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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


CARRERA DE SOCIOLOGIA
Waldo Ansaldi
UNIDAD DE DOCENCIA
(Compilador)
E INVESTIGACION SOCIOHISTORICAS
DE AMERICA LATINA (UDISHAL)

Técnicas y
procedimientos
del trabajo
científico

Buenos Aires, 2000

Colección del Nuevo Siglo


Serie Libros Digitales, V
Digitales, ol. 0
Vol.

La UDISHAL tiene como símbolo distintivo una de las escultura erigidas en el Memorial da América Latina, en Sâo Paulo, Brasil,
diseñada por Oscar Niemeyer. Ella es una mano de concreto armado, de siete metros de altura, con los dedos abiertos, en un
gesto de desesperación. En la palma, un mapa esquematizado de América Latina, de color rojo, representa la sangre y los
sufrimientos de la región y, según el propio Niemeyer, los “negros tiempos que el Memorial registra con su mensaje de esperanza
y solidaridad”.
La fotografía aquí reproducida fue tomada por Marisa Montrucchio, en agosto de 1999, y digitalizada en nuestra Área de Informática
Aplicada a las Ciencias Sociales.
1
U NIDAD DE D OCENCIA E I NVESTIGACIONES S OCIOHISTÓRICAS DE
A MÉRICA L ATINA ( UDISHAL )

Instituto de Investigaciones Gino Germani


Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
José E. Uriburu 950 piso 6º Of. N°17 - (CP.1114) - Buenos Aires
Tel.: 54-11-4508-3815 Fax: 54-11- 4508-3822 / E-MAIL: udishal@latinmail.com)

La Unidad de Docencia e Investigaciones Sociohistóricas de América Latina (UDISHAL) es un espacio de


articulación entre actividades de enseñanza y actividades de investigación, generación de conocimiento científico y de
material de difusión sobre las sociedades latinoamericanas, espacio en el cual los resultados de éstas proveen de
«materia» a aquéllas, al tiempo que el desarrollo de contenidos a través del ejercicio docente estimula la búsqueda de
nuevos conocimientos mediante la investigación. El objetivo principal de la Unidad es la formación de latinoamericanistas.
La dirección del conjunto de actividades de ella está a cargo de Waldo Ansaldi. Institucionalmente, la UDISHAL es una
estructura informal que funciona dentro de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
La UDISHAL está constituida por:
el Equipo Docente de Historia Social Latinoamericana (EDHISLA),
el Seminario Permanente de Estudios de América Latina (SEPEAL),
el Taller de Investigación de Sociología Histórica de América Latina (TISHAL),
el Area de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales,
el Area de Difusión.
El EDHISLA tiene a su cargo el desarrollo de la Historia Social Latinoamericana (HISLA), materia obligatoria del
plan de estudios de la Carrera de Sociología. La dirección general del Equipo Docente es del Profesor Titular, Waldo
Ansaldi; la coordinación interna está a cargo del Profesor Adjunto, Mario Petrone.
El SEPEAL es un ámbito de formación de recursos docentes y de capacitación continua de los miembros del
EDHISLA. Además de éstos, lo integran estudiantes y graduados (sociología e historia, abierto también a los de antro-
pología y ciencia política) interesados en el estudio de las sociedades latinoamericanas. La dirección general del Semi-
nario es responsabilidad de Waldo Ansaldi y la coordinación interna es de la Profesora Asociada, Patricia Funes.
El TISHAL tiene como objetivos, entre otros, la formación teórico-práctica en sociología histórica, el entrenamiento
en investigación y la generación de nuevos conocimientos, como parte esencial de la articulación entre actividades de
docencia y de investigación a la que se ha hecho referencia. El Taller se divide en Laboratorios de Análisis, conforme
los temas objeto de investigación. Actualmente hay cuatro Laboratorios de Análisis: de Estructuras Agrarias, de Meca-
nismos de Dominación Política, de Imaginarios Sociales, de Sistema Político y Sistema de Partidos. Coordina Waldo
Ansaldi.
El Área de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales es un campo de investigación y experimentación sobre
las posibilidades y las posibles aplicaciones de la informática a los procesos de investigación y enseñanza en ciencias
sociales, incluyendo la producción de textos en soporte electrónico (disquetes y discos compactos), páginas web y
otras formas. Es coordinada por Rubén Galeano en los aspectos técnicos y por Waldo Ansaldi en los contenidos
académicos.
El Área de Difusión, reproduce periódicamente, y a efectos de facilitar el trabajo académico en el interior de la
Unidad, textos indispensables para el desarrollo de las actividades de formación, docencia e investigación de la UDISHAL.
Se trata de series de artículos de revistas o capítulos de libros no disponibles o de difícil acceso en el mercado y/o las
bibliotecas locales, como también de trabajos de los docentes, investigadores y estudiantes avanzados de la Unidad.
Estos materiales están fuera de comercio y se reproducen para su exclusivo uso en las áreas Equipo Docente, Semi-
nario Permanente, Taller de Investigación, Pretaller de Investigación. Durante el segundo semestre de 1994 se produ-
jeron 22 microprogramas radiales sobre la actualidad latinoamericana, difundidos por Radio Universidad de San Juan,
experiencia luego interrumpida. A mediados de 1995 se inició la producción de textos electrónicos en combinación con
el Programa UBA XXII, UBA.
La UDISHAL es miembro de la RED DE ESTUDIOS SOBRE AMÉRICA LATINA (RESAL)
Indice
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123456789012345 Waldo Ansaldi
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123456789012345 Técnicas y Procedimientos del Trabajo Científico ..................................................................... 5
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Anthony Giddens
123456789012345 Trabajando en Sociología: Métodos de Investigación ................................................................ 7
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123456789012345 Ciro F. S. Cardoso
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123456789012345 Etapas y procedimientos del método histórico ......................................................................... 27
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123456789012345 Germán Carrera Damas
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123456789012345 Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y conocimiento histórico .............. 53
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123456789012345 Enrique Moradiellos
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123456789012345 Introducción a las técnicas de trabajo universitario .................................................................. 69
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 La naturaleza del conocimiento histórico ............................................................................... 107
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de la investigación histórica ............... 137
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 El proceso de explicación en la investigación histórica ......................................................... 153
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 Construcción y síntesis ........................................................................................................... 183
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica .................................................... 193
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123456789012345 Jerzy Topolski
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Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas ........................................ 205
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123456789012345 Jerzy Topolski
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123456789012345 Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones ......................................................... 217
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123456789012345 R. Sierra Bravo
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123456789012345 La investigación científica y el método científico ................................................................... 227
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123456789012345 R. Sierra Bravo
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123456789012345 La redacción de la tesis o del trabajo ..................................................................................... 243
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123456789012345 R. Sierra Bravo
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123456789012345 La tesis y su contenido ........................................................................................................... 263
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123456789012345 R. Sierra Bravo
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123456789012345 Presentación formal y defensa de la tesis .............................................................................. 279
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123456789012345 Ejemplos ................................................................................................................................. 291
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123456789012345 Profesor Alberto D. Cimadamore
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123456789012345 Sugerencias para generar ideas y proyectos de investigación .............................................. 307
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123456789012345 Lecturas adicionales ............................................................................................................... 309
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123456789012345 Grageas .................................................................................................................................. 310
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Publicaciones electrónicas
Qué es? ... Cuál es su utilidad?

Una publicación electrónica es un libro, título o artículo compilado para ser usado en cualquier Pc bajo entorno Windows 3.x o
superior. En el mismo se utilizan técnicas de hipertexto, que hacen posible la lectura en cada pantalla por página, pudiendo llevarlo
al portapapeles para ser trasladado a cualquier procesador de textos como también imprimirlo desde la publicación. En la misma
se puede marcar un tema para luego tenerlo a la vista en forma inmediata; aunque lo más versátil es la facilidad de búsqueda
de temas puntuales, ofreciendo comodidad en la preparación de monografías, informes, trabajos de investigación y, a su vez,
pueden utilizarse varias publicaciones y programas abiertos de manera simultánea.
Los títulos electrónicos permiten, además, desarrollar técnicas novedosas de acceso directo a la información, ofreciendo
numerosas opciones de búsqueda que junto a los índices temáticos y los listados de palabras claves, surge la posibilidad de ofrecer
búsquedas que rastreen la ocurrencia de una determinada palabra –aún un monosílabo– a lo largo de cientos de páginas del libro.
Desde 1995, la Unidad e Investigación Sociohistóricas de América Latina - Area Informática, está publicando la Serie III de sus
Documentos de Trabajo, serie que se edita en la doble modalidad de soporte papel y soporte informático. El primer título,
Documento de Trabajo /1, Waldo Ansaldi y Patricia Funes, Patologías y rechazos. El racismo como factor constitutivo de
la legitimidad política del orden oligárquico y la cultura política latinoamericana, fue editado con carácter experimental en
aquel año, realizándose una segunda versión en 1996.
En 1997 son editados los siguientes títulos: Documento de Trabajo /2, Tulia Falleti, Verónica Giordano y Gabriela Rodríguez
(Comps.), Clientes y clientelismo en América Latina. Además, en 1998 se desarrolló el Documento de Trabajo /6, Waldo
Ansaldi (comp.), Técnicas y Procedimientos del Trabajo Científico. En 1999 se hapreparado el Documento de Trabajo/4, de
Patricia Funes y Waldo Ansaldi, Los años veinte y sesenta en el pensamiento latinoamericano: rupturas y continuidades.
El Documento de Trabajo /5 de Waldo Ansaldi (comp.) Ciudadanía (s), se encuentra en preparación en CD room el cual se editará
en este año.
Todos estos títulos se ofrecen en sus dos versiones (impresión estándar y electrónica) y puede adquirirse en la cátedra de Historia
Social Latinoamericana del Dr. Waldo Ansaldi.
Para solicitar cualquier publicación o consultarnos, puede hacerlo por e-mail en: udishal@latinmail.com
Agradecemos su interés y esperamos desee tener los títulos que se publicarán próximamente.

Udishal -Area de Informática Aplicada a las Ciencias Sociales-

Visite nuestras páginas en Internet, donde encontrará información sobre sitios de Historia, Sociología y
material académico ofrecido en el link "Buscando América Latina". Te esperamos en:

Ejemplar fuera de comercio, exclusivamente re-


Buenos Aires, marzo 2000 producido con fines académicos.

4
Waldo Ansaldi

T ÉCNICAS Y P ROCEDIMIENTOS DEL T RABAJO C IENTÍFICO

Introducción

Este documento de trabajo ha sido preparado con el objetivo de facilitar el proceso de apredizaje
y entrenamiento de quienes aspiran a ser investigadores (esto es, creadores de conocimiento) o, más
modestamente, a realizar adecuadamente ejercicios que facilitan el proceso de aprendizaje y ense-
ñanza. No pretende enseñar a investigar, toda vez que a investigar se aprende investigando. No
obstante, hay técnicas, procedimientos y reglas de observancia universal que es conveniente conocer,
dominar y, sobre todo, aplicar bien siempre. Unas y otros son norma correiente -cuando no exigen-
cias explicativas- en la presentación de ponencias, comunicaciones, artículos, libros, informe de in-
vestigación, tésis...

Ser un profesional de las ciencias sociales es practicar un oficio que la mayoría de las veces se
realiza individualmente, pero que admite varias formas asociadas o en equipo. La observancia de
reglas, procedimientos y técnicas es parte del quehacer de la comunidad científica, permitiendo la
constitución de un locus en el cual es fácil reconocerse y evaluar el trabajo propio y ajeno. La
necesidad de tal observancia no debe constituirse, en pero, en un culto o fetiche, a la postre esterilizante.
Por el contrario, es buena y recomendable -a mi juicio y tal vez contrariando nociones firmemente
establecidas- una buena cuota de lo que Charles Wright Mills llamaba Artesanía Intelectual: huir de
todo procedimiento rígido, desarrollar y usar la imaginación sociológica, evitar el fetichismo del
método y la técnicas, aunar teoría y método como parte del ejercicio de un oficio, emplear y exigir la
sencillez del enunciado claro (evitando «el biszntino despropósito de la asociación de conceptos y la
palabrería amanerada»), mantener la autonomía moral y política.1

Lo que Mills llamaba imaginación sociológica va más allá de la disciplina sociología y puede
recurrirse a ella en cualesquiera sea nuestra disciplina de origen y/o práctica. Según el propio Mills,
«la imaginación sociológica consiste, básicamente, en una parte considerable, en la capacidad de
pasar de una perspectiva a otra y en el proceso de formar una opinión adecuada de una sociedad
total y de sus componentes. Es esa imaginación, naturalmente, lo que separa al investigador del
mero técnico».

1. Véase Charles Wright Mills. La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica, México, DF., 1ra edición 1961 (hay numerosas
reediciones) "Apéndice. Sobre artesanía intelectual".

5
Los textos seleccionados pertenecen a las prácticas de sociólogos e investigadores, pero se trata
de conceptos, técnicas, prácticas y procedimientos que, en términos generales, valen para todas o la
mayoría de las ciencias sociales. Se recomienda, muy especialmente, hacer los diferentes ejercicios
que describen los artículos: presentación resumida, resúmen analítico, análisis crítico (Germán
Carrera Damas), identificación y referencias bibliográficas, fichas bibliográficas y de lectura,
comentario de textos, gráficos, documentos estadísticos y mapas, reseña de libros (Moradiellos).

Finalmente, es bueno saber dominar y aplicar las técnicas y los procedimientos característicos del
trabajo científico, sin fetichizarlos y siendo uno mismo su propio metodólogo. Es muy bueno em-
plear la imaginación sociológica. Y sobre todo, generar una disciplina de trabajo (que no tiene que
ser enajenante) capaz de aunar capacidad de observación, recolección de información y reflexión
crítica, base de la articulación entre empiria y teoría.

Buena suerte!

6
Sociología, Capítulo 21, Editorial Alianza, Madrid, 1991, pp. 695-725

Anthony Giddens

Trabajando en Sociología:
Métodos de Investigación
Las cuestiones que preocupan a los sociólogos, uso de cuestiones, entrevistas, «observación partici-
tanto en su teorización como en sus investigaciones, pante» o trabajo de campo dentro de una comunidad,
son con frecuencia similares a las que preocupan a junto a la interpretación de las estadísticas y los do-
otras muchas personas. ¿Cómo es posible que exista cumentos históricos —además de otras técnicas me-
hambre a un nivel masivo en el mundo cuando es aho- nos utilizadas.
ra mucho más rico que de lo que ha sido nunca? ¿Qué
En este capítulo comenzamos esbozando las fa-
efectos tendrá el creciente uso de la tecnología de la
ses por las que atraviesa una investigación socioló-
información en nuestras vidas? La familia como ins-
gica y los principios fundamentales empleados en la
titución, ¿Está empezando a desintegrarse? ¿Incitan
interpretación de los datos. A continuación haremos
las películas y la televisión a la delincuencia violen-
una comparación entre los métodos de investigación
ta?
más frecuentes utilizados, considerando algunos pro-
Los sociólogos tratan de encontrar respuestas a yectos e investigaciones actuales. A menudo existen
estos y otros muchos problemas. Sus hallazgos no profundas diferencias entre cómo debería idealmente
son en modo alguno necesariamente concluyentes. No llevarse a cabo una investigación y los estudios en la
obstante, el objetivo de toda teorización e investiga- vida real!
ción sociológica es siempre apartarse de los modos
especulativos o mal informados en los que cualquier
persona normalmente se plantea tales cuestiones. El Estrategia de investigación
buen trabajo sociológico trata de plantear las pregun-
tas con la mayor precisión posible, y trata de encon-
trar evidencia factual antes de extraer cualquier con- El problema de la investigación:
clusión. Para conseguir estos objetivos debemos em-
plear elaborados procedimientos de investigación y Toda investigación arranca de un problema de
ser capaces de analizar el material de precisión. De- investigación. Este puede consistir en un área desco-
bemos conocer los métodos de investigación más nocida: podemos pretender simplemente mejorar nues-
útiles para un estudio concreto y el mejor modo de tro conocimiento de ciertas instituciones, procesos
analizar los resultados. sociales o culturales. El investigador tratará de res-
ponder a preguntas como las siguientes: ¿qué pro-
En una investigación sociológica están implica- porción de la población tiene fuertes creencias reli-
dos diversos aspectos. El procedimiento o estrategia giosas? ¿Está la gente hoy realmente desinteresada
de investigación está relacionado con el planteamiento por el «gran gobierno»?, ¿cuál es el grado de desven-
de la investigación y con el modo en que ésta ha de taja de la posición económica de la mujer con res-
llevarse a cabo. Esto implica el método de investiga- pecto a la del hombre? Las respuestas serán funda-
ción apropiado y pensar en su aplicación al área de mentalmente descriptivas. Sin embargo, la mejor in-
estudio. La metodología de investigación empleada vestigación sociológica arranca de problemas que son
para estudiar los resultados y de análisis de los da- en sí mismos un enigma. Un enigma no es sólo falta
tos. Los métodos de investigación empleados para de información, sino un vacío en nuestro conocimien-
estudiar el mundo social (Blumer, 1984). Incluyen el
7
Anthony Giddens

to. Una gran parte de la habilidad para realizar una El siguiente paso comprende la elaboración de una
buena investigación sociológica consiste en identifi- formulación clara del problema de la investigación.
car correctamente los enigmas. La investigación des- Si existiese una literatura relevante, el investigador
criptiva se limita a responder a la siguiente pregunta: regresaría de la biblioteca con una noción clara de
«¿Qué está pasando?». La investigación que resuel- cómo se debe enfocar el problema de la investiga-
ve los enigmas trata de contribuir a nuestra compren- ción. Las instituciones sobre la naturaleza del pro-
sión de por qué los acontecimientos ocurren de un blema pueden llegar a transformarse en hipótesis
modo determinado, más que limitarse a aceptarlos por concretas en esta fase. Una hipótesis es una conjetu-
lo que parecen a primera vista. Así, nos preguntare- ra sobre la relación entre los fenómenos en los que
mos, ¿por qué están cambiando los esquemas de las está interesado el investigador. Si la investigación
creencias religiosas?. ¿A qué responde el auge de la pretende ser efectiva, se debe formular la hipótesis
«Nueva Derecha» en política en los últimos años?. de tal modo que el material recopilado permita su com-
¿Por qué están las mujeres tan pobremente represen- probación.
tadas en los altos puestos?.
Ninguna investigación basta por sí sola. Los pro- Elaborando un diseño de la investigación
blemas de la investigación surgen en el mismo desa-
rrollo del trabajo; un proyecto de investigación pue- Ahora debemos decidir cómo vamos a recopilar
de conducir fácilmente a otro, porque suscita cues- el material (información) necesario. Existe un am-
tiones que el investigador no había considerado pre- plio espectro de métodos de investigación diferentes,
viamente. Los enigmas pueden surgir a raíz de la lec- y la elección depende de los objetivos generales del
tura del trabajo de otros investigadores en libros y estudio tanto como de los aspectos del comportamien-
publicaciones profesionales o por la percepción de to que se vayan a analizar. Para determinados fines,
determinadas tendencias en la sociedad. Por ejemplo, una encuesta (para la que normalmente se emplea-
como se dijo en el capítulo 5 («Conformidad y des- rían cuestionarios) puede ser lo apropiado. En otras
viación»), en los últimos años ha aumentado el nú- circunstancias pueden resultar más apropiadas las
mero de programas para el tratamiento de los enfer- entrevistas, o tal vez un estudio observacional. Evi-
mos mentales en la comunidad en lugar de recluirlos dentemente, no se empleará ninguno de estos méto-
en asilos. Los sociólogos se formularán las siguien- dos si estamos estudiando un problema de sociología
tes preguntas: ¿cuáles has sido los factores que han histórica. En ese caso emplearemos documentos de
provocado este cambio en la actitud hacia los enfer- dicho período.
mos mentales?, ¿cuáles son las consecuencias más
probables tanto para los propios pacientes como para Realizando la investigación
el resto de la comunidad?.
En el momento de empezar realmente la investi-
Revisando la evidencia gación pueden surgir dificultades prácticas imprevis-
tas. Puede resultar imposible contactar con algunos
El primer paso que se da en el proceso de la in- de los que han de responder al cuestionario o de los
vestigación es normalmente el de revisar la eviden- que el investigador esté interesado en entrevistar. Por
cia existente en la disciplina. Puede ocurrir que las ejemplo, una sociedad financiera o una agencia gu-
investigaciones previas hayan clarificado el proble- bernamental pueden mostrarse reacias a que el in-
ma satisfactoriamente, en cuyo caso el investigador vestigador lleve a cabo la investigación planteada. El
deberá leer el trabajo de otros sociólogos sobre dicha acceso a la documentación puede resultar más difícil
área. Si el problema no hubiera sido resuelto, el in- de lo previsto.
vestigador necesitará consultar todas las investiga-
ciones existentes relacionadas con el tema y evaluar Interpretando los resultados
su utilidad para los objetivos que se persiguen. ¿Se
han visto enfrentados los anteriores investigadores al El material recogido tiene que ser analizado en
mismo enigma?. ¿De qué modo han intentado resol- función del problema que originó el estudio. Los obs-
verlo?. ¿Qué aspectos del problema han dejado sin táculos para el investigador no han terminado; puede
analizar?. Apoyarse en las ideas de otros ayuda al ser que no hayan hecho más que empezar!. En raras
investigador a clarificar las cuestiones que pudieran ocasiones resulta sencillo predecir las implicaciones
surgir en un posible proyecto, así como los métodos de los datos recogidos y relacionarlos con el proble-
más adecuados para dicha investigación. ma inicial de la investigación. Aunque puede resultar
posible encontrar una respuesta concreta para las
Precisando el problema de la investigación

8
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

preguntas que se planteaba el investigador, numero- la caída. El hecho de soltar el freno fue lo que causó
sas investigaciones finalizan sin aspiración alguna a el suceso, y las razones para ello pueden entenderse
ser concluyentes. por referencia a los principios físicos implicados.
Como en la ciencia física, la sociología depende del
presupuesto según el cual todos los sucesos tienen
una causa. La vida social no está constituida por una
Informando de los hallazgos de la investigación serie de hechos azarosos que ocurren sin ritmo ni ra-
zón. Una de las tareas de la investigación sociológi-
El informe de la investigación, publicado nor- ca —junto al pensamiento teórico— consiste en iden-
malmente en forma de artículo de revista o de libro, tificar las causas y los efectos.
constituye el relato de la naturaleza de la investiga-
ción y trata de justificar cualesquiera que sean las
conclusiones que de ella se deriven. Esta es la «fase
final» sólo en términos del proyecto de investigación DEFINIR EL PROBLEMA
individual. La mayoría de los informes incluyen las Seleccionar un tema de investigación
preguntas que permanecen sin respuesta y sugieren
posibles investigaciones que pudieran resultar de re- REVISAR LA LITERATURA
levancia en el futuro. Todas las investigaciones indi- Familiarizarse con los trabajos existentes en el tema
viduales son parte de un proceso continuo de investi-
gación que tiene lugar dentro de la comunidad socio-
FORMULAR UNA HIPÓTESIS
lógica.
¿Qué intenta demostrar? ¿Qué relación existe entre las
variables?

El proceso global SELECCIONAR UN DISEÑO DE INVESTIGACION


Elegir uno o más métodos de investigación: experimento,
La secuencia anterior es una versión simplificada encuesta, observación, uso de fuentes existentes
de lo que ocurre en los proyectos de investigación
cuando éstos se llevan a cabo. En la investigación REALIZACION DE LA INVESTIGACION
sociológica real, estas fases en rara ocasión se dis- Recogida de datos, recopilación de la información
tinguen tan claramente, y lo más corriente es que sur-
jan numerosos obstáculos en el proceso (Bell y INTERPRETACION DE LOS RESULTADOS
Newby, 1977). La diferencia es similar a la que exis- Análisis de las implicaciones de los datos recogidos
te entre las instrucciones que vienen en un libro de
recetas de cocina y el proceso real de preparación de
un plato. Los cocineros con experiencia cocinan a INFORME DE LOS RESULTADOS
menudo prescindiendo totalmente de las recetas, y su ¿Cuál es su significado? ¿Qué relación tiene con los
labor resulta enormemente creativa. Seguir un mode- anteriores hallazgos
lo al pie de la letra puede ser muy restrictivo; la ma-
yor parte de las investigaciones sociológicas no se
ajustan a la secuencia anterior (Orestein y Phillips, Sus hallazgos se registran y discuten
1984). en la comunidad académica y tal vez
darán origen a nuevas investigaciones
Metodología general

Uno de los principales problemas de la metodolo-


gía de la investigación (el estudio de los problemas Figura 25. —fases del proceso de investigación.
lógicos que conlleva toda investigación) es el análi-
sis de las causas y los efectos. Una relación causal Causalidad y correlación
entre dos sucesos o situaciones es aquella en la que
un suceso o situación desencadena otro suceso o si- La causalidad no puede ser inferida directamente
tuación. Si suelto el freno de mano del coche cuesta de la correlación. Correlación significa la existencia
abajo rodará en esa dirección, ganando velocidad en

9
Anthony Giddens

de una relación regular entre dos series de sucesos o Existe, por ejemplo, una fuerte correlación entre el
variables. Una variable es cualquier dimensión a lo nivel de éxito educativo y el nivel de éxito ocupacio-
largo de la cual los individuos y los grupos sufren nal en las sociedades modernas. Cuando mejores sean
cambios. La edad, las diferencias en los ingresos, las las calificaciones obtenidas en la escuela por un indi-
tasas de delincuencia y las diferencias de clase son viduo mayores son las posibilidades de encontrar un
algunas entre las múltiples variables que estudian los trabajo bien remunerado. ¿Qué explica esta correla-
sociólogos. Podría parecer que cuando dos variables ción?. Las investigaciones tienden a mostrar que la
se encuentran fuertemente correlacionadas una debe- explicación no está únicamente en la experiencia es-
ría ser la causa de la otra, pero no siempre ocurre colar; los niveles de éxito escolar están en gran medi-
esto. Existen numerosas correlaciones sin ninguna da influidos por el hogar del que proviene cada per-
relación causal entre las variables. Por ejemplo, des- sona. Los niños que proceden de hogares adinerados,
de la Segunda Guerra Mundial ha existido una fuerte en los que los padres muestran gran interés en su ca-
correlación entre el descenso de los fumadores de pipa pacidad de aprendizaje y en los que abundan los li-
en Gran Bretaña y un descenso en el número de per- bros tienen más probabilidades de mostrar una bue-
sonas que acuden al cine. Obviamente, un cambio no na actuación tanto en la escuela como en el mundo
ha producido el otro, y nos será muy difícil descubrir laboral que aquellos niños que provienen de hogares
siquiera una remota conexión causal entre ellos. desprovistos de éstos elementos. Los mecanismos
causales en este caso son las actitudes de los padres
Sin embargo, en muchos casos no resulta tan ob-
hacia sus hijos, junto a las facilidades para el apren-
vio el hecho de que una correlación observada no
dizaje que ofrezca cada hogar. (Para una exposición
implique una relación causal. Tales correlaciones son
más amplia sobre el hogar y la escuela, ver capítulo
trampas para los imprudentes y pueden dar lugar a
13: «Educación, comunicación y medios de comuni-
conclusiones discutibles o falsas. En su estudio clá-
cación»).
sico El Suicidio, Emile Durkheim halló una correla-
ción entre las tasas de suicidio y las estaciones del En sociología, las conexiones causales no debe-
año (Durkheim, 1952). En las sociedades que estu- rían enfocarse de un modo demasiado mecánico. Las
diaba, los niveles de suicidio iban aumentando pro- actitudes de las personas, así como sus razones sub-
gresivamente desde enero hasta junio o julio, para jetivas para actuar de un modo concreto, son facto-
empezar luego a disminuir hacia el final del año. Se res causales en las relaciones entre las distintas va-
podría suponer que esto demostraba que la tempera- riables de la vida social.
tura o los cambios climáticos tienen una relación cau-
sal con la propensión de los individuos a suicidarse. Controles
¿Cabe la posibilidad de que a medida que aumenta la
temperatura las personas se muestren más impulsivas Al analizar la causa o las causas que explican una
y exaltadas?. No obstante, la relación causal aquí correlación, se deben distinguir las variables inde-
implicada no tiene en absoluto que ver, al menos di- pendientes de las variables dependientes. Una va-
rectamente, con la temperatura o con el clima. En riable independiente es aquella que produce un efec-
primavera y verano mucha gente tiene una vida so- to sobre otra variable; la variable afectada es la de-
cial más intensa que en invierno, y los individuos que pendiente. En el ejemplo utilizado, los logros acadé-
se sienten aislados o infelices tienden a experimentar micos son la variable independiente y los ingresos
una intensificación de estos sentimientos a medida ocupacionales la variable dependiente. La diferencia
que el nivel de actividad de los demás aumenta. Por radica en la dirección causal que estamos analizan-
ello son más propensos a desarrollar tendencias sui- do. El mismo factor puede ser una variable indepen-
cidas agudas en primavera y en verano que en otoño diente en una investigación y una variable dependiente
e invierno, cuando el ritmo de actividad social decre- en otra, dependiendo del proceso causal que se esté
ce. Siempre hay que estar en guardia para saber si la analizando. Si estuviésemos buscando los efectos de
correlación implica causalidad y para decidir en qué las diferencias que los ingresos ocupacionales tienen
dirección actúan las relaciones causales. en el estilo de vida, los ingresos ocupacionales serían
la variable independiente, no la dependiente.
Para saber si una correlación entre variables es
Mecanismos causales una relación causal hay que emplear los controles,
lo que significa mantener constantes ciertas varia-
Analizar las conexiones causales en las correla- bles para poder conocer los efectos de las restantes.
ciones es a menudo un proceso lleno de dificultades. Con ello podremos distinguir las distintas explica-
ciones de las correlaciones observadas, separando las

10
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

relaciones causales de las no causales. Por ejemplo, de vida»). ¿Cómo sabemos si existe realmente una
ciertos investigadores que estudian el desarrollo in- relación causal entre la separación de la madre y fu-
fantil sostienen la idea de que existe una conexión turos problemas de personalidad?. Lo que se debe
causal entre la separación de la madre durante la in- hacer es controlar, «mantener invariables», otras po-
fancia y serios problemas de personalidad en la edad sibles influencias que pudieran explicar la correla-
adulta. («La privación de la madre alude a una pro- ción.
longada separación del niño con respecto a su madre
—varios meses o más— durante los primeros años

Términos estadísticos
La investigación en sociología hace uso frecuente de técnicas estadísticas en el análisis de los resultados. Algunas de estas
técnicas son muy sofisticadas y complejas, pero las más comúnmente utilizadas son de fácil comprensión. Las más utilizadas
son las medidas de tendencia central —instrumentos para el cálculo de promedios— y los coeficientes de correlación (medidas
del grado de relación consistente entre dos variables).
Existen tres métodos para calcular promedios, y cada uno tiene ciertas ventajas y ciertos inconvenientes. Tomemos como
ejemplo la cifra de riqueza personal (incluidos todos los bienes, como casas, coches, cuentas bancarias y valores invertidos) que
poseen trece individuos. Las cantidades poseídas por los trece son las siguientes:

1. 000 (cero) libra 8. 80.000 libras


2. 5.000 libras 9. 100.000 libras
3. 10.000 libras 10. 150.000 libras
4. 20.000 libras 11. 200.000 libras
5. 40.000 libras 12. 400.000 libras
6. 40.000 libras 13. 10.000.000 libras
7. 40.000 libras
La media corresponde al promedio como normalmente se entiende, y se obtiene sumando la riqueza personal de los trece y
dividiendo el resultado entre el número de personas, es decir 13. El total es 11.085.000; dividiendo esta cifra por trece obtene-
mos una media de 852.692. La media resulta útil porque se basa en la totalidad de los datos manejados. Sin embargo, puede
resultar engañosa cuando existe uno o un pequeño número de casos muy distintos de la mayoría. En el ejemplo anterior, la
media no es, de hecho, una medida de tendencia central muy apropiada, pues la existencia de una cifra muy grande, 10.000.000,
supone su sesgo en la totalidad . Sacaríamos la conclusión de que casi todos poseen más de lo que en realidad tienen.
En tales casos se pueden emplear otras medidas. La moda es la cifra que aparece con más frecuencia en una serie de
datos. En nuestro ejemplo es 40.000. El problema con la moda es que no tiene en cuenta la distribución global de los datos, es
decir el número de cifras manejadas. El caso más frecuente dentro de una serie de datos no es necesariamente representativo
de su distribución global, y puede no ser un «promedio» muy útil. En este caso 40.000 no da una idea muy aproximada de la
tendencia central porque está demasiado próxima al límite inferior de las cifras.
La tercera medida es la mediana, que es la cifra que ocupa el lugar central de una serie de cifras. En el ejemplo utilizado
sería la séptima cifra 40.000. Hemos utilizado un número impar de cifras en el ejemplo. Si hubiese sido un número par —por
ejemplo, doce en lugar de trece— la mediana se obtendría calculando la media de las dos cifras centrales, la seis y la siete. Al
igual que la moda, la mediana no nos proporciona una idea de la distribución real de los datos que estamos midiendo.
En ocasiones los investigadores utilizan más de una medida de tendencia central, para así poder elaborar una imagen
representativa del promedio. Pero lo más frecuente es que se calcule la desviación típica de los datos. Es un modo de calcular
el grado de dispersión, o la distribución, de una serie de cifras —que en nuestro caso iría desde cero hasta 10.000.000.
Los coeficientes de correlación constituyen un modo útil de expresar el grado de conexión entre dos (o más) variables.
Cuando dos variables correlacionan completamente podemos hablar de una correlación positiva perfecta —expresada por el
coeficiente 1.0. Cuando no se encuentra relación alguna entre dos variables (simplemente no existe una conexión consistente
entre ellas) el coeficiente es cero. Una correlación negativa perfecta, que se expresa como –1.0, existe cuando existe entre dos
variables una correlación absolutamente inversa. Las correlaciones perfectas no existen en las ciencias sociales. Correlaciones
del orden de 0.6 o más, ya sea positiva o negativa, indican un fuerte grado de conexión entre variables que se están analizando.
Las correlaciones positivas de este tipo, por ejemplo, suelen encontrarse entre la clase social y el comportamiento de voto.
Cuanto más alto esté un británico en la escala socioeconómica mayores son las posibilidades de que vote a los conservadores y
no a los laboristas.

11
Anthony Giddens

Un caso de privación maternal es aquel en que el fumadores o han fumado durante una temporada lar-
niño es internado en un hospital por un prolongado ga en algún momento de su vida. Son tantos los estu-
período de tiempo, durante el cual se ve separado de dios que han confirmado estas correlaciones que hoy
sus padres, ¿es el apego a la madre lo realmente de- está generalmente aceptada la existencia de un vín-
cisivo?. ¿Puede ocurrir que si un niño recibe amor y culo causal. Sin embargo, los mecanismos causales
atención de otras personas durante su infancia él o concretos siguen sin conocerse.
ella sean personas estables en el futuro?. Para poder
Por muchos que sean los estudios de correlacio-
investigar estas posibles conexiones causales, tendre-
nes que existan sobre un tema siempre queda la duda
mos que comparar casos en los que los niños han
de que puedan existir relaciones causales; caben ade-
sido privados de todo cariño con otros casos en los
más otras interpretaciones de la correlación. Se ha
que los niños hayan sido separados de sus madres
propuesto, por ejemplo, que aquellos que están pre-
pero hayan recibido amor y cuidados de otras perso-
dispuestos a contraer un cáncer de pulmón están asi-
na. Si el primer grupo desarrollara graves dificulta-
mismo predispuestos a fumar. Desde esta perspecti-
des de personalidad pero el segundo no lo hiciera,
va no es el hecho de fumar lo que produce el cáncer
podríamos sospechar que el cariño regular de alguien
de pulmón; tanto el fumar como el cáncer de pulmón
durante la infancia es lo decisivo, independientemen-
surgen de una disposición que ciertos individuos han
te de que tal cariño proceda de la madre. (De hecho,
desarrollado en su estructura biológica.
los niños parece que prosperan siempre que manten-
gan una relación de cariño con la persona que les
cuida que no tiene por qué ser obligatoriamente la
madre.) Métodos de investigación

Trabajo de campo
Identificación de las causas En sociología se emplean distintos métodos de in-
vestigación. En lo que se refiere a la observación
Se podrían invocar muchas causas posibles para participante o trabajo de campo (ambos términos
explicar una correlación dada. ¿Cómo podemos es-
son intercambiables), el investigador vive con el gru-
tar seguros de abarcarlas todas?. Sencillamente, no
po o comunidad que es objeto de estudio y puede in-
podemos. Nunca conseguiríamos llevar a cabo, ni in-
cluso tomar parte en alguna de sus actividades. Un
terpretar los resultados de una investigación socioló-
ejemplo de trabajo de campo es el famoso estudio de
gica de modo satisfactorio si nos viéramos obligados
Erving Goffman sobre el comportamiento en un ma-
a comprobar la posible influencia de todos aquellos
nicomio (Goffman, 1961). Goffman pasó varios me-
factores causales que pudiéramos considerar poten-
ses en un manicomio trabajando como director ayu-
cialmente relevantes. La identificación de las relacio-
dante de educación física. Uno o dos de los miem-
nes causales está normalmente orientada por las in-
bros del personal sabían que era un investigador so-
vestigaciones previas realizadas en dicho campo. Si
cial, pero los enfermos no. Así consiguió Goffman
no tenemos de antemano una idea clara de los meca-
mezclarse con ellos sin dificultad y de un modo in-
nismos causales más probables implicados en una
formal, y llegó incluso a contactar con los pacientes
correlación tendremos serias dificultades a la hora
más graves de las «salas del fondo». Así consiguió
de encontrar las conexiones causales reales. No sa-
elaborar un retrato detallado de la vida de la organi-
bríamos para qué estamos realizando la comproba-
zación, así como de las actitudes e ideas de aquellos
ción.
que vivían y trabajaban allí. El material de su inves-
Un buen ejemplo de los problemas que se plan- tigación consistía en notas descriptivas que fue to-
tean a la hora de analizar las relaciones causales exis- mando sobre la vida de las salas y en transcripciones
tentes en una correlación lo proporciona la larga lis- de conversaciones o contactos con los pacientes y con
ta de estudios sobre el tabaco y el cáncer de pulmón. el personal.
Las investigaciones han demostrado suficientemente
Observó, por ejemplo, que en las salas del fondo,
la existencia de una fuerte correlación entre ambos.
donde muchos de los pacientes se resistían a la co-
Los fumadores tienen una mayor probabilidad de con-
municación social ordinaria, los enfermos tenían uno
traer un cáncer de pulmón que los no fumadores, y lo
o dos «enfermos empleados» de otras salas para ayu-
mismo ocurre con los que fuman mucho en compara-
darles en el trabajo. Los pacientes empleados reci-
ción con los que fuman poco. La correlación tam-
bían normalmente una serie de favores como recom-
bién se puede expresar a la inversa. Una elevada pro-
pensa por su ayuda. Esta práctica no estaba oficial-
porción de aquellos que sufren cáncer de pulmón son

12
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

mente aprobada por las autoridades del hospital, pero difícil adaptación, especialmente cuando se estudian
resultaba esencial para el buen funcionamiento de la culturas muy diferentes de la propia.
organización. Un ejemplo proviene de las notas de
Durante mucho tiempo era lo normal que las in-
campo tomadas por Goffman, en las cuales recogía
vestigaciones basadas en la observación participante
cada una de las actividades diarias:
excluyesen cualquier información sobre los riesgos y
Almuerzo con un paciente amigo en una de las amplias los problemas a los que hay que hacer frente, pero
cafeterías para los pacientes. El dice: «La comida aquí es las memorias y diarios de distintos investigadores de
buena pero no me gusta el salmón de lata.» A continuación campo publicados recientemente han hecho impor-
se excusa, vacía su plato en el cubo de basura y se va a la tantes revelaciones al respecto. Con frecuencia se ven
sección de comida de régimen del mostrador, y vuelve con
enfrentados a la soledad: no es fácil «encajar» en una
un plato de huevos. Sonríe con un gesto burlón y conspirativo
y dice: «Juego a las quinielas con el encargado de esto.» comunidad a la que no se pertenece. El investigador
(Goffman, 1961, pp. 257-58). puede sentirse frustrado cuando los miembros del
grupo o comunidad no hablan con franqueza sobre
Goffman enfocó el manicomio desde el punto de ellos mismos; las preguntas directas se aceptan sin
vista de los pacientes y no en términos de las catego- problema en determinados contextos culturales, pero
rías médicas que les aplicaban a éstos los psiquia- en otros pueden encontrar como única respuesta el
tras. «Tengo la opinión —escribió— de que cualquier silencio más absoluto. Ciertos tipos de trabajo de cam-
grupo de personas, ya sean hombres primitivos, pilo- po pueden resultar incluso peligrosos físicamente —
tos o pacientes, crean una vida propia que llega a por ejemplo, un investigador que estudie una banda
resultar significativa, razonable y normal una vez que de delincuentes puede ser visto como espía de la po-
uno se encuentra próximo a ella...» (Goffman, 1961, licía, o puede verse implicado en violentas peleas con
p. 7). El trabajo de Goffman destaca que aquello que grupos rivales.
un observador externo considera propio de un «loco»
no resulta tan irracional cuando se ve desde dentro Al igual que ocurre con la práctica totalidad de la
del contexto del hospital. Los manicomios poseen investigación social, el trabajo de campo es normal-
formas de disciplina, de vestir, de comportamiento mente una tarea unilateral en lo que se refiere a aque-
propias que hacen que sea prácticamente imposible llos cuyos comportamientos está siendo estudiado. La
que los pacientes desarrollen un comportamiento si- selección de un grupo para un estudio es generalmente
milar al de las personas del mundo exterior. Cuando una decisión exclusiva del investigador; rara vez se
fueron admitidos en el hospital, los pacientes se vie- consulta a los miembros previamente, y tampoco sue-
ron desprendidos de la mayor parte de sus posesio- len éstos tomar parte en el diseño del proyecto
nes personales; se les desvistió, lavó, desinfectó, y se (Georges y Jones, 1980). No es extraño que los in-
les proporcionaron ropas de la institución. Desde ese vestigadores de campo sean aceptados con recelo o
momento, prácticamente todo lo que hacían estaba incluso que en ocasiones se vean obligados a aban-
bajo la mirada atenta del personal; disfrutaban de muy donar desde un principio el proyecto de campo.
poca privacidad, y con frecuencia el personal trataba Uno de los primeros investigadores de campo,
a los pacientes como si fueran niños. Como conse- Frank Hamilton Cushing, quien estudió a los indios
cuencia de ello, desarrollaron modelos de comporta- zuñi de Nuevo México en la década de 1870, escri-
miento que resultan extraños para el observador ex- bió sobre los problemas que habían experimentado,
terno pero que constituyen intentos comprensibles de así como de las recompensas que tuvo (Cushing,
enfrentarse a las exigencias de su entorno. 1967; publicado originalmente en 1882-83). A su lle-
gada, Cushing recibió numerosos pequeños obsequios
y realizó varios intentos de integrarse en la comuni-
Exigencias del trabajo de campo dad. Los zuñi fueron relativamente amistosos con él,
pero se negaron enérgicamente a que estudiara sus
El investigador que realiza un trabajo de campo ceremoniales religiosos. Su jefe trató de obligarle a
no puede limitarse a estar presente en una comuni- que se fuera, pero eventualmente le permitió quedar-
dad, sino que debe explicar y justificar su presencia se a condición de que adoptara algunas de las cos-
a los miembros de la misma. Ella o él debe ganarse tumbres indias —para que demostrara así que no ri-
la confianza y la cooperación de la comunidad o gru- diculizaba sus creencias y prácticas. Se vio obligado
po, y mantenerla durante un cierto período de tiempo a vestir ropas zuñi, que le resultaron inapropiadas e
si se quieren conseguir unos resultados óptimos. Esto incómodas; tenía que comer comida zuñi; su hamaca
puede conllevar el tener que vivir en condiciones de estaba descolgada, por lo que tuvo que dormir en el
suelo sobre pieles de oveja, como hacían los zuñi.

13
Anthony Giddens

Uno de los momentos más difíciles se le presentó char las oportunidades que pueden surgir en el pro-
cuando se le comunicó que debía tener una esposa, y ceso de la investigación. En el trabajo de campo hay
se le envió una mujer a vivir con él. En un principio mayores posibilidades de que se obtengan resultados
trató de ignorar sus atenciones, pero no tuvo éxito. inesperados que en la mayoría de los restantes méto-
En un momento dado la expulsó, aunque ello supu- dos de investigación, ya que el investigador puede
siera un deshonor para ella a los ojos de los zuñi. encontrarse con la sorpresa de que las ideas precon-
cebidas que tenía sobre el grupo o la comunidad en
Desde entonces, los zuñi —como muchos otros
cuestión eran totalmente erróneas. El trabajo de cam-
grupos de indios americanos— se han acostumbrado
po también tiene sus limitaciones: solamente pueden
a las visitas de los investigadores, pero su relación
estudiarse grupos o comunidades relativamente pe-
con ellos ha sido a menudo tensa. El arqueólogo F.W.
queños, y casi todo depende de la habilidad del in-
Hodge despertó su enemistad en la década de 1920
vestigador para ganarse la confianza de los indivi-
cuando comenzó sus excavaciones en uno de sus an-
duos que quiere estudiar. Sin esto, es muy improba-
tiguos santuarios religiosos (Pandey, 1972, pp. 331-
ble que la investigación pueda salir adelante.
32); le obligaron a marcharse y destrozaron las cá-
maras del fotógrafo de la expedición.
Encuestas
La célebre antropóloga Ruth Benedict fue mejor
recibida por los zuñi cuando llegó poco tiempo des- La interpretación de los estudios de campo con-
pués. Un intérprete zuñi le dijo más tarde que había lleva normalmente problemas de generalización.
sido cortés y que había distribuido dinero generosa- ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que sucede
mente, pero que las descripciones de la vida de los en un determinado contexto se aplica a otras situa-
zuñi que había publicado estaban pobremente funda- ciones?. Este suele ser un problema menor en las in-
das ya que no había tomado parte activa en muchos vestigaciones con encuestas aunque, sin duda, tales
aspectos de la vida de los zuñi. Desde entonces y en investigaciones tienen sus inconvenientes. En una
diversas ocasiones otros investigadores de campo han encuesta los cuestionarios o bien se envían por co-
sido expulsados de las comunidades zuñi. Reciente- rreo o bien se pasan directamente en una entrevista a
mente, un hombre le preguntó a un investigador visi- un grupo de personas seleccionado —a veces ascien-
tante: «¿Seguimos siendo tan primitivos como para den hasta varios miles. El trabajo de campo es más
que ustedes los antropólogos tengan que venir a estu- apropiado para estudios en profundidad de la vida
diarnos todos los veranos?» (Pandey, 1985, p. 203). social; las encuestas aportan una información menos
detallada pero que se aplica, con un amplio margen
Ventajas y limitaciones del trabajo de campo de confianza, a un área extensa.

El trabajo de campo —cuando concluye con éxi- Cuestionarios cerrados y abiertos


to— proporciona una información sobre la vida mu-
cho más rica que la mayoría de los restantes métodos En las encuestas se emplean dos tipos de cuestio-
de investigación. Una vez que sabemos cómo se ven narios. Unos constan de series de preguntas cerra-
las cosas «desde dentro» de un determinado grupo es das, para las cuales existen un número fijo de res-
muy probable que alcancemos una comprensión más puestas. Los que responden, y en ocasiones el propio
profunda de por qué determinadas personas actúan investigador, son los que marcan ciertas categorías
de una manera dada. El trabajo de campo es prácti- de respuestas a las preguntas planteadas —por ejem-
camente el único método de que disponemos cuando plo, «Si/No/No sabe-No contesta», o «Muy proba-
un investigador estudia un grupo cuya cultura es am- ble/Probable/Poco probable/ Muy improbable». Las
pliamente desconocida para los que no pertenecen a encuestas con cuestionarios cerrados tienen la venta-
ella, y debe ser «aprendido» antes de que podamos ja de que las respuestas son fáciles de comparar y de
comprender en su totalidad las actividades que reali- tabular, ya que existe un reducido número de catego-
zan los miembros de esa cultura. Por esta razón, es rías. Por otro lado, considerando el hecho de que no
el principal método de investigación utilizado en an- dan cabida a sutilezas de opinión o de expresión ver-
tropología, la cual trata de documentar y compren- bal, la información que proporcionan tiene un alcan-
der las culturas no occidentales. ce restringido. Otro tipo de cuestionarios son los
El trabajo de campo proporciona al investigador abiertos, y ofrecen a aquellos que responden la opor-
una mayor flexibilidad que otros métodos (como los tunidad de expresar sus ideas con sus propias pala-
cuestionarios). El investigador es capaz de adaptarse bras: no se ven limitados a marcar respuestas cerra-
a circunstancias nuevas o inesperadas y de aprove- das. Los cuestionarios abiertos son más flexibles y
proporcionan mayor información que los cerrados.

14
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

El investigador puede profundizar en las respuestas trabaja el investigador pueden resultarles poco fami-
para indagar en lo que piensa el escuestado. Por otro liares a los entrevistados: por ejemplo, la pregunta
lado, la ausencia de respuestas cerradas conlleva una «¿Cuál es su status marital?». Sería más apropiado
mayor dificultad a la hora de comparar. preguntar «¿Es usted soltero, casado o divorciado?».
La mayor parte de las encuestas van precedidas de
Las preguntas de una encuesta deben estar cuida-
estudios piloto con la intención de elucidar los pro-
dosamente planteadas para que los resultados sean
blemas no anticipados por el investigador. Un estu-
fiables. Una pregunta del tipo «¿Qué piensa del go-
dio piloto es un ensayo en el que un reducido número
bierno?» sería inservible por ser demasiado vaga. En
de personas responden a un cuestionario. Las difi-
el supuesto de que fueran capaces de contestarla, los
cultades que surjan pueden así evitarse antes de co-
encuestados interpretarían aquello que el investiga-
menzar la encuesta real.
dor está tratando de obtener de maneras muy diferen-
tes. Los investigadores que realizan encuestas tam-
bién tienen que cuidarse de evitar preguntas sesgadas Muestreo
—preguntas planteadas de tal forma que inducen a
una respuesta concreta. Una pregunta que empieza Los sociólogos se interesan con frecuencia por las
así: «¿Está de acuerdo en que...?» es sesgada, ya que características de grupos grandes de individuos —
invita al acuerdo por parte del encuestado. Una pre- por ejemplo, las actitudes políticas del electorado bri-
gunta más neutral comenzaría del siguiente modo: tánico. Sería imposible estudiar a todas esas perso-
«¿Cuál es su opinión sobre...?». Existen otras mu- nas directamente, por lo que en dichas situaciones el
chas fuentes de distorsión o ambigüedad en el plan- investigador se concentra en una pequeña proporción
teamiento de preguntas. Por ejemplo, una pregunta del grupo total —una muestra del total. Por regla
puede contener en sí misma una doble elección: «¿Su general se puede confiar en que los resultados que se
salud es mejor o peor ahora que hace un año?». La derivan de la encuesta realizada a una maestra de una
doble elección es entre «mejor-peor» y «ahora-enton- población dada puedan generalizarse al total de la
ces». Una formulación más clara sería la siguiente: población. Por ejemplo, los estudios de sólo dos o
«¿Su salud es mejor ahora que hace un año?» (Smith, tres mil votantes británicos pueden proporcionar un
1975, p. 175). Los encuestados pueden responder indicativo bastante preciso de las actitudes e inten-
«sí»o «no» a ambas preguntas; en el caso anterior el ción de voto del total de la población. Pero para lo-
investigador no podría hacer una interpretación. Las grar dicha precisión, una muestra debe ser represen-
preguntas deben ser lo más sencillas posibles para tativa. Un muestreo representativo significa que el
evitar respuestas ambiguas. grupo de individuos estudiado debe ser un grupo tí-
pico de la población en su totalidad. El muestreo es
Las preguntas de un cuestionario suelen elaborar- más complejo de lo que pueda parecer, y los estadís-
se de modo que un equipo de entrevistadores pueda ticos han elaborado varias reglas para lograr el ta-
hacer las preguntas según un orden preestablecido y maño y la naturaleza adecuados de las muestras.
recogerlas siguiendo un mismo criterio. Todas las
preguntas deben ser fácilmente comprensibles tanto Un procedimiento particularmente importante es
para el entrevistador como para el entrevistado. En el muestreo aleatorio, en el que se elige una muestra
las grandes encuestas nacionales que las agencias del en la que cada miembro de la población en cuestión
gobierno y los gabinetes de investigación realizan re- tenga las mismas posibilidades de estar incluido. La
gularmente, las entrevistas se realizan más o menos forma más sofisticada de obtener una muestra al azar
simultáneamente en todo le país por numerosos in- es dar un número a cada miembro de la población y
vestigadores. Los que realizan las entrevistas, así utilizar después un ordenador que genere números
como aquellos que analizan los resultados, no podrían aleatorios, de los cuales saldrá la muestra —por ejem-
realizar su trabajo con eficiencia si tuvieran que es- plo, elegir al azar un número cada diez en una serie.
tar constantemente contactando unos con otros para
evitar posibles ambigüedades en las preguntas o en
las respuestas. Ejemplo: «¿El pueblo elige?»
Los cuestionarios deben estar cuidadosamente di-
señados de acuerdo a las características de los entre- Uno de los más famosos ejemplos pioneros de las
vistados. ¿Captarán el punto que el investigador tie- encuestas fue «¿El pueblo elige?», un estudio reali-
ne en mente al formular una pregunta concreta?. ¿Tie- zado por Paul Lazarsfeld y una serie de colaborado-
nen suficiente información para que su respuesta sea res hace alrededor de medio siglo (Lazarsfeld,
válida?. ¿Responderán?. Los términos con los que Berenlson y Gaudet, 1948). El estudio fue pionero de
varias de las principales técnicas de encuesta que se

15
Anthony Giddens

han empleado hasta hoy. Sin embargo, sus desventa- deos únicamente muestran lo que la gente dice sobre
jas muestran claramente las limitaciones del método sí misma —no lo que realmente piensan y hacen.
de la encuesta. «¿El pueblo elige?» estaba basado en
una investigación sobre las intenciones de voto de los
residentes de Erie Country, Ohio, durante la campa-
ña presidencial de los Estados Unidos en 1940 e in- Valoración
fluyó en el diseño de otros muchos sondeos políticos
posteriores, no sólo en aquellos llevados a cabo por Los sondeos continúan utilizándose ampliamente
investigadores académicos (Clemens, 1983). Con la en la investigación sociológica por diversas razones
intención de indagar con un mayor grado de profun- (C. Marsh, 1982; Miller, 1983). Las respuestas a los
didad de lo que lo haría un simple cuestionario, los cuestionarios pueden cuantificarse y analizarse con
investigadores entrevistaron a cada miembro de una mayor facilidad que el material generado por la ma-
muestra de votantes en siete ocasiones distintas. El yoría de los restantes métodos de investigación, pue-
objetivo era describir, y entender las razones de, los den estudiarse grandes proporciones de personas y,
cambios en la intención del voto. con los medios suficientes, los investigadores pueden
emplear un gabinete de investigación especializado
La investigación arrancó con una serie de hipóte- en sondeos para recoger el material que necesitan.
sis concretas en perspectiva. Una sostenía que las
relaciones y los sucesos próximos a los votantes de No obstante, muchos sociólogos critican lo que
una comunidad influyen en la intención de voto en consideran una excesiva confianza en el método de
mayor grado que los asuntos internacionales lejanos, la encuesta. Los resultados de los sondeos son fácil-
y los resultados globales lo confirmaron. Los investi- mente cuantificables y analizables estadísticamente;
gadores elaboraron sofisticadas técnicas de medición pero los críticos sostienen que dicha cuantificación
para el análisis de las actitudes políticas; su trabajo da una apariencia de precisión a los resultados cuya
también estaba fuertemente influenciado por ideas veracidad puede ser cuestionable, dada la naturaleza
teóricas y supuso una contribución de enorme rele- relativamente superficial de las respuestas de la ma-
vancia para el pensamiento teórico. Entre los con- yor parte de los cuestionarios. Existen otros inconve-
ceptos que trataron de introducir estaban los de «lí- nientes. La cifra de cuestionarios sin responder es con
deres de opinión» y el «flujo bifástico de la comuni- frecuencia elevada, especialmente cuando éstos se
cación». Ciertos individuos —los líderes de opinión— envían por correo. No es infrecuente que se publi-
tienden a conformar las opiniones políticas de los que quen estudios basados en resultados obtenidos de poco
les rodean. Son los primeros a la hora de influir en más de la mitad de los componentes de una muestra
las reacciones ante los acontecimientos políticos, ha- —aunque normalmente se realiza un esfuerzo por vol-
ciendo una interpretación de los mismos para los que ver a contactar con los que no responden o por susti-
están a su alrededor. Las ideas que tienen las perso- tuirlos por otros. Se sabe muy poco sobre aquellos
nas del sistema político no se construyen de modo que deciden no participar en un sondeo o que se nie-
lineal, sino en un proceso «doble»: las ideas expresa- gan a ser entrevistados cuando un investigador llama
das por los líderes de opinión, filtradas por las rela- a su puerta, pero sí sabemos que muchos consideran
ciones personales, influyen en las respuestas de otros que los cuestionarios son un engorro y una pérdida
individuos ante los asuntos políticos del día. de tiempo (Converse y Shuman, 1974; Fitzgerald y
Fuller, 1982; Goyder, 1987).
El estudio despertó la admiración de muchos, pero
también ha sido ampliamente criticado. Lazarsfeld y Las condiciones bajo las cuales se administran los
sus colaboradores sostenían que estaban muy «inte- cuestionarios, así como el lenguaje generalmente
resados en todas aquellas condiciones que determi- empleado para describir los resultados alejan a me-
nan el comportamiento político de las personas». nudo a los sondeos de la complejidad de los indivi-
Como señalaron sus críticos, su investigación, de duos de carne y hueso que responden a las pregun-
hecho, sólo prestaba atención a determinados aspec- tas. Cuando los cuestionarios se envían por correo,
tos del comportamiento político. El estudio apenas el investigador se encuentra tan alejado de los indivi-
trataba el tema de las instituciones del sistema políti- duos objeto de estudio que puede llegar a olvidarse
co y de su funcionamiento, concentrándose por el del hecho de que son seres vivos los que leen y de-
contrario en las actitudes políticas. El empleo repeti- vuelven el material que reciben en el buzón. Los cues-
tivo de entrevistas —o lo que ha dado en llamarse un tionarios por teléfono —cada vez más utilizados para
estudio de panel— pretendía demostrar que sus re- las elecciones en las que se requieren análisis inme-
sultados eran menos superficiales que muchos tipos diatos de las opiniones sobre un tema— son prácti-
de sondeos. Pero por su propia naturaleza los son- camente anónimos. El lenguaje que se emplea para

16
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

analizar los cuestionarios, referidos a «sujetos», recogida de datos sociológicos más ampliamente uti-
«respondentes» o «entrevistados», expresa un con- lizado.
cepto abstracto e impersonal de los individuos. El
Uno de los documentos que se consultan con más
hecho de tratar a los seres humanos fundamentalmente
frecuencia en las investigaciones sociológicas son los
como entes pasivos y reactivos es más que un simple
informes públicos y privados (generalmente denomi-
medio apropiado para analizar las respuestas de los
nados fuentes de archivo; un archivo es sencillamen-
cuestionarios —con mucha frecuencia expresa una
te un lugar en el que se depositan informes escritos);
idea limitada y limitadora de los procesos mentales
por ejemplo, documentos gubernamentales, informes
humanos.
eclesiásticos, cartas o informes jurídicos. Los docu-
Según la medición hecha por un cuestionario, dos mentos empleados en las investigaciones prácticamen-
personas pueden, por ejemplo, compartir una actitud te siempre incluyen información y trabajos previos
aparentemente similar, pero las razones que les lle- realizados por otros investigadores en el campo de
van a sostener esa idea pueden ser muy distintas. Así, estudio en cuestión. Numerosas investigaciones con-
a una pregunta sobre política exterior ambos respon- sisten tanto en la recopilación y el análisis de los tra-
derán que creen «con total convencimiento» que Gran bajos de otros investigadores como en la obtención
Bretaña debería reducir sus compromisos militares de nuevos datos.
en el exterior, y ambos contabilizarán como si com-
Un ejemplo de la utilización de documentos his-
partiesen la misma actitud. Pero las orientaciones rea-
tóricos es el estudio de Anthony Ashworth sobre so-
les de uno y otro pueden ser radicalmente diferentes.
ciología de las trincheras durante la Primera Guerra
Uno puede creer en una «Gran Bretaña fortificada»
Mundial (Ashworth, 1980). Ashworth estaba intere-
en reducir los compromisos en el exterior desde un
sado en analizar cómo era la vida para aquellos hom-
punto de vista aislacionista, según el cual los demás
bres que tenían que soportar la exposición constante
deben resolver sus propios problemas; el otro puede
a los bombardeos, hacinados durante semanas y de
apoyar el desarme global, y ser de la opinión de que
pie. Para estudiar las relaciones sociales creadas se
Gran Bretaña debería utilizar su influencia en el mun-
apoyó en diversas fuentes documentales: relatos ofi-
do de un modo diferente al despliegue de fuerzas.
ciales de guerra, incluidos aquellos escritos por dife-
Cuando los entrevistadores tienen cierta flexibili- rentes divisiones y batallones, material de archivo,
dad para buscar respuestas en profundidad pueden las notas e informes redactados informalmente por
tratar de resolver los problemas mencionados. En soldados, diarios de la experiencia bélica y otras me-
general, cuando más intenso y directo sea el encuen- morias.
tro entre el investigador y los individuos estudiados
Aunque estos materiales eran, obviamente, muy
tanto más informativas y fundamentales serán las con-
distintos entre sí en algunos aspectos, utilizando tal
clusiones que se deriven de él. Los resultados de los
variedad de fuentes Ashworth consiguió hacer una
sondeos necesitan, siempre que sea posible, verse
rica y detallada descripción de la vida en las trinche-
complementados por material en profundidad del tipo
ras. Descubrió, por ejemplo, que algunos grupos de
que proporciona el trabajo de campo.
soldados crearon propias normas sobre la frecuencia
con la que entrarían en combate con el enemigo, a
menudo ignorando las órdenes de los oficiales. Por
Investigación documental ejemplo, el día de Navidad los soldados de ambos
bandos, los alemanes y los aliados, suspendieron las
La mayoría de los debates acerca de la investiga- hostilidades, y en uno de los puestos improvisaron
ción en sociología ponen énfasis en el trabajo de cam- un partido de fútbol.
po, las encuestas o en una combinación de ambos. Uno de los principales subtipos de investigación
La investigación documental —el empleo sistemá- documental consiste en el reanálisis de bloques de
tico de material impreso o escrito en una investiga- datos —resultados obtenidos— generados por otros
ción— se contempla a menudo como algo llamado al investigadores. Los gobiernos y otras organizaciones
fracaso. Pero apenas existen investigaciones de cam- publican regularmente «estadísticas oficiales» sobre
po o encuestas que no conlleven un escrutinio de multitud de fenómenos sociales: población, delitos,
material documental. Por ejemplo, en «¿El pueblo matrimonios y divorcios, suicidio, tasas de desem-
elige?» se empleó una gran cantidad de periódicos y pleo, etc. Desde los inicios de la sociología éstos han
otros materiales tanto en la preparación como en la sido utilizados como base de la investigación socio-
redacción de la investigación. De un modo u otro, la lógica. Los investigadores pueden utilizar o reanalizar
investigación documental es uno de los métodos de los datos derivados de dichas estadísticas, aplicando

17
Anthony Giddens

el material a la resolución de algún problema de su que se producen realmente; muchos no llegan nunca
propia investigación. siquiera a oídos de la policía. Los grandes almace-
nes, por ejemplo, denuncian a la policía únicamente
Los datos generados por los gobiernos son enor-
una fracción de los casos de robo que se producen
memente abundantes, e incluyen distintos tipos de
cada semana —normalmente aquellos casos en los
fuentes. Los censos de población, por ejemplo, se rea-
que el detective del establecimiento coge a alguien
lizan periódicamente y proporcionan datos sobre nu-
con las manos en la masa. (Para una discusión más
merosas cuestiones sociales y económicas. Conside-
amplia sobre las estadísticas de delito, ver capítulo
rando que es obligatorio estar en el censo, el material
5: «Conformidad y desviación».)
proveniente de ellos es, como rara vez ocurre, glo-
bal. Los gobiernos también realizan otras series de
encuestas para obtener una información más regular
que la generada por los censos periódicos (Carley, Experimentos
1981; Hakim, 1982).
En un aspecto concreto, los experimentos ofrecen
grandes ventajas sobre otros procedimientos de in-
vestigación. En una situación experimental, el inves-
Escollos en la investigación documental
tigador controla directamente las variables relevan-
tes. Un experimento puede ser definido como un in-
Obviamente, las fuentes documentales varían am-
tento, bajo condiciones artificiales creadas por el in-
pliamente en cuanto a precisión, y el investigador que
vestigador, de analizar la influencia de una o más
haga uso de ellas tiene que evaluar su autenticidad.
variables sobre otra. Los experimentos se emplean
Los artículos de periódicos, por ejemplo, son nota-
mucho en las ciencias naturales, pero el ámbito para
blemente variables en sus estándares de autenticidad,
la experimentación en sociología es reducido
particularmente en los periódicos y revistas más «po-
(Silverman, 1982). Sólo los grupos pequeños de in-
pulares». Hace unos años se publicó una carta en el
dividuos son manejables en un laboratorio, y en tales
Guardián. El o la firmante, que se llamaba a sí mis-
experimentos la gente sabe que está siendo estudiada
mo/a «Estudioso de la Prensa», había recogido las
y puede comportarse de modo diferente al normal.
versiones de ocho periódicos distintos sobre la boda
en Venecia de una joven de la alta sociedad, Ira de No obstante, los métodos experimentales pueden
Furstenberg, a la que se había dado una enorme pu- resultar útiles en sociología en determinadas ocasio-
blicidad. El redactor de la carta decía que la prensa nes. Un ejemplo es el ingenioso experimento llevado
«había puesto de manifiesto su cometido y su fuerte a cabo por Philip Zimbardo (Zimbardo, 1972), quien
individualidad. Se niega a someterse a cualquier montó una cárcel simulada en la que introdujo a es-
estándar convenido incluso cuando se trata de hechos tudiantes voluntarios para desarrollar el papel de guar-
simples». El retraso de la novia en llegar a la cere- dias y prisioneros. Su objetivo era observar los cam-
monia variaba desde 30 hasta 70 minutos. Alguien bios de actitudes y comportamientos que podía origi-
había caído al Gran Canal, pero existían cuatro ver- nar el hecho de desempeñar estos papeles. Los resul-
siones distintas sobre la identidad del accidentado. tados sorprendieron a los investigadores, aunque en
El número de fotógrafos que se dijo que asistieron cierta medida los habían previsto. Los que hacían de
variaba desde 50 hasta 250, y los invitados desde 250 guardias asumieron rápidamente una actitud autori-
hasta 600 (Mann, 1985, p. 75). taria, mostrando verdadera hostilidad hacia los «pri-
sioneros». Comenzaron a implantar orden entre los
Las estadísticas oficiales publicadas son, sin duda,
«prisioneros», a abusar verbalmente de ellos y a
más fidedignas que las noticias periodísticas. Sin
intimidarles. Los otros, por el contrario, mostraron
embargo, incluso ese tipo de estadísticas requieren
una mezcla de apatía y rebeldía que en ocasiones se
de una interpretación por parte del investigador, quien
ha observado entre los encarcelados en situaciones
debe ser consciente de las múltiples limitaciones que
reales. Los efectos producidos fueron muy marcados
pueden contener. Por ejemplo, todos los países po-
y el nivel de tensión tan alto que hubo que suprimir el
seen estadísticas oficiales de las tasas de los diferen-
experimento en sus primeras fases. El investigador
tes tipos de delitos, pero éstas proporcionan muy es-
concluyó que el comportamiento en las cárceles está
casa información sobre la distribución real del com-
más influido por la naturaleza de la situación
portamiento delictivo ya que los delitos registrados
carcelaria que por las características individuales de
son únicamente aquellos que son denunciados a la
los implicados.
policía. En el caso de un delito como el robo, los da-
tos incluyen una pequeña proporción de las ofensas

18
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

A menudo nos encontramos con los libros de sociología Leer una tabla
y de estadística. A veces parecen muy complejas, pero en
realidad casi siempre son fáciles de descifrar si se siguen
sus principios básicos; con la práctica llegarán a ser auto- Posesión de vehículos: comparaciones internacionales entre va-
máticos. No sucumban a la tentación de pasar de largo por rios países seleccionados.
las tablas; contienen información concentrada que se «pro- Número de vehículos por cada 1.000 individuos adultos *
cesa» con mayor rapidez que si dicho material viniese ex-
presado con palabras. La adquisición de la habilidad para
leer tablas también ayuda a disentir si las conclusiones que 1971 1981 1984
un autor extrae del material en cuestión están o no justifica-
das.
Los pasos a seguir para leer una tabla son los siguien- Alemania Oriental 247 385 412
tes. Brasil 12 78 84
1. Leer el título con atención. A menudo las tablas tie- Chile 19 45 56
nen largos títulos que constituyen un intento por parte del
investigador o estadista de expresar claramente la naturale- Estados Unidos 448 536 540
za de la información aportada. El título de la tabla que se Francia 261 348 360
incluye en este recuadro contiene, primero, el tema del ma-
terial de la tabla, segundo, le hecho de que aporta material Grecia 30 94 116
para su comparación y, tercero, que aporta material sobre Irlanda 141 202 226
un número limitado de países.
Italia 210 322 359
2. Comprobar si aparecen comentarios o notas explica-
tivas sobre los datos. Una nota a pie de página referida a la Japón 100 209 227
columna de encabezamiento de la tabla que sirve de ejem- Reino Unido 224 317 343
plo señala que los datos se refieren exclusivamente a los
coches con licencia. Es importante porque la proporción de Suecia 291 348 445
vehículos con licencia es menor en unos países que en otros.
Yugoslavia 43 114 125
Las notas pueden aclarar el método empleado para la reco-
pilación del material, o por qué se expone de un modo deter-
*
minado. Si los datos de la tabla no han sido recopilados por Incluye todos los vehículos con licencia.
el investigador pero están basados en unos resultados pu-
Fuente: Boletín Anual de Estadísticas del Transporte de
blicados anteriormente deberá indicarse la fuente. La fuente
las Naciones Unidas, Federación Internacional de Carrete-
puede darnos una idea aproximada de la fiabilidad de la in-
ras, aparecido en Social Trends (Londres: HMSO, 1987), p.
formación, así como indicarnos dónde podemos encontrar
68.
los datos originales en los que se basa la tabla. En nuestra
tabla, la nota sobre la fuente indica que los datos provienen
de varias fuentes.
En las cifras de nuestra tabla se pueden apreciar una
3. Leer los encabezamientos en la parte superior e iz- serie de interesantes tendencias. En primer lugar, el núme-
quierda de la tabla. (En ciertas ocasiones los «encabeza- ro de poseedores de vehículos varía considerablemente de
mientos» van en la parte inferior en vez de en la superior.) unos países a otros: el número de poseedores de vehículos
Indican el tipo de información contenida en cada fila y co- por cada 1.000 habitantes es casi diez veces mayor en
lumna. Al leer la tabla, debemos recordar cada grupo de en- EE.UU. que en Chile. Segundo, la tabla revela unas claras
cabezamiento. En nuestro ejemplo encontramos a la izquier- conexiones entre la posesión de vehículos como un indica-
da los países y en la parte superior los años en que se con- dor aproximado de la prosperidad diferencial. Tercero, en
tabiliza el número de vehículos. todos los países representados el nivel de posesión de ve-
hículos ha aumentado entre 1971 y 19984, pero en algunos
4. Identificar las unidades que se manejan —las cifras
de ellos la tasa de incremento es mayor que en otros —ello
en el cuerpo de la tabla pueden representar el número de
indica probablemente diferencias en el grado de éxito de los
casos, los porcentajes, los promedios u otras medidas. A
distintos países para generar crecimiento económico.
veces puede resultarnos útil pasar de unas unidades a otras;
si, por ejemplo, no se dan los porcentajes puede ser útil cal-
cularlos. En nuestro caso no se dan los porcentajes, pero
su cálculo sería muy sencillo.
5. Considerar las conclusiones que puedan extraerse de
la información que proporciona la tabla. Casi siempre el au-
tor explica la tabla que ha elaborado, y debemos tener en
cuenta sus orientaciones al valorar el material tabulado.
Debemos atender además a los posibles temas o preguntas
que pueda sugerir la tabla.
19
Anthony Giddens

Otros métodos: entrevistas, historias de vida, (Bertaux, 1981). Un famoso estudio pionero que em-
diarios y análisis de la conversación. pleó básicamente este tipo de material fue The Polish
in Europe and América, de W. Y. Thomas y Florian
Znaniecki, cuyos cinco primeros volúmenes fueron
Entrevistas publicados entre 1918 y 1920 (Thomas y Znaniecki,
1966). Thomas y Znaniecki aportaron un relato mu-
No existe una distinción clara entre encuesta y cho más sensible y sutil de la experiencia de la emi-
entrevista, ya que cuando se administra el cuestio- gración de lo que hubiera sido posible de no haber
nario directamente el investigador entrevista de he- dispuesto del material de las historias de vida que
cho a los entrevistados. Una entrevista mediante cues- recogieron. Un trabajo más reciente, que se convirtió
tionario se denomina en ocasiones «formal» o «con- en un best-seller, fue el libro de Studs Terkel Working
trolada», para distinguirla de las entrevistas menos (Terkel, 1977). El subtítulo del libro era «La gente
estructuradas en las que se permite que el entrevista- habla de lo que hace a diario y de cómo se siente con
do hable libremente sobre distintos aspectos de un lo que hace», y ofrecía un relato rico y conmovedor
tema. Algunos estudios realizados mediante entrevis- de las ideas de los americanos sobre sus rutinas dia-
tas no utilizan el cuestionario en absoluto: las entre- rias de trabajo.
vistas pueden llegar a ser muy extensas; allí donde el
objetivo es generar una información en profundidad Las historias de vida no cubren necesariamente la
puede utilizarse un reducido número de entrevista- totalidad de la vida de una persona, ni tampoco todos
dos. Las entrevistas extensas proporcionan un mate- los aspectos principales de ella. Por ejemplo, Edwin
rial más rico que el que suelen obtenerse en las en- H. Sutherland publicó un estudio basado en la histo-
cuestas, pero los inconvenientes que tienen consisten ria de vida de Chic Conwell, un ladrón profesional;
en que la influencia del entrevistador puede ser ma- el material presentado se restringía a las actividades
yor y afectar posiblemente a los resultados, y resulta delictivas de Conwell (Sutherland y Conwell, 1937).
más difícil comparar las respuestas de un modo rigu- Las historias de vida podrían clasificarse dentro de
roso (Brenner, 1978). lo que de un modo más general se conoce como his-
toria oral: relatos orales del pasado proporcionados
por aquellos que vivieron los sucesos.

Historias de vida

Las historias de vida consisten en un material Diarios


biográfico recogido sobre individuos concretos —
normalmente relatado por ellos. Ningún otro método Cuando los sociólogos quieren conocer las actitu-
de investigación puede proporcionarnos tantos deta- des cotidianas de los individuos de un contexto so-
lles sobre la evolución de las creencias y actitudes de cial determinado emplean a veces los diarios. El tra-
una persona a lo largo del tiempo. Las historias de bajo de campo y las encuestas no proporcionan sufi-
vida son particularmente valiosas cuando lo que in- ciente información sobre la esfera cotidiana de la vida
teresa al investigador son las conexiones entre el de- de las personas, y si lo que se pretende es retratar lo
sarrollo psicológico y los procesos sociales. Sin em- que la gente hace en distintas situaciones ordinarias
bargo, tales estudios rara vez se basan únicamente y en distintos momentos del día o del mes resulta de
en los recuerdos de la persona. Normalmente se em- gran ayuda que sean ellos mimos los que tomen no-
plean fuentes documentales —como cartas, informes tas de ello. De nuevo, existen pocos estudios que
contemporáneos o descripciones de periódicos— para empleen los diarios como única información; en la
ampliar y comprobar la validez de la información mayor parte de los casos se emplea junto al material
obtenida. Hay distintas posturas ante el valor del recogido por otros métodos.
material que proporcionan las historias de vida. Al-
gunos consideran que la información que proporcio-
na este método no merece suficiente confianza; pero
Análisis de la conversación
otros creen que las historias de vida son una fuente
de introspección que muy pocos métodos de investi-
Cada día se utilizan más las grabadoras y los vi-
gación pueden igualar.
deos en la investigación sociológica. Se emplean a
Las historias de vida se han empleado con éxito menudo en el análisis de la conversación, el estudio
en estudios de enorme importancia y se emplean ex- de cómo se desarrollan las conversaciones en situa-
tensamente tanto en antropología como en sociología ciones reales. Con una grabadora se pueden registrar

20
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

Cuadro de los principales métodos empleados en la investigación sociológica

Método de Ventajas Limitaciones


Investigación
Trabajo de campo 1. Suele generar una informa- 1. Solo puede utilizarse en estudios
ción más rica y "en profundi- de grupo o comunidades pequeñas
dad" que otros métodos

2. Permite flexibilidad al 2. Los resultados solo son aplicables


investigador para alterar a los grupos o comunidades estudia-
estrategias y poder explotar das; no resulta fácil generalizar sobre
nuevas tendencias que la base de un único trabajo de cam-
surjan. po.

Encuestas 1. Posibilita una eficaz 1. El material puede ser superfi-


recogida de datos en grupos cial; cuando se maneja un cuestio-
muy numerosos. nario altamente estandarizado se
desdibujan importantes diferen-
cias entre los puntos de vista de
los respondentes,

2. Permite una comparación 2. Las respuestas pueden expresar lo


precisa entre las repuestas que la gente cree que piensa y no lo
de los respondentes. que realmente piensan.

Investigación 1. Puede proporcionsar 1. El investigador depende de


Documental fuentes de material "en las fuentes existentes, y éstas
profundidad" así como datos pueden ser parciales.
sobre grandes poblaciones,
según el tipo de documento
utilizado.

2. Resultan a menudo 2. Las fuentes pueden ser


esenciales para los difíciles de interpretar en
estudios puramente términos de hasta qué punto
históricos o aquellos representan tendencias reales,
que presentan una como en el caso de algunos
dimensión histórica. tipos de estadísticas oficiales.

Experimentos 1. La influencia de variables 1. Numerosos aspectos de la vida


específicas puede ser contro- social no pueden llevarse al laborato-
lada por el investigador. rio.

2. En posteriores investi- 2. Las respuestas de los individuos


gaciones normalmente pueden verse afectadas por la
resulta sencillo repetir un situación experimental.
experimento.

21
Anthony Giddens

todas las características audibles de una conversa- Un ejemplo: Wallis y la cienciología


ción entre dos o más personas. Considerando que
cuando hablamos utilizamos también expresiones fa- Roy Wallis decidió investigar el movimiento co-
ciales y gestos con significado, el vídeo proporciona nocido como cienciología. El fundador de la
un registro aún más completo del desarrollo de un cienciología, L. Ron Hubbard, elaboró distintas doc-
intercambio conversacional. Aunque se pierda parte trinas religiosas que fueron la base de una iglesia.
de la riqueza del contexto original, con la ayuda de Para la cienciología todos somos seres espirituales
una notación apropiada las conversaciones grabadas —Thetanos— pero hemos descuidado la naturaleza
pueden transcribirse en papel impreso. (Para una ex- espiritual. Podemos recuperar poderes sobrenatura-
posición más amplia del tema, ver capítulo 4: les olvidados mediante procesos de entrenamiento que
«Interacción social y vida cotidiana.» nos hagan ser conscientes de nuestras capacidades
reales. Wallis admitió que lo que le llevó a interesar-
En los últimos años se han publicado numerosos
se por la investigación fue la naturaleza «exótica» de
estudios de análisis de la conversación que suponen
la cienciología. ¿Cómo era posible que la gente cre-
una introspección en la naturaleza de la interacción
yese en unas ideas aparentemente tan estrafalarias?
humana. Un ejemplo es el estudio de Willeam B.
(Wallis, 1976). La cienciología despertó muchas con-
Sanders sobre un tipo especial de conversación: los
troversias, pero había captado una gran masa de adep-
interrogatorios policiales. El interrogatorio conlleva
tos. ¿Por qué este movimiento en particular, uno más
conversación, pero no «cualquier conversación»;
de los numerosos grupos religiosos nuevos, había al-
como se dice en una de las frases favoritas de los
canzado tal relieve?.
melodramas policíacos: «Soy yo quien hace las pre-
guntas!» Sanders analizó el carácter particular de los Poner en marcha la investigación planteaba pro-
interrogatorios y puso de manifiesto una serie de ras- blemas. Wallis sabía que era muy probable que los
gos que de otro modo pasarían inadvertidos. Por ejem- líderes del movimiento se mostraran reacios a coope-
plo, los interrogadores no suelen hablar mucho, pero rar en la investigación sociológica porque ya habían
estimulan a la víctima para que hable con gruñidos y sido «investigados» por varias agencias gubernamen-
pausas deliberadamente (Sanders, 1974). tales. En sus lecturas sobre la historia del movimien-
to le llamo la atención un libro de un antiguo miem-
El análisis de la conversación sólo se puede em-
bro. Contactó con él y eventualmente lo hizo con una
plear con pequeños grupos, y frecuentemente cubre
serie de personas allegadas a éste que en su mayoría
aspectos de la vida cotidiana que pueden parecer tri-
habían roto sus vínculos con la cienciología. Prácti-
viales pero cuya importancia para la sociología es
camente todos accedieron a ser entrevistados, y algu-
mayor de lo que se pueda pensar. La conversación y
nos seguían manteniendo contacto con los creyentes.
el habla son, después de todo, rasgos universales de
Estos primeros entrevistados le proporcionaron a
la actividad social tanto en las situaciones de
Wallis una serie de documentos y de bibliografía que
interacción informales como en las más «estruc-
poseían por el hecho de haber pertenecido al movi-
turadas». (Véase capítulo 4: «Interacción social y vida
miento y entre los cuales se encontraba una lista de
cotidiana».)
la organización de la cienciología. Wallis elaboró un
cuestionario y lo envió a una muestra de los nombres
de la lista. Estaba tan anticuada que una gran pro-
Triangulación porción de los miembros de la muestra ya no vivía en
la dirección que aparecía en la lista. Algunos esta-
Todo método de investigación tiene sus limitacio- ban en la lista simplemente por haber comprado un
nes. Por ello es normal que se combinen métodos en libro sobre cienciología y no tenían la mínima rela-
una investigación empleando cada uno de ellos para ción con el movimiento.
comprobar los restantes, proceso que se conoce con La encuesta demostró ser de escaso valor como
el nombre de triangulación. Para evaluar las venta- muestra de la cienciología en general, aunque se ob-
jas de combinar distintos métodos —y, de un modo tuvieron algunas conclusiones. Lo que sí hizo fue pro-
más general, los problemas y los escollos de la inves- porcionarle a Wallis algunos contactos más. Algu-
tigación sociológica real— nos vamos a centrar en nos de los seleccionados para rellenar el cuestionario
un estudio concreto. accedieron de buen grado a ser entrevistados. Wallis
viajó por todos los Estados Unidos y gran Bretaña
realizando entrevistas y recopilando más información
documental. Comenzó con un número fijo de pregun-
tas, pero pronto entendió que sería más productivo

22
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

adoptar un estilo más relajado y flexible que permi- Problemas éticos de la investigación: los
tiera a los entrevistados hablar largo y tendido sobre investigados replican
cuestiones que consideraban importantes. Algunos de
ellos aceptaron que les grabaran; otros se negaron.
Desde muy pronto Wallis se dio cuenta de que le Toda investigación sobre los seres humanos, no
resultaba imprescindible conocer mejor las doctrinas sólo la sociología, puede plantear dilemas éticos
de la cienciología, y se inscribió a un curso (Barnes, 1979). Los experimentos médicos se hacen
introductorio sobre «comunicaciones» organizado por rutinariamente con sujetos humanos, a veces enfer-
un grupo perteneciente al movimiento. Comenzó así mos y moribundos, y no es fácil decir si tales experi-
su observación participante, pero no se identificó mentos son éticamente justificables o no. Para que
como investigador. Durante su estancia en el aloja- sean eficaces, los experimentos en medicina requie-
miento perteneciente a la cienciología, Wallis tuvo ren que se engañe a determinados pacientes. Para
dificultades para seguir ocultando su papel de obser- experimentar con una droga nueva, a un cierto nú-
vador participante. La conversación con otros miem- mero de pacientes se les administra la droga; pero a
bros, así como los propios progresos en el curso, exi- otros se les dice que se les está administrando cuando
gían una implicación con una serie de ideas que él no en realidad no es así. Creer que a uno le están dando
compartía. El hecho de expresar su desacuerdo con una droga curativa puede tener efectos positivos en
dichas ideas le procuró tantas dificultades que se hizo la salud; esto únicamente puede controlarse adminis-
evidente que no podía continuar sin aceptar pública- trando la droga real a la mitad de los pacientes impli-
mente algunos de los principios generales de la cados en las pruebas experimentales. ¿Es esto ético?.
cienciología. Decidió no concluir el curso y se mar- Sin duda alguna roza los límites de lo justificable se
chó sin decir nada. cabe la mínima posibilidad de que la droga real pue-
da tener resultados beneficiosos o incluso salvar vi-
Más tarde escribiría a los líderes del movimiento das. Por otro lado, si no se sigue este procedimiento
diciéndoles que era un sociólogo que estaba realizando sería difícil o incluso imposible descubrir lo eficaz
una investigación sobre la cienciología. Señalando el que pudiera llegar a ser la droga.
hecho de que el movimiento había sufrido constantes
ataques sugirió que su investigación podría propor- Problemas similares surgen en la investigación
cionar una imagen más equilibrada. Posteriormente sociológica siempre que se somete a engaño a los
visitó las dependencias de la secta en Gran Bretaña, implicados. Un ejemplo de ello es la célebre, aunque
donde habló con uno de los oficiales. A esta persona muy controvertida, serie de experimentos realizados
le preocupaba que hubiera abandonado el curso de por Stanley Milgram pretendía saber lo dispuesta que
comunicaciones, y sabía que se habían enviado cues- estaba la gente a herir a otros si recibían órdenes de
tionarios a los miembros de la lista de cienciólogos. hacerlo de una fuente de autoridad (Milgram, 1973).
A pesar de ello permitió que Wallis entrevistara a Se instaló un aparato de electro-shock con el cual se
algunos miembros del personal y a varios estudian- exigía a los voluntarios en el experimento que admi-
tes, y le proporcionó varios contactos en Estados nistraran descargas a aquellos que no respondieran
Unidos. En un momento dado Wallis consideró que correctamente a un test de memoria. Los experimen-
poseía suficiente material para publicar un libro so- tos engañaban sistemáticamente a los que se presen-
bre los miembros de la cienciología (Wallis, 1976). taban voluntariamente para participar: no se les de-
cía el verdadero propósito del estudio, sino que se les
Wallis se enfrentó con una serie de dificultades hacía creer que era una investigación de memoria.
concretas porque su investigación estudiaba una or- Aunque ellos creían que estaban administrando des-
ganización celosa de su secretismo; en otros aspec- cargas reales a otros sujetos experimentales, estos
tos, los problemas con los que se encontró, junto con últimos eran en realidad cómplices del investigador
la necesidad de utilizar una combinación de métodos que fingían sus reacciones, pues la «máquina de des-
de investigación, son típicos de cualquier investiga- carga» era de hecho una farsa.
ción sociológica. Todo el material que recogió era
parcial, pero combinado los distintos métodos que ¿Era ético el engaño, considerando particularmente
empleó consiguió elaborar un estudio de gran interés el hecho de que para los investigados la experiencia
que ha sido relevante e influyente. resultaba extremadamente perturbadora?. El consen-
so general de los críticos dice que esta investigación
«fue demasiado lejos», y que el engaño sufrido pudo
resultar psicológicamente dañino para los volunta-
rios. Pero no está absolutamente claro dónde se debe
trazar la línea de demarcación entre engaños «excu-

23
Anthony Giddens

sables» e «inexcusables». La investigación mostraba considerar muy seriamente las posibles consecuen-
que muchas personas estás dispuestas a actuar bru- cias de la publicación de sus resultados, así como la
talmente contra otros si están «bajo órdenes» de ha- forma que éstos deben adoptar. El investigador pue-
cerlo. de querer discutir el tema directamente con los afec-
tados antes de decidir la forma final de la publica-
Wallis no fue sincero en absoluto con aquellos
ción.
cuyo comportamiento estudiaba porque no declaró
su identidad como sociólogo cuando se inscribió en
el curso sobre cienciología. Más aún, aparentemente
dio su consentimiento por escrito a una serie de con- Problemas en la publicación: la experiencia de
diciones que no tenía intención de observar, pues lo Wallis
único que quería era publicar su libro. Trató de evi-
tar cualquier mentira directa, pero no expuso las ra- Antes de publicar su libro Wallis envió el manus-
zones reales que le llevaron a participar; ¿se com- crito a las oficinas de la cienciología. Hizo algunos
portó de un modo ético?. La respuesta no es ni mu- cambios a raíz de sus objeciones, y posteriormente
cho menos obvia (Dingwll, 1980). Si Wallis hubiera envió unos comentarios detallados. Aunque luego hizo
sido franco en todo momento probablemente la in- otros cambios, los miembros de la cienciología en-
vestigación no habría llegado tan lejos, y se podría viaron el manuscrito a un abogado experto en casos
argumentar que intentar averiguar lo que ocurre den- de calumnia. Atendiendo a su consejo se suprimieron
tro de las organizaciones secretas va en interés de la algunas cosas. Un sociólogo que era también miem-
sociedad. Desde esta perspectiva podríamos consi- bro practicante de la cienciología escribió un comen-
derar su estrategia justificada. tario del libro profundamente crítico con los méto-
Las cuestiones éticas también surgen con frecuen- dos de investigación y las conclusiones de Wallis, el
cia en sociología en torno a las consecuencias poten- cual se incorporó más tarde al trabajo como apéndi-
ciales de la publicación o la utilización de los resul- ce. Los miembros de la cienciología también publi-
tados de las investigaciones. Los sujetos de un estu- caron un artículo en el que analizaban su investiga-
dio concreto pueden considerar los resultados ofensi- ción en uno de sus propios periódicos. En él citaban
vos, bien porque se presenta una imagen de ellos que el Panel sobre Privacidad e Investigación Comporta-
consideran poco atractiva o porque ciertas actitudes mental elaborado por el Departamento de Ciencias y
o comportamientos que preferirían mantener en pri- tecnología del Presidente de los Estados Unidos, en
vado se hacen públicos. En la mayoría de las situa- el cual se insistía en que los investigadores que reali-
ciones de la vida social las personas toman parte en cen trabajos con sujetos humanos debían obtener
prácticas que no desearían que fueran de conocimiento «consentimiento avalado». Alegaban que no dispo-
público. Por ejemplo, algunas personas que trabajan nía del consentimiento avalado, y añadieron que el
en fábricas y oficinas roban regularmente material; trabajo publicado por Wallis estaba basado en una
las enfermeras de los hospitales a veces amortajan a información obtenida de un reducido círculo de per-
enfermos terminales antes de morir, y no les propor- sonas, la mayoría hostiles o la Iglesia de la
cionan los cuidados necesarios; los guardias de cár- Cienciología.
celes aceptan en ocasiones sobornos de los presos y Posteriormente Wallis se vio envuelto en otros
nombran a ciertos presos «administradores», permi- embrollos a raíz de su investigación. En 1984 fue
tiéndoles que realicen tareas que les corresponden llamado como testigo potencial en una gran batalla
exclusivamente a ellos. legal entre la Iglesia de la cienciología y la autora de
En la mayor parte de los casos, a pesar incluso de otro libro sobre cienciología. Wallis había contactado
las posibles reacciones hostiles de los implicados, o con la autora mientras realizaba su propio trabajo, y
de otros, es obligación del sociólogo hacer públicos ella le había proporcionado documentos e informa-
los resultados de sus investigaciones. De hecho, es ción sobre los miembros de la cienciología y de sus
una de las principales contribuciones que la investi- propios contactos con ellos. A raíz de una orden del
gación sociológica puede hacer en favor de una so- tribunal de California sobre el caso, se le obligó a
ciedad libre y abierta. «Un buen estudio —se ha di- presentar parte del material —el cual él había recibi-
cho— irritará a más de uno» (Becker, 1976, p. 113). do confidencialmente. Afortunadamente, la informa-
El sociólogo no tiene por qué temer, siempre que el ción en cuestión no era de gran relevancia para nin-
trabajo de investigación sea competente y las conclu- guna de las partes implicadas, pero en el caso de que
siones extraídas estén apoyadas en buenos argumen- hubiera podido ser perjudicial, Wallis habría tenido
tos. Pero los investigadores en sociología tienen que que tomar una difícil decisión: romper una confiden-
cia o enfrentarse a la ley (Wallis, 1987).

