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Profesor
Nibaldo Jacques Parraguez
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE CHILE.
¿Qué es la Constitución?
No existe un consenso sobre una definición de la Constitución. Pero, existen
diferentes autores que opinan sobre el concepto de la Constitución. Sobre lo que
es Constitución.
Para forjar una definición acabada de lo que es Constitución, se deben tomar
varias ideas al respecto como:
1.- Conjunto de normas que rigen la labor de un Estado.
2.- Son normas que se refieren a la organización del Estado, y a la división de
poderes del mismo.
3.- Contiene los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos frente al
Estado.
4.- En la Declaración de los Derechos del Ciudadano, en su artículo 2º, de 1789, se
dijo que una Constitución que no tuviera el principio de la separación de los
poderes y una garantía de las libertades fundamentales del ciudadano, no era
Constitución.
5.- Para considerar a una verdadera Constitución, se deben garantizar la libertad
de las personas.
6.- Es un Instrumento de la Libertad. Una verdadera Constitución, debe tener vida,
y no necesariamente debe estar escrita, además de asegurar la libertad de la
gente, de otro modo estará expuesta a las arbitrariedades del que está a cargo
del poder.
7.- Al existir un poder absoluto, no puede coexistir una Constitución.
8.- Ordena las relaciones entre nosotros y entre nosotros y los que tienen el poder,
aquel poder llamado Estado.
9.- Debe existir el Principio de la Supremacía Constitucional
10.- Es la ley de leyes. Desde el punto de vista de Kelsen, se debe ver como la ley
superior (pirámide kelseniana).
11.- La Constitución rige a todos y a cada uno de nosotros, Art. 6º y 7º de la
Constitución.
12.- Se encuentran todas las normas fundamentales de todas las demás ramas del
Derecho.
6.- Constituciones rígidas y flexibles . Esta clasificación tiene que ver con el
proceso de reforma de las constituciones y se refiere solo a las modificaciones no
a su establecimiento.
Por modificación de la constitución se entiende, todo cambio que experimenta ella
mediante un procedimiento establecido en la misma Carta Fundamental.
Por establecimiento de la Constitución se entiende el acto del Constituyente que no
e encuentra reglamentado en ningún texto, sea porque la constitución nunca ha
existido , sea porque ella fue abrogada por un movimiento revolucionario, sea
porque ella ha conservado un carácter consuetudinario.
a) Constitución flexible es aquella que puede modificarse por el órgano
legislativo ordinario en la misma forma que una ley ordinaria Ej. Nueva
Zelanda.
b) Una constitución rígida es aquella que establece reflexivamente un
procedimiento distinto del seguido por la legislación ordinaria para producir,
modificar o derogar las normas constitucionales, lo que se traduce en
ciertos obstáculos técnicos que evitan que los preceptos constitucionales se
reformen fácilmente, pudiendo tener éstos una cierta continuidad.
Partidos y democracia
Los partidos políticos son una experiencia muy reciente en la evolución política de
los pueblos. En la Grecia clásica y hasta mucho después de la Revolución
Francesa, no podemos hablar de partidos en el sentido y en el concepto que hoy
día tenemos de ellos. Otrora hubo fracciones, caudillos, clubes políticos. Pero, las
instituciones que hoy día conceptualizamos como "partido político", es un
fenómeno muy reciente. Es difícil poner fechas, pero no cabe hablar de ello sino a
partir de la segunda mitad del siglo pasado.
Curiosamente, Chile es uno de los países pioneros en el desarrollo de los partidos
políticos. A modo de anécdota, valga recordar que en las convenciones de los años
1901 y 1906 de los partidos Conservador y Radical, respectivamente, diseñaron
ellos ahí los elementos básicos que hoy día configuran y dan sentido a los partidos
políticos modernos. Esto es, un cuerpo doctrinario coherente, un programa de
gobierno, y un diseño de sociedad futura.
