Professional Documents
Culture Documents
Rosario, 2010
ÍNDICE
Presentación......................................................................................................... 9
Andrea REGUERA
Estudio Preliminar: La experiencia del reconocimiento.
Las miradas de los viajeros y las representaciones de los viajes......................... 15
Imágenes y representaciones
Maria Cristina BOHN MARTINS
Cartografías de la selva. La Condamine y su
relación sobre la América Meridional.................................................................. 29
Susana BANDIERI
Explorar para conocer, conocer para dominar.
Dibujar una nación que incluya a la Patagonia: el caso de
Francisco Pascasio Moreno.................................................................................. 63
Guillermina JACINTO
Imágenes territoriales. La reconstrucción
de los lugares a través de la mirada del viajero................................................... 79
Identidad y alteridad
Beatriz VITAR
Francia y Centro-europa en la mirada de un científico español:
los “viajes minero-metalúrgicos” de Lorenzo Gómez Pardo (1829-1834).......... 93
Christian KUPCHIK
Sopa paraguaya. Viaje por el pan de la utopía..................................................... 133
8 Imágenes en plural
E
ste libro reúne algunos estudios que, en sus avances preliminares, fueron
puestos a discusión en el 3° Encuentro La problemática del viaje y los viaje-
ros: América latina y sus miradas. Imágenes, representaciones e identidades,
que se llevó a cabo en la ciudad de Tandil del 14 al 16 de agosto de 2008, organizado
en forma conjunta por el Nodo ISHIR CESAL (CONICET/UNCPBA) y la Escuela
de Historia de la Universidad Nacional de Rosario. En este sentido, queremos agra-
decer al CONICET, a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica,
a la Facultad de Ciencias Humanas y a la Secretaría de Ciencia, Arte y Tecnología
de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires por haber
apoyado este Encuentro.
El denominador común de todos estos estudios es la pluralidad de imágenes
que nos aportan. Para ello, hemos dividido el libro en dos secciones, una deno-
minada Imágenes y representaciones y otra, Identidad y alteridad con un estudio
preliminar a cargo de Andrea Reguera sobre La experiencia del reconocimiento.
Las miradas de los viajeros y las representaciones de los viajes. En este estudio
preliminar, Reguera nos plantea que cada relato nos presenta una determinada for-
ma de leer y mirar el mundo y, en su materialización, se expresa una pluralidad de
imágenes conocidas y reconocidas que, en su articulación, construye una represen-
tación, como resultado de un acto de memoria. Por ello, es necesario deconstruir
las imágenes en sus elementos constitutivos, ya que están cargadas de significados
y temporalidades y, al momento de ser elaboradas, se conjugan en la mente de su
creador para componer una determinada representación. Escribir un viaje es una
práctica cultural que moviliza referencias de todo tipo, impulsadas por la expe-
riencia y filtradas por la escritura.
Imágenes y representaciones
El primer trabajo, Cartografías de la selva. La Condamine y su relación sobre
la América Meridional de María Cristina Bohn Martins, se ocupa de analizar la
Relación que, sobre la América Meridional, escribió Jean Marie de La Condamine
en 1745 a su regreso de la llamada “expedición geodésica hispanoamericana”, que
partió de Francia en 1735 rumbo al Virreinato del Perú. La Condamine fue pro-
tagonista y vocero de ese proyecto de cooperación internacional, como lo llama
su autora, que reunió a varios científicos y académicos franceses y a los capitanes
españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes viajaron con el fin de resguardar
del conocimiento de otras potencias extranjeras, en este caso Francia, las riquezas
que contenían las colonias de la Corona española en América. El viaje de regreso,
10 Imágenes en plural
Identidad y alteridad
En esta sección, el primer texto que nos convoca es el de Beatriz Vitar, Francia
y Centro-europa en la mirada de un científico español: los “viajes minero-meta-
lúrgicos” de Lorenzo Gómez Pardo (1829-1834), quien, a través de los viajes de
este farmacéutico e ingeniero en minas, nos pone en contacto con una serie de
cuadernos titulados por él mismo “Viajes minero-metalúrgicos”, que contienen
no sólo abundante información científico-técnica (en los campos de la minería
y la metalurgia) sino también los ingredientes propios de la literatura de viajes:
descripciones del paisaje natural y urbano bajo el influjo de la visión romántica,
notas costumbristas, anécdotas y leyendas, datos históricos de los sitios visitados,
encuentros con personajes de variada índole, etc., etc.. Relatos todos susceptibles
de múltiples miradas en cuanto a las peculiaridades del yo narrativo y a la per-
cepción de la alteridad. La modalidad del quehacer científico, cuyos antecedentes
se encuentran en el siglo de la Ilustración (prolífero en cuanto a expediciones de
naturalistas europeos), según Vitar, constituyó pues uno de los elementos definito-
rios de la identidad científico-profesional instaurada como modelo en los tiempos
de Gómez Pardo.
