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La tarea exegética: mi acercamiento al texto.

Por David Baer1

El propósito de este ensayo es presentar un acercamiento a los textos bíblicos


que tome serio las limitaciones de tiempo y recursos que el pastor u otro ministro
enfrente. Es un acercamiento interpretativo que acepta y abraza la naturaleza literaria
de la Biblia.

Se me ocurre que uno de los éxitos del trabajo entre los que estudian la Biblia,
en las últimas décadas, es el reconocimiento de que la Biblia es literatura. Esto por
supuesto no debilita de ninguna forma su carácter inspirado. Más bien reconoce que el
texto inspirado es frecuentemente elegante y bello en una forma que gusta y satisface
a los lectores humanos.

Me acerco al tema de la hermenéutica en América Latina cargado de una cierta


preocupación. Después de enseñar la Biblia en un seminario teológico evangélico por
seis años, veo que un tecnicismo amenazante ocupa, de vez en cuando, el territorio
mental de mis estudiantes. Cabe decir que la gran mayoría de estos alumnos-colegas
dedican mucho de su tiempo a algún ministerio formal. Es decir, no son individuos en
preparación para el ministerio, sino ministros en el proceso de mejorar
sus habilidades ministeriales. Las demandas que sus familias, ministerios y estudios les
imponen son arduas. El pastor no tiene el lujo de tomarse unos días por semana para
dedicarse a la reflexión del texto que piensa presentar el siguiente domingo. La dura
realidad de esta persona es que su estudio de los textos bíblicos casi siempre es el
análisis exegético bajo la presión de tiempo limitado y luego la preparación para una
presentación pública (sermón, enseñanza, etc.).

Muchas veces estos siervos, en su desesperación, llegan a estar poseídos por la


idea de que la interpretación es esencialmente la manipulación de técnicas que los
librarán de la esclavitud del tiempo y les permitirán leer bien el texto.

Creo que mi experiencia es algo común en nuestro ambiente ministerial


latinoamericano. Con esta observación expreso mi duda de considerar como
herramientas a los comentarios, léxicos, diccionarios, etc. sin que antes se dé un
proceso auténtico de interpretación. Debo decir que dichos recursos son de inmenso
valor; los uso constantemente. La verdad es que dependo de ellos en muchas
circunstancias.

Pero el punto que quiero enfatizar es que la interpretación bíblica es más


parecida al arte de pintar paisajes que a la ciencia de programar computadoras. Si
logramos desarrollar una sensibilidad literaria frente al texto, hemos ganado una de las
más grandes batallas en el campo de la exégesis. Es más, si ponemos esta sensibilidad
en la práctica, el privilegio cotidiano de interpretar fielmente la Palabra de Dios para su
pueblo puede estar más cerca de nuestro alcance.

1
Publicado en Boletín Teológico de FTL N° 58, junio de 1995.
Me gustaría compartir una forma de lograr precisamente esta sensibilidad.
Cuando el intérprete se acerca a la Biblia para escoger el texto principal que le servirá
como base de su exposición, debería sujetar sus propios gustos o preferencias a los
criterios del texto mismo.

El texto, como resultado de los esfuerzos del intérprete, refleja e integra la


esencia de su propio pensamiento. El intérprete sabio, entonces, busca las "suturas" o
"junturas" del texto para fijar límites trazados de acuerdo con el fluir de pensamiento
del texto.

Prefiero hablar de tres pasos básicos para fijar (es decir, discernir y obedecer)
los límites de un texto:

1. Notamos los elementos que separan nuestro texto de lo anterior.


2. Notamos los elementos que separan nuestro texto de lo posterior.
3. Notamos los elementos que unen nuestro texto como una unidad lógica.

De aquí en adelante, procedamos por medio del análisis de un texto modelo: el


capítulo 12 de Génesis. Es recomendable leer lo siguiente con la Biblia abierta en el
pasaje.

