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Neoclasicismo en Francia.

En Francia, el apoyo por los ideales neoclásicos partió directamente de los círculos
oficiales relacionados con la Academia de Bellas Artes y el propio rey, se estableció por
la admiración de la cultura antigua que existía desde el renacimiento, y que se había
mantenido incluso durante el Barroco. Con la Revolución Francesa y el ascenso de
Napoleón al poder imperial, el neoclasicismo se distorsionó y asumió una función de
propaganda, consiguiendo su debilitación y disolución en el romanticismo.
Jean Antoine Houdon.
Uno de los representantes más destacados de este estilo fue Jean-Antoine Houdon
(1741-1828), quien realiza una síntesis entre ideal clásico y tendencia realista. Este artista
evolucionó desde una clara influencia del arte del Barroco tardío, hasta convertirse en uno
de los máximos representantes del estilo neoclásico en Francia. Sin embargo, su afán por
mostrar en los retratos los aspectos más individuales de los personajes representados le
acerca al estilo romántico. Y es que el artista "mostró una gran precisión en la
reproducción de los rasgos físicos y se preocupó por enseñar las características de cada
personaje, desde la vestimenta hasta el carácter".
Houdon comenzó a esculpir a los nueve años y se sometió al largo entrenamiento
prescrito por la Real Academia. A los veinte años ganó el Premio de Roma, ciudad en la
que se estableció para continuar con su formación y conocer de primera mano el arte
clásico. Allí aprendió el gran dominio técnico que poseía para el arte de la escultura, y se
encaminó principalmente hacia el arte del retrato. De esta etapa son San Bruno, situada
en la iglesia de Santa María de los Ángeles y del Martirio, y un estudio anatómico de un
hombre desollado, L'Écorché, que le dieron fama inmediata.
En 1770, regresó a París y presentó una figura de Morfeo para entrar en la Real
Academia, esta vez como miembro. Durante esta década, creó cuatro bustos diferentes de
Voltaire, además de su reconocida figura sedente. Lo retrató en diversos momentos de su
vida y en poses y actitudes muy variadas. Nos lo presenta muy elegante, ataviado con el
traje típico de los filósofos clásicos, con los rasgos propios de la vejez y con expresión
alegre. En todas estas esculturas nos muestra a este personaje tal y como el
propio Voltaire se nos muestra en sus obras literarias y filosóficas. En el caso del retrato
a Diderot, hace un busto en el que plantea una visión muy franca del personaje,
trasmitiendo contacto humano y la intimidad del retratado, quien nos mira con una
expresión muy receptiva y a la vez humorística, tal y como muchos escritos también nos
presentan a este personaje. Al enterarse de la muerte de Jean Jacques Rousseau, Houdon
tomó un molde de su rostro con el que inmortalizó al filósofo en un busto de bronce que
ahora se encuentra en el Louvre.
A lo largo de su vida hizo numerosos retratos a todo tipo de personajes desde
nobles hasta el propio Napoleón, para quién trabajó con continuidad. Pero también retrató
a literatos e incluso a amigos y familiares. Un buen ejemplo son los retratos que hizo de
su hija y de su mujer, obras de tono mucho más familiar, donde su realismo alcanza una
gran verosimilitud.
En 1785, Houdon cruzó el Atlántico invitado por Benjamín Franklin para visitar
el palacio Mount Vernon. Allí, George Washington posó para él y los modelos que sacó
sirvieron para varias esculturas, entre ellas la figura ubicada en el Capitolio de Richmond
(Virginia) y numerosos bustos, como general, a la manera clásica, etc. pero mucho más
idealizados de lo que era habitual en él. También realizó retratos de Thomas Jefferson y
otros personajes famosos de este país.
Una de sus obras más destacadas, fuera de la serie de retratos, es la escultura de
Diana Cazadora (1776), la primera obra que presentó en el Salón, aunque se tuvo que
retirar porque su desnudo escandalizó a sus contemporáneos. Es una escultura muy
estilizada y delicada, en la que Houdon intenta sintetizar el ideal antiguo con los modelos
del Renacimiento. Es una escultura que no rompe por completo con la tradición anterior.
De hecho, se puede apreciar el influjo del arte Barroco en el movimiento oblicuo que
domina el cuerpo de la figura, recordando a las formas de Bernini. Las dimensiones
menores de la cabeza, provocan que el cuerpo de la mujer se estilice, concentrando gran
parte de la atención en el rostro, donde cobran un especial protagonismo sus ojos.
De hecho, los ojos eran una de las especialidades del arte de Houdon, sobre todo
en sus retratos, en los que conseguía dar gran vivacidad y expresividad a sus figuras con
sus miradas. Según los expertos, "Houdon excavó, quitó materia y en ese hueco marcó la
pupila; así halló una técnica que repetiría y que aplaudieron ya sus contemporáneos". Y
es que una particularidad de los retratos de Houdon es que él tallaba los ojos en sus
esculturas, mientras que otros artistas contemporáneos, mucho más ortodoxos con las
premisas neoclásicas, se dedicaban a pintar los ojos en las esculturas, tal y como hacían
los artistas de la Antigüedad.
Houdon modeló sus esculturas en arcilla, aunque las versiones posteriores podían
ser de mármol, bronce o yeso. Prefirió mantener las marcas de herramientas en sus
esculturas en lugar de pulirlas, dando una sensación de frescura en la ejecución. Creó un
nuevo género en el cual destaca la espontaneidad e informalidad de la expresión, sin
comprometer el decoro, captando unas expresiones de gran vivacidad. La intensidad con
la que expresó, tanto la fisonomía como el carácter de sus personajes, lo coloca entre los
escultores de retratos más importantes de la historia.

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