You are on page 1of 165

1

INDICE

1) Introducción a la Biblia. Dios y el hombre

2) El Canon de la Sagrada Escritura

3) La Inspiración y verdad de la Biblia

4) Interpretación de la Biblia: Principios literarios

5) Interpretación de la Biblia: Principios teológicos

6) Panorama histórico literario del Antiguo Testamento

7) Introducción al Nuevo Testamento

8) Composición de los Evangelios

9) Historicidad de los evangelios.

10) Misterios de la vida de Cristo

11) Núcleo doctrinal del Evangelio

12) Los milagros de Cristo

13) Los primeros cristianos

14) Lectio divina: cómo leer y meditar la Sagrada Escritura

15) La Sagrada Escritura en la vida del cristiano

Bajo custodia de Escuela de la Fe


2

Introducción
«LA LETRA MATA; EL ESPÍRITU DA VIDA»

La lectura espiritual de la Biblia


P. Raniero Cantalamessa O.F.M.
Cuaresma 2008, predicación Casa Pontificia

1. La Escritura divinamente inspirada

En la segunda carta a Timoteo se contiene la célebre afirmación: «Toda la


Escritura es inspirada por Dios» (2 Tm 3, 16). La expresión que se traduce:
«inspirada por Dios», o «divinamente inspirada», en la lengua original es una
palabra única: theopneustos (theopneustos), que contiene los dos vocablos de Dios
(Theos) y de Espíritu (Pneuma). Tal palabra tiene dos significados fundamentales:
uno muy conocido, el otro en cambio habitualmente descuidado, si bien no menos
importante que el primero.

El significado más conocido es el pasivo, evidenciado en todas las tradiciones


modernas: la Escritura es «inspirada por Dios». Otro pasaje del Nuevo
Testamento explica así este significado: «Hombres [los profetas] movidos por el
Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios» (2 P 1,21). Es, en resumen, la
doctrina clásica de la inspiración divina de la Escritura, aquella que proclamamos
como artículo de fe en el Credo, cuando decimos que el Espíritu Santo «habló por
los profetas».

Podemos representarnos con imágenes humanas este evento en sí misterioso de la


inspiración: Dios «toca» con su dedo divino -esto es, con su energía viva que es el
Espíritu Santo-- ese punto recóndito donde el espíritu humano se abre al infinito y
desde ahí ese toque -en sí sencillísimo e instantáneo como es Dios que lo produce--
se difunde como una vibración sonora en todas las facultades del hombre -
voluntad, inteligencia, fantasía, corazón--, traduciéndose en conceptos, imágenes,
palabras.

El resultado que en tal modo se obtiene es una realidad teándrica, esto es,
plenamente divina y plenamente humana: las dos cosas íntimamente unidas,
auque no «confundidas». El Magisterio de la Iglesia -encíclicas Providentissimus
Deus de León XIII y Divino afflante Spiritu de Pío XII-- nos dice que los dos datos,
divino y humano, se han mantenido intactos. Dios es el autor principal porque
asume al responsabilidad de lo que está escrito, determinándose el contenido con
la acción de su Espíritu; sin embargo el escritor sagrado es también él autor, en el
sentido pleno de la palabra, porque ha colaborado intrínsecamente en esta acción
mediante una normal actividad humana, de la que Dios se ha servido como de un
instrumento. Dios -decían los Padres-- es como el músico que, tocándola, hace

Bajo custodia de Escuela de la Fe


3

vibrar las cuerdas de la lira; el sonido es todo obra del músico, pero no existiría
sin las cuerdas de la lira.

De esta obra maravillosa de Dios se saca a la luz, habitualmente, casi sólo un


efecto: la inerrancia bíblica, o sea, el hecho de que la Biblia no contiene error
alguno, si entendemos correctamente el «error» como ausencia de una verdad
posible humanamente, en un determinado contexto cultural, teniendo en cuenta
el género literario utilizado y, por lo tanto, exigible de quien escribe. Pero la
inspiración bíblica funda mucho más que la simple inerrancia de la palabra de
Dios (que es algo negativo); funda, positivamente, su inagotabilidad, su fuerza y
vitalidad divina y aquello que san Agustín llamaba la mira profunditas, la
maravillosa profundidad.

Así ya estamos preparados a descubrir el otro significado de la inspiración bíblica.


Por sí, gramaticalmente, el participio theopneustos (theopneustos) es activo, no
pasivo. La tradición misma ha sabido captar en ciertos momentos este significado
activo. La Escritura, decía san Agustín, es theopneustos (theopneustos) no sólo
porque es «inspirada por Dios», sino también por que «respira a Dios», ¡emana a
Dios!

Hablado de la creación, san Agustín dice que Dios no hizo las cosas y después se
fue, sino que aquellas, «venidas de Él, permanecen en Él». Igual ocurre con las
palabras de Dios: venidas de Dios, permanecen en Él y Él en ellas. Después de
haber dictado la Escritura, el Espíritu Santo es como si se hubiera encerrado en
ella, la habita y la anima sin descanso con su soplo divino. Heidegger dijo que «la
palabra es la casa del Ser»; nosotros podemos decir que la Palabra (con
mayúsculas) es la casa del Espíritu.

La constitución conciliar Dei Verbum recoge también este movimiento de la


tradición cuando dice que las Sagradas Escrituras «inspiradas por Dios
(¡inspiración pasiva!) y escritas de una vez para siempre, comunican
inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu
Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles» (¡inspiración activa!).

2. Docetismo y ebionismo bíblico

Pero ahora debemos tocar el problema más delicado: ¿cómo acercarnos a las
Escrituras de manera que «liberen» de verdad para nosotros el Espíritu que
contienen? He mencionado que la Escritura es una realidad teándrica, esto es,
divino-humana. Ahora bien: la ley de toda realidad teándrica (como son, por
ejemplo, Cristo y la Iglesia) es que no se puede descubrir en ella lo divino más que
pasando a través de lo humano. No se puede descubrir en Cristo la divinidad más
que a través de su concreta humanidad.

Quienes en la antigüedad pretendieron actuar de manera distinta cayeron en el


docetismo. Despreciando, de Cristo, el cuerpo y las características humanas como
Bajo custodia de Escuela de la Fe
4

simples «apariencias» -dokein (dokein)-, perdieron también su realidad profunda


y, en lugar de un Dios vivo hecho hombre, se encontraron en sus manos con una
idea distorsionada de Dios. De igual forma, no se puede, en la Escritura, descubrir
el Espíritu más que pasando a través de la letra, esto es, a través del
revestimiento concreto humano que la palabra de Dios asumió en los diferentes
libros y autores inspirados. No se puede descubrir en ellos el significado divino
más que partiendo del significado humano, aquél intentado por el autor humano,
Isaías, Jeremías, Lucas, Pablo, etc. En ello encuentra su plena justificación el
inmenso esfuerzo de estudio e investigación que rodea el libro de la Escritura.

Pero éste no es el único peligro que corre la exégesis bíblica. Ante la persona de
Jesús no existía sólo el riesgo del docetismo, o sea, de descuidar lo humano;
existía también el peligro de quedarse ahí, de no ver en Él más que lo humano y
no descubrir la dimensión divina de Hijo de Dios. En resumen, existía el peligro
del ebionismo. Para los ebionitas (que eran judeo-cristianos) Jesús era, sí, un gran
profeta, el mayor profeta, si se quiere, pero no más. Los Padres les llamaron
«ebionitas» (de ebionim, los pobres) para decir que eran pobres de fe.

Así sucede también para la Escritura. Existe un ebionismo bíblico, esto es, la
tendencia a quedarse en la letra, considerando la Biblia un libro excelente, el más
excelso de los libros humanos, si se quiere, pero un libro sólo humano.
Lamentablemente corremos el riesgo de reducir la Escritura a una sola
dimensión. La ruptura del equilibrio, hoy, no es hacia el docetismo, sino hacia el
ebionismo.

La Biblia se explica por muchos estudiosos intencionadamente sólo con el método


histórico-crítico. No hablo de los estudiosos no creyentes, para los que ello es
normal, sino de estudiosos que se profesan creyentes. La secularización de lo
sagrado en ningún caso se ha revelado tan aguda como en la secularización del
Libro Sagrado. Ahora bien: pretender comprender exhaustivamente la Escritura
estudiándola con el único instrumento del análisis histórico-filológico ¡es como
pretender descubrir el misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía
basándose en un análisis químico de la ostia consagrada! El análisis histórico-
crítico, aunque se llevara al máximo de la perfección, no representa, en realidad,
más que el primer escalón del conocimiento de la Biblia, el relativo a la letra.

Jesús afirma solemnemente en el Evangelio que Abrahán «vio su día» (Cf. Jn


8,56), que Moisés había «escrito de Él» (Cf. Jn 5,46), que Isaías «vio su gloria y
habló de Él» (Cf. Jn 12,41), que los profetas y los salmos y todas las Escrituras
hablan de Él (Cf. Lc 24,27.44; Jn 5,39), pero hoy día cierta exégesis científica duda
en hablar de Cristo, ya prácticamente no lo entrevé en ningún pasaje del Antiguo
Testamento o, al menos, teme decir que lo percibe ahí, por la cuestión de
desacreditarse «científicamente».

El inconveniente más grave de cierta exégesis exclusivamente científica es que


cambia completamente la relación entre el exegeta y la palabra de Dios. La Biblia
Bajo custodia de Escuela de la Fe
5

se convierte en un objeto de estudio que el profesor debe «dominar» y ante el cual,


como se dice a cualquier hombre de ciencia, debe permanecer «neutral». Pero en
este caso único no está permitido permanecer «neutral» y no es dable «dominar» la
materia; más bien hay que dejarse dominar por ella. Decir de un estudioso de la
Escritura que él «domina» la palabra de Dios, pensándolo bien, es decir casi una
blasfemia.

La consecuencia de todo ello es el cierre y «replegamiento» de la Escritura sobre sí


misma; vuelve a ser el libro «sellado», el libro «velado», porque -dice san Pablo--
ese velo «sólo en Cristo desaparece», cuando existe la «conversión al Señor», o sea,
cuando se reconoce, en las páginas de la Escritura, a Cristo (Cf. 2 Co 3,15-16).
Sucede, en la Biblia, como en ciertas plantas sensibilísimas que cierran sus hojas
en cuanto las tocan cuerpos extraños, o como ciertos moluscos que se pliegan para
proteger la perla que contienen. La perla de la Escritura es Cristo.

No se explican de otro modo las muchas crisis de fe de estudiosos de la Biblia.


Cuando surge la cuestión de por qué la pobreza y aridez espiritual que reinan en
algunos seminarios y lugares de formación, no se tarda en descubrir que una de
las causas principales es el modo en que se enseña en ellos la Escritura. La Iglesia
ha vivido y vive de lectura espiritual de la Biblia; truncado este canal que
alimenta la vida de piedad, el celo, la fe, entonces todo se agosta y languidece. Ya
no se comprende la liturgia, que está toda construida en un uso espiral de la
Escritura, o bien se vive como un momento desprendido de la verdadera
formación personal y desmentido por lo que se ha aprendido antes en clase.

3. El Espíritu da la vida

Un signo de gran esperanza es que la exigencia de una lectura espiritual y de fe


de la Escritura empieza ya a advertirse precisamente por algunos eminentes
exégetas. Uno de ellos escribió: «Es urgente que cuantos estudian e interpretan la
Escritura se interesen de nuevo en la exégesis de los Padres para redescubrir, más
allá de sus métodos, el espíritu que les animaba, el alma profunda que inspiraba
su exégesis; en la escuela de ellos debemos aprender a interpretar la Escritura, no
sólo desde el punto de vista histórico y crítico, sino igualmente en la Iglesia y para
la Iglesia» (I. de la Potterie). El P. H. de Lubac, en su monumental historia de la
exégesis medieval, evidenció la coherencia, la solidez y la extraordinaria
fecundidad de la exégesis espiritual practicada por los Padres antiguos y
medievales.

Pero hay que decir que los Padres no hacen, en este campo, más que aplicar (con
los instrumentos imperfectos que tenían a disposición) la pura y sencilla
enseñanza del Nuevo Testamento; no son, en otras palabras, los iniciadores, sino
los continuadores de una tradición que tuvo entre sus fundadores a Juan, Pablo y
al propio Jesús. Estos no sólo practicaron todo el tiempo una lectura espiritual de
las Escrituras, o sea, una lectura con referencia a Cristo, sino que también dieron
la justificación de tal lectura, declarando que todas las Escrituras hablan de
Bajo custodia de Escuela de la Fe
6

Cristo (Cf. Jn 5,39), que en ellas era ya «el Espíritu de Cristo» que estaba a la
obra y se expresaba a través de los profetas (Cf. 1 P 1,11), que todo, en el Antiguo
Testamento, está dicho «por alegoría», esto es, en referencia a la Iglesia (Cf. Ga
4,24), o «para nuestro aviso» (1 Co 10,11).

Por ello decir lectura «espiritual» de la Biblia no significa decir lectura edificante,
mística, subjetiva, o peor aún, fantasiosa, en oposición a la lectura científica que
sería, en cambio, objetiva. Aquella, al contrario, es la lectura más objetiva que
existe porque se basa en el Espíritu de Dios, no en el espíritu del hombre. La
lectura subjetiva de la Escritura (la que se basa en el libre examen) se ha
difundido precisamente cuando se ha abandonado la lectura espiritual y allí
donde tal lectura se ha dejado de lado más claramente.

La lectura espiritual es por lo tanto algo bien preciso y objetivo; es la lectura


realizada bajo la guía, o a la luz, del Espíritu Santo que ha inspirado la Escritura.
Se basa en un evento histórico, esto es, en el acto redentor de Cristo que, con su
muerte y resurrección, cumple el proyecto de salvación, lleva a cabo todas las
imágenes y las profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera
clave de lectura de toda la Biblia. El Apocalipsis expresa todo esto con la imagen
del Cordero inmolado que toma en la mano el libro y rompe sus siete sellos (Cf.
Ap. 5,1ss.)

Quien quisiera, después de Él, continuar leyendo la Escritura prescindiendo de


este acto, se asemejaría a uno que sigue leyendo una partitura musical en clave
de fa después de que el compositor ha introducido en el pasaje la clave de sol: cada
nota expresaría, desde ahí, un sonido falso y desentonado. Así, el Nuevo
Testamento llama a la clave nueva «el Espíritu», mientras que define a la clave
vieja «la letra», diciendo que la letra mata, pero que el Espíritu da la vida (2 Co 3,
6).

Contraponer entre sí «letra» y «Espíritu» no significa contraponer entre sí Antiguo


y Nuevo Testamento, casi como si el primero representara sólo la letra y el
segundo sólo el Espíritu. Significa más bien contraponer entre sí dos modos
distintos de leer tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento: el modo que
prescinde de Cristo y el modo que juzga, en cambio, todo a la luz de Cristo. Por
esto la Iglesia puede valorar uno y otro Testamento, dado que ambos le hablan de
Cristo.

4. Lo que el Espíritu dice a la Iglesia

La lectura espiritual no se refiere sólo al Antiguo Testamento; en un sentido


distinto también tiene que ver con el Nuevo Testamento; también éste debe leerse
espiritualmente. Leer espiritualmente el Nuevo Testamento significa leerlo a la
luz del Espíritu Santo derramado en Pentecostés en la Iglesia para conducirla a
toda la verdad, o sea, a la plena compresión y actuación del Evangelio.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


7

Jesús explicó Él mismo, anticipadamente, la relación entre su palabra y el


Espíritu que enviaría (aunque no debemos pensar que lo haya hecho
necesariamente en los términos precisos que utiliza, al respecto, el evangelio de
Juan). El Espíritu -se lee en Juan-- «os enseñará y os recordará» todo lo que Jesús
ha dicho (Cf. Jn 14,25 s.), o sea, lo dará a entender a fondo, con todas su
implicaciones. Él «no hablará de sí mismo», esto es, no dirá cosas nuevas respecto
a las que dijo Jesús, sino -como dice Jesús mismo-- recibirá de lo mío y os lo
anunciará a vosotros (Jn 16,13-15).

En ello es posible ver cómo la lectura espiritual integra y sobrepasa la lectura


científica. La lectura científica conoce una sola dirección, que es la de la historia;
explica en efecto lo que viene después, a la luz de lo que viene antes; explica el
Nuevo Testamento a la luz del Antiguo que le precede, y explica la Iglesia a la luz
del Nuevo Testamento. Buena parte del esfuerzo crítico en torno a la Escritura
consiste en ilustrar las doctrinas del Evangelio a la luz de las tradiciones
veterotestamentarias, de la exégesis rabínica, etc.; consiste, en resumen, en la
investigación de las fuentes (sobre este principio se basa el Kittel y tantos otros
apoyos bíblicos).

La lectura espiritual reconoce plenamente la validez de esta dirección de


investigación, pero a ella añade otra inversa. Consiste en explicar lo que viene
antes a la luz de lo que llega después, la profecía a la luz de la realización, el
Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y el Nuevo Testamento a la luz de la
Tradición de la Iglesia. En ello la lectura espiritual de la Biblia encuentra una
singular confirmación en el principio hermenéutico de Gadamer de la «historia de
los efectos» (Wirkungsgeschichte), según el cual para comprender un texto hay que
tener en cuenta los efectos que ha producido en la historia, introduciéndose en
esta historia y dialogando con ella.

Sólo después de que Dios ha realizado su plan, se entiende plenamente el sentido


de aquello que lo ha preparado y prefigurado. Si todo árbol, como dice Jesús, se
reconoce por sus frutos, la palabra de Dios no se pude conocer plenamente antes
de haber visto los frutos que ha producido. Estudiar la Escritura a la luz de la
Tradición es un poco como conocer el árbol por sus frutos. Por ello Orígenes decía
que «el sentido espiritual es lo que el Espíritu da a la Iglesia». Esto se identifica
con la lectura eclesial o incluso con la Tradición misma, si entendemos por
Tradición no sólo las declaraciones solemnes del Magisterio (que se refieren, por
lo demás, a poquísimos textos bíblicos), sino también la experiencia de doctrina y
de santidad en donde la palabra de Dios se ha como encarnado nuevamente y «se
ha explicado» en el curso de los siglos por obra del Espíritu Santo.

Lo que se necesita no es por lo tanto una lectura espiritual que ocupe el lugar de
la actual exégesis científica, con un retorno mecánico a la exégesis de los Padres;
es más bien una nueva lectura espiritual que se corresponda al enorme progreso
registrado desde el estudio de la «letra». Una lectura, en síntesis, que tenga el

Bajo custodia de Escuela de la Fe


8

aliento y la fe de los Padres y, al mismo tiempo, la consistencia y la seriedad de la


actual ciencia bíblica.

5. El Espíritu que sopla a los cuatro vientos

Ante la extensión de huesos secos, el profeta Ezequiel oyó la pregunta: «¿Podrán


estos huesos revivir?» (Ez 37,3). La misma cuestión nos planteamos hoy nosotros:
¿podrá la exégesis, agostada por el prolongado exceso de filologismo, reencontrar
el impulso y la vida que tuvo en otros momentos de la historia de la Iglesia? El
padre de Lubac, después de haber estudiado la larga historia de la exégesis
cristiana, concluye más bien tristemente, diciendo que nos faltan, a los modernos,
las condiciones para poder volver a suscitar una lectura espiritual como la de los
Padres; nos falta esa fe llena de impulso, ese sentido de plenitud y de unidad que
tenían ellos, por lo que pretender hoy imitar su audacia sería exponerse casi a la
profanación, al faltarnos el espíritu del que procedían aquellas cosas.

Sin embargo no cierra del todo la puerta a la esperanza y dice que «si se quiere
reencontrar algo de aquello que fue en los primeros siglos de la Iglesia la
interpretación espiritual de las Escrituras, hay que reproducir sobre todo un
movimiento espiritual». A distancia de algunas décadas, con el Concilio Vaticano
II de por medio, me parece hallar, en estas últimas palabras, una profecía. Ese
«movimiento espiritual» y ese «impulso» comenzaron a reproducirse, pero no
porque los hombres los hubieran programado o previsto, sino porque el Espíritu se
puso a soplar de nuevo, inesperadamente, a los cuatro vientos sobre los huesos
secos. Contemporáneamente a la reaparición de los carismas, se asiste a una
reaparición de la lectura espiritual de la Biblia y es, también esto, un fruto, de los
más exquisitos, del Espíritu Santo.

Participando en encuentros bíblicos y de oración, me quedo sorprendido al oír, a


veces, reflexiones sobre la palabra de Dios del todo análogas a las que hacían en
su tiempo Orígenes, Agustín o Gregorio Magno, si bien en un lenguaje más
sencillo. Las palabras sobre el templo, sobre la «tienda de David», sobre Jerusalén
destruida y reedificada tras el exilio, se aplican, con toda sencillez y pertinencia, a
la Iglesia, a María, a la propia comunidad o a la propia vida personal. Lo que se
narra de los personajes del Antiguo Testamento induce a pensar, por analogía o
por antítesis, en Jesús, y lo que se narra de Jesús se aplica y actualiza en
referencia a la Iglesia y al creyente.

Muchas perplejidades respecto a la lectura espiritual de la Biblia nacen de no


tener en cuenta la distinción entre explicación y aplicación. En la lectura
espiritual, más que pretender explicar el texto, atribuyéndole un sentido ajeno a
la intención del autor sagrado, se trata, en general, de aplicar o actualizar el
texto. Es lo que vemos en acto ya en el Nuevo Testamento ante las palabras de
Jesús. A veces se constata que, de una misma parábola de Cristo, se realizan
aplicaciones distintas en los sinópticos, según las necesidades y los problemas de
la comunidad para la que cada uno escribe.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
9

Las aplicaciones de los Padres y las de hoy no tienen evidentemente el carácter


canónico de estas aplicaciones originarias, pero el proceso que conduce a ellas es
el mismo y se basa en el hecho de que las palabras de Dios no son palabras
muertas, «para conservar en aceite», diría Péguy; son palabras «vivas» y «activas»,
capaces de desplegar sentidos y virtualidades escondidas en respuesta a
cuestiones y situaciones nuevas. Es una consecuencia de la que he llamado la
«inspiración activa» de la Escritura, esto es, del hecho de que ella no es sólo
«inspirada por el Espíritu», sino que «emana» también el Espíritu y lo hace
continuamente, si se lee con fe. «La Escritura -dijo san Gregorio Magno- cum
legentibus crescit, crece con aquellos que la leen». Crece, permaneciendo intacta.

Concluyo con una oración que oí una vez a una señora, después de que se había
dado lectura al episodio de Elías quien, subiendo al cielo, deja a Eliseo dos tercios
de su espíritu. Es un ejemplo de lectura espiritual en el sentido que acabo de
explicar: «Gracias, Jesús, porque ascendiendo al cielo no nos dejaste sólo dos
tercios de tu Espíritu, ¡sino todo tu Espíritu! Gracias por que no lo dejaste a un
solo discípulo, ¡sino a todos los hombres!».

Bajo custodia de Escuela de la Fe


10

Sesión 1
Introducción a la Biblia
Dios y el hombre
Esquema de la lección

I. Introducción

II. Dios nos ha hablado

III. Los protagonistas de la Biblia

IV. Dios nos sigue hablando hoy

V. Diversas actitudes ante la palabra de Dios

VI. Conclusión

Profundiza tu fe:

1. Redacta un ensayo sobre este tema: La historia de la salvación es la clave


para interpretar la historia del hombre

2. Investiga cuáles son los conceptos fundamentales de la historia de la


salvación.

3. Menciona los momentos decisivos de la historia de la salvación

Catecismo:

Leer CEC nn. 101 -104, 105, 109, 133, 138

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

El Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Divina Revelación (DV)


recomienda insistentemente, a todos los fieles, la lectura asidua de la Sagrada
Escritura para que adquieran la ciencia de Jesucristo, pues desconocer la
Escritura es desconocer a Cristo (cfr. DV 25).

Pero es una realidad que mucha gente tropieza con dificultades en su lectura,
porque:

 La encuentra difícil y compleja.


Bajo custodia de Escuela de la Fe
11

 La emprenden sin preparación y sin las disposiciones espirituales


necesarias.

 Los textos les parecen arcaicos y sin aparente interés actual

 No entienden cómo se puede relacionar con su vida cotidiana

 Otros, sintiéndose interpelados, se resisten al cambio

 No consideran que la lectura de las Escrituras sea necesaria

 Consideran que es sólo para especialistas

No hay de qué alarmarse. En la misma Biblia encontramos testimonios de que la


lectura de algunos pasajes presenta dificultades. Así por ejemplo, Daniel se
interrogaba sobre el sentido de algunos oráculos de Jeremías (cfr Dn 9,2). Según
los Hechos de los Apóstoles, un etiope del primer siglo se encontraba en la misma
situación y reconocía la necesidad de que alguien le explicara (Hch 8,30-35). El
mismo autor de la 2ª carta de Pedro reconoce que en las cartas del apóstol Pablo
se encuentran algunos pasajes difíciles de comprender (cfr 2 Pe 3,16).

Cierto que no es ilegítimo leer la Biblia buscando sus bellezas literarias o cultura-
les, pero debemos preocuparnos principalmente del mensaje religioso y leerla con
el mismo espíritu de fe con el cual fue escrita, conscientes de que “A Dios
hablamos cuando oramos” “a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (San
Ambrosio, cfr PL 16,50), pues la lectura de la Sagrada Escritura nos pone en
contacto con la auténtica palabra de Dios, como la lectura de la carta de un amigo,
nos pone a platicar con nuestro amigo.

Así pues, para que nuestra lectura de la Biblia sea verdadera conversación y
comunicación provechosa con Dios, debemos situarnos en actitud de escucha;
antes que buscar la simple instrucción, la utilidad o el estudio estéril, hay que
escuchar su voz con las puertas del corazón abiertas de par en par. "Cristo está
presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es
Él quien habla" (SC n. 7).

Eso significa que la Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con el auxilio
del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, según estos criterios:

 Atendiendo al contenido y a la unidad de toda la Escritura

 Leyéndola según la tradición viva de la Iglesia

 Respetando la analogía de la fe y la cohesión de las diversas verdades entre


si. (cfr CEC, Compendio, n 19)

Bajo custodia de Escuela de la Fe


12

II. Dios nos ha hablado.

Es importante observar cómo las religiones fundadas por hombres son el intento
del hombre para llegar a Dios. En las religiones bíblicas, por el contrario, como el
judaísmo y el cristianismo el proceso es a la inversa porque es Dios quien toma la
iniciativa de salir al encuentro del hombre para conversar con él. “En los libros
Sagrados el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos
para conversar con ellos” (cfr DV 21).

¿Y por qué lo hace? ¿Qué intención mueve a Dios a salir al encuentro del hombre?
Le mueve el amor, porque “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (cfr 1 Tm 2,4), es decir, al conocimiento de Cristo
Jesús, y para que el hombre “se haga partícipe de los bienes divinos, que superan
totalmente la inteligencia humana” (cfr. DV 6).

Siguiendo su sabia pedagogía, Dios se revela primeramente por las obras que
realiza en la historia de la salvación. Su aparición es operativa, iniciando con la
creación; esta es la revelación de Dios que hay que descubrir examinando los
signos de los tiempos (Mt 16,1-4).

Posteriormente, Dios fue hablando de muchos modos para explicar el misterio que
encierran sus acciones y sus palabras, quedado todo esto consignado por escrito en
los libros de la Biblia.

Pero, la Biblia no es un mensaje del pasado, sino que es una palabra viva y eficaz
(Hb 4,12). Aunque fue escrita hace mucho tiempo, su mensaje sigue siendo válido.
La Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y se
van; lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo. La Palabra de Dios, por el
contrario, es Palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para
siempre. Al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos por tanto en nosotros
la vida eterna (cfr Benedicto XVI, Catequesis 07 Nov 2007).

La palabra de Dios es el alimento para la vida, para la oración y para el


camino diario, el principio de unificación de la comunidad en la unidad de
pensamiento, la inspiración para la renovación constante y para la
creatividad apostólica. (Instrucción de la Congregación para los institutos de vida
consagrada y las sociedades de vida apostólica n. 24).

1. La Revelación.

Podemos preguntarnos cuánto se interesa Dios por nosotros. A veces, lo sentimos


muy cerca; otras nos parece un ser lejano, casi extraño. Pero Dios quiere entrar en
contacto con los hombres, porque los ama infinitamente a todos y a cada uno. Por
eso, toma la iniciativa del diálogo. Habla en lugares y momentos concretos. Habla
en la historia, con palabras y con acciones. Y habla para salvarnos. Por eso
llamamos Historia de la Salvación al conjunto de intervenciones de Dios en la
Bajo custodia de Escuela de la Fe
13

vida de los humanos.

Dios nos manifiesta cómo es Él, cómo somos nosotros y cuál es su plan para toda
la humanidad. Es lo que llamamos Revelación. Y la realiza valiéndose de diversos
mediadores, muchos de ellos humanos, en un proceso lento y gradual, con acciones
y palabras que se explican y complementan mutuamente.

La Biblia, pues, es el conjunto de libros que relatan los incidentes de esta Historia
y el progreso de la manifestación de Dios a los hombres. Está dividida en dos
grandes bloques: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento; cada uno con sus
características propias.

2. El inicio de la Revelación.

La Biblia, en el Antiguo Testamento, muestra cómo Dios se manifestó al hombre


desde sus orígenes. Su finalidad fue preparar la venida de Jesucristo, Salvador de
toda la humanidad. Esta preparación Dios la llevó a cabo de muchas maneras
junto con su pueblo elegido. Así, personas, alianzas, profecías, nacimientos o
muertes, forman parte de una revelación que se realiza poco a poco. Dios se va
expresando, pues, de una manera muy pedagógica para que aún el más simple
pueda comprender.

Sus libros conservan un valor permanente por ser inspirados. Sus enseñanzas no
pueden ser revocadas aunque contengan elementos imperfectos y pasajeros,
porque son verdadera palabra de Dios (CEC 121 y 122).

a. Etapas de la Revelación

1. La primera revelación, que se expresa a través de la naturaleza, puede


llamarse revelación cósmica o natural. Se refiere al acto creativo de Dios,
que permite ya un conocimiento de sí como de un Dios que ama. A través
de esta revelación, se puede llegar a conocer a Dios (Rom 1,20); por tanto, lo
creado se convierte en el escenario en el que el hombre bíblico ve cómo Dios
sale por primera vez del silencio de su misterio.

2. Hay una segunda revelación llamada histórica. Se refiere sobre todo a las
peripecias que constituyen la historia de Israel: la llamada de Abrahán con
la promesa de una tierra y de un pueblo, la esclavitud en Egipto, la alianza
y el don de la Torah, la deportación y las más variadas vicisitudes del
pueblo se convierten en «palabras» con las que Israel comprende quién es
Dios y qué relación lo une a él. La historia de este pueblo constituye el
horizonte ineliminable de toda posible comprensión de la revelación; parece
como si se llegara a una identificación entre los dos, de manera que en las
mismas peripecias de la historia Dios se manifiesta en su realidad
personal.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


14

3. La tercera expresión de la revelación es la profética. Se reconoce en los


diversos oráculos o en los signos proféticos que se realizan. Esta revelación
pasa a través de la mediación personal de algunos hombres llamados a
expresar las palabras mismas de Yahvé; escuchar o rechazar su palabra
coincide con escuchar o rechazar a Dios. La revelación profética recorre las
grandes etapas de la historia de Israel, como la alianza, la Torah y la
fidelidad a Yahvé, pero las inserta en una perspectiva más profunda y más
espiritual, para que nadie se quede en una relación puramente formal con
Dios.

4. La cima de la Revelación es la revelación crística. La revelación de la


palabra se hace ella misma «carne» y el alfabeto de Dios toma cuerpo en e1
lenguaje de Jesús de Nazareth. Esta revelación, como indica la Dei Verbum
en el n. 4, debe considerarse «definitiva» y «completa», ya que en Jesús Dios
nos dice todo lo que, en su misterio de amor, quería comunicar a la
humanidad.

3. La Revelación de Dios en el Nuevo Testamento

¿Qué lugar ocupa Jesucristo en la revelación de Dios a los hombres? Jesús es la


palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14). Él vino a dar plenitud y cumplimiento y
hacer más comprensible cuanto había sido revelado en el Antiguo Testamento.
Dios no dice muchas cosas. Dios dice sólo una Palabra: su Verbo único, en quién
Él dice toda su plenitud (CEC 102).

El Nuevo Testamento es, pues, «la plenitud de los tiempos» (Gál 4,4; Lc 16,16). Da
cumplimiento a las esperanzas sembradas durante todo el Antiguo. Y así
constituye la nueva y definitiva alianza que nunca cesará (CEC 124). Por eso, no
hay que esperar ya ninguna otra revelación de Dios por supuestos nuevos y falsos
testigos, hasta la gloriosa manifestación del mismo Jesucristo al final de los
tiempos (1 Tim 6,14; Tit 2,13).

III. Los protagonistas de la Biblia

Para poder desentrañar el mensaje profundo de la Biblia, conviene fijarse en los


dos protagonistas que intervienen: Dios y el hombre. Dios crea al hombre, lo
rescata después de la caída, le promete la salvación y lo salva con hechos
concretos. El hombre responde con voluble docilidad a los planes de Dios, así se
hace participante de su propia salvación y en este sentido también protagonista.

Este protagonismo de Dios y del hombre está en la realización de los hechos, en


los relatos y en la escritura de los mismos. La Biblia no son sólo hechos de Dios
relatados por la pluma del hombre. Hombre y Dios van tejiendo una historia
común. Porque la Biblia es la historia que nos presenta las relaciones de Dios con
los hombres. Por eso, es tan cercana y útil para nuestra vida actual.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
15

1. El autor de la Biblia.

Hay, pues, dos autores en la Biblia: Dios es el autor principal y el hombre es el


autor secundario. Es palabra de Dios porque de Él viene. Y es palabra del hombre,
porque surge de la inteligencia y de las manos humanas. Dios es como el corazón
y el hombre como el instrumento. Es palabra de Dios, pero con lenguaje y con
sentir de historia humana. Por eso, refleja el estilo y el carácter humano de quien
la ha escrito como instrumento de revelación. Dice las cosas de Dios, con las
palabras de los hombres: “El espíritu de Yahvé habla por mí, su palabra está en
mi lengua” (2 Sam 23,2; cfr Is 59,21; Jer 1,9)

Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada


Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. Pero en la redacción
de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias
facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron,
como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería. (Cf. DV 11)

Este procedimiento de Dios es fruto de su condescendencia y de su bondad. Para


darse a entender a los hombres, Dios se revela hablando en palabras humanas, en
lenguas humanas y en historias humanas, como lo recuerda el CEC n. 101.

A pesar de la diversidad de los autores, estilos, épocas y contenidos, la Biblia es


UN solo libro. Porque UNO es el Espíritu que la ha inspirado y UNA es la palabra
de Dios que se expresa en todas sus partes. Por eso, no se puede leer un texto
aislándolo del resto, como hacen algunas sectas.

La Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con
que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que
atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada
Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de
la fe. (Cf. DV 12)

b. Cómo se fue componiendo la Biblia.

Los acontecimientos que el Pueblo de Dios iba viviendo desde sus orígenes se
conservaban y transmitían de viva voz por el mismo pueblo. Se fueron
completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su
verdadero sentido. Esta interpretación se hizo siempre a la luz de la fe. Al
principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló
los diversos escritos, las tradiciones orales y los otros documentos existentes,
formando así una herencia común redactada para todo el pueblo. Esta redacción
se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos. Desde luego,
hay escritos, como las cartas de San Pablo que no dependen de una transmisión
oral previa.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


16

Los textos no quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o


científicas. Son reflexiones de la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o
sobre los problemas que golpean a la vida de la comunidad en un determinado
momento. Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el
Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el Nuevo. Pero el misterio de
todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por
eso, el libro es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.

3. Fechas de composición.

 Antiguo Testamento: se escribe durante el largo período que va desde el


reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un siglo antes de Cristo.

 Nuevo Testamento: se escribe a partir de la tercera década de la muerte de


Cristo, hasta la muerte del último Apóstol, en tiempos de la primera
generación de cristianos, durante la segunda mitad del siglo I.

4. Lenguas de la Biblia.

Los libros de la Biblia fueron escritos en lenguas usadas en su época, que


corresponden a una cultura distinta a la nuestra.

Nuestro modo de expresar los conceptos es distinto del que se usaba en aquellos
idiomas. Nuestra mentalidad y forma de ver el mundo es distinta. Por ello,
cuando abrimos un libro de la Biblia, debemos tomar en cuanta las diferencias de
lenguaje y de pensamiento para poder comprender mejor lo que los autores y Dios
querían decir (cfr DV 12,1)

Las lenguas originales en que se escribieron los libros de la Biblia son:

 En hebreo se escribió la mayor parte del Antiguo Testamento.

 En arameo se escribieron los libros de Tobías, Judit y fragmentos de


Génesis, Esdras, Daniel y Jeremías.

 En griego se escribió todo el Nuevo Testamento. Y del Antiguo Testamento


el libro de la Sabiduría, el segundo de los Macabeos, el Eclesiástico y partes
de los libros de Ester y de Daniel.

IV. Dios nos sigue hablando hoy

¿Dios se ha olvidado de nosotros y se ha callado? La respuesta a esta interrogante


está en considerar que la palabra de Dios es algo vivo y cercano, que nos sigue
interpelando a cada uno de nosotros. Lo hace básicamente de dos modos:

Bajo custodia de Escuela de la Fe


17

1. Con las palabras.

Dios se revela con palabras que ya están escritas en la Biblia, que contiene la
Palabra viva de Dios para que siga resonando a lo largo de los siglos (Hb 4,12-13).

A través de esta palabra Dios habla sin interrupción con la Iglesia. De forma que,
cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura, es Dios mismo quien nos habla, e
“ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”.

2. En los acontecimientos.

Por ejemplo, Dios en el Antiguo Testamento no sólo anunció a los israelitas su


proyecto de liberarlos de la esclavitud egipcia (Ex. 3), sino que también de hecho
los liberó y sacó de Egipto (Ex. 12-15).

Y, en el Nuevo Testamento, Jesús multiplica los panes y luego se nos revela como
el Pan de Vida explicando así el signo que había realizado (Jn. 6). Declara
también que Él es la resurrección y la vida, y de hecho resucita a Lázaro (Jn. 11).
De esta forma captamos mejor que Dios se revela a través de obras y palabras
íntimamente ligadas.

V. Diversas actitudes ante la palabra de Dios

Cuando dirigimos la palabra a otra persona, esperamos que nos preste atención,
nos escuche y nos responda. Así sucede con Dios que nos habla. Espera nuestra
respuesta de fe que abarca la totalidad de nuestras dimensiones y aspectos
personales y comunitarios. La Palabra de Dios no nos puede dejar neutrales e
indiferentes: la aceptamos o la rechazamos.

En la parábola del sembrador (Lc 8,4-5.) Cristo mismo ilustra las diversas
posturas ante la palabra de Dios:

 Escuchar la Palabra de Dios, pero no cumplir lo que allí se nos pide, como
la gente que acudía en tropel a Ezequiel por simple curiosidad, lo
escuchaban, pero no ponían en práctica el mensaje de Dios (Ez. 33, 30-33), o
como el hijo que dice "sí" a su padre, pero luego no cumple con su palabra
(Mt. 21, 28-32; Jer 7,23-28).

 Escuchar la Palabra y ponerla en práctica, como el hombre que edifica


sobre buenos cimientos (Lc. 6, 47-49).

 Escucha y difunde la Palabra del Señor como lo realizaron los


tesalonicenses con su ejemplo de acogida de esa palabra (1Tes. 1, 6-10;
2,13), o como lo hicieron los apóstoles quienes con gran libertad y valentía
predicaron la Palabra del Señor (Hch. 4, 18-20. 29-31).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


18

VI. Conclusión

La Biblia no pretende, solamente, narrar las experiencias de determinadas


personas, sino presentarnos un modelo universal a través de ellas. Y es un modelo
válido para cada uno de nosotros. Nos da así la clave para interpretar la historia y
para recuperar la brújula que nos oriente entre las sombras de este mundo y para
reforzar nuestro corazón que late, a veces, con demasiada fatiga.

El conocimiento y aprecio de la Palabra de Dios, sea escrita o encontrada en los


acontecimientos, nunca puede dejarnos neutrales o indiferentes. Nos pide la
obediencia de la fe en cada paso y momento de nuestra vida.

Lucas concluye: dichosos los que la oyen y la practican (Lc 11,28) y Pablo explica:
porque al obedecerla la convierten en fuente de salvación (cfr Rm 1,5: 16,26)

Lecturas complementarias:

Lectura de la Dei Verbum nn. 21-24


Capítulo VI. La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia

La Iglesia venera las Sagradas Escrituras

21. la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el


mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los
fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo,
sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera,
juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto
que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican
inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu
Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles.

Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la


misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella.
Porque en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor
a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de
Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus
hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a
propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de
Dios es viva y eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han
sido santificados".

Se recomiendan las traducciones bien cuidadas

22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso ala Sagrada
Escritura. Por ello la Iglesia ya desde sus principios, tomó como suya la

Bajo custodia de Escuela de la Fe


19

antiquísima versión griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, y


conserva siempre con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre todo
la que llaman Vulgata. Pero como la palabra de Dios debe estar siempre
disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten
traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos
de los sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y con el
beneplácito de la Autoridad de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la
colaboración de los hermanos separados, podrán usarse por todos los
cristianos.

Deber de los católicos doctos

23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el


Espíritu Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda
inteligencia de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a
sus hijos con la divina enseñanzas; por lo cual fomenta también
convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del
Occidente, y de las Sagradas Liturgias.

Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando


diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo
la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma
que el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir
fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la
mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el
amor de Dios.

El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a los estudios


bíblicos, para que la obra felizmente comenzada, renovando constantemente las
fuerzas, la sigan realizando con todo celo, según el sentir de la Iglesia.

Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología

24. La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra


escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se
robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe
toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras
contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de
Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el
alma de la Sagrada Teología. También el ministerio de la palabra, esto es, la
predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es
preciso que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre
saludablemente y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


20

Autoevaluación:

1. ¿Puede Dios comunicarse realmente con el hombre?

2. ¿Es necesaria y confiable esa comunicación?

3. ¿Qué medios utilizó Dios para comunicarse con el hombre?

4. ¿Por qué es importante la Biblia para nuestra vida?

5. ¿Qué enseñanza nos deja el modo como Dios se fue revelando a través de la
historia?

6. ¿Qué podemos hacer para no sólo escuchar la Palabra de Dios, sino también
para ponerla en práctica y difundirla entre nuestros hermanos?

7. ¿Quién es el autor de la Biblia?

8. ¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia?

9. ¿Cuáles son las lenguas originales de la Biblia?

