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Centro de Armonización Integral

Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección 1: INTRODUCCIÓN

Estos párrafos son consecuencia de una crisis generalizada que


sensibiliza a la gente de la manera más inmediatamente reconocible:
desquiciando su economía.
Es cierto que uno de los cánceres del siglo XX es la excesiva
preeminencia que le damos a la cosa económica; por momentos, parecería que
todo en nuestra vida occidental y contemporánea se redujese a la acumulación
material. Pero una observación debe ser tenida en cuenta: por más que
filosofemos sobre la espiritualidad, los valores morales y la importancia de la
búsqueda interior, cuando debemos enfrentar nuestras cuentas mensuales o
satisfacer las necesidades básicas de la familia, o cuando la situación general
nos golpea en el bolsillo, entonces lamentablemente lo espiritual pasa a un
segundo plano, y salvo que una persona elija, en pleno uso de su libre
albedrío, el renunciamiento como forma de vida, si necesita vivir en y de la
sociedad actual el dinero se transforma en una cuestión lamentablemente
imprescindible. Dicho de otro modo: es inútil hablarle a la gente de
superación espiritual si primero no alcanza la estabilidad económica.
¿Acaso alguno de ustedes estaría realmente bien dispuesto con tiempo y
ganas de leer algún tratado místico, o practicar meditación, o dialogar sobre
esoterismo, si primera hora de mañana hay deudas que cubrir, obligaciones
que enfrentar?. ¿Si el alquiler está pendiente, si nuestro comercio ni siquiera
se autofinancia, si nuestro ascenso laboral es eternamente diferido o si
simplemente no tenemos trabajo?. Entonces, ¿cómo podemos esperar
realmente que la mayoría de la gente preste atención a nuestra prédica
espiritualista?.
Por supuesto, siempre hay excepciones. A veces es posible encontrar
alguien para quien lo material no es secundario solamente: a veces ocupa
efectivamente el último lugar en sus vidas. Estamos entonces en presencia de
alguien al que quizás erróneamente y de manera compulsiva podríamos ver
como una persona “altamente espiritual”. Y sin embargo, cuando uno explora
su personalidad tal vez descubra, en algunos casos, que en realidad lo
espiritual es sólo una excusa para escapar de aquellos otros aspectos de su
vida en los que se siente inseguro y desprotegido. Dicho de otra manera: es la
clase de gente que se apoya en lo espiritual para evadirse de una realidad que
los golpea, los asusta, que no saben manejar. Y es algo tragicómico que
mientras miramos con objeciones a quienes son excesivamente “materialistas”
con descrédito de los espiritualistas, admiramos en cambio a los que son
excesivamente “espiritualistas” con descrédito de lo material. Y, sin embargo
(contradicciones absurdas del ser humano) pese a esa escala de valores, nos
incomoda no alcanzar la posesión de ciertas “cosas” (materiales), pero
siempre encontramos razones para dejar hasta mejor oportunidad la búsqueda
de ciertas “esencias” (espirituales). No me extraña entonces el fracaso de la
gente: ya que no está la solución en correr detrás de mejorar o cambiar los
métodos, las herramientas o los procesos del manejo económico de todos los
días para mejorar en ese sentido. Sólo cambiando el ángulo de aproximación
al problema material, es decir, la actitud es como lo que vemos tan difícil se
torna en posible.

Esto, que puede parecer sólo una expresión de buenos deseos, es tanto
más creíble si nos preguntamos en cuanto a porqué algunas personas alcanzan
más fácilmente los objetivos que se proponen. Aquí no existen explicaciones
autocomplacientes del tipo “porque viene de mejor familia”, “nació con
buena estrella” o “es más inteligente”. La primera excusa no sirve pues, en
igualdad de ocasiones, no todos los logros se semejan. Ciertamente, la Historia
está plagada de ejemplos en los cuales precisamente aquél individuo más
jaqueado por las circunstancias, con más obstáculos en su vida, es quien deja
indeleble huella de su paso. La segunda porque, como escribiera Shakespeare,
“las estrellas inclinan pero no obligan”. Y la tercera porque, excepto en los
casos bien definidos de taras neurofisiológicas o patologías psíquicas, todos
los seres humanos cuentan, en potencia, con la misma capacidad intelectual.
Por cierto, existen razones para que en determinadas ocasiones en ciertas
personas esas capacidades se manifiesten más significativamente: en todos los
casos, esas circunstancias se corresponden a una mayor afectividad familiar, o
una educación que prioriza la creatividad y la espontánea manifestación de la
misma por el infante y, en ambos casos, comprobamos que fundamentalmente
se trata de mecanismos de flexibilización mental en vez de una rigidización
emocional con lo cual, rizando el rizo y volviendo al punto inicial,
comprobamos que lo que se hace es permitir la expansión psicológica natural
del individuo.

A través de distintos sistemas de control Mental se entrena la psiquis


para detonar sus capacidades dormidas pero, como enseñáramos en otra
oportunidad, nada de ello serviría si el sujeto no adquiere un punto de vista
alternativo del problema. Un vaso lleno de agua hasta la mitad puede estar
medio vacío o medio lleno, depende cómo se le observe. Parece lo mismo,
pero no lo es. Si nos disponemos a iniciar un negocio, podemos contar con
cierta cantidad de elementos a favor, y priorizando nuestra atención en ellos
veríamos el vaso medio lleno, o sólo enlistar los elementos en contra,
hallándonos ante un vaso medio vacío.
A todos nos ocurre esto en situaciones similares y, ciertamente, muy
pocos pueden lanzarse a hacer un negocio con todo a su favor y sin riesgos a
la vista: si así fuera, cualquiera progresaría. Que algunos se arruinen y otros
no, y que de aquellos a algunos les vaya bien y otros fracasen sólo reafirma lo
expuesto. El éxito entonces, radicará en la habilidad o inteligencia con que
combine los elementos existentes a mi favor y eluda los obstáculos. Y todo
esto es una función (en el sentido matemático de la expresión: “cantidad cuyo
valor depende de otra”) del punto de vista original con que enfoquemos la
cuestión.
De ahí deviene entonces que para optimizar el rendimiento económico
no bastarán las técnicas sino que será fundamental reflexionar sobre el
enfoque que damos a nuestra relación con el dinero.

Quizás el verdadero problema resida en vivir en una sociedad que, de


tan pragmática, nos conculcó la falsa escala de valores que privilegiar los
cómo a los por qué. Yo mismo he observado en mis cursos con qué frecuencia
los asistentes están ansiosos que les enseñe “herramientas” (cómo hacer que el
jefe les de el aumento de sueldo; cómo lograr que el marido sea más
desprendido con su billetera) sin cuestionarse siquiera si la manera en que van
a usar esas herramientas es la correcta.
Recuerdo un viejo axioma de filosofía de mis años de estudiante: “Si se
parte de un prejuicio (en el sentido de preconcepto) erróneo, aunque todo el
razonamiento que se haga después sea correcto, el resultado final
necesariamente es falso”. Así que, si parto de puntos de vista equivocados,
aunque aplique técnica sobre técnica de control Mental o lo que fuere sobre el
problema, el resultado final necesariamente será un triste maquillaje del
mismo.
Por ello hemos creado la Energotonía. Un método de Control Mental
(si quieren llamarlo así) para mejorar nuestra relación el dinero. Pero un
método que no necesita (aunque por supuesto no descalifica) sentarse en
orientales posturas, realizar visualizaciones o repetir mantrams u oraciones
preconcebidas. No deje usted de emplear todo ello –y más- si lo siente
necesario; simplemente, incorpóreles este sistema. Que busca, nada más –
pero también, nada menos- que transmutar esos puntos de vista equivocados,
entender –y hacer entender- que el Control Mental también es modificar una
actitud de vida, y que sólo modificando esa actitud podemos esperar cambios
reales.
No proponemos soluciones mágicas: no existen, y, de existir, no sé hasta
dónde serían convenientes. Mi experiencia me ha enseñado que nada de lo que
cambia maravillosamente de la noche a la mañana tiene grandes posibilidades
de durar. Aún en lo material, lo más seguro, lo más sano, es la curva
progresiva de evolución: nos permite ir acostumbrándonos, ser observadores
juiciosos y controladores de ese proceso de cambio positivo. Lo que cambia
serenamente, permanece eternamente.
Por supuesto, hay un segundo paso que usted deberá dar. La lectura de
estas líneas puede dar comienzo a la alquimia sí, pero sólo un acto de
voluntad las plasmará en su realidad. Es decir, recordar estas reflexiones
todos los días, aún en los peores momentos; cualquiera medita serenamente en
la paz de los monasterios. El mérito estaría en poder hacerlo en el tráfago
ruidoso de una city. Porque la verdadera magia es mental, y no hay ciencia
más oculta y más esotérica que la ciencia de la Voluntad.
Y no se engañe: la Voluntad no es algo con lo que nacemos o no, un
“don” al que nos hacemos acreedores por ignotas circunstancias. La voluntad
es una función del intelecto, y como tal puede ser entrenada y
desarrollada. Nunca me cansaré de repetir esto lo suficiente, como tampoco
me cansaré de repetir lo que he escrito en otro lugar: voluntad y deseos están
hechos de la misma “materia” mental. La única diferencia es su
disposición. Mientras que los deseos no la voluntad desorganizada, la
voluntad está hecha de deseos organizados. Mucha gente dice no tener la
“suficiente” voluntad para lograr los objetivos, mas, ¿negaría no tener
deseos?. Si los tiene, también tiene, en potencia, la voluntad para lograrlo.

Lo que realmente nos asfixia no es la falta de dinero (en el sentido de


“ente que carece de una cosa”) sino las expectativas emocionales que
depositamos en la cosa. Porque entonces la cosa ($) no nos gratifica o duele
por sí misma, sino por lo que su tenencia o falta simboliza. Piensen en algún
problema económico que tengan en este momento, piénsenlo con detenimiento
y después háganse esta pregunta: ¿qué es lo que les molesta, les duele?. ¿El
problema en sí o las consecuencias emocionales del mismo?. ¿El “qué
dirán”, el “con qué cara le diré que no puedo pagar mi cuenta”, mi propio
lastimado autoconcepto de acción correcta?.
El dinero es entonces un símbolo, en el sentido psicoanalítico del
término: “una máquina psicológica transformadora de energía”. Tenemos
dinero y nos sentimos seguros y afirmados en nuestro Yo: existimos –vale
decir, somos, o mejor aún, somos importantes- cuando más afirmamos nuestra
relación con el medio a través de operaciones (transmutaciones) simbólicas
(“monetarias”). Al más tener, más siento que soy algo. Pero el problema
empieza cuando al tratar de ser algo a través del tener (actitud ya de por sí
incorrecta) mi autoimagen empeora al transformarse unívocamente en ser algo
por tener. Tengo = soy. No tengo = no soy. No soy nada. Y la Nada es el
verdadero infierno espiritual.
Y entonces esa relación simbólica con el medio (a través del dinero) se
va anquilosando porque el tener, en vez de ser un instrumento, se transforma
en un objeto en sí mismo. Es como cuando al señalarnos alguien la Luna, nos
quedamos mirando el dedo.
El tener o no tener el dinero suficiente (¿con referencia a qué?) es
entonces una cuestión filosófica. No de filosofía espúrea, sino de sana
reflexión.
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Curso: ENERGOTONÍA

Prof: Gustavo Fernández

Lección 2

TRES CONCEPCIONES FUNDAMENTALES, UN SOLO OBJETIVO:


LA VIDA CON EXCELENCIA, LA EXCELENCIA EN LA VIDA.

Las consideraciones señaladas en los párrafos anteriores alcanzan mayor


significación si entendemos estas tres proposiciones básicas:

Proposición Nº 1: “El dinero es solamente energía”.


La energía es un medio de transformación y cristalización. Es el sustento dinámico
sobre el cual se apoyan las transformaciones. Una máquina no funciona si no es alimentada
energéticamente, y todo trabajo (en el sentido físico o, mejor aún, mecánico de la
expresión) genera energía. Así, con el dinero operamos transformaciones, y nuestro trabajo,
como condición fundamental y natural, debe generar dinero.
Si consumo todo un excesivo potencial energético acumulado y no lo
repongo, la máquina dejará de funcionar. Pero si saturo de energía un sistema,
lo colapso. Produzco un cortocircuito. La excesiva acumulación de energía,
como fin en sí misma es potencialmente peligrosa. Y lo mismo ocurre, para
ambos casos, con el dinero.

Proposición Nº 2: “Acumulamos cosas por miedo a desaparecer en la nada”


Muchas veces nos hemos preguntado qué ocultos mecanismos
psicológicos apuntan y empujan a la gente a la acumulación material. Al
profundizar, descubrimos que la respuesta es sólo una: dejar muchos bienes es
una afirmación de nuestro paso por el mundo. Ya que instintivamente
tememos que a la desaparición física de la muerte le sobrevenga un eterno
Vacío, entonces, sólo nuestro recuerdo en los demás y en el mundo será el
tímido intento de sobrevivir alegóricamente. De no ser así, ¿porqué la
costumbre milenaria de levantar mausoleos, construirnos panteones y
monumentos funerarios?. O aquella otra de reemplazar periódicamente las
flores de las tumbas, concurrir al cementerio cíclicamente (más que
periódicamente) y sujetar a los seres queridos a tediosas, traumáticas y
prolongadas formalidades administrativas con lo que ya no es más que un
cuerpo regresando a la Naturaleza. Como tenemos miedo a la Nada y, tal
como señaláramos, las cosas materiales las sentimos como el anclaje al mundo
(es decir, a lo que erróneamente suponemos como Realidad) acumulamos
propiedades, títulos, bienes que dejen huella de nuestro paso. Nos afirmamos
así, reuniendo cosas. Y como la cosa tiene la esencia (subjetiva) de lo
inmutable, inconscientemente somos la inmutabilidad de las cosas que
acumulamos. Por eso, el comerciante que durante años vegetó en una tienda,
aún frente a una excelente oportunidad de renovarla y recomenzar más
venturosamente, se aferra a su negocio naufragado. O el empleado al que
ofrecen promover a un mejor puesto, duda y tiene miedo de abandonar lo
poseído. Y por eso, cuando alguien cambia con facilidad (de empleo, de
carrera o lo que fuere) desconfiamos, y en vez de entender su búsqueda
hablamos de “irresponsabilidad” o “inconstancia”. Creemos que la
fosilización es coherencia y confundimos la adaptabilidad al cambio con
talante errático.

Proposición Nº 3: “Todo mal momento finalmente queda atrás”


La sabiduría popular lo expresa de otra forma: “Siempre que llovió,
paró”. Que es tanto como asumir que ese problema económico al cual estamos
supeditando nuestra vida y que se presenta como un muro infranqueable cuya
sombra se extiende amenazadoramente sobre nuestro aquí y ahora, pese a su
carga de angustia, no es un muro sino sólo una tormenta, y la tormenta pasará.
De una u otra forma, pasará. Porque cuando nos asfixia el problema,
olvidamos que siempre habrá un después. Olvidarlo es el problema. Ahora
unan estas proposiciones y comprenderán el porqué de relativizar las cosas.
Ante un problema que nos angustia, es una efectiva técnica
preguntarnos qué es lo peor que puede suceder. Visualizarlo. Aunque
incomode –y vaya si lo hará- explorar mentalmente sus características. Y
entonces salir de la visualización y darnos cuenta que, si eso es lo peor, de allí
para aquí toda mejora es posible. Porque por el componente emocional que
ya he descripto, lo que nos angustia está intrínsecamente vinculado al
desconocimiento de las consecuencias. Aún sabiendo lo peor, eso peor duele
menos. Estamos liberándonos. Porque lo que mata no es una negativa: mata la
incertidumbre. Es como cuando estamos ansiosos por no saber si solicitar o
demandar algo que deseamos, temiendo un rechazo. El “no” ya lo tenemos,
así que de ahí para aquí sólo podemos mejorar.

DEL ESTANCAMIENTO AL CRECIMIENTO


Las afirmaciones señaladas apuntan a ilustrar el hecho de que mejorar una situación
es, por definición implícita, una actitud (en el sentido de “acción en la acción”) de
crecimiento. Y el crecimiento para ser tal, o cuando menos, para que sea lo menos entrópico
posible debe encauzar algunas exigencias básicas, por ejemplo, máxima “perfomance” (que
el mínimo de energía produzca el máximo de resultados) y minimizar esfuerzos que
conduzcan a callejones sin salida, erróneos resultados u objetivos mediocres.
Esas exigencias sólo serán satisfechas si metodizamos, es decir,
racionalizamos, nuestra actividad. Y como dijéramos, todo es una cuestión de
actitud, por lo que esa racionalización no consistirá en ahorrar (esfuerzo,
dinero, tiempo) o menoscabar nuestras metas, sino en apadrinar con la lógica
nuestras acciones. Al igual que en lenguaje informático de una computadora,
donde el resultado no es el efecto de una liturgia mágica sino de un proceso (el
“programa”) absolutamente racional, con acumulación de datos, creación de
asociaciones originales entre ellos, reducir a cero la posibilidad de error... que
es precisamente todo lo que necesitamos para llevar adelante exitosamente
nuestras actividades cotidianas y cumplir nuestras obligaciones. Ciertamente,
no es lo mismo trabajar por trabajar (ejecutar estrictamente lo encomendado
para cobrar un sueldo a fin de mes) que trabajar por una motivación. Darle un
sentido a la acción la vivifica, la hace trascendente y multiplicante en frutos,
porque el sentido es a la acción lo que el alma al cuerpo del ser humano.

Y así como el hombre, si sólo se limita a comer, vegetar y dormir se


agota a sí mismo, cayendo en la zona de estancamiento (y sólo entra en el área
de crecimiento en la medida que trascienda por sus objetivos) así como una
acción laboral hecha sólo por sí misma (“trabajo sólo porque debo hacerlo” de
la misma manera que el hombre del ejemplo recién citado existe sólo porque
no tiene otra alternativa) pierde interés, se hace estresante porque se agota en
sí misma. Y al hacerse estresante, se deprime energéticamente. Se pierde la
perfomance. Mínimos resultados con máxima energía.
Pero doten a esa acción de un “alma” –un sentido- y su trascendencia la
llevará a multiplicar su efecto de positividad en todo lo que con ella se
concatene. Entonces, el trabajo no estará simplemente “ahí”, como un castigo.
Será el elemento generador y transformador de otros aspectos de nuestras
metas.
Generador, porque nos llevará a buscar su lado agradable o sus aristas
más redituables, ya que nuestro compromiso con él es inexcusable: sólo
podemos hacer todos los días, seis, ocho o más horas, una misma y sola cosa:
trabajar. No podemos gratificarnos comiendo durante ocho horas, o haciendo
el amor durante ocho horas todos los días. A veces, ni siquiera podemos
dormir ese tiempo, de resultas de lo cual concluímos que debemos
forzosamente cambiar la actitud hacia el trabajo para que, mutando al mismo
tiempo nuestra disposición anímica hacia el mismo, cambien los resultados.
Así como la flor del loto crece entre la putrefacción y la materia fecal, así, en
el trabajo más ruin, más mal pago y rutinario, el individuo con actitud produce
dos aspectos significativos: llama la atención y contagia, si tiene
perseverancia. Y si usted cree carecer de esto último, reflexione: la voluntad es
la mera consecuencia de la fidelidad a la propia motivación.
¿Acaso porqué cree que los fanáticos en cualquier aspecto son tan
perseverantes, aún a riesgo de sus propias vidas?. Porque creen haber
encontrado una misión que les da sentido a éstos. Y es sorprendente lo que a
veces pueden conseguir.
Por otra parte, el sentido en la acción hace que la energía que fluye por
aquella no se disperse en múltiples direcciones. Y en el trabajo, la energía es el
dinero y uno, el transformador. Así, hay una identidad entre nuestra imagen
simbólica en función del trabajo (que moviliza energías inconscientes) y la
energía que el trabajo libera (el dinero). Si la primera es errónea, o está
débilmente estructurada, la segunda escasea. O para decirlo con palabras del
Lama Tarthang Tulku Rimpoche: “Al negar la expresión de nuestra energía
en el trabajo nos trampeamos inconscientemente, negamos la oportunidad de
realizar nuestra propia naturaleza, negando a otros la contribución, de
carácter único, que podemos hacer a la sociedad”.

En este punto usted se preguntará cuál es el proceso –siempre considerándolo


cibernéticamente- para introducir un cambio de actitud. Esta reprogramación surge como
consecuencia de no continuar la lectura de estos apuntes hasta leer y reflexionar sobre los
cuadros siguientes, porque en ellos se encuentran codificados los datos que permiten formar
los condicionamientos socioculturales anteriores (los de la zona de estancamiento) para
pasar a los de la realización individual (la zona del crecimiento):

Minuta 1
MARQUE LAS CARACTERÍSTICAS QUE CORRESPONDEN A SU
TRABAJO:

1- Es cansador
2- no me gusta
3- No es redituable
4- Es aburrido
5- No tiene futuro
6- No tiene sentido
7- Es amenazante (el jefe, los otros compañeros, los clientes)
8- Lo puedo perder (crisis, errores, cierres)
9- Me toma demasiado tiempo

Minuta 2
MARQUE SU/S ESTRATEGIA/S COTIDIANA/S (HASTA HOY)

1- me comprometo lo menos posible


2- pongo el menor esfuerzo posible
3- soy superficial
4- soy muy competitivo
5- soy demasiado escrupuloso
6- soy inescrupuloso
7- manipulo a los demás
8- me dejo manipular
9- me reservo. No lo hago “a full”
10- busco distracciones
11- aprecio poco el resultado de mi esfuerzo

Minuta 3
MARQUE EL/LOS RESULTADO/S DE SU/S ESTRATEGIA/S

1- no veo los beneficios que me aporta


2- demasiadas penas
3- alto costo en horas mal vividas
4- discurre el tiempo esperando soluciones “de afuera” (cambio de trabajo,
el viernes, las vacaciones, el aumento, la jubilación).
5- Disminución del compromiso por la vida.
6- Olvido progresivo del enorme potencial propio

Minuta 4
REFLEXIONE
El trabajo es una faceta más de la vida, pero por la cantidad de horas que se le
dedica y la ingerencia económica en aquella, es demasiado importante, y así como la Luna
refleja la luz del Sol, otras facetas de nuestra vida sólo reflejan las actitudes tomadas en el
mismo. Y las estrategias que habitualmente desarrollamos en el trabajo así como los
resultados de su aplicación, son los que extendemos a otros aspectos de nuestra vida: la
familia, los amigos, el tiempo libre, con lo cual se multiplican sus efectos. Su relación con
el trabajo, según señaló en las minutas anteriores, dice mucho –aunque no le guste- de su
relación con la vida, por identificación o por oposición reactiva.
Ejercicio 1
Trate de desarticular, racionalmente y por escrito, la argumentación general
presentada en esta lección.

Ejercicio 2
Ídem, con el proceso de las cuatro minutas, en particular.

Ejercicio 3
Responda por escrito el siguiente cuestionario y guárdelo para leerlo dentro de
algunos meses: percibirá cómo cambia su concepción de las respuestas, señal que la semilla
del crecimiento ya ha comenzado a germinar:

a) ¿qué diferencia percibe entre “Ser...” y “Trabajar de ...”?.


b) Recuérdese a usted mismo hace diez años. ¿Cuán diferente es?. Esa
persona y la que usted es hoy, ¿serían amigos si se encontrasen?. ¿Qué
les gustaría y qué les disgustaría a uno del otro?. ¿Cómo llegó a ser lo
que es hoy?. Aquella, ¿podría ser empleada de usted, hoy?. ¿Y su jefe?.
c) ¿Cómo cree que llegará a ser dentro de diez años?. ¿Lo que hace usted
hoy, lo permitirá?. ¿Qué cree que pensará usted dentro de diez años de
aquél que es hoy?. ¿Por qué no lo piensa ya?. ¿Cómo habrá actuado
usted para producir los cambios que espera que sucedan?. ¿Es realmente
lo que usted quiere?. Y, ¿cuándo ha de empezar?.

Minuta final
ESTAS NO SON REFLEXIONES: SON ÓRDENES PARA LA ACCIÓN

1- El miedo no desaparece evitándolo, ya que así sólo desconocemos aún


más lo que lo genera, y el miedo es hijo de la ignorancia. El miedo
desaparece contactando de lleno con lo que creemos que lo produce (la
entrevista laboral, la cita comercial, etc.) y así percibiendo su naturaleza
vacía, transitoria, confusa.
2- Lo aburrido, pesado o sin sentido sólo deja de serlo cuando quedó
en el pasado. Darse totalmente, entonces, a él, para superarlo y
trascenderlo.
3- No malgastar energías en discusiones, distracciones, reflejos
autocompasivos: sólo hay una dirección en la que podemos caminar
en la vida, y es hacia delante.
4- Lo que obtenemos del trabajo es de la misma calidad de lo que
ponemos en él.
5- Estar en el momento, ni antes, ni después. Cada situación es un
momento irrecuperable y, después de todo, hoy es el primer día del
resto de nuestras vidas.
6- Planear cada acción, cada paso, cada día, disipando así la sensación
que “hay mucho por hacer” y que “no me alcanza el tiempo”.

NUEVAS PROPOSICIONES

Proposición Nº 4: Cuando no pensamos en el dinero, éste llega.


O dicho de otra forma: basta que ustedes busquen ansiosamente una
suma de dinero, que pasen las noches en vela preocupándose por él,
lamentándose y pensando sólo en ello, para que el objetivo monetario no sea
alcanzado. Pero propónganse un comienzo de la acción por la acción en sí de
donde emane como subproducto el dinero, y caminen sin titubear en ese
sentido, y lo conseguirán. Porque como el dinero es sólo un símbolo, es decir,
algo que representa otra cosa y no La cosa en sí misma, la mente, que en estos
procesos moviliza fuerzas impresionantes, latentes e inconscientes, no puede
“densificar”, hacer material, esta idea. (Para más información sobre este
punto, consultar mi artículo “Principios fundamentales del Universo” – “Ley
del Mentalismo” en la revista electrónica “Al Filo de la Realidad”, número 5,
miércoles 7 de junio del 2000, artículo “Fundamentos científicos del
Ocultismo”)

Proposición Nº 5: El dinero llega cuando uno hace lo correcto


Ya dijimos que el dinero es energía. En sí no es nada y no tiene más
definición que la de “significante de una transacción”: no es una cosa, sino un
acto. Una energía. Y nadie puede aferrarse a una energía. Podemos tratarla
bien pero no aferrarnos a ella. La energía no es tal a menos que sea usada, y no
puede ser usada a menos que dejemos que circule. Y si se acaba, nada es
realmente trágico. Sólo hay que generarla de vuelta. Y el reflejo, consecuencia
del sentido general de nuestras acciones hasta ese punto, es parte de la
mecánica universal de toda energía.
Por lo tanto, el dinero aparece cuando uno hace lo que corresponde. Y
hacer lo que corresponde (ya que tan difícil es juzgar moralmente en este
sentido lo que está bien o mal) es hacer lo que le guste sin que moleste a los
demás. Preocúpese entonces sólo de su habilidad o competencia para hacer tal
o cual cosa, pero nunca se preocupe por el dinero que hacer: enganchará su
mente a un arquetipo simbólico vacío de contenido y, por lo tanto, inmaterial
(es decir, irrealizable).

Proposición Nº 6: El dinero es un estado mental


Podemos ir detrás de él como si fuera algo real y tangible, pero es fantasía, un
sueño. Cuando lo conseguimos, nos damos cuenta (o deberíamos darnos cuenta) de que
hemos cambiado significativamente en el proceso de obtenerlo. Nos volvemos parte de ese
objetivo, o mejor dicho, objeto dado que el objeto en cuestión es un espejismo, terminamos
viéndonos muy diferentes a aquello que deseábamos ser.

La respuesta correcta

De las cinco figuras que aparecen abajo, seleccione aquella que sea realmente
distinta a todas las demás:

A B C D E

¿Cuál de estas cinco figuras es realmente distinta de todas las demás?.

Si usted eligió la figura B, felicitaciones: su elección es la correcta. La


figura B es la única que tiene sólo líneas rectas. Puede darse unas buenas
palmadas en la espalda. Ahora bien: si usted eligió la figura C, pensando en
que es la única que es asimétrica, también tiene razón. C es la respuesta
correcta. Lo mismo puede decirse de la figura A. Es la única que carece de
discontinuidad. Por lo tanto, a es la respuesta correcta. ¿Y qué ocurre con D?.
Es la única que tiene tanto una línea recta como una línea curva. De modo que
D es la respuesta correcta... al igual que las anteriores. Respecto de E, es la
única que es la proyección de un triángulo no euclidiano en un espacio
euclidiano. Por lo tanto, también es la respuesta correcta. En otras palabras,
todas son correctas según distintos puntos de vista.
No obstante, la mayor parte de nuestro sistema educacional está
orientado a enseñarnos que hay una sola respuesta correcta.
Para la época en que una persona termina la Universidad, habrá pasado
por miles de tests y exámenes, muchos de ellos similares al que hemos
presentado aquí. El clisé “respuesta correcta” ha echado firmes raíces en
nuestro pensamiento. Ello puede ser muy útil para algunos problemas
matemáticos en los que de hecho sólo hay una respuesta.
Lo problemático es que la mayor parte de la vida no se presenta de ese
modo. La vida es ambigua; y tiene muchas respuestas correctas, todas ellas
dependientes de lo que estamos buscando responder. Pero cuando pensamos
que hay una sola respuesta entonces dejamos de buscar apenas encontramos
una (la primera de las respuestas).
En el período de diez años que abarca la enseñanza elemental, no sólo
aprendemos a encontrar la respuesta correcta sino que también perdemos la
capacidad de buscar más de una respuesta. Aprendemos cómo ser específicos,
pero perdemos la mayoría de nuestro poder de imaginación. Lo cual me
recuerda una historia sufí:

Dos hombres tuvieron una discusión. Para llegar a un acuerdo,


acudieron a un juez sufí para que sea su árbitro. El demandante presentó su
punto de vista en forma elocuente y persuasiva. El juez asintió
aprobatoriamente y dijo: “Le doy toda la razón”. Al escuchar esto, el otro
exclamó: “Espere un segundo, señor Juez, pues usted no ha escuchado aún mi
opinión”. Y se dedicó a exponerle con mucho cuidado y una profunda
convicción. Al terminar, el juez dijo: “Le doy toda la razón”.
La práctica de buscar la única respuesta correcta puede tener serias
consecuencias sobre el modo en que pensemos y enfrentamos a los problemas,
y cuando nos topamos con ellos generalmente reaccionamos tomando la
primera, lo cual nos inhibe de ver las opciones alternativas que podrían
presentarse.
Por eso, ante la segunda respuesta del juez, su secretario se acercó y le
dijo: “Disculpe, Su Señoría, pero no es posible que ambos hombres tengan la
razón”. A lo que el juez respondió: “Le doy toda la razón”.
Es entonces una regla fundamental no detenerse al encontrar la primera solución,
pues seguramente no será la única y reducirá el campo de nuestras manifestaciones en el
mundo material.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección 3: CLAVES PARA EL ÉXITO

Pasamos el tiempo tan ocupados en ganarnos la vida que no tenemos tiempo de


hacernos millonarios”
Napoleón Hill

¿Qué es el éxito?. ¿Cuándo, cómo y porqué podemos decir que somos exitosos?.
Cada uno, seguramente tendrá su propia escala de valores. Para unos, habré triunfado si he
acumulado sustanciosas sumas de dinero. Para otros, si mi fama y popularidad ha
trascendido las fronteras. Para mí, cuando estoy en paz y disfruto lo que hago, cómo lo
hago y porqué lo hago y, también, todo ello me da la paz de permitirme cumplir mis
obligaciones, sustentar a los que amo y vivir cómodamente.

Consecuentemente con la aproximación que hemos venido haciendo no sólo en este


curso sino –y muy especialmente- a través de nuestros trabajos y cursos dentro del vasto
dominio de la Parapsicología en particular y las Ciencias Herméticas en general, nos queda
claro que, siendo el dinero apenas un conjunto de símbolos y lo que a través de él se
manifiesta un flujo de energía, y teniendo en cuenta el principio del Mentalismo que
volveremos a repasar después pues es condición sine qua non para comprender los
fundamentos perfectos sobre los cuales funciona este proceso, es evidente que el manejo
psíquico o, mejor aún, la interacción psíquica que podamos hacer sobre ese flujo de
energía moldeará la realidad –financiera y económica, en este caso- al concierto de nuestra
Voluntad. Por consiguiente, debemos fortalecer ciertos engramas1 que , como símbolos
arquetípicos que son –y recordemos la definición del doctor Litvinoff: “un símbolo es una
máquina psicológica generadora de energía”- transmutarán ese flujo, acrecentándolo,
normalizándolo o haciéndole cumplir el comportamiento más conveniente a nuestros
intereses.
En consecuencia, debemos reflexionar sobre dos preceptos que son inobjetables
para aplicar en nuestra vida material cotidiana:

Cuando el enemigo es demasiado grande, el no presentar batalla es en sí una pequeña


victoria.
La razón de ser de este precepto es sencilla: definida la dimensión del obstáculos o
enemigo, busquemos quizás rodearlo o esperar pacientemente a que nuestras fuerzas se
acrecienten, en eso ya habremos ganado algo.

La Fe es la certeza del inconsciente.


Es una vieja discusión la de responder a la pregunta ¿Qué es la Fe?. Bien, propongo ésta.
Con el valor agregado de saber que si tenemos fe en un camino de acción económica o

1
Engrama: en Energotonía, una estructura psicológica, natural o concertada por acción de la voluntad, con
energía y naturaleza propia que nuclea –si positiva o negativamente, eso queda al discernimiento de cada
individuo- las experiencias e ideas que son formal o simbólicamente asociables a la esencia de esa estructura.
laboral dado, ello estará revelando que nuestro inconsciente está aportando su concurso –
por ende, su energía- a la consecución del objetivo buscado.

El miedo nace de la ignorancia. Cuando se conocen temas espirituales se tienen


respuestas que al combatir la ignorancia hacen desaparecer al miedo.
Y es el miedo, en definitiva, el que abre orificios en nuestros escudos mentales y
energéticos, el que hace cumplir las leyes de _Murphy. El que nos autosabotea, disfrazando
de realismo el pesimismo, y de prudencia la autodestrucción.

LA ESTRATEGIA DE LOS CICLOS Y PERÍODOS

Es muy significativo descubrir que algunas enseñanzas esotéricas –en el


caso que expondremos a continuación, de los Rosacruces- han sido no sólo
divulgadas sino lo que es más contundente, empleadas en su vida cotidianas
por algunos adeptos de esas órdenes que además habían reiteradamente
triunfado en el campo de los negocios o de sus respectivas profesiones. Un
análisis escéptico puede tildarlas de meras “creencias” y por lo tanto poco
“serias y científicas”, pero el sentido común dicta que si quienes creyeron en
ellas y las aplicaron realmente tuvieron éxito –de lo que no hay ninguna duda-
pues evidentemente esas técnicas deben ser efectivas y concretamente
prácticas. Spencer Lewis, Carnegie, Hill eran esoteristas y millonarios, y no
amasaron sus fortunas escribiendo libros de autoayuda –tan vapuleados por
una crítica pseudo progresista que, de todos modos, vegeta en la mediocridad
económica aunque se de lustre de intelectual- sino que volcaron en sus libros
su experiencia en las altas finanzas aunada a su trayectoria espiritualista.
Los antiguos filósofos aceptaban la declaración que dice que en el
comienzo de toda la creación, Dios geometrizó. Cuando más buscamos el
origen y funcionamiento de las leyes espirituales y naturales, más vemos que
el plan total del universo y el plan incidental de cada cosa individual del
universo, funcionan y se manifiestan de acuerdo con los principios de la
Geometría. Así, Dios es el gran Arquitecto y como tal Matemático, y el mapa
muy complicado de diseños y movimientos geométricos para la acción y
existencia de todas las cosas es comprendido por el hombre sólo muy
lentamente. Pudiéramos no conocer nunca el origen y el plan general de todo
el universo, y pudiéramos no conocer nunca la razón del progreso matemático
de todos los sucesos. Pero podemos conocer por medio de la observación y
por medio de la prueba, el efecto de este progreso matemático en nuestra vida.
Cada acontecimiento empieza en un punto de partida que es el comienzo de
una línea de progreso, y esta línea constituye su ciclo matemático, equivalente
a una curva que comienza en la concepción y nacimiento del suceso, que
alcanza la cumbre de la curva en la madurez y declina en su curva hasta el
último punto o finalidad. Así es como vemos que dentro del desarrollo de un
suceso hay momentos ideales que, si uno no está atento y los “deja pasar”,
más tarde “no es lo mismo” (decimos, para referirnos que a la calidad del
resultado obtenido es inferir al que habríamos logrado si hubiéramos actuado
en otro momento; suele ocurrir cuando advertimos –tarde- la declinación de la
curva de un suceso). Llamaremos a estas curvas “ciclos de vida”.
Los “ciclos de vida” constituyen verdaderamente un mapa geométrico o diseño
matemático por medio del cual podemos planear mecánica y exactamente nuestra vida y las
influencias externas, aprovechar estas cosas o ignorarlas pero no someternos inocentemente
a ellas.
Pero primero y para comprender nuestra incidencia en las mismas, repasemos
la Ley Fundamental.

Ley del Mentalismo


Primera y fundamental. Se enuncia diciendo: “En el Todo, Todo es mental”.
Pero no en el sentido de un subjetivismo kantiano dieciochesco, donde se
sostenga que lo único “real”, objetivo, soy yo y que todo lo que me rodea es
sólo producto de mi percepción y mi mente, seguramente subjetivo y
posiblemente irreal. No. El mentalismo ocultista sostiene que todo lo que
existe en el Universo es expresión cada vez más grosera, más material, más
densa, de un Primer Principio extremadamente sutil y elevado, que podemos
llamar Dios, Consciencia Cósmica, Brama, inmanente en el Cosmos, y que se
manifiesta en la naturaleza en distintos planos de vibración cada vez más
densa, ora como psiquis, ora como espíritu, ora como materia. Vale decir que
las cosas del Cosmos no son de naturaleza distinta entre sí, sino que esa
Esencia Universal adopta en ocasiones la característica de la energía, en otra
circunstancia la de la materia, en una tercera la del pensamiento.
Para que esto sea más entendible, imaginemos un río. Un río que nace en una
cascada, donde el agua fluye rápidamente y es cristalina, desplazándose luego
por la llanura formando meandros, donde aquella se torna lenta y turbia para
morir en un pantano, donde el agua está quieta y oscura. A primer golpe de
vista, ustedes pueden dividir el río en tres partes bien diferenciadas: aquí el
agua es cristalina, más allá turbia, finalmente negra. Pero, ¿ustedes podrían
decir dónde termina un tipo de agua y comienza la otra?. No, porque en un
punto cualquiera el agua es más rápida y transparente que unos metros río
abajo, pero todavía más lenta y turbia que otro tanto río arriba... y así en
progresión infinita. Es decir, la única diferencia es de grado, de densidad, pero
no de naturaleza, y en un análisis pormenorizado todos los “sectores” del río
son indistinguibles entre sí.
Lo mismo ocurre en el Cosmos. Todo es una sola cosa. Y, sugestivamente, la
ciencia moderna viene a demostrar que las antiguas afirmaciones esotéricas
eran ciertas. De Einstein para aquí, sabemos que materia y energía no son dos
cosas distintas sino esencialmente los mismos elementos comunes
manifestados de distinta forma. Tengo un pedazo de carbón y sé que es
materia. Lo caliento y emite calor, es decir, energía. El calor no surge de la
nada, ya que se genera a partir de los elementos constituitivos del carbón. Un
poco de calor inicial (el fósforo) excita y libera los átomos que
coherentemente estructurados formaban la materia y, a partir de esa excitación
inicial, aquellos, cumpliendo la ley de entropía, se disipan en forma de calor.
Materia y energía, energía y materia son sólo dos caras de la misma moneda,
son sólo una. Un trozo de uranio con un peso atómico 238 chocando con otro
de peso 235, genera fisión atómica. Una explosión. Energía.
Trescientos años atrás, los científicos creían que el Universo estaba poblado
por distintos tipos de energías y de fuerzas. Que el calor nada tenía que ver
con el magnetismo, ni éste con la electricidad, ni aquellos con la gravedad.
Pero en el siglo XIX un físico inglés, Maxwell, descubrió que electricidad y
magnetismo no son dos cosas distintas sino dos aspectos particulares de un
mismo principio que él llamó electromagnetismo. Y esta reducción y
unificación de fuerzas continuó al punto que con el advenimiento de este siglo
los físicos sostenían que sólo cuatro eran las fuerzas que interactuaban en el
Cosmos: el electromagnetismo, la gravedad, la interacción nuclear débil y la
interacción nuclear fuerte (estas dos últimas responsables de las relaciones
atómicas entre sí). Pero aparece nuevamente Einstein –cuándo no- y enuncia
la teoría del campo unificado, tan maltratada por los escritores de ciencia
ficción y tan poco comprendida por el público. Einstein teoriza que gravedad
y electromagnetismo no son dos fuerzas distintas, sino dos manifestaciones
específicas y particulares de un principio vinculado a la deformación
geométrica del espacio, que a veces se presenta como electromagnetismo y a
veces como gravedad. Es decir, unifica (de allí el término) en una sola teoría
de campo ambas fuerzas, con lo que las universales quedan reducidas a tres.
Hasta que en 1985 un astrofísico inglés llamado Paul Davies afirma que aún
estas tres fuerzas son sólo aspectos de una única universal, que él denomina
Superfuerza.
Finalmente, las investigaciones parapsicológicas contemporáneas han
demostrado que la mente es energía, en el sentido de fuerza. Actúa sobre la
materia física (telekinesis), altera, como veremos más adelante, la emulsión
química de una película fotográfica en condiciones ideales experimentales
(“psicofotografía” o “escotofotografía”). Así que por simple carácter transitivo
concluímos que, si todas las energías son sólo una (incluso el pensamiento), si
todas las fuerzas son sólo una, y si materia y energía son la misma cosa
(recordemos que la materia es energía organizada y la energía, materia
desorganizada) ... ¿qué diferencia, qué distancia hay de la sutileza de la
psiquis a la densidad de la materia sino únicamente diferencias de grado, de
condensación?.
Para que esto sea más entendible, imaginemos una gigantesca olla repleta de polenta
mal preparada. En algunos lugares, está grumosa; en otros, líquida. Más allá, tendrá
una consistencia media. A golpe de vista, puede decirse que allá la materia es grumosa
(sólida), aquí muy líquida y acullá intermedia, pero en definitiva todo es polenta. Así
ocurre en el Universo.
En otro sentido, esto expresaban los antiguos ocultistas cuando enseñaban que
el Cosmos se dividía en siete planos de distinta densidad, en donde las
entidades –como el ser humano- vibran en algunos de esos planos, y ciertas
energías inteligentes (los “haiöth-hakodesch”) en otros, tan reales y tangibles
para sí mismos como nosotros los somos para nuestros congéneresw. Estos
planos son, de mayor densidad a mayor sutilidad, “material”, “mental
inferior”, “mental superior”, “astral”, “etéreo”, “búddhico” y “átmico”. Dios
tiene consciencia átmica, y sus manifestaciones se desprenden “hacia abajo”,
hacia la materialidad. El hombre existe en los planos material, mental inferior,
mental superior, astral y etéreo. El animal, en el material, mental inferior,
astral y etéreo. Los entes a los que ludiéramos, en el astral y mental superior, o
astral y mental inferior (las larvas astrales que estudiáramos en un viejo
trabajo sobre “Autodefensa Psíquica”), los hombres y mujeres elevados,
además de los planos mencionados, en el búddhico, etcétera.
Esta categorización de la Naturaleza es asimismo afín con el principio
khabbalístico de los sephirot. Un “sephira” (“sephirot” es plural), es una de las
maneras que tiene Dios de manifestarse en la naturaleza (una “emanación”) y
los diez niveles de manifestación (“Kether” o Espíritu, “Binah” o Sabiduría,
“Chokmah” o Belleza, “Pechod” o Inteligencia, “Chesed”o Bondad,
“Tipheret” o Equilibrio, “Hod” o Justicia, “Nitzach” o Valor, “Yesod” o
Reflexión y “Malkuth” o Materia) señalan las diez virtudes que debe alcanzar
el hombre si quiere entrar en comunión (común unión) con Dios, mediante
uno de los treinta y dos “senderos” que comunican estos diez frutos del Arbol
de la Vida, o Arbol de la Sabiduría, como también lo llamaban los esoteristas
hebreos. Dios aparece como lo Supremo, Omnisciente, Omnipresente y
Omnisapiente, llamado Ain Soph Aur (“La Corona Aurea”) y sus emanaciones
van descendiendo hasta irradiar Malkuth, caracterización de lo material.
Por supuesto, un lector escéptico –si ha sobrevivido a la lectura de estas
páginas hasta aquí- puede argumentar que esta disquisición, si se quiere
filosóficamente aceptable, peca por un defecto: la indemostrabilidad de ciertos
principios que aquí damos como ciertos, por ejemplo, la existencia del
llamado “mundo astral”. En efecto, ¿qué evidencia podemos aducir nosotros,
los ocultistas, de que lo “astral” existe?. ¿Qué hablar de “cuerpos astrales” o
sucedáneos es más que un gratuito ejercicio de la imaginación?. Puedo aportar
seguramente referencias de índole vivencial, místicas o paranormales pero,
para un observador exterior al tema y objetivo, ¿cómo le demostraremos
científicamente –una vez más- la existencia de lo astral?.
Es más fácil de lo que parece.
En 1988, astrofísicos norteamericanos descubrieron un fenómeno cósmico
extrañísimo: estudiando la rotación de los cuerpos de nuestra galaxia (ese
conglomerado de estrellas, espeso en el centro y raleado en la periferia, en uno
de cuyos barrios suburbanos se encuentra nuestro Sistema Solar y que
sabemos rota a gran velocidad en conjunto alrededor de su centro), observaron
que los sistemas ubicados casi en el centro de aquella demoran el mismo
tiempo en completar una rotación que los ubicados cerca de la periferia, es
decir, los que están más alejados. ¿Qué tiene esto de extraño?. Mucho. Por
ejemplo, si ustedes, en una palangana llena de agua, arrojan un puñado de
papelitos y luego con un dedo comienzan a hacer girar a gran velocidad el
agua, van a observar que los papelitos próximos al centro se desplazan más
rápidamente que los más alejados, pues al ser independientes unos de otros,
sus velocidades varían por el mayor o menor tiempo que emplean para
recorrer su trayecto circular. Es el caso de los planetas de nuestro sistema
solar, donde la Tierra, por ejemplo, tarda un año en completar una órbita
alrededor del Sol, mientras que Plutón, el más alejado, demora 288 años de los
nuestros. Para que la periferia de un círculo o disco –que eso es la Galaxia-
rote a la misma velocidad que su centro, se necesitaría que todo el conjunto
fuese sólido; es lo que pasa con un disco compacto en un centro musical,
donde el borde gira a la misma velocidad que el centro pues es una masa
homogénea, compacta. El fenómeno deducido por los astrofísicos requeriría
que todos los cuerpos de la galaxia se encontraran “pegados” entre sí por
algún tipo de lazo material para que la velocidad de rotación nos acelere a
algunos y la inercia retrase a otros. Pero los instrumentos científicos no
detectan ningún tipo de materia, que necesariamente debe existir como
aglutinante. Entonces, los astrónomos han creado la expresión “materia
oscura” para definirla (pues es “oscura”, es decir, invisible a nuestros más
sensibles aparatos) y referirse así a ese pegamento cósmico. Y yo pregunto:
¿qué diferencia hay, conceptualmente, entre esta “materia oscura”, una clase
de materia que no es materia, que no se comporta como la misma, que
forzosamente debe existir aunque no la detectemos, y la “materia astral”
(excepto el cambio de nombres), si lo “astral” es, precisamente, una forma de
la materia distinta a las cuatro que conocemos (sólido, líquido, gaseoso y
plasma), e indetectable físicamente pero que ejerce sus efectos sensibles sobre
el mundo material que vemos y sentimos?.

