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La nueva inquisición universitaria.

El injusto despido de un docente católico en la Universidad Pontificia Bolivariana

En defensa del querido profesor

Julio Enrique,

cuyo nombre significa

“Amo de casa, de fuertes raíces”.

Ya en su célebre República, escrita, aproximadamente, entre los años 390 y 370 a.C, el divino
Platón resaltaba la importancia de tener una idea clara sobre Dios (II. 379a), para poder
vislumbrar, acertadamente, cuál era la configuración de un Estado justo y bueno, pues es
sabido que la definición más precisa de Dios en la lengua griega, luego de θεόϛ (theós) es τὸ
ἀγαθόν (to agathón), o sea, el Bien, la perfección moral absoluta, muy ligada a la belleza
(καλός), expresión de la verdad y el bien en el ámbito de la sensibilidad humana (aisthesis).
Esta reflexión, base del mejor tratado de Filosofía Política de la historia de Occidente, es el
argumento más sólido y concreto a favor de la existencia de una Teología Política, concepto
sustentado en la idea según la cual “toda política implica una idea de Dios” (Gómez Dávila
436).

Por lo anterior, no es posible entender los cauces de la vida política en cualquier lugar del
globo terrestre, sin entender las vicisitudes de la Teología, que es ciencia suprema, como ya
dejara ver Aristóteles en su Metafísica (VI. 1), aun cuando los herederos de la rancia
Ilustración y los incautos seguidores de corrientes posmodernas la ignoren o la ridiculicen,
como materia propia de beatas y ancianos clérigos inoficiosos. Es el teólogo, en diálogo
permanente con la Filosofía, en la cual ha sido formado previamente, el que puede darnos la
explicación última de cualquier situación desarrollada en el amplio panorama de la realidad.

Así pues, y con esta idea clara, puede decirse que Colombia, país suramericano con una
población de 45’500.000 habitantes, de los cuales un 90%, aproximadamente, son católicos
(modernos, esto es, conciliaristas, pero católicos) está siendo un interesante laboratorio de
Teología Política e, incluso, de aquella disciplina que, entre otros, el jurista alemán Hans
Welzel desarrollara profusamente, a saberse, la Teología Jurídica ―entendida esta como la
concepción de Dios en relación con la corriente de Filosofía del Derecho (iusfilosofía) que
se sigue― pues los avatares de la vida nacional están siendo muy marcados por la
implementación acelerada de los Acuerdos de La Habana, entre el gobierno colombiano y
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que, con el apoyo en pleno de la
Conferencia Episcopal de Colombia, cuyas directrices son recibidas desde la Roma donde
Francisco es soberano absoluto, está generando una caza de brujas en las universidades
católicas y, más aún, pontificias, como es el caso de la reconocida Universidad Pontificia
Bolivariana, cuyo campus principal se encuentra ubicado en la ciudad de Medellín, en el
departamento de Antioquia.

El pasado 15 de noviembre de 2018, el Doctor Julio Enrique González Villa (recomiendo


seguirlo en su blog SedLex sobre Derecho y materias afines
http://julioenriquegonzalezvilla.blogspot.com), abogado y docente Titular de las cátedras de
Derecho Romano, Derecho de Bienes y Derecho del Medio Ambiente durante 29 años,
recibió un mensaje del Decano de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la UPB, Dr.
Luis Fernando Álvarez Jaramillo, en el que, cínicamente, y sin ningún respeto de su dignidad,
calidad profesoral y carrera académica, reconocida por generaciones y generaciones de
estudiantes, se le informa que:

Siguiendo instrucciones de las altas directivas de la Universidad, el plan de desarrollo


y el régimen de transición, hemos introducido ajustes en la programación académica
para el 2019, lo que nos obliga a replantear la labor docente para una utilización
óptima de los docentes internos. Por estos motivos queremos agradecer su
participación en nuestra facultad y comunicarle que para el primer semestre del
próximo año no tendremos necesidad de molestarlo para que nos acompañe.