Los cuadernos de viajes de Gómez Pardo podrían ser clasificados dentro de
la llamada literatura de “frontera”, en la que el sujeto narrador se sitúa entre dos
mundos, el propio y el ajeno. En el primero actúan combinadamente “varias” iden-
tidades: su identidad colectiva, personal, ideológica, estética y hasta académica,
que se conjugan para formar el marco de referencia de su interpretación de la alte-
ridad a lo largo de la experiencia viajera. Frente a esta individualidad en tránsito,
en el relato emerge la propia alteridad del viajero; éste es siempre el extranjero,
rasgo intrínseco a su condición itinerante. A partir de esta condición, se abren nu-
merosos matices y espacios de análisis: el de las identificaciones, la aceptación o
el rechazo, o las referencias estereotipadas. Otro campo abordado por Vitar, y que
incumbe a la alteridad, son los préstamos lingüísticos. La lengua simboliza uno
de los aspectos más representativos de la alteridad. También el viaje implica el
Presentación 13
Estudio preliminar
Andrea REGUERA
L
os relatos de viajes, materializados para su narración personal y descrip-
ción objetiva en libros literarios bajo la forma de “relaciones”, “cartas”,
“diarios”, “apuntes” o “notas”, son el resultado de un acto de memoria que
los viajeros realizan para representar las cosas del pasado. Es una construcción
compleja que requiere de sucesivas reconstrucciones y que, bajo el uso de la pri-
mera persona y el marco de los parámetros colectivos del presente vivo, permite
ofrecer al público el reconocimiento de otra realidad.
Esa realidad, en el siglo XVIII, giró en torno al ideal del conocimiento por
la experiencia, la recolección de datos y la clasificación de las especies. El viaje-
ro dieciochesco es la exaltación del explorador por excelencia, el descubridor, el
conquistador, el portador de los valores europeo-occidentales. El siglo XIX, por
el contrario, se nutre de avances tecnológicos que permiten un desplazamiento
mucho más rápido, tanto en el tiempo como en el espacio. Y el exotismo de otrora,
se convierte en un creciente relativismo cultural que exalta las diferencias más
que las semejanzas entre un uno civilizado y un otro bárbaro. Los datos concretos
sobre geología, latitudes y longitudes, condiciones climáticas, flora, fauna, recur-
sos naturales, dejan lugar a miradas románticas sobre la naturaleza y los paisajes
vírgenes y agrestes e impresiones introspectivas sobre tipos y costumbres criollos.
Por último, en el siglo XX, la subjetividad gana terreno para asumir la forma de
testimonios objetivos que cuentan una experiencia personal.
1 Paul RICOEUR, “L’écriture de l’histoire et la représentation du passé”, Annales HSS, vol. 55, n° 4,
París, 2000, pp. 731-747. También, Henri LEFEBVRE, La presencia y la ausencia. Contribución
a la teoría de las representaciones, México, FCE, 1983 (1ª ed. en francés 1980); François HAR-
TOG, El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro, Buenos Aires, FCE, 2002
(1ª ed. en francés 1980); y Roger CHARTIER, El mundo como representación. Historia cultural:
entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa Editorial, 1992.