Ley de Correspondencia
Tres mil doscientos años antes de Cristo, según cuentan los antiguos relatos
egipcios, finalizó el reinado de dioses y semidioses sobre la Tierra. En el valle
del Alto Nilo un rey de pastores, Menes, ascendió en ese entonces al faraonato
con el título de Menes I, El Tinita (por ser oriundo de la ciudad de Thinis).
Menes desarrolló, en su prolongado reinado, una vasta tarea de conquista y
culturalización para sacar a su pueblo de la condición pastoril y agrícola que
hasta entonces la caracterizaba. Hizo contratar especialistas en las más
variadas disciplinas provenientes de los más alejados puntos del mundo
conocido y, muy especialmente, agregó a su corte a un sabio caldeo,
arquitecto, médico, astrónomo y –lógicamente para ese entonces- mago,
conocido como Toth. Hasta avanzada su ancianidad, Toth se dedicó a volcar
sus conocimientos en diversos libros, algunos perdidos para siempre, otros
conservados fragmentariamente como el llamado “Libro de Toth”, compendio
de Teurgia o Alta Magia Blanca del que sólo sobrevivieron a la primera de las
siete destrucciones de la Biblioteca de Alejandría sus láminas ilustrativas,
exactamente setenta y ocho, y que conformaron al paso del tiempo la baraja
del Tarot o, en egipcio, “tarah ha’ Toth” (de donde por deformación proviene
el vocablo “Tarot”) y la “Tábula Esmeragdina”, o “Tabla de Esmeralda”, una
sucesión de aforismos que guardaban memoria del conocimiento filosófico de
los contemporáneos de este Toth que, al morir, fue elevado a la categoría de
dios –apoteosis común en esos tiempos- e, incluso, adoptado tardíamente por
los griegos con el nombre de Hermes Trimegisto (“el tres veces grande”).
Precisamente, lo de “filosofía hermética” proviene de su nombre helenizado.
El primer aforismo de la “Tabla de Esmeralda” expresaba el Principio de
Correspondencia, que enseguida explicaremos, con estas palabras: “Es verdad,
muy cierto y verdadero, que lo que es arriba es como lo que es abajo, y lo que
es abajo es como lo que es arriba, para hacer el milagro de una sola gran cosa
bajo el Sol”. En otros términos, la total identificación entre lo
macrocósmicamente grande y lo microcósmicamente pequeño.
La estructura de un átomo es, microcósmicamente, como el Sistema Solar
macrocósmico que lo contiene. La parte del todo refleja el Todo. Un ser
humano es 70% agua y 30 % materia sólida y vive, casualmente, en un planeta
que es 70 % agua y 30 % materia sólida. Además, su sangre tiene exactamente
la misma proporción de sal que la del agua del planeta. El iris de una persona
permite conocer el funcionamiento de todo su organismo porque, como
siempre, la parte de un Todo refleja ese Todo. Una carta natal astrológica
resume en su microcosmos, el macrocosmos de la vida y la personalidad del
sujeto al que pertenece. Las líneas de mi mano reflejan mi personalidad y mi
vida también, pues mi mano, como parte de un Todo integrado por mí y por mi
devenir, refleja el Todo. Una persona carismática y de fuerte carácter concita a
su alrededor a las personas de temperamento más débil, que imitan sus poses,
su manera de ser y tratan de vivir en función de aquél, lo que llamaríamos una
conducta heliocéntrica, donde hasta “la luz del Sol” (y recordemos que en
Astrología el Sol significa la personalidad manifestada) es “reflejada” por
quienes giren a su alrededor, actuando microcósmicamente como un sistema
planetario lo hace macrocósmicamente.
En Matemáticas es conocida una curiosidad llamada serie de Fibonacci,
planteada por el sabio homónimo, donde cada número resulta de la suma de
los dos anteriores. Tal el caso de la secuencia 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 56, 90...
etc. Pues bien, una figura que se repite en la naturaleza universal es la espiral
de Fibonacci, donde cada una de las espiras (vueltas) se distancia de la
anterior de acuerdo a esa progresión numérica. Esto es tan así, que lo
encontramos desde en la espiral macrocósmica de una galaxia, hasta la
microcósmica de un caracol e, incluso, si toman ustedes un repollo colorado y
lo cortan transversalmente, comprobarán que no sólo su disposición es en
espiral sino que respeta la serie de Fibonacci.
¿Un experimento práctico?. Supongamos que en casa alguien se lastima, se
corta, pierde sangre en cualquier accidente hogareño. Tenga preparada una
bolsita con sulfato de cobre (unas piedritas color verde azuladas que, entre
otros usos, se emplean para clorificar piscinas de natación) y rápidamente
diluyan en un vaso lleno de agua el mismo hasta el punto de saturación, es
decir, cuando por más que sigan agregando sulfato de cobre éste no se diwulve
más, o, por lo menos, cuatro o cinco cucharadas soperas colmadas. Entonces
introduzcan en él un trocito de algodón sucio de la sangre del herido,
dejándolo allí. Atención: no se trata de mojar la herida con la solución del
sulfato, ya que (a) si bien observarían efectos cicatrizantes, aquí la acción sería
comúnmente química –es el principio de las sulfamidas- y no esotérico, que es
lo que tratamos de probar, y (b) el ardor subsiguiente en la herida haría que la
víctima recordara el árbol genealógico del frustrado enfermero hasta la octava
generación.
Observaremos entonces un hecho fascinante: sin ningún tipo de acción
química en contacto con la herida, ésta cicatrizará varias veces más rápido de
lo que haría cualquier compuesto medicinal aplicado directamente sobre
aquella, actuando a distancia. Tan es así, que aunque se pongan centenares de
kilómetros entre el herido y su “muestra testigo” sumergida en la dilución,
seguirá actuando, y aún lo hará aunque el sujeto del experimento nada sepa del
mismo o no crea en él, lo que invalida la hipótesis de la sugestión.
Personalmente, además de haberlo empleado numerosas veces, cuento con el
testimonio de un odontólogo especializado en cirugía maxilofacial y otro
profesional de la salud, urólogo y cirujano, que desde hace años y por mi
recomendación vienen empleándolo con éxito en sus intervenciones
quirúrgicas. Es tanto como afirmar que la acción (química o energética, lo
mismo da) sobre la muestra de sangre se copia, se duplica en el original del
cual proviene porque, obviamente, la parte del todo (la muestra de sangre)
refleja al Todo del cual fue obtenida.

Centro de Armonización Integral


Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Lección 4: LOS CICLOS CÓSMICOS EN LA ACTIVIDAD HUMANA

Así como existen ciclos cósmicos en la biología, de los cuales no nos ocuparemos
aquí por no responder a la esencia de este curso, existen ciclos cósmicos que sí afectan
nuestra tarea de todos los días. Este “Ciclo Mundano” tiene que ver con nuestros asuntos
personales y, obviamente, materiales, dentro de cada año.
El mismo tiene una duración de 365 días, es decir, se renueva y
comienza otra vez en cada uno de nuestros cumpleaños, por lo que la duración
de un Ciclo Mundano es el lapso de tiempo que va de un cumpleaños a otro.
Este ciclo está dividido en siete períodos, cada uno de 52 días, más o menos, y
algunas horas más, o sea más exactamente, cincuenta y dos días y un séptimo.
Esto quiere decir que cada año de nuestra vida, desde un cumpleaños a otro,
está dividido en siete períodos durante los cuales ciertas condiciones son
favorables o desfavorables para ciertas cosas que deseamos hacer y que
tenemos que hacer en el curso de nuestra existencia. Este ciclo es algo
complicado pero si se me sigue atentamente y se observa la tabla no se tendrá
ninguna dificultad para comprender y utilizar el mismo.
Como dije antes, este ciclo va de un cumpleaños a otro. No tiene nada
que ver con el calendario anual, o sea el año del calendario que comienza en
enero y termina el último día de diciembre. Esto quiere decir que cada
individuo tiene un ciclo que le es propio. La única manera en que dos o más
personas pudieran tener el mismo ciclo sería que estas personas hubieran
nacido en el mismo día. Si una persona, por ejemplo, ha nacido el 20 de
marzo, entonces su ciclo anual va desde el 20 de marzo hasta el 19 de marzo
del año siguiente. Si una persona ha nacido el 2 de junio, su ciclo irá desde el
segundo día de junio hasta el siguiente primer día de junio del año siguiente.
Esto debe tenerse presente para que no haya confusión con el año común que
va de enero a enero; también debemos tener presente que este ciclo nada tiene
que ver con períodos astrológicos que comienzan y terminan alrededor del día
21 hasta el 23 de cada mes.
Por lo tanto, al calcular los siete períodos de cada uno de nuestros ciclos
anuales debemos comenzar por dividir nuestro propio año en secciones de más
o menos cincuenta y dos días cada una. Si hemos nacido, por ejemplo y como
dijimos, el 20 de marzo, comenzaremos con ese día y contaremos cincuenta y
dos días, y luego otros cincuenta y dos, y otros cincuenta y dos, y así
sucesivamente. Lo mismo sucedería si hubiéramos nacido el día 2 de junio, o
en cualquier otro día.
Para su comodidad al calcular esos períodos, he insertado un calendario
de 365 días. Este calendario es lo bastante exacto en su número de días para
emplearlo durante cualquier año ya sea bisiesto o no. Se observará que el
número de días de cada mes sigue de manera consecutiva después del nombre
de cada uno de ellos. Esto facilita el cálculo de los cincuenta y dos días para
cada periodo de nuestro ciclo vital o Ciclo Mundano.

Tabla A – Calendario Anual

Enero 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Febrero 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Marzo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Abril 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Mayo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Junio 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Julio 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Agosto 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Setembre 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Octubre 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Noviembre 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27
Diciembre 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

Tomemos como ejemplo a una persona que ha nacido el 25 de noviembre. Su


ciclo anual comienza el 25 de cada noviembre, y termina el 24 del mismo mes
del año siguiente. Comenzaremos por lo tanto con nuestro calendario y
escribiremos la fecha 25/11, iniciando el cálculo del primer período de 52 días
contando en la línea de nuestro calendario cincuenta y dos días hacia delante,
a partir del 25 de noviembre. Primero contamos cinco días hasta el fin de
noviembre y luego seguimos con el 1 de diciembre como si fuese el sexto día
de conteo, contaremos así todo diciembre (que al final nos da treinta y seis
días) y continuamos contando en enero y hallamos que el día 52 cae el 16 de
enero.
Por lo tanto, tomaremos nota debajo de “25/11” la fecha “16/1” y a un
lado escribiremos “Primer período”. Esto quiere decir que una persona que
haya nacido el 25 de noviembre tendrá su primer período del ciclo anual desde
el 25 de noviembre hasta el 16 de enero. Para hallar el segundo período de 52
días comenzaremos el 17 de enero y contaremos hacia delante en enero y
febrero y parcialmente en marzo, hasta que habiendo contado cincuenta y dos
días, veremos que cae el 8 de marzo. Entonces, asentamos que el “Segundo
período” va del 17/1 al 8/3, y así sucesivamente los cinco períodos restantes.
Estos siete períodos de 52 días conforman nuestro Ciclo Mundano.
Cada uno de estos períodos del Ciclo Mundano contiene oportunidades,
condiciones, impulsos, influencias, tentaciones y efectos cósmicos que tienen
2
En los años bisiestos, febrero tiene 29 días
una importancia considerable y sutil sobre los buenos o malos resultados,
sobre la fortaleza o debilidad, la alegría o el dolor de nuestros asuntos
personales. Vamos a describirlos.

Período 1

Este es un período de cincuenta y dos días durante el cual la persona


debe utilizar todo el poder y habilidad personales para hacer progresar sus
propios intereses entre personas de influencias que tienen el poder o el
derecho de conceder o de dar. Es el período en que debemos solicitar favores,
ya sea al buscar empleo, beneficio, préstamos, ser socios de alguna empresa –
especialmente en forma minoritaria- inversiones, concesiones especiales y
favores hasta en la forma de conceder tiempo a aplazamiento de alguna acción
legal. Es un período especialmente bueno para buscar favores u honores,
ayuda o reconocimiento por parte de personas que tienen poder o alta
posición, tal como funcionarios del gobierno, oficiales de justicia,
gobernadores, funcionarios municipales, diputados o senadores, jefes de
grandes corporaciones o de empresas importantes o personas que tienen
papeles valiosos que nos afectan, documentos o asuntos que pueden ser de
gran importancia y que pueden concederse o modificarse o cambiarse de
alguna manera gracias a nuestra solicitud.
Es también un buen período para hacer progresar nuestro yo personal
entre los demás, o para acrecentar nuestro crédito o nuestra reputación entre
periodistas o gente de influencia. Es el momento de empujar hacia delante con
cuidado aunque con resolución, porque todas las vibraciones cósmicas ayudan
a todo aumento y nos favorecen personalmente en lo que respecta a nuestro
buen nombre, nuestra reputación, nuestro honor y nuestra integridad entre
personas de alta posición o entre la multitud.

Período 2

Este período es muy diferente del anterior, porque durante estos cincuenta y dos días
todo tenderá a estar favorablemente dirigido hacia nuestros planes referentes a viajes,
especialmente aquellos que no duran mucho tiempo, sino aquellos que son breves y de
importancia inmediata más bien que de importancia en el futuro. Los viajes por tierra o
agua, más que por aire, son generalmente favorables en este período. También es una
oportunidad excelente para mudar nuestro hogar a otro sitio o para trasladar nuestro
negocio o cambiar de ocupación, si es algo que está bajo nuestra elección. Es decir, este es
un período para cambios que sean rápidos y que terminen pronto. En cuestión de negocios u
ocupaciones, este período será muy favorable para aquellas actividades que correspondan a
cosas movibles y a cosas que no tienen sitio determinado. El movimiento de carga, los
negocios de fletes, encomiendas, automóviles, camiones, transportes públicos, conferencias
públicas, representaciones, exhibiciones y cosas de esta índole tendrán muy buen resultado.
Por extraño que parezca, este período es también excelente para aquellos que se ocupan de
líquidos, sustancias químicas, leche, agua, fuerza hidráulica, energía, combustibles, etc.
Los tratos con personas que tengan negocios relacionados con las cosas
que hemos nombrado, tendrán mejores resultados en este período que en
cualquier otro. Inversamente, no debemos planear un cambio de nuestros
negocios o comenzar una nueva etapa de nuestros negocios, ni tratar de formar
o construir ninguna cosa permanente, tomando como base un cambio ocurrido
durante este período. La mudanza de nuestro hogar puede ser buena si se lleva
a cabo durante este período, pero al mismo tiempo la compra de un nuevo
hogar durante el mismo puede que resulte en un cambio futuro, porque los
cambos hechos durante este lapso particular no tienen permanencia. Por lo
tanto, todas las cosas hechas durante esta época deben ser de tal naturaleza que
comiencen durante el período y terminen poco después, algo que tenga que
ver con los meses presentes más bien con los años de un futuro mediato. Este
período es también bueno para personas que se ocupan en cosas como enseñar
a transeúntes, o en asuntos que tienen que ver con negocios fluctuantes, como
por ejemplo, hoteles, o asuntos de tráfico, o atender a personas que están
constantemente moviéndose o pasando. Es también un buen período para
contratar nuevos empleados o sirvientes y para comenzar desarrollos agrícolas
o nuevas siembras. Todos aquellos contratos, convenios, papeles legales y
otros asuntos que deban continuar durante un período de un año o que deban
ser permanentes, no deben comenzar ni terminarse durante este período. No es
un período favorable para prestar dinero ni para solicitar préstamos, y no es
bueno para la construcción de ningún edificio ni para comenzar ningún
negocio en que se haga una inversión considerable que dure mucho tiempo.
Es, sin duda alguna, un período desfavorable para especulaciones aventureras
en la bolsa o para juegos de cualquier clase.

Período 3
Aquí tenemos un período que puede ser afortunado o desgraciado, según la
aplicación de las fuerzas cósmicas y la discreción o juicio que la persona emplee. Este
período llena al individuo con un impulso casi incontrolable de querer hacer cosas grandes
e importantes, y la energía fogosa que circula por el organismo humano durante este
período desea expresarse de muchas maneras. Si se lo dirige cuidadosamente, este período
puede ser uno de los mejores del año para formar un negocio u ocupación y para llevar a
cabo aquellas cosas que requieren gran energía física, esfuerzo físico, resistencia, vitalidad,
resolución y persistencia. Por otra parte si la energía se emplea mal, o se la aplica sin juicio
y discreción pueden emprenderse grandes tareas que no se completarán en mucho tiempo, y
puede comenzar a hacerse demasiado para una persona debido a la energía errática que
desea expresarse. Es este un período excelente para dominar aquellos obstáculos, estados o
condiciones que en los períodos anteriores parecían impedir todo progreso, a causa de la
energía y del trabajo requeridos. Es un período excelente para comenzar cualquier cosa que
tenga que empezar de golpe y proseguir con gran impulso durante el primer mes o los
primeros dos meses de su carrera. Es sin duda un período excelente para ocuparse de
asuntos militares, o para tratar con aquellas personas o aquellas empresas que se ocupan de
cosas que requieren gran energía vital o gran energía muscular. Es igualmente un período
óptimo para la consolidación de un negocio o de intereses que traten con metales,
cuchillería, instrumentos de corte o cosas relacionadas con máquinas eléctricas, electrónica,
informática, hornos y fuego. Es también un buen período para tratar con enemigos,
competidores y rivales que hasta entonces han sido obstáculos en nuestro camino, y es un
período inapropiado para tratar de dominar esos obstáculos o a esas personas por medio de
contratos, papeles o convenios. Si la pura energía, la resolución y las largas horas de
actividad y de trabajo duro han de tener efecto en los competidores o en los obstáculos, éste
es el período en que pueden dominarse de ese modo.
Vale la pena tener presente que este período es desfavorable para tratar
con mujeres, y las mujeres deben tener presente que es ordinariamente un
período magnífico para tratar con hombres cuando deseen obtener favores,
preferencias o ayuda en cualquier asunto comercial o social. Es durante este
período cuando ocurren muchos pleitos, discusiones y desavenencias en todos
los asuntos, y deben evitarse porque puede que no terminen bien para ninguna
de las partes. Es un período excelente para vendedores, conferencistas y otras
personas que deben hacer uso de una oratoria fuerte o de una viva discusión
para poder convencer.

Período 4

Este período es muy diferente del anterior, porque en él las fuerzas


cósmicas influyen y fortalecen fuertemente el lado mental, nervioso y psíquico
de nuestra naturaleza, más bien que su aspecto físico. Es un período excelente
para escribir y para crear mentalmente libros, obras de teatro, planes, sistemas
mercantiles y otros asuntos que requieren una mente fecunda, un pensamiento
rápido y un lenguaje fácil y fluido, a la vez que una habilidad especial para
expresar los pensamientos que se tienen en mente. En realidad, la mente estará
muy cargada de nuevos pensamientos, nuevas ideas y tendrá contacto fácil con
expresiones procedentes de la Mente Cósmica. Incidentalmente se ha notado
que, puesto que la mente está muy fecunda y sensitiva durante ese período, las
ideas, impulsos y tendencias pueden fluir muy rápidamente a nuestra
conciencia y, para aprovecharlos, la persona debe proceder de acuerdo con su
impulso y tomar rápidamente las ideas y ponerlas en práctica aplicación antes
que otras ideas las expulsen de la mente. Por lo tanto, es un período en que se
puede confiar para actuar de acuerdo con nuestros impulsos o “corazonadas”.
El carácter de la persona se vuelve optimista y a causa de la actividad mental
ligeramente inquieto y nervioso, con la imaginación bien provista. Es un buen
período para tratar con literatos, periodistas, mensajeros; bueno también para
contratar oficinistas, tenedores de libros, grabadores, fotógrafos, operadores de
video, artistas y personas cuyo trabajo es esencialmente mental y rápido en su
expresión. Los artistas están más inspirados en sus trabajos durante esta época.
Sin embargo, debemos dar aquí la advertencia que durante este período
podemos ser víctimas de grandes engaños; las historias, cuentos, informes,
papeles, documentos o cualquier otra cosa hablada, grabada o escrita que
llegue a nuestra atención durante este período, debe ser cuidadosamente
analizada antes de ser aceptada, porque es un período en que la mentira halla
expresión elocuente y sutil en palabras y en escritos, como si fuera la verdad,
y por lo tanto el engaño no es solamente fácil sino muy frecuente. Las
falsificaciones con respecto a papeles personales o comerciales, los fraudes en
cuestión de documentos o dinero deben merecer nuestra atención. Muchas de
las grandes pérdidas en la vida, por robo, desfalco o engaño, ocurren durante
este período, y debemos tomar toda clase de precauciones para impedirlas. Es
un buen período para estudiar y para asimilar conocimientos especiales, así
como también para desarrollar nuestra rapidez y facilidad de mente y de
lengua. No es buen período para matrimonio, para contratar sirvientes ni para
regresar de un viaje largo, ni tampoco para comprar casas, empresas
comerciales o tierras.

Período 5

Éste es el que podría llamarse período del buen éxito en cada año, por lo
que respecta a nuestros asuntos personales y privados. Durante estos cincuenta
y dos días los impulsos de lo Cósmico y sus tendencias tienden a traer un goce
feliz y un fin fructífero a las cosas en que nos hemos estado ocupando o que
hemos planeado o que hemos tratado de llevar a cabo. Es durante esta época
que nuestros asuntos personales crecen, se desarrollan y aumentan en
prosperidad. La mente del individuo está llena de ideas superiores de cortesía,
religión, ciencia y derecho, y hay una tendencia hacia el compañerismo, la
sociabilidad, la benevolencia, la honradez y la simpatía. Es un período
excelente para tratar con abogados o jueces, funcionarios, sacerdotes,
médicos, comerciantes y capitalistas. Es también un buen período para
comenzar un largo viaje, diferente del buen período para los viajes cortos, que
es el segundo período de este ciclo. Este es también un período muy bueno
para renovar o comenzar nuestro interés en obras filosóficas, estudios
metafísicos, preparación de discursos o documentos legales, o aquella cosas
que requieran influencias muy favorables para obtener buen éxito, y por esta
razón es un buen momento para cobrar dinero que se nos deba o para comprar
con fines de venta, o para vender o especular y hasta para pedir préstamos. Sin
embargo, toda tentativa durante este período para tratar sobre asuntos dudosos
que no sean especulaciones legítimas, o para tratar sobre ganado o para vender
ganado, o relacionados con productos de la carne en gran escala, o toda clase
de asuntos marítimos, dará malos resultados.

Período 6

Este período puede llamarse el período de fiesta del año. Es una buena época para
las distracciones, placeres, descansos y entretenimientos. Esto no quiere decir, desde luego,
que los negocios no prosperen o que los asuntos regulares de la vida deban retenerse o
modificarse durante este período, pues todas las cosas que sean legítimas y de buena
voluntad continuarán casi con el mismo buen éxito que durante el período anterior. Sin
embargo, esta es la época para ocuparse específicamente de ciertos asuntos de la vida con
más intensidad que en otros períodos. Ahora es el momento oportuno para hacer visitas
largas o cortas de descanso o para renovar amistades, y es un período muy bueno para tratar
con mujeres o para que las mujeres traten con los hombres acerca de las cosas gratas de la
vida. Los viajes cortos serán felices y de buenos resultados durante esta época, pero no así
los viajes largos ni viaje alguno por agua. Este período es más afortunado para los hombres
que buscan preferencias, favores o convenios comerciales y cooperación de las mujeres, del
mismo modo que el tercer período de este ciclo es más afortunado para las mujeres que
traten de obtener éstos de los hombres. Es también un buen período para llevar a cabo
transacciones de índole especulativa o para comprar valores de bolsa, o para contratar
empleados y sirvientes.
Período 7

Éste es el período crítico y destructivo de la vida cada año. Este período


es aquél en que las cosas parecen desenvolverse o retroceder antes de
emprender una nueva evolución, o cuando el quebrantamiento comienza para
que pueda llevarse a cabo después alguna nueva edificación. Es como el
período en que se procede a la demolición de una casa, y se la destruye ladrillo
por ladrillo para poder reconstruir de nuevo. En un sentido es destructor, y en
otro sentido es la primera parte de la reconstrucción. Por esta razón debemos
estar advertidos para que podamos aprovechar la tendencia natural de este
período y al mismo tiempo cuidarnos contra aquellas tendencias que pudieran
llevarnos demasiado lejos, para que no se trabaje en un sentido equivocado ni
se procure marchar contra las tendencias, sino cooperar con ellas. Es el
período en que la mayor parte de las cosas que estaban vacilantes y a punto de
deshacerse, terminan y se destruyen. Si un negocio o cualquier otro asunto ha
ido marchando mal y ha demostrado tendencias a fracasar y a hacerse
pedazos, éste es el período en que más probablemente culminará esa
tendencia, y si no se desean esos resultados, es necesario tener cuidado para
no hacer aquellas cosas que pudieran producir ese fracaso. Nuestra mente
tiene tendencia a hacerse pesimista, desalentada, melancólica durante este
lapso y debemos tener esto presente, porque si se permite que esta actitud
afecte nuestra acción en los negocios o en los asuntos personales, ello
contribuirá a un resultado desastroso. Las influencias durante este período son
muy sutiles y deben analizarse cuidadosamente y razonarlas bien antes de
aplicarse

Centro de Armonización Integral


Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Prof.Adj.: Lic. Natalio Arbiser

Lección 5: EL MIEDO AL ÉXITO


Optimizar la autoestima

Muchas veces nos hemos enfrentado a nuestros propios miedos frente a los que
consideramos como desafíos que nos superan. Y en nuestra búsqueda laboral es
imprescindible contar con un sentimiento de autoestima óptimo que nos permitirá
desenvolvernos con naturalidad y creyendo en nuestras propias fuerzas.
En aquellas ocasiones en que intentamos una búsqueda de inserción –o
de reinserción- en el mercado, y nuestra autoestima está afectada (como
cuando expresamos “tengo la moral por el piso”), es muy probable que
lleguemos a un resultado insatisfactorio. Y cuando ese estado de autoestima
negativa se presenta en nosotros, y decimos “seguro que me irá mal”, estamos
nosotros mismos frenando las propias posibilidades de desarrollo. Y el
resultado probablemente lo reflejará; es el viejo tema de la profecía
autocumplida.
De lo que se trata entonces es de corregir la actitud mental.
Reemplazar el miedo por un sentimiento de autoestima suficientemente
positivo para que podamos obrar con la seguridad y convicción
necesarias. Elevar nuestra autoestima nos brindará la adecuada presencia
frente a las exigencias que el mercado laboral supone. La autoestima es el
conjunto de sentimientos que tenemos sobre nosotros mismos. Y por la
cual nos valoramos, es decir que colocamos en nosotros un cierto valor. Éste
se traduce muchas veces en una cierta idea que tenemos de nosotros mismos
(de que somos superiores, u otra, contraria, de que somos inferiores) como en
otras se manifiesta con ciertos comportamientos (por ejemplo, desistimos de
presentarnos a una entrevista de selección de personal porque no nos sentimos
capaces de superar esa prueba).
La autoestima no debe nunca ser exagerada, ni en su elevación ni en
su disminución. Por eso debemos hablar de su “optimización”. La gente
considera vanidosos o ególatras a quienes elevan demasiado su autoestima y
lo hacen público. La gente, también, suele pisar sin miramientos a quienes, por
el contrario, bajan tanto su autoestima que no se quieren nada y sólo tratan de
inspirar lástima.
Si nuestro sentimiento de autoestima no es el adecuado, sea porque se
halla en uno u otro extremo, es necesario que mostremos hacia nosotros
mismos una predisposición persuasiva. Y la persuasión debe situar nuestra
autoestima en el punto necesario para llegar con solidez anímica a la
búsqueda.
El logro de una óptima autoestima implica sortear una importante
cantidad de obstáculos que son mayoritariamente interiores. Pero cuyos
resultados se reflejarán también en el exterior.
En quienes padecen el desempleo o la desocupación, es posible que
encontremos una autoestima en disminución. Y entonces es cuanto más
debemos hacer por recordar los logros que hemos tenido, y que estos
recuerdos puedan mínimamente comenzar a devolvernos algo de la autoestima
perdida.
En la mayoría de los casos –pero no siempre- la autoestima suele ser el
producto de los resultados que obtenemos en la vida. Así, en una situación de
falta de ocupación que generalmente trae como consecuencia la imposibilidad
de hacer muchas cosas por la falta de recursos, no es de extrañar que nuestra
autoestima esté alicaída. Por lo tanto, debemos modificar los resultados en la
realidad exterior para que la autoestima pueda tener el aliciente necesario para
crecer. Pero, sucede a su vez, que si no se modifica esa “moral por el piso”
que acusamos, difícilmente podamos revertir el resultado en el exterior. Es
decir, que estamos frente a la eterna dialéctica del huevo y la gallina. Con la
diferencia que en nuestro caso, tenemos una respuesta precisa: primero se
debe corregir la autoestima.
Sólo calibrando nuestro estado anímico y optimizando la autoestima
podemos pensar en el éxito para encontrar trabajo, sea éste en relación de
dependencia como sea también para iniciarnos en la actividad cuentapropista.

Levantando el ánimo

Los primeros ejercicios que debemos hacer, en los casos en que creemos
“no valer nada” y nos invade la desazón por no tener inserción laboral, es
comenzar por demostrarnos a nosotros mismos cuánto valemos. Es decir,
apuntalar nuestra autoestima. Vigorizándola. O, para decirlo en lenguaje
menos técnico, levantar el ánimo para demostrarnos lo que podemos saber si
estamos bien anímicamente.
“¿Cómo se hace?”, sería la pregunta de nuestros alumnos. Veamos un
sencillo par de ejemplos. Uno de ellos puede ser ponernos a cocinar o a
limpiar la vivienda (válido para hombres y mujeres). Es un ejercicio de mucha
utilidad. Porque lo primero que debemos demostrarnos es que hay cosas que
sabemos hacer. Y hacerlas bien. Pero NO hacerlo mecánicamente, como
hacemos habitualmente por obligación, sino en un acto de conciencia.
Pensando cada movimiento, observando lo que hacemos. Limpiar bien los
azulejos o el lavabo del baño, mostrarnos a nosotros mismos cómo hasta
donde hace poco había suciedad la hemos reemplazado por un reluciente
brillo, es un paso muy importante ya que nos permite ver la transformación de
los objetos. Sea que haya limpiado el piso o lavado nuestras camisas, estos
ejercicios concientes de transformación de las cosas que nos rodean y a las
que sentimos que nos pertenecen nos brindan por lo menos tres importantes
motivos para revigorizar nuestra autoestima.
El primero es ver que podemos hacer cosas, y que las hacemos bien.
Que sabemos trabajar, que somos útiles para quitar la mugre de una habitación
o de una prenda de vestir. El segundo es que retomamos nuestro mando sobre
las cosas que son de nuestra pertenencia. Esto, además de fortalecer la
autoestima, nos muestras que la desazón y la angustia no se justifican. Que
tenemos propiedad sobre las cosas, y que sólo nos falta saber usar estas armas
en la realidad exterior. Este ejercicio debe hacerse pensando en la satisfacción
que nos da alcanzar el resultado que anhelamos; y una tercera consecuencia
anímica de este ejercicio es que podemos analogar la experiencia a nosotros
mismos: que idéntica transformación podemos operar en nosotros,
reemplazando la angustia por un estado anímico renovado y luminoso.

Creando sabores

El célebre escritor alemán Günter Grass –Premio Nobel de Literatura-


es, además de escritor de algunos libros de cocina, un reconocido cheff. Que
valora muchísimo las exigencias del paladar. Algo que también había
ponderado sobremanera el filósofo Friedrich Nietzche.
La importancia que tiene la comida para todos nosotros es demasiado conocida
como para extendernos en detalle. La importancia también debemos considerarla cuando
entre los trastornos psicosomáticos más frecuentes hallamos los de la alimentación
(bulimia, anorexia, etc.). Lo cierto es que comer lo que se debe, en tiempo y medida,
saboreando los manjares, constituye una de las actividades placenteras a las que más
frecuentemente recurrimos.
Pero lo que aquí nos interesa, es que un importante ejercicio de realce
de nuestra autoestima lo constituye el de crear nosotros los sabores.
Cocinar un plato especial; hacernos un manjar para deleite de nuestro
paladar, vigoriza nuestro Yo y nos devuelve la autoestima. Es tal vez uno de
los más efectivos ejercicios de fortalecimiento personal. Los resultados
suelen ser aquí muy rápidos. Así, cuando ya probamos la comida comenzamos
a regular el estado en que la queremos. Sabemos si debe ser más –o menos-
salada, cocida, a punto, etc. Y, en un paso posterior, hacemos probar lo que
cocinamos a quienes queremos. En la medida en que comencemos a cosechar
buenos juicios, nuestro sentimiento de inutilidad se reemplazará por el de
utilidad. Nos sentiremos útiles y nos demostraremos que sabemos hacer cosas
por los demás3. Pero más todavía: la creación de sabores nos convertirá
mínimamente en artífices de nuestro destino. O, por lo menos, de una
porción de éste. La principal consecuencia anímica es la de demostrarnos que
tenemos en nosotros la cualidad de realizar cosas ricas. Esto apabulla ese torpe
sentimiento de inutilidad que nos había invadido.

Los resultados prácticos

Y si a partir de demostrarnos una especial habilidad para la cocina se


nos ocurre –por ejemplo- instalar un servicio de catering, en buena hora. Y si
no, haremos la actividad que mejor consideremos. Pero de lo que se trata es
que estos ejercicios, tan a la mano de todos, son de extraordinaria utilidad para
desplazar los sentimientos negativos. Porque nos muestran in situ que somos
capaces. Y nos llevan a mentalizarnos que, si aún hay quienes no reconocen
mayores perspectivas a nuestras aptitudes, es un problema de miopía ajena.
Nosotros debemos demostrarnos que tenemos valía. Y que ésta nace de lo que
efectivamente sabemos hacer.
La autoestima es algo que permanentemente está en juego. Los
sentimientos negativos suelen reaparecer. Debemos estar siempre preparados.
Nos sucede como a cualquier plantel deportivo –de fútbol o básquet, de voley
o hockey- que en cada cotejo puede obtener un distinto resultado. Es sabido
que los triunfos fortalecen la propia estima y las derrotas, por el contrario, la
debilitan. Pero tras cada derrota debemos saber encontrar el triunfo en el
próximo cotejo. Y nsotros debemos crear ese próximo partido –sea cocinando,
sea limpiando, sea creando un programa de computación- porque somos
nosotros mismos nuestros propios rivales. Y los más difíciles. Para vencer
nuestra “autoestima por el suelo” , es necesario hacerlo con resultados
prácticos. Que tengan la necesaria contundencia de revertir la situación. Es
decir, lograr que los sentimientos positivos de nuestra personalidad se
impongan a los negativos. La primera batalla que libramos es por nuestra
autoestima. Y sólo si ganamos esta primera batalla, podremos afrontar la
guerra. Y nos sentiremos con el arsenal suficiente para también ganarla,
imponiendo nuestra actividad en el mercado.

3
¿o acaso no es muy estimulante escuchar aquello de: “¡Un aplauso para el asador!”?
Es también importante remarcar que el primer paso tiene un alcance
muy grande. Porque aquí las matemáticas se dan de bruces con la realidad
anímica, y cuando en la escala del 1 al 10 estamos en 1, pasar al 2 suele ser
más difícil que ir del 2 al 7. ¿Por qué?. Porque cuando estamos invadidos por
los sentimientos negativos, lo que experimentamos es un bloqueo anímico.
Allí está la consecuencia de la más baja calificación (el 1). Una vez que
logramos levantar el bloqueo, las distancias anímicas no serán tan amplias.

Cuando nos sentimos “inferiores”

Uno de los más comunes obstáculos para poder despegar de una


situación de desempleo, nace justamente de un sentimiento de inferioridad
que muchas veces recae en nosotros. Y que desde el mismo momento en que
hemos sido despedidos, nos lleva a creer que “no servimos para nada”, que el
despido es una consecuencia lógica y que no estamos aptos para competir y
volver a ganar un lugar en el mercado laboral.
Esta situación de autoengaño nace de un sutil –e inconsciente- reproche
que estas personas se hacen a sí mismas. Producto muchas veces de una
inmadurez emocional que las lleva a vivir de manera especial la experiencia
de la competencia. Y ven entonces a los otros como muy competentes e
imbatibles rivales, al mismo tiempo que se colocan a sí mismas en el lugar de
una persona constitucionalmente quebrada.
Nada más equivocado. Si bien todos somos vulnerables, de lo que se
trata es de inyectarnos el coraje necesario para afrontar los resultados adversos
en la vida –tanto en la elección de pareja como en la de trabajo o de la
circunstancia que fuese- y proponerse revertirlos. Siempre hay posibilidad de
desquite. Pero “siempre” quiere también decir “siempre y cuando”. O sea,
siempre y cuando tengamos la necesaria disposición anímica para poder
entender qué atributos tenemos, cuáles son nuestras aptitudes y de qué manera
y en qué momento las podemos “vender”, es decir, reinstalarnos en el
mercado del que hemos sido desalojados.
El mercado suele ser movedizo, es decir que ascensos y descensos
están a la orden del día. Quien cae hoy, tiene que saber que mañana puede
levantarse y, del mismo modo, quien se ha insertado eficazmente debe saber
que no puede dormirse en los laureles, porque puede asimismo ser afectado
por el descenso.
Lo cierto es que las posibilidades están abiertas, y depende mucho de
nosotros cómo desplegamos nuestro abanico de posibilidades. Sin olvidar que
las diferentes vicisitudes nos tienen siempre en el sube y baja, como en el
juego del parque de aquellos días de nuestra infancia.
Por ello es útil ir a un ejemplo de lo perjudicial que puede ser un
sentimiento de inferioridad, expresado de diversas maneras. Así como en
algunas personas este sentimiento puede expresarse, llevándolas por ejemplo a
que fallen a su jefe en un tema en el que se especializan, justo en el momento
en que éste debe reemplazar a un encargado de sección y aparece una
posibilidad de ascenso (con lo que se manifiesta el miedo al éxito). En otras
ocasiones son personas y hasta grupos que debido a un sentimiento
inconsciente de inferioridad no logran el éxito para el que tenían los méritos
suficientes. Porque como se dice comúnmente, “se achican”.

