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¿Hacia el abismo?
Globalización en el
siglo xxi
80002115752
Títulos publicados:
¿HACIA EL ABISMO?
Globalización en el siglo XXI
PAIDÓS
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Aires México
Título original: Vers l'abime, de Edgard Morin
Originalmente publicado en francés, en 2007, por Éditions de L’Herne, París
Publicado por acuerdo con Éditions de L’Herne, a través de Agence litteraire
Pierre Astier & Assoáés
Cubierta de Opalworks
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informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
¿Hacia el abismo?....................................................... 9
La crisis de la modernidad......................................... 17
Más allá de las Luces.................................................. 31
El desafío de la globalidad.......................................... 43
El surgimiento de la sociedad-mundo....................... 57
La cultura y la globalización en el siglo XXI.............. 83
Sociedad-mundo contra terror-mundo..................... 99
Realismo y utopía....................................................... 117
El origen está delante de nosotros............................. 135
¿Hacia el abismo?....................................................... 145
¿HACIA EL ABISMO?
LA FALSA RACIONALIDAD
1. Edgar Morin, L'Esprit du temps, París, Grasset, 1962; reedición completa: París,
Armand Colín, 2007 (trad. cast.: El espíritu del tiempo, Madrid, Taurus, 1966).
Añadamos a esto los sentimientos comunitarios transnacionales que se
manifiestan a través de la mundializa- ción de la cultura adolescente y el
activismo feminista.
El CHOQUE 9/11
¿Qué política haría falta para que pudiera consti tuirse una sociedad-mundo,
no como remate planetario de un imperio hegemónico, sino sobre la base de
una confederación civilizadora?
Propongamos aquí no ya un programa ni un proyecto, sino los principios que
permitirían abrir una vía. Son los principios de lo que he llamado la
«antropolítica»12 (política de la humanidad a escala planetaria) y «política de
civilización».13
Para empezar, esto nos debe llevar a liberarnos del concepto de desarrollo,
aunque se haya disfrazado o maquillado de desarrollo sostenible, duradero o
humano.
La idea de desarrollo siempre ha comportado una base tecnoeconómica
mesurable a través de los indicadores de crecimiento y de ingresos. Supone de
forma implícita que el desarrollo tecnoeconómico es la locomotora que,
después, arrastra naturalmente un «desarrollo humano» cuyo modelo, realizado con
éxito, es el de los países considerados desarrollados, o dicho de otro modo, occidentales. Esta
visión supone que la situación actual de las sociedades occidentales constituye el fin y la finalidad
de la historia humana.
El desarrollo «sostenible» no hace más que atemperar el desarrollo por la
consideración del contexto ecológico, pero sin cuestionar sus principios; en el
desarrollo humano, la palabra «humano» está vacía de toda sustancia, a menos
que se refiera al modelo humano occidental, que, sin duda, comporta rasgos en esencial
positivos pero también, repitámoslo, rasgos esencialmente negativos.
El desarrollo, noción aparentemente universalista, también constituye un
mito típico del sociocentrismo occidental, un motor de violenta
occidentalización, un instrumento del Norte para colonizar a los «subdesarro-
llados» (el Sur). Como dice de forma precisa Serge Latou- che, «estos valores
occidentales (del desarrollo) son precisamente los que hay que volver a poner en cuestión para
encontrar la solución a los problemas del mundo contemporáneo» (Le Monde
diplomatique, mayo de 2001).
12Edgar Morin, Introduction á une politique de l’homme , París, Seuil, 1999 (trad. cast.:
Introducción a una política del hombre, Barcelona, Gedisa, 2002).
132009).
EL SURGIMIENTO DE 1.A SOCIEDAD-MUNDO 61
El desarrollo ignora lo que no es ni calculable ni mensurable, es decir, la
vida, el sufrimiento, la alegría y el amor; y su única medida de satisfacción está
en el crecimiento de la producción, de la productividad, de la renta monetaria.
Concebido únicamente en términos cuantitativos, ignora las cualidades: las de la existencia,
las de la solidaridad, las del medio ambiente, la calidad de vida," las riquezas humanas no
calculables y no acuña- bles; ignora el don, la magnanimidad, el honor, la conciencia. Su enfoque
está barriendo los tesoros culturales y los conocimientos de las civilizaciones arcaicas y
tradicionales. El concepto ciego y grosero del subdesarrollo desintegra las artes de la vida y la
sabiduría de las culturas milenarias.
