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Inteligencia, Voluntad y Afectos en armonía

Se valora mucho el papel de la inteligencia y se da auge a los sentimientos cómo máxima expresión de
la persona, sin embargo ambos no llegan lejos sin la fuerza de la voluntad.

Autor: José Manuel Mañú Noáin

No se señala el camino

mostrándolo con el dedo,

sino caminando delante.

Proverbio macua (Mozambique)

Ser muy inteligente es una cosa buena y aprender mucho un reto excelente. Con la inteligencia
puedo aprender más y servir mejor a la sociedad. Los grandes avances en las ciencias los han hecho
personas inteligentes; también es verdad que muchos errores, de todo tipo, los han impulsado
personas inteligentes.

Tener una gran fuerza de voluntad es una posibilidad estupenda de alcanzar metas más altas. La
carencia de voluntad resulta patética y es una de las causas de personalidades dislocadas. Su contrario,
el voluntarismo exacerbado, ahoga los sentimientos y da rigidez a la personalidad.

Los sentimientos son como el dinero, un peligro de volverse egoísta y muchas posibilidades de hacer
bien a otras personas.

Armonizar inteligencia, voluntad y sentimientos es necesario para tener una personalidad equilibrada.
Pero es necesario aprender a hacerlo.

El mero hecho de ser inteligente no significa haber formado bien la cabeza, ni saber hacer un buen uso
de esa capacidad o de los conocimientos adquiridos. Cuando la ciencia deja de estar guiada por la ética
es como un coche con un potente motor pero sin faros. La inteligencia en una sociedad sin sólidas
convicciones éticas es como la energía nuclear: posibilidad de grandes avances y medio para grandes
desastres.

Unos padres con sensibilidad ética buscarán para sus hijos centros de enseñanza donde ofrezcan
conjuntamente un alto nivel de preparación académica y una formación anclada en valores sólidos.
Una cabeza mal formada desde el punto de vista ético es una bomba de relojería que tardará más o
menos en estallar pero lo hará si no se desactiva a tiempo.

Pero en la vida no triunfan necesariamente los de mejor capacidad intelectual, ni ser listo garantiza ser
más feliz. La felicidad tiene mucho más que ver con la armonía de la personalidad que con la capacidad
intelectual. Qué duda cabe que desarrollar la inteligencia, tener una excelente preparación profesional
y una cultura amplia es un valor. Para lograr esto resulta indispensable el estudio y el cultivo de
aficiones enriquecedoras de la personalidad: música, literatura...Hábitos de estudio, espíritu crítico,
cultura amplia y sentido ético de la vida son cuatro facetas sumamente interesantes para ayudar en el
camino de la excelencia al estudiante actual.
La voluntad ha sido últimamente menospreciada. Han ayudado a ese desprestigio los excesos de
sistemas educativos rígidos y poco respetuosos con otras facetas de la personalidad. Los recuerdos
escolares de algunas personas adultas son desagradables en buena parte por este motivo. Sin
embargo, es patente que la voluntad es un motor necesario para alcanzar metas valiosas en la vida:
una persona sin voluntad está a merced de sus sentimientos e instintos, o de las presiones ambientales
que reciba. Por eso, la cultura hedonista corta las alas para poder volar. Muchos jóvenes actuales son
incapaces de alcanzar metas, incluso aunque las perciban como valiosas, pues no pueden realizar el
esfuerzo necesario para lograrlas o para mantenerse en ellas con constancia.

Sin voluntad es imposible la fidelidad a ningún proyecto sea este personal, familiar o social.

No suplir al hijo en lo que él pueda hacer:

La lección de la mariposa

Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo. Un hombre se sentó junto a él y observó durante
varias horas como la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño
agujero. Entonces, pareció que ella sola ya no lograba ningún progreso. Parecía que había hecho todo
lo que podía, pero no conseguía agrandarlo. Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó
unas tijeras y cortó el resto del capullo.

La mariposa entonces, salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas
aplastadas. El hombre continuó observándola porque él esperaba que, en cualquier momento, las alas
se abrirían, y se agitarían, y serían capaces de soportar el cuerpo, que a su vez se iría fortaleciendo.

Pero nada de eso ocurrió. La realidad es que la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un
cuerpo deforme y unas alas atrofiadas. Nunca fue capaz de volar. Lo que aquel hombre no comprendió
-a pesar de su gentileza y su voluntad de ayudar-, era que ese capullo apretado que observaba aquel
día, y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de esa pequeña abertura, era el modo
por el cual la naturaleza hacía que la salida de fluidos desde el cuerpo de la mariposa llegara a las alas,
de manera que sería capaz de volar una vez que estuviera libre del capullo.

