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Versión para público general


Inicio / Trastornos de los huesos, articulaciones y músculos / Enfermedades articulares

Artrosis
(Artritis degenerativa; artrosis; osteoartrosis)
Por Roy D. Altman, MD, Professor of Medicine, Division of Rheumatology and
Immunology, David Geffen School of Medicine at UCLA

La artrosis es un trastorno crónico asociado a alteraciones en el cartílago y los tejidos

circundantes, y se caracteriza por dolor, rigidez y pérdida de la función.

La artritis causada por la afectación del cartílago articular y los tejidos circundantes se
vuelve muy frecuente con el envejecimiento.

Son habituales el dolor, la hinchazón y el excesivo crecimiento óseo, así como rigidez
al despertarse o tras un periodo de inactividad, que desaparece al cabo de 30 minutos,
sobre todo si se mueve la articulación.

El diagnóstico se basa en los síntomas y en los resultados de las radiografías.

El tratamiento incluye ejercicios y otras medidas físicas, fármacos que alivian el dolor
y mejoran la función y, para alteraciones muy graves de la articulación, sustitución
articular u otro tipo de intervención quirúrgica.

La artrosis, el trastorno articular más frecuente, suele comenzar a edades comprendidas


entre los 40 y los 50 años y afecta en algún grado a casi todas las personas a partir de los 80
años de edad. Antes de los 40 años, los varones presentan artrosis con más frecuencia que
las mujeres, a menudo a consecuencia de traumatismos. Muchas personas presentan algún
signo de artrosis en las radiografías (con frecuencia ya a la edad de 40 años), aunque solo la
mitad de ellas tienen síntomas. Entre los 40 y los 70 años de edad, las mujeres presentan
este trastorno con una frecuencia superior a la de los varones. Después de los 70 años, el
trastorno se desarrolla en ambos sexos por igual.

La artrosis se clasifica como:


Primaria

Secundaria

La artrosis se clasifica como primaria (o idiopática) cuando la causa es desconocida (como


sucede en la gran mayoría de los casos). La artrosis primaria puede afectar solo a ciertas
articulaciones, como la rodilla, o a muchas de ellas.

En la artrosis secundaria la causa es otra enfermedad o patología, como:

Una infección

Una anomalía articular congénita

Un traumatismo

Un trastorno metabólico, por ejemplo, el exceso de hierro en el organismo


(hemocromatosis) o el exceso de cobre en el hígado (enfermedad de Wilson)

Un trastorno que ha lesionado el cartílago articular, por ejemplo, la artritis


reumatoide o la gota

Presentan un riesgo especial de artrosis algunas personas que fuerzan repetidamente una
articulación o un grupo de articulaciones, como los obreros de fundición, los granjeros, los
mineros del carbón y los conductores de autobús. El principal factor de riesgo para la
artrosis de rodilla es dedicarse a una ocupación que implique flexionar con frecuencia la
articulación. Curiosamente, los corredores de larga distancia no tienen un riesgo mayor de
desarrollar este trastorno, sin embargo, cuando la artrosis ya se ha desarrollado, este tipo
de ejercicio la empeora con frecuencia. La obesidad puede ser uno de los principales
factores en el desarrollo de la artrosis, en particular en la rodilla y especialmente en las
mujeres.

EDAD Y SALUD: ARTROSIS


Persisten muchos mitos sobre la artrosis. Por ejemplo, se suele pensar que es un componente inevitable del
envejecimiento, como lo son las canas y los cambios en la piel, que provoca poca discapacidad y que el
tratamiento no es efectivo.

La artrosis sí que se hace más frecuente con el envejecimiento. Por ejemplo, a medida que las personas
envejecen, aparecen los siguientes cambios:

El cartílago que recubre las articulaciones tiende a volverse más delgado.

Las superficies de una articulación pueden no deslizarse una sobre otra tan bien como lo hacían
antes.