Su racionalidad cuantificadora es irracional, ya que el PIB (producto interior
bruto) contabiliza como positivas todas las actividades generadoras de flujo
monetario, incluidas las catástrofes, como la del naufragio del Erika o la
tormenta de 1999, a la vez que desprecia las actividades benéficas gratuitas.
El desarrollo ignora que el crecimiento tecnoeconó- mico produce también
subdesarrollo moral y psíquico: la hiperespecialización generalizada, las
compartimenta- ciones en todos los ámbitos, el hiperindividualismo y el ánimo
de lucro comportan la pérdida de la solidaridad. La educación disciplinar del mundo
desarrollado aporta muchos conocimientos, pero engendra un conocimiento especializado que es
incapaz de comprender problemas multidimensionales, y que provoca incapacidad intelectual
para reconocer problemas fundamentales y globales.
El desarrollo considera beneficioso y positivo todo aquello que es
problemático, nefasto y funesto en la civilización occidental, sin incluir
necesariamente por ello lo que hay de fecundo (derechos humanos,
responsabilidad individual, cultura humanista, democracia).
¿La esperanza?
Para superar esta situación sería necesaria una metamorfosis totalmente
inconcebible. Sin embargo, esta constatación desesperante nos trae un
principio de esperanza: sabemos que las grandes mutaciones son invisibles y
lógicamente imposibles antes de que aparezcan; sabemos también que aparecen cuando
los medios de los que dispone un sistema se han vuelto incapaces de resolver sus problemas. Así,
para un eventual observador extraterrestre habría sido inconcebible que la vida, es decir, una
organización más compleja de la materia físico-química dotada de cualidades nuevas, surgiera de
los torbellinos, las tempestades, las tormentas, las erupciones y los terremotos.
Al mismo tiempo, la metamorfosis no es imposible, sino improbable. Aquí
aparece un segundo principio de esperanza: a menudo lo improbable acontece
en la historia humana. La derrota nazi era improbable en 1940- 1941, en el
momento en que el Tercer Reich dominaba Europa y había invadido victoriosamente la
Unión Soviética.
Hay, finalmente, un principio de esperanza en lo que Marx llamaba el
«hombre genérico»: recordemos que las células madre, capaces de regenerar la
humanidad, están presentes por todas partes, en todo ser humano y en todas
las sociedades, y que se trata de descubrir la manera de estimularlas.
Por tanto, es posible mantener la esperanza dentro de la desesperanza.
Añadamos a esto la llamada a la voluntad frente a la magnitud del desafío.
Aunque casi nadie es aún consciente de ello, jamás ha existido una causa tan
grande, tan noble y tan necesaria como la causa a favor (al mismo tiempo y de
modo inseparable) de la supervivencia, la vivencia y la humanización de la humanidad.
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84 ¿HACIA EL ABISMO?
5. LA REGENERACIÓN
CONCLUSIÓN
LA CULTURA Y LA GLOBALIZACIÓN EN EL SIGLO XXI 97
ISRAEL
El EMPEORAMIENTO
DEL PASADO
IDEAL-POLITIK y REAL-POLITIK
2001).
REALISMO Y UTOPÍA 129
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La occidentalización dominadora ha
EL ORIGEN ESTÁ DELANTE DE NOSOTROS 155
Septiembre de 2007
Edgar Morin (París, 1921) afinó un
concepto que con el tiempo se haría
inevitable en las altas esferas intelectuales:
el pensamiento complejo. Su obra y
pensamiento en las últimas cinco décadas es
inabarcable en su totalidad, ya que ha
transitado por las principales corrientes del
pensamiento contemporáneo.
Edgar Morin es director de investigación
emérito en el Centro Nacional de
Investigación Científica. Es también
codirector del Centro de Estudios
Transdisciplinarios de la Escuela de Altos
Estudios en Ciencias Sociales, presidente de
la Agencia Europea para la Cultura
(UNESCO) y presidente de la Asociación
para el Pensamiento Complejo. Es autor
entre otros muchos ríñalos de Los siete
saberes necesarios para la educación del
futuro, publicado por Paidós.