuera…   la   brillante   línea   de   la
interestatal   a   la   derecha,   e   imágenes   infrarrojas,   imágenes   térmicas,   y   GPS
coordinadas en un mapa móvil. 
Continuaban su viaje al norte, el destino una cruz azul al noreste, Elle no podía
figurarse a donde se dirigían. 
—Mi nombre es Jon. Es un placer conocerte.
Un tabique se había deslizado a un lado y el piloto metió su mano a través de él.
Elle torpemente se estiró hacia delante para tomarla. 
—En verdad estoy contento que Nick te encontrara antes que su cabeza explotara.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

La mano era grande y tosca y pertenecía a un hombre que parecía como si acabara
de llegar de surfear olas enormes. A pesar que fuera hacía un frío que pelaba, vestía
una   desabotonada   camisa   hawaiana   sobre   una   deslumbrante   camiseta   blanca.   La
camisa   hawaiana   tenía   brillantes   pericos   azules   volando   alrededor   de   brillantes
palmeras   amarillas,   imitando   sus   brillantes   ojos   azules   y   su   largo   estaba   cabello
aclarado por el sol. 
Tenía una gran pistola negra en una muy usada pistolera de hombro. 
Todo  en   ese  hombre  era   jovial  y   complaciente   excepto   sus  ojos  azul  hielo,  los
cuales eran fríos y duros y su pistola, igualmente fría y dura. 
—Es un placer conocerte —dijo ella. Miró a Nick, luego al surfero Jon—. Gracias
por el rescate. 
Jon guiñó un ojo y un lado de su boca se torció hacia arriba. 
—Cuando   quieras.   Rescatar   mujeres   hermosas   parece   haberse   convertido   en
nuestro último pasatiempo.
—Jon … —Nick gruñó.
Jon puso los ojos en blanco y ladeó la cabeza a un lado, mirando a Nick. 
—Tranqui tronco.
—¿A dónde vamos? —Elle trató de mantener su voz calmada. La única respuesta
fue el silencio.
La pregunta tenía que ser formulada. Con cada minuto que pasaba, Elle sentía su
fuerza retornar, acababa de ser rescatada, eso era verdad. Pero también era verdad
que estaba en un helicóptero yendo Dios sabía dónde con dos hombres, uno de los
cuales recién había asesinado a otros cuatro hombres en un terrorífico despliegue de
precisa violencia. 
Nick.
Tenía que olvidar que había conocido muy bien a Nick una vez. Había crecido con
él. Pero luego él había desaparecido, realizó una breve aparición en su vida y luego
desapareció nuevamente. 
No tenía idea quién era ahora. Ninguna. Por todo lo que sabía, era tan peligroso
para ella como los hombres que él había matado. ¿Y Jon? ¿Con sus alegres turquesa y
amarillo de su camisa y la sonrisa encantadora y que ahora estaba transportando a
los tres a Dios sabía dónde? 
Él también parecía peligroso. 
Por lo tanto… ¿Cuáles eran sus opciones? Ninguna, por lo que ella podía decir. El
helicóptero estaba apretadamente sellado. Aún si pudiera de algún modo vencer a

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

dos visiblemente fuertes hombres armados —lo cual era una locura— hubiera tenido
que aprender a pilotar un helicóptero antes de este se precipitara al suelo. Lo cual era
descabellado. 
La puerta número uno cerrada, lo que dejó justo la puerta número dos. 
No hacer nada y tener la esperanza de sobrevivir.
Nick trataba de no mirar fijamente a Elle. En realidad trataba pero era imposible.
Por suerte ella no estaba mirándolo. De hecho, miraba para todos lados, menos a él. 
Elle se sentía más fuerte. Cuando llegó por primera vez, parecía como si necesitara
toda   su   fuerza   solo   para   mantenerse   de   pie.   Ahora   tenía   la   espalda   tiesa   y   se
mantenía apartada de él. 
No   eran   solo   sus   sentimientos   heridos.   Ella   había   sido   lanzada   en   un   nuevo
mundo —su mundo— como sumergirse en un lago helado, Hombres peligrosos la
habían perseguido, y aunque no lo había visto realmente matar a los cuatro hombres,
sabía   que   tenía   el   hedor   del   asesino   en   él.   Elle   siempre   había   sido   terriblemente
consciente   de   las   cosas,   como   si   estuviera   sumergida   en   otros   sistemas   de
información. Él vestía lo que para él era como una capa de invisibilidad. Tanto el
cómo Mac se sentían incómodos en el mundo civil. La gente se apartaba de ellos,
instintivamente, y generalmente se agitaban sin saber por qué. Las ovejas se alejan
ante el peligro del velado lobo. 
Por otro lado Jon era igual de peligroso pero lograba ocultarlo un poco de tiempo
con sus camisas coloridas y su sonrisa de predador. 
Elle detectó  lo que Nick había llegado a ser. A ella no le gustaba, pero  a  él le
importaba una mierda. Tendría que superarlo. 
Contra todo pronóstico, la había encontrado. Pensó que pasaría toda la vida solo,
pero la había encontrado. Nunca la dejaría irse. Estaría con él hasta el final. 
Por lo tanto ella podía quedarse rígida separada de él y podía evitar mirarlo a los
ojos   y   podía   sentirse   incómoda,   pero   al   final   esto   no   marcaba   diferencia   alguna.
Estaba yendo a Haven con él y se quedaría allí. 
Elle   estaba   mirando   los   monitores,   haciendo   su   mejor   esfuerzo   para   ignorarlo
cuando el mapa del monitor titiló. 
—Nick. —La voz de Jon derivó desde la cabina—. Es el momento.
OH, mierda. Él estaba helado. ¿Cómo podía hacerle esto a Elle? 
—Nick. —Esta vez había puro acero en la voz de Jon. Nick sabía que si peleaba
con Jon por esto, Jon podría girar el helicóptero y volver a Palo Alto. 

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Lisa Marie Rice

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Elle se volvió y finalmente lo miró a los ojos, una pregunta en los suyos. Él odiaba
esto,   simplemente   lo   odiaba.   Nick   levantó   la   mano   de   Elle   y   se   encaró   con   ella
sinceramente. 
—Cariño, realmente lo siento. Créeme cuando digo que esto es por tu propio bien.
Se estiró hacia atrás y deslizó una capucha sobre su hermosa y sorprendida cara.
Le sujetó las manos con las suyas porque él habría peleado fieramente con alguien
que  le  pusiera  una capucha.  Era  el  último  de  los insultos, y  si ella forcejeaba,  lo
abofeteaba o lo pateaba, lo entendería y simplemente lo aguantaría. 
Ella no hizo ninguna de esas cosas y se dio cuenta cuánto la había subestimado.
Era   sobre   todo   inteligente,   y   sabía   que   no   podía   competir   físicamente   con   él,   de
ningún modo. Y, ciertamente, no se mediría con Jon y ella. La única cosa inteligente
era soportarlo y eso fue lo que ella hizo
Se   sentó   rígidamente,   la   encapuchada   cabeza   girada   hacia   el   frente,   digna   y
completamente quieta. Sus manos, que él sostenía, estaban tan duras como madera. 
Nick nunca la había amado más. 
Y sabía que cada minuto que pasaba, ella lo odiaba más y más. 
Afortunadamente, estaban muy cerca de Haven. Jon estaba volando ahora con el
helo a la máxima velocidad. Era una noche sin nubes y ellos estaban fuera del radar.
Pronto estarían en la vía de entrada del hogar. 
Mount  Blue  era  una forma  negra contra el  cielo  estrellado.  Debajo  de  ellos, lo
sabía,   una   gran   plataforma   de   metal   se   extendía   desde   la   base   de   la   montaña,
proporcionado una plataforma de aterrizaje. Cuatro minutos después, Jon aterrizó
perfectamente y apagó los motores. La plataforma de metal se retrajo  con el helo
sobre ella en una inmensa estructura invisible al mundo exterior. 
Mount Blue. Haven.
Hogar.
Una tensión que Nick se había negado a admitir subió desde sus hombros. Elle
estaba segura aquí. Todos estaban seguros aquí. 
Este   era   su   refugio   y   el   refugio   de   la   familia   de   inadaptados   y   talentosos
marginados que se habían reunido en torno a ellos. Él, Mac y Jon. Ward y Lundquist,
Romero y Pelton. El equipo entero de Ghost Ops había sido enviado a destruir un
laboratorio en Cambridge que les habían dicho estaba secretamente desarrollando
como armas  Yersinia pestis, peste bubónica. Solo que no había proyecto secreto. Un
grupo   de   soldados   los   habían   estado   esperando   para   capturarlos.   Habían   sido
acusados   de   alta   traición   y   habían   escapado   de   camino   a   una   corte   marcial   en
Washington. 

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Lisa Marie Rice

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No había forma que alguien pudiera mantener prisionero a un operador de Ghost
Ops.
Entre   la   huída   de   todo   el   gobierno   de   EEUU   y   la   amargura   de   haber   sido
traicionados a manos de Ward, un hombre al que todos veneraban, Mac, Jon, y Nick
habían encontrado refugio en Mount Blue en el noreste de California, dentro de una
mina   abandonada   que   Mac   había   explorado   cuando   era   un   chico.   Hicieron   un
agujero aquí y maldita fuera si pronto una comunidad no se había congregado en
torno   a   ellos,   La   comunidad   fue   transformando   a   Haven   en   la   más   confortable
guarida de alta tecnología para gente que escapaba del mundo que habían conocido.
Se fueron transformando en autosuficientes en todo: energía, Internet, comida… todo
lo que se pudiera pensar 
Lo  mejor  era  que  toda la comunidad  fue  financiada  por  dos carteles  de  droga
Latinoamericanos. Jon, quien tenía una cruzada personal contra los vendedores de
droga   a   pesar   que   nadie   sabía   exactamente   por   qué,   había   pasado   dos   años
encubierto   en   el   más   grande   cartel   de   droga   de   Cartagena   tirando   cables,
pretendiendo   ser   un   emisario   de   los   vendedores   de   California.   Reunió   suficiente
información,   mientras   penetraba   profundamente   en   sus   finanzas,   para   poner
trescientos hombres fuera del juego para siempre. 
Cuando Haven necesitaba algo, ellos solo examinaban las cuentas bancarias del
cartel en las Caimán o Aruba, dejando migas de pan y pisadas hacia un pillo después
de otro y disfrutando enormemente cuando algún desgraciado pagaba la culpa y era
castigado. 
Un hijo de puta menos en el mundo. Había dicho Jon. En el  ínterin, todos tenían
tarjetas de crédito negras con nombre falso con varios millones de dólares detrás. 
La   plataforma   detuvo   el   movimiento   y   estuvieron   dentro   del   hangar.   Era   un
inmenso   espacio   de   sesenta   metros   de   alto.   Mantenían   todos   los   vehículos   y   los
drones y el helo aquí. 
Elle no podía bajar del helicóptero encapuchada, por lo que Nick simplemente la
levantó por la cintura y la llevó afuera. No se resistió, pero tan pronto como sus pies
tocaron el suelo, dio un paso atrás, alejándose de él. 
OH no lo hagas, pensó Nick. 
Esas medidas de seguridad eran una práctica estándar y necesaria, él lo sabía, aún
cuando lamentaba amargamente haber tratado así a Elle. 
La cosa era que Mac, Jon y él se habían convertido en la primera línea de defensa
para   una   comunidad   de   gente   vulnerable   y   talentosa   que   confiaban   en   los   tres
soldados   proscriptos   para   mantenerlos   a   salvo.   Los   tres   tomaban   esta   confianza
seriamente.   Todo   aquel   que   venía   era   investigado.   Si   ellos   pasaban,   se   podían

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Lisa Marie Rice

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quedar. Si no pasaban, ellos le daban una gran dosis de Lethe, una droga amnésica, y
los dejaban en el valle sin recuerdos de una oculta ciudad dentro de Mount Blue. 
Nick sabía que si Elle de algún modo no pasaba el examen, iba a volver con ella al
mundo,   aun   cuando   era   buscado   por   gobierno   federal   y   había   una   enorme
recompensa por su cabeza. Había hecho su elección. Elle no se apartaría de su lado,
nunca más. Y él nunca la dejaría. 
Nick y Jon intercambiaron una mirada.  Sin palabras.  La regla para aquellos que
venía a ellos pero no eran parte de ellos todavía. Cualquier voz tendría eco en esa
gran   cámara.   Nick   simplemente   puso   su   brazo   alrededor   de   la   cintura   de   Elle   y
empezó a caminar hacia el elevador, Jon mantenía el paso. 
El ascensor era un milagro de tecnología. Se elevaba sesenta metros en el aire tan
suavemente   que   era   muy   posible   que   Elle   no   se   diera   cuenta   que   estaba   en   un
ascensor. 
El ascensor, junto con la mayoría de la infraestructura había sido diseñado por el
talentoso   ingeniero,   Eric   Dane.   Eric   había   pasado   años   escribiendo   informe   tras
informe sobre la debilidad estructural del Bay Bridge de San Francisco. Cuando el
temblor del 21 de Halloween golpeó el puente, colapsando y matando a cuarenta
personas, los informes de Eric se desvanecieron y fue culpado por el colapso. Un
litigio multimillonario fue instruido contra él pero no había nadie a quien demandar
Eric   había   hecho   eso   para   Mount   Blue,   donde   les   construyó   una   confortable,
hermosa e inexpugnable fortaleza. Haven. 
No había timbre que sonara cuando llegaba arriba, solo se abrían silenciosamente
las puertas dentro del atrio de Haven. 
No había delincuentes, y si Haven fuera un lugar público, el atrio podría ganar un
montón de premios de diseño urbano. Un espacio grande y aireado lleno de plantas
con   senderos   pavimentados   de   terracota   serpenteando   por   inesperadas   pequeñas
plazas con un lecho de flores aquí y un parche de tomate orgánico allá. Había bancos
y fluidas esculturas de metal y madera hechas por la famosa escultora Kloe, quien
había escapado de su muy rico y muy abusivo marido. 
En   lo   alto   había   un   invisible   techo   arqueado   de   graphene,   una   fina   molécula,
repleta de pequeños paneles solares que proveían luz en la noche y contribuían a
mantener el atrio a la constante temperatura de veintidós grados todo el año. El atrio
estaba anillado con balcones, detrás de los cuales había oficinas y hogares. Algunas
casas de familia y algunas, como el lugar de Nick y el lugar de Jon, eran gloriosos
alojamientos de oficiales solteros, aun más espaciosos y definitivamente más bonitos.
Cuando un espacio necesitaba se decorado, todos se dirigían a Nancy Parsons, cuya
firma de decoración fue destruida por el esposo y socio, quien huyó con cada centavo

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Ghost Ops 02

y la secretaria, dejando a Nancy cargada con un saco de deudas que su marido debía
a la mafia, sin forma de pagarla y con la mafia en sus talones. 
En el tercer piso estaba su Sala de Guerra y Nick y Jon se encaminaron por los
pasos de brillante vegetación. Eran las cuatro AM, demasiado tarde para los búhos y
demasiado temprano para las alondras. Mac y Catherine estarían arriba, esperando
para el informe. 
Aunque hubiera habido gente, no pocos lo pensarían dos veces con Nick y Jon
marcando   el   paso   a   una   figura   encapuchada   a   través   de   la   gran   plaza.   En   un
momento   u   otro,   varios   miembros   honorables   de   Haven   habían   sido   conducidos
encapuchados a la Sala de Guerra de arriba. 
Otro ascensor los dejó en el tercer piso. Nick mantuvo su brazo alrededor de Elle
para guiarla y también… porque… 
Porque todavía encontraba difícil de creer que ella estuviera aquí, con él. Muy
enojada con él, seguro. Ella tenía todo el derecho de estarlo. Pero contra todas las
probabilidades   estaba   segura   y   viva,   y   así   es   como   se   iba   a   quedar.   La   había
encontrado, había luchado por ella, la había esperado diez largos años. Era suya. 
Jon iba adelante, su perfil biomorfico abrió la puerta. Elle no estaba programada.
Todavía. 
Elle detectó  que había un umbral y se paró en seco. La Sala de Guerra estaba
directamente   frente   a   ella,   el   corredor   detrás.   Su   nueva   vida,   su   vieja   vida.
Directamente frente a ella Mac y Catherine estaban esperando, como Nick sabía que
estarían.   Habían   estado   despiertos   toda   la   noche,   incluso   Catherine   que   estaba
embarazada de tres meses. Ella no dejaría a Mac, quien no se iría a la cama hasta que
sus   hombres   estuvieran   en   casa.   Mac   ni   siquiera   había   tratado   de   convencer   a
Catherine para que se acostara porque no lo haría y él lo sabía. 
A un lado había un carrito de servicio con un número de platos con cubiertas de
plata. 
Stella. Bendita fuera. Una vez había sido una mundialmente famosa actriz hasta
que un acosador cortó su rostro en pedazos. Nadie en Haven notaba siquiera sus
cicatrices porque todos la amaban. Era lista y amable y corría por la extraordinaria
cocina comunal con un  montón de  ayudantes.  Nadie nunca  quería  pillar  su lado
malo porque acceder a la cocina de Stella era básicamente acceder al mismo cielo.
Huyendo y siendo cazados, la gente de Haven comía mejor que la mayoría de los
millonarios. 
De aquí en adelante, Elle era suya e iba a cuidarla y eso incluía alimentarla. Antes
de llevarla a la cama. 
Ante aquel pensamiento su polla se hinchó.

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Mierda
Después de largos años de entrenamiento, su polla había aprendido a obedecerle.
Nunca más iba a estar fuera de control. De hecho, ésta había sido tan obediente el par
de años pasados que era prácticamente un durmiente. Los Ghost Ops habían tomado
cada   gramo   de   atención   y   energía   que   tenía.   Luego   ellos   estaban   escapando   y
escondiéndose, por lo que llevar a una mujer a la cama se había convertido en un
enorme desperdicio de energía. No solo porque tenía que planear la salida antes que
la entrada, como siempre, sino también porque tenía que trabajar realmente duro
para no dejar una pista de quien era. Eso involucraba tener falsos documentos todo el
tiempo, e involucraba recordar su nombre falso y su falsa leyenda, exactamente como
si estuviera trabajando de incógnito. 
Si   alguien   descubría   la   forma   de   follar   sin   dejar   ADN   atrás,   él   lo   habría
conseguido. 
Era   agotador   y   un   montón   de   trabajo   para   follar   una   sola   noche,   porque   dos
noches estaba descartado. Jon no parecía tener ningún problema. Por lo que Nick
veía, Jon tenía un montón de sexo de manera regular y no tenía problema en absoluto
en contar mentiras a las mujeres. 
Para Nick, eso le cansaba muy rápido. 
Así que, ahora su polla estaba despierta y oliendo las rosas. O al menos, oliendo a
Elle. Porque sobre el olor de su miedo y su agotamiento estaba el olor a ella. Algo
fresco y primaveral y absolutamente inconfundible suyo. 
Ninguna otra mujer en el mundo olía como ella. Se parecía a ella. Era ella. Lo que
explicaba la semi­dureza en presencia de Jon y Mac y la embarazada mujer de Mac,
aunque él era más listo. 
Nick puso su mano sobre la parte inferior de la espalda de Elle y ella se puso
rígida nuevamente, lo cual fue suficiente para sacar el almidón de su polla. Estaba
suficientemente desorientada sin hacer frente a sus hormonas. 
Nick enlazó su mano con la de ella, ignorando el hecho de que no había cerrado su
mano en torno a la suya, manteniéndola floja. Él tiró y ella caminó hacia adelante
girando su cabeza ligeramente ante la caída de la presión de aire al cerrarse la puerta.
Mac, Catherine, y Jon estaban de pie frente a ella, Catherine con una sonrisa de
bienvenida. Mac sin sonrisas de bienvenida, pero al menos el no estaba con el ceño
fruncido, lo que era algo. 
Nick   quitó   la   capucha   de   la   cabeza   de   Elle,   su   pálido   cabello   se   levantó
ligeramente   con   un   crepitar,   luego   volvió   a   caer   hacia   abajo   en   brillantes   rizos
luminosos. 
—Cariño, —comenzó, pero Catherine quedó sin aliento.

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—¡Doctora Connolly! ¿Es usted a quien Nick fue a rescatar?
—¿Usted me conoce? —pregunto Elle.
Tres profundas voces masculinas resonaron. 
—¿Tu la conoces?

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Capítulo 10

Sede central de Arka Pharmaceutical.
San Francisco

Lee se levantó de repente. 
—Necesito comprobar algo —dijo, y salió por la puerta. Pero no antes que Flynn
viera como el sudor perlaba su frente.
Algo estaba mal con Lee. Realmente mal.
El ex general Clancy Flynn lo había observado cuidadosamente durante todo el
día.   Lee   era   un   profesional,   siempre   frío,   tranquilo   y   sin   emociones.   Dos   de   los
programas   secretos   que   Flynn   y   su   compañía   habían   financiado   a   Lee   le   habían
hecho   ganar   en   retribución   una   gran   cantidad   de   dinero.   Y   el   nuevo   sería   un
bombazo. Crear soldados más rápidos, más fuertes, más inteligente era el sueño de
todo   general,   pero   este   era   el   sector   privado,   y   la   compañía   de   Flynn,   Orion
Seguridad, en particular, haría que esto fuera una realidad.
Estaban cerca. Se había realizado un ensayo en África, donde Orion había tenido
un   contrato   de   enorme   potencial   para   proteger   un   convoy   que   transportaba
diamantes desde una rica mina situada en el interior de un territorio infestado de
rebeldes hasta la costa. Al principio todo había funcionado como un sueño. Él y Lee
había visto como el equipo se trasladaba con creciente precisión y velocidad, como
una   máquina   bien   engrasada.   Visiblemente   realzada,   una   alegría   para   la   vista.   Y
luego se produjo la crisis nerviosa que los llevó a auto­inmolarse.
Pero aquellas primeras horas fueron prometedoras. Lee dijo que había identificado
el problema, una cuestión de dosis, y un ensayo había ido muy bien y otro ensayo
estaba programado para la próxima semana.
Pero este nuevo acontecimiento…

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Si  Flynn  no   lo  hubiera  visto   con  sus  propios  ojos,  nunca  lo  hubiera   creído.  El
potencial. No había límite a lo que podría ganar con soldados realzados con poderes
como esos.
Lee tenía algo que cambiaría el mundo, si esto no lo mataba primero.
Si Flynn no lo conociera bien, diría que Lee estaba borracho. Pero Lee no bebía, era
un abstemio, algo que Flynn no podía entender. El mundo estaba lleno de placeres a
los que Lee parecía inmune. Era un hombre resuelto y dedicado, y se estaba cayendo
a pedazos.
Las señales eran claras.
Lee   se   había   pasado   todo   el   tiempo   tamborileando   inquieto   los   dedos   en   el
escritorio y sacudiendo el pie. A menudo había tragado saliva y se había ajustado el
cuello  de  la camisa,  como  si  ésta hubiera  estado  demasiado  apretada,  aunque  en
realidad estuviera floja. Lee había perdido al menos cinco kilos desde la última vez
que Flynn lo había visto.
Pero más que nada había existido un nerviosismo apenas contenido en el hombre,
lo cual era totalmente impropio en él. Flynn había conocido a Lee durante mucho
tiempo. Se le había encargado investigar a la compañía de Lee cuando todavía había
estado en el ejército. Creía mucho en Lee, había echado mano a los bolsillos de su
propia compañía para mantener esta línea de investigación en curso cuando se jubiló.
El gobierno lo había prohibido, pero lo que el gobierno no sabía no le haría daño.
“Experimentación humana” era  algo  totalmente  inadmisible  en los laboratorios
del gobierno, pero eso era una mierda en opinión de Flynn. El armamento portátil no
podía ser más letal de lo que ya era, y existían límites a la hora de usar grandes
bombas. La última frontera era el realce humano, algo así sería toda la diferencia en
las próximas guerras por los recursos.
Lee siempre había sido frío y racional. El científico extremo, aunque Flynn siempre
había sospechado que Lee tenía otra agenda. No dinero, algo que lo dejaba perplejo.
Porque el dinero era la mejor motivación que existía. A Lee le gustaba el dinero lo
suficiente, pero sobre todo lo veía como una herramienta para ayudar a continuar su
investigación. Él mismo vivía con sencillez. Así que el dinero no lo era. Fuera el que
fuera su motivo, con tal de que no impidiera su objetivo final, a Flynn no le podía
importar menos.
Pero ahora lo que fuera que conducía a Lee estaba destruyéndolo… al hombre a
quien Flynn acababa de entregar quince millones de dólares.
Si aquello en lo que Lee estaba trabajando daba resultado, la historia de la vida
militar cambiaría para siempre y Flynn se convertiría casi de un día para otro en uno
de   los   hombres   más   ricos   del   mundo.   Si   esto   no   daba   resultado   porque   Lee   lo

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estropeaba, entonces Flynn perdería un buen monton de dinero y las promesas que
había hecho a clientes potenciales se convertirían en pura palabrería. Y un par de
esos clientes no eran hombres a los que se pudiera mentir y e irse vivo de rositas.
Cualquier cosa que sucediera, necesitaba quedarse durante unos días más para
asegurarse que Lee no hiciera que quince millones de dólares se volvieran humo. 
Se tocó la oreja. Debía comunicarse con su sede central.
—Sí señor. —Oh, sí. Melissa, su nueva secretaria.  Eficiente,  bonita y altamente
follable.   Ella   podía   salir   de   la   cama   después   de   dos   horas   de   haberlo   jodido   y
planificar   con   total   frialdad   su   horario   del   día   siguiente   mientras   él   aún   estaba
jadeando en la cama.
—Sí, Melissa. Sé que dije que volvería hoy, pero debo quedarme. Suspende los
próximos dos días y cancela mi vuelo de regreso a Virginia. Dile al piloto que puede
quedarse en el Marriott hasta que lo necesite. 
Una pausa y luego la voz gutural de Melissa. 
—Hecho. 
—Te haré saber cuándo llegaré. Y, ¿Melissa? 
Ella reconoció ese tono y su voz se hizo aún más baja. 
—¿Sí señor? 
—No lleves bragas cuando llegue. 
Flynn descolgó con la risa gutural de Melissa repicando en sus oídos.

*  *

Mount Blue

Elle se encontró en un cálido abrazo, breve pero sentido. La mujer que la abrazaba
era delgada, tanto que la pequeña protuberancia de su vientre se podía sentir con
facilidad. Estaba embarazada, y no había duda de quién era el padre. Él estaba de pie
justo detrás de la mujer con una mano sobre su hombro.
Hacían  una pareja extraña.  La Bella  y la Bestia.  La mujer  era  muy bonita, con
cabello oscuro que le llegaba a los hombros y los ojos de un color azul grisáceo, y el
esposo… bien, el esposo era enorme, feo y aterrador. Esas eran las únicas palabras

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que realmente encajaban. Era el hombre más alto en la sala, aunque tanto Nick como
Jon eran  hombres altos, y  sobresaldría  en casi cualquier  habitación. Su rostro era
tosco con una nariz que se había roto en varias ocasiones, y con lo que parecía ser
una cicatriz de cuchillo en un lado y una quemadura que había fundido en la piel en
el otro. Sus ojos eran fríos y duros. Este era un tipo al que mejor evitar si sabías lo que
era bueno para ti. Eso no impedía que la mujer acariciara con suavidad la enorme
mano en su hombro y le regalara una rápida mirada de amor mirándole por encima
del hombro.
Él le sonrió y toda la disposición de sus rasgos faciales cambió. No se volvió cálido
y tierno, pero no había duda de lo que sentía por la mujer. Elle misma hubiera tenido
miedo de estar en la misma habitación que el tío, pero el amor era el amor. ¿Qué
podía decir al respecto? Ella estaba eternamente enamorada de un hombre que la
había abandonado dos veces, así que no era nadie para juzgar.
Esta mujer la conocía, algo que casi rayaba con lo espeluznante. 
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Elle mientras la mujer le cogía de la mano.
—Chicago,   mayo   del   2022,   la   reunión   anual   de   la   Academia   Americana   de
Neurociencia. Salón B. Tu artículo sobre “Inmuno marcadores en Estados de Trance”
nos   dejó   sin   aliento.   —La   mujer   sacudió   su   mano   suavemente   y   luego   la   soltó.
Mientras  que  la  mano   de   Elle  había   estado  en  la  de  ella,   se  había   producido  un
resplandor   espectral   de   calidez,   algo   que   floreció   suavemente   para   después
desvanecerse. Podría haber sido una coincidencia, pero se sentía un poco más fuerte
también.
Chicago, mayo de 2022. 
—¿Tú estabas allí? 
—Sí. —La mujer sonrió suavemente—.  Aunque  leí todo el documento  después
porque tuve que dejar la conferencia a la mitad e ir al Salón C. para sustentar mi
artículo sobre “El papel de Kir4.1 en la formación de la mielina oligodendrocitos”. 
Elle se quedó sin aliento. 
—¡Doctora Young! ¡Doctora Catherine Young! —Esta vez Elle fue quien agarró su
mano y se la estrechó con entusiasmo. ¡Cuán sorprendente encontrarla allí! Catherine
Young era una leyenda, responsable de desarrollar una investigación de vanguardia
en   demencia.   Desbloquea   la   demencia   y   desbloqueas   una   serie   de   secretos   del
cerebro—. ¡Qué honor! He seguido su trabajo en estos últimos años con gran interés.
Particularmente su trabajo  sobre la proteína activadora de gamma secretasa  en la
trasmutación de la purificación por afinidad del ribosoma. Sé que lo está aplicando
en un estudio de demencia, pero en realidad, se podría extrapolar a las cortezas de
asociación en la circunvolución del hipocampo.