La articulación puede ser un poco más susceptible a los traumatismos.

Sin embargo, la artrosis no es un componente inevitable del envejecimiento. No está causada simplemente
por el desgaste que se produce con los años de uso articular. Otros factores que influyen en su aparición
pueden ser un traumatismo único o repetitivo, una movilidad anormal, enfermedades metabólicas, una
infección de la articulación u otro trastorno articular.

Además, la artrosis con frecuencia causa invalidez al final de la vida.

Se dispone de tratamiento eficaz, consistente en medicamentos contra el dolor (analgésicos), ejercicios y


fisioterapia, y, en algunos casos, cirugía.

La afectación de los ligamentos también es común en el envejecimiento. Los ligamentos, que unen las
articulaciones, pierden elasticidad a medida que la persona envejece, haciendo que las articulaciones se
vuelvan tensas o rígidas. Esta alteración se debe a cambios químicos en las proteínas que constituyen los
ligamentos. En consecuencia, la mayoría de las personas se vuelven menos flexibles a medida que envejecen.
Los ligamentos suelen desgarrarse con mayor facilidad, y, cuando lo hacen, se curan más lentamente. Las
personas mayores deben hacer revisar su plan de ejercicios a un entrenador o a un médico para evitar los
ejercicios que puedan desgarrar los ligamentos.

A veces, el dolor causado por la artrosis no se puede aliviar con un simple analgésico, como el paracetamol
(acetaminofeno). Pueden ser necesarios analgésicos más potentes, tales como tramadol o, en raras ocasiones,
opiáceos. Sin embargo, estos medicamentos pueden causar confusión en las personas mayores. Los
antiinflamatorios no esteroideos (AINE) que se aplican con un ligero masaje sobre la piel de la articulación
afectada pueden ser una mejor opción para las personas mayores. Se absorbe menos cantidad de AINE, lo
que minimiza el riesgo de efectos secundarios.

Causas de la artrosis
Normalmente, las articulaciones tienen un grado de fricción tan bajo que están protegidas
del desgaste incluso después de años de uso habitual, de sobreutilización o de traumatismo.
La artrosis se produce con mayor frecuencia por un daño tisular. En un intento del
organismo por reparar una articulación dañada, se acumulan sustancias químicas en la
articulación y aumenta la producción de los componentes del cartílago, como el colágeno
(una proteína resistente y fibrosa del tejido conjuntivo) y los proteoglicanos (sustancias que
proporcionan elasticidad). A continuación, el cartílago se hincha debido a la retención de
líquido, con lo que se ablanda y se producen grietas en su superficie. Se forman pequeñas
cavidades en el hueso situado debajo del cartílago, debilitándolo.

El intento de los tejidos de reparar el daño conduce a un nuevo crecimiento de cartílago,


hueso y otros tejidos. El hueso crece excesivamente en los bordes de la articulación,
produciendo excrecencias óseas (osteofitos) que se pueden ver y palpar. Por último, la
superficie lisa y regular del cartílago se vuelve áspera y porosa, con lo que la articulación ya
no puede moverse suavemente y absorber impactos por más tiempo. Todos los
componentes de la articulación, es decir, el hueso, la cápsula articular (tejidos que
envuelven la mayoría de las articulaciones), la membrana sinovial (tejido que reviste la
cavidad articular), los tendones, los ligamentos y el cartílago, presentan varios fallos, con lo
que se altera la función articular.

Artrosis de la rodilla

Síntomas de la artrosis
Por lo general, los síntomas de artrosis se desarrollan gradualmente y al principio afectan
solo a una o pocas articulaciones. Las articulaciones de los dedos, la base de los pulgares, el
cuello, la zona lumbar, el dedo gordo del pie, la cadera y las rodillas se ven afectados
habitualmente.