10. ¿Qué debemos tener en cuenta para comprender los libros de la Biblia?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


21

Sesión 2
El canon de la Sagrada Escritura
Esquema de la lección

I. Introducción

II. El canon bíblico

III. El canon del antiguo testamento

IV. El canon del Nuevo Testamento

Profundiza tu fe:

1. Investigar cual es la diferencia entre la Biblia Católica y las protestantes.


2. Elaborar un ensayo donde narre los acontecimientos que dieron lugar a la
versión de la Biblia de los LXX.
3. Explicar los siguientes cuestionamientos:

En razón de que Dios ha inspirado los libros sagrados, podemos afirmar que
en ellos encontramos la verdad en orden de nuestra salvación. ¿Conocemos
esa verdad? ¿Vivimos de acuerdo a ella?

Catecismo:

El Nuevo Testamento exige ser leído también a la Luz del Antiguo… según un viejo
adagio, El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el
Antiguo se hace manifiesto en el nuevo. “Novum in Vetere latet et in Novo Vetus
patet” San Agustín, Quaestiones in Heptateucum (CEC 120-130).

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Es obligado iniciar este capítulo con el recuerdo de un hecho rutinario de la vida


real: Llaman a la puerta de casa. Abres y te encuentras frente a dos sonrisas de
tres pulgadas y media zurcidas en el rostro de sendas señoras en edad otoñal.

- ¡Venimos a explicarle la palabra del Señor para que sea salvo! Saludan a dueño
mientras abren el libro de la Biblia, edición Atalaya, que traen en las manos.

Enseguida afloran las diferencias: “su” Biblia tiene menos libros que la católica y
según ellas “su” Biblia es la buena, y quien quiera salir del error para “ser salvo”
Bajo custodia de Escuela de la Fe
22

tiene que leer “su” Biblia. ¿A quién le asiste la razón? O ¿lo dejamos así?

En cambio, otros espíritus inquietos se preguntan por qué ya no se añaden más


libros a la Biblia, o se revisan de acuerdo a los sorprendentes descubrimientos
arqueológicos del Mar Muerto.

La respuesta a estas divergencias y sugerencias está en la configuración del canon


bíblico.

II. El canon bíblico (Cf. CEC 120 - 130)

1. Significado de la palabra canon.

Por canon de las sagradas Escrituras se entiende la lista concreta de los libros en
que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, ha reconocido las huellas de Dios y
del mismo Espíritu: libros que propone al pueblo creyente para que conozca el
proyecto de Dios en favor de la humanidad y lo realice.

La palabra, del griego kanon, tiene el significado fundamental de «regla» «vara»


(como unidad de medida, usado especialmente por los leñadores y albañiles),
«metro», «norma». En general, canon en el contexto teológico tiene el significado
sublime y amplio de todo lo que implica el seguimiento de Cristo, así como la
verdad vinculante tal como la anuncia la Iglesia: «la regla de la fe" o «regla de la
verdad». Este concepto se aplica particularmente a la «regla» por la cual es posible
señalar aquellos libros que han de considerarse normativos para la fe. Dando un
nuevo paso -ya en el s. IV-, el término canon llega a indicar la lista normativa de
los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento que tienen una característica
especial: ¡están inspirados! (cf, el concilio de Laodicea, por el 360: «En la
asamblea no deben recitarse salmos privados o libros no canónicos, sino
solamente los libros canónicos del Nuevo y Antiguo Testamento» (can. 59: EB 1 en
el can. 60 está la lista de los mismos: EB 1 12s).

Para este uso del «canon» fue decisivo el concepto de norma, implícito en el
término, o sea, el contenido objetivo de los libros inspirados como « norma de la
verdad cristiana». Los libros inspirados, esto es, escritos bajo la inspiración del
Espíritu Santo, son llamados libros canónicos, ya que los conoce como tales la
Iglesia, proponiéndolos como norma de fe y de vida, El hecho de que en la Iglesia
se indicase la existencia de una norma semejante significa que desde los primeros
siglos existía un principio de autoridad.

Así entendida la función del canon es impedir que la Revelación sea adulterada
con la inclusión en la Biblia de libros apócrifos o mutilada por la exclusión de
libros auténticos.

1 EB = Enciclopedia de la Biblia, Garriga, Barcelona 1963


Bajo custodia de Escuela de la Fe
23

2. Canon Bíblico e inspiración.

Se llama Canon Bíblico al catálogo oficial y definitivo que precisa cuántos y


cuáles son los libros que componen la Biblia. Obviamente se trata de los 73 libros
que la Iglesia considera inspirados, porque fueron escritos bajo el influjo y la
asistencia del Espíritu Santo. (Cf. CEC 120 y 138)

Es conveniente recalcar que el canon de los libros inspirados se aplica a toda la


Sagrada Escritura, no sólo a unas partes. Es decir, se considera integrante de la
Biblia y por lo tanto inspirado, al libro en su totalidad, no solo alguna sección del
mismo. (Cf. CEC 105)

La Iglesia determina cuáles libros forman el canon porque tiene la autoridad


recibida de Cristo para precisar con certeza qué es auténtico y qué no en materia
de la revelación.

La Iglesia no atribuye sino atestigua la existencia de la inspiración: es decir,


descubre y enseña que ahí está la verdad. No crea la inspiración por decreto, sino
que decreta cuáles libros deben incluirse en el catálogo bíblico porque son
inspirados. La canonicidad es el reconocimiento oficial por parte de la Iglesia de
que un libro es inspirado.

Además, si la Iglesia determina cuáles libros componen la Biblia es porque ella es


quien los ha escrito. Y ¿quién sino el mismo autor puede definir cuáles libros ha
compuesto y cuáles no? Ella es la comunidad de fe donde estos libros surgieron y
en donde la comunidad reconoce y expresa su fe.

Algo semejante a lo que ocurre en el proceso del revelado fotográfico: el


laboratorio no inventa las imágenes sino descubre, “deja ver” las tomas
previamente captadas que contiene el carrete.

Respecto al Antiguo Testamento, también los judíos poseían un canon de Libros


Sagrados. ¿Cuál era entre ellos la autoridad a la cual competía distinguir los
Libros Sagrados de los que no lo eran? ¿Cómo se llegó a la definición de este
canon?

III. El canon del Antiguo Testamento

1. Producción literaria.

El Pueblo de Israel se preocupó por escribir sus leyes, su historia, sus tradiciones
y el mensaje de los profetas, sobre todo cuando quedó formado como una nación a
partir del reinado de David. Nació así una amplia literatura de tipo histórico que
se consolidó (Gn, Ex, Jos, Re, Cro, Esd, etc.) durante el reinado de su hijo
Salomón.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
24

Por referencias que se hacen en estos libros conocemos la existencia de escritos


anteriores, hoy extraviados. Por ejemplo, se habla del «Libro de las Guerras de
Yahvé» (Nm 21,14); del «Libro de Yashar» (Jos 10, 13), de los «Anales del Reino de
Judá», y de los «Anales del Reino de Israel». Estos últimos son citados más de
quince veces cada uno en los libros canónicos sin que tengamos rastro de ellos (cfr.
1 Re 11,41;14,19).

Está también el caso del 2° libro de los Macabeos que resume 5 libros de Jasón de
Cirene; en la versión de los LXX figura entre los canónicos y los originales no (Cfr
2 Mac 2,23)

Esta existencia de libros no recibidos en la Biblia plantea algunas preguntas: ¿Por


qué unos escritos forman parte de la Biblia y otros no? Es decir ¿qué motivó la
aceptación de unos escritos como libros sagrados y el abandono de otros, como si
fueran libros comunes? ¿Quién los seleccionó y con qué criterio?

2. El proceso de discernimiento.

El establecimiento del ‘canon’ de la Sagrada Escritura ha sido el punto de llegada


de un largo proceso (como explicaba la PCB en La interpretación de la Biblia en la
Iglesia):

1º. “Las comunidades de la Antigua Alianza (desde grupos particulares como


los círculos proféticos o el ambiente sacerdotal, hasta el conjunto del
pueblo) han reconocido en un cierto número de textos la palabra de Dios
que suscitaba, es decir: que estaba en el origen de su fe y los guiaba en la
vida”.

 El factor fundamental en todo el proceso fue siempre la asistencia que


Dios daba a esas comunidades, lo mismo que a individuos,
iluminándoles para que llegaran a la convicción de que determinado
escrito les transmitía el pensar mismo de Dios.

 Era Dios quien orientaba la piedad judía hacia la veneración de unos


determinados libros, mientras daban poca importancia a otros. Así,
con el tiempo, unos se conservaron y otros simplemente
desaparecieron.

 En algunas instancias la declaración de un profeta confirmaba el


origen divino de algún escrito anterior, quedando éste garantizado por
el respaldo y la autoridad del profeta.

 Tuvieron peso también las tradiciones más firmes que atribuían


determinados escritos a grandes figuras como Moisés, David o
Salomón.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
25

2º. De esta manera las comunidades hebreas “han recibido esos textos como un
patrimonio que debía ser conservado y trasmitido. Así, los textos [...] se han
convertido en propiedad común del pueblo de Dios.”

3º. Para Jesús mismo, y luego para sus apóstoles, está claro que "las
Escrituras" (o lo que "está escrito") constituyen la máxima autoridad y
punto de referencia, y siempre se cumplen: en otras palabras, no se discute
que constituyan la palabra de Dios.

4º. En consecuencia, “el Nuevo Testamento testimonia su veneración por esos


textos sagrados, que recibe como una preciosa herencia trasmitida por el
pueblo judío. Los considera ‘Sagradas Escrituras’ (Rom. 1, 2), ‘inspiradas’
por el Espíritu de Dios (2 Tim. 3, 16; cfr. 2 Ped. 1, 20-21), que ‘no pueden
ser abolidas’ (Jn. 10, 35).”

3. El canon israelita en tiempos de Jesucristo.

En Israel, la idea de un libro sagrado data, como mínimo, del 621 a.C. Así, por
ejemplo, durante la reforma de Josías, rey de Judá, cuando se estaba
rehabilitando el Templo, el sumo sacerdote Jilquías descubrió "el libro de la Ley"
(2 Re 22,8) que fue recibido con gran veneración. Más respeto, aún, se concedió al
texto leído por Esdras, el sacerdote y escriba hebreo, ante la comunidad a finales
del siglo V a.C. (Neh. 8,1 y ss).

Pero será hasta los tiempos de Cristo cuando habrá ya un canon claramente
formado del Antiguo Testamento. Había dos versiones del mismo. Aclarar la
existencia de estas dos versiones es muy importante, porque de ahí nace la
diferencia entre las ediciones católicas y las protestantes.

 El canon palestinense

Se llamaba Palestinense porque lo usaban los judíos residentes en Palestina.

El canon de la versión palestinense sólo contenía 22 libros. La cifra es más bien


convencional, pues corresponde a las 22 letras del alfabeto hebreo. Para reducirlo
a 22, se hicieron uniones artificiales. Por ejemplo, los dos libros de las Crónicas se
unían, Jeremías y Lamentaciones también, y los doce profetas menores se tratan
como un solo libro. En total, esta versión de la Biblia contenía 39 de los libros
actuales del Antiguo Testamento.

 La versión alejandrina

El canon alejandrino surgió primero como una traducción de los libros hebreos al
griego. El proceso se inició en el siglo III a.C. fuera de Palestina, debido a que las
comunidades judías de Egipto y de otros lugares necesitaban las Escrituras en el
Bajo custodia de Escuela de la Fe
26

idioma de su propia cultura. La mayoría de los libros adicionales de esta Biblia,


incluyendo suplementos de libros más antiguos, tuvo su origen entre las
comunidades judías no palestinas

Los judíos de la diáspora, sobre todo los radicados en Alejandría, incluían también
siete libros escritos originalmente en griego, que hoy los católicos llamamos
deuterocanónicos (Judith, Tobías, 1° y 2° Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico,
Baruc, además de algunas partes de Ester y Daniel). Su versión contaba con un
total de 46 libros y corresponde a la Versión de los LXX.

A partir del Sínodo de Yamnia (95-100 d.C.), el judaísmo oficial se decidió por la
versión palestinense excluyendo los deuterocanónicos. Este Sínodo tomó como
criterios de selección la inspiración divina, la santidad de los libros y que
originalmente fueran escritos en hebreo, considerada la única lengua sagrada.
Este último criterio fue determinante.

4. Canon del Antiguo Testamento en el cristianismo.

La Iglesia, siguió el uso que dieron los Apóstoles al Antiguo Testamento. Ellos
usaron siempre la versión de los LXX en sus escritos, aunque nunca hicieron citas
de los deuterocanónicos.

Esta unanimidad que aparece desde el siglo IV en el concilio de Hipona (año 393),
fue confirmada oficialmente en los Concilios de Florencia y Trento y ratificada en
los Concilios Vaticano I y Vaticano II tal como registra el Catecismo de la Iglesia
Católica (cfr n 120).

IV. El canon del Nuevo Testamento

1. Literatura cristiana primitiva.

La primera generación cristiana conoció una literatura más extensa que la


canónica. No aparece ninguna declaración explícita sobre el canon en estos
primeros tiempos. Parece comprensible, porque los Santos Padres y escritores
estaban más preocupados por precisar la verdadera doctrina que de fijar cuáles
libros eran o no inspirados. Pero es interesante destacar que citan los libros
canónicos reconociéndoles una autoridad especial y dándoles un trato de
inspirados por Dios.

Ejemplo: San Pablo mismo habla de una carta suya anterior dirigida a los
Corintios (cfr 1 Cor 5,9), y en Col 4,16 de otra escrita a los laodicenses que no se
conserva (aunque según algunos sería la que conocemos como epístola a los
Efesios).

Comienzan a difundirse algunas obras apócrifas a partir del siglo II. Se les quiere
atribuir falsamente un origen apostólico. Muchos de estos escritos apócrifos eran
Bajo custodia de Escuela de la Fe
27

heréticos. Se inicia entonces una reacción de dudar de la canonicidad de alguno de


los libros inspirados, sobre todo de los más difíciles de interpretación o los más
citados por los herejes. Es el momento en que los Santos Padres y Concilios
locales comienzan a fijar sus cánones.

La lista más antigua que poseemos es el Canon de Muratori de finales del siglo II.
Menciona todos los libros del Nuevo Testamento, menos Hebreos, Santiago y las
dos epístolas de Pedro. Las dudas se disipan poco a poco y desde el concilio de
Cartago (a. 397) no hay vacilación sobre el Canon. Los Santos Padres de Oriente y
de Occidente más destacados aceptan unánimemente los 27 libros del Nuevo
Testamento.

2. Criterios para la aceptación de los libros del Nuevo Testamento en el canon.

¿Quién decidió que tal o cual libro formasen parte de la Biblia?

El criterio fundamental para fijar la lista integral de los libros que forman el
canon es la Tradición apostólica, asistida por el Espíritu Santo que hizo discernir
a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cfr CEC, nn 120,
1117; DV 8).

Es importante tener en cuenta que la Tradición no es una “decisión” documentada


en un día y hora precisa, sino una corriente de vida, un proceso en el que
intervienen numerosos factores:

 La certeza de que Jesús y los apóstoles habían reconocido el Antiguo


Testamento como Escritura Sagrada que recibía su cumplimiento en el
misterio pascual.

 La convicción de que los escritos del Nuevo Testamento contienen


auténticamente la predicación apostólica, aunque no todos hayan sido
compuestos por los apóstoles mismos.

 La constatación de su conformidad con la regla de fe.

 Su uso litúrgico antiguo y generalizado en las comunidades

 Su capacidad de nutrir la vida eclesial de las comunidades.

Como la canonicidad de un libro constituye un hecho sobrenatural, que sólo


podemos conocer por revelación divina, a través de la tradición de la Iglesia, es
necesaria la testificación autorizada del Magisterio de la Iglesia para saber con
certeza si un libro determinado es canónico e inspirado. De este modo el canon
definido por el Concilio de Trento ya era reconocido por todas las Iglesias desde el
siglo IV.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


28

Observaciones complementarias: El valor de los apócrifos

Apócrifo quiere decir "separado". Los libros apócrifos son escritos religiosos
atribuidos a personajes de la Biblia. No son canónicos, o sea que no se consideran
inspirados. Normalmente tienen la intención de demostrar alguna teoría y ponen
por autores a personajes bíblicos, para dar autoridad a lo que dicen. Aunque
pueden contener datos auténticos, en general son libros llenos de fantasías, por lo
que sólo sirven por cuanto dan un testimonio humano de cómo se pensaba en la
época y en el ambiente en que se escribieron.

Lecturas complementarias:

Concilio Vaticano II, Dei Verbum, nn. 8, 10

8. Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en


los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una
sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos
mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que
han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que
se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles
encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y
aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su
culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo
que cree.

Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la


asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las
cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de
los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que
experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la
sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la
Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la
verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.

Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta


tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia
creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los
libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a
fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habló en
otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el
Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por
ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que
la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16).

10. La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo


depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito
Bajo custodia de Escuela de la Fe
29

todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en
la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración
(cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la
conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.

Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o


transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya
autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente,
no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que
le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo
la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este
único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios
que se ha de creer.

Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el


Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están
entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y
que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de las almas.

Autoevaluación

1. ¿Qué significa la expresión canon bíblico?

2. ¿Qué relación tiene el canon con la inspiración?

3. ¿Quién determina la inspiración y la canonicidad?

4. Explicar las características del canon palestinense del Antiguo Testamento,

5. ¿Cuáles son las características del canon alejandrino del Antiguo


Testamento?

6. ¿Qué es el canon de Muratori?

7. ¿Qué es un libro apócrifo?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


30

Sesión 3
La inspiración de la Biblia

Esquema de la lección

I. Introducción.

II. Naturaleza de la inspiración divina según el Vaticano II

III. Extensión de la inspiración

IV. La verdad de la Sagrada Escritura

V. Inerrancia bíblica

Profundiza tu fe:

1. Reflexiona: los libros de la Biblia han sido llamados ‹‹santos›› porque han
sido ‹‹inspirados›› por Dios. Ahora bien:

 ¿Cómo puede ser Dios el autor de la Biblia si es inmaterial?


 ¿Es el escritor sagrado como cualquier escritor que se siente
inspirado?

2. Investiga en la Constitución Dogmática de Vaticano II “Dei Verbum” cuál


es la naturaleza de la inspiración divina. Y compara la información con los
números 105 y 106 del Catecismo de la Iglesia Católica.

Catecismo:

Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra
eterna de Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de
las mismas (CEC 105-108).

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

La idea de que el hombre pueda pronunciar determinadas palabras o escribir


libros enteros bajo una especial inspiración está muy extendida en las grandes
culturas de todos los tiempos. Se halla en la Grecia clásica y también en Roma y
hasta en el hinduismo y el Islam. En este sentido, la existencia de libros escritos
por inspiración no representa nada extraordinario.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


31

Todos reconocemos que cuando Cervantes escribió El Quijote, o Shakespeare


Hamlet estaban muy inspirados. Pero de esta inspiración literaria para producir
una obra de arte, a la inspiración del más modesto libro de la Biblia hay
cualitativamente hablando, un abismo de diferencia; se trata de diverso orden de
inspiración, tanto en el contenido como en su origen, pues los Libros Sagrados
enseñan fiel, sólidamente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos
libros para nuestra salvación (DV 11), y los otros son una creación artística que
emplea la palabra como instrumento de expresión.

Para precisar hasta dónde la Biblia es sólo un libro especial, fruto de la sabiduría
humana y de la inspiración literaria o hasta dónde va más allá y contiene
verdades salvíficas reveladas por Dios, necesitamos ver en qué consiste la
inspiración bajo la cual fue compuesta.

II. Naturaleza de la inspiración divina según el Vaticano II

1. Definición.

La Inspiración divina es, según El Concilio Vaticano II, la acción de Dios sobre las
facultades y talentos de los escritores humanos elegidos para la composición de los
Libros Sagrados.

El Espíritu Santo movió a los autores sagrados sobrenaturalmente, y los asistió


mientras escribían. Pero ellos aportaron su estilo, su visión de las cosas, su
capacidad para resumir u ordenar las informaciones. De modo que actuaron como
hombres dotados de razón, no como simples robots; por eso, estos hombres son
verdaderos autores de los libros sagrados, que siguieron la voz del Espíritu que
hablaba en su corazón.

De la misma manera que la causa principal y la causa instrumental actúan


simultáneamente en la producción del mismo efecto, dejando a salvo las
características propias de las naturalezas respectivas, así también es como actúan
en este caso Dios y el hombre: Dios se sirve ciertamente del escritor humano como
de un instrumento, pero de una forma plenamente conforme con su naturaleza de
ser libre, responsable, inteligente, vivo, y no un instrumento inerte (cf. S. Th. II-
II, qq. 171-174).

El influjo o inspiración sobrenatural de Dios en el interior del escritor humano


actúa sobre sus dos facultades superiores como una luz e impulso para que los
autores pongan por escrito todo y sólo aquello que Él quería (cfr DV 11).

 La inteligencia recibe la acción sobrenatural de Dios, para que conciba


rectamente lo que Él quiere comunicar a los hombres por su medio y juzgar las
cosas según la verdad divina (Providentissimus Deus, n. 46, Cfr DH 3293).

 La voluntad: para seleccionar y moverle a escribir los mensajes que Dios


Bajo custodia de Escuela de la Fe
32

quiere transmitir a los hombres. Así, vemos como Dios ordena expresamente a
Moisés que ponga por escrito sus palabras (Ex 34,27). Igualmente a Jeremías:
“toma un rollo de escribir y anota en él todas las palabras que te he dicho” (Jr
36,2).

Aunque el protagonismo corresponde a Dios porque es Él quien toma la


iniciativa, el hombre no queda sólo como un instrumento pasivo, sino que elige
el género y estilo literario, conserva su libertad y originalidad para utilizar sus
propios conocimientos, y da acentos que son propios de sus experiencias
personales, de su entorno cultural y de su perfil humano. Es verdadero autor
del escrito porque aporta sus cualidades y también sus limitaciones, y se afana
sin tener conciencia del influjo misterioso de Dios en su corazón.

Tomemos como ejemplo a Lucas que antes de redactar su libro “investigó


diligentemente” lo que otros escribieron antes que él (Lc 1,3) y al autor del
Segundo de los Macabeos (2 Mac 2, 23-26) que también habla de su propio
trabajo y de las dificultades que encontró para componer su libro, resumiendo
en uno solo los cinco que le sirvieron de fuente. Tal parece que ambos están
más preocupados por su actividad humana que por una acción divina presente
en ellos. La misma situación confiesa el traductor del Eclesiástico (cfr Prol vv
31-34).

2. Qué no es.

 Un dictado palabra por palabra. En ese caso el autor sagrado sólo sería un
escribano.

 Un compendio enciclopédico de ciencia y cultura, que abarque el abanico


completo de todo el saber humano. San Pablo precisa que cuanto fue escrito, se
escribió para que mantengamos la esperanza (cfr Rom 15, 4)

 La inspiración no garantiza que las afirmaciones de fondo de un texto puedan


entenderse sin más, rectamente. De la dinámica de la revelación y de la
promesa de Cristo se desprende que la comprensión del texto inspirado es
posterior a la inspiración misma: El Espíritu Santo os hará comprender todo lo
que yo os dicho (Cfr. Jn 14,26), y os guiará hasta la verdad completa (cfr Jn
16,13).

 La inspiración no cambia al ser humano. El escritor sagrado no es un


sabelotodo. Tampoco cambia su nivel cultural, sino que lo ilumina en la
medida en que ayuda al objetivo del libro sagrado, que es transmitir con
seguridad, fidelidad y sin error el mensaje salvador de la palabra de Dios.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


33

III. Extensión de la inspiración

Debemos precisar hasta dónde llega la inspiración. Es evidente que un error


gramatical, una imprecisión en la información geográfica o un mal cálculo
matemático no deben entenderse como un error de la inspiración de Dios al
escritor. Son los condicionamientos propios del ser humano. Ya hemos explicado
que el escritor no es un simple instrumento inerte, sino que escribe como él es, con
sus cualidades y carencias.

Por eso:

 Todos los libros del canon son inspirados en toda su extensión. No podemos
decir que determinado pasaje no sea inspirado porque es difícil de
interpretar o porque no parece sagrado, o literariamente sea poco sugestivo.
Todos fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo y tienen a Dios por
autor en su totalidad y como tales han sido entregados a la Iglesia (Concilio
Vaticano I, Constitución Dogmática Dei Filius, Cap. 2. cfr DH 3006).

 También los libros que fueron compuestos por diversos autores que
intervinieron en las diferentes etapas de su composición y redacción. Por
ejemplo, si se dice que el libro del profeta Isaías fue escrito por el profeta y
por sus discípulos, eso significa que son inspiradas las partes que él escribió
y las que escribieron sus discípulos.

 Un caso especial lo constituye la versión griega del Eclesiástico, que es la que


la Iglesia considera inspirada; está precedida de un Prólogo, donde el
traductor griego explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta
difícil tarea; y como no forma parte del libro propiamente dicho,
generalmente no se considera canónico.

IV. La verdad de la Sagrada Escritura

La Sagrada Escritura refiere situaciones históricas precisas, que están


íntimamente unidas a la acción salvadora de Dios. Por ejemplo, nos habla del
Éxodo o de las negaciones de Pedro y las propone como enseñanza que debemos
aceptar, porque tienen un significado profundo de salvación. Pero es evidente que
Dios no está preocupado por bajar a detalles materiales o circunstanciales. Otro
ejemplo, San Mateo y San Marcos hablan del mismo caso en la curación del ciego
de Jericó (Mt 20,29; Mc 10,46); pero hay diferencias en la narración que no
alteran el mensaje: Jesús es el Mesías que trae la luz, la misericordia y la
salvación.

La verdad que presenta la Sagrada Escritura es salvífica en su contenido. El


Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa así: “Los libros inspirados enseñan la
verdad. Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma
Bajo custodia de Escuela de la Fe
34

el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente
y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación
nuestra" (cfr n 107; DV 11).

Pero también es progresiva en su enunciación, es decir, avanza en calidad y en


cantidad. Es un recurso de la pedagogía de Dios. Es el resultado además de las
limitaciones del hombre al que va dirigida. No todo fue una revelación caída del
cielo ya estructurada y formulada como lo hace un catecismo. El hombre participa
activamente. Su dinámica del pensamiento fue descubriendo, poco a poco, el
misterio al que Dios iba quitando el velo. El influjo de la luz divina y una larga
reflexión humana fueron haciendo más entendible el mensaje de Dios para los
hombres. Podríamos preguntarnos: Si Dios hubiera revelado todo el primer día
¿habrían comprendido los seres humanos lo que deseaba decirles?

Esto nos lleva a una conclusión muy importante: Toda la verdad no se encuentra
en un texto aislado de la Biblia. La verdad que nos salva está en toda la
Escritura en su conjunto, no en este fragmento o en aquella variante. La
inerrancia de la Palabra de Dios se encuentra en la Biblia entera. Por eso, es
necesario leer otros textos para comprender cada pasaje.

V. Inerrancia bíblica

Por inerrancia se entiende, de suyo, la ausencia de error formal en la Escritura.


Su presupuesto es la veracidad de la Escritura, que expresa la conformidad plena
con la verdad. El tema de la inerrancia ha sido objeto de fuertes debates y críticas
teológicas en los últimos decenios, sobre todo por las nuevas metodologías
hermenéuticas que se han asumido en la comprensión de la Escritura.

El concilio Vaticano II, en la constitución dogmática Dei Verbum, después de las


discusiones que duraron todo el concilio, prefirió abandonar esta terminología,
que orientaba demasiado hacia la comprensión de una verdad abstracta,
prefiriendo recuperar el tema en su aspecto positivo.

El texto afirma: "Como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman
debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros
de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios
quiso que se consignara en las sagradas letras para nuestra salvación” (DV 11).
Con este texto se pone fin a la disputa sobre la inerrancia y se afirma que la
verdad de la Escritura se refiere a todo lo que concierne a la salvación del hombre
y de la creación.

La Encíclica Divino afflante Spiritu es muy precisa al respecto, cuando afirma:


“Al igual que la Palabra sustancial de Dios se hizo semejante a lo hombres en
todo, excepto en el pecado, así las palabras de Dios expresadas en lenguas
humanas, se han hecho en todo semejantes al lenguaje humano, excepto en el
error” (cfr Enchiridion biblicum, n. 559).
Bajo custodia de Escuela de la Fe
35

La Iglesia ha afirmado siempre que los libros sagrados no pueden contener error
doctrinal o moral alguno, puesto que Dios es su autor principal. Pero esto no
quiere decir que todas las afirmaciones contenidas en la Biblia se deban de tomar
al pie de la letra. Por ejemplo, el libro de Josué habla de «cuando el sol se paró en
medio del cielo y dejó de correr un día entero hacia su ocaso» (Jos 10,13), y
sabemos hoy que es la tierra la que da vueltas alrededor del sol.

En este caso, Dios, respetando la libertad del escritor, presenta su revelación a


través de concepciones astrales muy diversas a las nuestras y la verdad que nos
comunica es religiosa, no científica.

La Biblia, mira la creación desde el punto de vista de Dios, como Causa Primera y
Universal; por eso no atiende en su narración al desarrollo temporal objetivo, sino
que toda ella está atenta a la afirmación de la causalidad divina en cada uno de
los elementos de la creación.

Lo más importante en la Biblia es el mensaje que quiere enseñar, y no el modo de


hablar que usa para enseñarla.

Hay que tener en cuenta que su lenguaje es sencillo y popular. Acomodado al


pueblo al que se dirigía. Por eso, el orden que sigue en sus primeros capítulos,
como en no pocos otros, no es precisamente el cronológico, sino un determinado
orden lógico, y viendo las cosas desde la Tierra. Habla de un modo popular, según
las apariencias, no según los principios científicos (Cf. Birngruber: Teología
dogmática para seglares, nº 7. Ed. Litúrgica Española. Barcelona). Por eso dice
que el murciélago es un ave, (Cf. Levítico, 11:19) y es un mamífero; y que el Sol
da vueltas alrededor de la Tierra, pues Josué mandó detenerse al Sol: «... y el Sol
se paró en medio del cielo» Cf. Josué, 10:13. También hoy en día, incluso en los
libros científicos se dice que el Sol sale y el Sol se pone; como si fuera el Sol quien
da vueltas alrededor de la Tierra. Y todos sabemos que el Sol, ni sale ni se pone,
sino que es la Tierra la que, en su rotación, presenta a los rayos solares diversas
partes de su superficie. Es que hablamos de las cosas del cielo tal como se ven
desde aquí; y aunque este modo de hablar no es exacto ni científico, todos
entendemos lo que queremos decir.

Por eso, debemos descubrir el mensaje que se encuentra más allá de las palabras
y de los fallos que encontremos en los escritores sagrados. Por ejemplo, hay
narraciones que muestran acciones contrarias a la moral básica, como cuando se
nos dice que Salomón tuvo setecientas mujeres y trescientas concubinas (Re 11,3).
Es evidente que este comportamiento choca con la ley natural. Pero el autor no lo
aprueba sencillamente por el hecho de referirlo, por cierto con más retórica que
consistencia histórica. Porque narrar no es aprobar. De hecho, la Biblia menciona
el castigo de Dios a Salomón por los pecados que cometió (1 Re11, 9).

El entretejido de buenos ejemplos y malas acciones que nos presenta la Biblia


Bajo custodia de Escuela de la Fe
36

puede ayudarnos a considerar la inalterable paciencia de Dios, que educa al


hombre a través de una historia de lentos avances. Dios marca los pasos de la
vida, pero no fuerza la libertad de los seres humanos. Por eso, no todo lo que hace
el hombre resulta con la bondad que Dios imprimiría si actuara Él sólo.

Los escritores sagrados hablan desde la perspectiva de sus contemporáneos, por


eso aparecen afirmaciones que el desarrollo científico posterior puede encontrar
superadas. No podemos pretender que autores de 2000 y 3000 mil años atrás,
tengan los mismos conocimientos que tenemos en la actualidad, ni que utilicen la
misma jerga lingüística de nuestra colonia.

Así pues, la Biblia trasmite la verdad revelada a pesar de las limitaciones del
autor humano.

«Galileo sufrió mucho; pero la verdad histórica es que fue condenado sólo a
“formalem carcerem” –una especie de reclusión domiciliaria–, varios jueces se
negaron a suscribir la sentencia, y el Papa de entonces no la firmó. Galileo pudo
seguir trabajando en su ciencia y murió el 8 de enero de 1642 en su casa de
Arcetri, cerca de Florencia. Viviani, que le acompañó durante su enfermedad,
testimonia que murió con firmeza filosófica y cristiana, a los setenta y siete años
de edad. Galileo, el científico, vivió y murió como un buen creyente» (Cf. Paul
Paupard: Informativo del Vaticano en Internet: Zenit, ZE971107-5).

Y es que la Biblia nos enseña cómo se va al cielo, no cómo va el cielo (Baronio).


Dios ha confiado el conocimiento de la estructura del mundo físico a las
investigaciones de los hombres. La asistencia divina en la Biblia no está para
resolver problemas de orden científico.

Por eso, más que de errores se puede hablar de falsas apreciaciones, y ampararse
en esto o en cosas semejantes para hablar de errores en la Biblia es infantil,
como hacen algunas sectas fundamentalistas.

Por ejemplo:

 El Levítico (11,6) hablando de los animales impuros que no deben comerse


incluye a la liebre porque rumia. La liebre no es un rumiante, pero la Biblia
enseña teología, no zoología.

 En el mismo libro (Lev 11,21) se habla de los insectos alados que tienen
cuatro patas. Todos los insectos son hexápodos. Evidentemente el autor es
un teólogo, no un especialista en vida silvestre.

 Aún hoy, a pesar de los adelantos de la astronomía, seguimos diciendo que el


sol sale o el sol se pone… lo cual es inexacto. No es mucho, pues, concederle a
Josué que lo haya parado en el cenit un solo día (Josué 10,13), y la
explicación puede ser la que da Habacuc: pues si de salvar a su pueblo se
Bajo custodia de Escuela de la Fe
37

trata, Yahvé es capaz hasta de parar el sol a medio camino (Ha 3,11-13).

Lecturas complementarias:

Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 11

11. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la


Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La
santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los
libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque,
escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como
tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros
sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y
medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como
verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería.

Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe
tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de
la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios
quiso consignar en las sagradas letras que nuestra salvación. Así, pues, "toda
la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para
corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto
y equipado para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).

Autoevaluación:

1. ¿Cómo se puede descubrir la inspiración bíblica?

2. ¿De qué manera actúa Dios en el escritor sagrado al inspirarlo?

3. ¿Cuáles son, con certeza, los libros inspirados por Dios?

4. ¿Hasta dónde se extiende la inspiración divina sobre el texto sagrado?

5. ¿Cuáles son las características de la verdad revelada?

6. ¿Qué decir de las afirmaciones bíblicas que no corresponden científicamente a


la realidad?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


38

Sesión 4
Interpretación de la Biblia:
Principios literarios
Esquema de la lección

I. Introducción

II. Los géneros literarios

III. Figuras literarias y recursos literarios

Profundiza tu fe:

1. Comenta:

 Un comunicado judicial, ¿es conveniente expresarlo en verso o en


prosa?
 Una crónica, ¿es mejor expresarla en poesía o en narración?
 ¿Para qué sirven los refranes?

Catecismo:

‹‹Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa


índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios›› (CEC
109-110). Vat. II Dei Verbum 12

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

La Iglesia busca realmente el verdadero sentido que quiso expresar el autor


sagrado, intentando superar los límites impuestos por los diversos géneros
literarios, sin olvidar que el Espíritu la atiende y la protege en la misma
búsqueda de la verdad (Jn 16,13). La autoridad de la Escritura, en virtud de su
inspiración, debe considerarse como normativa y no normada: la acompaña
también la autoridad de la Tradición, ya que las dos expresan la única Palabra de
Dios revelada. (Cf. H. U, Von Balthasar Palabra, Escritura, Tradición, en Ensayos
teológicos I Verbuz caro, Madrid 1964, 19-39).

Respecto a la interpretación de la Biblia hay una diferencia determinante entre


católicos y protestantes. Mientras los católicos interpretamos la Sagrada
Escritura asistidos por el Magisterio de la Iglesia, los protestantes siguen el
criterio de Lutero de la libre interpretación, según el cual, a la hora de buscar la
comprensión de la Revelación contenida en la Biblia, cada uno se alumbra con sus
Bajo custodia de Escuela de la Fe
39

propias luces.

A este respecto hay algo cierto: la Biblia nunca dice que hay que seguir sólo a la
Escritura y sí hay testimonios de la necesidad de buscar quien nos asista para
interpretarla correctamente (cfr Hech 8,30-31; 2 Pe 3,16).

Los principios de interpretación de la Biblia no son fórmulas mágicas para abrir


la combinación complicada de una caja de seguridad. Son pistas de apoyo para
entresacar el mensaje que Dios nos da por la Biblia. También nos ayudarán a
evitar interpretaciones personales subjetivas que traicionen el significado genuino
del texto.

Cualquiera que se acerca a la Sagrada Escritura tiene que tomar en cuenta


permanentemente que primero, es Dios quien habla en ella, y segundo, que habla
“por hombres y a la manera humana” (DV 12). El olvido de cualquiera de estas
dos características no puede sino conducir a interpretar y entenderla de manera
equivocada.

Por ello, después de unas consideraciones generales, el presente capítulo expone


lo que requiere el aspecto humano de la Sagrada Escritura, mientras el siguiente
examinará los requisitos para una recta interpretación que se desprenden de su
carácter divino.

1. Algunos términos útiles.

Conocer el significado de algunos términos comunes en el estudio de la Sagrada


Escritura ayudará a comprender mejor las notas de pie de página que tienen las
diferentes Biblias y a poder aprovechar otros libros de estudios bíblicos.

 Exégesis: Es el procedimiento a través del cual se llega a comprender un


texto por medio de unos métodos determinados, aplicables tanto a la
interpretación del texto bíblico como de cualquier otro documento. La palabra
se deriva del griego exégesis, que indica el proceso de "conducir fuera», de
donde se deriva en sentido metafórico el proceso de sacar el significado de un
texto siendo un procedimiento de interpretación, la exégesis está guiada por
principios y criterios que regulan y orientan tal actividad; a estos principios
de exégesis e interpretación se les denomina tradicionalmente hermenéutica.
Cf. Diccionario teológico Herder.

 Hermenéutica: El término «hermenéutica» se deriva del verbo griego


herméneuein que en su raíz nominal, se relaciona con Hermes o Mercurio, el
dios del lenguaje. No es casual que, en los Hechos de los Apóstoles, después
de la curación de un cojo, los habitantes de Listras confundieran a Pablo con
Hermes: "era él quien hablaba» (Hch 14,12). Este significado del término
pone de manifiesto un primer aspecto fundamental de la misma

Bajo custodia de Escuela de la Fe


40

hermenéuticas bíblica contemporánea: se trata de un lenguaje que intenta


explicar los acontecimientos, lo «dicho» y lo "no-dicho».

Por tanto, sobre la base de estos horizontes de léxico, la hermenéutica puede


definirse como ciencia de la interpretación, de la significación y de la
explicitación.

De estas acepciones dependen también los tres principales ámbitos de la


hermenéutica bíblica: la «noemática», que consiste en el reconocimiento de
uno o de varios significados del texto bíblico en cuanto tal: la «eurística», que
se propone explicitar esa significación; y la «proforística», que intenta
establecer una relación interpelante entre el texto bíblico y sus destinatarios.
(Cf. Diccionario teológico Herder).

2. ¿Por qué hay que interpretar la Biblia?.

Las razones son múltiples:

 Porque todo texto escrito requiere interpretación.

 Porque propone el misterio de Dios con instrumentos humanos, como es la


palabra, con modos de expresión arcaicos y obsoletos, conocimientos
superados e insuficiencias de lenguaje, etc.

 Siendo una obra escrita poco a poco a lo largo de un milenio, refleja el


progreso moral y teológico de un pueblo de ética imperfecta cuya revelación
definitiva y suprema llegara con Jesucristo (Mt 21,48) “se dijo… pero yo
digo”); por eso el Antiguo Testamento no es norma absoluta.

 Aunque el mensaje de la Biblia tiene valor duradero, sus textos han sido
elaborados en función de circunstancias pasadas y en un lenguaje ajustado
a las diversas épocas. Esto presupone un esfuerzo interpretativo capaz de
discernir a través del condicionamiento histórico los puntos esenciales del
mensaje.

 Los autores sagrados usaron los modelos retóricos de su tiempo para


expresarse de un modo actual. Reconocer esto no afecta al contenido
esencial del mensaje bíblico.

 Se dan contradicciones por la participación humana en la explicación de lo


divino, y porque los diversos autores ensamblan a veces tradiciones
distintas.

 La misma Sagrada Escritura reconoce la necesidad de una interpretación


(cfr Dan 9,2; Is 53,7; Hch 8,30; 2 Pe 1,20; 2Pe 3,16).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


41

3. Límites de la interpretación.

La Pontifica Comisión Bíblica recuerda que:

 Para estar de acuerdo con la verdad salvífica expresada en la Biblia, la


interpretación debe respetar ciertos límites y abstenerse de posibles
desviaciones.

 Ningún método científico para el estudio de la Biblia está en condiciones de


corresponder a toda la riqueza de los textos bíblicos.

 Aunque los métodos científicos para el estudio de la Biblia se han precisado


y pueden contener elementos positivos, la prudencia de la Iglesia ha
rechazado aquellos ligados a opciones contrarias a la fe cristiana.

 Se deben eliminar las interpretaciones tendenciosas, es decir, aquéllas que,


en lugar de ser dóciles al texto, no hacen sino utilizarlo con fines estrechos
(como es el caso de la actualización hecha por sectas, por ejemplo la de los
Testigos de Jehová).

 La interpretación pierde toda validez si se basa sobre principios teóricos que


están en desacuerdo con las orientaciones fundamentales del texto de la
Biblia mismo; como, por ejemplo, el racionalismo opuesto a la fe o el
materialismo ateo.

 Es necesario proscribir también, evidentemente, toda interpretación


contraria a la justicia y a la caridad evangélicas, como las que querrían
apoyar sobre textos bíblicos la segregación racial, el antisemitismo o el
sexismo, masculino o femenino.

 Las desviaciones serán evitadas, si la interpretación parte de una correcta


lectura del texto y se efectúa en la corriente de la tradición viva, bajo la guía
del Magisterio eclesial.

 Interpretación no significa manipulación, pues no se trata de proyectar


sobre los textos bíblicos opiniones o ideologías nuevas, sino de buscar
sinceramente la luz que contienen para iluminar el tiempo presente, pues
aunque hayan pasado siglos desde su composición conservan su papel de
guía que no se puede manipular.