24
Trabajando en Sociología: Métodos de investigación

fenómeno consiste en decir que la sociología mantie-


Wallis estaba tratando con un grupo poderoso y ne una relación reflexiva con los seres humanos cuyo
articulado capaz de persuadirle de que modificara las comportamiento estudia. El término «reflexivo» des-
primeras versiones de los informes de su investiga- cribe el intercambio entre la investigación sociológi-
ción, pero muchos de los individuos o grupos estu- ca y el comportamiento humano. No debe sorpren-
diados por los sociólogos y por otros científicos so- dernos el hecho de que, aunque a veces contradigan
ciales no tienen la misma influencia. Si la tuvieran, nuestro sentido común, los hallazgos de la sociología
las difíciles situaciones en las que se encontró Wallis a menudo mantienen una estrecha correlación con el
serían mucho más comunes de lo que son. sentido común. La razón de ello no es simplemente
que la sociología proporcione una serie de conoci-
Los investigadores deberían asegurarse el consen-
mientos que ya conocíamos de antemano; se trata más
timiento avalado en todos salvo en una minoría de
bien del hecho de que la investigación sociológica in-
los estudios de investigación. En determinadas cir-
fluye de un modo continuo en el conocimiento que,
cunstancias este principio no se puede seguir al pie
por sentido común, todos poseemos de la sociedad.
de la letra. Si quisiéramos estudiar la brutalidad po-
licial, habría muy pocas oportunidades de poder ha-
cerlo si les comunicásemos abiertamente a las auto-
ridades y a los funcionarios de la policía nuestras in- Resumen
tenciones. El objetivo de la investigación tendría que
amoldarse para conseguir alguna cooperación, aun-
que ello estaría justificado dada la importancia po- 1. Toda investigación parte de un problema que
tencial de los resultados para la comunidad. preocupa o desconcierta al investigador, Los proble-
mas pueden surgir de la existencia de un vacío en la
La ineludible obligación del sociólogo, o de cual- literatura existente, de los debates teóricos o de cier-
quier otro científico social, es promover la discusión tas cuestiones prácticas en el mundo social. Se pue-
libre y abierta sobre cuestiones sociales. Ocasional- den distinguir varias fases en el desarrollo de las es-
mente puede ocurrir que el engaño —paradójicamen- trategias de investigación —aunque éstas rara vez se
te— sea el medio de conseguirlo, sacando a la luz siguen al pie de la letra.
hechos que de otro modo permanecerían ocultos al
público.
2. Toda investigación sociológica que aspire a ser
relevante conlleva la utilización de un enfoque apro-
La influencia de la sociología piado para el análisis de un fenómeno social concre-
to. Se pueden distinguir tres aspectos en el análisis
sociológico: la estrategia de investigación se refiere
La investigación sociológica no interesa únicamen- al diseño de una investigación; la metodología trata
te a la comunidad intelectual de sociólogos. Algunas de los principios generales y de la lógica global de la
personas tienen acceso directo a los resultados y otras investigación; los métodos de investigación se refie-
los conocen por otros medios de difusión. Este hecho ren al modo en que se lleva a cabo una investigación,
tiene implicaciones de gran alcance. La sociología no como trabajo de campo, encuestas, etc.
trata solamente sobre el estudio de las sociedades
modernas; en mayor o menor grado, se ha convertido
en un elemento de la incesante vida de esas socieda- 3. En el análisis de las investigaciones que gene-
des. ran datos cuantitativos se emplean varias técnicas
estadísticas. Las más importantes son las medidas
Tomemos el ejemplo utilizando en el capítulo 1
de la tendencia central y los coeficientes de corre-
(«Sociología: problemas y perspectivas»): la natura-
lación. Las medidas de tendencia central son modos
leza de las transformaciones que está sufriendo el
de calcular los promedios de una serie de cifras; los
matrimonio, el divorcio y la familia. Pocas personas
coeficientes de correlación miden el grado de rela-
que viven en una sociedad actual desconocen estos
ción consistente entre dos variables.
hechos, y ello es resultado de la «infiltración» por
parte de la investigación. Nuestras ideas y nuestro
comportamiento están afectados por el conocimiento 4. En el trabajo de campo u observación partici-
sociológico de un modo complejo y sutil y éstos a su pante el investigador pasa largos períodos de tiempo
vez contribuyen a remodelar el propio campo de la con el grupo o comunidad que está estudiando. Un
investigación sociológica. Un modo de describir este segundo método, las encuestas, lo que hace es enviar

25
Anthony Giddens

o administrar cuestionarios a muestras extraídas de Lecturas complementarias.


poblaciones más amplias. La investigación documen-
tal implica el empleo de material impreso, de archi-
vos u otras fuentes, como fuente de información. Otros John A. Barnes, Who Should Know What? So-
métodos son los experimentos, las entrevistas en pro- cial Science, Privacy and Ethics (Harmondworsth:
fundidad, las historias de vida y los diarios y el aná- Penguin, 1979). Una discusión sobre cuestiones éti-
lisis de la conversación. cas planteadas en la investigación en ciencias socia-
les.

5. Todos los métodos de investigación tienen sus J. Irvine, Y. Miles y J. Evans (eds.), Demystifying
limitaciones. Por ello, los investigadores suelen com- Social Statistics (Londres: Pluto Press, 1979). Un
binar dos o más métodos en su trabajo, cada uno de intento deliberadamente provocativo de revelar los
los cuales se utiliza como comprobación o como su- usos y abusos de los datos estadísticos.
plemento del material obtenido en los restantes. Este Peter H. Mann, Methods of Social Investigation
proceso se denomina triangulación. (Oxford: Basil Blackwell, 1985). Un interesante y
sencillo compendio de los métodos de investigación
utilizados en sociología.
6. La investigación sociológica presenta con fre-
cuencia dilemas éticos al investigador. Estos pueden Catherine Mars, Exploring Data (Cambridge,
surgir del hecho de que los sujetos de la investiga- Polity Press, 1988). Una excelente introducción al
ción se vean engañados por el investigador, o cuando análisis de datos, concentrándose en el estudio de ca-
la publicación de los resultados de la investigación sos reales para ilustrar las técnicas estadísticas.
afecten negativamente a los sentimientos o las vidas Gerry Rose, Demystifying Social Eesearch (Lon-
de los investigados. No existe un modo enteramente dres: Macmillan, 1981). Una discusión sobre los
satisfactorio de tratar estas cuestiones, pero todo in- métodos de investigación basados en el análisis críti-
vestigador debe ser consciente de los dilemas que plan- co de algunos de los estudios sociológicos más céle-
tea. bres.

Conceptos básicos

métodos de investigación
correlación
causalidad.

Términos importantes

hipótesis coeficiente de correlación


relación causal observación participante
(trabajo de campo)
variables encuesta
variable independiente muestreo
variable dependiente investigación documental
control experimento
media entrevistas
moda historias de vida
mediana análisis de la conversación
desviación típica triangulación

26
Introducción al trabajo de la investigación histórica, Capítulo 5,
Editorial Crítica, Barcelona, 1982, pp. 135-194.

Ciro F. S. Cardoso

Etapas y procedimientos del


método histórico
1. El Método Tradicional1 en historia, es preciso saber si hay documentos, cuan-
tos son, y dónde están.
Durante muchos siglos, hubo muy pocas bibliote-
Su desarrollo se debió en primer lugar al surgi-
cas abiertas al público; los archivos practicaban el
miento de disciplinas eruditas, al servicio del análi-
secreto respecto de su acervo documental; y la dis-
sis, filológico y según otros criterios, aplicado a do-
persión era la regla en lo concerniente a las fuentes.
cumentos antiguos y medievales. La erudición fran-
Frente a tales dificultades, los primeros eruditos,
cesa tuvo en Dom Mabillon su nombre más conoci-
filólogos e historiadores, sólo conseguían en general
do, pionero en el análisis de la autenticidad o false-
una documentación incompleta. Por otra parte, el
dad de los documentos de la Edad Media (De re di-
acceso fácil a fuentes a veces despertaba la vocación
plomática, 1681). La sistematización de los procedi-
de historiador en monjes, archivistas, bibliotecarios,
mientos de crítica documental, elaborados poco a poco
etc. Los curiosos o intelectuales de recursos trataban
desde el Renacimiento y sobre todo desde el siglo
de formar colecciones particulares de pergaminos,
XVII, ocurrió en los siglos XVIII y sobre todo XIX:
papiros, copias monásticas de documentos de la anti-
sistematización bastante relativa, pues se trataba de
güedad clásica, etc.
una disciplina fundamentalmente empírica. En el si-
glo pasado, los historiadores alemanes –en especial Posteriormente se luchó para obtener dos cosas:
Leopold von Ranke– y posteriormente, los historia- 1) la transformación de las colecciones privadas de
dores positivistas franceses, estuvieron ligados a la libros y manuscritos en bibliotecas y archivos públi-
formalización del método crítico aplicado a los do- cos, o por lo menos abiertos al público; 2) la concen-
cumentos históricos. tración del acervo bibliográfico y documental en de-
pósitos no muy numerosos, evitando la dispersión que
entorpece el trabajo de investigación. Las revolucio-
a) Los conocimientos previos. Tenemos aquí, en nes tuvieron importante papel en el sentido de trans-
primer lugar, la llamada heurística (búsqueda de las formar en públicas muchas colecciones de reyes o
fuentes); y enseguida las disciplinas auxiliares de la nobles, de instituciones religiosas, etc., a través de la
historia (a veces llamadas, impropiamente, “ciencias confiscación (eventualmente, también pudieron pro-
auxiliares”). vocar destrucciones considerables de fuentes). Sólo
en las nuevas condiciones –que sin embargo ni tienen
La función de la heurística consiste en buscar y
plena vigencia sino en los países más ricos y
reunir las fuentes necesarias a la investigación histó-
culturalmente desarrollados– pudo la heurística fun-
rica. Previamente al tratamiento de un tema cualquiera
cionar satisfactoriamente.
El trabajo de la heurística consiste principalmen-
te en: elaborar listas o repertorios sistemáticos de fuen-
1
Seguiremos principalmente al clásico: Charles–Victor Langlois y Char- tes; proceder a la clasificación racional de los depó-
les Seignobos, Introducäo aos estudos históricos, trad. de L. Almeida sitos de manuscritos y de las bibliotecas; establecer
Morais, Editora Renascença, Sao Paulo, 1946 (existe en castellano; el
original francés es de 1897)

27
Ciro F. S. Cardoso

inventarios descriptivos, índices remisivos, etc.étera, En el conjunto, los especialistas, de períodos más
publicar documentos. antiguos tienen más que ver con estas disciplinas; pero
no es ésta una regla general. El estudioso del siglo
Forman parte de los conocimientos previos que
XVI, o del XVII, deberá tener conocimientos
debe tener el historiador también las disciplinas auxi-
paleográficos (sin los cuales no podrá leer los docu-
liares, que resultaron del trabajo de muchas genera-
mentos manuscritos del período que le interesa),
ciones de eruditos. Se trata de disciplinas técnicas,
filológicos, eventualmente numismáticos, etc. Los
que sirven principalmente de apoyo a las actividades
calendarios distintos coexistentes hoy –el juliano, el
de la crítica externa de documentos. Su máximo peso
gregoriano, el musulmán, el judaico–, o recientes (el
se ejerce en los casos en que las posibilidades de du-
de la Revolución francesa, el del fascismo italiano),
das y problemas son mayores: la historia de la Anti-
prolonga hasta los tiempos modernos y contemporá-
güedad y la Edad Media– He aquí algunas de estas
neos la vigencia de la disciplina cronológica. Por otra
disciplinas2:
parte, cabría agregar otros tipos de conocimientos
- Diplomática: estudia las actas (diplomas) sa- técnicos necesarios, relativos a nuevos medios de pro-
lidas de las cancillerías medievales; ducir, almacenar y trasmitir testimonios de interés
histórico: películas de cine, microfilmes, microfichas,
- Numismática: estudio de las monedas que ya
cintas de computadora, etc. La estadística es hoy, sin
no circulan y, por extensión, de las medallas;
ninguna duda, disciplina auxiliar de primera línea.
- Filología: conocimiento e interpretación de los Finalmente, viejas disciplinas auxiliares se renova-
testimonios escritos y en otro sentido, estudio de las ron al asociarse con modernas tecnologías: la crono-
formas lingüísticas y su empleo; logía es un ejemplo, al utilizar la datación por el car-
- Sigilografía ; se dedica a los sellos, lacres y bono 14, o procedimientos químicos que permiten
otras formas de autenticar documentos o manifestar evaluar la antigüedad de ciertos materiales.
la propiedad; En la medida en que la historia se abrió crecien-
- Paleografía; estudio de las maneras de escri- temente a las ciencias sociales en nuestro siglo, es
bir y de su evolución (incluyendo los materiales en razonable considerar hoy día, entre los “conocimien-
los cuales y con los cuales se escribe), tos previos” que debe tener el historiador, una inicia-
ción, por lo menos, a la problemática y a los modos
- Criptografía: análisis y desciframiento de los de trabajar de la economía, la sociología, la antropo-
textos redactados en el código (alfabetos sustitutivos, logía, la arqueología (ayer técnica auxiliar al servi-
etc.); por extensión desciframiento de escrituras an- cio de la historia y de la antropología, y hoy en vía
tes imposibles de leer (los jeroglíficos, el cuneiforme, de constituirse como ciencia), la ciencia política ...Ya
el línea B de Creta, etc.); los historiadores positivistas, afirmaban a fines del
- Epigrafía; estudio de las inscripciones; siglo pasado, la “dependencia recíproca” entre la his-
toria y la ciencias sociales (vista entonces como una
- Papirología; análisis de los textos escritos en complementariedad pasado/presente), pero la reali-
papiros (en especial textos egipcios faraónicos, y tex- dad del contacto se hace sentir de manera incompa-
tos griegos y bizantinos de Egipto); rablemente mayor en la actualidad.
- Genealogía: estudio de la filiación de los se- La Naturaleza del método histórico. Los histo-
res humanos, de la sucesión de las generaciones (en riadores tradicionales oponían la historia –cuyo co-
especial de las familias reales y nobles); nocimiento se basa en la observación indirecta de
- Heráldica: estudia los símbolos hereditarios, los hechos históricos (es decir, del objeto de su cien-
en particular las armas y los blasones de familias rea- cia como lo veían) a través de fuentes (principalmen-
les y nobles; te documentos escritos)– a las ciencias de observa-
ción directa: Física, química, biología, astronomía,
- Cronología: se ocupa del tiempo y su medida, ciencias sociales “del presente”. La distinción parece
siendo sobre todo “el arte de verificar las fechas” y el hoy un tanto dudosa si la miramos en detalle. La físi-
estudio de los múltiples calendarios humanos. ca; por ejemplo, incluye en sus teorías muchos ele-
mentos cuya observación directa no es posible; lo
mismo les pasa a ciertos “objetos teóricos” de la as-
trofísica (por ejemplo los “agujeros negros” deriva-
dos de la deducción que parte de la teoría de la
2
Ver, al respecto, Charles Samaran, de, L´histoire et ses méthodes, relatividad, y hasta la fecha no comprobados por la
Gallimard, París, 1961; Jean Glénisson, Iniciacao dos estudos históricos,
DIFEL, Río de Janeiro Sao Paulo, 1977 observación); es difícil hablar de “observación direc-

28
Etapas y procedimientos del método histórico

ta” en relación a los estudios geológicos acerca del ningún momento se las somete a la prueba de la his-
núcleo terrestre, por ejemplo Pero no cabe duda de toria real. Así es como Topolski –cuyas concepcio-
que en la mayoría de los casos (exceptuándose la his- nes sobre el papel de los conocimientos basados y no
toria estrictamente contemporánea, la historia oral – basados en fuentes son resumidas en el cuadro 3–,
que plantea problemas de crítica semejantes a los que por más que reconozca que el nivel teórico tiene enor-
interesan al trabajo con documentos escritos, de to- me importancia en la investigación histórica, está muy
dos modos–, la utilización de fuentes que son objetos lejos de negar el papel fundamental del conocimiento
materiales: vestigios arqueológicos monumentos, basado en fuentes4
monedas, etc.) el acceso del historiador a los aconte- El papel importante desempeñado por el conocimiento
cimientos, personas y procesos del pasado “pasa” no basado en fuentes en el proceso de investigación del his-
obligatoriamente por aquello que sobre ellos “dicen” toriador... puede verse con todo relieve cuando reflexiona-
las fuentes escritas. mos en profundidad acerca de las varias etapas de ese pro-
ceso y comparamos, a la vez, su papel con el del conoci-
¿Bastará esto para justificar la preocupación ob-
miento basado en fuentes. Por otra parte, se debe estable-
sesiva de los historiadores positivistas con los docu- cer una firme resistencia contra el uso de esta constatación
mentos escritos? “La historia se hace con documen- como un medio para minimizar el papel de las fuentes en la
tos... Porque nada sustituye a los documentos: donde investigación histórica. Las fuentes serán siempre el mayor
no hay documentos no hay historia”3. Una vez corre- tesoro del historiador; sin ellas, simplemente no podría ser
gida la deformación de sólo pensar de hecho en do- historiador. Se trata, aquí, de terminar con la tendencia a
cumentos escritos, hay a la vez algo verdadero y algo tratar las fuentes y el conocimiento basado en ellas como
falso en la afirmación. Lo falso proviene de que pen- fetiches, posición que es bastante común entre historiado-
saban en los documentos como condición necesaria y res... Lo esencial consiste en darse cuenta, sin dejar de lado
la importancia fundamental (en cierto sentido) de las fuen-
suficiente –con tal de saber criticarlos externa e in-
tes, de que no bastan ni las fuentes ni la erudición histórica
ternamente– para la historia como disciplina, para el sola. Tenemos que percibir que la información extraída de
ejercicio de la profesión de historiador. las fuentes es más instructiva si hacemos preguntas más
La pregunta que se podría plantear es, entonces: variadas, cosa que exige un vasto conocimiento.
¿qué papel representan en la práctica del historiador En otras palabras, la polémica de Topolski no es
el conocimiento basado y el no basado en fuentes? contra la investigación empírica, sino contra la con-
En nuestra opinión, fue el historiador polaco Jerzy fusión que el positivismo establece entre tal investi-
Topolski quien supo sintetizar mejor la cuestión, si- gación y al totalidad del método histórico.
guiéndola a través de los diversos pasos o etapas del
c) Las operaciones analíticas: 1) la crítica exter-
proceso de investigación. Cuando elegimos el campo
na de los documentos (o crítica de erudicción).5 Se
a estudiar o las hipótesis de trabajo, y más tarde cuan-
trata , fundamentalmente, de determinar si un docu-
do formulamos explicaciones causales o establece-
mento es auténtico o falso, en su totalidad o en parte,
mos leyes, nos apoyamos sobre todo en marcos teó-
y de ubicarlo en el tiempo y el espacio, además de
ricos, en el conocimiento de los códigos pertinentes a
restablecer su texto en su forma primero. Compren-
los mensajes que son las fuentes históricas, en el co-
de tres operaciones: crítica de restitución, crítica de
nocimiento de otros hechos y procesos, en la compa-
procedencia y clasificación crítica de las fuentes.
ración . Por otra parte, en la etapa intermedia que
consiste en el establecimientos de los hechos y proce- La crítica de restitución es el control del texto
sos históricos que interesan específicamente a la in- con la finalidad de restablecerlo en su forma prime-
vestigación que se esté realizando –y que depende de ra, a través de la eliminación de los errores e
la crítica externa e interna de los testimonios de todo interpolaciones . Muchos textos nos legaron sólo en
tipo–, aunque también intervienen conocimiento ex- horma de copias, debido a la pérdida de los origina-
ternos al examen de las fuentes, el papel de ésta se les; con frecuencia, hay divergencia entre las distin-
vuelve central. Ahora bien, toda la frase previa se tas copias, y el crítico debe optar por una variante
estilaba a preparar tal etapa intermedia, aquella en la entre otras. A veces jamás existió un original: así,
que surgen condiciones que permiten introducir co- por ejemplo, los poemas atribuidos a Homero sólo
nocimientos nuevos, resultantes de la investigación fueron fijados por escrito después de varios siglos de
concreta de que se trate, a través del procesamiento
del material investigado. En cuanto a las construc-
ciones teóricas de todo tipo. Carecen de valor si en
4 Jerzi Topolski, Methodology of history , Polish Scientific Publishers,
Varsovia, 1976, p. 418 (esp., 322)
5 Cf. Langlois y Seignobos, op. Cit,. Libro II, caps. 2 a 5; Robert Marichal,
3 Langlois y Seignobos, op. cit, p. 15 “La critique des textes”, en Samaran, de., op. cit,.pp. 1.247–1366

29
Ciro F. S. Cardoso

elaboración gradual, transmisión y relativa fijación lugar de origen y el autor de un documento. Muchos
final , todo aquello en el contexto de la tradición oral. documentos jamás estuvieron fechados; en otros ca-
Los errores pueden ser detectados por la incorrec- sos, hay que solucionar problemas resultantes de cam-
ción gramatical(en función del uso del autor o de su bios de calendario, de fechas incompletas o perdidas,
época), lo absurdo, la contradicción, el hecho de atri- etc. La escritura –cuya variación en el tiempo y el
buirle al autor ideas o conocimientos que no podía espacio conocen los paleógrafos– el examen del ma-
tener, etc. Las interpolaciones, o sea, pasajes agre- terial mismo del documento (el material usado para
gados, interpolados en el texto por sucesivos copista, escribir es variable según las épocas), la estratigrafía
se evidencias por el hecho de causar problemas si se trata de un texto descubierto en una excavación
lingüísticos o gramaticales, contradicciones y anacro- arqueológica, la mención en su interior de hechos cuya
nismos. La genealogía de las copias disponibles cons- fecha ha sido anteriormente establecida, son elemen-
tituye el instrumento esencial de trabajo en el marco tos importantes en la búsqueda de la fecha. Aunque
de la crítica de restitución. también puede servir en tal sentido el examen del con-
La crítica de procedencia es el conjunto de pro- texto cultural percibido a través del texto, no se trata
cedimientos empleados para determinar la fecha, el de procedimientos de fácil manejo: es raro que sepa-
mos –con relación a períodos no muy recientes– cuán-

30
Etapas y procedimientos del método histórico

do, exactamente, surgió por vez primera una técnica asociar las disciplinas auxiliares de que depende a
determinada, u objeto dado, etc.: ciertos textos, por duna tecnología elaborada. Pero es cierto, por otra
lo demás, buscan voluntariamente el arcaísmo. La parte, que los historiadores de los tiempos modernos
utilización de este procedimiento se vuelve más fácil y contemporáneos no se ven, con tanta frecuencia
cuando las referencias al contexto cultural son abun- como por ejemplo los medievalistas, enfrentados a
dantes. textos que son copias de copias, con el peligro de
falsificaciones, etc. Por otra parte, en el caso de fuen-
Al hablar del lugar de origen de un documento
tes estandarizadas, que se repiten según un patrón –
importa tomar tal expresión en un sentido amplio,
series estadísticas; series de bautizos, matrimonios y
que comprenda no solamente la ubicación geográfi-
defunciones de los archivos parroquiales; actas nota-
ca, sino también el medio social que lo produjo. Di-
riales–, suponiendo que estemos satisfechos en cuan-
cho medio puede determinarse a través de la búsque-
to a la fecha y a la procedencia geográficas, ¿será
da de los centros de interés que se manifiestan en el
realmente importante conocer siempre al “autor”?
texto. Entre los procedimientos que pueden servir para
ubicar el lugar de origen, tenemos la consideración De hecho, la cuantificación histórica exige plan-
de las particularidades regionales de la lengua, cuan- tear en forma diferente de la tradicional las cuestio-
do son conocidas para la época en cuestión; aunque, nes de la crítica externa. En relación a fuentes usa-
por supuesto, una persona nacida en cierta región das para recolectar o construir series numéricas, por
puede escribir en otra. ejemplo, la “clasificación” crítica de los textos” no
podrá consistir sólo en decidir si el autor fue o no un
Aun en los libros impresos, con frecuencia se pier-
observador directo. Tendrá que tratar de establecer
den las indicaciones relativas al autor, ya que nor-
en cuál de las tres categorías siguientes entra la fuen-
malmente se encuentran en las primeras o en las últi-
te en cuestión:6
mas páginas (las partes más vulnerables de un volu-
men). Por otra parte, tenemos problemas de otros ti- 1) fuentes estructuralmente numéricas, reunidas
pos. Los reyes, ministros, altos funcionarios, etc.,. como tales, y utilizadas por el historiador para con-
pueden firmar multitud de documentos no elabora- testar a preguntas directamente ligadas a su campo
dos personalmente por ellos, incluso sin haberlos leí- original de investigación;
do. Y existen los casos de los seudónimos, anónimos,
2) fuentes estructuralmente numéricas, más utili-
apócrifos (falsas atribuciones), las atribuciones múl-
zadas por el historiador de manera sustitutiva, para
tiples, y así sucesivamente. Claro está que en los
encontrar respuestas a cuestiones extrañas a su cam-
muchísimos casos resultará del todo imposible iden-
po original;
tificar al autor del documento. A veces, el examen de
la lengua (modo de escribir, gramática, estilo) y de 3) fuentes no estructuralmente numéricas, pero
elementos de identificación contenidos en el texto, que el historiador busca utilizar de manera cuantita-
permiten establecer a quién se debe el testimonio en tiva, a través de un procedimiento doblemente susti-
cuestión. tutivo.
La finalidad de la clasificación crítica de los tex- Las formas de trabajar con tales fuentes, las ope-
tos es distinguir los testimonios directos de los indi- raciones estadísticas posibles, y muchas otras cosas,
rectos. Los testigos oculares de un fenómeno o pro- dependerán de ello.
ceso no lo ven, habitualmente, de la misma manera,
d) Las operaciones analíticas: 2) la crítica
o no lo describen con las mismas palabras: cuando
interna(o de veracidad) de los testimonios.7 Se trata
esto último ocurre, tenemos un caso de copia de una
de verificar la veracidad intrínseca de la fuentes, lue-
fuente anterior por otra más tardía. La comparación
go de apreciar su contenido y el sentido de su texto.
y genealogía de los textos permiten hallar paralelis-
La crítica interna comprende dos aspectos principa-
mo entre ellos: las elecciones de hechos, los errores
les: la interpretación y la crítica de sinceridad y exac-
comunes de fecha, etc. denuncian la copia.
titud.
Es evidente que no se puede trabajar con datos
que no sepamos si son o no auténticos, o con docu-
mentos que no estén firmemente asentados en el tiem-
po, en el espacio y en cuanto a su autoría (o por lo 6 Cf. Francois Furet, “la historia cuantitativa la construcción del
menos su atribución a un grupo social determinado). hecho histórico”, en F. S. Cardoso y Hector Pérez B, eds. Historia
económica y cuantificación, Secretaría de Educación Pública, México,
Así, siempre que resulte necesario, es preciso seguir 1976, pp. 157–182.
aplicando la crítica externa, enriquecida en nuestros
7 C.f. Langlois y Seignobos, op. cit, libro II, caps. 6 a 8; Marichal, op.
días, como ya mencionamos, por la posibilidad de Cit.

31
Ciro F. S. Cardoso

Llamamos interpretación (o hermeneútica) a la sulta coherente, esto confirma dicho cuadro. En la


apreciación del contenido exacto y del sentido de un práctica, la documentación disponible difícilmente es
texto, a partir de la consideración de la lengua y de tan completa como para poder aplicar las reglas men-
las convenciones sociales de la época en que fue com- cionadas. Un último punto: la distinción entre los tes-
puesto. La lengua cambia según el tiempo, el lugar, timonios voluntarios (las crónicas, las memorias, las
el estilo, el grado de cultura, etc. Es necesario saber obras históricas, etc.) e involuntarios (textos
con exactitud qué significaba cada término o expre- litúrgicos, correspondencia o libros de contabilidad
sión en el momento histórico correspondiente a la re- de una empresa, etc.) Naturalmente, los testimonios
dacción del texto, pues existe el peligro de distorsio- involuntarios son más fiables; pero un mismo docu-
nar el sentido de este último, de interpretarlo mento puede contener –y generalmente contiene–
anacrónicamente: por ejemplo, si consideramos los ambos tipos de testimonios a la vez.
términos que contiene en sus acepciones actuales (tra-
Decididamente, la crítica interna en la concepción
tándose de una lengua viva). Como las traducciones
positivista “envejeció” bastante más que la externa:
constituyen siempre, en alguna medida, interpretacio-
La “crítica de sinceridad y exactitud” trabaja supo-
nes y comentarios, el historiador debe trabajar con
niendo (implícitamente) un “sujeto transparente”, in-
los textos originales siempre que ello sea posible.
dividual, con libre albedrío total, y sin una dimen-
Además de la lengua, hay que tomar en cuenta las
sión no consciente. Supone también la no pertinencia
convenciones sociales: los hábitos de pensamientos,
del análisis del discurso, de la enunciación. Hoy día
las actitudes intelectuales, las maneras de sentir, las
se vuelve necesario corregir este punto, con apoyo en
ideas socialmente transmitidas y los estereotipos de-
alguna teoría de las clases y de la ideologías: el texto
penden de la psicología colectiva, que cambia según
no debe ser tomado exclusivamente en su contenido,
e tiempo, el lugar, el grupo social y cultural, etc. Las
tratado en forma cualitativa, sino también en sus con-
convenciones sociales incluyen igualmente los esti-
diciones sociohistóricas de producción.8
los y modelos juzgados dignos de ser copiados, las
modas, etc. Solo es posible interpretar un texto co- Por otra parte, también aquí conviene notar el
rrectamente tomando en cuenta todo ello. En lengua- impacto de la cuantificación sobre los procedimien-
je actual, la interpretación es una operación de tos críticos:9
“decodificación “ o de “transcodificación” (paso de Los datos de la historia cuantitativa... no dependen de
un código a otro). un impalpable corte externo del “hecho”, sino de criterios de
La finalidad de la crítica de sinceridad y de exac- coherencia interna... El documento, y el dato, ya no existen
por sí mismos, sino con relación a la serie que los precede y
titud es el establecimiento de los hechos . En cuanto
los sigue; es por su valor relativo que se vuelven objetivos...Y
a este punto, el principio general es lo que podríamos de este modo, el viejo problema de la “crítica” del documen-
llamar de “desconfianza sistemática”: nada que no to histórico se halla al mismo tiempo en una posición distin-
esté positivamente probado debe aceptarse, sino que ta. La crítica “externa” ya no se establece a partir de una
permanecerá dudoso; no se debe creer en un autor o credibilidad basada en la comparación con textos contem-
un texto sin que haya buenas razones como para ha- poráneos de otra naturaleza, sino a partir de la coherencia
cerlo, etc. En cuanto a la sinceridad, los historiado- con un texto de la misma naturaleza, situado de manera dis-
res positivistas creían posible establecerlas a través tinta en la serie temporal, es decir antes o después. La críti-
de una serie de preguntas, tendientes a verificar si el ca “interna” se encuentra tanto más simplificada cuanto que
muchas operaciones de limpieza de los datos puedan ser
autor tenía interés en mentir, o el grupo por él repre-
colocadas en la memoria de una computadora.
sentado; si estaba en una posición que lo obligaba a
mentir; cuáles eran sus simpatías y antipatías, etc. e) Las operaciones sintéticas.10 Las indicaciones
Sobre la exactitud, había que evaluar el grado de co- de los historiadores positivistas respecto de la sínte-
nocimiento efectivo de los hechos que podía tener el sis histórica son mucho menos precisas –y más sub-
autor del texto, verificando si la información que pro- jetivas– que las que proporcionan respecto de las
porciona reposa directamente en una observación operaciones analíticas de la crítica documental.
correctamente realizada; en otras, se trata de saber
cuál fue la posición del autor frente al hecho que
8 Ver principalmente Régine Robin, Histoire et linguistique, Armand
menciona. El procedimiento consiste en comparar Colin, París, 1973; Julia Kristeva, Semeiotiké. Recherches pour une
sistemáticamente todas las observaciones relativas a sémanalyse, Seuil, París, 1969.
un mismo hecho: si hay concordancia, podemos con- 9 Furet, op. Cit., pp 164–165.
siderarlo como científicamente establecido. También
10 Cf. Langlois y Seignobos, op. cit. Libro III, caps. 1 a 5; más reciente-
importante es el criterio de coherencia: si al ajustar mente ver G. R. Elton, The practique of history, Collins-Fontana,
una serie de hechos el cuadro formado por ellos re- Londres, 1972, cap. 3; Robert F. Berkhofer, Jr., Abebavioral approch to
historical analysis, The Free Press, Nueva York, 1971, caps. 12 y 13.

32
Etapas y procedimientos del método histórico

De hecho denotan un cierto pesimismo en cuento va, aceptable, que la de los historicistas idealistas
a las condiciones generales y a posibilidad misma de (neokantianos o presentistas).
la construcción histórica sintética. Así, empiezan
En resumen, las operaciones sintéticas procede-
apuntando ciertas dificultades ligadas a las caracte-
rían en cuatro pasos básicos:
rísticas de lo que para ellos constituye la materia pri-
ma de la historia , o sea los hechos históricos esta- 1) Tratar de imaginar los hechos históricos esta-
blecidos al analizar críticamente los documentos: 1) blecidos por la crítica según el modelo de hechos ac-
los hechos históricos vienen mezclados en las fuen- tuales análogos, para la construcción de una imagen
tes, y no son fenómenos variadísimos en su naturale- global del hecho pasado (puesto que lo que los docu-
za –lingüísticos, de costumbres, relativos a aconteci- mentos proporcionan directamente son sólo fragmen-
mientos, e institucionales, etc.–: lo que tienen en co- tos de hechos que es preciso organizar).
mún es sólo que son hechos pasados y que fueron
2) Agrupamiento de los hechos en cuadros, clasi-
establecidos por observación directa; 2) presentan
ficándolos en categorías según su naturaleza (Laglois
grados muy diversos de generalidad en el espacio y
y Seignobos proponen las categorías siguientes: 1)
el tiempo; 3) el carácter histórico que presentan tiene
condiciones materiales; 2) hábitos intelectuales; 3)
como condición sine qua non su localización en el
costumbres materiales; 4) costumbres económicas; 5)
tiempo y el espacio, sin la cual pierden el carácter de
instituciones públicas. Pero no es cierto que, en su
los hechos históricos para referirse a la “ naturaleza
mayoría, los historiadores de entonces se interesan
humana en general” (es el caso, por ejemplo, de los
por todos estos tipos de “hechos”)
hechos del folklore); 4) en muchos casos, la crítica
no logra proveer hechos seguros, sino establecidos 3) Constatación de lagunas debidas a la insufi-
sólo con grados mayores o menores de probabilidad. ciencia de la documentación, que se tratará se llenar
por medio de razonamientos que partan de los he-
En otras palabras, la síntesis opera sobre una masa
chos conocidos (evidentemente, lo así reconstituido
incoherente y heterogénea de hechos singulares. Ahora
no tiene la misma seguridad de los hechos estableci-
bien; el trabajo del historiador, siendo la historia una
dos a través de la documentación).
ciencia de observación indirecta, no concierne a co-
sas concretas, sino a operaciones puramente intelec- 4) Condensación de los hechos en “fórmulas” en
tuales y abstractas, en las cuales lo que se manipula la base de sus relaciones: en esta etapa se establece
son simples imágenes do reflejos de hecho en las fuen- la serie lineal de “causas” y “consecuencias”.
tes, que el estudioso trata de percibir. En estas condi- Pero todo esto es en el fondo muy precario. Todo
ciones, la impresión de conjunto será necesariamente influye sobre todo, decían: evidentemente esto era un
confusa, difusa, marcada por la subjetividad de los problema serio, puesto que los positivistas no tenían
testigos. ¿Cómo trabajar entonces?. una teoría explícita de lo social. Son “millones” los
Los historiadores positivistas invocaban estas ra- hechos necesarios para la síntesis. Así, ésta vendría
zones para rechazar la posibilidad de plantear hipó- –en un futuro indefinido– por la acumulación y la
tesis. Sabemos hoy que, de hecho –y como no puede combinación de los resultados de miles de trabajos
dejar de ser–, sí las planteaban implícitamente. Par- de pormenor bien hechos.
tían de la clasificación y agrupamiento de los hechos Los historiadores positivistas admitían dos tipos
en categorías. Las más generales de estas categorías de obras de historia: las monografías y los trabajos
surgirían al considerar que los documentos informan de carácter general. Dudaban, sin embargo, de estos
sobre: 1) seres visos y objetos materiales; 2) accio- últimos, y a fin de cuentas sólo creían en monografías
nes de los hombres, y sus palabras; 3) motivos y con- muy detalladas, para cuya elaboración estipulaban
cepciones. ciertas reglas:11
A partir de ahí, la posibilidad de la síntesis repo- Toda monografía, para ser útil, es decir , plenamente
saba en dos postulados básicos: 1) los fenómenos de utilizable, debe someterse a tres reglas: 1) ningún hecho his-
percepción intelectual indirecta no son por ello irreales tórico extraído de documentos debe ser presentado sin es-
(o sea, se mantiene el realismo del objeto; los “he- tar acompañado de la indicación de los documentos de que
chos históricos” existen y son externos al observa- provino, a sí como de un juicio sobre el valor de tales docu-
dor; 2) la base –a menudo inconsciente o implícita– mentos; 2) es indispensable seguir, tanto cuanto sea posi-
de la reconstrucción histórica es la semejanza de los ble, el orden cronológico, pues fue en él que los hechos se
produjeron y por el podemos establecer las causas y efec-
hechos del pasado con los actuales (estos sí observa-
bles directamente). Se ve que, en estos p untos cen-
trales, la posición positivista es bastante más positi-
11 Langlois y Seignobos, op. Cit. pp. 213–214.

33
Ciro F. S. Cardoso

tos; 3) es necesario que el título de la monografía haga co- un advenimiento político o filosófico: República, libertad,
nocer, con precisión, la naturaleza del tema tratado en ella... democracia, razón. Tal conciencia ideológica de la historia
puede asumir formas más refinadas; ...pero traduce en el
No precisamos criticar en detalle esta visión –a fondo mismo mecanismo de compensación: para ser inteli-
todas luces superada– de la síntesis histórica. Ya dis- gible, el acontecimiento necesita una historia global definida
cutimos, en el capítulo 4, su vicio central: es imposi- fuera e independientemente de él.
ble sintetizar adecuadamente en historia, partiendo
de la premisa de que el objeto de ésta son hechos ri- El avance científico de la historia exige que hipó-
gurosamente “singulares”, aislados los unos de los tesis, explicaciones y generalizaciones se expliciten.
otros “únicos e irrepetibles”. Simplemente no pue- Esta es la única manera de poder ejercer un control y
den existir hipótesis , teorías y leyes científicas cons- una verificación adecuados de ellas, de forma a ga-
truidas sobre la base de hechos singulares tomados rantizar un conocimiento objetivo, que pueda aspirar
exactamente en su singularidad, es decir , conside- a la intersubjetividad.
rando a ésta como irreductible. Otro punto muy ne- Como cualquier disciplina, el método científico
gativo era la creencia de que el historiador trabaja en historia consiste básicamente en seguir ciertos pro-
sin plantear hipótesis: esto conducía simplemente a cedimientos para plantear problemas y verificar las
una falta de control de los historiadores positivistas soluciones propuestas.
sobre una multitud de hipótesis (derivadas de filoso-
La historia utiliza las hipótesis de manera un tan-
fías de la historia) que ellos, como no podría dejar de
to distinta a las ciencias naturales. Más exactamente,
ser de hecho planteaban implícitamente.
las debe emplear en niveles más numerosos. Esto es
así porque, al ser indirecta –en el sentido planteado
por los historiadores positivistas– la observación de
los acaecimientos y procesos históricos, es necesa-
2. El método científico en historia: algunas rio, antes de poder someter las hipótesis explicativas
consideraciones12 a la confrontación con los datos, controlar tales da-
tos: y para ello es preciso plantear hipótesis relativas
La noción de que el método histórico debe incluir a la descodificación (hermenéutica) y al control de
el planteamiento de hipótesis está ya bastante difun- autenticidad y veracidad(críticas externa e interna)
dida, aunque no lo suficiente. Sin embargo, si bien de las fuentes utilizadas. (Véase el cuadro 4: no nos
ello implica lógicamente cuestiones como la genera- parece, sin embargo, que resulte necesario distinguir
lización y la búsqueda de explicaciones, muchos his- las “hipótesis de construcción” como categoría apar-
toriadores siguen creyendo que éstas no son parte de te, puesto que su finalidad es –o debe ser– explicati-
su tarea. Empero, como dice Moses Finley, “todo his- va.) Como ya tratamos, en la parte anterior de este
toriador se ve sumido en explicaciones y generaliza- capítulo, las cuestiones atinentes a la crítica históri-
ciones a partir del momento en que trasciende el ám- ca, ahora nos interesarán sólo las hipótesis explica-
bito del puro nombrar, como contar o fechar”13 Lo tivas, aquellas que ofrecen una solución tentativa al
que pasa es que en muchos casos la generalizaciones problema científico planteado –hipótesis heurísticas
y explicaciones quedan implícitas. Así, por ejemplo, o de trabajo–, y que será sometidas a verificación.
en el caso de los positivistas, que creían trabajar en Después, si no fueron demostradas como falsas, pa-
el plano de los meros hechos singulares:14 sarán a ser hipótesis comprobadas. Podrá variar el
...este tipo de historia aparece puntualizado a la vez –y grado de comprobación, según las virtualidades, en
contradictoriamente– por el tiempo corto y una ideología fi- este sentido, de la documentación disponible y otros
nalista; como el acontecimiento –irrupción súbita de lo úni-
co y de lo nuevo en la cadena del tiempo– no puede ser
comparado con ningún antecedente, la única manera de in-
tegrarlo a la historia está en atribuirle un sentido teleológi-
co: si él no tiene un pasado, tendrá un futuro. Y como la
historia se ha desarrollado desde el siglo XX como un modo
de interiorización y conceptualización del sentimiento de pro-
greso, el “acontecimiento” indica casi siempre la etapa de

12 Nuestra exposición debe mucho a J. Topolski, op.cit,. Caps, 14, 21 y


22, pese a ciertas diferencias de opinión.
13 M.I Finley, Uso y abuso de la historia, trad. de A. Pérez–Ramos,
Crítica, Barcelona, 1977, p. 104
14 Furet, op. Cit., p. 173.

34
Etapas y procedimientos del método histórico

factores. Así es como el descubrimiento de fuentes científico: teoría –hipótesis– verificación –vuelta a
pertinentes antes desconocidas puede, eventualmen- la teoría para integración de las conclusiones– nue-
te, hacer que una hipótesis comprobada vuelva a ser vas hipótesis, etc. Mencionamos también (capítulo
de nuevo simplemente una hipótesis heurística por 4, § 3) que el obstáculo específico más importante a
verificar. la constitución de una historia cabalmente científica
es, en efecto, la preocupación persistente y a veces
El manejo de la hipótesis se hace en tres etapas:
predominante con lo particular –no ya a nivel de “he-
1) formulación; 2) substanciación, 3) verificación.
chos singulares”, sino de los casos o procesos– que
Para la formulación adecuada, es útil el conocimien-
aún caracteriza a muchos historiadores, por más que
to de por lo menos algunos rudimentos de lógica. En
sea cierto que se ocupan también –y crecientemente–
el caso de la historia, la substanciación depende de
de regularidades, recurrencias y generalizaciones ex-
los procedimiento de crítica documental. En cuanto a
plicativas. ¿De qué manera contribuyen el método
la verificación, se hace deduciendo de la hipótesis
comparativo y la construcción del modelos a la supe-
planteada sus consecuencias lógicas, tratando des-
ración de esta problema?
pués de verificar –con los datos disponibles– si se
dan tales consecuencias (o si son probables, por lo El método comparativo fue propuesto como un
menos, y si son compatibles con el cuerpo de los co- instrumento al servicio del planteamiento y control
nocimientos ya constituidos –aunque por supuesto de hipótesis y generalizaciones explicativas, con la
éste puede ser cambiado si es necesario, en función finalidad de conceptualizar la problemática histórica
de nuevos descubrimientos– . a través de la ruptura de los marcos nacionales y
cronológicos habituales, a favor del estudio de temas
Al formular hipótesis, se debe tener presente que
bien definidos. En lugar de estudiar la historia me-
en ciertos casos –relativamente raros en historia– la
dieval “de Francia”, “de España”, “de Italia”, “de
pregunta planteada puede tener un número infinito
Inglaterra”, “del Japón”, cuando no de unidades to-
de respuestas posibles mutuamente excluyentes, se-
davía menores (provincias, regiones, etc.), el enfo-
gún un sistema binario de elección (o que se torna
que comparativo podrá proponer, por ejemplo, el tema
binario, reduciéndose una serie de respuestas posi-
del feudalismo en el conjunto de los países y regio-
bles a pares sucesivos). En otros casos, la elección
nes que aparentemente lo conocieron. En lugar de
de la respuesta tendrá que ejercerse entre un número
abordar separadamente la evolución de los imperios
muy grande o aún infinito de posibilidades, lo que no
coloniales “de España”, “de Portugal”, “de Francia”,
deja de aumentar la dificultad de la explicación.
“de Inglaterra” en América, la actitud comparativa
La construcción de la historia como ciencia de- podrá sugerir temas como la esclavitud o el sistema
pende sobre todo, en la actualidad, de la solución de colonial mercantilista, entre otros, visto en el con-
dos problemas: 1) cómo enunciar y comprobar hipó- junto colonial americano. Defino pro Marc Bloch
tesis que no sean proposiciones singulares; 2) cómo como la búsqueda, “para explicarlas” de “las simili-
garantizar la construcción teórica adecuada, mediante tudes y las diferencias que ofrecen dos series de na-
generalizaciones controladas. Los instrumentos dis- turaleza análoga, tomadas de medios sociales distin-
ponibles más importantes para estas dos finalidades tos”15 el método comparativo conduce, por su misma
–que en el fondo se reducen a una sola: la superación naturaleza, a la ruptura de la singularidad de los ca-
de la tendencia de los historiadores a preocuparse sos y procesos. Permite también eventualmente, una
excesiva o exclusivamente con la singularidad de los vuelta al caso singular o específico, muy enriquecida
procesos, secuencias y estructuras que estudian– son por la ampliación teórica resultante de la compara-
el método comparativo y la construcción de modelos ción. El método comparativo tiene, en historia, dos
(ver el cuadro 5). modalidades principales: 1) la mayoría de los histo-
riadores lo aplican hoy prudentemente, sólo a socie-
Vimos en el capítulo 2 (§ 2) que una hipótesis
dades que presenten suficiente parecido estructural
científica no puede ser una proposición singular: debe
(Bloch hablaba de “sociedades síncronas” –sociétés
ser una proposición particular (en el sentido de apli-
synchrones–; un evolucionista hablaría de “socieda-
carse a cierto número de casos) o universal (aplica-
des sistadiales”); 2) también es posible comparar en-
ble a todos los casos), y verificable. El planteamien-
tre sí secuencias o temáticas del mismo tipo en socie-
to y comprobación de este tipo de hipótesis permite,
dades estructuralmente muy diferentes pero se corre
en el nivel del establecimiento de generalizaciones
entonces el peligro de interpretar como analogías pro-
históricas amplias –leyes, teorías–, la integración
adecuada del conocimiento adquirido, que es instru-
mento necesario para el planteamiento de nuevas hi- 15 Marc Bloch, “El método comparativo en historia”, en Ciro F. S.
pótesis, cumpliendo así el ciclo habitual del método Cardoso y Hector Pérez B., Perspectivas de la historiografía contem-
poránea, Secretaría de Educación Pública, México, 1976, pp. 26–27

35
Ciro F. S. Cardoso

Instrumentos para la construcción de una historia científica


Finalidad Problemas a soculionar Instrumentos principales

Comparación selectiva
1) Formulación (criterio estructural)
y comproba-
ción de hipóte- 1° Método
sis con un comparativo
grupo suficien- Comparación generaliza-
te de generali- da (Criterio temático)
Construcción dad.
de la historia
como ciencia
estructurales

2) Generaliza- Isomórficos genéticos


ción, síntesis,
leyes, construc- arbitrarios dialécticos
ción de teorías 2° Construc-
ción de mode- contrafactuales
los

fundas (isomorfismos) lo que no pasa a semejanzas cos –como el modelo del feudalismo polaco construi-
formales superficiales (epimorfías) que ocultan dife- do por Witold Kula–, invitan a la generalización: en
rencias radicales de fondo, y de caer en grandes cons- el caso mencionado, no se trata meramente de un
trucciones “metahistóricas” como las de A. Toynbee modelo “de Polonia”, sino del feudalismo polaco, lo
u O. Spengler. En otra ocasión nos referimos a las que de inmediato sugiere constrastaciones compara-
diversas ventajas y dificultades de la aplicación del tivas con otras estructuras económicas–sociales con-
método comparativo en historia.16 sideradas feudales, y para empezar, con los países
que conocieron la llamada “segunda servidumbre”17
La construcción de modelos –si se considera el
modelo como una representación simplificada de una Tres tipos fundamentales de modelos han sido
estructura o sistema real– favorece de diversos mo- aplicados a investigaciones históricas. Los más fre-
dos la historia científica. Además de favorecer el de- cuentemente usados por historiadores profesionales
sarrollo del razonamiento deductivo en los estudios son los modelos isomórficos, es decir, los que pre-
históricos, exige una definición clara de los factores tenden ser una representación realista (aunque sim-
(o variables, si se trata de un modelo cuantificado) plificada) del sistema estudiado. Estos modelos, se-
de diversos tipos: parámetros, factores internos al sis- gún el tipo de enfoque que presida a su construcción,
tema del que se construye el modelo, factores exter- serán: predominantemente estructurales, cuando pri-
nos al mismo. Esto hace más fácil la verificación y la vilegian las interacciones y el funcionamiento carac-
intersubjetividad. Por otra parte, es frecuente que el terístico de una totalidad (es el caso del modelo ya
modelo trascienda a realidades singulares por refe- mencionado de W. Kula); sobre todo genéticos, cuan-
rirse a categorías más generales, aplicables a diver- do el énfasis recae en secuencias cronológicas a las
sos casos. Aún cuando se refieran a casos específi- que se asocian nexos causales, como por ejemplo las

17 Cf. Witold Kula, Théorie économique du systéme Féodal. Pour un


16 Ciro F. S. Cardoso y Hector Pérez Brignoli, Los métodos de la modéle de I’ économie polonaise 16–18 stécles, trad. Del polaco,
historia Crítica, Barcelona., 1977 capítulo VIII. Mouton, París– La Haya, 1970 (existe en castellano).

36
Etapas y procedimientos del método histórico

etapas del “crecimiento económico” de W.W. mientos de modelización está también implícita la
Rostow;18 dialécticos, cuando se trata de reunir a las comparación.
visiones estructural y genética en una perspectiva
Comparación histórica y modelos apuntan, ya lo
unificada: en la actualidad caracterizan sólo, o
vimos, a intenciones explicativas. Conviene ahora
proncipalmente, a ciertos estudios marxistas.
entrar en forma más sistemática a la cuestión de la
En segundo lugar tenemos los modelos arbitra- explicación histórica, base necesaria de la síntesis.
rios, o sea, construcciones instrumentales inten-
Cualquier intento de explicación en historia debe-
cionalmente arbitrarias, partiendo de algún criterio
ría esforzarse por cumplir con ciertos requisitos: 1)
de elección del investigador: es el caso de los “tipos
tomar en cuenta el carácter a la vez subjetivo y obje-
ideales” de Weber, o de los “modelos” de Lévi Strauss
tivo de los procesos históricos (que incluyen siempre
(de hecho la relación estructura /diagrama en este
“hechos de conciencia”); 2) basarse en una jerar-
autor está lejos de ser clara en la práctica). Los mo-
quización de los factores causales o explicativos se-
delos de Weber son en muchos casos “probabilida-
gún alguna teoría de lo social (la historiografía tradi-
des típicas de acontecer”, las cuales puedan surgir
cional hablaba de “causas principales” y “causas
en situaciones histórica muy diversas (citemos como
secundarias”, de “causas directas” e “indirectas”, de
ejemplo la “estructura patrimonial”). El historiador
“causas lejanas” y “causas próximas”, etc., pero no
les hace el mismo tipo de crítica que a ciertos mode-
disponía de tal teoría).
los usados por la historia cualitativa en su vertiente
de “econometría restrospectiva”: relación dudosa en- J. Topolski distingue diversos tipos de explica-
tre hechos dispares, falta de respeto por la especifici- ción utilizados por los historiadores:21
dad estructural de las diferentes épocas y socieda-
1) explicación a través de una descripción; aun
des, fuentes discutibles y no controladas.19
la crónica contiene elementos de explicación, contes-
Finamente, la New Economics History norteame- tando a preguntas del tipo: “¿qué?”, “¿quién?”,
ricana, ha puesto de moda (otra vez, pues se trata de “¿cuándo?”, “¿cómo?”, ya que sin tales elementos no
procedimiento antiguo) un tipo especial de modelo se podría organizar una narración coherente;
arbitrario, el contractual, que consiste en construir
2) explicación genérica: busca revelar el origen
un curso hipotético alternativo de acontecimientos
de un fenómeno o proceso por la presentación de sus
para poner a la prueba las generalizaciones explica-
etapas sucesivas, privilegiando la secuencia genética
tivas o hipótesis causales, mediante la eliminación
(a la cual, implícita o explícitamente, se trata de vin-
hipotética de los factores a que apuntan a tales hipó-
cular algún lazo causal);
tesis. Por ejemplo: si se afirma que el progreso tec-
nológico y a marcha hacia el oeste fueron factores 3) explicación estructural o funcional: indica el
importantes en la historia agraria de los Estados Uni- lugar de un elemento en una estructura o sistema, para
dos en el siglo XIX, se tratará de imaginar dicha his- así dar cuenta de dicho elemento;
toria sin progreso tecnológico ni expansión para el 4) explicación mediante una definición; contesta
oeste. Este es un método del que los historiadores a preguntas del tipo: “¿qué fue el movimiento de los
profesionales desconfían mucho, y por excelentes ra- “remensas”?, o “¿porqué a Benito Juárez se le consi-
zones.20 dera un liberal?”;
El método comparativo, y la construcción de mo- 5) explicación causal; contesta la mayor parte de
delos pueden combinarse. En efecto, la comparación las preguntas del tipo: “¿por qué pasó tal cosa?”;
supone un modelo por lo menos implícito (sin lo cual
no se sabría qué elementos o variables seleccionar, También R. Berkhofer Jr. Llama la atención so-
para su comparación, en los diversos casos que for- bre la diversidad de las formas de explicación en his-
man el universo de análisis), y en muchos procedi- toria: explicación causal, estadística (o proba-
bilística), teleológica, funcional, genética, mediante
leyes o teorías.22
18 F. W.W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico, FCE, Las explicaciones causales, quizá las más impor-
México, 1962. tantes –por vincularse al establecimiento de regulari-
19 CF. Max Weber, Economía y Sociedad, FCE, México, 1964, tomo dades y por tal camino, de leyes y teorías–, pueden
I.pp. 16–18; T. Parsons, La estructura de la acción social, también ser de varios tipos. Según un primer criterio
Guadamarrama, Madrid, 1968, tomo II, pp. 739–753.
20 Cf. C. F.S. Cardoso y Hector Pérez B. Los métodos..., cap. II de los 21 Topolski, op. cit, p. 288.
mismos autores, Historia económica de América latina, Crítica, Barce-
lona, 1979, vol. I, pp. 75–76 22 Berkhofer, Jr., op. Cit., p. 288.

37
Ciro F. S. Cardoso

de clasificación, tendríamos las unicausales y las mos. En otras palabras, “la historia” (explicativa,
multicausales (siendo estas últimas las más frecuen- contestando a los “¿por qué?”) no puede expulsar del
tes en historia). De acuerdo con otro criterio habría: todo a la “crónica” (que contesta las preguntas del
causalidad ligada a la racionalidad de la acción hu- tipo: “¿qué?”, “¿quién?”, “¿cuándo?”, “¿dónde?”,
mana (dependiente de una teoría de la libertad de los “¿cómo?”); esto es así porque, al existir secuencias
sujetos históricos individuales o colectivos); casuali- recurrentes o regulares que son compatibles con la
dad vinculada a consecuencias no intencionales de causalidad, y otras que sólo aceptan normas menos
acciones debidas a numerosas personas (procesos his- estrictas de explicación, no hay único modelo expli-
tóricos). Un tercer criterio nos daría lo siguiente: 1) cativo que comprenda a la historia en su totalidad
explicación causal por referencia a factores intrínse- temporal. Este autor dice que el único marco global
cos al mismo sistema estudiado: 2) explicación es- es el ordenamiento temporal de los datos, el cual in-
trictamente causal: hace intervenir uno o más facto- troduce una estructura que exige a la vez “la cróni-
res externos al sistema. Finalmente, una última clasi- ca” y la “historia”, aunque se puede admitir el avan-
ficación de tipo lógico–formal nos daría: 1) explica- ce de la segunda en detrimento de la primera según
ción por referencia a leyes que indican las condicio- vaya progresando la construcción teórica. En suma:25
nes necesarias o suficientes (o ambas); 2) explica- Otras disciplinas pueden seleccionar sus datos sólo de
ción que indica una de las condiciones suficientes al- las secuencias repetitivas, generalizadas, en el sentido de
ternativas (o sea, que en una circunstancia dada se favorecer el desarrollo de explicaciones en el nivel de las
vuelve necesaria); 3) explicación por referencia a preguntas del tipo “¿por qué?” ; pero los presupuestos de
circunstancias favorables. los historiadores prohiben esta solución fácil para los pro-
blemas de la explicación... el presupuesto holístico del tiempo
En principio, las hipótesis comprobadas pasan a significa todavía que la estructura de los análisis está deter-
integrar el cuerpo de teorías de una ciencia; las hipó- minada por la descripción de su objeto temático.
tesis explicativas, una vez verificadas suficientemente,
se transforman en leyes científicas. Pero en historia, Nos parece, sin embargo, que este autor –como
como en general en el conjunto de las ciencias del de Certeau y Beyne (cap. 4 § 3)– está aún muy mar-
hombre, las teorías no responden a criterios riguro- cado por la concepción tradicional de la totalidad
sos y formalizados de construcción (como el método histórico–social y cronológica. Hoy día hay muchos
axiomático, por ejemplo). Lo que en ciencias socia- ejemplos de historiadores que trabajan con tiempos
les se llama “ley” es, con frecuencia, simplemente un múltiples y no se someten ya a una perspectiva
enunciado general aplicable a un gran conjunto de cronológica necesariamente lineal y continua (ver el
casos, pero sin un carácter necesario. Por otra parte, cap. 6). Por otra parte, la dificultad de recortar la
es cierto también que las leyes de este tipo – materia estudiada de manera a favorecer las explica-
probabilistícas, tendenciales– hoy día son bastante ciones causales viene, sobre todo, de una visión no
utilizadas y valorizadas también en las ciencias na- teorizada de lo histórico–social; ello conduce a creer
turales.23 Los historiadores buscan actualmente vin- que la historia total consiste en decirlo todo sobre
cular, en sus explicaciones, el enfoque estructural y todas las cosas que pasaron (o las relevantes), lo
el causal (o, en forma más amplia, las diversas for- que naturalmente no se puede hacer, como lo señaló
mas de determinaciones)24. Esto quiere decir que las con razón Pierre Vilar:26 la “historia total”, no con-
determinaciones o vínculos causales se plantearán siste en la tarea imposible de “decirlo todo sobre
entre estructuras parciales que integran la estructura todo”, sino “solamente en decir aquello de que el todo
social global, y no entre elementos, factores o hechos depende y aquello que depende del todo”; esto sí,
aislados. cosa perfectamente factible, mas sólo si se admite ue
en lo social global hay niveles más determinantes que
Ya vimos (capítulo 4, 3) que muchos historiado- otros: sin lo cual de hecho nos quedamos con una
res son escépticos en cuanto a la posibilidad de que totalidad imposible de manejar por su complejidad
la historia pueda venir a ser totalmente científica. irreductible.
Robert–Berkhofer Jr, mencionaba la discontinuidad
que existe entre descripción y explicación en historia A menudo se acentúa, en discusiones meto-
podemos describir bastante más de lo que explica- dológicas, el estado incipiente de la construcción de
la historia como ciencia. Lo importante, sin embar-

23 Ver al respecto E.H. Carr, ¿Qué es la historia?, trad. De J. Romero 25 Berkhofer, Jr, op. pp. 289–290
M. Seix Barral, Barcelona, 1976, pp, 78–83. 26 Pierre Vilar, “Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de
24 Ver Mario Bunge, Causalidad. El principio de la causalidad en la diálogo con Althuser”, en Cardoso y Pérez Brignoli, eds., Perspectivas..,
ciencia moderna, EUDEBA, BsAs, 1965 p 157.

38
Etapas y procedimientos del método histórico

go, es constatar, por una parte, los enormes pasos ya labra que decir, sus elementos que contribuir a la com-
dados en tal sentido; y por otra, que nada se opone a prensión de las estructuras actuales de lo social, y
progresos aún más decisivos en este campo. Que los por lo tanto a la planeación de las futuras; 2) los pro-
historiadores en su mayoría se hayan esforzado rela- cesos históricos, pese a que son siempre “únicos”,
tivamente poco en este sentido tiene que ver, entre iluminan en perspectiva –cuando son enfocados ade-
otras circunstancias, con una estructuración muy cuadamente– las condiciones comunes a una serie de
ineficiente e inadecuada de su formación espiste- ellos: en otras palabras, la búsqueda de las leyes di-
mológica, teórica y técnico–metodológica en las uni- námicas y estructurales de lo social –finalidad últi-
versidades (en algunas de ellas tal formación está sim- ma de las ciencias del hombre– pasa necesariamente
plemente ausente). Las palabras muy sensatas dichas por el conocimiento de la historia. La relevancia so-
por Carr en 1961 en la Universidad de Cambridge, cial se cumplirá en la medida de la sensibilidad del
no perdieron desdichadamente su actualidad una investigador frente a los problemas de su época y
veintena de años después: 27 sociedad.
Una solución que se me ocurre es la de mejorar la cali- Existe también un segundo aspecto, el de la rele-
dad de nuestra historia, la de hacerla –si me atrevo a decirlo vancia científica. Ésta depende, en cada momento,
así– más científica, la de endurecer nuestras exigencias de las posibilidades y prioridades de la disciplina his-
hacia quienes quieren seguir esta carrera. La historia, como tórica, que son cambiantes en el tiempo (y que de
disciplina académica en esta Universidad, reviste para algu-
hecho pueden, eventualmente, sufrir a veces desvia-
nos la apariencia de un colector hacia el que confluyen quie-
nes encuentran demasiado difíciles los Clásicos y demasia- ciones lamentables debido a ciertas modas). Esto pue-
do serias las Ciencias. Una impresión que quisiera comuni- de ser interpretado en el sentido de los “paradigmas”
car con estas conferencias es que la historia es especiali- científicos (capítulo 3, § 2, b), con tal de que no se
dad mucho más difícil que los Clásicos, y tan seria como tome tal categoría en un sentido de rígida determina-
cualquiera de las ciencias. Mas el remedio indicado implica- ción, sino de condicionante.
ría, en los propios historiadores, una mayor fe en lo que ha-
cen. 2º. Criterio de viabilidad. Además de saber si un
tema es relevante, también debemos averiguar si es
posible llevar a buen término su investigación. Esto
tiene que ver fundamentalmente con: 1) los recursos
documentales (en sentido amplio): existencia y dis-
3. Los pasos de una investigación histórica. ponibilidad de fuentes –escritas y de otros tipos– en
cantidad suficiente, pertinentes a lo que se quiere in-
vestigar; 2) los recursos humanos y materiales: el
a) El planteamiento del problema: selección y carácter y la amplitud posibles de un tema dependen
delimitación del tema. ¿Con qué criterios seleccio- de la dimensión del grupo de investigadores y de su
nar un tema de investigación? ¿Cómo, en la práctica, formación teórica, metodológica y técnica adecuada
llegar a hacerlo? Hablamos en primer lugar de los (no es posible, por ejemplo, abordar la historia de
criterios de selección, en orden decreciente de im- precios si no se sabe nada de economía y estadística;
portancia. por otra parte no es lo mismo elegir a un tema de
trabajo de equipo o para un historiador aislado), y
1º. Criterios de relevancia. Tenemos aquí, ante
también del financiamiento, de la posibilidad o no de
todo, la relevancia social. Recordemos a Lucien
contar con asistentes, con apoyo de secretaría, con
Febvre quien decía que los historiadores deben ver la
reproducciones de materiales (fotocopias microfilmes,
historia que hacen como la forma en que “operarán
mimeógrafo, etc.), con acceso a computadora, etc.;
sobre su época”, permitiendo a “ sus contemporá-
3) el tiempo disponible para desarrollo del proyecto.
neos, a sus conciudadanos, comprender mejor los dra-
mas de que van a ser, de que ya son, todos juntos, 3º Criterio de originalidad. El descubrimiento de
actores y espectadores”.28 un problema a investigar cosiste, ya lo vimos (capí-
tulo 2, § 4), en identificar ya sea una laguna en los
El criterio de relevancia apunta a la pregunta:
conocimientos (la mayoría de los casos), ya sea una
¿para qué sirve la historia? A esta cuestión dos tipos
incoherencia en el cuerpo del saber, una falla en el
de respuestas son posibles: 1) la historia tiene su pa-
cuerpo teórica admitido. Cada proceso de investiga-
ción debe contribuir con algo nuevo para la cons-
trucción de la ciencia histórica. Sólo se debe reexa-
27 Carr, op. cti., 115. minar un tema ya trabajado si se abren perspectivas
28 Lucien Febvre, Combates por la historia, trad. De F. J. Fernández. B. documentales radicalmente nueva – lo que, como vi-
y E. Argullol, Ariel, Barcelona, 1970, p. 71.

39
Ciro F. S. Cardoso

mos en la parte anterior de este capítulo, puede trans- 2) en el tiempo: es necesario un corte temporal
formar hipótesis ya comprobadas en meras hipótesis adecuado, que englobe el proceso estudiado, pero tam-
heurísticas a verificar–, o cuando se pretende desa- bién sus condiciones previas y sus consecuencias más
fiar las interpretaciones disponibles al respecto, pre- próximas;
sentado un enfoque efectivamente nuevo.
3) en el marco institucional: la unidad de estudio
4º Criterio del interés personal. Por más que lo puede no estar definida sólo o principalmente por cri-
nieguen los pragmatistas radicales de izquierda o de terios políticos, pero la necesaria homogeneidad de
derecha, la verdad es que la vocación de investigador las fuentes vuelve deseable un marco institucional
contiene una buena dosis de curiosidad, de interés y sólido (o varios, se trata de una investigación com-
aún de pasión. La mejor manera de canalizar las ener- parativa).
gías generadas por tales impulsos personales es que
El investigador principiante debe resistir a la ten-
el historiador trabaje en tema que realmente le intere-
tación de abordar temas demasiado vastos y comple-
sen: su rendimiento será entonces mayor.
jos, que escapan todavía a sus posibilidades reales, y
Esto en cuanto a los criterios de selección de los que, a lo mejor, exigirían muchos años o décadas de
temas de investigación. Hablemos ahora de los as- trabajo para hacer algo aceptable, aun en la mejores
pectos prácticos. condiciones. Una tesis de licenciatura, por ejemplo,
debe ser considerada como un ejercicio relativamen-
La elección de un tema empieza, casi siempre, con
te modesto de investigación, no como una ocasión de
el interés por un campo, una rama de estudios, una
intentar solucionar los más graves dilemas teóricos o
problemática más o menos amplia y mal definida,
metodológicos de una disciplina. Es mucho más útil
despertado por lecturas previas, o a veces también
una monografía bien hecho –abierta, desde luego, a
por experiencias personales. En esta etapa, el inves-
lo teórico, a lo social global: no estamos hablando de
tigador podrá decir cosas como: “me interesa la his-
la monografía positivista construida con criterio es-
toria de movimiento obrero”; o: “ me gustaría estu-
trictamente cronológico y organizando a “hechos sin-
diar alguna cuestión relativa a precios, salarios y ni-
gulares”–, acerca de un tema limitado, que un traba-
veles de vida”; o aun: “creo que hay aspectos de la
jo vasto y mal construido, en el que fácilmente se per-
actuación del estado en el período x que están insufi-
cibirá el contraste entre la pretensión desmedida y la
cientemente (o mal) estudiado”
realización mediocre.
Para pasar de este interés algo impreciso a la cons-
b) Construcción del marco teórico: invención y
tatación y posterior delimitación de un problema a
formulación de la hipótesis. Una vez definido el tema,
investigar, el estudioso sentirá la necesidad de pro-
el paso siguiente en el proceso de investigación con-
fundizar sus lecturas, no sólo las que se refieren, de
siste en la construcción del modelo teórico, es decir,
cerca o de lejos, a la problemática o al período que le
en la definición del marco teórico en función del cual
llama la atención, sino también eventualmente las de
se plantearán las hipótesis heurísticas o de trabajo a
tipo metodológico o teórico. Podrá, también, empe-
ser comprobadas en etapa posterior.
zar a efectuar sondeos de la documentación en archi-
vos y bibliotecas –orientado por la constatación de Una de las razones que dificulta el planteamiento
los tipos de fuentes usados en trabajos similares que de hipótesis al investigar por primera vez es el domi-
toma como ejemplos o modelos–, verificar las posi- nio insuficiente de las teorías de las que se quiere
bilidades de entrevistas (si se trata de un tema con- partir. Esto tiene que ser corregido, pues la formula-
temporáneo o bastante reciente), pedir consejos a his- ción de hipótesis depende en primer término de la
toriadores con experiencia en el campo específico de opción teórica. Ocurre que, en historia económica,
que e trate. De este modo, terminará identificando estudiándose la misma temática general o período,
una laguna, o un desacuerdo, que le permitirán final- las hipótesis serán profundamente diferentes si se
mente formular un tema preciso de investigación, parte de la teoría marxista o de la neoclásica. La mis-
delimitado en el tiempo y en el espacio. ma dificultad en saber vincular las hipótesis acerca
del tema a una teoría, puede ser el indicio de que el
Al respecto, conviene recordar los criterios de de-
conocimiento de la misma era solamente formal, ex-
limitación que recomienda Pierre Vilar;29
terior a una práctica científica efectiva. Pero también
1) en el espacio: lo ideal sería un universo de aná- puede tratarse, simplemente, de las consecuencias de
lisis dotado de personalidad geográfica, de homoge- una enseñanza universitaria en numerosas ocasiones
neidad; inadecuada en los cursos de graduación en historia.

29 . Pierre Vilar, Crecimiento y desarrollo, Ariel, Barcelona, 1976, pp.


36–37

40
Etapas y procedimientos del método histórico

En muchas instituciones de enseñanza superior, No se puede “enseñar” a formular hipótesis. Cuan-


por lo menos en América Latina, la manera de ense- do mucho se pueden indicar algunos puntos acerca
ñar de la escuela secundaria se prolonga en las aulas de pasos preliminares y agregar ciertas recomenda-
universitarias. Paralelamente a una formación ciones.
metodológica deficiente, a los estudiantes de trata de
Previamente al planteamiento de hipótesis, es pre-
“trasmitir” sólo una masa de conocimientos, cada uno
ciso ordenar los datos ya disponibles, y trata de iden-
de los cuales enunciado de tal modo, que aparecería
tificar qué factores (o variables, si se trata de una
ser una verdad adquirida para siempre, indiscutible
investigación cuantificada) deberán ser tomados en
(cuando, de hecho, son raros los elementos o discuti-
cuenta. También es necesario haber sondeado la do-
dos en el cuerpo del saber histórico). Ahora bien, los
cumentación susceptible de ser utilizada posterior-
cursos universitarios, mucho más que la pretensión
mente en la substanciación y comprobación. Además
(imposible) de agotar los conocimientos históricos por
de lo ya mencionado respecto del planteamiento de
áreas cronológicas o espaciales –historia antigua,
hipótesis en el capítulo 2, § 4, en que se debe subra-
moderna, de América, nacional, etc.–, deberían orien-
yar el carácter general de la hipótesis y la necesidad
tarse a preguntas del tipo siguiente: “¿cómo se al-
de que éstas sean proposiciones comprobables,
canzan los conocimientos en las investigaciones pri-
verificables con los instrumentos metodológicos y
marias llevadas a cabo en el campo en estudio?”;
documentales disponibles, recordemos lo siguiente:
“¿qué implicaciones tienen las modalidades de fuen-
1) deben evitarse las hipótesis negativas : éstas son
tes y procedimientos ahí utilizados para el tipo y los
indeterminadas y por lo tanto poco fecundas (son
grados de seguridad de los conocimientos alcanza-
consideradas verdaderas si nada demuestra que son
dos?”; “¿qué controversias de enfoque teórico y
falsas), mientras que las proposiciones afirmativas
metodológico se constatan?”; “¿cómo, partiendo de
sugieren algún nexo o propiedad real que deberá
qué, los especialistas del área examinada establecen
investigarse, por lo cual son fructíferas; 2) las hipó-
sus generalizaciones explicativas?”. Todo ello, desde
tesis no deben tomar la forma de enunciados de con-
luego, acompañado de lectura y debate de la histo-
tenidos empírico sobre un factor o variable (como
riografía especializada pertinente. Pero esto raramente
por ejemplo: “la producción x aumentó durante el
es así. Muchos profesores están más interesados en
período considerado”), sino acerca de nexos entre
(o más preparados para) “exponer” conocimientos –
factores o variables (por ejemplo: “la variación de la
o alguna versión de ellos– . En estas condiciones, no
producción x dependió de los factores a, b, c.. n”,
sirve de nada multiplicar a la vez cursos de “histo-
especificándose las formas de ligazón entre x y tales
riografía”, en los que tampoco se hará en escala con-
factores): por esto es útil, muchas veces, tratar de
siderable lo que no se hizo donde era debido: leer a
aproximarse a un enunciado de tipo legaliforme
los especialistas en el sentido de aprender no sólo lo
(“siempre que ... entonces...”; “si, y sólo si ...enton-
que afirman substantivamente, sino también cómo
ces...”, etc.); 3) formular las hipótesis como enun-
trabajan, qué teorías manejan, qué dificultades en-
ciados concisos: con frecuencia, una hipótesis muy
cuentran en su labor, etc. Si a un alumno que no tuvo
complicada puede subdividirse en una principal y
derecho a esta enseñanza, interesada más en el “ta-
varias subsidiarias; 4) la historia es el estudio de la
ller del historiador”30 que en la acumulación de in-
dinámica de las sociedades humanas en el tiempo: las
formaciones organizadas a partir de cortes cronoló-
hipótesis deberán reflejar esto, buscando definir los
gicos (“historia medieval”, “historia contemporá-
cambios cualitativos y/o cuantitativos constatables
nea“), geográficos (“historia de América”, historia
en el lapso de tiempo considerado; aunque sin olvi-
de Francia”), u otros, se les pide después que plantee
dar las persistencias y las resistencias al cambio; 5)
–o sea, invente– hipótesis personales para orientar
las sociedades humanas no son un amasijo de ele-
un proceso de investigación, ¿cómo se puede esperar
mentos, sino totalidades organizadas: ello debe ser
que lo sepa hacer? Esta habilidad depende, entre otras
considerado al plantearse hipótesis acerca de algún
cosas, de una cultura histórica efectiva, basada en
nivel de la realidad social.
años de lectura razonada de modelos, o sea, de obras
vista no sólo ni principalmente como fuentes de da- Al formular sus hipótesis, el investigador está, ante
tos, sino como ejemplos de cómo hacer... o cómo no todo, armándose de una herramienta indispensable.
hacer. En la fase de recolección de datos, son las hipótesis
lo que le preparan a penetrar en la masa de fuentes y
datos, a veces considerable, disponiendo de criterios
de pertinencia (o sea, que le permiten decidir: “esto
me sirve”, “aquello no”). Por esto la hipótesis resul-
30 . Este es el título de un libro muy interesante: L. P. Curtis, Jr., ed., El
tará útil aún cuando la afirmación que contiene esté
taller del historiador, trad. De J.J. Utrilla, FCE, México, 1975.

41
Ciro F. S. Cardoso

Figura 1
Del planteamiento del problema a investigarna la recolección de datos

Selección de tema

Definición y delimitación

Fuentes de consulta

Bibliografía particular Periódicos


Hojas sueltas

Bibliografía general Documentos Entrevistas

Fichero bibliográfico

Hipótesis

Bosquejo

Histórico Cronológico Sistemático Lógico

Fichas de lectura

Clasificación de acuerdo bosquejo

Fuente: Jorge Mario garcía L. y Jorge M. , Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana, Guatemala, 1972,
p. 33

42
Etapas y procedimientos del método histórico

equivocada; con la condición, evidentemente, de sa- 1) el tema: planteamiento, delimitación (en el tiem-
ber corregirla, de no pretender mantenerla contra toda po, en el espacio y como universo de análisis) y justi-
evidencia de lo contrario. ficación;
El planteamiento de la hipótesis determina, en 2) objetivos del proyecto;
buena parte, por su propia naturaleza y por las for-
3) especificación del marco teórico;
mas posibles de verificarlas, la elección de métodos
y técnicas para la organización posterior de los datos 4) formulación de las hipótesis;
(su análisis y procesamiento).
5) tipología de las fuentes que serán utilizadas y
C) El proyecto de investigación. Con frecuencia, elecciones técnico–metológicas;
en este punto, o sea, inmediatamente antes de lanzar-
6) cronograma,
se a la más larga de las etapas de labor histórica –la
recolección de los datos–, el investigador debe redac- 7) bibliografía
tar un proyecto formal que describa la investigación De estas partes, las que exigen mayor actividad
que se propone llevar a buen término. Esto pasa por- de redacción son la 1ª y la 4ª. Ocurre que la justifica-
que buena parte de las investigaciones son propues- ción del tema exige alguna explicación, que implica
tas en el marco de universidades o institutos –que en muchos casos un análisis de la bibliografía ya exis-
deben aprobar o no lo que pretenden hacer en este tente, con la finalidad de mostrar en qué es original
nivel sus estudiantes avanzados, candidatos a la li- la investigación propuesta, y que es lo que se agrega
cenciatura y al doctorado, y sus profesores e investi- a los conocimientos del campo en que está insertada.
gadores–, o en el contexto de pedidos de becas o Del mismo modo, es preciso, al plantear las hipóte-
financiamiento a instituciones públicas o privadas del sis, justificar su pertinencia e interés, echando mano
país o del exterior. El proyecto debe pues cumplir para ello de los elementos de que ya se disponga acer-
con su finalidad, que es convencer acerca de la rele- ca del tema.
vancia y viabilidad de lo que se pretende hacer. Pero
debe resultarle útil a su autor, como instrumento de En las partes relativas al marco teórico y a la
orientación en el proceso de estudio que pretende rea- metodología, se recomienda no divagar: se tratará de
lizar. elecciones concretas y planteamientos precisos bien
vinculados al tema, y se debe evitar irritar a los espe-
Ciertas instituciones especifican en detalle el as- cialistas que deben juzgar el proyecto, dándoles la
pecto formal del proyecto de investigación. Si no es impresión de querer impartirles lecciones teórico–
así, aconsejamos redactarlo según el plan siguiente: metodológicas (sobre todo si el autor del plan es un
investigador principiante)... Los objetivos pueden ser
de tipos diversos –científicos, pedagógicos, ligados a
algún tipo de acción–; deberá ser enunciados

e m o de c o o g a m a de u oyecto de vest gac ó

43
Ciro F. S. Cardoso

sintéticamente, y de manera que sean claramente Siguiendo en parte a Topolski, 32 podemos definir
comprensibles incluso para no especialistas. En cuen- las fuentes históricas como todos los tipos de infor-
to a las fuentes, los sondeos ya hechos permitirán en mación acerca del devenir social en el tiempo, inclu-
esta etapa identificar los tipos de documentos que se yendo los canales de transmisión de dicha informa-
piensa utilizar, justificando su pertinencia en relación ción, es decir las formas en que ha sido preservada y
al tema y a las hipótesis (o sea, no se trata todavía de transmitida. Así, serán fuentes históricas las redac-
una lista exhaustiva). Lo mismo en cuento a la bi- ciones que nos llegaron en papiros, tablillas de arci-
bliografía en la que se separarán las fuentes prima- lla, paredes de monumentos, pergaminos, papeles,
rias impresas, las obras teórico–metodológicas, los etc.; objetos diversos: templos, tumbas, monedas,
libros y artículos de carácter general, y los más espe- muebles, cuadros, etc.; restos de paisajes agrarios o
cíficos respecto del tema del proyecto. monumentos desaparecidos perceptibles a través de
la fotografía aérea, etc.
El cronograma puede tomar la forma de un cua-
dro, por ejemplo colocándose en sentido vertical las ¿Cómo clasificar a las fuentes utilizadas por los
etapas del proceso de investigación, y en sentido ho- historiadores? Sobre todo desde el siglo pasado, nu-
rizontal los meses correspondientes. (Ver el cuadro merosas clasificaciones y tipologías han sido propues-
6) tas. De ellas, tres parecen más importantes: 1) la que
distingue las fuentes primarias (o directas) de las
La figura 1 resume las etapas de la investigación
secundarias (o indirectas); 2) la que opone las fuen-
hasta la recolección de datos. El proyecto de investi-
tes escritas (ampliamente mayoritarias en casi todas
gación corresponde, en dicha figura, al “bosquejo”,
la investigaciones históricas) a las no escritas (ar-
Hasta ahí, las fuentes de consulta fueron sólo son-
queológicas, iconográficas, orales, etc.); 3) la que
deadas, pero se debe entender que, después de contar
diferencia entre testimonios voluntarios e involun-
con el proyecto formal de investigación, se vuelve a
tarios. De estas tres, la esencial es la primera. Las
ellas, y es cuando se da el trabajo real de recolección
fuentes primarias –que en caso de los documentos
de datos. En la práctica, el orden de las etapas que
escritos pueden ser tanto manuscritos como impre-
presentamos es más lógico que cronológico: en los
sas (publicadas en el mismo período estudiado o a
hechos, pueden en ciertos casos ser paralelas en el
veces mucho más tarde)– son aquellas que tienen vin-
tiempo e influenciarse mutuamente.
culación directa con el tema investigado, cosa que no
c) La recolección de los datos (fas de documen- ocurre con las secundarias . Por ejemplo, si estamos
tación).En las ciencias factuales, una vez planteadas estudiando históricamente un proceso dado de indus-
las hipótesis y deducidas las consecuencias particu- trialización, los libros de contabilidad de las empre-
lares comprobables de las mismas, el investigador sas industriales, la legislación gubernamental acerca
pasa a planear y ejecutar –mediante observaciones, de la industria y las estadísticas industriales compi-
experimentos– la prueba de las hipótesis, cuyas con- ladas en el período en cuestión serán tratadas como
secuencias particulares deberán ser verificadas. En fuentes primarias; mientras que artículos y libros so-
esta fase, de una u otra manera, recogerá datos empí- bre tal proceso serán considerados fuentes secunda-
ricos que serán criticados, evaluados, procesados e rias. Cuando las fuentes primarias ya o existen, las
interpretados. fuentes secundarias más próximas pasan a ser pri-
marias: es el caso de las obras de Tucídides, Polibio,
En la investigación histórica el modelo general es
Tito Livio y otros historiadores antiguos, los cuales
el mismo; pero como en la gran mayoría de los casos
se basaron en fuentes primarias que se perdieron hace
será preciso inferir los hechos y procesos estudiados
mucho. La distinción entre fuentes primarias y se-
a través de la documentación disponible, las fuentes
cundarias es de naturaleza epistemológica y
asumen necesariamente un papel importante, ya que
metodológica, e indica que las primeras son la base
a ellas están vinculadas las posibilidades del análisis
principal de una verdadera investigación, que pretenda
y procesamiento de los datos,31 y en general de la
aportar conocimientos nuevos.
constratación de la hipótesis, de modo que se garan-
tice la objetividad y la intersubjetividad. La fase de recolección de datos es la más larga
del proceso de investigación, y la más peligrosa en
términos de posibles retrasos y aún de trabajos inúti-
les. Aquí nos ocuparemos sólo de la circunstancia
mayoritaria: la investigación apoyada en fuentes es-
31 . Así, diferentes tipos de datos cuantitativos implican posibilidades critas.
también distintas de tratamiento estadístico: ver Roderick Floud, An
introduction to quantitative mehods for historians, Methuen, Londres,
1973, caps. 1y 2 (en cast: Alianza Editorial, Madrid). 32 . Topolski, op. Cit., p. 388.

44
Etapas y procedimientos del método histórico

Los tres problemas fundamentales para el histo- sean largos, lo mejor es microfilmarlos o utilizar
riador son: 1) la localización de los acervos docu- xerocopias. Es el caso, por ejemplo, de las series es-
mentales; 2) evitar la dispersión y la pérdida de tiem- tadísticas considerables: incluso porque, al copiar-
po; 3) mantener un control permanente sobre los ma- las, no sólo se pierde mucho tiempo sino que se corre
teriales acumulados, a través de una organización de el riesgo de equivocarse. Por otra parte, al trabajar
la recolección. con fuentes que se repiten en forma estereotipada,
según un patrón regular –son ejemplos de ello las actas
El primer punto tiene que ver con la “heurística”
de bautizos, casamientos, y defunciones de los archi-
de los historiadores tradicionales. Sería deseable que
vos parroquiales; o las actas notariales: contratos
los cursos de graduación en historia proporcionaran
matrimoniales, testamentos, inventarios, etc.–, lo
un adecuado entrenamiento en el uso de bibliotecas y
mejor es diseñar hojas o fichas de recolección ade-
archivos, pero ello no ocurre siempre. Al empezar
cuadas, reproducirlas en imprenta o mimeógrafo, y
una investigación, conviene echar mano de todos los
después llenar, para cada documentos, las lagunas
recursos disponibles en el sentido de localizar la in-
previstas en ellas.33
formación pertinente y disponible. Además de los más
obvios – la lectura de las referencias y listas de fuen- Finalmente, tenemos la cuestión d el control que
tes y bibliografía de obras acerca de temas relacio- se debe ejercer en todo momento, sobre los materia-
nados con el que se estudia; el uso de los ficheros de les que se van acumulando en la fase de recolección
archivos y bibliotecas; la consulta de los repertorios de datos, hasta el punto de formar a veces verdade-
y catálogos de manuscritos y publicaciones; la bús- ras montañas de papel. Es evidente que no se puede
queda en colecciones de fuentes impresas y revistas confiar únicamente en la memoria para localizar una
que publican documentos (los boletines de archivos, pieza determinada de información con rapidez, cuando
por ejemplo)– , es también muy importante recurrir a se tienen algunos miles de hojas o fichas. La única
cierta personas: los archivistas y bibliotecarios, a solución es organizar eficientemente todo el material
veces muy competentes y con gran experiencia; y los recolectado. Para esto, dos reglas básicas: 1) dispo-
historiadores o “eruditos” que ya realizaron trabajos ner de un plan de clasificación; 2) elaborar los tipos
en los archivos y bibliotecas de que se trata. En Amé- pertinentes de fichas y hojas de recolección.
rica Latina puede pasar a menudo que, previamente
¿Cómo establecer un plan de clasificación, si al
a su recolección de datos, el historiador deba hacer
empezar la fase de recolección todavía o se conoce a
trabajo de archivista, ordenando materiales no clasi-
fondo el tema investigado? Ante todo, puede ser un
ficados y hasta “salvando” documentos en peligro de
plan bastante burdo: lo más probable es que , en su
destrucción próxima: muchos investigadores tuvie-
simplicidad, resulte bastante diverso del que más tar-
ron tal experiencia –que no deja de tener su encanto
de orientará la redacción de los resultados de la in-
e interés propios– en archivos privados, eclesiásti-
vestigación. Su finalidad es, únicamente, permitir una
cos, notariales, etc.
clasificación lógica –de preferencia sistemática y no
Para evitar la dispersión y la pérdida de tiempo, sólo cronológica– de los datos. Ahora bien, aún en
una primera regla importante es no entrar de lleno en una fase temprana del proceso de investigación ello
la recolección de datos antes de tener un tema bien no debe resultar muy difícil, a condición de tener una
delimitado, e hipótesis de trabajo claramente formu- cierta cultura teórica e historiográfica. El tema que
ladas puesto que éstos son los criterios de pertinen- se estudia puede no haber sido investigado anterior-
cia a través de los cuales se pueden seleccionar las mente, pero lo más probable es que existan trabajos
fuentes y datos efectivamente útiles para la investi- acerca de temas similares en otros países o regiones,
gación que se lleva a cabo. Es preciso, también, apren- lo que os dará indicaciones sobre posibles articula-
der a refrenar el impulso de querer echar una ojeada ciones lógicas de la temática escogida. Por otra par-
a toda la documentación a la vez. Esto es útil en la te, nada impide que se vaya perfeccionando poco a
fase de sondeo de las fuentes y establecimiento de poco el plan de clasificación.
prioridades de consulta, pero después lo mejor es
No es necesario ser un genio para darse cuenta de
agotar ordenadamente cada tipo de serie de documen-
que si el tema estudiado es, por ejemplo, la produc-
tos. Otra cosa necesaria es restringir al máximo la
ción cafetalera en un país en un país y período da-
copia ipsis litteris de las fuentes, reservándola sola-
dos, aparecerán cosas como: contexto histórico en
mente a pasajes que eventualmente, por su alta perti-
que tal producción tiene lugar; tierra (como factor
nencia, podrán ser reproducidas tal cual en el texto
natural; formas de propiedad y su eventual concen-
que resultará de la investigación; en la mayoría de
los casos se debe resumir. Cuando se justifica el de-
seo de poder contar con la totalidad de textos que 33 . Ver ejemplos en Cardozo y Pérez B. Los métodos .., caps. VI y VII

45
Ciro F. S. Cardoso

tración); fuerza de trabajo (cómo se consigue la mano de los diferentes sistemas aceptados y elegir conse-
de obra; su cantidad; relaciones de producción); ca- cuentemente uno de ellos.34 En la ficha documental
pitales (de dónde vienen; cuánto se necesita; qué ga- de identificación deben constar todos los datos que
nancias en promedio se obtienen, y si son reinverti- identifican el documento y permiten encontrarlo y
das) ; técnicas de producción (agrícolas y de benefi- solicitarlo: nombre del archivo, serie, número de cla-
cio); estadísticas de producción y rendimientos; trans- sificación, título o contenido de la fuente, autor, fe-
portes; mercados internos y externos; formas cha y folios. Con frecuencia, en el caso de las fichas
comercialización y sus resultados; legislación y ac- documentales, es más cómodo preparar una tarjeta
ción del estado acerca del café (impuestos o exencio- impresa o mimeografiada en la que sólo se llenan las
nes, fomento, etc.); impacto de la expansión cafeta- lagunas. Las figuras 2 y 3 ejemplifican las fichas
lera en varios niveles: económico, social, político documental y bibliográfica de identificación.
(interno e internacional), cultural. De hecho, la iden-
En el fichero del investigador, las fichas biblio-
tificación, ordenamiento y jerarquización de factores
gráficas de identificación podrán ser clasificadas te-
pertinentes que se hayan llevado a cabo forzosamen-
máticamente, usándose en cada división el orden
te como paso previo a la formulación de las hipóte-
alfabético de los apellidos de los autores. Las fichas
sis, y el marco teórico que haya orientado al plantea-
documentales se clasificarán por archivos, y para cada
miento de éstas, deberán ayudar bastante a estable-
archivo según los sistemas de clasificación de éste
cer un plan de clasificación en la fase de recolección
(colecciones, series, ramos, etc.)
de datos.
El libro, artículo o documento manuscrito debe
Dejando de lado el caso especial de las hojas de
ser tratado como unidad cuando se trata de evaluarlo
recolección ya mencionadas, hablemos ahora del fi-
o criticarlo. Sin embargo, en cuanto a las informa-
chero documental y bibliográfico, y de las fichas de
ciones que contiene, puede ser necesario, de un mis-
lectora.
mo texto, sacar diversas fichas de contenido (tam-
Se trata, en primer lugar, de elaborar, para cada bién llamadas fichas de lectura, analíticas o de in-
documento de archivo, fuente primaria impresa o pie- vestigación). En otras palabras, la menor unidad de
za de bibliografía, una ficha documental o biblio- información en el proceso de investigación será la fi-
gráfica de identificación. Las funciones de la ficha cha temática de contenido. Aconsejamos elaborar las
de identificación son las siguientes: 1) servir para la fichas analíticas no en tarjetas de cartón, sino en ho-
elaboración de las notas de referencia y de la lista de jas de carpeta movibles, lo que las mantiene fijas a la
fuentes y bibliografía del trabajo que presentará los vez permite su fácil manipulación y eventuales cam-
resultados de la investigación; 2) permitir, si fuera bios de su clasificación y distribución. Tal clasifica-
necesaria nueva consulta, una localización rápida del ción se hará según las divisiones y subdivisiones del
documento o publicación. Estas fichas deben ser ela- plan de clasificación de los de los materiales, del que
boradas en tarjetas de cartón. ya hablamos. Una ficha podrá ocupar más de una
hoja (en tal caso se repiten en las hojas que siguen a
Tratándose de textos impresos, las fichas deben
la primera los datos de identificación de la ficha, nu-
contener los datos básicos que identifican el libro o
merando estas hojas). Las hojas deber ser utilizadas
artículo: nombre del autor, título subrayado, lugar
en uno solo de sus lados (ya que lo que se escribe en
de edición, editorial, año de publicación, número de
el dorso de una hoja corre el riesgo de olvidarse, al
páginas, cuando son libros; siendo artículos, el nom-
no quedar inmediatamente visible).
bre del autor, el título entre comillas, el nombre de la
revista o periódico subrayado, el año (o tomo), el La ficha analítica consta, en primer lugar, de una
número, la fecha y las páginas correspondientes al parte superior que, a la izquierda, trae una identifi-
artículo. Por otra parte, si el libro o revista fue con- cación resumida (la completa se halla en la ficha de
sultado en una biblioteca, la ficha deberá contener el identificación correspondiente), a la derecha la indi-
nombre (o sigla) de la misma, y el número de clasifi- cación de la parte y eventualmente también de la sub-
cación del volumen. De hecho, hay varios casos a división del plan de clasificación a la que pertenece,
considerar: libros de diversos autores (con o sin com- y su número en esta parte (como tales indicaciones
prador), obras o folletos anónimos, números espe-
ciales de revistas con títulos temáticos, etc. Y la con-
fección misma de la ficha puede seguir reglas varia- 34 . Diversas guías de técnicas de investigación enseñan a elaborar las
das –uso sólo de comas, como preferimos; de puntos fichas bibliográficas en sus numerosas modalidades. Por ejemplo: Arman-
y comas; de guiones, puntos y comas; el apellido del do F. Zubizarreta G, La aventura del trabajo intelectual, Fondo Educa-
tivo Interamericano, Panamá, 1969; Jorge Mario García L. Y Jorge Luján
autor precediendo al nombre, y escrito o no en ma- M., Guía de técnicas de investigación, Serviprensa Centroamericana,
yúsculas, etc.– ; lo importante es tratar de enterarse Guatemala, 1972.