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La doctora Young se inclinó hacia delante. 
—¡Ah, ya sé! Estaba estudiando el proceso de la demencia, pero sus resultados son
importantes   en   la   obtención   de   una   comprensión   más   clara   de   la
inmunorreactividad. Cuando utilizamos inmunofluorescencia en los ensayos de…
—¿Ha usado la técnica de Coons y Kaplan? 
—Lo hicimos. Es antigua, pero fiable y sólida. Sé que algunos están utilizando la
nueva técnica de Hunter y Florheim, pero…
—¡Alto! —Una voz profunda las interrumpió. Elle volvió la cabeza para ver a Nick
con sus grandes manos haciendo un gesto de tiempo fuera—. Un poco de piedad por
los no­frikis aquí presentes. Y sobre todo piedad para dos auténticos no—frikis que
se están muriendo de hambre porque ellos le acaban de salvar el culo a cierta friki.
Elle sintió que la ira se disparaba a través de todo su sistema. 
—Esa soy yo, ¿no? 
Nick asintió con la cabeza. 
—Esa sería sin dudas tú, Doctora Connolly. No es de extrañar que no haya podido
encontrarte.  Te habías cambiado de nombre.  —Los músculos de su mandíbula se
contrajeron visiblemente—. Me imagino que hay un señor Connolly en alguna parte.
O, conociéndote, otro Doctor Connolly. 
Elle apretó los dientes. Nick sonaba enojado. Como si ella hubiera hecho algo sin
pedir permiso. ¡Cómo se atrevía! Ella entrecerró los ojos. 
—No señor, no hay otro doctor. Connolly era el nombre de mi madre. Lo adopté
después… después.
—¿Qué? ¿Qué? —Nick abrió ampliamente los ojos y él la enfrentó cara a cara, con
las mandíbulas apretadas. Ella en realidad podía escuchar el rechinar de sus dientes
—. ¿Cambiaste tu nombre? ¿Cambiaste tu jodido nombre? ¿Tienes alguna idea de lo
jodidamente duro que yo…?
—Nick.   —El   esposo   de   la   doctora   Young   posó   una   mano   muy   pesada   en   el
hombro de Nick y hundió los dedos. El rostro de Nick no mostró nada, pero esas
manos parecían muy fuertes. Era muy posible que le estuvieran haciendo algo de
daño al hombro de Nick. El hombre negó con la cabeza—. No hablamos a las mujeres
de esa manera en Haven, Nick. No le hablamos a nadie así. Deberías avergonzarte de
ti mismo.
Nick se encogió de hombros y el hombre levantó la mano. Nick estaba mirándola
y ella le devolvió la mirada. De entre todas las cosas, no había esperado esto. ¡Él
estaba cabreado! Con ella. ¡Qué cara!

~166~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Ira, candente y dolorosa, bullía en su pecho. Elle se volvió hacia la otra mujer en la
habitación. Podía confiar en que la Doctora Catherine Young fuera racional. 
—Doctora Young, por favor dígale a Nick…
La Doctora Young levantó la mano. 
—Por favor, doctora Connolly, llámeme Catherine. 
Una respiración profunda. Dos. Modales, se dijo. 
—Y tú debes llamarme Elle, por supuesto. 
Catherine asintió y sonrió. Podían haber estado en un salón tomando té en vez de
algún lugar oculto con tres hombres aterradores y una científica de primer nivel. 
—Bien, Elle. Debemos hacer algunas otras presentaciones. Ya conoces a Jon.
Jon lanzó una sonrisa irónica y saludó con dos dedos junto a la frente. 
—Señora.
Elle inclinó la cabeza. 
—Nos conocemos. De hecho, él me rescató.
—¡Él  te rescató! —dijo Nick acaloradamente—. ¡Él no hizo nada, salvó volar el
helo! Entonces, ¿cómo rayos llegó a ser el gran salvador? Yo soy quien… 
—Y este es mi esposo, Mac. —La voz de Catherine fue suave, pero se las arregló
para imponerse sobre la diatriba de Nick.
—Ma’am. —Mac tenía la voz más ronca que  hubiera  escuchado  jamás. Era un
rumor que  sentía en su diafragma más que  escucharlo.  Él extendió  la mano y la
envolvió sobre la de ella, apretó suavemente durante un segundo, luego se la soltó.
Lo cual fue genial ya que fácilmente podría habérsela aplastado y Elle necesitaba esa
mano.
Catherine no había mencionado ningún apellido. Interesante. Bien, si ella no podía
saber nombres, ¿podía obtener algo de información sobre otras cosas? 
—Encantada de conocerlos a todos. Así que, ¿dónde estoy? —preguntó.
Silencio. Silencio absoluto. Eso fue interesante.
—Estoy   segura   que   eventualmente   Nick   te   lo   explicará   todo,  Elle.   —Catherine
sonrió—. Pero mientras tanto, debes estar agotada y debes tener hambre. Así que
antes de mostrarte tu habitación…
—Mi habitación —interrumpió Nick airadamente—. Mi habitación. Ella se queda
conmigo. En mi habitación.
Otro momento de perfecto silencio.

~167~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Elle —preguntó Catherine con suavidad—. ¿Estás de acuerdo con eso? 
Ella no tenía idea qué decir. Ninguna. De repente, fue consciente de su inmenso
cansancio, como si un ser vivo hubiera descargado su peso sobre ella. Una enorme
roca que debilitaba sus rodillas y las luces de la habitación parecieron atenuarse.
Este era Nick, el hombre al que había amado casi toda su vida. Y este era Nick,
quien  la había abandonado el día después de que ella enterró  a su padre. Y este
también era Nick quien por algún retorcido y loco razonamiento había decidido que
estaba enfadado con ella.
Eso fue suficiente para que su mente se recuperara.
—No —dijo ella con decisión—. ¿Podría tener una habitación separada? 
Cómo iba a hacer frente a Nick de aquí en adelante era algo a lo que tendría que
hacer frente en el futuro, pero ahora mismo, estaba al límite de sus fuerzas físicas y
mentales. Tener una pelea con Nick estaba absolutamente fuera de sus posibilidades.
Los ojos de Nick se desorbitaron. 
—¿Qué?  —Su   profunda   voz   subió   una   octava—.   ¿Qué?   ¿Qué   carajo?   Por
supuesto…
—Nick. Deja de hacer eso ahora mismo. —Catherine Young parecía tener cerca de
la mitad del peso de Nick y tenía una voz suave, pero esa voz lo hizo detenerse en
seco.
Él   cerró   la   boca   con   un   chasquido   y   apretó   los   labios   como   si   tuviera   que
esforzarse para no hablar. Pero sus ojos seguían abiertos de par en par y un poco
salvajes. Él dejó escapar un gran bufido como un toro.
A él no le gustaba. Ni un poco.
Bien.
—Bien, lo primero es lo primero. No dejaré que vayas a tu habitación antes de que
comas algo. —Catherine la condujo suavemente hacia un carrito, apartó una silla del
escritorio y la sentó. Mac sacó algo debajo de la pared, que no estaba adosada a esta,
pulsó un botón, y por arte de magia se desplegó una mesa que se conectó con cierta
unión escondida en el carrito de servicio con un clic distintivo. Esa fue una señal para
que todo el mundo tomara una silla y se ubicaran alrededor de la mesa.
—Las visitas primero —dijo Mac con su profundo bajo. Algo que era amable, pero
que  también sirvió  para recordarles  a todos que  ella era la forastera  aquí.  Mac y
Catherine comenzaron a levantar las cubiertas de los platos de servir y la habitación
se llenó con el olor de una deliciosa comida.
Nick se sentó en la silla junto a la suya, tan cerca que su hombro rozó el de ella
mientras amontonaba comida en un plato y lo colocaba delante de ella. 

~168~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Come —le ordenó.
Todo el mundo la miraba expectante, como si nunca hubieran visto comer a una
persona antes. Elle esperó un segundo, con el tenedor suspendido sobre su plato,
observándolos observarla.
Nick le acercó su plato de un empujón. 
—Come —repitió.
Ella comió.
Solo hizo falta un bocado o dos para que sus ojos se abrieran como platos por el
asombro. Como un experimento científico tomó un bocado de todo lo que había en
su plato y confirmó su primera hipótesis.
—Esta   es   la   mejor   comida   que   he   probado   nunca   —barboteó.   Habían   estado
observándola para ver su reacción a la comida. Catherine se sentó y miró a su marido
y Jon con una sonrisa. Ambos hombres asintieron. Nick no encontró sus ojos porque
los suyos estaban fijos en ella con una mirada sin pestañear.
Todos, salvo  Nick estaba pasando  los alimentos a sus platos. El plato de Nick
permaneció   vacío   mientras   continuaba   observándola.   Pero   sin   intimidarla.   Había
sufrido   cosas   peores   que   tener   a   alguien   observarla   comer.   Por   no   mencionar   el
hecho de que comer esta maravillosa comida no era un esfuerzo.
Enormes   raviolis   de   ricotta   con   setas   salvajes   y   salsa   de   nata,   la  tagliata  más
suculenta  de la historia de la humanidad,  espolvoreada  con hojuelas de  rúcula y
queso   parmesano.   Las   rodajas   de   alcachofa   frita   más   ligeras   posibles.   Escarola
salteada con enormes pasas. Ensalada frisèe con bacón frito. Brócoli al vapor con ajo
y una reducción de vinagre balsámico. Una ciabatta recién horneada para absorber
todo.
Comida sencilla, hecha absolutamente a la perfección.
Nadie hablaba. Nadie podría. La comida era una experiencia religiosa y requería
el culto adecuado. Elle había comido un par de veces en el Chez Panisse antes que
Alice Waters se retirara, y esta comida era sin duda mucho mejor.
Había   tiramisú   —el   que   parecía   el   ideal   platónico   de   los   tiramisú,   espumoso,
cremoso y achocolatado—, en un gran recipiente de vidrio en una esquina. Solo para
dar ánimo.
Cuando estuvo repleta, Elle se recostó en la silla. 
—¿Es  este  un restaurante  secreto  de cinco estrellas?  ¿De la clase que nunca se
anuncia y donde tú tienes que ser un gourmet y pasar una prueba para encontrarlo?
Aunque —esto con una mirada intencionada a Jon— encapuchar a los clientes sea ir
un poco lejos. 

~169~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—Buena y vieja Stella. —Jon había comido con fervor inquebrantable y aún no
había terminado. Amontonó una tercera ración de todo en su plato—. Me encantan
sus experimentos, pero cuando hace lo básico… tío. Nadie lo hace mejor.
—¿Stella? —Esta Stella era obviamente la chef.
Jon sonrió. 
—Sí, no creerías quien es la cocinera. Ella es…
—¡Jon! —La profunda voz de Mac era como el restallar de un látigo. Las rubias
cejas de Jon salieron disparadas hacia arriba.
—Quizás   debamos   discutir   esto   y   otras   cosas,   mañana.   —Catherine   puso   una
mano en la de su enorme esposo y le regaló una sonrisa a Elle.
Se produjo otro silencio doloroso.
Secretos. Secretos importantes que no serían compartidos con ella.
Va­le.
Nick había colocado unas cucharadas del tiramisú en un plato de postre y lo puso
delante de ella. 
—Come.
Elle apretó los dientes. 
—¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿Come? 
—Oh,   no.   —Nick   le   dio   una   sonrisa   que   mostraba   los   dientes,   pero   no
amigablemente—.   Tengo   un   montón   de   otras   cosas   que   decir,   pero   no   ahora.
Después. Cuando estemos solos.
Maldita fuera su piel clara. El calor se propagó desde su pecho y supo que se
estaba sonrojando. Porque era muy claro a lo que él se refería.
Y maldita fuera su obsesión, porque en vez de hacerla  enojar que  él estuviera
asumiendo que ella solo olvidaría diez años de abandono para acostarse con él, su
cuerpo reaccionó a las palabras de Nick y las imágenes que sus palabras conjuraron
surgieron con entusiasmo, completamente fuera de control.
En ese momento, con Nick tan cerca de ella, frotando su hombro con el suyo, con
su calor corporal como un campo de fuerza rodeándola y los ojos feroces fijos en los
de ella… su propio cuerpo recordó lo que había sido hacer el amor con él.
Se había pasado la noche entera con él en un estado de excitación, al igual que
ahora. Una oleada de calor hormigueaba por todo su cuerpo como si repentinamente
hubiera salido al encuentro de un sol abrasador. Su respiración se hizo errática, sus
senos se sentían pesados, hinchados.

~170~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Su sexo… lloraba por el placer. Aunque pareciera increíble, de la nada sintió como
si   el   pene   de   Nick   estuviera   en   ella   y   su   sexo   se   contrajo   alrededor   de   este,   lo
músculos de su estómago e ingle tiraron con fuerza. El corazón le golpeaba contra las
costillas tan fuerte que estaba segura de que cualquiera podría oírlo.
Ciertamente, Nick podía. O podía escuchar algo porque entrecerró la mirada y se
tensó, sus fosas nasales se dilataron, y dos líneas blancas de estrés aparecieron a los
lados   de   su   boca.   Sus   ojos   estaban   concentrados   en   su   rostro   y   de   pronto
descendieron abruptamente a su pecho. No tenía sentido cubrirse los senos con los
brazos, él había visto sus pezones duros.
Oh Dios, esto era tan humillante. Era como ser despojada de todas sus defensas, sus
cimientos   habían   colapsado,   abierta   y   vulnerable   cuando   todos   esos   años   había
trabajado muy duro para hacerse fuerte y protegerse.
Solo hacía falta la presencia de Nick y se convertía nuevamente en esa indefensa y
llorosa chica que durante una noche había estado llena de esperanzas y sueños.
Qué   triunfo   debía   ser   para   Nick.   Podía   desaparecer   durante   diez   años   y   ella
todavía estaba tan enferma de amor que su mera presencia física le excitaba más de
lo que podría hacer cualquier número de galanteos.
Sin   embargo,   Nick   no   se   veía   triunfante   y   engreído.   Se   veía   estresado,   casi
dolorido.
—Maldita sea —dijo de repente, agarrándola de la mano y poniéndose de pie.
Caminó rápidamente hacia la puerta, haciéndola avanzar a trompicones detrás de él.
Elle miró hacia atrás y vio a Catherine medio levantada y a su marido estirando la
mano   hacia   ella   y   sacudiendo   la   cabeza.   Ella   se   sentó   de   nuevo,   viéndose
preocupada, y entonces la puerta se abrió y Nick la sacó al pasillo mientras que la
puerta se cerraba detrás de ellos.
Elle se detuvo, paralizada. La primera cosa en golpearla fue el aroma. El aroma de
un gran jardín, de exuberante vegetación, dulce y fresco. El pasillo era curvo, uno de
los   muchos   que   circundaban   un   gran   espacio   central   lleno   de   plantas.   Árboles,
arbustos, plantas con flores, hojas gruesas y brillantes, frondosas. El espacio era…
increíble. Enorme, como la plaza de una ciudad, elevándose hasta un cielo raso. ¿O…
un techo? Un techo transparente salpicado con brillantes luces contra el negro cielo
nocturno.
Abajo en el nivel del suelo, alguien caminando en un sendero levantó la vista y
saludó con la mano a Nick, quien no prestó atención a nada más que alcanzar el
ascensor al final del pasillo.
Elle volvió a tropezar, pero en lugar de detenerse, Nick le rodeó la cintura con el
brazo y aceleró el paso.

~171~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Ella   no   sabía   a   dónde   iban,   pero   donde   quiera   que   fueran,   se   dirigían   a   allí
rápidamente.
Nick a duras penas pudo llegar a las habitaciones que Red y Bridget acababan de
desocupar porque tenían un flamante bebé. El primer ciudadano de Haven. 
Se sentía como si en cualquier momento algo fuera a explotar. Su cabeza. Su piel.
Su polla. Algo. Algo estaba deseoso de estallar en llamas. Algo en su interior que no
podía ser contenido y estaba a punto de reventar. 
Tenía   que   inhalar   profundas   bocanadas   de   aire   para   ser   capaz   de   funcionar
incluso al nivel más básico.
Dio unos golpecitos en la pared al lado de la puerta y un teclado se iluminó. Se
volvió hacia Elle e intentó mantener la aspereza de las fuertes emociones, cólera y
alivio y también el ardor sexual, lejos de su voz. 
—Por   el   momento,   este   es   el   lugar   donde   te   quedarás,   si   no   deseas   quedarte
conmigo. —Ignoró el gran estruendo de su corazón que esas palabras y la misma
idea crearon en él… que Elle, finalmente de nuevo con él, no quisiera quedarse con
él, estar con él. Marcó un código de cuatro dígitos—. Estoy introduciendo un código
temporal. Es 1993, tu año de nacimiento. Lo puedes cambiar después si así lo deseas. 
La   miró,   lo   que   esto   implicaba   era   una   oscura   nube   entre   ellos.   Ella   podía
cambiarlo y no darle el nuevo código. 
La puerta zumbó al abrirse y Nick le ofreció su mano. Elle la ignoró. Cruzó el
umbral y él marchó justo detrás de ella. 
Aquel adorable rostro se llenó de indignación. 
—No sé si fui lo suficientemente clara, Nick, pero no quiero dormir contigo. 
Tan pronto como la puerta se cerró, él hizo retroceder a Elle hasta que su espalda
topó la puerta con un golpe seco, haciéndola sentir sitiada. Él se estaba comportando
como   todo   un   gilipollas,   pero   no   pudo   evitarlo.   No   había   forma   en   que   hubiera
podido quedarse en la sala de guerra, ni un segundo más, comiendo y hablando con
Elle a su lado.
Ahora mismo estaba aquí, con él. Tan cerca que la podría tocar si se atreviera.
Nick estampó las manos en la puerta justo al lado de su cabeza. Estaba enjaulada
por él, aunque no la tocara en ninguna parte. Si realmente quisiera escaparse, se lo
habría permitido. Esto lo mataría, pero lo haría. 
Esperó.
No la tocaba por ningún lado, pero era como si su piel hubiera desarrollado algún
otro sentido o fuera capaz de extenderse hasta ella. Agachó la cabeza y con la nariz le
apartó el cabello lejos de la oreja. 

~172~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—No tienes que dormir conmigo, pero que me parta un rayo si voy a dejarte sola
aquí. Estabas en coma cuando te encontré. He pasado un infierno. Si necesitaras algo
por la noche, no sabrías cómo funciona este lugar. No sabrías llamar pidiendo ayuda.
Y yo me mantendría despierto preocupándome por ti. Así pues, si no quieres que te
toque, no lo haré. Pero maldita sea si te dejo sola aquí. —Se apartó y bajó la mirada
hacia ella. 
¿Jesús, por qué tiene que ser tan jodidamente hermosa?  Era aún más hermosa que la
última vez que la vio. Exageradamente preciosa, súper inteligente. Una doctora nada
menos. Alguien que Catherine admiraba, y Catherine era una de las personas más
inteligentes que Nick conocía.
Nick   había   pensado   en   Elle   casi   todos   los   días   desde   Lawrence.   La   había
memorizado. Durante diez años había llevado la última imagen de ella durmiendo
en la cama. 
El súper suave cabello rubio platino era como una nube alrededor de su cabeza,
los claros ojos azules como esquirlas de un cielo de verano, los altos pómulos, la
forma de su cabeza, el estrecho torso, el soplo de pálido vello entre las esbeltas y
largas piernas… cada centímetro de ella estaba en su cabeza. 
Pero ahora existía una nueva Elle, más madura; y si cabe, ella era aún más perfecta
que la joven muchacha. Con impaciencia absorbió todos los nuevos detalles de esta
nueva Elle porque aunque si de él dependiera ella nunca volvería a alejarse de su
vista, la vida tenía maneras imprevistas de aporrearte en la cabeza. 
Habría   jurado   que   pasaría   el   resto   de   su   vida   con   los   Ghost   Ops.   Cuando   su
pasado fue borrado y prestó juramento, con Lucius Ward y Mac McEnroe como sus
oficiales al mando, supo que esta sería su vida para siempre. Y luego los Ghost Ops
cayeron,   sus   fuerzas   dispersas,   acusadas   de   traición.   Lo   que   pensaba   sería   un
compromiso eterno probó ser efímero. 
Ajá, sí, nunca se sabía.
Así  que   absorbió  cada  detalle  de   Elle  porque  siendo   la vida  lo   que  era,   podía
desaparecer ante él en un solo instante. 
Su piel poseía aún la perfección del marfil. Las pocas líneas alrededor de sus ojos
no hacían nada para restarle mérito a su belleza. Se había rellenado de tal forma que
ya no se parecía a la niña larguirucha. Tenía aspecto de fuerte y capaz, y se erguía
con autoridad. 
Dios, amaba esto.
A   duras   penas   podía   evitar   tocarla.   Tenía   que   mantener   las   caderas   retiradas
porque   su   polla   se   presionaba   contra   sus   pantalones.   Ésta   deseaba   estar   en   su
interior. Polla inteligente. 

~173~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Apenas  si podía recordar la última vez que la tuvo dura. Alguna camarera  en


Bakersville. Había sido bastante bonita. Solitaria, como él. Las señales habían sido
inequívocas. Nick se había convertido en el mayor experto del mundo en la soledad
y  podía olfatear a las personas solitarias en una muchedumbre.  Habían ido a un
motel cercano, y ella había sido mayor y estaba más desgastada de lo que creyó en un
inicio, y su pene se desanimó un poco. Ella lo notó, sonrió tristemente y comenzó a
abrocharse los botones de la blusa. 
Nick obligó a su pene a recuperar los ánimos y se obligó a darle un buen tiempo
extra y después, cuando ella se fue al amanecer, se había quedado contemplando el
techo hasta que el sol se elevó sobre el alféizar, sin pensar absolutamente en nada. 
Esto había sido seis meses atrás y no tenía una erección desde entonces. No había
visto una mujer que le interesara siquiera vagamente y no se había hecho una paja. 
Ahora mismo, sentía que su polla nunca volvería a descender. 
Volvió a agachar la cabeza, sus labios casi tocaban, pero no por completo, el pálido
y delicado cuello. 
—Así que te guste o no, Elle, me quedaré aquí. Dormiré en el sofá, dormiré en el
puto suelo, no me importa. Pero no saldrás de mi vista. 
Elle soltó una larga exhalación.
—Bastardo. —La voz de Elle fue el susurro más desnudo.
—Sí. Sin discusión con eso. —No la había. Era literalmente un bastardo. Dudaba
que   su   madre   siquiera   supiera   quién   era   su   padre.   Por   lo   visto   había   muchos
candidatos. Pero además de eso, en los Ghost Ops se mentía y hacía trampas si eso
era lo que se tenía que hacer para concretar el trabajo. Había trabajado encubierto y
mentido tanto sobre sí mismo que le era difícil recordar lo que era verdad. Él y sus
compañeros de equipo luchaban por sobrevivir no por el bien. Existía muy poco de
eso en su vida. El juez y la propia Elle eran las  únicas personas buenas que había
conocido jamás. 
Así que, sí, era un bastardo.
Giró la cabeza de forma que su oreja estuviera cerca de la boca de Elle. 
—Pero en un segundo retrocederé, aunque me cueste, y te dejaré instalarte. Pero
no me marcharé, así que mejor te acostumbras a esto. Porque de aquí en adelante, me
pegaré a tu bonito culito. 
La piel de Elle enrojeció. Él casi podía sentir el calor. Ella exhaló un profundo
suspiro y le dio un duro empujón. Si Nick no quería moverse, ningún empujón de
Elle podría hacer que se moviera, ni siquiera un centímetro. Pero retrocedió. 

~174~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—¡Bastardo!   —Sus   ojos   azul   pálido   disparaban   fuego—.   ¡Hijo   de   puta!   ¡Me
abandonaste… dos veces! Sin siquiera una palabra y ¿ahora se supone que solo debo
permitirte pegarte a mí? ¿Hasta la próxima vez que te marches? 
Nick cerró las manos en puño alrededor de su suave pelo platino, le hizo echar
ligeramente la cabeza hacia atrás y la besó. Finalmente. Esto era lo que había estado
ansiando desde que ella se había despertado en el hoover. No antes. Antes había
estado  demasiado  muerto  de   miedo   para  pensar  besarla.  De  hecho,  si lo  hubiera
pensado y si creyera en Dios, habría hecho un voto de castidad a cambio de una vida
en la que Elle respirara. Habría renunciado a todo, habría prometido cualquier cosa
por encontrarla viva. Besarla había tenido un papel secundario en esto. 
Pero no había prometido nada a nadie. La había encontrado, la había salvado, la
había ganado. Justamente. 
Su boca todavía sabía de maravilla… fresca,  limpia y  seductora.  Ella se estaba
conteniendo, su boca cooperaba, pero el resto de ella permanecía rígida e inflexible.
Elle se tensó y volvió a empujarlo, deslizándose lejos de la pared. 
Nick   se   sentía   enojado,   frustrado,   su   sangre   aún   tarareaba   por   la   adrenalina.
Deseaba sostenerla, protegerla, follarla. Pero hasta a través de las enormes olas de
emoción que lo atravesaban, emociones que no tenía la más mínima idea de cómo
manejar, una pequeña parte de él, la parte no­gilipollas, se regocijaba. 
Esta era ahora la verdadera Elle. De alguna forma había recobrado su equilibrio.
La había encontrado casi muerta, había sido encapuchada, llevada a una posición
desconocida, en donde se había topado con personas que nunca había visto antes y
quienes tenían poder sobre ella. Había sido derribada pero solo un poco.
Pero   esta   Elle…   no   estaba   caída.   Estaba   de   pie   absolutamente   derecha,   un
profundo rubor cubría sus altos pómulos, los ojos azules claros se estrechaban de
forma   en   que   solo   mostraban   un   pálido   destello   azul,   su   rostro,   todo   su   cuerpo,
permanecía   rígido   con   dignidad   y   resistencia.   Esta   era   la   mujer   en   que   se   había
convertido. Fuerte y controlada. 
Él retrocedió, con las manos en alto porque parecía que estaba a punto de atacarle.
Nick no le temía a nadie sobre la faz de la tierra en una lucha cuerpo  a cuerpo.
Excepto a Elle. Porque aunque tuviera que salvar su vida, no podría levantar una
mano   contra   ella.   Si   estuviera   armada   y   le   disparara,   sería   incapaz   de   ofrecer
resistencia. 
Era verdaderamente afortunado que ella no poseyera una naturaleza violenta.
—No me fui sin decir palabra —dijo él suavemente.
El rostro de Elle se afiló. 
—¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso? 

