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1. Tendencias
Es muy probable que en el último milenio, especialmente en Europa, hayan
existido dos períodos con diferencias térmicas apreciables: un Período Cálido
Medieval y una Pequeña Edad de Hielo posterior, a los que ha seguido un
calentamiento reciente. Existen, sin embargo, bastantes incertidumbres sobre la
duración y el alcance espacial de estos períodos.
Se cree también que los monzones en el sur de Asia, según revela el estudio
isotópico de estalactitas, fueron especialmente débiles en la Pequeña Edad de
Hielo y que luego han ido en aumento en los últimos cuatro siglos, (Wang, 2005).
Esto se deduce también del incremento de Globigerina Bulloides en las costas
de Omán, en donde el afloramiento de las aguas profundas y la concentración
de fitoplancton se incrementan gracias a los vientos monzónicos del suroeste
(Anderson, 2002; Gupta , 2003).
Para algunos estudiosos del clima histórico, como el alemán Pfister, que ha
recopilado cientos de documentos relativos a esta época, el enfriamiento de la
Pequeña Edad de Hielo sólo afectaba a los inviernos pero no a los veranos.
Estudios multidisciplinares muestran que en las últimas décadas del siglo XVI
ocurrieron agudos fríos invernales que afectaron a la vida social europea (Pfister,
1999).
Un historiador francés (Le Roy Ladurie, 1967) recopiló datos sobre las fechas de
vendimia, dependientes de las temperaturas estivales (a más frío, vendimia más
tardía). El trabajo de Le Roy Ladurie se basaba en más de 100 series locales de
pueblos de Francia con datos anuales sobre las vendimias. Comparando estas
series con el del período solapado en el que existían ya datos instrumentales de
temperatura en París (1797-1879), halló una correlación muy alta entre las
fechas de las vendimias y el de las temperaturas medias de Abril-Septiembre.
Los cambios climáticos del Ultimo Milenio parece que han estado muy
relacionados con la variabilidad de la luminosidad solar. Desde 1610 se han
venido realizando en Europa observaciones telescópicas y recuentos de la
aparición y desaparición de manchas solares. Otras fuentes de información
permiten remontarse más allá en el tiempo, especialmente los textos históricos
de China, y establecer períodos más remotos de máxima y mínima actividad
solar. El astrónomo John A. Eddy fue el primero que recopiló todas las
informaciones existente sobre manchas solares.
Las manchas solares, que se pueden ver fácilmente con cualquier telescopio o,
incluso, a simple vista con métodos más rudimentarios, son zonas oscuras y
relativamente más frías de la fotosfera solar. La fotosfera es la superficie visible
del Sol. Su temperatura media es de 5.800 ºK. Las manchas solares se
encuentran a temperaturas varios cientos de grados más frías que el conjunto
de su superficie. Esa zonas, al ser oscuras, emiten menos energía de la normal,
pero las áreas que las rodean, las fáculas solares, aparecen, por el contrario,
más brillantes. De esta forma, resulta que, en su conjunto, el Sol emite más
energía cuantas más manchas solares haya en un momento determinado.
Algunas manchas solares alcanzan gran tamaño y duran varios meses. Otras no
pasan de algunos centenares de kilómetros y desaparecen a los pocos días. Las
manchas corresponden a zonas en que fuertes campos magnéticos retienen
temporalmente el calor que fluye del interior del Sol hacia la fotosfera. Las
primeras manchas de un nuevo ciclo aparecen junto a los polos. En los años
siguientes surgen otras, cada vez más cercanas al ecuador solar, hasta
completar el denominado “máximo solar”. Desde mediados del siglo XIX se sabe
que el número anual varía aproximadamente en ciclos de 11 años.
Mínimo de Maunder
Por otra parte, las variaciones del flujo energético solar repercuten más en la
parte del espectro radiativo correspondiente a las radiaciones ultravioletas,
creadoras de ozono. La disminución de ozono durante el Mínimo de Maunder,
debido a la baja intensidad de las radiaciones ultravioletas, sería lo
suficientemente importante como para enfriar la baja estratosfera y modificar
directamente la circulación estratosférica e, indirectamente, la circulación
troposférica (Lean, 1995). Otros investigadores, sin embargo, creen que el
modelo de evolución de la radiación solar de Lean es demasiado especulativo y
no ven que haya correlación entre los cambios en la energía ultravioleta incidente
y la temperatura media global (Foukal, 2004).
5. Erupciones volcánicas
En el último milenio una erupción muy importante fue la del volcán Huaynaputina,
en Perú, ocurrida en los meses de Febrero y Marzo del año 1600 de nuestra era.
Se depositaron espesos sedimentos de cenizas volcánicas (tefras). Las
narraciones históricas indican que la lluvia de ceniza alcanzó a lugares que se
encuentran a más de mil kilómetros del cráter. La inyección estratosférica debió
ser muy grande, de unos 70 millones de toneladas de SO2. Es significativo que
el valor mínimo de las series de densidad de la madera de los anillos de los
árboles de los bosques boreales recae en aquel año (Briffa, 1998). Se calcula un
enfriamiento de unos 0,8ºC en el hemisferio norte durante el verano que siguió
a la erupción (de Silva, 1998).
Unas décadas más tarde, en 1883, tuvo lugar otra de las erupciones más
trágicas por el número de pérdidas de vidas humanas: la del volcán Krakatoa, al
oeste de Java. Los tsunamis que se produjeron causaron 36.000 muertos. Sin
embargo, sus efectos climáticos no fueron muy importantes. Se calcula que
produjo un enfriamiento temporal de unos 0,3ºC en el verano del hemisferio
norte.