46
Etapas y procedimientos del método histórico

pueden cambiar, es mejor hacerlas con lápiz), y en el


centro el título de esta ficha según su contenido tal
Figura 2
como lo ve el investigador. La parte inferior de la
ficha queda reservada a observaciones: correlacio- Ficha Documental de Identificación
nes con otros libros y documentos, o con otra fichas
de contenido, elementos de crítica interna o externa,
y otras anotaciones que el historiador juzgue a pro- Archivo: Biblioteca Nacional (Río de Janeiro), Sección
pósito de hacer. Por fin, el centro de la ficha –la ma- de manuscritos.
yor parte de su superficie– queda reservado al resu-
men, paráfrasis o copia entre comillas (a veces se
Ramo o serie: – Clasificación: I-3, 17,39
combinan todas estas modalidades en una sola fi-
cha) del texto que se esté trabajando, o mejor de la
parte del mismo que sea pertinente al tema de la fi- Título o contenido: Oficio del conde de linares, Ministro
cha, según su título; a la izquierda se indican las pá- de Negocios extranjeros y de la Guerra, al príncipe Regente
ginas o folios correspondiente. D. Juan.
La figura 4 representa dos fichas de contenido
sacadas del documento de archivo a que se refiere la Lugar y fecha: Río de Janeiro, 03/09/1811
ficha de identificación de la figura 2: de manera aná-
loga, la figura 5 se refiere al libro cuya ficha de iden-
tificación es la figura 3. Autor: Domingos Teixeira de Andrade Barbosa, 1° Con-
de de Linhares.
e) Análisis y procedimiento de los datos. Hoy día,
con el desarrollo de la computación, es común que
muchas personas asocien a la expresión “análisis y
procesamiento de datos” una connotación exclusiva-
mente cuantitativa. En este sentido estrecho, tal ope-
ración está sin duda cada vez más presente en los
estudios históricos, con el avance de la cuantificación
sistemática en tales estudios. Así, especialmente en
historia demográfica, económica y social (en el sen-
tido de historia de la estructura social y de los con-
flictos sociales), pero cada vez más también en histo- Figura 3
ria política y de las ideas, es frecuente hoy día que Ficha bibliográfica de identificación
historiadores deban establecer, a partir de los datos
brutos que han recolectado, series, curvas y otras grá-
ficas, cuadros, correlaciones estadísticas diversas, GUISAN, Jean-Baptiste
etc., Después de haber evaluado la fiabilidad, la con-
sistencia de dichos datos; o que alienten una compu-
tadora con información, según un programa, para lle- Traité sur les terres noyées de la Guiane, appellées
var a cabo los cruces entre variables exigidos por las communément terres-basses, sur leur desséchement, leur
hipótesis que quieran verificar.35 défrichement, leur culture et l´exploitation de leurs
productions, avec des réflexions sur la régine des esclaves
et autres objets, Cayena, Imprimerie du Roi, 1788, II + 350
pp.

Bibliothéque Nationale (París) (n° de clasificación)

35 CF. Floud, op. Cit; Edward Shorter, The historian and the computer,
Prentice–Hall Englewood (N.Jersey) 1971.

47
Ciro F. S. Cardoso

Figura 4 Figura 5
Ficha documental de contenido Ficha bibliográfica de contenido (fuente prima-
ria impresa)
A)

B)

Por otra parte, el análisis y procesamiento de los


datos es, en historia, mucho más antiguo que la
cuantificación sistemática, puesto que incluya los
procedimientos “hermenéuticos” de interpretación o
descodificación de las fuentes, y la crítica externa e
interna de éstas, en el sentido de lo que los historia-
dores positivistas llamaban el “establecimiento de los
hechos históricos”.
Aunque la fase de análisis y procesamiento de los
datos es lógicamente posterior a la de recolección de
los mismos, con frecuencia se desarrolla –por lo me-
nos en parte – paralelamente a ésta.
En términos de metodología general, pertenece a
la etapa de la prueba de la hipótesis en que, realiza-
das ya las operaciones planeadas de observación y/o
experimentación, los datos entonces recogidos son
criticados, evaluados, clasificados, analizados, pro-
cesados e interpretados, en el sentido de hace posible
la introducción de las conclusiones de la prueba en la
teoría.
f) Síntesis y redacción. La síntesis es la fase final
del proceso de investigación. Este empezó a moverse
con la localización y delimitación. Este empezó a
moverse con la localización y delimitación de un pro-
blema; en seguida, con apoyo teórico, fueron plan-
teadas hipótesis, deducidas consecuencias de éstas, y

48
Etapas y procedimientos del método histórico

se pasó a una fase de observación sistemática (re- más vasto de la disciplina; 2) el marco teórico del
unión de datos según ciertos criterios, control, análi- que se parte y al que se vuelve (modificándolo en
sis y procesamiento de estos datos). En otras pala- mayor o menor edad) al final de la investigación; 3)
bras, se empieza con una visión totalizadora de un las concepciones acerca de la temporalidad concreta,
problema dado, a la cual debe forzosamente suceder, por procesos y hechos localizados según sus fechas,
para que se lo pueda tratar de solucionar, una etapa es el elemento distintivo por excelencia de la síntesis
en la que de cierta forma predomina la reducción histórica (lo que se aplica igualmente a la historia
analítica. La síntesis es la fase final del proceso de natural, o sea a la geología histórica, a la paleon-
investigación. Este empezó a moverse con la locali- tología, etc.) 4) el manejo de la categoría “espacio”,
zación y delimitación de un problema; en seguida, sobre la cual los historiadores reflexionan muy poco
con apoyo teórico, fueron plateadas hipótesis, dedu- en conjunto, y corren así el riesgo de caer prisione-
cidas consecuencias de éstas, y se pasó a una fase de ros de construcciones espaciales inadecuadas, de un
observación sistemática (reunión de datos según cier- espacio que se presenta como un “hecho” o como algo
tos criterios, control, análisis y procesamiento de es- “dado”, sin justificación suficiente muchas veces 5)
tos datos). En otras palabras, se empieza con una los conceptos clasificatorios ordenadores del conoci-
visión totalizadora de un problema dado, a la cual miento que conducen a tipologías, al asociar un con-
debe forzosamente suceder, para que se lo pueda tra- cepto clasificatorio a un sistema de conceptos orde-
tar de solucionar, una etapa en la que de cierta forma nadores.37
predomina la reducción analítica. La síntesis marca
Este último punto exige alguna explicación. Un
la vuelta a lo general, ahora con conocimiento pleno
concepto clasificatorio es el que, asociando una pro-
de sus componentes y sus relaciones, de tal modo que
piedad a un conjunto de objetos, divide el universo
resulta posible la comprobación de la hipótesis, su
total de los objetos en estudio en dos grandes grupos:
abandono, o su corrección.
los que presentan y los que no presentan dicha pro-
Evidentemente, lo “general” que es el punto de piedad. Un concepto ordenador permite organizar ele-
referencia de la síntesis depende del universo de aná- mentos en el interior de una categoría dada, estable-
lisis elegido para la investigación: una ciudad, una ciendo relaciones en el interior de una categoría dada,
región, un país, un grupo de países, una parroquia, estableciendo relaciones de igualdad, procedencia,
una empresa, etc.; según el aso, tendremos una jerarquía, intensidad, etc., respecto de algún factor o
“macrosíntesis” o una “microsíntesis”. variable. En historia es muy frecuente el tipo de ra-
zonamiento tipológico que depende de conceptos cla-
La síntesis depende obligatoriamente de ambos
sificatorios y ordenadores: por ejemplo cuando, en
niveles del proceso de investigación, el teórico y el
historia política reciente, se utiliza la clasificación
empírico. En historia, puede presentar diversas mo-
de las posiciones políticas básicas hablando, por ejem-
dalidades. Una de las clasificaciones posibles es la
plo, de “derecha”, “centro” e “izquierda radical”, etc.
misma que aplicamos, en la parte anterior de este
Evidentemente, las tipologías –que participan de los
capítulo, a los “modelos isomórficos” (que son, bási-
principios de la construcción de modelos– valdrán lo
camente, instrumentos de sintetización): 1) síntesis
que valen los criterios y marcos teóricos que orien-
estructurales o funcionales, dominadas por la expo-
tan su establecimiento.
sición de la estructura de un sistema y sus funciona-
miento; 2) síntesis genéticas, en las que se busca la El resultado de una investigación se presenta bajo
explicación del proceso estudiado en la secuencia la forma de un texto. La historia utiliza básicamente
cronológica, asociada a una determinada visión cau- las lenguas naturales, y muy poco –aunque crecien-
sal; 3) síntesis dialécticas, que tratan de vincular en temente– los lenguajes artificiales (lógicos matemá-
una visión unificada los enfoques estructural y ticos). Esto comporta los peligros inherentes a la
genético.36 polisemia –variedad de significados de un mismo
significante– y a la imprecisión en el uso de los tér-
Si tratamos de buscar las bases de la construc-
mino sujeto a controversia, y también de buscar pun-
ción de la síntesis en historia, hallaremos probable-
tos de referencias en otras disciplinas. Términos como
mente, entre sus elementos más importantes: 1) la
“capital” o “inversión”, por ejemplo, pueden ser útil-
cultura histórica del investigador, que le permite es-
tablecer paralelos, precedentes, comparaciones en el
tiempo y el espacio, analogías, de modo que sea ubi- 37 Abordamos algunas de estas cuestiones en: Cardozo y Pérez B., Los
métodos..., cap. IX de los mismos autores, Historia económica de América
cado el tema que actualmente investiga n el contexto
Latina, cit,. I, capítulo 1. Ver también: Vilar, “Historia marxista” ;
Topolski, op.cit., caps. 22 y 23; Gérard Mairet, Le discours et I`historique.
Essai sur la représentation historienne du temps, Repéres–Mame, París,
36 Ver Topolski, op. cit,. 590–593– 1974.

49
Ciro F. S. Cardoso

mente aclarados mediante el conocimiento de los de- 2) fuente primarias impresas, separándose las que
bates al respecto entre diferentes corrientes de eco- tienen forma de libros de los folletos, de los periódi-
nomistas. cos y de aquellas publicadas en revistas, y usándose
una clasificación alfabética en cada subdivisión.
El primer problema, al trata de poner por escrito
los resultados de una investigación, es la elaboración 3) Bibliografía propiamente dicha, distinguiéndo-
del plan de redacción. Cuando predomina la preocu- se: 1) instrumentos de trabajo (diccionarios, reperto-
pación de síntesis estructural, el plan será lógico– rios bibliográficos y documentales, etc.); 2) obras de
sistemático, es decir, basado en la percepción de los carácter teórico–metodológico (o utilizadas como ta-
elementos que componen una totalidad, de la articu- les); 3)obras generales; 4)divisiones específicas por
lación y la particularidades de los niveles de un siste- especialización temática: en cada apartado, los artí-
ma. En las síntesis predominantemente genéticas, el culos y libros serán ordenados alfabéticamente se-
plan suele ser histórico–cronológico, o sea, funda- gún los apellidos de los autores.
mentado en la percepción de la temporalidad fecha-
Evidentemente, en ciertos casos habrá otras divi-
da, y por lo tanto en la constatación de la simultanei-
siones, relativas a entrevistas, a la recolección de tra-
dad o sucesión de los fenómenos y procesos. Lo ideal,
dición oral, a fuentes arqueológicas e iconográficas,
en historia, es lograr una combinación equilibrada
etc.
de ambos tipos polares de plan.
Cuando es posible, se valora mucho una lista de
Formalmente, el texto que presenta a la investiga-
fuentes y bibliografía al agregar comentarios (que
ción realizada deberá constar de tres divisiones fun-
pueden ser cortos) relativos a los contenidos, orien-
damentales: 1) la introducción, que formula el pro-
taciones teórico–metodológicos, divergencias
blema estudiado, lo delimita, lo justifica en función
historiográficas, etc., y también a la pertinencia de
de los criterios de relevancia y originalidad, enuncia
cada elemento documental o bibliográfico para la in-
las hipótesis y las elecciones en cuanto a tipos de fuen-
vestigación realizada.
tes, métodos y técnicas; 2) el cuerpo del texto –su
parte más vasta–, en el que se sentirá la repercusión El componente más importante del aparato de eru-
de la opción lógico–sistemática, histórico–crono- dición son las notas. En cuanto a su forma de reali-
lógica o combinada, en el establecimiento de las par- zación, hay varia modalidades. En los países
tes y capítulos; 3) la conclusión, en la cual se pre- anglosajones es muy usual – especialmente entre los
senta una visión razonada e integrada de conjunto y antropólogos, pero también en obras de historiado-
se evalúa el grado en que quedaron comprobadas las res– un sistema de notas que es cómodo para el autor
hipótesis (en historia ello depende, en gran parte, de y complicado para el lector. Las referencias –nor-
la documentación disponible). En el fondo, esta re- malmente bibliográficas en este tipo de notas– vie-
dacción final viene a ser una versión fundamentada, nen, entre paréntesis, en el cuerpo mismo del texto,
uy ampliada y modificada, del proyecto original de constando el apellido del autor, cada año de publica-
investigación. ción de la obra citada (si el autor publicó más de un
texto en el año en cuestión, se distinguen con letras:
En una obra de historia que tenga la pretensión de
1971 a, 1971b, etc.), y las páginas utilizadas: el lec-
cientificidad, no basta con afirmar cosas: es necesa-
tor debe, entonces, a cada nota, referirse a la lista
rio comprobarlas, apoyarlas. Esta es la función del
bibliográfica.
aparato de erudición, con sus tres elementos bási-
cos: 1) la lista de fuentes y bibliografía; 2) las notas Las notas al calce tienen como variantes las no-
al calce; 3) los anexos y piezas justificativas. tas al final de cada capítulo, o reunidas todas al final
del volumen, lo que no es aconsejable por dificultar
La lista de fuentes y bibliografías se ubica, se-
su consulta, al seguir al lector el orden del texto; por
gún tradiciones académicas variables en diferentes
esto, son las notas al calce (o pie de página) las más
países, al principio, a continuación de la introduc-
aceptables, aún cuando dan más trabajo en la com-
ción o al final del volumen. Su organización más usual
posición tipográfica del libro o artículo. Su principio
es la siguiente:
es el de colocar un número en el texto cuando se quiere
1) fuentes primarias manuscritas: su lista viene fundamentar alguno de sus desarrollos o afirmacio-
organizada por archivos, y depende de los sistemas nes, y reproducir el mismo número en la parte de de-
de clasificación de cada uno de éstos; normalmente bajo de la misma página seguido de las referencias
se utiliza un criterio decreciente de relevancia (o de bibliográficas y/o documentales pertinentes. En es-
abundancia) en relación al tema investigado, para la tas notas, la primera vez que aparece un documento
distribución interna de esta parte; manuscrito o un texto publicado, se reproduce la to-

50
Etapas y procedimientos del método histórico

talidad de sus datos de identificación (sacados de la des lógicas en la obra; en ningún caso es aceptable
ficha documental o bibliográfica de identificación que sean meros “adornos”. Cuando son numerosos,
correspondiente), además de las páginas o folios uti- surge problema de dónde ponerlos. Lo más frecuente
lizados (para esto se usa la ficha de contenido que es incluirlos en el cuerpo del texto, acerca de la pri-
contenga la parte del texto usada en ese momento); a mera vez donde cada uno es mencionado; pero a ve-
continuación, se utilizan abreviaciones usuales para ces se reúnen al final del capítulo o del volumen, y en
evitar pérdidas de tiempo y repeticiones superfluas ciertas tesis francesas vienen todos en un tomo apar-
(op.cit,. idem, ibidem, etc., es preciso aprender su te llamado “atlas” –lo que facilita la consulta parale-
empleo). la al texto, pero aumenta demasiado los costos de
edición–.
Independientemente de su forma de realización las
notas pueden ser clasificadas en tres categoría : 1) Por fin, un trabajo considerable en su extensión
notas de referencia, que son las más importantes, y justificará varios tipos de índice habitual de partes y
sirven para apoyar afirmaciones del texto; 2) notas capítulos ; un índice onomástico (de personajes his-
de referencia cruzada, también esenciales, que re- tóricos mencionados, y de autores; un índice geográ-
mienda otras partes del texto, o a otras obras, para fico; un índice temático: Sin índices suficientemente
enviar repeticiones y para contrastaciones positivas explícitos, una obra larga puede ser de difícil utiliza-
o negativas (estas notas empiezan habitualmente con ción, sobre todo si quien la consulta busca sólo cier-
f. O expresiones como “véase”); 3) notas de tos aspectos bien definidos.
complementación al texto, que no son aconsejables,
por interrumpir largamente la lectura del texto y difi-
cultar mucho la composición gráfica de una obra. Si
2. Conclusión
lo que contienen es importante, debería estar en el
texto; si se trata de largos extractos documentales en En su estudio de la servidumbre y de los sistemas
apoyo de las afirmaciones del autor, es mucho mejor señoriales al este del Elba, J. Rutkowski formuló la
como anexo.38 siguiente explicación:
Otra cuestión es la de saber en qué número hacer 1) Ley: Si sólo si la facilidad de vender la pro-
las notas. Si son demasiado numerosas, interrumpen ducción agrícola ocurre en coincidencia con una for-
a cada paso la lectura del texto. Si son muy pocas, ma agravada de servidumbre, se desarrolla la econo-
reúnen en una única nota las referencias relativas a mía que asocia el régimen señorial y la servidumbre.
un desarrollo largo, y el lector no sabrá exactamente
lo que cada elemento documental y bibliográfico ci- 2) Condición inicial: En la Edad Moderna, las
tado está apoyando. La experiencia enseña a alcan- regiones al este del Elba fueron marcadas por la faci-
zar un cierto equilibrio. En algunos casos la nota es lidad de venta de productos agrícolas y por una for-
obligatoria: por ejemplo, al citarse entre comillas un ma agravada de servidumbre.
pasaje de una fuente manuscrita o de un libro, la re- 3) Efecto: La economía que asocia el sistema se-
ferencia debe constar de inmediato. ñorial y la servidumbre se desarrolló durante la Edad
Los anexos y piezas justificativas evitan largas Moderna en las regiones del este del Elba.39
citas entre comillas incorporadas al texto o a las no- Esta explicación indica las condiciones necesarias
tas. En los trabajos donde se procede a la cuantifi- y suficientes, e incluso cumple con los requisitos del
cación, es aconsejable publicar en anexo la totalidad esquema de la explicación científica del modelo de
de los datos brutos, en el sentido de permitir que otros Hempel y Popper, Independientemente de su valor
historiadores puedan apreciar los procedimientos usa- específico, nos parece que los historiadores tenderán
dos para procesar los datos: esto es un elemento im- en el futuro próximo, por diferentes caminos, a una
portante para garantizar la intersubjetividad, pero no formalización y explicitación crecientes de hipótesis
se cumple siempre debido al costo. y formulaciones legales, lo que constituye un elemento
Con frecuencia, un texto de historia viene acom- de la mayor importancia si se pretende construir una
pañado de una parte gráfica compuesta de mapas, historia científica.
ilustraciones, curvas estadísticas, cuadros, etc. Sólo Por otra parte, es preciso no ceder al desánimo
se puede justificar su inserción si cumplen necesida- frente a las imperfecciones del método científico ac-
tualmente disponible y practicable en nuestra disci-

38 Acerca del la redacción histórica y su aparato erudito, Cf. André


Nouschi, Initiation aux sciences historiques, Fernand Nathan, París,
1967, pp. 199–205. 39 Citado según Topolski , op. Cit., p 570

51
Ciro F. S. Cardoso

plina. Con frecuencia los mejores historiadores y teó-


ricos de la historia, aquellos mismos que más contri-
buyen a su construcción como ciencia, capitulan fren-
te a falsos problemas heredados de la historia tradi-
cional. Así le pasa a J. Topolski cuando afirma:40
En la investigación histórica, sólo un acaecimiento pa-
sado puede ser objeto de análisis científico, y por esto cuanto
más un acontecimiento que se describe está todavía in statu
nascendi, más un historiador se parece a un cronista. Para
el historiador, la perspectiva temporal es una condición ne-
cesaria para aprehender el desarrollo de sistema dado, esto
es, sus interconexiones que indican sus papeles respecti-
vos en el proceso de la historia. No podemos en ningún modo
analizar científicamente un acaecimiento, no solamente an-
tes que llegue a su término, sino también antes que tenga
resultados.
Con lo que revertiríamos a la concepción tradi-
cional que cierra la historia estrictamente contempo-
ránea a los historiadores. Una cosa es admitir que
resulta más fácil y seguro estudiar procesos conclui-
dos y bien conocidos en todas sus ramificaciones. Otra
muy diferente, creer que caemos en la crónica al es-
tudiar por ejemplo la revolución industrial, proceso
histórico empezado hace dos siglos y que está toda-
vía muy lejos de terminar. El historiador de la histo-
ria contemporánea puede perfectamente poner en pers-
pectiva histórica de larga duración los eventos pre-
sentes, y explicarlos en gran parte con arreglo a teo-
rías (como la del capitalismo, del imperialismo, del
fascismo, de las ideologías de clase, etc.) Suponer lo
contrario implica en efecto reafirmar la primacía del
hecho aislado sobre las estructuras. Una historia es-
tructural, comparativa, apoyada en modelos, no ten-
drá dificultades en corregir los errores de previsión o
explicación resultantes de que la evolución y los re-
sultados de las estructuras de hoy día dependerán de
las luchas que se están todavía decidiendo en las
praxis social. Porque tales luchas tendrán mucho que
ver, de hecho, también con la imágenes históricas del
neolítico, del feudalismo o de la Revolución france-
sa.

40 Topolski, op.ct., p.611

52
La renovación de los estudios históricos. El caso venezuela,, Editorial
Setentas, México, 1976, pp. 25-70.

Germán Carrera Damas

Agregados de datos, filiación,


explicación, generalización y
conocimiento histórico
La necesidad de profesar historia de Venezuela es carácter esporádico y su marcado interés por la críti-
inmejorable terreno de pruebas para quien se ocupa ca histórica más que por la metodológica, sin que ello
de investigarla animado por la inquietud de contri- signifique ausencia de esta última ni que sus expre-
buir a la depuración de su metodología. Además de siones carezcan de significación. La falta de una crí-
constituir esa necesidad un saludable y forzoso trán- tica metodológica constante en su aplicación y an-
sito desde la especializada investigación de un sector siosa del afinamiento de sus instrumentos, obedece
restringido del conocimiento histórico hacia planos al poco cultivo de que ha sido objeto la metodología
de más vasta generalización, ofrece también la opor- de la historia entre nosotros, en tanto que una de las
tunidad de comprobar la validez de los materiales dis- ramas específicas de los estudios históricos.
ponibles para intentar esa generalización con un mí-
Mucho tiene que ver ese escaso desarrollo de los
nimo de seriedad científica en el procedimiento y en
estudios metodológicos con las deficiencias estructu-
los resultados.
rales que se observan en nuestros estudios históri-
De esta experiencia, lo más revelador es precisa- cos, y bien puede afirmarse que éstos sólo han senti-
mente la comprobación de la dudosa resistencia de do el efecto correctivo de los primeros en momentos
muchos de los materiales historiográficos de que dis- particularmente críticos, representados por la implan-
pone el docente. No son raros los aprietos ni las sor- tación de los ecos de una nueva orientación general
presas que depara esa comprobación, tan pronto se de la historiografía universal. Pero aun en estos ca-
abandona la tradicional exposición narrativa de la sos, la reorientación ha sido obra de uno o de conta-
historia y se intenta la difícil tarea interpretativa. Pa- dos historiadores, que poco o nada se preocuparon
sada la sorpresa, la reflexión va descubriendo pro- por ofrecer un planteamiento sistemático, teórico, de
gresivamente las causas del percance. Sin embargo, la metodología que pretendían implantar. Era la obra
la comprensión de lo sucedido no es propio a tran- misma la que constituía el alegato en favor de esa
quilizar. Al contrario, es entonces cuando las pre- nueva metodología –lo cual, por cierto, no dejaría de
guntas se multiplican hasta llegar a convertirse en ser visto por algunos críticos de la historia como la
una especie de requisitoria contra la que se ha desig- mejor crítica metodológica–, con la circunstancia
nado como historiografía tradicional. desfavorable de que lo propiamente metodológico se
confundía con la crítica histórica, y se dispersaba,
Y es que palpar las tremendas carencias de esa
hasta el punto de que hoy es necesario reconstituir el
historiografía no sólo da base para alegatos más o
pensamiento de esos autores para mejor apreciar su
menos encendidos, sino que autoriza al más sereno
estructura y su significado.
juicio a plantearse con fundamento esta cuestión bá-
sica: ¿Qué nos ha proporcionado la historiografía tra- La ausencia de estudios metodológicos sistemáti-
dicional? La pregunta no es nueva. Formulada perió- cos ha impedido a la historiografía venezolana el apro-
dicamente por historiadores y críticos, ella constitu- vechamiento, en pro de su mejor desarrollo, de ener-
ye, quizá, la prueba más elocuente de que ha habido gías que se pierden en estudios intrascendentes y de-
reflexión sobre los fundamentos de la labor leznables, y la persistencia de vicios cuyo efecto lle-
historiográfica y sobre la calidad de sus resultados. ga a comprometer la validez del conjunto de la obra
Mas en esta periódica reflexión crítica sobresalen su historiográfica.
53
Germán Carrera Damas

Al observador crítico ha de interesarle uno de los Intentaremos analizar someramente los diversos
rasgos más significativos de la historiografía vene- aspectos de tan arraigada desviación metodológica,
zolana: consiste dicho rasgo en que, pese a los es- nos preguntaremos acerca de sus posibles causas y
fuerzos muy considerables y frecuentemente merito- resultados, y apuntaremos algunas técnicas y méto-
rios de muchos historiadores, el conocimiento histó- dos que podrían contribuir a su corrección.
rico experimenta escaso progreso, y éste suele ser
El presente estudio es el resultado de una reflexión
relativo, parcial o parecer desarticulado. Multiplícan-
sobre la experiencia habida en las cátedras de meto-
se los ensayos y las tesis y no por ello aumenta en
dología de la historia, de historia de Venezuela y de
forma considerable el fondo de conocimiento razo-
historia de la historiografía venezolana. Es un inten-
nablemente puesto fuera de duda, con el resultado de
to personal de poner en claro algunas de las compro-
que transcurridos tantos años de una actividad
baciones que hemos podido hacer al cabo de un lap-
historiográfica muy estimada entre los venezolanos,
so bastante prolongado. Esto explica el carácter to-
los «nudos historiográficos» continúan poco menos
davía provisional de las formulaciones, así como la
que igual de ignorados. Todavía hoy quien intente
necesidad de más acabada elaboración de muchas de
cualquier síntesis, aunque ésta se refiera al muy es-
ellas.
tudiado proceso emancipador, debe enfrentarse a la
difícil tarea de esclarecer por sí mismo cuestiones res- La ausencia de referencias bibliográficas se ex-
pecto de las cuales cabría esperar conocimientos só- plica porque se trata de un tema casi sin estudiar
lidos de parte de la historiografía tradicional. De esta específicamente en relación con la historiografía ve-
suerte, la síntesis se hace casi imposible, y ni siquie- nezolana, y porque al ocuparnos de él lo que hemos
ra queda el expediente de poder delinear con preci- pretendido es darle cohesión metodológica a las acti-
sión los puntos de vista de diversos autores o escue- vidades del preseminario de técnica de la investiga-
las sobre un tema controvertido, por cuanto ni siquiera ción documental y metodología de la historia, sobre
en este aspecto rigen siempre criterios lógicos sus- una base que reúna las enseñanzas teóricas de la
ceptibles de clasificación. materia con las derivaciones de su práctica en las
condiciones propias de nuestra Escuela de Historia.
¿Significa esto, acaso, que creamos inútiles tan-
tos esfuerzos de historiadores y cronistas? Nada de Debemos llamar la atención acerca de la termino-
eso, en cuanto toca a la verdad de que gracias a esos logía. Las implicaciones filosóficas de la misma no
esfuerzos disponemos hoy no sólo de una mediana dejarán de suscitar dudas en cuanto a la corrección
estructuración del conocimiento histórico, sino tam- de su empleo. Hacemos observar que algunos de esos
bién de no pocas ideas e hipótesis de certera fecundi- términos poseen un sentido específico en metodolo-
dad. Sí quiere decir, en cambio, que graves y cons- gía de la historia. En otros casos se trata, cabalmen-
tantes vicios metodológicos aún vigentes de manera te, de intentos definidores que requerirán ajuste pos-
extensa, han impedido que los afanes de la investiga- terior, al paso de nuevas indagaciones.
ción se traduzcan consecuente y extensamente en au-
téntico conocimiento histórico.
Los vicios mencionados podrían sintetizarse, en Los agregados de datos
su mayoría, en los términos siguientes: suelen con-
fundirse los agregados de datos con el conocimiento Equivalen a la redacción de los resultados parcia-
histórico propiamente dicho, olvidándose que el or- les obtenidos en la fase del proceso de la investiga-
denar y agrupar los datos no es, en rigor, hacer cono- ción documental que se designa como «agrupación y
cimiento, como tampoco es explicar un fenómeno o ordenación de los datos». Consiste esta fase en agru-
hecho histórico el establecer su filiación. Tanto los par y ordenar los datos recogidos en fichas, dispo-
agregados de datos como la filiación de las cuestio- niéndolos según el esquema contenido en el plan ini-
nes que ellos permiten establecer, constituyen fases o cial, en un proceso crítico de doble orientación: I)
momentos del proceso de elaboración del conocimien- Permite agrupar los datos de acuerdo con las partes
to histórico, el cual sólo se alcanza cuando se consi- contempladas en el plan, a la vez que permite la críti-
guen explicar los hechos o fenómenos objeto de estu- ca y el ajuste de ese mismo plan; 2) Comporta la or-
dio. Tomar la etapa previa como sustituto del pro- denación de esos datos recogidos en fichas de acuer-
ducto final es vicio que se concreta en la suplanta- do con criterios que pueden ser: cronoespacial, mate-
ción del conocimiento por los elemento que permiten rial (temático o estructural) e integracional. En suma,
obtenerlo. al cabo de la operación tendremos un conjunto de da-
tos, recogidos en fichas, agrupados en un fichero que
reproduce las partes y subpartes del plan de trabajo,

54
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

ya ajustado, y los mismos datos ordenados en su sec- mos gran parte de lo criticado en este terreno, la ob-
tor correspondiente del fichero, con arreglo a crite- servación que ahora hacemos acerca de la importan-
rios. cia del tratamiento metodológico conserva su vali-
dez, pues no nos referimos a cuestiones intrincadas
Como fácilmente podemos colegir, trátase de una
relativas a las posibilidades de conocimiento históri-
operación intermedia entre otras con las cuales guar-
co, sino a otras más elementales que colindan con la
da estrecha relación de dependencia: recibe materia-
mera técnica de la investigación documental. Y esto
les que dispone con miras a su empleo. Veamos bre-
es así, porque, aunque resulte un tanto ingrato el se-
vemente, para mejor comprensión del conjunto, en
ñalarlo, es en este último terreno donde se sitúan la
qué consisten estas etapas precedente y siguiente.
mayoría y las más importantes fallas en los agrega-
dos de datos.
Hechas estas consideraciones queda claro que el
La etapa precedente: la obtención del dato interés y la significación de lo que hemos llamado
Una vez hecho el arqueo de las fuentes disponi- agregados de datos, dependen del cuidado puesto en
bles para la investigación, atendiendo a la calidad y la etapa previa de elaboración de los datos que una
a la cantidad de ellas, se da comienzo al laborioso vez agrupados y ordenados, al presentárseles como
trabajo de lectura crítica de las mismas, con el fin de resultado de la investigación, constituyen esos agre-
localizar los datos brutos que puedan interesar para gados.
los fines del tratamiento del tema. Mas, localizados La etapa siguiente: la presentación de los datos o
éstos, es necesario todavía someterlos a un estudio el discurso histórico
crítico riguroso tras el cual pasarán a la condición de
datos elaborados, que se recogen en fichas clasifica- No habría exageraciones en decir que la presen-
das de acuerdo con el esquema –denominado plan ini- tación de los datos constituye el momento de prueba
cial– estructurado con el fin de regular el desarrollo de la capacidad del historiador, si entendemos por
de la investigación. presentación algo más que el aspecto formal del dis-
curso histórico. Ha existido la tendencia a conside-
Es tal la importancia que tiene en este proceso la rar tan importante este aspecto formal es decir
necesidad de ceñirse a técnicas y pautas metodoló- estilístico, que se ha llegado al extremoso juicio de
gicas precisas, que de ellas suele depender la calidad que la buena prosa puede pesar determinantemente
del resultado, y que no pocas veces radica en ese tra- en la valoración de una obra. Sin desdeñar, de ningu-
tamiento metodológico y técnico el principal compo- na manera, la preocupación por hallarle una forma
nente de una investigación. En el primero de los ca- de expresión adecuada al discurso histórico, cabe se-
sos apuntados, no es raro ver cómo una porción de ñalar que la presentación de los datos en ese mismo
datos de extraordinario interés pueden perder mucha discurso implica cuestiones de orden metodológico
de su significación por el solo hecho de haber sido de la más alta significación, por cuanto atañen a la
mal elaborados críticamente o defectuosamente con- finalidad misma del discurso y a su estructura.
signados. En el segundo caso, la cuidadosa reelabo-
ración de datos conocidos permite hallar en ellos po- El discurso histórico tiene por finalidad evidente
tenciales valores que no habían sido puestos de ma- la de presentar los resultados de la investigación, pero
nifiesto por quienes hicieron su hallazgo. requiere para eso una estructura tal que de ella de-
penden, en buena parte, el que se haga o no verdade-
Cuando subrayamos la importancia del tratamien- ro conocimiento histórico.
to metodológico de los datos, no perdemos de vista la
crítica, frecuentemente infundada, casi siempre iró- En este sentido, el peligro consiste en la posible
nica, muy pocas veces informada, de que son objeto confusión que puede surgir en el investigador al to-
los metodólogos de la historia por parte de quienes mar los datos agrupados y ordenados como la ins-
ven en sus afanes de rigor y objetividad una hueca tancia última en el proceso de elaboración metodoló-
pedantería. Quienes por ello desdeñan toda posibili- gica propiamente dicha.
dad de aplicación efectiva de la metodología históri- Confusión que suele hacerle incurrir en el error
ca, se complacen en presentar ejemplos en los cuales de creer que el discurso histórico consiste, a su vez,
todo el celo y toda la acuciosidad de los investigado- en la redacción de un texto que contenga dichos da-
res resultaron burlados por un material que no siem- tos, cuando en realidad y visto metodológicamente,
pre se presta, y casi nunca dócilmente, a un trata- el discurso histórico es algo superior y diferente de la
miento racionalizador cuando a este último se le en- hilvanación de los datos ya agrupados y ordenados.
tiende de manera simplista. Pero, aun si concediéra-

55
Germán Carrera Damas

La estructura lógico–ideológica del discurso ra lógico–ideológica del discurso. Pero no se trata de


histórico una simple tarea de organización del discurso. Es mu-
cho más que eso. Si los consideramos «segmentos de
Decir que los datos dictan la estructura del dis- la estructura lógico–ideológica del discurso» es tan
curso parecería redonda profesión de fe documentista, sólo atendiendo a su presentación final. En realidad
por cuanto sería postular la sujeción absoluta del his- –y por ello decíamos unas líneas arriba que de esa
toriador al contenido del material que emplea. Sería estructura depende, en buena parte, el que se haga o
como pretender negarle toda posibilidad creadora, no verdadero conocimiento histórico–, el hallazgo de
cuando se entiende por ésta la capacidad de elevarse, esas relaciones entre datos es, propiamente, hacer
gracias a la reflexión y a la interpretación, a niveles conocimiento histórico, sólo que este hacer lo perci-
conceptuales cuyo alto grado de abstracción podría bimos en su presentación en el discurso, pues trans-
dificultar la apreciación de su nexo con los datos que curre en el plano íntimo de lo reflexivo.
le sirven de punto de partida. Sin embargo, la afir-
mación de que los datos dictan la estructura del dis- Sobra decir acerca de lo difícil de este proceso.
curso es globalmente cierta, y lo es en la medida en La capacidad de realizarlo distingue la paciencia del
que el documentismo puro –tanto como su contrario, investigador del talento interpretativo del mismo. Y
la generalización absoluta–, son posturas extremas e decimos talento a falta de mejor designación para una
inalcanzables. En la base de todo documentismo, aun capacidad indefinida pero real que se halla desigual-
del más exigente, estará siempre una selección hecha mente distribuida entre los investigadores, no sólo en
con apego a criterios que pertenecen al historiador y el sentido de poseerla o de carecer de ella, sino tam-
que no nacen de los documentos seleccionados, aun- bién en el sentido de la existencia de grados o de pla-
que un fenómeno de fetichismo del documento haga nos en su posesión. Y mucho importa observar esto
pensar lo contrario. Por su parte, la generalización último para los fines del conocimiento histórico.
más exacerbada habrá de partir de un bagaje de co- El investigador paciente acopia más que elabora
nocimientos que, tratándose de historiografía, es ne- datos. Pero, aun cuando pueda someterlos a cierta
cesariamente documental, y esto es válido incluso para elaboración, acabará por tenerlos ante sí como uni-
los temas de la historia contemporánea más actual. dades que no logra interrelacionar, o cuya más ele-
En este último caso, el prescindir del documento hace mental relación, la cronológica, le será la única ase-
del producto un testimonio, pura y simplemente; bue- quible. El resultado será una hilvanación cronológica
no para futuro empleo historiográfico. de datos referidos a una materia. Por su parte, el in-
Pero, atribuir a los datos la facultad de dictar la vestigador dotado de talento interpretativo podrá des-
estructura del discurso no pasa de ser, en el fondo, cubrir en esos datos relaciones que traducen la trama
una figura retórica. En su espléndida mudez, de elo- del acontecer histórico, visto dinámicamente, y esta-
cuencia contenida, los datos nada dictan ni dicen. rá en condiciones de definir líneas generales del mo-
Reservan su carga y sólo la liberan cuando se les in- vimiento histórico. Podrá, por lo tanto, captar el sen-
terroga. Situado ante ellos, el historiador inquiere su tido general y profundo de momentos, períodos y pro-
significado total, sin desdeñar matices. Pero esto hace cesos. Hará, entonces, conocimiento histórico. Mas,
refiriéndolos a una capacidad interpretativa que está esto representa tan sólo uno de los dos planos globales
integrada por dos componentes mayores: la habili- del ejercicio del talento interpretativo, el inferior. El
dad analítico–sintética del investigador y su densi- otro está reservado al ejercicio de ese talento en su
dad cultural. Si por la primera es posible descompo- más alto grado, es decir, no sólo a la capacidad de
ner, y reintegrar después en una condición superior, hallar relaciones objetivas en el acontecer histórico
los datos estudiados, será la confrontación con el se- expresado en los datos, sino a la de elevar su inter-
gundo componente el estímulo que dará vía libre a su pretación hasta el nivel de la reflexión filosófica que
elocuencia. No es excesivo el concebir una mente en- le permite plantearse los llamados «problemas de pro-
trenada en el tratamiento analítico–sintéticode los blemas», es decir, ver en el acontecer histórico las
datos, pero escasamente armada en lo cultural y, por «dificultades» básicas, estructurales, que permiten la
lo tanto, incapaz de excitar su elocuencia de manera formulación de los criterios interpretativos más ge-
satisfactoria. Tampoco lo es el concebir el caso con- nerales. En suma, abre la puerta a la filosofía de la
trario. Situado ante el conjunto de los datos elabora- historia, al formularse problemas cuya solución im-
dos, y agrupados y clasificados con arreglo al plan plica la de otros problemas aferentes.
de trabajo, el investigador ha de poner en funciona-
miento su capacidad interpretativa, como el instru-
mento encargado de hallar en ese conjunto las rela-
ciones que constituyen los segmentos de la estructu-

56
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

Filiación explicación y generalización. cio, es decir, en la aplicación de lo interpretado, en


su comunicación .
La confusión que se advierte en la historiografía
venezolana entre agregados de datos y conocimiento ¿En qué consiste esta explicación, como etapa si-
histórico, está relacionada estrechamente con la que guiente a la filiación? Consiste en responder al por
se advierte entre los conceptos de filiación y de ex- qué de esa filiación, la cual nos revela el cómo del
plicación histórica. Esta última confusión está pre- asunto estudiado. En este sentido, la filiación cum-
sente en el más numeroso contingente de nuestra pliría una función previa y necesaria respecto de la
historiograf‘a, en forma de la hilvanación cronológica explicación histórica, pues ésta, en atención al méto-
de datos –a que nos hemos referido–, y más propia- do histórico mismo, no podría ser jamás una explica-
mente en la narración de esos datos agrupados según ción de presente histórico, sino que para ella todo
un criterio crono–espacial o material, fungiendo todo presente objeto de explicación aparecerá siempre
esto de conocimiento histórico. como un momento, intermedio o final, de una filia-
ción. Excluimos la posibilidad de un momento ini-
En rigor, cuando al cabo de una búsqueda, pa- cial salvo para los estudios protohistóricos, y esto de
ciente y acuciosa, en los fondos documentales, se le- manera convencional, si acatamos la que parece ser
vanta abundante cosecha de datos, se suele agrupar- una ley general del conocimiento histórico, o sea que
los siguiendo uno de esos dos criterios. Si el crono– toda protohistoria, en razón de la indefinición de sus
espacial, se obtendrá una secuencia cronológica de límites, tiende a convertirse en prehistoria y, pro-
datos referidos a una determinada región; si el mate- gresivamente, en historia, en función del desarrollo
rial, la secuencia cronológica corresponderá a la vida del mismo conocimiento histórico.
histórica del asunto estudiado.
En suma, colocado ante la filiación de un asunto,
Sabremos, de esta manera, de la presencia del tema el historiador tendrá todavía que realizar una opera-
estudiado en diversos momentos del tiempo históri- ción que consiste en «interrogarla» para extraer de
co. Ahora bien, supongamos que es posible compo- ella «su sentido más general», a partir del cual podrá
ner esa secuencia cronológica de manera continua, o establecer sus «sentidos secundarios o complementa-
con muy contados vacíos, y admitamos que éstos sean rios». No se trata, sin embargo, de pagar tributo a un
de tan escasa significación que poco influya su au- monismo explicativo, pues la naturaleza de ese «sen-
sencia en la validez del conjunto. tido general» no está vinculada necesaria o comple-
Logrado esto, habremos establecido la filiación tamente con las posibles «causas» del fenómeno es-
histórica del asunto estudiado. Mas ¿qué significa, tudiado. Atiende, más bien, a la que podría conside-
en propiedad, este resultado? Significa, tan sólo, que rarse su característica más general y permanente, es
hemos conseguido establecer lo que podría calificar- decir, aquella que sintetiza de manea más completa
se de columna vertebral de un tema biográfico (refe- los aspectos esenciales del fenómeno estudiado. Así
rido a la vida de un personaje) o morfológico (referi- podrá decirse, por ejemplo, que la esclavitud en Ve-
do a la vida de una forma histórica). Pero nada más. nezuela, en el lapso 1811–1821, es una institución
Y ello no quiere decir que poco valga lo obtenido. de crisis, desprendiéndose de esta constatación, tan
Quiere decir, eso sí, que se habrá llegado a una espe- objetiva como el precio de un esclavo, aunque de na-
cie tal de resultado, que aparecerá siempre como pre- turaleza diferente, todo un con junto de derivaciones
vio o introductorio a una operación final que está lla- que una vez desarrolladas configuran la crisis de ma-
mada a extraer de esa secuencia un sentido que no nera minuciosa.
sea el de su solo devenir. Hemos dicho constatación y no deducción, aun-
Es el momento de la explicación (si la vemos ya que en el fondo sea este último su sentido, por el de-
en su formulación) y de la interpretación o compren- seo de subrayar la subordinación en que se halla esa
sión (si la vemos en su gestación). En verdad, difícil operación con respecto al acontecer histórico real, y
es separar ambas fases sin hacerles violencia. Admi- el cuidado que debe ponerse en preservarla, al máxi-
timos, por ello, que el todo puede resumirse en el tér- mo –entiéndase bien, sólo al máximo–, de infil-
mino explicación, considerando que en historiografía traciones subjetivas. En otras palabras, con el pro-
no cabe pensar en una interpretación que no se re- pósito de proscribir en lo posible cualquier arbitra-
suelva en una explicación. La interpretación que per- riedad interpretativa. Brota, en esta operación, una
manezca enclaustrada en la mente del historiador no dificultad fundamental, que plantearíamos a partir de
interesa desde el punto de vista metodológico más que esta interrogante: ¿cómo localizar esa característica
como elemento de la capacidad interpretativa, la cual más general y permanente?
sólo podemos apreciar en los resultados de su ejerci-

57
Germán Carrera Damas

Parecería que el sentido común sugiere hacerlo con ción supuesta de la ganadería en Venezuela durante
base en el despeje del conjunto de características y los siglos XVII y XVIII, se consignan datos
en la ponderación de las mismas. Sin embargo, este cronológicamente ordenados acerca de la fundación
que parece ser el procedimiento natural, se revela in- de hatos, la producción y la exportación de ganado,
suficiente al examen de la crítica metodológica, por- etc., suele encontrársele más bien como pasajes de
que no es seguro, aunque sí posible, que nos conduz- obras, que en otros aspectos pretenden e incluso al-
ca a la localización de la característica más general y canzan niveles de interpretación y explicación. Más
permanente. Ello es así porque el conjunto de las ca- todavía, parece posible afirmar que puede hallársele
racterísticas –que son, en realidad, reflejo de los as- en obras bien construidas, supliendo la interpretación
pectos componentes del momento–hecho histórico–, y la comprensión en los temas o cuestiones donde la
son de naturaleza semejante a la de este último en escasez de datos o la heterogeneidad de los mismos
cuanto concierne a su unidad. Es decir, que así como las hace imposibles o demasiado arriesgadas. Pero
la unidad del momento–hecho histórico expresa la puede, también, ser buen testimonio de cortedad in-
confluencia de sus aspectos componentes y de algo terpretativa y hasta de pereza mental.
más que no corresponde estrictamente a la suma de
Detengámonos un poco en el ejemplo que hemos
esos aspectos, aunque sí guarda relación, y estrecha,
propuesto. A este respecto, es posible componer la
con esa suma, asimismo la característica más gene-
más completa filiación de la actividad ganadera, sin
ral y permanente de un fenómeno o de un proceso
que podamos respondernos a la pregunta clave de
histórico puede no figurar en el conjunto de las ca-
¿qué fue la ganadería en Venezuela durante los si-
racterísticas despejadas y corresponder a una cate-
glos XVII y XVIII?, cuando esperamos algo diferen-
goría similar a la unidad del momento–hecho históri-
te del ¿cómo fue? Es decir, cuando nos interesa cap-
co, es decir, que sea algo más que la suma de las
tar la característica más general y permanente del fe-
características y que, por lo tanto, haya necesidad de
nómeno y, consecuentemente, su estructura.
aprehenderla mediante un esfuerzo suplementario.
Ahora bien, la naturaleza de ese esfuerzo suple-
mentario es de muy difícil definición, y objeto de con-
troversias incesantes que se producen entre corrien- La práctica de la filiación
tes metodológicas que forman una gama que se ex- El establecimiento de la filiación de un hecho o
tiende desde la comprensión (tan vinculada a la in- fenómeno histórico guarda estrecha relación con el
terpretación) hasta la simpatía, siendo todas, según desarrollo de la heurística: el conocimiento general
los metodólogos de la historia, vías para la captación de las fuentes hace posible la orientación de la bús-
de esa característica general y permanente que sinte- queda documental y contribuye a que se satisfaga lo
tiza la entidad de un fenómeno histórico. más posible la condición óptima de la filiación, o sea,
Este es el momento cuando el historiador queda el estudio exhaustivo de los fondos documentales. Son
abandonado a sus propias fuerzas, y cuando ni el más bien sabidos los requisitos metodológicos impuestos
audaz metodólogo se atrevería a intentar enseñarle por la heurística, pero lo son menos las particulari-
cómo salir del trance, ni siquiera con el recurso de la dades de los mismos en cuanto corresponde a la his-
mayéutica, pues ni así parece posible inducir a al- toriografía venezolana. Es posible englobarlas en dos
guien a pensar cosas importantes e interesantes. características generales: desigual desarrollo de los
fondos documentales y jerarquización de los testigos
y, por ende, de los testimonios.

La filiación como presentación El desigual desarrollo de los fondos documenta-


les no es, propiamente, una característica exclusiva
Vista en sí misma, la filiación de una cuestión o de la heurística venezolana. Lo es de todas las
dificultad sólo puede culminar en su presentación. Así historiografías en proporción a su desarrollo, pues el
al cabo de la secuencia cronológica estaremos en pre- interés por los fondos documentales es función de las
sencia de los hitos de un fenómeno, y bastante habre- necesidades historiográficas. Lo que sí puede consi-
mos conseguido con ello a condición de resignarnos derarse propio de la heurística venezolana es la acen-
a la sola contemplación de la vida del fenómeno. tuada desigualdad de ese desarrollo, visible en la si-
tuación preeminente que se ha dado a la documenta-
Este es el resultado preliminar contenido en mu-
ción sobre la Emancipación, y dentro de ella a la di-
chas obras de nuestra historiografía. Pero debemos
recta o indirectamente bolivariana. Tocamos con esto
decir de inmediato que si bien puede encontrársele en
la segunda característica: la jerarquización de los tes-
estado puro, por ejemplo, cuando bajo la denomina-
tigos. Esto es claramente perceptible en lo concer-

58
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

niente a los testimonios sobre la Emancipación. Bo- mo. Salvo excepcionales muestras de crítica históri-
lívar aparece como el testigo de referencia, lo cual ca, el principio parece ser que todo dato es bueno,
sería, digámoslo de paso, una verdadera «aportación» particularmente en cuanto se refiere a historia colo-
de la historiografía venezolana a la universal. Esta nial, mientras que para la independiente rige el mis-
última suele distinguir entre testigos presenciales y mo principio pero normado a su vez por los criterios
no presenciales, y entre testigos calificados y no cali- que expusimos al comienzo de esta parte.1 Se exage-
ficados. La noción de testigo de referencia sería el ra su alcance, en sentido espacial, cuando se toman
grado absoluto del testigo calificado, pues significa- unos pocos datos (no raramente uno solo) como prue-
ría ni más ni menos que la verdad tomada como pun- ba de la existencia de un determinado fenómeno en
to de contraste para la apreciación de los demás tes- toda una región histórica, hasta la más extensa, in-
timonios. Funciona de esta manera, pero también así: cluso cuando se admite generalmente el desarrollo sui
el tenor de verdad de un testimonio será función de la generis de algunas de las partes de esa región. Así, el
cercanía o de la fidelidad mostrada por el tstigo con- significado de un dato referente a un hato situado en
siderado respecto de Bolívar. Este papel de testigo algún lugar del Llano, para fines del siglo XVII, se
de referencia atribuido a Bolívar es el eje de una va- hará extensivo a todo ese vasto territorio, etc. Ade-
loración jerárquica de los testimonios un poco más más, se disimula el aislamiento del dato en sentido
amplia: testimonios realistas y testimonios patriotas. espacial también y en el cronológico. La exageración
Los primeros muy pocas veces corresponden a la ver- del alcance permite lo primero, mientras que la orde-
dad; los segundos muy pocas veces no corresponden nación cronológica de los datos, en rápida enuncia-
a ella. La historiografía sobre la Colonia, en el cam- ción, aspira a conseguir lo segundo.
po de la heurística, añade una característica al con-
No es infrecuente, también, que se reúnan datos
junto: la de versar sobre un fondo documental limita-
de diferente procedencia en cuanto a la zona o aspec-
do, pero no agotado, que es traído y llevado incesan-
to del fenómeno estudiado. Así, datos de estableci-
temente. Exhibe, además, carencia de clasificación y
miento de fundos; de exportación de cueros por uno,
una metodología frecuentemente precaria; esto últi-
dos o tres puertos; número de cabezas recensadas o
mo sobre todo en el manejo crítico de la estadística
estimadas en alguna región –en total no son más de
histórica y en la valoración cronológica de los testi-
unas pocas decenas de datos– , bastarán para cons-
monios.
truir un estudio sobre la ganadería venezolana du-
La apreciación que acabamos de hacer acerca de rante los siglos XVII Y XVIII, para atenernos al ejem-
las fuentes permite afirmar, como uno de los rasgos plo citado. Entiéndase, hay confusión de los datos,
de la práctica de la filiación histórica en la historio- pues no se procede mediante establecimiento de as-
grafía venezolana, la del reducido número de datos pectos para reunión posterior de los mismos en una
empleados. Desentendiéndose de toda preocupación presentación general.
metodológica, el historiador suele rebajar al mínimo
las exigencias metodológicas críticas que deben ac-
tuar en la elaboración del dato, de allí que, en gene-
ral, sea posible afirmar que se producen los siguien- Filiación y generalización
tes excesos: sobrevaloración del dato, exageración de Para la historiografía tradicional suelen ser la
su alcance en sentido espacial y disimulo de su aisla- misma cosa, a juzgar por la manera cómo se hacen
miento. extensivos a toda una región histórica, por ejemplo,
Por sobrevaloración del dato habría que entender, los resultados de una filiación establecida según el
más propiamente, la poca crítica apreciación del mis- procedimiento que acabamos de estudiar. Esto es

1 No es raro que la sobrevaloración del dato conduzca al exceso de que en los agregados de datos construidos con base en la filiación de alguna cuestión
histórica, se llegue a denotar la creencia de que todo dato es útil, tanto los que se contraen al tema como los que se salen de él, ejemplificándose así un
concepto excesivamente elástico de la pertinencia del dato incidental, que culmina en el empleo de lo accidental y en la interpolación de desarrollos
desvinculados de la secuencia temática propia del agregado de datos. De allí la dispersión y el abigarramiento temático en que suelen incurrir los
agregados de datos. Esto es posible, pese a las guías proporcionadas por el orden cronológico y la filiación, en razón de que en estos casos son los datos
los que deciden de la marcha del discurso (entendido como redacción de un agregado de datos), que es redactado a medida que surgen los primeros,
ocasionándose la abundante presencia de datos sueltos o escasamente relacionados con respecto a la que podría concebirse con largueza como línea
ideológica del discurso, o sea su vago propósito demostrativo. Mas esta dispersión y este abigarramiento temático no es extraño que a la postre afecten
profundamente el conjunto del discurso: la ausencia de una estructuración analítica de los datos y en razón de que todos los datos son utilizados, pues
el discurso es tan sólo una secuencia de ellos, conduce a que se vayan suscitando los diversos aspectos de la cuestión estudiada sin plan ni concierto,
a medida que brotan del fichero. Mas no quiere esto decir que no haya en absoluto agrupación de los datos. La hay, pero sólo en un sentido macroscópico,
en capítulos o partes que carecen de una estructura propia. Así es posible encadenar los datos sin sujetarlos a orden ideológico y el discurso se convierte
en una simple narración abigarrada, elemental, incapaz de facilitar la comprensión de lo narrado, al cabo de cuya lectura siempre es posible interrogarse,
con un mucho de desconcierto, sobre el sentido de lo leído.

59
Germán Carrera Damas

posible mediante la que hemos llamado, al habar de carácter provisional de toda generalización? Tales
los datos, exageración de su alcance en sentido espa- interrogantes adquieren mayor significación, todavía,
cial. Con ello tocamos al sentido espacial de la filia- cuando aseveremos que toda generalización habrá de
ción, al observar que ésta no sólo tiene un sentido fundarse, necesariamente, en un número limitado de
cronológico sino además se halla relacionada con un casos, por cuanto está fuera de toda lógica el agota-
espacio histórico determinado. miento absoluto de los mismos. Y esto último porque
en historia –aun para los períodos aparentemente más
Cabe señalar, al respecto, que si bien puede disi-
estudiados–, siempre cabe hallar nuevos datos, bien
mularse la procedencia diversa de los datos (en cuanto
sea porque surjan de nuevas fuentes, bien sea porque
a los aspectos del fenómeno a que se hallan referidos
pueda elaborárseles a partir de los ya conocidos me-
y a los lugares en que se manifestaron), mediante la
diante nueva interpretación de los mismos.
acumulación de hitos cronológicos hasta producir un
efecto de continuidad, no sucede lo mismo con el sen- Bueno es señalar aquí que esta limitación de la
tido espacial, pues basta examinar, críticamente la generalización no rige exclusivamente para la histo-
serie cronológica para advertir el significado de las ria. Ella es extensiva, cuando menos, a las ciencias
lagunas presentes. Veamos: si bien la filiación obte- biológicas, e incluso a las químicas y físicas. No obs-
nida puede ser continua en el sentido cronológico, su tante los historiadores suelen admitir, sin discusión,
capacidad de representación del fenómeno a que se la validez de las generalizaciones en esas ciencias, y
refiere depende del lugar histórico a que se hallan reconocen –algunos hacen de ello fundamento de su
circunscritos esos datos. Es decir, cobra importancia concepción de la historia–, la desventaja de su disci-
el sentido espacial. plina a ese respecto, y no rehusan admitir el carácter
especial de sus generalizaciones.
Existen dos «soluciones» tradicionales a esta di-
ficultad metodológica: una consiste en relacionar da- En historia toda generalización depende de la can-
tos referidos a diversos puntos del territorio estudia- tidad y la calidad de los datos. A su vez, tanto la
do, contemporáneos algunos de ellos, y en tomar el cantidad como la calidad de los datos guardan entre
resultado como válido para todo el territorio; la otra sí una relación de dependencia recíproca que no debe
consiste en establecer la filiación para algunos pun- perderse de vista al apreciarlas en funci n de la gene-
tos o regiones considerados típicos o representativos, ralización. A la pregunta formulada: ¿Cuántos pun-
y en proyectar su resultado sobre la totalidad del te- tos de apoyo se requieren para fundar una generali-
rritorio. En ambos casos la filiación conducirá de in- zación?, hay una respuesta que, como acabamos de
mediato a la generalización. Vale la pena apuntar de ver, puede descartarse: todos. Ahora bien, si el nú-
seguidas que ambas «soluciones» guardan estrecha mero ha de ser necesariamente limitado, parecería
relación de dependencia con las fuentes disponibles. obvio que cuanto mayor sea, más cerca se estará de
Estas pueden ser escasas, y mucho, para un lapso la situación óptima. Mas este razonamiento nos con-
determinado y, en consecuencia, lo será también el duce directamente a un simplismo: a mayor número
número de datos que proporcionen. En otras pala- de datos, mayor grado de veracidad. ¿Será necesario
bras, se origina una pregunta que es necesario plan- demostrar que el testimonio de todos los componen-
tearse críticamente: ¿Cuántos puntos de apoyo se re- tes de un batallón, e incluso de un regimiento o de
quieren para fundar una generalización? Parece ob- una división, acerca del desarrollo de una batalla de
vio que la solidez de una generalización es directa- la segunda Guerra Mundial, en la cual tomaron par-
mente proporcional al número de datos en que se fun- te, es menos significativo que el emitido por el jefe de
da. Pero no parece menos obvio que debe entenderse Estado Mayor del frente, situado a varios kilómetros
por este último el número de datos disponibles en un en la retaguardia? Pero no sería lo mismo si consi-
momento dado de la investigación. De otro modo, guiésemos los testimonios de todos los oficiales co-
habría que renunciar a todo intento de generalización, mandantes, en los diversos escalones. Estos últimos
al menos mientras exista la posibilidad fundada de nos permitirían construir una visión de la batalla le-
que aparezcan nuevos datos. Ahora bien, ésta es una gítimamente contrastable con la que podría propor-
posibilidad siempre abierta, en razón de la naturale- cionar el jefe de Estado Mayor. Es decir, la calidad
za del proceso de desarrollo y sistematización de los de los testimonios condiciona la elocuencia de la can-
fondos documentales. Propiamente, será siempre tidad de los mismos. Igualmente, la cantidad condi-
aventurado, si no imposible, declarar cerrada esa ciona la calidad, pues si bien el testimonio de un ofi-
eventualidad. cial comandante difícilmente puede contraponerse al
de jefe de Estado Mayor, sí lo puede el testimonio de
Pero ¿significa esto que no existe posibilidad de
todos o la mayoría de los oficiales comandantes.
generalizar, o que debe tenerse presente, siempre, el

60
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

La práctica metodológica, al distinguir básicamen- Está demás decir, por otra parte, que tras todo
te entre datos o testimonios seriados y datos o testi- dato verídicamente representativo o típico, se extien-
monios representativos o típicos, impide ver con cla- de la serie que permitió definir esa tipicidad. Asimis-
ridad la interrelación existente entre la calidad y la mo, toda serie, para los fines de su comunicación
cantidad de los datos necesarios para apoyar una ge- mediante el discurso histórico, culmina en uno o más
neralización. A su vez, en la práctica de la filiación datos representativos que abonan y sustentan la de-
pareciera no existir diferencia alguna entre la calidad ducción hecha con base en ella. Es este, quizá, el as-
y la cantidad de los datos, pues éstos son integrados pecto en que la filiación se distancia más de la
en series cronológicas en las cuales su valor queda- generlización.2
ría reducido al de testimonios probatorios de la con-
tinuidad de la presencia del fenómeno estudiado, pero
de una continuidad zigzagueante, cuando se toman Posibles instrumentos para coadyuvar en el
datos referidos a diferentes regiones históricas; o ca- paso a la generalización
rente por igual razón, de toda proyección espacial
que no sea la arbitraria a que nos referimos al co- Hemos subrayado la importancia que presenta el
mienzo de esta parte. tratamiento metodológico de los datos como la única
fuente de valor de los agregados de datos. También
Mas, es en el momento de la exposición de los hemos señalado cómo es a partir de esos datos
resultados cuando la interrelación existente entre la ilegítimamente presentados a manera de resultado fi-
calidad y la cantidad de los datos adquieren para el nal de la investigación, cuando comienza la tarea de
investigador una importancia definitiva: cualquiera interpretación y de comprensión que dé acceso a la
que sea el método seguido para la comprensión o in- generalización. Por último, apuntamos la estrecha
terpretación del hecho histórico, a la hora de comu- relación que existe entre esta operación generalizadora
nicar sus resultados el historiador tendrá que some- y el discurso histórico.
terse a las exigencias de la inferencia que es el saber
histórico, es decir, tendrá que aducir pruebas en apo- Recordemos, igualmente, lo dicho acerca de la
yo de sus resultados. dificultad –franca imposibilidad, inclusive–, de pro-
poner normas metodológicas que enseñen a realizar
Ahora bien, cualquiera que sea el criterio aplica-
esas etapas del proceso del conocimiento histórico.
do en la investigación –datos seriados o datos repre-
Conviene añadir a esto último, que la ya dudosa po-
sentativos–, el historiador verá imperar ahora las exi-
sibilidad de enseñanza en este terreno choca con los
gencias propias del discurso histórico, cuyas parti-
efectos de una enseñanza que exime al estudiante de
cularidades, subordinadas a la finalidad de transmi-
todo esfuerzo de elaboración conceptual. El hábito
sión de conocimiento, le obligarán a buscar una zona
de la memorización, celosamente cultivado por ella,
intermedia entre el dato representativo excesivamen-
conduce a la franca impotencia del estudiante y del
te aislado y la fastidiosa inclusión de largas series de
investigador novel para hallar algún tipo de dificul-
datos. El dato aislado, por representativo o típico que
tad digna de investigarse en el conjunto de informa-
sea, difícilmente logra abonar suficientemente la ge-
ciones de que dispone. Más aún, colocados ante un
neralización, aunque se le envuelva en los tradicio-
cierto número de datos, les será en extremo difícil
nales expedientes retóricos, destinados a hacerlo apa-
llegar al plano de la generalización conceptual.
recer como parte de un nutrido conjunto de datos no
citados. En cuanto a las series, éstas encierran el pe- Si bien no existen fórmulas metodológicas que
ligro de hacer demasiado difusa la demostración, ade- resuelvan la situación, como hemos dicho, sí es posi-
más de tediosa, lo cual es pequeño pecado en el dis- ble proponer una serie de ejercicios básicos y de pro-
curso histórico. cedimientos cuyo dominio puede facilitar la tarea de

2 En los agregados de datos corrientemente presentados como «historia», se suelen ignorar los requisitos metodológicos relativos a la «tipicidad del
dato». Prescindiéndose de toda consideración acerca de la relación entre esa tipicidad y el carácter seriado de los datos, se dan como típicos o
característicos datos referidos a hechos aislados, o se presume su condición de típicos sin demostración apropiada. La mecánica del agregado de datos
es en esto muy elemental: se halla un dato acerca de cuya condición de típico o característico nada se sabe, y se «razona» de esta manera: puesto que
ocurrió el caso a que tal dato se refiere, cabe pensar que no fuera único y que «a veces» se presentaban otros semejantes. Es posible entonces, «afirmar»
que tales situaciones ocurrían. Al redactar, se enuncia primero la «generalización», precedida de un «a veces» o de un «frecuentemente» (los más
prudentes dirán «en algunas ocasiones»), y como único apoyo se transcribe el único dato de que se dispone. El abuso de este juego llega a ser insultante
para la razón: todo un discurso compuesto de la suerte. Nunca insistiríamos demasiado en cuán alerta debe estar el historiador ante este peligro: los datos
«solicitan» la generalización y no es difícil caer en la tentación de formularla, y no siempre el tener conciencia del peligro es suficiente para prevenirlo.
Basta un gramo de autocrítica para admitirlo así.

61
Germán Carrera Damas

estudiantes e investigadores noveles. No hay contra- refieren, ya específicamente, al tratamiento de los te-
dicción en lo dicho, y quizá sólo porque la utilidad de mas, en su estructuración planificada. Tienen por
esos ejercicios se halla en relación con la malforma- objeto mostrar un poco la posible vía para pasar del
ción del estudiante a que nos hemos referido. De allí resultado provisional de las etapas del estudio histó-
que, cuando el interesado los practica, de hecho se rico que hemos denominado «de formación y acopio
está enfrentando a la prueba que le ayudará a tener de datos» y «de agrupación y ordenación de datos»,
conciencia de si sus aptitudes le permiten o no el ejer- a la generalización compatible con el conocimiento
cicio de la investigación histórica. histórico, eludiendo la formación de simples agrega-
dos de datos. Para ello ideamos un esquema que as-
Cabe distinguir dos niveles en estos ejercicios y
pira a mostrar gráficamente el proceso (apéndice C).
procedimientos: unos corresponden específicamente
No hay lugar para exagerar las virtudes de estos ejer-
a la obtención y elaboración de los datos, y otros al
cicios y procedimientos. Restringiéndolos a la condi-
discurso que habrá de integrarlos.
ción de meros auxiliares, implican un discreto acata-
Los ejercicios que se sitúan al nivel de la obten- miento de la que parece ser moraleja de toda metodo-
ción de los datos tienen por objeto rodear estos últi- logía: da buenos resultados cuando se la aplica bien
mos de un mínimo de seguridades que los haga útiles y con capacidad creadora.
para la interpretación. Son de sobra conocidos los
requisitos del tratamiento crítico de los datos, y es
fácilmente perceptible el peso que en ese tratamiento
crítico corresponde a la capacidad de interpretación Conocimiento histórico
y de análisis. Por esta última razón, los ejercicios Superada la concepción de ese conocimiento como
propuestos no tienen otro sentido que el de propor- simple acumulación de información acerca de hechos
cionar instrumentos cuyo producto final depende pre- y procesos, no se le puede ver sino de acuerdo con
cisamente de tal capacidad, pero que como técnicas las características generales del conocimiento cientí-
están al alcance del estudiante en general. Sin des- fico. Igualmente, la investigación histórica se asimi-
cartar, tampoco, la posibilidad de que su práctica lará en su sentido básico a la investigación científica.
constante estimule el desarrollo de esa capacidad, fre- Trátese de comprender, de explicar o de interpretar;
cuentemente ignorada por el propio estudiante en ra- propóngase el investigador hallar leyes generales o
zón de su deformación memorizadora. tendencias de determinados momentos históricos, es
Estos ejercicios, cuya finalidad es el aprender a claro que su objetivo será siempre superior a la acu-
obtener datos con un mínimo de fidelidad a la fuente, mulación de información y cercana, en mayor o me-
permiten igualmente conjugar los procedimientos fun- nor grado, de los propósitos del conocimiento cientí-
damentales de la crítica externa y de la crítica inter- fico. Igualmente, al tener como finalidad la amplia-
na, en una sola operación que para fines pedagógi- ción del conocimiento histórico así entendido, coin-
cos disociamos en tres etapas: a) La presentación re- cide con los fines de la investigación científica en su
sumida de un texto; b) El resumen analítico de un sentido más vasto. De acuerdo con los criterios his-
texto, y c) El análisis crítico del mismo (véase el apén- toriográficos, sólo faltaría el requisito de contempo-
dice A). En cuanto a los procedimientos que se si- raneidad para que pueda calificarse de crónica el pro-
túan al nivel del discurso histórico, éstos tienen una ducto historiográfico que no supera el nivel de la acu-
doble meta: unos, tienden a proporcionarle al estu- mulación de información relativa a un fenómeno his-
diante puntos de referencia para la que podríamos tórico. Por eso se designa esta elaboración historio-
denominar identificación de su tema de estudio, aso- gráfica como historia narrativa, en contraposición con
ciando esa identificación con ciertos esquemas meto- otro tipo de historia, la interpretativa, cuyos funda-
dológicos muy generales que pueden servirle como mentos metodológicos no han sido objeto todavía, en
guías para la búsqueda del esquema definitivo, el cual, la historiografía venezolana, de una formulación or-
como hemos visto, se halla supeditado a la capaci- gánica.
dad de descubrir relaciones entre los datos. Para este Existe la insatisfacción causada por la historio-
fin hemos adaptado una clasificación de los temas de grafía narrativa, y se siente la necesidad de la inter-
la investigación documental que los reúne en cuatro pretativa, pero aún no se ha logrado realizar el cam-
grupos básicos: biográfico, morfológico, comparati- bio en la medida que sería deseable.
vo y cuadro, con la pretensión no demasiado exage-
rada, de que casi todos los temas a investigar corres-
ponden a uno de esos tipos o a una combinación de
ellos (véase apéndice B). Otros procedimientos se

62
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

Filiación, agregados de datos y conocimiento Filiación, agregados de datos y progreso


histórico científico en historia

La insatisfacción a que nos hemos referido, se ha La acción conjunta de la práctica de la filiación y


traducido en la búsqueda de remedios capaces de de la obsesión de los orígenes, ha producido entre
transformar los resultados de la historiografía tradi- nosotros una manera de historiar, generalmente se-
cional, marcadamente narrativa. Han sido varios los guida, a la que bien conviene el mote de «historia de
remedios propuestos. tijera y goma», empleado en la historiografía univer-
sal. Dicha mnera de historiar consiste en seleccionar
Históricamente, el primero de ellos fue la afirma-
un tema y buscar todos los datos sobre él. Veamos
ción de una intención filosófica en el quehacer
someramente el procedimiento:
historiográfico, de acuerdo con modernas concepcio-
nes de la historia, y desembocó en la determinación La selección del tema ya refleja las carencias de
de la causalidad de los hechos históricos. Fue el mo- la historiografía tradicional, por cuanto rara vez no
mento de auge de todos los determinismos imagina- saldrá del arsenal de temas clásicos tratados por esa
bles. Siguió, aunque guardando cercano parentesco historiografía. Se repiten así, una y mil veces, los
con ese remedio, uno imbuido de la obsesión de los mismos estudios sobre los mismos temas.
orígenes, en forma de establecimiento de la filiación
La operación de «buscar todos los datos» suele
exhaustiva de los fenómenos estudiados, con el pro-
consistir en la indagación bibliográfica de todo lo di-
pósito de marcar el carácter de proceso de los fenó-
cho sobre la materia, concediendo la condición de dato
menos históricos, y con el resultado de que el tema
a los juicios historiográficos. No es raro que la bús-
investigado solía verse abrumado por una larguísima
queda se detenga allí, y dé como resultado una refun-
serie de antecedentes que, de tan remotos que llega-
dición historiográfica. Pero en ocasiones se incorpo-
ban a ser, difícilmente guardaban alguna relación sig-
ran algunos documentos hasta entonces inéditos o
nificativa con él.
poco conocidos.
En el fondo de estas preocupaciones ha estado
Los resultados son obvios: una mera actualiza-
presente una inspiración documentista, produciéndose
ción o balance del estudio del tema. Pero, ello no im-
la creencia de que la búsqueda de documentos inédi-
pedirá que se considere obra histórica, e incluso me-
tos y su incorporación al discurso histórico significa,
ritoria, la reconstrucción y ensamblaje, por ejemplo,
automáticamente, hacer conocimiento histórico, pues
de todo lo dicho hasta el presente acerca del proceso
éste se vuelve sinónimo de información histórica. El
y ejecución del general Manuel Piar, con el añadido
resultado ha sido la producción de obras que, posee-
de uno que otro parecer del autor, quien, incluso,
doras de un alto valor documental, no han logrado,
puede llegar a tener la ingenua convicción de que está
sin embargo, transformar la historia narrativa en in-
«investigando» un tema virgen, cuando en realidad
terpretativa, por cuanto el tratamiento de que son
lo que hace es exhibir su pobreza de recursos como
objeto dichos documentos no consigue superar el
historiador incapaz de ver «dificultades», de plantear-
molde tradicional de la narración. Es cierto que el
se y resolver problemas de verdadero interés. Ese tipo
descubrimiento de ricos fondos documentales, y la
de «historiador» seguirá «descubriendo» cada cierto
obtención de muchos e interesantes datos mediante el
tiempo los más trajinados temas, sin proponerse ja-
estudio de los testimonios en ellos contenidos, han
más una hipótesis propia, temeroso de no verla res-
dado origen a una mejor información histórica, por
paldada por alguna lectura de autoridad.
cuanto han permitido nutrir y extender la filiación de
los fenómenos estudiados; pero es cierto, también, En nada cambiaría el resultado, desde este punto
que no han conducido a la elaboración de conocimien- de vista, si el estudio estuviese fundado íntegramente
to histórico propiamente dicho, por cuanto la presen- en documentación hasta entonces desconocida. En este
tación de esas filiaciones laboriosamente estableci- caso, se habrá ensanchado la información histórica,
das suele quedarse en agregados de datos, narrados pero no habrá adelantado el conocimiento histórico
mas no interpretados. si no se consigue superar el límite de los simples agre-
gados de datos. Se hará conocimiento histórico en la
Este ha sido el saldo de los esfuerzos renovado-
medida en que se consiga ensanchar la frontera del
res, creemos, porque no se trata de un problema de
conocimiento científico de los hechos mediante su
erudición sino de metodología. Mientras no se resuel-
comprensión e interpretación, y en la medida, tam-
van las dificultades del tránsito a la generalización –
bién, en que se logre revelar la naturaleza de tales
que ya hemos apuntado–, poco significará cualitati-
hechos al descubrir su estructura y su dinámica, ex-
vamente la exploración de los fondos documentales.
plicándolas con arreglo a conceptos que sólo pueden

63
Germán Carrera Damas

alcanzarse mediante la generalización hecha a partir Faltan, en suma, factores aglutinantes de esa multi-
de los datos obtenidos. plicación de datos. Ahora bien, esos factores
aglutinantes, en el orden del conocimiento histórico,
Así, ensamblar todo lo conocido acerca de un fe-
no pueden provenir sino de un esquema de categorías
nómeno histórico no es hacer conocimiento históri-
históricas, el cual, a su vez, sólo puede ser elaborado
co, aunque dicho ensamblaje pueda ser útil para este
a partir de los datos que deberá aglutinar.
último fin. Es lo que explica por qué puede hacerse
conocimiento histórico, entre nosotros, mediante Se trata, en apariencia –pero sólo en apariencia–,
reelaboración crítica y metódica del volumen de da- de un círculo vicioso. Y esta apariencia se acentúa
tos ya conocidos, sin que esto quiera decir, en modo por la manera como se ha pretendido romper el cír-
alguno, que se deba detener la búsqueda de nuevos culo, es decir, mediante la «importación» de esque-
datos ni que tal búsqueda tenga un interés secunda- mas de categorías históricas. Tomados los moldes,
rio. se procede a llenarlos con los materiales acumulados
y se produce una historia con calificativo acorde con
Quiere decir, tan sólo, que los datos ya conoci-
la concepción histórico–filosófica que profesa el his-
dos, por figurar mayormente en simples agregados
toriador.
de datos, son susceptibles de interpretación y com-
prensión, siempre y cuando se les haya obtenido con Fácilmente se aprecian dos de las principales fa-
arreglo a las normas metodológicas básicas que ya llas de este procedimiento: unas veces será necesario
hemos mencionado. Conviene señalar de inmediato recortar o extender los hechos para hacerlos encajar
que esta legítima reelaboración historiográfica difie- en el molde; otras no habrá en absoluto posibilidad
re mucho de la historia de «tijera y goma». La de hacer tal cosa, en razón de la enorme distancia
reelaboración es posible precisamente por el vicio de existente entre continente y contenido. En este último
los agregados de datos, y se legitima por su naturale- caso, el problema se relega al fondo de los grandes
za crítica, metódica, interpretativa, bien diferente de temas sin estudiar, o se le escamotea del todo me-
los usuales ensamblajes bibliográficos que produce diante denominaciones de escandalosa arbitrariedad:
la historia de «tijera y goma», estéril, farragosa y, a si el caudillismo es feudalismo, la hacienda es un feu-
veces, fraudulenta. do, el hacendado un señor feudal y el peón un siervo,
etc.
Pero, semejante procedimiento se funda en una
Un posible obstáculo al adelanto científico en marcha que es inversa a la que debe seguir la investi-
historia gación científica: va de la categoría aprendida al he-
Lejos de nosotros la pretensión de haber des- cho por conocer, pero, además, con el propósito de
cubierto la razón de la dificultad que encuentran encuadrar el hecho nuevo dentro de la categoría, con
muchos historiadores venezolanos para superar el renuncia, ab origine, de toda posibilidad de definir
nivel de los agregados de datos, suponiendo que fue- una categoría a partir de los hechos, en razón misma
se una razón. Sin embargo, la experiencia docente y de su particularidad o novedad. Aparentemente, nada
el estudio historiográfico hacen que nos inclinemos a de censurable hay en esta marcha de lo conocido ha-
creer que esa dificultad puede guardar relación con cia lo desconocido. Pero sí lo hay cuando la incorpo-
dos de las que hemos definido como características ración de lo desconocido significa despojarlo de sus
de la historiografía venezolana: despreocupación particularidades para hacerle entrar forzosamente en
metodológica y escasa elaboración conceptual.3 Bas- los esquemas categoriales conocidos. Al proceder así,
tante nos hemos ocupado ya de lo tocante a la meto- se bloquea la perspectiva de desarrollo del conoci-
dología. Importa, ahora, que nos ocupemos de la se- miento, y el investigador podrá colocarse en la falsa
gunda característica y de sus manifestaciones. situación de quien intenta intervenir un reloj con una
llave inglesa, ignorando la elemental relación que debe
Desde este último punto de vista, puede decirse existir entre el objeto del conocimiento y los instru-
que la historiografía venezolana presenta el aspecto mentos que este último emplea y más todavía, que es
de un gran volumen de información desarticulada, en el objeto el que determina las características del ins-
cuanto intentemos apreciar en esa información otro trumento.
orden que no sea el cronológico, tan útil para la na-
rración. Es decir, contamos con un crecido número
de datos que, en gran parte, no hemos conseguido
integrar en estructuras que nos permitan conocer los 3 Véase Germán Carrera Damas, «Sobre la historiografía venezolana»
Historia de la historiografía venezolana (Textos para su estudio). Caracas,
momentos–hechos históricos de otra manera que no
Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central, 1961, pp.XXXIII–
sea la tradicional memorización o huera erudición. XXXVII.

64
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

En suma, no parecería errado pensar que la difi- cho–, las fuentes escritas, y que el historiador ha de
cultad en superar el estadio de los agregados de da- trabajar sobre todo con éstas. Tal sucede, en todo
tos pueda radicar en el temor a «crear» categorías caso, en la historiografía venezolana, la cual ha ex-
apropiadas al objeto de estudio, carciéndose con ello plorado poco otro tipo de fuentes, con excepción de
de los instrumentos necesarios a la generalización y las iconográficas y numismáticas, que han tenido al-
a la elaboración de conocimiento histórico. gún desarrollo en tiempos recientes.
Para el investigador, el tratamiento de un texto es
básicamente su utilización para los fines de una in-
Conclusiones vestigación, dejando de lado los fines no menos im-
1. Los agregados de datos constituyen la presen- portantes aunque diferentes de conservación y difu-
tación de los resultados obtenidos en el curso de la sión del mismo. Es decir, el texto se presenta funda-
investigación histórica, una vez que se han comple- mentalmente como una veta de datos potenciales, que
tado las etapas de formación y acopio de datos, y de se actualizan en función del interés del investigador
agrupación y ordenación de los mismos. Consiste, por y de su respaldo cultural general –en su más
lo tanto, en la presentación como resultado final de ampliosentido– y específico referido a la materia que
la investigación de lo que tan sólo es una etapa pre- investiga.
via a la redacción del discurso histórico entendido Más la posibilidad de actualización de los datos
como elaboración de conocimiento. depende de una suerte de procedimientos neutro, apli-
cable a todo documento escrito, que permite locali-
2. El mérito de los agregados de datos queda limi-
zar los datos y formarlos con fidelidad y rigor, ha-
tado a su utilidad para una posterior elaboración de
ciéndolos buenos para posterior interpretación. Este
conocimiento, una vez que se les someta a interpreta-
procedimiento neutro podría denominarse lectura de
ción. Esa utilidad depende, básicamente, del rigor
un texto, y consiste en una operación de fases tan
metodológico que se haya puesto en la obtención y
estrechamente interrelacionadas que sólo por interés
en el tratamiento de los datos.
pedagógico podría justificarse su descomposición.
3. La presentación de los agregados de datos como
conocimiento histórico se halla relacionada con la Para el historiador la lectura de un texto consiste
confusión, presente en la historiografía venezolana, en una múltiple operación de referencia de lo leído a
entre filiación y explicación. un interés determinado, pero no con un fin de apren-
dizaje sino de construcción de una estructura en la
4. El trazado de la línea evolutiva de un proceso cual lo leído ha de integrarse al proporcionar elemen-
o fenómeno histórico (filiación), es necesaria para su tos o materiales apropiados. Ahora bien, esos mate-
explicación, pero no constituye, propiamente, esta úl- riales suelen no ser directamente aprovechables: es
tima. necesario afinarlos mediante un procedimiento críti-
5. Tanto los agregados de datos como la explica- co que los despoja de adherencias inconvenientes y
ción (entendida ésta como conocimiento histórico) son que determina su resistencia. La realización de estas
instancias metodológicas características y relaciona- pruebas a que se somete el material competen al con-
das entre sí, que exigen tratamiento apropiado. junto de procedimientos conocidos como crítica ex-
terna y crítica interna, que son eficaces auxiliares del
6. No debe descartarse la posibilidad, en las con- complejo, decisivo en toda operación crítica, al cual
diciones propias de los estudios históricos en Vene- deben concurrir en toda su intensidad el sentido his-
zuela, de coadyuvar mediante ejercicios y procedi- tórico, la capacidad crítica y la formación metodoló-
mientos adecuados a la solución de las dificultades gica e ideológica del historiador, siendo estos últi-
planteadas por la generalización. mos factores los que condicionan la eficacia de los
7. Quizá deba buscarse la razón de esas dificulta- procedimientos mencionados.
des, fundamentalmente, en una defectuosa marcha del En otras palabras, el historiador no sólo ha de ser
conocimiento científico, y en el miedo a la definición capaz de leer y comprender lo leído, sino que ha de
de categorías. poder captar lo fundamental, y ha de ser capaz de
desentrañar la estructura de la cual forma parte el
Apéndice A
elemento fundamental seleccionado por él, puesto que
El tratamiento de los textos es la operación pri- de la relación con la estructura y de la logicidad de
maria de la investigación histórica. Si bien es cierto ésta puede colegirse gran parte de la solidez de lo
que el concepto de fuentes históricas las admite no seleccionado.
escritas, no lo es menos que predominan –y con mu-

65
Germán Carrera Damas

La experiencia docente demuestra que una alta Igualmente hallan dificultad en la recolección de
mayoría de egresados de la educación secundaria no las ideas fundamentales que deben incorporarse al
está en aptitud de realizar tales operaciones, y mu- resumen, mostrando tendencia a recoger ideas de es-
cho menos de realizarlas por la simultaneidad, la pre- casa significación o desarrollos francamente comple-
cisión y la rapidez exigida por la labor del historia- mentarios.
dor. Como un estímulo al desarrollo de esa aptitud
Para estos ejercicios se escogen textos breves,
hemos propuesto desde 1959 una serie de ejercicios,
densos y de lenguaje rico. Preparan para la elabora-
introductorios al estudio de la técnica de la investi-
ción de fichas de resumen y mixtas, en el proceso de
gación documental en la Escuela de Historia de la
formación y acopio de datos.
Facultad de Humanidades y Educación de la Univer-
sidad Central de Venezuela. Dichos ejercicios están
estrechamente relacionados entre sí, como hemos di-
cho, y, corresponden a operaciones que ya en la prác- Ejercicios de resumen analítico
tica profesional han de ser realizadas simultáneamen- Este tipo de ejercicio está destinado a facilitar el
te. Los denominamos tentativamente así: presentación descubrimiento de la estructura ideológica de un tex-
resumida, resumen analítico y análisis crítico. to, estableciendo su estructura ideológica real, que
puede coincidir o no con la que el autor creyó cons-
truir. Así, el estudiante deberá responder a la pre-
Ejercicios de presentación resumida gunta: ¿qué se propuso decir o demostrar el autor?,
componiendo con las ideas manejadas por dicho au-
Consisten en dar testimonios de las ideas conteni-
tor, fielmente recogidas, la estructura de su propia
das en un texto, mediante un resumen que se ajuste a
demostración. Esas ideas deberá disponerlas en for-
su estructura de tal manera que permita conocer el
ma de un plan de trabajo común, estableciendo la idea
original lo más completa, resumida y fielmente posi-
central o directriz, las ideas principales, las secunda-
ble. Tiende a corregir las viciosas formas de «lectu-
rias, etc. Para estos ejercicios deben escogerse textos
ra» y de «asimilación» que, frecuentemente, no son
cuya estructura ideológica no sea clara, que susciten
otra cosa que mala comprensión y tergiversación de
problemas de interpretación. El estudiante deberá jus-
lo leído, desarrollando al mismo tiempo la primera
tificar la suya mediante el rigor lógico de la estructu-
de las aptitudes del historiador: poder dar testimo-
ra que logre construir.
nios, antes de intentar estudiarlos. Los ejercicios es-
tán rodeados de ciertas normas, con el fin de impo- La dificultad principal de este tipo de ejercicio, y
nerle al estudiante un esfuerzo de síntesis cuidadosa: de allí su valor formativo, consiste en que frecuente-
mente es necesario reducir las ideas, tanto la central
1) Deben ser breves. Su extensión se determina
como las principales, y darles una formulación ade-
proporcionalmente a la extensión y a la naturaleza
cuada. Tiende, pues, a estimular la capacidad de re-
del texto propuesto (extensión máxima: 10 a 15 por
ducir a concepto los desarrollos y ejemplos. En este
ciento).
sentido señalamos que el mayor escollo con que tro-
2) Empleo de un lenguaje personal, reduciendo piezan los alumnos, en la realización de este tipo de
al mínimo indispensable las transcripciones textua- ejercicio, consiste en el escaso desarrollo de su capa-
les. cidad de abstracción. Tienden a razonar con imáge-
nes y ejemplos, presentados de manera narrativa.
3) Empleo de la primera o la tercera persona
verbal, al redactar la presentación resumida.
Se vigila particularmente la fidelidad de las ideas Ejercicios de análisis crítico
resumidas con respecto al original, la amplitud de la
presentación resumida en cuanto a la visión del ori- Tienen por objeto estimular el espíritu crítico de
ginal que permite formarse, y la corrección del len- los alumnos y encauzar la expresión de su crítica con
guaje. arreglo a ciertas normas mínimas que contraríen el
hábito de emitir opiniones desordenadamente. Al mis-
Cabe anotar, como una prueba más de la defec-
mo tiempo, se proponen inculcarles la noción de crí-
tuosa formación proporcionada por la enseñanza se-
tica estructural, con el fin de procurarle al ejercicio
cundaria, que este tipo de ejercicio es considerado
crítico el mayor grado posible de objetividad.
sumamente difícil por la mayoría de los estudiantes,
quienes fallan sobre todo en la comprensión de las El alumno deberá ocuparse, en primer lugar, de
ideas y en su fiel expresión resumida. establecer con todo cuidado la estructura ideológica
del texto tal como la erigió el autor. Logrado esto,

66
Agregados de datos, filiación, explicación, generalización y ...

procederá a estudiarla críticamente, apreciando el ri- ducción, de la interpretación que se le da; una explo-
gor lógico de la demostración, la propiedad de los ración bibliográfica adecuada; la adquisición de la
ejemplos, la correspondencia de las conclusiones, etc. información necesaria; la formación de una idea cen-
Es decir, se esforzará por captar la dinámica de la tral apropiada a la interpretación del tema, y la cons-
estructura ideológica para valorar su funcionamien- trucción del plan correspondiente. En suma, se trata
to. de efectuar un estudio histórico sin llegar a la redac-
ción del discurso.
El ejercicio será presentado en forma de una serie
de notas críticas ordenadas lógicamente en un plan Se pone énfasis, particularmente, en el contenido
compuesto según un criterio visible y justificado. Pre- ideológico del plan, en su rigor lógico y en su funcio-
para para la valoración crítica, interna, de los testi- namiento. Los ejercicios versan sobre los siguientes
monios. Un e ejercicio semejante puede hacerse a tipos de tema:
partir del resultado del resumen analítico.
Reiteramos que se trata de ejercicios eminentemen-
te formativos. No se proponen enseñar una determi- Tema biográfico
nada manera de realizar las operaciones a que se re-
Trata de la elaboración del plan de una biografía.
fieren. Sirven como estímulo para despertar y desa-
Para contrariar la tendencia narrativa, tan arraigada
rrollar el sentido de objetividad, la capacidad de aná-
en el alumno, se desecha la forma clásica del recuen-
lisis y de síntesis, y para fomentar el espíritu crítico.
to cronológico y se exige una estructura ideológica
Para ello se combate la tendencia a la apreciación
que permita formular una idea central, objeto de la
apresurada, a la defectuosa captación de lo leído y a
demostración. Se respeta, sin embargo, la cronolo-
su expresión desordenada, creando conciencia de es-
gía imprescindible a la biografía, en el sentido de que,
tos defectos y proponiendo puntos de referencia para
cualquiera que sea la estructura del plan propuesto,
los esfuerzos orientados a corregirlos. A la larga, el
debe permitir la reconstrucción de la vida del
alumno formará su propio estilo de trabajo, pero ajus-
biografiado.
tado a cierto rigor básico.