En su afán de ayudar, de evitar un esfuerzo, o un sufrimiento, la había dejado lisiada para toda la vida.
Algo parecido sucede a veces en la educación de las personas. Algunas veces, el esfuerzo es justamente
lo que más precisamos en algunos momentos de nuestra vida. Si pasamos a través de nuestra vida sin
obstáculos, eso probablemente nos dejaría lisiados. No seríamos tan fuertes como podríamos haber
sido, y nunca podríamos volar.

Pero también es posible adulterar la voluntad. Durante mucho tiempo se ha entendido por voluntad
un voluntarismo que llevaba a ahogar los sentimientos como un peligro para el cumplimiento del
deber. La función de la voluntad no es reprimir por sistema los sentimientos. Sí de encauzarlos; los
sentimientos son valiosos cuando son positivos pero, a la vez, hay que saber que son volubles y que
no siempre son el criterio más acertado de actuación.

La voluntad ha sido la gran olvidada en la educación de los últimos años. Se hace mucho hincapié en
el aprendizaje de idiomas y de nuevas tecnologías, pero más importante todavía es una adecuada
educación de la personalidad. No sólo no son excluyentes sino que una personalidad armónica con una
buena preparación intelectual está en unas condiciones excelentes para alcanzar metas valiosas.
Por una serie de razones, algunas de las cuales apunto en éste artículo, se ha considerado a la
educación de la voluntad como opuesta a una educación para la felicidad. Exigencia ha sido
considerado sinónimo de represión. Satisfacer todas las peticiones materiales y psicológicas de los
niños se ha considerado el modo de hacerlos felices logrando en muchos caso que sean como cañas al
viento, a merced de cualquier estímulo interno o externo, e incapaces de lograr un sentido propio y
permanente en la vida.

Así como se valora la inteligencia, ha llegado el momento de prestigiar la educación de la voluntad.


Ciertamente ya no se da ese ingenuo pensamiento de que todo lo que sea exigir es reprimir. La vida
está demostrando que lo que era erróneo no era la exigencia sino la manera brusca y autoritaria que
se utilizó en muchos ámbitos. Exigir es necesario para educar. Pero hay muchos modos de exigir: unos
acordes con la dignidad de la persona y de acuerdo con una sana psicología, y otros brutales y violentos
y por lo tanto indignos. Un conocido conferenciante cuando le pidieron sintetizar en tres palabras sus
pautas para educar decía: coherencia, cariño y exigencia. Es una buena trilogía y además en ese orden.

Los sentimientos están de moda. Es muy importante fomentar los buenos sentimientos en los niños,
pero también lo es enseñarles a no dejarse llevar por el sentimentalismo. Los buenos sentimientos son
muy valiosos, el sentimentalismo es una deformación de la personalidad. Algunas telenovelas son un
modelo de subcultura. Los bandazos en la vida afectiva que lleva a la ruptura de matrimonios con gran
facilidad es otra manifestación de un amor poco inteligente.

El ritmo de la sociedad actual es muy duro. Son muchas las personas frágiles que no resisten el ritmo
de la vida actual. Otros sacrifican facetas de su personalidad para alcanzar el éxito en lo que consideran
fundamental. Así encontramos quien para lograr el éxito profesional sacrifica la vida familiar o quien
va quedando en la cuneta de la vida porque no tiene fuerza para seguir en los puestos de cabeza o ni
siquiera en los del pelotón.

Educar los sentimientos. Aunque se habla mucho de ellos no siempre se saben educar. Con frecuencia
o se les ha reprimido o se les ha dado rienda suelta sin subordinarlos, sin ordenarlos, al bien de la
persona. Aprender a amar es absolutamente necesario en la vida: es quizás de las pocas cosas
realmente importantes y se ama con la inteligencia, se ama con la voluntad y se ama con los
sentimientos. Cada faceta tiene su misión insustituible es esta tarea de acercamiento a la felicidad.

Enseñar a ser fieles a las personas y a las convicciones.

Donde mejor se aprende a amar es en la familia, si uno cuenta con referentes valiosos. En el amor de
una madre hay mucho de sentimiento, pero también hay mucho de sacrifico y de una exigencia
inteligente para alcanzar lo mejor para el hijo.

El conocimiento propio es necesario para saber dónde poner el acento personal en la lucha personal
por alcanzar la armonía, aunque sabiendo que nunca lo lograremos del todo. Para unos la lucha será
en que la inteligencia intervenga más en sus decisiones y en su conducta, para otros será poner el
corazón en el trato con los demás. Para todos lograr encontrar el papel exacto de una voluntad recia y
bien integrada en la personalidad. Cada uno debe de pensar en su estilo propio de excelencia para
orientar su esfuerzo personal. También será muy útil pensar que las personas que de un modo otro
dependen de nosotros tienen que conocer y alcanzar su propio perfil personal.

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