No “achicarnos”

Queremos brindar aquí un claro y contundente ejemplo de lo que es el


miedo al éxito. Y tomamos este ejemplo de la actividad deportiva que,
entendemos, nos será muy útil para graficar ciertos comportamientos nuestros
que nos llevan muchas veces a equivocar el camino. Nos pensamos o creemos
buenos, pero aún no los mejores. Y en esa imposibilidad de asumir que
podemos ser los mejores, nos resignamos a que un puesto de trabajo sea para
otro candidato y no presentamos batalla. Son los casos en que los supuestos
pergaminos o títulos del otro nos amilanan. Creemos que si Fulano o Mengano
se presentan, nosotros ya no tenemos chance alguna. Es decir, nuestra
autoestima no es la que debería ser, dado que nos sentimos inferiores a
nuestros potenciales rivales –o competidores- antes que esto se demuestre
(es lo que se llama comúnmente “achicarse”). Y puede ser un gran error.
Veamos el ejemplo. Reproduciremos aquí (con nombres cambiados de
personas e instituciones para salvaguardar su identidad) las declaraciones
realizadas por el integrante de un equipo juvenil de básquet (edad de entre 16
y 18 años) al que llamaremos Eladio; y a su equipo lo denominaremos
“Albor”, mientras que llamaremos “Bolton” y “Biarrtiz” a los otros dos
poderosos rivales. Aquí va entonces lo que confió Eladio a un amigo
periodista, algunos meses después de terminado el campeonato de su
categoría.
“... cuando entramos a la rueda final y después de haber ganado
invictos la zona, entendimos que habíamos tocado el cielo con las manos... en
un torneo en el que se habían anotado sesenta y cuatro equipos, estábamos
entre los ocho primeros. Y, ya en la rueda final, si llegábamos cuartos nos
dábamos por recontra satisfechos. Creo que nos equivocamos, no supimos ver
nuestro propio potencial. Fijate que desde comienzos de la temporada todos
sabían que Biarrtiz y Bolton eran los candidatos lógicos. A nosotros nos tocó
contra Biarrtiz en la segunda fecha de la rueda final. Estábamos los dos
invictos. El partido nos pesaba mucho, me acuerdo que ya para el salto
inicial yo sentía como que tenía los pies pegados al piso de parquet. La
cuestión es que perdimos por quince tantos, diferencia que nos hicieron en la
primera mitad; que ganaban por catorce. Lo interesante es que después les
jugamos de igual a igual. Si bien ellos tenían ya la diferencia a favor, cuando
entramos a jugar en el estilo en que habíamos jugado todo el campeonato, no
se veía gran diferencia entre uno y otro equipo... a nosotros el hecho de
perder el invicto nos quitó una carga, una responsabilidad, y hasta nos
sentimos más livianos para jugar después...”. Nótese aquí que al perder el
primer partido, se produce lo que Eladio llama un sentimiento de alivio. Es
decir, hay una descompresión de una carga de tensión que significaba la serie
exitosa y sin derrotas. Aquí se observa claramente como muchas veces el éxito
nos pesa, no sabemos llevarlo con naturalidad. Y la consecuencia es la pérdida
del éxito.
“... En la tercera fecha sigue el resignado comentario de Eladio- nos
tocaba contra el Bolton, pero no vino uno de los árbitros y el partido quedó
postergado. En la cuarta fecha perdimos contra San Benito por un triple.
Habíamos quedado sin chance para el campeonato. Pero, esa misma fecha,
perdió su invicto el Bolton, que cayó por cinco tantos contra Costa de Trigo.
En la sexta fecha, que era la penúltima, se enfrentaron el invicto Biarritz y el
Bolton. Era la final que todos esperaban. Y el Bolton dio la nota ganándoles
a los del Biarritz por catorce tantos y quitándoles una racha invicta de
diecinueve partidos...”. Después de la séptima fecha, “... sólo había quedado
pendiente continúa explicando Eladio- el partido que se había suspendido
entre nosotros y el Bolton. Si el Bolton nos ganaba en ese partido que
cerraba el campeonato, era el campeón. Si en cambio, nosotros le ganábamos
al Bolton, el campeón sería el Biarrtiz que terminaría con un punto de
ventaja sobre nosotros y sobre el Bolton. Y nosotros llegaríamos al
subcampeonato...”.
“.... El partido se jugó en la mañana de un domingo –sigue, lento, el
relato de Eladio- y estaba toda la gente, incluidos los jugadores del Biarritz
hinchando por nosotros. En verdad, habíamos tenido mejor relación con los
chicos del Bolton porque nos conocíamos del colegio y de haber jugado
juntos algunos de nosotros en la selección metropolitana. Si bien estábamos
más del lado del Bolton que de los del Biarritz la cuestión es que había
quejugar ese partido al que salimos sin demasiada tensión, al revés de
nuestro rival. La cosa es que aquella mañana y con un gimnasio colmado
jugamos el mejor partido de nuestro equipo en toda la temporada. No tuvimos
la exigencia del día que jugamos contra el Biarritz, y pese a que el Bolton le
ganó por catorce al Biarritz y el Biarritz nos ganó a nosotros por quince, no
sólo les jugamos de igual a igual sino que impusimos nuestro estilo y
estuvimos en seguida entre ocho y diez puntos arriba. Ganábamos por siete la
primera mitad, y era todo incredulidad. Los de la barra del Biarritz saltaban
y gritaban a lo loco, pero en seguida se detenían porque tenían miedo de que
en el segundo tiempo los del Bolton nos pasaran por encima...”.
“La cosa fue al revés, y llegamos a sacarles una ventaja de diecisiete
puntos cuando promediaba el segundo tiempo. Inclusive provocábamos el
“olé” de la tribuna. Creo que fue el mejor partido de Albor en varias
temporadas. Y frente a un equipo que esa mañana ganándonos a nosotros
salía campeón de la liga juvenil. La diferencia final a favor nuestro fue de
doce tantos, y los del Biarritz saltaban eufóricos a nuestro lado cuando
terminó el partido: habían salido campeones, con sólo una derrota. Fuimos
nosotros los subcampeones y los pibes del Bolton terminaron terceros...”.
Y Eladio bajó la cabeza como admitiendo que la noche de la segunda
fecha de la rueda final, en aquel partido contra el Biarritz habían resignado
tempranamente el campeonato por no animarse a jugar de igual a igual. Y por
un invicto que les pesaba. Y remató, al levantar la vista, a modo de sentencia:
“... No bien terminado el partido contra el Bolton, con toda la gente
del Biarritz dando la vuelta olímpica, me fui corriendo al banco de suplentes
y grité en la cara al entrenador y a los demás muchachos: ¡Uy, los
campeones podríamos haber sido nosotros...!”. Y concluyó: “... Nosotros
nos habíamos dado cuenta tarde que podríamos haber salido a pelear el
campeonato. Y lo dejamos escapar...”.
El que transcribimos es un ejemplo de la vida real, de la actividad
deportiva (donde la competencia es muy alta) que resulta testimonial por su
elocuencia. Especialmente porque muchas veces no nos percatamos de
nuestras propias fuerzas (o lo hacemos tardíamente, como Eladio con su
exclamación final). Nos “achicamos” como se dice vulgarmente, porque
creemos que enfrentaremos poderosos e insuperables rivales; los suponemos
escollos a los que ni siquiera podremos abordar. Por ello es sumamente útil
hacer un adecuado relevamiento no sólo de nuestros objetivos sino también de
nuestras posibilidades. Para saber bien hasta donde podemos llegar. Debemos
conocer nuestras debilidades pero también ser concientes de nuestras
fortalezas. Hay que tratar de no caer en ninguna de las dos tentaciones
facilistas. La de sobreestimar –como en el caso del ejemplo del juvenil
deportista- ni la de subestimar a nuestros competidores. Y también nosotros
mismos no debemos sobrevaluarnos ni desvalorizarnos, sino que es
fundamental que conozcamos nuestras propias fuerzas.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Prof. Adj.: Lic. Natalio Arbiser
Lección Nº 6: SENTIMIENTOS FRENTE AL DESEMPLEO

Batalla contra la angustia

Como resulta claro, la principal batalla que libramos cuando estamos sin empleo, se
desarrolla en nuestra vida anímica. Suele invadirnos una gran cantidad de sentimientos
negativos, los cuales traen como consecuencia la reducción de nuestra autoestima. Éste es
el punto en el que debemos librar nuestro principal combate.
Por ello, para estar preparados, es que debemos detenernos en aquellos
sentimientos negativos que nos invaden, para poder reemplazarlos. Veamos a
modo de ejemplo. Una de las primeras cosas que nos pasan cuando no
logramos una rápida reinserción en el mercado laboral es la aparición de un
sentimiento de desazón, especialmente producto de experimentar una pérdida
de gran parte de nuestra autoestima.
Es útil precisar que al no tener ingresos con los que hasta aquí
contábamos –y como nos lo recuerda un personaje de Borges: “... el dinero es
un repertorio de futuros posibles...”, lo primero que nos acontece entonces es
que debemos reducir nuestras posibilidades en la vida de relación. Según los
casos, muchos tienen que depender de sus cónyuges, otros de sus padres (o
novios, o amistades) para determinados gastos. Y esto atenta, indudablemente,
contra nuestra propia autoestima. La incertidumbre se convierte muchas
veces en angustia. Tenemos que asumir que allí libramos nuestra principal
batalla. Porque sólo si podemos quitarnos la angustia de encima, podremos
tener un mejor contacto para emprender una adecuada búsqueda de reinserción
laboral.

Reconocer nuestros miedos

En nuestro sentimiento de autoestima ingresan muchos componentes.


Pero si queremos desentrañarlos, uno de los elementos en los que primero
debemos hacer hincapié es en poder reconocer nuestros miedos. Debemos
indagar en nosotros mismos para saber qué es lo que nos aterroriza. Tal vez
encontremos que, por ejemplo, frente a una entrevista laboral nuestro
vestuario no sea el más elegante. O temamos por nuestro lenguaje, o quizás
por la imposibilidad de llegar a horario.
Sea como fuese, el primer paso consiste en tomar conocimiento de
nuestros temores. Como si estuviéramos frente a un mapa, tenemos que
divisar la localidad hacia la que nos dirigimos.
Sólo entonces podremos enfrentar los miedos que nos carcomen.
Debemos prestar atención a cada uno de los motivos y, de algún modo,
establecer asimismo una escala de prioridades. Tampoco los miedos son de la
misma naturaleza. No es lo mismo el temor a viajar en avión que el temor a
sobresalir en el estudio o en el trabajo. Debemos ser prácticos. Y para ello es
conveniente hacer dos escalas.
La primera escala es la que se traza acerca de nuestros temores: temor a
tartamudear o a perder el hilo de la conversación, temor a no tener una broma
oportuna para el deshielo de la charla, etc. Calificar de acuerdo con nuestra
opinión cuál de estos temores es el más grande. Luego, sucesivamente, los
otros. Es conveniente ir tomando gradualmente las soluciones. Es decir,
empezar por proponernos eliminar primero los menos complejos, para seguir
ascendiendo en la escala de dificultades. Empezar con lo más fácil para
llegar más tarde a lo más difícil. Así como por ejemplo, la técnica de rendir
bien un examen oral. Si nos dan para elegir un tema de exposición, debemos
hacerlo en aquel que nos consideramos mejor dotados. Es decir, el que más
sabemos. Esto nos mostrará seguros y dejará la impresión en el profesor que
no sólo hemos estudiado, sino que además sabemos de qué se trata.
La segunda escala es ya del orden de las prioridades. Tiene que ver con
los acontecimientos que nos esperan. Así, por ejemplo, tenemos miedos en el
campo del trabajo y tenemos miedos en el campo del amor. Para esto debemos
ver cuáles son prioritarios para su erradicación, según sea el momento de
nuestras vidas. Lo aconsejable no es atacar en todos los frentes, sino
seleccionar éstos. Allí donde tengamos mayor premura, debemos actuar
primero. Si, por ejemplo, estamos en búsqueda de empleo, o con expectativas
de un ascenso laboral o de una designación, éste ha de ser el ámbito en el que
tenemos que centrarnos. Porque nuestras energías deben ser graduadas por dos
motivos: 1) que no nos agotemos rápidamente; 2) para tener éxito, hay
mayores probabilidades si se ataca en un solo frente y con todas las ganas, que
si nos desperdigamos por varios frentes.

Cómo actúa el miedo al éxito

El miedo al éxito –al que nos hemos referido ya- actúa de diversas
maneras. Una de las más habituales es cuando, por ejemplo, tenemos una
indisposición el día que debemos rendir un examen para el que nos hemos
preparado concientemente. En ese caso, nos juegan una mala pasada nuestros
intestinos. Pero la indisposición del organismo también debe ser entendida
como producto de un miedo psicológico al éxito. Cuando en la antigua Roma
se nombraba a un emperador, éste hacia el viaje de asunción denominado
“triunfo”; lo hacía en un carro sostenido por un esclavo que le recordaba “no
olvidéis, señor, que eres sólo un hombre”. Con esto quería decir que se trataba
de un ser humano y no de un dios, que por lo tanto aquello que era triunfo
podía dejar de serlo para trastocarse en derrota. Y en todos nosotros vive, a
veces sumergido en el inconsciente, el miedo a lo que los romanos
consideraban triunfo y el hombre moderno llama éxito. Y este temor subyace
cuando a veces hemos trabajado duramente en pos de una conquista.
Especialmente en el campo del trabajo. No siempre se manifiesta con un
malestar corporal. Muchas veces fallamos allí donde más seguros nos
sentíamos un par de días antes. Solemos creer que “el destino nos juega una
mala pasada” pero, en verdad, es el miedo que interiormente tenemos el que
nos ha hecho claudicar en el momento menos oportuno.

Revertir un resultado adverso

Un factor decisivo para llegar al éxito es saber revertir un resultado, es


decir, poder ganarle a la derrota. El primer paso es asumir el resultado
adverso, es decir; reconocer que hemos perdido algo que deseábamos (y no
refugiarse en la tan remanida excusa de “después de todo, tanto no me
interesaba ese trabajo”). El segundo paso es ponernos a trabajar para ganarle
a la derrota. Que tendrá el sabor tan especial que tiene la revancha. Ya lo decía
el poeta Homero: “ninguna miel es tan dulce como la venganza”.
Reemplacemos este último sustantivo por el de “revancha”. Y para eso,
además de analizar en detalle todo cuanto hemos hecho –lo que hicimos bien y
lo que hicimos mal- debemos asumir una actitud que nos permita dar vuelta la
página y recomenzar desde cero. Y una vez desglosados los elementos que
constituyen la experiencia negativa, debemos ponernos en las mejores
condiciones anímicas para afrontar un nuevo desafío.
Con la búsqueda de un empleo –como en un campeonato de fútbol o un desengaño
amoroso- siempre nos queda la posibilidad de revancha en el próximo encuentro.
Y para ello es importante buscar la forma de reconfortarnos, dándonos
cuenta de aquellos aspectos nuestros que impulsaron inicialmente a los
seleccionadores a tenernos en cuenta. Y a respirar siempre un nuevo aire,
darnos las ansias y los estímulos que nos permitan afrontar nuevamente el
desafío de la búsqueda laboral.
Los tiempos son de mucha exigencia, las posibilidades laborales han
mermado. Pero es en esta contingencia en la que debemos dar fuerza a nuestro
carácter.
Nuestro estado de ánimo debe estar siempre templado y orientado
como una flecha en dirección a su objetivo. Pero debemos calibrar lo más
posible. Porque tenemos dos riesgos objetivos en cualquier empresa que
afrontemos: a) sobreestimar al rival; b) subestimar las posibles dificultades a
sobrellevar.
Como es fácil comprender, el primer caso surge de una actitud
decididamente a la defensiva en la que hasta nos cuesta sacar las manos de los
bolsillos. Y que vimos también con suficiente detalle en el ejemplo del
parágrafo “No achicarnos”.
A su vez, el segundo caso es el que se da cuando nos creemos
demasiado autosuficientes. Debemos tener confianza en nosotros, pero eso no
quiere decir de ningún modo comportarnos de manera descuidada, pensando
que la batalla está ganada antes de librarla.
Lo aconsejable es tener confianza en nosotros mismos y no
descorazonarse ante el primer traspié. Siempre debemos saber que es
importante aprender con humildad de los fracasos, para tener la voluntad
y la sed de triunfo. El triunfo será más rotundo aún, cuando se logre dar
vuelta un resultado adverso.

Perder temores y ganar convicciones

Una vez que hemos enfrentado nuestros temores, podremos seguir


adelante. Y para esto es necesario que donde antes hubo un temor haya ahora
una convicción. El primer paso del camino al éxito es el de nutrirse de
convicciones. Sea uno persona de empresa, empleado, deportista, estudiante,
actor o comerciante, hombre o mujer, joven o viejo, son las convicciones en
nuestras posibilidades las que nos inyectan una energía positiva. Con la cual
podremos desenvolvernos en el mundo y alcanzar el éxito. El mayor o menor
éxito consiste en nuestra mayor o menor aproximación a las metas que nos
trazamos. Pero para poder mancomunar el ideal de nuestra meta y el logro de
la misma, debemos transitar un camino. Y para poder pisar firme en el mismo,
debemos tener convicciones. Es decir, certezas.
La vida nos ha de plantear constantemente nuevos interrogantes. De
hecho, si existe el progreso es porque existen los desafíos que el hombre se
propone acometer. Pero los mismos nacen de dificultades. Que se presentan
cuando algunas de nuestras convicciones –o certezas- deben ser reemplazadas
por otras.
Que aparezcan nuevos temores es también comprensible. Una vez
más, deberemos situarnos en su reemplazo por otras convicciones. En la vida,
nunca nada es definitivo. Tenemos la permanente esperanza que podemos
modificar nuestros fracasos –del mismo modo que debemos ser cautos ante
nuestros éxitos- . Pero lo importante es sabernos dueños de nuestro destino,
esto quiere decir que nadie más que nosotros mismos ha de jugar por nosotros.
Si nos proveemos de convicciones y nos diseñamos un camino apropiado, lo
nuestro tendrá muchas más posibilidades de éxito que si debemos soportar la
carga de nuestros temores y las dudas por el trazado de un camino.

Lo que tenemos que saber

Conocer nuestros recursos: debemos echar siempre una mirada sobre


nosotros mismos. Todos simpatizamos con el éxito que el aparentemente
menos fuerte David tuvo sobre el gigantesco fortachón Goliat. Pocas veces
nos detenemos a pensar en los elementos que lo llevaron a la victoria. Tuvo,
antes que nada, la fuerte motivación de saber que el rey daría en boda a su
hermosa hija al que venciera al energúmeno. Y tuvo la actitud necesaria: lo
venceré yo. Y para ello supo trazar la estrategia adecuada. Bastó, como
sabemos, una honda para derrotar al corpulento enemigo que llevaba lanza y
espada. Él supo hacer de su arma, que a nuestros ojos se ve como modesta, un
instrumento eficaz. Que ya lo había sido cuando cazó a un oso y también
cuando cazó a un león que quisieron llevarse sus ovejas. Pero el jovencito
David sabía cómo y cuándo usar su honda y su piedra. Porque de eso se trata
siempre: conocer cuáles son nuestros recursos. Y saber cómo implementarlos.

Ser concientes de nuestras actitudes: Debemos dedicar un tiempo para


conocer a fondo nuestra personalidad. Y para ello debemos distinguir nuestras
actitudes de los sentimientos. Porque sólo cuando conocemos unos y otros,
podemos darnos cuenta de si hay o no armonía entre ambos. Y un factor
importante de análisis es comprobar si existe o no coherencia entre nuestros
sentimientos y nuestras actitudes. Los sentimientos son la expresión más
profunda e interna de nuestra personalidad. Las actitudes son el modo en que
nos desenvolvemos y que, muchas veces no están en armonía con nuestros
sentimientos.
Por ello, lo primero es ocuparnos de nuestros sentimientos. Por ejemplo,
el sentimiento de vergüenza. Debemos indagar en él, saber cómo y cuándo
surge en nosotros. Muchas veces lo reconocemos por la emergencia de la
ruborización de la piel en nuestra cara. Pero no siempre nos resulta tan
evidente.
Nos da vergüenza nuestra casa, o nuestro cónyuge, o nuestra posición
social. De lo que se trata, entonces, es de ser concientes de las actitudes que
tomamos en la vida. Si consideramos, por ejemplo, el mencionado
sentimiento de vergüenza por nuestra posición social, y debemos invitar a
cenar a alguien a quien ponderamos en mejor situación, ¿cuál será nuestra
postura?... Es importante que nos esclarezcamos a nosotros mismos el
sentimiento de vergüenza. No nos ocultemos que sentimos vergüenza. Pero
aquí pasa algo parecido a lo que acontece con el llanto. Son sentimientos a los
que estamos educados para no manifestar en público. Pero admitamos esto,
dado que ciertos atributos que brinda la educación son también clave de éxito.
Y ciertos sentimientos no deben ser mostrados en determinadas ocasiones
como producto de las convenciones.
De todas maneras, el hecho de que no mostremos nuestros sentimientos,
no quiere decir que no debamos enterarnos de ellas. Al contrario, debemos
ocuparnos de desentrañar el efecto que en nuestras actitudes, ocasionan
sentimientos que consideramos embarazosos. Porque cuando nos estamos
refiriendo al combate que debemos realizar contra el miedo al éxito (y el éxito
radica hoy en gran medida en hallar inserción en el mercado), de ese “miedo”
suele originarse una autoestima desvalida. Debemos comenzar por saber
acerca de dichos miedos para poder reaccionar a tiempo y no mostrarlos en
público. Así sea para poder reemplazar o dar mejor cauce a algunos
sentimientos que impiden nuestro crecimiento, y que nos posibilite optimizar
nuestra autoestima. Para lograr las metas en el trabajo, es indispensable
eliminar la barrera que significa el miedo al éxito.

Aprender de nuestros sentimientos

Una importante regla de la Psicología nos dice que “... cuanto más
aprendamos de nuestros sentimientos, más a gusto nos llevaremos con ellos”.
Tenemos que tratar de lograr que todos los sentimientos armonicen en nuestra
personalidad.
Para poder tener un adecuado conocimiento de los mismos, es útil que
sepamos indagar en nuestro interior. Reconocer qué envidiamos y de quién,
qué cosas nos producen fastidio y cuándo nos “apichonamos” porque algo nos
atemoriza.
Conocer nuestros sentimientos nos ha de ser útil para saber qué “tretas”
nos hacemos inconscientemente. Muchas veces nuestra gestión –en el amor,
en los estudios o el trabajo- fracasa porque no hemos podido armonizar lo que
verdaderamente sentimos con lo que decimos. Y creemos que podemos salir
airosos con una fórmula convencional, pero no. Trastabillamos porque en el
momento clave emerge inoportunamente –y con especial fuerza- el verdadero
sentimiento que habíamos ocultado en lo profundo; por ello, tenemos que
buscar dotar de coherencia a nuestra personalidad, logrando una
amalgama entre el sentimiento íntimo y ciertas creencias que tenemos al
respecto.

La empatía

El objetivo posterior de esta armonización es el de empalmar nuestro


estado de ánimo con el de las personas que nos rodean. Y para poder ser
útiles, agradables y convincentes a los demás, es necesario contar con el don
de la empatía.
La empatía es la armonización entre nuestro pensamiento y
sentimiento con el pensamiento y sentimiento de los demás. Es nuestra
posibilidad de saber qué sentimos y qué siente el otro (o los otros) en nuestra
presencia. Es fundamental en toda tarea humana saber qué quieren los demás
de uno, y qué quiere uno de los demás.
Esto es muy conocido en el campo del amor. Un hombre puede amar a
una mujer, la que en cambio, puede ver en él una cristalización de su apetito
sensual (o viceversa). Pero este “querer algo del otro” es una actitud corriente
en nuestras vidas. Podemos querer el reconocimiento de nuestro hijo, el apoyo
de nuestra esposa o nuestro marido, la valoración de nuestro jefe, la amistad
de nuestros compañeros y así en muchos casos. Esto suele producir choques
en muchas ocasiones, porque se producen desencuentros. Y, por lo tanto,
desilusiones. Porque nuestras ilusiones no nacen del conocimiento de nuestros
sentimientos. Suelen ser ficciones que terminan golpeadas al cotejarse en la
dura realidad de los hechos.
La empatía nos posibilita que no sólo comprendamos al otro, sino que
también podamos interesarle al otro. Tanto en el afecto como en la
solidaridad o el dolor, es la empatía la que posibilita que actuemos de acuerdo
con las necesidades del otro. Y también puede ser una llave que nos abra las
puertas del éxito. Porque comprender qué pasa en el otro frente a nuestra
presencia nos ha de guiar en nuestro propio sendero. No es lo mismo que le
seamos indiferentes, que nos rechace o que nos quiera. El sentimiento
empático es globalizante, en el sentido en que nos permite entender acerca del
otro más allá de las convencionales palabras y de las fórmulas de cortesía.
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Lección nº 7: COMUNICACIÓN Y MARKETING

Lo que comunicamos

La comunicación es, sin lugar a dudas, el núcleo central de nuestro


comportamiento. Ya que siempre que estamos en presencia de otros, ns
comunicamos. No existe la incomunicación. Lo que sí existe es la
incomprensión. Muchas veces no comprendemos lo que nos comunican. O no
nos comprenden a nosotros en lo que comunicamos.
Especialmente debemos tomar nota de nuestro comportamiento no
verbal. Sobre todo cuando los especialistas afirman hoy, con el resultado de
investigaciones científicas, que “el 55 % de toda comunicación es de
naturaleza no verbal o gestual”.
Es decir, las poses, los gestos, los modos de cruzar las piernas o usar la
falda las mujeres, nuestra mirada y nuestra risa, son componentes
fundamentales de la comunicación. Así, por ejemplo, un inoportuno bostezo y
sin taparse la boca, puede catapultar mil puntos en contra que echan por tierra
todo lo bien que veníamos desenvolviéndonos hasta allí.
En ocasiones tragamos compulsivamente saliva, nos sonrojamos o
palidecemos, se nos hace un nudo en la garganta, nos surge una tos nerviosa,
etc. Y son todas formas de la comunicación. Están estrechamente relacionadas
con lo que nos dijeron, con lo que decimos o con lo que queremos decir, o aún
con lo que tenemos miedo que nos digan.
Si por ejemplo nos acercamos a un médico que nos debe decir cómo
salió la operación que practicó a un amigo o pariente nuestro, sin duda que
experimentaremos un nudo en la garganta antes de empezar a hablar. Este
temor nuestro es también comunicado. Y de la misma manera lo comunicamos
en cualquier otra circunstancia.
También el tono de la voz y el timbre de la misma, si bien son parte del
lenguaje verbal, son elementos que muchas veces no consideramos. Es
importante el significado de lo que se quiere decir, pero tampoco debemos
descuidar la forma en que se dicen las cosas.
Cuando, por ejemplo, le decimos a la compañera de estudios que nos
interesa encontrarnos con ella para salir juntos alguna tarde o noche, esta
propuesta puede estar dicha con un tono de voz convincente o, por el
contrario, dubitativo. El tino y el timbre de la voz son parte importante de la
comunicación.
No olvidemos que el éxito de muchos cantantes consiste precisamente
en que su voz suena cálida y cautivan al público.
La mirada y la actitud que tenemos cuando estamos pendientes de un
resultado, pueden también jugar a favor o en contra nuestro.
Lo aconsejable es mostrar seguridad pero no soberbia y tener
capacidad comunicativa pero sin que atosigue al otro, para darle también
un margen de participación en el acto comunicativo.

Tomar contacto

En nuestra diaria actividad, hay un punto de partida y un punto de


llegada para nuestra energía. Pero sucede muchas veces que el trayecto de la
energía que desenvolvemos en una situación cualquiera tiene obstáculos
respecto de su meta. La meta ha de ser siempre, en las relaciones de la vida
cotidiana, la posibilidad de tomar contacto con el otro. Este trayecto es
muchas veces interrumpido porque la energía se desvía de su cauce. Esto
acontece cuando, por ejemplo, la ansiedad fagocita la capacidad de obrar y tal
vez por haber rechazado el sentimiento o el motivo que nos impulsa a una
relación con alguien determinado, reemplazamos esta primera elección. Que
es lo que pasa cuando en vez de tener una charla con alguien con quien
debemos aclarar algunas cosas, no lo hacemos y nos decidimos a refugiarnos
en una caminata o bien nos vamos a dormir.
Y también es importante reconocer que todos tenemos prioridades en
nuestra lista de amistades. No es posible mantener un mismo flujo de
energía hacia todas las personas. Por lo tanto en nuestra elección debemos
cuidar que podamos siempre tomar contacto con el otro. Un contacto que
tendrá, de todos modos, mayor o menor energía en juego, de acuerdo a la
prioridad que hayamos dado a la persona en cuestión. Esta toma de contacto
posibilita la empatía y asienta una más lograda comunicación.

Una decisión correcta


Para conseguir las metas que nos proponemos –en el trabajo como en
otras áreas de nuestra vida- debemos demostrar capacidad para dar los pasos
adecuados. Que implica, a su vez, arribar a una decisión correcta.
Cuando se habla de la capacidad de decisión se quiere decir dos cosas:
1) lograr un resultado esperado; 2) evitar un resultado temido.
Si no llevamos a cabo nuestra capacidad decisoria, es muy probable que
debamos sufrir pasivamente las consecuencias de las situaciones que nos
incomodan.
Y dado que mencionamos la incomodidad, veamos entonces un
ejemplo al respecto. Estamos sentados en una butaca de una sala amplia y
colmada para oír a un disertante, en una jornada en la que el aire
acondicionado no disimula el calor reinante y sentimos que casi nos falta el
aire para respirar porque estamos ataviados para fiesta. Desabrochando nuestra
camisa y aflojando nuestra corbata podríamos seguir más cómodos y prestar
mejor atención al conferencista.
Es entonces que nos debemos preguntar por la circunstancia. Si
estamos escuchando una conferencia de la que debemos recordar los
principales conceptos, porque tendremos que dar cuenta de ellos a nuestro
Departamento de la empresa o bien porque son los que deberemos repetir en
un examen escrito para la facultad, entonces es muy importante que nos
demos las mejores condiciones para el trabajo. Tal vez quitarnos el saco (o
aflojarse más la corbata) implique una iniciativa osada si vemos que los demás
no lo han hecho. Pero la misma se halla justificada en un lugar en el que es
primordial sentir una adecuada respiración y que los brazos y el cuerpo no se
hallen rígidos. Porque impiden la elasticidad mental en la aprehensión de los
conceptos.
Así como debemos ser cordiales, amables y simpáticos en todo
momento tampoco debemos olvidar que en las circunstancias del aprendizaje,
cuanto mejores condiciones de espacio y temperatura tengamos tanto más nos
facilitará la tarea. No olvidamos que está muy arraigada la creencia que “la
letra con sangre entra”. Eso está bien si consideramos que el aprendizaje –y
el estudio- implican horas de sacrificio; pero es equivocado pensar que
debamos flagelarnos para incorporar conceptos. Al contrario, debemos
crearnos la situación más óptima. Por lo que es muy importante que
podamos tener la capacidad de decisión. Que en la circunstancia del ejemplo,
allí donde la sala es muy calurosa y tenemos que retener las ideas que nos da
el disertante, debemos tener la autonomía de criterio y la capacidad de
decisión para poder, en un momento en que no pasemos apercibidos, quitarnos
la prenda que dificulta nuestros movimientos. De este modo se nos hará más
fácil tomar nota, seguir al orador y elaborar un aprendizaje.
Pero tenemos que discernir bien la situación. Porque si nos hallamos
recorriendo instalaciones de una planta junto al director de la misma y a otros
empleados, no es conveniente quitarnos una prenda de vestir, aún cuando
tengamos calor, si observamos que de ese modo estamos dando la nota en un
grupo pequeño.
La capacidad de decisión es también en ocasiones –es importante
señalarlo- el producto de otra capacidad específica, que es la de darse cuenta
de la singularidad de cada situación. En principio, en un pequeño y activo
grupo estamos más expuestos que en un grupo grande, porque la atención está
también más centrada en cada uno de nosotros. Pero básicamente porque en el
segundo caso que dimos como ejemplo, quitarse el saco puede mostrar una
debilidad frente a los demás colegas o compañeros que no lo hacen. Ellos
parecen más adaptados a las condiciones, y quien se quita una prenda llama la
atención sobre sí, descolocando por un momento incluso al director que está
dando una explicación. Por eso, no es lo mismo una sala llena del auditorio
que un pequeño grupo con su director o jefe. Si en el primer caso no tenemos
a toda la audiencia echando sus ojos sobre nosotros, en el segundo se requiere
de cada uno de estos pocos miembros del grupo una atención privilegiada. Y
además estamos sugiriendo incomodidad en la tarea.
Saber diferenciar las distintas situaciones en las que nos
encontramos, es el primer paso para poder llevar a cabo una decisión
correcta.

Conociendo nuestras ansiedades

Cuando hablamos de nuestro miedo, debemos también recordar que éste


muchas veces se hace presente en nosotros mediante un estado de ánimo que
llamamos “la ansiedad”. En verdad, tal vez sea más correcto hablar de “las
ansiedades” porque son muchas y referidas a distintas cosas. Por ejemplo,
tenemos una ansiedad de víspera, es decir, previa a cierto acontecimiento.
Puede ser éste una reunión a la que tengamos que concurrir, un examen a
rendir o aún una llamada telefónica que queremos realizar. Tomemos este
último ejemplo. Una chica que quiere llamar a un chico –o bien que espera el
llamado de éste- puede sentirse exageradamente ansiosa. La ansiedad es un
estado anímico que nos impulsa a querer acelerar las cosas, a no poder
sobrellevar el habitual ritmo del tiempo y a sobreestimar, por lo tanto, el
tiempo transcurrido. Lo interesante de este estado anímico es que al tiempo
que acelera nuestra respiración y nuestro ritmo cardíaco, puede paralizar
nuestra acción. Si bien hay distintos tipos de ansiedad y en cada uno de ellos
el resultado es diferente, en muchos de estos casos se da una contradicción: de
un lado, un aceleramiento vital de la persona ansiosa; del otro lado, la
paralización de lo que debe hacer.
La ansiedad nos empuja muchas veces a representarnos mentalmente la
acción; supongamos que queremos hacer un llamado telefónico a alguien que
consideramos importante. Nuestra ansiedad nos lleva anticipadamente a
imaginar nuestro futuro diálogo telefónico. Podemos también durante la
misma fantasía suponer una respuesta negativa o poco cálida de la persona que
nos atendió. Y esta posibilidad, aún antes de llevar a cabo la llamada, nos
paraliza y nos impide por ello hacer el llamado.
Entonces, es fundamental darnos cuenta de qué ansiedades nos
gobiernan. Una cosa es una evaluación de lo actuado, lo que nos dijeron y lo
que dijimos –y cómo lo hicimos- y otra muy distinta cuando nos martillamos
la cabeza con la presunta posibilidad de lo que podría llegar a sucedernos en
caso de tal o cual palabra, gesto o llamado. Por eso la ansiedad por el hecho,
así como nos lleva a precipitarlo en nuestra mente (mediante la fantasía o la
imaginación), nos paraliza en la realidad. Nuestra ansiedad nos lleva a que
dejemos sin hacer en el momento oportuno lo que tendríamos que hacer. No
hacemos la llamada al joven o no nos presentamos ante la mesa examinadora.

Aprendiendo a regular la ansiedad

Es incorrecto pensar que la ansiedad pueda ser eliminada totalmente


porque también un monto mínimo de la misma es la que nos pone en marcha
para cualquier tarea que emprendamos; pero sí es legítimo hablar de una
regulación de la ansiedad.
Por ello es fundamental tener en cuenta que la ansiedad debe ser
regulada, calibrada, colocada en bajos decibeles. Y debemos ser muy cautos,
porque muchas veces creemos a pie firme que hemos desterrado de nosotros la
ansiedad, pero la misma reaparece. Y a veces nos volvemos ansiosos justo en
el momento en que más necesitamos de nuestro equilibrio. Como todos
sabemos, la ansiedad suele jugarnos una mala pasada e irrumpe atentando
contra nuestro éxito.
El dilema frente a nuestras ansiedades tiene una fórmula sencilla: o las
gobernamos o nos gobiernan. De cualquier manera, siempre convivimos
con ellas. Y, obviamente, tenemos que poner nuestras mejores razones y
nuestra más adecuada energía en gobernar a nuestras ansiedades. Es decir, en
saber regularlas. Es una dura batalla emocional, pero sólo así podremos
afrontar con éxito las situaciones que nos presentan dificultades.
Y en la vida, todas son dificultades, vallas o escollos que debemos
sortear. Pero tenemos que sortearlos como un jinete que practica equitación.
Con la vista en la valla pero sin soltar las manos de las riendas que sujetan
nuestro animal. Las ansiedades cuando se desatan, suelen ser como un caballo
desbocado, que nos deja sin brújula. Para tomar la rienda y conducir a nuestras
ansiedades es necesario que tomemos conciencia de cuáles son éstas.
Conociendo nuestras ansiedades, sabremos acerca de nuestros temores.
Y el miedo al éxito está conformado por la sumatoria de los temores y las
ansiedades. Por ello, vale recordar que cuando logramos conocer algo, gran
parte del temor que teníamos y la ansiedad que nos suscitaba, desaparece.
Tenemos el ejemplo de la oscuridad. Ir por una calle oscura da miedo. Pero si
de pronto una luz se enciende y la ilumina, nuestro miedo desaparece y nos
sentimos seguros en el andar.
La ansiedad frente al parto de la esposa, es muy conocida por todos. Los
maridos, en una imagen largamente graficada, dan vueltas y vueltas en el
pasillo de la maternidad, fumando, a su vez, un cigarrillo tras otro. Son
muchas las formas de mostrarnos ansiosos. Entre tantas podemos reconocer la
ansiedad frente a la boda de los hijos, la ansiedad de los propios contrayentes,
la ansiedad frente a una mesa examinadora, la ansiedad frente a una entrevista
laboral, etc. Son todas distintas formas de mostrarnos ansiosos.
Y ya que no es posible eliminar por completo nuestras ansiedades,
debemos por lo menos intentar aliviarlas. Un ineludible primer paso para no
tener una sobrecarga emocional negativa al momento de tener que
desenvolvernos en el acontecimiento esperado, es el de quitarnos ese peso de
la excesiva ansiedad. Aliviar nuestra ansiedad nos quitará el sobrepeso.
Siempre debemos mentalizarnos que gobernamos nuestras ansiedades y
que no nos dejaremos gobernar por ellas.

Emprender cada día

Cuando nos ocupamos de montar nuestra propia pequeña empresa,


especialmente en tiempos como los actuales en los que se hace indispensable
encarar microemprendimientos o trabajar por cuenta propia –como siempre se
dijo- es de suma importancia la actitud psicológica con que encaramos este
proyecto. Y aquí son útiles recordar las palabras del eminente sabio Dr Albert
Sabin, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis que lleva su nombre
(vacuna Sabin oral). En uno de sus consejos a la juventud (aunque esto es
válido para hombres y mujeres de cualquier edad), dijo que cada día cuando
nos levantamos, deben coexistir en nosotros dos actitudes de vida. Y que
aunque parezcan opuestas, se complementan mutuamente. Por lo que, sostuvo,
por una parte hay que vivir cada día como si fuera a vivir eternamente y, por la
otra parte, se debe vivir cada día como si fuese el último día de nuestras vidas.
Y lo justificó, afirmando que con el primer plano se logra vivir cada día con
plenitud y ambición, mientras que desde el segundo plano se adquiere también
una conducta de sencillez y respeto por el prójimo.
Cuando abordamos el tema de las personas que deciden iniciar una
actividad por cuenta propia, nos interesa abordar estos dos aspectos o planos
en los que debemos encarar cada día de nuestras existencias. Así, vemos que
en ese primer aspecto, el sabio investigador nos está diciendo que debemos
encarar cada día como parte de un proyecto que inevitablemente se va a
desarrollar “como si nuestras vidas fuesen eternas”, quiere decir que debemos
ser nosotros mismos los dueños de nuestro tiempo. Que debemos asumir la
actitud de quien sabe que finalmente su proyecto se impondrá. Y esta actitud
nos va a proveer de la tenacidad necesaria para no claudicar con los primeros
inconvenientes.
A su vez, el segundo de los aspectos destacados por el doctor Sabin es la
actitud de encarar cada día “como si fuese el último de nuestras vidas”, lo que
está también relacionado con la posibilidad de una realización moral como
personas porque alude a la sencillez y modestia con que debemos actuar frente
al prójimo, es decir, de no mostrarnos soberbios o pedantes. Pero este aspecto
tiene, además, un perfil adecuado para nuestro análisis. Vivir cada día como si
fuese el último quiere decir lo mismo que esa famosa máxima que todos
conocemos, “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Es decir, se trata
de impregnar nuestra actividad de una dinámica que nos genere cada mañana
nuevos bríos y nos impulse a actuar con convicción, creatividad y ganas de
imponernos.

La importancia de las mañanas.

Están quienes se acuestan muy tarde y encuentran en la noche un


estímulo para proyectar la jornada siguiente. Pero también están quienes
descuidan su mejor aptitud y, por lo tanto, duermen a la mañana siguiente por
haberse acostado tarde. Necesitan reponer energías.
Pero debemos acostumbrarnos a medir nuestro tiempo biológico en
relación a nuestro tiempo anímico. De cómo comenzamos un día depende en
gran medida el futuro éxito o no, en el resto de la jornada. Si lo empezamos
con ganas y convicción nos puede ir de dos maneras posibles y por todos
conocidas: bien o mal. Pero si lo comenzamos a disgusto, agotados y carentes
de voluntad, invariablemente nos irá de un solo modo: mal.
Porque en este último caso estamos nosotros mismos con nuestra
desganada actitud provocando el único resultado esperable, que será negativo
y nos frustrará aún más.
Es importante que nos mentalicemos en que debemos obtener un
resultado exitoso. Y que cada día comienza con una perspectiva diferente.
Podremos recibir un llamado, o una visita, que nos modificará el ánimo y la
disposición interna. Pero no debemos dejar de lado que previamente tenemos
que hacer por nosotros mismos la posibilidad de captar esa chance alternativa.
Es muy útil recordar aquello que cantaba Serrat: “... hoy puede ser un gran
día, propóntelo así...”

Polifacéticos o especialistas

Actualmente coexisten dos líneas de pensamiento en lo que hace a los


requerimientos del personal como de los profesionales a emplear. De un lado,
vemos que en muchas empresas se lleva a cabo –en algunas de sus áreas- una
diversificación de tareas.. Si hasta aquí el vendedor, por ejemplo, se dedicaba
a vender y no a otra cosa, hoy se le exige asimismo que se ocupe de la
supervisión del personal, de los costos, de la administración del tiempo y de
muchos otros relevamientos de utilidad. Esto quiere decir que, en esa empresa,
cuantas más cosas sepamos hacer más posibilidades de inserción tenemos.
“Seamos funcionales” sería allí la consigna. A las personas que tienen esas
características se las denomina “polifacéticas”, en tanto que dominan diversas
fases de la operatoria laboral. Desarrollar esta característica es muy sensato,
no olvidemos que un actor que hace tanto drama como comedia, tiene siempre
más chances de trabajo que el que está habituado a una sola de estas esferas.
Pero, a su vez, paulatinamente la sociedad requiere cada vez más y más
de los especialistas. Esto hace, por ejemplo, que a ciertos actores encasillados
en el papel de villanos se les llame cada vez que en una obra –de teatro, de
televisión- haya un personaje con esas características. Y la crítica como el
público consideran que se trata del “actor a medida para este personaje”. En
general, en todo el campo laboral se vive en esta época una situación análoga.
Si bien hace algunas décadas el notable filósofo español José Ortega y
Gasset se opuso a esa tendencia a la especialización que quitaba posibilidades
al ser humano de empaparse de un saber más completo en todas las áreas, lo
cierto es que los avances tecnológicos de esta última media centuria han ido
confirmando cada vez más la necesidad de las especificidades. Y en casi todos
los lugares se requiere hoy la opinión autorizada de los expertos. Esto se ve
claramente en el ámbito de los profesionales. Porque cuando se necesita de un
cardiólogo se omite a un médico especializado en aparato digestivo o al
médico clínico. Cuando se requiere de un psicólogo del trabajo se omite al
psicólogo clínico o educacional, y así. Todos quieren tener, sea para la
consulta o para invitarlo a un panel o a una disertación, al profesional que sea
experto en el tema, que se haya especializado y perfeccionado en una temática
específica.
Entendemos que el experto o especialista está prevaleciendo
actualmente en el ámbito de las profesiones. Pero el polifuncionalismo es
muy requerido en los empleados y entre el personal de determinadas
empresas, en particular en las de servicios.
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Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nº 8: METAPROGRAMAS

Organización de la percepción de la realidad. Cómo abandonar el subjetivismo


esclavizante tras una objetividad liberadora.
El tiempo subjetivo. Manejo conciente de los tiempos físicos desde los
tiempos mentales.

En esta lección –y las subsiguientes- presentaré un conjunto de técnicas nacidas de


la experiencia de mis décadas como investigador en estos campos. No hace a la ocasión –ni
al espacio disponible ni al tiempo del estudiante- presentar los fundamentos de las mismas,
tarea que demanda del interesado el conocimiento global de mis trabajos; sin embargo, los
fundamentos operatorios de estas técnicas no resultarán desconocidos para mis alumnos del
curso de Parapsicología Aplicada, pues es en parte del amplio “dossier” teórico del mismo
en que se basan estas conclusiones.