Tema morfológico
Apéndice B
Tiene por objeto el estudio de la evolución histó-
Consecuente con su formación escolar, el alumno
rica de una forma social, política, cultural, económi-
emplea la narración para desarrollar cualquier tipo
ca, etc. Rigen para él criterios semejantes a los esta-
de tema que se le proponga. Incapacitado para dis-
blecidos para el tema biográfico, pero con mayor én-
tinguir las particularidades de los temas, encuentra
fasis en el análisis.
dificultades frecuentemente insuperables en formar
un plan de trabajo acorde con esas particularidades.
Como una ayuda a la superación de esta falla, Tema comparativo
hemos adaptado la conocida clasificación de los te-
mas generalmente aplicada por la escuela francesa, Consiste en comparar dos o más términos. Para
completándola con un conjunto de pautas que tienen ello se establece un método que tiende a combatir la
por objeto encauzar el esfuerzo de los estudiantes. forma tradicional y viciosa de la comparación, que
Para ello proponemos la realización de series de ejer- consiste, generalmente, en estudiar por separado cada
cicios, de complejidad creciente, que imponen al alum- uno de los factores de la comparación y en reservar
no la obligación de estructurar, en breve tiempo, el el intento comparativo para una especie de conclu-
plan apropiado para el desarrollo de diversos temas. sión.
Todo el ejercicio consiste en construir el plan con arre- El método propuesto consiste en establecer, por
glo a normas establecidas al efecto, expresando en vía del análisis y de la síntesis, una línea de proble-
cada una de sus partes y subpartes, de manera resu- mas o de situaciones comunes a los términos de la
mida, las ideas que habrían de desarrollarse en caso comparación, y en confrontar, con respecto a cada
de efectuarse la investigación. uno de los puntos de esa línea, las respuestas ofreci-
La realización de este tipo de ejercicio impone al das por dichos términos, entendiéndose que éstas pue-
alumno un esfuerzo que consiste en: la captación del den ser coincidentes o divergentes, y que incluso la
sentido del tema propuesto –cuya formulación se hace ausencia de respuesta explícita es ya una manera de
deliberadamente vaga–; la justificación, en la intro- responder. El todo regido por una idea central que

67
Germán Carrera Damas

condensa el sentido más general o característico de pótesis de trabajo obtenida mediante la asimilación
la comparación. de esa información y la reflexión crítica sobre ella.
Al final de esta fase habrá llegado a un punto de con-
densación que representa la idea central o directriz
Tema cuadro que regirá el proceso de demostración. Dicha idea
central o directriz habrá de exponerse someramente
Tiene por objeto la construcción del panorama en la introducción del plan de trabajo. El proceso de
general de un momento histórico, mas no se trata de la fundamentación consiste en desandar metódicamen-
una simple descripción. Para ello se debe formular te el camino seguido un tanto caóticamente en la ope-
una idea central contentiva de la característica fun- ración de asimilación y reflexión, pues ahora el in-
damental o más general del cuadro a construir, y cada vestigador se enfrenta a la tarea de fundamentar la
uno de los aspectos estudiados debe quedar enmarcado idea central o directriz, sometiendo a comprobación
en esa idea central, o presentar con respecto a ella su hipótesis de trabajo en una demostración a partir
diferencias parciales que deben justificarse sin inva- de pruebas que se dispone lógicamente en las partes
lidar la idea central. del plan de trabajo. Realizada esta tarea, se procede
Este tipo de ejercicio conlleva la triple dificultad a una nueva condensación que tiene por objeto ofre-
de seleccionar los componentes del cuadro histórico; cer una síntesis de la fundamentación que ocupa en
de respetar la secuencia cronológica de los hechos, si el plan de trabajo el lugar de las conclusiones parcia-
el cuadro abarca un lapso más o menos extenso; y de les, las cuales a su vez culminan en una conclusión
velar por el respeto de las características de la uni- general que se enlaza con la idea central o directriz,
dad del hecho histórico, que ya hemos apuntado. En en una correspondencia que representa en realidad la
una etapa superior, se propone la realización de te- culminación de todo el proceso demostrativo, el cual
mas que combinen los que hemos expuesto somera- es enunciado en la introducción como un propósito,
mente; sobre todo las combinaciones de temas bio- pero sólo después que ha tenido realización, ya que
gráfico y cuadro, morfológico y cuadro, biográfico y la introducción es la última fase del discurso, en la
morfológico, etc. En todo momento debe tenerse pre- cual se enuncia lo que se pretende hacer cuando ya
sente el cuidado de combatir en el alumno la tenden- ha sido hecho.4
cia a la adopción de modelos, al uso de meros enun-
ciados en vez de ideas resumidas y a la narración.

Apéndice C

No sin grandes vacilaciones nos atrevemos a pro-


poner el siguiente diagrama del proceso general de
elaboración de un plan de trabajo para la realización
de cualquiera de los temas mencionados en el apén-
dice B. De allí que creamos necesario advertir de in-
mediato que ese diagrama ha sido deducido del aná-
lisis de los muchos planes de trabajo realizados en
cátedra y del examen de los procedimientos seguidos
por sus autores.
El diagrama aspira a presentar la corresponden-
cia que creemos existe entre las diversas fases de la
indagación y los componentes del plan de trabajo. Su
funcionamiento es el siguiente:
Al iniciarse la operación, el investigador del tema
propuesto dispone de un volumen de conocimientos
compuesto de conocimientos generales y de conoci-
mientos específicos relativos al tema que indaga. A
partir de esta base se desarrolla la búsqueda de nue-
va y más completa información sobre el tema, la cual
constituye un proceso para llegar a la idea central o 4 Cuestiones de historiografía venezolana. Colección Avance, No. 7.
directriz, es decir, a la concepción general de la hi- Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central, 1964.
El oficio de historiador, Capítulo 4, Siglo XXI de España Editorires,
Septiembre de 1994, pp. 88-157.

Enrique Moradiellos

Introducción a las técnicas de


trabajo universitario

En las páginas que siguen se ofrecen una serie de cación práctica. La bibliografía recogida al final de
consejos orientadores y recomendaciones sobre las este apartado contiene un número suficiente de obras
distintas técnicas y métodos de trabajo habituales en que permitirían a quien lo deseara una mayor
la enseñanza y estudio universitario de la historia. profundización en los distintos asuntos aquí tratados
Su intención no es otra que facilitar al estudiante la y abordados.
plena compresión de dichas técnicas y el progresivo
dominio en el ejercicio práctico de las mismas. Se
conciben, por tanto, como elementos auxiliares para I. TÉCNICAS DE IDENTIFICACIÓN Y REFEREN-
ayudar al estudiante en su labor de lectura y aprendi- CIA BIBLIOGRÁFICAS
zaje individual y en su realización de las tareas plan-
teadas en los seminarios y clases prácticas. Tales téc- El conocimiento de las técnicas de identificación
nicas y métodos de trabajo universitario son los rese- y referencia bibliográficas resulta imprescindible para
ñados a continuación: cualquier estudiante universitario. Gracias a ellas,
contamos con un mecanismo reglado y universal para
buscar información sobre todo lo que haya podido
I Técnicas de identificación y referencia biblio ser publicado o esté disponible del tema de nuestro
gráficas. interés en cualquier formato: libro, articulo de revis-
ta, actas de conferencias o congresos, periódico o re-
II Elaboración de fichas bibliográficas y fichas
vista particular, etc. El dominio de esas técnicas cons-
de lectura.
tituye una condición necesaria para el uso óptimo de
III Pautas básicas de comentario de textos histó todos los recursos y facilidades ofrecidos por las bi-
ricos. bliotecas públicas y universitarias y por las
hemerotecas (repositorios donde se custodian los dia-
IV Pautas básicas para el comentario de gráficos
rios y publicaciones periódicas). Es también un re-
históricos y documentos estadísticos.
quisito fundamental para entender y poder utilizar la
V Pautas básicas para el comentario de mapas bibliografía adjunta al programa de cualquier asig-
históricos. natura. No cabe, por tanto, concebir un estudiante
universitario de Historia que desconozca esas reglas
VI Esquema básico para la reseña de libros de his
básicas y los códigos de citación y localización bi-
toria.
bliográfica.
VII Esquema para la redacción de un trabajo de
La referencia de toda obra publicada siempre debe
curso.
aparecer escrita de acuerdo con unas normas de ci-
VIII VIII. Notas para iniciar la consulta archivística. tación universales. Su funcionalidad es básicamente
Dado que la intención de estas orientaciones es pragmática. Gracias a esas normas, todo lector po-
utilitaria, para hacer más fácil su seguimiento y com- tencial, incluso si es extranjero y desconoce la len-
presión las explicaciones teóricas sobre dichas técni- gua en la que está escrita la obra, tiene la posibilidad
cas y métodos van acompañadas de ejemplos de apli- de entender la referencia y buscar la publicación a
Enrique Moradiellos

través de los catálogos de las bibliotecas. Estos catá- Eco, Umberto, Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedi-
logos pueden ser de dos tipos: catálogo de autores y mientos de investigación, estudio y escritura, Barcelona,
catálogo de materias. Gedisa, 1982, 267 pp., 3ª ed. Edición original italiana, 1977.
Traducción de Marta Rourich.
En el primer caso, las fichas que recogen los fon-
dos disponibles en la biblioteca están ordenadas Preston, Paul, La destrucción de la democracia en España.
Reacción, reforma y revolución en la Segunda República,
alfabéticamente, tomando como principio de ordena-
Madrid, Turner, 1978, 343 pp. Traducción de Jerónimo Gon-
ción el apellido de los autores. Es decir: un libro de zalo.
Manuel Tuñón de Lara habría que buscarlo en el apar-
tado «T». En el segundo caso, las fichas están clasi- 2. Si son varios los autores de un libro, sus nom-
ficadas por materias temáticas, normalmente siguien- bres aparecen separados por punto y coma y el últi-
do el C.D.U.(Clasificación Decimal Universal). Este mo precedido por una «y». Si fueran muchos los au-
tipo de catálogo es útil para conocer lo que guarda la tores, también podría aparecer sólo el primer nom-
biblioteca sobre un tema determinado dentro de la bre seguido de «y otros» o de la locución latina aná-
materia clasificada. Por ejemplo, lo que hay sobre loga et al. (por et alii). Si fuera una obra colectiva
«Historia de España: Edad Contemporánea» dentro de multitud de autores o respondiera a las actas de
del campo de «Historia». En las hemerotecas, los ca- un congreso, cabe introducir el título con la abrevia-
tálogos están organizados por orden alfabético (to- tura VV AA (varios autores) o reseñar directamente
mando como criterio el título del diario o revista: así el título de la obra.
el diario londinense The Times se encontraría en el Tuñón de Lara, Manuel; Valdeón Baruque, Julio, y Domínguez
apartado «T» y a veces también por procedencia geo- Ortiz, Antonio, Historia de España, Barcelona, Labor, 1991.
gráfica (tomando como criterio el lugar de publica-
Ubieto, Antonio y otros, Introducción a la historia de Espa-
ción: The Times aparecería en la sección «Prensa ña, Barcelona, Teide, 1970.
británica» o «Prensa londinense»).
VV AA, Tendencias en la historia, Madrid, Consejo Superior
La referencia bibliográfica se elabora de distinta de Investigaciones Científicas, 1988.
forma según que la obra sea un libro, un artículo de
Actas del I Congreso de Teoría y Metodología de la Ciencia,
revista, un artículo periodístico, etc. Así, a simple
Oviedo, Pentalfa Ediciones, 1982.
golpe de vista, podemos apreciar el tipo de obra que
es y cómo y dónde será posible localizarla. En todos 3. Si el libro, a pesar de ser un trabajo colectivo,
los casos, esa referencia debe proporcionar un míni- tiene un encargado de la edición o un director de la
mo de información que permita diferenciar la obra misma, se señala esta circunstancia añadiendo entre
de otras similares y conocer los datos básicos para la paréntesis las abreviaturas «ed.» (por «editor») o
identificación y búsqueda de dicha publicación. Ello «dir» (por «director»).
permite, por ejemplo, solicitar en una biblioteca un Burguiére, André (dir.), Diccionario de las ciencias históri-
ejemplar determinado de un libro objeto de varias cas, Madrid, Akal, 1992.
ediciones, pedir la fotocopia exacta de un artículo sin
Stern, Fritz (ed.), The Varieties of History. From Voltaire to
haberlo visto previamente, o requerir un número de
the Present, Londres, Macmillan, 1970.
revista donde sabemos que está recogido el artículo
que nos interesa. A continuación se ofrecen las nor- 4. Si la referencia muestra un artículo de un au-
mas para la correcta referencia bibliográfica de li- tor incluido en un libro que no es sólo suyo, se indi-
bros y artículos. cará el artículo entre comillas, seguido de la referen-
cia bibliográfica normal, a la que se le antepondrá la
1. En caso de un libro de autor individual, la re-
preposición «en» y se le añadirán al final las páginas
ferencia bibliográfica básica debe escribirse así en in
correspondientes al artículo.
listado bibliográfico: Apellido del autor (a veces, se
escribe en letras mayúsculas para destacar los Barrio Alonso, Ángeles. «A propósito de la historia social,
visualmente), Nombre o inicial, Título de la obra del movimiento obrero y los sindicatos», en Germán Rueda
subrayado. Con el subtítulo incorporado, lugar de (comp.), Doce estudios de historiografía contemporánea,
Santander, Universidad de Cantabria, 1991, pp. 41-678.
edición ( si no consta, se pondrá «s.l.»,sin lugar), edi-
torial o institución editora, año de publicación (si no 5. Si se trata de un artículo de revista, se consig-
consta, «s.a.», sin año). Una referencia más comple- nará el título entre comillas, seguido directamente por
ta añadiría las páginas (con su número seguido de p. el nombre de la revista subrayado, por el lugar de
O pp.) y el número de edición si no es la primera. Si edición paréntesis (excepto si es muy conocida y re-
fuera una traducción de una obra extranjera, añadi- sulta prescindible el lugar), por el número o volumen
ría la fecha de publicación original y el nombre del del ejemplar, por el mes o año de publicación, y por
traductor. Por ejemplo: las páginas exactas del artículo. Si se tratara de un

70
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

artículo periodístico, se mantendría el mismo mode- II. ELABORACIÓN DE FICHAS BIBLIOGRÁFI-


lo de cita pero añadiendo a la fecha el día de publica- CAS Y FICHAS DE LECTURA
ción.
Trabajar como universitario con libros y artícu-
Alted Vigil, Alicia. «El testimonio oral como fuente históri- los requiere leerlos con atención y reflexión. Esta ta-
ca», Perspectiva Contemporánea (Madrid), núm. 1, 1988, pp.
rea implica, por lo general, estar provisto de bolí-
155-162.
grafo y papel o fichas en blanco para tomar notas de
Tertsch, Hermann, «En la guerra todos cometen su contenido, registrar datos, fechas e interpretacio-
crímenes...»,El País (Madrid), 21 de septiembre de 1986, nes, hacer esquemas de su argumentación, extraer
p.6. citas textuales de las partes más significativas, etc.
Hay que subrayar que este modo de referencia de De ese modo, se realiza una verdadera lectura pau-
las publicaciones es el que tiene que aparecer en todo sada y meditada de la obra, mucho más profunda
listado bibliográfico donde el criterio de presenta- que una lectura superficial que no se detiene a pen-
ción sea alfabético. Por ejemplo: en el apartado final sar dos veces su contenido porque no tiene nada que
de un libro o trabajo, donde se recogen todas las obras sintetizar o escribir. Además, con éste tipo de lectu-
y artículos utilizados o consultados en su elabora- ra se logra obtener un resumen sintético y manejable
ción; en los repertorios bibliográficos sobre una ma- de la obra, que servirá para hacer consultas rápidas
teria dada; en las bibliografías de curso adjuntas al en el futuro y para recordar su contenido sin tener
programa, etc. Por eso se inicia la referencia por el que volver a leer por entero una obra que quizá ya
apellido, autor y propicia mejor una ordenación no sea accesible en el momento necesario. Las notas
alfabética variada (hay muchos menos «Martínez tomadas, si lo han sido correctamente, harán el pa-
Rodríguez» en el mundo que «Luises»). pel del libro o artículo de un modo más práctico y
operativo. Y serán más fáciles de utilizar (con su-
Sin embargo, cuando la referencia bibliográfica brayados, uso de colores para resaltar lo importante,
se ofrece en una nota a pie de página, o en un apar- etc.) a efectos de realización de trabajos de curso o
tado colateral al texto principal, el orden de presen- en la preparación de exámenes.
tación varia: se pone el nombre, o la inicial del nom-
bre, antes que el apellido y una obra citada, utilizada Resulta conveniente que el estudiante universita-
o consultada en particular para un punto del texto, rio organice su propio fichero de libros y artículos
sin tratar de integrarla en un listado bibliográfico más utilizados y leídos a lo largo de toda la carrera. Ello
amplio organizado alfabéticamente. Por eso no es permite formar una colección de referencias biblio-
necesario que anteceda el apellido al nombre y ni si- gráficas abundante y muy útil para el estudio de to-
quiera que éste se desarrolle por completo, para eco- das las asignaturas y para cualquier tarea profesio-
nomizar espacio. Véase el siguiente ejemplo de un nal futura (tanto si es docente como investigador).
texto que contiene una nota a pie de página. Procede El fichero será así un instrumento y medio de trabajo
de la introducción de Diego Catalán a la reedición siempre vivo, en proceso de crecimiento constante.
del libro de Ramón Menéndez Pidal, Los españoles En él se guardarán las referencias bibliográficas de
en la Historia, Madrid, Espasa Calpe, 1991, pp. 13- las obras leídas, consultadas o meramente recogidas,
14. Nótese que la nota remite a la página exacta de la que pueden tener valor y utilidad en cualquier oca-
obra específica donde se encuentran las expresiones sión u oportunidad venidera. Con ese método de fi-
textuales de Menéndez Pidal que reproduce Diego chaje, se evitarán posteriormente los lamentos del tipo
Catalán (para subrayar que son textuales y no una «me olvidé del autor y título que eran fundamentales
paráfrasis, van enmarcadas por comillas): para este tema» o «ya no me acuerdo quién trató este
asunto que ahora debo analizar».
En efecto, Menéndez Pidal, al comienzo de su exposición
de los «caracteres permanentes» del pueblo hispano, su- Tradicionalmente, la elaboración del fichero bi-
braya que no debe tenérseles por inmutables, toda vez que bliográfico particular era una tarea manual. Consis-
«no se trata de ningún determinado somático o racial, sino tía en rellenar una ficha pequeña de cartulina (de 7,5
de aptitudes y hábitos históricos que pueden y habrán de x 12,5 cm; por lo general, rayada o en blanco) con
variar con el cambio de sus fundamentos, con las mudan-
los datos bibliográficos de la obra consultada o leída
zas sobrevenidas en las ocupaciones y preocupaciones de
la vida, en el tipo de educación, en las relaciones y en las y colocarla en el archivador apropiado. Los archivos
demás circunstancias ambientales»3. Castro, por su parte, así formados podían ser de autores, organizados
se defiende contra la posible confusión de su interés {...} alfabéticamente, o de materias, clasificando la so-
bras por su tema o asunto (por ejemplo,
3 R. Menéndez Pidal, «Los españoles en la Historia. Cimas
«Romanización», «Industrialización», etc.) Las fichas
y depresiones en la curva de su vida política», en su Histo-
ria de España, I, Madrid, Espasa Calpe, 1947, p. X. eran pequeñas porque la información que debían con-

71
Enrique Moradiellos

tener no era muy grande y así era más fácil su uso Las fichas bibliográficas son uno de los tipos de
(por ejemplo, llevarlas en una carpetilla hasta una fichas que utiliza o puede utilizar el estudiante uni-
biblioteca para localizar los títulos). Y eran de cartu- versitario. Pero existen otros tipos de igual impor-
lina porque así no se doblaban y deterioraban con el tancia o mayor: las fichas de lectura, las fichas temá-
uso frecuente y era factible manejarlas sin proble- ticas, las fichas de citas textuales, las fichas de ideas
mas dentro del fichero (se deslizan mejor entre los y conceptos, las fichas de documentos o fuentes ori-
dedos que el papel fino). En la actualidad, el uso de ginales, etc. Su tamaño es siempre mayor que las bi-
ordenadores personales permite elaborar archivos bliográficas, para permitir anotar en ellas un texto
bibliográficos más fácilmente, gracias a los progra- más amplio y articulado. Normalmente, se usa la fi-
mas de base de datos y a la posibilidad de imprimir cha de cartulina de 16 x 22 cm. Rayado o en blanco.
sus contenidos cuando se desee. De todos modos, para Son preferibles al folio u otras hojas de papel por su
quien no disponga de tal instrumento, la ficha de car- mayor dureza y resistencia, que permite manejarlas
tulina sigue siendo un auxiliar agradecido. en un fichero más fácilmente (sin doblarse ni pegar-
se), sacarlas y situarlas donde convenga, comparar-
Dentro de la ficha, la referencia bibliográfica se
las y cotejarlas con otras, etcétera.
escribe normalmente de un modo reglado y unifor-
me, para facilitar su visión y comparación con otras La variedad de estos tipos de fichas no-bibliográ-
fichas. La ficha debe contener todos los elementos ficas es muy amplia. El uso de uno o varios tipos
imprescindibles de la referencia. En el modelo de fi- depende del interés y necesidades del estudiante y de
cha que se ofrece a continuación, se añaden entre la profundidad y alcance del trabajo propuesto. Des-
paréntesis los datos que pueden faltar en un listado de luego, la forma más común de estas fichas es la de
bibliográfico final pero que no está de más incluir en lectura o resumen.
nuestra ficha para ampliar información. Por ejem-
La ficha de lectura es el instrumento esencial e
plo, para saber si se trata de una obra extensa o corta
indispensable para recoger toda la información per-
(apreciando el número de páginas), si es antigua o
tinente de un libro o artículo que hayamos leído o
nueva (observando el número de edición y la fecha
consultado. Por lo general, en ella se recogen los da-
de edición original), etcétera.
tos bibliográficos de la obra en la parte superior, de
modo abreviado (pues las referencias completas las
tendremos en su ficha bibliográfica). A veces, basta
Apellidos y nombre del autor
con situar en la parte superior izquierda el nombre y
Título y subtítulo de la obra apellido del autor y parte del título de la obra. En el
resto de la superficie y en las fichas subsiguientes
Lugar, editorial, año (edición, páginas, etc.).
(numeradas en la parte superior derecha), se regis-
trará un resumen general del tema y contenido del
Al margen de esos datos, propios de la referencia libro, citas textuales de los pasajes más importantes
bibliográfica, podemos incluir en la ficha otras ano- (indicando mediante comillas su naturaleza de citas
taciones prácticas en el anverso o reverso de la mis- y entre paréntesis su página en el libro), datos, nom-
ma (quizá mejor en el reverso para no recargar la bres y conceptos que vayan apareciendo y se consi-
ficha por un solo lado). Por ejemplo, en qué bibliote- deren importantes y todo tipo de información u opi-
ca se encuentra la obra referida, cuál es su signatura nión que estimemos de interés para nuestros estudios
y número de catalogación en dicha biblioteca, la fe- t trabajos en curso o futuros. También pueden in-
cha en la que se consultó, la impresión que nos cau- cluirse nuestras valoraciones de la obra (como el in-
só, sus partes más valiosas, etc. De ese modo, cuan- terés intrínseco de ella, su similitud, armonía o con-
do meses o años después volvamos a utilizar esa fi- tradicción con otras obras leídas, etc.).
cha, sabremos exactamente a dónde dirigirnos para Por supuesto, esa labor de recogida en la ficha de
consultar la obra, cómo localizarla rápidamente y qué los contenidos del libro no puede hacerse después de
partes reexaminar directamente. Cabe señalar que la una primera lectura rápida del mismo. Para destilar
ficha bibliográfica propuesta se diferencia de la fi- lo que es importante y poder sintetizarlo y anotarlo,
cha catalográfica empleada en los ficheros de las bi- es preciso realizar la lectura meditada y reflexiva
bliotecas. Esta última es mucho más completa, in- anteriormente aludida. Por ejemplo, sólo después de
cluyendo las dimensiones del libro, su número de re- haber leído atentamente , una o dos veces , el prólo-
gistro internacional (ISBN: International Standard go y los capítulos de un libro, es posible ir haciendo
Book Number), el depósito legal, la signatura propia el resumen sintético de su contenido, por partes o
del libro en la biblioteca, etc. globalmente. Si empezamos a tomar notas al compás

72
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

de la primera lectura, tendremos paráfrasis largas del tro trabajo de curso con ayuda de las fichas, poda-
texto, pero no resúmenes. Y rellenaremos montones mos confundir la paráfrasis y la cita, incurriendo en
de fichas, limitando la eficacia y el valor de su fácil el plagio por incompetencia más que por mala fe.
manejo para el proceso posterior de estudio y redac-
Veamos a continuación varios ejemplos de fichas
ción de trabajos con ayuda de las fichas.
de lectura (y de fichas de otro tipo) sobre obras refe-
También es cierto que no todas las obras requie- ridas a un tema posible de estudio y trabajo: los mo-
ren el mismo tipo y cantidad de lectura. Recoger la vimientos milenaristas medievales.
esencia de un artículo podría exigirnos tan sólo una
Comenzaremos por definir conceptualmente el
cara de una ficha normal. Un libro clave y decisivo
asunto, recurriendo primeramente a los diccionarios
para nuestro tema podría requerir cinco o diez fichas
y enciclopedias disponibles de historia general y me-
exhaustivas y densas. Todo depende del tipo e inte-
dieval. O recurriendo al propio Diccionario de la len-
rés del libro y de su importancia para el asunto que
gua española de la Real Academia. En él, se definen
estemos estudiando. Por ejemplo, es fácil que toda la
vocablos «milenario», «milenarismo», y «milenio» de
información disponible en un diccionario o enciclo-
modo muy sucinto pero útil para comenzar nuestro
pedia sobre el asunto pertinente pueda recogerse en
estudio. Haremos una ficha de lectura (véase en la
una sola ficha. También es probable que toda la in-
página siguiente) que también resulta ser una ficha
formación contenida en un voluminoso manual de
de ideas o de conceptos y que tendría ese formato
texto sobre dicho asunto particular quepa en unas
aproximado. Podría ir encabezada con el título, en
pocas fichas. Pero, por lo general, la monografía es-
mayúsculas, de MILENARISMO, en la parte dere-
pecializada nos deparará varias fichas sustanciosas
cha superior.
y sin desperdicio. Hay que saber calibrar la impor-
tancia e interés del libro para el tema y, en con se- Después de hacer esta ficha, procederemos a rea-
cuencia, dedicar más o menos fichas y espacio a re- lizar fichas análogas con las informaciones de otros
coger sus informaciones e interpretaciones. diccionarios y manuales generales, hasta agotar el
campo de sinónimos y explicaciones de lo que es el
Sea cual sea la cantidad de fichas de lectura, en
milenarismo. Por ejemplo, examinaremos su relación
ellas siempre habrá que observar algunas reglas bá-
con vocablos como «mesianismo», «demonología»,
sicas para su confección. Primero y ante todo, debe-
«salvacionismo», «escatología», «soteriología», etc.,
rán distinguirse visualmente las partes que son pará-
y redactaremos fichas de ideas para clarificar esos
frasis hechas por nosotros del contenido del libro y
conceptos y tenerlos a mano para cualquier necesi-
las partes que son citas textuales de lo que dice el
dad.
propio libro.
Una vez realizada esta tarea de clarificación con-
Nuestra paráfrasis se redactarán sin mayor com-
ceptual y terminológica, pasaremos a realizar la lec-
plicación; bastará con ir indicando, entre paréntesis,
tura de obras monográficas bien
las páginas o capítulos donde se exponen esas ideas
y argumentos; si la idea o argumento ocupa más de
una página o está repartida por todo un capítulo, po- MILENARISMO
dría indicarse así: (p. 23 y s.s.), queriendo significar,
página 23 y «siguientes»; o bien, passim, en el senti- Real Academia de la Lengua Española. Diccionario, Madrid,
do de «por todas partes». RAE, 1984, 1984, vol. II
Milenario: Del latín millenarius. Tres acepciones básicas:
Las citas textuales tienen que ser fieles y transcri-
1) Pertenece al número mil. 2)«Dícese de los que creían que
bir las palabras tal y como están escritas en la obra Jesucristo reinaría sobre la tierra con sus santos en una
original. Por eso se recogen entre comillas, para in- nueva Jerusalén por tiempo de mil años antes del día del
dicar visualmente su carácter de cita textual, y se pro- Juicio» 3) «Dícese de los que creían que el Juicio Final y el
porciona al final de ellas, entre paréntesis, la página fin del mundo acaecerían en el año 1000 de la era cristia-
exacta donde se encuentra. Además, no se pueden eli- na.»
minar partes del texto que se cita sin señalar este he- Milenarismo: «Doctrina o creencia de los milenarios, dicho
cho. Esta señal de elipsis u omisión se manifiesta de los que creían que Jesucristo reinaría en la tierra 1000
mediante la introducción de tres puntos suspensivos años antes del Juicio Final y de los que pensaban que el fin
(entre paréntesis o sin ellos) que corresponde a la parte del mundo acaecería en el año 1000»
omitida: Por último, no se debe interpolar el texto Milenio: Período de mil años.
citado. Todos nuestros comentarios y especificacio-
nes se harán entre paréntesis cuadrados o corchetes.
De este modo, se evitará que cuando redactemos nues-

73
Enrique Moradiellos

provisto de un aparato conceptual e interpretativo no en un cielo fuera de este mundo; c) inminente, en el sen-
básico. Por ejemplo, iniciaremos el examen de un es- tido de que ha de llegar pronto y de un modo repentino; d)
tudio afamado del historiador británico Norman Cohn total, en el sentido de que transformará toda la vida en la
sobre el milenarismo medieval (cuya referencia ha- tierra, de tal modo que la nueva dispensa no será una mera
mejoría del presente sino la perfección; e) milagrosa, en el
bremos encontrado en las bibliografías ofrecidas por
sentido de que debe realizarse por o con la ayuda de
los diccionarios y enciclopedias o bien nos la habrá intervencionismos sobrenaturales» (pp. 11-12).
proporcionado el profesor y director del trabajo). La
ficha de lectura de la página siguiente es un mero Las primeras manifestaciones de ese salvacionismo se en-
cuentran en textos judíos del Antiguo Testamento. Por ejem-
ejemplo de lo que podría ofrecer el análisis de esta
plo, en la llamada visión o sueño de Daniel, que está en el
obra. Libro de Daniel, capitulo 7. En éste, según Cohn : «ya se
Naturalmente , no es la única posible. Muy al con- puede reconocer el paradigma de los que será la fantasía
trario, cabe considerarla como la primera, introduc- central de la escatología revolucionaria. El mundo está do-
toria, de otras fichas en las que se fuera recogiendo minado por un poder maligno y tiránico con una capacidad
de destrucción ilimitada - un poder que no se imagina como
el estudio e interpretación que Cohn hace de cada uno
humano sino como diabólico. La tiranía de este poder se
de los movimientos milenaristas que analiza. hará cada vez más insoportable, los sufrimientos de sus víc-
Las restantes fichas de lectura del libro de Cohn timas cada vez más intolerables - hasta que, repentinamen-
podrían dedicarse a su aplicación concreta, en cada te, suene la hora en la que los santos de Dios puedan levan-
tarse y destruirlo. Entonces, los mismos santos, los elegi-
caso de movimiento milenarista medieval (los cátaros,
dos, el pueble santo que hasta aquel momento sufría bajo el
los husitas, etc.), de ese programa definitorio del talón del opresor, heredarán a su vez el dominio sobre toda
milenarismo. Como es natural, se realizaría un estu- la tierra. Aquí se dará la culminación de la historia; el reino
dio similar con, al menos, otra monografía especiali- de los santos sobrepasará en gloria a todos los reinos ante-
zada en el tema, para comparar definiciones y con- riores : no tendrá sucesor» (p. 19).
ceptos y cotejar interpretaciones y juicios. Por ejem-
Cohn señala que esta esperanza milenarista ejercía atrac-
plo, la obra de María Isaura Pereira de Queiroz, his- ción y fascinación sobre los descontentos y los frustrados
toria y etnología de los movimientos mesiánicos, de la sociedad. Esas capas sociales encontrarán su ideal y
Madrid, Siglo XXI, 1969. objetivo en al realización, a veces muy violenta, de ese sue-
ño redentor y salvífico. El núcleo de los movimientos
Una vez realizadas estas lecturas y elaboradas las
milenaristas es un conglomerado heterogéneo de margina-
correspondientes fichas, podría procederse a la con- dos, una plebe multiforme de mendigos, parados, criados,
sulta de documentos originales y fuentes primarias, jornaleros, artesanos sin trabajo, mercenarios ocasionales,
recogidas en las antologías de textos. Ahora cabria bajo clero mísero... Una población, urbana muchas veces,
realizar fichas de documentos, donde se recogerían que se encuentra en los márgenes de sociedades en proce-
textualmente so de transición crítico. El Milenio es el sueño político y reli-
gioso (en una época de cosmovisión religiosa) de esa plebe
marginada y mal contenta.
1.
Norman Cohn. En pos del milenio. Revolucionarios
milenaristas y anarquistas de la Edad Media, Barral, 1972. las citas exactas de los mismos, para comprobar
Historiador británico. Estudia en esta obra el milenarismo si se ajustan a la interpretación de uno u otro autor, o
cristiano, considerándolo parte de la escatología cristiana, si podemos apreciar alguna conexión no reflejada en
como se recoge en el Libro del Apocalipsis, (capitulo xx, la bibliografía utilizada. Por ejemplo, para seguir con
versículos 4-6). Según este texto bíblico, Cristo, después el tema del milenarismo, podríamos acudir al capitu-
de su Segunda Venida, establecerá un reino mesiánico so- lo del Libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento.
bre la tierra y reinará por mil años antes del Juicio Final. Véase a continuación la ficha de documento de esta
Sus ciudadanos serán los mártires cristianos, que resucita- fuente original.
rán para ello años antes de la resurrección de todos los de-
más muertos (p. 11).
Cohn señala que, desde el principio del cristianismo. Hubo
una interpretación liberal de esa profecía: los fieles sufrientes MILENARISMO
esperaban llegar a ver el milenio durante su propia vida.
Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
En la actualidad, el término ha pasado a significar «un tipo 1972, 13ª ed. Versión directa de las lenguas originales por
particular de salvacionismo». Para este tipo de movimientos E. Nácar Fuster y A. Colunga Cueto.
milenaristas, la salvación es : a) colectiva, en el sentido de
APOCALIPSIS de San Juan, capitulo xx, versículos 1-6:
que debe ser disfrutada por los fieles como colectividad; b)
terrestre, en el sentido de que debe realizarse en la tierra y

74
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

« Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del En otras palabras: el comentario de un texto históri-
abismo y una gran cadena en su mano. Tomó al dragón, la co siempre remite y exige tratar del contexto históri-
serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y le encadenó co donde se fraguó y donde adquiere su sentido y sig-
por mil años. Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él nificado pertinente.
puso un sello para que no extraviase más a las naciones
hasta terminados los mil años, después de los cuales será Precisamente, el enorme valor educativo de los
soltado por poco tiempo. Vi tronos, y sentáronse en ellos, y comentarios reside en su virtualidad hermenéutica,
fueles dado el poder de juzgar, y vi las almas de los que en la oportunidad que ofrecen para introducir al alum-
habían sido degollados por el testimonio de Jesús y por la no en las labores de interpretación inferencial, de exé-
palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia ni
gesis razonada y documentada, que definen y carac-
a su imagen y no había recibido la marca sobre su frente y
sobre su mano : y vivieron y reinaron con Cristo mil años. terizan en gran medida todo el trabajo de investiga-
Los restantes muertos no vivieron hasta terminados los mil ción y narración historiográficas.
años. Ésta es la primera resurrección Bienaventurado y santo El modelo de comentario que se ofrece a conti-
el que tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no
nuación es un método, unas pautas de procedimien-
tendrá poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes
de Dios y de Cristo y reinarán con Él por mil años».
to, para ayudar a extraer del texto la mayor informa-
ción posible que haga factible su contextualización,
explicación y comprensión histórica. El carácter de
El conjunto de las fichas elaboradas con las lec- guía tentativa y meramente referencial del mismo no
turas diversas serán el material fundamental para rea- necesita subrayarse. Tampoco parece necesario in-
lizar posteriormente el estudio del tema y para ini- sistir en un hecho evidente: ningún modelo de comen-
ciar la confección del trabajo de curso planteado. Por tario es útil se faltan los conocimientos históricos
supuesto, para sacar el mayor partido de las mismas, mínimos y adecuados para comprender el asunto re-
cabe utilizar rotuladores de colores para subrayar las flejado en el texto escrito. Sin esos conocimientos,
partes más importantes del texto, los conceptos, las ningún método o pauta de lectura e interpretación
definiciones, etc. Se trata de hacer más útiles estos podría rendir frutos validos y carecería de todo senti-
instrumentos de trabajo y estudio, y para ello habrá do su aplicación. Por supuesto, los sucesivos pasos
que volver más de una vez sobre el texto, singulari- que apuntamos en el modelo siguiente pueden ejerci-
zarlo y asimilarlo conceptualmente. tarse de hecho en el comentario, pero ni es necesario
ni conveniente que se anuncien y expliciten en la na-
rración, a fin de combatir el aspecto formalista que
resultaría de una aplicación mecánica e irreflexiva
III. PAUTAS BÁSICAS DE COMENTARIO DE
del modelo.
TEXTOS HISTÓRICOS

El comercio de textos históricos es uno de los ins-


trumentos indispensables para el análisis compren-
III. 1. Lectura atenta y comprensiva del texto
sión de los fenómenos históricos. Bajo la orientación
del profesor, puede ser también una de las vías esen- En realidad, resulta conveniente hacer dos lectu-
ciales de aprendizaje activo y participativo de los ras del texto. La primera, rápida, para extraer una
alumnos. No en vano, a través del comentario, es idea global de la forma y contenido del texto y hacer-
posible desarrollar el razonamiento crítico y reflexio- se una composición de lugar básica. La segunda, pau-
nar atentamente sobre las cuestiones suscitadas por sada y reflexiva, para entender y aclarar en todo su
cualquier texto histórico. Pero ello a condición de alcance el significado de las palabras e ideas presen-
evitar dos riesgos que siempre pueden acechar en toda tes en el texto y el sentido de los razonamientos y
tentativa de comentarios: hacer una paráfrasis del argumentos contenidos en el mismo. Esta labor de
texto o utilizarlo como mero pretexto. Un comenta- lectura podría exigir el uso de diccionarios o enciclo-
rio no es ni puede ser una repetición parafraseada de pedias, el subrayado de expresiones y conceptos ci-
lo que dice el texto. Tampoco puede derivar en un tados en el texto e incluso la numeración de frases u
ejercicio donde se usa el texto como pretexto para oraciones.
explicar un tema general que guarde alguna relación
directa o indirecta con el texto. Dentro de estos már-
genes extremos, el comentario debe consistir en el III. 2. Encuadramiento y contextualización del
intento de comprender el sentido histórico del texto y texto.
en el esfuerzo por establecer en forma narrativa su
A fin de comprender el marco histórico donde sur-
relación y vinculación con el contexto histórico en el
ge y adquiere su sentido preciso un texto escrito, pa-
que se generó, al que se refiere y sobre el que actuó.

75
Enrique Moradiellos

rece conveniente abordar en primer lugar tres aspec- señalar las unidades formales y temáticas que pue-
tos esenciales: dan estar presentes y operantes en el texto, y cabe
ejercitarla en un doble plano analítico:
a. Determinación de la naturaleza temática del
texto. Ante todo, debe saberse y señalarse qué es o a. Poner de relieve el formato estilístico y la ar-
podría ser el documento escrito que se va a comen- quitectura narrativa y lógica que sirve de soporte a
tar. Ello implica distinguir el tipo de texto presente, los contenidos semánticos del discurso, dividiendo el
diferenciando entre los diversos contenidos que pu- texto en sus partes constitutivas, examinando los
dieran reflejarse: jurídicos (leyes, tratados, protoco- modos de razonamiento, la coherencia o incoheren-
los...), políticos (discursos, proclamas, manifiestos...), cia argumentativa, el uso de fórmulas expresivas
testimoniales (cartas, diarios, memorias...), distinción (metáforas , comparaciones, hipérboles, prosopopeyas
entre documentos atendiendo a su naturaleza privada o personificaciones), etcétera.
o pública (según sus destinatarios), a su enfoque
b. Descubrir, identificar y entender sus ideas y
interpretativo (la mera noticia de prensa), etcétera.
conceptos fundamentales, expresados mediante el uso
b. Determinación del autor o autores del texto. de ciertos vocablos, palabras, oraciones o expresio-
Es decir: hay que saber y señalar quién o quiénes nes lingüísticas.
son o pueden ser responsables de los textos y pala-
bras comentadas. Como es evidente, la autoría es
mechas veces un elemento indispensable para com-
prender el sentido e intencionalidad del texto y su III. 4 Explicación del contenido y significado del
mismo valor e importancia histórica. A tal fin, es texto
siempre necesario conocer y enunciar la trayectoria
biográfica del autor de un texto, con el propósito de Posterior a la fase de análisis, a veces también en
iluminar la comprensión del documento y apreciar el paralelo y combinada con la misma, debe tener lugar
modo y manera como se manifiesta en el mismo su el proceso de explicación de los contenidos y del sig-
personalidad, ideología, intereses o experiencia vital nificado del texto documental. «Explicar», en este
y profesional. ámbito, significa «dar cuenta y razón» de lo que dice
el texto escrito: progresar desde unos datos empíri-
c. Localización cronológica y geográfica. Ello cos (los que da el texto) hasta las configuraciones
requiere responder a las preguntas cuándo y dónde externas, en este caso históricas, que los envuelven y
se genera el texto examinado: cuál es su tiempo y en las cuales cristalizan y adquieren todo su sentido
lugar de elaboración y operatividad. La determina- literal. Esta labor interpretativa es propiamente el
ción de ambas circunstancias temporales y espacia- comentario del texto: reexponer y glosar el conteni-
les, junto con la autoría, es siempre decisiva para la do o contenidos del texto comentado en virtud de sus
correcta interpretación y comprensión de un docu- conexiones con, y referencias a, la situación históri-
mento escrito. No en vano, esas coordenadas ca en la que se fraguó, de la que informa y en la que
espaciotemporales conforman el contexto histórico alcanza la plenitud de su significación precisa. Esta
general donde surge el documento y donde habrá que determinación y glosa de las relaciones y vinculacio-
buscar las referencias que dan sentido y significado nes que ligan texto (o partes del texto) y contexto (o
al texto. Como recordaba ya un aforismo clásico: «La contextos) implica necesariamente referirse y aludir
cronología y la geografía son los ojos de la historia». a coyunturas, personajes, instituciones, procesos, tra-
Cuando no se proporciona explícitamente la fecha y diciones o fenómenos históricos coetáneos al docu-
el lugar, la datación de un documento escrito no siem- mento y enlazados por razones esenciales con el mis-
pre puede ser precisa, pues depende de las noticias mo. Naturalmente, la capacidad del comentarista para
contenidas en el mismo. Pero siempre será necesario señalar esas relaciones y vinculaciones entre texto y
deducir de un modo razonado y argumentado su mar- contexto será directamente proporcional a su forma-
co histórico aproximado. ción y conocimientos sobre el asunto, a su grado de
preparación y comprensión de la materia histórica
examinada.
III. 3. Análisis formal y temático del texto
III. 5. Conclusión
Una vez determinados los aspectos citados pre-
viamente, se puede proceder al análisis (es decir: des- Al término de un comentario, puede ser conve-
composición, disección, desmembración) del docu- niente realizar un balance y reflexión global sobre el
mento escrito. Esta operación consiste en separar y interés e importancia del texto en sí. No se trata de

76
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

una valoración subjetiva del tipo «a mí me parece» o ción de Derechos del Hombre y del Ciudadano, apro-
«en mi opinión». Se trataría de efectuar una especie bada en Versalles por la Asamblea Nacional el 26 de
de síntesis final interpretativa del texto. En ella po- agosto de ese mismo año. Estaba destinada a la di-
dría recogerse su sentido global, sus antecedentes vulgación pública entre la población francesa y pre-
próximos o remotos, sus consecuencias directas o tendía dar a conocer la filosofía básica del nuevo sis-
indirectas, su grado de transcendencia histórica, y su tema político y social que trataba de implantarse en
similitud con fenómenos, paralelos o semejantes que Francia como sustituto de la monarquía absoluta y
hubieran tenido lugar en la historia antes y después. de la sociedad estamental propias del Antiguo Régi-
Para ello, necesariamente, habría que remitirse a las men.
valoraciones y evaluaciones hechas por la historio-
ANÁLISIS. Dicho fragmento de la declaración de
grafía especializada dedicada al tema y a las inter-
derechos consta de dos partes bien diferenciadas en
pretaciones disponibles en la literatura dedicada al
su aspecto formal: por un lado, contiene un preám-
tema y a las interpretaciones disponibles en la litera-
bulo introductorio y expositivo de las razones por las
tura bibliográfica pertinente.
que se elabora y aprueba solemnemente la declara-
ción; tras éste, se recoge un apartado dispositivo, en
forma de articulado, donde se codifican los derechos
EJEMPLO DE COMENTARIO DE TEXTO HISTÓRICO
enunciados.
Declaración de derechos del hombre y del ciuda-
En el plano temático, el texto tiene como eje clave
dano (1789). (Los subrayados en el texto han sido
la afirmación de que todos los hombres gozan de unos
hechos por nosotros durante la segunda lectura.)
«derechos naturales, inalienables» por el mero hecho
Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asam- de nacer y existir. Entre ellos se citan y codifican el
blea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el derecho a la igualdad jurídica, el derecho a la liber-
desprecio de los derechos del hombre son las únicas cau- tad, el derecho a la propiedad, y los derechos a la
sas de las desgracias públicas y de la corrupción de los go-
seguridad y a la resistencia a la opresión. De este
biernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne,
los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre,
postulado primero sobre la existencia de un conjunto
para que esta declaración, constantemente presente a to- de derechos «sagrados» e «imprescriptibles» de to-
dos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar dos los hombres, se extrae una consecuencia política
sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder y jurídica crucial: los hombres, constituidos en na-
legislativo y los del poder ejecutivo, pudiendo en cada ins- ciones, son los únicos depositarios de toda «sobera-
tante ser comparados con el objeto de toda institución polí- nía» y la fuente primaria del poder público legitimo
tica, sean más respetados; para que las reclamaciones de encarnado en el Estado. Fundándose en ese principio
los ciudadanos, fundadas desde ahora sobre principios sim- general, la Asamblea Nacional, formada por los «re-
ples e incontestables, redunden siempre en el mantenimien-
presentantes del pueblo francés», elabora esa decla-
to de la Constitución y en la felicidad de todos. En conse-
cuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en pre-
ración para que los derechos de los franceses no pue-
sencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes dan ser vulnerados por sus gobernantes ni por el Es-
derechos del hombre y del ciudadano. tado. Éste queda configurado mediante dos poderes
divididos y equilibrados, a fin de evitar que ninguno
de ellos pueda imponerse al otro y conculcar los de-
ARTICULO 1. Los hombres nacen y permanecen libres rechos cívicos o la soberanía nacional. Como se apun-
e iguale en derechos. Las distinciones sociales no pueden ta en el preámbulo, la «Constitución» será el instru-
fundarse más que sobre la utilidad común. mento jurídico que dará cuerpo a esa división de po-
ARTICULO 2. El objeto de toda asociación política es la deres del Estado y que hará así viable y obligado el
conservación de los derechos naturales e imprescriptibles respeto de las autoridades a la soberanía nacional y a
del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la los derechos ciudadanos.
seguridad y la resistencia a la opresión.
EXPLICACIÓN. La declaración aprobada por la
ARTICULO 3. El principio de toda soberanía reside esen- Asamblea Nacional refleja fielmente el programa
cialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni individuo puede
político liberal que alentaba todo el proceso revolu-
ejercer autoridad que no emane expresamente de ella (...).
cionario francés iniciado en 1789. El origen inme-
diato de este proceso radicaba en la honda crisis que
padecía el Antiguo Régimen en Francia. Esta crisis
ENCUADRAMIENTO. El texto que vamos a
se manifestaba en el plano económico (con los pro-
comentar recoger la parte inicial de un documento
blemas de producción agraria y la bancarrota de la
jurídico clave para la historia de la Revolución fran-
hacienda real), en el plano social(con las tensiones
cesa que comienza en 1789. Se trata de la Declara-

77
Enrique Moradiellos

entre el estamento aristocrático y las burguesías y el jo, los méritos, la competencia y el esfuerzo personal
campesinado que componían el Tercer Estado), y en de cada individuo. En este sentido, la igualdad jurí-
el plano político (con la lucha entre la Corona y el dica no implicaba la democracia. De hecho, la Cons-
resto de los grupos sociales por la gobernación del titución revolucionaria de 1789 implantó el sufragio
Estado). Para solucionar la crisis, el rey Luis XVI censitario, donde sólo los ciudadanos «activos» (que
presidió la reunión en mayo de 1789 de los Estados pagaban unos determinados impuestos) gozaban de
Generales, donde estaban representados por separa- derechos de voto político, en contraste con los ciuda-
do los tres estamentos sociales del reino (el clero, la danos «pasivos», que sólo disfrutaban de sus dere-
nobleza y el Tercer Estado). La parálisis de este or- chos civiles.
ganismo a la hora de resolver la crisis abrió el cami-
Del mismo modo, la libertad recogida en la de-
no propiamente a la Revolución.
claración significaba ante todo la anulación del sis-
El primer paso en el proceso revolucionario lo die- tema político de la monarquía absoluta, donde el rey
ron los representantes del Tercer Estado el 16 de ju- era la fuente de todo el poder por derecho divino y no
nio, al constituirse unilateralmente en Asamblea Na- debía rendir cuentas de sus actos ante ninguna insti-
cional Constituyente y declarar a ésta como única tución ni ante sus súbditos o sus representantes. Tam-
depositaria de la soberanía nacional. Así comenzaba bién significaba libertad de trabajo y de contratación
la primera fase de la Revolución francesa, caracteri- entre individuos, impugnando así la reglamentación
zada por la labor de destrucción de las estructuras y control de los oficios y de los mercados por medio
del Antiguo Régimen y por la implantación de las de los gremios y corporaciones del Antiguo Régimen.
bases institucionales de una nueva sociedad liberal y En definitiva, la libertad política (como libertad de
de clases, el acto legal revolucionario llevado a cabo expresión, de prensa y de reunión) era consustancial
por la Asamblea en Versalles fue respaldado por la con el derecho a la seguridad y a la resistencia a la
movilización popular urbana (Asalto a la Bastilla en opresión, que conllevaba la legalidad de toda insu-
París el 14 de julio) y por la insurrección antiseñorial rrección contra un poder usurpador y vulnerador de
de los campesinos por toda Francia (el Gran Miedo esos derechos. La correlativa libertad de mercado y
de principios de agosto). De este modo, la crisis de de iniciativa empresarial eran asimismo pilares del
junio de 1789 desembocó en una victoria de la alian- desarrollo capitalista y de la nueva sociedad de cla-
za antiaristocràtica que ligaba a las burguesías en ses que pretendía fomentar la revolución liderada por
enriquecidas durante la expansión económica del si- las burguesías.
glo XVIII y a las masas de la ciudad y del campo
Por su parte, el derecho de propiedad se entendía
empobrecidas durante la crisis socioeconómico recien-
sobre todo como derecho a la propiedad personal e
te.
individual, libre y responsable. En consecuencia, se
En ese contexto, la declaración de derechos del enfrentaba al tipo de propiedad amortizada y vincu-
hombre aprobada por la Asamblea Nacional se ma- lada, protegida contra los avatares de la competencia
nifiesta claramente como una medida revolucionaria y del mercado, que disfrutaban los estamentos privi-
destinada a reemplazar las estructuras legales, socia- legiados del Antiguo Régimen. Por eso mismo, la Re-
les y políticas que conformaban el Antiguo Régimen. volución procedió muy pronto a desamortizar los bie-
En primer lugar, el propio concepto de «derechos nes del clero y a abolir la propiedad señorial y vincu-
naturales e inalienables» de los hombres suponía la lada. Así, destruía todas las disposiciones jurídicas
anulación de las bases doctrinales vigentes hasta aquel que impedían la fragmentación de esas propiedades
momento. y las excluían del mercado de bienes y mercancías de
los efectos del libre juego de la oferta y la demanda.
Por ejemplo, la igualdad jurídica de todos los hom-
Este derecho a la propiedad personal y libre se con-
bres implicaba la destrucción de la organización
vertía en la base del nuevo orden sociopolítico libe-
estamental de la sociedad, de la existencia de la no-
ral y burgués, en la medida en que la condición de
bleza y del clero como órdenes separados y privile-
propietario será el parámetro positivo de la capaci-
giados dentro del reino. Esa igualdad, en consonan-
dad y mérito individual y el criterio para acceder a la
cia con la ideología e intereses de las clases burgue-
participación política en los asuntos de Estado.
sas que dirigían la revolución, no se equiparaba con
la igualdad social o política de todos los individuos. La idea de soberanía nacional formulada en la
Por el contrario, se circunscribía a la igualdad ante declaración también refutaba el concepto de sobera-
la ley y en el ejercicio de los derechos y deberes cívi- nía del rey, basado en la doctrina tradicional que atri-
cos, dejando que las «distinciones sociales» sólo pu- buía un origen divino al poder monárquico absoluto
dieran fundarse sobre la «utilidad común», el traba- y a la estructura estamental de la sociedad. La nueva

78
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

idea, en consonancia con la igualdad natural de los histórico susceptible de elaboración y cuantificación
hombres, sólo reconocía una fuente legítima para el en forma de series de elementos continuos y homogé-
ejercicio de la autoridad pública: la soberanía popu- neos. Debe tenerse en cuenta que dicho material está
lar o nacional. De hecho, la nación será definida como compuesto por magnitudes y unidades contables y
el conjunto de individuos que viven bajo una ley co- seriales que son el resultado de una elaboración a
mún y están representados por una misma legislatu- partir de las fuentes históricas disponibles, en las
ra. Por eso mismo, los miembros de la Asamblea cuales se recogen las datos individuales para su pos-
Nacional se proclaman «representantes del pueblo terior tratamiento conjunto y serializado. Esas mag-
francés» desde el primer momento de la revolución y nitudes contables y seriales son muy variadas y se
apelan a ese carácter para imponer sus medidas re- extraen de fuentes igualmente diversas: registros de
volucionarias. También por eso, procederán a elabo- nacimientos , matrimonios y defunciones, censos de
rar una Constitución que permita salvaguardar ese población, documentos fiscales, libros de contabili-
principio mediante la división de los poderes del Es- dad, actas de resultados electorales, memorias de pro-
tado en legislativo y ejecutivo, a fin de equilibrar su ducción industrial, etc. Las técnicas estadísticas per-
fuerza respectiva y evitar toda recaída en el despotis- miten disponer de esos datos visualmente en formas
mo o la tiranía. y figuras gráficas que facilitan su análisis y compre-
sión: el cuadro o tabla estadísticas, el diagrama de
barras, el histograma, las pirámides de población, los
CONCLUSIÓN. En la definitiva, la declaración gráficos lineales y semilogarítmicos, las representa-
de derechos del hombre y del ciudadano aprobada el ciones en circulo o cuadrado, los cartogramas, etcé-
26 de agosto de 1789 fue un hecho transcendental en tera.
el curso de la Revolución francesa. Reflejaba y con-
El comentario de una gráfica o tabla estadísticas
densaba todo un programa político elaborado por las
no difiere esencialmente del comentario de un texto
burguesías francesas para la eliminación del Anti-
histórico. En ambos casos, se trata de interpretar y
guo Régimen y la implantación de una nueva socie-
glosar los datos presentados para comprender y ex-
dad liberal y de clases. En ella puede apreciarse la
plicar el contexto histórico al que se refiere y del que
influencia de las tradiciones intelectuales que van pre-
nos informan. Sin embargo, en el caso de la docu-
parando el asalto final de la estructura del Antiguo
mentación estadística, hay que tener siempre en cuenta
Régimen: la doctrina de John Locke sobre los dere-
las particulares en la elaboración, presentación y na-
chos del hombre en su Tratado del gobierno civil
turaleza de esos datos. Antes de poder comentar una
(1690); la crítica del movimiento de la lustración a la
gráfica o tabla estadística, hay que saber «leer» e in-
sociedad estamental y a la superstición e intolerancia
terpretar correctamente esa forma y figura percibida
religiosa; la teoría de la voluntad general y del con-
visualmente.
trato social expuesta por Jean-Jacques Rousseau; la
tesis de la separación de poderes apuntaba por el ba- Por ejemplo. Consideremos un CUADRO O TA-
rón de Montesquieu; y la formulación revolucionaria BLA ESTADÍSTICA. Hay que recordar que dicho
contenida en la Declaración de la Independencia de cuadro o tabla está compuesto por varias columnas(un
los Estados Unidos de América (1776). Aparte de su mínimo de dos) formadas por datos numéricos ho-
importancia en el curso de la propia Revolución fran- mogéneos (dentro de cada columna) y entre las cua-
cesa, la declaración tiene una enorme transcendencia les se establece una correlación horizontal y
histórica porque se convirtió en el ideario básico del biunívoca. La compresión e interpretación de tal cua-
pensamiento revolucionario liberal y, en esa calidad, dro o tabla exige como principio el asumir que existe
influyo poderosamente en todos los movimientos li- esa correlación biunívoca horizontal entre los datos
berales que se extendieron por Europa y el mundo contenidos en la primera columna y los datos conte-
occidental durante el siglo XIX. nidos en la segunda. El título de la tabla o cuadro
proporciona la clave de lectura para establecer y
entender el tipo de correlación entre las series de
IV. PAUTAS BÁSICAS PARA EL COMENTARIO magnitudes presentes.
DE GRAFICOS HISTÓRICOS Y DOCUMENTOS El caso más normal de cuadro y tabla estadística
ESTADÍSTICOS. histórica es el que pone en relación una columna donde
se expresan los años y una columna donde se expre-
sa una magnitud contable (habitantes en un país; to-
La incorporación a los estudios históricos de las neladas de hierro producido; salarios de obreros em-
técnicas estadísticas ha posibilitado un avance nota- pleados, etc.). Así en la tabla siguiente se reflejan
ble en el análisis y comprensión de aquel material

79
Enrique Moradiellos

los millones de habitantes censados oficialmente que columnas con datos numéricos todo el devenir evolu-
había en España en cada uno de los años expresados: tivo de las magnitudes, con sus fases, ritmos y ondu-
laciones a lo largo del tiempo. Por convención, el eje
de la abscisa (el horizontal) constituye el eje crono-
Población española, 1797 - 1910 lógico y se reserva para disponer los años consecuti-
vamente desde el punto de intersección y hacia el ex-
Años Millones de habitantes
tremo derecho. De igual modo, el eje de la ordenada
1797 10 541 221 (el vertical) se aplica a la cuantificación de la magni-
1834 12 162 172 tud considerada. Véase el siguiente ejemplo, donde
se muestra la línea de evolución numérica de la po-
1860 15 673 481 blación minera asturiana durante los años señalados.
1887 17 549 600
1900 18 549 000
1910 19 994 600
Fuente: J. Harrison, Historia económica de la España con-
temporánea, Barcelona, Vicens Vives, 1980, p. 31.

También puede darse una tabla o cuadro de ma-


yor complejidad, donde se conforman unos ejes de
coordenadas (una dedicada a la presentación del tiem-
po y la otra a la del espacio) que permitan
correlacionar ambas vertientes simultáneamente con
una misma magnitud contable y serial. Éste es el caso
de la siguiente tabla. En ella, las cifras de kilómetros
de líneas ferroviarias activas se colocan en cada una
de las intersecciones formadas entre las columnas de Habida cuenta de las peculiaridades de conforma-
años y los planos horizontales correspondientes a cada ción de las tablas y gráficos históricos, el comentario
país. de las mismas requiere una atención primera a su
naturaleza y composición. Hay que observar el tipo
de gráfico o tabla de que se trata; atender al título e
Líneas ferroviarias construidas y en operacio- indicaciones que encabezan el mismo porque son las
nes (kilómetros) claves de lectura; advertir si las series son continuas
1840 1880 o tienen lagunas; si se refieren a uno o varios países;
si reflejan un período temporal largo o uno corto; si
evidencian una línea de evolución general o tenden-
Gran Bretaña 2.411 28.846 cia global; etcétera.
Alemania 469 33.838 Una vez cumplidos estos requisitos de observa-
ción previos, el comentario sobre sus datos y la in-
Francia 410 23.089 formación que transmiten sigue los mismos procedi-
Fuente: B. R. Mitchell, European Historical Statistics, 1750 - mientos que el de textos históricos y tiene los mismos
1970, Londres, Macmillan, 1975, pp. 581 - 584. objetivos. El primer paso en dicho comentario debe
consistir en una descripción precisa del contenido e
información presente en el gráfico. A continuación,
El DIAGRAMA DE BARRAS el HISGRAMA y la GRÁFICA el análisis formal consistiría en desmenuzar los da-
LINEAL o semilogarítmica se construyen también so- tos reflejados para apreciar y comentar las fases, eta-
bre dos ejes de coordenadas cartesianas. Si bien, en pas y ritmos reflejados por las curvas y líneas de evo-
estos casos, el campo definido por ambos ejes (que lución. Por su parte, la explicación de contenidos
forman un ángulo recto) no presenta datos numéri- consistiría en situar las diferentes fases y ritmos
cos sino barras o líneas que guardan una relación pro- percibidos en el momento histórico al que correspon-
porcionada con cada uno de los ejes. Este tipo de grá- dieran, estableciendo una relación y vinculación en-
ficos permite apreciar mucho mejor que las tablas de tre esos fenómenos y el contexto espaciotemporal

80
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

donde se sitúan y donde se hallan las causas y razo- portaciones de grano extranjero. La sustitución de
nas de su origen y desarrollo. aquél por éste refleja, por tanto, la debilidad y atraso
de la producción cerealícola española y su incapaci-
dad para hacer frente a la competencia ofrecida por
EJEMPLO DE COMENTARIO DE CUADRO la producción de otros países de agricultura más com-
ESTADÍSTICO petitiva y avanzada.
Llegadas de cereales a Barcelona (en millones de La crisis agraria de finales del siglo XIX se incu-
kg.) bó en las grandes praderas norteamericanas, donde
un proceso de intensa mecanización había permitido
Años Por ferrocarril Por mar
incrementar notablemente la producción de cereal y
1884 72,5 54,9 abaratar sensiblemente su precio de venta en el mer-
1885 54,4 76,5 cado. Simultáneamente, la revolución de los trans-
portes (extensión del número y capacidad de carga
1886 13,9 111,0 de los barcos a vapor) permitió la llegada de ese gra-
Fuente: Josep Fontana, Cambio económico y actitudes políti- no norteamericano a los puestos europeos en condi-
cas en la España del siglo XIX, Barcelona, Ariel, 1975, p. 186. ciones de venta y precio muy competitivas. El resul-
tado de ambos procesos fue el reflejado por el cuadro
que comentamos: la aguda pérdida de secciones im-
DESCRIPCIÓN. El cuadro refleja la distribución portantes del mercado nacional español por parte de
del cereal que abastecía el mercado de granos de Bar- la producción cerealícola castellana y andaluza. En
celona según el medio utilizado para su transporte definitiva, el trigo transportado a través del Atlánti-
hasta la ciudad durante tres años consecutivos: entre co hasta los puertos españoles era mucho más barato
1884 y 1886. El volumen total de cereal (expresado que el transportado por ferrocarril desde el interior
en millones de kilogramos)se distribuye así en dos de España hasta esos mismos puertos.
columnas que recogen el grano llegado por vía te- La agricultura española era incapaz de competir
rrestre mediante el ferrocarril y el grano llegado por con la producción norteamericana porque se trataba
vía marítima en barco, respectivamente. de una agricultura extensiva y muy poco mecaniza-
ANÁLISIS. La evolución de las cifras contenidas da, con escasos rendimientos productivos y altos cos-
en el cuadro permite observar dos fenómenos parale- tes de explotación que encarecían el precio final de
los. En primer lugar, el volumen global de cereal lle- sus productos. El origen de esa situación estaba en
gado a Barcelona en cada uno de esos años fue rela- las reformas agrarias liberales de la primera mitad
tivamente constante: en 1884 alcanzó la cifra de 127,4 del siglo XIX (la desamortización de tierras eclesiás-
millones de kilogramos; en 1885 subió levemente a ticas y comunales, y la desvinculación de tierras
130,9 millones; y en 1886 descendió ligeramente hasta nobiliarias). Estas reformas habían generado una
124,9 millones. En segundo lugar, esa suma total in- agricultura volcada hacia el mercado pero con gran-
variable experimentó grandes y súbitos cambios en des debilidades internas: en el norte peninsular, pre-
su composición relativa: en el plazo de dos años, el dominaba la pequeña explotación campesina fami-
cereal transportado por ferrocarril fue casi totalmen- liar de escaso rendimiento; en el centro - sur, una
te desplazado por el que llegaba en barcos. Así, mien- agricultura de latifundio extensiva, poco capitaliza-
tras que en 1884 el cereal transportado por vía férrea da y basada en el trabajo barato de una masa de cam-
sumaba el 57 % de todo el trigo llegado a Barcelona, pesinos sin tierra y depauperados. La debilidad de la
en 1886 había descendido hasta el 11,1 % del total. trama ferroviaria española, unida a sus altos costes
A la par, el grano llegado por vía marítima, que re- de utilización, se combinaban con esa situación de
presentaba en 1884 el 43 % del total, pasó a consti- atraso agrario para hacer más cara y menos competi-
tuir el 88,8 % dos años después. tiva la producción cerealícola española. De ese modo,
cuando la revolución de los transportes creó un ver-
EXPLICACIÓN. El rápido cambio en la compo-
dadero mercado mundial para los productos agrarios,
sición del cereal llegado a Barcelona es un síntoma
el cereal español se vio barrido casi literalmente de
elocuente de la grave crisis que afectó a la agricultu-
los mercados de la periferia peninsular, sobre todo
ra española en las décadas finales del siglo XIX. No
catalanes, por la competencia extranjera.
en vano, el cereal transportado por ferrocarril hasta
la que era capital industrial de España procedía bási- La magnitud de la catástrofe ceralícola, bien pa-
camente de los campos castellanos y andaluces, en tente en el súbito desplome de las cifras de grano lle-
tanto que el cereal llegado por mar consistía en im- gado a Barcelona por ferrocarril entre 1884 y 1886,

81
Enrique Moradiellos

provocó una reacción enérgica de los grandes pro- EJEMPLO DE COMENTARIO DE GRÁFICO
ductores castellanos y andaluces. De inmediato, co- LINEAL
menzaron a presionar al gobierno para que impidiera
Algunos índices explicativos del ciclo industrial
la entrada de cereal extranjero y adoptara medidas
(1913 - 1921)
para reservar el mercado nacional a la producción
interna española. Su petición esencial fue el aumento
de los aranceles de importación para el grano extran-
jero, a fin de hacerlo menos barato y dificultar su
competencia en el mercado interior. Esta demanda
proteccionista de los grandes agricultores fue apoya-
da por los industriales siderúrgicos vascos, los in-
dustriales mineros asturianos y los industriales texti-
les catalanes, todos ellos amenazados también por la
competencia extranjera en sus respectivos campos.
Así se formó un frente de presión proteccionista que
logró del gobierno la adopción de leyes cada vez más
restrictivas que logró del gobierno la adopción de le-
yes cada vez más restrictivas para la importación de
productos extranjeros (arancel de 1891, ley general
arancelaria de 1906). El conjunto de esas medidas
palió provisionalmente la crisis agraria española y
permitió resistir el empuje extranjero, pero sin modi-
ficar las estructuras internas que impedían la moder-
Fuente: S. Roldán: J.L. García delgado y J. Muñoz, La consoli-
nización de la agricultura española. dación del capitalismo en España, 1914-1920, Madrid CECA, 1973,
CONCLUSIÓN. Cabe concluir este comentario vol. I, p.134.
recordando que la respuesta de los intereses agrarios
españoles no fue diferente de la que hubo en otros
países europeos ante el mismo fenómeno de la com-
petencia extranjera. La crisis agraria finisecular afectó DESCRIPCIÓN. El gráfico refleja la curva de
también a la agricultura francesa, alemana, italiana, evolución de tres variables de la economía española
etc., y en todos esos países se adoptaron igualmente durante los nueve años comprendidos entre 1913 y
medidas proteccionistas, agrarias e industriales , que 1921. Esas tres variables reflejadas son: el número
trataron de limitar el efecto de la crisis mediante la total de sociedades mercantiles constituidas cada año;
reserva del mercado nacional para los productores el volumen anual de inversiones de capital privado
nacionales. Pero fue en España donde las mismas tu- efectuadas; y la cuantía de los beneficios obtenidos
vieron mayor intensidad y vigencia temporal, como por las empresas en cada uno de esos años.
correspondía a la mayor debilidad de la agricultura
española, al mayor impacto de la crisis agraria El gráfico no refleja esas magnitudes en términos
finisecular y al mayor poder e influencia de los gran- de su valor real; esto es: no proporciona el número
des intereses agrarios sobre las estructuras del poder de empresas y la cantidad de dinero invertido y re-
político y del Estado español. caudado como beneficio. Se refleja esa evolución por
medio de un número índice para cada una de esas
tres variables. Dicho número índice se obtiene susti-
tuyendo el valor real de partida en el año 1913, año
base de cada serie, por el número 100 (es decir: el
número de empresas creadas ese año se equipara al
valor de índice 100). Los demás valores índice de cada
serie se expresan con respecto al índice - base con la
misma relación que hay entre el valor real de la base
y cada uno de los valores reales de los años sucesi-
vos de la serie (por ejemplo, sí las empresas creadas
en el año base hubieran sido 300 y las del siguiente
600, el número índice respectivo sería 100 y 200).

82
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

ANÁLISIS. La evolución de los índices de las tres nacional. Después de un corto período de desajuste
variables reflejadas en el gráfico permite observar la durante 1914, bien reflejado en la gráfica que comen-
existencia de tras fases globales distintas en la eco- tamos, la guerra y la neutralidad ofrecieron tres vías
nomía española durante los nueve años considerados. diferentes para el desarrollo económico e industrial
Estas tres fases son compartidas, en términos gene- de España. En primer lugar, se produjo una caída
rales, por todas las variables expresadas sin grandes espectacular en las importaciones españolas de pro-
disonancias entre ellas: ductos industriales, debido a las fuertes restricciones
que los países beligerantes tuvieron que implantar
1. Durante la primera fase, que abarca hasta 1914,
para satisfacer su propio consumo interno y sus ne-
casi todas las variables experimentan un ajuste y des-
cesidades bélicas. En segundo lugar, se experimentó
censo relativo con respecto al año de partida de 1913.
una fuerte expansión de las exportaciones españolas
El descenso es ligeramente más acentuado en el caso
para atender esas mismas necesidades crecientes de
de los beneficios que en el de las sociedades. Las in-
los beligerantes y para abastecer los mercados de
versiones, por el contrario, se mantienen en el mismo
países neutrales que hasta entonces habían sido pro-
nivel y no experimentan descenso sino estancamien-
vistos por los países ahora en guerra. Por último, la
to.
eliminación de la competencia extranjera dejó total-
2. La segunda fase arranca de 1914 y refleja un mente en manos de la industria nacional el suminis-
auge extraordinario en los valores de las tres varia- tro y abastecimiento del mercado interior español.
bles que llega por lo general hasta el año 1920. La
El efecto combinado de esos tres procesos fue es-
subida es más acentuada en el caso de los beneficios,
timular notablemente la demanda nacional y exterior,
aunque éstos también alcanzan su cumbre antes, en
a fin de sustituir el brusco cese de las importaciones,
1918, y comienzan un lento descenso en ese año. El
abastecer un mercado interior desasistido y hacer fren-
auge de las sociedades es más constante y regular,
te a las crecientes exportaciones al extranjero. Todo
creciendo su número sin pausa ni oscilación hasta el
ello generó en España un rápido proceso de «indus-
año tope de 1920. Las inversiones, después de un li-
trialización forzada», al amparo de un período de
gero retroceso en 1915, experimentan un ascenso
prosperidad económica generalizada en todos los sec-
notable pero más espasmódico y titubeante (caen en-
tores industriales. Las manifestaciones más visibles
tre 1918 - 1919) hasta llegar a su máximo en 1920.
de ese proceso quedan bien reflejadas en el gráfico
3. La tercera fase se inicia a partir de 1920, cuan- comentado: la multiplicación de sociedades mercan-
do las tres variables, en su conjunto, reflejan un fuer- tiles que participan en esa industrialización
te retroceso durante todo el año 1921. No obstante, sustitutoría; el aumento espectacular de los benefi-
cabe señalar que la caída es mucho más aguda en el cios logrados por las mismas; y el fuerte incremento
caso de las sociedades constituidas que en los casos de las inversiones de capital privado en dichas acti-
de las inversiones y los beneficios efectuados. vidades industriales.
La dependencia de ese proceso de industrializa-
ción forzada de la coyuntura internacional está de-
EXPLICACIÓN. La evolución de las tres varia-
mostrada por su propia duración: comienza con el
bles reflejadas en el gráfico es un síntoma evidente y
estallido de la guerra mundial y termina después de
ejemplar de las tres fases atravesadas por la econo-
que la victoria aliada ponga fin a esas circunstancias
mía española en su conjunto entre 1913 y 1921. El
excepcionales del mercado mundial tan favorables
motivo principal de esas fases consecutivas radica
para la economía española. En 1920, cuando los paí-
en los cambios experimentados por la coyuntura in-
ses ex beligerantes ya han restablecido sus economías
ternacional entre esos años y en la adaptación de la
y sus empresas vuelven a competir en el mercado in-
economía española a los mismos. Desde julio de 1914
ternacional, los indicadores económicos españoles re-
hasta noviembre de 1918 tuvo lugar la primera gue-
flejan un fuerte retroceso en todos los órdenes. La
rra mundial, que enfrentó a las potencias aliadas (Gran
industria española es incapaz de mantener las con-
Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia, hasta la
quistas logradas durante la excepcional coyuntura
victoria del bolchevismo) con los imperios centrales
bélica y se ve inmersa en una fuerte crisis y recesión
(Alemania y Austria - Hungría, con el apoyo del im-
económica, con su secuela de pérdida de beneficios,
perio otomano). España se mantuvo al margen del
caída de la inversión y freno en la creación de em-
conflicto, como país neutral.
presas y sociedades. Todos estos fenómenos quedan
El comienzo de la guerra mundial y la neutralidad bien patentes en el gráfico. La salvación y el alivio se
española significo el inicio de una extraordinaria co- buscará entonces en la intensificación de la política
yuntura de expansión económica para la industria de proteccionismo arancelario, renunciando la indus-

83
Enrique Moradiellos

tria española a la competencia por los mercados ex- original de propaganda política). Por otra parte, el
teriores y conformándose con mantener su posición mapa histórico es un instrumento educativo cuya in-
hegemónica en el mercado interior español. terpretación, comprensión y comentario acertado pre-
supone mucha más información y conocimientos pre-
vios en el alumno que cualquier otro documento. La
CONCLUSIÓN. La evolución de los valores ex- razón es clara: en los mapas no se halla más infor-
presados en el gráfico lineal es, por consiguiente, un mación que la espacial (distribución geográfica de
fiel reflejo de las vicisitudes de la economía española un fenómeno histórico) y la temporal (el momento de
durante la primera guerra mundial y en la inmediata tal distribución o, si en el mapa se refleja, los cam-
posguerra, con sus fases de ajuste, expansión verti- bios o mutaciones producidas en varias fe chas).
ginosa y honda recesión. Además, permite apreciar
Teniendo en cuenta las dificultades impuestas por
no sólo el perfil de esa evolución sino también su
esa sobriedad informativa, el comentario de un mapa
íntima dependencia de las circunstancias internacio-
histórico podría seguir las siguientes pautas:
nales que posibilitan primero su auge y condicionan
después su crisis.

V. 1. Observación y lectura atenta del mapa

Hay que proceder a examinar con atención el mapa


V. PAUTAS BÁSICAS PARA EL COMENTARIO
y leer detenidamente el título, las claves y los símbo-
DE MAPAS HISTÓRICOS
los que puedan ofrecerse en su encabezamiento y en
Dado que la historia estudia los procesos evoluti- le cuadro leyenda que a veces se adjunta, para poder
vos de las formas de sociedad humana, no cabe olvi- interpretar correctamente el contenido del mapa y sus
dar que el espacio, al lado del tiempo, es una de las informaciones. Esta lectura reflexiva equivale a un
dimensiones constitutivas de la misma. Por ello, es proceso de desciframiento del propio mapa: entender
inconcebible estudiar historia sin hacer uso reglar y los limites geográficos presentes, apreciar las fronte-
constante de los mapas y planos históricos, en los ras definidas, reconocer los nombres de ciudades, re-
que se refleja la realidad espacial, geográfica, de los giones, ríos, montañas o accidentes naturales impre-
distintos fenómenos históricos. sos, aislar las pistas cronológicas sembradas, com-
prender los símbolos gráficos que indican fenómenos
Al igual que los documentos estadísticos, los do- particulares, etc.
cumentos cartográficos o mapas son casi siempre una
elaboración hecha por un profesional, el cartógrafo
o historiador cartógrafo, sobre los datos históricos V. 2. Determinación de la naturaleza tipológica del
primarios. Tales documentos cartográficos constitu- mapa
yen el reflejo de una situación histórica en su ver-
tiente espacial y geográfica. Los documentos cartográficos históricos pueden
ser de distinto tipo según reflejan diversos conteni-
Dichos mapas históricos en los que se refleja una dos temáticos. A saber: 1. mapas políticos (mostran-
situación pretérita se elaboran siguiendo todas o al- do las fronteras entre Estados, su evolución, exten-
gunas de las convenciones operativas de la cartogra- sión de imperios, guerras, etc.) 2. mapas políticos -
fía: escala, tipología cartográfica (topográfica, sociales (revelando la extensión de una revolución,
geológica, etc.), proyección utilizada, coordenadas las zonas de voto electoral a un partido, de implanta-
geográficas (longitud, latitud), curvas de nivel, co- ción de un sindicato, etc.). 3. mapas económicos (si-
tas, red hidrográfica, etc. Ahora bien, si es que apa- tuando el área de industrialización en un país, las vías
recen en el mapa histórico, esos elementos no son de comunicación, las rutas comerciales...). 4. mapas
importantes ni pertinentes a la hora de realizar el co- demográficos (donde se recogen los movimientos
mentario histórico sobre el mismo. Hemos de dar por migratorios, la densidad de población, etc.). 5. ma-
supuesta su correcta realización cartográfica. pas culturales (traduciendo la distribución geográfi-
El esquema de comentario de un documento ca de un movimiento artístico, la extensión de una
cartográfico histórico necesariamente debe prescin- lengua...). Hay que determinar claramente esta natu-
dir de muchos aspectos presentes en otro tipo de co- raleza antes de proceder al análisis del documento
mentarios de textos. Por ejemplo, no resulta perti- cartográfico.
nente interrogarse sobre el autor, el destinatario o la
intencionalidad del documento (salvo que sea un mapa

84
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

V. 3. Análisis del mapa V. 4. Explicación del mapa


Después de haber examinado con la debida aten- seguidamente, tras haber asimilado toda la infor-
ción el mapa y haber entendido siquiera sumariamente mación reflejada en el mapa, debe emprenderse la
la situación histórica que refleja espacialmente, pro- explicación de esos fenómenos registrados y apunta-
cede iniciar el análisis propiamente dicho. En princi- dos; es decir: hay que dar cuenta de la situación his-
pio, cabe hacer una disección y descomposición que tórica que traduce el mapa y de las razones para su
distinga las zonas reflejadas en el plano, señalando cristalización y su transformación. Necesariamente,
las áreas centrales y periféricas, los focos de activi- esta labor exigirá referirse a sucesos, personajes, pro-
dad destacados, el contorno y, en su caso, evolución cesos e instituciones que no aparecen en el mapa pero
espacial de los fenómenos tratados, así como tam- que, sin embargo, fueron las fuerzas configuradoras
bién las mutaciones y cambios experimentados en los de esa realidad espacial tal y como aparece en el mapa.
lindes y limites. Se trataría de realizar una especie de Así pues, la información cartográfica exige desbor-
reconocimiento cartográfico para apreciar sub-uni- dar y salir fuera de ella misma para realizar una in-
dades y términos aislables que pudiera haber en el terpretación y exposición de las condiciones históri-
conjunto espacial reflejado. cas que le dan todo su sentido y significado. Por su-
puesto, dicha exposición e interpretación debe ser sin-
tética y ajustada, sin incurrir en una narración que
utilice el documento cartográfico como mero pretex-
to para desarrollar un tema relacionado sólo de al-
gún modo indirecto con él.

EJEMPLO DE COMENTARIO DE MAPA HISTÓRICO

Mapa del reparto colonial de África hasta 1914. Recogido en la obra de María Luisa Alonso y otros.
Historia contemporánea. Orientaciones, textos, mapas y documentos, Madrid, Everest, 1986, p. 385.

85
Enrique Moradiellos

NATURALEZA. El mapa que vamos a comentar época moderna. Bélgica domina el gran territorio en
es de naturaleza política y refleja la situación del con- torno a la cuenta del río Congo. Italia se expande por
tinente africano en 1914. En él se aprecia gráfica- Eritrea y Somalia (desde 1889) y por Libia (desde
mente la intensidad del proceso de reparto y coloni- 1912). Y España tiene posesiones coloniales en el
zación de África llevado a cabo por las potencias Golfo de Guinea (Río Muní, desde 1843) y en la cos-
imperialistas de Europa en el período anterior a la ta atlántica y mediterráneo (los protectorados de Río
primera guerra mundial. de Oro y el norte de Marruecos, desde 1884 y 1912).