Sin embargo, a pesar de ese desarrollo y de lo avanzados que fuimos en esta
materia, en Chile nunca se teorizó suficientemente, ni se legislo sobre los partidos
políticos. La Constitución de 1925 y las leyes, prácticamente no se refirieron a ello,
salvo en un largo artículo 20 de la Ley Electoral. En la Constitución de 1980 y en la
Ley de Partidos Políticos existentes hoy día, nos fuimos al otro extremo. Se
pretendió regularlo todo.
La Constitución de 1980 se refiere al tema dentro del Derecho de Asociación,
artículo 19, Nº 15, donde, sin definirlo, parte negándole el derecho a intervenir en
"actividades ajenas a las que le son propias", sin señalar el ámbito que le sería
"propio". También les prohíbe "tener privilegio alguno o monopolio de la
participación ciudadana", como si en el pasado ello hubiese sido de esa forma.
La exigencia de los registros públicos, relativo a su financiamiento y a sus
estatutos, nos habla más de una sociedad anónima que de lo que han sido los
partidos políticos en la experiencia chilena. En esta materia no puede ignorarse la
tradición y la manera en que ellos se fueron desarrollando, toda vez que no existe
en parte alguna, una adecuada teorizaci6n al respecto, y es una materia que, como
pocas, debe estar más que nada acorde al desarrollo y a la experiencia de cada
pueblo.
Nuestros partidos políticos adolecieron sin duda en el pasado de múltiples fallas.
Ante todo, el excesivo espontaneismo, en el sentido de tolerar todo tipo de
prácticas aún cuando fueren en contra de su propia existencia.
Asimismo, cabe señalar como otro factor, la ausencia de preocupación por la
reglamentación democrática de las organizaciones partidarias. Es decir, el partido
tuvo siempre una condición secundaria, sobre esta flagrante contradicción entre la
importancia política de un partido y su descuidada atención, tanto en la
Constitución como en la ley.
El sistema de partidos políticos fue, en general, deficiente.
caso, cabe reconocer que, pese a esta constante fragmentación partidaria, de suyo
negativa, los partidos se transformaron en fuente de cambio democrático y, no
obstante sus limitaciones, permitieron el desarrollo constante y progresivo de las
instituciones democráticas. Y, lo que tal vez es más importante, incorporando
progresivamente a sectores marginados del proceso político. El estudio del
crecimiento de la masa electoral de Chile, precisamente, comprueba este proceso
de participación creciente en la democracia nacional.
Otro aspecto que cabe señalar, más que como una crítica, como una experiencia
del pasado, es el hecho que los partidos políticos fueron grandes responsables de
que el sistema político empezara a perder su capacidad de compromiso y, quizás
lo más importante, de tolerancia.
El fenómeno, según algunos analistas, comenzó a finales de los años cincuenta en
nuestro país. Por esa época, en la medida que el radicalismo fue desplazado por la
Democracia Cristiana, se fue haciendo rígido, porque así lo exigía la ideología.
Igual proceso de sectarización se desarrolló en la izquierda tradicional, inspirada
obsesivamente en la ideología de Marx y de Lenin. El cuadro se completó cuando
los partidos Liberal y Conservador, ya declinantes, se vieron obligados a fusionarse
en un nuevo partido, el Partido Nacional, dirigido con una estrecha mentalidad
nacionalista.
La generalizada tendencia al ejercicio del sectarismo, determinó el aumento de la
inestabilidad del sistema político, sin que nadie se interesara en aquellos
momentos, por los efectos o consecuencias de esa generalización del dogmatismo
político.
En la práctica, la supresión de los partidos sólo significa la eliminación de los
partidos contrarios al gobernante. Sin partidos políticos no hay auténtica
democracia
¿cuál es el propósito de los partidos políticos?
