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Sanándose Naturalmente
Nuestro Segundo cerebro: El Intestino.
por César Medrano
NUESTRO SEGUNDO CEREBRO: EL INTESTINO.
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4/11/2015 Nuestro Segundo cerebro: El Intestino. Sanándose Naturalmente
los músculos y las glándulas.
En esta mujer de cristal (izquierda) que se exhibe en el
Museo Alemán de la Higiene, en Dresde, se aprecia el
parecido visual entre nuestros dos cerebros, el que
habita en la cabeza y el intestinal. En realidad se trata de
una metáfora de las similitudes existentes a nivel
bioquímico y celular.
Las neuronas de la tripa no sólo controlan la
digestión
A su vez, los elementos nerviosos dedicados a las
funciones motoras se categorizan en una división
somática, que inerva los músculos esqueléticos, y una
división autónoma, que une los llamados músculos lisos, el músculo cardiaco y las glándulas.
Hasta hace poco, los expertos incluían el cerebro de la panza dentro del SNP. “Pensábamos
que el aparato gastrointestinal era un tubo hueco con reflejos simples. A nadie se le
ocurrió contar las fibras nerviosas que lo recorren”, confiesa David Wingate, profesor de
la Universidad de Londres.
Según explica la Dra. Otilia Quireza, este segundo
cerebro se conoce como Sistema nervioso entérico, y
es en realidad una unidad anatómica única que abarca
desde el esófago hasta el ano.
Al igual que el recluido en las paredes craneales, el
cerebro entérico produce sustancias psicoactivas que
influyen en el estado anímico, como los
neurotransmisores serotonina y dopamina, así como
diferentes opiáceos que modulan el dolor. Además,
sintetiza benzodiazepinas, compuestos químicos que
tienen el mismo efecto tranquilizante que el Valium.
Este cerebro abdominal tendría así 2 misiones
fundamentales:
Supervisar todo el proceso de la digestión, desde los movimientos peristálticos, la
secreción de jugos digestivos para digerir los alimentos, la absorción y transporte de
nutrientes y la eliminación de los productos de desecho.
Colabora con el sistema inmune en la defensa del organismo.
Contemplando esta unidad anatómica desde la Medicina Psicosomática, en la primera parte,
en el esófago, el paciente puede manifestar deglución dolorosa y podemos pensar ¿qué es lo
que no puede tragar en su vida actual
? Cuando uno no quiere tragar, ni asimilar una
situación, ésta la disimula tragando aire lo que terminará acumulando gases que
causarán molestias.
Ya en el estómago, los alimentos deben ser digeridos,
pero también aquí se van a digerir los sentimientos. Si
el paciente no exterioriza la agresividad, esta se
quedará dentro y si la expresa en exceso se sentirá
culpable y lo rumiará, pero de ninguna de los formas
solucionará su problema. Las personas que
padecen de estómago suelen ser personas que
rehúyen de las situaciones conflictivas.
El cerebro es el encargado de digerir las emociones,
mientras que el intestino digiere los alimentos. Cuando el paciente presenta problemas en su
intestino delgado nos podemos plantear sino estará analizando demasiado las cosas. Para la
Medicina Psicosomática, el intestino delgado es un indicador de las angustias vitales
de la persona, y pueden manifestarse en forma de diarrea, que representa el miedo de
soltar. Por otra parte, cuando el que está afectado es el intestino grueso, el síntoma
más frecuente va a ser el estreñimiento, que viene a representar la resistencia de dar o
el afán de retener. Y no sólo en el sentido material del dar sino también respecto a las
emociones, el miedo a exteriorizarlas.
Otro dato importante es que el 90% de la serotonina, la hormona del bienestar, la
producimos en el intestino.
La doctora Irina Matveik, especialista en Endocrinología y Nutrición Clínica por la
Universidad Estatal de Medicina de Bielorrusia, nos muestra una serie de pautas a
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tener en cuenta para lograr que nuestro segundo cerebro funcione mejor y en consecuencia
sea mayor nuestro bienestar:
¿
Cómo estimular el “cerebro intestinal” a nuestro favor?
El cerebro intestinal libera sus sustancias químicas como, por ejemplo, la serotonina (la
famosa hormona de la felicidad y el bienestar) como respuesta a una alimentación y digestión
sanas. Hay que saber que la serotonina no se produce sólo en el cerebro sino que, por el
contrario, la mayor parte de ella (el 90%) se libera en el intestino. Si nos alimentamos bien,
variado y con un aporte proporcional de todos los nutrientes; si tenemos unos hábitos
sanos a la hora de comer (sin prisa, masticar bien y no distraernos) el sistema
digestivo nos responde y nos lo agradece con una sensación de bienestar, dándonos
un buen suministro de energía, vitalidad y optimismo.
Por otra parte, las neuronas digestivas también se estimulan con las técnicas de
respiración abdominal, estiramientos, masajes suaves de la tripa, y con calor suave y
relajante, aplicado a la zona del vientre.
¿ En qué medida es importante una adecuada higiene abdominal, para que pueda hacer
bien sus funciones?
Lo más importante es el equilibrio entre la entrada de los alimentos y todas las sustancias que
tragamos y la descarga de todos los residuos y los productos secundarios de la propia función
celular y bacteriana que tenemos que expulsar. Si estamos sobrealimentados o si
consumimos demasiados alimentos, dudosos respecto a su calidad nutritiva, de este modo
fácilmente saturamos y trastornamos nuestra tubería interna.