ANÁLISIS. El primer rasgo que destaca en el EXPLICACIÓN. El reparto de África consuma-


mapa es la práctica ausencia de estados y territorios do por las potencias europeas durante la segunda
independientes en el continentes. La casi totalidad de mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX es
África está en poder y bajo el control de potencias una de las manifestaciones más visibles del fenóme-
coloniales europeas. Sólo el pequeño Estado de no histórico denominado Nuevo Imperialismo. En
Liberia, en el extremo occidental, y Abisinia, en el virtud del mismo, a partir de las décadas finales del
oriental, escapan a esa condición y se mantienen como siglo, la presencia colonial de las potencias europeas
Estados libres e independientes. El resto del territo- se extendió rápidamente a un ritmo vertiginoso por
rio se halla sometido y dominado por una u otra po- todo el mundo no occidental (África, Asia y Oceanía).
tencia europea, ya sea mediante una administración En el caso de África, que antes de 1884 era un conti-
colonial directa o mediante la fórmula del protecto- nente casi desconocido y donde la presencia europea
rado (en la que se mantiene un gobierno indígena bajo se ceñía a las zonas costeras, el fenómeno del Nuevo
supervisión de la metrópoli protectora). Imperialismo significó que en un plazo de treinta años
los europeos pasaron a controlar y dominar el 90 %
Gran Bretaña y Francia son las dos potencias co-
de la superficie continental.
loniales que mayor presencia e importancia tienen en
el escenario africano. Los dominios británicos se con- Los motivos y medios del Nuevo Imperialismo
cretan básicamente en la parte oriental, donde casi están relacionados con las transformaciones opera-
forman una columna continua que cruza el continen- das en algunos países europeos durante la segunda
te de Norte a Sur; desde Egipto, que se convirtió en mitad del siglo XIX. En particular, fue el resultado
protectorado británico en 1882, hasta la Unión combinado de la plena industrialización y desarrollo
Sudafricana, que fue creada tras la victoria británica económico que experimentaron esos países, de los
en la guerra de 1899 - 1902 contra los boers (colo- grandes avances tecnológicos y científicos paralelos,
nos holandeses). Por el contrario, las posesiones fran- y de la consolidación o formación de Estados nacio-
cesas se concentran en el África occidental, donde nales poderosos y conscientes de sus posibilidades y
forman un núcleo bastante compacto que abarca desde ambiciones. Así, por ejemplo, el fuerte crecimiento
los territorios mediterráneos (Argelia, provincia des- capitalista de mediados de siglo potenció la expan-
de 1830; Túnez, protectorado desde 1881) hasta las sión imperial para lograr colonias que fueran centros
posesiones atlánticas y del golfo de Guinea (Senegal suministradores de materias primas, mercados reser-
desde 1857; Gabón desde 1886). Al margen de esas vados para la inversión de capital y la venta de bie-
zonas preferentes, ambas potencias tienen colonias nes y mercancías nacionales, y zonas de emigración
en áreas más alejadas: Gran Bretaña posee Gambia, para la creciente población metropolitana. Las ideo-
Sierra Leona, Costa de Oro y Nigeria en la costa oc- logías nacionalistas y las rivalidades entre Estados
cidental atlántica, mientras que Francia dispone de la nacionales promovieron igualmente esa expansión
isla de Madagascar y la Somalia francesa en el flan- colonial como vehículo de una política de prestigio y
co oriental. autoafirmación o por motivos geoestratégicos y de
seguridad militar. Por último, los avances tecnológi-
Las restantes potencias imperialistas europeas
cos e industriales dieron una superioridad indiscuti-
presentes en África ocupan una extensión colonial
ble a las potencias europeas y les permitieron em-
mucho menor que la de Gran Bretaña y Francia, Ale-
prender sus planes de conquista colonial sin preocu-
mania controla desde 1883 - 1885 cuatro áreas dis-
parse demasiado del coste de la oposición indígena.
persas e in conexas en la vertiente Centro - Sur: Togo,
Camerún, y el territorio actual de Namibia y La conquista y colonización de África revela to-
Tanzania. Esta última tiene la particularidad de im- dos esos motivos y medios de manera clara. Hasta la
pedir que se materialice la columna de colonias bri- segunda mitad del siglo XIX, África había sido un
tánicas. Portugal mantiene su antigua presencia en continente casi desconocido para los europeos, que
Angola y Mozambique, que data de los inicios de la sólo habían logrado asentarse en sus zonas costeras

86
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

y no habían logrado penetrar u ocupar las tierras ig- colonias portuguesas de Angola y Mozambique. De
notas e inexploradas del interior. Entre otras cosas, igual modo, la rivalidad anglo - francesa posibilitó la
la resistencia de las tribus indígenas a la penetración expansión colonial de Italia y España, como Estados
europea era considerable y efectiva, los medios de amortiguadores y «colchón» de seguridad entre esas
transporte disponible eran insuficientes y, sobre todo, grandes potencias: el Marruecos español evitó que
la malaria, enfermedad endémica en todo el Conti- Francia tuviera acceso al otro lado del Estrecho de
nente, diezmaba a los europeos que se aventuraban Gibraltar dominado por los británicos , en tanto que
por el interior y en la propia costa. Los avances tec- Libia separaba el Túnez francés del Egipto británi-
nológicos derivados de la Revolución industrial aca- co.
baron con esos obstáculos: el barco de vapor permi-
En resolución , el mapa de África en 1914 refleja
tió re remontar las corrientes de los ríos hacia el inte-
fielmente ese proceso de expansión imperialista eu-
rior; la industria química descubrió en la química el
ropeo que se prolonga durante la segunda mitad del
profiláctico idóneo contra la malaria; y el rifle de
siglo XIX y alcanza su máximo apogeo en vísperas
retrocarga y la ametralladora hicieron inútil la resis-
de la primera guerra mundial. No cabe olvidar que la
tencia del arco y la flecha indígenas.
rivalidad imperialista en África, sobre todo el con-
Una vez que los medios estuvieron disponibles, la tencioso franco - alemán en Marruecos en 1905 y
conquista y colonización pudo desarrollarse con enor- 1911, será uno de los catalizadores de la política de
me rapidez e intensidad. Para imponer cierto orden alianzas que conducirá finalmente al conflicto arma-
en el reparto, las potencias europeas se reunieron en do de 1914 - 1918.
la Conferencia de Berlín de 1884 - 1885, en la que se
decidió que sólo la ocupación efectiva del territorio
africano podía dar título de legitimidad a la coloni- VI. ESQUEMA BÁSICO PARA LA RESEÑA DE
zación por parte de un país. A partir de entonces, se LIBROS DE HISTORIA.
desarrollo una súbita carrera de las potencias
imperialistas para repartirse el Continente según lí- El estudio de historia en el nivel universitario re-
neas de expansión acordes con sus intereses. quiere como complemento indispensable al uso de
manuales generales la utilización de libros de histo-
Así por ejemplo, Gran Bretaña intentó dominar
ria monográficos que sirvan para profundizar en el
las áreas próximas a las rutas marítimas que comu-
conocimiento sobre una etapa o fenómeno histórico.
nicaban la metrópoli con su gran colonia de la India
La realización de reseñas de libros recomendados es
y sus dominios de Australia y Nueva Zelanda. Por
un recurso pedagógico esencial, puesto que obliga a
eso implantó su protectorado en Egipto, para domi-
una lectura atenta de los textos, ensancha los hori-
nar el vital Canal de Suez, e intentó constituir una
zontes culturales del alumno, promueve sus hábitos
columna continua de colonias que comunicase El
de meditación y sistematización, y estimula su capa-
Cairo con Ciudad del Cabo. La pretensión británica
cidad critica y sus facultades de redacción.
chocó con la intención francesa de constituir un cin-
turón de colonias africanas desde el Atlántico hasta El modelo de esquema de reseña que figura a con-
el mar Rojo, poniendo en contacto terrestre Senegal tinuación es meramente tentativo. Como bien apren-
y la Somalia francesa. derá el estudiante en la práctica, el formato de toda
reseña es muy variable en función de varios facto-
El conflicto alcanzó su punto álgido en 1898 du- res, entre otros: la importancia intrínseca del libro
rante la crisis de Fashoda (Sudán), que se saldó con reseñado; el autor o autores; la fecha de publicación;
la retirada francesa y el reconocimiento de la hege- el tema abordado; el contexto histórico - cultural de
monía británica en el Sudán. De todos modos, la pre- aparición, etc. Cabe advertir, también, que una rese-
tensión británica de formar una columna continúa no ña constituye siempre un examen crítico breve, osci-
pudo materializarse por la intervención de Alemania lando entre las tres y las diez páginas de extensión,
en la zona de los grandes lagos de Tanganica. De donde se sintetizan las ideas básicas del libro exami-
hecho, Alemania, que llegaba tarde al reparto impe- nado sin recurrir a la paráfrasis abusiva e inarticulada.
rialista, no sólo pretendió conjurar los planes britá- A modo de horizonte técnico regulativo, cuya fun-
nicos sino también crear un cinturón colonial que ción desaparecería en la propia ejecución práctica,
uniese su África oriental con África del sudoeste y el se ofrece el siguiente esquema de pautas regladas para
Camerún alemanes. la realización de una reseña de libros sobre historia.
La negativa británica y francesa a ese proyecto
permitió la instalación o supervivencia en la zona de
potencias europeas menores: el Congo belga y las

87
Enrique Moradiellos

VI.1 Lectura del libro nes historiográficas. Bajo estas coordenadas, puede
establecerse el papel, importancia e intencionalidad
a) Información básica. Ante todo, es necesario
de la obra reseñada en el conjunto de esa trayectoria
informarse del autor o autores del libro, su grado de
profesional y quizá en el seno de la historiografía so-
autoridad en la materia, su especialización, trayecto-
bre el asunto.
ria profesional, etc. De igual modo, resulta conve-
niente observar la fecha, lugar y editorial en la que se c) Resumen temático global. Tras la presentación
haya publicado, a fin de apreciar el contexto e del autor, debe proporcionarse un resumen global del
intencionalidad de la obra; esto es: si se trata de un contenido del libro, señalando el tema principal (o
manual de divulgación o una monografía académica temas) que analiza y la tesis esencial (o conjunto de
especializada, si está patrocinado por una escuela tesis) que sostiene. Se trata meramente de informar
historiográfica determinada; si ha sido editado en cir- de modo sintético y genérico sobre que versa el estu-
cunstancias coyunturales especiales y con propósi- dio y cuáles son sus líneas arguméntales básicas.
tos polémicos; etc.
d) Examen crítico. Una vez introducido el tema y
B) Reconocimiento general. Como regla habitual, la perspectiva del autor, cabe proseguir el examen y
primeramente debe leerse y observarse con atención crítica pormenorizada de los contenidos del libro de
el título y subtítulo, el índice general, las fuentes y un modo binario (sino más). Podría adoptarse el «mé-
bibliografía secundarias empleadas en su elaboración, todo literal» y proceder a examinar las ideas, con-
y el prefacio de la obra. De ese modo, es posible for- ceptos y razonamientos empleados a medida que son
mar una primera impresión del tema abordado y de desgranados en los sucesivos apartados y capítulos
los aspectos más importantes del estudio. de la obra. También podría emplearse el «método
lógico», que prescinde de dicha estructuración y toma
C) Lectura atenta y reflexiva. La posterior lectu-
como eje de su examen el análisis de las ideas motrices
ra del prefacio y los capítulos debe hacerse de modo
y lógica argumental que vertebran la totalidad del tra-
pausado y reflexivo, siguiendo la estructura e hilo
bajo y sus conclusiones. En ambos casos, el uso de
argumental empleado por el autor hasta llegar a las
las citas textuales recogidas durante la lectura puede
conclusiones (si las hubiera). En esta tarea, resulta
ser crucial, teniendo en cuenta que dichas citas siem-
conveniente recoger en fichas o folios las anotacio-
pre deben aparecer entre comillas (para indicar que
nes y sugerencias que pudiera suscitar la obra y, so-
se trata de las palabras empleadas en el texto y no de
bre todo, copiar las citas textuales que merezcan es-
una paráfrasis realizada por nosotros) y dando la re-
pecial relevancia o sinteticen el razonamiento del au-
ferencia exacta de la página donde se encuentran.
tor.
También en ambos casos, el examen de los conte-
nidos de la obra puede ir acompañado de una compa-
VI. 2. Redacción de la reseña. ración y cotejo entre sus tesis y las de otros autores,
señalando su novedad y grado de contradicción o
a) Ficha bibliográfica. Reseñar una obra (histó-
complementariedad con la literatura historiográfica
rica u otra) consiste en examinar su contenido y dar
existente sobre el asunto. Esta labor podría llevarse
noticia critica y escrita de la misma. por eso, la pri-
a cabo igualmente en el paso siguiente y final.
mera obligación es proporcionar las datos bibliográ-
ficos de la obra en una forma convencional, que per- e) Evaluación o conclusiones. Toda reseña, en la
mita a todo lector (incluso de otro idioma) buscar la medida en que constituye una noticia crítica para in-
misma en ficheros, catálogos y repertorios bibliográ- formar a terceros, debe incluir una ponderación ge-
ficos. Como ya hemos visto, esta ficha bibliográfica neral sobre el valor y entidad de la obra examinada y
debe contener necesariamente los siguientes datos y la conveniencia o no de su lectura. Ello exige cali-
en este orden: Apellido y Nombre del autor; Título brar el interés cualitativo del estudio y sus aportacio-
de la obra (con subtítulo), Lugar de edición; Edito- nes y novedades al conocimiento del tema abordado.
rial o entidad que lo publica; Fecha de publicación; Naturalmente, esta labor de ponderación exige cono-
Número de páginas. Si acaso, también su precio. cer el estado de la cuestión y la literatura especiali-
zada. Por ello mismo, la calidad de este apartado de-
b) Presentación del autor. El segundo requisito
pende estrechamente de la formación del autor de la
de una reseña es presentar, aunque sea sumariamente,
reseña y de su capacidad para apreciar la importan-
al autor o autores que son responsables de la obra
cia de las tesis expuestas en la obra reseñada dentro
examinada. Ello significa conocer brevemente su bio-
del contexto historiográfico pertinente.
grafía intelectual, los rasgos más sobresalientes de
su obra e investigaciones y su tendencia o inclinacio-

88
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

EJEMPLO DE RESEÑA DE LIBRO DE HISTORIA jos muy recientes (artículos y conferencias) que abor-
dan la compleja relación e interacción entre los mili-
FICHA BIBLIOGRÁFICA. Paul Preston, The tares y el fascismo (como ideología y fuerza política)
Politics of Revenge: Fascism and the Military in en la España del presente siglo. La obra se estructura
Twentieth - Century Spain, Londres, Unwin Hyman, en cuatro apartados que constituyen otros tantos blo-
1990, 215 páginas. ques temáticos. Sólo el primero tiene un carácter ge-
neral y aborda globalmente el modo en que militares
y fascistas colaboraron, con mayor o menor suavi-
PRESENTACIÓN DEL AUTOR. Desde la pu- dad, en la tarea de resistir toda tentativa de reforma
blicación de su estudio sobre la dinámica política es- social y modernización política en la crítica coyun-
pañola entre 1931 y 1936, durante la II República tura de los años treinta y, posteriormente, toda modi-
(La destrucción de la democracia en España, 1978), ficación del régimen instaurado tras su victoria co-
Paul Preston se ha revelado como el más fecundo y mún en la guerra civil de 1936 - 1939. Los restantes
original de los hispanistas británicos contemporáneos. apartados siguen un eje cronológico y estudian la
Siguiendo la brillante tradición por Gerald Brenan y evolución respectiva o conjunta de militares y fascis-
Raymond Carr, la amplia obra de Preston ha abor- tas en el período de la segunda guerra mundial (1939
dado los temas más importantes de la historia espa- - 1945), durante el resto de la dictadura franquista
ñola de esta centuria: el papel crucial de las derechas (1945 - 1975) y, finalmente, durante la transición
y los militares en la quiebra de la República; la con- política a la democracia (1975 - 1982).
flictiva evolución del movimiento socialista desde la En términos e novedad e importancia historio-grá-
dictadura de Primo de Rivera hasta la transición; la fica, los dos primeros apartados son los más intere-
guerra civil en su totalidad multifacética; el desarro- santes, tanto por sus tesis como por el soporte docu-
llo de la oposición antifranquista desde los duros años mental y bibliográfico que presentan, en muchos ca-
de posguerra hasta la muerte del dictador; y, por no sos nunca utilizados con anterioridad. A la par, el
seguir enumerando, el análisis de la transición políti- último bloque sobre el terrorismo de extrema dere-
ca hacia nuestra actual democracia parlamentaria. cha y las conjuras militares de la transición resulta el
La amplitud de ese repertorio refleja sobradamente de menor atractivo para los historiadores (no así para
el rasgo que mejor define a la tradición hispanista el público general), dado que sus fuentes son básica-
británica de la que Preston es digno sucesor: su vo- mente hemerográficas, bibliográficas y testimonios
luntad de establecer las grandes coordenadas de la personales de protagonistas. Habrá que esperar a ña
evolución histórica contemporánea española y de es- apertura de los archivos policiales y militares (espa-
tudiar en su seno asuntos importantes e influyentes ñoles y extranjeros) para que el tema pueda ser ana-
dentro del conjunto. Basta recordar el contenido de lizado con mayor seguridad y puedan verificarse las
El laberinto español de Brenan (1943) o la España, plausibles hipótesis apuntadas por Preston.
1808 - 1939 de Carr (1966) para comprobar esa vo-
luntad omnicomprensiva que combina la sutileza ana-
lítica, una apoyatura documental y bibliográfica no- EXAMEN CRÍTICO. El interés del capítulo pri-
table y un estilo narrativo de mercado valor literario. mero del libro reside en su propuesta de analizar el
En este sentido, son plenos exponentes de la escuela fascismo español superando la mera consideración
historiográfica británica tal y como se fraguó a par- de Falange Española como la única fuerza fascista
tir de la obra de Thomas Babington Macaulay (1800 presente en España. Preston sostiene que reducir al
- 1859). Probablemente, el contraste entre esa meto- fascismo a Falange supone eliminar la importancia
dología y la estrecha e ilegible erudición de la histo- de dicho fenómeno en la crisis que conduce a la gue-
riografía española coetánea haya sido la clave para rra civil de 1936 - 1939, dado que antes del conflicto
la extraordinaria recepción que tuvieron aquellos tra- Falange era un partido escuálido e impotente y, des-
bajos entre un público ávido de comprender «la sin- pués de la Unificación forzosa de falangistas, carlis-
gularidad de España» en el contexto europeo de la tas y monárquicos decretada por el general Franco
posguerra mundial. en abril de 1937, la nueva Falange Española Tradi-
cionalista y de las JONS casi se convirtió en un apén-
dice formal y modernizante bajo férreo control mili-
RESUMEN TEMÁTICO GLOBAL. El libro pu- tar.
blicado por Preston (La política de la venganza, en Como alternativa para determinar qué fue el fas-
su traducción castellana) se sitúa fielmente en la tra- cismo español y quiénes fueron los fascistas, Preston
dición mencionada. Se trata de un conjunto de traba- propone comparar lo sucedido en España con lo ocu-

89
Enrique Moradiellos

rrido previamente en Italia y Alemania durante sus actual de considerar el franquismo, en su totalidad,
respectivas crisis de los años veinte y treinta. En como un caso de régimen militar autoritario con plu-
ambos casos, el partido fascista o nazi, al principio ralismo político limitado (siguiendo la célebre defi-
mero integrante de una coalición contrarrevolu- nición de Juan José Linz, tan ajustada al franquismo
cionaria que abarcaba a grupos derechistas tradicio- «desarrollista» de los años sesenta). Tal interpreta-
nales y contaba con la complicidad de las institucio- ción reduce la importancia del componente fascista
nes estatales, fue haciéndose con el control casi ab- hasta casi anularlo y hacerlo insignificante para la
soluto del aparato del Estado y del Ejército, hasta el definición del régimen. Sin embargo, el análisis com-
punto de convertirse en el único partido legal y el parativo, sobre todo en el período 1937 - -1945, per-
mayor poder político autónomo dentro del régimen. mite descubrir la función crucial del fascismo en la
En Italia ese proceso de fascistización del Estado fue conformación y desarrollo de la dictadura franquista
frenado por la resistencia ofrecida por la monarquía, y su creciente hegemonía (luego truncada) sobre otros
un amplio sector de las fuerzas armadas y la Iglesia componentes del régimen (carlistas, alfonsinos o ca-
católica. Por el contrario en Alemania, Adolf Hitler tólicos). Precisamente, cuando se habla metafórica-
fue capaz de doblegar a los sectores tradicionales, y mente de una «fase azul» en el franquismo inicial se
a la altura de 1938 incluso los mandos del Ejército está haciendo referencia a esa realidad bien aprecia-
habían sucumbido ante el partido y el Estado totali- da por los contemporáneos. En este sentido, es inte-
tario nacionalsocialista. resante notar que la tesis de Preston coincide con el
juicio del propio Mussolini sobre el carácter
La evolución de la situación en España ofrece sor-
fascistizante y las posibilidades de desarrollo plena-
prendentes similitudes con el caso italiano. Para em-
mente fascista que estaban abiertas en la España de
pezar, la coalición contrarrevolucionaria que desata
aquel período.
y libra la guerra civil contra el gobierno frente-popu-
lista está formada por grupos en franco proceso de El segundo apartado del libro aborda monográ-
fascistización: los monárquicos de Renovación Es- ficamente la lucha política dentro del régimen duran-
pañola y los católicos de la CEDA en absoluto esta- te la segunda guerra mundial, cuando falangistas y
ban inmunes a la influencia fascista y parecen répli- militares pugnaban por orientar política exterior es-
cas de la Asociación Nacionalista Italiana y de los pañola en un sentido más o menos beligerante en fa-
fascistas agrarios. La diferencia parece estar en el vor del Eje italo - germano y en contra de las poten-
hecho de que el Ejército español combatiente en la cias aliadas. Preston hace uso de un amplio abanico
guerra, al contrario del italiano, retuvo básicamente de fuentes documentales diplomáticas (esencialmen-
su papel hegemónico y no quedó subordinado polí- te alemanas) y de un repertorio bibliográfico realmente
ticamente a la Falange unificada. Y sin embargo, vasto. El resultado es la confirmación de una tesis ya
como demuestran las difíciles relaciones entre am- enunciada por varios autores, entre ellos, Javier Tusell
bos durante los años 1939 - 1942, la situación era y Antonio Marquina: Franco estuvo más que dispuesto
muy inestable y Falange estuvo en condiciones de a entrar en la guerra al lado de Alemania en el segun-
discutir esa hegemonía al amparo de un contexto in- do semestre de 1940 y sólo la negativa de Hitler a
ternacional (las victorias del Eje italo - germano en pagar el precio pedido por Franco (previa ayuda mi-
la segunda guerra mundial) que parecía alumbrar un litar y alimenticia y cesión del imperio norteamerica-
orden fascista para toda Europa; un «orden nuevo» no francés) abortó la beligerancia española. En esen-
que Franco estaba dispuesto a aprovechar y encabe- cia, Hitler ni podía ni quería arriesgar las ventajas
zar ya no sólo como Generalísimo de los Ejércitos que estaba reportando la neutralidad benévola de la
sino también como Caudillo del Estado totalitario. Francia colaboracionista del mariscal Pétain en aras
En este sentido, que el proceso de fascistización de de la costosa y dudosa beligerancia de una España
España no alcanzase el estadio de Italia (aun menos de Franco hambrienta, inerme y semidestruida tras la
de Alemania) parece deberse ante todo al cambio de guerra civil.
rumbo que experimentó la guerra mundial desde 1942
Lo interesante de este segundo apartado es notar
y a la resistencia renovada que el alto mando militar,
que, en este período, Franco aparece actuar como
los monárquicos y los católicos pudieron entonces
verdadero Caudillo falangista, obliterando los con-
ofrecer a los avances del falangismo sobre sus res-
sejos de prudencia y cautela emitidos por la mayoría
pectivas áreas de control: la política militar, los mi-
del generalato y apoyando sin reservas la política
nisterios económicos, y los de Educación y de Justi-
exterior de su cuñado y consejero, Ramón Serrano
cia, respectivamente.
Súñer. Ello mismo es una valiosa indicación de la
La propuesta esbozada por Preston de análisis virtualidad de una evolución fascista en España bajo
comparativo tiene la virtud de corregir la tendencia el liderazgo de un militar devenido en Duce por la

90
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

fuerza de las circunstancias y su propia ambición. tigación historiográfica; y profundizar en el conoci-


Los generales influyentes (Varela, Orgaz, Kindelán, miento de un tema o problema histórico particular.
Aranda, etc) a duras penas lograron contener «la ten-
Generalmente, la elaboración de un trabajo aca-
tación del Eje» que animaba a Francia y tuvieron que
démico tiene como punto de partida una idea básica
recurrir a presiones, advertencias y conjuras de muy
sobre el tema que se va a someter a examen (sea la
diverso tipo para obligarle a permanecer «no - beli-
biografía de Julio César, el origen de las Cruzadas,
gerante» en la contienda mundial. Como subraya
olas razones de la victoria aliada en la segunda gue-
Preston, hay que recordar que se trataba de un
rra mundial). Es lo que podría denominarse el PLAN-
generalato que había elegido a Franco como
TEAMIENTO BÁSICO INICIAL: la clarificación del
Generalísimo y Jefe del Estado y que le consideraba
conjunto de opiniones, juicios y saberes que tenemos
un mero primus inter pares, y no un homo missu a
ya sobre el asunto, la idea general que necesariamen-
Deo (enviado por Dios), como gustaba de verse el
te abrigamos, porque nadie parte de un «conjunto de
Caudillo. A este respecto, una anécdota recogida por
premisas cero» ante ningún tema. Su manifestación
Preston es suficientemente expresiva. En aquellos
inmediata debe cobrar la forma de un título provisio-
tiempos, el dicharachero general Queipo de Llano
nal para el trabajo y de un esbozo o índice sumario
todavía osaba referirse al susceptible Jefe del Estado
de sus contenidos, de los aspectos que hay que tratar
en términos nada respetuosos: «¨Paca la culona»
en él, quizá divididos en aparatos y subapartados.
(p.88).
Puede manifestarse también en una especie de esque-
Algunos años después, no habría ningún general ma o cuadro geométrico donde se sitúen los asuntos
que pudiera tratar como un igual a Franco y, aún que deben examinarse y abordarse en el trabajo.
menos, ridiculizar su figura sin graves riesgos para
Este planteamiento o idea puede ser previa («ca-
su carrera y su persona. El complejo proceso que
zada al aire» mediante conversaciones, novelas o pe-
condujo a esa situación e hizo de Franco un dictador
lículas) o suscitada por las primeras lecturas realiza-
arbitral intocable e inapelable es el tema del tercer
das. Pero necesariamente se irá modificando a medi-
apartado del libro.
da que se avanza en el trabajo.
Una vez determinado el asunto que se va tratar y
CONCLUSIÓN. En resolución, la obra de Paul establecido claramente el planteamiento y la idea ini-
Preston está repleta de sugerencias interpretativas y cial, el primer paso sistemático en la elaboración del
riqueza informativa sobre un tema crucial para la his- trabajo es reunir una LISTA BIBLIOGRÁFICA per-
toria contemporánea española. Además, tiene la vir- tinente para profundizar en el conocimiento del tema.
tud de ofrecer una perspectiva metodológica compa- Esa bibliografía debe incluir, en términos generales,
rativa que contribuye a la mejor compresión de los cuatro tipos diferentes de libros que deben ser revi-
fenómenos españoles dentro del marco europeo co- sados y estudiados en orden progresivo y ascendente
etáneo. Por eso mismo, cabe esperar y desear su pron- primeramente, obras de referencia y ayuda general
ta traducción al español, a fin de poner todo su con- que sirvan para una primera introducción formal al
tenido y argumentos a disposición de un público más tema (diccionarios históricos, enciclopedias temáti-
amplio e interesado por el reciente pasado histórico cas, repertorios cronológicos y cartográficos, obras
de España. de referencia bibliográfica, etc.); a continuación, un
mínimo representativo (siempre superior a dos) de
manuales generales donde se aborde y se contextualice
el tema; seguidamente, un conjunto coherente y sig-
nificativo de monografías y artículos especializados
VII. ESQUEMA PARA LA REDACCIÓN DE UN dedicados mayormente al asunto examinado (como
TRABAJO DE CURSO mínimo, una monografía o artículo por corriente in-
Los trabajos de curso sobre un tema histórico cons- terpretativa que pueda haber sobre el tema); y, por
tituyen un ejercicio educativo fundamental en el ám- último, una serie de repertorios de documentos origi-
bito universitario. Ante todo, porque posibilitan una nales y antologías de fuentes primarias donde se pue-
serie de actividades de gran valor formativo para los dan hallar y examinarlas pruebas documentales refe-
alumnos. Por ejemplo: adiestrarse en el manejo de ridas en la bibliografía utilizada.
bibliografía histórica; desarrollar sus capacidades de Las LECTURA Y EXAMEN de esa bibliografía
análisis, sistematización y exposición; ensayar prác- (o, si es muy extensa, de partes sustanciales de la
ticamente aspectos elementales del método de inves- misma) es ya una labor de investigación crítica y ana-

91
Enrique Moradiellos

lítica de gran importancia. Ante todo, porque supone jo?». a estos dos elementos les siguen una serie de
la necesidad de ir recogiendo, cotejando, comparan- enunciados y subenunciados varios, según la com-
do, seleccionando y depurando los datos, ideas, ar- plejidad arquitectónica del guión. Umberto Eco ha
gumentos razonamientos e interpretaciones que es- propuesto un esbozo de guión - índice de trabajo que,
tán presentes en la literatura y que pueden ser con- adaptado y simplificado a las necesidades del estu-
tradictorios, diferentes pero no en conflicto, o com- diante universitario, puede ser muy útil y convenien-
plementarios. Esta labor requiere tomar notas duran- te como esquema orientativo:
te la lectura y confeccionar fichas de lectura de cada
obra. En estas fichas, como ya hemos visto, se debe-
rá registrar y discriminar claramente lo que es infor- 1. Estado de la cuestión.
mación y datos objetivos y lo que es opinión o inter-
2. Las investigaciones precedentes.
pretación del autor. Hay que recordar que, en esta
labor, la recogida de las opiniones exactas de un au- 3. Nuestras hipótesis.
tor debe ir siempre entre comillas (lo que indica al 4. Los datos que podemos ofrecer.
lector que es una cita textual y no una paráfrasis nues-
tra sobre su opinión) y con la obra y página de pro- 5. Análisis de los mismos.
cedencia bien expresada. 6. Demostración de las hipótesis.
Del mismo modo, un documento textual citado en 7. Conclusiones y orientaciones para el trabajo
una obra o compilado en una antología documental posterior.
debe recogerse siempre entre comillado para mostrar
su naturaleza de documento primario y redactado así
en su forma original. Por tanto, se reservará el uso Ese índice podría también tomar una forma más
de las comillas para este tipo de fines, y no se utiliza- compleja, donde estuvieran presentes varios aparta-
rá para enfatizar las opiniones o afirmaciones del re- dos subdivididos en capítulos y subcapítulos. Por
dactor del trabajo. A este fin, podría emplearse, con ejemplo:
mesura, el procedimiento del subrayado de términos
y frases, siempre que su importancia lo requiriese o
fuera necesario remarcar su significado. I. PRIMERA PARTE DEL TRABAJO
Tras la finalización de la lectura de la bibliogra- 1. Capítulo primero de la primera parte.
fía y la sistematización de sus contenidos en forma
de fichas de contenidos y fichas de citas (ya hemos 1.1. Primer subcapítulo.
visto que la tipología de las fichas puede ser muy 1.2. Segundo subcapítulo.
amplia), procede iniciar la REDACCIÓN DE UN
GUIÓN O ÍNDICE PROVISIONAL y tentativo para 2. Capítulo segundo de la primera parte.
la elaboración del trabajo. A diferencia del plantea- 2.1. Subcapítulo único.
miento inicial, y sobre la base de los conocimientos
adquiridos en las lecturas, se trata ahora de formular
un primer esbozo articulado y consistente de lo que II. SEGUNDA PARTE DEL TRABAJO
va a ser el trabajo, con sus respectivas partes y divi-
1. Capítulo primero de la segunda parte.
siones para organizar metódicamente la tarea de re-
dactar el texto. Este guión sirve como marco y es- 1.1. Primer subcapítulo.
quema orientativo para iniciar la redacción. No de-
1.2. Segundo subcapítulo.
bería exceder de una página y convendría que tuvie-
ra enunciados ordenados con subdivisiones, para per- 1.3. Tercer subcapítulo.
mitir que se «coloquen» en su lugar los distintos as-
2. Capítulo segundo sin subcapítulos.
pectos temáticos que se van a abordar en el texto.
Esos enunciados y subapartados funcionarían a modo
de «casillas» que habrían de rellenarse con la redac- III. CONCLUSIONES
ción del texto propiamente.
Por convención utilitaria, este tipo de guiones
siempre tienen un título semidefinitivo y un apartado NOTAS
inicial denominado «introducción», donde se debe
responder a la pregunta «¿De qué se trata el traba-
BIBLIOGRAFÍA Y APÉNDICES

92
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

Teniendo como base el índice provisional, hay que ob. cit.: en la obra citada, pero no necesariamente en
proceder al DESARROLLO Y REDACCIÓN de las la misma página. Por ejemplo: P. Vilar, ob. Cit., cap.
ideas y argumentos que componen nuestro trabajo. 2.
Esta redacción significa, sencillamente, dar forma
p.: página. En plural se escribiría pp.
escrita y narrativa a los conceptos, juicios y razona-
mientos que nos ha suscitado la lectura y examen de passim: por todas partes. Cuando una idea está de-
la bibliografía, siguiendo los apartados temáticos fi- sarrollada por todo un libro y artículo.
jados en el guión. Para ello, habrá que utilizar y ha-
s.a.: sin año consignado.
cer uso de los datos objetivos encontrados, de las in-
terpretaciones de los historiadores analizados, del co- s.l.: sin lugar de edición consignada.
nocimiento acumulado en la literatura historiográfica sic: así. Escrito por el autor así en el original. Puede
consultada, etc. Cabe solamente añadir que la redac- subrayar un error o falta del texto original.
ción del texto debe ser clara y sencilla, sin párrafos
demasiado largos y siempre con un ordenamiento ló- vol.: volumen. Plural, vols.
gico y nunca confuso y contradictorio. En un trabajo Como ya hemos visto en el apartado de elabora-
de esta naturaleza y función, es preferible el estilo y ción de fichas bibliográficas, las citas que hagamos
lenguaje llano al barroquismo estéril o incomprensi- de un autor u obra en nuestro texto deben ser siem-
ble. En términos literarios, es mejor ser siempre con- pre fieles y recogidas entre comillas. No cabe hacer
ceptista antes que culteranista: «¨Lo bueno, si breve, interpolaciones en las mismas y toda alteración o su-
dos veces bueno». brayado que no sea original debe ser advertido en
Para descargar el texto, debe utilizarse cuando sea nota. Si es necesario añadir una aclaración o comen-
conveniente la nota a pie de página (señalada por un tario al texto, se hará utilizando corchetes o parénte-
número entre paréntesis en el texto, que remite a un sis cuadrados, para diferenciarlo de los paréntesis que
número al final de la página o al final del trabajo). pueda haber en el propio original. Por la que respec-
En estas notas, se da la referencia bibliográfica exacta ta a la extensión de las citas, cabe adoptar dos crite-
de las obras y documentos citados, o también se ma- rios para su inclusión en el trabajo. Cuando una cita
tizan algunas afirmaciones presentes en el texto. Para no supere las dos o tres líneas, puede insertarse den-
la confección de estas notas, puede ser conveniente tro de un párrafo bien señalada por comillas. Cuan-
la utilización de algunas abreviaturas como las si- do, por el contrario, la cita sea más larga, cabe reco-
guientes: gerla de modo aislado, con un espaciado
mecanográfico menor y con mayor margen a la iz-
anón.: Anónimo. quierda que el texto normal, como hacemos a conti-
ap.: Apéndice nuación:
art.: Artículo de leyes (no de periódico). Así, de una manera visual muy directa, se aprecia el carác-
ter de cita textual de estas palabras. En este caso, no son
c.: Circa. Hacia. Por ejemplo: c. 450 a. C. (Hacia el necesarias las comillas, pues el propio margen y el menor
año 450 antes de Cristo). espaciado cumplen su función de avisarnos de que se trata
de una cita textual.
cap.: capítulo. Por ejemplo: Polibio, Historias, cap.
3. Finalmente, las CONCLUSIONES del trabajo, si
es que son pertinentes y necesarias, no deberían to-
Cf. confero: confróntese o compárese. Por ejemplo:
mar la forma de un resumen de todo el desarrollo ar-
Sobre el tema, cf. P. Vilar, Historia de España, cap.
gumentado previo. Más bien tendrían que ser una se-
7.
rie de consideraciones generales que se deduzcan del
e.g.: en los textos ingleses, exempli gratia: por ejem- trabajo. Pudiera ser que volvieran a retomar el «esta-
plo. do de la cuestión» planteado inicialmente y lo resituara
a la luz de la investigación bibliográfica (o, en su
ibídem. En el mismo lugar. Cuando se remite a un
caso, documental) realizada.
autor, una obra y página de la misma que ya se había
citado previamente. Por ejemplo: P. Vilar, ibídem. Tras las conclusiones, cabe incluir las notas pre-
sentes a lo largo del texto (si es que no van a pie de
n.: nota. Por Ejemplo: véase n. 3.
página), la bibliografía consultada y los apéndices
núm.: número. También nº. documentados que puedan considerarse pertinentes
para dar mayor apoyatura al trabajo.

93
Enrique Moradiellos

En el plano puramente pragmático de la edición, 1. La historiografía sobre el Desastre


cabe recordar que un trabajo debe presentarse de for-
ma esmerada. Ello requiere, entre otras cosas: un La historiografía tradicional española, represen-
mecanografiado cuidado y legible, una primera pági- tada a título de ejemplo por los estudios de Gabriel
na en la que figure el título del trabajo y el nombre Maura, Jerónimo Bécker, Melchor Fernández
del autor o autores, que los folios estén escritos por Almagro y Pablo de Azcárate(1), ha contemplado el
una sola cara a doble espacio, y que se deje amplios Desastre del 98 como un caso singular y específico
márgenes , sobre todo a la izquierda. de la historia finisecular de España; como una espe-
cie de orgulloso «suicidio numantino» derivado del
peculiar carácter nacional e idiosincrasia de los es-
EJEMPLO DE TRABAJO DE CURSO pañoles.
A tenor de este discurso clásico sobre el 98, los
EL DESASTRE COLONIAL ESPAÑOL DE
términos del problema habrían sido los siguientes: una
1898
España marginada del concierto europeo por su polí-
ÍNDICE tica de aislamiento diplomático y comprometida en
una doble guerra colonial en Cuba y Filipinas, hubo
Introducción
de enfrentarse sola a la intervención de Estados Uni-
1. La historiografía sobre el Desastre dos en el conflicto y fue empujada a la guerra hispa-
2. La crisis del sistema colonial español no - norteamericana que culminó en la liquidación de
su disminuido imperio ultramarino. Los gobernantes
3. Política española y guerras coloniales españoles, con el pleno apoyo de su opinión pública,
4. Los intereses y gestiones de Estados Unidos habrían decidido no claudicar y enfrentarse al coloso
norteamericano en virtud de una combinación de los
5. La guerra hispano - norteamericana siguientes motivos: su ceguera política y militar ante
6. Epílogo la desproporción de fuerzas respectivas; su ilusoria
esperanza de lograr la victoria y preservar las colo-
NOTAS nias ; y su alto sentido del honor y deber nacional,
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA que impedía y vedaba cualquier posibilidad de reti-
rada o cesión frente a las iniciativas, presiones y
amenazas norteamericanas.
Esa interpretación de la historiografía tradicional
Introducción sobre el origen y naturaleza del 98 hace tiempo que
ha sido severamente cuestionada en diversos aspec-
En el breve plazo de dos meses, entre mayo y ju- tos por las investigaciones de autores como Jesús
lio de 1898, España perdió la totalidad de sus vetus- Pabón, José María Jover Zamora, José Varela Orte-
tas posesiones coloniales en Las Antillas (Cuba y ga, Joaquín Romero Maura y Carlos Serrano(2). A
Puerto Rico) y el Pacífico (Filipinas e islas Marianas, juicio de esta creciente pléyade de historiadores
Carolinas, Palaos y Guam) tras sufrir una fulminan- «revisionistas», habría que contemplar el Desastre
te y abrumadora derrota naval y militar frente a los español de 1898 desde una perspectiva más amplia,
Estados Unidos de América. Esta derrota espectacu- desde una perspectiva de historia comparada. Y en-
lar pasó a conocerse en la opinión pública contem- tonces , el 98 aparecería como el resultado de la con-
poránea y en la historiografía posterior como El De- fluencia e intersección de dos procesos diferentes y
sastre, con mayúsculas y escuetamente, quedando paralelos.
grabado a fuego en la conciencia histórica de los es-
pañoles. Dicho descalabro militar y colonial provo- En primer lugar, habría sido el resultado del fra-
có una honda sacudida del cuerpo político y del uni- caso político económico del colonialismo español. En
verso ideológico español, y abrió la vía al lento pro- esencia, el anticuado sistema de dominación colonial,
ceso de desintegración del sistema de poder después de haber sofocado una primera insurrección
oligárquico que había sido inaugurado por la Res- cubana entre 1868 y 1878 (la Guerra de los Díez
tauración borbónica de 1875; un proceso espasmó- Años), se había mostrado incapaz de modernizarse y
dico que se prolongaría en sus rasgos y caracteres establecer un nuevo modelo de integración bajo so-
esenciales hasta la implantación de una República de- beranía española aceptable para la población colo-
mocrática en 1931. nial y compatible con sus intereses políticos y econó-
micos. Además, el fracaso de la metrópoli quedaba
reflejado en su incapacidad para evitar la progresiva

94
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

gravitación de las colonias hacia el centro de poder nopolizada casi exclusivamente por españoles. Esta
regional emergente en el Caribe y el Pacífico: los burocracia, junto con los comerciantes y hacendados
Estados Unidos de América. españoles radicados en las ciudades, constituían el
soporte de la autoridad metropolitana y alentaba el
En segundo lugar, el 98 español también habría
partido Unión Constitucional, favorable a la plena
sido el resultado del proceso de redistribución colo-
asimilación de Cuba por España y opuesto a cual-
nial que se abrió en el mundo en la década de 1890.
quier tipo de reforma política que debilitase su capa-
Y, en este sentido, el 98 español se presenta como un
cidad de influencia.
caso más (si bien el más evidente) de la serie de «no-
venta - y - ochos» que afectaron a un conjunto de Frente a ese grupo «españolista», el desarrollo de
medias potencias que vieron frustrados sus proyec- la economía cubana desde principios del siglo XIX
tos coloniales por la acción (u omisión) de otras po- había generado unas compactas burguesías criollas
tencias superiores decididas a imponer un nuevo re- (criollos: colonos de origen español nacidos y cria-
parto imperialista. Así, por ejemplo, en 1890 Portu- dos en Cuba) en torno a la producción y comerciali-
gal hubo de renunciar a la unión territorial de Angola zación de los tres grandes artículos cubanos: el azú-
y Mozambique en virtud del ultimátum británico en car (que llegó a representar un tercio de la produc-
sentido contrario; en 1896 Italia tuvo que abandonar ción mundial), el tabaco y el café(4). Esta población
la idea de establecer un imperio en Abisinia después criolla constituía la base social, cada vez más nume-
ser derrotada en Adua por tropas indígenas en medio rosa, de los partidos reformistas y autonomistas fa-
del aislamiento diplomático internacional; por últi- vorable a un nuevo reparto de las funciones políticas
mo, en 1898, tras la crisis de Fashoda, Francia hubo coloniales en beneficio de su grupo. Tras el fracaso
de retirarse del Sudán en beneficio del dominio britá- de estas opciones, las burguesías criollas serían el
nico sobre ese territorio. soporte activo o pasivo de las soluciones indepen-
dentistas, reclutándose en su seno la dirección políti-
En definitiva, el 98 español fue el producto resul-
ca e intelectual del movimiento de liberación nacio-
tante de la intersección de esos dos procesos aludi-
nal.
dos, por la sencilla razón de que el fracaso del colo-
nialismo español quedó de manifiesto en dos áreas, El enfrentamiento entre criollos y españoles pe-
Las Antillas y el Pacifico, que eran ya, desde tiempo ninsulares en el plano político estaba en marcado y
atrás, el ámbito donde se proyectaba el naciente im- agudizado hasta extremos de ruptura por el antago-
perialismo norteamericano, sin competencia u oposi- nismo entre los intereses económicos respectivos. En
ción efectiva por parte de ninguna otra gran poten- efecto, el sistema colonial español implicaba un in-
cia. tercambio económico entre la metrópoli y las colo-
nias tremendamente favorable a la primera y perjudi-
cial para las segundas, especialmente Cuba(5).
2. La crisis del sistema colonial español.
En virtud de la legislación proteccionista que cul-
El drama colonial español comenzó realmente en minó en la Ley arancelaria de 1882, las colonias se
febrero de 1895, cuando resurgió en Cuba una insu- habían convertido en un verdadero mercado reserva-
rrección independentista de enorme extensión y gra- do para la producción española, sobre todo la pro-
vedad (el llamado Grito de Baire). La misma ampli- ducción textil catalana y los trigos y harinas caste-
tud y celeridad del nuevo brote insurreccional puso llanos. De este modo, las colonias se veían obligadas
en evidencia desde el principio el enajenamiento de a abastecerse de productos españoles, protegidos de
la población cubana respecto a la autoridad española la competencia internacional mediante elevados aran-
y la incapacidad económica y militar de la metrópoli celes que compensaban sobradamente el alto precio
para restablecer su dominio indiscutido en la Gran de los artículos españoles respecto a los extranjeros.
Antilla. Por supuesto, el amplísimo apoyo social que Estas medidas habían permitido, por ejemplo, que el
tuvo dicha insurrección sólo se explica si atendemos 60 % del comercio catalán en la década de 1890 tu-
a los rasgos políticos y económicos que caracteriza- viese como destino Cuba y las colonias. Y así se ha-
ban al sistema colonial español, auténticos responsa- bía generado un beneficio colonial que actuaba como
bles de la hostilidad de la población cubana ante el factor de compensación sobre el crónico déficit co-
poder metropolitano(3). mercial de España en sus intercambios con el exte-
rior.
En el plano político, Cuba, al igual que el resto de
las colonias , estaba gobernada por un capitán gene- Pero las leyes arancelarias tenían una faceta mu-
ral con poderes gubernativos omnímodos, apoyado cho más gravosa y discriminatoria para las colonias:
por una burocracia administrativa (civil y militar) mo- no sólo hacían de las colonias un mercado reservado

95
Enrique Moradiellos

para los caros productos españoles, sino que también 3. Política española y guerras coloniales.
cerraban el mercado español a los productos colo-
niales que pudiesen hacer competencia a productos El estallido de la guerra en Cuba en febrero de
hispanos. Por ejemplo, el proteccionismo arancela- 1895 provocó de inmediato la caída del gobierno li-
rio excluía el azúcar cubano en favor del azúcar de beral de Sagasta, debido a un pequeño motín militar
remolacha producido en España. Y al cerrar ese mer- en Madrid contra dos periódicos que habían critica-
cado metropolitano, se obligaba a esos productos do la falta de voluntarios entre la oficialidad para
coloniales a buscar salida en mercados foráneos, so- servir en las colonias. El incidente representó el pri-
bre todo en el cercano y enorme mercado de Estados mer conato de militarismo en la política restaura-
Unidos. cionista y anunció la importancia clave del Ejército
en la formulación de la respuesta española ante la
La distorsión provocada por esta peculiar diná-
insurrección(7). De acuerdo con la mecánica del «tur-
mica económica colonial impuesta por España pue-
no pacífico», el partido conservador formó nuevo
de apreciarse claramente en las siguientes cifras. En
gobierno bajo la presidencia de Cánovas del Casti-
1894, último año de paz, Cuba obtuvo de España el
llo. Y fue este gobernante y su gabinete el que tuvo la
43 % de sus importaciones totales, mientras que otro
exclusiva responsabilidad para hacer frente a la cri-
37 % se obtenía de Estados Unidos a pesar de los
sis cubana, dada la minoría de edad del futuro rey
altos aranceles. En ese mismo año, Cuba exportó a
Alfonso XII y la débil posición política de la reina
Estados Unidos el 88 % de su producción, enviando
regente, María Cristina de Habsburgo.
tan sólo a España el 9 % de la misma(6). Así pues,
para entonces era patente que España, a pesar de su La primera medida de Cánovas fue nombrar al
política proteccionista y debido a su atraso económi- general Martínez Campos como Capitán General de
co e industrial, era incapaz de abastecer las crecien- Cuba. Martínez Campos había sido el vencedor de la
tes necesidades de una economía en expansión como guerra de los diez años y, por sus facultades de nego-
la cubana y tampoco estaba en condiciones de absor- ciador, parecía el hombre idóneo para poner en prác-
ber más que una mínima parte de su producción. En tica la respuesta político - militar planeada por
ambos campos, Estados Unidos aparecía como pu- Cánovas: reprimir la insurrección de un modo selec-
jante cliente y proveedor, capaz de garantizar la con- tivo, dejando abierta la puerta a la negociación con
tinuidad del crecimiento económico cubano median- los sectores menos radicalizados.
te el gran volumen de intercambios en curso y las
Desde abril a diciembre de 1895, Martínez Cam-
crecientes inversiones de capital (concentradas sobre
pos intentó infructuosamente llevar a cabo su come-
todo en la mecanización de los ingenios azucareros y
tido y llegó a contar con casi 100.000 soldados para
la instalación de fábricas de tabaco).
enfrentarse a unos 40.000 insurrectos que practica-
Por consiguiente, no es de extrañar que las mis- ban la guerra de guerrillas en el campo y la selva.
mas burguesías criollas que demandaban reformas Pero las circunstancias ya no eran propicios para la
para incrementar su poder político también exigiesen negociación, entre otras cosas por el inmovilismo
la anulación de las leyes proteccionistas que estaban político de la metrópoli. El propio Martínez Campos
penalizando sus intereses económicos. Contra estas informó a Cánovas de su fracaso con estas revelado-
demandas duales se alzaron el partido españolista res palabras:
insular y los intereses de los productores catalanes y Los pocos españoles que hay en la isla sólo se atreven a
castellanos, conscientes ambos de que su vigor y su- proclamarse como tales en las ciudades. El resto de los ha-
pervivencia dependían del mantenimiento del statu bitantes odia a España [ ... ].La insurrección es hoy día más
quo colonial. Cuando en 1895 las Cortes españolas grave, más potente que a principios del 76 [ ... ].Vencidos
rechazaron un tímido proyecto de reforma colonial en el campo o sometidos los insurrectos, como el país no
presentado por Antonio Maura, las burguesías crio- quiere pagar ni nos puede ver, con reformas o sin reformas,
llas comprendieron que la vía autonomista estaba con perdón o con exterminio, mi opinión leal y sincera es
cerrada ante el inmovilismo político de la metrópoli. que antes de doce años tenemos otra guerra, y si todavía
nosotros no diéramos más que nuestra sangre, podrían ve-
Por eso se pasaron abiertamente a la causa
nir una y otra; pero ¿ puede España gastar lo que gasta?(8)
independentista y, a pesar del temor que les infundía
la movilización de la población negra rural, acepta- Ciertamente, como señalaba Martínez Campos, la
ron patrocinar la insurrección capitaneada por José guerra cubana estaba poniendo de manifiesto la in-
Martí en el plano político y por Máximo Gómez en capacidad militar y económica de España para resta-
el militar. blecer su dominio indiscutido sobre la Gran Antilla.
Y ello a pesar de que la opinión pública española
apoyaba casi unánimemente el esfuerzo bélico reali-

96
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

zado, incluyendo a las oposiciones al régimen pamentos militares, auténticos campos de concentra-
restauracionista: el carlismo, por la derecha, y la gran ción . el resultado de la «política de reconcentración»
mayoría del republicanismo, por la izquierda. Sólo fue el colapso de la vida económica cubana, la mise-
el republicanismo federal y las corrientes obreras, ria y aguda mortandad de los civiles concentrados y
socialistas y anarquistas, cuestionaban la guerra (so- el paso masivo de los cubanos al bando insurrecto. Y
bre todo el injusto sistema de reclutamiento), sin lle- aun así, Weyler sólo pudo asegurar el dominio espa-
gar al apoyo a los insurrectos cubanos o a la denun- ñol sobre las ciudades y fue incapaz de conseguir el
cia del colonialismo como fórmula de explotación(9). control permanente de los campos y la manigua, donde
la insurrección campaba por sus fueros.
En el plano militar, el Ejército español adolecía
de exceso de mandos, carecía de tropas coloniales Para agravar más la crítica situación, desde el
profesionales y estaba formado por reclutas inexper- verano de 1896 Filipinas era escenario de una vio-
tos y mal equipados, en virtud de una ley de recluta- lenta insurrección tagala (indígenas filipinos) que eli-
miento que permitía la exención de los ricos del ser- minó la autoridad española de amplias zonas del ar-
vicio militar a cambio de dinero. Como resultado, se chipiélago. En esas circunstancias, a mediados de
trataba de un Ejército de soldados baratos y bisoños, 1897 parecía evidente que la respuesta militar repre-
muy mal adaptados al tipo de guerrilla tropical em- siva había fracasado en su intento de suprimir la cri-
pleada por los insurgentes cubanos. Baste recordar sis colonial. El asesinato de Cánovas por un anar-
que de los 200.000 soldados enviados a Cuba duran- quista en agosto de 1897 sólo vino a subrayar ese
te toda la guerra, sólo un 20 % fue realmente opera- fracaso y abrió la vía al último español para resolver
tivo en el combate y que las bajas por mortalidad se la crisis colonial.
elevaron al 50 % de todos los movilizados (víctimas
Desde octubre de 1897 a abril de 1898, el nuevo
tanto de los combates como de la fiebre amarilla y la
gobierno liberal de Sagasta puso en práctica una po-
disentería)(10).
lítica de concesiones autonómicas en materia políti-
Así pues, la guerra era una sangría de hombres, ca y económica que trataba tan sólo de preservar la
sobre todo de los hijos de las clases populares que no soberanía general española sobre las colonias. Por
habían podido comprar su exención del servicio mi- supuesto, Weyler fue cesado atendiendo a las criti-
litar. Pero, además, la guerra era una hemorragia eco- cas internacionales contra su enérgica actuación y
nómica para un país con una economía y finanzas sustituido por el más flexible general Blanco. Y aun-
tan débiles como España. No sólo estaba destruyen- que se mantuvo la campaña militar, ésta fue combi-
do la producción cubana y el beneficio colonial, sino nada con ofertas de negociación, sobre la base de que
que el esfuerzo de sostener y equipar al Ejercito com- «todos los esfuerzos del mundo no son bastantes para
batiente estaba agravando el crónico déficit presu- mantener la paz con el solo empleo de las bayone-
puestario y diezmando los recursos humanos y mate- tas»(12). Sin embargo, las iniciativas autonomistas li-
riales de la metrópoli. Cánovas había apreciado cla- berales llegaban tarde. La insurrección había progre-
ramente los peligros implícitos en esa situación al sado hasta un punto en que era imposible el retorno.
escribir en septiembre de 1895; «Si la guerra se dila- Vista y comprobada la incapacidad española, los re-
ta o no se acaba pronto, muy pronto, se nos pueden beldes cubanos no estaban dispuestos a obtener nada
venir encima conflictos inmensos»(11). Y los crecien- menos que la independencia.
tes motines populares contra la escasez y carestía del
Por otra parte, el partido «españolista» en la isla
pan sirvieron a los gobernantes españoles como ad-
era rotundamente hostil al proyecto autonomista, que
vertencia de los potenciales efectos sociales y políti-
también encontraba fuerte oposición en los círculos
cos de un esfuerzo bélico ilimitado.
productores catalanes y en los ámbitos militares
Para atajar la peligrosa contingencia de una gue- ultranacionalistas, favorables a la prosecución de la
rra larga, Cánovas resolvió cesar a Martínez Cam- estrategia de Weyler. De hecho, la introducción de
pos y sustituirle por el general Valeriano Weyler como las reformas en enero de 1898 provocó serios moti-
Capitán General. Desde enero de 1896 hasta octubre nes de la oficialidad en Cuba bajo el grito: «¡Muera
de 1897, Weyler puso en práctica la segunda respuesta Blanco, viva Weyler! ¡Autonomía no!». Además, para
española a la crisis cubana: una política de represión entonces, un nuevo elemento clave había entrado de-
militar indiscriminada, decidida a sofocar rápidamente cididamente en el escenario de la crisis colonial es-
la insurrección con métodos modernos de guerra pañola: Estados Unidos.
contrainsurgente. Por ejemplo, y aparte de la política
de tierra quemada y liquidación física del enemigo,
Weyler concentró a la población civil rural en cam-

97
Enrique Moradiellos

4. Los intereses y gestiones de Estados Unidos. imposibilidad de ceder ante los rebeldes o Estados
Unidos sin grandes riesgos para la estabilidad y su-
El gobierno norteamericano había observado el pervivencia del régimen de la Restauración, habida
conflicto con preocupación desde el principio, en vir- cuenta del sentir militar y de la presión republicana y
tud de sus grandes intereses económicos y geopolíticos carlista. En otras palabras, los gobernantes españo-
en el Caribe y el Pacífico. No en vano, Cuba absor- les se encontraban en un callejón sin salida: eran in-
bía una cuarta parte de la exportación estadouniden- capaces de vencer en las colonias pero también les
se a América Latina, el capital invertido en la isla era imposible ceder porque ello pondría en peligro la
sumaba casi 50 millones de dólares, y el área tenía dinastía y el régimen en la metrópoli.
un creciente interés estratégico debido a la construc-
En esas condiciones dilemáticas, fue cobrando
ción del canal de Panamá. Después de tres años de
forma una solución drástica que parecía un mal me-
guerra, la patente incapacidad española para impo-
nor. A saber: entablar una guerra suicida contra Es-
ner la paz y salvaguardar los mermados intereses ame-
tados Unidos que acabara con el dilema de modo dig-
ricanos habían ido escalonando la intervención di-
no, honroso y, sobre todo, con pocos riesgos para la
plomática de Estados Unidos en el conflicto. En con-
continuidad del régimen, que podría obtener el apo-
sonancia con las doctrinas del Destino Manifiesto
yo de la nación para un acto quijotesco y sólo se ve-
imperantes en la prensa y los círculos oficiales nor-
ría obligado a ceder ante una abrumadora demostra-
teamericanos, el propio presidente Cleveland había
ción de fuerza superior. Es decir: la pérdida de las
advertido sin reservas desde el primer momento:
colonias sería más aceptable para la opinión pública
«Cuando la impotencia de España sea evidente, los
y los militares y menos peligrosa para el régimen
Estados Unidos sabrán cumplir con su deber». A la
restauracionista si era consecuencia de una derrota
vez, todas las grandes potencias mundiales habían
militar espectacular y fulminante.
dejado claro su intención de no involucrase en el con-
tencioso hispano - norteamericano que se iba fraguan- Esta interpretación de que la guerra con Estados
do(13). Unidos fue una opción política meditada, una cons-
ciente huida hacia adelante, aparece confirmada por
En abril de 1896, el gobierno de Estados Unidos
los testimonios contemporáneos. Desde luego, en los
había ofrecido a España su mediación para poner fin
medios oficiales hubo plena conciencia de la grave
negociado a las hostilidades. Cánovas rechazó la ofer-
inferioridad militar y estratégica y no hubo falsas ilu-
ta porque abrigaba la tenue esperanza de que la nue-
siones de victoria en los círculos dirigentes. El jefe
va estrategia de Weyler fuera capaz de sofocar la re-
de la escuadra española ya había advertido en 1897,
belión. Pero, fundamentalmente, también la rechazó
al examinar la escuadra norteamericana: «Un sólo
por temor a la reacción contraría de la opinión públi-
de esos barcos basta para deshacer toda la Marina
ca y de los militares españoles, cuyo estado de exal-
militar española». Por su parte, el ministro de la Gue-
tación nacionalista les predisponía a escuchar las
rra declaraba poco antes de iniciarse el conflicto:
denuncias carlistas y republicanas contra un régimen
que pareciese mínimamente proclive a ceder a las No soy de los que alardean de seguridades en el éxito, aca-
presiones extranjeras y a abandonar la plena sobera- so de romperse las hostilidades; pero soy de los que creen
nía sobre las colonias. En septiembre de 1897, el nue- que, de dos males, éste es el mejor. El peor sería el conflic-
vo presidente Mackinley volvió a repetir la oferta de to que surgiría en España si nuestro honor y nuestros dere-
chos fuesen atropellados(14).
mediación a la vez que sugería secretamente la venta
de Cuba a cambio de una suma sustanciosa. Y esta De un modo aún más revelador, el conde de
vez fue Sagasta quien tuvo que rechazar ambas ini- Romanones, prohombre del partido liberal, confesa-
ciativas por los mismos motivos inconfesables en ría posteriormente que, en vísperas de la guerra, los
público, a pesar de que personalmente era favorable líderes políticos y militares de la Restauración ha-
a la venta o la mediación (al igual que la reina regen- bían concluido:
te). [...] que para salvar la paz interior y para satisfacer las exi-
Desde finales de 1897, cuando se hizo evidente gencias del elemento militar había que rendirse a la inexora-
que la oferta liberal de autonomía tampoco conse- ble fuerza de los acontecimientos y acudir a la guerra como
único medio honroso de que España pudiera perder lo que
guía la pacificación de Cuba, los gobernantes espa-
aún le restaba de su inmenso imperio colonial(15).
ñoles comprendieron que se hallaban ante un dilema
irresoluble cuyos términos eran los siguientes: por
una parte, la incapacidad económica y militar para
sofocar la rebelión y para seguir librando indefinida-
mente una guerra agotadora; por otra, la paralela

98
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

5. La guerra hispano - norteamericana. La pérdida de ambas escuadras hizo imposible la


continuación de la guerra en escenarios tan lejanos
Así pues, la explosión del acorazado Maine en el de la metrópoli y tan cercanos a territorio enemigo.
puerto de La Habana en febrero de 1898 (preparada Al mismo tiempo, el carácter fulminante y total de la
por los rebeldes cubanos para forzar la intervención derrota impuso la necesidad de pedir la paz en todos
estadounidense) sólo precipitó un desenlace previsto los ámbitos militares y políticos. Aun así, Sagasta
desde tiempo atrás. El 25 de abril Estados Unidos tuvo que neutralizar a los militares más recalcitran-
declaró la guerra a España y ordenó a su flota del tes enfrentándolos con una alternativa draconiana: si
Pacífico y del Atlántico que atacasen de inmediato a querían proseguir la guerra, que tomaran en sus ma-
las respectivas flotas españolas, que se estaban con- nos el gobierno(18). En esas condiciones, prácticamente
centrando en la bahía filipina de Cavite y en el puer- nadie se opuso a que el gobierno liberal pidiese el 18
to de Santiago de Cuba. de julio un armisticio al gobierno norteamericano y a
que, el 10 de diciembre de 1898, firmase el Tratado
El 1 de mayo la escuadra norteamericana, com-
de París por el que España renunciaba a la soberanía
puesta por 7 acorazados con 134 cañones de largo
de todas sus ex colonias. Tampoco se opuso una opi-
alcance, se enfrentó en Cavite a la española, com-
nión pública que recibió el final de la guerra con sor-
puesta por 6 cruceros de casco de madera y 60 caño-
presa y alivio, más que con amargura o voluntad re-
nes de corto y medio alcance. No hubo combate; fue
volucionaria e insurreccional.
una cruenta inmolación. Los cañones norteamerica-
nos destruyeron casi sin resistencia a los buques es-
pañoles en unas breves horas, con un descanso en el 6. Epílogo
intermedio para que la tripulación norteamericana
pudiera almorzar. Al término del combate, el almi- El pronóstico de los gobernantes de la Restaura-
rante Montojo formuló su famosa sentencia: «Más ción había resultado acertado: Cavite y Santiago de
vale honra sin barcos que barcos sin honra»(16). Cuba no fueron para el régimen y la dinastía españo-
La flota española anclada en Santiago de Cuba la lo que había sido la derrota de Sedán en 1870
sufrió un destino similar, si bien aquí se reveló aún para el segundo imperio Francés. El régimen no fue
más la voluntad del gobierno español de ir a un de- derribado por un golpe militar de su propio Ejército
sastre controlado y rápido, para poder llegar cuanto ni por una revolución inspirada por sus enemigos
antes a la paz. carlistas o republicanos. Ello no obstante, los efectos
del Desastre fueron sustanciales y de largo alcance.
El almirante Cervera informó a Madrid a fines de A partir de 1898 el régimen no pudo seguir funcio-
junio que, dada la superioridad de la escuadra nor- nando como antaño y hubo de hacer frente a distin-
teamericana que le estaba bloqueando en la bahía de tos y poderosos desafíos políticos, sociales e intelec-
Santiago, «consideraba la escuadra perdida» y creía tuales que persistirían, y en realidad definirían, el
preferible perderla resistiendo en el puerto antes de proceso de desintegración del sistema de dominación
salir a combatir en alta mar. El gobierno le ordenó restauracionista.
salir de la bahía y presentar batalla frontal. El 3 de
julio Cervera y sus oficiales acataron la orden no sin
antes consignar por escrito lo siguiente: NOTAS
[...] que en honor y conciencia tenían el conven- 1 G. Maura, Historia crítica del reinado de don
cimiento de que el gobierno de Madrid tenía el de- Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, 1919 -
terminado propósito de que la escuadra fuera des- 1925, 2 vols.; J. Bécker, Historia de las relaciones
truida lo antes posible para hallar un medio de lle- exteriores de España durante el siglo XIX, Madrid,
gar rápidamente a la paz.(17). Voluntad, 1924, vol. 3; M. Fernández Almagro, His-
Como Cervera había previsto, la salida significó toria política de la España contemporánea, Madrid,
el sacrificio de su escuadra. La flota del almirante Alianza, 1968, vols. 2 y 3; P. de Azcárate, La gue-
Sampson hundió todos sus barcos en un combate de rra del 98, , Madrid, Alianza, 1968.
menos de cuatro horas. Los españoles sufrieron 350 2 J. Pabón, «El 98, acontecimiento internacio-
muertos, 160 heridos y 1600 prisioneros, incluyendo nal» en Días de ayer, Barcelona, Alpha, 1963, pp.
al propio almirante Cervera. Los norteamericanos 139 - 195; J. M. Jover Zamora, 1898. Teoría y prác-
tuvieron un muerto y dos heridos. Cervera pudo en- tica de la redistribución colonial, Madrid, Funda-
tonces emular a Montojo y afirmar: «Todo se ha per- ción Universitaria Española, 1979; J. Varela Ortega,
dido menos el honor». Los amigos políticos. Partidos , elecciones y caci-

99
Enrique Moradiellos

quismo en la Revolución, Madrid, Alianza, 1977; J. rre, Inglaterra y España en 1898, Madrid, Eudema,
Romero Maura, La rosa de fuego. Republicanos y 1988.
anarquistas, Barcelona, Grijalbo, 1975; C. Serrano,
14 Declaración pública del general Correa, 6 de
Final del imperio, España, 1895 - 1898, Madrid,
abril de 1898. El juicio previo del almirante Vega de
Siglo XXI, 1984.
Seoane se formuló en noviembre de 1897, tras revi-
3 véase una completa exposición de la historia sar la flota americana en Nueva York. Ambas se re-
colonial de Cuba en la obra de Hugh Thomas, Cuba. cogen en M. Fernández Almagro, Historia política
La lucha por la libertad, Barcelona, Grijalbo, 1973. de la España contemporánea, vol. III, pp., 75 - 76 y
313.
4 Sobre el desarrollo económico de Cuba, resulta
esencial la obra de Manuel Moreno Fraginals, El 15 Conde de Romanones, Las responsabilidades
ingenio(complejo económico social cubano del azú- políticas del antiguo régimen, 1875 - 1923, Madrid,
car). La Habana, Ciencia Social, 19778, 3 vols. Renacimiento, s. a., p. 33
5 Jordi Maluquer de Motes, «El mercado colo- 16 Sobre la catástrofe de Cavite, véase el vivido
nial antillano en el siglo XIX» en J. Nadal y G. relato de M. Fernández Almagro, ob., cit., pp. 89 -
Tortella (comps.), Agricultura, comercio colonial y 102.
crecimiento económico en la España contemporá-
17 Recogido en M. Fernández Almagro, ob., cit.,
nea, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 322 - 357.
p. 112.
6 J. Maluquer de Motes, ob. cit., p. 351
18 El conflicto entre Sagasta y los militares con-
7 Sobre el papel militar en la crisis, véanse los trarios al armisticio se recoge en J. Romero Maura,
capítulos correspondientes en Rafael Núñez La rosa de fuego, pp. 9 - 12, y J. Varela Ortega, Los
Florencio, Militarismo y antimilitarismo en España, amigos políticos, pp. 317 - 319.
1888 - 1906, Madrid, CSIC, 1990; y Stanley Payne,
Los militares y la política en la España contempo-
ránea, París, Ibérico, 1968.
8 Carta confidencial de Martínez Campos a BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Cánovas, 25 de julio de 1895. Recogida en M.
Fernández Almagro, Historia política de la España Azcárate, Pablo de, La guerra del 98, Madrid,
contemporánea, vol. II, pp. 249 - 251 y 433. Alianza, 1968.

9 Sobre la reacción popular ante la guerra, véase Bécker, Jerónimo, Historia de las relaciones ex-
el amplio repaso que dedica al tema Carlos Serrano, teriores de España durante el siglo XIX, Madrid,
Final del imperio, cap. 5. Voluntad, 1924, vol. 3.

10 Nuria Sales, «Servicio militar y sociedad en Cortada, James, Two Nations over Time. Spain
la España del siglo XIX», en Sobre esclavos, reclu- and the United State, 1776 - 1977, Westport,
tas y mercaderes de quintos, Barcelona, Ariel, 1974, Greenwood Press, 1978.
pp. 207 - 277; S. Payne, ob. Cit., cap. 5. Fernández Almagro, Melchor, Historia política
11 Nota de Cánovas a su ministro de la Guerra, de la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1968,
13 de septiembre de 1895. Recogida en M. Fernández vols. 2 y 3.
Almagro, ob., cit,. pp. 272 - 273. Foner, Philip S., La guerra hispano - norteame-
12 Nota del nuevo gobierno liberal sobre Cuba. ricana y el nacimiento del imperialismo norteame-
Recogida en C. Serrano , Final del imperio, p. 151 - ricano, Madrid, Akal, 1975, 2 vols.
153. Jover Zamora, José María, 1898. Teoría y prác-
13 Las difíciles relaciones hispano - norteameri- tica de la redistribución colonial, Madrid, Funda-
canas durante la crisis colonial se analizan en las obras ción Universitaria Española, 1979.
de Philip S. Foner, La guerra hispano - norteameri- Maluquer de Motes, Jordi, «El mercado colonial
cana y el nacimiento del imperialismo norteameri- antillano en el siglo XIX», en J. Nadal y G. Tortella
cano, Madrid, Akal, 1975, 2 vols.; y James Cortada, (comps.), Agricultura, comercio colonial y creci-
Two Nations over Time. Spain and the United States, miento económico en la España contemporánea,
1776 - 1977, Westport, Greenwood Press, 1978. Para Barcelona, Ariel, 1974, pp. 322 - 357.
estudiar el progresivo aislamiento diplomático de
España es inexcusable el libro de Rosario de la To-

100
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

Maura, Gabriel, Historia crítica del reinado de VIII. NOTAS PARA INICIAR LA CONSULTA
don Alfonso XIII, Barcelona, Montaner y Simón, ARCHIVISTICA
1919, vol. 1.
Moreno Fraginals, Manuel, El ingenio (complejo
económico social cubano del azúcar), La Habana, La formación de un estudiante universitario no
Ciencia Social, 1978, 3 vols. puede darse por concluida hasta que haya visitado y
trabajado, siquiera sumariamente, en un archivo his-
Núñez Florencio, Rafael, Militarismo y antimili- tórico. No en vano los archivos son los auténticos
tarismo en España, 1888 - 1905, Madrid, CSIC, laboratorios y despachos en los que el historiador
1990. entra en contacto y examina el material y documen-
Pabón, Jesús, «El 98, acontecimiento internacio- tación histórica disponible, que le sirven necesaria-
nal», en Días de Ayer, Barcelona, Alpha, 1963, pp. mente cono soporte y apoyatura para la redacción
139 - 195. del relato narrativo sobre el pasado histórico.

Payne, Stanley, Los militares y la política en la La palabra «archivo» procede del término griego
España contemporánea, París, Ruedo Ibérico, 1968. clásico aVcetou que denotaba el habitáculo donde se
conservaban los diplomas y documentos públicos de
Romanones, Conde de, Las responsabilidades interés especial para las polis: las leyes, tratados, de-
políticas del antiguo régimen, 1875 - 1923, Madrid, cretos, sentencias judiciales, etc., que regulaban la
Renacimiento, s.a. vida interna de la ciudad y sus relaciones con el exte-
Romero Maura, Joaquín, La rosa de fuego. Re- rior. Tenía, por tanto, una función administrativa
publicanos y anarquistas, Barcelona, Grijalbo, 1975. esencial: la custodia y preservación de esa documen-
tación de importancia especial para los Estados y las
Sales, Nuria, «Servicio militar y sociedad en la sociedades correspondientes. Las civilizaciones egip-
España del siglo XIX», en Sobre esclavos, reclutas cias y mesopotámicas también habían conocido la
y mercaderes de quintos, Barcelona, Ariel, 1974, pp. existencia de «archivos» semejantes en los templos y
207 - 277. palacios, donde se conservaban los anales y diarios
Serrano, Carlos, Final del imperio. España, 1895 de las actividades administrativas, los documentos de
- 1898. Madrid. Siglo XXI, 1984. asuntos de Estado, las memorias de campañas mili-
tares, los censos de riqueza agraria, etc. En Roma,
Thomas, Hugh, Cuba. La lucha por la libertad. era el Tabularium el lugar donde se guardaban las
Barcelona. Grijalbo. 1973. tabulae, las leyes grabadas en tablas de bronce. Por
Torre, Rosario de la. Inglaterra y España en 1898. su parte, los Estados medievales y renacentistas acos-
Madrid. Eudema. 1988. tumbraban a guardar la documentación importante
en las propias cancillerías donde se generaba y se
Varela Ortega. José. Los amigos políticos. Parti-
hacían las copias necesarias de cada texto y docu-
dos, elecciones y caciquismo en la Restauración.
mento.
Madrid. Alianza. 1977.
Muchos de los actuales archivos históricos tienen
su origen en los repositorios documentales que se fue-
ron creando en esa época tardomediaval y renacen-
tista, a medida que se conformaban y consolidaban
los modernos Estados europeos y su burocracia ad-
ministrativa. Por ejemplo, el Archivo de la Corona
de Aragón (hoy radicado en Barcelona) parece tener
su base en las disposiciones del rey Jaime I hacia
1260, ordenando concentrar y custodiar en un solo
lugar todos los documentos del reino. En 1543, el
emperador Carlos I dispuso también que se concen-
traran en el castillo y fortaleza de Simancas (Valla-
dolid):
(...) ciertas escrituras concernientes a nuestra real corona y
real patrimonio y a otras cosas para que en ésta estén me-
jor guardadas y puedan ser consultadas más fácilmente por
nuestro fiscales y por las personas que hayan menester.
(Recogido en Vicenta Cortés, Archivos de España y Améri-

101
Enrique Moradiellos

ca Materiales para un manual, Madrid, Universidad en los mismos, su organización y clasificación inter-
Complutense, 1979, p 47). na, y los medios para su localización y consulta en la
Su hijo, Felipe II, confirmó al castillo de Simancas sala de investigadores. Desde luego, la lectura de es-
en esa función, por lo que sigue siendo todavía hoy tas guías, inventarios y catálogos es inexcusable para
el archivo esencial para trabajar sobre la historia comenzar seriamente una investigación histórica, del
moderna de la Corona española. tipo y alcance que sea.

Todos esos archivos eran instrumentos de la prác- También resulta conveniente conocer ciertos da-
tica administrativa de los Estados; centros donde se tos mínimos de la técnica archivística de organiza-
custodiaban y organizaban los fondos documentales ción y clasificación de los fondos documentales, a
con una intención utilitaria y pragmática, al servicio fin de entender con precisión la información propor-
exclusivo de las necesidades del funcionamiento de cionada por las guías, inventarios y catálogos.
la administración estatal. En esa calidad, los archi- Por ejemplo, debe saberse que todo archivo, en la
vos cumplían entonces y cumplen ahora una triple medida en que puede contar con materiales de natu-
funcionalidad: recogen la documentación generada, raleza muy diversa, tiende a clasificar la misma en
la conservan en forma segura y ordenada, y la sirven grandes subunidades homogéneas denominadas SEC-
cuando es requerida por las necesidades de funciona- CIONES. Estas secciones dentro del archivo tienden
miento de la Administración. a ser grupos de documentación procedente de una
La aparición del Archivo Histórico como nueva misma institución u organismo administrativo parti-
realidad y concepto es un producto del siglo XIX y, cular.
como hemos visto en el capítulo sobre historiografía, Así, el Archivo Histórico Nacional español dis-
fue un factor esencial en al conformación de la histo- pone de varias secciones donde se agrupan coleccio-
ria científica. nes documentales afines o generadas por el mismo
A diferencia de los archivos previos, los históri- organismo : la sección I corresponde a «clero secular
cos no tienen la finalidad pragmática y utilitaria in- y regular», que comprende los archivos de los mo-
mediata de atender las necesidades de la administra- nasterios incautados por el Estado durante la desamor-
ción estatal. Por el contrario, suelen recoger la docu- tización de bienes religiosos del siglo XIX, la sec-
mentación considerada inservible desde un punto de ción II engloba «Ordenes Militares», formada por los
vista administrativo, ya sea porque sus fondos perte- archivos de las órdenes de Santiago, Calatrava,
necen a tiempos muy lejanos y no relevantes para la Alcántara y Montesa; la sección III corresponde a
práctica actual o porque ha caducado su utilidad fun- «Estados», que recoge el archivo de lo que fue la Se-
cional y vigencia administrativa. En ellos se recoge y cretaría del Despacho de Estado desde su fundación
custodia aquella documentación que se considera un en tiempos de Felipe V y hasta la muerte de Fernan-
bien de importancia cultural o patrimonio histórico do VII; etc. En el Public Record Office británico, las
documental de un país. En cualquier caso, los nue- secciones archivísticas se corresponden con los fon-
vos archivos históricos pasaron a ser el repositorio dos de los distintos organismos de la administración
esencial de la materia prima con la que iban a traba- estatal; la sección «Cabinet Office» recoge todo el
jar los historiadores : el «almacén» especial donde se material archivístico de la Oficina del Consejo de
custodia y preserva la documentación generada en el Ministros; la sección «Foreign Office» engloba la do-
pasado, que sirve como prueba principal para la ela- cumentación del Ministerio británico de Asuntos Ex-
boración del relato historiográfico y es el criterio y teriores; la sección «Almiralty» comprende los fon-
garante básico para determinar su veracidad. Así, en dos del Ministerio de la Marina; etc.
1838 quedó constituido en Inglaterra el Public Re- Dentro de esas categorías generales que son las
cord Office, con sede actualmente en el condado de secciones, el material se agrupa a su vez en SERIES
Surrey, cerca de Londres. En España, el Archivo archivísticas diversas. Esta clasificación en series
Histórico Nacional fue establecido en Madrid en el permite acotar aún más la documentación pertene-
año 1866. ciente a la sección general y ofrecer al investigador
Utilizar los archivos en el trabajo de investiga- una idea del tipo de fondos específicos que confor-
ción histórica exige, como primera medida, informarse man cada serie. Por ejemplo, en la sección de «clero
de los fondos documentales custodiados en cada uno secular y regular» del Archivo Histórico Nacional
de ellos. Para satisfacer este fin, los archivos dispo- existen tres series diferentes: 1. documentos en per-
nen de GUIAS, INVENTARIOS O CATALOGOS gamino; 2. Documentos en papel, y 3. Libros manus-
que proporcionan los datos más importantes sobre la critos. En el Public Record Office, la sección com-
naturaleza y origen de la documentación disponible puesta por el archivo del Ministerio de Asuntos Ex-

102
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

teriores (Records of the Foreign Office), se subdivi- podríamos escribir: Telegrama de embajador (Lon-
de en varias series: serie de «Correspondencia Polí- dres) a ministro (Madrid), 26-III- 1946, AMAE R-
tica General», serie de «Correspondencia Confiden- 1037/5. Ésa sería la referencia archivística que ten-
cial e Impresa», serie de «Correspondencia Consu- dríamos que dar en una publicación, después de ha-
lar», serie de «Tratados», serie de «Relaciones Cul- ber presentado, al principio de la obra el desarrollo
turales», etc. entero de la misma. Probablemente, ésa sería tam-
bién la referencia que nos proporciona el inventario
Por lo general, dentro de cada serie archivística
o catálogo del propio archivo o sus ficheros
la documentación se agrupa en LEGAJOS O VO-
catalográficos.
LUMENES. Se trata esencialmente de carpetas, ca-
jas o volúmenes encuadernados, donde se archivan Veamos otro ejemplo de signaturación archivís-
conjuntamente varios documentos según algún tipo tica. En el Public Record Office cada sección tiene
de criterio de clasificación: cronológica, temática, un código de letras que la identifica. Así, el archivo
autoría, procedencia geográfica, etc. Por último, cada de la Oficina Central de Gobierno británico se identi-
legajo o volumen puede contener en sí varios EXPE- fica por las letras CAB (abreviatura de «Cabinet
DIENTES O DOCUMENTOS particulares : peque- Office»), el del Ministerio de Exteriores por las le-
ñas colecciones de cartas, de diplomas, de despachos, tras FO («Foreign Office»), el de la Marina por ADM
etc, agrupados en una misma carpetilla o ligados por («Admiralty»), etc. Dentro de cada sección, las se-
algún lazo. A veces estos expedientes contienen un ries archivísticas se distinguen por un número parti-
papel singular y concreto: la pieza simple, la PIEZA cular. Así , dentro de la sección CAB, la serie que
DOCUMENTAL BÁSICA. En cualquier caso, esos recoge las actas del consejo de ministros lleva el nú-
expedientes documentales son las unidades mínimas mero 23, la serie que comprende los documentos y
de clasificación archivística. memorandos que estudia el gabinete lleva el número
24, la que recoge las actas del comité de defensa im-
El archivo general del Ministerio de Asuntos Ex-
perial lleva el número 2, etc. a su vez, dentro de cada
teriores español puede servir como ejemplo del modo
una de esas series, la numeración de los legajos o
de organización de un archivo administrativo que
volúmenes es consecutiva (respetando el orden cro-
cuenta con fondos de interés histórico. Dispone de
nológico de archivo). De este modo, la signatura de
una guía somera que describe su origen, sus fondos y
un documento particular de estos fondos (como pu-
su clasificación: M.J. Lozano Rincón y L.E. Romera
diera ser el acta de una reunión del gabinete británi-
Iruela, Guía del archivo del Misterio de Asuntos Ex-
co el 22 de julio de 1936) tendría esta forma de iden-
teriores, Madrid, Misterio de Asuntos Exteriores,
tificación: CAB 23/85. Gracias a ella, podríamos lo-
1981. En él, no existen secciones archivísticas, pues-
calizar de modo rápido ese acta en el Public Record
to que se trata de un archivo único de un ministerio.
Office buscando el volumen 85 de la serie « actas del
Pero sí cuenta con dos series: el llamado archivo «his-
gabinete» de la sección «Archivo del Cabinet Office».
tórico», que incluye toda la documentación generada
hasta el año 1931, y el archivo «renovado», que com- La mayor parte de los archivos históricos siguen
prende la documentación generada desde el año 1931. un procedimiento de organización de sus fondos muy
Dentro de cada serie, los documentos se clasifican en similar a los expuestos anteriormente, con mayor o
legajos que tienen un número consecutivo propio. menor complejidad. Para profundizar en este tema,
Estos legajos, a su vez, se componen de expedientes contamos con tres obras muy accesibles: el manual
también numerados consecutivamente. ya citado de Vicenta Cortés (Archivos de España y
América , Madrid, Univ. Complutense, 1979); el li-
Para designar esas divisiones sucesivas, se utili-
bro de Antonia Heredia Herrera (Manual de instru-
zan unas signaturas archivísticas que permiten des-
mentos de descripción documental, Sevilla, Diputa-
cribir gráficamente y localizar los distintos documen-
ción Provincial, 1982), y el trabajo más reciente de
tos utilizados por un investigador. Por ejemplo (se
M. C. Pescador del Hoyo (El Archivo, Madrid, Nor-
trata de una referencia inventada), pongamos que
ma, 1986).
hemos utilizado siguientes pieza documental singu-
lar en nuestro trabajo de investigación: un telegrama Los archivos públicos españoles cuentan con una
del embajador español en Londres al ministro de guía general en la que se proporciona una informa-
Asuntos Exteriores en Madrid, fechado el 26 de mar- ción básica sobre su dirección, horario de consulta,
zo de 1946. Ese documento está custodiado y se pue- historia y fondos disponibles (hasta el grado de sec-
de consultar en el Archivo del Ministerio de Asuntos ciones y series): Guía de los archivos estatales es-
Exteriores (radicado en Madrid), Serie «Renovado», pañoles. Guía del investigador, Madrid, Dirección
legajo 1037, expediente 5. De un modo abreviado, General del Patrimonio Artístico y Cultural, 1977.

103
Enrique Moradiellos

Para penetrar en el conocimiento de los fondos y primera visita al Archivo Nacional en París, Jules
funcionamiento de los cinco grandes archivos histó- Michelet expresó con palabras inolvidables e insupe-
ricos españoles, contamos con otras tantas guías de rables este profundo goce que produce la investiga-
gran valor para el investigador. Bajo la dirección de ción archivística:
Carmen Crespo Nogueira, se ha publicado la obra No tardé en darme cuenta de que en el silencio de esas ga-
Archivo Histórico Nacional. Guía (Madrid, Minis- lerías había un movimiento, un murmullo que nada tenía que
terio de Cultura, 1989), que reemplaza una guía pre- ver con la muerte. Esos papeles, esos pergaminos acumu-
via publicada por Luis Sánchez Belda en 1958. Án- lados allí durante tanto tiempo sólo deseaban revivir. Esos
gel de la Plaza Bores es autor de la obra Archivo papeles no son papeles sino vidas de hombres, de provin-
General de Simancas. Guía del investigador (Va- cias, de pueblos [...] Si se hubiera querido escucharlos a
lladolid, Dirección General de Archivos y Bibliote- todos, ninguno habría estado muerto. Todos vivían y habla-
cas [DGAB], 1962. José M. Peña Cámara hizo lo ban, rodeaban al autor con un ejército de cien lenguas [...]
propio para el gran archivo sobre la América Hispá- Y a medida que soplaba sobre su polvo, los veía
nica creado en 1785 por Carlos III en Sevilla: Archi- levantarse.
vo General de Indias. Guía del visitante (Valencia,
DGAB, 1958). El Archivo de la Corona de Aragón, Sacaban del sepulcro, unos la mano, otros la ca-
sito en Barcelona, cuenta con una Guía abreviada beza, como en el Juicio de Miguel Angel o en la dan-
(Madrid, DGAB, 1958). Y, finalmente, el Archivo za de los muertos. La danza galvanizada que baila-
General de la Administración, creado en 1969 para ban a mi alrededor es lo que he tratado de reproducir
recoger la documentación de más de veinticinco años en este libro.
generada en los distintos ministerios españoles, cuenta
con una somera descripción debida a M. C. Pesca-
dor del Hoyo y recogida en el Boletín de la Direc-
ción General de Archivos y Bibliotecas, núm. 133 -
134, publicado en 1973.
En todo caso, si de veras quisiéramos informar-
nos sobre los fondos archivísticos disponibles en cada
archivo, para saber si puede sernos útil en una inves-
tigación determinada, lo mejor sería acudir al mismo
en persona. In situ, podríamos examinar los
inventarios y catálogos existentes sobre las distintas
series documentales y realizar consultas con el per-
sonal especializado que allí trabaja: los archiveros y
documentalistas profesionales. Habida cuenta de la
experiencia y conocimientos de estos profesionales,
las consultas pueden ahorrar gran cantidad de pro-
blemas y pérdidas de tiempo al investigador. Sin ol-
vidar que la mayoría de estos técnicos son, en una
gran proporción, licenciados universitarios en histo-
ria que comprenden muy bien los métodos y dificul-
tades de la investigación histórica.
Para terminar este apartado y este libro, permíta-
senos un último consejo para los estudiantes que se
aventuren por vez primera en un archivo histórico:
hacedlo con la mente abierta y dispuesta a experi-
mentar el goce del contacto con el material legado
del pasado. De este modo. Podréis disfrutar de la tre-
menda emoción que supone descubrir testimonios
pretéritos, desempolvar cartas y manuscritos ignora-
dos, sacar a la luz de nuestro tiempo libros o mapas
perdidos en el olvido de siglos... Así obraréis como
auténticos demiurgos que dan forma y sentido a un
material hasta entonces informe y presto para cobrar
significado si tan sólo se le escucha. Recordando su

104
Introducción a las técnicas de trabajo universitario

BIBLIOGRAFÍA ORIENTATIVA SOBRE TÉCNICAS DE ESTUDIO, REALIZACIÓN DE TRABA-


JOS DE CURSO Y COMENTARIOS DE TEXTOS, MAPAS Y GRÁFICOS HISTÓRICOS.

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Jerzy Topolski

La naturaleza del conocimiento histórico

1. Descripción general del proceso cognoscitivo

Las reflexiones sobre los fundamentos del conocimiento histórico, interpretado aquí como el conocimien-
to de los sucesos pasados en la historia de la humanidad1 , debe comenzar con una descripción general del
proceso cognoscitivo. Adquirir el conocimiento del pasado, cosa que ocurre a través de la imaginación histó-
rica, es –al margen de las propiedades que se le puedan atribuir– parte del proceso cognoscitivo humano.
El conocimiento puede ser abordado desde dos puntos de vista: como el proceso en el que el sujeto del
conocimiento (el sujeto conocedor) adquiere información del objeto de conocimiento, o como el resultado del
proceso. En el último caso, el proceso cognoscitivo se convierte en conocimiento. El conocimiento del objeto
cognoscitivo es por tanto un resultado del proceso (acto) cognoscitivo, que, sin embargo, supone un sistema
de memoria.
Entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento hay una relación de realimentación: el conocimiento
depende del proceso cognoscitivo, ya que sin ese proceso (es decir, la suma de actos aislados de conocimien-
to) no hay ningún resultado; por otro lado, el propio proceso cognoscitivo tiene lugar sobre la base del
conocimiento existente. Pero esta última relación no es aceptada unánime ni igualmente en epistemología.
Por tanto, en este punto, entramos en el área de las controversias entre las diversas formas de abordar el
conocimiento. En general, las diferencias entre las opiniones filosóficas sobre el problema del proceso
cognoscitivo se pueden reducir a las que existen en la interpretación del objeto de conocimiento, de la rela-
ción entre proceso cognoscitivo y conocimiento, y del alcance de las posibilidades cognoscitivas del hombre.
El objeto cognoscitivo se considera, o bien como algo que existe independientemente del sujeto conocedor
y fuera de ese sujeto (es decir, como se dice a menudo, objetivamente existente), o bien como un producto de
la mente del sujeto conocedor. La primera opinión es la que sostienen el materialismo (que acepta el mundo
material como objeto cognoscitivo) y el idealismo objetivo (que acepta la naturaleza espiritual del objeto
cognoscitivo, pero acepta la existencia de este último independientemente del sujeto conocedor). La segunda
postura la sostiene el idealismo subjetivo. La controversia se sitúa en la esfera de la ontología, y su sentido
forma como un puente entre la ontología y la epistemología.
La naturaleza de la relación entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento pertenece estrictamente al
área de la epistemología. Son posibles dos situaciones básicas: 1) En primer lugar tenemos el conocimiento a
priori, que es independiente de la experiencia, y una mente adecuadamente estructurada, y el proceso
cognoscitivo parte de esa base. Una vez que ha comenzado, empieza a operar la realimen-tación entre el
proceso cognoscitivo y el conocimiento. 2) Es la experiencia la que sirve como punto de partida; nos da un
conocimiento que a su vez se convierte en una condición más o menos indispensable del proceso cognoscitivo
posterior. El primer caso es aceptado por el apriorismo (platonismo cartesiano, kantismo, convencionalis-

1 De ahora en adelante se llamará el conocimiento del pasado.

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Jerzy Topolski

mo), y el último, por el empirismo epistemológico (Bacon, Locke, Hume, Mill), que suele aparecer junto con
el sensualismo (Condillac). El empirismo epistemológico tiene dos versiones: positivista (que considera al
sujeto conocedor como un mero receptor pasivo) y dialéctica, que acepta un papel activo del sujeto conoce-
dor en el proceso cognoscitivo y un conocimiento creciente del objeto cognoscitivo.
No nos ocuparemos aquí de lo que se llama conocimiento intuitivo, ya que en ese caso no aceptaríamos
que tuviera lugar a través del sujeto conocedor ni un proceso cognoscitivo a priori ni uno a posteriori. Se
dice que ese proceso cognoscitivo consiste en una visión directa intuitiva del objeto cognoscitivo, obtenida
por medio de una «penetración» en ese objeto.
La epistemología marxista, que afirma la existencia de un mundo material, objetivo, que es independiente
del sujeto conocedor, adopta la postura del empirismo materialista (sensualista) en su versión dialéctica, es
decir, la versión que subraya la relación dialéctica entre el proceso cognoscitivo y el conocimiento y acepta
así el papel esencial del conocimiento en el proceso cognoscitivo.
Las opiniones sobre el, alcance y la calidad del conocimiento que los seres humanos pueden tener varían
también, según las posturas. El agnosticismo niega la posibilidad de cualquier conocimiento completo del
objeto cognoscitivo. Su versión kantiana afirma que sólo adquirimos el conocimiento de los fenómenos, sin
aprehender «la esencia de las cosas» (noumena), mientras que el escepticismo radical filosófico subraya la
imposibilidad de llegar a la verdad. El positivismo (o realismo ingenuo), que se opone al agnosticismo, no
consigue advertir la complejidad del proceso cognoscitivo y afirma que la percepción sensorial nos puede dar
un reflejo inmediato y fiel del objeto cognoscitivo, resolviendo así el problema de la cognoscibilidad del
mundo. A. J. Ayer tiene razón al subrayar que la afirmación de que «los objetos físicos que percibimos
comúnmente son, por así explicarlo, “dados a nosotros”», significa en realidad un acercamiento intuitivo2 .
Estas dos visiones extremas son rechazadas por el materialismo dialéctico, que alza contra el agnosticis-
mo la afirmación de que el mundo es cognoscible, pero subraya que esto no debe implicar que ya está plena-
mente conocido ni que su conocimiento se puede adquirir en un número finito de actos de conocimiento3 . Si
adquirimos algún conocimiento del mundo y actuamos eficazmente sobre la base de ese conocimiento, esto
significa que el mundo es cognoscible, aunque el proceso cognoscitivo es complejo y difícil. Acusa al positi-
vismo de negar el papel activo de la mente del sujeto conocedor y destaca que el mundo es cognoscible sólo si
tenemos en cuenta ese factor. La mente humana permite a los hombres adquirir un conocimiento del mundo
aportando formas de percepción de los hechos como resultado de la experiencia, y libera el contenido del
conocimiento humano de deformaciones debidas a la imperfección de los sentidos humanos. Esta opinión
encuentra reflejo en la distinción hecha entre el nivel de la percepción sensorial y el pensamiento abstracto, en
el cual el lenguaje se usa como instrumento del pensamiento4 .
A pesar de las diferencias de opinión sobre el proceso cognoscitivo y sus resultados, hay una aceptación
corriente de la postura de que el conocimiento depende del proceso cognoscitivo, lo cual significa que el
conocimiento se adquiere en el proceso cognoscitivo.

2. Características del conocimiento científico

Respecto al proceso cognoscitivo científico (para el que vale las afirmaciones anteriores), deberíamos
preguntarnos la diferencia entre conocimiento científico y el «ordinario». Especificando más, podríamos
preguntar si la diferencia consiste en el proceso cognoscitivo o se hace manifiesta sólo en el área del conoci-
miento adquirido a través del proceso cognoscitivo.
La respuesta resulta difícil, pero el punto de partida parece simple. Puesto que la diferencia principal
entre el proceso cognoscitivo en general y el proceso cognoscitivo científico es que el objetivo del último no
es adquirir conocimiento del mundo en general, sino un conocimiento científico de él, podríamos definir el

2 A. J. Ayer, The Problem of Knowledge, Baltimore, 1961, pag. 79.


3 Para los argumentos contra el agnosticismo, ver F. Engels, el prólogo a la edición inglesa de “Socialism: Utopian and Scientific”, Selected Works,
volumen I, de. Págs. 92–94.
4 La distinción entre estos niveles ha sido hecha por V. Lenin

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La naturaleza del conocimiento histórico

proceso cognoscitivo científico como aquel cuyo objetivo es adquirir un conocimiento científico. Pero enton-
ces surge un problema, qué es el conocimiento científico, y cuál es, o debería ser, el proceso para adquirirlo.
La ciencia, o el conocimiento científico, se ha definido de varias formas5 . F. Bacon (en su Novun Organum)
subrayó su aspecto pragmático al afirmar que la ciencia ayuda al hombre a controlar la Naturaleza y satisfa-
ce su intento de conocerse a sí mismo. Desde ese punto de vista, el conocimiento científico se puede definir
por su objetivo. El mismo criterio se usa para distinguir el conocimiento científico si este último se define
como el conocimiento verdadero (es decir, el conocimiento basado en «la verdad contra la falsedad» como
principio)6 . En el último caso el objetivo del proceso cognoscitivo científico consiste en adquirir conocimien-
to verdadero. Se subraya que dicho conocimiento debe tener ciertas características, que, en conjunto, pueden
describirse como la exigencia de precisión. Una de las primeras definiciones que indicó la estructura
metodológica del conocimiento científico fue la que dio W. S. Jevons en The Principles of Science. Escribió
que el conocimiento científico es conocimiento generalizado, distinto del conocimiento sensorial de los he-
chos, y dichas generalizaciones se hacen destacando la identidad y clasificando. «La ciencia (...) es la detec-
ción de la identidad, y la clasificación es poner juntos, en el pensamiento o en la proximidad espacial real,
aquellos objetos entre los que se ha detectado la identidad»7 . Los autores contemporáneos subrayan también
la naturaleza general y abstracta del conocimiento científico 8 .
El conocimiento de clasifica a veces como conocimiento científico e ideología. Pero la división no puede
dibujarse claramente. Esto no ocurre sólo porque la valoración (o sea, la clasificación según el criterio:
bueno contra malo, y que según el criterio: verdadero contra falso) subyace bajo todas las decisiones, inclui-
das las científicas, sino más bien porque lo que se considera normalmente como ciencia puede funcionar en
algunos casos como ideología, es decir, como conocimiento que sirve a los intereses de grupos específicos.
Por ejemplo, la teoría copernicana jugó durante mucho tiempo un papel ideológico, al mirar el sistema
predominante de valoración religiosa9 . En vista de los fuertes lazos entre la ciencia y la ideología se subraya
a menudo que el conocimiento científico es (o debería ser) neutral en relación con los intereses de diversos
grupos sociales. Esto sólo es correcto en parte, y con la condición de que no se nieguen las relaciones entre la
ciencia y la ideología, y que se distinga entre las relaciones que facilitan el camino a la verdad y las que lo
dificultan.
Los intentos de definición del conocimiento científico hacen resaltar fuertemente el aspecto sociológico de
la cuestión. Desde ese punto de vista, el conocimiento científico sería el que se adquiere por un grupo de
gente apropiadamente reclutado que se ocupan profesionalmente de la ciencia (hombres de ciencia, estudio-
sos). Se guían por ciertas normas de conducta especializadas que están destinadas a obtener un conocimiento
verdadero. Dichas normas pueden interpretarse como existentes o como postuladas. Se han hecho muchos
intentos de formularlas, siendo el punto común el principio de la supervisión de la investigación por la
totalidad de los científicos. El conocimiento científico sería así un conocimiento sujeto a la aprobación públi-
ca de los especialistas, o sea, sujeto a una supervisión.
El proceso cognoscitivo científico, es decir, el proceso cognoscitivo que da lugar al conocimiento científi-
co (descrito arriba), es una variante del proceso cognoscitivo en general. Como todo proceso cognoscitivo,
tiene su origen en la experiencia sensorial, en la cual, como lo hemos dicho antes, adquirimos un conocimien-
to del mundo externo no directamente, sino sólo como la causa de nuestra experiencia sensorial10 , es decir,
como una serie de datos sobre ese mundo. En el proceso cognoscitivo científico, un hombre de ciencia dispo-

5 Hay una diferencia evidente entre la ciencia y el conocimiento científico: la primera abarca los resultados acumulados de la investigación y los métodos
para obtenerlos, y es, por tanto, un concepto dinámico, mientras que el segundo abarca solamente los resultados de la investigación, y es por tanto un
concepto estático.
6 Cfr. S. Ossowski sobre las exigencias de responsabilidad científica en su O osobliwossciach nauk spolecznych (Sobre la peculiaridades de las ciencias
sociales), Varsovia, 1962, págs. 283 y ss. Las observaciones hechas aquí se refieren a las disciplinas empíricas.
7 W. S. Jevons, The Principles of Science, vol. II, Nueva York, 1877, páginas 673–674.
8 Cfr. Q. Gibson, The Logic of Social Enquiry, Londres, 1960, pág. 3.
9 El término ideología tiene muchas interpretaciones diferentes. La más apropiada parece subrayar su naturaleza genética y funcional. Así, si una
afirmación tiene un claro origen de clase, que indica su relación con grupos sociales específicos (que tienen intereses comunes), y si también formula
los objetivos de esos grupos (o de la clase entera), entonces debe considerarse como una ideología.
10 Cfr. A. J. Ayer, The Problem of Knowledge, ed. cit. Vol. 3.

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Jerzy Topolski

ne de instrumentos especializados que le permiten descifrar la información normalmente inaccesible a la


gente ordinaria. Algunos de estos instrumentos vencen las limitaciones de nuestros sentidos. Un ejemplo de
un instrumento que permite descifrar información que es inaccesible a la gente ordinaria nos lo proporciona
el microscopio; el conocimiento de la paleografía, que permite leer los textos antiguos reales, juega también
el papel de un instrumento así. Pero las principales características del proceso cognoscitivo científico no hay
que buscarlas en el nivel del conocimiento sensorial: consisten en la naturaleza abstracta del proceso
cognoscitivo científico, manifiesta en gran medida incluso en el nivel del conocimiento especial para ser
comprendidos. En ese nivel de conocimiento no podemos, como hemos dicho anteriormente, arreglárnoslas
sin el lenguaje. El lenguaje se convierte, por tanto, en un instrumento necesario del proceso cognoscitivo
científico y de la descripción del mundo11 . Las reglas de investigación indican que le lenguaje científico debe
facilitar la máximo el trasvase de información, dentro y fuera del medio científico. El proceso cognoscitivo
científico no es un acto aislado, sino que forma parte del proceso general de desarrollo de la ciencia y en ese
sentido es enormemente indirecto, ya que requiere que se tomen en cuenta los resultados obtenidos por otras
personas, tanto dentro como fuera del medio científico.
Si queremos que el proceso cognoscitivo científico cumpla su tarea principal, que es proporcionar conoci-
miento verdadero, entonces tiene que incluir el procedimiento de apoyar las afirmaciones por medio de com-
probaciones. Sólo el conocimiento comprobado puede ser científico. Mientras que en el conocimiento coti-
diano la cuestión de sustentar el conocimiento adquirido es claramente de importancia secundaria, en el
conocimiento científico ese paso el proceso cognoscitivo está claramente marcado y se convierte en una de
las partes principales de la metodología de las ciencias o epistemología interpretada de un modo amplio.