El dolor, con frecuencia descrito como intenso y profundo, es el primer síntoma y, cuando
se presenta en las articulaciones de carga, suele empeorar con las actividades que implican
soportar el peso corporal (como permanecer de pie). En algunas personas, la articulación
puede estar rígida después de dormir o de cualquier otro periodo de inactividad, aunque la
rigidez suele desaparecer pasados 30 minutos, especialmente si la articulación se moviliza.

A medida que el trastorno va causando más síntomas, la articulación pierde movilidad y


finalmente pierde la capacidad de estirarse y doblarse por completo. El nuevo crecimiento
de cartílago, hueso u otros tejidos puede agrandar las articulaciones. Las superficies
irregulares de los cartílagos hacen que las articulaciones rechinen, chirríen y crujan al
movilizarlas, y se vuelven dolorosas a la palpación.

Las excrecencias óseas habitualmente se desarrollan en las articulaciones próximas a las


puntas de los dedos (los denominados nódulos de Heberden) o en las articulaciones de la
parte media de los dedos (los denominados nódulos de Bouchard).
En algunas articulaciones (como la de la rodilla), los ligamentos, que rodean y sostienen la
articulación, se estiran de tal modo que esta se vuelve inestable. De forma alternativa, la
cadera o la rodilla se vuelven rígidas y pierden amplitud de movimiento. Puede resultar
muy doloroso tocar o mover la articulación (sobre todo al estar de pie, al subir escaleras o al
caminar).

La artrosis afecta con frecuencia la columna vertebral. El dolor de espalda es el síntoma


más frecuente. Los discos o articulaciones dañados en la columna vertebral suelen causar
únicamente dolor leve y rigidez. Sin embargo, la artrosis en el cuello o en la zona lumbar
pueden provocar entumecimiento, dolor y debilidad en un brazo o una pierna si el excesivo
crecimiento óseo comprime algunos nervios. El crecimiento excesivo de hueso también
puede producirse dentro del conducto raquídeo en la zona lumbar de la columna (estenosis
raquídea lumbar), produciendo compresión sobre los nervios antes de su salida del
conducto raquídeo para ir hacia las piernas. Esto provoca dolor en las piernas después de
caminar, lo que sugiere erróneamente que la persona presenta una reducción del aporte de
sangre en las piernas (claudicación intermitente). En raras ocasiones, el crecimiento del
hueso comprime el esófago y dificulta la deglución.

La artrosis puede permanecer estable durante muchos años o bien evolucionar muy
rápidamente, aunque lo más frecuente es que progrese de forma lenta después de la
aparición de los síntomas. Muchas personas presentan algún grado de invalidez.

Los sujetos que tienen episodios de enrojecimiento, calor e inflamación articular deben ser
evaluados por un médico debido a que estos episodios no pueden estar producidos por la
artrosis y podrían ser el resultado de una infección o de gota.

Diagnóstico de la artrosis
Evaluación por un médico

Radiografía

El médico establece el diagnóstico de artrosis basándose en los síntomas característicos, la


exploración física, determinados análisis de sangre y las alteraciones de las articulaciones
en las radiografías (como el agrandamiento óseo y el estrechamiento del espacio articular).
Sin embargo, las radiografías no son muy útiles para la detección precoz de la artrosis ya
que no muestran los cambios en los cartílagos, que es donde se producen las alteraciones
más iniciales. Además, a menudo, los cambios observados en las radiografías no muestran
una correlación estrecha con los síntomas sufridos por la persona afectada. Por ejemplo,
una radiografía puede mostrar solo cambios mínimos en una persona con síntomas graves,
o una radiografía con numerosas alteraciones puede pertenecer a una persona que tiene
muy pocos síntomas, si es que tiene alguno.

La resonancia magnética nuclear (RMN) puede revelar cambios precoces en los cartílagos,
pero rara vez es necesaria para establecer el diagnóstico.