II. Los géneros literarios.

Teniendo en cuenta que en la Sagrada Escritura Dios habla al hombre en


lenguaje humano, es necesario situarse en el mismo plano para comprender lo que
los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y lo que Dios quiso
manifestarnos mediante sus palabras (cfr. DV 12).
Bajo custodia de Escuela de la Fe
42

Así, pues, para descubrir la intención del autor hay que tener en cuenta en primer
lugar los géneros literarios en que fueron compuestos los diversos libros. Cada
género literario expone la verdad de diversa manera y esto hay que tomarlo en
cuenta: ¿se trata, por ejemplo, de una parábola, de un relato histórico, de un
discurso profético? ¿Qué formas de expresión ha utilizado el autor sagrado para
revestir lo que pretende trasmitir? ¿En qué situación escribe? ¿A quién se dirige
en particular? Examinar todo esto es importante para descubrir lo que los autores
de la Sagrada Escritura quisieron decir y realmente expresaron.

1. ¿Qué son géneros literarios?

El género literario es un conjunto de recursos expresivos ligados a determinadas


leyes de forma y contenido según los cuales se clasifican las obras literarias.
Dicho de otra forma "Géneros literarios son los modos de hablar de que se sirven
los escritores de una determinada época, para expresar sus pensamientos".

Es obvio que no todo se puede expresar de la misma manera. Así, por ejemplo, no
se rigen por el mismo criterio literario una fábula de Esopo, una obra científica de
Newton, o el instructivo para ensamblar un artefacto doméstico.

También en la interpretación de la Biblia tienen importancia los géneros


literarios porque es indispensable conocer la forma externa de presentar un texto
para llegar a su recta interpretación, pues la verdad se expresa y se enuncia de
modo diverso en obras de diversa índole.

Quienes no toman en cuenta la gran variedad de géneros literarios de la Biblia


leen los textos al pie de la letra y convierten en leyes lo que son metáforas, y en
metáforas lo que son deberes. Por ejemplo, los Testigos de Jehová prohíben a sus
miembros las transfusiones de sangre partiendo del texto de Gen 9,4; o dicen que
el sucesor de Pedro no es la piedra sobre la que se apoya la Iglesia (Mt 16,16)
porque sólo se refiere a la piedra angular del Salmo 117.

La investigación sobre los géneros literarios en el terreno de la Biblia tuvo un


notable impulso a partir de H. Gunkel (1862-1932), profesor de Antiguo
Testamento en Giessen y en Halle.

Según Gunkel, son tres los factores internos y uno externo los que constituyen el
género literario: un tema peculiar, una estructura o forma interna propia, un
repertorio de procedimientos frecuentes y dominantes (factores internos); el factor
externo es la situación vital o circunstancia social, que Gunkel ha llamado Sitz im
Leben. Por eso se puede afirmar que el género literario responde a una necesidad
social específica por medio de un contenido literario concreto que tiene su propia
estructura, su vocabulario y su estilo.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


43

2. ¿Qué géneros literarios emplea la Biblia?

La Biblia es una biblioteca integrada por 73 libros de diversos tiempos, diversos


estilos y múltiples géneros literarios, por eso es muy importante conocer en qué
género literario está escrito un pasaje, para entender qué es lo que allí el autor
quiere decir.

Puede ayudarnos mucho hacer una breve descripción de los principales géneros
literarios utilizados en la Biblia para mejorar nuestra comprensión de los textos,
pues es imposible una recta comprensión de un texto sin el conocimiento del
género literario en que fue escrito.

 Género histórico

Narración, bajo varias formas literarias de los eventos, sea éste pasado prójimo o
remoto, en cuanto constituye fundamento y identidad de una familia, una tribu,
un pueblo o una nación.

Según expresión de un gran estudioso de la Biblia, A. Robert, la historia, género


que narra los acontecimientos del pasado «es como la tierra firme y rica, en la que
hunden sus raíces los otros géneros literarios».

Pero, conviene que hagamos algunas aclaraciones para no caer en la trampa de


creer que el género histórico en la Biblia es como nuestro género histórico actual.

Los antiguos narraban la historia con criterios bastante distintos a los modernos.
Hoy en día la historia procura narrar con exactitud y detalle el hecho histórico,
apoyada en los múltiples medios de investigación de que dispone. Debemos, pues,
leer la historia bíblica con el mismo criterio con el cual fue escrita y tener en
cuenta que el fin del escritor sagrado no es ponernos al tanto de hechos históricos,
sino de transmitirnos el mensaje de la salvación a través del sentido de los
mismos.

Para poder comprender la diferencia del género histórico bíblico y el nuestro


actual, conviene tener en cuenta que la historia bíblica es siempre un medio,
nunca un fin. Es decir, el historiador moderno busca relatar lo que sucedió y como
sucedió. El autor bíblico narra la historia a su manera, se sirve de los hechos
únicamente como soporte de una enseñanza religiosa. No pretende referir la
historia de los hombres sino la historia de los hombres con Dios y el encuentro de
Dios con el hombre. Lo que le preocupa no es sólo lo que sucedió, sino el
significado religioso que tiene.

El género histórico en la Biblia debe leerse dando más importancia al mensaje que
transmite que buscando entender los hechos completa y claramente, pues se trata
de un instrumento de reflexión teológica. Hay que distinguir en su narración lo
que es la forma externa de presentar el mensaje de lo que constituye su
Bajo custodia de Escuela de la Fe
44

afirmación teológica.

 Género lírico

El género lírico es la poesía. Se caracteriza por el empleo de imágenes y


composiciones muy emotivas. Es bueno recordar que el recurso más frecuente de
la poesía semítica es el paralelismo que expresa la idea en dos mitades de frase
que se complementan. Puede hacerse por semejanza (Eclo 2,21), o por oposición
(Prov 10,1).

 Género didáctico

El género didáctico se caracteriza por comentar y reflexionar sobre las situaciones


de la vida humana, fijándose mucho en las experiencias diarias y en la
problemática que va encontrando el hombre a lo largo de su vida. Por eso, utiliza
muchas narraciones que buscan transmitir el mensaje contenido en las actitudes
o comportamientos de los personajes que los protagonizan.

El objetivo de este género es la enseñanza. La encontramos en los libros de Jonás


y de Ruth. También se halla en los libros sapienciales. Se puede expresar bajo
formas diversas: enigmas, proverbios, alegorías, poesía o en la simple prosa.

 Género jurídico

Es el género de los códigos o listas de leyes. La Biblia lo utiliza siempre que se


refiere a la alianza. Se halla principalmente en los relatos legales del Pentateuco
y en especial en el libro de los Números (Num 51,31). Luego aparece en las
sucesivas adaptaciones, por las nuevas circunstancias que atraviesa el pueblo.

 Género profético

Es una narración frecuentemente poética, de una experiencia divina, bajo forma


de revelación o visión, por medio de la cual Dios manifiesta su dominio sobre los
hombres y sobre los pueblos, juzgando sus acciones e invitándolos a la conversión
y a la esperanza

Su elemento más claro y específico es el oráculo. Es una especie de visión profusa


en elementos simbólicos. Describe en nombre de Dios, el anuncio de un suceso o
las consecuencias que se pueden desencadenar.

 Género apocalíptico

Está muy relacionado con el género profético. Pero es una expresión literaria con
sus rasgos propios. Utiliza mucho la referencia a sueños y visiones; suele
presentar intervenciones de ángeles, catástrofes cósmicas, etc.; da mucha
importancia al elemento escatológico, es decir, a lo que sucederá al final de los
Bajo custodia de Escuela de la Fe
45

tiempos.

Este género, que es una reflexión ideológica sobre la historia expresada en


imágenes y símbolos, utiliza frecuentemente el recurso a la hipérbole, es decir, a
las exageraciones impresionantes (ls 13 y 34).

 Género evangélico

No existe un modelo anterior, ni una categoría preexistente en la que los


evangelios puedan encajar; son un desarrollo literario específicamente cristiano.

El género evangélico tiene su origen en la predicación oral que posteriormente se


pone por escrito. Podemos considerarlo un género literario de tipo histórico, pues
su elemento principal es la narración de hechos. Pero contiene también oraciones,
discursos, explicaciones, etc.

 Género epistolar

Es el género de las cartas, muy conocido en todas las literaturas; 21 de los 27


libros del Nuevo Testamento pertenecen a este género. Sus características
dependen de cada autor. También depende de la finalidad de las cartas. Podemos
distinguir las cartas personales, de las más oficiales y temáticas.

III. Figuras literarias y recursos literarios

 Además de considerar los diversos géneros literarios, la interpelación


también toma en cuenta las filigranas de estilo propias de cada autor, los
modismos personales con sus sutilezas, para captar más allá de la letra el
sentido y el espíritu de los relatos, pues la palabra de Dios no llega
directamente, sino bajo la forma de la palabra humana.

 Cabe también mencionar el empleo de figuras literarias usadas para


subrayar la importancia de algún relato o de alguna verdad. Entre las
figuras literarias más comunes podemos anotar:

 Los símbolos: Objeto que se toma para representar un concepto, como el


laurel representa la victoria.

 Las parábolas: Narración de la que se deduce una enseñanza moral (Lc 8


4,8). Método didáctico favorito de Jesús.

 Las metáforas.

 Las pseudonimias: adoptar un nombre diferente al propio.

 Las hipérboles o exageraciones, como «Si tu ojo te escandaliza, sácatelo».


Bajo custodia de Escuela de la Fe
46

Tomado al pie de la letra el mundo estaría lleno de tuertos y ciegos.

 Dinámicas del lenguaje: suple el concepto por una palabra plástica.


Ejemplo: Fuera= brazo

 Alegorías y Fábulas empleadas para adornar y facilitar la comprensión y


exposición de ciertos contenidos: la serpiente, el árbol de la vida, la mujer
de Lot (Gen 19,20. El sueño encantado de Adán ( Gen 2,21; Jue 9,8-15 )
La vid (Jn 15,1ss)

 Leyendas: como instrumento catequético no como elemento histórico (los


gigantes (Gen 6,1-4) o la torre de Babel.

 Vidas ejemplares: El Samaritano; El Hijo pródigo; el pobre Lázaro

 Genealogías. Algo así como la teología del registro civil.

 Simbolismos numéricos: setenta veces siete, etc.

 Narraciones populares: con sus típicas exageraciones para realzar la figura


de los héroes y gestas del pueblo (Jue 13; Gen 27); o la descripción de las
plagas de Egipto que agrandan para impresionar. Sansón y las 300 zorras;
las pieles de Rebeca (Gen 27) o el harem de Salomón.

Lecturas complementarias:

Concilio Vaticano II, Dei Verbum n. 12

12. Habiendo, pues, hablando dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la


manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo
que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron
expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras
de ellos.

Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que
atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa
de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético
o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el
sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia
según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios
usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado
quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las
formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos
del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo
de los hombres.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


47

Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo


Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados,
hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la
Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la
analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para
entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que,
como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo
lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en
última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de
conservar y de interpretar la palabra de Dios.

Autoevaluación:

1. ¿Qué es un género literario?

2. ¿Para qué sirven al autor los hechos que refiere en el género histórico?

3. Señalar la diferencia entre el género histórico bíblico y el histórico


moderno.

4. ¿Cómo interpretar las hazañas de Sansón según el estilo histórico bíblico?

5. ¿Por qué los textos bíblicos requieren interpretación?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


48

Sesión 5
Interpretación de la Biblia: Principios teológicos
Esquema de la lección

I. Introducción

II. Criterios teológicos

III. Los sentidos de la Escritura inspirada.

Profundiza tu fe:

1. Localiza dos analogías de la fe, de los múltiples ejemplos que la Biblia


presenta.
2. Elabora un comentario del número 25 de la Constitución Dogmática “Dei
Verbum” de concilio Vaticano II.

Catecismo:

‹‹La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad


de los libros escritos›› San Hilario de Potiers, Liber ad Constantium Imperatorem
9: CSEL 65, 204 (CEC 111-119)

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Los principios literarios de interpretación de los textos bíblicos que vimos en el


tema anterior, son útiles y hasta necesarios para comprender el sentido de los
textos con la máxima exactitud y precisión en su contexto cultural e histórico,
pues las palabras no tienen un valor absoluto, independiente de los
condicionamientos del lenguaje humano.

También Dios, cuando se expresa en lenguaje humano emplea todos sus matices
posibles con gran flexibilidad y aun acepta sus limites; por eso no debe
descuidarse ningún aspecto del lenguaje y de los condicionamientos humanos de
la palabra de Dios, pero estos principios humanos no son suficientes para respetar
la coherencia de la fe de la Iglesia y de la inspiración de la Sagrada Escritura y
hay que ir más allá e integrarlos a la condescendencia divina que está a la base
de la Escritura en la que Dios adapta su lenguaje a la naturaleza del hombre y a
sus modos de expresarse (cfr DV 13)

Por eso, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay que recurrir a principios
teológicos de interpretación, no menos importantes que los literarios, y sin los
Bajo custodia de Escuela de la Fe
49

cuales la Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e interpretar


con el mismo Espíritu con el que fue escrita" (DV 12). Debe ser leída en la fe, de la
misma manera que ha surgido de la fe y es testimonio de la fe.

II. Criterios teológicos.

El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la


Escritura conforme al Espíritu que la inspiró y descubrir el verdadero sentido del
texto sagrado (cfr. DV 12,3)

1. Contenido y unidad de la Escritura.

El primero de estos criterios señala que es necesario prestar una gran atención "al
contenido y a la unidad de toda la Escritura", pues, por muy diferentes que sean
los estilos y los contenidos de los diferentes libros que la componen, la Escritura
es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el
centro y el corazón (cfr Lc 24,25-27. 44-46).

Por tanto, la Biblia no se presenta y no se debe estudiar como una suma de textos
desprovistos de relaciones entre ellos, sino como un conjunto de testimonios de
una misma gran Tradición. Por eso los métodos meramente literarios no son
suficientes para la interpretación de la Biblia porque consideran cada escrito
aisladamente.

Para ilustrar esto viene muy bien al caso una intuición de la Santa de Ávila.
Cuando surgieron las primeras oposiciones y críticas a los viajes de fundaciones
que realizaba Santa Teresa algunos utilizaron contra ella el texto paulino de 1Cor
14,34: “que las mujeres guarden silencio en las asambleas; no les está permitido
hablar...”. Santa Teresa respondió con una elemental regla de exégesis bíblica:
“Diles que no se sigan por una sola parte de la Escritura, que miren otras, y que
así podrán por ventura atarme las manos”. En efecto, es toda la Biblia la que
expresa el proyecto de Dios. Por el principio de la “unidad de toda la Escritura” no
podemos aislar los textos, arrancarlos de su contexto histórico y literario y
proclamarlos como verdades aisladas y absolutas.

2. Tradición viva de la Iglesia.

El siguiente criterio propone leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la


Iglesia". Nosotros no somos los primeros en leer la Biblia. ¿Cómo la interpretaron
los santos y grandes maestros como Agustín, Tomás de Aquino o Newman? ¿Cómo
ha comprendido la Escritura la larga experiencia de fe de la Iglesia? Según un
adagio de los Padres, "La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia
que en la materialidad de los libros escritos". En efecto, la Iglesia encierra en su
Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la
interpretación espiritual de la Escritura (cfr CEC n.113)

Bajo custodia de Escuela de la Fe


50

Para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia,


los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregándoles su
propio cargo del magisterio". Por consiguiente, esta sagrada tradición y la
Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia
peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea
concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2). Cf. DV 7

La tradición cumple una doble función, por una parte protege contra las
interpretaciones aberrantes y por otra asegura la transmisión del dinamismo
original del texto. (Cf. CEC 78).

Es un equívoco individualista especular que fuera de la comunidad de los


creyentes se puedan comprender mejor los textos bíblicos. La verdad es todo lo
contrario, pues estos textos no han sido dados a investigadores privados para
satisfacer su curiosidad o para proporcionarles tema de estudio e investigación,
han sido confiados a la comunidad de los creyentes para alimentar su fe y guiar
su vida de caridad; respetar esta fidelidad es condición para la validez de
cualquier interpretación, porque es en ellos donde la comunidad expresa y
reconoce su fe.

En cualquier interpretación, ser fiel al espíritu y a la letra de los textos significa


situarse en la corriente de la Tradición que, con la guía del Magisterio, cuenta con
la garantía de la asistencia especial del Espíritu Santo, autor de la Biblia.

3. Analogía de la fe.

El tercer criterio propone interpretar los textos teniendo en cuenta " la analogía
de la fe" (cfr Rom 12,6), es decir, recomienda servirse de las ayudas para la
comprensión que la propia fe nos proporciona, por la conexión que tienen las
verdades de la fe entre sí, y en el conjunto total de la revelación (cfr CEC 114).

Es este contexto global en el cual puede determinarse el sentido exacto de los


textos bíblicos en toda su plenitud. No se trata sólo de un criterio negativo que
descarte las interpretaciones que contrastan con la doctrina de la Iglesia, sino que
tiene sobre todo una dimensión eminentemente positiva, pues indica el contexto
más adecuado para la interpretación de un paso bíblico: el amplio horizonte de la
verdad revelada.

El mensaje de la Palabra de Dios tiene una sola verdad. Y hay una conformidad
entre la doctrina revelada y el conjunto de verdades que la Iglesia enseña y
profesa. Por eso, podemos ayudarnos de un dogma o un pasaje bíblico para com-
prender mejor otro. (Cf. DV 20 o CEC 124).

Hay también un criterio llamado negativo. Se llama así porque se basa en el


principio de contradicción. No hay ningún pasaje de la Escritura que pueda tener
un sentido contrario a la fe, porque Dios no puede contradecirse a sí mismo,
Bajo custodia de Escuela de la Fe
51

enseñando una cosa en un texto y lo contrario en otro.

La revelación total, manifestada en la Escritura y en la Tradición, forma un todo


homogéneo, y no se puede interpretar un texto aislándolo de ese todo y en
desacuerdo con el conjunto.

La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas y compenetradas.


Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a
un mismo fin" (DV 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el
misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin
del mundo" (Mt 28,20). (Cf. CEC 80).

4. Juicio de la Iglesia.

A los criterios expuestos el Concilio añade un principio teológico y afirma que todo
lo dicho sobre la interpretación de la Biblia queda sometido al juicio definitivo de
la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la
palabra de Dios (DV 12), para poner a los creyentes en relación personal con Dios.

Tenemos que interpretar la Biblia desde la perspectiva de que es un libro sagrado.


Y es la base de nuestra fe y de nuestra moral. Pero es interesante resaltar que
Dios lo ha confiado a la Iglesia. Cada uno de nosotros es un destinatario de la
Sagrada Escritura. No somos sus propietarios. La columna y garantía de su
verdad es la Iglesia. Ella es quien nos indica por dónde caminar sin error hacia la
vida eterna (1 Tim 3,15). No podemos, pues, interpretar un texto de espaldas al
sentido de fe y a la interpretación de toda la comunidad.

Pero la comunidad eclesial no se guía por criterios de mayoría o de puro estudio


intelectual. Este libro nació de la inspiración del Espíritu Santo. Y sólo puede ser
interpretado con garantía «por la Iglesia columna y fundamento de la verdad»
(1Tim 3,15), y por los Apóstoles y sus sucesores, a quienes Cristo prometió su
asistencia hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

Según una expresión fuerte de los padres de la Iglesia, que hace suya el CEC, «la
Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de
los libros escritos» (CEC al 113). Por eso, no se trata sólo de interpretarla con la
propia cabeza; hay que interpretarla siempre de acuerdo con toda la Iglesia y no
sólo según el propio parecer.

Cabe recordar que “el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios


escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia,
cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio,
evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando
solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del
Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con

Bajo custodia de Escuela de la Fe


52

fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad
revelada por Dios que se ha de creer” (DV 10).

III. Los sentidos de la Escritura inspirada.

La exégesis antigua atribuía a todo texto de la Escritura diferentes niveles de


sentido.

En reacción contra esta multiplicidad de sentidos, la exégesis histórico-crítica


adoptó la tesis de la unidad de sentido, según la cual un texto no puede tener
simultáneamente diferentes significados.

Pero esta tesis choca ahora con las conclusiones de las ciencias del lenguaje que
afirman la pluralidad de sentidos de los textos escritos.

El problema no es simple y no se presenta del mismo modo en todos los géneros de


texto; se pueden dar, sin embargo, algunos principios generales, teniendo en
cuenta la diversidad de opiniones.

Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el


sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido
alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos
asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia. (CEC 115).

1. Sentido literal.

Todos los pasajes de la escritura tienen un sentido literal, sea propio o metafórico.
Las razones que hacen ver esto son claras.

Dios habla a los hombres en la escritura al modo de los hombres. Esto se ve en la


Biblia y es enseñanza de la iglesia (León XIII). Pero ninguna persona de mente
sana escribe algo para no decir nada. Todo escrito lleva en todo él pensamiento.
Esto a fortiori a de decirse de Dios, que escribe la Biblia para enseñar a los
hombres. (Cf. Manuel de tuya, Introducción a la Biblia, edit. BAC.)

El sentido literal de la Escritura es aquel que ha sido expresado directamente por


los autores humanos inspirados. Siendo el fruto de la inspiración, este sentido es
también querido por Dios, autor principal. Se lo puede discernir gracias a un
análisis preciso del texto, situado en su contexto literario e histórico. Este sentido
es el más importante porque sobre él se apoyan los demás (CEC 116).

El sentido literal no debe confundirse con el sentido "literalista" que suelen


utilizar los fundamentalistas. No basta leer un texto palabra por palabra para
obtener su sentido literal. Es necesario comprenderlo según las convenciones
retóricas de su tiempo, el estilo del autor, el género literario del libro o los
recursos estilísticos empleados. Cuando alguien dice "Estoy muerto de cansancio"
Bajo custodia de Escuela de la Fe
53

está utilizando una figura literaria que no se puede tomar a la letra ¿desde
cuándo los muertos hablan?

En el Antiguo Testamento el profeta Isaías escribe: "Los montes y los collados


cantarán delante de vosotros, y todos los árboles del campo aplaudirán" (Is 55:12).
¿Hemos visto un cerro cantando o una palmera aplaudiendo? Eso sólo sucede en
el bosque encantado. Aquí no se trata de una descripción real, sino de una figura
literaria, la prosopopeya, que atribuye a los montes y a los árboles cualidades
propias de los seres humanos: cantar y aplaudir.

De igual manera, el sentido literal de un texto no siempre es único, porque un


autor humano puede referirse al mismo tiempo a varios niveles de realidad. El
caso es frecuente en poesía. La inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de
la psicología y del lenguaje humano. Por otra parte, aun cuando una expresión
humana parezca no tener más que un significado, la inspiración divina puede
guiar la expresión para producir una ambivalencia. Tal es el caso de la palabra de
Caifás en Jn. 11, 50. Ella expresa a la vez un cálculo político inmoral y una
revelación divina. Estos dos aspectos pertenecen, uno y otro, al sentido literal, ya
que ambos son puestos en evidencia por el contexto. El caso aunque sea extremo
pone en guardia contra una concepción demasiado estrecha del sentido literal de
los textos inspirados.

De aquí no se sigue que se pueda atribuir a un texto bíblico cualquier sentido,


interpretándolo de modo subjetivo. Es necesario, por el contrario, rechazar, como
no auténtica, toda interpretación heterogénea al sentido expresado por los autores
humanos en su texto escrito. Admitir sentidos heterogéneos equivaldría a cortar el
mensaje bíblico de su raíz, que es la palabra de Dios comunicada históricamente, y
abrir la puerta a un subjetivismo tendencioso.

Para precisar bien el sentido literal, además de lo dicho hay que tomar en cuenta:

 El sentido que determinadas palabras tenían en su tiempo o en los autores,


para interpretar correctamente el texto bíblico.

Es clásico, que los fundamentalistas interpreten la expresión «los hermanos de


Jesús», que aparece en el Evangelio (Mt 12,46) al pie de la letra para negar la
virginidad de María. Pero se olvidan de que los judíos utilizaban esta frase con un
significado más amplio. Porque «hermano» también se refería a los parientes
cercanos.

 Y los diversos niveles del contexto del fragmento, donde:

1. El círculo más cercano a nuestro texto abarca los versículos anteriores


y posteriores al texto que vamos a interpretar.

2. El segundo círculo es el libro. Conoceremos mejor el contenido de un


Bajo custodia de Escuela de la Fe
54

texto teniendo en cuenta el sentido global y el objetivo propio del libro


en que está.

3. El tercer círculo a tener en cuenta son otros escritos del mismo autor.

4. Aclarar el mensaje de un texto puede lograrse más fácilmente con la


ayuda de otras ideas cercanas que expone el autor en otros escritos.

5. Finalmente, el círculo mayor del contexto es toda la Biblia. Debemos


tomar en cuenta toda la Revelación de Dios. Hay diversos escritos,
pero todos provienen de Dios y tienden a transmitirnos una verdad
única.

Por último, como se dijo antes, todo lo referente a la interpretación de la Escritura


queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia que recibió de Dios el encargo y el
oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios. Esto quiere decir que es la
Iglesia quien precisa el criterio sobre el sentido de eventuales textos conflictivos
(cfr CEC 119).

2. Sentido espiritual.

El sentido espiritual es el sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se


los lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de
Cristo y de la vida nueva que proviene de él.

 Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento reconoce en él el


cumplimiento de las Escrituras.

 Es, pues, normal releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es
el de la vida en el Espíritu.

 No hay una necesaria distinción entre sentido literal y sentido espiritual; por
ejemplo, cuando un texto bíblico se refiere directamente al misterio pascual de
Cristo o a la vida nueva que resulta de él, su sentido literal es un sentido
espiritual.

 El sentido espiritual no puede jamás estar privado de relación con el sentido


literal. Este continúa siendo la base indispensable. De otro modo, no se podría
hablar de "cumplimiento" de la Escritura.

El sentido espiritual no se debe confundir con las interpretaciones subjetivas


dictadas por la imaginación o la especulación intelectual.

El CEC reconoce todavía como válida la antigua distinción de tres aspectos


diferentes del sentido espiritual (cfr CEC 117)

Bajo custodia de Escuela de la Fe


55

 Por el sentido alegórico, podemos adquirir una comprensión más profunda


de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el paso
del Mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del Bautismo
(cfr 1 Cor 10,2).

 Por el sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden


conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos "para nuestra instrucción" (1
Cor 10,11; cf. Hb 3-4,11).

 Por el sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su


significación eterna, que nos conduce (en griego: "anagoge (anagoge)")
hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén
celeste (cf. Ap 21,1-22,5).

Uno de los aspectos posibles del sentido espiritual es el típico o tipológico


(cuando las palabras contienen y aluden de forma velada a una verdad
superior o futura: Adán es figura o tipo de Cristo (cfr. Rom. 5, 14), el diluvio
figura del bautismo (1Pe. 3, 20-21), etc. Coincide básicamente con el sentido
alegórico.

 El “sentido pleno” (sensus plenior) del que hablan muchos estudiosos,


designa un sentido de la Escritura más profundo que el literal, intentado
por Dios, pero no intentado claramente por el autor humano, que se
descubre en las palabras de la Escritura cuando estas son leídas a la luz de
una revelación ulterior, de un pasaje posterior o de un mejor
entendimiento de la misma Escritura.

(Cfr Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la


Iglesia)

Lecturas complementarias:

Carta Encíclica "Spiritus Paraclitus" de Benedicto XV (1920) sobre la


interpretación de la Sagrada Escritura.

Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, II, B

II, B. SENTIDOS DE LA ESCRITURA INSPIRADA

El aporte moderno de las hermenéuticas filosóficas y los desarrollos recientes


del estudio científico de la literatura, permiten a la exégesis bíblica profundizar
la comprensión de su tarea, cuya complejidad se ha vuelto más evidente. La
exégesis antigua, que evidentemente no podía tomar en consideración las
exigencias científicas modernas, atribuía a todo texto de la Escritura diferentes
niveles de sentido. La distinción más corriente se establecía entre el sentido
literal y el sentido espiritual. La exégesis medieval distinguía en el sentido
Bajo custodia de Escuela de la Fe
56

espiritual tres aspectos diferentes, que se relacionan, respectivamente, a la


verdad revelada, a la conducta que se debía mantener, y al cumplimiento final.
De allí el célebre dístico de Agustín de Dinamarca (siglo XIII): "Littera gesta
docet, quid credas allegoria, moralis quid agas, quid speres anagogia".

En reacción contra esta multiplicidad de sentidos, la exégesis histórico-crítica


ha adoptado, más o menos abiertamente, la tesis de la unidad de sentido, según
la cual un texto no puede tener simultáneamente diferentes significados. Todo el
esfuerzo de la exégesis histórico-crítica se dirige a definir "el" sentido de tal o
cual texto bíblico en las circunstancias de su producción.

Pero esta tesis choca ahora con las conclusiones de las ciencias del lenguaje y de
las hermenéuticas filosóficas, que afirman la polisemia de los textos escritos.

El problema no es simple y no se presenta del mismo modo en todos los géneros


de texto: relatos históricos, parábolas, oráculos, leyes, proverbios, oraciones,
himnos, etc. Se pueden dar, sin embargo, algunos principios generales, teniendo
en cuenta la diversidad de opiniones.

1. Sentido literal

Es no solamente legítimo, sino indispensable, procurar definir el sentido preciso


de los textos tal y como han sido producidos por sus autores; sentido llamado
"literal". Ya santo Tomás de Aquino afirmaba su importancia fundamental (S.
Th., I, q. 1, a. 10, ad 1).

El sentido literal no se debe confundir con el sentido "literalista" al cual se


adhieren los fundamentalistas. No basta traducir un texto palabra por palabra
para obtener su sentido literal. Es necesario comprenderlo según las
convenciones literarias de su tiempo. Cuando un texto es metafórico, su sentido
literal no es el que resulta inmediatamente de una comprensión palabra por
palabra (por ejemplo: "Tened ceñida la cintura", Lc. 12, 35) sino el que
corresponde al empleo metafórico de los términos ("Tened una actitud de
disponibilidad"). Cuando se trata de un relato, el sentido literal no comporta
necesariamente la afirmación de que los hechos narrados se han producido
efectivamente, ya que un relato puede no pertenecer al género histórico, sino ser
una obra de imaginación.

El sentido literal de la Escritura es aquel que ha sido expresado directamente


por los autores humanos inspirados. Siendo el fruto de la inspiración, este
sentido es también querido por Dios, autor principal. Se lo puede discernir
gracias a un análisis preciso del texto, situado en su contexto literario e
histórico. La tarea principal del exegeta es llevar a buen término este análisis,
utilizando todas las posibilidades de investigación literaria e histórica, para
definir el sentido literal de los textos bíblicos con la mayor exactitud posible (cfr.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


57

Divino afflante Spiritu, Enchiridion Biblicum, 550). Con este fin, el estudio de
los géneros literarios antiguos es particularmente necesario (ibíd., 560).

El sentido literal de un texto, ¿es único? En general sí, pero no se trata de un


principio absoluto, y esto por dos razones. Por una parte, un autor humano
puede querer referirse al mismo tiempo a varios niveles de realidad. El caso es
corriente en poesía. La inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de la
psicología y del lenguaje humano. El IV evangelio ofrece numerosos ejemplos de
esta situación. Por otra parte, aun cuando una expresión humana parece no
tener más que un significado, la inspiración divina puede guiar la expresión de
modo de producir una ambivalencia. Tal es el caso de la palabra de Caifás en
Jn. 11, 50. Ella expresa a la vez un cálculo político inmoral y una revelación
divina. Estos dos aspectos pertenecen, uno y otro, al sentido literal, ya que
ambos son puestos en evidencia por el contexto. Este caso es significativo,
aunque sea extremo, y pone en guardia contra una concepción demasiado
estrecha del sentido literal de los textos inspirados.

Conviene en particular estar atento al aspecto dinámico de muchos textos. El


sentido de los salmos reales, por ejemplo, no debería estar limitado
estrechamente a las circunstancias históricas de su producción. Hablando del
rey, el salmista evoca a la vez una institución concreta, y una visión ideal de la
realeza, conforme al designio de Dios, de modo que su texto sobrepasa la
institución monárquica tal como se había manifestado en la historia. La
exégesis histórico-crítica ha tenido demasiado frecuentemente la tendencia a
limitar el sentido de lo textos, relacionándolos exclusivamente con
circunstancias históricas precisas. Ella debería, más bien, procurar precisar la
dirección de pensamiento expresada por el texto; dirección que, en lugar de
invitar al exegeta a detener el sentido, le sugiere, al contrario, percibir las
extensiones más o menos previsibles.

Una corriente de hermenéutica moderna ha subrayado la diferencia de


situación que afecta a la palabra humana puesta por escrito. Un texto escrito
tiene la capacidad de ser situado en nuevas circunstancias, que lo iluminan de
modo diferente, añadiendo a su sentido determinaciones nuevas. Esta
capacidad del texto escrito es especialmente efectiva en el caso de los textos
bíblicos, reconocidos como palabra de Dios. En efecto, lo que ha llevado a la
comunidad creyente a conservarlos, es la convicción de que ellos continúan
siendo portadores de luz y de vida para las generaciones venideras. El sentido
literal está, desde el comienzo, abierto a desarrollos ulteriores, que se producen
gracias a "relecturas" en contextos nuevos.

De aquí no se sigue que se pueda atribuir a un texto bíblico cualquier sentido,


interpretándolo de modo subjetivo. Es necesario, por el contrario, rechazar,
como no auténtica, toda interpretación heterogénea al sentido expresado por los
autores humanos en su texto escrito. Admitir sentidos heterogéneos equivaldría

Bajo custodia de Escuela de la Fe


58

a cortar el mensaje bíblico de su raíz, que es la palabra de Dios comunicada


históricamente, y abrir la puerta a un subjetivismo incontrolable.

2. Sentido espiritual

Conviene, sin embargo, no tomar "heterogéneo" en un sentido estrecho, contrario


a toda posibilidad de perfeccionamiento superior. El acontecimiento pascual, la
muerte y resurrección de Jesús, ha establecido un contexto histórico
radicalmente nuevo, que ilumina de modo nuevo los textos antiguos y les hace
sufrir una mutación de sentido. En particular, algunos textos que, en las
circunstancias antiguas, debían ser considerados como hipérboles (por ejemplo,
el oráculo donde Dios, hablando de un descendiente de David, prometía afirmar
"para siempre" su trono, 2 Sam., 7, 12-13; 1 Crón. 17, 11-14), deben ser tomados
ahora a la letra, porque "el Cristo, habiendo resucitado de los muertos, no
muere más" (Rom. 6, 9). Los exegetas que tienen una noción estrecha,
"historicista", del sentido literal, considerarán que hay aquí heterogeneidad.
Los que están abiertos al aspecto dinámico de los textos, reconocerán una
continuidad profunda, al mismo tiempo que un pasaje a un nivel diferente: el
Cristo reina para siempre, pero no sobre el trono terrestre de David (cfr. también
Sal. 2, 7-8; 110, 1. 4).

En estos casos se habla a veces de "sentido espiritual". Como regla general, se


puede definir el sentido espiritual comprendido según la fe cristiana, como el
sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del
Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva
que proviene de él. Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento
reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Es, pues, normal releer las
Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la vida en el Espíritu.

De la definición dada se pueden deducir varias precisiones útiles sobre las


relaciones entre sentido espiritual y sentido literal.

Contrariamente a una opinión corriente, no hay una necesaria distinción entre


ambos. Cuando un texto bíblico se refiere directamente al misterio pascual de
Cristo o a la vida nueva que resulta de él, su sentido literal es un sentido
espiritual. Este es el caso habitual en el Nuevo Testamento. Por eso es el Antiguo
Testamento la parte de la Biblia a propósito de la cual la exégesis cristiana
habla más frecuentemente de sentido espiritual. Pero ya en el Antiguo
Testamento los textos tienen, en numerosos casos, un sentido religioso y
espiritual como sentido literal. La fe cristiana reconoce en estos textos una
relación anticipada con la vida nueva traída por Cristo.

Cuando hay distinción, el sentido espiritual no puede jamás estar privado de


relación con el sentido literal. Este continúa siendo la base indispensable. De
otro modo, no se podría hablar de "cumplimiento" de la Escritura. Para que

Bajo custodia de Escuela de la Fe


59

haya "cumplimiento", es esencial una relación de continuidad y de conformidad.


Pero es necesario también que haya un pasaje a un nivel superior de realidad.

El sentido espiritual no se debe confundir con las interpretaciones subjetivas


dictadas por la imaginación o la especulación intelectual. Aquel proviene de la
relación del texto con datos reales que no le son extraños: el acontecimiento
pascual y su inagotable fecundidad, que constituyen el punto más alto de la
intervención divina en la historia de Israel, para beneficio de la humanidad
entera.

La lectura espiritual, hecha en comunidad o individualmente, no descubre un


sentido espiritual auténtico si no se mantiene en esta perspectiva. Hay entonces
una relación de tres niveles de realidad: el texto bíblico, el misterio pascual y las
circunstancias presentes de vida en el Espíritu.

Persuadidos de que el misterio de Cristo da la clave de interpretación de todas


las Escrituras, los exegetas antiguos se esforzaban por encontrar un sentido
espiritual en los menores detalles de los textos bíblicos (por ejemplo, en cada
prescripción de las leyes rituales), sirviéndose de métodos rabínicos o
inspirándose en el alegorismo helenístico. La exégesis moderna no puede
considerar este tipo de intentos como interpretación válida, no obstante cuál
haya podido ser en el pasado su utilidad pastoral (Divino afflante Spiritu,
Enchiridion Biblicum, 553).

Uno de los aspectos posibles del sentido espiritual es el tipológico, del cual se
dice habitualmente que pertenece, no a la Escritura misma, sino a las
realidades expresadas por la Escritura: Adán es figura de Cristo (cfr. Rom. 5,
14), el diluvio figura del bautismo ( 1 Ped. 3, 20-21), etc. De hecho, la relación
tipológica está basada ordinariamente sobre el modo cómo la Escritura describe
la realidad antigua (por ejemplo la voz de Abel: Gn. 4, 10; Heb. 11, 4; 12, 24), y
no simplemente sobre esta realidad. En consecuencia, se trata propiamente, en
tal caso, de un sentido de la Escritura.

3. Sentido pleno

La categoría relativamente reciente de "sentido pleno" (sensus plenior) suscita


discusiones. El sentido pleno se define como un sentido profundo del texto,
querido por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano. Se
descubre la existencia de este sentido en un texto bíblico, cuando se lo estudia a
la luz de otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el desarrollo
interno de la revelación.

Se trata, pues, del significado que un autor bíblico atribuye a un texto bíblico
anterior, cuando lo vuelve a emplear en un contexto que le confiere un sentido
literal nuevo; o bien de un significado, que una tradición doctrinal auténtica o
una definición conciliar, da a un texto de la Biblia. Por ejemplo, el contexto de
Bajo custodia de Escuela de la Fe
60

Mt. 1, 23 da un sentido pleno al oráculo de Is. 7, 14 sobre la almah que


concebirá, utilizando la traducción de los Setenta (parthenos): "La virgen
concebirá". La doctrina patrística y conciliar sobre la Trinidad expresa el
sentido pleno de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre Dios, Padre, Hijo y
Espíritu. La definición de pecado original del Concilio de Trento proporciona el
sentido pleno de la enseñanza de Pablo en Rom. 5, 12-21 a propósito de las
consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. Pero cuando falta un
control de esta naturaleza, por un texto bíblico explícito o por una tradición
doctrinal auténtica, el recurso a un pretendido sentido pleno podría conducir a
interpretaciones desprovistas de toda validez.

En definitiva, se puede considerar el "sentido pleno" como otro modo de


designar el sentido espiritual de un texto bíblico, en el caso en que el sentido
espiritual se distingue del sentido literal. Su fundamento es que el Espíritu
Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al autor humano en la elección
de sus expresiones de tal modo que ellas expresen una verdad de la cual él no
percibe toda su profundidad. Esta es más completamente revelada en el curso
del tiempo; por una parte, gracias a realizaciones divinas ulteriores que
manifiestan mejor el alcance de los textos; y por otra, gracias a la inserción de
los textos en el canon de las Escrituras. Así se constituye un nuevo contexto, que
revela potencialidades de sentido que el contexto primitivo dejaba en la
oscuridad.

Autoevaluación:

1. ¿Qué se entiende por sentidos de la Biblia?

2. ¿Qué es analogía de la fe?

3. ¿Por qué es importante el sentido literal?

4. ¿Qué autoridad tiene la Iglesia sobre el texto de la Biblia?

5. ¿Cuál es la función de la exégesis en el estudio de la Biblia?

6. ¿Cuáles son los principios teológicos para la interpretación del texto bíblico?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


61

Sesión 6
Panorama histórico-literario
del Antiguo Testamento.
Esquema

I. Introducción al Pentateuco
II. Los Orígenes de la Revelación.
III. Los tiempos de la Promesa.
IV. El Éxodo, nacimiento del Pueblo de Dios
V. La Tierra Prometida
VI. La Monarquía en Israel
VII. El Período de los dos reinos
VIII. El Exilio en Babilonia
IX. La restauración
X. La época helenística y la dominación romana

Profundiza tu fe:

 Tradición: Corriente literaria que cuenta de manera oral los


acontecimientos una historia, con estilo propio y características
individuales.
 Los primeros cinco libros de la Biblia, tanto judía como cristiana reciben el
nombre de Pentateuco.
 El nombre hebreo del Pentateuco es la “Torah”
 En el Pentateuco encontramos las bases fundamentales de nuestra fe
cristiana.
 El estudio de la historia de Israel se divide en 9 etapas o períodos.

I. Introducción al Pentateuco

Los judíos clasificaban los libros de la Sagrada Escritura en tres grandes partes:
La Ley (o Torah), los Profetas y los otros Escritos (sapienciales, poéticos, etc.)

Cuando fueron traducidos al griego por los Setenta, se les llamó Pentateukos que
indica los cinco primeros libros de la Biblia,

Se le llamó La Toráh (o la Ley) porque tenía las bases de todas las normas para la
vida del pueblo. Su contenido va más allá de tener sólo normas; recoge las
prescripciones que regulaban la vida moral, social y religiosa del pueblo, pero
entrelazadas con las bases de su historia nacional, las tradiciones más profundas
y las instituciones vertebrales de sus comunidades.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


62

HEXATEUCO

El termino «hexateuco» (del griego ex teuche, "seis» y «cofres para guardar los
rollos escritos») es la denominación que se usa frecuentemente a partir de la
mitad del siglo XIX para indicar los seis primeros libros de la Biblia; Génesis,
Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y Josué. Así pues, se incluye en este
grupo al libro de Josué, cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas en
el libro del Génesis.

Los judíos alejandrinos, por su parte, derivaron los nombres griegos (Génesis,
Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) de los contenidos de la totalidad o del
inicio de cada división. Estos nombres pasaron de los LXX a la Vulgata Latina y
de ahí a las versiones posteriores.

Tradicionalmente se le atribuyó a Moisés. Pero las tradiciones más antiguas


nunca habían afirmado explícitamente que Moisés fuera el autor y redactor de
todo el Pentateuco. De hecho, el estudio detenido de estos libros descubre
diferencias de estilo, diferencias grandes o situaciones fuera de su tiempo.
También hay muchas repeticiones y un desorden que impide ver el Pentateuco
como una obra salida íntegramente como salida de las manos de un solo autor.