Sin duda, la instrumentación más inmediata de ello es la comprensión –


y desarrollo- de lo que llamamos “densificación del pensamiento” o, de un
modo más gráfico, el “Láser Mental”. Cuando nos preguntamos cuál es la
diferencia entre la luz común y la luz láser, advertimos que, en esencia, son
básicamente lo mismo: luz. No es su diferente manifestación, entonces,
consecuencia de su naturaleza, sino de su organización. En efecto, así como
la luz común, cumpliendo el Segundo Principio de la Termodinámica, Ley de
Entropía o Principio de Carnot se distribuye uniformemente en todas
direcciones, iluminando la habitación y, a lo sumo, elevando un par de grados
la temperatura ambiente (en realidad, se disipa, pues por Ley de Entropía
busca distribuirse uniformemente en todo el sistema cerrado), el láser es toda
esa luz “montada” en un haz coherente, que es como decir, reunida y
focalizada en una línea, en un punto. Pero mientras la primera sola ilumina la
habitación, la segunda es capaz de atravesar una de las paredes de esa
habitación. Insisto en eso: su poder no nace de su naturaleza; nace de la forma
cómo se estructura.
Lo mismo ocurre con el pensamiento –entendiendo éste como una
forma de energía y cuánto más cuando es aplicado a las cuestiones materiales-
El pensamiento de la gente común tiende a comportarse como la luz común,
disipándose en múltiples direcciones. Por ejemplo, el sujeto piensa cómo
mejorar su situación financiera y su imaginación creativa salta de cuestionarse
cómo llegar a obtener un aumento de sueldo, a las maneras de aprovechar
rentablemente sus horas disponibles, o a buscar otro trabajo, o a asociarse con
alguien para encarar un emprendimiento, o.... Es decir, va “saltando” de un
foco de eventual interés a otro. En cambio, el practicante de Energotonía
focaliza su atención en un solo objetivo (obviamente, después de concluir que
es el más idóneo: de las múltiples formas de llegar a esta conclusión,
recomiendo seguir los pasos de la Programación Controlada de Objetivos de
nuestro curso de Control Mental Oriental), La dispersión es el demonio; y si
alguien opone a este planteo el viejo refrán de “no poner todos los huevos en
la misma canasta”, le recordaría que se refrán sólo es válido si se aplica a los
resultados obtenidos, no a los recursos disponibles.4
Focalizar la atención tiene dos características necesarias: la duración de
la focalización –el aspecto cuantitativo- y la intensidad de la misma –el
aspecto cualitativo- Uno de los grandes errores de quienes frecuentan estas
disciplinas es dar por hecho su capacidad de concentración. Así, si para un
ejercicio determinado se les pide que mantengan, digamos, diez minutos su
concentración sobre un evento o un objeto, creen y de hecho se disponen a
hacerlo de una manera que entienden sencilla: no observan, sin embargo, el
comportamiento muchas veces errático de sus mentes. En esos diez minutos
sucesivamente su atención va saltando del objetivo deseado a lo que tendrán
que hacer más tarde o tendrían que haber hecho más temprano; vuelven al
objetivo propuesto, divagan momentáneamente en temas ajenos, vuelven al
objetivo, atienden los sonidos que provienen del exterior.... Si reunimos el
tiempo realmente concentrado en el objetivo, descubriremos que de esos
hipotéticos diez minutos todo quedó reducido a tres o cuatro.
En este sentido –y me remito otra vez al Control Mental Oriental- nada
entrena tanto la atención –y, de paso, la Voluntad- como el ejercicio que
llamamos “Técnica de Refuerzo de Mirada”.
Estos ejercicios están pautados como elementos capaces de modificar la conducta de
terceros, bajar sus defensas psicológicas, obligarles a actuar en el sentido que nosotros
queramos y acatar nuestras sugestiones. En verdad, se encuentran teñidas de mecanismos
hipnóticos.
Parten del supuesto que, por el comportamiento visual de un sujeto, no
solo podemos juzgarlo con bastante acierto sino asimismo, por ejemplo
mirándolo fijamente a los ojos, vencer sus mecanismos de resistencia.
Decimos de quien conversa con nosotros sin mirar nuestro rostro que se
trata de una persona débil, de carácter inseguro o falso, por regla general,
acordamos que quienes “miran el paisaje” mientras conversamos no expresan
4
De todas formas, siempre es válido recordar que muchas veces los “refranes populares” son formas arcaicas
e inconscientes de condicionar y limitar a los individuos para adecuarlos al Sistema; no –como se suele creer-
un compendio necesario de recomendaciones útiles. Debemos recordar, por ejemplo, aquél que dice “más vale
malo conocido que bueno por conocer”. Un verdadero absurdo: siempre es preferible enfrentar la ansiedad de
lo Desconocido si conlleva la certeza de lo correcto o mejor que seguir soportando la comodidad intelectual
de lo conocido cuando es sinónimo de perjuicio y dificultades.
la realidad de sus pensamientos y sentimientos, mientras que el “observador
del tercer botón” porque siempre parece estar mirando el tercer botón de
nuestra camisa) es un individuo de poca firmeza mental o espiritual.
Nuestra firme mirada desconcierta y apabulla, y la confusión es el
instrumento ideal para evitar que el otro organice sus defensas y contraataque.
Para poder transmitir nuestras convicciones con nuestra mirada sin
traicionarnos existe una pequeña trampa: mirar, no los ojos en sí de la otra
persona, sino sólo uno de ellos, fijar allí nuestra vista y concentrarnos hasta
distinguir nuestra imagen reflejada en la pupila del otro. Si la distancia no lo
permite, visualizar ese reflejo. Esto brinda seguridad, confianza, ya que distrae
a nuestro inconsciente de la opresión del “sentirse observado” hacia la
sensación gratificante de reflejarse en un espejo.
El entrenamiento consiste en sentarse a unos cuarenta o cincuenta
centímetros del rostro del compañero y permanecer todo el tiempo que sea
necesario observándose fijamente en forma mutua (lógicamente, pudiéndose
pestañear) con la vista clavada en un ojo, esforzándose por observarse a sí
mismo reflejado en ese ojo, y con la mente ocupada sólo en eso.

Los mecanismos psicológicos con que fuimos educados no conciben a


la mente conciente enfrascada en una tarea aparentemente tan mínima como
esa. Por eso, aunque en principio creamos que se trata de un quehacer muy
sencillo (“¿quién puede tener problemas en eso de mirarse a los ojos,
simplemente?”) nuestro inconsciente –que no va a transar a la hora de dejarse
controlar por nuestro yo conciente- va a jugarnos algunas malas pasadas; trata
de “llenar” ese vacío de acción sin acción y es por ello que sobrevienen deseos
de mirar hacia otro lado. Los estímulos exteriores (ruido, por ejemplo)
aparecen enormemente amplificados, nos atacan incontrolables deseos de
reírnos, o el rostro de nuestro compañero parece transformarse, brillar o
desvanecerse. Esto nos enseña cuán lejos estamos de conocer los procesos
mentales y, en consecuencia, de controlarlos. Y esto nos lleva al ejercicio
siguiente.
Practicando con cierta periodicidad esta técnica observaremos que
nuestras determinaciones (por ejemplo, en las conversaciones con terceros,
durante una venta o un examen) parecen mucho más firmes e influyentes. A
ello debemos sumar el necesario mecanismo vocal (voz más bien grave dentro
de nuestros propios tonos, pausada sin ser lenta, tonos claros, con repetidos
“picos tonales” e irregular distribución de los tiempos de dicción) y el
incremento en esa faceta, el éxito personal será sumamente significativo.
Metaprogramas

Ampliando el campo del manejo del campo visual de la personas que


interpelamos, podemos entonces conculcar lo que llamamos
“Metaprogramas”, que básicamente consiste en adaptarse a la persona que está
enfrente.
Si el 70 % de lo que se percibe de nosotros –esto es una verdad
estadística- tiene que ver con nuestro lenguaje corporal, gestual, nuestro tono
de vos y apenas el resto con el “contenido temático” de lo que decimos, en el
terreno de lograr la empatía necesaria con fines laborales o comerciales será
entonces de indudable importancia “sintonizar” con el otro. Para poner un
ejemplo: frente a un individuo de modales pausados, tono de voz quedo,
maneras suaves, nos expresamos con nuestra personalidad sanguínea y
extravertida, de manera altisonante y con movimientos de manos que hacen
temer por la pérdida de la vista a quien tenga sus ojos al alcance de nuestros
miembros que se sacuden como aspas de un molino, es ingenuo suponer que
nuestra personalidad será “magnética”, “atrapante” o “seductora”. De allí la
falencia de tantos improvisados cursos de formación de vendedores o agentes
de promoción, que apuntan a establecer una forma de desenvolverse,
supuestamente basada en la autoconfianza, la seguridad y la afirmación, pero
que en la realidad pobres resultados suele brindar a sus improvisadores. Una
personalidad modosa como la descripta seguramente interpretará
subliminalmente nuestra personalidad como autoritaria, impositiva,
incómodamente frenética. Más aún: subliminalmente percibirá que esa quizás
no sea nuestra verdadera personalidad –esto, para el caso expuesto de alguien
a quien se entrena como vendedor de una forma “agresiva”- pero como dicha
percepción opera a nivel inconsciente no se racionalizará como la chapucera
actitud de alguien que trata de impresionarnos para convencernos, sino que es
muy posible que la mente lo decodifique como “falsía” o “hipocresía”,
derrumbando definitivamente nuestra relación eventualmente económica. La
aplicación del un Metaprograma consistirá en “dejarse llevar” por el “tono
corporal” del interlocutor: digo esto de “dejarse llevar” porque debe tratarse
no de una primera observación y la impostación de una actitud, una
teatralización, sino de una adaptación por debajo del umbral de percepción
conciente del ritmo corporal del otro. ¿Nos habla en un tono de voz bajo?.
Pues nosotros también. ¿Tiene una postura corporal laxa?. Relajémonos en el
asiento. Por el contrario, ¿es impulsivo y temperamental?. Pues animémonos y
entremos “en su onda”. Es muy interesante comprobar cómo esta sencilla
técnica brinda inmediatamente resultados promisorios.
El grado de “intuición” puesta en juego no implica, obviamente,
discontinuar el control racional del decurso de la entrevista. Esto significa por
ejemplo preguntarse, si estamos en una situación desagradable, “¿qué pasos de
los que he seguido me han traído hasta aquí?”, tanto para no persistir en esa
línea como para no repetirlos. Comprender que una cadena de argumentos es
tan fuerte sólo como su eslabón más débil, por lo que un detalle nimio, un
argumento inconsistente en nuestra exposición no es despreciable por más que
los demás parezcan consistente, pues será precisamente por ese punto por
donde se derrumbará nuestra aproximación. Verse a sí mismo cómo se
reaccionaría ante la proyección de las escenas desagradables y desenfocar,
reducir u oscurecer esa imagen.
Esto último debe aplicarse –y comprenderse- en un sentido literal. Una
situación desagradable o inconveniente en la entrevista o interacción digamos
comercial se debe en gran medida a un “metaprograma”, claro que en este
caso de naturaleza negativa. Todos los esfuerzos racionales por procederse de
otra forma deberán sin embargo coexistir con la “inclusión inconsciente” de
una visualización negativa, por lo que es muy profiláctico proceder de esa
forma, repito: “construir” imaginariamente la escena problemática y luego
desenfocarla, oscurecerla o reducirla de tamaño. Este aparente infantilismo no
es tal ya que como el inconsciente no opera en base a disquisiciones lógicas
sino es motorizado por símbolos, y siendo toda imagen de hecho un símbolo,
lo que hagamos con ese símbolo se proyectará de manera acorde a la espera
del inconsciente, con lo que evitaremos el boicot de La Sombra, tema de
nuestra próxima lección.

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Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nro. 9: EL PODER PARA EL ÉXITO.


Cómo proyectar energía positiva sobre objetos y sobre personas.

No es posible a todos el ocupar altos cargos o lograr fama; pero es posible a cada
uno de nosotros obtener un verdadero éxito en el trabajo para el cual estamos mejor
preparados y, por tanto, es nuestra verdadera esfera de actividad. A uno se le da un talento;
a otro cinco, y así sucesivamente. Cada uno de nosotros está destinado a un servicio
diferente, y para cada uno hay un hueco en la vida que nadie más puede llenar. Algunos
siguen el comercio, otros las artes o la informática, pero sea el que sea el campo, habrá
dificultades que vencer.
Es difícil definir el éxito, pues la palabra no significa exactamente lo
mismo para dos personas distintas. Sin embargo, aunque el éxito pueda
significar para uno una cosa y para otro algo completamente diferente, hay
empero una definición amplia que se puede aplicar a todos. En este sentido
más amplio, el éxito significa la consecución en la vida de algo que sea
realmente digno para uno. También puede describirse como el predominio, no
sobre otras gentes, sino sobre la vida en general.
Esto implica vencer, lograr, de forma que cuando la vida termina, uno
tenga una razón honesta para sentirse satisfecho. Es de la incumbencia de
todos nosotros el hacer algo útil de nuestra vida.
No hemos venido a la vida para andar sin brújula y fracasar; sino que
hemos de vencer sus dificultades; ir contra la corriente y llegar a destino. El
éxito no consiste en “atesorar” riquezas; satisfacer aspiraciones egoístas, sino
que consiste en hacer algo en la vida realmente digno, que enriquezca al
mundo y agregue algo al bienestar común. El éxito y el triunfo de esta clase no
lleva consigo pesares ni remordimientos, sino que añade felicidad a la vida y
satisfacción en la hora de la muerte.
El éxito no es debido a las circunstancias externas, a la suerte o al
destino. No es del todo el fruto de las aptitudes, pues gente con mucho
ingenio a menudo fracasa en hacer un éxito de su vida; tampoco es debido a la
herencia o a las influencias, aunque todas esas cosas pueden ser útiles en un
momento dado.
El éxito es debido principalmente a tres cosas, a saber;: Fe, Visión y
Servicio. Primero, ha de haber fe en el propio poder de vencer, pues sin esto el
éxito es imposible. Si un hombre no tiene fe en sí mismo está en verdad en
una triste condición, y ningún éxito puede presentársele. Todos los que quieren
tener éxito en sus vocaciones han de tener fe en su poder para alcanzarlo. Han
de estar tan convencidos de esto que ningún fracaso o retroceso ha de poder
nunca hacer vacilar su confianza. Quien quiera tener éxito ha de tener tal fe en
su poder de vencer los obstáculos que, aunque todo el mundo esté en contra de
él, permanecerá impávido. Es posible que seres humanos que son verdaderos
triunfadores nada sepan del más grande Poder interno pero, instintivamente,
creen en él, disponen de él y lo emplean. Hay dos clases de creencia en uno
mismo: la creencia o presunción del tonto que cree en sus supuestas aptitudes,
de quien piensa que es competente para hacer cosas que están enteramente
más allá de su capacidad; los egoístas superficiales de este tipo creen en sus
yoes y están tan engreídos en su orgullo que no pueden ver sus propias
limitaciones. Pero está también la fe del ser humano fuerte y capaz que cree,
no tanto en sus aptitudes como en su fuerza interna, que es más grande que sus
poderes finitos. Éste se da cuenta de sus propias limitaciones y confía en algo
que tal vez él no comprenda, pero que sabe que está allí y puede confiar en
ello. Esta creencia en un poder interno, lo que yo llamo el “fuego sagrado”,
para vencer es realmente el verdadero secreto de una persona de recursos para
triunfar. Es lo que lo distingue del individuo ordinario que nunca puede
elevarse sobre el nivel de la mediocridad.
La fe, ya sea en los poderes internos de uno mismo o en su aptitud para
salir adelante, que imparte una creencia en el Poder interno es, pues, el secreto
de la consecución y el fundamento esencial del éxito. Uno que se encuentre
poseído de una confianza como ésta puede reírse de las tormentas de la vida.
No importa cuán a menudo haya de probar las amarguras del fracaso –y qué
persona, aunque haya triunfado, no las prueba a veces- se levantará otra vez y,
aprovechándose de la experiencia, edificará un éxito más grande que los
anteriores. La fe es tan necesaria en los asuntos mundanos como en los
conflictos del alma. Sin ella es imposible que la persona tenga éxito en la vida;
está condenada a abatirse ante sus dificultades. Los hombres y mujeres con fe,
cuando son azotados por la adversidad pueden caer, pero para levantarse de
nuevo. No se lamentan y jamás van a engrosarlas filas de los que habiendo
dejado escapar las oportunidades doradas de la vida vegetan hablando de los
éxitos que hubieran alcanzado si solamente no hubieran sucedido ciertas
cosas.
La fe y el valor son vitalmente necesarios para todos los que quieran
hacer algo de su vida y ser de alguna utilidad para el mundo. El éxito no se
obtiene sin esfuerzo; los grandes triunfos no son posibles excepto como
resultado de un esfuerzo sostenido. Desgraciadamente, muchos esperan un
sendero de rosas, pensando que pueden ir a través de la vida sin fracasos,
contrariedades y retrocesos. Esto es imposible. Todos los que obtienen éxito
han tenido sus fracasos y horas oscuras, cuando todo les pareció perdido. Son
puestos a prueba hasta el máximo. La diferencia entre los que triunfan y
consiguen y los que fracasan y no llegan a nada no está en las oportunidades o
la experiencia, sino en la manera en que afrontan las adversidades de la vida.
El hombre de fe y valor aprende lecciones de sus fracasos; comienza de
nuevo y aprovechándose de su experiencia dolorosa, edifica para sí un éxito
más estable y más duradero. El hombre de poca fe, por lo contrario, no trata de
sobreponerse a sus calamidades; rehúsa aprender la lección que el fracaso le
enseñaría, y nunca prueba otra vez. En lugar de reconocer que la causa de su
fracaso está dentro de él mismo, y de esforzarse para remediarlo, culpa a las
circunstancias y a los demás; condoliéndose como si fuera herido y maltratado
por la vida y sus semejantes. Tal persona nunca puede hacer de su vida un
éxito verdadero ni nunca conseguirá nada. La compasión de uno mismo es la
más destructiva de todas las prácticas negativas, y bloquea el sendero a todo
progreso y consecución. Quien se compadece de sí mismo reconoce, al obrar
así, que es un fracasado y que las circunstancias son demasiado fuertes para él.
Al compadecerse de sí mismo evidencia que no tiene fe en el poder interno
que es más grande que todas las circunstancias adversas.
Ésta es muy a menudo la única causa del fracaso de algunas personas. No tienen fe,
porque no tienen nada en qué creer. Tales necesitan darse cuenta que tienen un poder
interno que es parte del Poder Infinito, Único, Omnipotente. En cuanto se dan cuenta de
ello y buscan y confían en tal poder hallan que no hay dificultad que no se pueda vencer,
ningún desastre que no e pueda reparar, ningún fracaso que no pueda convertirse en un
peldaño a un éxito mucho más grande que jamás se creyó posible antes. Todas las
limitaciones del hombre son debidas a sus dudas o miedos, a su falta de creencia en el
poder interno. El ser humano limita lo Ilimitable por sus pensamientos, por su falta de fe y
por su perspectiva terrenal. Tiene el Infinito a su disposición; si se diera cuenta de esto
hallaría que “todas las cosas” son posibles.

La consecución de cualquier cosa realmente digna no solamente


requiere fe sino que además requiere confianza. En condiciones iguales, el
hombre que triunfa es siempre el hombre de más amplia visión. Uno de
pequeña perspectiva, que visualiza cosas insignificantes, nunca puede
conseguir grandes cosas. De la misma manera las consecuciones de uno cuya
visión es grande nunca pueden ser insignificantes o pequeñas. Lo obtenido por
el ser humano es siempre una reproducción de su visión o imagen en sus
pensamientos; esto es, por supuesto, si tiene la confianza y el valor para llevar
las cosas adelante hasta un final victorioso. Lo que se tiene presente en la
mente siempre tiende a manifestarse en la vida. Las imágenes de la mente, si
se sostienen constantemente, poderosamente, se reproducen en la vida
cotidiana. Todo logro externo es el resultado de la visión interna. Primero en
lo invisible y luego en lo visible, es una de las leyes del universo. Las cosas se
crean primero en el “material” de la mente antes que se produzcan o
reproduzcan en el mundo material externo. Contemplen un puente grandioso,
y no verán más que la expresión externa de la visión que sostuvo la mente del
ingeniero. Miren una vida bella y noble, y verán la manifestación de las
imágenes y pensamientos de belleza y nobleza del interior de ese sujeto. La
vida es el gran tulpa5 de nuestra mente.

La visión es la facultad más maravillosa que poseemos. Mediante ella, todas las
fuerzas invisibles de nuestra vida se enfocan y concentran en un punto hacia una
consecución definida. Mediante ella, todas nuestras acciones se dirigen inconscientemente
hacia la misma meta. Mediante ella, el hombre de ambición desmedida es apresado por
poderes que son más grandes que él mismo y forzado a desempeñar cargos de una
responsabilidad agobiante que lo convertirán literalmente en un esclavo. Encuentra,
entonces, que ni la riqueza ni la fama pueden compensarle la pérdida del esparcimiento, la
salud y los placeres sencillos de la vida. En medio de su éxito y fama su corazón está
enfermo de anhelo por una vida más sencilla y más feliz. Pero esto se ha hecho imposible;
está sufriendo los resultados de su visión demasiado ambiciosa y su fantasía mental.6
La visión es el poder más grande de la mente humana. Sea lo que quiera que se
mantenga en la mente bajo la forma de fantasía mental, con el tiempo se modela en la vida.
Si, por consiguiente, las imágenes mentales son de clase equivocada, muy grandes han de
ser los desastres en la vida. Hay un propósito Divino tras cada vida, un plan que es
infinitamente bueno. Si las imágenes mentales están en armonía con el propósito de la vida,
moldearán el verdadero éxito y la verdadera consecución.
Si, no obstante, hay un choque entre los dos, el único resultado posible es una
infelicidad extrema y lo que puede parecer externamente ser un éxito, en realidad es un
fracaso terrible. En las tempranas etapas de la nueva vida esta guía y propósitos divinos
podrán no ser discernibles; pero un buen sustituto es seguir los ideales más elevados y las
aspiraciones más altas como se presentan al alma en cada momento. Si se siguen las
aspiraciones más elevadas no se andará equivocado, y si se persiste pronto se recibirá una
guía más definida. Todo ideal ha de ser, por consiguiente, práctico.
Por el abuso de las fuerzas mentales el ser humano puede literalmente destruir su
vida. Al visualizar la riqueza, por ejemplo, y querer muy vigorosamente que la riqueza
venga a él, pone en acción fuerzas poderosas que se vuelven un poder irresistible en su
vida, haciéndole perder la estabilidad y haciéndolo girar como una veleta. La riqueza viene,
si el hombre es suficientemente fuerte en concentración y voluntad, pero con ella pueden
venir también desastres, pesares, mala salud y miseria indescriptibles. Además, para
realizar su ambición ha de sacrificar la vida de su hogar, todos sus placeres sencillos, la
compañía de quien ama, hasta que finalmente, habiéndose realizado su ambición, se siente
entre las ruinas de su felicidad, en una victoria pírrica, un hombre con el corazón deshecho,
desesperado y desilusionado.
5
Expresión tibetana para “forma de pensamiento”: como hemos analizado en otros cursos y artículos, el
budismo tibetano desarrolló la técnica de generar formas visibles y perceptibles en la realidad objetiva
generados sólo por la intensa concentración mental del practicante.
6
Las implicancias perniciosas de esto, así como la posibilidad que tales circunstancias nos hagan permeable a
otras formas de vulnerabilidad psíquica son analizadas en detalle en nuestro curso NIVEL SUPERIOR DE
AUTODEFENSA PSÍQUICA.
Es necesario emplear este poder de la visión, pues es imposible ordenar la casa o
construir un gallinero sin él. Lo que se necesita es que sostengamos en la mente imágenes
que estén en armonía con lo que nuestra intuición nos dice es lo más elevado y lo mejor. En
lugar de aspiraciones egoístas hasta saciarse de las cosas perecederas han de haber deseos
por una vida más sencilla, menos egoísta y más natural, combinada con el servicio a los
demás. Esta palabra, “servicio”, nos conduce a nuestro tercer punto, pero antes que
pasemos a él es necesario decir algo acerca del propósito, la constancia y la persistencia.
La visión mental, para que sea efectiva, debe ser continua. Es decir, si
sostenemos una imagen o ideal en la mente por un tiempo y luego nos
cansamos y la reemplazamos por otra, nada de valor conseguiremos o se
manifestará nunca. Si un hombre se propone construir un gallinero, debe
sostener la visión del gallinero en su mente hasta que haya reunido las
herramientas y el material y construya la cosa que desea hacer. Si, por el
contrario, sostiene en su mente la imagen de un gallinero durante un día y
luego la cambia por la de un reloj de pared y al día siguiente por la de una
biblioteca, nada tangible resultará nunca.
Si una dueña de casa decide limpiar una habitación de la planta baja y,
antes que su imagen mental pueda plasmarse la cambia por una de una
habitación de la planta alta, y luego antes que nada definido se haya efectuado
decide salir a dar un paseo, es claro que los resultados serán de carácter
negativo. Sucede lo mismo con los grandes problemas de la vida. La mente ha
de ser constante; se ha de adherir al propósito principal y rehusar apartarse de
la línea de esfuerzo que nos hemos propuesto. La visión debe ser constante y,
si se mantiene, se obtendrá una consecución definida.
Se verá, pues, que las circunstancias de la vida son en gran parte el
resultado de las imágenes mentales o visión. Así, como es cierto que la
ambición desmedida y el egoísmo y la visualización de riquezas, fama y poder
producen infelicidad y miseria, es igualmente cierto que las imágenes
temerosas de fracaso y desastre también traen consigo la correspondiente
manifestación externa del fracaso.
Aquellos que siempre están visualizando su propio fracaso nunca
pueden vencer en las cosas que emprendan. Sus imágenes mentales de fracaso
y desastre inconscientemente influyen en su conducta, acciones y juicio de
forma que producen estos estados negativos en la vida.
Imaginarse el fracaso y la pobreza es la causa que se materialicen en la
vida; por consiguiente, quienes sean propensos naturalmente a esta práctica
negativa deben transmutar sus imágenes mentales y ponerlas más en armonía
con la Verdad. El Infinito no conoce la pobreza ni el fracaso; tales cosas no
tienen lugar en la Mente Divina; por consiguiente, el hombre debe elevar sus
pensamientos y su visión y ponerlos más de acuerdo con la verdad real e las
cosas.
Finalmente, el verdadero éxito sólo puede venir mediante el Servicio. El
más grande entre nosotros debe querer servir al más humilde. Todo éxito en
realidad está basado en el Servicio, aunque pocos lo sospechen.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Autor de esta lección: Sebastián Vázquez
Lección nro. 10: EL WU- WEI FRENTE A LA VIDA PRÁCTICA. La acción en la No
Acción

Frente a los habituales y manidos valores del voluntarismo, la acción desbordante,


la energía frenética, o el dinamismo de la excitación, la propuesta de este paradójico hacer
sin acción, se revela tan seductora como inaprensible si se trata de comprender desde una
perspectiva limitada o reduccionista. Es evidente que nuestra educación occidental ha sido
cimentada precisamente en la exaltación de esos principios, y hemos sido formados en la
cultura de que por encima de los medios está la consecución de los objetivos, y que son los
logros los que determinan ese apreciado valor social llamado éxito, que a veces de manera
lastimosa tratamos de alcanzar incluso a costa de las conductas más destructoras tanto con
uno mismo como con los demás. Tal vez por ello, el Wu–Wei sea para nosotros, los
occidentales, más difícil de comprender que para los pueblos de Oriente aunque, en
realidad, el factor educacional es mucho menos condicionante que el deseo sincero que
cada persona tenga de orientar su vida hacia la conquista de la paz interior. Desde tiempos
inmemoriales, anteriores al taoísmo, algunos antiguos sabios chinos acuñaron un concepto
cuya sola enunciación representa un inmenso logro en la historia del conocimiento
filosófico a la par que la expresión del método de conducta más sutil y poderoso que existe:
el Wu–Wei o el arte de hacer desde el no–hacer. No obstante, esta extraordinaria paradoja
fue desarrollada y expuesta por los grandes maestros taoístas, alcanzando su punto máximo
con el gran Lao–Tse y su inmortal Tao Te King.
Pero, ¿es este concepto algo más que una reflexión ingeniosa fruto de alguna mente
extravagante? Y, lo que es más importante: ¿es susceptible de ser aplicado en el ámbito de
lo concreto, en el mundo de lo práctico?, ¿cómo es posible hacer desde el no–hacer?, ¿no
son ambas ideas antagónicas? Pues bien, la práctica del Wu–Wei en la vida diaria no sólo es
posible, sino que reporta unas cotas de calidad de vida, tanto exterior como interior, de gran
valor.
Veamos ahora las tres pautas principales sobre las que es posible desarrollar el
Wu–Wei y cuyo aprendizaje crea un modelo de escenario idóneo donde el arte
del no–hacer puede manifestarse.
LA TRANQUILIDAD. Si la definimos como la virtud de no desasosegarse
con facilidad y el dominio en la eliminación de los movimientos –tanto
físicos, como emocionales y mentales–, la brusquedad y la violencia, con su
obtención lograremos un elemento imprescindible para la acción correcta en
todos los órdenes de la vida.
Si bien es cierto que la tranquilidad es un fruto que crece a la luz de la
madurez y la experiencia, no es menos cierto que se trata de una actitud
asumible y adaptable a nuestra conducta a través de un aprendizaje consciente.

LA LIGEREZA. Dentro de la enseñanza taoísta, podemos definir la ligereza


como la virtud de no cargar de contenidos densos el significado de los sucesos
en los que somos protagonistas –tanto si son felices como si son funestos– así
como el dominio de discernir adecuadamente entre aquello que es importante
y lo que no lo es o, dicho en palabras de los antiguos sabios, separar lo
fundamental de lo accesorio. Es obvio que esta separación, realizada desde un
cierto nivel de conciencia, invita necesariamente a ser liviano ya que, en
realidad, aquello que es realmente importante “un hombre de verdad es capaz
de llevarlo dentro de sí mismo”.

LA SENCILLEZ. Aplicando una somera observación a la conducta humana,


se evidencia de inmediato la enorme tendencia que tiene el hombre a
complicar las cosas, lo cual está íntimamente ligado a su asombrosa capacidad
para perjudicarse a sí mismo. Si definimos la sencillez como la virtud de
gestionar la vida con la menor inversión de tiempo, esfuerzo, energía y medios
posibles, podremos observar que el beneficio se multiplica en proporción
directa a la reducción de la complejidad. Además, si en la virtud de la sencillez
está presente la calidad intrínseca a la falta de artificio y la carencia de
ostentación, encontraremos en esta conducta ante la vida una de las más
queridas por los aspirantes a la maestría del Wu–Wei.
Antes de continuar debemos aclarar que el Wu–Wei no tiene nada que ver, ni
con la pasividad, ni mucho menos con la inactividad. Muy al contrario, siendo
como es el arte de “permitir que las cosas sucedan siguiendo el flujo natural de
existencia”, podemos afirmar que el no–hacer es la máxima expresión de la
acción. Y, en este mismo orden de definiciones, podemos citar a Blofeld
cuando habla de “escapar de la acción artificiosa, calculada e interesada” y de
la “acción siempre espontánea y de acuerdo al momento presente”. A estas
afortunadas expresiones podemos añadir la falta de ansiedad, tensión, cálculo
y, sobre todo, de interés respecto a los resultados. Es decir, una acción
auténtica y que brota de lo más profundo del ser, dejando al margen todas las
artificiosas necesidades del ego.

LA ACCION LIBRE DE OBJETIVOS


Dentro de los factores que envuelven al Wu–Wei, lo que se define como la
“acción libre de objetivos” representa su eje nuclear. Hemos dicho que todos
los elementos de previsión, deseo, necesidad, cálculo y manipulación parten
directamente del ego, y toda la catarata de intenciones y objetivos que éste
convoca tiene como misión el dar respuesta al complejo e irreal mundo que
habita.
Los antiguos maestros se dieron cuenta de que si se le sustraía al ego la
posibilidad de “hacer”, esa inactividad iba debilitándolo paulatinamente.
Asimismo, siendo conscientes de que la inactividad es nociva en sí misma por
la nula capacidad de aprendizaje que supone y por las secuelas que produce la
paralización de la energía, desarrollaron la estrategia de la “acción libre de
objetivos”, cuya clave es que la energía no esté al servicio del ego para
disfrazar sus carencias, satisfacer sus necesidades o proteger de sus miedos,
sino ponerla al servicio del ser. Y es en este momento cuando es posible que se
establezca el tránsito mágico que va desde el hacer al no–hacer, pues el ser no
hace, es.
Ni que decir tiene que en esa identificación total del ser humano con la vida ya
no existen ataduras. Además, representa una conquista monumental, la
posibilidad de transformarse en una manifestación profunda del poder
superior, cuyos actos, por su propia naturaleza, estarán ya siempre al servicio
del diseño divino.

CONQUISTANDO LA NO–EXCITACIÓN
Otro aspecto importante a considerar asociado al Wu–Wei es el de la no–
excitación. Habitualmente, la excitación es el punto de partida de la mayoría
de nuestros actos: excitación sensorial, sexual, emocional, mental, intelectual,
etcétera. De hecho, una de las causas principales de la infelicidad humana
reside, según los antiguos maestros, en la búsqueda incesante de nuevas
fuentes de excitación, es decir, de estímulos exteriores susceptibles de crear
reacciones en nosotros. Pero esta facultad reactiva, si bien supone una enorme
fuente de aprendizaje necesaria, es capaz de convertirse, incorrectamente
utilizada, en la mayor responsable de nuestra falta de libertad. Recuerdo una
ocasión en la cual, un maestro Zen que estaba de visita en España ilustró esta
enseñanza señalando al toro bravo, perennemente “excitado” por la muleta del
torero, como símbolo de la enorme capacidad de manipulación que la
excitación es capaz de provocar en el ser humano.
Los mejores argumentos y herramientas que podemos manejar para huir de la
terrible servidumbre que supone la excitación son la indiferencia y
desafectación frente a lo superfluo, lo estúpido o las múltiples y variadas
“muletas” que la vida diaria nos presenta como excitantes engaños que nos
conducen de un lado a otro, creyendo además que ejercemos nuestra voluntad,
cuando en realidad sólo respondemos mecánicamente a un juego de reacciones
que nos abocarán la mayoría de las veces hacia el dolor.
Este breve cuento hindú puede ilustrar este punto, principalmente en lo que se
refiere a las servidumbres emocionales:
Un buscador espiritual con una fuerte tendencia a dejarse manipular por
factores externos fue a visitar a un maestro para plantearle el siguiente
problema:
 Maestro, no soy capaz de alcanzar la paz interior.
 ¿Cuál es el motivo? –interrogó el maestro.
 Lo ignoro. Por eso estoy aquí, buscando tu sabiduría y consejo.
El maestro quedó pensativo unos instantes y dijo:
 Vas a ir ahora mismo al cementerio. Allí te sentarás en medio de las
tumbas y pasarás la mañana elevando toda suerte de elogios a los
muertos.
El discípulo obedeció y, una vez que hubo cumplido la tarea, regresó.
 ¿Has hecho lo que te dije? –preguntó el maestro.
 Así lo he hecho –respondió el estudiante.
 Bien; pues ahora volverás al cementerio y pasarás la tarde vertiendo
insultos e injurias a los muertos.
El discípulo volvió a cumplir la orden del maestro.
Llegada la noche, regresó de nuevo.
 Maestro, durante la mañana he ensalzado las virtudes de los muertos con
toda clases de elogios, pero por la tarde he ofendido gravemente a esos
mismos muertos con grandes insultos. ¿Puedes decirme ahora el objetivo
de tus mandatos?
 ¿Qué te contestaron los muertos? –preguntó a su vez el maestro–. ¿No se
mostraron satisfechos y se vanagloriaron con tus alabanzas?, ¿tal vez se
volvieron indignados y coléricos con tus insultos?
 Pero, maestro, eso no es posible. ¿Cómo van a reaccionar si están
muertos?
 Pues eso es exactamente lo que has de esperar de ti mismo: la ausencia
de reacciones, tanto ante las ofensas como ante las alabanzas. Si alguien
te insulta y enciende tu cólera, ¿no ves el poder que tiene sobre ti? Si
alguien te alaba e inflama tu vanidad, ¿no ves el poder que tiene sobre
ti? Tu paz interior la tienes ahora en manos de los demás o en poder de
los acontecimientos que te rodean. Ve y rompe esas cadenas, recupera tu
libertad y entonces encontrarás la paz interior.
Volvamos al Wu–Wei. Posiblemente no sea mala propuesta el ejercitarse en el
aprendizaje de esta acción sin–hacer, y aunque si bien la inspiración que nos deja la frase de
Chuang–Tse “La alegría y la felicidad perfectas sólo pueden encontrarse en la no–acción”
sea un poco elevada, sí que podremos reencontrarnos, aunque sea en un tono más modesto,
con algunos valores un tanto olvidados como los mencionados de la sencillez, tranquilidad,
ligereza y anonimato.
EL NO–HACER se expresa:
Libre de apegos Desde el anonimato Exclusivamente sobre el presente
Libre de propósito Desde la espontaneidad  Sin forzar nada ni a nadie
Libre de objetivos Desde la sinceridad Sin manipular nada ni a nadie
Libre de interés Desde la sencillez Aprovechando el fluir de la
existencia
Libre de cálculos Desde la no excitación Poniendo la energía cada vez
en una única y real acción; lo demás son ondas de ese acto.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nro 11: ESTRATEGIAS PARA LA ACCIÓN. LAS CLAVES


PARA SER FELIZ. INSTRUCCIONES PARA OPTIMIZAR LA TOMA
DE DECISIONES.

Claves para ser feliz

1) Caminar siempre un kilómetro más

Generalmente, la diferencia entre un buen vendedor y uno malo es que el


segundo se desilusiona cuando son cada vez más las personas que le dicen
no, mientras el primero sabe que, entonces, falta cada vez menos para hallar
una que diga “sí”. Esta clave consiste en esforzarse en hacer siempre un
esfuerzo suplementario a aquél que cualquier otro haría en idéntica
situación.

2) Desapegarse afectivamente del problema

El ocuparse de las cosas no es pre – ocuparse por ellas. Ocuparse no es


sufrirlas y, como siempre decimos, dado que la angustia no cotiza en la
Bolsa aparecer como conflictuado, sufriente y problematizado por un
obstáculo a superar sólo tiene valor en la psicología de los mediocres,
donde el hecho de estar anímicamente mal se asocia a un mayor grado de
responsabilidad, perdiendo de vista que es sólo el distanciamiento afectivo
del tema lo que nos da el equilibrio y la objetividad para ver las cosas más
sencillas y solucionables. De no ser así, ¿por qué somos siempre tan
efectivos al aconsejar a los demás sobre sus problemas e incapaces para
aplicar esos planteos a los nuestros?.

3) Estar siempre ocupado

El que nada hace, piensa tonterías.


4) Divina obsesión

Experimentar el “fuego sagrado” de imbuirse totalmente del deseo de


conseguir lo que nos proponemos.

5) Ver el vaso medio lleno

... que no es lo mismo que verlo medio vacío, aunque algunos supongan que
sí, ya que en el primer caso nos estaremos retroalimentando positivamente.
Es lo que lleva a siempre intentar las cosas aunque el sentido común –de los
demás- afirme que es inútil. Cuando una persona se dice “¿para qué voy a
pedirle –preguntarle – sugerirle- algo a Fulano, si seguro me va a decir que
no?”, la actitud correcta es “entonces, si el “no” ya lo tengo, ¿qué puedo
perder?”.

6) Buscar lo trascendente y el sentido final a lo que hacemos

Trabajar “para ganar dinero” no es un fin; sólo un medio para un objetivo


posterior, más importante y significativo.

7) Jerarquizar los pequeños logros

Sentirnos sanamente orgullosos de lo que hagamos, aunque a los ojos de


los demás aparezca minimizable. Las cosas importan si son significativa
para nosotros, no para los demás.

8) Disfrutar lo conseguido

No debemos “dormirnos en los laureles”, pero es muy útil hacer pequeños


altos para disfrutar lo conseguido antes de reemprender el camino.

9) Rodearse de un ambiente positivo

Hasta en los actos más pequeños o cotidianos, comprender que comprar un


adorno que nos agradó para el hogar o el lugar de trabajo no es superfluo ni
un desperdicio de dinero, sino que la satisfacción estética tiene un efecto
estimulante sobre nuestro campo energético. Si estamos haciendo trámites y
nos detenemos a tomar un café, no hacerlo en un bar paupérrimo para
ahorrar algunas monedas; una media hora de rélax en una confitería
agradable y hasta suntuosa nos estimulará por la misma razón, generando
pensamientos positivos.

10) No prestar oídos a chusmeríos

Evitar ese contagio psíquico que consiste en enredarse en cuentos y


monsergas inútiles que traen los ociosos a nuestra vida. Comprender que el
“correveidile” es la cuna de la envidia y la mediocridad. A los chismosos,
entonces, echarlos sin muchos miramientos: si no tienen nada que hacer,
que no vengan a hacerlo en nuestro mundo cotidiano.

Claves para enfrentar problemas

1) Definición correcta del problema

Como he explicado en nuestro curso de Control Mental Oriental, el


problema de mucha gente, en realidad, es que toma por origen de su
problema lo que es reflejo del problema original, enredándose más con lo
anecdótico, lo superfluo, lo periférico, la perversa componente emocional,
el “qué dirán” que en definir la esencia del problema en sí.

2) Desapego y perspectiva correcta

Dicen los chinos: “Si un problema tiene solución, ¿para qué te vas a
preocupar?. Y si no la tiene, ¿para qué te vas a preocupar?”.

3) vivir el presente.

Escribió Swami Vivekananda: “El gran problema del hombre y la mujer


occidental es que vive tan angustiado por su futuro, y tan resentido por su
pasado, que se olvida de vivir el presente. Peinsa más en el éxito o el
fracaso que en la acción en sí, sin comprender que el éxito y el fracaso es
tan natural como el flujo y reflujo de las olas del mar sobre la playa. No
somos dueños en realidad de nuestro futuro, porque aún no es; y no somos
dueños en realidad de nuestro pasado, porque ya fue. Como no eres dueño
ni del futuro ni del pasado, y como de lo único que eres dueño es del
presente y el presente es acción, entonces actúa y quédate en paz”.

4) El láser mental

Concentrarse cualitativa –no cuantitativamente- en el objetivo, hasta


“densificar el pensamiento”.

Claves para mejorar las decisiones

1) Hacer la lista de nuestras posibilidades (TODAS)


2) Pensar en cada una de las alternativas (“Qué sucedería si...”).
3) Relacionar nuestras alternativas con nuestras prioridades.
4) Analizar las consecuencias
5) Ejercitar previamente la decisión elegida.

El hacedor siempre tiene una solución para cada problema.


El hablador siempre tiene un problema para cada solución.

El hacedor siempre tiene un programa de acción.


El hablador siempre tiene una excusa para no hacer.

El hacedor dice: Déjeme hacer esto por usted.


El hablador dice: Ése no es mi trabajo.

El hacedor dice: Esto puede ser difícil, pero es posible resolverlo.


El hablador dice: Esto puede ser posible, pero es demasiado difícil.

El hacedor pone siempre el acento en lo que tiene.

El hablador siempre destaca lo que le falta.

El hacedor siempre se levanta aunque haya caído.


El hablador siempre termina por caer aunque esté muy alto.

El hacedor da que hablar a los otros por lo que hace.


