El término de aptitud física se refiere a la capacidad que presenta una
persona a la hora de realizar algún tipo de actividad física. Es decir, se trata de la
condición natural que poseen los seres humanos para hacer cualquier actividad la cual se puede ver mejorada a través de la práctica y esfuerzo.
De acuerdo con lo anterior, la práctica continuada de la actividad física de
forma organizada y sistematizada produce en nuestro organismo una adaptación que influye en los siguientes sistemas:
Sistema Muscular.- El ejercicio bien hecho y continuado provoca un
aumento en el tamaño de la fibra del músculo proporcional a la intensidad del esfuerzo, perfecciona la coordinación de los movimientos y favorece el intercambio de oxígeno en el músculo, incrementando y mejorando la red capilar. Provoca en el sistema muscular cambios importantes mejorando su fuerza, su velocidad, resistencia y flexibilidad.
Sistema Cardiovascular.- En reposo el corazón bombea al organismo
aproximadamente de 3 a 5 litros por minuto, con unas pulsaciones que oscilar entre 50 y 100 por minuto. Durante el ejercicio los músculos necesitan más oxígeno, consecuentemente más sangre, por lo que el corazón tiene que bombear, latir, más rápido llegando a mandar 25 litros por minuto y alcanzar alrededor de 200 pulsaciones, dependiendo de la edad y de la intensidad del ejercicio y de la condición física del deportista.
Sistema Respiratorio.- Su misión es la de aportar a la sangre el suficiente
oxígeno como para que pueda desarrollar su función.
Con la práctica continuada de ejercicio físico se consigue un mayor
aprovechamiento de todo el sistema, aumentando la superficie de intercambio gaseoso (CO2-O2) y potenciando la capacidad pulmonar (capacidad vital).