~175~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Te dejé una nota. Sospecho que no la viste.
Sus fosas nasales se ensancharon. 
—¡Deja de joderme, Nick! ¡Maldito seas! 
—Dije que volvería. Y lo hice. Volví. Creía que nos iríamos por un día o dos, pero
resultó que nos fuimos durante tres meses. Pero te dejé una nota. 
—Ya —se mofó ella.
Nick apretó con fuerza la mandíbula. 
—Sí. Lo hice. ¿Y sabes qué? —Le dio un golpecito en el pecho con un dedo—.
Arriesgué   todo   por   dejarte   esa   nota.   Era   una   falta   de   corte   marcial.   Solo   los
operativos casados pueden informarles a sus mujeres que acuden a una operación y
tú no eras mi esposa. Si mi oficial al mando hubiera averiguado que dejé una nota a
alguien que no era un familiar, me habría jodido. Así que el dejarte esa nota era un
gran follón. 
Ella   le   dio   un   puñetazo.   No   le   hizo   daño,   pero   lo   tomó   completamente   de
sorpresa. 
—¡No encontré ninguna nota! 
—No,   se   cayó   al   suelo   porque   apartaste   las   mantas   de   un   tirón   cuando   te
despertaste.
Elle abrió los ojos ampliamente. 
—¿Cómo diablos lo sabes? 
—Porque regresé por ti. No estás escuchando, Elle. Dejé la nota en mi almohada,
pero cuando regresé estaba en el suelo. No la viste. No la viste, no confiaste en que
yo volvería y te fuiste. Y he pasado los últimos diez años preocupado por ti—. ¡Y tú
te habías cambiado el maldito nombre! Todavía estaba cabreado por eso. 
—Oh no, Nick Ross. —Elle se separó de él
Oh no, no lo harás, pensó él. No lograrás retraerte.
Su mano sobre la mejilla de Elle hizo que girara la cabeza hacia él. 
—Mírame, cariño. No miento. Nunca te mentiré. Esa noche recibí un mensaje de
mi oficial superior. Debíamos acudir a una misión secreta. Y aunque el ejército de los
EE.UU.   se   ha   desentendido   de   mí   y   probablemente   me   matarían   si   me   vieran,
todavía   no   puedo   decirte   a   dónde   fuimos   o   lo   que   hicimos.   Pero   tenía   órdenes
directas de irme de inmediato y no decirle a nadie a donde iba o que participaría en
una   operación.   Creí   que   solo   sería   durante   unos   días,   pero   terminamos   por
quedarnos tres meses.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Elle colocó en alto las manos. Estas temblaban. 
—No —susurró ella—. No puedo tratar con esto ahora. 
El rubor de cólera había desaparecido de sus mejillas, dejándolas de una palidez
enfermiza. No deseaba volver a ver ese color en su cara otra vez, y era el único quien
lo causaba. La vergüenza lo hizo retroceder. 
—De acuerdo. En estos momentos no tienes que enfrentar nada que no sea una
ducha y la cama.
—Quiero dormir sola, Nick.
—Lo harás. Yo me tumbaré en el sofá.
—Sola.
—Eso no va a pasar. Lo siento. No voy a dejarte sola. No te tocaré a menos que lo
desees, pero no me marcharé. —Sus ojos se encontraron y sostuvieron. Ella era tenaz,
pero él también. 
Elle emitió un sonido con su garganta y apartó la mirada.
Bingo. Ella no iba a ganar en esto. 
Nick señaló con un dedo. 
—El cuarto de baño está por allí. Encontrarás todo lo que necesites. Encontrarás
camisetas  limpias en el cajón de la cómoda. Te servirán como camisón hasta que
podamos conseguirte algo de ropa. Ahora voy a tumbarme porque no sé tú, pero
salvé la vida de alguien esta noche y estoy malditamente cansado. 
Podía escuchar el rechinar de sus dientes. No le importaba. Fue al armario, sacó
una manta, colocó sus botas junto al sofá, cayó rendido, tiró la manta sobre él, cerró
los ojos y se dio la vuelta. 
No miró pero su audición era excelente. La escuchó tomar una ducha, cruzar hasta
la cama y deslizase bajo las mantas. 
La cama era cómoda, lo sabía. Era igual que la suya y era grande. Elle no resistió
más que unos minutos. Escuchó su respiración reducir la velocidad y casi la sintió
caer en un sueño profundo. 
Esperó media hora entonces apartó la manta y se dirigió descalzó a la cama. Había
atenuado las luces al más débil de los brillos, solo lo suficiente para que si ella se
despertara no estuviera en total oscuridad. 
No había opción para dormir. Sentía que nunca volvería a dormir. Cada una de las
hormonas de su cuerpo que gobernaban el sueño, la esperanza, la felicidad y el sexo
repicaban en su sistema y no sabía a dónde ir con esto. Enganchó una silla con su pie

~177~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

y   se   sentó   en   su   lado   de   la   cama   porque   la   única   cosa   que   podría   calmarlo   era
mirarla. 
Elle.
Después de diez años —quince si contaba desde el día en que el juez lo echó—,
ella estaba aquí, con él. Había perdido la esperanza. Se había resignado a ese vacío
doloroso que en ocasiones lo dejaba sintiendo y sabiendo que esto sería para siempre.
Hasta el día de su muerte, estaría solo en el más elemental sentido de la palabra. 
Lo más cercano que tenía a un lugar en el mundo estaba aquí, Haven. Respetaba a
Mac y Jon, le gustaba Catherine y los inadaptados que conformaban Haven. Esta
sería la extensión de sus relaciones hasta el final de los tiempos. Todos a una brazada
de distancia, nadie cerca. 
Y ahora... Elle.
Estaba furiosa con él. Eso era genial. No había ninguna diferencia para él porque
volvía a tenerla. Esa particular calidez que solo ella podía darle… estaba de vuelta
otra vez. Una vez se le había escabullido de entre los dedos pero no se le escabulliría
dos veces. 
Se sentó junto a ella, observando su pálido perfil, observando el subir y bajar de
las mantas, sabiendo que iba a estar al lado de ella por el resto de sus vidas y sintió
algo   que   no   había   sentido   en   mucho,   mucho   tiempo.   En   quince   años,   para   ser
exactos. 
Felicidad.
Los ojos de Elle revolotearon una, dos veces y se abrieron. Si no hubiera estado
contemplando su cara, se lo habría perdido. Pero no había sido capaz de apartar la
mirada de ella durante todo el tiempo en que durmió. Afuera en Mount Blue, el alba
había   llegado   y   se   había   marchado   y   ya   era   tarde   en   la   mañana.   Si   no   hubiera
querido guardar su sueño, habría pulsado un botón y habría convertido las paredes
en gigantescos monitores y habría observado el alba con ella. 
Sucedería.
Elle frunció el ceño, los claros ojos azules revolotearon de él a la habitación tan
rápidos como el rayo bajo la débil luz. Nick dio un golpecito y la difusa luz subió
lentamente, de esta forma ella podría ver más que las débiles sombras del mobiliario.
Ella no había tenido la fuerza para notar mucho anoche, pero ahora la vio estudiar
los alrededores. 
La habitación era hermosa. Todo en Haven era hermoso. Tenían personas súper
talentosas   que   habían   diseñado   los   espacios,   y   él   y   Jon   eran   ladrones   maestros.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Habían   robado   muebles   de   los   diseñadores   más   elegantes.   La   habitación   era


espaciosa, maravillosamente diseñada, un placer para los sentidos. 
La mirada de Elle se posó pensativamente en todo en la habitación, captando el
lujo. Finalmente, su mirada azul clara se posó en él. 
—Tú —dijo ella. Nick no pudo entender  el tono de su voz. Pero  una cosa era
segura. No era entusiasmo lo que oía. 
Él se inclinó hacia adelante en su silla, colocando una mano en el colchón. 
—Yo.
Había tal vez quince centímetros entre ellos, pero se sentía como océanos, como
valles enteros y los planetas estaban entre ellos. Nick no podía contenerse durante un
segundo más. La discusión vendría después. Las palabras solo confirmarían lo que
ya eran. 
Ella era suya. Él era suyo.
Se inclinó hacia adelante y juntó su boca con la suya.
Pudo   probar   la   sorpresa.   Ahora   quería   probar   el   calor.   Había   sido   un   buen
muchacho. Había esperado. La había alimentado, dejado dormir. Pero su control se
había deshilachado solo mirándola dormir, la había deseado como si ella fuera su
siguiente aliento. Se apoyó contra ella totalmente, alzándole los brazos para que le
rodeara el cuello con ellos. Elle se resistió pero la besó con más fuerza… y sintió el
preciso   y   exacto   momento   en   que   su   resistencia   se   quebró.   Apretó   los   brazos
alrededor de su cuello, casi ahogándolo, y se levantó hacia él de tal forma que sus
senos se frotaran contra él. 
Oh sí.
Le devoró la boca, presionándose contra ella con más fuerza y sintió que la mente
se le nublaba. Ahora no había ninguna estrategia en sus movimientos, sin idea de
cómo proceder. Su cuerpo tomó el control por completo. No había sido célibe estos
últimos diez años, pero se sentía de esa forma. 
Él   jadeó   cuando   le   quitó   la   camiseta   y   la   tiró   lejos,   luego   se   bajó   su   propia
cremallera.   Se  deslizó  bajo   las mantas y   le  hizo  mover  la pierna   con  la mano  —
recordaba   claramente   cuán   suave   se   sentía—,   y   su   polla   dura   como   una   roca
encontró su certero camino a su interior. Empujó con fuerza, la mente bombardeada
por toda esa suavidad, calor y… —se detuvo. 
—Oh   Dios   —respiró   él   con   dificultad.   Apenas   tenía   oxígeno   suficiente   para
respirar, no mucho de este iba a su cabeza, pero lo que sentía era inequívoco. 
Se sepultó profundamente en su interior, Nick levantó la cabeza y la miró. Tan
hermosa, como una criatura etérea, un imán para los ojos de los hombres y aún así... 

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Él movió las caderas, como si la estuviera probando.
—Nadie más ha estado aquí. —Nick miró los pálidos ojos azules de Elle mientras
lo decía y los ojos femeninos llamearon—. Nadie, jamás, ha estado aquí, salvo yo. 
Elle abrió la boca y la cerró. No había forma en que ella mintiera porque su cara,
sus ojos, su cuerpo entero estaba abierto para él. 
Esto era demasiado. Sus caderas comenzaron embestir contra ella, levantándola
con cada golpe y pudo sentir sus emociones palpitando dentro de ella, encontrando
la liberación en el sexo. Fue rápido, duro e intenso y no podía durar y no lo hizo. Un
último golpe la llevó casi hasta la cabecera y él comenzó a correrse como un tren,
moviéndose   con   fuerza   en   su   interior   durante   todo   el   tiempo,   corriéndose   con
chorros calientes que se sentían como si su médula espinal se hubiera hecho líquida y
encontrado su camino hasta su polla. 
Y en el último minuto, cuando la aplastó contra el colchón, y dejó caer la cabeza
sobre   su   hombro,   una   película   de   sudor   cubría   su   cuerpo,   lo   sintió.   Ese   dulce   y
pequeño coño, estrechándolo con calientes pulsaciones, succionándolo. Oh Dios, sí.
Al final estaban yacieron juntos, Nick todavía jadeaba.
Elle lo golpeó en el hombro y se echó a llorar.
—Shh, shh. —Nick le besó el cuello, ese delicado punto detrás de su oreja. Y su
boca, durante un breve momento, porque empezó a golpearle aún más fuerte cuando
le besó los labios—. No, dulzura, no.
Se acomodó más profundamente contra ella. Había perdido parte de su erección.
Los días en los que podía correrse dos o tres veces de forma sucesiva se habían ido.
Pero su polla no quería abandonarla de ninguna forma así que había la suficiente
sangre en esta para quedarse en su interior. 
Tuvo cuidado en no deslizarse fuera. No, no. Si pudiera, se quedaría en ella para
siempre.
Ella lloraba en silencio, con la cabeza hundida en su hombro, intentando sofocar
sus sollozos, pero fallando. 
Le rompió el corazón.
La abrazó estrechamente durante varios minutos, sabiendo que sería mejor para
ella sacarlo de su cuerpo. Cuando se calmó, él se alejó lo suficiente para mirarla. Ella
apartó la cabeza y él con absoluta gentileza le inclinó la cara hacia la suya. 
Incluso después de llorar, era la mujer más bella que hubiera visto jamás. ¿Cómo
podía ser? Había sido rescatada en el último minuto, había estado encapuchada y la
habían llevado a un lugar que nunca había visto antes. Había estado conmocionada

~180~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

al verlo después de diez años. La había follado hasta casi la muerte. Había sufrido un
torrente de lágrimas. 
Y de todas maneras se veía hermosa. Sus ojos no estaban hinchados, su nariz no
estaba   roja.   Las   lágrimas   simplemente   se   habían   secado   en   aquella   nívea   piel   de
marfil como esquirlas de cristal y, oh... Casi lo hería mirarla. 
Yacía con todo su peso sobre ella, su polla todavía en ella. Lo que tenía que decir
no solo podía decirse con palabras, sino con su cuerpo. Sabía que en algún nivel
elemental escucharía y sentiría la verdad. 
—Nunca te abandoné.
Ella   estaba   observándolo   cuidadosamente   con   aquellos   claros   ojos   azules.   Lo
escuchaba.  Sintiéndolo. Una  gran  mentira  se  decía  con palabras,   pero   también  se
decía   con   el   cuerpo.   Pequeñas   señales   de   falsedad,   muchas   imperceptibles.   Pero
entrechocaban   entre   ellas.  Estaba   en  su  interior.  Su  cuerpo  poseía   la  calma  de   la
verdad. 
Los ojos de Elle buscaron los suyos. 
—Creí que me habías abandonado. Otra vez.
Nick cerró los ojos con dolor. 
—Lo sé, amor. Soy consciente de ello. No había nada que pudiera hacer. Corrí a
Lawrence al instante en que estuve de vuelta pero… te habías ido. 
—Esa noche —susurró ella—. Me fui esa noche. Sentí que moriría si me quedaba
un minuto más. 
Su   corazón   se   contrajo   cuando   pensó   en   ella…   pobre   y   abandonada,
emprendiendo el camino sola.
—Porque era la segunda vez que me habías dejado. —Allí estaban. Las palabras
que había estado temiendo. 
Porque   no   había   forma   que   pudiera   decirle   la   verdad…   que   el   juez   lo   había
echado. Nick sabía que el juez había tenido toda la razón en hacer lo que hizo. Pero
Elle no lo vería así. Había observado a su padre declinar y no quería añadir la cólera
a los recuerdos de su padre. El juez había sido un hombre bueno y noble que había
tenido que soportar mucho al final de su vida.
Dondequiera que el juez estuviera, su hija no se resentiría con él porque hubiera
echado a Nick. 
Nick se levantó sobre sus antebrazos y la miró. Amaba a esta mujer con todo su
corazón. La había amado durante estos últimos diez años y la amaría hasta el día en
que muriera. 

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Algo podría pasar mañana.
Le acunó la cabeza con las manos y se expuso a sí mismo.
Era bueno mintiendo. Un buen agente secreto. Nunca vio la necesidad de decirle a
alguien lo que estaba sucediendo en su interior. Eso se acababa ahora mismo, porque
Elle tenía derecho a ver dentro de él, porque estaba en su interior. 
La miró a los ojos y abrió su alma.
—No puedo decirte por qué me marché esa primera vez. Podría mentirte y me
creerías. Soy realmente bueno en eso. Un as, de hecho. Pero no te mentiré. Nunca te
mentiré por el resto de nuestras vidas. Pero sobre esa única cosa… no puedo contarte
nada y tendrás que aceptarlo. 
Elle pensó en ello durante mucho tiempo y con fuerza. Ni siquiera fingió que no lo
estaba haciendo. La observó procesar lo que le había dicho, sabiendo lo que le estaba
pidiendo. 
—¿No me mentirás? 
Nick bajó la cabeza, le besó el hombro, volvió a alzar la cabeza. 
—No, nunca.
—¿Me dirás que pasa aquí? ¿En este lugar? 
Por primera vez desde que la había conocido, tuvo ganas de sonreír. 
—Ah sí. Porque esta es tu nueva casa. Vas a vivir aquí conmigo y por el resto de tu
vida. 
Elle suspiró y él pudo sentir la aceptación en su voz, en su piel, en su corazón. 
—Dime —dijo ella—. ¿Qué pasa aquí? 
Nick los hizo rodar sobre sus costados porque esta sería una larga historia, y no
quería separar su cuerpo del de ella. Deseaba quedarse con ella, en ella, mientras
pudiera. 
Y él se lo contó. Todo.

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Lisa Marie Rice

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Capítulo 11

A mediodía, Nick la dejó en la puerta con un beso y una sonrisa enigmática.
—Ve a hacer tus cosas, cariño —le dijo.
La puerta se abrió, él le dio un pequeño empujón en la parte de baja de la espalda
y ella avanzó a regañadientes.
Y se encontró en un ambiente completamente familiar.
Microscopios   de   mini   electrones,   matrices   ELISA,   valoradores,   cromatógrafos,
resonancias magnéticas portátiles… de todo.
Un   laboratorio.   Y   uno   bien   equipado   para   eso.   Estaba   frío   y   olía   como   cada
laboratorio en el que Elle había trabajado alguna vez… a desinfectante y ozono. Y al
igual que cada laboratorio en el que alguna vez había estado, anunciaba orden y
razón en un mundo desordenado e irracional.
Sintió que se relajaba incluso antes de que Catherine se acercase a ella con una
sonrisa y una bata blanca de laboratorio colgada en el brazo.
—Hola, espero que hayas descansado bien. Lo que pasaste fue un trauma. —Se
inclinó hacia delante y le dio un rápido beso a Elle en la mejilla. Al igual que antes,
una oleada de calor la recorrió por el toque de Catherine.
Catherine le tendió la bata de laboratorio, la cual se ajustaba perfectamente a Elle.
Ponerse   la   bata   fue   como   ponerse   un   abrigo   de   armadura   mágica.   Se   sintió   ella
misma de nuevo, en su elemento otra vez. En control otra vez.
Catherine   sonrió   suavemente   y   Elle   tuvo   la   impresión   de   que   ella   entendía
exactamente lo que sentía.
—Stella dijo que mandaría el desayuno arriba para Nick y para ti. ¿Lo hizo?
Elle no se sonrojó, No había sido de ninguna manera un comentario sugestivo,
ningún tipo de observación sobre Nick y ella. Catherine simplemente quería saber si
Elle estaba cómoda, si había desayunado. Se relajó aún más.

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Lisa Marie Rice

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—Desayuno.   Bueno.   No   sé   si   lo   que   Stella   envió   podría   llamarse   realmente


desayuno. El desayuno es normalmente un café y un yogurt, así que desayuno no
puede abarcarlo completamente. Creo que “festín” sería un término más apropiado.
Y “delicioso” debería estar ahí también.
La sonrisa de Catherine era cegadora.
—Esa es nuestra Stella.
—Sé que no se supone que me digas quien es. —Elle ladeó la cabeza—. Jon parecía
pensar que sabría quien es si escuchaba su nombre. Pero no estoy al día con los chefs
de   moda.   De   hecho,   desde   que   Alice   Waters   se   retiró,   no   creo   que   conozca   los
nombres de ningún chef en absoluto. Y ciertamente no una Stella.
Catherine dudó un instante. Gran secreto.
—Lo siento —dijo Elle—. Supongo que no es de mi…
—Stella Cummings. —Catherine soltó el nombre como una piedra en un estanque
y a Elle se le cayó la mandíbula con él.
—¿Stella Cummings la actriz? —Una actriz legendaria, ganadora de dos Oscar, el
primero   cuando   era   una   niña.   La   ganadora   más   joven   de   un   Oscar   jamás.
Considerada una de las mujeres más hermosas del mundo. Las noticias que tenía era
que había sido atacada por un acosador y había desaparecido. De cuando en cuando
había   un   avistamiento   de   Stella   —como   solía   haberlos   de   Elvis—   pero   siempre
resultó ser falso—. ¿Ella está aquí?
Catherine tomó su mano y una vez más esa extraña calidez corrió bajo su piel.
—Sí, está aquí. Es una larga historia pero la esencia es que estaba en grave peligro
y   encontró   refugio   aquí.   Un   montón   de   gente   ha   encontrado   refugio   aquí,
incluyéndome   a   mí   misma.   Esto   es…   —a   falta   de   una   palabra   mejor—   una
comunidad. Nosotros simplemente lo llamamos Haven. Cultivamos nuestros propios
alimentos   y   somos   casi   totalmente   autosuficientes   en   términos   de   energía.   No
necesitamos el mundo exterior. Y algunos, incluyéndome a mí misma e incluyendo
definitivamente   a   Nick,   Mac   y   Jon,   estamos   en   listas   de   buscados.   Es   una   larga
historia.
—Nick me dijo algo de eso —dijo Elle en voz baja.
—Bien. Entonces entenderás que queremos mantener nuestra existencia oculta.
—Completamente. Yo también. Por no mencionar el hecho de que tenía cuatro
hombres fuera para capturarme. Y lo habrían hecho si Nick no hubiese venido.
Catherine le mostró a Elle dos pequeños sillones, una sorprendente adición para
un   laboratorio.   No   había   sillones   en   los   Laboratorios   Corona,   eso   seguro.   Pero   a
través de la puerta abierta, Elle podía ver lo que parecía una pequeña enfermería

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muy bien equipada, así que era posible que el laboratorio se duplicase como un lugar
donde los pacientes podían hablar con el médico. Había demasiado sobre este lugar
que la intrigaba.
Se sentaron rodilla con rodilla, las dos ligeramente inclinadas hacia delante. Algo
sobre  este  lugar… su  belleza,  el sentido  del  orden,  la amabilidad que  ella  estaba
mostrando y, tenía que admitirlo, la presencia de Nick, todo la relajaba. La reticencia
habitual que Elle sentía con la gente que no conocía, y a menudo con la gente que
conocía, desapareció como un vestido viejo e incómodo.
Elle   siempre   daba   informaciones   parciales   sobre   sí   misma,   cortando   secciones
completas y más particularmente la sección donde se iba a otro lugar cuando dormía.
Solo en Corona, trabajando con Sophie y los otros, había sentido que podía dejar que
sus poderes se desplegasen.
Catherine   conseguía   hacer   que   se   sintiese   como   si   estuviera   envuelta   en   una
burbuja cálida de confianza y entendimiento.
—Sobre Nick —dijo ella.
—Sí.
—Recibió   lo   que   describió   como   una   llamada   tuya   la   noche   pasada.   Era   un
mensaje fuerte e irresistible que venía de ti. Puedo decirte que él creía totalmente que
le llamaste para pedir ayuda y que estaba histérico por llegar hasta ti.
Elle   asintió.   La   parte   difícil   estaba   justo   delante.   Iba   a   tener   que   convencer   a
Catherine de que se había puesto en contacto de alguna manera con un hombre que
estaba   muy   lejos.   Un   hombre   al   que   no   había   visto   en   diez   años.   Que   le   había
enviado un enorme SOS y había logrado hacer saber dónde estaba sin utilizar un
móvil o un Comunicador Personal. Solo a través de la magia de su cabeza loca.
Cualquier   persona   en   la   tierra   la   consideraría   chiflada.   Elle   estaba   totalmente
preparada para someterse a un largo y lento proceso para convencer a Catherine de
que no estaba loca, de que solo tenía este poder loco. Toda evidencia científica que
tenía de que no era una lunática estaba de nuevo en el laboratorio, así que tenía que
reemplazar los gráficos y vídeos con palabras.
Elle respiró hondo.
—Está   bien.   Hay   algunas   cosas   que   voy   a   tener   que   decirte   que   encontrarás
difíciles de creer. Realmente, realmente difíciles.
Catherine le dirigió una leve sonrisa.
—Pruébame.
A Elle le dolía el estómago y tuvo que ralentizar conscientemente su respiración.
Sabía   todo  lo  que   tenía  que   saber  sobre   la  fisiología  del   estrés  y   la ansiedad.  Su

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cuerpo estaba tratando de darle el oxígeno suficiente para hacer frente a su próximo
juicio.
—Puedo   proyectar   astralmente.   Es   un   término   pasado   de   moda   para   una
experiencia   extracorporal.   Siempre   he   tenido   este…   talento.   Habilidad.   Llámalo
como quieras. Cuando era una niña solía tener lo que pensaba que eran sueños muy
vívidos y cuando tenía mis sueños especiales me despertaba muy cansada. En mis
sueños vagaba alrededor de Lawrence, Kansas, donde crecí. A veces veía a mi padre
jugando al póker con sus amigos, a veces veía a compañeros de clase u otra gente que
conocía. Los sueños aumentaron su frecuencia aproximadamente en la época que mi
madre murió cuando yo tenía seis años. A veces tenía varios en una semana. Creo
que mi padre pensaba que estaba cansada porque estaba triste por la pérdida de mi
madre y tenía razón, de forma indirecta. Nick entró en nuestras vidas poco después
de la muerte de mi madre y los sueños pararon durante un tiempo largo. Entonces de
repente Nick desapareció y mi padre enfermó de Alzheimer. Fue… una mala época.
Catherine asintió.
—Como   sabes,   la   demencia   es   uno   de   mis   principales   campos   de   estudio.   Es
horrible cuando le pasa a alguien que quieres.
Elle inclinó la cabeza.
—Así   que   —dijo   Catherine—,   cuando   Nick   desapareció   y   tu   padre   desarrolló
Alzheimer, tú… ¿proyectabas más a menudo?
Ella asintió con la cabeza.
—Todo el tiempo, al parecer. Estaba agotada porque Soñaba cada noche. Para mí,
esos   son   Sueños   con   S   mayúscula,   para   mantenerlos   distintos   de   los   estados
normales de sueño, porque esos Sueños no son… no son normales.
Catherine hizo un sonido evasivo con su garganta.
—Y sin embargo… sin embargo, te juro que cada palabra es verdad… tengo la
capacidad de proyectarme fuera de mi cuerpo. Sé lo loco que suena pero…
—¡Oh! —Los ojos de Catherine estaban redondeados con sorpresa—. Te creo. No
hay duda.
—¿En serio? —Elle sentía sus propios ojos abrirse con sorpresa.
—Sí. —Catherine se inclinó hacia delante y la cerró alrededor de la muñeca de
Elle, como si fuera un grillete. Un grillete cálido y suave. Esa oleada de calor empezó,
con un hormigueo y de alguna manera agradable.
Catherine cerró los ojos.
—Tienes miedo de los hombres que vienen detrás de ti. Estás preocupada por tu
buena   amiga.   —Ella   frunció   el   ceño—.   ¿Sophie?   —Asintió   con   sorpresa   pero

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Lisa Marie Rice

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Catherine  no   pudo  verlo—.  Ha  sido   secuestrada   en  algún  lugar   y  no   tienes  idea
donde,   y   no   sabes   que   ha   pasado   con   ella.   Debido   a   todo   esto,   tienes   miedo   y
también estás abrumada por el placer de estar con Nick. Le has amado…
—Siempre —dijo Elle suavemente—. Lo he amado siempre.
—Sí.   Lo   has  amado  siempre.  —Catherine   asintió   y   abrió   los  ojos.  Cuando  ella
levantó la mano, sintió como si una luz se hubiese apagado—. Soy una empática.
Durante la mayor parte de mi vida pensé que era un monstruo. A diferencia de ti,
nunca pensé en estudiar científicamente mi regalo. Pensaba que era una maldición.
Leer a la gente no siempre es una caja de risas.
Elle asintió.
—Lo apuesto. —Ella se inclinó hacia delante de nuevo en su silla—. Así que… así
que   estás   trabajando   en   tu   poder.   ¿Es  poder  la   palabra   correcta?   Nosotros   les
llamamos Estudios de Percepción. Solo para, ya sabes, darle un nombre.
—No es un mal nombre. En el fondo, tu estudio fue financiado por Arka, ¿no es
así?
Elle asintió.
—Recientemente   hemos   rescatado   a   una   serie   de   hombres   que   habían   sido
inscritos   involuntariamente   en   una   serie   de   estudios   llevados   por   Arka.   Jon   ha
hackeado   sus   ordenadores   y   he   tenido   acceso   a   todos   los   datos.   Disfrutaré
revisándolo contigo.
—Ellos   también   financiaron   un   estudio   en   Stanford   que   fue   el   precursor   del
Proyecto   Delphi.   El   Proyecto   Delphi   es   un   estudio   de   percepción   extrasensorial.
Estábamos planteando algunas teorías interesantes.
—¿Te gustaría continuar tus estudios aquí? —Catherine hizo un gesto con la mano
—. Tenemos un buen laboratorio aquí y tenemos acceso a todas y cada una de las
piezas de equipamiento que puedas necesitar. Tenemos fondos ilimitados y podemos
adquirir   más   o   menos   todo   lo   que   necesitamos.   Lo   que   no   está   disponible   en   el
mercado, bien, usamos los descuentos de cinco dedos.
—Apuesto que Jon también.
—Bingo.
Se sonrieron la una a la otra, entonces la sonrisa de Elle se desvaneció.
—Tengo un montón de datos conmigo en un pen drive y sé dónde acceder a más.
Pero   más   que   nada,   necesitamos   encontrar   a   Sophie   y   los   demás.   Están   siendo
acorralados por los matones de Corona y no saldrá nada bueno de ello.
—No. —Catherine también había puesto los pies en el suelo—. Corona es Arka.
Nada bueno puede salir de Arka secuestrando gente. —Su bonita mandíbula estaba

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apretada—.   Tengo   cuatro   hombres   que   presentarte.   Los   que   fueron   traídos   aquí
medio  muertos hace tres meses. Habían pasado un año en un laboratorio de alta
tecnología que era básicamente una prisión y experimentaron con ellos. Nunca he
visto a nadie con tantas cicatrices quirúrgicas como su líder.
—¿Lucius Ward? Nick me habló de él.
—Lo   que   se   les   hizo   a   él   y   a   sus   hombres   fue   criminal.   Si   han   empezado   a
secuestrar gente, significa que todo lo que está pasando está llegando a un punto
crítico y debemos detenerlos. Tenemos que sacar a tus amigos.
—Catherine… —Elle vaciló—. Una vez fui a un laboratorio de Arka. Daba miedo.
Tenían   enormes   recursos   de   seguridad.   Tenían   guardias   por   todas   partes   y   los
laboratorios   tenían   seguridad   de   alta   tecnología   con   una   serie   de   copias   de
seguridad. No sé si podemos montar ningún tipo de movimiento ofensivo.
—Oh querida. —Catherine palmeó su mano y se levantó—. Tenemos algo mucho
mejor que matones de seguridad.  Tenemos un equipo entero  de Ghost Ops, aquí
mismo. Los enfrentaría contra cualquier enemigo en la tierra. Son invencibles. —Se
inclinó sobre la mesa, apretó un botón y habló suavemente—. ¿Mac? ¿Podéis subir
los chicos y tú? Hay algo sobre lo que tenemos que hablar.

*   *

Arka Pharmaceuticals
San Francisco

Cuatro viales. Uno, dos, tres, cuatro.
Lee estudió el soporte de aluminio pulido de los viales en la prístina superficie de
su enorme escritorio. Podía ver su reflejo al revés, como si siguiera bajando hacia las
zonas inferiores de su escritorio. Empujó cuidadosamente un botón en el lateral del
soporte, introdujo un código en el teclado  que se proyectó en la superficie  de su
escritorio, y escuchó el satisfactorio silbido de un sello de vacío rompiéndose.

