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El poder invisible, título de un libro del desaparecido periodista Alfonso Baella, en el que el hombre

de prensa narra los entretelones de los mil primeros días de la dictadura de Juan Velasco Alvarado.
Un ejercicio político de cuyo final casi 45 años nos separan, pero que sin embargo conviene
recordar en el Perú de inicios de 2019. Sobre todo si uno lee la entrevista que el Dr. Marcos Ibazeta
concedió a un medio local. En una de sus respuestas, Marcos Ibazeta señala que “(...) detrás de él
(fiscal José Domingo Pérez) hay otro poder (...) No sé qué poder es, pero el IDL (Instituto de
Defensa Legal) tiene mucho que ver en esto y sería bueno investigar más”. Y añade “Pero aquí hay
otro tema, si algunos medios de información manipulan la conciencia colectiva señalando
responsabilidades, con razón o no, a tal o cual persona, los fiscales como Pérez se van a sentir
respaldados para sustentar peticiones de prisión preventiva, con el aplauso de la gente que,
indudablemente, va a exigir cárcel para todos”.

La razón le asiste al Dr. Marcos Ibazeta. Ese poder al que hace referencia es el de esa ONG que
lleva muchos años trabajando con el Estado. Sus miembros son abogados, personajes entronizados
por muchos medios de comunicación, que se encargan de señalar a los inocentes y a los culpables.
Se trata de unos abogados que tienen un pasado marxista, letrados que en nombre de los derechos
humanos que ellos dicen defender se han encargado de hacer la vida imposible de policías y
militares que se enfrentaron al terrorismo en los años que Sendero Luminoso y el MRTA hacían de
las suyas por doquier a lo largo y ancho del territorio peruano. Unos abogados que,
desgraciadamente, aún están amparados por la justicia internacional, en la CIDH, donde tienen
jueces amigos, magistrados proclives, a sus pensamientos.

Ese es el poder invisible en el Perú de fines de la segunda década del siglo XXI. Ese poder invisible
que cuenta con dinero y medios, que, jugando diestramente, ha acorralado a los poderes del Estado
peruano. Un poder, invisible él, que ha criminalizado a los partidos políticos. Un poder que logra,
moviéndose tras bastidores, que quienes cometieron delitos hace algunos, hace no mucho, hoy estén
ausentes de las primeras planas y no sean investigados. Un poder, invisible él, que logra las
investigaciones que conciernen a estos personajes duerman el sueño de los justos, justo, cuando tan
solo por salir retratado en una fotografía con un ‘cuestionado’ puede hacer merecedor de la cárcel al
expuesto. Es el poder, invisible él, que se trajo abajo a un “cuestionado” contralor, a unas
“cuestionadas” fiscales, al igual que a un “cuestionado” fiscal de la Nación, quien, a decir de una
destacada y valiente periodista, apareció en más de mil portadas. Nunca antes en la historia reciente
de nuestro país, alguien fue objeto de tamaña demolición mediática.

Ese poder, invisible él, también controla a un sector de la población para que no proteste por el
nuevo acuerdo con la constructora brasilera Odebrecht, un trato realmente lesivo y vergonzoso para
los intereses de nuestro país. No soy el primero en señalar ello, la prensa que no es proclive al
Gobierno de turno lo señala y analiza, en medio de un mutis ensordecedor. Impelido por ese poder,
invisible él, el presidente Martín Vizcarra abandonó la ceremonia de trasmisión de mando en el
Brasil para regresar al Perú y estar a un paso de una inconstitucionalidad, algo que el poder,
invisible él, se ha encargado de vestir de “legal”.

El poder invisible puede todo eso y mucho más: este último domingo en un programa de televisión,
el mismo que dio a conocer las agendas de la exprimera dama de la Nación Nadine Heredia, se hizo
de conocimiento público una mentira, tremenda, del presidente Martín Vizcarra. Se pudo apreciar el
titubeo miedoso del primer mandatario al momento de responder la pregunta de una periodista,
quien lo confrontó a los documentos que prueban que existió relación contractual entre la
constructora Odebrecht y la empresa C y M Vizcarra. Si hubiera sido un político de oposición, las
portadas y las redes sociales estarían activas más que nunca, seguramente con marchas de
indignados. ¡De lo que es capaz ese poder, invisible él! Todo, en tan solo el inicio del llamado “Año
de la lucha contra la corrupción e impunidad”.
Así está el Perú de nuestros días. Secuestrado por este poder invible que pone titulares con los que
castiga por doquier a sus opositores y manda al tacho investigaciones fiscales iniciadas contra sus
“amigos”. Hoy lo inconstitucional no importa, solo importa el resultado mediático pasando por
encima de las instituciones, leyes y demás. Esto, ya sabemos cómo acaba, el guión lo conocemos de
memoria.

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