Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, en su texto “La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico”, analizan (entendido como un conjunto de síntomas, al síndrome normal de la adolescencia y lo entiende como las conductas que por darse en la adolescencia se consideran normales, pero que fuera de este período serían consideradas patológicas. Esto se debe a que sus actuaciones conllevan características defensivas de tipo psicopático, fóbico, maníaco o esquizoparanoide. Menciona como características de los adolescentes la alternancia entre el desequilibrio, inestabilidad, ensimismamiento, timidez, audacia, urgencia, desinterés, la presencia de conflictos afectivos y crisis religiosas, la intelectualización, las conductas heterosexuales y homosexuales ocasionales, etc. y sostiene que todo esto es normal ya que lo anormal en un adolescente sería el equilibrio. De este análisis surge la siguiente clasificación de diferentes síntomas característicos de este síndrome: Búsqueda de sí mismo y de la identidad: existe una representación mental de si mismos y de todo su cuerpo y cómo esto va construyendo la identidad. La relación que tiene con sus padres, familia, amigos y su contexto socioeconómico son aspectos muy importantes en esta búsqueda. Esto lo podemos observar en el aula o en diferentes ámbitos donde el adolescente se desarrolla. Mientras esto sucede, aparecen identidades ocasionales, identidades circunstanciales y transitorias y que son el reflejo de otras identidades, aparecen frente a cambios y dificultades. Lo que podríamos entender también, en términos de Aberastury, como contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta, el joven no puede mantener una linea de conducta rígida, absoluta, aunque lo intente. Su personalidad es muy variable e indecisa y esto sucede, precisamente, porque está en búsqueda de su personalidad. Lo he podido ver en el aula, en el espacio de la práctica docente, como estudiantes variaban su conducta constantemente hacia mi o hacia la docente titular. Esto también viene aparejado de constantes fluctuantes del humor y del estado de ánimo porque atraviesa muchos duelos (duelo por el cuerpo infantil, duelo por el rol y la identidad infantiles y duelo por los padres de la infancia) en su crecimiento que pueden provocarles sentimientos de ansiedad y depresión. La sensación de fracaso, desanimo, desaliento y frustración hacen que se aísle para protegerse. Por otra parte, en la tendencia grupal hay una búsqueda de uniformidad de la cual surge el espíritu de grupo desde un proceso de sobre identificación masiva, en donde todos se identifican unos con otros. El adolescente, frecuentemente, pertenece más al grupo que al núcleo familiar, ya que este representa la oposición a las figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta, puede ser un compañero de grupo o curso o bien un profesor. Se da una separación progresiva de los padres, que no pueden aceptar sus cambios, y los jóvenes buscan la figura de un líder para establecer relaciones más satisfactorias y firmes. En la necesidad de intelectualizar y fantasear el joven comienza a tener la necesidad de escribir novelas, versos, pensamientos políticos; empieza a tener la idea de salvar a la humanidad ya que lo toma como un mecanismo de defensa y entiende que está alejándose de su etapa de niño. Además, en las crisis religiosas hay una gran variedad de posiciones religiosas y cambios muy frecuentes. Es común observar que en un mismo adolescente pasa incluso por períodos místicos o por períodos de ateísmo absoluto. Para Knobel, en la construcción definitiva de una ideología, así como de valores éticos o morales, es preciso que el individuo pase por algunas idealizaciones persecutorias, que las abandone por objetos idealizados egosintónicos para luego sufrir un proceso de desidealización que permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida. La desubicación temporal sucede cuando, por lo general, los jóvenes suelen aislarse, retraerse, separarse de sus padres y esto se debe a que están en un periodo de independencia y maduración. Por esto, también presentan dificultades para diferenciar el pasado, del presente y del futuro. Es en la dimensión temporal se expresa claramente la ambigüedad del adolescente, que está relacionada entonces con la irrupción de la parte psicótica de la personalidad. Por otra parte, sucede la evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad. En este proceso exploratorio se empieza a tener contacto con lo genital de manera sexual. Siente curiosidad por su propio cuerpo y por comprobar si logra con el de los demás