16 Imágenes en plural
Pero así como, para Daniel Roche,4 todos los relatos desplazan los horizontes
del pensamiento y construyen una geografía intelectual, que es la de Europa, la del
mundo…, estos textos también tienen sus límites. Por un lado, el individualismo
extremo del relato, que plantea el problema de la utilización del testimonio y de
aquello que se busca, esto es la mirada del viajero, la calidad de lo que escribe,
el tipo de información que recoge, la imagen de la realidad que presenta o que
representa para diversos fines. Por otro, la complejidad de este tipo de género,
cuya estructura se organiza en base a la capitalización de imágenes materiales e
intelectuales y que genera una memoria acumulativa.
En este sentido, la producción es amplia, diversa y variada, según orden cro-
nológico, países recorridos, y temáticas abordadas.5 Desde la más remota Antigüe-
dad, los relatos de viajes han alimentado la imaginación y nutrido el conocimiento.
Algunos mezclan la descripción de hechos reales con invenciones fabulosas o
sobrenaturales. En el medioevo y el renacimiento esta categoría perduró y en ella
se pueden incluir el Libro de las Maravillas de Marco Polo y el Viaje de Ultramar
de John Mandeville. Luego, aparecen las compilaciones como las Cosmografías
o Imagen del Mundo, como la del cardenal Pierre d’Ailly y su Imago Mundi, un
inventario del conocimiento sobre todos los países y pueblos de la tierra.
La primera gran oleada de viajes modernos es la de finales del siglo XV y
principios del siglo XVI, alcanzando su florecimiento en los siglos XVIII y XIX.
“En la multisecular y alucinante historia de los viajes, dice Edmundo O’Gorman,6
que ha realizado el hombre bajo los impulsos y apremios más diversos, el que em-
prendió Colón en 1492 luce con un esplendor particular. No sólo se ha admirado la
osadía, la inmensa habilidad y tesón del célebre navegante, sino que el inesperado
desenlace le ha añadido tanto lustre a aquel legítimo asombro, que la hazaña se ha
convertido en el más espectacular de los acontecimientos históricos”.
Para Todorov (1993: 93-98) es posible categorizar los tipos de viajes por su
“naturaleza”, así tendremos, por un lado, el viaje material y el viaje espiritual, y
4 Daniel ROCHE, Humeurs vagabondes. De la circulation des hommes et de l’utilité des voyages,
París, Fayard, 2003, p. 20.
5 El campo es vasto. Por mencionar sólo algunas referencias, véase, entre otros, Tzvetan TODO-
ROV, Las morales de la historia, Barcelona, Paidós, 1993, pp. 91-102 (1ª ed. en francés 1991)
y Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana, Buenos Aires, Siglo XXI Editores,
2003 (1ª ed. en francés 1989); ROCHE, Humeurs vagabondes…, ob. cit., pp. 21-45. También,
Jospeh M. FARRE, Françoise MARTÍNEZ e Itamar OLIVARES (dirs.), Hommes de science et
intellectuels européens en Amérique Latine, París, Manuscrit-Université, 2005; Manuel LUCENA
GIRALDO y Juan PIMENTEL (eds.), Diez estudios sobre literatura de viajes, Madrid, CSIC,
2006 y Sandra FERNÁNDEZ, Patricio GELI y Margarita PIERINI (comps.), Derroteros del viaje
en la cultura: mito, historia y discurso, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2008.
6 Edmundo O’GORMAN, El proceso de la invención de América, México, FCE, 1998, p. 10 (1ª ed.
1958).
18 Imágenes en plural
por el otro, al interior de un mismo texto, la relación entre viaje interior y viaje
exterior. Con el advenimiento de la modernidad, la articulación entre viajes espi-
rituales y materiales se modificó. Ahora, la oposición concierne más al “empleo”
que se hace de ellos que a su “naturaleza”. Así, en lugar de un viaje espiritual se
habla de un relato alegórico, el viaje no es más que un pretexto escogido por el
autor para expresar sus opiniones. Por otro lado, los románticos, para oponerse al
término alegoría, hablaron de tautegoría, que no dice más que ella misma, por lo
que en realidad debería llamarse impresionismo. En esa transición, ubica a F. R. de
Chateaubriand, quien hizo dos viajes, uno a Occidente, América del Norte, y otro
a Oriente, Atenas, Jerusalén, Egipto y Túnez. Consideró a uno, la “naturaleza”,
opuesto al otro, la “cultura”. Para Todorov, la oposición más significativa reside en
el género de los relatos, el de América es alegórico y el de Oriente, impresionista.
