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Estrellas, galaxias y
agujeros negros...

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El Universo
en Explosión
Nigel H enbest

EDITORIAL DEBATE
Dirección de la obra: Donald Clarke.
Diseño: Barbara Howes.
I'radueeión de Mercedes García ( Jarcia
y Roilolft) Hernández Vara.
Revisión de René Palacios More.
Diagrarnación para la versión castellana d e jó se Cresjx).

© Marshall Cavendish Limited, 1979.

© de la edición y la traducción española:
Edilorial Debale. Alonso Cano, 66. Madrid-3, 1982.
I.S.B.N.: 84-7444.059-9
Depósito legal: B. 17.524- 1982
Compuesto en Fernández Ciudad, S. L.
Impreso en Gráficas Guada, S. A.
Virgen de Guadalupe. 33
E,splugues de Llobrcgat (Barcelona)
Printed in Spain
 INTRODUCCION

«l'.l objeto de estudio de la humanidad debe ser el hombre», escril^ió Alcxander Pope en el
siglo XV11I. Pero, fX)r definición, la humanidad es una especie inciuisitiva: nunca hemos
dejado de estudiar nuestro entorno. No podemos comprender nuestras vidas sin conocer
cómo y por qué comenzó la vida o, al menos, sin formularnos la cuestión. Ksto nos
conduce al Sol, y éste, a su vez, al Universo entero. Por fin ahora, en nuestro siglo, están
comenzando a llegar las respuestas.
Hay que decir también C|ue la humanidad es una especie instintivamente científica.
Desde tiempos remotos hemos intentado registrar y clasificar las cosas (jue vemos, como si
t;omprendiératnos (jue ésta es la única forma de conocerlas, y así es como las ideas tic los
primeros científicos han sobrevivido jrara ser confirmadas. La filosofía antigua tto conocía
límites; sus especulaciones abt>rdaban con libertad áreas C|ue ahora describiríamos como
científicas. Kpicuro ;3 4 l-2 7 l aC) adquirió reputación de ateo y hedonista porque lúe un
materialista, pese a que el autocontrol y la moderación fueran el centro de su filosofía,
l'am bién fue (|uieti íttrinuló una de las primeras teorías atómicas. Kmjx'docles (siglo V
aC; enseñó una teoría de cuatro elementos fundamentales; seguramente no le hubiera
desagradado nuestra teoría de cuatro fuerzas fundamentales.
Kepler dio la primera descripción siistancialmente correcta del sistema solar en l(i09;
formuló las leyes del movimiento planetario, que posteriormente Ncvvton demostró como
consecuencia de la gravitación. En su Armonía del mundo íI6 l9 i examinó y comparó los
vínculos matemáticos existentes tanto en órbitas planetarias como en intervalos musicales
y en geometría. Digamos que, aunque la fuerza impulsora de su búsqueda era religiosa,
lúe perseguido precisamente [xtr las autoridades religiosas de su tiempo. Lo cierto es que
una gran mente suele detentar ideas religiosas que trascienden a sus relativamente
supersticiosos contemjX)ráneos.
.'\hora, las cosas son así: todo el conocimiento debe estar relacionado. I,os físicos creían
en algo llamado éter; opinaban que nada, ni si(|uiera la luz, podía viajar a través del
vacít); postulaban que el espacio debía estar lleno de una misteriosa sustancia con
propiedades tan contradictorias como la de ser más rígida t|ue el acero, pero imposible de
detectar. Un e.xperimcnto destinado a comprobar la existencia de esta sustancia fue lo que
condujo a la teoría de la relatividad de Einstein. La idea de éter había sido descartada,
aunque muchos científicos no renunciarían a ella hasta el día de su muerte. De fitrma
similar, Max Planck, cuya teoría cuántica contribuyó a alterar nuestro conocimiento
de la física tanto como la de la relatividad, empleó el resto de su vida en intentar
reconciliar .sus propios descubrimientos con la física clásica que amaba. Qiieda claro c|ue
cualquier teoría se puede modificar o descartar a la luz de una evidencia nueva.
f'á camino del conocimiento descrito por las grandes mentes de la historia tiene, hoy,
una continuación en Stephen Havvking, de la Universidad de Cambridge, y en otros
muchos científicos de todo el mundo, auxiliados por técnicas y cc|ui}X)s de asombrosa
sofisticación. La elegancia filosófica y matemática de sus descubrimientos será el legado
más importante c|ue [xtdamos hac;er a nuestros descendientes. Sin embargo, los físicos
también dicen que existe un límite natural a lo c|ue podemos conocer: sus teorías deben
dar cabida a la incertidumbre, así como a los sucesos c|ue exigen la supresión de la
incrc'dulidad. El auténtico hombre de ciencia aprende a ser humilde ante la Creación.
Esto no habría soqnendido al teólogo Teilhard de Chardin. « l ’odo lo que se eleva debe
converger», escribió, pensando cpic los caminos del conocimiento no siempre discurren
paralelos, sino cjue conducen hacia arriba y se encuentran. Este libro es un resumen del
conocimiento actual de la Creación y es, también, un tributo a la majestuosa belleza del
Universo y a la belleza de la V'erdad, lo que quizá sea lo mismo.

DC
TEMAS

1: La exploración del Universo

Todos los csfiicr/os científicos contriijuyen a la exploración del Universo,
porque por definición el Universo lo es todo. Kn la actualidad, cada
científico es un es|xxialista cuyos descubrimientos confirman el trabajo de
los demás.

2: Examen de las profundidades del 18

espacio
La naturaleza del Universo infinito. c|ue examinamos desde la diminuta
mota de nuestro planeta, rec|uiere humildad. lnclu.so nuestro Sol, al que el
hombre |Drimitivo adoralta como fundamento de todas las cosas, es una
estrella muv común.

3: La receta del Universo 32

'Ludas his cosas, de.sde una brisíi de verano hasta el violento infierno del
interior de una estrella, están constituidas |X)i unos cuantos tipos de
partículas. Como .sabe todo buen cocinero, el secreto reside en la receta y
en la cantidad de calor adecuada.

4: Los demás planetas 48

Los cuatro planetas más próximos al Sol, incluida la Tierra, tienen muchas
cosas en común, pero los demás son realmente lugares muy extraños. Desde
los fósiles salpicíidos de cicatrices hasta los giganttts gaseosos, la Tierra es el
único paraíso que conocemos.

5: La vida: organización de los átomos 70

,;Cómo puede combinarse un puñado de partículas fundamentales para dar
lugar a la maravilla <]ue llamamos vida? ¿Por (|ué ha sucedido en la
Tierra este milagroso accidente... y qué ocurre en los planetas de otros
sistemas solares?

6: La frontera de lo infinitesimal 90
L1 Universo es infinitamente grande..., pero está constituido por cosas
infinitamente pequeñas. La comprensión del com|X)rtamiento de las
partículas fundamentales es tan singular y difícil como la de la
cienciaficción.
 7: Un Universo de luz 102
Podemos ver las eslrellas por{|ue son luminosas. Pero la lu/ es sólo la i)arie
visible del espectro eleetromagnélieo, que incluye entre otras a las ondas de
radio y a los rayos X . No obstante, también la ciencia puede «verlas».

8: En el interior de las estrellas 118

Constantemente nacen y mueren estrellas; sus vidas dependen de sti
tamaño. Si nuestro Sol es una c.slrella «ordinaria», ¿cómo son las
extraordinarias? etiál es el futuro de nuestro Sol?

9; Agujeros negros 144

Los ttgujeros tiegros suenan a eiencialiceión; no obstante, se los predijo por
vez primera en 179.Ó. Su existencia es cada vez más evidente, pese a que no
los ])odamos «ver».

10: Geografía del Universo 158

Al igual (|ue la 'fierra, el Ctiiver.so posee su geogralía. Nuestro Sol es itn
miembro típico de una gahixia típica; y nuestra Galaxia de la V'ía Láctcti,
que tiene unos 100.()()() millones de eslrellas, es sólo una entre millones de
galaxias.

11: Comienzo y fin del tiempo 176

Todo es relativo. Si cada galaxia se aleja de las demás, ¿dónde se halla el
«centro» del LIniver.so? Quizás el propio tiemtro comenzé) con el «Hig
Bang». ¿IXisliría ya el tiem|X) antes que el Lbñvcr.so?

12: La búsqueda continúa 194

La búsqueda del conocimiento no tiene fin. Percibimos el Universo como
un lugar ordenado pcjiquc estamos acjuí ¡tara observarlo. ¿Hay otros
Universos? ¿Existen otras formas de vida?

Glosario 210

Indice 216
t
I m salida del Std sobre el mar
evoca los cuatro «elementos» de
los antiouos filósofos: tierra,
agua, aire \ fuego. Los
descubrimientos modernos han
fiuesto de manifiesto las
vinculaciones entre estos
diferentes tipos de m ateria, nos
han mostrado por qué el Sol
«quema» tan intensamente y nos
han enseñado que nue.stra Tierra
es sólo un pequeño planeta en un
Universo inmen.su.
wmlOiw-
1. La exploración del Universo
 No es fácil concentrarse! descansando en una playa en un
día de verano. Los pensamientos acuden a nuestra mente,
y sal(;n dt! tilla crispados por los gritos de los niños y
sosegados pt>r el latido dt'l mar. En la playa todos .somos
lilósolbs. Nos preguntamt)s vagamentt' por t|uc el Sol
calienta tanto y ()or (|iic el mar está tan lfít>, y no pocas
veces esta idea se diluye antes de tjtie logremos dar con
una respuesta. Insistamos, sin embargo, tai atrapar algu­
nas de estas cuestiones antes de cjuc se desvanezcan.
¿Por tpié el Sol es calientt' y el mar frío? ¿Por C|ué el
agua es líc|nida y .sólida la arena? ¿De ciuc están hechos?
¿Qité es el aire, esa sustancia invisible que es preci.so
respirar para |X)der vivir? ¿Cuál es la diferencia entre vida
y no vida? ¿Isxistcn titras criaturas vivas en algún i-emoto
lugar del Universo? ¿Tiene un límite el Universo? ¿Cuánto
hace (|ue comenzó y cómo?
Las respuestas a estos interrogantes, C|ue todos nos
hemos formulado, se pueden enccaitrar en una enciclope­
dia o CTi un librt) de consulta. Pero este libro no es una
enciclopedia y ni sitjuiera es, primordialmente, una
típica obra de consulta. Es una exploración. Expkaare-
mos la totalidad del LIniverso, desde el grano de arena
hasta el resplandor del relámpago, desde el átomo hasta t!l
f|uásar, y nos pregtintaremos; ¿j:)or cjué esto es así? El
conocimiento actual del hombre es sorprendentemente
completo, aun cuando explique lo muy grand(! (;n térmi­
nos de lo muy pc(|ucño, o lo muy [xxleroso en términos de
lo inimaginablemente débil. De paso, arrojaremos un p(x;o
de luz acerca de cómo el hombre ha satisfecho su instinto
in(|uirklor y se ha a|tropiado de los secretos tjue oculta la
.Naturaleza.
El arte de la ciencia
Ccneraciones de hombres y mujeres han empleado vidas
enteras (ui la bústpieda de soluciones a las ajjarent(;m(;me
incontestables cuestiones acerca del Universo, cuestiones
que constituyen la esencia de la ciencia. Comprender el
Universo y ttxio lo cpie caí él hay es uno de los principales
objetivos del hombre. La búsqueda de la ciencia {que
literalmente significa «conocimiento»; es, a su maruTa,
arte al igual cjue la composición de una gran sinfonía, y,
[tara el investigador (|ue accede al conocimiento, está llena
de infinita fa.scinaciém. .Muchos son los que sienten (|ue los
descubrimientos científicos del siglo \X staán contcm|tla-
dos por las generaciones futuras como el su|jremo logro
estético de nuestro tiempo.
.'\ pesar de esto, la «ciencia» ha solido tener mala
prensa: los científicos son po|)ularmente considerados
como fríos e insensibles, al mismo tiempo cjue se ven sus
descubrimientos como una amenaza para nuestra existen­
cia. Pales actitudes forman parte de una reacción a la
eulbria de los años 1950 y 1900, cuando parecía que los
descubrimientos científicos iban a jxider resolver ttxlos los
problemas del mundo. Sin embargo, los fallos han tenido
lugar fundamentalmente en los dominios de la política y
de la economía: a menudo no es rentable, financiera o
|X)líticarnente, la utilizat;ión de ciencia y tecnología ya
disponible. Por el contrario, las naciones «desarrolladas»
han hecho suyo, pese a su descomunal coste, el terrorífico
g ptxler destructivo de la energía atómica de la bomba H.
Es triste que el nombre de la ciencia cjuedc a menudo
ensombrecido por ascx'iación con el viejo monstruo, el mal
empleo del conocimiento. *
( liertamente, s(>ría clemasiaclo superficial afirmar que los
científicos séilo están para efectuar descubrimientos, y el
resto de nosotros ¡jara decidir si hay (|ue emplearlos en
función del bien o del mal. En el momento presente existe
una controversia en el mundo de la ciencia a propósito de
la «ingeniería genética» ; investigación solare la recornbina-
ción del .\DN, por darle su denominación exacta). En el
futuro, ella nos permitiría instrumentar las células huma­
nas para determinar el sexo de nuestros hijos, pero
igualmente posibilitaría (]ue laboratorios estatales genera­
sen miles de superhomljres idénticos que sirviesen como
soldados. Incluso en la actualidad existe el riesgo de que la
fuga de uua sola célula peligrosamente imitada, microscó­
picamente diminuta, pueda de.sencadenar una e|)idemia
irreversible que ponga en peligro la vida humana en este
[jlaneta. Eos científicos cine trabajan en los laboratorios de
ingeniería genética han contraído una resjxinsabilidad con
toda la humanidad.
No obstante, al hombre le consume la pasión de
descubrir. El científico siempre estará a nuestro lado
buscando el conexárniemo, a su manera; pero tan pronto
como comencemos a preguntarnos acerca del mundo real,
nosotros mismos nos veremos sumidos en la búsqueda de
la ciencia.
Cada vez más complejo
Desgraciadamente, el ritmo adquirido ]X )r la investigación
científica lleva a Cjue el científico profesional se aleje
paulatinamente de nosotros. Hace uno o dos siglos, una
¡jersona instruida pcxlía leer en revistas informes de
primera mano acerca de la última investigación científica
y comprenderlos; a menudo se ])ublicaban resultados
científicos revolucionarios en libros dirigidos al lector en
general, por ej<mi|)lo, E l origen de las especies de Charles
Darvvin. Hoy, las revistas son tan especializadas ciue la
mayoría de los artículos de investigación .sólo los comjjren-
den quienes poseen años de experiencia, y esto sólo si
pertenecen a su propio camjx). Un astninomo graduado
encuentra tama dificultad en abordar una revista tle
biología como cualciuier otra persona.
Es importante llenar el vacío cpie existe entre el cpieha-
cer científico y el público. Hasta nosotros llegan muchos
resultados de la ciencia y la tecnología actuales: sartenes
c|ue no se pegan, calculadoras de bolsillo y relejes digita­
les, por no citar más que unos pcx'os. Sin eniljargo, lo que
realmente hacen los científicos, y cómo lo hacen, es un
misterio para la mayoría de no.sotros. Uno de los prolile-
rnas consiste, simplemente, en c|uc hay demasiado por ^
conocer. El genio inglés, sir Isaac Ncvvton, afirmaba,
hablando de sus notables lottrtjs, (|tie si había visto más
allá (pie otros homijres era ixmiue se había encaramado
yjbre hombros de gigantes. Ea asimilación de lodo el
conocimiento de las generaciones precedentes --el de los
antiguos gigantes de la ciencia , así como el intento de
hallar la mejor forma de indagar en el con(x:imiento, son
prtx.esos cpie llevan años. Ea antigua máxima escolar de
CJUC la ciencia consiste en una memorización de hechos es
 espaciales no tripuladas Viking, lanzada de.ule Cabo miento genuinamente creativo. Cualquiera que .sea el
exploran regiones del sistema Cañaveral en 1975, contiene un campo de investigación, existen siempre áreas parcialmen­
solar que el hombre aún no ha laboratorio automático para te inexploradas cjue contienen cabos sueltos que es preciso
alcanzado. Esta nave e.tpacial buscar vida en M arte. anudar. El momento crucial para cualquier científico es
aejuél en el que esos hechos inexplicables se contemplan
como parte de un todo: al igual que la resolución de las
disonancias en música, tales hechos constituyen etapas
una etapa necesaria en el camino hacia las fronteras del hacia una visión más armoniosa. La luz puede hacerse en
conocimento; el que la experiencia escolar sea a veces el momento más inesperado: para Arc|uírnedes, en el baño
aburrida no es algo totalmente imputable al método (¡Eureka!), y, para el químico Kckulé, mientras viajaba
científico. soñoliento en un autobús y vio en su sueño ligero cómo se
formaban las moléculas de benceno. De.sde un punto de
El momento del descubrimiento vista retrospectivo, la nueva teoría siempre parece obvia,
Sin embargo, los científicos de vanguardia consideran que al modo de la solución de un crucigrama, pero esto sólo es
la naturaleza de la ciencia tiene un matiz más vivo. Una una pequeña parte de la historia. La inspiración única­
vez en pose.sión del conocimiento anterior, el asalto a los mente llega tras meses o años de trabajo, y delte ir seguida
misterios de la Naturaleza se convierte en un aconteci­ de muchos expcrimetitos que confirmen las nuevas ideas.
 Kl rcsultaclo es un fragmento del eonoeimiento, un rincón
más (|ue se ilumina en el Universo.
Fai su mayor nivel, la ciencia es una actividad humana
increíblemente excitante, y son los años de estudio, más
cjuc los halla/gos, los ciue conducen a ella. Las auténticas
revoluciones sttio las consiguen cicntílicos de enorme
imaginacié)!), capaces de ver a través de las complejidades
de un resultado ex])erirnental, o bien de la enrev(;sada
trama de teorías previas, seleccionando línicainente los
aspectos más importantes. «Frío» e «insensibk;» .son pala­
bras (¡ue difícilmente sirven para describir a un científico
eminente, quien, más bien, es un buscador apasionado del
conocimiento, un soñador inspirado.
Pero tras la excitación <jue produce un nuevo descubri­
miento, una revoluciétn científica, no siempre resulta fácil
explicar su importancia al mundo en general. Fn realidad,
es más (ácil decir (|uc un grupo de científicos ha culmina­
do felizmente su investigaciétn c|ue explicar sus progresos
al público, aun cuando es éste (juien paga la investigación.
Ln astronomía, esto sucede de una (iuina un tanto
dilérente C|ue en otras ciencias (a excepciiín de la biología),
ya que los descubrimientos astronómicos son comparativa­
mente más fáciles de eomprender. \o es demasiado difícil
intuir (jue los [lúlsars —objetos celestes cpie emiten una
señal de radio con un «tic-tac» regular son diminutas
estrellas (jtie giran rápidamente; y el descubrimiento
figura en todos los periéidicos. Sin embargo, cuando los
físicos encuentran un cuarto C[uark uno de los ¡rilares
básicos c|ue constituyen la materia , no hay mayor eco
en la prensa. Algunas nociones de astronomía fórinan
parte del conocimiento general, pero los libros científicos
de divulgaciiín y los textos escolares nir recogen la explo-
sié)ii de conocimientos del mundo stibatómico en los
últimos años.
l'n (ihjuimislo iM ,\T r (li’sarrollado u jm ilii di l de los
iHi ariiiinnli’s en ph’im larea. <il(¡iiimisl(i\. n ejeniplo del
/.(Al imidenios Inhoutlor/os tk alamhi(/iie de lo /Mile iiijerior
(¡tdmka aieiiUni fon in\trm¡milnl izemierda.
del resto del Universo; el violento holocausto del corazétn
de una estrella; y la persistencia de ondas de radio desde el
nacimiento del propio Universo.
.\unc|ue este libro se refiere al Universo, no trata
sim¡tlemcnte del Universo c|ue contemplan los ojos de los
astrónomos: los nuestros harán una exploiacióit dilérente.
A lo largo del mismo veremos que todas las cosas del
Universo estáir constituidas ¡3or unas citantas partíctrlas
fundamentales c|ue interaccionan entre sí [xtr medio de
unas |)ocas fuerzas, e inclirimos a objetos cotidianos corno
la liza y el (|ueso, los balones tle playa y los eqitipos de
televisión; objetos mucho más com[)licados a los (|ue
conocemos como «vivos»; y, luego, el resto del Universo
(jtre se extientle mucho más allá de mrestro (aitorno, (¡ue,
aunf|ue nos parezca importante, rat deja de ser un pec|ire-
río tticho. Al ])reguntarnos por (|ué el Universo es como es,
nos encontraremos con Cjue la ciencia actual posee un
conjunto notalrlernente consistente de sohrciones, ¡xto
también con que existen aún muchas cuc.stiones a las que
el científico ha de resjxrnder. Parte de rurestra bú.sc|tteda
contemplará algirnos caminos aún inexplorados, y nos
mar'avillai'cmos de cétrno ellos pueden modificar nuestras
ideas acerca del l.Iniverso.

De los púlsars a las partículas

Ciertamente, existe tanta agitación en el mundo de lo
inimaginablemente pecpieño como en el de los astróno­
mos. I-os físicos creen que pueden decir ¡ror fin cuáles .son
la mayoría de las partículas fundamentales los pilares
básicos más pequeños cpie constituyen el Universo , y
por c|ué se comportan como lo haceti. Pueden mostrar
cómo estas partículas {incluyendo los quarks a los C|ue
antes nos referíamos) constituyen los átomos de la materia
habitual, mientras (¡ue las fuerzas existentes entre las
partículas dan lugar a la energía eléctrica, a la bomba H y
a la gravedad cjue nos mantieiK; sobrt- la superficie de la
fierra.
(.Quizás el hecho más sorprendente de todos sea cjuc la
materia es la misma, y se comporta de la misma forma, en
todo el Universo. Los descubrimientos d(‘ los astrónomos
se pueden explicar con el mismo tipo de panículas, las
mismas fuerzas y las mismas leyes de la Naturaleza (|uc los
físicos encuentran en un laboratorio terrestre, listo resulta
aún más a.sombrf)so cuando s(' conocen algunos de los
extraños objetos con que en la actualidad se enfrentan los
astrétnomos: estrellas eiitt'ras condensadas tai una bola de
tan sólo unos kilómetros de diámetro; agujeros negros
10 donde la gravedad es tal como pata arrancar la materia
 /lisposilim de sir fliim/>liry mineros. Los desenhrimienlos de
D aiy ¡>ara análisis de g a s: sns los elementos sodio, boro )'
iiwesligaeiones subre gases ¡mlasio son otras de sns mnelias
aindiijeivn a l desiubrimiento de realizaciones.
la lámjxna de seguridad de !<)•
Los elementos: las sustancias básicas
Los antiguos griegos íiieron los [)rinu;ros (]uc itilcntaron
encontrar soluciones a los enigmas de la Naturaleza, pero
carecían de itistrunientos precisos con los cpie comprobar
sus teorías, y sus ideas g<‘neralmetue se sostenían o se;
derrumbaban ¡xjr su aceptabilidad filosófica más (ju (í por
su confirmación (‘xpc'rimcmtal. La más avanzada de sus
teorías fue la propuesta por el filósofo y místico ranpédo-
cles en el siglo V' aC, cjue pensó c^uc el Universo estaba
compuesto por cuatro elementos tierra, agua, aire y
fuego y (|ue los difertíntes tipos de materia t|ue conoce­
mos diferían simplcmcnU' por la [iroporción de los elemen­
tos que los constituían. Ln la fierra nunca .str [todrían
encontrar <;stos elementos en estado puro; por ejemplo, el
agua ordinaria estaría fundamentalmente, pero no por
completo, compuesta dtd elemento «agua». Además de sus
elementos,-el mundo de Lmpédocles contenía dos fuerzas
opuestas, amor y odio, cjut; gobernaban tanto los objetos
inanimados como las criaturas vivas.
Por cierto cjue existe una lógica en su esquema, en
especial en su noción de que los elementos se presentan
naturalmente en un orden determinado: la tierra está
abajo; el lugar natural del agua se halla sobre ella; más
arriba se encuentra el dominio del aire; y, por encima de
todos, aparece el fuego. Como cada elemento tiende a su
propio lugar, un trozo de tit'rra cae a través del aire y del
agua, y las gotas de agua caen a través del aire; mientras
rpie las burbujas de aire suben a través del agua y el (liego
se eleva en el aire. Izis dio.ses i'si existen) deben vivir en la
ardiente capa que se encuentra por encima de todas, y una
leyenda sostenía tjuc Lmpédocles, tras retirarse a una vida
solitaria en las altas inmensidades del monte Ltna, se
creyó él mismo un dios y se a rn jó al ardiente cráter del
volcán.
I -as itleas de Lmpédocles fueron [lopularcs durante dos
mil años, e incluso hoy las usamos en sentido figurado
cuando nos referimos a una violenta tormenta como «la
cólera de los elementos». L1 mayor filósofo griego, Aristó­
teles, incorporó los cuatro elementos a su esquema ilustra­
tivo del Universo e incluyéi un <|uinto elemento más
sublime; el «éter». Lstá éste situado encima de la capa de
fuego y no se extiende tnás allá de la órbita de la Luna, ya
(juc es incompatible con la corrupta fierra.
Ln Luropa, durante tttdo el medievo, Aristóteles fue Ui
luz (pie guié) a los hombres de ciencia, fomás de ,\quino
concilió sus ideas con la Biblia, y. a partir de e.sc
momento, el procedimiento de los estudio.sos medievales
para responder a cuestiones científicas consistió, sencilla­
mente, en consultar los trabajos de Aristóteles. Solamente
tm estudioso excepcional consideraba necesario realizar un
experimento real. Por ejemplo, Aristóteles había estableci­
do c|ue una roca pesada cae más deprisa c|uc una ligera, \'
liic preciso un genio de la talla de (íalilco para, en efecto,
arrojar dos rocas y probar la falsedad de Aristóteles. (lA-
paso, no es cierto t|ue las a m jtira desde la pintoresca
forre Inclinada de Pisa, como afirma el mito po|)ular.i
Mientras tanto, los ahpiimistas f)btenían notables resul­
tados con los cuatro elementos accesibles. Manifesttiban
un interés particular en la estmetura de la materia, ya que
la UK'ta de la alquimia se centró muy rápidamente en la
transformación de metales «básicos» en el metal más
noble, el oro. Si los diferentes ti|)os de materia dilérían en
las mezclas de los cuatro elementos básicos, la transmuta­
ción debería consistir entonces, simplemente, en alterar las
proporciones. L1 árabe Ja b ir ibn Hayyan, conocido en
lluropa occidental como Geber, abordó la «(irán Obra».
L1 azufre, la asfixiante piedra amarilla, era la esencia de la
combustibilidad (fuego), mientras que el metal lí(|uido de
mercurio, o plata viva, constituía la esencia de la fusiona-
bilidad ¡«capacidad de licuarse»). Combinando formas
impuras de los mismos resultarían metales básicos como
cobre o plomo, pero purificándolos antes de combinarlos
se produciría el f)i'o. A un mayor nivel de pureza, l;i
combinación se convertiría en la Piedra Pálosofal. Lsta
«piedra», el fin último de los alquimistas medievales,
transmutaría por sí misma metales básicos en oro; y por
analogía con esta «purificación» de metales, purificaría el
cuerjx) y el alma humanos. Al eliminar todas las enferme­
dades, incluyendo la vejez, la Piedra Lilo.sofal aseguraba la
inmortalidad, por lo que recibió el nombre alternativo de
Llixir de la Vida.
L.1 aliciente de las ideas de los alquimistas sobre la
mente humana fue inmenso. Ll edificio de la alquimia sólo 11
 comenzó a resquebrajarse hace (res siglos, cuando sir Isaac
Newton y sus predecesores eslablecieion las leyes de la
física y las ideas básicas de la astronomía. Los akiuimistas
serios continuaron sus prácticas hasta 18()(), y se dice que
Adoifi) Hitler emftleó a un alquimista con la esperanza de
reforzar las reservas de oro del Terecr Reich.
Sin embargo, las mentes más sagaces del siglo XVII
advirtieron (|ue las sustancias ordinarias no podían des­
componerse en tierra, aire, agua y fuego, de lo (|ue se
suponía estaban hechas. La razón principal para creer en
los elementos de Lmjtédocles era el inmenso respeto con
(|ue los hombres medievales contemplaban a los filósofos
antiguos. Kn la década de 1660, el científico angíoirlandés
Robert Boyle. quizás el iirimer investigador más «tiuíini-
co» Cjue «alquimista», sugirió cpic los «elementos» c|ue
constituían todas las sustancias caan, en sí, sustancias
ordinarias. Desde este moderno punto de vista, el metal
lí(|uido mercurio y el no metal amarillo azufre, por
ejcmfilo, son elementos tiue no pueden descomponerse por
reacción cjuímica en otros más simples. Sin embargo,
pueden reaccionar ¡untos para formar el compuesto rojo
cinabrio (.sulfuro de mercurio) pero no para dar oro, c]ue,
por derecho propio, es un elemento.
A comienzos del siglo XIX, sir Humplny Davy, el
inventor de la lámpara de seguridad de los miniTOs,
amplió la tabla de los elementos químicos. 1lacicndo pasar
una corriente eléctrica a través de los compuestos fundidos
los descompuso en sus elementos. La sal ordinaria de
cocina se descom|)uso en un gas tóxico, el cloro, y en un
nuevo metal, el sodio, tan reactivo cpie se mostraba
efervescente y se disolvía instantáneamente en el agua.
Para comprobar este análisis, pongamos en contacto estos
dos impctuo.sos elementos y en im Ínstame obtendremos
cloruro sódico: sal de cocina.
Ln la éfX)ca de Davy se conocían 47 elementos; el total
en la actualidad es de 105. De ellos, solamente 88 se
encuentran en la .Naturaleza, el resto los obtiene el fiombre
en reactores nucleares. Algunos de estos últimos tienen
una vida muy breve, y es más el físico cpie el (|uírnico
(|uien confirma su existencia.
Los átomos: la base de los elementos
Al tiempo t|ue Davy descomponía nuestras sustancias
cotidianas en sus elementos básicos, comenzaba a c|uedar
en claro cpie éstos no se ctnnponían de un material
continuo ¡«sólido»), sino de un enorme tiúmcro de dimi­
nutas partículas individuales llamadas átomos. La teoría
até)mica de la materia había existido desde la época de los
griegos, pero no había encontrado el favor de Aristé)teles y,
en consecuencia, se la había ignorado en la Europa
medieval. En el curso del siglo X IX , los químicos determi­
naron cjue los elementos se combinan en ciertas proporcio­
nes definidas. .\ ¡xirtir de la antigua idea según la cual las
sustancias eran continuas si se cortase un grano de
arena |)or la tnitad un número infinito de veces, cada
trozo, más y más diminuto, .seguiría siendo arena , los
elementos ciuímicos debían poder combinarse en cuakjuier
proporc:ión. Los nuevos experimentos exactos de química
fueron llevados a cabo por vez primera, en el siglo XVIU,
12 por el padre de la (juímica moderna, .Antoinc I.avoisier,
En ¡o.\ micleo.s mi/raltw de tos Bikini et I de Jutio de t94(i.
(ilomos reside una enorme fuente Obsérvese los barros de guerra
de energía, led romo muestra este capturados (abajo izquierda}
ensayo de una honiha atómica expuestos a tos efectos ete ta
norteamericana en et Atotón de exptosión.
CjU(' mostró que debía existir una partícula muy peciueña
de cada elemento y que estos átomos se debían combinar
en cada caso particular, en relaciones simples, para dar
lugar a los compuestos (|uímicos rjue encontramos en la
vida cotidiana, tales como sal, arena o agua. Se había
elucidado, |Dor tanto, la arciuitectura de la materia. Si nos
fuera ¡xjsible dividir nuestro grano de arena hasta un
tamaño suficientemente pequeño, encontraríamos su uni­
dad básica consistente en dos átomos del elemento oxígeno
combinados con un átomo de otro elemento, el silicio. Lste
sencillo trío es la molécula básica de dióxido de silicio, el
compuesto del Cjue está constituida la arena ordinaria y
c|ue se repite innumerables veces trillones de ellas
jtara formar un grano de arena de la multitud ejue existe
en la ftlaya.
Más allá de los átomos: las partículas
Pero la energía eléctrica, con la que Davy halu'a separado
los átomos de cloro y sodio de la sal, habría de relacionar­
se después con el desprendimiento de las capas más
externas de los propios átomos. Las descargas eléctricas en
un gas muy tenue producían una lluvia de «rayos catétdi-
cos», corrientes de partículas subatómicas con carga
eléctrica negativa. Estos electrones {c:omo hoy los denomi­
namos) son los diminutos proyectiles lanzados desde la
parte posterior del tubo de un receptor de televisión, cpie
producen |)untos luminosos y oscuros cuando barren la
pantalla de fósforo. Cuandcj ,se los descubrió, en 1897,
constituyeron un enigma. ¿Cómo encajaban estas partícu­
las cargadas dentro del esciucma de los elementos (|uí-
-Solamente después de c|ue se hubo a.senlado la polvare­
da de la revolucié)u científica que, a comienzos del si­
glo X X , había desencadenado las nuevas teorías funda­
mentales del mundo físico, las primeras desde los tiempos
de Newton (la cuántica y la de la relatividad), se aclaró el
papel de los electrones. Los átomos no son precisamente
bolas de billar en miniatura que se unen entre sí para dar
lugar a las moléculas C|ue constituyen la materia ordinaria,
sino que tienen una estructura interna: en la parte exterior
del átomo los electrones, cargados negativamente, se
hallan en órbita alrededor de un núcleo central cargado
positivamente, de forma parecida a como los planetas
giran en torno al Sol (si bien no de forma tan uniforme,
razón por la C|ue en los átotnos un conjunto de electrones
se designa corno una «nube»). El propio núcleo .se compo­
ne de dos tipos de partículas, los [trotones, cargados
positivamente, y los neutrones, eléctricamente neutros, es
decir sin carga. La construcción del Universo parecía ser
tan notablemente simple C[ue únicamente réquería tres
partículas fundamentales diferentes electrones, protones
y neutrones que se a.sociaban para formar los átotnos.
I.OS diferentes elementos químicos se diferenciaban por
 l « ejemplo espectacular ele la
fuerza eléctrica: cuando una
lámina de plástico altamente
cargada se conecta a tierra, los
electrones fluyen por la lámina a
lo largo de canales semejantes a
heléchos.
tener distinto número de protones en el núcieo, así como
de electrones, cardados opuestamente, en órl)ita. El núme­
ro de protones y electrones en un átomo debe ser igual, a
fin de que sus cargas eléctricas se cancelen. Puesto que el
comportamiento de los electrones más externos es el que
controla la unión de los átomos en moléculas, los distintos
elementos diferirán en sus propiedades (juímicas.
Un mundo realmente sencillo; en la década de 1930
parecía haberse resuelto la estructura del Universo. Sin
embargo, los lisicos experimentales continuaban investi­
gando el mundo subatómico, y muy pronto .sus resultados
comenzaron a satisfacer a los tectricos. .\unque no cabía
duda de que la estructura del átomo se había comprendi­
do correctamente, pronto se tuvo la evidencia de cjue
existían muchas otras partículas «fundamentales». La
mayoría de estas nuevas partículas .sólo eran estables
durante una fracción de segundo, «desintegrándose» rápi­
damente en otras diferenUís y emitiendo radiación. Eran
claramente diferentes del elecirétn, el protón y el neutrón
y, ¡rara asombro de los físicos de partículas así se
14
denomina a ciuienes estudian el mundo subatómico -, su
número creció ininterrumpidamente durante la década de
19.Ó0. Lo c¡ue antes había parecido un notable logro,
explicar los ciento y tantos elementos en términos de tres
partículas íúntlarneiuales, se convirtió t;n una terrible
ironía cuando los físicos verificaron (jue el proté)ii, el
neutrón y el electréai eran sólo tres de casi un centenar de
partículas diferentes que podían existir cu la Naturaleza.
Partículas de partículas
¿Pueden todas estas partículas «fundamentales» estar
constituidas por otras aún más diminutas? Si así fuera,
¿]>odríanK)S explicarnos })or ejué sólo unas cuantas son
estables, mientras cjuc la mayoría de las partículas de la
-Naturaleza se desintegran rápidamente en otras? Desde
19()0, los físicos de partículas han vivido obsesionados con
estas cuestiones, y el esquema básico de la .Naturaleza, tal
y como se presenta en la actualidad, se ha simplificado
relativamente. .Se considera (pie el protón, el neutrón y la
gran mayoría de las restantes partículas subatómicas están
constituidas |X)r combinaciones de cuatro quarks diferentes.
El destacado físico americano .Vlurray (j(ál-\lann esco­
gió el término «cpiark» en 1964, cuando pensaba c|ue
únicamente iban a precisarse tres tipos de partículas
básicas para construir las más pesadas («1 bree Cjuarks Ibr
Vltister .Vlark», dice Jam es Jo y a ; en Finnegam Wake).
George Zvveig, colega de Gell-.Vlann, propu-so llamarlas
«ases», p(;ro el nombre nunca se aceptó, aun cuando ahora
se liaya «encontrado» un cuarto quark. (Realmente, los
últimos experimentos indican r[U(; puede existir otro y,
posiblemente, un sexto.)
Los cuatro quarks constituyen la gran mayoría de las
|tartículas subatómicas cuando se combinan de dos en dos
o de tres en tres. Sin embargo, hay cuatro partículas ()U<;
taml>icn del)cn ser consideradas: el electrón, su hermano
más pesado, el muón, y dos tipos de neulrinos (|ue
constituyen una familia aparte, la de los leptones. Al
contrario de lo cpie sucede con los quarks, los leptones nc)
se agrupan para formar partículas más jiesadas, sino c|ue
viven existencias separadas y solitarias.
A la pregunta «¿De c|ué están hechas las cosas?», el
físico moderno respondería: el Universo consta, en último
término, de sólo ocho clases de partículas pertenecientes a
dos campos: cuatro (juarks cjue se unen para dar lugar a
partículas más pesadas, como protcaies y neutrones; y
cuatro le])tones, entre los que .se incluye nuestro viejo
amigo el electrón. Los [)rotones y los neutrones se combi­
nan en un núcleo que, arropado por los electrones que se
hallan en su órbita, lijrman un átomo; los átomos se
agrupan en moléculas que .se unen |X)r medio de sus nubes
de electrones arremolinados ptira componer todos los
objetos de nuestro mundo cotidiano.
Las cuatro fuerzas
¿V eti qué quedaron las fuerzas de EmiDédtJcles, amor y
odio? l,es fue algo mejor ejue a sus elementos, ya que
constituyen el segundo ingrediente del Universo tal y
como hoy lo ven los científicos. Cada partícula fundamen­
tal del Lánverso se encuentra afectada por el movimiento
de las demás, es atraída o reyjclida por una o más de las
cuatro fuerzas conocidas en la física de nuestros días. Dos
de estas fuerzas nos son familiares a lodos: la gravitación y
el elecirotnagnetisnio, mientras que las otras dos, las
nucleares, operan solamente a escala atómica.
Soltemos el libro y caerá al suelo: decimos que ha sido
atraído por la gravedad de la fierra. De hecho, cada
ptirtícula del libro es atraída por cada partícula de la
Tierra, y viceversa, y es su mutua atracción gravitatoria la
causante de que se reúnan. Naturalmente, el libro se
mueve mucho más que la Tierra, ya f|ue cotitiene mucha
menos materia; pero la Tierra también se mueve, eleván­
dose 0,0(K)00(X)0(KXX)Ü()()()()()Ü()01 milímetros para encon-
trtirse con el libro cpie cae.
La gravedad nos sujeta firmemente a la Tierra: para
iilejar.se de la Tierra, una nave es|)acial debe idealizar la
tremenda velocidad de 1 1 kilómetros ¡lor segundo, 40.000
kilómetros por hora. .Nuestro jiropio globo se mantiene en
órbita alrededor del Sol, fuente de vida, por la poderosa
atracción gravitatoria de este último; y a una escala aún
mayor, la fuerza gravitatoria constriñe a nuestro Sol a una
órbita circular a través de nuestra (Jalaxia, constituida por
cien mil millones de estrellas ¡ todas sostenidas entre sí por
sus mutuas atracciones gravitatorias), a pesar de su
velocidad de unos 250 kilómetros por segundo alrededor
del centro de la Galaxia.
Por lodo ello, resulta bastante sorprendente enterarse de
que la gravitación es, con mucho, la fuerza más débil de la
iNaluraleza. A escala astronómica es suprema sólo porejue
se trata de una fuerza de largo alcance Cjue lo atrae todo.
l,as dos fuerzas nucleares, aunejue mucho más intensas,
o])eran únicamente entre partículas extremadamente pró­
ximas, tan cercanas una a otra como los |3rotones y
neutrones en el núcleo de un átomo. La fuerza electromag­
nética es, asimismo, mucho más intensa epte la gravedad y
tiene largo alcance. Sin embargo, las fuerzas entre los
protones cargados positivamente y los electrones cargados
negativamente .se cancelan en la práctica, si bien en algiin
momenuí habremos de tratar con cantidades, de materia
mucho mayores cpie un átomo.
La tremenda intensidad de la fuerza electromagnética
—el termino «electromagnético» describe a ambas fuerzas,
eléctricas y magnéticas, que están do hecho muy relacio­
nadas puede mostrarse con un sencillo experimento.
Frotemos un peine de plástico en nuestra manga y
situémoslo sobre unos cuantos trozos de papel: veremos
que éstos sallan. En el acto de frotar, una minúscula
proporción de electrones de los átomos (pie constituyen la
manga se ha transferido a los del peine, y esto ha
ocasionado un exceso de carga eléctrica negativa. .Aunc^ue
la cantidad extra de electrones cpie pasa al ])eine viene a
ser aproximadamente tan sólo d(- uno por cada billón de
átomos (pie posee el peine, esta concentración de electrici­
dad, que es realmente miniíseula, origina la fuerza sufi­
ciente para que los trozos de papel sean impulsados hacia
arriba, superando la oposiciém cpic representa la atracción
gravitatoria que ejercen constantemente los átomos de la
d'ierra.
Lo primero cpie aprendemos acerca de las fuerzas
eléctricas es que «cargas iguales se repelen» y que «cargas
distintas se atraen». Por lo tanto, un prou'in cargado
positivamente atrae a los electrones cargados negativa­
mente, pero dos protones se repelerán uno a otro. La
atracci('>n enlie protones y electrones mantiene a los
electrones de los átomos en órliita alrededor del núcleo, tal
como, a una escala mucho mayor, la fuerza gravitatoria,
siemjire atractiva, mantiene a la Tierra en (irbita alrede­
dor del Sol y a la Luna en órbita alrededor de la Tierra. A
fin de comparar las intensidades relativas de las fuerzas
eléctrica y gravitatoria, supongamos (jue pudiésemos ha­
cer desaparecer a voluntad icxlos los electrones. Si enton­
ces agi'upásemos en sendas dunas, situadas sobre la Tierra
y la Luna, a los protones que las constituyen, la repulsión
entre las dunas cargadas positivamente excedería a la
atracción gravitatoria entre la Tierra y la Luna y despedi­
ría a nuestra Luna al espacio.
Volviendo a aspectos más mundanos, la fuerza eléctrica
es la cau.sante de cjue los electrones fluyan, en forma de
corriente elcTirica, a lo largo de un alambre. Esta propie­
dad es vital [tara nosotros, ]3ues sin electricidad la vida en
el siglo XX, tal y como la conocettios, sería imposible. En
un metal, los electrones no están fuertemente ligados a sus
propios átomos, y una ligera fuerza eléctrica, un voltaje,
ocasiona su desplazamiento a lo largo de un hilo metálico.
En el alambre hay siempre tantos electrones como proto­
nes, de forma cjue la conducctón no hace al pixjpio
ídambre ni positivo ni luygativo. Sin embargo, el flujo de
electrones transporta energía, lo mismo (|ue una corriente
 de agua, y esta energía se puede utilizar en la gran
variedad de |)rop<’>siios (|ue asociamos eou la palabra
cleeirieidad: calefacción, iluminación y comunicaciones,
por sólo citar unos cuantos.
lata carga eléctrica en movimiento product; también la
un tanto misteriosa fuerza del magnetismo. Históiicamen-
te, esta fuerza se asociií en principio con el imán, un
mineral natural al (|ue ahora .se le llama tnaguetita, una
forma del mineral de hierro. Se le dio esa denominacié)n
íc|uc significa «piedra de rnmbo»;i pon|ue señalaba aitro-
ximadamente el norte-sur cuando era suspendido libre­
mente. Las brújtilas de imán, y posteriormente de mate­
riales magnéticos, fuentn inapreciables para los marinos
europeos a partir del siglo .\111. Ll magnetismo se jtarece a
la electricidad, pero con sutiles diferencias. Al igual que
las cargas eléctricas, existen dos tipos de ¡míos magnéticos,
llamados «norte» í . \ i y «sur» ¡S) según la dirección en
(|Lie se orientan cuando funcionan como brújulas; además,
])olos iguales se repelen, mientras (|ue ])olos distintos se
atraen. .\o obstante, el masíiietismo se difenmeia en (pie
los ¡tolos Jamás pueden existir aislados, l'n imán, por
(jemplo, nunca tiene un único polo i\, sino (pie siempre
tiene ¡xilos N y S de igual intnisidad. Si cortamos un imán
por la mitad, los extremos cortados ¡tasan a tener ¡tolari-
dad (tpuesta a la de los ¡xtlos existentes en cada mitad.
(¡uando, a cotnienzos del siglo XIX, cotncii/.aron a
estudiarse ampliamente las corrientes eléctricas, se enettn-
tró un cnri(tsü ('slabón entre la electricidad y el magnetis­
mo. lais cargas eléctricas en mitvimienttt c¡ue constituyen
la C(trriente crean un cam¡t(t magnétictt alrededor del
C(tndnct(tr, y, recí¡trocamente, se puede establecer una
corriente movicntUt simplemente un cttnductor a través de
un camptt magnético. Ll primero de esUts efectos tiene una
utilización ¡iráctica importante en el eiectroimán, en el c¡ue
una bobina (¡ne transporta una corriente se com¡)orta
exactamente como tin enorme imán, con la ventaja de c¡ue
en un electroimán (d operador ¡niecie hacer ce.sar la fuerza
magnética sim¡jlemcnte interrumpiendo el paso de la
corriente elf'ctrica, inestimable, por ejemplo, en los cemen­
terios de autom(')viles para el traslado de los coches viijos.
Ll segundo electo es aún más im¡x)rtante en ntiestra
vida cotidiana, ya c¡ue supone el principio del generador
eléxtrico. En una central eléctrica, la energía generada por
combustión de carbón o petróleo, hidráulica o nuclear, se
utiliza para hacer girar una bobina en nn carn¡x) magnéti­
co. La energía mecánica c¡ue se em¡)lea en hacer girar el
generador (o dinamo; se transliirma, ¡xir medio de la
bobina que gira, en corriente eléctrica. De esta forma se la
puede enviar por medio de una red de distribución
eléctrica y reconvertirla en energía UK'cánica, o en luz,
calor, etc., en el hogar o en Itt fábrica.
Ll comportamiento de los imanes perimuientes .se clari-
(icé) cuando se verific(') (¡iie un átomo está constituido por
un torbellino de electrones (¡tic giran alrededor de un
núcleo central. Los electrones originan una corriente c¡ue
circula de la misma (itrnia (¡iie el flujo de electrones en la
bobina de un electroimán, de manera t¡ue cada átomo .se
comporta como un minúsculo electroimán con sus ¡xtlos X
y S. De hecho, la circulación de la multitud de electrones
16 hace (¡ue se cancelen los campos magnéticos en la mayoría
de los íitomos; pero existe un ¡tuñttdo de elementos el
hieiro es el más común de ellos en los (¡ue los electroi­
manes ;it(3micos individuales no sólo son intensos, sino que
pueden orientarse en el bloc¡ue sólido de la sustancia, los
polos N ¡x)f un Ittdo y los ¡xtlos S por otro, de forma c¡uc
un extremo del blo(¡ue actúa como polo .X y el otro como
¡xtlo S.
La (dectricidad y el magnetismo son, ¡xtr tanto, manifes­
taciones dilcrentes de la misma fuerza fúndamcntal, el
clcctroniiignetismo. De las cuatro fuerzas de la .Naturaleza,
ésta, la segunda más intensa, liga los electrones a los
áutmos y construye las moléculas de las susttincias cotidia­
nas a partir de Itis interacciones de las nubes electrónicas
entre átotrios vecinos. Nuestro mundo ordinario es, en
gran parte, un mundo electromagnético.
Las dos fuerzas restantes las nucleants «fuerte» y
«débil» ¡jueden parecer hallarse, en ¡trincipio, muy
alejadas de nuestra vida cotidiana; sin embargo, son tan
importantes en l;i determinación de la estructura del
Universo como la gravitación y el electromagnetismo. L:i
fuerza fuerte mantiene unidos los (¡titirks. Los mantiene
unidos de dos en dos o de tres en tres en las antiguas
¡tartíeulas fundamentales, y con una intensidad tal (¡ue, en
la actualidiid, los físicos no han sido ca}xiccs de aislarlos.
Casi como una reflexi(ín tardía, los restos de esta fuerza
colosal se filtran dc.sde el interior del protón y del neutrón
para mantener unidas estas partículas en el núcleo de un
átomo. >
La necesidad de algún tipo de fuerza de atracciétn en el
núcleo resultó obvia tan ¡tronto como los físicos dieron con
(¡ue en el mismo núcleo p(xlían convivir varios ¡trotones,
(.atando estas ¡tartíctilas, cargadas positivamente, se (m-
cuentran mtiy ¡tréiximas, l;t fuerzti de re¡)ulsi(')n eléctrica
entre ellas es inmensa. Dos protones .se repelen uno a otro,
en el diminuto núcleo de un átomo de hierro, con una
fuerza igual al ¡x‘so de este libro. Obviamente, en el núcleo
debe estar actuando una fuerza mucho más intensa c;i¡)az
de mantener unidos los protones (y neutrones), y debe de
ser unos cientos de veces más intensti c¡uc la fuerza
electromagnéticíi.
Algunos asftcctos de la fiitaza nuclear fuerte nos son
bastante familiares. La pixlcrosa titnicción de los protones
y de los neutrones se puede lilxtrar en forma de estallido
mortífero en la bomba de hidrétgeno, cuando .se forman
iitK'vos núcleos a partir de otros más pe(¡ti(aios. Ll mismo
¡tnxteso, h\ fusión nuclear del hidnígeno, tiene lugar en el
núcleo del Sol y de otras estrellas, aunc¡tie en este caso la
fuerza fuerte, es decir su energía convertida en luz y calor,
llega hasta nosotros, desde una distancia (¡ue implica
sttguridad, como un influjo benigno.
lat fuerza débil ha sido, desdi; hace mucho tiem¡x), la
más misteriosa de las cuatro fuerzas de la Naturaleza. No
tiene efecto obvio en nuestro mundo cijtidiano, e inclitso
en el laixtratorio de física mixlerna sus acciones están
generalmente enmascaradas por la mil .veces más intensa
fuerza eli;ctromagnética, o por la aún más potente fuerza
fuerte. L;t mayoría de los efectos de la fuerza débil se
¡xtnen más de manifiesto en las reacciones c¡ue (xasiona
(¡ue en la atracción o re¡)ulsión entre las partículas. Ubi
neutrón libn;, por ejemplo, solamente vive por término
 I i/da.'i las Jiici zasi de la
Xatum leza se eitiadaii et/lre si.
l /i eleclriridad v el ma«>ielismo
esián wtimameule Ufados, y
aclimlmeiih: se relaeioiia esta
medio quince minutos. A continuación se desintegra en un
protón, un electrón y un es(|uivo antineutrino (la antipar­
tícula cíjuivalente al iKMilrino «ordinario») y en esta
reacción interviene la fuer/.a nuclear débil; la teoría
muestra (|ue ésta no tendría lugar si la gravitación, el
electromagnetismo y la fuerza nuclear fuerte fueran las
únicas ftitazas de la Naturaleza. VdrtualiiK'ute, la liierza
débil es t|nizá la más importante en el gf)bierno de l;is
primeras etapas de la fusión del hidrógtaio en las estrellas:
sin ella, las estrellas nunca brillarían, o bien explotarían
apenas nacer, como veremos cuando examiiiemos ttiás de
cerca los núcleos de las estrellas en el capítulo 8.
Sin embargo, la fuerza débil puede constituir otro
as|)ecto de la fuerza electromagnética. Hemos visto cómo
la aparentemente tnisteriosa fuerza magnética pasó a ser
otro aspecto de la fuerza eléctrica; en 1967, Steven
VVeinberg y Abdus Salam propusieron qnc la fuerza débil
también podía estar relacionada con ellas. La teoría
subyacente a esta unificación no es sencilla, pero hace
pensar que en la Niituraleza hubiese solamente tres
fuerzas, una de las cuales, el «nuevo electromagnetismo»,
,se matiiíéstan'a de formas dilcrentes: fuerza eléctrica,
magnética o nuclear débil. Existe una íúnchula esperanza
entre los físicos de partículas de (|iie en sólo unos cuantos
años se pueda incorporar la fuerza fuerte a este es(|uema.
Esta «superfuerzíi» combinaría las fuerzas fuerte, débil y
I
Maxurll
+m =
c lr a r if id a íl maífn<’!isn n i d r c i r o n ia g n c ii s m o
fu erza eleclromaíiiiélica con la
fuerza miclear débil. Las físicos
eonfían en e/tconlrar .sus vínculos
con hi fuerza nuclear fuerte r
con la ¡¡rai'ilariihi.
tiiK'Irai (U'I>ÍI «nuevo <-l<’arnniaí'ui*iÍMnnv
«nuevo
electromagnética como formas diferentes de describir
todos los efectos (jue abarcan. Solamente la gravitación
plantea aún un problema importante en la reconciliación
de las fuerzas.
Las leyes de la Naturaleza
Ocho partículas y cuatro fuerzas (¿tiuizá pronto reducidas
a dos?) constituyen la materia prima del Universo, tal y
como lo ven hoy los ojos de los científicos modernos. 1lay
además un ingrediente más sutil: las leyes de la Naturale­
za. Si deseáramos desembarazarnos de la Euua mediante
la repulsión eléctrica existente entre dos dunas, tendríamos
t|uc destruir una gran cantidad de energía eléctrica en
forma de electrones. Todos los experimentos cléctuados
desde siempre muestran (jue la Naturaleza no nos permite
destruir la carga eléctrica. Esta «ley de con.servación de la
caiga eléctrica» es sólo un ejemplo de las leyes de la
Naturaleza tjue gobiernan el comportamiento de las
partículas.
El término «leyes» de la Naturaleza es algo impreciso,
ya cpie en realidad se trata de generalizaciones acerca del
comportamiento del Universo. Al contrario de lo que
sucede con las leyes humanas, cuando los científicos
encuentran una reacción que transgrede una «ley» científi­
ca establecida, esta «ley» es la f|ue resulta dañada, ¡y
nunca el culpable! Eas leyes de la .Naturaleza son de
muchas clases, frecuentemente del tipo de «conservación»,
como la que se aplica a las cargas eléctricas. Muestran que
en el mundo natural existe un orden. Eas partículas y las
fuerzas constituyeti el esqueleto y los músculos del Univer­
so, pero implicarían tin caos si no existiera un arquitectura
(|ue las estructurase.
Y ahora inií'iemos la explonición del Universo...
eleeiioTnagnelisinu» mu'lea»' liifi U* «sij|K*rrurtv.a:
tMi(>erln<T/a U’o n 'a iin iliea d a
Ir t«)daN la s liin / a s
 Una externa nube de gas
(nebulosa) en ¡a constelación
Serpens está iluminada por
estrellas muy brillantes,
formadas recientemente, visibles
cerca del centro. Las nubes de
polvo que se destacan en forma
de glóbulos oscuros y «trompas
de elefante» pueden llegar a
condensarse en planetas alrededor
de las estrellas en Jomtación.
(■Copyright del ¡n.stituto de
Tecnología de California y la
Institución Carnegie de
IVashington. Reproducido con
permiso de los Ob.servatorios
Hale.)

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2. Examen de las profundiades
del espacio
 Xucsiro planeta l icrra es una mera mola en la inmensi-
clacl del Universo. Desdi; el esitacio, el tenui; disco de la
Tierra aparece inundado [x>r el resplandor del Sol, nu<;stra
eslr(;lla local que nos abastece de luz y calor. Sin el Sol, la
superlicie terrestre se congelaría hasta 270''C, tempera­
tura próxima al cero absoluto. No obstante, el Sol jtasa
claramente d(;.sapcrcibido en el conjunto de las estrellas,
|)ues en una noche clara veremos muchas de ellas diez mil
veces más intensas, que titilan pausadamente, aunc|u(;
reducidas a puntos luminosos a cansa de las enormes
distancias que las .sejtaran de nosotros.
Los grupos de estrellas del ciclo nocturno constituyen las
constelaciones de los antiguos, bautizadas con nombres de
héroes i Orion, Hercules) o de animales ;Taurtis, el Toro;
Delphituis, el Dellin;. Kntre la conf’u.sa multitud de estre­
llas visibles (;n una noche clara, unas tres mil, las const(;la-
ciones representan aún la íbrma más sencilla de orienta­
ción en el cielo, así como de identificación de las estrellas
consideradas individualmente. Pese a que ahora sabemos
que todas las estn'llas del «diagrama» de una constelación
no se relacionan por lo general etitre sí algunas, estrellas
débiles, estarán relativamente próximas, mientras que
otras, luminarias brillantes, estarán distantes - , los astró­
nomos las siguen empleando para deiinir de íbrma ajtroxi-
mada las regiones del cielo. Aunque la astronomía es en el
Ibndo una ciencia moderna, contiene todavía reléreneias
fascinantes a su pasado. L 1 contraste es mayor porque la
tecnología ha avanzado y ha permitido que los astriinomos
capten otras radiaciones procedentes de los ciclos. Sensi­
bles instrumentos enviados en un cohete, en 1962, descu­
brieron rayos X provenientes de un punto del cielo cuya
posición no se |)udo determinar entonces con precisión,
jX'ro dado ijuc su direccitin era la de la constelación de
Scorpius, la fuente se dcnomiiK) Scorpitts X -l y fue la
primera fuente de rayos X en la constelación del liscor-
pión.
Para el astrónomo moderno, las estrellas son algo más
que puntos luminosos o |xintos fijos en el cielo útiles para
la navegación. Ixt baiitría de instrumentos de que hoy
dis]X)nen los astrónomos ha llevado a Cjue las demás
estrellas sean casi tan familiares como el Sol, y su variedad
es sorprendente. .\uni|ue algunas brillan miles de veces
más (lue el Sol, la mayoría de ellas son mucho más débiles
qtie nuestra estrella. Otras son cientos de veces mayíjres
que el Sol, |)ero su materia está esparcida tan t(;nucmente
en sus enormes volúmenes que la mayor parle de esas
estrellas es un millón de veces más sutil que el aire que
respiramos. otras son pe(|ueñas, con tanta materia como
la del Sol comprimida en un cuerpo del tamaño de la
Tierra.
Familias de estrellas
Muchas estrellas se presentan a pares, en órbita perma­
nente una alrededor de la otra. Ln algunos sistemas de
binarias ¡estrellas dobles) próximas, la atracción gravitato-
ria de itna arranctt las capas tnás externas de la otra,
atrayéndolas hacia su superficie o haciéndolas girar cual
remolinos de gas caliente en el espacio. ÍJtras son bastante
más gregarias y viven en enormes cúmulos de más de un
20 millón de estrellas, en (irltila una alrededor de otra
confitrmando una especii; de (;ósmico enjambrt' de abejas.
(dada estrella, incluido el Sol, pertenece a un único
sistema de estrellas, una _^alaxia. Nuestra propia galaxia es
un enorme disco aplanado de estrellas que gira alrededor
de un «centro» situado en la dirección ile la constelación
austral de Sagitario. Al observar el cielo, vemos muchas
más estrellas distantes cuando dirigimos la visual hacia i;l
interior del disco de nuestra galaxia que cuando miramos
en direcciones alejadas del mismo. L 1 disco de nuestra
galaxia aparece, por tanto, como una débil banda lumino­
sa alrededor del cielo, conslituiila por la suma de la luz de
millones de estrellas distantes demasiado débil(;s como
para ser percibidas individualmente. Se |)uedc apreciar, en
una noche clara, el electo de p(;rs])cctiva de las estrellas
más débiles (más distantes) apiñándose en esta banda
resitlandcciente, especialmente desde las latitudes meridio­
nales, desde donde es visibk; el «centro». Los antiguos
griegos atribuyeron la débil banda blanca a la leche
derramada del seno de Juno, y su denominación, «la Vía
Láctea» í^ala en griego significa «leche»;, se ha mantenido
desde entonces. Nuestra galaxia, de la ijue el Sol es .sólo un
miembro insignificante, se designa a menudo como la
(ialaxia de la V’ía Láctea o, simplemente, la Galaxia.
Kxisten otras galaxias de estrellas mucho más allá de la
nuestra. Algunas son [llanas como la Galaxia de la Vía
Láctea; otras, redondas; y algunas, de forma completa­
mente irregular. Todas están constituidas |)or estrellas
que, básicamente, no difieren de las de la Vía Láctea. Ll
estudio de otras galaxias nos ha enseñado que la nuestra es
una especie muy tí|nca, así como el Sol es una estrella muy
típica dentro de la Galaxia y la Tierra un jilancta bastante
ordinario. La astronomía TTioderna ha enterrado la idea
medii;val de que la 'l’ierra era el centro y la p;irtc más
importante del Universo.
Irónicamente, es mucho más dilícil decir C(ímo están
dispuestas las estrellas en nuestra Galaxia que en las
demás. Til problema consiste simplemente en qiu; nosotros
nos encontramos entre las estrellas de la Vía Láctea, y,
para situarlas, hemos de determinar sus distancias. Por el
contrario, la forma y la estructura de las galaxias distantes
se hacen patentes echando un vistazo a una liitogralia. Ln
esencia, es la misma diferencia existente entre determinar
la forma, la extensión y las posiciones de los árboles de un
bosque estando en él, o .sobrevolándolo en un avión. Sin
embargo, la acción coordinada de las modernas técnicas
astronómicas ha hecho considerables aportes a la resolu­
ción del problema.
Así, se ha determitiado ijue la Galaxia es plana y
circular con un bulto en el centro, como dos huevos fritos
unidos |X)i' detrás. Ll Sol se, encuentra a a[)roximadamente
dos tercios del centro. 'Todas las estrellas (|ue conslitnycn
el disco giran en órbitas cin;ulares alrededor del centro de
la Galaxia, tal como la Tierra lo hace alrededor d(;l Sol,
pero a una escala (;normemenle mayor y con la diíérencia
de (|uc en el centro de la Galaxia no hay un único cuerpo
muy masivo que controle las órbitas de la estrellas. Gada
estrella de la Galaxia está sometida a la atracción gravita-
toria de las demás, y estas atracciones se promedian, de
forma ijue la atracción total sobre una (;strella más
(;xterna, por eJem[)lo el Sol, ocasiona el mismo eíéiao (juc
KsU' nml>(i //rl amjimio de! rirlo wIIIones de distantes estrellas
i)!i/í\slia todas las estrellas nuestra Galas ia, demasiada
visil/les )■realza el asj>ert<i de la débiles //ara se) distin"vidas
I ia Ixíctea. Esta banda brmnnsa individualmente.
fi la eomhinación de luz de
fl <lc un i>ran cuorpo siíuado en el centro de la (ialaxia. líl
Sol (fjra en órbita en la (jalaxia a una velocidad de 250
kilómetros |X)r segund<J, pero nuestra Vía I.áetea es tan
vasta c|ue cmttlea 22.') millones de años en eonntictar tina
vuelta.
(irán jtarte de las estrellas más brillanUís del diseo de la
Cialaxia se concentra en tina estructura de espiral doble,
liste descubrimiento no ha sorprendido demasiado a los
astrónomos, ya ciue la mayoría de las galaxias planas
muestran estructuras espirales en el disco constituidas |)or
estrellas brillantes. Por cierto, las galaxias de disco plano
se denominan en general galaxias espirales como reconoci­
miento de su bella Ibrma. Las linogralías de estas espec­
taculares galaxias tienden a destacar los brazos espirales,
ya (|ue la mayor parte de las estrellas del disco, estrellas
enanas tenues, están repartidas mucho más uniformemen­
te. La astronomía teórica ha demostrado, n'cienteinente,
cjue las estrellas cpie se mueven en un disco tenderían a
concentrarse en brazos espirales bajo la infliu'iicia de sus
mutuas atracciones gravitatorias. Lstos cálculos se han
verificado por simulaciones en ordenador: un |)rograma
e.specifiea cómo .se mueve iniciahnente una estrella en un
disco de víirios miles de ellas, y el ordenador determina
cómo el efecto gravitiitorio de cada estrella íilccta el
movimiento de las restantes. L 1 resultado se muestra como
una película, y ¡niecle apreciarse (|ue las estrellas se
agrupan casi milagrosamente en una espiral doble mien­
tras circundan la «galaxia».
,\uiKjuc la mayoría de las estrellas cpie vemos ])ertene-
cen al disco de la Cialaxia, no son los únicos miembros de
la Vía Láctea. Ln torno al disco, «por encima» y «por
debajo», hay viejas estrellas débiles dispuestas en tin
inmen.so volumen esférico de espacio, el hala. (Irán parte
de ellas se agrupa en densos cúntulos globulares de
estrellas que contienen, cada uno, más de un millón de
miembros. Lstos cútnulos y el resto de las estrellas del halo
fueron las primeras estrellas c|tie nacieron cuando se foritió
nuestra (ialaxia; pero en la actualidad son débiles, reli-
(|uias seniles del pasado de la (ialaxia (|ue se desvanecen
lentamente mientras el disco permanece joven y vigoroso.
Entre las estrellas
La juventud de las estrellas del disco se debe a un
ingrediente muy importante no mcticionado hasta ahora:
el gas existente entre las estrellas. Lste gas interestelar se
compone fundamentalmente de hidré)geno y helio y es
enormemente tenue, mucho más cpie el mejor «vacío» cpic
pueda obtenerse en la Tierra. Ln |)romedio, hay una
media docena de átomos en un volumen del Uimaño de
una caja de cerillas, pero la (ialaxia es tan gigantesca (pie
la cantidad total de este gas puede dar lugar a 10.000
millones de soles. Y este gas, precisamente, genera estre­
llas. Grandes nubes de gas incandescente, nebulosas, más
densas (|ue la media, se agrupan entre ellas por atracción
gravitatoria y .se crjndensan en cúmulos de estrellas. Las
estrellas .se hallan en continua formación: los astrónomos
han visto «encenderse» dos estrellas débiles en los últimos
cincuenta años. f,os brazos espirales son los ])rimeros
lugares de formación de estrellas, ya cpie ahí la estructtira
de los campos gravitatorios com|)rime el gas en densas
nubes. Ln otras galaxias vernos claramente que los brazos
espirales están constituidos por' tiras de nebulosas, así
corrro por brillantes estrellas de recierrte formación. Lxiste
líl
 suficiente gas en la Vía Láctea como para crear estrellas
durante miles de millones de afios, de forma (|ue la
Galaxia mantendrá durante mucho tiempo su juventud.
Mezclados con el hidrógeno y el helio (existen otros
elementos constituidos por diminutos granos sólidos. Lstas
partículas cU; «polvo» son a[}roximadamente del tamaño
de las del humo de un cigarrillo, c interceptan la luz de
una forma similar. K1 polvo mezclado con el gas general
oscurece las regiones distantes del disco de la Galaxia; por
dar un ejernjtlo, la luz procedente regiones próximas al
centro de la Galaxia es atenuada lOO.OOO millones de veces
|)or el mismo. Alórtunadarnttntt;, los astrónomos modernos
pueden emplear la radiación emitida en las longitudes de
onda del infrarrejo y de las ondas de radio para estudiar
esas regiones, ya que estos rayos pueden penetrar el velo
de [X)lvo.
Nuestro c;onocirniento del sistema solar se ha acrecenta­
do recientemente con el tanpk^o de las sottdas espaciales,
cpie ptieden sobrevolar un planeta, situarse en su órbita o,
incluso, posarse en su superficie. En las dos últimas
décadas se ha duplicado virtualmente nuestro contxámien-
to d(í los planetas; y a finales de este siglo los planetas
interiores estarán tan bien estudiados como la Tierra (en
términos astronómicos), mientras cpic los exteriores (a
excepción d(d petjueño Tlutón) habrán sido visitados por
sotidas ciue los investigarán muy de cerca. Una consecuen­
cia muy importante de ello es c|ue el estudio de la
«phmetología comparada» podrá decirnos mucho más
acerca de la Tierra. Sus similitudes con planetas próximos
mostrarán cuáles son las características comunes en cuanto
a formación y geología planetaria, mientras que sus

Los planetas
K1 fxtlvo se hace más patente cuando forma pe(|ueñas
nubes oscuras delante de las nebulosas de brillantes
estrellas en formación. Estas nubes aparecen siluetcadas
como bandas ftscuras, pec|ueños gióbidos redímelos o
«trompas de eltífante» contra el rcsplandtícienttí letndo de
la nebulosa. Los planetas como la Lierra se han formado a
partir de estos granos de ptávo, C|ue se agrupan cuando el
gas se ct)l;i[)sa para formar una estudia. La materia (|ue
constituye todos los objetos cotidianos, incluidos nuestros
cuerpos, oscureció alguna vez, en Rtrrna de diminutos
granos interestelares, la visión de algún astrónomo^extrate­
rrestre hace varios miles de millones de años.
En 1977, unos astrónomos que observaban en las
longitudes de onda del infrarrojo descubrieron tin sistema
planetario, otro sistema .solar, en estado dt; formatdón en
una nube de gas en la constelación de Cygnus. La
naturaleza de la radiación sugiere que la estrella central de
esttí sisUnua tient' menos dt? mil años y (|ue los planetas se
están condensíindü ahora a partir de un disco de gas y
polvo. Nuestro propio sistema solar nació de esta forma
hace 4.600 millones de años. Según la edad de algunos
m(!tcoritos, las rocas más antiguas del sistema .solar, los
granos de polvo dieron lugar gradualmente a nueve
planetas mayores y a sus lunas, dejando una cierta
cantidad de n;stos rocosos alrededor del sisttnua. Los
planetas más alejados del Sol, como el masivo Júpiter,
atrajeron hacia ellos, debido a la gravedad, al hidrógeno y
al helio (jue los rodeaban, aeumulando enormes atmósfe­
ras hitsta el punto que han llegado a tener más atmósfera
cjue núcleo rocoso. Así nació la familia de los planetas
exteriores, los gigantes ga.seosos. Eor el contrario, los
pkmetas interiores, incluida la 'Litírra, estaltan demasiado
próximos al Sol, que los iluminaba entonces más intensa­
mente epte ahora, como para poder mantener alguna
atmó.sfera. Cual(|uier tipo de gases que hultieran retenido
se habría «cvafxtrado» por el calor del Sol, dando lugar al
mundo nxxtso (juc hoy contemplamos. .Más adelante, los
gases que escaparoti de los volcanes dotaron de atmósfera
a Venus, la Tierra y Marte, mientras (jue los cuerpos
pequeños, .Mercurio y nuestra Luna, tenían muy jxtea
gravedad ¡jara rtaencr esta segunda atmósfera frente al
22 calor del Sol.
I m .\'ebuloia de la Cabeza de un fondo rojo. (Copyright de! consecuencia, las distancias planetarias se deben medir, en
Caballo en Orion es una extensa Instituto de Tecnología de este caso, con una precisión mucho mayor c|ue la requeri­
nube de parKcidas de polvo que California y la Institución d a. |3or la astronomía. Dado que las trayectorias de los
intercepta la luz proveniente de Carnegie de Washington. planetas están controladas fxtr la atracción gravitatoria
una brillante nube de gas más Reproducido con permiso de los
del Sol, la ley de la gravitación puede poner de manifiesto
distante^ que aparece aqu í como Observatorios fía le .)
las distancias relativas de los planetas con mucha precisión
cuando se conocen sus periodos orbitales («años»). Se
diferencias arrojarán luz sobre las razones por las que la pueden calcular todas las distancias del sistema solar a
Tierra ha llegado a ser lo que es, y, en particular, fxtr (jué partir de la medida de una de ellas. El método empleado
parece ser el único planeta con vida. en la actualidad es el radar, que en principio es exacta­
mente igual al radar de un avión. Una onda de radio
La medida de las distancias transmitida desde la Tierra .se refleja en una planeta, y se
Un requisito previo muy importante al planificar una recoge y amplifica el débil eco que retorna. Es posible
misión de .sondeo planetario es un comocimiento preciso medir con extrcijia precisión el tiempo transcurrido entre
de la distancia al planeta cjue constituye el blanco; en la transmisión de la .señal y el retorno del eco; multiplican-

23
 La ili.slaiicia a una e.slrdla E l morimieulo se mide por
próxima se puede medir a partir njerencia a estrellas muy
de M paralaje anual, el eamhio dislautes ( cuyos propios
aparente de su pusieió» euando paralajes son despreeiables) )■
la Tierra ¡lira alrededor del Sai. ar/iií aparece muy exagerada.
do luc<ío este tiempo ]>or la velocidad de la luz íla
velocidad a <|ue se des|>lazaii las ondas de radio) se
obtiene la distancia total cubierta por la onda, o s(;a el
doble de la distancia al planeta, fxeneralmcntc se utiliza
Venus como blanco, ya (juc está más próximo a la l ierra
(pie cualcpiier otro planeta y tiene una supcrlicic compara­
tivamente mayor apta para ndk^jar la señal de radar. IVse
a la (morme velocidad de la onda de radio, IIOO.OOO
kilómetros por segundo, emplea unos cinco minutos en
retornar a través del espacio inter{)lanetario.
■\ partir de la distancia a Venus y del «modelo a (tscala»
del sistema solar (pte se obtiene de las leves de la
gravitación, se puede calcular la distancia de la rierra al
Sol. (.\o se ])uede utilizar el |)ropio Sol e.otno blanco para
el radar, pites la intensa radiación de su atmósfera
predominaría sobre la débil señal rellejada.) Ksta tlinda-
mental distancia, (pie los aslriHiomos llaman unidad aslro-
nómica, es posiblemente la cantidad tpie se mide con
mayor precisión en asiroiionu'a: su valor es 149.597.870
kilómetros. La escala del sistema solar se conoce ahora con
enorme preciskm, la ecpiivalentc a conocer la distancia
entre la 'Lorre Liffel y la Columna de Nelson, en Londres,
con una precisión del (trden de un centímetro.
l’ero cuando extendemos nuestra cscahi a distancias
(íxteriores al sistema sokir, nos damos por satisfechos si
conocemos las distancias con una prccisum de una parte
en cien. .Muchas veces los astrónomos .se contentan con
saber que, por ejemitlo, l;i clistanciti a una galaxia reciente­
mente descubierta está dentro del 50 del valor correcto.
No ('s obvio a |)rimera vista cpte se jnieda medir l:i
;■ :■A.:-; . ó,- ;:' ó
l;i Iirn.ic» il](íciuIh'»'
■
i d iT T jm g M cm
(
;■vi'r■ d■::AcA':
\ N,l
X ó » í-
l:i l ic n ,i c u iim io
21
distancia de las estrellas, ya <pi(' el melar no sirve: el
contacto más lejano eícetuado, dentro del sistema solar, ha
sido con los anillos de Saturno. Sin embargo, los astróno­
mos modernos disponen aproximadamente de al menos
una docena de métodos para calibmr las distancias a las
estrellas. Algunos stilo pueden emplearse con determina­
dos tipos de objetos conocidos, por ejemplo cúmulos de
estrellas o estrelhis pulsantes, pero cada uno tiene su
a|tlieación y los astriínomos los pueden contrastar midien­
do por ejemplo la distancia a una estrella pul.sante en un
cúmulo de estrellas.
L1 método más antiguo utilizado, y (ptizá todavía el
más importante, es el paralaje. Vi'ainos cuál es su princi­
pio: situemos un dedo delante de la nariz, y ;d cerrar
sucesivamente uno y otro ()jo nits parecerá que se mueve
de un lado a otro respecto a. un fondo distante a medida
(pie varía nuestra visual. Cuanto más alijado esté el
blanco, menor será el movimiento ajrarente. Knsayemos el
«guiño» con el marco de una ventana al otro lado de la
habitacii'm cuando miramos la casa de enfrente, y veremos
que el mismo ,sc mueve menos (pie el dedo; si el blanco es
un árbol y tomamos como fondo la Luna, el movimiento
es dilíciliiK'nte delectable. Midiendo el ángulo que aparen­
ta dc.scribir el blanco es [xisible calcular su distancia si se
conoce la distancia entre los ojos.
.Antaño, los astrónomos medían la distancia a la Luna
por paralaje desde dos observatorios muy separados,
determinando su posicii'm precisa respecto al liindo estre­
llado. La tecnología moderna ha superado este modo de
determinación, y ahora la distancia a la Luna se ])uede
medir con una precisión de 30 centímetros cronometrando
impulsos de láser reíltjados por reílectores, especialmente
diseñados, depositados sobre l;i superficie lunar por naves
esjtaciales tripuladas y no tri[)uladas. .Medir el paralaje de
una estrella, sin embargo, es un proeedimiento mucho más
dificultoso. La distancia entre dos observatorios tenx'stres
no es una líneti de base suficientemente larga como para
producir una variación aprcciablc cu la posición de una
csirclla, y los asirónoinos han de recurrir a la órbita Cjue la
Tierra describe alrededor del Sol.
L'n observatorio toma una lótosrralía de la supuesta
estrella próxima, por ejemplo cm junio, y otra en diciem­
bre. seis meses más tarde, ba Tierra se encuentra entonces
en el lado más alejado de su (irbita, 300 millones de
kilómetros respecto a su posición en junio, y, si la estrella
está relativamente próxima, parecerá cjue se ha movido
ligeramente cuaiuht se la compare con las estrellas del
fondo. Otra fotografía tomada en el siguienU! mes de junio
mostrará a la estrella en su posición original, confírmán-
do.se así que la variación .se debe al paralaje. .Midiendo el
ángulo y conociendo la dimensión de la órbita de la
I'ierra, se calcula lácilmente la distancia de la estrella.
Kn la práctica, el pnreedimiento es más complicado,
l’anto (d Sol como la estrella dtrscriben trayectorias rectas
a través del espacio, par lo que la estrella no se volverá a
encontrar exactamente en su positáón original. Es como
observar a alguien epte pasea por el real de una feria desde
un caballito del tiovivo. Su posición respecto al fondo es
balitante complicada, pero podemos separar su movimien­
to real del movimiento de vaivén debido a tpie nuestia
visual varía continuamente. De la misma lórma, los
astrónomos siguen año tras año a las estrellas próximas y,
finalmente, pueden separar el movimiento intrínstxo
{«movimiento |)ro|)io»i de la «oscilación» anual debida al
paralaje. Esta «oscilación» es increíblemente pequeña
incluso para la estrella más próxima: si, con el fin de
lograr el mismo perpieño vaivén, guiñásemos los ojos
mirando un árbol proyectado contra la lam a, sería necesa­
rio que el árbol .se halla.se a 10 kilómetros.
Pacientes observaciones, miles de miles de ellas, desde
observatorios de todo el mundo, han suministrado en la
actualidad las distancias de las mil estrellas más |tróximas
con todavía mayor precisión. Lai «estrella» más próxima
de todas es, en realidad, nn sistema triple de estrellas.
■\lpha Centauri. Eas dos más brillantes están muy próxi­
mas una de otra y constituyen una brillante estrella del
hemisferio austral, conocida por los astronautas como
Rigil Kent. Ea tercera es tan débil (|tic sólo resulta visible
con un telescopio y está ligeramente más próxima a
nosotros. Por ser la estrella más cercana conocida, esta
débil estrella enana ha recibido el nontbre de Próxima
( lentaiiri.
A la hora de evaluar distancias estelares, la inmensidad
del espacio hace que el kilómetro o la milla sean unidades
insignificantes. Incluso en el sistema solar maiujamos
millones de kilómetros, pues Prcixima Centauri está a
M) l)illones de kilómetros del Sol, mientras que nuestra
Cíalaxia tiene un trillón de kilómetros de diámetro. Ante
tales cifras, los astrónomos han optado por unidades más
convenientes, bien basadas eti el método del paralaje
{titili/.ando una unidad llamada parsec), bien en la distan­
cia cpie recorre la luz en un año (en cuyo caso la unidad es
el año luz). Suelen emplearse en astronomía ambas
unidades, para confusic'tn del Icxtor ocasional; con todo,
nosotros optaremos por los años luz. Prcíxima 'Centauri
está a 4,2 años luz, dato cpie im .sello nos infcjrma acerca de
su distancia sino, también, de cpie su luz que vemos en la
actualidad corresponde realnuMite a la de hace unos cuatro
años. ((Comparativamente, la luz del Sol sólo emplea 8 1/3
minutos en llegar a l;i Tierra.)
El método de paralaje, aun cuancUj se cnqrlee cuidado­
samente, s(')lo es válido para estrellas c|tie se encuentren a
70 años luz del Sol. Más allá, la insignificante desviación
anual comienza a ser demasiado pec|ueña como jtara
poder ser medida. El volumen de c'spacio cpie contiene a
nuestras mil estrellas más próximas es, sin embargo,
minúsculo comparado con la extensión total de lOO.OOO
años luz de nuestra Galaxia de lOO.OOO millones de
estrellas. ,\fortunadamente, los otros métodos menciona­
dos, en especial el Cjue se aplica a los cúmulos de estrellas,
pueden profundizar más en la Galaxia. Y una vez averi­
guadas las distancias a muchas estrellas, resulta evidente
que, pese a las aparentemente enormes diferencias entre
ellas, existe un sistema ordenado tras sus peculiaridades.
Astrofísica: la historia natural
de las estrellas
Sn|X)iie por ciertt) una inmensa tarea el intentar interpre­
tar los brillantes y parpadeantes [tumos luminosos de
nuestro cielo nocturno como auténticos Soles, así como
encontrar su semejanza y lo t|ue hay en su interior. Eos
antiguos astrónomos se eontentaron simplemente con
medir l;is [tosiciones de las estrellas, pero su intcrpnáación
no comenzó en realidad hasta hace un siglo, cuatido los
astrónomos comenzaron a medir las distancias a las
estrellas. Surgió una nueva rama de la astronomía cuyo
j3ro]:)ósito consiste en deducir las jrropiedades de las
mismas aplicando las leyes de la física a las obscrvaciitncs
astronómicas. Pronto se la conoció con el nombre de
astrofísica.
.A la larga, los astrofísicos [tretenden salter córtu) nacen
las estrellas, cómo brillan, cambian, envejecen y, final­
mente, mueren, listas cuestiones sólo pueden contestarse
comenzando por observarlas. Si ob.servamos cuidadostt-
mente las estrellas más brillantes en una noche clara,
advertiremos c|ue tienen diferentes colores. T.hias son rojas
(Betelgciise en Orión, Antares en Seorj)ius); otras, anaran­
jadas (Arturo en Et)s Boyeros;; otras más, amarillentas (el
Sol, Gapella en Auriga); mientras cjue las hay de un
blanco puro (Vega en Eira; y blancoazulaclas íRigcl en
Orión). (A lo largo de una noche notaremos cjue estas
estrellas centellean también con otros colores, pero esto, lo
mismo (jue el «parpadeo», es un electo de la atmósfera de
la Tierra.) El color de tina estrella es simplemente una
medida de la temneratura de su superficie. Ctialciuier
objeto .sufícienteniente caliente radiará luz, tal corno lo
hace tin atizador iiK:andescente en un crepitante fueiro, v
el color varía con hi temperatura: rojo a bajas temperatu­
ras, cambiando a naranja, amarillo, blanco y, finalmente,
a azul a temperaturas sucesivamente más altas. Eos
astrónomos modernos disponen de instrumentos para
medir el color con inayoi' prec:isión cpie la del ojo humano,
pero el principio de medida de la temperatura es el
mismo.
Lhia diléreneia más obvia entre las estrellas es su brillo
a[)arentc. Eos griegos elasificaron originalmente ti las
estrellas en seis cla.ses de brillos, de forma cpie las más 93
 Durante un eclipse total de Sol, detalle, las .similitudes )'
la Luna intercepta la intensa luz diferencias globales entre las
del disco solar j hace visible su estrellas dicen mucho a los
tenue atmósfera externa. Aunque astrónomos acerca de cómo éstas,
el Sol es la única e.strella que incluido el .Sol, nacen y mueren.
podemos estudiar con tanto
brillantes eran de magnitud uno, y las más débiles, visibles
todas a simple vista, de magnitud seis. Las técnicas
astronómicas modernas permiten subdividir estas clases en
otras mucho más sutiles tpie las posibles f)ara el ojo, ya
que los grandes telescopios pueden detectar estrellas
mucho más débiles. Siguiendo la tradición, las estrellas
más débiles son las de mayor magnitud (las de magnitud
23 son las más débiles observables en la actualidad con
grandes telc.scopios), mientras que los objetos muy brillan­
tes tienen magnitudes negativas. Así, la estrella más
brillante del cielo. Sirio, tiene una magnitud de — 1,4. L1
Sol se puede medir con el mismo sistema y acaba teniendo
una magnitud de —26,8; es interesante señalar cjuc las
estrellas más débiles que los astrónomos pueden detectar
son tan débiles respecto de Sirio como ésta lo es respecto
26
del Sol. El amplio rango de magnitudes estelares, desde
— 1,4 a 23 (y iiresumiblemente más débiles), se debe por
un lado a las diferentes distancias a que se encuentran las
estrellas de nosotros, y, por otro, a que realmente tienen
brillos diferentes. Si se conoce la distancia a una estrella,
resulta fácil medir su flujo real de luz, o sea su lumino­
sidad.
Las estrellas más brillantes .son un millón de veces más
intensas (|ue el Sol, ptTO estas luminarias celestes .son muy
raras: sólo hay una media docena en toda la Galaxia. Las
estrellas muy débiles son la variedad más común, pero
obviamente no es fácil distinguirlas en el abigarrado cielo.
La estrella más cercana. Próxima Centauri, es una de estas
estrellas enanas débiles, diez mil veces menor cpie el Sol, y
C[ue pasaría inadvertida de no estar tan próxima.
Con los f)rimeros datos de una estrella la temperatura
de su superficie y su luminosidad — bien establecidos, el
astrofísico puede comenzar su investigación. Hav una lev-
física que relaciona el brillo de cualquier objeto caliente,
con su temperatura y su tamaño. Por tanto, puede
calcularse el radio de una e.strella. Algunas estrellas son
gigantes Bctclgcu.se es cuatrocientas vec:cs mayor que el
 Dos cúmulos próximos de Van desde un blanco azulado
estrellas, las ¡lia d as ( izquierda j basta un rojo, pasando por
j las Pléyades o Siete Hermanas am arillo, dependiendo el color de
(derecha). .4 simple vista la temperatura de la estrella.
destacan bastante los colores de (Cortesía de lan Roh.son.)
estrellas brillantes como éstas.
Sol y otras enanas, no mayores qiu; un plaruna (]rero
con la diferencia crucial de cjue están calientes y emiten
luz por sí mismas, mientras c|uc un plaiuaa está frío y sólo
puede reflejar la luz procedente de una estrella).
Cuando un físico se encuentra con dos cantidades
medidas, tales como las temperaturas y las luminosidades
de las estrellas, su primta- [)ropósito es dibujar una gráfica,
lista puede resultar frccuentt-mente confusa para uua
jxa sona distinta de la que la ha dibujado, pero si es buena
puede mostrar relaciones ocultas entre la gran cantidad de
datos de la tabla original. En una gráfica de luminosida­
des y temperaturas estelares, cada estrella apana-.e como
un punto cuya posición en dirección vertical denota su
luminosidad, y cuya distancia en dir<!cción horizontal
corres]X)nde a su temperatura. Significativamente, los
puntos correspondientes a la mayoría de las estrellas están
situados en la gráfica en una estrecha banda. Esta seeutai-
cia principal de estrellas muestra de forma gráfica que las
estrellas gradualmente más calientes que el Sol son gra­
dualmente más brillantes, mientras que las más frías .son
])rogr(;sivarnente más débiles. Veremos más adelante que
esta uniformidad se debe a la manera en cjuc brillan las
estrellas. (Incidcntalmcnte, la gráfica de luminosidad-
temperatura se denomina «diagrama de Hertzsprung-
Russcll», los dos primeros astrofísicos ejue lo utilizaron a
comienzos de este siglo.)
En la esquina inferior de esta gráfica hay |)untos que
representan estrellas muy calienttís, no obstante ser muy
petjueñas y débiles. E.stas enanas blancas son cadáveres dt;
estrellas c|ue se han apagado hace mucho tiempo pero que
continúan luciendo débilmente a medida que radian al
esjjacio su calor almacenado. Una enana blanca contiene
tanta materia como el Sol, concentrada tm una esfera cien
veces menor: un trozo de materia de una de ellas, del
tamaño de una caja de cerillas, pesaría más de diez
toneladas.
En la esquina o|)uesta de la gráfica kiminosidad-
27
 E! dutíimna de Ilerl.Z'''/» inii;-
Riixu’ll elosifu a las estrellas
se^ún sil luminosidad (brillo
iiilniiM-a)) y su lem/ieratura.
Las estrellas más luminosas se
hallan en la parle superior de!
diagram a, las calientes (ayiilesi
a la i~</iiierda r las frías
i rojas) a la dereidni. La
mayoría de las estrellas .ir
agrupan según una diagonal, la
secuencia principal: arriba a la
derecha se encuentran unas
mantas estrellas grandes
(gigan tes), y otras iniir
peijueñas (enanas blancas j abajo
a la iz(¡iiierda. Este grdjieo de
las projnedades de las estrellas
¡rermite que los astrofísicos
coinjn'endnn cómo brillan i cómo
varían las estrellas duranle miles
de millones de años.

icnip(;raluríi s(' encuentran las gigantes rojas y las supergi-
gantcs, cientos de veces mayores (|ue el Sol. Sin embargo,
una gigante roja típica no contiene más materia cpie el
Sol; simplemente, se encuentra esparcida en un volumen
enorme. La ])eriferia de la estrella está tan alejada del
centro tjue la gravedad es muy débil, y las capas (;xlernas
de una gigante roja lloUin continuamente por el e.spacio.
Las gigantes rejas .son, de hecho, estrellas orditiarias (|ue
pasan por una Igsc temporal de expansi()u a proporciones
gigantes, antes de morir como diminutas enanas blancas.
La medida de la masa de las estrellas, la cantidad dt-
materiíi epte contienen, es muy importante para su conoci­
miento total. I.;i única manera de medir la masa de una
cstrelht se basa en el eFecto de su atracción uravitatoria; en
la práctica, esto signilica (|ue únicamente podemos «pe­
sar» estrellas cpic pertenezcan a un sistema doble, en el
cual ambas giran una alrededor de la otra en órbitas
determinadas por la fticr/a gravitatoria. Afortunadameiue
|)arti los astrónomos, la mayoríti de las estndlas se pntsen-
tan como binarias el Sol pertenece a la m inoi^ , y se
ha establecido t|ue el rantto de masas estelares se extiende
desde Itis (|ue son veinte veces inás ligeras (|ue (d Sol hasta
las (|U(; son cincuenta veetts más pesadas. A lo largo de la
secuencia principíil, de tibajo arriba, observamos cpie l;is
9g estrellas más luminosas y más calientes son asimismo las
más pesadas. Datos |X).steriores .sobre el estado interno de
las estrellas clariticarán los secretos de las de la seciiencia
principal, tal conu) mostraremos en el ca])ítulo 8. Ll
astrofísico muestra esta relación en otra grálica, la de
masa-luminosidad, en la tpte las estrellas de la secuencia
princi]xil ocupan una estrecha banda.
Las estrellas inconformistas
Lstas dos gráficas resumen adecuadamente las observacio­
nes acerca de las cstndlas normales: se trattiría de una
«crisis demográfica» de los «ciudtidanos» ordiimrios de la
Galaxia. Sin embargo, lo extravagante, los miembros
inconformistas de hi sociedad, proporcionan en general el
sabor y la variedad de la vida, y nuestra Galaxia tiene
muchas estrellas de este tipo. .Anteriormente vimos ([uc las
gigantes n ja s no pueden controlar sus captis más externas
de l(>rma muy efectiva, y la mayoría de ellas pulsan
lentiinK'ute con tm periodo de meses. L;i más famosa de
todas es Mira (nombre latino de «la .Maravillosa», así
llamada por los astrótiomos medievales) en la costelación
de Getus. Generalmente es demasiado débil para poder
reconocerla a simple vista, pero en su máxima luz es una
de las estrellas más brillantes dentro de su región celeste.
Las gigantes amarillas, más calientes,'pulsan más rápida y
regularmente; son las llamadas Cefeidas, y se h;tn hecho
Im clasijicación de las estrellas
según su luminosidad (hacia
arriba) y su masa da lugar a
otro gráfico. I ms estrellas más
masivas («pesadas») van hacia
la derecha, corno lo indican los
tamaños de las cajas. L a
secuencia principal es también
diagonal, pero las estrellas
gigantes quedan ju era por no ser
tan pesadas como algunas de las
estrellas de la secuencia
principal, pese a su enorme
tamaño. L a teoría muestra (¡ue
las propiedades de una estrella
dependen principalmente de su
masa y de su edad: las gigantes
y las enanas blancas son
estrellas viejas.

famosas porque se emplean para medida de distancias
fuera de nuestra Galaxia.
Entre las estrellas cuya luz parece variar hay algunas
falsas. Su oscurecimiento se debe simplemente a que una
estrella de un sistema binario pasa delante de la otra y
oculta su luz. La más famosa de estas «binarias eclipsan­
tes» es Algol, en la constelación de Perseus. Su nombre
significa, en árabe, «el Demonio», y su posición en la
constelación representa la cabeza de la monstruosa Gorgo-
na Medusa. Así es como los antiguos explicaban su regular
oscurecimiento. Sin embargo, la primera descripción acep­
table del comportamiento {teculiar de Algol fue dada por
el astrónomo británico sordomudo Joh n (hx)drickc en el
siglo X V III. Hay muchas binarias, como Algol, demasiado
cercanas como para ser «resueltas» por un telescopio, y su
doble naturaleza •se determina por métodos indirectos.
Cuando las estrellas están (;xtremadam<;nte próximas, se
distorsionan por las interacciones mutuas, y cada una se
alarga hasta adoptar una forma oval; si pudiéramos viajar
a la estrella Sheliak, en Lyra, contemplaríamos un par de
huevos luminosos unidos por los extremos y girando
alrededor de un punto situado a medio camino entre ellos.
Cuando una estrella es mucho más pequeña que la otra
puede producirse un comportamiento aún más extraño. El
gas arrancado de la mayor de las estrellas forma un disco
cjue gira alrededor de la estrella más fX'queña (una enana
blanca o incluso una estrella de neutrones más pequeña,
comq veremos más adelante), algo parecido a una enorme
versión de los anillos de Saturno en forma gaseosa. El gas
caliente emite grandes cantidades de rayos X detectables
mediante satélites de «astronomía de rayos X ». Ocasional­
mente, el gas incidente sobre la superficie de una enana
blanca podría explotar repentinamente como una bom­
ba H a escala cósmica. El resplandor de la explosión sería
miles de veces más intenso que el del sistema de estrellas
original, y veríamos así aparecer en nuestros cielos una
«estrella nueva» o nova, «nuevo» en latín.
Sin embargo, las novas no son los liiegos artificiales más
espectaculares ejue ofrece la Naturaleza. En ocasiones, una
estrella fxtdría explotar totalmente en una explosión de;
.mpernova, volviéndose temporalmente miles de millones de
veces más brillante que el Sol. Semejante cataclismo
cósmico puede superar en brillo, por algún tiempo, al de
la galaxia entera de estrellas de la que ella había sido
hasta entonces un miembro inadvertido. Después de una
explosión de supernova, el núcleo colapsado de la estrella
pu(;de constituir una minúscula estrella de neutrones. Imagi­
nemos la masa del Sol conctaitrada en una bola de sólo
unos cuantos kilómetros de diámetro y tendremos una
idea de la extraordinaria densidad de una estrella de 29
 nciuroncs; un trozo de materia del tamaño de una cabeza
de alliler pesaría un millón de toneladas. Altermitivamcn-
tc, el centro sería aún má.s compacto, dando Itigar a un
ente misterioso, un agujero negro, lin esta compaettt región
del espacio, más peejueña c|uc una estrella dt- netitroncs, la
materia está tan conc.etitrada t|ue su atracción gravitatoria
alcanza una intetisichid irresistible. Ni si(|ui(tra la |)ropia
luz pitede eseaitar de un agujero negro, y cuak|uier cosa
fjue cayera en él dt'sapanícería para siem|tre del Universo.
Sin embargo, no es aún seguro cpie existan agujeros negros
en el Universo; después de todo, es realmente imposible ver
uno, pero hay paithttinamentc más evidencias indirectas
de (|ue existen estas extrañas es])eeies.
Hn tortut al litgar de l;i explosión de una supernova, los
gases ex])andidos en la ex|tlosión pueden originar una
bella nebulosa resplandeciente jicrdurable miles de años
dcsptiés de atjuélla. La nebulosa del Cangrejo en Taurtts
es la más famosa, con una estnictiira (ilamentosa naorcida
procedtaile dtt una supernova epte kts chinos vieron ex])lo-
tar en 10,34 (aunc|ue la explosión real tuvo lugar unos
6.000 años ;mtcs). Por el contrario, los restos de las
explosiones de novas, inticho más débiles, desaparecen
pronto.
Otro tipo notable de nebulosas rodean a algunas estre­
llas antiguas. Se las llama, impropiamente, nebulosas
planetarias (de hecho, tto tienen nada C|ue ver con los
planetas, pero se asemejan a discos ¡tarccidos a planetas
cttando se las observa con un telcscojtio petiueño): son las
capas externas de una gigante roja arrojadas mansamente
al espacio, sin el alb(troto ni la furia de la explosión de una
nova o de una supttrnova. Las nebulosas planetarias son
gentaalmeiUe redondas y reciben nombres como el Anillo,
la Pesa y las Nebulosas del Búho. Lstos nombres datan de
la época de la astronomía d(!scri|)tiva; los descubrimientos
modernos acabati generalmente en un número de catálo­
go, o, (tn el mejor de los casos, tm un nombre como
«Rectángulo Rojo».
La exploración de otras galaxias
Ventaja de vivir en el disco de nuestra galaxia es que,
auncpie no |)<jdarnos abarcar de un vistazo t:ómo está
disptiesto su contenido, podemos estudiarlo con gran
detalle. Las demás galaxias que pueblan el Universo,
hasta donde puede alcanzar el telescopio, parecen estar
constituidas por los mismos tipos de objetos (jue vemos en
nuestra pnqria Galaxia. .Mgunas están formadas única­
mente por estrellas, sirt gas; otras tieneti mticho más gas y
IX)lvo c)ue la (ialaxia de la V’ía Láctea, l’ero nuestro
conocimiento de las estrellas y de las nubes de gas de
nuestra propia Galaxia constituye una bitena guía para
saber lo <iue ocurre en las distantes galaxias del Univer.so.
Varios son los métodos para medir, con distintos grados
de precisión, las distancias a las otras galaxias. La mayoría
de ellos se basan en el hecho de epte conocemos el brillo
real, la luminosidad, de ciertos objt'tos («candelas patro­
nes»; de nuestra propia (üalaxia, y cuando identificamos
estos objetos (tak's com<t las Gt-ftádas variables o las
explosiones de novas: en otras galaxias, su acentuación
relativa nos inittrma de inmediato acerca de la distancia
;^() de la galaxiti. Se tlesprendc de ello c|ue nuestra ( ialaxia no
está aislada en el Uiiiwrso, sino que lórma parte de un
}M'(|ueño gruito de gttlaxias. Lste (irujio [.ocal incluye las
dos galaxias más próximas, las Nubes de .Magallanes,
visibles .sólo desde el hemisferio ¡lustral y descritas por vez
primera por Fernando de Magallanes, en la ])rimera
vuelta al mundo (1.319-1.322). La galaxia de Andrómeda,
visible a simple vista en una noche clara, y la más débil de
las galaxias ptdximas, la del l'riángulo, están también
situadas en el (irnpo Local, y son espirales como la V'ía
Láctea. La Galaxia de Andrómeda, realmente el objeto
más kjano <|ue itodemos ver a sim])le vista, está a 2 1,(4
millones de años luz. La luz que vemos, procedente de esta
(ialaxia, es anterior a la apariciem de seres humanos sobre
la 1 ierra.
■Moviéndonos más allá, en las profundidades del espa­
cio, el dominio de las galaxias se extiende hasta donde
pueden llegar los telcscoitios mayores. Literalmente, millo­
nes de ellas han sido fotogrtifiaclas, y éstas sólo son las más
brillantes: hay muchas más, demtisiado débiles para ser
percibidas. Hay tm gran cúmulo de galaxias en la conste-
laciéai de Virgo, algunos de ctiyos miembros se pueden ver
con itrismáticos. La luz (|ue vemos, ])roccdente de ellos, es
de la é|X)ca de la desajtarición de los dinosaurios. Ln
k)togr;ifias de larga exposición de las galaxias más lejanas,
las vemos realmente como eran antes de epte la Tierra
naciera. Los astrónomos cpic estudian las |)rofttndidades
del Universo son viajeros eti el tiempo. Lo (piieran o no,
contemplan una época anterior del Universo y comparan
estos resultados con datos similares de las galaxias más
próximas epte pueden ser engañosos. Realmente, mirando
atrás en el tiempo los astrónomos enettentran cada vez
más quásar.s, galaxia.s cpie han sultido una gnin explosión
central. Los eptásars son, probablemeitte, galaxias muy
jóvenes, y las podemos considerar como los «recién naci­
dos» del l.Iniverstx
El «Big Bang»
Sin embargf), el hecho más sorprendente acerca de las
galaxia.s es que se están alejando. I,a interpretación tisual
dice epte el Universo entero se expande y arrastra a las
galaxias con él, como las pasas de un pastel de frutas
cuando se exjtande en el horno. Por cierto, las observacio­
nes confirman esta interpretaciém y, con ella, la implica­
ción de rpte el Universo debe haber sido «más pequeño»
en el pasado. Realmente, parece ciue hace aproximada­
mente 1,3 mil millones de años, el Univer.so entero estaba
concentrado en una |)ecpteña e increíblemente densa bola
cjtic hizo explosión. L,a contintta expansión a partir de este
«Big Bang» inicial se vtielvc bastante evidente en la
carrera de las galaxias. Aun cuando esta idea es fantástica,
los astrétnomos han encontrado cpie encaja con muchos
acontecimientos astronómicos aparentemente no relacio­
nados; las edades de las estrellas o la abundancia de
algunos elementos en el espacio, e incltiso con un débil
fondo de inicnKmdas que ha permanecido probablemente
desde el infierno del Big Bang.
Los cosmólogos tpie estudian los orígenes del Univer.so
han intentado retroceder para encontrar lo (pie succdk) en
la |)i'imera fracción de segundo posterior al Big Bang. L1
Itroblema consiste en (jue la materia era nuty densa, más
I ’na gala\ia lejmta
com/)ue\t(i ¡Mr mi/es de millones
de estrellas en la constelación
.Sculptor, ( ¡o d a s las estrellas
individuales visibles son estrellas
de nuestra propia (lala.xia.) Si
pudiéramos ver miesíra G alaxia
desde Ju era nos parecería mu)'
sim ilar a ésta. IGopyright del
Instituto de Teenología de
California j- la ¡nstitución
C.arnegie de Wa.sltinglon.
Reproducido con permi.sn de los
( )h \ervatorio \ H a le .)

concentrada (¡uc cii tina enana blanca, o incluso más
densa C]ue la mat(!ria de nna estrella de neutrones. En
aquellas condiciones no podía existir la rnatt;ria tal y como
la conocemos. Ciertamente, los átomos tampoco: habría
electrones «libres», protones y neutrones. Pero si en las
condiciones en las C|ue los cosmólogos investigan ni
sitiuiera estas partículas son estables: ¿de qtte estaría hecha
la materia? La única esperanza de [xidcr resolver esta
cuestión se halla en los experimentos de los físicos de
partículas en los laboratorios terrestres, donde escudriñan
paulatinamente de modo más proíimdo las partículas cada
vez más pequeñas que constituyen la materia. Llegará un
día en que serán capaces de decir cómo era la misma <m
las condiciones del Big Bang.
Y así se cerrará el círculo. En nuestra micúscula mola,
la Fierra, una pequeña especie atareada, llamada Homo
sapiens, construye com]dejos instrumentos C|ue permitirán
ver el corazón de la materia. En última instancia, su
objetivo consiste, simplemente, en encontrar de cjué está
hecha cada cosa. Sólo cuando los astrónomos se asoman
fuera de nuestro sistema planetario, a través de las estrellas
de nuestra Galaxia y fuera de ella, en las extensiones del
espacio intergaláctico, descubren que el Universo comenzó
en condiciones más parecidas a las del blanco de un
experimento de lísica de partículas que a las del vacío de
la inmensidad de las extensiones aisladas, que asocian
generalmente con el Universo. .VIediante la investigación
de las [partículas fundamentales en un laboratorio, el físico
ayuda al astrofísico a explicar cómo, a partir de un colosal
Big Bang que tuvo lugar hace c[uince mil millones de años,
nuestro Universo ha llegado a la asombrosa expansión de
hoy. 31
Un haz de electrones, confinado
por campos ma¡>,nélicos, sigue
una estrecha trayectoria a través
de una cámara de vacío. Ensayos
semejantes conducirán ai control
del «gas» muy caliente llamado
plasma y , posiblemente, a la
generación de enormes cantidades
de energía por fusión de los
núcleos de átomos de hidrógeno.
 Desde el punto de vista de los ITsieos, el ünivtM'.so, como se
lia mencionado anteriormente, está constittiido por sólo
linos cuantos tipos de partíctilas t'undamentales: los miem­
bros de las ramilias de los {juarks y de los leptones. La
diversidad de nuestro entorno y las maravillas f|ue se
encuentran en las profundidades dtd espacio son simple­
mente resultado tle que los ingredientes básicos de la
Naturaleza, bajo la influencia de sus fuerzas mutuas, se
disponen de lórmas dilérentcs.
La diversa familia de los leptones
Anteriormente eíix'tnamos una breve introducción a la
familia de los leptones. Desde el punto de vista ]3ráclico, el
más imporiante, con mticbo, es el atareado electrón. Bitai
sea girando tilrededor del núcleo de un átomo, bien
moviéndose a través de un alambre en tanto C|ue corriente
eléctrica, bien ttgrupando los átomos en moléculas, o
desplazándose a traveás del vacío de un tubo dc^ televisiém
jtara formar una imagen, el electrón nos restilta indispen­
sable pese a ser una insignificante partícula, 1.836 veces
más ligera c[ue el protón {leptos, en griego, significa
«pe(|uei'io»;.
Un electrón transporta una unidad de carga eléctrica
negativa. En la vida diaria penstimos en la carga cléctric:a
(la de un peine de carey, ¡)or cjemploi como algo cuyo
valor podemos variar a voluntad. La Nattiralcza, sin
embargo, lia decretado cpie la carga se presente imicamen-
te en paquetees de un tamaño determinado, y cada electrón
constituye una de estas unidades básicas de carga.
En ITsica moderna, la idea de una unidad básica de
algo, un'«paquete» tan pet|ueño como sea posible, o cnanto,
es bastante natural. Desde cpie la teoría cuántica revolu­
cionó la liskta a comietizos de este siglo, los científicos han
aceptado qtie la mayoría de las inagnittidcs, incluida la
energía, se pre.sentan en «pa(|uetcs» discretos, es decir,
constan de unidades simples y sólo pueden aumentar o
disminuir en saltos de una unidad. Por ejemplo, otra
propiedad de las partículas, también cuantizada de esta
liirma, es el spin o grado de momento angular cpie posee
una partíctila. Sin embargo, la escala de nuestro mundo es
tan grande en comparaciéin con estas unidades básicas cjue
sus variaciones nos parecen continuas. Si desconectamos
un tocadiscos, su plato se irá deteniendo gradualmente
hasta (itie la liicción lo pare. En realidad, está perdiendo
unidades enteras de spin una a una y deteniéndose a
saltos, pero como el número inicial de unidades de spin
era tan grande, el plato pierde unos diez quintillones de
estas unidades por segundo, por lo C|ue da la im()resión de
fjue (fl frenado es continuo.
l,os cambios discontinuos en la .Naturaleza sólo puedeti
detectarse con experimentos muy sensibles. El célebre
físico americano Robert .Millikan fue el primero en medir
l;i minúscula carga eléctrica de los electrones en 1912
('(jiiilibrando gotitas de ticeite cargadas eléctricamente
entre dos fuerzas: la atracción de la gravedad hacia abajo
y un camjxi eléctrico aplicado C|ue empujaba estas gotas,
cargadas negativamente, hacia arriba. Observaba la gota
en un microscopio, y al alcanzar el ec|uilibrio crítico, la
misma ()uedaba suspendida en el aire, inmóvil; .Millikan
34 podía entonces ctilcular la carga de la gota, y así encontró
(|ue siempre era múltiplo entero de una determinada
cantidad, pues cada gota tenía más de un electrón.
La realización del experimento no fue tan sencilla, ya
(|tie mientras observaba una gota su carga podía cambiar
en una unidad si perdía un electrón o ganaba otro de sus
alrededores, perturbándose su eciuilibrio crítico y comen­
zando a oscilar hacia arriba y hacia abajo, por lo que
.Millikan tenía que reajustar rápidamente el ctimpo eléctri­
co; ])ero al hacerlo, las golas se carg;il>an dt' forma
diferente dando otro resultado. Por tanto, la forma más
eficiente de llevar a cabo el experimento era seguir el curso
de una única gota. En una ocasión Millikan estuvo
observando en su microscopio una minúscula gota de
aceite durante ¡dieciocho horas seguidas!
Habida cuenta su importancia en la constituciéai de la
materia, el eleclrém es el miembro más estuditido de la
familia de los leptones. Su hermano mayor, el muón,
siempre ha sido mucho más enigmático. Ene descubierto
en 1937 mientras los físicos buscaban otra partícula, y se
malinterpretó su naturaleza durante muchos años
(«muón» es la abreviatura de «mesón-mu», clasificándose­
le desdi' el (trincipio como un mesón, una partíctila de
«tamaño medio», del griego wcwí, «medio»). .\1 reconocer
c|iic se tratalia de un leptéin, pese a ser 207 veces más
pesado (jiie el electrón, su existencia resultó bastante
embarazosa jiara los físicos, (-d’o*' tendría «necesidad»
la Naturaleza de otro leptéin tan particularmente inestable
como el muéin, que vive únicamente un par de millonési­
mas de segundo antes de desintegrarse en un electrón y
dos neutrinos? Las teorías modernas sugieren que el
número de tipos de leptones se relaciona con el número de
c|uarks diferentes, y ciertamente es interesante (|ue al
mismo tiempo (|ue experimentos muy recientes han co­
menzado a mostrar l;i evidencia de un (|uinto quark, otros
investigadores hayan encontrado indicios de otro le[itón
aún más pesado que el muón. Este leptéin de vida
extremadamente breve parece ser unas 3..')()0 veces más
pc.sado (pie el electrón.
Dos tipos de neutrinos completan la familia de los
leptones (hasta el presente), uno de ellos asociado al
electrón y el otro al muón (auiupie |iresumililemente
exista otro ti.sociado al nuevo leptéin pesado). Los neutrinos
son las partículas más extrañas descubiertas por los físicos
de partículas, pues no tienen masa ni carga eléctrica y se
mueven siempre a la velocidad de la luz. La primera y la
última característica se relacionan mediante la famosa
teoría de la relatividad de Einstein, cpie prohíbe que
cuakpúer partícula con masa viaje a la velocidad de l;i
luz; recíprocamente, esto supone que una partícula sin
masa (como un neutrinoi sólo pueda m(.iverse a la veloci­
dad de la luz. En este caso, la tt'oría muestra (|ue la
partícula transportará energía a pesar de su falta de iiiasti.
J>os neutrinos, por tanto, tienen energía aun cuando .son
notablemente esipiivos. Xo responden a ninguna de las
dos fuerzas más fuertes (nuclear fiierU' y electromagnética:
y sólo se manifiestan, muy ocasionalmente, ctiando reac­
cionan con otro leptón por intermedio de la fuerza débil.
Los neutrinos son muy específicos en sus afinidades. Así, el
neutrino asociado al electrón únicamente se asociará con
electrones, v el neutrino asociado al muón. con un muón.
l')i chorro dt ¡rartíadas corvudiis
eléctrkamcnk ciiirri en la cámara
de hurhtijas del CEIi.\. en
(tinebra, dejando hazas de
hiirlmjas microsai/sicas.
l’or ejemplo, cuando un muón se desintegra en un electrón
se producen dos neutrinos: un neutrino asociado al inuón
original y un neutrino asociiido al electrón resultante.
iEstrictamente hablando, este último es un íZH/mcutrino
asociado al clectnHi, como vcrctrios más ackdantt;).
La iámilia de los leploncs es un cajón de sastre, ya cjuc
resulta posible «intuir» cómo son un electrón o un iiukmi ,
pero los neutrinos parecen desafiar al sentido común.
Aceptemos sin embargo a estos díscolos miembros tal
como la .Nattiraleza nos los ha dado, y conozcamos a la
otra familia de partícuhts.
Los quarks:
los cuatro prácticamente idénticos
I.OS C|uarks parecen un grupo mucho más homogéneo a
primera vista. Los cuatro cpiarks no parecen dilcrir mucho
entre sí, sino lo suficiente para distinguirlos. Lste hecho
proviene en realidad de nuestra inca));icidad para obser­
varlos como ciuarks aislados. Al contrario de los leptones,
los f|uarks, ligados por la fuerza fuerte, son una familia
j • '« , ■■ 'A
.:., vi .
V '■ ■ '
enormemente gregaria y hastti ahora los fisicos no luin
logrado dcscompont-r una partícula compuesta (como un
protón) en sus cpiaiks constituyenUts. Lo Cjue conocemos
íiccrca de los ([uarks se ha deducido de su comportamitnito
como gru[)o.
Los nombres Cjue han recibido los ciuarks son menos
«clásicos» cpie los de; los le|ttoncs, lo (|uc relleja la
perspectiva menos tnidicional de los fisicos de los años
1960 y 1970. Los cuatro Cjuarks establecidos se denominan
arriba, ahajo, extraño y encantado. Los dos primeros .son los
cjuarks «cotidianos»; constituyen los protones y neutrones
c|ue íbrman el núclt'o de kts átomos ordintirios y básica­
mente se diferencian en su ctirga eléctrica. L1 ciiiark
extraño tiene una propiedad adicional, tan desconcertante
p;ira los físicos riue la dctscubriexon por primera vez c|ue la
llamaron sencillamente «extrañeza». L1 Cjuark extraño
jjuede translbrmarse espontáncuaniente en un c]uark arriba
o abajo bajo la inlluencia de la fuerza débil, peto no de la
fuerza fuerte. Las vidas inedias de las partículas que
contienen un c|uark extraño son por tanto mucho mayores
de las esperadas: una vida «larga» en este contexto
significa una mil millonésima de segundo.
De forma similar, el cuarto c|uark tiene otra propiedad
relacionada con su desintegración cu otros c|uarks, pero en
1974, momento de su descubrimiento, la teoría ya había
predicho su existencia y dio a la nueva {tropiedad el
nombre de «encanto».
-
f ■
' rj-
té- :, ‘ ,
■h r h e & U .'
J f ' 7' / y / ,
dñ
 E l positrón o antielectrón se
desatbrió sobre esta histórica
fotografía tomada por Cari I).
Anderson en 1932. Un positrón,
procedente de un chaparrón de
rayos cósmicos, entra en la
cámara de niebla ( precursora de
la cámara de burbujas) por la
derecha, y es fren ado por la
placa de plomo central. Un
campo magnético aplicado le
obliga a describir una trayectoria
curva. I m mrvatura hacia ahajo
prueba que está cargado
positivamente y que, por tanto,
no es un electrón ordinario
( cargado negativamente).

