Es obvio que Salomón creía en Dios, aun durante el tiempo cuando
buscaba satisfacción. Se refiere a Él nada menos que cuarenta veces en Eclesiastés. El hombre debajo del sol puede saber que hay un Dios. Como nos recuerda Pablo en Romanos 1:20:
«Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa».
La creación hace que la existencia de Dios sea obvia. Salomón, el
hombre más sabio que haya vivido jamás, buscando la verdad con su propia mente, supo reconocer la realidad de un Ser Supremo.
La necesidad de Eclesiastés
Inevitablemente surge la pregunta: ¿Por qué quiso Dios incluir en la
Biblia un libro que nunca se eleva por encima del sol? Ante todo, el libro fue incluido para que nunca nadie tenga que repetir la triste experiencia de Salomón, buscando satisfacción donde no se puede encontrar.
El hombre natural, instintivamente piensa que puede hacerse feliz
con posesiones, placer y viajes por un lado, o con drogas, alcohol e indulgencia sexual por el otro. Pero el mensaje de este libro es que alguien mucho más sabio y rico que lo que cualquiera de nosotros llegaremos a ser, ha probado y fracasado. Así que podemos ahorrarnos el gasto, la angustia, frustración y desengaño mirando por encima del sol al Único que puede satisfacer, el Señor Jesucristo.
“Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque este es el
todo del hombre”. Es necesario acudir a Cristo para aprender a hacerlo de modo eficaz, y para aprender lecciones más sublimes para las cuales este primer paso prepara el camino. ECLESIASTÉS
La Búsqueda de Salomón
A cierta altura de su vida, Salomón se propuso encontrar el
verdadero sentido de la existencia humana. Estaba resuelto a descubrir la buena vida. Ricamente dotado de sabiduría y cómodamente protegido con riquezas, el rey Salomón pensó que si había alguien capaz de encontrar satisfacción duradera, ése sería él.
Pero había una condición auto impuesta en la búsqueda de Salomón,
la cual consistía en que él iba a hacerlo solo, por sí mismo. Esperaba que su propio intelecto le capacitaría para descubrir cómo realizarse en la vida. Sería la exploración de un hombre sin la ayuda de Dios. Iba a buscar lo mejor de la vida: «debajo del sol».
Las Conclusiones de Salomón
La búsqueda de Salomón para hallar sentido terminó con la
deprimente conclusión de que todo es «vanidad y correr tras el viento». Hasta donde él había podido llegar, sencillamente no valía la pena esforzarse en la vida. No era capaz de encontrar realización o satisfacción duradera. A pesar de toda su riqueza y sabiduría, fracasó en su búsqueda de la buena vida.
Y, por supuesto, su conclusión fue acertada. Si uno nunca eleva su
pensamiento por encima del sol, la vida es un ejercicio de futilidad, es algo que no tiene sentido. Todo lo que el mundo ofrece, todo junto, no puede satisfacer el corazón humano. Fue Pascal quien dijo: «Hay un vacío en forma de Dios en el corazón del hombre». Y San Agustín observó: «Tú nos has creado, oh Señor, para Ti, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que repose en Ti».
La experiencia de Salomón anticipó la verdad de las palabras del
Señor: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed» (Juan. 4:13). El agua de este mundo no puede dar satisfacción duradera.