La finalidad, en parte, de todos ellos es la misma, obras útiles, instructivas y
placenteras. Imposible, por el momento, de catalogar; sin embargo, es posible con-
siderar que los dos centros dinámicos por excelencia a nivel editorial fueron París
y Londres,7 en especial durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, adquiriendo
importancia no sólo los relatos de viajes en sí y, en algunos casos, sus numerosas
y sucesivas ediciones y traducciones, sino los catálogos, ensayos y tratados sobre
viajes y viajeros; en tanto que en el siglo XX, adquieren importancia, de una ma-
nera diferente a la que la tuvieron en los siglos precedentes, los Diccionarios que,
por orden alfabético, reúnen a todos los viajeros de los que se tenga conocimiento
e información, clasificándolos por nacionalidad, con una breve reseña biográfica,
itinerarios efectuados y obras editadas. También es posible reunir las obras de los
distintos viajeros por Bibliografías, referidas a una determinada región, país o
continente, o en Compendios sobre una determinada temática (las más comunes
son las de los naturalistas, botánicos, zoólogos, geógrafos o marinos), o Coleccio-
nes bajo determinados títulos que ofrecen obras raras de encontrar o desconocidas
para el público hasta ese momento, o finalmente traducidas a la lengua vernácula,
y Guías de Viaje que resaltan los sitios patrimoniales de interés cultural y natural.
Muchas de estas Guías instruían, en el siglo XVIII, a los viajeros que se aven-
turaban más allá de su propio terruño y les aconsejaban sobre varios temas do-
mésticos. Toda esta bibliografía conforma un gran corpus documental que admite
numerosos fraccionamientos y abordajes en función de los intereses y objetivos.
7 En Inglaterra se comenzaron a editar revistas que aparecían todos los meses y que se ocupaban de
literatura de viajes. En 1829, se fundó en Francia La Revue de Deux Mondes que publicó novelas
y obras en verso de los principales escritores.
La experiencia
Estudio
del reconocimiento
preliminar 19
II
A través de los relatos de viajes es posible hacer una lectura comparativa de situaciones
políticas, tipos sociales, usos y costumbres, ciudades capitales, instituciones, etc., etc.,
a fin de observar, en la larga duración, por un lado, determinadas transformaciones cul-
turales y, por el otro, una generalidad unificada de valores a escala occidental que, bajo
el discurso de la “civilización”, esconde jerarquías relativas en su contenido nacional y
particularidades en sus límites regionales. Esta confrontación a la que se ven expuestos
los viajeros, produce siempre un cambio de perspectiva, aunque se mantenga, en espe-
cial a partir de la modernidad, la forma dominante y superior del “ver europeo” sobre
otras partes del mundo, sea Europa Oriental, Asia, África o América.
Un gran campo del saber comienza a formarse. Por un lado, la modernidad cons-
truye al individuo y, por el otro, elabora identidades colectivas. En la base de esta cons-
trucción individual y de contrastes culturales, se encuentran la alteridad y la diferencia.
Todo viaje es confrontación con los otros diferentes y ocasión de instrucción, dice
Daniel Roche (2003: 160). Todos los hábitos y costumbres son entonces válidos. Pero
este relativismo extremo es insostenible, pues siempre se emiten juicios de valor. Sólo
que estos valores no son presentados como valores universales sino que el universa-
lismo se reduce al propio individuo, al etnocéntrico. Y el interés por el otro, sólo sirve
como reafirmación de lo propio a título de argumento o de ejemplo. El relativismo
radical es una ilusión, pero no por ello debemos volver a un universalismo que ignora
la pluralidad de las culturas y las aspiraciones igualitarias de los individuos (Todorov,
1993: 73). La necesidad de articulación entre ambas nos conduce a rechazar toda di-
cotomía inútil para formular juicios de valor diferenciados, unas veces en nombre del
criterio de conveniencia local y otras en función de una moral universal.
