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INTRODUCCIÓN
Es común escuchar entre las personas que desean bajar de peso, que pueden lograrlo fácilmente en un
comienzo y alcanzar el peso deseado, pero que una vez que le tratamiento termina y deben seguir de
manera autónoma, el mantener el peso logrado se hace muy difícil, llevándolos al fracaso con la
consecuente recuperación de los kilos perdidos. Por otra parte hay un grupo no menor de personas que ni
siquiera son capaces de bajar de peso, por muy importante que para ellos sea hacerlo y muchos
conocimientos en alimentación saludable tengan.
¿Qué sucede entonces?, ¿será suficiente la entrega de una gran cantidad de información nutricional para
que el paciente la incorpore y actúe automáticamente?, o ¿acaso están en juego otros factores que
determinan realmente si el paciente desea cambiar y que tan preparado está para hacerlo?.
Por otra parte, la adherencia terapéutica, definida inclusive por la OMS, hace referencia a una serie de
conductas adquiridas y aprendidas, por tanto interiorizadas, en relación a estilos de vida saludables o
conductas favorables a un tratamiento. La adherencia nos habla de cambios que deben ser realizados en el
modo de vida de una persona, y que puede estar sujeta a distintos factores, en la medida que la vida de la
En este sentido existen distintos modelos teóricos que pueden predecir y mejorar la adherencia terapéutica
de un paciente, tales como: la Teoría Social Cognitiva, la Teoría de la Acción Razonada, el Modelo de
Creencias en Salud, el Modelo Transteórico o de Etapas de Cambio y el Modelo de Información-Motivación-
Habilidades Conductuales. ¿Por qué existen todas estas teorías tratando de explicar cómo ocurre la
adherencia?, porque efectivamente para que ocurra, son muchos los aspectos humanos que pueden
afectarla y serán los que determinen en el largo plazo que la persona pueda mantener los objetivos
logrados. Por lo tanto, para lograr el mantenimiento de una conducta en el tiempo de manera saludable y
que signifique un real aprendizaje, lo que se debe trabajar es la adherencia.
¿Cuáles son los factores actitudinales que mejoran la adherencia?, los veremos a continuación:
1. EXPECTATIVAS
Es imposible no tener expectativas respecto a algo que uno desea lograr, y estarán en directa relación
muchas veces con nuestra historia personal, éxitos, fracasos y el tipo y grado de conocimientos previos que
se tenga respecto a lo que se desea cambiar.
2. AUTOEFICACIA
Planteada por Bandura en 1986, es decir la percepción del paciente sobre su capacidad de llevar a cabo un
determinado cambio y está muy ligada a las expectativas, ya que si estas son demasiado lejanas o difíciles dc
cumplir, el grado de autoeficacia disminuirá y con ello la confianza.
El nutricionista debe estar atento a los cambios que va logrando el paciente, por muy pequeños que estos
sean, ya que aunque no respondan a lo que el profesional puede esperar, pueden significar un gran
despliegue de esfuerzos que el paciente tuvo que realizar para lograrlo. Se debe retroalimentar los
comportamientos saludables realizados, consiguiendo que el paciente aumente de manera positiva y
constante su motivación.
El efecto puede ser tal que el éxito logrado con el plan nutricional conseguirá otra serie de cambios en la
vida cotidiana, alentados por los buenos resultados obtenidos en el patrón de alimentación.
El modelo tradicional de consulta no invierte tiempo en indagar las preguntas que tiene el paciente sobre su
tratamiento y asume que las indicaciones dadas deben ser cumplidas a cabalidad, como si se tratase de un
adulto que da instrucciones a un niño que poco sabe de porqué suceden las cosas. El asumir que el paciente
es una persona responsable y protagonista de su propia vida, es asumir además que la ayuda que podamos
Por muchos años los nutricionistas nos hemos desvivido pro entregar al término de la primera sesión una
pauta de alimentación perfectamente calculada, explicándola con las frases “usted debe comer esto”, “a
esta hora usted va a consumir esto otro”, “debe comer x cantidad de esto”. ¿Cuán dispuestos estamos a
abandonar este modelo paternalista y conocer realmente lo que desea el paciente y cómo nuestra ayuda
puede adaptarse a ello y no al revés?. Por lo tanto, el paciente es el protagonista de su tratamiento, y no
uno como profesional.