Los cambios que separan nuestro texto de lo anterior y lo posterior son siempre
cambios de algo a algo. No se llega a mucho, al mencionar un cambio, sin precisar el
"de" y el "a". Los cambios incluyen:

-cambios de protagonistas (personas que actúan o hablan)


-cambios de tono
-cambios de tiempo en la narración
-cambios de tiempo verbal, voz o número (p. ej., cambio de tiempo
presente a futuro; cambio de la tercera persona singular a la primera persona
plural)
-cambios de lugar
-cambios de género literario (p. ej.: poesía, narración, oración,
exhortación)

También el intérprete sacará buen provecho si está atento a señales de


cambios como:

-la declaración resumida (cuando un protagonista resume el sentido de una


serie de eventos o palabras con una declaración categórica)
-la descripción resumida (cuando el narrador, desde su postura privilegiada de
comprender hasta los pensamientos de los protagonistas, resume el sentido de
una serie de eventos o palabras con una declaración categórica)
-palabras adversativas (palabras que necesariamente comunican un contraste
entre dos eventos; en nuestras versiones castellanas de la Biblia, las más
comunes son "pero", "mas", "ahora", “en cambio".
Acerquémonos, ahora, a nuestro texto. Si me toca la exposición del
llamamiento de Abraham -texto tan rico y fascinante aun para los escritores del Nuevo
Testamento-, ¿dónde y cómo inicio mi interpretación?

Nos toca fijar, en primer lugar, el límite anterior y posterior de nuestro texto. Si
escudriñamos lo que precede a este llamamiento, descubrimos que ese material se
compone mayormente de genealogías. Desde Génesis 10.1 en adelante, interrumpido
solamente por la narración de la Torre de Babel, encontramos el linaje de los hijos de
Noé. Como habitantes del Occidente y de finales del siglo XX, quizá no nos
encontramos fascinados con tal género literario. Pero existe en la Biblia por un
propósito discernible. Según nuestro texto, Dios va preparando algo, sus propósitos se
encuentran entretejidos y, a veces, escondidos en la marcha interminable de las
generaciones.

En Génesis 12.1 el texto nos presenta un cambio muy notorio. Es un cambio de


género: de genealogía a narración. Pero podernos decir más. Se nos permitirá
especificar que esta variedad de narración es el relato de un llamamíento divino.
Podemos decir que es un diálogo entre Jehová y Abram. No es cualquier evento, sino
algo poco común y reducido a dos protagonistas principales.

¿Será que otros cambios nos esperan en el mismo punto? La respuesta es


positiva. Hay un cambio de personas: los numerosos antepasados del padre de nuestra
fe desaparecen. En su lugar, aparecen Jehová y Abram, con Sarai, Lot, y gente y
animales de Abram, que desempeñan un papel subordinado. Además, según la versión
Reina- Valera 60, tenernos una palabra adversativa al inicio de 12.1. (Los editores de
esta augusta versión están utilizando su debido privilegio y responsabilidad de
interpretar lo que en el hebreo original es una simple conjunción. A mi criterio lo
hacen bien en este caso.)

A esta altura, una pregunta estará formándose en nuestra mente, aunque no


vamos a contestarla hasta que conozcamos mejor el pasaje: "Si pero es una palabra
adversativa y denota un contraste entre dos cosas, ¿a qué dos ideas o eventos está
refiriéndose? ¿Cuál es el contraste que el texto desea comunicar?

Esta constelación de cambios nos sugiere que tenemos un viraje lo


suficientemente fuerte como para marcar el inicio de una nueva unidad lógica. El
término que utilizo para distinguir tal punto es brecha dura.

El próximo desafío que nos espera es encontrar una "sutura" o "juntura" en el


texto, que nos ayude a fijar el final de la misma unidad. Si seguimos leyendo
cuidadosamente a partir de Génesis 12.1 veremos varios cambios (de acciones, lugar,
personas y género en 12.3 y 4; de personas, acción y género en 12.6 y 7). Pero creo
que estarán de acuerdo conmigo en que no interrumpen la narración ni le dan una
nueva dirección con la misma fuerza que de 12.1. Estos puntos también tienen un
nombre en mi vocabulario ad hoc. Los llamo brechas suaves. Una brecha suave existe
dentro de la misma unidad de pensamiento. El pasaje narrativo se ve así como las
estrofas de una canción. Si el intérprete desarrolla una sensibilidad literaria respecto
de estos pequeños ajustes en el progreso de un pasaje, logrará captar el "ritmo" del
texto.