En esta confrontación de encuentros, muchas veces vagos y pasajeros, sin
embargo, surgen rechazos y prejuicios que adoptan una forma estereotipada de
revelar los caracteres nacionales.8 En lugar de poner al descubierto la unidad de
la naturaleza humana, manifiesta la ininteligibilidad de lo diverso, que asocia un
comportamiento específico a un determinado lugar. Y cuando la universalidad cul-
tural pone en entredicho esta caracterología geográfica, el enunciado categórico
de que “el hombre es un producto de su medio”, dice Daniel Roche (2003: 425),
hace que el estereotipo haya nacido para perdurar. Por medio de ellos, lo que
9 Antonello GERBI, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900, México,
FCE, 1960 (1ª ed. en italiano 1955).
La experiencia
Estudio
del reconocimiento
preliminar 21
elaboración de una imagen más rica, compleja y elaborada que, en algunos momen-
tos, llegó a protagonizar una verdadera polémica –“Naturaleza”/“Civilización”,
“República”/“Monarquía”, “Futuro/Pasado”, “Libertad”/“Orden” (Gerbi, 1960:
504). En este sentido, se pregunta Mary Louise Pratt,10¿es posible vislumbrar, a
través de los libros de viajes escritos por europeos sobre espacios no europeos,
el expansionismo euro-imperialista? Una buena mayoría de ellos fueron escritos
por encargo de empresas comerciales, cuyo interés fundamental era estudiar y ex-
plorar las condiciones naturales de los nuevos territorios para expandir el capital.
¿Acaso esto significa una nueva visión de América?
En este sentido, podríamos decir, junto a M. L. Pratt, que, simbólicamente a
partir de la obra de Alexander von Humboldt, se reinventa América del Sur.11 Améri-
ca aparece como objeto de conocimiento, como el nuevo interés del expansionismo
europeo y la necesidad de legitimar ese expansionismo como “empresa de civiliza-
ción”. En este sentido, Hegel, desde su estrado universitario en Alemania, saludaba
a los ingleses por haber “asumido la pesada responsabilidad de ser los misioneros
de la civilización del mundo”.12 Gran Bretaña, dueña de una importante flota y con
exceso de capitales, se convirtió materialmente en la pionera de la expansión.
La razón debe gobernar al mundo, y la mejor encarnación de la razón es
la ciencia, decían los enciclopedistas.13 La revolución científica que experimentó
Inglaterra en el siglo XIX, aunado a una serie de factores que provenían del siglo
anterior, como la liberación de la ciencia de la tutela religiosa y el surgimiento
de la historia natural como estructura de conocimiento, aceleró el expansionismo
europeo, consagrando a Gran Bretaña como la nueva reina de los mares y el co-
mercio e inaugurando una nueva fase territorial del capitalismo, impulsada por la
búsqueda de materias primas para acrecentar el intercambio comercial y de nuevos
espacios donde colocar el excedente de producción e invertir capital.14
10 Mary Louise PRATT, Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Bernal, Editorial
de la Universidad Nacional de Quilmes, 1997 (1ª. ed. en inglés 1992). Véase también, Ricar-
do SALVATORE (comp.), Culturas imperiales. Experiencia y representación en América, Asia y
África, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2005.
11 Alexander Von Humboldt inaugura una nueva forma de relato de viaje que no es la mamotrética
obra memorialista, tradicional y monótona de relatos anteriores, como las relaciones marítimas
del capitán James Cook, sino una obra que, por su estilo literario e información erudita amenizada
con espíritu humanitario, se convierte en obligada obra de consulta. Adolfo PRIETO, Los viajeros
ingleses y la emergencia de la literatura argentina, 1820-1850, Buenos Aires, FCE, 2003, p. 18.