Entre los estudiosos de la Biblia sobre todo desde el siglo XIX, se ha impuesto la
teoría de que el Pentateuco es la suma de varias corrientes. Hay cuatro más
importantes que mantenían tradiciones orales, que se conservaron en documentos
escritos de distintas fechas, de distinto origen, de distinto ambiente y, desde
luego, posteriores a Moisés.

Estas tradiciones, cada una con su estilo propio y con sus características
individuales, son cuatro diversos puntos de vista sobre una misma historia, como
los cuatro hilos de un único tejido.

 La tradición Yahvista

Es la primera en aparecer, surge entre los siglos X y IX a. C, en Judá, en torno a


la corte de Salomón en Jerusalén. Se le llama así porque utiliza el nombre divino
de Yahvé para designar a Dios.

Tiene un estilo popular, vivo y pintoresco. Da una respuesta profunda a los


grandes interrogantes del hombre bajo forma de narraciones llenas de figuras
impactantes. Se fija en temas vitales de la existencia humana: el dolor, la muerte,
la soledad. Las expresiones que utiliza para hablar de Dios son muy humanas. Y
lo dibuja como muy cercano.

Da más importancia a las enseñazas que a las exigencias morales de la religión.


Subraya las explicaciones de cómo es Dios, cómo es el ser humano, cómo es la vida
en el mundo. Y pone en segundo lugar los deberes de los hombres y los castigos
Bajo custodia de Escuela de la Fe
63

que se siguen cuando no se cumplen. Tiene también un objetivo político – social:


legitimar las pretensiones del rey sobre la tierra de Canaán.

 La tradición Elohista

Se le llama así porque da a Dios el nombre común de Elohim, que es el plural de


Eloah. Este plural quiere ser una ampliación que dé más solemnidad a la palabra
‹‹El››, que se traduce por dios. Tiene un estilo más sobrio y una moral más
exigente. Pone mayor cuidado en separar a Dios del hombre, subrayando lo que es
sagrado y está más allá del horizonte natural. Insiste en que Dios es espíritu.
Utiliza pocas figuras o palabras humanas para referirse a Él. Por eso, destaca que
es imposible ver a Dios, que suele manifestarse en los sueños.

Es más reciente que la tradición Yahvista. Debemos situarla entre los siglos VIII
y VI a.C. Se atribuye a las tribus del Norte, antes de la caída de Samaria.

 La tradición Sacerdotal

Surge en el ambiente de los sacerdotes del templo de Jerusalén que habían ido al
destierro (siglos VI-V a.C.) Da mucha importancia a las leyes, que constituyen lo
esencial de esta tradición. Pone un mayor interés en la organización del
santuario, en lo ritual, lo litúrgico. Viniendo del ambiente sacerdotal, esta
tradición resalta las funciones de Aarón y de sus hijos. Su estilo es abstracto y
solemne; a veces demasiado técnico y documental, orientado a preservar la
identidad nacional.

 La tradición Deuteronómica

Se caracteriza por un estilo amplio y oratorio, cargado de fórmulas rotundas.


Tiene una doctrina repetida constantemente: Dios ha elegido a Israel como pueblo
suyo por puro beneplácito,

Surge en la escuela de escribas del piadoso rey Ezequías, quienes rescatan las
antiguas tradiciones. Construyeron una teología orientada a la reconstrucción
espiritual y moral del pueblo, que estaba abatido por el destierro.

Valor histórico del Pentateuco

Los primeros libros de la Biblia narran hechos difíciles de entender con nuestra
mentalidad actual. Los hechos que se narran, se agrupan y se analizan para
exponer una doctrina religiosa: hay un sólo Dios, que ha formado un pueblo y le
ha dado una tierra. Este Dios es Yahvé. Este pueblo es Israel.

Los hechos son interpretados a la luz de la fe, proporcionan una imagen fiel del
origen y de las migraciones de los antepasados de Israel; nos transmiten sus
vínculos geográficos y étnicos; nos exponen su conducta moral y religiosa. Todo
Bajo custodia de Escuela de la Fe
64

orientado para conservar el imán que da razón de ser al pueblo y a la vida de cada
uno de sus miembros: la fe en el único Dios que ha creado todo.

Contenido teológico del Pentateuco

 La religión del Antiguo Testamento es una religión histórica que se


sustenta en la Revelación hecha por Dios a determinados hombres, en
determinados tiempos y en determinados lugares.

 El Pentateuco es el Libro de los llamados: Dios llama a Adán, a Noé, a


Abraham. Y esta vocación prefigura la elección de todo el pueblo de Israel.
Esta llamada o promesa se garantizan con una alianza.

 Dios exige la fidelidad del pueblo como respuesta a su invitación y alianza.


Las condiciones de esta fidelidad están reguladas por Dios en la Ley.

 Estas ideas de la Promesa, de la Elección, de la Alianza y de la Ley, se


harán presentes luego en todo el Antiguo Testamento, porque el Pentateuco
no completa la Revelación por sí solo.

 El misterio de Jesucristo enriqueció todas estas ideas teológicas presentes


en el Pentateuco. Él es el término hacia el que tendía oscuramente esta
historia de salvación. Él es quien les da sentido y pleno cumplimiento.

El Pentateuco arranca al hombre de la tierra para conducirlo al encuentro con


Dios. Le hace ver que es una criatura, que hay un Ser Supremo que rige los
destinos de la historia; que el pecado invita constantemente, que no puede vivir
desentendido de los demás, en fin; le hace ver que toda la vida adquiere nuevo
color se ve desde la mirada del único Dios.

II. Los Orígenes de la Revelación. (X – 1850 a.C.)

Génesis 1-11

El inicio de la Biblia se marca con el libro de Génesis, los capítulos de 1-11


presentan los acontecimientos que vamos a llamar “Proto-históricos” (los
primeros). Escapan al control de fechas precisas. De hecho la redacción no
coincide con el tiempo de los acontecimientos narrados, pues son narraciones
escritas a partir del reinado de Salomón. Y fueron ordenadas en el estado actual,
a fines del siglo V a.C. Mezclan elementos del mensaje espiritual con elementos
metafóricos, encontramos en estos capítulos las narraciones de la creación, la
caída, el pecado, la historia de Noé, la torre de Babel y termina con la genealogía
que introduce la figura de Abraham.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


65

III. Los tiempos de la Promesa. (1850 – 1250 a.C.)

Génesis 12-50

El período de los tiempos de la promesa es narrado en el libro del Génesis desde el


capítulo 12 hasta su culminación en el capítulo 50. Va de Abraham a José y
enmarca el principio de la experiencia religiosa de la comunidad y las
afirmaciones principales del credo del futuro pueblo de Israel, entre los que
destaca la fe en un Dios único y personal. Leemos, como Abraham recibe la
llamada divina y con ello se inaugura el primer capítulo de la historia de Israel,
conocida por nosotros como la Historia de la Salvación. Es una historia de familia,
de la familia de Abraham, de su hijo Isaac y su nieto Jacob, de cómo se establecen
en la tierra de Canaán y de la comunicación permanente de estos con Dios.
Continua con la historia de José, luego de ser éste vendido por sus hermanos, se
introduce la narración de Tamar y de Judá, de gran importancia para nosotros los
católicos, pues de ellos descenderá el futuro Rey David, sigue la vida de José en
Egipto, culminando con el testamento de Jacob.

IV. El Éxodo, nacimiento del Pueblo de Dios. (1250 – 1200 a.C.)

Éxodo, Levítico, Números y Deuterionomio

Este período que llena la segunda mitad del siglo XIII a.C. comprende los
acontecimientos narrados en los libros del Éxodo, Números Levítico y
Deuteronomio que transmitieron tradiciones orales sobre los Patriarcas, sobre la
esclavitud, sobre la liberación de Egipto, sobre la Alianza y sobre los años del
desierto.

Las normas, las costumbres y las leyes que instituyó Moisés en esta época, y que
están ampliamente documentados en Levítico, son la base de los escritos jurídicos
que aparecerán posteriormente en la Biblia.

Fue la época en que materializaron los primeros escritos. Sabemos que Moisés ya
utilizaba la escritura. Aunque debemos tener en cuenta que hubo aplicaciones y
retoques posteriores. A él se le atribuyen el Decálogo moral y el Código de la
Alianza.

La liberación de Egipto constituye el acontecimiento mayor de la historia del


pueblo de Israel. Y también es el centro de su credo.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


66

V. La Tierra Prometida (1200 – 1050 a.C.)

Josué y Jueces

Este periodo comprende la conquista de Canaán y los Jueces, acontecimientos que


son narrados en los libros de Josué y Jueces y abarcan desde el año 1220 al 1030
a.C.

Estos libros contienen material muy antiguo sobre todo en las partes legales. Han
llegado hasta nosotros después de varias redacciones y adaptaciones, pues las
nuevas circunstancias y las necesidades espirituales del pueblo pedían retoque y
aclaraciones. Encontramos en ellos la jefatura de Josué, tiempo en el que el
pueblo fue fiel; para continuar con las historias de los Jueces, destacando entre
ellos los Jueces Mayores, Ej: Débora, Gedeón, Jefté y Sansón.

VI. La Monarquía en Israel (1050 – 931 a.C.)

1 y 2 de Samuel; 1 y 2 de Reyes; 1 y 2 de Crónicas

La historia de ese periodo turbulento, se pude seguir en los relatos de los libros de
Samuel que combinan y yuxtaponen diversas tradiciones sobre los inicios de la
monarquía, y en su continuación en los Libros de los Reyes que documentan la
historia paralela de los dos reinos hermanos Israel y Judá. Inicia con la elección
de los primeros tres reyes carismáticos de Israel, recibiendo David ‹‹la promesa
mesiánica››; para culminar con el destierro a Babilonia y la deportación del rey
Joaquín.

El pueblo cansado del mal gobierno de los hijos de Heli, van al profeta Samuel
para pedirle un rey: una vez más el pueblo cae en la tentación de la monarquía
que había rechazado Gedeón. El profeta pide luz al Señor y este le responde
misteriosamente "haz todo aquello que el pueblo te pedirá, porque no te han
rechazado a ti sino a mí para que no reine sobre ellos" (1 Sam 8, 5-7).

 Elegir un rey significaba ponerse en peligro de idolatría, por considerarlos


hijos de dioses (Deut 17). Esta institución significaba: Rechazo de Dios
como rey único y exclusivo.

 Rechazo de la vocación de Israel como pueblo elegido y separado de los


demás pueblos, como rey sacerdotal que funge sobre los demás pueblos de
la tierra..

 La solicitud de la monarquía requiere apostasía de la supremacía de Dios y


apostasía de su cualidad de pueblo elegido.

 Pero Dios escucha este doble pecado (1 Sam 8, 7-22) y ordena a Samuel de
interpretar el sentido de la monarquía.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
67

 Una condición: que el rey y el pueblo sirvan a Dios en la observancia exacta


de la ley, de modo que reconozca la soberanía de Dios y el rey sea el
servidor del Rey supremo, Yahvé.

VII. Período de los dos reinos (931 – 586 a.C.)

1 y 2 de Samuel; 1 y 2 de Reyes; 1 y 2 de Crónicas; Isaías 1 - 39

Durante esta época, continúa la literatura y el trabajo de redactar la Historia


Sagrada y de readaptar las leyes y costumbres religiosas y culturales a las nuevas
circunstancias.

El reino del norte desaparece, Ezequías no quiso que se perdiera el legado


cultural y religioso de la nación. Mandó recoger los documentos. Y pidió que se
escribieran los recuerdos del reino. Los escribas revisaron y completaron las
tradiciones antiguas, dando impulso a la literatura sapiencial.

Fue una época de fuerte movimiento profético y de gran producción literaria. Se


inspiraron mucho en la vida y en el testimonio de sus protagonistas.

Comienza a narrarse el profetismo desde el 1° libro de los Reyes con la historia de


Elías y Eliseo, para continuar con todos los profetas Mayores y Menores que
tienen sus respectivos libros.

VIII. El Exilio en Babilonia (587 – 538 a.C.)

Isaías 39 – 56; Miqueas, Nahum, Sofonías, Habacuc y Jeremías

Al cabo de trescientos cincuenta años de la muerte de Salomón, ambos reinos han


quedado disueltos.

Al comenzar el siglo VI a.C. tiene lugar el desgraciado suceso que borra en pocos
años y para siempre el nombre de Judá como pueblo de la historia del antiguo
oriente. Rápidamente se precipitan los acontecimientos sobre el minúsculo estado
vasallo, situado junto al Jordán y sobre sus habitantes, que dan origen al tiempo
más penoso para Judá. Terminan con la marcha al exilio, con la deportación a
Babilonia. A este mundo brillante de riquezas llegó la caravana dentro de ella,
iba un pequeño grupo no mas de 5 o 6 mil personas ‹‹el resto fiel›› en ellos estará
la esperanza de la religión monoteísta, la religión del único Dios “Yahvé”

Los sacerdotes desterrados reunieron las tradiciones nacidas en torno al Templo


de Jerusalén. Los discípulos de profetas como Jeremías, Ezequiel o Isaías hicieron
la redacción definitiva de los escritos de sus maestros. La historia del exilio se
encuentra en los libros de los profetas.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


68

IX. La restauración. (538 – 333 a.C.)

Ageo, Zacarías, Isaías 56 – 66; Ezequiel, Malaquías, Joel. La Corriente


Sapiencial: Proverbios, Job, algunos Salmos. Cantar de los Cantares.
Ruth, Jonás, Tobías.

Este período lo encontramos principalmente en los libros de Esdras y Nehemías y


es de mucha importancia porque también aparece la literatura sapiencial, con la
Obra del Cronista, Proverbios, el Libro de Job, Eclesiastés, Eclesiástico y
Sabiduría.

Los últimos profetas aparecieron durante el retorno de la cautividad hasta el


advenimiento de Alejandro Magno.

Fueron integradas las antiguas tradiciones, históricas, jurídicas y culturales.


Habían sido puestas por escrito a lo largo de siglos. Pero adquirieron un cuerpo
definitivo en tiempos de Esdras, hacia el 398 a.C. Quedaron codificadas en lo que
se llamará LA TORAH (la Ley) A partir de entonces, la Torah tiene el estado
actual y fue considerada como ley de estado por los judíos y por los samaritanos.

X. La época helenística y la dominación romana. (333 – 63 a.C.)

Qohelet o Eclesiastés, Baruc, Ben-Sira o Eclesiástico, Daniel, Sabiduría, 1


y 2 de Macabeos y Ester.

El período que va del retorno del destierro hasta las guerras con Roma, acarreó a
Israel nuevos problemas para ser fiel a su fe y a sus tradiciones. El estilo de vida
griego, la helenización, trató de imponerse bajo la dominación de los griegos. No
era, como antes, la tentación de asimilar las costumbres de otros pueblos; ahora
los gobernantes que invadieron Palestina trataron de imponer sistemáticamente
el paganismo, porque consideraban que la religión debía ser controlada por el
Estado.

Los escritos de esta época clausuran la literatura del Antiguo Testamento,


predominan los géneros sapienciales. Hay que destacar la traducción de la Biblia
al griego por los LXX, significa un gran paso hacia la visión de la salvación
universal y se pone la palabra revelada de Dios al alcance entonces conocido.

Es el tiempo del judaísmo. Va desde el destierro babilónico hasta las guerras con
Roma. Ahí comienza la dispersión del pueblo judío.

Los libros de los Macabeos narran los esfuerzos y el acoso que los judíos
afrontaron para ser fieles a la alianza con Dios en este período de purificación de
la fe.

De gran importancia son también los libros de Judit y Ester; esta época aporta un
Bajo custodia de Escuela de la Fe
69

nuevo género literario, el apocalíptico con el libro del profeta Daniel.

Los Salmos fueron compuestos en tiempos muy diversos y circunstancias


diferentes; Salmos desde el siglo XI hasta el siglo II a.C. Se agruparon por esta
época en una sola colección, para darles unidad se cobijaron bajo la sombra del rey
David.

Lecturas complementarias:

¿Qué temas tratan los libros del A.T.?


P. Antonio Rivero, L.C. Curso de Biblia. pp. 3 y 4

Génesis: creación del mundo y del hombre. La respuesta del hombre: el pecado y
las consecuencias del pecado. La reacción de Dios: patriarcas.

Éxodo: narra la esclavitud de los israelitas en Egipto, como consecuencia del


pecado; Dios manda a Moisés para liberar a su pueblo para que sea libre y lo
adore en el monte santo. Dios demuestra su poder ante el faraón, modelo y
paradigma de la soberbia. Dios hace un pacto con el hombre y le da sus
mandamientos como único camino de la verdadera libertad y felicidad.

Levítico, Número y Deuteronomio: leyes que Dios dio a los israelitas. Despedida
y muerte de Moisés.

Josué: historia de cómo los israelitas, con la ayuda especialísima de Dios, se


apoderaron de la Tierra Prometida.

Jueces: narración de los hechos famosos de los primeros jefes que tuvieron los
israelitas, durante 300 años.

Ruth: bella historia de los antepasados de David.

Samuel: historia de Samuel, y de los primeros reyes: Saúl y David.

Reyes: Salomón y demás reyes.

Crónicas o Paralipómenos: otra historia de los reyes de Israel.

Esdras y Nehemías: narración de los hechos que sucedieron cuando Israel


volvió del destierro.

Tobías, Ester y Judit: bellísimas historias de estos personajes, que son ejemplo
para nosotros.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


70

Macabeos: sucesos heroicos que por intervención especial de Dios lograron los
cinco hermanos Macabeos para libertad a Israel.

Job: historia del hombre más atormentado y más paciente de la antigüedad.

Salmos: 150 himnos en forma de oración, para todas las ocasiones y


circunstancias de nuestra vida.

Proverbios: más de tres mil refranes de profunda sabiduría, compuestos por


Salomón y otros sabios.

Eclesiastés o Qohélet, Cantar de los Cantares, Sabiduría: tres libros que los
antiguos atribuyeron a Salomón. En ellos se esconden las grandes verdades
eternas.

Eclesiástico o Sirácide: más de mil consejos prácticos para tener éxito en la


vida.

Los profetas: escritos que anuncian los premios que Dios dará a los buenos y los
castigos que se auto infligen quienes desobedezcan a Dios.

Autoevaluación:

1. ¿Qué tradiciones literarias descubrimos en el Pentateuco?

2. ¿Por qué se atribuye el Pentateuco a Moisés?

3. ¿Dónde tuvieron origen las diversas tradiciones del Pentateuco?

4. ¿En qué sentido son históricos los relatos del Génesis?

5. ¿Cuál es el punto culminante de la historia de David?

6. ¿Cuál es el objeto último del profetismo?

7. ¿Cual es la problemática religiosa del pueblo de Israel durante la época


persa?

8. ¿Qué significa la expresión: «segundo templo»?

9. ¿Cuál es la importancia salvífica de la traducción de la Biblia de los LXX?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


71

Sesión 7
Introducción al Nuevo Testamento
Esquema

I. Introducción

II. Aspectos literarios

III. Aspectos teológicos

Profundiza tu fe:

 La literatura del Nuevo Testamento se coloca por doble motivo entre dos
mundos: por un lado, por su forma y su contenido; entre el mundo literario
judío y el helenista; por otro, por la originalidad del contenido, entre el
mundo judío de donde procede y el mundo cristiano que se irá configurando
precisamente en la confrontación inteligente y vital con los libros del Nuevo
Testamento y su mensaje.

 Toda esta literatura, nos hará encontrarnos con Jesús que nos arraiga en el
tiempo y en un lugar determinado. El lugar lo conocemos: es la tierra
Palestina, con sus montes, su ciudad, su lago. El tiempo se halla preparado,
nos conduce al misterio pleno ‹‹el tiempo› y el lugar de Dios››. Llega así el
momento final de nuestra creación, allí donde la historia se vuelve
escatología, el tiempo, plenitud cumplida. Jesús nos conduce a Dios para
que allí nos olvidemos de lo humano, nos conduce hacia los hombres, para
así comenzar el camino salvador prometido desde el Génesis y culminando
con su Resurrección.

Catecismo:

Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras “por ser el testimonio
principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador” (DV
18) CEC 125

I. Introducción

"La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se
encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento"
(DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su
objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas,
su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del
Espíritu Santo (CEC124; DV 20).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


72

Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras "por ser el testimonio
principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador" (CEC
125; DV 18).

El paso del Antiguo al Nuevo Testamento es mucho más que un cambio de época,
o el nacimiento de un nuevo movimiento religioso, porque la presencia histórica
de Jesús en la Palestina del siglo I es:

 La realización por parte de Dios, de la salvación prometida para todos los


hombres, desde la primera página del Antiguo Testamento.

 La inauguración de la etapa decisiva de la historia de la salvación, que se


actualiza día a día por el ministerio de la Iglesia.

 La realización del más grande testimonio de amor que Dios pudo haber
dado al hombre, pues le prometió un redentor, y más allá de lo esperado le
envió a su propio Hijo.

 El acercamiento a esta definitiva etapa de la Historia de la salvación no


debe quedarse en lo cultural y literario, es necesario que cada uno se sienta
interpelado y se incorpore a la fila de quienes recorren el camino estrecho.

II. Aspectos literarios

 El Nuevo Testamento está conformado por 27 libros distribuidos en cuatro


bloques: los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas y el
Apocalipsis, compuestos durante la segunda mitad del siglo 1° d.C.

 Libros históricos: los cuatro evangelios

 Libros didácticos: l4 epístolas de S. Pablo (A los Romanos, I y II a los


Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Timoteo, Filemón, Hebreos,
Colosenses, Tesalonicenses I y II; Tito I y II. Y las siete epístolas llamadas
católicas: La de Santiago, 1 y 2 de S. Pedro, una de Judas y 1,2 y 3 de Juan.

 Libro profético: el Apocalipsis.

 A pesar de ser tan diversos todos tienen como centro común y objetivo
único: anunciar a Jesucristo, Señor y salvador y la Buena Nueva de la que
Él es fuente y fundamento.

 No se conserva la primera redacción de ninguno de los libros. Las copias


completas del Nuevo Testamento no van más allá de la segunda mitad del
siglo IV.

 La lengua de todos los libros del Nuevo Testamento es el griego llamado


Bajo custodia de Escuela de la Fe
73

koiné es decir, de uso común, sembrado con abundantes semitismos,


explicable porque Jesús anunció su mensaje en arameo y la mayoría de los
autores eran judíos. (Hay que distinguir el griego que usan Marcos, Mateo
y Juan, del griego Ático que usa Lucas, pues él escribe para personas
cultas)

 Entre los escritos del Nuevo Testamento sobresalen los Evangelios que son
de origen apostólico (DV 18) y narran fielmente...lo que Jesús hizo y enseñó
(DV 19). Los autores sagrados compusieron los Evangelios escogiendo datos
de la tradición oral o escrita, reduciéndolos a síntesis, adaptándolos a la
situación de las diversas Iglesias, conservando el estilo de la proclamación:
así nos transmitieron siempre datos auténticos y genuinos acerca de Jesús
(íd).

 Los demás escritos del Nuevo Testamento confirman la realidad de Cristo,


van explicando su doctrina auténtica, proclaman la fuerza salvadora de la
obra divina de Cristo, cuentan los comienzos y la difusión maravillosa de la
Iglesia, predicen su consumación gloriosa (DV 20).

 Los libros del Nuevo Testamento no pretenden sobresalir dentro de la


literatura griega de su tiempo; forman una colección de libros de diversos
autores y tiempos, redactados en un estilo franco y funcional, y un lenguaje
que a veces se antoja precario.

 No obstante, hay algo sorprendente, pues ninguna obra literaria de todos


los tiempos ha sido tan leída y comentada como esos libros, ni su influjo ha
calado tan profundamente en la gente y aún en la cultura occidental. Han
sido traducidos y leídos en todas las lenguas. La explicación está en la
fuerza renovadora que tiene la Palabra de Dios.

III. Aspectos teológicos

Dios sólo ha pronunciado una Palabra: Hijo. Con esta Palabra nos ha dicho todo.
El Hijo, Palabra de Dios, ha entrado misteriosamente en la historia, ha iniciado
su diálogo con el hombre a través de la creación, del encuentro con los profetas,
tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y finalmente mediante la
encarnación en el seno de la Virgen María, y su prolongación mística en el seno de
la Iglesia. Es en la Iglesia donde la Palabra se ofrece como realidad personal y se
nos da como alimento vivificador y transformante.

El hilo conductor de los escritos del Nuevo Testamento es la persona, la vida y el


misterio de Jesús de Nazareth y sobre como lo han vivido y reflexionado los
discípulos de Jesús a la luz de su vida entera, pero de manera especial a la luz de
su muerte y resurrección.

Los escritos del Nuevo Testamento confirman la realidad de Cristo, van


Bajo custodia de Escuela de la Fe
74

explicando su doctrina auténtica, proclaman la fuerza salvadora de la obra divina


de Cristo, cuentan los comienzos y la difusión maravillosa de la Iglesia, predicen
su consumación gloriosa (DV 20).

Entre otros elementos conviene destacar a título de ejemplo la realidad mesiánica


de Jesús:

 La redención de Israel siempre se presenta en el Antiguo Testamento como


obra de Dios, en la que unas veces interviene personal y directamente y
otras por medio de un representante. En la época final se designaba al
enviado divino con el nombre de Mesías. En tiempos de Jesús predomina el
carácter político. Jesús rechazará ese mesianismo y aceptará la confesión
de Pedro de carácter espiritual.

 A lo largo de los siglos la figura mesiánica había recibido estampas muy


diversas, pero recalcando los rasgos regios y guerreros. San Pablo dirá que
las profecías del A. T. resultaban oscuras, cubiertas por un velo, que solo se
trasparentaba para el ojo iluminado por la fe (2 Cor 3,14).

 La venida del Mesías estaba predicha en el Antiguo Testamento, como en


Gen 3,14; Núm 24,15; Is 7,14; Is 9,5, más o menos veladamente; y en
muchos otros pasajes de la Biblia. Todas las líneas del pensamiento
mesiánico del Antiguo Testamento las encontramos orientadas a Jesús por
los escritos del Nuevo y realizadas en su persona (Lc 4,41; Mt 16,20).

 Del estudio de los textos mesiánicos, en los que a veces se habla del Mesías
sin citar su nombre, concluimos que Jesús se presenta como cumpliendo en
su persona estas predicciones. Los apóstoles después de Pentecostés así lo
entendieron y predicaron.

 Jesús, a la edad de 30 años (cfr Lc 3,23) comienza a predicar un mensaje


salvífico (Jn 7,4-6) en nada parecido al de otros hombres, y se dice el
Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios (Lc 22,67-71).

 Que Jesús es el Mesías, o el Cristo (forma griega de la palabra), es una


proposición de fe basada en las Escrituras. Creer en ella es responder a la
exigencia de la fe que sus obras y palabras exigían a los testigos y ahora
nos exige a quienes escuchamos el mismo anuncio. Si a veces parece que el
mismo Jesús rechaza el nombre, es sin duda porque debía purificarse la
concepción común de sus contemporáneos sobre el Mesías y para que
aceptaran los vaticinios que anunciaban también su sufrimiento (Mt 16,21).

 Anunciar que Jesús es el Cristo es anunciar y proclamar que Jesús de


Nazareth es el que cumple las promesas de Dios tal como se había
anunciado al pueblo judío en el A.T. En el diálogo con la Samaritana, Jesús
proclama abiertamente que él es el Mesías (Jn 4,25). La confesión de Pedro
Bajo custodia de Escuela de la Fe
75

también es explícita y en su respuesta Jesús no deja lugar a dudas que Él


es el Mesías (Mt 16,16).

 Los judíos ni remotamente se imaginaban que el Mesías fuera a ser Dios,


porque esto iba contra su concepción monoteísta rígida, muy alejada
todavía del dogma trinitario.

 Los títulos cristológicos que se dan a Jesús, son atributos divinos, sin decir
directamente que él fuera Dios.

 El Nuevo Testamento nos revela que el único Dios es Padre, Hijo y Espíritu
Santo: una sola naturaleza divina en tres Personas, perfectamente iguales
y realmente distintas. Jesús los nombra expresamente, ordenando a los
Apóstoles bautizar «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
(Mt 28, 19)

Conclusión:

Antes que el libro de las razones o código de leyes, el Evangelio es un camino


abierto hacia la vida. Creer significa acoger y confiarse, recibir el don de Dios en
Jesucristo, renaciendo como hijos de Dios y como hermanos. Por eso, el Evangelio
ofrece un contenido universal. Es historia del pasado y realidad presente, acción
de dios y nacimiento radical del hombre, experiencia de individualidad y plenitud
comunitaria.

Lecturas complementarias:

Dei Verbum , 17- 20

Excelencia del Nuevo Testamento

17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que
cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del
Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el
Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y
palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y
con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí
mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue
descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos
Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio,
suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo
cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


76

Origen apostólico de los Evangelios

18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento,
los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el
testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro
Salvador.

La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen


origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo,
luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos
lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en
cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Carácter histórico de los Evangelios

19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los
cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican
fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó
realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo.
Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus
oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que
ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la
luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro
Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de
palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la
condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de
manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús.
Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio
de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la
palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan
(Cf. Lc., 1,2-4).

Los restantes escritos del Nuevo Testamento

20. El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene
también las cartas de San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la
inspiración del Espíritu Santo, con los cuales, según la sabia disposición de
Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su
genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo,
y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia
su gloriosa consumación.

El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les
envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa
(cf. Jn., 16,13).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


77

Curso de Biblia, Nuevo Testamento


P. Antonio Rivero L.C.

Ambiente histórico en tiempo de Jesús

La vida de Jesús y de los Apóstoles se desarrolló en Palestina, que conocemos


en sus grandes partes: Judea, al sur; Samaria, al centro; y Galilea, al norte.
Toda la región estaba en esos años bajo la dominación del Imperio de Roma.
Palestina había sido saqueada y conquistada (asirios, babilonios, persas,
griegos, etc.). Los romanos gobernaron los territorios ocupados con bastante
amplitud; dejaron libertad de religión, con tal de que fueran salvados los
intereses de Roma y llegara el dinero de los impuestos. También dejaron que
las autoridades locales, en nuestro caso el Sumo Sacerdote y el Sanedrín,
ejercieran su mando y vivieran con sus leyes, eso sí, bajo la vigilancia de un
encargado de Roma.

¿Qué gobernantes tenía Palestina en ese entonces?

La familia de los Herodes: Herodes el grande, y sus tres hijos: Arquelao,


Herodes Antipas y Filipo. El más vinculado con los hechos del Evangelio es
Herodes Antipas. El mal gobierno de los “Herodes” hizo que Roma cambiara su
política de Palestina y Siria. El emperador romano, que residía en Roma,
nombró un funcionario imperial con el título de Procurador, encargado de
gobernar las provincias de Judea y Samaría. El más famoso procurador
romano fue Poncio Pilato, que gobernó desde el año 26 al 36. En el norte, en la
Galilea, gobernó Herodes Agripa, favorito de los emperadores romanos, hasta
el año 44. Persiguió a la Iglesia cristiana (Cf. Hech 12, 1-19) y ganándose la
simpatía de los judíos, reemplazó a procuradores romanos.

En el año 66 los judíos, en lucha armada, proclamaron la independencia del


Estado judío. Roma encargó al joven Vespasiano, futuro emperador, que
sofocara el levantamiento en el año 67. La campaña militar duró tres años.
Mientras tanto Vespasiano viajó a Roma, por la muerte de Nerón (año 69) y
dejó a su hijo Tito el mando en Palestina. Tito, en ocasión de la Pascua del año
70, puso a Jerusalén en estado de asedio. Cinco meses resistieron los judíos
atrincherados en la Ciudad Santa. El 10 de agosto del 70 fue el desenlace
fatal: Jerusalén fue arrasada, el Templo totalmente destruido, como nos relata
el Evangelio: “No quedará piedra sobre piedra” (Mc 13, 1-2). Los habitantes
fueron deportados y vendidos como esclavos. El Sanedrín quedó suprimido, el
Templo había dejado de existir y ya no se podía celebrar el culto nacional: fue
la catástrofe del Judaísmo. No obstante, los judíos no se dejaron abatir:
todavía hubo una chispa de rebelión, que se mantuvo encendida dos años más,
en la fortaleza de Massada, al sur del Mar Muerto. Además, el Judaísmo como
religión persistía en toda la Diáspora. Allí vivían unidos entre sí, con su
organización, conservando intactas sus leyes y sus costumbres religiosas.
Desde ese tiempo hasta nuestros días, el pueblo judío ha sido siempre la nación
Bajo custodia de Escuela de la Fe
78

sin patria, respetados por algunos, perseguidos por otros. Sólo en el año 1948
lograron restablecer en Palestina el Estado de Israel.

Autoevaluación:

1. ¿Quién ocupó Jerusalén en el 63 a.C.?

2. Describa la situación política en la época de Cristo.

3. ¿Se contraponen el Jesús de la Historia y El Cristo de la fe?

4. ¿Por qué desconcertó la figura mesiánica de Jesús a los judíos?

5. Mencione las principales provincias de Palestina en tiempos de Cristo.

6. Mencione los principales grupos religiosos de la época.

7. ¿De qué libros consta el Nuevo Testamento?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


79

Sesión 8
Composición de los evangelios
Esquema de la lección

I. Introducción

II. Etapas de la formación de los evangelios

III. El problema sinóptico.

IV. La teoría de las dos fuentes

V. Conclusiones

Profundiza tu fe:

 El Nuevo Testamento se abre con cuatro libros que llevan el mismo


título (“Evangelio”), igualmente inspirados que los restantes libros de la
Sagrada Escritura; son los más excelentes de todos ellos, porque
constituyen el principal testimonio de la vida y de la doctrina del Verbo
hecho carne, nuestro Salvador.
 Estos cuatro libros fueron designados con el título de Evangelio desde
inicios del siglo II.
 Hacia el año 150 d.C., san Justino Mártir, les llama “Recuerdos de los
apóstoles” o “Evangelios”.
 La palabra Evangelio de origen griego, significaba originalmente “buena
nueva”
 Los romanos, por su parte llamaron Evangelio al conjunto de beneficios
que el emperador Augusto había traído a la humanidad.
 Entre los judíos el verbo Evangelizar o Anunciar el Evangelio, alcanza
un particular relieve cuando se emplea para hablar de los tiempos
mesiánicos, en los que Dios salvará a su pueblo.
 Cuando Cristo desde el principio de su ministerio público invita a creer
en el Evangelio, se refiere a la buena noticia del advenimiento del Reino
de Dios que El anuncia y que llega con El.

Catecismo:

Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras ‹‹ Por ser el testimonio
principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador›› Dei
Verbum 18, Vat. II. CEC 124 – 127

Bajo custodia de Escuela de la Fe


80

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se
encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento.
Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su
objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus
enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia
bajo la acción del Espíritu Santo (cfr CEC, n. 124).

Los Evangelios, que constituyen el primer conjunto de escritos del Nuevo


Testamento, no son los escritos más antiguos, pero son el corazón de todas las
Escrituras «por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra
hecha carne, nuestro Salvador» (cfr DV n.18), por eso los estudiamos en primer
lugar.

En los primeros años de vida, la Iglesia guardaba la memoria del Señor centrando
su predicación en el anuncio de la muerte y resurrección; por eso en las cartas de
Pablo no encontramos nada de la vida, ni de las palabras de Jesús. Los apóstoles
desde el día de Pentecostés sólo se refieren a lo esencial de la Buena Nueva: Dios
resucitó a Aquél que murió en la cruz por mano de los impíos (cfr Hech 2,23-24).

Pero parece lógico que cuando la gente había aceptado el mensaje de los apóstoles,
debía sentir la necesidad de conocer mejor las palabras y la vida diaria del Señor.

Razón más importante para la redacción de los Evangelios es la necesidad de la


segunda generación de cristianos de consignar por escrito las tradiciones de los
primeros testigos antes que estos desaparecieran y se perdiera el contenido de su
mensaje y también evitar tendencias peligrosas para el equilibrio de la fe.

Cuando la tradición oral empieza a hacerse sospechosa, incontrolable y


manipulable por los herejes, se impone la necesidad de escritos que transmitan
fielmente esa tradición. Este fenómeno se verifica en la segunda mitad del siglo
II. Los movimientos heréticos debieron influir notablemente en la aceleración del
canon en la Iglesia: Los apóstoles, considerados depositarios de la revelación
histórica de Jesús, eran el canon vivo, intérpretes autorizados del mensaje y del
acontecimiento salvífico de Jesús.

II. Etapas de la formación de los evangelios

Quizá porque estamos acostumbrados a leer o a escuchar los Evangelios en la


liturgia, en pequeñas dosis, a modo de historias sencillas, puede parecernos que se
trata de textos simples que se limitan a narrar episodios de la vida de Jesús de
Nazareth tal y como discurrieron históricamente.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


81

Sin embargo, los Evangelios son textos algo más complejos, fruto de una larga
gestación; lo que nosotros conocemos es el resultado final del proceso. Por tanto,
debemos ir hacia atrás para comprender la génesis y el tipo de obras que son los
evangelios, de forma que podamos saber cómo situarnos ante ellos y cómo leerlos,
pues no se afronta de la misma forma un libro de historia que una novela
histórica, un ensayo que un cuento.

Por esta razón, previo al estudio de cada uno de los Evangelios es importante
tomar en cuenta las etapas de la tradición que nos trasmitió la vida y doctrina de
Jesucristo, pues los Evangelios no se elaboraron el día de los acontecimientos sino
a lo largo de un proceso que va desde el acontecer de los hechos hasta la
comprensión e interpretación de los mismos a la luz de la fe post-pascual.

Así lo expresa el Concilio Vaticano II: Los autores sagrados compusieron los
cuatro evangelios escogiendo datos de la tradición oral o escrita, reduciéndolos a
síntesis, adaptándolos a la situación de las diversas Iglesias, conservando siempre
el estilo de la proclamación: así nos transmitieron siempre datos auténticos y
genuinos acerca de Jesús (DV 18-19).

Este proceso de composición de los Evangelios corrió tres etapas:

Primera Etapa: La vida y enseñanza de Jesús.

La vida y la enseñanza de Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro


evangelios, «cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que
Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la
salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo» (CEC 126,1).

Es el nivel del evento, el tiempo de la historia vivida que considera la realidad de


Jesús en su tiempo y en su ambiente. Es la etapa del evangelio anunciado. En su
dimensión humana estos hechos ocurren durante los 30 primeros años del siglo I
de nuestra era.

Jesús, con toda seguridad, no escribió nada. Al contrario de los grandes hombres
de su tiempo, que escribían grandes tratados de historia, literatura, viajes,...
Jesús proclamó el evangelio a través de sus palabras y a través de su vida. Así,

 desde el comienzo de su vida pública escogió a propósito Doce discípulos


como testigos inmediatos de sus palabras y acciones;

 imprimió indeleblemente sus palabras y enseñanzas en sus mentes, con el


uso deliberado de los métodos pedagógicos propios de su tiempo y de los
rabinos;

Bajo custodia de Escuela de la Fe


82

 los discípulos reconocieron el fin de las palabras y acciones de Jesús en su


proceder: mover a los hombres a aceptar por la fe su persona y su
enseñanza.

Posteriormente, como escribe el apóstol San Juan (1 Jn 1,1), ellos darán


testimonio de lo que escucharon, de lo que vieron con sus propios ojos y tocaron
con sus manos.

Segunda etapa: La tradición oral

«Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus


oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que
ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz
del Espíritu de verdad». (CEC 126,2

En los primeros tiempos después de Pentecostés, la única regla de fe era el


testimonio de los apóstoles. Predicación, justificación de la fe nueva, anuncio a los
que no se habían convertido todavía, todo eso se hacia por la palabra (He 4,42).
Cuando años más tarde Pablo hable de la tradición o de las tradiciones, se referirá
a ese testimonio de los apóstoles, sin hacer distinción entre lo que ya estaba
escrito y lo que se seguía entregando de manera oral (cfr 1 Cor 11,23). Las evoca
para fundamentar su propia enseñanza (cfr 1 Cor 11,2) y supone que eran
conocidas en forma fija y reconocida autoridad.

Es la etapa oral del Evangelio sin los evangelios, en la que toda referencia a Jesús
se hacía oralmente. Después de la experiencia que tuvieron los discípulos de Jesús
sobre su resurrección, estos se lanzaron a anunciarlo por todas partes. Las
referencias a Jesús no pudieron limitarse al anuncio de su resurrección y a
proclamar que era el Mesías; tuvieron, ya desde muy temprano, que ser
ampliadas para repetir sus enseñanzas y contar lo que fue su actuación. Es
natural pensar que en los primeros años, nada de esto estaba escrito. Por otra
parte, no se debe olvidar un hecho importante: en aquellos tiempos la mayoría de
la gente no sabía leer ni escribir, por lo que el lenguaje escrito tenía menor
importancia que el hablado.

En los mismos textos evangélicos encontramos pasajes que nos transportan a esa
etapa primitiva en la que palabras o hechos de Jesús aparecen recompuestos de
forma vivaz. Encontramos también en acción la utilización de leyes
mnemotécnicas que hacen fácilmente repetible una enseñanza después de una
primera audición.

Todo comenzó después de la Resurrección de Jesús. Los apóstoles no se guardan


la Buena Nueva para ellos. La comunican por las calles, las plazas, las sinagogas,
etc.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


83

Junto a esta comunicación de la Buena nueva, comienzan a vivir formando la


comunidad de los creyentes en Jesús: La Iglesia.

La comunidad de seguidores de Jesús aumenta. Ya no sólo están en Palestina.


Hay cristianos que proceden de distinto origen. La Iglesia se universaliza y a
todos estos cristianos hay que participarles la buena nueva.

Así, entre los años 30 y 70 se forman las primeras comunidades en torno a la


predicación del Kerigma. La resurrección de Jesús, y esa ”crecida inteligencia”
que adquirieron al recibir la iluminación del Espíritu Santo en Pentecostés,
permiten a los discípulos comenzar a descubrir el misterio de Jesús, en los
recuerdos que guardan de Él.

Estos recuerdos van tomando forma sobre todo en torno a tres puntos esenciales:

 Anunciar a judíos y paganos al Señor Jesús resucitado.

 Celebrar en la liturgia la fe en el resucitado.

 Dar a conocer a los neo-bautizados los hechos y las palabras de Jesús.

Las características de esta predicación:

 Interpretar la vida de Jesús, indicando su significado salvífico a la luz de la


resurrección.

 Es la primera inteligencia teológica de Jesús hecha por la Iglesia,


actualizando e interpretando de la palabra de Jesús.

 Trataba sobre todo de la muerte y resurrección del Señor y se ampliaba


para incluir un relato fiel de su vida y hechos.