El hablador habla de lo que otros hacen.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nro 12: HERRAMIENTAS PARA EL TRIUNFO LABORAL

“Cuando una sombra nos cubre, es porque en algún lugar hay una luz que la produce”

Dedicaremos esta lección a plantear una serie de tácticas de uso necesario para
provocar el crecimiento al cual aspiramos en este curso. Debemos, empero, reforzar un
concepto ya tocado oportunamente, y que consiste en comprender claramente las
diferencias entre “estrategias” y “tácticas”. “Estrategias” son, como dijimos, aquellos
que queremos, mientras las tácticas serán las formas o vías de lograrlo. Estas son,
entonces, tácticas, en tanto y en cuanto su implementación se traduce en la eficiencia a
obtener. Pero debemos resaltar una condición fundamental: estas tácticas, más que
recordatorios, deben ser verdaderas actitudes de vida. Esto implica dos cosas: (a) que
deben hacerse porque es lo correcto, y no subordinándolas a una promesa hipotética de
resultados promisorios. Esto último se evidencia cuando algunas personas dicen: “Está
bien, voy a tratar de hacer –o ser- como me enseñas durante un tiempo a ver si las cosas
cambian”. En primer lugar, los cambios radicales no se “tratan”: son. Esto es
fundamental. Si yo hago “como si” en lugar de “ser”, muy posiblemente el resultado final
será una simple parodia del ideal propuesto. Y en segundo lugar, si la ineficiencia de mi
conducta actual es producto de actitudes que deben ser cambiadas, éstas no pueden
“cambiarse por un tiempo”. O cambian –si definitivamente, eso sólo lo dirá el suceder de
los acontecimientos futuros- o no. Lo otro es una mentira a uno mismo.
Luego, (b) porque la eficiencia en el trabajo es más el resultado de cómo uno es que
el resultado de lo que uno hace. Uno no puede seriamente prometerse ser emprendedor,
con iniciativa, voluntarioso y aguerrido en su trabajo ocho horas por día si es un
pusilánime el resto de la jornada. Así que mejorar el trabajo implica, muchas veces,
modificar el carácter o la personalidad (que no son sinónimos). Y ello sólo lo lograremos
provocando el acondicionamiento, el reflejo, el hábito de adoptar nuevas actitudes que por
práctica y autoobservación pasen a ser automáticas y espontáneas en nuestro Yo.
Esto último va de la mano con dos condiciones que considero fundamentales para
aprovechar el potencial que su ser le ofrece en este momento. La primera de esas
condiciones nos dice que nunca es tarde para cambiar. Es falso que uno pueda refugiarse en
la edad para autojustificarse, como aquellos que dicen de sí mismos: “¡Mirá si a esta altura
de la vida voy a cambiar!”. Sí, se puede. Tengamos veinte, cuarenta, sesenta años, en
ningún lugar está escrito que si toda mi vida fui de una manera que hoy considero
insuficiente o errónea, esté por ello condenado a seguir siéndolo, como si la oportunidad
del cambio hubiera pasado para siempre. Mañana es el primer día del resto de mi vida, y
todo puede hacerse. Y la segunda condición es que no existe en el Universo nada ni nadie
que evite nuestro cambio excepto la parte oscura de nosotros mismos (“La Sombra”,
sobre la que volveremos a hablar). Podemos acobardarnos ante las consecuencias
imaginarias de nuestro cambio (pero seguimos siendo nosotros). Podemos perturbarnos
respecto a cómo Fulano o Mengana tomará nuestro cambio (pero seguimos, otra vez,
siendo nosotros mismos). Es, el cambio y simplemente, un acto de Voluntad sostenido en el
tiempo.

Mejores negocios desde casa

1) Acercarse a los clientes


2) Chequear la competencia
3) Reunir información
4) Dedicación absoluta

El mejor empleado

1) Ser un solucionador
2) Constancia en la eficiencia (Teoría General de los Besos)
3) Siempre 5 minutos antes
4) Mantenga la línea del respeto

El experimento de Berkeley

Es para quedarse pensando, y mucho. En los años ’60, psicólogos de la

Universidad de Berkeley, en Estados Unidos, realizaron el siguiente

experimento. Contrataron a un carpintero –que era el objeto del experimento

sin saberlo- y le encargaron la construcción de una silla. Se pusieron de

acuerdo en el modelo y el precio –digamos veinte dólares- y lo esperaron una

semana después. El día fijado el carpintero llegó con la silla, y le indicaron

que la dejara en el jardín, tras lo cual le hacían pasar a una oficina –que,

casualmente, tenía un gran ventanal que daba al jardín donde era visible la

silla- mientras le decían que aguardara unos minutos para recibir su pago. En
el ínterin –siempre bajo observación clandestina de los científicos- mientras el

hombre relajado miraba por la ventana, ve como un individuo se acerca hacha

en mano a la silla y comienza a destrozarla a golpes. Espantado, trata de salir

corriendo para detenerlo, pero es interceptado por uno de los psicólogos que,

impuesto por el alterado carpintero de lo que estaba pasando en el exterior, le

dice que no era problema, que se trataba de un paciente bajo observación y

que de todas formas le iban a pagar por su ya destruido trabajo. Hecho esto, le

encargan entonces una nueva silla para la semana siguiente.

Siete días después el carpintero regresa. Otra vez le hacen dejar la silla
en el jardín, otra vez le hacen pasar a la oficina para recibir su paga, otra vez
observa impotente como otro “alienado” la parte a golpes en el exterior. Es en
el momento en que otro de los científicos entra en la oficina, observa tranquilo
el espectáculo que se desarrollaba en el jardín, le explica al azorado trabajador
que se trata de “otro paciente” y le abona, esta vez, veinticinco dólares, “por
las molestias”, a la vez que le solicita hacer otra silla para una semana después
prometiéndole pagarle treinta dólares.
¿Imaginan que ocurrió?. El carpintero cobró sus treinta dólares, sí...
después de observar, ahora resignado, como un tercer “enfermo” rompía su
trabajo. Una cuarta vez le invitan a hacer una nueva, prometiendo pagar treinta
y cinco dólares y siete días más tarde, tras nuevo destrozo y cuando piden una
quinta por la que pagarían cuarenta dólares, el carpintero, rotundamente, se
negó. Se negó aún cuando subieron su oferta hasta sesenta dólares. El
experimento en su totalidad se repitió en distintas oportunidades, y todos los
carpinteros contratados, antes o después, terminaron rechazado los trabajos.
¿Qué nos enseña esto?. Que en el trabajo debe haber algo más que el
hecho de redituar dinero. No se trata que uno se auto convenza que lo hay:
este experimento demuestra que sí lo hay fuera de lo que pensemos cada uno
de nosotros. Seguramente, muchos diríamos que es un excelente negocio esto
de fabricar algo que destruyan ante nuestra vista si aumenta de manera tan
evidente el precio de la pieza siguiente, y seguramente en teoría los mismos
carpinteros habrán pensado que eso sería lo único importante hasta que les
tocó protagonizarlo. Allí, entonces, algo se quebró. Sospecho que es la
dignificación del hombre a través del trabajo. Las sillas, inconscientemente,
eran parte de ellos mismos, y no soportaron la afrenta de asistir a su
destrucción. De manera que si empíricamente hay en el trabajo algo más que
el resultado monetario, descubrirlo cuanto antes no sólo elevará la calidad del
resultado sino nos armonizará interiormente.

Claves para lograr un ascenso

1) Conocerse usted mismo


2) Fijarse objetivos
3) Perfeccionarse
4) Tener iniciativa
5) Ser el mejor
6) Dar a conocer sus ambiciones
7) Ser visible
8) Hallar un mentor
“Hacete amigo del juez/ No le des de qué quejarse/ que siempre es bueno
tener/ un palenque ande rascarse”

9) Afírmese
10) Crea en usted

Teoría General de los Besos

Es de una sencillez genial. ¿Observaron ustedes cómo besamos cuando


acabamos de iniciar una relación amorosa, y cómo besamos a esa misma
persona cuando ya han pasado meses o años?. No hablo de lo que cree la
otra persona, sino de la energía, la concentración, la intensidad mental –
más que la sexual- que nosotros mismos solemos poner. A medida que pasa
el tiempo y se consolida nuestra relación, sin que ello signifique
menoscabo alguno en el sentimiento, es como que cada vez somos un poco
más descuidados en la atención que ponemos al besar. Finalmente,
terminamos por darlo como algo sobreentendido, natural, cotidiano. Y
olvidamos que alguna vez, en el principio, besar a esa persona era el
summun, la culminación de nuestras expectativas. Olvidamos el latir de
nuestro corazón inmediatamente antes de esa primera vez, las dudas e
inseguridades, el temor y la ansiedad, en síntesis, la recompensa que
alguna vez significó haber conquistado ese beso. Bien, con el trabajo suele
pasar lo mismo. Los primeros tiempos extremamos las precauciones,
cuidamos nuestras palabras, nuestra presencia, casi hasta nuestros gestos,
pero a medida que pasa el tiempo, aunque sigamos siendo laboralmente
eficientes comenzamos inconscientemente a desatender, por cotidiano,
rutinario y natural, el feeling que sentíamos en el comienzo.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA

Prof.: Gustavo Fernández

Lección nº 13: REINSERCIÓN LANBORAL

Entrenamiento

Cuando estamos fuera de la inserción laboral, tenemos que tratar de no


desaprovechar el conocimiento adquirido en los días que sí estuvimos dentro de una
actividad determinada. Un ejemplo contundente es el de rescatar algunos ejercicios, por lo
menos aquellos que podamos practicar con algún grupo de gente afín. O en todo caso tener
presente en la memoria la capacitación recibida.
Uno de los aspectos más sobresalientes del management de hoy en día,
lo constituyen los programas de capacitación y entrenamiento de las
empresas. Estos programas de capacitación se diseñan a partir de los objetivos
de la organización, pero cada vez más contemplan las potencialidades
subjetivas de cada empleado. En los mismos se siguen criterios que obedecen
tanto a las necesidades de la organización como a las expectativas y
aspiraciones de desarrollo del personal. Son muchas empresas las que están
optando por el entrenamiento personalizado, que es el que centra el foco en
lo que a cada uno se le ha de pedir y en aquello que subjetivamente cada
uno pretende. El entrenamiento se personaliza, es decir, se dirige hacia lo
que cada uno requiere, sea por su motivación como por su interés
profesional. Es muy útil que nos conozcamos a nosotros mismos en
interacción con la gente de nuestro entorno laboral.
Cuando carecemos de ocupación laboral, debemos de algún modo
atesorar aquellas jornadas de capacitación. Así sea en los momentos en que
podamos ejercitarnos en la relajación –tal como enseñamos en nuestro curso
de Control Mental Oriental- como en las situaciones en las que podamos
aplicar lo aprendido, retrotraer en nosotros aquellos ejercicios de
adiestramiento personalizado nos permitirá rescatar un importante aspecto de
nuestro Yo en el campo laboral. Y como consecuencia estaremos en mejores
condiciones para retornar a ese ámbito, cuando la oportunidad se nos brinde. A
este caso, cabe el contundente ejemplo de aquellos futbolistas profesionales
que, aún sin firmar para ningún club por haber quedado libres, no dejan de
correr y entrenar los músculos por su propia cuenta, así sea en los bosques o
campos en las afueras de la ciudad.
Tendencias del marketing

Si los demás no me dejan que les venda el producto, debo convertirme


propiamente en el producto. Venderse uno mismo sería la fórmula. Para lo
cual es necesario saber de qué se trata, es decir, qué es lo que hay mejor
logrado en nosotros para que pueda ser vendido.
Hay un autor, Gergen, que plantea que “uno puede ser cualquier cosa
en cualquier momento, sólo es preciso disponer cómodamente de los roles, el
vestuario y la escenografía adecuados”. Así, ejemplifica con los casos de
aquellas figuras del espectáculo y/o el deporte que devienen, con el correr de
los años, en personalidades de la prensa cuando no e la política. Algo de ello
debemos considerar para todos quienes estén interesados en revertir su
situación en el mercado laboral.
El primer paso que debemos dar es situarnos justamente en los
lineamientos del marketing, esto quiere decir adoptar la incómoda definición
del mercado que nos llama “desocupados”. Es decir, que no nos ocupa. En
ese caso somos nosotros quienes debemos actuar para revertir esa situación.
Revertirla quiere decir proponernos crear de nosotros un producto
comercializable. Un producto apetecible para el mercado. Para esto
debemos en primer término convertirnos nosotros mismos en un “producto
vendible”. Una de las primeras cosas por hacer es la de evaluar cuáles son
nuestras aptitudes y qué características requiere el mercado.
Si tomamos, por ejemplo, el caso de una muchacha de veinte años, ella
puede decir: hoy es posible hacer carrera en el modelaje, el mercado lo
requiere. Tanto los desfiles de moda en la pasarela luciendo ropa como los
comerciales en televisión y otras franjas del mercado, lo solicitan. Muy bien,
ése es el primer paso. Esto quiere decir, definir las búsquedas que el mercado
emprende. Y, como consecuencia, encendemos los focos que en el mismo se
encuentran disponibles para iluminar nuestra inserción.

Triple evaluación

Para llegar al análisis de la franja del mercado adecuada o puesta en


foco, es importante haber pasado por una anterior evaluación. Una triple
evaluación personal, amistosa y ajena.
¿Qué quiere decir esto?. Vamos por pasos. El primero es el de la
evaluación personal. O sea que uno tiene que quedarse a solas con el propio
juicio. Nos debemos preguntar: “¿Me gusta?” – “¿Es para mí?” – “¿Tengo
condiciones para el modelaje?” (en el caso del ejemplo). Y las respuestas
tienen que estar fundadas en una correlación con las exigencias del mercado.
Es decir, tenemos siempre dos cuestiones para resolver. Una es la que hace a
las exigencias y requisitos del mercado. Y la otra, a nuestras propias
aspiraciones y expectativas. Debemos detenernos en ver qué pide el
mercado. En este caso puede bastar que miremos los programas de televisión
y la publicidad de diarios y revistas; o bien que vayamos a desfiles en galerías
y shoppings. Y, a partir de allí, sacar nuestras propias conclusiones acerca de
cómo perfilar nuestras inclinaciones con lo que verdaderamente es necesario
para confrontar en la pasarela. Y tenemos que calificarnos en una escala de 1 a
10 (donde 1 sería la peor calificación) tratando de hacerlo de la manera más
objetiva posible.
El segundo y tercer pasos consisten en requerir el juicio de los demás.
En el segundo paso, de los allegados o familiares, donde escuchamos la
opinión de los amigos así como de los parientes más próximos. Y en el tercer
paso, vamos hacia el juicio de quienes son ajenos a nuestro círculo íntimo. Se
pide opinión a circunstanciales testigos de nuestras tareas. Claro que aquí ya
entra también la prueba realizada ante posibles futuros empleadores –el
casting en el ejemplo de la niña que quiere ser modelo; aunque de todos
modos es mejor tener primero la opinión de personas ajenas que aún no sean
posibles empleadores (como sería en el caso del ejemplo que la señorita en
cuestión participara de un desfile del club de su localidad y con jurado).
Realizadas las tres modalidades evaluativas, el siguiente paso es el de arribar a
una conclusión.

Descubrir los atributos

Debemos cotejar ahora los diferentes juicios y no tratar de ser


especialmente benevolentes con ninguno de ellos. Nuestro juicio, el de
quienes nos conocen, más el de quienes no nos conocen puede arrojar un
resultado convincente. No podemos dejar de dedicar un par de líneas a
reflexionar sobre el sentimiento de amigos y familiares. Sabemos que a veces
el juicio de alguno de ellos está teñido de una subjetividad demasiado
impregnada de envidia o de algún otro sentimiento, del cual seguramente no
es conciente. Es conocida la expresión que dice: “Para los vecinos de una
personalidad importante, ésta suele no ser más que un simple vecino” 7. Y
muchas veces un amigo, en su juicio sobre nosotros, nos quita posibilidades
para tal o cual emprendimiento sin ser lo objetivo que debiera, porque vive en
él una idea –inconsciente- que sería aproximadamente la siguiente: “si éste se
va para arriba, lo perdemos como uno más de la barra”. Es decir, que lo
invade un sentimiento de pérdida, amén de experimentar envidia porque “él
tiene posibilidades que yo no”.
Pero aún con estos inconvenientes, es necesario afrontar el juicio y la
evaluación de los demás. Porque ello nos brindará la posibilidad de ir
desarrollando nuestro propio perfil. El que muchas veces deberá constituirse
desafiando el juicio de aquellos. Pero es necesario tenerlo en cuenta. Es
necesario conocer, en todo caso, qué desafío estamos llevando a cabo.
Una vez conocidas las distintas operatorias de evaluación, nos podemos
encontrar frente a dos tipos de casos diferentes. En uno de ellos, encontramos
unanimidad en el juicio de los distintos factores. Por lo que tenemos de algún
modo nuestro perfil esbozado. En el otro, en cambio, advertimos el contraste
en la evaluación de los distintos críticos. En este último caso, dado que en
diversos ámbitos ven en nosotros cosas diferentes, tendremos que largarnos al
mercado más amplio, para entender cuál de todos los perfiles nuestro es el más
requerido.
En aquellos casos en los que todos los juicios coinciden en que no
estamos para tal cosa, es importante que nos pongamos a trabajar en nosotros
mismos para descubrir cuál es la veta con la que podamos sorprender al otro; y
que el otro aplauda nuestra decisión de estar entre los que prestan el servicio
en esa área.
Todos tenemos atributos que son útiles al mercado. El paso
fundamental es descubrirlos. Y luego se trata de saber “venderlos”. Esto
último quiere decir construirnos una imagen.

Una sólida imagen

La imagen que nos construimos debe ser verdadera; si es ficticia, cae


pronto y se hace añicos. El otro va a creer en nosotros sólo si primero
creemos en nosotros mismos; en cambio, si la imagen que construimos es
artificial y nosotros no creemos en ella, con seguridad que no podremos
sostenerla por mucho tiempo.

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En Argentina tenemos, literalmente, la expresión: “¡Qué va a ser importante ése, si vive a la vuelta de mi
casa!”.
La solidez de la imagen que construyamos de nosotros es lo que nos
posibilitará el éxito.
Y esto es válido tanto si se trata de una señorita que quiere ser modelo
como de otra que quiere ser actriz; de un joven que quiere ser cantante o de
otro que quiere ser deportista. Y también en los casos de la gran mayoría de
las personas que lleva a cabo profesiones con menor exposición en vidriera,
pero para las que son también necesarias dotes desarrolladas en áreas
específicas.

Juzgan las aptitudes.

Son las aptitudes las que juzgan si, en última instancia, la imagen que trazamos de
nosotros es la adecuada. Si alguien, por ejemplo, construye de sí una imagen por la cual los
demás lo perciben como naturalmente hábil para resolver conflictos, es muy posible que
pueda desarrollar una ascendente carrera en el área de Recursos Humanos. Por lo que este
señor –o señora- debería prestar la mayor atención a los movimientos que se produzcan en
esta área en diferentes empresas, y tratar de poner la máxima energía en obtener allí su
empleo o inserción laboral.
Pero si alguien, por tomar otro ejemplo, no tiene aptitudes ni
condiciones de carácter para convencer y persuadir a los demás, es muy
posible que su perfil más adecuado esté muy lejos del que se necesita para ser
vendedor domiciliario. Y aún cuando este último puesto suele ser requerido en
los críticos tiempos de escasez de ofertas de trabajo, construirse una imagen
inadecuada no ha de prosperar si en el corto tiempo la misma se descascara.
La imagen que nos construimos y que “vendemos” al otro, tiene que ser
coherente con nuestras aptitudes y con la naturaleza del carácter.
Antes y después de entregar una copia de nuestro Currículum Vitae –
que es muy importante- no debemos obviar que nuestras propias aptitudes
son la mejor tarjeta de presentación para iniciar una práctica laboral. Sea como
empleados dependientes de una empresa, o en el emprendimiento personal el
resultado de nuestra carrera va a estar dado por la demostración práctica de las
aptitudes. Éstas confirmarán u obligarán a rectificar y rehacer nuestro perfil
laboral.

El papel de las vocaciones

En todas las épocas fue la consagración a una vocación lo que ha


movido las vidas hacia un objetivo determinado. De estas personas se ha
escrito sus biografías, por muchos hoy conocidas. Pero hay dos aspectos que
es necesario recordar aquí, que ponen en apremios aquel criterio que dice: “la
vocación manda”. El primero de ellos es que, como no es secreto para nadie,
sólo un número muy pequeño de personas tiene definida una vocación, de
manera que pueda calificarse de obstinada al punto de poner todas sus
energías absolutamente en dicha cuestión. Casos como los de Madame Curie o
la Madre Teresa de Calcuta son siempre demasiado singulares como para dar
cabida a leyes generales. Lo cierto es que la mayoría de las personas tiene
intereses, adhesiones y rechazos a ésta o aquella actividad, y no una
vocación a toda prueba (como la que exige, por ejemplo, el sacerdocio).
El segundo aspecto a considerar, es que allí donde sí hay personas que
tienen una manifiesta vocación, muchas veces la imposibilidad –por el lugar
en que viven o la época- torna a que las mismas se resignen a que su auténtica
vocación quede relegada al lugar de un hobby, cuya importancia no es
desdeñable si analizamos la actividad anímica de la persona, pero que no
alcanza para sustituir a la actividad profesional.
Este segundo punto tiene aún una consecuencia especial en los tiempos
que vivimos. Están los autores que consideran que la vocación puede incluso
ser un impedimento para insertarse en el mercado. Es difícil determinar hasta
dónde es esto cierto, aunque se debe reconocer que tiene su parte de verdad.
En todos los casos debemos analizar cómo y cuándo la persona en
cuestión descubre su vocación. Muchas veces el sentimiento de tener una
vocación se debe al hecho de experimentar la pertenencia a cierta actividad:
creemos tener, por ejemplo, vocación docente. Pero tal vez cuando dejamos de
ser maestros de tiempo parcial para dedicarnos de lleno a la actividad, vemos
que ni la ingrata postura del Estado que tan mal retribuye ni las condiciones de
aulas y escuelas en ciertos barrios o aún los niños y niñas que son nuestros
alumnos, no nos posibilitan desarrollar la actividad docente como
quisiéramos. En ese caso vemos que paulatinamente lo que llamamos
vocación se va malgastando, quebrando. Por ello es siempre necesario
revisar preconceptos. La vocación, como un sentimiento fijo y que se tiene
desde siempre, es un hecho innegable. Pero que sólo afecta a muy pocas
personas, capaces de llevar a cabo su actividad contra viento y marea porque
ésa es su determinación. Y solamente en estos excepcionales casos es que
puede hablarse legítimamente de la vocación.

Cuando el esfuerzo no es reconocido


Como vemos en el ejemplo del docente (otro caso paradigmático es el
de los enfermeros) muchas veces el medio en el que se desempeñan no
reconoce la importancia de esos atributos vocacionales. Todos sabemos que si
un hombre o una mujer tiene vocación de enfermero/ra es posible que
encuentre un trabajo. Pero, lamentablemente, si debe mantener una familia y
tiene que pagar un alquiler, la recompensa por su denuedo no se traduce en el
salario. Y como consecuencia, sus agotadoras jornadas se vuelven aún más
pesadas cuando escasean los fondos para mudarse a una vivienda con un
cuarto para los niños, o no existe el modo de tomar vacaciones con toda la
familia u otras privaciones. Es, por lo tanto, indispensable detenerse y apreciar
cuánto estamos dispuestos a perder en beneficio de realizar nuestra vocación.
Si vemos que estamos dispuestos a tener dos –o hasta tres- lugares de empleo,
con tal de ejercer la enfermería, entonces.... ¡adelante con la vocación!. Pero si
nos desanima tener que estar fuera del hogar una enorme cantidad de horas y
el hecho de no poder ver a los nuestros más que un breve rato, nos
descorazona, sumado esto a una tarea ciclópea que sentimos que no se nos
reconoce, sería más útil que nos volcáramos a un operativo de ajuste. Esto
quiere decir, que nos dediquemos a ajustar nuestros sentimientos sobre la
actividad a desarrollar de acuerdo con las posibilidades que el mercado nos
brinda. Entendemos que sería útil emplear también aquí la citada escala de 1 a
10 que utilizamos para calificar nuestros atributos. Y que si nuestra vocación
está por lo menos en 8 puntos, entonces sí vale el esfuerzo de desafiar los
vallados sociales.
Hoy es más valorada la confluencia de ciertas habilidades o
competencias en las personas, que el desarrollo de las tempranas vocaciones.
¿Qué sabemos hacer?. ¿Qué podemos hacer bien?. ¿Dónde podemos
ser útiles?. Son preguntas que nos debemos formular.
Y debemos contrastar estas respuestas con los juicios resultantes de la
triple evaluación que mencionamos más arriba. El resultado de esta
contrastación debe ser, a su vez, puesto a prueba en la actividad que
desarrollemos.
Si bien el concepto de vocación ha sido hoy un tanto relegado, tampoco
hay que pasar al otro extremo: no debemos malgastar nuestro tiempo
respondiendo a avisos clasificados que exigen atributos y experiencia que no
poseemos. Porque dilapidar el tiempo en nuestra búsqueda es también invertir
esfuerzos que, en tanto arrojen un resultado vano, producen un temprano
agotamiento. Reservar energías quiere decir focalizar nuestra búsqueda,
teniendo en cuenta la evaluación y nuestras aptitudes.
Y siempre, ante los obstáculos, recordar esta frase: si comienza a
rodearte la oscuridad, no maldigas. Enciende una vela.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nº 14: EL PENSAMIENTO LATERAL, o cómo desarrollar una


inteligencia alternativa

Se dice que cuando los indios norteamericanos vieron por primera vez a
un hombre montado a caballo creyeron que se trataba de una nueva criatura
con cuatro patas y dos brazos. A menudo, cuando nos enfrentamos a una
nueva situación o a un nuevo problema, nos basamos en experiencias
anteriores y nos formamos un juicio rápido y equivocado. Damos por sentado
mucho, averiguamos poco, y nos apresuramos hacia conclusiones erróneas.
Esta lección apunta a proveer un antídoto a cualquier mal hábito de
pereza mental o pensamiento inflexible. Los ejercicios serán seguramente más
divertidos y generarán mayor flexibilidad mental si se los encara en un grupo
pequeño. Una persona conocerá la respuesta y los otros harán preguntas para
buscar la solución. En la forma más estricta, el “Maestro de acertijos” dará
una sola de tres respuestas: sí, no, no importa. Quienes tienen más éxito son
las personas imaginativas y lógicas, que comprueban todas las deducciones y
que tratan de enfocar la cuestión cubriendo el campo con preguntas amplias
antes de pasar a los detalles. Contando con la compañía adecuada, el juego
puede ser intrigante, estimulante, hilarante y gratificante.
Los acertijos no tienen soluciones oscuras ni requieren conocimientos
especializados, ni están pensados para confundirlo deliberadamente. Estos
ejercicios fueron creados para probar la capacidad de hacer preguntas, sacar
deducciones y persistir en el esfuerzo. Si en un principio el enfoque directo no
lleva a ningún lado, debe intentar atacar el problema de costado; en otras
palabras –y por ello se llama así- mediante pensamiento lateral. Sea flexible.
No se lance de cabeza a las respuestas o perderá gran parte de la diversión.
Cuando se encuentre frustrado recurra a las claves. Las soluciones, al final de
la lección (¡y no se haga trampa!).

1) el problema de las manzanas


Sobre la mesa había una fuente con seis manzanas y seis chicas en la
habitación. Cada chica tomó una manzana, y sin embargo una manzana
quedó en la fuente. ¿Cómo es posible?
Claves:
Pregunta: ¿Había alguna manzana cortada o comida?
Respuesta: No.
P: ¿Cada una de las chicas tomó una manzana?
R: Sí.
P: ¿Había sólo seis chicas y ninguna otra persona en la habitación?.
R: Sí.
P: ¿Había sólo seis manzanas en la habitación al comenzar y al terminar el
proceso?
R: Sí.
P: ¿Alguna chica tomó más que una manzana?
R: Sí.

2) Padre e hijo
El padre de Tomás era más viejo que su abuelo. ¿Cómo pudo ser?

Claves:
Es imposible que un padre sea más joven que el hijo. Sin embargo, es
posible tener un abuelo que sea más joven que el propio padre.
Alternativamente, puede tenerse una abuela más joven que la propia madre.
Con todo, es imposible tener un abuelo y una abuela más jóvenes que los
propios padre y madre.

3) La caída portentosa
Un hombre que no llevaba paracaídas saltó de un avión. Cayó sobre terreno
duro pero no se mató ni resultó herido. ¿Cómo?.

Claves:
Pregunta: ¿Llevaba alguna ropa especial o un ala delta?
Respuesta: No.
P: ¿Era un hombre normal?.
R: Sí.
P: ¿Entró en contacto con algo durante la caída que detuviera la velocidad?
R: No. Cayó del avión directamente al suelo y aceleró por la fuerza de
gravedad durante todo el trayecto.
P: ¿A qué altura estaba el avión?.
R: A 1.500 metros sobre el nivel del mar (pero no volaba sobre el mar).
P: ¿El avión volaba rápido?
R: No.

4) Ir de compras es bueno
Un hombre se levantó a las 9 de la mañana. Se entretuvo tanto con la lectura
del diario que no tuvo tiempo de ir de compras tal como lo tenía planeado.
A las 11 de la mañana se fue a tomar una lección de vuelo. Cuidadosamente
siguió las indicaciones de su instructor hasta que llegó el momento de
aterrizar. Entonces ignoró a su instructor y estrelló el avión matando a
ambos. El accidente no habría sucedido de haber salido de compras. ¿Qué
sucedió?.

Claves:
Pregunta: ¿Necesitaba comprar alguna droga o medicamento?.
Respuesta: No.
P: ¿Estaba totalmente consciente y alerta cuando estrelló el avión?
R: Sí.
P: ¿Ignoró deliberadamente las órdenes de su instructor?
R: No.
P: ¿Tenía algún tipo de impedimento o deficiencia?
R: Sí.

5) ¡Vista al frente!
Dos soldados se encontraban de guardia frente a una puerta. Uno miraba
hacia el norte para vigilar si alguien se aproximaba por ese lado; el otro
miraba en dirección contraria, hacia el sur, para ver si alguien lo hacía por
allí. De repente uno le preguntó al otro: “¿Por qué te sonríes?”. ¿Cómo supo
que su compañero sonreía?

Claves:
Pregunta: ¿Los dos centinelas miraban en direcciones opuestas?
Respuesta: Sí.
P: ¿Usaban espejos, lentes o cámaras?
R: No.

6) El viaje mortal
Un hombre conducía diariamente su auto hacia y desde su trabajo por un
sinuoso y peligroso camino de montaña. Sin embargo, conocía tan bien la
ruta que podía recorrerla rápidamente con total seguridad. Un día, cuando
aún estaba en el trabajo, unos ladrones abrieron el coche y robaron varios
objetos. Como el automóvil no resultó dañado, el hombre lo puso en marcha
y emprendió el camino de regreso. Nunca llegó a su casa. El coche se salió
del camino y el hombre murió. ¿Por qué?.

Claves:
Pregunta: ¿Se había modificado alguna parte mecánica o eléctrica en el
coche?
Respuesta: No.
P: ¿Fue la muerte un accidente?
R: Sí.
P: ¿Se había robado algo que pudo haber prevenido el accidente?
R: Sí.
P: ¿Era algo que usaba al conducir?
R: Sí.

7) Un hombre en el ascensor
José estaba de vacaciones. Se alojaba en el quinto piso de un hotel. Cada
mañana, a las 8, tomaba el ascensor hasta el vestíbulo, desayunaba, y luego
volvía en el ascensor hasta el quinto piso. Cada noche, a las 8, tomaba
nuevamente el ascensor hasta el vestíbulo, pero luego subía por la escalera
los cinco pisos hasta su habitación. No le gustaba subir escaleras así que,
¿por qué lo hacía?.

Claves:
Pregunta: ¿El ascensor funcionaba bien?
Respuesta: Sí.
P: Si deseba subir a su habitación en algún otro momento del día, ¿podía
hacerlo?.
R: Sí.
P: Los otros huéspedes, ¿usaban el ascensor para subir a sus habitaciones
por las noches?
R: Sí.
P: ¿José era físicamente normal?
R: Sí.
P: Cuando subía por las escaleras a las 8 de la noche, ¿iba solo?.
R: No.
P: ¿La subida cumplía con algún propósito útil?.
R: Sí.

8) Caminante metódico
Un sordo era muy metódico en sus hábitos. Se levantaba todos los días a las
ocho menos cuarto de la mañana y caminaba media hora hasta las ocho y
cuarto. En el transcurso de su caminata cruzaba una vía, pero se sentía
totalmente seguro ya que el primer tren pasaba a las nueve. Una mañana, a
pesar de seguir exactamente la misma rutina, fue arrollado por un tren.
¿Qué anduvo mal?.

Claves:
Pregunta: ¿El tren era un tren especial?
Respuesta: No.
P: ¿El tren estaba adelantado?
R: No.
P: ¿Era importante la sordera?
R: Sí, pero sólo porque no oyó venir al tren.
P: ¿Se había detenido su reloj?
R: No, tenía tres relojes y todos marcaban la hora exacta.
P: ¿Hubo algo especial ese día que modificó la hora de encuentro?
R: Sí.

9) Rejuvenecimiento
Esther tenía 20 años en 1980, pero sólo 15 años en 1985. ¿Cómo?.

Claves:
Pregunta: ¿Carlos era un ser humano normal?.
Respuesta: Sí.
P: ¿Había nacido un 29 de febrero?.
R: No.
P: ¿A medida que cada año transcurría se volvía un año más viejo?.
R: Sí.
P: ¿tienen algo que ver las fechas?
R: Sí.
10) Barril lleno
Un hombre llenó un barril vacío. Cuando finalizó, el barril era más liviano
que al comienzo. ¿De qué lo llenó?.

Claves:
Cuando empezó, el barril se encontraba vacío. Luego lo llenó de algo. Ese
algo no era un gas ligero ni nada más liviano que el aire. No hay trucos con
vacío u otros procesos físicos. ¡Todos pueden hacer lo mismo!

Las respuestas

He sometido a su consideración diez acertijos. Dése un puntaje (un punto


por cada acierto) considerando aceptable entre 3 y 6, eficiente con 7,
incisivo con 8, brillante con 9 y genial con 10. Si saca menos de 3.... siga
adelante con el curso y no desespere.

1) El problema de las manzanas


Las primero cinco chicas tomaron una manzana cada una. La sexta tomó
la fuente y la manzana que estaba en ella.

2) Padre e hijo
Digamos que el padre de Tomás tenía 60 años, la madre 35 y el padre de
la madre 55. como todos tenemos dos abuelos, es posible que el abuelo
materno sea más joven que el propio padre.

3) La caída portentosa
El avión estaba estacionado en una pista de montaña.

4) Ir de compras es bueno.
El hombre no había comprado una batería nueva para sus audífonos. La
vieja batería falló en el momento en que iba a aterrizar y por lo tanto no
pudo escuchar las cruciales indicaciones de su instructor.

5) ¡Vista al frente!
Aunque los guardias miraban en direcciones opuestas no estaban espalda
contra espalda. Estaban cara a cara.
6) El viaje mortal
Las sofisticadas gafas de sol del hombre fueron robadas. Las usaba
normalmente para conducir. Al doblar una curva en la montaña el sol del
atardecer lo encandiló y se fue fuera del camino.

7) Un hombre en el ascensor.
José estaba de vacaciones con su esposa y su hijo de dos años. Ambos
descubrieron que la mejor manera de cansar al chiquito por las noches era
que subiese los cinco pisos por la escalera antes de irse a dormir. El niño lo
disfrutaba, pero para José era un sufrimiento.

8) Caminante metódico.
Esa mañana todos los relojes debieron adelantarse una hora por el horario
de verano. Aunque los tenía en la hora exacta, se había olvidado de
adelantarlos. Por lo tanto, cuando salió creyendo que eran las ocho menos
cuarto en realidad eran las nueve menos cuarto. Fue atropellado por el tren
de las nueve.

9) Rejuvenecimiento.
Esther había nacido en el año 2000 antes de Cristo. Así que en 1985 antes de
Cristo tenía 15 años y en 1980 A.C. tenía 20.

10) Barril lleno


El hombre llenó el barril de agujeros. Como quedaba menos barril, pesaba
menos.
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nro 14: LA MECÁNICA DE LA MEDITACIÓN. MEDITACIÓN


PASIVA. EJERCICIOS.

Introducción a la Meditación

Desde la lección dedicada al Wu Wei en la vida cotidiana, estamos comprendiendo


la importancia que debe tener en nuestra vida financiera la meditación. Ahora bien, ¿qué es
meditar?. Básicamente, manejar un conjunto de técnicas para alcanzar un estado de paz y
equilibrio de uno con uno mismo.
El origen de todo conflicto (en el trabajo, la familia, en relación a los
demás) nace por la incapacidad de autoequilibrase. En ese sentido, debemos
comprender que la eficiencia en el Universo depende de la capacidad de
autorregulación de los organismos. Cuando para alcanzar ese equilibrio
necesitan elementos exteriores –otras personas, divertimentos, sensaciones
exteriores, etc- el equilibrio ya no es tal sino un seudo equilibrio y por ende,
ineficiente.
Y también comprender que el “equilibrio exterior” (mantener el
equilibrio fuera de nosotros) depende en primer lugar de obtener control
psicológico sobre el problema, no perder el eje de esto. Pero mantener control
psicológico sobre el problema implica mantener control psicológico sobre el
propio Yo, lo que nos lleva a comprender el Yo, y entrar entonces en el
siguiente ejercicio:

ESTUDIAR EL SIGUIENTE TRABAJO, MEDITARLO Y PRESENTAR


LAS PROPIAS REFLEXIONES (NO NECESARIAMENTE
COINCIDENTES) A SU PROFESOR:

El conocimiento del verdadero yo

Tratemos en primer lugar de explicar el ser. O el Ser, a través del acto de conciencia
que significa preguntarme sobre él. ¿Qué soy Yo?. Si digo que “Yo soy Gustavo
Fernández”, ¿por ventura dejaría de ser Yo si me llamara Juan Pérez?. Obviamente, no. Por
lo tanto, Yo no soy Gustavo Fernández. Bien, digamos que Yo soy escritor. ¿Yo sería menos
Yo si fuese albañil?. Nuevamente la respuesta es terminante: No. Yo seguiría siendo Yo. Por
lo tanto, Yo no soy escritor (o mejor aún, “un” escritor, o “el” escritor). Podría también
decir que Yo soy argentino. Ahí vamos de nuevo: ¿sería menos Yo si fuese mexicano?. Sin
hesitar: No. Por consiguiente, Yo no soy argentino (otra vez; Yo no soy “un” argentino o
“el” argentino). Hasta aquí, entonces, tenemos que el Yo no es el nombre, la actividad, la
nacionalidad, y podría seguir así, enumerando lo que son anécdotas del Yo. ¿Yo sería
menos yo si no fuese hijo de mis padres?. Seguramente mi aspecto exterior –y muchas de
mis vivencias- serían distintas, pero, ¿puedo percibir al Yo como algo distinto?. No. De
modo que el Yo seguiría siendo Yo, ya que sólo lo Cognosciente puede diferenciarse en el
conjunto de lo Cognoscible, de manera que el Yo que ahora percibe es algo independiente
de esos otros “yoes” menores que me formarían si hubiese nacido en otro vientre y de otra
semilla.

Vamos a detenernos un momento, para exponer la teoría de Gurdjieff que tan


interesante nos parece. Él sostuvo que el hombre –y la mujer- que normalmente
conocemos, es decir, el hombre al que le suceden las cosas (y no que es el “hacedor” de las
cosas) no puede poseer un yo único y permanente. Éste cambia tan deprisa como sus
pensamientos, sus sentimientos y su carácter, y comete un grave error al considerarse a sí
mismo siempre una misma persona; en realidad, a cada momento es una persona diferente,
no la que era hace un instante.
El ser humano no poseería un yo permanente e inmutable. Cada
pensamiento, cada estado de ánimo, cada deseo, cada sensación, dice “yo”. Y
en todos los casos parece que ha de darse por hecho que ese “yo” pertenece al
Todo, al ser entero, y que un pensamiento, un deseo o una aversión se expresa
por medio de este Todo. La realidad es que tal suposición no tiene ningún
fundamento. Cada pensamiento o deseo del hombre surge y vive de forma
completamente separada e independiente de su Todo.

El ser humano no evolucionado carece de “yo” individual, pero en lugar


de éste existen cientos y miles de pequeños “yoes” independientes, muchas
veces completamente desconocidos unos de otros, sin entrar nunca en contacto
o, por el contrario, hostiles unos con otros, mutuamente exclusivos e
incompatibles. A cada minuto, a cada momento, el hombre está diciendo o
pensando “yo”. Y, cada vez, su “yo” es diferente. Él mismo es una pluralidad.
Los nombres de un hombre suman legión.
La alternancia del “yo”, su evidente y continua lucha por la supremacía,
está controlada por influencias externas fortuitas. El tiempo templado o la luz
del sol, inmediatamente evocan a todo un grupo de “yoes”. El frío, la niebla, la
lluvia, evocan a otro grupo, otras asociaciones, otros sentimientos, otras
acciones. El cariño o la agresión, la atención o la indiferencia, otros más. No
hay nada en el hombre capaz de controlar este cambio, principalmente porque
no se da cuenta ni lo sabe; vive siempre en el último “yo”. Por supuesto,
algunos son más fuertes que otros. Pero no por su propia fuerza conciente; han
sido creados a fuerza de accidentes o estímulos mecánicos externos. La
educación, la imitación, la lectura, el hipnotismo de la religión, las tradiciones,
crean unos “yoes” muy fuertes en la personalidad que dominan a toda una
serie más débil.
Cada “yo” pequeño e independiente, es capaz de llamarse a sí mismo
por el nombre del Todo, obrar en nombre del Todo, estar de acuerdo o en
desacuerdo, hacer promesas, tomar decisiones con las que otro “yo” o el Todo
habrá de vérselas. Esto explica porqué la gente toma decisiones y pocas veces
las lleva a cabo. Un hombre decide levantarse temprano a partir del día
siguiente: un “yo” o un grupo de “yoes” lo ha decidido. Pero levantarse es
asunto de otro “yo” que tal vez está en completo desacuerdo con la decisión y
que posiblemente no sepa absolutamente nada de ella. Por supuesto, seguirá
durmiendo por la mañana y por la tarde, volverá a decidir levantarse
temprano. La tragedia del ser humano es que cualquier “yo” insignificante
tiene derecho a firmar cheques y pagarés, y el Todo que es él tiene que
pagarlos. Toda la vida de las personas consiste, muchas veces, en pagar los
pagarés de “yoes” insignificantes.
Las enseñanzas orientales contienen varios grabados alegóricos que
pretenden representar la naturaleza del ser humano desde este punto de vista.
A veces, se compara al hombre con una casa en la que hay numerosos
sirvientes, pero no hay dueño ni mayordomo. Todos los criados han olvidado
sus obligaciones y ninguno quiere hacer lo que debe. Todos intentan ser los
dueños, aunque sólo sea momentáneamente y, dentro de este caos, la casa se
ve amenazada por un grave peligro. La única posibilidad de salvación es que
un grupo formado por los criados más sensatos se reúna y elija a un
mayordomo provisorio. Este mayordomo suplente puede así poner a los demás
sirvientes en su lugar y obligarles a que cada uno haga el trabajo que le
corresponde. De este modo, la “casa” podrá ser preparada para la llegada del
mayordomo titular, quien a su vez, la preparará para la llegada del dueño.
Pensemos en la casa como en nuestra vida. En los criados, como
nuestros “yoes” menores. El mayordomo suplente es apenas uno –o varios- de
aquellos que, a través de la Ciencia de la Voluntad –origen y razón de ser del
conocimiento hermético- le (les) transformará en el mayordomo titular, el
verdadero Yo. Y así, la casa, durante un tiempo (nuestra vida, lo que dure) se
irá preparando para la llegada del verdadero dueño. Que no soy Yo, sino Dios,
Brahma, Ishwara, YHVH.