(El juego de los nombres continúa con la probabilidad
de existencia'de otros dos cpiarlcs. Para el quinto y el sexto
compiten un par de nombres: bien belleza y verdad, bien
fondo y cima. Está |X)r verse el que los fisicos de la
generación actual prefieran la denominación caprichosa o
la práctica.)
\x> más extraño de ios cjuarks, además de la aparente
imposibilidad de aislarlos individualmente, es que sus
cargas eléctricas no son unidades enteras de carga: la
cantidad de carga es 1/3 o 2/3 la del electrón. Sin
embargo, cuando otras partículas están constituidas por
quarks, su carga total es siempre cero, 1 ó 2 unidades
básicas (la del electrón). Los experimentos actuales sólo
pueden estudiar partículas constituidas por quarks y no los
propios quarks individualmente y, por tanto, las cargas de
todas las partículas detectadas realmente en los experi­
mentos se basan en la misma unidad que la del electrón.
Por ejemplo, el protón está constituido por dos cjuarks
arriba (cada uno con carga +2/3) y un quark abajo
(c:arga —1/3), de forma que la carga total es
2/3 + 2/ 3—1/3= + 1 unidad de carga. En el neutrón, las
cargas de los dos quarks abajo (cada una de —1/3)
cancelan la carga de un quark arriba ( + 2/3) dando una
carga total nula.
Otras partículas «pesadas» [bariones, del griego barys,
«p>esado») pueden estar constituidas j)or combinaciones
diferentes de tres cjuarks unidos por la fuerza nuclear
fuerte. Las combinaciones que contienen uno (o más)

36
I m evidencia de un cunrío tipo
de (¡iiark, pues esta interacción
no tendría lugar si sólo
existieran tres tipos. Un neutrino
penetra en la cámara de
htirbujas del CK/í\ en A e
interacciona con un neutrón
producietido una insólita lluvia
de fragmentos, (¡ue incluye una
partícula inalterada «extraña»
( S ) ; ¿áa se desintegra en dos
partículas que emergen en la
estrecha formación V. Las tragas
señaladas con e + y u — se
originan por un positrón i' un
mitón.

cjuarks extraños son las «partículas extrañas», (jiie trajeron
de cabeza a los físicos de partículas en la década de 1950
por su extraña forma de desintegrarse. Uno de los más
recientes éxitos de la t(x)ría de los cpiai-ks fue la predicción
de un barión constituido por tres quarks extraños, que
tendría una cxtrañ(;za de; menos tres y una carga elécti'ica
de menos uno. Kn 1964 .se encontré) una partícula semejan­
te, llamada omega minas, con la masa prc'dicha, coronándo­
se así los esfuerzos de Murray Gell-Mann y colaboradores
e integrándose en la larga tabla de las viejas partículas
«fundamentales» en términos de una simple estructura de
quarks.
Deben existir asimismo bariones que contengan el
cuarto tipo de quarks, los encantados, aunque en los pocos
años transcurridos desde el descubrimiento del encanto
sólo se han encontrado una o dos de estas esquivas
partículas encantadas.
pesar de la generosidad de la Naturaleza al suminis­
trar ocho partículas primarias, cuatro quarks y cuatro
leptones {que posiblemente se incrementen a un total de
doce si se conlirman los recientes descubrimientos), la
materia ordinaria imicamente utiliza tres o cuatro: los
fjuarks arriba y abajo y el electrón, con la contribuciéai
inuv ocasional del neutrino asociado al electrón. Los
quarks arriba y abajo se combinan para constituir los
|)rotones y neutrones de los nijcleos até)micos, mientras
cpie los electrones se sitéran en órbita a su alrededor dando
lugar a los átomos y a las moléculas de la materia; o bien
])ueden proseguir sus ])ropios caminos en las rigurosas
condiciones existentes en las lejanas extensiones del Uni­
verso.
¿(^ué necesidad hay entonces de los quarks extraño y
encantado y del muón, por no mencionar los nuevos
quarks y leptones? Todas estas partículas son inestables y
se desintegran en una fracción de segundo. Sólo se las
puede estudiar generándolas en un m()derno acelerador de
partículas y registrando el breve momento de su existen­
cia. Sin embargo, estas efímeras partículas contienen
importantes pistas para c|uienes investigan en las fuerzas
nucrleares fuerte y débil.
Por ejemplo, la unificación de las fuerzas electromagné­
tica y débil, debida a Steven VVeinbcrg y Abdus Salam, no
hubiera sido jxisible si, como entonces se ¡censaba, sólo
hubieran existido tres (piarks. La audaz suposición de un
cuarto cjuark con una nueva propiedad (encanto) resolvía
el firoblema teórico y, efectivamente, se encontraron
posteriormente partículas conteniendo un quark encanta­
do. Los teóricos creen ahora que los diferentes tipos de 37
 E! ¡tlaiuia T im a joloi>mjuido espacio puede ser totalmente
desde musirá vecina Luna ¡mr inarávido, aumpie la cantidad
los astronautas del A/mlo. En la fundamental de materia si¡oa
l.uua un hombre j>esa sólo un siendo la misma. E.do es lo que
sexto de su peso normal, v en el los físicos llaman «masa».
c|uarks y U’ptoncs se iTianiíeslaráii como un producto
sccundai io de la Ibrma cu c|uc se relaeioiuai las fiier/as de
la Naturaleza. Una síntesis .semejante, cine relacione las
partículas fundamentales con las difenmtes formas en las
(jue tina sola fuerza unificada produzca los efectos de las
cuatixj fuerzas «patrones», constituye una de las metas más
im|)ortames de la física moderna.
El mundo especular de la antimateria
\ olviendo a las partículas fiindamcntalcs. los físicos han
descubierto un nuevo campo de la existencia; el misterioso
mundo de la anlimaleria. Cada tipo de partícula líinda-
rnental tiene una antipartícula cuyas propiedades son
exactamente opuestas.
Si, |ior ejem|)lo, tomamos el electrón, con su carga de
— 1 unidad, el antielectrón tiene una carga de + 1; o bien,
si consideramos el recientemente descubierto cjuark encan­
tado, que tiene una carga eléctrica de -f-2/3 y un encanto
de -f 1 unidad, el antiquark encantado tiene una carga de
—2/3 y un encanto de — 1. Existe nn aniicjuark por cada
tipo de quark y un antileptón [Xir cada tipo de leptón; y
cada antipartícula refleja las i^ropieclades de la partícula
correspondiente. ¿Deberíamos, pues, ampliar la tabla de
38
las partículas fundamentales a fin de incluir las antipar­
tículas? Podría pen.sarse que nuestro conjunto de cuatro
(juarks y cuatro Icptones debería duplicarse para dar
cabida a cuatro anlic|uarks y cuatro antileptoncs.
Afortunadamente para la simplicidad básica del Uni­
verso, no hemos de hacerlo, pues cada tintiparlícula .se
opone tan fielrtiente a la partícula correspondiente rjue es
evidentemente la «otra cara» de nuestras partículas fami­
liares.
Sobre esta base, el gran físico británico Paul Dirac
predijo hace unos cincuenta años, cuatro antes de que se
encontrara experimentalrnentc la primera antipartícula,
c|ue debería existir la antimateria. Al combinar la teoría
de la relatividad de Einstein con la teoría cuántica, c|ue
describe cómo se comportan las fjartículas a muy peejueña
escala, encontró con sorpresa cpie era bastante ¡josible que
existieran partículas exactamente opuestas a las ordina­
rias. (Matemáticamente, era como resolver una ecuación
cuadrática con una solución positiva y otra negativa.; Sus
ideas se consideraron en princii)io como un resultado
matemático interesante sin ningún significado real, pero el
descubrimiento en 1932 del antielectrón (normalmente
llamado [xisiirón a causa de su carga eléctrica positiva; y
posteriormente de otras antipartículas, dejó claro que las
antipartículas eran definitivamente reales. De hecho, las
actuales teorías de partículas fundamentales no son válidas
sin la inclusión de las antipartículas.
El problema que se presenta al estudiarse antipartículas
reside en que .son exactamente «anti». Todas sus propieda­
des son un reflejo preciso de las de la partícula correspon-
Alheii Einstein fue el ¡m mem en a l descubrimiento de la
venjicar (¡líe puede amsiderarse a antim akria. En la Jologru f/a,
la maíeria como una form a de Einstein impartiendo un
energía, abr 'teudu a sí el camino seminario informal.

diente: carga eléctrica, extraue/a y eitcanat, cottio liemos el baño de nuestra casa, y la báscula (fí'nuwtrará <pie los
visto aiiteriormcnte, y también de otras jiropicdades cjuc pesos son proporcional mente menores.
los físicos puedan asignarles. Así, cuando nna antipartícula listo no signilica cpie seamos más delgados por el mero
producida en un laboratorio se encuentra con su partícula hecho de estar en la Liimi: la cantidad de materia de
correspondiente de nuiteria «ordinaria», se cancela cada nuestros cuerpos, la masa, es la misma. Por tanto, la
una de sus projiiedades. Por ejemplo, si un anticiiiark fuerza gravitatoria no es evidentemente la mc^jor forma de
encantado colisiona con un c[uark encantado, el encanto medir masas, y los científicos prclicren defínir la masa de
de — 1 de la [irimera de las partículas se destruye con el una Ibrma diferente: en términos de inercia, resistencia a
encanto + 1 dela otra, y su carga eléctrica de la—2/3
aceleración.
se Si damos una patada a un balón de fútlx)l \
ani(|iiila con la carga +2/3 del cpiark ordinario. Toda a una pelota de tenis con la misma fuerza, esta última
propiedad ciue distingue una partícida de otra se destruye saldrá disparada con más facilidad ya cpie su masa (>s
con una sola excepciéin: su masa. mucho menor, e incluso en la ingravidez del espacio nos
La masa, en este sentido, no se corresponde con el encontraríamos exactamente con (d mismo ('fecto, y;i (|ue
término <iue utilizamos habitiudmente. Vulgarmente ha­ la masa es una de las ¡tropiedades fundamentales de un
blando es «la cantidad de materia (pie contiene un objeto, independientemente de donde se encuentre.
ctier|x>» y tienedos efectos. Uno es la gravitación. La Un aspecto aparentemente extraño de la antimateria es
fíierza gravitatoria cpie atrae a dos cuerpos depende de sus (|ue, pt'.se a sus «anti» propiedades, una antipartícula tiene
masas. Una persona adulta es más iruisiva (jue un gato, de la misma masa (pie .su correspondiente partícula, es decir,
forma tpte la fierra le atraerá con una fuerza mucho no tiene masa negativa. Si fabricásemos un bakín de fútbol
mayor, como puede demostrarse con una simple báscula de antimateria, sería atraído por la gravedad terrestre con
de baño. Supongamos, sin embargo, que llcvamijs la la misma intensidad (pie un bak'm de fútbol ordinario.
báscula a la Luna. Como ésta tiene menos masa tpie la Existe sin embargo un problema mayor al chutar un
fierra, la fuerza gravitatoria entre aquellos cuerpos y la antibalón: la anicpiilaciéin ('xplosiva de las partículas (de
lama será solamente un sexto de la (pie (;jerec la 'fierra en nuestro zapato; con las anti])artículas (del «antibaléin») 39
 arrascaría el zapato, el campo de fútbol y la propia ciudad
en un cataclismo de proporciones similares al de la bomba
H (en realidad esto ocurriría en el instante en que el
antibalón hiciera su aparición en el mundo real).
Albiírt Fánstein fue el primero en mostrar, a finales de
1907, que teóricamente es posible convertir masa en
(alergia, y, además, en una asombrosa cantidad de ener­
gía. Para calcularla se multiplica la masa en cuestión por
la velocidad de la luz y de nuevo por la velocidad de la
luz: Energía (E) = masa (m) x velocidad de la luz (c) x
velocidad de la luz (c), o, matemáticamente, E = m x c x c,
Cjue alireviada constituye la ecuación más famosa de la
ciencia: E=mc'^. Ea ecuación de Einstein muestra cjue
teóricamente podríamos destruir un kilogramo de materia
de cuak|uicr clase con el fin de producir la energía
suficiente para alimentar durante un año una central
gigante, sustituyendo así, materialmente, millones de
toneladas de carbón o de fuel.
Afortunadamente, un kilo de azúcar no se convierte por
sí solo, do forma espontánea, en energía. Las partículas
primarias que constituyen el azúcar, (¡uarks arriba y abajo
y electrones, tienen carga eléctrica y otras propiedades ejue
no pueden desaparecer para dar «masa pura» capaz de
convertirse en «energía pura». Ea materia ordinaria por sí
sola es por tanto inmune a la destrucción total. No
obstante, hemos visto cjue cuando una partícula y su
antipartícula se encuentran, todas las propiedades «con­
servadas» (como la carga eléctrica) se cancelan por
completo, pero la partícula y la antipartícula tienen masa
positiva y toda ella se transforma en un instante en
energía.
Por esta |)recisa razciii, a los íisicos les es dilicil estudiar
las antipartículas; no existe posibilidad de mantenerlas,
pues tan pronto como se ponen en contacto con la materia
leal ,sc destruyen. Sin embargo, los físicos pueden crear
antipartículas inviniendo el proceso. Cuando se concentra
suficiente energía en un punto c;j posible (juc se convierta
espontáneamente en masa. No sería [xtsible crear una
fínica partícula, ¡xir ejemplo un electrón, de esta forma, ya
cjue ello conllevaría la creación de carga eléctrica de la
nada. .Ahora bien, jjuede darse la creación simultánea de
un electrón y su antijjartícula, un positrón, janes como uno
tiene carga negativa y otro jaositiva no contribuyen a
aumentar la carga total del Universo. La «jaroducción de
pares» de jaartículas y antipartículas es un jaroceso común
en los actuales aceleradores de jaartículas de altas energías,
y realmente constituye la única forma de «fabricar»
antijaartículas.
Al igual cjue los cjuarks ordinarios, los antiquarks no se
han encontrado individualmente, sino sólo unidos en
partículas más jaesadas. Eos antibariones están constitui­
dos jxar grújaos de tres antiejuarks, como el antijarotón ;2
aiuiarriba, 1 antiabajo) con una carga eléctrica negativa,
y el antineutrón ;1 antiarriba, 2 antiabajo) que no tiene
carga eléctrica. Sujaerlicialmentc, el neutrón y el antineu-
trfan parecen muy similares, con la misma masa y carga.
Sin embargo, los cjuarks constituyentes deluieutrón ordi­
nario (1 arriba, 2 abajo) son claramente diferentes de los
del antineutn')!!, y es evidente que un neutrón cjue encon-
■JO trara una partícula de idéntica masa y sin carga «recono­
cería» jDor sus cjuarks si es neutrón o antineutrein: amigo o
enemigo.
Ea agrupacicin de tres quarks es bastante extraña, ya
cjue no se encuentran combinaciones de cjuarks y anti­
ejuarks en el mismo hartón. Obviamente, una disjaosición
semejante no sería permanente, ya que como el protón es
el único baricin de larga vida y cualcscjuiera de las cttras
partículas son de vida breve, se transformarían en último
término en j^rotones. Por otra jjarte, es posible que un
(juark y un antiejuark (bien del mismo tijx) o de tipos
diferentes) lc)rmen un par de vida breve. Estas combina­
ciones de cjuarks y antiejuarks se llaman mesones y constitu­
yen una familia aparte dentro de la antigua clasificación
íque se hizo jDaulatinamente más complicada hasta que se
comprendió sólo en términos de unos cuantos quarks). El
nombre de mesíín se aj^licaba a partículas de masa media
;del griego mesos, «medio») en contraposicicín con los
bariones más pesados {barys, «pesado») y con los lejjtones
más ligeros [leplos, «j)equefio»). En la actualidad, estos
términos no tienen el mismo significado y un barión se
define ahora como una jaartícula comjjuesta de tres quarks
y un mesón, como un jxir quark-antiejuark, mientras que
los lejJtones constituyen una familia ajearte, diferente de
los cjuarks. En consecuencia, las masas de las diferentes
clases ahora se solapan, discrepando totalmente de sus
significados originales; jjor ejemjjlo, el «quinto lej)tón»
recientemente descubierto tiene una masa cjue es el doble
de la del más ligero de los baricMies, el jarotón.
P)1 mesón más común es el pión, una partícula cjue
encontraremos de nuevo relacionada con la fuerza nuclear
fuerte. Fue predicho mucho antes de su descubrimiento, y
aunejue durante algún tiempo se lo confundió con el rnuón
(cjue tenía una masa jtnixima a la jaredicha), el j)ión se
detectó con éxito en 1947. En estos primeros exjx'rimentos,
los aceleradores de partículas de que ,se disponía no eran
suficientemente jjotentes como jsara prcxlucir jxtrtículas de
esta cla.se, y los exjaerimentadores se vieron obligados a
confiar en los titánicos aceleradores de jxirtículas natura­
les: las estrellas en explosión. En estas formidables y j30co
comunes explosiones de sujternova, los jirotoncs son acele­
rados a enormes velocidades y, tras una larga travesía
espacial, algunos colisionan con la atmósfera de la Tierra.
Los núcleos de los átomos del aire aguantan la violenta
ernbc'stida y en las colisiones de alta energía se crean
muchas j)artículas y antijxxrtículas nuevas. Positrones,
muones y jjiones fiieron de los jxrimeros restos de estos
«chubascos» de rayos cósmicos.
I'amjxxco en los aceleradores de partículas modernos se
pueden alcanzar las energías de los protones más rápidos
de rayos cósmicos, pero estas máquinas tienen la gran
ventaja de jaroducir un haz rápido con una ccMicentración
de partículas mucho mayor. Asimismo, permiten que el
experimentador elija el tijX) de partículas cjue se lanzan a
través del acelerador, así como que se modilicjue el blanco.
Es como usar una antorcha para orientarnos en una noche
oscura en vez de esjjerar los relámpagos, mucho más
lurnino.sos jjero menos frecuentes.
Antes de altandonar el ámbito de las antipartículas,
veamos la posibilidad que existe de enccantrar antimateria
a gran escala. Teóricamente no hay ninguna razón por la
Sobre la ¡¡arte .uifrerior de la
atmósfera inciden de continuo
partículas de rayos cósmicos;
experimentos llevados a cabo por
medio de globos pueden detectar
algunas partículas mucho más
energéticas que las de los
aceleradores de partículas de los
físicos. Puesto que las partículas
eléctricamente cargadas son
de.sviadas por el campo
magnético terrestre, los rayos
cósmicos .se concentran en las
regiones polares norte y sur.

que antijjrotones y antineutrones no se puedan agrupar
[X)r mediíj de la fuerza fuerte fiara originar antimielcos
cargados negativamente. Los fiositrones .se hallarían en
órbita alrededor de estos aritinúcleos y constituirían los
antiátomos de los distintos elementos. (..Químicamente,
los antiátomos reaccionarían con otros exactamente de la
misma forma que los átomos correspondientes, y podrían
constituir antimateria a escala macroscópica (tamaño
ordinario!. Serían posibles el antiagua, la antiarena e
incluso antipersonas que vivirían en un antiplaneta que se
hallaría en órbita alrededor de una antiestrella.
¿Existen realmente estas antiestrellas y estos .sistemas
antiplanetarios en el Universo? Ciertamente; no p)K;den
existir en nuestra (Jalaxia, ya (jue serían gradualmente
aniquilados por el tenue gas existente entre las estrellas. La
energía de aniquilación originaría rayos gamma, y estos
rayos {no confundirlos con los «rayos cósmicos» (fue son en
realidad partículas, fundamentalmente protones) habrían
sido detectados por satélites construidos con este profxisito.
Argumentemos, sin embargo, a una escala más distante.
.Aunt|ue nuestra Galaxia -planetas, estrellas y gas int(;res-
telar debe estar constituida en su totalidad [X)r materia
ordinaria, ¿fDodrían otras galaxias (;star constituidas total­
mente de antimateria? íai luz emitida por la antimateria
sería exactamente la misma (¡ue la di; la materia, por lo
que resulta imposible decirlo ob.servando una galaxia, ni
siquiera analizando su luz con detalle. Sin embargo, existe
un gas extremadamente tenue que llena el espacio entre
las galaxias, y de nuevo podríamos i;sperar detectar rayos
gamma proccd(;ntes de galaxias que estén errando en las
regiones de antigás, o bien de antigalaxias rodeadas de gas
ordinario. Como estos rayos gamma no se han detectado,
los astrónomos están en general de acuerdo en que nuestro
Universo debe estar constituido totalmente fx>r materia
ordinaria: la antimateria es una curiosidad de laboratorio
creada sólo [tara dcsafjarecer rápidamente otra vez, al
aniquilarse con una partícula de materia ordinaria.
Los núcleos: la clave de la diversidad
Si se considera el Lhhver.so en conjunto, la inmensa
mayoría de la materia consta de protones y electrones.
Aunque .se encuentran en igual número (para que se
cancele la carga eléctrica total), la mayor parte de la masa
del Universo está contenida en los ftrotones, qui; son más
f)(;sados. Esta situación no es sorprendente, ya cfue ¡troto­
nes y electrones son las únicas partículas fundamentales 41
 Los ¡rozas de las poiH ailas presión, con el fin de ipie los vidas esperadas de otras partículas, uno de los cjuaiks
I oreadas produeidas pin los jiartkulas provoipien la abajo cambiará espontáneamente a un (|uark arriba
aceleradores del (:¡-:k.\ w Jiirmaeieín de una linea de alterando la coníiguraci(')n de un (|iiark arriba y dos abajo
¡o lo p a jía » en esta ¡irán cámara hnrhujas. L as fnirticulas
de la |);irtícula, hasta dos arriba y uno abajo, estado de
de burbujas. Cunlieiie 35.000 penetran a través de las -centonas
quarks de un protón. Ihi el proceso .sé liberarán un
litros de bidróiseiui liepiido ipie w de metal delnado del eentro.
mantiene a - 25l"C, r baja
electrón, (|ue trans¡)orta una unidad de carga negativa
|)ara ef|uilibrar la carga ]rositi\a del nuex’o j:)rotón crea­
do, y un iimincutrino a.soeiado al electrón.
I’.ntonces, fpor (pié el Universo no está únicamente
ocupado por protones y electrones? (Kn términos t|uími-
cos, cst(t constituiría el gas hidn'igeno; véase más abajo.:
Ln tal caso, el Ihiivcrso sería un lugar incoloro, sin
planetíis y sin vida. .M'ortunadamcnte, los neutrones pue­
den estabilizarse, preservándose de hi desintegración,
cuando se combinan con ]jrotones en pequeños cúmulos
ligados por la fuerza nucUutr fiicrte. Cúmulos de este tipo
son los (jtie constituyen el centro, núclett cargado positiva­
mente, de todos los átomos (txcepto del de hidrógeno íeuya
ctirga central j)ositiv;i se debe a un único protón:.
K.11 el inmenso Universo exterior a la fierra, y en la
acciétn controlada del acelerador de partíeulas d(' un físico,
los núcleos .se |)ucden presentar sin los electrones circun­
dantes (|iie constituyen los átomos, y que .son los (|ue
determinan sus propiedades (|uímieas. Lhi núcleo recibe
generalmente el nombre del átomo que formaría, aun
cuando se encuentre en una situación en la que ha sido
des|)ojado de todos sus electrones. Por ejemplo, en el
corazón incandescente de una estrella se |)ueden fusionar
tres minúsculos cúmulos, conteniendo cada uno dos proto­
nes y dos ntnttrones, para dar un cúmulo de .seis protones y
seis neutrones. Ixis cúmulos originales .son idénticos a los
núcleos C}ue se encuentran en el gas helio, mientras que el
producto es el núcleo de un átomo de carixmo. Por tanto,
la rcaccitín putxie de.scribirse 3H e-»C , donde los símbolos
s(; refitaen a los cúmulos ¡rrotón-neutrém, a la saztín no
neettsariamente situados en los centros de los átomos.
Para explicar la razetn de cpie los tuaitrones sean estables
en cúmulos (núcleos) pero no fuera de ellos, debemos
primero preguntarnos |X)r C|ué los neutrones «libres» son
inestables. Básicamente, se trata de una ciurstión de
('iicrgía. Kn una interpretación muy simjtle, siempre (lue
por eualc|uicr procedimiento la energía se escapa, intenta
expandirse. K1 Sol produce una gran cantidad de energía
])or segundo como consecuencia de las reaeciomts nuclcti-
res C|ue tientm lugar en su núeh'o, y la radiación calorífica
y luminosa de su superficie expande esta energía por el
rslablcs (a|xu lc de los iieulrinosj, y aun ruando el L inver­ Universo. Por acudir a otro (ijtnnplo, el aire a presión en el
so hul)iera estado íbnnado en una época anterior |)or una interior de un globo hinchado tiene un exceso de eneigíti;
nie/ela de partíeulas, como sugieren las teorías modernas, al deshiiu har.se el globo, las rnok'cnlas de aire que escapan
his otras se habrían desintegrado en la actualidad. Los esparcen el exceso de energía por l;i habitación. De igual
inuones y otros posibles leptones habrían degenerado forma, la conliguracitHi de (juarks del neutréni se halla en
rápidamente en electrones, mientras (pie los (piarks (|ue un «estado de eiua'gía» mayor que la d(d protón v puede
constituyen los bariones htibrían evolucionado progresiva­ perder energía convirtiendo nn quark abajo en un quark
mente al «estado de energía» más bajo, dos cpiarks arriba arriba. Kl exettso de energía se transporta y se expande
y un quark abajo, (|ue es el que caracteriza al proU'tn. como energía de rnovimúaito del electrón y del antineutri-
i Volveremos .sobre la cuestitin de los estados de energía en no, y también como la masa del electrón :(según la
este capítulo. ; ccuacitin ma.sa-encrgía de Einsteini.
Incluso el neutrón no es intrínsecamente una partícula A propósito, esta degradación de la energía se conoce
(tstable, ya que des|)ucs de una vida media de un cuarto de como segundo principio de la termodinámica y se estudió
42 hora, un tiempo enormemente largo comparado con las primero en rclacitin con diversos tipos de máquinas. ¿Por
(|U(' no es caixi/ nii irans.itlátuico de bomlK-ar ai^iia (Id
mar a la n ib ic rla . extraer su encri^ía ealonCiea para m over
sus niáciuinas y arrojar lueijo el at(ua fría al oecaiio;’ Ksle
li[to ríe piXK'cso es. sin em b a rco , im|X)sible. ya (|ue im p li­
caría coneentrar es|X)máneameiUe enerí>ía en un lugar a to cpiím ico.)
|>artir de una fiienic extensa. Según el segundo principio.
s(')lo pueden (K u rrir es]X)ntáneam eine atpiellos |)r<Ke,sos
(|ue príKluzcan ex]xinsi(')n d e energía; jam ás se |XKlrá
esperar (|ue el aire de una babitaeion se eotn p rim a de
pronto eti un g lo lx ) y tpie (’-ste explote de l()rm a esixttuá-
uea. m uy largo plazo, el segundo |jrineipio p redice <|ue
toda la energía del l ’ niverso se expandir;! ]X)r igual; no
lial)iá ttingutia p;irte más caliente o más Iría rpie oti;i, |X)r
lo que no ser;i |X)sible gen erar energía y el l'n is c r s o
;icab;ir;i en una «m u e rte term ic;i».
bl concepto de nituilna es otra l()rma de expresai' el
segundo principio. La entropía de un sistema es una
medid;! de su desorden; en oli;is pal;il)!;!.s, l;i eiiergí;!
siem|)re p;isa de un estado ttpros'ecbttbie ;i otro tío ;!|>rove-
cbable. (áiatido (luemanios carlxn! en un;! central eli‘ctri-
e;t, tnmslormamos la energía latente del earlx'm en energía
eléctrie;!. |x-ro el resulttulo es un;! p('-rdid;i net;i de energí;i
aiiroxechable; el earlx’m se ha consumido y su energía
latente no se puede rccu|X’rar. Lo más interesante de la
entrojii;! es tiue determiu;i la dirección del tiempo; el
liem[xi viaja sietnpre eti l;t direecióti en (|ue autnema la
entro|)í;i. Si tom;imos una [xdíeula de un péndulo (pie
oscile, no habr;i ditérenci;i en (pie la jx-líeula se mueva
li;icia ;ulelante o h;icia ;!trás; pero si lilmtimos un péndulo
cuya o.seilaei(’)!! se amortigua como eonseciienci;! de un;i
rricei(')i!, será olnio de itunedittto el sentido en (pte debe
p;!sarse l;i |x-líeul;i.
\’ol\iendo ;il tteutn')!!, [xidenios prevenir su desintegni-
(•i(')i! llevándole ;i una situ;ici(')t! en la (pie p;!r;i desintegrar­
se necesite tomar energí;!. Dos piotones y dos neutrones
lig;idos |x>r l;t liierza í'uerte l()rm;!n un núcleo de helio. .Si
uno de los neutrones se desinlcgi;ir;i, el cútnulo eotttendría
tres protones y un neutn'm y p;is;iría a ser ima agrup;ieion
de mayor energí;i (pte el núcleo original de helio, .\unque
la fuerz;! nuclear de enhice ix-rmanecerí;i e.sencialmente
invari;ible, existirían entonces tres protones cargttdos posi­
tivamente en lugar de dos, repeliéndose unos a otros ¡xjr
utia repulsión del «ti|xj» de la de las carg;is eléctricas. .Vsí.
mienti;is (pie l;i d('sÍ!!tegraci(íti de uti neutrón lle\;!iía al
¡rropio neutn')!! ;i una energía inli-rior, d(;j;in'a al núcleo en
un estado de energía su|x-rior. .Sumando las columnas del
debe y haber de la energía, concluirúimos en (pte tal
desintegmeion |■e(pleril■í;l iiti ttpoite de energía ;il núcleo;
el segundo principio de l;i termodinámic;i prohíbe, jmes,
l;t desintegracií')!! de los neutroties cu;mdo están encerrados
en un m’tcleo de helio.
De igu;il l()rm ;i. cuaUptier )x-(|ueño cú m u lo de prototies
y tieutrones es estable m ientnts el n ú m eio de |)rotones y
neutrones se;i pr;ictic;m !ente el m ism o. Cuando estos
núcle()s están rexestidos de electrones, eonstituyet! los
átomos de los elem entos cjuímieos, cotn o el carixm o, el
oxígeno o el hieiTO. L;is propiedades (ptím icas de los
elementos de)x-ndcn s(')lo del nú m ero de electrones (pte se
hallan en (irbit;!. (]ue delx- ser igu;il al m’n uero de itrotones
cargados positivam en te del núcleo con el lin de ;!segurar
(p ie el átotno se;i tm conju nto eh'H tricam ente tieutro. \
e llo se debe (p ie podam os ( ¡ira cieriza r un núcleo |x>r el
n om bre de un elem en to, aun cuando. estrict;unente ha­
blando, el térm in o «e le m e n t o » se reliera al com jX)rt;unien-
Nótese (pie el número de neutrones no particip;i del
nizonamiento, |X)r lo (pie es posible tener dos átomos con
idémie;!s propiediides cpiímieas |x-ro con dilérente mimero
de neutrones en el núcleo. Por ejemplo, todos los átomos
de carbono tienen seis electrones en (’irbit;! y seis protones
en el núcleo. C;tsi uxlos los átomos de carlxino tienen seis
neuli'ones en el mícleo, pero uno de ctuhi ( ien tiene siete.
Lslos ;'itomos unís |X-s;!(los se com|X)rtan (piímieiunente
como ;tlomos de ( ;tiix)no ordin;irio y s(')lo se |)ueden |X)ner
de maniliesto meditnile sensibles medidas físicas de mas;is
;!li')i!!Íe;is. Los mu Icos con el mismo número de protones
y |X)f t;mlo con el mismo nombre (piími('o . [X’fo diléren-
le númei'o de neutrones, se Ihimai! isótof»>.\ 'del griego
«igual lug;ir», (pie es el (pie les corresixuide en la l;!bla
(piímic;! de los elementosi; los |X)demos distinguir escri­
biendo el número total de partículas nucleitres a continua-
ci(’)i! del nombre (piímieo. .\sí, el carbono ordinario es
c;irbono-12. mientni.s que el iséitop) más [x'sado es carlxí-
no-1,3.
Cu;mdo los mu Icos de los isoto|X)s no son estables, nos
pueden ser muy útiles; estos isótopos radi;ieii\os («mdioi-
s(')to|X)s» se com|x>it;m (ptímicamente como elementos
normtties, [X'ro se pueden detectar por las radi;iciones C|ue
emiten cuando sus núcleos cambi;m es]X)i!táneamente a
vai iediules más est;ibl('s. Los radiois(')toyx)s suelen em|)lear-
se en medicina; poi' (;j('mplo, l;t ;icii\ id;id de la glándul;!
tiroides, (pie ttcuimihi yodo, se puede controlar inyectando
una jxxpieña c;mlidad de radiois()to[X) de yixlo en el
torrente s;inguíneo y midiendo l;i radi;icti\idad de la
ghindiila.
L;t llsica y la (piímiea ;i|)licad;!s también se h;tn beneli-
ciado del empleo de los r;idiois(')io|X)s de innumenibles
Ibrmas, y su aplicticiéai ha ;de;u!zado incluso al c;tmix) de
l;t atxjueologí;!. Ll is(')topo de los iiixpieólogos es el carbo­
no-14, un núcleo incstttble originttdo {x>r los impactos de
las partículas de r;iyos c(')smicos, procedentes del es|)aeio,
sobre los núcleos de átomos de c;uÍH)tio del gas diéixido de
carlxMio de las capas all;is de l;i atméisli-ra teiTcsirc. .\
resultas de ello, l;is moléculas de di(j.xido de carlxuio del
aire cotitienen un porcentaje peipieño, jX'ro |)rácticametite
constante, de citrbono-I L ya (pie los núcleos de c;iiíx)-
n o l í recientemente firrmttdos reixinen las existenci;is (pu­
se desi!!tegr;m coiislantemenle. Ll núcleo de cttrbono-l I
tiene demasiados neutrones (x ho) |);ir;i sus seis protones,
y cu;mdo e\entu;ihnente se desintegra un neutn’)!! deja al
núcleo con siete protones y siete neutrones, conliguracion
estable del nitn’igetto-M.
Ll (p iitn ico ;u !!eric;!t!o W ilh ird L ib b y señal(’) (pie la
pre.sencia natur;il d e cai b o n o -l I podrí;i |x-rmitir (pie los
;u qu e(’)log()S l('ch;!sci! restos tpie con tu vieran citrbotto,
]x ¡n c ip a lm e n te m adera, huesos y cenizas. .Mientras vive,
una planta o un ¡itiim al in tercam bian carlxjno con su
entorno, y, al igual (p ie en el aire, se m antiene const;inte la
pnjpxircii'rn del is(’rlo|X) d e ca rixm o int-stablc; [X-ro tati
pron to c o m o el o rga tiism o m uere y cesa el a|X)itc de
 carbono-14 nuevo, no se reemplaza el que se desintegra en
los restos y la proporción disminuye gradualmente. Puesto
que se conoce el ritmo al (]uc se desintegra el carlx)no-14
en nitrógeno-14, un científico puede medir la proporción
de carlx)no-14 en una {MíCjueña muestra orgánica (20 gra­
mos son suficientes para un análisis) y calcular cuánto
hace que murió. Las fechas calculadas por este procedi­
miento se remontan a 60.(X)() años en el pasado del
hombre.
Sin embargo, hicieron falta diez años para que los
arqueólogos aceptaran por completo que la joven ciencia
de la íisica nuclear podía ayudarles en su campo de
investigación. Realmente, su aceptación final de la data-
cicMi con carbono-14 conllevó un replanteamiento comple­
to de la prehistoria europea, ya cjue muchos de los
monumentos megalíticos (tales como Stonehenge) pasaron
a asociarse con restos de madera y animales un millar de
años más antiguos que las lechas ejue los arqueólogos les
habían adscrito a partir de la escasa evidencia que tenían
antes. Los arqueológos aceptan ahora que los constructo­
res de estos monumtmtos ptírtenecían a una civilización
anterior, altamente avanzada, del noroeste de Europa, en
vez de, como pensaban originalmente, a una cultura
posterior ejue habría copiado burdamente los magníficos
templos de las civilizaciones del .Mediterráneo oriental.
Los inestables núcleos gigantes
Cuando tratamos con núcleos mayores, encontrarnos que
a m(‘dida que se incrementa su tamaño se hace regular­
mente mayor el número de neutrones t]ue el de protones.
Por ejemplo, el isótopo más común del oxígeno tiene 8
protones y 8 neutrones; pero el hierro tiene 26 protones y
30 neutrones; y el isótopo más común del piorno contiene
82 protones y 126 neutrones. El dt'.seciuilibrio .se origina en
la batalla que mantienen las fuerzas fuerte y electromag­
nética con las (jue nos hemos encontrado anteriormente al
hablar del núcleo de helio.
La fuerza electromagnética tiene largo alcance, por lo
que cada protón está sometido a una repulsión eléctrica
por parte de cada protón del mismo núcleo; sin (mibargo,
la fuerza nuclear fuerte, (]ue mantiene unidos los núcleos,
tiene alcance sumamente corto, y un protón exp(TÍinenta
una fuerza atractiva únicamente por parte de los protones
y neutrones más próximos. Esto no tiene imjxtrtancia en
núcleos más petjueños, ya cjuc todas las partículas están
muy próximas, [jero los núcleos mayores debtai contener
una mayor proporción de neutrones, eléctricamente neu­
tros, que proporcionen una fuerza de enlace mayor sin la
adición de cargas positivas.
Para núcleos mayores cjue el plomo, inclustj la ayuda de
los neutrones extra no es permanente, y, más pronto o más
tarde, estos núcleos superpesados se rompen en un proce.so
de desintegración radiactiva. Esta radiactividad es mucho
más esp<íctat;ular c|ue la de núcleos pccpieños del ti[x> del
carbono-14, ya c[ue la fuerte repulsión (;ntre los protones
rompt! el núcleo en pedazos consistentes, cada uno de
ellos, en un núcleo de helio: dos protones y dos neutrones.
Un núcleo despro|X)rcionadamente superyjcsado, como
el uranio-238, perderá ocho núcleos de helio sucesivamen-
44 te antes de alcanzar un estado estable transí<)rmándose en
plomo. Una de las primeras aplicaciones de este flujo
continuo de partículas de alta velocidad procedentes de
núcleos pesados consistió en suministrar energía a las
esferas y a los símbolos luminosos de los relojes. Cuando
un núcleo de helio colisiona con una sustancia fluorescente
mezclada con el elemento radiactivo, emite luz; y si se lo
ob.serva con gran aumento, permite percibir los minúscu­
los destellos debidos a los núcleos de helio individuales.
Sin embargo, durante los cuarenta años siguientes al
descubrimiento de los elementos radiactivos, éstos fueron
considerados como una novedad de gran interés científico
pero de escasa importancia práctica. Evidentemente,
había una gran cantidad de energía encerrada en los
núcleos gigantes, pero los i.sótopos naturales se desintegra­
ban tan lentamente que la «energía atómica» —o, más
estrictamente, la «energía nuclear» parecía un sueño
imposible. Sin embargo, en 1938 la situación cambió
drásticamente. Los científicos alemanes Otto Hahn y Fritz
Strassmann descubrieron cjue si un núcleo superspesado
como el uranio era golpeado suavemente por un neutrón
CJUC se moviera lentamente, se podía dividir en dos trozos
de aproximadamente el mismo tamaño (núcleos de bario
y kriptón). Los nuevos núcleos más j>e(jueños se repelían
con enorme fuerza debida, una vez más, a la repulsión
eléctrica, y al salir disparados colisionaban con otros
núcleos y transformaban esta energía en calor (vibración
de átomos). Afortunadaitiente para los Aliados, el gobier­
no nazi no advirtió en un jjrincij)io las implicaciones de la
investigación cjue se llevaba a cabo en el Instituto del
Káiscír Guillermo, y la información llegó, a través de los
medios de comunicación científicos, a los Estados Unidos.
Allí, el recién llegado físico italiano EnrieorFermi encajó
la ¡)ieza crucial en el rompecabezas (Fermi fue quien
descubrió y dio nombre al neutrino o «un pequeño
neutro»). Como los nút:leos más pesados contienen relati­
vamente más neutrones, la divisicín de un núcleo de
uranio liberaría jiarte del exceso de neutrones. Estas par­
tículas colisionarían a su vez con otros núcleos de uranio
dividic'ndolos y liberando más neutrones, cada uno con
potencial suficiente como fiara romper otro núcleo. La
«reacción en cadena» resultante produciría un siministro
continuo de energía si se controlaban adecuadamente el
número y la velocidad de los neutrones, o un cataclismo
instantáneo si no se los controlaba.
Era exigencia fundamental que cada fisión de un núcleo
de uranio jirodujera al menos un neutrón libre. Leo
Szilard (que había tenido cjue emigrar de la .Mcmania
nazi) era uno de los físicos cjue buscaba la evidencia de la
liberación del neutrón, utilizando para ello un aparato en
el (jue los neutrones jiroducían minúsculos destellos sobre
una pantalla. Según sus jiropias palabras: «Giramos el
interruptor y vimos los destellos. Los contemplamos un
momento, apagamos todo y nos fuimos a casa. Acjuclla
noche no me cabía ninguna duda de que el mundo estaba
abocado a la desgracia.»
El resto es historia. Enrico Fermi construyó el primer
reactor nuclear en un campo abandonado de squash de la
Universidad de Ghicago: a las 3h 4.óm de la tarde del 2
de diciembre de 1942 retiró las barras de control de
absorción de neutrones v la reacción en cadena se mantu-
Un wícleo de helio es estable neutrones se libera energía en
pese a la repulsión entre sus form a de la fuerza fuerte que los
protones cargados positivamente une: para romper un núcleo de
(en rojo), ya que los neutrones helio habría tpie suministrarle la
( en gris) lo mantienen unido. Si misma cantidad de energía.
se reúnen dos protones y dos
vo por sí misma: liaí>ía comenzado la era nuclear. Una
bomba nuclear reejuería material fisionable muy activo,
|3or lo que los americanos comenzaron la extracción a
gran escala del i.sótopo uranio-235, menos estable, a partir
de la mezcla natural, y comenzaron a producir grandes
cantidades de un elemento radiactivo artificial, el plutonio
(que tiene dos protones más que el uranio). Los apremios
de la guerra condujeron al despliegue de medio millón de
personas en el proyecto, y en julio de 1945 se hizo explotar
un prototipo de bomba cerca de .'Mamogordo, .Nuevo
.Vlcxico. .'\1 cabo de un mes, la energía nuclear .se descargó)
coléricamente cuando las bolas de fuego nuclear hicieron
su aparición sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y
•Nagasaki.
La agrupación adecuada:
los estados de la materia
Hasta el momento han aparecido, en el escenario del
Universo, los principales actores: los sencillos electrones,
los furtivos neutrinos y las partículas complejas de los
núcleos, todos ellos librando su lucha interna entre las
fuerzas fuerte y electromagnética y ocultando sus constitu­
yentes básicos, los misterio.sos quarks. En los momentos
más dramáticos ha efectuado una breve aparición entre
bastidores una plétora de otras partículas: partículas
extrañas, partículas encantadas y la siniestra cuadrilla de
las antipartículas.
La prolija trama, a veces ordenada, a veces aparente­
mente caótica, sigue reglas estrictas: las relaciones entre los
actores están gobernadas por cuatro fuerzas y no se deben
transgredir las leyes de la Naturaleza. Cuando estudiamos
el gran drama del l ’niverso con más detalle, descubrimos
cine las cuatro íúcrzas parecen ser expresiones de una sola
interacción básica entre los personajes: el odio es amor si
tenemos la suficiente percepción para comprenderlo así.
Para completar la analogía, cada uno de nosotros
constituye una trama secundaria. En nuestros cuerpos se
ha congregado una combinación especial de partículas-
actores que representa un minúsculo rincé)ii de la historia
del Universo antes de dispersarse y reagruparse en la
acción de otra trama. Pueden haber transcurrido siete
edades de la vida humana, pero la .Naturaleza tiene un
número inconmensurable de ellas.
Nuestro específieo rincón del Universo es bastante
insólito, porque está extremadamente bien ordenado. Los
electrones giran en órbitas alrededor de los núcleos para
constituir los átomos, y los átomos se agrupan de forma
ordenada para originar las moléculas. La disposición
regular de los átomos de sodio y cloro cjuc forma los
pcrléctos cristales cúbicos de la sal ordinaria parece casi un
milagro: cada cristal consta de 100 trillones de átomos, y
cada uno encaja exactamente en su lugar. También las
rocas contienen cristales, a menudo brillantemente colo­
reados; e incluso hay virus —como el germen infeccioso de
la gripe (jue tienen una bella forma cristalina a escala
microscópica.
El impresionante orden que nos rodea proviene del
hecho de cpie las órbitas de los electrones están estricta­
mente controladas. Al contrario de lo que .sucede con un
satélite cjue circunda la Tierra, al que ptxlemos situar en
la órbita que deseemos, la teoría cuántica muestra ciue, a
la diminuta escala atómica, los electrones sólo pueden
girar alrededor del núcleo con «unidades de spin» enteras,
por lo (lue .sólo les están permitidas determinadas órbitas.
Cuando las órbitas permitidas de t:ada elemento se cubren
con el número correcto de electrones, se obtienen las
diferentes dis|)osiciones electrónicas entre ellos, y, así, las
propiedades cpiímicas, que dependen de los electrones más
externos, varían de elemento a elemento.
Consideremos nuevamente la sal común. Los químicos
nos dicen tjue un átomo de .sodio tiene un electrón externo
¡50C0 ligado, del cual toma posesión ávidamente el átomo
de cloro para completar el conjunto de electrones que se
hallan en su órbita. Acabada esta transferencia, ejue tiene
lugar en forma de fogonazo explosivo si se ha vertido el 45
 /,rt dudad de .Vagasaki dos plano y en el fondo, señalan los
meses después de! bombardeo. Iwiiles del área de. destrueción
I ms edijleios que aún se total: la región plana entre ellos
manlienen en pie, en primer era el centro de la ciudad.
nidal sodio en el gas cloro, el sodio lia perdido una carga
negativa y es ahora eléctricamente positivo, mientras c|ue
el átomo de cloro es ahora negativo. Ixis átomos así
cargados so llaman iones; los (los se adhieren, ya ejue las
cargas opuestas se atrtien y, finalmente, se unen como una
gran red cristalina.
l-os átomos también piu'den unirse compartiendo elec­
trones. Kn el gas cloro, los átomos tienden a tal pnnto a
completar sus conjuntos de electrones c|ue se asocian a
pares, haciendo oscilar a sus electrones externos, de Ibrma
que cada uno de ellos dé la impresitín d(' un conjunto
eomiileto. mismo hacen otros átomos de gas; el oxígeno
y el nitréigeno del aire no son átomos individuales, sino un
par de moléculas (C)^ y También en los stílidos se
comparten los electrones, y el carbono es el (;jem]ilo más
notable de ello. La materia viva está constituida f)or largas
cadenas y lazos de átomos de carbono, con oxígeno,
nitrógeno e hidrógeno ocasionalmente, todos ellos ligados
por electrones compartidos. A jtartir de las acciones
mutuas de la fuerza electromagnética entre los electrones
compartidos, los electrones ligados a kts átomos y la
atracción positiva de los núcleos atómicos, las moléculas
ad(|uieren una l()rma definitiva. Desde estos orígemrs se
46 llega a la belleza y complejidad de. los organismos vivos.
La materia (|ue conocemos .se clasifica tradiciotialmentc
en tres estados. Kn kjs sólidos, las ftt(;rzas entre mok'citlas (o
entre átomos cargados, en el caso de los cristales) son tan
fuertes cpie suelen mantener sus foémas, mientras (|ue, en
los líquidos, las mok'culas s<; atraen unas a otras suficiente­
mente como para mantenerse unidas, pero pueden desli­
zarse. lín los gci.ses, las moléctilas son completamente
inck;pendientes unas de otras y circulan sin impedimento.
Sabemos cjuc los estados de la materia cambian con el
calor. Para considerar el caso más familiar, calentemos
hielo sólido y se fundirá en agua líquida, calentemos a su
vez el agua y se (tvaporará en l<)rma de gas. Cada \ez (|ue
a])ortattios energía calorífica, las moléculas se empujan
entre sí más violentamente, ya <ptc vibran con mayor
energía. Primeramente, el orden de un sólido se pierde al
fundirse; y después, al evaporarse;, las tnoléculas se mue­
ven con suficiente rapidt'z como para perder contacto con
sus vecinas y escapar como moléculas de gas libre.
Así pu(;s, toda la materia de la Tierra es un conjunto
ordenado de átomos en mok'culas, bien se trate de
moléculas ligadas o que .se mueven libremente en un gas.
Sin embargo, la Tierra es sc'tlo una minúscula parle del
Lniverso y constituye una especie de refugio, ya c|ue la
mayor paiK; de la materia del L.biiverso se halla en
¡M Ires estados de la materia:
el hielo y el a;^ua son los estados
sólido y líquido de la misma
susUmcia. E l aire es un gas
compuesto de diversas moléculas.
nitrógeno y oxígeno. E l cuarto
e.stado de la m ateria, el plasm a,
no existe en form a natura! sobre
la 1 ierra.

regiones infcrnalmcntc ealient(!s en las (¡uc el rango de
temperaturas varía d(;sde miles de grados hasta cientos de
millones. Bajo estas rigurosas condiciones, el movimiernto
de los átomos y de las moléeulas da lugar a una serie de
colisiones enormes; las moléculas se fraccionan en átomos,
pero ni siquiera estos pueden sobrevivir como tales, ya que
las colisiones los desixjjan de sus electrones dejando (pie los
núcleos desnudos y los electrones libres piíjsigan caminos
incleptaidientes.
Este tipo de materia - núcleos y eleetroru;s moviéndose
librenuaite se denomina plasma y es el estado en cpje se
encuentra la mayor parte de la materia del finiverso; a
veces se le llama «el cuarto estado de la materia». Los
cicntílicos pueden producir pequeñas cantidades de plas­
ma en el laboratorio, pero el plasma a alta temperatura es
una sustancia difícil de tratar; sólo se la puede concentrar
por miídio de un campo magnético y, a]tenas .se conamtra,
el campo si; hace inestable y arroja la sustancia, intensa­
mente caliente, al interior del aparato.
En el Universo exterior, la materia puede adcjuirir
formas aún más extrañas si se dan las condicioiuís aclecua-
das. Si se comprime suficientemente el plasma que consti­
tuye una estrella, puedo lograrse un estado en el que la
presión se mantenga por agrupación de electrones; si se lo
comprime aún más, los electrones se combinan con los
protones para dar lugar a una estrella de luaiironcs aún
más diminuta. Imaginemos, en el primer caso, una
estrella como el Sol comprimida al tamaño de la Tierra, y,
(ui el si'gundo, al tamaño de Malta o Brooklyn. Estas son
las ideas que tienen in mente los astrónomos y los físicos
modernos; más adelante veremos que existen estas singu­
laridades, ya (]ue se trata de restos de una estrella muerta. 47
Salurnn, con su vasto cunjunlo de
anillos, es el planeta más bello
del sistema Solar. Los anillos
están compuestos por millones de
rocas y fragmentos de hielo, que
se hallan en órbita en torno al
planeta como satélites
independientes. ( Copyright del
Instituto de Tecnología de
California y la institución
Carnegie de Washington.
Reproducido con permiso de los
Observatorios H a le.)
4. Los demás planetas
 «hsie es un pequeño paso para un hornt)re, pcíro un salto un .soberbio museo fosilizado de las etapas anteriores de la
gigantesco para la humanidad.» El 21 de julio de 19G9, vida de un planeta. Los «planetólogos» consideran a la
Ntnl .'\rmstrong se convertía en el primer ser humano t|ue Luna eoino un planeta, ya cjue no desentona en la
pisaba un mundo exterior al suyo; después dt; tres mil .sociedad de planetas roco.sos próximos al Sol. Con un
millones de años de [termanencia sobre la l'ierra, la vida, diámetro ipte es la cuarta jtarte del de la Tierra, es mucho
tal como la conocemos, había comenzado a desplegar sus mayor en relación con el planeta que la controla C|ue
alas inter[)lanetarias. ¿Conducirá este notable logro a la . cualquier otro satélite; un astrónomo imaginario situado
colonización humana de sistemas planetarios de otras en .Marte vería la Tierra como un «planeta doble» algo
estrellas, o bien a vinculaciones con otras civilizaciones desproporcio n ado.
celestes? Por el momento, esto es sólo una esijeculaeión La superficie de la Luna no sufre el constante desgaste
apasionatite. Sin embargo, los viudos tripulados .-\polo a la ocasionado por la deriva de los continentes, y carece de
Luna han aportado una enorme cantidad de iníitrrnación agua o de aire que puedan erosionar las rocas de su
científica ijue ayuda actualmente a los astrónomos a atar superficie. Ie)S científicos esperaban (|uc las rocas (pie
los cabos de la historia anterior del sistema .solar. acarrea.sen los astronautas de la Apolo, aproximadamente
■Xuestro sistema planetario consta de nueve planetas un tercio de tonelada, fueran realmente muy viejas. Sin
mayores e inmensas cantidades de peñascos más pccjuc- embargo, las rocas lunares son únicamente tan antiguas
ños, rocas, granos y polvo, los «desechos» del sistema solar, como las más viejas de la 'Tierra. Como era de esperar, la
todos en órbita alrededor del Sol, nuestra estrella local. Luna api'nas tiene rocas jóvenes, pero cuenta también con
Antes de examinar cada planista en detalle, seguiremos la algunas extremadamente viejas. La razón estriba en ejue la
historia did sistema solar. Comenzando con su íiirmación a supedicic lunar sufrió un continuo bombardeo de rocas
partir de una gigantesca nube de polvo y gas, podemos procedentes del espacio, durante cientos de millones de
rastr<;ar las historias de los planetas y d(;scubrir la razón años desde su naeirniento, (jue originaron los cráteres C|ue
por la cual en la actualidad son tan diferentes unos de vemos en la aetnalidad y que dieron lugar a su superficie
otros: Júpiter, el gigante gaseoso y líquido; el abra.sado y original.
estéril .VIercurio; el caliente y venenoso Venus; o, el más Sin (unbargo, los planetólogos están agradecidos al
próximo al l’araí.so, ei planeta l ierra. escombro roco.so esparcido por nuestro sistema [tlanetario.
Ea lamiliar Tierra, la cuna de la humanidad, es, La Tierra actúa como un ttiiíantcsco cubo de basura en el
naturalmente, el planeta mejor estudiado; podría parecer (|ue se depositasen fragmentos de rocas a un ritmo de cien
el lugar idóneo desde donde comenzar a investigar las toneladas diarias. Los fragmentos peipieños, del tamaño
pistas del origen de los planetas. Sin embargo, a pesar de de granos de arena, se inflaman ai entrar en contacto con
la dedicación de los geólogos y de otros «científicos el aire y Itrillan brevemente como «estrellas fugaces» o
terrestres», nuestro planeta gtuirda celosamente su miste­ melemos, mientras que los trozos gruesos, c[ue son tnenos
rioso pasado. Las rocas aparentemente permanentes (|ue frecuentes, pueden iluminar todo el cielo cual una bola
nos rodean son, todas, bastante recientes en comjraración incandescente; aunque gran parte se evapora a su ardiente
con la gran antigüedad de la Tierra, y muchas de ellas {taso jtor la atmósfera, una pequeña parte {tuede sobrevivir
apenas si tienen la décima parte de su edad. La superficie y chocar con la Tierra: es ésta hi caítia de un meteorito.
de la Tierra cambia constantemente. El ritmo es demasia­ Existen unos extraños tiftos de meteoritos que constitu­
do lento como para que itos demos cuenta tle ello en el yen el «certificado de nacimiento» del sistema .solar. Estas
corto espacio de una vida humana, pero para el geólogo rocas desmemtzíidas, (|ue reciben el complicado nombre
(|ue maneja etapas de mil millones de años es drástica­ de corulritas carboriáceas, son las rocas más viejas (jue se
mente rápido. Los continentes terrestres y los suelos conocen y {termiten que los científicos sitúen el momento
oceánicos se desplazan y em|)ujan hacia arriba a las del acontecimiento hace f.titX) millones de años.
cadenas montañosas coirlas cpic chocan; las calientes rocas
del interior son expulsailas por los volcanes y abren La datación de las rocas
«costurones» en los lechos de los océanos; las rocas del A jtrimera vista no resulta obvio afirmar cuál es la edad de
suelo oceánico son absorbidas al interior de la Tierra, a las una roca, ni, incluso, decidir lo cjue entendemos ]x>r su
profundidades del océano; el terreno se desgasta continua­ «edad». Una roca recogida en el jardín no muestra
mente dóbidíj a la persistente erosión del agua, y la roca indicios claros, {tero una roca sedimentaria como la caliza
erosiotiada acabará devuelta al océano, donde permanece­ {tuede contener fósiles de criaturas o ¡tlantas t{ue murieron
rá hasta (|ue otra manifestación paroxismal la arran(|ue y se asentaron en el cieno del lecho del mar, conqtrimién-
para fiinnar parte, en calidad de nuevo trozo, del suelo dose {xisteriormente en f()rma de roca. La identificaci(')n de
«sólido». .Maravilla | X )r consiguiente que los geólogos fósiles es el méuxlo de dataciém «clásico» en geología, ya
puedan decir algo acerca del nacimiento o la infancia de ((ue en el {tasado determinadas cs{tecies vivieron única­
la Tierra. mente en é(tocas es{tccíficas. Sin embargo, donde no
Debemos buscar los indicios del comienzo de la 'Tierra y existen fósiles, como en las rocas volcánicas y en las muy
de los demás jjlanetas en otra parte. No hay duda de que antiguas, {tor no mencionar las muestras lunares y los
todos los planetas se formaron prácticamente al mismo meteoritos, la determinación de fechas requiere exámenes
tiempo, y podemos establecer comparaciones entre ellos. más sutiles.
La Luna parece un fnien punto de partida. Aparte de ser La radiactividad {troporciona la clave. Dado t¡ue los
50 el único cuerpo alcanzado por expediciones tripuladas, es núcleos inestables de átomos, como el uranio, {tre.sentes en
E l astronauta Ja m e s h w in con los astronautas recogieron 76
el Rover lunar del Apolo 15. kilogramos de rocas de la
Este vehículo recorrió un total de superficie en la región de Uadlev
28 kilómetros sobre la Luna, y Rille.
pcc|ueñas cantidades en la roca, se desintegran continua­
mente en otros más estables, como el plomo, a un ritmo
medido ya por los lisíeos nucleares, el principio de la
datación radiactiva parece muy sencillo. Se miden los
niveles actuales de uranio y plomo <m la roca, y se calculan
los años cjuc deben haber transcurrido para cjue se haya
desintegrado la projxtrción de uranio.
Sin embargo, en la práctica el principio no es tan
.sencillo. Existe el problema de determinar la cantidad de
plomo ([ue había en la roca originalrnenu;, y t|ue no se ha
litrmado por la desintegración de uranio. .\dcmás, a lo
largo dt; la historia de la roca, parte de los átomos de
|)l()ino pueden haber (miigrado de sus lugares de origen.
.Mbrtunadamente, la Naturaleza nos ayuda a resolver estos
problemas; existen dos isótopos distintos de uranio epte se
desintegran en isótopos diferentes de plomo. El uranio-238
Itierde ocht) núcleos de helio para transformarse en plo-
mo-206, mientras (|ue el uranio-235, de vida más cortil, el
material activo tle la primera bomba «atómica», se
desprende únicamente de siete núcleo.s de helio para
acahar como plomo-207. ( Incidcntalmente, la escasez de
este segundf) istitopo de uranio se debe a t|ue su vida
media es mucho más corta: durante la existencia de la
Tierra, aproximadamente el 99 % del uranio-235 original
se ha transformado en plomo, mientras rpie sólo se ha
desintegrado la mitad del ttranio-23B.j Atnlxis tipos de
uranio habrán experimentado las mismas reacciones quí­
micas, por lo cjue los planetólogos disponen de dos
«relojes» diferentes para efectuar comparaciones: ambos
«se ponen en fiora» al mismo tiempo y funt:ionan a ritmos
distintos, pero conocidos. Resulta bastante irónico c[uc el
problema jirincipal con que se enfrentan en la actualidad
los laboratorios de datación de las universidades sea el
nivel de contaminación aéreo de plomo procedente de los
escapes de los automóviles.
Ea edad del uranio-plomo de los meteoritos más anti­
guos es, aiiroxiinadamente, de l.bOO millones de años.
Esta fecha nos informa de cuándo adciuirió su forma
actual el material del meteorito, ya cpie cualquier mezcla
importante o fusión completa redistribuiría el uranio y el
plomo y «reajustaría» los relejes. Por esta razón, las demás
rocas del sistema solar resultan .ser más jóvenes. Ea
superficie de la Euna data de unos 3.200 a 4.200 millones
de años, muy posterior a la formación de la Euna, de la
Cjxxa en c|ue las rocas (|uc caían conlijrmaban sus cráteres
;)1
 y pulverizaban su superficie. Las rocas terrestres supervi­
vientes más antiguas que eonoctmios se lian cneontrado en
Groenlandia occidental, y se Ibrmaron hace 3.800 millones
de años.
El ]irimt;r capítulo de esta historia dcl sistema solar
—los primeros cientos de millones de años no figura en
los registros rocosos de los planetas, y sólo los sucios y
frágiles meteoritos carbonáceos pueden suministrarnos
indicios reales.
Una plétora de relojes
Los relojes de uranio-plomo no son los únicos indicadores
radiactivos que usa el planetólogo: puede serlo cual(|uier
átomo radiactivo con vida media de unos cientos de
millones de años. En esta escala de tiempos, el torio se
desintegra en plomo y el rubidio en estroncio, y estos
relojes suministran una comprobación válida de las edades
de las rocas.
Otro reloj radiactivo importante es un extraño isótopo
del potasio, cuyo núcleo puede ser desintegrado |X)r el
insólito procedimiento consistente en ca|)turar uno de los
electrones que se hallan en su órbita, eonvirtiendo de esta
l()rma uno de stis protones en un neutrón (de hecho, éstt' es
precisamente el proceso 0|)uesto a la desintegración de un
neutrón «libre», pt'ro favorecido, en términos de estados
de energía, en este núcleo). El resultado es el argón-4Ü. El
argón es el tercer gas más abundante de los cjuc componen
la atmósfera terrestre después del nitrógeno y del oxígeno,
y el 1‘/j, del argón del aire que respiramos proviene de la
desintegración de átomos de potasio-40 de la corteza
terrestre durante los periodos geológicos. Eiene una impor­
tante aplicación práctica por ser inerle, esto es, extremada­
mente reacio a tomar parte en reacciones químicas, por lo
que se lo emplea para llenar los bulbos de las lámparas
eléctricas.
En los últimos años, los planetétlogos han logrado
retroceder al periodo anterior a la formación del sistema
solar gracias a una extensión del método del reloj radiacti­
vo. Eodos los núcleos pesados, incluyendo los radiactivos,
se formaron en el interior de estrellas y fueron expulsados
al espacio por fantásticas explosiones de supernovas. Los
núcleos individuales que se desintegran radiactivamente
son, por tanto, considerablemente más antiguos que el
sistema solar. Esto es irndevantc para los métodos de
datación radiactiva tradicionales, ya que comparart las
cantidades relativas de núcleos radiactivos y de los «hijos»
producidos desde que los átomos padres fueron atrapados
por la roca. Sin embargo, las supernovas también arrojan
al espacio núcleos inestables: isótopos con una vida media
de aproximadamente un millón de años. Si el sistema
.solar se hubiera formado inmediatamente después de una
exi^losión de supernova cercana, estos núcleos .se hallarían
incluidos en meteoritos primitivos, y sus productos de
desintegración, los núcleos hijos, estarían aún encerrados,
aun cuando se hubiesen desintegrado hace mucho los
núcleos inestables originales.
Ia)s primeros análisis sugirieron que habría transcurrido
un lapso de unos cientos de millones de años entre la
explosión de una supernova, la nube de gas del presistema
52 solar y el nacimiento de nuestro sistema planetario. Sin
/ .« nehulma '/ rifiíl m la ( Gopyrigfil del Instituto de
amslelacióii Sagilario está Tecnolojría de California y la
fiardalmeiite osiurecida fmr tres institución Carnegie de
bandas de (¡olvo. Granos de Washington. Reproducido con
polvo como éstos son el material permiso de los Observatorios
orirrinal a partir del cual se H ale.)
form aron los planetas.
embargo, en los últimos años, (íerald VVasserbtirg y
I’yphoon Lee, del Instituto de 'Eecnología de California,
descubriertjii una gran cantidad inesperada de magnesio-
26, el producto hijo dcl inestable aluminio-26, en un
antiguo meteorito carlxtnáceo (jue cayó cerca de la ciudad
mexicana de Allende, en 1969. El aluminio-26 original
debería provenir de una supernova que explotó sólo unos
cuantos millones de años antes de tiiie se formara el
meteorito: esto sufxnic una escala de tiempo suficiente­
mente corta en términos astronómicos como para t]ue se
puedan relatáonar la explosiétn de la supernova y el
nacimiento del sistema solar.
Otros sistemas solares
Parece natural cjue letroccdamos y contemplemos la
formaciétn del sistema solar desde un punto de vista más
cósmico. Ya f|ue nuestro Sol es una estrella muy típica,
podemos considerar (]ue otras estrellas po.secn también
séquitos planetarios; si examiná.semos las densas nubes de
gas en las (|ue se forman las estrellas, [xtdríamos aprender
algo acerca del proceso general por el que nacen los
planetas. Cuando los científicos desarrollan la historia
completa de cómo nacieron la Tierra y el resto de la
familia del Sol, lo hacen relacionando la historia referida
por los antiguos meteoritos y los descubrimientos efectua­
dos fX)r los astrónomos que investigan el nacimiento de
otros sistemas planetarios mucho más distantes, en las
profundidades de nuestra Galaxia.
Durante muchos años, los astiónomos pensaron que el
nacimiento del sistema solar fue un suce.so casual, origina­
do quizás en la aproximaciétn, una entre un millón, de
otra estrella al Sol. En la actualidad, esta opinión se ha
modificado y, según la teoría moderna, es rara la estrella
formada sin planetas. ¿Podríamos responder directamente
al interrogante observando si las estrellas más próxitnas
tienen planetas (pie las acompañen? De.sgraciadamente,
esto está lejos del alcance de los actuales telescopios.
Puesto que los planetas carecen de luz propia, los miem­
bros de otros sistemas planetarios brillarían únicamente
por la luz reflejada de la estrella central, y la luz de la
estrella dominaría el tenue resplandor de los planetas.
Sin embargo, existe una forma indirecta de encarar este
problema. Peter van de Kam p, del Observatorio de
Sproul, Pennsylvania, ha dedicado su vida a estudiar el
lento movimiento de las estrellas por el cielo, y acabó
convenciendo a muchos astrónomos de que algunas estre­
llas próximas tienen sistemas planetarios. Una estrella
cercana seguiría una trayectoria recta en su lento camino a
través del cielo. Sin embargo, si la estrella está acompaña­
da por un planeta, estrella y planeta se hallan en realidad
en órbita alrededor de su «centro de gravedad», el punto
de equilibrio del sistema. La estrella se mueve en una
órbita mucho menor que el planeta, que es mucho más
 ligero, pero el profesor van de Karnp puede medir la lema
y minúscula oscilación de la estrella a uno y otro lado de
su trayectoria recta media, sta'ial iiu'(|uívoca de (pte la
estrella cuenta con un compañero de órbita inobservabic.
De la cuantía de la oscilación deductí la masa del planeta
inobservablc, y demuestra así cjuc una proixtición bastan­
te considerablíí de estrellas (x;rcanas tierunt al menos un
planeta, unas cuantas veces más pesado que Júpiter.
l*eter van de Kamp ha descubierto c(ue la segunda
estrella más ctírcana al Sol ídespués del sistema triple
•Alpha Centaurii tiene dos planetas de aproximadamente
la masa de Júpiter; puesto epte se los podría considtu'ar
comparables a Júpiter y Saturno en nuestro propio siste­
ma, se piensa cpie la estrella de Barnard tiene asimismo un
grupo de plaiu;tas más ptxjueños. Esta estrella lleva ('1
nombre de uno de los astrónomos modernos más agudos,
F,. F,. Barnard, y posee el récord de velocidad en el ciclo
(relativa a la Fierra), ya c|ue emplea sólo 180 años en
recorrer el diámetro aparente de la lama.
Parece, por tanto, cpie los sistemas planetarios son
eorritnitcs, lo cpic cont:uerda sufieitaitemente con las mo­
dernas teorías de formación de estndlas. líiStas predicen la
existencia de gran cantidad de granos de «polvo» sólido
junto con nubes de gas en órbita alrededor de una estrella
en formación. Fin fecha tan reciente como 1977, astróiKj-
mo.s (pie estudian la radiación infrarroja (calori de una
nebulosa con estrellas en formación en la constelación del
Cisne, han encontrado la evidencia de cpic un disco de este
tipo, de polvo y gas, rodea a una reciente ((Strella en
fonnatáón. Los [jlanetas se formarían, por tanto, a ]xirtir
de este nuevo material en órbita.
Para completar esta rápida revisión de la prehistoria tkd
sistema .solar, anticijiaremos algo de la historia de la
fimnación de las (estrellas, (pie continuaremos con más
detalle en el capítulo 8. En nuestra (íalaxia, las grandes
nubes de gas son bastante estables, ya cpie la presión de los
átomos de gas (|ue /.timban en su interior (;s sufieit'ntc para
inifxxlir (pie la atracción gravitatoria entre los mismos
comprima la nube cada ve/ más. Una nube de este tipo
sólo comenzará a colapsarsc y formar estrellas si se
comprime repentinamente, y una de las formas más
eficientes de cpie esto suceda es cpie chocpie con los gases
de alta velocidad (expulsados |X )r la (explosi(in cUe una
su perno va.
Por consiguiente, los extremos se tocan. Aj)roximada-
mentc hacia la tercera parte de la vida de la Galaxia, o .sea
hace 4.600 millones de años, una gran nube de gas
interestelar se eomjirimié) y comen//) a colajtsarse bajo la
fuerza de su |)ropia gravitación. Así como los astrónomos
observan que otras nubes de gas se colapsan en la
actualidad, este material reciente se dividit) en varios
cientos de estrellas, cada una de ellas rodeada ixtr un disco
en rotaciéni de ])artículas de |)olvo y átomos de gas. Una
de estas estrellas era el Sol, y de su disco se formaron la
1 ierra y el resto de los planetas. La eompreskin inicial
bien pudo haberse debido a la onda de choipie de la
explosión de una estrella cercana; tanto la teoría de
lórmación de estrellas como los recientes c interesantes
resultados sobre el aluminio-26 de los meteoritos sugieren
54 que el nacimiento de nuestro sistema solar fue el legado de
una cercana estrella suicida (pie se autodestruyó en una
colosal explosión de supernova.
Los comienzos
A esta altura de la saga, los acontecimientos no están aún
completamente daros. Ix)s astrónomos concuerdan en
cuanto a cpie, en sus comienzos, el Sol debía estar rodeado
por un disco en rotación de partículas de polvo y gas, y
(pie los planetas se formaron de alguna manera a partir de la
mat(uia del disco, pero siguen en discusión los detalles
exactos.
La historia bien podría haber ocurrido como en la
versión sostenida [xir A. G.VV. Cameron, de la Universi­
dad de Ffarvard. Ixrs minúsculos granos de polvo del dfseo
en rotación serían las mismas partículas de polvo (pie se
encuentran en el espacio inten'stelar y que blocpiean la luz
de las estrellas distantes, pero los granos de polvo y los
átomos de gas no son los únicos ocupantes del espacio
interestelar. Los radioastiónomos han descubierto (|ue las
densas nubes de gas y polvo en epte se forman las estrellas
son ricas en diferentes tipos de moléculas mezcladas con
los átomos de gas. Estas moléculas se pueden identificar
rápidamente fxirtpte cada tipo «radia», emite radiaciéin,
en una particular longitud de onda de radio (pie el
astrónomo puede sintonizar, tal como si se tratara de
distintas emisoras cósmicas.
Probablemente las moléculas recubren cada minú.sculo
grano de polvo con una lina película pegajosa, auiupic en
realidad es [jrobable cpie los átomos de gas reaccionen
para formar las moléculas sobre las superficies de los
granos. .Al hallarse muy próximos en el disco del presiste­
ma solar, colisionaron y se agruparon para constituirse en
pacpietes de polvo poco compacto de hasta un (xaitímetro
de longitud, tan livianos y esponjosos como el escardillo
del cardo. En esa época se formaba asimismo el propio Sol
a partir del gas del centro del disco, y aún no había
(X)m('nzado a brillar; el sistema solar era una nube de gas
muy oscuro, repleto de incontables millones de sucias
bolas de polvo (pie giraban en torno a su centro.
Considerado de.scle el fundamental punto de vista de
partículas y fuerzas, la historia del sistema solar es un
proceso bastante simple. En los granos de polvo originales
y en sus pegajosos recubrimientos comenzaban a agrufiar-
se los átomos en moléculas y en cristales mayores; y la
acumulación de polvo en j)lanctas es (xpiivaleme al
apilarnienio de más y más átomos.
Hemos considerado anteriormente (pie la gravitación es
la liier/a básica cpie mantuvo unida la nube de gas
original. Los remolinos aleatorios de la gigantesca nebulo­
sa original se resolvieron en cientos de estrellas nuevas al
desgajarse cada uno de sus fragmentos colapsantes más
pixpieños (pie giraban levemente, y ('iitre los (pie se
incluían el (pie dio origen a nuestro Sol y a nuestro sistema
solar. Cuando la gravitación la redujo a un volumen cada
vez más petpieño, la velocidad de rotación ,sc incrementó a
fin de conservar constante el valor del «giro» (momento
angular; total del sistema, y por esta razém no |)udo
(ontra('rse en el centro para pasar a formar parte del Sol
en liirmación, sino C|ue (piedó girando como un dis(X) en
torno a él.
Interinetant'm atiisUra de In tnmar'io de frlaneta. iinalrnente.
/nritmión del sistema salar, h i el sistema sidar aelrtal quedó
materia de la nehulasa orif^inal eunstituido por pequeños planetas
se agrupii en un disea en rocosos interiores » por grandes
wtaeión; los planetesimales planetas líquidogaseosos
mayores recogieron a los rrids exteriores, con un espacio
Ireijiierlos hasta alrarrzar el i iiliialmeitic vacio erilie illas.
('.iiatulo Ion granos do |X)1\() oolisioiiaroii v se unirion, la
líras itac ión todió su |)uoslo, ya ()uo diclia iinicHi constituye
una iiueraccuHi entre las nubes cleeinniieas de los átomos
puestas \iolentamente en eontaeio, tal como se adhieren a
una lioja de paj^'l los ;itomos de la su|)eríieie de una cinta
adhesiva; es |X)r tanto la fuer/a eleetromai(nética la que
adojtta una de sus múltiples í<)rmas y Juega tin ])apel \ital
en la íiirmaeitúi de los planetas.
Sin embargo, una \rz (pie ha alcanzado el estadio del
sucio esciirdillo del cardo, la gravedad asume nuevamente
el pajx‘1 de arcpiiteeto. l ii diseo de partíeulas de este
tamaño en rotación no puede sobres ivir largo tiem|X): los
etílculos muestran (pie la airaceiiúi grasilaloria entre his
Ixilas de | X )l\d , auiupie |X-(pieña. las haría agruparse en
trozos de ajtroximadamente un kih’unetro de tamaño.
Kstos trozos rrx'osos jniedvn a su \'ez agru|)arse para dar
lugar a euei |X)s cada vez mayores, pero entonces tienen ya
suficiente t;un;iño como para (pie también las colisiones
sean d('structi\as. l.n \ez de mantenerse juntos bajo las
acciones mutuas de sus atracciones grasitaloritis, dos
«planetesimales», como se denominan, pueden luieerse
pedazos uno al otro. I.a construecii'ui de los planetas a
partir de planetesimales (lie una carrera demoledora en
torno al .Sol en íiirmaciiin, al colisionar torix'llinos de
trozos rocosos destrozándose o amtdgamándose en el
pnxreso. Ixts planetesimales mayores tenían menos ]X)sibi-
lidad de romperse, y eventnalmente prefxtnderaron al
ciipturar a la mayor [xirte del resto de los planetesimales
para acabar constituyendo planetas rocosos. .Así se l()rma-
ron los |)lanetas más interiores, ordeniindose [xir tamaños
desde la Luna a la Tierra. Tiste eonjunto interior se
completí) con los de tanuiño intermedio, \lercurio y
\'enus, más pniximos al Sol; y .Marte, (pie ciicula |X)r el
exterior de la (iibila terrestre.
Como \imos antes, la Tierra y la Luna constituyen
realmente un itlanela doble, y los astn'momos dudan
todas ía en cuanto a la ex|ilicaci(')n de la liirmacion de este
sistema doble, único en el sistema solar. .Antes se [X-nsaba
(jiie la Luna ixidía haber Ibrmado parte de la l ierra, |x~ro
la c()iiuxisici(')ii de las meas (|ue se trajeron de la Luna es
sitrnilicativamente dili'rentc de las de la suix'flicie de la
l ierra. .\hora se cree (pie la Luna debiií haber eomenzado
eouKJ un aut('~ntico planeta, aumiue iiachc -salx’ si nació
junto a la Tierra o si se traslad(3 desde otro lugar del
sistema solar interior, siendo «eapturtula» ixir ella.
Iz)S planetas del si.stema solar exterior son muy dileren-
les; csti'm constituidos casi en su totalidad [xir sustancias
(pie conocemos como gases, pero com|)rimidos al estado
hápiido. listo nos retrotrae muy a los comienzos del
sistema solar, poixpie las pegajosas |)ariículas de |X)l\'o (pie
(onstitiiían el disco del presisterna solar estaban rodeadas
de vastas cantidades de gas; realmente bien [xxlía lialxT
habido tanto gas en el disco como el (pie había en el
centro condensándose partí liirmar el .Sol. .Sin embtirgo. no
tixlo el gas del disco estab.i a la misma lemjX'nitura.
Cerca del centro, donde se íiirniaba el .Sol, las temix-ratn-
ras se elesaron hasta I ..á(M)<>Ci. e incluso a la distaticia de la
Tierra eran de unos SOÍT'C, mucho m;is ¡titas (pie la de un
horno «muy caliente». Tin estas li'irridas condiciones, sido
|X)drían [X'rmanecer eondensados sobre las sujx-rlieies
granulosas los sididos con alto punto de vaporizacuin, y los
recubrimientos helados (pie originariamente tuvieran se
habrían evajxirado. Tor eso los planetas interiores son de
eom|X)sici(")n «rocosa».
•Sin embargo, a la distancia de Júpiter, y m¡is allá, los
granos retu\ ieron sus recubrimientos de hielo y de amo­
niaco congelado, y las bolas de «escardillo» (pie .se
liirmaroii se parecerían más a sucios co|x)s de niex'e y, en
consecuencia, los planetesimales exteriores tambi('-n ha­
brían estado helados como enormes Ixilas de nieve piirii-
letUas de varios kihdnetros de ditímetro. .M¡is exteriorinen-
le, donde la tem|X'ratura era baja, los átomos de gas de la
nebulosa se movían m;ís lentamente, y los planetas exte­
riores hieroii capaces de eaptiirar este hidiógeno y este
helio para añadirlo a su mole. Td gig.uiteseo Júpiter llevó
esto a tales extremos (pie se eonvirti(’) en a|jr()xiniadamenle
trescientas veces m;ts pesado que la Tierra, estando
eotistituida prácticamente la totalidad de su masa [xir
hidn'igeno. Los otros gigatites gaseosos, .Saturno, Tirano y
.\eptuno, no tuvieron tanto éxito como Júpiter en la .á5
 Una jolo g rafía próxima de Un Gran .Mancha Roja es semejantes a los nuestros sería capaz de detectar las doce
Jú piter lomada por el Pioneer probablemente un huracán numr oscilaciones anuales en la posición del Sol cuando Júpiter
¡O muestra los finos detalles de epie la Tierra, rpie ha estado describe su órbita. Y sospecharía cpic si el Sol tiene un
las blancas nubes de amoniaco soplando al menos durante 300 gran planeta, puede contar asimismo con otros más
cristalizado, situadas en amplias años. La mancha negra es la pequeños, demasiado pec|ueños |tara causar una o.scilación
«zonas» por encima de la sombra de uno de los cuatro
mensurable del Sol, pero de tamaño suficiente para
atmósfera ligeramente coloreada. mayores satélites de Júpiter.
implicar vida.}
recolección del gas c|ue les rodeaba y acabaron como Túpiter es tan masivo que algunos astrónomos le llaman
mundos más pequeños, aun cuando cuak|uiera de ellos «estrella frustrada». En su colapso inicial a partir de
empecjueñezca a la I ierra. (Como veremos más adelante, planetesimales y gas, el centro de Júpiter se calentó como
el más remoto de los planetas, Plutón, constituye una ex­ consecuencia de la presión, al modo del aire en una
cepción: un enano en la familia de los gigantes gaseosos). bomba de bicicleta, pero no lo suüciente para que se
desencadenaran las reacciones de fusión nuclear que
Las inmensidades heladas mantienen brillando a una estrella como el Sol. En vez de
del sistema solar los millones de gradits necesarios, la temfteratura en el
I'iquipados con algunos conocimientos sobre la historia de centro de Júpiter es «sólo» de 30.000" C.
la familia, encarémonos ahora con los planetas individua­ A pesar de su elevada temperatura central, las capas
les de los hermanos del sistema solar, y comencemos con exteriores de Júpiter están bajo las gélidas condiciones que
la mente libre de los pnquicios de nuestro natural «chauvi­ eran de esperar por hallarse aUjado del Sol. La atmósfera
nismo terrestre». Para un visitante ajeno a nuestro sistema tiene nubes de amoniaco congelado a — 140»C. v aún
planetario, Júp iter sería, con diferencia, el plantua domi­ serían más frías si no se calentaran por el calor que escapa
nante, ya que pesa más del doble que el resto de los desde el interior, de donde procede tanto calor como el
planetas juntos. (De hecho, Júp iter jxKlría dar motivo a la que recibe dcl Sol, v algunos astrónomos piensan que la
visita del ser interplanetario. A la distancia de la estrella elevada temperatura central se mantiene por una contrac­
de Barnard, por ejemjrlo, un astrónomo con instrumentos ción gradual del planeta. Desgraciadamente, resulta difícil

56
 verificar esta idea, va cuie l;i contracción corrcspoiidifiite
es (le sólo ¡un milímetro al año!
Kl interior de Júpiter os un extraño lutrar. Además de su
elevada temperatura, el enorme peso de las cajras sujkt -
puestas comprime el centro a presiones enormes, cien
millones de veces la presión de la atmóslera tín'restní.
Como la mole de Júpiter, aparte posiblemente de un
|)equeño corazón rocoso, está constituida de hidrógeno
ca])turado en íórma de gas de la nebulosa original, dicha
presión lo aplasta hasta darle una forma muy poco
familiar, el metal hidrógeno líquido. El hidrógeno lí(|uido
ordinario cpie puede obtenerse a bajas temperaturas y
altas presiones en un lalx)ratorio es sólo un compacto
paquete de moléculas de hidrógeno; pero en las extremas
condiciones d(á centro de Júpiter, tales moléculas se
disocian en átomos de hidrógeno. En un conjunto tan
denso de átomos pueden liberarse algunos electrones
individuales cpie conduzcan corrientes eléctricas al igual
(jue un metal. La continua agitacié)n del núcleo de Júpiter
produce grandes corrientes, y éstas generan un c:am|)o
magnético de la misma forma c|ue un electroimán ordina­
rio. Las sondas espaciales Pioneer 10 y 11 midieron este
campo, unas diez veces más intenso epte el ternrstre,
cuando sobrevolaron el planeta en 1973 y 1974.
La acción más espectacular de los Pioneers consistió en
enviar Ibtograíias en color extremadamente detalladas de
Júpiter en las (jue se muestra la parte superior de su
atmósfera, ya que Júpiter no tiene superficie real. Bajo uua
espesa atnutsfera de un millar de kilómetros, repleta ele
nubes de todos los tipos, hay un espesamiento gradual de
eapas de nubes que ,se sumergen en un profundo «mar» de
hidrógeno molecular liquido. .Vlás abajo aún, la presiérn es
suficientemente alta como ¡rara c|ue se forme el hidrógeno
líquido metálico, .\parte de un positáe núcleo roco.so no
mayor ([ue la 4'ierra, Júpiter es un planeta líquido cuyo
Ixjrdc externo se sumerge eu su capa atmosférica relativa­
mente delgada.
Las sondas espaciales Váiyager, en la actualidad camino
de Saturno, Urano y .Neptuno, revelarán los seeietos de
estos mundos más distantes. Su estructura interna debe ser
bastante parecida a la de Júpiter, si bien no tan caliente ni
comprimida en el centro. Sin embargo, cada uno de estos
planetas tiene sus características peculiares. Saturno está
constituido fundamentalmente por hidrógeno, pero no
sometido a la intensa compresión interna de Júpiter, y su
densidad es más baja que la de cualcpuer planeta, .\1 ser
menos denso C|ue el agua. Saturno flotaría si se pudiera
encontrar nn océano suficientemente grande como para
dejarle caer en él. Urano gira alrededor de un eje
perpendicular a su éirbita, lodando alrcdtxlor del Sol, [)or
lo que desde la Tierra a veces contemplamos el ecuador y
a veces los polos; y \eptuno, auu(|ue más pec|ueño (pie
Júpiter, tamltién parecería generar algo de calor interno.
Las lunas de las bolas de nieve
-No |X)demos terminar con los planetas gigantes sin men­
cionar sus fantásticos y maravillosos satélites. Como co­
rresponde a su majestad, Júpiter tiene el mayor número
de lunas: trece conocidas definitivamente y una decimo­
cuarta cuya existencia se sospecha. Cuatro de los satélites
son suficientemente grandes como para ser vistos con
prismáticos, e incluso en buenas condiciones atmosféricas
algunas personas pueden reconocerlos a simjáe vista. En
realidad, estos cuatro satélites serían fácilmente visibles si
no estuvieran abrumados por el deslumbrante brillo de
Júpiter. Aun siendo minúsculos comparados con Júpiter,
los cuatro satélites mayores no son enanos, pues todos son
mayores f|ue nuestra Luna, y dos de ellos más grandes (|ue
el lílaneta .Vlcrcurio.
Aun cuando los satélites de los planetas exteriores
parezcan apenas puntos luminosos en los telescopios
terrestres, tienen mucho más carácter e individualidad
c|ue el satélite rocoso de la Tierra. En las profundidades
exteriores del sistema solar se acumulan, en los satélites,
tanto partículas de polvo rocosas como de hielo, |)or lo (|ue
las temperaturas son suficientemente bajas como para (|uc
algunos puedan mantener una atmé)sfera. Tara tratar de
comprender esto, atendamos al pequeño planeta Mercu­
rio, chamuscado por su proximidad al Sol. .Mercurio ha
perdido cuak|uier tipo de atmóslera (|ue alguna vez
hubiera podido tener, ya (pie, debido a su alta temperatu­
ra, los átomos de gas constituyentes de su atmósfera
habrían sido muy energéticos y, por tanto, se habrían
movido tan rápidamente que habríatt sido despedidos al
espacio pese a la atraccicín gravitatoria del planeta. Si
suponcino.s a .Mercurio en las extensiones exteriores del
sistema solar, incluso su débil gravedad sería suficiente
j)ara mantener los átomos inactivos a estas temperaturas
por debajo de cero, cubriendo al planeta con una atm<>s-
fera.
lo, el tercero de los satélites mayores de Júpiter, es uno
de los miembros más extraños dcl sistema solar. .Aproxi­
madamente del tamaño de nuestra Luna, es el cuerpo más
pequeño conocido que posee atmósfera, auncpic mil millo­
nes de veces más tenue cpie la de la Tierra. Su superficie es
de color marrón ixjizo, virando al rojo oscuro en los ¡xilos,
y está cubierto de cristales de sal común, dejxisitados
probablemente cuando se secaron sus antiguos océanos. lo
se mueve en una órbita interior al cam|X> magnético de
Júpiter, y está sometido por tanto a una continua acometi­
da de protones y electrones, partículas cargadas proceden­
tes dcl Sol, cajiturados por dicho cam|X) magnético. Los
astrónomos teóricos habían predicho cpie estas partículas
expulsarían átomos de sodio de la superficie cristalina de
lo, dando lugai' a una gigantesca nulje de sodio en torno
al satélite. Todos hemos visto alguna vez el resplandor
amarillo de vapor de sodio de las farolas de la calle. Pues
bien, Roben Brovvn, de la Universidad de Harvard,
dcscubri(') luz amarilla de scxlio en las proximidades de lo.
En 1974 se confirmé) su hallazgo: lo está realmente
rodeado [X)r una lámpara de sodio a escala cósmica, una
resplandeciente nube amarilla muy tenue (jue circunda al
rejizo satélite. Visto desde la «salina» superficie ocre, el
ciclo ncicturno aparecería de un amarillo resplandeciente,
con Júpiter suspendido en el cielo cual un gigante.sco (ivalo
listado. Una escena de eienciaficción quizás, alguna vez,
prcscnciable por los hombres; pues si bien es imposible un
aterrizaje tripulado sobre los planetas gigantes líquidoga-
seosos exteriores, sus satélites son bases naturales en la
exploración del hombre. Ó7
I j i apariencia de Im anillos de visible el acliatamientn del plobo
Saturno varía con la posición del de Saturno debido a su rápida
planeta respecto a la I ierra. rotación. L a zona ecuatorial
Aquí se ven bajo un dnpulo blanca es inusiladamente
pequeño, y resulta fácilmente prominente.
Un satélite tjue pretende ser más extraño aiín es Titán,
el miembro mayor de los diez de la l'amilia de Saturno,
(íigante entre los satélites, de tamaño intermedio entre los
})lanetas .Mercurio y Marte, Titán poscu! una aimétsléra tan
espesa eonio la de la Tierra, pero comiJuesia dt^ hidré>geno
y iTietano. Sobre esta letal atmé)sí('ra Holán nubes de color
marré)!! rojizo, y sobre su helada superíicie existen lagiuias
de amoniaco líc]L!Ído. Ksta imagen de Titán .se basa en
gran parte en la interpretacié)!! de observaciones efectua­
das dtrsde la Tierra, pero nuestro conocimiento de este
mundo aumentará drásticantente cuando el V'oyager 1
pueda contemplarlo de cerca al sobrevolar Saturno. Puede
que también se resuelva el enigma de lapetus, un pe(|ueño
satélite de Saturno brillante como la nieve por un lado, y
negro como el carbé)n por el otro.
Pasando rápidamente po!' Urano, con cinco lunas
bastante peciueñas, nos encontramos con cine mta de las
dos de .Neptuno es una gran luna, similar en taniaño a
Titán; por similititd se la denomina 'Tritíin, y bien |X)dría
ser el mayor satélite de lodos, pero a cansa de su distancia
sus secretos se mantienen ocultos para nosotros. Ks bastan­
te extraño (|ue Triiéjn se baile en é)rbita de N'eptuno en
sentido contrario al resto de los grandes .satélites de otros
planetas, v en esto puede residir la clave de otro mistea io:
el de Pintón, el diminuto t)lancta más externo.
.\unque .se encuentra en el dominio de los gigantes
gaseosos, Plutéai es un mundo diminuto, de tamaño
inferior a la mitad de la Tierra. Recientes medidas
indirectas sugieren c|ue quizá sea sólo del taniaño de
nuestra Tuna, y su órbita en torno al Sol dista mucho de
ser circular. Durante veinte años de los 248 cine dura su
viaje alrededor del Sol, Pliité)n se encuentra dentro de la
é)rbila de Neptunc); por ejemplo, entre enero de 1979 y
marzo de 1999 Neptimo será el planeta más externo del
sistema solai'.
.'Mgunos astrónomos relacionan estos hechos y plantean
la fascinante sugerencia de (|ue Plntéai pudo haber sido
antes, simplemente, un satélite de Nepluno, y t|uc tanto
Pintón como frité)!! se hallaban en éirbita alrededor del
planeta en sentido «correcto». Sin embargo, segiin esta
teoría, los dos satélites se encontraban en órbitas que se
perturbaban mutuamente a causa de sus atracciones
gravitalorias, liasta tpie un catastrólico choque final lanzó
a Tritón a circundar a Neptimo (m sentido opuesto,
mientras (jue Pintón, mucho más ligeip, fue desptxlido al
espacio [)ara vávir una existencia separada como auténtico
planeta.
Anillos brillantes y deslustrados
Aunque todos los planetas exteriores parecen globos simi­
lares, Saturno tiene una caractei ísiica tpie lo sin'ia ajtarte:
un ex(|uisito conjunto de anillos que rodean su ecuado!'.
Visto en un pequeño telescopio. Saturno es el planeta más
bello, y hay quienes afirman que la visión más mágica del
cielo. Para un habitante de Saturno (|ue viviera encima de
las capas de nubes de su planeta, sus anillos serían como
un glorioso y permanente arco iris desplegado sobre el
cielo.
Pese a su tiparieneia en fotogialias y a través del
telescopio, los anillos no son una lámina .séilida, sino que
constan de incontables millones de diminutos fragmentos
de hielo y roca, cpie van desde a|)roximadamenl(; un
centímetro de tamaño hasta un metro y (]ue describen su
pro])ia órbita en torno al planeta. Brillantes copos y bolas
de nievt' de agua helada reflejan podcrosamtmtc la luz y
hacen que los anillos brillen; los grandes trozos de roca
oscuros sé)lo se ¡lonen de manifiesto cuando los astrónomos
reflejan ondas dt; radio en los anillos y las reciben como
débiles ecos de radar, .\unciue el diámetro total de los
anillos mide 275.000 kilómtñros, sólo tienen unos pocos
kilómetros de espesor: una hoja de papel de igual propor-
ción en espesor v anchura tendría que lener 5 metros de /(/ (omeki IVesI exhibía da.s incandescentes, y la roja, por
laiffl). calas cuando pasó por el Sol en partículas de polvo /¡ue
V'isto al t(!lcsc.opi<), Salum o es el único |:>laneta con ¡975. I.a cola azul está simplemente rejlejan la lu.i
anillos. Sin embargo, en 1977, unos astrónomos que compuesta por ¡>a.ses solar.