El positivismo jurídico, de matriz atea, cuando no agnóstica o deísta, comete las más terribles
injusticias, aparentando decencia, pulcritud, asepsia y cortesía. Sus seguidores recurren, pues,
sin ningún pudor, a figuras absurdas como el DESPIDO SIN JUSTA CAUSA y otras
similares. El mensaje recibido por el Dr. González Villa incurre en un evidentísimo error, en
un despiste, como permite decir la RAE, pues si la universidad se está estructurando y debe
consolidar a profesores internos, debería cambiar la contratación del profesor en mención y
ubicarlo como profesor de Medio Tiempo o Tiempo Completo, excelente manera de terminar
sus años dedicados al ejercicio del Derecho; no obstante, pareciera que dicha idea no pasó
por la cabeza del Rector, Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda, ni del Vicerrector General,
Luis Eduardo Gómez Álvarez, ni del Decano de la Escuela ya mencionada, Luis Fernando
Álvarez Jaramillo, comprometido con un positivismo jurídico duro que, como todo
positivismo, navega en la altamar de la vida pública y académica, vendiéndose al mejor
postor, y, en este momento, ese poderoso de turno, que llena la caja vacía y la formaleta del
positivismo es el Estado, cada vez más arrodillado a las demandas del secretariado de las
FARC, apoyado por las altas cúpulas de la estructura eclesiástica con el discurso anticuado
y aburrido de la Teología Marxista de la Liberación, que tiene su correlato legal en el
marxismo jurídico; aquel que pone a los victimarios como héroes y a las víctimas como
criminales.

Todo lo anterior, que se parece más a un filme de terror que a la cotidianidad de una
universidad pontificia ha sido, es y será sustentado en una apología del misericordismo, tan
caro al Papa Francisco y que, para el caso colombiano, está poniendo a personajes como
Álvaro Uribe Vélez en el banquillo de los acusados por combatir el terrorismo comunista, y
a quienes acabaron con el país en 60 años de terrorismo como próceres que deben ocupar
cargos públicos y aparecer como los nuevos modelos de la juventud y la niñez, aparte de
reescribir la historia de Colombia, pintando a obispos y laicos católicos y
contrarrevolucionarios como los grandes enemigos de la civilidad y la paz. Al respecto puede
verse el libro, pagado por las FARC y editado por la Universidad de Berkeley: Casos de
implicación de la Iglesia en la violencia en Colombia. Insumo para la Comisión de
Esclarecimiento de la Verdad (Pacific School of Religion: Berkeley, 2016), en el que, para
resumir, se sitúa a la Iglesia Católica Tradicional en Colombia como la causante de la guerra
y la violencia, dado su marcado carácter conservador.

De este modo, se acelera la transformación de la Iglesia en vistas al Nuevo Orden Mundial y


se le pone a la impunidad un cariz académico y hasta pastoral, que, seguramente, suscitará
muchas tesis de pregrado y posgrado, muchísimos artículos de revista indexada, muchos
semilleros y muchos grupos de investigación que llenarán los bolsillos de tantos y permitirán
que universidades como la UPB sigan complaciendo a quienes realizan los rankings
mundiales de educación superior, pero desagradando al Sacratísimo Corazón de Jesús, al cual
está consagrada desde su fundación, en septiembre de 1936.

Haciendo un uso prudente, pero audaz de las redes sociales, el Dr. González Villa denunció
la complicidad de ciertos juristas que, en columnas de periódicos reconocidos como El
Colombiano, apoyaban la impunidad de los Acuerdos, vistiendo el disfraz de impolutos
académicos sin filiación política, lo cual nadie se cree, y menos un estudiante o profesor de
una Facultad de Derecho o de Ciencias Políticas. Entre estos columnistas estaba ―¡Oh
casualidad!― el Dr. Luis Fernando Álvarez Jaramillo, ya mencionado, quien retó
públicamente al Dr. González Villa y se indignó de que un católico conservador y de buenos
principios morales y jurídicos denunciara su complicidad con el régimen de injusticia y
criminalidad que empezó con Juan Manuel Santos y continúa, aun veladamente, con el
presidente Iván Duque Márquez, cuya popularidad desciende cada vez más entre diversos
sectores sociales.

No obstante, y más allá de la discusión entre estos dos reconocidos juristas, la universidad,
sea cual sea, existe para el debate y el disenso respetuoso, que nunca debe terminar en una
censura y, mucho menos, en un despido, sobre todo cuando el profesor en cuestión representa
los ideales de la institución y le ha dedicado casi tres lustros de su vida, incluso en las peores
crisis, solo por amor a la cátedra y a los estudiantes que han pasado por sus aulas.

