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De
George R. R. Martin
El mundo de hielo y fuego
INDICE
Prólogo
LA HISTORIA ANTIGUA
-La Conquista
-Aegon I
-Aenys I
-Maegor I
-Jaehaerys I
-Viserys I
-Aegon II
-Aegon III
-Daeron I
-Baelor I
-Viserys II
-Aegon IV
-Daeron II
-Aerys I
-Maekar I
El mundo de hielo y fuego
-Aegon V
-Jaehaerys II
-Aerys II
-El Fin
-Winterfell
- Invernalia
-Los Salvajes
-Casa Tully
-Aguasdulces
El Valle
-Casa Arryn
-Nido de Águilas
-Roca Casterly
El Dominio
-Garth Manoverde
-Altojardín
-Casa Durrandon
-Casa Baratheon
-Bastión de Tormentas
Dorne
-La Ruptura
Otras Tierras
-Lorath
El mundo de hielo y fuego
-Norvos
-Qohor
-Pentos
-Volantis
-Braavos
-Naath
-Sothoryos
-Los Pastizales
-Ib
-Este de Ib
-Yi Ti
-Leng
-Asshai de la Sombra
Epílogo
Apéndice:
Genealogía Targaryen
Genealogía Stark
Genealogía Lannister
El mundo de hielo y fuego
PROLOGO
SE DICE con certeza que cada edificio se construye piedra tras piedra, y lo mismo puede
decirse del conocimiento, extraído y compilado por muchos hombres instruidos, cada uno de
los cuales construye sobre el trabajo de aquellos que les precedieron. Lo que uno de ellos no
sabe es sabido por otro, y poco permanece como verdaderamente desconocido si uno busca lo
suficiente. Ahora yo, el Maestre Yandel, tomó mi turno como constructor, aportando lo que sé
para colocar una piedra más en el gran bastión del conocimiento que ha sido construido a lo
largo de los siglos tanto dentro como fuera de los confines de la Ciudadela—un bastión
construido por incontables manos que aun llegando antes, y el cual sin duda, continuará
creciendo con la ayuda de incontables manos aún por venir.
Yo fui un niño huérfano desde mi nacimiento, en el décimo año del reinado del último rey
Targaryen, abandonado en una mañana cerca de un tenderete vacío en el Hogar de los
Escribas, donde los acólitos practicaban el arte de las letras para aquellos que lo necesiten. El
curso de mi vida fue determinado ese día, cuando fui encontrado por un acólito que me llevó
ante el Senescal de ese año, el Archimaestre Edgerran. Edgerran, cuyo anillo, barra y máscara
eran de plata, contempló mi rostro berreante y anunció que yo podría serles de gran utilidad.
La primera vez que me dijeron esto de pequeño, lo interpreté como que él había previsto mi
destino como maestre; pero tiempo después supe del Archimaestre Ebrose que Edgerran
estaba escribiendo un tratado sobre como envolver a los niños y quería confirmar ciertas
teorías.
Pero por poco prometedor que aquello suene, el resultado fue que me dejaron al cuidado de
los sirvientes y recibí la atención ocasional de los maestres. Yo mismo fui criado como un
El mundo de hielo y fuego
sirviente entre los salones, cámaras y bibliotecas, pero recibí el don de las letras del
Archimaestre Walgrave. Así llegue a conocer y amar la Ciudadela y a los caballeros de la mente
que protegían su preciosa sabiduría. Deseaba más que nada llegar a ser uno de ellos— leer
sobre lugares lejanos y hombres hace mucho muertos, contemplar las estrellas y medir el paso
de las estaciones.
Y eso hice. Forjé el primer eslabón de mi cadena a los trece, y otros eslabones después de ese.
Completé mi cadena e hice el juramento en el noveno año del reinado del Rey Robert, el
Primero de su Nombre, y me sentí bendecido de seguir en la Ciudadela, para servir a los
Archimaestres y ayudarles en todo lo que hicieran. Era un gran honor, pero mi gran deseo era
crear una obra propia, un trabajo que tanto hombres humildes como letrados pudieran leer—
y leerlo para sus esposas e hijos —de modo que aprendieran sobre cosas tanto buenas como
malas, justas e injustas, grandes y pequeñas, y de aquel modo saber más acera del
conocimiento que se recoge en la Ciudadela. Así que me puse a trabajar nuevamente en mi
forja, para crear contenido valioso acerca de las obras maestras de aquellos maestres
fallecidos hace tiempo que me precedieron.
Lo que sigue a continuación nació de aquel deseo: una historia de los hechos galantes y
malvados, de personajes familiares y extraños, y de las tierras cercanas y las lejanas.
El mundo de hielo y fuego
LA HISTORIA ANTIGUA
(La Construcción del Muro.)
NO SE SABE con certeza, cuando comenzó el mundo; pero eso no ha impedido que muchos
maestres y eruditos busquen la respuesta. Algunos defienden que tiene cuarenta mil años de
antigüedad, pero puede que tenga quinientos mil, o incluso más. No está escrito en ningún
libro, ya que en la primera edad del mundo, la Edad del Amanecer, los hombres no conocían la
escritura. Lo que sí sabemos es que el mundo era mucho más primitivo y salvaje. Estaba
poblado de tribus bárbaras, que vivían de lo que obtenían de la tierra, y no forjaban el metal,
ni domesticaban los animales. Lo poco que conocemos de esos tiempos se halla en los textos
más antiguos que existen: relatos escritos por los ándalos, los valyrios y los ghiscarios, y
también por los lejanos pobladores de la legendaria Asshai. Sin embargo, por muy antiguas
que sean esas razas ya cultas, ni siquiera habían nacido en la Era del Amanecer, así que la
verdad de esos relatos es tan esquiva como el grano en la paja.
En las tierras orientales abundaban los pueblos; eran primitivos como en el resto del
mundo y muy numerosos. Sin embargo, en Poniente, desde las Tierras del Eterno
Invierno hasta las orillas del Mar de Verano, sólo existían dos: los Hijos del Bosque y la
raza conocida como los Gigantes.
De los Gigantes de la Edad del Amanecer poco puede contarse, ya que nadie ha
recopilado sus leyendas ni su historia. Los hombres de la Guardia explican que, según
los salvajes, la convivencia entre los hijos del bosque y los gigantes, no era del todo
pacifica, pues estos, criaturas enormes y fuertes, pero de corta inteligencia,
El mundo de hielo y fuego