sobrevolaban el Océano Indico lograban, gracias a la

combinación de azar y cuidadosa planificación, una metue de igual espesor). Como no pueden apreciarse al
revolución cicnlííica: de.scubricron que Urano también telescopio, ni con fotografías de muy larga cxjtosición,
posee anillos. La historia comenzó en 1973, cuando deben estar constituidos por fragmentos mucho más oscu­
Gordon Taylor, del Real Observatorio de Greenvvich, ros (lue los de Saturno; debe haber muy pocos co|X)s y
calculó (jue Urano pasaría [xir ciclante de una estrc’lla bolas de nieve en los anillos de Urano. Si rc{)rcsentáramos
débil el 10 de marzo de 1977. Los astrémomos mostraron los anillos de Saturno con una heyja de papel circular de 5
su alegría |X)r l;t posibilidad de observar este infrectiente metros de diámetro, los anillos de Urano a la misma
suceso, pues la fiama cm que desaparece una estrella escala serían círculos concéntricos de hel)ias de algodón
cuando un planeta pasa delante de ella puede suministrar negro, el mayor de ellos de dos metros de diámetro.
mucha inlórmación acerca de la atmósfera del mismo. Sin ¿Están constituidos estos anillos por liagmentos rocosos
embargo, apenas un mes antes de la fecha |)r<;dicha, una y helados de restos de satélites desintegrados que se
serie de cuidadosas medidas mostraron (|uc el suc<;so hallaban muy pióxirnos a sus planetas padres? ¿O bien son
com])leto únicamente podría verse desde el OcéaiX) Indico materiales e|ue se agruparon en satélites? ¿Por qué son tan
meridional, donde no había observatorios astronómicos. diferentes los anillos de Saturno y Urano? ¿ Tiene tamltién
La .solución fue dada |X)r la instalación dt^l Ob.sca vatorio i\c|)ttmo anillos débiles? La nave Voyager 2 puede ayu­
Aéreo Kuiper, un globo de altura ec|uipado con tm darnos a contestar estos interrogantes, pues si todo se'
telescopio estabilizado y bautizado con el nombre de uno desarrolla según lo [)revisto, pastirá ])oi' estos tres planetas
(le los más importantes planetólogos d(á siglo XX. durante la década de 1980 y enviará una inestimable
lái la noche del 10 de marzo, el Observatorio Acireo informacie')!!.
salía de Ferth, en .Australia, para realizar un viaje de
10 horas a 12..700 metros sobre el desolado océano. Todos
los ojíjs estaban fijos en el telescopio donde .se |xxh'a ver el
diminuto disco de Urano muy pró.ximo a la distante
estrella. Las ob.servaciones habían comenzado una hora
antes con el fin de prevenir cual(|uier ligent error en la
predicción, y c'Sta cuidadosa planificaci(')ii dio un fruto
inesperado. Cuarenta minutos antes de la (ocultación
(estando ocultándose!i, la estrella «parpadee')» de loronto,
brevemente, y unos cuantos minutos detspués otra vez, y
después, otra más. Cinco veces en total cuerpos invisibles
habían pasado delante de la estrella y habían inteírcejoiado
su luz.
El (experimento planificado yoara ver desaparecer la
estrella detrás de Urano se lleve') a cabo puntualmente,
peero la exj)(;ctacie')n se centró en las inesjteradas desapari­
ciones. ¿.Se reepetirían al otro lado dcl planeta cuando la
estreella reapareciera detrás de Urano? El observatorio sólo
disponía de una hora, y era muy probable eyue la (estrella
desapareciera de nu(;vo a idénticas distancias del disco
planetario.
Los astreinomos del)ían vigilar la reaparición de la
estrella desde detrás dcl planeta en Sudáfrica, por lo que
enviaron tm me!nsa,je a través dcl mundo, vía IA;rth y
C^ambridge, .Vlassachusetts, y)ara adveírtir a los astr(')notnos
africanos a fin de cine se mantuvieran en obse;rvación y
confirmaran los repentinos parpade'os. Cuando se recopihi-
ron todos los resultados, la conclusión lúe ineludible:
Urano está rodeado por cinco o seis anillos constituidos
})restimiblcmentc por peepieños fragmentos que se hallan
en su (árbita, lo ntismo cjue en el caso de Saturno. Pero l;i
semejanza acaba aquí; los anillos de Saturno .son anchos,
la región (|ue rodea al ecuador de Saturno está re|)leta y
sólo hay unos cttantos claros epie separan los anillos. Sin
emlíargo, los de Urano son estrechos, cada uno de sólo
aproximadamente diez kilómetros de ancho ;(y probable- 59
 Los cometas: mensajeros de allende Ánles de que el Alariiier ¡0 el pequeño planeta sin aire tiene
los planetas alcanzarn M ercurio, en ¡974, tantos cráteres como la ¡.una: en
nada .se sabía acerca de su esta fotografía se lo podría
M ás allá de las órbitas de los planetas conocidos se
.superficie, ¡islas j'ntograjias de confundir, a primera vista, con
encuentra el iielado dominio de los cometas. La idea que
la .sonda espacial mostraron que ella.
la mayoría de la gente tiene de un cometa es la de un
grandioso espectáculo de luz (|ue atraviesa el cielo con una
larga cola (|ue se despliega en dos. Ciertamente, algunos
cometas adquieren esta notable apariencia, contemplada suerte estará echada, ya que en cada vuelta en torno al
por nuestros anttqjasados como signo de perdición, cuando Sol, parte de su masa se consume [xrr ebullición, comen­
pasan por delante del Sol, pero t;sto no t;s más (jue una zando a disminuir y a debilitarse gradualmente. Por
exhibición. El cometa propiamente dicho es una bola de último, puede desintegrarse en su totalidad, o bien su
hielo y polvo aproximadamente del tamaño de .Malta o ctxitro i)uede convcrtir.se en una «escoria» destinada a
bnx)klyn, y la mayor parte de su vida .se mantiene girar indefinidamente en torno al sistema solar interior.
invisible en las regiones más profundas del sistema solar en Sin embargo, el )x>lvo de un cometa es el más duradero
una órbita que, .según lo que sabemos en la actualidad, lo de los legados. Lx)s pequeños granos sólidos atraídos por la
más probable es (|ue se encuentre a mitad de camino de la fierra y que .se inllaman al atravesar la atmósfera dan
estrella c|ue esté situada más cerca del ctaneta de que se lugar a meteoritos o «estrellas fugaces», y están constitui­
trate. dos por polvo procedente tle cometas acabados. Durante
El origen de los cometas es aún un rompecabezas. Su su vida, un cometa desprende polvo a lo largo de su
helada composición indica (jue el mismo debe hallarse en órbita: el tan célebre pero dece|)cionantemente débil
las zonas más externas del sistema solar. ¿Eueron cpiizás cometa Kohoutck de 1973/1974 desprendió aproximada­
arrancados de su lugar de nacimiento, próximo a Júpiter, mente unas mil toneladas por segundo. Cuando la I'ierra
por la gravedad del gigantttsco planeta? ¿O son n;stos de intercepta la órbita de un cometa atrae copiosas cantida­
sistemas planetarios frustrados (|U(t comenzaron a formarse des tle polvo, y puetle verse un enorme número de
alguna vez cerca de la familia del Sol? O tal vez se han meteoritos. Estas lluvias de meteoritos se repiten en
formado recientemente a partir de gas errante por el aproxitnaclarnenic las mismas fechas de cada año; el
espacio y acabaron siendo capturados por el Sol cuando .se comienzo de agosto, por ejemplo, es una buena épot:a para
desplaza a través de las nub<!s de gas interestelares. la ob.servación de meteoritos. Otras lluvias varían en
Indcpendi(aitcm<;nte de la forma en que comenzaran, intensiflad de año en año. La más espectacular t|ue se
debe halter en la actualidad millones de cometas descri­ recuerda fue la del 17 de noviembre de 1966, cuando,
biendo enormes órbitas en los lugares más extremos del durante varios minutos, ob.servadorcs de los Estados
sistema solar. Unitlos futTon sorytrendidos por un auténtico chaparrón
A veces, un cometa se ve perturbado cpiizá [xtr la de meteoriU)S tjue caían a un ritmo de cuarenta estrellas
gravedad de una estrella, y se aleja de su camino en fugaces por seguntlo.
dirección al Sol. Adcjuiriendo continuamente velocidad,
cabecea al pasar por los planetas exteriores. Una vez
dentro de la órbita de Júpiter, el Sol le calienta lo
suficiente para cpie parte de sus hielos se evaporen, y estos
gases originan una gigant(;sca cabeza resplandeciente,
miles de veces mayor cpic la bola de hielo original. Al
aproximarse más al Sol, el gas es arrastrado desde la
cabeza por la continua corriente tle protones y electrones
(|ue de él proceden, y forma una larga y resplandtxitmtc
cola. En tanto, las partículas de polvo de.sprendidas por los
hielos evaporados son arrastradas por la [tresión de la luz
solar y dan lugar a una segunda cola. (A pesar de su
im|)resionante apariencia, estas colas son tan tenues como
un bucti vacío en la ’l'ierra: en 1910 la fierra pasó sin
consecuencias a través de la cola del cometa Ilallcy.)
l)es]íué.s, el cometa ascendente remonta el Sol y rtxorna a
las remotas jtrofunclidades. Como las colas deben estar
siempre dirigidas al Sol, el cometa viaja con la cola por
delante.
Dado (|ue un cometa se mueve en una órbita muy larga,
no debería volvt'r a pasar por (d Sol hasta dentro de miles
de años, jx'ixj en ocasiones la órbita puede modificarse al
aproximarse mucho a uno de los planetas gigantes debido
a la gravedad pro|)ia de éstos. Al girai' en una órbita más
pequeña, el cometa circundará al Sol en sólo unos cuantos
60 años o docenas de años. Y a partir de ese momento su
¡M sujH'rjiáe de la Liiim iiadm ienlo. L a suave llanura c.i
muestra las eh a trk es de los Uwa solldijtcada que brotó a
ndleres ¡jerforados j)or los eonlirruaeión. lisia jolo g ra fía fue
jdam'lesimales <¡ue cnyemi sobre lomada por el Orhiter ¡.uñar 3
ella en las úllimas etapas de su en 1X 7.
Así pues, los cometas enlazan el conjunto del sistemti
solar: llegan desde las partes más alejadas conocidas y,
cventualmetue. mueren próximos al Sol esparciendo sus
cenizas, (|ne, atraídas por los planetas interiores de nuestro
sistema, vuelven a esta regicín interna y cálida del espacio
próxima al Sol.
Un planeta frustrado: los asteroides
Al recorrer la primitiva historia del sistema solar conside-
ramcK a los planetas interiores como planetesimales roco­
sos que habían colisionado y se habían fragmentado y
aglomerado gradualmente en cinco planetas: Mercurio,
W'tius, la pareja Tierra-lam a y Marte. Más allá de la
órbita de .Marte existe una región, el cinturón de asleraide.s,
rc])leta aún de fragmentos procedentes del nacimiento del
sistema solar, listos asteroides o planetas menores no han
llegado a tener el tamaño d(' un planeta, y en realidad sólo
existe en el cinturón de asteroides materia suficiente para
constituir un cuerpo (|ue implicaría la décima jtarte del
diámetro de la lierra. La mitad de esta masa está
localizada eti el mayor de los asteroides, Cores, <le 1.000
kilómetros, mientras ([ue el resto de los asteroides tienen
tamaños inferiores a los 500 kilómetros. Se estima qtie los
telescopios modernos put'den localizar .50.000 asU'roides y,
de ellos, los dos mil más brillantes tienen órbitas cpie se
conocen con precisión y nombres individuales. Los pritne-
ros se bautizaron con nombres de diosas de la mitología
clásica: Cores, Palas, Ju n o y W sta, pero éstos se agotaron
rápidamente y la lista de nomlires de asteroides incluye en
la actualidad los de jtaíses, esposas de astrónomos e,
incluso, apellidos de astrónomos en femenino.
Lxisten unos cuantos asteroides fuera del cinturón
|trineipal, a los (pie se les ha asignado nombres masculi­
nos; a los dos grupos que siguen la misma órbita que
Júpiter alrededor del Sol se les denomina como a los
héroes de las guerras troyanas: griegos a los c|uc anteceden
a jú|)iter, y tróvanos a los cpic le sigucti (excepto Héctor,
(|iie, en cierto tnodo, se encontraba en el camtx) griego).
Más allá, circulando en torno al Sol entre las órbitas de
Saturno y Llrano, se halla el asteroide Chirón. de.scubierto
en lecha tan reciente como 1977. .Vunque es demasitido
pecpieno eomo p;ira llamarle phnieta. su nainraleza exacta
es un enigma: ])odría ser sim|tlcntente un asteroide extra-
viado, o bien el más Itrillantc de un nuevo cinturón de
asteroides del sistema solar exterior, o, incin.so, el núcleo
muerto de un cometa acaltado.
Ciertamente, muchos de los aproximadamente \eiiite
«asteroides» cuyas órbitas se halliin dentro de la terrestre
se cree que son cometas muertos. Lntre ellos .se cuenta el
dimiiuito l oro, trasladado por la graveditd terrestre a una
é>rl)ita (‘11 la c|ue gira en torno iti Sol e.xactamente cinco
veces |X>r cada ocho órbitas de la Tierra, iA causa de estit
reféreiu'ia a la gravedad terrestre, la prensa sensacioiialista
infóriítociue los astrémomos habían encontrado la «segun-
da Luna» de la Lierra, una interpretación coni|)letamente
errónea del descubrimiento ya (pie Loro gira en torno al
Sol, y no en torno a la 'Lierra.)
Y :i |)ropósito de lunas, dos diminutos satélites de .Marte
son probablemente asteroides ctiptiirados. .\sí, en recientes
íbtografias, logradas gracias al éxito de las .sondas espadil­
les Viking, se nos muestran en forma de p:itata y con
cráteres, lo (pte les da la apariencia de asteroick's típicos.
Los ordenadores han prestado una ayuda inestimable a
los astrémomos en los últimos veinte años, sobre todo en el
monótono trabajo del cálculo de órbitas de asteroúk's a
jtartir de las observaciones de sus |X)siciones en el cielo.
Semanas de cálculo se han reducido así a una fracción de
segundo, y sólo de esta lórma los astrónomos ]tu('den
seguir el rastro de los dos mil asterokk's registrados. L1
análisis (k* ordenador muestra asimismo (pie los asteroides
se ])resentan en «familias» con éirbitas básicamente simila­
res. .\1 [tarecer. las )Mirulentas bolas originales de la región
comprendida (Mitre M arte y Júpiter se acumularon para
constituir algunos de los cincucntii asteroides mayores o
Itlanetesimalcs, como les llamamos antes , pero ninguno
de ellos llegó a ser suficieiuenunite grande eomo para
¡Itraer a los demás, como en el aiso de un planeta. Ln
lugar de esto, las colisiones los desintegraron en las
miríadas de fragmentos que hoy contemplamos.
Sin ('inbargo, en el ínterin .se desarrollaron importantes
cambios. Kn el centro de los planetesimales se encontraba
alra|)ado el calor |)rocedente de la desintegración de
núcleos radiactivos, (pie fimdió el material rocoso original.
L1 hierro Ikpiido, más pesado, se sumergi(') en el centro,
mientras (pie las rocas más ligeras ascendieron hacia la
siqx'iTicie, ytor lo (pie cuando, luego, los asteroides se
Ihigmeiuaron, los fragmentos eran muy diferentes. Algu- 61
 nos son exclusivamenU' metálicos, una mezcla do hierro-
nkjuel procedente del núcleo de un plantaesimal; otros son
mezclas de mtttal-roca o trozos de roca procedentes de una
parte más externa; pero los más comunes son los íra!;;men-
tos de la zona más ]tróxima a la superficie del planetesi-
mal, aún en estado inalterado. Los estudios de la luz solar
reflejada por los asteroides muestran las características
esperadas de semejante mezcla de rra,ü¡mcnios.
IVxltanos apreciar los interiores de los asteroides dcsin-
tesj¡rados en las exposiciones de meteoritos de algunos
muscos geológicos o de historia natunil. Lstas «piedras
espacitiles» son minúsculos trozos de asteroide extraviados
en la trayectoria de la 1 ierra, (|ue han sobrevivido durante
un breve viaje a través de la atmósfera terntstre cual una
brillante bola de fuego. Podemos ver «hierros», «hierros
pétreos», «|)i(xlr;is» y «piedras carbonáceas» procedentes
de estratos sucesivamente más altos de los planetesimales
originales. Ls diíieil no sentir un estremecimiento en
presencia de las rocas procedt'iites del espacio exterior, el
único material extraterrestre ejut' la mttyoría de nosotros
podrá ver. Resulta irétnico (|ue la gente |>ermanezca en pie
durante horas para ver una pizca de |Do1vo lunar traído
por los astronautas del ,Apolo, cuando en las .secciones de
meteoritos de nuestros museos se exhiben permanentemen­
te rocas espaciales mucho mayores, C|ue han viajado
mucho más y t|U(‘ tienen mayor antigüedad.
La Luna y Mercurio: fósiles con cicatrices
Cuando los planetesimales colisionaron para Ibrmar los
«auténticos» planetas, se fragmentaron en verdaderos
mundos incluso antes de formarse aquellos. Los colosales
impactos originaron vastas (;x})losiones tjtie dieron lugar a
los cráteres, agujeros circulares de empinadas laderas. L1
planeta más pequeño, .VIereurio, y la Luna de la Tierra,
sobrevivieron inalterados desde este bombardeo, y sus
superficies están generosamente salpicadas de antiguas
cicatrices. Los mayores cráteres dé la lAtna, de doscientos
o trescientos kilómetros de diámetro, pueden a})reciarse
con prismáticos, penj no son éstas sus mayores cicatrices.
Las extensiones o.scuras que constituyen la «cara de la
Lama» son enormes llanuras dt' hiva de varios cientos de
kiklmetros, cjue se originaron por impactos de bloques de
roca del tamaño de asteroides, hactt aproximadartuaite
4.000 tnillones de años. L;t suptaíicic de lava negrti que
62
l ista de lo fe^iíín de M arte susfiendidas en la atmósfera. l.a
donde se posó la nave no cuhierla (izquierda) tapa el
tripulada Viking 2. F I horizonte brazo que e.xtrae
tiene unos 3 kilómetros de largo, automáticamente muestras del
r el rosa del cielo se dehe a suelo para comprobar si existen
jiñas partículas de polvo rojo signos de vida.
hoy vemos fluyó gradualmente hasta rellenar los enormes
agujeros rpic habían fundido los átomos radiactivos en la
roca subyacente de la stiperficie lunar. Ll último bombar­
deo de planetesimales y el flujo de lava fueron los qtic
«[)usieron en hora» los relojes radiactivos cjue los científi­
cos emplean para fechar la superficie lunar, y c|uc han
mostratlo (jue es más joven (|ue los antiguos meteoritos de
4.600 millones de años.
.VIereurio, el ])lau('ta más interno, }>arece ser, según las
fotografías obtenidas petr la sonda .Víariner 10 en 1974 y
197.Ó, notal)lemente similar a la Ltina. Sin embargo,
.VIereurio está arrugado como una manzana vieja. Las
largas y tortuosas arrugas cjue .ser[)entean por sus llanuras
de lava muestran cinc .VIereurio se h;t estado encogiendo
ligeramente dt^sde tpte se íitrmó. La razétn, probablemente,
este relacionada de modo indirecto con la proximidad de
Mercurio al Sol: cuando se formó, el calor era allí tan
intenso cine sólo se podían condensar las sustancias de alto
pumo de ebullición, en particular el hierro. Por ello
.Mercurio tiene un gran núcleo de hierro, que a medida
que se enfrió se contrajo más cpie el núcleo rocoso de la
lam a, arrugando la superficie del planeta.
Ll estudio de Mercurio por el Mariner 10 fue litertil-
mente un;i revelación. Hasta entonces, las observaciones
de los astrétnomos del diminuto disco del planeta, siem])re
próximo al Sol en el cielo, habían mostrado únicamente
vagas manchas o.scuras (|ue recibieron nombres místicos,
como «Ll desierto de Hermes Trimegisto». Las manchas
eran tan difíc:iles de ver cjuc los astninomos se despistaban
por completo cuando intentaban determinar el periodo de
rotación del planeta. Durante mucho tiemixt se pensó (|ue
Mercurio ofi'ecía siem])re la misma cara al .Sol, de forma
cjue mientras (|ue un hemisferio estaba permanentemente
cocido, el otro estaba siempre congelado, un fascinante
escenario cpie dio lugar a muchas historias de ciencia-
ficción: no obstante, cuando los radioastrétnomos reflejaron
ondas de radio en el planeta, en 1965, los «ecos» mostra-
M arte j'otofirafiado par el
Orhiter Viking l en I97(¡. I ms
manchas brillantes (debajo del
centro) son regiones de hielo
próximas a l polo sur marciano.
Es fácilmente visible el gran
impacto circular del cráter
Argyre. Por encima del centro se
encuentran los grandes cañones
de las regiones ecuatoriales,
mientras (¡ue la neblina de
arriba es una formación nubosa
.situada sobre uno de los enormes,
pero extinguidos, volcanes.
ron ()uc el planeta gira rápiflamí-nic, oxaciamcrilc (res
vcc.es tx>r cada dos órbitas alrededor del Sol.
Como la órbita de Mercurio no es conijrletamente
circular, un rnercuriano vería C|ue el Sol deseribiría un
extraño camino (>n el Cielo. Si, por ejemplo, viviera en la
gran llanura llamada I.aguna de Caloris, vería <]ue el Sol
sale por el Este, se desplaza leniamenle [xir el cielo
durante 33 días terrestres y desciende después lentamente
más o menos hacia el Sur. Sin embargo, el cuadragésimo
dííi se detendría y eomtaiztiría a retroceder durante ocho
días antes de terminar su lenta jornada en el Oeste,
después de transcurridos 88 días terrestres. De cualquier
forma, nuestro rnercuriano tendría (|ue ser una criatura
robusta, ya cjuc «a metlitidía» la temper;ilura alcanza
aproximadamente los KJÜ“ C, calor suficiente para fundir
el plomo, mientras C[uc la superficie se enliía a las
temperaturas del aire líquido durante la noche.
Marte: ¿un lugar con vida?
.Marte, el siguiente planeta más pc(|ueño, sietnpre ha sido
considerado el lugar más apropiado para encontrar vida
litera de la rierra: el apelativo «marciano» ha llegado a
ser sinónimo de invasores extraterrestres. A través del
telescopio. M arte aparece ciertamente como el planeta
más semejante a la Tierra. Tiene desiertos ntjos y cascjue-
les polares blancos, evidentemente de alguna clase de
hielo, c|ue crecen y se contraen con las estaciones. Tas
regiones más oscuras de la cara del planeta varían
asimismo ligeramente con las cstatáones marcianas, y en
un principio se pensé) que ertin tnares y, posteriormente,
vegetación. .Aunejue Marte está más prétximo que cual­
quier otro planeta, excluido VTniis, los detalles de estas
manchas oscuras son esquivos; para apreciarlos adccutida-
mentc se ntquiere un buen telescopio y vistti aguda.
Esto nos conduce a la historia de Percival Eowell, un
astrónomo americano c|ue dedicó su vida a obst'ivar
.Marte. Partiendo de uiui información italiana acerca de
las delgadas y oscuras líneas de Marte, Eowell tuvo a su
disposición un observatorio para estudiar el ])laneta, y
realmente |)udo ver cientos de esas estrechas líneas que
vinculaban las mayores áreas oscuras de Míu te. Eowell
estaba convencido de que eran obra de marcianos ititeli-
gentes y de que existían exten.sos espacios de vegetación a
orillas de los canales que deberían transportar el agua
desde los casquetes polares hasta los áridos desiertos del
ecuador. Ptmsaba (]ue los «canales» eran tan rectos cjue
debían ser artificiales y, si se tenía en cuenta c|ue .Marte
parecía ser un mundo seco, ¿qué cosa más natural (|ue
llevar a cabo esas obras de irrigación a tan gran cscalaé
Eas mentes más imaginativas comenzaron a temer que los
nuirciíinos pudiesen abandonar sn planeta moribundo y
emigrar a nuestro Inimcdo mundo. Esto (iie lo (]ue inspiró
a H .G . Wells la historia de La guerra de los mundos (1898;
que, adaptada para radio por Orson Welles en 1938,
resultó tan convincente que muchos oyentes creyeron (|ue
se tratalra de un noticiario.
Sin embargo, también en la época de Eowell (murió en
1916) los astrónomos eran escépticos. Ni siquiera el ojo de
águila de E. E. Barnard pudo aj)reciar los canales, ni aun
con t<;lcscopios mayores que los de Eowell. Después de la 63
 muntc' rlc éste, comen/.ó a parecer más evidente que ñ r t.v l>i'rsisletües imhes ile Vemis AÍariner U) lomó esta eeirana
Marte era muy seco, c|ue tenía menos atmósfera de la que iimesirati, atando se Jutovt a fian folos’rafía ruando sobrevoló
se pensaba y epte las áreas oscuras se |jareeíaíi cada vcy. am luz ulliaviolela. esimchuas Venus en su camino hacia
menos a vegetación. Los marcianos inteligcaiu^s jiarecían de eiirulaeiini almas/ériea. E l Mercurio.
quedar e.xcluidos, pero ¿podrían existir en Marte f()rmas
de vida sencilla, como la de los líqueiuts?
La primera de las tres sondas espaciales enviadas a
Marte en la década de 1960 mosln') un |)laneta aún más
estéril de lo cpie se había (tsperaclo. Las fotografías obteni­
das mostraban una su|ierfície de cráteres de tipo lunar, y
no había rastro de canales retaos. Sin embargo, sucedió
C[ue todas estas antiguas ntivcs «de paso» habían l<)togra-
liado las partes menos interesanuts del planeta, y la
situaciiín cambió cuando se situó al .VI;iriner 9 en órbita
alrededor de Marte en 1971. Sus sorprendentes lótografías
inclinan un enorme sistema de cañones tai el ecuador de
5.000 kilómetros de longitud, eon un valle principal de 75
kilómetros de ancho y 6.000 metros de jirolundidad. La
coinparaciéin con el fíran Clañéai del Colorado es comjtkv
t;itneiue inadecuada, ya (|ue ett este valle marciano habría
sitio de sobra p:ira los Alpes com|iletos.
Cerca, existen cuatro gigantescos volcanes (pie empe-
cpieñecen a cuakpiicr volcán terrestre. I'íl mayor, Olympus
Mons (.Monte Olimpo;, tiene ajtroximadamentc 600 kik'i-
inetros de diámetro y 25.000 metros de altura, una
montaña que cubriría a Lspaña entera y que es tres veces
más alta cpie el Lverest. Lo más interesante de todo, p;ira
(piicnes esjíeraban encontrar vida en Mtirte, residió en cpte
el Mariner 9 descubrié) una serie de c;malcs (tstrechos y
serpenteantes, indudablemente lecbos de ríos secos. Las
r(.‘giones oscuras de Marte carectni de vegetacitSn y son,
simplemente, áreas en las cpte los vientos estacionales
remueven el brillante polvo (k; la superficie. No obstante,
existía todavía razéin para el optimismo en la búscpieda de podemos a|m;ciar a través de los telescopios es la p;ule
vida. Los canales sugieren que alguna vez corriéi el agua superior de la continua nube que lo cubre, resplandecien­
por la superficie de Marte, y, si a.sí fue, fa atm<')SÍcr;i debía do tan brillantemente a la luz solar cpte le hace ser el
entonces ser más densa; bajo estas condiciones más hospi­ objeto más luminoso de nuestros cielos después dcl Sol y la
talarias podían haberse desarrollado formas de vida sim­ Luna. V'enus es de casi igual tamaño (pie la fierra, y los
ples, como bacterias, que podrían permanecer aún latentes astréinomos del último siglo imaginaban cpie bajo sus
en el suelo. nubes existía un paraí.so. No obstante*, ahora sabemos cpte
Las dos naves Viking cpte se posaron en Marte en el la superficie de Vfenus es muy semejante al Infierno, y es
verano de 1976 llevaron a cabo experimentos biok'igicos opinión de los planetcilogos cpie nuestra bella fierra
sencillos con el fin de comprobar si existía .semejante tipo hubiera seguido el mismo camino de haberse hallado más
de vida. Los resultados inmediatos fueron mny confuscas, prcíxima al Sol.
ya (pie las difereuies laruelias dieron conclusiones contra­ Así como las sondas cspticialcs americanas hicieron
dictorias; y lo más probable era cpie los n'.sultados «positi­ muchos progresos en el estudio de M;irle, fue una nave
vos» se debferan a reacciom^s rpiímicas con el ines]aerada- soviética la que llegc) hasta la superficie de V’enus. Las
mente reactivo suelo marciano. I J experimento dt'cisivo primeras navt's (pie intentaron posarse fueron a]ilastadas
consisti(') en una sensible pruelxi destinada a detectar la por una atmósfera mucho más espesa cpic lo esperado;
]tresencia de compuestos de carbono, elemento en (pie se [lero, jior último, otras firmemente reforzadas lograron su
basa l;i vida. Nd se encontn') ninguno en el suelo, y este objetivo. Kn 1975, dos de ellas sobrevivieron durante una
result;ido excluye a las células vivas del tiiao de las cpie hora y enviaron las primeras Ibtografias de la superficit; de
conocemos en la fierra. La mayoría de los científicos V’enus. Kstos resultados soviéticos, más los de las sondas de
lleg(>, a su |)csar, a la conclusión de cpie, al menos en los paso de los americanos, desaniman a cualcpiiera (pie
dos sitios en donde se posaron los V'ikings, Marte es un piense en viajar a V'enus.
mundo muerto. Las maravillosas nubes probableniente estén constitui­
das por peipteñas gotas de ácido sulfúrico concentrado. I,a
Venus: el planeta infernal atmósfera es cien veces más espt;sa (pie la de la fierra, y
Aun cuando V'enus es el planeta más pn'iximo a la fierra, da lugar sobre la superficie de Venus a una presión
(¿4. siempre ha sido un mundo misterioso, 'fodo lo (pie atmosférica igual a la (pie experimentaría nn submarino a
I m .s ondai de radio pueden a lta s ,y las azules, bajas; mapas Pero ¿por qué Venus es tan diferente de la 'I'ierra? La
pendrar a través de las nubes de más detallados ponen de respuesta reside en que realmente la fierra es la singular:
l'euus.y este mapa en manifiesto cráteres _)■ montañas en días remotos nuestro planeta fue, probablemente, muy
«seudoailor» de la superficie de indiniduales. Observaciones de parecido a Venus en su estado actual. Así pues, dejemos al
l ’enus se ha establecido radar llevadas a cabo por el
hostil Venus un mundo en el Cjue un intrépido astronau­
utilizando pulsos de radar. L as Observatorio de A recibo. (Cortesía
ta simultáneamente .se asaría, sería aplastado, envenenado
regiones am arillas son tierras de JsA¡C¡.^^SF.)
y corroído ytor el ácido y retornemos al único planeta
1.000 metros (U; |)rofunclidacl en los oc:éano,s terrestres. La del sistema solar realmente amigable: la 'I’ierra.
atiTiósíéra está constituida principalmente ]X>r el irrespira­
ble t^as dióxido de carbono, y la superficie tiene una El planeta Tierra
temperatura constante próxima a los 500“ C, más calienuí Xuesti'o planeta es el tercero a jtartir del Sol y el mayor de
aún (|ue la de .Mercurio «a mediodía». Las fotografías de los planetas rocosos. A un viajero del es|xicio, la 'fierra le
la supeidicie la muestran salpicada de rocas y con llanuras parecería única también en otros aspectos. Ls el úniex)
estériles c|uc se extiendim hasta el horizonte en un i^laneta planeta rocoso sin cráteres evidentes, el único con agua
soiprendcnternente luminoso, habida cuenta su masiva lítjuida, el único con abundancia de oxígeno en la atmós­
cubierta de nubes, ya t|ue es comparable a un día fera y el único planeta con vida. Por cierto, todas estas
encapotado en Moscú. singiihiridades se relacionan entre sí. Lstudiando otros
I .os datos de las sondas cspacitiles .se han corri[)lemcuta- planetas, los astré)nomos han llegado a la conclusión de
do con resultados de radar. Las ondas de radio pueden que la fierra y nuestra existencia gozan de sus privilegios
penetrar las nubes, y los «ecos» de radar mostraron, allá gracias a dos factores. Lino es (|ue la gravedad terrestre
por 1902, C|ue el itlaneta gira muy lentamente v en resulta suficientemente intensa como para mantener una
dirección contraria a los demás. Si no existieran nubes, un atmósfera; el otro es que, debido a cjuc la 'fierra se
venusiano vería salir el Sol por el Oeste y ponerse por el encuentra a la distancia apropiada del Sol, su tenifteratura
Lste des[)ués de transcurridos 60 días terrestres. Análisis es la adecuada.
más detallados de los ecos de radar ¡xtnen de manifiesto Una fierra demasiado pcc|ucña para mantener una
enormes cráteres y montañas. Id estudio geológico de atmétsíéra habn'a acabado siendo muy parecida a nuestra
Venus está aún en su infancia, mientras los planetólogos lúgubre compañera, la Luna. Sin embargo, la atmósfera
esperan con ilusión yxteler efectuar comparaciones entre la de Venus, un jjlaneta virtualmente del tamaño de la
i'ierra y este planeta de tamaño similar. fierra, está constituida por uu gas asfixiante cien veces

RRECIBO OBSERVRTORT

CONTRfiST
2.5

^ \
'I •*

■*
.4

VENUS
CONJUNCTION OF SUMHER 1972
CENTRRL MERIDIRN -i40 DEGREES
POLRRIZEO 500 MICROSECONO ORTfl

nm m n w n m /j
65
 más denso cjuc el de la l ierra. fd’or qué ha atinado la
l ierra con su Justo medio? Para responder a este interro­
gante hemos de retroceder a su nacimiento.
La antigua Fierra, al igual qtie el resto de los planetas
interiores, debe haber experimentado un bombardeo (inal
de planctesimales hace unos 4.000 millones de años. Fai
aciuel tiempo debía ser como una enorme bola cubierta de
cicatrices, muy .semejante a una superficie lunar. En
acjuclla época, ningún planeta podía tener atmósfera, ya
(|ue fue por entonces cuando el Sol comenzó a brillar y
.sobrevino un periodo de superactividad. Los prolon<;s y
electrones procedentes dt; su superficitr se íibrían paso a
través del antiguo sistema solar, arrastrando al espacio
todo el gas c|uc no se había incorporado a los planetas
gigantes, incluida cualcjuicr antigua atmósfera terrestre.
Sin embargo, calando la actividad llegó a su estado actual,
de relativa tranquilidad, los volcanes de la Fierra comen­
zaron a cubrir al planeta con una segunda atmósfera. .'\1
igual (jue en la actualidad, los volcanes debieron expulsar
gases irrespirables, principalmente vapor de agua y dicixi-
do de carbono, pero con constituye-mes minoritarios desa­
gradables como compuestos de azufre, dic'ixido de carbono
y cianuro de hidnígeno.
La Fierra y Venus debieron tener en ac|uella época
atmósferas similares, pero jjronto se manifesteí el efecto
crucial de la distancia al Sol. La Tierra estaba bastante
fría como para C|ue el va|jor de agua pudiera condensarse-
en peciueñas gotas de agua, pero Venus seguía demasiado
caliente. La aimc'tsféra de diétxido de c:arbono de V'enus se
hizo cada vez más espesa y se cubrié) de nubes de; gotas de
ácido sulfúrico. El dióxido de carbono actúa como el
cristal en las ventanas de un invernadero: deja pasar
energía del Sol en letrina de luz, pero cuando esta energía
calienta la superficie, la radiación c:alorífic.a (infrarro|o) no
puede atravesar el gas para escapar al espacio. F,n conse-
cuencia, el calor quedó atrapado en la superficie y la
temperatura de Venus se elevó rápidamente hasta el punto
de fusión del plomo. Mientras tanto, todo el vapor de agua
de Venus, probablemente descompuesto por la luz solar en
la parte superior de su atmósfera, escapó al espacio en
íbrma de átomos de oxígeno e hidrógcaio.
La Fierra se salvó de este destino. El va}x>r de agua
condensado en nubes cayó en forma de lluvia, y el dióxido
de cartx)iio se di.solvió en el agua; auntjue nuestra atmósfe­
ra estaba constituida por los gases expulsados por los
volcanes, la mayoría de éstos eran susceptibles de disolver-
sc en los mares y, a diferencia de lo C]ue sucedió en V'enus,
no se actmuilaion. De esta forma, los océanos salvaron a la
'Fierra de una catástrofe calorífica, aunque también altera­
ron su faz, ya tiue la erosión de las corrientes de agua es
tan grande cjue acabó borrando la huella de los antiguos
cráteres terrestres, convirtiendo a la Fierra en el menos
«recortado» de los planetas interiores.
La otra fuerza geológica c)ue modeló la superficúe
así y ciue los contiru;nt(\s derivan sobrt; la supc-rficie de la
Fierra, desgajándose y modificándose. Según la moderna
teoría de la deriva continental, denominada «tectónica de
placas», la corteza terrestre t-stá constituida por al menos
quince «placas» separadas (siete de ellas muy extensas}.
todas en vinculación y moviéndose gradualmente una
respecto de otra. .Muchas de las placas son porciones d(-
suelo oceánico, pero algunas de las may(.>res transportan
los continentes más ligeros sobn- sí, y a medida cjue se
mueven, sus «pasajeros» continentales se; dcsjílazan a
través de la Fierra.
Cuando dos placas chocan, evidenu-nuaUc; ha de suce­
der algo. En la práctica, una de las placas se sumerge- bajo
la otra y dc^sajiarcxe en el interior caliente dt; la Fierra,
donde se funde. La fricción de una jilaca con otra origina
tc-rrernotos, y la roca recién fundida se abre ¡Daso a través
de la capa sujK-rior y reaparece dando lugar a un rosario
de vokanes. El suelo del Océano Pacífico es una gigantes­
ca placa cjuc; se desplaza de norte a oc-sie; cuando se
sumergic) bajo la placa que transjxtrta a Asia dio lugar a
un rosario de vcjlcanes cjue se convirtieron en una ringlera
de islas volcánicas jjropensas a los terremotos: el Jajjcái es
«los restos de tal colisión».
Las j^lacas cjue soportan los contienen de América del
Sur y Africa son, como lo sugiere el globo terráejueo, los
resto.s de un gran «superconiinente» que se hallan en un
verdadero proceso de alejamiento. El vacío cjue dejan en el
Océano Atlántico se rellena con rocas recién fundidas cjuc
ascienden desde el interior y- se solidifican, originando una
cordillera cjuc se extiende; a lo largo de todo el océano y
(jiie llega a emerger a la sujx-rficie, dando lugar a islas
M.C- 1 < PI.KXIENO
iiiiikinri d r aiVn '
l « i s u p e r f ic ú ' a p a r e m c m f m e
e s t á t i c a d e l m u n d o a c t u a l se
H a c e .M) m i l l o n e s d e a ñ o s,
d e a c u e r d o c o n l a e v id e iK ta

terresti'c fin; la suma de lentos movimientos de partes de su m u e v e , e n r e a lid a d , m u y

l e m u i u e n t e . K1 h e c h o d e <|ue
corteza. La mayoría de los escolares suele advertir en sus la.s d o s c o s t a s d e l ( .) c c a n o
A tlá n tic o e n c a ja r a n c u a l
mapas que la «panza» oriental de Sudarnérica encajaría p ie z a s d e u n r o m p e c a b e z a s
c o n d u j o d e i n m e c l i a t o a la
perfectamente en la costa occidental de .Africa; sin embar­ i d e a d e u it g r a n
s u ( > e r c o n ( in e n le .
go, hasta la década de 1960 los geólogos no se persuadie­
fifi ron de que, efectivamente, hubo un tiempo en cjue esto era
d e lo s f ó s il e s y d c l
m a g n e tis m o d e la s ro cas,
.A u s tr u lia e s t a b a p r ó x i m a a
la A n t á r t i d a , y la I n d i a
d e r iv a b i » h a c i a e l N o r t e (wta
c o l i s i o n a r c o n A s ia . K l
.-X tlá n tic o c r e c í a ru» iiie n i.» de
10 c e n tím e tro s p o r a n o .
 E l a\pecln de la Tierra se el M ar de 7 eiis. Pangara se
modifica en el curso de millones dividió en dos extensas masas de
de años, a medida que los tierra, ¡.am asia y
continenles derivan sobre su Gondwanalandia, que
superficie. Los ¡Teólogos llaman posterionnente .se fragmentaron
Eangaea a l supercontinenle en los continentes cpte hoy
original que lenta un gran g o lf ó. conocemos.
aisladas como la Isla de Ascensión y St. Paul Roeks. Más
adelante, esta roca se divide hacia uno y otro lado,
constituyendo parte del suelo oceánico, mientras que en el
centro emergen nuevas rocas. El suelo del Océano Atlánti­
co es, por tanto, más ¡oven en el centro, y las muestras
obtenibles son tanto más viejas cuanto más alejadas están
del centro hacia uno y otro lado. Esta diferencia de edad
convenció finalmente a muchos geólogos de que debía
considerarse seriamente la teoría de la tectónica de placas.
Otro argumento dtí fxíso proviene del estudio del
magnetismo que posetai las rocas cotitinentalcs desde cpic
se formaron. Si .se calculan las posiciones de los polos
magnéticos terrestres a partir del magnetismo clt! estas
antiguas rocas, los resultados no concuerdan. Sin embar­
go, si hacemos f(ue los continentes se muevan y giren, se
puede lograr un buen ajtistc, y las positrones de los
continentes en diversas épocas del pasado acaban concor­
dando con los movimientos deducidos. En el relativamen­
te breve lapso de diez años, los geétlogos cambiaron
totalmente de opinicni sobre la cuestión de la d(^riva
continental: a partir de una idea fantástica, surgió la teoría
de la tectónica de placas como la forma más aceptada de
explicar los movimientos de la corteza terrestre.
Como las placas .se sumergen continuamente unas bajo
DONO 5 tlRCI.^CEO 3
H a c e 1(X) m i l l o n e s d e a ñ o s ,
la In d ia h a b ía a n id a d o e n i i r
A f n c a y la A m á r t i d a . I.a s
ir r s p a r te s se co m b in a n > n
c o n A m é ric a d cl S u r y
A u s ira la s ia h a s ta fo r m a r u n
e n o rm e c o n iiiie n tr , y
A m é r ic a d c l N o rte c o n
K t i r a s i a p a r a f o r m a i e l i> im .
otras hasta refundirse, y rocas nuevas surgen en las
cordilleras mesoceánicas, ninguno de los suelos oceánicos
tiene más antigüedad que unos cuantos cientos de millo­
nes de años, menos de la décima parte de la edad de la
Tierra. Esto no sucede en los continentes, constituidos por
rocas más ligeras (]ue suelen permanecer arriba. Cuando
dos placas Cjue transportan continentes se enc:uentran, una
de ellas cabalga sobre la otra. Ea gradual compresión
eleva los bordes en gigantesc:as cadenas montañosas, como
la del Eíimalaya, ejue se levantó cuando la India colisionó
con .Asia hace «sólo» cincuenta millones de años.
Hay algo ríe fascinante trabajo detectivesco en el hecho
de relacionar las pistas suministradas por el suelo de los
océanos, el magnetismo de las rocas continentales y las
edades de las antiguas cadenas montañosas, mudos testi­
monios de las pasadas colisiones, para formarnos una
imagen de la 'l'ierra en el pasado. Aproximadamente hace
200 millones de años, todos los continentes formaban un
gigantesco su[3ercontinente al cpie denominamos «Pan-
gaea» (<]ue en griego significa «la totalidad de la Tierra»)
y C)uc, subsecuentemente, se fraccionó en los (|ue hoy
conocemos. Ea propia Pangaea se constituyó {X)r una serie
de colisiones entre los continentes preexistentes durante los
200 millones de años precedentes. Eos geólogos piensan
ahora que las placas estuvieron desplazándose de.scle hace
por lo menos 2.700 millones de años, y rjue los continentes
cjue las acompañaban se desplazaron a su vez sobre la
Tierra, a veces como un supercontinente, y otras, como un
gran número de rocas individuales más ligeras.
Pero ¿cpié hace cpie las placas de la corteza terrestre se
desplacen? Ciertamente, es necesaria una gran cantidad
IRIA
SKW
H a c e 1 7 0 m illo n e s d e a ñ o s,
el m u n d o c o m e n ia u n a
e n o r m e m a s a d e tie r r a q u e .
se c r e e , e r a r e s u lt a d o d e u n a
d e r i v a a n t e r i o r . F,l m a r <le
T e l l i y s . q u e .scj> aral> a
K u ra s ia d e .M r ic a , lle g ó m á s
a d e la n te a ser el
M e d ite r r á n e o . o tra ca ra
d e l g lo )x > m u e s t r a e l a n t i g u o
P a c ífic o .
♦W
 de enerjría para mover un continetue entero a una velocidad de uno a diez centímetros Lui cuntmenles de la 1 ¡erra
por año, y la opinión de los expertos está dividida. Ultimamente se piensa que la fuente derivan a l ser Iranslmrlados
puede ser el calor liberado en el interior de la ’l’ierra por los átomos radiactivos, jx'ro sobre «randes «placas» en
aún no está claro cómo se transforma este calor en movimiento de la |3!aca. movimiento. E ! Océano Alláníieo
sur se dividió en placas que
Kn el interior de la corteza terrestre, el calor liberado por el uranio, el torio y el
transportan a América del Snr v
potasio-40 da luj^ar a (|ue la temperatura se eleve. Bajo la corteza, a unos 35 kilómetros
por debajo de la superficie del continente, las rocas se funden parcialmente para formar
una capa «fangosa», l'ista capa lubrica el deslizamiento de las placas de la corteza sobre las subyacentes, y hace
considerablemente más fácil la deriva. Más abajo aún, la temperatura es todavía más elevada, |)ero el peso de las capas
sufX'i'iores comprime las rocas en fonna sólida, lista zona, el «manto», constituye la mayor ])arte del interior de la Tierra
que rodea a un núcleo central de hicrro-núiucl. Las partes externas del núcleo metálico son lícpudas y, al igual (|ue el
núcleo de hidrógeno metálico de Jú|)iter, las corrientes eléctricas generan (d campo magnético (|ue rodea KU^^
a nuestro planeta.
Los planetéáogos están intrigados por la masiva actividad geokigica de la
Tierra. ¿Tiene cualquier planeta de igual masa que la de la Tierra una
supeificie de placas deslizank‘s? Cuanto más se estudie a V’enus, su . ac'^
comparacitin con la Tierra ayudará a que los geólogos compren
dan mejor a ésta. Se ha efectuado ya una com|Daración (mtn

íh ia mirada a l mapa de las costas atlánticas de Europa, A frica y

las dos Américas pone de m anifiesto la .sorprendente sim ilitud
de .sus contornos, advertida ya por ¡veneraciones de
e.scolares a l considerarlas como piezas de un rompe­
cabezas. En 19011. el í¡eólo¡>o americano P'rank
l aylor publicó una teoría según la cual había
habido un tiempo en el que los conlinentes

68

sr cxIíctkIc<ics(U'
l a i 'o r d ü l r r a m c M H c .in ira í
 <1 los volcanes de Martí; y los de la 'l’ierra, lo cpie nos lia revelado algo acerca de los
Afrifíi, i/iu’ se imn selxira/k.
De la CmdiUem mexoalldr/lira volcanes de «punto caliente».
surgen nuevas raras, mietiiras \i,, (od^s los volcanes lerreslres se han originado, como en el caso de Japíai, en el
hecho de (|iie tina placa se haya sninergido bttjo otr;i. Hawai es un volcán del centro de
(¡ue los .\ndei se han elevada al
¡ahalgai .\nmka <kl Sm sainé | ,j placti del Pacífico, y, al parecer, se ha originado como consecitencia de ttn Ilujo
‘ ‘ ‘ ascendent e continuo de roca caliente, procedente del manto, rpie se eleva siempre en el
mismo lugar. ,\ medidti rpie la placa del Pacífico ha derivado en dirección norte-oeste,
sobre este «])unto ctiliente», la columna ascendeiile de roca ha ido títladrando una serie de peiforaeiones en la placa,
mientras C|ue los antiguos conos \i)lcánicos se desplazaban a lo l;ugo de una línea norte-oeste de islas y montículos
nutrinos m ontañas bajo el agua cpie no aictmzan la sitporficie). Cada volcán originado por el punto caliente laiwaiano
sólo puede crecer hasttt un tturutño detenninado antes de alejarse del suministro de roca. Marte no nmestra ningún signo
ó(- tectónica de placas, y el enorme tamaño de stis volcanes puede .simplemente deberse a la acumulación
/M,. continua de hiva por encima de un punto caliente al estilo hawaiano. (.¿ttizá los [luntos
calientes puedan desarrollarse en tina amplia variedad de mtmdos, desde .Marte
V * a la Tierra diez veces más pesada , pero la tectónica de placas sólo tiene
ligar en los mayores planetas roco.sos. Kl estudio de la fierra en tanto
(Ittc jáiineta es una ciencia todavúi en pañales, y no cabe duda
de c|ue aún reserva muchas soiprcsas.

eonsllluían ana masa de lle n a . E l ciealíjico alemán .iljred

U'egener fnthlieó en 1915 iin libra sobre este lema. E !geólogo
sudamericano .Mexander du I oil fue uno de los que
rnmeuzó a acumular evidencias. H acia ¡9fr0 se de.scu-
hrió el mecanismo de la ¡eclnnica de. placas., y la
teoría de la deriva continental resultó am plia­
mente aceptada.

niii'U 'u i i i i r i i i i i
a lt « ir in | X T a im ii
\ L^iaii p r i’s io ii KTIX'IUOÍOS
M a . lü r -n a -
p lu m a a x c n < l< -n ic N o ia : h a r x a ^ c r a d i i la r s r a l a
i^ ia M il i 'á i i i c a .o l< a m - s a r i i v o s
•I r r o r a lu i u lK i a v m u a l d r l a < c ir lr / a y <1<-1 m a t i i n (i9
su | > rrio r p a i a m o s i t a f m á s f l a r a m r u i f
r l t í t o v i m i r t u o d e la p ia r ,» .
La compleja disposición de los toda la «información» necesaria
átomos en las moléculas de ADN para crear )' mantener cualquier
(que se muestran en este modelo ser vivo, desde el microscópico
en colores diferentes) transporta plancton hasta el hombre.
5. La vida: organización de los átomos
 ,;(¿uc clircrcnria cxisic rim e uii elefante y un tallu de
ruibarlx)? Si eonleslainos «muy poca», puede (|ue el
leuden) nos mire con extrañeza, aun()U(í ésta es ])recisa-
menie la respiuísla (|ue tendría C|ue dar un científico
moderno (|uc estudiase la vida.
K1 planeta Tierra es j)rol)<'il)k;mente el único del sistema
solar epte mantiene vida. A pesar de su enorme variedad
de apariencias, las formas de vida en la Tierra son
sorprendentemente similares en su constitución básica.
Ksta es la conelusión a (|ue han llegado, tras siglos de
estudios, los biólogos; y, más recientemente, los bioc|uírni-
co.s (jue investigan la (juímica de la vida. Estos experimen­
tos lian datlo lugar a un enorme acopio de inlórinaeión
acerca de (óm o se originan y funcionan las formas
tem-stres de vida.
La astronomía moderna ha abierto nuevos ctiminos al
estudio de la vichi, lái primer lugar, los astrónomos y
planetólogos han elaborado rápidamente una detallada
imagen de la formtición de la Tierrti, y en la actualichid
pueden decir cuáles fueron las condiciones (|ue debieron
existir cuando aparecieron sobre la Tierra los primeros
seres vivos. Esto, combinado con los ]X)rm('nores sobre hi
(|uímica de la vida, elucidados paulatinamente en la
actiuilidad ]>or los biociuímicos, tiende a (|ue se n'suelva
rá])idamenle el misterio del origen de la vida en nuestro
planeta. Otra ntteva |)erspcctiva es la conlirtnación de t|ue
muchas otras estrellas poseen planetas similares a la
'Tierra, por lo (pie parece muy improbtible cpic la vida se
limite al nuestro. Muchos asin'inomos afirman cpie nuestra
Oalaxia es fecunda en vida, y cpie s(')lo las inmensas
distancias entre las estrellas nos mantienen a|iartaclos de
nuestros hermanos del espacio.
¿Será semejante la vida en otro planeta? O bien, ,;sc
basará en compuestos ciuímicos y reacciones totalmente
diferentes de las formas de vida tcrreiiale.s? Ciertamente,
los (escritores de cienciaficcKin han inventado todo ti|)o de
extrañas criaturas, |X-ro nosotros comenzaremos obscrvtin-
do de cerca el tipo de vida cpie conocemos: la existente en
la Tierra.
Eos bi<)logos (pie observan la materia viva al microsco­
pio descubren rpie todos los seres vivos, plantas o anima­
les, están constituidos |x>r minúsculos pacpieies o células.
Una brizna de hierba está compuesta por millones de
células; la mayor criatura viva, la ballena azul, por
billones de ellas. Eos organismos más .sencillos están
constituidos por una única ('élula; multitud de microscópi­
cas algas unicelulares atestan los jianianos, y las células,^
simples de las bacterias nos son bien conocidas como
«gérmenes» necesarios ixira hi vida, auncjue algunas veces
puedan ser porltidores de enfermedades. En los organis­
mos «superiores», las células se han ('specializado en el
desempeño de distintos cometidos. A lo largo de las células
nerviosas cireulan señales eléctricas por nuestros cuerpos;
las células musculares tienen la capacidad de contraerse
cuando se les .solicita; y las células blancas de la sangre
Holán en nuestros cuerpos ])ara capturar y destruir las
bacterias (]ue los invaden. Sin embargo, todas tienen la
misma cünsliluci(')n básica, l'-l cuerpo humaiK.) se yxiede
comparar a una gran ciudad: cada trabajador, célula o
72 ciudadano, es fundamenlahnenie similar, pero cada uno
desempeña su projiio papel en el mantenimiento del
organismo o de la ciudad a fin de (pie éstos funcionen de
manera eficaz.
Como veremos |X)steriormente, una vez cpie observemos
el interior de las células la similitud rx'sultará aún más
marcada. Por el momento, invi'stiguemos las sustancias
(piímicas de cpic estamos hechos.
Las sustancias químicas de la vida
Supongamos que pudiéramos descom|X)ncr un cueqx)
humano en sus átomos y cxiraei' é;stos elemento a elemen­
to; la tarea sería ardua, ya (pie cada uno de nosotros está
compuesto |X)r unos 1(P‘ átomos. Para emjx'zar, de.scubri-
ríainos cinc más de la mitad, de los átomos son de
hidrógeno, el elemento más sencillo. .Nuestros cuerjxis
contienen tanto hidró.gcno ciue, si se encontrara en su
forma habitual de gas, un globo lleno coii_esta_cantidad
.sería cm]xízldelelíñ¿ajiu).s del suelo.
El siguiente en abundancia es el oxígeno. I)ado (pie los
átomos de oxígeno .son sesenta veces más pesados cpie los
de hidnSgeno, hay (|ue atribuirles la mayor parte del peso
del cuerpo, aproximadameiue las tres cuartas partes del
total.
l'd tercero es el carbono, cpie constituye una décima
parte clcl peso del cnerjx), suficiente, si se encontrara en
forma jiurti de grieto, pani suiniiiistrar mina a tres mil
lapiceroic Y .a. .coniinuaci<')ii, el nitrógeno, _el gas más
abundante (le| aÚT, seguicU) por pequeñas canticlades de
lósliiro, hierro, calcio, azuí're y otros elementos que eonsti-
tuyen una minú.scula [)roporci(')n del pe.so del cuerpo, pero
esenciales para su buen funcionamiento.
Eos cuatro elementos más importantes para la vida:
hidn'igeno, oxígeno, carbono y nitrógeno, son también los
más abundantes en el Universo (si excluimos el gas no
reactivo helio), por lo rpie .somos auténticos hijos del
cosmos. Todas las criaturas vivas de la Tierra poseen un
equilibrio similar de elementos, y esto refleja el hecho de
que toda la vida (pie conocemos está constituida por
células muy similares.
Uejemos el escenario de los átomos y consideremos
(•('ano se agrupan en moléculas. Después de todo, la suma
del puñado de elementos antes citados no constituye por sí
sola un cuerpo humano, de igual líinna (pie una pila de
ladrillos, mortero, madera y tejas tampoco constituye una
casa. Eas interacciones, los enlaces (piímicos y las reaccio­
nes entre átomos, confieren a la vida sus pro|jiedades
únicas. Desde no hace mucho, los científicos creen (pie es
necesaria una «fuerza vital» para confiirmar un organismo
vivo: las intrincadas estructuras de las molé’culas implica­
das en la vida, así como las enormemente complicadas
reacciones cpiímicas en la célula, indican cpie la vida es
una actividad muy (hiéreme de otra cuakpiiera (pie tenga
lugar en el mundo inanimado, auiKpie los átomos y las
fuerzas involucradas sean los mismos.
En rigor de verdad, la única fuerza implicada en el
pnxeso de la vida es la electromagnética. .\ la (piímica de
la vida no le incumbe la minúscula escala de los núcleos
at(')mieos en los (pie operan las dos fuerzas nucleare's, y la
fuerza de la gravedad es demasiado débil |xira afectar a
las reacciones (piímicas del interior de las células. Eo que
í Vi a istnl (k vitanmui .1 . químicas implicadas en los
smlancia química esencial para procesos vitales no difieren
el normal Jm ciunam ienlo de las básicamente de las otras;
células humanas. L as sustancias únicamente son más complicadas.
manliene unidos a los átomos en una molécula y rige el
curso de las reacciones que transforman una molécula en
otra, son las interacciones entre los (deelrones (|ue se
mueven en el cam|io eléctrico de sus núcleos, o st;a
manifestaciones de la fuer/a (dectromagnétiea.
Los átomos aislados, sin carga, tienen electrones sufi­
cientes como para ser eléctricamente neutros; los electro­
nes en órbita, cargados negativamente, igualan en número
y cancelan a los protones del núcleo cargados positiva­
mente.
No obstante, en muchos elenumtos estos electrones no
llenan por completo las órbitas que les están permitidas
por la teoría cuántica. Para completar estas órbitas, sin
perder su neutralidad eléctrica, los átomos recurren a la
estratagema de compartir electrones con sus vecinos. I.os
átomos adyacentes se ligan entonces firmemente por
medio de un par de electrones compartidos, cedido uno
[xir cada átomo, y forman parle de una molécula.
Ln el caso del sencillo gas metano ;gas de los pantanos)
leñemos ciuuro átomos de hidrógeno ligados a mi alomo
cenlral de carbono; por lauto,
H
H - C - II
II
El carbono tient; cuatro electrones en sus órbitas más
externas, pero las leyes cuánticas le permiten completarlas
con otros cuatnt. Al compartir un electrón de cada átomo
de hidrógeno, el átomo de carbono se encuentra rodeado
por su número total |)ermitido de ocho electrones, y como
cada electrón está compartido, la carga negativa media en
torno al núcleo de carbono es sólo la e(|uivalenie a cuatro
electrones. Un átomo de hidrógeno está completo con dos
electrones, ¡xtr lo (|ue a cada átomo de hidrógeno del
metano le basta con su pro|)io electrón y con uno ck; los
cuatro del carbono. Los cuatro átomos de hidrógeno (|uc
rodean a un átomo de carbono dan lugar a una configura­
ción muy estable, una molécula.
Cada par de electrones compartitlos |3or dos átomos
próximos constituye un enlace químico. Por tanto, el
carbono puede formar cuatro enlaces; y el hidrógeno, uno.
Las estructuras (áeclrónicas de los átomos de oxígeno y
73
 diaim m k « uva form a dr-
carhom fniro eii la que los
(¡tomos se encuentran firnu'menle
ligados en una sólida red. por lo
que es la sustancia más dura que se
encuentra eu ta .Naturaleza. Ksle
diamante en bruto, ligeramente
cotoreado jmr impurezas, está
exactamente tal como se lo
extrajo de la mina.
L a eslrnclura de otra form a de! jni/iel. j>or lo epte el grafito es
carbono, el grafito. L as capas de blando y se nnplea en la
átomos están únicamente ligadas fabricación de minas de lapicero
cual las hojas de una j/ila de )' como lubrieanie.

nitrógeno exigen que íbrmen dos y tres (o bajo ciertas H H

circunstancias, cinco], respectivamente. Es fácil advca'tir
que este número permitido de enlaces cjuímicos |3uede M -C -C -O -H
originar moléculas sencillas: un átomo de oxígeno y dos de
hidrógeno constituyen el agua (H O H ;; uno de nitró­ H H
geno y tres de hidrógeno, el amoniaco:
•cada representa un par de electrones compartidos; y
Á\ podría escribirse C.,H,,0; pero está fórmula también es
aplicable a

uno de carbono y dos de oxígeno, el dióxido de carbono
;() = C = 0 ) ; en este último compuesto, el átomo de
carbono comparte dos pares de elcctrf)nes con cada átomo
de oxígeno para Ittrmar enlaces dobles.
Así, a partir de átomos unidos por enlaces químicos se
constituyen todas las moléculas de las células vivas. Por
simplicidad, las fórmulas de las moléculas generalmente se
abrevian: el agua es IIjO ; el amoniaco, NII.¡, y el dióxido
de carbono, C(),^. El orden de hts símbolos atómicos es el
tradicional para estos compuestos bien conocidos, aunque
el agua también podría escribirse OII.^, y el amoniaco,
HjN. Sin embargo, para compuestos mayores únicamente
tiene sentido expresar los símbolos de una forma que
74 corres|3onda a su estructura. La estructura del alcohol es
H H
I
II—C II
H H
un miembro de la familia del éter que sería claramente
inoportuno en cualcjuier Itebida. Por consiguiente, la
lórmula del alcohol se escribe CH.jClM.,OII, o C1.,H.()II, y
la de esta molécula de éter. CPljO C H ,.
El carbono: átomo esencial de la vida
Esta breve digresión acerca de la forma en cjue los
químicos representan y abrevian com|)uestos de carbo­
no, así como otros, mediante fórmulas, nos sitúa ante
(■(')mo so oonsdLiyen las coin|jlicadas inolóoiilas iiivolucra- / Vi e.xucUi modelo a escala de doble hélice del uesquelelo» del
das 011 la vida y ante el modo oii (|iio registran los una diminuía sección de la azúcar-fosfato; las unidades
bioc|iiíinicos sus desciibrimiontos en Icnninos nizoiiablo- molécula de la herencia, el M>.\. cent!ules azules r negras
nioiuc sencillos. X o es mora c:oinoidonoia el énfasis ptu;sto Los retorcidos cúmulos externos refresentan los grupos atómicos
de átomos de oxígeno i rojos) e que transportan la información
011 los oompucstos do carbono, pues ésto (ís el ekmionto de
hidrógeno (blancos) señalan la genética.
la vida. laiire los ciento y tantos elementos conotúdos, (^1
carbono os único desdo el punto de vista (|uímico. Unica­
mente los átomos do carbono se combinan entro sí
formando largas cadenas, extensos e.stjueletos de átomos a
los (|uc |3ueden adlierirse otros para dar lugar a una
enorme variedad de compuestos, lais moléculas mayores
de las células vivas contienen vari(.)s miles de millones de
átomos, y el hecho fundairu-ntal consiste en C|uc cada uno
de ellos es importante para el buen desarrollo de la célula.
Después de todo, un grano de arena constti de muchos
átomc«, todos ellos dispuestos en una red bien pro|x)rcio-
iiada (¡ue constituye un cristiil; pero a pesar de su tamaño,
la molécula gigante de.un grano de arena es muy sim[)le,
ya (|ii(; consiste en una unidad básica constituida por un
átomo de silicio y dos de oxígeno (|ue se repiten una y otra
vez. Al contrario, a lo largo de las grandtts moléculas de
una célula viva no se repiten disposiciones idénticas de
átomos, sino (|ue cada parte de una molécula es diferente
de las demás, y estas difereticias motivan la comiilejidad
de un organismo vivo.
Ditdo c|tie estos complicados com])ucstos de carbono se
hallan en el interior de las células vivas, pero no se
presentan Hiera de ellas en estado natural, la c|uímica di;
los compuesstos de carbono se ha conocido tkssdt; siempre
como c|uímica o r g á n ic a , denominación mantenida hastti la
l(•^:ha. K1 gran número de leacciones ]Josibl(;s con los
numcro.sos compuestos de carbono ha dado lugar a c{ue,
en muchas universidades, la ciuímica de este único ele­
mento se estudie en un departamento de c|uímica orgáni­
ca, tan grande corno el correspondiente a química inorgá­
nica, dedicado a la cjuímica del resto de los elementos.
La diversidad de los compuestos de carfrono es esencial
para la vida C|ue conocemos. Lensemos im la cantidad de
inlbrmación ciue .se re(|uiere |iara describirnos a nosotros
mismos como diferentes de cuakjuier otia persona o d('
otro ser vivo: cuando un ser humano ha sido concebido,
esta enorme cantidad de detalles desde el número de
dedos de los pies hasta el funcionamiento del hígado es variar dadas ciertas circunstancias. La energía puesta en
transmitida en código por una única célula, pero de juego cuando una planta puja a través de la tieriii, o
moléculas enormemente largas. Sin embargo, y pese a su cuando un atleta lanza un disco, proviene de moléculas
tamaño, estas moléculas son bastante estables: la inlbrrna- que se alteran, o, en otras palabras, que experimentan una
ción de la herencia ]ruede transmitirse a los de.sccndientes reacción cjuímica. Un ser humano ingiere «combustible»
con modificaciones muy pecjueñas incluso después de (azúcar, jxir ejemplo) y éste se descomjjone en las células
algunas décadas (aunejue, por supuesto, se sume a la musculares al reaccionar con el oxígeno, con kj ejue
inlirrmación del otro progenitor). Las moléculas (]ue jirocluce dióxido de carbono y agua, liberando eneigía
pre.sentan esta resistencia al cambio son importantes pitra durante el proceso para jxitenciar el miisculo. Lsta reac­
la vida también |X)r otras razones. Las moléculas orgáni­ ción no es directa, sino <jue existen docenas de moléculas
cas (|ue constituyen las capas externas de las células deben diferentes imjílicadas eti un amplio espectro de reacciones.
formar una barrera resistente que niiintenga a la t:élula De aquí (jue los comjiuestos de carbono deban ser adapta­
intacta y le yxirmita resistir el ataque de las sustancias bles, ya Cjue si fueran coinjjletamente inertes qnímicamen-
(piímicas exteriores. Las células especializadas que Ibrman te, los |3r(3Cesos vitales resultarían imjjosibles.
nuestra piel, o las t|ue constituyen la corteza de los árboles, En definitiva, el carbono es el elemento ideal para la
están adaptadas para |3roducir en cantidad este tipo de vida. Es abundante en el Universo, y sus compuestos son
moléculas. sorjjrendentemente diversos y conjugan la estabilidad y la
No obstante, la vida necesita moléculas tpic puedan capacidad de reaccicin. Si se encuentra vida en otro lugar /.)
 I m molécula de . 1/> V efecliiatido c/ue están inmersas, que son
mía réplica por divi.nijti de sin' soldadas por las enzimas y dan
dos hebras. Cada una atrae lugar a dos moléculas completas
pequeñas moléculas de AD.si, cada una de ellas
complementarias del fluido en el idéntica a la orisinal.
del Univci'so, lo tnás probable es c|ue esté constituida poi-
moléculas basadas en cadenas de átftmos de carbono.
La unidad de control de la célula
Comencemos tuieslra investigacitin de la célula |oropia-
mente dicha por el centro, donde un pcqueñ(t cueqx)
redondo llamado el núcleo (no conrundirlo con el núcleo
de un átomo; actúa como la unidad de control de la
célula. Ac|uí están almacenados los «cianotipos», cjue dan
cticnta de cómo está construida la célula y de cómo tieneti
lugar, en cuakjuier parte de la misma, las reacciones
químicas que la mantitmen en funcionamitarto. El núcleo
(•(xrrdina las actividades de la célula para asegurar su
supervivencia y, a su debido tiempo, da la señal para ejue
se reproduzca, lo epte ella realiza de la forma más sencilla
{X)sible: dividiéndose en dos células idénticas, pero más
pequeñas.
El núcleo de la célula es también una vasta «bibliote­
ca». En el interior del núcleo dt; cada célttia del cueiqx) se
encutaitran los planos de todo el cuerpo. Estos detallados
planos le fueron necesarios a la célula original a partir de
la cual el cuerpo comenzó a desarrollarse en la concepción,
V han sido transmitidos fielmente a todas las células
76
subsiguiemes. Por lanío, cada ruideo celular iiicluyc más
inromiacióii de la (]U(; iiccx'sita par; i cJ í'uncionamicnto
habitttal, y, teóricamente, es posible tomar cualquier
célula del cuerpo, como el óvulo fertilizado pre.sente en la
conctpción, e impedir su desarrollo. El resultado .sería otro
ser humano exactamente igual al dotiante de la célula. En
un controvertido libro americano se ha publicado reciente­
mente c|ue un millonario excéntrico había pagado a un
médico para (|ue hiciera exactamente esto, y ([ue ahora
tiene un hijo (jue es una «fotocopia» suya. Auntjue muchos
científicos han denunciado esta pretensión particular,
t;oncu(T(lan en (jiie esto (el pnx'eso se conoce con el
noinbrc de donación) no es imposible con nuestros coiuxá-
mientos actuales de los mecanismos celulares.
Los «cianotipos» del núcleo de la célula se presentan en
forma de una molécula bastante poco común, el ácido
desoxirrihonucleico, un nombrt; incómodo dt; |rronunciar y
c|uc los bioquímicos prefieren abreviar como .\t)N. Las
moléculas, inmensamente largas, están arrolladas de for­
ma c|ue se acoplan fácilmente al núcleo de la célula. Si_
pudiéramos desenrollar todo t;l .\1)N' de una mita'oscónica
célula humana v extenderlo, su loiuritud total sería de
aproximadamente un metro.
Pero ((cómo está registrada nuestra inlttrmación en la
molécula dt; .\l).\? ,(Cómo se decodifica? ^(Cómü se trans­
mite de fornia tan precisa a las eékilas «hijas»? El prirnttr
prttgrest) im|)ortante en la comprensión de este mecanismt)
de la vida tuvo lugar en 1953, cuandt) Jam t;s VVai.st)n y
Francis Crick deseubrierttn cpie k>s átt)int)s tic la mttlécula
tic .\I)N están dispuestos en una «doble hélice», al igual
Arriba:
.Uicrololograjía eltrínítiiai de tm
gen, la unidad básica de la
herencia. Consiste en una larga
molécula de IIX\ e/ae .se enrolla
¡¡ara reducir .su longitud e
incrementar .su anchura.
:\bajo:
Un e.se/neina del .ít).\ (¡ue
muestra los apareatnienlu.s de los
«dientes» que Iran.sl/ortan el
mensaje genético, a sí como la
doble hélice del «e.squelelo».
que los dos hilos ciindlados dcl cordón do una lámpara.
Kslo supuso, realmeiuc, un alarde de imasrinaci(')n, ya que
resulta imposible aiireciar directamente estos detalles en
una molécula; el AD.N (;s una molécula demasiado estrecha
como ¡tara (jue s<; la pueda ver con un microscopio
convencional, c inckiso los electrónicos más potentes la
muestran simplemente cual una cinta oscura. Crick y
Watson necesitaban radiación de lotigittid de onda suíi-
cienUanentc corta para cpie penetrara entre los átomos de
la molécula. Los rayos X fueron la solución. Sin embargo,
las técnicas de difracción de rayos X no dan fotograbas
claras de la molécula, sino una especie de Ibtograíía que
iiay (]ue interpretar; algo parecido a lo cpie sucede con un
holograma, un conjunto de j)untos aparentemente sin
significado hasta cpit; se lo «interpreta» iluminándolo con
un haz de láser. Watson y Crick se adelantiinni en }X)co a
sus colegas a descifrar los resultados de los rayos X sobre el
.\I).N y su hazaña mereció los laureles de la fama, incluyen­
do un premio Xóbel.
Una buena tuialogía para el AD.N es la de una cremallera
retorcida enormemente larga. Las tinis de tela de ambos
lados cpie forman los dos cscjueleios cine .soportan los
dientes se com|X)nen dt; grupos de átomos que se repiten.
Lstos grupos son, en realidad, pequeñas moléculas idénti­
cas cjue se han tigrujxido por millones ixirti fórtnar los
largos csc|ttclcto.s; cada gritpo es una combinación de
átomos de lósIt)ro y oxígtnio (fosfato) con una molécula
orgánica llamada desoxirribosa. Hsta última sustancia es
conocida como azúcar, porrjue c|uímicamente t;s muy
ptirecidti al azúcar «ordinario», sacarosa para los ejuími-
cos, y a otros tipos de azúcares como, ¡jor ejemplo, la
giut:osa. Así pues, estos grupos fijsfato-iizi'icar se repiten
tm;t y otra vez íitrmando un escjuelcto estable a cada lado
de la cremallera.
L1 contenido de la iníitrrnación es transmitido por los
dientes, de los que existen cuatro tipos diferentes; cada uno
tigrupa a aproximadamente diez átomos y, al igual cjuc
muchas moléculas y grupos biológicos, responden ;i los
poco euíónicos nombres de adenina, cilosina, guanina y
limina. Los bioquímicos los abrevian A, C, fí y f.
riengase en cuenta que estos símbolos no son símbolos
quírnit;os atómicos; C reprcsentti aquí al grupo de doce
átomos C|Lie constituyen la citosina. (jeneralmentc, el
contexto suele dejar en claro el tijx) de abreviaturas a C|ue
nos refiramos.)
Aunciue estos cuatro tipos de gru[K)s unen ambos
esciuekaos, la analogía con la cremallera no es exacta
porf|ue los dientes no encajan unos en otros, sino (|ue se
unen por los extremos y, además, con fuertes pielérericias.
L n diente de adenina de tm cscjueleto sólo se unirá con un
diente de timina del otro; y la citosina, sólo con la
guanina. Existen jxjr tanto dos tipos de unittnes, A T y
C G; y a causa de esta complementariedad, una secuen­
cia por ejemplo A.XGTÍi de uno de los esqueletos debe
unirse con la secuencia T l ’GAC dcl otro.
De esta lixrna puede ilesvelarse uno de los misterios del
.\ON, a salx'r; cómo se trtmsmiten las copitis exactas ;i las
células hijas. Cuando una célula está a punto de dividirse,
cada molccukt de .\1).\ del núcleo comienza a abrirse. En
cuanto cada diente (|ueda al descultierto, recoge a un //
 K! mensaje ¡^enétia) del . 1/). V es intermedio de moléculas de .1/íV
exhaídó del núcleo de la célala de Iransjerencia, que ajnirea las
po! el AUS mensajero. En el secuencias apropiadas sobre el
"cenlto de decodijkacióno, ¡¡n . 1/ÍV mensajero: cada tipo de
rihosoma. las moléculas de .1A’.\ de transferencia lleva un
¡m ieina se a!>rupan por aminoácido dijerenle.
compancn) de entre los dientes «sueltos» que Holán en el
núcleo; si, por ejemplo, el descubierto es un T, recogerá a
un A suelto; pero cada diente suelto estaba ligado a un
segmento de esqueleto. Cuando se alinean a lo largo del
AD.N abierto, unas pequeñas y activas moléculas denomi­
nadas enzimas sueldan entre sí a todos los segmentos de
esqueleto, constituyendo de esta (orina una nueva mitad
continua (]ue complementa a cada una de las semicrema-
lleras existentes. Resultan así dos nuevas cremalleras }tor
cada una de las antiguas. .Además, no hay lugar a error,
pues cada diente se sitúa sobre un compañero determina-
tío ya t|ue la mitad de la nueva cremallera ha de ser un
complemento exacto de la mitad antigua que se íbrma
enfrente. Así, una única molécula es perfectamente apta
para transmitir las instrucciones de la vida.
i'cro ¿ct>mo se transmiten las instrucciones? La respuesta
parece demasiadt) sencilla para ser cáerta. El código de la
vida es simplemente el orden en que se presentan los
diferentes tipos de dientes en cada esqueleto. Cada grupo
de tres dientes sucesivos incluye un mensaje particular; por
ejem|>lo, la secuencia E indica que la célula es un tanto
dilérente de la A l'A. La decodificacicin electiva tiene lugar
en cueiqxts especiales situados en la parte de la célula
78
exterior al núcleo, y la célula ha desarrollado una hábil
manera de enviar sus instrucciones desde el .\I)N ;i los
centros decodificadores, mientras este último permanece
seguro dentro del núcleo: lo epte hace es enviar un ácido
mensajero.
Ll mensajero es una molécula muy ]tarecida al .\I)\,
excepto en cuanto (|ue su es(|ueleto contiene un a/.úcar
ligeramente diferente, ribosa, en lugar de desoxirribosa. Se
denomina ácido ribonucleico o ,\RX (existe asimismo otra
pequeña diferencia en la constitución (piímica de los
«dientes», pero podemos ignorarla aquí). Para la salida de
un mensaje, se abre un pequeño segmento del «cianotijx)»
original de .AD.N que atrae a los dientes complementarios
que forman parte del esqueleto de ribosa. E,stos están
soldados en una porción del .ARN «mensajero» cuyos
dientes se aparean con una minúsctda parte de la larga
molécula de .AON. Cuando el mensaje está completo, el
ARN mensajero se separa del ADN y se dirige hacia la parte
exterior de la célula, mientras que el .ADN vuelve a cerrar
ese jxxpieño segmento, salvtiguardando su iníórmación
vital.
La decodifícación del mensaje de la vida
Dispersos en la parte exterior de la célula existen miles de
centros decodificadores :'ribosomas:. Sin embargo, antes
de que |xtdamos comprender el proceso tle decodifícación,
debemos referirnos a la segunda clase de moléculas mayo­
res ; después de los ácidos nucleicos .ADN y .ARN; esenciales
para la vida. Eorman este gru|X) las proteínas, también
largas moléculas compuestas de muchas unidades meno-
res, pero aquí acaba su parecido con el ADN. Las unidades
de una |)ro(oína están sim])lementc ensartadas |X)r los
extremos, y muestran la sencilla apariencia de una ristra
de salcliicltas en contraposición con la complicada estruc­
tura de (ísqueleto y dientes del ADN.
Las «salchichas» individuales se diferencian asimismo
de las unidades que constituyen los ácidos nucleicos. Se las
denomina aminoácidos, y son grupos orgánicos íórmados
principalmente ]X)r átomos de carbono e hidnígeno, pero
con átomos de oxígeno y nitrógeno próximos a un extre­
mo. Lstos últimos son vitales, ya c|ue aseguran que los
enlaces cjuímicos entre los aminoácidos tiue se; agrujtan cm
proteínas sean resistentes, pero no tan fuertes como para
no ser susceptibles de cambios. : Incidentalrnente, el térmi­
no «ácido» del aminoácido y del ácido nucleico no
significa epu; éstets .sean sustancias particularmente cttrrosi-
vas; sól(t denota una cierta similitud c|uímica con los
ácidos fuertes.)
Las células vivas contienen i'mieamenn; v(ánte clases de
aminoácidos, |)cro cuando éstos están ensartados en órde­
nes diferentes y en cadenas de distintas longitudes, el
número total posible de prouunas es inmenso. Virtualmen­
te, todos los procesos vitales son llevados a cabo por las
proteínas, que constituyen el vasto ejército de voluntario­
sos trabajadores (|uc siguen las instrucciones de las mo­
léculas de ADN del núcleo. Si otaservamos la constitución
del cuerpo humano, no en términos de átomos sino de
tipt)s de moléculas, nos encontramos con la sorpresa de
(|ue la mayoría de sus moléculas son de agua (hay que
atribuir al agua las tres cuartas partes del pc.so de nuestro
cuerpo; y como la mayor parte del peso de una molécula
de agua se deb(' a su átotno de oxígeno, la abundancia de
agua origina que el oxígeno contribuya mayoritariamente
al peso d(d cuerpo). La inmen.sa mayoría de las moléculas
restantes son proteínas.
Las prot(‘ínas (junto con moléculas de grasa) constitu­
yen el sólido recubrimiento exterior de las células, en el
que se incluye la materia córnea (pie se acumula en el pelo
y en las uñas. Las reacciones de la vida se deben a
reacciones de cadenas de proteínas más pequeñas, que
dotan en el interior acuoso de las células. Además de
reaccionar entre sí, las proteínas tiimen mucha irn|X)rtan-
cia en el control y promociiín de reacciones entre otras
moléculas. Cuando juegan este papel de mediadores entre
dos moléculas reacias distintas (el proceso erpúvalcnte a la
catálisis en química inorgánica), a las proteínas se las
denomina enzimas. Una enzima suelda el esrpiclcto de las
moléculas que constituyen el ADN; y prácticamente cual-
cpiier reacción (pn'mica de la (xílula es auxiliada })or una
enzima especialmente adaptada a ese trabajo.
Los mensajes desde el ADN central se relacionan especíli-
camentc con la manufacturación de proteínas a partir del
material en bruto de aminoácidos de la célula. L 1 mensaje
[tnede ser: refmansc algunos aminoácidos en tal y tal
orden; y el resultado que se obtiene es una proteína
determinada, capaz de realizar una misiéiii esjx'cífica en la
célula. T al como .se describió anteriormente, la ba.se del
código de .AD.N son gru|)os sucesivos de tres «di<nUes». El
mensaje .se transmite en forma de dientes complementarios
mediante el .\R.N mensajero, y cuando llega al ceniio de
dccodiricaci(')n es descifrado de una fiinna sencilla: cada
conjunto de tres dientes es el código de un determinado
aminoácido; así, la secuencia CC'l' ;cn el .\DN original c|ue
pasa a .ser GGA en el .\RN mensajero) significa «('I
siguiente aminoácido cpic hay (pie añadir es glicina»;
G TA significa «añadir histidina». El mensaje comienza
con una secuencia «inicial», T.ACl o GAG, y acaba con una
«final», A I T o ATG. ¡Existen en la actualidad 6á fitrmas
|X)sibles de disponer cuatro tipos diferentes de dientes en
tríos, y únicamente 20 aminoácidos, |X)r lo (pie la célula
ha incorporado «sinónimos»: por ejemplo, los cxxligos
G l’A y G TG de la histidina.)
Los trabajadores del centro de deccKlilicación son cortas
unidades en Ibrma de I. de un tercer lijx) de ácido
nucleico, llamado .\R,N «de transferencia». El extremo del
trazo largo de esta molécula (xi I, tiene tres dientes para
(pie se apare,en con los del ARN mensajero, y el otro
extremo tiene una estructura química que enlaza al
aminoácido apropiado con su conjunto de clientes descu­
biertos. El .\R\ mensajero desliza lentamente su larga
molécula por el pequeño centro de dix'odificaciém, y a
medida cpie pasa, el .\RN de transferencia apropiado
identifica cada gru|X) de tres dientes y se aparea temporal­
mente a ellos. El aminoácido del otro extremo .se .suelda
entonces a la cadena de proteína en fítrmación por medio
(le enzimas esi)ecializaclas. El ARN mensajero continúa
circulando, y el ARN de transferencia, ya despojado de su
aminoácido, es de.sechado. A continuación, otro se aparea
con los tres dientes siguientes y lilxtra el siguiente aminoá­
cido. Así se transmite con seguridad el mensaje del núcleo
y se fabrica la proteína requerida.
Los científicos piensan que con el descifrado d('l código
c(‘lular se comprende ya el proce.so vital; sin embargo, las
reacciones implicadas son tan complejas que la descrip­
ción completa es aún un lejano sueño. Recientes investiga­
ciones han mostrado, por ejemplo, que se omiten porcio­
nes considerables del mensaje del .ADN cuando está reuni­
do con el .ARN mcusajenr. ¿Gómo «salx‘» las partes rpie ha
de omitir? Incluso en este correcto pnx'eso de copia deben
tener lugar reacciones. No (obstante, los científicos conocen
ahora dónde y cómo .se almacena la inlbrmación de la
vida, cómo se transmite fielmente a las células hijas y el
modo en que la célula traduce el código en proteínas.
Segtin el |)imto de vista que se adopte, algunas de las
implicaciones son casi milagrosas, o bien desastrosas. Es
|X)sible tnjccar el .ADN de las células y reagru|)arlo a fin de
alterar el mensaje que transmite, así como insertar las
jxirciones de .ADN de una célula en las de otra. Estas
técnicas de «ingeniería genética» íun _;^é'« es la intiirrnación
total heredada transmitida |X)r una porciijn do ADN; abren
posibilidades tanto al bien como al mal. Si se insertase en
una célula (|ue se reproduce rápidamente una jjorción de
.ADN (|ue ordene la producción de una proteína útil, [xtr
ejemplo la insulina, esencial para los diabéticos, se obten­
dría en jx)co tiem]X) un dejxisito repleto de células de
insulina. A un nivel aún más profundo, cuidadosos experi­
mentos serbre la alteración del .AD.N podrían suministrarnos
más información acerca de la herencia y ayudarnos a
comytrender las enfermedades hereditarias.
Sin embargo, también existen peligros. Muchas bacte- 79
 E l aplicar es una Jnenie mitorondrias de inirincada
juileiuial (le enerȒu i/ue se tihem eslrncinra. a J in de snniinisirar
a l arder en jnesenáa de im'i’eiw. esla enerpía a la lempera/nra del
¡Ms célalas de los animales cuerpo.
<<(¡ueman» a:jíear poca a poco m
fias son inocuas, y algunas viven iranc|uilaineme en
nueslro sisiema digestivo, eomo la favorita de los ingenie­
ros genétieos, la F..\{hichcria cali. Supongamos f|ue un
experimentador alterase el ADN de tina tiniea eélula de K.
cali de forma (|iie llegue a hacerse letalmente t(')xie;t, y epte
esta eéluhi escapase del Ingtir donde está confinada; podría
entonces multiplicarse indelinidamente, donando su liital
característica a su descendencia. Kn este taso extremo, el
esptmtoso resultado de un descuido momentáneo en el
laboratorio ¡xidría ser una epidemia de una enít-rmedttd
sin cura conocida. A la vista de estos peligros se han
introducido, en los últimos anos, nuevas medidas de
seguridad en todos los laboratorios de genética del immdo;
y la preoeuptidíi opiniíin públiea eomicn/a ;i ejercer
presión sobre los eieniílieos im]tlieaclos en este tipo de
investigación.
La alimentación de la célula
Ihi.'i céluhi \iva no ptiede íimcioiKir sin ajxtrte de energía.
.\1 considertir la litrimt en (|ue utta célula recibe su energía,
descubrimos la gran divisiíin f|ue separa la vida de los
animales y l;t de las pituitas. Todos los demás |5rocesos
telulares la reproducción del ADN, la síntesis de proteí­
nas y su etidigo asociado son idénticos en todtis las
formas de vida, desde la de la bacteria unicelular hastti la
de los seres humanos, dt-.sde la de los eleíimtes hasta la <le
80 la |)lanta de rtiibarbo común. Sin embargo, las plantas y
los anim ales reciben su en ergía de form as diíérenles.
La energía de Itis células de los tmimtilcs procede de la
comliustión del azúcar. La energía (|ue utilizamos provie­
ne principalmente de sustancias (|uímieas, como el azúcar
ordinario, esté o no inelnido en nuestra dieta, o de la
desettmposieión de moléeultts de grasa en la eélula. Y,
rcíilrnente, se titUa de una combustión, ('.alentemos un
terixin de azúcar en una llamti de gas; dcs|Dués de fundirse
y earbonizar.se se habrá consumido completamente, trtms-
fitrmándose en gas dióxido de carbono y vapor de agua,
l ’na célula animal absorbe azúctir y oxígeno del ('xterior,
eonvirtiéndolos tatnbién en diétxido de carlxtno y agua y
liberando energía, tumc|uc de una letrina menos espec-
ttieuliir.
La dili'ieneiti entre (|uemar aztictir en tina llama de gas
y cu nuestras células es sétlo una cuestión de tem|X‘ratura;
pero, en eualc|uicr caso, la eombustiétn del azúcar suminis­
tra energía. Unti ttiza de azúetir C|ue .se encuentre en el aire
a la temperatura del cuerpo no se convierte espontánea­
mente en dióxido de carbono y agua, ya cpie se necesita un
cierto aporte de energía p;ua c|ue se inicie l;i reaeeiétn. T,sto
lo podría Iftgrtir una llama, algo innecc.sario en nosotros
Itorque nuestras céhilas disponen de enzimas que «que­
man» el azúcar a la relativamente baja temperatura de
nuestro cuerpo. Las enzimas controlan y facilitan tina .serie
completa de reaecioiies por medio de las cuales el azúcai'
se de.scomTX)ne sucesivamente en moléculas más sencillas,
antes de linalizar transformándose en dióxidet de carbono
y agua.
Rstas reticciones tienen lugar en el interior de cavidades
tubulares, una es|X‘cie de «centrales eléctricas» situadas en
la parte exterior de la célula. Ln las etapas finales de la
combustión del azúcar, la membrana {|uc encierra este
peqtieño cuerpo se carga; l:i corriente eléctrica tot;il que
carga tocliis las «centrales eléctricas» de nuestros cuerpos
sería siilieiente ]tara iluminar ininterrumpidamente una
bombilla de cien vatios. Esta energía se almacena en
íiania de diferencia de voltaje entre el interior y el exterior
de las centrales eléctricas, de forma análoga a la diferencia
de tensión (|uc existe entre los bornes de tina batería. Sin
embargo, la célula no puede emplear la energía eléctrica
directamente; necesita un «[xirtador» f|uímieo para trans­
portarla dondet|uiera epte la eélula la necesite.
La m olécula c|uc u tiliza es el .Vi l’ ( Irijo.slnli) de adeno.simi).
en e.sencia tino d e los dientes sueltos c|ue ixieden unirse a
lina cadena de ,\RN; el diente |)ropiam cnte dicho es
adenina (Ai y porlti un gru p o fiisfatt) ribosa. Isxisten en el
.Vi l’ otros dos grupos de [iisfálos, ftirnum do un total de
tres. El gru p o d e fosfato final está sólo ligeram en te
en lazado, y cuando se «e s tim u la » l;t m olécula de .VI'F, ésta
liberará d ich o gTU]X) a com p a ñ a d o de energía. La m olécula
cjiie lo ha liberado retrocede a las centrales eléctricas, en
d on d e la energíti cléciriea re]X)iie otro gru po de Ibsfaio; y
así, el A TI’ reconstituido puede v a g a r p or la eélula hasta
(|uc se requiera su energía.
Las células de las irlantas también utilizan el .Vi l’ como
portador de energía, pero lo hacen de manera oi:)uesta.
Toman dióxitlo de carbono y amia, y a partir de ellos
liirnum azúcares y expulsan oxígeno. Las células de las
plantas d('ben enfrentarse a la ardua tarea de tomar
 ('ticrgía dd exterior, oltteniéndola a partir de la luz solar
]>or medio del casi milagroso proceso de la fotosíntesis. I.as
pequeñas eeiitrales eléelrieas de las células de las plantas
han de ser evidenUMnentc distintas de las de las células de
los animales: una elara dirererieia se inanirtesia en el color.
|Hies son las centrales eléctricas verdes de las ccMulas las que
otoi»an a las plantas sti color característico. Una moléctila
llamada clorolila absorbe li)tones de luz roja al comienzo
TIcl proceso de lotosintesis, y la luz rellc)ada, luz blanca sin
r()|o. pan*ce verde.
dada fotón de luz ex|)iilsa un electrón de una moleettia
de elorolila; \- ésU' tiene stiliciente cnerí»ía como partí
desencadenar una serie de reacciones cuyo resultado íinttl
es ean>ar la membrana exterior de la central eléctrica.
Ksia energía eléctrica es la em|)leada mievtimeuK' |)ara
retigrupar las moléetilas de A TI'. Tanto en las células de las
planttts como en las de los animales, utitt fuente de energía
carga una membrana, y ti jiarlir de estt' momento los
proci'sos de ])roducción y transporte de energía son ios
mismos.
Así pites, pese a (|ue los animales lomen los «productos
de desecho» de las plantas, oxígeno y azúcares, y las
células de las plantas se desarrollen a partir de los desechos
de los animales, diéixido de carbono y agua, existe muy
jxtea diferenciíi en sus mecanismos internos celtilares, es
decir en los «cianotipos» de AON, en el |)mceso de
decodilicación, en los lipos de aminoácidos utilizados en la
síntesis de las proteínas, o bien en las et;i|tas posteriores de
producción de energía.
l'lxisle una unidad asombrosa entre las (ininas de vidti
terrestre.
El lugar de la vida en el Universo
La eom])lejidacl del proceso de la vida es algo asombroso.
Kn las secciones tmieriores hemos visto apenas parte de Uts
complicadas moléculas y de las reacciones (juímicas (|ue
las eslabonan y f|ue conlieren a la vichi sus ])ro]tiedades
únicas, (o n lodo, no es tan importante la com])lejidad de
una célula vivti como sti organización. Cáiando se ob.serva
al microscopio tm bloque de granito, aparece como una
mezcht compl(;ja de diminutos cristales, |)ero carentes de
organización; podríamos reordenarlos, y la roca seguiría
siendo granito. Sin embargo, si alterásemos la estructura
de un;i célula viva, jamás seríamos ca|)aces de devolvt'rle
sus reacciones vitales, f'.n las criaturas pluricelulares, como
el hombre, la organización llega a tales extremos c|ue, por
ejemplo, la capacidad de pensar nos está dada por la
interconexión de dit'z mil millones de células nerviosas de
nuestros cerebros.
Por ello, aun cuando jtodamos explicar los procesos
vitales en términos de partículas rundamenlales y de la
fuerza electromagnética, y aun(|ue asimismo mostremos
:como lo haremos en la sección siguiente) el modo en (|ue
la vida |)iiede apart'cer en la evolución astronómica del
Universo, ella constituye realmente una faceta aparte del
mismo. Además de la investigación de lo muy pec|ueño y
de lo muy grande, existe una frontera del eonocimienlo
\inculada con la noción más abstracta del desarrollo de la
organización. Resulta muy fácil dejtirsi' impresionar por
los tamaños extremos, grande o pe(|ueño; pero esto puede
ser engañoso. Ll Sol es un objeto enorme y poderoso, pero
realmente muy simple: un astrónomo podría consignar
lodos los datos est'nciales acerca del Sol en una página, y
con esta inittrmación íteóricamente) podría construir una
cslndla idéntica. Sin embargo, la iníitrmación necesaria
para obtener una célula microscópica llenaría varios
lomos de una enciclopedia. Sin lálta de modestia, pode­
mos afirmar (|ue los objetos más maravillosos del l niverso
no son ni los cpiásars, ni los agujeros negros, ni los (|uarks,
sino iKcsoiros mismos.
Con esta perspectiva, retornaremos a nuestros orígenes:
al eomii'iizo de la vida .sobre la Tierra.
Vida a partir de la no vida
La superficie de la I'ierra antigua era una imagen del
Iníi('rno. Hace unos 4.000 millones de años :()()() millones
después de comenzar a litrmarse), la I ierra había alcanza­
do a|)rox¡madamcme su tamaño actual, pero aparte de
esto nos resultaría irn'conocible. F.normes rocas caían
desde el cielo, al ser atraídos por la Tierra los fragmentos
finales de los restos del espacio prétximos a ella. .Sus
impactos horadaban enormes cráteres de cientos de kiló­
metros de extensión. La radiactividad calentaba las rocas
terrestres dando lugar a enormes mares dt- lava fundida al
rcijo, que Huían y se esparcían por la superlicie; mientras
tanto, los nocivos gases de los volcanes cubrían la I'ierra
con una espesa atmósfera repleta de nubes y desgarrachi
por eontinuas tempestades. Acto seguido, llegó la lluvia.
La inmensa cantidad de vapor de agua ex])ulsado por los
volcanes se condensó, y cayó) como nn continuo aguacero
sobre la ardiente superficie terrestre, enfriándola, hasta
acumularse fmahnenle en extensos océanos.
No era ac|uél la clase de lugar (|iie escogeríamos para
pasar unas vacaciones; sin embargo, tan inhétspitas condi­
ciones fueron las icUneas para nuestros más remotos
antepasados. La vida debe de haberse inieiado a partir de
l;i no vida, y en las aparentemente benignas condieiones
aeluales no ha lugar para este tipo de génesis. Si se
expusienui a la atmósléra de hoy, rica en oxígeno, las
moléculas orgánicas coni|)lejas cpie se encuentran en
nuestras células, acabarían desconi]X)niéndose en dióxido
de carbono en vez de amalgamarse para producir organis­
mos vivos. Cualquiera (|iie haya coinem])lado un incendio
(itrcsial sabe muy bien lo inestables (|ue son las sustancias
(inímieas de la vida en presencia de oxígeno. Después de
todo, los animales obiit'iien su energía a partir de la lenta
conibustié)n de los com|)uestos orgánicos por aspiración dé
oxígeno; la triste mirada de un hombre hambriento es,
literalmente, el resultado de la combustión de las molécu­
las de su cuerpo en un intento desesperado por abastecerse
de energía.
Por otra parte, la ])rimiliva atmósléra terrestre carecía
de oxígeno libre, mientras que er;i rica en gases volcánicos:
dié)xido de carbono, monéixido de carbono, siilfiiro de
hidrógeno, amoniaco y cianuro tic hidrógeno. Aunc|ue
estos gases .son venenosos para nosotros, fueron el hálito
vital de los |)rimeros seres vitos. Ln el atroz entorno de la
primitiva Tierra, estos compuestos reaccionaron entre sí
creando nuevas moléculas, sustancias (|uímicas orgánicas
mayores y más complejas que los gases originales. }}[
 E l ¡iiimi’i estadio de! cm im ioilo
de una criatura comfdeja: ¡a
célula Jertilizada se divide en
dos. Este óvulo de rata se ha
dividido a los dos días de ser
Jertiíizad o, j una división
¡Msterior transformará estas
células en un ser vivo, una rala
que nacerá en sólo 20 días.
E l material hereditario humano
está contenido en ios 4G
cromo.somas de cada núcleo
celular <la burhuja neqra es el
núcleo de otra célula). Cada
célula reproductora contiene
únicamente 23. pm lo que un
óvulo fertilizado se complela con
la m itad del de cada progenitor.
/ I esto se debe la variedad de la
descendencia.

1
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V
1 -

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M «É ^

Sniicjam es id(-as no constitiiyon sólo una decante

teoría. Fat un lanutso experimento reali/.aclo en 1953 por el
tjuímieo americano Stanley Miller. éste prepan'i un;i
mezcla ele gases sirnihires ;t los de la antigtta atmósléra
terrestre y los sometió a tinti descarga de 60.000 voltios
durame una semana, es decir, a un reláni[)ago artilieial.
Para asombro de todos, el ií((uido c(ue f|uedó en el fi)ndo
del matraz era un caldo rico en compuestos orgánicos (|ue
incluían euairo aminoácidos. Fis])oleaxios por los resultados
de Miller, otros científicos invesligtiron distintas mezclas
de gases .sometidas ;i diíérentes ])ertitrbaeiones, similares a
las r|ue deberían haber tenido lugar en la primitiva
atmósfera terrestre, listas inelnítin ondas tk; ehociuc («es­
tampidos sónicos» de los asteroides y meteoritos (|ue
caían;, radiación ultrti\ioleta ¡del Solí o, simplemente,
intenso calor (de las rocas fundidas). Iodos estos experi­
mentos produjeron las moléculas más sim])lcs de la vida,
y, adetnás, en profusiém. El «océano |trebi<’)tico» del ióndo
de los matraces del laboratorio contiene todos kis aminoá­
cidos necesíirios para la fitrniíición de proteínas, las
unidades individitales a partir de las (|ue se forman el AIXN
y el .\R.\; contiene asimismo otros compuestos, algunos de
los cuales se encuentrati en las célttlas actuales; y otros más
(|ue, evidentemente, no h;m |)art¡cipado en el ])roceso de
la \ id;i.
Así pues, la |)rodticci(')ii de pec|ueñas moléeitlas orgáni­
cas en la atitiguti Fierra parece casi inevitable. Atin
cittindo en la década de 1950 esto constitttyt) itna sorpresa,
la astronomút modertia nos muestra (|ue las moléculas
orgánicas son .sorprctidentetnente comunes en el Fhii\-erso.
Los radioastrónomos han detectado señales emitickis jtor
varias moléeitlas orgánicas a las lotigiutdcs de onda de
nidio desde distantes nubes de gas. Hast;i tihorti se han
identificado en el esp;icio unas eineuenui molécukis difi'-
H2 renles, y como ningitna es muy compleja, .su meni existen­
cia imteslra epte la c|itímica orgánica sigite avanzando en
las nubes de gas interestelares, algo insos|)echable hace
veinte años. Estas reacciones tienen lugar, proliablementc,
en las superficies de minúsculos granos de polvo de la
nube; y existe la posibilidad de c|ite |)ued;in existir molécu­
las más complejas r|ue las encontradas en la superficie de
los granos.
Eos astrónomos han enccinirado también moléculas
orgánicas en algtinos de los meteoritos caídos a la Fierra.
Como vimos en itn capítulo previo, las «condritas earbo-
tiáeeas» constituyen el material más antigtto del sistema
solar, inalterado durante 4.600 millones de años. Tales
tneteorilos han sido investigados en detalle séilo reciente­
mente, y:i que. ;utnc|ue son muy eomitncs en el espacio,
sólo itnos cuantos sobreviven al ardietile paso a través de
la atmósléra terrestre. Una vez epte aterrizan, estos restos
se desgastan rápidamente, a menos epte se les ve;i c;ier y se
les traslade inmediatamente al laboratorio.
El último domingo de setiembre de 1969, una luz
brilkinte relamp;igueó en el cielo mañanero cercatio a
Melboiirne, .Australia. El meteorito explotó sobre la pe-
cpieñíi ciudad de Murchison con un estatnpido semejante
al trueno, y llovieron fitigmenlos de roca. Fite recogido, y
se antilizaron uti total de H2 kilogratnos; entre el porcenta­
je de com))uesios de carbono, los ciemíficos eneontr;iron
varios tijxis de aminoácidos, los com]K)nenies de las
proloínas. Do una u otra forma, las uniclaclos básicas rio la
vicia se habían reunido en el espacio durame la íiji inación
del sistema solar, o ineliiso ames, en la nube de gas de la
(|ue finalmetue se condensaron los pltmelas.
No resulta dilicil com|)render cómo pudieroti haber
aparecido sobre la Tierra moléculas orgánicas de la
com|)lejidad de los aminoácidos, o de los gmpos (|ite
constituyen los ácidos nucleicos. Algunas pudieron haber
sobrevivido a la caíeUi de los tneleoritos earbonáccos,
mientras cpie enormes ctmiidades delxtn htilxxse sinleli/.a-
do a partir de la antigua atmeísfera volcánica. Segtíti el
lti(X|tiímico Leslie Orgel, los ttntigiios océanos lueroti un
«caldo prebiótico» t on l;i coitsistencia de un ligero caldo
de pollo. (|Lie hubiera ixxlido oler a laboratorio (|uímico.
ba siguiente etajta de la historia de la vichi es la más
oscura. JDurante ,')()() millones de años, ctstas moléculas
sim|)les debieron agruparse para constiluir el .MXN, el .\RX
y las proteíntis; pero esto es apenas una parte de la
historia. Eti el laboratorio |tueden íbrmar.se íácilmente mo-
Ic'culas gratules a partir de otras más pe(|U(;ñas, |)ero el
resulttido no es la vida: también han de desarrolhnse
reacciones c|uírnicas interdependientes. Das enzimas (nro-
teínas; «abren» al AD.N con el fin de permitirle reproducir­
se V c'xponer su incxisaje a la decodificación; y, recíproca­
mente, este mensaje constituye una planiíicación para la
jupclttcción de proteínas. De alguna íbrma, una serie de
rc*acciones entre los ácidos nucleicos simples y las proteínas
simjtles deben haber incrementado gradnalnx'iile sn com­
plejidad, originándose en el proce.so moléculas mayores y
más com|)ltjas: el prexoso de la vida .se desarrolla por stis
propios medios; y el mecanismo de prociticción de energía
basado en las enzimas debe tambic'-n halxT.se desarrollado
simultánctamenle. Había algo clis|X)nible para Uxlas estas
reacciones: en el abundante medio del caldo prebiótico,
geiK'raclor de vida, existía una fuc'utc' di* materiales puros y
de «eombiistible».
Las células de fósiles más antiguos fueron halladas en los
c uarzos de T ig Trec, en Suazilanclia ,(]x-ro son scílo los más
antiguos c|tte han dc'jado huellas, cosa epte ix) sucede con
la mayoría de los organismos unicelulares). Teeluidos hace
RIO millones de años, estos organismos simples muestran
C|ue la vida comenzó muy ])roitto en la historia de la
Tierra. Si reducimos la escala del pasado de la Tierra a
sólo 46 años c:n vez de sus 4.600 millont:s, pcxlemos decir
C|ue pasó su primera infancia bajo un continuo bombtirdeo
de rocas procedentes del espacio; pero a los siete años se
habría Ibrmaclo la corteza de la Tiernt, y habrían comen­
zado a constiluir.se moléculas orgánicas simjtles en la
atmósfera. Ln sti ex tavo cumpletiños, a lo sumo, habrían
llegado las lluvias y los océanos inundaron la Tierra; las
rexas más antiguas conexidas datan de esta época y
muestran signos de hi acción del agtia. Kn los cuatro años
siguientes se htibrían Icirmado las sustancias c|nímicas de
la vida en las primeras células independientes, ctitla utui
con un sistema c|uítnico enormemente complicado. Por
consiguiente, la Tierra guardó liHinas de vida desde .su
tetupraua adolescencia hasta su tictital edad adulta, es
decir durante aiiroxitnadarncnte ITl tiños de un periexio de
vida de 46.
Mu\ pronto, estas células primitivtis se etifrentaron a
una crisis. Después de haber ctmsumido ávidamente los
ingredientes orgánicos del caldo cpic les rixleaba, no era
obvio C|ue ttivie.sen otra fuente de alimentación, l nica­
mente ofrecía alguna esperanza el diétxido de carbono de
la atmósfera y el disuelto en el mar. Ll desarrollo de la
lótosíntesis salvó a las células vivas de devorarse entre sí
hasta la extineiéxi, y por fin pudieron utilizar hi luz del Sol
para transformar dióxido de carbono y agua en moléculas
oigánicas, asegurándo.sc así una fuetite de eiuagía permti-
ueute.
Sin embargo, el producto secundario de la lótosíntesis es
(4 oxígeno, y a lo largo de miles de millones de años este
«residuo» de las células de las plantas reemplazó gradtial-
mente al diéixido de carboixi de la atnuísfera, haciendo
f|ue ésta .se alterara lenuunente. Ll espeso \elo inicial de
diéixido de carbono había disminuido de espesor al disol­
verse en los mares y al reaccionar con las rot:as desettbier-
tas; ahora, el resto haltría d(' descomponeise por acción de
las células de las plantas. Ll resultado total de la íiitosínte-
sis consistió en situar los átomos de cíirbono del gas eu las
criaturas vivas, dejando el oxígeno en la atrnósléra. Puesto
que el oxígeno es un gas reactivo, pronto descompuso al
resto de los gases luxivos que qtiedaban d<‘ la primitiva
atméjsfera volcánica. Ll nitiógeno, relativamente inerte,
constituyó una cxceyx ión, ya (pie auiu|ue se encontraba en
cantidades pequeñas comparadas con la abrninadora can­
tidad de diéixido de carixmo, no se disolvió en (4 mismo
grado en los océanos ni reaccioné) con las rocas descubier­
tas; ni tamptx'o con i4 oxígeno, el nuevo ingrediente
atmo.slérico. Cuando los demás gases se agotaron y nue.stra
atmósfera disminuyó su espesor, el nitrétgeno detuvo este
prex-eso y ;ic:abó siendo el gas más abutidante en el aire
hoy en día, del que constituye casi cuatro de cada cinco
moléculas. Una de las citico es de oxígeno; mientras (|ue el
argóti, resultante de la desintegraciéiti del potasio radiacti­
vo, se halla eti tercer lugar, cotistituyetido el 1% del aire.
F4 dióxido de carbono forma eti la actualidad sé)lo ittta
molécula de cada tres mil de la atmóslc’ia terrestre,
contrastando fuertcmetite con las atrnéisferas primitivas de
V'enus y Marte, compttestas totlavía casi por cotnpleto de
este gas.
Al de.saparecer el dióxido de carbotio del aire, las células
de las plantas hubieroti de etifrcntarse a una segutida
crisis, la asfixia por su propio residtto de oxígeno. Sin
embargo, las céhtias animales restablecieroti el e(|uilibrio,
pues consumieron las células de las plantas «(|uetnando»
su oxígeno para restituir a la atméisléra el diéixido de
carbono. .Aém hoy se matitietie este e()uilibrio, ya C|ue las
plantas absorben el dióxido de carlxxu) (pie exhalamos, y
nosotros ing(TÍrnos sus cotnpuestos de carbono y respira­
mos su residuo de oxígeno.
Ll oxígimo de la attnóslcrti prodttjo orta gran tx'volttiióti
en la vida, |tues la extraña molécula de tres átotnos de
oxígetio, el ozono, fortnó un;i ctipa en la parte superior de
la atmé)sl(:ra (pie filtró la lUx iva longitud de onda corta
ultravioleUi del Sol. No había ya necesidad de servir.se de
la protección del agua del mar como pantalla, y la vidii
emergió .sobre la Tierra. A partir de este momento, las
])lantas y los animales no fueron ya, durante mucho
tiempo más, células simples.
 Hacia lo mejor
Kvidcmcmcntc, la vida ha dado un oran |Xtso adelante
desde el día en Cjue todos los seres vivos eran eclulas
microscópicas C|ue nadabtin en los océanos. I'osiles de
plantas y animales de complejidad creciente comienzan a
aparecer en rocas de hace unos cuantos cientos de millones
de años, l.'na vez que las células liuhientn desarrollado la
habilidad de agruparse en tanto (|tic oiganismo itluricelu-
l:ir, aptireció sobre la 'l'ierra tina enorme variedad de
dilcrentes clases de vida; animales, de.srle los in.scctos hasta
los dinosaurios; y plantas como los gigantescos «heléchos»
del carbonífero, cuyos restos fósiles se desentierran en la
actualidad en forma de carbón.
Pei'o (icómo pudo la vida haber seguido caminos tan
diversos ctiando la ingeniosa «apertui';i» del ADN parecía
garantizar C|tie todas las céltilas hijas serían (txactamente
eotno sus |)adres? La respuesta se ftindamcnta en primer
término en la m u ta c ió n . La radiación proeedente del
espacio, o de los elcmentosVadiactivos del sticlo, ocasional­
mente desorganiza y cam bia el ADN de una célula,
alterando sutilmente su mensaje. Experimentos como los
realizados con la inosea del vinagre de i;í|3Íchi rejtroduc-
ción, D ru s o p h ila melanogasUr. y otras especies, muestran C|ue
una mutaciétn .sedo se presenta una vez |Xtr ctida millón de
(o|)ias de .ADN, lo ()ue no es un mal ritmo si, por ejemplo,
pen.samos en términos de copias de discos de gntmóliitio.
Además, como cada .ADN de la célula transmite t:mta
inlórmaciétn como la contenida en varios tomos de tina
enciclopedia, el hecho eqtiivale a reproduciniina estantería
de libros un millón de veces con linicamcnte un error.
La inmensa mayoría de las mutaciones son jx'rjtidicia-
les: el AD.\ alterado no ptiede controlar correct;imente a l;t
célula, y ésta pronto muere. Sin embargo, existe la
excepción, que dota a la célula de alguna ventaja sobre sus
antepasados y parientes: medrará a sus expensas y, linal-
mente, sus de.scendienles sobrevivirán allí donde no podía
hacerlo el tipo de célula original. líl desarrollo de la
f()losíntesis en las células debe haber sido restiltado de
\arias mutíiciones ventajosas cjuc pnxltijeron, en último
término, células que pudieron sobrevivir cuando se hubo
consumido el caldo jxebiótico.
Los organismos vivos de la ’l ierra compiten continua­
mente |X)r alimento y esp;icio vital: es ésta la segunda
fuerza impulsora de la proliferación de íiirinas de vida. En
la lucha por la supervivencia, es más probable que una
criatura que ha heredado una característica útil alcance la
edad de la reproducción, y sus descendientes, que poseen
esta misma earacterística, reemplacen gradualmente al
tijX) original. Así pues, las clases o especies de vida en
nuestro planeta cambian continuamente. Nuestras especies
actuales de perros, elclántes o velloritas no son más
[x-nnanemes que las de los dinosaurios o los heléchos
gigantes tlel carbonííéro.
Charles Danvin fue el |)rimero en enunciar esta idea cic­
la evolución |X)r selección natural del más apto en su
(árnoso y controvertido libro de U5.ü9, El oris>en de las
especie.s. Aun(|iie a nosotros hoy nos jjuechi parecer obvia,
su herética idea de ()iie las especies de plantas y animales
no habían sido establecidas por Dios en la Creación le
g4 enfrentó con his icli-as de la Iglesia, (|ue también eran
mantctiidas por los científicos ortodoxos de entonces. El
pro|)io Daivvin no había deseado iniciar una controversia,
mas la amarga disputa religiosa y científica continuó
durante décadas. Le fueron dispensados honores en todo el
mundo, pero el único honor cpie recibió del (íobierno de la
Reina V'ictoria fue el entierro en la Abadía de VVest-
minster.
Por proceso de evolución, la vida surgió desde las
células simples hasta llegar a las complicadas formas de
vida actual. Hace tinos centenares de millones de años
— época muy reciente en la historia de la l'ierra ,
algunas células desarrollaron la sutileza de vivir en común
constituyendo colonias permanentes. Fue ventajoso para
estas células emprender tareas especializadas: en los ani­
males, unas digerían los alimentos, otras trans]X)rtaban las
siisttincias c|uímicas por la colonia — o «ctierpo», como
ahora lo llamarnos- ; y otras más emprendieron la tarea
de la Itx'omoción, mientras cine algunas se especializaron
en la transmisión de señales eléctricas. Se desarrolló un
gt'tqx) especial de células para llevar a cabo la tarca de la
reproducción.
Durante esta extensa etapa de la evolución aparecieron,
en la escena de la vida, dos factores nuevos y fundamenta­
les. Los organismos plurici-liilares inventaron el envejeci­
miento y el sexo. I.as antiguas criaturas unicelulares eran,
efectivamente, inmortales: se mantenían dividiéndose en
pares de células hijas idénticas (salvo alguna ocasional
mutación; y, a menos (|ue fuera dev'orada o le faltara el
alimento, la célula original «sobrevivía» indefinidamente
en la forma de su pro])ia prole, l.as células simitles carecen
de edad y se repnxlucen de la forma más .scncilhi posible,
dividiéndose.
Sin embtirgo, los organismos pluricelulares enfrentan un
gran |trobleina con la reproducción. No pueden dividir
cada célula de su cuerpo en dos, ya (|iie entonces serían
dos criaturas mezcladas. ,\sí pues, tanto en los animales
como en las plantas, p;irte del organismo está dedicado a
la repnxlucción. Desde la perspectiva de la Naturaleza,
éste es el grtipo de céhilas más importante del cuerpo:
mediante él heredamos la información genética en el
nacimiento, y la transmitimos a las siguientes generacio­
nes. El resto del cuerpo es sólo un intrincado sistema
dedicado a salvaguardar y nutrir a los órgiuios sexuales
hasta (|ue hayan madurado sulicientemente como para
crear lúturas generaciones. Y desde este punto de vista, el
envejecimiento es parte muy im|X)rtante de la evolución,
(lacla nuevo organismo comic-nza como una célula simple,
y debe desarrollarse hasta la edad adulta dividiéndose la
célula inicial una y otni vez para constituir la nueva
«colonia». Sin embargo, si tixlos los adultos de las especies
fueran inmortales, jtronto crecería su número hasta el
|)unto de monojxtlizar las fuentes de alimento, y las nuevas
generacitxies no sobrepa.sarúui la infancia. Foi el jtnxcso
de evolución, los adultos ,sé)lo son necesarios durante el
tiempo en que se reprtxiucen; después deben morir de
muerte natural y dejiir la escena libre para sus descendien­
tes. De esta forma evoluciona el aún poco conocido
pnx'eso de la vejez.
Cada réplicti se desarrolla a partir de una célula simple
prtxlucida por los fundamentales órganos sexuak-s de los
]3adrcs. No obstante, la diversidad de vida puede aereeen- Cuando los seres ¡¡lurieelulares largos jilam eníos que transportan
tarse mezclándose el ADN de los jtadres, y el sutil proceso evolucionan, las células adquieren señales eléctricas hacia )' desde el
de la reproducción sexual se desarrolla de modo que las Junciones esjíccializadas. ( hia cerebro. P'd propio cerebro es una
células de ambos padres se unen y se combinan para dar célula nerviosa, que aqu í aparece vasta red de células nerviosas
teñida y muy aumentada, tiene interrelacionadas.
lugar a una única célula con caracteres mezclados. La
«información» del .ADN de cada padre .sea el color de los
()jos o la altura del tallo de una planta tiene (|uc
competir en el núcleo de la nueva célula. A la ciencia de la
genética le concierne el averiguar |)or (|uc ,se acaba ■Jf' *" '
seleccionando una unidad d(‘ información, un g en . en vez
de otro.
Con el advenimiento de los organismos pluriceltilares, : - *»... A i - . ^
Itrimero en el mar y luego en tierra firme, (|uedaba presta
la escena para un enorme incremento del número de
especies de vida al ritmo marcado por la evolución. Todo
esto es muy reciente en la larga vida dt‘ la Tierra. Kn
nuestra escala de tiempo nxiucicla a 4fi años, las primeras
células se formaron cuando la Tierra tenía unos 12; | X t o
las i()rmas de vida pluricelular no aparecieron basta hace
unos pocos «años». A los 42 airarecicron las plantas y los
animales; y hace sólo un año Cjue los dinosauiios manda­
ban en la T ierra y (|ue surgienjn las primeras |)lantas con
llores. Hace un par de semanas, simios sin pelo comenza­
ron a utilizar las herramientas y el fuego; y en los últimos
segundos han ad(|uirido la tecnología para abandonar la
Tierra, nuestro planeta-hogar, en dimintitas cájtsulas
metálicas, al tiempo t|ue han comenzado a preguntarse:
¿existe otra vida en el Universo?