Ya en 2015, el Arzobispo de Medellín, Mons. Ricardo Tobón Restrepo y las mismas


directivas de la Universidad Pontificia Bolivariana, sabotearon una conferencia del
exprocurador Alejandro Ordóñez Maldonado (cercano, como laico, a la FSSPX), actual
embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos, titulada La actualidad
del Derecho Natural en la Legislación Colombiana, despidiendo, por las mismas fechas, al
Profesor Carlos Andrés Gómez Rodas, quien fungía como organizador y que solo cometió el
grave error de alquilar un auditorio de dicha universidad con dinero de su propio pecunio.
Tal era el temor de la jerarquía eclesiástica, modernista, progresista, liberal y afín con la
herejía marxista, de que el Dr. Ordóñez Maldonado sentara postura clara sobre los Acuerdos
de impunidad. Tal vez, aducirían algunos obispos, se trataba de un católico tradicionalista,
que, en su mentalidad prejuiciosa, resulta ser un cismático. El escándalo fue tal, que incluso
el periódico Revolución Obrera, célula comunicativa de la Unión Obrera Comunista y fiero
opositor de los Acuerdos de La Habana, desde un marxismo ortodoxo y riguroso, protestó
contra el despido de dicho docente, desafiando toda lógica, pues no se esperaría que un medio
de tales características apoyara a un profesor iusnaturalista, de derecha y, por lo visto,
tradicionalista (https://www.revolucionobrera.com/correo/correo-revolucionario-2/).

Siete meses más tarde, en junio de 2016, y con el fin de evitar un escándalo mayor al que ya
había tenido, la misma universidad se vio en la obligación de alquilar su Aula Magna ―a un
altísimo costo, valga aclarar― para la presentación del libro La paz no lo justifica todo.
Mínimos penales para máximos responsables, publicación dirigida por el Dr. Ordóñez. Sin
embargo, ante la visita del Procurador General de la República no se hizo presente ninguna
directiva de la institución, lo cual viola toda norma de urbanidad y buenas costumbres,
revelando la indecencia de una porción considerable del alto clero que rige la Universidad
Pontificia Bolivariana.

Con lo anterior, es evidente la complicidad y la relación estrechísima que existe entre altos
niveles del poder político que pactaron con la impunidad (independientemente de su filiación
partidaria), positivistas, marxistas jurídicos y clero progresista y modernista, entre los cuales
se pueden contar sacerdotes liberales y otros, propiamente, afiliados a la Teología Marxista
de la Liberación, como es el caso del P. Francisco De Roux S.J, superior provincial de la
Compañía de Jesús en Colombia y Presidente de la Comisión de la Verdad, quien, como es
sabido, no oculta su compromiso con la agenda revolucionaria y cuenta con el beneplácito
del P. Arturo Sossa S.J, superior general de la Compañía de Jesús y, además, del Papa
Francisco, también jesuita y seguidor, desde joven, de la llamada Teología del Pueblo en
Argentina, muy cercana en su doctrina a la Teología Marxista de la Liberación.

Así pues, continúa y se agudiza la caza de brujas para los docentes católicos y conservadores
que luchan contra la implementación de un régimen revolucionario y debaten, con
argumentos serios, desde las diversas disciplinas humanas. La actual “misericorditis”
franciscana impide juzgar al pecador, porque solo permite condenar a los católicos de
siempre, a quienes todavía buscan la Paz de Cristo en el Reino de Cristo y se resisten al
falseamiento de la Religión Católica y, sobre todo, al Comunismo, que es radicalmente
opuesto a la fe cristiana.
La teología personal del nuevo clero lo lleva a pensar que Dios quiere a todos, sobre todo si
son pecadores impenitentes, pero rechaza con ira a quienes aun quieren guardar y enseñar
sus leyes: La eterna, la divina, la natural y la humana o positiva, que debe ser, esta última,
coherente con todas las demás, pues por sí misma no tiene validez material ni fundamento
moral.

A raíz del caso del Dr. Julio Enrique González Villa, el Rector General de la Universidad ha
recibido innumerables cartas de reclamo, donde se le pide, encarecidamente, que devuelva
su puesto al profesor en mención. Hasta ahora no ha dado ninguna respuesta. ¿Qué esperará
el Padre Julio Jairo Ceballos Sepúlveda para responder como un caballero? ¿Acaso la
Parusía?

Bibliografía

Aristóteles. Metafísica. Trad. Tomás Calvo Martínez. Madrid: Gredos, 1994.

Gómez Dávila, Nicolás. Notas. Bogotá: Villegas editores, 2003.

Massini Correas, Carlos Ignacio. Filosofía del derecho. Tomo I: El derecho, los derechos
humanos y el derecho natural. Buenos Aires: LexisNexis, 2005.

Ordóñez Maldonado, Alejandro. Guarín Cotrino, Rafael. Hernández Aguilar, Claudia. La


paz no lo justifica todo. Mínimos penales para máximos responsables. Bogotá: Instituto de
Estudios del Ministerio Público, 2016.

Pacific School of Religion. Casos de implicación de la Iglesia en la violencia en Colombia.


Berkeley: Universidad de Berkeley, 2016.

Platón. Diálogos IV. República. Trad. Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos, 1986.

Welzel, Hans. Introducción a la Filosofía del Derecho. Derecho Natural y Justicia


Material. Trad. Felipe González Vicén. Madrid: Aguilar, 1971.

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