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Lisa Marie Rice

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El contenedor había sido fabricado por una subsidiaria de Arka y no solo cumplía
con   el   estándar   ISO   900012   para   la   contención   de   material   de   riesgo   biológico,
duplicaba   los   estándares.   Era   irrompible   e   infranqueable.   Podrías   coger   un   mazo
para eso, podrías llevar un tanque por encima de él. No se rompería y no se abriría.
Si la civilización se detuviese repentinamente, mil años a partir de este momento
quienquiera   que   heredase   la   tierra   —Lee   se   preguntaba   si   serían   las   ratas—
encontrarían el contenedor intacto, frotarían sus patas sobre el logotipo ligeramente
elevado   de   Arka   y   se   preguntarían   en   sus   pequeños   cerebros   de   rata   qué   había
dentro.
Poder.   Eso   era   lo   que   había   dentro.   Un   poder   inmenso.   Poder   de   cambiar   el
mundo y eso venía de él. Él había hecho esto.
Parecía una locura que estuviese a punto de desatar todo ese poder y no tomarlo
dentro de sí mismo. No llegar a ser inmensamente poderoso él mismo.
El proyecto Guerrero había pasado a través de tantas iteraciones que casi había
perdido la esperanza, pero entonces el mismo Edison había dicho que un científico
nunca fallaba. Simplemente encontraba las formas de por qué un experimento no
funcionaba.
Desde que era un niño pequeño arrancado de su tierra natal, China, y arrastrado a
un país que detestaba, Estados Unidos, Lee había soñado con volver a su tierra como
un conquistador. Estaría claro para cualquiera que tuviera ojos en la cara que China
era ahora la principal superpotencia y Lee tenía intención de que siguiera así durante
los próximos mil años. Era la civilización más antigua de la tierra y había estado
inactiva durante demasiado tiempo. Pero ese largo sueño había terminado y ahora
tomaría su lugar como líder de la humanidad.
No  sería  solo  fabricar  productos de  calidad  superior  sino  humanos superiores.
Empezando con él.
Tres   meses   atrás   había   bajado   a   los   laboratorios   secretos   subterráneos   de
Laboratorios   Millon,   una   pequeña   compañía   de   alta   tecnología   que   Arka   había
comprado. Había descubierto que era mejor llevar a cabo la investigación por la que
Flynn estaba pagando en laboratorios dispersos de compañías a pequeña escala en
las que mantenía una participación mayoritaria. Nadie sabía sobre su investigación.
Desde   luego   no   la   junta   de   Arka.   Le   complacía   sin   fin   que   estaba   golpeando   al
capitalismo americano con su propio juego. Preparando para su futura destrucción
bajo su propia nariz.
Y   sin   embargo,   los   contactos   de   Lee   en   Pekín   le   habían   dicho   que   se   estaba
quedando sin tiempo. Cuando Lee se puso en contacto por primera vez con su amigo
de la infancia, Chao Yu, quien había ascendido alto en los rangos del Ministerio de

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Ciencia  y   Tecnología,  su  amigo   había  estado   entusiasmado, y   el  propio   ministro,
Zhang Wei, había tomado el Proyecto Guerrero directamente.
Todo el mundo en el Ministerio había estado enormemente emocionado, pero la
emoción disminuía cada vez que Lee seguía sacando problemas constantemente. La
ciencia era impecable. Había habido éxitos esporádicos pero no lo suficientemente
replicables para llevarlos a Pekín. Todo lo que necesitaba era dinero para iniciar las
pruebas  a mayor escala con el fin de acelerar el proceso. Necesitaba el dinero de
Flynn.
Lee no había planeado mostrarle a Flynn los paranormales, pero había tenido sus
manos atadas. Flynn había estado impresionado y duplicó la financiación, pero casi
era   demasiado   tarde.   La   ventana   de   la   oportunidad   de   volver   a   casa   se   estaba
cerrando.
Y fue entonces cuando a Lee se le ocurrió que aterrizaría en la tierra Patria con un
terabyte   de   datos  encriptados,  una   maleta  llena  de  viales  y   algunas  imágenes  en
vídeo, nada más. Chao Yu era un científico y se podía confiar en que descifrase los
datos y lo explicase pero eso podía llevar tiempo. Días, semanas, incluso meses. Él no
tenía semanas y meses. El tiempo era escaso y necesitaba llegar con un programa en
funcionamiento visible, preparado para ser instalado y ejecutado tan rápido como las
dosis pudieran ser fabricadas.
La fabricación, distribución e inyección de las dosis a los militares ya llevaría casi
seis   meses.   Tenían   que   empezar   de   inmediato   y   necesitaba   ser   creíble
inmediatamente. Él mismo tenía que ser un anuncio andante del Proyecto Guerrero.
Así que había empezado a experimentar en sí mismo, en pequeñas dosis, y los
resultados  fueron abrumadores. Se sentía más fuerte, más rápido.  Era  más fuerte,
más rápido. El otro día se había registrado corriendo un kilómetro en menos de tres
minutos. Nunca había sido un corredor, nunca había sido un atleta, y casualmente
había roto un record Olímpico.
Nunca se había sentido mejor, más fuerte ni más lúcido. Pero había llevado meses
para   que   la   dosis   surgiese   efecto.   La   velocidad   era   un   problema,   tanto   en   el
laboratorio como en el campo. Los efectos tenían que ser inmediatos. Así que había
estado   experimentando  con  un  virus  de  acción  rápida   como   vector.  Había   hecho
maravillas en ensayos con animales.
Lee echaba de menos fieramente a sus soldados. Necesitaba soldados de Fuerzas
Especiales para las pruebas, pero aunque había abordado el tema con Flynn varias
veces, quien tenía acceso a un montón de especímenes así como un ex general, el
cretino se había negado. La teoría era que cualquier soldado de Fuerzas Especiales,
ya fuera en activo o retirado, sería echado de menos.

~190~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Había hecho una excepción con los soldados de la Ghost Ops que habían sido
capturados, porque no estaban en ninguna lista oficial. Eran, de hecho, oficialmente
inexistentes. Sobre el tema de más soldados con los que experimentar, Flynn había
sido inflexible.
Una repentina oleada de rabia sacudió a Lee… un rio caliente de odio pulsando a
través de él. Se sentía bien, se sentía correcto. Flynn le había bloqueado en cada paso
del camino. El plan original había sido celebrar el Año Nuevo Chino en Pekín, como
un   reciente   alto   funcionario   asociado   al   Ministerio.   El   Año   Nuevo   Chino   había
llegado y se había ido. Estaba de pie en la oscuridad de su ático en Market Street
escuchando  los sonidos del desfile anual del Año Nuevo Chino. Y ahora, con los
nuevos   plazos,   era   totalmente   posible   que   las   dudas   de   Flynn   y   su   avaricia   le
costasen a Lee su oportunidad.
El   odio   se   sentía   correcto   y   bien.   Cerró   el   puño   y   se   lo   imaginó   enroscado
alrededor   del   gordo   cuello   de   Flynn,   aplastando   la   tráquea,   mirando   con   júbilo
mientras su ya morada cara se volvía azul, anticipándose al pequeñísimo chasquido
cuando se rompiese el hueso hioides.
Lee   también   podría   hacerlo   ahora.   Una   sola   mano.   Había   probado
subrepticiamente su control en un dinamómetro, y había golpeado noventa kilos, lo
máximo que la máquina podía medir, a mitad de la prueba. Con toda probabilidad,
podría desgarrar la garganta de Flynn con una mano.
La idea le complacía enormemente.
Oh, sí. Iba a ser un anuncio andante del Proyecto Guerrero.
Rompió el sello final sobre el contenedor y vio como se levantaban volutas de
humo de hielo rosa seco junto con el cilindro central. Se detuvo con un audible clic,
giró  90 grados, y  los tres  viales  se vaciaron automáticamente  dentro  de  una sola
jeringa que había sido empujada hacia arriba desde el lateral.
Bonita pieza de material. América todavía hacía este tipo de cosas así de bien, así
de elegantemente.
Lee levantó la jeringa con la mano derecha y le dio la vuelta hasta que la aguja fina
como un pelo apuntó al techo. Se subió la manga de su camisa y colocó su brazo
izquierdo sobre el escritorio, admirándolo. Sus trajes ocultaban el hecho de que había
desarrollado una definición muscular excelente en el último mes. Su brazo ahora era
delgado   y   duro   con   venas   que   transportaban   el   oxígeno   a   los   músculos   recién
forjados.
Sonrió cuando la aguja antidolor se deslizó dentro de la vena. Se inclinó, teniendo
la intención de luchar contra la máquina. Con un doctorado doble. 

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

La nueva dosis con el componente viral SL—62 se propagó con calidez a través de
su sistema, como un bálsamo curativo. Se sintió bien, más que bien. Se sintió genial.
Unos cuantos retoques  y estarían  listos para rodar. Habrían  estado  preparados
hacia seis semanas si ese hijo de puta de Flynn no hubiera estado tan cabreado.
Lee retrocedió por un segundo. No podía recordar la última vez que había usado
la palabra hijo de puta, ni siquiera haber pensado en ella. No era él. O al menos no era
el  antiguo   él.  El  nuevo  Lee  podía  utilizar  cualquier  palabra   que  quisiera.   Que  se
jodieran.
Se puso de pie, la fuerza infundida en su cuerpo. Su visión estaba borrosa, aunque
cuando se quitó las gafas, pudo ver perfectamente. Fuera estaba lloviendo y oscuro,
incluso aunque todavía era pronto por la tarde. Pero la luz floreció en sus ojos y
podía   distinguir   figuras   enfrente   del   Edificio   del   Ferry,   casi   a   un   kilómetro   de
distancia.
Se estiró y sonrió. Se sentía muy bien. Simplemente genial.

*   *

Mount Blue

Se presentaron en el laboratorio uno por uno. Mac primero, luego Jon, después
Nick. Y allí estaba ella, sentada en el laboratorio con una bata blanca, viéndose tan
hermosa que le quitaba el aliento. Pero más que hermosa, parecía… correcto. Como
si hubiera nacido para estar sentada en su laboratorio en Haven.
Catherine y ella habían estado hablando, las cabezas juntas, serias pero claramente
en sintonía la una con la otra. Dos mujeres hermosas —aunque, por más hermosa
que fuese Catherine, no podía eclipsar a Elle— una de pelo oscuro, la otra rubia. Las
mujeres más inteligentes que hubiese conocido nunca, lidiando con alguna mierda
repugnante sin romper a sudar.
Nick se acercó de inmediato a Elle y se sentó junto a ella. Tomó su mano, besó el
dorso, luego se inclinó y la besó en la mejilla.
Ignoró totalmente las expresiones de asombro en las caras de Mac y Jon. Se veían
como si a Nick le hubiesen salido alas y volado en bucles en el aire.

~192~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—Hola, cariño. —Sonrió. Sentía nuevos músculos en su cara porque seguro como
la mierda que no había hecho mucho eso de sonreír en los últimos años. Nunca había
sido   un   sonrisitas.   Pero   ver   a   Elle   sentada   allí,   siendo   ahora   parte   de   Haven
oficialmente y oficialmente su… bien, eso era digno de una sonrisa—. ¿Todo bien?
Ella suspiró y se apoyó en él.  Oh, sí. Nick pasó un brazo alrededor de ella y no
supo   quién   estaba   más   reconfortado.   Él   o   ella.   Lo   que   fuera   que   llegase,   lo
enfrentarían juntos.
—Tenemos que hablar —anunció Catherine—. Porque hay algo que vamos a tener
que decidir todos. Voy a dejar que hable Elle, pero primero creo que todos deberíais
saber algo sobre ella. ¿Sabéis que soy una empática? ¿Qué puedo leer emociones y,
últimamente, los pensamientos? Aunque, confiad en mí, hago un esfuerzo real para
permanecer fuera de vuestras cabezas.
Nick y Jon se rieron. Ahora mismo, si estuviese en la cabeza de Nick se retiraría
rápido, sonrojándose mucho. Porque una parte de él estaba sentado allí preparado
para   absorber   la   información.   Una   sesión   informativa.   Esto   tenía   todas   las
características   de   una   reunión   informativa   y   él   había   estado   haciendo   sesiones
informativas toda su vida adulta. Así que estaba prestando atención pero había otra
parte de él libre simplemente para… jugar.
Pensar sobre otras cosas.
Como en lo increíblemente suave que era la mano de Elle. Y su mejilla. Y su cuello.
Simplemente era tan jodidamente suave por todas partes. Le parecía imposible que la
piel   humana   pudiese   sentirse   tan   suave.   Como   había   adorado   besarla   por   todas
partes,   moviendo   su   boca   hacia   abajo   sobre   sus   pechos   pálidos,   los   latidos
apareciendo en su pecho izquierdo, la mano de él moviéndose hacia abajo sobre su
vientre plano, bajando a la nube de vello castaño claro que cubría su sexo…
—¿Elle?
Nick se sobresaltó ligeramente. Mierda. Tenía el principio de una erección. Cristo.
Malas  noticias. Mac y Jon eran tan observadores  como  dos hombres  posiblemente
podían   ser.   ¿Se   habían   dado   cuenta?   Nick   cruzo   las   piernas   con   incomodidad,
contento   porque   era   demasiado   moreno   para   sonrojarse.   No   es   que   se   hubiese
sonrojado nunca, pero aun así.
Catherine estaba de pie delante de ellos, tendiendo su mano a Elle.
Mierda. Nick había estado completamente en las nubes. Si Mac lo supiese, tendría
su culo.
Bueno, Elle se estaba moviendo al lado de Catherine, por lo que no estaría tentado
de pensar en lo muy, muy suave que era entre sus…

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Me  conocéis,   por  supuesto.   Mi  nombre   es  Elle   Connolly.  —Él  aún  no   podía
acostumbrarse a ese nombre. Y todavía le fastidiaba que se lo hubiese cambiado—.
Soy una bióloga con un interés en la biología del cerebro humano. Hay otra cosa
sobre mí que debéis saber. —Miró a Catherine, quien asintió imperceptiblemente—.
Puedo proyectarme astralmente.
Guau. Nick se sentó hacia delante con un ceño. ¿Qué?
Jon también se inclinó hacia delante.
—¿Qué coño?
Catherine levantó la mano con la palma hacia fuera.
—Sé que esto va a ser difícil de absorber, pero me habéis puesto al mando, así que
debería ser un poco más fácil de digerir.
Dio en el puto clavo sobre que había sido difícil de tragar que Catherine podía leer
emociones a través del tacto. Nick y Jon habían sido hostiles hacia ella, aunque felices
por Mac, porque había encontrado a alguien que podía aguantar su fea jeta. Pero
cuando Catherine vino a ellos con una historia totalmente loca sobre Lucius Ward
siendo mantenido prisionero en una clínica de Palo Alto y queriendo que ellos lo
rescatasen… bien, él y Jon casi se habían amotinado.
Lucius los había abandonado. Los había traicionado por dinero y los había dejado
por muertos en una misión falsa que les había estallado en la cara. Los tres, Mac,
Nick y Jon habían sido atrapados por volar un laboratorio. Su información, falsa por
supuesto, había sido que el laboratorio estaba preparando una versión de la peste
bubónica para ser utilizada como arma. Una pesadilla. Una de las muchas pesadillas
que   los   Ghost   Opps   eran   enviados   a   prevenir.   Habían   ido,   habían   volado   el
laboratorio, asesinado a los que habían resultado ser científicos totalmente inocentes
y habían sido derribados y acusados de traición. Lucius había desaparecido y ellos
leyeron después que tenía una gran cantidad de capital en el laboratorio rival. De
forma que habían sido vendidos por el líder al que reverenciaban.
Aquello era lo que sabían, era el nuevo fundamento de su vida y entonces llegó
Catherine mangoneando a Mac por la polla con una historia disparatada sobre que
Lucius no los había traicionado después de todo, que solo un cerebro de mosquito
que estaba siendo follado de puta madre, ese sería Mac que en su vida previa había
sido tan inexpugnable como un acantilado de roca, podría creer.
¿Cuál era la prueba?
Catherine había tocado a Lucius y de alguna forma había descubierto la verdad.
Así que ellos habían puesto en riesgo sus vidas en una búsqueda inútil basado en la
palabra de una dama. Cierto, ella los había encontrado, mientras todo el gobierno de

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

los Estados Unidos y sus militares no habían sido capaces de encontrarlos. Pero aún
más.
Jon y Nick habían estado a un pelo de ponerle una pistola a Catherine en la cabeza
y dispararle, probablemente teniendo que dispararle a Mac en el proceso, cuando ella
los tocó.
Nick   nunca   había   conocido   nada   como   aquello.   Era   como   si   todo   su   mundo
estuviera allí, en su toque. Y ella lo supo todo acerca de él. Simplemente pasaba de su
piel a la de ella. Todo lo que había mantenido absolutamente oculto durante casi diez
años… estaba exactamente allí para que Catherine lo leyera.
Ella no sabía el nombre de Elle y tampoco los detalles pero captó exactamente su
pesar y la profunda desesperación de no saber si estaba viva o muerta, enferma o
bien. Feliz o necesitándolo. Había sabido todo aquello con un toque. Y también sabía
algo sobre Jon, aunque él no había dicho nada y ella tampoco. Pero fuera lo que fuera
lo que había descubierto, dolía y era verdad.
Así que, vale, Nick y Jon iban a creerla si ella hablaba sobre cualquier mierda. Mac
no era un problema. Catherine podía decir que la luna era un holograma y Mac la
creería.
Se hizo el silencio en la habitación. Nick frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir eso exactamente?
Esta vez habló Elle.
—Significa que he tenido experiencias extracorpóreas mientras dormía. Excepto
que no estaba durmiendo de verdad cuando las tenía. Era más como un coma. Tuve
un EEG conectado durante una experiencia extracorpórea y casi tuve línea plana.
Solo el año pasado empecé a tratar de analizarlo esto en lugar de odiarlo. Tres meses
atrás  me enrolé en un programa para estudiar  lo que solemos llamar habilidades
paranormales. El estudio estaba subvencionado por Arka Pharmaceuticals.
Nick   apretó   los   dientes   con   fuerza   y   Mac   dejó   escapar   un   gruñido   bajo.   Arka
Pharmaceuticals había secuestrado y torturado a Lucius y tres de sus compañeros:
Romero,  Lundquist   y  Pelton   casi  hasta  la  muerte.  De   manera   que   cualquier  cosa
conectada con Arka estaba muy alta en su lista de mierda.
Elle apretó un botón, las luces bajaron y apareció un holograma. Había diez caras
en dos filas de cinco. Nick vio a Elle en la segunda fila.
—Esta es la gente con la que me apunté en principio en el programa y dos de
nosotros,   Sophie   Daniels   y   yo   misma,   desarrollamos   el   protocolo   experimental   y
supervisamos las pruebas.

~195~
Lisa Marie Rice

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Ella manipuló el mando remoto y el holograma mostró construcciones bajas sobre
un verde césped.
—Este es el campus donde se desarrollaban las pruebas.
—¡Espera!—Jon estaba frunciendo el ceño ferozmente—. Vuelve atrás.
—De acuerdo —Ella retrocedió obedientemente al holograma previo—. ¿Aquí?
—Sí. Tercera por la izquierda, fila de arriba ¿Quién es ella?
Nick lo examinó. Jon, su expresión era adusta, estaba prácticamente vibrando por
la   tensión,   lo   que   era   totalmente   distinto   a   su   usual   actitud   despreocupada   de
muchacho surfero. En realidad, Nick nunca lo había visto tenso, nunca. Ni siquiera
bajo el fuego.
¿Él conocía a aquella chica?
Elle le sonrió a Jon.
—Sophie Daniels. Es una de mis mejores amigas. Hicimos nuestros estudios de
graduadas juntas en Stanford, solo que ella estudiaba fisiología. Tiene un master en
eso y está sacándose un doctorado en virología.
Jesús. Aquellas mujeres tan inteligentes.
—¿Tenía ella… algún poder?
Parecía que Jon se estaba ahogando, y Nick comprendió adonde estaba llegando.
Las mujeres ya tenían toda clase de poderes sin necesidad de la mierda esta. Pero
todas estas chicas tenían poderes reales y sus hombres simplemente tendrían que
tragárselos.
Elle frunció los labios.
—Nada   que   pudiera   ser   comprobado,   aunque   solo   estábamos   al   principio   del
proceso. Pero…—ella dudó—. Es una sanadora. Nunca habla de eso, pero la he visto
cerrar   una herida   fea  con su  contacto.  Sin embargo,  viene  con un  alto   precio.  Se
queda debilitada durante días después de eso —Elle dudó—. Corona no lo sabía.
Nadie lo sabía. Pero ella pasó un test de despistaje con una RMI—funcional y fue
reclutada   para   el   programa.   Como   yo,   ella   también   se   encargaba   de   recopilar   y
cotejar datos.
Jon tenía la mandíbula tensa.
—¿No es bastante inusual tener sujetos en el estudio que también controlen las
pruebas?
—Sí, lo es —acordó Elle—. Y más adelante, para las publicaciones eso habría sido
un gran problema. Pero Corona insistió en eso y ellos pagan las facturas. Así que
teníamos esa anormalidad. Y esta semana pasada hubo otras.

~196~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—¿Cómo qué? —preguntó Catherine.
—No lo sé. Es como si el propio programa desarrollara una fiebre. Se nos pidió
que hiciéramos tres veces las pruebas que estábamos haciendo antes en la mitad de
tiempo.   Los   resultados   se   enviaban   directamente   a   la   oficina   del   coordinador   en
lugar de ser recopilados y cotejados en las bases semanales y luego transmitidos. Y
además   —Ella   se   detuvo   y   los   miró   de   un   en   uno—   luego   la   gente   empezó   a
desaparecer. Uno, luego dos y tres al día. El protocolo estipula que los sujetos del
estudio deben contactar a las nueve de la mañana cada día, pero empezamos a tener
fallos masivos. Sophie y yo llamamos a sus teléfonos móviles y a sus casas pero no
obtuvimos respuesta. Ayer… no, hace dos días… solo estábamos cuatro, además de
Sophie. Yo estaba pasando una prueba y Sophie supervisaba el experimento. Cuando
llegué  a  casa,  recibí  una  llamada   aterrorizada  de   Sophie   diciendo  que  estábamos
siendo acorraladas. Estaban tras ella y venían tras de mí. Me imagino que sabéis el
resto.
Oh,   sí.   Ellos   sabían   el   resto.   Nick   tensó   los   puños.   Habían   ido   tras   ella.   Eran
hombres condenados a muerte,
La voz de Elle se suavizó hasta ser suplicante.
—Sé   que   estáis…   escondidos   aquí.   Sé   que   esta   gente   —señaló   con   la   mano   el
holograma con las diez caras—. Son completos extraños. Pero no son extraños para
mí y están siendo retenidos contra su voluntad. Y me temo que van a ser heridos… o
peor. —Se detuvo respirando profundamente para tranquilizarse.
A   diferencia   de   la   sala   de   guerra,   que   siempre   estaba   en   la   penumbra,   el
laboratorio estaba brillantemente iluminado. La luz sobre el cabello de Elle creaba un
pálido halo alrededor de su cara, pero bajo el halo no estaba la cara de un ángel.
En su corazón y en su cabeza, Nick había guardado la imagen de una Elle que
hacía mucho que no existía. Durante muchísimo tiempo, en su cabeza, ella había sido
la joven y consentida chica de un rico padre que llevaba una vida muy protegida.
Luego   aquella   imagen   había   sido   sustituida   por   la   exhausta   niña   desamparada,
sobrepasada por la enfermedad de su padre, casi hasta sus últimas fuerzas.
De forma que en su cabeza Elle era vulnerable y requería su protección. Eso era lo
que lo había vuelto tan loco… o bueno, más loco, todos aquellos años. Elle sola en el
mundo. Sola en un mundo de depredadores. Él sabía perfectamente lo frio y cruel
que era el mundo, lo había sabido desde que pudo andar y hablar. Sabía que los
débiles eran aplastados, fueras o no una buena persona.
Elle era una buena persona. Lo sabía en su más profundo interior. Nada cambiaría
aquello jamás porque estaba en sus huesos. Cuando era una niña, se había salido de
su camino para hacer favores desinteresados, completamente inconsciente de lo poco
usual que era aquello. El jardinero que iba dos veces a la semana siempre tenía un

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vaso de té helado. Un chico vecino había desarrollado desgraciadamente leucemia y
Elle iba a leerle mientras estaba en la quimio.
Un buen corazón y fragilidad equivalía a desastre. Peligro con una ruidosa sirena
asociada.
El Ejercito, los Rangers, los Delta y luego los Ghost Opps. Toda la vida adulta de
Nick estaba diseñada para asegurarse de que no sería débil. Para asegurarse de que
podía defenderse a sí mismo con cada arma conocida por el hombre y sin armas, con
los puños como piedras. Había tenido que defenderse el mismo, porque el mundo
era un agujero de mierda.
¿Qué posibles defensas podía reunir Elle contra el mundo? Se había ido sin dinero
ni amigos y aquel pensamiento había sido como una espina clavada en su cabeza,
cada jodido día durante diez jodidos años.
Las imágenes llegaban a él todas las noches.
Elle sola y sin un céntimo en algún vertedero de un pueblo.
Elle   haciendo   autoestop   y   acabando   en   un   coche   con   un   tipo   armado   con   un
cuchillo.
Elle caminando sola por la peor parte de cualquier cuidad, con una pandilla de
violadores arrastrándose tras ella.
Y siempre, siempre su imagen desamparada y sola.
Bien, en algún momento bien podía haber estado desamparada y sola, pero seguro
que no lo estaría nunca más.
La mujer que estaba viendo era hermosa, sí, pero visiblemente lista. Estaba en sus
agudos ojos azules que abarcaban todo, en la fuerte estructura ósea de su cara, cada
vez que abría la boca. La fuerza y la disciplina estaban en cada línea de su cuerpo.
Y, mierda, un doctorado de Stanford. No lo regalaban en las cajas de cereales. Y
Stanford era caro. Unos cien mil por año era lo último que había oído. Así que ella
había ganado aquel  dinero  o conseguido  una beca escolar o una combinación de
ambos. De cualquier forma, era una mujer a tener en cuenta.
Y si la idea de la pálida y vulnerable niña le había roto el corazón, esa confiada
mujer   lo   derretía.   Ella   no   le   necesitaba,   de   ninguna   manera.   Podía   seguir
perfectamente su camino sin él.
Pero si ella lo había tenido, era suyo hasta el fin de los tiempos.
Así que si, él estaba en aquello. ¿Ella quería que rescatara a sus amigos? Cualquier
cosa que quisiera, él quería dársela.
—Cuenta conmigo —dijo.

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Ghost Ops 02

—También conmigo —el profundo retumbo de Mac vino con un asentimiento.
—Oh, claro —exhaló Jon.
Elle   estudió   las   caras   de   los   tres   hombres   y   la   mujer   que   estaban   ante   ella.
Catherine estaba con ella, sin duda. Esto era un pequeño milagro en sí mismo. Que
arriesgara a su marido, Mac, por personas a las que no conocía.
Nick estaba con ella. Lo había dejado claro aquella mañana. La asustaba pensar
que si le ordenaba entrar en un campo de minas o en el pozo del infierno, él iría. Esa
clase de poder la asustaba y no sabía si se acostumbraría nunca. Había estado sola
por tanto tiempo que la idea de tener a un hombre como Nick justo detrás de ella,
listo para hacer lo que le pidiera, era poderoso pero terrorífico.
Ella podría estar enviándolo a él, al esposo de Catherine y al surfero a su muerte.
Sophie y los otros podrían estar muertos. Corona podría utilizarlos para tenderle a
ella una trampa. Pero no había forma de que pudiera dejar a los otros del grupo
indefensos y abandonados, y no había forma de que pudiera recatarlos por sí misma.
Así que estudió las caras de los tres hombres que iban a tener que arriesgar sus
vidas   para   salvar   algunas   personas   extrañas   y   podrían   perder   la   suya   propia
haciéndolo.
Estudio sus caras buscando debilidades o dudas y no encontró ninguna.
Señaló el holograma.
—Estoy pidiéndoos que rescatéis a esta gente, que están en un peligro terrible.
Hay una leyenda urbana circulando entre los investigadores de Corona sobre que se
ha desarrollado un nuevo método para destilar partes del cerebro en forma líquida
que puede ser inyectado. Que un par de personas han sido ya “cosechadas”. Ese es el
encantador término que se utiliza en ciencia, por cierto. Cosechar. Como si la gente
fuera fruta. Hay rumores de un grupo previo de estudio que desapareció. No presté
mucha atención porque hay rumores constantes por los pasillos y muchos de ellos
son  tonterías  —Elle  se paró, inspirando  profundamente—.  Pero  ahora… no  estoy
segura de que sean tonterías. Pienso que podría ser verdad. Creo que la gente que
está dirigiendo últimamente el estudio se han vuelto locos y no están diciendo lo que
harán, hasta donde llegarán por los resultados. Hay algo más detrás de esto que no
entiendo. Sophie y yo lo sentimos, pero estábamos tan ocupadas con los resultados
de las pruebas que decidimos dejarlo pasar. Después de todo solo era una sensación.
—Pero tenías razón al sentirte inquieta —gruñó Nick.
—Sí —Ella sintió una corriente de alivio. Él la entendía—. Teníamos razón. No
tengo idea de dónde ir desde aquí. No sé dónde retienen a los sujetos. Toda el área
está llena de laboratorios y Arka posee muchos de ellos. Los laboratorios podrían
estar bajo tierra y probablemente no estarían en ningún plano. En realidad podrían

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estar en cualquier sitio. Ni siquiera estamos seguros de que el laboratorio esté en Palo
Alto. Podrían haber sido llevados a cualquier sitio en un monovolumen.
La idea la aterrorizaba.  Sophie y los otros trasladados a algún lugar donde no
pudieran ser encontrados, como ganado al matadero.
Mac habló con su voz profunda y áspera que sonaba como si llegara desde debajo
de la tierra.
—¿Tienes alguna pista de dónde podrían haber sido llevados? ¿Sobre los otros
laboratorios que colaboran en este programa? ¿Tienes una lista?
Elle se encogió de hombros.
—Por lo que yo sé, no hay otros laboratorios involucrados. Tengo el correo de
todos y he comenzado un programa en mi ordenador para buscar sus correos por los
nombres de otros laboratorios, pero no sale nada.
—¿Dispositivos de seguimiento? —preguntó Catherine. Elle le había contado lo
del dispositivo que se había sacado del brazo.
Los hombres se enderezaron tensos.
—¿Qué dispositivos de rastreo? —exigió Nick.
Elle levantó el brazo, se levantó la manga y señaló el vendaje. Nick se iba a poner
furioso con ella. Cuando le había preguntado sobre eso por la mañana, ella le había
dicho simplemente que se había cortado
—A todos los miembros del grupo de estudio se les inyectó un microchip. Se nos
dijo que era para monitorizar nuestros signos vitales. Cada semana pasábamos los
brazos  por un lector donde se bajaban los datos. Pero  Sophie me dijo  que  me lo
sacara del brazo cuando me llamó para advertirme, así que lo hice.
—¿Y cuando me lo ibas a contar? —Nick tensó la mandíbula.
Elle se encogió de hombros.
—¿Sabes donde se guarda la base? —preguntó Jon. Nick había dicho que Jon era
su ciber­experto.
—Lo siento, no —Elle sacudió la cabeza—. Presumiblemente en la database de la
compañía salvo que sospecho que ahora todo el proyecto está fuera de los libros. En
cuyo caso sería un archivo encriptado en el portátil de alguien. No sé quién.
—Tenemos imágenes por satélite de anoche. Veremos si puedo obtener algunas
imágenes útiles —Nick miró a Mac—. ¿Teníamos drones fuera?
Mac negó con la cabeza.