Los refugios de la vida

K1 tipt) de vida (|ue conocemos necesita un planeta-hogar
como la T ierra, un mundo actioso. L;»s reacciones quími­
cas de la vida tienen lugar en el agua: tanto la original, la
aparentemente milagrosa combinación de las moléculas
en las primeras células vivas en los océanos primiiivtts.
como el ¡)i'oce.so vital actual en nuestras pro]3Ías células.
(Químicamente, el agua es un disolvente muy versátil, y
nuestra vida (|uímica depende casi tanto de las [tropieda-
des de la molécula de agua como de las del átomo dt
carbono.
Al observar nuestrt) sistema solar, los inhóspitos climaí
de los demás planetas nos llevan a considerar a nuestra
acuosa Tierra como un lugar excejtcional. Los pec|ueños
Mercurio y la Luna no tienen gravedad suficientemente
intensa como jtara mantener una atmóslcra, y su agua se
evaitoré) en el vacío cercano del espacio. Venus, c|uc
comenzó |)r<tbablementc cual gemelo de la 'Tierra, estaba
dema.siado prétxirno al Sol, excesivamente caliente como
jtara (|ue el vapor de agua cayera en (itrma de lluvia; y,
además, la aimétsl'era de dióxido de carbono le arropti aún
más, hasta tjtie la temperatura de su superficie alcanz(') el ¿^' en cuanto a los planetas gigantes? Ln la alm(')sléra de
punto de fusión del plomo. .Marte, (|ue gira alrededor del ,Jú{)iter, reacciones del tipo de las de la Tierra primitiva
Sol en una éabita exterior a la de la Tierra, es dema.siado deben tic haber originado una amplia gama de compues­
frío. K1 agua quedé) allí atrapada en los casc|uetes polares y tos orgánicos; pero al no haber océanos ni costas roco.sas,
en las rocas de la sujx'rficie en í()rma de hielo permanente. la mayoría de los bioquímicos dudan de cpie se pudieran
.\un(iue los canales de su stiperlicic jxuecen cauces de ríos iórmar células. Impertérrito ante esto. Cari Sagan, el
secos, y muestran C|tie el agua fluyó alguna vez sftbre mayor optimista de la Universidad de Cornell, ha litrinu-
.Marte, no es cierto (|uc fuera la suficiente para generar lado la hipótesis de C|ue en la atmósli-ra de Júpiter pueden
vida; y los experimentos del Viking no han encttntrado vivir gigantescas criaturas gaseosas Ilutando en los espe.sos
compuestos de carbono en el suelo marciano. gases al igual C|ue los peces en el agua. 85
 Sin embargo, ixua crieoiitrar vida alín a la nuesira
debemos dirigir nuestra mirada fuera del sistema solar. En
nuestra Galaxia hay unos cientos de miles de millones de
estrellas, y las teorías astronómicas actuales muestran (|ue
la mayoría poseen planetas. El espec ialista en ordenadores
.Stephen Dole simuló la íc)rmaeión de los planetas en un
gran ordenador y descubrió c|ue los planetas rocosos como
la '['ierra se li)rman generalmente cerca de la estrella, y los
gigantes gasc'osos, lejos de la misma. En un porcentaje'
razonable de casos .se obtiene un planeta del tamaño de la
Tierra a una distancia tal de la estrella cpic el agua es
lícpiida, |:)rimer rec|uisito para C|ue comience el proec.so de
la vida. Señalemos c|ue aun siendo bastante pesimistas
como para pensar (|ue sólo una estrella entre un millar
posee un planeta familiar conlórtable, habida cuenta el
gran número de estrellas de nuestra Galaxia, esto significa­
ría (|ue aún podemos tratar ecjn cien millones de
«Tierras».
Un ])laneta de este tipo aeabaiía indudablemente con­
tando con oec'aiws de «caldo» orgánico come:) los de la
Tierra primitiva. Y ac|uí ingre.samos ya en el dominio de
la espeeulaeic'ai: ¿se desprende inevitablemente la vida de
una mezcla semejante, o su presencia en la 'Tierra se debic')
a un capricho cpic llevó a unirse a las moléculas que no
habían podido repetirse por sí mismas? Ea notable simili­
tud de todos los ¡iroec'sos vitales |)areee indicar C|ue todas
las células vivas puc'den descender de una célula viva
oiiginal, C|uizá sólo una afortunada coineidencia de mo­
léculas que no sc' rc'petiría en ningún otro planeta del
millón semejantes a la Tierra. \'o obstante, los o[)timistas
arguyen ciuc l;i vida sobie la Tierra sc' inicié) de una fc)rma
sorprendcTitc-mc-nte rápida, en sólo un centenar de millo­
nes d(' años; esto sugiere cpie siguió una sec uencia inevita­
ble de acontecimientos. En vc-rdad, no sc conocen todavía
.sulieientemc'nte los comienzos de la vida como para fpic
podamos decidir nada al respec to.
Este' argumc'iito ])uedc rcpctiisc ptira cada una dc' las
crisis dc la vida. ¿T uc inevitable que las células inventaran
la lc)tosíntesis cuando el «caldo» comenzó a ser demasiado
tc-nuc'? Esas cxdulas animales que respiran oxígc'iio, ¿surgie­
ron para im]X'dir C|ue se asfixiaran las células de las
plantas? ¿Ene inc'vitable, asimismo, que .se desariollara
ut\a espc'cie inteligente C|ue desc-ara conocer el Universo?
¿O todo esto es sc'do fruto del azar?
El optimista conelifiría en c|ue todo ello svicc'dió en la
lc)rm<a adc'cuacla, y cine C'xisten millones de planetas con
vida inteligente; el pesimista podría acabar pensando (|uc
.somos la única lc)rma de vida inteligente en el Universo.
La comunicación a través
del espacio interestelar
Entre los optimistas se enenentian muchos científicos
dispuc'sios a pasar ;i la acción. Si se acejíta c|ue existc'ii
otras cávilizacionc's «fuc-ra dc' ac|uí», algunas, seguramc'nte,
intentarían c'stableeer eontíicto con otras razas inteligentes.
Por ello, durante los últimos sc'inte años todos los astróno­
mos del mundo han buscado señ;iles inteligentes proet'dt'n-
tc's del e.s|);ieio.
Al ign orarlo todo acerca de los jjosiblcs extratc'rrestrcs,
8() l)odría parec t'r C|ue nuc'str;i búsquecUi de sc'ñales se realiza
'/ mías ¡as aiatu ras vivas deheu solar absorbido ea el l>roeeso de
su existemia a i a vuerí^ía de la la /olosialesis. Los aaiaiales
luz solar. L a s ¡¡laala.r verdes se <d)lieaea la eaerf’ia de las
aliiuealaa de dióxido de earhnna mídéealas a sí sintetizada por las
)■ at^aa. ulilizando la eaergái célalas de las plantas.
a ciegas: sc'j Io podemos argumentar a partir de nuc'stra
propia t'x])t'ri('ncáa. Eos científicos planettnios niiintiencn
contacto con sondas distantes por medio cIc' ondas de
radic), y ésta fue la primera i)osib¡lidad que se tome') en
consideración. En 1960, Enuik Diake inició la primera
invcstigacicjn de señalc's extraterrc'strc's: diseñó su «Proyec­
to Ozrna» para trattir dc detectar una eomunictición
inteligente desde las dos estrellas más et'rcanas semejtintes
al Sol. Durtuile tres mc'ses «escuché)» con el gran radiotc'-
lescopit) de 26 metros de Greenbank, en Virginia Oeste,
pero los resulütdos fueron tan vanos como el país dc' Oz,
homéaiimo del proyecto.
A pesar de todo, la radio constituye un mc'clio eficiente
|)ara enviar mensajes a través de la Galaxia. El mayor
rtidioteleseopio del mundo en Aiocibo, Puc'rto Rico
podría recibir un mensaje radiado |)or un telescopio
similar clc'sde eualcjuier lugar dc nuestni Galaxia sin c(ue
las ondas dc radio liieran blocjueadas por el |X)lvo interes­
telar. S(' plantea, sin embargo, el problema de la sintoni-
zaeié)ii. Al igual que con un ec|uipo de rtidio ordinario, los
astróiK)mos C|ue intentan simonizar una señal cósmica
deben conocer la longitud dc onda del transmi.sor; y como
no existí' una guía de programas interestelares, hay que
]jrocurar ('Icgir una longitud de onda (|ue fuera lógico (|ue
emplearan los extraterrestres.
T'rank Drake optó por los 21 em., la longitud de onda
natural cU'l elemento más abundante y más sencillo, el
hidré)geno. En la actualidad .se h;ui t'xaminttdo ;i esta
longitud de onda, con una sensibilidad mucho mayor (|ue
la dc la investigaí'ión original de Drake, unas 600 estrt'llas
dc entre las más prétximas, y, ;id('m;is, sc ha completado la
investigación con barridos de todo el ciclo, con la ('speran-
za de detecttir transmisiones sujM'rintensas tm'is distantes.
Así y todo, nada st' ha conseguido.
Pero ¿es aprf)piada la longitud de onda de 21 cm.?
Puesto (|ue la Galaxia está llena de gas hidrógeno, existe
siempre un íítndo de radiación de 21 cm. C|ue interfiere las
ob.servacioncs. Algunos científicos piensan c|uc una raza
inteligente eseogt'iía una longitud dc onda más «trtmqtii-
la»; cpiizás entn' 21 cm. y 18 cm., la longitud (^' onda del
ión hidróxilo •OH:, agua a la <|ue le lálttt tin átomo de
hidré)geno. Dado (|ue el hidré)gcno y el liidrétxilo constitu­
yen el agua, esta banda de longitudes dt' onda ha sido
denominada «agujero dt' agua»; tal vez sea la longitud de
onda más ;i])roi)iada para encontrar vida basada en el
agua. Sin embargo, las pro])ias moléculas de agtia emiten
a una longitud dt' onda de l,8.á cm. ¿No .serúi ésta tina
elección más ai()rtun;tda?
En la actuíilidad .se realizan investigaciones a todas esttis
longitudes dc omla ])rineipalni('nte en .América y la Unióti
So\ iética, y aunque no se ha dt'tt'ctado aún ninguna señtil,
sit'mpre existe la duda dt' la sintonizaeiétn. Durante los
t'iltimos veinte años sc h;m hecho al menos tres suposicio-
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 l i e s li'igicas sobre la longitud de onda «apropiada» para el
eonlaeU) por radio interestelar; es posible c|ue una eiviliza-
eión un millón de años más avanzada que la nuestra
tuviera de todo ello una idea eonqiletamente dilerente.
Adtanás, trsos seres Iñpotéticos ptteden tener sus razones
para no emplear ondas de radio. Las longitudes de onda
inframijas y ultravioletas son otras jiosibilidades, si bien
no se des])lazan'an eon tanta rtiiiidez a través de nuestra
Galaxia llena de polvo. Herbert VViselinia se vali(') ante­
riormente del gran satélite de ultravioleta Cdpnniai.'i, en
órbita para explorar las estrellas semejantes al Sol más
))róxitnas; |iero también erró el lilaneo.
1.a luz ordinaria tiene asimismo sus desventajas en tanto
que mensajero interestelar. y;i (|ue una señal Inleligenie
sería ¡mulada por el brillo de la estrella jtadre del planeta,
su «.Sol», al ser «vista» a través de las vastas extensiones
del espacio. Sin embargo, los láseres ofrecen una solución,
ptics sería posible sintonizar tui láser para t|ue emitiera en
una de las longitudes de onda en las que la estrella [tache
brillase déltilmente, es decir, en una línea de absorcicin
o.seura de su espectro. Si C'sta es la banda de comunicaeic'tn
de la Galaxia, las primcnis señakvs extrau;rrestr(¡s podrían
provenir no de una búsc|ucda basada en grandes antenas
de radio, sino de nn astrc'momo C|ue estudiara los espectros
de las estrellas como parle de un proyecto de iuvestigacicin
sin relación alguna con este tema.
r;Qiié ocurriría si alguien en el l.Iniverso nos estuviese
«eseudiando»? En buena lógica, también nosotros del:>e-
ríamos transmitir señales para cjue otros las delectasen. De
hecho, el homitre lo ha estado haciendo durante dc'-cadas,
ya que las señídes de radio y televisión domésticas han
salido al espacio y han llegado ya a las estrellas .semejantes
al Sol más pniximas. (¿uienciuiera que dispusiera de un
gran radiolcleseo[)io y atinara eon la Irecueneia correcta,
sabría cpie existe vida inteligente sobre' la Tierra (aun
cuando lo c|ue eonsidne inteligente puede depender de los
programas c|ue ea])tci. En noviembre de 1974 se utilizó el
gigantesco telescopio de Arecibo para transmitir la [rrime-
ra señal humana intencionada a las estrellas. Id mensaje se
dirigié) a nn gran cúmulo de viejas estrellas con la
esperanza de qnc alguna de c;llas tuviera planetas con vida
avanzada. Desgraciadamente, incluso a la velocidad de la
luz, el mensaje tardará en llegar 24.000 años hasta obtener
respuesta, que nos llcígaría 48.000 años después. Esto pone
de manifiesto la increíble soledad del espacio intei'estelar.
Las enormes distancias imyrlican t|ne los mensajes, más
que conversaciones, deben ser monétlogos. Y cnando
recibamos una señal, ésta podrá proceder de una civiliza­
ción que ha desajtareeido durante el tiempo transcurrido
en recibirla; o nosotros podremos haber desaparecido antes
de recibirla.
Viaje a las estrellas
El hombre siempre ha deseado cxjjlorar. Es mucho más
intrigante una expedición tripulada a la Luna que una
misión de robots (|ue llevara a cabo los mismos cometidos
a un costo iniérior. Por tanto, es [jrobablc que un día .se
dirija hacia las estrellas una nave espacial lri[)ulada.
Disponemos ya de la tecnología necesaria. Las naves de
gg paso enviadas a Júpiter, los Pioneer 10 y I I, viajan al
dominio de los planetas exteriores con velocidad suficiente
como para no ser aít'Cladas por la gravedad solar. .Si se
hubieran dirigido a la estrella más próxima, llegarían en
unos 80.000 años.
En la actualidad pueden construirse naves espaciales
capaces de llevar a los hombres a las estrellas en esc
tiempo. Por suptiesto, el problema es el del envejecimien­
to. La hibernación o la congelación, aun cuando disenti­
das, no son viables de.sdc el [)unto de vista médico. Una
pro])uesta más realista t;s la de Gerard O'Ncill, de la
l.hiiversidad de Priiux'ton, un físico nuclear que descubrió
el ii[X) de «anillo de almacenamiento» crucial para el
descubrimiento d(4 C|uark encitntado. Su último proyecto
atañe a la «colonización» del espacio, es decir, al estíibleci-
mientü de gigantescas colonias de miles de [«¡rsonas c|uc
jtermanczcan en órbita alrededor de la Tierra. ^ no hay
ninguna razón ciue impid:i (|ue algunas de estas colonias,
«[ñipadas con cohetes a[3ropiados, realicen largos viajes
interestelares. O'.Ncill estima que dentro de un millón de
años un ticm[X) incrt'íblcmentc corto astronómicamente
hablantlo— , los desrendientes de estos primeros pioneros
podrían extendcr.se por toda la Galaxia.
En rigor de verdad, el [irobleirui, si deseamos ir a las
estrellas más rápidamente, es la cuestión de la propulsión
interestelar. Los cohetes de combustibles c]uírnicos que hoy
vemos despegar desde la Tierra no son bastante elieientcs
como [jara [jropulsarnos a las estrellas a mayor velocidad
cjuc los exploradon;s Pioneer. La única sohición sería una
aceleración suave pero continua, mantenida dunuite años,
y el único [jroceso realmente eficiente t(ue conocemos [jara
ello es la energía rmclear. Un reactor nuclear uoclría
calentar i>as hidrógeno en una cámara de «comljustión», y
este gas caliente ijodría impulsar al cohete tal como lo
hacen los puses c;ilientes quemados uor un cohete ciiiímico.
O bien [Jodría utilizarse l¡i energía nuclear para desuoiar a
los átomos de sus electrones, con el fin de cine reuelieran
eléctricamente a los restos cargados rxtsitivarneme e im­
pulsaran así la nave hacia adt'lanttx
El liiiico diseño «práctico» de nave publicado hast¡i la
lecha Ijombardea literalmente su ruta [jor el espacio. La
sonda fno tripulada; d(^ la Sociedad Británica lnter[)lane-
taria a la Estrella de Barnard staía i)ro|Julsada por las
explosiones de minúsculas bombas de hidrógeno dispara-
das hacia atrás a un ritmo de 250 por segundo, cada una
de ellas accionada sucesivamente jxjr haces de láser. Las
snccsiv^s explosiones serian recogidas por un [jaragtias
magnético situado en la parte posterior de la nave, c|tie de
esta forma sería inpulsada a vt'locidades cada vez mayo­
res. Un vuelo de este tipo, realizado en dos etapas, podría
atravesar los ,á,9 años luz que nos separan de la estrella de
Barnard en «sólo» 17 años.
Sin embargo, la limitación real al vuelo interestelar es el
límite absoluto de velocidad impuesto [xir la Naturaleza:
la velocidad de la luz. Según la teoría de la relatividad de
Einsiein, nada puede desplazarse con mayor rapidez que
la radiación electromagnética; por consiguiente, el tieni|X)
mínimo para llegar a la estrella de Barnard es de .7,9 años
luz; y ésta es la estrella más urói.xima conocida con un
sistema [jlanetario. Hasta losTíiás o[Jtimistas reconocen
f|ue el planeta habitado más [jróxinio es improbable (|ue
D os /tipoh’licas cokm ias la luz solar es rejlejad a por encaja en las actuales teorías d(í los físicos. .\o resulta
espaciales. C ada una es un m edio de gran des espejos. Una exagerado afirmar c|ue nuestra comprensiíin del Universo
cilindro hueco de T2 kdóm etros nave esp acial sim ilar equipada se trastrocaría si fuera posible viajar más ráftido C|ue la luz.
de largo j 6 kilóm etros de con ilum inación a rtijic ia l, y con Por supuesto, esto puede ocurrir en un futuro lejano,
diám elro. E l rápido g iro , uno una un idad de Im p u lsión , jm dría
cuando nuestras actuales teorías nosiparczcan tan ridiculas
cada dos m inutos, crea g rav edad transjrortar lentam ente colonias
terrestre a rtijic ia l. m ientras que
como las tjue consideraban plana a la fierra. No obstante,
hum anas hasta las estrellas.
estas Kíorías pareetm ofrecernos una imagen cada vez más
esto a menos ele varios cientos de años luz. De acuerdo con unificada del funcionamiento de la Naturaleza, y el límite
la teoría cicniílica actual, jam ás será |3osiblc pasar unas de la ví'locidad de la luz probablemente tardará aún en
corlas vacaciones sobre la l^ierra de otra estrella, ni viajar abandonarnos. Durante un cierto tiempo como mínimo, el
alrededor de la Cíalaxia como lo hace un avión sobre la logro más complejo y fáscinanle c|ue nos ha proporciona­
superficie terrestre. do nuestra experiencia de la Naturaleza, es decir, la vida
I.a restricción de la velocidad parece sei* rundamenial en misma, pcrinancccrá vinculada a la fierra... a menos cpie
el Universo. Los escritores de ciencialicción pueden sallar a alguitm se k; ocurra venir a visitarnos desde otros
dentro y lucra del «hiperespacio», pero esta ytosibilidad no mundos...

89
K ! m ic m c o p io pone de
m anifiesto bellas sim etrías a una
escala mucho m enor <¡ue la
apreciable p o r el ojo. Pistas
células fo r m a n la p arte central
de una raíz de ranúnculo.
6. La frontera de lo infinitesimal
 La cxiolnración de lo muy pcciucño os tan diiícil y costosa L as ííisliiiio.s m étodos de con luz p o la r iz a d a ; con
como la exploración del Universo exterior a nuestro itum im ir im ieslias en el ilum inación en cam po oscuro, en
¡tlaneta. Aceleradores de partículas de millones de dólares microseopu) íteenhían aspectos ¡a que sólo se ve la luz
se disputan los fondos con los observatorios y con las diferentes. E sta s diaiom eas difu ndida ublieuam ente; \ con
fa tu a s unicelulares) están luz transm itida uorm alm ente,
misiones de sondas espaciales. En priiiKaa línea, cicntííicos
(d)serm das (de. a rrib a a h a j o ) : que atraviesa la muestra.
dedicados y apoyttdos por los más modernos ordenadores
trazan ambas íiontttras del conocimiento y, cotno veremos,
descubren que los límites de lo ultramicroscópico desalían
al sentido común t;mto como los descubrimientos astronó­
micos estimulan nuestra imaf^inación en el otro extremo.
Si acercamos paulatinamente esta pá,^ina a nuestros
ojos, los detalles se pondrán cada vez más de manifiesto.
Las lótosralías en color se convttriirán en simples estructu­
ras de puntos. Sin embargo, existe un límite por debajo del
cual el ojo fatigado no pitccle enfocar más, y ]X)r ello hasta
el siglo XVII nadie conoció nada que fuera más pc(|ueño.
Hacia esta época se inventó el microscopio simple, (|ue,
eíéctivamente, constaba sólo de un cristal de fuerte au­
mento (tal como al parecer sucedió con el telescopio,
puede (|tie hayan sido varios los ópticos que lo descubrie­
ron indejtendientcmcntc:. Un cristal de aumento nos
permite ver detalles normalmente invisibles para ntieslros
<)jos, y en el siglo XVII los ópticos holandeses hicieron
importantes descubrimientos con estos microscopios sim­
ples (de una lente). Atiton van Leeuwttnhock, pañero de
proíé.sión y conserje tlel Municipio de Dclll, tallaba ktntcs
de ])recisión en su tiempo libre. Con la ayuda de estas
])cfiueñas lentes observó, a través de cristales de aumento
del tamaño de una cabeza de alfiler, un mundo diminuto
que nadie había visto antes, de.scubriendo la estructura,
cuidadosamente ordenada, del tejido vivo, así como la
existencia de seres unicelulares que, ahora lo sabemos, son
descendientes de las formas tk; vida originttrias de la
fierra. Las lentes de Leeuwenhoek, de casi doscientos
aumentos — los suficientes para que una única letra cubra
una página de este libro— , colmaron los límites de la
tecnología de los cristales de aumento, y el versátil
científico inglés Roben Hooke dio el siguiente paso al
disponer dos lentes en un tubo, fabricando así el tipo
actual de microsco]3Ío compueslo (varias lentes;.
Desde entonces, el progreso tecnológico ha perktcciona-
do en mucho el microscopio compuesto de Hooke, pero en
la actualidad aún se re(|uiere más. Sin embargo, exisu; un
límite natural (|ue ni siquiera el mejor micrctscopio puede
superar. La luz .se propaga como un movimiento ondula­
torio con una longitud de onda inferior a una milésima de
milímetro, lo (|iie impide C|ue podamos ver cosas de
tamaño menor. Pensemos en las olas del mar chocando
con una roca. Si la roca es grande contiJarada con la
distancia entre las crestas de las olas — la longitud de
onda , éstas no pueden atravesarla en línea recta, y su
mox imiento se modifica. Sin embargo, cuando las olas se
encuentran con un pequeño obstáculo, tal vez el mástil de
un barco hundido en vez de una roca, su movimiento
prácticamente no .se altera. Lo mismo ocurre con las ondas
knnino.sas. Un objeto comparativamente grande, como la
cabeza de un alfiler, afecta :i las ondas luminosas con que
se encttenira, y la perturbación resultante es la imagen C|ue
\emos: pero-un único átomo, o una molécula, sc>n dema­
92 siado pe(|ueños pam perturbar a estas ondas.
hig u ra de dilracchin d e ra jo s X ésta, tom ada f o r .U anrire
del .U).\: los rayos X emergen H 'iikins d el h'ing's C ollege de
de la nudécida iritis intensamenie Lon dres, se e lia id ó la estructura
en muís direceiones que en otras. de d oble hélice riel .\t).\.
.1 ¡xirtir de foto g ra fía s romo
> (ión energética de imágenes) utilizando electrones. Con
z/ ■ \V
■0 m ■^in lentes, de un objeto tridimensional con lá.ser sobre la
■J* « 4 * V, ' * 4^ • ♦
iiik <*> ♦ #t
0 moléculas idénticas en cuidadosa disposición. Los haces de
V\ / /
0 /
l\)i coiisiíiiiicnic, no |)o(lcnios liiliriiai iiii mitroscopio
supcrjxjteiuc p;ira v(a- directamente los átomos. I » s biólo­
gos utilizan aún microscopios (ipiicos para obs(;rvar células
vivas, pues la arciuitecinra básica dtí la célula es visible, en
especial cuando se tiñen c|uímicamcntc sus diferentes
estructuras. Sin embargo, no surge ningún indicio de la
compleja (juímica de la vida desde este burdo observato­
rio. Es algo así como contemplar una ciudad desde el aire:
veremos trazados de calles y bUx|ues de casas, pero no
podremos ver la actividad constante de los seres humanos
(lile contituye la vida de la ciudad.
•Al incrementar el microscopio en más de unos mil
aumentos, alcanzamos ya los limites de la Naturaleza. Los
detalles que veremos son tan pequeños como la longitud
de onda de la luz, ligeramente inferior a una milésima de
milímetro. Si observamos un alambre gradualmente afila­
do, a medida que nos a})roximemos a ese tamaño comen-
zará a distinguirse cada vez menos, y la parte más afilada
será simplemente invisible. No jxidemos superar el límite
incrementando el aumento: las imágenes simplemente se
hacen mayores ix-ro no nx-joran su dellniciiín - tal como
ocurre al ampliar una fotografía desenfixada— , mientras
que cual(|uicr cosa más peciueña permanece invisible.
Potencias mayores conducen a lo cpie los microscopistas
llaman, gráficamente, «aumento vacío».
Podemos no obstante aprovechar el hecho de que la luz
no es la única onda en el almacén de la Naturaleza.
Existen ondas eicctromagnétieas de longitudes de onda
más corlas, del tamaño del átomo y menores, conocidas
como rayos X : son las longitudes de onda ajX'o|iiadas para
«ver» átomos como si fueran grandes obstáculos. Un
microscopio de rayos X debe mostrarnos los átomos
individuales de un trozo de materia; yx-ro, desgraciada­
mente, los rayos X son notablemente difíciles de enfocar.
Un microscopio ordinario, o inclu.so un cristal de aumen­
to, fimeiona porque los rayos lumino,sos .se desvían y se
enl()can por medio de sus lentes, pero no es fácil construir
una «lente» para rayos X . Como veremos más adelante,
existen formas de conseguir este ti|X) de resolución (l()rma-
todo, los rayos X constituyen una herramienta vital para
comprobar la disixrsición de los átomos en las moléculas, y
los físicos han inventado un ingiMiioso sistema sin lentes
para este })ro[x')sito (en cierto modo, es similar al registro,
placa l()lográliea plana de un holograma).
lili cristalogrtilía de rayos X se comienza a partir de un
cristal ))uro de la sustancia, en el (|uc están agrupadas
rayos X las atraviesan y algunos soti desvitidos por los
.itornos de las moléculas. La disposición de átomos, que se
repite una y otra vez en el agrupamiento molecuUir, hace
(|ue los l ayos X salgati más intensamente en unas direecio-
nes (jiic en otras. Si se sitúa una placa (biográfica para
registrar los rayos X difractados, se revela un ditigrama de
puntos y líneas. La habilidad del cristakígrafo de rayos X
estriba en descifrar este intrincado diagrama y descubrir la
distribución de los átomos. Para molécuhis sencillas biista
con experiencia y sencillos cálculos, pero las moléculas de
las células vivas rcc|uicren más esfuerzo, tai carrera paia
descubrir la moliXula de ADN, ganada jxir muy poco por
Lnmeis (áick y Jam es VVatson, fue en su mayor parte
cuesticin de desentrañar las enigmáticas huellas ekjadas
por los rayos X difractados por estas mok'cukis. En la
actualidad, estos cálculos se efectúan en ordentidores (|ue
pueden escoger entre posibles configuraciones de átomos,
eom|)arando los resultados predichos con los experimenta­
les en una breve fraccitín del tiempo (|ue emplearía un
investigador.
Líi cristalografía de rayos X nos muestra de forma
indirecta los átomos individuales de la materia. Sin
embargo, el físico germanoamericano Edvvin .Mueller ha
inventado un dispositivo completamente diférente con el
C|ue puede kttografiar átomos individuales. En su micros­
copio de emisión de campo, una cabeza de aguja extrema­
damente fina y eléctricamente cargada está centrada en
una cavidad en la (|ue se ha hecho el vacío. En una etapa
anterior han sido adsorbidos en la superficie metálica
átomos de helio, y a medida (|ue la aguja .se carga más
positivamente, los átomos de helio pierden sus electrones y
pasíin a ser iones cargados piísitivamcnte. Estos iones de
helio [xjco ligados son entonces fuertemente repelidos pol­
la punta de la aguja cargada similarmente, y salen
(k'spi'didos .según trayectorias rectas. La punta de la aguja
tiene liirma redondeada (aunque a muy pequeña e.scala).
de forma cpie cuando el campo ek'ctrico obliga a .salir a los
iones de helio según trayectorias rectas, los iones C|ue
inciden en el extremo superior de la cámara de vacío 93
 Cuando la Ii k <’> través de pero a una escala mucho m enor:
una doble rendija, los dos nuevos las regiones de «on das de
frentes de onda «interfieren^, m ateria» perturbadas alta
froducien do regiones de intensa energía muestran dónde existe
perturbación (b r illo ) r de calm a m ayor p ro b a b ilid a d de que se
relativa (o scu rid a d ). f.a m ateria encuentre la partícu la de
se com porta de form a sim ilar. m ateria.
'' , r * \ %
proy<x:tan, dcctivamciuc, una imagírn <k: la punta d(‘ la
aguja. Kl aumento de este «microse,o])io» de])cnde del
tamaño de la cámara frcnu; a la |junta de la aguja. Es
posible un aumcnito de un millón de veces, y a esta escala
se pueden detectar las imágenes de los átomos individuales
(jU(' constituyen la punta de la aguja. Fotografías de estas
imágenes enormemente amplificadas son ya clásicas en la
historia de la ciencia, y constituyen prueba detcírminante
de que la materia está realmente constituida por átomos.
Como para la mayoría de la gente ver es creer, una
lotografía de microscopía de emisicín de cam]X> es intuiti­
vamente más convincente que los esfuerzos de los filósofos,
(]ttímicos y físicos a lo largo de siglos para probar la teoría
atómica de la materia.
No obstantty tanto l;i cristtilografía de rayos X como la
microscopía de emisión de campo, pese a sus enormes
aumentos, son bastante limitadas. .Si desecarnos una foto­
grafía del interior de una célula como la veríamos t:on un
microscopio ordinario superpotente, clel:>emos recurrir a
otros instrumentos. El microscopio electnáiico toma foto­
grafías utilizando un tipo .sorprendente do radiación de
longitud de onda corta; los propios electrones.
Ondas-partículas
Cuando en el siguiente capítulo nos ceñeontremos con la
naturaleza de la luz veremos c|ue, a veces, se muestra en
diminutas |rartículas, y otras, en una extensa .sucesión de
(judas. Hac(' algún tiempo, Max Planck y .Albcrt l'ánstein
señalaron el extraño comptjrtamiento de la luz, ponkendo
así de manifiesto una extraña faceta más d(' la Naturaleza.
Las partículas materiales ordinarias electrones, átomos e
incluso pelotas de goll' y planetas— pueden comjjortarse
como ondas.
Esta revolución fue anunciada por un noble francés, el
94 príncipe Louis de Broglie. Prosiguiendo el pensamiento
anterior de los físicos, que calilicaljan el comportamiento
de la luz como corpuscular y (jndulatorio, descubriéj (|ue
las ecuaciones (jttt- clcscriben el modo en que se mueven los
electrones o en t|ue vuela una pelota de goll kj hacen como
si unos y otra fu(Tan paquetes de ondas. Estas nuevas
ondas no son campos eléctricos y magnéticos fluctuantes
como la hiz y otras radiaciones electnjmagnéticas, sino
nrir/fís de materia: «una lluctuación en la posición de la
propia materia», sería tina manera de describir la extraña
predicción de De Broglie en lenguaje no matemático. La
comprensión de |3or cpié la materia se comporta en forma
de ondas es esencial si apuntamos a los límites de nuestra
búsqueda. Para hacernos una idea de ello, podemos
investigar cómo algo tan vulgar como una pelota de golf
resulta afectado |XJr sus |)ropiedades ondulatorias.
l a forma más sencilla consiste en comenzar con la
onda-|jartícula natural de la propia luz. Qjloquemos dos
dedos adyacentes casi tocándose, de manera (jue ejuede un
hueco de menos de un milímetro entre ellos. Pongamos el
luu'co delante de un ojo y miremos a su través un íóndo
Ijrillante, por (tjemplo el cielo, y veremos linas líneas
oscuras a lo largo de la longitud del hueco. Esto es una
evidencia directa de que la luz se comporta como una
onda. Ea luz, perturbada al atravesar el estrecho hueco,
«interfiere» de Itjiina qtte en unos lugares las «cntstas» de
las ondas ctjincidcn y dan lugar a una línea brillante,
mientras Cjue en otros las «crestas» coinciden con los
«valles» cancelándose entre sí y dando lugar a oscuridad.
Las bandas alternas luminosas y oscuras son lácilmente
explicables en términos de ondas.
.Sin embargo, también podemos pensar que la luz se
propaga como un chorro de partículas. Ea sensación de la
visión (;s, simplerntaite, el impacto sobre la parle posterior
de nuestros globos oculares dt; innumerables fotones lumi­
nosos individuales. Las franjas alternativamente luminosas
y oscuras significan que los fotones inciden principalmente
sobre ac|uellas franjas que vemos como brillantes y evitan
las ántas negras (;n apariencia. Es imjxjsible decir dónde
incidirá cada fotón individual antes de tute atraviese el
hu(;co entre los dedos; pttro sí podemos afirmar que es más
probable C]ue lo haga en una «banda brillante». Así es
como se vinculan los aspectos de «onda» y «partícula» de
la luz. Imaginemtjs un fotón Itimitjoso que se propaga a
través del hueco de los dediJS. Si fuera una simple
partícula en movimiento, por ejemplo una bala, no se
desviaría, y al mirar hacia la luz veríamos simplemente
una tira unilórmemente iluminada; pero el fotón se
comporta también comcj una onda. Podernos pensar <;n la
parle t|ue se cornptjrta como onda propagándose a través
del htux'o, (‘ interfiriendo consigo misma para dar lugar a
zonas no perturbadas y a zonas de gran perturbación.
Ahora bittn, <;s simplemente más probable que el paquete
de energía o fotón .se mu(;va en una dirección en la que su
otida asociada Ibrrne una zona de mayor perturbación.
K(j se puttde decir en cuáles de las zonas brillantes
acabarán kjs lóiones individuales. Es sólo cuestión de suer­
te. P(‘ro, cuando millones de fotones incidan, se distribui­
rán equitativamente entre las bandas brillantes «fuerte­
mente perturbadas», mientras que evitarán las regiones
«poco perturbadas» haciendo que sean negras.
Com im ibacw n de í/iie la mnlei ia
Im ede com portarse como una
onda. Un h az de electrones
rejlejados p o r un cristal de
níquel no form a un sim p le
punto, sino una serie de círculos
concéntricos, ¡.as "(indas de
m ateria» de los electrones
rejlejad os p or las diferentes
capas de! cristal inlerjleren enire
sí. produciendo zon as circulen es
en las (¡ue se concentran tos
electrones rejlejados.
! ü micro.scopio' electrónico de
barrido produce im ágenes en
profu n didad con una resolución
mucho m ayor (¡ue la de un
m icroscopio óptico convencional.
E stos ¡rtóhulos rojos están
aum entados (iO.IHX) veres.

Si pensamos (|uc (;sto suena a eoiijuro, eslareinos en lo
cierto. K1 comportamiento de la luz como onda y ptirlícula
tiene completo sentido cuando se e.xpresa mediante sus
correspondientes ecuaciones, pero resulta im|josil)le deseri-
l)ir (m términos vulgart^s lo Cjue sucede, pues estos aspectos
de la luz no constituyen precisamente una exptniencia
cotidiana. Sin embargo, la descripción de la luz como un
l(5té)ii cuyo movimiento está controlado por ondas «guía»
que deciden ctiál es la direcciéni más probable en que se
mueva es una aproximación razonable.
Volviendo ahora a las «ondas de materia», nos encoit-
trarnos con cjue alijrtunadamente podemos pen.sar en ellas
de una l()rma similar. Cualquier objeto (pu- .se mueve tient'
una onda «guía» asociada, pero en la \ida diaria las
longitudes de onda son tan pec|ueñas (|ue no podemos
medir los efectos. Tomemos un ejemplo similar al de los
l()tones de luz (|ue .se propagan a través de una rendija. Si
enviamos una .suct'sión de {telólas de golf a través de un
jtorlal abierto, teóricamente sus ondas guía interferirán
consigo mismas, dando lugar a que exista una minúscula
probabilidad de que cada {telóla no lo atraviese t-n línea
recta. Si sujtoneinos que nuestra {tuntería es exacta, en
ausencia del {tonal todas las {telólas se inirodueirían en ('1
hítyo. Sin embargxt, a causa de la «naturaleza etndulatoria
de las {telólas de golf», la (tn'sencia del ¡tortal im|tlica ((ue
cada bola alcanzará el campo en un lugar ligeramente
diferente. A eada lado del banderín existirán regiones a las
que llegarán {telttlas de gttlf ¡«brillantes», en la analogía
de la luz) y regutnes donde no lleguen ¡«oscuras»). La
dificultad en la {tráctiea reside en que estas bandas
«luminosas» y «(tscuras» están se¡taradas ¡tor menos de
¡una millonésima de billonésima del diántelnt de un
átomo!
Sin embarget. cuando descendeuKts a las minúsculas
masas de las ¡tartículas fundamentales, las ondas guía son
muy im{t(trtantes. Ln realidad, las longitudes de onda de
la materia {tueelen ser incxtnvenienlemente largas. Pttr
ejem{tlo, un eleclrém que se des{tlaza {tor el filamento de
una lám¡tara tiene una l(tngilud de onda mayor (pie el
tamaiiit de un átomo, pero si se acelera el electrón, su
longitud de onda se reduce: en esKt ladiea el secreto del
mierosco¡tio electrónico, la herramienta más versátil {tara
(tltscrtar mctléculas y estructuras celulares.
Al tener un haz de ('lectrones una longitud de onda
mucho menor cpie la de la luz (y similar a la longitud de
onda electromagnética de l<ts rayos X ), se {tuede enfocar
íáeihiK'nte {tor inediit de cani{tos magnéticos. (La rnayoiía
de nosotros cuenta con «lentes» electrétnieas en nuestras
ltro(tias casas; de heelut, las bobinas magnéticas de un
tubo de televisión enlitcan Uts eleetrttnes {troeedentes del
cañón de electrones en la {tantalla.) Los ¡trímeros micros-
co{tios eleclrétnicos imitaban a los ó¡tlicos. Un haz de
electrones que llega hasta la muestra es aumnilado ¡tor un
«objetivo», y se lo recoge sobre una ¡tantalla o una ¡tlaca
fittográíiea. Ln los más recientes microscopios electrónicos
«de barrid(»>, el haz de electrones se icl1<;ja en la su¡terficie
de la muestra ¡tara dar fotografías que se pueden observar
tridimensionahnente.
Muchas de estas li)tografías de los microscopios eleclré)-
nicos de barrido dan una sensación de mayor «realidad»
cpic las de los microsco¡tios convencionales; al verlas,
resulta difícil ¡tensar (¡ue conlenqtlamos un mundo cien
mil veces más ¡tequeño (¡ue la vida rival, en el que un
cabello humano tendría diez kilómetros de largo y .sería
más ancho (jue la altura de una casa de cuatro ¡ti.sos. Lsie
es el límite que, ¡tor ahora, ¡todemos alcanzar en cuanto a 9,^
 lólograíias con dctalk" j>ara inlenlar ir más lojcjs, dentro
del átomo, son necesarias técnicas más indirectas.
En el interior del átomo
Krnest Rtuherlitrd, el físico neocelandés primero en trans­
mutar nn elemento en otro, fue también el primer hombre
C]ne se asomé) al interior del átomo. Stt método, muy
simple en esencia, prefiguré) muclios expt'rimcntos poste­
riores c|iie procuraron invcslig;ir en lo más pe(|iieño. Se
ba.sa en bombardear un blanco con determinado tipo de
partículas, y ver cpié le sucede. Sus proyectiles .enm
núcleos de helio de alta \elocidad emitidos naturalmente
por elementos radiactivos; y el blanco, una delgada
lámina de oro. Predijo un resultado simple. Kn a(|uclla
época, los cicntílieos creían t)ue los átomos eran difusos,
extensas burltujas icón electrones embebidos) y, por tanto,
las partíctilas de alta velocidad debían poder atravesarlos
en línea recta; y aunc[ue la mayoría así lo hicieron, hubo
unas cuantas epte rebotaron. Cenno afirmó Rutherl()rd,
«era casi tan increíble como disparar un ])royectil de
l.á pulgadas contra una luya de papel de seda y (|U('
rebotara y nos diera».
Sólo cabía una explicación. Casi toda la masa del átomo
y toda su carga positiva deltía est;ir conc:entr;ida t'n el
centro, sitio al cpie Rutherlórd denominó núcleo. Kn torno
a él, prácticamente todo el volumen del átomo está vacío,
y únicíimente contiene los electrones Cjue giran a su
alrededor. Hoy, esta imageti de los átomos nos parece muy
familiar, pero en 1910 constituyé) un avance revolueionario
en nuestro conocimiento del Universo.
Unos .sesenta años más tarde, estos experimentos de
«tiro ;tl bhmco» comenzaron a revelar lo (|itc había dentro
de las supitestas partículas «ftindamcntales». Al lanzar un
electrón sobre otro, los mismos rebottin c:omo si se trattira
de un par de bolas de billar. Si se acelera el primer
electrón a una velocidad mayor cpie la c|ue tenía al
comienzo, disminuirá .su longitud de onda de materia, y
ambas partículas rebotarán como si fíicran bolas más
peciucñas. Incluso a las más altas velocidades (lue los
físicos |)ueden comtmicar a los electrones, éstos siempre
rebotan como simples esferas cuyos ttimaños efectivos
dismimiyen al aumentar la velocidad de la partícula,
simplemente porc|ue disminuye la longitud de onda. I.os
físicos piensan Cjue los electrones .son realmente simples
partíctilas puntuales.
Sin embargo, ctiando los electrones choean con proto­
nes, el cuadro es totalmente diferente. Kf>s electrones con
longitudes de onda suficientemente cortas son reflejados de
una f()rma poco habitual, lo cpie muestra (|ue los protones
no son simples puntos materiales. Kn vez de ello, [xtrecería
que existen tres puntos dentro de cada protón en los (|ue
está concentradíi la masa. Al principio se denominaron
«partones», pero ahora es obvio que poseen exactamentt'
las mismas característieas (|ue habían predicho los teétricos
para los tres (|uarks constituyentes de un prc>tón. Más
recientetnente, estos experimentos de dispersión utilizan ya
electrones cuyas enormes velocidades les confieren longitu­
des de onda stificientemente pequeñas como para «pene­
trar» en los protones, mostrándonos los propios (|uarks.
95 Aunque, por cierto, los físicos no han logrado aislar un
quark «libre», los experimentos de dis])ersión de electrones
íy muones; constituyen la «evidencia» más ajtroximada
(|ue tienen los científicos de los (|uarks individuales.
A esta altura, deberíamos retroceder y precisar (|ue a
escalas tan ftccjucñas como de las tpit' se trata en física de
partículas, la nocié>n de ¡amaño es bastante ambigua.
Probablemente un electrón no tiene «diámetro» real, es
infinitamente pec|ueño y de masa y carga puntual. Sin
embargo, en un experimento re:il, el electrón se comporta
como si tuvierti tin tamaño prácticamente igual ;i su
longitud de onda: al aumentar su velocidad, su tamaño
efec t ivo disminuye.
Un ])rotón lento se comporta asimismo como una
partícula del tamaño de su longitud de onda, pero a
velocidades más altas su tamaño disminuye Imsta alcanzar
un límite; por ello, un protón tiene im tamaño real
significativo cine coincide prácticamente con la distancia
(|tie separa a los quarks que lo constituyen.
Como ya hemos señalado, el mundo de lo muy pc(|ueño
hace pocas concesiones al sentido común. Los físicos de
|)artículas no hablan generalmente en términos de «taimt-
ños», |)ties los tanuiños medidos dependen generalmente
de cémio se realice el experimento, e incluso las masas son
a veces difíciles de definir. Los quarks de tin protón están
fuertemente ligados, y la energía de enlace, e(|ui\alente a
la masa, implica qtie la suma total de las masas de los tres
C|uarks no es la misma (pte la del protón. K.1 lenguaje de los
físicos de partículas es rico en términos exétiieos, algunos
baslíintc fámiliarcs, como energía y carga eléctrica; y en
otros, más ;dcJ;idos de la experiencia cotidiana, como
extrañeza, encanto, spiti isotétpico, paridad y número
bariónieo y Icplónico. V se precisa aún una plétora de
términos nuevos ftani describir las insé)litas propiedíides y
reacciones de las partículas fundamentales tjue constituyen
nuestro Universo; a escala muy pe(|ucña, tiene más
sentido emplear términos como éstos (|ue conceptos habi­
tuales como el de tamaño.
A este nivt‘1, los r('snltados experimentales se entrenu'z-
clan con la teoría. No podemos ver quarks individuales ni
leptones, y su evidencia nos llega indirectamente de
destellos luminosos o de avalanchas de corriente en los
detectores de partículas, así ajrno a partii' de trtizas
citrvadíis .sobre las placas l<)tográlicas. L;t mayor parte de
las nuevas partículas más exé)ticas no se muestran ni
si(|Liiera de esta forma, jx*ro los físicos han de recurrir a
ellas para explicar la produccié)n de partíettias conocidas
en combinaciones, trayectorias y energías inespenulas.
Todo esto puede parecer caminar a tientas, pero los
resultados de distintos experimentos, interpretados por
grupos de investigación diferentes de todo el mundo, son
consistentes, y la gran mayoría de ellos confirma las
predicciones de la teoría actual. Sólo unos cuantos ofrecen
resultados inesperados, fx-ro en vez de contradecir l;i
teoría, la extienden al introducir, jx>r ejemplo, nuevos
tipos de partíettias. Hay distintas razones para pen.sar C|ue
el extraño mundo de los quarks y de los leptones, con sus
peculiares propiedades y sus exóticas reacciones, es tan
real como el de los átomos. Recordemos C|ue la existencia
de átomos y moléculas se basó nittchos años en una
evidencia experimental indirecui.
La búsqueda de lo invisible
La clrcada de 19()Ü fue Irsiigo de; la «canora (-spacial»
para situar a un hombre en l;t Luna. Tras un gran gastf) y
el desarrollo de la nueva tecnología de los cohetes gigantes
y de los sistemas de viajtt espticiales, los am(‘ricanos
«ganaron» cttatido Neil Armstrong ptt.so el pie .sobre
nuestro rnunckt hermtmo en 19(i9. Las de 1970 y 1980 .son
testigos de una nueva, tumcpie menos divulgada, earreni,
cuyos premios son tilgo más C|ue el prestigio nacional o el
retorno con un sacf) colmado de rocas lunares. Ln inmen­
sos laboratorios de los Estados Unidos y de Eairopa, los
lísicos persiguen a las últimas partículas de c|ue está
constituido el Univer.so. Los premios no son .sólo el
descubrimiento de nuevas partículas, sino (|ue cada nue\ o
experimento encaja otra pieza eti el cotnplejo rompecalte-
zas de las partículas fundamentales y de las íiterztis; y, así,
llegará un día en el qtie el rompecabezas se habrá
com|)letado, permitiéndonos contemplar la descripcitin
com|)leta de la constitución básica de nuestro Uhiiverso.
Los laboratorios deben .ser enormes, pues inchtyen
má(|uinas (|ue aceleran ])artíctilas a tremendas velocida­
des. El principio es sini])le. Si se sitúa una partícula
cargada (tn un campo eléctrico, es impulsada por la fitcrza
eléctrica. Los clectiX)nes de un tubo de televisión se
aceleran exactamente d(t la misma íitrma: son arrttslrados
por la ruer/,a (déctrica a través del vacío de! Ittlxt hacia la
pantalla cargada itositivamente; al golpear contrti la p;m-
lalla de íóslóro, su energía de movimiento se transforma
en destellos luminosos t|ue dan lugar a la imagen.
Sin embargo, los tísicos de partículas neccsittin electro­
nes de mucha mayor velocidad. En Staníitrd, California,
los electrones son acelerados t:ontinuarnente a lo largo de
un tttbo de vacío de tres kilómetros de longitud. El
alargado montículo que cubre esta sofisticada má(|uina .se
extiende sobre el campo como si se tratara de un terraplén
de l;i Edad dtd Hierro, ptisando bajo las autopistas ctiando
se cruza con ellas. En su extremo, estos electrones salen
disparados sobre una btirrera de experimentos p;ua coli-
siontir con otras partículas y acabar ofreciendo algunas
respuestas a los interrogantes c|ue se plantean los físicos de
partículas. Muchos acelttradortts se construyen en lórma de
gran anillo, eti el que las rápidas partículas se desplazan
en redondo nuintenidas (tn el centro del tubo de vacío por
imanes situados a lo largo de íicjuél. El mayor acttlerador
euro]X’o, el del CERN, laboratorio próximo a Ginebra, es
un anillo completado recientemente de 7 kilómetros de
cincuníéreticia: acelera protones hasta el 99,9997% de; la
velocidad de la litz. E.1 costo de estas instalaciones es un
retlejo de su tamaño y complejidad; el nuevo acelerador
euro]X'o, por ejemplo, reirresenta partí las naciones partici-
patUes l.lOO millones de francos sttizos Í25Ü tnilloncs de
dólares a pritcios de 1971.
Resulta irónico que los físicos necesiten máquinas tan
enortnes y tan caras jxira estudiar los elementos más
pec|ueños del Universo. Sin embargo, así es, y ya hemos
visto parte del porqué: la naturaleza de la onda de la
materia. Para «jx-netrar» y observar que partículas como
los protones están constituidas por (|uarks, se necesita
sondarlos con partículas de alta velocidad de nuty corta
longitttd de otida.
Los resultados más interesantes ile los ticelertidores son
las nuevtis ])ariículas: en 1971, l;i jirimera partícula con
ciuarks encantados; poco después, una ptirtícula con pro­
bablemente un tuievo (itiark («fondo» o «belleza»); mien­
tras que en este mismo período se ha hecho más evidente
la existencia de un quinto miembro de la familia de los
leptones. Como vimos en el capítulo 3, es itnposible
])rotlucir una nueva partícula de la ntida, pero si se
concentra energía suficiente en un lugar, puede originarse
un par }xirtícula-antipartícula. Luía fortna idóneti de
obtener esta concentración de energía es lograr (|ue iitia
partícula de alta velocidad colisione con otra: los residuos
de la colisión están generalmente constituidos por un;i rica
mezcla de partículas y tmtipartículas, y .sólo en ocasiones
aptircee un par desconocido previamente.
El procedimiento más sencillo para provocar tina coli­
sión de este lijxi es hacer que un haz de protones,
electrones o lo (|ue fuere, de alta velocidad, incida sobre
un blanco lijo. El blanco, quizás un blotjue de hierro o una
cámara llena de hidrógeno lícitiido, debe tener bastante
cspe.sor como para cine exista una probabilidad mayor de
(juc las partículas del haz colisionen con un núcleo del
blanco y produzcan un «suceso». Ltis trazas de los residuos
de la colisión de estos sucesos infiirman ;i los físicos sobre el
tipo de partículas íy ami]xirtícul;isi producidas. Gomo la
mayoría de tales sucesos tienen lugar en experimentos de
«blanco fijo», los físicos jxteden medir un número razona­
ble de los comjtarativamcnte infrecuentes suce.sos que
producen nuevas partículas. La media de estos resultados
suministra a los experimentadores \alores bastante preci­
sos de algt) Un importtuite como las masas y las vidas
medias de las nuevas partículas.
Sin embargo, los experimentos de blanco fijo no utilizan
por entero las inmensas energías de las partículas incideii-
tes. Imaginemos que éstas sean eexhes de carrera que
ruedan en una pista circular. Nuestros «núcleos» blanco
son otros coches estacionados sin freno en el arcén. Al
comenzar el experimento, los coches se lum salido de la
carretera y han colisionado con los estacionados, originan­
do un montiín de residuos. No obstante, la mayor parte de
la energía de los coches se emplearía en el ch<xjue con los
estacionados, impulsándolos hacia delante, de manera (]ue
este nuevo movimiento absorbería parte de la energía cjuc
de otra forma se hubiera empleado en los residuos.
Existe un modo bastante simple de resolver este proltle-
ma. Gonstruyamos una segunda pista prácticamente del
mismo tamaño (]ue la primera, pi-ro de fiirma ligeramente
diferente, de manera que ambas'se intersecten en sólo dos
lugares. Enviemos ahora los coches ]x>r una de las pistas
en el sentido de las agujas de un reloj, y por la otra en
sentido contrario. En los ixintos de intersección existe la
posibilidad de (|ue un coche de una de las pistas colisione
frontalmente con uno de la otra. Si ambos tienen la misma
masa, ptirarán en seco, y toda la energía del movimiento
se transfiamará en residuos de la colisión. El precio a
pagai por estas colisiones de muy ¡lita energía es (|ue .son
com])arativainentc infrecuentes: la probabilidad de cjuc un
coche choque en una intersección con otro es mucho
menor <jue la de (|ue colisione con un cohe estacionado en
el experimento de blanco fijo. 97
 No oljsianlc, estas colisiones de alta enerí>ía son impor­ En un inkroscofno electrónico, los átomos se puso de manifiesto
tantes enando se buscan nuevas partículas. Según la electrone.s son reflejados ¡wr las bombardeándolos con núcleos de
lormula masa-energía de Kinstein, cnanto mayor tes la capas más externas de los helio de alta energía,
energía presente en la colisión, más masivos son los tipos átom os; el microscopio de observándose c/ue algunos
emisión de campo utiliza núcleos retrocedían sin desviarse; ¡mees
de partículas y antipartículas que puedan originarse. Los
de helio (¡ue se repelen de electrones de alta energía
experimentadores hallaron el nucvf) Icptxin con los anillos
eléctricamente para form ar una pueden mostrar cdiora los quarks
de almacenamiento de intersección de Stanlórd, simple­ que constituyen los protones _v los
imagen de los propios átomos.
mente porque permitían producir colisiones de alta ener­ L a estructura interna de los neutrones del núcleo.
gía. Los electrones y sus antipartículas, los positrones,
procedentes del gran acelerador, estaban «almacenados»
en dos anillos en intersección, y se los mantenía girando en
direcciones opuestas. Kn las intersecciones, los electrones y
positrones de alta velocidad podrían colisionar, aniquilán­
dose unos a otros en un fogonazo de energía tan imcai.so
ií ik Iíi asoi'iad.) ai
que en los residuers se originarían partículas y antipartícu­ t i - ■- ■■•s
las, siete mil veces más |X"sadas C[ue (i electrón, en letrma
■■■■I.-.
de energía transformada esixrntánearnente en pares mate-
ria-antimateria.
Ln la actualidad se construyen, en Stanford y en
.Mcmania, anillos electrón-positrón aún más potentes con
(i fin de intentar crear partículas todavía más masivas,
l'ambicii se proyectan, en Luropa y en Estados Luidos,
anillos de colisiones protón-protón y protón-antiprotón,
[tues los físicos de partículas coni|)iten para tratar de
(‘uconlrar nuevas partículas aún más pesadas. Y no es sólo
una cuestión de «coleccionar» partículas como la gente
colecciona sellos o monedas, sino de que cada nuevo tipo
de quark o leptón nos diga algo acerca de cómo está
constituido el Universo. Sin embargo, la jirioridad funda­
mental es la búsc|ueda de partículas pesadas que no sean
quarks ni leptones, sino las partículas «W» y «Z», manili-s-
taeiones de la pro|jia fuerza nuclear débil.

La energía virtual lo une todo

Para coinjirender cuál es en la actualidad la última meta
de los lísicos de partículas, debemos .sumergirnos nueva­
mente en las extrañas maneras en que se comporta la
Naturaleza a peqtieña escala. Así pues, antes hemos
hablado de dos lámilias de partículas, los quarks y los
leptones, y de las cuatro fuerzas de la Naturaleza. Pero
¿C|ué son estas fuerzas? ¿Cómo pueden interaccionar dos
partículas separadas? Hace tiempo (]ue los físicos recelan
de la idea de «acción a distancia», y prefieren ]jcnsar (mi
términos de algtma vinctilación tangilJe entre ambas
partíctilas. p r o io n

Con el lin de apreciar en t|ué puede consistir esta

\incuiación, debemos volver a la lámiliar fuerza electro­
magnética. Si aproximamos dos electrones cargados nega­
tivamente, sus cargas los repelen y los separan bajo la
influencia de sus campos eléctricos. Lsta es la forma de ver
la acción a distancia. .Sin embargo, la teoría cuántica
muestra (jue existe un vínculo tangible entre ambos
electrones: un muy fugaz intercambio de fotones. Los
lótones ícapítulo siguiente; son los paquetes de energía en
los que la luz se traslada; en efecto, son un tiyx) de
partículas, pero no se compoiian como el C|uark o el
leptón.
Kn cierto sentido, no resulta soprendente que los impli­
cados sean los liatones, ya que son ftartículas de radiación
9!i electromagnética, y la repulsión electrón-electrón .se debe a
la fuerza electromagnética. No obstante, cuando comenza­
mos a prcguntariu)s de dónde vienen y adónde van, la
teoría da una extraña respuesta: ¡no existen en realidad!
Las raíces de esia extraña situación se encuentran en la
naturaleza onda-partícula de toda la materia. El físico
alemán VVerner Heisenbcrg estableció en 1927 t|ue la
dualidad onda-corpúsculo tenía consecuencias tanto lilosó-
ficas como científicas. Denominé) a esto principio de incerti-
dunihre. Existe un límite natural de lo que jxxlemos
conocer acerca del Universo c|ue parece infranqueable.
Para entender este fúncionarnienlo, retornemos al no
¡■J í¡rati acelerador de ¡larl/adar enersiétieos del anillo se ntilir^an
del Fenni .\'ational Arceleralor /¡ara com/mdfar la eslrneinra de.
¡Mboratory, en Illinoii, tiene (i.5 í/uark.s de la.', /¡artindas _r /¡ara
kilómelros de circunfeiencía. hr< crear /¡ares de nueras /¡articula.^
fmltme.s tremendamente r anli/mrltaila.'s.
demasiado serio ejemplo de un campeón de goll' <|ue
efectúa su d riv e a través de un portal, hacia un campo
distante. Hn au.sencia del portal haría exactamente un
hoyo, o. dicho de otra forma, la pelota de golf no se
desviaría a uno y otro lado de la tr:iyectoria recta c|ue
conduce al hoyo. Sin embargo : despreciando por el
momento la luz), no habría forma de conocer la ]X)sición
de la pelota en su camino hacia el hoyo. .\c|uí reside la
justificación de nuestro portal: si la pelota alcanza el
campo, debe haber pasado entre las jambas y podemos
conocer así su posición; pero también a(|uí existe un
problema, pues la naturaleza ondulatoria de las pelotas de
golf implica (|ue la de nuestro ejemplo pueda restthar
ligeramente desviada de su trayectoria recta. Al definir su
posición por medio de la puerta, no podemos tener ya
seguridad iiccrca de la dirección exacta en C[tie se desplaza.
Por supuesto, estos problemas no le preocupan al
golfista práctico. El puede \er la pelota en todo momento
■auiKjue los fotones de luz tpit' relleja hacen su trayectoria
mucho más incierta que la minúscula dcsviacicm funda­
mental debida al principio de incertidumbre de Heisen-
berg:. Ahora bien, si reemplazamos l;t pelota de golf por
un electrón, el portal por una rendija estrecha, y el campt)
|X)r una placa fotográfica, las consecuencias son obvias.
Cuanto más intentemos definir la posicié>n del electrón a
uno y otro lado estrechando la rendija, su tiaturaleza
ondulatoria hará tanto más incierta su direccié)n.
lo d o esto encíija con las fuerzas de la .Naturalezti por
tina vía lógica aunque tiparentemente indirecta. El [trinci-
pio de incertidumbre nos muestra asimismo cinc no po-
tlemos medir energías con precisiém. a menos cine poda­
mos efectuar la medición a lo largo de un determinado
periodo. Para las energías cotidianas, el tiempo que
necesitamos es muy corto y no .se plantean problemas. Sin
embargo, cuando nos enfrentamos con las energías mucho
menores de las partículas fundamentales, los tiempos
necesíirios son más largos. Pensemos al respecto de una
forma más práctica desde el jtunto de vista de las fuerzas:
un paquete de energía puede aparecer esjxmtáneamente
en el vacío, así como desaparecer de nuevo en un tiempo
breve, tan breve que el límite de la Xaturtileza nos irnjtide
su medición. En cierta manera, ésta es la versión de l;i
.Naturaleza del refrán «ojos C|ue no ven, corazón Cjue no
siente»; aun cuando la energía existe durante un tiempo
demasiado breve como para ser medida, ello no significa
que vulnere la ley de la conservaciétn de la energía (sí
significa, en cambio, ([ue resulta imposible crear energía
de la nada).
Así pues, cuando dos electrones se rejtelen aparentemen­
te debido a la fuerza eléctrica, en realidad intercambian
fotones cuya existencia es dimiasiado fugtiz corno para cjuc
los pixlamos medir directamente. Quizá no sea ésta la
mejor dcseripciém de lo cpie se llama un «campo de
fuerza», pero los físicos pueden efectuar cálculos basados
en este intercambio di* fiitones «virtuales», y los resultados
concuerdan extremadamente bien con diversas clases de
experimentos. Esta es la teoría de la electrodinámica cuántica.
tina de las más exactas de la física actual; relaciona los
fenómenos de las fuerzas eléctricas y rnagiiélicas con otras
|)ro|)iedades de las partículas fundamentales, como el spin,
y da cuenta de los aspectos ondulatorio y corpuscular de la
luz y de otras radiaciones electromagnéticas.
Por tanto, los físicos \cn al fotón como un;t ptirtícula
99
 Ciiindrns iniií'éiilii<v\ de
dislinlM lifm de detectores de
l¡artkidas rodean el /¡nulo de
anií/iriltieióii electrón-jwsitrón en
el Stanford Linear Aecelerator
(,'enter (SI.ACj. mostrado por el
l/sieo C ail l■'liedha:¡. l n
ordenador anali~a las respuestas
de! detector r pone de manifiesto
los tipos de pares parlieula-
antipartiada qne se han creado a
partir de cada explosión de
energía. { Cortesía del ¡.envíeme
llerh e h ! L a h o r a lo is . I
DemosIración generada por
ordenador de las parlíenlas <¡ne
brotan de ana anie/uilaelón en el
■S/. IC, i/ne canjirma la existencia
ele parlíenlas «encantadas». Un
par e/uark encantado-antiqnark se
elesinlegra en dos paies qnarh
eiieantado-qaaii arriba ( mnones
D ) . )■ el ídlimo .se desintegra en
dos conjuntos de partículas
designadas por I r 2. Id
neutrino (arriba i.zqnierda) se
injiere, ¡mes e.uafia sin ajectar a
ninguno de los detectores.

l a s [úerztis electroimignética y débil, nuestra eta])a actual

en la iinilieaei(')n de las liierzas de la Naturaleza.

Cola fuerte para los quarks

t|ue initT])i('ta dos ])apdcs. Un simple l<)ioii es solo
radiaeión, coiikj la luz, (¡ue se traslada de un lugar a otro;
pero los fotones virtuales, f|uc existen durante un tiempo
demasiado breve eomo ptira ser medidos, son los portado-
ri's de la fuerza elcetromagnétiea. Natuntlmentc, los (isleos
han dedueido C|ue las otras tres fuerzas también deben ser
transportadas )X)r ijartíeulas virtuales. Isstas no jHieden
por delinieión ser deleetadas en su ptipel de jxirtaelo-
nis de fuerza, pero ;il igual (|ue los lijtones, deben existir en
lorma «retil» traslad<ándose eomo un nuevo tipo de raditi-
eión.
Según l;i teoría de Steven VVeinberg y Abdus Salam,
(|ue relaeiona las (iiorzas débil y eleetrom'agnélica, el l()tón
sé)lo es uno de una familia de cuatro. Difiere de sus
hermanos en cpie no |X)see masa, y ésta es la raz.étn por la
f|ue las fuerzas eléctricas y magnéticas o]X'ran sobre
tlistancias muy largas. Las otras tres partículas de la fuerza
débil :una llainachi «/», y dos llamadas «VV»i son
pesadas, jrrobablemente unas 70 veces más pesadas ([iie el
protéin, y la teoría muestra (pie esto las restringiría a los
alcances mucho más cortos que saltemos (pat tietie la
Íiierzíi débil.
:\sí pues, los lisíeos compiten actualmente en la búsque­
da de las partículas W y Z, (pie. létgicamente, deberítm
encttiUrarse en los aceleradores de muy alias energías (|ue
se itroyttctan ahora en Luroptt y en los Lstados Unidos. No
serán éstas nuevas partículas que añadir a la coleccitín,
sino (pie sus |)ropiedades darán cuenta a los íi.sicos del
1(X) grado de exactitud ;i que se ha llegado en la unificación de
fam bién en la lúerza fuerte median partículas hipotéticíis,
correcta yx'ro inelegíintemcnte denoniinadtis gluones. Los
gluones agrupan a los (|uarks de tres en tres |)ara constituir
los bariones, como el protón o el neutréin; y |)tieden
tamliién immtener unidos pares (|uark-anticpiark, como
los mesones. .No parece probable cpie aparezcan gluones
libres en los acUtales experimentos de física de partículas,
pero los físicos han conseguido aprender mucho acerca de
los rpiarks y de sus gluoiK's asociados a partir de las
propiedades de estos grupos de quarks fuertemente liga­
dos. las viejas «partículas íiindamentales».
La fiter/a fuerte es realmente intiy fuerte, al menos hasta
el punto tpte se ha demostrado (pie es imposible extraer un
quark de un baritín oponiéndose a ella. Ln 1977 hubo un;i
conmoción al creerse (pie los físicos habían delectado
(piarks «libres» en pecpieñas bolas metálicas i sobre la base
de que tenían cargas eléctricas menores (jue l;i del elec­
trón), pero posteriores experimentos más stnisibles no
coniirmaron esos resultados. Hay en verdad razones teóri­
cas para pensar (|ue los eptarks no pueden existir aislados.
Dentro de un |)rolón u otro bariém , los (piarks
parecen vivir existencias claramente independientes. Ante­
riormente hemos mencionado cómo electrones de alta
velocidad puediai señalar con precisión tres «centros de
masa» dentro del protón. La lúerza liicrte ¡tarece actuar
eomo un trozo de goma: cuando dos quarks están muy
próximos se tifeclan muy poco entre sí; pero al intentar
.separarlos, la liierza se hace cada vez más intensa. (Las
demás (iicrztis de la .Naturaleza actúan al conlrtirio:
ruanU) más próximas csuiii las partículas, más iiuciisas
son las íucrzas dcciroma,í>iU'lica, dchil o gravitatoria.) Kstc
inIrccuciUc comportamiento de la Itier/.íi íiierle encaja
realmente mny bien <;n la teoría C|ue establece C|ue los
(|uarks |)ermaneeen agni])ados de tres en tres por inter­
cambio de «gluones virtuales». L;t teoría, llamada «cro-
modinámica cuántica», predice una l'amiliít de ocho
gluones diferentes implicados en la fuer/.a Inerte.
I.a comprobacióti de la estructura de los bariones con
electrones rápidos no muestra únicamente los tres Cjuarks,
sino (|uc revela también cpie los gluones constituyen
aproxitnadamente la mittid de l;t masa. I\>r tanto, la
fuer/.a fuerte, además de mantener unidos los (|u:irks,
contribuye realtnctite con algo de sí misma ;i la partíctila
resultante. Uti protón es tanto «cola» como quarks.
Kn otros experimentos, los lísicos de partículas han
investigado el funciontimit'nto intertto de los protones
híiciendolos (olisionar. Kn la cxitlosión de energía liberada
salen despedidos, en direcciones opuestas, «chorros» de
tutesas partículas y antipartíctilas; estudiando estos cho­
rros, los lísicos piteden detár algo tuerca del cotnpítrla-
rniento de los (|uarks en el interior de los protones
originales. Utia v('/, más, los re.sultados confirman satisfac­
toriamente las picdicciones de los teóricos relativas a las
cíirgas eléctricas y a los spines de los (|uarks.
Por tanto, la teoría de kts (|uarks está viva y bicti vivti.
Desgrticiadamente, la teoría actual no jjrecisa cttátutis
clastts de (|uarks diferentes debiera htiber. Kti la teoría
original se necesitaban tres arriba, ttbajo y extraño ,
mientras c|ue el cuarto encanto se postulé) pronto.
Kste lite realmente «descubierto» en 1974, en dos experi­
mentos diferentes y casi simultáneos epte valieron premios
Nóbel a los directores de los ecjuipos, Burton Richter y
Samuel I ing. Sus hallazgos, anunciados el II de noviem­
bre, son alécttiosamente recordados por los físicos de
partítailas como la «Revolución de Noviembre», ya c|uc
constituyeron no .sólo un triunfó de l;i teoría de los qttarks,
sino epte indirectamente a])untalaron la teoría de la
ttnilicaeiétn de la fuerv.a eicctromagnctiea débil.
K1 «descubrimiento» del quark encantado no quiere
decir qtie se obtuviera en el experimento un único tpiark
aislado. La ptirtícula se encontró realmente como combi­
nación de un tpiark encantado y un anti(|uark encamado
como tin ti|)o de mesón. No se la pudo explicar como una
cotnbinacitai de los t|uarks ctmocidos, y posterkaineme se
ha probado (|uc la interpretacié)n inicial era correcta.
Kn 1977 se repitió la historia cuando el físico americano
Keon Kederman descubrió un mu'vo mesón t|nc no |X)día
estar constituido por ninguno de los cuatro tiuarks conoci­
dos; tenía cpie tratarse de un nuevo par cptark-anticiuark al
tpte, anterionnente, los teóricos habían denominado «fon­
do» o «belleza». I -a teoría sugiere que el núttiero de quarks
debería ser par, y ahora l;i bús(|ueda se dirige hacia el
sexto tipo de «cima», o, más elegantemente, «verdad».
■\sí llegamos <i la tihima de his fiterzas de l;i Natitralezti,
la extremadamente débil y enigmática gravitación. Los
físicos de partículas no puedeti ex|)erimentar con la
gravitación eti el laboratorio, pues carece de efecto mt'nsu-
rablc sobre las partículas. Sin embargo, teóricamente
debería ser también el resultado de un intercambio de
partículas vimuiles eu el cpic estaría im])licada una
partícula denominada «gntvitéin». La grtivitación tiene
algo de intruso entre las fuerzas en dos aspectos; siempre
atrae y nunca repele; y la intensidad de la fuerzti depende
de la propiecüid más fundamental de un cuer|)o, su masa.
Independientemente de (|ue la partícula esté eléctricameti-
te cargada, o de que stxt un <|uark o un Icptón, l;i
gravitación le afectará de la misma íiirina. .\lbert Kinstein
consideró c|ue la gravitaciém era utia lúerza especial, y la
entendió como una distorsiém del propio espttcio; su teoría
es aún ki más útil para los astrónomos, como veremos en
cajiítulos posteriores. Sin embargo, la gravittición también
puede describirse como tm intercambio de grttvitones
virtuales.
Lo f|ue htice al grtivitón difereiile de las otras «ptirtícu-
las de fiterzas» -el proltín, las partículas VV y /. y los
gluones es su spin. Hemos mencionado anteriormente
(|ue la Naturaleza tiene una unidad básicti de spin. Las
partículas como los quarks y los leplones tienen, cada una,
media unidad. 'IOdas las partícukis de fuerzas, tiparte del
gravilón, poseen una unidtid de spin, esto es, en algún
sentido tienen doble canlidtid de giro tiircdedor de sus
propios ejes. Cuando los (luarks o los leptones intercam­
bian estas «partículas de fuerzas», la teoría mucstnt (|ue el
spin de una unidtid significa cpie «en tanto (jue» partículas
(c|uarks y leptones) se repelerán entre sí, como sabemos
([ue sucede en la práctica. Sin embargo, cadti gnivitéai
posee dos unidades de spin; y tales partículas gencrtirtín
siempre una liierza atractisa con una intensidad depen­
diente de la masa del cuerpo. La teoría de los físicos de
partículas })uede explicar las inséilitas propiedades de la
fuerza gra\ itatoria simplemente mediante el alto valor del
spin de las partículas virtuales ¡gravitones: c|ue se inter­
cambian.
Puede llegar a creerse (|ue otorgamos excesivo cnlásis ;i
algo tan trivitil como el spin, pero esta cantidad tiene un;i
inlluenciti sorprendentemente importante en física funda­
mental. [-as ptirtíeulas con spin un medio :c|uarks y
leptones; jamás pueden existir en la jiroximidad de otnis
partículas semejantes de idénticas proyiiedadcs. Por esta
razón, los electrones (|ue se hallan en éirbiia en torno al
niícleo de los átomos no se amontonan en la órbita más
interna, sino que una vez que esta está cubierta (con dos
electrones de spines opuestos), el siguiente electrón debe
sittuirse en una éabita más externa. .\sí se origina la
compleja estructnni externa de los átomos, (|ue da lugar a
sus dilérentcs propiedades químicas.
No obstante, las partículas con «spin uno» o «spin dos»
jtrelieren agru|)arse. Desde este punto de vista, nn h;tz de
láser es una agru|)acié)n de fotones exactamenU' idénticos y
todos con la mism;i energía.
Así ])ues, el mundo de los físicos está poblado por
])artíeulas de spin un medio, las de las familias de los
C|uarks y de los lc|ttoncs, así como por otras de spin entero
c|ue tienen sus propias leyes. K1 inlerctunbio entre los
(|Liarks y los leptones de rápidas e invisibles ptirtículas
«virtuales» originti las fuerzas de la Naturaleza. Al menos
una, el fotéin, existe como ptirtícula pro|)iatnenle diclia; y
con aceleradores de partículas |)otentcs, debetán comenzar
a levelarse los ghiones y las ptirtículas W y /,. jp]
Ims resplandecientes velos de las Sol, que chocan con la atmósfera
auroras, boreal y austral, se superior de la Tierra siguiendo
originan en partículas cargadas el campo magnético terrestfe.
eléctricamente procedentes del
7.Un Universo de luz
 l'J ( ido nocturno es una bcivecla oscura, cuajada de miles
de diminutas joyas centelleantes cuya luz proportúona al
astrtmomo ini()rmaci(')n acerca de las proftindidiides del
es|tacio.
Desde siempre ha lascinado al hombre la existencia de
Sil' Isaat .Vt'U'to/i JiK’ i l jirim aii
i'ti cimsimir un te!i'saipiii ik
ri’/lexión ulili^nmh un espi'ji)
airn i, en vez <te i<»<i lente, liririi
reeaiiei r enjoau lu luz- l'Ste e\
su sesiunrlo nwdi lii. de I(i7 l: el
es/iejii del extrenw inferiin iijleju
lu luz ul oeulin pin uiedii/ de un
peipieñi) espejo incliimdu.

estas luces en el cielo, y no es casualidad (jtie la astronomía

sea la más ;mti<>ti;t de las ciencias. l'J mocimiento de
al£>iinas de las kices más brillantes los planetas, (|ue un btien instrtimento de observacii'in. Las fotogralías
signiftca «viajeros» en griego , .seguido semana ints lircsentan \arias venttijas im])ortantes, y un telescopio de
semana, condujo al coiKjcimiento de nuestro sistema solar; un observatorio iirofcsional se utiliza en la actualitkid casi
\ la identilicacitai de otras estrellas como distant(*s soles exclusivamente como cámara astronómica. Un lelesco|iio
ayudó a los hombres a comprender la inmensidad del así utilizado es ick'-iitico, en cuanto a disposición fiptica. a
l iiiverso. Descifrar el tnenstijc de la Ittz procedente de las ki lente de local kng;i o teleobjetivo de los foiógraliis, con
estrellas es partí los astrónomos actttales de inteiés primor­ kts únicas diferencias del tamaño y de (pie en los grandes
dial, ya (|ue, a excepción de las sondits espaciales ein iadas telescopios modernos se usa tm esp(;jo, en Itigtir de tina
a la s [rlanetas, hati sido la luz, y otras radiaciones electro­ lente, para concentrar la Itiz.
magnéticas (|tie recibimos en la Tierra las únicas vías de Las placíis fotográficas almacenan toda la luz (pie incide
acceso al conocimiento del L niverso. sobre ellas, y así, a dili-reiicia dcl (ijo, registran objetos más
I,a intención del telescopio sacf) a la astronomía de su (k'-biles mediante exposiciones de larga duración, constitu­
l'-dad de Piedra. .\tm<|ue no |jttede asegurarse C|ui(‘n yendo un registro |X‘rm;inenle ()iie los astrónomos |)ueden
inventó realmente el ])rimer telescoirio de dos lentes, sti estudiar en cu;ik|uier instante. Uno de los inconvenientes
principio fue descubierto probablemente de liirma intle- más serios del ojo es la distorsión subjetiva (pie se produce
pendientc ])or varios ()])ticos, a finales del siglo XVI, de modo insensible cuando Rirzamos el límite de x isiluli-
cuando se liilrricaron las primeras lentes suficientemente dad; los «canales» de .Marte son cpiizás uno de los
buenas como p;ua obtener imágenes nítidas al sor dispues­ |x imeros ejemplos del ()jo engafumdo al cerebro.
tas en forma de tele.scopio. .Sin embargo, no cabe duda de Si el aumento no es particularmente im|xirtante, ¿por
c|ue el cé'lebre científico italiano (lalileo fue el |trimer ()iié construyen los asininomos enormes tele.scoi^ios como
hombre (jtte iTalizó frecuentes observaciones tistronómicas el de 3 metros de diámetro de .Monte Palomar, o el
con el nuevo instrumento, obteniendo resuluidos espec­ sovu'tico de (i metros del Ob.servíUorio de .\slro(isica
taculares, como el de los cráteres redondos de la Luna, las Zclenchiikskaya.^ I,;i respuesta, simplemente, dice (|ue un
|)ec|ucñas lunas cpie se hallan en órbita en torno a Júpitei' telescopio grande concentra más luz (pie uno pecpieño. La
y el descubrimiento de los planetas como globos en v<v de mayor pane de los objetos de especial inteirs en astrono­
como puntos InmiiKjsos. mía mixleriia, (pie aparecen muy dt'biles dada la gran
,\un cuando el primer telescopio de Galileo tenía unos
treinta aumentos, ])robablemente no proporcionaba m:ís
detalles (|ite unos prismáticos modernos con lentes muy
supei iores. Todo el mundo .sabe c|tte un telescopio aumen­
ta el tamaño aparente de los objetos dist;mtes, pero no es
esto lo c|uc le interesa fimdamcntalmentc al astrftnomo
moderno; el problema real con (pie se tiene (|ue enfrentar
es el del «parpadeo». Ksta constante titilación de las
estrellas se debe exelnsivamente a (jtte la alnufsfeni de la
fierra está en contintio movimiento. La Itiz procedente
del exterior sufre constantes desviaciones y cambios, y, así,
la imagen de una estrella \ista con un tek'sco|)io de gran
íiumento está continuamente mmáéndose y oscilando,
(kumdo se obser\a un planeta, la luz relk;jada de.sde cada
porción de sti su])erlicie vttría. y kt imagen a|)arece
contiimamentc distorsionada. Ls algo ptirecido a mirar el
Rindo de tina piscina desde tirriba cuando el agua cstfi
perturbada por la ]tresencia de los btiñistas. Ocasional­
mente, existen breves momentos en los cpie es jxisiblc
observar ;i travi'-s del aire en calma, y el observador
entrenado tiene cpie niemorizar todos los detíilles (|ue le
sean |X)sibles en ese raro y mágico momento de «buena
visibilidad». .\nn así, la \ isibiliflad de una noche media
scilo |X'rmitir;í kt utilización de unos ctiantos cientos de
aumentos.
Ln n'alidad, hoy día los tistióiionios prolesionalcs no
104 suelen mirar jior el telescopio, ya (pie el (ijo humano no es
El rijnu'tiif ilc rr/)(u:l()ie\ han de liiiiileirse a
71 antímctros di-l Rrai leiiEs metió)es de
Observatorin ik (lyenm /ili ts >1 (ilmixiwadnmenle / iin iio. jmes
imí.s jjkhkIi' ik G¡an BiHtiih r olííts mayores se ivmharúw bajo
(V (El mundí). Eos sil liiiijiio ¡leso.
distancia a C|uo se ciicuciitraii, dcbcti estudiarse usando
tírandes telescopios f|ue recojan mucha más luz.
Lata lotos'iafía tomada con un «ran telescopio muestra
realmente menos dettilles de los objetos brillantes rpie los
f|ue puede ver el (jo con el mismo telescoitio. debido a (|ue
durante los minutos de exposiei(')u los momentos de buena
visibilidad (|uedan cubiertos por la normal oscilaci(')n de
las imágenes (pie emborrona los detalles más linos. I.as
|)(Tspectivas l'uturas tienden a mejorar esta situaei(’)n; ya se­
lla probíido un esjiejo |)e(|ueño y tlexible, euya distorsión
contrarresta la de la atmósfera y olfece imágenes m;is
nítidas. .Más curiosa incluso es la técnica denominada de
«intei-íérometría de speckle», en la (|ue se liitogralía con
exposición inny corta gracias a un intensilicador electn'i-
nico la distorsiém atmosférica real de una estrella. .\1
procesar una serie de estas l()tografTas en un ordenador, se
eliminan las distorsiones. De esta (orma se pueden «resol­
ver» estrellas tlobles muy itroximas \ conseguir (|ue
algunas estrellas gigantes más eereanas no aparezcan
como |>nntos de luz. sino como discos.
Sin embargo, el mayor avance llegará con el telescopio
espacial que se |)ondrá eu órbita cu la década de IbíiO. .\l
estar por eneima de la aimí'isfera, será capaz de liitograliar
detalles diez, vect's más pec|ueños (|ue los obs('r\ables con
telescopios terrestres, y, asimismo, permitirá estudiar
objetos más débiles, liliies del contenido del líindo de luz
de la atmcisfera, cpie enturbia l;is linogralías astronómicas
terrestres durante las largas e.xjiosiciones.
Ondas de color
Kl filí'isofi) francés posiiixista .\ugusto Comte declaró, en
Ib3.'), (|ue existen ciertos hechos (|ue la ciencia es incapaz
de esclarecer, y eligiéi como ejemplo de ello la eonstitucitái
de las estrellas. Desde luego, no es evidente cpie incluso
con grandes telescopios y sensibles detectores |)odamos
aprender mucho acerca de la composicié>u de las estrellits.
Sin embargo, el ejernijlo de Comte no es aceptable en la
actualidad, ya (|ue desde entonces los cientílieos han
ahondado más profundamente en los milagros de la
pro))ia luz. Comte ignoraba (|tie la luz de una estrella nos
dice no sé)lo donde está, sino también su comitosicion, su
temperatura, la intensidad de su gra\itaeión. el rápido
movimiento de gases en su superfieie v a ciué'velocidad se
acerca o se aleja de nosotros. Para eomprendci' esto
debemos examinar la naturaleza de este sutil «mensajero
celeste» jeitando el título del trabajo más célebre de
( ialileoi.
I,a luz se desjdaza como onda en mo\ imiento. Kl
cientílico inglés I bomas Voung, alias «l'.l l-enómeno»,
entre cuyas habilidades se incluían las de ser funainbulista
y el primer traductor de algunos símbolos jeroglíficos de la
Piedra de Rosetia, demostré) en 1801 c|iie los rayos
lumino.sías pueden a veces cancelarse entre sí, generando
oscuridad. I,a únicti forma de explicar este problema era
suponer a la luz como una especie de onda viajera, de
forma (|ue a veces las «crestas» de un rayo de luz ])iiedeii
coineidir con los «valles» de otro. Kl eléeto resultante es
una cancelaci(')n del movimiento de la onda, tal como
ocuire con las olas del océtino, que, al aproximarse desde
distintas direcciones a un promontorio, pueden dejar
pec|ueñas zonas de agua no perturbadas en el lugai' donde
coinciden.
La teoría ondtdatoria fue eonfuinada ))or el físico
escocés James Clerk Maxwell, r|uien demostró c|uc la
naturaleza «ondulatoria» de la luz se debía simplemente a
la variación de etmipos eléctricos y magnéticos. ,\l engío-
bai' tochas las observaciones de los féiuímenos eléctricos y
magnéticos en uiui líniea teorúi eleeiromagnética, verificé)
(|ue las ecuaciones predecían un tipo de racliacicín consis­
tente en campos elc-ctrieos y magnéticos en movimiento.
I.a \elociclacl cine calculó para esta radiación era exacta­
mente la misma cpie la velocichtd de la luz medida
anteriornu-nte. Cálculos posteriores no dejaron lugar a
dudas: la luz es radiaeicín eleetromagnéiiea. Por c;jernplo.
todos sabemos c|ue los rayos de luz se «desvían», es decir
se rcdiactan, cuando pa.san de un;i sustancia transparente a
otra, como clc-1 aire a una lente, o del \idrio al agua. .\ 105
 E l haz <i( luz l»'oce(ientf de ¡a que sus longitudes de onda se
rendija de ¡a pantalla ( línea separan a l reflejarse en h s fin o s
negra del centro) \e deicompnne surcos de la red de difracción
en los colores del arco iris, ya í derecha).
partir do la teoría de Maxwell, este resultado se explica
por entero: los electrones del sólido interaccionaii con el
campo eléctric(T()ndulatorio del rayo luminoso y cambian
de dirección.
Si la luz es una onda, debe de poseer longitud de onda. La
longitud de onda de una ola del océano es la distancia en­
tre una cresta y la siguiente; para la luz, es la distancia
entre una crestii del camjx) eléctrico y la siguiente; aunque
no resulte de sencilla visualización, es así. La radiación
que llamamos luz consta, en realidad, de diversas longitu­
des de onda; de hecho, vcriücamos esto cotidianamente,
ya cjuc la sensación de color proviene de las diferentes
longitudes de onda. La luz roja es la de mayor longitud de
onda que nos es dado ver. Su distancia entre dos crestas
sucesivas es de 700 millonésimas de milímetro (700
nanómetros:. Las longitudes de onda ligeramente más
cortas, de aproximadatttente .660 nanétrnetros, ,se perciben
106 amarillas. Las del orden de .'500, verdes; mientras c¡ue las
más cortas ciuc [Xtdemos ver son azules y violetas ¡alrede­
dor de 420 y 400 nanómetros respectivamente). Las de
longitud de onda intermedia se ven como colores interme­
dios, tales como naranja o verde azul.
Esta secuencia de colores -rqjo-anaranjado-arnarillo-
\erde-az.til y violeta— nos resulta familiar; es el orden de
los del arco iris. L;is gotas de agua del aire put'den separar
los colores de la luz «blanca» {mezcla de todas las
longitudes de onda visibles) y desplegarlos cual un espec-
tacatlar arco en el cielo. En cualquier caso, cuando la luz
se refracta al propagarse por sustancias transparentes
distintas, las longitudes de onda .son desviadas bajo
ángulos ligeramente diferentes y se despliegan como un
abanico de colores.
De esta forma, podemos estudiar la luz [trocedente de
t;ualciuier objeto -sea la de una lámpara o la de una
estrella— haciendo que pase a través de un bloque
transparente apropiado. El más simple es un prisma
U'iaiigular de \ iflrio. y a la disiribucióii de «olores que se /'flr Itrnii as rf< «« io.sai/iia .«■ irregularidades aparecen
obdeiie en el lado opuesto se le denomina eslmiro de la fitm k ñilensijirnr etionnetm’iHi- la culureadas. enma en esta
Inente luminosa. ligera ile.sviaciún de wi haz perlurhaeiñu originada por una
.\im cuando nii prisma c's el disposiliv«j más sencillo liaainoxo que fi^.sa a través de hala que pasa sobre la llama de
irregularidades en el aire. Can el una hujía.
para obtener un espectro, parle de la luz es absoririda por
emplea de ¡i!tras adeeuadus las
el \idrio. Puesto (|ue los astixínomos trabajan n«)rmalnien-
te con objetos dt'-biles, prcllcren despillanar menos luz
dcscom|)oniéndola con una red de diliaccitHi. Sobre la
superlicie de una red se han grabaclct trazos |>arale!os
extremadamente finos, del orden de .'iOO por milímetro,
que actúan como diminutos redeciores. Los rayos de luz
rellejad(}S se cancelan irnos con otros -«Testas con valles
en todas «1inacciones, excepto en una «|ue de|)enrle «le la
ktngitud de ontla, p«>r lo epte a la salida de la led apare« «-
la luz blanca des««)mpuesta en su esp«‘clro de eol«)r«'s.
' Incidcntalm«'nte, algunas ]ñezas «le «joyería», o «•«)lgant«-s
decorativ«)s, se fabrican acttialmente con su sup«‘rficie
similar a la de una red; así, aun cuando aparentem«-ni«-
parezcan una superlicie plana metálica, al mttveise rcllc-
jan los dislint«)s ««tktrt's. :■
Prestem«ts ahora atenci«in al espectrt) de una estrella
típica, el S«)l. Para compnmder su mcnsa.je, hemets de
admitir el hecho de que nucstn) cijo es .sensible «m mayttr
gra«l«) a la luz amarilla, y qtie esta sensibilidad disminuye
para las longitudes de onda más largas, las rcijas, así como
para las más ««irtas, las azules. .\un así, mediciones
]tr«;cisas muestran «pie el espectro del S«>1 es más brillante
alrededor de'la región del amarilkt-vcrde, en k)s a|rroxi-
rnadamente .Ó2Ü nan«')inetr«)s. N«) «ibstanle. no todas las
estrellas siguen este modelo. .Así, la estrella r«)ja Betelgeuse.
en la constelackin de Orion, es más brillante ])ara las
longitutles de onda situadas más allá del extrenu) r«)j<t del
espectro, o sea la zona de longitudes de onda muy largas
denominada infrarrojo. Su luz visible se concentra hacia el
extrem«) r«)j«) y, |toi' tant«), (iste es el color en el cpie parece
ítrillar. La «)tra estrella brillante «le Orion, Rigel, tien«- su
])i«u) «‘speciral en las longitudes de onda muy cortas, o sea
en la regi«)ii ultravi«)leia l atliación invisible más allá del
violeta en el espectr«) , y pitr elk) su luz visible e^
predominantcmenle azul-violeta, un c«)lor p«)c«) s«;nsible neeros». Ln rig«)r de v«'r«lad, el cuerpo n«‘gro de los lísicos
|3ara nuestros «)j«)s. .Aunque todas las estrellas emiten en es i«leal. Ls un « uerp«) ciue abs«)ibe toda la ra«liación tiue
ii)«las las ktnoiuides de onda de la luz visible, la apariencia in« i«k' sobre él sin reflejar niiuruna. Lina chimeiK’a enn«‘-
color«ta«ia_ i«)jiza para Betelgeuse y azul ¡jara Rigel gre«'ida «le h«)llín es k) más parc«'ido a un cuerpo lu-gro.
«lepende de cómt) estt- distribuida la energía radiante en el pero incluso ella no absorbí' p«'iíectamentc la luz. L«)s
('spcctro. físicos piensan más bien en el interior de tina gran caja con
P«)dem«3S entender fácilmente k)s e«)k)res de las estrellas un diminuto agnjer«): cuakptier ra«liaci(')n «pie pase a
c«)mo una cttnseeuencia «le su tem|)cratura, s«;gún vim«)s travos «leí agujeix) será probablem«-me absorbida por las
en el capítuk) 2; de la misma forma en que, debi«l«) a su paredes interiores antes «!«■ r«‘ll«;j;use las v«'ces suficientes
temperatura, un atizador en el fueg«) se ve ntjo, la forja del «'«)m«) para en« «)ntrar «)ira vez la sali«la por «'1 agujero. Si la
herrén) apare«e amarilla, y el bulbo «le una lámpara, «'.aja se calienta, el interior se porulrá incandes«enle, y,
amarilloblantpiecino. .Aun «tiando creamos «pie lanU) los enUtnces, la radiación emitida a través del agujero puede
bulbos de las lámparas como el Sol tienen un biillo depender s«')lo «le su temperatura, y n«) de la radiación
blaneoamarillenio, k>s prim«T«)S se hallan a mucha menor incidente.
temperatura y, en ««tnsecuencia, tienden a ser más anaran- .Al ni«'«lir la radia« i«')n luminosa emili«la por «li« has «ajas
ja«los. .Si se com|)aran los «:olon's de una lám])ara y del Sol, negras, l«)s físi«'«)s encuentran «pie estas fiienles in«andes-
bien «lirectamente, bien mirando una fot«)gralía en «olor centes de luz emiten todas las kingiludes «le «)ii«la de la luz,
bajo luz artificial, la clikirencia es .sorpren«lente. })ero radian .más intensamente en algunas z«)iias «leí
Los físicos han estudiado con suma atencifín «)bj«;U)s «'speclro. tal como los astníntimos comprueban «pie sucede
cuya emisi«')n pr«)vicne simj)lemenlc del hecho «le hallarse en las estrellas. La kingitud de «tuda de este «pic«)» de
calientes; los d«;signan con el [terverso nombre de «cuerpos emisión es más corta para ctierpos ca«la vez más calientes. 107
 I ‘ut(len revistrarst oscuras de absorción, pero uu
shm dtám am enk los espcdros df examen cuidadoso muestra ligeras
muchas eslrellas colocando aii diferencias debidas a las
delgado ¡nima sobre el objetivo dislintas leinperaturas de las
de mi telescopio. T'idos estos estrellas.
espectros tienen jiiu is líneas
Así pues, ('sU)s ('sluclios en el laboralorio relacionan la
longitud de onda del máximo de In/ con las (etnperatnras
medidas, y los astrónomos «toman» eti la aetnalidad l;i
tcmperattiríi a las estrellas comparando sn intensidad
espectral para dos longitudes de onda ( generalmente la del
atnarillo-verde y la m;ís corta del azul;, e interpretan los
resultados en términos de la radiaeit'ai del cuerpo negro de
los Usieos.
Energía en paquetes
A la \uelta del siglo, los astrónomos podían estableen por
f|ué algunas estrellas son ntjas, otras amarillas y algunas
azules, en itineión de sus dilérentes temperatunis. No
obstante, los (isleos teóricos estaban desorientados aeereti
de k)s resultados obtenidos con los experimentos del
eueipo negro. La ;ip;trentemente seneilbt observaeit'm de
(|ue un cuerpo «etiliente» emite en el rttjo, y otro m;is
caliente en el am;irillo. lite el inicio de tina revoltieión cpie
bizo tambalear algunos de los lundamentos de la lísiea
establecida, lista nue\;i leorta rmíiilicci lúe tan importante
como la (áinosíi teoría de la relatividad ;il establecer un;t
perspeetisa eientíliea moderna del L'ni\erso.
Ll primer lísieo (|ue investigó en la teoría de la emisiíin
del cuerpo negro lite el eminente cientílieo Victoriano lord
Rayieigb. ln,s|)irándose en todos los texiomas básicos de la
lisiea de sti é|)oea llegó, mediante cálculos rigurosos, a una
eonelusión (|ue discordaba de modo casi total con los
loa resultados experimentales y con la experiencia cotidiana.
Rayieigb utilizó sus cálculos para «probtu» (|ue un cuerpo,
independientemente de (|iie esté frío t) ettiiente. emite la
mayoig])arle de su luz en la regiétn de las longitudes de
onda muy cortas, itnieho más cortas t|ue las de la luz
visible; lo que, en apariencia, era completamente imposi­
ble, puesto C|ue los espectros mostraban un pico de
intensidad en la zona de las longitudes de ontUi visibles.
Cllaramentc, la teoría era errétnea, a pesar de <|ne Raylcigh
había basado sus eáletilos en los (irmes fiindamentos de las
leyes eientífu'as establecidas.
Ll lísieo alemán ,\Iax Rlanek se empeñó en resoKer este
problema, bautizado cotno «la catástrofe ultravioleta»,
redtteiéndolo al hecho sencillo de que, en «física clásica»,
eatla longitud de onda l;irg;i puede ]5rodueirse ¡xtr asocia­
ción de un número infinito tic longitudes de onda más
corlas. Los estudiantes de imísiea saben tpie una tiota baja
eti el ])iaiK) da liigiu' a series completas de armtínieos de
tono más alt<) longitud de onda más eorttt:; y el caso de la
luz supondría algo simihir. Rlanek ttivo (|uc encontrar el
modo en c|ue la Naturaleza limita el número de longitudes
de onda cortas cpie realmente |)roduee uti enei jx) negro, y
))ropnso una audaz sugerencia c|ne no ehoetira de manera
exeesivamente violetita con las bien eslabiceidas leyes de
la lísicit. Su])iiso c|ue allí donde se emite utia onda de Itiz.
la energía ealorílieti tiene (|uc exceder de itn cierto umbral
particular, y c|ue cachi longiitid de onda tiene distiiUti
umbnti, de (ttrtmt (|ue las longitudes de onda más cortas
necesitan tnui mayor energíti para poder emitirse. .Así. la
stiperfíeie del etieqx) negro emite con bastante fácilichid
longitudes de onda largtis, para lo cpie sólo serían necesa­
rias bajas energías. Rara otras longitudes de onda ligera­
mente tnás cortas, la intensidad de la radiaeiém empezaría
a attmentar según la ley de lord Racleigh. Reto como
vemos según el nuevo pritieipio de Rlanek, jtara longittides
de onda aún más cortas advertimos Cjue su emisión
necesita nna concentración de energía muy alta. Ll cuerpo
negro encuentra dificultades para einitii' estas longitudes
de otida cortas, y, por tanto, la intensidad empieza a
disminuir de nuevo para las longitudes de onda corlas del
extremo del es|x-etro. Debe existir en alguna |;)artc del
espectro un pico cuya longitud de onda dependa de la
temperaturti del cuerpo negro. La teoría de Rlanek concor­
daba con los experimentos, y la física pttreció saKada sin
tener cpie saerilicar ninguno de sus {)rinei|úos liásieos.
Reto incluso el mismo Rlanek no ach irtit) la magnitud
de la revolueitín cpie habíti genertulo al asociar una
energíti ;i hi rtuliaciém de una cierta longitticl de otida.
Rensé) (|ue er;i algo peculiar la liirma en cpie un cuerpo
caliente emite un;t onda de luz. Fue .Albert Linstein c|uien
intuyó hi eom|)ix)b;ieié)n de qtie ciertas experiencias, en las
r|ue la luz ttrraneaba electrones de superlicies metálietis.
ampliaban la teoría de Rlanek luista convertirla en nna
íinténtiea revolución. Linstein señalé) (|ue, debido a una
cierta coneentraeitín umbral de energía en el cuerpo
negro, la longitud de onda (|ttc se emite tratisixirta consigo
una determinada eantidtid de energía. .Al iluminar una
stipeiíieie metálica, la onda Itiminosa suministra precisa­
mente esta etierghi; y, si las condiciones son liuorables,
pnede arrancar un electrón. La luz, entonces, no es
únieaniente una onda. La luz se desplaza en fiatna de
Los láseres firo/wrcionari el
método más preciso de medir la
distancia a la Luna. El estrecho
haz de láser (azul) se refleja en
los reflectores depositados sobre
la supeijicie lunar por naves
espaciales tripuladas o no
tripuladas—, j la luz que
retorna se detecta por medio del
telescopio (a continuación del
láser) tras su viaje de ida-y
vuelta de unos J.'rO.OtXJ
kilómetros.
109
 i'spedn i'leclromagiii'liai
cmnplelii. iM cual la luz fi
api’ims mui l>et/ueaa parte. hr\
tipa.f de radiación dijiereii
fmidameeilalmenle sala en .su
longilnd de onda. </ue .se nme.sha
en la e.scala inferior
! / nm - una niilloné.sinia de
milímetroj. Las defunrione.s se
solapan li«erainenle, y las ondas
de radio ( derecha i .((' han
dividido nipií en las bandas
convencionales de radiodifusión.
En la ¡i¡rara intercalada, las
lineas neirras iniie.stian cóma sc
distrihuyen en el espectro las
radiaciones de un cuerpo caliente.
Un cuerpo a (¡.OOIp C (como el
.Sol) emite fundamentalmente luz
visible, mientras que un objeto a
2.00IPC emite principalmente
ladiación iiijrarroja.

pacjuetcs de energía indivicliial(;s. Se aemic) el término
(¡iiaiitum :del latín «¿cuánto?»; para designar estos patine­
tes de energía; y la revolución de l’lanck-Kinstein surgié) en
Ittrtna de la denominada teoría eitáiitiea.
Un pac|ticie de energía ciue permanece compacto cuan­
do se des|jlaza a través del espacio es, en cseneiti, una
nueva clase de partícula; y el cuanto de Itiz se llamó /étó«.
I.a teoría cuántica es una lorma más completa de contem­
plar el mtindo, ya que exige que la luz sea partíetila y
onda. .\ veces la energía está concentrada en un punto, lo
(|ue sé)lo es característico de tina pequeña |tartíctila; otras,
la luz puede cancelarse con luz. dando franjas oscuras,
efecto indudablemente ondulatorio. Peio esta |terplejidad
sobre la dtialidad «onda-partícula» se halla en verdad en
nuestra propia mente; esto sticede .sétlo cuando pretende­
mos pen.sar acerca de algo tan extraño como la luz en
términos cotidianos de lo tangible, proyectiles u olas. I.os
físicos pueden escribir ecuaciones que describan cómo se
comporta la Itiz cuantío incide sobre un metal susceptible
de perder electrones, o sobre una retí de difraceiiín. Ivn el
]}iimer caso, la soluciéin de las ecuaciones muestra que la
luz sc comporta como si fuera una jtartícula; y en el
segundo, cf)mo si fuese una onda. No existe de esta f()rma
ninguna contradiccitín a nivel tic las ecuaciones básicas,
pero es im[X)sible entenderlo en términos coloquiales.
La información de la luz de las estrellas
Al mirar los tietallcs más linos del espectro del Sol, o de
otras estrellas, pueden observarse líneas o.seuras muy
estrechas en stt tlespliegue de colores. (Corresponden ellas a
longitudes de onda específicas, en las que la stipcrfície de
la estrella no emite luz, contradiciendo la idea de CComte
de que nada podemos conocer acerca de la estructura de
las estrellas. Por cierto, los científicos llegaron a la conclu-
sié>n de que, algunos añtts de.spués de su muerte, cada
elemento t|uímicf) entite un étnico conjunto de longitudes
de onda. (|ue constituyen su htiella digital espectral.
Igualmente, los astrónomos han descubierto (lue las longi­
tudes de onda oscuras de los espectros de las estrellas
corresponden a longitudes de onda de Ittz emitidas por
determinados elementos, tales como el hidrétgeno y el
sodio cuíindo sc estudian en el laboratorio. K1 elemento
helio fue el |)rimero en detectarse a partir de un conjunto
de líneas no identificadas del espectro solar, ctiarenta años
antes de ser aislado en la 'fierra.
Cuando se descubrió la estrticlttra del átomo, a princi-
pios do csl(- sií<l<), ¡judo cxplirarsc fácilim-nU' la luiolla lili liologiqfta, el haz prom lenle pretende registrai, r la luz
digital que distiniu;uía a cada elemento. Cada eleniemo de un láser ( derecha ') se divide rejiejada por él incide también
muestra una dis|X)sieión de eleetrones diíeretite a .su en das. Uno de ellos, sobre la placa. Si se ilumina la
alrededor que orisíina sus propiedades eptímieas úuie;i.s. rejlejándose en el espejo, se ¡daca procesada (un holograma)
incide en la placa fotográfica con un ha.z de láser, se produce
IVro los electrones sólo pueden moverse en determinadas
ípróxim a a la izqu ierda): el una imagen tridimensional del
órbitas, debido a las restrieeiones actuales de la teoría
otro ilumina el objeto que se objeto original.
cuántica. .Si un eleetrcíti cpic se nitteve en una órbita
alejada del núcleo quiere «descender» a un ni\el de menor bien hacia las longitudes de onda más largas ¡rijas:, bien
enertJÍa, o sea a una órbita menor, ha de ejecuiítr un hacia las más cortas (azules;. L1 corrimiento de longitud
«salto». Los nunirnientos de los (deetrones de órbita en de ondti es fácilmente comprensible cuando se analiza la
órbita dan lugar a saltos, cada uno de los cuales c(tnlleva Itiz como una onda; el efecto fiie investigado j)or vez
una catiticbid exacta de energía. Si un elcclróti salta Inicia Itrimera |>or el físico austriaco Clhristiau Doppler, hacia
el núcleo, la energía se emite como un i()U’)n de lu/. de esa 1840. como nuil propiedad de las ondas stinoras.
misma energía, y en el espectro aparece con'io luz de la Doppler !(' intrigaba el hecho de c|ue un sonido
correspondiente lotigilud de onda. De la misma Ibrma, paree tese más íigtido al mover.se sn fiiente luu ia nosotros, y
cttatido el átomo se ilumina con luz de todas las longitudes más grave al alejarse. Ln nuestra vida eotidian;i notamos
de onda, uti electrón en esta órbita más baja y>uede el descenso del tono de las sirenas de un coche d(' la
absorber esta longitud de onda ptirlieular y emplear esta policía, o de una ambulancia, cuando pasan ante tiosotros.
cantidad de (Miergía para saltar ])recisamctUc hasta la l'n a vez que elaboró hi teoi ía, Do|tpler pasé) a comprobar­
órbita «superior». la. Para ello disptiso ttna on|uesta de trompetistas tocando
LJn gas caliente bieti sea en el laboratorio, en una notas diferentes en un vagé)n abierto de tin tren que debía
lámpara ealkjera o cti lórma de nube eti el espacio está ser arrastrado, a diferentes \elocidades, por delante de un
constituido |xir átomos cpie colisiotian de continuo a tiltas grupo de miísieos ejue interpri'tasen con el tono correcto.
velocidades. I'-stas colisiones llevan a sus electrones a L;i teoría |)redecí;t tina relación sencilla entre el tono
órbitas superiores; etiando éstos deseietidcn, mediante uti interpretado, el e.settchado y la velocidad del tren; pites
salto, emiten ondas de luz cuyas «huellas digitales» bien, este exótico experimento demostró que su teoría era
constituyen el espectro de emisión consistente sólo en líneas correcta. Cuando los trompetistas vienen hacia nosotros,
brillantes .sobre un fondo o.setiro. Sin embargo, la superli- las ondas sonoras, al no fioder desplazarse ;t velocidad
cie de una estrella es diferente. La radiación del etierpo mayor que la normal del sonido en el aire, se «agrupan», y
negio, procedente de su superficie, alr;i\ icsa las capas más escuchamos el sonido como una longittid de onda más
altas y más frías de su atmósfera, y allí los electroties de los corta ¡tono más alto); mientras tpie cuando se alejan,
átomos seleccionan los fotones de luz c|ue pueden llevarles dado (]Lie el sonido no puede viajar más lento, la nota «se
basta órbitas tnayores. ,\sí pties, el espectro original del alarga» hasta ttna longitud de onda mayor ¡tono más
cuerpo negro de la estrella, que contiene todos los colores, bajo). Así sucede con la luz: si una estrella se aleja de
cpieda desprovisto de algunas longitudes de onda específi­ nosotros, las ondas de luz .se alargati, y todas las líneas
cas C|ue a|5arcecn como líneas oscuras de absorción en el espectrales se desplazan hacia el rojo; mientras (|ue si l;i
fondo continuo brillante del espectro.
Al identificar las longitudes de onda de estas líneas
oscuras, los astrónomos pueden descubrir los distintos
elementos que componen la estructura de las capas más
externas de la estrella. Además, los tipos de líneas nos
informan acerca de sti temperatura. .\ altas temperaturas,
los átomos colisionan con mayor fuerza, alterando su
distribución electrónica y, a veces, hasta expulsando
electrones fuera del átomo. Ln cualquier caso, las líneas
espectrales emitidas cambian, en intensidad o longitud de
onda, y los astrónomos pueden medir la temperatura, Itien
a ]:>artir de las líneas espectrales, bien a partir del color
total de la estrella, satisfaciendo sus expectativas ctiando
ambos métodos conctierdan.
1.a fiirma detallada en que las líneas oscuras de una
estrella se intensifican hacia sus longitudes de onda centra­
les, suministra a los astrónomos inftirmación acerca de la
gra\itacié)n superficial de la estrella, así como de la
turbulencia existente en las capas más externas. Pero
cuando se mide con |irecisión la longitud de onda central
de una línea, la misma nunca coincide exactamente con la
longitud de onda cpie los físicos encuentran para igual
lítiea en el laboratorio. Para una estrella cualc|uiera, todas
las líneas espectrales están desviadas mtiy ligeramente. III
/
AV ladioli’lc.sco/iio d¡' (>■/ mvlnix hasta ¡a sensible antena del
(k (iiá/neiro de Parkes. en .Kueio cajón superior, ¡ ms ondas de
(lides del Sur. delecta déhile.s radio, procedentes de cuerpos
amales de radio procedentes del astronómicos, suministran a
espacio. ¡Ms radioondas se menudo más información que la
rejlejan desde la oran paráhohi luz que emiten.
estrella se acerca, hay un corrimiento liacia el a/ul. La
extensión de l;i teoría oris>inal demostrada por los trompe-
tistits del tren permite, en la actualidad, tpie los tistróno-
mos mid;m la velocidad re;il con t|ne tina estrella se acerca
o aleja de nosotros.
Los láseres
Hay nn efecto interesante de hi naturalezti onduhtioria de
ht luz C|ue ha revolucionado el mundo en los líltimos años:
el láser. Luí haz de láser es bastante potente como |xir;i
atravesar láminas de acero y ladrillos, lis sulicienlcmente
estrecho como ptira incidir sobre los reílectores instalados
por los tistronautas eti la lam a, y tiene potencia cajiaz de
lf)!>rar fjue l;i reflexión sea \'isible después de 7.')0.()00
kilómetros entre ida y \iiell;i. Por otra parte, la luz láser
tiene la extraña propiedad de la «cohereneia», (|ue nos
permite retíistrar fiitografías en tres dimensiones. Aun a
pesiir de sus connotaciones espat iotemporales, la teoríti
stibyacenle fue cltiborada hace sesenta ttños por el <i¡enio
mundial. Albcrt Linstein.
l'ánstein cstabti interesado por entonees en rehu ionar hi
lórtnula de la radiación de Pkinck con la nue\a teoría de
las órbitras electrónicas de los átomos; y demostró que los
electrones deben efectuar tres tijios de saltos. Los físicos
sabííin ya (|ue los electrones pueden absorber Iblones de
Itiz para saltar ;t niveles más altos, y ()ne podían emitir
radiatión espontáneamente al descender. Linstein descu­
brió otro tijio de salto hacia abajo, t|tte tiene lugar atando
llega al átomo nn fotón con l;i energía t'xacta de ese
|X)sil)le salto. Ll electrón que se encuentra en la órbita de
alta energía experimenta la «estimulación» del fotón
incidente, y de inmediato salta hacia abajo emitiendo un
letón exactamente igual al que ocasionó la estimulación,
liste lénómeno fue prácticamente ignorado durante cua­
renta años. Pero cutuido Charles d’ovvnes, físico america­
no, perfeccionó tm dispositivo para producir ondas de
radio intensas por un proceso similar (el máser), los
científicos se apresuraron a perfeccionar la contrapttrtida
óptica: una fuente de luz intensa. Adelantándose ligera­
mente a todos, el científico americano ’L. H. Maiman
elaboró con éxito el primero de tales dispositivos en 1960,
y desde entonces se han construido y comercializado
muchas versioties del mismo.
Ln principio, la teoría es bastante simple. Primeramen­
te, los electrones de los átomos cpie constituyen el ctierpo
del dispositivo i un cilindro de rubí artificial en el caso de
.Vlaiman: deben llevarse a las cu bilas de alta energía. lai
energía necesaria se puede proporcionar iluminándolo con
luces niu\ intensas o con corrientes elc'-ctricas adecuadas,
lina vc'z que la mayor parte de los electrones se hallen en
estas círbitas. permanecerán allí un tiempo del orden de
una diezmillonésima de segundo antes de que algunos
caigan otni vez es|X)ntáneamente. Y, aquí, la aportacitín
de Linstein se suelve cruc itil. pues el liitón emitido en el
brinco del electrón, al desplazarse' a iravt's de los átomos,
c'stimulará a todos los electrones de alt;» energía a descen­
der y a emitir linones similares. Lst:i acumulación de luz
puede ttmplilicarse fácilmente, situando dos esp(;jos en los
extremos Cjue obliguen a los Ictiones a moverse entre ellos a
trasés del cristal, eslimuhmdo ;isí a c'mitir cada vez a más
elec trones. La legión de Icilones idénticos crece cada \c'z
más; V se letrina dentro dc'l disposiliso un flujo de Inz de
una longitud de onda muy precisa. Ksta luz puede
liberarse, bien con un «obturador» electroó|ilico situado
en un extremo, bien, simplemente, haciendo c|ue uno de
los espc;jos tenga reíleclividad menor cpie el 100”,,. Ll Unjo
de Icitones cjue emerge es un haz luminoso estrecho, muy
intenso, y de una longitud de onda muy pircisa.
Ll primero de estos di.spositivos : llamados «láseres»,
siglas de Light Ampliíication by the Stimulaied Lmission
ol Radiatión: proporciomiba un impulso de luz antes que
los electrones hubieran \nello a ack|nirir energía. Los
modelos posteriores pneclen ])roducir un haz c'oniinuo de
luz en vez de una serie de impulsos. Otro avance consc'gui-
do es el láser que puede «sintonizar» hi longitud de onda
deseada, sin la liinitacicín de los c|ue la producen a partir
de la emisicín natural de los saltos electrónicos de determi­
nados átojnos. La tecnología sobre el láser continúa
desarrollándose sin (|iie se acK ieria sit límite.
La intensidad de un haz de láser se debe, fundamental­
mente, a que todas las ondas luminosas emitidas jxtr los
distintos átomos se hallan «en una relación fija de láse». Ll
|iroceso de emisión estimulada garantiza cjue cada nuevo
Iblcín coincida c:on el original, y ac|uí tenemos un excelente
ejemplo del modo en c|uc los físicos deben describir la luz
en términos de onda-partícuhi para explicar los hc'clios
naturales. .\ medida que el ]iroces<) láser continúa, todos
los Icilones terminan teniendo una relac icín fija de fa.se. al
contrario cjue en una lámpara de luz ordinaria, en la cjue
los fotones producidos son todos independientes, de Icirrna
cjue muchos de ellos cancelan sus crestas con los valles de
otros linones.
Ya c|ue la luz láser tiene esta propiedad de «cohercai-
cia», podemos emplcrarla para tomar Icnografías tridimen­
sionales. Ln esta técnica, denominada holografúi, se divide
un haz de luz de láser en dos y se hac:e que uno de ellos
incida sobre el objeto que se pretende fotografiar. Se
coloca una placa fotográfica de Icirma que quede ilumina­
da por el segundo haz del láser, y que recoja asimismo la
luz reflejada proc:edenie del objeto :sin ningún enfoque).
Dado C|ue el objeto ha modificado de una forma muy
complicada las crestas y los valles de la radiadein que se
ha reflejado en él, encontramos en la placa fotográfica
una intrincada figura de manchas claras y oscuras donde
las luces relie-jada y directa sc‘ lum lefcirzaclo o cancelado
entre sí.
Se ejuita la placa, se la revela, y si a continuación se
ilumina con un haz del láser, aparece una imagen del
objeto original en forma de un sólido tridimensional. Se lo
puede mirar desde distintas direcciones y apreciar aspectos
diferentes, como si fuera real. l,os primeros hologramas se
realizaron en un solo color, de forma que todo aparecía en
tin solo tono -a menudo en verde pálido^, pero ahora 113

pueden lograrse hologranias de luz Ijlanea (|ue muestran
colores muy ptirecidos a los retdes. Muchos museos han
considerado seriamente la stistitución de ohras inaprecia­
bles por hologramas, (|ue, desde el punto de \isla de la
exhibición, aparecerían idénticos al original.
Los láseres tienen además importantes perspectivas
comerciales y de imcstigítcióti. Si se limitan pulsos de
láser a un tiempo muy hrc\e una billonésima de
segundo , se ptieden producir pulsos de enorme energía
luminosa, mil billones de veces más intensos C|ue la luz del
Sf)i. Pulsos tan cortos y energéticos podrían linaimenie ser
la clave de la iiisié)n de los inicíeos de hidrógeno en helio,
altriéndose así el camino ])ara el aprovechamiento del
hidréigeno de los océtinos eon- el fm de producir energía
casi ilimittida.
,\ una escala menor, los hospitales comienzan tihora a
utilizar láseres, en particular en cirugía ocular: un des­
prendimiento de retina, |x>r ejemplo, se puede «soldar» iii
silii iltnninando el glolto ocular con pulsos de láser,
l ambién los astixinomos jtueden medir el tiempo emplea­
do por un pulso de láser en retornar a la Pierra después de
haberse rcílejtido en los reíleclores coloctidos en la Luna,
determinándose así, de ((trina precisa, la íitrma de la
órbita lunar. De este modo, los láseres han acabadtt con
algunos de los detractores de la teoría de la gravitticiém de
l'áiisiein :tal como se verá en el capíitilo 9 ;.
Las ondas más largas
La Itiz está le;jos de ser la linica l'orma de radiacicin
electromagnética. Hemos mencionado ya, dentro de las
longitudes de onda más largas, al inliarrojo; y, en
las longittides de onda más cortas, al ultravioleta. La
tiunilia de las radiaciones «invisiltlcs» se completa con las
extremadamente largas ondas de radio y las longitudes de
onda ultracortas dcnomiiuidas niyos X y rayos gamma.
Podas testas radiaciones son, en esencia, lo mismo. 'Podas
se comfxtrtan simultáneamente como partículas y corno
ondas de camyxrs magnéticos y eléctricos oscilantes, con la
energía de un Ibtón de|)endiendo inversamente de la
longitud de onda.
La razón de (juc las cataloguemos bajo denominaciones
diferentes se debe, en retilidad, a (|ue las generamos y
detectamos de distintíis maneras. La radiaciérn puede
tener cuak|uier longitud de onda (y energía asociada:,
pero las unidades de materia, como los átomos, tienen
tíimaños y energías delinidas; así pues, las distintas longi­
tudes de onda inteiaccionan con la materia de formas
dilérentes. Por (yjemplo, tina onda luminosa es tinas mil
\-cees mayor (|ue un átomo, pero tient' la energía conve­
niente como partí trasltidar un electrón de una órbita a
otra; mientríis (|ue l;i longitud de onda de los rayos X es
dcl Itunaño del átomo, pero su mayor energía implica (|ue
puede extraer los electrones. .\ causa de estas formas de
interttccion dilérentes, la historia de los descubrimientos de
las distintas raditiciones difiere ampliamente. Las radia­
ciones invisiltles situadíis más allá de los extremos del
espectro .soltir s(' descubrieron ¡iccidentalmente: con termé)-
metros en el caso dcl infrarrojo, y con .sales Ibtográíicas
(|ue se osctirecítui bajo la exposición en el del ultravioleta.
IM P,1 físico tilemán Heinrich Plertz descubrié) las ondas de
1
l^tui fotografía tomada con con nna película apropiada e
radiación infrarroja. P ara el ojo, «iluminar» el busto. Los
esta escena sería completamente astrónomos ob.servan normalmente
negra, pero la ¡ndiación objetos distantes por la radiación
infrarroja («calor») procedente no m ib le ipie emiten.
de las planchas puede detectarse
radio despuéts de (|ue se publicase la teoría de Maxwell,
mientras c|tie los rayos X y gamma fueron descubrimien­
tos accidentales (pie tuvieron lugar, respectivamente,
durante la investigacic'm acerca de la condncciéin de los
gases y acerca de la radiactividad.
Las más largas son las ondas de radio. Cualcjuier
radiación electromagnética con una longitud de onda
mayor ciue 1 milímetro es una onda de radio corno las
empleadas en telecomunicaciones. Los circuitos eléctricos
en nn transmisor de radio obligan a los electrones a oscilar
por un hilo transmisor o antena, y la continua aceleración
y desaceleraciétn de estas cargas eléctricas en movimiento
produce un Ilujo continuo de ondas electromagnéticas
desde la antena. La longittid de onda transmitida dejrende
de la frecuencia a c|ue están oirligados a oscilar los
electrones. Por ]xmer otro (jemplo, un circuito eléctrico
ordinario es una señal alterna cpie hace oscilar los electro­
nes .áO veces por segundo, una frecuencia de .')() Hz. íel
nombre completo de la tmidad es «Hertz»!' en la jérga
física. Cáiakiuier instrumento eléctrico radia ondas electro­
magnéticas con la longitud de onda correspondiente de
6.000 kilómetros (hay iinti relación muy sencilla: longittid
de onda x frecuencia = velocidad de la luz;, (|ue ptieden
ser caj.)tadas |)or Otros hilos próximos y C|ue cu<ik|tiier
entusiasta de la hi-lí reconoce como un zumbido en su
amplificador. (La corrinite alterna típica es de 50 Hz. en
el Reino Lbiido, pero en Xorteamcrica es de 60 Hz.;
La radiodifiisión ordinaria emplea frecuencias mucho
más altas y longitudes de onda correspondientemente más
cortas: son valores típicos los 900 kllz. (900.000 Hz.j, los
330 metros en la banda de onda media; y los 90 .MHz
fOO.OtXl.OOO Hz.j, 3,3 metros, en la banda de \'11K. Las
longitudes de onda más largtis pueden desplazarse por
I ms nhjelü.s (islyoiiómicus ¡meden
i’iiiilir Id ¡¡ama completa de
mdia< iones eln twmagnéúca.'i.
pero sólo la luz r las ondas de
radio más cortas penetran en la
atmósfera terrestre hasta el nivel
del m al. l-os astrónomos de
infrarrojo trabajan en altas
montañas . o desde globos o
aviones: para las demás
longitudes de onda se reepiiere un
observatorio en órbita por encima
de la atmósfera.