No existen análisis de sangre específicos para el diagnóstico de la artrosis, aunque


determinados análisis de sangre pueden ser útiles para descartar otros trastornos (como la
artritis reumatoide).
Si una articulación está inflamada, los médicos pueden adormecer el área inyectando un
anestésico y luego insertar una aguja en la articulación para extraer una muestra de líquido
sinovial. El líquido articular se analiza para determinar si se trata de artrosis o de otros
trastornos articulares, como infecciones o gota.

Tratamiento de la artrosis
Fisioterapia y terapia ocupacional

Fármacos o sustancias

Cirugía

Terapias suplementarias

Los principales objetivos del tratamiento son:

Aliviar el dolor

Mantener la flexibilidad articular

Optimizar la función articular general

Estos objetivos se logran principalmente mediante actividades físicas que implican


ejercicios de fuerza, flexibilidad, resistencia y rehabilitación (fisioterapia y terapia
ocupacional). Se enseña a las personas afectadas de qué modo la modificación de sus
actividades diarias puede ayudarles a convivir con la artrosis. El tratamiento adicional
incluye medicamentos, cirugía (para algunas personas), y nuevas terapias.

Medidas físicas

Ejercicios apropiados, entre los que se incluyen los de estiramiento, los de fortalecimiento y
los posturales, ayudan a mantener los cartílagos en buen estado, a aumentar la amplitud de
movilidad de la articulación y a fortalecer los músculos circundantes para que puedan
absorber mejor las cargas sobre la articulación. El ejercicio, a veces, consigue detener o
revertir la artrosis de la cadera y la rodilla. Los médicos recomiendan la realización de los
ejercicios en el agua (como en una piscina) porque el agua evita la carga sobre las
articulaciones.

Los ejercicios de estiramiento deben hacerse a diario.

El ejercicio debe equilibrarse con el reposo de las articulaciones doloridas durante unos
minutos (cada 4 a 6 horas a lo largo del día), aunque la inmovilización de una articulación
es probable que empeore la artrosis en vez de mejorarla.

Los síntomas empeoran con el uso de sillas, tumbonas, colchones y asientos de automóvil
demasiado blandos.

Debe evitarse también poner almohadas debajo de las rodillas al reclinarse, ya que hacerlo
puede provocar tirantez en los músculos de la cadera y de la rodilla. (Esta recomendación
contrasta con la recomendación de que las personas con dolor lumbar y ciática se pongan
una almohada entre las rodillas. En estas personas, el uso de la almohada alivia la tensión
localizada en la zona lumbar y en la cadera ver ¿En qué consiste la ciática?).

Con frecuencia se recomienda a las personas afectadas adelantar el asiento del automóvil,
utilizar sillas de respaldo recto con asientos relativamente altos (como las de cocina o las de
comedor), dormir en colchones firmes y con tableros en la cama (disponibles en muchas
tiendas de antigüedades) y calzar zapatos con buen apoyo o zapatillas deportivas.

Los elevadores del asiento del inodoro pueden facilitar ponerse de pie y hacer que sea
menos incómodo en personas que tienen artrosis dolorosa de las rodillas o las caderas,
sobre todo si tienen los músculos débiles.

¿SABÍAS QUE...?

Las personas que tienen artrosis que afecta a la parte posterior no deben poner almohadas debajo de
sus rodillas cuando estén descansando, ya que hacerlo puede causar rigidez de los músculos de la
cadera y de la rodilla.

Los ejercicios específicos para la artrosis de la columna vertebral son útiles y, cuando el
dolor es intenso, pueden requerirse corsés ortopédicos para la espalda. Entre los ejercicios
hay que incluir tanto ejercicios para el fortalecimiento muscular como ejercicios aeróbicos
de bajo impacto (como caminar, nadar y montar en bicicleta). En la medida de lo posible,
las personas afectadas han de mantener su vida cotidiana y realizar sus actividades
habituales, tanto de ocio como laborales. Sin embargo, hay que adaptar la actividad física,
evitando tener que agacharse, lo que agravaría el dolor artrósico.