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—Maldita sea —Nick golpeó ligeramente la rodilla con el puño—. Y no podemos
enviarlos fuera hasta que tengamos alguna idea de dónde. Aunque suena demasiado
tarde para los drones, si están bajo tierra.
Oh joder. Elle entendía su frustración. ¿Cómo podían rescatar al grupo si no sabían
dónde estaban? Si el grupo no había sido dispersado. Si estaban vivos.
—De acuerdo —dijo Mac con decisión—. Voy a asignar tareas. Elle, escribe todo lo
que   sabes,   absolutamente   cada   cosa   y   repásalo   con   Catherine   y   asegúrate   de
mantener un ojo en ese troll tuyo que está registrando los e­mails.
—Diseñé un programa que generará contraseñas en las bases de las palabras clave.
Generará   un   millón   y   puede   ser   enviado   en   un   paquete   para   intentar   una
descriptación masiva tan pronto como tengamos la computadora de cualquiera para
hackear —dijo Jon.
Elle parpadeó. Dios, un programa como ese podrían valer millones en el mundo exterior.
Ella asintió.
—Eso sería realmente útil.
Mac continuó dando órdenes.
—También vamos a probar con los satélites. Asegúrate de incluir Keyhole 15 en
las   últimas   cuarenta   y   ocho   horas   en   toda   el   área   de   Palo   Alto.   Podrían   haber
empezado a acechar a los sujetos de las pruebas antes.
Ella apenas contuvo un jadeo. Los satélites de la serie Keyhole eran un secreto.
Alto­alto   secreto.   Del   tipo   voy­a­matarte­si­descubres­cualquier­cosa­sobre­este­
secreto. Ella solo los conocía porque un analista que había perdido la chaveta por ella
le había hablado de aquello. Ella había ido a la darknet para investigarlo. El rumor
era que sus lentes podían leer los números de una tarjeta de crédito a la luz de la
luna.
—¿Puedes   hacer   eso?   —No   pudo   evitar   preguntárselo   a   Jon—.   ¿Hackear   los
Keyhole?
—Oh sí, claro que puede —Mac hizo algo con su cara, moviendo un musculo o
dos en una extraña configuración que en alguien más podría haber sido una sonrisa.
—Tenemos que ir a la casa de Elle y encontrar ese rastreador, bajar lo que tenga e
invertir la ingeniería. ¿Sería posible Elle? —le preguntó Jon.
Lo pensó. Bueno, si Jon era tan bueno, había una posibilidad. Cada rastreador
tendría un juego de instrucciones básicas y estaría programado para emitir una señal.
Captar aquella señal y escanear buscando otras… Asintió.

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—Sí.   Sí   podemos   hackear   el   protocolo   básico   subyacente,   quizás   podamos


localizar las otras señales, a menos…
—A menos que estén muertos —terminó Jon con gravedad.
Oh Dios mío. Elle se puso una mano en el estómago. Miró a Jon
—¿Y… y suponiendo que la casa esté bajo vigilancia? No tengo ni idea de si tienen
suficiente personal de seguridad para dejar uno de guardia en cada casa vacía, pero
parece que tienen un montón de dinero disponible. Podrían hacer eso.
—Nos encantaría —dijo Jon, los brillantes ojos azules de repente eran oscuros e
inexpresivos.
Ella se estremeció. Los hombres que habían acorralado a sus amigos, los habían
hecho prisioneros y quizás estaban planeando matarlos eran diabólicos y a ella le
alegraba ayudar a organizar su caída. Le alegraba tener a aquellos duros y buenos
chicos a su lado. Pero la aquella fugaz expresión en la cara de Jon…
—De acuerdo —dijo Mac en su tono grave. Era extraordinario. Cada vez que él
hablaba Catherine simplemente resplandecía. Como si sus palabras fueran bombillas
que la iluminaran desde dentro—. Parece que tenemos nuestro equipo y nuestras
asignaciones. Así que en marcha.
—No tan rápido Mac. ¿No estás olvidando algo? —una profunda voz que Elle
nunca había oído antes.
El efecto sobre Nick, Mac y Jon fue eléctrico. Los tres saltaron sobre sus pies con
una velocidad deslumbrante, las sillas tiradas sobre el suelo. Se quedaron de pie casi
estremeciéndose atentos, los brazos rígidos en un saludo y el asombro en sus caras.
Catherine también estaba congelada. Nadie había oído abrirse la puerta tras ellos,
lo que ya le pareció  extraño. Que alguien pudiera  adelantarse  a Nick, Mac y Jon
parecía extraño.
Que la persona que los había pillado fuera un hombre muy muy viejo apoyado
pesadamente sobre un bastón y una alta mujer parecía imposible.
—¡Señor! —ladró Mac, seguido por Nick y Jon.
El hombre había sido alto antes, y parecía que había sido fuerte. Ahora estaba
encorvado y su piel colgaba fláccida sobre su gran estructura. Se movía lentamente,
como si cada paso doliera, lo que era probablemente el caso porque Elle raramente
había visto tantas cicatrices quirúrgicas como este hombre lucia sobre su gran cabeza
calva, bajando para desaparecer en la gran sudadera que ondeaba sobre él.
La mujer que estaba a su lado tenía la más extraordinaria de las caras. Era... era
hermosa, pero parecía como si Elle la estuviera viendo a través de un caleidoscopio,

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los trozos cortados en rombos casi pero no los bastante encajados juntos. Y aún así la
mujer se movía con la gracia de la belleza.
El hombre arrastró los pies, apoyado pesadamente sobre la mujer, moviéndose
con paso estable hasta que estuvo frente a Catherine y Elle. Se inclinó y Elle le oyó
susurrarle a la mujer que lo sostenía:
—Gracias Stella.
Ella le dirigió una sonrisa deslumbrante,  la cara estirada  de extrañas formas  a
través de las líneas blancas que cruzaban su cara. La sonrisa que él le devolvió era
tierna. Hubo un destello de algo durante un segundo, y Elle se preguntó si él era tan
viejo como parecía.
¡Stella! En un instante el caleidoscopio giró y se ajustó, y Elle pudo ver claramente
quien   era   ella.   Stella   Cummings.   Había   sido   la   actriz   más   famosa   del   planeta,
considerada una de las mujeres más hermosas del mundo, ahora la chef de Haven.
Elle   estaba   tan   ocupada   mirándola   boquiabierta,   preguntándose   si   se   atrevería   a
pedirle un autógrafo porque Stella en Nobody but me le había dado coraje y esperanza
cinco años atrás cuando Elle había atravesado un mal periodo, que apenas se dio
cuenta de los tres hombres que habían seguido al anciano dentro de la habitación.
Eran   visiblemente   jóvenes   aunque   se   movían   como   si   fueran   mayores   que   el
primer hombre. De huesos grandes pero delgados, caras demacradas, hundidas por
el   sufrimiento.   Parecía   que   un   viento   fuerte   los   derribaría,   pero   estaba   allí,
arrastrándose tras el más mayor como fantasmas tras un espectro.
Stella dejó al anciano un momento y cruzó la habitación para besar a Elle en la
mejilla.
—Bienvenida a Haven cariño.
Elle se sonrojó de placer ¡Stella Cummings besándola en la mejilla!
Stella volvió junto al anciano. El fantasma de una sonrisa le cruzó la cara.
—Descansen caballeros —dijo. Su voz era ronca como si no la usara mucho. Tenía
problemas   para   articular.   Pero   continuó,   cada   palabra   salía   con   mucho   esfuerzo,
aunque no se detuvo hasta que dijo lo que quería decir—. Entiendo que tenemos una
oportunidad de agarrar a los hijos de puta que nos hicieron esto…—sus ojos oscuros
estudiaron la habitación, cayendo en la cuenta de que estaban Catherine, Elle y Stella
—. Perdón por mi lenguaje señoras —dijo con solemnidad.
—Somos   científicas   —dijo   Catherine—.   Creo   que   hijos   de   puta   es   el   término
técnico correcto.
Otro fantasma de sonrisa. Por un breve segundo, Elle pudo ver algo del hombre
que   había   sido,   profundamente   escondido   bajo   el   destrozado   exterior.   Y   aquel

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Lisa Marie Rice

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hombre había sido… atractivo. Si, ahora podía verlo. Y Stella también lo veía. Desde
luego sus ojos nunca abandonaban el rostro del hombre.
—Queremos retribución —dijo él con sencillez.
Los   dos   hombres   gravemente   heridos   asintieron   con   las   cabezas   a   sacudidas.
Evidentemente tenían poco control motor.
—Re­re­re­re­tri­bu­bu­ción   —tartamudeó   uno.   Tenía   una   cicatriz   queloide
perfectamente redonda justo sobre la zona del neocortex. Alguien le había metido un
sensor justo en el cerebro.
Los tres hombres se estaban poniendo pálidos por el esfuerzo de mantenerse en
pie, y el que tenía la cicatriz del sensor estaba temblando. No parecía que pudieran
enfrentarse al desayuno, menos a una misión. Elle miró alrededor. Nadie decía nada
sobre su obvia condición física. Espero otro segundo pero solo había silencio.
Va­le. Ella tendría que ser la chica mala.
—Es muy amable de su parte —empezó suavemente—. Pero quizás… 
El más anciano giró la cabeza dolorosamente y la clavó con una mirada. Durante
un instante Elle quiso retroceder, tan grande era el poder de aquella mirada. Era un
poder   acumulado,   un   poder   ligado   a   un   cuerpo   dañado,   pero   dentro   de   aquel
hombre brillaban y se unían fortaleza e inteligencia.
Las palabras llegaron lentas y con gran esfuerzo.
—Entiendo que hay personas en sus manos. Experimentarán con ellos y luego los
asesinarán. No quiero vivir si no podemos hacer un intento para rescatarlos de la
forma que mis hombres nos rescataron a nosotros. No somos físicamente capaces de
ir en la misión contigo Mac —su ya ronca voz se rompió y la cabeza bajó como si le
hubieran   cortado   un   tendón.   Luego   la   levantó   y   sus   negros   ojos   brillaron   con
decisión y propósito—. Pero  somos perfectamente  capaces de controlar la sala de
guerra y proporcionar información. Así que rescataremos a esas personas. Juntos.
Hoo­yah7
—¡Hoo­yah! —el coro de siete voces masculinas, todas fuertes y auténticas, repicó.

7
Grito de Guerra de los Seals

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Capítulo 12

Sede de Arke Pharmeceuticals
San Francisco

Una pared entera en la oficina de Lee era un enorme holograma luminiscente. Al
pie del holograma había una serie de paquetes de datos, incluida la fecha: tres meses
atrás.
Laboratorios Millon en Palo Alto. Antes de que la instalación fuera destruida. Lee
apretó los puños al recordarlo. Catherine Young de repente se había sublevado  y
mordido en el culo a su jefe. Le había arrancado un buen trozo y casi hundido todo el
proyecto. Años de trabajo casi destruidos a causa de una mujer y el hombre sin rostro
que la ayudó.
Tenía grabado una pequeña parte del ataque, aunque en su mayoría fue destruido
por algo que el hombre sin rostro había hecho a su sistema de seguridad. Su muy,
muy caro sistema de seguridad.
Todavía escocía.
Por supuesto, había reconocido inmediatamente a Young, con descaro allanó su
instalación utilizando un pase clonado.
El   laboratorio   estaba   escondido   y   era   ilegal,   dado   el   tipo   de   pruebas   que   se
llevaban   a   cabo.   Había   tenido   que   ir   y   completar   la   destrucción   que   ella   había
causado de forma que cuando las autoridades llegaron a investigar, había sido capaz
de declarar de modo verosímil que el piso subterráneo extra era un mero espacio de
almacenamiento de material. Afortunadamente no había ningún experto en el equipo
de policías. Pero había tenido que comprar a los tres técnicos que trabajaron en el
terreno, y eso le había costado. Dinero, tiempo y esfuerzo.
Flynn lo había puesto bajo presión, luego Beijing lo había puesto a él bajo presión.

~205~
Lisa Marie Rice

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Así no era como funcionaba la ciencia. La ciencia evolucionaba a su propio ritmo
majestuoso. Poner presión sobre el proceso científico era una abominación. Esto era
algo que los no científicos como Flynn eran sencillamente incapaces de comprender.
En lo que Lee estaba trabajando tenía la posibilidad de cambiar el mundo para
siempre, tan trascendental como el empleo de la electricidad. Todavía más, incluso,
cambiaría la naturaleza de una parte de la humanidad. Esto no era algo que pudiera
ser hecho deprisa y corriendo.
Inyectarse  a sí mismo con SL­61 había sido un toque de genialidad, porque  se
sentía más fuerte y más agudo intelectualmente que nunca. Se sentía, a falta de una
palabra mejor, invencible.
Aunque  faltaba un elemento. Un elemento  que había discernido  en uno de los
animales del experimento  en el oculto Nivel 4 la noche en que el laboratorio fue
destruido.
Cómo   había   adorado   el   Nivel   4.   Había   sido   su   propio   reino,   un   lugar   donde
sustentaba el poder de la vida y la muerte, un lugar donde creó organismos vivos.
Un lugar donde había sido un dios. Había llevado a cabo pruebas exhaustivas con los
especímenes   del   Nivel   que   habrían   sido   ilegales   bajo   el   proyecto   de   la   Ley   de
Pruebas   con   Animales.   Los   experimentos   tal   vez   fueran   ilegales   de   acuerdo   al
proyecto de ley aprobado por un lobby de fanáticos y fanáticas que se preocupaban
más por unas tontas criaturas que por la ciencia, pero habían sido necesarios. Había
estado probando iteraciones de SL que incrementarían la fuerza, la velocidad y la
inteligencia.
Él y la droga SL se habían estado comportando como en una especie de danza.
Dos pasos hacia delante y un paso hacia atrás, luego tres pasos adelante y dos pasos
atrás, luego un paso hacia delante y tres pasos atrás. Luego diez pasos hacia delante.
Por supuesto, esto era inmensamente complejo, mientras él efectuaba el cambio a
nivel celular y trataba de mantenerlo estable. Estaba acelerando la evolución en sí
misma,   algo   que   nadie   en   la   historia   mundial   jamás   había   intentado.   Y   estaba
teniendo  éxito, ¡maldita sea! Todos y cada uno de los ensayos que acabaron con un
problema también desvelaron una nueva posibilidad.
Era   imposible   explicarle   eso   al   imbécil   de   Flynn.   Aunque   para   su   asombro,
también  se demostró  imposible explicárselo  al ministerio  de  ciencia en Beijing. A
nadie le importaba el proceso, los secretos de la vida misma, los cuales  él estaba
desentrañando. Todo lo que les importaba eran los resultados tangibles. Una droga
que incrementara las aptitudes de los soldados en el campo de batalla, demostrando
ser estable todo el tiempo y que fuera barata de fabricar.
En cualquier otra mano que no fueran las suyas habría sido imposible.

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Lisa Marie Rice

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Hasta   ese   momento   habían   existido   cincuenta   y   nueve   iteraciones.   Nada


comparado con los diez mil intentos fallidos de Edison. Lee solo lo había intentado
cincuenta y nueve veces, era esa cincuentainueveava…
En las profundidades de la tierra, en el laboratorio de animales, Lee encontró parte
de la clave para cambiar el mundo en una jaula que alojaba a un bonobo. Había diez
bonobos,   simios   grandes   y   saludables   genéticamente   predispuestos   a   un
comportamiento   pacífico.   El   SL­59   tuvo   un   efecto   negativo   en   nueve   de   ellos.  Se
volvieron apáticos y murieron.
Pero el décimo…
Lee observaba la grabación holográfica. La había estado viendo una y otra vez
mientras   estudiaba   a   fondo   los   análisis   de   sangre   y   tejido   cerebral.   Se   había
remontado desde la autopsia hasta las RMI y había descubierto algo que se le había
escapado en sus investigaciones previas, una ligera anomalía en el hipotálamo y un
incremento de la temperatura en la sustancia gris periacuedectal del cerebro medio.
Ambos atributos se habían incrementado notoriamente tras la administración del SL­
59.
En el holograma, tan nítido que otra persona en la sala habría tenido dificultad en
distinguir entre ahora y tres meses atrás, él permanecía ante una jaula de plexiglás
transparente, observando al hermoso animal en su interior.
El   holograma   mostraba   con   claridad   toda   la   información   contenida   en   los
infocubos   de   información   en   el   frontal   de   la   jaula.   Género,   historia   genética,
escáneres   de   RMI   y   TAC,   resultados   de   los   test   de   CI,   dosis   y   la   cantidad   de
inyecciones de SL­59.
Los otros bonobos estaban sentados en sus jaulas, movimientos lentos y ojos sin
vida.
Aunque el simio Número Ocho. Ah, no estaba sentado apáticamente. No, estaba
erguido,   equilibrado   y   con   agudos   ojos   marrones.   En   el   holograma,   Lee   seguía
examinándole y estaba claro que el animal lo estaba estudiando a él.
La cámara había estado a la espalda de Lee así que no podía verse el rostro pero
sabía que en ese momento había echado una ojeada para ver el electro. Los simios
eran   pacíficos   entre   los   suyos,   pero   se   ponían   nerviosos   en   presencia   de   otras
especies.
El ritmo cardíaco de Número Ocho permanecía sin variaciones.
Increíble.   O   el   simio   había   desarrollado   la   capacidad   para   controlar   su   ritmo
cardíaco o el miedo instintivo había sido anulado por la droga. Tal vez ambos. Y
entonces sucedió algo extraordinario. El animal había comprobado las manos de Lee

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en   busca   de   armas   y   las   intenciones   en   su   mirada.   No   había   error   en   la   pura


inteligencia del animal.
Estuvieron así durante un minuto o dos, midiéndose el uno al otro, dos seres a
cada lado de la división de las especies.
Entonces el bonobo se había estrellado contra en plexiglás intentando llegar a él,
haciéndose papilla.
Pero   aquellos   pocos   minutos   habían   sido   suficientes   para   ofrecerle   a   Lee   la
oportunidad   de   comprender   cómo   atenuar   la   intensidad   de   la   violencia   mientras
retenía la inteligencia, y esa percepción lo guió hacia un trocito de ingeniería genética
transmitido por virus que a su parecer representaba el logro que necesitaba.
El SL­59 no había funcionado y el SL­60 tampoco. Pero el SL­62… ah.
Y hacía una hora que se había inyectado con la droga.
En el holograma observaba como el chimpancé se mató contra el cristal en un
frenesí feroz. Cuando al final el animal yacía sobre el suelo cubierto de paja en la
jaula de plexiglás, un saco arruinado de huesos rotos, Lee le dio al rebobinar.
Se quedó de pie y observó, una vez más, aquel momento en el cual él y el simio
estaban uno frente al otro.
Mientras volvía a observar el momento, notó la fuerza recorriéndole el cuerpo, el
oxigeno fluyendo intenso y abundante por sus venas, llevando la sangre a su sistema
muscular.   Notó   cada   musculo   casi   por   separado,   notó   lo   bien   que   cada   músculo
encajaba con los demás para formar un fuerte y poderoso todo. Aunque estaba en la
planta veintidós de un rascacielos en el distrito financiero, se sintió como si estuviera
con los pies descalzos en la jungla, conectado a la tierra a través de la piel, la sangre y
los huesos, extrayendo la fuerza de la tierra, y devolviéndola.
El holograma se apagó y se dirigió hacia la ventana para contemplar la ciudad.
Alzó la mano y la puso contra el cristal y fue como si su mano lo atravesara, saliendo
a   la   ciudad,   alcanzando   a   la   diminuta   gente   de   abajo,   presurosa   por   salir   del
inclemente tiempo. Podía aplastarlos con tanta facilidad. Como las hormigas, todo
ese empeño y esfuerzo básicamente sin sentido. Esmirriados, débiles y ansiosos de
orientación.
Pronto sus vidas serían aprovechadas para un mayor bien común en vez de ser tan
casual.
Encabezaría un victorioso ejército de superhombres. ¿No había soñado siempre la
humanidad   con   esto,   una   raza   superior   que   vendría   y   los   dirigiría?   ¿Todas   esas
leyendas de dioses con un poder inmenso sobre la tierra y sus criaturas, seguramente
sus especies sabían que siempre iban a acabar de esta manera? Todo lo que Lee había
hecho era acelerar el proceso y delegarlo en las manos adecuadas.

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Por supuesto, él también tenía el poder de los dioses. Podía sentirlo, notaba la
vitalidad recorriéndole, sentía sus músculos y tendones rehaciéndose hacia un todo
más poderoso. Notaba su cerebro  reprogramándose. Su visión era tan aguda que
pensó que podía ver una hebra de pelo en la gente­hormiga de abajo en la calle. Su
oído era tan fino que podía oír el discreto zumbido del sistema de aire centralizado.
Había empezado  a nevar, mezclado  con un poco  de aguanieve, y  podía  oír cada
espícula chocando en los ventanales. Podía oír…
La puerta abriéndose.
—Maldita sea, Lee  —retumbó  la  áspera voz de Flynn—. ¿En qué  coño estabas
pensando…?
Una neblina caliente se alzó en la mente de Lee cuando oyó la voz de Flynn. El
capullo. El puto capullo. Cada célula de su cuerpo pulsó de puro odio candente.
Lee cruzó volando la sala, agarrando algo brillante de su mesa y levantó el puño.
Los ojos de Flynn reflejaban fastidio mientras bajaba la vista mirando el diminuto
mango brillante que sobresalía de su pecho. El mango pertenecía a un abrecartas de
puro titanio que estaba profundamente incrustado en su corazón.
Estaba muerto pero todavía no lo sabía.
Flynn permaneció de pie, estupefacto y derecho, observando mientras una gran
flor   roja   florecía   desde   la   empuñadura,   cubriendo   su   prístina   camisa   blanca   de
Armani.   Volvió   a   tambalearse,   cayendo   sobre   una   rodilla,   la   cabeza   le   colgaba.
Sonidos forzados salieron de su garganta, aunque no fue capaz de formular ni una
palabra.
Bien. De todos modos Flynn hablaba demasiado.
Una parte de Lee admiró el hecho de que desde dos metros, habiendo tenido que
girarse, ir a su mesa y recoger el abrecartas, aún había sido capaz instintivamente de
lanzarlo directamente entre las costillas y enterrarlo justo en el corazón de Flynn.
Lee plantado sobre el hombre, observó como cedía la otra rodilla y caía boca abajo
sobre   el   suelo.   El   corazón   de   Flynn   siguió   bombeando   sangre   durante   unos   dos
minutos, luego el flujo lentamente se detuvo.
Lee contempló su reflejo en la ventana, intensamente iluminado en contraste con
el nocturno cielo nevado mientras la oscuridad descendía en su mente. Tenía los ojos
bien   abiertos   con   una   ligera   sonrisa   en   los   labios.   Observó   por   un   instante,   su
capacidad de reconocer a la criatura del reflejo escurriéndose tan rápidamente como
la sangre de Flynn se escurría de su cuerpo.
Lee   miró   alrededor,   sin   reconocer   nada   familiar   en   su   entorno.   Se   agachó
levemente, elevando las manos hacia su pecho, abiertas como garras. Paredes… tenía
que salir. Moverse. Su cuerpo ansiaba movimiento, ansiaba sangre. Fue puro azar

~209~
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que se dirigiera hacia la pared con la puerta y no hacia una de las otras tres paredes.
Avanzó y la puerta, biomorfica y preparada para reconocer su perfil, se abrió.
No se lo cuestionó. Le quedaba muy poco razonamiento, solo lo suficiente para
reconocer una puerta con una imagen de escaleras y darse cuenta que eso llevaba a
una salida. Las escaleras conducían al mundo exterior, un mundo que lo aguardaba.
Empezó a andar a grandes pasos hacia las escaleras.
Una mujer salió de una puerta. Con los ojos abiertos de par en par cuando vio a
Lee, una carpeta cayó de sus débiles dedos.
—Doctor Lee… —El tono fue una pregunta, pero jamás fue respondida. Lee saltó
hacia ella, con las manos extendidas para inmovilizarla por los hombros mientras
hundía los dientes en su cuello. Con dos fuertes mordiscos le arrancó la oreja, luego
la dejó caer a sus pies, ensangrentada y retorciéndose.
Fuera. Quería estar fuera. Era fuerte y quería… no, necesitaba… cazar. Matar.
Bajó  con dificultad por las escaleras  mientras todavía reconocía el concepto  de
escalera. Cuando llegó al vestíbulo con gente pululando perdió el concepto. Pero no
importaba porque allí había un montón de carne.
Aún reconocía el concepto de presa.
En el recibidor, la mujer se levantó lentamente. Alzó una mano hacia un lado de su cabeza
y frunció el ceño. Dolor, humedad… No tenía palabras para las sensaciones que solo ella
sentía. Se llevó las manos al pecho formando garras. Matar. Ella quería matar. Alrededor
había una presa, podía olerla. Inestable pero inflexible, anduvo a grandes pasos por el pasillo
donde aparecieron dos criaturas.
Presa.

*   *

Mount Blue.

—Come —dijo Stella Cummings, empujando un plato de patatas gratinadas hacia
Lucius. Una porción pequeñita, ya que él solo empezaba a tolerar comida. Lo miró
desde el otro lado: torturado, sufriendo aunque erguido y decidido. Cualquier otro
hombre   habría   muerto   cien   veces   con   lo   que   le   habían   hecho.   Lo   que   le   hizo   el
acosador era una fracción de lo que le habían hecho a él, y aquello casi la destruyó.