grandes clistaneias alrededor dcl mundo lo c|uc puede
eomprobarsc íaeiltnenle siinoni/.ando la onda media pol­
la noche— , ya (|u<- las ondas ])rocedciUCs del (ransmisor
que se desplazan hacia arriba se rellcjan en la eajra de
electrones de la atmiisfera su|)erior de la l'ierra. l'isia
ionosfera, de aprtjxiinadamciue 3(XJ kilómetros de altura,
aelúa como un espejo partí las ondtis de nidio largas, (|ue
|)ueden reflejarse entre la ionosfera y la superficie de la
1 ¡erra cubriendo distancias sorprendentes da intqora de la
recepción |)or la noche tiene su origt'ii en los ctimbios
atmosférieos;. IVir el contrario, las ondas de \ Hlb muy
cortas, pueden ser captadas úniciimenle por receptores
más o menos alineados con el transmisor, ya (|ue pasan, a
mués de la ionosléra. al espacio. ,\ esta la/.ón se debe (|ue
las estaciones de rticlio loctiles empleen más ondas Vlll':
cuakiuier programa \'HI' C|iieda mucho más libre de
interferencias indeseables con las estaciones de radio
distantes.
Dado C|ue la ionosfera es transparente para radiaciones
más corlas (jue apro.ximtidamente 30 metros, las ondtis de
radio de las fiientes ntilurales dcl espacio pueden penetrar
hasta l;i l ierr;i. l,os radioastrónomos estudian esta niditi-
ción. del mismo modo que los astrónomos «ópticos»
estudian la luz, procedente del espacio, ytara ayudarnos a
eoinjtrendcr lo f|ue ocurre en las profundidades del Uni-
\crso. .\(|uellos objetos celestes que son emisores naturales
de radio son a menudo, en verdad, muy débiles en cuanto
a la luz. f|ue sale de ellos; así pues, la radioastronomía ha
descubierto, o llamado la atención, sobre potentes objetos
C|ue los asiréinoinos ópticos habían pasado |x>r alto: los
¡HÍlsars y los C|uásars son los mejor conocidos de ellos, lo
(|ue no signilica (|ue sean los línicos ejemplos en el medio
siglo de historia de la radioastronomía.
Ksla ciencia surgió accidentalmente cuando el ingeniero
de comunicaciones KarI Jansky, de los laboratorios tle la
Bell Telcplione. investigaba radio «estática» a principios
de la década de 1930. .Además del silbido de los truenos
encontró «ruido» de radio C|ue provenía del cielo. .\ partir
tle entonces, la radioastronomía avanza cada vt'z más. Se
han construido radititelescopios mayores y se han utilizado
receptores más sensibles y ordenadores <|ue analizan los
resultados mucho más rápidamente (|ue eualquier investi­
gador humano. Ib i radiotelescopio trabaja igual (|ue
cual(|uier otro e(|uipo de radio: básicamente, consta de
una antena conectada a un receptor y a un amplificador.
Pero la sensibilidad es el caballo de batalla del radioastró-
nomo. La cantidad total de energía recogida por todos los
radioteleseopios del mundo durante la historia entera de
la raelioastronomía es menor f)ue la f|ue em|)learíamos en
volver esta página. I l.á
 La palal)ra «radiotelescopio» lleva a pensar en un gran
tazón soportado y movido por uti armaztin metal ico
interior. Este tipo de radiotelescopio «de gran platt)»
concentra las ondas de radio reflejándolas sobre lii antena
situada sobre su centro, tal como nn espejo de telescopio
ó])tico concentra la luz. E.l receptor propiamente dich(j es
especialmente sensible y costoso. .Mgunos están refrigera­
dos |5or aire lúpiido, jtara obtener mayor .sensibilidad,
mientras tpie otros incorporan un rnáser ;el e(|iiivalcnle en
microondas al láser; para ampliticar la diminuta stmal de
radio {trocedentc del cielo. Los receptores se diseñan de
acuerdo con las peculiaridades de la fuente de radio
cósmica en estudio, .\lgunas liientes emiten en una sola
longitud de onda como tm transmisor hecho |X)r el
hombre y se corres])onden exactamente con las líneas
espectrales de luz visible. Los astrónomos estudian estas
«líneas de radio» :il detalle para comprenden' cómo se
mueve el gas invisible en nuestra (ialaxia, así como en
otras. La mayor parte de las fuentes de radio, sin embargo,
producen todas las longitudes de onda de las ondas de
radio, y no es demasiado importante dónde «sintonice» el
radiejastrónomo.
El radioastrónomo enfrenta asimismo problemas para
percibir los detalles finos de una fuente de radio. Cual-
(juier telescopio está limitado en teoría por los detalles c|ue
pticdc apreciar; y, naturalmemc, un gran telescopio pttede
captar detalles más finos (|ue otnj más pec|ueño. .\ los
asttxinomos cipticos esto no les afecta en sumo grado, ya
(|ue su límite, determinado por las fltictnaciones de la
atrnósléra, es mucho más vasto. Pero los radioastixinomt».
se enfrentan con un hándicap real en el límite natural
originado por la naturaleza ondulatoria de la radiacitin.
.Sus longitudes de onda son aproximadamente un millón
de vetX's más largas t|ue las de la luz, y los telescopios
han de ser mucho mayores para apreciar la misma
dimensión de detalle.
El astreinomo real británico sir Martin Ryle ha propues­
to una ingeniosa stjlueión: conectar electixinicanKaile va­
rios platos [)cciueño.s dis])uestos según una línea recta ¡jara
aprovechar la rotación de la Tierra. C'.on la ayuda de un
ordenador para atializar los resultados, es ]xosible lograr
C|ue la resolucitin de un telescopio sea tan grande como
larga es la disposicitin de las antenas. Su telescopio «de
cinco kilómetros», en Cambridge, constritido paralela­
mente a la linea de ferrocarril Oxfórd-Cambridgty puede
«ver» los mismos detalles ejue un telescxtpio ópti(X) a pesar
de la mucha mayor longitud de onda de las ondas de
radio.
Una tentativa, más extraña incluso, consiste en registrar
señales desde radiotelescopios individuales situados (-n
lugares opuestos del mundo, ambos dirigidos simultánea­
mente hacia la misma fuenttí. Combinando los resultados
[josteriormetue, los raclioastrónomos han vislumbrado
algunos de los detalles C|ue suministraría un radiotele.sco-
pio tan grande como la 'l'ierra: un detalle ecpiivalente al
grosor de un calx-llo humano a 10 kilómetros de distancia.
Relativamente próximas a la luz
Más cortas que las radioondas son las longittides de onda
115 del infrarrojo, familiarmente conocidas como radiación
«calorífica», lácntui el hueexj entre las radi(X)ndas y el
extremo ixjo del espectro luminoso: son la radiación
procedente de las puntas de los objetos templados y
moderadamente calientes. Un calentador eléctrico genera
unti gran ctintidíid de infrarixtjo y escasas ondas luminosas
o de radio; esta radiación produce xibración en las
moléculas de mtesira piel, haciéndonos sentir calor. En tin
horno, o ]>aiTÍlla, l;t radiaciétn es suficientemente inten.sa
como para romper l;is moléculas y, así, cocinar ntiestras
comidas.
Esto stipone tm evidente despilfairo de energía, ya f|ue,
coiiK) el calor debe penetrar dentro. cm|)lea tiempo para
ello y, posiblemente, qttema la superficie, f.os hornos de
microotidas ftmeionan de forma totalmente diferente y
cocinan los alimt'iitos desde dentro. E.stas ondas se sitúan
entre las de radio y las infrarrojas. Un haz de microondas
mtiy |X)tente puede generarse electrónicamente. Se escoge
l;i longitud de onda tiñe iguala el valor natuntl a que
vibrati las moléettias de agtia. y como la comida está
constituida en gran ptirte por agua, estas moléettias
absorben las microondas (|ue jtasan a sti través y calientan
la comida adecuadamente. El restiltado es epte cocinan
rápida y complettimente, y el plato, (|ue no contiene
moléculas de agtia, permanece fiío.
Los asttxinomos de infrarrojo recogen la radiación de
estrellas relativamente frías y de tiubes de polvo templadas
del espacio. Pero nuestra atnuisfera blocpiea la mayoría de
las longitudes de onda iitfrarrojas, (|ue son absorbidas por
las moléculas de agua y de dióxido de carlxtno del aire;
por consiguiente, los astrónomos tpie estudian el infrarrojo
deben trabajar en observatorios muy altos o desde globos y
aerojtlanos r|tie vuelen a gran altura. Su tarea es tina de las
más chiras de las de todos los asirótiotnos, ya Cjue el aire
(|ue les rodea y el telescopio mismo se hallan a temperatu­
ra idónea para emitir su pico de radiaciétn en las longitu­
des de onda a c|ue ellos observan. ¡Es como si un
astrónomtt étptico tuviera Cjtie entendérselas con tm telesco-
pio |)intado por dentro y por fuera txtn pititura fosforescen­
te! Los avances eleetrétnicos pueden resoKer en parte este
problema.
La astronomía óptica moderna se está convirtiendo en
iiti paraíso de brttjas electrétnico. Aun euando la fotografía
es todavía extremadamente importante, los métodos elec­
trónicos de deUxciétn de fotones individuales de luz
facilitan la medición exacta de la intettsidad y projxtrcio
nan espectros realmente precisos. Por rt'gla general, los
ordenadores se emplean para guiar telescopios o analizar
resultados, y como ayuda para medir las posiciones en las
¡tlaeas fbtcrgráficas. El que los astrónomos hayan aumenta­
do enormemejite su conocimiento del Universo en las dos
últimas décadas se ha detbido tanto al ordenador como a
otros láetores.
Para longitudes de onda tnás ccxrtas que las de la luz, la
atmeisfera terrestre bloc|uea todas las señales procedentes
del espacio. Ixis astrétnornos se refieren a dos «ventanas»
en la atrnósféra, una de las cuales deja pasar la luz, y la
otra, las ondas de radio. Para el resto de longitudes de
onda, el cielo es un velo opaco.
Por dcbíijo del extremo corto del espectro 'violeta) se
encuentran los ravos ultravioletas. Los fotones individuales
ele estas radiaeiones son sulideniemente enersíélieos eomo
|iara disoeiar las moléculas, y las desagradables r|iiemadii-
ras de Sol nos reeuerdan C|ue, sin el escudo ultravioleta de
niK'stra almí'tsléra. tío existiría vida solire la l'ierra. Los
i'ayos ultra\ ioletas del Sol son l)lo(|tieados por una ctipa de
ozono moléculas de oxígetio C|ue contienen tres átomos
en lugar de dos a una altitud de unos ”)t) kiléimetros.
Recientemente, los ecologistas han señalado (|ue el gas de
los aerosoles o los escapes de los aviones pueden romper las
moléculas de ozotio. Si esto es utia autétitica posibilidad,
la vida sobn- la superficie de la l'ierra está amenazada de
muerte .por inundaciéiii de los rayos ultravioletas del Sol.
La astronomía de ultravioleta debe realizarse desde
satélites ríe control remoto rjiie se sititeti en éirbita por
etieima de la capa de ozono y capten estrellas muy
calientes, cuyos picos de radiaciéni se hallen en esta zona
del espectro; un análisis detallado del espectro tiltravioleta
de la estrella da ettenla de una absorcié)ii por parte de las
molé'culas f|ue existen en el espacio. La más importante de
estas es la molécula de hidtógeno. La rjuc se encuentra
normalmente en la fierra está cotistituida prtr dos átomris
de hidrrigeno, |)ero tniti cuando los radioastrónomos des­
cubrieron átomos de hichógetio en el espacir), las molécu­
las de hidrógeno eran inesperatlas; los astrónotnos pictisan
ahora riue la miiatl del gas de nuestra Galaxia corres|X)n-
de a esta Ibrtiia.
Radiaciones exóticas
Si bajamos un tatito, erirxintramos los aún más cortos
rayos X , cuyas longitudes de onda son prácticamente
iguales al tamaño de un átotno. Los (inones son incluso
más energéticos, más disritptivos y más penetrantes. Ln
medicina, los penetrantes rayos X son de inapreciable
valor para mostr;ir los de.sórdenes internos en el cuer]io
humano, y la última de las técnicas, la lomojirafta. barrido
con una lítente de rayos X , pro|X)rciona una visióti
tridimensional de los tumores cerebrales. Sin embargo,
existe un ligero riesgo de dañar el tejido del cuerpo das
dosis de rayos X largas se emplean en realidad para
destruir tutnores cancerosos), y los médicos vuelven ahora
a emplear técnicas de ultrasonidos o de sondeo magnético
completamente inocuas.
Los rayos X del espacio |)rocedcn gtaieralmente de
tuibes de gas extremadamente calientes, a temperaturas de
miles de millones de grados. Los observatorios de satélites
han localizado las |X)siciones de utias trescietitas fuentes de
rayos X , y estos objetos a alta temperatura í normalmente
invisibles para los telescopios étpticos ordinarios; nos dan
cuenta de algutios otros cjue son de lo más extraño del
Ltiiverso, como los agujeros negros, con los c|ue nos
encontraremos eti uti capítulo posterior.
Por último, la radiaciétn más corta de todas es la de los
rayos gamma. .No existe una linea divisoria suficientemen­
te precisa entre los rayos ultravioletas y los X . o entre los
rayos X y los gamma. En la fierra, la distincié)n depende
g(aieralmente de cómo los producimos, pero cuando se los
recibe como señales desde el espacif), la dili-renciación
entre las longitudes de onda es bastante arbitraria.
La astronomía de rayos gamma es atin una ciencia muy
joven, y se conocen muy pocas fuentes celestes. Los
primeros satélites de rayos gamma fueron los de la serie
American Vela, en realidad un ])rograma militar destina­
do a detectar explosiones nucleares sobre la fierra. Ln
1967 comenzaron a detectar de improvi.so im])actos de
rayos gamma, que pronto resulté) obvio cpic procedían del
es[)acio y no de nuestro planeta. Las |)rinieras explicacio­
nes se refirieron a chotpies de cometas contra estrellas de
neutrones ultracompactas relativamente pniximas, e in­
cluso a la explosión de estndlas en galaxias distantes; pero
ahora parece probable cpie se hallen en relación con
fuentes celestes ordinarias de rayos X , como veremos en el
capítulo 9.
Los astrónomos actuales recogen la ratliación electro­
magnética del Liniverso desde las ondas de radio hasta los
niyos gamma, altarcando un intervalo de longitud de
onda de un trillón. Los complejos etpiipos de radio del
radioastiónomo, los gigantes telescopios terrestres de los
asttxínomos c)i)ticos, así como los satélites en órbita (|tre
los astixínoinos delien emplear para estudiar las demás
longitudes de onda, nos dan una idea de lo (|ue se
progresa.
Podemos recoger otras señales del csijacio, no electro­
magnéticas, pero son muy escasas. Partíctdas cargadas c|uc
se mueven muy rá|)idamente electrones, protones y
varios núcleos atétmicos se rompen en la parte superior
de nuestra atmósfera en forma de «rayos cósmicos»
desptiés dt; un largo camino desde las estrellas en explo­
sión. Los esquivos nentrinos .son otro ti|X) de partículas
procedentes del espacio, pero sólo se los |)tiede atrapar con
dilicultatl. Los astrónomos han detectado sé)lo nentrinos
proeedentes de nu(;stra estrella más |)ré)xima, el Sol.
.Vtás emparentadas con las ondas electromagnéticas
están las ondas gravitacionales, diminutas llucttiaciones en
la gravitación de objetos distantes c)ue se originan cuando
éstos giran de modo fi'enético o se colapsan catastixílica-
mentc. L1 físico americano Jo.seph Weber ftie el primero en
investigar las ondas gravitacionales emijleando dos gran­
des cilindros de aluminio suspendidos, (|ue pesaban una
tonelada cada unt). Olxservó repentinas vibraciones de los
cilindros causadas }x>r un «martillazo» exterior de alguna
especie. Obviamente, los terremotos ]X)dían ser una causa,
por lo cual instaló los cilindros en lugares muy alejados
entre sí, próximos a Washington y a Ghicago. fil único
«soplo» que pudiese afectar a ambos cilindros simultánea­
mente debería ser el de un impacto de ondas gravitaciona­
les procedentes del espacio, y sus primeros resultados
parecieron mostrar muchas de estas vibraciones repentinas
y simultáneas. Desgraciadamente, otros investigadores no
han tenido éxito en encontrar esta plétora de impactos
gravitacionales; pero Weber les ha animado a construir
equipos más sensibles, y posiblemente las ondas gravita­
cionales se descubran algún día.
117
 Umi gigantesca empción en el
Sol, nuestra estrella local,
fotograjiada en rayos X por los
astronautas del Skylab. Kl falso
color muestra las variaciones de
temperatura, mientra', que
imágenes más débiles en hilera,
que se solapan, originan las
manchas j tragas brillantes a
izquierda y derecha.
'i¿t¿ i
8. En el interior de las estrellas
 L n filarme Uiii<¡ue, a du.s del Sol. Estas esquivas rnente es(jtiivos, por ser práetieamente imparables. No
kilómetros de jirofimdidad. en ¡lartículas reaccionan con los tienen carga eléctrica y ]);isan a tra\és de los electroiu's y
lina mina de oro en D akota de! átomos de cloro del líquido de los núcleos de los átomos sin (|ue éstos les afécten. Su
Sur, delecta ali’tiiios de los quitamanchas que llena el tanque velocidad es aproximadamenle igual a la de la luz, poi' lo
neulrinos que surqen del corazón de 400.001) litros.
c|tic s(')lo scai ligerísimamente desviados por la gravedad.
Son inmunes a la fuerza nueletir fuerte, y únieamente dan
cuenta de sti pre.seneia por medio de la llamada inlerae-
A (los mil nu'tros bajo tierra, en un lut>ar jtixjximo a la eiíin débil; un neutrino tí|)ieo se desplazaría una distancia
ciudad de Lcad, en Dakcaa del Sur, un asinaiomo olxserva de años luz a través de un l)lindaie de olomo antt's de
el eoraz(')n del Sol con un tanque de 400.(M)() litros de detenerse.
líquido (juitamanelias. Rayinond l)a\is ¡^loeura ea|)turar Id taiKjue de I)a\ is está lleno de tetraeloroetileno, un
algtinos de los (antasinasííneos neutrinos (jue salen a lít|uido rico en fuomos de cloro de los c|ue uno de cada
raudales del infernal luíeleo del Sol cuando los núcleos d(' cuatro pertenece a la variedad pesada eloro-d7. ( )easiotial-
liidnígcno se fusionan en helio. mente, un netUrino (¡ue jxisa es detenido por un mielen de
K1 flujo ieanlidad de energía tran.slerida: de neutrinos eloro-37; el impacto (íseinde uno de kvs neutrones del
solares es inmenso. Transportan un (juincuagésimo de la núcleo en un i)rot(')n y uti eleetnin c|ue esetipa. Td eloro-.37
energía ai abandonar el Sol, del cual son emitidos a ra/(')n se transmuta entcvnees en un átomo del gas inerte ar-
de cientos de l)illones ]x)r segundo. Son exlraoi'dinaria- g(”)n-37. dada pocos m e s e s s e lini])ia e l inmenso tau(|ue

120
En t'.sta l>iíí¡im. ahajo:
E l (ia ilifu o alemán del sifílo
■V/.V Itermann non llelrnlioll:^
estudió lemas tan diversos como
el 0/0 humano, las ondas sonoras
)' la eneií/ía. Calculó i/ue la
cuerota graiitaloria del Sol
i'wicamenle l>odria mantenerlo
brillando durante 30 millones ele
En esta l>rigina. arriba:
Eos ordenadores ayudan a los
astrónomos modernos a calcular
el modo en que varían las
estrellas con la edad. Eos
resultados se refne.seutan en nu
gráfico: este ejemfdo jume de
manifiesto (fiara un (jo
entrenado) cómo se altera un
sistema doble de estrellas enando
una de ellas se exf/ande al
envejecer.

con un chorro ele ,i>as helio, y en este gas se rasiretui los aplicar las conocidas leyes fie la física, de la misma l()rma
posibles indicios de arg(')ii. I'd insólito lugar elegido i)ara la (|ue cuando se calcuhi la trayectoria de una ))elota lanzada
instalaciíin del tancjue. bajo la iniiui de ovo de Honiestake, ;il aire.
se debe a la necesidad d(' proteger a los núcleos de cloro de El Lfíiiverso debe ser, no obsttmte, la liltima piedra de
otras rtidiaciones y partículas. Los 2.000 metros de techo lof|ue. l n modelo leé)rico de estrella |)uede no corres|)on-
de roca aíslan el taiK|ue de la llm ia continua de rayos
cósmicos núcleos y electrones muy rá])idos procedentes .1 '6Í
«Ti HbL9
de las iJioftindidíules del espacio , mientras cpie son
práctieamente transparentes para los insustanciales neii-
trinos.
l'.sta experieneia, cpie puede i)areeer esotérica a primera
vista y ([ue se eléctúa desde hace diez años, cotisiituye una
eomprobaeiétn \iial de las teorías acerca de los ciclccs de
\'ida de las estrellas. Ku los últimos ntarenta años, los
astrofísicos han aliñado de forma notable sus teorías sóbre­
la evolución estelar, ) ya resulta posible dar cuenta casi
con exactirtid de la tempcratitra y de las combinaciones de
elementos en el centro de diversos tipos de estrellas,
calcular cuánto ticm|5o permauecen cu cachi cliip;t de su
cvolucicin y predecir cuándo morirá ilnalmente la estrella.
De estos resultados teciricos existen pcx'tis comprobtieiones
directas. l>a gama completa de radiaciones electromagné­
ticas (|ue recibimos de una estrella, desde los rayos X hasta,
las ondas de radio pasando ])or la luz, prcn icnc de sus
capas superficiales y de su atmiisfera. Los neutrinos, por su
parte, son emitidos directamente hacia el es|)acio desde las
propias reacciones nucleares del centro. Los modelos
teóricos de estrellas predicen cuántos neutrinos deberían
producirse, )' el dispositivo de Da\is comprueba estos
cálculos cuando se aplican a nuestra estrella local, el Sol.

Los constructores de estrellas

Ln princi])io. puede resultar misterioso el cjue los astréino-
mos pretendan conocer algo acerca del interior de estrelhis
remotas; después de todo, se las ve como meros puntos de
luz incluso en los mayores telescopios i a UK-nos c|uc se
utilicen técnicas especiales:. Sin embargo, como \imos en
el capítulo 7. el espectroscopio re\(-la los elementos ()ue
componen las caicas más externas de las estrellas, y su
espectro, o bien su color, nos dan a conocer su temjx-ratu-
ra su]X-rrici;tl. l’uede calcularse la luminosidad total si se
conoce la distancia a (|ue está la estrella, y la masa sólo si
es uno de los pttres ligados gra\itacionalmenie (véase
ca[)ítiilo 2:.
Con la ayuda de un gran ordenador, un astrofísico
moderno puede construir un enorme i-íingo de estrellas
«patrón» teé)ricas. Para ello simula una cantichid de gas de
masa determinachi y una específica mezcla de elementos.
t|ue se mantienen unidos por la ati-;icción gra\'itatoria, e
in\esliga los cambios en la temperatura, en la presi(')ii y en
la eomposicii'jn de la estrella cuando se producen reaccio­
nes nucleares u otros procesos, l'n a lórmichible labor,
ciertamente; pero, en ]irincij)io, no consiste más cpie en 121
 (Icr cxaclainciUc al deseado para la esirella real, bien l.a gran J^'ebulma de Orióii. en ella. (Copyright del Instituto
IJonjiie nuestras leyes físicas de laboratorio no tengan I'olugmfiada l)or eí leleseo/)in de de Tecnología de California y la
valide/ ]>ara el tremendo calor del corazón de la estrella, 5 metros de los Ohiervalorios Institución Carnegie de
H ale, es una nube de gas I I ashington. Reproducido con
bien, simplemente, pon|ue algunos d(> los cálculos se
iluminada ¡ m jóvenes estrellas permiso de los Observatorios
hayan simplificado en exceso con el fin de obtenei' más
que se han form ado recientemente H ale.)
sencillez y velocidad de cálculo, en detrimento de una
respuesta exacta. La ])rimera de estas ¡losibilidades condu­
jo a una gran crisis cuando ios físicos calcularon, a cómo evolucionan los humanos desde la infancia hasta la
mediados del siglo XIX, la energía de salida del Sol antes vejez. Similarmente, las morías de la (;structura estelar
de conocerse la energía encerrada en los núcleos atómicos. indican los cambios que podríamos esperar en una estrella
L1 gran científico alemán 1lermann von Helmholtz, supuso cuando sus reacciones nucleares centrales convierten un
(lue la grav itación era la única lúcr/a entonces conocida elemento en otro; e, igualmente, yxTmiten adivinar las
capaz de mantener caliente al Sol durante largo tiempo. edades y las historias de la multitud de estrellas (|ue nos
.\l contiaerse por su propia atracción gravilatoria, una rodean, ineluvendo el pasado y el futuro de nuestro propio
nube de gas se calienta; pero un simple cálculo mostró (¡ue Sol.
la energía producida únicamente hubiera permitido brillar Sin embargo, antes de describir las etapas liindamenta-
al Sol, a su ritmo actual, durante 30 millones de años. Los les de la váda de nna (tstrella, mucho mejor conocidas, es
geólogos indicaron (jue este resultado era imposible. La ocasión de retornar a su nacimiento, proceso hasta hace
Tierra y, algo más importante, los fósiles indicadores de la muy poco sumido en la oscuridad.
vida en la Tierra, eran bastante más antiguos. Hasta la
década de 1930 no se resolvió finalmente el problema, El nacimiento de una estrella
cuando otro alemán. Hans Hethe, dedujo las reacciones La «infancia» de las estrellas ha permanecido oculta a los
nucleares que pueden ocurrir en el ardiente núcleo del Sol, c)jos de los astrónomos, sumida en las profimdidades de
reacciones no contempladas por las leyes físicas conocidas grandes nubes de gas y oscuro polvo. Las nubes de gas,
en tiem|3os de Helmholtz. Los avances en la física de
laboratorio han permitido que los astrónomos ex]tlic|uen la
luminosidad de las estrellas; y los astrofísicos modernos
pueden pagar la deuda al tratar al L niverso como un
inmenso laboratorio, en el que el hombre puede apreciar
los resultados de los experimentos propios de la .Naturaleza
a uita escala imposible de alcanzar en la Tierra.
Los resultados .sobre los «experimentos» de la Naturale­
za en la construcción dt; estrellas pueden restimirse conve­
nientemente en las relaciones masa-luminosidad y tempe­
ratura-luminosidad iHertzsprung-Rus.scll), C)ue tratamos
en el capítulo 2. .Ambas son la Piedra Kosetta de los
«constructores de estrellas» humanos. L1 «modelo» teórico
debe acatar estas relaciones, y también ha llegado a ser
evidente por cpié la mayor parte de las estrellas se
encuentran en la «secuencia |)rincipal», mientras que otras
son gigantes rojas o enanas blancas. De hecho, los cálculos
concuerdan con las relaciones demostradas para estrellas
reales, y los astrónomos confían en que, si pudieran
realmente penetrar dentro de una estrella, sus condiciones
interiores coincidirían con los modelos teóricos.
(^uizá sorprenda aún más, asimismo, la adecuada
comprensión de los cambios experimentados ]jor una
estrella durante su vida. Habida cuenta de que el rango de
vida media de las estrellas puede oscilar entre un millón y
100.000 millones de años, tales cambios tienen lugar muy
lentamente. De vez en cuando, los astrónomos han visto
«encenderse» una estrella y empezar a brillar; o bien han
contemplado la muerte súbita de otra, advertible ]X>r la
ex]jiosión de una lejana supernova; pero, en general, las
estrellas parecen invariables. Nuestra situación es semejan­
te a la de un (extraterrestre que paseara una hora por una
de las Itulliciosas calles de la 1 ierra; aun cuando no
aprecia.se el modo en que transcurre la edad de las
personas, podría comparar a los individuos, deducir qué
122 caracteriza a la edad y, en consecuencia, determinaría
como la latnosa Nebulosa ele ()ri(')n. ocupan la mayor
parte clel plano ele nuestra (íalaxia en rotaeión. Una nube
interestelar es generalmente bastante estable, ya (|ue la
presión del gas epie la intenta expandir dentro del gas más
tenue epie la rodea resulta i'(|uilibrada por la fuer/.a de su
|)i'opia gravitación. Pero el ec|uilibrio se (|uiebra .si la nube
se comprime repentinamente, Cjui/.ás al estrellarse contra
una de las nubes de gas de los brazos espirales cuando
ilota alrededor del centro de la Galaxia, o, tal vez, al .ser
alcanzada por los restos <‘n expansión de la exjjlosicai de
una stipernttva cercana. Kn cualciuier ca.so, la nube c|uecl;t
aplanada cual una torta cósmica, y la gravitación se
encarga de atraer al gas al intttrior de los trozos contraí­
dos. Cuando estos últimos se contraen, giran más rápida­
mente, obedeciendo la ley de conservación del momento
angular que vimos en el capítulo 3 (al igual C|ue un
patinador sobre hielo gira más rápidamente cuando enco­
ge sus brazos), hasta Cjue finalmente las partes se escinden
y acaban formando condensaciones independientes. Así
pues, se establece un cúmulo completo de «protoestrellas»
contraídas, oculto dentro de los restos de la nube original.
Kn los últimos años, los astiónornos escudriñan ya a
través de las «cortinas de los criaderos de estrellas». Los
rayos iníiarrojos y las ondas de radio pueden penetrar las
nubes d(> polvo, y los astrónomos ca])tan tihora estas
radiaciones y «ven» las protoestrellas y sns alrededores.
Las |)rotoestr(;llas contraúhis se callentan a medida (|ue su
energía gravilatoriti se convierte en calor, tal como Helm-
holtz calculó para la «contracción solar» el siglo pasadti; y
cuando la «superficie» en realidad, un cajtullo de poKo
más espeso en torno a la estrella aletmza una temperatu­
ra de unos cuantos cientos de grados, empiezan ;t brillar
débilmente. 1 al como en un ctilentador eléctrico ;i tempe­
ratura similar, la mayor parte de la energía se emite como
ladiación infrarroja (calor:. Los astrónomos han encontra­
do decenas de ca|tullos de estrellas inirarrttjas aeumuladas
en el centixj de nubes como hi .Ncltulosa de Orión.
Kn los últimos años sesentti, Kric Hecklin y Gerry
Neugebauer descubrieron tnui estrella de inliarr()¡o pai-
ticularmente brillante en esta nebulosa, detrás del resplan­
deciente gas y de las estrellas (jue innestrtin las líttogralias
ordinarias. K1 objeto de Heeklin-Ncugcbauer es. con toda
probabilidad, una ytrotoestrella a|)roximadamente unas
diez veces más pesada cpie el .Sol, \ diez mil veces más
brillante, y, si no esttniera en la etapa de ca]tullo y
oscurecida p tr el polvo, la veríamos como una de las
estrellas más brillantes del cielo, l’or el contrario, el objeto
de Becklin-Neugebttuer es invisible, incluso para los mayo­
res telescopios ópticos, y his ytiopiedades del inlrarrcjo
sugieren (jue sólo una parte de un trillón de su luz visible
puede escapar del capullo y de la nebtilosa tjiie le rodea.
Los radioastrónomos no se muestnm menos excitados
por estas noticias. Durante largo tiempo detectaron gas
hidrógeno caliente próximo a las estrellas jóvenes, pero un
examen detallado del espectro de radioondas de las densas
nubes de gas reveló, recientemente, «líneas» de muchas
moléculas. Gon anterioridad, sétlo se habían eneontradet en
el espacio átomos sencillos (y átomos cargados eléctrica­
mente llamados iones,i, jtero hace ])oeo se detectaron
cincuenta com|)uestos <|uímicos diferentes en las nubes
interestelares, y la lista atimcnta cada año. Kstas moléculas
.se forman a partir de átomos de gas soltre la superficie de
los minúsculos granos de polvo, \ éste las protege de la
rtidiaeión ultravioleta (]ue normalmente disocia las mo­
léculas del espacio. .Algunas de las moléculas más grandes
son sorprendentemente similares a las cpie se enetuaitran
en las células vivas, y algunos científicos sugieren que estas
reacciones cjuímicas interestelares |)tieden jugar un impor­
tante payael en el origen de la vida de los planetas que se
hallan en órbita en torno a la protoestrella.
Aún más inesperado resulta el t|ue algunas de estas
moléculas se hallen (m pequeñas nubes que brillan intensa­
mente a las longitudes de onda de radio en forma de
máseres naturales (el equivalente en radio a los láseres).
Cada una tiene a])roximadamente el tamtiño de la órbittt
de la fierra en toino al Sol, y es alimentada fX)r la
radiación infrarroja de las protoestrellas próximas, com er-
rida por medio de las moléculas de agua (H./): e iones
hidroxilo (jOIi: en intensos haces de microondas. .Asisten
al nacimiento de la estrella actuando como si fuesen
n'frigeradores cósmicos, es decir, tx^alizan una función que
consiste limdamcntalmenté en extraer el calor que de otra
forma se o|X)udría a la contracción gnnitatoria de las
protoestrellas. 123
 Las centrales generadoras de las estrellas I m í Flihaiíes. o Sieíe Hemtnui'r. l>e.»idas, se ajut^arán antes de
1.a U-mpcralura central de la })r()loeslrella aumenta eonti- M»! jdívnc.s se«ún ¡os ¡xilrimes que el Sol deje de brillar.
niuimente durante sn colapso; y cuando alcanza la colosal astronómicos. Solamente tienen ( Copyright del Instituto de
tcm|X‘ratura de diez millones de grados, empiezan las (iO milluncs de años j están Tecnolonta de Calijornia y ¡a
rodeadas ¡sor jirones de ¡a Institución Carne"ie de
reacciones luicleares. l.os luieleos de hidrc'jseno ;protones:
nehuio.sa en la que nacieron. \\'asliins.lon. Reproducido con
se fusionan de cuatro en cuatro para dar núek-ers de helio.
Estas e.strellas, hriUanles )■ permiso de los Observatorios H ale.)
( 2)11 el lin de iniciar la reacción, los núcleos dehen chocar
con fuerza suficiente como ¡xtra vencer la repiilsicMi debida
a sus carcas ekViricas |jositivas «carcas itfuales se
rejielen» y, como la tcmperalura es una medida de la
\elocidad de las panículas de gas, una temperatura
suficientemente alta asegurará C|ue cermienza la fiiskin.
I'.sta alta temperatura es el problema más .serio en el
di.seño de un reac tor de fiisión en la l ierra.i
Dado C|ue la fuerza nuc lear fuerte mantiene unidas a las
partículas, la energía es extraída ])or la alta velocidad de
los productos v por los rayos gamma. I.a razón de la
pc'-rdida de energía puede apreciarse fácilmente si se
considera la reacción inversa: se nccesit;irí;t una gran
cantidad de energía para desccunponer un niic k'o de helio
en dos protones y dos neutrones librc's; y una cantidad
exactamente igual de enc-rgía se libera, por tanto, cuando
los componentes de un núcleo de helio se unen. I'ista
pérdida de energía de enlace, cpie tiene lugar cuando se
combinan kjs núcleos, alimenta a las estrellas. Toda letrina
de eiK'rgía posee una cantidad de masa asociada a ella,
según la famosa c'euacic'm de I'ánstein, li= m e - ienergía-
= masa x velocidad de la luz al cuadrado:, y la pérdida de
c'iiergía significa c]ue cada núcleo de helio es únieamente el
99,3% tan pesado como los cuatro núck'os de hidreigeno
que lo han formado. Una estrella tínica como nuestro Sol
convierte masa en radiaeión al sorurendente ritmo de 4
millones de toneladas ¡por segundol
1.a estrella se calienta en el centro debido a la energía
perdida por los núcleos que se fúnden en él ;aparte de la
pec|ueri;i cantidad de energía transjtortada al es])acio (xir lentas cpie las reacciones nucleares liiertc's; y son necesarias
los esc|uivos neutrinosi. Los jtrincipales |rrodnctos de la en la cadena de reacciones de formación del helio para
rc'acción -núcleos y partículas rápidas, y rayos gamma moderar la ráf)ida reuniiin de los núcleos de helio. Kn la
no pueden dc.s|)lazarse k;jos sin encontrarse con partículas llamada bomba «de hidréigeno». el explosi\'o no es hidió-
del gas de los alrededores; y ac|uí, la fiierza electromagné­ geno ordinario, sino variedades más pesadas cuyos inicíeos
tica entre' ellas juega su papel moderando los residuos de contienen uno o dos neutrones además , del ])roté)ii; asi
la reacción e impulsando las partículas de gas a altas pues, como no hay necesidad de esperar el proeeso débil
velocidades, kor tanto, la velocidad media de las partícu­ para generar neutrones, la fuerza fiierie lo arrolla todo: los
las se incrementa aumentando aún más la temperatura del núeleos se fusionan en nn cataclismo casi instantáneo. Si
ya sobrecalentado núeleo de la estrella. Pero, al calentarse, los protones pudieran eonvertirse en neutrones a un ritmo
un gas aumenta la presicin C|ue c'Jerce sobre sus alrc'dedores correspondiente al de la interaccié)n fuerte, el Sol habría
tal como lo sabe cuakiuiera C|ue haya abierto una estallado por sí mismo tan iironto como se liirmó, al igual
botella de champán caliente , y este exceso de presión en ([110 una bomba de hidrógeno a escala cósmica.
el cc-ntro de la estrella se opone a l;i omnipotente atracción De esta manera, una estrella como nuestro Sol. f|iie
gravitatoria. 1.a estrella deja de contraerse, y el perfecto brilla regularmente, es un gigantesco campo de batalla
e(|nilibiio de las fuerzas la mantiene Inillanck) cemstante- entre las fuerzas naturales. Por una parte, la gra\itacié)ii
mente durante millonc's de años. intenta contraería continuamente al tamaño iiiás pec|ueño
,;Y qué sucede con la cuarta fuerza, la fuerza nuclear posible, y ]X)r sí sola lo lograría en unos 30 millones de
débil:’ lam bién juc'ga un papel fundamental, (kiando los años, según la escala de Helmholtz. Pero la reacción liierte
cuatro núcleos de hidn'igeno se combinan ])ara formar un une lo.s núcleos en el centro de la estrella y libera energía
núclc'o de helio, dos de ellos deben cambiar de ])rotones a por intermedio de la fuerza nucleai’ débil, l.as fuerzas
neutronc's. listo va aconqtañado de la c'misic')ii de un electromagnéticas a.seguran (|ue esta energía calietne el
positión antielectrón: \ de un neutrino, una reacciéin interif)!' de la estrella, con el lin de producir una presión
nuck'ar débil, (lomo \imos en el ca]título 3. las reacciones hacia aliiera (jue sin a para eriuilibrar exactamente la
124 débiles son aproximadamente cien billonc'S de veces más gravitación.
A bajo:
I m Nebulosa E ia Carina, una
resplaruleciente nube de gas
surcada por oscuras sendas de
polvo. E sta fotografía,
procedente del Observatorio
¡nteramericano de Cerro Totolo, Las estrellas de la secuencia principal
en Chile, está salpicada por No resulta sorftrendcntc (]uc esta condición de equilibrio
cientos de estrellas, y cada una asegure el que todas las estrellas de fusión de hidrógeno,
de ellas es una central nuclear de igual masa, sean como gemelos idénticos con propieda­
como nuestro Sol.
des notablemente similares. Supongamos, por ejemplo,
una estrella c|uc produjese menos energía cjue la aprojtiada
para su masa. K1 centro se volvería demasiado fiío, y la
menor presión del gas permitiría entonces cjue las llieiv.as
gravitatorias comenzasen a contraer la estrella; esta con­
tracción calentaría el núcleo, y esta mayor temperatura
aumentaría el ritmo de fusión nuclear con el correspon­
diente retorno a la producción normal de energía. Este
magnífico sistema de realimentación asegura que las
estrellas brillen, más o menos constantemente, durante el
ticmjTo en que fusionan el hidrógeno en helio.
El Sol se halla a aproximadamente la mitad de su
periodo de fusión de hidrógeno de lO.OOO millones de
años, pero, bastante paradójicamente, le .sobrevivirán
estníllas menos masivas. Aun cuando estas estrellas tienen
menos reservas de combustible, su menor gravitación les
proporciona una temperatura central menor, y el ritmo de
fusión es tan lento c|uc su provisión de hidrógeno les
durará de hecho más cpie al Sol. En una nube de gas en
colapso habrá protoestrellas de todas las masas, y los
cálculos muestran que .sólo aquellas más pesadas (pie un
veinteavo de la masa del Sol (cincuenta veces la masa de
Júpiter) alcanzarán una temperatura central bastante alta
como para fusionar los núcleos de hichógeno. Una bola de
gas menos masiva se calentará por contracción, |)cro
nunca brillará por sí misma y terminará como un gran
planeta, como un Júpiter más masivo. Ua predicción
teórica cpiecla verificada por la estrella más ligera conoci­
da. Ross 614H, unas .setenta veces más pesada (|ue Júpiter,
justo por encima del lí m i te.
Eas estrellas más masivas son, correspondientemente,
pródigas en su uso del hidn'igetio. Una estrella di(‘z veces
más pesada cpic el Sol vive .sólo la milésima parte i'diez
millones de años), mientras que las reacciones nucleares
en su .sobrecalentado núcleo agotan el combustible de
hidrógeno. Las estrellas más masivas son, como era de
esperar. más luminosas (pie el Sol, y la relación calculada
es muy similar a la relación masa-luminosidad [tara
estrellas reales. La alta luminosidad convierte en inestables
a las estrellas más masivas; el inmenso flujo hacia el
exterior de fiitones, que transporta energía desde el centro,
arranca sus capas más externas incluso en contra de la
enorme atraccitín gravitatoria. Las estrellas más pc.sadas
conocidas, como el superpesado par llamado estrella de
Plask('tt, es alrededor de sesenta veces más pesado (lue el
y se acerca a este límite superior.
La teoría relaciona asimismo la luminosidad de una
estrella con su temperatura sup('rlicial, y la predicción se
corresjxmdi' adecuadamente con la secuencia principal del
diagrama Hertzsprung-Russell. Por consiguiente, las estre­
llas de la .secuencia principal son estrellas de fusitán de
hidiógeno, y la posición (pie una estrella ocupa en la
sccuenciíi depende en e.seucia de su masa. Como veremos
más adelante, los otros tipos más raros (pie incluyen las
gigantes rojas y las enanas blancas son simplemente
estrellas más vitjas (pie han ¡tasado ya por la láse de la 12.')
/,í7 fm rk stilm m de tina «ran
jimlithemncM puede alam zai
(V/.ií un millüii de kilómetros pin
encima de la superjieie de! Sol.
secueneia principal. La mayor parte de la s ida de una
estrella es em])leada en (iisioriar bidrógeuo, y, así, la
mayoría de las estrellas (pie vemos en (d cielo son del ti|)o
de las de la secuencia principal; al igual (pie la mayor
parte de la gente (pie vemos por.las calles se baila por
debajo de los bO años, sinptlemente porque un ser bumano
vive más tiempo por debajo de los 60 (pie por encima.
La concordancia entre los cálculos y las relaciones
observadas de ma.sa-luniinosidad y temperatura-luminosi­
dad (Hertzsprung-Russeli; muestra (pie la teoría de la
f'usuin de bidiógeno es iKistantc precisa, .\ntes de seguir las
últimas eta|)as de la vida de una estrella, desptit’S de (pie
alcanza el punto crítico en el (pie ya ha convertido todo su
hidr(')geno central en bello, retornaremos a la única estrella
de fusión de hidrógeno (pie |)odemos e.siudiar ai detalle.
El Sol
L1 suave y sonriente rostro del Sol |tintado por los artistas
desde la antigüedad es una buena representación dcl
modo en (pie (‘sie oculta la mayor jxirte de sus st'creto.s a
las ¡ntcrrogantes de los astrónomos. Hasta (pie Raymond
l)a\is comenzó a investigar los neutrinos en 1968, no
había f()i ina directa alguna de explorar .^ti oculto interior,
y nuestro conocimiento de su estructiirti se Itasaba en su
mayor parte en la teoría que tan correctamente desciibe
las estrellas de fusión de hidrógeno.
La energía del niicleo del Sol se filtra hacia el ('xterior
muy lentamente, dada liitón individual se desiikiza sólo
una fracción de milímetro antes de encontrarse con una
partícula de gas y ser absorbido o es|)arcido, y, cada \'cz
(|iie esto sucede, vanan su energíti y dirección. Ln el
capítulo 7 vimos cómo el carácter de la radiación electro-
magiu'tica diitoiu'sj depende de la temperatura de la
materia (pie la rodi’a. duando la energía se difunde hacia
afuera desde el extremadamente caliente mieleo, el tipo
principal de liitones cambia desde los rayos X hasta el
ultravioleta, y hasta la luz \ásible, antes de (pie la energía
emerja de la brillante superficie solar. Lsta lenta «rata» de
difusión significa (pie la energía producida tardará tnillo-
ncs de años en atravesar los 7()().()()() kilómetros basta la
siiperíieie del Sol. mientras tjite en el espado \acío esta
distancia sería recorrida en algo más de ¡dos segundos!
Lxaclarnente debajo de la superficie visible del Sol
existe una zona en la (pie el flujo saliente de energía es
irans|)oriado por inmensas colummis verticales de gas.
Una cticerola caliente es un excelente ejemplo |>ara ilustrar
este |)roeeso de consección. Antes de (pie el agua de la
cacerola hierva, hay una etapa en la ciuil las columnas de
agua caliente ascienden hacia la sujK-rficic, mientras (pie el
agua li'ía adyacente, más densti, desciende, otorgando a la
stiperlicie el asjtecto de un panel de celdas de convección.
La superficie solar está recubierta de este ii|xi de celdas,
cual un tazón de arroz en el (pie cada «grano» mostrase
I ms capas más iiij'eñorcs de la cansa de tos campos maguéticos.
atmósfera del Sol (fotagrajiadas /.os campos mu) fuertes enfrian
aquí am luz de átomos de tos gases del Sol r originan las
hidrógeno ¡ se distorsionan a manchas solares oscuras.
un centro caliente y brillante de gas ascendente, así como
bordes oscuros y fríos. |ior los que el gas desciende al
interior del Sol (k'.spnt'-s de emitir parte de su calor, listos
gránnlos de 700 kilómetros de diámetro están disptiestos
en celdas más grandes de siipergrániilos ■30.000 kilóme­
tros;, observados en la parte más baja de la atmt'isfera del
Sol con instrumentos especializtidos. X'eremos más adelan­
te (|iie estos supergránulos se relacionan íntimamente con
el clima del Sol.
Puede parecer contradictorio (pie hablemos de «siiperli-
cie» y «atmósfera» del Sol, \a (pie lodo el Sol es g;is (|iie m‘
vuelve menos denso desde el centro hacia afuera. Ln las
partes más externas de l;i tenue atuKislera solar fluye gas
llamado viento solar (jiie se extiende más allá de la
('abita de Júpiter; por lo (pie podríamos afirmar, hasta
cierto punto, (pie la mayor parle de los planetas se hallan
en ('a’bita dentro del Sol. Sin embargo, estas capas más
externas son extremaclainenie tenues y están más enrareci­
das (pie el nujor «vacío» (pie podemos producir en la
fierra. La idea de una superficie definida es, de hecho,
bastante razonable, pues las f()togralías vistas con luz
ordinaria muestran (pie el Sol posee un borde muy tililado.
Xiinca se debe mirar al Sitl directamente a través de un
telescopio o de unos prismáticos, pues la coticenlraek'in de
calor puede dañar los ijo s de modo |X‘rmanente.) Ln la
región de la superficie del Sol ifiilosféra), la densidad del
gas disminuye miles de veces en sólo unos pocos cientos de
kilómetros, y desde la 'fierra se lo \e como una delgada
película. Por debajo de la fiilosféra, el gas del Sol es tan
denso que se s uelve opaco, mientras (pie jxir encima en
la «alni(')sléra» e^ Iran.syiarente a la luz.
127
 El gas resplandeciente de esta el campo de un imán puede Abajo: el disco brillante del Sol durante
prominencia visible en el borde distribuir las limaduras de hierro La atmósfera más externa del un eclipse total. Este fue
del Sol muestra lagos en el que se coloquen a su Sol, la corona, sólo puede fotografiado desde .Miahuatlán,
campo magnético solar, tal como alrededor en forma similar. observarse cuando la Luna oculta México, el 7 de margo de 1970.

Clima magnético pesar del enorme tamaño del Sol, no es más intenso cpie el
A primera vista, el Sol parece S(’r el simple balón de gas de la 1 ierra. No obstante, el gaseoso Sol no gira de forma
caliente que predice la teoría. Sin embargo, esto se debe al seneilla, como ocurre con el rocoso globo terrestre; sus
inmenso flujo de energía en la zona de la luz visible del regiones ecuatoriales rotan más rápidamente que el resto,
espectro, C|ue emerge desde el núcleo y c|ue oculta comple­ y esto «agita» el camyx) magnético arrollándolo en torno
tamente en las f()tografias ordinarias los fenómenos de la
atrnósíéra solar. Si consideramos al Sol en términos de
ondas de radio o de rayos X , o de las estrechas «líneas» del
espectro visible procedentes de iones y átomos particula­
res, su clima se revela como un auténtico remolino de
actividad. Esparcidas sobre la supeilicie hay enormes
regiones activas, algunas de irtO.OOO kilómetros de extensión,
resaltadas por nubes calientes, en la parte infcrk)r de la
atmósfera, (pie brillan intensamente con luz emitida por
gases de hidrógeno y calcio. De la sttpcrlicie sobresalen
ligeras prominencias, mientras (pie la explostón nqxTitina
de una crupcirín ocasional arroja rociadas de gas al
espacio. Por (meima de todo flotan enormes concentracio­
nes de gas en la atmiisfera su])erior, que aparecen como
trazas brillantes en las fotograbas de emisiones de rayos X .
lóelas estas «representaciones climáticas» de la región
activa proceden jior entero de la actividad del campo
magnético del Sol. El campo general se produce probable­
mente por corrientes eléctricas internas, de íítrrna parecida
128 a lo ([ue ocurre con el campo magnético terrestre, y cpie, a
I m.s auroras son m ás frecu en tes auroras brillan tes a lo largo de
cuando el S o l se encuentra en la historia perm iten que los
una época activa de su ciclo de astrónom os determinen la p a sa d a
once años. L o s registros de actividad solar.
al Sol cual una fibra elástica. La capa burbujeante de
convección, bajo la superficie, retuerce el campo en
«.sogas» algunos cientos de veces más intensas que el
campo general norte-sur. Estas sogas ascienden hasta los
bordes de los grandes supergránulos, y muestran la atmós­
fera del Sol como un campo espigado cuando se lo
fotografía con luz de hidrógeno.
Las concentraciones magnéticas mayores producen las
regiones activas, atrapando nubes calientes de gas en la
atmósfera inferior y concentrando la tenue atmósfera
superior dentro de las zonas de emisión de rayos X que se
hallan encama. Incluso estos gases más calientes pueden
enfriarse gradualmente y fluir bajo el campo magnético,
dc.scubriendo mientras tanto el pasadizo llameante de una
prominencia. Cuando campos magnéticos dirigidos cm
sentido opuesto se encuentran, se aniquilan unos a otros en
la furiosa explosión de una erupción.
En el centro de una región activa, la parte más intensa
del camjxi magnético da lugar al único fenómeno que
muestran las fotografías ordinarias del Sol: las manchas
solares. Las más grandes son reconocibles a simple vista a
la salida del Sol, o cuando está algo nublado (insistimos en
que nunca se debe mirar al Sol directamente), y eran
conocidas por los chinos desde el año 43 aC. Galileo
comenzó el esfudio científico de las mismas en 1610, y su
in.sistencia, en cuanto a que un Sol supuestamente perfecto
era insostenible debido a las oscuras manchas, constituyó
uno de los motivos que le acarrearon conflictos con las
autoridades de la Iglesia.
Una mancha solar es oscura únicamente [X>r contraste,
ya que está «más fría» que el resto de la fotosfera; y «más
fría» significa una temperatura de unos 4.000”C. Si
pudiéramos aislarlas de la cegadora luz de la cercana
fotosfera a 6.000"C , las manchas brillarían en un tono rojo
anaranjado. Las teorías modernas demuestran que el
intenso campo magnético en las manchas -algunos miles
de veces el campo de la Lierra enfriará de forma natural
la superficie cuando pase a su través.
Siglos de observación de las manchas solares han
revelado c|ue su número visible oscila de forma regular en
ciclos de once años. Cada once años, cuando el número de
manchas es mínimo, el cam|X) magnético general del Sol
cambia: el polo magnético N pasa a ser S por espacio de
otros once años. Dc'spués de cada inversión, el nuevci
campo general «gira» gradualmente, y, como consecuen­
cia de ello, empiezan a aparecer nuevas regiones activas,
(con sus correspondientes manchas solares). Tras cuatro o
cinco años se alcanza un máximo de actividad, pues los
intensos campos magnéticos de las regiones activas en
declive se han extendido sobre la superficie sola!' y
empiezan a neutralizar el campo general. Después de once
años han logrado invertirlo, y el ciclo comienza otra vez.
El «clim a» del Sol nos afecta
Dado que nuestra Tierra se halla en órbita dentro de la
atmósfera más externa del Sol, no resulta sorprendente
que pcxlamos detectar desde aquí señales del ciclo de once
129
 D uru nk d si« lo Al //. F.urolm
su frió im ien w s km rigurosos í/ uc
d T ám esis se. h eló a su puso por
¡.oiiilres, )■ los dw laduuos
celehruro'.i fe r i a s sobre el hielo.
Pista «peqiu'iia glaciación » se
originó probahiem en le en la
in actividad tem poral del clim a
m agnético d el Sol.
L a cosecha de uva en .zonas de
viñedos, como la de L e
I/w an dou . en e l .sur de P'rancia,
depende de las buenas condiciones
clim atológicas, lis p o sib le epie la
c a lid a d de las (m echas coincida
con el ciclo de once años del
m agnetism o sotar, m ediante su
injhu ncia .sobre el clim a
terrestre.

A I ROE DESCRIPTION OF RLANKET

]''A Í¡iiponrhcRivcrTlum cs,jnthctim cof tlicgrcat F r o ll
. Iiul«y«arotóurUvMJ,

años. Las ca|)as radionrllcnaiUes de la ionosfera terrestre

se \cn alcetitdtis por el chorro de ptirtíeulas proeedeiite de
l;is legiones acii\as del Sol; y. de este modo, la reta-pción
de ondas de rtidio \an'a signiliettlivamente con el cielo
solar. Los hermosos v resplandecientes velos de In/ de las
atiroras boreales y australes son átomos de nuestra ittmós-
fent cuyos electrones han sido arrancados |)or i/artíciilas
solares canalizadas por el campo mattiiético de la rierrtt.
F.l número de auroras, así como su brillo, depende
asimismo del ciclo solar. Los registros de atiioras se
empleaban en el medievo |);tnt representar l;t aclividiid del
Sol. siglos antes de c|uc las observaciones de las mtinchas
scjlares se efectuaran con regultiridtid.
No obstante, el ciclo de once años se maniliesta también
en otras eirctmstancias más soiprendentes: la calidad de
las cosechas de vino, así como el nñmero de cenitiries
marcados en crif|uet de priment división, son consecuen­
cia del ciclo del Sol. Ll vínculo es el climti de la 1 ierra.
Durante el |)eriodo de máxim;i actividad de manchas
solares, el tiern|)o es generalmente mejor: de a(|uí (|ue, con
menos lluvias, las eosechtts sean mejores y peores los
partidos de cri(|uet. (La tmalogía deportiva lámilitir es
inglesa, ya (|ue en Inghtterrtt. normalmente. ;llue\'e mti-
cho!' .\un(|tie l;i eorrelacié)n entre el «clima.» solar y el
terrcstic parece ciertamente real, ha resultado arduo pttra
los meteorólogos el lograr ex])licarla. Ls fácil entciuler el
modo en (pie las partíctihis muy cnergéticíis de las regiones
íictivas pueden aléctar l;i tenue y eléctricarnerite cargada
ionosfera de la Tierra. |tero el efecto total sobre la
atmérsfera inicrior debería ser muy pec|ueño en eoinptua-
ción con la energía adtjuirida directtimente del calor del
Sol; y esta energía tot;il (|uc sitie del .Sol v;irí:t muy poco
dtir;nite el ciclo.
130 Ll clima solar aíéctti en sumo grado a nuestro clima.
Durtinte el ptistido siglo \\ 11, toda la actisidad de la
superficie del Sol se detuvo durante sesenta años, y la
ternperaturtt de la Tierra descendió. Sólo eit 0,t)"C sobre la
media, es cierto, pero lite sin emltargo suficiente como
para dar lugar a iintt «niini» giaciíición: el 1árnesis en
Londres, por ejemplo, se heló tinas diez \-cces en estos
rigtirosos inviernos.
John Lddy, del High .Altitude ( )bservatory, (iolor;ido,
ha investigado incluso más atrás, en la historitt del Sol.
Comirarando los registros medievales de los lénómcnos
relativos a la actividad solar con la cantidad de carbono
radiactivo ícarbono-14: en árboles plantados en la é()oca,
estableció epte el carbono-1 1 fiu* más tibundante durante
los largos períodos de «trancphlidacl solar», como en el
pasado siglo XVII. Lste resultado no cau.sé) gran sensación,
ya t|ue el carbono-11 se ttroduce txtr el impacto de los
rayos cósmicos procedentes de las proliindidades del
espacio sobre los átomos de la atmó.sféra de la l'ierrti: y,
cutuido la actividad .solar es débil, la mayor ttarte de estas
ptirlíciilas rápidas pueden penetrar en el sistema stjlar.
Sin embiirgo, en 1977 Lddy sort/rendié) al mundo
científico aruiriciíuido epte tm estudio del carbono-14 en la
madcni <le hace .'LOOP años había revelado cute la mayor
parte de ese tiempo la superticie solar httbíti permanecido
muy IraiKpiila. Los periodos de actividad retallar del Sol,
semejantes al actual cpic se mantiene desde 171.3 dC. .sólo
se itresentaii espoiádica y raramente. Dtnanic el 90”„ de
I(i> úliimos 3.()()() añ(js. la rara del Sol se lia iiiaiuciiido
inipci'Uirbablc, muclio más (|iir la snu illa hola de i>as de
los icói icos de las cslicllas. ILs una suerte t|ue \ ivaEiios una
('poca en la c|uc los campos ma,soneticos pimimos a la
superficie solar d(;jcn escapar sus t'xhibicioncs de liicpos
artificiales.
Los neutrinos perdidos
Si se vuelve aún más atrás, la presencia de l;is grandes
glaciaciones citando planchas de hielo bajaban desde los
polos hasta l;is zonas templadas de la l ierra pudo haber
sido el resultado de profundos acontecimientos sut'cdidos
en el núcleo del Sol. Se han propuesto muchas ('xplicacio-
nes ptira estas giaciacioncs, y la U'oría astnaKÍmica actual
más aceptada supone lentos cambios en la direcci(')n de los
pitlos magnéticos terrestres, así como en l;i fitrma de su
órbita. Una hipótesis eoniraria rehiciona l;is intermitentes
heladas de la superficie de la l ierra eon el horno nuclear
del corazém solar; esto se ha comprobado recientemente
como consecuencia del experimento de neutrinos descrito
al principio de este capítulo. Uos |)rimeros resultados de
I)a\is, anunciados en 1968, causaron consternaci(')n entre
los astrónomos: el número de neutrin<js procedentes del
Sol era mucho menor (|ue el espertido. Kn consecuencia, la
temperatuni del núcleo del Sol debe de ser bastante
inferior ;i la predicha por la bien establecida teoría de la
liisión de hidn'tgeno de las estrellas. lil pánico inicial
causado por esta noticia disminuye en la actualidad,
después de (|ue los asti(')nomos investigaran esta nuevíi
pista del fúncionamiento del Sol. Uos resultados del gran
tanc|ue subterráneo, recopilados durante años, suministra­
ron ahora un valor bastante exacto del flujo de neutrinos,
algo mayor (pie el increíblemente bajo valor inicial; y los
teéaicos reelaboraron sus modelos del interior del Sol y,
actualmente, predicen un número bastante menor de
neulrinos. No obstante, existe todavía iitia discrepancia
real: el coraz,ón solar está más liío (|ue lo e.sperado.
Sin embargo, los asirétnornos jamás carecen de una
explicación; y en este caso hay ;il menos dos hipótesis (|ue
pueden explicar la diíérencia entre el modelo teórico del
Sol y el real, en términos de sim|)lificacié)n del modelo, sin
(|ue ello conlleve una revolución de las U'yes físicas
conocidas. Ua primera desafia la hipótesis largamente
mantenida |X)r los teéaicos acerca de (|iie la cornposici(')ii
elemental original del Sol, incluyendo su núcleo, era l;i
misma que la de su superficie en la aelnalidad. Si su
superficie actual está realmente compuesta de gas recogido
de las nubes interestelares, desde el nacimiento del Sol,
esto no constituye nccesaritimente una buena relcrencia
pitra conocer el material original del centro, ya <|ue t's
bastante |X)sible (|ue el núcleo se halle más Irío de íicuerdo
eon los resultados obtenidos con los neutrinos. Ua segunda
consiste en que no debemos olvidar que los neutrinos de
Davis han abandonado el c(jraz.(3n del Sol tan sétio hace
ocho minutos, ya C[ue viajan a través del Sol y del espacio
interplanetiirio a la velocidad de la luz,, mientras (|ue la
luz, y el calor procedentes de la superficie solar han
empleado millones de años en desplazarse desde su núcleo;
[?or consiguiente, la lumincjsidad actual del Sol re\ela
cuánta energía se produio en el núcleo hace algunos
millones de años. K1 reactor nuclear del Sol |)odría víiriiir
"]xTíodTcamentesu temperiiiuiit debido ;i eventiiíiles com­
binaciones del giis (|ue le rodea. .\sí |)ues, si se hubiera
enfriado ligeramente hace unos cuantos millones de años,
la tempertilura deducida del ex|)erimemo de neutrinos
debería ser realmente menor f|uc la predicha a partir de la
luminosidad del Sol. Por otra parte, la tempeialuni íictual
más bajíi del núcleo causará uu ligero enfi iamienio de su
su]K‘iiicie. y, dentro de unos cuantos millones de años, un
cnliiamicnto de la l ierra. Si estti hiitóiesis es correcta,
debemos esperai una glaciación mayor en el lútnro.
K1 Sol ha sido, durante casi .ó.OOO millones de itños, un
magnííico proveedor de calor y luz, para la l ierra. U1
iX|uilibrio entre las reacciones nucleares y la gra\edad en
el centro del Sol ha mantenido esta producción práctica­
mente constante durante mucho ticni|)o, y si bien alguiuts
pequeñas variticioncs han causado nnesiras glaciaciones, el
calor dcl Sol nunca varió tanto como fiara congehir
com|ilel;unentc hi l ierra o hacer herx ir sus océanos. Hasta
cierto punto, se ha tratado de una feliz, coincidencia. Las
teorías de la evolución estelar muestran (|ue el -Sol se
abrillanta fioco ;i poco, y C|ue en la actualidad es aproxi-
madíimente una mitad más brillante aún C|ue al principio
de la historia del sistema solar; fiero, al mismo tienifxi, se
ha reducido el dióxido de carbono de l;t aiméisfera
terrestre gracias a las plantas verdes, y. como resulta de
ello, ha disminuido el llamado «elécfo invernadero» qior
el (|ue una iitmósíéra de dií'ixido de ciirbono mantiene un
filaneta más cíilienie (|ue lo esperado:. Ua combinación de
estos dos factores imfilica que la temperatura de la
superficie terrestre se ha mantenido entre las del fiunto de
ebullición y el punto de congelación del agua. Kn verdad,
debemos estar agradecidos, fiucs séilo un mundo húmedo
habrúi de fiermiiir (|ne e\olucione nuestra forma de \ida.
Pero, fX'uál es el htturo lejano del Sol.’ Kvidentemente,
nuestra estrella no puede brillar siempre, ya que su
almacén de «combnstible» de hidri'igcno disminuye de
continuo y comienza a saturarse con el «residuo» de helio.
Las reacciones de fiisión nuclear que mantienen al Sol
pueden ocurrir únicamente en su firofiio centro, donde la
temperatura y la ¡iresión son suficientemente altas y
donde, según los cálculos, se encuentni una décima parte
de la materia solar. Así fines, una vez, cjiie la décima parte
del hidrógeno dcl centro del Sol se haya «transmutado»
mediante reacciones de liisiém dentro del núcleo de helio
inerte, nuestra estrella se encontrará en afiuros. -Sin
hidrtígeno en las condiciones deseadas para la reacción, la
energía profxircionada disminuirá, y el Sol no contará con
ninguna resistencia Ifentc a la omnipotente tiiracción
gnivitatoria de su firopia masa.
lin cuak|uier caso, no viviremos par;i presenciar la crisis
('iKTgética del Sol. Uos teóricos estiman t|ue el Sol se
encuentra aproximadamente a mitad de camino de su
vida de líisiéin de hidrógeno, y la crisis sobrevendrá en
unos 5.000 millones de ttños. No obstante, como los
cuidadosos modelos matemáticos calculados para las estre­
llas, «construidos» fxir los teéiricos en ordenadores, pueden
evolucionar tan rápido como (|neramos, podemos simular
un modelo para el Sol y seguir su ('volución desfiués de
(|ue el hidréigeno de su centro .se haya extinguido. pff
 Durante la fase actual ele la fusión del hidrógeno, los
residuos de helio se acumulan en el mismo centro forman­
do un corazón muerto en medio de la rt;gión de (iisióti.
Resultado de esta producciein de «escolia» es el aumento
progresivo del brillo del Sol. Pero fiasta (pie el núcleo de
helio no sea la décima parte de la masa solar, los efectos
no seián evidentes. Kl modelo de ordenadoi" dernuestia
(pie cuando el reactor de fusicin nuclear del Sol empiece a
agonizar, la gravedad comenzará a contraer el núcU'o;
|X'ro, auncjue parezca extraño, las capas más externas se
expandirán. Resulta difícil explicar esta paradoja de liirma
simple, pero los cálculos no dejan lugar a dudas en cuanto
a cpie, cuando la mayor parle de la masa del Sol se
acercpie paulatinamente más al centro, se producirá una
expansión reciproca de su tenue (mvoltura más externa.
I,as oh.servaciones de los astrónomos apoyan los cálculos
de sus colegas, pues el cielo está colmado de estrellas
gigantes cuyas propiedades demuestran cpie se encuentran
allende la etapa de fusión del lúdixígeno. A difidencia de
estas estrellas, (pie muestran una secuencia clara cuando
sus propiedades se representan en un diagiama Hertzs-
prung-Russell, las gigantes fiirman una abigarrada multi­
tud. Una estrella de fusión de hidixígeno que, por ejemplo,
tenga la misma temperatura suj)erfieial que el .Sol, debe
mostrar aproximadamente el mismo brillo, la misma
masa y el mismo tamaño, idénticos en todos los aspectos.
,'\hora bien, si atendemos a estrellas gigantes con tempera­
tura igual a la de la supedicie solar, no }5odcmos establecer
ningún modelo: unas son diez veces más grandes y cien
veces más brillantes; otras son más grandes aún, y, en
consecuencia, más luminosas, sin hablar ya de las enormes
estrellas supervisantes diez mil veces más brillantes. La
mayoría de las estrellas gigantes tienen supcHicies más
frías cpie la del Sol, y habitualmenie se las denomina
«ivantes rojas. Por tanto, en la superficie de tales estrellas la
gravedad es comparativamente débil y el gas puede
contraerse y expandirse cambiando el brillo de la estrella
cuando varía su tamaño. Las «pulsantes» más reufulares
son las estrellas variables Celéidas, supergigantes amarillas
tan brillantes que pueden verse en otras galaxias, y
es|X'cialmente importantes porque su periodo de pulsacitín
~ relaciona precisamente con su brillo medio. Una vez
que se identifica una Ceféida por su ciclo rt'giihu'
aproximadamente semanal , se sabe cual es su lumino­
sidad intrinscca; comparándosela con la luminosidad
aparente, se puede calcular la distancia a que .se enaien-
tra. Muchas de las estrellas gigantes y supergigantes son
pulsantes; sin embargo, la mayor parte se manifiesta
bastante más irregularmente. Incluso la gigante reja más
familiar de todas, Betelgeiise (en el hombro de la constela-
ciéiii de Oriéin:, cambia su luminosidad:durante un año se
abrillanta, y luego se oscurece hasta sólo la mitad o un
tercio de su lirillo máximo.
La diversidad entre las estrellas gigantes proviene del
hecho de cpie, bajo su apariencia similar de superficies
pulsantes, tienen núcleos muy diferentes. Todas han
dejado atrás la etapa de liisión del hidnígeno, y dentro de
sus extensas y tenues capas más externas cuentan con
diminutos y muy ch'iisos núcleos estrechamente contraídos
132 P*^' gfa\(dad. Las reacciones y la composición elemen­
tal del núcleo dependen de la masa de la estrella y de su
edad, y éstos son los factores que deciden su tamaño, su
temperatura de superficie y su brillo. De este modo, una
gigante con una superficie caliente al rojo a 4.000*>C, que
brillase 30 veces más C|ue el Sol, sería, bien una estrella un
252„ más pesada que éste y con una antigüedad de L(X)f)
millones de años desde C]ue su provisicín de hidrógeno
central se agotó, bien una estrella del doble de esta masa v
cuya «crisis de energía» tuvo lugar hace scílo 30 millones
de años.
Así pues, las ¡íigantes rejas permanecen inescrutables
con sus enormes envolturas, c|ue ocultan el estado de sus
núcleos. A diférencia de las estrellas de lúsicíii de hidixítíe-
no, residta difícil poder afirmar algo sobre la edad, la
masa o el interior de una gigante roja o una supergigante
estudiando la luz prcjcedcnte de ella. Entonces, para tener
una referencia deftemos contal' con los cálcidos teóricos del
oi'deiiador. Se esjx'ra (pie estas predicciones -sobre los
tipos de estrellas gigantes y sus cifías respectivas coinci­
dan satisfactoriamente con las observaciones de estrellas
n'ales. Así, |X)dremos retornar al futuio del .Sol seguios de
que nuestro modelo de ordenador constituye una guía
lazonablenK'ute fiable.
Cuando su núcleo empiece a ser una escoria de helio
que se contrae, y su envoltura más externa comience a
crecer, aún (piedará una estrecha zona en torno al núcleo
donde puede continuar la lúsiéin de hidréigcno. De esta
manera, el Sol puede todavía radiar energía; y la contrac-
ciéin del núcleo bajo la influencia de la gravitación
también creará calor. De hecho, cuando el ,Sol alcance su
«crisis de energía», de acuerrfo con los cálculos aumentará
su enei'gía total radiada.
El aumento de brillo del Sol en expansión será entonces
mala señal para los planetas interiores. Einalmente, dentro
de b.OOO millones de años a partir de ahora, el calor del
Sol abrasará la supeHície terrestre hasta temperaturas
insoportables y hará hcr\ ir el agua de los océanos. Cual­
quier superviviente de la especie humana, fuertemente
lirotegido, por cierto, vería salir el Sol sobre la seca
superficie de la Tierra cual una enorme bola n ja , ocupan­
do una décima parte del cielo. Su superficie se dilataría
gradualmente rodeando la órbita de Mercurio, y el dimi­
nuto planeta herviría dentro de las capas más externas del
gigante .Sol.
Pero, en este estadio, el núcleo de helio se habrá
contraído tanto (pie la atracción gravitaioria calentará su
centro hasta I .(X)O.Ü()().000'’C. Entonces, los núcleos de
helio colisionarán a v('locidades tan altas (pie podrán
combinar.se de tres en tres para fiirmar inicíeos de carbo­
no, y esta fiisión del helio proporcionará súbitamente una
nueva fílente de energía al corazón solar. El niícteu se
expandirá ahora ligeramente; y esto será contrarrestado
por una repentina contracciiin de las capas más externas
del Sol: nuestros hipotéticos observadores de la Tierra
verían (pie el Sol, ]3robablemente en un día, se colapsa
hasta ser un gíolx) di('z veces menor. Pero la gradual
conversi(')ii del helio en carbono cu el centro reanudaría la
expansión de las capas más externas, y, convertido en una
gigante n ja , el .Sol comenzaría otra vez a amenazar a los
planetas.
¡MS ^ laciad o n ei terrestre!,, en las ser consecuencia de cambios
que bloques de hielo descienden periódicos en las reacciones
desde los p olos hasta zon as nucleares del núcleo del Sol.
normalmente tem pladas, pueden
interior solar tendrá entonces una estructura parecida
a una ccixjlla. Las capas exteriores no se habrán modifica­
do desde la formación del Sol, y eonsistirán fundamental­
mente en hidrógeno. Más adentro habrá una delgada
concha, en donde el hidrógeno esté suficientemente calien­
te como para fusionarse en helio; y, dciUro de ella, otra de
helio inerte. Exactamente en el centro estará la nueva
región de reacción, en la c|u<’ el helio se hallará bastant<'
caliente como para su fusión en carbono; y desdi! a(|uí se
filtrará la energía hacia afuera para mantener al Sol ante
su atracción gravitatoria.
En esta última etapa, los cálculos comienzan a ser
inciertos. Las líneas maestras están claras, pero resulta
difícil predecir cantidades exactas. El Sol aumentará
probablemente hasta su tamaño máximo en menos de
cincuenta millones de años desde el comienzo de la fusión
del helio, y los últimos cálculos muestran (|ue no será
mucho más grande ejue en su anterior etapa de gigante.
La su[jei-ficie del vSol, mucho mayor que la órbita del
entonces sumergido y ya no existente Mercurio, [)uede
amenazar a Venus; pero la ’l'ien a, con mayor óibita, se
mantendría fuera de peligro. Nuestro planeta volvería a
secarse, y cual(|uier superviviente de la especie humana se
enfrentaría entonces a otra amenaza: las capas más
externas del Sol se volverían inestables y serían despedidas
al esjjacio en forma de grandes conchas de gas, portando
cada una de ellas un |X‘queño porcentaje de la materia del
Sol. Después de decenas de miles de años, la mitad del gas
solar se perdería de esta manera, dejando al diminuto y
caliente núcleo solitario en su viaje por el espacio.
Los astrónomos conocen bien estas conchas de gas en
expansión que rodean a algunas pequeñas y calientes
estrellas, y que aparecen como diminutos discos luminosos
en un telescopio pequeño, cual débiles luces o distantes
planetas: fx>r ello, el gran astrónomo de inicios del siglo
XIX, sir VVilliarn Herschel, las denominó, erróneamente,
«nebulosas planetarias». En un principio músico, Herschel
era aficionado a la astronomía, lo que le llevó a descubrii'
accidentalmente el planeta Urano; esto le valió una
pensión del rey Jorge I II. Junto con su hermana Carolina
observó el cielo cada noche clara durante cuarenta años;
uno de sus grandes proyectos fue la clasifieacié)n y medida
de las posiciones de variados objetos «difuminados»
—nebulosas en el cielo. En la actualidad se conocen
cerca de un millar de las nebulosas «planetarias» de
Herschel, y los astrónomos modernos las inter|)retan como
una evidencia del final agótiico de las estrellas parecidas a
nuestro Sol, que terminan sus vidas no con una gran
explosión, sino con un vago C|uejido.
Enanas blancas
El núcleo central del Sol estará entonces efectivamente
muerto. La provisiéai de helio se habrá transformado en
carbono, y la temperatura nunca será suficientemente alta
como para c[uc éste se fusione en otros elementos. El
esc|uelcto central d<d Sol, desp()jado d(‘ su cubierta más
externa, se enfriará durante miles de millones de años,
liberando su calor almacenado al fr ío del espacio. Primero
blanca, luego amarilla, enffiándo.se hasta el rojo y final­
mente apagándose, nuestra estrella terminará como una
invisible peciueña relic|uia en una vasta galaxia, rodeada
aún de un séquito de planetas que incluirá a nuestra
congelada l ’ierra.
Los esc|ueletos de estrellas blancas, amarillas o rcijas
pueden verse con un telescopio potente. Son pequeñas
no mayores C|ue la 'l’ierra— y brillan ,sé)lo débilmente.
Los astrónomos las han llamado, acertadamente, «enanas
blanca.s». La estrella más brillante del ciclo. Sirio, tiene
una enana blanca por compañera, sospechada muclro
antes de su descubrimiento, cuando se determinó que Sirio
se movía en una órbita d(' 50 años. Dado (jue Sirio
también es conocida como la Estrella del Perro, a su
diminuta acompañantt' se la suele denominar «el Ca­
chorro».
Pero, ¿(|ué sucede con la inexorable atracción gravitato­
ria? Cualquier cuer|X) del espacio debe de estar .sometido a
una flierza t|ue se ojjonga a su tendencia a colapsarse. Un 133
 l mi foldviíijía de gran aumento interferometria de spechie, un
de la estrella «¡«ante Arturo, ordenador puede eliminar estas
tomada ¡mr Richard Scaddan con distorsiones i mostrar algunas
el telescopio Isaac .Mavton. I m s estrellas gigantes próximas como
distorsiones se deben por entero a discos con regiones luminosas r
la atmósfera terrestre: pero con oscuras, o sea como estrellas
una nuera técnica, llamada puntuales.
plancui se mantiene por las inleraeeiones entre los electro­
nes de los átomos próximos. En una estrella que brille
activamente, las altas temperaturas escinden los átomos en
niieleos y elertrones; pero ella mantiene sus capas más
exieruas por el rápido movimiento de estas partículas,
ealentíidas por las reacciones nucleares de sti activo centro.
Cuandf) el núcleo del Sol este totalmente com|niesto de
niieleos de carbono inerte, habrá otro ri{)o de presión
importíinte; la de los propios electrones.
En el capíttilo 6 hemos visto qtic, aun cuando los
electrones son iulinitesiinítlmeuie pecpieños, la extraña
característica dtial onda-corpúsculo de la materia implica
c|ue dos electrones uo ])ueden hallarse más cercanos C|ue
aproximadamente una loniJitud de onda,, y (|tic la loní^i-
ttid de ond;i disminuye cuando la velocidad relativa
tuimenta. En el contiaído núcleo del Sol, los electrones y
los núcleos se mueven independientemente dentro del
¡tlasma a alta tempenittira. Pero ciuindo el núcleo se
\ucl\’c más pec|ueño, los electrones acabitn encontrándose
con C|ue el espacio entre ellos disminuye hastit una
longitud de onda, y empiezan a empujarse buscando sitio.
Ea únicíi soli/ción (pie tienen es moverse más rápidamen­
te. disminuyendo ;isí sus longitudes de onda con el lin de
iKiipnr m enos csp:icio. En clvclo. hi fnciy.ii ¡fnnilitlorin
13.1 que contrae la estrella comprime sus electrones hasta (pte
se mueven más rá|)idainente, y los empellones y el rá|údo
tno\imiento de los mismos suministra la |)resión para
mantener la estrella. Ea gravitación cpiedíi, ;tsí. equili­
brada.
Eos núcleos en la estrella no resulttm alccttidos por esta
gran comprt'sión, ya que la longitud de onda de una
|)orción de materia es inversamente projiorcional a su
masa, y los núcleos son miles de \eces más pesados (pie los
electrones: tienen espacio suficiente y se mueven sin
im|)edimentos. Teóricamente, es posible cpie haya enanas
blancas de carbono, de hierro o de helio: en cada caso los
núcleos, tíin im})ortantes en planetas y estrellas, no propor­
cionan sino cargas positivas epte contranestan toda la
carga eUxtrica de los electrones, encargándose del «tnibajo
del burro». E.ste estado se conoce con la denominación de
materia degettercula (y de ello deriva el (pie algunas publica­
ciones t(xnicas tengan títulos que pueden parecer extraños
a los no astrónomos: el astrolísico americano jereniiah
Ostriker, por ejemplo, ha escrito un trabajo sobre «las
recientes investigaciones en la teoría de las enanas dege­
neradas»;.
El apretado paeptete de tina enana blancti se sitúa m ás
íillá de ntiestra comprensión: una erianít bhuica tíjiica
contiene tiproximadameme dos tercios de la materiti del
Sol, pero comprimida en una esfera tan petpicña como la
rierrtt; o sea materia tin millón de veces m;is densa (pte el
agua: de este modo, un dedal de ('nana bliuica deltería
pesar una tonelada. Además, debido a la naturaleza
|x-culiar de la (iierza tpte mantiene a las enanas blancas,
las de mayor tmisa son más pc(]ueñas (pie las más ligeras.
■Mayor masa significa mayor atracción gravittitoria, así
como más electrones obligados a moverse con mayor
rapidez a efectos de acortar su longittid de onda. Estos
pueden agruparse más, y, así, l;i estrella alcanza un
tíimaño menoi.
Pero hay ttn límite al qtie pueden llegar los electrones.
Ctiando los más rápidos se mueven a velocidades próxi­
mas a la de la luz, les restilta cada vez más com|tlicado
mantener a la estrella: cálculos precisos muestran (pie una
enana blanca, un T'i",, más pesada que el .Sol, no puede
mantenerse ])or sí misma. Si el núcleo de una agonizante
estrella se sitúa por encima de este natural peso límite, sus
electrones no jiucden detener la contracción indeftnida
bajo la acción de su propia gravitación. Pa.sada la etapa de
inexorable contracción de la enana blanca, tilcanzarán
uno de los estados más extraños conocidos por los astrofísi­
cos modernos. Sigamos ahora la historia de tina estrella
superpesada que habrá de experimentar este destino.
La muerte de im peso pesado
Una estrella diez veces más pesada (|ue el .Sol delx- ser
considerada como pródiga. Hemos visto y;i (pte pasará
sólo la miUsima parte de sti vida en su etapti de íúsión de
hidrógeito, y recorrerti a la misma velocidad los estadios
de gigante.
.\i siquiera su núcleo se detendrá en el carbono. Ea
mayor atracción gravitatoria calentará el centro hasta (jue
los núcleos de carbono se fusionen en tiúdeos más pesados.
como Jos de silic io . M íís larde, este «in c ric » núcleo de
silicio, contraído bajo la gravitacit'm, se calentará y prodii-
¡•'inalmetiU;, el S o l se eximiulirá
liaslo convertirse en una estrella
gigante roja, con im centenar de
veces sv tam año actual.
.Mercurio, el p lan eta más
eirá núcleos de hicno. Kn este estadio ckí supcri>igaiUe, la
estructura de la estrella es aún más «parecida a una
cebolla» t|ue la del Sol en el estadio de gigante. Pueden
distingtiirsc cinco captts diferentes: un nttcleo de hierro;
eonchas sucesivas de silicio, carbono y helio y sus elemen­
tos afines; y una envoltura exterior consistente fundamen­
talmente en hidnigeno. lintre las capas hay «conchas» de
fusión en donde los niicleos de cada capti superior se fu­
sionan y caen a la inlcrior. La energía total emitida por la
e.strella |jroviene de las distintas reacciones epte tienen
lugar a profundidades diíerentes.
Ahora bien, el paso de «combustible» a «residuo», para
ser empleado nuevamente como combustible a mayor
temperatunv, no puede durar siempre. .Muchos de los
grandes núcleos son inestables debido a la repulsión
eléctrica entre sus protones; de este modo, la fusión de
núcleos de hin-ro para dar lugar ;i otros elementos más
pesados resulta tarea difícil, |Hies no sólo no produce
ningtina energía, sino (|ue necesita tomarla. El núcleo de
hierro se enfrenta así a una crisis bastante diíérente a la
exfterirnentada con anterioridad por la estrella: ahora no
hay forma de producir un llujo saliente de energía, y la
inexorable gravitación comprimirá la estrella en tma
secuencia irreversible haciéndola cada vez más f)ec|ueña,
cada vez más caliente.
Alguien debe ceder, y, finalmente, el núcleo de hierro
A N ir U A C IO N O K I. Nfei.t.o
N iu le o <)<- liisitm tic iit'lio n i i '; ii 'Ik >iic
<':ip:i (Ir lir lio n o m u tivu
.i|Ki ( Ir tiiNÍnn ilr liiili'ói,;r(lo e n h r lio —
('n v n lu ira r x ln 'io i -
rn iu la n u 'lU a In u iU c d r hÍdn'ij:riK)
interno, se evaporará cuando esté
inm erso en las capas m ás
externas de! S ol, y la superficie
terrestre se cocerá en .<ieco.
ú i'b iu i d r M c r c u n o
ah o ra d r sm n d a i:
renuncia a esta desigual lucha. El aumento de temperatu­
ra implica (|ue los núcleos individuales se muevan más
ríi|)idamenle, por lo t|ue sus colisiones se hacen más
violentas, hasta c|ue literalmente se escinden en diversas
partes. Eos fragmentos son núcleos de helitt; pero hay un
precio (|uc pagar. Dtuante la vida de la estrella supergi-
gante, ésta había fusionado laborio.samente los núcleos de
helio en otros sucesivamente mayores, radiando hacia
todas partes el exceso de energía producido en estas
reacciones. Cuando los núcleos de hierro .se escinden,
tienen c|uc restaurar la pérdida de energía, y ésta sólo
puede provenir del movimiento de aquellos. Así pues, los
núcleos de helio resultantes tienen menos energía de
movimiento (|tic los de hierro, y tampoco pueden mante­
ner al núcleo. Eti gravitación lo comprime cada vez más
drásticamente, la temperatura sube más nipicUimentc, .se
desintegran más núcleos de hierro y, como re.sultado, el
cortizón de la estrella pierde protección y se colapsa con
mayor rapidez. El fin ha llegado: el núcleo se precipita al
colap.so.
E;i agonía mortal de la estrella se ha mantenido oculta
al Universo exterior debido a sn inmensa envoltura
gaseosa. Pero el secreto no es tal durante largo tiempo. Ea
desintegración suicida de los núcleos produce un vasto
flujo de neutrinos desde el centro de la estrella, y un
astrónomo en un planeta próximo a la supergigaiite
diagnosticaría, estudiando dicho flujo, el final de la
misma. Pero la mayor parte de la inundación final de
neutrinos es absorbida por las capas intermedias de la
pro|)ia estrella; y la energía que ellos transjtortaban eleva y
hace volar las capas más exteriores con una tremenda
ex[)losión conocida por los astrónomos como de tipo
supernova II.
la l 'i r n a \
i:i)
 Salida del Sol en el año
6.000.000.000 dC. El Sol sale
como gigante roja sobre una
Tierra chamuscada j desolada.
leñemos aquí un primer ejemplo de la interacción
entre la física de partículas y la astrofísica, en los límites
del conocimiento actual. Los primeros cálculos efectuados
indicaban que la mayor parte de los neutrinor fluiría a
través de la estrella sin afectar las capas exteriores, y que
la envoltura de la estrella sería atraída por la gravitación.
Por su parte, los astrónomos sabían que las estrellas
supergigantes explotan, y la única causa posible parecían
ser los neutrinos del centro. La contradicción podría
36
resolverse ahora, pues las reacciones de «corriente neutra»
previstas por la teoría unificada de las fuerzas electromag-
nética-débil de VVeinberg y Salam, producirían fuerza
suficiente c:omo para detener a los neutrinos dentro de la
estrella. Lxjs teóricos trabajan todavía en los cálculos
específicos, y es probable que el desconcierto de los
astrónomos para explicar la violencia cósmica de las
explosiones del tipo supernova II pueda remediarse con
las últimas teorías y descubrimientos en el dominio de las
partículas fundamentales.
La enorme concha de gas que explota en el espacio
contiene tanta materia como varios soles, su expansión es
de unos 5.000 kilómetros por segundo y continuará expan­
diéndose durante quizá medio millón de años, barriendo
mientras tanto el tenue gas interestelar. Este aumento
gradual de su volumen retardará la concha en expansión
(los restos de supernova) hasta, finalriicnte, confundirse con
el gas interestelar cual un anillo de nubes más densas.
Sólo recientemente han comenzado los astrónomos a
estudiar los restos de sujíernova al detalle, ya cjue única­
mente unas pocas emiten luz visible. Sin embargo, los
radioastrónomos pueden captar con facilidad sus señales, y
en los últimos catálogos aparecen como un centenar de
estos andrajosos fantasmas de estrellas muertas. La joven
ciencia de la astronomía de rayos X promete obtener más
revelaciones, ya que el gas de las conchas brilla con mayor
intensidad a estas longitudes de onda debido a su muy
alta temperatura de millones de grados. La inmensa
velocidad de las conchas en expansión calienta el gas que
ellas barren, de la misma forma que el air<- que coge la
cabeza de un avión suptu'sónico se calienta por la veloci­
dad de este. Los restos de supernova son de vital imjx)r-
tancia en nuestra Galaxia, ya que una estrella masiva es
como un ave lenix ctdeste; de sus «cenizas» en expansión
nacen nuevas generaciones de estrellas.
Sigamos ahora el ciclo completo. Al examinar el naci­
miento de una estrella y el de un planeta— , descubri­
mos cjue una nube de gas en el espacio podría ser
comprimida por los restos de una supt;rnova en expansión.
.'\lgunas de las estrellas que nacen en este cúmulo serán
estrellas pesadas que explotarán dentro de 10 millones de
años; sus restos en expansicin volverán a comprimir las
nubes de gas que hubiere más allá, y comenzará una
nueva generación de estrellas. Al devolver sus ga.ses a la
«comunidad» interesttdar, las supernovas pagan su deuda
con intereses, ya que enritjuecen la Galaxia con elementos
«pesados». Las conchas C[U(; han explotado transportan
elementos como el carlnmo y el silicio que se habían
Ibrmado en el ardiente interior de la estrella, y los
esparcen a través del espacio.
Kn el f)rincipio, según creemos ahora, nuestra Galaxia
sólo consistía en hidrógeno y helio. Los demás elementos
se fabricaron en el profundo interior de las estrellas y, más
tarde, fueron expulsados es]3ecialmentí; por explosiones de
sujjcrnova. De esta forma, las últimas generaciones de
estrellas, corno nuestro Sol, contienen un 2% de elementos
pesados; y, lo más importante para nosotros, el Sol en
formación estuvo rodeado de polvo compuesto por estos
elementos que se convirtió en su séquito de planetas. A
excepcáérn del hidrérgeno y del helio, todos los núcleos de
los átomos que contporien las rocas de la Tierra, el aire
epte nos rodea y nuestros profúos cuerpos fueron sintetiza­
dos en los hornos nucleares, de multimillones de grados,
dentro de las estrellas superpesadas.
Una vez más, las fuci'zas de la Naturaleza operaron
adecuadamente, lai gravitación actuó .sobre la estrella,
superada su etapa de fusión del hidrógeno, llevando su
núcleo a temperaturas sucesivamente superiores. Al alcan­
zarse velocidarU;s mayores, los núcleos cada vez más
[tesados, y más positivamente cargados, son capaces de
aproximarse más de lo ([ue les permitiría la rcpulsiém
cléctrií:a; y la fuerza fuerte de corlo alcance interviene
entonc(;s paia fusionarlos en núcleos aún mayon;s. Final­
mente, en la etapa de núcleo de hierro, el equilibrio entre
la fuerza fuerte y la electromagnética dentro de cada
núcleo d(;terrnina Cjue los núcleos mayores sean inestables,
V la gravedad st; enseñítrea otra vez con el propósito de
comprimirlo. La escisión de los núcleos resulta de una
reacción de la fuerza débil (jue origina un flujo de
neutrinos; y, nuevamente, una reacción de «corriente
tieutra» de fuerza débil arranca las capas más externas de
la estrella y distribuye los grandes núcleos por el espacio.
Resulta irónico cinc el ti[jo de explosión de supernova II
un cataclismo por el cual una estrella es temporalmente
cien millones de veces más brillante que el Sol sea
resultado de la llamada ¡fuerza nuclear «débil!»
Los púlsars
,;(^ué sucede con el núcleo de la estrella supergigante, al
C|ue elijamos colapsándose cada vez más rá[)idamente
después de que hubo abandonado la desigual batalla
frente a la grav(;dad? Los teóric;os más audaces habían 137
 /.« .\'(énlosí¡
Jléíi.x , en p lan eta s cuando se observan en
Áquarius. e í una concha de g a s pequeños telescopios, y han
expulsada desde la estrella del recibido el erróneo nom bre de
centro. ( E l resto de las estrellas «nehulo.sa.s plan etarias» .
.se h a lla en prim er término, o EotograJ't'a de los observatorios
bien en el fo n d o .) T a les .Monte W'ilson j P alom ar.
nebulosas parecen discos de
sugerido posililes res])ueslas allá por 1930, cuando la teoría
soltrc la evolución de las estrellas estaba en su iníancia;
pero la confirmación experimental de sus al pareeer
lántásticas ideas tuvo qtie es}X‘rar a la nueva astronomía
de los años 1960 y 1970.
Kn el otoño de 1967, en un lugar cercano a Cambridge,
Inglaterra, Antony Hevv’ish y su eciuipo construyeron un
imevo tipo de radiotelescopio con el propósito de investi­
gar detalladamente las petjueñas fuentes de radio situadas
más allá de nuestra propia Galaxia. Este revolucionario
telescopio no es un ejemplar de plato corriente: demasiado
grande para ser seguidor, recuerda un campo lleno de
alambres de tender la ropa. Utiliza, como componente
vital, el chorro de partículas eléctricamente eargadas
procedentes del Sol; el «viento solar». Cuando éste silba al
ytasar por los planetas, sus diminutas irregularidades
afectan a las ondas de radio procedentes de las profundi­
dades del espacio, y al radioastrónomo le parece t|ue la
136
fuente «jKupadea». Esta es realmente una acertada defini­
ción, pues el efecto es muy similar al de las pecpieñas
irregularidades de la atmósfera terrestn- qtie hact'u «par­
padear» la luz de las estrellas. Hewish, por cierto, se jacta
de que los astrónomos ó|)licos no entendiesen [)or comple­
to el parpadeo de las estrellas hasta (|tu' los radiftaslróno-
mos no efeettiaron los cálcidos jtara las ondas de radio en
el viento .solar.
Ea cantidad de |)ar|tadeo (jtie vemos dejtende del
tamaño a|)arente de la fuente lejana (a esto se debe el C|ue
los jílanetas ixtrpadecn menos (pie las estrellas), y el
telescopio de Hewish fue diseñado para detectar los
detalles del parpadeo. Pero, simplemente por ser el primer
radiotelescopio sensible a los cambios rápidos de brillo de
una fuente de radio, el instrumento de Cambridge se
encontró con re.sultados totalmente inesperados.
Entre el cúmulo de registros de las fuentes «parpadean­
tes», tina de las estudiantes de Hewish, Jocelyn 1^11 (ahora
doctora Joeelyn Hurtiell :, advirtió tino (pie no encuadraba.
Una (tjeada más yirofunda rt'veló el por cpié. En vez de
parpadear erráticamente, esta fuente lo hacía de forma
regular, una vez cada 1,337 segundos. Fácil mente podría
haberse tratado de tina interferencia humana, pero obser­
vaciones más contitmadas mostraron que aparecía en el
registro con un adelanto de cuatro minutos cada día. Esto
I nu eslrd ln sHpers^igauk
i'ldfHi J h m l di' hi vida de timi
estrella m asiv a: las reaceirntes
m ideares han creado conchas
concéntricas de diferentes
« lu elem entos. Fin alm ente, <d núcleo . [b a jo : repre.senta la em isión de rayos A’
de hierro se colafu ará, liberando ¡.os ¡rases arrojad os p o r una de.sde Cas.siopeia .1. los restos de
un flu jo de nm trinos que supernova arrastrarán el gas una snpernoca de 300 años.
arran cará las c a fa s m ás externas in ler este la ry lo calentarán h a d a (O tra s foto g ra fía s, en pp. U U i-l.j
en una explosión de supernova. unos lO.OOO.OlXPC. lis ie g a s B a s a d a en datos obtenidos del
em ite copio.sainente rayos A', )■ satélite Copernicus p o r Charles.
e.Kta foto g ra fta en .seudocolor C ulhane y B orken.

lu n d a tiir n u ilim 'iu r h k lu 't^ riio

4'tm<'h:i (Ir lusióii d r li¡ilioi;rn() luritM h('li<^ Itrli»

rim d a m rn ia lm r n U ' ra i'lx in o

i 'o iii 'I m <)<■ íiisíim d e h r líu ra rb rm c
ü m d a m r u i a l i n r m r xilino

(iin rlia (Ir lusióti ilr (-ariMinn • (oiin a silirii

^ lu iK la in ciiia lm c n tr
h iri III
(O iir h a <lr tiisÚHi <lr silii ¡n lo in u i l i in i

N’-

i'ii\ o liiira m á s i- s t m ia
.arrancad a |)mi
lo% n rim iH ii'

|•..\l’I.OSIn\
1)1. M I’I-K N O N A

rcsullan'a extraño ]>ara una lueiito tcrresire, pero eoneor-

(laría con el lieeho de (|ue una l'uente eelesie irieicliera en el
haz lijo del telescopio con un adelanto de cuatro minutos
diarios como resultado del nunim iento de la Tierra
alrededor del Sol. I.a única interlerencia posible sería la tle
un e(|uipo (|ue ojierase a (tste rájtido ritmo «sidéreo» en
otrt.) observatorio astronómico, y se interrum|úese a inter-
\alos de 1,337 segundos. Sin embargo, las indagaciones
eléctuadas en otros observtitorios condujeron a desechar
tal posibilidiul. Una potente liiente de radio «pulsabti» en
el cielo, y se l;t denominó púlsar.
Algunas mentes e.sjx'culativas conehtyeron de inmediato
(|tte el «telescojúo de cuatro acres» captaba señales de un
litro cósmico, una comtinicación de una civilización extra­
terrestre. Kra importante investigar si tales señales prove­
nían de nna fuente natural antes de que los periódicos
sensacionalistas anunciasen el descubrimiento de \áda
extraterrestre, por lo (|ue el eciuipo de Hewish llevó ;i cabo
otnis investigaciones antes de pultliear estas tioticias. l.a
señal del púlsar era tan precisa (jue stt podría medir el
ligerísimo cambio de stt periodo cuando la Tierra comple­
tase su órbita en torno al Sol, y, como esta variación
coincidió exactamente con lo esperado, la (tiente de nidio 39
 D os vistas d el centro de la de estrellas, pero el p ú lsar del
N ebu losa d el C angrejo que C angrejo .se h a lla tínicamente
muestran e l púlsar. P or m edio de «en » la fo to g ra fía de la
una técnica estroboscópica, las d erech a: es un f a r o cósm ico cuj’o
dos im ágenes están separadas por h a z g ira cada I¡3() de segundo.
¡¡(iO de segundo. E n am b as se F o to g ra fía s del O bservatorio
puede iden tificar el m ism o fon do L ick .
no podía estar moviéndose en órbita alrededor de otra
estrella: no era un faro establecido en un planeta. Esto
pareció excluir un mensaje interestelar, y Jocelyn Bell
confirmó que el caso tenía un origen natural cuando
investigó los registros y descubrió otros tres púlsars m<ás
débiles. Era excesivo suponer que cuatro civilizaciones
diferentes procurasen vincularse con la Tierra simultá­
neamente.
Cuando las observaciones mejoraron, llegé) a ser obvio
que la gran regularidad de los púlsars únicamente podría
ser causada por el giro de una estrella muy pequeña y
densa, incluso más pequeña que una enana blanca. Sé)lo
había un candidato posible: la estrella de neutrones. En
1932, menos de un año después del descubrimiento del
neutrón, el brillante físico soviético l.ev Eandau predijo
que la Galaxia puede contener estrellas constituidas total­
mente por neutrones. T al como las enanas blancas se
mantienen por la presión de los apretujados electrones,
una estrella de neutrones .se mantiene por los emf>ujoncs
de neutrones empaquetados tan apretadamente que su
separación es aproximadamente la longitud de onda del
neutrón. Puesto c|ue los neutrones son casi dos mil veces
más pesados c|ue los electrones, sus longitudes de onda son
i4 0
menores y pueden empaquetarse mucho más pré>ximos
entre sí que aquéllos. Aun cuando una estrella de neutro­
nes tiene sólo unos cuantos kilómetros de extensión,
contiene tanta materia como el Sol: una cabeza de alfiler
de materia de una estrella de neutrones pesaría un millón
de toneladas.
En 1933, dos astrónomos americanos, VValter Baade y
Fritz Zwicky, .señalaron que las estrellas de neutrones
podrían formarse a partir de los núcleos sin explotar de
supernovas. Cuando el núcleo se colapsa en la etapa
pesada de enana blanc:a. los electrones están obligados a
acercarse más de lo «permitido», y su único remedio es
combinarse con protones para formar neutrones. En este
caso extremo, los neutrones .son las partículas más estables,
pues no resulta posible una desintegración en protón y
electrón debido a (jue no hay espacio que el elec:tión
pueda ocupar.
Durante cuarenta años, las estrellas de neutrones queda­
ron relegadas al remanso de los astrofísicos. Incluso si
existiesen, pensaban los astré)iiomos, serían demasiado
débiles como para ser detectadas. Sin embargo, con el
descubrimiento de los púlsars se recuperaron y desempol­
varon las viejas teorías; y una estrella de neutrones en
rotación había de ser la respuesta al misterio del púlsar.
Estas estrellas tienen intensos campos magnéticos compri­
midos, por estar atrapados en el núcleo colapsado; en
alguna parto, de este campo ;'los detalles exactos aún se
discuten) se produce un haz de ondas de radio. Piste haz,
debido al giro de la estrella, barre el cielo al igual que la
lente giratoria de un faio, y el radioastrónorno terrestre ve
¡M JS'chulosa d el C angrejo está ha dado e l nom bre a la inmanejable telescopio, que, sorprendentemente, fue el
constituida p o r los restos d e una nebu losa, y el núcleo de la mayor del mundo durante 72 años, hasta que se instaló el
estrella que vieron explotar los estrella origin al se ha colapsado Hooker de «100 pulgadas» en 1917 en Monte VVilson, bajo
chinos en el ario 1054 dC . í.a s hasta llegar a ser una estrella de los claros cielos californianos. Las fotografías modernas
capas m ás externas tienen fo r m a neutrones o un pu lsar ( véase tas
muestran la retorcida nebulosa mejor de lo (|ue puede
de filam en tos retorcidos, lo que fo to g ra fía s an teriores).
apreciar t;! ()jo con cualcjuier telescopio; y, hasta cierto
punto, se explicó el misterio de su extraña apariencia
los «destellos» o «pulsas» de esta señal de radio tal como el cuando se descubrió que coincidía con la posición de una
marinero ve la secuencia regular de los destellos de la luz supernova vista y registrada por los chinos en el 10,'í4
del faro. dC., una explosión tan brillante cpic fue visible a pleno
La vindicación final llegó en 1968, cuando los radioas- día durante 23 días. Eor consiguiente, la Nebulosa del
trónomos descubrieron un pulsar en la famosa Nebulosa Cangrejo es los restos de una supernova infrecuentemente
del Cangrejo. Esta extraña nebulosidad fue bautizada así potente, tanto como fuente de luz como de radio.
en el siglo X IX por el tercer Conde de la Rosa, quien El descubrimiento del pulsar del Cangrejo resolvió
descubrió unas pinzas en forma de filamentos que se varios misterios a la vez. Su posición en el centro de la
extendían desde la nebulosa oval. Observaba cti su ances­ nebulosa mostró que los núcleos de supernova pueden
tral casa en el corazón de Irlanda con uit inmenso e realmente convertirse en estrellas de neutrones, v señaló la

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¡Ms oiidfís de radio j»oceden les rom o un estrecho " h a z de fu ro» ,
de fú h a r s —y la luz proceden te :\<iut se muestran dos situar iones
de los p ú lsars d el C angrejo y de ¡ m ib le s fia ra la rudioem isión,
Vela deben estar originadas pero sólo investigaciones
por electrones rápidos i¡ue .se posteriores pueden decidir cu ál es
mueven en el cam po m agnético la alternativa correcta,
d el p ü lsar. y que son em itidos
posición de una débil estrella visible a la (jne durante largo
tiempo se había sospechado como núcleo muerto de una
estrella. K1 ptiisar del Cangrejo es el más rápido de los
conocidos; ))ulsa 30 veces por segundo (visto de cerca,
desalía la imaginación: una bola de 25 kilómetros de
extensión, tan pesada como el Sol, girando ÓO veces por
.segundo:. Los astrónomos ópticos se abocaron de inmedia­
to a la estrella visible usando técnicas especiales, y
también descubrieron <|ue parpadeaba a este ritmo dema­
siado rápido como para ser obsei vado con el ()¡o, y con un
periodo tan breve que su luz debería ])iomediar.se .sobre
una Ibtogralía.
Investigaciones posterion^s mostraron (|ue todos los
púlsars .se hacen gradualmente más lentos cuando pierden
energía de rotación. El púlsar del Cangrejo no constituye
una excepción, y su ¡térdida de energía es transporlíida a
los alrededores de la Nebulosa del Cangrejo: éste es el
secreto del brillo pocxj corriente de la misma.
Estas obser\ aciones de los púlsars coiicuerdan totalmen­
te con la teoría de los interiores de la estrella de nctitrones.
El grueso de la estrella está compuesto por neutrones
degenerados, ciue se mueven en completa libertad (comc)
un .superfJuido), y las corrientes debidas al movimiento de
los neutroties pueden generar el intenso campo magnético
del púlsar. Precisiunente en el centro, los neutrones están
tan apiñados f|ue puedett reaccionar \ producir itna
petjueña |)roporcié)n ck* agrupaciones más pesadas de
quarks: las «antiguas partículas lundamentales» conocidas
cott las letras griegas sigma, lambda y deltit. Por este
motivo, el núcleo de una estrella de netttrones ha sido
adecuadamente clenomtnado «la rica sopa del allábeto
grietro».
La capa más externa de la estrella de neutrones es,
eféctivamcnte, una sólida corteza, construida al igual que
una enana blanca, con núcleos de hierro es|jarcidos en itti
«mar» de neutrones degenerados. Pnede haber montañas
en su supt'ríicie, pero la intensa gravitación de las estrellas
de ncutroties les impedirá superar la altura de unos ]x k :os
milímetros. ,No obstante, la intensa atracción implica
asimismo que sení necesaria más energía para salvar este
promontorio de un milímetro en una estrella de neutrones
(|ue para ascender al monte Everest en la d'ierra. Además,
la sólida corteza pitccle sufrir «temblores» cuando el púlsar
se dcsacclcra y su bulto ecuatorial -causado por su alta
velocidad de giro empieza a disminuir. Los radioastró-
nornos consideran este fenómeno como iiti repentino
aumento en la velocidad de rotación, y han observado itna
súbita aceleración del púlsar del Cangrejo debida a 1;>
contracción repentina del radio ecuatorial en una simple
centésima de milímetro.
Ahora, los púlsars han dejado de .ser extr;iños para los
raclioastrónomos. En los últimos diez años se, han encon­
trado unos 300, con periodos de rotación fpie van desde el
de 1/30 de segundo del púlsar del Cangrejo hasta 4
segundos. Por el contrario, sólo se ha de.scubierio una
fuente ópticamente pulsante. Situada en la constelación
austral de Vela, este [túlsar «visible» fue detectado f)or los
astrónomos c|uc manipulaban el gran telescopio angloaus-
traliano de Siding Spring, en Nueva Cales del .Sur.
Una estrella es un ave fén ix , sus
((lúzas dan lugar a nuevas
estrellas. E sta es la región
central de la .N ebulosa de O rion,
en la <¡ue se han form ad o
recientemente las cuatro estrellas
m ás internas ( e l T ra p ecio ).
M uchas nebulosas sólo
com ienzan a colapsarse p ara
fo r m a r estrellas cuando se
com prim en p o r explosión de una
supernova p ró x im a ; y . p o r cierto.
las jóven es estrellas d el T rap ecio
contienen elem entos origin ados en
generaciones previas de estrellas
ahora destruidas. F o to g ra fía del
observatorio l.ick .