 La fe en la divinidad de Jesús, de los apóstoles, no falsificó su enseñanza ni


su recuerdo, sino que lo consolidó, ya que esa vida y enseñanza estaba a la
raíz de su fe.

 Su comprensión de lo que había dicho y hecho Jesús durante su vida cobró


nueva penetración y profundidad por los acontecimientos centrados en
Cristo glorioso y por la doctrina iluminada por el Espíritu Santo.

 Como consecuencia de esta luz interior parte integrante de su predicación


fue la explicación que daban, acomodándose a sus oyentes, del significado
de las palabras y hechos que contaban de Cristo.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


84

 Las formas de expresión de este evangelio predicado llevan el sello del uso
escriturístico y contemporáneo, incluyendo catequesis, narración,
testimonio, doxologías, oraciones, etc.

Tercera etapa: Los Evangelios escritos.

«Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas cosas
de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o
explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, conservando por fin la
forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad
sincera acerca de Jesús» (CEC 126,3).

1. Período de las colecciones escritas.

Para comprender mejor lo sucedido con las fuentes documentales de los


evangelios, hay que recordar algunos datos históricos.

Durante los primeros años de vida de la Iglesia no había necesidad de contar con
documentos escritos acerca de Jesús, pues los apóstoles y discípulos que lo habían
conocido personalmente podían contar su experiencia.

Pero a medida que pasaba el tiempo y la Iglesia se fue extendiendo por territorios
cada vez más alejados de Palestina, ya no se podía acudir en todas partes a esos
testigos oculares de lo ocurrido y se sintió la necesidad de disponer de esos
«recuerdos» de lo hecho y dicho por Jesús. Se recurrió entonces a las tradiciones
iniciales que tuvieron que ser puestas por escrito.

Igualmente, cuando comienza en Jerusalén (Hech 6) una comunidad de lengua


griega que tiene sus reuniones y su vida propia, sus contactos con los judíos de
otros países que vienen en peregrinación a la ciudad santa, los escritos pasan a
ser indispensables, tanto para la catequesis como para la liturgia

Es así probable que se hicieran algunas colecciones de dichos y enseñanzas de


Jesús, y otras de hechos. También parece probable que fueran traducidas al
griego, pues aunque en Palestina se hablaba el arameo, el griego era la lengua de
la mayoría de los cristianos. Los recuerdos de Jesús contenían, pues, tanto
enseñanzas como episodios vividos.

2. La redacción final de los Evangelios.

Los autores de los evangelios utilizaron documentos preexistentes que contenían


los «recuerdos» de los discípulos de Jesús que habían convivido con él. Con estos
datos, cada evangelista compuso su Evangelio.

Parece evidente que los evangelios empezaron a ser redactados en época bastante
próxima a Jesús, en la segunda mitad del siglo I; sin embargo, las fuentes
Bajo custodia de Escuela de la Fe
85

documentales utilizadas por los evangelistas son aun anteriores y nos sitúan con
toda probabilidad en el decenio inmediato que siguió a la muerte de Jesús. Todo
ello confirma la antigüedad de la información de que disponemos sobre Jesús, lo
que es un dato en favor de su autenticidad.

Así, miembros distinguidos de la comunidad reúnen las tradiciones que ya se


habían redactado y dan su propio testimonio sobre Jesús, en los Evangelios que
conocemos con el nombre de sus autores Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

En esta etapa de la puesta por escrito de la predicación.

 El fin de los evangelistas al escribir era servir a la Iglesia componiendo un


relato que garantizara la fidelidad del mensaje en la instrucción cristiana
que cada uno iba recibiendo.

 Cada autor sintetiza, adapta o explica según las necesidades de los


destinatarios, al más preciso estilo catequético. Los destinatarios
efectivamente varían, pues cada evangelista escribía para la comunidad
cristiana concreta a la que estaba ligado.

 El elemento explicativo se encuentra en el contexto, en el orden y en la


manera de presentar la doctrina.

 No perjudica la verdad del relato evangélico la diversidad de orden y


palabras que conservan intacto el sentido original.

 Esta misma diversidad la quiso el Espíritu Santo. A nosotros corresponde


profundizar en el significado que tienen.

Algunas reflexiones a este respecto

 El relato de la vida de Jesús no tenía un fin histórico; su objetivo prioritario


era kerigmático: la proclamación inicial del hecho de Jesús. De esto se
sigue:

• El valor teológico duradero de los evangelios.


• La importancia capital de la interpretación por la Iglesia.

 Una diversidad básica que debe ser tenida en cuenta:

• No perder de vista el lugar prioritario que en la formación de los


evangelios corresponde al Espíritu Santo.
• Solo en virtud del Espíritu Santo se predicó a Jesús y se nos legó su
Buena Nueva.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


86

• La revelación está presente en la continuidad de estas tres etapas del


proceso.

3. El testimonio de Lucas.

“Ilustre Teófilo, puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas
que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que
desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido
yo también, después de haber investigarlo cuidadosamente todo desde los orígenes,
escribírtelo por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has
recibido" (Lc 1,1-4).

Del texto destacamos los siguientes puntos:

 Se presuponen unos hechos históricos protagonizados por Jesús y que tales


hechos tuvieron unos testigos oculares de excepción.

 Se indica que la narración de esos hechos, sin duda conocida por la


comunidad (personalizada en Teófilo) a quien escribe Lucas, proviene de
esos testigos de lo ocurrido.

 Se añade que aquellos testigos se han hecho predicadores del mensaje


cristiano.

 Se reconoce que anteriormente otros han intentado componer un relato


sobre lo ocurrido.

 Lucas, después de investigar lo sucedido, intenta componer un libro bien


organizado.

 Se indica con claridad la finalidad de la obra: conocer la solidez de las


enseñanzas recibidas.

Estos datos provienen del prólogo del Evangelio de Lucas, pero también los demás
evangelios proporcionan otras informaciones, sobre todo al analizar
comparativamente su contenido. Esto confirma que, antes de que aparecieran los
evangelios en forma de libros, los materiales narrativos que los componen pasaron
por etapas diferentes.

III. El problema sinóptico.

Cuando un maestro encuentra dos o tres ensayos que se parecen demasiado, no


puede dejar de preguntarse quien copió a quien, o si consultaron el mismo libro.

Leyendo los Evangelios, el lector también puede encontrar demasiados parecidos


en Mateo, Marcos y Lucas. Pero profundizando en cada uno de ellos, descubrirá
Bajo custodia de Escuela de la Fe
87

que cada uno tiene su propia originalidad, a pesar de estar elaborados con los
mismos materiales. Lo que corrobora su autenticidad por coincidencia.

Nada tiene de extraño que los sinópticos coincidan en materia, pues los tres
tratan de un mismo acontecimiento. Lo sorprendente está en lo literario: en las
coincidencias en el orden de la narración, en idénticos expresiones; algunas citas
del A.T. coinciden al pie de la letra en los tres aunque no concuerden ni con el
texto de los LXX ni con el texto hebreo (Ej.: Mt 3,3, Mc 1,3; Lc 3,4 y Mt 11,10; Mc
1,2, Lc 7.27). Todo esto no puede ser fruto de la casualidad. Hay que explicar
tanto diferencias, como coincidencias.

Llamamos a esta cuestión “el problema sinóptico” y consiste en tratar de explicar


las semejanzas y las diferencias que se aprecian entre estos tres Evangelios.

Este cotejo se facilita disponiendo en columnas paralelas los textos que se


corresponden. Como a esta visión de conjunto en griego se le llama sinopsis, a
estos evangelios les quedó el calificativo de sinópticos.

Si se miden al centímetro los tres evangelios, se ve que Mateo y Lucas son casi
iguales y que tienen un 50% más que Marcos. Se pueden hacer las siguientes
constataciones:

 Es seguro que los evangelistas dispusieron de fuentes documentales


escritas.

 Esas fuentes documentales tuvieron que contener dos tipos de información:


una que narraba hechos de Jesús, y otra que contenía sus dichos o
enseñanzas. Esto se deduce de que, mientras los tres coinciden
sustancialmente en la narración de los hechos, no sucede lo mismo con los
dichos.

 Todos los episodios presentes en Marcos, excepto dos, se encuentran en


Mateo. Gran parte de esos episodios se encuentran también en Lucas, pero
no el contenido de los capítulos 7-8 de Marcos

 Buena parte de los episodios que no están en Marcos se encuentran a la vez


en Lucas y en Mateo, aunque cada uno los haya dispuesto y repartido a su
manera.

 Finalmente, tanto Mateo como Lucas tuvieron sus propias fuentes de


información, de las que no dispuso ninguno de los otros evangelistas. Hay
narraciones, como las de la infancia de Jesús, que sólo aparecen en alguno
de ellos.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


88

IV. La teoría de las dos fuentes

Pero esto nada nos dice sobre las posibles relaciones entre los evangelios. ¿Cómo
explicar, por ejemplo, que usando las mismas fuentes haya entre ellos tantas
diferencias, pequeñas o no tan pequeñas? ¿Quién introdujo los cambios? Si se
copiaron entre sí, ¿cuál de ellos está más cerca del original?

El principal intento de solución de problema sinóptico es la llamada teoría de las


dos fuentes. Se trata de una teoría, no de una conclusión definitiva, pues tiene
algunos aspectos que no engranan perfectamente, pero hasta ahora, es la
explicación más generalizada y segura del problema sinóptico.

Aunque sea un problema principalmente literario, de génesis del libro, no es algo


ocioso pues así se distingue lo históricamente dicho, de lo que es aplicación actual
de determinado texto.
 Según esta teoría, Mateo y Lucas son independientes el uno del otro. Pero
los dos dependen, por una parte, del evangelio de Marcos y por otra, de una
recopilación de Palabras del Señor (conocida como Fuente Q) de la que
Marcos no habría tenido noticia.
 La dependencia de Marcos explica que haya numerosos casos donde los tres
son paralelos. La dependencia de Q explica que haya textos donde Mateo y
Lucas son semejantes mientras que Marcos no dice nada.
 Pero como Mateo y Lucas tienen pasajes propios de cada uno de ellos, hay
que concluir que han tenido a su disposición además de Marcos y Q,
algunos otros documentos que son propios a cada uno.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


89

FORMACIÓN DE LOS EVANGELIOS


HECHOS Y PALABRAS DE JESÚS DE NAZARETH
PERIODO DE
TRADICIÓN
ORAL
Predicación oral de los Apóstoles

PRIMERAS FORMAS LITERARIAS ESCRITAS

Agrupación según temas


PERIODO DE
Infancia - Palabras - Milagros - Pasión - Resurrección
TRADICIÓN
ESCRITA
Fuente Q Marcos

Lucas
Mateo
Juan

V. Conclusiones

a. Aunque los Sinópticos reprodujeron los elementos principales de la


catequesis apostólica, no son mera trascripción material de la tradición
oral, pues los redactores evangélicos también recurrieron a otras fuentes de
información orales y escritas.

b. La hipótesis de la dependencia mutua no basta para explicar todos los


problemas que nacen de la comparación de textos.

c. El evangelio de Mateo, bajo su forma griega, fue muy probablemente


redactado en esa lengua y por consiguiente no es la traducción directa de
un original arameo.

d. No se puede negar la dependencia literaria de Mateo y de Lucas con


relación a Marcos que se debe tener como el más antiguo de nuestros
Evangelios en lengua griega.

e. Es poco probable una dependencia literaria directa de Lucas en relación a

Bajo custodia de Escuela de la Fe


90

Mateo pues las diferencias son muy acentuadas en los hechos y en los
discursos.

f. Es probable que Mateo y Lucas hayan utilizado, sobretodo para los dis-
cursos, documentos de contenido muy vecino, compuestos en arameo, pero
traducidos al griego. Lucas utilizó otras informaciones personales
provenientes de la tradición oral y escrita.

Lecturas complementarias:

La interpretación de los evangelios

Además de los criterios de interpretación que se aplican a los textos de la


Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica ofrece un criterio
bellísimo y muy fecundo de interpretación que se aplica a los evangelios:

“Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los
primeros que tuvieron fe y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido
por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio
durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad hasta el
vinagre de su Pasión y el sudario de su Resurrección, todo en la vida de Jesús
es signo de su Misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se
ha revelado que «en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente»
(Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el «sacramento», es decir, el signo y
el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había
de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina
y de su misión redentora.” (n. 515)

Esta comprensión del particular género literario que es el evangelio hace ver
que (a diferencia, por ejemplo, de los libros históricos del AT) cada detalle es
incluido conscientemente por los evangelistas, y quiere revelarnos algo real y
cierto sobre Jesucristo y su mensaje. Así por ejemplo, no es meramente
anecdótico que Lucas indique que, habiendo más de una barca presente cuando
le apretujaban las turbas a orillas del lago, Jesús eligiera subirse a la de
Pedro. En pasajes del AT, una interpretación basada en algo semejante, (Alude
sin duda al papel eclesial de Pedro y sus sucesores), no pasaría muchas veces
de ser un sentido acomodado; en algún caso, sería descubrir el sensus plenior.
En los evangelios, en cambio, es sentido literal –no literalista, ni el único y más
obvio elemento del sentido literal, pero sí lo que quiere enseñar el autor
(humano y divino).

Concilio Vaticano II, Dei Verbum, nn. 17-19

17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que
cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del
Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo
Bajo custodia de Escuela de la Fe
91

carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el


Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y
palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y
con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí
mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna. pero este misterio no fue
descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles
y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la
fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos
del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.

18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento,
los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el
testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro
Salvador.

La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen


origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo,
luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos
lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en
cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los
cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican
fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó
realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los
Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus
oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que
ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la
luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro
Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de
palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la
condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de
manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús.
Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio
de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la
palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf.
Lc., 1,2-4).

Autoevaluación:

1. ¿Qué significa la palabra Evangelio en boca de Jesús?

2. ¿Cuáles son los Evangelios sinópticos?

3. ¿Cómo se formaron los Evangelios?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


92

4. ¿Cuáles son las etapas de la composición de los Evangelios?

5. ¿Por qué se llaman sinópticos a tres Evangelios?

6. ¿Cuál es la teoría de las dos fuentes?

7. ¿Qué testimonios antiguos avalan la autenticidad de los Evangelios?

8. ¿Qué características de autenticidad tienen los cuatro evangelios canónicos


en comparación con los apócrifos?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


93

Sesión 9
Historicidad de los evangelios.
Esquema de la lección:

I. Planteamiento del problema.

II. La negación de la historicidad de los evangelios se funda en el racionalismo.

III. Los procedimientos de los exegetas racionalistas

IV. Una crítica externa de los Evangelios

V. La crítica interna de los Evangelios

VI. Conclusiones sobre la historicidad de los Evangelios

VII. ¿Merecen credibilidad los Evangelios?

VIII. ¿Son íntegros los textos de los Evangelios?

IX. Conclusión

Profundiza tu fe:

La redacción de los Evangelios fue alrededor del año 70 – 100 d.C.

 Mateo: los testimonios de la Tradición cristiana son unánimes en decir que


fue San Mateo quien primero puso por escrito el Evangelio en arameo,
entre los años 50 – 55 d.C, posiblemente escrito en Palestina. Este
Evangelio no ha llegado hasta nosotros, del Evangelio de San Mateo
poseemos una redacción griega escrito entre el 80 – 90 d.C. posiblemente en
Siria, Palestina. San Mateo fue testigo presencial de todos los hechos
narrados, pues fue apóstol de Cristo.

 Marcos: escribe su Evangelio en Roma por el año 70 d.C. San Marcos


escribe su obra de lo que oye predicar a San Pedro, pues era su discípulo.
Se dice que lo escribió después de la muerte de Pedro. Fue escrito en griego
popular y se le considera testigo mediato por no haber sido discípulo directo
de Jesús.

 Lucas: la Tradición afirma que siendo discípulo de San Pablo, escribió lo


que había escuchado a los apóstoles, y lo que había investigado. También
se considera testigo mediato, escribió su Evangelio entre el 80 y 90 d.C.
probablemente en Antioquia. Escrito en griego culto.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
94

 Juan: Escribe su Evangelio posiblemente en Efeso, hacia el año 95 – 100


d.C. después de su destierro en Asia Menor. Fue testigo presencial por ser
apóstol de Jesús y escribió en griego vulgar.

Catecismo:

“Los cuatro Evangelios ocupan un lugar central, pues su centro es Cristo Jesús”
CEC 139

Cuerpo doctrinal:

I. Planteamiento del problema.

En el capítulo anterior vimos como los Evangelios recorrieron un proceso de


composición, que involucró no sólo a los discípulos, testigos inmediatos de la vida,
muerte y resurrección de Jesús, sino también a otros cercanos, miembros de su
círculo inmediato.

Según los exegetas protestantes del s. XIX y XX, dedicados al estudio de la


“historia de las formas”, en este proceso se llegó a idealizar la figura de Jesús.
Mantienen que los Evangelios no presentan hechos reales de la vida de Jesús,
sino la vivencia religiosa de la ‘comunidad primitiva’, que llegó a elevar al
histórico Jesús de Nazareth –quien era un simple predicador ambulante, tal vez
un gran profeta, pero nada más– hasta hacer de Él, el Mesías esperado, el
Salvador. El Cristo en que cree la comunidad, pues, es una sublimación de la fe
que en poco o nada se identifica con Jesús de Nazareth. Por tanto, del Jesús real,
histórico, no podemos conocer casi nada, debido a la aureola de divinidad que le
confirieron sus seguidores y que viene a ser una auténtica muralla que nos separa
del Jesús histórico.

Los Evangelios, pues, según esta visión, reflejan la fe de la comunidad, no la vida


de Jesús de Nazareth.

Validez de estas conclusiones.

¿Son válidas estas conclusiones? En síntesis, no. ¿Por qué?

 Negativamente: Aunque, correctamente aplicado, el estudio de las formas


puede dar buenos frutos para la exégesis, las conclusiones particulares a
que llegaron los iniciadores de este método quedaron completamente
viciadas a causa de prejuicios racionalistas y procedimientos anticientíficos,
incompatibles con los principios del mismo método histórico.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


95

 Positivamente: Una crítica externa e interna de los Evangelios, hecha de


acuerdo con los principios de la ciencia historiográfica, establece la
sustancial historicidad de los Evangelios canónicos.

II. La negación de la historicidad de los Evangelios se funda en el


racionalismo.

Con el siglo de las luces (iluminismo racionalista) se da el paso de una historia


santa, propia de la historiografía precrítica, a una historia factual de Jesús,
considerada la única verdadera y preocupada por los problemas que plantea la
historiografía crítica racionalista. Dos fueron las vías por las que discurrió la
investigación, llevada a cabo por estudiosos provenientes de las Iglesias
reformadas:

1. Reconstrucción psicológica de otra historia de Jesús, liberada de toda


interpretación así llamada fideista. Siguiendo esta vía, Jesús viene a ser la
imagen de su historiador: maestro de las luces, genio romántico, filósofo
kantiano, moralista puritano, revolucionario social o profeta falaz en la
proclamación del fin de los tiempos. A. Schweitzer certifica el fracaso de
este camino y su punto final en los primeros años del siglo XX, con su
famoso libro "Die Leben-Iesu-Forschung" (La investigación sobre la vida de
Jesús).

2. Ubicación de los Evangelios dentro del mundo, no tanto de la historia,


cuanto de las ideas religiosas, con frecuencia calificadas como mitológicas.
El acontecimiento histórico es debilitado o negado en favor de la historia de
las ideas religiosas de un pueblo o de una comunidad, y de los temas
míticos en continua degradación, hasta perder cualquier traza de valor
histórico. Habrá que esperar casi hasta mediados de siglo para que en el
ambiente exegético protestante se reaccione contra este pesimismo
histórico.

Si bien se mira, quienes niegan la historicidad de los Evangelios, no la niegan del


todo, sino los pasajes que narran hechos sobrenaturales. Incluso, ni siquiera se
niegan todos los pormenores de tales hechos. Por ejemplo, aun descartando la
realidad de la resurrección de Jesús, no niegan que haya existido María
Magdalena, y ni siquiera que los apóstoles creyeran en la Resurrección:
simplemente niegan que efectivamente Jesús resucitó.

La razón es que en esta mentalidad racionalista, no se dan hechos sobrenaturales,


no reconoce la existencia de lo sobrenatural; niega que haya intervención de Dios
en el mundo y descarta de antemano la posibilidad de los milagros. Tiene además
un concepto erróneo de la fe, como si fuera incompatible con la verdad histórica.
Con tales premisas no es de extrañarse de que se niegue la historicidad de una
narración como la de los evangelios.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


96

III. Los exegetas racionalistas se apoyan sobre postulados psicológicos y


literarios que no se sostienen.

En efecto:

 Prácticamente hacen caso omiso de la fortísima impresión que produjo en


los apóstoles la persona, hechos y dichos de Jesús. Y ¿por qué se iba a crear
toda una religión alrededor de un personaje corriente que, si se reduce a lo
poco que la crítica racionalista le concede de auténtico, humanamente
resulta un fracasado?

 Exageran gratuitamente la capacidad creativa de la comunidad primitiva:


incluso, la visión que de ésta se tiene es “de escritorio”, enteramente irreal.

 Minimizan la autoridad de los Apóstoles como testigos de Cristo y su influjo


en la comunidad primitiva – que de hecho fue absolutamente determinante,
¡como se ve en los escritos que supuestamente habría ‘creado’ la
comunidad!

 Suponen que los evangelistas no pasaron de ser meros compiladores de un


material preexistente creado por la comunidad (teoría descalificada por el
estudio de la estructura y características propias de cada evangelio).

 ¡Acaban en la posición ridícula de hacer de la “comunidad primitiva” una


entidad más influyente y más genial que Jesús mismo!

IV. Una crítica externa de los Evangelios

1. Los apóstoles podían, querían y debían decir la verdad .

 El engaño, y menos todavía un engaño sistemático, no cuadra en absoluto


con la personalidad de los apóstoles, que se caracterizan por su llaneza y
sencillez -incluso ingenuidad- de campesinos y pescadores. Tampoco los
evangelistas son narradores hábiles y sofisticados.

 Bien decía Pascal: “Creo de buen grado las historias cuyos testigos se dejan
ahorcar.”

 Los Evangelios se escribieron en vida de muchos que conocieron a Jesús –


amigos y enemigos. Aunque por diferentes motivos, ni los unos ni los otros
hubieran consentido la creación de una leyenda que no correspondía a la
realidad.

2. La comunidad primitiva influyó en el sentido de la fidelidad a la Tradición.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


97

 lo que la caracteriza es el apego a la Tradición – esto vale tanto para los


mismos apóstoles (San Pablo insiste que predica lo mismo que los demás
apóstoles, Gal 2,9; Rom 1,12), como para los fieles (las controversias que se
reflejan en las cartas de San Pablo indican la seriedad con que los nuevos
cristianos toman el seguir lo que han “recibido”.

 Efectivamente, las primeras comunidades cristianas influyeron en los


evangelistas, sobre todo en el sentido de exigir la conformidad con la fe que
ya poseían y practicaban a raíz de la predicación de los apóstoles. ¿No
hubiera habido un revuelo si, por ejemplo, un evangelista hubiera
publicado un texto totalmente cambiado del Padre Nuestro?

3. La aceptación de los Evangelios canónicos y rechazo de los que ahora


llamamos apócrifos, es en sí sumamente significativo.

Nadie estaba dispuesto a dar la vida por defender las historias sorprendentes
sobre Jesús que contienen los apócrifos.

Si los Evangelios canónicos se han impuesto, y forman parte de la literatura más


célebre de todos los tiempos, no es, desde luego, por su exquisitez literaria.

V. La crítica interna de los Evangelios

Dejando de lado las declaraciones explícitas de los mismos evangelistas (Lc 1, 1-4,
y 1Jn 1, 1.3) – válidas, pero no concluyentes en sí – ¿qué se puede deducir de un
análisis interno de sus evangelios?

a. La sobriedad de los Evangelios es característica de una narración de testigos


que no han adornado para nada lo visto y oído.

 Narran escuetamente los hechos sin comentarios ni valoraciones


subjetivas; cuentan lo extraordinario y lo ordinario con la misma
parsimonia; refieren la debilidad y los rasgos humanos de Jesús al igual
que su poder o lo que se refiere a su divinidad.

 Basta una comparación con textos o narraciones sagradas de otras


religiones respecto a sus divinidades o héroes para comprobar la calidad
peculiar que pone a los Evangelios en una clase aparte

 Los mismos evangelios apócrifos demuestran la tendencia a una


mitificación enteramente ausente en los Evangelios canónicos

b. Una figura de Cristo, inventada o acomodada en una segunda época, tendría


un aspecto radicalmente diverso del que tiene en el NT

Bajo custodia de Escuela de la Fe


98

 Los Evangelios no tratan de conciliar entre sí cada una de sus


afirmaciones: afirman rígidamente lo que han “visto y oído”

 Si la figura de Cristo hubiese sufrido “retoques”, aparecería mucho más


allanada y sin problemas, y no habría dado lugar a tantas dificultades,
equívocos y herejías

c. Hay claras diferencias en detalles secundarios, pero una unidad impresionante


en lo esencial del mensaje. Está claro que los evangelistas no hicieron ningún
intento por reconciliar las obvias diferencias en ciertos detalles.

d. Se aprecia una clarísima evolución doctrinal desde los Evangelios sinópticos a


las cartas de San Pablo escritas en las décadas del 50 y 60 d.C. a comparación
con San Pablo, los sinópticos son doctrinalmente primitivos. Muestra de
autenticidad, al ser un logro prácticamente imposible si hubiese sido
inventado.

e. Y muy en particular, si los evangelistas hubiesen querido inventarse un Cristo


divino, lo lógico hubiera sido incluir declaraciones mucho más contundentes y
explícitas acerca de su divinidad de cuanto hacen de hecho. Incluso, es del todo
admirable que hayan logrado transmitir la forma como Jesús insinuaba y
dejaba apenas entrever su realidad divina a un pueblo que de ninguna manera
estaba dispuesto para semejante revelación. Se abstuvieron de imponerle
“aquella crecida inteligencia de que gozaban”, a partir de la resurrección y la
iluminación dada por el Espíritu de verdad (cfr. CEC 126) y que ciertamente,
para cuando se hizo la última redacción de los Evangelios, ya había avanzado
mucho.

En la visión de los críticos, los discípulos hubieran debido tener la misma


claridad sobre la persona de Cristo que tuvieron cuando se pusieron a
predicarlo después de Pentecostés. Pero en los Evangelios todos son “tardos
para entender”. En cambio, en los Apócrifos, nadie duda o vacila sobre la
divinidad de Jesús: es un niño prodigio que obra milagros pasmosos, un Dios
que juega a su antojo con las leyes de la naturaleza.

VI. Conclusiones sobre la historicidad de los Evangelios

“La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro Evangelios, «cuya


historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de
Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación
de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo».” CEC 126

a. Los Evangelios no son historiografía en el sentido moderno de la palabra; no


pretendían escribir una biografía de Cristo, sino hacer una confesión de fe en
Él.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
99

b. Sin embargo, aunque no son unas obras con finalidades históricas, ni


geográficas, Dios ha querido revelar la obra de la redención humana por su
Hijo por medio de unos hechos históricos, realizados en un tiempo y lugar
determinados.

c. Gozan de una autenticidad y veracidad sustancial indiscutible.

d. Ello no quiere decir que cada hecho, o cada palabra reportada, tuvo lugar de
tal manera que, si pudiésemos trasladarnos en el tiempo, podríamos ser
testigos de ello ‘tal cual’. Porque, ya se ha dicho, no se trata de una obra de
historiografía, sino de una proclamación de fe que busca en primer lugar
comunicar todo el sentido de lo que Cristo “hizo y enseñó”.

e. Se pueden afirmar como históricas de modo global los milagros. Aun


admitiendo que algunos detalles descriptivas o hasta algún milagro entero –
por ejemplo, la moneda en la boca del pez (Mt 17,27)– pueden haber sido
transmitidos con ampliaciones populares que no corresponden a la realidad, es
seguro, siguiendo los criterios científicos de historicidad, que Jesucristo
realizó numerosos prodigios que sirvieron de señal de su origen y misión
divinos.

f. Hay una graduación de certeza respecto a los diferentes elementos concretos


en los evangelios. Algunos resultan, desde todos los criterios científicos de
historicidad, innegablemente históricas (por ejemplo, que Jesús sea oriundo de
Nazareth, que fue bautizado por Juan, que murió crucificado...), mientras otros
-por ejemplo, la visita de los magos- son más susceptibles de duda.

 Aunque un episodio como la visita de los magos no hubiese tenido lugar en


realidad, ni sería una falsificación, ni cambiaría para nada lo que con esta
narración busca comunicar San Mateo, ni afectaría en su contenido o su
certeza nada de lo que enseña la Iglesia acerca de Jesucristo.

 En cambio, es esencial la historicidad auténtica de la muerte y resurrección


de Cristo, tal como explícitamente reconoce San Pablo (1Cor 15, 1-4).

g. ¿Qué explica o justifica acciones o palabras atribuidas a Jesús o a otras figuras


de los Evangelios? Se pueden mencionar entre otros motivos:

 Adaptaciones del mensaje al medio ambiente: por ejemplo, Mc 10,12 parece


una añadidura del evangelista (comparar con Mt 19,9, y Lc 16,18), porque
los hebreos no reconocían a la mujer derecho de repudio – pero los romanos
sí, y Mc es fiel a la mente de Jesús al especificar que su sentencia vale
tanto para la mujer como para el hombre.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


100

 Adiciones u omisiones de pormenores por ‘reverencia’ de los evangelistas:


parecería, por ejemplo, que Mt y Lc omiten detalles secundarios que no
reflejan bien sobre los apóstoles (Mc 10,32 dice que los apóstoles seguían a
Jesús “con miedo” a Jerusalén; Mt 20,17 y Lc 18,32 omiten ese detalle),
como también las pasiones humanas de Jesús (ver Mc 3,5, ó 10,16,
comparado con los pasajes paralelos).

 Hacer explícito lo que los hechos y dichos de Cristo contienen sólo


implícitamente: Mt, Lc y especialmente Jn, procuran señalar más
frecuentemente la divinidad de Jesús, por ejemplo, haciendo que los
discípulos se dirijan a él como “Señor” en vez de “Maestro”.

 Al obrar así, no se mantiene la historicidad estricta, pero sí la historicidad


sustancial. Y se justifica porque los evangelistas no tienen intención de
escribir historia porque les interese la historia como tal, sino historia que
nos diga quien es y qué enseña Jesucristo.

VII. ¿Merecen credibilidad los Evangelios?

 Un libro histórico -como son los Evangelios- merece credibilidad cuando


reúne tres condiciones básicas: ser auténtico, verídico e íntegro. Es decir,
cuando el libro fue escrito en la época y por el autor que se le atribuye
(autenticidad), el autor del libro conoció los sucesos que refiere y no quiere
engañar a sus lectores (veracidad) y, por último, ha llegado hasta nosotros
sin alteración sustancial (integridad).

 Los Evangelios merecen credibilidad, en primer lugar, porque solo un autor


contemporáneo de Jesucristo o discípulo inmediato suyo pudo escribirlos. Si
se tiene en cuenta que en el año 70 Jerusalén fue destruida y la nación
judía desterrada en masa, difícilmente un escritor posterior, con los medios
que entonces tenían, habría podido describir bien los lugares; o simular los
hebraísmos que figuran en el griego vulgar en que está redactado casi todo
el Nuevo Testamento; o inventarse las descripciones que aparecen, tan
ricas en detalles históricos, topográficos y culturales, que han sido
confirmadas por los sucesivos hallazgos arqueológicos y los estudios sobre
otros autores de aquel tiempo. Los hechos más notorios de la vida de Jesús
son perfectamente comprobables mediante fuentes independientes de
conocimiento histórico.

VIII. ¿Son íntegros los textos de los Evangelios?

En primer lugar, lo sucedido era todavía muy reciente cuando comenzaron a


circular por las comunidades cristianas las primeras tradiciones acerca de lo que
Jesús hizo y dijo. De ser falsas, esas tradiciones hubieran sido contradichas por
muchas personas que todavía vivían y se encontraban formando parte de esas
comunidades cristianas. Lo que no sucedió.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
101

En segundo lugar, para saber si una obra nos ha sido transmitida con garantías,
es fundamental que venga avalada por un buen número de manuscritos que nos
permitan comprobar las posibles variantes textuales para el establecimiento del
texto definitivo, al menos del más probable. En este sentido, el número de
manuscritos y fragmentos de manuscritos que nos han llegado de los Evangelios
es realmente abrumador si los comparamos con los que conservamos de otras
importantes obras de la antigüedad.

Con los Evangelios nos encontramos ante una situación privilegiada, pues desde
los primeros tiempos los cristianos hicieron numerosas copias en griego y en latín,
para el culto litúrgico y la lectura y meditación de las escrituras. Gracias a ello,
los testimonios documentales del Nuevo Testamento son abundantísimos.

Hay papiros de los Evangelios datados en fechas muy cercanas a su redacción


original (gracias a los avances de los estudios filológicos, se pueden datar con gran
precisión). Poseemos 2610 códices: 200 unciales, cinco de los cuales son del siglo
IV; el Códice Alejandrino, unos 300 años después; el Códice Vaticano y el
Sinaítico, unos 200; el papiro Chester Beatty, entre 125 y 150; el Bodmer,
aproximadamente 100; y el papiro Rylands, finalmente, dista tan solo 25 ó 30
años, fechado entre el 90 y el 110 d.C. el cual contiene Jn 18,31-33, 37-38; además
de otros 50 fragmentos de papiros y 1600 leccionarios: total 4260 testigos directos.

Todo este material nos ha permitido saber que más del 54% de los versículos
evangélicos no tienen variantes textuales y, cuando las hay, son tan
insignificantes que no modifican sustancialmente el texto transmitido. A todo ello
hay que sumar las múltiples versiones antiguas, algunas del siglo II, y miles de
citas fragmentarias en escritos de los siglos I al III; con razón afirma Carlo María
Martini: «Podemos reconstruir el Nuevo Testamento haciendo converger millares
de manuscritos, y llegaremos a un texto prácticamente único. No existe un texto
tan seguro como el Nuevo Testamento; no hay un texto tan ampliamente
documentado y cuya esencia esté tan idénticamente en todos los códices» (Storia
della tradizione e critica del testo bíblico: avviamento metodológico, 1979, citado
en F. Lambiasi, El Jesús de la historia. Vías de acceso, Santander 1985, p.64). Por
eso es tan difícil probar que tal o cual versículo es una interpolación.

Toda esta variedad y extensión de testimonios de los Evangelios constituye una


prueba históricamente incontrovertible a su favor.

IX. Conclusión: ¿Es verdad lo que cuentan los Evangelios?

La pregunta se abordó ampliamente al inicio del tema y podrían añadirse


multitud de razones. Pascal, refiriéndose al testimonio que dieron con su vida los
primeros cristianos, señala un argumento muy sencillo y convincente: “creo con
más facilidad las historias cuyos testigos se dejan ahorcar en comprobación de su
testimonio. Haber llegado a la muerte por ser fieles a las enseñanzas de los
Bajo custodia de Escuela de la Fe
102

Evangelios otorga a esas personas una fuerte garantía de veracidad. Por lo menos,
se conocen pocos mentirosos que hayan muerto por defender sus mentiras”.

Lecturas complementarias:

Vaticano II, Sacrosantum concilium, n. 35; Dei Verbum 19-20

19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación


litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su
edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así
una de las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios y,
en este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra, sino también con el
ejemplo.

20. Las transmisiones radiofónicas y televisivas de acciones sagradas, sobre


todo si se trata de la celebración de la Misa, se harán discreta y decorosamente,
bajo la dirección y responsabilidad de una persona idónea a quien los Obispos
hayan destinado a este menester.

Autoevaluación:

1. ¿Por qué los exegetas protestantes del siglo XIX y XX niegan la historicidad
de los Evangelios?

2. ¿Por qué creemos que los Apóstoles dicen la verdad?

3. ¿Qué dice la Iglesia sobre la autenticidad de los cuatro Evangelios?

4. ¿Cuáles son las condiciones básicas para que un libro histórico merezca
credibilidad? Explique.

5. ¿Son íntegros los textos Evangélicos?

6. ¿Son veraces los Evangelios?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


103

Sesión 10
Misterios de la vida de Cristo
Esquema de la lección

I. El testimonio de los Evangelios.

II. Toda la vida de Cristo es Misterio.

III. La infancia de Jesús

IV. La vida oculta de Jesús

V. La vida publica de Jesús.

Profundiza tu fe:

1. Hablar de Jesucristo es hablar de la esencia misma del Cristianismo. El


Cristianismo implica principios filosóficos, pero no es filosofía; contiene
principios éticos, pero no es una ética; posee principios sociales, pero no es
un movimiento social. El Cristianismo es Cristo conocido, creído, amado,
seguido y transmitido.

2. La historia, no sólo cristiana, sino también pagana, da testimonio de que


Jesucristo realmente existió. Es de coherencia humana aceptar los hechos
históricos. El seguir la doctrina y el mensaje de Jesús ya requiere, por una
parte, fe y, por otra, voluntad de aceptación.

Catecismo:

Los Apóstoles confiesan a Jesús como ‹‹el Verbo que en el principio estaba junto a
Dios y que era Dios›› (Jn 1,1), como ‹‹la imagen del Dios invisible›› (1Col 1,15),
como ‹‹el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia ›› (Hb 1,3). CEC 241

Cuerpo doctrinal:

I. El testimonio de los Evangelios.

Quien se propone estudiar el legado de una persona del pasado tiene que estar
seguro de su existencia y conocer las etapas fundamentales de su vida. En el caso
de Cristo los documentos que aseguran su existencia histórica y actividad en
Palestina durante el imperio de Tiberio Cesar, siendo Poncio Pilato procurador de
Judea y Herodes tetrarca de Galilea (cfr Lc 3,1), son de una consistencia y valor
excepcionales.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


104

Las fuentes son de diverso origen; hay algunas fuentes romanas, que se cuentan
con los dedos de una mano, y tienen su importancia, pero son poco en comparación
con la documentación que nos dan los cuatro Evangelios, los testimonios del Libro
de los Hechos y los datos sembrados en las Cartas de los Apóstoles.

No es de extrañar que entre los romanos no hubiera noticias de Cristo, pues Él no


predicó en Roma, sino en Jerusalén y en pequeñas poblaciones de Judea y Galilea.
Jesús, no constituyó una noticia en los corrillos políticos del Imperio. El único acto
en que los romanos participaron fue la condena a muerte dictada por Pilatos, y
eso era justicia de ordinaria administración que se quedaba en las provincias.

Así que nuestros documentos fundamentales son los Evangelios. Aquí entra una
cuestión importante, el valor histórico de los mismos. ¿Son dignos de confianza
porque relatan la vida de Jesús tal como sucedió o son producto de la fe de la
primitiva comunidad y presentan una semblanza de Cristo distinta de lo que fue
en la realidad? En una palabra ¿son la historia o la novela de Cristo?

Como el objetivo del tema no es hacer un largo estudio sobre la realidad histórica
de Jesús, que corresponde a la Cristología, basta aquí recordar que los autores de
los Evangelios conocían los hechos que narran, y que los refieren con fidelidad y
sin alteraciones.

En efecto:

 Marcos era natural y residente de Jerusalén cuando en la ciudad tuvieron


lugar diversos acontecimientos que narra en su Evangelio y donde aún
vivían otros contemporáneos que como él pudieron presenciar directamente
esos hechos, y que de ser falsos podrían desmentirle.

 Lucas fue discípulo de Pablo y más tarde siguió relacionándose con la


iglesia de Antioquia de dónde era originario; y por el contacto que mantuvo
con el círculo apostólico conoció cómo se desarrollaron las cosas y además él
mismo dice que se informó cuidadosamente entre quienes desde un inicio
fueron ministros del evangelio.

 Mateo por su parte, fue uno de los discípulos de Jesús y refiere en su


primera versión en arameo cuanto vio directamente. Es de notar que la
reelaboración griega, el Evangelio que tenemos hoy, gozó pronto de gran
autoridad en toda la Iglesia antigua, cosa inexplicable sino se admite que
ésta la retuvo plenamente válida.

 Juan también fue uno de los Doce y garantiza que cuanto escribe sobre
Jesús es auténtico porque refiere lo que vio con sus propios ojos y tocó con
sus manos (1 Jn 1,1). Por esta experiencia directa, sus discípulos reconocen
que su testimonio es verdadero (Jn 21,24).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


105

Como vemos los Evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al
grupo de los primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24) y quisieron
compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y
hacer ver los rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena. Desde los
pañales de su natividad (Lc 2, 7) hasta el vinagre de su Pasión (cf. Mt 27, 48) y el
sudario de su Resurrección (cf. Jn 20, 7), todo en la vida de Jesús es signo de su
Misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que
"en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Su
humanidad aparece así como el signo y el instrumento de su divinidad y de la
salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al
misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora. (cfr CEC 515)

II. Toda la vida de Cristo es Misterio.

La palabra misterio viene del griego mysterion, de myein, estar cerrado. En


sentido fundamental, denominamos misterio a todo lo que está oculto, secreto. En
la Biblia es el designio oculto destinado a ser revelado en palabras y sobre todo en
actos por su misma realización; principalmente es designio de salvación que Dios
realiza en la historia humana, necesariamente oculto a los hombres, puesto que
los caminos de Dios son impenetrables. El hombre no llega a comprender los
misterios de Cristo por su limitada inteligencia. Pero gracias al ‹‹sentido del
misterio›› que es la inclinación de la inteligencia a respetar lo que rebasa la razón,
los acepta por la fe y los vive en la Eucaristía.

Aunque los evangelistas no nos relatan todos los pormenores de la vida de Jesús,
si encontramos la figura de Cristo como fue en la realidad, como la vieron los que
desde un principio estuvieron con El y cuya veracidad testimoniaron con su
propia sangre.

El objetivo de los Evangelios no era contar los detalles de la vida de Jesús que
interesarían a la curiosidad humana. En efecto, casi nada se dice sobre su vida en
Nazareth, e incluso una gran parte de la vida pública no se narra.

Pero, lo que se escribió, cumple a la perfección su finalidad: “que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn
20, 31).

Ahora bien ¿en qué sentido toda la vida de Cristo es Misterio?