12 Ibid., p. 23.
13 TODOROV, Las morales…, ob. cit., p. 13.
14 Hemos tratado este tema en, “América a través de sus viajes. El expansionismo como empresa
de civilización. Los relatos de viajeros en el siglo XIX”, en S. Fernández, P. Geli y M. Pierini
(comps.), Derroteros del viaje…, ob. cit., pp. 195-203.
22 Imágenes en plural
III
Todo relato comienza con la justificación del viaje, los preparativos materiales
y la organización de la expedición –itinerario, lugares de interés, contactos de
referencia, distribución del tiempo, etc. Cada relato nos presenta una determinada
forma de leer y mirar el mundo y, en su materialización, se expresa una pluralidad
de imágenes conocidas y reconocidas que, en su articulación, construye una repre-
sentación. Escribir un viaje es una práctica cultural que moviliza referencias de
todo tipo, impulsadas por la experiencia y filtradas por la escritura (Roche, 2003:
145). Las imágenes pueden ser de distinto tipo, las mentales, son las que uno se
representa a través de la lectura de los textos de viaje, y las visuales, entre ellas
tenemos las impresas (xilografías, litografías, acuarelas, grabados, etc.), propias
de los siglos XVI a XIX, y las fotográficas de los siglos XIX y XX, que ilustraron
muchos de los libros de viajeros.15 Cualesquiera que ellas sean, ofrecen testimonio
de algunos aspectos de la realidad social y manifiestan las impresiones y sen-
saciones de quien las elaboró bajo distintas formas de expresión. Las imágenes
explícitas dan testimonio de aquello que no se puede expresar con palabras o, por
el contrario, reafirman lo que sí se expresó a través de ellas.
Muchas producciones, incluso, son consideradas primeras expresiones de un
arte nacional, destacándose, en el Río de la Plata del siglo XIX, las acuarelas y
producciones litográficas de Emeric Essex Vidal (1820), César Hippolyte Bacle
(1835) o León Pallière (1864),16 que documentan escenas, costumbres y persona-
jes, tanto de la vida urbana como rural.
Las imágenes tienen por objeto, fundamentalmente, comunicar, dice Peter
Burke,17 de manera rápida, clara y simple, los detalles de un proceso complejo
que, si se describiera en un texto, se haría de un modo más impreciso. Para ello, es
necesario interpretar las imágenes, a fin de identificar sus significados culturales.
15 Sobre la imagen como documento histórico, véase Peter BURKE, Visto y no visto…, ob. cit.. Tam-
bién, sobre los testimonios visuales del pasado, véase GINZBURG, Mitos, emblemas…, ob. cit.;
Serge GRUZINSKI, La guerra de las imágenes, De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-
2019), México, FCE, 1999; José Emilio BURUCÚA, Corderos y elefantes. La sacralidad y la risa
en la modernidad clásica –siglos XV a XVII–, Buenos Aires, UBA/Miño y Dávila Editores, 2001;
Marta PENHOS, Ver, conocer, dominar. Imágenes de Sudamérica a fines del siglo XVIII, Buenos
Aires, Siglo XXI Editores, 2005.
16 Emeric Essex VIDAL, Picturesque Illustration of Buenos Ayres and Monte Video, Buenos Aires,
Viau, 1943 [1817-1820]; César Hippolyte BACLE, Trages y costumbres de la Provincia de Bue-
nos Aires, Buenos Aires, Viau, 1947 [1835]; León PALLIERE, Escenas Americanas. Reproduc-
ción de cuadros, acuarelas y bosquejos, Buenos Aires, Litografía Pelvilain, 1980 [1864].
17 Al arte de interpretar las imágenes, esto es la “iconografía” y la “iconología”, es posible agregar el
psicoanálisis, el estructuralismo o la semiótica y la historia social del arte, como enfoques alterna-
tivos, véase BURKE, Visto y no visto…, ob. cit., pp. 43-57 y 215-225.