Enumerar sus funciones no es tarea fácil. En forma sintética, aceptamos lo que
formula el profesor argentino Mario Justo López en su libro "Los partidos políticos",
donde las enumera del siguiente modo:
Los partidos políticos encausan la caótica voluntad popular; educan al
ciudadano para la responsabilidad política; sirven de eslabón entre el Gobierno y la
opinión pública; seleccionan a la élite que debe dirigir los destinos de la nación;
proyectan la política del Gobierno y controlan su ejecución. Esta función es válida,
tanto respecto de difundir la acción del Gobierno y ganar apoyo para su gestión,
como para ejercer una suerte de control distinto a los tradicionales de la
administración.
Sin duda en la experiencia chilena, algunas de las funciones antes señaladas no
fueron cumplidas en estricto sentido y, probablemente, algunas de ellas todavía no
se comprenden del todo.
Nuestros partidos políticos, si bien encausaban la voluntad popular,
Otra cuestión de relevancia en el accionar de los partidos políticos, es el papel que
ellos juegan como oposición y, en particular, la oposición de los llamados "partidos
anti-sistema".
¿Podemos aceptar la existencia y participación en el marco institucional de
los partidos anti-sistema? Es inmanente a todo sistema democrático el carácter
pluralista. En consecuencia, no cabe hablar de democracia si partimos
discriminando entre quienes deben participar en ella. En tal sentido, el pluralismo
debe ser irrestricto, y los mecanismos de resguardo deben ir, precisamente, a
garantizar la existencia de tal suerte de pluralismo.
No conocemos otro sistema que garantice de mejor manera este pluralismo que el
estado de derecho democrático, el cual rescatamos como una importante
conquista en la evolución política de la humanidad.
Este sistema no sólo tiene el derecho, también tiene el deber de protegerse de
quienes abusan de sus posibilidades con la finalidad de destruirlo.
En tal sentido, hay dos grandes opciones: a) el sistema de la censura previa, esto
es, impedir que se expresen quienes sabemos positivamente que apuntan a
terminar con ese pluralismo, o bien, b) sancionamos las conductas que,
objetivamente, destruyen las Posibilidades del pluralismo. .
No obstante, sostenemos la necesidad de contar con un ordenamiento legal que
garantice la existencia del sistema pluralista mediante la sanción de conductas,
previamente tipificadas, que atenten contra la convivencia democrática. La razón
última de esto se basa en el supuesto que el estado democrático es el único que
está dispuesto a dejarse reformar y, por tanto, respecto de él nada justifica su
destrucción, salvo su reemplazo por uno no democrático, donde el pluralismo y el
respeto a la voluntad de las mayorías y la existencia de las minorías, no tienen
sentido.
En resumen, la llamada oposición antisistema, al menos en un régimen
democrático, tiene derecho a existir, pero también el sistema tiene el deber de
preservar para los demás el derecho a expresarse y debe, en consecuencia,
sancionar las conductas que atenten contra esa posibilidad.
serían incompatibles. Por esa participación masiva, el sistema partidista, se
argumenta, degeneraría en un puro asambleísmo, o bien correría el riesgo de
encerrarse en sí mismo como una teocracia que aleja al ciudadano de la política.
Partamos de la base que toda democracia, en el mundo de hoy, debe enfrentar el
problema de la participación masiva y que ello es una realidad que debemos
encarar sí pensamos la democracia como forma de organización política deseable
y necesaria. En todo caso, el problema no es tan agudo como se presenta, si
consideramos los medios que la tecnología nos pone a disposición para resolver
las cuestiones que involucran contar con la intervención de millones de voluntades
decidiendo en una elección, o pronunciándose sobre una materia. Medios de
comunicación igualmente masivos, los computadores, etc.
Pero, este hecho nada tiene que ver con otro problema que también reclama
efectivamente el mundo moderno, cual es la eficiencia técnica. Así planteado el
problema, como contradictorio, resulta equívoco. Ambas cuestiones son realidades
del mundo moderno: la participación masiva y la necesidad de tecnificar muchas
soluciones. El error parte de separar las soluciones técnicas de la política, como si
el hecho de asignar el carácter de técnica a la solución de un problema que
involucro de modo sustancial a la comunidad toda, o a gran parte de ella,
necesariamente le restara su carácter de político.