Ulilizaiido detectores electrónicos diseñados sedo para
registrar luz pulsante de la misma frecuencia que el radio
pulsar, hallaron una fuente |Hilsanlc excesivamente débil
como para ser medida por cual<|uier otro método: la
pretisa declaró c]ue los astrónomos británicos habían
descubierto la estrella más débil jam ás detectada.
Los astrónomos que investigan la estadística de los
periodos de los púlsars, así como los retardos, han calcula­
do que un pulsar medio emite sus ondas de radio sólo
durante unos cuantos millones de años, laiego, sus pulsos
se harán más esporádicos y, linalmente, desaparecerán.
Aún más .sorprendentemente, la estadística muestra (|ue
los púlsars deben nacer cada cinco años, más o rncaios, en
nuestra Cíalaxia, ya que se mantiene el número de los
obsenados aun cuando las supernovas tengan lugar mu­
cho menos frecuentemente. Si esta conclusión es correcta,
quizá sólo unos cuantos púlsars sean núcleos eolapsados de
.supernovas; y los astrónomos tendrán que atender a otros
tipos de estrellas como progenitores de la mayor parte de
los púlsars, por lo (lue aún pueden deparar .sf)prcsas. 143
I m .Nebulosa del Velo en Cygtm.s
son los restos, hechos jir o n es, de
la explosión de una supernova
hace 2().()<X) años. ¡ íl pequeño
núcleo de la estrella origin al
puede haberse colnp.mdn tanto
como p a ra haberse transform ado
en un aqitjero neutro, una región
del e.spacio con gravitación tan
intensa que está separado del
resto d el Universo.
9. Agujeros negros
 «.Agujero negro = traviesa ex|)resión.» Tal eia el mensaje
eseritü en la pizarra en tina de las sesiones de la Unión
Astroiióiniea Intcrnaeional, en 1970. A' en realidad, no
eran los asmínoinos experimentales los linieos en rcclitizar
este imjtrttbable fruto de l;t imaginación de los (eótrieos,
pues iin agujero negro suena a eiencialiceión; una ]X'Ciu('ña
región del espacio donde la materia desaparece p;ira
siempre de nuestif> l anverso, una espeeie de «ttgujero <ai el
espacio»; y, además, un agujero cpie no puede verst;, |)ues
absorbe toda la luz. Ni los más prestigiosos cientílicos
estaban preptirados para admitir la ideti de agujeros
negros en nuestro Uni\ erso.
Kst.'i opinión ya se ha modilicado. Los astrónomos,
mediante un proceso de eliminación, se han visto obliga­
dos a aceptar los agujeros negros como el único camino
para explicar ciertos objetos astronótnicos. Como Sherlock
i lolmcs, han tenido cine admitir (|ue cuando el im|)osible
ha sido elimiitado, todo lo f|ue (pieda, aunc|iie sea Ítn})ro-
bable, debe ser lo cierto. Asi, los agujeros negros han
em])(v.;ido a ser ticeptados por los astrónomos. Su extraña
naturaleza ha dado lugar a divulgaciones sensacionalistas:
viajes a otros uni\ ersos, «miniagujeros» negros C|ue colisio­
nan con la l'ierra, agujeros «blancos», ^(¿ué h;iy de cierto
en torno a los agujeros negros?
.Auiiíiue parezca sorprendente, la idea data de 179,') y se
encuentra en el gran tratado sobre la gravitación y el
sistema solai’ intitulado Exposilioíi du syslhne du Monde, de
Pierre-Simon Laplacc. Según l;t teoría de la grtivitación de
Newton, la intensidad de la titracción gravitatoria en la
.superlicic de un objeto esférico depende de su masa y de su
radio. Si la Tierra tu\ iese dos veces más materia, |)ero el
mismo radio, su grasedael sería el doble de intensa. De l;i
misma forma, si la Tierra estuviera concentrada en tm
radio menor pero con la misma cantidad de materia C|ue
contiene, la gra\edad en la su|)erlicie aumentaría. Pode­
mos también pensar esto en términos de velocidad de escape.
Despreciando la resistencia tlel aire, cualt|uicr cosa (pie se
lance hacia fuera con velocidad mayor ;i 11 kiknnetros jjor
segundo puede escaptir totalmente de la Pitara, pues
auntpie está continuamente frenada por la gravedad
terrestre, este electo disminuye a medida cpie se aleja, de
modo (pie nunca se detendrá. La velocidad de escaj)e
también depende de la masa y del nidio del cuerpo en
cuestión; l.aplace verilicé) cpie un cuerpo de la mism;i
densidad cpie la 'l'ierra, pero 27.000 veces mayor, conten­
dría 20 billones de veces la mateiia de ést;i; en tales
condiciones, la velocidad de escape seiía igual a la
velocidad de la luz ;3Ü0.()O() kiléimetros |)or segundo;.
ImagiiK) ;i la luz \iajiindo tom o una sucesiéin de petpieños
proyectiles, y dedujo, bttstante correctamente, tpie ésta no
|)odria escapar de un cuerpo semejante; en otras pakibras,
las estrellas más grandes y masivas del Lhiiverso serían
invisibles.
Aun euando sabemos tpic las hi|)otéticas estrellas de
Laplace no pueden existir, su idea básica tuvo gran
resonancia. Si se combina una gran masa y un rtidio
| X '(| ueño es posible obtener nn cuerpo d(d cual l;i luz no
pueda escaptir. No obstante, los teóricos modernos piensan
en los agujeros negros en términos dilérentes, pues la teoría
14(; de la gravitaciéni de Newton ha sitio reemplazada por la
de Linstein, y la idea de la luz desplazándose en l¡)i ina de
pecpieños proyectiles ha sido sustituida por la teoría
cuántica de la dualidad onda-corpúsculo.
El célebre oficinista de patentes
Las grandes contribuciones a la ciencia de .\lbert Linstein
empezaron en 190.Ó, cuando tenía 26 años y trabíijaba en
una olicina de patentes en Berna. Lse año escribió tres
importantes trabajos cientílicos, uno de los cuales estaba
destinado a alterar nuestra fttrma de pensai' acerca de los
conceptos de espacio y tiempo. Titulaclt) modestamente Sobre
¡a electrodinámica de los cuerpos en movimiento, constituyi) el
primer paso para la comprensión de la teoría unilicada de
los campos eléctrico y magnético, establecida por Maxwell
unos cuarenta años antes. Ln lo C|ue nadie hasta lunstein
había reparado era en C|ue esta teoría i)redecúi cine la
velocidad de la luz es siempre la misma para cualcjuier
oliscrvtulor. Si medimos l;i velocidad de la luz procedente
del .Sol, ésta sería de 300.000 kilómetros poi' segundo.
Supongitmos ahora (|uc ])udiésemos lanzarnos en un
cohete hacia el Sol a 200.000 kilómetros por segundo. Ln
los pocos minutos anteriores al de\astador encuentro con
la superílcie solar, ¿podría ser t|ue la velocidad de la luz
solar nos pareciese de 200.000-f-,300.000 = .áOO.OOO kilóme­
tros por segundo? Las ecuaciones de .Maxwell dicen (|ue
no, C[ue la medida sería aún de 300.0(K) kilómetros |)or
seg'tindo. Y no cabe duda de (|ue las ecuticiones de
.Maxvvcll son básicamente correctas, pues han explicado
las propiedades tic la luz como fuerzas eléctrica y magnéti­
ca, y han predicho las ondas de radio antes de su
descubrimiento.
Linstein siguió las implicaciones de este inespemdo
resultado y descubrió C|ue no coincidían con la idea
intuitiva de C|ue el espacio y el tiempo son invariables |)ara
cuakiuier observador independientemente de cómo se
mueva. Si dos naves espaciales idénticas se cruzasen a
muy alta velocidad por ejemplo, a 270.000 kilómetros
|X)r segundo, el 9 0 ‘’„ de la velocidad de la luz . la
tripulación de cada una de ellas .se .soiprendería de la
apariencia de la otra nave. Lsta seríti sólo la mitad de
larga de lo espertido, y, si su masa pudiera medirse a toda
vclo(;idad, paret;erí;i ser doblemente masivti. .Además,
eomptirando los relojes, los de la otra nave parecen'an
moverse sólo a la mit.irl de rapitlez t|ue los de nuestra
propia nave. Isstos efectos son complementarios; cada una
de las tripulaciones advierte que la otra experimenta estos
extraños efectos, y como lo importante es el movimiento
relativo de las naves, cada iripulíicitín cree que su nave
está en reposo y es la otra la cpie se mueve; poi' esto, la
teoría recibió la denorninacitín de relatividad.
Las .nociones del cambio de longitud y masa de nn
objeto, sólo portjue se mueve res|xx'to a nosotros, pueden
parecemos absurdas en nuestra vichi cotiditma, pero esto
se debe simplemente a c|ue todas nuestras velocidades son
incom|)arablemente menores que la velocidad de la luz.
L n coche lanzado a 100 kilcmietros |X)r hora se contrae
aproximadamente el diámetro de un núcleo atómico, algo
excesivamente peciueño como para ser medido. Sin em­
bargo, en los aceleradores de partículas, donde las partícu­
las subatómicas .se aceleran hasta vehx'idades próximas a
Sir Isaac N e n ia » fu e e l fiim eru ha sida reem plazada ahora por
en form u lar iiiia teoría de la la de P'.instein, que predice la
otavilacinn universal, tras existencia de aaujerns nearos,
liahetse inspirado a ! ver caer nna anm deradns norm alm ente como
manzana. E sta lea iía de d olos nna idea muy m oderna.
la cic la luz, csios decios son muy notables. Aun cuando
los tísicos de partículas no puedan medir la contracción
cxperimentíida por partículas casi puntuales, pueden de­
tectar fácilmente el aumento de su masa y el retardo
temporal, observando (lue las partículas inesltibles viven
más cuando están en movimiento.
.\l aumentar la velocidad, lodos los efectos se intensifi­
can. ;\ velocidades próximas a la de la luz, los reltijes
naturales se retrasan hasta cjue efectivamente se detienen,
las longiutdt's se contraen hasta tx'ro y las masas aumentan
indelinidamente hasta infinito. Por esta razón resulta
imposible alcanzar la velocidad de la luz, y, más aún,
sobrepttsarla. rendríamos t|ue suministrar cadti \tv. más
energííi a cuerpos paulatinamente más masivos con rendi­
mientos decrecientes en velocidad. 1.a velocidad de la luz
es la velocidad límite del líniver.so (los pro])ios fotones de
luz se desplazan ;i este límite de velocidad porciue tienen,
en efecto, masa cero; uunpoco puede lograrse (|ue un fotón
se desplace con mayor lentitud (¡ue la velocidad de la luz;.
Dos años después, I’-inslcin verilicó c|uc ya c|ue la
energía del movimiento incrementa la masa de un cuerpo,
debería existir una efjuivalencia entre mas:i y energía, por
la cual la materia en reposo podría transformarse en
energía pura bajo circunstancias adecuadas. F.sla relación
puede resumirse en la famosa eeutieión K = me'^, hoy día
ya comprobada en los reactores nucleares y en las terribles
bombas nucleares.
Einstein frente a Newton
Sin embargo, esta primera teoría, la teoría especial de la
relalivicUtd, no incluye ni la gravitación ni los efectos de la
aceleración. Kra staicillamenle ini|)osible introtiucir la
teoría de Nevvlon en la de la relativ idad e.spccial, y obtener
así una teoría gravitacional ¡tceplable. Diez años le llevó a
l’ánstein ampliar la teoría especial, y su teoríti general de
l!H,ó es. en la actutilidad. I;i teoría de gravitación acep­
tada.
Partió de un extraño fenómeno de la .Naturaleza,
duanclo (ronducimos, si pisamos bruscamente el acelera­
dor nos sentimos impelidos en nuestro asiento hacia atrás
por l;t inercia. Si seguimos acelerando suavemente, la
íúcrza C|ue nos empuja hacia atrás se experimenta de igual
íórma t|ue la fuerza de la gravedad C|ue nos impele hacia
abajo. P.instein supuso t|ue existía algún tipo de cc|uivalen-
cia básica entre la fuerza gravilatoria y la de inercia, y en
esto fundaiTienti) su teoría, lái esencia, según la teoría de
N'evvuai, lo mismo podrítunos decir (jue el coche acelera
hacia adelante o (|ue l;i Tierra \ la carretera lo hacen
hacia itlrás, debido a la fuerza de inercia C|ue nos cm|>uj;i
contra el asiento. Kinstein necesitabti una teoría (|ue
preservase la idea de relatividad, es decir en la C|uc no
fuera posible determinar si el (|ue ticelera es el coche o l;i
carretera (observemos C|ue si la velocidad es constante, no
Itodemos afirmar (|uién se mueve, y éste es el caso de la
relativ'idad especitd:.
Supongamos C|ue pensamos en el coche como algo
estacionario, y (|ue el resto del Universo acelera hacia
atrás. Para explicar cuál es la fuerza ()ue sentimos (|ue nos
impele hacia atrás, podemos sostener (|uc cuando todo el
Universo ;a excepción del coche: acelera, protluce una
fuerza q>ravitatoria extra epte nos empuja hacia atrás. Aun
cuando estos «experimentos mentales» |)uedan parecer
desesperachimentc filosólieos, a partir de ellos, y con l;i
av Lida de complicadas matemáticas, P.instein fue capaz de
formular una nueva teorúi del movimiento y de la gravita­
ción, que predecía los mismos resulttidos (|ue la de Newton
cutmdo la graviuteión es débil caso de la órbita de la
l.unti en torno a la Tierra, por ejemplo , pero (|ue
reprc.sentaba notables diferencias para campos gravitato-
rios fuertes.
Obtuvo su primer logro con la órbita de .Mercurio, Pste
pe(|ucño planeta se muev e por un extenso camino cercano
al Sol, y el eje mayor de la órbita se mueve gradualmente
en torno a él. I.;i mayftr parte de este movimiento se debe
a la atracción gravitaloria de los demás planetas, y podría
explicarse por la teoría de la gravitación tle Xevvton; sin
embargo, no habría concordancia suficiente entre las
cantidades medidas y las piedichas. Pos astrónomos
Ituseaban en v'ano otro pe(|ueño jrlaneta (|ue .se hallase en
órbita más próximo al Sol C|ue Mercurio, y c|ue pudiera
perturbar su movimiento. .Mercurio, cercano a un lugar en
el C|uc la atracción gravátatoria del Sol es relativamente
intensa, fue el único [planeta para el cual las ecuaciones de
Pinstein daban difi'rente respuesta (|ue las de .Newton;
pttni más, las de lánsicin concordaban con las observacio­
nes. .\sí |)ues, el movimiento «anómalo» de Mercurio se
debía, sim|)lemenlc. a C|ue los astnínomos em|)le;iban la
teoría gravitaeiontil incorrecta. 17
 L’n efecto más conviiiceiite aún, y que Kinstein preelijo
antes ele que se realizaran las meeliciones, es el relativo a la
elesviaeión ele la luz de las estrellas debido a la gravedad.
Cuando una estrella se encuentra casi detrás del Sol en el
cielo, su luz tiene e¡uc atravesar el intenso campei gravita-
torio de este; Einstein mostré) que se tenelría epie desviar
ligeramente, de forma que la estrella parecería estar en
una posicie’)!! ligeramente diferente. Eas estrellas sólo
pueden verse cerca del Sol cuando la luz de este último
queda bloqueada por la Luna duranUr un eclipse total, y
la primera oportunidad de comprobar la |)redicción de
Einstein tuvo lugar al final de la primera guerra mundial:
una expedición británica en la pequeña Isla de Príncipe,
en la costa africana, observó el eclipse del 29 de mayo de
1919, y las fotogralias obtenidas mostraron c¡ue las imáge­
nes de las estrellas estaban desplazadas en la cantidad
predicha por Einstein. El mundo, agolado por la guerra,
advirtió con este o|)ortuno ejemplo la auténtica internacio­
nalidad de la ciencia; e incluso sin llegar a comprender
realmente lo que representaba el haber refundido la
estructura del espacio-tiempo, la prensa popular hizo (pie
el nombre de Einstein fuera familiar en todo el mundo.
La llamada tercera «comprobacié>n» de la relatividad
general se relaciona directami'nte con el tema de los
agujeros negros. Einstein demostró que la luz pierde
energía cuando atraviesa un campo gravitatorio; puesto
que un fotón individual de luz siempre se desplaza a la
misma velocidad (velocidad de la luz), las pérdidas de
energía deben provenir de la energía interna del Iblón. Y
según la féirmula de Planck, c]ue relaciona energía y
longitud de onda, la disminuckm de energía interna del
l()tón significa que aparece como radiación de mayor
longitud de onda. Por consiguiente, en teoría, un l()tón
emitido desde la superficie del Sol llegará como un fotón
de longitud de onda ligeramente mayor (ligero corrimien­
to hacia el extremo rojo del espectro) cuando se lo reciba
en la Tierra. Este corrimiento hacia el rojo puede medirse,
ya ()ue los átomos de la atmósfera solar emiten luz a
determinadas longitudes de onda, las líneas espectrales.
Comparando las longitudes de onda de las líneas del Sol
con las del mismo tijx) de átomos en el laboratorio, ios
astrónomos comprobaron cpjc la gravitación del Sol des­
plazaba realmente sus líneas en la cantidad predicha por
Einstein. (Exjierimenlos más precisos de laboratorio —que
utilizan rayos gamma, que viajan liacia arriba en el
campo gravitatorio terrestre - han verificado con mayor
precisión, para estos fotones de longitud de onda más
corta, el conimicnto de Einstein.)
Astronómicamente hablando, la gravitacicin del Sol es
bastante débil: las desviaciones hacia el rc>jo de las líneas
espectrales son de sé)lo dos partes por milUin. Ed efecto de
Einstein sobre la radiación se relaciona con la velocidad
de escape de cuerpos masivos, ya que en amlx)s casos la
«partícula en estudio», al viajar hacia arriba, pierde
energía en su lucha contra la atracci(in gravitatoria. Una
estrella enana blanca, cuya masa sea aproximadamente la
del Sol, pero cuyo radio fuera tan pequeño como el de la
Tierra, tendría un corrimiento de Einstein unas cien veces
mayor. Aun así, no resulta fácil medir con precisión las
}4g longitudes de onda de las líneas del espectro de estas
débiles estrellas; y aún se |)resenta otro problema: una
línea espectral de una enana blanca puede desviarse
ligeramente por efecto Dopplcr, según que se mueva
acercándo.se o alejándose de nosotros. Seleccionando ena­
nas blancas (*n sistemas binarios, los astrónomos pueden
soslayar en parte este pioblema, ya (]ue la desviacié)n
media de la longitud de onda de la otra estrella (debida
exclusivamente a efecto lOoppler), tomada sobre una
(irbita completa, nos informa de la velocidad del sisunna
binario a través del espacio. Se ob.scrva entonces (|ue la
enana blanca tiene una desviacitin media de longitud de
onda ligeramente más n ja (pie la de su compañera, y, de
este modo, dentro de los límites de esta dificultosa e
impreci.sa medición, se obtienen resultados acordes con la
desviación predicha por Einstein.
En un paso a oltjctos todavía más pequeños y más
densos, reclaman nuestra atención las estrellas de neutro­
nes. Ea teoría de Einstein predice que la desviación hacia
el rojo de una de estas estn'llas, tan masiva como el Sol y
de sólo 2,'j kilómetros de extensión, es casi del l-’i'*;,-
fotón cpie pretenda escapar de la gravitacié)n desde la
superficie de una de estas estrellas tiene (|ue entregar una
.sé’ptima parte de su energía. Desgraciadamente, las sujx'r-
licies de las estrellas de neutrones no emiten líneas
espectrales, j)or lo c|ue esta predicción no f)uede compro­
barse de modo directo, pero sí muestra c|uc, incluso entre
los rccieiUcmcntc acc|)tados miembros de nuestra (Jalaxia,
la fuerte gravedad afecta la forma en que vemos las cosas.
Ingresamos aquí en el dominio de los agujeros negros.
Existe un límite para la masa máxima que puede tener
una enana blanca antes de (|ue los electrones deban ceder
a la atracción gravitatoria; también las estrellas de neutro­
nes tienen una masa límite. Cuando la com¡)resi()n gravi­
tatoria es demasiado alta, los neutrones reaccionan para
formar partículas más pe.sadas — las de la «sopa del
alfabeto griego» mencionadas anteriormente , cuyas lon­
gitudes de onda más corlas permiten cine la estrella de
neutrones se contraiga más. La masa límite depende
exactamente de cuáles son las reacciones nucleares que
tienen lugar a las altas energías implicadas: una vez más,
los astrofísicos necesitan los resultados de los físicos de
partículas de altas energías con el fin de que les ayuden a
comprender la causa de su punto de ruptura. Sin embar­
go, las estrellas de neutrones tres veces más pe.sadas ()ue el
Sol no pueden sojxtrtar la gravedad (y el límite puede ser
menor (|ue (‘sta j.
Sigamos nuevamente el destino de las estrellas masivas;
esta vez, el de una estrella treinta veces más pesada que el
Sol. Una estrella semejante [)ierde gran cantidad de
materia de su superficie en forma de «viento estelar»
cuando llega a ser supergigante, y puede desprenderse-de
la mayor parte de sus capas más externas en una explosión
de supernova. Aun así, su núcleo colapsado será todavía
unas cinco veces más pesado que el Sol. Al colapsarse pasa
al estadio de enana blanca, pero sobrepasa el límite de
peso para estas estrellas y se contrae a las densidades de
estrella de neutrones. Sin embargo, nuevamente se sitúa
por encima del límite que soportan los neutrones, y el
colapso continúa. Con el radio del núcleo contraído, la
velocidad de esca|x- de su superficie aumenta cada vez
¡Al estructura interior de una a n terio r), bien como fuentes de-
estrella de neutrones a escala rayos .V origin adas
ordinaria. Fe.se a .su pequeño gcrs calien te, procedente de una
tamaño, las estrellas de neutrones com pañera p róx im a, describe una
pueden detectarse, bien como esp iral sobre ellas.
púlsars de radio ( capítulo
más rápidamente, y los íbloiics de luz oneueiuran mayor
dilieullad para escapar del campo gravitatorio. Finalmen­
te y lodo esto ocurre en un segundo— , la atraeción
gravilatoria en la superficie de la estrella es tan intensa
que los fotones de luz no ftut'dttn escapar, perdiendo toda
su (mergía en el cmpefio.
Desde un lugar seguro fuera de la estrella podríamos
observar si tuviéramos un telescopio sulicienlemenle
potente cómo el núeleo se contrae rápidamente hasta
alcanzar su tamaño crítico y, a continuación, se desvanece
en una milésima de segundo. K1 diminuto núcleo, intensa­
mente brillante, desaparecería de nuestra vista debido a su
pro])ia gravedad. De hecho, una vez contraído por encima
de su tamaño crítico, ya no podemos verle, y nada
podemos conocer acerea del núeleo muerto. La luz y otras
radiaciones no pueden escapar de su intenso campo
gravitatorio. El tamaño crítico es a(|uél jtara el (]ue la
velocidad de escape ha aumentado hasta la velocidad de
la luz; y dado que ningún cuerfto matta ial puede moverse
con mayor rapidez que la luz, ninguna partícula material
puede (tscapar desde el campo gravitatorio del niicleo
colapsaclo. Puesto (|ue el núcleo se httee cada vez más
pe(|ueño, nunca podremos saber lo que sucede dentro dt-
una esfera imaginaria, igual al núcleo en su tamaño
crítico. Esta superficie imaginaria, que encierra una pe-
(jueña región del I niverso de la cual no podemos conocer
corteza sólida (núcleos de
hierro en un «mar»
de electrones)
corteza más inferior
(núcleos, electrones
y neutrones)
25km
arrugas superficiales
(1 mm de altura)
campo magnético
nada, se denomina liori~onle de sucesos, o, más gráficamente,
cuando el agujero negro.
L n agujero negro es «negro» supuesto C|ue ni la luz ni
euak|uier otra radiación puede escapar de él. Es un
«agujero» por(|ue los objtUos pueden caer en él, pero
nunca volver a escapar. Incluso un haz de luz (|ue
ihiminara un agujero negro sería capturado por él y uo
reflejaría luz alguna. La cienciafieción llegó a su apogeo
gracias a estos invisibles agujeros negros del espacio, que
aguardan al imprudente viajero espticial c|ue desconoce su
sino hasta que siente, demasiado tarde, (pie su nave es
atraída cada vt;z más rápidamente por la gravitación de
algo invisible. Una vez cpie atraviesa el horizonte de
suctrsos, sus eompañerets del exterior pierden contacto con
él para sitmipre. El viajero espacial puede ver todavía el
Universo exterior, ya que la luz procedente de fuera |)uede
entrar fácilmente en el agujero, pero su visión del interior
del mismo, initaitras se precipita hacia su centro, será
efímera.
En esbozo, este escenario es cierto, pero los agujeros
negros han adquirido una falsa reputación de codiciosos
basureros que «aspiran» cualcpiier cosa qu(* atravit'.se las
orillas de sus campos gravitatorios. De hecho, la atracción
gravilatoria de un agujero negro fuera de sti horizonte de
sucesos no difiere de la de cualcpiier cuer|X) celeste. El Sol
atrae a la 'Fit'rra continuamente, y sin emltargo la 'J'ierra
no es «absorbida» por nuestra estrella, ya que su movi­
miento orbital equilibra con exactitud la atracción solaic
Si el Sol se contrajera de súbito hasta convertirse en
agujero negro, la atracción gravitatoria experimentada por
la l ’ierra no se alteraría ('ii lo más mínimo: nuestro
planeta eontinuaría girando en torno a su nuevo y oscuro
dueño, tan fielmente como gira en torno al Sol.
atmósfera (sólo de 1 cm de espesor
compuesta de hierro gaseoso)
19
 A7 fia s Im c ed m ie de la estrella aon jero negro, este disco de
mayor de mi sistem a d oble ¡mede ca/itura está .eficien tem en te
¡lu ir sobre su com fiaela calien te como p a ra em itir
conijiauera, lorm ando mi "disco copiosas cantidades de rayos
de ca/itura» es/iiral en torno a detectables desde .etélites en
ella. Cuando la estrella jieijueña órbita terrestre.
es una estrella de nentrones o un
Si se sigue eonsicleraiido el sistema solar, un cometa,
atraído desde las profundidades del espacio por la gravita­
ción del Sol, tiene liabitualmente un movimiento bíistante
«sesgado» ct>n objeto de esc|uivar al disco solar, y se
bídíineea simplemente como consecuencia de su proximi­
dad. antes de retornar ti las zonas más exteriores del
sisUana solar. De igual modo, una nave espacial (|ue se
aproxime a un iinisiltle agujero negro en el espacio, es
muy improbable c|ue se dirija en línea recta hacia él íel
Sol como agujero negro tendría sólo (i kilómetnrs de
extensión), y el viajen) espacial sim))lemente experimenta­
ría c)ue su nave se acelera, oscila en torno a la invisible
estrella cohipstida y .egresa ;tl espacio |)or' un nuevo
camint), (|uedando peipkjo y agitado, [tero ¡todavía en
nuestro L'niversol
La compañera invisible
Pero, ¿existen realmente agtijeros negros en nuestiii Ciala-
xia? Ciertamente, la teoría de hi evolución de las estn-llas
así lo sugiere, ya (jiie, a menos (pie todas las (estrellas
pesadas pierdan aproximadamente un 90 "„ de su masa,
sus núcleos no se cpiedarán en enanas blancas o estrellas
de neutrones. L;t evidencia directa es diíícil de obtener,
pues los agujeros negros son muy jxapieños y, ¡íor defmi-
ci(')n, invisibles. .Sin embargo, los aslninomos han comen­
zado a pensar que ciertas fiu'nttts de rayos X de nuestra
Galaxia se relacionan con los agujeros nt-gros, y a(¡uí
tropezamos nuevamente con los objetos más utilizados por
los astrónomos: las estrellas dobles.
^’a hemos |)resemado a las estrellas dobles dos estre­
l.áO
llas en órbita, una alrededor de otra como una especie
de Italanza (tstelar. Unicamente en este vals graxitatorio
resulta ptrsible medir las masas de las estrellas de modo
A. directo. Pero una de las estrellas del par puede afecttir a la
evolución de la otra, y en la actualidad los astrtinomos han
establecido adecuadamente la evolución de las estrellas
indivichiales, verificando asimismo C[ue muchos de los más
apasionantes sucesos de nuestra (Jalaxia tienen su origen
en los trastornos (pie una de las estrellas inllige a su
compañera.
Id más conocido de estos cataclismos es la ex])losión de
una nova. U;i repentina y temporal aparición de una
«nueva estrella» en el cielo es un acontecimiento registra­
do connimnente en los anales de muchas cixilizaciones.
Los chinos las llamaron «estrellas invitadas», mientras que
en Occidente tales explosiones tomaron su nombre del
latín, «nuevas». Una nova es (ácilmcnte visible a simjrle
vista aproximadamente cada diez anos, y las más débiles
son detectadas incluso j)or astrtínomos aficionados epu'
exploran el cielo con |rrismáticos y pe(|ueños telescopios.
Durante su explosión, un;i nova es de diez a mil veces más
brillante que en su estado normal, debilitándo.se gradual­
mente durante los meses sucesivos. La estadística sugiere
(pie cada explosión es serlo tina de una larga .serie: una
estrella susceptible de convertirse en nova re|rite su cxplo-
si(')ii en intervalos de aproximadamente lOO.OüO años.
Lxisten cstrt'lla.s varialrlcs relacionadas con ellas, las novas
enanas, (pie sufren explosiones menores aunepie con mayor
frecuencia.
Isn los últinKrs años,* las observaciones y l;i teoría han
concordado en la explicacirrn de estas estrellas. Ln todos
los casos, al parecer, la «estrella» original es de hecho un
pai- muy práximo, una de las cuales se halla en proceso de
expansiérn a gigante, y la otra ha pasado ya e.se esttidio y es
una enana blanca. Sin embargo, la estrella en expansión
enfrenta problemas. Sus capas de gas más externas,
adx'acentes a la enana blanca, se tiproximan gradualmente
I na .simalatláii tu tmlfiitutnr d ti
atilHxUi ¡ ta l d el d h n de raftiiita
qae ladea a un fií^lijefii rilóla,
ealeii/íidu Imi J . P. I.u m im i. del
oh m v alorio de P arís, . lun
eiiandíi la /arm a de! di\eo is
hastan íe jm n etd a a la de los
an illas de .Salurna, .su a s/m ía
esleí dislorsiouatlo eaiuo
cau.seciieneia de t¡ue su lu.z iC
lu dia (!/tr ia d a , lan ía /)ar su a lia
veltieidad de ralaeián am ia />ar
su intenso cam/m giniilalaria. /',/
luda de la izt/uierila ( hrillanlr ¡
está /náximu a nnsitirtis. mientras
t/iii el lado alejada { dereeha) .se
ha a/iaatula /lar aiiu/ilela. ¡ m Iii.z
t/lii a/ianre eneima riel avnjeta
/iraviene del lado alejada de!
disco, cu n a d a /lar la araeitacián
cama si Inihiera atravesada una
lente can dislarsián.

a esta, alcjáiiíloH' lacla w /. más dd cciurn de la csirdla.
Kxisu; lina lucha ,ííia\ ilatoria sobre csic _i>as y, (Inalmnik',
la csirdla alcanza un (amaño (al (|u<' la adacción graviia-
(oria de la enana arranca sus capas más ex(ernas; a
medida que la esd'ella cominúa expandiéndose, la enana
le arranea un ehorro condnuo de t>as. Dado (|ue ambas
esdellas se hallan en órbi(a mutua eontinua, este ^as tiene
utia eomponente de \ek)cidad C|ue le impide caer direeta-
mente sobre la enatui; en vez de elUt, se siti’ut en su éa bita.
Desde eercti, el anillo de <>;ts — di.sai de cei/iliira se
pareceríti en mueho ;i los anillos de Saturno, pero brilbm-
do et)ii I.UZ propia, léxisie un;i diferencia muy itnportante,
puesto C|Ue donde el chorro de gas emitido |)or la gigtuite
incide sobre el gas existente ya en el diseo, l;t colisión
produce un |iunto muy brillante. (|ue :en los sistemtis
enana-no\tii puede eclipsar a l;is propias estrellas. De esta
litrnia. la enana blanca parece estar rodeada poi’ uti débil
disco gtiseoso con un intt'iiso punto caliente blanco c|ue
parpttck'a en un lugtir de su Itordc extt'rno. Pero cada
|)oe;is semanas el disco completo ¡|)or rtizones que tutu no
se comprenden del todo; se abrilkuua, y un observador
pré)ximo quedaría deslumbnulo por el brillante ¡millo (|ue
rodea a la estrelkt enana blanca; mientnis C|ue, desde
nuestra distancia, vemos una explosión de «enaiui tiov;i».
l’istos discos de eaptuni de gas no se comportan de
k)rm;i similar a los ¡inillos de S:ilurno, constituidos por
imiteriales sé)lidos (|ue se mue\en en é>rbit;is independien­
tes. Los átomos de g;is e(.)lision;in de continuo unos con
otros, y, en eonsecueiieia, transíicren momento tmgukir
(spiii: hacia el exterior desdi' las partes centrales del disco.
De esta liirma, auni|ue lentamente, la imiteria del disco
describe continuamente una espiral Inicia adentro, y, en
ocasiones, cae sobre la superiicic de la eiuina blanca. Lsia
acumukicié)ii de gtis rico eii hidiiigeno se degenera
mantenido por la presiém di' los electrones, como en la
propiii enana blancíi . pero existe un ineomenienie. La
materia degenerada puede tener cinikjuier tipo de niieleo
con el (in de equilibrar la carga de los electrones (|ue la
mantiene, excepto mídeos de hidrógeno, (|ue son simples
protones, l'ái esttis condiciones de altti presiém, los protones
se eombiinm de kirnni ex|)los¡\a p;ir;i dar helio. Id
hidrógeno ticurnulado es expulsado ;il espacio en kirnui de
eondni en exp;msión, (|ue temporalmente eclipsii el siste­
ma de estrellas original, como una explosión clásica de
nova. Finalmente, el sistema se reeu])er;i y el hidriígeno se
acumula durante otros KM).()()() años ;i|n'oxim;ulamente,
Inistíi cute Iniya el suficiente para producir otra eru|)ciém.
¿Qué relación existe entre cstii y los agujeros negros? L1
disco (le c;i])(ur;i de un sistema bimirio es el eslabón. Pero
íuites de estudiar los discos en (orno a los agujeros negros,
investigaremos el caso intermedio de las estrelkis de
neutrones en un sistenui doble.
Imaginetnos el escenario anterior con la ciuuui blaneti
sustituicki por uiKi estrella de neutrones. Puesto (|ue la
fuente eompactti es mueho menor, el disco de captura se
extiende nnís hacia el interior, y el gas. al girar allí con
niuclnt mayor rapidez, está mucho más caliente, tan
caliente (jue emite rayos X intensamente. .Satélites de
astronomía de ravos X han detectado en nuestra Galaxia
a])roxiuuidamente un centemir de fuentes de rayos X , y la
mayoría son de este tipo ío combinación .similar, esticlla
de neutrones-supergigante, en la (|ue la estrella de neutro­
nes recoge el gas desprendido de la mayor como viento
estelar v no como resultado de una btitalla gra\ itatoriíi:. Lól
 En esta liágiim . a b a ja :
l'n negativo de la región del
rielo donde xe eneueníra la [nenie
de raros X Cygntix X - l . L a
estrella brillan le d el centro es
¡ I D E 2261)68: los raras X
[roceden de un diseo de ca/ilnra
que rodea a la eotn/mñera
invisible de esta estrella, ¡.os
cálculos indican que esta
com pañera es, casi con
seguridad, un agujero negro.
E otog rafia de los O bservatorios
H ale í P alom a r Sky S u rvey).
P ág in a opu esla:
E ragm entos de roca en órbita
alrededor de un agujero negro.
E l agujero es una región d el
e.spacio de la que nada puede
escapar debido a su intensa
atracción grai'itatoria; en este
Ilion taje, e l agujero negro se
destaca en un fon do estrellado,
con un h alo coloreado en el que
su gravitación ha distorsionado
la lu.z que p a sa p or su borde.

Sin ('ml);»!^^), ('I iiilcnso cam|)o magnético do la estrella
de neutrones causa otras complicaciones. K1 gas caliente
proveniente de la pai te más interna del «disco de eajitura»
se canaliza hacia los polos magnéticos y acaba creando
puntos calientes de rayos X préiximos a la superíieie de la
estrella de neutrones. Cuando la estrella gira, estos Ibgona-
zos de rayos X se dirigen hacia nosotros (de igual manera
(|ue las ondas de radio de los pi'ilsars, pero producidos de
distinta (iinna) como impulsos d(‘ rayos X . Los «púlsars de
rayos X». descubiertos por los satélites de rayos X ,
eonlirman la predicciéin de los teóricos de que una estrella
de neutroties es la respon.sable de la mayoría de las fuentes
de rayos X . I'isias fuentes son de diferentes tipos: unas
tienen cortas y repetidas explosiones; otras «ptirpadean»
de continuo; otras más, se abrillantati y oscurecen de
liinna |)arecida a las novas éiptieas. Sin embargo, los
astrónomos de rayos X están seguros de ciue todas ellas
pueden explicarse como variantes del modelo original de
una estrella de neutrones en una binaria.
Pero siempre hay una excepción, y en este c;tso es la
«picara» fuente de rayos X llamatla Cyg X - l, la jtrimera
liiemc de rayos X detectada en la constelación Cygnus. Al
principio pareció ser un típico sistema binario de rayos X ;
con todo, su posición no estaba peiicctamente determina­
da, como suele ocurrir en el nacimiento de una nueva
rama de la astronomía. Pero en 1971 los radioastréaiomos
captaron este objeto como una fuente de radio y localiza­
ron exactamente su posiciétn, que coincidía con la de una
sttpergigante azul t:atalogada como HDl'i 226868; y los
astrónomos étpticos pronto verificaron (|ue las líneas espec­
trales de esta estrella se desplazaban regularmente, mos­
trando que su velocidad cambiaba de manera uniforme.
Se hallaba en éirbita, claramente, en torno a una invisible
compañera cada cinco días y medio. Hasta at|uí, todt)
marchaba sobre ruedas: este tipo de (írbita cercanti es la
(|ue los astn'momos esperaban dt* una ftiente de rayos X ,
pero había reserx ada una soi prcsa: cuando calcularon la
masa de la imisible conifiañera, la misma resulté) ser ;il
menos cinco veces más pesada epte el Sol.
Pai la actualidad hay una serie de argumentos contun­
dentes (|ue conducen a una conclusión. Para (pie salgan
rayos X desde un disco de captura, la estrella central debe
ser pequeña. Las enanas blancas son sulicientemente
pc(]ueñas como para constituirse en fuentes de rayos X
blandos, pero casi todos los emisores de rayos X duros
están asociados con estrellas de neutrones. Una estrella de
neutrones o una enana blanca, si éste es el caso— no
puede ser tan pestula como eineo veces el Sol. El tínico
objeto suficientemente pccpieño, y de esta masa, es un
agujero negro.
Puede parecer contradictorio afirmar <pte la fuente
Cyg X -l de rayos X es un agujero negro, ya que, después
132 de todo, ningiín tipo de radiación puede escapar del
horizonte de sucesos de una estrella cola])sada. Sin embar­
go. sé)lo se trata de una confusié)n de lenguaje, pues los
rayos X provienen del diseo de captura del gas epte se
halla en órbita en torno al agujero. Ya hemos .señalado
(pie un agujero negro no «absorbe» materia htista que
entra directamente dentro del «horizonte de sucesos». Id
gas del disco se halla en órbita bastante fuera de este
radio, y el disco de ca|)tura siente una atnicciéiii gravitato-
ria muy similar a la experimentada por un disco situado
en órbita alrededor de un;i estrella de neutrones. Dado que
un agujt'ro negro de la misma masa (pie una estrella de
neutrones sería más yiequeño (jue ésta, el gas está más en
espiral, y, por eonsiguiente, más caliente, por lo (pte emite
radiacitin con mayor libertad; hasta (pie alcanza el hori­
zonte de sucesos y desaparece.
Así pues, la fuente Cyg X -l de rayos X es, estrictamente
hablando, el disco de captura (pie rodea a la compacta
compañera de la supergigante HDK 226868. Pero este
«comj)acto objeto», ¿es (Udinilivamente un agujero negro?
Muchos astrónomos tilirman cjuc así lo prueba su gran
masa; y, además, no hay ningún signo de pulsos regulares
de rayos X (pie c.sperar si la implicada lucra una estrella
de neutrones. Otros astnínornos no aceptan con facilidad
la idea de (pie hay (yue admitir a los misteriosos y
maravillosos agujeros negros dentro de nuestro Universo,
y procuran otras explicaciones a su respecto: tpiizá la
compañera st'a, en n'alidad. dos estrellas de netitrones
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 muy |)róximas; y (al vez IIDli, 2268G8 no soa una supcrs>i-
í<ante, sino una estrella más débil y más próxima cuyo
espectro óptico se |)areee al de una supers>iganie. La
mayoría de los astreinomos contemplan a los toros desde la
barrera, en espera de C|ue el futuro oliezca ;tls>ima e\ idcn-
eia mayor.
Los propios astreinomos de rayos X buscan más fuentes
de rayos X seme-jantes a Cyg X -1, y ios satélites del
( )bservíitorio Astrofísico de Altas Lnergías resistían espe-
ranzackes el cielo, listos nuevos satélites, elasillcados como
de tamaño medio, son dic'z vc'ces mayores cjiu; sus |jrc'dece-
sores. Dado cjue c*sián acondicicjnados para recoger más
cantidad de rayos X , sus deteclorcs ])ueden llegar a
delectai- fuenic's de rayos X más débiles, y a facilitar sus
|X)siciones a los astrónomos cípticejs con suliciente precisión
como para cjuc se vean instados a buscar las estrellas
compañeras. Se ha descubierto ya otra posibilidad seme­
jante a un agujero negro en la coustclacié)n Circinus.
Pero las estrellas colapsadas no son los únicos agujeros
negros posibles. Puede haberlos mucho mayores y mucho
más pe-e|ucños, y, ele hecho, existe la evielemcia de- e|ue en el
e-entro de otra galaxia hay un gran agujero ne’gro. La
e:olosal energía de las muy distantes y brillantes galaxias
llamadas c)uásars se relaciona asimismo, ])robablemente,
con los agujeros ne;gros ¡se tratará este tema en el capítulo
siguiente). L1 gran núme-ro ele evidencias fuerza en la
actualidad, a la mayoría de astreínomos, a a ceitar eni
principio C|ue k)s agujeros ne-grees existe-n con suma proba­
bilidad en nuestro Unixerso. L1 problema consiste en
encontrarlos.
La explotación de los agujeros negros
Ln agujero ne^gro es invisible ])or definición. ,Sus únictes
electos .se.)bre el resto del Universo son los causadejs por su
gravitación, su carga eléctrica y su mome-uto angular
íspin), y, de hecho, éstos son los únicos tres aspecte)s
me-cliante los cuales resulta peesiblc saber algo del agujero
negro desde fuera de él. Si eomprimiéramejs mil toneladas
de; agua para obtene-r un agujero negro, no le distinguiría­
mos de otro de mil toneladas de cimitarra. Algo más
sorprendente; un agujero negro hecho de antimaleria e-s
absolutamente idéntico a otro de materia. Las matemáti­
cas im[)licadas e-n la tísica del agujero ne;gro son tan
complicadas e|ue demostrar el te;orema generalmente
coiKK'ielo ceeme) el de «un agujero negro no tiene pelo» ha
llevado varios años a algunos de los mejores físicos del
mundo.
I.os agujeros negros tienen probablemente una carga
eléctrica muy |jc(|ueña, pues la materia (jue se colajjsa en
su interior d(;be (ie ser eléctricamente neutra. Pero a juzgar
por el rápido giro de los púlsars de estrellas de neutrones,
las estrellas en colapso giran muy rápidamente. Los
cálculos muestran (jue el espacio vacío que rodea a un
agujero negro en rotacicin está «distorsionado». Si obs(;rva-
mos un cohete que se dirige rectamente hacia el centro de
un agujero negro en rotación, la naturaleza distorsionada
del espacio (|ue le rticlca comenzará a atraer al (;ohetc en la
dirección de rotación, y el mismo se verá obligado a
describir una espiral. Más aún, su]X)ngamos que contamos
154 con tecnología para construir a c;i(;rta distancia del agujero
una inmensa estructura de acero (|uc lo rodee, y totalmen­
te simétrica de manera que no pueda ser atraída. Ll
espacio que gint alrededor del agujero haní girar a la
estructura, pudiéndose ])roducir de esta litrnia una colosal
cantidad de energía. Una estrella colapsada produciría
bastante más energía (|ue la necesaria |);ir;t abastecer
nuestra tictual necesidad de consumo durante un tiempo
mayor que la edad del Lhiiverso; de h.ccho. miles de
millones de veces tnayor.
Ln otro ensueño de los tetiricos, ]>odríamos euxiar un
cohete no tripulado al espacio distorsioiuido f|ue giia
alrededor del agujero negro; una vez allí, una gran parte
del mismo se dt-sprendería de manera cuidadosamente
controlada. Si esta divisitín se realizase con cuidado, sería
posible lograr tiue la parte separada se precipittira lejos del
espacio distorsionado, mieutias el resto del cohete caería a
través del horizonte de sucesos. «Capturad(»> en la litrnut
correcta, la velocidad de estos restos (|uc se mueven
rápidamente podría extraerse como energía.
lín timbos casos teóricami'nte. al menos podríamos
extraer energía de los agujeros negros en rotaeiéin. Ln el
segundo ejemplo, podríamos disponer las cosas para
obtener más masa-eni'rgía (lue la cpie gana el agujero
engullendo al cohete. Sin embargo, existe un límite. ,\1
extraerse su emtrgía de rotación, el agujero negro si- frena,
y finalmente se detendrá, jiasando a ser unti mera trampti
gravitatoria.
Lsto nos conduce a otra forma de obtención de energía,
no del propio agujero negro, sino de la materia C|ue cae
dentro de él. líl Cyg X-1 puede constituir uu iirototipo
natural de esta clase de centrales de energía. Puesto C|ue el
gas en torno al agujero negro describe una espirttl hacia
adentro, radia rayos X cuya energía proviene básicamente
del campo gravitatorio del agujero. Cuando untt cantidad
de gas, o de cualquier otra cosa, cae dentro de un agujero
negro, puede emitir una cantidad de energía ec|uivalente a
casi la mitad de su propia masa. Lhi kilogramo de gas, [)or
ejemplo, puede ser capaz de radiar 420 gramos en Ibrma
de energía (casi la mitad de su l>cso:, dejando .'íHO gramos
que, finalmente, caen a través del horizonte de sucesos. Ll
agujero negro se vuelve más [tesado con esta última
cantidad, pero lograremos convertirla una vez más en
energía; en el Sol, un kilogramo de hidrógeno, ;il fusionar­
se en helio, libera sétlo siete gramos de energía.
¿Cómo producir un pe(|ueño agujero negro en el kibora-
torio que, al echarle toda nuestra basura, la convierta en
energía? Asegurándonos de que el agtijero posee carga
eléctrica, podríamos mantenerlo suspendido en un cam-
[)o eléctrico frente a la atracción de la gravedad terrestre
: tal como en el antiguo experimento de .Millikan con gouis
de aceite cargadas;. Lste dispositivo podría generar tanta
energía como un;i gran central convenciomil con sólo .ÍOO
gramos de basura al año; esto resolvería todos nuestros
problemas de energía, aun cuando no el de l;i recogidti de
desperdicios.
De hecho, existen dificultades insuperables para la
explotación de agujeros negros en la Tierra. Ln [trimer
término, en la actualidad no hay ninguna liirma conocida
de comprimir materia por debajo de un iJec|ueño tamaño
v obtener esa increíblemente alta densidad. Tendríamos
 l'na (mtifftu fulograjh de ameepción del espacio y del
AlherI Einstein. Sólo tenía 2í¡ tiempo. E.l profesor Sieplien
años y tmhajaba en una oficina llawking. de la Ihriver.sidad de
de falenles cuando elaboró su Cambridire, ha realizado los
jiriiuera teoría de la relatividad, avances más imporlanles en
que revolucionó nuestra gravitación desde Einstein.
<|ii(' comprimir una masa de un millón de toneladas hasta
el taiiKiño de un núelt'o atómico para lograr C|ue la ve­
locidad de escape de su superíicie Ibera igual a la veloci­
dad de la luz.
May otra raz(')n, más rundamcntal aún, |X)r l;i cual no se
puede consiruir una diminuta central de energía tle
agujero negro. Aun cuando re.sulte ccjiuraclictorio, sucede
(|ue los agujeros negros no son realmente negros. L’n
agujero negnt de un millón de tonehidas ])crmanccería
incandescente a una temperatura de mil millones de
grados, má.s caliente (|ue cuakjuier otro cueipo conocido
en astronomía: y, al calxj de tinos ¡tocos años, explota­
ría en un cataclismo ante el cual la explosión de un;i
bomba de hidrógeno |tarecerí;i una simple explosión do
gas grisú.
La explosión de los agujeros negros
^C.órno puede un agujero negro no ser negro y explotar
cuando su cam|X) gravitatorio es sulicicntenicnte intenso
como para mantener incluso a la Itiz dentro de su
horizonte de sucesos? La idea original del agujero negro
fue demolida en 1974, al incorporarse las ideas de la teoría
cuántica hasta entonces no consideratlas. La revolución
resultanu' añadió nuevas y extrañas características desco­
nocidas al ya de por sí exótico concepto de agujero negro.
Y t|uizá lo más soiprendente de todo sea el hecho de (|ue
la fusión de las dos teorías lísictis más inlrincadtis teorúi
cuántica y relatividad genentl fue tlesarrollada de litrrna
enteramente teórica ¡xir el notable físico Stephen Haw-
king, de Clambridge.
Aun(|ue sólo cuenta treintti y tantos años, Havvking se
ha acreditado ya como el científico f|ue ha llevado a caho
los avanees más importantes en el conoeiniiento de la
gravitación desde el propio Linstein. Una agotadora
eníermedad muscular le ha confinado a un sillón de
ruedas desde hace algunos años, impidiéndole escribir sus
ideas; así pues, la capacidad de su original pensamiento ha
sido señalada por la adversidiid, ya (|ue debe mantener
todas sus ideas en la cabeza y resolverlas por medio tle una
aritmética supt'rmental. Ln Cambridgt' es coiux ido tanto
por su sentido del humor como por sus audaces y origina­
les teorííis sobre los agujeros negnjs.
Hawking efectuó su más im|X)rtante descubrimiento a
finales de 1971L Las ecuaciones de la gravitación de
Linstein consideraban l;t materia sólo como una masa cine
produce una atracción gravitatoria, e ignoraban todos los
extraños fenómenos (|ue tienen lugar a escala muy ¡x-tiite-
ña, como la dualidad onda-corpúsculo de la materia, el
princi])io de incertidumbre y la creación y destrucción de
materia y antimateria. Cuando se caleulan problemas
astronómicos, como la órbita de Mercurio, estos refina­
mientos no son necesarios, jx-ro Hawking investigaba las
propiedades de los petjueñísinios agujeros negros, en los
(|ue la grasilación es intensa y varía liiertemente a
distancias muy pequeñas. Desde el punto de \ista de la
teoría cuántica, su enfoque parecía demostrar (|ue el
agujero detx'ría t'mitir partículas elemt'iitalt's al es|)aeio.
Ln un principio, admitió cpie «debe de haber un error»;
pero no lo hubo, y su descubriniiento resolucionó el
mundo cientílico en marzo dt' 1971, situando a Havvking
en un lugar eminente entre (|uienes han contribuido a i;t
comprensión del Universo.
L 1 ])rinci])io de incertiduinbre, esa extraña ley (pie nos
dice (pie no ¡xidcmos conocer simultáneamente la posición
y la velocidad instantánetis de una partícula con precisión
absolutii. también .se refiere a la energía. Resulta imyxisible
medir la energía precisa que jxisee un cuerpo o un sistema
l,).a
 cii un tiempo conoeido exaetamcntc. Dicho de otra litrma,
uii pequeño pa(|uete de cncrí>ía j)uede aparecer repentina­
mente en el espacio vacío con tal de que desaptirezca c(tii
sulicicnte rapidez como para .(pie no se lo pueda detecttir y
se cumpla la ley de conservación de la enerí'ía. {l'ista es,
exactamente, la sittiación (jue permite que las fiierzas de la
Naturaleza acttien intercambiando partíctilas virtuales,
como vimos en el cajntulo 6.: Kste pa(|uete de energía de
corta vida se convertiría en un par partíctila-antipartícula
i por lo general, electrón y jtositión ;, y, normalmente, éstas
se aui(|uilarían casi al instante; y tampoco jxxlríamos
conocer su breve existencia, ya C|ue esto ocurriría con
suma rapidez.
IVro si un par materia-antimateria nace de la noche a la
mañana en la región del espacio exactamente litera de un
agujero negro, uno de los componentes del par puede caer
dentro de el y no ftodrá cancelarse con el otro de la íitnna
habituiil. La última viajará como una partíctila abandonti-
da por el espacio. Desde lejos, el agtijero negro parece
emitir electrones y positrones individuales C|ue, realmente,
prox'ienen de la región ejue le rodea. La energía ]X)sitivii de
la partícula C[tie e.sca])a es equilibrada por la energía
«negativa» (|ue el agujero negro |)roporcion;i ¡il absorber
la antipartícula. Kn efecto, las partículas «libres» transpor­
tan masa desde el agujero negro, lo ([ue disminuirá la
masa y el tamaño de este. Finalmente, toda l;i masa del
tigujero negro se «ex'aporará» de esta poco ortodoxa forma.
Los agujeros negros no son la muerte final de la materia:
aun ctiandt), efectivamente, destniycn l;i identidad de todo
lo (jue cae en ellos, y nada puede salir intacto otra vez,
acaban disociándose en una lluvia de las yrartículiis más
sencillas posibles. Parece jjoctico (jue el corazón de un
muerto, una estrella masiva (|ue empezó como gas :hidró-
geno;, fundamentalmente constituido por (trotones y elec­
trones, termine, despttés de todas sus vicisitudes (núcleos
de la complejidad del hierro y la ignominia del tfttal
colapso grax'itatorio), en umi exjtlosión de itartículas
fundamentales nuevas.
Sin embargo, los números muestran tpie los cálculos
anteriores de los núcleos de las estrellas colajtsadas .son
correctos a todos los efectos. L;i jtroducción de ytartículas
de Havv'king es más electiva cuando el campo gravitatorio
varía notablemente en pet|ueñas distancias, lo que signifi­
ca Cjue su im]X)rtancia es tanto menor ctianto más grandes
y pesados son los agujeros negros. Ll tigujcro negro de
C y g X - l tardará en desaparecer un tiempo bastante
mayor que la edad actual del Universo: de hecho, en la
actualidad le arranca gran cantidad de gas a su compañe­
ra, Cjue luego ¡tierde por «evaporación» de partículas
lúndamentales.
I,a situación es dramáticamente diíérente para los
agtijeros más pet|ueños, (jue a la sazón tratalta llavvking.
Ln el infierno del «Big Bang» con cpic comenzó el
Uni\erso hace unos Lá.OOU millones de años, es bastante
posible que se produjese una gama completa de j)e(|ueños
agujeros negros. Los más pec|ueños se habrán evaporado
ya, pero los de ciertti masa estarán desap;treciendo ahora,
l’ucsto que la «evaporación» hace los agujeros negros
menos masivos y, por consiguiente, más |)roiíficos en el
156 número de partículas C|ue saleti de ellos, el chorro de
salida aumenta con el tiemjx), y la desajtarición final tiene
lugar en una (facción de segundo con una gran explosión
de energía. Literalmente, el agujero negro explota. Los
astrónomos btcscan ahora estallidos de rayos gamma y
ondas de radio (|ue puedan provenir de tales exytlosioncs.
•Si los descubren, ello supondrá un tremendo triunli) de la
perspicacia de Hawking eti cuanto a la comprensión del
exótico funcif)namiento del Universo.
Las energías de las partículas C|tie salen de un agujero
negro verifican la distribución de radiación del «cueryx)
negi(»>. De esta Ictrma, es posible decir a (jué temyx'iatura
se halla un agujero negro. Lái agujero negrio de la masa
del Sol de unos 6 kilómetros de extensión está en
realidad sólo una diezmillonésima de grado |X)r encima
del cero ab.soluto de temperatura. Otnt, de la masa de la
Luna de 0,2.5 milímetros de extensión , debería ser
confortablemente cálido, micntrtis c|uc los agtijeros negros
de mil millones de toneladas, t|ue pueden esttir explotando
en la actualidad, se liallan a unos 120 mil millones de
grados. Por consiguiente, no puede afirmarse (|tie los
agujeros negros sean negros. Aun(|tie ab.sorben toda la Itrz
<|ue llega a ellos, hay tma delgada región exactamente
litera del horizonte de sucesos cpie «brilla» de continuo y
Cjue drerm la energía acumtilada en el agtijero.
¿(.)ué fteurre dentro de un agujero negro:’ Ignoramos a
los agujeros negros c|ue pues la teoría indica (|iie
ptK'dt'M trans|x>rtarnos a otro Universo. .\un cuando lo.s
teóricos pueden alegremente describir «nuestro Lbiiverso»
y «otros universos» mediante ecuaciones, y decir t|ue están
conectados [xtr estos agujeros negros (|ue giran, no es del
todo cierto cpie tma nave espacial cine se aventurase dentro
de un agujero negro emergiera en otro universo lleno de
galaxias dilérentes. .Si volásemos directamente hacia un
agujero negro que no girase, una vez. dentro ¡XHlríamos ver
(|Ué le ocurre al núcleo de nuestra masiva estrella en
colapso. Ninguna liicr/a conocida |X)dría detenerlo; y
Stephen Hawking y su maestro, el matemático Roger
Penrose, demostraron en 1969 (|ue el resultado inevitable
es una «singularidad». Ftxla la materia se colapsa hasta
un volumen prácticamente cero. Una singularidad es un
puntf) matemático en el espacio, en el cual una masa se
halla comjtrimida a densidad infinita en iimi región de
tamaño exactamente nulo. Incidenlalmentc, este teorema
confirma ciue una vez c|uc nuestra nave esté dentro del
agujero negro, deberá acabar siendo también una singula­
ridad, infinitamente comprimida.
Las singularidades son aún más de.sconcertantes para
los lísicos cpie los agujeros negros cute las rodetin. Algunos
teétricos han intentado demostrar (pie las siugidaridatles
están siempre rodeadas por un agtijero negro, y (pie |X)r
eso se hallan octiltas a nuestra vista. Pero esto no constitu­
ye una censtira c(')smica: las singularidades aisladas proba­
blemente existan, y es deber de los let'iricos (-1 procurar
explicarlas.
Existe tma posible solucit'm. 'Pal como John Whecler, de
la Universidad de Princcton, ha señalado apasionadamen­
te, estas últimas singularidades provienen de una tt'oría
gravitacional que ignora los efectos cuánticos de la mate­
ria; así ymes, cuando comprimimos la materia de esta
foi'ina hasta tamaños mtiy pequeños y energúis muy altas,
Ix)s agujeros negros pueden
considerarse un ejemplo extremo
de cómo la materia distorsiona el
espacio y el tiempo, originando
efectos gravilatorios. En esta
analogía bidimensional, el
«espacio» está representado po>
cuadrados sobre una lámina
flexible. Una pesada bola
(arriba) distorsiona el espacio,
produciendo el efecto de la
fuerza gravitatoria de un objeto
masivo. Si se agrupase una masa
mayor en la misma esfera, la
región local de espacio podría
llegar a distorsionarse tanto
(ahajo) (¡ue la parte central
desaparecería del Universo como
un agujero negro.

los efectos cuánticos son (íxtnnnaclamcntc importantes. Al
igual (pie las otras fuerzas, la gravitación tiene c|ue ser
transportada jx^r «partículas de fuerza», los gravitones;
pero éstos están «encubiertos» por la teoría de l;t ndativi-
dad general, c|ue considera a la gravitación corno una
distorsión dcl espacio y del tiempo. Y resulta extremada­
mente difícil combinar ambas teorías para la misma
fuerza. Existe asimismo la esperanza de cc)mbinar la
gravitación con las demás fuerzas como aspectos diferentes
de una única fuerza.
¿Desaparecerá la desconcertante predicción de las singn-
laridadcs en el Universo cuando, como dice VVheeler, «st*
hava consumado el ardoroso matrimonio de la relatividad
geruTal con la física cuántica»? ¿Acabará realmente el
centro de una estrella muerta como un pumo de tamaño
cero en el espacio, o la nueva física predecirá (|uizás algún
pt-ciueño y t;xtraño cuerjx) en su lugar?
El campo de los agujeros negros es la mezcla más
intrincada de astronomía y física. Eos astrónomos buscan a
los agujeros negros grandes, por los efectos de su atracción
gravitatoria; y a los píxpteños, por sus explosiones.
La física, mientras tanto, puede guiar a los asiiónomos
en sus bús(|uedas; y ])uede asimismo proporcionar respues­
tas a alguna de las cuestiones c]ue no se pueden responder
expcrimentalmente, tal como revelar (|tté sucede realmen­
te en el siempre invisible interior de un agujero negro.

157
Entre las galaxias gratules, la
de Andrómeda es la más cercana
a nosotros; se halla a
«únicamente» 2 1;4 millones de
años luz. Ksta espiral difusa .se
compone de unos
200.000.0(X).000 de estrella.^,
dema.siado débiles como para .ser
vistas individualmente. ,1 simple
vista aparece como una débil
mancha brumosa. La Galaxia de
Andrómeda es el objeto más
distante visible sin telescopio.
(Copyright del Instituto de
Tecnología de California y la
Institución Carnegie de
Washington. Reproducido con
permiso de los Observatorios Hale.)
10. Geografía del Universo
 Vivimos en una inmensa rueda de Santa Catalina de IJtui herm osa g a la x ia espiral
estrellas que gira lentamente: la Galaxia de la Vía Láctea. sim étrica, catalogada como .\CC
Nuestro Sol es un miembro intermedio de la ftirnilia de (JS n v G eneral C atalogu e) 1566.
nuestra Galaxia, constituida por unos lOO.OOü millones de b'otografía d el O bservatorio
A ngloaustraliano.
estrellas. Nuestras vecinas más próximas brillan en el cielo
nocturno cual puntos parpadeantes, mientras que las
cohortes distantes, demasiado débiles como para .ser vistas
individualmente, se acumulan en persptxtiva formando la
banda luminosa de la Vía Láctea. Los astrónomos han
analizado al detalle la familia de estrellas de la Vía
Láctea, y .se ha logrado establecer la historia de la vida y
la muerte de una estrella estudiando los distintos tipos de
ellas en nuestra Galaxia. Observando lo ()ue ésta contiene,
los astrónomos han deducido los complejos [irocesos tle las
nubes de gas C|ue se colapsan en estrellas, los de la
explosión de éstas nuevamente en gas y polvo, y, también,
los de las exóticas estrellas de neutrones y los agujeros
negrtts.
Sin embargo, nuestra Galaxia es una más de los
millones de galaxias del LJniverso. Nuestras dos vecinas
más próximas, las Nubes de Magallanes, (]ue pueden verse
de.sde el hemisferio sur, brillan cual nubes ensortijadas tras
el velo de las estrellas más cercanas de nuestra propia
Cíalaxia. Por su parte, los observadores del hemisferio
norte pueden detectar, en los atardeceres daros del otoño,
la más débil y ovalada Galaxia de Andrómeda. Esta
galaxia, el objeto más lejano Cjue podemos ver a simple
vista, se halla a dos millones efe años luz de nosotros. Es
una galaxia inmensa, constituida por el dol)le de estrellas
que la Galaxia de la Vía Láctea, pero reducida debido a
su distancia a una simple luminaria en el cielo.
Los telescopios, por supuesto, ponen de manifiesto
muchas más galaxias, especialmente mediante fotografías
de larga expxisición que revelan sus débiles regiones más nuestra, y así lo han cornpjrobado los astrónomos directa­
externas. Hay galaxias de todos los tamaños: además de mente en las más próximas. Las lotografías de las Nubes
las más jx'queñas, de formas variadas, las mayores son de Magallanes y de la Galaxia de Andrómt'da (así como
galaxias, bien espirales o bien difusas bolas ovaladas, las de otras pxóximás) muestran brillantes estrellas indivi­
características de las galaxias ehpticas. Las espirales son duales que tienen los colores y el brillo epue cabría e.spxrar.
galaxias con carácter: con nn poco de práctica, un Otras galaxias cspjirales — y las irregulares contienen
astrónomo puede individualizar gahvxias por los detalles gas y polvo interestelar, a los que, una vez más, el
de la estructura de sus brazos espirales, con la misma espectroscopjio muestra como muy similares al gas y al
facilidad con que encuentra a un antiguo conocido en la pjolvo de nuestra Gahixia. Así pues, la Vía Láctea es'una
calle. Sin embargo, las elípticas son mucho más anónimas, galaxia de tipto medio y sin nada espxcitil dentro ilel
y sólo contados astrónomos ptodrían identificar de manera esceiuirio cósmico. Constituye una fuente de inf()rmación
infalible una galaxia elíptica en especial únicamente a muy eficaz piara los astrónomos, ya que las ('strellas y el
ptartir de su fotografía. gas de nuestra Galaxia .son muy bien conocidos y, apiaren-
Las diferencias entre los tipos de galaxias las pe(|ue- temente, no hay razón pior la epue no pxidiénimos translérir
ñas c irregulares, las grandes esptiralcs y las elípticas, epue todo nuestro conocimiento a los elementos constituyentes
son de todos los tamaños— dependen, como veremos más de otras galaxias. Contrapuestamente, si observamos todos
adelante, de cómo se formaron originalmente. Qiiizá sean los tipx)s de galaxias del Universo, sus similitudes y
más sorprendentes sus similitudes que sus diferencias. En diferencias, piodremos apreciar cómo la Vía Lfictea encaja
ptrincipáo, el (vspjectroscopio muestra que los espx'ctros de ('u ellos, apirendiendo así algo más acerca del tipx) de
gaUixias están cruzados pxir líneas oscuras, correspóndien- galaxia que ella es; de la misma forma epue pxediemos
tcs a las «huellas digitales» de los elementos que se entender más acerca de la Lierra si la comparamos con los
encuentran en estrellas de nuestra Galaxia. En realidad, demás planetas de la familia del Sol, o descubrir algo
estudios efectuados con ordtaiador han mostrado que es acerca del pasado y el futuro del Sol estudiando las otras
bastante fácil simular el espxctro de una galaxia combi­ estrellas de nuestra Cíalaxia.
nando simptlemente la luz de tiptos de estrellas comunes en Una galaxia como la nuestra contiene estrellas de todas
la Cialaxia de la \'ía Eáctea. Es decir, las otras galaxias las edades, al igual epue cualcpuier galaxia esptiral o
160 están formadas px)r estrellas muy pjarecidas a las de la irregular. Actualmente nacen estrellas jóvenes en medio de
 iniricnsas nubes de gas y polvo, eomo en la cercana
■Nebulosa de Orion. Pd Sol tiene unos 5.0ÜO millones de
años, y muchas estrellas .son aún más viejas. No obstante,
existe un límite de edad de aproximadamente 15.000
millones de años. Podrían detectarse estrellas — habría c|ue
decir cúmulos de estrellas— más viejas, pero no .se las ha
encontrado en nuestra Galaxia, por lo ciue los astrónomos
han llegado a la conclusión de c]ue ésta se formó hace unos
15.000 millones de años. Ksto constituye una notable
similitud, ya que virtualmente todas las demás galaxias
parecen tener a|)roximadamcnte la misma edad. No es
una medición c|ue los astnínomos puedan efectuar con
total precisión, pero existe c:crteza de que no hay galaxias
extremadamente viejas. Investigaciones recientes han de­
tectado galaxias t]ue pueden haberse formado tnás recien­
temente, pero son raras y .se las incluye en la insignificante
categoría de «enanas». Las galaxias mayores se formaron
aproximadamente al mismo tiempo.
Kn el ámbito de los físicos fundamentales, todas las
galaxias son idénticas. Todas están constituidas por las
mismas partículas fundamentales, influidas por las mismas
fuerzas. En consccutrncia, las constituyen estrellas y nubes
de gas y jxilvo semejantes. Para el físico, el contraste entre
los hermosos biazos de una galaxia espiral y la simplicidad
de otra, elíptica, es apenas una diferencia de muy poca
importancia que puede explicarse! como un pormenor de
la galaxia en formación. La gran semejanza entre los
ingredientes básicos de las galaxias, y sus casi idénticas
edades, indica a los astréinomos t|uc se formaron a partir
de una nube continua de gas que colmaba el Universo.
Hace unos 15.000 millones de años esta «nube» {quizá
«médium» fuere una denominación más adecuada, ya que
llenaba el Lhiiverso por entero) comenzó a disgregarse en
trozos que se colapsaron bajo su propia atracción gravita-
toria y formaron las galaxias, dejando virtualmente vacío
el espacio entre ellas.
El nacimiento de la Vía Láctea
Nuestra Galaxia empezó cual una inmensa nube de
hidrógeno y helio de aproximadamente 300.000 años luz
de extensión, una de las porciones dd gas general cjue
colmaba el Universo y t]ue la gravitación había unido.
Cuando se contrajo, bajo la fuerza de su jiropia atracción
gravitatoria, esta «protogalaxia» (prec:ursora de una gala­
xia) se hizo cada vez más densa, hasta que el gas comenzó
a fragmentarse en una miríada de trozos más pequeños
que se colapsaron en las primeras estrellas de la Galaxia
de la Vía Láctea.
Eran estrellas bastante raras, ya que estaban constitui­
das únicamente por hidrógeno (tres cuartas partes en
peso) y helio fuña cuarta parte;. Las estrellas [x>steriorc.s,
como el Sol, tienen una petjueña mezcla de elementos más
pesados, por ejemplo carbono, silicio y hierro, que se
formaron en una sttpernova anterior y fueron esparcidos
fX)r ella. Estos elementos forman también los granos de
¡3olvo del c.spado interestelar; cuando las estrellas actuales
se forman en densas nuftes de polvo y gas, estos granos de
polvo juegan un importante paptd, ya que enfrían el gas
central, permitiendo su colapso en estrellas. Pero en el
comienzo de nuestra Galaxia, los únicos elementos que
existían eran los dos más ligeros, el hidré)geno y el helio; y
las primeras estrellas no pudieron haber nacido en el
aislamiento de una cortina de polvo. En rigor de verdad,
los astrónomos no pueden aún ofrec:er exactas razones
acerca de cómo aparecieron estas primeras estrellas; de
todos modos, una vez cpie se hubieron formado, las
reacciones nucleares en sus corazones comenzaron a con­
vertir los «combustibles» básicos en elementos más pesa­
dos, y las estrellas más masivas pronto explotaron como
supernovas, esparciendo los elementos más pesados a
través de la Cíalaxia y empezando a forrnai' la mt!zda (fe
elementos que hoy vemos en el espacio.
La protogalaxia debe haber comenzado siendo {láctica­
mente esférica, cual un inmenso globo de gas en colapso
que girase lentamente. La gravitaciéai, al intentar atraer
todo el gas hacia adentro, desafiaba la ley física que
establece que la cantidad de s{)in {momento angular) debe
conservarse siem])re. Cuando gradualmente la nube se
encogió, giró cotí mayor rayiidez; y todo el gas, en vez de
caer en el centro, acabó siendo un disco en rotación. Este
(!ia el tínico acuerdo al que podían llegar la gravitación y
el motnento angular. El efecto total de la tnateria en el
disco da lugar a itna complicada distribucióti del catn{Xi
gravitatorio, ]iero la atracción gravitatoria total atrae a
cada {jarte (fel disco hacia el centro, y esta fuerza es
equilibrada {xjr el giro del disco. Constituye algo bastante
semejante a la rotación de los planetas alrededor del Sol,
pero (!n este caso tío hay únicamente un cuer{xi muy
{jcsado en el centro: cada estrella y la nube de gas del
disco— ex{3erimenta la alracciém gravitatoria de las otras,
y, como promedio, una atracción hacia el centro. Los
brazos espirales de murstra Galaxia forman {jarte de este
di.sco, y el Sol es una de sus estrellas. Sin embargo, antes
de observar esta parte de la Cialaxia hay que exatninar
una región más antigua.
En las extensiones más externas de la ¡Jiotogalaxia
original esférica, las estrellas comenzaron a fiirrnarse antes
de que el gas se colapsara en el disco. Existe una dilérencia
muy importante en el modo en que se mueven el gas y las
estrellas en una galaxia. En un gas, los átomos se mueven
a alta velocidad y colisionan de continito; así pues, las
velocidades y movimientos muy rápidos se {Jtomedian. A
esto se debe el c¡ue la protogalaxia, al contraerse, se
aplanase, transfijrmándose en un disco en rotación: cual­
quier átomo de gas que hufjicra seguido el «mal camino»
se habría visto obligado muy {jrcjnto a moverse de la
misma forma (|ue la mayoría. Y este cola{JSo tuvo lugar
muy rá{jidamente en la escala de tienqjo astronómica: en
a{Jcnas unos cien millones de años.
Sin embargo, el gas que se transformó en las estrellas
primitivas siguió un destino diferente. Las estrellas se
hallan en órbita en la galaxia sin a|jroximarse mucho unas
a otras. Pensemos en lo pequeño que es el Sol comparado
con las distancias entre las estrellas; si redujésemos la
escala de las estrellas a la humana, ello su{Jondría situar a
las (jersíjnas separadas unas de otras mía media de lO.fKM)
kikímctros; y, en con.secuencia, la {jrobabilidad de que dos
{jersonas se encontraran accidentalmente durante sti vida
resultaría mínima. De este modo, una vez nacida una
estrella, sólo será afectada por la atracción gravitatoria 161
 media de toda la Galaxia. Las estrellas que se formaron íh w lie tus m ás ajüiguos
cuando la Galaxia era todavía una bola inmensa siguen cúmulos estelares de miesirii
órbitas f|ue las llevan de acá para allá, por encima y por C a la s ia , un cúmulo g lob u lar
debajo de la regiiin del disco de nuestra Cbtlaxia, a través catalogado como .\'GC 3201,
fo to g ra fia d o en el O bservatorio
de una gran zona esférica ciuc los astrónomos llaman el
Á ngloaustraliano.
halo de la (ialírxia.
Pueden detectarse estas estrellas del halo de diversas
formas. Suelen contener menos elementos pesados en la
superficie C|ue las estrellas del disco, simplemente jx)r(|ue
se liirrnaron antes. Además, describen graneles órbitas
alrededor de la Galaxia y pueden seguir cualc|uier rumlx)
jKir el espacio, moviéndose .sólo en ocasiones a través del
disco, (áiando el Sol gira alrededor del centro galáctico
con las otras estrellas del disco, nos adelantamos a
cualquiera de las estrellas del balo que pasan a través del
disco próximas a nosotros. .\os parece cpie estas estrellas,
que se mueven lentamente, lo hacen muy rápidamente en
dir(;cción contraria, y por esto se han ganado el nombre
completamente erróneo de «estrellas de alta velocidad»,
cuando en realidatl quien lleva esta velocidad es el Sol.
Antes de (pie los astrémoinos especificaran la forma en cpie
está construida nuestra Cialaxia, parecía casi astrokigico
que existiera una relaciéai entre la composiciéin cpiímica ele
una estrella y su velocidad aparente a través del e.sjjacio.
Aproximadamente la décima parte de las estrellas del
halo no siguen órbitas individuales, sino epte se agrupan (ai
cúmulos gigantes de hasta un millón de estrellas, listos
grandes ciimulos globulares son, naturalmente, lo más
evidente del halo. A pesar de sus distancias al disco de
unas decenas de miles de años luz, algunos de estos
baluartes más externos de nuestra (jalaxia pueden verse
incluso sin telescopio. Desde el hemisíério sur, dos de ellos
son visibles como «estrellas difusas» y .se los ha designado
con nombres de estrellas, Oinega Centauri y 'fucanac 47. comienzo del propio L’niver.so. (Nuestra (íalaxia se í()rmó
Ln la constelación septentrional de I lércules hay uno más poco después del nacimiento del Universo, como veremos
débil, cpie puede verse en noches realmente claras y tiene en el pniximo cafHtulo. 1 Los astiñnomos se lélicitan
la misteriosa denominaciéin de M I3. especialmente de cpie existan cúmulos globulari’s, (pie
Ksto indica que se trata del ck'cimotercer objeto del permiten fechar la kirrnación de la (íalaxia, ya que no
catálogo recopilado por Charles Messitu', buscador de resulta fácil medir las edades de las ('strellas individuales
cornetas francés d(d siglo XVIII, apodado [xrr Luis X V «el del halo. Con los cúmulos, sin embargo, ello es «relati\a-
hurón de los cometas». A .VIessier le incomodaba cada vez mente» íáeil.
más el número de objetos nebulo.sos del cielo que podían Cuando se formó el primer cúmulo, a partir de una
tomarse por cometas débiles a primera vista, y el resultado nube de gas, aparecieron estrellas de masas diíérentes y
fue su famoso catálogo de 103 «nebulosas». De algunas de comenzó la fusión del hidn'igeno en helio en sus núcl(;os.
ellas sabemos ahora que son auténticas nebulosas gaseo.sas, Pero las estrellas tienen una vida media limitada y, como
como la Nebulosa de Ortón {.V142i; de otras, cpie son vimos en el ca]íítulo 8, las masivas derrochan a un ritmo
galaxias :1a galaxia de Andrómeda es .\i31;; y, de algunas prodigioso su «combustible» y terminan como supernovas
más, (pie .son cúmulos de estrellas como M 13 o Las al cabo de unas decenas de millones de años. Por consi­
Pléyades :M 45;. La ntimeración de Mttssier se emplea guiente, los cúmulos globulares no pueden contener en la
todavía como una manera útil de identificar las nebulosas actualidad ninguna de estas estrellas. Una estrella con la
más brillantes, los cúmulos y las galaxias, iircluso aunque ma.sa del Sol de unos 10.000 millones de años en un
se haya sustituido su catálogo hace tiempo jror otros cúmulo globular de 15.000 millones de años, habrá
mucho más comprensibles para uso de krs especialistas. completado ya su evolución, y será ahora una insignifican­
Resulta irónico cpie Messier sea recordado ajiora, no como te enana blanca. Las estrellas algo menos pesadas atrave­
descubridor de cometas (trece en totalj, sino por su lista sarán estadios de enormes gigantes rojas, y sólo cuando
de «estorbos» celestes. descendamos a (estrellas muy ligeras encontniremos (|tie
Los objetos más antiguos que es posible ver son los todavía fusionan hidrétgeno en sus núcleos. Kstas estrellas
cúmulos globulares. Las estrellas cpie los forman brillan de baja ma.sa consumen hidntgeno con tanta lentitud (pie
regularmente desde hace unos 1.3.000 milkmes de años, o sus provisiones durarán prácticamente el tiem]X) de vida
162 sea tres veces más (pie la vida del Sol v casi desde el del Universo.
Una ainfilia perspectiva del oculta el diminuto núcleo central
centro de nuestra G a la x ia en la delectado p o r los radioastrónom os
Constelación de S agitario. C as y astrónom os d eJíifr a r r o jo . ¡.a
trazas de polvo, próx im as a l raya es un satélite terrestre que
disco, constituyen una banda ha atravesado e l cam po durante
negra que atraviesa e.sta la exposición.
acumulación de viejas estrellas y
La teoría nos informa acerca cid tiempo C|ue durará la
provisión de hidreigeno de una estrella de fusión de
hidrógeno (una estrella de «la secuencia principal» en la
jerga de los astrónomos). Así, si consideramos un cúmulo,
podemos encontrar dónde se halla la estrella dt; fusión de
hidrógeno más pesada dibujando un diagrama Hertzs-
prung-Russell de la luminosidad de cada estrella frente a
su temperatura, y siguiendo la secuencia principal desde el
extremo inferior dcrec:ho hasta donde termina abrupta­
mente. Las estrellas cjue se encuentran al final de; la
secuencia son las c|uc finalizan su fusión de hidrógeno; sus
núcleos están a punto de colapsarse y la estrella completa
su proceso de hinchazón hasta convertirse en una gigante
rc)ja. Sabemos teóricamenttí el tiemjx) cpie ha debidet
permanecer una estrella en esta posición de la secuencia
principal (c|ue corresponde a una determinada masa) con
el fin de fusionar toda su provisión de hidrógttrio central;
este tiempo es, por consiguiente, la edad del cúmulo.
Como ya hemos mencionado, los cúmulos más viejos
tienen del orden de los 15.000 millones de años. Este debe
de ser el tiempo que hace ejue nuestra Galaxia se .separó
del gas general que colmaba el Univer.so, y los cúmulos
globulares y otras estrellas del halo |tronto ciuedaron
desamparados. Al seguir órbitas ([ue las llevan eternamen­
te a través del gigantesco dominio original de nuestra
protogalaxia, estas primeras estrellas quedaron detrás dé­
los nueve décimos del gas (]ue penetró profundamenttí
para formar ei disco de la Gahixia. Hasta hace pocos años,
los astrónomos consideraban el halo como una parte
menor de la Galaxia, y sólo se interesaban en él a causa de
la edad de sus estrellas. Pero en la actualidad hay un
sentimiento creciente por parte de algunos astrónomos <;n
cuanto a t|ue pueden haber subestimado nuestro halo
galáctico, ya (|ue tm lugar de ser sólo un décimo de la
masa del disco puede .ser diez veces más pesado.
La primera indicación al respecto provino de los teóri­
cos (|ue estudiaban los brazos espirales del disco de la Vía
Láctea: efectuaron el desconcertante d(‘scubrimicnto de
(|ue sus ecuaciones no daban cuenta de brazos espirales
tan largos, a no ser c|ue el halo tuviera un fuerte efecto
gravitatorio. Esto significa f|ue hi inmensa región del halo
debe contener al menos tanta materia como el disco; y los
últimos estudios de los cúmulos globulares y de las
pequeñas galaxias cercanas a nosotros han mostrado (|ue
la Galaxia de la Vía Láctea parece tener una atracción
gravitatoria mucho más fuerte c|ue lo esperado. FJ único
sitio en donde esta masa extra puede esttir «(-scondida» es
163
 I ai g a la x ia espiral M 8 3 componen de viejas e.strellas
fo to g r a fia d a en el O bservatorio esparcidas de m odo m ás
A n gloauslrallano. E l disco posee uniform e. P or encima y por
brazos espirales constituidos p or deb ajo d el disco hay un gran
porciones de g a s y estrellas de h alo de viejas estrellas débiles,
reciente form ación , m ientras que que a q u í no aparece.
las regiones del centro se
en el halo que se extiende por arriba, [x^r debajo y en
torno al disco. Por consiguiente, podría llegar a modiíicar-
se nuestra imagen de la Vía Láctea, pasando de ser un
importante disco de gas y estrellas, rodeado por unas
pocas estrellas más viejas, a convertirse en una inmensa
regiíín esférica constituyente de la mayor parte de la masa
de la Galítxia y que contiene un disco relativamente poco
importante, que sólo destaca por el resplandor de sus
constituyentes.
Sin embargo, muchos astrónomos .se muestran cautos
ante esta imagen del «halo masivo», por la .sencilla razón
de que no pueden ver en la actualidad toda la supuesta
materia extra; cada estrella del halo tendría que tener cien
veces más materia, y ésta no es visible. ¿Qiié es la materia
extra? Ciertamente, no está constituida por estrellas o gas
ordinario, ya que los astrónomos la podrían detectar con
telescopios ópticos, radiotelescopios o telescopios de ra­
yos X ; y tampoco está formada por granos de polvo, pues
164
éstos impedirían nuestra visié)ri del Universo más lejano.
Pero existen diversas posibilidades de c¡ue haya materia en
el halo sin que los astrónomos puedan detectarla. Una de
ellas, obviamente, es la de (pie exista un vasto número de
agujeros negros, por definición invisibles; o alternativa­
mente una plétora de objetos del tamaño de planetas c]u(;
se muevan de modo independiente en vez de situarse en
órbita en torno a una estrella. Cuerpos menores y mayores
que granos de polvo no bloquearían, de forma significati­
va, la luz procedente de más allá de la Galaxia; y al ser
más ligeros que cincuenta veces Júpitei', no brillarían
como estrellas. Si los astreSnomos que creen en el halo
masivo están en lo cierto, nuestra Galaxia no está consti­
tuida predominantemente por estrellas y nubes de gas.
Estos constituyentes obvios sei“ían en Realidad sólo un
componente minoritario, y la mole de la Galaxia sería
esencialmente materia invisible: agujeros negros, planetas,
icebergs. Esta controversia es de difícil resolución, ya que
los astrónomos no pueden proceder a observaciones para
decidir al respecto; así pues, los teóricos han tomado la
delantera al declarar que la materia extra es invisible. Esta
es la cuestión más importante que actualmente nos formu­
lamos acerca de las galaxias en general, y de la nuestra en
particular.
Dejemos ahora el todavía enigmático halo y sigamos el
¡Ms brazos espirales d e nuestra .Sol se iden tifica p o r e l pequeño
Galaxia puestos de m an ijieslo punto circular de encim a. ( I m
por la emisión de radio d e 21 porción blan ca de a h ajo .se debe
cm. del hidrógeno neutro. E sta a l método u tilizado p a ra
«fotografía» de la G a la x ia , en confeccionar el m a p a .) C ortesía
planta, está centrada en el centro de G arl W esterhout.
de la G a la x ia : la posición del
destino del resto del gas de la protogalaxia, que se
asentara para formar el disco en rotación. Ac|uí naeitaon
las estrellas, aunque no todo el gas se transformó cu
estrellas. Hasta la fecha, una décima parte del disco está
constituida por el gas primitivo mezclado con los restos
expulsados en las (explosiones de supernova de estrellas
moribundas. Las supernovas arrojan elementos pesados
dentro del gas, y, de este modo, las próximas estrellas que
se formen tendrán abundancia de estos elementos y
estarán rodeadas por granos de polvo c^ue jtuedcri conden­
sarse en planetas.
La característica más obvia del disco de nuestra Gala­
xia, como lo vemos desde fuera, es que de ningún modo
parece un «disco», sino un par de Itrazos espirales que se
desenrollan desde el centro de la Galaxia, tal como se ve
en las fotografías de otras gala.xias esjtirales. Hasta cierto
punto, esto es sólo una especie de ilusión, ya que los brazos
espirales están ensartados de estrellas brillantes y nebulo­
sas r(;splandecicntcs que les vuelven más visibles, mientras
que las estrellas más débiles están esparcidas de modo más
uniforme tanto entre los brazos como en ellos.
Desde que el tercer .Marqués de la Rosa viera por
primera vez brazos espirales en algunas galaxias próximas,
con ayuda de su monstruoso tcdcscopio, el modelo de
espiral constituyó durante un siglo un enigma íáscinante.
El problema reside en (jue no todas las estrellas dcl disco
de una galaxia se mueven en torno al centro a igual
velocidad. Si los brazos espirales estuvieran siempre cons­
tituidos por las mismas estrellas, las que dentro de cada
uno de (dios se hallasen más próximas al centro de la
galaxia girarían más deprisa que las más alejadas; y, así,
los brazos acabarían enrollándose gradualmente cada v(;z
luás. Esto no condice con los brazos abiertos que vemos en
la mayoría de las espirales, por lo c|ue finalmente los
astrónomos han sugerido una teoría que parece concordar
con las observaciones.
Gomencemos por suponer una gahixia de disco, en la
(pte las estrellas itkjando a un lado el gas por el momento!
estén esparcidas a través del disco, pt'ro ligeramente
concentradas en un modelo de dos brazos (espirales.
Guando las estrellas se mueven a lo largo de sus órbitas,
las c|U(! partieron de un brazo se mueven fuera de él en la
región situada entre ambos, mientras qiu! las que origina­
riamente se encontraban entre los brazos, se situarán en
órbita dentro de uno de ellos. Por consiguiente, las
estrellas que forman un brazo cambian constantemente, y
(d brazo espiral es sólo un mod(do C|ue muestra dónde se
concentran más intensamente las estrellas. Podría esperar­
se qu(! el mod('lo de espiral se distorsionara con rapid(;z
como resultado de los movimientos de las estrellas, pero
aquí reside lo más bello de la teoría. Dado que en un
principio las estrellas estaban más concentradas (ut los
brazos espirales, éstos tienen una atracción gravitaloria
mayor que cualquier otra parte del disco. Una estrella (|ue
,sc halla en órbita hacia un brazo, s(’ acelerará al aproxi­
marse a él e irá más lenta cuando se aleje. En consecuen­
cia, a diferencia de un planeta c|ue describe una órbita
circular en torno al Sol, una estrella no circunda la galaxia
a velocidad constante, sino que emplea más tiemfjo (;n la
n;gión de un brazo espiral. Pero mientras la estrella está en
esa zona, su atracción gravitatoria contribuye a la airac-
ciétn total de la misma, y (;sto lk;va a (|ue se alteren las
velocidades de las demás estrellas, de modo que también
ellas estarán más tiempo en la nígión del brazo.
El resultado es que el modelo no se altera. Este conjunto
de dos brazos espirales gira en verdad despacio, ¡tero a
distinta velocidad (]ue la de las estrellas, por lo que
siempre conser\'a su bella forma. Si miramos ahora uno de
los brazos espirales, y volvemos a hacer lo propio dentro
de 50 millones de años, las estrellas que lo forman habrán
cambiado, pero la espiral sólo habrá girado ligeramente.
Sin embargo, el modelo de dos brazos espirales ha sido
generado por el movimiento de las estrellas a través de
ellos: este modelo es consecuencia de su propia gravitación
y no tiene como objeto guiar las vidas de nuestros
antepasados, como pretendían los insustanciales mitos de
los antiguos transmitidos de generación en generación.
El modelo de espiral tiene un efecto más dramático
.sobre el gas dcl disco. El impacto de un cambio repentino
de velocidad del brazo agrupa el gas en gigantescas nubes
que se ensartan en el interior de los brazos, (|ue los granos
de polvo destacan cual un forro oscuro de los brillantes
brazos. .Además, la repentina compresión puede obligar a
las nubes a colapsarse en estrellas, y fotografías de otras
galaxias muestran los brazos enjoyados con nebulosas
brillantes de estrellas recientes. Eas estrellas de fusión de
hidrógeno extremadamente masivas también iluminan los
brazos, pero como estas estrellas muy brillantes viven sólo 165
 Un distante cúmulo de g a la x ia s, gran g a la x ia espiral. ( /.o.s
catalogado como A heII l ()(>(), cuatro objetos, brillan tes .son
fotog rafiad o en el O bservatorio estrellas de nuestra G a la x ia ; las
A ngloaustraliano. L a s m anchas cruces .son efecto óptico del
borrosas { a r r ib a ) son g a la x ia s telescopio.)
elípticas, )' a b ajo es visible una
un breve periodo ames de exploiai' como supernovas, no
tienen sicjuit'ia tiempo ftara situarse en órlDÍta litera dtd
brazo en el C|ue han nacido. I.os brazos espirales son
lugares cmocionantt^s repletos de estrellas recién nacidas,
de estrellas muertas y de otras más extkicas y brillantes.
Las espirales de la Vía Láctea
Dado c|ue vivimos en el espeso disco de la V ía Láctea, a
unos 3(j.()()() años luz de su centro, no resulta fácil v(;r la
estructura espiral de nuestra Cialaxia. A este respecto, los
astninomos conocen menos de nuestra propia (Jalaxia que
de otras. Una aproximación consiste en contemplar los
tipos de objetos que viven únicamente en los brazos
espirales, graneles nebulosas y estrellas brillantes masivas.
De esta forma, los astrónomos han determinado r|ue el Sol
se encuentra aproximadamente a mitad de camino entre
las espiras de los brazos. Unos 7.000 años luz más afuera se
encuentra el Itrazo de Pcrsco, mientras (|ue a la misma
distancia hacia el centro galáctico está el brazo de Sagita­
rio. Próximas al Sol .se encuentran las jóvenes estrellas
brillantes y nebulosas igualmente sobresalientes en la
constelación de Orión, aun cuando en la actualidad los
astrónomos piensan c|ue este «Brazo Local» es apenas un
apéndice del brazo de Persex). Guando el Sol se halla en
(irbita a través de un brazo mayor, el cielo entero debe de
ser tan brillante como la constelación de Orión.
166
Los radioastrónomos han dado un impulso mayor al
intento de poner al descubierto la estructura espiral
completa de la Galaxia. Afortunadamente, el átomo más
común del espado, el hidrógeno, emite radiación en la
]rartc de radio del espectro. El átomo de hidrcígeno es
simplemente un ekxtrón c|ue se halla en órbita en torno a
un |)i'otón, y ambas partículas giran sobre sus cqes. La
teoría cuántica insiste en c[ue sus cqes de giro están
alineados, y en que pueden girar en igual direccitin o en
direcciones opuestas, pero nunca en otro plano. .\1 pasar
del «mismo ,spin» al «spin opuesto», los electrones emiten
un cuanto de energía: un fotcín de longitud de onda de
21,106 centímetros. .Aunriuc cada átomo de hidrcígeno
hac:e esto raramente una vez cada 11 millones de años
de media , hay suficiente hidrógeno para (|ue se emita
una señal c|ue [túcela medirse.
Puesto fjue ésta es una linca espectral cuya longitud de
onda se conoce con gran precisión, los astrónomos [tiuxlen
medir la velocidad de cuak)uier nube de hidrógeno
interestelar que se aleje de nosotros, o se nos acerejue,
observando el corrimiento Doppler de la longitud de onda
que emite. Según los patrones ordinarios, la Galaxia gira
rápidamente (el Sol se halla en órbita en torno al centro
galáctico a 2.')0 kilómetros por segundo), y la velocidad de
rotación necesaria para cc[uilibrar la atracción gravitíitoria
de la Galaxia depende de la distancia de la nube o de la
estrella al centro. Así pues, casi todo el hidrógeno se
mueve respecto a nosotros.
Sintonizando cuidadosamente la emisión de 21 centíme­
tros de las nubes de hidrógeno, los astrónomos llegaron a
dos importantes resultados. Primero: pueden «[jcsar» la
(Jalaxia. Gada estrella y cada nube de gas tiene determi­
nada su velocidad })or la atracción gravitatoiia de las
demás estrellas y del gas más cercano al centro galáctico. /.a s ¡galaxias de un a in ad o son h acia e l centro del cúmulo, histe
Mediante cálculos, los astrónomos pueden determinar el invisibles fiara un lelescofiio de «m afia de conlurnu» en color
modo en C[ue se distribuye la masa de la (ialaxia. Dentro detección de rayos .V. I ms rayos codificado inueslia los rayos .V
de la órbita solar, la masa total es de aproximadameTite X se originan en una nube de em itidos fior el gas d el cúmulo
g a s muy calien te situada entre de g a la x ias F e rs n o . Cortesía de
10(1.000 millones de soles; y puesto C|ue el Sol se baila a
las g a la x ias y (¡ue se condensa J o h n y jn n eck i.
aproximadamenlc dos tercios del boi'dc del disco, la masa
total de ést(t es tal ve/, un .00'’;, mayor. (Desgraciadamen­
te, este método nada nos dice acerca del balo masivo (|ue
puede o no rodear al disco. ;
Si se invierten estos resultados, una vez tiue se sabe
cómo gira el disco, los astrónomos pueden emplear la
velocitbid aparente de una nube de gas para calcular su
distancia. Luego, pueden representarse estas nubes de gas
den.so de los brazos espirales tai un mapa (|ue muestre la
í()rtna de gran espiral de nuestra Galaxia de la Vía Láctea.
Los astrónomos ópticos no pueden ver estas distantes
regiones de los brazos, j)ues los granos de polvo del espacio
interestelar blo(|iK;an su luz, por lo C[ue constituyó una
etapa significativa en la historia de la radioastronomía el
(|ue los mapas del hidrógeno de los brazos mostraran lo
(|ue se podía aprender de otras radiaciones c|ue no fueran
la luz.