Si por alguna razón patológica o funcional la digestión y/o el tránsito intestinal es lento y no de
forma completa, entonces formamos acúmulos de los residuos en nuestro interior y podemos
llegar a una sobrecarga tóxica o la autointoxicación; esta última se manifiesta de múltiples
formas, tiene diferentes caras y síntomas.
Por supuesto, la limpieza es importante, practicar una depuración interior es una “garantía”
para evitar elevar los riesgos del desarrollo de muchas enfermedades y una oportunidad para
tu cuerpo para incrementar el rendimiento, la energía y tener un mayor aporte nutricional.
¿Cómo mantener una higiene intestinal de una forma natural, en nuestros hábitos de
la vida cotidiana?
Con una correcta higiene digestiva: respetar
las señales que nos manda el cuerpo, no
suprimir las necesidades naturales de ir al
baño ni tener prisa haciéndolo. Crear un
ritual e intentar repetirlo todos los días,
alrededor de las mismas horas, con
calma y tiempo suficiente para poder
vaciar bien el vientre y sentirse ligero y
limpio por dentro. Insistir, repetir y seguir entrenando tu cuerpo para que responda a tu
ritual y crear un firme reflejo condicionado.
Además, hay que beber 2 litros de líquidos al día, ingerir por lo menos 400 g de verdura
variada cada día, no olvidarnos de las legumbres (23 veces por semana, al menos 200 g en
cada toma), consumir productos fermentados (kefir, chucrut), tres tomas de fruta al día, frutos
secos variados, por lo menos 30 g al día. Y si no puedes cumplir con estas cantidades diarias
recomendadas, quizás te conviene tomar unos suplementos naturales de fibra.
Conviene de vez en cuando (un día al mes o por semana) acelerar tu propio transito
intestinal tomando mucho zumo de ciruelas, kiwis o kefir o/y suplementos de
magnesio, y con eso te puedes asegurar una limpieza mas profunda.
¿Cómo comer?
Saboreando y apreciando el proceso; sin prisa, masticar, analizar los gustos y las
texturas de los alimentos, no comer “mientras tanto”(mientras que hacemos esto o lo
otro), no distraer nuestra atención con otras actividades simultáneas, como ver la tele o leer la
prensa.
¿Cómo moverse? Cómo debería ser una actividad física adecuada?
Con regularidad. Lo más que le gusta a nuestro cuerpo es la previsibilidad y la
regularidad. Con una actividad física rítmica y repetitiva, el cuerpo te lo va a agradecer
y te proporcionará un magnifico bienestar. No tienen tanto valor ni son saludables las
actividades físicas esporádicas y bruscas como sí lo tienen un ejercicio regularizado e
incorporado firmemente a tu rutina. Los movimientos y estiramientos, aunque sean muy
sencillos y cortos en el tiempo (al principio, hasta que entras en la rutina y el gusto por ellos y
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les dediques más tiempo), si se realizan todos los días y a horas asignadas, te activarán todos
los sistemas vitales y te asegurarán un bienestar a corto y largo plazo.
¿Cómo saber si nuestro sistema digestivo está en buena forma?
Hay que saber escucharlo: los síntomas como la acidez, el ardor, el reflujo, la pesadez,
el hinchazón, el dolor, demasiados gases, la irregularidad del tránsito intestinal,
nauseas, etc., son sus formas de expresarse, es el lenguaje digestivo, el aviso de que
algo anda mal. Entonces hay que hacerle caso y observar con atención y paciencia tu
sistema digestivo: por qué y cuándo te aparecen aquellas molestia (con qué tipo de
comida o en qué situación) e intentar corregirlo.
Lo que sucede frecuentemente es que la gente se acostumbra a vivir con hinchazón o
diarreas (o todo lo contrario) o piensan que es algo normal o vergonzoso, o que su digestión
es así de delicada, sin buscar las respuestas ni intentar corregir la calidad de su función
digestiva.
¿Cómo puede afectar un entorno excesivamente ácido en el sistema digestivo?
El cuerpo sano suele equilibrar y controlar el pH (que es
el parámetro de la acidez) de sus tejidos y de su medio
ambiente. La acidificación excesiva, en el estomago por
ejemplo, puede ser causada por bacterias/infecciones,
por procesos inflamatorios o por abuso de las comidas
“acidificantes” como los hidratos de carbono y los
dulces, por ejemplo, o las bebidas gaseosas. La
acidificación del contenido del intestino grueso puede
ser causada por un desequilibrio de la microflora
intestinal, un sobrecrecimiento de las bacterias y/o
hongos agresivos y por una mala alimentación. De
nuevo, la clave está en la alimentación y en la propia observación.
¿Cómo reequilibrarlo?
Descartar una posible infección o un proceso inflamatorio, que requieran tratamientos con
especialistas. Rituales de depuración, batidos verdes, consumo adecuado de las
verduras y las frutas, agua, suplementos minerales alcalinizantes y probióticos.
En resumen, los síntomas intestinales pueden reflejar la personalidad y los conflictos
psíquicos. Lo que es bueno para un cerebro, lo es también para el intestino, o mejor dicho,
para el cerebro abdominal. Y también a la inversa: si cuidamos nuestros intestinos nuestra
salud emocional lo notará y nuestro organismo en general nos lo agradecerá.
Como dice el Dr. Jean Seignalet “la limpieza intestinal sería para
el cerebro del bajo vientre algo así como una cura de sueño para
el sistema nervioso central”.
Texto íntegro tomado de http://eljardindejudith.blogspot.com.es/
Nuestro segundo cerebro: El intestino
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Acerca del autor
César Medrano
César Medrano lleva en el mundo de las medicinas
alternativas desde el año 1992. Puedes ver su currículum en:
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