Por otro lado, si bien en las sociedades modernas, múltiples problemas tienen una
solución muy tecnificada y por tanto la comprensión de las mismas puede escapar
al grueso público, no es menos cierto que las grandes líneas o criterios de la
conducción en materia económica o de difusión, por ejemplo, deben quedar
libradas a los criterios de la mayoría, para que la política haga valer su primacía
sobre la economía y sus tecnócratas, y también sobre los científicos de la guerra y
sus generales.
Al sostener lo anterior, estamos pensando en los partidos políticos modernos,
capaces de obrar ética y políticamente en forma responsable, democráticos en su
seno, pero también estructurados sobre la base de departamentos técnicos, que
permitan a los dirigentes políticos actuar y orientar a la opinión pública sobre la
base de informes serios y fundados, de modo que sus críticas y proposiciones
sean el resultado de un estudio y no de una simple improvisación.
No obstante, parece ser un hecho que el rol del político y de los partidos políticos
está cambiando, como consecuencia normal del desarrollo de las sociedades, y la
nuestra no escapará a eso. Mucho menos en un mundo cada vez más
interdependiente y del cual no podemos ni debemos sustraemos. Es real que ya no
basta en el dirigente político, la buena muñeca y el buen olfato; se le exige mucho
más. Una preparación acorde con los tiempos. El dominio mínimo del lenguaje
económico y científico como parte de una cabal formación humanista.
Por otro lado, los partidos políticos ya no pueden ser esas escuelas de utopía que
conocimos, ni meros productores de slogans simplificadores de una ideología,
cualquiera sea ella, que contiene la explicación y solución global de los problemas
humanos, en el ámbito social, económico y político.
Por otra parte, si consideramos la velocidad con que se desarrolla el conocimiento,
y la cada vez menor distancia que media entre los aportes de la ciencia y el
desarrollo de la tecnología necesaria para aplicarla, también concluimos que
pretender, con los conocimientos presentes, proyectar un modelo de sociedad
futura carece de toda seriedad.
Lo anterior configura un cuadro en que cada vez resulta más difícil seguir
creyendo en las utopías clásicas, porque van desapareciendo los supuestos sobre
los cuales fue posible fundarlas. Ello, no obstante, no significa en el extremo ni
como se ha sostenido, la muerte de las ideologías.
El presente nos exige concebir partidos más pragmáticos y menos diferenciados
que cuando el mundo permitía a cada uno rescatar como más real su propia
verdad.
Lo anterior no significa, por cierto, que los partidos políticos hayan dejado de
expresar intereses y sectores sociales determinados. Sólo que éstos se han ido
haciendo más densos y más interrelacionados, y que la propia competencia
electoral va resultando cada vez más compleja. Y, por ello, la excesiva
ideologización que sufrieron nuestros partidos en el pasado, es un error que
debemos enmendar, siento preciso dotarlos de un mayor pragmatismo y de una
mayor profesionalización de su actividad.
Pero esta profesionalización de la actividad político-partidista, en lo absoluto será
sinónimo de despolitización del ámbito político, como algunos creen, sino que será
la forma que adquirirá la politización del futuro.
Período Hispánico.
Esta época se inicia con la toma de posesión de Chile para la Corona de Castilla,
en Copiapó, por Pedro de Valdivia a fines de 1540 y con la fundación el 07 de
marzo de 1541 del Cabildo de Santiago y termina con el establecimiento de la
Primera Junta Nacional de Gobierno el 18 de septiembre de 1810.
A este largo período se le ha llamado “Colonia”, por los historiadores del siglo XIX,
pero el término carece de exactitud jurídica. En los documentos legales y políticos
de la corona española o en las obras de los tratadistas o jurisconsultos de la época
se llama a las nuevas tierras como “Reinos” o “Provincias” o “Estado de las Indias”
pero no figura “colonias”.