Porque –como señaláramos párrafos atrás- las actividades, la familia, la


nacionalidad, el nombre son sólo alguno de las miríadas de “yoes” que pugnan
en nuestra vida tratando de hacerse con el mando. Por eso, muchas
personalidades dominadas por algunos de estos “yoes” creen que lo más
importante es ser arquitecto, García, masón, neocelandés, joven, fanático de
Boca Juniors... Sólo cuando comprendo que Yo soy Yo, trasciendo esas
limitaciones que no tienen raza, religión, profesión, apellido. Y Yo soy
entonces –sé entonces- sólo parte de Algún Otro que me trasciende. El
verdadero dueño de mi Yo, de mi Ser, pues de Él vengo y al Él he de regresar

Sólo la comprensión más cristalina de las posibilidades que esto


encierra pone al hombre cerca de conseguirlas. Se es en tanto Se Comprende.
Quien no entienda, deja menos de Ser. De manera que su Yo fuera de los
“yoes” es menor, menos significativo, más deslucido, si se quiere. Por lo tanto,
la posibilidad de existir fuera de sus “yoes” (en definitiva: su cuerpo, su
pasado, sus ataduras emocionales) es menor. Esto es tanto como decir que la
sobrevivencia del espíritu en orden a su evolución, comprensión y, podríamos
arriesgar, control, es directamente proporcional a la comprensión. Para
beneficiarse de estas posibilidades debe tener un fortísimo deseo de liberación
y estar dispuesto a sacrificarlo todo, a arriesgarlo todo, en aras de esa
liberación.

Mientras que el hombre se considere una sola persona, nunca se


liberará, porque nunca comprenderá. Su trabajo en él mismo comienza desde
el instante en el cual empieza a sentir por lo menos dos seres, o más, en su
interior. Uno es pasivo, y lo máximo que puede hacer es registrar lo que está
sucediendo. El otro, que también se llamará a sí mismo “yo”, es activo, y
hablará de sí mismo en primera persona. Se es García y Fernández, aunque
opera sólo García, o sólo Fernández. Si la persona comienza a pensar
correctamente, pronto descubrirá que los momentos de su vida están por
completo en poder de García, o Fernández, o Pérez. No importa lo que planee
o lo que se proponga hacer o decir, no será “él” ni “yo” quien lo llevará a
cabo, sino “su” García, “su” Fernández o “su” Pérez y, por supuesto, lo que
ellos harán o dirán no tendrá nada en común con lo que el Yo habría hecho o
dicho, porque ellos (los “yoes”) tienen su propia manera de sentir o
comprender las cosas, que a veces puede cambiar por completo las intenciones
del Yo.

Lo que aquí estoy proponiendo sin haber deseado, es una forma de


autoconocimiento. Sé de las numerosísimas escuelas, sectas, religiones,
sociedades y grupúsculos que se atribuyen la posesión de un sendero para
llegar al Yo Interior. Quizás muchas de ellas sean falacias: de la misma
manera, seguramente y pese a ello, todas sean útiles. P.D. Ouspensky
(“Fragmentos de una enseñanza desconocida”, RGR Ediciones) supo escribir:
“...los sistemas seudo esotéricos también desempeñan un papel importante en
los círculos esotéricos. De hecho, son los intermediarios entre la Humanidad,
que está sumergida completamente en la vida materialista, y las escuelas que
están interesadas en la educación de cierto número de personas, tanto por lo
que toca a su propia existencia como por lo que atañe al trabajo de carácter
cósmico que puedan estar llevando a cabo. El concepto mismo de esoterismo,
el concepto de iniciación, llega hasta las personas, en muchos casos, a través
de sistemas y de escuelas seudo esotéricas, y si no existiesen éstas la mayoría
no tendría ninguna posibilidad de oír ni saber de la existencia de algo más
importante en la vida, porque la Verdad en su forma pura sería inaccesible
para ella. En virtud de las numerosas características del ser del hombre,
sobre todo del ser contemporáneo, esta verdad sólo puede llegar a la mayoría
en forma de mentira. Únicamente bajo este aspecto son capaces de
aceptarla, digerirla y asimilarla...” Y más adelante: “...El concepto de
iniciación, que nos llega a través de sistemas seudo esotéricos, también se nos
transmite de una forma equivocada. Las leyendas relativas a los ritos
externos de iniciación han sido creadas a partir de la escasa información que
poseemos referente a los antiguos Misterios. Éstos representaban una clase
especial de camino que, junto con un período de estudio difícil y prolongado,
se traducía en representaciones dramáticas especiales, que describían de
forma alegórica toda el camino de la evolución del hombre y del mundo. Las
transiciones de un nivel a otro se representaban con ceremonias especiales de
presentación, es decir, la iniciación. Pero un cambio de ser no puede
efectuarse mediante ningún rito. Éstos sólo simbolizan una transición ya
realizada. Y es únicamente en los sistemas seudo esotéricos, en los que no hay
nada más que dichos ritos, donde se les empieza a tribuir un significado
independiente. Se supone que un rito, al ser transformado en sacramento,
transmite o comunica determinadas fuerzas al Iniciado, lo que tiene relación
con la psicología de un camino de imitación. No hay ni puede haber
iniciación exterior. En realidad, sólo existe la autoiniciación, la
autopresentación. Los sistemas y las escuelas enseñan métodos y caminos,
pero ningún sistema ni ninguna escuelas pueden hacer por un hombre el
trabajo que él mismo debe hacer. El crecimiento interior, un cambio de ser,
depende completamente del trabajo que un hombre debe hacer sobre sí
mismo.

De forma tal que siempre me quedará el consuelo, aún para quienes


consideren estas apreciaciones como simplemente “seudo esotéricas”, que
actúen como disparadoras del proceso de autorreflexión que lleva al
autoconocimiento. Entre aquellos que reciben una misma enseñanza, cada
uno la comprende y asimila de manera más o menos completa, más o menos
profunda, según el alcance de sus propias posibilidades intelectuales; y así
es como se opera naturalmente la selección sin La cual no podría haber una
verdadera jerarquía. Si vamos a proponer “demostrar” lo espiritual debemos
contar con una metodología, y ésta debe ser espiritual. Fuera de la
contradicción implícita, debe entenderse que no podemos colocar bajo el
microscopio un trozo de evidencia espiritual, y que por definición ésta debe
trascender (no ser; estar más allá) del conocimiento racional. Debe ser por
lo tanto una “percepción” y por ello, personal e instransferible.

Así que estábamos en el punto en el cual el Yo no es los “yoes”:


nombres, apellidos, prosapias, nacionalidades, religiones, actividades,
cuerpos. Pero, lo que es igualmente indiscutible, es que el ser –permítanme
ponerlo ahora así, en minúsculas, para sobreentender que me estoy refiriendo
al ser humano- existe en cuanto a una forma que lo contiene. Para el ser (el
ser no evolucionado, es decir, no liberado), Yo soy Esto. Esto será, siempre,
una forma, empleada aquí la palabra no sólo en su sentido de limitación
espacial sino como categoría gestáltica.

El miedo a la muerte deviene de la percepción que la muerte es la nada


y para el ser, repugna la disolución en el No Ser, su negación. Pero, por el
contrario, diluirse en el Todo (el Ser trascendente), a lo que apunta a señalar
toda teología, es perder la individualidad, los “yoes” pasar a ser – no – siendo.
De donde inferimos que el Yo es el reflejo microcósmico del Ser (el Ser
Todo), porque la individualidad es la expresión de los “yoes”. Yo soy yo (mi
ego) en tanto tengo Forma, porque la Forma hace a la diferenciación, la
separación, y sólo existiendo separación se reconoce la individualidad. Pero si
cesa la separación, la Forma, yo no sería yo (“yoes”) sino Yo. O, en otras
palabras, el Ser no puede serlo en la Forma, sino a través de su emanación o
reflejo (microcósmico), que es el Yo. Nombres, cuerpos, profesiones, son
formas.

El Ser es el principio trascendente y permanente del cual el ser


manifestado, el ser humano por ejemplo, no es más que una modificación
transitoria y contingente, modificación que no podría además afectar de
ningún modo al principio. El Ser, como tal, jamás está individualizado y no
puede estarlo, pues como siempre ha de ser considerado desde el punto de
vista de la eternidad y de la inmutabilidad que son los atributos necesarios del
Ser puro, no es evidentemente susceptible de particularización alguna que lo
haga “ser distinto del Ser”. Inmutable en su propia naturaleza eterna,
desarrolla solamente las posibilidades indefinidas que conlleva en sí mismo,
por el paso relativo de la “potencia” al “acto” a través de una indefinida serie
de grados, sin que por ello se vea afectada su permanencia esencial,
precisamente porque este pasar no es sino relativo y porque dicho desarrollo
sólo es tal cuando se lo considera desde el punto de vista de la manifestación,
fuera de la cual no puede hablarse de sucesión alguna sino de una perfecta
simultaneidad, de modo que lo mismo que es virtual en el ámbito de cierta
relación no por eso se encuentra menos realizado en el “eterno presente”
Diremos entonces que el yo, considerado en su totalidad,
comporta cierto conjunto de posibilidades que constituyen su modalidad
corporal o grosera, más una multitud de otras posibilidades que, al extenderse
en diversos sentidos más allá de ésta, constituyen sus modalidades sutiles.
Pero todas estas posibilidades reunidas no representan, sin embargo, más que
un único y mismo grado de Existencia Universal. Resulta de ello que la
individualidad humana es a la vez mucho más y mucho menos que lo que
creen comúnmente los seres humanos; es mucho más porque no conocen de
ella más que su modalidad corporal, que no es más que una porción ínfima de
sus posibilidades, pero también es mucho menos porque esta individualidad,
lejos de ser realmente el ser total, no es más que un estado de este ser, entre
una infinidad de otros estados, cuya suma misma no es todavía nada respecto
al Yo, que es el único ser verdadero, ya que únicamente él constituye su estado
permanente e incondicionado, y que en ese sentido es lo único que puede ser
considerado como absolutamente real. Todo el resto, sin duda, es también real,
pero solamente de una manera relativa, en razón de su dependencia del
principio y en tanto que refleja algo de él, así como una imagen reflejada en
un espejo extrae toda su realidad del objeto sin el cual no tendría ninguna
existencia. Pero esta realidad menor, que no lo es sino en virtud de la
participación, es ilusoria en relación con el objeto, y si se pretendiera aislarla
del principio, esta ilusión se volvería irreal. Se comprende por ello que la
existencia, es decir el ser condicionado y manifestado, expresado a través
de los “yoes”, sea a la vez real en cierto sentido e ilusoria en otro.

Una de las conclusiones a que esto me ha llevado es a considerar que,


cuando la Ciencia actúa y modifica la materia porque es lo único que la
percepción colectiva tiene a mano puede ser aceptable, pero que dogmatice
que en consecuencia es lo único “real”, es lo equivocado. Así como la
ciencia emplea cada vez más planos “sutiles” (física electromagnética,
partículas subatómicas, radiaciones) hay que ver una “ingeniería espiritual”
en la historia de la humanidad. Y para bien (como en el caso de algunos
librepensadores) o para mal (ciertos fanatismos religiosos), ¿quién puede
negarlo?. Si esa “ingeniería espiritual” realmente ha producido efectos
positivos o negativos, puede discutirse. Pero no puede discutirse si se trata
de “cosas reales”, cuando precisamente sus “efectos” son “reales”.
Teológicamente, cuando se dice que “Dios es espíritu puro”, es verosímil
que esto no debe entenderse tampoco en el sentido según el cual “espíritu”
se opone a la “materia” y en el cual cada uno de estos dos términos no
puede comprenderse más que en relación con el otro, pues se llegaría así a
una especie de maniqueísmo. No es menos cierto, igualmente, que si Dios,
como ser espiritual puro, integra los dos estados, lo “espiritual” no puede
estar ni ser ajeno a lo “material”, de modo que podríamos ver en éste los
reflejos de aquél. Por ejemplo, la entropía material se refleja en la
negantropía espiritual.

Otra conclusión nos remite a recordar que si el Yo refleja al Ser, como


los “yoes” reflejan –con el deterioro que significa pasar de lo no manifestado a
lo manifestado) al Yo, esto nos lleva a la especulación que tras la muerte física
existe un paso del ser a la forma sutil, pro dicha travesía no constituye más
que una fase transitoria en la reabsorción de las facultades individuales de lo
manifestado a lo no manifestado, fase cuya existencia se aplica naturalmente
por el carácter intermediario que le asignamos al estado sutil. El único caso en
que a ese ser podríamos seguir denominándolo “humano” en cierto sentido es
aquél en que, después de la muerte corporal, el ser permanece en una de esas
prolongaciones de la individualidad a las que nos hemos referido porque en
este caso, aunque esa individualidad no sea completa en cuanto a la relación
con la manifestación (puesto que el estado corporal le falta de ahí en adelante
por haber terminado las posibilidades que le corresponden en el ciclo entero
de su desarrollo), algunos de sus elementos psíquicos o sutiles subsisten en
cierta manera sin disociarse. En todos los demás casos y para todos los demás
efectos el ser no puede ser llamado ya humano, puesto que ha pasado del
estado al que se aplica este nombre a otro estado, individual o no; el ser que
era humano ha cesado de serlo para transformarse en otra cosa, así como por
el nacimiento se había vuelto humano al pasar de otro estado, indiferenciado y
parasitario de la madre, a éste diferenciado que constituye la vida natural del
ser humano como ente independiente. Esto nos clarifica ciertas ideas respecto
al comportamiento del ser en caso de reencarnación, especialmente lo que se
señala críticamente como falta generalizada de memoria de los aprendizajes en
vidas anteriores, pero sobre esto volveremos en otro estudio. Bástenos señalar
que, considerado como “yoes psíquicos” la muerte es más una involución que
una evolución, desde el punto de vista especial del individuo, pues se trata de
una reabsorción de la individualidad en el estado no – manifestado. Es, sin
embargo, el Yo el que evoluciona, independiente de los “yoes” que le
acompañaron durante su lapso biológico; esto es tanto como advertir que no
soy yo quien asciende en las jerarquías espirituales, sino mi Yo Espiritual,
que ya nada más vuelve a tener con mis yoes psíquicos y mi ser corporal.

Estamos tan mortalmente aferrados a nuestro ego, a nuestra


individualidad, a nuestra conciencia material, en definitiva, al imperio de
nuestros “yoes”, que nos resulta imposible (y si lo logramos, aterrador)
percibir de alguna manera qué significa, cómo se vivenciaría la disolución de
nuestra personalidad, de nuestra individualidad. Pero, en definitiva, por un
lado no sería más que el reflejo microcósmico (otra vez) de esa Trinidad
macrocósmica donde Tres son Uno pero distintos a la vez. Y, por otro lado,
poder vencer la ilusión de nuestro ego nos abriría varias comprensiones; la
primera de ellas, que nuestro visceral, atávico temor a la muerte no es más que
la consecuencia necesaria del aferrarnos a nuestro ego. Sólo cuando
comprendemos que “estar siendo” ser humano nada tiene que ver con ser en el
Ser, podremos superar ese atavismo y descubriríamos que no habría miedo a
la muerte, porque la muerte poco sería.
La condición individual misma puede definirse como el estado del ser
que está limitado por una forma; liberado de la misma, es natural que corra a
integrarse al Ser del que proviene. Pero ese proceso está condicionado por
capas sucesivas de aprendizajes, de transformaciones (el conocimiento es, de
hecho, transformación), de tiempos en el No Tiempo. Las vivencias,
sufrimientos, experiencias y alegrías de esta o cualquiera de nuestras otras
vidas son colectadas por la memoria del ser humano que es como decir, la
memoria de los “yoes”. Todas sus experiencias habrán de integrarse de alguna
forma en esa Memoria Universal a la que me refiriera en otros artículos pero
el proceso, que demanda sus etapas, hace que muchas “informaciones”
asociadas banalmente a la experiencia individual que no la experiencia del Yo,
son instrumentos de las percepciones físicas y los procesos de almacenaje
corticales, disueltos con la disolución de la muerte misma. ¿cómo podría
entonces exigirse en una encarnación ulterior el recuerdo de minucias de esta
vida pasada, cuando si no constituyeron elementos de peso a la hora de
aprendizaje para el Yo trascendente se disolvieron en la nada con el cuerpo
físico que les sirviera de instrumento y receptáculo?.
Sin forma no hay corrupción, porque al estar toda forma definida
por el tiempo y el espacio es susceptible de ser afectada por las leyes que rigen
ese tiempo y ese espacio. Con la forma, deviene la muerte. Sin forma, ya no
existe ésta.
Lo Trascendente lo es en tanto y en cuanto trasciende la forma, el
nombre. Por eso se libera el ser que vuelve al Ser. Yo he recibido un nombre,
yo me digo escritor, yo nací en Argentina, todo ello son “yoes” menores que
forman la división, la separación (a lo que llamo individualidad). Tchuang –
Tsé supo escribir: “...Aquél que ha llegado a estar unido a la totalidad
universal no dependerá más de nada, será perfectamente libre... el ser
sobrehumano no tiene más individualidad propia, el hombre trascendente no
tiene más acción propia, el sabio no tiene más nombre propio, pues uno es
con el Todo”.

“Conoce que todas las cosas contingentes, las formas y demás modalidades

de manifestación, no son distintas de Àtmâm en su principio, y que fuera de

Atmâm no hay nada, dado que los objetos difieren simplemente en

designación, accidente y nombre, así como los utensilios hechos de arcilla

reciben diferentes nombres, aunque sólo sean diferentes formas de arcilla; y

así percibe que él mismo es todas las cosas, pues no hay ninguna que sea

distinto de él o de su propio Yo”

Swami Shankarâchârya

Regresando a la meditación...

Es evidente que la meditación tiene como objetivo –y razón de ser- adquirir convicciones
claras, que no sean puestas en duda por la manipulación de la gente que nos rodea,
manteniéndonos en “el” lugar que hemos adquirido. Finalmente, comprender objetivamente
cómo nos relacionamos con los problemas a solucionar. No podemos vivir sin problemas,
ya que lños problemas, como enseñáramos en otra lección, es el roce, la fricción de avanzar
por la vida. Todo ente dinámico genera fricción, y en el diario vivir eso se llama
“problema”. El buen negocio está en el equilibrio y con lo que gano en el avance. Es decir,
que lo que obtengo sea superior en mi escala de valores a lo que pierdo en la fricción; lo
contrario es lo que nos hace infelices. Debemos en meditación aprender a ser como un trozo
de corcho que siempre se mantendrá en la cresta de la ola del mar, esté éste en calma o
encrespado.

La meditación se divide en dos categorías: pasiva o activa. La primera,


básicamente, busca reordenar nuestros pensamientos. Para practicar ésta debe
buscarse un lugar tranquilo, en penumbras, sentados en una silla con la
espalda recta o en posición de loto o medio loto, como ya enseñáramos, los
ojos cerrados y respiración abdominal secuenciada8, buscando un estado de
“vacío interior”, situación en la que no haya pensamientos dominantes en la
mente –la mejor manera de alcanzarlo; no resistirse a “ver” mentalmente lo
que venga a nuestra mente pero tampoco demorarnos en observarlo, sino
simplemente tomar conciencia de ese pensamiento y dejarlo fluir dando paso
al que sigue: es interesante comprobar que llegará un momento en que nada
vendrá a nuestra psiquis- que será cuando hayamos alcanzado lo que en
japonés se denomina el estado “KU”: el estado de mente vacía de contenidos
pero alerta a lo que ocurre a su alrededor, sobre lo que volveremos –en cuanto
a sus aplicaciones prácticas- en otra lección. El primer beneficio de esta
práctica: una permanente sensación de paz, equilibrio y control al enfrentar los
obstáculos cotidianos.
Luego de varios días de práctica hasta este punto, continuar adelante
formulándose durante cuatro días, estas preguntas, una por día,
repitiéndonosla hasta que se presenta una respuesta a nuestra mente:

- ¿Quién soy en realidad?


- ¿Adónde voy en la vida?
- ¿Qué es lo que realmente quiero?
- ¿Hasta donde lo que hago en mi vida –y de mi vida- es lo que realmente
quiero hacer o hasta dónde todos los días me cuento nuevas mentiras
que soy el primero que termina creyéndolas?
Amigos míos, convengamos que hasta que no nos hayamos respondido aproximadamente estas preguntas, no tiene mucho sentido
seguir acumulando técnicas y herramientas que no sabremos realmente sobre qué aplicar.

El conocimiento da libertad. Libertad de pensamiento pero también


libertad de acción, y esta práctica nos permite descubrir dos cosas: que la
meditación cambia el orden de los factores prioritarios de nuestra vida, y que
el medio donde uno se desenvuelve refleja generalmente la luz de uno mismo9.
8
Lo que será sencillo y conocido para nuestros alumnos de Control Mental Oriental
9
Por esta razón cuando en ocasiones el cambio interno es demasiado rápido o contundente, el medio –los
demás- no pueden ajustarse y reaccionan agresivamente o con medio; éste suele ser el punto donde se
Centro de Armonización Integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nro 16: MEDITACIÓN ACTIVA O DINÁMICA

Nos introducíamos en la lección anterior en las particularidades de la


meditación –en ese caso pasiva- comenzando a comprender sus efectos y
beneficios. Como queda claro, la meditación pasiva tiene el efecto de una
válvula que permite descomprimir el estrés, así como esa obnubilación mental
que ante la presión de las agresiones exteriores (y la naturaleza humana
entiende los problemas cuya solución no podemos todavía entrever como

producen muchas rupturas o, para decirlo de otra manera, donde finalizó en esta rueda de encarnaciones
nuestro “trecho de camino compartido” porque deberemos ajustar nuestra rueda al giro de otras que vendrán y
que comenzarán su recorrido circunstancial –pero siempre funcional al aprendizaje universal- con nosotros.
agresiones)10 nos confunde y perturba, impidiéndonos ver claramente el
sentido de nuestros pasos. Nada más –pero también nada menos- que eso.
Y sólo tras una meditación pasiva espontáneamente generable tiene
sentido pasar a implementar una meditación activa y dinámica en cualquiera
de sus manifestaciones. Porque son muy variadas, y con distintos resultados
según cuál ejercicio específico apliquemos11. De todas formas y para todos los
casos, uno de los efectos comunes a cualquier técnica de meditación activa o
dinámica es focalizar nuestras energías en un ente –un pensamiento o un
objeto exterior- tanto para discernirlo como para trabajarlo.
Aunque no es específicamente lo que se busca, todos los especialistas
están de acuerdo que existe un baremo que define la corrección de la
aplicación de estas técnicas, baremo que se ilustra en el equilibrio, el punto de
unión armónica entre lo que intelectualmente pensamos que deseamos y lo
que, íntimamente, “sentimos desde el corazón” que debemos hacer.12 Una de
las formas es, luego de practicar meditación pasiva (condición sine qua non)
“tomar” mentalmente la idea, imaginar el peor escenario posible e
10
Perdiendo generalmente de vista el hecho irreductible que todo problema encierra necesariamente en sí
mismo el germen de la solución. En efecto, es obvio –pero en ocasiones tan obvio que pasa desapercibido-
que si algo nos afecta, si algo influye perjudicialmente sobre nosotros, esa misma relación que se establece
define parámetros del problema, y definidos los parámetros de un problema es la recombinación de algunos
de los elementos constituitivos del mismo lo que se clarifica a sí mismo como una solución. El problema,
generalmente, estriba no tanto en que no se pueda descubrir la solución sino en el hecho que exigimos que
esas soluciones respondan a nuestras reglas de juego y no las reglas de juego del problema, o bien
satisfagan expectativas que tienen más que ver con lo emocional que con lo práctico del obstáculo a superar.
Ejemplo: una persona está a punto de perder su casa porque no puede afrontar una hipoteca. Busca las
soluciones frente a cómo responder a esa hipoteca ahora –cuando la situación es extrema- de maneras que ni
siquiera pudo enfocar antes –cuando la situación no era tan límite-. Piensa en créditos usureros que sólo
patearán la dificultad para más adelante, piensa en pedir prestado a cuanto conocido, vender otras
propiedades, separarse –la casa será rematada igual, pero ¿cuánta gente ante situaciones como ésta sólo
encuentra forma de vahiculizar sus conflictos descargándolo sobre la pareja o huyendo de la misma como si
dejara hundirse el barco?-, suicidarse... Pocos, en este tipo de casos, acepta el hipotético hecho cierto que
simplemente es imposible y peor aún, inútil afrontar esa deuda a tiempo (recordemos el adagio chino que
dice “cuando un enemigo es demasiado grande, el no presentar batalla es en sí una pequeña victoria”) y
aplicar sus tiempos restantes, sus esfuerzos y los recursos económicos que pueda reunir –que siempre serán
menores que el pago de una hipotética donde el monto de lo “refinanciado” –por ejemplo- siempre será
enormemente mayor que el valor de la deuda en sí y en ocasiones que la propiedad misma- en adquirir una
nueva vivienda, más modesta quizás y por ello más “saneada” financieramente, o simplemente dejar pasar un
tiempo para reponer fuerzas y acometer una nueva adquisición, descubriendo, por fin, que más allá de
incomodidades varias y consecuencias negativas de descapitalización, la casa es sola una cosa y nuestro dolor
tiene más que ver con la imagen de “fracaso” que creemos dar ante los demás, el golpe para nuestro
autoestima –en definitiva, una forma de orgullo y egoísmo- todo lo cual lo disfrazamos de “responsabilidad
por el techo de la familia”, “preocupación por el futuro de los hijos” y un largo etcétera. Lo cual es sólo una
excusa, porque esa misma preocupación la podríamos canalizar generando otra propiedad o capital más
funcional en términos de nuestras actuales capacidades, que comprometer el futuro de los próximos años por
las limitaciones de nuevos endeudamientos supuestos solventes de futuros remotos.
11
Recuérdese, sin más, la “danza de la grulla” y “danza del dragón” como ejercicios de meditación activa en
la materia Bioenergética de nuestro Profesorado en Parapsicología Aplicada.
12
Volvemos a recordar aquella máxima del Control Mental Oriental: “Las verdadera intuición no contradice
a la razón, sino que ambas se complementan entre sí”.
inmediatamente la mejor situación; darle vueltas, analizarla, buscarle errores y
defectos, componentes emocionales o ansiedad ante el “qué dirán”, sin prisa,
pero por períodos prolongados de tiempo (esto es fundamental: hemos
descubierto –si se me permite la expresión- que cuando alcanzamos el pico de
angustia ante el pensamiento de un problema aparentemente insolucionable,
cuando decidimos tratar de pensar en otra cosa, distraernos, cuando
metabolizamos la ansiedad en agresión hacia otros o hacia nosotros mismos,
es porque el inconsciente creativo está muy cerca de encontrar una
solución, pero ello es percibido por la Sombra y, en consecuencia,
“torpedeado” por ésta)13 es decir, en un esfuerzo de Voluntad, no ceder al
cansancio, al “lo dejo para mañana”, “no quiero pensar” sino es cuando más
tenemos que tocar la herida y disciplinarnos en seguir pensando en ello. Esto
es una “pulseada”14 amigos míos: o vence ella, la Sombra, o la parte luminosa,
creativa y próspera de nuestra personalidad.

El estado “Ku”

Existe sin embargo otra condición necesaria para mejorar nuestra calidad de vida, y
nunca mejor empleada esta expresión que en el contexto energotónico, donde la calidad
tiene que ver tanto con lo exterior, material, como lo interior, espiritual, donde descubrimos
los caminos para que uno sea reflejo de lo otro.
El estado “Ku” es una expresión japonesa que podría definirse como el
estado de la mente “vacía pero alerta”. Vacía de contenidos. Alerta ante lo que
ocurra. Es una estado de “expectación creativa”, o podríamos compararlo
como la actitud de la serpiente antes de atacar: balanceándose suavemente,
casi de manera hipnótica, para lanzarse como un rayo donde la oportunidad se
presente.

No voy a reiterarme aquí con conceptos ya tratados en nuestro curso de


Control Mental Oriental15, fundamentalmente por respeto a los alumnos que
estén tomando este curso y ya han pasado por aquél. Permítaseme señalar
cuando menos que es un hecho demostrable que uno de los “handicaps” que
enlentecen nuestro crecimiento –aquí económico, pero podemos aplicar el
concepto a todos los órdenes de la vida- es la merma de energía –intelectual,

13
¿Porqué creen ustedes que a veces nos despertamos por la mañana con una solución?. ¿Y porqué creen
ustedes que cuando el problema se desata aunque sea de maneras desastrosas, dentro del caos siempre se
experimenta cierto alivio?
14
“Torcida” le dicen en algunos países.
15
Parte a su vez del Profesorado en Parapsicología Aplicada
espiritual, astral, bioplasmática- que experimentamos cuando resentimos el
pasado o esperamos angustiados el futuro16. Por lo tanto, acometer una acción
especulando sobre qué pasará y cómo (no me refiero a pensarlo previamente,
sino a que ello ocupe nuestra mente en el momento mismo de la acción) como
temiendo repetir alguna vieja situación sólo inunda nuestra visión mental con
distorsiones. De allí que debemos adoptar la actitud del practicante de artes
marciales, que frente a su contrincante no especula con qué brazo el mismo
atacará primero o con qué pierna pateará: si así lo hiciera, recibiría una
sucesión de golpes mientras está tratando de ordenar sus pensamientos para
contraatacar. Simplemente, observa con la mente vacía pero alerta,
simplemente actúa.

Existe un mecanismo increíblemente astuto de La Sombra para


destruirnos: hacernos creer que somos responsables de las consecuencias
de nuestras acciones. ¿Alguna vez comprenderemos que somos responsables
de las acciones, no de las consecuencias de ellas?. Uno debe tener la certeza
interior de su correcto proceder, saber que agotó todas las instancias. Pero
nada garantiza el resultado, ya que el número de variables que interactúan en
nuestra vida –especialmente cuando de la vida laboral, económica o financiera
se trata- es casi infinito. Ante un problema hay contextos que dependen de
nosotros en su totalidad, otros sólo en parte y otros no dependen en absoluto.
Y si bien es cierto que la fuerza del pensamiento actúa aún a distancia –vaya si
lo sabremos nosotros- si bien es un hecho que una mente fuerte siempre se
impone sobre una mente débil, si bien es demostrable que la Voluntad moldea
la Realidad, también es igualmente cierto que todos los demás –por ejemplo,
nuestros oponentes en la vida- tienen sus propios pensamientos y su propia
voluntad, que existe ahí afuera una Realidad objetiva de leyes, papeles
firmados, precios o intereses asignados, cuentas pendientes, etc. Así que tarde
o temprano deberemos admitir que hay cosas que son como son aunque no
nos gusten, y el tiempo que demoremos en comprenderlo será más dinero
perdido17.
Todo esto se aplica funcionalmente al concepto que no somos
responsables de las consecuencias de nuestras acciones, sí de las acciones
mismas. Esto no significa hacer lo que debamos hacer superficialmente, de
manera desconsiderada e indiferente, porque allí, precisamente estaríamos
16
Recordar aquí las palabras del Swami Vivekananda: “el ser humano vive tan resentido por su pasado y tan
angustiado por su futuro, que olvida vivir el presente. No es dueño de su pasado, porque ya fue. Tampoco es
dueño de su futuro, porque aún no es. Entonces, dado que no es dueño ni de su pasado ni de su futuro y de lo
único que es dueño es de su presente y el presente es acción, entonces actúa y quédate en paz”.
17
Recuerden la oración: Señor, dame la inteligencia para cambiar las cosas que se pueden cambiar, la
resignación para aceptar las que no se pueden cambiar, y la sabiduría para distinguir las unas de las otras”.
faltando a nuestra responsabilidad con la acción misma. Pero la preocupación
antes de la acción por las consecuencias posteriores de la misma sólo consigue
perturbar y enturbiar dicha acción. La ansiedad después de la acción por las
consecuencias que podrán sobrevenir sólo confunde nuestros próximos pasos
y nos predispone a que, si dichas consecuencias no son las que esperamos, las
asumamos como errores. Errores que no son tales en un sentido personal si
hemos actuado como Guerreros espirituales en la acción.
Pero allí está la maldita Sombra acechándonos. Haciéndonos sentir
culpables que, pese a haber hecho lo mejor posible, todo saliera “mal” 18. Y se
generará entonces un círculo viciosos que, en lo que tiene que ver con lo
económico en la vida- me atará eternamente.

El efecto “Rumpeltilskin”

Otra de las aplicaciones específicas de la meditación dinámica tiene que ver con
clarificar las emociones en momentos de discusión –en este caso, por cuestiones
económicas, aunque puede aplicarse a cualquier contexto-.
Todos sabemos que pese a que “el dinero es sólo dinero”, cuando se
generan situaciones ríspidas (un deudor que no nos paga, un acreedor que nos
presiona) tendemos a perder el control, ya sea interiormente (nos sentimos
mal), ya sea exteriormente (insultamos y podemos llegar a la agresión, que si
es a los puñetazos o a través de un abogado sigue siendo una forma de
agresión como disimulo de lo que sentimos como impotencia, y disfrazamos
de “acto de justicia”) generalmente somos concientes de qué es lo que va a
pasar con nosotros: tendremos un acceso de furor, se nos nublará la vista y la
mente, sentiremos odio incontrolable, nos pondremos a llorar, nos
deprimiremos. Pues bien, entonces deberemos aplicar una variante de la
meditación dinámica que es el “efecto Rumpeltilskin”.

El mismo toma su nombre de un viejo cuento alemán. Dícese que en un


tiempo remoto habitaba una pobre aldea una jovencita que soñaba con mejorar
su posición, conocer mundo, ser feliz con un marido amoroso. Pero
18
Aquí debo necesariamente detenerme en dos conceptos. ¿Qué significa que algo salga “mal”?. ¿Podemos
estar seguros que eso no será lo mejor para el futuro?. ¿Es “bueno”, siguiendo con el ejemplo de la vivienda
hipotecada, lograr evitar el remate contrayendo una deuda triplicada sólo por salvarla?. En segundo luigar:
muchas veces esa sensación de culpabilidad, de fracaso propio, es sembrada desde fuera, por aquél “qué
dirán” al que ya me referí: que dirán, qué pensarán de mí la gente que me quiere, mi familia, mis amigos,
cómo se deteriorará mi imagen ante ellos. Pero entonces habré olvidado que la gente que amo también son
falibles, y si actúo sólo para satisfacer sus expectativas para conmigo aún en contra de mi propia voluntad
estaré alimentando a sus Sombras.
contemplaba su triste realidad y deprimida, comprendía que sólo le quedaba
soñar.
Allí estaba una noche, sentada en el granero de su humilde vivienda,
sonando y soñando, cuando unb pequeño “¡plop!” sonó a su lado. Sorprendida
se volvió, para descubrir un pequeño gnomo mirándola sonriendo.
- Te he estado escuchando soñar noche tras noche -dijo el duende- y vine
para hacr realidad tus sueños.
Ante la mirada de escepticismo de la muchacha, el ser simplemente rozó
con su mano una pila de heno... y ésta se transformó instantáneamente en
miles y miles de monedas de oro. La joven empezó a batir palmas
entusiasmada, y le preguntó al gonom qué era lo que deseaba a cambio. Éste
respondió:
- Ahora nada, porque nada tienes para darme, y lo único valioso te lo
acabo, precisamente, de dar yo. Pero regresaré dentro de un año a pedir
una sola cosa de tu vida. ¿Me lo darás?
Por supuesto, la muchacha le respondió que sí, que ante la felicidad de
poder cambiar así su vida le daría cualquier cosa. El pacto quedó sellado y
el gnomo desapareció.

Muchas cosas pasaron en la vida de esta aldeana a partir de allí. Compró


una espléndida mansión, los mejores vestidos y claro, semejante movimiento
llamó la atención de muchos, entre ellos el príncipe del reino que, curioso,
acudió a conocer a la sorpresiva adinerada. Y quedó inmediatamente prendado
de ella, de tal forma que, a los pocos meses y fugaz noviazgo mediante, ambos
decidieron contraer matrimonio.
Todo era felicidad en la vida de la joven. Felizmente casada y en
inmejorable situación económica, sólo le faltaba una cosa. Y al poco tiempo
eso llegó. Estaba embarazada.
Su alegría era única y total.

Cierta noche estaba ella, en la soledad de la biblioteca del castillo,


sentada junto al fuego, repasando un ilustrado libro pero meditando en los
buenos eventos que estaban ocurriendo a su alrededor, cuando un “¡plop!”
sonó a su lado. Se dio vuelta y allí estaba él, el gnomo.
La primera reacción de la dama fue caer de rodillas para agradecerle
todo lo que, gracias a él, su vida había cambiado. Pero el gnomo la
interrumpió, recordándole la promesa de un año atrás. Sorprendida, la
muchacha tomó conciencia que ya había pasado un año, y dijo estar dispuesta
a darle cualquier cosa como retribución.
- ¿Cualquier cosa? –preguntó desconfiado el duende.
- Claro que sí. Cualquier cosa. Fíjate todo lo que he podido cambiar mi
vida gracias a ti –respondió ella.
- Pues bien –dijo entonces el elemental- lo que quiero es que me des tu
hijo apenas nazca.

La mujer creyó que un rayo caía sobre su cabeza. Cualquier cosa sí, pero
jamás su hijo. De modo que se negó rotundamente. El gnomo, fastidiado, le
recordó su promesa de un año atrás, a lo que la joven respondió que si
hubiera sabido que ese “cualquier cosa” representaba esto jamás habría
aceptado. Comenzó entonces una larga discusión, que el duende terminó
abruptamente:
- Tendrás una nueva oportunidad. Te doy hasta mañana a la medianoche
para que averigües mi nombre. Si no lo sabes para entonces, me llevaré
a tu hijo a la fuerza.
Y desapareció.

Esa noche y todo el día siguiente pasó en vela y afanosamente buscando


una respuesta la desesperada. Buscó en los libros del castillo, bajó a la aldea a
preguntar a los ancianos y a la curandera del pueblo, llenó cartilla tras cartilla
escribiendo posibles nombres élficos y sus combinaciones. Había caído la
noche y seguía enfrascada en su búsqueda cuando el “¡plop!” volvió a ssonar a
su lado.
La ,mujer cayó de rodillas. Pidió más tiempo, rogó por una pista que la
orientara, volvió a insistir con reemplazar semejante pago por su propia vida.
A todo ello el duende se negó obstinadamente. Desesperada, la mujer empezó
a arriesgar nombres:
- ¿Peter?
- No.
- ¿Hans?
- No.
- ¿Rudolf?
- Tampoco

Y así se sucedieron, minuto tras minuto, hora tras hora, los desesperados
intentos de la mujer por acertar con el nombre correcto. Abandonó los de
su propia cultura, comenzó a probar con nombres exóticos, creó verdaderos
anagramas verbales, probó todo tipo de onomatopeyas, desde las graciosas
hasta las escatológicas. Ninguno de los términos era el correcto. Agotada,
creyéndose vencida y con un odio reprimido, la mujer hizo el último
intento. Inventó un nombre cualquiera, ridículo, inexistente:
- ¡Qué se yo!. ¡Rumpeltilskin!

Y con un estruendoso “¡plop!” el gnomo desapareció para siempre.

Este cuento es empleado en Psicología para definir el fenómeno que: cuando


logramos “darle un nombre” –racionalizar, expresar verbalmente- una
emoción que aún no sentimos pero que intuimos próxima, esa emoción no se
producirá.
De manera que en una de las situaciones iniciales de este acápite,
cuando sentimos la proximidad de ese estado de ánimo –el llanto, la ira, la
ofuscación19- debemos, por ejemplo, preguntarnos mentalmente: “Estoy a
punto de estallar. Ahora bien, ¿para qué voy a hacerlo?”. Increíblemente,
comprobaremos que la sola mención –verbalizada mentalmente- de nuestro
sentimiento inmediato inhibe por completo la manifestación de tal
sentimiento.

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Curso: ENERGOTONÍA
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Lección nº 17: EL “ACOMPAÑANTE”. COMO PROYECTAR


ENERGÍA POSITIVA SOBRE OBJETOS O PERSONAS

Como sabemos, la meditación Activa consiste en depositar la atención


mediante un esfuerzo de voluntad sobre un objeto exterior (por ejemplo, la
llama de una vela) durante 5 a 15 minutos, sin pensar, sin mirar otra cosa que
ese objeto, centrando nuestros pensamientos en él lo que implica vincular
nuestros pensamientos con él. Esta práctica, entre otros beneficios, me
posibilitará con el tiempo poder desarrollar lo que ya hemos denominado el
“láser mental” o densificación del pensamiento; poder concentrar mi
atención en un asunto por vez más allá de la confusión que exista en mi
entorno20 y desarrollar la capacidad de actuar sobre la mente de los demás con
vibraciones positivas (personas depresivas, compañeros de trabajo
conflictivos). No solucionaremos el problema, sino servirá para que mi mente
actúe sobre esa persona y ésta también pueda ver e irradiar positivismo en lo
19
Especialmente porque todos esos estados, en primer lugar, impiden pensar con claridad y discernir las
conductas más idóneas para el objetivo que estamos buscando.
20
Cualquiera medita tranquilamente en la soledad de una montaña. Pero el verdadero valor está en hacerlo en
medio de una discoteca.
que quiera solucionar, transmitiendo por carácter transitivo ese positivismo a
su propio entorno21. Esto se trabaja meditando y concentrándose en objetos
exteriores a cargar psíquicamente22, ayudándonos con fragancias y cristales,
por ejemplo.

Meditación con una piedra “acompañante”

Tendremos para esto un ”acompañante”. Es una piedra preciosa o semi preciosa


(cualquiera) a la cual “cargaremos” con nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestras
metas, para que en los momentos en que acusemos un “tropezón anímico”, enfrentar una
persona problemática o difícil, ese objeto se transforme en una batería de energía positiva,
tanto si decidimos llevarla con nosotros como dejarla en casa o el lugar de trabajo. Lo
importante es que esté con nosotros en el momento en que la necesitamos.
Debe ser una piedra que, con sólo verla, experimentemos atracción
inmediata hacia ella. La tendremos dentro del puño, la visualizaremos
mentalmente mientras tanto, “hablándole” literalmente de nuestros proyectos
y objetivos, tras lo cual –el proceso se debe hacer periódicamente, no menos
de una vez al mes y por un lapso de unos diez minutos- la dejamos a mano. La
única precaución accesoria es evitar exponerla demasiado tiempo a influencias
perniciosas. Por ejemplo, si estamos viendo por televisión una película de
terror quitarla inmediatamente de la habitación, para evitar que absorba
literalmente nuestras propias vibraciones negativas.
Esto nos acostumbrará entonces y con la sola intención conciente (que
no es más que la Voluntad puesta al servicio de la razón) a proyectar energía
positiva sobre objetos o personas.

Consagración de la piedra acompañante como


punto de anclaje de una entidad espiritual23

- Hacer meditación pasiva unos minutos.


- Extender frente a nosotros un pequeño paño verde, de unos 30 por 30 centímetros, y
en el centro un platito con una vela blanca. Encenderla.
- Colocar la piedra a la derecha de la vela.
21
Es casi una perogrullada –pero pocas veces considerado- el hecho que cuando una persona más energía
positiva irradia, es porque menos energía negativa se permite absorber.
22
Para quienes hayan cursado el Profesorado en Parapsicología Aplicada, es fácil asociar este concepto al
“punto de anclaje”, en lo que podría interpretarse como una versión positiva del mismo.
23
A nuestra libre elección
- Mirar fijamente la llama unos tres o cuatro minutos –no desviando la mirada en
ningún momento- con lentas y profundas respiraciones abdominales.
- Se comenzará a sentir una “presencia”. Debemos entonces focalizar nuestra
intención conciente que se trate de –y sólo de- aquella que convocamos. El estado
anímico inmediato a este último punto indicará si efectivamente es así o no. En caso
negativo, interrumpir inmediatamente la práctica ordenando sin cortapisas a la
“presencia” que se marche por donde vino ya que no es bienvenida en ese
lugar24. En caso positivo, continuamos.
- Tomaremos entonces bolígrafo y papel –que ya tendremos preparado- y
escribiremos nuestras peticiones. Acto seguido colocamos el papel bajo el platito de
la vela y, con una reverencia profunda, nos levantamos y nos retiramos. Cuando la
vela se haya consumido, podremos portar la piedra.