3. La controversia sobre la naturaleza del conocimiento histórico

Aunque aparentemente no provocaría protestas el asegurar que el conocimiento científico es una variedad
del conocimiento en general y que la investigación histórica supone una investigación científica, surgen
serios problemas de interpretación cuando se hace referencia al conocimiento histórico. La razón parece
evidente: el conocimiento histórico tiene como objeto diversos sucesos pasados que, como se coincide univer-
salmente, no podemos observar a causa de nuestra situación en el tiempo, es decir, en cierto sentido, no
podemos recuperarlos. Por el contrario, en relación con el conocimiento de los hechos presentes (observa-
bles) sí que los vemos, o por los menos podemos hacerlo, porque nuestra posición en el tiempo es simultánea
a la aparición de los hechos.
Los problemas de interpretación implicados aquí se pueden agrupar en torno a diversas respuestas a las
dos preguntas básicas: 1) ¿Es posible hacer afirmaciones con significado sobre el pasado, o sea, afirmaciones
con un valor lógico? 2) Incluso si asumimos que es posible (es decir, que nuestras afirmaciones sobre el
pasado se refieran realmente al pasado), ¿es posible dar una descripción verdadera (objetiva) del pasado?
Respecto de la primera cuestión han surgido dos tipos de dudas12 . Los positivistas lógicos, o al menos los
defensores del comprobacionismo (que asegura –cfr. Capítulo VIII– que una afirmación no analítica sólo
puede tener significado si puede ser comprobada empíricamente), se vieron obligados a hacer la paradójica
aseveración de que las afirmaciones sobre el pasado están más allá de la línea divisoria que separa las cien-
cias de la metafísica. Varias ideas, más o menos ingeniosas, han sido adelantadas para evitar esa conclusión.
Una de ellas es que las afirmaciones históricas son en realidad afirmaciones sobre el futuro, porque predicen
cuáles serán los resultados de la investigación (comprobaciones); esas afirmaciones, por tanto, adquieren
(tanto en su versión positivista como en la pragmática) significado por estar dirigidas hacia el futuro y no
dirigidas hacia el pasado. Esto salva el criterio de comprobación (porque podemos comprobar en el futuro lo
que ocurrirá), pero, como puede verse fácilmente, el lazo de unión con el pasado como algo real se ha roto.
En esa interpretación, las afirmaciones históricas no se refieren al pasado, sino a los fundamentos de nuestro
conocimiento de ese pasado. Por eso, si un historiador afirma: «En 1865–71, Florencia fue la capital de

11 Cfr. K. Ajdukiewicz, Jezyk y poznanie (Lenguaje y conocimiento), 2 volúmenes, Varsovia, 1960–65. Ver también W. P. Alston, The Philosophy
of Language, Nueva York, 1964 (con bibliografía básica).
12 Esos tipos de escepticismo son analizados por A. C. Danto, The Analitycal Philosophy of History, de. Cit., págs. 27–111. Yo no estoy de acuerdo
con él en muchas cuestiones, pero coincido con muchos de sus análisis.

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La naturaleza del conocimiento histórico

Italia», no se refiere, según esa interpretación, al pasado, sino que solamente predice que las fuentes históri-
cas (la investigación posterior) apoyarán esa hipótesis. La afirmación, por tanto, adquiere un sentido de
predicción, y no adquiere el significado por su concordancia con el pasado. Como puede verse, el hecho de si
Florencia existió o si fue la capital de Italia en el periodo mencionado más arriba no necesita ser tenido en
consideración.
Esta solución, al ser tan paradójica, no satisface tampoco a los comprobacionistas. Otra idea ha sido la de
reducir las afirmaciones sobre el pasado a afirmaciones sobre el presente, C. J. Lewis dice que cualquier
hecho pasado puede ser analizado como extensible en el tiempo, de modo que sus consecuencias continúan
hasta el presente, y éstas pueden comprobarse. A. C. Danto señaló lo absurdo de esa opinión. Si la batalla de
Hastings, que evidentemente no es su propia consecuencia, no es cognoscible porque no podemos compro-
barla, entonces, ¿cómo podemos conocer las consecuencias de ella, de algo que no es cognoscible? Más aún,
pregunta ¿en qué basamos nuestra de que un suceso anterior está unido a un suceso que es observado por el
historiador y que forma un todo con otros sucesos anteriores (si retrocedemos hasta el suceso original), si
todas las partes anteriores de ese todo son no cognoscibles? Lewis trató de soslayar esta cuestión diciendo
que las «marcas del pasado» que tienen los objetos existentes nos ayudan a encontrar el camino hacia las
partes anteriores, pero Danto señaló, correctamente, la insuficiencia de tal explicación13 .
A. J. Ayer rechazó los intentos de reducir las afirmaciones sobre el pasado a afirmaciones sobre el futuro
o a afirmaciones sobre el presente y asegura que los hechos pasados son comprobables «por principio». En el
presente también observamos sucesos que sólo tienen lugar cerca de nosotros, pero no los que ocurren en otro
lugar. Pero nuestra situación en el espacio no convierte estos últimos sucesos en no comprobables. Esto
muestra, como afirma Ayer explícitamente, que los sucesos no son pasados ni presentes; son sucesos, en
general, privados de una dimensión temporal14 , y por tanto, las afirmaciones sobre los sucesos se refieren a
ellos como tales y no como pasados, presentes o futuros. Sin embargo –y esto también fue aducido por
Danto–, el valor lógico de las afirmaciones no es independiente del momento en el que se formulan. Conside-
ramos el siguiente ejemplo15 : las afirmaciones 1) César morirá; 2) César está muriendo; 3) César murió, son
«factográficamente» sinónimas y, por tanto, son todas ciertas si una de ellas es cierta, o todas falsas si una de
ellas es falsa. Pero pierden esa propiedad cuando las analizamos según quién las hizo y cuándo. Si Bruto
hace la afirmación 2) y en ese momento César ya ha muerto, la afirmación será falsa. Por tanto, ese argumen-
to tampoco vale como argumento en favor del compro-bacionismo (o fenomenalismo metodológico), que
parece ser más vulnerable exactamente en lo que se refiere a las reflexiones metodológicas sobre la investiga-
ción histórica (no limitada a lo que se acaba de decir).
El escepticismo sobre las posibilidades del conocimiento histórico ha encontrado también una formula-
ción diferente, en concreto el segundo tipo de los escepticismos a los que nos hemos referido antes. Incluso si
aceptamos que podemos hacer afirmaciones verdaderas sobre el pasado, surgen dudas (encabezadas por B.
Russell) sobre si podemos estar seguros de que en realidad se refieren al pasado. Porque una afirmación que
describe un estado do cosas ficticio (por ejemplo, «Estanislao Augusto Poniaotwski fue rey de Polonia»); ni
difiere mucho de las afirmaciones que se refieren a sus fuentes. Esto, aparentemente, nos impide llegar a
aquello sobre lo que trata la afirmación, es decir, alcanzar el pasado. Este tipo de escepticismo es criticado
por Danto. En sus análisis del lenguaje hace una distinción entre los términos y afirmaciones que se refieren
al pasado, aquellos que son neutrales en relación con su referencia temporal, y aquellos que se refieren al
futuro. Por ejemplo, la afirmación «esto es una cicatriz» se refiere a una herida anterior y señala un determi-
nado nexo causal. Nuestro lenguaje, como bien señala Danto, está lleno de predicados que se refieren al
pasado16. Mencionemos, en este sentido, que su número es probablemente más grande de lo que afirma Danto,
ya que, para él, la afirmación «éste es un hombre» es neutral respecto a su referencia temporal, mienta que
para este autor la afirmación en cuestión y el término «hombre» están condicionados temporalmente y se
refieren al pasado. Por otro lado, el predicado «es rojo» parece ser temporalmente neutral. Pero la restricción
del lenguaje sobre el tiempo no niega totalmente el escepticismo sobre si las afirmaciones que se refieren al

13 A. C. Danto, op. cit., págs. 43–44.


14 A. J. Ayer, The problem of Knwledge, Edimburgo, 1961.
15 Cfr. A. C. Danto, op. cit., págs. 54–56.
16 Ibidem, págs. 73 y ss.

111
Jerzy Topolski

pasado hablan realmente sobre el pasado, ya que ese escepticismo puede abarcar el concepto de causalidad al
referirnos al principio de Hume de que post hoc non est proter hoc. Danto demuestra que, al contrario de lo
que asegura Russell, los predicados que se refieren al pasado no se pueden reducir totalmente a predicados
que sean neutrales respecto a su referencia temporal: lo que Russell llama conocimiento del pasado está
constituido por afirmaciones que lógicamente independientes del pasado y pueden, por tanto, ser analizadas
desde el punto de vista presente como si el pasado nunca hubiera existido17 .
Aparte de este tipo de crítica, Danto sugiere que se neutralice el escepticismo sobre si las afirmaciones
históricas se refieren realmente al pasado, extendiendo el acercamiento instrumentalista18 hasta abarcar las
afirmaciones históricas. En su opinión, las afirmaciones que se refieren al pasado juegan –a la luz del
instrumentalismo en la investigación histórica– un papel similar al de las afirmaciones teóricas que ordenan
(nuestro conocimiento de) los hechos. Por tanto, el término «Julio César» juega en una labor histórica un
papel que es similar al jugado por el término «electrón» en un documento sobre física o el término «complejo
de Edipo» en un estudio psicoanalítico19 . Es simplemente un instrumento –mejor o peor– utilizado para
ordenar los hechos, y no es esencial que se refiera a nada real, ya que las afirmaciones históricas no son
afirmaciones sobre hechos. Así, el problema de la verdad y falsedad de las afirmaciones históricas desapare-
ce.
Se puede ver fácilmente que el instrumentalismo no proporciona una solución satisfactoria del problema.
El instrumentalismo neutraliza la controversia sobre el valor lógico de las afirmaciones históricas por medio
de la eliminación de su marco de referencia, es decir, el pasado que es su modelo; por tanto, elimina algo real
que el historiador no puede perder. Por tanto, él rechaza el escepticismo en cuanto a la posibilidad de hacer
afirmaciones sobre el pasado y acepta esa posibilidad, y considera paradójico reducir las afirmaciones sobre
el pasado a afirmaciones sobre el presente o sobre el futuro, o neutralizar el valor temporal de dichas afirma-
ciones, o abandonar la aseveración de que el pasado fue algo real.

4. Argumentos contra el escepticismo. Rasgos característicos del conocimiento histórico

Nos vamos a ocupar ahora del análisis de dos clases de escepticismo mencionados anteriormente: sobre la
posibilidad de hacer afirmaciones sobre el pasado y sobre si el pasado es realmente el objeto de nuestras
reflexiones.
El argumento más radical contra el escepticismo sobre la posibilidad de hacer afirmaciones sobre el pasa-
do consiste en demostrar que epistemológica-mente no hay diferencia entre el conocimiento actual y el histó-
rico, puesto que si no existe dicha diferencia, las dudas surgidas sobre el conocimiento histórico abarcarían
todo el conocimiento en general. En nuestro caso, dicha conclusión es suficiente, porque nos interesa, sobre
todo, demostrar que no existen características específicas del conocimiento histórico, lo cual es muy impor-
tante para las reflexiones sobre la ciencia histórica.
Para apoyar la aseveración de que no hay diferencia entre el conocimiento actual y el conocimiento histó-
rico tenemos que escrutar, en primer lugar, la naturaleza indirecta del conocimiento de los sucesos pasados,
que se debe a la imposibilidad de hacer observaciones directas del pasado y que causa la inquietud de los
comprobacionista.
Surgen dos cuestiones: ¿Realmente estamos privados por completo de la posibilidad de una observación
directa del pasado? Y ¿Esta imposibilidad es una peculiaridad del conocimiento histórico solamente?
Antes de seguir adelante, es necesario hacer dos distinciones: el conocimiento histórico en el sentido
amplio del término frente al conocimiento histórico científico, y conocimiento histórico general (tanto cientí-
fico como en el sentido amplio del término) frente al conocimiento del pasado que tiene un individuo (tanto

17 Esta opinión ha sido formulada por B. Russell en The Analisys of Mind, Londres, 1921. Lo citamos según A. C. Danto, k op. cit. págs. 77ss.
18 En la metodología de las ciencias, el instrumentalismo es la postura «según la cual las leyes científicas y las teorías no son afirmaciones verdaderas
o falsas sobre los hechos, sino sólo instrumentos usados para ordenar y predecir hechos observados». (Cfr. J Giedymin, Problemy, zalozenia,
rozstrzygniecia, edición citada, pág. 175.)
19 A. C. Danto, op. cit., pág. 79.

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La naturaleza del conocimiento histórico

historiador como no). El conocimiento histórico en sentido amplio puede ser interpretado como cualquier
conocimiento del pasado, y por tanto, además del conocimiento científico, como todos los tipos de conoci-
miento a los que recurrimos muchas veces en nuestra vida corriente cuando necesitamos un conocimiento de
lo que había sido. El conocimiento científico de los sucesos pasados pretende proporcionarnos un conoci-
miento científico de esos sucesos, en el sentido explicado previamente. Podemos dar una característica más
que distingue el conocimiento cotidiano del pasado del conocimiento histórico científico; esta característica
hay que añadirla a las diferencias ya conocidas entre el conocimiento en general (menos el científico) y el
científico. En lo que llamamos conocimiento cotidiano usamos casi exclusivamente la memoria, que en este
caso sirve como canal de información. Otras fuentes, como cartas y demás documentos personales, juegan un
papel meramente auxiliar. Respecto al conocimiento científico ocurre lo contrario: el uso de la propia memo-
ria de los sucesos pasados tiene importancia secundaria. En el análisis que sigue nos ocuparemos del conoci-
miento histórico científico.
La opinión de que la aproximación indirecta es un peculiaridad de la adquisición del conocimiento sobre
el pasado está extendida entre los historiadores20 . ¿Pero está tan roto el lazo entre el pasado y el presente que
no tenemos posibilidad de hacer observaciones directas del pasado aunque las acciones de los seres humanos
que se combinaron para formar el pasado hayan terminado? El lazo sólo estaría completamente roto si fuera
posible hacer una distinción consistente entre la percepción de los objetos y los sucesos que son las causas
directas de nuestras experiencias sensoriales y la observación de los hechos pasados (que se pueden obser-
var). Pero esta distinción no se puede realizar totalmente, ya que el conocimiento del pasado incluye la
observación de los objetos físicos todavía existentes, incluyendo seres humanos, y no sólo en forma de restos
humanos, sino también sus acciones actuales. Un historiador puede observar a la gente viva, cuyas acciones
incorporan, más o menos claramente, la experiencia del pasado transmitida de generación en generación. Se
dice a menudo que un hombre vivo es un portador de la tradición o una imagen del pasado. La observación
del comportamiento de las personas que viven en unas condiciones poco propicias a los cambios (comunida-
des rurales, pueblos primitivos, etcétera) es especialmente instructiva en este aspecto. Esta observaciones
son la principal fuente de muchos estudios realizados en antropología cultural. Esto abarca el estudio del
lenguaje usado por los grupos bajo observación; el lenguaje se interpreta aquí no sólo como una forma
específica de comportamiento (en concreto, comunicación), sino también como secuencias de frases emitidas
y emisiones de significados concretos. Si dichas frases y emisiones se refieren al pasado, la memoria de la
persona emisora se convierte en una fuente (histórica). Pero puede ocurrir también que aprendamos algo
sobre el pasado a partir de frases que se refieran a situaciones actuales. En tal caso el hombre cuyo compor-
tamiento está siendo observado actúa apoyado en la memoria habitual, que produce más bien, automáticamente,
de la experiencia pasada.
La observación de las acciones humanas puede tener como objetivo sólo una información sobre el com-
portamiento real de las personas en cuestión, sin ningún intento de descubrir en ese comportamiento restos
del pasado, y ser, por tanto, una fuente de conocimiento del pasado, o puede ser también un mejor conoci-
miento del pasado. Los antropólogos culturales, durante mucho tiempo, se han limitado al primer tipo de
observaciones, y los historiadores, normalmente, no han querido incluir las observaciones de la conducta
humana en la serie de fuentes que les permiten reconstruir el pasado. Sólo los avances en la integración de la
ciencia han acercado mutuamente estas dos aproximaciones a la observación de la conducta humana. Por
ahora, se ha extendido la comprensión del hecho de que estas dos aproximaciones pueden acercarse. Al
hablar de observaciones de la conducta humana tenemos que recordar que las técnicas de grabación nos
permiten oír la voz de un hombre muerto como oímos las de los que todavía viven; del mismo modo, las
películas y las fotografías nos permiten hacer observaciones (más o menos exactas) sobre los hechos pasados
y sobre personas que ya no viven.

20 El hecho de que el conocimiento histórico es específicamente indirecto ha sido subrayado (además de los viejos manuales de Ch. V. Llanglois y Ch.
Seignobos, M. Handelsman, y el más reciente de S. Koscialkowski) por A. Gieysztor, Zarys pomocniczych nauk historii, Varsovia, 1950; R. Lutman,
«Podatawy metodologiczne historiografii» (los fundadores metodológicos de la historiografía). Actas del VIII Congreso de historiadores polacos, vol.
Y, Varsovia, 1948, pág. 19; H. C. Hockett, The Critical Method in Historical Research and Writing, Nueva York, 1958, pág. 8; H. J. Marrou, De la
connaissance historique, París, 1956, pág. 143. Este último autor opina que, a causa de que el conocimiento histórico es indirecto, no podemos hablar
de la historia como una ciencia en el sentido total del término, ya que nos encontramos aquí con el conocimiento basado en la fe (connaissance de foi).
R. Lutman escribe también que en la historiografía «la actitud del investigador es básicamente fideísta» (op. Cit., pág. 24). Ver también C. Bobinska,
Historyk. Fakt. Metoda (El historiador. El hecho. El método), pág. 112 y ss. Esta postura es criticada por W. Kula, en Rozwazania o historii (Reflexiones
sobre historia), edición citada, págs. 42–60, que señala el hecho de que el conocimiento respecto a los hechos contemporáneos también es indirecto, no
sólo en lo referente a los del pasado.

113
Jerzy Topolski

Dichas observaciones, que la mismo tiempo son observaciones de restos del pasado, van desde las obser-
vaciones de gente viva hasta las observaciones, a las cuales recurren a menudo los historiadores, de objetos
inanimados (especialmente los arqueólogos y los historiadores de la civilización material), de objetos físicos
inanimados que son restos del pasado21 . Entre ellos se puede incluir todo tipo de objetos materiales que son
producto del trabajo humano (por ejemplo, un viejo arado guardado en un museo o todavía usado por los
campesinos) y todos los demás restos de la existencia del hombre en el globo. Esta última categoría abarca
restos de todas las actividades que nos son trabajo en el sentido económico de la palabra (por ejemplo, restos
de juegos, entretenimientos, etcétera) y de restos humanos (por ejemplo, esqueletos en tumbas). Entre los
objetos físicos inanimados que pueden ser la materia de observación de los historiadores puede haber restos
de sustancias orgánicas, y su conocimiento puede contribuir al conocimiento, por parte del historiador, de la
actividad humana. Así, por ejemplo, un análisis del polen nos puede ayudar a reconstruir el entorno vegetal
del hombre, dentro del cual podemos distinguir las plantas que el hombre cultivaba. El conocimiento del
modo de crecer de los árboles nos da información sobre los cambios de clima, y los esqueletos de los animales
nos permiten reconstruir las ocupaciones del hombre (la relación entre caza y crianza de animales) y su
alimentación. Los límites de la observación directa de los objetos físicos que puede hacer un historiador son
difíciles de definir. Basta mencionar, en este sentido, las enormes oportunidades proporcionada por la foto-
grafía aérea, que revela trazos de objetos físicos (o regiones) que de otro modo permanecerían inadvertidos,
y nos permite así reconstruir los viejos límites entre los campos y la situación de los poblados. Hay que
mencionar también que la observación de las viejas fuentes del derecho (por ejemplo, actas de parlamentos),
significa también conocimiento directo si tales fuentes se han conservado en la forma de documentos origina-
les. En estos casos ninguna persona actúa como intermediario. Esto muestra que los historiadores del derecho
basan su investigación, en gran medida, en el conocimiento directo.
Todas las formas de conocimiento histórico anotadas hasta ahora consisten en una observación directa de
los objetos físicos y apuntan una posibilidad de observación directa del pasado. El único argumento contra
este razonamiento se ha encontrado en el libro de A. J. Ayer. No niega la existencia de restos del pasado (que
tienen la etiqueta de pertenecientes al pasado), pero asegura que es imposible adquirir ningún conocimiento
de ellos como fuentes de información sobre el pasado, sin tener un concepto del pasado22 . Sin embargo, ésta
no es la cuestión, pues se podría decir que no podemos adquirir ningún conocimiento de los sucesos presentes
sin tener un concepto del presente, es decir, sin tener algún conocimiento que nos permita clasificar adecua-
damente los objetos que observamos. Pero sería erróneo negar la gran importancia del conocimiento histórico
indirecto, aunque a menudo el conocimiento indirecto está claramente unido al directo.
Hay también, hasta cierto punto, una observación directa de objetos físicos, en el caso de las fuentes cuyo
valor cognoscitivo consiste no tanto en el propio hecho de su existencia, como restos de sucesos pasados,
como en los datos que contienen. Por ejemplo, un viejo arado es un objeto directo de conocimiento histórico
sólo como un objeto físico específico del pasado, pero un documento tiene interés para nosotros, sobre todo,
como portador de un contenido determinado, y mucho menos como un hoja de papel concreta, o un pergami-
no, cubierto con escrituras y con un sello fijado a él. Las características externas mencionadas, sin embargo,
pueden ser muchas veces importantes para descifrar o interpretar el contenido del documento en cuestión.
Pueden ser también la materia de una investigación especial que se ocupe de la producción del papel, organi-
zación de la cancillerías, el modelo de escribas y los tipos de escritura. En estos casos, por supuesto, nos
enfrentamos con la observación directa de un objeto físico. Todas las autopsias son observaciones directa de
este tipo. Pero, en cuanto a los sucesos pasados a los que se refiere el documento, la observación del historia-
dor es indirecta. Lo mismo ocurre con otras fuentes que registran, semánticamente o no, las observaciones
hechas por otras personas. En todos estos casos, el historiador no adquiere información sobre el propio
hecho, sino sobre una información que le atañe. Estas pueden ser informaciones hechas intencionalmente
para reconstruir el pasado (una crónica) u observaciones registradas con algún propósito práctico (una carta
privada, unas listas de Hacienda, etcétera). Hay que subrayar que, muchas veces, el historiador se encuentra

21 M. Bloch sostiene que, cuando nos encontramos con objetos físicos que son restos del pasado, el conocimiento es directo: «Quelque jegement qu´on
porte sur elle, c´est endéniablement une induction du type le plus classique; elle se fonde sur la constatation d´un fait et la parole d´autroi n´y intervient
en rien.» (Cfr. Apologie pour l´historie ou métier d´historien, pág. 20). Su opinión ha sido criticada una vez por el presente autor, pero no en cuanto
a las formas de conocimiento histórico, sino sobre los métodos de establecer los hechos. Los datos directos se pueden usar para el establecimiento directo
o indirecto de los hechos. El ejemplo dado por Bloch es un caso típico de establecimiento indirecto de los hechos (es decir, por deducción). Cfr. Kwartalnik
Historyczny, número 2, 1961, pág. 458.
22 Cfr. A. J. Ayer, the problem of Knowledge, ed. cit., pág. 151.

114
La naturaleza del conocimiento histórico

en una situación en la que tiene que confiar en informaciones hechas por otras personas. Algunos autores,
por ejemplo M. Bloch, afirman que la existencia de intermediarios entre un hecho pasado y el historiador es
el criterio de distinción entre el conocimiento directo e indirecto. Como veremos más tarde, esta distinción
parece útil. En el caso del conocimiento indirecto, basado en informaciones hechas por otros, podemos distin-
guir varios grados. Cuanto más alejado esté el informante del hecho sobre el que se informa, mayor será el
grado de tortuosidad, Este tipo de conocimiento incluye el uso de las observaciones científicas hechas, direc-
tamente o no, por otros historiadores. Ya que, como hemos dicho anteriormente, es normal examinar la
fuentes sólo parcialmente, basando algunas afirmaciones en el conocimiento adquirido por otros.
El conocimiento basado en la memoria de otros es también de naturaleza indirecta. A menudo nos referi-
mos a lo que recuerdan los otros, y solemos combinar eso con observaciones de la conducta de las personas
vivientes23 . La cuestión se hace más complicada cuando añadimos nuestra propia memoria, que, después de
todo, es también una fuente de conocimiento histórico. Al contrario de A. J. Ayer, este autor sostiene que en
dicho caso podemos hablar de conocimiento directo. Esto es así porque nosotros somos la persona que ha
observado un suceso concreto en un momento dado y simplemente lo recordamos en un momento adecuado.
Estos recuerdos pueden estar distorsionados por nuestras experiencias posteriores al suceso en considera-
ción, de modo que no sean tan directos, pero aun así, predomina lo directo sobre lo indirecto.
Por tanto, el conocimiento histórico es una combinación del conocimiento directo e indirecto. Cuando el
conocimiento se basa en datos proporcionados (de varias formas) por otros, podemos hablar, como M. Bloch,
de conocimiento indirecto. Como esto ocurre muy a menudo, y es típico en el caso de los historiadores que
trabajan principalmente sobre fuentes escritas, parece adecuado señalar lo indirecto del conocimiento históri-
co como su propiedad principal.
Pero preguntemos de nuevo, ¿son los historiadores los únicos investigadores que en su trabajo confían
principalmente(o en gran medida) en las fuentes (interpretadas como datos de observaciones hechas por
otros), y no en su propia observación directa? Cuando examinamos el problema más de cerca, la naturaleza
indirecta del conocimiento histórico no es, en absoluto, exclusiva de los procedimientos de investigación
usado por los historiadores. W. Kula ha mostrado que el estudio de los hechos sociales contemporáneos es
también indirecto, o sea, basado en el uso de las fuentes24 . Podemos dar un paso más y decir que la situacio-
nes en las cuales, junto a nuestra propia observación, utilizamos las que han hecho otros, son típicas de toso
conocimiento científico. Es indiscutible que los físicos y los químicos también basan su investigación en
observaciones hechas por otras personas. Por supuesto, la razón directo–indirecto puede variar de un tipo de
investigación a otro, pero entonces el conocimiento histórico resulta ser sólo un poco más indirecto de lo que
son otros tipos de conocimiento científico.
Aparte de lo que se ha dicho arriba, hay que apuntar que los argumentos utilizados hasta ahora se redu-
cían a los objetos y sucesos que se podían observar. Pero es bien sabido que no todos los sucesos presentes se
pueden observar directamente (al menos en el estado actual de los instrumentos y métodos de investigación).
Por tanto, son observados a través de indicadores ilativos (para usar la terminología sugerida por S. Nowak).
Así, un cirujano dental deduce del comportamiento de su paciente si éste sufre dolor; un químico puede
deducir que están teniendo lugar ciertas reacciones por medio del estudio de ciertas características externas
de las sustancias que están investigando; un físico deduce ciertos procesos intra–atómicos mirando una foto-
grafía hecha en condiciones específicas, etc. Para los historiadores, también, por lo menos algunas fuentes en
las que se basan sus investigaciones sirven de indicadores ilativos sui generis de los que sacan conclusiones
sobre determinados sucesos. Un contrato de arriendo que ha escapado a la destrucción es un indicador de la
transacción que se hizo; restos de casas son un indicador de que en cierta época el territorio estuvo habitado;
las monedas romanas encontradas en el territorio actual de Polonia testifican que en el pasado hubo actividad
mercantil, etc. En estos casos, el modo de razonar es el mismo, aunque en el primer grupo de ejemplos
sacamos deducciones sobre hechos presentes, y en el último grupo, sobre hechos pasados. Pero todos ellos
comparten un rasgo común: la naturaleza indirecta de su conocimiento. Esto se puede deber a la circunstan-
cia de que unos hechos no se pueden observar por su naturaleza, otros por dificultades técnicas y otros, en
principio, se pueden observar, pero después no, por el lapso de tiempo transcurrido. Este último grupo de

23 Las memorias una vez escritas, no se consideran como una fuente del tipo «memoria», sino como un relato de una tercera persona sobre ciertos hechos.
24 W. Kula. Rozwazania o historii, ed. cit. págs. 42 y ss.

115
Jerzy Topolski

hechos es estudiado no sólo por los historiadores, ya que el suceso que ocurrió en un momento t0 deja de ser
observable para un físico o un químico en el momento t1 aunque su naturaleza no excluye la capacidad de ser
observado en general. Cuando el suceso ha terminado puede haber dejado nada más un resto (el rastro de un
electrón es registrado por una fotografía).
Por tanto, el conocimiento indirecto, aunque es frecuente en la investigación histórica, no es específico de
ella. Varios autores que lo notaron señalaron otros aspectos del conocimiento histórico, que ellos sostienen
que son específicos de él. Se refieren a la incapacidad del historiador para crear las fuentes, es decir, el
carácter limitado de sus fuentes de conocimiento, lo cual queda en parte compensado por su conocimiento de
los efectos y consecuencias consiguientes, cosa que un estudioso del presente no tiene.
La afirmación de que los historiadores no pueden crear fuentes, porque, como G. M. Trevelyan observó
correctamente, el pasado es implacable en su silencio, sería tan lejana a la verdad si se formulara de un modo
radical que nadie adelanta esa formulación. W. Kula la relaciona con la historia anterior sobre la cual pode-
mos, como mucho, encontrar nuevas fuentes o interpretar de un modo nuevo las ya existentes25 . La historia
anterior comenzaría en el momento en el que ya no hay testigos de los sucesos de los que nos ocupamos. Sin
embargo, puesto que, en general, siempre hay algunos testigos de algunos hechos, el proceso de fabricación
de las fuentes es una de las tareas más importante de los historiadores que estudian un pasado bastante
reciente. De aquí se deduce que la incapacidad para crear las fuentes es sólo una limitación parcial, y sería
erróneo, por tanto, verla como una característica específica de todo el conocimiento histórico. Por otro lado,
es un rasgo característico del estudio histórico de periodos remotos, pero incluso en ese caso pueden surgir
ciertas dudas si intentamos definir el concepto de «fabricación de fuentes» con mayor precisión. Después de
todo, una entrevista con una persona viva muestra simplemente un conocimiento que ha sido acumulado
anteriormente y no registrado todavía, pero no crea de ningún modo un conocimiento nuevo de hechos con-
cretos. Sea como sea, la cuestión permanece abierta.
La aseveración de que el conocimiento de los efectos (consecuencias) de los hechos es específico del
conocimiento histórico, especialmente en oposición al estudio de la época presente, requiere también una
explicación. A causa del lapso de tiempo transcurrido, el historiador (cfr. capítulo XXIII) tiene un conoci-
miento de las consecuencias de determinados sucesos que le permite adquirir un conocimiento más completo
de los hechos, al poder proveerse de una perspectiva temporal. Es cierto que los procedimientos de investiga-
ción en el estudio de la historia suelen ser post–gnósticos: la cuestión es averiguar las causas de ciertos
hechos que nosotros consideramos como efectos. Por el contrario, un conocimiento prognóstico intenta ave-
riguar las relaciones de las que podemos, con un alto grado de probabilidad, predecir los efectos de un hecho
que nosotros afirmamos que es la causa. Este procedimiento se encuentra en las disciplinas teóricas que
tienen como objetivo la formulación de leyes científicas. Sin embargo, ni la historia puede permanecer indife-
rente al procedimiento de formular leyes (cfr. capítulo VI), ni otras disciplinas pueden ser indiferentes al
procedimiento postgnóstico. La averiguación de las causas de los hechos, apoyándonos en otros hechos que
llamamos efectos, es bastante común en la ciencia. El historiador no puede asegurar que un conocimiento
ordinario de las consecuencias (efectos) de los sucesos anteriores es específico de su disciplina. El esquema
inferior señala los problemas metodológicos específicos de la postgnósis y de la prognosis. La cantidad de
información requerida para la postgnosis no tiene por qué ser menor que en el caso de la prognosis, y más
aún, para explicar un hecho (es decir, para indicar su causa o causas) tenemos que referirnos a una afirma-
ción prognóstica (ley científica).

1234567890123
1234567890123
1234567890123
Causa
1234567890123 Efecto (postgnosis)
123456789012
123456789012
Efecto 123456789012
123456789012
Causa
123456789012 (prognosis)

En el procedimiento prognóstico podemos hablar de conocimiento de los hechos sólo en la medida que
conocemos las causas, porque el concepto de efecto adquiere significado sólo cuando es un elemento del par

25 Ibidem, págs. 52–55.

116
La naturaleza del conocimiento histórico

ordenado: causa–efecto. Pero solamente buscamos las causas, y raramente podemos saber con seguridad si el
suceso que examinamos y consideramos como efecto de alguna cosa o causas a sido enlazado correctamente
por nosotros con otro(s) suceso(s), y si, por tanto, podemos decir que el conocimiento de los efectos es una
prerrogativa especial del conocimiento histórico. Podríamos hacerlo, pero sólo con una consideración explí-
cita del factor tiempo (confrontar capítulo XXIII.
El siguiente esquema nos muestra una descripción general del conocimiento histórico:

Como todo conocimiento científico, el conocimiento histórico científico sólo puede comenzar con una
cantidad adecuada de conocimiento acumulado, y no se puede imaginar un progreso en el proceso cognoscitivo
si ese conocimiento no es, en parte, científico, como mínimo. Esto significa que el proceso cognoscitivo
científico es, en cierto sentido, un proceso a priori, puesto que su punto de partida es siempre conocimiento
acumulado previamente, que en este caso es una categoría necesaria del proceso cognoscitivo (que, en último
análisis, tiene su origen en la inducción). El proceso cognoscitivo histórico, el papel del conocimiento (que
hemos denominado no basado en fuentes) adopta varias formas, según los orígenes de ese conocimiento. Si
usamos nuestra propia memoria, el proceso cognoscitivo consiste en nuestra reconstrucción de un fragmento
dado de nuestro conocimiento, adquirido en una época anterior, o sea, nuestras propias observaciones direc-
tas; esta reconstrucción, sin embargo, tiene lugar con la participación del conocimiento que hemos adquirido
después. Ese conocimiento, por un lado, facilita el recuerdo porque facilita la formulación de preguntas,
pero, por otra parte, al estar permanentemente presente en el proceso cognoscitivo, puede hacernos difícil
distinguir el fragmento deseado de conocimiento de forma que esté lo más conforme posible con nuestras
primeras observaciones (o sea, que no esté distorsionado por la experiencias subsiguientes).
Sólo en el caso de la observación de los objetos físicos procedentes del pasado nos encontramos con un
conocimiento totalmente directo, aunque defiera del conocimiento directo cotidiano por el hecho de que tene-
mos que recurrir a una gran cantidad de conocimiento cumulado previamente. Sin un conocimiento adecuado
somos totalmente incapaces de clasificar un objeto concreto o, aunque reconozcamos en él algo como un
arado, somos incapaces de extraer de él ninguna información sobre el pasado. El conocimiento histórico
indirecto, es decir, el que se basa o en la memoria de otras personas o en observaciones hechas por otros y
registradas en las fuentes, exige también una gran cantidad de conocimiento no basado en fuentes. La memo-
ria de otras personas sólo puede «revivir» por nuestras preguntas, y estas no pueden (cfr. capítulo XIV)
formularse sin algún conocimiento previo. Lo mismo ocurre con otras fuentes de conocimiento histórico, que
sólo pueden dar información si somos capaces de interpretarlas y extraer de ellas los datos que nos interesan.
Llegamos así a la conclusión de que todos los problemas del conocimiento histórico son al mismo tiempo
problemas de todo el conocimiento en general. El historiador no carece totalmente de la posibilidad de obser-
var directamente el pasado, porque, como hemos visto, hay muchas categorías de fuentes para el conocimien-
to histórico que son parte del pasado y a la vez se prestan a ser directamente observadas. Por otro lado, el
conocimiento del presente implica en gran medida una observación indirecta (podemos usar las observacio-
nes de otras personas o deducir sobre la base de indicadores ilativos). Por tanto, la naturaleza indirecta del

117
Jerzy Topolski

conocimiento, que a menudo se atribuye al conocimiento histórico, resulta no ser ninguna peculiaridad de
este último.
Todo conocimiento es a la vez histórico y relacionado con el presente. Hay que anotar también que todos
los sistemas que observamos están en constante movimiento, de modo que una afirmación sobre un suceso
contemporáneo que tuvo lugar en un momento t no puede comprobarse por observación de ningún modo, ya
que tal observación sólo podría darse en un momento t + k, es decir, de cualquier modo, después de t.
Comprobaríamos así una afirmación sobre un sistema A1 , confrontándolo con otro sistema A1 + k. Así la
comprobación por medio de la experiencia directa es imposible en el caso de todas las afirmaciones sobre
hechos, al margen que se refieran a sucesos pasados o contemporáneos (en relación con el investigador). Por
eso, en ambos casos tenemos que recurrir a diversas formas de comprobación indirecta, que trataremos más
tarde.
Pero surge otra cuestión, en relación con los argumentos usados contra el escepticismo sobre si las
afirmaciones sobre el pasado se refieren realmente a lo que ocurrió, es decir, si hay un nexo lógico entre esas
afirmaciones y los hechos pasados. Como hemos mencionado antes, ningún historiador que se ocupe de la
práctica investigadora duda que tuvieron lugar en el pasado los hechos de que se ocupa, y considera paradó-
jicas todas las afirmaciones que señalan la falta de nexo lógico entre las afirmaciones sobre el pasado y su
substrato real. Esta opinión de sentido común, que rechaza las ideas excesivamente sofisticadas, parece
totalmente apoyada.
El concepto de lenguaje temporal, desarrollado en detalle por A. C. Danto, es un argumento importante a
favor de la imposibilidad de romper el nexo entre los hechos pasados y las afirmaciones sobre ellos. «Por un
término relacionado con el pasado me referiré a un término cuya aplicación correcta a un objeto o suceso
presente implica lógicamente (cursiva, A. C. D.) una referencia a algún objeto o suceso anterior que puede
no estar causalmente relacionado con el objeto al que se aplica el término»26 . A. C. Danto ser interesa
solamente por los objetos y sucesos que están causalmente unidos a objetos y sucesos a los que se aplican los
términos relacionados con el pasado. Si nosotros decimos «destruidos durante la guerra», o simplemente
«destruidos», es evidente que esos predicados son ciertos sólo si afirmamos que el pasado fue algo real. En
nuestro lenguaje cotidiano, que describe los objetos y sucesos contemporáneos, siempre asumimos tácitamen-
te la existencia de ciertos hechos y sucesos en el pasado.
Como he dicho, el argumento basado en el lenguaje temporal pierde su importancia si adoptamos la
opinión de Hume de que le concepto de efecto no tiene nexo lógico con el de causa. Para no enredarnos aquí
en especulaciones filosóficas sobren el concepto de causa (más tarde será tratado en cuanto afecta a la
investigación histórica), mencionemos que para el historiador el concepto de causa está estrechamente unido
al de pasado. Normalmente no considera las causas y efectos como una secuencia ordinaria de hechos, sino
que ve en ellos un nexo más estrecho (material o espiritual) que consiste en un intercambio sui generis de
energía: La sugerencia de A. C. Danto de que las afirmaciones históricas sean consideradas como teorías y
no como reflejos de la realidad, sólo porque no tenemos acceso epistemológico al pasado, está tan lejos de la
incesante lucha del historiador para corregir su imagen del pasado (por medio de la confrontación de varias
observaciones directas e indirectas y del conocimiento no basado en fuentes), que no puede ser una propuesta
interesante. Es cierto que el proceso de corrección es siempre algo abierto, lo cual significa que las afirmacio-
nes específicas nunca pueden tomarse como totalmente confrontadas con los hechos, pero hay diferencia en
sus grados de sustentación. Si todas ellas fueran consideradas como instrumentos que ordenan el proceso
cognoscitivo sin relacionarse con el eje verdad–falsedad, las diferencias mencionadas no tendrían lugar.
Para defender su punto de vista de que las afirmaciones históricas se refieren totalmente a hechos y
sucesos pasados pero reales, el historiador puede anotar el argumento general sobre la eficacia de nuestras
acciones emprendidas con el apoyo de la experiencia adquirida en el proceso cognoscitivo y en la actividad
práctica. La práctica nos dice que para conseguir un efecto determinado tenemos que realizar una acción
específica (condición suficiente) o que la falta de ciertas acciones excluye la aparición de ciertos efectos
(acción como condición necesaria). Esto se puede interpretar como algo que ocurre sin excepción (si existe a
existe siempre b; b sólo existe si a ha existido) o estadísticamente (si existe a, b tiene una probabilidad
específica de existir; b no tiene una probabilidad específica de existir si a no ha existido). Todo esto indica
los lazos reales entre los hechos. La práctica justifica así la opinión de que hay un lazo entre le concepto de

26 A. C. Danto, The Analytical Philosophy of History, ed. cit., págs. 63–87.

118
La naturaleza del conocimiento histórico

pasado y el de causalidad; ya que si queremos pasar del efecto a la causa, procedimiento típico de la investi-
gación histórica, como hemos destacado, y si afirmamos que entre la causa y el efecto hay algo más que una
simple secuencia de sucesos, entonces tenemos que afirmar que aunque hablemos del presente nos estamos
ocupando también del pasado considerado como hechos. De otro modo, tendríamos que rechazar la afirma-
ción de que cuando reflexionamos sobre los sucesos presentes nos ocupamos de hechos presentes. Si una
persona dice «un automóvil está pasando ahora», acepta también un pasado porque el automóvil debe haber
partido de algún lugar, debe haber sido fabricado antes de partir, etcétera (siendo las posibilidades de regre-
sión prácticamente ilimitadas). Por tanto, si aceptamos que tal afirmación sobre un coche que pasa se refiere
a algo real, y si al mismo tiempo rechazamos el escepticismo de Hume sobre la causalidad, tenemos que
aceptar lógicamente que las afirmaciones se refieren a los pasos anteriores del suceso mencionado en la
afirmación se refieren también a algo real. Si no tuviéramos en cuenta el criterio práctico, nos condenaríamos
al instrumentalismo.

5. El relativismo epistemológico y el problema de la objetividad en el conocimiento histórico

Como hemos dicho, los historiadores no son escépticos sobre si pueden hacer afirmaciones con significa-
do sobre el pasado y, al mismo tiempo, afirmaciones que tengan como materia el pasado; sin embargo mu-
chos de ellos se inclinan hacia el relativismo. Esa postura también es popular entre el gran público, en su
forma más vulgarizada. En el último caso adopta la forma de un conflicto entre la propia visión del pasado,
basado en el conocimiento y la experiencia propios, y el cuadro ofrecido por la ciencia histórica. Si estas dos
difieren, la gente suele hacer comentarios escépticos sobre la falta de veracidad en las narraciones hechas por
los historiadores, lo cual, curiosamente, no les impide creer, a la vez que son escépticos sobre la posibilidades
cognoscitivas de los historiadores, que su propia visión de una parte del pasado, aunque está basada en una
experiencia muy limitada, es cierta. Esto ocurre la mayoría de las veces con la historia contemporánea, sobre
la que los comentarios los hacen aquellos que todavía viven y que de algún modo participaron en los hechos.
Un relativista, mientras que no se plantea la posibilidad de hacer afirmaciones con significado (verdadero
o falso) sobre los hechos pasados y al mismo tiempo afirmaciones que tengan como materia el pasado, es
escéptico sobre si estamos en situación de llegar a un grado importante de veracidad en dichas afirmaciones
o sus secuencias (narraciones históricas). En otras palabras, un relativista no niega que los historiadores
hacen afirmaciones sobre los sucesos objetivos pasados (es decir, sucesos que fueron o son independientes de
los historiadores), pero tiene en poca estima la objetividad (es decir, acuerdo con los hechos) de esas afirma-
ciones, y acusa a las narraciones históricas de falta de objetividad (o sea, de subjetividad). Esa subjetividad
de que se acusa a la literatura histórica y que no se refiere a los hechos pasados sino a las afirmaciones sobre
ellos, debe interpretarse de dos maneras: a) como un grado de falsedad, introducido por el historiador que
pinta su imagen del pasado, en sus afirmaciones sobre él, o mas bien, falsedad del cuadro pintado por él en la
narración histórica, y b) como la imposibilidad de comprobar tales afirmaciones o sus secuencias de una
manera intersubjetiva satisfactoria27 . Podríamos decir que nos encontramos aquí, por un lado, con un
subjetivismo epistemológico (y un objetivismo), en concreto el problema de la verdad, y por otro, con un
subjetivismo (y objetivismo) metodológico, en concreto el problema de la sustentación y comprobación. Es
evidente que el último deriva del primero; a los ojos de los relativistas la atribución de la subjetividad a la
investigación histórica se debe al hecho de que los efectos del proceso cognoscitivo histórico dependen en
gran medida del sujeto conocedor. Este punto débil del conocimiento, atribuido al conocimiento histórico, y
que no se puede eliminar, es el responsable de que la investigación histórica produzca un conocimiento no
objetivo; ésta, aseguran los relativistas, es la razón de que los resultados de la investigación histórica no
puedan ser objetivos. El elemento subjetivo que aporta el historiador al proceso cognoscitivo es lo suficiente-
mente fuerte como para dar lugar a una diferencia considerable entre los hechos y sus descripciones conteni-
das en las narraciones históricas.
Normalmente se enumeran cuatro factores que son la razón de la dependencia de los resultados del proce-
so cognoscitivo histórico respecto del sujeto conocedor: la posición social del conocedor, que determina su

27 Adviértase que el modificar objetivo se usa aquí en dos sentidos diferentes: cuando decimos que los hechos son de naturaleza objetiva, se refiere a
los hechos (y aparece en expresiones de lenguaje objeto); en el segundo sentido, se refiere a la afirmación sobre los hechos (y aparece en expresiones
metalingüísticas).

119
Jerzy Topolski

perspectiva de investigación; la referencia a los valores; el conocimiento general o teórico que tiene el inves-
tigador al comenzar su investigación; la personalidad del historiador. Estos factores, estrechamente ligados
entre si, se suelen examinar separadamente. Por lo que concierne a todo el conocimiento científico, son
estudiados por la sociología del conocimiento (ejercida de varios modos), la teoría y filosofía de los valores,
y la metodología y psicología. La sociología del conocimiento, que continúa la idea marxista del conocimien-
to social de la conciencia humana, puede verse, tanto en interpretaciones anteriores (por ejemplo, K.
Mannheim)28 como en otras más recientes (por ejemplo, W. Stark)29 como la ciencia que investiga el
condicionamiento social del conocimiento humano. Pero mientras que Marx no pensaba que este
condicionamiento fuera un factor que impedía a los seres humanos llegar a una descripción verdadera de los
hechos Mannheim es pesimista a ese respecto, es decir, relativista en el sentido definido previamente, ya que
asegura que la subjetividad es inherente a las ciencia sociales, mientras que la naturales esán libres de ella, al
menos en su aspecto cuantitativo30 .

Los lazos entre el conocimiento histórico y el problema de los valores, es decir, la influencia de las opinio-
nes mantenidas por el sujeto conocedor sobre los resultados de su investigación, sobre lo que en su opinión
debería ser (lo qu es bueno o malo, útil o un esotorbo, progresivo o regresivo, etcétera), es decir, los lazos
entre el conocimiento y la ideología (en uno de los sentidos del término) se subrayan muy a menudo. Algunos
autores piensan que éste es un mal necesario sui generis, específico, en gran medida, de las ciencias sociales,
y piden una investigación «pura», «objetiva», que –en el caso de la historia– debería guiarse, en lo posible,
sólo por las fuentes realmente usadas. Otros no se alrman porque sostienen que en las ciencias naturales
tampoco hay investigación pura; por tanto, al plantear cualquier exigencia, no sugieren que se elimine la
valoración, ya que eso es imposible, sino que se use conscientemente. La aceptación de la influencia de la
valoración sobre los resultados de la investigación histórica, en el sentido de que dichos resultados no pueden
ser objetivos porque se interpretan a la luz del sistema de valores que tiene un investigador concreto, significa
un relativismo epistemológico.
Para resumir lo que se ha dicho sobre la sociología del conocimiento, podemos encontrarnos con un
relativismo que tiene en cuenta o la posición social del sujeto conocedor o su sistema de valores como factor
de deforma el conocimiento.
Respecto al conocimiento en general que el historiador tiene al comenzar su investigación y que ta,mbién
afecta a su narración, los autores que subrayan ese factor no siempre llegan a conclusiones relativistas. Se
suele decir que la selección de los hechops depende de las categorías generales de pensamiento y de las
categorías específicas de pensamiento histórico (confróntese A. Stern), de la teoría que oresente el historia-
dor (cfr. R. Aron), de la visión del mundo o del pasado que tenga. Más o menos, ocurre lo mismo con el
énfasis puesto sobre la influencia de la personalidad del historiador sobre el cuadro del pasado que reconstru-
ye, o, según algunos autores, construye (cfr. H. I. Marrou, Paul Valéry).

28 Es el autor de la expresión sobre la «perspectiva de investigación» definida por una situación social dada. Cfr. K. Mannheim, Ideology and Utopia,
An Introduction to the Sociology of Knowledge, Nueva York, 1936, págs. 240 y ss. También merece atención el prólogo de L. Wirth a esa obra.
29 W. Stark, The Sociology of Knowledge, An Essay in Aid of Deeper Understanding of the History of Ideas, Londres, 1958.
30 K. Mannheim, op. cit., pág. 261.

120
La naturaleza del conocimiento histórico

A la vista de lo dicho, surgen dos problemas estrechamente relacionados;


1) El hecho de que el conocimiento histórico dependa de la posición social del historiador, de un sistema
de valores, de los principios teóricos que guíen su proceso cognoscitivo, y de su personalidad, ¿da lugar
inevitablemente a un relativismo epistemológico que niega la posibilidad de llegar a la verdad en la historia?
2) Esta situación, que es característica del conocimiento histórico, ¿es una peculiaridad de ese tipo de
conocimiento, o es simplemente una variedad de un situación epistemológica general?
La dependencia del conocimiento histórico respecto de la posición (clase) social del historiador, de su
sistema de valores, de los principios teóricos que guían su proceso cognoscitivo, y de su personalidad, está
fuera de duda, y los relativistas tienen razón cuando aseguran eso. Pero en este sentido hay que tener tres
reservas. Primero, la relación entre los factores mencionados y los resultados de la investigación asumida por
los relativistas es a menuda más compleja de lo que parece a primera vista. Segundo, la relación no es una
peculiaridad del conocimiento histórico (o sociológico) nada más, y tercero, no tiene por qué dar lugar a una
negación de la objetividad de ese tipo de conocimiento, suponiendo de que no nos refiramos a una objetividad
absoluta. Un análisis de estas tres cuestiones nos dará argumentos contra el escepticismo sobre la posibilidad
de alcanzar la verdad en un cuadro del pasado, y así contestará las preguntas planteadas más arriba.
La posición social del sujeto conocedor, su sistema de valores, los principios teóricos que le guían en su
proceso cognoscitivo, y su personalidad, forman una complicada red que hay que mostrar con algún detalle
para revelar el papel de estos cuatro factores.
Esto es mostrado por el siguiente esquema; las flechas muestran la dirección de las influencias.
Se pueden advertir fácilmente numerosas realimen-taciones e influencias indirectas. La posición social del
sujeto conocedor afecta a los resultados de la investigación (conocimiento) a través de un sistema de valores
conformado por esa posición social, el conocimiento de que dispone y su personalidad. Así, no es ningún
factor independiente que pueda analizarse sin tener en cuenta el conocimiento adquirido hasta el momento
por el historiador y sus características mentales. En este sentido, se puede decir brevemente que, si por el
momento no tenemos en cuenta el objeto de conocimiento y la influencia directa de la personalidad sobre el
resultado del proceso cognoscitivo, el resultado de la investigación histórica (proceso cognoscitivo) depen-
den del cuerpo general de conocimiento del historiador y de sus sistema de valores; evidentemente tenemos
que recordar que ese sistema de valores está en función de la posición social del historiador y de su conoci-
miento general, ya que su posición social, antes de afecta r su sistema de valores, debe encontrar un reflejo en
el cuerpo general de conocimiento del historiador. Se puede asegurar por tanto que los resultados del proceso
cognoscitivo dependen del conocimiento que tiene el historiador al comenzar su investigación. Es obvio que
dicho conocimiento debe interpretarse de una forma muy amplia, de modo que abarque su sistema de valores,
es decir, sobre todo, su sistema de normas axiológicas (o modelos). Cada acto cognoscitivo, añadido a su
conocimiento, afecta a su sistema de valores y al sistema de valoraciones consiguiente. El proceso cognoscitivo
resulta ser así un proceso continuo de interacciones de varios factores. Se puede ver claramente que la in-
fluencia del sujeto conocedor sobre los resultados del proceso cognoscitivo es considerable, lo cual da una
imagen del proceso cognoscitivo muy distinta de la creencia positivista de que el sujeto conocedor refleja
pasivamente el mundo exterior.
Pero esto no ocurre solamente con el conocimiento histórico. El defecto básico de la opinión positivista
(cfr. Ch. Beard) no era tanto una exageración al subrayar el papel del sujeto conocedor en el caso del cono-
cimiento histórico, como la opinión errónea sobre la situación epistemológica y metodológica de las ciencias
exactas: en la interpretación relativista, el conocimiento histórico era considerado separadamente del proceso
del conocimiento humano en general.
Pero todo el conocimiento humano, como hemos subrayado repetidamente, está guiado, hasta cierto pun-
to, por el cuerpo general de conocimientos del sujeto conocedor, lo cual, evidentemente, incluye las valora-
ciones. No adquirimos ningún conocimiento de lo que nos está excluido por nuestro cuerpo general de cono-
cimiento, demasiado limitado a un área pequeña. Todo lo demás se adquiere por medio de ese conocimiento
general que, al darnos las reglas de selección en el proceso cognoscitivo, nos muestra el mundo, pero como
un mundo algunas de cuyas partes están más destacadas y otras menos. Así, el cuadro que obtenemos no se
muestra ni detallado ni uniformemente: es un cuadro interpretado por nuestro conocimiento previo, y por
tanto lleno de trozos oscuros e iluminados. Esto no ocurre sólo porque es muy difícil adquirir un conocimien-

121
Jerzy Topolski

to adecuado del mundo y porque nuestro cuerpo de conocimientos está lleno de lagunas, sino también porque
no todo lo que nos rodea en el mundo parece ser igualmente importante –y por tanto valioso–, y es bien
sabido que aquellas cosas que por alguna razón consideramos de menor importancia no atraen mucho nues-
tra atención. En este sentido, no hay diferencia entre el estudio del pasado y del presente: nuestro cuerpo de
conocimientos previos interviene en ambos casos. Para un hombre que carezca de un conocimiento adecuado,
un cuadro de Giotto, a pesar de su papel en la historia de la pintura europea, será simplemente un pedazo de
lienzo cubierto de pintura. Del mismo modo, un ciclotrón será para él sólo un instrumento no descrito. Esto
tiene consecuencias en la esfera de las valoraciones, aunque ésta es una función de todo el cuerpo de conoci-
mientos que tiene el sujeto conocedor, y no sólo de la parte de ese cuerpo general de conocimientos que se usa
activamente en el estudio de un objeto determinado. Por ejemplo, a causa de una laguna que tenga en su
conocimiento, una persona puede pensar que el ciclotrón que tiene oportunidad de mirar tiene muy poca
importancia para los seres humanos; pero le puede atribuir un inmenso papel si su conocimiento anterior le
hace dar una importancia grande, o incluso excesiva, a los objetos desconocidos y «misteriosos». Del mismo
modo, en el conocimiento histórico, el cuerpo de conocimientos de una persona, especialmente su conoci-
miento histórico, le hace dar mayor o menor importancia a los objetos, individuos, grupos o sucesos concre-
tos. Un historiador cuyo conocimiento comparativo es más bien pequeño, y que por tanto tiene un sistema de
valoración «distorsionado», se inclina a dar demasiada importancia al pasado de la región, país, individuo o
suceso que investiga.
Hay que destacar que, en cuanto a la investigación histórica, la opinión relativista no basa su escepticis-
mo en la aseveración de que el proceso cognoscitivo es «relativo» (subjetivo, condicionado) porque depende
de laguna manera de ese cuerpo general de conocimientos, sino, sobre todo, en la aseveración de que dicho
conocimiento no es objetivo, porque es interpretado por el sistema de valores que tenga el sujeto conocedor.
Se puede decir que la opinión relativista, mientras que subraya –en el conocimiento histórico y en cualquier
otro– el papel del conocimiento entendido como una serie de afirmaciones sobre los hechos (que tienen cada
una un valor lógico dado, es decir, están situadas en el eje verdad–falsedad), afirma que el proceso cognoscitivo
histórico (como específicamente distinto del proceso cognos-citivo de las ciencias exactas) se guía además
por un sistema de valores, es decir, por reglas situadas en el eje bueno–malo (útil–estorbo, progresista–
reaccionario, etcétera), lo cual da al conocimiento histórico un tinte de predisposición. El hecho de que estos
dos ejes, como si dijéramos, se crucen en el proceso cognoscitivo (lo cual, se asegura, es específico de este
tipo de conocimiento) es un obstáculo, según los relativistas, para nuestra llegada a un conocimiento, en la
investigación histórica, que podamos llamar verdadero. Puesto que el conocimiento de los hechos es, como
hemos dicho, dependiente en gran medida de la posición del sujeto conocedor en la vida social, y constituye
así la base para la formación de su sistema de valores, los relativistas hablan a menudo de una deformación
del proceso cognoscitivo causada por las condiciones de vida, o, de un modo más abstracto, de una distorsión
del pasado causada por el presente, lo cual, como hemos visto, les lleva a afirmar que toda la historia es
historia presente (B. Croce).
Esta postura fue el resultado de la opinión anti–positivista sobre la naturaleza específica de la investiga-
ción histórica, en contraposición a la investigación en el área de las ciencias exactas. En realidad, los
relativistas, al subrayar (con razón, pero demasiado radicalmente) la dependencia del proceso cognoscitivo
histórico respecto del sistema de valores mantenido por el sujeto conocedor, llegaron a afirmar que un proble-
ma que es común a todas las disciplinas era específico de la investigación histórica. La opinión (defendida,
entre otros, por H. Rickert) de que algunas ciencias son dependientes de los valores mientras que otras están
libres de ellos, que es un ejemplo de esa postura, fue muy corriente en una época, y se puede encontrar
todavía ahora.
Sin embargo, la valoración está en los fundamentos de la ciencia, de toda, la natural y la social31 , y esto
no puede ser de otro modo, porque la ciencia es un producto de un hombre que vive en la sociedad. En primer
31 Hay que mencionar aquí las importantes observaciones de M. Weber sobre el valor de la ciencia. Como es sabido, él defendía esta estricta distinción
entre las afirmaciones que tienen un valor lógico, y las normas, que no son ni ciertas ni falsas. Cfr. M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur
Wissenschaftslehre, Tubinga, 1922, que incluye «Der Sinn der Wertfreiheit der soziologischen und ökonomischen Wissenschsften». Ver también V.
Kraft, Di Grundlagen ciner Wissenschaftlichen Wertlehre, Viena 1937. La literatura sobre el problema de los valores de la ciencia es muy abundante.
Mencionamos aquí dos publicaciones que, en cierto modo, resumen la cuestión; en concreto, G. Myrdal, Value in Social Theory, Nueva York 1958
(sobre las ciencias sociales en general), y A. Stern, Philolosophy of History and the Problem of Values, La Haya 1962 (sobre la historia). Myrdal asegura
que la valoración es parte de la ciencia, y que no podemos imaginar ningún conocimiento social «desinteresado», lo cual, subraya, no está en contradicción
con la búsqueda de racionalidad en el pensamiento. La opinión de Stern sobre la historia es muy parecida; también se opone al olvido radical de las
diferencias entre las ciencias sociales y las naturales. Sin embargo, tenemos que subrayar que la valoración aparece en ambas clases de disciplinas.

122
La naturaleza del conocimiento histórico

lugar, el hombre debe haber llegado a la conclusión de que merece la pena buscar la verdad, y esa conclusión
(es decir, una valoración específica) se convierte en el punto de partida para emprender la investigación
científica. Así, todos los intentos de dibujar una línea de división estricta entre el mundo de la ciencia (sea la
disciplina que sea) y el mundo de los valores, o de contrastar uno y otro, cae por su propio peso. Algunos
metodologistas subrayan este hecho con mucha fuerza. Por ejemplo. K. Kaufmann dice que la actividad
científica se puede interpretar como la lucha por ciertos objetivos que no se pueden «definir exclusivamente
en términos de un (...) procedimiento científico». Este objetivo debe ser para un científico mejorar los niveles
de vida y la felicidad de la humanidad, asegurar los beneficios materiales y prestigio social para sí mismo, o
conseguir una satisfacción de la investigación32 . Todas la decisiones en la investigación científica, incluso
aquellas que parecen estar completamente libre de valoraciones, pueden, en último análisis, reducirse a un
objetivo general como ése, debido al cual se emprende la investigación, sea cual sea la descripción de ese
objetivo. Incluso una persona que está haciendo un experimento químico y decide provocar una reacción
para obtener el resultado deseado, si se le pregunta por la base de sus decisión, tiene que remontarse a la
decisión básica que le hizo emprender una investigación de un tipo concreto33 .
Este punto de partida común no significa que no haya diferencias entre las diversas disciplinas en su
relación con los valores; sin embargo, esas diferencias no consiste en el hecho de que algunas están libres de
los valores y otras (por ejemplo, la historia) dependen de ellos, sino simplemente en el grado en el que esa
valoración se hace visible.
Para analizar mejor el problema tenemos que señalar en primer lugar que la toma de una decisión en la
investigación (que, en la práctica, se reduce sobre todo a los problemas de selección) se ve influida simultá-
neamente por varios sistemas de valores, que se diferencian entre sí por el grado de generalización. Son el
sistema de valores universales, el de valores de grupo (entre los que se destacan los valores de clase), y el de
los valores individuales34 . Los valores universales (que no hay que identificar con los valores absolutos, y
por tanto ahistóricos, propuestos, como hemos mencionado, por H. Rickert en su campaña contra el historicismo
alemán) en general son aceptados por todos, lo cual, evidentemente, no significa que todos acepten todos los
valores en todas las épocas; es decir, simplemente, que los acepta en general, al margen de su grupo o status
de clase. Una persona puede aceptar que la lucha por un mejor nivel de vida es un objetivo más importante
que la lucha por satisfacerse con el propio trabajo; otra persona puede sostener el principio de que proteger la
propia salud es más importante que luchar por un mejor nivel de vida, lo cual no nos impide incluir todas
estas normas de conducta en el sistema de valores universales. Los objetivos de la investigación enumerados
antes están también dentro de este sistema. En el caso de los valores universales en los que se basan tanto las
decisiones en las ciencias sociales (y por tanto en la historia), como en las ciencias naturales, las valoraciones
convergen, y esta es la causa de que no aparezcan a simple vista como valoraciones35 .
Si se quieren materializar los valores universales hay que emprender acciones específicas. Puesto que en
una sociedad dividida en clases y niveles las diferentes situaciones de estas clases y niveles inducen a sus
miembros a emprender acciones que a menudo son diferentes aunque quizá orientadas a un mismo objetivo
general, entonces surgen ciertos valores que pueden ser aceptados por un grupo (o sea, por la mayoría de sus
miembros), pero que son distintos de los aceptados por otro grupo. Si consideramos el siguiente valor univer-
sal (es decir, un objetivo general determinado): «cada uno debe mejorar su propio nivel de vida, y por lo
menos no empeorarlo», entonces un capitalista acepta el valor de grupo que le hace defender el sistema
capitalista, mientras que un empleado acepta el valor de grupo que le hace atacar ese sistema. Los valores de
grupo (e incluso de clase)no tiene porque estar en conflicto entre sí: la implantación del valor universal
«protege tu salud» hace que la gente emprenda distintas acciones muy parecidas (cultivo de hábitos persona-

32 F. Kaufmann, The Methodology of the Social Sciences, 2ª ed., Nueva York, 1958, pág. 67.
33 El término Basenentscheidungen se encuentra en H. Albert, «Probleme der Wissenschaftslehre in der Sozialforschung», Handbuch der
empirischen Sozialforschung, pág. 48. Ver también R. Rudner, «Value Judgements in the Acceptance of Theories», en The Validation of Scientific
Theoriesk, Nueva York, 1952.
34 Una clasificación semejante se encuentra en A. Stern, op. Cit., págs. 132–133 (valores universales, valores colectivos, valores individuales). Las
diversas obras sobre el problema de los valores, empezando por la Etica de Nicómaco y la Política, hacen divisiones en varias clases de valores. Por
el momento, nos interesan sólo las clasificaciones basadas en el alcance de la aceptación social. H. D. Lewis hace la distinción entre «la predilección
personal» y los «presupuestos generales» (cfr. Freedom and History, Londres, 1962, págs. 202–206).
35 El problema de la convergencia y la divergencia en la valoración es tratado por J. Banka, Ideologia i nauki humanistyczne, publicaciones de la
Universidad Adam Mickiewicz, Serie filosófica, psicológica y pedagógica, núm. 9, Poznan, 1966.

123
Jerzy Topolski

les adecuados, etcétera), al margen de la pertenencia a un grupo. Así, entre los valores de grupo podemos
distinguir aquellos que indican una simple aceptación, por parte de un grupo determinado, de los valores
universales (valores de grupo1) y aquellos que son transformaciones de valores universales, necesarias si un
grupo concreto quiere implantar en sus situación particular los valores universales en cuestión (valores de
grupo2). En conjunto, los valores de grupo1 y los valores de grupo2 forman un sistema de valores de grupo
que es la base de las valoraciones hechas por los miembros del grupo. Un científico que sea objetiva y
subjetivamente un miembro de un determinado grupo social suele aceptar el sistema de valores de ese grupo.
Cuando los científicos que son miembros de varios grupos sociales implantan los valores de grupo1, nos
encontramos con valoraciones convergentes, como en el caso de las valoraciones universales.
Por otro lado, la lucha por implantar los valores de grupo2 puede combinarse con valoraciones distintas de
los mismos hechos por científicos que son miembros de varios grupos sociales, lo cual puede influir de algún
modo (más o menos advertido por el investigador, y a veces pretendido deliberadamente por él) en los resul-
tados de la investigación36 . Si un científico cree que el sistema capitalista debe ser conservado (porque lo
valora positivamente), mientras que otro cree que ese sistema debe ser abolido (porque lo valora negativa-
mente), entonces estas distintas valoraciones de grupo (en este caso, de clase) tienen muchas posibilidades de
afectar a su trabajo de investigación, incluso en la elección de los problemas. Pero en el intento de implantar
los valores de grupo, no todos los hechos se valoran de forma distinta. Las valoraciones suelen converger en
cuanto a los fenómenos naturales (por ejemplo, las inundaciones, que empeoran las condiciones de vida de la
gente, son valoradas negativamente por varias clases, lo que les hace ocuparse todos en medidas preventi-
vas), y suelen ser divergentes en cuanto a los hechos sociales (por ejemplo, un oponente y un defensor del
sistema capitalista tendrán distintas apreciaciones de una huelga). Pero también hay fenómenos naturales que
son valorados de forma distinta por las diversas clases. Por ejemplo, las cosechas abundantes que hacen
bajar los precios. También hay hechos sociales que son valorados de forma convergente (por ejemplo, en
muchos casos, un alza en la renta nacional per capita, o una victoria en una guerra sostenida en defensa del
propio país). La creencia de que los sucesos del mundo de la Naturaleza son valorados de forma convergente
ha dado lugar a la opinión de la posición diferente respecto a los valores de la ciencia natural, por un lado, y
la ciencia social (a la que la historia tiene el orgullo de pertenecer) por el otro. Esta opinión esta muy justifi-
cada, como vemos. Más aún, puesto que los valores del grupo2 (y los valores de clase en particular) se suelen
referir a hechos sociales, la identidad de la materia de investigación proporciona mejores oportunidades para
que influyan sobre la investigación en las ciencias sociales que en las naturales. Pero, en general, no se puede
dibujar una línea divisoria, basada en la valoración, entre estos dos grupos de disciplinas. Ambos grupos
tienen la influencia de las valoraciones de grupo convergentes y divergentes.
El sistema de valores individuales es todavía más complejo y complicado que el de los valores de grupo.
Incluye los valores universales aceptados por un individuo concreto (a través de los valores de grupo1), los
valores de grupo 2, y aquellos valores individuales específicos de la persona en cuestión. Esos valores indivi-
duales están relacionados con al experiencia y la mentalidad de esa persona. Suelen derivar de los valores
universales y de los valores de grupo2, pero a veces difieren de estos últimos. Por ejemplo, una apreciación
negativa del hecho de fumar tabaco se clasificará como un valor individual relacionado con la experiencia de
una persona (lógicamente, no tiene por qué ser su propia experiencia fumadora), mientras que una aprecia-
ción positiva de empresas arriesgadas es un valor individual relacionado con su mentalidad. Los valores
individuales tienen el mismo efecto sobre la investigación de la ciencia natural y en lo social. Por ejemplo, la
apreciación negativa del hecho de fumar tabaco por un experto en medicina puede afectara su interpretación
de los datos sobre la incidencia del cáncer de pulmón, y la valoración positiva (o condenación) del riego
puede afectar la valoración de un historiador sobre una personalidad que vivió en el pasado. En último
análisis, todos los valores universales y de grupos, y los propios valores individuales, se combinan para
formar un sistema de valores individuales.
Al resumir la discusión, sobre la dependencia del proceso cognoscitivo histórico respecto de los valores,
tenemos que llegar a la conclusión de que dicha dependencia no es ninguna peculiaridad de la investigación
histórica, ya que es característica de todo conocimiento científico. La ciencia natural no difiere a ese respecto
de la ciencia social, esencialmente. En el caso de la primera, el hecho de estar libres de valoraciones ocurre

36 Las manifestaciones de la actitud valorativa en la investigación histórica serán tratadas más adelante, al hablar de las valoraciones de la historia.
Los criterios de valoración (valoración absoluta, valoración radicalmente relativista y valoración moderadamente relativista) serán tratados en el mismo
lugar.

124
La naturaleza del conocimiento histórico

con sólo una parte de los valores de grupo, en concreto los valores de grupo2 divergentes, mientras que los
valores universales, los valores de grupo1, los valores convergentes y los propios valores individuales son
típicos de todas las disciplinas. Tenemos que añadir que en una sociedad dividida en clases toda ciencia,
tanto la social como la natural, juega un papel de clase, ya que cada disciplina es un instrumento de clases o
grupos específicos. En este caso, la ciencia funciona como una ideología, y en este sentido no hay diferencias
entre las diversas disciplinas. Por ejemplo, en nuestra época somos testigos del enorme papel ideológico del
desarrollo de las ciencias tecnológicas.
Nuestras conclusiones, dirigidas contra el relativismo epitemológico atribuido sólo a las ciencias sociales
(y en particular a la investigación histórica) no pretenden, como hemos dicho anteriormente, hacer que el
relativismo abarque todo el proceso cognoscitivo científico, y eliminar así el problema por medio de la nega-
ción de la naturaleza objetiva de ese proceso. Los argumentos contra el relativismo, enumerados más arriba,
se refieren en todo momento a lo que podríamos llamar relativismo absoluto. Según esta interpretación, la
historia siempre resulta ser «un producto» del historiador que construye el pasado, su «confesión de fe»;
supone siempre una historia presente, etcétera, y no puede alcanzar la verdad. No se puede admitir la sustitu-
ción del relativismo absoluto por el positivismo, porque, como hemos visto, este último simplifica demasiado
el proceso cognoscitivo. Pero, a la luz de lo que hemos dicho, podemos esbozar una opinión que podríamos
llamar moderada, o relativismo dialéctico. Este tipo de relativismo, admitiendo una relación entre el proceso
cognoscitivo científico y el mundo de los valores (y el cuerpo general de conocimientos que tiene un sujeto
conocedor concreto), no es tan pesimista como el relativismo absoluto respecto al hecho de que la relación
mencionada distorsiona irreversiblemente los resultados del proceso cognoscitivo, es decir, respecto a la
posibilidad de una investigación histórica objetiva que daría lugar a narraciones que serían a la vez verdade-
ras y comprobables intersubjetivamente37 . Esto no niega el hecho de que, en la práctica, encontramos dichos
casos de literatura histórica que siguen el modelo atribuido por los relativista absolutos a la historiografía en
general.
Podemos aducir tres argumentos para apoyar las aseveraciones del relativismo moderado; todas ellas
señalan el hecho de que la «fluidez» de los factores variables del conocimiento tiene sus límites. Son:
1) la no uniformidad de la influencia de la posición social del investigador sobre los resultados de la
investigación;
2) los valores de grupo específicos de los científicos;
3) la expansión y la uniformidad creciente del conocimiento no basado en fuentes de los historiadores.
Mientras que el relativismo absoluto asegura que la posición social del investigador deforma siempre los
resultados de su investigación, los relativistas dialécticos que en efecto puede ser positivo o negativo, según
su posición social. Las clase que promueven el progreso social cambian en los diversos niveles de desarrollo
histórico. El cambiar las condiciones existentes va en beneficio de esas clases ascendentes, y esto les lleva a
investigar los hechos más exhaustivamente posible. Por eso no basta decir que la posición social de una
afecta los resultados de su investigación: tenemos que averiguar si el investigador (como miembro de una
clase concreta) esta interesado en descubrir la verdad o en ocultarla. «Cuanto más insensible e imparcial sea
la ciencia, más cumplirá las aspiraciones e intereses de los trabajadores.» Karl Marx fue el primero en
formular esta idea38 .
Las valoraciones divergentes basadas en las clases mencionadas anteriormente pueden suavizarse, en
gran medida, respecto a la investigación: los estudiosos y científicos forman un grupo social específico que
tienen sus propios valores de grupo específicos. Ciertas valoraciones generales dentro de ese grupo dan lugar
a sistemas específicos de valores de grupo que son típicos de los investigadores que trabajan en las diversas
disciplinas, y por tanto, también, de los historiadores. La respublica docta, aunque todavía desperdigada
entre las clases, produce un número gradualmente mayor de normas que son comunes a todos sus miembros

37 Entre los libros sobre el objetivismo en la investigación histórica, véanse M Mandelbaum, The Problem of Historical Knoledge, ed. Cit.; F.
Kaufmann, The Methodology of the Social Sciences, Nueva York, 1958; I. Berlín, Historical Inevitability, ed. cit.; Ch. Blake, «Can History be
Objective?», en Theories of History, ed. cit., págs. 329–413; la opinión de Blake es tratada por D. H. Lewis, Freedom and History, Londres 1962, págs.
201 y ss. Sobre el mismo problema, ver también J. A. Passmore, «Can the Social Sciencies Be Value–Free?», en Readings in the Philosophy of Science,
H. Feigl y M. Brodbeck (eds.), Nueva York, 1953; W. Kula, Rozwazania o histori, Varsovia, 1958.
38 K. Marx, Das Capital, vol. I, Stuttgart–Berlin, 1922, pág. 7.

125
Jerzy Topolski

y que no pueden ser dejadas de lado si un investigador no quiere arriesgar su reputación. Estas normas se
refieren a la honestidad de la investigación, basando todos los casos de deducción en bases comprobables por
otros, claridad y precisión de formulaciones, competencia en el área de la propia investigación, aproxima-
ción crítica a los datos, etcétera. Aunque no eliminan las diferencias en la selección de los problemas que
deben ser estudiados, marcan bastante bien el límite más allá del cual nos encontramos con distorsiones
intencionadas de los hechos. Por supuesto, esto no excluye la posibilidad de que la producción cuasi–cientí-
fica más allá de este límite parezca, a primera vista, genuinamente científica, pero de ello no se puede echar
la culpa a los historiadores de mente objetiva.
Mientras que el primer argumento se dirigía contra la interpretación fatalista de la posición de clase, y la
segunda señalaba ciertas circunstancias técnicas que suavizan las divergencias de los valores de grupo, el
tercero tiene un ámbito de aplicación más amplio. Se ha dicho que los resultados del proceso cognoscitivo
histórico (por el momento no nos preocupamos de la calidad de las fuentes) depende de un cuerpo de conoci-
mientos ampliamente concebidos (incluyendo un sistema de valores) que tiene el historiador cuando empieza
una investigación; lo hemos llamado, de un modo convencional, conocimiento no basado en fuentes. Este
cuerpo de conocimientos se puede expender casi hasta el infinito, y puede convertirse en algo cada vez más
uniforme para personas diferentes, proceso que asegurará una convergencia creciente de los resultados de la
investigación. Cuando los historiadores se apoyan en los logros de otras disciplinas y los añaden a la serie de
conceptos conque comienzan la investigación, desarrollan así ciertas estructuras teóricas comunes a todos,
que impedirán excesivas divergencias en los resultados de la investigación. En algunas ciencias naturales
(por ejemplo, la física) ya se ha desarrollado una serie de conceptos teóricos comúnmente aceptados. Esto no
significa que su nivel de desarrollo sea superior: simplemente atestigua el hecho de que la materia de investi-
gación en las ciencias sociales es mucho más compleja y exige diferentes procedimientos de investigación y
tiene una forma de desarrollo propia.
Por tanto, en opinión de este autor, el conocimiento no basado en fuentes es el apoyo principal de la
objetividad en la investigación histórica. Como veremos más tarde, al analizar el concepto de veracidad en la
historia (o sea, el objetivo de la historiografía objetiva) y el del conocimiento no basado en fuentes, no hay
obstáculos irremontables que nos puedan impedir hacer una literatura histórica objetiva. Su objetividad nun-
ca será absoluta, ya que sería absurdo afirmar que el conocimiento no basado en fuentes de todos los historia-
dores es uniforme. Las gafas a través de las cuales miran los historiadores los colores y las formas del mundo
siempre permanecerán diferenciadas, aunque sólo sea por las diferencias en la experiencia individual. Esto
significa que la descripción de un hecho o de un sistema hecha por A será diferente, al margen de su conoci-
miento no basado en fuentes básicamente común, de la descripción correspondiente hecha por el historiador
B. Desde un cierto punto en el desarrollo de la ciencia histórica, este hecho será considerado como bueno, y
contribuirá gradualmente a un cuadro objetivo (verdadero) del pasado. Siempre tendremos que escribir la
historia de un nuevo modo, pero no porque la historia sea «un producto subjetivo del historiador» que es
incapaz de descubrir la verdad; lo haremos porque el conocimiento no basado en fuentes, el individual y el
que es común a todos los historiadores y que nos acerca a la verdad, se acumulará con el paso del tiempo.
Como escribió A. Gramsci: «Objetivo significa siempre “humanamente objetivo”, lo cual corresponde estric-
tamente a “históricamente subjetivo”, de forma que “objetivo” quiere decir lo mismo que “universalmente
subjetivo”»39 .

6. La verdad en la historia

Surge una cuestión, qué es la verdad en la interpretación del relativismo dialéctico y cuál es la relación
entre el concepto de verdad y el de probabilidad, que a menudo se usa en relación con la investigación
histórica. Los relativistas moderados afirman que el historiador, en su investigación, llega a una verdad
relativa (verdades parciales), que es un estadio en su camino hacia el acuerdo absoluto de sus afirmaciones
con los hechos (isoformismo perfecto), es decir, hacia la verdad absoluta. La verdad absoluta es una especie
de concepto límite, de idealización. Teniendo en cuenta la infinita complejidad del mundo en constante cam-
bio, sólo podemos intentar la verdad relativa. El acuerdo con los hechos es también el criterio para medir la
verdad relativa, pero adelantamos que ese acuerdo, en todas las formas de conocimiento, es solamente relati-
vo, y no absoluto, porque vale tanto para las irregularidades y causas principales como para las manifesta-

39 A. Gramsci, Pisma wybrane, vol. I, Varsovia, 1961 págs. 132–133.

126
La naturaleza del conocimiento histórico

ciones superficiales. El concepto metodológico de verdad (no modificado por ningún adjetivo) abarca así el
concepto de verdad absoluta y el de verdad relativa. Se necesita en metodología como formulación del obje-
tivo del proceso cognoscitivo científico.
Uno de los principios metodológicos y lógicos básicos, que dice que el concepto de verdad se aplica
solamente a las afirmaciones (es decir, sólo las afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas, de acuerdo o no
con los hechos), exige una cierta modificación en la historiografía. En lo que respecta a la literatura histórica,
en el caso de las consideraciones metodo-lógicas penetrantes, es necesario no sólo tratar la verdad o falsedad
de las afirmaciones aisladas, sino también la verdad o falsedad de las narraciones históricas, o sea, secuen-
cias de afirmaciones que en conjunto forman cuadros del pasado (cfr. capítulo XXIII). Ahora nos interesa no
sólo la verdad de afirmaciones aisladas como «La Bastilla fue tomada el 14 de julio de 1789», «La Constitu-
ción de 1791 marcó una victoria de las ideas revolucionarias», etcétera, sino también la verdad (acuerdo con
los hechos) de todo el cuadro de la Revolución Francesa (o un fragmento) mostrado en la obra de un historia-
dor concreto. Sabemos perfectamente que en una narración histórica la suma de una serie de afirmaciones
verdaderas no necesariamente da un cuadro general verdadero de los sucesos. Por otro lado, puede ocurrir
también que afirmaciones aisladas falsas, coexistiendo en una narración con otras verdaderas, no invaliden
necesariamente la verdad de esa narración como un todo. Esto crea el problema del concepto de valor lógico
de las narraciones, que hay que usar en los análisis metodológicos junto al del valor lógico de las afirmacio-
nes40 . La literatura histórica objetiva intenta no sólo la verdad de las afirmaciones, sino, sobre todo, la verdad
de las narraciones: la cuestión es que la estructura de los hechos y de los procesos históricos sea reconstruida
de acuerdo con lo que ocurrió. Evidentemente, no todos se dan cuenta de la importancia de esta tarea, y ésta
es la razón de que muchas revisiones de estudios históricos se ocupen a menudo solamente del valor lógico de
las afirmaciones aisladas, y no de la narración como un todo, lo cual hace imposible una apreciación correcta
de importantes contribuciones41 . Está claro que en cada caso habría que comprobar la verdad de las afirma-
ciones aisladas y de la narración, ya que sólo esto nos permite apreciar la contribución de un estudioso
determinado a la investigación histórica.
Pero entonces surge la pregunta básica: ¿Qué es una narración verdadera? Si mantenemos la definición
clásica de verdad, la respuesta sería –como en el caso de las afirmaciones– que una narración debe estar de
acuerdo con los hechos. Pero ¿qué significa esto en el caso de una narración histórica? El problema no
plantea dudas en relación con las afirmaciones aisladas, pero en lo referente a las narraciones da lugar a
problemas enormemente complicados. Podemos dar, por lo menos, tres explicaciones posibles (y abreviadas)
del concepto de «narración de acuerdo con los hechos históricos». Sería una narración que:
1) Ofrece una descripción fiel de los hechos (es decir, una que es detallada y que está formada por afirmaciones
verdaderas).
2) No ofrece una descripción completamente detallada, pero no incluye afirmaciones que difieran de los
hechos.
3) No ofrece una descripción detallada, pero no sólo no incluye afirmaciones que difieran de los hechos, sino
que ofrece una interpretación integral de los hechos que muestra la estructura y el movimiento de un sistema
concreto en total o en parte (cfr, Capítulo XIV).
La primera explicación debe ser rechazada, no sólo por la imposibilidad física (al margen de la falta de
fuentes) de dar una descripción totalmente detallada de los hechos, sino también porque la historiografía
(como ciencia) no es de escribir crónicas (cfr. Capítulo XXIII). Las exigencias formuladas en la segunda
explicación son demasiado limitadas; pueden ser consideradas suficientes por los que apoyan la investiga-
ción de tipo erudito, que subraya la formulación del mayor número posible de afirmaciones rigurosamente
establecidas como ciertas. La tercera explicación ha sido redactada en términos necesariamente muy genera-
les. Como se puede ver fácilmente, incluye la exigencia de que la historiografía preste atención a la estructura
y al movimiento de los sistemas, es decir, explique el desarrollo (y cumpla. Por tanto, el modelo dialéctico,
ver capítulo IX). Una narración que se ocupe de los sistemas (que pueden ser de distintos tamaño) y de sus
elementos tiene que tener en cuenta las fuerzas que ponen en movimiento el sistema y la posición de los
diversos elementos de ese sistema. Esta exigencia, para ser satisfecha, necesita un conocimiento no basado en

40 Esto es sólo una sugerencia, que tiene que ser elaborada aparte.
41 El problema merece una investigación detallada; en realidad debe considerarse dentro de un contexto más amplio, el de los métodos de argumentación.

127
Jerzy Topolski

fuentes, más amplio y unos niveles más altos de dicho conocimiento, ya que sólo así pueden surgir cuadros
verdaderos a partir de afirmaciones verdaderas. Esto conduce a una conclusión de algún modo paradójica: es
posible que a medida que mejora el proceso cognoscitivo histórico, afirmaciones que se solían aceptar como
verdaderas lleguen a ser rechazadas por falsas; del mismo modo, las descripciones históricas que se solían
clasificar como verdaderas pueden –siguiendo el desarrollo de la ciencia histórica, que significa, sobre todo,
el desarrollo del conocimiento no basado en fuentes– mostrarse como falsas en virtud del cambio de perspec-
tiva temporal. También es posible admitir la veracidad simultánea de una serie de descripciones (narracio-
nes) del mismo fragmento del pasado, suponiendo que dichas descripciones (narraciones) sean compatibles
entre sí. En tal caso, todas esas descripciones, en conjunto, indican un paso hacia el alcance de la verdad, si
satisfacen las condición de un acercamiento integral.Esto ocurre también con otras disciplinas.
En resumen, podemos decir que el concepto de «estar de acuerdo con los hechos», aplicado a una narra-
ción histórica, no significa simplemente la etiqueta «como fue realmente» (lo cual es posible en el caso de
afirmaciones aisladas), sino también una explicación de cómo deben interpretarse esos «hechos». En este
punto vemos una relación entre las reflexiones en el campo de la metodología pragmática de la historia y la
del campo de la metodología objetiva. La explicación de cómo hay que entender los «hechos» (en un estadio
concreto de desarrollo de la ciencia) está en la esfera de la metodología objetiva. (Ver tercera parte.)
Pero entonces, ¿cómo sabemos que una afirmación histórica concreta es verdadera o falsa o, en una
terminología un poco diferente, que tiene significado? Nos ocupamos todavía del estudio del pasado, de
modo que ¿cómo podemos demostrar –en el curso del estudio– que una afirmación dada está de acuerdo con
los hechos (exigencia de la definición clásica de verdad) si todavía no conocemos los hechos? Por otro lado,
si conociéramos esos hechos, no tendríamos que estudiarlos.
Las reglas para averiguar directa o indirectamente el valor lógico de las afirmaciones se llaman también
criterios, es decir, métodos para distinguir las afirmaciones verdaderas de las falsas, se han desarrollado en el
curso de la investigación científica y son totalmente aplicables a la investigación histórica, también. De ellas
no nos interesan aquí las reglas semánticas (como las tablas de verdad) que muestran cómo el valor verdad de
las afirmaciones compuestas depende del valor verdad de las afirmaciones simples que las componen.
Fuera de las reglas que nos interesan aquí, la mayor importancia se debe atribuir al criterio de la práctica,
ya que éste es el único criterio que nos permite averiguar cuál es la relación entre una afirmación sobre un
hecho y el propio hecho. Podemos llamarlo, por tanto, criterio semántico. Todos los demás criterios son o
sintácticos o pragmáticos; los primeros se refieren a las mismas afirmaciones o a las relaciones entre ellas,
mientras que los últimos describen la relación entre las afirmaciones y los que las hacen, y en última instancia
deben ser confirmadas por el criterio de la práctica.
El criterio de la práctica, que es la única prueba directa de la verdad, ya que llaga más allá de las afirma-
ciones y establece un «contacto» directo con los hechos, puede entenderse como general, que con el conoci-
miento de la eficacia de las acciones humanas nos permite averiguar la verdad de las afirmaciones sobre los
hechos, y como algo técnico, para ser usado en la práctica investigadora cotidiana.
El criterio general de práctica es el fundamental en todas las disciplinas. El hombre va transformando
gradualmente el mundo, utilizando igualmente los logros de las disciplinas sociales y los de las naturales, y
su éxito en la transformación del mundo significa que confía en un conocimiento que es básicamente verdade-
ro y que ha sido adquirido en el curso del proceso cognoscitivo (tanto en el área de la ciencia natural como de
la ciencia social). No podemos imaginar el violento desarrollo de la tecnología de hoy en día sin la existencia
de una sociedad organizada que base sus acciones en el conocimiento de los hechos sociales y que recuerde
sus acciones en el pasado. El papel de la historia en dichas transformaciones es excepcionalmente grande:
coopera con otras disciplinas sociales en el proceso de adquirir el conocimiento de la sociedad y de averiguar
las regularidades, y más aún, sirve de memoria social. Imaginemos por un momento que el mundo, tal como
lo conocemos, ha existido desde sólo hace cinco minutos, de modo que ni tiene historia propia ni los historia-
dores nos pueden contar nada sobre el pasado. Las mentes humanas se volverían huecas. Todos los conceptos
formados a través de los tiempos perderían su significado; no habría bases para ninguna acción excepto las
actividades diarias vitales para la existencia humana., etcétera. Si lo analizamos más veríamos el cuadro
apocalíptico de un mundo estancado. Por tanto, el hecho de que el mundo no sea como esa visión es un
criterio, entre otros, a favor de la verdad del conocimiento histórico.

128
La naturaleza del conocimiento histórico

Pero nos encontramos con un criterio muy general que no puede considerarse absoluto. Hay que recordar
que Lenín escribió: «(...) el criterio práctico no puede nunca confirmar ni rechazar ninguna idea humana,
completamente, en la naturaleza de las cosas. Este criterio es lo suficientemente “indefinido como para no
permitir que el conocimiento humano sea “absoluto”»42 .
En las actividades investigadoras cotidianas (esto ocurre con la historia y con otras disciplinas) usamos el
criterio no profesional de la práctica de forma casi universal; nos permite averiguar (aunque no absoluta y
definitivamente) si una afirmación dada es verdadera o falsa. Ese criterio se identifica con la llamada capaci-
dad empírica, o de observación, de las afirmaciones, para recibir decisiones, aunque tenemos que advertir
que el criterio en cuestión es relativo. En ese sentido podemos anotar lo que escribió Engels, que «desde el
momento en que dirigimos estos objetos para nuestro propio uso, según las cualidades que percibimos en
ellos, ponemos a prueba, una práctica infalible, la corrección o no de nuestra percepción sensorial»43 . El
criterio técnico es, por supuesto, el más ampliamente usado en las disciplinas experimentales, pero resulta
que también se encuentra a menudo en otras ciencias, incluida la historia. El historiador los usa (la mayoría
de las veces, junto con otros criterios) cuando hay una posibilidad de conocimiento directo o, en otras pala-
bras, de decidir empíricamente sobre las afirmaciones que se refieren a él. Dicho objeto, incluso, con un
cambio en la extensión del concepto de observable (por ejemplo, un cambio así tuvo lugar con la llegada del
microscopio electrónico), puede mostrar posibilidades, hasta el momento ocultas, de decidir el acuerdo entre
las afirmaciones y los hechos.
Así, por ejemplo, la afirmación «este documento fue hecho en 1624» puede estar sujeta al criterio profe-
sional de práctica (criterio de decisión empírica) si examinamos el documento y comprobamos la fecha, el
papel sobre el que está manuscrito o impreso, el tipo de escritura o de imprenta, etcétera. Del mismo modo, la
afirmación « la Constitución Polaca de 1791 sólo incluye un artículo sobre los campesinos» puede confir-
marse como cierta si leemos le texto de esa Constitución. Una vista a un museo nos permite determinar el
valor verdad de muchas afirmaciones sobre la civilización material.
Como sabemos los defensores del empirismo lógico (llamado también comprobacionismo) se limitan a ese
criterio y por tanto, consideran falta de significado todas las afirmaciones que no están sujetas a una compro-
bación empírica positiva, o cual, se ha demostrado, ha resultado fatal para el desarrollo de la ciencia. Ha
resultado que si hay que resolver problemas difíciles, la ciencia no puede entrar en la camisa de fuerza de la
observación y de la comprobación empírica en cada caso. Es especialmente importante subrayar este punto
en la investigación histórica, para la cual supuso un grave peligro la opinión empirista.
Los métodos indirecto de averiguar la verdad (o falsedad) de las afirmaciones, métodos que juegan un
papel fundamental, se pueden definir de un modo general como una sustentación de las afirmaciones a base
de confrontarlas mutuamente; en otras palabras, las afirmaciones formuladas recientemente se confrontan
con el cuerpo de conocimientos (la serie de afirmaciones ya aceptadas) de que disponemos con anterioridad.
Las afirmaciones formuladas recientemente pueden deducirse de las ya aceptadas o pueden ser reconocidas
en vista de otras afirmaciones aceptadas, en conformidad con un procedimiento científico. De este modo, las
afirmaciones apoyadas así pueden ser aceptadas al principio por un sólo científico y más tarde por un grupo
o la totalidad de los estudiosos. En la investigación histórica se ha desarrollado un procedimiento bastante
complicado de apoyar las afirmaciones (un procedimiento estrechamente unido al de formular afirmaciones),
que discutiremos en detalle más adelante. Incluye el examen de la autenticidad y la fiabilidad de las fuente,
una gama de métodos directos e indirectos de encontrar hechos y una explicación causal, acompañada cons-
tantemente por el conocimiento no basado en fuentes. Por el momento, limitémonos a averiguar qué etiquetas
hay que poner a aquellas afirmaciones que en la investigación histórica demuestran ser ciertas solo de modo
indirecto. Para hacerlo, tenemos que analizar el concepto de probabilidad tal como se ha interpretado la
historia.