A este período se le denomina también “período español” o “período de la
monarquía indiana”, aludiendo al hecho que se llama “Derecho Indiano” al que se
aplicaba en América por la Corona española.
La Donación Pontificia:
Castilla había orientado su acción expansiva hacia el Atlántico, donde chocó muy
luego con Portugal. La guerra terminó con el Tratado de Alcaçovas, suscrito en
1479 y 1480 y confirmado por el Papa. Según el Tratado, Portugal se aseguró el
domino de las islas Madera, Azores y Cabo Verde y toda la costa de Guinea y
Castilla circunscribió sus aspiraciones africanas a las Islas Canarias.
Pero el primer viaje de Colón movió a Fernando el Católico a pedir al Papa el
dominio de las tierras descubiertas y por descubrir en aquellas partes del océano.
El Papa Alejandro VI, basándose en la doctrina de los canonistas de la época y
aceptada por el Código de las Partidas, que concedía a los Papas el dominio
temporal universal y el derecho a instituir soberanos, emitió con fechas 03 y 04 de
Mayo de 1493 las bulas Inter Caetera, por las que donó a los Reyes de Castilla y
León y a sus sucesores las tierras firmes descubiertas y por descubrir que se
hallaren al occidente de una línea trazada de polo a polo a 100 leguas al oeste de
las islas Azores y que no hubiesen sido poseídas antes de la reciente Navidad por
algún príncipe cristiano.
Portugal reclamó a Castilla esta delimitación y se siguió una negociación
diplomática que culminó con la firma del Tratado de Tordesillas el 07 de Junio de
1494, que fijó como meridiano de partición el situado a 370 leguas al oeste de las
Azores, confiriendo a Castilla las tierras del poniente y a Portugal las del Oriente.
Las Bulas Inter Caetera permitieron a los Reyes Católicos adquirir las Indias. Cada
uno de ellos, al testar, dispuso que la cuota que le tocaba pasara a la corona de
Castilla. La plena y total incorporación de las Indias a Castilla vino a realizarse a la
muerte de Fernando (1516), que sobrevivió doce años a Isabel.
Las Indias quedaron vinculadas a la Corona de Castilla y no al reino, lo que
significa entre otras cosas, que no son una propiedad privada del rey, sino un
dominio público de la monarquía, sometido a la corona y que no puede ser
enajenado o entregado a otro señorío.
La legislación para las Indias se inspiro en la castellana y además ésta rigió en
América como supletoria. Más adelante, en 1503, se creo la Casa de
Contratación, para supervigilar el comercio y la navegación al Nuevo Mundo y en
1524 se creó el Consejo de Indias, órgano superior gubernativo, legislativo y
judicial de América, que tenía la misma jerarquía que el Consejo de Castilla. Sin
el asentimiento del Consejo de Indias, no estaría permitido ejecutar en
ultramar ninguna ley dictada por otro Consejo ni ninguna orden real.
1.- LA ENCOMIENDA:
La ley considera al indio como un incapaz relativo. En sus actos jurídicos, debía
comparecer mediante un representante que velaba por sus intereses.
Las razones que justificaron la creación de la encomienda fueron religiosas y de
orden político económicas. La razón religiosa: dar cumplimiento a los deseos del
Papado de que se evangelizaran las tierras de América, de acuerdo a la Bula Inter
Caetera de 1493. Razones político económicas: premiar a los conquistadores y
sus descendientes.
La encomienda consistía en el privilegio otorgado por el Rey a un benemérito de
las Indias para recibir por sí y su inmediato sucesor, el tributo que un grupo de
indios estaban obligados a pagar en su calidad de súbditos de la corona, con cargo
de cuidar del bien espiritual y temporal de los encomendados y de defender la
tierra del indio.