Recomendaciones

Una vez por mes se descargará la piedra, colocándola dentro de un vaso con agua y
tres puñados de sal gruesa, dejándola als ereno una noche de luna llena. Al otro día, a
cualquier hora, exponerla un par de ellas al Sol.
Cuando se necesite un “refuerzo” ante alguna situación a enfrentar particularmente
difícil, se reforzará la acción de la piedra sometiéndola a una defumación en artes iguales
de sándalo rojo, incienso, mirra, estoraque y almizcle durante tres o cuatro minutos,
sosteniéndola dentro del humo del preparado, y haciéndolo no más de seis horas antes de
cada situación puntual que haya que enfrentar.

24
Algunos alumnos han preguntado si no sería necesario algo más “contundente”, como espantarla con
defumaciones, exorcismos, puntos de fuga, etc. No. Lo que atrae a entidades “non sanctas” es nuestro propio
miedo. La persona temerosa padece una forma de SIDA espiritual: se le “pega” la menor negatividad con
efectos catastróficos.
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Lección nº 18: SUGESTIÓN TELEPÁTICA Y ESTIMULACIÓN DE LA


INTELIGENCIA INTUITIVA MEDIANTE LA AUTOHIPNOSIS.

Es obvio el beneficio que obtendremos en el mundo material si


desarrollamos la capacidad de una buena sugestión sobre terceros, sugestión
que sólo será realmente efectiva si a las herramientas perceptibles –timbre de
voz, mirada, etc.) le sumamos el vector telepático, esto es, la capacidad
psíquica de influir sobre el otro. Para quien pueda cuestionarse si esto no es
violar la libertad de albedrío del tercero, permítasenos señalar que, de hecho,
vivimos seduciendo y sugestionando. Nuestros argumentos intelectuales,
nuestra vestimenta, nuestro arreglo personal, en fin, el matiz personal que le
damos a cada instante de la vida cotidiana cuando interrelacionamos con los
demás conlleva la búsqueda de influir en esos otros, y la forma telepática, en
tanto y en cuanto no es una imposición autoritaria sino simplemente una
“matiz” subliminal que le damos a la relación, casa completamente con esa
realidad cotidiana sonde la seducción del otro –entendiendo “seducción” no en
sus sentido sexual o, más bien, deberíamos decir que el sentido sexual es sólo
una de las formas de la seducción, siendo ésta apenas una arista de la
sugestión).

Las 15 reglas de sugestión:

1. Corta. Nuestro cerebro puede procesar cinco datos simultáneos, e incluso


siete, pero no veinte. Se deben evitar construcciones como: “El curso que
deben tomar sus pensamientos debe incluir la posibilidad de cerrar trato
conmigo”. Es preferible decir: “Piense en mi propuesta que incluye etc.”
2. Concreta. Se dirá: “Trabajaremos juntos”.
3. Afirmativa. Como si lo que dijéramos estuviera pasando en este momento:
“Es provechoso para ambos aceptar mis condiciones”. No vale decir: “Me
gustaría que aceptara mis…”
4. Positiva. La sugestión se aceptará mejor cuanto mayor sea la mejoría que
proporcione al individuo: “Evitará penurias económicas si acepta mi
propuesta” En cambio: “Sus ingresos mejorarán, sus clientes expresarán su
satisfacción” Vemos como podemos decirlo de otra manera sin producir
rechazo. Lea las dos frases anteriores y piense cual se aceptaría mejor.
Seguramente suena mejor la última.
5. Repetitiva. Si a un sujeto se le dice que tendrá problemas “si no...”
acabaremos por provocarle angustia. Deberíamos decir: “Cada una de mis
palabras es una solución, es una puerta abierta, es dinero contante en su
bolsillo hoy y mañana” (Como ves estamos diciendo lo mismo, pero de
diferente forma)
6. Simple o superpuesta. Consiste en relacionar un hecho con otro (Aún
cuando no tengan relación)
Simple: “Acepte mi propuesta”.
Superpuesta: “Cuanto más acepte mi propuesta, mejor se vislumbra su
futuro”.
Esta sugestión superpuesta subordina la relación de una sugestión a la de
otra. No existe en realidad una verdadera relación; es la capacidad de
convicción del sugestionador la que la crea.
7. Inmediata o diferida:
Diferida: “Después de aceptar mi propuesta los resultados serán
inmediatos”.
Inmediata: “Ya tienes lo resultados con mi propuesta”.
La diferida tiene dos ventajas: permite prevenir al sujeto, y evitar así toda
emoción. Pero en sí misma es otra acción hipnótica que impulsa al
individuo a prever otra realidad… a través del simple poder de su
imaginación, que aún siendo el proceso inconsciente continúa actuando.
8. Intrahipnótica o posthipnótica:
Intrahipnótica se produce durante la sugestión.
Posthipnótica: se refiere al momento posterior a la sugestión.
9. Progresiva. Si le dice a alguien: “Su proyecto será un fracaso”, quizá
necesite repetirlo durante quince minutos para que esa sensación se cree
realmente. Pero si comienza diciendo: “Sus clientes se alejarán, su cuenta
bancaria disminuirá, etc.” puede que para obtener el mismo resultado sólo
tenga que emplear cinco minutos.
10.Ponderada. Hay que anticiparse y evitar situaciones de estrés. No deberá
decir: “Usted se ahoga en un vaso de agua” a un sujeto que se ha salvado
de ahogarse unos años antes.
11.Cualificada. Adaptarse al vocabulario del sujeto a hipnotizar.
12.Convergente. “Su mente se aquieta y está tranquila, mi oferta le trae
alegría, ambos seremos buenos socios”, todo converge hacia una imagen
clara de futuro estable y equilibrado en el destinatario.
13.Realizable. Si damos una sugestión que no pueda ser realizable por el
sujeto. (No quiera, vaya en contra de sus principios, moral, ética,
religión…) Puede suceder:
-Nada;
-El sujeto genera la reacción opuesta
14.Sopesada. Hay que anticiparse a las reacciones psicológicas. No podemos
decirle mentalmente que “lo queremos” si tiene prejuicios de tipo
homosexual.
15.Normal o Subliminal. Una sugestión normal está destinada a ser
escuchada. Una sugestión subliminal no debe serlo. Las voces subliminales
son, por ejemplo, imágenes invisibles intercaladas en una película, frases
pronunciadas a gran velocidad o en un tono tan bajo que no se puedan oír.

Autohipnosis:

En esta lección vamos a ver una técnica de autohipnosis que cualquiera


puede hacerla sin ayuda de hipnotizador. Debido a que la mayoría de nosotros
nos interesa la autohipnosis aplicada a los estudios y los negocios, mostramos
la siguiente técnica:
Basa su eficacia en un ejercicio respiratorio determinado, y en la
relajación que procura su ejecución. Se practica generalmente de pie o
sentado.

Desarrollo:

1. Con los dedos ligeramente separados, apoye la mano derecha sobre el


ombligo y manténgala así durante todo el ejercicio.
2. Apoye el dedo índice izquierdo en la zona central de la frente, mientras
presiona con el pulgar izquierdo la aleta nasal izquierda y respira por la
fosa nasal derecha, metiendo el vientre al inspirar y sacándolo al espirar.
3. Inspire lenta y profundamente y concéntrese en el aire que penetra en su
cuerpo a través de su fosa nasal derecha (la izquierda permanece
apretada por su pulgar izquierdo).
4. Cuando termine de inspirar, presione también la aleta nasal derecha con
su dedo medio izquierdo.
5. Permanezca así un momento, con los pulmones llenos.
6. Levante el dedo pulgar y espire lentamente por la fosa nasal izquierda.
La otra fosa nasal permanece cerrada.
7. Permanezca unos instantes con los pulmones vacíos.
8. Inspire por la fosa nasal izquierda.
9. Terminada la inspiración, presione tu fosa nasal izquierda; repita las
fases 2 a 8 unas diez veces.

Ya se trate de la fosa nasal izquierda o de la fosa nasal derecha, el esquema


respiratorio es el mismo: espirar y después inspirar.

Nota: A pesar de que parece un poco complejo, este ejercicio se lleva a cabo
en menos de un minuto, y acaba asimilándose perfectamente en muy poco
tiempo. Pero, al principio es necesario repetirlo dos o tres veces al día; al cabo
de una semana conviene practicarlo a diario por lo menos una vez, al mismo
tiempo que se repite: “Me relajo... Me siento cada vez más relajado... Estoy
completamente relajado”. Posteriormente, cuando la práctica permita una
ejecución automática, basta con emplear la palabra “relajado”, mentalmente o
en voz alta, y entonces y en ese momento, “carga”2 la consigna: “Voy a
efectuar esa venta a Fulano de Tal”. “Voy a aprobar ese examen con excelentes
notas”, etc.
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Lección nº 19: RUTINA DE PRÁCTICA DE DENSIFICACIÓN DEL


PENSAMIENTO Y ENTRENAMIENTO DE LA VOLUNTAD (I)

En nuestro Profesorado en Parapsicología Aplicada –más exactamente


en el contexto de la materia “Control Mental”, así como en nuestro curso
intermedio de Autodefensa Psíquica, me he referido a lo que genéricamente
hemos denominado “láser mental”: la capacidad de enfocar e intensificar el
pensamiento de manera tal que sus efectos, comparados con el pensamiento
común y cotidiano, sean similares a la comparación entre la luz común y un
rayo láser. Como todos sabemos, la luz de un láser no es de una naturaleza
distinta a la luz común: pero mientras ésta última cumple el Principio de
Entropía, disipándose uniformemente en todas direcciones al ser encendida,
por ejemplo, en una vivienda, aquél es toda esa luz “reunida” sobre un haz
coherente focalizado en un punto. La luz común, ilumina y apenas elevará la
temperatura un par de grados; el láser, por el contrario, podrá hasta perforar
paredes. No se trata –para seguir con el símil- de la clase de energía o
vibración, sino de la forma de manipular y aplicar la misma, lo que hace a los
diferentes resultados.
Y es un hecho que el común de las gentes piensa como la luz común:
cumpliendo el mismo Principio de Entropía –aquí, aplicado al contexto
psicológico, pero igualmente válido- se dispersa, se disipa en innúmeros
frentes, altera su intensidad a lo largo, no ya del día, sino de unas pocas horas
o hasta unos minutos, salta de uno a otro objeto de atención. Cree que “pensar
bien” es “pensar mucho”, confundiendo calidad con cantidad de pensamiento
aplicado. Y no comprendiendo que a lo que debemos acdceder es a la
capacidad de concentrar –no sólo en el sentido mentalista; también en el
físico- nuestra energía mental sobre el objetivo a conseguir, como si fuera un
rayo láser. Pues entonces, cumpliendo la Primera Ley Universal –la del
Mentalismo- provocaremos, para decirlo más correctamente, la “densificación
del pensamiento”: las ideas tenderán a materializarse, no por alguna extraña
acción “mágica” (pero sí demiúrgica), modelando las circunstancias que nos
rodean de manera que el conjunto holísticamente refleje en su sentido de
conjunto –macrocósmico- lo que microcósmicamente hemos definido en
nuestra psiquis, por Ley de Correspondencia. Pidiendo disculpas a mis
antiguos lectores que ya conozcan mis trabajos al respecto, he aquí la
necesidad de repasar estas dos leyes. Apenas estas dos, de las Siete Leyes o
Principios Fundamentales del Universo –que podrán ampliar en nuestro curso
de Profesorado en Parapsicología Aplicada).

Ley del Mentalismo

Primera y fundamental. Se enuncia diciendo: “En el Todo, Todo es


mental”. Pero no en el sentido de un subjetivismo kantiano dieciochesco,
donde se sostenga que lo único “real”, objetivo, soy yo y que todo lo que me
rodea es sólo producto de mi percepción y mi mente, seguramente subjetivo y
posiblemente irreal. No. El mentalismo ocultista sostiene que todo lo que
existe en el Universo es expresión cada vez más grosera, más material, más
densa, de un Primer Principio extremadamente sutil y elevado, que podemos
llamar Dios, Consciencia Cósmica, Brama, inmanente en el Cosmos, y que se
manifiesta en la naturaleza en distintos planos de vibración cada vez más
densa, ora como psiquis, ora como espíritu, ora como materia. Vale decir que
las cosas del Cosmos no son de naturaleza distinta entre sí, sino que esa
Esencia Universal adopta en ocasiones la característica de la energía, en otra
circunstancia la de la materia, en una tercera la del pensamiento.
Para que esto sea más entendible, imaginemos un río. Un río que nace
en una cascada, donde el agua fluye rápidamente y es cristalina,
desplazándose luego por la llanura formando meandros, donde aquella se
torna lenta y turbia para morir en un pantano, donde el agua está quieta y
oscura. A primer golpe de vista, ustedes pueden dividir el río en tres partes
bien diferenciadas: aquí el agua es cristalina, más allá turbia, finalmente negra.
Pero, ¿ustedes podrían decir dónde termina un tipo de agua y comienza la
otra?. No, porque en un punto cualquiera el agua es más rápida y transparente
que unos metros río abajo, pero todavía más lenta y turbia que otro tanto río
arriba... y así en progresión infinita. Es decir, la única diferencia es de grado,
de densidad, pero no de naturaleza, y en un análisis pormenorizado todos los
“sectores” del río son indistinguibles entre sí.
Lo mismo ocurre en el Cosmos. Todo es una sola cosa. Y,
sugestivamente, la ciencia moderna viene a demostrar que las antiguas
afirmaciones esotéricas eran ciertas. De Einstein para aquí, sabemos que
materia y energía no son dos cosas distintas sino esencialmente los mismos
elementos comunes manifestados de distinta forma. Tengo un pedazo de
carbón y sé que es materia. Lo caliento y emite calor, es decir, energía. El
calor no surge de la nada, ya que se genera a partir de los elementos
constituitivos del carbón. Un poco de calor inicial (el fósforo) excita y libera
los átomos que coherentemente estructurados formaban la materia y, a partir
de esa excitación inicial, aquellos, cumpliendo la ley de entropía, se disipan en
forma de calor. Materia y energía, energía y materia son sólo dos caras de la
misma moneda, son sólo una. Un trozo de uranio con un peso atómico 238
chocando con otro de peso 235, genera fisión atómica. Una explosión.
Energía.
Trescientos años atrás, los científicos creían que el Universo estaba
poblado por distintos tipos de energías y de fuerzas. Que el calor nada tenía
que ver con el magnetismo, ni éste con la electricidad, ni aquellos con la
gravedad. Pero en el siglo XIX un físico inglés, Maxwell, descubrió que
electricidad y magnetismo no son dos cosas distintas sino dos aspectos
particulares de un mismo principio que él llamó electromagnetismo. Y esta
reducción y unificación de fuerzas continuó al punto que con el advenimiento
de este siglo los físicos sostenían que sólo cuatro eran las fuerzas que
interactuaban en el Cosmos: el electromagnetismo, la gravedad, la interacción
nuclear débil y la interacción nuclear fuerte (estas dos últimas responsables de
las relaciones atómicas entre sí). Pero aparece nuevamente Einstein –cuándo
no- y enuncia la teoría del campo unificado, tan maltratada por los escritores
de ciencia ficción y tan poco comprendida por el público. Einstein teoriza que
gravedad y electromagnetismo no son dos fuerzas distintas, sino dos
manifestaciones específicas y particulares de un principio vinculado a la
deformación geométrica del espacio, que a veces se presenta como
electromagnetismo y a veces como gravedad. Es decir, unifica (de allí el
término) en una sola teoría de campo ambas fuerzas, con lo que las universales
quedan reducidas a tres. Hasta que en 1985 un astrofísico inglés llamado Paul
Davies afirma que aún estas tres fuerzas son sólo aspectos de una única
universal, que él denomina Superfuerza.
Finalmente, las investigaciones parapsicológicas contemporáneas han
demostrado que la mente es energía, en el sentido de fuerza. Actúa sobre la
materia física (telekinesis), altera, como veremos más adelante, la emulsión
química de una película fotográfica en condiciones ideales experimentales
(“psicofotografía” o “escotofotografía”). Así que por simple carácter transitivo
concluímos que, si todas las energías son sólo una (incluso el pensamiento), si
todas las fuerzas son sólo una, y si materia y energía son la misma cosa
(recordemos que la materia es energía organizada y la energía, materia
desorganizada) ... ¿qué diferencia, qué distancia hay de la sutileza de la
psiquis a la densidad de la materia sino únicamente diferencias de grado, de
condensación?.
Para que esto sea más entendible, imaginemos una gigantesca olla repleta de
polenta mal preparada. En algunos lugares, está grumosa; en otros, líquida. Más allá,
tendrá una consistencia media. A golpe de vista, puede decirse que allá la materia es
grumosa (sólida), aquí muy líquida y acullá intermedia, pero en definitiva todo es
polenta. Así ocurre en el Universo.
En otro sentido, esto expresaban los antiguos ocultistas cuando
enseñaban que el Cosmos se dividía en siete planos de distinta densidad, en
donde las entidades –como el ser humano- vibran en algunos de esos planos, y
ciertas energías inteligentes (los “haiöth-hakodesch”) en otros, tan reales y
tangibles para sí mismos como nosotros los somos para nuestros congéneresw.
Estos planos son, de mayor densidad a mayor sutilidad, “material”, “mental
inferior”, “mental superior”, “astral”, “etéreo”, “búddhico” y “átmico”. Dios
tiene consciencia átmica, y sus manifestaciones se desprenden “hacia abajo”,
hacia la materialidad. El hombre existe en los planos material, mental inferior,
mental superior, astral y etéreo. El animal, en el material, mental inferior,
astral y etéreo. Los entes a los que ludiéramos, en el astral y mental superior, o
astral y mental inferior (las larvas astrales que estudiáramos en un viejo
trabajo sobre “Autodefensa Psíquica”), los hombres y mujeres elevados,
además de los planos mencionados, en el búddhico, etcétera.
Esta categorización de la Naturaleza es asimismo afín con el principio
khabbalístico de los sephirot. Un “sephira” (“sephirot” es plural), es una de las
maneras que tiene Dios de manifestarse en la naturaleza (una “emanación”) y
los diez niveles de manifestación (“Kether” o Espíritu, “Binah” o Sabiduría,
“Chokmah” o Belleza, “Pechod” o Inteligencia, “Chesed”o Bondad,
“Tipheret” o Equilibrio, “Hod” o Justicia, “Nitzach” o Valor, “Yesod” o
Reflexión y “Malkuth” o Materia) señalan las diez virtudes que debe alcanzar
el hombre si quiere entrar en comunión (común unión) con Dios, mediante
uno de los treinta y dos “senderos” que comunican estos diez frutos del Arbol
de la Vida, o Arbol de la Sabiduría, como también lo llamaban los esoteristas
hebreos. Dios aparece como lo Supremo, Omnisciente, Omnipresente y
Omnisapiente, llamado Ain Soph Aur (“La Corona Aurea”) y sus emanaciones
van descendiendo hasta irradiar Malkuth, caracterización de lo material.
Por supuesto, un lector escéptico –si ha sobrevivido a la lectura de estas
páginas hasta aquí- puede argumentar que esta disquisición, si se quiere
filosóficamente aceptable, peca por un defecto: la indemostrabilidad de ciertos
principios que aquí damos como ciertos, por ejemplo, la existencia del
llamado “mundo astral”. En efecto, ¿qué evidencia podemos aducir nosotros,
los ocultistas, de que lo “astral” existe?. ¿Qué hablar de “cuerpos astrales” o
sucedáneos es más que un gratuito ejercicio de la imaginación?. Puedo aportar
seguramente referencias de índole vivencial, místicas o paranormales pero,
para un observador exterior al tema y objetivo, ¿cómo le demostraremos
científicamente –una vez más- la existencia de lo astral?.
Es más fácil de lo que parece.
En 1988, astrofísicos norteamericanos descubrieron un fenómeno
cósmico extrañísimo: estudiando la rotación de los cuerpos de nuestra galaxia
(ese conglomerado de estrellas, espeso en el centro y raleado en la periferia,
en uno de cuyos barrios suburbanos se encuentra nuestro Sistema Solar y que
sabemos rota a gran velocidad en conjunto alrededor de su centro), observaron
que los sistemas ubicados casi en el centro de aquella demoran el mismo
tiempo en completar una rotación que los ubicados cerca de la periferia, es
decir, los que están más alejados. ¿Qué tiene esto de extraño?. Mucho. Por
ejemplo, si ustedes, en una palangana llena de agua, arrojan un puñado de
papelitos y luego con un dedo comienzan a hacer girar a gran velocidad el
agua, van a observar que los papelitos próximos al centro se desplazan más
rápidamente que los más alejados, pues al ser independientes unos de otros,
sus velocidades varían por el mayor o menor tiempo que emplean para
recorrer su trayecto circular. Es el caso de los planetas de nuestro sistema
solar, donde la Tierra, por ejemplo, tarda un año en completar una órbita
alrededor del Sol, mientras que Plutón, el más alejado, demora 288 años de los
nuestros. Para que la periferia de un círculo o disco –que eso es la Galaxia-
rote a la misma velocidad que su centro, se necesitaría que todo el conjunto
fuese sólido; es lo que pasa con un disco compacto en un centro musical,
donde el borde gira a la misma velocidad que el centro pues es una masa
homogénea, compacta. El fenómeno deducido por los astrofísicos requeriría
que todos los cuerpos de la galaxia se encontraran “pegados” entre sí por
algún tipo de lazo material para que la velocidad de rotación nos acelere a
algunos y la inercia retrase a otros. Pero los instrumentos científicos no
detectan ningún tipo de materia, que necesariamente debe existir como
aglutinante. Entonces, los astrónomos han creado la expresión “materia
oscura” para definirla (pues es “oscura”, es decir, invisible a nuestros más
sensibles aparatos) y referirse así a ese pegamento cósmico. Y yo pregunto:
¿qué diferencia hay, conceptualmente, entre esta “materia oscura”, una clase
de materia que no es materia, que no se comporta como la misma, que
forzosamente debe existir aunque no la detectemos, y la “materia astral”
(excepto el cambio de nombres), si lo “astral” es, precisamente, una forma de
la materia distinta a las cuatro que conocemos (sólido, líquido, gaseoso y
plasma), e indetectable físicamente pero que ejerce sus efectos sensibles sobre
el mundo material que vemos y sentimos?.

Ley de Correspondencia

Tres mil doscientos años antes de Cristo, según cuentan los antiguos
relatos egipcios, finalizó el reinado de dioses y semidioses sobre la Tierra. En
el valle del Alto Nilo un rey de pastores, Menes, ascendió en ese entonces al
faraonato con el título de Menes I, El Tinita (por ser oriundo de la ciudad de
Thinis).
Menes desarrolló, en su prolongado reinado, una vasta tarea de
conquista y culturalización para sacar a su pueblo de la condición pastoril y
agrícola que hasta entonces la caracterizaba. Hizo contratar especialistas en las
más variadas disciplinas provenientes de los más alejados puntos del mundo
conocido y, muy especialmente, agregó a su corte a un sabio caldeo,
arquitecto, médico, astrónomo y –lógicamente para ese entonces- mago,
conocido como Toth. Hasta avanzada su ancianidad, Toth se dedicó a volcar
sus conocimientos en diversos libros, algunos perdidos para siempre, otros
conservados fragmentariamente como el llamado “Libro de Toth”, compendio
de Teurgia o Alta Magia Blanca del que sólo sobrevivieron a la primera de las
siete destrucciones de la Biblioteca de Alejandría sus láminas ilustrativas,
exactamente setenta y ocho, y que conformaron al paso del tiempo la baraja
del Tarot o, en egipcio, “tarah ha’ Toth” (de donde por deformación proviene
el vocablo “Tarot”) y la “Tábula Esmeragdina”, o “Tabla de Esmeralda”, una
sucesión de aforismos que guardaban memoria del conocimiento filosófico de
los contemporáneos de este Toth que, al morir, fue elevado a la categoría de
dios –apoteosis común en esos tiempos- e, incluso, adoptado tardíamente por
los griegos con el nombre de Hermes Trimegisto (“el tres veces grande”).
Precisamente, lo de “filosofía hermética” proviene de su nombre helenizado.
El primer aforismo de la “Tabla de Esmeralda” expresaba el Principio
de Correspondencia, que enseguida explicaremos, con estas palabras: “Es
verdad, muy cierto y verdadero, que lo que es arriba es como lo que es abajo,
y lo que es abajo es como lo que es arriba, para hacer el milagro de una sola
gran cosa bajo el Sol”. En otros términos, la total identificación entre lo
macrocósmicamente grande y lo microcósmicamente pequeño.
La estructura de un átomo es, microcósmicamente, como el Sistema
Solar macrocósmico que lo contiene. La parte del todo refleja el Todo. Un ser
humano es 70% agua y 30 % materia sólida y vive, casualmente, en un planeta
que es 70 % agua y 30 % materia sólida. Además, su sangre tiene exactamente
la misma proporción de sal que la del agua del planeta. El iris de una persona
permite conocer el funcionamiento de todo su organismo porque, como
siempre, la parte de un Todo refleja ese Todo. Una carta natal astrológica
resume en su microcosmos, el macrocosmos de la vida y la personalidad del
sujeto al que pertenece. Las líneas de mi mano reflejan mi personalidad y mi
vida también, pues mi mano, como parte de un Todo integrado por mí y por mi
devenir, refleja el Todo. Una persona carismática y de fuerte carácter concita a
su alrededor a las personas de temperamento más débil, que imitan sus poses,
su manera de ser y tratan de vivir en función de aquél, lo que llamaríamos una
conducta heliocéntrica, donde hasta “la luz del Sol” (y recordemos que en
Astrología el Sol significa la personalidad manifestada) es “reflejada” por
quienes giren a su alrededor, actuando microcósmicamente como un sistema
planetario lo hace macrocósmicamente.
En Matemáticas es conocida una curiosidad llamada serie de Fibonacci,
planteada por el sabio homónimo, donde cada número resulta de la suma de
los dos anteriores. Tal el caso de la secuencia 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 56, 90...
etc. Pues bien, una figura que se repite en la naturaleza universal es la espiral
de Fibonacci, donde cada una de las espiras (vueltas) se distancia de la
anterior de acuerdo a esa progresión numérica. Esto es tan así, que lo
encontramos desde en la espiral macrocósmica de una galaxia, hasta la
microcósmica de un caracol e, incluso, si toman ustedes un repollo colorado y
lo cortan transversalmente, comprobarán que no sólo su disposición es en
espiral sino que respeta la serie de Fibonacci.
¿Un experimento práctico?. Supongamos que en casa alguien se lastima, se
corta, pierde sangre en cualquier accidente hogareño. Tenga preparada una
bolsita con sulfato de cobre (unas piedritas color verde azuladas que, entre
otros usos, se emplean para clorificar piscinas de natación) y rápidamente
diluyan en un vaso lleno de agua el mismo hasta el punto de saturación, es
decir, cuando por más que sigan agregando sulfato de cobre éste no se
disuelve más, o, por lo menos, cuatro o cinco cucharadas soperas colmadas.
Entonces introduzcan en él un trocito de algodón sucio de la sangre del herido,
dejándolo allí. Atención: no se trata de mojar la herida con la solución del
sulfato, ya que (a) si bien observarían efectos cicatrizantes, aquí la acción sería
comúnmente química –es el principio de las sulfamidas- y no esotérico, que es
lo que tratamos de probar, y (b) el ardor subsiguiente en la herida haría que la
víctima recordara el árbol genealógico del frustrado enfermero hasta la octava
generación.
Observaremos entonces un hecho fascinante: sin ningún tipo de acción
química en contacto con la herida, ésta cicatrizará varias veces más rápido de
lo que haría cualquier compuesto medicinal aplicado directamente sobre
aquella, actuando a distancia. Tan es así, que aunque se pongan centenares de
kilómetros entre el herido y su “muestra testigo” sumergida en la dilución,
seguirá actuando, y aún lo hará aunque el sujeto del experimento nada sepa del
mismo o no crea en él, lo que invalida la hipótesis de la sugestión.
Personalmente, además de haberlo empleado numerosas veces, cuento con el
testimonio de un odontólogo especializado en cirugía maxilofacial y otro
profesional de la salud, urólogo y cirujano, que desde hace años y por mi
recomendación vienen empleándolo con éxito en sus intervenciones
quirúrgicas. Es tanto como afirmar que la acción (química o energética, lo
mismo da) sobre la muestra de sangre se copia, se duplica en el original del
cual proviene porque, obviamente, la parte del todo (la muestra de sangre)
refleja al Todo del cual fue obtenida.

Continuaremos en la próxima lección.


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Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nº 20: RUTINA DE PRÁCTICA DE DENSIFICACIÓN DEL


PENSAMIENTO Y ENTRENAMIENTO DE LA VOLUNTAD (II)

Ejercicio número 1:
Técnica de Refuerzo de mirada

Estos ejercicios están pautados como elementos capaces de modificar la conducta de


terceros, bajar sus defensas psicológicas, obligarles a actuar en el sentido que nosotros
queramos y acatar nuestras sugestiones. En verdad, se encuentran teñidas de mecanismos
hipnóticos. Pero, fundamentalmente –o a través de ello- incrementar la Voluntad.
Parten del supuesto que, por el comportamiento visual de un sujeto, no
solo podemos juzgarlo con bastante acierto sino asimismo, por ejemplo
mirándolo fijamente a los ojos, vencer sus mecanismos de resistencia.
Decimos de quien conversa con nosotros sin mirar nuestro rostro que se
trata de una persona débil, de carácter inseguro o falso, por regla general,
acordamos que quienes “miran el paisaje” mientras conversamos no expresan
la realidad de sus pensamientos y sentimientos, mientras que el “observador
del tercer botón” porque siempre parece estar mirando el tercer botón de
nuestra camisa) es un individuo de poca firmeza mental o espiritual.
Nuestra firme mirada desconcierta y apabulla, y la confusión es el
instrumento ideal para evitar que el otro organice sus defensas y contraataque.
Para poder transmitir nuestras convicciones con nuestra mirada sin
traicionarnos existe una pequeña trampa: mirar, no los ojos en sí de la otra
persona, sino sólo uno de ellos, fijar allí nuestra vista y concentrarnos hasta
distinguir nuestra imagen reflejada en la pupila del otro. Si la distancia no lo
permite, visualizar ese reflejo. Esto brinda seguridad, confianza, ya que distrae
a nuestro inconsciente de la opresión del “sentirse observado” hacia la
sensación gratificante de reflejarse en un espejo.
El entrenamiento consiste en sentarse a unos cuarenta o cincuenta
centímetros del rostro del compañero y permanecer todo el tiempo que sea
necesario observándose fijamente en forma mutua (lógicamente, pudiéndose
pestañear) con la vista clavada en un ojo, esforzándose por observarse a sí
mismo reflejado en ese ojo, y con la mente ocupada sólo en eso.

Los mecanismos psicológicos con que fuimos educados no conciben a


la mente conciente enfrascada en una tarea aparentemente tan mínima como
esa. Por eso, aunque en principio creamos que se trata de un quehacer muy
sencillo (“¿quién puede tener problemas en eso de mirarse a los ojos,
simplemente?”) nuestro inconsciente –que no va a transar a la hora de dejarse
controlar por nuestro yo conciente- va a jugarnos algunas malas pasadas; trata
de “llenar” ese vacío de acción sin acción y es por ello que sobrevienen deseos
de mirar hacia otro lado. Los estímulos exteriores (ruido, por ejemplo)
aparecen enormemente amplificados, nos atacan incontrolables deseos de
reírnos, o el rostro de nuestro compañero parece transformarse, brillar o
desvanecerse. Esto nos enseña cuán lejos estamos de conocer los procesos
mentales y, en consecuencia, de controlarlos. Y esto nos lleva al ejercicio
siguiente.
Practicando con cierta periodicidad esta técnica observaremos que
nuestras determinaciones (por ejemplo, en las conversaciones con terceros,
durante una venta o un examen) parecen mucho más firmes e influyentes. A
ello debemos sumar el necesario mecanismo vocal (voz más bien grave dentro
de nuestros propios tonos, pausada sin ser lenta, tonos claros, con repetidos
“picos tonales” e irregular distribución de los tiempos de dicción) y el
incremento en esa faceta, el éxito personal será sumamente significativo.

Ejercicio número 2
Enfocar la atención a mejorar la relación con los problemas cotidianos

La vida del ser humano se asemeja a una senda con pendientes y asperezas que en
muchos tramos exige un esfuerzo especial para recorrerla. Para que esta senda no se
transforme de difícil en intransitable, uno ha de discernir con claridad las dificultades que
debe superar de los problemas que tiende a originar.
Las dificultades son propias de la vida y marcan los momentos que
exigen mayor atención y esfuerzo. Nadie está libre de dificultades: todos los
seres humanos tienen que luchar para subsistir, están sujetos a accidentes, a
enfermedades, a catástrofes naturales o no, a las limitaciones de la sociedad, a
la declinación y la muerte. Precisamente, las dificultades señalan los
obstáculos que es necesario superar para continuar desenvolviéndose.
Los problemas, en cambio, son originados por uno mismo al no saber

enfrentar las dificultades.

Uno puede saber fácilmente cuándo enfrentar una dificultad y cuándo


un problema, observando su actitud. Cuando se confronta una dificultad se
acepta ese desafío y se está pronto para responder a él. Uno comprende que lo
que sufre es parte de la vida y busca en sí mismo recursos que lo ayuden a
superar la dificultad. Comprende también que necesita consejo y lo busca con
una actitud abierta, dispuesto a trabajar. Por el contrario, cuando uno confronta
un problema busca soluciones fuera de sí mismo, culpa a otros y, sobre todo,
desoye los consejos que lo estimulan a que descubra sus opciones, desarrolle
su discernimiento y genere en sí mismo las fuerzas para superar la situación.
Cuando se tiene un problema se quiere dejar de sufrir. Uno desea
especialmente que algo o alguien cambie para eliminar la causa de su
sufrimiento. Esta actitud frecuentemente lleva a estrellarse contra la propia
impotencia, ya que muy pocas veces uno puede cambiar las circunstancias o
las personas imponiendo sus deseos. Como con angustia y reacción no
consigue superar el problema, hace un problema mayor del conjunto de
problemas que genera con su actitud.
Una causa frecuente de problemas es la actitud de pretender alcanzar
objetivos sin tener que recorrer el sendero que lleva a ellos. El ser humano lo
quiere todo, pero rechaza el esfuerzo necesario para realizarlo. Es fácil
esforzarse mientras hay entusiasmo; pero cuando éste decae es común pensar
que la vida es dura con uno y sumirse en el desaliento 25. Esta actitud
transforma una dificultad natural en un problema insoluble, ya que nada ni
nadie puede otorgar lo que se desea: no tener que esforzarse.

Otra dificultad que generalmente se transforma en problema es la que


presenta el paso del tiempo. Las dificultades propias del envejecimiento son
naturales y evidentes para cualquiera que esté dispuesto a verlas. Pero cuando
alguien no quiere enfrentarlas, la solución que pretende es no envejecer, o
envejecer sin sufrir los inconvenientes inherentes a la edad. Como no se puede
lograr, cuando el envejecimiento trae dificultades se las transforma en fuente
de miedo y resentimiento y, al buscar maneras para no enfrentar la situación,
se crean problemas serios.
Es obvio que estos problemas no tienen solución, que la manera de
superar las dificultades es enfrentarlas y trabajar sobre ellas. No aceptar las
asperezas del camino es no aceptar el camino; no aceptar las dificultades es lo
mismo que no aceptar la vida. La relación con los problemas ha de ser
decidida y enérgica.
El único camino transitable que la mente tiene delante es comprender la
naturaleza de sus problemas y el rol de su actitud en el origen de los mismos.
No le ayuda saber si tiene razón al quejarse, si padece por culpa de algo o
de alguien. Su problema no terminará castigando a un culpable ni esperando
que cambie lo que no está en sus manos cambiar. Solamente trabajando sobre
sí mismo el ser humano puede eliminar el problema, ya que en su interior
tiene poder para cambiar, mejorar, comprender y realizar.
Cuando alguien descubre su fuerza interior y comprende que el origen
de sus conflictos está en su actitud, sus problemas se simplifican hasta ser sólo
las dificultades propias de la vida, que ella debe superar para desenvolverse.
Cuando uno comprende su actitud, indefectiblemente encuentra el consejo
oportuno, la ayuda necesaria, la fuerza interior que lo lleva a superar las
dificultades. La relación con las dificultades ha de ser humilde, simple y
valiente.
La relación con las dificultades es humilde cuando comprendemos y
aceptamos nuestros límites; cuando sabemos reconocer el pequeño porcentaje
de acontecimientos que podemos controlar y aceptar el resto como desafío
25
Como me gusta decir (en otro contexto): “Cualquiera medita en la paz de un monasterio. Lo valioso y
sobresaliente es hacerlo en una estación de subterráneo un lunes a las 8 de la mañana”.
para extraer la enseñanza que ellos encierran. Quien es humilde sabe que la
ley de la vida no se puede cambiar a su antojo, que la única vida que puede
vivir es la suya y que las dificultades que encuentra también le sirven como
puntos de apoyo para su labor interior. El hombre y la mujer humildes pueden
prever las dificultades pues al mirar la vida sin arrogancia ven con claridad el
camino que tienen adelante.
La relación con las dificultades es simple cuando uno ama la verdad
más que a la imagen que se hace de sí mismo. Quien anhela conocerse no
interpreta las dificultades con razones rebuscadas. Sabe que las dificultades
significan trabajo y esfuerzo y no las usa para tenerse lástima a sí mismo ni
para justificar una actitud de derrota. Se ve a sí mismo tal como es, con
virtudes y defectos, con limitaciones y posibilidades, y mira con ecuanimidad
el camino que tiene por delante.
La relación con las dificultades es valiente cuando mueve a no retacear
esfuerzos para superarlas. La mente sabe que tiene en sí misma la fuerza para
realizar su vida en toda su plenitud y se pone a trabajar con toda su energía
para su propio bien y el de todos los demás.
Cuando uno sabe que su fortaleza depende de su actitud frente a las
dificultades, deja de soñar con una vida fácil y concentra su energía en trabajar
para recorrer firmemente su camino de desenvolvimiento hasta el final.

Ejercicio número 3
Refuerzo de la Voluntad

Escribir, en la mayor cantidad de pequeños papeles que podamos disponer en todo


lugar visible del hogar (los “post it” autoadhesivos son muy útiles, y más si son de colores
variados), dos frases de manera tal que no podamos evitar verlos todos los días muchas
veces al día, aunque no queramos reparar en ellos: la puerta de la heladera, la mesa de luz
junto a la cama, detrás de la puerta de entrada a la casa, sobre la alacena, en el espejo del
baño, tras la tapa del inodoro. Estas frases serán:

Una máxima de Nietzche:

“Lo que no te mata, te fortalece”

Y otra de un servidor:

“Lo que no duele, no sirve”


Ejercicio número 4
Lecturas de Formación

Experimentando con mis primeros alumnos –aquellos que han servido


voluntariamente para imbricar este sistema- descubrí que ciertas lecturas, repetidas
cíclicamente –una por día, durante una semana, una semana del mes, siempre la misma
lectura y los mismos días del mes- cultiva armónicamente un equilibrio mente – alma en
pos de fortalecer la Voluntad. Facilito entonces aquí el texto que yo mismo empleo. Siete
días seguidos, apenas desayuno, dedico unos minutos a su lectura –aunque a estas alturas
las recuerdo casi de memoria sigo leyéndolas con fruición y respeto, como un principiante;
entiendo que ello cultiva mi humildad, lo que nunca está de más- y reflexiono sobre lo
leído, tratando de proyectarlo a mi vida cotidiana y encontrar sentidos ocultos entre las
líneas del día. El texto es el “Kagakure”, que en japonés significa “oculto entre las hojas” y
se entiende como un manual secreto medieval para los Samuráis.

Primer día:
CONCENTRACIÓN

En cierta ocasión vivía un maestro del arte de la lanza. En el momento de su muerte llamó a
su mejor discípulo y le declaró: "Te he transmitido todas las técnicas secretas de nuestra
escuela. Si piensas aceptar ahora a un discípulo, debes practicar enseguida con diligencia,
y cada día, con el sable de madera. La superioridad no es una cuestión de técnicas
secretas". Del mismo modo, en la enseñanza de un maestro de Renga, se dice que la
víspera del concurso de poesía debe calmar su espíritu y consultar una antología de
poesías. Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los oficios deben ser
ejercidos con concentración.

Segundo día:
LA ACTITUD DURANTE LA TORMENTA

Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido por una
repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse
rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos
mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría
a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este
principio con provecho en todas las situaciones.

Tercer día:
GANAR DESDE EL PRINCIPIO

Cuando ya era anciano, Tetsuzan hizo un día la reflexión siguiente: "Tenía tendencia a
pensar que el combate a manos desnudas difería del Sumo, debido a que no tenía
importancia ser tirado al suelo al principio, ya que lo esencial era ganar al final del combate.
Recientemente he cambiado de punto de vista. Se me ha ocurrido que si un juez tomaba la
decisión de parar el combate en el momento en que uno se encuentra en el suelo, os
declararía vencido. Hay que ganar desde el principio para salir victorioso siempre."

Cuarto día:

QUIEN CALCULA ES UN COBARDE

Un hombre que no para de calcular es un cobarde. Digo esto porque las suposiciones
siempre tienen una relación con las ideas de provecho y de pérdida; el individuo que las
hace está siempre preocupado por las nociones de ganancia o pérdida.
Morir es una pérdida, vivir una ganancia y es así que se decide a menudo no morir. Esto es
cobardía. Del mismo modo, un hombre que ha recibido una buena educación puede
camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad o su estupidez, que son su
verdadera naturaleza. Mucha gente no se da cuenta.

Quinto día:

LAS DECISIONES

Un viejo proverbio dice: "Decidios en el espacio de siete soplos." El Señor Takanobu


Ryuzoti hizo un día este comentario: "Si un hombre tarde demasiado en tomar una decisión,
se duerme." El Señor Naoshige dice también: "Si uno se lanza sin vigor, siete de cada diez
acciones no llegan a término. Es verdaderamente difícil tomar decisiones en estado de
agitación. Por consiguiente, si sin ocuparse de las consecuencias menores, uno se enfrenta
a los problemas con la mente afilada como una navaja, siempre se encuentra la solución en
menos tiempo del preciso para hacer siete soplos."Hay que considerar los problemas con
calma y determinación.

Sexto día:

LEVANTAOS A LA OCTAVA

Es el colmo de la locura para un Samurai perder el control de sí mismo si por desgracia


queda reducido al estado de ronin o se encuentra enfrentado a algún revés de fortuna del
mismo tipo. En el tiempo del Señor Katsushige, los Samurais tenían una divisa favorita: "Si
no habéis sido ronin siete veces, no podréis reivindicar
efectivamente el título verdadero de Samurai. Tropezad y caed siete veces, pero levantaos a
la octava." Manifiestamente, Hyogo Naritomi había sido, según se dice, siete veces ronin. Un
Samurai al servicio de un daimio debe ser como un tentetieso que se levanta cada vez que
uno lo inclina. En verdad, sería una excelente idea para el Daimyo devolver a sus discípulos
la libertad para someter a prueba su fuerza espiritual.
Séptimo día:

DETERMINACIÓN

Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está determinado. Se
puede entonces remover cielo y tierra según convenga. Pero cuando el hombre no tenga "el
corazón en el vientre", no se puede persuadir de ello. Remover cielo y tierra sin esfuerzos
es una simple cuestión de concentración.
Es bueno desarrollar su potencia hasta la edad de cuarenta años. En cambio es aconsejable
"calmarse" a partir de los cincuenta. Cuando alguien os da su opinión, hay que saber
aceptar con gratitud incluso si no es de ningún interés. Solo con esta condición os
comunicará lo que ha oído decir de vosotros. Es bueno dar y recibir avisos de una manera
amistosa.
Si en el campo de batalla no dejáis a nadie al cuidado de conducir el asalto y sois vosotros
quienes tenéis la firme intención de penetrar en las filas enemigas, no caeréis, vuestro
espíritu será bravo y manifestaréis vuestro valor marcial. Este consejo es una herencia de
los antiguos. Por otro lado, si debéis ser derribado en el curso de un combate, estad
decidido a serlo frente al enemigo.