 En cuanto toda ella es acontecimiento de revelación, pues lo que es visible


en su vida terrena conduce a su Misterio invisible, sobre todo al Misterio de
su filiación divina: «quien me ve a mí ve al Padre» (Jn 14, 9). Asimismo,
aunque la salvación nos viene plenamente con la Cruz y la Resurrección, la
vida entera de Cristo es misterio de salvación, porque todo lo que Jesús ha
hecho, dicho y sufrido tenía como fin salvar al hombre caído y restablecerlo
en su vocación de hijo de Dios. (Compendio CEC 101)
Bajo custodia de Escuela de la Fe
106

 Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras,
sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Jesús puede
decir: "Quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14, 9), y el Padre: "Este es mi
Hijo amado; escuchadle" (Lc 9, 35). Nuestro Señor, al haberse hecho para
cumplir la voluntad del Padre (cf. Hb 10,5-7), nos "manifestó el amor que
nos tiene" (1 Jn 4,9) con los menores rasgos de sus misterios. (Catia 516)

 Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre y Misterio de Redención. La


Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-
14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo:
ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su
pobreza (cf. 2 Cor 8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra insumisión
mediante su sometimiento (cf. Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus
oyentes (cf. Jn 15,3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales
"él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17;
cf. Is 53, 4); en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica (cf. Rom
4, 25). (CEC 517)

 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rom 15,5; Filp 2,
5): él es el "hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y a
seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn
13, 15); con su oración atrae a la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama
a aceptar libremente la privación y las persecuciones (cf. Mt 5, 11-12). (CEC
520)

 Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en
nosotros. "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo
con todo hombre"(GS 22, 2). Estamos llamados a no ser más que una sola
cosa con él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que
él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:

III. Los Misterios de la infancia

La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios
quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la
"Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta
venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el
corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.

El precursor inmediato del Señor, es Juan Bautista, enviado para prepararle el


camino, quien sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el
Evangelio.

 La Encarnación de Hijo de Dios en la Virgen María, es el primer misterio


de la vida de Cristo.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
107

 El nacimiento de Jesús, la gloria del cielo se manifestó en la debilidad de


un niño. En efecto, Jesús nació en la humildad de un establo, en el seno de
una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); con unos sencillos pastores como primeros
testigos del acontecimiento.

Hacerse niño con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino


(cf. Mt 18, 3-4).

 La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento, es señal de su


pertenencia al pueblo hebreo, el pueblo de la Alianza, y de su consagración
al culto de Israel en el que participará durante toda su vida.

Este signo prefigura nuestro bautismo.

 La Epifanía es la manifestación, a todos los pueblos, de Jesús como


Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo.

La Epifanía, dice san León Magno, manifiesta que la multitud de los


gentiles entra en la familia de los patriarcas.

 La Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el


Primogénito que pertenece al Señor. Con Simeón y Ana toda la expectación
de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador y Jesús es reconocido
como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero
también "signo de contradicción".

 La Huida a Egipto y la matanza de los inocentes manifiestan la oposición


de las tinieblas a la luz: "Vino a su Casa, y los suyos no lo recibieron"(Jn 1,
11). Toda la vida de Cristo estará bajo el signo de la persecución. Los suyos
la comparten con él. Su vuelta de Egipto recuerda el Éxodo y presenta a
Jesús como el liberador definitivo (Cfr CEC 523- 530).

IV. Los Misterios de la vida oculta.

 La vida oculta de Nazareth permite a todos entrar en comunión con


Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana. Ahí
Jesús, durante la mayor parte de su vida, compartió la condición de la
inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente
importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley
de Dios (cf. Gal 4, 4), vida en la comunidad. De todo este período, que duró
unos treinta años, se nos dice que Jesús estaba "sometido" a sus padres y
que "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los
hombres" (Lc 2, 51-52). Es la imagen temporal de la obediencia filial de
Jesús al Padre.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


108

Nazareth, escribió Pablo VI, es la escuela donde se comienza a entender la vida


de Jesús: la escuela del Evangelio. Una lección de silencio ante todo. Una lección
de vida familiar. Que Nazareth nos enseñe lo que es la familia, su comunión de
amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable. Una lección
de trabajo. Nazareth, oh casa del "Hijo del Carpintero", aquí es donde querríamos
comprender y celebrar la ley severa y redentora del trabajo humano ...; cómo
querríamos, en fin, saludar aquí a todos los trabajadores del mundo entero y
enseñarles su gran modelo, su hermano divino (Discurso 5 enero 1964 en
Nazareth).

 Jesús perdido y hallado en el Templo. (cf. Lc 2, 41-52) es el único


suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de
Jesús. Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a
una misión derivada de su filiación divina: "¿No sabíais que me debo a los
asuntos de mi Padre?" María y José "no comprendieron" esta palabra, pero
la acogieron en la fe, y María "conservaba cuidadosamente todas las cosas
en su corazón", a lo largo de todos los años en que Jesús permaneció oculto
en el silencio de una vida ordinaria (Cfr CEC 531-534). El Templo fue
siempre para Jesús el lugar privilegiado para el encuentro con Dios, pues
era la casa de su Padre.

V. La vida pública de Jesús.

 Jesús recibe de Juan el Bautismo de conversión para inaugurar su vida


pública y anticipar el «Bautismo» de su Muerte; y aunque no había en Él
pecado alguno, Jesús, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»
(Jn 1, 29), acepta ser contado entre los pecadores. El Padre lo proclama su
«Hijo predilecto» (Mt 3, 17), y el Espíritu viene a posarse sobre Él. El
Bautismo de Jesús es la prefiguración de nuestro bautismo. (Cfr CEC,
Compendio, n 105)

 Las Tentaciones de Jesús. Los Evangelios hablan de un tiempo de


soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo
por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin
comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le
servían (cf. Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres
veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús
rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el
Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el
tiempo determinado" (Lc 4, 13).

 El anuncio del Reino de Dios. Después que Juan fue preso, marchó
Jesús a Galilea donde comenzó a proclamar la llegada del Reino de Dios, al
que están llamados a entrar, en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt
10, 5-7), pero, este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres

Bajo custodia de Escuela de la Fe


109

de todas las naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19), que lo acogen con corazón
humilde.

Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos"


(Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos
atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (Cf., Lc 7, 18-23). A pesar de
tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48);
incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).

 Las llaves del Reino. Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió
unos hombres en número de doce para estar con Él y participar en su
misión (cf. Mc 3, 13-19); les hizo partícipes de su autoridad "y los envió a
proclamar el Reino de Dios y a curar" (Lc 9, 2). Ellos permanecen para
siempre permanecen asociados al Reino de Cristo porque por medio de ellos
dirige su Iglesia.

En el colegio de los Doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16;
9, 2; Lc 24, 34; 1 Cor 15, 5). Jesús le confía una misión única, a causa de la
fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la
misión de custodiar esta fe en su integridad ante todo desfallecimiento y de
confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).

 La Transfiguración. En la Transfiguración de Jesús, que es una visión


anticipada del Reino, aparece ante todo la Trinidad: «el Padre en la voz, el
Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa».

En la Transfiguración, por un instante, Jesús muestra su gloria divina,


confirmando así la confesión de Pedro; nos concede una visión anticipada
de su gloriosa venida cuando "transfigurará este miserable cuerpo nuestro
en un cuerpo glorioso como el suyo" (Filp 3, 21). Pero nos recuerda también
que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el
Reino de Dios" (Hch 14, 22).

 La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. "Como se iban


cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta decisión, manifestaba que subía
a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio
de su Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32; 10, 32-34).

¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las


tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el momento y
prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de "David, su
Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo de David, el que
trae la salvación ("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos ahora!", "Danos la
salvación!" Especie de saludo que adoptó la liturgia cristiana que significa
también Salve una manera de honrar a Dios). Pues bien, el "Rey de la
Bajo custodia de Escuela de la Fe
110

Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un asno" (Zac 9, 9):
no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por
la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad.

La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el


Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su
Resurrección. Con su celebración, el domingo de Ramos, la liturgia de la
Iglesia abre la Semana Santa.

 Pasión Muerte y Resurrección de Jesús. El Misterio de la cruz y de la


Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los
Apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos anuncian al mundo. El
designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" (Hb 9, 26)
por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo.

Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica concreta por el
hecho de haber sido "reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles, para burlarse de él,
azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).

Por lo tanto, la fe puede escrutar las circunstancias de la muerte de Jesús,


que han sido transmitidas fielmente por los Evangelios (Cf. DV 19) e
iluminadas por otras fuentes históricas, a fin de comprender mejor el
sentido de la Redención.

La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada


constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios,
como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso
de Pentecostés: "fue entregado según el determinado designio y previo
conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los
que han "entregado a Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios (Cfr CEC 571-573,599).

Lecturas complementarias:

P. Antonio Rivero, LC. Jesucristo. pp. 12-13

Las riquezas espirituales de Jesús son inagotables. ¿Cuál es el centro


espiritual de su actividad religiosa? Sin duda alguna la vinculación filial con
Dios, su Padre. Por eso, su vida fue una oración continua. Todo le hablaba de
su Padre. A su Padre acudía para las decisiones más importantes, como fue la
elección de los apóstoles (Cf. Lc 6, 12). A Él dirigía su acción, sus milagros.
Vivía abandonado en las manos de su Padre celestial. El fundamento, la roca
de su vida es su Padre. La riqueza de su vida es el Padre. El punto de
referencia es su Padre. A Él acudía al levantarse y al acostarse, y le rezaba y
con Él dialogaba. A Él ofrecía su jornada, sus éxitos apostólicos. A Él pedía la
Bajo custodia de Escuela de la Fe
111

gracia para curar y sanar. A Él acudía cuando los hombres querían desvirtuar
su misión espiritual. Presenta a su Padre como el Ideal de santidad. De Él
habla en su predicación y lo retrata como padre, como viñador, preocupado de
su viña. Vivía unido a Él con lazos indestructibles. Y a Él obedeció en todo.
Jamás encontraremos una persona que haya comprendido, como Él, en toda su
profundidad y extensión, absorbiéndole tan exclusivamente durante su vida, el
antiguo precepto: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todas tus fuerzas”.

Las primeras palabras suyas que conocemos, nos recuerdan la intimidad con
su Padre: “¿No sabéis que es preciso me ocupe en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,
49). Y sus últimas palabras serán un resumen de su vida, centrada en su
Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). Toda su vida
es la entrega a una misión encomendada por el Padre, y su Pasión en la cruz
no es más que la culminación de su lucha por cumplir la voluntad del Padre.

Su Padre, por tanto, era el motor de su accionar, el imán de su corazón, la


brújula que le marcaba siempre el norte de su vida. Y Él era con su Padre el
Hijo excepcional, atento, cariñoso, agradecido. Él no cuenta, cuenta el Padre.
Él se olvida de sí, sólo presenta a su Padre, transmite a su Padre y ama a su
Padre.

Jesús sólo al Padre necesita. Tres años llevan ya sus discípulos viviendo con
Él, pero nunca delibera con ellos acerca de sus planes o resoluciones, ni les
pide consejo. Había en Jesús algo íntimo, un Sancta Sanctorum al que no tenía
acceso ni su misma madre, sino únicamente su Padre. En su alma humana
había un lugar, precisamente el más profundo, completamente vacío de todo lo
humano, libre de cualquier apego terreno, absolutamente virgen y consagrado
del todo a Dios. El Padre era su mundo, su realidad, su existencia y con Él
llevaba en común la más fecunda de las vidas. Su oración no es más que un
nuevo punto de contacto con Él, una feliz necesidad de dar reposo y de fundir
la soledad de su Yo en el Padre, y orando es, precisamente, como se mantiene
unido al mismo en unidad de la que no participan los hombres, ni sus mismos
discípulos.

¿Cómo presenta Jesús a su Padre? Como Dios todopoderoso y creador que obra
(Cf. Jn 5, 17); como Padre providente y solícito con sus criaturas, que viste los
campos y alimenta a las aves (Cf. Mt 6, 25-26); como un Pastor que cuida a sus
ovejas y las busca (cfr. Lc 15, 4; Jn 10, 1-18). Pero la revelación más hermosa
que Jesús nos hizo de Dios fue el poderle llamar Padre (Cf. Mt 6, 9).

Autoevaluación:

1. ¿Qué es un misterio?

2. ¿Por qué decimos que la vida de Jesucristo es un misterio?


Bajo custodia de Escuela de la Fe
112

3. ¿Cuál es el primer misterio en la vida de Jesús?

4. ¿Qué misterio encontramos en el centro de la Buena Nueva que los


Apóstoles y la Iglesia continúan anunciando al mundo?

5. ¿Por qué el hombre no puede comprender los misterios de Cristo?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


113

Sesión 11
El Núcleo doctrinal del Evangelio
Esquema de la lección

I. Introducción

II. El Padre y yo somos uno

III. El Reino de Dios está cerca

IV. Bienaventurados…

V. Este es el mandamiento mío

VI. Los envío a proclamar el Reino de Dios.

Profundiza tu fe:

1. El Evangelio es un género literario singular, lo mismo que es singular el


acontecimiento que narra: el contenido nuevo crea también un lenguaje
nuevo, nuevas formas literarias y un nuevo género.

2. Muy importante son también su finalidad y su destino. No son obras


literarias destinadas a deleitar al público con su belleza literaria, ni a
edificar o instruir moralmente al lector, Ni exaltar a un personaje o una
historia.

3. Los evangelistas no intentaban escribir un libro bonito, sino ponerse al


servicio de la fe de sus lectores, una fe que se alimentaba de la memoria de
Jesús, originada por los ‹‹testigos oculares›› y transmitida por los
‹‹ministros de la palabra››

Catecismo:

El Evangelio cuadriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan


testimonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo incomparable que
ha ejercido en todo tiempo sobre los santos. (CEC 127)

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Ser cristiano no es una carga sino un don de Dios; en efecto, nadie decide ser
cristiano por compromiso, por una feliz casualidad, una decisión ética o por un
Bajo custodia de Escuela de la Fe
114

impulso emotivo, sino como resultado del encuentro con la persona de Cristo que
llama.

Esto se entiende perfectamente meditando los relatos vocacionales de los


primeros discípulos, quienes llenos de alegría y sin pensarlo mucho dejan las
actividades de su vida hecha para seguir de inmediato a Jesús (cfr Mt 4,18-22).

El proceso de este encuentro fue pasar del llamado a la instrucción, al


conocimiento y de ahí al seguimiento incondicional.

Pero, para quienes no han sido llamados por el Padre (cfr Jn 6, 44), esta invitación
a escuchar y seguir a Jesús escandalizó, y sigue escandalizando hoy a no pocos
hombres, pues reconocer en aquel sencillo artesano oriundo de Nazareth
insignificante pueblo de Galilea, sin estudios calificados por los doctores de la ley
(cfr Mt 13,54), nada más y nada menos que al Señor y Maestro les sigue
pareciendo una pretensión realmente escandalosa.

Para los sencillos de corazón (cfr Mt 11,25), si hubiera que resaltar algunas
enseñanzas particularmente significativas del mensaje de Cristo, con sus propias
palabras se podrían señalar las cinco siguientes, con las cuales dio comienzo a una
nueva fase de la economía de la salvación, pues el Reino de Dios ha comenzado
verdaderamente a realizarse en la historia del hombre.

II. El Padre y yo somos uno (Jn 10, 30).

Es significativo ver cómo desde la primera frase del Evangelio de Marcos la


intención fundamental es mostrar a Jesucristo como Hijo de Dios (cfr 1,1); el
paréntesis se cierra con idéntica afirmación de Juan, esto se ha escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (Jn 20, 31).

Todo lo que Jesús hacía y enseñaba, confirmaba en los Apóstoles la convicción de


que Él no sólo era el Mesías, sino también el verdadero “Hijo de Dios”, igual a
Dios. Este testimonio, que funda la fe de todos los cristianos, tiene su fuente
definitiva en Dios Padre, que da testimonio de Cristo como Hijo suyo; verdad que
determina la novedad esencial del Evangelio.

Así, por ejemplo, desde el comienzo de la misión mesiánica de Jesús, en el


instante en que salía del agua del Jordán donde fue bautizado por Juan, una voz
que venía de los cielos decía: Este es mi hijo amado en quien me complazco (Mt
3,17).

En la Transfiguración la voz del Padre que escuchan los tres Apóstoles confirma
la convicción expresada por Simón Pedro,”Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”,
en las cercanías de Cesárea, sobre la filiación divina de Cristo: “Éste es mi Hijo
amado: escuchadle” (Mt 16,16).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


115

En boca de Jesús la expresión que utiliza para hablar del misterio de su persona
“Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre” (Jn
16,28), indica claramente que antes de “venir” al mundo Cristo “estaba” junto al
Padre como Hijo. Indica su preexistencia en Dios. Jesús da a entender con
claridad que sólo con esta preexistencia en Dios se puede entender correctamente
su realidad personal.

El Padre y yo somos uno (Jn 10, 30) fue solo una de las afirmaciones de Jesús
entre las que suscitaron contra Él la acusación de blasfemia. De ellas brotaron
momentos singularmente dramáticos, como atestigua el Evangelio de Juan, donde
se lee que los judíos “buscaban... matarlo, pues no sólo quebrantaba el sábado,
sino que decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn 5,18).

El mismo problema se plantea de nuevo en el proceso de Jesús ante el Sanedrín:


Caifás, Sumo Sacerdote, lo interpeló, conociendo por lo demás la respuesta: “Te
conjuro por Dios vivo a que me digas si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios”. A esta
pregunta, Jesús respondió sencillamente: “Tú lo has dicho’, es decir: ‘Sí, yo lo soy’
(cfr. Mt 26,63-64). Y también en el proceso ante Pilatos los judíos repitieron la
acusación fundamental: “Nosotros tenemos una ley y, según esa ley, debe morir,
porque se ha hecho Hijo de Dios” (Jn 19,7).

Muy bien habían entendido que cuando Jesús pidió que creyeran en Él, se trataba
no sólo de la aceptación como Mesías, el Ungido y el enviado por Dios, sino de la fe
en el Hijo que es de la misma naturaleza que el Padre.

III. El Reino de Dios está cerca (Mc 1,15)

Desde el comienzo de su actividad mesiánica, Jesús manifiesta que "ha venido"


del Padre (cf. Mc 1, 38), y que "ha sido enviado" para "anunciar la Buena Nueva
del reino de Dios" (cf. Lc 4, 43), por eso en cumplimiento de la voluntad del Padre,
inauguró en la tierra el reino de los cielos (Lumen Gentium, 3).

A diferencia de Juan el Bautista, que enseñaba a orillas del Jordán, en un lugar


desierto, a quienes iban allí desde distintas partes, Jesús sale al encuentro de
aquellos a quienes Él debe anunciar la Buena Nueva. Este movimiento hacia la
gente refleja el dinamismo propio del misterio mismo de la Encarnación: el ir de
Dios hacia los hombres, pues es voluntad del Padre elevar a los hombres a la
participación de su vida divina (cfr CEC 541).

El contenido esencial de la enseñanza de Jesús se condensa en estas palabras


prólogo de su predicación: "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15).

En la predicación de Jesús la expresión Reino de Dios indica que, enviando en el


mundo a Su Hijo, Dios ha decidido –por así decirlo- tomar personalmente en su
mano la suerte del mundo, comprometerse con él, actuar desde su interior. Es
Bajo custodia de Escuela de la Fe
116

más fácil intuir qué significa Reino de Dios que explicarlo, porque es una realidad
que sobrepasa toda explicación. Jesús no dice expresamente qué es el Reino de
Dios. Lo único que dice es que está cerca. Evidentemente no se trata de un reino
en sentido temporal y político, pues no es de este mundo (Jn 18,36) aunque aquí
deba desarrollarse y crecer, pues personifica el cumplimiento de la esperanza de
salvación y la victoria sobre el poder del mal (Lc 11,20) con la entrada de Cristo
en la historia del hombre.

También Juan Bautista predicaba un cambio, hablando de un inminente juicio de


Dios. ¿Entonces dónde está la novedad de Cristo? La novedad se contiene del todo
en un adverbio de tiempo: «ahora», «ya». Con Jesús el Reino de Dios ya no es algo
sólo «inminente», sino presente. «El aspecto nuevo y exclusivo del mensaje de
Jesús –escribe el Papa Benedicto XVI- consiste en el hecho de que Él nos dice:
Dios actúa ahora –es ésta la hora en la que Dios, de una forma que va más allá de
cualquier otra modalidad precedente, se revela en la historia como su mismo
Señor, como el Dios viviente».

Lo que Jesús decía a sus contemporáneos sirve también para nosotros hoy. Ese
«ahora» y «hoy» permanecerá invariable hasta el fin del mundo (Hb 3,13). Esto
significa que la persona que escucha hoy la palabra de Cristo se encuentra ante la
misma elección que aquellos que la escuchaban hace dos mil años en una aldea de
Galilea: o creer y entrar en el Reino, o rechazar creer y quedarse fuera.

Cristo compara el reino de Dios a una fiesta de bodas a la que el Padre del cielo
invita a los hombres en comunión de amor y de alegría con su Hijo. Todos están
llamados e invitados (cfr Mt 10,5), pero cada uno es responsable de la propia
adhesión o del propio rechazo, de la propia conformidad o disconformidad con la
ley que reglamenta el banquete. Para entrar y permanecer en el Reino, es
necesario acoger la palabra de Jesús que exige una elección radical, reflejada en
obras (cfr Mt 21, 28-32).

El programa de vida propuesto a quien quiere seguir la llamada de Jesús para


entrar en el Reino, es precisamente el contenido en el mensaje de las
bienaventuranzas, que por otro lado constituye también una promesa de
bendición escatológica y nos describen los caminos que conducen al Reino de los
cielos (cfr CEC 1724).

IV. Bienaventurados… (Mt 5,1ss)

Las bienaventuranzas, que están en el centro de la predicación de Jesús, precisan


la clase de felicidad que Cristo ha venido a anunciar y revelar a la humanidad,
peregrina todavía en la tierra hacia su destino definitivo y eterno, pero permiten,
también vislumbrar la perspectiva escatológica y eterna de la felicidad revelada y
anunciada por el Evangelio.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


117

Desde el punto de vista ético las bienaventuranzas, descubren la meta de la


existencia humana y nos colocan ante opciones morales decisivas, invitándonos a
purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios
por encima de todo. Nos enseñan que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza
o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por
útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura,
sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor (CEC 1723).

Si bien proponen un programa de vida, dibujan también el retrato más fiel de


Jesucristo que podamos tener y, en consecuencia, el modelo de vida más exacto
que él mismo nos haya propuesto.

En efecto, Jesús no se limitó a proclamar las Bienaventuranzas; también las vivió.


En Él encontramos al más pobre de los pobres, al más manso entre los humildes,
a la persona de corazón más puro y misericordioso. Las bienaventuranzas no son
más que la descripción del corazón de Cristo.

Pero, al mismo tiempo, las Bienaventuranzas describen al cristiano: son el retrato


del discípulo de Jesús, la estampa del hombre que ha acogido el reino de Dios y
quiere sintonizar su vida con las exigencias del Evangelio. Por eso, a este hombre
Jesús le llama "bienaventurado". La alegría que las Bienaventuranzas prometen
es la alegría misma de Jesús: una alegría buscada y encontrada en la obediencia
al Padre y en la entrega a los hermanos.

Para comprender el alcance y el significado de las Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-


12), el mejor camino es ver cómo las vivió Jesús y cómo se cumplieron en él lo que
prometen, pues la doctrina de Jesús es su vida misma convertida en contenido de
su enseñanza. Por eso, no hay mejor comentario para estas palabras de Jesús que
observar su propia vida.

Semejante camino supera la inteligencia y las solas fuerzas humanas. Es fruto del
don gratuito de Dios. Por eso lo llamamos sobrenatural, así como también
llamamos sobrenatural la gracia que dispone al hombre a entrar en el gozo divino
(cfr CEC 1722).

V. Este es mi mandamiento

Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Cf. Jn 13, 34). Amando a los
suyos ‘hasta el fin’ (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido.
Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben
también en ellos. Por eso Jesús dice: ‘Como el Padre me amó, yo también os he
amado a vosotros; permaneced en mi amor’ (Jn 15, 9). Y también: ‘Este es el
mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado’ (Jn 15, 12).
(CEC 1823)

Para alejarnos de utopías estériles el Catecismo de la Iglesia Católica define a la


Bajo custodia de Escuela de la Fe
118

caridad como la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas
por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios (CEC
1822).

San Pablo, por su parte nos ofrece una descripción incomparable de la caridad: ‘La
caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no
se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;
no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree.
Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Cor 13, 4-7).

Si no tengo caridad -dice también el apóstol - nada soy...’. Y todo lo que es


privilegio, servicio, virtud misma... ‘si no tengo caridad, nada me aprovecha’ (1
Cor13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las
virtudes teologales: ‘Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres.
Pero la mayor de todas ellas es la caridad’ (1 Cor 13,13), pues anima e inspira el
ejercicio de todas las virtudes. Y es ‘el vínculo de la perfección’ (Col 3, 14); es la
forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su
práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de
amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.

En el Evangelio hay otros textos donde también Jesús describe el alcance práctico
de esta virtud, como por ejemplo:

Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los
que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan.
Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el
manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no
se lo reclames.

Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. Porque si ustedes
aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los
aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los
pecadores obran así. Y si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia
tiene? También los pecadores prestan a pecadores para que estos correspondan con
algo.

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces
la recompensa de ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con
los ingratos y los pecadores. Sean compasivos como es compasivo el Padre de
ustedes.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y


serán perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida
colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán
medidos ustedes (Lc 6,27-38).

Bajo custodia de Escuela de la Fe


119

Cualquier comentario está de más.

VI. Los envió a proclamar el reino de Dios

Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió a un grupo de doce hombres


para estar con él y participar en su misión (cf. Mc 3, 13-19); les hizo partícipes de
su autoridad "y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar" (Lc 9, 2). Ellos
permanecen para siempre asociados al Reino de Cristo porque por medio de ellos
dirige su Iglesia que es sobre la tierra el germen y el comienzo de su Reino (cfr
CEC 551).

Atendiendo a consideraciones puramente históricas, puede afirmarse que la


fundación de la Iglesia no se hizo de golpe, sino paso a paso.

El proceso fundacional de la Iglesia inicia cuando Cristo anunciando la llegada del


Reino de Dios, elige a los Doce, prosigue con la designación de Pedro como piedra
fundamental, y llega a su consumación cuando los apóstoles, después de la
resurrección empiezan a poner por obra las disposiciones del Maestro; de forma
que en Pentecostés la Iglesia es proclamada ante el mundo como el nuevo pueblo de
Dios.

Todos los hechos y la vida entera de Jesús constituyen la raíz y el fundamento de


la Iglesia, de modo que podemos identificar en los actos de Jesús elementos
preparatorios, progresos y etapas que conducen a la fundación de la Iglesia.

Podemos ahondar en la relación que la Escritura establece entre Cristo y la Iglesia


en los evangelios, donde encontramos algunas acciones suyas que manifiestan y
actúan su voluntad fundacional. En efecto:

 Jesús fue un maestro que tuvo conciencia de serlo (Jn 13, 12-14), y que vivió
rodeado de un grupo de discípulos, que convivieron con él, lo acompañaron en
sus desplazamientos por Palestina, y escucharon su doctrina.

 Los discípulos no se adhirieron a Cristo por iniciativa propia, como era la


costumbre de su tiempo, sino que fueron llamados personalmente por el
mismo Jesús (Mc 1,17-19; 2,14; 3,11; Mt 10,1; Lc 6,13; Jn 1,38-50).

 La novedad máxima es que de entre los discípulos elige, uno a uno, a "Doce"
para formar un grupo especial y estable. Tan grabado quedó este hecho en la
mente de los seguidores de Jesús que pusieron especial cuidado en conservar
la lista detallada (Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6,14-16), y sintieron la obligación
de completar el número (Hch 1, 21-26), después de la muerte de Judas.

 Además, Jesús ora antes de elegirlos (Lc 6,12), anuncia públicamente sus
nombres (Mc 3,13), y les da el encargo de estar con Él y de predicar con poder
para expulsar demonios (Mc 3,14 y 6,7ss); y concede a Pedro, uno de ellos,
Bajo custodia de Escuela de la Fe
120

una misión especial (Mt 16,18ss) que incluso afecta a los otros once (Lc 22,32;
Jn 21,15-17).

 Da un trato especial a los doce: solo a ellos descubre los secretos del reino (Mc
4,11); y responde a sus preguntas (Mc 9, 28-29). Luego los manda a predicar
el reino (Mc 6, 7ss) con indicaciones muy precisas, y les confiere poder y
autoridad para predicar y curar (Mc 3,15; 6,7; Mt 18,18; 28,18). Todo eso está
indicando que Jesús forma ese grupo en orden a la proclamación y realización
del reino de Dios.

Por tanto, la fundación de la Iglesia no está ligada a un determinado hecho. Se trata


de un acto salvífico, y no de un acto jurídico.

Lecturas complementarias:

“Los cuatro Evangelios narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo
entre los hombres hizo y enseñó realmente hasta el día de la Ascensión. Después
de este día, los apóstoles comunicaron a sus oyentes esos dichos y hechos con la
mayor comprensión que les daban la resurrección gloriosa de Cristo y la
enseñanza del Espíritu de la Verdad. Los autores sagrados compusieron los
cuatro Evangelios escogiendo datos de la tradición oral o escrita, reduciéndolos
a síntesis, adaptándolos a la situación de las diversas iglesias, conservando
siempre el estilo de la proclamación: así nos transmitieron datos auténticos y
genuinos acerca de Jesús; sacándolos de su memoria o del testimonio de los que
asistieron desde el principio o fueron ministros de la Palabra, los escribieron
para que conozcamos la verdad de los que nos enseñaban”
Concilio Vaticano II
Dei Verbum, número 19

¿Cómo nació en Nuevo Testamento?

Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie


que escribiera su mensaje. Él sólo dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a
todas las gentes, para que todos los pueblos sean mis discípulos”. Por tanto, el
Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y celebrado.
Solamente en un segundo tiempo, cuando las primeras comunidades vivían y
celebraban la fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra de Jesús
iban desapareciendo, se sintió la necesidad de poner por escrito esa fe y esa
predicación de los apóstoles y discípulos. El Nuevo Testamento fue entonces el
resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades
cristianas. Este hecho es muy importante porque nuestra fe no puede
fundamentarse sólo en la Biblia escrita, como lo hacen los protestantes. Es más
bien la Tradición (con el Magisterio de la Iglesia) que nos garantiza la verdad
de la Biblia y nos transmite todo el depósito de la fe (cfr. 2 Tim 1, 13-14).
Nuevo Testamento
P. Antonio Rivero L.C.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
121

P1

Autoevaluación:

1. ¿Cuál es la intención fundamental del Evangelio de Marcos?

2. ¿Qué suscitó la afirmación de Jesús ‹‹el Padre y Yo somos uno››?

3. ¿En qué se condensa el contenido esencial de la enseñanza de Jesús?

4. ¿Qué significa la expresión de Cristo ‹‹Reino de Dios››?

5. ¿Con qué compara Cristo el Reino de Dios?

6. ¿Por qué se dice que las Bienaventuranzas describen al cristiano?

7. ¿Cómo define el Catecismo de la Iglesia Católica la Caridad?

8. ¿Qué es la Iglesia en la tierra?

9. ¿Cuándo se funda la Iglesia?

10. ¿Qué tipo de acontecimiento es la fundación de la Iglesia?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


122

Sesión 12
Los milagros de Cristo
Esquema de la lección

I. Introducción
II. Breve recorrido semántico
III. Historicidad de los milagros
IV. Valor significativo de los milagros
V. El milagro, llamada a la fe.
VI. El milagro, llamada a la conversión.

Profundiza tu fe:

1. Hay gracias especiales llamadas también carismas, según el término


griego usado por San Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio.
2. Cualquiera que sea su carácter a veces extraordinario, como el don de
milagros o de lenguas.
3. Los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el
bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la
Iglesia.
4. En los milagros Dios obra de un modo principal, sirviéndose, como de
instrumento, bien del movimiento interior del hombre o bien de sus
palabras, también de un acto externo o de algún contacto corporal.

Catecismo:

Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan
a creer en Jesús… los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su
Padre: estas testimonian que Él es Hijo de Dios. CEC 548

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Definición de milagro: Hecho sensible, fuera del curso habitual de las cosas,
producido por Dios en un contexto religioso como signo de lo sobrenatural.

El milagro como acto divino sirve para conocer a Dios invisible a partir de las
cosas visibles.

Cabe recordar que la Iglesia no considera milagro todo hecho inexplicable (caso
frecuente en la medicina). Considera milagro sólo aquel hecho inexplicable que,
por las circunstancias en las que ocurre, rigurosamente comprobadas, reviste el

Bajo custodia de Escuela de la Fe


123

carácter de señal divina, esto es, de confirmación dada a una persona o de


respuesta a una oración.

En los evangelios constatamos que Cristo tiene una particular conciencia de su


realidad y misión mesiánicas y que personalmente se ha llamado Hijo del hombre
y ha manifestado su íntima y especial relación con el Padre, como Hijo de Dios.

Ahora es necesario detenernos en sus obras, particularmente en sus milagros,


para verificar su autenticidad y para ver si a través de ellos es posible
identificarlo como el Emmanuel.

II. Breve recorrido semántico

1. Terminología de la Escritura.

 El Antiguo Testamento emplea el término "PRODIGIO" para hablar de los


actos simbólicos y extraordinarios efectuados por un profeta para legalizar
su misión. También en el Nuevo Testamento los signos realizados por
Jesús son vistos como hechos insólitos que provocan admiración y asombro
entre los testigos.

 El milagro se distingue del prodigio: en efecto, éste tiende a destacar el


carácter extraordinario y portentoso de un hecho, mientras que el segundo
es una llamada a la fe para que se haga más genuina y reconozca la
presencia de Dios. (Cf. Diccionario teológico Herder)

Podemos considerar dos elementos en los milagros. Uno, la obra que se


realiza, que es algo que escapa a las fuerzas naturales y según esto, los
milagros se llaman virtudes. Otro elemento es el motivo por el que los
milagros se realizan, es decir, la manifestación de algo sobrenatural. Bajo
este aspecto, se llaman comúnmente signos, y por la grandeza de las obras
se llaman portentos o prodigios, como que muestran algo lejano.

 También la Escritura presenta los milagros como obras que requieren una
especial intervención de la causalidad divina y las llama "ACCIONES
DIVINAS", efectos de su poder. Este aspecto es subrayado especialmente
por Juan (15,24; 5,36; 9,3) al hacer ver que son obras comunes del Padre y
el Hijo. Los sinópticos y Pablo insisten en que los milagros son
manifestaciones y efectos del poder divino (Mt 11,21; Mc 6,2; Rom 15,19; 2
Cor 12,12; 2 Tes 2,9).

 Finalmente, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento llaman a los


milagros "SIGNOS", para subrayar su aspecto revelador y significativo. El
milagro entonces, para la Escritura no es sólo un prodigio que suscita
admiración, sino un signo que Dios dirige al hombre para hacerle conocer
su intervención divina (cf Ex 3,12; Hch 10,38; Lc 7,22; Jn 5,36-37).
Bajo custodia de Escuela de la Fe
124

2. Reflexión teológica de Santo Tomás de Aquino. (Cf. S. Th. II-II, 178, 1 ad 4).

Se interesó más en explicar la causalidad eficiente que la causalidad final de los


milagros, en los que se puede distinguir:

 Por una parte, lo que ocurre en sí, la superación de las fuerzas de la


naturaleza por un acto de poder.

 Por otra parte, el objeto del milagro, la manifestación de un carácter


sobrenatural, por lo que el milagro debe ser considerado también como un
signo.

 En cuanto al agente trascendente que lo produce el milagro es visto sobre


todo como efecto específico del poder divino, que tiene como causa eficiente
a Dios y que, por consiguiente, supera la capacidad de la naturaleza.

El Espíritu Santo provee suficientemente a la Iglesia en todo aquello que es útil


para la salvación, a lo cual se ordenan las gracias gratis dadas. Ahora bien: de
igual modo que es conveniente que la comunicación que uno recibe de Dios se
convierta en comunicación para otros por medio del don de lenguas y del de la
elocuencia, así también es necesario que la palabra transmitida sea confirmada
para que se haga creíble. Y esto se hace mediante la operación de milagros,
conforme a lo que se dice en Mc. 16, 20: Confirmando su palabra con las señales
convenientes. Esto es razonable, puesto que es natural al hombre percibir las
verdades inteligibles mediante efectos sensibles. De ahí que, así como, guiado por
la razón natural, puede el hombre llegar a tener alguna noticia sobre Dios a
través de los efectos naturales, así también, por medio de ciertos efectos
sobrenaturales, que llamamos milagros, que pueda llegar a algún conocimiento de
las cosas que ha de creer. Por consiguiente, el obrar milagros pertenece a las
gracias gratis dadas.

3. Teología contemporánea.

Sin desconocer la doctrina anterior, el Concilio Vaticano II da un nuevo enfoque


general a los milagros, ligándolos estrechamente a la persona de Cristo. Son
vistos en la Dei Verbum como una realidad de la vida de Cristo que tiene una
función reveladora y testificante de su persona, (Cf. DV 4)

Los milagros de Jesús, confirman que el Reino ya llegó a la tierra: "Si expulso los
demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros"
(Lc 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo el Reino se manifiesta en la persona
misma de Cristo.

Se trata de un signo interpelante e interpersonal dirigido por Dios con la


intención de hacer entender que la salvación ha llegado con Cristo.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
125

III. Historicidad de los milagros

Frente a los ataques que se han hecho a los relatos de los milagros de Jesús es
necesario hacer un análisis de ellos para poder determinar si nos encontramos
ante auténticos hechos de Jesús, o si son simples narraciones de carácter
catequético y apologético, elaboradas por la comunidad apostólica.

No olvidemos que en la revelación de Jesús palabras y hechos van íntimamente


ligados, de tal manera que sus milagros forman parte de su actividad reveladora,
así como también en el Antiguo Testamento, en donde la revelación era
inseparablemente acontecimiento y palabra. Por ello no podemos contentarnos
con saber que en el Evangelio podemos encontrar los rasgos históricos de su
palabra, es necesario determinar también la historicidad de su actuación, y
particularmente de sus milagros.

Es esencial reconocer esta unidad indisoluble entre palabra y acontecimiento, en


la revelación de la salvación, para situar y comprender el milagro. Las acciones y
gestos de Jesús pertenecen a su paso entre los hombres, no menos que las
palabras.

1. El testimonio bíblico.

La acción milagrosa no es algo novedoso en el Nuevo Testamento. De hecho, el


Antiguo Testamento creía en un Dios que actuaba personalmente en el curso de la
vida de la naturaleza y de los acontecimientos de la historia. Este Dios no sólo
conducía el curso normal del mundo, sino que podía, en un momento dado,
ocasionar eventos que rompieran esta regularidad. El Antiguo Testamento se
encontraba mucho más abierto al milagro, porque el Dios vivo era visto detrás de
todo lo que sucedía. Milagro y signo estaban así emparentados. Los signos dados
por Dios exigían que el pueblo fuera con fe y con confianza al encuentro de su
Dios.

En el Nuevo Testamento encontramos un recuento de un número considerable de


milagros realizados por Jesús, en los que se insiste en la grandeza de la obra
realizada y en los testigos que lo presencian, como para testimoniar su
autenticidad. Por tanto no se puede negar la actividad milagrosa de Jesús, sin
rebajar la integridad del Evangelio.

Aunque es constatable la tendencia a acentuar, engrandecer y multiplicar los


milagros (cf. Mc 1,34; Mt 8,16), sin embargo los que se atribuyen a Jesús abarcan
curaciones de enfermos de distinta clase (Mc 1,40-45; 2,1-12; 3,16; 7,31-37 y
paralelos); expulsiones de demonios (Mc 5,1-20; 1,34); tres resurrecciones de
muertos (Mc 5,21-43; Lc 7,11-17; Jn 11,33-44) y varios milagros físicos como
multiplicación de los panes (Mc 6,30-44; 8, 1-10, Jn 6,1-13), la pesca milagrosa (Lc
5,1-11) y la tempestad calmada (Mc 4,35-41).
Bajo custodia de Escuela de la Fe
126

Todo este recuerdo de la actividad de Jesús no sería posible si no tuviera un apoyo


cierto en su vida. En realidad hay que constatar que Jesús ha dejado el recuerdo
de ser un hombre que curaba a muchos enfermos (Hch 2, 22) y que, en ello, no
siempre se ajustaba a las tradiciones judías, sobre todo al no respetar el sábado,
pues para Cristo estaba primero el amor y la misericordia que el cumplimiento
externo de la ley.

Las narraciones evangélicas no se presentan como una crónica de los milagros de


Jesús. Encontramos también el recuerdo de sus discípulos y la acomodación que
hacen de ese recuerdo para sus fines teológicos y catequéticos, amoldándose al
estilo literario conocido por ellos y que se encontraba ya en el Antiguo
Testamento.

2. El testimonio de Jesús acerca de sus milagros.

Encontramos en el Evangelio testimonios de Jesús en los que Él mismo da el


sentido de sus milagros, lo cual nos lleva a determinar cuál era, en boca de Jesús,
el sentido pre - pascual de su actividad taumaturga (que hace milagros). En las
tres ocasiones en las que Jesús habla de sus milagros (Mt 12,28 y Lc 11,20; Mt
11,20-24 y Lc 10,13-15; Mt 11,2-6 y Lc 7, 18-23), se defiende de la acusación de
expulsar los demonios en nombre de Belcebú; se queja de la incredulidad de las
ciudades del lago ante los milagros que realizó allí; finalmente, responde a los
discípulos del Bautista haciendo referencia a su actividad milagrosa. Tres
episodios diferentes que, sin embargo, llevan a hacernos descubrir el sentido que
Jesús dio a sus milagros: milagros y exorcismos señalan la llegada del Reino.

En efecto, aunque Jesús no se declare abiertamente que Él es el Mesías, con sus


obras muestra que el reino de Satanás ha sido destruido. Por ello los milagros
señalan además que Él tiene personalmente el poder divino, incluso de perdonar
los pecados. De ahí que sean también una llamada a la conversión y a la
penitencia ante la inminencia del Reino.

"Si es por el Espíritu de Dios que expulsó los demonios, esto quiere decir que el
Reino de Dios ha llegado en medio de vosotros" (Mt 12,28; cf. Lc 11,20). En este
primer relato encontramos además una alusión al reconocimiento de su actividad
exorcista por parte de los fariseos, que no niegan la actuación milagrosa de Jesús,
sino que cuestionan la procedencia de su poder (cf. Mc 3,22). El tema del Reino
(cf. Mc 1,15) y la conciencia del poder de Jesús para vencer a Satanás (cf. Mc 3,22-
27) son elementos que hacen referencia a otros episodios que ayudan a señalar la
antigüedad y originalidad del relato.

En las quejas de Jesús contra las ciudades donde más milagros había realizado,
sin que se hubieran convertido (Mt 11,20-24; Lc 10,13-15), se encuentran muchos
elementos arcaicos: se utiliza el término "duna mis" que es característico de la
más antigua tradición; se hace mención explícita a la ciudad de Corazain, que en
Bajo custodia de Escuela de la Fe
127

ninguna otra parte del Nuevo Testamento viene señalada; se habla del eco que
tuvieron los milagros de Jesús, lo cual contrasta con la actividad de la Iglesia
primitiva (cf. Hch 2,22; 10,38).