La encomienda era sólo una percepción de tributo y no implicaba la cesión de
tierras del indio ni la anulación de su libertad. El beneficio duraba sólo por dos
vidas: la del encomendero que lo había obtenido y su inmediato sucesor. Los
indios no quedaban (como los siervos medievales) adscritos a la tierra ni sujetos a
la jurisdicción del señor y con su trabajo libre percibían un salario y pagaban así el
tributo. Seguían siendo súbditos directos de la corona y ésta en cualquier
momento podía anular la concesión en caso de abuso del encomendero.
Sin embargo, la escasez de mano de obra y la necesidad de los españoles de
concurrir periódicamente a la guerra, hizo que los encomenderos, interesados en
asegurar el tributo del indio y en disponer de mano de obra en sus haciendas,
sustituyeran la percepción del impuesto por el trabajo personal del indio.
7.-La Enseñanza:
Desde los inicios de la conquista, el Cabildo de Santiago proporciona ayuda para
instituciones de escuelas primarias. Un grado más alto lo constituían las escuelas
de Gramática, en que se enseñaba gramática latina, filosofía y retórica. En 1578,
abrió una el clérigo Juan Blas y más adelante otras los dominicos y jesuitas.
La pobreza del país y la guerra permanente no permitían a España instalar en
Chile una Universidad, como en otros sitios de América (en 1551, en México y
Lima). El Papado suplió esta deficiencia estatal, concediendo en el siglo XVII a
los colegios dominicos y jesuitas de Santiago (Colegio de Santo Tomás y Colegio
Máximo de San Miguel) el rango de Universidades Pontificias, con lo cual pudieron
otorgar los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor en Filosofía y Teología. Para
estudiar Derecho, los chilenos tenían que viajar a Lima.
Los indios habían casi desaparecido en la región central, pero al Sur del Bío Bío
continuaban independientes. Periódicos “parlamentos” reglamentaban las
relaciones de paz entre el reino de Chile y Arauco (ejemplo: el de Negrete,
celebrado en 1793 por Ambrosio de O’Higgins).
El número de extranjeros radicados en Chile era muy reducido. En el curso del
siglo XVIII se establecieron algunos franceses y un número mayor de irlandeses
(ejemplo: Juan Mackenna y Ambrosio de O’Higgins, llegando el último a ocupar los
cargos administrativos más altos).
8.- La Educación:
Por iniciativa del Gobernador Ambrosio de O’Higgins, los Cabildos costearon
escuelas de primeras letras. La educación secundaria recibió un duro golpe con la
expulsión de los jesuitas. Para compensar el cierre en Santiago del Convictorio de
San Francisco Javier, en 1778 se fundó allí el Colegio de San Carlos.
En 1797, por la iniciativa de don Manuel de Salas, se fundó en Santiago la
Academia de San Luis, establecimiento de educación técnica, en el cual se
enseñaba geometría, aritmética y dibujo.
En 1713, el Alcalde Santiago don Francisco Ruiz de Berecedo propuso a la
Corona la fundación de una Universidad en la ciudad. En 1738, se dictó la orden
de erección de la Real Universidad de San Felipe, pero ella comenzó a funcionar
en 1758. En ella se enseñó derecho, teología, filosofía, matemáticas y medicina.
La Universidad de San Felipe contaba con las mismas facultades que las de Lima
y México: Teología, Filosofía, Derecho, Medicina y Matemáticas.
El local que albergó a la Universidad fue terminado en 1764. Ocupaba media
manzana, cuyo frontis daba a la calle Agustinas, el costado poniente a la de San
Antonio y la parte posterior a la calle del Chirimoyo, actual Moneda. El hecho de
carecer Buenos Aires de una Universidad y de no contar la que existía en Córdoba
de Tucumán de una Facultad de Derecho, trajo una afluencia continua de
estudiantes argentinos a Santiago. En 1810, doña Dolores Egaña, hija de don
Juan Egaña, se matriculó para estudiar Filosofía.