satisfacer sus deseos y fantasías. Aquí se definiría su sexualidad ya que intenta integrar el concepto que tiene de si mismo mediante sus genitales. Por último, la actitud social reivindicatoria: la actividad social que lleva adelante refuerza su personalidad y su capacidad de comportarse frente a otros ámbitos. Aquí manifiestan comportamientos revolucionarios, moralistas, destructivos o les cuesta adaptarse ya que sufre ante las necesidades que su contexto le impone. En cuanto a Juan David Nasio, en su libro ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? explica que el sufrimiento inconsciente del adolescente puede manifestarse de tres maneras diferentes. Por medio de “una neurosis sana de crecimiento” necesario para volverse un adulto (angustia, tristeza o rebeldía), que corresponde a un sufrimiento moderado. También pueden evidenciarse en comportamientos peligrosos (como la depresión, intentos de suicidios o suicidios, poliadicción, consumo de drogas duras, bulimia y/o anorexia, etc.) que son puestas en acto a partir de un sufrimiento inconsciente intenso. Nasio expone que “Sin darse cuenta, el adolescente muchas veces corre riesgos para prueba y afirmarse. A través de la violencia y el ruido, busca la prueba de su propio valor. Quiere sentirse existir, distinguirse de los adultos y reconocer por sus amigos.” Y, en último lugar, por medio de perturbaciones mentales (como la esquizofrenia, depresión severa, desórdenes alimenticios crónicos y perversiones sexuales) que revelan un sufrimiento inconsciente extremo. Por su parte Allidiere sostiene, en su texto “El vínculo profesor-alumno”, que desde el inicio de nuestras vidas nos vinculamos con los demás y así construimos la propia subjetividad. Las relaciones se conforman con otros significativos. El primer vínculo que conformamos como sujetos es con nuestra madre, a través de lo que la autora denomina “díada simbiótica narcisística”. Luego el padre se incluye en esta relación para promover la separación individuación. Podemos pensar que primeramente nos relacionamos con aquellos que constituyen nuestra familia y luego, se va incorporando paulatinamente los otros significativos extrafamiliares (amigos, docentes). Existen tres dinamismos psíquicos que construyen los vínculos humanos (primarios) que afectarán la manera en la que nos relacionamos a lo largo de la vida. Estos son la identificación, la proyección y la transferencia, en donde se pone en juego energía psíquica (pulsiones) regulada por el aparato psíquico. La identificación es un proceso psicológico inconsciente mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, propiedad o un atributo de otro y se transforma sobre el modelo de este. Pueden reconocerse dos tipos: primarias (constituyen el núcleo del yo y se dan en los primeros años de vida con personajes significativos para el niño) y secundarias (Se realiza más adelante y para el resto de su vida con personas de su medio social como docentes, amigos, pareja, colegas) En cuanto a la proyección, Allidiere lo define como un dinamismo psíquico inconsciente, por el cual se tiende a atribuir a un objeto, persona, grupo o situación, afectos y/o deseos que son de uno mismo. Estos podrán ser tanto aspectos rechazados propios como aspectos amados e incluso idealizados de uno mismo. A su vez, la transferencia afectiva se trata del predominio de calidez afectiva, simpatía y seducción o, por el contrario, predominio de frialdad, antipatía y agresión. Se divide entre predominantemente buena (amorosa) o predominantemente mala (hostil). Los vínculos pedagógicos tienen una estructura asimétrica ya que profesor y alumno presentan roles bien diferenciados. En lo singular estarán sesgados siempre por las proyecciones inconscientes y por los afectos transferenciales y contratransferenciales de los autores. Psicodinamismos profundos entre profesor- alumnos. Estos pueden analizarse desde la perspectiva del profesor: Las transferencias parentales que consisten en vínculos de dependencia con padres protectores, vinculo de dominio-sometimiento con padres autoritarios y vínculos de variantes reactivas. Por otro lado, rivalidades y alianzas fraternas que sucede cuando el joven docente se identifica con el alumno y tiene actitudes autoritarias y arbitrarias con sus “alumnos-hermanos” En cuanto a los Alumnos, cuando suceden transferencias filiales los jóvenes hacen desplazamientos afectivos de sus padres hacia los docentes que ocuparan un lugar privilegiado de sustitutos parentales. Además, la demanda de amor que pueden evidenciarse en actitudes molestas o agresivas provenientes de desplazamientos transferenciales.