Al término de Génesis 12.9 nos topamos con el final apropiado de esta unidad
de discurso. Recordarán que esta tarea es precisamente la segunda que tenemos en el
esquema que estoy presentando.

Cuando pasamos de 12.9 a 12.10, descubrimos un nuevo elemento: hambre en


la tierra. Una lectura más allá del inicio del capítulo 12 nos revelará que esta calamidad
dará pie a muchos eventos en la peregrinación de Abram. Levanta, por ejemplo, el
escenario para la prueba que se hace de su compromiso con la tierra. De hecho, la
literatura judía está repleta de opiniones a favor y en contra de Abram y su decisión de
abandonar la tierra que recién se le regalaba. Además, el hambre y el descenso a
Egipto ubican a Sarai en posición dominante en la narración en contraste con el papel
secundario anterior. Por esta razón opino que el tema del hambre viene cargado de
capital importancia literaria aunque no se note a simple vista.

Además, hay un cambio de lugar: de Canaán a Egipto. Aparecen nuevos


protagonistas: los egipcios (faraón y sus príncipes). Crece la presencia literaria de Sarai
y la de Jehová se reduce a una sola mención en lo que resta del capítulo. Quizás
podemos discernir un cambio de tono también: de las simples y elegantes cláusulas del
mandato divino y la obediencia humana, a los confusos y manipulados intentos de
sobrevivir en una tierra antagónica no sólo a nuestros protagonistas, sino -detrás del
velo- a los propósitos de Jehová también.

Aunque es posible que algunos prefieren localizar la brecha dura entre


12.8 y 12.9 o entre 12.10 y 12.11, o aún más adelante, me parece que respetamos
mejor el movimiento natural del pasaje si mantenemos la brecha dura precisamente
entre 12.9 y 12.10.

