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Los mitos y las leyendas nos permiten comprender ciertos principios que dominaron la
historia de la música griega durante muchos siglos. El mito más célebre es el de Orfeo,
que es el héroe que unió para la posteridad el canto con el sonido de la lira (tira?). La
música dentro del mito órfico puede reconciliar en una unidad los principios opuestos:
vida y muerte mal y bien belleza y fealdad. Estas antinomias llegan a anularse en el canto
ejecutado por Orfeo, gracias al poder mágico religioso reconocido a la música. Su canto
procura placer que puede transmutarse en encantamiento y forzar a todos los seres a
que lo sigan. La concepción que de la música aflora en el mito de Orfeo es análoga a la
que brota del mito de Dioniso, el Dios de la embriaguez.
Todos los mitos musicales se mueven sobre un trasfondo ideológico similar, que tiende a
poner en íntima conexión la música con nuestro mundo moral.
Cada modo, cada ritmo y cada instrumento contaban con mayores o menores
aprobaciones con arreglo al estado moral con el que se creía que se correspondían. Sin
embargo, la música no existía tan solo para ponerla en relación con los vicios y las
virtudes de los hombres, se creía que la música entrañaba facultades y poderes aún más
profundos.
La música es una invención divina que representa no solo un modo de ratificar su poder y
su función dentro del mundo de los hombres, sino también un medio para instituir sus
leyes. Es entre el siglo IV y el V cuando adquieren entidad todas las innovaciones en el
terreno de las técnicas instrumentales y en las técnicas compositivas. Se introducen en
Grecia la armonía frigia y la lidia que determinan relaciones entre cada tonalidad o modo
y los diferentes temas o motivos con que debía ejecutarse cada canto. El desarrollo
técnico de la música durante estos siglos va acompañado de la defensa de un conjunto
de doctrinas que se agrupan bajo el nombre de pitagorismo y que constituirá el filón de
conocimientos musicales más importante de toda la civilización helénica.
LA ARMONÍA:
Los pitagóricos no constituyeron solamente una escuela filosófica sino también una secta
religiosa y política.
La naturaleza más profunda tanto de la armonía como del número se revela con precisión
a través de la música. Para Filolao, las relaciones musicales expresan la naturaleza de la
armonía universal y, por esto, las relaciones entre los sonidos, expresables en números,
pueden ser asumidas como si de un modelo se tratara de la misma armonía universal.
Por este motivo música puede ser no solo la producida por el sonido procedente de los
instrumentos, sino también, el estudio teórico de los intervalos musicales o la música
producida por los astros.
Toda cosa de la naturaleza ofrecía una semejanza con los números y estos aparecían en
primer lugar entre todo cuánto existe en la naturaleza, debieron pensar que los elementos
numéricos se erigían en elementos configurantes de todas las cosas y que el mundo
entero era armonía y número.
Los pitagóricos se guiaron siempre por el principio de que la música debía ser
reconducida hasta las proporciones más simples, ya que ella debía reflejar en todo
momento, debido a su naturaleza numérica y matemática, la armonía universal.
El alma es armonía, debido a esto, la música ejerce un especial poderío sobre el espíritu,
gracias a que ambos son afines y la música puede restablecer la armonía espiritual. De
aquí sale el concepto de catarsis. El vínculo de la música con la medicina es muy
antiguo, y la creencia en su poder curativo se remonta a tiempos anteriores a Pitágoras.
Los pitagóricos purificaban el cuerpo con la medicina y el alma con la música. La música
así entendida, como medicina para el alma, acaba adquiriendo una dimensión ético-
pedagógica alrededor de la cual no se había teorizado nunca con tanto rigor como lo
hicieron los pitagóricos. La concepción catártica de la música se halla en relación directa
con la doctrina de la armonía en tanto conciliación y equilibrio de contrarios.
Sus ideas hablaban sobre la música y el valor educativo que ésta encerrada para la
juventud, e incidía sobre el concepto del vínculo entre el mundo de los sonidos y el
mundo ético.
La música, así como puede inducir a la virtud, también puede inducir al mal. Este poder
de la música tiene su fundamento en el hecho de que cada armonía imita un determinado
modo de ser. La doctrina de Damón se limita a afirmar pitagóricamente que el alma es
movimiento y que, desde el momento en que también el sonido es movimiento, hay una
correspondencia directa y una influencia recíproca entre música y alma.
Esta teoría ética de la música que se atribuye a Damón nos reconduce a un concepto
que desarrollará más tarde Aristóteles: el de la catarsis. Se diferencian 2 tipos:
- homeopática (Aristóteles, s. IV a.C.): imitación del vicio en sí del que debe liberarse el
espíritu.
LA MÚSICA EN LA POLIS:
Platón parece oscilar entre una condena radical de la música y una consideración de la
misma como suprema forma de belleza y, por tanto, de verdad.