3. Historicidad global de los milagros.

Los milagros ocupan un puesto muy importante en los Evangelios, hasta el punto
de no poder concebir la enseñanza de Jesús sin los milagros que la acompañan, ya
que ambas actividades están íntimamente ligadas y encaminadas a manifestar
una misma realidad: la llegada del Reino de Dios (Mt 4, 23).

Un recuento tan extenso de la actividad milagrosa del Señor no podría entenderse


sin que realmente hubiera una base histórica, más cuando una gran parte se
refiere a acciones públicas de Jesús, es decir, a milagros realizados en medio de la
muchedumbre, de tal manera que una invención de la comunidad primitiva en
este sentido habría sido fácilmente rechazada.

Además, los Evangelios fueron escritos cuando todavía vivían los contemporáneos
de Jesús, que podrían haber negado sus milagros, de haber sido falsos. De hecho
nadie, ni siquiera los enemigos de Jesús, negaron que Jesús realizara prodigios.

Los fariseos no los pueden negar y usan el recurso de atribuirlos al poder del
diablo (cf Mt 12,26-27). Es curioso que una tradición judía que aparece en el
Talmud babilónico-l hable también de los milagros de Cristo atribuyéndolos a la
magia.

Precisamente porque hay una base histórica es por lo que Pedro puede en su
discurso después de Pentecostés hacer una clara referencia a un hecho
incontestable (Hch 2,22), pues ni siquiera los enemigos de Jesús podían negar que
Él realizara obras milagrosas, especialmente curando enfermos y expulsando
demonios.

Finalmente hay que observar que si Cristo es el Signo de la presencia amorosa de


Dios en medio de los hombres, es lógico que realizara signos de su identidad
divina para ayudar a la percepción humana a acogerlo como el Hijo del Padre,
presente entre nosotros con el poder, el conocimiento y el amor de Dios.

IV. Valor significativo de los milagros

Junto a los relatos de milagros, la Escritura nos ofrece también los criterios para
juzgar su autenticidad y su objetivo. El milagro nunca es, en la Biblia, un fin en sí
mismo; menos aún debe servir para ensalzar a quien lo realiza y poner al
descubierto sus poderes extraordinarios, como casi siempre sucede en el caso de
sanadores y taumaturgos que hacen publicidad de sí mismos. Es incentivo y
premio de la fe. Es un signo y debe servir para elevar a un significado. Por esto

Bajo custodia de Escuela de la Fe


128

Jesús se muestra tan entristecido cuando, después de haber multiplicado los


panes, se da cuenta de que no han entendido de qué era «signo» (v. Marcos 6, 51).

El concilio Vaticano I señaló la función confirmativa que tienen los milagros, es


decir, que manifiestan la aprobación de Dios, y por consiguiente, constituyen el
sello divino sobre la palabra que se afirma que procede de Cristo Dios atestiguó
por medio de los milagros que realizó Jesús que estaba con su enviado y que por lo
tanto su palabra era verdaderamente la palabra de Dios. (Cf. Vaticano I Tercera
sesión: 24 de abril de 1870. Constitución dogmática «Dei Filius» sobre la fe
católica).

El Vaticano II reconoce en los milagros una doble función: por una parte los
milagros son portadores de la revelación, ya que pertenecen a la economía de una
revelación que se cumple por las vías de la encarnación, es decir, se trata de una
palabra de salvación, expresada en gestos inteligibles y significantes; por otra
parte, ellos atestiguan la verdad del testimonio de Cristo y la autenticidad de la
revelación que es Él en persona. En efecto, no podemos olvidar que Cristo es la
perfecta revelación de Dios, por sus gestos, su actividad, su comportamiento y
también por su palabra y que en Cristo Dios mismo se dio al hombre sin reservas
y por las vías del hombre, de tal manera que para poder entender la revelación es
necesario tener en cuenta todo lo que implica su misterio de encarnación. (Cf.
Vaticano II, "Lumen Gentium" 5)

Ante todo, los milagros son una manifestación del poder y del amor de Dios, es
decir, son signos particularmente notables de la acción divina que obra la
salvación. Así es como los encontramos narrados a lo largo del evangelio, en
donde constituyen una garantía de que se ha cumplido la Escritura, pues
significan que el Reino anunciado ya ha llegado y que Jesús de Nazareth es el
Mesías, el enviado de Dios, cuya palabra es verídica. Igualmente, los milagros
son signos de la gloria de Cristo, del misterio trinitario, de la nueva economía
sacramental y de la gracia traída por Cristo, del orden glorioso de la resurrección
de los cuerpos y de la transformación del mundo al final de los tiempos.

Los milagros, por consiguiente, hay que verlos como una expresión significativa
de una obra divina, como una palabra de salvación dirigida al hombre en actos
inteligibles. Ciertamente muchos de los grandes temas del evangelio se esclarecen
a la luz de los milagros, porque en ellos la liberación del pecado, el sentido
redentor de la cruz, la gloria prometida, se convierte en imágenes vivas y en
símbolos cargados de sentido.

La importancia del estudio de los milagros, superada ya la fase de su


problemática histórica, va encaminada entonces a encontrar su verdadera
significación. Esta significatividad de los milagros se encuentra en los mismos
Evangelios, en donde de manera particular se presentan como un signo de la
identidad de Jesús. Así es efectivamente como el mismo los presenta ante los
discípulos del Bautista:
Bajo custodia de Escuela de la Fe
129

¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Jesús les respondió: 'Id
y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se enuncia a los
pobres la Buena Nueva' (Mt 11,3-5).

Precisamente el final de este pasaje ilumina el sentido de los milagros descritos.


Jesús viene a manifestar el amor de Dios, la misericordia hacia el hombre, la
benevolencia y la preferencia hacia los pobres. De esta manera, pues, los milagros
sólo pueden considerarse dentro del contexto de la gran actividad de Dios en el
mundo y en un nivel de fe.

Estos hechos milagrosos son realidades que tienen un sentido, pero que no tienen
valor por sí solos, sino que están íntimamente ligados a su predicación (Lc 7,21-
22), enmarcados así dentro del contexto de su misión y en relación con el anuncio
y la presencia del Reino de Dios entre los hombres.

En general los milagros tienen una intención mesiánica. Al liberar a algunos


hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc
19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos
mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. LC 12,
13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del
pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa
de todas sus servidumbres humanas (CEC 549). Con ellos Jesús muestra que en
Él se cumplen las esperanzas del Antiguo Testamento, sobre todo con el don de la
Buena Nueva a los pobres. Pero son especialmente signos de la identidad de
Jesús en cuanto Hijo del Hombre dotado de poder (Mc 2,2-11). En ellos obra
Jesús con una autoridad propia: "Lo quiero" (Mc 1,41) dice al leproso. Así mismo,
son signos del envío de Jesús, ya que Él realizó 'señales' para atestiguar que Dios
le había enviado (Jn 2,11; 5,36; 10,25.37). Él no sólo anuncia la palabra de Dios,
sino que es el Mesías a través también de su acción, y por ello sus milagros sirven
para llamar a su seguimiento y para congregar escatológicamente al pueblo de
Dios.

De esta manera, pues, los milagros cumplen una función muy importante en la
comunicación de la revelación, en cuanto que siendo expresiones del amor divino,
disponen a la escucha de la Palabra. Así mismo cumplen una función reveladora
al hacer visible la misericordia divina y la liberación integral que Cristo ha venido
a realizar, atestiguando además la autenticidad de la revelación plena de Cristo
Jesús.

V. El milagro, llamada a la fe

Los milagros no son un remedio contra la incredulidad, decía el famoso cardenal


Newman. De hecho vemos en el Evangelio que irrita y endurece a los adversarios
de la obra de Cristo.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
130

En el Antiguo Testamento la característica del milagro, por ejemplo en el Éxodo,


no consiste en la supresión de las leyes de la naturaleza, sino en la manifestación
intensa de la presencia de Dios en medio de su pueblo, que frecuentemente dudó y
hasta refunfuñó ( Ex 14,15-30)

En el Nuevo Testamento los milagros son signos de la acción de Dios en la gracia


y la revelación. Por esto tienen una gran variedad que constituye una
interpelación a personas concretas en situaciones históricas determinadas. En
efecto, no hay un milagro que no quiera decir algo a alguien, pues Dios no hace
milagros para corregir el curso del universo, sino para manifestar su amor y su
misericordia. Así pues, el milagro es ante todo un hecho religioso, un hecho de fe
y no tanto algo que desafíe, o no, las leyes naturales. En sí mismo es un signo de
una llamada existencial de Dios al hombre para que actúe de acuerdo con esa
llamada y para que sea consecuente con el signo.

La realización de milagros se atribuye a la fe por dos razones. Primeramente


porque se ordena a la confirmación de la fe. En segundo lugar, porque procede de
la omnipotencia divina, en la que se basa la fe. Sin embargo, así como, además de
la gracia de la fe, se requiere la gracia de la elocución para instrucción de la fe, así
también se requiere la realización de milagros para confirmación de la misma.

Santo Tomás de Aquino

VI. El milagro, llamada a la conversión.

Otra finalidad importante del milagro es mostrar el amor y la misericordia de


Dios y atestiguar la presencia del Reino en medio de nosotros y sus frutos.

Si con Cristo ha llegado el Reino de Dios, los signos de su presencia tienen que ser
reconocidos y aceptados. La aceptación de ellos se manifiesta a través de la
purificación del corazón, del cambio de vida, de la conversión auténtica y radical.
Es esta la razón por la que Jesús reprochó duramente la actitud de los habitantes
de Cafarnaúm, quienes no supieron reconocer los signos realizados por Él y no se
convirtieron.

El milagro es siempre una manifestación del poder y del amor de Dios. Ante él
debemos saber discernir su significación profunda y acogerlo en la fe,
respondiendo libremente a la invitación que nos hace el Señor a seguirlo y a llevar
una vida santa, ya que el milagro constituye una palabra de salvación, que evoca
la salud total a la que estamos llamados y la liberación integral que Cristo ha
venido a ofrecer al hombre.

Lecturas complementarias

Juan Pablo II, Catequesis 11-XI-1987


Bajo custodia de Escuela de la Fe
131

Los milagros de Jesús: el hecho y el significado

1. El día de Pentecostés, después de haber recibido la luz y el poder del Espíritu


Santo, Pedro da un franco y valiente testimonio de Cristo crucificado y
resucitado: “Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús de Nazareth,
varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales...; a
éste..., después de fijarlo (en la cruz)..., le disteis muerte. Al cual Dios lo resucitó
después de soltar las ataduras de la muerte” (Act 2, 22-24).

En este testimonio se contiene una síntesis de toda la actividad mesiánica de


Jesús de Nazareth, que Dios ha acreditado “con milagros, prodigios y señales”.
Constituye también un esbozo de la primera catequesis cristiana, que nos ofrece
la misma Cabeza del Colegio de los Apóstoles, Pedro.

2. Después de casi dos mil años el actual Sucesor de Pedro, en el desarrollo de


sus catequesis sobre Jesucristo, debe afrontar ahora el contenido de esa primera
catequesis apostólica que se desarrolló el mismo día de Pentecostés. Hasta ahora
hemos hablado del Hijo del hombre, que con su enseñanza daba a conocer que
era verdadero Dios-Hijo, que era con el Padre “una sola cosa” (cf. Jn 10, 30). Su
palabra estaba acompañada por “milagros, prodigios y señales”. Estos hechos
acompañaban a las palabras no sólo siguiéndolas para confirmar su
autenticidad, sino que muchas veces las precedían, tal como nos dan a entender
los Hechos de los Apóstoles cuando hablan de “todo lo que Jesús hizo y enseñó
desde el principio” (Act 1, 1). Eran esas mismas obras, y particularmente “los
prodigios y señales”, los que testificaban que “el reino de Dios estaba cercano”
(cf. Mc 1, 15), es decir, que había entrado con Jesús en la historia terrena del
hombre y hacía violencia para entrar en cada espíritu humano. Al mismo
tiempo testificaban que Aquel que las realizaba era verdaderamente el Hijo de
Dios. Por eso es necesario vincular las presentes catequesis sobre los milagros-
signos de Cristo con las anteriores, concernientes a su filiación divina.

3. Antes de proceder gradualmente al análisis del significado de estos "prodigios


y señales” (como los definió de forma muy específica San Pedro el día de
Pentecostés), hay que constatar que éstos (prodigios y signos) pertenecen con
seguridad al contenido integral de los Evangelios como testimonios de Cristo,
que provienen de testigos oculares. Efectivamente, no es posible excluir los
milagros del texto y del contexto evangélico. El análisis no sólo del texto, sino
también del contexto, habla a favor de su carácter “histórico”, atestigua que son
hechos ocurridos en realidad, y verdaderamente realizados por Cristo. Quien se
acerca a ellos con honradez intelectual y pericia científica, no puede
desembarazarse de éstos con cualquier palabra, como de puras invenciones
posteriores.

4. A este propósito está bien observar que esos hechos no sólo son atestiguados y
narrados por los Apóstoles y por los discípulos de Jesús, sino que también son
Bajo custodia de Escuela de la Fe
132

confirmados en muchos casos por sus adversarios. Por ejemplo, es muy


significativo que estos últimos no negaran los milagros realizados por Jesús,
sino que más bien pretendieran atribuirlos al poder del “demonio”. En efecto,
decían: “Está poseído de Belcebú, y por virtud del príncipe de los demonios echa
a los demonios” (Mc 3, 22; cf. también Mt 8, 32; 12, 24; Lc 11, 14-15). Y es
conocida la respuesta de Jesús a esta objeción, demostrando su íntima
contradicción: “Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no
puede sostenerse, sino que ha llegado a su fin” (Mc 3, 26). Pero lo que en este
momento cuenta m s para nosotros es el hecho de que tampoco los adversarios
de Jesús pueden negar sus “milagros, prodigios y signos” como realidad, como
“hechos” que verdaderamente han sucedido.

Es elocuente también la circunstancia de que los adversarios observaban a


Jesús para ver si curaba el sábado o para poderlo acusar así de violación de la
ley del Antiguo Testamento. Esto sucedió, por ejemplo, en el caso del hombre que
tenía una mano seca (cf. Mc 3, 1-2).

5. Hay que tomar también en consideración la respuesta que dio Jesús, no ya a


sus adversarios, sino esta vez a los mensajeros de Juan Bautista, a los que
mandó para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a
otro?” (Mt 11, 3). Entonces Jesús responde: “Id y referid a Juan lo que habéis
oído y visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los
sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados” (Mt 11, 4-5;
cf. también Lc 7, 22). Jesús en la respuesta hace referencia a la profecía de
Isaías sobre el futuro Mesías (cf. Is 35, 5-6), que sin duda podía entenderse en el
sentido de una renovación y de una curación espiritual de Israel y de la
humanidad, pero que en el contexto evangélico en el que se ponen en boca de
Jesús, indica hechos comúnmente conocidos y que los discípulos del Bautista
pueden referirlos como signos de la mesianidad de Cristo.

6. Todos los Evangelistas registran los hechos a que hace referencia Pedro en
Pentecostés: “Milagros, prodigios, señales” (Act 2, 22). Los Sinópticos narran
muchos acontecimientos en particular, pero a veces usan también fórmulas
generalizadoras. Así por ejemplo en el Evangelio de Marcos: “Curó a muchos
pacientes de diversas enfermedades y echó muchos demonios” (1, 34). De modo
semejante Mateo y Lucas: “Curando en el pueblo toda enfermedad y dolencia”
(Mt 4, 23); “Salía de él una virtud que sanaba a todos” (Lc 6, 19). Son
expresiones que dejan entender el gran número de milagros realizados por
Jesús. En el Evangelio de Juan no encontramos formas semejantes, sino más
bien la descripción detallada de siete acontecimientos que el Evangelista llama
“señales” (y no milagros). Con esa expresión él quiere indicar lo que es más
esencial en esos hechos: la demostración de la acción de Dios en persona,
presente en Cristo, mientras la palabra “milagro” indica más bien el aspecto
“extraordinario” que tienen esos acontecimientos a los ojos de quienes los han
visto u oyen hablar de ellos. Sin embargo, también Juan, antes de concluir su
Evangelio, nos dice que “muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los
Bajo custodia de Escuela de la Fe
133

discípulos que no están escritas en este libro” (Jn 20, 30). Y da la razón de la
elección que ha hecho: “Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el
Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,
31). A esto se dirigen tanto los Sinópticos como el cuarto Evangelio: mostrar a
través de los milagros la verdad del Hijo de Dios y llevar a la fe que es principio
de salvación.

7. Por lo demás, cuando el Apóstol Pedro, el día de Pentecostés, da testimonio de


toda la misión de Jesús de Nazareth, acreditada por Dios por medio de
“milagros, prodigios y señales”, no puede más que recordar que el mismo Jesús
fue crucificado y resucitado (Act 2, 22-24). Así indica el acontecimiento pascual
en el que se ofreció el signo más completo de la acción salvadora y redentora de
Dios en la historia de la humanidad. Podríamos decir que en este signo se
contiene el “anti-milagro” de la muerte en cruz y el “milagro” de la resurrección
(milagro de milagros) que se funden en un solo misterio, para que el hombre
pueda leer en él hasta el fondo la autorevelación de Dios en Jesucristo y,
adhiriéndose con la fe, entrar en el camino de la salvación.

Autoevaluación:

1. ¿Qué es un milagro?

2. ¿Cómo muestra Dei Verbum los milagros?

3. ¿Quién realiza los milagros?

4. ¿En qué nombre realiza Jesús los milagros?

5. ¿Qué tipos de milagros se le atribuyen a Cristo?

6. ¿Qué es un prodigio?

7. ¿Por qué se dice que los milagros tienen una dimensión apologética?

Bajo custodia de Escuela de la Fe


134

Sesión 13
Los primeros cristianos

Esquema de la lección:

I. La Iglesia fue fundada por Jesucristo.


II. Difusión del cristianismo fuera de Palestina
III. Pedro en Roma.
IV. La actividad misionera de Pablo de Tarso
V. Producción literaria de Pablo
VI. Las cartas católicas y el Apocalipsis

Profundiza tu fe:

1. Jesús funda su Iglesia en varios actos de su vida pública.


2. El libro de los Hechos de los Apóstoles contiene la historia de la Iglesia
primitiva.
3. La fundación de la Iglesia no es un acontecimiento jurídico, sino más bien
un acontecimiento salvífico.
4. San Pablo es el más grande difusor del Evangelio, se autonombró “Apóstol
de los gentiles”, gracias a él se conoció la Palabra de Cristo en toda la costa
del Mediterráneo.

Catecismo:

Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de


participación (oración de intercesión) el apóstol Pablo les hace participar así de su
ministerio del Evangelio. CEC 2636

Cuerpo doctrinal:

I. La Iglesia fue fundada por Jesucristo

La Iglesia ha mantenido sin titubeos, a lo largo de sus dos milenios de historia, la


convicción de que Cristo le dio origen y de hecho la fundó.

Pero, la fundación de la Iglesia no está ligada a tal o cual palabra de Jesús o a un


determinado hecho constitutivo. Se trata más bien de un proceso histórico
progresivo, en el cual y por el cual Dios se revela y salva al hombre y no de un acto
jurídico determinado.

La teología fundamental, basándose en su metodología, es capaz de establecer el


vínculo entre una serie de actividades, gestos y palabras de Jesús, que revelan su
idea central de querer formar un grupo de personas que después de Él
Bajo custodia de Escuela de la Fe
135

continuasen su obra de anunciar el Reino y de llamar a la conversión. En este


horizonte, se habla de «fundación" de la Iglesia por obra de Jesús: no debe
entenderse como un acto jurídico que da comienzo a la Iglesia; se trata más bien
de un conjunto de hechos que permiten vincular directamente a la Iglesia con
Jesucristo como su fundador (Cf. Vaticano II, LG 5).

El proceso fundacional de la Iglesia inicia cuando Cristo elige a los Doce apóstoles,
prosigue con la designación de Pedro como piedra fundamental, y llega a su
consumación cuando los apóstoles, después de la Resurrección empiezan a poner
por obra las disposiciones del Maestro.

Todos los hechos y la vida entera de Jesús constituyen la raíz y el fundamento de


la Iglesia, de modo que podemos identificar en los actos de Jesús elementos
preparatorios, progresos y etapas que conducen a la fundación de la Iglesia, de
forma que cada uno de sus pasos contribuyó a hacerla realidad, pues, desde el
primer momento cuidó de echar los cimientos para la futura organización de su
Iglesia.

La Iglesia no nace exclusivamente de la fe en el Señor resucitado, sino que hunde


sus raíces en la vida del Jesús histórico, quien antes de morir y resucitar, puso las
bases de su futura Iglesia realizando actos que manifestaban su voluntad
fundacional y que progresivamente la llevaban a efecto. Sin embargo, la Iglesia de
Cristo se manifestó en forma abierta, activa y organizada hasta después de la
Pascua y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

II. Difusión del cristianismo fuera de Palestina

Los Hechos de los Apóstoles nos sitúan en el momento de la Iglesia, cuando la


comunidad de los creyentes empieza a crecer considerablemente; algunos son
judíos, otros paganos, romanos por su estructura gubernamental y
administrativa, griegos por lengua y cultura.

Lucas nos muestra aquí lo que fue la vida y el apostolado de la Iglesia en los
primeros decenios, y el papel que desempeñaron los Apóstoles, Pedro y Pablo.

El objeto de Lucas en Los Hechos, como en su Evangelio (Lc 1,4) es confirmar en


la fe a Teófilo (entiéndase la comunidad) y poner a la vista la universalidad de la
salvación traída por Cristo, la cual se manifiesta primero entre los judíos de
Jerusalén, después en Palestina y por fin entre los gentiles, por gracia del
Espíritu Santo, verdadero protagonista del libro, que está alentando siempre a la
Iglesia.

El libro de los Hechos no pretende narrar lo que hizo cada uno de los apóstoles,
sino poner de manifiesto el cumplimiento de las promesas de Cristo. Jesús, en
Hech 1,8, había prometido a los apóstoles que serían investidos de poder cuando
Bajo custodia de Escuela de la Fe
136

el Espíritu Santo descendiera sobre ellos, para ser sus testigos tanto en Jerusalén
como en Samaria, Judea y hasta los fines más remotos de la Tierra.

Para juzgar el progreso misional de la Iglesia naciente basta atenerse a los


resultados: en efecto, a partir de la época apostólica podemos observar, como de un
decenio al otro, el mapa se va llenando con los nombres de nuevas comunidades de
creyentes, hasta que a fines del siglo III apenas queda en todo el imperio romano
una sola ciudad importante en la que no se encuentre un núcleo de cristianos. Así
se explica el asombro de los paganos, expresado ya por Plinio y referido después
por Tertuliano, de que en todas partes se encontraran cristianos sin que pudiera
decirse de dónde habían venido.

Muy poco es, en cambio, lo que sabemos sobre el modo de difundirse la fe, y en
particular acerca de las personas a las que se debe tal expansión.

Conocemos los inicios de la difusión de la Iglesia, gracias al Libro de los Hechos de


los Apóstoles de San Lucas; aunque sea de forma incompleta y fragmentaria; pues,
su atención se centra exclusivamente en la actividad misionera del Apóstol Pablo.

Pero también lejos de las rutas recorridas por San Pablo encontramos
diseminadas comunidades cristianas que no ceden en importancia a las iglesias
fundadas por aquél. La noticia de que la comunidad de Alejandría fue fundada por
el evangelista San Marcos está suficientemente atestiguada. De Roma, en cambio,
ni siquiera sabemos quién fue el primero en introducir el cristianismo. Cuando en
la primavera del año 60 San Pablo vino a Roma, encontró allí ya una numerosa
comunidad.

Juan se estableció en el Asia Menor y actuó en las iglesias fundadas por Pablo.
Discípulo suyo fue el Obispo Policarpo de Esmirna, que sufrió el martirio a
mediados del siglo II. Aparte de estos datos, nada más sabemos de la actividad y
vida posterior de los apóstoles.

Pedro con muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta
generación perversa». (Cf. Hechos 2, 40) Los que acogieron su palabra fueron
bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas. (Cf. Hechos 2; 41-42).

La mano del Señor estaba con ellos, y un crecido número recibió la fe y se convirtió
al Señor… (Bernabé) Partió para Tarso en busca de Saulo, y en cuanto le encontró,
le llevó a Antioquia. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y
adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquia fue donde, por primera vez,
los discípulos recibieron el nombre de «cristianos» (Cf. Hechos 11; 21; 25 y 26).

A principios del siglo III dice todavía Orígenes (Hom. in Ps. 36): «No somos un
pueblo. En esta o en aquella ciudad hay algunos que han llegado a la fe. Pero
desde que empezó la predicación, no ha habido un solo caso de un pueblo que se

Bajo custodia de Escuela de la Fe


137

convirtiera todo entero. Los cristianos se reclutan uno a uno en los distintos
pueblos».

El cristianismo no se esparció a la manera de una oleada de entusiasmo. La


siembra fue fatigosa y lenta. Las conversiones no eran el producto de una
sugestión de masas, sino que cada individuo sabía lo que hacía.

III. Pedro en Roma

La comunidad de Roma que está estrechamente ligada a Pedro, existía antes de la


llegada de este a la ciudad. Su llegada a Roma suele situarse en el año 42, después
de que abandonó Jerusalén tras el arrestado de Herodes Agripa I (cf. Hch 12).

Tenemos la inequívoca alusión al martirio de Pedro en el Evangelio de San Juan


(Jn 21, 19). Por su parte la carta de Clemente, contemporánea al Evangelio de
Juan, escrita en Roma y en la que se relatan cosas que han ocurrido «en nuestro
tiempo» y «entre nosotros», citando entre ellas el «glorioso testimonio» de Pedro.

A pocos años de distancia, a principios del siglo II, tenemos la carta de Ignacio a
los romanos, en la que declara que no se propone darles órdenes «como Pedro y
Pablo»; la misma expresión emplea al dirigirse a los efesios y tralenses, pero sin
hacer alusión a Pedro y Pablo, evidentemente porque los príncipes de los apóstoles
tenían una relación mucho más íntima con Roma que con Éfeso y Trales.

IV. La actividad misionera de Pablo de Tarso

La difusión del cristianismo, según los Hechos, comienza el mismo día de


Pentecostés. De ahí a poco fueron decisivos para la propagación de la fe, los
acontecimientos que siguieron a la muerte de Esteban.

Aunque el mensaje del Evangelio fue diseminado a través de las provincias del
Imperio romano por muchos misioneros de nombre desconocido, en documentos
que han llegado hasta nosotros sobresale Pablo de Tarso, quien, tras su
conversión (Hch 9,3-18), fue ganado por Bernabé para la tarea de colaborar entre
los fieles de Antioquia (Hch 11,25s).

Pablo de Tarso, aunque no perteneció al grupo original de los Doce, fue una de las
figuras apostólicas más importantes para la propagación del Evangelio en las
ciudades de la cuenca del Mediterráneo y para la configuración del cristianismo
primitivo.

Precisamente en esta gran ciudad helenista emergió la forma de vida cristiana


que entraría en conflicto con la comunidad primitiva de Jerusalén y que
terminaría por imponerse y acuñaría la futura Iglesia de los gentiles.

Las correrías apostólicas de Pablo se suelen esquematizar en los siguientes viajes


Bajo custodia de Escuela de la Fe
138

de misión:

1. Primer viaje.

La gran ciudad de Antioquia de Siria fue desde entonces la base de operaciones de


Pablo. Asegurada la comunidad de Antioquia con la presencia de otros profetas y
doctores, se dispuso a realizar su idea misionera de dar a conocer el Evangelio a
toda criatura e inició su primer viaje apostólico. (Cf. Hch 13s)

Pablo, Bernabé y su primo Juan Marcos, partieron de Seleucia, puerto de


Antioquia, hacia la isla de Chipre. De ahí navegaron hacia Perge, en la región de
Panfilia, para recorrer luego el sur de Galacia. Al encontrar mala acogida entre
los judíos deciden dirigirse a los paganos. Crean varias comunidades cristianas.
Los provenientes del judaísmo plantean la idea de que estos nuevos cristianos
deberían aceptar también las leyes judías, como la circuncisión. Pablo, pone la
cuestión a consideración de los apóstoles a su regreso a Jerusalén.

2. Segundo viaje.

Para el segundo viaje, (Cf. Hch 15,36-41) Pablo, acompañado por Silas, parte de
Antioquia, por tierra, hacia Siria y Cilicia para llegar al sur de Galacia
consolidando las Iglesias de las ciudades gálatas evangelizadas durante el primer
viaje. En Listra, se les une Timoteo. Atraviesan las regiones de Frigia y Misia. Al
parecer, se les une también Lucas el Evangelista en Tróade. Decide ir a Europa, y
se adentró en Macedonia donde funda la primera comunidad cristiana europea:
la comunidad de Filipos, su iglesia predilecta. Predica con irregular éxito también
en Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto, donde permanece durante año y medio
acogido por Aquila y Priscila, matrimonio judeo-cristiano que había sido
expulsado de Roma por el edicto del emperador Claudio. En invierno del año 51
escribe la primera carta a los tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo
Testamento. Al año siguiente regresó a Cesárea por barco y pasó a saludar a la
Iglesia de Jerusalén.

3. Tercer viaje.

En la primavera del año 54 inicia su tercer viaje misionero, (Cf. Hch 19,1)
estableciendo esta vez su centro de operaciones en Éfeso, capital de Asia Menor,
radicando ahí unos tres años. Ahí ante las noticias de los conflictos surgidos en la
comunidad de Corinto les escribe una primera carta el año 54, y la segunda, poco
antes de visitarlos durante el invierno del 57.

Saliendo al paso de los conflictos con los judeo-cristianos, escribe cartas a los
filipenses (año 57), a los gálatas y a los romanos, en la primavera del 58. Vuelve
entonces a Jerusalén para entregar la colecta de las comunidades cristianas
procedentes del paganismo, destinada a los pobres de las comunidades de
Jerusalén.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
139

Judíos procedentes de Antioquia le acusan de violar la Ley e intentan lincharlo en


una trifulca. El tribuno romano impide que lo maten y lo encarcela. Es enviado a
la provincia de Judea, donde el procurador Antonino Félix le retiene durante dos
años (del 58 al 60) a la espera de conseguir un rescate por su libertad. Porcio
Festo sucede a Antonino Félix como procurador de Judea. Pablo apela a su
derecho como ciudadano romano, a ser juzgado en Roma, a donde llega tras un
accidentado viaje en la primavera del año 61. Escribió la carta a Filemón
durante este periodo de cautividad.

4. Último etapa de su vida (Años 63-67).

Puesto en libertad dos años más tarde reanudó sus actividades apostólicas en la
misma Roma. Regresó al poco tiempo al Medio Oriente y visitó Éfeso, Creta y
Acaya. Otra vez viajó a Roma, donde los cristianos sufrían por la persecución de
Nerón (años 64). En este tiempo escribió dos cartas: una a Timoteo y otra a Tito a
quienes había dejado al frente de sus comunidades.

Pronto fue apresado y encarcelado. Perdió toda esperanza de libertad y aun de


sobrevivir, como parece indicar en la segunda carta que escribió desde la cárcel a
su querido discípulo Timoteo (4,6ss).

Fue condenado a muerte y decapitado en el año 67. Por esta misma época,
también fue martirizado San Pedro. Los dos grandes apóstoles mueren, pues, pero
se había sembrado ya la semilla del cristianismo en el corazón mismo del Imperio
Romano.

V. Producción literaria de Pablo

Partimos del hecho de que Pablo era un hombre culto; no sólo había obtenido una
formación rabínica a los pies de Gamaliel, sino que había adquirido también
cultura helenística en la ciudad de Tarso. Ciertamente que él no presumía de esa
cultura a la hora de adoctrinar a sus oyentes, (1Cor 1, 2-4) Pero a pesar de la
espontaneidad con que la escribe, similar a la que le caracteriza cuando habla, en
el fondo actúa una mente estructurada y un corazón apasionado que expone con
entusiasmo lo que piensa y siente.

Pablo no escribe materialmente sus cartas, sino que las dicta. Es común el uso de
la antítesis: gracia-ley, luz-tinieblas, vida-muerte, vigilia-sueño, espíritu-carne.

Encontramos con frecuencia pasajes líricos de gran belleza o de apasionada


elocuencia; de ternura y cariño. La fuerza pasional que Pablo devolvió al
cristianismo la riqueza de la lengua griega, sobre todo los himnos de amor a Dios
(Rom 8, 31ss) y del amor a los hombres (1Cor 13) uniendo la fuerza de la
intimidad de la vivencia y el entusiasmo de la fe.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
140

La Tradición le atribuye trece cartas entre comunitarias y particulares, en las


que percibimos el nacimiento de las primeras comunidades provenientes del
paganismo, así como sus problemas y carencias, su estructura y organización.

En el canon del Nuevo Testamento figuran trece cartas atribuidas a San Pablo.
En las ediciones primero aparecen las enviadas a comunidades y luego las
particulares, todas ordenadas según su extensión de mayor a menor, sin atenerse
al orden cronológico en que fueron escritas.

Las cartas se daban a conocer, primero a los destinatarios leyéndolas


públicamente en las reuniones comunitarias, para que fueran enterados todos los
hermanos (1 Tes. 5,27), luego, como el mismo Pablo sugiere, eran compartidas
con las comunidades vecinas (cfr Col 4,16); tal vez de ahí surgió la feliz idea de
reunirlas y publicarlas para hacerlas del conocimiento de todos.

Pablo escribe como se hacía en su época:

 Introducción: Pablo se designa a sí mismo junto con sus colaboradores;


nombra a sus corresponsales y les saluda.

 Oración: Se dirigía una breve oración a Dios.

 Cuerpo de la carta: Las de Pablo tienen generalmente dos partes:

- Parte dogmática: Se desarrolla un punto doctrinal importante o mal


comprendido por los cristianos.

- Exhortación ( o parénesis, como dicen algunas Biblias): Se sacan las


consecuencias prácticas de la doctrina que se acaba de exponer. La
moral o manera cristiana de comprometerse basa en la doctrina.

 Saludos: San Pablo acaba dando noticias a sus colaboradores y saludando a


los cristianos. Concluye con una breve fórmula de bendición.

La clasificación más común, que se fija en el contenido, en los destinatarios y


hasta en las circunstancias en que las cartas fueron escritas, suele distinguir
cuatro grupos:

 Grandes epístolas, llamadas así las de mayor extensión, como son las
dirigidas a los Romanos, a los Corintios y a los Gálatas, con una estructura
bastante flexible: primera parte de corte dogmático es una exposición
sistemática, de las grandes verdades del cristianismo. La segunda, de
carácter moral, resuelve problemas prácticos, y propone las consecuencias
éticas y espirituales que se derivan.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


141

 Cartas de la cautividad: Según la opinión tradicional, San Pablo escribió


estas cartas la primera vez que fue conducido prisionero a Roma. Son
dirigidas a los Filipenses, los Colosenses, a Filemón, y a los Efesios. El
Apóstol ya en plena madurez, había predicado, pensado y sufrido mucho.
En la obligada quietud de la prisión, medita sobre las grandes verdades del
misterio de Cristo y de la Iglesia.

 Cartas pastorales: Las que escribió a Timoteo y a Tito con indicaciones


para dirigir las comunidades de las que eran pastores. Su estilo es más
mesurado, como corresponde a un hombre entrado en años. No intentó
combatir ni demostrar su doctrina, como hizo en otras cartas, sino orientar
a sus más queridos discípulos en el ministerio apostólico.

 Escatológicas: Las dos cartas a los Tesalonicenses que tratan de los


acontecimientos que tendrán lugar en los últimos tiempos, como la segunda
venida gloriosa de Cristo y el juicio final.

VI. Las cartas católicas y Apocalipsis

A las Cartas Paulinas siguen siete más, conocidas como "cartas católicas" o
universales, porque varias de ellas no señalan un destinatario concreto y van
dirigidas a todos los cristianos, principalmente a los de origen judío, algo
parecido a las "Encíclicas" de hoy día. San Jerónimo las califica "de ricas en
misterios y concisas, tan breves en palabras como largas en sentencias".

El formato epistolar de estos libros tardíos del Nuevo Testamento es más genérico
que el usado por Pablo, pues, se trata más bien de breves exposiciones doctrinales,
seguidas de algunas normas prácticas para preservar la pureza de la fe.

Se atribuye su composición a los apóstoles: Santiago, Pedro (2), Juan (3), y Judas
Tadeo. La temática de todas es de índole general, tocando diversos aspectos del
cristianismo, sin embargo, cada carta enfatiza un tema distintivo y característico.

Por su parte, el Apocalipsis, último libro del Nuevo Testamento, escrito por el
apóstol San Juan, busca dar consuelo a quienes viven en medio de las
persecuciones. El drama que los envolvía bajo el imperio de Nerón y de Domiciano
hizo cuestionarse a los cristianos cómo debían reaccionar ante tanto dolor. San
Juan quiere hacerles ver que nada deben temer, aunque por algún tiempo sufran
por el nombre de Cristo, el Resucitado regresará y les dará una recompensa
superior al trance doloroso. Hay que vivir de la promesa de Cristo y confiar en su
promesa: «Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin de los
tiempos» (Mt 28,20).

Por eso, el Apocalipsis describe cómo sufren quienes son perseguidos, cómo hay un
Bajo custodia de Escuela de la Fe
142

tiempo de victoria del malvado, cómo parece que sólo vence el mal. Pero, después,
llega el momento de Dios y de su victoria.

Este libro está escrito en un género literario en el que el simbolismo adquiere un


desarrollo y una importancia excepcionales. Por tanto, los detalles concretos
tienen un valor simbólico: animales extraños, estrellas, colores distintos,
números, etc. El vidente traduce en visiones, no siempre coherentes, las ideas
inspiradas por Dios. Es esencial tener presente esta dimensión simbólica
fundamental para comprender el Apocalipsis.

Lecturas complementarias:

P. Antonio Rivero L.C. Curso de Biblia, Nuevo Testamento. pp. 59-61

Carácter simbólico del Apocalipsis :

San Juan les habla en símbolos, porque es mensaje de un prisionero a un


pueblo cristiano terriblemente perseguido; era, pues, necesario usar para todo
un lenguaje especial de símbolos y claves que los cristianos sí entendieran,
pero no los perseguidores. Veamos algunos de estos símbolos:

 El 6: Es algo imperfecto; impotencia para llegar a 7. Por eso la bestia


enemiga de Cristo se llama 666, o sea, la que nunca logra llegar a la
perfección en nada.

 El 7: Es un número que significa perfección, algo completo.

 3 y medio: La mitad de 7: Es señal de algo que dura poco y luego pasa.


Así las persecuciones de los buenos duran 3 y medio de años.

 1.000: Es el número inmenso, indefinido.

 Gran Dragón: Satanás.

 Las bestias: Los enemigos de Dios, muy poderosos y se encuentran en


todas partes. Pero al final son derrotados. Hay dos bestias: la primera
es el Imperio Romano, con sus autoridades (10 cabezas) y su mucho
poder (siete cuernos), pero también es personificación de todo poder
humano y político que oprime a la Iglesia. La segunda bestia es un
falso cordero, o personificación de las falsas doctrinas y falsas religiones
o falsos maestros que seducen a la gente.

 La mujer Es la Iglesia. La tradición ve también en ella a María.

 Una estrella significa un ángel.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


143

 Un candelabro representa una iglesia particular.

 Las siete lámparas de fuego evocan a los 7 espíritus de Dios.

 Los 7 cuernos y 7 ojos del Cordero, indican plenitud de poder


(cuernos) y perfección de ciencia (ojos).

 El libro es la misma historia humana, que esconde dentro de ella el


designio misterioso de Dios sobre los acontecimientos.

 Los cuatro caballos: Los caballos, rojo, negro y verde, indican las
grandes plagas de la humanidad: la violencia, la injusticia social y la
muerte, con todos los males que acarrean. Y el caballo blanco
representa a Cristo resucitado que combatirá y vencerá a esos otros
caballos.

 Los siete sellos: El quinto sello son los mártires que piden justicia por
su sangre derramada. El sexto sello indica la llegada del gran día de la
cólera de Dios sobre las divinidades paganas (astros) y la derrota de la
maldad (los poderosos). El séptimo sello con las siete trompetas que
anuncian solemnemente la presencia y el juicio de Dios en la historia,
que va destruyendo todas las fuerzas del mal y propiciando la
conversión de los hombres.

 Los ciento cuarenta y cuatro mil: Es el resultado de multiplicar las


doce tribus de Israel por doce, y luego por mil que es la cifra de la
historia de la salvación. Representa a los cristianos que han sido
marcados por el sello indeleble del Bautismo y que gozan de una
especialísima protección divina.

 Los 24 ancianos: Son las 12 tribus de Israel más los 12 Apóstoles del
Cordero; representan la totalidad de los Santos que han intervenido
activamente en la historia de la Salvación.

 Los cuatro seres vivientes: (león, toro, hombre, ángel): Significan el


mundo de las criaturas, que Dios domina y que están al servicio del
Todopoderoso. La tradición de la Iglesia ha visto siempre en estos cuatro
vivientes los símbolos de los cuatro evangelistas: Marcos (león), Mateo
(hombre), Juan (águila) y Lucas (toro).

 666: Es la bestia más cruel. Según las reglas de la simbología de


número, leído en caracteres hebraicos, este número corresponde a Nerón
César. La cifra no es 777, es decir, crueldad total, sino 666, eso se refiere
a una violencia cruel, pero no total.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


144

 Los tres ángeles: Son los predicadores del Reino de Dios, los profetas,
los misioneros, que anuncian conversión. Son los heraldos de Dios que
anuncian el juicio sobre la historia humana.

 Babilonia, la prostituta. Directamente es Roma y el Imperio Romano.


Pero también es todo poder político que se opone al plan salvífico de
Dios en Cristo. Las 7 cabezas son las 7 colinas de Roma y sus 7
emperadores; el sexto es Nerón y el séptimo es Domiciano.

 Los tres espíritus inmundos en forma de sapos: Son los mensajeros


de la trinidad infernal, en contraposición de la Trinidad celeste, y
actúan como sapos en las tinieblas y clandestinamente.

 Gog y Magog: Es el proverbial símbolo de todas las potencias hostiles


al pueblo de Dios, las cuales combaten a la Iglesia con poderes
terrenales, animados por Satanás.

Autoevaluación:

1. ¿Quién es el autor de Los Hechos de los Apóstoles?

2. ¿Para quiénes lo escribió?

3. ¿Quiénes son sus protagonistas?

4. ¿Cuándo y dónde se empieza a llamar cristianos a los seguidores de Jesús?

5. ¿Qué es lo propio de la misión de San Pablo?

6. ¿Cuántas epístolas de San Pablo conservamos?

7. ¿Cuáles cartas de Pablo son consideradas escatológicas?

8. ¿Cuáles son las Grandes Epístolas, cuál es el tema principal de ellas y por
qué se llaman así?

9. ¿A quién escribió Pablo las Epístolas de la Cautividad?