42 V. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Moscú, 1947, pág. 142.


43 F. Engels, prefacio de la edición inglesa de «Socialism : Utopian and Scientific», ed. cit.

129
Jerzy Topolski

7. El concepto de probabilidad en la investigación histórica

El término probabilidad, que es materia de vivas discusiones, tiene varios significados, cada uno de ellos
interpretado de diferentes maneras44 . La clarificación fundamental es la que se distingue entre posibilidad
aplicada a las afirmaciones y la probabilidad aplicada a los sucesos. En el primer caso nos encontramos con
la probabilidad lógica (en la terminología de R. Carnap: probabilidad), que establece (en la interpretación
que adoptamos aquí) con qué grado de certeza (o sea, certeza racional, en la terminología de J. M. Keynes, o
certeza epistemológica, en la terminología de B. Russell) puede aceptar una persona la afirmación A si ha
aceptado la B; o nos encontramos con la probabilidad psicológica, que indica el grado de certeza con el que
una persona acepta realmente una afirmación dada (posiblemente, sin relacionarla con el cuerpo de conoci-
mientos que tiene).
La probabilidad lógica puede coincidir con la psicológica, pero la mayoría de las veces las afirmaciones
probables (no sólo las que hacen los historiadores) muestran un refuerzo de la primera probabilidad por la
segunda. La probabilidad de un suceso de una clase determinada de suceso es igual al cociente del número de
sucesos favorables por el número de todos los hechos de esa clase posibles. Si n representa el numero de
hechos favorables de tipo A (por ejemplo, sacar un as de un montón de cartas) y N el número de hechos
posibles (por ejemplo, el número de cartas que se pueden sacar del montón), entonces la probabilidad de A es
representada por la fórmula:

n
P(A) =–––––
N
La medida de la probabilidad dada por esta fórmula esta en el intervalo cerrado 0,1 (el modificador
«cerrado» significa aquí que la medida puede tener también cualquiera de los valores límites 0 y 1), lo cual
significa que el valor 1 de A indica certeza (es decir, la certeza de que A tendrá lugar). La probabilidad de
sacar un as de un montón de 52 cartas, por tanto, sería:
4
P(A) =––––
52
Esta es la llamada definición clásica de probabilidad. Sin embargo hay otra definición de probabilidad de
los sucesos que se llama definición estadística o de frecuencia de probabilidad. En este último caso no se
hace referencia al concepto de suceso favorable y suceso posible, ya que no son conocidos en principio. En
tal vaso, la probabilidad de un suceso A sólo se puede fijar experimentalmente (por ejemplo, por pruebas
múltiples). La probabilidad de frecuencia, por tanto, es base de la frecuencia relativa de la aparición de un
suceso W entre un número grande de otros sucesos. Puesto que, según la opinión predominante entre los
expertos, la probabilidad de frecuencia se refiere solamente a los sucesos que aparecen a gran escala, o sea,
que pueden estar sujetos a operaciones estadísticas, algunos expertos (por ejemplo, R. Von Mises) –en con-
creto, los que aseguran que la investigación histórica se ocupa sólo de los hechos aislados– restringen la
probabilidad de frecuencia a la ciencia natural (y la matemáticas). Esto revela una asimetría claramente
marcada en la clasificación de los tipos de probabilidad: la probabilidad lógica y psicológica son aplicables a

44 Hasta ahora, el concepto de probabilidad en la investigación histórica ha sido tratado muy ampliamente por J. Giedymin, Problemy logiczne analezy
historycznej, págs. 26–38. Entre las obras generales (excepto las matemáticas), las más importantes son : J. M. Keynes, A. Treatise an Probability,
Londres 1948; R. Carnap, The Two Concepts of Probability, Readings in Philosophical Analysis, Nueva York , 1949, y Logical Foundations of
Probability, Londres, 1951; H. Reichenbach, Theory of Probability, Berkeley, 1949; R. Von Mises, Probability, Statisties and Truth, 2ª ed., Londres,
1956; E. Borel, Probabilité et certitude, París, 1961; M. R. Cohen, Reason and Nature, Londres 1964, págs. 125–135. Entre las obras de autores
polacos están K. Ajdukiewicz, Lógica Pragmática, ed. cit., págs. 120–130, y J. Los, «Semantvczne reprezentacje prawdopobienstwa wvrazen w
teoriach sformarizowanych» (Representaciones semánticas de la probabilidad de las fórmulas en la teorías formalizadas), Rozprawy logiczne, págs.
91–102. Los hace una distinción entre la probabilidad de la ocurrencia de un nuevo causal y la probabilidad de existencia de ese nexo. Esta última no
es –cuando se trata de la posesión de una determina propiedad, por ejemplo, que A es una causa de B– una probabilidad en el estricto sentido del término
(lo cual permitiría las nuestras). El problema de la probabilidad es predominante, como es sabio, en H. Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy,
Berkeley, 1951.

130
La naturaleza del conocimiento histórico

las afirmaciones sobre todos los sucesos y, por tanto, indirectamente, a todos los sucesos, mientras que la
probabilidad estadística (empírica) sólo es aplicable a los sucesos que aparecen a gran escala. El comporta-
miento lingüístico característico de los historiadores, que en este caso se ajusta al uso cotidiano, muestra la
laguna que consiste en la falta de un concepto de probabilidad que se pueda aplicar a los hechos aislados.
Pero, como se verá después, ese concepto de probabilidad que se aplica a afirmaciones singulares y que es
tan común a la investigación histórica está también sujeto a la interpretación de frecuencia.
Los historiadores han venido usando todos los conceptos de probabilidad mencionados más arriba; todos
esos conceptos, además, parecen revalidarse en la investigación histórica. Pero ahora, al analizar los méto-
dos de averiguar los valores lógicos de las afirmaciones, nos ocuparemos principalmente de la probabilidad
lógica en relación con las afirmaciones y no con los hechos. También se intentará demostrar que la probabi-
lidad lógica está estrechamente relacionada con la probabilidad empírica.
En la ciencia hay dos interpretaciones diferentes de la probabilidad lógica. Una de estas (usada, por
ejemplo, por H. Richenbach) afirma que la probabilidad lógica es una categoría semántica (concepto semántico),
como la verdad y, por tanto, que es la medida (grado) de verdad de las afirmaciones, es decir, la medida de su
aproximación a los hechos. En este sentido, los conceptos falsedad–probabilidad–verdad forman una sola
secuencia. Por eso, la certeza de la validez de una afirmación A la luz de otras afirmaciones, es decir, un
cuerpo de conocimientos concreto, o sea, la certeza de su veracidad, se identifica con la verdad.
Esta confusión de conceptos se evita en la otra interpretación (J. M. Keynes, B. Russell, R. Carnap, J.
Nicod, K. Ajdukiewicz), que considera la probabilidad lógica no como un grado de verdad (de una afirma-
ción), sino como un grado de la certeza racional de la verdad (sustentación inductiva) de una afirmación
dada. En esta interpretación, el eje falsedad–verdad es distinto del eje de los varios grados de probabilidad.
Por tanto, la aceptación de una afirmación como cierta no tiene porqué dar lugar automáticamente a la
etiquetación como verdadera. Como se deduce de la definición de probabilidad lógica, dada en el primer
párrafo de esta parte, este autor considera la segunda interpretación más ajustada. La cuestión será tratada
más tarde.
Las dos interpretaciones dicen que un grado definido de la probabilidad de una afirmación dependen del
grado de su sustentación, con la condición de que en el caso de la primera interpretación inmediatamente
vamos a demostrar el grado correspondiente de verdad de esa afirmación, mientras que en el último caso sólo
llegamos al grado correspondiente de certeza de su veracidad. De cualquier modo, se puede decir que, al
margen de su interpretación, el concepto de probabilidad lógica está relacionado con la demostración indirec-
ta de la verdad de las afirmaciones y es, así, una medida del éxito de esa demostración.
Pero si aceptamos la segunda interpretación, ¿estamos entonces condenados a llamar siempre sólo ciertas
a afirmaciones sustentadas hasta algún grado, el mismo grado para su veracidad, y aguardar la etiqueta de
verdad sólo para las afirmaciones que han sido directamente confrontadas con los hechos? En otras palabras,
¿no hay posibilidad de pasar del nivel puramente pragmático (y sintáctico) al semántico, que considera las
relaciones entre las afirmaciones y los hechos? En opinión de este autor, esa posibilidad existe, y su conside-
ración nos permite evitar los intentos de hacer a la ciencia en general, y a la historia en particular, más
«exacta» por medio de la eliminación del concepto de verdad en favor del de probabilidad, cosa que han
sugerido algunos defensores de la primera interpretación. La segunda interpretación no advierte esa posibili-
dad, y subraya la naturaleza analítica de las afirmaciones probables (lo cual significa que dichas afirmacio-
nes, se suponen, no se refieren a los hechos).
Hay dos argumentos para no hacer distinciones, por parte de los historiadores, entre las afirmaciones
cuya verdad está demostrada directamente y aquellas cuya verdad está demostrada indirectamente, es decir,
para llamar verdaderas a aquellas afirmaciones que son ciertas respecto a su verdad.
El primero de estos dos argumentos señala la estrecha relación entre los comentarios probabilistas sobre
las afirmaciones, por un lado, y los hechos a los que se refieren las afirmaciones, por otro; es decir, la
relación entre la probabilidad lógica y la probabilidad empírica. Consideremos las siguientes afirmaciones,
que hasta el momento no hemos conseguido apoyar con datos sacados de fuentes: «Zyndram de Maszkowice
no era el jefe polaco de la Batalla de Grunwald» (la batalla, en 1410, en la que los polacos vencieron a los
Caballeros Teutónicos; también llamada Batalla de Tanenberg). Esta afirmación tiene su grado de certeza de
ser verdadera, es decir, su probabilidad lógica. Su aceptación se basa en su confrontación con otras afirma-
ciones, tales como: «En la Edad Media, la gente de baja condición y pequeña fortuna no solía ejercer el

131
Jerzy Topolski

mando de sus superiores sociales», «Zyndram de Maszkowicw era de condición relativamente baja», «No
fue recompensado después de la batalla», «los jefes solían ser recompensados después de las batallas victo-
riosas», etcétera. La hipótesis mencionada más arriba sobre Zyndram de Maszkowice se deduce de estas
afirmaciones con alguna probabilidad (el ejemplo que consideramos será analizado de nuevo con más detalle,
pero en otro contexto).
Pero el teorema sobre la probabilidad lógica de una afirmación no se basa sólo en una confrontación tal
de afirmaciones, una probabilidad p. Esta confrontación no sería posible sin ciertos hechos que hacen impro-
bable que un hombre de baja condición fuera, en la Edad Media, un jefe de sus superiores sociales. Esta
estructura de hechos es la base de nuestra posibilidad de encontrar argumentos a su favor: los hechos propor-
cionan argumentos en favor de sí mismos. La afirmación «La Batalla de Crézy fue ganada por gnomos» no
tiene un testimonio aceptable de su veracidad, simplemente porque es incompatible con (la estructura de) los
hechos. A veces formulamos una hipótesis sin ningún apoyo especial (posible de algún otro modo, pero sin
fuertes argumentos en su favor sacados de las fuentes) y la consideramos aceptable; más aún, no provocamos
protestas de otros investigadores. A simple vista, la estructura comúnmente conocida de los hechos relacio-
nados hace que esa hipótesis sea bastante probable. Por tanto, estamos convencidos de que hay un gran grado
de probabilidad de que sea verdadera, es decir, formulamos una afirmación con una probabilidad psicológica
correspondiente. La discrepancia entre la probabilidad lógica y la psicológica se debe en este caso a la falta
de una serie adecuada de afirmaciones necesarias para una confrontación con la hipótesis.
Se puede decir en general que toda afirmación que tiene su probabilidad lógica (o psicológica) puede tener
su equivalente (modelo) en una probabilidad empírica, lo cual, evidentemente, no significa que en cada caso
nuestra averiguación de la probabilidad lógica corresponda a la probabilidad desconocida de los sucesos. En
otras palabras, la probabilidad se puede expresar en lenguaje objeto y en metalenguaje. La afirmación: «Los
argumentos aducidos por el autor apoyan, con una gran probabilidad, la formación de que Zyndram de
Maszkowice no fue el jefe en la Batalla de Grunwald», se refiere a la probabilidad (grado de certeza de la
verdad) de una afirmación dada, y no a los hechos. Por tanto, es una meta–afirmación. Su equivalente en
lenguaje objeto es: «Es altamente probable que Zindram de Maszkowice no fuera el jefe en la Batalla de
Gunwald», o «No es probable (es improbable) que Zindram de Maszkowice fuera el jefe en la Batalla de
Grunwald». También se puede decir que su equivalente empírico es «Zindram de Maszokowice fue el jefe de
la Batalla de Grunwald con una probabilidad p», ya que sólo hay dos posibilidades: o fue el jefe (p=1) o no lo
fue (p=0); pero esto confirma la diferencia entre el grado real de probabilidad, que no conocemos, y el grado
de probabilidad que atribuimos a la afirmación en cuestión. Esta diferencia es la medida de nuestra ignoran-
cia. La relación entre la probabilidad que se refiere a las afirmaciones y la que se refiere a los hechos se puede
ver claramente en la definición de probabilidad estadística, transformada por K. Ajdukiewicz para relacio-
narla con la probabilidad de las afirmaciones: «La probabilidad de una afirmación que dice que un objeto es
A, en relación con una afirmación que dice que ese objeto es B, equivale a la frecuencia relativa de objetos A
entre objetos B »45 .
En muchos casos, esa afirmación permitiría computar la probabilidad de las afirmaciones.
El concepto de probabilidad lógica, que se refiere a varios hechos históricos (y la mismo tiempo a las
afirmaciones sobre los hechos), se puede interpretar en términos de frecuencia, lo cual, por supuesto, no
significa que la frecuencia relativa de la aparición de los objetos (o las afirmaciones) A en la clase de objetos
(o afirmaciones) B puede establecerse en cada caso. Los historiadores siguen esta interpretación intuitiva
usando a menudo formulaciones como «improbable», y «muy probable», «casi cierto», etcétera, que J. Giedymin
llama cuasi–métricas. Podríamos exigir una mayor precisión en estas formula-ciones, a alguna de las cuales
se podría dar una interpretación numérica. Nuestra aseveración de que la probabilidad de los sucesos aisla-
dos se puede interpretar en términos de frecuencia se basa en el hecho de que, como J. Giedymin apuntó
correctamente, un historiador está en situación de establecer la probabilidad de un suceso sólo si se puede
referir a una afirmación general sobre una clase de sucesos, en la que se incluiría el suceso en cuestión.
Hemos dicho que era imposible que Zyndram de Maszkowice fuera el jefe en la Batalla de Grunwald porque
si hubiera ejercido el mando esto diferiría de nuestro conocimiento sobre la Edad Media. Esta confrontación
es, como podemos ver fácilmente, algo basado en las consideraciones de frecuencia: no nos referimos más
que a la frecuencia relativa de que lo jefes de las grandes batallas de la Edad Media fueran gente de baja

45 K. Ajdukiewicz, Lógica Pragmática, ed. cit. Pág. 124.

132
La naturaleza del conocimiento histórico

condición y pequeña fortuna, frecuencia que es pequeña, ya que la frecuencia relativa de los jefes recompen-
sados en la clase de los jefes de las batallas victoriosas es grande. Etcétera.
La interpretación de la veracidad de una afirmación sobre un hechos (en nuestro caso sobre Zyndram de
Maszkowice) en términos de frecuencia se basa en la interpretación de la frecuencia de los sucesos mencio-
nada más arriba. Es esta última la que, como si dijéramos, cede su grado de probabilidad a la primera. Una
afirmación sobre un hecho sólo es probable en la medida en que lo sea el hecho al que se refiere. Las afirma-
ciones bien sustentadas sólo se pueden referir a hechos que ocurrieron o no. El hecho improbable de que un
jefe medieval en una batalla importante fuera un hombre de baja condición y pequeña fortuna mandó a sus
superiores sociales en una importante batalla medieval. Por tanto, la deducción, a partir del hecho de que una
persona era de baja condición, de que él no fue el jefe en una batalla importante, produciría unas conclusio-
nes con bastante probabilidad de ser verdaderas.
La posibilidad de sustentación de una afirmación determinada por los hechos no significa sustentación
real. El grado de una sustentación real (o sea, de la probabilidad de una afirmación) depende de nuestro
conocimiento, con el que confrontamos ese hecho. Esto se puede referir a lo que sabemos sobre el informante
(su fiabilidad), sobre la fuente implicada (su autenticidad), y al conocimiento general histórico, psicológico,
sociológico, etcétera. Podemos imaginar así una afirmación verdadera cuyo grado apoyo (certeza de sus
veracidad) es muy pequeño. A medida que nuestro conocimiento amplía esa afirmación, puede cambiar, en
ciertas circunstancias, y estar mejor sustentada. La referencia a nuestro conocimiento consiste en buscar el
apoyo determinado de los hechos; esta referencia, como hemos dicho, está basada en la frecuencia. Pero una
referencia a una fuente o a un informante se puede interpretar en términos de frecuencia, también. En este
caso, nos interesa la frecuencia con la que procede información verdadera de una fuente concreta (o de un
tipo concreto de fuentes) o de un informante concreto, en relación con el total de unidades de información
implicadas.
El segundo argumento que justifica la práctica de aceptar que afirmaciones que son ciertas sean verdade-
ras consiste en la referencia al criterio no profesional de la práctica. Como hemos señalado antes, este criterio
nos demuestra que adquirimos el conocimiento verdadero de forma gradual; esto da valor al criterio profesio-
nal de práctica y a nuestras formas de demostrar indirectamente la verdad de las afirmaciones. Garantiza que
si aceptamos una afirmación que es (racionalmente) cierta como verdadera no cometemos ningún error prác-
ticamente importante. Como hemos dicho, esto concuerda con la práctica observado por los historiadores.
¿Qué afirmaciones, entonces, son las que los historiadores aceptan como probables, si la que son ciertas
las aceptan como verdaderas? Aquí nos interesan las formulaciones positivas (y no las comparativas) en las
que aparece el concepto de probabilidad, y por tanto, no las afirmaciones como: una afirmación A es más
probable que una afirmación B; sino afirmaciones del tipo: es probable una afirmación A (según nuestro
conocimiento basado y no basado en fuentes). Podemos incluir en la clase de afirmaciones probables aquellas
que dudamos sin llamar ciertas o verdaderas, pero que de ningún modo podemos aceptar como suficiente-
mente sustentadas (ésta también es práctica seguida por los historiadores).
Esto se refiere a las afirmaciones sobre el pasado que están basadas en datos indirectos exhaustivos y más
o menos numerosos, afirmaciones que se ocupan del establecimiento de los hechos, y afirmaciones hipotéti-
cas sobre el pasado, que se ocupan de las leyes y relaciones causales, peor no a las afirmaciones sobre el
pasado que están bien establecidas y basadas en datos directos sobre los hechos a los que se refieren. Así, por
ejemplo, ningún historiador dirá que es simplemente probable la afirmación de que la Bastilla fue destruida el
14 de julio de 1789, o de que la Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de setiembre de 1939, o que La
Eneida fue escrita por Virgilio, o que Guillermo el Conquistador ganó la Batalla de Hastings. En esos casos
los hechos a los que se refieren las afirmaciones han sido establecidos basándose en datos de fuentes suficien-
tes y directas, es decir, datos que trasmiten información directa sobre esos hechos. El historiador, entonces,
acepta esas afirmaciones como ciertas, y las incluye en el cuerpo de las (relativamente) verdaderas. Este es el
estado de la enorme mayoría de las afirmaciones históricas, o sea, las que forman una base inductiva,
observacional o empírica sui generis de las consideraciones históricas en general. Por el contrario, como no
hay pruebas directas de que Martin Bormann muriera en Berlín en 1945, el historiador llega a la conclusión
de que ésa u otra hipótesis sobre el asunto puede ser, como mucho, probable. Sin embargo, no hay que
olvidar que si basamos las afirmaciones sobre el pasado en datos directos, tenemos que establecer la autenti-
cidad de la fuente en cuestión y la fiabilidad de la información, antes de preceder a extraer de esa fuente los

133
Jerzy Topolski

datos directos sobre los hechos que nos interesan. Si dicha autenticidad o fiabilidad se puede establecer sólo
con una probabilidad menor de 1, la etiqueta de probabilidad vale también para la afirmación basada en los
datos contenidos en esta fuente cuya autenticidad o fiabilidad no es bastante cierta. Puesto que la fiabilidad
de los datos basados en fuentes se establece, a menudo, por la inferencia de probabilidad (cfr. capítulo XIX),
algunas afirmaciones, a pesar de estar basadas en datos directos, pueden tener un margen de incertidumbre.
En la práctica, sin embargo, si un historiador acepta determinados datos directos de acuerdo con las reglas
del procedimiento científico en la investigación histórica (o sea, de acuerdo con las reglas adecuadas de la
crítica de fuentes), el conocimiento que obtenga de ese modo estará lo suficientemente apoyado como para ser
considerado como cierto.
Por otro lado, el concepto de probabilidad es totalmente aplicable a las afirmaciones basadas en datos
indirectos derivados de las fuentes y a los datos no basados en fuentes que se refieren tanto al establecimiento
de los hechos como a las explicaciones causales. Solemos llegar a dichas afirmaciones a través de la inferen-
cia de probabilidad, que no es fiable; esto significa que las conclusiones pueden no ser consideradas como
ciertas. Los historiadores llaman a esas conclusiones de varias maneras; muchas veces no dudan en llamarlas
ciertas, más que ciertas, indudables, irrefutables, correctas, verdaderas, etcétera. Es bien sabido que unas
partes en disputa, exitadas por la controversia, definen construcciones muy frágiles como ciertas. Hay que
anotar además que incluso la mayor certeza es sólo relativa, ya que se basa en nuestro conocimiento, que
puede cambiar con el paso del tiempo.
El concepto de probabilidad lógica (interpretado como el grado de certeza de veracidad) se puede aplicar
a las afirmaciones aisladas y a las narraciones históricas más largas. Si decimos que la descripción de la
Batalla de Grunwald hecha por historiador N es probable, queremos decir que su descripción está debida-
mente sustentada, a la luz del conocimiento que tenemos, o, en otras palabras, que el equivalente objetivo de
esa afirmación probable, formulada en metalenguaje («Es probable que la Batalla de Grunwald siguiera el
curso ofrecido por el historiador N») no difiere mucho de esa afirmación, o más bien que la afirmación no
difiere mucho de su equivalente objetivo (modelo). La probabilidad de una narración histórica se puede
interpretar como la suma de las de los sucesos individuales que se combinan para formar aparte del suceso
compuesto abarcado por la narración. Sin embargo, el problema es más complejo, teniendo en cuenta las
cuestiones que hemos tratado en relación con la verdad de la narración, y sería más seguro considerarlo una
cuestión abierta.
Como se deduce de esto, el concepto de probabilidad lógica es muy útil para caracterizar los efectos del
proceso cognoscitivo en la investigación histórica (y una investigación en general). Permite caracterizar las
afirmaciones que consideramos verdaderas con un grado específico de certeza (que establece la confronta-
ción de esas afirmaciones con el conocimiento que tenemos). En otras palabras, la probabilidad lógica nos
informa sobre el grado de sustentación de unas afirmaciones concretas, y sirve de base para su aceptación o
rechazo. Nos permite también hacer una distinción entre las afirmaciones (relativamente) verdaderas (es
decir, las confrontadas con los hechos) y aquellas sobre las que tenemos una certeza racional (es decir, las
confrontaciones con nuestro cuerpo de conocimientos). Pero, como hemos mencionado más arriba, la proba-
bilidad lógica puede, en cierto modo, traducirse a probabilidad empírica, y al mismo tiempo, al combinarse
con la probabilidad de los hechos aislados (por lo menos en un gran número de casos que son importantes en
la investigación histórica), pueden interpretarse en términos de probabilidad de frecuencia.
Como también hemos dicho, nos interesa mucho más el concepto de probabilidad empírica. En su versión
estadística no es usado explícitamente por los historiadores muy a menudo, excepto en aquellos casos en que
les interesa la estadística histórica (especialmente la demográfica). Y tiene que considerar la probabilidad de
que una persona alcanzara una cierta edad en una época determinada. Pero parece que, aunque la investiga-
ción histórica consiste sobre todo en postnogsis, y no en prognosis, más estudios sobre la probabilidad de
aparición de ciertos sucesos en el pasado podrían ampliar de forma interesante el campo de la descripción y
de la explicación histórica46 . Por otro lado, los historiadores usan con bastante frecuencia el concepto de
probabilidad empírica en relación con los sucesos aislados, especialmente cuando adelantan sugerencias
sobre la existencia de ciertos sucesos en el pasado. En tales casos, si el lenguaje no se distingue del metalenguaje,

46 M. Bloch los expresa así: «L´historien qui s’interroge sur la probabilité d?un événement écoulé, que tente–t–il, en effet, sinon de se transporter par
un mouvement hardi de l’espirit, avant cet événement même pou en jeger les chances, telles qu’elles se présentaient à la veille de son accomplissement?
La probabilité reste donc bien dans l’avenir». (Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, edición citada, pág. 60.)

134
La naturaleza del conocimiento histórico

dichas sugerencias significan también afirmaciones sobre la probabilidad lógica. En las obras históricas
podemos encontrar muchas veces afirmaciones como: «Es probable que Julio César visitara Bretaña», «Es
improbable que Mieszko I (primer gobernante de Polonia) quedara satisfecho con sus conquistas y se retirara
sin ocupar el área del estuario del Oder es muy pequeña». «No hay una probabilidad importante en la afirma-
ción de que las cosechas de cereales en Polonia en la primera mitad del siglo XVII fueran tan pobres». Esto
señala una vez más, el hecho de que el concepto de probabilidad lógica y el de probabilidad de los hechos
individuales son muy usados en la historia, y señala por tanto la necesidad de un análisis posterior de estas
interpretaciones de las probabilidades, tan usadas en las humanidades.

135
136
en Metodología de la historia, Capítulo XIV, Ediciones Cátedra, Ma-
drid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Preguntas y respuestas. Una reconstrucción


general de la investigación histórica

1. El problema de las decisiones

Hasta ahora nos hemos ocupado sobre todo del proceso cognoscitivo histórico, y ahora nos concentrare-
mos cada vez más sobre el concepto de investigación histórica, lo cual no quiere decir que esta última se
oponga al primero. La cuestión es que cuando hablamos de proceso cognoscitivo histórico tratamos proble-
mas más generales, que, por su misma naturaleza, sirven para cualquier tipo de conocimiento humano, mien-
tras que el examen de la investigación histórica nos acerca a los problemas prácticos, o incluso puramente
técnicos, a los que se tiene que enfrentar un historiador cuando se dispone a contestar una pregunta que ha
planteado él mismo o que le han planteado otros. Esta pregunta se podría llamar una pregunta de investiga-
ción, no sólo porque debe distinguirse de las preguntas de diagnóstico (entre las que se incluyen, por ejemplo,
las preguntas de examen), sino, principalmente, porque exige una respuesta que debe ir precedida de una
investigación conducida según unas reglas obligatorias en el mundo de los historiadores. Esto exige, sobre
todo, una reconstrucción general del proceso que podría simbolizarse de este modo: «pregunta respuesta»,
y por tanto, una explicación de los conceptos de pregunta y respuesta.
Una decisión hecha en condiciones específicas es el punto de partida de toda acción humana. Lo
mismo ocurre con los procedimientos usados en la ciencia, quizás teniendo en cuenta que en los procedimien-
tos científicos nos solemos dar mucha más cuenta de que hacemos constantemente decisiones que en la vida
diaria, en la que normalmente no advertimos que en cada paso elegimos uno de los muchos caminos de acción
posibles. La metodología de las ciencias puede conformarse —y lo hace, en su versión puramente descripti-
va— con una simple descripción de las operaciones de investigación ejecutadas por las científicos, sin consi-
derar la eficacia de las decisiones que hacen, o, para usar el lenguaje de la teoría del juego, la eficacia de las
estrategias que eligen1. Pero también puede ir más allá, y eso hace en su versión normativa: al aceptar que la
investigación científica es una variedad de la acción racional en general (es decir, una acción orientada hacia
un objetivo), puede intentar averiguar las reglas latentes por las que se rigen los científicos en su lucha por
lograr sus objetivos epistemológicos, y, ocasionalmente, definir una estrategia óptima para una acción con-
creta. Se podría decir que en el primer caso el metodologista se queda en el nivel descriptivo, y es como si
fuera un ideógrafo de la metodología científica. En el último, utiliza los resultados de las descripciones,
pretendiendo explicar los procesos cognoscitivos en la ciencia, es decir, contestar a la pregunta ¿por qué un
investigador (por ejemplo, un historiador) toma unas decisiones y no otras? Al incluir el problema de la
decisión en las consideraciones metodológicas pasa del nivel de la descripción al de la explicación y la
apreciación. Haciendo esto, acerca el análisis metodológico al problema de las valoraciones. Si se toma una
decisión para realizar una acción en relación con cierto objetivo (suponiendo una acción racional, o sea,
orientada hacia un objetivo, lo cual abarca la actividad científica), se deduce que hay una decisión latente
básica, relacionada con el sistema de valores del investigador (los axiones sobre los problemas filosóficos,
sociales, políticos, etcétera, fundamentales, corrientes en esa época), que define ese objetivo. Así, la elección

1
Para los conceptos correspondientes, ver R. D. Luce y H. Raiffa, Games and Decisions, Nueva York, 1957

137
Jerzy Topolski

del terreno de investigación, enormemente condicionado por el sistema de valores del investigador, es el
punto de partida de toda investigación.
La decisión sobre la elección del terreno de investigación es el primer paso en el proceso de plantea-
miento de las preguntas (formulación de frases interrogativas), siendo esta última la acción esencial en la
investigación histórica2, una acción que podría denominarse el conductor. Por tanto, la investigación científi-
ca se podría reconstruir como el proceso de planteamiento de las preguntas y de búsqueda de respuestas para
ellas.

2. Conceptos básicos en la teoría de las preguntas y respuestas históricas

En la investigación histórica, todas las preguntas que se plantea un historiador se pueden reducir a estos
tres tipos fundamentales:

1) ¿Qué ocurrió? (preguntas factográficas);


2) ¿Por qué ocurrió? (preguntas explicativas);
3) ¿Qué leyes científicas se deducen del estudio del pasado? (preguntas teóricas).

Al contestar las preguntas del primer grupo, un historiador hace una descripción (narración), y al contes-
tar las del segundo grupo ofrece una explicación. Sin embargo, el resultado de esta explicación también
adopta la forma de una descripción. Desde el punto de vista formal, estos dos grupos de preguntas (distingui-
dos según las diversas tareas a las que hace frente un historiador) son preguntas abiertas, a las que, al
contrario que en las preguntas cerradas, «ni podemos dar una lista exhaustiva (finita) de respuestas acepta-
bles, ni podemos ofrecer un esquema o un método eficaz para construir dichas respuestas aceptables»3. En el
caso de una pregunta cerrada, estamos en posición de dar una lista exhaustiva de respuestas o un esquema de
respuestas, o incluso un método eficaz para construir respuestas a esa pregunta4.
Un historiador que sigue el ideografismo (sea metodológico, objetivo, o ambos) se limita a estos dos
grupos de preguntas (factografícas y explicativas), interpretando el segundo grupo de un modo específico5.
Las preguntas del tercer grupo, estrechamente relacionadas con las del segundo grupo, también son abiertas.
Pero, mientras que las respuestas a las de los dos primeros grupos adoptan la forma de narraciones históricas
(es decir, referidas al tiempo y al espacio), en el caso del tercer grupo esperamos respuestas en forma de
afirmaciones generales, es decir, de naturaleza teórica. Mientras que estas narraciones históricas se pueden
componer de muchos modos, teóricamente, de infinitos modos, las formulaciones de las leyes (o sea, las
respuestas a las preguntas teóricas), se espera que sean lo más precisas posibles.
Sólo son abiertos los modelos más generales de preguntas (¿qué fue?, ¿por qué fue así?, ¿qué leyes se
deducen de los resultados de la investigación?), para las que no se puede dar ni una lista completa de respues-
tas directas ni un esquema de respuestas directa. Dentro de este grupo, muchas veces, formulamos preguntas
cerradas) que proporcionan un esquema de respuestas). Por ejemplo, al formular la pregunta abierta, 1)
«¿Por qué se alzó Hitler con el poder en Alemania?», preguntemos, entre otras cosas: 1) «¿Qué grupos

2 El análisis de las preguntas y respuestas en los procedimientos de investigación es una de las ramas de la metodología más ampliamente tratada. Uno
de sus pioneros fue K. Ajdukiewicz (Zdania pytajne [ Frases interrogativas], Varsovia, 1934, reeditada en Jezyk i poznamie, Varsovia, 1960), a partir
del cual surgieron una serie de términos. Estudios especiales sobre el problema han sido elaborados por J. Giedymin (Problemy, zalozenie, rozstrzyg
niecia, Poznan, 1964), cuyos resultados estamos utilizando en este libro. Lo mismo ocurre con J. Giedymin y J. Kmita, Wyklady z logiki formalnej, teorii
komunikacji i metodologiinauk, Poznan, 1966, cap. IV. Ver también Z. Cackowski, Problemy i pseudo-preblemy, Varsovia, 1964, que es más
filosófica que metodológica. Entre las obras en lengua inglesa, hay que hacer mención especial de D. Harrah, Communication: a Logical Model,
Cambridge (Massachussetts), 1963.
3 J. Giedymin, Problemy (...), ed, cit., págs. 15-16.
4 Ibídem.
5 Esta cuestión será tratada más adelante.

138
Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

sociales apoyaron al NSDAP en 1933?». Las preguntas factográficas a las que contestamos por medio de
una narración (por ejemplo, ¿cómo llegó a eso? ¿Cómo ocurrió?), las preguntas explicativas (¿por qué
ocurrió?) y las preguntas sobre leyes son preguntas abiertas, y las preguntas factográficas que requieren una
respuesta de una sola frase son cerradas.
Junto a las preguntas abiertas y cerradas, la teoría de las preguntas distingue la segunda clasificación
fundamental, o sea, entre preguntas de decisión y preguntas de complementación. En el primer caso, se toma
una decisión entre dos respuestas (o entre un número finito de respuestas), que son mutuamente excluyentes,
de modo que sólo una de ellas es cierta (preguntas con «hacer»). Las preguntas de múltiple decisión se
pueden dividir (por el procedimiento binario) en series de binarias. Las preguntas de decisión se plantean
cuando adelantamos una hipótesis (es decir, una suposición sobre la respuesta aceptable). Al contestar a
dicha pregunta, elegimos entre (dos o más) respuestas rivales, una de las cuales es siempre una negación de la
otra. He aquí un ejemplo de pregunta de decisión en la investigación histórica: 2) ¿Las granjas señoriales se
desarrollan siempre que hay un buen mercado para los productos agrícolas y un sistema de estricta servidum-
bre de los campesinos? En esta caso, se formula una hipótesis; preguntamos si tiene un buen apoyo, y si se
demuestra que es así, obtenemos una respuesta rápida para nuestra pregunta. Las preguntas de decisión con
una estructura más compleja son de estos tipos: «¿Cuál de las afirmaciones z1, ..., z n es la única verdadera?»
(«¿ es z 1 , o z 2, o ..., o z n?»); «¿ Cuál —por lo menos una— de las afirmaciones z 1, ..., z n es cierta?»; «¿
cuáles de las afirmaciones z 1, ..., z n son exactamente todas las verdaderas ?» (A partir de ahora utilizaremos,
respectivamente, los símbolos ?Du, ?Da, ?De).
Así, podemos preguntar:
3) ¿Fue Suecia, o Rusia, o Polonia, la victoria en la Batalla de Poltava? (hay que indicar la única afirma-
ción cierta);
4)¿Tomaron parte en la Guerra de los Treinta Años Polonia, Suecia, Alemania, Rusia? (hay que indicar
por lo menos una afirmación cierta);
5) ¿En el siglo XVII, los campesinos polacos trabajaban como siervos, o pagaban rentas, o pagaban un
tributo en especies, o estaban libres de obligaciones hacia su señor feudal ? (hay que indicar todas las afirma-
ciones que sean ciertas).
Las preguntas complementarias (o preguntas con «quién»/ «qué»/ «cuál»), o «¿por / para qué...?», se
plantean cuando no tenemos hipótesis sobre la respuesta; son esenciales cuando buscamos soluciones (se
llaman también preguntas de búsqueda). La respuesta a tal pregunta consiste en hacer una elección de entre
una serie de muchos (o infinitos) elementos. En la investigación histórica, esta categoría se puede representar
por preguntas como: 6) «¿Cuáles fueron las causas de la Guerra de los Treinta Años?»; 7) «¿Quién fue el jefe
de las tropas polacas en la Batalla de Grunwald?»; 8) «¿Cuándo terminó la superioridad comercial de Holan-
da sobre Inglaterra?»; 9) «¿Cuál era la estructura de la sociedad polaca antes del levantamiento de 1863?»;
10)«¿Cuál es la importancia del Manifiesto del Comité Polaco de Liberación Nacional ?»; 11) «¿Por qué era
tan numerosa la clase media polaca?»; etcétera.
Al buscar respuestas a las preguntas complementarias, podemos formular preguntas de decisión con la
condición necesaria de que la serie de respuestas posibles sea finita y conocida. Por ejemplo, al contestar a la
pregunta 7) podemos formular una serie de preguntas de decisión: 7)«¿Fue Zyndram de Maszkowice el jefe
polaco en la Batalla de Grunwald?»; 7b)«¿Fue el rey Jagello el jefe polaco en la Batalla de Grunwald?»;
etcétera. En el caso de la pregunta 9) podemos preguntar: 9ª) «¿Existía en esa época una “inteligencia”?»; 9b)
«¿Eran más numerosos los campesinos arrendatarios que los siervos?»; etcétera. Por tanto, dividimos las
preguntas de complementación en preguntas de decisión. Los tipos de preguntas complementarias son los
siguientes: «¿qué afirmación, en una serie concreta de afirmaciones, es la única verdadera?»; «¿ qué afirma-
ción —por lo menos una—, en una serie concreta, es cierta?»: «¿cuáles son todas las afirmaciones ciertas en
una serie concreta?». Las preguntas de complemen-tación tienen parte de las preguntas factográficas , pre-
guntas explicativas (preguntas de «por qué») y preguntas sobre las leyes.
En la investigación histórica, son las preguntas abiertas y las preguntas de complementación las que
juegan el papel fundamental (estas últimas suelen dividirse, en el proceso de investigación, en preguntas de
complementación cerradas y preguntas de decisión; éstas son preguntas cerradas por su propia naturaleza,

139
Jerzy Topolski

mientras que las preguntas de complementa-ción pueden ser abiertas [cfr. preguntas 1), 6), 9), 10)], o cerra-
das [cfr. preguntas 7), 8)], a pesar de que no siempre se puede dibujar una línea de demarcación clara.
Las respuestas a las preguntas de complemen-tación y decisión —analizadas a la luz de la teoría de la
comunicación— se clasifican como directas e indirectas , y, desde otro punto de vista, como completas y
parciales (formulación de J. Giedymin). Una respuesta directa a una pregunta de decisión viene implícita, en
cierto modo, por la pregunta de «hacer». Si la pregunta está aislada, la respuesta es una aseveración afirma-
tiva o negativa: por ejemplo, la respuesta directa a la pregunta 2) es «siempre ocurre que las granjas señoria-
les se desarrollan ...», o «no siempre ocurre que las granjas señoriales se desarrollan...». Si es una pregunta
múltiple , la respuesta a una pregunta ?Du es el conjunto de las negaciones de todas las afirmaciones excepto
una, mientras la respuesta a los dos restantes tipos de preguntas de decisión (preguntas ?Da, ?De) es,
respectivamente, una afirmación implícita en una parte de la pregunta múltiple o un conjunto de estas afirma-
ciones. Esto ocurre porque en el primer caso tenemos que indicar la única afirmación cierta en una serie
concreta de afirmaciones; en el segundo caso, al menos una afirmación verdadera, y en el tercero, todas las
afirmaciones verdaderas.
Mientras que en el caso de las preguntas de decisión señalamos una respuesta directa específica, en el
caso de las preguntas de complementación sólo podemos dar un esquema de la respuesta (datum quoestionis),
que incluirá lo desconocido de la pregunta (una variable). El esquema de la respuesta a la pregunta 1) es; «En
1933, el NSDAP obtuvo el apoyo de los partidos x1, ..., x n». Al buscar una respuesta para una pregunta de
complementación, intentamos definir el alcance de lo desconocido, y después lo reducimos gradualmente.
Una respuesta indirecta es una respuesta indirecta completa o una respuesta parcial.
Si la pregunta es: «¿Quién mató al Presidente Kennedy?», entonces, una respuesta indirecta completa
puede ser: «El Presidente Kennedy fue muerto por una persona que era un tirador». Como puede verse, esto
nos acerca a una respuesta directa. Una respuesta parcial es la que se deduce lógicamente (quizás en unión de
una afirmación aceptada) de una respuesta directa. Reduce, por tanto, el campó de lo desconocido de la
respuesta. Por ejemplo, la afirmación: «El documento se realizó en el 1127 d. C.», es una respuesta directa a
la pregunta sobre la fecha de cierto documento; pero si no conocemos la fecha exacta, construimos una
respuesta parcial)que señala un período de tiempo del post quem y ante quem): «El documento se realizó
entre el 1124d:C. y el 1130 d. C.», y buscamos, en lo posible, una respuesta directa. Se puede advertir
fácilmente que la respuesta parcial en consideración es una consecuencia de una respuesta directa (que, en
nuestro caso, requiere una estimación de cuestión).
La distinción entre las respuestas directas e indirectas es importante para la metodología de la historia, ya
que está relacionada con el problema del establecimiento de hechos directo e indirecto (cfr. capítulo XIX). Si
tenemos información directa sobre los hechos que nos ocupan tendremos más posibilidades de dar una res-
puesta directa desde el principio, pero si nuestros datos (unidades de información) son sólo indirectos, enton-
ces intentamos encontrar una respuesta directa (hipotética) a base de formular series de respuestas parciales,
indirectas i intermedias. El caso de la datación de un documento (cfr. el ejemplo del párrafo anterior) se
refiere a una situación en la que no se puede conseguir una información directa (fiable) sobre los datos del
problema. Como la explicación causal suele tener lugar también a través de un procedimiento de comproba-
ción, una respuesta a una pregunta explicativa se suele construir por medio de respuestas indirectas. Por
ejemplo, al plantear la pregunta: «¿Por qué adelantó Inglaterra a Holanda en el desarrollo económico de los
siglos XVII y XVIII?», primero damos respuestas parciales, tales como: «Porque Inglaterra desarrolló su
industria que estaba en competición con la holandesa»; «porque Inglaterra no abandonó ni su comercio ni su
agricultura»; «porque Inglaterra hacía más inversiones», etc., para llegar, en último lugar, a una respuesta
directa general, como:«Inglaterra adelantó a Holanda en el desarrollo económico porque su economía se
desarrolló de modo más equilibrado». Muchas veces, por supuesto, nos basta con respuestas parciales.
Las hipótesis, que hay que tratar con más espacio, son una categoría especial de respuestas directas e
indirectas. Cuando se usan en la investigación histórica, las hipótesis se pueden llamar, de modo muy gene-
ral, intentos de respuesta a las preguntas de la investigación. Estas respuestas tentativas acaban siendo acep-
tadas en la ciencia o eliminadas de ella.

140
Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

3. El concepto de hipótesis en la investigación histórica

El planteamiento y la comprobación de las hipótesis es un procedimiento que acompaña al historiador a


través de todo su trabajo, porque es la verdadera esencia de la búsqueda de respuestas a las preguntas plan-
teadas por él al pasado. Incluso el estadio de lectura de la información en la fuente (lectura en el amplio
sentido de la palabra) ofrece oportunidades para hacer hipótesis. Incluso la misma lectura de una fuente,
especialmente cuando nos encontramos con claves que hay que descifrar, es una hipótesis sui generis. Pero,
aunque una unidad de información concreta se haya leído y estemos convencidos del resultado de esa lectura,
esa información no se acepta como base para pasos posteriores en el proceso de investigación hasta que
sometemos la fuente en cuestión a la crítica externa e interna, es decir, hasta que resolvemos los problemas de
su autenticidad y de la fiabilidad de la información que nos proporciona. Esto no lo podemos hacer sin
formular hipótesis. Más tarde, las hipótesis se hacen a medida que establecemos los hechos y procedemos a
explicarlos. En todo esto sólo aceptamos como elementos para la posterior investigación las hipótesis que
han sido sujetas a comprobación. Por tanto, el procedimiento investigador usado por el historiador, que
hemos reconstruido en otra ocasión como el proceso de formular preguntas y buscar respuestas a ellas, puede
interpretarse —desde un punto de vista diferente— como la formulación, comprobación y apoyo de las
hipótesis. Las hipótesis se consideran como intentos de respuesta (antes de comprobarlas) y como respuestas
(después de comprobarlas) a la pregunta planteada. Olvidemos aquí la cuestión de que una pregunta es
hipotética en sí misma; esto lo trataremos más adelante.
En los escritos sobre metodología, el concepto de hipótesis solía construirse, sobre todo, en relación con
la experiencia adquirida en la ciencia natural. La aproximación complementaria fue aportada por J. Giedymin,
que estudió los problemas de la formulación y comprobación de las hipótesis en la ciencia social y en parti-
cular en historia6. Tenemos que coincidir con él en que el concepto de hipótesis en la investigación histórica
va mucho más allá del acercamiento de la ciencia natural, en la que una hipótesis se interpreta como una
razón no aceptada de una afirmación que confirma el hacho que hay que explicar, lo cual significaba que el
concepto de hipótesis se limitaba al procedimiento de explicación. En la investigación histórica formulamos
hipótesis no sólo cuando buscamos respuestas a las preguntas explicativas (preguntas de « por qué »), sino
también cuando contestamos a las preguntas factográficas (preguntas de « qué fue »), y este último proceso
abarca también la lectura de la información de la fuente y el examen de la autenticidad y fiabilidad de las
fuentes. Se puede decir que, en la investigación histórica, cualquier afirmación sobre el pasado es una hipó-
tesis si todavía no se ha sometido a un proceso de comprobación, y también después de someterse a él, si no
se ha obtenido un grado suficiente de apoyo7. Por ejemplo, formulamos una hipótesis sobre el lugar de origen
del autor de la Crónica de Galus (la crónica polaca más antigua, escrita en latín por un autor desconocido, y
que abarca hechos hasta el 1118 d. C.), o sobre el significado de la palabra Shinesghe en Dagome Iudex (un
documento de últimos del siglo X que se ocupa de la historia política antigua de Polonia), y por más que
tratemos de apoyarlas, siguen siendo hipótesis, porque, en ambos casos, es difícil aceptar como suficiente el
grado de comprobación.
Hay que hacer, por tanto, una distinción entre hipótesis heurísticas (hipótesis antes de la comprobación) e
hipótesis más o menos apoyadas. Por supuesto, las hipótesis comprobadas se pueden considerar, en ciertas
condiciones (por ejemplo, tras el descubrimiento de nuevas fuentes), como el punto de partida de una com-
probación posterior, y pueden jugar el papel de hipótesis heurísticas. Las hipótesis comprobadas no suelen
llevar la etiqueta de hipotética, ya que son afirmaciones sobre hechos que se aceptan como ciertos, suponien-
do que, de acuerdo, con el principio de que nuestro conocimiento del mundo se adquiere gradualmente, todas
las afirmaciones sobre los hechos manifiestan siempre un cierto grado de hipótesis.
Junto a la clasificación más general en hipótesis heurísticas y comprobadas podemos señalar, al menos,
otras dos clasificaciones de las hipótesis históricas. Una clasificación adopta como criterio el tipo de proce-

6 Ver, en particular, las siguientes obras de J. Giedymin: «Hipotezy w analizie i krytyce zródel» (Hipótesis sobre el análisis y crítica de fuentes), en
Z problemów logicznych analizy historycznej (Algunos problemas lógicos en el análisis histórico); Problemy logiczne analizy historycznej, págs. 24
y ss.; « Uogólnienie postulatu rozstrzygalnosci hipotez» (Generalización del postulado de decidibilidad de las hipótesis), Studia Filozoficzne, núm 5,
1959. La primera de las dos obras fue criticada por J. Dutkiewicz (ver Kwartalnik Historyczny, núm. 4, 1959), a lo que replicó J. Giedymin en
Kwartalnik Historyczny, número 4, 1962.
7 J. Giedymin da la siguiente definición analítica de la hipótesis en las ciencias sociales y las humanidades: « Una hipótesis es una afirmación que no
está suficientemente fundada en una disciplina concreta, y que se considera como una respuesta a una pregunta concreta planteada dentro del área de
esa disciplina», (Problemy logiezne (...), ed. cit., pág. 30).

141
Jerzy Topolski

dimiento investigador usado por el historiador; en este caso, la formulación y sustentación de las hipótesis se
refiere, respectivamente, a: desciframiento de la información de las fuentes, crítica externa e interna de una
fuente concreta que, en su sentido más amplio, abarca el desciframiento, establecimiento de los hechos y
explicación (junto con la formulación de las leyes) y construcción de los hechos históricos. Nos encontramos
aquí, respectivamente, con hipótesis sobre la lectura de la información de la fuente, sobre la crítica de la
fuente, sobre el establecimiento delos hechos, sobre la explicación causal y la formulación de las leyes, e
hipótesis que sugieren la integración de todas las unidades de información obtenidas sobre el pasado en
cuestión, es decir, una narración específica (una imagen del pasado). Las tres primeras son hipótesis
factográficas, las dos siguientes son hipótesis explicativas y la última es una hipótesis de construcción. Esto
se resume en el siguiente esquema:

~ Hipótesis formuladas en la lectura de la información


de la fuente
~ Hipótesis formuladas en el curso de la crítica externa e Hipótesis factográficas
interna de la fuente.
~ Hipótesis formuladas en el establecimiento de los hechos
(simples o incluidas en secuencias genéticas)

~ Hipótesis que explican los hechos


Hipótesis explicativas
~ Hipótesis que formulan leyes.

~ Hipótesis que integran los datos sobre el pasado Hipótesis de construcción


(periodización y clasificación de los datos)

Por supuesto, la clasificación en hipótesis factográficas y explicativas no significa que al leer las fuentes,
ocuparse de la crítica de fuentes y establecer los hechos no se recurre a procedimientos típicos de la explica-
ción causal8.
La clasificación anterior se usa para destacar la tarea de un procedimiento concreto. En el primer caso nos
ocuparemos de establecer los hechos, y en el segundo, de las explicaciones causales.
La segunda clasificación de las hipótesis históricas adopta como criterio los tipos de pregunta a los que
intenta contestar una hipótesis dada9. En esta clasificación, las hipótesis más frecuentes son:

- Hipótesis «quién / qué ».


- Hipótesis «dónde ».
- Hipótesis «cuándo ».
- Hipótesis «cómo »
- Hipótesis «por qué »
(Cada grupo incluye también sus derivados).
Hay que advertir, además, que los historiadores constantemente formulan y comprueban hipótesis en el
curso de la investigación, pero sólo usan explícitamente el término hipótesis o sus análogos en ciertos casos.
Lo hacen, sobre todo, cuando se ocupan de establecer (menos frecuentemente, de explicar) hechos que son

8 J. Giedymin prestó atención a este hecho en su réplica a J. Dutkiewicz (ver nota 6 in fine).
9 Esta clasificación fue introducida por J. Giedymin en relación con los análisis históricos (Problemy logiezne (...), ed. cit., pág. 32).

142
Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

más importantes, en el proceso histórico, para un estudio dado, pero sobre lo que no hay suficientes datos en
fuentes. De este modo, numerosas afirmaciones sobre la autoría de diversos textos, cartas, etc., han sido
incluidas en la ciencia histórica con la etiqueta de hipótesis; en otros casos, esto se refiere a hipótesis que
atribuyen ciertas acciones a ciertas personas, establecen la naturaleza de ciertos grupos sociales, sugieren
descripciones de sucesos sobre los que faltan datos, etc.
A veces se llama aseveraciones a tales afirmaciones, débilmente sustentadas, o puntos de vista, opiniones,
suposiciones, etc., usando estos términos de modo alternativo. Normalmente, una afirmación que se ha clasi-
ficado como hipótesis, es decir, muy sustentada, sigue siéndolo durante mucho tiempo, aunque aumente el
grado de sustentación. El descubrimiento de fuentes que den información nueva y esencial ofrece la mayor
oportunidad para que tal afirmación se libere de la etiqueta de hipótesis.
Si esto no ocurre, permanecemos en la esfera de hipótesis nuevas cada vez, que tienen varios argumentos
en su favor, pero que siguen siendo hipótesis.
Este es el caso, por ejemplo, de las hipótesis que intentan explicar el significado del término narocznik,
encontrado en algunos registros medievales polacos, o de las que intentan establecer cuál era la población de
París antes de la Guerra de los Cien Años.
El término, frecuentemente usado, hipótesis de trabajo, es una variedad especifica del término hipótesis,
usada cuando un investigador desea subrayar su carácter heurístico, es decir, cuando no la considera (o no
pretende considerarla) como una hipótesis fundada.

4. La estructura de las teorías históricas y los modelos metodológicos

Los historiadores usan el término teoría muy a menudo. Por ejemplo, se refieren a tal o cual teoría de la
formación de las ciudades, la aparición de la tierra desocupada en los pueblos medievales europeos o el
nacimiento de la economía señorial y de servidumbre. Mientras que las hipótesis se formulan, muchas veces,
sin ser llamadas de ese modo, al lado de afirmaciones menos numerosas que son llamadas hipótesis de modo
explícito, en el caso de las teorías sólo nos ocuparemos de las series de afirmaciones que los historiadores
llaman teorías. Por tanto, sólo nos interesan aquí las teorías que los historiadores clasifican como tales.
Podrían llamarse simplemente teorías históricas. El problema de las teorías de la investigación histórica y el
papel de las teorías dentro de ella se discutirá en otro lugar (cfr. capítulo XXVI).
En general, pero con una reserva que analizaremos más tarde, las teorías históricas son una subclase de
las hipótesis. Es cierto que los historiadores no suelen llamar hipótesis a las teorías, pero la estructura formal
de las teorías históricas y de las hipótesis es la misma. Por tanto, todos los comentarios sobre las hipótesis
valen para las teorías. ¿Qué distingue entonces a las teorías de otras hipótesis históricas? A partir de un
detallado análisis de un número bastante grande de teorías extraídas de los estudios históricos de diversas
clases, tenemos que llegar a la conclusión de que no es posible, señalar unas propiedades de las teorías que
permitan distinguirlas de otras hipótesis con precisión adecuada.
Sólo podemos señalar los tres rasgos que suelen caracterizar las teorías históricas. El primero de ellos se
refiere al contenido de las afirmaciones; el segundo, a su estructura, y el tercero, al nivel de la investigación
histórica que representan. En primer lugar, las teorías se refieren a ciertos sucesos que son más importantes
desde el punto de vista del proceso histórico.
Su grado de sustentación, en comparación con las hipótesis (incluso en comparación con las que se lla-
man así de modo explícito), no es mucho mayor, y en muchos casos resulta ser muy pequeño, incluso menor
que en el caso de las hipótesis fundadas que se llaman así explícitamente. El segundo rasgo se refiere a una
estructura de las teorías ligeramente diferente, que trataremos más tarde. El tercero es que suelen ser hipóte-
sis que ofrecen explicaciones causales o genéticas (es decir, señalan causas o describen secuencias de suce-
sos desconocidas), aunque algunas se refieren a un simple establecimiento de los hechos. Por tanto, las
teorías suelen ser respuestas a las preguntas de « por qué » o « cómo », y a veces, también, a preguntas de «
quién / qué », « dónde », « desde dónde », etcétera, preguntas que conciernen a problemas importantes en el
proceso histórico.

143
Jerzy Topolski

Esto sugiere una clasificación de las teorías históricas como factográficas, genéticas y causales, es decir,
una clasificación que se acerca a la aplicada a las hipótesis. Todos estos tipos de teorías ofrecen una descrip-
ción hipotética de lo que ocurrió en un lugar l en el tiempo t 1, ..., t n, quizás con un objeto o, si nadie vio o
pudo ver los sucesos o si no existen los informes fiables que se podrían haber hecho sobre las observaciones.
La formulación « qué ocurrió » significa, en este caso, o la descripción de un sistema concreto en el periodo
t 1, ..., t n, solamente, o la definición de la(s) causa (s) de la diferencia entre el estado del sistema en el
momento t 1 y en el momento t n.
También puede incluir tanto una descripción de la transformación del sistema como una definición de las
causas de esa transformación.
Las opiniones sobre el lugar de origen de los pueblos indoeuropeos pueden servir como ejemplo de una
teoría factográfica. La teoría asiática, que aseguraba que el lugar de origen había estado en Asia, predominó
hasta mediados del siglo XIX. Fue seguida por otra teoría, en la que la opción Asia - Europa se sustituyó por
la opción zona de bosques - zona de estepas; en este último caso podía ser Europa, o Asia, o las dos10. En el
caso de la segunda teoría, nos encontramos con un establecimiento indirecto (ya que no existen datos directos
del lugar de origen de los indoeuropeos) de un hecho histórico específico . La cuestión no es contestar la
pregunta de por qué se establecieron los indoeuropeos en la región esteparia de Europa o de Asia, sino
averiguar dónde había estado su lugar de origen.
Los intentos de explicación de la formación de las ciudades en Polonia (y en otros muchos países) se
pueden señalar como ejemplos de una teoría genética, es decir, una que sugiere una descripción hipotética de
los estadios sucesivos de un suceso, o sólo de su primer estadio. El desarrollo de los estudios de gran alcance,
especialmente los arqueológicos, de la formación de las ciudades, había sido precedido por el predominio de
la teoría colonial (Kolonialtheorie) del origen de las ciudades, fomentada por los historiadores alemanes. Esa
teoría relacionaba el origen de las ciudades polacas con los asentamientos basados en la ley alemana (es
decir, la ley de Europa occidental, que llegó a Polonia a través de Alemania), lo cual significaba que una
ciudad se originaba en los derechos concedidos a los colonos (locatio civitatis) y en una afluencia de pobla-
ción alemana. Esta teoría comenzó a ponerse en duda cuando se averiguaron hechos que eran incompatibles
con ella: se demostró que las ciudades habían existido en Polonia mucho antes del asentamiento de alemanes,
y que la difusión de la ley municipal alemana no se podía identificar con el proceso, mucho más restringido,
de la afluencia de colonos alemanes. Esto significaba que la teoría colonial no describía apropiadamente los
estadios de desarrollo en la historia de las ciudades polacas, en especial los estadios de su formación. Por
tanto, la teoría colonial comenzó a ser sustituida por diversas variantes de la teoría del origen nativo de las
ciudades, de las que se pueden aplicar a Polonia la teoría de los lugares de mercado (que señala las ferias
como primer estadio en el desarrollo de las ciudades) y la teoría de las plazas fuertes (que señala como
núcleos de las ciudades a los asentamientos alrededor de las plazas fuertes).
Estas no son teorías rivales, sino complementarias.
En la investigación histórica nos solemos encontrar, la mayoría de las veces, con teorías causales que
formulan las razones hipotéticas de ciertos sucesos históricamente importantes. Nos proporcionan ejemplos
los intentos de explicación de la revolución de los precios en una Europa del siglo XVI, originados en 1568
por la famosa polémica entre J. Bodin y M. Malestroit,
Algunos están en favor de la teoría metálica, que relaciona la revolución de los precios, sobre todo, con el
flujo de metales preciosos de América a Europa, mientras que otros se inclinan a subrayar el papel del auge
económico de Europa como causa principal del alza general de los precios11.
Otro ejemplo de teorías causales se puede ver en las explicaciones del nacimientos de la economía señorial
y de servidumbre en Europa central y del este. La discusión ha durado unos cien años12, y las causas de la
economía señorial y de siervos se han visto en un cambio de naturaleza de los ejércitos, que, supuestamente,
forzó a la clase media a dedicarse a la agricultura (teoría militar); en la caída del valor de las rentas de los

10 El ejemplo ha sido sacado de H. Lownianski, Poczatki Polski, 2° edición, volumen I, Varsovia, 1964, págs. 39 y ss. Su autor está a favor de la teoría
de las estepas (en su versión eurasiática)(cfr. pág. 49).
11 El problema es ampliamente tratado por W. Kula, Problemy i metody historii gospodarczej, ed. cit., págs. 529 y ss.
12 Para los detalles, ver J. Topolski, Narodziny kapitalizmu w Europie, Varsovia, 1965,págs. 135 - 136.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

terrenos en la Edad Media, que redujo los ingresos de la clase media (teoría de las rentas); en la existencia de
zonas desocupadas en los pueblos, que tenían que, o podían, cultivarse (teoría de las zonas desiertas); en las
buenas condiciones naturales para la producción agrícola (teoría de las condiciones naturales); en la situa-
ción del mercado, que era favorable a la exposición de cosechas de cereales (teoría del mercado), y conjunta-
mente, en la naturaleza de la servidumbre y la situación del mercado (teoría de Rutkowski). Se puede decir
que bastantes de esas explicaciones causales que se refieren a sucesos importantes sobre loe que falta infor-
mación precisa, son llamadas teorías.
La estructura de algunas teorías históricas se desvía de lo que se conoce como teorías en el sentido de la
metodología general. En esta última, una teoría se entiende como: 1) un sistema deductivo (como la teoría de
la serie); 2) una serie coherente de teoremas, en la que todas, o al menos una hipótesis es una afirmación
estrictamente general (es una ley o tiene forma de ley).
En este sentido, las teorías históricas son una variedad de las teorías empíricas, pero esto se refiere sólo a
las teorías históricas que se pueden incluir en el último grupo. Ese grupo, por tanto, sólo puede incluir las
teorías históricas que están formadas estrictamente por afirmaciones generales (cfr. capítulo XXV), pero en
la investigación histórica encontramos también teorías (es decir, afirmaciones denominadas así por los histo-
riadores) que son conjuntos de afirmaciones de observación (histórica), y no incluyen afirmaciones estricta-
mente generales (cfr. capítulo XXV). De los tres grupos de teorías mencionadas anteriormente, las teorías
factográficas y genéticas (o sea, las que formulan sugerencias sobre el establecimiento de ciertos hechos)
pueden estar formadas por afirmaciones históricas solamente, mientras que las teorías causales deben incluir
—aunque sólo sea como supuestos latentes— afirmaciones que sean leyes (esto no se refiere a la explicación
causal que no denomina teoría, de acuerdo con las necesidades de las explicaciones causales; cfr. capítulo
XXV). Sin embargo, Las leyes pueden incluirse también dentro de las teorías factográficas y genéticas. Por
tanto, las teorías históricas tienen un carácter variado: van desde series de afirmaciones históricas solas,
hasta conjuntos de afirmaciones históricas con otras estrictamente generales, sin que, sin embargo, se con-
viertan en series de, solamente, afirmaciones generales estrictas. Esto se puede ilustrar con el siguiente esque-
ma, que muestra la extensión de las teorías empíricas en el sentido de la metodología general, por un lado, y
las teorías históricas, por otro.

Teorías históricas

Teorías empíricas en el sentido de la


metodología general

Afirmaciones de Afirmaciones
observación estrictamente
(históricas) generales

Dentro de una teoría histórica podemos distinguir una hipótesis (que sugiere el establecimiento de los
hechos en el caso de las teorías factográficas y genéticas, o un nexo causal específico en el caso de las teorías
causales) y los argumentos en su favor (que son las premisas de los correspondientes casos de inferencia).
Esto significa que la estructura de la teoría difiere aquí, de algún modo, del concepto de hipótesis, que no
suele abarcar los argumentos en su favor, a no ser que usemos el término « hipótesis» en el sentido de una
teoría histórica. Este es el otro rasgo general (mencionado previamente) de las teorías, que las distingue de
las hipótesis históricas. Sin embargo, no niega la afirmación de que los modos de su formulación, sustentación
y comprobación, son comunes a las teorías históricas y a las hipótesis históricas.
Junto al concepto de teoría, que los historiadores han usado durante largo tiempo, están recurriendo,
cada vez más al concepto de modelo. Sin embargo, no quieren decir un modelo semántico, es decir, el concep-
to de terreno en el que las afirmaciones formuladas por un historiador serían ciertas (cfr. capítulo I), sino un

145
Jerzy Topolski

modelo que hemos llamado metodológico (confróntese capítulo II). En este sentido, hablamos del método en
las diversas disciplinas históricas, y sobre todo en la historia económica, que utiliza las teorías económicas
(cfr. capítulo XX). En general, en la investigaciones histórica, un modelo tiene la misma estructura que una
teoría; aunque las afirmaciones estrictamente generales que tienen la naturaleza de leyes (es decir, las afirma-
ciones sobre las regularidades) son los elementos básicos de las teorías y de los modelos, los historiadores, al
contrario que, por ejemplo, los economistas teóricos, aceptan las teorías (y los modelos) que consisten sola-
mente en afirmaciones estrictamente históricas. Esto ocurre porque esas afirmaciones, al construir un todo
estructural (llamado narración, cfr. Capítulo XXIII), pueden formar —si esa narración es aproximadamente
cierta (cfr. capítulo XVI)— un reflejo más o menos isomorfo de la estructura de los hechos, aunque no se
refieran directamente a afirmaciones generales estrictas.
El isomorfismo de una narración y de los hechos históricos puede variar de grado: puede concernir a
las regularidades más fundamentales (profundas), o a las relaciones y los hechos descritos en términos que se
acercan a los fenómenos superficiales, o a la propia superficie. Mientras que las teorías históricas nos permi-
ten reconstruir diversos fragmentos del pasado, al margen de su lugar y su papel en la estructura entera del
pasado, el modelo se ocupa del descubrimiento de las relaciones (y hechos) que son esenciales desde el punto
de vista de un fragmento concreto del pasado.
El procedimiento, por tanto, consiste en la reconstrucción de una estructura de muchos niveles (jerárqui-
ca) del mundo, en la que hemos distinguido las clases de hechos históricos que sirven para explicar el proceso
histórico como regularidades, causas primarias y causas secundarias (cfr. Capítulos X y XII). Esto se consi-
gue por medio de una selección específica (que K. Marx llamó abstracción, y para la que L. Nowak ha
popularizado el término idealización), que se rige por el sistema de valores del investigador y por su conoci-
miento general (cfr. Capítulo XVII); en el cuerpo de esa selección dejamos de lado la labor de las causas
secundarias (e incluso de algunas causas primarias), es decir, adoptamos una serie de presupuestos
idealizadores. Esto produce una serie de afirmaciones sobre un fragmento del pasado (un hecho histórico)
que se ve privada de algunas de sus características. Este hecho se llama a menudo un tipo ideal, y la serie de
afirmaciones (teoremas) sobre él es un modelo. En notación simbólica, se podría registrar así:

(x) [ T1 (x)—> a1 (x), ..., a n (x)]

donde T1 representa una descripción de un fragmento del pasado después de dejar de lado sus caracterís-
ticas secundarias (un tipo ideal) y a1, ..., a n representan los diversos tipos de comportamiento de ese tipo
ideal.
Sin embargo, hay que notar que estamos hablando aquí de modelos realistas, es decir, modelos que —
en la intención del investigador— deben ser isomorfos respecto a los hechos. Esta es la naturaleza del método
de K. Marx de la abstracción, tan explotado por él en su Capital. Pero también encontramos modelos que son
denominados instrumentales, y que sirven sólo para ordenar los hechos. En su caso, el reflejo isomorfo de la
estructura del mundo cambiante no es importante. Estos modelos pueden construirse intencionalmente; esto
vale para los tipos ideales de M. Weber (confróntese capítulo VII) y las «estructuras» de Lévi-Strauss (cfr.
Capítulo VII), que clasifican los hechos según ciertos criterios convencionales. Pero también pueden derivar
de la falta de una teoría que se adecué a los hechos; esto vale, por ejemplo, para los intentos que hizo J.
Marczewski (cfr. capítulo XX) de comprimir la economía del siglo XVIII en el marco de un modelo que
refleja las condiciones predominantes en el capitalismo actual.
En la investigación histórica, nos encontramos también, cada vez más, con los llamados modelos
contrafacturales (cfr. Capítulo XXIII). Los sugieren, principalmente, historiadores económicos americanos
que representan la Nueva Historia Económica (R. W. Fogel, S. L. Engerman, P. Temin, A. Fishlow, y otros).
En su caso, las afirmaciones hechas sobre las regularidades continúan siendo realistas; sólo suponen que
ciertos hechos (por ejemplo, la existencia de ferrocarriles en Norteamérica en el siglo XIX) no tuvieron lugar,
e investigan cuál habría sido el proceso histórico sin esos hechos. Estos les permite destacar mejor el papel de
esos factores en el pasado. Los historiadores que son miembros del grupo llamado Nueva Historia Económi-
ca no se limitan, por supuesto, a utilizar modelos contrafacturales. Sus obras ofrecen una amplia variedad de

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

modelos de diversos tipos, inspirados por la teoría económica. De este modo, contribuyen también al desa-
rrollo actual de los métodos cuantitativos (cfr. capítulo XX)13

5. Esquemas de procedimientos hipotéticos en la investigación histórica

Una hipótesis, al ser planteada, adquiere el status de afirmación científica, es decir, comienza a incluirse
en el cuerpo de conocimiento científico aceptado, sólo como resultado de un proceso de sustentación. Los
problemas de la crítica, comprobación, decisión, confirmación, y sustentación (también llamada fundamen-
tación) de las hipótesis están entre los más cruciales de la metodología científica general, y han sido muy
tratados últimamente14
En la investigación histórica, ese procedimiento se identifica con la crítica histórica o el método crítico.
Los problemas detallados de la sustentación de las hipótesis pertenecen, por supuesto, a las técnicas de la
crítica de fuentes, los métodos de establecimiento de los hechos y la explicación causal, y serán tratados en
los capítulos correspondientes del libro.
Junto a los estadios en el manejo de las hipótesis tenemos que distinguir los métodos y esquemas para
su manejo. Los métodos, de modo muy amplio, incluyen: adquisición de datos nuevos (el principio de amplia-
ción del conocimiento propio) e inferencia, es decir, aceptación de ciertas afirmaciones (conclusiones), basa-
da en la aceptación de otras (premisas) (el principio de inferencia). En los diversos estadios se usan los
métodos adecuados, que forman la estructura general de los esquemas.
En el manejo de las hipótesis (no sólo en la investigación histórica)tenemos que distinguir tres niveles:
la formulación de una hipótesis, su sustentación, y su comprobación. El término «sustentación» se puede
entender de modo más amplio, de modo que incluya el proceso de comprobación.
Los esquemas de manejo de las hipótesis en la investigación histórica difieren entre sí, por un lado, según
busquemos una respuesta a una pregunta de decisión o de complementación, y por otro, según nos encontre-
mos con un establecimiento de los hechos directo o indirecto (cfr. capítulo XIX).
Como las fuentes no se refieren directamente a las causas de los hechos, y, si proporcionan esos datos,
suelen tener una importancia secundaria para el historiador, las explicaciones causales están incluidas, junto
con el establecimiento indirecto de los hechos, entre los procedimientos indirectos de construcción de narra-
ciones históricas.
En el caso de las preguntas de decisión (sean simples o múltiples), el esquema de manejo de las hipótesis)
que no supone, por supuesto, el orden de los pasos) es como sigue:
1) Formulamos una pregunta que atañe a un terreno dado.
2) Establecemos el tipo de pregunta (?Du, ?Da, ?De).

13 Cfr. L. Nowak, U podstaw marsowskie metodologii nauk, (Los fundamentos de la metodología de las ciencias marxistas), Varsovia, 1971, págs.
17- 109; L. Nowak, Model ekonomiezny (Modelo económico), un estudio sobre la metodología de la economía política, Varsovia, 1972; J. Topolski,
«Marx et la méthode des modéles», Méthodologie de l´histoire et des sciences humaines, Mélanges en I´honneur de Fernand Braudel, Toulouse, 1972,
págs. 435-442; Topolski «The Model Method in Economic History» The Journal of European Economic History, volumen Y, núm. 3, 1972, págs.713-
726; H. Van Der Wee (con la colaboración de H.Drems y E. Cauwenberghe), Méthodes et techniques nouvelles en histoire économique quantitative,
en Méthodologie de l´histoire et des sciences humaines, Mélanges en l´honneur de Fernand Braudel, págs.443-452; R.W. Fogel, S.L. Engermann (eds.),
The Reinterpretation of American History, Nueva York, Evanston, San Francisco, Londres, 1971. La literatura de la materia se ha hecho actualmente
muy amplia, y las publicaciones enumeradas sólo sirven de ejemplo. Para las discusiones sobre la Nueva Historia Económica, ver R.L. Andreano (ed.),
The New Economic History: Recent Papers on Methodology, Nueva York, Londres, Sydney, Toronto, 1970. Sobre las nuevas tendencias
metodológicas en las disciplinas históricas, aparte de la historia económica, ver R.P. Swierenga (ed.), Quantification in American History, Theory and
Research, Nueva York, 1970. Las opiniones de historiadores de varios países sobre el estado actual de la metodología de la investigación histórica están
recogidas en F. Gilbert, S.R. Grabaud (editores), Historical Studies Today, Nueva York, 1972.
14 Esto se ve en el Coloquio Internacional sobre Metodología Científica, celebrado en Varsovia del 18 al 23 de Septiembre de 1961. Las ponencias
leídas allí fueron publicados en El fundamento de las afirmaciones y las decisiones, Varsovia, 1965. La cuestión general fue presentada por K.
Ajdukiewiez, en su artículo «El problema del fundamento», págs.1-11.

147
Jerzy Topolski

3) Comprobamos, a la luz del cuerpo de conocimientos que tenemos (con respecto a ?Da y ?De), si es cierta
por lo menos una respuesta directa (es decir, si queda satisfecha la aseveración positiva de la pregunta) y si
es falsa por lo menos una respuesta directa (es decir, si queda satisfecha la aseveración negativa de la pre-
gunta), y con respecto a ?Du, si podemos esperar que sólo sea cierta una respuesta directa (la aseveración de
la unicidad). Esto significa que comprobamos si la pregunta ha sido planteada correctamente; tal comproba-
ción puede ser de naturaleza hipotética. Puede ser que la respuesta obtenida anule la aseveración positiva de
la pregunta (cuando no satisface esa aseveración); puede anular también la pregunta.
4) Elegimos la respuesta (basándonos en datos directos o indirectos).
5) Sustentamos y comprobamos la hipótesis averiguando si sus consecuencias son aceptables a la luz del
cuerpo de conocimientos que tenemos.
Los puntos 1), 2) y 3) corresponden al estadio de la formulación de las hipótesis en cuestión, y los puntos
4) y 5) a su sustentación y comprobación.
En el caso de las preguntas de complementación, los puntos 1), 2) y 3) son los mismos. Pero entonces no
elegimos una pregunta de entre las muchas posibles, sino que 4) averiguamos lo desconocido de la pregunta
(si obtenemos información directa completa sobre ello) o intentamos acercarnos a eso desconocido (si no
podemos adquirir esa información directa). Este «acercamiento» se basa en los datos que señalan qué valores
puede adoptar lo desconocido de la pregunta. Estos datos pueden reducir el campo de lo desconocido, y son
respuestas parciales a la pregunta planteada. Si sólo podemos conseguir datos indirectos, las respuestas
parciales son hipótesis.
Las respuestas a ellas no significan la certeza de que el problema se ha resuelto correctamente. Pero tal
hipótesis, distinta de la que se formuló en un primer momento de nuestro proceso, podría denominarse una
hipótesis sustentada.
En la investigación histórica, las preguntas de decisión y de complementación se plantean alternativa-
mente, a medida que se está resolviendo un problema. El grado de certeza de la respuesta a la que llegamos y
la modificación de los esquemas generales de manejo de las hipótesis dependen, sobre todo, de si las fuentes
proporcionan datos directos, o sólo indirectos, sobre el (los) hecho (os) que nos interesan. La naturaleza de
tales determina también, en gran medida, los esquemas de inferencia (fiable o infiable) que usamos en la
sustentación.
Si establecemos hechos que están sustentados y comprobados principalmente por referencia a los da-
tos directos contenidos en las fuentes, tenemos que examinar la autenticidad de las fuentes, y la fiabilidad de
los datos que proporcionan (cfr. capítulo XVIII). Como esto suele tener lugar antes de formular la hipótesis,
se puede incluir el examen de la autenticidad y fiabilidad (de las fuentes y de los datos, respectivamente) en el
nivel de la formación de la hipótesis (esto es lo que se inclina a hacer J. Giedymin). Este autor se inclina más
bien a considerar el examen de la autenticidad y de la fiabilidad como elementos del proceso de sustentación.
Si estamos convencidos d que la fuente que contiene datos pertinentes se remonta realmente al período del
pasado que corresponde, y por tanto puede contener los datos mencionados, y si esos datos son relativamente
ciertos, entonces aceptamos que los hechos a los que se refieren son igualmente ciertos. Tenemos que reunir
las siguientes afirmaciones, que se reconstruirán totalmente porque la inferencia implicada es de naturaleza
entimemática (es decir, incluye premisas que se asumen tácticamente):
Premisas:
1) Si la fuente es auténtica y contiene datos fiables, podemos (o, en una versión más débil, solemos poder)
aceptar que los hechos sobre los que informa ocurrieron (la premisa tácita)
2) La fuente x es auténtica y contiene datos fiables (y los datos que atañen específicamente al hecho A son
fiables).
Conclusión:
1) El hecho A, al que se refiere la fuente x, ocurrió (o: ocurrió con una probabilidad adecuadamente alta,
de modo que la afirmación sobre ello está adecuadamente sustentada).

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

Como puede verse fácilmente, esto es inferencia deductiva (también puede aparecer la llamada deducción
debilitada)15. Las premisas son, obviamente, conclusiones sacadas de una serie de casos de inferencia más o
menos complejos. El examen de la autenticidad de la fuente y de la fiabilidad de los datos es un procedimiento
más complicado, que se tratará de modo separado (cfr. capítulo XVIII). Por el momento, mencionemos que
los procesos mentales envueltos son similares a los implicados en el establecimiento indirecto de los hechos y
en la explicación causal. Si el examen de la autenticidad de la fuente o de la fiabilidad de los datos produce un
resultado negativo, el hecho que nos ocupa debe ser establecido de modo indirecto.
En el caso de un establecimiento indirecto de los hechos y de las explicaciones causales, las hipótesis se
sustentan y se comprueban en dos pasos. El primero atañe al examen de la autenticidad de las fuentes y la
fiabilidad de los datos que proporcionan, y es, por tanto, idéntico al analizado anteriormente, suponiendo que
los hechos sustentados en ese paso se refieren sólo indirectamente al hecho que nos ocupa, es decir, son —
como hemos decidido llamarlos— sus síntomas.
El segundo paso del examen de la autenticidad y fiabilidad consiste en averiguar las consecuencias de la
adopción de una hipótesis dada16 (si fuera como afirma la hipótesis H, entonces tendríamos que aceptar que
a, ..., n) y en asegurar que esas consecuencias tuvieron lugar realmente o al menos con un gran grado de
probabilidad. Si ocurrieron, y si no están en contradicción con otros datos basados en fuentes y el conoci-
miento que aceptamos (la serie de afirmaciones que aceptamos como verdaderas), entonces la hipótesis se
suele aceptar. Esta última condición no es absoluta: los investigadores audaces no dudan, muchas veces, en
aceptar hipótesis que les obligan a modificar las partes correspondientes de su conocimiento no basado en
fuentes (actuando así contra el llamado principio del conservadurismo); dichas hipótesis, normalmente, esti-
mulan el desarrollo de la ciencia histórica.
En el caso del examen de las consecuencias de las hipótesis el razonamiento suele adoptar la forma de
inferencia reductiva, o el esquema del modus tollendo tollens en la inferencia deductiva17. He aquí un esque-
ma de inferencia reductiva aplicada al manejo de una hipótesis histórica.

Premisas:
1) Si suponemos que un hecho A ocurrió en un lugar l y en un tiempo t (o que fue la causa de un suceso),
tenemos que suponer que los hechos a, ..., n, también ocurrieron.
2) Los hechos a, ..., n, ocurrieron (o es muy posible que ocurrieran).
Conclusión:
3) Es bastante probable que haya ocurrido el hecho A.

15 La inferencia deductiva, entre otras cosas, puede adoptar la forma del modus ponendo ponens y del modus tollendo tolens.
modus ponendo ponens: modus tollendo tollens:
si p, entonces q si p entonces q
p no q
—————————— —————————
por tanto q por tanto no p
La deducción será tratada más adelante (ver capítulo XIX).

16 Algunos ejemplos de fundamentación de las hipótesis históricas por la deducción de sus consecuencias nos los presenta J. Giedymin en Z problemów
logicznych analizy historycznej (Algunos problemas de los análisis históricos), edición citada, págs. 40-43.
17 El esquema de la inferencia reductiva es el siguiente:
si p, entonces q
q
—————————————
por tanto (presumiblemente) p
Es un modo de inferencia no fiable, llamado también subjetivamente incierto (ver K. Ajdukiewicz, Lógica pragmática, ed. cit., págs. 130 - 137).

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Jerzy Topolski

Si no se satisface la premisa 2), no podemos sacar la conclusión de que ocurrió el hecho A, lo cual
significa que la hipótesis es contrarrestada.
He aquí un ejemplo de la aplicación del esquema del modus tollendo tollens en la sustentación de la
hipótesis que dice que Zyndram de Maszkowice era el jefe polaco en la batalla de Grunwald.

Premisas:
1.)Si suponemos que Zyndram de Maszkowice era el jefe polaco en la batalla de Grunwald, tenemos que
suponer también que, en la Edad Media, una persona de baja condición y pequeña fortuna, que no tenía
ninguna hoja de servicios militar importante, que no fue premiado después de la batalla y que no era un
miembro del consejo de guerra, podía ser un jefe en una gran batalla.
2.)En la Edad Media, una persona así no tenía muchas posibilidades de haber sido el jefe de una gran
batalla.

Conclusión:
3.)Zyndram de Maszkowice no fue (o: lo más probable es que no fuera) el jefe polaco en la batalla de
Grunwald18.
Como vemos, la hipótesis ha sido rechazada, como resultado del proceso de comprobación, por la incom-
patibilidad de sus consecuencias con el cuerpo de conocimientos que tenemos.
Los estudios medievales proporcionan ejemplos de sustentación y comprobación de hipótesis, que son
muy interesantes y a veces muy complejos. En la mayoría de los casos, la comprobación (para reforzarse) se
une al intento de rechazo de las hipótesis contrarias. La falsedad de las consecuencias de dichas hipótesis se
demuestra para señalar la probabilidad mayor de las consecuencias de las hipótesis en cuestión. Al analizar
la descripción del área étnica polaca que encontramos en Germanía, de Tácito, H. Lowmianski escribió que
el hecho de que los antiguos conocían muy poco el río Oder, que tenía muy pocos atractivos a lo largo de su
curso, y la falta de mención de los burgundios, que en esa época vivían junto al río Oder, excluye la posibi-
lidad de que la descripción de Tácito siga el curso del río Oder; del mismo modo, no es probable que siga el
curso del Elba, ya que no encontraríamos a los Buros y a los Cotinos, y, por el contrario, oiríamos hablar de
los Semnonios y los Longobardos, que, sin embargo, Tácito describe en otra ocasión. Parece por tanto que la
ruta del ámbar, que va desde la Puerta de Moravia (o el Paso de Klodzko) a lo largo del bajo Vístula es el
único curso posible de la descripción de Tácito19. Esta última hipótesis, por supuesto, está apoyada de modo
mucho más exhaustivo por H. Lowmianski.
Como se puede advertir fácilmente, la adopción de la hipótesis de la ruta del ámbar no implica la acepta-
ción de ninguna consecuencia incompatible con hechos conocidos de otro modo. Esto no ocurre en el caso de
las otras hipótesis:
La hipótesis del Oder: tendríamos que suponer que, a) el Oder era bien conocido por los antiguos; b) que
ofrecía atractivos a lo largo de su curso, y c) que Tácito tendría que haber mencionado a los burgundios, que
vivían en ese río (ya que menciona otras tribus). El conocimiento no basado en fuentes muestra que las
consecuencias a) y b) son inaceptables, mientras que el conocimiento basado en fuentes muestra que c)
Tácito no menciona a los burgundios.
La hipótesis del Elba: tendríamos que esperar que Tácito mencionara a los semnonios y a los longo-
bardos, mientras que él menciona a los buros y a los cotinos.
La hipótesis de la ruta del ámbar: no acepta las consecuencias que se deducen de las hipótesis anteriores,
y está de acuerdo con la descripción de Tácito sobre las diversas tribus (es decir, está de acuerdo con nuestro
cuerpo de conocimiento).

18 El ejemplo ha sido extraído de S. Kucznski, Wielka wojna z Zakonem Krzyackim w latach 1409 - 1411 (La gran guerra con la Orden Teutónica,
1409 - 1411). Varsovia, 1955, pág. 147.
19 H. Lownianski, Poczatki Polski (Historia primitiva de Polonia), vol. I, edición cit. pág. 232.

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Preguntas y respuestas. Una reconstrucción general de...

Los ejemplos de tal comprobación indirecta de las hipótesis históricas no deben buscarse exclusivamente
en los estudios que se ocupan de la historia antigua. Basta recordar el asesinato del presidente Kennedy y la
controversia subsiguiente sobre la persona del asesinato.
La sustentación y la comprobación de las hipótesis históricas tiene lugar en dos niveles, por lo menos. El
primer nivel (cuya terminación se puede indicar y definir) consiste en la sustentación y la comprobación
realizadas por un investigador concreto. La precisión y perfección de esa sustentación y esa comprobación
dependen de su conocimiento y su ética de estudioso. De cualquier modo, un investigador debe presentar los
resultados de su labor, de modo que puedan someterse a inspección, sobre todo por parte de la comunidad de
estudiosos.
Una vez que los resultados de la investigación se han hecho públicos, comienza el segundo nivel de la
comprobación de la hipótesis, y, teóricamente, no termina nunca. Mientras que incluso el más consciente de
los historiadores se ocupa más de acumular argumentos en favor de su hipótesis que de buscar sus posibles
consecuencias falsas, y centra sus esfuerzos en la sustentación de sus aseveraciones teóricas, en el segundo
nivel la atención de los críticos se dirige a la búsqueda de posibles consecuencias falsas de la hipótesis en
cuestión, es decir, al rechazo de esa hipótesis.
Tanto la formulación de una pregunta coma la formulación de una respuesta a ella necesitan datos. La
información se puede definir de varios modos. Para las necesidades de la investigación histórica es muy útil
interpretar el concepto de información del modo más amplio posible, para que abarque la información se-
mántica y la no semántica (no lingüística), interpretación que es característica también de la teoría de la
información. Un ejemplo típico de información semántica nos lo ofrecen las formulaciones que encontramos
en las fuentes escritas, y uno de información no semántica, los objetivos obtenidos en las excavaciones
arqueológicas20.
La información «se anima» sólo después de plantear una pregunta. Se puede decir que la cantidad de
unidades «inanimadas» de información es enorme; el problema suele ser la falta de preguntas adecuadas. En
la ciencia en general, y en la investigación histórica en particular, las preguntas se formulan según códigos
tradicionales, y es obvio, por tanto, que mientras no cambie el código utilizado, es difícil esperar cambios
visibles en las unidades de información. lo cual bloquea el progreso en la investigación. Es evidente que una
pregunta es una unidad de información en sí misma, pero esto es lo que podríamos llamar una información
pauta, que consiste en la formulación de una tarea de investigación específica.
Por tanto, en términos muy generales, el proceso investigador del historiador consiste en formular pre-
guntas en un campo concreto y en buscar las respuestas adecuadas para ellas. Como ninguna de estas
operaciones es posible sin unidades de información (es decir, datos), es tarea esencial, cuando reconstruimos
el procedimiento investigador del historiador, establecer la fuente de sus datos, el lugar de los datos en su
proceso investigador, y la naturaleza de dichos datos. En su investigación (0 sea, en el planteamiento de
preguntas y en la búsqueda de respuestas a ellas), los historiadores usan dos tipos de datos, que podríamos
llamar, respectivamente, basados y no basados en fuentes. Tenemos que reflexionar, por tanto, sobre los
conceptos de fuente histórica, conocimiento basado en fuentes, datos basados en fuentes, conocimiento no
basado en fuentes y datos no basados en fuentes.

20 Cfr. J. Giedymin, Problemy logiezne (...). ed. cit., pág. 20.

151
152
en Metodología de la historia, Capítulo XXI, Ediciones Cátedra, Ma-
drid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

El proceso de explicación en la
investigación histórica

1. Las diversas interpretaciones de la explicación histórica

Hemos dicho que a una pregunta factográfica (¿qué fue?) contestamos estableciendo los hechos, y una
pregunta explicativa (¿por qué fue así?), ofreciendo una explicación causal. Aunque los procedimientos de
investigación del historiador se puede reducir a respuestas a estos dos tipos de preguntas (si dejamos de lado,
por el momento, las preguntas sobre leyes), las diversas interpretaciones intuitivas relacionadas con el térmi-
no “explicación” necesitan algunas observaciones.
El análisis de muchos estudios históricos muestra que la tarea de la explicación histórica se puede inter-
pretar, al menos, de las siguientes maneras:

1) Explicación por descripción (descriptiva);


2) Explicación por indicación del origen de un fenómeno concreto (genética);
3) Explicación por indicación del lugar de un fe nómeno de una estructura dada (estructura);
4) Explicación por definición de un fenómeno (definitoria);
5) Explicación por indicación de una causa (causal).

El concepto de explicación descriptiva es el más amplio de todos, ya que puede abarcar todos los restantes
tipos de explicación. Esto ocurre porque, si una persona dice: por favor, explícame las Cruzadas o el sistema
político Inglés en la segunda mitad del siglo XVII o la política americana de Francia después de la Segunda
Guerra Mundial, pude esperar una simple descripción de los hechos implicados, o información sobre los
niveles de desarrollo (origen) de esos hechos, o la formulación de sus definiciones, o la indicación de sus
causas. Estos diversos tipos posibles de explicación pueden incluir también una simple descripción, sin nin-
gún intento de señalar las causas, una descripción en la que sería difícil encontrar una indicación metódica del
origen del hecho en cuestión o su lugar en una estructura. Este es el caso al que nos referimos cuando diferen-
ciamos la explicación descriptiva. Adviértase, que, en última instancia, todas las formas de explicación sue-
len adoptar la forma de una descripción histórica (narración histórica).
La explicación genética (que trataremos más ampliamente después) consiste en señalar los sucesivos esta-
dios de desarrollo de un hecho histórico concreto. Al hacer una explicación genética respondemos a la pre-
gunta ¿cómo ocurrió? Adviértase que ésta es una pregunta distinta de ¿por qué ocurrió?, a pesar de que al
contestar ambas preguntas podemos tener en cuenta los mismos hechos. Por ejemplo cuando, preguntamos:
153
Jerzy Topolski

¿cómo estalló la Primera Guerra Mundial? Y ¿por qué estalló la Primera Guerra Mundial? (o ¿cuáles fueron
las causas de la Primera Guerra Mundial?) podemos prestar atención a los mismos problemas, pero cuando
planteamos una pregunta genética deseamos, sobre todo, tener una descripción de los hechos sucesivos que
condujeron al estallido de la Primera Guerra Mundial. Así, respondemos a una pregunta sobre una explica-
ción genética al enumerar una secuencia genética de los hechos implicados. Algunos autores, que aseguran
que la investigación histórica se ocupa de “lo único” y, por tanto, no ofrece ninguna explicación causal (al
revés que en las ciencias naturales), mantienen que, al contestar con una descripción de lo que ocurrió,
ofrecemos, al mismo tiempo, una explicación del “por qué” (Collingwood).
Sucede a menudo que la persona que pregunta sobre el origen de un suceso no se da cuenta, claramente,
de sí quiere saber los estadios sucesivos (especialmente los primeros) del desarrollo de un hecho concreto, o
las causas de su existencia (sus características, los cambios en su estructura, etcétera). Cuando se nos pre-
gunta, por ejemplo, sobre el origen del ejército polaco después de la Segunda Guerra Mundial, es evidente
que la pregunta se refiere a los pasos del desarrollo que dio lugar a la situación predominante en un período
dado. Pero si una persona pregunta, por ejemplo, acerca del origen de la política exterior de Beck, quiere
saber, indudablemente, algo sobre los factores que explican sus movimientos (es decir, quiere saber alguna
cosa sobre las causas), incluso, quizás, algunas características mentales de ese político. Esto muestra que
una pregunta que tiene forma genética puede ser, a veces, una pregunta sobre las causas. Una explicación
genética pura es una respuesta a una pregunta “cómo”.
Una explicación estructural (o funcional) señala las funciones de un elemento específico de un modo
concreto. Si una persona pregunta: por favor, explícame el papel de la Dieta en Polonia, entonces, con toda
probabilidad, quiere que le contemos de qué modo funciona esa institución dentro de la estructura entera de
las autoridades estatales polacas. En tales casos, una explicación responde a una pregunta “cómo”. Una de
las principales tareas del historiador es señalar el papel de denominados hechos dentro de estructuras más
amplias. Por ejemplo, al describir la importancia cada vez menor de Polonia en el ruedo internacional a
comienzos del siglo XVIII, ofrecemos una explicación típicamente estructural. También nos encontramos
con dichas explicaciones cuando situamos ciertos procesos dentro de una serie mayor (por ejemplo, cuando
interpretamos las huelgas en Rusia en 1905-1906 como componentes de la revolución de 1905-1909).
Una explicación definitoria es, en cierto modo, complicada. De cualquier modo, nos encontramos con dos
clases de dicha explicación:

1) Respuesta a preguntas “¿qué (quién) es eso?”;


2) Respuesta a preguntas “¿por qué?”.