Hermanos en el espacio
Hemos dado un rápido vistazt) a la Galaxia de la Vía
Láctea, nuestro sistema familiar y una de las bellas
espirales típicas. Nuestra gran vecina más cercana, l;t
(falaxia de Andrómeda, casi gemela de la nuestra aunc|ue
aproximadamente la mitad de extensa, es una de las es­
pirales más grandes conocida. Básicamente, todas las
espirales se parecxai a la nuestra, con tcnties halos y discos
brillantes: para comitrender la rica variedad ck; hermosiis
Ibrmas C|ue estas galaxias pueden aclcjuirir, lo mejor es
contemplarlas en í()tograíías.
Los astrónomos clasifican las espirales .según la abertura
de sus brazos y el tamaño de la «joioba» de viejas estrellas
del centro del disco. Incidcntalrnente, resulta irnjirobable
que las galaxias cambien de un tipo a otro cuando
envejecen. Las formas de las galaxias están probablemente
determinadas por la manera en c|tie se colaftsaron las
protogalaxias originales. Un tipo de espiral ligeramente
dilérente corresponde a las clasificadas como espirales
barradas, en las t|ue la joroba central de viejas estrellas
lórma una corta barra y las estrellas se hallan en órbitas
Cjue conservan la lórma de barra en vez de mantenerse
como brazos espirales. Por consiguiente, no podemos
excluir la posibilidad de que nuestra Galaxia sea una
espiral barrada. .Algunos astrónomos ]3Íensan que algunos
sorprendentes movimientos de gases, próximos al centro
galáctico, tienen su origen en la atracción gravitatoria de
una barra en rotación.
Las galaxias espirales más pe(|ueñas son aproximada­
mente un tercio de la nuestra. Hay otras galaxias más
ptequeñas con aproximadamente la misma mezcla de gas y
estrellas, ¡x ro no tienen lórma espiral, sino otra indefinida,
f)or lo que se las denomina galaxias irregulares. í.a .Nube
Pequeña de .Magallanes, visible dc.sde latitudes australes,
es una de estas peepueñas galaxias irregulares. Su compa­
ñera, la Nube (irancle de .Magallanes, es un láscinantc
caso límite. Ls casi tan grande como piara ser e.spiiral, y se
tiene la convicción de que pio.see una barra central y un
débil brazo espiral; hay astrónomos que sugieren clasifi­
carla como una «cspiiral tipio .Magallanes» de un brazo.
Panto las espirales como las irregulares contienen mu­
cho gas, que, en la actualidad, da lugar a la litrinación de
estrellas. Pero en el Universo hay otra clase de galaxias,
sin gas y sin estrellas en formación. Al .ser estas galaxias las
pirimeras en condensaise, todo el gas de la pirotogalaxia
debió convertir.se en estrellas sin dejar nada piara genera­
ciones futuras, o bien sus gases residuales fueron expulsa­
dos de un modo u otro. Estas estrellas han estado en órbita
indefinidamente durante los últimos 15.000 millones de
años en un volumen pirácticainente esférico de espacio,
constituyendo una galaxia elíptica sin rasgos distintivos.
Las galaxias clípiticas carecen de carácter o individuali-
d;id; hasta hace pifíeos años, los astrónomos las considera­
ban simpile.s reliquias descoloridas de un pierdido e.splen-
dor, ¡jero desctihrimicntos recientes han revelado algunas
elípiticas diíércntes, como veremos más adelante.
Sin embargo, contempilemos ante todo el trazado gene­
ral de las galaxias en el espacio. No están espiarcidas al
azar, sino agmpiadas gregariamente en cúmnkis de todos
los tamaños. .Nuestro Grupio Local de Galaxias está l ( i7
 fomiíiclo por la Vía Láctea alineada con la Gakixia de
Andrómeda, una galaxia más pec{ueña en la Constelación
del Triángulo, las Nubes de Magallanes y un par de
docenas de galaxias enanas; es pequeño, a escala cósmica,
pero es probablemente un rincón típico del Universo.
Incluso en este Grupo Local, próximo a escala (;xtragalác-
tica, se han electuado interesantes descubrimientos: los
radioastrónomos descubrieron una corriente de gas hidró­
geno (jue liga a las Nubes de Magallanes con nuestra
Galaxia, y cuyo rastro .se extiende a través de 200.000 años
luz por el casi vacío espacio intergaláctico; además,
encontraron galaxias enanas, tan débiles que serían vir­
tualmente invisibles fuera del Grupo Local, aun(|ue proba­
blemente sean el tipo más común en el Universo; y, por
último, una galaxia gigante elíptica, Matfci 1, que puede
ser el miembro mayor de nuestro gruix), pero cpic no se
detectó hasta 1968 por encontrarse detrás del polvo que
oscurec:e nuestra Galaxia.
Otros cúmulos de galaxias son mayores, con más de tres
mil miembros que se mantienen juntos, cual un enorme
enjambre, debido a sus atracciones gravitatorias mutuas.
Ln el centro de los cúmulos mayores acechan las galaxias
elípticas supergigantes, las más masivas del Universo.
•Muchos astrónomos piensan que han alcanzado este
tamaño — cien veces más pesado cpie el de la V’ía
Láctea— por canibalismo. 'Iras iniciarse como grandes
elípticas corrientes, han engullido a las galaxias que pasan
por el centro del cúmulo, añadiendo estas estrellas a sus
propias poblaciones e hinchándose hasta dimensiones
enormes.
Entre las galaxias de estos ricos cúmulos hay una vasta
cantidad de gas caliente (y aquí, «c:alicnte» signilica la
inimaginable temperatura de 10().0Ü0.000‘*C). Este gas
emite rayos X de manera copiosa, aun cuando produce
poca luz visible, y los satélites de astronomía de rayos X
han detectado unas cincuenta de estas nubes de gas,
extremadamente distantes, atrapadas por la gravitación
de los cúmulos de galaxias. Este gas atrapado quizá sea la
explicación de por qué las galaxias de los ricos cúmulos
.son, casi todas, elípticas, especie rara en el Universo.
Gualquier galaxia ejue se mueva a través del gas del
cúmulo será despojada del suyo propio, convirtiéndose en
una galaxia i'ormada únicamente por estrellas viejas. En
los cúmulos, los astrónc)inos han señalado un subtipo de
elípticas: galaxias en forma de lente de viejas estrellas que
parecen ser restos de galaxias espirales corrientes, despoja­
das de su gas por este procedimiento y dejando sólo un
disco de viejas estrellas. Una espiral ordinaria, como
nuestra V'ía Láctea, no sería afortunada si se encontrase en
un rico cúmulo: si lograse escapar a las predaciones de la
galaxia caníbal supergigante del centro, podría verse
ftrivada de sus bellos brazos espirales por el gas del
cúmulo.
Existe todavía otro gran misterio en torno a los cúmulos
de galaxias: la masa perdida. Los astrónomos pueden
calcular las ma.sas de las galaxias elípticas a partir de la
configuración de sus líneas espectrales, ensanchadas por el
corrimiento Doppler de sus estrellas, o bien a partir de los
pares de elípticas c]ue se hallan en órbita una respecto a
168 otra. Así, resulta bastante sencillo sumar las masas de
Ih ia im agen sobreexfm esta del
b rillan te qu ásar m ás próxim o,
3 C 2 7 3 ; el qu ásar aparecería
como un punto lum inoso s i su
luz no J u e r a dispersada p o r la
atm ósfera terrestre.
todas las galaxias do un cúmulo y ver cómo sería la
intcn.sa atracción gravitatoria entre ellas. Pero las galaxias
de un cúmulo se mueven con excesiva rapidez: la atrac­
ción gravitatoria no es suficiente como para mantenerlas
juntas; por lo que los astrónomos han llegado a la
conclusión de que debe de haber algo en el cúmulo que le
proporcione una atracción gravitatoria extra, y c|uc esta
materia invisible suministra de cinco a diez veces la masa
existente en las propias galaxias.
Las galaxias se distribuyen de forma que la masa
desaparecida debe de hallarse extendida por el cúmulo.
Aunque el gas caliente está esparcido de esta forma, las
mediciones de rayos X muestran que no lo hay en grado
suficiente; la masa desaparecida parece taicontrarsc en un
número inmenso de cuerpos invisibles. Esto es factible si se
tiene en t:uenta cjuc el hecho de que sólo veamos una
tlécima parte de la materia de los cúmulos es una idea
notablemente similar a la de que la mayor parte de la
masa de nuestra Galaxia puede consistir en un halo
invisible. Algunos de los más osados astrónomos actuales
especulan acerca de que la mayor parte de la materia del
Universo pueda ser invisible, tanto en lo f]ue respecta a los
radioastrónomos de ray'os X y de otras radiaciones, así
como en cuanto a los telescopios ordinarios. Sin embargo,
el interrogante está aún lejos de obtener rcs]3ucsta. Puede
haber, de hecho, vías para resolver el problema de la masa
desaparecida sin dar un paso osado, y por ello los
astrónomos no cejan en sus intentos por comprender lo
C|ue ocurre en estos inmensos cúmulos, las concentraciones
más grandes de materia del Universo.
Los quásars
En 1963, los astrónomos despertaron bruscamente de la
contemplación efectuada cle.sdc siglos de un firmamento
cual un paraíso de serena armonía, con planetas en suave
órbita en torno a las estrellas, con estrellas circundando
Cuando este gran radiotelescopio
de J o d r e ll B an k queda entazado
electrónicamente con otros
radiotelescopios distantes, pueden
discernirse detalles sutiles en la
estructura de radioem isión de tos
quásars.
elegantemente a las galaxias, y con galaxias como islas
tran(|uilas en el espaeio. La joven ciencia ele la radioastro­
nomía se asoció a la astronomía óptica y el resultado fue
otro descubrimiento sorprendente: los ejuásars.
Los radioaslrtinomos se hallaban en una primera etapa
de su exploración de las ondas de radio procedentes del
cielo. Su tarea consistía en catalogar las radiofuentcs
individuales y en medir con precisión sus posiciones, de
modo ciuc los astrónomos ópticos pudieran ver lo cjue
sucedía en ese punto del c:ielo. Ya se sabía c{ue las fuentes
de nuestra (íalaxia coincidían con nebulosas calientes
ícomo la Nebulosa de Orión) y con conchas de gas que se
expandían desde viejas supernovas, siendo la más famosa
la Nebulosa del Cangrejo. Algunas galaxias, asimismo,
parecían ser radiofuentes; y la .segunda más inten.sa del
cielo llamada Cignus A fue asociada con una distante
y débil galaxia. Dado ciuc esta luente «eclipsaba», en
términos de ondas de radio, a miles de galaxias más
prétximas, algo extraordinario debía de estar sucediendo
allí. Sin embargo, el mundo astronómico no estaba aún
preparado para la magnitud del nuevo descubrimiento.
lai historia del c|uásar comenzó bastante inocentemente,
al detectarse con precisión tres pequeñas Ihentes de radio
que coincidían con objetos semejantes a estrellas en las
placas fotográficas del cielo. Los astrónomos supusieron
que estos [juntos de luz eran realmente estrellas de nuestra
Galaxia, pero estrellas de una clase especial, pues consti­
tuían potentes transmisores de radio. Los espectros de
estas estrellas eran en verdad peculiares. Ln vez de una
banda luminosa de todos los colores, cruzada por líneas
oscuras, estas «estrellas» mostraban líneas brillantes cuyas
longitudes de onda resultaban aún más sorprendentes.
Como vimos en el capítulo 7, cada elemento emite y
absorbe luz de longitudes de onda espec:íficas, (jue única­
mente varían por efecto Doppler cuando proceden de una
estrella C|ue se mueve en nuestra [)ro[jia (íalaxia. Pero las
líneas de estos objetos, semejantes a estrellas, corres|X)n-
clían a un elemento desconocido que resultaría incluso
peculiar para una estrella C[ue emite ondas de radio.
La clave la proporcionó otra fuente de radio catalogada
con el número 273 en el tercer catálogo de Cambridge de
radiofuentes, con abreviatura 3C 273. La Luna pasó por
delante de esta fuente en 1962; los laclioastrónomos
midieron el momento exacto en cjue estas señales de radio
se internuu[)ían y volvían a aparecer, y así calcularon su
posición exacta. Los astrónomos ópticos consideraron que
era una «estrella» verdaderamente brillante —visible con
un telescopio corriente y, asimismo, con un espectro
peculiar. En febrero de 1963, el astrónomo holandoameri-
cano Maarten Schmidt encontró súbitamente la respuesta.
En uno de esos momentos de intuición (|ue constituyen
hitos en una carrera científica, advirtió cjue el modelo de
las líneas era simplemente la «huella dactilar» del hidróge­
no, pero desviada hacia el extremo rojo del espectro en un
1.6,8%. Si se trataba de un corrimiento Doppler, el objeto
se alejaba de tiosotros a 45.000 kilómetros j)or .segundo,
demasiado velozmente como para ser una estrella de la
V'ía Láctea. Puesto Cjue, evidentemente, no eran estrellas,
estos ol jetos fueron denominados «objetos cuasiestelares»,
abreviados más tarde como «quásars».
Hay una interpretación natural al respecto. Como
veremos con mayor detalle en el próximo cajjítulo, el
Universo se expande de modo que, cuanto más distante se
halle una galaxia, más rápidamente se aleja tic nosotros, y
sus líneas espectrales presentan un corrimiento Doppler
mayor hacia el extremo rtjo del espectro. Los quásars
tendrían c|uc situarse más allá del dominio de las galaxias,
alejándose con la expansión general del Universo; y el
cambio de longitud de onda debería informarnos acerca
de su distancia. 3C 273 se hallaría entonces a 2.()(X)
millones de años luz de nuestra Galaxia.
169
 E l lelescopin de // m d iv s de puente entre los telescopios
diámeirt) d el O bservatorio ordinarios de rejlexión )•los
.N acional h ’itt P ea k , en A iizon a. radiotelescopios. Pistas longitudes
delecta radiación en la fro n ter a de onda son em itidas
entre tas ondas de radio r las intensamente por los (¡nósars.
infrarrojas, constituyendo a s i un C ortesía de ¡an Roh.son.
Pero, dado el caso, ios (juásars son iiimcusamcme bri­
llantes. Muchos de ellos .son cientos de veces más IjrillaiUes
(|ue una gala.xia normal, y compara(ivam(mt(' diminutos,
apareciendo en las jtlacas fotográficas cual puntos de luz;
se parecen más a tina estrella (jtte al exKaiso contorno de
ttna galaxia distante. Y los astrónomos pueden apelar a un
íirgumento muy simple para deeir aproximadamente cuál
es el tamaño de un (|uásar, como veremos a continuación.
Imaginemos (|ue, de pronto, iludiera apagarse el Sol.
.\hora bien, el borde del Sol se halla ligeramente más lejos
de la Tierra (|ue el centro del disco; así, las señales
luminosas desde el borde tardan alnxledor de dos segun­
dos más en alcanzarnos. .\un cuando la supeiTicie .solar se
oscurecit.'se en un instante;, veríamos al momento t|ue el
centro st; vuelve; ne;gre>, pe;re> nuestrets ojos re;gistrarían
tetdavía fotones del borde, que le habrían abandonade) elets
segunde)S antes, cuando el Sed aún brillaba. De; este; mexle),
percibiríamets que una etnda de etscurielad avanzaría desde
el centro hacia afuera, para alcanzar el extreme) del Se)l
dexs segundeas dcsptie'-s. La litz del Se)l parcce;ría apagarse
eon lentitud, simplemente a causa de su tamaño. L'n
aslrónetrne) distante, e|ue viera el Se>l come) un simple
])unte> do luz, se atrevería a afirmar (|ue nue'stre) Sol tiene-
170
une)S dt)s se;gunde)s luz de radie), sim|)lcme'ntc ere)ne)me-
trancle) su extinción.
Lt)s e|uásars no son faros constantes en el es|)acie¡, sitie)
epie; «titilan», se abrillantan y oscurecen tan irregularmen­
te como una bujía con la brisa, aun cuando su titilación
tiene Ingar a escala ele me;ses. Peer ceatsiguicnte, los
aslre')ne)mt)S pue'den afirmar de inrne-diate) e|ue le>s e|uásars
pt)se'cn únicame-nte iirui e;xte;nsie')n de algunos me-se-s luz.
acjuí reside el nódulo del problema. Si los e|uásars están
tan le;jos ceemo sus corrimientos l)e)ppler le> inelican,
pre)ducen tanta Itiz cetme) un e;e;ntenar ele galaxias, y ello
dt;sde una región casi un millón de veces menor ejue una
galaxia. Lsle) significa tanta Itiz t:e)ine) la de; eliev. bille)iie‘s de
estrellas agrupadas en una región espacial fpie tusáese 1/10
del larnafu) de la elislancia del Se)l a la estrella tnás
pióxima.
Algune)S asliónetrnets se re'sistiere)n a circrle) así, y la
de't;ada de 1960 y k)s tcmprane)s 1970 asistie-re)ti a la gran
contre)versia sobre fos quásars. Los astrónomets más desta-
caelejs se e;nfrcntare)u tinets a e)tre)s, y se- cnestie)iiare)n la
identidad de los Cjuásars, su lejanía y la desviacieni de sus
líne;as espectrales hacia el retjo. Otre)s llegaron tan Icjets
como para exigir nuevas leyes de la lísica (|uc explicaran
los <|uásars. La controversia ha amainado en la actuali­
dad, y la mayoría de astrónomos concuerda en (|ue los
(|Liásars contienen realmente mucha energía en un peque­
ño volumen, y en (jtte, en verdad, son los objetos más
distantes del Universo.
Los quásars se descubrieron antes de tiemj)o. Los
astrónomos de los jtrimeros años de la df-cada d(- 1960 no
 (íslal)an prc|iaraclos para aceptar este caos en su ordenado
Universo. A jjartir de (uitonccs, todas las ramas de la
astronomía subrayaron este derroche de energía de la
•Naturaleza. A pecpieña escala (en sentido galáctico;, los
astrónomos de rayos X descubrieron potentes liicntes
binarias de rayos X en las (pie el gas cpie incide sobre
una estrella de neutrones ha convertido parte de su masa
en energía así como los aún más dramáticos agujeros
negros, en donde el gas (|uc los rorU'a que describe una
espiral hacia adtmtro— ha convertido casi la mitad de su
masa en energía. De hecho, en 1963 se desconocían las
ultracompactas estrellas de neutrones y los aún más
exóticos agujeros negros. Nadie por entoncx's advirtió (pie
la Naturaleza había ytroporcionado formas de convertir de
modo tan elieicnte materia en energía y, por consiguiente,
las fuentes de energía de los ciuásars tx>nstittiían, natural­
mente, un enigma.
.\ jtartir de ese momento, los astn'momos (pie estudian
el escenario extragaláctico verificaron que el Universo es
violento. Nada hay tranquilo, desde las galaxias ordinarias
por un lado hasta los eptásars por otro. La mayoría de las
galaxias parecen poseer un diminuto «núcleíj» central
donde se supone (|ue radicaría la clave del fenómeno
quásar. Por ejemplo, algunos núcleos de galaxias son
efectivamente «miniquásars»; y los hay en una gama
completa de galaxias, desde acjut-llas cuyos núcleos son
demasiado dcbile.s para brillar o afectar el entorno de la
galaxia, jtasando por las ()ue brillan débilmente y expul­
san nubes de gas desde el centro, hasta las galaxias cuyo
núcleo es tan brillante cpie resulta difícil ver lo c|ue las
rcxlea. Los quásars «clásicos» |jarecen ser, simplemente,
los núcleos más energéticos de todos, los más violentos
criminales en un Lbiivcrso en el (yue todos los núcleos de
las galaxias son, en mayor o menor grado, malhechores. Y
dado (pte los quásars son tan im])ctuo.sos, los astrónomos
tuvieron, naturalmente, noticias de ellos antes que de .sus
hermanos más pacíficos, dando a conocer sus hazañas en
las publicaciones de astronomía.
Los miniquásars
Incluso nuestra propia Galaxia puede abrigar en su
corazón un «subminújuásar» o un «microquá.sar». L1
centro de nuestra Galaxia fue territorio desconocido hasta
hace }X)cos años, supuesto que los astréinomos ópticos no
podían estudiarlo |jor entero; los glanos de polvo inter­
puestos absorben prácticamente toda la luz. Se ha estima­
do que sólo una parte en cien mil millones de la luz del
centro galáctico llega hasta nosotros, y esto no es suficiente
para detectarla ni sicpticra con los mayores telescopios. Así
pues, los astninomos (ipticos se hallan curio.samente en
una posición cjue les permite saber más acerca de los nú­
cleos de otras galaxias, a millones de años luz, que del
núcleo de la nuestra.
Sin embargo, las radiaciones de longitud de onda más
larga jtueden penetrar el ¡jolvo, y^ los radioastrónomos
saben, desde hace veinte años, f|ue las enormes nubes de
gas práximas al centro galáctico se alejan de él, como si
hubiera habido una explosión hace unos millones de años.
Fai la actualidad, con téicnicas perfeccionadas, se han
íamiliarizado con las regiones centrales al encontrar una
pet|ueña radiofuente, de sólo el tamañij de la (irbita de
Júpiter en torno al Sol. A escala de nuestra (ialaxia, esto
supone un minúsculo volumen de esytacio; y en compara­
ción con su tamaño, es un radiotransmisor tremendamen­
te potente: si se comparan volúmenes, ('s tan intensa como
los núcleos emi.sorcs de los quásars.
Los astninomos de iníiarrojo lian aportado otra pieza al
rompecabezas al observar epte el brillo del infram jo
aumenta hacia el centro de la Galaxia, debido simplemen­
te a c|ue las estrellas están allí más agrupadas. .Si viviéra­
mos dentro del centro de la Galaxia, en una región de un
año luz de extensión, el cielo estaría tachonado de millones
de brillantes estrellas préiximas, rivalizando la más brillan­
te de todas con la Luna llena. No habría noche real, pues
las estrellas mantendrían el cielo iluminado lodo el
tiempo.
L1 espacio entre las estrellas del centro está surcado por
chorros de gas, y los movimienlciS de este gas informan a
los astrónomos de infrarnjo acerca de la masa existente.
Ln 1977, mediciones de este tipo mostraron que |)arecía
haber mucha más masa próxima al centro (|ue de la que
pueden dar cuenta las estrellas. Una vez más, la «ma.sa
desaparecida», pero, ahora, en el corazón de nnestra
Galaxia. A pesar de (]ue es nece.sario comprobar estas
dificultosas mediciones, algunos astrónomos han dado el
paso decisivo sugiriendo c|ue esta masa extra liirma un
gigantesco agujero negro en el centro de la (ialaxia. Lsie
masivo estómago, cinco millones de veces más pesado que
el Sol (pero únicamente veinte veces mayor;, no sólo
explicaría con certeza la masa desaparecida; el gas y las
estrellas desintegradas describirían una espiial hacia su
interior, y su masa podría convertirse en las enormes
cantidades de raditxtndas cpic captamos procedentes del
centro galáctico. La radiofuente cpie constituye el «micro-
quásar» podría ser la región c|ue rodea a un masivo
agujero negro, cjuc indicase el centro preciso de nuestra
(ialaxia de la Vía Láctea.
Al parecer, hemos ingresado en el dominio de la
ciencialiceión con los inmensos agujeros negros que se
tragan a las estrellas. Pero hay razones de jx'so para pensar
()ue los agujeros negros .son la explicación «más acejUablc»
de los miniquásars y de los C|uásars, en opinión de Martin
Rees, astninomo de Gambridge. Rindámonos a la eviden­
cia, pues un comportamiento tan extraño es difícil de
exjtlicar de otra ííirma.
Las demás galaxias esjjiralcs pueden |X)seer rnicro(|ná-
sars parecidos al nuestro, pero la mayor jtarte de ellos
deben de ser demasiado débiles como para poderlos
delectar. La siguiente etapa en la escala de miniquásars
son las Galaxias de Seyfi'rt. Observadas por vez |3rirnera
por el astréaiomo americano Garl Seyiéri, en 19f!L son
aparentemente galaxias espirales normak's, pero con un
núcleo central excepcionalmente brillante al (|ue ahora
podríamos denominar miniciuásar. Ln torno a él .surgen
chorros y nubes de gas a enormes v'elocidades de miles de
kilómetros por segundo. Claramente, el minic|uá.sar indica
el lugar de algún tipo de tremenda ex|)losión.
Resulta bastante interesante el r(ue aproximatlamenle
una de cada diez de las grandes galaxias es|)irales del
mismo tipo f|ue la Vía Láctea jtosea uno de estos yyi
 núcleos IjrillaiUes y nuiles de gas en explosión. Y existen
liuenas razones para pensar c]ue las Galaxias de Seyfert no
hayan sido siempre tan activas. Es más probable que sus
núcleos se inflamen bastante a mtaiudo, lo cjuc abre la
fascinante posibilidad de c|uc, ocasionalmente, se puedan
inflamar los núcleos de todas las grandes espirales y se
manifiesten como Galaxias dtí Seyfert de minic|uásars.
Qiiizás el microquásar dcl corazón de nuestra propia
Galaxia esté ahora en reposo: en el pasado, y (|uizá
nuevamente en el futuro, jntdo y pueda inflamarse con la
actividad del miniquásar del núcleo de una Seyfert.
Cuando investigamos el espectro del centro de una
Seyfert, descubrimos que la denominación «miniquásar»
resulta inclu.so más idónea. El núcleo es intrínsecamente
más débil (|ue un quásar, y las líneas espectrales muestran
menor corrimiento Doppler de longitud de onda, simple­
mente porque las Seyfert están comparativamente más
cerca a escala cósmica; pero, por otro lado, el espectro es
casi idéntico al de un quásar. Cualquier cosa que suceda
en un Cjuásar ocurre también, a menor escala, en el núcleo
de una .Seyfert.
Estos núcleos fluctúan asimismo en brillo, como un
quá.sar. Irónicamente, algunos de los núcleos más brillan­
tes de las Galaxias de Seyfert se clasificaron en primera
instancia como estrellas vaiiables, pues en las fotografías
de corta exposición no se ven los «difiisos» alrededores de
las estrellas que constituyen la galaxia, sino únicamente el
brillante y parpadeante núcleo. Ptiesto (|ue esto sucedió
antes de que los astrónomos hubiesen aceptado la violen­
cia a escala galáctica, estos puntos de luz variable se
asimilaron a débiles estrellas variables de nuestra propia
Galaxia.
En 1978, los astrónomos descubrieron una Galaxia de
Seyfért relativamente próxima, cuyo núcleo es tan brillan­
te e intenso como un (juásar real. Catalogada como ESC)
113-IG45 o Eairall 9, acorde con su descubridor el
astrónomo sudafricano Anthony Eairall, esta galaxia es «el
eslabón perdido» entre las Seyfert y los propios (juásars.
Está suficientemente cercana a nosotros como para apre­
ciar tanto el centro tipo cjtiásar como las estrellas (|ue
rodean la galaxia. Si se pudiera llevar la Eairall 9 cada vez
más lejos, los alrededores de la galaxia aparecerían difusos
y borrosos, llegando a hacerse invisibles, mientras que el
punto brillante del núcleo seguiría mostrándose aún en las
fotografías. A esta distancia, la galaxia se movería con
bastante rapidez debido a la expansión del Universo, y el
espectro del núcleo ptresentaría un gran corrimiento Dopt-
pler; y los astrónomos dirían: «Esto es un quásar.»
Eli astrónomo americano jerome Kristian abordó la
misma cuestión desde el otro extremo para terminar
ofreciendo igual i'csptuesta. Kristian .seleccionó los cpuásars
más próximos, e intrínsecamente más débiles, y descubrió
(jtie las fotografías de larga exposición muestran un débil
entorno «difuso», que es la luz combinada de todas las
estrellas ordinarias de la galaxia que rodea el núcleo del
quásar.
Por consiguiente, los quásars no son tan extraños, ni
objetos comptietamente distintos, como ptaredan al ptrinci-
pio. Son únicamente versiones supteipotenles de los núcleos
P72 de galaxias, que difieren .sétio en el grado de violencia de
los que comenzó a estudiar Garl Seyfert en la década de
1940. Como era de esp^erar, estos núcleos galácticos,
extremadamente violentos, son realmente raros en el
Universo, ya que la mayoría de los pjotentes se hallan muy
lejos. Unicamente en unos cuantos ptróximos, c:omo Eairall
9, puede verse la galaxia epue les rodea. Ea enorme
potencia de estos núcleos, tpue hace (pue las regiones
centrales brillen tan intensamente ipl quá.sar 3C 279, por
ejemp^lo, piuede ser diez mil veces más resprlandeciente (pue
toda nuestra Galaxia), implica epue los astrónomos ptuedan
verlos incluso a enormes distancias. Los astrónomos pxie-
den detectar cpuásars mucho más lejanos tpue una galaxia
ordinaria. Estos faros celestes son los objetos más alejados
epue los telescoptios ptueden mostrarnos.
Los mensajes de las radiogalaxias
No cabe duda en cuanto a que los cpuásars son csptectaeu-
lares. Pero muy pxteo revelan acerca de dónde se origina su
asombrosa energía. Qitizá los agujeros negros graneles
constituyan una pxtsibilidael ptara ello, pjercj los astrónomos
necesitan una mayor evidencia antes de rechazar otras
alternativas. Y he acpuí que los radioastrónomos han
descubierto una pista fimdamental en unas galaxias que,
aun no siendo insólitas en fotografías, son ptotcntes radio­
transmisores.
Cygnus A fue la primera racliogalaxia px)tente identifi­
cada. Como ya hemos visto, los astrónomos se mostraban
soiprendidos px)r la pjotcncia de su radiotransmisión, y el
impíacto fue mayor cuando mediciones más .sensibles
descubrieron epue las ondas de radio no ptrovenían del
centro de la Galaxia; en vez de ello, las (pue generaban las
ondas de radio eran enormes nubes, una a cada lado de la
Galaxia. Gygnus A se convirtió en la radiogahexia típica
ahora se conocen ciemos de ellas), pacro prácticamente
todas las galaxias están formadas paor un paar de nubes
radioemisoras. Si nuestros ojos fueran .sensibles a las ondas
de radio, veríamos el doble paor la noche, panes aun cuando
las propalas galaxias seguirían siendo invisibles, contempla­
ríamos en cambio (despreciando las fuentes de radio de
nuestra Galaxia; el cielo colmado de estas «nubes» dobles.
El gran astrofísico soviético Jo sc f Shklovsky fue el
parimero en calcular que el tipao de radioemisión de estas
mtbes debe proceder de electrones que se mueven a gran
velocidad en un campao magnéticta. El partablerna que
auarmentó a los radioastrónomos durante los últimos
veinte añtas ctansiste en saber cómo llegaron los cnergétietas
electrones y el campao magnético al virtualmente vacío
espaacita exteritai' de la galaxia, y por qué se escindieixan en
d(as nubes distintas a ambos lados de la misma.
Un paar de grandes nubes raditaemisoras pauede no
paareeernos un sucesta tan vkalenKa como la actividad
encerrada en un núcleca de (puásar, paerta Uas cálenkas
muestran (pue hay invxalucrada allí una enorme cantidad
de energía. En parirner término, las radionubes de Gygnus
A .s(an enlistaras tan ptatentes de raditaondas como la luz de
todas las estrellas de la V ía Láctea; y, además, estas nubes
emisoras se hallan en un espaaeio parácticamente vacío.
Cálculos patasterkares muestran que la energía real que se
mantiene encerrada en las nubes —en l(irina de campao
magnéticta y energía de movimiento de kas electrones es
AV mayor objeto cotw ádo del radio exteriores están separadas
(m i verso. la radio^ alaxia 3 C p o r 2 0 m illones de años luz.
236. E sta « Ju log rajía» gen erada ( Copyright de jX'etherlands
por ordenador muestra su Eoundation fo t R adio
radioem isión; la g a la x ia en si . Utronomy. pu blicado con
coincide con e l reclánculo central, perm iso del O bservatorio de
mientras que las dos «nubes» de I.eid en .)
inmensamente mayor que lo esperado. Consideremos c|uc
para mantener al Sol brillando durante lodíi su vida es
preeiso cjue una milésima parte de su masa se transforme
en encrs>ía. scsíún la ecuación de Innstcin: K=m e'‘^. Pense­
mos acerca de la continua emisión de luz y calor del Sol y
multipliquémosla por diez mil milloties de años; esto
supone la cantidad de energía cc|uivalcnte a sólo una
milésima de la masa solar. Cada una de las nubes
radioemisoras de Cygnus A contiene la energía equivalen­
te a cien mil soles. Kn otras palabras, ttaidrítunos que
destruir totalmente esta (amtidad de estrt;llas típicas y
convertirlas por entero en energía, en forma de electrones
rápidos y campo magnético, para jiroducir una radiofuen-
te tan jootente. Más aún, estas nubes se bailan fuera de la
pro]jia galaxia, donde no bay estrellas (|uc proporcionen
toda esta energía.
No cabe duda de (|ue la energía debe provenir del
núcleo de la galaxia. Algunos (|uásars poseen un par muy
similar de grandes nubes de radio, y en este caso la fuente
de energía es, oln iarnentc, el violento núcleo. Asimismo,
nnicbas radiogalaxias tienen una diminuta radioiiicnte en
sus corazones, lo ciuc es señal de (|ue ocurre algo especial,
aun cuando esto no sea la causa de (¡ue el núcleo brille tan
intensamente como un (|uásar.
La cxplicaciéin más común entre los radiotistrónomos
actuales tlice (|ue de los núcleos de galaxia brotan «baces»
de electrones rápidos en direcciones o{)uestas, cine abren
túneles a través del tenue gas qtie se extiende en torno a la
galaxia. .\1 final de este túnel, los electrones, (|ue se lian
movido sin trabas basta entonces, se estrellan en el gas de
los alrededores. Su movimiento .se interrum})e, (|uedando
todos enredados en el embrollado cam|)o magnético ((|iie
.se mueve con ellos o ba sido generado por el movimiento
turbulento de los clcctronesj, y su (mergía se emite en
forma de ondas de radio. Los electrones, esparcidos bacia
atrás por la colisiéin con el gas envolvente, s<‘ despliegan en
una inmensa nube radiotransmisora, mientras C|ue el final
del túnel a))areccría como un ]3otente «punto caliente» de
radio.
Se verifica, en verdad, c|ue las radiogahixias potentes
poseen «puntos calientes» en los bordes más externos de
las nubes. Y en 1977, los astrónomos descubrieron luz
débil proveniente de estas regiones. .\1 igual t|ue las
radicKindas, la luz procede de electrones c|ue giran en un
campo magnético tías baber rebotado en el gas estaciona­
rio del extremo del túnel. l.;i luz proveniente de esUis
etéreas colisiones es tanta como la de milloiu's de estrelhis
173
 Ih ia í^alaxia en explosión, g a la x ia elíptica. Los
Cenlaurus A , Joto/> m fiada en el radiotelescopios ponen de
O bservatorio A n gloaiistraliano. m an ifiesto gran des nubes
U na explosión central ha em isoras a am bos lados de la
lan zado un an illo de polvo g a la x ia alim en tada p or su
oscuro, infrecuente en una energético núcleo central.
ele una pec|ucña galaxia normal. Cn astrónomo c|ue
viviera en un jilaneta de una radiogalaxia vería «galaxias»
e-ompañeras débiles, una a cada lado del cielo, tpie no
serían galaxias ordinarias como las Nubes de Magallanes
de la Vb'a Láctea, .\parecerian como misteriosas y brumo-
.sas manchas inibrmes, (|ue no se revelarían en el telescopio
más c|uc como un suave y blanco destello semejante a
salpieaduras de pintura luminosa en la negra bola de la
noche. Ineidentalmente, sería mucha más la gente cpie en
semejante planeta observase el cielo nocturno, ya c|ue el
intenso ruitlo de radio procedente de las «mibes» obstacu­
lizaría cuakjtiier transmisión de televisión.
Los radioastrónomos han procurado ardtiamente encon­
trar signos de los túneles a trat'és d(! los epte se mueven los
eletarones, y hay galaxias cpie muestran estas débiles
conexiones de radio del núcleo con las nubes más externas.
.Algunos de estos túneles Itrillan inclu.so con luz ordinaria.
Las lótografias de la galaxia elíptica gigante Messier 87
muestran una estrecha y btirbujeante íranja (|ue se extien­
de desde su centro; y el íánioso quásar 3C 273 ]X),see un
«chorro» aún mayor que se extiende sobre unos 200.000
años luz.
, '■ A
174
Una vez más, necesitamos un núcleo potente. La
energía de las radiogalaxias procede; del núcleo, y atjuí es
donde la mayor parte tic la masa de un mill(')U de estrellas
debe translórmarse en energía antes de transmitirse hacia
aíúera en forma de electrones rápidos. .Muchas radiogala­
xias han experimentado más de una explosión. .\tlemás de
las gigantes nubes exteriores de la galaxia, hay otro par
más pe(|ueño pníximo a (;lla. Ll haz parece apagarse
durante un monumento; y, cuando se ilumina nuevamen­
te, comienza a salir del túnel a través del gas de los
alrededores. Lmpleando simultáneamente radiotelescopios
en distintos continentes, lo que logra el efecto de un
telescopio muy poderoso, los radioastrónomos han explo­
rado los detalles de estas pec|ueñas radionubes nuevas; y,
realmente, las han visto extenderse desde el centro hacia
afuera algunos años luz. Sea como fuere, la energía C[ue
{troduce es tan concentrada como la fuente energética de
los tpiásars. Y , algo más sorprendente aiin, este segundo
par de radiontibes suele estar alineado exactamente con el
par más exterior original. De alguna forma el liaz «recor­
dé)» su direccié>n exacta cuando se encendió de nuevo.
¿Centrales de energía en los quásars?
Lodos estos resultados ptiedcn aunarse si suponemos ciñe,
actxhando en el centro de cada radiogalaxia y cada
cpiásar, hay un masivo agujero negro tinos mil millones de
veces más pesado (|iie el Sol, atmc|tic de diámetro más
pequeño c|u<; el sistema solar. ( Para .ser exactos, ésta no es
la única explicacié)n posible, pero sí la (|ue mejor .se ajusta
'■
a los hcdios.; (¡uando las estrellas se sitúan eti órbita
próximas al centro de una de estas galaxias, se acercan al
agttjero negro y llegati a desiniegrarse. Ksto no se debe a
(|iie el itgujero negro «las absorbtt» de alguna litrina; como
vimos en ('I eapíltilo 9, |)nes l;i atracción graviltiloriti de nti
ítgnjcro negro a disltineia os semejatue a la de otro cuerpo
masivo. Las estrellas pueden colisionar unas con otras en
el denso cúmtilo de estrellas C|ue í'ormtt el centro de la
Galaxia, y se romperán vertiendo chorros internos de gas
caliente. Las estrellas (jue pasen demasiado cerca del
agujero negro se estirarán a cansa de las marcas ttil
corno la atracción de la Luna distorsiona ligeramente a la
Tierra hasta alcanzar el [nmto de ruptura y desgai iarsc.
Todo el gas procedente de estrellas desintegradas forma
tina c.spiral dirigida ;tl agujero negro, y se forma un
gigantesco tlisco de gas caliente en rotación en torno ;il
mismo. L;i radiación de este agostado disco caliente
puede, en verdítd, desgarrar las captis más externas de
estrellas gigantes (|iie estén demasiado cerca, y este despo­
jo .se unirá al disco gaseoso cpie rodea til agujero negro.
L1 gas en (;s|)ir:il (jue ingresa ('ti un agujero negro
produce cantidades co|)if)Síis de energía, como ya hemos
\isto. LIn itgujero negro codiciostt puede generar lít energía
de (luásars y radiogalaxias tie la (itrma más eficaz conoci­
da, y el pc(|ueño tamaño del disco cpie produce la energía
eoncuerda con los diminutos núcleos del t|uásar y de la
radiogalaxia. Los cálculos rnttestran (pie un agujero nt'gro
semttjanle tendría que engullir el gas ('quivalenlc al de una
estrella como el Sol, por año, para mantener la potencia
de salida; y esto resulta bastanu; razonable para un
agujero negro que se encuentre en el centro de una galaxiit
gigante. Los astrónomos discuten aún cómo esta energía
de salida se ctmvierle en luz, pero es fácil explicar cpic el
«paipadeo» de los tpiásars se debe, sim|tlemenU', a las
cantidades variables de gas en el disco de captura espiral.
L1 disco en rotación magnetizado también podría ac-
tuiir como un genentdor, acelerando los electrones a
velocidades próximas a la de la luz, y arnjjándolos en
direccitSn peipendicular por encima y j)or debajo del eje
de rotación. Ksto podría ser el origen del doble haz, que
transporta la energía de las nubes emisoras de una
radiogalaxiii. Así se explica, por cierto, la «memoria»
direccional, ya (jue el eje de rotación es |)ráclicamentc lo
único que en asiixjnornút suele señalar hi misma dirección.
Si el disco se extingue gradualmente por falta de gas, los
haces de electrones se interrumpen; pero tan pronto comtt
fuentes de gas nu(*vo crean otro disco, los nuevos haces
deben seguir las mismas trayectorias (pje antes.
.\tiestra (iahixia contiene un rnicroquá.sar, posiblemente
una región activtt en torno a un agttjero negro de cinco
millones de soles; los eptásars y las radiogalaxias pueden
ttlbergar agujeros negros mil veces más pesados en sus
núcleos. Los astrofísicos llegan a explicar aproximadamen­
te por qué núcleos galácticos activos desde nuestro
inicroquásar, pasando por los rninic|uásars centrales de las
Galaxias de Seyíért, hasta las radiogalaxias y los propios
quásars - pueden originarse a partir de las cantichides
variables del gas que describe espirales hacia el interior de
grandes agujeros negros. Aún es necesario investigar los
detalles, pero entre los astrónomos existe la impresión de
(pie al menos se ha encontrtido una buena explicación
para la violencia en los centros de las gahtxias.
Gon el fin de jtrocnnir com|)robar esta imagen, ¿po­
dríamos contemphtr estos agujeros negros de modo más
directo.’ Por definición, no |todemos retihnente \er un
agujero negro; pero su atracción gr;tvit;tlori;i puede ;il(-ctar
sulicicntemente el mo\ irnk'iilo de las esirelhis en una \asta
región en torno a él. Siguiendo esta idea, en 1977 un
equipo de astréaiornos de Caliliirnia estudió exluuistiva-
mentc la galaxia gigante elíptica prétxima MB7. Lmplea-
ron los últimos dispositivos de imagen electrónicos en
grandtís telescopios y contemjtlaron en detiille sti centro.
Allí, las estrellas estaban en verdad m;is ttgrnpadas de lo
(|ue debienut, como si un olpeto ntasivo central hts
atraje.se; his mismas se movían más de])risa (pie lo espera­
do. Una vez tnás, con el propósito de matitener estas
estrellas de alta velocidad en sus órbitas, debería existir
itna fuerte atntcción gravitatoria. Cuidadosas mediciones
moslrtiron (pie tanto las agritpaciones como las altas
velocidades indicaban la existencia de un cuerpo invisible
centnil (pie contenía más materia (pte varios miles de
millones de soles, y, ciertamente, de tnenor extensión (pie
tutos cuantos cientos de años luz. L1 único objeto adecua­
do, al respecto, es un agujero negro masivo. segtiramen-
te no es coincidencia (pie la .\1B7 sea tina radiogalaxia
cuyo túnel de eleetrones se manifieste como el famoso
((cliorro» óptico.
Hace cuarenta años, los astrónomos coiisideiaban a las
galaxias como plácidas ruedas de Stmta Catalina y bolas
de estrellas (pie giraban pacííleamenie en las profiindida-
des del esjiacio. Nuestra imagen moderna es bastante
dilérenle, ya (pie las galaxias ocultan secretos (|iie sólo los
tnétodos de investigacióti más avanzados ptteden descu­
brir. Los problemas más relevantes (pie ¡ihora exigen
solución son los de ]xir (pié la mayor parte de la materia
de las galaxias es realmente invisible, y (pié alimenta a los
quásars. Los astrónomos afrontan la tarea de descubrir en
epté consiste la «masa desaparecida» de los luilos y
cúmulos de galaxias, así como la de explicar los desconcer-
umtcs rc.sultados de forma diferente. Y annipie un masivo
agujero negro parece la mejor explicación jtara la energía
de los inicíeos activos, válidti a escala de (piásars, debería
existir una res])ucsta mcjtn’. Sea como, fuere, resulta
indudable que .seríti incluso más extraña (pie los agujeros
negros.
Por último, los astrónomos nada pueden afirmar toda­
vía acerca del modo en cpic se fiirmaron las galaxias en nn
principio. .Vlás arriba hemos trazado un cuadro general de
nuestra propia Galaxia, pero ni siciuieni ;i esta altura se
puede afirmar certeza alguna en cuanto a los detalles.
Hemos alcanzado la etapa en que las emi.soras v isibles y
de radio (jue contienen las galaxias sus estrellas y sus
nubes de gas sucumben a la exhaustiva investigación de
las técnicas modernas, jaero según una escala más amjtlia.
las galaxias aún ocultan secretos. De citakjiúer manera, la
investigación del tmtndo de las galaxitis es ttna de las (|ue
más avanza de toda la stronomía. Hace diez años no se
jKidría haber escrito la mitad de este eajútiilo, y algttnos
astrónomos se mostrarían cautos si tuviesen (jtie anunciar
(pié jMidremos conseguir en los di('z siguientes. jy-j
Estos ch o n o s de lava v iig im ro » continuam ente; el paso del
en i % 3 la nueva isla volcánica tiem po es irresistible. E s posible
de Suilsey, próxim a a Islan dia. que e l propio tiem po haya tenido
E l ly ih e r s o cam bia mi com ienzo y pueda tener un J h i .
11. Comienzo y fin del tiempo
 C im lu’rx/Mfliv a m edieval d el mecaiiisino exlerior. liste orei/iado
l diiverxi/. ¡.os cielos son luia en m adera, amn/iie re/iresenta
"rail aí/)id(i aivos mnvimientos ideas an lig a a s. data d el siglo
están eon liolados flor algún A7.V.
La am m looía es una dciu'ia cjiio coniuii/.ó cuando uii
primer hombre miró hacia los ciclos y se prcguiiK): «¿(iuál
es el oriu;cu de lodo oslo?» Sc^iiii muchos antiguos mitos,
la Ticrni \' el Ciclo |)rovicucii dcl caos, y hasta años
recientes :»(|uéllos y el dogmti religioso rucron nuestras
únictis referencias del nacimiento del Universo. Por ejem-
plo, en el siglo X V I I el obispo L ssher. de Armagh, calculó
la fecha exacta de la cretición sumando Uts ecUuIcs de los
patriaretts bíblico.s, y concluyó en (|ue el primer día
comenzó en el tiño 4004 ;iC.
Los cicniílicos han sido más jarudentes en el intento de
esltibleccr la edad dcl Unicerso. Hastti bien entnido este
.siglo, los geólogos tiportaron evidencias sólidas, y;i C|tie his
gruestis capas de rocas sedimentiiritis depositadjis a veloci­
dades microscó[ric;imenie lentas necesitaron, al menos,
unos cientos <le millotu‘s de años para su asentamiento.
I7«
( jomo Vi) se ha visto. l:i dtitación radiactix'a de las rocas de
la Tierra, de la Luna v de los meteoritiw ha ayudado a
esl;iblec(T((>ii bastante irreeisión la formación de nuestro
sistema en 4.600 milloiu's de años. ()b\ jámenle, el Univer­
so debe de ser aún m;ís antiguo.
Sin emlKirgo. en los últimos veinte tiños los astrónomos
h;ui acumulado un;i .sorprendente camitltul de datos (|ue
indican no sólo cuándo sino ttimbién cómo se originó el
Universo. Mcditmie estudios de los cúmulos de estrellas,
los elementos del espacio, los movimientos de gtilaxias
distantes y los débiles «ruidos» de radio procedentes de l;is
irrofundidades dcl Universo, los cosmólogos de hoy descu­
bren C|ue emerge un;i imagen .sorprcndcntt'menie sim|)le y
consistente. Lstas obser\7iciones nos permiten ctdcular,
asimismo, (4 futuro dcl Uni\'erso. llstuditir el |)i incipio y el
fm del Universo -así como k)s dcl espacio y dcl tiempo en
una concepción moderna no es ya com])eicncia de
teólogos V lilósoíós. Los cosmólogos .son ahorti científicos
C|ue cucntiui con hechos firmes sobre los (|ue tr;ib;t¡ar,
y con teoríat» comprobables mediante la obser\ ;ición y
C|ue pueden ser conllrnntda.s desde distintos ])unios de
vista por cieniídcos cpie irabajtm en otros campos de in­
vestigación paralelos.
El misterioso cielo oscuro
Hay una observación cosmológica muy imporiaiuc (luc
lodos liemos eU'Ctiiado desdi- la infancia; el ciclo nocturno
(entre las estrellas) es negro. .\lgo que no parece muy
trascendente. Verdaderamente, puede resultar otivio que
el ciclo sea oscuio por la noche; peio, ¿es correctíi mu-stra
intuición?
Hl astrónomo inglés Kdmund Halley {l()’)6-l 742), al
parecer, fue el primero en ponderar la oscurichid del cielo,
auiK|uc el efecto es generalmente denominado paradiija dc
Olbers, acorde con el nombre de otro buscador de come­
tas, el alemán Hcinrich Olbers í l 738-1840). Supongamos
(|ue el Universo es infinito: se extiende di-.sde siempre y
para siempre y está colmado de estrellas. Dondeijuiera que
miremos, hacia el ciclo, encontraremos una estrella. Pode­
mos ver entre las estrellas próximas, ya cine sus tamaños
.son pequeños comparados con la distancia entre ellas; pero
en cualquier dirección cinc miremos a través de un
Universo inliniio— deberemos encontrar una estrella. .\sí
pues, cada punto del cielo (|ue brilla sobre nosotros
debería hallarse a la K-mperatura de la superficie de una
estrella, una temperatura de miles de grados.
Puede argüirse cine las estrellas más distantes tendrían
(|tie ser más débiles. Pero como hay muchas, ambos efectos
se cancelan con exactitud; tampoco tienen efecto las
agrujtaciones de galaxias, ya (|ue las galaxias se extienden
indefiniclamcnlc en el c.spacio. liU oscuridad dcl ciclo es
prueba de cjue nuestro Universo no está sólo hecho de
galiixias (|ue se extienden por el espacio infinito, sititadas
allí desde tiempo inmemorial.
Obviamente, podemos evitar el dilema sosteniendo qite
la región de las galaxias tiene un límite más allá del cual
no hay nada. Pero existen otras dos posibles soluciones. Si
recordamos cute l;i luz se desphizíi ;i vektc.idad finita,
entonces mirar cada vez más allá en el espacio su])ondría
asimismo retroceder en el liemix). La luz por la (|uc vemos
la Galaxia de Andrómeda fue emitida hace dos millones
de años; y la luz y las radioondas (pie recogemos de la
perturbada Galaxia Cygnu.s A comenzaron su viaje hace
700 millones de años. Si todas las galaxias comenzaron a
existir en un determinado momento del pasado, debe de
haber una cierta distancia correspondiente a c.se tiempo, y
cualf|uier cosa que proceda de más allá de esta distancia
datará de un tiemjx) anterior a la existencia de cualquier
galaxia.
1 al como hemos visto en el último capítulo, los astréino-
mos piensan ahora (|uc las galaxias nacieron hace unos
13.0(X.) millones de años. Cualc|uier elemento del Universo
C|ue se encuentre más allá de 15.000 millones de años luz
nos indicará lo (|uc había antes de la formación de las
galaxias. La dificultad consiste en (|ue antes de esto, el gas
(|ue colmaba el Universo estaba tan caliente como la
su|X'rlicie de las estrellas, de modo (pie este camino no nos
es válido para superar la parack)¡a de Olbers.
Ll cielo nocturno sería osctiro si el Universo estuviera en
cxpansiéin. Entonces, por efecto Doppler, se modificaría la
longitud de onda de la luz de las distantes galaxias f|uc .se
alejan. Todas las longitudes de onda se habrían alargado,
convirliendo la luz inicialmcnie visible de las estrellas en
ondas del infrarrcijo lejano o de radio, y, por consiguiente.
las estrellas de las galaxias dejarían de ser \isiblcs. En
efecto, las estrellas más distantes serían negras. Por cierto,
si pensamos en un kitón individual de luz prexedente de
una galaxia distante, este aumento de longitud de onda
implica una disminución de energía, de manera t|ue la
energía total c|ue recojamos de una galaxia distante,
incluyendo todas las longitudes de onda, también decrece.
Los astrótiomos saben actualmente (|tie el L ni verso está
en expansiéin. .\un cuando las galaxias y sus componentes
sigan siendo de igual tamaño, y los ciimulos de galaxias
permanezeari unidos por sus atracciones gravitatorias,
cada cúmulo se aleja de los demás. ()bser\ar los detalles
de esta cxpansiéin .suptine una (orina aburrida de pasar el
tiempo, pero lo fascinante consiste en tpie la posibilidad de
un Universo en expansiéiii se predijo hace siglos a partir de
l;i oscuridad del cielo nocturno. El cosmólogo Deniiis
.Sciama, de Oxkird, considera (pie ésta es la mayor
oportunidad perdida de la historia de la cosmología.
El Universo en expansión
Muchos astrónomos considerarían la expansión del Uni­
verso como lo más impOriaiite cpic sabemos de él; |x-ro el
hombre (pie descubriéi el singular movimiento de las
galaxias no alcanzó la fama astronómica. Edvvin Ilubble
1889-19.38i empe-zó su carrera como abogado ('ii Louisvi-
lle, Kentucky. Pero a los 23 años, según sus propias
palabras, «abandoné las leyes por la astronomía, y supe
(pie aun cuando me eoiiviriiese en un astrónomo de
segunda o tercera categoría, la astronomía era lo (pie me
interesaba». Hubble no sólo no fiie un astrónomo de
.segunda cla.se, sino (|ue jirovisto del por entonces más
grande telescopio del mundo, el reflector de 100 jxilgadas
de .VIontc VVilson, se convirtió en el princi|ial astrónomo
exlragaláctico de su generación.
Su mayor descubrimiento fue consecuencia de una serie
de largas y dificultosas observaciones re;ilizad;is por su
ayudante Millón Humason fei propio flumason llegó a la
astronomía a tra\-és de un camino poco corriente, pues
inieialmente era conserje dcl observatorio de Monte Wil-
son). Investigaron ambos los tnovimienlos de las galaxias
a jtartir de la observación de los corrimientos Doppler de
sus líneas espectrales, que muestran la rapidez con (pie las
galaxias se acercan o se alejan de nosotros. Incluso con un
gran telescopio esta Uirca no resulta fácil, ya (pie la luz de
una galaxia proviene de una extensa zon;i borrosa del
cielo; y constituye un problema el epte llegue luz snlicicnie
para exponer una jilaca ftilográfica, es]X'ciainieiite cuando
la luz disponible se extiende por todo el espectro. Para
obtener un esuectro de una de las más distantes y débiles
galaxias, Humason expuso la misma placa (liinmjjtiaiiiiii,
jKxáies sucesivas (-oii el fin de obtener unaj-xjx is in ^ total
de 15 horas. .Mían Sandage, uno de los alumnos de
Hubble y hoy im]Xirtante astrónomo americano, stnuiló
(jiie con un disjxisiiivo electréxiico moderno adaptado al
telescopio .se puede obtener ahora un buen espectro en
apenas diez minutos.
Desde hace |xxos años, los astrótiomos saben (pie la
mayoría de las galaxias se tilejan de la nuestra de la \’ía
Eáctea (excepci(')ii hecha de la Galaxia de .\ndrómed;i,
que parece acercarse a nosotros; auiupie ahora sabemos |yc
/:'/ Universo se exjrande en el (iz q u ie r d a ). E sta e.xpan.sión no
sentido de que el espacio entre sig n ifica que nuestra G a la x ia de
rada cúmulo d e ¡ralaxias se la Via L áctea esté en el «centro»
d ilata. Com o re.sultado, un d el I h m e r s o ; e l ejecto seria el
cúmulo m ás distante retrocede m ismo desde una g a la x ia de
m ás deprisa que uno próxim o otro cúmulo (d er ech a ).
que esto se rld)e principalmeiitc a que la órbita riel Sol
alrededor del ceiuro de nuestra Galaxia nos lleva, tai la
actualidad, rápidamente en la dirección de Andrónicda).
Hiibblc dcscutjrió (|ue la velocidad de alejamiento de una
galaxia depende de su distancia, y que la velocidad
aumenta con la distancia tal como observamos en galaxias
cada ve/ más remotas. Si una galaxia se halla a doble
distancia que otra, se alejará al doble de velocidad.
Esta regla tan simple tpie gobierna el movimiento de las
gíilaxias' se conoce ahora como «I>ey de Hiibble». En la
íiclutilidad pueden medirse espectros de galaxias que se
encuentran cincuenta veces más alejadas (jue la galaxia
más distante de Ilumason. Ea galaxia más lejana ciue los
astrónomos de hoy día conocen se aleja a aproxiinada-
inetUc la mitad de la vr-locidad de la lu/. v los todavía
mas distantes quásars viajan inclu?^ más rápidamente.
Podemos a|)elar a una analogía si consitíeramos un
avión. Supongamos dos aviones que despegan desde
Nut'va York hacia Londres, el primero a .ÓOO kilómetros
por hora, y el segundo a 1.OUO kilómetros por hora. En una
hora, el primero estará .‘)00 kilómetros más cerca de
EfHidrcs :o más lejos de .Nueva York), mientras (pie el
segundo estará el doble de lejos de Nueva York o dos veces
más cercano a Londres. C'.ont)ciendo sus posiciones y
velocidades relativas, podemos cak-ular la honi de desfse-
gue. li igualmente sucede a cscahi cósmica.
En el pasado, todas las galaxias deben de luiber estado
extremadamente pniximas entre sí, separándose ;i distin­
tas distancias a causa de sus diferentes velocidades. Pero si
se des(;a calcular el tiem|xi del «despegue» celeste es
preciso conocer tanto las distancias entre galaxias como
sus velocidades; tal era el problema de Ilnbble. Sabía
entiles eran las distancias relativas (aitre ellas, sencillamen­
te portpte las más alejadas |)arccen más débiles. Pero la
distancia a (jtte .se hallan constituye un interrogante no
contestado todavía con exactitud.
La mejor (tstimación de Hubble de las distancias entre
las galaxias sitúa el momento del «despegue» hace 2.00U
millones de años. Con anterioridad a cstti época debían
haberse hallado tan estrechamente agntpadas cine no
habrían |X)did(t ser reconocidas como galaxitis. listo debe
de haber octtrrido, en verdad, antes del momento de la
formacié)!) de las galaxias. Pero incluso cuando Httbble
hi/o esta estimación, las primeras medidas ladiaclivas de
la Edad de la Tierra mostraron ciue tenía aproximada­
mente 3.000 millones de años, y era improbable (pte la
Tierra lítese más antigua que las galaxias.
Sin embargo, los astn'tnomos continuaron tralxijando
desde entonces con el propétsito de mejorar las mt'diciones
de las distancias, y p(x;o a poco descubrieron cpie las
galaxias están considerablemente más alejadas de lo tpie
pensé) Hubble. No obstante, queda todavía tilguna incerti­
dumbre. Muchos astrétnomos estiman un aumento de
cinco veces en las distancias de Hubble, mientras tpie su
mejor alumno, Alian Sanclage, ])iensa (pie un aumento de
unas diez veces resultaría más exacto. Por cierto, las
galaxias son mucho más remotas que lo (pie indicaban los
primeros trabajos. .Así pues, su despegue debió de haber
suct'dido cinco o diez \eces antes: consideriuemos l.á.íXHI
millones de años eomo mi pailón eoiiveniimtc. K.slo
convertiría a las galaxias en más aniiguas que la l’ierra, lo
(|ue eonenerda con la edad de nuestra Galaxia, calculada
por los astrónomos a fiarlir de los viejos cúmulos de
estrellas (capítulo 10).
Otra estimación de la edad de nuestra Galaxia proviene
de un tipo de datación radiactiva de algunos de los
elemiaitos pesados fiirmados en una superno\a (método
designado con el diíícil nombre de núcleocosmocronolo-
gía;. l’an pronto como se lininó nuestra Galaxia, las
estrellas pesadas empezaron a exyilotar cual supernovas.
expulsando al espacio elementos pesados inestables. Tras
examinar en la actualidad las cantidades de los dii'erentcs
isótopos de elementos tales como el renio. los astrofísicos
calculan (|ue la priiTiera su|Knnova de nuestra Galaxia
apareció hace de diez a veinte mil millone.s~de anos.
lx)s astrónomos confían ahora en (jue la «ixlad del
Universo» oscila entre estos límites, y la cifra de l.'i.OOO
millones de años no delx' de estar muy alejada de la
realidad. Lo (jue sucedió entonces se estudiará algo más
adelante, ya (|ue hay algo en la ley de Hul)bl(' (]ue exige
todavía nuestra atención. Si se ]>arte del hecho de que
todas las galaxias se alejan, puede pan'cx'r cpie nuestra
Galaxia debe de ser el centro del Universo, lo que, i)or
cierto, supondría una singular coincidencia.
La explicación de ello reside en otro resultado de la
.sencilla ley de Htibitle. Supongamos qtie viviéramos en
otra galaxia distante, una de las (jue los astrónomos
terrestres ven alejarse a 1.()()() kilómetros por siígundo; por
ejemj)lo. la galaxia elíptica gigante .\187. Pensaríamos
entonces que nuestra galaxia MB7 está en reposo, y la V’ía
Láctea, respecto a nosotros, parecería escapar a 1.000
kilómetros por segundo en dirección contraria; realmente,
si calculáramos el movimiento de las demás galaxias del
Univer.sü desde nuestro nuevo lurgar en M 87, comproba­
ríamos (|Lie la ley de Ilubble se cumple también allí. Aun
cuando en relación con nosotros las velocidades de todas
las galaxias .son ahora dilcrentcs, al medirlas de.sde .M87
sus distancias también cambian; cuando las nuídimos
desde allí, ambos efectos se cancelan. I,as velocidades
galácticas aumentan con la distancia para el astrónomo d('
M87 exactamente del mismo mcxlo que para el de la Vó'a
LácUía.
Ln la analogía del avión, podríamos imaginamos via­
jando en el más lento, a 500 kilómetros por hora. Pero
nuestra velocidad es sólo ndativa; supongamos (jue está
oscuro y no jtodemos ver la tierra. Si nos imaginamos que
seguimos en reposo, entonces el avión más rájjido s(‘
alejará a ,5(X3 kilómetros por hora y Nueva York lo hará en
dirección opuesta a la misma velocidad. Ln el Universo,
todo movimiento es relativo. «Nueva York» es únicamente
otro «avión».
Los astrónomos se felicitan de (jue la Vía Lácma no
ocupe sitial ju'ivik'giado en el Universo. Ya desde que
(bpérnico destronó a la 'fierra del centro del Universo, y
mostró (jue era simplemixite tin |)lan('ta en órbita alrede­
dor del Sol, los científicos han sido cautos a la hora de
atribuirle un lugar especial. I)('sde la éjjoca de Coj:)érnico
hemos descubierto (jue el Sol es solamente una (estrella
media que gira a dos mrcios del centro de una galaxia
iiKxlia. Y ahora, al jrarecer, la jtosición de nuestra Galaxia
en el Universo no es nada infrecuente.
Dieho de otro triodo, jrodemos alirmar ejue si nuestra
jjosiciéin en el Universo es tíjrica, entonces la jx'rsjrectiva
desde cualquier otra galaxia debe de ser la misma.
Obviamente, jxteden existir distintas clases de galaxias en
las jrroximidades, jx'ro una vez (jue miremos m;is alki de
las galaxias y los cúmulos de galaxias más cercanos, las
diferentes jrartes del Universo nos parecerían mny simila­
res a los (jue dicta nuestra perspectiva (U'sde la Nía Láctea.
Ln las éqxx’as en (jue los costru'ilogos contaban cotí muy
|KX()s hcciios y muchas teorías, esta idea constituyó una
jxutta muy imjxx tante, y se con.ser\ ó como el denominado
jrrincijiio cosmok'igico. Los tillimos resultados cotitradiceii
este jrriticijiio, tcxlavía muy imjxirtante para los t('óricos
(juc trabajan sobre cálculos detallados (jtte cotisiderati el
Universo corno un tixlo.
Los cosmólogos nxxUTiios entienden el Uniserso como
un inmenso ruedo en el (jue tixlas las galaxias se separan
unas de otras, de forma (jue ctiakjiiiera de ellas jtttede
considerarse a sí misma el centro del Universo. Pero jxiede
jxinsar.se (jue debe de haber un «centro real», el punto en
(d (jue tuvo lugar la exjtlosión original 'O desjx'gue: (jue
dispersó a las galaxias.
Da la casualidad de (jue no existe tal centro. Nuestro
trato cotí el Universo implica (jue tnibajamos a la mayor
('.scala jxtsible de Uxlo lo coiKxido, por lo (jtie debetnos
jjrrx'urar dejar de lado el sentido común, tal como hicimos
cuando cxirloramos lo sumamente jxxjueño en el cajiítiilo
6. .'\(juí debemos fiarnos de teorías matemáticas, (jtie
jxteden j>arec(T ('xtrañas en un [xincijtio, jx-ro (jue con-
cuerclan, aun en contra del sentido comi'm, con los
exjx'i'imcntos y las observaciones. Para lo de mayor
dimensión, los cosméilogos ajx'lan a la teoría general de la
relatividad de Linstein, (jne trata de la gra\itaci(’m, el
esjxicio y el tienijx).
Si ajilicamos la letx'ía, verificamos (jtie el Universo no
sólo comcnz(') con una exjilosii'xi en un jxmto del esjjacio,
un «estallido de metralla» cjue exjxilsó a las galaxias; la
teoría nos dice (jne el jx'ojtio espacio se exjiande y
trattsjrorta los cútnulos de galaxias cotisigo, tal eomo
sucede con las barcas en utia (orrietite rájjida. Dentro de
una galaxia, la atracción gravitatoria de las estrellas
mantiene a éstas unidas'como una unidad simjtle, mien­
tras que los cútnulos concentrados de galaxias jirodueeri
asimismo una fuerza gravitatoria kxalizada (jue les man­
tiene unidos. Pero los cúmulos vecinos (jjerct'ii tma fuerza
gravitatoria menor .sobre los demás. Ll esjiacio vacío entre
ellos se expande de continuo, y los cúmulos se alejan
irrcnxxliablemente. La idea de esjtaeio vacío «en exjtan-
sión» [Xiedc parecer conliisa; jx'ro en la teoría de Linstein
el csj)aci(t tietie una existencia real, y la exitansit'xi del
espacio debe ser entendida totalmetite eti serio.
Ptxlríamos ekxtuar una analogía con iiti jtasiel de frutas
en el horno; cuando éste crece, las jta.sas .se sejtarati unas
de otras, no a causa de una exj)ktsi(')n, sitio jxinjue el jtastel
se hincha. Si donde reza «pasas» leemos «cúmulos de
galaxias», y si sustituimos «jjastel» jxir «esjiacio vacío»,
pixlrctnos darnos cierta idea de lo (jue ocurre en el
Universo cti exjjansión. Jg]
 Un corle d el Universo visible.
A l m irar desde miestra (lala.via
í centro) h acia afu era en el
es/iacio, m iram os h acia atrás en
el tiem po, ra que la lu-z no se
propaga inslantáneam enle. S i nos
alejáram os lo suficiente,
veríam os el Univer.w en su
in /án eia, cuando las fia lax ias
estaban m u j afirupadas y los
q iu hars eran corrientes. A una
distancia de lA.OlX) m illones de
años lu z, contem plam os el
com ienzo del propio U niverso, el
lii¡> l ia ni; que «vem os» en todas
direcciones. { O bsérvese que esto
no supone que nos hallem os en
un punto central especial de!
U niverso; p odría repre.sentar.se el
m ism o esquem a centrado en
cu alqu ier i>alaxia.) K l seí;mentn
am p liad o m uestra tos .sucesos
inm ediatam ente posteriores a!
¡lii; liant;.

Pero puesto c|uc los pasteles de fnitas poseen boifles y los
astrónomos piensan (|ue el Universo carecx- de límites, la
analogía no es exacta. La teoría muestra (|ue son posibles
dos tipos de L.biiver.so. En uno, los cúmulos de galaxias
siguen su camino para siemjtre. Kl Líniverso es infinito,
pero no lo vemos todo, y;i (pie no es infinitamente viejo.
Como hemos descubierto en la ptiradtija de Olbcrs, sólo
podemos ver hasta l.á.OUO millones de años lu/, ya cpie a
esa distancia retrocedemos hacia ('1 comienzo del Univer­
so. Es lo que se llama un Universo «abierto».
Un Universo cerrado es aún más extraño. Si partimos
en línea r(;ct;i desde la V'íti Etictea y viajamos durante
mucho tiempo, nos hallaremos finalmente a|troxitnándo-
nos otra vez a la Vía Eáctea, ¡por el otro lado! El espacio
se ha curvado en torno a .sí mismo. Supone algo semejante
a viajar alrededor cU; la ’Eita ríi; .se stilc en una dirección y
se encuentra uno volviendo al punto de partida desde la
opuesta. Esta analogía es fácil de entender, a menos (|ue
creamos que la 'fierra t‘s plana. De igual modo, cuando el
hombre empez(') a coniprender c|iic la Tierra era rtxlondit
debió haber sido un tanto duro imaginar que la gravtxlad
hace parecer todo boca arriba, y que los chinos no
caminan boca abíijo. La dificultad reside en cjue la
curvatura del Universo está tai una cuarta dimensión, y no
la podemos visualizar. Xo podríamos ver todo el camino
en tomo a un Universo semejante, ya (|uc el «viaje tai
redondo» total (recordtanos t|ue es en líneti recta desde
niK^stra Galaxiti hasta nuestra Galaxia) es más laigo c|tie
Et.íXX) millones de tiños luz. Podremos vei' nuevamente
tan lejos como E3.0Ü0 millones de años luz en cualquier
dirección, pero a esta distancia habremos retornado al
cómienzo del Univer.so.
(.Quedémonos de momento con el Universo abierto,
ligeramente más fácil de comprender. Podemos entender
ahora por C|ué el inteiroganle menos agradable para un
astrónomo es el que le exige responder por cuál es el
tamaño del Universo. Elltt porejue muy bien puede ser
infinito, pero no podemos percibirlo en su extensión; y las
razones dadas con anterioridad no son de las que se
|)ueden exjtlicar en dos mintitos con palabras sencillas.
Guando los astrónomos afirman (|ue el Universo se
expande, realmente quieren dar a enteiulcr Cjue las distan­
cias entre los cúmulos de galaxias se acrecientan. ;Eos
aiT|nitcctos, los urbanistas y otros artistas por el estilo, por
ejem])lo, también .son conscientes de C|ue el espacio entre
los objetos tiene taniti relevancia como los propios obje­
tos.) Para nosotros, lo importante consiste (ni intentar
comprender que el Universo, es decir el espacio, siempre
ha sido infinito: hace 7.:’)00 millones de años, los cúmulos
de galaxias se hallaban se|Xu;ulos en la mitad de la
distancia actual, pero la mitad de infinito es, asimismo,
infinito. (Esto es ligeramente diícrente para un Universo
182 cerrado, pero es incluso aún más com|)licado.)
Hay dos maneras de hablar de la historia del L túverso.
Los teóricos se placen en pensar en una masa inliinne de
gas que comenzó donde se encuentra ahoni nuestra
Cialaxia, y qtie continúa .su historia hasta nuestros días.
Alternativamente, podemos escudriñar el es|)acio y em­
plear la velocidad de la htz. Vemos Gygnus tal como fue
hace 700 millones de años, y 3C 273 en el estado (|ue
mostraba hace 2.000 millones de años, es decir 13.000
millones de años desptiés del comienzo del Universo (ya
(|tte éste fue el momento en cpie el espacio ampeztS a
expandirse, arrastrando materia consigo, denominado
«Hig Bang», aun cuando, st'gún se cree, no se trató de una
explosutn en el .sentido habittial).
Observando los aún más distantes ciuásars, los astróno­
mos retroceden nueve décimos en el tiemjto. Incluso si se
tiene en cuenta la expansión del espacio, hay muchos más
(|Liásars a estas distancias c|ue los fpie existen en la
«reciente» regutn del espacio pióxima a la Vá'a Láctea. Al
parecer, los C|uásars eran mucho más comunes en los
orígenes del Univer.so, y su violencia es un síntoma de
juventud. De hecho, muchos astrónomos lo e.sjx-rabaii así,
y;i (|ue en las angustias iniciales de la vichi de una galaxia
había gran cíintidad de gas alrededor, (jue poclrúi caer en
el centro de un agujero negro y dar lugar ít un violento
cpiásar en el corazón de la galaxia.
■Vlás allá de los quásars, y anteriores a ellos en el tiempo,
podrhimos esperar «ver» galaxias en Ibrmación. Los astró­
nomos iKj han logrado detectar luz de estas «protogala-
xias» tan lejanas, a pesar de sus intensas búst|ued;is. ¿(.Qué
cabría esfterar aún más lejos?
171 notable fisico ruso-aniericanct (jeorge (jamovv muy
conocido |)or sti personaje «M r. fompkins» de sus libros
de divtilgacit'tn científica dio con la res|)tiesta correcta
h;ice treinta añets, cuando la cosmología eni casi magia
negni para otnrs científicos, (iamovv razonó c|tie, en sus
estadios primitivos, el Universo debió haber contenido gas
caliente y radiacicín, y que esta radiación se habría
alargado por cíecio Doppler — en sti viaje de miles de
millones de añets luz por el espacio en expansión para
llegar hasta no.sotros; y nos habría llegado como ondti.s de
radio. Ahora bien, dado c|ue los radiotelescopios de la
épocti no eran suficientemente sensibles como [xira detec­
tar tales señales provenientes de las proftindidades del
Universo, la predicción de Gamow se perdió hasta el
incidente del «ruido» en las antenas de radio de la
estación de seguimiento de satélites de Nueva Jersey.
Susurros desde el nacimiento del Universo
Los laboratorios Bell feleplione aptirecieron y;i en nuestra
historia, pues fue uno de sus ingenieros el ])rimero en
detectar accidentalmente radi(X)ndas desde el (-sitacio en la
década de 1930. La tmtena gigante de hi estación de
seguimiento de satélites de Holmdel, Xuevti Jersey, lúe
 KD A f)
UNIVI-RSO

.] 1 ;2 in in u io s

Kík Hanu

Im -Iío pr<xlu< j<lo

l IDÍIIhu de <)|K)S

^ -
r>l)0 m i l l o n e s d e aiV w
ItiN n ú c k t ) s y e l e c u ’i ju e s
M' a y r u p ji i i n > á i o m o s
#!

lo s á i o m o s d e g a s s e a g r u p a n m

s e I b r i n a t i Uis g a l a x i a s ,
m u c h a s c o n rp iá s iir .s
e n MIS n ú c l e o s

el B ig B a n g :
a I.VOOIJ m i llo n e s
d e a ñ o s lu/
I 3 .( X ) 0 n i i l l í m e s d<
a ñ o s e n iie in (> (j}

a q iii se o r ig in a e l k f c t i
<le r a d i o ^ '

n a c im ie n io d e g a
 Pd^irm opuesta, a n i b a :
En un experimento aéreo
realizado en 1977 con un avión
l ' - 2 m od ijiead o, (ieorí¡e E.
StnonI (en p rim er térm ino, a
derecha) i' sus colaboradores
estudiaron e l « b rillo» d el fon do
de radio perm anente desde el 1¡( í;
B añ o. E ! avión de gran altitu d
recabó m uestras p o r encim a de la
m olesta lad iación de vapor de
agua de la atim h frra terrestre.
P ág in a opuesta, cdiajo:
( 1 ! prim er p lan o de! detector de
radiación de! U -2 sin cubierta.
L os dos gran des conos reciben
ondas de radio de.sde diferentes
p a rles d el cielo (uno de los conos
es visible en la fo to g n ifia de
a rrib a , a i.Z(¡uierda de la
c a b in a ). L a com paración entre
intensidades de las señales
m ostró (pie el ladiocielo es
ligeram ente «m ás brillan te» en
la dirección de la constelación de
Leo.

diseñada con la intención de convertirse en una de las más
sensibles del mundo [)ara las longitudes de onda de pocos
centímetros. Por esta raz(')n. los raflioastnSnomos Arito
Pen/.ias y Rohert W ilson la |tidieron «prestada» en 196,4
con el itropósiio de medir el débil ruido de radio proce­
dente de las cercanías de nuestra (ialaxia.
A lln de comprobar la antena, comenzaron a trabajar a
una longitud de onda en la t|ue no e.speraban señales de
radio desde la Vía Láctea. Lsta aiuenti es un instrumento
largo en forma de cuerno, más .sensible (jue los «platos»
usados en radioastronomía. De inmediato lro[)e/.aron con
un problema: un débil «ruido» residual en la tintena, (|uc
intentaron eliminar sin lograrlo ni sicjuiera (juiiando un
nido de palomas e.xistente en el cuerno de la antena. Por
último, llegaron a la concltisiétn de (|ue esta radiación
procedía del cielo; lo más extraño es t|uc parecía originar.se
de manera unirorme por todo el cielo. Si poseyéramos
«cijos de radio», el ícindo del cielo brillaría débil |)cro
unilcirmemcnte.
Ll itslrétnomo Roben Dicke, de Princcion, se (lis|K)iiía
por entonces a observar un fcindo de radio como este,
después de haber realizado cálculos parecidos a los ante­
riores de Cramow, y ráitidamenle confirmó C|uc el cielo no
es negro para las longittides de onda de unos poccjs
centímetros. .Sus observaciones, a diferentes longitudes de
onda, confirmaron cpie el cielo brilla, al igual t|ue el
«ctierpo negro» de los físicos, a muy bajas temjxTaturas.
Vimos en el capíttilo 7 cjue el citerpo negro tec'irico brilla
de forma ()uc sólo de]X'iide de sti temperatura, y Cjue la
longitud de onda del pico de emisión se desplaza hacia
las longitudes de onda más largas en los cuerpos más fhos.
Experimentos |X)steriores permitieron verificar f|ue el cielo
por entero «brilla» como si estuviera a una temperattira de
2,7"C por encima del cero ab.soluto, o —27(),,4‘’C.
I.a predicción original de Gamovv abandonó finalmente
el destierro en que se hallaba. No hay modo de explicar
esta radiacic'in unifórme del cielo a menos que esté allí
dc.sde el principio del LJniverso. Ya anotamos (jue si
observamos en cualquier dirección a una distancia de
Lt.OÜO millones de años luz, miramos hacia el nacimiento
del LJniverso. El fitndo de radio |noviene casi desde esa
distancia, incluso desde más allá C|ue los (|uásars, pues se
origina en un estadio anterior a la vida del LJniverso, antes
de epte hubieran nacido las galaxias y los quásars. fin esta
remota é]X)c;i, el Universo estaba colmado de gas caliente
y radiaciéin a tina temperattira de unos miles de grados,
semejante a la de la superficie de una estrella en la
actualidad. Esta radiaciéin mostraba un pico en las longi-
ttides de onda alrededor del visible y el infrarnijo, pero la
exptmsiéiu del Universo ahirgéi las ondas hasta (|ue llega­
ron a nosotros como ondas de radio centimétricas. .Sin
pretenderlo, Penzias y Wilson habían detectado los stisu-
184 rros del Hig Bang con el (|tte comenzó nuestro Universo.
Muerte de la teoría del estado estable
Id descubrimiento del fondo de ratliación supii.so la
sentencia de muerte de una teoría alternativa del Univer­
so, la del «estado estable». Esta poptilar teoría, defendida
ardientemente por el astrofísico británico l'icd Hoyle.
constituyé) una seria alternativa a la del Big Bang durtmte
la década de 19.40 y iirincipios de la de 1960, y resultaba
muy atractiva pues no comportaba el trauma de un Big
Bang inicial, iii interrogantes tan desconcertantes como
prociiiitr averigtiar (|ué sucedió antes tlel Big Bang.
■Muchos cosmólogos lamentan tpie se la haya supertido,
pues era mucho más elegante C|ue la teoría del Big Bang.
Pero esta teoría del estado estable fracasé) ante el fondo de
radiación: sin nn Big Bang no hay manera de jirotlucir un
fiindo unifórmeinente brillante de radioondas.
Sin embargo, merece la |iena dedicar cierta atencií'in a
la teoría (jtie se enfrenté) al Big Bang. La teoría del estado
estable constituyé) uno de los más imjiortantcs debates as­
tronómicos del siglo. Cuando se la concibió, en 1948, los
astrónomos subestimaban todavía .seriamente las rlistan-
cias de las galaxias, y, tal como hemos visto, esto conducía
a que la Lierra pareciera más vieja C|ue el Uniserso. Pero
(jiieramo.s suponer c|ue no hubo origen del Universo.
I'intonces, además de considerar tpie el Universo parece el
mismo desde dondetjuiera (|ue estemos, deberemos tam­
bién advertir ((tie parece el mismo (a mayor e.stala
donde(|uiera que le observemos. .Siempre ha sitio el
mismo, y siempre lo será. Pal era el «pi inci|jio cosmolétgi-
co perfecto», la piedra ftmdamental de la teoría del estado
estable.
Dado cine los cúmulos de galaxias se luillati en proceso
tle separación, el L iiivcr.so sé)lo ])uede mantener la misma
apariencia si la materia surge de la nada en (4 espacio
existente entre los cúmulos. ;\un cuando I led I loyle
sustentase esta parte de la teorúi con una liiine posicióti
teórica, la «creación continua» tle materia t|ue la lettría
del estadt) estable exigía se atascó en las garganta,^ tie
muchos astrónt)inos, c|uienes cttnsideraron C|ue así no st'
mejoraba la tesis tlt:l Big B;mg, C|ue at|uélla |)rt)curaba
evitar.
Sin embargo, la creaciétn cttntinua eliminé) el problema
tle la gran etiad tle la Tierra. Httyle y sus t;olegas
alirmaltan Cjue tt)tlas las galaxias titte \’emt)s alt;jar.se y C|ue,
al píirecer, deben de haber ct)incitlitlo con la nuestra en un
Big Bang, llegarttn realmente a existir a ¡jartir tle materia
comparativamente rtxiente creada en el espacit). Jaméis la
tlistancia media entre los cúmulos de galaxias fue menor
t|ue ahora; ni se at:recentará la separacitin media con la
ex|)atisión del LJnivcrst), ya t|ue ajtarecerían nue\ i)s cúmu-
lt)s entre los antiguos.
Aunt|ue el estado estable era una hermosa tet>ría, prttnto
tuvf) que enfrentar el prttblema del númert) tlt> radittliien-
tes débiles t|ue las periéceionadas técnicas tle los radioas-
lííf)
 L is restos de la ex/dosión de una en expansión, (¡ue contiene Ryle ;(|uienes, ]X)steriormente, habrían de ser contleco-
estrella la radio fuente m ateria d el núcleo de la rados).
C assiopeia A se muestra aipit supernova, se ve m ás clah,m ente Con todo, la radiación de lóndo no admitía réplica, \
en una «Jotoí>rafia» gen erada (pie en la foto g ra ffa óptica de los defensores del estado estable abandonaron la n;i\e utio
por ordenador, ipie pon e de enfrente. C ortesía del
tras otro. ,\lgnnos, como el propio Iloyle, terminaron en
nianijiesto su estructura de O bservatorio R adioastronóm ico
teorías |iropias tpie combitiati earacterísticas de ambas;
radioeniisión. í.a concha de ¡^as de M u llard.
otros acejitaron la teoría del Big Bang.
tr(')nomos liahían ciiroiuratlo n i ijrofnsión. Puesto que la La controversia no supuso uii;i pérdida de tiempo. Los
teoría clel estado estable sostiene f)ue el Universo lia sido cosmcilogos verilicaron cpie las observaciones astron(')mica^
sieiTipie el mismo, el es])aeio medio entre las radiogalaxias habían ak'anzado un punto en el cjtte se jiodía comprobar
tendrá (|ue ser aproximadamente el mistiio por muy lejos ambas teorías jiara luego protx-der a itna elecciéin real.
Clue miremos haeia el exterior del espaeio, lo que signilica Además, Hoyle y sus colaboradores habían realizado el
retroceder en el tiempo. l’J radioastrónotno Martin Ryle, primer estudio serio acerca de cómo se podrían l()rmai
de CainlH'idge, descu\wiú que \vaV)va eWuvasvadas vaduv eWmeuUis \'ic',sivdos a \ravUv clel Uklvógeuo de Vas esUelVas.
ruentes (distantes; mny débiles comparadas con el brillo Iz)s primeros cosmólogos del Big Bang, Uamovv incluido,
de las más cercanas. Pn otras palabras, cu el pa.sado las habían supuesto tpic los diléremes elementos se lininaban
radiogalaxias debieron haber estado nuis próximas, o en las condiciones muy esjieciales del Big Bang; el creítdoi
simplemente haber sido más numerosas. P1 centro de la de la teoría del estado esialilc eticontró otra alternati\a.
controversia del Big B;mg li'ente al estado estable ha sido La materia C|ue se creaba de continito tenía f|ite .ser el
esta cuestión del «número de lúcntcs» de radio, en la C|ue elemento más simple, el hidréigeno, y los demás elementos
no lia habido acuerdo entre ambos adversarios. Uovle v debían íiirmarse en las estrellas y esparcirse por el espacio

18(i
Eli este ue!>ativu ele Cassiol>eia
.1, (as h u 'a s de ¡¡as ailoreadii
tienen mi exeeso de elementos
o/iesados», eoiiw el iixlgeiio, i/iie
se iii'ifiin/miii en las reacciones
nncleares del núcleo de la estrella
origin al. ! m ahora desacreditada
teoría de! estado estab le del
[ hnversü condujo a los prim eros
cálculos de la producción de
elem entos en las estrellas: según
la actu al teoría d el liig B aiig.
todos los elem entos, a e.xcefición
d el hidrógeno y el helio, se han
producido en las estrellas.
C ortesía de S idm y van den
Hergh. i Copyright d el Instituto
de T ecn ología de C aliforn ia y la
Insíiliieión C arnegie de
W 'a.shington. Repiodiieido con
perm iso de los Oli.serraloiios
H a le .)

la abundancia tic helio y la temjteratura del iitndo ile

• y otros lo han demostrado así
en explosiones de supernova. Hoyle, más los astrónomos
(ieollrey y Margann Burbidge y (“I lísieo nuclear VVilliam
Fovvler, mostraron cómo se podían producir los elementos
pesados en el interior ele las estrellas mediante procesos
(jue los físicos nucleares habían elucidado a partir de
experimentos realizados en la l icrra. Acordes con esta
iniciativa, los astrónomos llegaron a la eonelusiíín de (|ue
todos los elt'mcaitos pesados se producen en las estrellas.
Kxiste, sin embargo, un iiroblema importante: el segun­
do elemento más ligero, el helio, es también muy abun­
dante en el LJniv'er.so. Ks imposible (|ue se produzca en
tanta cantidad en las estrellas, cuando virtualmcnte eual-
(|uier teoría (|tie incluya un Big Bang produce casi exacta­
mente esa cantidad de helio en el propio Big Bang. Los
astrémomos piensan ahora C|ue el hidrógeno, y casi todo el
helio del Universo, son residuos del Big Bang, mientras
([ue los elementos más ¡tesados se han fitrmado en las
estrellas. Los cálculos de Hoyle sobre la «construcción» de
elementos pesados en las estrellas se han mantenido a lo
largo (Icl tiempo, aunc|ue la ¡troitia teoría del estado
estable haya caído a|)arentemente en el olvido.
El Big Bang
La evidencia de un Big Bang resulta actualmente ajtlas-
tantc. Cion los datos dis|)onibles de la Kdad del Universo,
radiaciétn, los cosmólogos pueden retroceder en el tiempo
hasta el momento del pro])io Big Bang. .\ntes de f|ue las
galaxias se liirmaran, el Universo estaba colmado por un
«gas» más o menos unifijrme de partículas y radiación; a
partir de a(|uí la tísica puede desarrolhirse bastante
sencillamente.
L1 momento real del propio Big Bang, el tiempo
exacitnnente igual a cero, está em uelio en el misteiio.
Hablaremos en lo (pie sigue scílo en términos de un
Universo abierto, aun cuando los resultados esenciales son
semejantes para un Universo cerrado.; .Vmupie el Uiiixer-
so es sieni])re infinito en tamaño, al retroceeler en el
tiempo la mayor [tarte de la materia cpieda agiupada ('ii
un determinado volumen (digamos el \olumen de una
caja de cerillas), y lo más caliente es la radiación ipie lo
rodea. Podemos ver instintivamente y Ste])hen Hawking
cpie en el instante del Big
Bang había literalmente una cantidad infinita de materia
concentrada en el v'olmnen de una caja de cerillas; y el
liindo de radiaci(')ii debe de haber tenido una temperatuia
infinitamente alta.
f;()currió esto, r('ahnente, en nuestro Unixer.so.' .Nadie lo
sabe. I..OS cálculos de Plavvking se biisan en la leoiía
gravitacional de Linstein, (pie de.scribe la gravitación de
una forma más llana. Ptira los cam|)os gra\ itatorios (pie
hoy día encontránios en el U.niverso es una teoría excelen­
te. Sin embargo, teóricos como Hawking suelen tener
presente (jue la teoría cuántica insiste en (pie la gravedad
se transmite por partículas virtuales, los gravitones. Unan-
do la materia se comprime fuertemente, los campos
gravitatorios llegan a ser tan intensos (pie las (’cuaeiones
de Linstein no son válidas, y los lísicos tienen ipie ¡ten.sar
en términos de gravitones. Desgraeiadamente, los teóricos
no han encontrado aiín una adecuada teoría ciiíintica de
la gravedad, a pesar de dtkadas de dedicación; y. así, los
físicos hesitan en cuanto a la densidad de la materia
extremadamente densa. \'a tratamos este |)roblema en el
capítulo 9, t'ii la controversia .sobre las «singularidades» en
el centro de kts agujeros negros. I Lista C|ue no pueda
disponerse de una teoría mejor acerca de la gravitación a
altas densidades, los cosmólogos nada pueden alirmar
respecto a si el Big Bang comenzó realmente con una
densidad inlinittv y una temperatura inliniiamente alta.
.Sin esta |)eiíéccionada teoría no ¡Midemos retroceder en
verdad al itrcrjtio Big Bang, al «tiempo igual a cero». ¡Pero
podemos conseguir vislumbitir lo (pie ocurrió tínicamente
un l/l().()()().(]()().()()0.fX)0.(K)0.0()().0()().()()ü.()()0.(KX).()()(t.O()0.
(X)O.O(K) de segundo desjtnés del Big Bang! La tempi'nitura
y la densidad eran inimaginablemente altas, |)ero no
infinitas. Los tióricos |)ueden calcukir ambas cantidades y
escribirlas de forana precisa con gran cantiditd de ciliais;
una temperatura de lOO.OÜO.OOO.ilOO.OOO.OOfJ.IKIO.lXXl.OlXl 187
 ()()().(K)()'>C y una densidad de 1.OOO.OOO.OOO.OÜO.OOO.OÜO. congelaron» en un «modelo» relativamente simple, en el
OÜÜ.OOÜ.OOÜ.ÜOO.ÜÜO.OÜO.ÜOO.OOO.OOÜ.ÜÜO.OÜO.OOÜ.OOÜ.OOO. (|Lie una teirninó en débil —fuerza de corto alcance , y la
0()0.()(X).()()().0(X).()(X).()0().()()().0(K).()()().()()() de veces la den­ otra, más fuerte, como fuerza de largo alcance.
sidad del agua. I.os cosmólogos pueden calcular cómo se La fuerza fuerte entre quarks plantea otro problema. En
enfrió el Universo y cómo disminuyó la densidad cuando el capítulo 6 vimos qtie cuando los ciuarks están préwimos,
el espacio se expandió i^rogrcsivamcme a partir de ese la fuerza fuerte «se desconecta». Al principit) del l nit erso.
momento.
Sin embargo, no existe certeza acerca de la clase de
partículas rjue colmalran por entonces el Universo. .Nues­
tras teorías actuales de las dilerentcs partículas, y de sus
interacciones, se han comprobado únicamente para un
cierto rango de densidades; y recttrdcmos cinc los astrofisi-
cos tropiezan con dificultades cuando intentan predecir
C|ué sucede tai el núcleo muy caliente de una estixdla d('
neutrones, en la c|ue la materia (;stá concentrada a una
densidad de «sólo» 1.000 billones de veces la del agua. Lo
(|ue ocurrí' a dtaisidades íiún mayores depende en sumo
grado de cómo se comportan las partículas fundamentales
cuando la cantidad de energía del entttrno es extremada­
mente grande. Los experimentos cpie .se llevan a cabo en
los aceleradores de altas energías |)ro]jorcif)iiarán algunas
respuestas.
Clon esta concentración de energía en el comienzo del
LJniverso pueden aparecer, reirentinamente, panes de par­ Big Biiiig ;i¡finpo = ().

tículas y antipartículas sin problemas: la energía de

radiación puede surgir a continuación como la cantidad
de masa equivalente. Para averiguar qué partículas esta­
ban presentes, los físicos tendrán que aprender más acerca
de las partículas lúndatnentales, es decir los (|uarks y los
leyjtones. ¿Existe sólo un [tunado de cada una, o hay una
sucesión completa con masas cada vez mayores? Estos
posibles quarks y leptones (con sus antipartículas), muy
pesados, demasiado masivets como ptira ser producidos en
la comparativamente insignificante llientc de energía de
nuestros aceleradores terrestres, habrían sido casi tan
corrientes como los más ligeros en los días del comienzo
del Universo.
Además, el papel de las fuerzas es oscuro. Desde el
instante que hemos descrito con anterioridad, la gravita­
ción vuelve a su comportamiento habitual según las
ecuaciones de Einstein; pero las otras tres fuerzas revela­
rían sus similitudes básicas si son correctas las actuales
teorías de unificación. Antes de (jue la temperatura
de.scendiera a 3.0(X) billones de grtidos, las fuerzas débil y
elcctrotnagnética se comportarían exactamente de la mis­
ma forma, según la teoría de VV'einberg-Salam (|ue las
relaciona. Cuando el Universo se enfrió, las fuerzas «se
congelaron», y la fuerza electromagnética terminó siendo
mil veces más intensa c|ue la fuerza débil.
•Steven VVeinbcrg compara esta separación con l;i ctrnge-
lación del agua, en una analogía t|ue no es exacta pt:ro (|ue
ilustra las razones teóricas. Podríamos enunciarla como
sigue. En la atmósíéra, el va[)or de agua está esparcido
uniformemente, y un vidrio plano dejado al frescc) n(x:tui-
no adquiere una capa unifea me de rocío. Pero si el vidrio
está frío, el hielo cjue se forma sobre él origina bellos
remolinos: cuando el vapor de agua se condensa, se íbrma
una figura cpie antes no existía. De modo similar, las
fuerzas débil y electromagnética pudieron haber sido pniioM m'uli'o (U’ lii<lfX)ncn

188 exactamente iguales en el comienzo del Universo, pero «se licmpii- - ■•‘'J inimilos
todos los quarks estaban suficientemente próximos c;omo
para (|uc les afectase muy poco la fiierza fiierte. Pero en
alguna etapa la densidad se fiizo dernasiadej baja, y la
íiierza ílicrte comenz(i a agruparlos en partículas más
pesadas, en espeeial protones y neutrones (y antiprotones y
antineutrones). De ¡ilgún modo, esta fuerza resultó tan
.iinit|uark--
I
It-pUHH--------- ^
Q Universo. Para desgracia nuestra, las técnicas actuales no
im m o im n u ' tlrx | m i-- \c
alomo ili' lii'lio
eficiente (pK^ no cjuedó ningún Cjuark libre. Pese ;i una
falsa alarma en 1977, no han tenido éxito los sensibles
experimentos llevados a cabo para intentar separar ios
t|uarks.
Los cosmólogos tendrán epte e.spentr los resultados de los
accleradoi(;s de yrartículas, así como las corresyxmdienles
afinaciones de la teoría lúndamcntal, antes de yxidei-
conocer eon ytrecisión cyuc ocurrió en este remolino del
eomienzo del Lbiivcr.so. Si mirar a través del esyxieio
.suyxHie retroceder en el liemyjo, f;|xxlríamos emytiear la
distancia como una esyx’cic de máeyuina del tiemyxjl De
alguna manera, esto es eierto. Si yxidicranios detectar el
Ibndo de ixxitrinos tyue sobrevivió desde este yx'iicxio, así
como el ytrobable Ibndo de gravitonets, yiodríamos ayjren-
der bastante acerca de los y^rirncros momentos de nuestro
son ni mucho menos suíicicntcmente sensibles; y hasta
resulta difícil detectar neulrinos dd Sol.
L1 lónclo de radio nos dice mtiy yxteo. Ln su princiyiio, el
Universo caliente se hallaba en un estado de etpiilibrio
térmico. La radiación y las partículas estaban latí densa­
mente agruyjadas cpie inleracciontibau de continuo, y Uxlo
se mantenía, yxtr cierto, a igual temy)er;itur;i. Ll todo se
asemejaba bastante al «cucipo negro» cyuc emite rtidiacióu
según su lernyx'ratuni, yx*ro en este ctiso la radiación
conccxilrada controlaba la lemyx'ratura de la materia. .\
causa del equilibrio lérmieo, qucdíiron oeitllos itxlos los
detalles de lo eyue (Xiirrió en los yarimeros minutos. Steven
VVt'inberg lo señaló acertadamente de esta Icirma: «Ls
como si se lutbiera ytreparado un banquete con gran
atención: los ingredientes más Ifescos, las esyx-cias elegidas
eon el mayor de los cuidados, los vinos más linos; y,
después, se echaran Uxlos juntos a un grati yxichero con el
lili de cyuc se cocieran durante unas horas.» Ll Unido de
radiación es una suave amalgama de la exótica física tpie
debió haber habido entonces.
La primera centésima de segundo después
Sin embargo, dcsyniés de la yirimcTa ceniésiina de .segundo
el Universo se enfrió hasta «ayxnias» unos UKl.üOO millones
de grados, y las teorías actuales yxteden decirnos lo que
debió cx'urrir. Para ese instante, los anliyirolones y los
íintineutrones habían desaparecido del Universo. Ixis
colisiones con yirotones y neutrones habían originado
desde un yxinciyno las aniquilaciones mutuas, yxxo cuando
l;i lemyx’ratura y la dc'nsidtid fueron altas ayiareeieron
('syxmiáneainenle nuevos yxires. ,\hor;i hace demasiado
Ifío para que esto ocurra, y las yxirtículas de antimateria
eyue quedaron h;in dc.sayxireeido yiara siemyire (exceyito los
yxisitrones, como veremos más adelante).
Pero si todos los yxotones y antiprotones hubieran
estado en igual número de «yiares», entonces los yirotones
también deberían liabcr desaparecido, cltyjando radiación
yxira. Todos sabemos cyuc hay yirotones (y neutrones) tyue
fiirman estrellas, yikinctas y nuestros yiroyiicis t.ueryxis. La
nizón yxir la cyue la Nalttraleza yiarcxió yirelérir la materia
a la anlinialeria constituye todavía uno ele los enigmas .sin
resolver de la cosmología. De hecho, su favoritismo no fue
muy notable: en un princiyiio había ayiroxirnadamente un
yircilón. extra yior cada mil millones de yiares protóti- 189
 El primer reloj atómico de cesio, más precisos. Aun cuando el
desarrollado en el .National paso del tiempo parece natural e
Physkal ¡Mlmatory, Inglaterra, inevitable, algunos físicos creen
tenia una ¡¡misión de un que el propio tiempo tuvo su
segundo en cien años. Los comienzo en el Big Bang, hace
modernos relojes de cesio son aún unos ¡5.000 millones de años.
aiuiprolon; pero cuando estos pares fueron aniquilados, los
protones desparejados se encargaron de construir nuestro
Universo. H1 mismo argumento es válido, asimismo, para
los neutrones y los antineutrones. Con el tiempo, sin
embargo, los neutrones en exceso se desintegraron gra­
dualmente en protones (y en electrones y antineutrinos),
ya que el neutrón no es una partícula básicamente estable.
Su vida media, de aproximadamente quince minutos, es
mucho mayor que la edad del Universo en la cpctca de
que estábamos hablando.
En este tiernixi inicial, entre la centésima de segundo y
unos [X K 'o s segundos después del Big Bang, el Universo
estaba principalmente lleno de radiación, neutrinos y
pares electrón-positrón. La temperatura y la densidad
eran aún bastante altas para la aparición, de la noche a la
mañana, de estos pares materia-antimateria de muy baja
masa. E,sparcidos alrededor, y muy poco importantes
entonces, había un número relativamente pequeño de
protones y neutrones.
Hacia los dos segundos, el Universo se enfrió hasta el
punto de que los pares electrón-positrón no pudieron
aparecer espontáneamente; se aniquilaron entonces unos a
otros, dejando un |xx|ueño residuo de electrones para
equilibrar los protones cargados positivamente. La radia­
ción domina el Universo en este momento. Hay del orden
de mil millones de fotones electromagnéticos jx>r cada
protón, neutrón o electrón; y estas partículas de radiación
energética son las c|ue tienen la sartén por el mango al
190
controlar la temperatura del Universo, a medida que se
enfría en el siguiente millón de años.
Resulta importante para nosotros saber cpié les sucedió
a las partículas de materia durante los primeros minutos
de esta «era de dominación de la radiación», ya C|ue
entonces es cuando protones y neutrones se unen con el lin
de íormar los núcleos de helio. Se trató ríe un proceso por
etapas; primero se tienen que unir un |rrotón y un neulrrin
para formar un núcleo de hidrógeno pesado, el detitcrio, a
los ciue .se deben añadir después otro protón y otro neutrón
:'cn cuakjuier orden; para formar el núcleo de helio de ríos
protones y ck)S neutrones. Ll rleuterio es un núcleo rlébil-
mente enlazado, y en el caos de las primeras etapas riel
Univcr.so se habría desintegrado tan [tronío ccjint) .se
hubiera formado. Pero cuantío el Universo tiene ajtroxi-
madamenle una edad tle tres minutos y medio, el rleuterio
puede .sttbrevivir k) suficiente como para ca|)turar partícu­
las extra y convertirse por último en el exircmarlamente
estable núclct) de helio. Entonces, prácticamente todos los
ncutronr;s se asordan ertn jtrotrtnes [tara acabar como hclif).
Si se sabe rjué fracción de neutrones ha soltrevivido <;ste
tieni[xj, resulta bastante fácil r;alcular que aprttximada-
mente un cuarto tle la materia del Liniverst) se convertiría
en helio; y, cttmo hemos visto, ésta es justamente la
cantidad de helio tjue r;oniienen las estrellas más antiguas.
Hay otras dt)s lechas importantes en la vida del Univer­
so. Siguiendo un largo camino desde los tres minutos y
medir) hasta que cumple el millón de añr)s, el Universt)
sók) se ha enfriack) a 3.0(X)<’C, es decir rjue está más frío
tjtie la superficie solar. En este momento, los electrones
pueden combinarse con los núclet).s tle kts alretlctlores [rara
formar átomos de hidrógeno y helio sin ser inmerliatamen-
te gr)lpeack)s otra vez [)or los ahora mucho más débiles
fotones. A tliferencia del plasma anteritrr tle núcleos y
electrr>nes libres, el gas es ahora transparente a la ratlia-
cióli que, aun cuando ]H'rmanccc por los alrededores
durante el resto de la historia del Universo, .se debilita de
continuo y jamás vuelve a tener electo serio sobre la
materia. Cuando miramos hacia el esjtacio y retrocedemos
en el tiempo, nuestros instrumentos de mayor aicance
pueden escudriñar hasta el millón de años del Universo.
.Más lejos ;más atrás en el liem|)oi, el Universo estuvo
lleno de gas opaco, o, para mayor exactitud, de |)lasma.
La radiación que lo colmaba cuando tenía un millón de
años está (esparcida a travíts del ahetra transpanmte líni-
verso y, a medida C|ue se esparcía, se debilitaba. Hste es el
débil susurro c|u(t se detectó por ve/, primera en la gran
antena de Holmclel, en 1965.
La última fecha ini[X)rtante (tn esta historia es ac|uella
en la que el gas empe/ó a agruparse ]Dara formar galaxias.
Los astrónomos no pueden afirmar cuándo ni cómo
ocurri(') este importante suceso. Cuando el Univttrso tenía
unos cientos de millones de años, nubes individuales de
gas empe/arori a colapsarse como protogalaxias, y el gas
de su interior comen/ó a íitrmar las estrellas. Se sinteti/a-
ron los elementos más pesados, las expkjsiones los lanzaron
al espacio y, más tarde, las estrellas pudieron formar
sistemas planetarios. Nuestra atención se (txtiende desde el
Universo eompkno ahora un conjunto de cúmulos de
galaxias en expansitin hasta las propias galaxias y sus
contenidos: la astronomía toma posesión de la cosmología.
El fin del tiempo
Nuestro Universo en expansión empezó en un Big Bang.
Hemos llamado al momento del Big Bang «el comienzo
del tieni|X)»; y hemos cronometrado las diversas contraccio­
nes del Universo desde ese instante. Puede pensarse (pie
(Nta es una aproximación muy arbitraria. Seguramente
debe de haber existido el tiempo antes del Big Bang. Como
veremos más adelante, hay cosmólogos que consideran
que el Universo «oscila», es decir Cjue se expande y se
contrae durante largos ciclos, de modo que nuestro Big
Bang constituye únicamente la última vez en (|ue el
L’niverso alcanzó su tamaño mínimo. (.Ion anterioridad a
haberse contraído, e inclu.so antes, le encontraríamos
expansionándose de.sde un Big Bang siempre precediente.
Ul Universo existiría desde tiempo inmemorial, si bien
todas las partículas (|ue nos rodean hoy, y tal vez hasta las
actuales leyes de la Naturaleza, existen s(')lo desde el
último Big Bang.
Los hay que entienden C|ue este Universo oscilante, sin
principio en el tiem])o, es lilo.sóficamente confortable.
Pero, ¿resulta tan extraño pensar (|uc el tiempo comenzó
hace apenas 15.(X)0 millones de años? Después de todo,
existe un cero absoluto de temperatura: nunca |)odcmos
enfriar nada por debajo de —273,15<'C. (.^uizá haya
también un límite de tiem]x>, en ló.OOO.ÜOO.OOO aC.
-Nuestra experiencia cotidiana es contraria a esto: el
tienifX) es una «corriente siempre en movimiento», algo
poderoso le mueve im])lacableiruaite dc.sclc el pasado
infinito hasta el futuro indefinido. .U pesar de todo, nuestra
experiencia cotidiana no es siempre un índice fiable; así,
por ejemplo, el suelo bajo nuestros pies parece sólido,
auiujue consiste fundamentalmente en espacio vacío entre
Icrs electrones v los inicíeos de los átomos. Fuera de la
escala cotidiana no se puede confiar siempre en el sentido
común.
Hoy día, los científicos se ticercan al Uni\'erso con
cautela. Para Nevvton, el tiempo y el espacio eran absolii-
los. Finstein nos cnseiV) C|ue espacio y tiempo ]X)dian
cambiar por movimientos rá|)idos y por la atracción
gravitatoria de cuerpos masivos. Con el ])ropósito de
definir un (oncepto científico, los científicos Iniblan en
términos de (ómo medirlo: si no pixlemos medir, y ni
si(|uiera detectar algo, nos deslizamos sobre una pátina de
hielo al afirmar c|uc e.se algo existe. Pal es el c;iso con el
tiempo. Actualmente |xxlemos definirlo en términos de
latidos de corazón o del giro de nuestro planeta, o de
iTuxlo más fundamental, por las vibraciones de los átomos,
l'impleamos ya la vibración del átomo de ct'sio partí
definir nuestra escala de tiempti, y los laboratorios jiatro-
nes del mundo entero emplean este tiem|x> atómico: a
medida (|ue la Pierni se retrasa gnulualmente, tiñadcn un
«salto de un segundo» a nuestro tiempo ci\ il.
«Antes» del Big Bting no habíti huidos d(* corazón, ni
planetas (|ue girasen, ni sic|uier;i átomos. .\un en el caso de
(|ue nuestro Universo haya tenido otra fase de o.scihición,
no hay forñia de (|ue retrexedamos m;is tillá del Big Bang
para v (t si ('xistieron átomos idénticos a los nuestros. No
hay forma lógica de definir el tiempo tintes del Big Bang.
y, por consiguiente, no supone ninguna falacia afirmtir (|ue
el jtropio ticm[X) empezó con el Big Btiiig, junto con el
espacio que nuestro Universo ocupa y his pttriículas de
materia c|ue hay en él.
¿(.^ué hay del fin del Universo? ¿Habrá un lin del
tiempo? Los cosiiKÍlogos se mucstnm divididos cuando
discuten stibre el flituro lejano del Universo. ,\un cuando
en la actualidad el mismo .se expanrla fúriostmiente. existe
una débil fuerza gravitatoria cinc atrae cada ciimulo de
galaxias hacia los otros. Id destino del Lhnxerso depende
de si esta tensicín gravitatoria será suficiente |xira licntir ti
las apresuradíis galaxias, detenerlas y hacerlas retroceder
nuevamente en una rápida contracción del Unixeiso. Si
los astrónomos siqticTan con ('.xactitud cuántti mtiteria hay
en la actutilidad en el Universo, los cosméilogos podrúin
decidir fácilmente si es suficiente como partí detener hi
expansiém, o si las galaxias se alejartiii partí sienijxe.
Culpable de esta situacuSn es la «masa destiptirecida». Si
las galaxias (|ue vemos son la linica mtiteriti del L inverso,
su atraccic'm gravitatoria es demasitido |x*(jueñti |)tira
detener la expansión. A pesar de todo, es [xisible (|ue
exista una cantidad de mtiteria invisible oculta en torno a
las galaxias y entre ellas, como veremos en el último
capítulo. Los astrónomos trabajan con ahínco, siguiendo
esta alternativa, con el lin de determinar entinta nitueriti
invisible htiy; pero se está k;jos de (|iie exisiti tieuerdo
general.
Si el Universo se estuviese retrasando en sii exptuisión.
entonces, cuando miramos ti Itirgas disltmcias y tiempos
anteriores, veríamos a las galaxias allí ly .sólo ('iiioncesi
separándose con mayor rapidez (|ue ahora. Ll pro|jio
Hubblc comenzó buscando este efecto, y Alian Sandage lo
persigui(') hasta los límites de las técnictis actuales. Pero los
resultados son decepcionantes, ya (|ue s('ilo pudo afirmar
que el Universo continuará exptmdiéndose durante al |()|
 menos oíros 50.(KX) millones de años, y las observa (iones
no pueden ayudarnos a decidir si entonces empe/.aní a
contraerse.
Otros aslrcinomos han ensayado una pliHora de métodos
direrenles. I.a simple exlra])olaei(')u de la ma.sa desa]tareci-
da de los cúmulos de s>;alax¡as constituye, ;i escalas
mayores, una aproximaeiétn. Otra vía consiste en uiiliztir
el electo de ení(K|ue de la «eur\;iiura» del t'spacio en el
modelo de l'anstein del 1,'niverso. Vimos ya (|ue hay dos
clases de espacio, «abierto» y «cerrado»; y se,í>im las
ecuaciones más sencillas de la cosmoloí>ía, corresponden
(laciam ente a un Universo en ex]tansi(')n continua y a otro
(|iic, linalmente. empezará a contraerse. Kl Universo (|ue
se expiinde pañi siempre es el modelo abierto, también
iníiniio en «tamaño». Por otro ladtj, el U niverso C[ue tiene
materia suíicienle como para Irenar la cx|)ansi6n hasta su
paralización es el modelo «cerrado», (|iie se curva stjbre sí
mismo, y en donde, si no liu'ra |)or la complicación de la
ex|)ansi('m, podríamos describir uiiíi trayectoria redil a
intvés d('l esjxicio y lles>ar al |)uulo de {xirtida por líi
puerta de atrás.
Un ambas clases de Universo, los rayos de luz se
((xalizan ligeramente cuando viajan a Iravt's dcl ('spacio
vacío entre las gahixias. Si un objeto de lamai'Kj lijo por
ejemplo, una regla se itlejase de nosotros, lo verííimos en
(trincipio encogerse como podríamos e.s])crar, pero una vez
(|uc superase una d¡.stancia de aproxiiriadarneiile 10.000
millones de años luz, volveríamos a verlo aparecer más
largo, ¡auiKjue siempre haya estílelo alejándose! No es
sorprendente t|ue este eléelo de enfó(|ue sea más intenso
para la «curvatura» del Universo cerrado; y los astréino-
mos han investigado diversos objetos -cúm ulos de gala­
xias y l iidiogalaxias en |iarticular con el propéisito de ver
cómo .su tamaño depende de la distancia. Uas res|)uestas,
sin embargo, no son concluyentes, ya (|ue la .Naturaleza no
nos ha pro])oreionado pítlroncs, es decir reglas idénticas
p;ira nuestras mediciones.
Kl método más íascinante de predecir el fin del LJniver-
so depende de algo (pie ocurrió muy cerca de su comienzo:
la |)roducci(')n de detU(TÍo. Casi lodos estos núcleos pesados
de hidrógeno recogen protones y neutrones extra para
convertirse en helio; pero resta permanente una diminuta
proporción, y la teoría relaciona esta íracción con la
densidad de materia en el tiempo. Uos satélites de ultra­
violeta han detectado las líneas espectrales del gas cleuterio
en el espacio, y su intensidad parece mostrar que el
Universo es relativamente bajo en densidad: la teoría
cosmolétgiea relaciona la cantidad actual de cleuterio con
la densidad del Universo primitivo, y a partir de a(|tií
resulta jtosible averiguar (pie el Universo se expandirá por
siemitre.
En su conjunto, líi ciK'siión está lejos de esclarecerse,
aun cuando todos los métodos conducen linalmente a la
misma respueslii. Por el momento, consideremos breve­
mente los dos |X)sibles resultados.
En un Universo cerríulo, la expansión se desacelna
gradualmente; y en algún tiempo futuro, digamos aproxi­
madamente 75.000 millones de años a partir de ahora, la
gravitaciéin triunfará por eom[)leto. El Universo empezará
192 a colapsar.se nuevamente. Uos cúmulos de galaxias comen­
zarán a juntarse, cada vez más rápido, híistíi (|ue 160.000
millones de años a partir de ahora, el L.hiicerso entero
desemlKxpte en el «Big Urunch». Líi nmteria se comprimi­
rá cada vez más, y, cua*do esto (xairra, la ruerzii gravita-
toria crecerá aumentando de inlensidiid; la teoría predice
yxtra entonces una singuhiridad de densidad iníiniia.
Algunos cosmólogos del Big Crtmeh creen (|ue éste es otro
Big Bang, y (|ue el Ihñver.so empezará de inmediato a
expandirse nuevamente en otro ciclo de su existencia. Este
nuevo Universo tendrá diferentes tijxis de maieriit, fuerzas,
e incluso leyes físicas distintas (|ne las nuestras.
Sin embargo, ([uizá rt'sulte justo decir (|ue la mayor
pane de los astiónomos actuales consident (pie el Universo
es comparativamente vacío, es decir abierto, y que se
ex|tansionará por siemjtre. l’ampoco en este c:iso el
panorama para nuestros descendientes es promeledor.
Aun cuando no se enfrenK'ii al inminentemente irremedia­
ble Cruneh, caerán en líi trampa de la «muerte térmica»
(pie predijo lord Kelvin (m 1851, antes de (pte se conocic-
ran otras gahtxias y la expansiém del Universo.
S n á lina muerte prolongadíi y describirla en términos
de años sería inconveniente. En vez de ello, denominare­
mos it la Edad del Universo hasta iupií a los 15.000
millones de años como «un segundo cósmico». En esta
nueva escala, nos hallamos en la actualidad ;i un segundo
cósmico des|)Liés del Big Bang, y nuestro .Sol y la fierra
tienen iiiui edad de un tercio de segundo.
],as estrellas mueren de conliiino dentro de cada gala­
xia, y nacen estrellas nuevas a partir del giis en las galaxias
es|)irales e irregulares, lo (|iic iigota la provisión disponible
dcl mismo. ,\un cuando las estrellas morilnindiis exploten
o expulsen algo de gas al espacio interestelar con el fin de
reponerlo, la cantidad (pie devuelven suele ser menor que
la (¡lie originalménle han lomado; como resultado de ello
hay cadáveres compactos de estrellas, enanas bliincas,
estrellas de neutrones o agujeros negros. Así ptii-s, la
provisión de gas disminuye gradualmente, y, por último,
cesará el nacimiento de las estrellas. Uas galaxias se
convertirán en cementerios de estrellas, con (adáveres (¡iie
permanecerán girando en sus (abitas.
Después de unos ptxos minutos cósmico^ (es decir diez
mil billones de años de tiemjx) corriente), nuestro Sol se
habrá apagado ya hace tiempo cn:il nn;i tibiíi «enana
bliinea» negra, circundada por un séquito de planetas
helados. Incluso si nuestros descendientes se hubieren
'trasladado a los planetas de estrellas más jétvenes. también
estas estrellas habrían de desaparecer en unos pocos
minutos cósmicos más a partir de ahora. .Nuestra (ialaxia
será comjtlelamente negra y fría, sin ninguna fuente de luz
o calor para mantener en funcionamiento el proceso de la
vida. Resulta difícil entrever (pié tipo de vida podría
continuar cuando las fuentes de energía de la Naturaleza
se hubieren agotado.
Pero no seamos demasiado pesimistas. Si avanzamos
por la máquina del tiem|X) de la teoría cosmolétgica,
verificamos que las galaxias de estrellas muertas no son el
fin de la historia. Cuando las estrellas se liallah en órbita,
pierden energía de continuo en forma de radiación gravi-
tacional (la versiétn gravitacional de la radiación eleeiro-
magnéiiea (¡ue se produce etiíindo se acelera una carga
D os Im ihiíuladi's ¡m ra el tíllimo observaciones que se efectúen
desíino d el U niverso: el colapso durante los próxim os años
en un «H ig C n m ch», o la decidirán cuál es m ás probable.
expansión eterna. I ms
eléctrica). Tocios los cuerpos en órbita la Luna, la 'Tierra
y el Sol, en órbitas muy distintas pero similares en este
sentido— pierden en la actualidad energía de esta Ibrma,
pero a un ritmo lento. Para lapsos ordinarios, o incluso
para la edad del Universo, en un .segundo cósmico no se
puede detectar una diferencia en la órbita.
Sólo cuando hablamos de la|)sos de años cósmicos se
contraen, poco a poco, las órbitas de las estrellas en torno al
centro de las galaxias. Si esperamos durante muy largo
tiempo -lo que significa un billón de años cósmicos ,
comprobaremos que las estrellas muertas de nuestra
Galaxia (incluyemelo los rescoldos de lo cpie fuera el Sol)
han descrito una espiral hacia el centro para (itrniar un
masivo agujttro neígro.
T.n los cúmulos ele galaxias, las galaxias individuales
describirán espirakts hacia el centro del eaimulo, y se
agruparán como tin agujere) negro supergaláctico aún más
pesado. El Universo consistirá tai inmtaisos agujttros ne­
gros, cada uno tan pesado como galaxias o cúmulos de
galítxias, sepaiados por enonnes (txUaisiones ele vacío.
Existe un último acto tm la historia del Universo.
Recoreleme)s (|uc Ste-phen Hawking mostró e]ue los aguje­
ros negros se cva|X)ran lentamente, perdiendo en efecto su
masa en un flujo de electrone;s y positrones, lentamente ;il
principio, pero dando lugar a una explosión final. El
agujero negro más pesaelo es (“I (|ue más tarda en evapo­
rarse. Un agujero negro de estrella permanecería durante
un periodo mucho más largo (|ue los considerados hasta
aquí, y otros agujeros negros desa|)arecerían intactos
dentro de los agujeros negros del centro fie las galaxias. No
obstante, aun cuando más lentamente, estos agujeros
negros galácticos y supergalácticos están en pioceso de
evapoiación. Poco a poco se convierten en f'lectrones y
positrones, en un periodo de unos 1.()0().()()().00().(HK).()()().
OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.OOO.ÜOO.OOO.OOÜ.OOO.
0()().()0Ü.()()0.()(X).()(X).()()().()()0.0()0.(X)() años ahmicos.
En esta apabullante fecha del iuturo, la bola de cristal
empifíza a confundirse. Nuestra mát|uina del tieiu|jo nos
muestra f|uc el Universo (ontiene casi linicamente electro­
nes y positrones separados por vastas distancias. T.n el
Universo, aiin en expansión, es probable (jtie estas partícu­
las nunca se encuentren ni se ani(|uilen. con ellas,
increíblemente separados, estarán los littones del fi)ndo de
radiación, ya enlriados y estirados hasta longitudes de
onda más largas <|ue todo lo (|ue [)odamos imaginar.
Quizás estos íi)tones tengan la última palabra. .\ partir
del momento en (]ue la materia se atrevió a íiatnar átomos
y seguir su propio decurso independiente de la radiación,
sólo un millón de años (terrestresj después del Big Hang,
los íf)tones de radiación han sido principalmente pasivos
espectadores. Desde la íi)rmaci(')n de galaxias y estrellas, y
desde la época de la vida fuere ella lo que fuere hasta
la muerte de la materia en agujeros negros y su resurrec­
ción en forma de electrones y positrones esparcidos, estos
Ibtoncs se han mantenido al margen, l'll estoico fondo de
radiación ha permanecido au.sente d(' los tiitiníits y trage­
dias del l.hiiversü. Pero algunos de estos l()tf)nes inciden
favorabkanente sobre tiuestros radiotele.scopios y nos ha­
blan de cuando empezó nuestro Universo.
m
I ms J n n le r a s de la ciencia están
en coníinua expansión. E n el
prim er alu n izaje, en ¡9(>9,
K dw in Atdrin lleva a cabo un
experimento p a ra com probar el
viento so lar de partículas
carnadas. A p a rtir de entonces,
nuestro conocim iento del .sistema
■solar interior h a aum entado
enorm em ente: sondas no
tripuladas desvelarán pronto los
.secretos de los plan etas
exteriores. } ' e l espacio es apenas
una de las m uchas fronteras que
hay que explorar.
12. La búsqueda continúa
 l'J universo en tocia su cxtcnsic'm es el campo de invesliga-
ciciii de lc« modernos cienlílieos. Hemos visto el modo en
(|ue experimentadores y técnicos colaboran en el cstudicj
completo de lodo lo C|ue imjrlique tamaño, edad y energía
del Univenso y los progresos logrados en la comprcnisión
de éste han sido ccjlosales.
I,a legión de científicos cine actualrncmtc- trabaja en la
materia supera a todas las anteriores generaciones de
científicos. Si a esto añadimos los aceleradores de partícu­
las y los telescopios de nmltimilloiies de dólares c|ue han
rebasado las fronteras del conocimiento, así como los
ordenadores cjuc acabíin con la tediosa tareti de los largos
cálculos, líi celeridad de los actuales descubrimientos
pucxle no parecemos tan sorprendente. La tradicional
estampa del científico aislado, c|uc por casualidad efectúa
un descubrimiento en su laboratorio, ha dejado de ser real.
L;i mayoría de los proyectos de investigación compromete
a grandes c(|uipos de citmtífieos, cada uno de los cuales
contribuye con sus técnicas especiales y ayuda a los demás,
lo (|ue favorece la rapidez en el análisis de los resultados.
A pesar de existir una saludable rivalidad en cuanto a
nuevos descubrimientos, las modernas eomunieaciones
han dado lugar a un importante aumento en la colabora­
ción a nivel internacional. Lxisie un sentimiento auténtico
de comunidad internacional, en e.special en una ciencia
como la astronomía, donde hay un número relativamente
pequeño de científicos en activo. Es estimulante experi­
mentar el espíritu de total fran(|ueza (|ue caracteriza a las
conferencias científicas internacionales.
Un peligro del ímpetu de la investigación reside en que
los resultados no pueden ll<;gar hasta el público en general,
(|ue, en definitiva, es c|uicn costea esta exploración de lo
desconocido. Naturalmente, los investigadores de primera
lín(-a se concentran en sus progrtimas de investigacié)n y,
salvo relevantes excepciones, carecen de tiemyx) para
divulgar sus trabajos. Y ptuíslo que el mundo de los
quarks y de los quá.sars se halla lejos de nuestro mundo
«lógico», esos resultados no se |)ueden resumir como
noticias de última hora; requieren una explicación previa
para que la persona media pueda comprender su impor­
tancia.
Aun ctiando lo ilétgieo del Universo haga difícil la
comunicación de ititas, ésta es, en sí, fascinante. Seríamos
excesivamente ingenuos si pensáramos cjue resultaría fácil
comprender lo muy pequeño, lo mtiy grande y lo muy
poderoso en términos de Uis cosas habituales. Nuestro
mundo cotidiano constituye sólo uno de los niveles del
Universo. Si, por ejemplo, viviéramos habitualmente a la
])cqu(x'ia escala en la que tú principio de inceriidurnbre es
relevante, y fuéramos transportados al mundo humano,
nos parecería milagroso (|ue un jugador de golf ¡])udiera
predecir exactamente la ftositáém donde Cjuiere enviar su
pelota!
La esencia del avance científico consiste en elaborar
teorías (]iu; conexierden con los posteriores resultados
experimentales, y que permitan asimismo predecir correc­
tamente lo que ocurrirá en experimentos futuros. Si se
vitrifican estas predicciones, la teoría tiene que ser una
descripción totalmente exacta de lo que ocurre. Las teorías
196 científicas deben aportar resultados numéricos para su
I ms (wancei cum líficos especial se pueden resaltar das
involucran a menudo lémica-s nubes de hidrógeno. L a pequeña
nuevas: esta Jo lo g r a J ía de la form a d e p era es la .Vebulosa de
constelación de O rión m uestra O rión, )' el círeuln ¡¡runde ( ¡.az»
sólo unas cuantas estrellas m ás de B arn a rd ) es qu izás una
de las visibles a sim /de vista; «bu rbu ja» hinchada p o r las
/¡ero em pleándoa' un filtro calientes estrellas centrales.
comparación con los obtenidos experimenlalmenle; y esto
las hace necesariamente matemáticas. Para los científicos
qtte trabajan en este campo, esto no representa tin incon­
veniente; |)ero cuando se trata de explicar en lenguaje
simirle el significado científico de una teoría extraña,
comienzan a surgir las dificultades.
La teoría de la relatividad es cpiizás el ijemplo más
destacado al respecto. Alcanzó su fama de ineomitrensible
por estar en gran pane expre.sada en términos matemáti­
cos; y aun cuando .se la explitpie de fitrma simple f|uien
tal vez mejor lo hizo fiie el propio Einstein , sus aparen­
tes contradicciones con la lógica conlimden a muchos
lectores. Ea teoría cuántica constituye otro buen ejemplo,
pues sus ecuaciones predicen que una jtorción de energía
se comportará a veces como una «onda», y en otras
situaciones como una «partícula sétiida». La contradicciém
onda-partíctila no existe en la propia Naturaleza, sino
únicamente cuando intentamos explicar est;i exótica situa-
ciém (;n términos comunes. Una teoría debe de estar
construida coherentemente, y acjttí entran en juego las
matemáticas con el propósito de que no existan contradic­
ciones y haya correspondencia con el conjunto de teorías
ya establecidas y confirmadas. De otra manera, sus
conclusiones resultarían desechables.
La (‘ficacia con que la ciencia accede al Universo se ha
|3uesto de manifiesto a todo lo largo de este libro. Ea
totalidad del Universo j)uede explicarse en función de
unos cuantos tipos de partículas, unas cuantas liierzas
y unas pocas leyes de la Naturaltv.a. Entre el pe(|ueño
intuido de los tjuarks y las enormes centrales de energía tle
los c|uá.sars; entre una fraceiém de segundo después del
nacimiento del Universo y la compleja comiinickid de las
galaxias con sus estrellas constiluyentes, nubes de gas y
planetas, todo parece estar relacionado.
A la pe(|ueña escala de los quarks, la .Naturaleza jiarece
r>m aurora se origin a en el cien tíficas, estudios m ás
«viento» que ¡luye del S o l y que detallados han m ostrado que la
es ca n a liiad o p or el cam po situación es m ás com plicada: son
magnético terrestre en la n ecesarias m ás investigaciones
atm ósfera. 1‘ero tal como sucede p a ra comprender p o r entero e!
en muchas investigaciones fenóm eno de las auroras horeah"..
rela(ivanienic simple; y lo mismo sucede cuando los
cosmólog;os piensan en el Univ(-rso como en un todo y
consideran a las ííalaxias como meros trozos de materia
uniformemente distribuidos en un Universo cpie se expan­
de en el espacio vacío. La distriljución unifitrme de la
radiación de fondo del Universo desde sus primeros
momentos muestra (|ue, a gran (;seala, éste es extremada­
mente unifórme. Por cierto, los astrónomos consideran
muy difícil comprender por cpié el gas unifiaine que
originalmente colmaba el Universo se distribuyó tai agru­
paciones como las protogalaxias. Tam bién las estrellas, a
pesar de su impresionante apariencia, son bastante sim­
ples. La complejidad del Universo alcanza su otinto
máximo (-11 los seres vivos, en los que el fenómeno de la
vida se debe a intrincadas reacciones químicas y cornple-
jas moléculas.
¿Algo más que los quarks?
A pesar de toda esta armonía, los científicos modernos no
han explicado exhaustivamente los secretos de la Naturale­
za. Si lo hubieran hecho, no habría posibilidad de realizar
posteriores oltservaciones del Universo. Siempre habrá
niKívos hechos que concucrdcn con los anteiiores; nuevos
experimentos c|ue contradigan las teorías e.stablecidas.
Actualmente la ciencia se encuentra en un |)unto tlonde, al
parecer, la estructura del Universo está estaltkxáda; pero
nadie pretende Cjtte los detalles estéti ticabados.
Ln el mundo de la física de partículas debemos preguti-
tarnos por las partículas aparentemente «superfinas». Para
la conslrueciétti del LJniverso únicamente se necesitan los
(juarks «arribtt» y «abajo» y el electrém y su neutrino.
I'odavía hay, al menos, otros dos c|u;irks y otros dos
Icploncs. Esto puede relacionarse sutilmente con la forma
en (jtte se manifiestan las cttatro fuerzas, aparentemetite
diferentes, que actúan en la Naturaleza, las cuales |)rob;i-
blemente no son sino manifestaciones difidentes de una
única fuerza básica.
Existen cuatro tiuarks bien conocidos, y otros dos
probables. Pero hay una complicaciéiti ¡idicional (|tie hasta
este momento no .se mencionó. Los C|uarks han de tener
una nueva clase de «carga», además de sus cargas eléctri­
cas. Las leyes cuánticas no permiten epte pttedan existir
dos quarks idénticos en una partícitla; siti embiirgo, en
una de ellas como la omega minits hay tres (|uarks
«extraños» aparentemente idénticos. Los teóricos creen
y existen observaciones que apoyan esta idea f|ite hay
tres variedades de «carga» en los ciuarks (a diferencia de la
carga eléctrica, qtie es de dos clases, positiva y negativa).
En una partícula como el jirotón o la omega minus, cada
197
 Ihmtu de inleneccióu de los fxirH n das qu e viajan en
(m illos de alm aceiuinúento de direcciones of/iiestas por los dos
inlersección (ISIij d el CKItX. prandes an illos, liberando
esle ¡mulo colisionan las energía que puede dar lugar a la
quiirk tiene una ele estas tres cargas diíeremes; así pues,
|5ara los propósitos de la teoría euántiea, incluso los tres
(|uarks «extraños» que constituyen la oniega rninus no son
idénticos. (Las «cargas» se denominan habitualrnente
«colores», para distingieirlas de las cargas eléctricas ordi­
narias.)
De inmediato comprobamos que nuestra familia de
cuatro (o seis; tptarks ha aumentado. Dado que cada tipo
de quark puede adoptar uno de tres colones, la familia se
acrecienta en doce (o dieciocho; miembros. Esto conlleva
el aumento del número de partículas «fundamentales».
¿Son k)s quarks simjtlemcnte el reílejo de mía unidad más
elemental aún no descubierta? ¿May un número definido
de quarks, o construyendo aceleradores (jue oyicrcn a
encrgítis cada vez mayores podríamos obtener cada vez
más clastts diferentes? Los físicos de partículas están
convencidos de que detrás de todo esto existe un único
modelo.
l’odríarnos asimismo plantearnos los mismos interro­
gantes para los leptones. La diferencia epúzá resida en cjue
los leptones más pesados pueden establecer un víncult)
aparente entre los quarks y los leptones cjuc significa que;
existe una simetría entre los quarks «arriba» y «abajo» y
los electrones y sus uetitrinos; y entre los (|uarks «extraño»
y «encantado» y los muones y los ncutrinos asociados a los
muones.
Todos estos interrogantes se relacionan estrechamente
con el problema de la unificación de las fuerzas; al menos,
198 a esto aspiran los teéiricfis. Las fiKav.as débil y electromag­
creación de nuevos p ares producir las partículas
pctrltcula-anliparlícula. En la ju n d am en tales más pesadas
actu alidad está en construcción prediclias por las actuales
un isii m ás potente, <¡ue podría teorías.
nética han logrado ser unificadas por la Itíoría de Steren
VVeinberg y Abdus Salam; aun cuando en este libro las
hayamos mencionado generalmente por separado, debitlo
a que sus efectos son tan diferentes. Lsta teorúi de la
unificaciéin se confirmó con un crucial ('Xf)crimento, lleva­
do a cairo en 1978 en el gran acelerador de electrones de
Stanfórd.
Este experimento aprovechó una propiedad particular
de la fuerza débil descubierta ya a finales de la. década de
1950: el .sinistrórsum. Un neutrino pioducido por una
interacciém débil tiene un «spin»; esto es, cuando está
viajando por el c.spacio describe un movimiento como el
de un sacacorchos. Todos sabemos c|ue un sacacorchos
posee un «.sentido de avance»; un tornillo ordinario ¡a
derechas) avanza cuando le giramos en el sentido de las
agujas del reloj; pero es igualmente posible fabricar un
tornillo a izt|uierdas (|ue retroceda cuando le giremos en el
sentido de las agujas del reloj. Los destornilladores em­
pleados por los ('xpt'i'tos (|ue reparan ma(|uinaria opeian
segt'm este principio. Un neutrino describe siempre el
movimiento de un tornillo a izquierdas, mientras (|uc su
antipartícula, el anlineutriuo, avanza cual un tornillo a
dcreclias.
Si se siguiese considerando (|ue las fuerzas electromag­
nética y débil están realmente relacionadas, las interaccio­
nes electromagnéticas habrían también de [iresentai- un
débil efecto «a izquierdas»; teóricamente, esto ocurriría
incluso en los electroimanes o en un peine frotado cuando
se lo acerca.se a trozos de papel, si bien, muy posiblcnientc,
l II leiiifiraiiii exjieiim fiilii (¡uv
indica ijtie la teoría que n la cio n a
las fu erzas d éb il y
f'leciromagiiétiea es correcta.
E xactam ente deliajn del centro de
esta fo to g r a fía de la cám ara de
burbujas d el CKR.X', un
anlineutriuo ( invisible) afecta a
un electrón estacionario en una
interacción de «corriente neutra»
l>rediclia teóricam ente; produce
otro antineutrino (in v isib le) )■
un electrón en movimiento ( la
fin a traza horizon tal cu rvada).
D os rayos gam m a origin ados en
este proceso crean dos pares
electrón-positrón, que pueden
verse claram ente a la izquierda
de la traza del electrón
original.