Debemos dejarlo hacer preguntas y tomar decisiones para empoderarlo de su tratamiento, dejar avanzar al
paciente en la medida que se sienta capacitado para hacerlo, elaborando un plan de metas a corto plazo,
que vaya cumpliendo con el plan completo en la medida que el paciente decida cuándo y cómo.
El paciente debe estar en pleno conocimiento de la situación y las consecuencias de su condición de salud en
relación a su estilo de vida, pero más profundamente cuánto se conoce a sí mismo para considerar sus
fortalezas a la hora del cambio y trabajar sus debilidades.
El conocimiento de sí mismo y de su entorno lo ayudará a reconocer cuáles son las barreras reales al cambio
de conducta, así como también cuáles son las opciones con las que cuenta que lo facilitarán. Debe conocer
además sus propias fortalezas, que serán muy útiles cuando tenga recaídas y deba aprender cómo salir
adelante de ellas.
La conciencia de uno mismo y de la realidad actual, son vitales para conseguir un objetivo, porque lo
ayudarán a construir objetivos reales y alcanzables, mejorando sus expectativas y con ello su autoeficacia.
5. MOTIVACIÓN
Es el elemento clave para hacer un cambio en un comportamiento desfavorable para la salud. En el modelo
tradicional de trato con el paciente, la motivación está basada en dar consejo o educar, apelando sólo al
área cognitiva, a la entrega de información. Sin embargo, en la actualidad pocas son las personas que no
realizan un cambio de conducta por falta de conocimientos y dar consejos o informar no resuelve en la
mayoría de los casos la indecisión del paciente que tiene dudas. Quiere decir entonces, que la motivación
pasa por un aspecto más que nada afectivo, en el que el temor al fracaso, la falta de confianza en uno
mismo, pueden ser grandes obstaculizadores del cambio de conducta.
Por otra parte, la motivación está relacionada directamente con lo que valoramos en nuestra vida y por lo
tanto, puede venir de distintas fuentes. Quizás para algunas personas sea válido el pensar en prevenir
enfermedades como motor de cambio, sin embargo para otras, será aún más válido el tener más años de
vida para ver crecer a sus hijos o nietos, el verse atractivo para el sexo opuesto, ponerse aquella ropa que
tanto desea y no puede, aumentar su autoestima, etc. ¿Podemos juzgar a un paciente que tenga como
motivación los últimos argumentos?, claramente no, por el contrario, alinearnos con lo que valora, lo
ayudará a sentirse escuchado y comprendido, mejorará el vínculo con nosotros como guías, la confianza, y el
empoderamiento de su cambio de conducta. En adición a lo anterior, la motivación es consecuencia de
establecer objetivos realistas y alcanzables. Puede trabajarse para aumentar la adherencia a un tratamiento,
ya que en la medida que pueden verse los resultados logrados, aumentará la autoeficacia.
Por otra parte, se debe asumir que el paciente es protagonista y activo en su proceso de aprendizaje,
responsable de sus decisiones y del ritmo que lleva su proceso de cambio, asumiendo tareas orientadas al
cambio de hábitos en la medida que se sienta capacitado para cumplirlas, aumentando la motivación y la
autoeficacia.
El cambio es un proceso y no un hecho puntual, ya que frecuentemente las personas acuden a la consulta
esperando cambios rápidos o por el contrario, el profesional asume erróneamente que el cambio de hábitos
puede lograrse luego de la primera sesión, independientemente de las motivaciones previas que tenga la
persona.
Debemos considerar los factores actitudinales del paciente a favor de una efectiva adherencia al
tratamiento y la mantención de hábitos saludables en el tiempo.
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