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Poder
Vulnerable
(N. del A.: El siguiente texto está sacado de un testimonio aparecido en Quotidiano
Sólo después de un rato me doy cuenta de que hay alguien que canta.
Sí, es una radio. Música ligera: amor cielo estrellas corazón dulce amor...
Me han clavado en la espalda una rodilla, sólo una, como si el que está detrás de mí
tuviera la otra apoyada en el suelo. Con sus manos sujeta fuertemente las mías,
La voz..., la palabra.
¿Cómo he subido a esta furgoneta? ¿He levantado yo las piernas una tras otra,
No lo sé.
El corazón, que me late con tanta fuerza contra las costillas, me impide razonar. Estoy
obsesionada por estos golpes bestiales en el vientre, y por el dolor de la mano izquierda,
ningún movimiento.
Estoy como congelada.
más cómodo..., se ha sentado, y me sujeta entre sus piernas. Por detrás, como hacían
Los miro: no hay mucha luz. Ni demasiado espacio. Quizás por eso me tienen medio
tumbada.
No, no me despejo. No comprendo. Sólo tengo miedo. Ahora uno se me acerca, otro se
El que me sujeta por detrás tensa todos sus músculos. Los siento alrededor de mi
cuerpo. No ha aumentado la presión. Sólo ha tensado los músculos, como para estar
De rodillas. Me las abre. Es un movimiento preciso. Que parece sincronizado con el que
está detrás de mí, porque en seguida sus pies se colocan sobre mis piernas abiertas.
Para sujetarlas. Llevo pantalones. ¿Por qué me abren las piernas con los pantalones
Una punta de quemazón. Ahora comprendo por qué fumaban. Los cigarrillos: a través
del jersey, hasta llegar a la piel. ME PREGUNTO QUÉ DEBERÍA HACER UNA
PERSONA EN ESTOS CASOS. YO NO CONSIGO HACER NADA, NI HABLAR,
NI LLORAR. Me siento como proyectada hacia
fuera, asomada a una ventana, obligada a mirar algo horrible. El que está en cuclillas a
mi derecha enciende los pitillos, da dos caladas y se los pasa al que está entre mis
piernas. Se consumen pronto. El olor a lana quemada debe molestar a los cuatro: con
una cuchilla me cortan el jersey por delante, a lo largo, y después el sujetador. También
que está entre mis piernas, de rodillas, me coge los pechos con las manos —las siento
todos me los quitan: un solo zapato, una sola pierna. Trato de concentrarme en el ruido
del camión.
El que me sujeta por detrás se está excitando, siento cómo se restriega contra mí. El que
está entre mis piernas ahora me penetra. Me entran ganas de vomitar. Tengo que
ningún idioma.
Siento un gran dolor: la cuchilla que ha servido para cortar el jersey se desliza varias
veces por mi cara. No siento si me corta o no. «Muévete, puta. Tienes que hacerme
gozar.» La sangre me resbala de las mejillas a las orejas. Ahora es el turno del tercero.
Es horrible sentir cómo gozan dentro de ti semejantes bestias. «Me estoy muriendo», logro
decir, «estoy enferma del corazón». Me creen, no me creen, discuten. «Que se baje —
no — sí», una bofetada entre ellos. Me aplastan un cigarrillo en el cuello, aquí, hasta que
Siento que se mueven. El que me sujetaba por la espalda me viste con movimientos
precisos, sin torpezas. Es él quien me viste, yo valgo para poco. Es el único que no se
descontento por no haber «jodido»; se queja como un niño despechado, siento sus
prisas, su miedo. No sabe cómo arreglárselas con el jersey cortado, y me mete los dos
Me encuentro en la calle, sujeto con la mano derecha la chaqueta cerrada sobre mis
pechos desnudos. Está casi oscuro, ¿dónde estoy? Plantas, verde, prado. Estoy en el
parque.
Me apoyo a una planta, me siento mal, creo que voy a desmayarme, no sólo por el dolor
físico, en el cuerpo, sino por el asco, la humillación, por los mil escupitajos que he
Me dejo caer al suelo. Apoyo la cabeza en el árbol, y me doy cuenta de que hasta el
pelo me hace daño. Sí, es verdad, me sujetaban la cabeza, tirándome del pelo.
¿Qué hago? Me miro las manos que me he pasado por la cara, están manchadas de
Sangre. Me levanto, camino al azar. El cuello de la chaqueta levantado deja fuera sólo
mis ojos.
Luego me decido.
Vuelvo a casa. Los denunciaré mañana