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Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Prof. Adj.: Milagros Gómez

Lección nro 21: Psicología de las actitudes. Acción personal, sobre la


masa. Acción moral y religiosa.

Actitudes frente a la familia. Los reproches que nos


hieren

La situación de quien ha quedado sin empleo genera una tensión


especial en el hogar. Se trate de un señor o señora casado y con hijos, o de un
joven omuna señorita soltera que vive aún bajo el techo paterno, lo cierto es
que la rutina cambia cuando no tenemos el empleo –o la actividad- que hasta
hace poco teníamos. Y también cambian los vínculos con las personas de
nuestro alrededor.
Por un lado nos sentimos menoscabados. Si hasta aquí éramos el sostén
familiar –o aportábamos una parte del mismo- a no dudar que se modifica la
situación de todo el núcleo. Y posiblemente quienes hasta aquí callaban hacia
nosotros ciertos sentimientos, ahora y en función de que no dependen ya tanto
de nosotros dan rienda suelta a pensamientos y emociones que tenían pero que
no nos manifestaban.
En pocas palabras, nos sentimos agredidos. Especialmente aparecen
los reproches hacia nuestra persona. Por ellos se suele descalificarnos; y
sucede entonces que nos sentimos doblemente heridos, porque justamente en
esta circunstancia necesitamos encontrar apoyo y no desconsideración.
Es en estos momentos cuando debemos precisamente tener más claros
los pensamientos y más frías las respuestas. No tenemos que entrar en
rencillas, aunque no sea fácil porque hay siempre alguien dispuesto a
“embarrar la cancha”. Para lo cual es necesario que estemos advertidos de que
irán hacia nosotros con “los botines de punta”. O que tal vez sea uno solo de
los miembros de nuestro grupo familiar –inconsciente portavoz de todo el
grupo- quien lo haga. Lo cierto es que debemos aquí ser cuidadosos y no ceder
un ápice en nuestro sentimiento de autoestima. Fortalecer nuestra autoestima
día a día, independientemente de los resultados que obtenemos, es una tarea
ímproba, pero que no debemos dejar de intentar.
Es importante ganar la batalla por la reincorporación al mercado laboral
luego de haber sido despedidos o de concluir un contrato de trabajo. Dada esta
época en que la situación laboral se caracteriza por una creciente
prescindencia de personal, sabemos que es cada vez mayor el riesgo de ser
víctimas de este proceso y quedarnos sin trabajo, de cara al techo y las paredes
de nuestra casa.
También tendremos que saber librar la batalla por nuestra autoestima en
el hogar o entre los amigos allí donde no sólo no encontremos la adecuada
contención, sino que a veces se generan tensiones y agresiones.
Por supuesto que no sucede esto en todos los marcos familiares, dado
que muchos de ellos sí brindan contención afectiva al miembro que ha
quedado sin actividad laboral. Pero en aquellos casos en los que sucede lo
contrario, debemos precavernos para que nuestra autoestima no sea vulnerada.

Actitudes frente a los impulsos destructivos

Hace ya muchos años la psicoanalista norteamericana Karen Horney


juzgó importante detenerse en los impulsos destructivos que muchas veces nos
hacen jugar malas pasadas. No obviemos que verse privado de un trabajo
quiere decir ser rechazado. Y que esto provoca asimismo el surgimiento de
impulsos de hostilidad. Como dijimos más arriba, que en la situación de
desempleo es posible que nos generen tensión y agresividad las personas que
nos rodean. De hecho, son “disparadores” de nuestra hostilidad. Una de las
situaciones que habitualmente complican la posibilidad de erguirse sobre una
imagen constructiva de uno mismo, es precisamente la de entablar una guerra
contra quienes nos rodean. Una “guerra”, por así decirlo, es la que pasamos a
competir con ellos, y a poner más esfuerzos en ponderar fracasos ajenos que
en esmerarnos en los éxitos propios. Esto es equivocado. Como lo es también
la contracara, la de admirar pasivamente los logros de los demás: “A
Maximiliano lo ascendieron en su trabajo...”, o “a Romina la enviaron a
perfeccionarse al exterior”, etc. Y adoptar una actitud pasiva, la de “ellos
pueden”, “ellos lo hicieron” pero resignándose a que uno mismo no pueda. En
verdad también aquí están presentes los impulsos destructivos, sólo que por un
proceso psíquico de represión y repliegue en uno mismo aparecen disfrazados
de un sentimiento de autoconmiseración.

Actitudes frente a la envidia

El miedo al éxito es también un miedo inconsciente a la envidia y


voracidad que aquél pueda despertar. Debemos estar alertas a nuestra
posibilidad interior de “sabotearnos” a nosotros mismos.
En ocasiones, sin que seamos siquiera concientes de estas ideas que se
apoderan de nosotros, nuestro éxito ha de dejar muy disminuida a nuestra
pareja. O tal vez con el éxito superemos los logros que hasta aquí han tenido
nuestros padres o nuestros hermanos mayores. Y también tememos –en
ocasiones- por la envidia de nuestros amigos.
Sólo excepcionalmente podemos darnos cuenta de esto. Muchas veces
no somos concientes de este temor. Tememos superar a quienes nos rodean,
porque creemos que la retaliación será terrible. La envidia, uno de los siete
pecados capitales, es incluso confundida con otro de ellos, la ira. Pues el
sentimiento de temor ante la envidia es de tal magnitud que, suponemos, nos
atraerá la “ira de los dioses”.
Por ello es importante mirar hacia el interior y poder descubrir en
nuestro temor al éxito, el temor a la envidia de los demás. Un temor que
muchas veces nace en nuestra infancia, en la que comenzamos a tener los
primeros modelos de comportamiento en la vida. Tanto en el hogar como en la
escuela, en la relación con nuestros padres como con los maestros y
compañeros de clase, se va pergeñando las primeras reacciones emocionales
ante las personas significativas del medio.
No somos concientes en la mayoría de las situaciones de cómo inciden
en nosotros ciertos modelos primarios que hemos constituido en la primera
infancia. Por supuesto que una de las primeras formas de la envidia aparece en
el hogar cuando el padre o la madre elogian o brindan cariño a un hermanito o
hermanita. Y luego algo análogo puede ocurrir en la escuela, cuando el
maestro elogia o se ocupa en exceso de un compañero.
Del mismo modo que existe nuestra propia envidia frente al cariño
dispensado a los demás, somos conocedores de la envidia que nuestro éxito
puede provocar en los demás. Frente a lo que vivimos como la posibilidad de
una intensa hostilidad que las personas de nuestro entorno han de tener para
con nosotros –como producto precisamente de la envidia- es que muchas
veces quedamos a mitad de camino en nuestros proyectos. Entonces, el miedo
a la agresión hostil de los demás como consecuencia de una feroz envidia
que sentirían hacia nosotros suele ser el componente inconsciente
fundamental en el miedo al éxito que experimentamos.

Actitudes frente al desprecio

Cuando al colocarnos en abierta competencia con familiares y amigos, pensamos


que ellos “pueden” y nosotros somos irreversiblemente inútiles, también aquí se rastrea el
origen de nuestros impulsos autodestructivos.
Tanto el desprecio como la envidia hacia quienes conforman nuestro
medio –familiares, amigos, vecinos- son dos características que emergen a la
superficie como consecuencia de estos impulsos destructivos. El desprecio es
un sentimiento negativo, producto de impulsos hostiles y que se expresa, en su
forma más tenue, como rechazo. Y que en otras expresiones nos conduce, por
ejemplo, a preocuparnos más porque al otro le vaya mal que en revertir
nuestra propia situación, a la que pasamos de hecho a resignarnos. En la
envidia, mientras colocamos a los demás en un alto pedestal, nuestra actitud es
también resignada. En ambas expresiones, el obstáculo comienza a hacerse
poderoso. Porque de hecho estamos abrigando pocas esperanzas en dar vuelta
nuestra situación. Buscar inserción en el mercado, sea como empleado
independiente o como emprendedor por cuenta propia, es hacerlo desde el
mejor sitio posible. Es dibujar en nuestra personalidad el diseño de la mejor
figura. Por eso, si los demás han conseguido una situación que nos gustaría
tener, no debemos ni envidiarlos ni intentar desalojarlos. En todo caso,
imitarlos. Esto no quiere decir adquirir todos los hábitos y actitudes de los
otros, lo que no nos es posible; pero sí intentar ver qué caminos tomaron,
cuáles fueron los pasos dados y cómo se prepararon para alcanzar la meta que
nosotros anhelamos.

Actitudes frente al sentimiento flotante

En ciertas ocasiones, luego de haber sido despedidos de un lugar, o aún


de haber cesado en nuestras funciones por un contrato expirado –o cualquiera
otra alternativa- suele darse un interesante fenómeno, aún no suficientemente
explorado. Nos referimos aquí a un conjunto de sentimientos que habíamos
expresado –parcial o totalmente- en nuestro ámbito de trabajo. Y que tras
nuestra desvinculación, posiblemente aún sin el tiempo de elaborar
psíquicamente la pérdida de aquel ambiente, se traduce en la transpolación de
algún rol. Porque si, por ejemplo, se trata de una mujer que tenía el rol de
informar a los demás acerca de las decisiones de la dirección de un cierto
departamento es posible que, sin darse cuenta, quiera ejercer un rol análogo en
su casa paterna o con su novio; o, de ser casada, con su marido e hijos. O aún
con sus amigas y vecinos. La transpolación de ese rol es lo que llamaremos
aquí un sentimiento flotante. Dado que se trata de una carga emotiva
firmemente incorporada a la personalidad, por la cual de modo inconsciente
sigue sin despegarse de su antigua función de portavoz y de persona inserta en
una empresa.
Las personas en estos casos no pueden despegarse de aquellos roles, que
trasladan sintomáticamente a otro sitio. Y el “sentimiento flotante” se
caracteriza por no haber alcanzado una adecuada amalgama en ningún núcleo
en particular, por lo que intenta adherirse a distintos núcleos, alternando en la
búsqueda de lo que podría llamarse “situaciones más sólidas”. Perdida una de
estas “sólidas situaciones” que era la del ámbito laboral, se halla a la deriva. E
intenta en otros ámbitos poder establecer antiguos lazos. Junto al rol que ya no
tiene, lo que importa es colocar aquel sentimiento que ahora flota. Esta
transpolación a otro lugar es un intento –pocas veces conciente- de mantener a
flote aquellos sentimientos y roles jugados anteriormente pero ahora en un
distinto escenario.

Actitudes frente al cambio de códigos


Posiblemente la tensión interna producto del ámbito de pertenencia que hemos
perdido tenga necesidad de ser canalizada. Y adherimos entonces a geografías que nos son
conocidas –casi sin darnos cuenta-; sentimientos y actitudes que nos fueron funcionales en
un pasado quizás cercano.
Por ello es oportuno recabar en nosotros mismos, hasta dónde no
estamos desplazando roles que no son pertinentes aquí. Es importante
tomar conocimiento de esto, porque nos permitirá también eliminar un posible
foco de tensión en nuestro ámbito íntimo. Esta tensión puede incluso traer
como consecuencia un sentimiento de frustración, dado que la funcionalidad
que ese rol tenía en la oficina, no es sino factor de perturbación en el ámbito
familiar.
Muchas veces se da que algunos jóvenes intentar “arrastrar” –por así
decirlo- el ambiente de jolgorio que se da en el buffet de la Facultad a alguna
reunión social en la familia. Y esto termina en un fiasco, precisamente por el
efecto que produce una inadecuada transpolación. Debemos tener en cuenta
que el cambio de un ámbito a otro, implica una modificación de códigos. Por
lo que es vano pretender adherir “sentimientos flotantes” a salones con otro
público, casi tan vano como querer adherir un “sticker” propio para nuestra
moto o nuestro auto, a la vitrina del comercio familiar.

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Lección nº 22: Los conceptos del manejo Yin Yang y el Tao en la cotidianeidad; un objetivo
no aparente

Aunque parezca ajeno al contenido de este curso, lo que voy a


proponer aquí es la comprensión de un aspecto filosófico esencial en las
Artes Marciales, y su aplicación a la vida cotidiana. Como me dijera en
una oportunidad mi profesor, Sensei Chozen Nakama, “en la vida, lo
importante no es vencer o perder; sólo estar en el camino”. De ese camino
hablaremos hoy.

Cuando hablamos de Artes Marciales, esto automáticamente lleva


implícito algo, un afamado ideograma que pronunciado en idioma
japonés se dice “Do”, en idioma chino “Tao”, y aunque no tiene un
equivalente en su traducción por considerarse una idea abstracta con su
propio sentido (es lo que es) vulgarmente se le da un significado que se
traduce como “camino”, pero simboliza el recorrido que hay que realizar
para conseguir el perfeccionamiento del carácter y el desarrollo de las
virtudes de la persona para que a través de la disciplina, la meditación y
el autoconocimiento, se pueda elevar el espíritu y el nivel de comprensión
de las leyes filosóficas universales a lo largo de la vida; siendo en este caso
la actividad elegida un arte marcial, pero que puede realizarse con
cualquier otra actividad. De esta manera, se produce la exaltación de las
virtudes de la persona, sirviendo como ejemplo y ayuda para los que lo
rodean y consecuentemente como beneficio para toda la sociedad,
recreando un ámbito en el concepto de armonía y paz que trasciende la
comprensión humana dentro del plano del orden natural del Universo.
Todo en el Universo se ordena de forma natural y conlleva una
armonía que le es propia, y para allegarse a ella debe producir esta
transformación de la persona a través de un catalizador o elemento que
sirva para dicho cambio. En el caso de usar para ello la meditación
enseñada, la yoga, un arte marcial o el trabajo energotónico, se puede
caer en la confusión o trampa conceptual de creer que el objetivo final es
la disciplina misma, pero no es así, y este concepto se debe entender muy
bien.

Existe un modelo de práctica llamado Shu – Ha – Ri; el mismo


contiene en su nombre tres etapas. “Shu” es el primer período de
comienzo, donde todo es “Kihon” (“base”) y debe ser absolutamente
correcto26; luego viene el período “Ha”, que es de fluidez, de intercambio
y experiencia; y por último el período “Ri”, que es de partida a una forma
mayor, que va más allá y trasciende. Entonces, el objetivo inmediato de la
actividad es el aprendizaje “técnico”, el objetivo más mediato o tardío es
el dominio de la disciplina para recrear en él su virtuosismo; pero su
objetivo trascendente o que va más allá es el “Do”, y su aprendizaje es el
conocimiento de la Paz, la Armonía y el Amor.
O sea que, resumiendo, podemos afirmar que a partir de esta
comprensión el aprender una de estas disciplinas es verlas como un medio
para llegar al verdadero fin, por ello, a pesar de que el todo conforma una
sola unidad, el objetivo trascendente va de su mano y es más elevado y va
más allá que la propia disciplina, y es lo que se conforma en su “camino”
y quien entienda esto, entiende la disciplina.
De lo contrario, sería como evaluar lo que para todos es evidente,
por ejemplo que la tarea de un taxista es manejar, cuidar de su coche y su
26
En la vida cotidiana, se refleja como aprender a distinguir lo “correcto” de lo “conveniente”
objetivo es trasladar pasajeros. Sin embargo y como ya dijimos, eso es lo
evidente de la operatoria que posee este trabajo y de las especialidades
básicas a desarrollar para hacerlo. Además se puede decir que la función
de su objetivo es el transporte de pasajeros, pero existe un objetivo a
desarrollar que va más allá de esos objetivos, y que es el trascendente. Esa
persona al cumplir con su trabajo está cumpliendo con un servicio casi
vital para la comunidad, pero a su vez, mediante su labor y su esfuerzo,
va forjando su espíritu dándole la fuerza y templanza necesaria para que,
con la correcta motivación e interés, pueda elevar su conciencia y
encontrar su felicidad en armonía con el Universo. Como lo hiciera
Siddharta, el personaje de la inmortal obra de Herman Hesse, donde
dicho personaje encontró en su historia de vida la iluminación
desempeñándose como botero. Pero podría haberlo hecho con otra
actividad o de cualquier forma, no importaba cómo; lo importante es el
“espíritu” de cómo se transita. Y así crear ese “camino” que
retóricamente podemos decir que es todo aquello que se puede caminar.
Por ello, es conveniente que la persona pueda tener una guía u orientación
en su avidez por esa búsqueda, y esto no es privativo de ninguna
disciplina en especial. Así, el “camino” será más sencillo de transitar,
transmitir y asimilar en todos los niveles, procurando un
autosinceramiento de la persona y una búsqueda compartida. Entonces,
no necesariamente la práctica de una Disciplina Alternativa nos lo
garantiza, pero el aprenderla es “a priori” el comienzo de la posibilidad
más propicia o que evidencia más claramente la forma de obtener ese
objetivo final. En el caso de la Energotonía, recaen en ella los atributos
que la diferencian de cualquier otra actividad humana, desde los
primeros cuestionamientos básicos que únicamente en ella aparecen. Este
planteo obviamente no sucede en otros planos de la actividad humana, de
aplicación materialista. El aquí y ahora y la atención permanente al
equilibrio Yin Yang entre espiritualidad y materialidad, premisa de la
filosofía Zen fusionada a la Energotonía consiste en atender esa verdad y
ese momento presente que inexorablemente avanza como lo que es: la
vida misma. Pensando energotónicamente desarrollamos responsabilidad,
sensibilidad para la capacidad de autocrítica y auto superación a través
de su aplicación y en pos de luchar contra la Sombra de uno mismo.

“El que sabe mucho de los demás es un entendido,


pero más sabio es el que se conoce a sí mismo.
El que domina a los demás es poderoso,
Pero el que se domina a sí mismo es más fuerte todavía”
Lao – Tsé, “Tao Te Ching”

Centro de Armonización Integral


Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández
Prof. Adj.: Milagros Gómez

Lección nº 23: Guía pedagógica para Niños Índigo

A nadie se le escapa la importancia que en el contexto socio cultural de hoy tiene


descubrir la “indiguez” de nuestros niños. Pero, más allá de profundas connotaciones
espirituales, es inevitable pensar que esos niños crecerán y, el día de mañana deberán
enfrentar un mundo que pese a estar en constante cambio continuará por algunas décadas
teniendo el sesgo materialista que lo caracteriza actualmente. Y en ese mundo, nuestros
niños deberán insertarse, crecer, sostener a sus familias, subsistir económicamente. Por ello,
no puede ser ajeno a este curso prever la preparación de nuestros niños con técnicas
energotónicas.

Por alguna ocasional lectura, todos habremos tomado conocimiento que


son llamados así por el color dominante particular de su aura. Esto no es
ocioso; advierte que, en principio, el niño índigo estará más expuesto a
“choques energéticos” con su entorno que aquellos que no lo son. Pero
comencemos por lo primero: ¿qué es un niño índigo?. Es un niño que muestra
una nueva y poco usual serie de atributos psicológicos con un patrón de
comportamiento no documentado antes. Este patrón de comportamiento tiene
factores comunes únicos que sugieren a quienes interactúan con los niños (los
padres en particular) que deben cambiar la forma de tratarlos y de criarlos para
poder lograr un equilibrio adecuado. Ignorar estos nuevos patrones de
comportamiento es crear un desequilibrio potencial y una gran frustración en
la mente de estas preciosas nuevas vidas.
Sus rasgos más comunes son:

- ellos vienen a este mundo con un “sentimiento de realeza” (y


frecuentemente se comportan como tales).
- Tienen la sensación de “merecer estar aquí” y se sorprenden cuando
otros no comparten esa misma sensación.
- La autoestima no es para ellos un gran tema de preocupación.
- Tienen dificultad en aceptar autoridades absolutas (autoridad sin
ninguna explicación o alternativas).
- Simplemente no harán ciertas cosas; por ejemplo: esperar en una fila es
muy difícil para ellos.
- Con frecuencia tienen mejores formas de hacer las cosas, tanto en la
casa como en la escuela, lo que los hace ser como rebeldes,
disconformes con cualquier sistema.
- Parecen muy antisociales a menos que se encuentren entre niños de su
misma clase. Si no hay otros con su mismo nivel de conciencia, a
menudo se muestran retraídos, sintiendo que no son comprendidos.
- Ellos no responden a la disciplina de “culpa” (“esperá que papá llegue a
casa y se entere de lo que has hecho”).
- Sienten timidez en expresar lo que necesitan.

Los cuatro tipos de Índigo

- HUMANISTA: está destinado a trabajar con las masas. Ellos son los
médicos, abogados, profesores, comerciantes y políticos del mañana.
Servirán a las masas, muy hiperactivos y extremadamente sociables.
Hablarán con todo el mundo, siempre en forma muy amigable. Tienen
puntos de vista muy definidos, con un cuerpo un poco torpe. Lectores
feroces.
- CONCEPTUAL: está más interesado en los proyectos que en la gente.
Serán ingenieros, arquitectos, diseñadores, astronautas, pilotos y
militares del mañana. Son muy atléticos, controladores, especialmente
de la madre si son niños y del padre si son niñas. Tienen tendencia a las
adicciones durante la adolescencia.
- INTERDIMENSIONAL: prematuros en su mentalidad, son ellos
quienes traerán nuevas religiones y filosofías al mundo. Pueden llegar a
convertirse en bravucones y jactanciosos porque son mucho más
grandes a menor edad.
- ARTISTA: es muy sensitivo y su cuerpo suele ser esmirriado o
pequeño. Más inclinados hacia el arte, son muy creativos y serán los
maestros y artistas del mañana. A cualquier cosa que se dediquen
siempre estarán orientados hacia la faz creativa. Si del campo médico se
trata, serán cirujanos o investigadores. Entre los 4 y 10 años se
involucran en variadísimas actividades, que luego abandonan.

Dos métodos clínicos para identificar Niños Índigo:

a) si el niño índigo ha sido identificado como “niño problemático”, es importante


hacer la prueba del C.I. (cociente intelectual). Aunque los resultados de las pruebas
en todos los niños índigo no necesariamente muestran resultados de niños
“dotados”, la mayoría de ellos exhiben un área de su C.I. con un promedio superior.
b) si un niño es diagnosticado con el “síndrome de desórdenes de la
atención” (ADHD), existe una alta probabilidad que se trate de un niño
índigo, ya que los índigo son siempre considerados como hiperactivos,
problemáticos, que no les gusta escuchar porque los sistemas
tradicionales, como las órdenes directas e inapelables, no funcionan con
ellos.

Problemas que pueden experimentar

1.- Ellos demandan mucha atención y sienten que la vida es demasiado valiosa para dejarla
pasar. Quieren que las cosas sucedan y con frecuencia fuerzan una situación a fin de lograr
sus expectativas. Los padres caen fácilmente en la trampa de “hacer cosas” por su hijo en
lugar de desempeñar el papel de ejemplo y de compartir con el niño.
2.- Pueden llegar a perturbarse emocionalmente por quienes no entienden el
fenómeno Índigo, como por no entender cómo otros operan en diferentes áreas
menos en el amor. Son extremadamente vivaces y tratan de ayudar a otros
niños necesitados aunque su ayuda es muchas veces rechazada.

3.- Con frecuencia son diagnosticados como niños con desórdenes de atención
o alguna forma hiperkinética. Ciertamente hay muchos casos en que el
diagnóstico es válido basados en causas químicas y genéticas, pero qué decir
de aquellos casos que son mal interpretados, sólo porque la ciencia académica
no acepta como terapéuticamente importante focalizar su atención en el
espíritu. La denominación de “hiperactivo” o “poseedor de desórdenes de la
atención” puede llegar a ser más traumática para una persona que el síntoma
mismo.

Cómo actuar con un Niño Índigo

1) Trátelos con respeto. Honre su existencia en la familia.


2) Ayúdelos a que sean ellos mismos quienes creen sus propias soluciones
disciplinarias.
3) Déles la oportunidad en todo.
4) Nunca los desprecie ni los haga sentir pequeños.
5) Explíqueles siempre el porqué les da las instrucciones, sin usar la tonta
frase: “porque yo lo digo”.
6) Conviértalos en sus “socios” en su propia crianza.
7) Explíqueles todo lo que usted está haciendo.
8) Si surgen problemas serios como hiperactividad y desórdenes de la
atención, hágalos examinar primero, con terapeutas convencionales y
luego con alternativos y complementarios, antes de suministrarles
drogas.
9) Proporcióneles seguridad cuando buscan apoyo. Evite críticas
negativas. Hágales saber que usted siempre apoya todos sus esfuerzos.
10) No les diga quiénes son ellos ahora o quiénes van a ser –o
deberían ser- más adelante (ellos lo saben mejor que usted).
Centro de Armonización integral
Curso: ENERGOTONÍA
Prof.: Gustavo Fernández

Lección nº 24: Estado "Ku", la mente vacía pero alerta. Prolongación


de los estados en la práctica de las artes marciales a situaciones
conflictivas cotidianas. Ejercicios. El tiempo subjetivo. Manejo conciente
de los tiempos físicos desde los tiempos mentales.

Sé que no es delito –legalmente hablando- “plagiarse” a uno mismo. Y


desde lo ético, aún tengo mis serias dudas. Pero tener dudas implica un dilema
moral: puede que sí, o puede que no. Cuando menos y llegados a este punto
del curso, algunos alumnos podrán preguntarse si no será consecuencia de un
pertinaz ataque de “haraganeritis” lo que me lleva, entonces, a plagiarme a mí
mismo y en vez de redactar monacalmente una nueva lección, simplemente
“copiar y pegar” un trabajo escrito tiempo atrás por mí mismo.
Debo ser sincero. He dejado pasar un par de semanas dándole vueltas al
nudo de esta lección, buscando la mejor forma de transmitir lo que creo es un
camino (en el sentido del “do”, y en cualquier otro sentido que ustedes quieran
encontrarle) para armonizar y entrelazar creativamente cuerpo y mente tras el
objetivo de superar los obstáculos de la vida cotidiana. Y no la he encontrado.
O mejor –o peor- aún: para mí, cuando menos, la encontré hace ese tiempo y
no puedo –no debo, no quiero- superarla.
Sostengo –y es lo que trato de enseñar- que algunos aprendizajes del
terreno de las artes marciales brindan los recursos mentales y espirituales –
además de los físicos- para alcanzar ese grado de evolución. El propio estado
“Ku”, palabra que en japonés designa a la mente “vacía pero alerta”. Vacía de
contenidos negativos, de hándicaps que conspiren contra la optimización de
nuestras reacciones. Vacía de confusiones y de temores. Pero alerta, prístina,
sensible ante los estímulos exteriores, para reaccionar sin pensar demasiado,
sin dudar demasiado, siempre en el camino correcto. Y dentro de esas artes
marciales –de las varias que he experimentado- una, la que da espíritu al
artículo que se aprestan a leer. Así que, como dije, a esta altura del curso creo
que puedo permitirme algunos guiños cómplices con mis alumnos y una que
otra licencia. Como plagiarme a mí mismo.
Pero sé, intuyo, que la lectura de este trabajo despertará en ustedes
“otros” ecos. Pueden aceptar el camino, pueden no aceptarlo. Pero no pueden
decir que –siempre en el contexto energotónico- no se los mostré.

UECHI-RYU:
EL CAMINO DE LA CONEXIÓN INTERIOR

Sábado de medianoche. Mis hijos y mi mujer duermen desde hace un par de


horas y en la lejanía, los sonidos habituales, monótonamente cotidianos. El
escape libre de un motociclista alcoholizado. La ¿música? apagada de una
discoteca no lejana donde los contemporáneos de uno gustan atontarse para
escapar de sus pequeñeces y mediocridades diarias. Uno, dos disparos allá,
lejos, ahogados entre el susurro del viento sobre los pinos cercanos a mi hogar,
y el histérico chillido de la patrulla policial que se acerca, pasa y se aleja tras
una nueva página oscura de los tiempos y la sociedad en que vivimos.

Medianoche de sábado. Con el cuerpo aún cálido por el entrenamiento, una


ducha tibia y aquí estoy, sentado frente al teclado, luego de más de una hora –
como todos los días– de mi práctica de Karate-Do Uechi Ryu Shobukai. Pero
tras la piel fatigada mi mente, extraña y gozosamente alerta, percibe como
despersonalizada de ese entorno tan común y al mismo tiempo tan extraño.
Uno comprende gracias al estado de mente "ku", de mente "vacía pero alerta"
que sí, que en Oriente tenían razón y este mundo que tanto nos preocupa es
sólo "maya", ilusión. Una vez más, Uechi Ryu Shobukai ha restablecido mi
conexión interior con el Uno.

Cuando uno fatiga muchos años de su vida en contacto con disciplinas


alternativas, rondando el misterio y este universo de enigmas, conociendo
personas ilustres dedicadas a experimentar los más disímiles senderos de
Iluminación o de Conocimiento, cuando uno, por placer o por trabajo, hace de
la reflexión e investigación de metafísicas varias, filosofías y prácticas
diversas algo cotidiano, uno descubre que los caminos para alcanzar Lo
Trascendente, la autorrealización, la percepción intuitiva de lo cósmico o,
simplemente (¿simplemente?) la paz interior, pueden ser muchos y válidos.
Yo, una vez más, vuelvo a elegir este, que es de lo que voy a hablarles en este
artículo. El Karate-Do, y de sus numerosísimas escuelas, una en especial: la
Uechi Ryu Shobukai.

Seguramente muchos lectores tendrán de las artes marciales en general y


del Karate en particular la sensación de que se tratan sólo de eficientes formas
de arruinarle la salud al prójimo o, en todo caso, una saludable actividad
deportiva. Sin duda, no distinto pensaba yo mismo cuando, con quince
adolescentes años, me acerqué por primera vez a ese "dojo" de Buenos Aires,
a mi primer Sensei (profesor) Chozen Nakama, y a quienes a través de los
años conocería y reencontraría, como compañeros de práctica y –supieron ser
más dedicados que yo– mis actuales senseis: Gustavo Gondra, Eduardo de
Angelis, Jorge Délas... Tal vez esta nota parezca excesivamente personalista y
hasta nostálgica, pero es la crónica de un camino, mi propio camino, mi
reencuentro con raíces filosóficas que marcaron en buena manera mi propia
forma de deambular por estos senderos espirituales.

Porque aun cuando la inconsciencia juvenil sólo es motor para alimentar el


ego con perfomances físicas que nos place descubrir que pocos pueden imitar,
el Karate-Do, el "sendero de la mano vacía",. que ello es lo que significa,
templa otras cosas además del cuerpo. Templa el espíritu. Templa la mente.
Siempre tuve la sensación de que cuando a través de los años pude enfrentar
sin menoscabo tanto las críticas acerbas de mis contemporáneos como la mofa
de la "intelectualidad" por aquellos temas –éstos temas– a los cuales había
elegido dedicarme, mi convicción y seguridad interiores estaban en buena
manera abonados por la templanza que Uechi Ryu me había dado. Pero me dio
más. Me dio la firmeza psíquica para, en expediciones, caza de "fantasmas" o
simplemente deambulando arrabales, superar toda dificultad. Me enseñó que
más debemos temerle a los vivos que a los muertos. Me dio el equilibrio
interior para remontar la ola de los sinsabores de la vida, profesionales o
personales. De alguna manera, despertó en mí lo escaso de mi modesta
percepción extrasensorial. Y me trajo paz y serenidad. Que no es poco.

Así que, cuando uno, que no cree en la casualidad, descubre que una cadena
de acontecimientos menores en la vida sobre los que no los aburriré me pone
nuevamente en el camino de la práctica, de transpirar el "karategui", de
focalizar todas mis energías en la práctica del "sanchin", es porque, como
Ouroboros, la serpiente alquímica que se muerde la cola indicando el renacer
de los mismos ciclos del Universo, "algo" señala que debe caminarse por
viejos senderos con nuevos zapatos. Ya no soy un adolescente. Ya no me
interesa arruinarle la salud al prójimo. Pero otra vez estoy, aquí, haciendo
Uechi Ryu Shobukai.

La vida es como un "dojo". Cada nuevo día, enfrentamos un nuevo


"kumite" (combate). De ahí que la actitud del verdadero artista marcial, la
actitud del Guerrero, es fundamental para superar los sinsabores de esta vida.
Aprender, por ejemplo, que lo importante no es vencer o morir, sino estar en el
camino. Vencer es tan natural como ser vencido. El vencedor de hoy será el
vencido de mañana, y ganar o perder es tan natural como el flujo y reflejo de
las olas sobre la playa. Aprender que el miedo no desaparece evitándolo, ya
que así sólo desconocemos aún más lo que lo genera, y el miedo es hijo de la
ignorancia. El miedo desaparece contactando de lleno con lo que creemos que
lo produce y así percibiendo su naturaleza vacía, transitoria, confusa.
Aprender a no malgastar energías en discusiones, distracciones, reflejos
autocompasivos: sólo hay una dirección en la que podemos caminar en la
vida, y es hacia adelante. Aprender a estar en el momento, ni antes, ni
después. Cada situación es un momento irrecuperable y, después de todo, hoy
es el primer día del resto de nuestras vidas.
Claro, también aprende uno a combatir (y cómo), pero proporcionalmente
crece el respeto a la vida –propia y ajena– la adaptabilidad a la convivencia y
el respeto al otro. Es que uno descubre que la hostilidad, la agresividad
gratuita, la intransigencia, el fanatismo, todos matices de un mismo monstruo
interior, sólo son el reflejo de una personalidad insegura. El matón necesita
pelear, porque cada conflicto le renueva la decadente seguridad en sí mismo.
El ignorante necesita pelear; es su única chance de imponer una "verdad"
sobre la cual carece de argumentos. Pero el ser humano integrado, coherente,
seguro de sí mismo, no. ¿Para que pelear, si ya sabe el resultado?. ¿Para que
imponer su punto de vista, si tiene el equilibrio para ver con objetividad dónde
está la verdad?. Excepto cuando los bienes supremos están en peligro, allí, se
hace carne ese lema del karate: "Si te persiguen, huye. Si te acosan, evade.
Pero si te acorralan, mata".

Uechi Ryu no es sólo una letal forma de combate. Tiene una altísima dosis
de espiritualidad en su tradicionalismo, donde los movimientos combinados
conocidos como "katas" son efectivamente una forma de meditación en
movimiento. En Uechi Ryu cultivar el espíritu sano, no sólo significa formar
alma, sino también educar y perfeccionar la capacidad racional que permite
tener profunda reflexión y buen juicio, y cultivar actitudes que permitan llevar
a cabo su fe, actitudes que responden a distintos aspectos.

A través de la percepción de la esencia del Karate se cultiva Justicia. A


través de la correcta actitud con que se practica la técnica del Karate se cultiva
Valor. A través del ánimo y seriedad con que se estudia la filosofía del Karate,
se cultiva Sinceridad. A través de la franca reflexión con que continúa la
práctica del Karate, se cultiva Bondad. A través del sufrimiento y la paciencia
con que continúa la práctica del Karate se cultiva Espíritu de Sacrificio.

El "Dojo"

Un Dojo tradicional es, de hecho, un patriarcado. El "Sensei" es el Maestro


del Dojo. Sensei es una palabra japonesa para algo así como Profesor
Honorable, de forma que los doctores y abogados pueden ser llamados de
igual manera, "Sensei".
En el Karate, el Sensei mira a sus alumnos como si fueran hijos e hijas,
viéndoles de forma que ellos nunca se podrán observar. Él influye
directamente en su carácter y su físico, incluso más que sus familias, es por
ello que debe estar por encima de sus alumnos, no sólo en un plano técnico,
sino personal y como ser humano también.

El Dojo es realmente la casa del Sensei, los estudiantes vienen a su casa a


aprender su forma o camino de vida, y esta forma o camino de vida es el
Karate.

Las relaciones con sus estudiantes deben ser, por encima de todo, objetivas
y bien definidas. Sólo de esta forma se perpetúa el aprendizaje. Todas las Artes
Marciales apuntan hacia un proceso de auto-realización. Es un deber para el
Sensei poner un ejemplo para cada cosa, de forma que el alumno avance no
sólo técnicamente, sino en madurez también. Un Sensei aprende primero a
ayudarse a sí mismo, antes de hacerlo con otros.

A menudo, durante el curso de los entrenamientos, un alumno alcanza un


estado dificultoso debido a su afán de aprender, tal vez debido a la excesiva
impaciencia u otras razones emocionales. En este caso, el Sensei o Profesor
hace las veces de amigo, tanto como de corrector en cuanto a la técnica del
Arte.

Todos los Sensei tradicionales son perfeccionistas, es difícil ver en un Dojo


tradicional muchos aparatos para su uso. Todo estudiante es enseñado a andar
el camino de la perfección diaria, a través del kihon (formas básicas).

Mantener sus cuerpos en el mejor estado físico es un requisito y exigencia

para todos los alumnos. Los combates se suceden contra oponentes más

grandes, más fuertes o más pequeños y más débiles que uno, se les enseña a

practicar la autosugestión y la meditación. Saben que el que gana no puede

abandonar nunca y que el que abandona, nunca ganará nada.


El profesor Richard Kim, un gran Sensei, una vez dijo sobre el
entrenamiento de Karate, "es un desafío que se hace durante todo el tiempo de
Vida". Ese desafío es de uno mismo a uno mismo, todos los Dojos
tradicionales mantienen sus estandartes de limpieza y belleza, tal como existía
en los Dojos originales. En los Dojos del viejo Japón, la calidad del trabajo
desarrollado es el reflejo de la atmósfera del Dojo.

Un Dojo típico de Karate es limpio, espacioso, inmaculado y


estructuralmente bonito. Algunas veces están adornados con figuras
tradicionales, como los guardianes del templo Todaiji, para crear una
atmósfera de dignidad y excelencia para los estudiantes.

Todo Dojo tradicional tiene su tiempo dedicado a la meditación. Algunas


veces al principio de la clase, otras al final. Un buen estudiante gastará años
antes de desarrollar el verdadero sentido de la meditación y paz interior,
siempre y cuando logre superar todos los obstáculos que encontrará a lo largo
del camino de la vida. En el Dojo no existe familia, trabajo, problemas, sólo
existe Karate Do...

Sanchin es el corazón...

El alma del Karate Uechi Ryu es el kata "Sanchin", que significa "Tres
Conflictos". El emblema Uechi incluye las tres esferas de movimientos,
Tierra, Hombre y Universo. Pero lo filosófico también está involucrado en lo
físico. Las esferas están conectadas por el fluir de los movimientos circulares
internos. Estas mismas curvas se usan como guía para los arcos básicos de
todos los bloqueos y para buscar los pasos de desplazamiento con su énfasis
en un centro inamovible de equilibrio que puede ser alcanzado por el
practicante. El Sanchin desarrolla ese centro de equilibrio con una
combinación de equilibrio físico (postura) y equilibrio psicológico (aplicación
del Zen).

El Sanchin combina la meditación con el movimiento. Mientras hacen


movimientos que inicialmente desarrollan un cuerpo sano y fuerte capaz de
soportar el riguroso entrenamiento mental y físico, los estudiantes pronto
dominan los movimientos hasta el grado de no tener que pensar mientras los
están realizando. Habiendo adquirido un estado en el cual el pensamiento no
es necesario para realizar una acción, el estudiante puede enfrentar el tecer
conflicto: logro de la unidad mente-cuerpo. En este estado de calma y quietud,
el estudiante siente una profunda comprensión del ser y el no ser. Por lo tanto,
se logra una pérdida del propio ego.

"Haga de su ego diario su ego marcial, y de su ego marcial, su ego diario".


Sensei Miyamoto Musashi

Ahora bien: ¿por qué creo tan importante difundir la enseñanza y práctica
de Uechi Ryu?. ¿Por qué estoy seguro al afirmar que el crecimiento de un niño
o adolescente que ha pasado por Uechi Ryu le hará, más allá de un triunfador
en la vida –palabra cuyos parámetros siempre serán discutibles– un
"realizado", íntegro, estable y feliz, un Guerrero absolutamente preparado para
la victoria?. Simplemente, porque la práctica de Uechi Ryu Shobukai alienta,
como no he encontrado otra filosofía, el despertar en todos y cada uno de
nosotros el código del Bushido. En efecto, si algo puede salvar a esta sociedad
de su decadencia no pasará por largos y aburridos panegíricos con que
saturemos a los jóvenes. No dependerá de movimientos políticos o religiosos
seculares. Tan simple y tan verdadero: sólo con que un número suficiente
(pero no necesariamente grande) de nosotros viva el código de honor del
samurai, alcance esa "masa crítica" de la que tantas veces he hablado para
provocar el cambio de paradigmas tan esperado, y la Realidad –esta, en la que
estamos inmersos– podría ser tan distinta...

Recordemos, entonces, los mandamientos que la sabiduría milenaria de


Oriente nos ha legado y el tradicionalismo que nuestra escuela de Karate do ha
perpetuado.

El código del Bushido


Estos son los siete principios que rigen el código del Bushido, la guía
moral de la mayoría de samurai de Rokugan. Sed fieles a él y vuestro
honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las
generaciones venideras.

GI - Honradez y Justicia. Sé honrado en tus tratos con todo el mundo.


Cree en la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la
tuya propia. Para un auténtico samurai no existen las tonalidades
de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Sólo existe lo
correcto y lo incorrecto.

YU - Valor Heroico. Álzate sobre las masas de gente que temen actuar.
Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un
samurai debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es
peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El
coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el
miedo por el respeto y la precaución.

JIN - Compasión. Mediante el entrenamiento intenso el samurai se


convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres.
Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene
compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la
oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.

REI - Cortesía. Los samurai no tienen motivos para ser crueles. No


necesitan demostrar su fuerza. Un samurai es cortés incluso con sus
enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores
que los animales. Un samurai recibe respeto no sólo por su fiereza
en la batalla, sino también por su manera de tratar a los demás. La
auténtica fuerza interior del samurai se vuelve evidente en tiempos
de apuros.

MEYO - Honor. El Auténtico samurai sólo tiene un juez de su propio


honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a
cabo son un reflejo de quien eres en realidad. No puedes ocultarte
de ti mismo.

MAKOTO - Sinceridad Absoluta. Cuando un samurai dice que hará


algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá
en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de "dar su
palabra." No ha de "prometer." El simple hecho de hablar ha puesto
en movimiento el acto de hacer. Hablar y Hacer son la misma acción.
CHUGO - Deber y Lealtad. Para el samurai, haber hecho o dicho "algo",
significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de
todas las consecuencias que le sigan. Un samurai es intensamente
leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es
responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre
son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya.

Debe entenderse esta nota tanto como un homenaje a quienes me iniciaron


en el sendero, el "do" de Uechi Ryu Shobukai, como a quienes lo continúan
hoy en día, especialmente en la persona que fue motor del desarrollo,
internacionalización e institucionalización del estilo, Sensei Gondra, así como
una invitación a todos ustedes, amigas y amigos lectores, si quieren conocer
un camino que sí, que exige autosacrificio, responsabilidad, tesón y esfuerzo,
pero que encierra la gratificación de no ser escaso en resultados físicos,
mentales y espirituales. En una época donde se prometen tantos "senderos" –
que por lo sencillos y rápidos más parecen veloces autopistas– es
reconfortante descubrir que aún existen, dentro de lo tradicional, formas lícitas
y no imaginarias de conectarse con el ser interior, despertar a nuevos estados
del Yo y superar, día a día, nuestros propios límites.

Sedes donde se practica Uechi Ryu Shobukai:

En Argentina:

AOUKA
Sucre 2336 1º "B" - Código Postal (1428) - Capital Federal

uechiryushobukai@aol.com

Teléfono: (011) 4-781-1194


(Martes y Jueves de 17:30 a 22:00 hs.)

Sede Central Uechi Ryu Shobukai:


Futenma
Okinawa
Japón

Estados Unidos:
Boston
Sensei Manuel Neves (7º Dan)

Colombia:
Cali
Sensei Jorge Chamorro (4º Dan)
Temuco
Jorge Luis Cuevas (2º Dan)
Buena Ventura
Sensei William (1er Dan)
Manizales
Sensei César Alzate (1º Dan)
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