En el estado ideal anhelado por Platón la poesía y la música deben ser desterradas, pues,
de lo contrario, reinarán placer y dolor antes que ley.
En Gorgias la música se define siempre como una techné, o sea como un arte. La música
no tiene la dignidad de ciencia, puede considerarse una técnica.
En las leyes se habla de la música como instrumento educativo indispensable junto con
la gimnasia. La música servirá para la serenidad del alma. Esta concepción educativa de
la música no se contradice con la idea de que ésta produce placer, puesto que este
placer producido por la música no es un fin sino un instrumento: toda música, buena o
mala, produce placer, pero si se la considera desde una perspectiva educativa se vuelve
necesario explotar tan solo el placer producido por la música buena. Las músicas buenas
son para Platón las consagradas por la tradición.
En tanto ciencia puede acercarse a la filosofía hasta identificarse con ésta al concebirla
como suprema sabiduría (sophia).
Para Platón belleza y sabiduría se enlazan hasta identificarse la una con la otra en el nivel
más elevado: en la música.
Hay una música que se oye y otra que no se oye. Únicamente esta segunda música, la
que no se oye, es digna de la atención del filósofo. Este concepto de la música nos
traslada a una atmósfera pitagórica, pudiéndose comprender si se enlaza con el
concepto de armonía. La armonía de la música absorbe la armonía del alma y, al mismo
tiempo, la del universo. La música se convierte entonces en el símbolo de esta unidad y
de este orden divino, de los que son copartícipes el alma y el universo entero. Sin
embargo, esta música no es la de los instrumentos, la de los músicos de profesión, sino
que es la concebida como armonía.
Los polos entre los cuales se mueve el pensamiento platónico parecen ser, de una parte,
la música real y concreta que se enseñaba en la Atenas del siglo IV y, de otra, una música
puramente inteligible y abstracta. El concepto de educación puede ser el principio que
relacione las dos músicas.
La ética musical de Damón relativa a armonías, ritmos y modos útiles o dañinos la retoma
Platón cada vez que se refiere a la música enseñada en las escuelas. La doctrina
matemático- pitagorica, en cambio, constituye el fundamento teórico de su concepción
de la música como suprema filosofía.
Había comenzado a producirse dentro del ámbito de la cultura musical griega una
fractura entre dos diferentes modos de concebir la música. Puede considerarse a Platón
como el primer responsable de la profunda escisión que se da en el pensamiento musical
entre una música puramente pensada (más emparentada con las matemáticas en tanto
ciencia armónica, o con la filosofía), y una música realmente oída y ejecutada (más
emparentada a su vez con los oficios y las profesiones técnicas).
La escisión entre música y cultura es probable que tenga sus orígenes en el pensamiento
griego postplatónico de derivación pitagórica, y que pueda sintetizarse en el proverbio
griego que afirmaba que "la música no oída es mejor que la oída".
LA ESCUELA PERIPATÉTICA:
La demanda que se hace de los caracteres estéticos y de las leyes propias de la música
se hace más insistente dentro de la escuela peripatetica.
Aristóxeno sentó las bases que propiciaron una consideración estética y no solo
moralista de la música como un estudio de la teoría musical desligada de presupuestos
metafísicos.
Después de Aristóxeno van a distinguirse dentro del pensamiento musical dos corrientes
la pitagórico- platonica y la peripatética.
Guarda relación con las notas, los intervalos, los géneros, los sistemas o escalas, los
tonos, las modulaciones y las composiciones de melodías. Está ausente cualquier
implicación de orden metafisico. La armonía se transforma en una ciencia musical.
Los Padres de la Iglesia distinguen claramente entre la Música pagana, la música y que
ya existía antes de la llegada del cristianismo, y la nueva música cristiana, el nuevo canto
como instrumento de salvación.
Clemente de Alejandría afirma que los mitos antiguos son crueles y falsos y que la
música a través de la que se expresan lleva a la perdición.
La música y el canto sacro gozarán de aprecio por el valor educativo que encierran en
tanto instrumento de edificación religiosa.
Este principio de la interioridad del canto sacro es pitagórico. El canto silencioso puede
aproximarse a la percepción de la armonía cósmica. La división entre canto exterior y
canto interior puede convertirse en un elemento que nos permite distinguir entre canto
pagano y nuevo canto cristianó. Estos principios derivan de las doctrinas pitagoricas y
neoplatónicas.
San Agustín no excluye el hecho de que la música pueda generar placer en quien la
escuché si bien lo considera reprobable. La música se convertirá en una auténtica ciencia
cuando se despoje de todos los elementos que no se acomodan a una racionalidad
absoluta.