10. ¿A quién escribe Pablo las cartas Pastorales?

11. ¿Cuáles son las Cartas Católicas?

12. ¿Por qué las llamamos así?

13. ¿Cuáles son las características del libro del Apocalipsis?

14. ¿Cuál es la finalidad de este libro y quiénes son los destinatarios?


Bajo custodia de Escuela de la Fe
145

Sesión 14
Lectio divina: cómo leer y meditar
la Sagrada Escritura

Esquema de la lección:

I. Introducción
II. Historia de la “Lectio divina”
III. Metodología para una espiritualidad bíblica
IV. Conclusión

Profundiza tu fe:

La “Lectio divina”, es la lectura y meditación gustosa de la Sagrada Escritura con


vistas al conocimiento espiritual más bien que al estudio técnico.

Catecismo:

La “Lectio divina”, en la que la Palabra de Dios es leída y meditada para


convertirse en oración, se enraiza así en la celebración litúrgica.CEC 1177

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Concepto: La Lectio divina, o lectura orante, indica actualmente una forma


tradicional de leer y meditar en la Palabra de Dios. La expresión lectio divina o
lectio sacra no significa directamente una lectura cualquiera o un estudio de la
Biblia con finalidades científicas, literarias, exegéticas o hermenéuticas, ni
tampoco una forma de meditación tradicional, sino más bien una atención
particular a la Palabra Revelada y a Aquel que nos habla en ella, el mismo Dios.
Su cualificación de «divina" indica que la lectio tiene como objeto la Palabra de
Dios y que se hace en la presencia del Dios vivo, bajo la acción de su gracia.
Supone una relación con el Padre que nos habla en su Verbo y con el Espíritu que
es el maestro y el exegeta de la Escritura, en comunión con toda la Iglesia. (Cf.
Diccionario de teología Herder)

Finalidad: Promover y alimentar un amor efectivo y constante a la Palabra de


Dios, fuente de vida interior y de fecundidad apostólica, favorecer una mejor
comprensión de la liturgia y también situar a la Biblia un lugar preferente en la
comprensión de la fe y en la oración.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


146

II. Historia de la “Lectio Divina”

Este término se encuentra en Orígenes, que habla de una théia anagnosis; la


lectura asidua de las Escrituras, según sus indicaciones, supone un empeño
particular la aplicación concreta de los sentidos espirituales para escudriñar los
misterios escondidos en la Palabra, Según los Padres de la Iglesia, la lectio divina
supone escuchar y responder. Jerónimo escribe: «Si rezas, eres tú el que hablas al
Esposo; si lees, es el Esposo el que te habla (Epist. 22, 25. PL 22, 41 1). Ambrosio
recuerda los dos momentos del diálogo con Dios: «Le hablamos cuando rezamos y
lo escuchamos cuando leemos los oráculos divinos" (De officiis ministrorum, 1, 20:
PL 16, 50).

Pronto la Lectio Divina se convirtió en eje troncal de la naciente vida religiosa.


Las antiguas reglas de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito harían de esa práctica,
junto al trabajo manual y la liturgia, plataforma de la vida monástica.

En el siglo Xll encontramos en la obra de Guido, abad de la Gran Cartuja (1188),


una exposición metódica de la lectio en la Scala claustralium (PL 184 475-484),
con un tratado sistemático en forma de carta al monje Gervasio. El autor la
presenta como una escala de los monjes para subir al cielo. Enumera los cuatro
escalones, que son la lectio, la meditatio, la oratio y la contemplatio.

 La lectura es el estudio asiduo de las Escrituras, hecho con espíritu


atento.

 La meditación es una actividad diligente de la mente que busca el


conocimiento de la verdad oculta.

 La oración es el impulso ferviente del corazón hacia Dios, pidiendo


que aleje los males y conceda cosas buenas.

 La contemplación es una elevación de la mente sobre sí misma que,


pendiente de Dios, saborea las alegrías de la dulzura eterna.

La Lectio divina recibió un nuevo impulso en toda la Iglesia con la constitución


dogmática «Dei Verbum» del Concilio Vaticano II, que invita a todos los fieles y no
solo a los religiosos, a adquirir mediante la lectura frecuente de la Escritura la
'eminente ciencia de Jesucristo' (Flp. 3, 8), pues desconocer la Escritura es
desconocer a Cristo (Cfr DV 25).

III. Metodología para una espiritualidad bíblica

La Lectio Divina más que un conjunto de técnicas de lectura que se limitan al


texto escrito de la Biblia, es un encuentro con Dios, que no se agota en el
conocimiento del texto en sí, sino que lo transciende, pues revive la experiencia
original del escritor sagrado y la actualiza en la propia vida. Pero, es un proceso
Bajo custodia de Escuela de la Fe
147

personal y actual, pues de nada sirve conocer lo que han sentido y vivido otros, si
uno mismo no es capaz de hacer la propia experiencia.

Como metodología de oración busca profundizar el texto bíblico en vista a la vida,


trasciende lo escrito para adentrarse en el mundo de Dios recibido en la Escritura,
la convierte en Palabra actual por medio de la oración.

Habitualmente el proceso, un tanto flexible, se desarrolla en cinco pasos, que se


siguen en la medida que ayuden y favorezcan el encuentro con Dios, pues como
toda la Lectio Divina son medio para el conocimiento de la revelación y la escucha
de Dios, no un fin.

1. Primer paso: Lectura. ¿Qué dice el texto?

La lectura del texto es determinante, pues si no se conoce lo que dice y transmite


el pasaje, si no se entiende lo que dice la Escritura, es imposible hacer la
meditación o la contemplación, como tampoco actuar aquello que se debe poner en
práctica. Para una recta comprensión es necesaria una lectura atenta y detenida
del texto.

Se trata de descubrir el sentido que el texto tiene en sí. Indica que se ha de leer y
releer el texto bíblico, con el fin de poner de relieve los temas fundamentales, los
personajes, las figuras, las acciones y dinamismos del texto.

El acercamiento al texto es el de un creyente, donde más allá del deletreo, de


conocer su estructura interna, o el contexto donde fue generado, la actitud ante el
texto de la Escritura es de fe, buscando conocer el mensaje que transmite para
hacerlo vida. Esta lectura no es neutra, sino la de un creyente, que encuentra en
la palabra de Dios y una propuesta de vida, porque sintoniza con el mismo
espíritu de fe con el cual fue escrita.

Hacerla desde la Biblia y con la Biblia. El primer paso es poseer una traducción
fiel de la Sagrada Escritura que posibilite conocer el texto auténtico para no
perderse en interpretaciones y menos en adaptaciones, que muchas veces son
manipulaciones tendenciosas del texto.

Tener el corazón abierto y disponible para escuchar. La lectura es una experiencia


de encuentro con Dios que nos habla por medio de su Palabra escrita, que
nosotros lo debemos escuchar con atención, pues es nuestro Dios el que nos está
hablando.

2. Segundo paso: Meditación. ¿Qué nos dice el texto?

La meditación es adentrarse en el texto, es profundizarlo, no quedarse en la


información recibida en la lectura, sino ir más allá, haciendo una relectura

Bajo custodia de Escuela de la Fe


148

atenta, viendo el sentido del pasaje, buscando el mensaje que transmite,


actualizando ese mensaje a nuestra realidad personal, comunitaria y social.

La meditación parte del texto, es sobre el texto, y es a partir del texto, para
compartir lo que se ve, se descubre, se conoce, se siente del texto de la Escritura.
Ahí no es el momento para hacer reflexiones paralelas sobre otros temas, sino que
todo debe girar en torno a la Escritura.

La meditación procura descubrir el sentido que el texto tiene para nosotros hoy,
mediante un proceso de rumiar, meditar y reflexionar para actualizar el sentido
del texto y encarnarlo en nuestra realidad. Aquí la pregunta fundamental es:
¿Qué me dice este texto a mí? Como palabra de Dios vivo ¿Qué me está diciendo
hoy? ¿Qué fuerza tienen para mí los valores permanentes que están detrás de las
personas, palabras y acciones? La meditación es el corazón de la lectura orante.

Independiente del cómo se haga la meditación, es imprescindible que siempre la


reflexión termine con una alusión a nuestra realidad actual, a nuestro hoy, aquí y
ahora, aplicando ese pasaje y ese mensaje a nuestra realidad cotidiana, que ella
nos haga pensar en la manera cómo estamos asumiendo esa Palabra en nuestra
vida y lo que estamos haciendo al respecto. De ahí, que al finalizar la meditación
siempre es bueno preguntarse: ¿…y a mí qué me dice este pasaje, a qué me
compromete y cómo me interpela?

Un riesgo siempre latente es querer manipular la Palabra, hacerla decir lo que


uno quiere oír o lo que le interesa, tergiversando el sentido propio y original del
texto. Es ahí, donde se manifiesta el sentido de la Iglesia, dando a conocer aquello
que hace parte de la propia fe que se desprende de una lectura fiel de la Palabra.

3. Tercer paso: Oración. ¿Qué le digo al Señor?

Este paso de la oración puede parecer innecesario para alguno ¿acaso la lectura,
no es oración?, ¿acaso que la meditación y la reflexión, no es oración?, ¿y la
contemplación…?, naturalmente que todo es oración, y todo es medio para el
encuentro con el Señor, pero se coloca este paso buscando que esa palabra que fue
leída y conocida en la lectura, que fue profundizada y reflexionada en la
meditación, que sirvió de medio para el encuentro de corazón a corazón con el
Señor en la contemplación, ahora se pretende iluminar nuestra vida personal o
comunitaria a la luz de esa Palabra pidiendo la gracia para vivirla, o
agradeciendo por el don que ella significa, o alabando al Señor por lo que ha
implicado su revelación o su persona.

Como toda oración y todo encuentro, en sí no hay reglas ni normas fijas. En este
paso de la oración cada uno, a partir del texto leído, meditado y contemplado le
pide, o le agradece al Señor por lo que crea más conveniente.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


149

Un peligro es hacer oraciones tan generales y sobre cualquier cosa, que se


aplicarían muy bien a cualquier texto. En cambio aquí lo que se busca es que ese
texto reflexionado diga algo a la realidad que estamos viviendo.

4. Cuarto paso: Contemplación. ¿Qué me hace decirle al Señor?

La contemplación es en sí misma la oración más profunda y personal. Allí ya no


entra solo el saber y el conocer cosas de la Biblia, sino que es el encuentro
personal y directo con el Señor. Ahí ya no cuenta la información que se posea, sino
cómo se utiliza todo eso que se sabe de Dios, ya no para hablar del Señor sino con
Él.

Si en toda la Lectio Divina no existe una regla fija, sino que son pasos abiertos en
busca del Señor por medio de su Palabra, en la contemplación esto es la norma.
Pues aquí uno se está metiendo en el mundo de Dios, donde no existen reglas, sino
donde todo es gracia y don.

En la contemplación se parte del texto que se leyó y se meditó, todo aquello que se
ha dicho, que se ha escuchado, que se ha conocido ahora sirve de medio para
hablarle al Señor de corazón a corazón. La contemplación es buscar que la
experiencia que ha tenido el escritor sagrado al comunicarnos el texto revelado
que eso se actualice en uno mismo a partir de lo que fue conocido. Es conocer
vivencialmente al Señor no solo intelectualmente, sino adentrándose en el corazón
de Dios a partir del texto.

Para la contemplación no es suficiente ser inteligente, sino que se necesita ser


una persona con sed de Dios, con ganas de conocerlo y amarlo, de buscarlo y
encontrarlo. De ahí que la contemplación lleve a ese encuentro personal y dialogal
con el Señor.

La contemplación es la oración más pura y profunda, allí cada uno se relaciona


con el Señor de acuerdo a su propio crecimiento espiritual y a la respuesta y
docilidad a la gracia.

5. Quinto paso: Acción. ¿Qué va a cambiar…?

Siempre es bueno recordar que la Palabra del Señor no es solo para ser conocida,
sino que ella debe ser hecha vida (Mt 7,21), y debe ser el fundamento de nuestras
actitudes y de nuestros gestos (Mt 7,24-27), porque son bienaventurados: “…lo
que escuchan la Palabra y la ponen en práctica…” (Lc 11,28). Esto es el
fundamento del quinto paso de la Lectio Divina, el ACTUAR, el vivir, el hacer
vida aquello que fue reflexionado y rezado.

Si de verdad hubo encuentro de corazón a corazón con el Señor, no se puede seguir


siendo el mismo, algo debe cambiar.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


150

La Palabra del Señor es una propuesta de vida, es un estilo de vida, una manera
de vivir la vida, pero no es información, sino Buena Nueva, ella es para ser
asumida y vivida. De ahí la necesidad de iluminar la propia vida con esa Palabra
y ver de qué manera uno se está identificando y asumiendo ese estilo de vida. Es
en este sentido donde el Actuar es un mirarse a uno mismo y sincerarse a sí
mismo, viendo dónde uno está parado y a la luz de eso ver qué se puede hacer
para hacer vida ese proyecto que el Señor nos deja en su Palabra.

El riesgo es que las personas no apliquen el texto a su vida, sino que lo apliquen a
la vida de los demás, dando recetas para todos, menos para sí mismas. A su vez es
bueno recordar que en el mundo de la vida espiritual todo es gracia y don, y ahí es
el Señor quien actúa y se manifiesta y que nosotros apenas somos receptores de
su amor, siendo así tener cuidado para no caer en un voluntarismo e
individualismo obsesivo, donde uno dice: voy a hacer y lo voy a hacer, porque yo
quiero... Eso no, en cambio, sí es importante escuchar aquello que el Señor está
iluminando e inspirando por medio de su Palabra, escuchar y ver su voluntad por
medio del texto que se está reflexionando.

IV. Conclusión

Se trata de actitudes básicas del discípulo que, porque anhela seguir al Señor, se
sienta a los pies de su Maestro para escuchar su Palabra (Lc 10,39). Esta
disposición de escucha lo lleva a comprender la Palabra (Lectura), a hacerla
realidad en su vida (Meditación), a suplicar fuerza y luz para seguir el camino de
Jesús y a dar gracias por su obra en la Iglesia (Oración), y a impregnarse del
Reino de Dios y a trabajar por su venida (Contemplación).

Recordemos que la Lectio divina es una lectura atenta de la Sagrada Escritura


como la de un discípulo pendiente a no perder ninguna palabra de su maestro.
Esta lectura prepara la conversión, pues la Biblia es “como un espejo” que pone al
descubierto nuestras incoherencias y disfraces, porque es camino de revelación de
Jesucristo y, por lo mismo, manifestación de la propia y más íntima verdad, pues
“penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4,12).

Lo que no es la Lectio divina:

 No es una técnica de oración.

 No es un ejercicio de relajación.

 No es una forma de auto-hipnosis.

 No es un don carismático.

 No se limita a la presencia "sentida" de Dios.


Bajo custodia de Escuela de la Fe
151

 No es una meditación discursiva u oración afectiva.

Sino un dialogo con Dios partiendo de su palabra contenida en la Sagrada


Escritura.

Lecturas complementarias:

Dei verbum 25, 26

25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo
y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al
ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y
con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y
superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que
debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada
Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.

De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos
en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de
Jesucristo", con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el
desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo". Lléguense,
pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena
del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas
para ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los Pastores
de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no
olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura
para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos
cuando oramos, y a El oímos cuando leemos las palabras divinas.

Incumbe a los prelados, "en quienes está la doctrina apostólica, instruir


oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros
sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por
medio de traducciones de los sagrados textos, que estén provistas de las
explicaciones necesarias y suficientes para que los hijos de la Iglesia se
familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se
penetren de su espíritu.

Háganse, además, ediciones de la Sagrada Escritura, provistas de notas


convenientes, para uso también de los no cristianos, y acomodadas a sus
condiciones, y procuren los pastores de las almas y los cristianos de cualquier
estado divulgarlas como puedan con toda habilidad.

26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de
Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la
Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la
Bajo custodia de Escuela de la Fe
152

Iglesia recibe su incremento de la renovación constante del misterio


Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la
acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is.,
40,8; cf. 1 Pe., 1,23-25).

Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitución Dogmática han
obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud
de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables
Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y
mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de
Dios.

Autoevaluación:

1. ¿Cuál es la definición de “Lectio divina”?

2. ¿Cuál es la finalidad de “Lectio divina”?

3. Anota los pasos de “Lectio divina” y explica cada uno de ellos.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


153

Sesión 15
La sagrada Escritura en la vida del cristiano

Esquema de la lección:

I. Introducción.

II. La actualización de la Sagrada Escritura

III. Fuerza y fundamento de la actualización

IV. Encuentro salvador con Cristo: el fin de las Escrituras

V. Caminos del encuentro con Cristo en la palabra inspirada

VI. Con qué criterio, espíritu y métodos debemos acercarnos a la Sagrada


Escritura.

VII. Los Evangelios

Profundiza tu fe:

“La Iglesia siempre ha venerado la sagrada Escritura, como lo ha hecho con el


Cuerpo de Cristo” aquélla y éste alimentan y rigen toda la vida cristiana. CEC 141

Catecismo:

“Pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” San Jerónimo


Leer el CEC, nn. 131 - 133

Cuerpo doctrinal:

I. Introducción

Este tema cierra un paréntesis abierto al inicio del libro. Desarrolla ampliamente
lo insinuado en el n. 3 del capítulo primero, aunque solo pretende ayudar a que la
semilla del Sembrador fructifique al 100 % en nuestro corazón, porque facilitar es
la misión del evangelizador, pero quien realmente la hace germinar es el Espíritu
Santo que la inspiró (cfr 1 Cor 3, 6-7).

II. La actualización de la Sagrada Escritura

La Iglesia siempre ha tenido conciencia -como primero lo tuvo el pueblo de Israel-


de que Dios ha querido la Biblia no únicamente para los destinatarios históricos,
Bajo custodia de Escuela de la Fe
154

sino también para la Iglesia de todos los tiempos. Su mensaje es tan válido para
la Iglesia actual, para mí que soy Iglesia, como lo fue para los contemporáneos de
los evangelistas.

“La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios


permanece por siempre” (Is 40,8).

Por eso es necesario, en palabras de Pablo VI, “actualizar, según el sentido de la


Iglesia viviente, la Sagrada Escritura, para que no sea únicamente un
monumento literario del pasado, sino que se transforme en fuente de luz, de vida
y de acción.” (Discurso a la Pontificia Comisión Bíblica, 14-3-74)

Se trata de realizar constantemente una “re-lectura” o “re-


interpretación” o “aplicación” de la Sagrada Escritura, de acuerdo a la
novedad de las circunstancias, pero siempre a la luz del Espíritu Santo.

Lo que sí hay que hacer:

 Aplicar los textos a situaciones que son nuevas pero también similares.
 “Preguntarle a la Escritura” su respuesta propia, con la luz que proyecta
sobre las situaciones y problemas personales y actuales.

Lo que no hay que hacer:

 No se ha de cambiar el sentido básico, literal de los textos


 No se debe instrumentalizar la Escritura, apoyando en ella ideas
personales, ideologías ajenas al Evangelio, o nociones incluso en
contradicción con el sentido bíblico.

III. Fuerza y fundamento de la actualización

 Ninguna lectura es neutra. Todo texto es abordado por un lector que tiene
determinados intereses, preguntas, dudas, expectaciones... Incluso, el
sentido de un texto no se da plenamente si no es actualizado en la vivencia
de lectores que se lo apropian.

 La palabra de Dios revelada posee una fuerza y una virtualidad toda suya,
‘casi sacramental’.

- “Es viva la Palabra de Dios y eficaz”, Heb 4,12. Se trata de una


‘eficacia’ que ningún otro texto, por más religioso, cristiano o
inspirado que sea, puede igualar.

- La Biblia no es un libro muerto, sino vivo y actual. Esto se entiende


desde el momento que el autor principal es el mismo Dios, siempre
vivo, cuya palabra viene siendo pronunciada en un presente eterno.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
155

 El misterio pascual, transmitido por la Sagrada Escritura, es una realidad


actual que da pleno fundamento al contacto vivo del cristiano no
meramente con sus palabras sino con el acontecimiento que narran.
Efectivamente, los evangelios nos narran los hechos y palabras de un
Cristo que ha resucitado y vive hoy en su Iglesia, de manera que la Iglesia
habla en presente cuando dice que “cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es Cristo quien habla”.

 Aunque desde la época apostólica quedó completo el depósito de la


revelación, toca a la Iglesia en cada edad ir desarrollando más y más sus
virtualidades, “pasando de lo implícito a lo explícito, de lo oscuro a lo claro,
de la semilla al fruto”, con la asistencia del Espíritu Santo (cfr. CEC 2625).

 En muchos casos se requiere muy poco para ver la aplicación a nuestra


propia vida de las palabras bíblicas. Que Dios es bueno y misericordioso;
que acompañados por El no debemos temer, aunque nuestra vida pase por
un valle oscuro; que la palabra de Jesús dará fruto en nuestra alma si tiene
la tierra buena de la disponibilidad... está bastante claro.

 Pero aún cuando es difícil percibirla, siempre hay aplicación. Porque se


trata del mismo Dios, del mismo hombre (aunque sus circunstancias
cambien, la naturaleza humana no), y la misma historia de la salvación,
que tiene siempre la misma estructura y leyes.

IV. Encuentro salvador con Cristo: el fin de las Escrituras

“Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están
escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,31).

1. Toda la Biblia tiene este objetivo: “relatar la Historia de la Salvación, para


llevarnos al encuentro con Cristo”

El propósito de cada uno de los evangelistas es suscitar la fe en aquellos a quienes


se proclama el Evangelio. Fe que es adhesión a Cristo, acogida de la salvación que
en Él se ofrece a los hombres.

“La presentación de los Evangelios [en la catequesis] se debe hacer de modo que
provoque un encuentro con Cristo, que da la clave de toda la revelación bíblica y
trasmite la llamada de Dios, a la cual cada uno debe responder.” (Pontificia
Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV, C, 3).

Es desde esta misma perspectiva que Juan Pablo II, en Novo Millennio Ineunte, lo
proponía como el fundamento del camino de la Iglesia y de cada cristiano en el
tercer milenio:
Bajo custodia de Escuela de la Fe
156

La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de Él dice la


Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este
misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente
en el Nuevo, hasta el punto que San Jerónimo afirma con vigor: ‘Ignorar las
Escrituras es ignorar a Cristo mismo’.

Por su parte, el Papa Benedicto XVI ratificaba esta propuesta, al comentar el


encuentro de los dos primeros discípulos con Jesús (Jn 1,35) en el Ángelus del 15
enero de 2006:

“Buscar y encontrar a Cristo, manantial inagotable de verdad y de vida: la


palabra de Dios nos invita a retomar... este camino de fe que nunca acaba.
‘Maestro, ¿dónde vives?’, preguntamos también nosotros a Cristo y Él nos
responde: ‘Venid y lo veréis’. Para el creyente, se trata siempre de una
incesante búsqueda y de un nuevo descubrimiento, pues Cristo es el mismo
ayer, hoy y siempre, pero nosotros, el mundo, la historia, no somos nunca
los mismos, y Él nos sale al paso para darnos su comunión y su plenitud de
vida. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a seguir a Jesús,
experimentando cada día la alegría de penetrar cada vez más en su
misterio”.

2. En la Escritura, Cristo se dirige a cada uno, hoy.

“Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica...


Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es Él quien habla.” (Vaticano II, SC 7).

Ahora bien, se encuentra con nosotros no para hablarnos del pasado, sino para
decirnos algo que tiene que ver con nosotros, que nos concierne.

V. Caminos del encuentro con Cristo en la palabra inspirada

El cristiano usa y encuentra la palabra inspirada en:

 La Sagrada Liturgia

 La lectura espiritual

 La oración, en sus diversas formas

 La Lectio divina, que combina una lectura espiritual con elementos de


oración

 La catequesis

Bajo custodia de Escuela de la Fe


157

 La predicación (homilía, pláticas, conferencias...)

 Los grupos de oración, reflexión y estudio sobre la Biblia

Cualquiera que sea el uso, o el modo de encuentro con la Biblia, hay que tomar
muy en cuenta lo que recomienda al respecto el Concilio Vaticano II, tanto por lo
que ve al enfoque de conocimiento de Cristo, como por lo que toca a lo
indispensable que resulta el acercamiento al texto desde un espíritu orante:

“El Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos [...] a que
aprendan ‘el sublime conocimiento de Jesucristo’, con la lectura frecuente de las
divinas Escrituras. ‘Porque el desconocimiento de las Escrituras es
desconocimiento de Cristo’. Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado
texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura
espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la
aprobación o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora
laudablemente por todas partes. Pero no olviden que debe acompañar la oración a
la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el
hombre; porque “a El hablamos cuando oramos, y a El oímos cuando leemos las
palabras divinas.” (DV 25)

Todo esto lo pedía “con vehemencia” el Concilio. Y con semejante fuerza,


expresaba la misma convicción Juan Pablo II: “Sólo la experiencia del silencio y de
la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el
conocimiento más auténtico, fiel y coherente” del misterio de Cristo (Novo
Millennio Ineunte, n.20).

VI. Con qué criterio, espíritu y métodos debemos acercarnos a la


Sagrada Escritura.

Los criterios de interpretación de la Biblia – expuestos en los capítulos 5 y 6 – se


aplican ante todo a los estudiosos bíblicos, pero cada cristiano debe también,
dentro del uso que hace de la Biblia, procurar seguirlos también. De otro modo
puede acabar escuchando los propios pensamientos y no lo que Dios le quiere
comunicar: pues sólo el sentido que Dios quiere dar a su palabra es la que nos
revela su pensamiento.

No se trata de que cada cristiana necesite un doctorado en Sagrada Escritura,


debe ayudarse de las explicaciones del Magisterio eclesiástico, de los exegetas,
comentaristas y escritores espirituales.

Los criterios más importantes para que la palabra bíblica dé frutos en la vida del
cristiano son:

Bajo custodia de Escuela de la Fe


158

1o Respetar el sentido literal

El sentido literal, o histórico –de acuerdo con el género literario del escrito– es el
sentido fundamental. Es el sentido que el autor humano ha querido dar a sus
palabras y, mediante él, el mismo Dios; y es la base para toda actualización
correcta de los textos bíblicos.

Este primer criterio elimina el fundamentalismo bíblico.

2o Releer la Escritura en su sentido espiritual

“La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue
escrita” (Dei Verbum 12). El Espíritu Santo es el autor de toda la Escritura. Él
hizo que los primeros cristianos releyeran en “sentido espiritual” las Escrituras
antiguas, a la luz de Cristo; y es él quien ahora nos hará aplicar la Palabra
inspirada a nuestro ‘aquí y ahora’.

Una “lectura espiritual” elimina el peligro del historicismo, que se queda en un


comentario superficial y una consideración cronológica de la sucesión de
acontecimientos y de personajes de la Biblia.

3o Entender cada afirmación en el contexto de toda la Escritura.

La verdad total que enseña la Biblia está en el conjunto de la Escritura (cfr. Dei
Verbum 12), y no solamente en determinados textos que nos son útiles porque
favorecen nuestras maneras de pensar o ideas preconcebidas.

Siguiendo esta regla fundamental, de la unidad de toda la Escritura, se elimina el


oportunismo doctrinal que instrumentaliza la Escritura para sostener las ideas
personales.

4o Leer la Escritura con espíritu de Iglesia, “en la Iglesia”.

Hay una conexión esencial entre la Biblia y la Iglesia: la palabra de Dios ha


convocado y engendrado a la Iglesia, y la Iglesia ha sido la matriz de las Santas
Escrituras, sobre todo del Nuevo Testamento.

En consecuencia, una correcta y atinada relectura de la Escritura será siempre


aquélla que se haga en consonancia con la tradición de la Iglesia, con el espíritu
de la Iglesia, dentro del pensamiento de la Iglesia.

Ayudará, para ello, valerse del Catecismo, que es ya una relectura autorizada y
actual de la Escritura. En la “lectura eclesial de la Escritura, hecha a la luz de la
Tradición, el Catecismo de la Iglesia Católica desempeña un papel muy
importante.” Como acto del Magisterio, “no está por encima de la Palabra de Dios,
sino a su servicio. Pero es un acto, especialmente relevante, de interpretación
Bajo custodia de Escuela de la Fe
159

auténtica de esa Palabra, con el propósito de ayudar a que el Evangelio sea


anunciado y transmitido en toda su verdad y pureza” (DGC 127, 125).

5º Invocar el auxilio del Espíritu Santo.

Porque comprender las Escrituras es un don de Dios. No se alcanza sin la ayuda


divina: “Entonces les abrió la inteligencia para comprender las Escrituras” (Lc
24,45; cfr también 1 Co 2,7-16 y 2P 1,20).

Y porque nadie puede hacernos “entender las Escrituras” mejor que Aquél que es
su autor.

6º Entender claramente y aceptar que el mensaje de salvación nos


interpela a cada uno.

Nos pide tomar posición. O conmigo, o contra mí. No hay camino ‘intermedio’.

Por ejemplo, meditando la Perícopa (relato o discurso que constituye una unidad
literaria) de Mc 8, 27-29, no se trata de quedarse admirando y aplaudiendo la
respuesta de Pedro a la pregunta de Cristo, sino de darme cuenta que, estando
Pedro en el cielo, soy yo al que Cristo ahora pregunta, a quemarropa, “Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?” Y soy yo quien tengo que responder, sin engañarme, con
profundidad y absoluta sinceridad, y más con la vida que con las palabras.

7º Acercarse a la Sagrada Escritura desde una personal comunidad de


vida con la Iglesia, con el Evangelio, con Cristo.

Es el culmen y resumen de todas las actitudes que nos acondicionan para realizar
el más profundo y real encuentro con el Señor en su palabra. Realmente, no sería
un “leerla en la Iglesia” si no lo hiciésemos desde un modo de vivir y de sentir que
es el de la Iglesia. Cuando los valores y la visión del Evangelio ya penetraron
nuestra mente y corazón, y conformaron nuestro sentir; y sobre todo, cuando se ha
ido creciendo en amor a Cristo y a lo que él ama, es entonces cuando realmente se
llega a “entrar dentro” de la Sagrada Escritura y a comprenderla desde la
connaturalidad con ella. Quien no hace suya habitualmente la oración de Cristo,
“No se haga mi voluntad, sino la tuya”, no podrá nunca comprender el Evangelio.

VII. Los Evangelios

“Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras ‘por ser el testimonio
principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador’” CEC
125.

Es por ello que “el Evangelio cuadriforme ocupa en la Iglesia un lugar único...”
(CEC 127). Y en la vida del cristiano.

Bajo custodia de Escuela de la Fe


160

Lo que ya vimos - que “cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Cristo


quien habla”– es, ciertamente, una verdad aplicable a toda la Biblia, pero lo es de
manera eminente a los Evangelios. No dice, por cierto, la Iglesia, “es como si
Cristo hablara”. Es Cristo quien habla. En presente, a nosotros – a mí.

“Dentro de la misma Sagrada Escritura, hay un lugar privilegiado: los Evangelios


que relatan la vida de Aquél que trabaja en mí cuando yo oro. Un pasaje del
Evangelio no es sólo un episodio de la vida de Jesús que se desarrolló hace siglos,
o una palabra suya dirigida a un auditorio que ya no existe. Más bien, si lo deseo
y me dispongo a ello, es Cristo que hace tal acción para mí; que me dirige tal o
cual palabra.” (Consejos para la oración, p. 41).

Algunas recomendaciones particulares para leer y meditar los Evangelios

 Se aplican, desde luego, las mismas reglas aplicables para toda la Sagrada
Escritura (cfr. arriba). Aunque conviene tener en cuenta que “cuando un texto
bíblico se refiere directamente al Misterio Pascual de Cristo o a la vida nueva
que resulta de Él, su sentido literal es un sentido espiritual. Este es el caso
habitual en el Nuevo Testamento” (Pontificia Comisión Bíblica, La
interpretación de la Biblia en la Iglesia, II, B, 2).

 El Catecismo (515) ofrece este muy fecundo criterio de interpretación del


género literario particular que son los Evangelios:

“Los Evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los
primeros que tuvieron fe y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido
por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio
durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su Natividad hasta el
vinagre de su Pasión y el sudario de su Resurrección, todo en la vida de Jesús
es signo de su Misterio”.

Quiere decir que cada detalle es incluido conscientemente por los evangelistas,
y quiere revelarnos algo real y cierto sobre Jesucristo y su mensaje. Por decir
algo, no es meramente anecdótico que Lucas (5,3) indique que, habiendo más
de una barca presente cuando le apretujaban las turbas a orillas del lago,
Jesús eligiera subirse a la de Pedro. En pasajes del AT, una interpretación
basada en algo semejante no pasaría muchas veces de ser un sentido
acomodado; en algún caso, sería descubrir el sensus plenior (sentido pleno). En
los Evangelios, en cambio, se puede decir que la alusión al papel eclesial de
Pedro y sus sucesores pertenece al sentido literal –no literalista, ni el único y
más obvio elemento del sentido literal, pero sí lo que quiere enseñar el autor
(humano y divino).

 Para sacar mayor provecho del Evangelio según San Juan, ayuda mucho tener
en cuenta lo que indica el documento La interpretación de la Biblia en la
Iglesia, de la Pontificia Comisión Bíblica: “Un autor humano puede querer
Bajo custodia de Escuela de la Fe
161

referirse al mismo tiempo a varios niveles de realidad. El caso es corriente en


poesía. La inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de la psicología y del
lenguaje humano. El cuarto Evangelio ofrece numerosos ejemplos de esta
situación”.

 En toda la Escritura, pero de manera particular en la lectura, estudio y


meditación de los Evangelios, hay que buscar siempre, por encima de todo, la
persona de Cristo – no máximas de vida, o lecciones morales, y ni siquiera el
ejemplo de los discípulos o de la misma Santísima Virgen María. En todo
encuentro con los Evangelios, lo que debe ser nuestro enfoque primario, como
para San Pablo, es: ¿qué me revela este pasaje acerca de Jesucristo? ¿cómo es
Él? ¿cómo piensa, qué criterios de él pueden captar aquí? ¿cuáles son sus
amores? ¿qué hay aquí que me revela su grandeza, lo maravilloso de su
persona, y que me lleve a amarlo más todavía que antes? No es que lo demás
no interese también, pero interesa de manera secundaria, y en función a
Cristo.

“Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo


Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura
para ganar a Cristo” (Fil 3,8).

 Procure “entrar dentro” del pasaje Evangelio. Para el cristiano que se acerca al
Evangelio con fe, se realiza una auténtica anámnesis análoga a la que se hace
en la liturgia y los sacramentos, por la que los misterios de la vida de Cristo se
le hacen presentes. Debe sentirse –como lo es, para el mismo Cristo– auténtico
protagonista e interlocutor de cada escena. Ello pide que lo viva en tiempo
presente, y en primera y segunda persona: no “Jesús le dijo al joven...”, sino
“Tú me dices a mí...”: pues no es ya a aquel joven, sino a mí, a quien ahora
dice, “Una sola cosa te falta...” (Mc 10,21).

Lecturas complementarias:

Biblia y vida: actualización de la palabra de Dios (de Luis López de las Heras,
Cómo leer la Biblia, Cuadernos BAC, Madrid 1978, pp. 27-30).

Podemos leer la Biblia para adquirir conocimientos o por simple curiosidad,


aun religiosa. Sin embargo, el fin más alto de nuestra lectura no debe ser ése:
Dios nos ha dado su palabra para que nos orientemos hacia El, para que le
busquemos, le amemos y le sirvamos, llegando así al reino de los cielos.
Debemos leer la Sagrada Escritura para nutrir nuestra fe y nuestra vida
cristiana, para santificarnos y ayudar a ello también a los demás.

Dios, con su palabra escrita, nos habla también a nosotros: «la palabra de
nuestro Dios permanece para siempre» (Is 40,8).

Muchas de las cosas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, no exigen
Bajo custodia de Escuela de la Fe
162

ningún esfuerzo para ver que tienen aplicación a nuestra propia vida, v.gr., que
Dios es bueno, misericordioso; que es escudo para los que a El se acogen; que no
hay paz para los malvados... Bastantes de los puntos de nuestro credo y de
nuestra moral cristiana son los mismos que los del Antiguo Testamento. Si
alguna diferencia hay es que, por la venida de Cristo, han adquirido una
mayor profundidad, si bien en una línea homogénea. El hombre del Antiguo
Testamento sabía que Dios era misericordioso y amaba a su pueblo. Eso mismo
sabe el del Nuevo; sólo que con la encarnación y muerte del Hijo de Dios y la
donación del Espíritu Santo ha aprendido que ese amor misericordioso de Dios
llega a unos extremos inconcebibles para el fiel de la Antigua Alianza. Algo
análogo ha ocurrido con el amor al prójimo.

El hombre del Antiguo Testamento podía llamar Padre a Dios (cf. Jer 4,19).
Sin embargo, ese mismo concepto ha llegado a una profundidad antes
insospechada por la obra del Hijo de Dios y de nuestra inserción en la vida
trinitaria por el Espíritu Santo.

Aun en los salmos imprecatorios, en los que el antiguo Israel pedía a Dios que
castigara a sus enemigos, podemos aprender para la vida: por ellos vemos la
superioridad de la Nueva Alianza; como la aprendemos al leer las páginas
sobre los antiguos sacrificios de animales, derogados por el único sublime de
Cristo.
Las palabras mismas que parecen dirigidas a particulares del pasado, pueden
constituir un mensaje divino para nosotros. Si Dios vitupera pecados concretos,
de seguro que también reprocha los nuestros, enseñándonos a vivir en el temor
del Señor. Si Dios alaba a alguien por su virtud, eso es para nosotros una
exhortación y un aliento.

Muchas veces será fácil captar la aplicación a nuestra propia vida. Otras no
nos parecerá tanto: lo habremos experimentado ya más de una vez al tratar de
ver qué mensaje nos aporta el evangelio de éste o el otro domingo. Con todo,
podemos estar seguros de que tiene que haber una aplicación. La razón de tal
posibilidad está en que tanto nosotros como aquellos a quienes fue dirigida la
palabra de Dios, estamos enrolados en la misma historia de la salvación, y esa
historia tiene siempre la misma estructura. Dios es el mismo; y el hombre,
también, pasando por las mismas peripecias. Al Adán de todos los tiempos Dios
le ofrece su gracia, y Adán peca. Dios le castiga, y Adán se arrepiente; Dios le
perdona y le promete su asistencia. Dios exige de él siempre la fe, la esperanza
en sus promesas y el amor. Le somete a prueba para ver hasta qué punto se fía
de El; le abandona por sus pecados; le sale al encuentro cuando se arrepiente.
Tal es la historia del pueblo de Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento: la
nuestra. La historia sagrada, más que ninguna, es «maestra de la vida».

Por ello, para actualizar la palabra de Dios, hay que atender a dos cosas
fundamentales: a la analogía de las situaciones y al sentido típico, fundado
también en la analogía.
Bajo custodia de Escuela de la Fe
163

Siempre que nuestra situación existencial, a primera vista ya, es semejante a la


sugerida por el texto bíblico, la cuestión es fácil: toda persona que está pasando
por una situación difícil puede ver como dichas a ella las palabras del Señor a
los hebreos atribulados en Babilonia y a Jeremías: «No temas... Yo te amo. Yo
estoy contigo para salvarte» (Is 43,1 y Jer 1,8). Todo pobre puede pensar como
San Francisco, que Dios le dirige a él la primera bienaventuranza; y puede
pensarlo también el enfermo y el anciano, que se ven despojados de todo:
«Bienaventurados los pobres..., porque de ellos es el reino de los cielos». La
analogía de la situación es real: tal aplicación es correcta.

Mas, si la semejanza estuviera sólo en la materialidad de las palabras, la


aplicación sería más o menos artificial, si es que no ridícula, y hasta contraria
o irreverente para el texto sagrado, como si para hablar de la Inmaculada
escogiera uno las palabras del fariseo de la parábola, que rezuman soberbia:
«¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres!» (Le 18,11).

Abrahán, David, Job..., colocados por Dios en situaciones límite, en que se pone
a prueba su fe y su fidelidad, son una lección perenne para toda persona que se
halle en circunstancias análogas.

Los salmistas que alaban a Dios, le suplican, le dan gracias, nos enseñan a
nosotros a hacer lo mismo.

Pero además hay otras cosas o personas que son tipo de realidades de la Nueva
Alianza en sentido estricto: han sido intentadas por Dios para significarlas. El
éxodo de Israel es tipo de la vida cristiana con sus peripecias, parecidas a las
de los antiguos hebreos (cf. 1 Cor 10,1-11). La liberación de Egipto es tipo de
toda liberación.

Nuestra elección, nuestra vocación, nuestra alianza con Dios las


comprenderemos mucho mejor viendo lo que implican esas cosas en la historia
de Israel.

San Buenaventura, Meditationes Vitae Christi, de la Introducción y el cap.18

“En cuanto a ti, si deseas obtener fruto en estas meditaciones, cuida de


presentarte en espíritu los hechos y palabras que se refieren al Señor Jesús,
como si con tus propios oídos las oyeras y los vieras con tus propios ojos. Obra
con todo el afecto de tu corazón, con esmero, placer y gozo del alma, alejando
toda otra solicitud y toda preocupación... Paréceme que toda la dulzura, la
devoción, la eficacia y fruto de estas meditaciones proceden de la consideración
de nuestro Señor. contémplale, pues, afectuosamente, siempre y donde quiera,
en alguna circunstancia de su vida: por ejemplo, cuando está entre sus
discípulos, cuado les habla, cuando predica la multitud, cuando anda y cuando

Bajo custodia de Escuela de la Fe


164

está sentado, cuando duerme y cuando vela, cuando come y cuando sirve a los
demás, cuando cura a los enfermos y cuando obra milagros”.

Autoevaluación:

1. ¿Por qué la Iglesia da la misma importancia a la Sagrada Escritura y a la


Eucaristía?

2. ¿Qué debemos evitar al leer la Sagrada Escritura?

3. ¿Por qué resulta importante una lectura que busca el “sentido espiritual”
de la Biblia?

4. ¿Qué criterio es importante para evitar el fundamentalismo en la


interpretación de la Biblia?

5. ¿Cuáles criterios de lectura típicamente violan las sectas o los grupos


fundamentalistas cristianos en su uso de la Sagrada Escritura?

6. ¿Hay textos bíblicos que no tienen ninguna aplicación a la vida cristiana?


¿Por qué si o por qué no?

7. ¿Cuál criterio resulta indispensable para acercarse a la Sagrada Escritura?

8. ¿El Catecismo de la Iglesia Católica está por encima de la Sagrada


Escritura? ¿O qué importancia tiene para nuestro acercamiento a ésta?

9. ¿Cuáles son algunos criterios particulares de interpretación de los


Evangelios (en cuanto distintos del resto de la Sagrada Escritura)?

10. ¿Qué significa para el cristiano entrar dentro del pasaje evangélico?

Bajo custodia de Escuela de la Fe

You might also like