La fisioterapia y la terapia ocupacional pueden ser útiles, con frecuencia asociadas a


terapia con calor.

La realización de ejercicios de amplitud de movimiento en agua caliente es


beneficiosa porque el calor mejora la función de los músculos al reducir la rigidez y el
espasmo muscular.

Para disminuir el dolor debido al empeoramiento temporal de la artrosis en una


articulación se aplica frío.

Las plantillas para el calzado (ortopédicas) reducen el dolor al caminar.

Son útiles los masajes realizados por fisioterapeutas cualificados y la aplicación de


calor intenso con diatermia o ultrasonidos.

CONVIVIR CON LA ARTROSIS


Ejercitar suavemente las articulaciones afectadas (realizando ejercicio en una piscina, si es posible,
utilizando la bicicleta estática o caminando).

Someterse a acupuntura o a masajes en las articulaciones afectadas y a su alrededor (estas medidas


han de ser llevadas a cabo por un terapeuta experimentado).

Aplicar una almohadilla caliente o una toalla tibia y húmeda sobre las articulaciones afectadas.

Evitar ganar peso en exceso (con el fin de no aumentar la carga sobre las articulaciones), o perderlo si
se tiene sobrepeso.

Utilizar dispositivos especiales siempre que sea necesario (por ejemplo, bastón, muletas, andador,
collarín para el cuello o soporte elástico de rodilla para proteger las articulaciones del sobreesfuerzo,
o la colocación de un asiento bien sujeto y seguro en la bañera para evitar un exceso de esfuerzo
durante el baño).

Utilizar zapatos con buen apoyo o calzado deportivo.

Fármacos

Los fármacos se utilizan como complemento del ejercicio y de la fisioterapia. Pueden


emplearse individualmente o en combinación y no alteran directamente el curso de la
artrosis. Se utilizan para reducir los síntomas y permitir una actividad diaria más normal.

Un simple fármaco para aliviar el dolor (analgésico), como el paracetamol (acetaminofeno),


tomado antes de realizar actividades que causan malestar, o bien tomado de forma regular
para aliviar un malestar articular más constante, puede ser suficiente para el dolor leve o
moderado. Aunque los efectos secundarios no son frecuentes, los enfermos no deben tomar
paracetamol en dosis superiores a las recomendadas. Si se está en tratamiento con
paracetamol es necesario asegurarse de que no se toma al mismo tiempo alguno de los
numerosos medicamentos de venta libre que contienen paracetamol.

A veces, sin embargo, puede requerirse un analgésico más potente, como el tramadol o, en
raras ocasiones, opiáceos.

De forma alternativa, puede administrarse un antiinflamatorio no esteroideo (AINE) para


disminuir el dolor y la hinchazón. Los AINE reducen el dolor y la inflamación en las
articulaciones y pueden utilizarse en combinación con otros analgésicos. Los AINE también
vienen como formulación en gel y en crema, pueden aplicarse sobre la piel mediante un
ligero masaje (como el gel de diclofenaco 1%) en las articulaciones de las manos y las
rodillas, lo cual puede ayudar a aliviar los síntomas. Sin embargo, cuando se utilizan los
AINE durante largo tiempo, el riesgo de efectos secundarios graves es mayor que con el
paracetamol (acetaminofeno).

A veces son necesarios otros analgésicos. Por ejemplo, puede aplicarse directamente en la
piel sobre la articulación una crema hecha a partir de pimienta roja (o pimienta de cayena),
cuyo principio activo es la capsaicina. La duloxetina, un tipo de antidepresivo tomado por
vía oral, reduce el dolor causado por la artrosis.

Los relajantes musculares (normalmente a dosis bajas) alivian en algunos casos el dolor
debido a la distensión muscular que se produce al intentar sostener las articulaciones
afectadas por la artrosis. En las personas mayores, sin embargo, suelen causar más efectos
secundarios que alivio.