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Era un hombre extraordinario.
—Eso es todo lo que me dices siempre. Come —le contestó, los ojos oscuros fijos
en ella—. Piensas que tengo cinco años.
Incluso en su debilidad y estado demacrado. Lucius Ward era un hombre a tener
en cuenta. Definitivamente ella no pensaba que tuviera cinco años.
—Come —le repitió sonriéndole.
El rostro masculino de pronto se afiló. Su enorme mano cubrió las de ella.
—Dios, Stella. Eres tan hermosa.
Eres tan hermosa. Había oído versiones de esa frase toda su vida. La palabra había
sido bonita cuando era una actriz infantil pero se convirtió en hermosa más o menos en
la   pubertad.   Aparte   algún   percance   de   huesos   y   hormonas,   no   había   pasado   en
absoluto por una fase adolescente complicada. Siguió trabajando como actriz durante
todo el  proceso. A los treinta  y cinco años, había hecho  ciento veinte películas  y
estaba considerada como una de las mujeres más bellas del mundo.
¿Qué le había supuesto? No mucho, además de más trabajo. Y más trabajo. Los
hombres que la cortejaron habían cortejado su cara, no a la persona detrás del rostro.
Cuando descubrían que su vida era trabajo, trabajo, trabajo y muy poca diversión, el
encaprichamiento desaparecía.
Seguro que aquello no le había traído amor.
Y ahora su cara había desaparecido.
—Ya   no   tan   hermosa,   Lucius   —le   dijo   sin   ninguna   tristeza.   De   locos,   pero   su
belleza perdida había liberado algo en su interior. Ahora a la gente de su mundo le
gustaba  ella,   no   su   rostro.   Querían   a   Stella,   el   miembro   de   una   comunidad
clandestina y no a Stella la distante estrella de cine.
Ya   no   era   una   estrella   de   cine.   Jamás   podría   volver   a   estar   en   el   negocio.   El
acosador la había acuchillado gravemente. Noventa y siete cortes por todas partes,
catorce en la cara. Un corte le atravesaba la mejilla, siendo imposible sonreír con el
lado   derecho   de   su   rostro.   Parecía   como   si   alguien   lo   hubiera   puesto   en   un
caleidoscopio y lo hubiera agitado.
La mano masculina apretó las suyas.
—Hermosa —repitió contundente.
¡Dios mío!
Sexo, amor… esas eran cosas que habían huido completamente de su vida tras el
acosador. Antes hubo un montón de sexo, aunque no amor. Pero después de aquello,
ambos habían estado fuera de toda cuestión. Se refugió en el anonimato mientras

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sanaban sus cicatrices tanto como fuera posible, cocinando en una pequeña cafetería
cerca   de   Mount   Blue,   que   pertenecía   al   primo   de   su   antigua   ama   de   llaves.
Necesitaba hacer algo, algo tangible, con sus manos, tanto como necesitaba respirar.
Y Elena la envió con su primo, donde se enterró en la cocina en la parte trasera y
empezó   a   crear.   La   fonda   se   convirtió   en   una   cafetería   y   estaba   en   camino   de
convertirse en un restaurante cuando las noticias contaron que su acosador había
escapado.
Ella había estado en un descanso, charlando con un cliente, un tipo atractivo y
misterioso que se dejaba ver de vez en cuando y que nunca le dijo su nombre. Si
había una cosa en su vida que Stella había aprendido a respetar era la intimidad. “No
preguntes no cuentes” cubría un montón de cosas, y no solo la sexualidad de uno.
Ella no quería hablar de sí misma y él no quería hablar de él, y eso les iba bien a
ambos. 
Y entonces las noticias de última hora: Steve Gardiner, acosador, acuchillador y
psicópata en general, el que había convencido al juez de meterle en una institución
mental en vez de en la celda más profunda y oscura de la tierra, había escapado.
Había estado hablando con Jon cuando lo oyó. De pronto empezó a temblar toda
ella, los temblores provenían de lo más profundo de su alma. Un miedo tan grande
que no podía moverse, ni respirar, ni pensar.
Él le había echado un vistazo, viendo lo aterrorizada y quebrada que estaba, y
simplemente   la  llevó  a  Mount  Blue,  a  Haven,  donde   se  unió   a  la  comunidad  de
inadaptados y fugitivos siendo feliz desde entonces.
Aquí en Haven había encontrado compañerismo y un objetivo. ¿Pero amor? Ni
siquiera se le había ocurrido que podría encontrarlo aquí de entre todos los lugares. 
Bajó la mirada hacia la gran mano cubriendo las suyas. Recordaba bien aquella
terrible noche tres meses atrás cuando Lucius, Miguel Romero, Larry Lundquist y
Bob Pelton fueron rescatados de un laboratorio que había sido como algo sacado de
un campo de concentración nazi, y traídos a Haven. Los cuatro  hombres estaban
hambrientos,   llenos   de   cicatrices   quirúrgicas,   tan   débiles   que   no   podían   andar.
Catherine tardó una semana de intravenosas solo para que ellos fueran capaces de
incorporarse en la cama.
Entonces fue cuando Stella tomó el mando, convirtiéndolo en su misión personal
conseguir que comieran tanta comida nutritiva como pudieran retener.
Concretamente su líder. Lucius Ward. Capitán, así es como le llamaban Mac, Nick
y Jon.
Su respeto por él había sido evidente en cada línea de sus cuerpos, y una vez logró
conocerle, incluso la terrible versión torturada de él, un hombre fuerte que había sido

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forjado de roca firme, comprendió por qué. Este era un hombre formidable en todos
los sentidos.
Lo   había   visto   recomponerse   centímetro   a   angustioso   centímetro.   Si   Catherine
decía andar diez pasos, él andaba cincuenta. Con un gesto de dolor a cada paso.
Y aunque jamás sonreía y la expresión de su rostro claramente demostraba que
jamás había sido del tipo sonriente, se le iluminaba la cara cuando ella entraba en la
habitación.
Vaya, sí, guau, el sexo parecía estar en el menú.
Pero primero era necesario decir algo.
—No tienes que llamarme hermosa, Lucius —dijo Stella dulcemente—. Sé que no
soy hermosa, ya no. Y si no te importa, seguro que a mí tampoco.
Mientras hablaba los ojos oscuros de Lucius vagaban por su rostro, sobre cada
centímetro de él. Era algo a lo que estaba acostumbrada. Cuando era hermosa, los
hombres la habían contemplado abiertamente, como si fuera algo raro y diferente,
perteneciente   a   una   especie   diferente.   Tras   ser   acuchillada,   la   gente   la   había
contemplado por una razón distinta, del modo en que mirabas un tren descarrilado.
Una de las muchas cosas que amaba de Haven era que nadie parecía notar sus
cicatrices.
Lucius sonrió, estirando la cicatriz de quemadura en su pómulo derecho. Se llevó
la mano de Stella a la boca y posó sus labios en la palma de su mano. La mantuvo allí
durante largo rato, tanto que ella movió las yemas de los dedos sobre la piel en torno
a la boca masculina, sintiendo unas cuantas cicatrices, sintiendo el leve pinchazo de
su barba espesa.
Por fin le bajó la mano a la mesa, pero la mantuvo en la suya.
—No me he perdido ni una película tuya. Creo que las he visto todas y cada una
desde que eras niña. Tienes una rara belleza, un raro talento. Pero te encuentro más
hermosa ahora y tu talento es uno que aprecian todos los de aquí.
—Sé que lo aprecian. —Le sonrió. Los cumplidos sobre su cocina eran frecuentes y
fervientes y ella lo entendía perfectamente. Antes de su llegada y reorganización de
la cocina común, Mac cocinaba. Cada persona que se lo contó se había estremecido.
Él le estaba buscando de nuevo los ojos, una mirada tan penetrante que era como
si estuviera paseándose por su cabeza.
—No me creerás cuando te diga que te encuentro más hermosa que antes.
Ella mantuvo una sonrisa relajada en la cara.
—Lucius, no es necesario que digas eso. No lo necesito.

~213~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

—Sé que no. Pero yo necesito decirlo. Stella… —se detuvo. Humedeciéndose los
labios. Tragó saliva. Bajó la mirada a sus manos unidas y luego la subió de vuelta a
ella.
Si   Stella   no   lo   conociera,   diría   que   estaba   nervioso.   Pero   era   imposible,   por
supuesto. Mac, Nick y Jon eran tres de los hombres más resistentes de la faz de la
tierra. Competentes, valientes y decididos. Habían desafiado, todavía desafiaban, al
gobierno   de   los   E.U.   y   a   todo   el   ejército.   Eran   hombres   inquebrantables   y   este
hombre, este hombre que le sostenía la mano, era su oficial al mando. Los había
dirigido en la batalla. Esa clase de hombre no se avergonzaba.
Y aún así…
—Stella, tengo algo que decir. —Su voz, ya ronca, se había vuelto más ronca—. Y
lo encuentro… lo encuentro difícil.
—Te escucho, Lucius. —No podía imaginarse que a Lucius le fuera difícil decir
algo.
Él inspiró profundamente.
—Me estoy enamorando de ti. No, tacha eso. Estoy enamorado de ti. Desde el
momento en que te vi cuando nos trajeron a Haven.
¡Dios mío! Las lágrimas escocieron en sus ojos. Lucius y los otros tres habían sido
trasladados  dentro  de   Haven  porque   habían  sido   incapaces  de  andar.  Los  cuatro
estuvieron a las puertas de la muerte. Recordaba a Lucius con claridad, acostado en
la camilla de la enfermería, un hombre roto y herido. Le dolió mirarle, un hombre
evidentemente   fuerte   una   vez   que   había   sido   torturado   casi   hasta   la   muerte.
Catherine había tenido una experiencia cercana a la muerte y estaba en coma, así que
fueron Stella y sus dos enfermeros, Pat y Salvatore, los que se ocuparon de todo el
mundo.
Tras el ataque, Stella tuvo cuatro intervenciones y se había pasado meses en el
hospital. Sin nada más que hacer, observaba a las enfermeras y tenía bastante idea de
cómo apañárselas.
Lucius había abierto los ojos brevemente cuando se aproximó a la camilla.
—Nos ocuparemos de ti —le susurró. Él asintió y se desmayó.
Esa fue la primera vez que puso sus ojos en ella.
Desde entonces, lo había cuidado. No por lástima, no. En parte por rabia. Ella
también había sido sometida a una violencia demente, al igual que él. La violencia
del cruel y cobarde. Sabía exactamente lo que era y la idea de un hombre como este,
un héroe de guerra, que dedicó su vida a su país, siendo atado como un animal y
torturado… la volvió medio loca.

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Pero   la   verdadera   razón   de   cuidarle   fue   que   había   visto   a   través   del   hombre
desnudo y medio muerto que había llegado a Haven y vio, con mucha claridad, al
extraordinario   y   fuerte   hombre   que   había   sido.   Su   coraje   y   fuerza   habían   estado
claros   para   ella   desde   el   comienzo.   El   era   inteligente,   fuerte   y   valiente.   Incluso
atractivo,   como   ella   había   sido   hermosa.   Y   luego   habían   caído   en   manos   de   los
monstruos. Pero ella salió de esta y él estaba saliendo, y al verle recomponerse, había
perdido su corazón por él.
Él alargó la mano hacia su rostro, el dedo intentó seguir la peor de sus cicatrices,
pasándolo desde la ceja izquierda hasta la parte derecha de la mandíbula. La que
había costado sesenta y cuatro puntos de sutura. Tenía suerte de tener un ojo que
funcionara.
Por   instinto   Stella   se   retiró.   Nadie   la   había   tocado   desde   la   intervención   para
quitarle los puntos.
—No, no —susurró él—. No, querida. Shhh. Déjame tocar. —Su dedo ligeramente
áspero, resiguió la profunda cicatriz blanca una y otra vez, lentamente, de principio a
fin.
Aquella   había   sido   la   primera   cuchillada,   el   acosador   la   había   cogido
completamente   por   sorpresa.   Su   séquito   había   sabido   durante   años   que   tenía   un
acosador   violento.   Nadie   se   lo   contó   por   la   idea   de   que   ella   habría   “perdido   la
concentración”. Y ellos perdieron la gallina de los huevos de oro. El acosador le había
enviado   cartas   amenazadoras   y   regalos   horrorosos,   le   había   hecho   llamadas
intimidantes.   Todas   interceptadas.   El   hombre   que   ella   consideraba   su   ayudante
personal era un guardaespaldas. Su cuerpo muerto fue encontrado justo fuera de la
puerta de su habitación, en un charco de sangre.
Fue el corte que más dolió, partiendo su rostro y su vida en dos.
La   caricia   de   Lucius   fue   tan   suave,   sus   ojos   tan   comprensivos.   Simplemente
estaban   allí   sentados   en   la   silenciosa   habitación   con   su   dedo   siguiendo   su   peor
pesadilla desde la sien hasta la barbilla. Con el pulgar le secó las gruesas lágrimas
que brotaban de sus ojos.
Sus ojos… de algún modo sabían quién era ella. Nadie la había conocido. Su fama
había sido como un muro de piedra entre ella y el resto de la humanidad. Incluso sus
amantes disfrutaban de su cuerpo sin ni siquiera tocar su corazón. De todos modos,
no querían tocarle el corazón. Eso siempre había estado claro.
Este hombre, con la cara destrozada y el cuerpo  roto, este hombre le tocaba el
corazón.
Se   le   escapó   un   sollozo,   rápidamente   sofocado.   Ella   jamás   lloraba,   jamás.   Las
lágrimas eran… un error.

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—Calla, querida —le dijo, esa profunda voz tan tierna—. Todavía no he acabado
de hablar.
Ella asintió con la garganta demasiado cerrada para hablar.
—Te quiero, Stella. Sé que no tengo nada para ofrecerte, ni siquiera a mí mismo.
Apenas puedo sostenerme derecho. No tengo profesión, ni un lugar propio excepto
esto. Soy un hombre perseguido, junto a los demás. Si nos atraparan nos llevarían a
un   consejo   de   guerra,   pero   no   creo   que   llegáramos   al   tribunal.   Nos   dispararían
primero. No tengo nada parecido a un futuro. Ni siquiera volveré a ser un hombre
completo. Pero te juro que nadie te podría amar como yo te amo. Algún día estaré
completo. Lo creo totalmente. No será ni hoy ni mañana. Pero, crees… ¿crees que
podrías esperarme?
Aquel  fuerte, cicatrizado  y amado rostro era un libro abierto para ella, veía su
ansiedad. Aquellos oscuros ojos estaban trabados a los suyos.
Las lágrimas ahora caían libres, prendidas en sus labios vueltos hacia arriba. Ella
le acunó el rostro con la mano libre.
—No voy a esperarte, Lucius. —El se estremeció  y ella le agarró la mano más
fuerte—. No tengo que esperar. Ya soy tuya.

*    *

—¿Crees que Jon encontrará una pista en casa de Elle? —Catherine salió del baño
con la nube de vapor perfumado tras ella, como una diosa saliendo de las brumas del
tiempo.
Nube de vapor, diosas, brumas del tiempo. Jesús. Esos días Mac no reconocía los
pensamientos de su cabeza. Eran totalmente distintos a los pensamientos del Mac
A.C.   (Antes   de   Catherine).   Sin   embargo   parecía   estar   teniendo   muchos   de   esos
pensamientos.
Todo en su vida había cambiado desde Catherine, en particular el pequeño bulto
que ella mostraba en su vientre. Cuando lo veía, cuando lo tocaba, su corazón le daba
un enorme salto en el pecho. Su hijo. El hijo de ambos. Aunque Catherine era su
corazón y su vida, este hijo sería su único vinculo de sangre en el mundo. Solo de
pensarlo le daban escalofríos.
Catherine caminó hacia la cama, sonriendo tristemente. Si alguien sabía lo que era
ser perseguido por los gorilas de Arka Pharmaceuticals, esa era Catherine.

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Mac tendió los brazos y gruñó de satisfacción cuando ella entró en ellos. El mundo
estaba jodido sin remedio, pero cuando sus brazos se cerraron en torno a su esposa
casi   podía   oír   un   audible  clic,   como   si   una   pieza   de   una   maquinaria   sofisticada
estuviera trabajando correctamente.
Le pasó una mano por la oscura y suave melena.
—Si Jon no encuentra lo que necesitamos esta noche, atacaremos mañana con toda
la artillería. Todo el mundo echará una mano. Lo averiguaremos.
Bajando la mirada pudo ver la sonrisa femenina, notando como su cabeza asentía
contra el hombro.
No estaba del todo convencida. Cierto, eran solo unos pocos contra una enorme
corporación   multinacional,   pero   eran   los   mejores.   Y   tenían   dos   armas   secretas:
Catherine y Elle.
Entre las dos mujeres tenían como un billón de máster y estaban extremadamente
motivadas.
—Agradezco  lo que tú, Nick y Jon estáis haciendo. —Levantó  la vista hacia  él
acunándole la cicatriz de la quemadura de su cara. Como siempre, cuando le tocaba
allí era una sensación de intensa calidez y bienestar. Y algo más. Sus ojos abiertos de
par en par porque también captó el estallido de lujuria que se apoderó de él. No era
nada nuevo, Mac sentía un deseo primario cada vez que ella estaba cerca y estaban
solos.
Como ahora.
Estaba embarazada y trabajaba duro en la clínica, así que Mac lo intentó de veras,
se esforzó de veras para mantenerlo cubierto, o al menos mantener su pene abajo. Si
fuera por él o su polla, estaría acostada de espaldas toda la noche y la mayor parte
del día. Pero la quería demasiado para actuar bajo su lujuria cada vez que la sentía.
Ella nunca decía no, pero ahora podía leerla como un libro abierto. Si estaba cansada,
unas leves bolsas oscuras aparecían bajo sus preciosos ojos plateados y aquella piel
marfileña se volvía incluso más pálida. Entonces era cuando daba un paso atrás. Y
sabía   mantenerlo   metido   en   sus   pantalones   cuando   ella   estaba   absorbida   en   una
tarea.
Ahora estaba preocupada, estaba claro. Le suavizó el surco entre las cejas con el
pulgar.
—Tenemos que hacerlo, cielo —le dijo suavemente—. Aunque sea solo por Nick.
Porque iría solo si tuviera que hacerlo y sencillamente no podemos dejarle hacer eso.
Podía entender la preocupación de Catherine. Arriesgarían sus vidas por extraños.
Si los atrapaban a los tres, los ejecutarían. Lo tenían muy claro. Pero más importante
que eso y lo peor, era que si los atrapaban o si morían, Haven moriría y no lo haría

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bien. La pequeña comunidad que habían reunido a su alrededor era valiosa para él y
para   todos   ellos.   Habían   avanzado   hasta   la   total   autosuficiencia,   pero   todavía
dependían   de   lo   que   el   Ghost   Ops   pudiera   robar   o   sacar   del   mundo   exterior.
Dependían   del   Ghost   Ops   para   protegerles   y   dirigirles.   Si   desaparecían   los   tres,
Haven moriría. 
Y su hijo crecería sin padre.
Mac aplastó inmediatamente ese pensamiento. Catherine era demasiado perspicaz
con él para permitirse algo así en su mente.
—Sé que tenemos que rescatarles —dijo Catherine en voz baja—. No lo cuestiono.
Y no solo por Nick, por nosotros. —Le inspeccionó el rostro—. Tenemos que hacerlo.
Lo siento mucha intensidad.
Tío, cuando Catherine sentía algo con mucha intensidad era tan cierto como podía
llegar a ser. Pero lo que sentía no la hacía feliz. Las arrugas entre sus cejas estaban de
regreso y su boca estaba inclinada hacia abajo.
Bueno, Mac tenía una cura para eso.
—Lo sientes con mucha intensidad ¿eh?
Su   tono   debería   haberla   avisado   porque   ladeó   la   cabeza   y   entrecerró   los   ojos
mientras lo examinaba.
—Mac —le dijo.
Él movió las cejas.
—Yo también siento algo con mucha intensidad. Aquí. —Le agarró la mano y la
colocó justo sobre su pene y ostras, tío. Volvió a pasar. Había estado semi duro y con
su roce, ante aquella inmensa calidez que siempre sentía cuando le tocaba, se volvió
duro como el acero—. Puedes notarlo.
Lo acunó con la mano.
—Es totalmente una… sensación —susurró ella.
Mac se apretó aún más contra su mano.
—Sí. Tengo un fuerte presentimiento de que podrías hacer algo con esto. Olvídate
de los demás. Rescátame a mí.
Catherine se rió y tiró de él para besarle. Ella parecía excitada y feliz, justo lo que
quería.
Misión cumplida.

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*   *

—La recuperaremos. —dijo  Nick  en voz baja y Elle lo  contempló  sorprendida.


Sabiendo   lo   protector   que   era,   se   imaginó   que   intentaría   distraerla,   con   sexo
seguramente, porque al parecer era fácil distraerla de esa manera. Con él, al menos.
Pero Nick fue directamente al meollo de lo que ella sentía.
—Dios, así lo espero. —Elle entrelazó las manos y las separó, un viejo truco—. No
puedo soportar la idea de que la tengan en sus manos. Sophie es agradable. Buena y
amable, ¿sabes? —Alzó la mirada hacia él.
El rostro masculino era cariñoso.
—Lo sé. Como tú, como Catherine. ¿Te ayudaría saber que Jon, Mac y yo todavía
no hemos fallado en una misión? A excepción de aquella en que nos traicionaron.
Elle sonrió.
—De   hecho,   ayuda.   —Y   lo   hacía.   Si   había   alguien   en   el   mundo   que   pudiera
rescatar a sus colegas y a su mejor amiga, era Nick, con la ayuda de sus amigos. La
red de amistad se convertía en redes de salvación.
Estaban   sentados   en   la   cama,   Elle   apoyada   en   el   fuerte   hombro   de   Nick.
Encontrando consuelo simplemente con el contacto físico. Él colocó la mano sobre las
suyas, entrelazando los dedos.
—Déjame mostrarte algo —le dijo en voz baja al oído.
—¿Para distraerme?
—Sí,   eso   también.   Pero   también   porque   es   hermoso   y   deberíamos   tomarnos
tiempo para prestar atención a las cosas hermosas.
Elle torció la cabeza para mirarlo a la cara, con los ojos bien abiertos. ¿Nick, un
filósofo?
La boca masculina se arqueó.
—No tienes que mirarme así. No soy un animal. 
Ella le acunó el rostro con la mano libre.
—No, no lo eres. —De hecho, había sido un perfecto y total ser humano. Era una
nueva manera de mirarle, y eso le dio en el corazón con la fuerza de un puñetazo.
Parecía   cansado,   nuevas   arrugas   en   su   rostro.   Él,   Mac   y   Jon   eran   hombres
perseguidos   y   aún   así   en   vez   de   pensar   en   mantenerse   a   salvo,   protegían   a   una
comunidad entera.

~219~
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Se había echado enteramente sobre sus hombros los problemas de ella con tanta
naturalidad que solo ahora se daba cuenta de ello.
Elle   había   estado   casi   ciega   por   su   atracción   sexual   hacia   él   y   los   fuertes
sentimientos que le provocaba. Lo había visto casi como a un superhombre, algo más
que un hombre. Y lo era, pero también era un hombre. Que seguramente se sentía
cansado   y   abatido,   entristecido   por   que   su   vida   como   soldado   se   hubiera   ido   al
traste, sintiendo el peso de la responsabilidad por las muchas almas de Haven que
dependían de él y sus compañeros.
Pero nunca lo dejaba ver.
Ahora   veía   al   hombre   completo.   Con   todos   sus   puntos   fuertes   y   muy   pocas
debilidades. Ella era una de sus debilidades.
—Enséñamelo —le susurró. Si había algo hermoso que él quería que ella viera,
quería verlo.
—De acuerdo. Prepárate.
Nick cogió algo, presionó algo, y a Elle se le quedó el aliento atrapado en sus
pulmones.
Las paredes de la habitación simplemente… desaparecieron. Era como si la cama
hubiera sido transportada mágicamente al bosque por un mago benevolente. Todo a
su alrededor estaba muy nevado bajo la luz de la luna, una luna brillante apenas
visible entre las nubes. Antes había nevado y el pronóstico era de más nieve. Aunque
por   ahora,   la   escena   era   tranquila   y   delicada.   Una   foto   de   postal   perfecta   en   un
mundo imperfecto.
—¿Te gusta? 
La voz grave de Nick estaba justo en su oído y ella se estremeció. Todo se sentía
tan… magnífico. La belleza de la escena… su cama mágicamente transportada a un
bosque encantado… el amor que sentía por el hombre a su lado. El intenso cariño
que estaba empezando a adquirir por la comunidad de proscritos a los que se había
unido.
—Me encanta. ¿Cómo lo…? —Se le entrecortó la voz porque le estaba besando la
piel súper sensible de detrás de la oreja y porque su mano la acariciaba subiendo por
el muslo llevándose el camisón con él.
—¿Hmm?   —ronroneó.   Ella   sintió   la   vibración   de   su   pecho   desnudo   contra   la
espalda. Nick dormía desnudo, lo cual pensó era un poco excesivo. Vestido era una
tentación. Desnudo, era sencillamente irresistible.
—¿Cómo   lograste   que   las   paredes   desaparecieran?   —Porque   eso   era   mucho
incluso para Nick. Incluso para Haven.

~220~
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Ghost Ops 02

—No   han   desaparecido.   Se   han   convertido   en   monitores.   Lo   que   estás   viendo


proviene de las cámaras remotas con las que hemos cercado Haven. Esto es un lugar
concreto, uno de mis favoritos. Pero después programaremos otros lugares que te
gusten. Esta escena es en directo, pero podríamos ver una grabación. La salida del sol
o la puesta. —La mano masculina encontró su centro y con un dedo áspero le rodeó
la entrada. Su cabeza cayó hacia atrás contra el hombro masculino—. Cualquier cosa
que quieras, cielo.
—Dios, Nick.
—¿Sí? ¿Esto es lo que quieres? —Un dedo grande se deslizó dentro de ella y se
estremeció. Diez minutos antes si alguien le hubiera preguntado, habría dicho que no
estaba para sexo. Demasiado cansada, demasiado tensa y demasiado asustada. Pero
eso era antes y esto era ahora. Todos sus problemas y preocupaciones se fundieron
en algún lugar fuera de ella. Tal vez se arremolinaron en aquel espléndido paisaje
exterior. Todavía estaban allí, pero lejos. Regresarían, por supuesto, pero por ahora,
estaba concentrada en su cuerpo. En la sensación de un Nick desnudo a su espalda,
su dedo acariciándola apasionadamente en su interior.
La mordió. Ligeramente, no lo suficiente para hacerle daño pero sí para asegurarse
sacarla de su abstracción, como una descarga de electricidad. Se le puso la carne de
gallina y notó humedecerse su sexo, más abierto para él.
—Eso es, cielo —le susurró directamente al oído y ella se estremeció—. Piensa en
esto. Piensa en mí haciéndote esto. —Deslizó el dedo más hondo en su interior, lo
sacó, y profundizó aún más—. No pienso en nada excepto en esto.
—Hablando de pensar…
Ella pegó un brinco cuando el pulgar rodeó su clítoris y Nick aumentó la presión
sobre   ella.   Podía   notar   su   pene   erecto   contra   la   espalda,   pero   no   hizo   ningún
movimiento para entrar en ella. Solo la sujetaba, la tocaba, la mordía y la lamía, todo
mientras su dedo se movía en sus ahora resbaladizos pliegues con un leve sonido de
succión y todo lo que ella era, todos sus sentidos se arremolinaron interiormente en
un círculo incluso más tenso hasta que con la última caricia de su pulgar, cayó por el
vértice, tensándose a su alrededor infinitamente mientras el clímax se apoderaba de
ella.
—Oh —suspiró.
—¿Pensando en qué? —Esa profunda voz en su oído. Elle se estremeció.
—¿Qué?
—Pensar. Dijiste: hablando de pensar…
Mmm. Pensar. Ahora mismo eso era una actividad inútil, cuando cada célula de su
cuerpo se sentía llena y henchida. Suspiró de nuevo.

~221~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick le dio un golpecito en el hombro con el suyo.
—Ibas a decir algo.
—Sí, me distrajeron.
—Concéntrate.
Concéntrate. Más fácil de decir que de hacer mientras él le estaba acunando un
pecho. Pero el pensamiento había sido importante…
—Oh
—¿Sí?
Giró la cara hacia él, poniéndole una mano en el pecho. La rala barba incipiente le
hizo cosquillas en la mano.
—Debería afeitarme.
—Sí,   deberías,   pero   no   era   eso   lo   que   quería   decir.   Catherine   me   contó   que
sospechaba que el sexo, el buen, buen sexo, lo cual asumo es del que ella y Mac
tienen, incrementa su poder. Cree que el sexo la hace ligeramente telepática, aún más
con Mac.
La sonrisa de Nick se amplió.
—El sexo ¿eh?
—El buen, buen sexo —dijo ella remilgadamente.
—Ya lo veremos. —Nick salió de detrás de ella, la acostó en la cama. La besó,
interminablemente, acunándole la cabeza con una y mano y acariciándole el sexo con
la otra. Estaba muy, muy húmeda, casi embarazosamente húmeda. Hizo círculos con
su   dedo   y   luego   la   penetró.   Ella   estaba   casi   hiper   excitada   desde   el   clímax.   La
sensación   de   su   áspero   dedo   sobre   sus   tejidos   sensibles   fue   casi   eléctrica   en   su
intensidad.
Apartó la mano pero antes de que ella pudiera objetar, le hizo rodear su erección
con la suya.  Dios mío.  Se sentía tan  bien.  Dura y caliente, la piel casi aterciopelada.
Bombeó   arriba   y   abajo   con   la   mano,   notando   el   efecto   sobre   él.   Se   le   aceleró   la
respiración, le mordió la boca, los duros músculos de su espalda se pusieron incluso
más duros.
—Ponme dentro de ti —le susurró en la boca.
Elle cambió de posición, abriendo aún más las piernas, lo trajo hacia ella y casi
gritó cuando la penetró, caliente, duro y profundo. Ambos se quedaron inmóviles
durante un instante, como si moverse fuera un exceso sensorial.

~222~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick levantó el torso apoyándose en sus antebrazos y la miró a los ojos mientras
empezaba   a   moverse   en   su   interior.   Al   principio   lentamente,   observando   cada
centímetro de su rostro mientras ella lo miraba. Qué maravilloso observarle, ver el
placer que ella le daba mientras sentía la lenta dulzura del placer que él le daba a
ella. Trabó los tobillos en su cintura, adorando la sensación de sus duros y gruesos
músculos, moviéndose sobre ella, dentro de ella.
Se movió para besarle el hombro sudoroso, los ojos cerrados. Te quiero tanto, Nick,
pensó y de pronto él se quedó inmóvil.
Ella   abrió   los   ojos   para   encontrarse   con   el   rostro   de   Nick   distendido   por   la
sorpresa.   Sus   ojos   resplandecían   con   una   luz   sobrecogedora,   la   piel   tensa   en   sus
pómulos, los tendones del cuello tirantes por la tensión.
—Yo también te quiero, Elle —dijo. Ella se llevó la mano a la boca sorprendida.
Te he oído. En mi cabeza. Su voz. Dentro de la cabeza de Elle.
Yo también te oigo.
Nick   la   besó   salvajemente,   entrando   en   ella   casi   con   violencia.   Duro,   rápido,
frenético, como si estuviera intentando arrastrarse en el interior de su cuerpo, como
si físicamente pudiera convertirlos en uno.
Ahora Nick.
Sus movimientos se hicieron incluso más rápidos mientras se aferraban el uno al
otro con desesperación y llegaron al clímax con la misma desesperación. Ella podía
notar   sus   músculos   internos   contrayéndose   con   fuerza   en   torno   a   él,   como   si   lo
atrajera incluso más hondo en su interior.
Nick se desplomó sobre ella, sin fuerzas y sudoroso, abrazándola tan fuerte que
ella casi no podía respirar.
Cuando él susurró duerme en su cabeza, ella lo hizo.
Dormir se apoderó de ella como un querido amigo y cayó una y otra vez en su
abrazo. Las imágenes florecieron, brillantes y surrealistas, cosas de sueños.
Y entonces… y entonces Soñó.
Volaba a gran altura sobre la tierra, un ser absoluto, no limitado por las reglas del
espacio y el tiempo. Sin emoción, solo propósito, directo como una flecha a la ciudad
en la bahía, hacia las jaulas invisibles y los rostros desesperados de amigos retenidos
por monstruos, amigos que habían perdido la esperanza, amigos que la llamaban…
Pegó un bote en la cama. Nick también se incorporó, girando su rostro sobrio y
serio hacia ella.
—Sé dónde están —le dijo y él asintió.