Hay una jerarquía en la ejercitación del arte musical. En el peldaño inferior se sitúa la
música que se hace a un nivel puramente instintivo como en el canto del ruiseñor. En un
peldaño un poco más elevado se hallan los tenedores de instrumentos. En este nivel la
música es imitación o sea imitación de los maestros que enseñan a aquellos a tocar.
Ahora bien San Agustín rechaza que el verdadero arte consiste en la imitación. La música
en tanto arte es ciencia no habiendo de compartir nada con los sentidos ni con la
memoria. Obviamente la agilidad manual que caracteriza a los tenedores pertenece tan
solo al cuerpo no al espíritu.
A partir de este punto el discurso de San Agustín se encamina hacia una metafísica del
número. La música quiere dignidad científica en cuanto que se reduce a número. El
movimiento de los sonidos tanto desde el punto de vista de los intervalos como desde el
rítmico deberá ceñirse a correlaciones numéricas simples por ser éstas las únicas que la
razón enjuiciará como buenas.
Algunos números asumen un carácter sagrado el primero entre todos el 3 con una clara
alusión a la Trinidad. Es un toro que contiene principio, medio y fin.
Los números parten del alma donde tienen su origen, no en los cuerpos. El alma tiende a
la unidad, a la igualdad.
El número uno sirve de fundamento a todos los números la correlación 1:1 es el modelo
eterno divino, grabado en el alma por Dios.
San Agustín no repudia el placer que da belleza de para siempre y cuando se reconduzca
hacia el juicio racional y se le conceptua como una etapa del proceso ascético que
culmina en la belleza eterna e incorpora. Si la unidad es la belleza por excelencia los
demás números pueden ser menos bellos pero no estar carentes de belleza. La belleza y
los números en los que ésta se plasma dentro de la música pueden ser tanto instrumento
de condenación como de elevación y ascesis dependerá de la actitud que adopte el alma
en relación con aquéllos.
San Agustín se debate entre el placer que conlleva la melodía aun cuando se trate de una
melodía sacra, y la consideración de que dicha melodía simboliza el ardor de la fe y vacila
frente al siguiente dilema: o aceptar el placer ambiguo y profundo de la música o
renunciar radicalmente ha dicho placer en favor de la pura plegaria, de la palabra
despojada de todo ornamento.
La música mundana qué es la primera por orden de preferencia para Boecio es la música
de las esferas identificándose con el concepto de armonía. Esta música la produce el
movimiento de los astros, la sucesión de las estaciones y todos los movimientos ciclicos
y ordenados de la naturaleza, por ello dicho sonido se identifica más bien con el
concepto de armonía y el oírse o no se convierte en secundario, imputable a la
imperfección de la naturaleza humana.
La música mundana es la única verdadera mientras que los otros tipos lo son en la
medida en que participan o recuerdan la armonía del cosmos.
En cuanto la música de los instrumentos es mucho más urgente importante saber lo que
uno hace que llevar a cabo lo que uno sabe.
Boecio asigna una neta supremacía a la razón y a la ciencia de la música con respecto a
la práctica de esta y reconociendo con ello la falacia de los sentidos, no excluye el papel
desarrollado por éstos.
Esta concepción de la música como ciencia de todas las ciencias punto de convergencia
de dos mundos: el ético y el intelectual, se encuentra también en San Isidoro de Sevilla,
que afirma que sin la música ninguna disciplina puede ser perfecta puesto que no puede
existir nada sin aquella.
LA RELACIÓN CON LA MUSICOLOGÍA GRIEGA:
El interés por la posible relevancia religiosa de la música disminuye a la par que aumenta
la progresiva mundanización de la misma y crece el interés en relación con los problemas
reales de la composición y la interpretación. De este modo, se toma conciencia, cada vez
más, de las diferencias existentes entre los diversos estilos musicales. Los primeros
teóricos medievales usan la terminología de los teóricos griegos y en este sentido,
Boecio es considerado una autoridad porque simboliza el puente que enlaza la Edad
Antigua con la Edad Media, por ser el filósofo que recopiló y transmitió la sabiduría
musical de los griegos.
En el siglo IX, el monje benedictino francés Aureliano de Réomé ofrece una síntesis de la
concepción medieval de la música y la define según la fórmula agustiniana: la música es
la ciencia de la modulación justa, conforme al sonido y al canto.
Hasta el año 1100 se produce un alejamiento muy marcado entre la evolución real de la
música (desde el canto gregoriano hasta los primeros experimentos polifónicos) y el
pensamiento de los teóricos.
Las mismas proporciones numéricas que vuelven concordes los diversos sonidos son las
que armonizan el alma con el cuerpo y crean la eterna armonía entre los elementos
contrarios de todo el mundo.
La admiración del filósofo medieval se canaliza hacia el teórico: músico es aquel que
sabe de todo cuanto se relaciona con la música, por esto es muy superior al ejecutante.