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Torres, A. (2015)
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se trata de una alteración
la emocionalidad hasta una influencia en su entorno tanto familiar como educativo. La afección
de este trastorno en diversas áreas supone un reto para el psicólogo clínico, el cual es objetivo
relación con pacientes, en este caso niños y adolescentes, y sus respectivas familias.
Así, el estudio se divide en varios apartados en los que se indaga acerca de la presencialidad
del niño, niña o adolescente con TDAH en la sociedad, reconociendo como entorno más
se crea en su sistema y estructura, tanto por el significado del diagnóstico como por lo que éste
Del mismo modo que la familia supone un gran reto para el psicólogo clínico, el ámbito
educativo o escolar supone otro de los ámbitos que se ve enormemente implicado en el trabajo
con los niños/as y adolescentes con TDAH. La literatura refleja que el diagnóstico de TDAH
supone una mayor probabilidad de tener un bajo rendimiento escolar e incluso derivar en
fracaso. La caída del rendimiento académico supone en muchos casos una incidencia en la
emocionalidad del estudiante con TDAH generando inseguridad en sí mismos, una baja
salud mental del paciente derivando en un desvío en el adecuado desarrollo del niño/a o
adolescente.
Para la autora, la implicación de toda esta evidencia, representa la importancia de tener en
cuenta todos los aspectos que rodean al infante o adolescente con TDAH y que se ven afectados
tanto en el momento presente como en el futuro. Es por ello que realiza ciertas
recomendaciones de cara al presente y al futuro del trabajo en psicología clínica con el objetivo
de desarrollar las habilidades y el conocimiento de los padres para aumentar las probabilidades
de éxito en el desarrollo del paciente. Así, concluye con la necesidad de que los profesionales
de los educadores (padres y profesores) con vistas a promover el bienestar presente y futuro
Las implicaciones para el día de hoy y de mañana son claras. Es importante analizar el
impacto emocional, conductual y psicológico que tiene un diagnóstico, no tan solo en el niño/a
o adolescente, sino en su entorno. Y así, realizar una balanza valorando los efectos que puede
tener en la vida de una persona. No se trata de negarse al diagnóstico, sino de estar prevenidos
un trastorno mediante un nombre y en pos de su utilización como herramienta cuyo fin último
sea el bienestar del paciente. De este modo, debemos pensar en la persona desde la complejidad
que supone y no desde la simplicidad y comodidad que uno desearía que fuera. No se trata de
hacer más fácil nuestro trabajo, sino de simplificar la vida de ellos pues nuestra profesión
consiste trabajar con la complejidad del ser humano para hacer la vida de otros más sencilla y
nunca al revés.
Torres, A. (2015). Implicaciones familiares, educativas y emocionales de un diagnóstico de
adolescentes: reto para la práctica del trabajo social clínico. Voces desde el Trabajo