~223~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

*     *

Palo Alto

Jon estaba agachado en los arbustos a una manzana de distancia de la casa de Elle.
Comprobó su portátil. Tenía una pantalla especial que era visible solo para  él vía
unas lentes en sus binoculares de visión nocturna. No emitía luz que pudiera ser
vista por nadie más.
Revisó las imágenes enviadas por el drone sobre su cabeza. Primero, se comprobó
a sí mismo, satisfecho pero no sorprendido al ver que no aparecía en ninguna parte
del espectro… visualmente no, ni en el infrarrojo, ni el térmico. Iba cubierto de la
cabeza a los pies con un uniforme secreto que no estaría disponible para los civiles.
Técnicamente, tampoco estaba disponible para él. Lo había sacado de una instalación
militar en Texas.
El drone mostraba que el vecindario estaba vacío, sin gorilas de seguridad ocultos
para   vigilar   a   una   científica   sola   que   tal   vez   quisiera   volver   a   su   casa.   Lástima.
Hubiera agradecido una pelea.
Aquellos eran los mismos capullos que habían torturado a su capitán y a tres de
los mejores compañeros del mundo. Jon tuvo que pararse un segundo para contener
su rabia. La rabia no iba a traerle nada bueno. Solo cuando pensaba que la tenía bajo
control una visión de la amiga de Elle, Sophie apareció fugazmente en su cabeza.
No   se   parecía   a   Catherine   o   Elle,   pero   tenía   un   aire:   lista,   amable,   inocente.
Alguien  que  trabajaba  para  el bien  de la humanidad.  Y por encima de  todo  eso,
hermosa.   El   mundo   no   hacía   a   muchas   mujeres   así   y   ahora   ella   también   era
perseguida.
Ella, también, podría acabar como Lucius, un animal atormentado, una rata de
laboratorio perseguido hasta la muerte.
¡Mierda!
Esperó otro segundo para conseguir estar bajo control. Eso fue una sorpresa. Jon
tenía   mucho   autocontrol.   Sabía   exactamente   qué   clase   de   rostro   presentaba   al
mundo.   Relajado,   tranquilo   y   mundano.  Mac  y   Nick…   ahora   parecían   guerreros.
Fríos  y  duros e imponentes.  Jon no. Cultivaba aquel  aspecto  relajado  y  amistoso.
Aquellos que no lo conocían seguramente pensaban que se tranquilizaba con drogas.

~224~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

No podían saber lo mucho que odiaba las drogas. Y no podían saber que era un
soldado que había matado muchas veces.
Jon se mantenía indiferente, haciendo lo que sabía tenía que ser hecho, pero más
como   un   control   de   plagas   acabando   con   las   cucarachas   que   un   hombre   en   una
cruzada.
Aunque no se sentía tranquilo o indiferente cuando pensó en Sophie Daniels en
manos de los hombres que habían torturado a su capitán y a sus compañeros. Sentía
una   rabia   candente,   tan   potente   que   distorsionaba   sus   sentidos.  Joder,  pensó.
Contrólate. No iba hacerle bien a nadie regodeándose en sus emociones, imaginando
incluso  ahora  la bonita amiga de  Elle atada  en una mesa,  siendo  cortada, siendo
herida…
Mierda.
En   los   Ghost   Ops   le   habían   enseñado   a   controlar   su   sistema   autónomo.   Eran
tiradores y podían ralentizar su ritmo cardíaco para pegar el tiro. Se agachó durante
otro minuto completo, los ojos cerrados, disminuyendo su respiración, bajando su
latido, resuelto a no pensar en la bonita Sophie Daniels siendo herida.
Entonces   podría   ir   tras   los   capullos   que   se   la   habían   llevado   y   arrancarles   el
corazón.
De acuerdo.
Abrió los ojos de golpe y avanzó como un rayo laser concentrado en la misión.
El   vecindario   era   uno   tranquilo   de   edificios   de   apartamentos.   Salió   como   un
fantasma de los arbustos hacia el árbol y el coche, seguro que nadie lo veía y seguro
que no iba a aparecer en los videos de vigilancia. Cuando tuvo la casita de Elle a la
vista   se   detuvo   y   golpeteó   en   su   portátil.   Era   de   su   invención:   el   equivalente
electrónico  de un radar para detectar  cualquier  detonador oculto o cables trampa
alrededor de la casa. Tenía un radio de 500 metros y cuando el monitor no mostró
nada siguió avanzando.
Ahora podía ser rápido. Pasó la puerta principal de seguridad y subió las escaleras
hacia la segunda planta. En un momento, abrió la patética cerradura de Elle y estuvo
dentro del apartamento.
Había sido destrozado, al igual de destrozada que la casa de Catherine. Fue hecho
sistemáticamente,   casi   científicamente.   Todo   lo   rompible   había   sido   roto,   todo   lo
blando rajado, todo lo electrónico hecho trizas.
Bueno, ella no iba a volver. Esa puerta estaba cerrada para siempre. Estaba con
Nick y Nick formaba parte de Haven en Mount Blue. Jon sacó unas cuantas fotos
para Elle, enviándolas al centro de operaciones, luego entró en el baño. Como era de
esperar,   allí  estaba,   en  el lavabo.  El sensor  había  estado   en  el  brazo  de   Elle.  Los

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Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

gorilas que habían destrozado su casa sencillamente lo habían dejado allí. No iba a
llevarles a Elle, no iba a llevarles a ninguna parte excepto a su baño vacío.
Lo recogió con las pinzas que Catherine le había dado y lo examinó, haciendo una
mueca cuando vio la sangre y los trocitos de carne pegados al cableado de la parte de
abajo del chip. Sacarlo tenía que haber dolido un huevo. 
El  chip en sí mismo era  diminuto, una carcasa de un duro  compuesto  que no
presentaba   ninguna   abertura   visible.   Era   un   radio   transmisor,   claro,   pero
presumiblemente tenía que tener una función para el volcado físico de información.
Acercó   el   chip   a   sus   gafas,   con   un   golpecito   a   costado   las   convirtió   un   potente
microscópico y  ¡Ah!  Aquí estaba. El más minúsculo de los portales,  ¡Sí! Tenía a los
capullos.
Tenía el hilo más delgado de fibra óptica existente y con la ayuda de las pinzas lo
encajó   en   el   portal   y   empezó   la   descarga.   La   información   empezó   a   aparecer
inmediatamente   en  su  pantalla.  Primero  la  información  física  de   tres   meses   atrás
cubriendo cada aspecto del cuerpo de Elle y luego, al final, un código conectando
este sensor de rastreo con los demás. Otros diez sensores, por los diez otros pobres
hijos de puta que estaban en manos de los monstruos, incluida Sophie. Seis códigos
estaban   inertes,   lo   cual   seguramente   significaba   que   los   pobres   cabrones   estaban
muertos.
Superpuso   la   información   de   los   cuatro   códigos   vivos   en   un   mapa   de   GPS   y
contempló la pantalla durante un minuto completo, inhalando y exhalando. Cuando
estuvo seguro que tenía la voz bajo control, encendió su unidad de comunicación y
habló.
—Sé dónde están.

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Lisa Marie Rice

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Capítulo 13

San Francisco

A las cinco A.M., tres horas antes del amanecer, el helo aterrizó silenciosamente
en el techo del edificio de Arka, cuarenta pisos de altura. Aunque había dejado de
nevar y el cielo se había aclarado, Nick estaba seguro de que nadie los veía. La única
forma en que podían haber sido detectados era si alguien en Market Street estuviera
mirando  al cielo  nocturno  y  viera como  las estrellas  desaparecían  un segundo. E
incluso entonces, podría ser una nube que pasara. Una rápida nube en movimiento.
Jon   había   volado   de   vuelta   a   Mount   Blue   para   recogerlos   y   llevarlos   a   San
Francisco. Había planeado solo un momento sobre una unidad de alquiler en Cow
Hollow y Mac había bajado en rappel. Mac estaba ahora recorriendo su camino en
una gran Van negra que habían escondido allí y aparcaría en la esquina de la entrada
delantera  del  alto  y esbelto  edificio  sede  de Arka, porque  tenían la esperanza  de
encontrar los cuerpos vivos de los amigos de Elle en algún lugar dentro del edificio.
No tenían ojos dentro del edificio, ninguno. Jon no había conseguido abrir brecha
en la seguridad del edificio, por primera vez. Lo único que tenían era los planos del
edificio, copiados en el Ayuntamiento.
Así que el edificio de Battery Street era impenetrable en términos de información.
Todo lo que podían hacer era irrumpir y esperar lo mejor.
No era el mejor plan de infiltración que habían planeado jamás. Pero era el único
que tenían.
Elle se había incluido. Dijo que estaría esperándolos en Arka y que contactaría con
él telepáticamente. Cuando dijo aquello, Mac y Catherine no habían parpadeado. Si
Elle   podía   establecer   contacto,   Jon   y   él   estaban   completamente   preparados   para
encontrar a los prisioneros y pelear en el camino de salida como pudieran. Mac se
uniría a ellos si era necesario.
No era una misión suicida. No lo era. Nick seguía diciéndose aquello.

~227~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Le echó un vistazo a Jon. Era exactamente el tipo de misión que apelaría  a su
sentido del absurdo y esperaba encontrar una media sonrisa en la cara de Jon. No la
había. Lo que había era una cruda determinación y aquello lo sorprendió. 
Nick odiaba ir a ciegas. Todos lo hacían. Cuanta menos información tenias, mayor
era la posible cagada, en una situación donde la cagada era sinónimo de desastre
mortal. Aunque Jon se las había arreglado para conseguir los planos del edificio, no
estaban los pisos detallados, lo cual era ilegal. Cada plano registrado en el Servicio de
Inspección   de   Edificios   tenía   que   ser   completo   tanto   en   arquitectura   como
infraestructura, pero de alguna forma Arka había engrasado algunas palmas y varios
pisos estaban en blanco. Ni siquiera estaba claro si tenían electricidad. Y el edifico se
detenía en la planta baja, lo que Catherine y Elle decían que no tenía sentido. Así que
también había pisos subterráneos.
¿Cuántos?
¿Quién coño lo sabía?
Nick tenía la mandíbula tan apretada que le dolían las sienes y se dio cuenta de
cuanto costaba ir a la batalla cuando tenias a alguien a quien amabas esperando que
volvieras   a   casa.   Ghost   Opps   requerían   muchísimo   sentido.   Ellos   habían   sido
investigados,   cuidadosamente   elegidos,   de   forma   que   ninguno   tenía   a   nadie
esperándolo en casa. Ni mujeres, ni niños, ni siquiera un jodido pececito de colores…
y Nick lo tenía, lo tenía profundamente incrustado en los huesos.
Porque desear volver a casa, desear encarnizadamente aferrarse a cualquiera que
te estuviera esperando después de las operaciones era el camino más seguro para
tener la cabeza fuera de la operación. Y tener la cabeza fuera de la operación era
como ponerte una pistola apuntando a la cabeza y apretar el gatillo.
Joder.
La   preparación   para   las   operaciones   era   un   atributo   físico,   seguro.   Entrenar,
disparar,   entrenar   mas,   disparar   más…   hasta   que   era   algo   automático   y   se
reaccionaba más rápido de lo que se pensaba.
Pero   tenías   que   pensar.   Tenías   que   planear   tus   movimientos   en   situaciones
constantemente en evolución que nunca jamás eran como en la sesión informativa
pre­op.   Ningún   plan   de   batalla   sobrevivía   jamás   al   contacto   con   el   enemigo.   La
mierda aparecía y tenías que adaptarte.
Tenias que ser completamente uno con la op en tu cabeza. No pensar en nada más.
Olvidar el hecho de que dejaba a una Elle con la cara blanca detrás, haciendo lo
imposible —como lo hacía Catherine con Mac— para ser optimista y valiente. 
Y la mierda era… que él también estaba aterrorizado.
Bueno, otra vez joder.

~228~
Lisa Marie Rice

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Ghost Ops 02

Un guerrero no podía tener pensamientos como aquel enredando en su cabeza.
Tenía que estar centrado en la misión y listo para morir.
Nick no estaba listo para morir. Ni siquiera cinco. Quería vivir con Elle por el resto
de   su   vida.   En   Haven,   en   Mount   Blue.   Pronto   llegarían   a   ser   completamente
autosuficientes   y   podrían   volverle   la   espalda   al   mundo   roto   y   vivir   en   un   feliz
aislamiento. Vivir el resto de su vida con Elle… Oh, Dios. Despertar junto a ella,
comer con ella, dormir con ella. 
Joderla.
La   idea   lo   sacudió.   Primero   porque   le   disparaba   un  crudo   subidón  de   calor   a
través de su cuerpo; y segundo porque por primera vez en su vida  se daba cuenta de
que había estado haciendo el amor con Elle, no jodiéndola y…
Oh,   mierda.   Eso   era.   Quería   aquello   para   el   resto   de   su   vida.   La   quería.   La
necesitaba.
Nick…
—La   azotea   está   abierta   —la   voz   inexpresiva   de   Jon   rompió   su   fiesta   de
autocompasión y de repente Nick estaba de vuelta, centrado  y listo para dejar  el
trabajo hecho.
Comprobó cuidadosamente la azotea, marcando la apertura del Sistema de Visión
Nocturna. Llegaba alguna luz desde la luz de aviso para aviones sobre un palo que
sobresalía unos quince metros en el aire sobre sus cabezas, y lo cegaba.
Nick…
El  campo  era   verde   y  plano.  Lo  dividió   en cuartos…  un  cuarto  del  campo   de
visión, ciego, otro cuarto…
Allí estaba. La puerta de la azotea. Abierta, exactamente como Jon había dicho.
Levantó la vista y sus ojos se encontraron. Esto no es bueno. También podrían haber
dicho las palabras en voz alta.
Nick. Algo va mal.
Nick saltó cuando se dio cuenta de que Elle había estado tratando de contactar con
él.   ¡Ella   lo   había   hecho!   Ella   había   dicho   que   trataría   de   ir   por   delante   cuando
aterrizaran en el techo del edifico Arka.
Nick…
Por un segundo Nick olvidó que estaban sobre el techo de un edificio con una
gran seguridad intentando rescatar a cuatro personas que estaban Dios sabia donde y
Dios sabía en qué condición. ¿Qué importaba? Elle estaba allí con él.

~229~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Y ahora la sentía por completo, como una dulce mano acariciándolo, una calidez
constante en su cabeza. 
—He pillado a Elle —le dijo a Jon.
La boca de Jon se tensó.
—¿Si? ¿Qué dice?
—Que algo va mal.
La respuesta de Jon, casi según el guión, debería haber sido  No mierda, Sherlock.
Pero no dijo eso. No dijo nada. Solo su boca se tensó de nuevo. 
En un segundo, ambos estaban en cuclillas, armas en mano, moviéndose hacia la
puerta abierta desde dos direcciones diferentes. Si era una trampa, quizás uno de
ellos   pudiera   sobrevivir.   Elle   lo   siguió   en   su   cabeza,   completamente   quieta,
entendiendo   por   instinto   que   él   no   podía   entretenerse   con   las   distracciones.
Alcanzaron la puerta. Solo estaba abierta unos centímetros y detrás estaba oscuro.
Jon se pegó al suelo por la parte derecha, con el arma en el hombro. Nick esperó un
momento, intentado oír que había al otro lado.
No hay nadie, una voz fantasmal susurró en su cabeza.
Bien, si así era como iba a funcionar, tendría que confiar en ella. 
Pateó la puerta para abrirla, saltando sobre la alta barrera diseñada para evitar que
las lluvias fuertes se colaran por la escalera, aterrizando con suavidad en un rellano,
al arma preparada y completamente listo para encararse con el enemigo…
Que no estaba allí.
Nadie en la escalera. Elle sonaba insegura. Desconcertada.
Nick escudriñó sobre la barandilla hacia los últimos tramos que se dirigían hacia
abajo. Había tenues luces de emergencia en los rellanos, pero no ayudaban. El final
estaba allá abajo en algún lugar pero invisible.
La sede de Arka ocupaba todos los pisos desde el veintidós hasta la planta baja.
Nick sacudió el arma y entraron en un ritmo conocido, Nick pisando con ligereza
en   los   bordes   de   los   escalones,   cubriendo   el   campo   de   tiro   por   debajo,   Jon
moviéndose de espaldas cubriendo el campo de tiro por arriba. Ambas armas listas,
los dedos en los gatillos. Podían disparar desde aturdidor a balas en una fracción de
segundo.
Vamos.
En el piso veintidós, la puerta de acceso estaba entreabierta. Hasta ahora todas las
puertas habían estado cerradas, con un teclado en la pared cerca de cada puerta. Nick
apuntó otra vez y lentamente abrió la puerta con el cañón de su arma.

~230~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

¡Jesús! Un hombre estaba tirado en el suelo, un charco de sangre alrededor de su
cabeza. Un oficinista, vestido con camisa blanca y pantalones negros. Yacía de lado,
con un brazo en un Angulo forzado.
La garganta estaba arrancada de cuajo. Algo… ¿alguien? Le había arrancado un
enorme pedazo de la garganta y se había desangrado.
Está muerto.
Nick asintió a Elle en su cabeza. Sí. No necesitaba estirar la mano con dos dedos
sobre la carótida para comprobarlo. 
Buscó los ojos de Jon.
¡Nick! ¡Detrás de ti! La voz de Elle aulló en su cabeza y él se giró justo cuando algo
caía sobre él, una bestia emitiendo terribles ruidos animales, una criatura con sangre
esparcida por la cara, las manos levantadas y extendidas hacia  él. Aquello dio un
gran salto y…
Cayó sobre el suelo en un montón sin vida, la mitad de la cabeza arrancada de un
disparo. Nick había optado por las buenas balas pasadas de moda.
—¡Jesús! —la voz de Jon le llegó en un áspero susurro.
Ambos cayeron sobre una rodilla, listos para enfrentarse con cualquier locura que
pudiera estar aproximándose, pero no había ninguna. Nick se centró en el hombre
que lo había atacado y se levantó lentamente. No se había dado cuenta de muchos
detalles…   demasiado   ocupado   matando   al   jodido…   pero   ahora   se   aproximó   al
cadáver. El… hombre estaba cubierto de sangre y tenía… Jesús. Nick se inclinó sobre
él. ¿Tenía una oreja humana en la boca? Mientras atacaba, el hombre había parecido
todo dientes y garras, pero ignorando la sangre y la oreja, parcia un ejecutivo. Un
ejecutivo   falto­de­forma­física   que   probablemente   utilizaba   un   carrito   de   golf
alrededor del campo un par de veces al mes, justo antes de una copiosa comida en el
club.
Estaba rechoncho. Su camisa, una vez blanca y ahora roja, tensaba los botones del
vientre.   Estaba   quedándose   calvo.   Su   traje   era   de   buena   calidad   y   los   zapatos
brillantes… y había ido hacia Nick como un enorme oso enloquecido.
Nick…
¿Si cariño? 
Pensaba distraído, tratando de encajar los dos hombres, dos miembros de buen
nivel del tipo obreros de oficina, uno mutilado y el otro…. ¿mutilador? Nick le dio
un golpecito con el pie al primer hombre en la cabeza, moviéndosela a un lado y otro.
La oreja de la boca del segundo hombre no era de este. Era de alguien más.
Así que esto, fuera lo que fuera, no se había limitado a estos dos.

~231~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick, coge el ascensor y baja en el segundo nivel del sótano. Ahora. La voz de Elle era
ahora más que un susurro, y contenía urgencia.
Se volvió a Jon.
—Elle dice que bajemos con el ascensor el segundo sótano. Ahora.
Nick no estaba seguro de Jon al cien por cien. Cuando la mierda les había llovido
en el Cambridge Lab —perteneciente a la misma empresa que estaba lanzándoles
mierda encima ahora mismo— Era la segunda misión de los Ghost Opps para Jon.
Cuando ibas a la batalla un montón de veces con alguien y salías vivo, se forjaba un
lazo. Después de solo dos misiones y la tercera se iba al diablo… bueno, Jon podía
fácilmente cuestionar una orden.
No dudó.
Ambos corrieron al ascensor y Nick pulsó 2. Las luces parpadearon, se cortaron,
volvieron.
—¿Qué coño? —dijo Jon.
Nick sacudió la cabeza. No tenía ni idea.
Corre, le llegó el susurro de Elle en su cabeza. 
Un clic, luego la voz de Mac.
—En posición.
Nick se dio un golpecito en la oreja.
—Roger —luego pasó a Haven—. Catherine ¿Qué está haciendo?
El espíritu de Elle estaba aquí de una forma que Nick no podía explicar pero sabía
que era cierto. Su cuerpo, sin embargo, estaba en Haven en una especie de coma.
Aunque Nick sabía, racionalmente, que estaba segura y en las manos de Catherine,
su parte irracional no estaba contenta con la situación. Cualquier parte de Elle que
estuviera aquí no podía recibir un tiro y morir, pero había algo que lo asustaba hasta
la medula de los huesos. Aquí había algo diabólico. Había estado en un montón de
sitios donde las fuerzas del mal trabajaban. Donde el odio, la avaricia y la lujuria por
el  poder eran poderosas motivaciones y  él podía manejarlas. Todos los guerreros
enfrentaban   lo   peor   de   la   naturaleza   humana   y   luchaban   con   ella.   Por   eso   eran
guerreros.
Pero   había   algo   de   lo   que   estaba   ocurriendo   aquí   que   lo   asustaba   a   muerte   y
quería a Elle lejos, lo más lejos posible de aquí. En espíritu menos que en cuerpo,
pero aun si, lejos.
Le llegó la voz de Catherine, calmada y delicada. Jon no reaccionó y Nick se dio
cuenta de que ella solo había abierto su canal.

~232~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Elle está bien. Los signos vitales son estables. Estoy a su lado y no la dejaré hasta
que despierte o hasta que vosotros estéis de vuelta.
Los músculos se le aflojaron. Catherine se quedaría al lado de Elle.
No te preocupes por mí. El tono en su cabeza era duro.  Presta atención. Vas a tener
que   actuar   rápido.   Un   silencio   de   un   segundo   en   su   cabeza,   y   justo   cuando   el
ascensor alcanzaba el segundo sótano con un ping, Elle reapareció. Dos… cosas. Justo
fuera del ascensor.
Justo antes de que las puertas se abrieran, Nick le dio un golpecito a Jon en el
hombre y se agachó. Jon siguió su ejemplo y se dejó caer.
—Dos.   Todo   ojos   —susurró   y   entonces   las   puertas   se   abrieron   y   ambos   se
movieron hacia fuera, Nick a la derecha, Jon a la izquierda y…
¡Oh Dios! 
Era una masacre.
Había   cuerpos   muertos   por   todo   el   corredor,   todos   con   batas   blancas   de
laboratorio   manchadas   de   sangre.   Ríos   de   sangre.   Algunos   habían   sido   hechos
pedazos, no por cuchillos sino por lo que parecía las manos desnudas.
El olor cobrizo de la sangre se mezclaba con la orina y el inconfundible olor de las
heces… el olor de las muertes violentas. 
El suelo de linóleo estaba resbaladizo por la sangre, las paredes blancas estaban
manchadas con ella, incluso había salpicaduras en el techo.
¡Nick!
Dos… cosas llegaron derrapando alrededor de la esquina, salpicados de sangre,
las  bocas  abiertas  y  las  manos  convertidas   en  garras.   Se  acercaban   tan  rápidos   y
agresivos como cualquier soldado, solo que no eran soldados. Nick y Jon dudaron
porque eran claramente civiles. O habían sido civiles. 
Un hombre y una mujer en lo que habían sido batas blancas, ahora rígidas por la
sangre. La mujer  era  joven, asiática y bonita. O había sido  bonita. Ahora su cara
estaba contorsionada por una rabia sin expresión y aceleró gritando pasillo abajo,
dejando al hombre atrás. El hombre era delgado, la bata de laboratorio le aleteaba
alrededor de las piernas, también manchada de sangre, también alterado. Se estaba
quedando calvo con un mechón colgándole sobre los ojos el cual rebotaba mientras él
se tambaleaba pasillo abajo.
—Jesús   —susurró   Jon.   El   hombre   estaba   corriendo,   intentando   correr,   con   un
tobillo roto. Era como si no lo sintiera, como si ni siquiera lo percibiera. Parecía que
todo lo que sintiera fuera una rabia cruda mientras se arrastraba tan rápido como
podía hacia Nick y Jon.

~233~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

No había nada humano en sus ojos, las pupilas dilatadas casi hasta el borde del
iris de forma que sus ojos parecían negros. La mujer soltó un grito terrorífico y saltó
con las garras fuera…
Nick…
Jon disparó a la mujer y Nick al hombre, una neblina roja formó un halo alrededor
de sus cabezas, dos perfectos disparos a la cabeza tan cerca uno de otro que sonaron
como uno.
Corredor abajo, a la derecha.
—Abajo, a la derecha —dijo Nick y lo costó un esfuerzo mantener la voz firme. 
Nick y Jon compartieron una rápida mirada y luego avanzaron, pasando sobre la
mujer   cuyo   cerebro   estaba   esparcido   sobre   el   suelo   y   la   pared.   Sus   manos   aun
estaban arqueadas en garras. El hombre había caído de espaldas, la sangre goteaba
por la parte trasera de su cabeza. El tobillo roto era una fractura complicada. Hueso
blanco salía desde un calcetín gris y el pie, sujeto solo por la piel, yacía sobre el suelo.
Coge su pase.
Nick se inclinó para soltar el pase del bolsillo de la blanca bata de laboratorio.
Durante un segundo, Nick estudió el pequeño y nítido holograma de un investigador
exitoso   de   mediana   edad   con   una   sonrisa   amable.   Sus   ojos   lanzaron   una   rápida
mirada a la cara del hombre muerto que aún conservaba la mueca. Si no hubiera
visto al hombre muerto y el holograma al mismo tiempo, nunca hubiera creído que
se trataba de la misma persona.
Deprisa.
Nick tuvo que ocultar el absoluto terror que sentía y concentrarse en la misión. De
todos   los   horrores   de   guerra   que   había   visto,   este   era   indudablemente   el   peor.
Trabajadores   de   laboratorio   perfectamente   normales   que   repentinamente   se
transformaba en salvajes feroces.
Agitó la mano hacia delante y luego a la derecha y Jon y  él avanzaron al trote,
ambos   olisqueando   el   aire.   Algo   se   estaba   quemando.   Empezaron   a   correr.   Ser
atrapados en un subterráneo por un incendio era una pesadilla. Ya le había ocurrido
a Nick en Cambridge y no estaba impaciente por repetir la experiencia.
Giraron una esquina a la derecha y vieron un largo pasillo con una pared al final.
Ni   puertas.   No   ascensor.   Gracias   a   Dios,   al   menos   estaba   vacío   de   cuerpos.
Aceleraron el paso y justo cuando Nick estaba pensando en enlentecerlo para ver si el
pase abriría algo…
Levanta el pase…

~234~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

La puerta al fondo del pasillo se abrió con el sonido de succión de un sello al ser
roto. Un viento a su espalda enfrió el sudor de sus cuerpos. Esta parte del edificio
tenía una presión negativa. Un laboratorio que trabajaba con material peligroso.
Esto es. Voy por delante…
Nick sintió la presencia de Elle como un brillo débil en su cabeza, haciéndose más
débil. No tenía tiempo para preocuparse de lo que pensaba porque estaba viendo
una serie de cajas transparentes. No, pensó, con el pelo de la nuca poniéndosele de
punta. Celdas. Celdas transparentes.
Para humanos.
Diez de ellas, siete vacías.
Todo alrededor, monitores y hologramas y equipos para los que no tenia nombre.
La habitación tenía el olor a ozono de la electricidad y había un débil zumbido de
equipo trabajando.
De repente, Jon saltó, recorriendo rápidamente un pasillo, mirando en cada celda
con dureza.
La   primera   celda   tenia   dentro   a   un   alto   hombre   de   cabello   oscuro   que   los
estudiaba, luego abrió la boca. Estaba gritando, golpeado el puño contra la celda,
pero   no   había   sonido.   Señaló   desesperadamente   una   consola   en   mitad   de   la
habitación y Nick se acercó para ponerse frente a él. El hombre hizo una O con los
dedos.
Un botón.
Nick bajó la vista, frunciendo el ceño. Había cinco botones, Negro, blanco, rojo,
Amarillo y azul. Levanto la vista y el hombre vocalizó rojo y él apretó el botón rojo.
Con un siseo, la puerta se abrió y las tres figuras salieron fuera de sus celdas.
—¡Sophie! —gritó Jon—. Sophie Daniels. ¿Dónde está?
—Lo   siento   tío   —el   hombre   alto   de   cabello   oscuro   sacudió   la   cabeza—.   Se   la
llevaron y no ha vuelto.
La cara de Jon era terrorífica, los brillantes ojos azules eran como agujas de hielo.
Una de las mujeres, bajita y con el pelo ensortijado y rojo, habló.
—¿Estáis aquí para rescatarnos? Porque necesitamos ser rescatados de verdad. Y
algo realmente horripilante está ocurriendo dentro del edificio. Si están aquí para
recatarnos tenemos que irnos. Ahora mismo.
—No sin Sophie —dijo Jon, la boca convertida en una línea blanca.
Nick levantó una mano.