La experiencia
Estudio
del reconocimiento
preliminar 23
IV
esta manera, sería posible evaluar su nivel de reflexión sobre la globalidad del mun-
do conocido, propio o ajeno, en base a la categoría única de “experiencia” y su ca-
pacidad de comunicación a través de las representaciones que invita a compartir. En
este camino, juicios, valores y prejuicios hacen su entrada, más que como obstáculos
en el libre derrotero de la construcción del conocimiento, como realidades tangibles
de la naturaleza humana que impide aceptar y asumir las diferencias y que, por el
contrario, se vanagloria de la falsa superioridad con la que dice intentar civilizar, a
través de la expansión hegemónica, el “bárbaro desierto” que no es como la Europa.
El mismo Roche, citando a Hume, nos dice que la imaginación produce imágenes
vívidas e intensas cuando el objeto de la percepción está más próximo en el tiempo y en
el espacio. Con la distancia temporal y el alejamiento espacial, el efecto se agiganta. Por
ello, es necesario deconstruir las imágenes en sus elementos constitutivos, ya que éstas
están cargadas de significados y temporalidades y, al momento de ser elaboradas, se con-
jugan en la mente de su creador para componer una determinada representación. Pero,
¿qué quiere decir representación? Etimológicamente, la palabra representación proviene
del latín repraesentare, hacer presente o presentar de nuevo. Hacer presente alguien o
alguna cosa ausente, incluso una idea, por intermedio de la presencia de un objeto.18
Jurandir Malerba (2000: 41), al hacer un recorrido epistemológico del térmi-
no, nos dice que, en la modernidad, representación significó objetivación, figurada
o simbólica, de algo ausente –un ser animado o inanimado, material o abstracto–,
en tanto que su definición alude a estar presente en lugar de otra persona en calidad
de representante (lo cual tiene un uso político). La representación es un concepto
clave de la teoría del conocimiento (en sus distintas vertientes: racionalista –car-
tesiana–, empirista –Locke–, trascendental –Kant–) y de la teoría de lo simbólico,
una vez que el objeto ausente es representado en la consciencia por intermedio
de una imagen o un símbolo, algo perteneciente a la categoría del signo. La ob-
jetivación comprende tres fases: la construcción selectiva, la esquematización es-
tructurante y la naturalización, a través del cual se provee un contorno (imagen o
figura) a determinadas ideas o nociones y el anclaje que asegura la vinculación
social de la representación, tanto en relación a los valores cognitivos de sentido y
saber cuanto a la atribución de un valor funcional a su contenido específico. Las
representaciones integran conocimientos esenciales. Y a esto apunta Roger Char-
tier, para quien la cultura es más que una densa red textual.19 Chartier convirtió el
estudio de la cultura en una indagación sobre las representaciones y las prácticas
20 Graciela ZUPPA, “Las imágenes ponen en movimiento una realidad no visible”, en Actas 3°
Encuentro “La problemática del viaje y los viajeros: América Latina y sus miradas. Imágenes,
representaciones e dentidades”, Tandil, UNCPBA, 2008. También, Ricardo Cicerchia, Viajeros.
Ilustrados y románticos en la imaginación nacional, Buenos Aires, Editorial Troquel, 2005.
26 Imágenes en plural
Una misma imagen puede tener, según el tiempo y el espacio, distintos sig-
nificados, aunque apunten a la misma representación. Es el caso, por ejemplo, de
Inés Mambretti,21 quien analiza las pinturas murales existentes en algunas de las
iglesias jesuitas de la región de Chiquitos (Bolivia). Si bien es posible observar
un modelo europeo de construcción y ornamentación (sacado de libros, láminas y
grabados), hay, sin embargo, una adaptación a las características de la región. Esto
es posible verlo en las pinturas y ornamentación de las iglesias, donde se obser-
va una iconografía religiosa y representaciones de paisajes tropicales y jardines,
donde hay pájaros, flores y plantas autóctonas, que alternan con abstracciones
geométricas, que le imprimen a la composición un ritmo unitario y repetitivo.
La ornamentación mural del conjunto edilicio es tributaria del barroco italiano,
aunque, en los motivos, hay una fuerte influencia del ambiente etno-botánico en
el que se insertan.