Algunos dirán: “¡Pero eso es demasiado trabajo para llegar a la misma


conclusión que nos ofrecen los subtítulos de Reina-Valera 60!”. Sin embargo, eso no
siempre es así. Abundan pasajes donde los mismos subtítulos de dicha versión
engañan más que clarifican (Isaías 2.1-5, para mencionar sólo uno).
Ahora tenemos una unidad de discurso bien delimitada, como primer paso de
nuestra interpretación. Ya que hemos fijado, provisionalmente, el inicio y el final de la
unidad de discurso, entremos al tercer paso de mi presentación: busquemos los
elementos que unen nuestro pasaje.
Este paso sirve para confirmar o invalidar las conclusiones tentativas que
sacamos en los primeros dos pasos. Si de veras hemos identificado una unidad lógica,
que corresponde a la dinámica del texto mismo y no simplemente una imposición de
nuestras categorías ajenas al texto, debemos esperar que haya elementos unificadores
entre 12.1 y 12.9.
En el intento de presentar mi acercamiento exegético como una función
práctica basada en el sentido común, les invito a realizar una tarea "sucia". Tomen una
fotocopia de Génesis 12.1-9 o hagan una transcripción a mano. La tarea consiste en
hacer un círculo alrededor de los elementos repetidos; seguidamente, conéctenlos con
una raya.
Terminada la tarea, veremos una serie de círculos alrededor de palabras tales
como "Jehová", "Abram" y las varias formas del término "bendecir". Si extendiéramos
esta práctica a lo que está antes de nuestra unidad y lo que está después, veríamos
que el patrón de uso de estas palabras cambia radicalmente. Este ejercicio nos ayudará
a confirmar que nuestra unidad de discurso ha sido bien delimitada.
Si a estas alturas se sienten un poco como niños, haciendo rayas con lápices y
crayolas, me gustaría acentuar más esta impresión. Usando los círculos y rayas,
analicen los tiempos de los verbos tal como aparecen en la versión o las versiones que
están usando. (Obviamente, los resultados podrían ser un poco diferentes para los que
tienen la capacidad de trabajar con los idiomas originales de la Biblia.)
Aquí les ofrezco un par de resultados preliminares: en 12.1-3, ‘Jehová’ es el
protagonista principal. Abram es sólo un oyente. Cinco veces aparece alguna forma de
la palabra "bendecir" (no aparecerá después). Además, los verbos siempre están en
futuro. Jehová está comprometiéndose en un futuro totalmente velado a los ojos
humanos, a los criterios empíricos de Abram.
En Génesis 12.4-6, Jehová cede su papel de protagonista principal. Su único
papel es el de una persona que había hablado en el pasado. Abram se convierte en el
protagonista principal, acompañado por los suyos. El tiempo predominante ya no es el
futuro sino el pasado. Es un simple pretérito perfecto, que se usa para narrar lo que se
hizo en un momento concreto de la historia. El significado de estos hechos depende
totalmente del contexto.
Quizás el vínculo principal entre Génesis 12.4-6 y 12.1-3 es el concepto de
tierra/lugar. En los versículos 1-3 el tema de la tierra aparece unido al mandato y las
promesas divinas de dejar una tierra y poseer otra: Vete de tu tierra y de tu parentela,
y de la casa de tu padre. Los versículos 4-6 presentan el tema de la tierra en el
contexto de la obediencia de Abram. La promesa se cumple porque Abraham obedece
la promesa y confía en la palabra divina: Vete ... a la tierra que te mostraré.
En 12.7-9, Jehová vuelve al escenario literario para unirse a Abram como
protagonistas de importancia similar. En estos versículos, ambos son sujetos de
acciones preponderantes en la sección. Jehová otorga la tierra y Abram ofrece
sacrificios al Señor y la ocupa. Esta sección combina acciones de los dos, que varios
elementos las separaron en las secciones anteriores.
Este es el momento propicio para regresar al concepto de brecha suave. Defino
los cambios en 12.3 y 12.4, y 12.6 y 12.7, con esta frase para indicar que no son
cambios tan fuertes como para comenzar una nueva unidad de discurso. En la práctica
de la enseñanza y la predicación, estas brechas suaves comúnmente sirven para
construir el bosquejo del sermón o estudio bíblico. Veamos ahora si hay algún fruto
interpretativo para cosechar de este árbol.
Vimos que nuestro texto rompe con una larga cadena de material genealógico.
Las genealogías bíblicas así como las que no se encuentran en la Escritura son
vehículos de vida. Nos dicen quién dio vida a quién. Pero también anuncian la muerte:
Noé muere (Gn. 9.29), Harán muere (Gn. 11.28); aun Taré, el padre de nuestro
antepasado Abram, muere (Gn. 11.32).
Pero Jehová había dicho a Abram ... Quizás nuestro texto, sutil y
apaciblemente, está avisándonos que la muerte no es la palabra final. En Génesis, la