gíuige para unificar las fuerzas débil y electrtitnagnética:

no ))()dn'ainos delectar el lieelio en tales eircunsiancias. En
Slanlbrd, los experimentadores boTtilxirdearon ])rotones
con electrones, y este simple experimento electromagnético
en el cpie la fuerza eléctrica del proU'm positivo atrae al
electrón negativo puso de manifiesto una ligera prefe­
rencia «de mano». Los electrones emergentes no t|uedahan
uniíiirrncmenie distribuidos entre spines «a derecba» y «a
iz(|uierda»; la diíércncia era exactamente la cantidad
predicha por VVeinbcrg y Salarn. A partir de jutiio de 1978
hubo una fuerza considerada cotno liindamental menos en
la Naturaleza.
Pero existen todavía mitchos problemas importantes; y
en los jiróximos años los físicos de partículas continuaráti
investigando las relaciones entre fuerzas y partículas,
ayudados fior las nuevas generaciones de potentes acelera­
dores ahora en proceso de diseño y construccicm. Resulta
prioritario encontrar las partículas VV y Z, (|ue transportati
la fuerza débil. 'Lambién están en agenda los gluoties,
partículas responsables del intercambio de la más podero­
sa fiua'za fuerte. 1.a teoría jrredice la existencia de ocho
tipos de gluones, número relacionado con las tn;s clases
diferentes de «carga» o «color» (|ue pueden |Xisecr los
(|uarks.
A ix'sar de la aparente prolift-ración de «partículas
fundamentales» y «jiartículas trans|X)i'tacloras de fuerza»,
existe ahora una estructura básica en la física de partícu­
las. Ll «edificio liloc|ue», los C|uarks y los Iciitones, ginin
sobre sus ejes con spin un medio. Las partículas (|ue
transportan fuerza (radiaciones) —el Ibtém, las partículas
VV y Z, los gluones y los gravilones tienen un número
entero de unidades de spin: dos para el gravitón, y uno
para los demás. Los físicos pnxainin dar sentido a este
hecho a|3arenteinente extraño. Las teorías cpie lo intentan
se denominan «teorías de gauge» íde contraste; N I’).
VVeinbcrg y Salam ernjilearon cotí éxito una teoría de
otra teoría de gauge describe el modo en (|tte la fuerza
literte del glucín mantiene unidos los t|uarks eti |irotones u
otros bariones. Los físicos esperan cpie existíi una teoría de
gauge más general C[tte armonice ambas, y que combine
asimismo la fuerza fuerte con la débil y la electromagnéti­
ca. Las teorías de gauge fueron verilicatlas por un Jmeu
lísico belga, entonces estudiante de cUxtorado, llamado
(ierarcl ’t llooft. Ll problema (|ue cotnplicaba a estas
teorías residía en la imposibilidad tle renornuilizar las
partículas masivas de «spin uno». Lsto es. no tenían
sentido matemático porcjue daban resultados infinitos.
Ihxifl demoslrcí C|ue una cla.se particular de teorías (|ue
itivolucraban partículas masivas daba resultados finitos, \
desarrolló nuevas técnicas para tratarlas.
fres de las cuatro fuerzas qtie o]X'ran en la .Ntituraleza
estarán entonces cobijadas bajo el mismo techo. Seiemos
cayiaces de observarlas sólo como inanifésiaciones diíi-ren-
tcs d(' una única fuerza básica, al igual C|ue los cientílicos
batí pensado durante un siglo de la electricidad y el
magnelisnio como la misma fuerza básica felectromagné-
tica). Para prexeder a una analogía simple, consideremos
un cilindro C|ue parece diferente emitido lo miramos desde
distintas direcciones: desde la base seinejti un círi tilo,
mientras que visto de lado es un rcctiíngiilo. Realmente,
no sorprende que la fuerza básica de la Naturaleza |xieda
comportarse de diferentes maneras cuando están implica­
das partículas distintas en circunstaticias diferentes: se
manifiesta como la fuerza fuerte (|ue enlazti estrechametite
a los (|uarks, como las interacciones que iinjilictm a los
leptones en las desititcgniciones controladas |X)r la fuerza
débil, y como todas a(|uellas situaciones (|ue involucran
cargas eléctricas, como la polifacética liierza electro­
magnética de la electricidíid, el magnetismo y la luz.
Hacia la «realidad más remota»
Hoy día las teorías de gauge nos dicen algo acerca de
C(')ino está estructurado el Universo a un ui\el aún más
profundo, allí donde podemos obsert aiío como una mez­
cla compleja de «orden comjileto» y de «completo tlesor-
dcn». L.bia vez más, no pixiemos eiUetulerlo en los térmi­
nos de la kigica, pero pixlemos efectuar otra analogía. Lhi
terrón de azúcar es idtarneiue simétrico: sus seis caras
están maravillosamente ordenadas, y no existe razéin
kigica alguna para preferir una a otra; giremos el cubo, y
todas serán idénticas. Poro si lo dejamos caer .solire la
mesa, una de las caras tpiedará hacia arriba. La simetría
«se ha rolo», pues ahora hay una caracteiística distingui­
ble ; ¡solamente una cara se llena de polvo!;. L ii grado de
desorden ha penetrado en nuestra teoría ortletiada del
cubo de azúcar: no un completo desorden, sino una
coniribuciém t|ue }xxlríarnos considerar f|ue hace al cubo
más interesante. 19!)
 Un serio contendienle en !n
u m fu acw n de Indas las fuerzas
r Im rtin das es la teoría de la
«supergravedad». Sólo una clase
de partícula — la llam ada
«superpartícula» — puede
m an ifestarse como cualquier tipo
de partícu la de fu er z a , de quark
o de h’plón . L a atención se
centra ahora no en tas propias
partícu las, sino en los procesos
por los que la superpartícula
desem peña sus distintos papeles.

«supciparuíuliu’

;
g i t i o n c s :< le l a f u e r z a
fu e r te )
f o t ó n : d c la f u e r / a
r liT ir o m a g n c tic a :
p a r tíc u la s d e
lu f u e r / a < !cb il (|Ucirks
;
Kn el mundo real de las partículas fundamentales el mente distinto al de los Cjuarlvs, leptones y «partículas de
«orden» completo implicaría c|ue todas las partículas de fuerza» ahora conocidos. VVeinberg, por lo menos, cix'c
fueraa tienen masa cero. Esto es realmente cierto para los C|ue en la próxiitia década pueden veriflcíirse experimen­
fotones de la fucr/a electromagnética y para los gravitones, talmente estas «partículas de desorden»; aun cuando
pero las partículas VV y Z de la fuer/a débil |X)seen una algunos otros teóricos piensan que únicamente se trata de
gran masa: j)robablcmente .son unas l.'^O.OOO veces más elucubraciones matemáticas de la teoría.
pesadas que el electrón. Quizás, asombrosamente, el Pin el campo de la física de partículas nos alejamos del
«desorden» del Universo puede dar lugar a partículas interrogante que nos pide saber de qué están hechas las
masivas. En términos muy vulgares, |jodemos pensar en cosas. .'\1 parecer, los quarks y los leptones son los pilares
las partículas VV y Z como si fueran fotones ejue han básicos del edificio. Ea relación entn' estas partículas y las
«adcpiirido» masa portiue se ha introducido una cierta ftierzas es ahora prioritariti; y los físicos esftenin jxxler
cantidad de desorden. Esta es la esencia de la teoría de alcanzar un conocimiento más profundo del modo en r|iie
VV'einberg-Salam; las partículas básicas ejue transportan «partículas» y «fuerzas» se pueden relacioiuir con concep­
las fuerzas débil y electromagnética son las mismas, pero tos aún más básicos, tales como el coiillicto entre «ordt'ti»
las primeras implican cierto desorden cpie les confiere y «desorden» ¡«simetría» y «ruptura de la simetría» en el
masa, y esto (como vimos en el capítulo 6) significa ejue lenguaje de los físicos;. El tipo de «orden» al cual los
solamente actúan a corta distancia. físicos se refieren aejuí, se vincula estrechamente con las
Id físico Peter Higgs, de lidinburgo, fue el primero en «leyes de la Naturaleza», como la cjue establece c|uc la
combinar, en 1969, esta sutil clase de desorden :(«ruptura carga eléctrica no se puede crear ni dcstrtiir. Así pues, los
espontánea de la simetría») con las teorías de gauge y físicos procuran extender las leyes de la Naturaleza que
establecer el e.scenario de las actuales teorías. Sus cálculos conocemos, y anticipan (]uc con la adición ele un láctor
demostraron (|ue el «desorden» puede realmente aparecer extra de «desorden» resultaría finalmente ¡xisible jtrohar,
como una nueva clase de partícula, relativamente pesada, de í()rma bastante natural, (|tie las liierzas y las partículas
2(X) el mesón de Higgs, cuyo comportamiento sería radical­ del Universo serian las va encontradas. Tales teorías,
E l helio modelo e.sfdra/ de los
d ism de las g a la x ias se o iig h ia
en la giavilariiín. la fu erza
nalural menos itiletisa j cuya
naliiraleza básica aún no h a sido
comprendida. E sía fo to g ra fía de
.\iH3. de! O h.scnalorio
.in g loan slralian o, se ha
procesado especialm ente p a ia
m ostrar los detalles d é los brazos
esp irales: com párese con la
jo t o g r q fía nornud de Mll.'l de la
pág in a 164.
años (aun cuando trabajó en una época en la (|ue se
ignoraban otras fuerzas).
Un llierte eontendiente etijtaz. de lograi una teoría
euáuiiea gravittteional y una unilieaeic'ui con las olías
fuerzas, vinculándolas finalmente con los (|uarks \ Icjito-
lU's, es nn reciente descubrimiento llamado siipergramlad.
Ksta parte de la idea de un «orden» fundamental, exten­
diéndolo, para abarcar a «panículas» y «partículas de
liierza», como una supersimetría: a(|iií. la gravitacii'm
aparece, bien como «partícula de fuerza», bien como el
tipo de campo que descrilte la relatividad general. La
supergravedad es una forma elegante de combinar las
fuerzas, his partículas y la idea básica de «orden» en el
Universo; pero ,sé)lo se halht en s n s primertis ela|)iis.

inudio más profuiida^, ñus concluc'iiían a ivsponcln' nics-
lioiK'.s s(d)rc las (jiic las actuales teorías pcmitmecen
muelas; ¿cuántos (|uaiks y lc|)toncs liay?; y ¿por cinc los
r|uarks indi\idnales y los lc})toncs tienen masas pariietiki-
res c|iie podemos medir?
La gravitación, ¿hasta dónde?
Siguiendo uno de los últimos |)rogresos de la llsiea de
Itarlíeulas, nos hemos aventurado en uu terreno espeeuhiti-
\ü. Pero hay una fuer/.a cpie los eienlírieos no ])ueden
niedii’ en sus experimentos: la increíblemente débil fuerza
gravilaloria. lais teorías gravitaeionales ctnnbiarán indu­
dablemente en los próximos años. |>or(|ne —como hemos
visto varias veces en este libro no hay modo alguno de
eoinhinai' la teoría general de la relatividíid de Kinstein
con la teoría euántiea de los gravitones. I’,n astronomía, la
relatividad general (imeiona allí donde la teorúi origitial
de Newlon, y las de otros muchos, habían fallado. Pero el
intcixambio de gravitones tiene e|iie estar ¡m]rlieado
iiieluso a nn nivel básico. V en las extrañas eondieioues de
una «singulai'idad» dentro tle un agujero negro, o en el Big
Bang del comienzo del l'niverso, la relatividad general no
explica nada. Kn tales eireunslaneias, se hace ftreeisa una
muy solistietula teoría euántiea de la gravitación.
Nadie tieru' aún niueha idea riel modo en <|ue, linal-
menie, estii teoría saldrá a la luz, o d(' qué extntñas
|)redieei(jnes eotitendrá. Para cuando se llegue a(|uí, los
lisíeos se habrán dedicado con em|)eño a la tarea de
relaeion;(r la teorííi gravittitoria con la de las otras tres
fuerzas, listo es lo (|ue persigne la teoría del campo
unilietido, a la (|ue Kinstein dedicó muchos infructuosos
El espacio inquieto
.\lgunos lísicos, dirigidos por el americano )ohn \\ heder \
el soviético Andrei Sajarov, desean comenzar por el nivel
más fundamental posible y seguir de modo ascendente
con la esperanza de llegar hasta las fuerzíis y |)arlíeulas
eonoeidas desde el espacio vtieío (|uees el lontlo de todo
lo (|iie ocuri'c en el Universo. Señalan una aiuilogía simple
con el mundo cotidiano. L na banda de goma es «elástica»
por l;t forma en t|ue están organizadas sus moléculas
constituyentes. Sin embargo, aun cuando midamos con
exactitud la elasticidad de la goma, nunca podremos
deducir a partir de ello (|itc la goma cstfi liirmada por
moléculas. Solamente cuando sepamos a priori f|ue la
materia está formada por moléculas a partir tle innume-
rtibles ex])erimentos tísicos y t|uímicos), ])odremos denios-
imr cómo estas moléculas contieren a l;t goma la extraña
pro])iedad de ser elástica.
¿Ks quizá la gravitación una especie de «elasticidad» del
espacio, debida a una desconocida estructura a pet|ueña
escala del propio cs]Xicio? Desde esta perspectiva, por
mucho (|ue estudiemos la gnivitación no ¡jodiemos a¡)ren-
der nada más básico acerca de ella. Los lísictjs deben
comenzar por estudiar cpié es el espacio. I’ero, seguramen­
te, se podrá argüir (¡ne el espacio es líiúeamente vacio.
.AiuKjLie ya no sería ésta la opinitín de los lísicos modernos.
Recordemos tjue en el capítulo (i discutíamos el modo en
fjue las fuerzíis eran transportadas por ¡Jartít tilas «v irtua­
les», pai tíeulas de tuerza tjue aparecen y tlesaparecen eii
tiempos tan cortos (¡ue nos resulta inijiosible medirkts
direetamente. Ul ¡jrineifjio de incertidumbre de I leisen-
berg nos impide observarlas como ptirtít tilas reales. Ul
único modo en cjue sabemos cpie se iniercambitm reside en
cjue existe la fuerza. Ue.se :i (|ue ningún lísico h;i encontra­
do un gluéjii en sus experimentos, el poder tle la bomba de
hidnígeno es adecuado testimonio de tjui' son muy reales
los gltiones de tan corta vida (¡tic transporttm la fuerza
fuerte.
Asimismo, en l;i cxplosit'm de agtijeros negros de Ste-
¡jhen Havvking vimos (¡ue los pares electrón-positrón
pueden existir dtinmtc el breve tiem¡)o ¡jermitido ¡lor el
]jrinei|)io de incertidnmbre (;t menos (¡ue uno de ellos
cíúga dentro del agujero y el otro esctipe como uiiti
partíetila real:. Así pues, el espacio vacío entero está lleno
de ('limeras ¡jartíctthts tpie aparecen y desaparecen deiuar
siado rájjidamente como para (¡ue las apreciemos. Pero, 201
 i ,t m ayor radiotelescopio de!
mundo es un p lato enrejada jij o
de 3 0 5 m etros de diám etro,
suspendido en una hondonada
natural cerca de A recibo. Puerto
R ico. lis ta antena se n liliza
tanto en radio como en
astronom ía de radar, y se la ha
em pleado p a ra transm itir el
prim er m ensaje humano
interestelar intencionado a l
esp ad o , ¡ ‘osee potencia sujiciente
p a ra com unicar con una antena
.sim ilar situada en cualquier
lugar de nuestra G a lax ia.

indudablemente, existen. Se ha medido el efeeto de estas
partículas virtuales sobre el movimiento del electrón en el
átomo de hidrógeno, y el mismo concuerda con la teoría.
VVheeler y Sajarov van más lejos, y sostienen (|uc esta
«estructura espumosa» de; fugaces partículas y antipartícu­
las en el espacio es la causa de la fuerza ([ue llamamos
gravitación, tal como la estructura de la molécula de
goma determinaba su elasticidad.
El decano de los agujeros negros, Havvking, Ih^va estas
«fluctuaciones del vacío» aún más allá. Las fugaces
partículas jtodrían constituir brevemente minúsculos agu­
jeros negros - de sólo 0,00(M)()()()0()()()0()OOÜOOOOOOÜÜ006(K)
000001 metros de diámetro, y 0,0000001 gramos de peso
que se evaporarían de inmediato. Aun cuando estos
(¡limeros agujeros negros, de vida tan corta que no nos
permite detectarlos directamente, pueden parec(;r inconse­
cuentes, Hawking piensa que a largo plazo pueden tener
profundos electos.
202 Su trabajo sobre la teoría de los agujeros ii(¡gros le llevó
a considtTar que estos objetos son una limitacicin más
fundamental que la del principio de incertidumbre de
Hci.senberg, lo que de por sí signilica que nunca podremos
calcular con absoluta seguridad cuál st'iá el r('sultado de
un experimento. El «principio de ignorancia» de Hawking
establece rjue en un agujero negro se pierde toda la
información ((¡xcepto la masa total, el spin y la carga del
agujero). Y los diminutos y eliineros agujeros negros, que
continuamente aparecen y desaparecen a través del espa­
cio, en algún sentido pueden estar sustrayéndonos conoci­
miento .sobre el Universo.
Se .sabe que Einstein jamás aceptó realmente el princi­
pio de Heisenbcrg, o sea la idea de que el puro azar Juega
un papel importante en el Universo; y sí insistía en (|iic
«Dios no juega a los dados». Hawking va más lejos (|ue
Heisenbcrg, y con los agujeros iu;gros in mente dirá esta
frase ampliando la de Einstein: «Dios no sólo juega a los
dados, sino (pie a veces los arroja allí donde no se puede
ver.»
Sólo recientemente han aceptado estiwieron originalm ente unidas a
tos geólogos que tos continentes A frica y a la A ntártida.
terrestres se m ueren; ah ora se Indudablem ente, nuestro p lan eta
piensa que la In d ia y S ri reserva aún m uchas sorpresas a
¡Mtika, vistas a q u í desde una los cien tíficos.
cápsula tripulada G ém inis,
El laboratorio del Universo
Después de nuestra excursión [x>r las tortuosas sendas cjue
los íísicos siguen actualmente en su búscjuedá de la
cstnjctura básica dcl Universo, volvamos nuestros ojos
hacia el cielo. Los astrónomos se han beneficiado profun­
damente de los descubrimientos de los físicos: dcs])ués de
todo, estos habían predicho las estrellas de neutrones y los
agujeros negros mucho antes de cjue los astrónomos los
encontraran; y la teoría de la evolución de las estrellas se
hallaría en precario estado sin el conocimiento de las
reacciones nucleares aportado por los íísicos. Aun cuando
el proce.so no ha sido unívoco, pues los astrónomos
también han efectuado su contribución a la física.
En primer lugar, muy poco sabríamos acerca de la
gravitación si nuestra ciencia .se limitase a la Tierra.
Unicamente en un laboratorio a escala cósmica obtenemos
suficiente materia concentrada como para permitir c|ue la
gravitación vénza a las otras fuerzas. Eos agttjcros negros
son el experimento gravitatorio más reciente de la Natura­
leza que tenemos el privilegio de estudiar. Pero los ensayos
astronómicos de la teoría gravitatoria tienen una larga
historia; datan de tiempo atrás, cuando Ncwton comparó
la velocidad de caída de una manzana con el movimiento
de la f.una alrededor de la Tierra.
Las estrellas de neutrones, que se nos presentan como
púlsars, son una clase de materia demasiado densa conio
para c|ue la podamos íabi icar en la Tierra; y las superno-
vas son explosiones de una potencia (]uc no podemos
emular. Ambas implican situaciones ante las cuales los
astrofísicos simplemente toman asiento en el laboratorio
de la Naturaleza y observan los resultados de un «experi­
mento» situado más allá de nuestra propia capacidad.
En la interrclación entre físicos y asiiónomos hay un
lema fascinante al que solamente puerh'u acceder los
astrónomos. ¿Carnltian con el tiempo algunas cantidades
fíindamentales, tales como la carga del electrón y el
número que relaciona la energía y la kaigitud de onda de
un fotón (constante de Planck;? Eos físicos tienen (jue
realizar sus experimentos en cf ]jresente, pero los astróno­
mos pueden introducirse en el pasado cuando oltservan
objetos muy lejanos: al examinar la «línea» de radio de 21
cm. del hidrógeno, así como las líneas del cs|ieclro óptico
de los ejuásars lejanos, comprueban tpie las constantes
físicas no varían (o, si lo hacen, ello sólo puede ocurrir de
una forma muy especial). Las ob.servaciones astronómicas
nos dicen cjue las fuerzas y partículas básicas del Universo
no han cambiado desde los primeros momentos.
Para seguii' con la astronomía, las próximas dos décadas
asistirán al envío de .sondas espaciales c|ue visiten a todos
los planetas (cxce|)to al remoto Pintón); y posiljlemente
incluso al cometa Ualley en su retorno en 19H6. Eos
planetólogos podrán ajustar con mayor precisión las
desviaciones individuales de los planetas y, tle esta fiama
tan fascinante, comenzarán a explorar las misteiiosas
lunas de los |)lanetas exteriores. El estudio de la Tierra
también progresará, ya cjue no hace mucho que los
geólogos han aceptado (|ue la corlt'za de la ’l’ierra está rotti
y se mueve continuamente en grandes placas cjue trans­
portan los continentes. De.sconocernos todavía el modo en
(juc esos enormes y [tesados trozets de corteza son [tropulsa-
dos con energía suficiente conut partí cjue emeijan, al
colisionar, cordilleras como la del Ilimalaya.
1.0.S neutrinos desaparecidos del Sol experimentan el
acoso de una nueva generaeiéin de detectores de tieutrinos
más sensibles cjue el de Raymond Davis, que recogertín
mayor cantidad de neutrinos de más baja energía. Ixis
astrétnomos tendrán así, al menos, evidencia directa del
horno termonuclear cjue mantiene brillando a nuestro Sol.
Esto se complementará con estudios de las diminutas y
regulares ¡julsaciones de la superficie del Sol, objeto de
debate en los últimos años, <jue eventutdrnente jtodrían
revelar alguna evidencia independiente sobre l;i estructuiti
dcl Sol. .\mbos estudios constituyen pruebas de nuestras
ideas actuales sobre el interior de las estrellas y su
evoluciém.
Los astrónomos mantendrán asimismo sintonizados sus
radiotelescopios con el propósito de recibir jjosibles señales
de otras civilizaciones. Es ésta una búsejueda en la cjue no
podemos estimar la probabilidad de éxito. Uiertainente,
llegar a captar un mensaje de otro mundo su[}oudría el
acontecimiento más emocionante lóijado jior los astréino-
inos. Sus probables consecuencias no competen ni a
astréinornos ni a físicos, sino cjue [K-rtenecen a la esfna de
psicólogos \' sociólogos.
En este breve panorama de algunos de los jtroblemas y
retos con que se enfrentan los astrónomos, terminaremos
con las regiones más externas del Univer.so. Exjjlicamos
por extenso, en el capítulo 10, las dificultades (|ue afrontan
los investigadores de las galaxias, tales como el problema
de la «masa desaparecida» y los terriblemente |)otenies 20.'1
 ¡Mi naves cspavinle.s l ‘wneer 10
1' //, ahora fu era del sistema
solar, llevan esta tarjeta de
visita interestelar, ¡.os circuios
( a r r ib a ) representan átom os de
hidrógeno: las lineas radiales
(cen tro ), las direcciones de
ciertos pú lsars de.\de el S o l; la
hilera de circuios ( a b a j o ) , el S ol
y los plan etas. L os dibujos
(d erech a ) pueden ser
com prensibles a l menos en parte
p a ra uner'cultura ajena.
en un avión U-2 capté) tma \ariación. Ll cielo |)arece estar
ligeramente más «caliente» en la dirección de la constela-
ckin de Leo.
Desgraciadamente, e.sa no era la dirección C|ue los
astrónomos habúin preclicho. Si tomamos el resultado
como valor nominal y permitido por el movimiento del
•Sol, resulta (|ue nuestra Galaxia atraviesa rápidamente .su
e.spacio local a la asombrosa velocidad de bOO kikimetros

(D-Ó /'
C|uásars (|i k - albergan algunas galaxiají. Tampoco está aun
resuelta la formación de las (galaxias. A(juí habrá de
prestar su ayuda la radiación de lijiido de radicj. Kste
tenue susurro del espacio bien |iodría contener el secreto
de al,launas de las más ardutis cuestiones cine nos plantea­
mos acerca del Universo. Ya se ha demolido la teoría del
estado estable, esa elt!gante teoría cosmokígica C{ue afirma­
ba (|ue el Universo siempre es el mismo. Contintiamente
.se construyen instrumentos más peiieccionados, t:on el
propósito de medir lo uniformemente «brillante» cjue es el
cielo ;'en términos de radio;. Los astrónomos esjteran cine
haya extensiones un ])oeo más calientes, y otras algo más
(rías; pues el gas no [termaneció unifórme, sino t|uc se
agrujío en nubes que finalmente se colapsaron tai galaxias.
Hasta ahora nadie las ha descubierto, pero, en cualtiuier
caso, nos dirían tilgo acercti de cómo se formaron las
galaxias.
Dejando de ladt) este jtosible remiendo a pequeña escala
de la radiación de fondo, hay razones para .sospechar t|ue
no puede existir la misma temperatura en todo el cielo.
Recuérdese c|uc ntiestra cosmología mostralta cinc el
espacio se exjtande como la masa entre las pasas de un
creciente pastel de frutas. L1 fondo de ratliaciém nos llega
desde todas partes; y podríamos esperar f|ue todo perma­
nece a la misma temperatura sólo si estuviéramos en
reposo relativo con respecto al es|Dacio tjue nos rtjclca, es
decir como si fitéramos una (tasa (jue no se mueve a través
del pastel. Tero en el Universo real no estamos en reposo.
Incluso si nuestra Galaxia fue.se fija respecto a su esjtacio
local, el Sol transporta al sistema solar a unos 2.'i0
kikimetros por segundo, y el ktndo parecerá más caliente
en la dirección en la c|ue el Sol se dirige. Los cálculos han
demostrado (|ue la variación debería ser de únicamente
unas ctiantas milésimas de grados en la temperattira del
2(H fondo, pero en 1977 un sensible receptor de radio instalado
|jor segundo. De hecho, todo el grupo local de galaxias
tendría cpie hallarse en movimiento a esta alta velocidad;
y lo mismo debería sucedcrle a nuestro inmenso ciimulo
de galaxias vecino en la constelaciétn de \'irgo. .\ los
astrónomos no les satisface este resultado. La mayor parte
de las medieiones anteriores habían sugerido t|ue cada
galaxia est;i bien «fijada» a su zona local del espacio.
(Aun(|ue las galaxias distantes ,sé septiren unas de otras,
esto sólo ocurre así |)or(|ue se exi);mde el esp;icio etitre
ellas.;: Si posteriores ex])erimentos confintian este primer
resultado, habrá de alterarse la opinión de los astrónomos
acercít del modo en (|ue se relacionan las galaxias y el
espacio f|ue las rodea.
Steirhen Havvking ha mostrado C|ue el ktndo de radia-
ciétn uniktrmemente repartido prueba (|ue el Universo
como conjtinto no está girando. Si situásemos titt giróscofX)
en el espacio, a|)untaría siem|)re en la misma dirección.
Hawking demostró asimismo cpie, en relación con tal
giróscopo, el Universo ha gintclo, en sti sida media de
l.'i.OOü millones de años, tm ángulo menor tpie ttna
millonésima del diámetro aparente de l;i Luna. .Mgttnas
teorías cosmokigicas relacionan la dirección fpie señalan
constantemente los giróscopos y nuestras idetts de inercia
resistenci.'i a la aceleración con las masas lejtinas del
Universo; y el resultado de Hawking es buena evideticia
de (|ue })tiede ser ;isí. De esta forma se hace |)atenie el
hecho de la ttbservación astronómica modertia acoplada
con las teorías de la física.
El principio antrópico
Hemos concentiiido este libro en las lionteras obvias del
conocimiento: lo mtiy grande y lo muy pec|tteño. Sin
embargo, la investigaciérn científica no se centni única­
mente en los extremos. Tor ejemplo, los físicos también
estudian cómo se comportan los átomos en los sólidos y en
los líquidos; y de este tipo de investigaciéai sttrgen dis|)osi-
tivos como ios transistores y los circuitos integrados, (|ite
están transfiirmando nuestras vitlas cotidianas. L o s quími­
cos investigan cttmo eamltian las molécuhts dtirante el
cur.so de una reacciéin qtiímica y eómo, asimismo, prodti-
cen una am|)lia variedad de nuevos |rroductos.
Desde ttn punto de vista «ortodoxo» extremo, esta
investigación es de nivel mtiy intermedio. Sé)lo interviene
la relativamente bien conocida ftterza electrom;ignétic;i;
las únicas partículas son los núcleos atómicos y sus
electrones, otra vez amigos. ¿(,¿tté hay de nuevo o tjtié hay
(|ue averiguar ac|ttí? Realmente, la respuest;i se encueniia
en la complejidad de las interacciones t|ue tienen lugar
ettíindo se agrupan los átomos. I tóricamente, sería posible
predecir el resuliadf) de cuak|ttier reacciétn (|uímica etilcti-
lando todas las fuerzas existentes entre lodos los núcleos y
electrones que intervienen; pero en la práctica esto se sitúa
L oi cráteres d el m eteorito de la vida fu e traída a la T ierra
Henbury, en A u stralia, desde e l espacio en pequeños
devastación origin ada p o r la gran os m eleorüicos. E stas
caída de restos interplanetarios. controversias son esen ciales p a ra
En una reciente y controvertida la cien cia, pues obligan a los
teoría, sir F r e d H qyie y C handra cien tíficos a reexam inar sus
W ickram asinghe sostuvieron que evidencias y sus interpretaciones.
muclio más allá del alcance de los más modernos ordena­
dores. Resulta más sensato dejar que la Naturaleza efectúe
estos cálculos en su forma habitual, mezclándose los
componentes de dos tubos de ensayo y estudiando los
resultados.
En las ciencias biológicas, la complejidad ha ido incluso
más allá de cualquier esperanza de cálculo. Como vimos
en el capítulo 5, hay (;xccsivas reacciones involucradas, y
todas interrelacionadas; los bioquímicos se hallan todavía
en el estadio de procurar descifrar los secretos de la vida.
Aun cuando los experimentos que emplean materiales de
la Naturaleza nos brindan la oportunidad de fórjar la
ingeniería genética, ésta supone en verdad sólo lo que su
denominación implica: ocuparse de las partes que las
células ya han proporcionado. Algunas de las moléculas
más simples de la vida, como la insulina, pueden sinteti­
zarse en el laboratorio (en un futuro veremos que se
producen muchas más); pero la posibilidad de construir
una célula viva de la nada está lejos de nuestro alcance. Y
si, en efecto, pudiéramos lograrlo, se trataría de una mera
copia de lo ya hecho por la Naturaleza. Planificar un
nuevo programa de vida, utilizando distintas moléculas y
procesos diferentes a los de la Naturaleza, es algo que se
sitúa más allá de nuestra imaginación.
Como ya hemos visto, las criaturas vivas tienen una
evolución algo extraña en el Universo. A partir de elemen­
tos sencillos, reforzados mcxliantc algo tan exótico como la
fuerza electromagnética, la vida ha evolucionado hasta
sistemas de tremenda complejidad. Y no sólo como una
mezcla compleja al azar: los procesos de la vida constitu­
yen el culmen de la organización. Los millones de molécu­
las de cada célula están dirigidos para actuar al unísono:
para contraer un músculo, para portar un mensaje eléctri­
co, paia alimentar, para reproducir. En cierto modo,
todos los procesos gobernados por el .\I)N central y
ejecutados por las proteínas han creado agregados maravi­
llosos de materia en nuestro planeta, materia c|ue está
viva: el encantador donaire de un abeto de Douglas; la
llamativa belleza de una libélula; los pensamientos y los
sueños del homo sapiens.
ü e hecho, todo es sumamente maravilloso: la vida
parece realmente milagrosa cuando la contemplamos
desde el contexto del Universo. Así pues, deben de haberse
dado muchas «coincidencias» para (jue la vida pueda
existir. Las fuerzas de la Naturaleza tienen tjue estar
equilibradas, tal como los quarks constituyen los protones
estables y los neutrones de los núcleos .son estables para
mantener a los protones frente a sus mutuas repulsiones
eléctrica.s. La acción recíproca de las fuerzas fuerte y
electromagnética en los núcleos tiene tpie ser así para
a.segurar cjue los núcleos más pet|uefios sc'an estables, al
menos durante miles de millones de años. debe de haber
otras partículas que no experimenten la fuerza fuerte y
puedan, por con.siguiente, situarse en óii)ita en torno al
núcleo sin ser arrastradas por él; estas partículas, los
205
 ¿Im plosión o explosión? A pesar
de tratarse de una de las
g a la x ia s anorm ales m ás
próxim as, la controversia sobre
la apariencia distorsionada de
M 8 2 aiín entusiasm a.
U nicam ente m as ob.servacwnes,
con nuevas técnicas, pueden
resolver estas disputas
aslrnnom icas. ( Copyright del
Instituto de T ecn ología de
C aliforn ia y la Institución
C arnegie ele W ashington.
Reproducido con perm iso de los
O hsetvalorios H a le .)

clecirones, tienen que Knier asimismo nn «principio ele
exclusión» (jue los mantenga en órbitas diferentes; si todos
los electrones pudieran hallarse en la órbita más pcc|ueña,
todos los elementos tendrían idénticas propiedades ciními-
cas. Tiene que existir una disposición particular de electro­
nes en un e.lemento, el carbono, (|ue le permita formar las
largas cadenas indispcnsal)les para los compk'jos procesos
de la vida.
Y así, suma y sigue. Si no existiera la liier/.a débil, el Sol
no hubiera podido mantenerse brillando el tiemjx) sufi­
ciente para que la vida evolucionara. Si el [irojiio Big Bang
se hubiese atenido al ideal de los teóricos y hubiera
contenido cantidades exactamente iguales de materia y
antimateria, no habría existido materia después de haber­
se enfriado hasta el punto de aniquilación; y el Universo
de hoy sería aburrido, sólo consistiría en radiación...
Pero dejemos esta espcculaciéin. Si el Universo dilirjese,
auiK|ue .séilo fuera ligeramenU!, en la intensidad de sus
fuerzas, o en cifras corno las de la constantt' dtr radiaciéin
206 de Planck, la vida no habría ajtarccido y nosotros no
estaríamos aquí. Explicar o comprender un milagro no
implica necesariamente (|ue sea menos maravilloso. Eos
investigadores científicos no son menos «religiosos» f|ue
cualquier otro grupo de hombres; cuando alguien se
enfrenta día a día con las maravillas del Universo, resulta
natural experimentar un sentimiento de temor.
Existe además otra manera de apreciar el notable orden
del Universo, su curiosa propiedad de admitir vida e
inteligencia. Supongamos un número infinito de universos.
Si nuestro Universo oscila perpetitamcnte desde el «Big
Crunch-Bang» hasta el «Big Crunch-Bang», podríatnos
imaginar (|ue los demás universos tienen ciclos de existen­
cia anteriores o posteriores a los nuestros. Sin embargo,
inclu.so si nuestro Univer.so es «abierto», podría haber
fuera otros universos tridimensionales en nna cuarta
ditiiensiétn; no podemos imagitiarlo, pero es algo tan
posible como apilar lutjas de papel «bidiruensional» en
una tercera (altura) dimensión.
Ahora bien, cada uno de estos universos podría poseer
diíérentes leyes lísicás, jtartículas fundamentales distintas
Urnt ¡^ataxia esp iral, .NGC
45(>5, vista de lan lo. T atito las
observaciones astronóm icas como
las de física fw ulam entat
muestran nn orden básico en el
I niverso. !,as comptejidmles
tienen lag a r a una escala
interm edia, pues la com plejidad
es esen cial p a ra la existencia de
seres inteligentes como el hom bre.
F o to g rafía de los observatorios
.Monte h ’il.son F alom ar.
procesos d(; la vicia tuxc'siiainos donictuos más pesados
(|U(í ('1 liidr(')gcmo y el helio del Big Baiig. (lomo ésios se
(i)rjan en las estrellas, y sos vidas medias son aproximada­
mente de un millar de millones de años, el Universo tie­
ne (|iie haber estado exj)andi('iidose durante- este tiempo
para c|ue la vida apareciera.
Stephen Hawking y sns eolcígas divulgaron el prinei|)io
antr(')|)kx) en los círculos astroncmiicccs. Kstaban particular-
meiue intrigados por (-1 fiaido iinirorme de ruido de radio,
l’or dondec|uiera c|ue ,se mire, el Ibndo de radio se halla a
la misma temperatura (ignorando el movimiento de
nucstra Gahixia). Así, en la época en c|ue la radiación
abandonó cd gas inicial, cuando la edad del Utiiverso era
solamente de alrcídedor de un millón de años, las diléren-
tes parles del Universo (|uc vemos en el cielo estaban a
más de un millón de años luz umis de otras, (jada parte
del gas ignoraba la Umiperatura Cjiuí tenía el resto, y era de
esperar c|ue el cielo variara bruscamente de tcmjK-ratura
de nn lugar a otro.
Stephen Havvking y Bany Collins arguyen C|ue sólo en
a(|uellos e.scasos universos en los que ocurrió c|uc todo el
gas estuviese a igual temperatura pudieron Ictrmarse
galaxias; y sin galaxias no habría habido c-strcllas, ni
planetas, ni vida. «Desde esta perspectiva», sostienen, «el
hedió de que observemo.s que el Universo es isótro|)o sería
simplemente un reflejo de nuestra propia existencia».

y dirercnies fuerzas. V la gran mayoría de ellos serían un
caos total; scílo en unos cuantos, entre todos estos univer­
sos, la estnietura inicial de la Naturaleza habría sido tal
como para [x-rmitir cine resplandeciesen las estrellas y se
diesen todas las demás «coincidencias» antes mencionadas
(|ue rec|uiere la vida. Por consiguiente, cualquier universo
en el ([ue evoluciotiara la vida habría de ser orde-nado, con
un determinado ec|uilibrio crítico ck; fuerzas y partículas.
Según este «|)rincipio anlrópico», no es coincidencia el (|ue
vivamos en un Universo ordenado.
■Además, ahora contamos con la láscinanle posibilidad
de predecir algo acertxi dcl Universo, simplemente por el
hecho de estar en él. Hasta el momento, estas pr<-diccion(;s
han sido retrospectivas, pero astréinomos y físi<-os han
señalado c|ue habríamos sido capaces de predecir hechos
ahora conocidos. Kl (isico americano Robcrt Dicke fue el
primero en mostrar (|ue el Universo deb(- de ser «muy
grande» -la distancia (|iie ])ueden alcanzar los astróno­
mos debe de ser de varios miles de millones de años luz
sólo ]X)r el hecho de encontrarnos aquí. Para los complejos
El viaje inconcluso
Los investigadores que emplean sus vidas en tratar de
responder, aunque más no fuere, a una fracciém de
nuestras cuestiones, tienen mucha tarea por delante.
Cnakjuiera t|ue sea el campo de invesligackm, existe la
erruxión de encontrar algo nuevo. Aun<|ue sólo sea un
descubrimiento muy pcc|ueño, un científico puctle llegar a
jx-nsar: «He sido el primero en conocer tal o cual cosa
acerca dcl U’nivtnso.»
Ua ciencia ofrece tanta .satisfacción intelectual y perso­
nal corno cuak|uier otra actividad humana. Y es un
camjx) en el (|ue cualc|uier esfuerzo, por- pequeño que sea,
acaba siendo compensado. Un música resulta rehilivamen-
Ic simple escribir una buena melodía; se le da vueltas
hasta adaptarla o incluirla en determinada estructura.
Hay compositores cpie 0])in;in (|ue tan pronto como una
pieza está csci itti, .se jtiei'de l;i idtst intrameme musical. Por
el conliario, en ciencia, un;i idea o una observíición cruckil
de un científico puede encontrar su realización en el
trabajo de otro. Ua ciencia im|)lica una búsquedti mucho
más social (|ue l;i de componer o c.scribir, ya (juc la
colaboración y la discusión de las ideas constituyen su
alma.
Kl dominio de la ciencia se ha ensttnchado gradual­
mente. Hace cincuenta años haixía parecido absurda la
idea de (|ue pudiéramos obsei\ar el interior del protón,
hablar acerca de la primera eentésinia de .segundo de la
existencia d(á L. niveiso, manipular el material hereditario
de nuestras células o viajar a la Luna. Sin embargo, un
dominio que la ciencia .sólo ha hollado ligeramente es el de
la actividad de nuestra mente. Las incursiones en la
]).sicología, las ciencias del comporltuniento y la bio(]uími-
ca del cerebro reducen |xiulatinainenlc nuestro [iropio 207
 dcscoriociinicnio, tanto cotno los intentos, cada vez más
frcaicntes, en el terreno de la parapsieología; y ello, pese a
que la mente humana es un emplazamiento terriblemente
eompli<-ado. I'ái ella se eneuentni todo lo tjue no es
«ciencia»: amor, alegría, éxtasis, las más íntimas emocio­
nes, así como los misteriosos estados de trance y — ¿tal
vez?— la energía psít]uica. La acción rccípntca entre la
deducción científica y estos rasgos fundamentalmente
humanos promete ser un drama fascinante. Hasta joodría-
mos retroceder a las actitudes de los pueblos antiguos, c|ue
no distinguían entre ciencia y (ilosoíia.
¿ la n lejos hemos llegado desde Ernjjédocles, con su
simple mundo de cuatro «elementos» y dos «fuerzas»? lin
términos prácticos, un camino muy largo. Nuestro progre­
so en el conocimiento de la materia nos ha traído
electricidad a nuestros hogares, fuentes de energía situadas
mucho más allá de la comprensión de Empédocles, nuevos
materiales, tecnología para explorar el espacio; de hecho,
todos los avances C|ue hacen que nuestro mundo sea tan
diferente al de los antiguos griegos.
Sin embargo, al diseccionar la materia en sus constitu­
yentes más menudos, hemos dejado atrás el sentido
común. En contraposicié)ii con la tierra, el agua, el aire y
el fuego de Empédocles, carecemos de una sensación
instintiva de los quarks y de los leptoncs; al parecer, éstos
se comportan de formas tan extrañas t^uc los físicos sé)lo
pueden exjtresarlos sensiblemente mediante ecuaciones
matemáticas. No nos emocionarnos ante las unidades
básicas c|ue constituyen nuestro Universo; incluso pensa­
208
mos que es realmente sorprendente Cjue su dominio sea
tan diferente en tamaño del nuestro. A pesar’ de todo,
cuando los físicos intentan explicar las partíctrlas y las
fuerzas t:orno continiración de un «orden» y irn «de.sordcn»
fundamental, surgen sorprendentes reminiscencias con las
«fuerzas» de Empédocles de amor y odio, traducidas a
veces en términos de «t:ontienda».
Nosotros ocupamos un terreno neirtral. Cada cual
constituye una interacción entre las fuerzas y las partículas
fundamentales de la Naturaleza, entidades que no pcxle-
mos comprender intuitivamente, pero que se agrupan de a
trilloncs para constituir el mundo y constituirnos. De una
forma casi mágica, la falta de lógica de lo infínitamertte
pequeño constrtrye la lógica del mundo cotidiano.
Somos una minúscula parle de un Universo infrnito,
motas insignifreantes sobre un jtequeño planeta en órbita
alrededor de una estrella media en una galaxia típica. Al
contemplar una clara y estrellada noche sentitTios lo
remoto que es el resto del Universo, y lo pe(|treño que es el
hombre. Pero somos inteligentes: con diligencia y rigor
hemos sondeado el Universo, desde lo inirtiaginablertiente
pequeño hasta lo que está infinitamente más allá de
nuestro entendimiento. Sin embargo, la ciencia coirtirrúa
requiriendo nuevas respuestas a nuevos interrogantes.
Estamos a punto de descubrir el armazón (|tie liga lo muy
pet]iteño con lo excesivamente grande; el telón comienza a
alzarse. Respondemos así a las antiguas cuestioties; conreit-
zamos, aunque sólo sea en cierta medida, a comprender el
U niverso.
GLOSARIO
aceleración Rapidez con que aumenta la velocidad; es decir,
incremento de velocidad por unidad de tiempo,
acelerador Física: dispo.sitivo que aumenta por medio de un
campo eléctrico la energía cinética fmovimiento; de una par­
tícula.
ADN Acido dcsoxirribonucleico. Moléculas en forma de largas
hebras que almacenan la información genética; se encuentran en
los cromosomas del núcleo celular.
agujero negro Cuerpo tan condensado que su velocidad de
escape es mayor que la velocidad de la luz, de forma que no
puede escapar nada cjue caiga en él, ni siquiera la luz. Los
agujeros negros pueden originarse en la última etapa de la
evolución de una estrella; los mayores pueden aparecer en los
centros de las galaxias, y los muy pequeños pueden haber
sobrevivido desde el comienzo del Universo,
alquimia .\rte precientífico c|ue floreció desde aproximachi-
mente el año ,í(X) dC hasta finales del medievo, y que pretendía
transmutar metales básicos en oro, lograr la inmortalidad
humana, etc., por medio de la astrología, el misticismo y lemas
afines. Es la antecesora de la química moderna,
aminoácidos Grupo de unos veinte ácidos que se presentan en
la Naturaleza y que se unen para formar cadenas llamadas
proteínas. .Son esenciales para la vida; aunque los aminoácidos
esenciales son específicamente aquellos que el organismo no puede
sintetizar y debe obtener de su entorno (ocho en el hombre),
anillo de almacenamiento Dispositivo empleado en física de
panículas que mantiene a las partículas circulando para generar
haces de altas intensidades.
antimateria .Vlateria compuesta de antipartículas,
antipartícula Partícula que tiene la misma ma.sa, pero carac­
terísticas (carga eléctrica, etc.) exaetamente opuestas a su
correspondiente «ordinaria». Cuando se encuentran una partícu­
la y su antipartícula, se aniquilan instantáneamente liberando
energía.
año luz Distancia que recorre la luz en un año. Se utiliza para
medir las grandes distancias fuera de nuestro sistema solar.
ARN Acido ribonucleico. Sustancia de la célula viva que
recoge y transfiere la infiirmación hereditaria almacenada en el
;\D.\.
asteroide Uno de los miles de planetoides, o planetas menores
el mayor de apenas 1.000 kilómetros de diámetro— situados
en órbita alrededor del Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter,
astrofísica Rama de la astronomía a la que incumbe la
composición de los astros, así como la interacción entre materia y
energía en su interior y en el espacio que los rodea,
astrología Antiguo arte de predecir el destino humano me­
diante la ob.servación de los astros.
astronomía Estudio de los astros, de sus posiciones relativas,
de su movimiento y de su naturaleza,
átomo Parte más pequeña de un elemento.
barión Tipo de partíi:ula subatómica, como el prottin o el
neutrón, de peso relativamente alto y compuesta por tres Cjuarks.
binario Dual; tjue se refiere a un par. .Astronomía: sistema de
dos astros (]ue giran alrededor de su i:entro de gravedad común,
es decir una «estrella doble».
biología Estudio de la vida, l’iene dos ramas fundamentales,
botánica y zoología (plantas y animales), así como otros temas
conexos.
bioquímica (Jin'mica de la materia viva, una especialidad de
la biología.
blanco Luz blanca: un;i luz (jue se puede descomponer en
todos los colores del e.spectro. Agujero blanco: teóricamente
opuesto a agujero negro, una fuente de energía t|ue en la
actualidad .se piensa que no existe. Enana blanca: estrella
pequeña y densa de baja luminosidad; a causa de su petjueño
tamaño es muy caliente y por ello aparece blanca,
bomba atómica .Arma basada en el principio de la fisión, en
la que se reúnen dos ma.sas de un material lisionable adecuado,
cada una menor t]ue una masa crítica. La masa total es mayor
(jue la masa crítica necesaria para la fisión nuclear, y da lugar a
una reacción en cadena incontrolable c|ue libera grandes canti­
dades de energía.
bomba de hidrógeno La bomba termonuclear (bomba de
hidrógeno, o Ixtmbti H: es un dispositivo de fusión nuclear.
Comprende una bomba de fisión rodeada por un recubrimiento
de isótopos de hidrógeno (y a veces de litio); la explosión de la
bomba de fisión origina temperaturas exlremadtmieiue altas, que
dan lugar a la fusión de los núcleos de hidrógeno para formar
núcleos de helio liberando cantidades de energía ;tún mayores.
campo Cam[X) <le liierza: región del espacio en la t|ue una
fuerza actúa entre dos o más cuerpos. Un cucr[X) con masa tiene
un camjx) gravitatorio, pero puede también tener un campo
eléctrico y/o magnético; la fuerza nuclear crea «campos» sólo a
distancias subatómicas.
capa electrónica Término empleado en mecánica cuántica
para designar las series de círculos concéntricos descritos por los
electrones cuando se hallan en órbita en torno al núcleo a
distintas distancias.
carga Carga eléctrica es la cantidad de electricidad (estática)
de un cuerpo. De la materia ordinaria que contiene un número
igual de electrones y ¡trotones se dice C|ue es eléctricamente
neutra, ¡x:ro de la (¡ue contiene un excc.so de electrones se dice
que está cargada negativamente (o positivamente, si es deficita­
ria en electrones). Aun cuando esta terminología es arbitraria, la
carga eléctrica es una propiedad básica de las partículas ílinda-
mentales (¡ue constituyen la materia.
célula Unidad más pequeña de la vida. Los micnxtrganismos,
como las bacterias, sólo constan de una célula, mientras que un
ser humano está compuesto de casi un bilhtn de céhilas.
cero absoluto La temperatura más baja teóricamente ¡xtsible.
Se e.scribe ()K (cero Kelvin), y es igual a —273,15"Cf
coherente Referido a la radiacitin electromagnética: cuando
todas las ondas pre.sentan una relación fija de láse, como ocurre
en un haz de láser, ¡x:ro no en la luz ordinaria,
cometa .Nube ga.seosa que nxlca a un pe(|ueño núcleo de hielo
sólido y qite sigue una (irbila alargada en torno al .Sol. Los
cometas más brillantes tienen una cola c|ue sietnpre apunta hacia
el Sol.
compuesto Referido a lentes: sistein;» (¡ue consta de más de
una lente. En química: .sustancia que contiene dos o más
elementos cuyos átomos están ligados por enlaces químicos,
conservación En física, principio que expresa cjue la cantidad
total de energía, momento, etc., de cualquier sistema que no esté
sometido a acciones externas permanece constante. Por ejemplo,
la ley de con.serv'aciétn del momento establece c|ue el momento de
dos cuer¡x)s antes del chtx¡ue es igual a su momento total después
del choc¡ue. La ley de conseivaeiérn de la materia, que establece
(¡ue la materia no se puede crear o destruir, ha sido mixlificada a
partir de Fánstein. Las teorías de éste han dado lugar a la ley de
la conscivación de la masa y la energía, (¡ue establece (¡ue l:i
suma total de la energía y de la ma.sa multiplicada ¡x>r el
cuadrado de la velocidtid de la luz (masa-energía) es constante
para cualquier sistema.
constelación Gru¡x> de estrellas que representiin una figura en
el cielo, por ejemplo Scorpius, el Esatrpitín. .Aun cuando ahora se
.sabe que las estrellas que constituyen una figura están normal- 20S)
 inciitc a clisiaiK'ias muy (lilcicutcs, todavía se tuili/an l;is
(onslclai ioiu's ptira dcsd ibir l;t localización de un objeto cu el
ciclo.
corriente Movimiento de cargtis clcctiictis a través de un
conductor; se mide cu tinipcrios (A;. La corriente cléctricti se
debe al movimiento de electrones e;irí>:idos nef;:ativainente en el
eondnetor.
corrimiento hacia el rojo Aninento eti la lonsitnil de ond;i
de la luz. (f|tie la liaee más rtjja; de las estrellas y í^ala-xias (|tie se
alijan de la l ittiTa a altas velocidades. También se lo denomina
corrimiento Doppittr.
cósmico Se refiere al Lniverso, |i;tra distin,í>iiiiio de la Tiei ra.
cosmología Tisttidio del origen, histoiiti y natnntlez,;i del
l.íniverso.
cristal Stisttmeia solidificada en nn;i Ifirma geomélriea delini-
da. Kn esta lorma se pueden obleiutr l;is .sn.staneias más punís; los
séilidos t|ue no ((irman cristales se denomintni am orfos. La
dis[)osieié>n earaeterístiea de los átomos en un erisltd .se denomina
m i.
cuanto La unidad más pefpieña posible de energíti. Los
cuantos de energía elcclroinagnéliea también se denominan
l()tones. L;i teoría cnántieti establece tpie la energía se presenta en
( llantos en vez. de en í()irn;i eonlimia; fue propuesta a principios
de este siglo pir .Max l’lanek ' 18.')8-l‘)47).
densidad Masa |x>r nnidatl de volumen. Cuando se mide en
gramos por centímetros cúbicos es la gravcdtid espeeíliea de una
sustancia.
desintegración De una sustancia raditicliva, su Iransmutacii'm
en otra sustancia. También, l;i disminución de intensidad de
radiactividad cuando tiene lug;n esta lransmuiaci()U. Tin relacii'm
con partículas sub:itomit;as, la iransliirmacii'in de partículas
inestables en otras más estables.
discreto .Sejiarado, distinto; por (jeniplo, la rtiditición eleciro-
magnéliea se emite en cuantos (|xif|ueles) discretos llamados
liitones.
efecto Doppler .Aparente aumento de la Ireiueiuia de las
ondas Inmitiosas o' sonoras procedentes de un objeto cpie se
aproxima, o la disminución cuando el mismo se alija,
electricidad Término general (|ue se emplea partí lénétmenos
rxiasionados [xtr la carga eléctrica, esltlliiti ¡véase carga) o en
movimiento (vétese corriente:.
electromagnetismo Término general que describe los li-né)-
inenos eléciriios y magnéticos. Luí dispositivo ekctroniai^iuUko
utiliza íunlxts, como un motor eléctrico en el fine la corrieute que
circula genera un cani|X) magnético que origina el giro del rotor,
o un genenidor ¡dinamo;i, en el que una energíti exlerna hace
girar al rotor y el cain|X) mtignélico que resiillti genera un (lujo
de eorrieiite.
electrón l’artíciila fuudaniental, de la ftunilia de los le|)tones.
•Se halla en énbila en torno al niicleo en los átomos, crea enlaces
químicos entre ellos, y su movimiento es res|X)nstible de los
(énérrnenos eléctricos.
elemento Susttmeia (|uc consta de átomos de la misma clase,
energía Capacidad, o capacidad potencial, partí realizar tra­
bajo. I’ueden existir diversas (iirmas de energía, y convertirse
unas en otras |xir medios adecuados.
energía de enlace Lnergía que mantiene unido un núcleo
alomico. Así, la suma de Itis masas de las partículas de un núcleo
es mayor i|ue la mtisa del núcleo; la dilérencia es Itt energía de
enlaite. según Linslein, quien demostró i|ue masa y energía son
estados dilérenles de Iti misma cosa. Toi ello la energía de enlttce
se llamo inicitilmente «deíi'cto de masa». La energía de enlace es
también la cantidad de energía i|ue sería neeesariti para descom­
poner el núcleo. Si todos los núcleos de hidrétgeno de un vaso de
agua se combinaran jtaiti liirmar núcleos de helio, se libeniría
energía sulicicnle como |)ai;t impulstir un transatlántico a través
del .Atlántico: desgraciadamente, aún no se ha destirrollado la
tecnología que sería necesaria para lograr una reaccii')n de lu,sié)n
conirohida.
enlace L.'nion de los átomos en una molécula, ocasionada por
210 algún ti|X) de tnuisíi'rencia de electrones. Tttmbién se la llamti
enlace de valencia. .Algunos átomos, como el earlx.mo, |Hiedeu
originar Itmto enlaces sencillos como dobles o triples,
enrarecimiento Reducción de |)resié)ii (|ue da lugar a (|ue una
sustancia sea menos ilensa. Lo contrario tic la compresión,
entropía Medida del desorden o incapacidtid p;ir;i realiz.ttr
trabajo. La entropía de un sistema cerrado siempre ttumenla;
esto es, la energía sicmitre jtasa de un estado tililizable a utio no
utiliz.able, |x-ro iiunctt til revés.
enzima fíutilquiera de las complejtis sustancias de las proteí­
nas fabricadas poi las célnltis vivtis y rpie lácilitan los proce.sos
(|uímicos esenciales partí la vidti. Díido i|uc no se irauslin iimn ni
consumen en las reacciones (|nímicas (como cualqiiici ctilaliza-
dor), son efectivas en cantidades muy |X'queñas.
equivalencia masa-energía Relación maicmálicti entre la
masa y l;i energía f|ue trtmslorma una en otra. T. me-, o energía
es igual a la mtisa por Itt velocidad de la luz al cuadrado,
espectro Re.sohici(')ii o sejíaración de las ondas elecliomtigné-
ticas según su longitud de onda. Los ejemplos más conocidos son
la selección de colores que se ven en un arco iris y cuando la luz.
pasa a irtivés de un |)risma. T,l espectro eleciromtignético se
extiende desde Itis ondas de radio de larga longitud de ondti
hasta ios rayos gamma de longitud de onda lorta.
espectro de absorción.T.s|X'etro de líneas o bandas que .se
prixlun. cuando la luz pasa ti travé.s de un gas en un espectrosco­
pio. Las línetis se relaeionan con el espectro de emisión del gas.
espectro de emisión T.s|x:ctro <|ue se obtiene cuando la luz
procedente de un gas incatulcsccnte .se examina |x>r medio de nn
es|x;ctroscopio; consiste en líneas brilkmtes sobre un liitulo negro,
espectroscopia Ciencia f|ue analiz.ti el esjXTtro eleciromagne-
lico de un objeto.
estado de energía Configuración de un tílomo, núcleo, etc..
(|ue tiene una energía determinada. L;i teoría cutíntiea sólo
permite ciertos esl.'idos de energía; en el caso de los electrones de
ios átomos, son los que corresponden a éirbitas de tamaño
dilérenie.
estrella de neutrones Cuer|X) pei|ueño y denso (iirmado en la
úllimti etajia de la evolucii'in de una estrella masivti, cuando ha
consumido lodo .su combustible nuclear y se cola|)sa debido a la
gravitación, llegando ;i .ser tan densa que sólo contiene neutro­
nes. Las estrclltis de neutrones en roltición emiten |iulsos de radio
y .son conocidas como púlsars.
evolución biología; teoría según la cual las especies se oi iginan
|xir muUu iones genéticas ticcidenlalcs, algunas de las cuales son
beueliciosiis y permiten la supervivencia de las más a|ilas ,i
expensas de la original. .Aslronomía: ctimbio que expcrimenlti
una estrella, gtilaxia, ele., cuando envejece,
excitar Adición de energía ;i un núcleo, átomo o nioléculti (|ue
cambia su estallo de energía.
fase Lslado del movinfienlo de un;i onda; dos puntos están en
fase si sus cielos tienen lugar eu la misma direeción y al mismo
tiempo.
física Lstudio de los diléreutes estados de la materia, iiieluyen-
do la energíti.
fisión División, como en l;i lisiéiu nuclear, en la que un núcleo
pesado se divide en dos más pc(|ueños libertmdo energía ¡véase
energía de enlace).
form a de vida Torma de la materia que ini luye compuestos
complejos de carbono y i|ue experimenta una continua e\olu-
ción; lo (|ue nosotros llamamos «vivir».
fotón Partínila de energía elcctroimignética que tiene masa
cero y se desplaza a la velocidad tic la luz. Ln ;ilgun;is láceltis de
su (om|X)rt;imieuto debe ser considerada simulltitieameule eomo
onda y como partícula subaiómicti. 1tunbién irans|X)ria la
líterza electromagnética, como una partícula virtual.
frecuencia .Número de repeticiones de un ciclo en un lietn|X)
dado. Por ejemplo, líi frecuencia de la corriente alterna es de .Atl
I !z, (ciclos por segundoi en el Reino l tiido, y de tiO 11/ en
Norteamérica.
fuerza .-Agente exterior capaz de mixliliear el movimiento de
un cuer|K). .Según la llsiea mixlerna, existen en la .Ntituralez.a
cuatro lúerztis: l;i fuerza elcciromagnélica, la graviltición y las
fuerzas nui leares fuerte v débil. .Se considera que estas liierzas
son numili'stadoncs diferentes de una liniea fiienia básica, y su
unificación constituye una de las metas de la física moderna,
fuerza nuclear débil La más débil de las latatro ftier/as de l;i
Naturaleza, excluida la gravitación. Resjxtnsable de la Ittrma de
desintegracitín de las partícultis. Se ba encentrado uiui relacicín
tcérica entre la fuerza nuclear débil y la fuerza electromagnéticti;
éste es el primer pa.so hacia una teoría unifuaida de todas las
iiterzas.
fuerza nuclear fuerte La más fuerte de las cuatro fuerzas de
la Nattiraleza, resjxtnsable del crjntrol de las interacciones de las
partículas nucleares. Ks cien veces más intensa tjue la fuerza
eletetromagnétiett.
fusión Derretimiento, o mezcla de sustancias derretidas; de
aquí el uso del término /«.vtVí» nuclear, la combinación de núcleos
atómicos de elementos ligeros para dar letrina a otros más
pesados. .Si la energía de enltice del producto es mayor C|ue Itt
energía total de enlace de los dos átomos ligeros, jiarte de la
masa apítrcce es[X)ináneamente como energía (vt'ase equivalen­
cia masa-energía); éste es el proceso C|ue tiene lugar en l;is
estrelhts y en la Ixtinba de liidrttgeno.
galaxia Lnonne ca'nnulo de estrellas ligadas gravitacionalmen-
tc. a menudo con gas y polvo interestelar. K1 Sol es una de las
aproximadamente lO.íiOÜ.OOO.OOO de estrellas c|ue constituyen
una galaxia típica, llamada (Lilaxia de la Vía Láctea, o
simitlerncnte la Galaxia.
genética Rama de la biología (|ue trata de l;i herencia, las
diferencias y las semejanzas entre organismos relacionados, y de
su variación y evolución.
gigante Lsirella brillante de densidad media btija, varitis veces
mayor que el Sol. Un estado avanzado en la evoluciétn de
cualquier estrella.
gluón Rirtícula (jtic transmite la fuerza nuclear fuerte. La
teoría actual postula ocho gíuones, pese a que aún no ,se los ha
detectado expcrimcnttilmcntc.
gravedad l'’.spccí(icamentc, la fuerza gravitatoria t|uc ejerce la
fierra sobre cual(|uier cuerpo situado dentro de su campo
gravitatorio.
gravitación .Atracción de cadti ¡xu tícula de materia por cada
tina de las otras partícuUts. La gravitaciéin es la más débil de las
ctiatro ftierzas conocidas, pero de gran imixirtancia en astronomía.
hadrón Clase de partículas subatómicas constituidas |X)i
(|uarks; incluye tanto a los bariones como a los mesones,
holografía .Método de registro y reproducción de una imagen
tridimensional íholograma;, (¡ue utiliza una ])laca fotográfica y
dos haces de luz coherente. Se registran las características
ondulatorias de la luz en vez de la intcnsitlad, como sucede en la
liitogralía ortlinaria.
inercia I endencia de un cuer|)o a |x rmanccer en estado de
reposo o de mtivimiento rectilíneo y uniliirnic.
infrarrojo Radiación electromagnética de longitud de onda
ligcranienlc mayor (|ue la de la luz, emitida por oljetos calientes
y que |)roducc calor.
interferencia .Xdiciéin o combinación tic oiitlas, tomo las
sonoras o las electromagnéticas. Este léiiéinieno da lugar a
«compases» adit ionales en la inteiiérencia musical, o a un
«silbido» en un receptor de radio en el caso de interlérencias de
ondas de radio.
ión .\tonio o gru|xi de átomos cléciricameiite cargados,
isótopo L’na de las cfinlignracioncs de los átomos de un
elemento i|ue difiere en el niimero de neutrones del niícleo, pero
C|ue es í|uímicaiiicute idéntico.
isótrojxi (¿uc tiene las misinas propiedades llsicas (forma, etc.)
en todas las direcciones.
kaón \’é;isc mesón.
láser Siglas de Light .\mplilication by Stimulatcd Lmission of
Radiation (amplificacitín de la luz por cmisit’tn estimukida de
ladiación), un dis|X)sitivo ( j u e produce un intenso luiz de luz
coherente al excitar átomos para tpie emitan fotones tic idéntica
longitud de onda.
leptón Una de las dos «familias» de ptirtículas subatómicas
básicas (la otra es la de los (|uarks:. Ll leptéin más iniportatite es
el electrón.
ley De la Naturaleza; declaraciéin (pie describe una secuencia
inevitable de lénómenos o condiciones espccilicados. Las leyes
cieiUílicas son generalizaciones basadas en muchos cxperinieiitos;
ptietlen ser refutadas o ampliadas, dependiendo de los resultados
de ex|X’rimentos posteriores.
libre (¿iiímica: elemento sin combinar. Física: tin electrón llhrc
no está ligado a un átomo, |)cro ptictlc moverse en tin campo
eléctrico aplicado.
longitud de onda Distancia entre «crestas» sucesivas de una
onda.
magnetismo Un asjiecto de la lúerza electromagnética. Las
cargas eléctricas en movimiento producen, adenitis de su fuerza
eléctrica normal, una fuerza magnética; en un im án, la fuerza se
debe a una desconipcnsaciéin del spin de los electrones en la
éirbita más inteiiia de un átomo en un elemento. .Normalmente
se distribuyen de modo aleatorio; pero si cstiin alineados, la
sustancia es magne'lica.
magnitud .Sistema de clasificar las estrellas segiíit su brillo
aparente.
manchas solares Grandes manchas oscuras sobre la stipcrli-
cie del Sol, ()uc parecen cruzar su snperlicie cuando gira, y (|ue se
presentan en mayor número cada once años,
m asa Gantidad de materia tjue contiene un oljcto, o sea la
cantidad de inercia. .\ diléreiicia del peso, la iiiasti no xtiría |xir
la acciém de la gravedad.
m áser Siglas de .Vlicrowavc .Amplilication by .Stimulatcd
Lniissioti of Radiation (amiililicación de miiKKmdas por emisión
estiimilada de radiación), un método de excitar los átomos para
producir un haz coherente de una longitud tic onda determina­
da. Se pueden utilizar dispositivos similares para |)rodticir un haz
de luz visible, en cuyo caso se denomina láser,
m ateria Lo t|uc tiene masa; en otras palabras, lo (|ttc no es
energía pura (como la radiacitiii;.
mesón Glasé tic partícula subatómica que consta de un }iar
t|uark-anlK|iiark. Futre los mesones se cncneniran el me.sém-K.
ikaémi, el mesón-pi (pión:, etc.; ])cro el mesóii-imi iiiinóni ha
sido reclasilicado como un lejiton.
microondas Radiaciéin electromagnética cuya longitud de
onda se halla entre las de las ondas de ratlio y las tlcl infrarrojo,
molécula Gombinación de átomos unidos por emlaces quími­
cos; la parte más |)e(|ucña de una .sustancia iin elemento ti un
compuesto), (|tic conserva las ]iroj)iedades (|iiímicas de esa
sustancia.
momento Masa multiplicada por veloiidatl.
momento angular Frodneto del momento de inercia por
velocidad tmgular. Ll momento de inercia de tm cuerpo respecto
de un eje es la suma de los jjroductos de ki tnasa de cada
elemento del cucr|X) por el cuadrado de su distancia a dicho eje;
velwidad ‘angular es el áiígtilo descrito alrctlcdoi del (Je |)oi
unidad de tiempo. Véase ttimbién spin.
muerte térm ica Ll estado teórico del Universo en el (|ue la
entropía ya no puede aumentar: la eticrgía (o calori estará
distriliuida unifitrmcmcntc. de litrnia (|ue todo se hallará a igual
temperatura. Fredichti |X)r el segundo print ipio de la IcritiíKliná-
mica, si el Universo es un sistema cerrado,
muón l’artícula fundamental inestable uno de los lepio-
nes , 'i07 veces más pesada f|ue el electrón.
nebulosa Nube de |X )lvo y gas en la (lue se l()i iníin kts estrellas,
neutrino Fartícuki fundamental (uno de los Icplones: sin masa
y sin carga, y muy ililícil de detectar. I'',xisten dos o tres lijxts de
nentrinos, asociatlos con el electrón, el muon y, posiblemente,
con el recientemcTitc descubierto leptón-tan.
neutrón Ikn tícuia subatómica (clasilicada como un barión: sin
carga, (|ue constii de dos <|uarks «abajo» y uno «arriba». Los
neutrones se encuentran en los inicíeos de (odtts los átomos,
excc|)to en el de hidiógeno. 911
 nova Kstrdla (lUC arroja parU- de su materia en forma de una
ñute de gas, haciéndose más luminosa durante la explosión. Se
cree (|ue las explosiones de novas se originan en una enana
blanca de un sistema doble de estrellas prérximas.
nuclear Lo relacionado con el núcleo atómico; por cjem[)lo,
reacción, explosión, lisión, fusión, etc.
núcleo física: parte central de un átomo cjuc contiene prácti­
camente toda su masa, y que cmista de [trotones y neutrones
(<‘xcepto el de lúdnígeno) y tiene carga positiva. Biología: parte
central de una célula que contiene el .\O.N del material heredita­
rio. .Astronomía: centro de una galaxia.
onda Perturbaciíín [K-riódica que trans[K>rta energía. Puede
producirse en un medio, como el agua t> el aire, o estar
c:onstituida [x>r la [trojtia energía, como la electromagnética, en
cuyo ca.so [tuede [tro[)agarse en el vacío. Id [X’riodo (distancia
entre ontlas) se denomina longitud de onda,
orgánico Referido a los compuestos (¡uímieos: los que contie­
nen carixtno y están generalmente relacionados de alguna forma
con los procesos de la vida. Algunos compuestos muy simples,
como los carbonatos metálicos, (¡uedan arbitrariamente ex­
cluidos.
paridad Ley de conservación, también llamada propiedad de
simetría espai:ial, que establece ejue no hay distinción entre
izquierda y derecha en lo que concierne a las leyes físicas. Lsta
ley es violada [ X jr las partículas t[ue reaccionan ante la fuer/a
nuclear débil. Esto fue probado por (ihicn-Shiung VVu en 1956:
enfrió átomos de cobalto 6Ü hasta una centesima de grado del
cero absoluto y los coloc(') en un campo magnético; sus núcleos
emitieron la mayoría de los electrones hacia arriba (con .s[)in a
izquierdas) en vez de hacerlo aleatoriamente hacia arriba y hacia
abajo.
parsec Unidad de medida de distancia astronómica igual a
5,26 años luz. Se basa en el fenómeno de paralaje, que es el
desplazamiento aparente de un objeto originado [)or el cambio
del punto de obscn'ación.
partícula l'érmino generalmente em()leado para designar una
partícula de tamaño subatómico, incluyendo cualquier partícula
de las (¡ue constituyen los áU)mos íprotém, neutrérn, elcctréjii,
etc.;, otras f|uc generalmente se ob.scrc'an por separado (fotém,
neutrino, etc.; y los «juarks, ilc los que están constituidos los
protones, los neutrones, etc., auiK|ue aún no han sido observados
cxperimentalrnente. 'IVxlas las partículas subatómicas o «funda­
mentales» son, bi<-n partículas de fuerza (por ejcm|>lo, el f<>t(')nj,
bien lej)tones, o están constituidas [xrr quarks.
peso fuer/a de la atracción gravitatoria sobre una masa,
especialmente cuando ésta está sobre la 'fierra, fil [X'so de un
cuer[X) en otro planeta catnbiaría, pero no íisí su masa,
pión Véase mesón.
plasma (¡as ionizado en el f[ue la proporciéwi de iones positivos
y negativos es más o menos igual, fambicn, el gas ionizado muy
caliente (10.0t)0.000"C:, en el ([ue tiene lugar la fusión nuclear.
El plasma es eléctricamente neutro y muy conductor,
polarización De la luz: vibracicin de las ondas transversales de
la luz en un plano particular en lugar de en uno cualquiera;
pueden usarse algunos materiales como filtros de |X)lariz;tción
C|ue [x-rmiten pasíu' a la luz, cuyas ondas vibran en un cierto
plano e inqnden el paso de las otras.
polvo Polvo cósmico, granos sólidos muy jx^queños (jue se
encuentran en el espacio interestelar. La ab.sorción de la luz jxrr
estos granos interfiere la observaciéin astronómica de objetos muy
distantes.
positrón Antipartícula del electrón; tiene la misma ma.sa (jue
el electré)ii, |x t o está cargada [Xjsitivamcntc.
principio Regla científica general C]ue gobierna los fundamen­
tos en vez <!<■ los detalles, como l(j hace una ley de la naturaleza;
por ejem[)lo, el pritteipio <le incerlidumbre de lleisenberg
comparado con la ley de la con,servac:ión de la masa y la energía,
principio de incertidumbre Postulado ]X )r VVerner Hei.sen-
berg: establece (jue, dcbichr a la naturaleza dual (partícula-onda)
de la materia, no se pueden conocer cxactametite la [wsición y el
212 momento de una partícula; cuanto más se conoce la [xcsición.
menos se con(x:c el momento. Similarmentc, no se puede conocer
la energía de una partícula en un instante determinado,
prominencia Ñute de gas luminoso (]ue se proyecta por
encima de la superficie solar.
proteínas Compuestos orgánicos com[)lejos cuyas moléculas
e.stán constituidas pxrr moléculas muy [x*(|ueñas de aminoácidos;
son esenciales para ttxla la materia viva. í,as plantas puetlen
sintetizarlas; los animales deben de hacerlo directa o indirecta­
mente a partir de las plantas.
protogalaxia Enorme turbe de [xrivo y gas en el ptxx'e.sp de
formación de una galaxia.
protón Partícula subatótnica conqniesta de tres (ptarks (dos
«arriba» y uno «abajo»). Los protones se eticuentran en cantida­
des variables en todos los núcleos atómicos y están cargados
positivamente.
pulsar Estrella de neutrones en roiacit'tn (pie emite ondas de
radkr, luz o rayos X. La emisiétn parece «pulsar» cuando la
estrella gira.
quark Una de las dos «familias» de partículas fundamentales;
la otra es la de los leptones. Uti esquema matemático llamado
sim etría unitaria un méuxlo de clasificar [tropiedades de coin-
[xrrtamiento lúe el empleado originalmente |x>r .VIurray Gell-
Mann para postular (pie las partículas fundamentales conocidas
como bari(jnes (protón, neutnui, etc.) y mesones estarían consti­
tuidas por sólo tres partículas dispuestas de firmas diferentes. Sin
embargo, ahora se conocen cuatro quarks («aniba», «abajo»,
«extraño» y «encantado»); otro («fiindo» o «belleza») se ha
encontrado en recientes experimentos; y se .sospecha que existe
un sexto («cima» o «verdad»). Los cpiarks aiin no han [xxlido ser
aislados.
quásar Objeto astronómico muy disttintc y fuertemente lumi­
noso. (.¡asi con seguridad, los quásars son centros muy activos de
galaxias remotas. La fuente de energía es desconix'ida, |x?ro
puede tratarse de gas que incide en un gran agujero tiegro.
química fístudio de la composición de la materia y de los
efectos de unas sustancias sobre otras.
radiación Inmisión a impulsos regulares o longitudes de onda
concretas de ondas o partículas. La radiación eicctromagtiética
es una forma de energía que abarca desde las ondas de radio
hasta los rayos gamma (de sustancias radiactivas), incluyendo la
luz; es generada, detectada y clasificada según su longitud de
onda, 'fambién debería existir la radiación gravitatoria, y en la
actualidad se investiga .sobre ello.
radiactivo .Adjetivo que describe el comportamiento de ciertos
elementos pesados, cuyos núcleos cstáti en [iroceso de desintegra­
ción y emitiendo partícuhis y radiación. En fiirrna concentrada,
esta radiación es perniciosa a causa de su energía extremada­
mente alta,
radioastronomía Em|Dlco de distintos ti[X)s de receptores ¡en
lugar de telescopios ópticos) para recoger información del es|5acio
exterior en forma de radiaci(')n eicctromagtiética de longitud de
onda larga (ondas de radio). La energía recibida es extremada­
mente baja, y la ciencia coinenz(') hace séilo cincuenta años, jx-ro
la infbrmación es de un valor incalculable,
radioisótopo Isótopo radiactivo de cual()uier elemento. Puede
ser natural o [ircxlucirse artificialmente. Se em[)lea como lúeiite
de radiación en medicina, en la industria, etc.
radiotelescopio Antena muy sensible utilizada eti radioastro­
nomía. Normalmente tiene la forma de uti gran plato,
rayo Estrictamente hablando, camino a lo laigo del cual viaja
la radiación. Tatnbién se u.sa para describir la pro|)ia radiaci('m.
rayos gamma Ea radiaciéin electromagnética de menor longi­
tud de onda, emitida por los núcleos de los átomos radiactivos en
los [rrocesos de desintegración. Muy [x-ligrosa ;t causa de su alta
energía.
rayos X Parte del espectro clecirornagnéiico (|uc tiene mayor
energía (longitud de onda más corta; que la luz y el ultravioleta,
pero inferior a los rayos gamma, fiene un efecto similar al de la
luz .sobre la [xdícula fotográfica, pero atraviesa la materia en utia
extensión que depende de la densidad y del [leso atómico de la
misma. Por ejemplo, resulta [X)sible tomar fotografías de rayos X
de los huesos de un ser vivo. La exposición prolongada a los
rayos X puede ser prdigrosa a eaii.sa de su alta energía,
reacción Qin'mica: interacción de dos o más sustancias cpie
(xasiona cambios en ellas.
red Se emplea para designar la estructura regular de átomos
en un sólido cristalino, por ejemplo red cristalina,
refracción Desviación de la luz íu otra radiaci(')n) cuando
pasa de un medio a otro.
relatividad Dos teorías propuestas |x>r Rinstein en 1905 y
1916, que han implicado la modificación de las leyes de la fisica.
Basadas en el hecho de c|uc la velocidad de la luz es siempre la
misma, independientemente del movimiento relativo del ob.ser-
vador, estas teorías describen cómo afecta el movimiento a la
longitud, al tiem[X) y a la masa, c incluyen una nueva teoría de
la gravitación.
resolución Capacidad de una lento o de un eonjunto de lentes
para separar dos objetos muy iX'Cjueños.
singularidad Centro teórico de un agujero negro, en el que la
materia se c:ompriinc hasta que ocupa un espacio cero. Una
teoría aún más esotérica postula una singularidad sin agujero
negro cjue la rodee, en cuyo caso se llama singularidad desnuda,
spin Momento angular de partículas subatómicas c|uc giran en
torno a un eje contenido en ellas. .Aparece en unidades discretas:
los ejuarks y los leptones tienen spin un medio; y las partículas de
fuerza, uno o dos.
supemova Rxplctsión de una estrella, un rarct suceso en el C]ue
la estrella llega a ser mil millones de vcc:es más brillante que el
Sol. Cuando una estrella masiva agota su «combustible» nuclear,
puede colapsarse a causa de su propia gravitación, con tal fuerza
C|ue origina altas temperaturas y reacciones termonucleares
incontroladas.
tectónica de placas Feoría del movimiento continental, (|ue
considera a los continentes como «balsas» <jue viajan soirre
grandes placas que se deslizan sobre la Tierra,
teoría Idea —o sistema de ideas— ba.sacla en principios
generales, pero c|ue explica fentímenos esjx'cíficos. Si aparecen
Bibliografía
Para la preparación de este libro se han consultado diversos
artículos de investigación, así como libros y revistas es|X‘cializa-
dos. Rntrc las publicaciones [tarticularmente útiles puede citarse:
Anm tal R eview s o f A.slronomy a n d A slrophysics
Aslrophy.sical Jo u r n a l
Physics BuUelin
Quarteriy J o u r n a l o j ttie R oyal A .stronom kal Sociely
S ky an d T elescopr
de C. W. .Misner, K. S. l'horne y J . .A. VVhceicr
G ravitalion ,
íFreeman, 1973)
Los lectores que deseen mantenerse inlitrmados de los últimos
descubrimientos pueden encontrar artículos recientes en N eic
S d e n tiít (Reino Unido) y S cien tijlc A m erican {In v estig ació n y Ciencia
es una edición en español de esta revista). Su lectura requiere,
generalmente, un [xqueño bagaje científico. Se pueden encontrar
asimismo lecturas de aproximadamente el mismo nivel (jue el de
este libro, pero que tratan con más detalle temas cs|x-cíficos, en
los siguientes libros:
.Astronomía general
C om tellatiom , de J . Klcpstra y A. Rükl {Mamlyn, 1977)
Ñ o r ton'.•i Slat A tlm , de .\. 1’. .Norton (Gall and Inglis, 1973)
nuevos fenómenos tjuc no concuerdan con la teoría, ésta debe ser
modificada o de.scartada.
termodinámica Literalmente significa «movimiento del ca­
lor». Ciencia y estudio del calor, su transferencia, com|Xji tamien-
to, etc. Fundada por el físico francés Sacli Carnot (1796-1832).
termonuclear láleralmente significa «calor del núcleo», y se
utiliza para de.scribir la fusión nuclear como opuesta a la fisión.
Para la fusión se rccpiiere una temperatura muy alta,
transmutación Cambio de un elemento en otro. Una de las
metas de la akjuimia <]ue después se a.sumió como imposible. Los
elementos radiactivos lo hacen de forma natural, aunciue muy
lentamente. Rs la ba.se de la industria de la energía nuc lear y cic­
las armas nucleares.
transparente Física: ejue jx:rmite c|ue las ondas electromagnc--
ticas pasen a su través. Por ejemplo, una delgada capa de
hormigón es trans|)arenle a las ondas de radio, pero no a la luz.
ultravioleta Fáiergía electromagnética de energía mayor (lon­
gitud de onda más corta) que la luz, pero inferior a la de los
rayos X en el espectro.
unidad astronómica Distancia inedia desde el centro de la
Tierra ha.sta el centro del Sol (1,495 x 10" metros).
vacío La completa ausencia de materia. No se conoce ningún
vacío [x-rfécto; incluso el espacio interestelar no es un vacío
completo, pues contiene gas hidrógeno muy tenue,
valencia Capacidad de un átomo jrara combitiarse con otros.
V'éase también enlace.
velocidad Relación entre la variación del espacio y la varia­
ción del tiempo; se mide como longitud ¡xir unidad de tiemjxr,
|x>r ejemplo «kilómetros por hora».
vida media De un elemento radiactivo: tiem|X) tpic tardan en
desintegrarse la mitad de sus átomos.
virtual (partícula) Partícula fundamental c|ue transfXirta una
fuerza. I’or ejemplo, la literza electromagnética, considerada
como tal y no como radiacitái, es transporttula por íólones que
son «virtuale.s» ¡xnque existen durante un tiem|x> demasiado
corlo [tara ser detectados.
C am bridge E ncyclopedia o f A.ilronomy, editada por S. .A. .Mitton
(jonathan Cape, 1977)
Partículas y fuerzas fimdamentalcs
Ney to the Uniuerse, de N. Caldcr íBBC, 1977)
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T h e Cosm ic Conneclion, de C. Sagan Ilodder and Stoughlon.
1974)
Signs o f L ife , de I. Ridpath (Kestrel, 1978; 213
 Propiedad de las fotografías
e ilustraciones
(íuardas: N.A.S.A.
La exploración del Universo
6/7: l'icuircpoinl Lid. 9: N.A.S.A. 10: Hriii.sli Lihraty lloare!.
11: Micliacl Hollijrd. 13: L'niicd Siaics D('])arliiictii ol'dic Air
láircc. 11: S l L/lTl l’aul Hriciicv. 17: Mick Robiii.soii.
Examen de las profundidades del espacio
lH/9: Copyright del California Institnle of l eehnology y de la
Carnegie Instiiulion of Washington. Reproducido con permiso
del Hale Observatories. 21: Martin y Tatjana Keskula/Lund
Oliservatory Swcden. 22/3: Copyright del California Institute
of IcdinologN' y riel Carnegie Inslilution of Wtishington.
Reproducido con permiso del Hale ( )b.servatories. 21: Mick
Rohinson. 26: .V.A.S.A. 27: lan Robson/Preston Polytcdiiiic.
28: Mick Rohinson. 29: Mick Rohinson. 31: Clopyright riel
Ctilifornia Insliinle of redinolog)' y de la Carnegie Inslilution
of Washington. Repmdueido con permiso del Hale
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La receta del Universo
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Los demás planetas
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del Hale ( )hser\aiories. 51: N..\.S..\. 53: Cttpyrighl del
Calilitrnia Institute of re(hn(tktgy y del Carnegie Insiiluie of
Washington. Reproducitkt c(tn permiso del H;ile Observatories.
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PalomaiOhservautries. 59: Dr. Leit Citnndly/McLean
OItservalory.•Sierra .Nevada College. 60: N..A.S..A. 61: N..\.S..\.
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.\..A.I.C.:'.N.S.l’. Las (il)servaci(tnes por radar de Venus fueron
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La vida: organización de los átomos
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Research Fnil,.Ring s ( killege, Londres. 73: B..A.S.I'. íU.K.;
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214
Cox. 87: John llillclsitn .Agency. 89: \..A.S..A.
La frontera de lo infinitesimal
90/1: (iciK- Cox. 92: Brian Bnucgirdlc. 93: l’ro(cs.sor .\l. 11. I'.
VVilkiiis/Mcdical Rcscardi Coimcil. Research rn¡l/K¡n,s>'s
(lollegc, Londres. 91: Mick Rohinson: 9.')1: .Siiark
liilemaüoiial. 951): por cortesía de Cari Zeiss Oherkodieii
Alemania. 90: Mick Rohinson. 99: ])or eorlesía de l'cnni
National Acederator Lahoraioiy. 1001: Cari
l'riedbeiít/Lawreiice Berkeley Laboraloiy/loio VValler Zawojski.
1001): Sianliird Linear Aeccieralor Laboraloiv.
Un Universo de luz
102/3: litltt de Maleitirn Lockvvttod/Cicophysieal
Insliiutc/Universiiy (ti Alaska. 104: Citttper Bridgeuuin Liltraiy.
105: .Vlikc Peters. 106: .Miditid HoHitrd. 107: J . Kiin
Vandiver. 108: L'niversity (tf Michigan. 109: l’hoiri. 110:
OsIxtrne.'Marks. III: Platiri. 112: Piciurepttini l,ttl. 114:
litlografia lomada «tn película Kodak. I 15: .Mick Rohinson.
En el interior de las estrellas
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Reprodueidit atn |x-rtniso del Hale Observatories. I2,i: <■) I he
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.Mick Rohinson. 136/7: Mike Freeman. 138: Mi. Wiisttn and
Palítmar Obseivat(tries. I39S: .Mick Ritbinsctu. I39B: Dr. |. (•.
/arnecki/MnIlard Spaee Science Laboralitiy. 110: l.ick
Obs(Tval(tiy Ph(tl(tgra|th. 141: .Mi. Wiison and Palomar
Observal(tries. 142: Mick Rohinson. 143: Lii k ( )bserval(try
Phol(tgraph.
Agujeros negros
I 41/5: Cktityrighl del California Institute (tf l'edmology y del
Carnegie Inslitnlktn (tf Wíishinglon. Rci>rodueido. C(tn permiso
del Hale Observal(tries. 117: Maiy Evan.s Pielure l.ibiary. 119:
.Mick Robin.s(tn. L50: .Mick Roltinsctn. 151: Dt. J. P.
Lmninel./ObservaKtire de París. 152: Hale Obsei valttries and
Paktmar Sky Sur\-ey. 153: Mike Freeinan. 1551: Radio I iities
Hulictn Pielure Libraiy. 1,551): reproducidit por cortesía del
Piítk'.ssor Steven Ilawking/íintt ( íodifes .Argenl. 157: Mike
freeman.
Geografía del Universo
L58/9: Copyright del Calilitrnia Institute of Techiutlcigy > del
Carnegie Institiition (tiWashington. Reprttdm ido ntn periniso
del Hale ( )bser\'al(tries. 160: .Anglo .Aiislralian ( )ltser valory.
162: .Anglo .Anslraliaii ( )bscrvat(try. 163: Cnited .States Nasal
( )bservalory. 161: .Angkt .Aiisiralian Observaioiy. 165: foto por
(■(tr lesía del Dt . Cari Westerhont y de la Nelher lands
Foundation litr Radkt .Asiroitomy in l.eidett,División of
Radictphysics, C.S.I.R.O. Sidney. 166: .Anglo Ansiralian
( Ibservatctry. 167: Dt . J. C. Zarnccki/.Alullaicl Spaee S( ietiee
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(<)])ynshl (le la Ncllicrlaiids l'oimdalioii lor Radio
Aslronoiny/rcproduddo con permiso del l.eideii Observa 1017.
174: Ando Auslralian Observaton’.
Comienzo y fin del tiempo
17f)/7: Ficture|H)iiit l.td. 17fi: Man- l'.vans Pieuire Librai^.
180: Miek Robinson. 183: Mick Robinsoii. 180: Ünivcrsity ol
Cialilbniia/l.awreiiee iHerkelcy Laboraioi-y). 188: Mullard
Radio Astroriomy Observaiory. 187: Dr, Sydney van der
Ik-rjíb/reprodiieido con permiso del Male (ibscrvatorics. 188/9:
Miek Robinson. 190: Mieliael Ilolliad. 198: Miek Robinson.
La búsqueda continúa
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l'eehnology y del C'.arnegie Insiiuuion of Washington.
Reproducido c(jn |x-rniiso del Hale Observatorics. 207:
Ibtogralia de M(. VVilson and Palomar (.Ibservatories.
215
 INDICE
I n t r o d u c c i ó n ................................................................ 3 La decodificacicjii del mensaje de la v i d a ................
T e m a s ................................................................................. 4 El lugar de la vida en el U n iv erso.............................
1: L a e x p l o r a c i ó n d e l U n i v e r s o ................... 6 Hacia lo m e jo r ........................................................
El arte de la ciencia........................................................... 8 Los refugios de la vida......................................................
Cada vez más com plejo................................................... 8 La comunicación a través del espacio interestelar. .
El momento del descubrim iento................................... 9 Viaje a las estre llas..........................................................
De los púlsars a las partículas........................ ^ ............ 10
Los elementos: las sustancias b ásicas........................... 11
Los átftmos: la base de los elementos........................... 12
M<js allá de los átomos; las partículas........................ 12
Partículas de p a rtícu la s................................................... 14
Las cuatro fuerzas.............................................................. 15
Las leyes de la N aturaleza.............................................. 17
2: E x a m e n d e la s p r o f u n d id a d e s d e l
e s p a c i o .............................................................................. 18
fam ilias de estrellas........................................................... 20
Entre las estrellas................................................................. 21
Los p la n eta s......................................................................... 22
La medida de las distancias........................................... 23
Astrofísica: la historia natural de las estrellas........... 25
Las estrellas inconfbrmistas.............................................. 28
La exploraciijn de otras galaxias................................... 30
El «Big Ba n g » ...................................................................... 30
3 : L a r e c e t a d e l U n i v e r s o ................................ 32
La diversa familia de los Icptones................................ 34
Los quárks: los cuatro prácticamente idénticos. . . . 35
El mundo especular de la antim ateria........................ 38
Los núcleos: la clave de la diversidad........................ 41
Los inestables núcleos gig antes...................................... 44
La agrupación adecuada: los estados de la materia 45
4 : L o s d e m á s p l a n e t a s ........................................ 48
La datación de las r o c a s ................................................. 50
Una ¡)létora de relo jes...................................................... 52
Otros sistemas Asolares......................................................... 52
Los comienzos...................................................................... 54
Las inmensidades heladas del sistema so la r.............. 56
Las lunas de las bolas de nieve...................................... 57
Anillos brillantes y deslustrados................................... ,58
Los cometas: mensajeros de allende los planetas. . . 60
Un planeta frustrado: los asteroides.............................. 61
La Luna y Mercurio: fósiles con cicatrices................ 62
Marte: ¿un lugar con v id a ? ........................................... 63
Venus: el planetó infernal................................................ 64
El planeta rie rra ................................................................. 65
5: L a v id a : o r g a n iz a c ió n d e lo s á t o m o s 70
Las sustancias C|uímicas de la v id a .............................. 72
El carbono: átomo esencial de la vida........................ 74
216 La unidad deréontrol de la célula................................ 76
78
I.a alimentación de la c é lu la ........................................ 80
81
V’ida a partir de la no v id a ........................................... 81
84
85
86
88
6 : L a f r o n t e r a d e l o i n f i n i t e s i m a l ........... 90
O ndas-partículas................................................................. 94
En el interior del átomo. . , .......................................... 95
La búsqueda de lo in visible........................................... 97
La energía virtual lo une to d o ..................................... 98
Cola fuerte para los (piárks.............................................. 100
7 : U n U n i v e r s o d e l u z ........................................... 102
Ondas ele c o lo r ...................................................................... 105
Energía en paejuetes.............................................................. 108
lat informaciétn de la luz de las estrellas................... 110
Los láseres................................................................................. 113
Las ondas más largas........................................................... 114
Relativamente próximas a la luz...................................... 116
Radiaciones e.xóticas........................................................... 117
8 : E n e l i n t e r i o r d e l a s e s t r e l l a s ............. 118
Los constructores de e stre lla s........................................ Í21
El nacimiento de una estrella........................................... 122
Las eentrales generadoras de las estrella.s................... 124
Las estrellas de la secuencia p rincip al........................... 125
El S o l......................................................................................... 127
Clima m agnético................................................................... 128
El «clima» del Sol nos a fe c ta ........................................... 129
I.os neutrinos perdidos......................................................... 131
Enanas b la n ca s...................................................................... 133
La muerte de un peso pesado........................................... 134
Los p ú lsars.............................................................................. 137
9 : A g u je r o s n e g r o s ................................................... 144
El célebre oficinista de p a te n te s...................................... 146
Eánstein frente a Nevvton......................................... 14
La compañera in v isib le...................................................... 1.50
La explotacióti de los agujeros n egn ts........................... 154
La explosión de los agujeros negros................................ 15.5
1 0 : G e o g r a f í a d e l U n i v e r s o ................................ L58
El nacimiento de la V ía L á c t e a ...................................... 161
Las espirales de la Vía L á c t e a ........................................ 166
Hermanos en el esp acio...................................................... 167
Los (|uásars...................................................................... 168
Los m in iq u ásars................................................................... 171
Los mensajes de las radiogalaxias................................... 172
¿Centrales de energía en los ciu ásars?........................... 171
11: Comienzo y fin del tiem po ................... 176 Ea gravitación, ¿hasta dónde?....................................... 201
El misterioso cielo oscuro................................................ 179 El espacio in q u ie to ......................................................... 201
El Universo en expansión................................................ 179 El laboratorio del U n iv e rso .............................. 203
Susurros desde el nacimiento del U n iv e rso ............. 182 El principio an tró p ico ....................................... .. • ■ r • ¿04
Muerte de la teoría del estado estable........................ 184 El viaje inconcluso.................................................... 207
El « B is Banffl)............................................................. 187
Ea primera centésima de segundo después................ 189 Glosario........................................... 210
El íin del tiem po................................................................. 191
Bibliogmfía ....................................................... 214
12: La búsqueda continúa................................ 194
¿Algo más c|ue los quárks?.............................................. 197 Propiedad de las fotografías e ilustra­
Hacia la «realidad más rem oto»................................... 199 ciones............................................................... 215

217
f D e s c u b ra có m o lo s m ás re c ie n te s "

h a lla z g o s de la f ís ic a , d e la b io lo g ía ,
de la a s tro n o m ía y de la g e o lo g ía lia n
tra s to c a d o la s n o c io n e s que lo s

c ie n tíf ic o s te n ía n s o b re la s e s tr e lla s ,
la s g a la x ia s , lo s p la n e t a s , lo s
“a g u je r o s n e g r o s ”, s o b r e e l o rig e n y fin
del jir o p io U n iv e rs o .