~235~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—Nos envía Elle —hubo un murmullo bajo entre los prisioneros—. Tenemos una
Van fuera si conseguimos encontrar un camino hasta ella.
—¿Dónde? —preguntó el otro hombre. Parecía tener doce años, con rastas rubias,
pero debía tener al menos dieciocho. Elle dijo que todos habían tenido que firmar un
informe de consentimiento informado.
—En Bush, entre Sansome y Battery.
—Conozco un camino alternativo —dijo el chico—. Os llevaré allí mismo.
Todos levantaron la vista cuando las luces parpadearon, se fueron durante dos
segundos   y   luego   volvieron.   Ahora   eran   bajas.   El   edificio   funcionaba   con   el
generador.
—Compañeros —dijo el chico, la joven cara completamente seria—. Tenemos que
irnos.
—No sin Sophie —dijo Jon, la cara resuelta y los orificios nasales ensanchados.
¿Cariño? Me vendría bien un poco de ayuda
Comprobando
Nick tomó a Jon por el brazo y lo llevó hacia una esquina.
—Elle está buscándola. Pero si no está aquí, tenemos que irnos, como dice el chico.
Jon jadeaba ruidosamente, como un toro. Se sacudió con enfado la mano de Nick.
—Vale —dijo a través de los dientes apretados.
Sonó una sirena. Ata, como una alarma antiaérea. Los ex—prisioneros los miraron
con las caras pálidas, demacradas y ansiosas. Nick los entendía muy bien. Intentaban
escapar   a   ser   tratados   como   rata   y   luego   asesinados   y   los   estaban   obligando   a
esperar. La mujer pelirroja dejó escapar un sollozo, luego lo sofocó.
¿Cariño?
No está aquí Nick.
—Vámonos —buscó los ojos de Jon—. No está aquí. Elle la ha buscado pero se ha
ido.
Jon permaneció de pie, prácticamente vibrando por la tensión, le dio un puñetazo
a una pieza del equipo y se volvió hacia los prisioneros.
—¿Tenéis que llevaros algo?
El hombre de cabello oscuro pensó y luego negó con la cabeza.
—Si pudiéramos llevarnos algo, deberíais bajar la base de datos del servidor. Pero
eso costaría al menos media hora.

~236~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

—No   —Jon   entrecerró   los   ojos—.   Nada   de   media   hora   —colocó   su   flashdrive
súper secreto de cien teras en el enchufe de un procesador y lo activó. Las sirenas
estaban ahora bramando y el olor de humo aumentaba en el aire. Sacó el pendrive—.
Hecho.
—Guau —los ojos del chico giraron—. ¿Cómo lo has hecho? Quiero decir…
Tienes que sacar a todo el mundo ahora. Sigue a Less, el chico. Sabe cómo salir. ¡Ahora!
—Déjalo,   vámonos   —Nick   empezó   a   reunirlos   hacia   la   puerta,   Jon   se   quedó
detrás. Tenía el rifle listo, apoyado en el hombro, la mira baja, fuera del camino. La
mira era una Warren 509 y podía acertar a piedras en la luna, pero no era tan útil en
espacios cerrados.
Lo intentaré una última vez…
La voz desapareció de su cabeza. Elle, cuya suave presencia dentro de  él había
sido   tan   increíblemente   tranquilizadora,   había   desaparecido   en   un   parpadeo,
dejando vacío y frialdad. Desolación.
Jon sacó la cabeza al corredor, luego los urgió a salir.
Nick se quedó allí, como un estúpido. No había nada que activar de un golpecito
para volver a activar su línea, nada que volver a encender. Elle había desaparecido y
no   tenía   una   puñetera   pista   de   cómo   recuperarla.   La   echaba   de   menos   con
desesperación y ahora reconocía cuanto significaba para él tenerla dentro.
Una cosa era segura… no se iba a mover de donde estaba sin ella.
Un   click,   luego   la   voz   de   Catherine.   Sonaba   acelerada   y   había   sonidos   de
maquinas pitando de fondo.
—¿Nick?   —estaba   intentando   que   su   voz   sonara   tranquila   pero   el   pánico   la
invadía—. Nick, los signos vitales de Elle han desaparecido. Él dio un golpecito en el
oído
—¿Qué? —gritó—. ¿Qué coño quieres decir con eso?
Su voz era ahora más firme. Los puso en el mismo canal y Jon volvió la cabeza
hacia él, los ojos abiertos de par en par alarmados. Si. Jon entendía.
—No   tengo   ningún   signo   vital.   Corazón,   cerebro,   pulmones.   Parados.   ¿Puedes
sentirla? —preguntó Catherine—. ¿Aún está contigo?
—¡No! —no podía sentirla. No, no estaba con él. Todo lo que sentía era una fría
desolación, no la cálida conexión que lo había acompañado dentro del edificio con
dulces manos que lo acariciaran. Nada… solo un espacio en blanco.
¡Joder!

~237~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Él se giró desesperado. No había ningún lugar para buscarla, nada que pudiera
hacer para encontrarla. Su cuerpo estaba a trescientos kilómetros de distancia, y su
espíritu estaba… ¿dónde?
Giró una y otra vez sin ningún lugar a donde ir, el sudor le cubrió todo el cuerpo,
el   corazón   palpitaba   dentro   de   su   caja   torácica.   Debía   parecer   un   loco,   pero   le
importaba una mierda.
―Hey hombre, vamos ―gritó Jon sobre la alarma. Él estaba fuera de la puerta, los
inquietos   prisioneros   congregados   a   su   alrededor―.   Ella   no   está   aquí,   estamos
perdiendo el tiempo.
Las   luces   de   emergencia   parpadearon   y   se   apagaron,   lanzándolos   a   una   total
oscuridad durante un par de segundos. Cuando volvieron eran incluso más débiles
que antes. La energía de reserva se desvanecía rápidamente. Y el olor a humo era
más fuerte a cada minuto.
La voz de Mac llegó.
―Tengo lo que parece como fuego en los pisos décimo y undécimo. Los camiones
de bomberos están llegando a Market. Las personas están tambaleándose fuera de la
entrada principal. Tenemos que irnos. Eso te incluye a ti, Ross. 
No, eso no lo incluía. Maldición, no se iba a ninguna parte sin Elle. Excepto que
Elle estaba en Haven…
Oyó un golpe sordo en el oído.
―La estoy desfibrilando, Nick.  ―Otro golpe―. Pero no está funcionando. El ECG
se disparó, pero está plano otra vez. 
―Inténtalo de nuevo ―gruñó y oyó otro golpe.
Silencio durante lo que parecieron cinco siglos, pero probablemente fueron solo
cinco segundos.
Entonces Catherine regresó.
―Se está muriendo, Nick. No hay nada que pueda hacer.  ―La voz de Catherine
estaba llena de pesar. Podía oír el zumbido constante de la maquinaria que debería
latir junto con el corazón de ella.
―¡No!   ―Gritó.   El   pánico   golpeó   en   cada   célula.   Él   nunca   había   conocido   un
pánico como este. No sabía qué coño hacer. Había sido entrenado, y entrenado duro,
para  hacer   frente   a cualquier  tipo   de  peligro. Tipos  malos  armados, emboscadas,
tiroteos…cualquiera,   él   sabía   qué   hacer.   Pero,   ¿qué   diablos   hacer   ahora,   con   una
moribunda Elle a trescientos kilómetros de distancia y una Elle justo aquí … no tenía
ni idea. Se encontró con los ojos de Jon.  ―No puedo dejarla. No puedo. Fuera de
aquí.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

―¿Tío?  ―El joven dio un paso adelante. Y alzó la voz para que pudiera ser oída
por encima de las sirenas―. ¿Estás buscando a Elle Connolly? ¿Correcto?
Nick asintió con la cabeza. Su garganta se tensó.
―Ella podía proyectarse astralmente. Eso es un fenómeno electromagnético. Hay
una jaula Faraday cuatro puertas más abajo. Pone Laboratorio Cuatro en la puerta.
Tal vez…
―Nick  ―La voz de Catherine se ahogó―. Oh, Nick lo siento mucho. Se ha ido.
Elle se ha ido.
―Y tenemos que irnos también.  ―La dura voz de Mac no traicionó nada, solo
firme propósito―. Tienes una misión, soldado. Fuera. Ahora.
―¡No! ―Gritó Nick de nuevo y por primera vez en su vida, desobedeció órdenes
directas. Despidió a Jon con la mano―. ¡Saca a esta gente y métela en la Van! Voy a
estar justo detrás de ti.
Elle no se había ido. Elle no podía haber desaparecido. Él la había encontrado,
después de perderla durante diez años. Esto no estaba sucediendo. Iba a subir a la
Van   con   los   ex   prisioneros   y   Jon   y   Mac,   e   iban   a   conducir   tan   rápido   como   la
furgoneta pudiera llevarlos a Mount Blue y lejos de este lugar lleno con el hedor de
sacrificios humanos.
Y Elle estaría esperándolo, igual que estaría esperándolo todos los días por el resto
de sus vidas. Ella daría la bienvenida al chico, al hombre de pelo oscuro y a la mujer
con el pelo rizado a Haven, y se quedarían. Por supuesto que se quedarían. Eran
renegados y tenían poderes especiales, por lo que se adaptarían perfectamente, sobre
todo con Catherine y Elle alrededor. Las cosas místicas ahora eran parte de la vida en
Haven. Habría niños nacidos que podían levitar y viajar en el tiempo y sanar, y su
niño podría ser uno de ellos.
Porque él y Elle iban a tener hijos, sin duda. Él nunca había querido niños. ¿Por
qué traer un niño a este mundo? El mundo estaba roto y no tenía arreglo. Excepto
que…   Elle   no   estaba   rota   y   él   tampoco.   Sus   hijos   serían   fuertes,   talentosos   e
inteligentes.
Y él los quería. Él lo quería todo. Quería las peleas que tendrían y quería el sexo de
reconciliación.   Quería   ver   a   Elle   floreciendo   con   su   hijo   como   Catherine   estaba
floreciendo con el hijo de Mac. Estaban creando algo en Haven. Nick no tenía ni idea
qué era, él era un soldado por amor de Cristo. ¿Qué sabía él? Pero Catherine lo sabía
y Elle seguro que lo sabía. Él quería estar allí y la quería a ella a su lado.
No estaba muerta. No la dejaría ir.
Jon estaba conduciendo a los fugitivos por el pasillo hacia la derecha y volvió a
mirar a Nick. Lo que Jon estaba haciendo era un trabajo de dos hombres. Debería

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

haber un hombre al frente, y el otro vigilando el seis de todos. Era casi imposible que
Jon lo hiciera solo. Sus ojos se encontraron y Nick no pudo ver ninguna censura en la
mirada de Jon. Él estaba haciendo lo que tenía que hacer para que Nick pudiera hacer
lo que tenía que hacer.
Trabajo en equipo.
Eso es lo que tenía con Elle, maldita sea. Eran un equipo, una pareja. Ambos se
pertenecían. Siempre lo habían hecho, siempre lo harían. La visión de Nick se volvió
borrosa y se limpió los ojos. Maldito humo.
Fue en la dirección opuesta.
―¡Nick! ―rugió Mac. Estaba observando sus movimientos en su portátil y vio que
Nick se movía en la dirección opuesta a Jon―. ¡Regresa ahora mismo!
Nick bajó el sonido.
Se   fue   por   el   pasillo   tan   rápido   como   sus   piernas   se   lo   permitían.   No   es   que
pensara que Mac esperaría o Jon y los fugitivos que guiaba. Era pensar que tal vez,
solo tal vez podría salvar a Elle. Tan loco como eso sonaba. Había una posibilidad del
noventa nueve por cien que no funcionaría, pero eso era mejor que el cien por cien.
Debido a que el cien por cien significaba que Elle estaba perdida para siempre… y no
podía, no quería, aceptarlo.
Laboratorio 1, Laboratorio 2, Laboratorio 3…Laboratorio 4… ¡Ahí estaba! Corría
tan   rápido   que   derrapó   cuando   se   metió   en   el   laboratorio,   buscando
desesperadamente una jaula de Faraday. No había prestado mucha atención a las
clases de física en secundaria y aunque había recuperado en el ejército, él sabía que
nunca había visto una.
El laboratorio era enorme y lleno de equipos. Arrasó en su camino hasta el final de
la pared, destrozando los equipos con la culata de su rifle sin encontrar nada que
vagamente se pareciera a una jaula. Se deslizó hasta detenerse en la pared del fondo,
con el pecho agitado, la visión borrosa mirando a su alrededor salvajemente.
Reconoció una pieza de equipo de cada diez. Todo aquí era La Tierra de las cosas
Frikis, duras cáscaras metálicas ocultaban misteriosos mecanismos en su interior y
Oh mierda­oh­mierda­oh mierda…No sabía lo que estaba buscando.
Con rabia, Nick pateó algunas piezas sueltas, observándolas hacerse añicos, trozos
de plexiglás tintineando hasta el suelo, indicadores rodando… y allí estaba. Se puso
en pie, jadeando, mirando hacia una jaula metálica. Eso tenía que ser una jaula de
Faraday. Se quedó mirándola como si fuera una bestia muda, las lágrimas y el sudor
chorreando   por   su   cara…   que   tenía   que   sacudirse   en   acción   debido   a   que   cada
segundo contaba.

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Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

¡Vamos­Vamos­VAMOS! Sacando una granada de su chaleco de combate, la arrojó
a la jaula de metal y se agachó detrás de una gran pieza de equipo con dos enormes
centrifugadoras en la parte superior. Después de un segundo que se sentía como un
siglo, la granada explotó, lanzando fragmentos de metal por todas partes, algunos se
incrustaron en la pared detrás de él.
Nick se levantó para mirar el desastre humeante, listo para escarbar alrededor de
entre los escombros en busca de algo que le llevara a Elle, cuando oyó el jadeo de
Catherine en el auricular.
―¡Oh, Dios mío! ¡Acaba de abrir los ojos! ¡Nick! ¡Elle ha abierto los ojos, ahora los
está cerrado de nuevo, pero el ECG está mostrando el latido del corazón! ¡Oh, Dios
mío, está viva! 
―¡Saca tu culo aquí AHORA! ―Mac estaba gritando en el auricular mientras Nick
salía disparado por la puerta hacia el pasillo. ¡Oh sí… salir ahora! Y con Elle viva de
nuevo en Haven, volver allí tan rápido como fuera humanamente posible.
Saltó   por   encima   de   los   cuerpos   en   el   pasillo,   subiendo   por   las   escaleras   de
emergencia hasta el primer piso, por si acaso el ascensor no funcionara debido al
fuego y, cerrando la manija de pánico de la puerta de incendios, corrió por el pasillo
que lo llevaría a la salida lateral.
Él   tenía   visión   de   túnel.   No   era   bueno.   Eran   entrenados   para   evitarlo,   ya   que
podría   significar   la   muerte.   Ver   solo   lo   que   estaba   justo   delante   de   ti   sin   abrir
completamente los sentidos era malo. Pero su cabeza estaba ocupada en llegar hasta
Mac,   para   salir   de   San   Francisco   como   el   demonio   y   volver   a   Haven…   y   como
siempre cuando un soldado no prestaba atención, sucedían cosas.
Un cuerpo se estrelló contra él desde el lado. Una pesadilla, con efectos sonoros. Y,
lo vio en un segundo, una maldita mujer. El maquillaje corrido por toda la cara, como
un babero sangre bajando por su, una vez blanca, bata de laboratorio, gruñendo y
rugiendo, sordos ruidos terroríficos de animal. Le llevó un imperdonable segundo a
Nick caer en la cuenta de que, sí, se trataba de una mujer, pero sí, ella estaba tratando
de matarlo.
En ese segundo, alrededor de 50 kilos de hembra gruñona lo tiraron al suelo y
empezó a intentar todo lo posible para morderle la cara. Antes de que su boca, teñida
de color rojo por el lápiz labial y la sangre, pudiera alcanzar su rostro, le soltó un
codazo en la nariz y la empujó lejos. Fuera lo que fuera lo que estaba en ella, era un
analgésico porque cualquier otro se habría doblado de dolor. Tenía la nariz aplastada
contra su rostro salpicado de sangre. Pero, no, ella gateó para agarrarse, levantarse, y
lanzarse sobre él.
Jesús.

~241~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick esquivó e hizo lo único que podía hacer… sacó su aturdidor de la funda, lo
encendió a un nivel de aturdimiento justo antes de letal, y le disparó. Ella dio un
batacazo en el suelo.
―¡Nick! ―gritó Mac.
―Ya voy, jefe. ―Nick trató de mantener la voz firme pero estaba nervioso. Corrió
a   través   del   gran   vestíbulo,   saltando   sobre   los   cuerpos   muertos,   y   fuera   de   las
grandes puertas de cristal―. Tuve algunos problemas, pero es…  ―Él patinó hasta
detenerse y miró más allá de la esquina, hacia la calle Market.
Market era una escena de caos absoluto. Dos coches volcados a las afueras de la
nueva sede del Banco de China yacían aplastados como escarabajos. Dos cuerpos
estaban tendidos en la calle, pero las lesiones no se debían a un accidente de coche.
Uno   de   los   cuerpos   tenía   un   brazo   perdido,   arrancado   no   cortado,   el   miembro
perdido a dos metros de distancia. El otro cuerpo… Jesús. Nick miró hacia otro lado.
La mitad de su cara había sido mutilada, como si el hombre se hubiera encontrado
con un oso.
No había osos en Market en el centro de San Francisco.
Un fuego ardía en el edificio Facebook, las llamas distorsionaban la estructura de
plexiglás.   La   gente   estaba   gritando   mientras   salía   del   edificio.   Cuatro   hombres
estaban desgarrándose en pedazos unos a otros en una esquina cercana.
Alguien agarró el brazo de Nick, fuerte, y lo lanzó a la Van. Jon. En el instante en
que la puerta se cerró Mac salió.
Nick se giró con la cara blanca hacia Mac y Jon.
―¿Qué diablos está pasando?
Mac no respondió. Estaba demasiado ocupado sorteando restos de automóviles y
los pocos coches que circulaban. Los semáforos no funcionaban.
Un   ruido   sordo   y   un   hombre   rebotó   en   el   exterior   de   su   Van,   con   el   puño
ensangrentado levantado con rabia. Era un obrero de oficina una vez bien trajeado y
con un corte de pelo a la moda, y les gruñó como un babuino enfurecido.
―Vamos a salir de aquí  ―dijo Jon gravemente y Mac apretó el acelerador hacia
delante tanto como pudo, girando a la derecha en el edificio Ferry, a toda velocidad
hacia el puente de la bahía.
―Oh, sí ―dijo Nick―. Vamos a casa.

*    *

~242~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Mount Blue

Estaba lloviendo. Qué molesto, todas esas gotas de lluvia sobre su rostro.  Goteo­
goteo­goteo.
Elle levantó una mano para secarlas, pero su mano estaba pesada, como si pesara
cincuenta kilos. Algo le cogió la mano, algo caliente y duro. Algo que ancló su mente,
que se sentía como un globo lanzado libre para elevarse en el cielo.
El toque suave de algo en su mejilla. ¿Labios? Más lluvia.
Sus párpados revolotearon.
―Eso está bien, cariño ―dijo una voz profunda en su oído―. Abre esos hermosos
ojitos azules.
Ella lo hizo. La cara de Nick estaba presionada contra la suya. Sus mejillas estaban
mojadas.   Su   voz   sonaba   normal,   casi   alegre,   pero   su   rostro   estaba   pálido,   con
profundas líneas blancas alrededor de su boca.
―Recuerdo ―graznó. Su voz era ronca, casi dolorosa, como si no hubiera hablado
en años. Parpadeó una vez, dos veces, miró a su alrededor. Estaban en la enfermería.
Ella estaba en una camilla. Catherine estaba de pie a medio metro de distancia, el
gran brazo de Mac alrededor de sus hombros. De pie junto a ellos estaba Les, su
colega y compañero de pruebas, con la cara pálida contra sus rastas rubias. Junto con
Moira y Roger.
Les sonrió débilmente.
―Bienvenida de nuevo, Connolly.
Se las arregló para asentir con la cabeza, a pesar de su cuello herido.
Todo volvió a la carrera, los recuerdos, negros y dolorosos.
―Recuerdo. Yo iba delante de ti para ver si había más prisioneros. No había, pero
vi las víctimas de la violencia en el suelo, como si un ejército particularmente cruel
hubiera arrasado todo. No podía creer lo que estaba viendo. Luego pasé cerca de
algo, oí un clic y luego todo se volvió negro.
Les parecía enfadado.

~243~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

―Era una trampa, montada solo para ti. O para aquellos que pueden proyectarse
astralmente.  Atrapa tu  campo  electromagnético  en estaxis y  tu cuerpo  empieza  a
morir.
Nick respiró profundamente, viéndose aún más estresado. Cerró los ojos.
―Moriste. ―Los abrió de nuevo y la miró con fiereza―. No vuelvas a hacer algo
así de nuevo.
―No.  ―Graznó Elle y una tos divertida salió de su garganta. Una risa―. No lo
haré.
Él echó un poco hacia atrás la cabeza y miró en sus ojos.
―Te vas a quedar a mi lado por el resto de nuestras vidas. Nunca te dejaré fuera
de mi vista otra vez. Nunca.
―Eso podría volverse incómodo. ―Elle quería poner los ojos en blanco, pero tenía
miedo de que le diera dolor de cabeza―. ¿Qué hay de ir al baño? ¿O cuando vea la
decimoctava temporada de  Fashion Runway Reality?  ―Ella sonrió ante la mueca de
dolor de Nick. Dolía sonreír, pero era un buen dolor.
Con   cada   segundo   que   pasaba   se   sentía   más   fuerte,   mejor.   No   tenía   ninguna
intención de morir de nuevo, nunca, porque le dolía.
―Dios, Elle  ―susurró Nick. Sus ojos cayeron a la boca y de repente, la fuerza se
apresuró a regresar a su cuerpo y con ella el calor y el sexo. La promesa de sexo, de
todos modos. Se sentía demasiado débil para ello, pero por la forma en que  él la
hacía sentir, pronto estaría dispuesta para eso.
Se inclinó y la besó. Un simple roce de labios, un beso simbólico. El beso que le
daría a su abuela enferma.
Oh, no.
Casi había muerto aquí y se merecía algo mejor. Incluso ese toque casto de sus
labios contra los de ella le dio fuerza,  le dio poder. Levantó  el brazo, lo  enroscó
alrededor de su cuello y lo sostuvo contra ella. Abrió la boca bajo la suya, le lamió la
comisura de los labios. Podía sentir, saborear su sorpresa. Solo duró un segundo,
porque aunque él apretó con más fuerza contra ella, con la boca abierta ahora, la
lengua explorando…
―Conseguid   una   habitación.   ―La   profunda   voz   de   Mac,   llena   de   humor,   la
sobresaltó. La boca de Nick se apartó de la suya. Ella le tendió la mano. Nick la tomó
y tiró de ella para incorporarla.
―Con mucho gusto ―dijo Nick y miró a Catherine―. ¿Podemos ir?
Elle se sonrojó. Lo que estaba diciendo Nick era muy, muy claro.

~244~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

―¿Elle?  ―Catherine estaba tratando de no sonreír―. ¿Cómo te sientes? ¿Algún
mareo?
¿Cómo se sentía? Ella se sentía muy bien. Completa, totalmente bien. Ella pasó las
piernas por el borde de la camilla e hizo una rápida comprobación interna. Ni mareos.
Ni debilidad. Ni dolor… Nada más que un vergonzoso y repentino deseo sexual fuerte.
Se encontró con los ojos de Nick y casi se desmaya cuando él le sonrió.
Oh, sí. Me siento muy bien.
―Hey. ―Jon entró. Algo en su tono llamó la atención de todos. El brazo de Mac se
apretó alrededor de los hombros de Catherine―. Escuchad esto. 
Jon tocó la consola y el gran monitor central se encendió. La imagen era inestable y
necesitó un segundo para absorber la escena. En el texto inferior se leía NOTICIAS
DE ULTIMA HORA. SAN FRANCISCO.
El sobrio y atractivo rostro de Anderson Cooper llenó la pantalla. Detrás de él, un
paisaje urbano ardiendo.
―Hola, soy Anderson Cooper informando en vivo para ustedes desde un buque
militar anclado en Oakland, California. Detrás de mí se ve San Francisco. O lo que
era   San   Francisco.  Ahora   es   una   ruina   humeante,   las  únicas   luces   son  las   de   los
fuegos furiosos Las explosiones destellan sobre la ciudad. Hay una nube de humo
espeso   sobre   la   ciudad   que   impide   las   vistas   aéreas.   La   CNN   ha   sabido   que   los
marines están posicionados en el lado de San Francisco, tanto del puente de la bahía
como del puente Golden Gate y la Guardia Nacional se encuentra situada en la parte
inferior de la península, más o menos siguiendo la línea de la Market Street. No hay
comentarios oficiales hasta el momento en cuanto a lo que está sucediendo, aunque
la mayoría de los comentaristas sospechan de una epidemia de alguna clase. Parece
que   toda   la   ciudad   está   en   cuarentena.   No   ha   habido   ningún   comentario   de   la
alcaldesa   de   San   Francisco,   Meghan   Murray,   o   del   Gobernador   Spielberg.   Las
llamadas   a   sus   oficinas   se   han   quedado   sin   respuesta.   La   especulación   de   que…
¡Jesucristo! ¿Qué es eso? ¡Píllalo! ¡Eso! ¡No…
La pantalla se apagó.
Silencio.
Elle dio de repente un grito. Se había olvidado por completo.
―¿Qué, cariño? ―Nick estuvo inmediatamente a su lado.
Elle no tuvo tiempo de contestar. Golpeó un teclado virtual y se dejó caer con
alivio cuando vio lo que estaba en el monitor.
―¿Qué? ―dijo Nick de nuevo.
Elle se giró hacia la habitación.

~245~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

―Sophie y yo teníamos un método secreto de comunicación. Dos direcciones de
correo   electrónico   inventadas.   Lo   organizamos   para   que   pudiéramos   hablar   de
nuestro jefe a su espalda. Sabíamos que algo andaba mal en Corona y necesitábamos
una   manera   de   ponernos   en   contacto   una   con   la   otra.   Me   había   olvidado   por
completo. Sophie está bien por el momento. Pero está en problemas.
Elle dio un paso atrás y dejó que los otros leyeran el texto del e­mail de Sophie
para ella. Nick envolvió un pesado brazo alrededor de sus hombros y ella se apoyó
en él, en aquel fuerte cuerpo caliente. Para mayor comodidad y para apoyo moral.
Elle, creo que Arka ha creado con bioingeniería un virulento virus contagioso que elimina
el Neocortex y activa el sistema límbico. Si estás leyendo esto, entonces sabrás que el virus ha
sido liberado. Hackeé los archivos y descubrí que hay una vacuna. Había mucho caos y fui
capaz de robarla. Tengo una caja en el refrigerador con 200 viales de vacuna. La electricidad
se ha ido y no creo que el refrigerante de la caja vaya a durar mucho más de 96 horas. Estoy
en mi apartamento en la calle Beach y no me atrevo a salir. Estas…criaturas están corriendo
por la calle. Todo lo que puedo hacer es permanecer encerrada en el apartamento y espero que
tú, o alguien, pueda venir a por mí.
Si estás leyendo esto, Elle, envía a alguien. Esta vacuna es nuestra única esperanza.
Soph
El  corazón de Elle  latía con fuerza mientras miraba  alrededor.  Nick, Jon, Mac,
Catherine, Stella, el capitán Ward, los otros tres hombres heridos.
Jon de repente se dirigió hacia la puerta de la bóveda de acero que ella sabía que
era su arsenal.
―¿Jon? ―Nick frunció el ceño―. ¿Qué estás haciendo?
La puerta de la bóveda se abrió y Jon desapareció en el interior. Salió un minuto
después, armado hasta los dientes.
―Voy a rescatar a Sophie. ¿Qué demonios crees que estoy haciendo?
El brazo de Nick se levantó de su hombro, y Mac también se acercó.
―Iremos contigo.
―No. ―Jon estaba en la puerta, todavía vestido con su traje de camuflaje negro. Él
estaba cargado de armamento que Elle no reconoció―. Voy a coger el helo. Este es
un  trabajo  de un solo hombre. Vosotros chicos tened  el laboratorio a punto para
producir más vacunas.
Se detuvo frente a Elle y le puso una mano en el hombro.
―Te la voy a traer de vuelta Elle. Es una promesa.
Corrió hacia la puerta.

~246~
Lisa Marie Rice

I Dream of Danger
Ghost Ops 02

Nick agarró a Elle.
―Cuando Jon promete algo lo cumple, cariño. Pongámonos en marcha. Tenemos
un mundo que salvar.

Fin

~247~

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