maldición de la muerte cobra sus víctimas muy temprano en la historia humana ... y
sigue aniquilando. Pero esa tragedia tiene a alguien que se opone a la muerte. Es el
mismo Jehová que reprende a la primera pareja y maldice a la serpiente.
Este Creador de vida habla a Abram y le asegura que su propósito es la
bendición. Cinco veces en tres versículos compactos lo escuchamos. Abram, favorecido
por razones que el texto no revela (aunque la literatura judía está ansiosa por explicar),
será el recipiente de una bendición tan profunda y plena que llegará hasta las naciones
de la tierra.
Pero sorprende, en un libro que tanto se preocupa por los asuntos de raíces,
genealogías y descendencias, encontrar a un Abram que recibirá la bendición sólo si se
separa de todo aquello que afirma raíces, seguridad, largura de días y descendencia: su
tierra, su parentela y la casa de su padre.
En el contexto de Génesis y del antiguo cercano oriente, Jehová le pide a Abram
que abandone todo lo que lo define como hombre para llegar a ser mucho más que un
simple ser humano; Dios elige a Abram para que se convierta en un don nadie con el
fin de llegar a ser un hombre grande para muchos.
Tal vez nuestros oídos hayan escuchado este relato muchas veces. Quizá ya no
nos impacte, ni nos parezca algo extraordinario. Pero cualquier hombre o mujer de los
tiempos bíblicos que escuchara esta narración seguramente se habría reído. Este
mandato es absurdo. Es pedir algo que jamás nadie se atrevería a hacer.
Por eso la forma abrupta, corta y sin comentarios en que 12.4 relata la
respuesta de Abram es poderosa. Reina-Valera 60 lo dice bien; el hebreo es aún mejor:
Y se fue.
No por nada los apóstoles ven en Abraham un modelo de la fe. Nosotros, por
nuestra parte, tenemos la tentación de ver más las muchas fallas de este hombre, su
debilidad y su falta de fe en ciertos momentos.
Pero los hijos de Abraham que escribieron el Nuevo Testamento, no sólo fueron
descendientes según la carne y la fe, sino también según la lengua. Captaron lo
sorpresivo e inexplicable de Génesis 12.4. Abraham sencillamente cometió la locura
que Jehová le pidió hacer. Dejó todo lo que lo definía como hombre para caminar en
pos de algo que nunca había conocido.
Este acto puede parecemos demasiado fácil, situados a una enorme distancia
espacial y temporal. "Por supuesto -decimos- la gente santa siempre obedece."
Noten, sin embargo, lo que me parece una sutil indicación del costo de la fe y la
obediencia: Jehová desaparece del escenario durante el largo viaje de Abram de lo
conocido y seguro a lo desconocido y riesgoso.
El texto quiere resaltar así lo humano de la experiencia. La implicación, creo yo,
no es meramente que Abram se fuera a un lugar desconocido sino que lo hiciera sin la
clara y manifiesta presencia de quien lo había enviado. (Comparen con el Salmo 1,
donde el justo aparece siempre en singular, pero los malvados, en plural y en
compañía los unos con los otros. Los escritores bíblicos conocían bien la soledad
ocasional del discipulado.)
Cuando cruzamos la brecha suave entre 12.6 y 12.7, y pasamos a la tercera
sección de esta unidad, Jehová y Abram entran en una relación de mutualidad que el
texto no hace explícita anteriormente. Jehová aparece nuevamente y declara que
Abram ha llegado a la tierra que antes sólo se definía con la frase que te mostraré. Se
afirma, categóricamente, que la tierra sería para su descendencia. (¿Esto incluye o
excluye a Abram mismo?)
Abram responde a Jehová con un altar. Un poco más tarde edifica otro altar e
invoca el nombre de Jehová. De aquí en adelante, Jehová y Abram/ Abraham se
comunican con más frecuencia y con especial intimidad, tal como había sucedido con
Adán y Eva en el huerto, antes del pecado. Es más, casi todos los diálogos entre Dios y
Abraham en Génesis, se refieren concretamente al mandato (Gn. 12.1-3) y a su
inexplicable obediencia, y llegan a la conclusión de que la relación mandato-obediencia
forma la base y la razón de ser de la relación amistosa y casi colegial entre Jehová y
Abraham.
Hay una cierta dialéctica presente en el texto:

Jehová manda.
Una nueva relación resulta.
El hombre responde.

Es el movimiento de la relación Dios-hombre que vemos en el resto de las


Escrituras y que quizá no sea ajena a nuestra propia vida. Fíjense bien, sin embargo,
que las peregrinaciones y tribulaciones de este hombre y los suyos (Sarai se mantiene
en el trasfondo hasta este punto) no concluyen con nuestra unidad de discurso. De
hecho, apenas comienzan. Pero eso queda para otra presentación ....

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