Si una articulación se inflama, se hincha y duele de repente, puede ser necesario extraer la
mayoría del líquido del interior de la articulación e inyectar una formulación especial de
cortisona directamente en el espacio articular. Este tratamiento proporciona a algunas
personas un alivio temporal del dolor y un aumento de la flexibilidad de la articulación;
pero no deben realizarse inyecciones de cortisona demasiado a menudo, ya que la
articulación podría dañarse.

En algunas personas, el dolor se alivia de forma moderada durante periodos prolongados


de tiempo mediante una serie de 1 a 5 inyecciones semanales de ácido hialurónico (una
sustancia similar al líquido sinovial normal) en el interior de la articulación de la rodilla.
Estas inyecciones no deben administrarse con una frecuencia superior a 6 meses. Las
infiltraciones articulares con ácido hialurónico son menos eficaces en personas con artrosis
grave.

Varios suplementos nutricionales (como el sulfato de glucosamina y el condroitinsulfato) se


están analizando para valorar su potencial en el tratamiento de la artrosis. Hasta ahora, los
resultados son desiguales y el potencial beneficio del sulfato de glucosamina y del
condroitinsulfato no está claro. No hay indicios claros de que otros suplementos
nutricionales funcionen.

¿Sabías que...?

El paracetamol (acetaminofeno) casi siempre se prefiere a los antiinflamatorios no


esteroideos (AINE) para el tratamiento inicial de la artrosis, ya que suele ser igual de
eficaz y más seguro.

Cirugía

Cuando todos los demás tratamientos no han sido eficaces para aliviar el dolor o mejorar la
función articular, puede recurrirse al tratamiento quirúrgico. Algunas articulaciones, sobre
todo la cadera (ver figura Reparación de una cadera fracturada) y la rodilla (ver figura
Sustitución de rodilla), pueden ser sustituidas por una prótesis articular. La sustitución
suele dar buenos resultados, mejorando casi siempre la movilidad y la función y
disminuyendo el dolor de forma espectacular. Por ello, debe plantearse la sustitución de la
articulación por una prótesis cuando el dolor es intratable y la función articular queda
limitada. Como la prótesis articular no dura para siempre, en las personas jóvenes la
sustitución articular se pospone con frecuencia el mayor tiempo posible para minimizar el
riesgo de tener que repetir las sustituciones. Si ningún otro tratamiento ha resultado eficaz,
pueden llevarse a cabo procedimientos quirúrgicos para ayudar a aliviar los síntomas de la
artrosis en la espalda o en el cuello, sobre todo la compresión del nervio.
Se han utilizado una gran variedad de métodos en personas jóvenes con artrosis (con
frecuencia debida a un traumatismo) para restablecer las células dentro del cartílago y
ayudar así a curar pequeños defectos del mismo. Sin embargo, todavía no se ha
comprobado la eficacia de estos métodos cuando los defectos del cartílago son extensos,
como suele ocurrir en las personas mayores.

Sustitución de rodilla

La articulación de una rodilla dañada por artrosis puede ser sustituida por una prótesis
articular. Después de administrar anestesia general, el cirujano hace una incisión sobre la
rodilla dañada. La rótula puede ser retirada, y los extremos del fémur y de la tibia se
suavizan para que las partes de la articulación artificial (prótesis) se puedan unir más
fácilmente. Una parte de la prótesis articular se introduce en el fémur y otra en la tibia, y
luego se cimentan en su sitio.

Terapias suplementarias

También pueden aplicarse medidas adicionales para aliviar el dolor. Entre estos factores se
incluyen los siguientes:

Masajes

Almohadillas térmicas

Pérdida de peso (ver Obesidad : Tratamiento)

Acupuntura

Neuroestimulación eléctrica transcutánea (TENS, por sus siglas en inglés, ver


Estimulación eléctrica).

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