A partir del viaje de Colón, dice Norma Riquelme,22 los europeos constru-
yeron, en su imaginario colectivo, una imagen del Nuevo Mundo. Estos relatos,
a su vez, alimentaron a muchos escritores vernáculos que se apropiaron de los
discursos de los viajeros sobre los territorios americanos para crear una cultura
criolla que, como es obvio, retuvo la significación de los valores europeos y la su-
premacía blanca. Los especialistas que actualmente estudian estos temas han dife-
renciado sus resultados según el objetivo y la época en que se realizaron los viajes.
Así, Colón “inventó” una primera imagen de América y Humboldt la “reinventó”
por segunda vez, a través de la relación de la Ilustración con la historia natural.
A su vez, los viajeros del siglo XIX, entre el romanticismo y el liberalismo, for-
maron parte de la llamada expansión europea. Y entre fines del XIX y principios
del XX, es posible ubicar la presencia de nuevos viajeros que relatan sus propias
experiencias. Ambas imágenes, la de la invención y re-invención de América son
representacionales, en el sentido de que son constitutivas de la realidad social.
Consideraciones finales
Una de las primeras cosas a tener en cuenta es el “lugar” que ocupan los viajeros
y sus relatos en el transcurso de la historia. En esos relatos, la escritura es saber,
aunque esto no signifique que quien escriba tenga forzosamente la verdad o la
razón, es más, puede falsear, mentir o incluso caer en el error. De todos modos,
los relatos nos transmiten una serie de imágenes y discursos sobre el otro. A partir
de ese punto, dice François Hartog, por medio de la generalización, se esboza una
retórica (en el sentido de persuasión) de la alteridad con sus representaciones y
21 Inés MAMBRETTI, “El uso del ornamento en las Iglesias Misionales de Chiquitos, Bolivia” en
Actas…, ob. cit..
22 Norma RIQUELME, “En busca de un futuro: la Argentina en la mirada”, en Actas…, ob. cit..
La experiencia
Estudio
del reconocimiento
preliminar 27
procedimientos (se produce a través del distanciamiento del otro a fin de distin-
guirse y hacerse uno más creíble).
En este punto, es necesario considerar el texto en sí mismo (qué se escribe y
para qué), y la intertextualidad, acompañada de una contextualización. Esos rela-
tos se convierten en fuentes, ya que sus narradores refieren hechos y narran acon-
tecimientos como representación. En sí mismo, el narrador, y su texto dentro de
él, manifiestan “muchos otros”, pero la representación es la misma, la que tiende a
la unidad y construye memoria.
Por otro lado, es importante detectar los intereses reales del texto. El texto
es portador de conocimientos, trae información nueva. El espacio del relato se
da como una representación del mundo, en este caso del nuevo mundo, y esta
representación es una representación de poder, de dominio cultural, de relaciones
desiguales, de diferencias, de una alteridad expresada en términos de polaridad:
“nosotros” y “ellos”. El viejo mundo crea al nuevo. La afirmación de uno esta liga-
da a la constitución del otro y se convierte en un saber compartido porque impone
los mismos códigos. Así interviene la comparación y la analogía.
A menudo, las investigaciones sobre la historia de los viajes se centran en
los modos estereotipados de percibir y describir una cultura desconocida y en la
mirada del viajero, distinguiendo miradas científicas, políticas, comerciales, feme-
ninas, etc. Algunos viajeros habían leído algo acerca del país adonde iban y a su
llegada vieron lo que habían aprendido a esperar de él.
A medida que los acontecimientos van quedando atrás, pierden algo de su
especificidad. Van siendo elaborados de forma inconsciente y se asemejan a los
esquemas generales vigentes en la cultura, esquemas que contribuyen a que perdu-
ren los recuerdos al precio de desvirtuarlos. Se trata de describir lo real perdido en
el pasado a partir de las huellas que, como los signos de un texto, aquello mismo
acontecido ha legado a nuestro presente y futuro.
Como dice José Emilio Burucúa, nuestra misión hoy se reduce a cumplir con
la finalidad principal de la narración histórica, esto es, lograr que las relaciones es-
tablecidas entre las representaciones del texto conserven la trama de las relaciones
entre sus referentes perdidos del pasado.