En primer caso, la persona que plantea una pregunta quiere que le expliquemos, por ejemplo, ¿qué era la
Inquisición que mandó a Giordano Bruno a la hoguera?, ¿qué era el Gran Parlamento?, ¿qué fue la Guerra de
Crimea?, ¿quiénes fueron los Gracos (o Giuseppe Mazzini, o lumumba)?, ¿quiénes eran los plebeyos roma-
nos (o los moriscos, o los budistas)?, ¿qué es el crimen del genocidio?, ¿qué era el feudalismo?, ¿qué era el
universalismo papal?, etcétera. Al contestar a tales preguntas, recurrimos a ciertas descripciones qué adop-
tan la forma de definiciones nominales (si explicamos el significado de un término concreto refiriéndonos a
los significado de los términos que esa persona conoce ya) o definiciones reales (si intentamos caracterizar un
objeto concreto de un modo no ambiguo). Así, cuando digo que las leyes fundamentales en la Polonia de los
siglos XVII y XVIII eran “las disposiciones de la ley que sentaron los principios fundamentales del sistema
político polaco y eran superiores a otras leyes”1. Ofrezco una explicación definitoria que es a la vez una
definición nominal y real. Lo mismo ocurre con la formulación: “la campaña de Libia consistió en las opera-
ciones realizadas en Libia durante la Segunda Guerra Mundial, específicamente en los años 1940-1943, por
el ejército británico y las tropas del Eje, y que condujeron a las tropas del Eje a Tunicia”2.

1 Cfr. Wielka Encyklopedia Powszechna PWN (Enciclopedia universal ), Editores científicos polacos, vol. 6, pág. 496.
2 Ibídem, vol. 5, pág. 467.

154
El proceso de explicación en la investigación histórica

En este último caso, una explicación definitoria es una respuesta a la pregunta ¿por qué? Nos referimos
aquí a preguntas del tipo: ¿por qué se llamó a Adam Mickiewikz (poeta romántico polaco), en cierto período
de su vida, Towianskiano? Las preguntas de este tipo se contestan por medio de la formulación de una
definición adecuada o de algunas consecuencias directas de tal definición. Así, por ejemplo, decimos que
Mickiewikz fue llamado Towianskiano porque estuvo bajo la influencia de Towianski y su secta mesiánica.
En este caso, nuestro punto de partida es una definición del concepto “Towianskiano”, es decir, “un hombre
que acepta las opiniones de Towianski”, o, más estrictamente, “un miembro de la secta de Towianski”. Al
contestar a la pregunta mencionada sobre Mickiewicz, ofrecemos como explicación una definición del con-
cepto de “Towianskiano”.
Nos encontramos aquí con el siguiente caso de inferencia:
Premisas:
1) Un Towianskiano es una persona que acepta las opiniones de Towianski;
1) Mickiewicz aceptaba las opiniones de Towianski,
Conclusión:
3) Se puede llamar Towianskiano a Mickiewicz.
Otro ejemplo. La definición que establece que el concepto de pariente abarca a un hijo del hermano de mi
padre me lleva a deducir que Juan es pariente mío, ya que su padre es hermano de mi padre.
Sólo la explicación causal se puede considerar explicación en el sentido estricto del término. La propuesta
de explicaciones causales es el procedimiento fundamental que adopta el historiador, por encima de las sim-
ples descripciones de los hechos, y que une su investigación con el estudio de las leyes científicas y teorías.
De ahora en adelante, nos ocuparemos sobre todo de las explicaciones causales, y, hasta cierto punto, de las
explicaciones genéticas, que se relacionan con las anteriores. Pero, en primer lugar, debemos hacer algunas
observaciones sobre el problema de la compresión en la investigación histórica, para poder definir la relación
entre comprensión y explicación.

2. Comprensión y explicación

La formulación, aparentemente simple, de que, para explicar algo, primero hay que “comprender” ese
algo, nos introduce en el meollo de las vivísimas discusiones sobre los rasgos específicos de la investigación
histórica, y pone de relieve, uno de los puntos de encuentro más importantes entre las ciencias sociales y
naturales. ¿puede sustituir plenamente el concepto de historiografía “explicativa”, que acaba con los princi-
pios introspectivos de la intuición, al principio de historiografía “comprensiva”, que señala la necesidad de
“comprender” los hechos pasados (es decir, a la gente que actuó en el pasado; cfr. capitulo VII), principio
propuesto por los historiadores intuicionistas (como R. G. Collingwood, W. Dilthey, H. J. Marrou, H.
Butterfield, P. Ricoeur, H. G. Gadamer y otros)? ¿La comprensión de los hechos pasados significa su expli-
cación? La respuesta depende del significado que nos inclinemos a dar a los términos “comprensión” y
“explicación”. Para los intuicionistas, “empatía” significa “explicación”. Por tanto, interpretan la explica-
ción en un sentido muy estricto, como un acto de empatía y un informe de sus resultados. En su opinión (en
su versión radical) no es posible otro tipo de explicación, sea en la investigación histórica o en cualquier otro
lado donde nos enfrentemos a seres humanos cuyas acciones hay que “entender”. Los representantes del
acercamiento empírico niegan al método de la empatía cualquier valor cognoscitivo; en su interpretación, el
concepto de comprensión pierde su sentido psicológico y se identifican con la explicación (por la descripción
o por la explicación sensu stricto) hecho por el historiador sin ninguna referencia a su propia experiencia
interior, que los otros no pueden observar.
Estos dos acercamientos dieron lugar a una gran discusión, y si la incluimos en la crítica por parte de los
positivistas lógicos sobre la metafísica “intuitiva”, tenemos que decir que esa discusión es una de las más
activas en la historia de la ciencia. Aquí nos interesa menos esa crítica, ya que, de acuerdo con los principios
de acuerdo con los principios de toda metodología científica, no aceptamos plenamente el punto de vista
intuicionista (aunque no negamos su importancia como opositor del positivismo). Sin embargo, es una cues-
tión abierta, que requiere más análisis, el hecho de si no estaría justificado aceptar, contrariadamente a los

155
Jerzy Topolski

empiristas radicales, una determinada importancia del método de la empatía (lo cual, después de todo, signi-
ficaría sólo una descripción parcial de lo que realmente tiene lugar en los procesos de investigación).
Esta formulación implicaría una cierta ampliación del significado empirista de la comprensión, ya que
iría más allá de una mera descripción o explicación de los hechos. Después de todo, el término “explicación”
podría conservarse, pero entonces tendría que abarcar ciertos elementos de la experiencia interna 3. La expli-
cación formaría una combinación de procesos extrospectivos e introspectivos.
La aceptación y apreciación de la validez del método de la empatía en el estudio de los seres humanos (no
nos ocupamos aquí de las controversias entre los psicólogos), como hemos dicho, ha hecho surgir muchas
discusiones en el área de la metodología científica (y por tanto anti-intuicionista). Las posturas adoptadas
por las partes en disputa reflejan, hasta cierto punto, sus opiniones sobre el nivel metodológico de las ciencias
sociales y las humanidades, incluida la historia. Los naturalistas más radicales se inclinan a disminuir y
restringir el papel de la introspección en los procesos científicos; otros reconocen la naturaleza específica de
las ciencias sociales y las humanidades, o de la historia sola, y están dispuestos a hacer mayores concesiones
en favor del método de la empatía; en cambio, otros preferirían conseguir una conciliación entre estas dos
posturas, interpretando el concepto de comprensión de modo que fuera aceptable para un gran número de
representantes de ambas posiciones. Pero entonces ¿cuál es el concepto de comprensión en cuestión? ¿El de
los intuicionistas? Por que, presumiblemente, no es el de los empiristas radicales, que lo identifican sólo con
la extrospección. Al analizar las actitudes de los sociólogos, algunos de ellos de formación humanista y otros
de formación empírica, S. Nowak intentó algún comentario sobre los diversos significados de la palabra
“comprensión” y señaló un significado que pudiera ser aceptado en los intentos de dar validez al método
introspectivo en la metodología de las ciencias sociales4. Mientras que excluye de sus consideraciones los
tipos no psicológicos de comprensión, subrayó que lo podríamos considerar como sacar conclusiones, a
partir del comportamiento humano, sobre los estados mentales subyacentes; al hacer esto, sólo se ocupaba
del comportamiento humano que es consciente y se dirige a un fin (instrumental), con la exclusión de lo que
se podría llamar comportamiento sintomático. En tales casos, el comportamiento instrumental humano juega
el papel de índice de inferencia, que nos permite determinar la experiencia interna de una persona concreta.
Pero ¿cómo vamos a pasar de dichos índices de inferencia, proporcionados por las fuentes, a determinar los
estados mentales de los individuos implicados? En este punto, S. Nowak se refería a la distinción de Reichenbach
entre “abstracta” e “illata”, de los que el primero se refiere a los fenómenos observables, y el segundo, a los
no observables, pero de los que se supone la existencia. También se apoyaba en la concepción de Carnap (el
lenguaje de las observaciones contra el lenguaje de la teoría) e introducía el concepto de construcción hipoté-
tica introspectiva (psicológica) como instrumento para traspasar los resultados de la propia introspección a
otros 5.
Este programa –suponiendo, claro está, que la mentalidad del investigador es “pura”, ya que, de otro
modo, su propia experiencia interior enfermiza podría distorsionar grandemente los resultados de su investi-
gación—puede proporcionar más resultados al estudio de los fenómenos contemporáneos, pero, en la inves-
tigación histórica, la confianza en la introspección al buscar los motivos de las acciones emprendidas por los
individuos (y a fortiori las emprendidas por grupos) sería demasiado arriesgada. Por supuesto sería muy
tentadora para dar validez a lo que hace normalmente el historiador, pero que suele ocultar para no ser
culpado de subjetividad o “acercamiento psicológico”. Pero utilizar las experiencias propias para “traducir”
los actos de comportamiento de personas anteriores a sus motivaciones daría lugar a anacronismos. Mientras
la investigación histórica permanezca tan lejos de psicología como lo está actualmente, es decir, mientras no
haya una psicología histórica sui generis6 que ofrezca a los historiadores modificadores que les permitan
proyectar sus propias experiencias sobre gente que vivió en épocas anteriores, el programa de una investiga-
ción histórica comprensiva (modelada según la sociología comprensiva) significaría el regreso al concepto de

4 S. Nowak, Studia zmetodologii nauk spolecznych, ed. cit; págs. 183 y siguientes (capítulo sobre “la observación del comportamiento humano y los
problemas de la construcción de una teoría” ).
5 En la terminología de este autor, la comprensión extra-psicológica abarca; 1) La comprensión estructural (comprensión del papel de un elemento en
un sistema concreto); 2) comprensión reductiva (reducción de una serie determinada de soluciones a las soluciones básicas); 3) comprensión en cuanto
a la información (comprensión del código del informador, es decir, el lenguaje de una fuente concreta); 4) comprensión causal; 5) comprensión genética
(comprensión de la secuencia de sucesos).
6 La necesidad de dichas investigaciones fue subrayada por W. Kula en su Rozwazania o historii ed. cit., págs. 91 y ss.

156
El proceso de explicación en la investigación histórica

la naturaleza humana inmutable. Al menos el presente, cuando reconstruimos el substrato mental que explica
las acciones humanas por medio de los motivos humanos, debemos fiarnos más de los datos del comporta-
miento, (que los historiadores deberían estudiar más exhaustivamente), que en el método de la empatía. Sin
embargo, no es la intención de este autor rechazar totalmente ese método, ni siquiera en el nivel actual de
integración de la investigación histórica y la psicología.
El uso de la introspección en la investigación histórica se fundamenta en la simple afirmación de que el
conocimiento que de sí mismo tiene un historiador es un elemento de su conocimiento no basado en fuentes.
Si utilizamos nuestro conocimiento no basado en fuentes respecto al mundo exterior, no hay razón por la que
no haya que usar los resultados del conocimiento interno. Pero la cuestión es que –como se ha dicho –es
enormemente difícil hacer un uso adecuado del propio conocimiento al describir y explicar las acciones de
los que vivieron anteriormente (excepto las reacciones mentales básicas, comunes a todas las personas, lla-
madas motivaciones primitivas, tales como la necesidad de acallar el hambre, etc.).
Este autor, por tanto, no está de acuerdo con S. Ossowski, que, al referirse a una discusión entre los
metodologistas de la historia, no se puso de parte de C. G. Hempel.7, restringiendo la aplicación de la empatía
al papel heurístico de un instrumento de sugerencia de hipótesis psicológicas, sino que suscribió la opinión de
W. Dray,8 que aseguraba que el historiador debe recurrir a la empatía siempre que quiera descubrir los
motivos que rigen las acciones humanas destinadas a un objetivo. Ossowski fue incluso más allá que Dray,
ya que pensaba que la introspección también puede ayudarnos a descubrir las causas de las acciones irreflexivas
dictadas por motivos subconscientes.9
Ossowski aseguraba que en las ciencias sociales y en las humanidades la experiencia interna realiza, al
menos, cuatro funciones: 1) heurística, cuando la intuición psicológica nos ayuda a formular hipótesis; 2)
interpretativa, cuando las expresiones humanas y otras respuestas externas se consideran como índices de
ciertos estados mentales; 3) explicativa, cuando explica las relaciones en el comportamiento humano, averi-
guando las motivaciones por las que se guían las personas en ciertas cuestiones; 4) sustentadoras, cuando
apoya afirmaciones generales en situaciones donde los datos de observación no bastan para hacer comproba-
ciones que respondan a las exigencias científicas.10 En cuanto a la investigación histórica, al menos, con el
nivel actual de enlace con la psicología, este autor se inclina a adoptar una postura claramente, aunque no
radicalmente, empiristica, es decir, a aceptar como legítima, únicamente, la función heurística de la empatía
(o sea, a subrayar la importancia de lo que se llama intuición en la investigación) en cualquier nivel de la
investigación, es decir, en la averiguación de hechos, explicación causal, y construcción de conceptos sinté-
ticos; por otro lado, se inclina a rechazar la utilidad de la empatía en el proceso de explicación y síntesis, o
sea, en el proceso de sustentación y comprobación de la hipótesis.
Esto significa que la comprensión de las acciones humanas –ya que son ellas las únicas implicadas en el
problema de la comprensión –supone su explicación, en la cual admitimos la empatía como factor heurístico.
Junto a la comprensión considerada como explicación, podemos interpretar la comprensión en la investiga-
ción histórica como una especie de justificación de las acciones humanas, relacionándolas con el sistema de
valores obligatorio en un grupo social concreto o una cultura dada.

3. Tipos de explicación causal en la investigación histórica

Hemos llegado así a la conclusión de que, en la investigación histórica, el proceso de la comprensión se


puede identificar con el de la explicación. Sin embargo, su extensión es, en cierto modo, más limitada, ya que
el término sólo se refiere a las acciones humanas o, de un modo más preciso, al comportamiento humano
destinado a fin. Pero ¿no prestaron atención los historiadores intuicionistas (para quienes no existía el pro-
blema de la explicación de consecuencias impensadas de acciones emprendidas por mucha gente) a un pro-

7 C. G. Hempel, “The function of General Laws in History”, en Theories of History, ed. cit., págs. 352-353.
8 W. Dray, Laws and Explanation in History, cap. V: “The rationale of Action”, ed. cit., págs. 118 y ss; 137-142.
9 S. Ossowski, op. cit., págs. 232-251, en particular, págs. 236-237.
10 Ibídem.

157
Jerzy Topolski

blema esencial, el de la naturaleza específica de la explicación de las acciones humanas destinadas a un fin,
aunque, evidentemente, no usaban una terminología de este tipo? Tenemos que responder afirmativamente a
esta pregunta y, por consiguiente, distinguir entre:

1) La explicación de las acciones humanas destinadas a un fin que supone acciones raciona-
les;
2) La explicación de las consecuencias impensadas de acciones emprendidas por mucha
gente, es decir, de los procesos.

Junto a la clasificación anterior, podemos señalar otras clasificaciones de la explicación causal, basadas
en criterios distintos. Distinguiremos entonces:

1) Explicación con referencia a las disposiciones;


2) Explicación estrictamente causal.

En el primer caso, nos referimos a una indicación de la disposición del sistema, cuyos cambios examina-
mos, para experimentarlos; aquí no nos referimos a ningún factor externo al sistema en cuestión. En esta
interpretación, la causa es, como si dijéramos, inherente al sistema. En el caso de una explicación estricta-
mente causal, señalamos factores externos al sistema. Algunos autores no hacen distinciones entre la explica-
ción de las acciones humanas destinadas a un fin y la explicación por referencia a las disposiciones.
La siguiente clasificación de la explicación causal en la investigación causal es la que se refiere a la
naturaleza lógica de la fundamentación. Como suponemos que el modelo deductivo, construidos por C. G.
Hempel, es un modelo ideal sui generis de la explicación causal en la investigación histórica, intentaremos
averiguar hasta qué punto se acercan a ese modelo los diversos tipos de explicaciones que hallamos en los
estudios históricos.
Distinguiremos, por tanto:

1) Explicación con referencia a las leyes que dictan la condición suficiente o necesaria (o
ambas);
2) Explicación que dicta una de las condiciones suficientes alternativas (una condición que, en
determinadas circunstancias, es necesaria);
3) Explicación con referencia a las condiciones favorables.

Esta clasificación vale también para las enumeradas anteriormente (y, por tanto, también las explicacio-
nes de las acciones humanas destinadas a un fin y las explicaciones con referencia a las disposiciones). Desde
otro punto de vista, nos podemos referir, por un lado, a las leyes sin excepción, y, por otro, a las de naturale-
za estadística (es decir, las que indican un grado de probabilidad), como base de las explicaciones causales
en la investigación histórica.
Otra clasificación de las leyes es la que las divide en más y menos abstractas; la primera categoría se
aplica a los tipos ideales (como el capitalismo o el feudalismo), en los que el historiador sólo toma los rasgos
esenciales de los conceptos en cuestión, construidos sobre la base de aceptación de una serie de presupuestos
idealizados.
Otra clasificación presta atención a la explicación por indicación de las causas directas e indirectas; se
relaciona con la clasificación en explicaciones mono-causales y multi-causales (esta última es típica de la
investigación histórica).

158
El proceso de explicación en la investigación histórica

A continuación trataremos la explicación de las acciones humanas destinadas a un fin y la explicación por
referencia a las disposiciones. No vamos a diferenciar como tema aparte la explicación de las consecuencias
impensadas de acciones emprendidas por muchas personas ni la explicación estrictamente causal, ya que se
mencionarán en los capítulos sobre la explicación desde el punto de vista de su sustentación lógica.

4. Explicación de las acciones humanas destinadas a un fin (interpretación humanista)

Nos interesan aquí las acciones humanas que tienen un objetivo, llamadas también racionales. Este tipo
de explicación, que los intuicionistas querían obtener por actos espesificos de empatía, se puede describir en
términos de la reconstrucción de la actividad racional del hombre. La empatía intuitiva se puede explicar
totalmente con conceptos metodológicos que no dan lugar a objeciones sobre su naturaleza científica. Para
ello, podemos recurrir a los conceptos generales usados en la teoría del juego, a lo que se denomina la lógica
de la situación, que se relaciona con los problemas de la explicación histórica, y a los logros de la teoría de la
conducta. Este acercamiento abarca las acciones destinadas a un fin, emprendidas tanto por los individuos
como por los grupos sociales, pero, como hemos dicho, no sirve para la explicación de las consecuencias de
las acciones emprendidas por muchas personas.11 Esto se debe a que estas personas no pretendían tales
consecuencias, y, por tanto, no se pueden explicar por medio de los conceptos usados en la teoría del juego y
de la decisión. Los procesos históricos que son resultados se tales acciones se parecen a los procesos que
tienen lugar en la naturaleza. Respecto a ellos, igual que respecto a la mayoría de las consecuencias de
acciones emprendidas por grandes grupos de personas, no necesitamos suponer un comportamiento racional.
Esto no quiere decir, por supuesto, que en el futuro el hombre no será capaz de guiar acciones de masas
emprendidas por los seres humanos en mayor medida de lo que es capaz actualmente, y conseguir los objeti-
vos pretendidos. Sin embargo, es dudoso que tales predicciones pudieran abarcar un futuro remoto.
En cuanto a la explicación de las acciones humanas, al margen de que nos refiramos a acciones emprendi-
das por individuos o por grupos, la tarea del historiador es bastante más difícil que en el caso de la explica-
ción de las consecuencias impensadas de acciones emprendidas por grandes grupos de seres humanos, ya
que, en el primer caso, tiene que reconstruir también las actitudes mentales del (de los) agente (s). Esto
significa que, además de reconstruir la serie de factores externos que, en un caso determinado, influyen en el
comportamiento humano, tiene que reconstruir también los procesos internos de los seres humanos. Ya que
es evidente que sólo la integración de los estímulos externos con los internos, es decir, la infiltración de los
estímulos externos en sistemas mentales humanos concretos da lugar a un determinado comportamiento hu-
mano, en este caso, una acción orientada hacia un objetivo dado.

experiencia previa

hechos o condicio- formulación del acción destinada a


nes especiales estado mental objetivo de la acción un fin

estímulos externos

11 El problema ha sido exhaustivamente tratado por J. Kmita en su problemy metodologiczne interpretacgi humanistycznej, que muestra con detalle
en qué consisten las explicaciones de las acciones humanas destinadas a un fin; para ello, utiliza el concepto de interpretación humanista, que se refiere
al objetivo del agente, su cuerpo de conocimiento, y las normas por las que se rige.

159
Jerzy Topolski

El esquema anterior puede ser una muestra del condicionamiento del comportamiento humano.
Este esquema muestra cómo una situación específica, al producir ciertos estímulos para las acciones
adecuadas (por ejemplo, la opresión social como un estímulo para la resistencia contra ella) y al confrontarse
con la experiencia previa de un individuo o una serie de individuos, causa –para un estado mental o una
actitud concretos—la formulación de un objetivo de la acción, y, por consiguiente, esa acción (por ejemplo,
el abandono de la resistencia, por que la experiencia nos habla de crueles represiones).
Al explicar las acciones humanas, los historiadores no siempre han estado igualmente interesados por la
cadena de relaciones mostrada anteriormente. Durante largo tiempo, se limitaron a explicar las acciones
emprendidas por los individuos (y, generalmente, sólo los individuos destacados), teniendo en cuenta su vida
interna (normalmente reconstruida por medio de la introspección), es decir, el proceso interno de los estímu-
los externos, a la luz de la experiencia anterior, proceso que, en última instancia, daría lugar a una determi-
nada clase de comportamiento.
El progreso en la explicación de las acciones humanas en el pasado consistió en un tratamiento más
equilibrado de la función explicativa de la experiencia previa y de los estímulos externos, y también en el
examen del sustrato de dichos estímulos. Esto ponía una explicación de las acciones humanas relacionándo-
las con un sistema adecuadamente considerado dentro del cual tenía lugar esa acción.
En la literatura histórica y metodológica de la materia encontramos numerosas referencias al hecho de que
explicar las acciones humanas consiste en descubrir los motivos de esas acciones (aquí, los motivos se pue-
den interpretar como objetivos)12. La llamaremos la estructura motivacional de una acción destinada a un fin.
El concepto de motivación puede interpretarse de modo que implique un análisis del sustrato de los estímulos
externos que ayude a configurar los objetivos de las acciones humanas.
Si, para limpiar la investigación histórica de un acercamiento igenuamente psicológico, limitamos el pa-
pel de la introspección a sugerir ciertas hipótesis que puedan ayudar a reconstruir dichas motivaciones (obje-
tivos) nos encontramos con el problema de cómo va a relacionar un historiador las acciones humanas con sus
estructuras motivacionales subyacentes. En algunos casos, tiene a disposición, como es sabido, los informes
del individuo que le interesa, sobre los motivos que han guiado a ese individuo en sus acciones. Sin embargo,
tales afirmaciones deben ser consideradas por el historiador con cuidado extremo, teniendo en cuenta que la
gente, muchas veces, no se da cuenta de los motivos de sus propias acciones13; por tanto, estas afirmaciones
deben considerarse como un determinado tipo de conducta que todavía hay que explicar.
El esquema más general de la interpretación de las acciones humanas como un juego sui generis destinado
a conseguir un objetivo concreto, es decir, resultados útiles para el agente, lo proporciona la teoría del juego
y la decisión. Esta teoría puede decir al historiador cuáles son los principios de los diversos tipos de juegos y
cómo se toman las decisiones, con certeza e incertidumbre (conocimiento incompleto)por parte de los indivi-
duos y los grupos, etcétera. Los presupuestos básicos del juego y la toma de decisiones los formulan R. D.
Luce y H. Raiffa, como tres postulados que hay que mencionar:
1) Cada jugador tiene un modelo de preferencia, en la serie de resultados, que satisface los axiomas
de la teoría utilidad;
2) Cada jugador conoce plenamente las reglas del juego y las funciones de utilidad de cada uno de los
jugadores;

12 Sobre la motivación en la psicología social, ver Assessment of Human Motives, G. Lindey (ed.), Grove Press, 1960. E. Nagel (The Structure of
Science, páginas 551 y ss.) dice que, para explicar el comportamiento humano, tenemos que encontrar las razones por las que un individuo concreto se
comportó de un modo particular en circunstancias específicas, y trata las clases de esas razones.
13 A. Malewski (O zastosowaniach teorii zachowania [Sobre las aplicaciones de la teoría de la conducta], Varsovia, 1964, págs. 175-176),da un
ejemplo interesante. “Cuando un historiador quiere valorar los datos contenidos en las memorias, debe tener en cuenta si las memorias estaban destinadas
a publicarse, y en ese caso, si debían ser publicadas en vida de su autor o sólo después de su muerte. Estas consideraciones se basaban en el supuesto
de que las memorias destinadas a la publicación pueden caracterizarse por más omisiones deliberadas y más tergiversaciones que las que encontraríamos
en las memorias escritas por un autor para sí mismo. Este supuesto puede fundarse teóricamente en términos de la teoría de la conducta. En el caso de
las memorias destinadas al público, las omisiones o distorsiones por parte del autor de lo que podría desacreditarse le permiten evitar la pena que consiste
en su propia desaprobación de su conducta y la pena que consiste en la desaprobación de su conducta por parte de otros. En el caso de las memorias
secretas, este comportamiento le permite, sobre todo, evitar su propia desaprobación.”

160
El proceso de explicación en la investigación histórica

3) Un jugador intentará aumentar al máximo la utilidad esperada14.


En otras palabras, al actuar orientada hacia un objetivo, una persona intenta conseguir al máximo sus
objetivos esperados, y su éxito depende de su conocimiento de las reglas del juego y de los objetivos de los
otros jugadores; es evidente que los hechos o las situaciones se pueden interpretar como uno de los jugadores.
No hace falta subrayar que la gente se decide participar en el juego (es decir, a actuar, o sea, a comportarse
de una manera específica) por sus objetivos, que reflejan sus escalas de valores respectivas.
La teoría del juego, que se da en una interpretación matemática, se podría considerar como una formalización
del concepto de lógica de la situación15, que se acerca más a lo que hace un historiador en su práctica inves-
tigadora. Los términos fundamentales de esa lógica son:
1) Una persona;
2) Su ambiente;
3) Una serie de elecciones alternativas de medios;
4) Una serie de resultados posibles;
5) Preferencia por resultados específicos;
6) El conocimiento de las relaciones (probabilísticas o deterministas) entre los medios y los resulta-
dos.
Por tanto, para explicar una acción humana destinada a un fin, es decir, para responder a la pregunta de
por qué actuó de tal forma una persona concreta, tenemos que conocer todos los elementos antes enumeradas.
Cuanto mejor los conozcamos, más satisfactoria será nuestra explicación. Por consiguiente, no necesitamos
recurrir a la empatía, aunque la empatía, en muchos casos, puede parecer más fácil que la auténtica investi-
gación. Los seis elementos enumerados anteriormente se pueden traducir al lenguaje de la investigación
histórica de este modo: para explicar las acciones humanas destinadas a un fin debemos conocer:
1) Las características mentales del (de los) agentes (s);
2) Las acciones en las que él (ellos) actuó (actuaron) (certeza, riesgo, insertidumbre);
3) Los medios que tuvo (tuvieron) a su disposición;
4) El que pretendía (n) (junto con la escala de valores del (de los) agentes[s] );
5) El conocimiento que tenía (n) a su disposición (especialmente sobre 2 y 3.
El agente, que quiere conseguir un objetivo determinado (en condiciones específicas, usando los medios
de los que dispone y apoyándose en su conocimiento de las acciones existentes y la eficacia de los medios)
emprende acciones destinadas a hacerle conseguir ese objetivo. Deberíamos poder, por tanto, reconstruir ese
objetivo, los medios usados en el cuerpo de conocimiento del agente.
Supongamos que preguntamos por qué mandó un comandante a su ejército que se retirara del campo de
batalla, y que nos inclinamos a censurarle por ello. Para llegar a una explicación, debemos reconstruir, en
primer lugar, el objetivo que debía conseguir como resultado de su acción. Su objetivo podría no ser ganar la
batalla, sino reservar a sus tropas para poder derrotar espectacularmente a su enemigo en otras condiciones.
Luego tenemos que analizar las condiciones en las que el comandante tuvo que actuar. Entre ellas pueden
incluirse el terreno, las provisiones, la fuerza relativa de las tropas, el objetivo final de la guerra, su depen-
dencia de otros, etcétera. También es importante conocer los medios que el comandante tenia a su disposición
para conseguir su objetivo. Podrían existir opciones alternativas (por ejemplo, un armisticio). Finalmente, es
muy importante averiguar cuál era el conocimiento. ¿Conocía la supuesta eficacia de sus medios? ¿Conocía
todos los medios que podría haber usado? ¿Estaba informado de las condiciones en las que tenía que actuar?
Por ejemplo, podía haber decidido la retirada porque no sabía que estaban llegando refuerzos inesperados.

14 R. D. Luce Y H. Raiffa, Games and Decisions, ed. cit., págs. 47-51.


15 Las explicaciones en términos de la lógica de la situación han sido muy usadas por P. Gardiner (The Nature of Historical Explanation, Londres,
1952), que distingue la explicación de acuerdo con el modelo de Hempel (en términos de efectos causales) y la explicación racional (en términos de la
lógica de la situación). La distinción merece atención, aunque el presente autor no está de acuerdo con Gardiner cuando este último opone un tipo de
explicación al otro y dice que en las explicaciones en términos de la lógica de la situación nos las arreglamos sin hacer referencia a las leyes.

161
Jerzy Topolski

El historiador, a menudo, tiene unas posibilidades muy reducidas de adquirir suficiente información sobre
todos los elementos de la lógica de la situación. Este conocimiento completo se puede considerar como un
estado ideal determinado (idealización) por el que lucha en el curso de su proceso explicativo.
Adviértase que la explicación por medio de una reconstrucción de los elementos de la lógica de la situa-
ción está por dos partes:
1) Indicación del objetivo (motivo) de la acción;
2) Valoración de si la acción fue racional desde el punto de vista de ese objetivo.
Si preguntamos: “¿Por qué ordenó el comandante X a su ejército que se retirara?”, podemos contestar:
“Porque quería reservar a sus tropas para un ataque posterior y más importantes” y aceptar esta explicación
como suficiente. Pero podemos ir más allá e intentar averiguar si la retirada era razonable. Esa razonabilidad
puede valorarse, a su vez, desde el punto de vista del conocimiento (incompleto y quizás erróneo) del coman-
dante o desde el punto de vista de nuestro conocimiento (el del investigador) de las condiciones en las que
tuvo que actuar, los medios que tenía a su disposición y la eficacia de esos medios.
Algunos estudiosos (P. Gardiner, W. Dray, y otros) sostienen que, al explicar el pasado con referencia a
la lógica de la situación, el historiador no se refiere a las leyes. Otros (Hempel y sus seguidores, E. Nagel)
aseguran que no es posible explicar las acciones de los individuos sin considerar afirmaciones generales de
varios tipos. La postura de este autor es que es indispensable referirse a las leyes, que son siempre afirmacio-
nes sobre una acción racional (es decir, sobre la ejecución de actos específicos en condiciones concretas).
Consideremos dos situaciones: 1) cuando el objetivo de la acción está indicado en una fuente fiable; 2)
cuando tenemos que reconstruir ese objetivo nosotros. En el primer caso, si seguimos las fuentes y afirmamos
que la retirada estuvo motivada por la intención de reservar las tropas, nos referimos tácticamente a una
afirmación general del tipo: muchas veces, es mejor reservar las tropas que ganar en una victoria pírrica. Un
análisis de los diversos elementos de la lógica de la situación confirmaría nuestra creencia de que ése fue el
caso en la batalla en cuestión. El comandante debe haber sabido que no podía reservar las tropas sin parar las
operaciones. Como quería reservar las tropas, actuó consecuentemente.
Si reconstruimos el objetivo de la acción (motivo), podemos necesitar, incluso más, una referencia a una
afirmación general adecuada. Así, a partir del hecho de que el comandante mandó que su tropa se retirara, a
pesar de que tenia alguna oportunidad de ganar la batalla, hacemos deducciones sobre los motivos de su
decisión y buscamos la confirmación en una reconstrucción de los elementos de la lógica de la situación. La
deducción sigue este modelo:

Premisa:
1) Cuando un comandante quiere reservar sus tropas suele ordenar que el ejército se retire, detenien-
do así las operaciones.
2) El comandante X ordenó a su ejército que detuviera las operaciones.

Conclusión:
3) X, probablemente, quería reservar sus tropas.

Este es un caso de reducción debilitada con una premisa, la 1) que es una afirmación general. La afirma-
ción 1) se puede deducir de una afirmación todavía más general del tipo: las tropas sólo se reservan si existen
las condiciones para que los sondados no pierdan sus vidas.
No analizaremos aquí la reconstrucción de todos los elementos de la lógica de la situación con mayor
detalle. Sobre la mayoría de ellos nos referimos a una afirmación general. Por ejemplo, si queremos enumerar
los medios que tiene a su disposición una persona concreta, debemos referirnos, en cada caso, a nuestro
conocimiento de que un objeto o situación concretos, etcétera, se puede considerar como un medio, en una
acción concreta.

162
El proceso de explicación en la investigación histórica

La teoría de la conducta (que surge de los estudios precursores de I. Pavlov y E. Thorndike) puede ser,
para un historiador, una gran reserva de afirmaciones generales sobre los mecanismos de la conducta instru-
mental (los mecanismos de las respuestas a los estímulos según las consecuencias de tales respuestas) y sobre
las regularidades del conocimiento clásico (las respuestas, no sólo a los estímulos, sino también a las seña-
les). Nos permite subrayar acciones humanas específicas en ciertas leyes que han sido comprobadas empíri-
camente en grado suficiente, y evitar la referencia a las varias generalizaciones corrientes que sólo se com-
prueban en la propia experiencia interna16. Adviértase además que la teoría de la conducta explica cómo se
forman tanto los modelos de conducta normales como los neuróticos 17.
Podemos usar, por tanto, la teoría de la conducta para reconstruir las actitudes mentales de personas que
actúan en circunstancias específicas, con la condición evidente de reconstruir tales circunstancias adecuada-
mente y acumular la mayor cantidad de datos posibles sobre las explicaciones previas de las personas cuya
conducta investigamos. En otras palabras, éste es un método para descubrir las motivaciones de las acciones
humanas. En nuestro esquema, las motivaciones significan los estímulos que inducen a la gente a actuar (o a
abstenerse de actuar). Es evidente que la teoría de la conducta sólo nos ofrece esquemas de explicación
sumamente abstractos: afirma que ciertos tipos de estímulos provocan ciertos tipos de conducta, según que
una persona concreta (apoyándose en su experiencia) sepa que una clase de comportamiento determinada
produce algo bueno para él (es decir, una recompensa o la evitación o reducción de un castigo, para usar la
terminología de la teoría de la conducta). La tarea del historiador es describir esos estímulos y ese sistema de
recompensas y castigos, cada vez, en términos concretos, para mostrar cómo se convierte un estímulo, prove-
niente de una situación externa a la persona, en su acción, por medio de su respuesta (actitud) mental. La
teoría del materialismo histórico señala que, respecto a las acciones emprendidas por las clases sociales, el
interés de clase es el principal estímulo (motivación)18. El concepto de interés de clase, que tiene una natura-
leza muy general, debe recibir siempre su sentido adecuado, ya que, como correctamente nos advierte W.
Kula, puede llevar fácilmente a grandes deformaciones de los análisis históricos. Cuando se usa como cons-
trucción teórica explicativa, su uso debe ir acompañado –en opinión de este autor— por el conocimiento que
el historiador tenga de las recompensas y los castigos que siguen a determinadas acciones. Así, tal acción
está de acuerdo con los intereses de una clase determinada si es posible que acarree muchas recompensas y
pocos castigos para la clase como un todo (es decir, para la mayoría de sus miembros). La valoración de
dichas recompensas y dichos castigos debe provenir de la experiencia anterior de una clase concreta, y no del
punto de vista de los objetivos que el historiador quiera atribuir a esa clase ex post facto.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la teoría de las recompensas y los castigos, que se basa en la
psicología conductista, no tiene en consideración las acciones orientales hacia un objetivo a largo plazo.

5. Explicación por referencia a las disposiciones

La discusión sobre la naturaleza de las explicaciones causales, iniciada principalmente por C. G. Hempel
(crf. Capítulo VIII) y que ha durado casi treinta años, ha quedado desfigurada por la confusión del problema
de reconstruir el modelo de explicación en la investigación histórica con la práctica real de los historiadores,
que, muchas veces, se desvían de la situación modélica. Muchos autores que rechazaban el modelo de Hempel,
por no ser típico de la investigación histórica, intentaron oponerle otros métodos de explicación causal, que,
según ellos, sí eran típicos. Así, entre los modelos considerados como típicos de la explicación en la investi-
gación histórica, comenzaron a incluirse la explicación por referencia a las disposiciones (limitada a la
explicación de una acción emprendida por individuos) y la explicación genética (limitada a la explicación de
sucesos aislados).
Un análisis más exhaustivo de la discusión nos permite acercar entre sí las diversas posturas, aunque sólo
sea considerando separadamente los análisis del modelo y los procedimientos estrictamente empíricos, e

16 Crf. A. Malewski, O zastosowaniach teorii zachowania, ed cit.


17 Ibídem, págs. 14-15.
18 El problema es analizado en detalle por W. Kuka en su Rozwazania o historii, ed. cit., págs. 74 y ss.

163
Jerzy Topolski

incluso refiriéndonos a las afirmaciones hechas por los propios historiadores, cosa que hasta el momento no
se ha hecho, y refiriéndonos también a los hechos que describe.
Los hechos muestran que tanto el modelo basado en la referencia a las disposiciones, que no se puede
considerar como una cuasi-explicación, como el modelo que señala una relación incondicional o estadística
entre A y B, es decir, causa y efecto, son igualmente válidos.
Si observamos los cambios que tienen lugar en un sistema, nos puede interesar principalmente un sistema
en el cual las interacciones constantes entre sus elementos hagan pasar al sistema continuamente de un estado
a otro. Al hacer esto, permanecemos, como si dijéramos, dentro del sistema, que puede ser un país (por
ejemplo, Polonia) y un individuo. Al investigar dicho sistema llegamos a la conclusión de que tiene sus
disposiciones específicas, y por tanto, en otras palabras, es susceptible de un cierto tipo de cambios o com-
portamiento. Explicamos así los cambios en el sistema por sus disposiciones específicas, o sea, por su estruc-
tura. Los historiadores, a menudo, actúan de este modo, no sólo, como se suele creer, respecto a las disposi-
ciones mentales (estructura mental) de los individuos, sino también respecto a muchos oros sistemas (aun-
que, obviamente, no todos). En este tipo de explicación sería difícil recurrir a la fórmula de que un hecho A
causa un hecho B, porque la aparición de B se considera aquí como una transformación de un estado anterior
de ese B. Se puede ver fácilmente que esta explicación se adapta perfectamente al estudio de los sistemas que
cambian de manera continuada. Más adelante daremos ejemplos.
El investigar un sistema podemos, por el contrario, no estar interesados por su estructura interna, sino por
la influencia de factores externos a ese sistema o de elementos de otros sistemas, es decir, nos interesa esta-
blecer relaciones entre los hechos. En otras palabras, en este caso nos ocupamos de señalar las relaciones
entre diferentes sistemas o entre elementos de diferentes sistemas. Para mostrar la diferencia entre la explica-
ción por referencia a las disposiciones y la explicación estrictamente causal, veamos los siguientes ejemplos.
A la pregunta de por qué fue destruido por el fuego cierto pueblo, podemos contestar que porque estaba
hecho de edificios de madera, o porque un pirómano había comenzado el incendio. Del mismo modo, al
contestar a la pregunta de por qué oprimió Iván el Terrible a los boyardos, podemos contestar que lo hacía
porque era cruel, o porque su terror iba a traer un fenómeno diferente, el refor-zamiento de su estado.
Ejemplos parecidos nos los dan las discusiones sobre las causas de las particiones de Polonia, donde las
partes en disputas señalan causas internas (interpretadas de diversos modos), por un lado, o factores exter-
nos, por otro.
El análisis de la estructura del proceso histórico muestra que podemos preguntar las causas de ciertos
procesos (o cambios continuos), es decir, estados y procesos (cfr. capítulo XI) teniendo en cuenta diferentes
problemas. Nos puede interesar la estructura de un sistema (interpretando esa estructura, según el caso,
como mental, económica, etcétera) con la intención de señalas su susceptibilidad (o no susceptibilidad) a
ciertos cambios, o nos pude interesar aquellos hechos (dentro o fuera del sistema) que, según ciertas regula-
ridades generales, hacen que las disposiciones de ese sistema hacia ciertos cambios hagan efectivos dichos
cambios. En otras palabras, si nos referimos a la distinción hecha en el capítulo XII en relación con el estudio
de la estructura del proceso histórico, nos pueden interesar los condicionamientos de un nexo causal a las
verdaderas causas (directas o indirectas) de un hecho conocido (o sus características) considerado como el
efecto. Adviértase, en este sentido, el ejemplo dado por M. Bloch sobre el alza de precios en Francia en
tiempos de la Ley, en el que Bloch distinguía entre causas y condiciones:

Grado considerable de uniformidad económica


de Francia, que facilitó la circulación
(condicionamiento)

inflación de la ley
(causa)
Alza de precios

164
El proceso de explicación en la investigación histórica

Señalar el 1), el condicionamiento, significa una explicación por referencia a las disposiciones; el 2), las
causas, es una explicación estrictamente causal.
Hay que advertir también que, al proponer explicaciones por referencia a las disposiciones, nos puede
interesar la estructura del sistema sobre el que se supone que ha actuado una causa concreta. En otras
palabras, preguntamos si un sistema determinado, con probabilidad, desarrolló ciertos cambios en otro siste-
ma. Por ejemplo, si hablamos de la agresividad de los vecinos de Polonia como causa de las particiones de
Polonia, esto quiere decir lo mismo que si habláramos de la debilidad de Polonia. En ambos casos explicamos
los hechos por referencia a las disposiciones, señalando las condiciones, y no proponemos ninguna explica-
ción estrictamente causal, que señale las causas.
Aunque el análisis de la estructura de los hechos da validez a la explicación por referencia a las disposi-
ciones, ya que indica su papel específico en nuestra adquisición de un conocimiento de los hechos, sin embar-
go, como puede verse por los ejemplos anteriormente aducidos, sólo forma parte del procedimiento de expli-
cación, una parte que, respecto a la búsqueda de las causas en el sentido estricto del término, puede ser útil,
o incluso, en algunos casos, indispensable. Los historiadores, muchas veces se limitan en sus explicaciones a
las referencias a las disposiciones, especialmente cuando las indican como causas del comportamiento de los
individuos. En el modelo psicológico de explicación, que predominó en la investigación histórica durante
mucho tiempo y que todavía tiene algunos seguidores entre los historiadores que se guían por el “sentido
común” más que por el conocimiento científico, las referencias a las disposiciones, y, por tanto, la indicación
de características como la ambición, la exigencia, la perversión, etcétera, bastaba para explicar el comporta-
miento de un individuo concreto. Sin embargo, hay que subrayar que, en una explicación plena de las accio-
nes de un individuo, sus disposiciones mentales (formadas según su experiencia anterior) deben ser tenidas en
cuenta, a pesar de que la indicación de las disposiciones no significa un descubrimiento de las causas19.
En la literatura metodológica la explicación por referencia a las disposiciones (llamada racional por W.
Dray) se considera como un tipo no causal, aparte, de explicación histórica, que se basa en el supuesto de que
los estados mentales de los individuos no se interpretan como hechos o procesos, como causas, por tanto (P.
Gardiner, G. Ryle), o como una variedad de explicación causal que no sigue el modelo clásico de Hempel (es
decir, la referencia a las leyes, cfr. W. Dray)20, o como una variedad que se puede reducir a ese modelo (C. G.
Hempel, W. H. Walsh).
La postura de este autor es la siguiente: las explicaciones por referencia a las disposiciones se consideran
como un tipo especial de explicaciones, que no es característico de la investigación histórica solamente, y que
entra dentro del procedimiento de explicación causal; es una parte, y no una variedad, de este último. Este
autor sostiene que la opinión de que la explicación por referencia a las disposiciones se puede reducir al
modelo general de explicación, corresponde más bien a lo que se hace realmente en la investigación histórica,
lo cual no significa que la explicación por referencia a las disposiciones sea satisfactoria. En vista de lo
anterior se asegura que, en las explicaciones por referencia a las disposiciones, nos referimos también a
ciertas leyes que afirman que determinadas disposiciones (no sólo las mentales, ya que no nos ocupamos sólo
de las acciones humanas), en circunstancias específicas, producen (siempre o normalmente) ciertos estados
en clases de objetos concretas (no sólo los seres humanos).
W. Dray, al analizar el ejemplo de Ryle sobre el cristal roto, dice que la afirmación:
1) “El cristal se rompió cuando lo golpeó la piedra” se puede reducir al modelo de Hempel “por que
siempre que una piedra golpea un cristal, éste se rompe”;
Pero la afirmación:
2) “El cristal se rompió cuando lo golpeó la piedra por que es frágil” no se puede interpretar del mismo
modo, por que la explicación por referencia al hecho de que el cristal sea frágil no significa ninguna referen-

19 Este autor, sin embargo, no comparte la opinión de G. Ryle, que asegura (en The Concept of Mind, ed. cit., pág. 113) que los estados mentales (motivos)
no se pueden considerar como hechos o procesos, ni por tanto como causas de otros hechos determinados. En este sentido, ver W. Dray, Laws and
Explanation in History , ed. cit., págs. 141-145 y passim. Ryle fue criticado, entre otros, por W. W. Bartley en su “Achilles, the Tortoise and Explanation
in Science and History”, The British Journal for the Philosophy of Science, vol. XIII, número 49. 1962, pág. 22.
20 Afirma que las disposiciones son condiciones necesarias de las acciones humanas (cfr. Laws and Explanation in History, págs. 151-152). Sobre las
condiciones necesarias, ver las secciones posteriores en este capítulo.

165
Jerzy Topolski

cia a una ley. Dray añade, sin embargo, que nos encontramos aquí con una referencia a una generalización
explicativa que es como una ley21.
En opinión de este autor no hay una diferencia esencial entre la referencia a las leyes en el primer caso y
en el segundo: en la explicación por referencia a la fragilidad del cristal suponemos tácitamente que “los
objetos frágiles se rompen cuando los golpea una piedra”. La operación consiste en incluir el cristal dentro de
la clase de los objetos frágiles (es decir, los objetos que son fácilmente rompibles). Se puede ver fácilmente,
sin embargo, que en el caso 2), es decir, en la explicación por referencia a las disposiciones, el golpe de la
piedra en el cristal debe ser tenido en cuenta, dentro del razonamiento, como un todo. Si dijéramos sólo que el
cristal se rompió porque era frágil, tendríamos que clasificar esa afirmación como inaceptable, incompleta,
que con poco que ver con la explicación. Esto muestra claramente que la explicación por referencia a las
disposiciones, aunque sigue el modelo general de Hempel, que refleja las regularidades dominantes en el
mundo, no abarca el nexo fundamental entre causa y efecto.
Dray, que, en general, acepta que la explicación por referencia a las disposiciones se puede comparar con
el modelo de Hempel, no extiende su afirmación, sin embargo, hasta el punto de abarcar los procedimientos
usados por los historiadores que, después de todo, se ocupan de las disposiciones humanas. Dice que, si un
historiador explica el comportamiento de una persona en el pasado por su ambición (por que era ambicioso),
está prestando atención a una característica posible de un individuo, mientras que la fragilidad es una propie-
dad general del cristal. Si crítica no viene al caso, por que podemos averiguar, como hacen también los
psicólogos, que respuestas están relacionadas normalmente con determinadas disposiciones de los seres hu-
manos. Es cierto que no todos los hombres son ambiciosos, pero la relación entre la ambición y ciertos tipos
de conducta, como han averiguado los psicólogos, es de naturaleza general. Después de todo, no todos los
cristales son frágiles, ya que existen muchas clases de cristal reforzado. En cuanto a la ambición como
disposición humana, tenemos que establecer, en primer lugar, si una persona concreta fue ambiciosa, si es
que queremos sacar conclusiones adecuadas del hecho. Del mismo modo, cuando nos encontramos con un
cristal roto, debemos averiguar, primero, si es una clase de cristal fácilmente rompible. Si resulta que el
cristal no era de un tipo frágil, y a pesar de todo, fue roto, no podemos decir que su fragilidad fue la causa de
que se rompiera. En tal caso, no bastaría, seguramente, que hubiera sido golpeado por una piedra. Por tanto,
respecto a los objetos inanimados y a los seres humanos nos encontramos con varias diferencias de grado:
puede ser que un ser humano tenga más disposiciones individuales (es decir, disposiciones que no son carac-
terísticas de todo ser humano) que un objeto inanimado. Pero podemos decir que, en nuestras explicaciones,
nos referimos a la clase de las personas ambiciosas del mismo modo que nos referimos a la clase de los
objetos hecho de cristal rompible. Esto no cambia el hecho de que, desde algún otro punto de vista (por
ejemplo, la resistencia al calor), los objetos de cristal pueden constituir una sola clase (lo que significaría que
todos los objetos de cristal son resistentes al calor, es decir, sólo hay una clase de cristal por lo que respecta
a la resistencia al calor).
En nuestra interpretación, la explicación por referencia a las disposiciones no equivale a su concepto tal
como lo encontramos en la literatura de la materia, por ejemplo, en P. Gardiner. En nuestro caso, no se limita
a una explicación de los motivos de las acciones humanas, y afirmamos que es una clase dentro de un
procedimiento general en el análisis de las causas, que puede incluirse en el modelo de Hempel. Adviértase
además que la explicación por referencia a las disposiciones (en el sentido de estados mentales) no agota
todos los tipos de explicación de las acciones humanas. Junto a las explicaciones por referencia a los estados
mentales (cuyo alcance es muy limitado para el historiados actual, ya que sólo indican una relación, que
puede resultar tener muy poco interés),ya que las acciones emprendidas por los individuos se pueden expli-
car, como se ha mencionado anteriormente, por la reconstrucción de la lógica de la situación, y, en particu-
lar, la reconstrucción de los objetivos (humanos). Si decimos que Disraeli atacó a Peel en el parlamento en
1846 porque (Disraeli) era ambicioso, no agotamos así las posibilidades de explicar la acción de Disraeli.
Podemos intentar, como deben hacer los historiadores, reconstruir el objetivo de ese ataque. En esta explica-
ción más completa el factor ambición jugará un papel secundario.

21 W. Dray, op. cit., pág. 145.

166
El proceso de explicación en la investigación histórica

En las explicaciones por referencia a las disposiciones, la inferencia sigue este modelo:
Premisas:
1) La ambición suele hacer que una persona sea agresiva.
2) Disraeli era ambicioso.

Conclusión:
3) La actitud agresiva de Disraeli (y, por tanto, su ataque a Peel) estuvo causada (probablemente) por su
ambición.

No nos importa aquí si la ley establecida en 1) se ajusta a los hallazgos de los psicólogos; lo que nos
interesa es el esquema de inferencia que, como podemos ver, es de deducción debilitada, que se refiere a una
ley de naturaleza estadística.

6. El procedimiento general de explicación causal. Modelo de Hempel

Con relación al modelo de Hempel (que hemos tratado más ampliamente en el capítulo VIII), podemos
distinguir estas posturas:

1) Aceptamos que su modelo sólo se puede aplicar a la ciencia natural (donde no se analizan las
acciones humanas; en la investigación histórica no hay ninguna explicación causal);
2) Aceptamos que hay una unidad fundamental del método de explicación en las diversas
ciencias, lo cual implica una posibilidad de interpretar las explicaciones causales en la investiga-
ción histórica de acuerdo con el modelo de Hempel;
3) Aceptamos que es posible hablar sobre el modelo de Hempel en relación con la investigación
histórica, pero su modelo debe ser modificado (en general, o sólo en el caso de las explicaciones
históricas);
4) Aceptamos que los historiadores proponen explicaciones causales, por que no lo hacen de
acuerdo con ningún modelo que se refiera a las leyes (o no lo hacen casi nunca), es decir, no lo
hacen según el modelo de Hempel.

La postura 1) sólo la defenderían los intuicionistas, quienes, en cuanto a la explicación de las acciones
humanas, son promotores del método de la comprensión por empatía, y no por una reconstrucción de los
objetivos. Quienes discutieron sobre el modelo de Hempel se alejaban, en la mayoría de los casos, de ese tipo
de metafísica.
La postura 2), defendida, entre otros, por Popper y Hempel, supone que el modelo es una idealización sui
generis de la práctica real de explicación. Por ejemplo, como dice Hempel, los historiadores no se refieren
explícitamente a las leyes, pero las aceptan entimemáticamente. Por eso, las explicaciones en la investigación
histórica, aunque pueden interpretarse como procedimientos que siguen el modelo deductivo, deberían deno-
minarse más bien esbozos de explicación. Hempel menciona también los esbozos casi-explicativos, que ni
siquiera ofrecen una indicación sobre dónde hay que buscar las leyes implicadas.
La postura 3), representada, entre otros, por M. Scriven, tiene más en cuenta la práctica real. En primer
lugar, presta atención a la naturaleza de las leyes a las que se refieren los historiadores (y no sólo los historia-
dores) en el proceso de explicación. No son (o no sólo son) leyes incondicionales (leyes basadas en una
condición suficiente), sino también leyes estadísticas (que llevan a conclusiones que son sólo probables, y no
seguras, como en el caso de la deducción). Además, los historiadores se refieren muchas veces a ciertas
afirmaciones generales, pero que no tienen la categoría de leyes científicas; son verdades incontestables en

167
Jerzy Topolski

forma de afirmaciones sobre las relaciones (“frases normativas”, según las llama M. Scriven)22 o “generali-
zaciones restringidas” (N. Rescher, O. Helmer, y otros), y otros nombres por el estilo. A. Danto supone que
los historiadores se refieren a leyes, pero que esas leyes son de naturaleza bastante específica 23.
G. Ryle introdujo la modificación (que también aprueban otros) de que los historiadores no deducen la
causa a partir de la conjunción del efecto y las leyes, sino que deducen el efecto apoyándose en ciertas reglas
lógicas de acuerdo con las leyes24. Su opinión puede criticarse por la oscuridad del concepto de “acuerdo con
las leyes”. En última instancia, la interpretación de Ryle es, en cualquier caso, digna de incluirse en el
esquema de inferencia, es decir, el modelo de Hempel.
La postura 4) se puede interpretar de modo menos o más radical. En el primer caso se hace una distinción
entre la explicación causal en la historia, basada en las referencias a las leyes, la explicación sin referencia a
las leyes. Esta opinión es mantenida, como sabemos, por P. Gardinen, que distingue entre explicación por la
lógica de la situación y explicación causal. La postura radical niega cualquier relación entre el procedimiento
de explicación en la historia y las leyes, de modo que un historiador trabaja completamente sin leyes25.
Este autor rechaza las dos posturas extremas, es decir, 1), ya que no se puede poner de acuerdo con una
interpretación científica de la explicación, y la versión extrema de 4), que difiere de lo que hacen realmente
los historiadores. Acepto por tanto el esquema de Hempel como modelo de explicación en la investigación
histórica. Hay que admitir que, en la práctica, nos encontramos más bien con esbozos de explicación, con
referencia latentes a las leyes, aunque también se pueden encontrar casos de explicación clásica. Hay que
hacer dos observaciones sobre la naturaleza de las leyes a las que se refieren los historiadores (explícita o
entimemáticamente). En primer lugar, si consideramos la cuestión desde el punto de vista de la metodología
normativa, podríamos expresar el deseo de que, a medida que el conocimiento no basado en fuentes de un
historiador amplía sus explicaciones, se refiere a afirmaciones generales a las que se pueda otorgar la catego-
ría de auténticas leyes científicas. Si interpretamos de este modo el problema, podemos aceptar el modelo de
Hempel como algo que corresponde plenamente a la estructura de la investigación histórica. En segundo
lugar, se deduce de la práctica real de la explicación en la investigación histórica que las leyes auténti-
camente científicas no suelen subyacer en las explicaciones históricas. En el caso de una gran parte de las
explicaciones no sería necesario, después de todo, referirse a tales leyes auténticamente científicas, ya que
podemos extraer fundamentos de un conocimiento corriente.
Por tanto, tenemos que estar de acuerdo con los que señalan el hecho de que los historiadores hacen un uso
“descuidados de las leyes a las que se refieren, lo cual, sin embargo, no describe como tal toda la investiga-
ción histórica, sino que, como mucho, arroga luz sobre su estado actual, por lo que respecta a algunas tareas
de investigación.
Nuestras observaciones, basadas en análisis de estudios hechos por historiadores polacos y extranjeros,
nos hacen llegar a la conclusión de que, al recurrir a las explicaciones causales, los historiadores, en la
mayoría de los casos (aunque no lo hagan explícitamente) se refieren a:
1) Relaciones que son condiciones suficientes;
2) Relaciones que son condiciones necesarias;
3) Relaciones que son a la vez condiciones suficientes y necesarias;
4) Relaciones que indican un elemento de una condición suficiente (una condición que es necesaria en una
situación concreta).

22 La explicación de K. Popper sobre la primera partición de Polonia puede servir como un buen ejemplo. Escribió que “si explicamos, por ejemplo,
la primera división de Polonia en 1772 señalando que era imposible resistir la potencia combinada de Rusia, Prusia y Austria, entonces estamos usando
tácitamente una ley universal trivial, como “Si, de dos ejércitos que están igualmente bien armados y dirigidos, uno tiene una tremenda superioridad
en hombres, el otro nunca gana”. (The Open Sosiety and Its Enemies, Princeton, 1950, pág. 448 y ss.).

23 A. Danto, Analytical Philosiphy of History, ed. cit., pág. 254. Su ley tiene la forma (x) ([fxt1 Gxt2] =) Hx), que muestra que el elemento tiempo
se tiene aquí en cuenta.
24 G. Ryle, “If, So, and Because”, Philosophical Anayisis, Ithaca, 1950.
25 Crf. W. Dray, Laws and Explanation in History, ed. cit., pág. 57.

168
El proceso de explicación en la investigación histórica

El conocimiento de esas relaciones puede adoptar la forma de leyes científicas; de afirmaciones que sólo
cumplen formalmente las exigencias planteadas a las leyes, pero que no se infieren de los resultados de la
investigación (afirmaciones que aspiran a ser leyes, afirmaciones parecidas a leyes); y de afirmaciones gene-
rales con naturaleza de frases normativas (M. Scriven), es tarea de la metodología confirmar esa variedad de
formas.
Antes de proceder a hacer, este autor querría ampliar el modelo deductivo de hempel en un punto de vista.
Es importante para los historiadores que ese modelo abarque también las referencias a las leyes estadísticas.
Ya que, frecuentemente, al explicar alguna cosa, no llegamos a una conclusión segura, sino sólo una
probable. El mismo hempel (en sus otras obras) distinguía la explicación inductiva del tipo:
Premisas:
Casi todos los F son G,
X es un F.
Conclusión: casi con toda seguridad (con gran probabilidad)
X es un G.
Este es el razonamiento (la inferencia) que hemos llamado deducción debilitada26.
Procedamos ahora a tratar el modelo y sus supuestos.
En general, un historiador tiene muy poca oportunidad de averiguar las relaciones causales reales, pero
debemos prevenir a los lectores de que ni siquiera ese método le protege contra la posibilidad de llegar a
conclusiones que sólo aparentemente sean ciertas. Para usar una metáfora, una causa no puede ser “cogida in
fraganti”. Ni siquiera en las situaciones más simples y que, aparentemente, pueden observarse por completo,
podemos tener la certeza de un nexo causal presumidamente indudable. Todos recordamos situaciones, des-
critas en las narraciones de crímenes, en las que resultaba que una persona no había muerto por un golpe en
el cráneo (aunque esto fue contemplado por un testigo ocular que estaba dispuesto a jurar que la muerte había
sido causada por el golpe), sino que moría de un ataque cardiaco que había procedido en algunos segundos al
golpe.
En la mayoría de los casos, nos aprovechamos de esa pequeña oportunidad, y podemos, de todos modos,
llegar a resultados interesantes. El procedimiento usado se puede reconstruir en términos muy generales de
siguiente modo:
1) Nos referimos a la ley del condicionamiento general como base de la afirmación de que los hechos se
rigen por regularidades (confróntese capítulo XI), para llegar a la conclusión de que determinadas regulari-
dades gobiernan la secuencia de los sucesos. Son la razón de que los sucesos del tipo A sean siempre (o
normalmente, si se trata de una regularidad estadística) seguidos por sucesos del tipo B.
2) Se deduce, por tanto, que, para explicar causalmente un hecho histórico (simple o complejo), es decir,
para enlazar ese hecho con otro, que se interpreta como causa del primero, tenemos que referirnos (tácita o
explícitamente) a una regularidad, o una serie de regularidades, que se establezcan que los tipos de hechos
implicados están condicionados mutuamente. Como, según sabemos, las afirmaciones sobre las regularida-
des se llaman leyes, tenemos que referirnos a leyes que establecen ciertas regularidades.
Así es como Hempel se acerca al problema. Escribe que “la explicación de que ocurra un suceso de una
clase específica E en un lugar concreto y en un tiempo concreto consiste, como se suele expresar, en indicar
las causas o los factores determinantes de E. La afirmación de que una serie de sucesos –digamos, de las
clases C1, C2, ..., Cn—han causado el suceso que hay que explicar significa afirmar que, según ciertas leyes
generales, una serie de sucesos de las clases mencionadas, que suele ir acompañadas del suceso en cuestión,
está formada por:
1) Una serie de afirmaciones sobre la aparición de ciertos sucesos C1, ..., Cn, en ciertos lugares y mo-
mentos;

26 Una transformación de un modelo inductivo es un deductivo se encuentra en M. Brodbeck, Minnesota Studia in the Philosophy of Science, vol. III.

169
Jerzy Topolski

2) Una serie de hipótesis universales, de modo que


a) las afirmaciones de ambos grupos son razonables confirmadas por la evidencia empírica;
b) de los dos grupos de afirmaciones se puede deducir lógicamente la frase que afirma la existencia de un
suceso E.
“En una explicación física, el grupo 1) describiría las condiciones iniciales y límites para la existencia del
suceso final; generalmente, diremos que el grupo 1) establece las condiciones determinantes (bastardilla de
Hempel) para el suceso que hay que explicar, mientras que el grupo 2) contiene las leyes generales en las que
se basa la explicación; implican la afirmación de que, cuando aparecen sucesos del tipo descrita en el primer
grupo, tendrá lugar un suceso del tipo que se va a explicar”27. Esto significa que la afirmación sobre el suceso
que hay que explicar se deduce lógicamente de la conjunción de afirmaciones sobre todos los sucesos inter-
pretados como causas y todas las leyes. En una notación simbólica, el modelo se puede presentar así:

L1, L2,..., Ln
c1, c2,..., cm
______________

e
donde e es una afirmación sobre el explicando (efecto), L1, L2,..., Ln son leyes (parte de la explicación),
c1, c2,..., cm son afirmaciones sobre las causas (es decir, sobre las condiciones iniciales; en otras palabras,
la segunda parte de la explicación). La secuencia L1, L2,..., Ln debe tener por lo menos un término.
El historiador, al comenzar su investigación, sólo conoce e por sus fuentes (es decir, una afirmación sobre
el efecto), y plantea una pregunta sobre c1,..., cm (es decir, afirmaciones sobre las causas). Como muestran
los procedimientos seguidos en la práctica, puede tomar dos rumbos.

1) Relaciona e (la afirmación sobre el efecto) con c1,.... cm (las afirmaciones sobre las causas)
porque sabe, a partir de su conocimiento no basado en fuentes, que e está dentro de una clase E (en símbolos:
e (? E) y que la clase de afirmaciones E se puede relacionar siempre con la clase de afirmaciones L (L=L1,...,
Ln); es decir, que L es una condición suficiente de E (L—E) o que L es una condición necesaria de E (—L—
E).
2) Aveces no se puede referir a ninguna ley general o a ninguna que sea suficientemente precisa. Entonces
debe buscar por si mismo esas relaciones generales. Esto se hace por medio del método comparativo:
a) se formula una hipótesis de trabajo sobre la relación

c1,..., cm—e

b) se pone a prueba, comparándola con otros datos (quizás de otros territorios) para asegurar que tam-
bién en otros casos e se puede inferir de c1,..., cm.

En este procedimiento, la explicación causal consiste, simultáneamente, en afirmar la relación de valor


más general (quizá una ley en el sentido estricto del término). Este procedimiento fue usado, por ejemplo, por
J. Rutkowski, cuando investigó las causas del desarrollo de la economía señorial y de servidumbre. Analiza-
remos este ejemplo más tarde. Es evidente que, en última instancia, ambos procedimientos significan una
explicación de acuerdo con el modelo de Hempel. Pero en la práctica, la situación señalada por el modelo no

27 C. G. Hempel, The Function of general laws in History, ed. cit., páginas. 345-346.

170
El proceso de explicación en la investigación histórica

tiene lugar siempre, porque la explicación nos lleva pocas veces a la conclusión de que a es una condición
suficiente de b.
Un análisis de los procedimientos de investigación realmente usados muestra que los historiadores esta-
blecen relaciones condicionales o incondicionales entre los hechos. Por tanto, para averiguar lo que quieren
decir al usar el término “causa” (“factor”, etcétera), tenemos que ver, si una afirmación dada es lo suficien-
temente clara28, que clase de relación causal relaciona los hechos que, según ellos, son tales que uno de ellos
depende del otro.
Explicaremos, en primer lugar, algunos conceptos fundamentales.
1) A es condición suficiente de B quiere decir que siempre que aparece A, B aparece también. En inter-
pretación estadística: la probabilidad relativa de B respecto a A es igual a la unidad (P[B / A] = 1).
2) A es una condición necesaria de B significa que B aparece sólo si A también aparece; en otras pala-
bras, B nunca aparece si A no aparece. Estadísticamente: P (B / —A) = 0.
3) A es condición suficiente y necesaria de B significa que B aparece si y sólo si aparece A.
Estadísticamente: P (B / A) = 1 y P (B /— A)= 0.
4) A no es condición ni necesaria ni suficiente de B, pero es un componente necesario de una condición
suficiente. En otras palabras, es una condición necesaria en una situación dada. Las formulas estadísticas
son combinaciones de las que hemos mencionado, teniendo en cuenta otras condiciones u otro componente de
la condición en cuestión. Así, A, es una situación concreta, es condición necesaria de B si los otros compo-
nentes de esa situación (sin A) no bastan para que ocurra B. De modo más preciso, A, es una situación X, es
una condición necesaria de B, o un componente necesario de una condición suficiente de B si: a) B aparece
siempre que A y X aparecen juntos; b) ni X sin A ni A sin X bastan para que aparezca B.
5) A es condición favorable a B (P[B / A] –P [B / —A]) si A no es condición suficiente ni necesaria de B
ni es necesaria es una situación dada, sino que sólo es un componente (no necesario) de una situación X que
está envuelta en una condición que es necesaria en una situación concreta.
Hay que advertir, respecto a 1), que si A es una condición suficiente, pero no necesaria, de B, esto signi-
fica que hay otras condiciones (alternativas) que son suficientes para que B aparezca. Si decimos que siempre
que llueve se moja la carretera, esto no excluye afirmaciones del tipo:
Siempre que trabaja un camión de riesgo, se moja la carretera, etcétera. Del mismo modo, la afirmación
de que, normalmente, si suben los impuestos, la gente está descontenta, no excluye la afirmación de que,
normalmente, si los precios suben, la gente esta descontenta, etcétera.
En cuanto a 2) –A es una condición necesaria pero no suficiente de B—hay que advertir que hay, por lo
menos, una categoría de sucesos que, junto con A, constituye una condición suficiente de B, de modo que un
suceso de esa categoría es un elemento necesario de B. S. Nowak la llama la categoría de los sucesos comple-
mentarios29. Por ejemplo, temer armas adecuadas es una condición necesaria para la victoria en una batalla,
pero no basta para lograr el objetivo. La condición de tener armas adecuadas se puede complementar con
condiciones como un número apropiado de soldados, la gran calidad del mando, la buena moral de las tropas,
provisiones adecuadas, etcétera. Podemos intentar averiguar cuáles de éstas y otras condiciones complemen-
tan a la condición necesaria mencionada hasta crear una condición suficiente para ganar una batalla. Pregun-
tamos si una batalla se gana siempre que un ejército tiene armas adecuadas y un número de soldados apropia-
do. La respuesta es negativa, ya que sabemos que no siempre es así. Añadimos entonces la condición de un
buen mando, añadimos otras condiciones, y quizá quitamos algunas de ellas, y así nos acercamos gradual-
mente a la afirmación del tipo: una batalla se gana siempre que se satisfacen las condiciones a1,..., an.
Puede verse fácilmente que de este modo hemos llegado a una afirmación que formula una condición a la
vez necesaria y suficiente. Esto significa que una batalla se gana si y sólo si se satisfacen las condiciones
a1,..., an. Así hemos llegado a una explicación mejor de 3).

28 La defectuosidad de muchas explicaciones causales queda demostrada en A. Malewski y J. Topolski, op. cit., págs. 133-149.
29 Crf. S. Nowak, Studia z metodologii nauk spolecznych , ed. cit., págs. 55-103.

171
Jerzy Topolski

2) también requiere algunas explicaciones. Es más complejo que los conceptos 1), 2) y 3), que, alternati-
vamente, valen para la explicación por referencia a las disposiciones o para la explicación causal. El concep-
to de condición que es necesaria en una situación dada, que tanto se acerca a las explicaciones históricas,
abarca simultáneamente los dos tipos de explicación mencionados antes. Una condición que es necesaria en
una situación dada señala tanto la estructura de un sistema (situación dada) como un factor que es, en cierto
modo, externo a ese sistema. Esto ocurre, por ejemplo, con la afirmación de que en la situación de Polonia en
el siglo XVIII (es decir, la de un estado que era débil política y económicamente y estaba rodeado por estados
cuya fuerza estaba creciendo), las tendencias agresivas de los estados vecinos fueron la causa de las particio-
nes. Es de conocimiento general que un estado no cae siempre que, ni sólo si, sus vecinos son agresivos.
Polonia cayó, cuando se convirtió en objeto de la violencia de los estados vecinos, porque como estado era
débil.
Para describir mejor la condición favorable 5) volvamos al ejemplo de las condiciones para ganar una
batalla. Al analizar las condiciones antes mencionadas en ese sentido, encontramos algunas que no clasifica-
ríamos como suficientes ni necesarias. Tener armas adecuadas puede considerarse como una condición nece-
saria (un ejército sólo puede ganar una batalla si está adecuadamente equipado, lo cual no quiere decir que, si
está adecuadamente equipado, siempre ganará); lo mismo se puede decir sobre un número apropiado de
soldados. Pero podemos tener dudas sobre si una alta calidad del mando (evidentemente, mejor que la media,
o satisfactoria), buenas provisiones, etcétera, son condiciones necesarias para ganar una batalla. Es sabido
que las batallas no sólo se han ganado cuando el mando del bando vencedor era particularmente bueno, la
moral de las tropas muy alta, o a las provisiones buenas. La influencia de esos factores (si se establece su
aparición), en la victoria de una batalla está fuera de duda, aunque podemos estar convencidos de que algu-
nas batallas se habría ganado sin ellos, de todos modos, a pesar de que la victoria adoptará una forma algo
diferente. Como puede verse, las condiciones favorables son componentes de X que no son necesarios para
que ocurra B. En una situación X, dichas condiciones pueden no existir, y aun así ocurre B, aunque de una
forma un poco distinta a la que habría tenido si se hubieran dado esas condiciones. Así, aunque no son
necesarias para la aparición de un suceso concreto como tal, sin ellas ese suceso sería algo diferente. En este
sentido, las condiciones favorables también son necesarias. Por tanto las condiciones favorables, igual que
las que son necesarias en una situación dada, están relacionadas con esa situación. En una situación diferen-
te, podrían trabajar de modo muy distinto (por ejemplo, la diversa influencias de las malas cosechas en los
ingresos de un capitalista y en los de un productor feudal).
Adviértase también que todo suceso tiene sus condiciones suficientes y necesarias. Esto significa que los
sucesos (hechos) se consideran, en esta interpretación, sólo como elementos de ciertas clases. Si aceptamos
que los hechos históricos son absolutamente únicos, no tendríamos posibilidad de relacionarlos con ninguna
condición necesaria o suficiente. Las leyes formuladas en términos estadísticos indican que no conocemos
plenamente esas condiciones, o que somos incapaces de formularlas de otro modo, a causa de la estructura de
los hechos.
Por último, surge una cuestión, en qué condiciones podemos hablar de una explicación (relativamente)
completa de un hecho histórico, o una regularidad histórica. Se deduce de lo que hemos dicho anteriormente
en este libro que una explicación así debería satisfacer al menos dos condiciones, que hay que tener en
cuenta:

1) La naturaleza subjetiva y objetiva del proceso histórico;


2) La estructura jerárquica de los hechos.

En el primer caso, lo importante es que una explicación debe abarcar las acciones humanas (guiadas por
objetivos subjetivamente fijados y el conocimiento del mundo por parte de los agentes, conocimiento basado
en el principio de razonabilidad) y los resultados, en gran medida impensados, de dichas acciones (el proceso
histórico). Así, por ejemplo, si preguntamos por qué el sistema señorial y de servidumbre se desarrolló en
Polonia en una época determinada, necesitamos una explicación en términos de procesos históricos. Tal
explicación no nos dice, sin embargo, por qué el pueblo (la clase media polaca, en el caso mencionado) actuó
como lo hizo, lo cual dio lugar al nacimiento del sistema económico relatado. Sólo la relación entre ambos

172
El proceso de explicación en la investigación histórica

tipos de explicación nos puede dar un conocimiento suficientemente amplio de la cuestión. Pero en la práctica
los investigadores se suelen conformar con un intento de explicación de uno u otro tipo, sin pretender relacio-
nar los dos tipos.
Respecto a la segunda condición, la cuestión es que las explicaciones del proceso histórico y de las accio-
nes humanas deberían tener en cuenta, del modo más pleno posible, la secuencia de regularidades, causas
primarias, y hechos que son condiciones iniciales (causas directas), es decir, las relaciones y los hechos
unidos, como ha mostrado L. Nowak, por la relación de concreción. En dicha cadena de concreciones, los
lazos más cercanos al hecho que se está explicando atañen a las estructuras más externas de los hechos,
mientras que los más lejanos del hecho atañen a las estructuras más profundas. Esto lo muestra L. Nowak 30
en una notación simbólica:

TK TK.1 ...T1 T0 P E,

Donde P representa las condiciones iniciales del teorema T°, E, la afirmación que hay que explicar (expli-
cando), Tk.1 a T1, las concreciones sucesivas de la ley idealizadora Tk, —, la relación de concreción, L, la
conjunción de calculo de frases, y ®L, la consecuencia lógica.
El hecho al que se refiere el explicando puede considerarse –como bien subraya L. Nowak—como expli-
cado sólo cuando los factores secundarios y primarios que causan su aparición están establecidos. Se puede
ver fácilmente que el modelo anterior de explicación es una ampliación sui generis del modelo de Hempel.,
consiste el especificar una secuencia de leyes del modelo de Hempel (L1, L2, ...,Ln) como una secuencia de
leyes unida por la relación de concreción. Esto, por supuesto, se relaciona con una interpretación concreta
del mudo real.

7. Explicación por indicación de las condiciones que son a la vez suficientes y necesarias

Las explicaciones completas por medio de la indicación de las condiciones que son a la vez suficientes y
necesarias son poco frecuentes en la historio-grafía31. Una de ellas, ofrecidas por J. Rutkowski (historiador
económico polaco[1886-1949] mencionado en ocasiones anteriores), merece ser mencionada como ejemplo.
Al buscar las causas del desarrollo de la economía de señorío y servidumbre en la época moderna en la región
al este del Elba, Rutkowski analizó las circunstancias que bastan para el desarrollo de las granjas señoriales
con mano de obra formada por siervos. Rechazó como posible causa la facilidad de venta del cereal, porque
“la facilidad de vender cereales no basta para que se desarrollen las granjas señoriales basadas en el trabajo
servil”32. Por las mismas razones desechó las exportaciones de cereal a países lejanos, “porque en Europa
Occidental habían existido áreas bastante grandes que exportaban cereal a centros urbanos remotos, como
Bretaña y la región de Orleans en Francia, Sicilia, Apulla y las Marcas en Italia, en las que no se desarrolló
la servidumbre”. Finalmente, también desechó la conversión de la antigua milicia feudal en tropas mercena-
rias, lo cual podía facilitar que la clase media reorganizara sus propiedades, porque “las granjas señoriales
basadas en el trabajo servil no se desarrollaron en Europa Occidental, donde tubo lugar ese cambio en la
organización del ejército33. Como puede verse, ninguna de las circunstancias mencionadas anteriormente era
suficiente, por si sola, para que se desarrollara la economía señorial y de servidumbre, ya que conocemos
situaciones en las que las mismas circunstancias existían, pero en las que no se desarrolló dicho tipo de

30 L. Nowak, Zasady marksistowskiej filozofii nauki (principios de filosofía marxista de la ciencia), Varsovia 1974, pág. 54.
31 Aquí se utilizan ejemplos y conclusiones extraídos de A. Malewski y J. Topolski op. cit., págs. 115 y ss. Esto significa la adopción de muchas ideas
propuestas por A. Malewski.
32 J. Rotkowski, Historia gospodarcza Polski, vol. I, ed. cit., pág. 125.
33 Ibídem, págs. 126-127.

173
Jerzy Topolski

sistema agrario. Como resultado de sus estudios comparativos, Rutkowski llegó a la conclusión de que sólo
la concurrencia de un buen mercado para en cereal y un agravamiento de las condiciones de servidumbre
(glebae adscriptio, restricción de los derechos del campesino sobre la tierra, y mayores prerrogativas juris-
diccionales de los propietarios de las tierras) bastó para el surgimiento de las granjas señoriales basadas en el
trabajo servil, ya que, siempre que se daban esas circunstancias, se desarrollaba este tipo de agricultura.
En el análisis de su caso, Rutkowski escribió que, mientras que la facilidad de vender el cereal más la
servidumbre bastaban para que se desarrollara la economía y de, cada uno de estos factores es necesario para
el desarrollo de tal economía. “La facilidad de vender los productos agrícolas”, escribió, “es decir una condi-
ción necesaria para el nacimiento de granjas grandes”, y añadió que “para que se desarrolle una granja
señorial basada en el trabajo servil es necesario que exista la otra de las dos condiciones mencionadas antes,
es decir, un agravamiento de las condiciones de servidumbre”34. Esto significa que si, es fácil vender grandes
cantidades de cereal, y si existe la servidumbre, se desarrolla un sistema agrario basado en granjas señoriales
que emplean mano de obra servil. En la explicación anterior, J. Rutkowski especificó las circunstancias, o las
condiciones necesarias, para que ocurriera el suceso en cuestión, es decir, el desarrollo de la economía seño-
rial y de servidumbre. También formuló la condición suficiente del suceso.
Su explicación seguía el modelo:

1) Ley: si, y sólo si, la facilidad de vender los productos agrícolas concurre con un agravamiento de la
servidumbre, se desarrolla la economía señorial y de servidumbre.
2) Condición inicial: en la época moderna, las regiones al este del Elba se caracterizaron por su facilidad
para vender productos agrícolas y por una forma agravada de servidumbre.
3) Efecto: la economía señorial y de servidumbre se desarrolló en la época moderna en las regiones al este
del Elba.
En este caso, J. Rutkowski formuló una ley por su cuenta y llevó a cabo un procedimiento que satisface
explícitamente el modelo de Hempel. Un historiador ha demostrado ser un creador de leyes, y no sólo un
usuario, cosa de la que se les acusa a menudo. La objeción, estadísticamente, es correcta, pero no tiene base
para considerarla de modo general. El caso recién analizado es una prueba excelente de que los historiadores
pueden dedicarse a formular leyes y teorías, y de que lo hacen.

8. Explicación por indicación de las condiciones suficientes

En el caso antes tratado, J. Rutkowski usó de modo explícito el término “condición suficiente”, de modo
que no hubiera duda de qué tipo de relación le interesaba. Los historiadores, a veces, no usan este término,
pero podemos imaginar que se refieren a ese tipo de relación. Se puede suponer una condición así, por
ejemplo, cuando nos encontramos con la formulación, hecha por Rutkowski, de que, para los propietarios
que atendían personalmente sus granjas, loa ingresos obtenidos por una granja señorial basada en un trabajo
servil debían ser, por lo general, mayores que los que habrían obtenido obligando a los siervos a pagar una
renta, en lugar de prestarse como mano de obra servil, y por eso (en opinión de Rutkowski), la reforma, en
Polonia en el siglo XVIII, que proponía la sustitución del trabajo servil por un arrendamiento pagado por los
ex-siervo, no alcanzó, en general, las granjas de tamaño medio. Parece, en realidad, que, cuando un grupo de
terratenientes puede sufrir pérdidas como resultado de una reforma en sus propiedades, la mayoría de sus
miembros no realiza esa reforma por propia voluntad.
Las interpretaciones de las causas como condiciones suficientes se hallan a menudo en los análisis que
critican explicaciones propuestas por otros. Así, por ejemplo, F. Bujak escribió que la servidumbre de los
campesinos no fue una causa de la caída de Polonia a finales del siglo XVIII, por que la servidumbre existía
en otros países, y si “en esos países la opresión del campesino no fue un obstáculo para su supervivencia

34 Ibídem, Págs. 125-126.

174
El proceso de explicación en la investigación histórica

política, entonces (...) no podía serlo tampoco en el caso de Polonia”35. En otras palabras, en opinión de F.
Bujak, la servidumbre de los campesinos no podía ser la causa de la caída política de Polonia, porque pode-
mos señalar otros países en los que existía la servidumbre y que sobrevivieron políticamente. La crítica de
Bujak sólo es convincente teniendo en cuenta que interpreta la causa como una condición suficiente.
Una interpretación parecida de causa la encontramos en J. Tazbir, que escribe que la capacidad y el alto
nivel intelectual de los jesuitas no fueron la razón de las reconversiones masivas de la clase media polaca al
catolicismo, porque los hermanos polacos (un grupo protestante vigente en Polonia en los siglos XVI y XVII)
también tenían dirigentes capaces y excelentes escritores, y, sin embargo, sólo les seguía un pequeño grupo
de gente. Por tanto, concluye Tazbir, las cualidades personales de los dirigentes católicos no fueron la causa
del triunfo de la Iglesia de Roma y la derrota de la Reforma en la Polonia del siglo XVII36. Otra vez aquí,
como en muchos otros casos, la conclusión sólo es correcta aceptando que se interprete la causa como condi-
ción suficiente. Para otra interpretación del término “causa”, el mismo razonamiento no sería correcto.
La explicación por medio de la indicación de las causas interpretadas como condiciones suficientes de los
sucesos en cuestión se encuentra pocas veces en los estudios históricos. Sin embargo, se puede hallar en
aquellos casos en los que se explican procesos de masas, tales como la espontánea realización de reformas
económicas por parte de un gran número de propietarios de terrenos, o la amplia difusión de una ideología.
En general, se puede decir que la explicación por indicación de las condiciones suficientes, si no va
acompañada del conocimiento sobre las condiciones necesarias, es poco convincente, ya que no señala otras
condiciones suficientes y alternativas 37.

9. Explicación por indicación de las condiciones necesarias

En el ejemplo de Rutkowski sobre las causas del desarrollo de las granjas señoriales basadas en el trabajo
servil nos encontramos también con una explicación por referencia a las condiciones necesarias. En general,
sin embargo, la determinación del papel explicativo de tales condiciones implica dificultades considerables.
Mientras que una condición suficiente, al señalar una relación positiva, proporciona siempre mucha informa-
ción sobre las relaciones en cuestión, el conocimiento de algunas de las condiciones necesarias sólo es intere-
sante para el investigador, al que proporciona información importante. Esto ocurre porque todo suceso re-
quiere un número infinito de condiciones necesarias, mientras que el número de condiciones suficientes de tal
suceso o es limitado. Así, el historiador deja de lado a limine grandes de condiciones necesarias, y sólo se
ocupa de las que están “más cercanas” al efecto que estudia. De este modo, al buscar las condiciones necesa-
rias, se acerca al descubrimiento de las condiciones suficientes. Esta situación se podía observar, en su forma
clásica, en el ejemplo de Rutkowski analizado antes. La búsqueda de las condiciones necesarias del nacimien-
to de la economía señorial y de servidumbre dio lugar al descubrimiento de la condición suficiente, que
resultó ser la conjunción de las dos condiciones necesarias (facilidad de venta del cereal y agravamiento de
las condiciones de servidumbre).
Normalmente, sin embargo, el historiador no se acerca tanto a las condiciones suficientes. En general, las
condiciones necesarias que menciona esbozan el área de rechazo de las condiciones que tienen poco, o nin-
gún, interés para su estudio. Por ejemplo, si aseguramos que el desarrollo de las ciudades fue una condición
necesaria para el nacimiento del capitalismo, no queremos decir que es una condición suficiente (ya que
sabemos que el desarrollo de las ciudades no siempre iba seguido de la aparición del capitalismo), sino que

35 F. Bujak, Przyczyny upadku Polski (causas de la caída de Polonia), páginas. 107, 110, mencionado en M. Bobrzynski, Dzieje Polski (Historia de
Polonia), volumen II, 3. Ed. cit., pág. 280.
36 J. Tazbir, Swit i zmiersch Polskiej reformacji (el amanecer y crepúsculo de la Reforma en Polonia), Varsivia, 1956, pág. 145.
37 Ver las interesantes observaciones de A. Montefiore, “Profesoor Gallie on Necessary and Sufficient Conditions”, Mind, 1956, en particular, pág. 538.
Ver también L. Gottschalk, Understanding History, Nueva York, 1950, págs. 210-211.

175
Jerzy Topolski

sólo reducimos, a la condición necesaria que es el desarrollo de las ciudades, condiciones tales como la
existencia de una división social del trabajo, la existencia de un exceso de producción, etcétera, hasta la
existencia de vida en nuestro planeta, que, después de todo, es también una condición necesaria del nacimien-
to del capitalismo. Esto queda patente en este esquema:

existencia de vida en
nuestro planeta

existencia de productos
sobrantes

existencia de la división
del trabajo

desarrollo de las ciudades

nacimiento del capitalismo

En esta cadena, cada eslabón es una condición necesaria del que le sigue. El historiador que analiza estas
cadenas causales corta cada una de ellas lo más cerca posible del suceso en cuestión. Esto muestra que la
explicación por referencia a las condiciones necesarias recuerda a la explicación genética.
Como ilustración, ofrecemos un ejemplo sacado de un estudio de E. Rostworowski, al escribir sobre la
reforma emprendida por Pawel Brzostowski en la segunda mitad del siglo XVIII, dice que “una condición
objetiva que permite que los siervos se conviertan en arrendatarios es que los campesinos debían de tener algo
que vender y debían de tener un mercado donde vender”, y que, por tanto, “los campesinos debían de tener
parcelas de terrenos más grandes de lo que necesita la manutención de una familia campesina en régimen de
servidumbre, y que sus granjas debían de estar bien provistas de herramientas y útiles”; los campesinos
“debían de tener una cantidad adecuada de mano de obra” y “estar en contacto con un mercado”38.
Al leer el texto de Rostworowski podemos suponer que, en su opinión los siervos sólo podían convertirse
en arrendatarios si los campesinos tenían algo que vender y un mercado donde venderlo, y que, por tanto, la
producción comercializable en las granjas campesinas era una condición necesaria para que los siervos se
convirtieran en campesinos. Para decirlo con más cuidado, una condición necesaria de la permanencia de las
reformas que convirtieron a los siervos en arrendatarios que los colonos pudieran pagar la renta, y para ello
debían producir una cantidad adecuada de mercancía comercializable, y tener una oportunidad de venderla.
Hemos tratado así, brevemente, la explicación por referencia a las condiciones necesarias y a las condiciones
suficientes para los sucesos en cuestión. Estas distinciones, sin embargo, no nos permiten abarcar el signifi-
cado de muchas explicaciones causales que aparecen en la investigación histórica.

38 E. Rostworowski, “Reforma pawlowska Pawla Ksawerwgo Brzostowskiego”, Przeglad Historyczny, núms. 1-2, 1953, pág. 105.

176
El proceso de explicación en la investigación histórica

10. Explicación por referencia a las condiciones necesarias en una situación dada

En la historiografía nos encontramos, con una frecuencia mucho mayor, con explicaciones que no se
ocupan ni de señalar una condición suficiente ni de señalar una condición necesaria; consiste en señalar las
circunstancias que son necesarias para la existencia de un suceso concreto, no en cualquier situación, como
en el caso de la condición necesaria, sino sólo en una situación histórica específica. Nos encontramos aquí
con una causa que se interpreta como condición necesaria en una situación dada; se llama también compo-
nente necesario de una de las condiciones suficientes alternativas. La diferencia entre este tipo de condición y
la condición necesaria es muy importante, aunque no siempre se ve. Lo mostraremos mejor con un ejemplo.
Al explicar el proceso de reunificación política de Polonia en el siglo XIII, J. Baszkiewicz39 escribió que
el desarrollo económico del país, que produjo la superación del aislamiento económico de los diversos duca-
dos y una ampliación del comercio entre ellos, era una condición necesaria de esa unificación. A primera
vista, podría parecer que se refería a lo que aquí llamamos la condición necesaria (ordinaria), y afirmaba por
tanto que la unificación política sólo tiene lugar cuando un país concreto se desarrolla económicamente. Pero
Baszkiewiez se daba perfectamente cuenta de que, aveces, los estados unificados se desarrollaban mientras
sus distintas regiones permanecían económicamente aisladas, de modo que un estado unificado puede surgir
no sólo si el desarrollo económico acaba con el aislamiento económico de las diversas provincias. En lo que
él pensaba realmente no era la afirmación de que el surgimiento de condiciones comerciales favorables es
indispensable, en cada caso, para la unificación política de un país, sino sólo que, en las condiciones que
predominaban en la Polonia del siglo XIII, el desarrollo económico era necesario para la reunificación políti-
ca del país, de modo que, si no hubiera existido ese desarrollo económico, el país no se hubiera unido. No
existe contradicción entre afirmar que, en una situación dada, un hecho específico es una condición necesaria
para que ocurra cierto suceso, y, al mismo tiempo, comprender que (en otras ocasiones) un suceso del mismo
tipo puede ocurrir, no sólo si va acompañado o precedido por dicho hecho específico. Esta relación fue
indicada por J. Rutkowski, que, al escribir sobre los violentos levantamientos campesinos en Polonia (como
el motín de 1768), sacaba al conclusión de que “la principal causa de la intensidad de esas rebeliones debía
verse en el hecho de que los antagonismos de clase inherentes al sistema agrario polaco fueron utilizados por
una potencia vecina para debilitar a Polonia y facilitar así las particiones”40. Por supuesto, es bien sabido que
los movimientos campesinos antifeudales no se desarrollan sólo por inspiración extranjera, pero, en opinión
de Rutkowski, si no hubiera existido una inspiración extranjera, en la situación dominante en la zona sudoriental
de Polonia, en el siglo XVIII, estos movimientos no habrían adquirido una dimensión tan grande. Nos encon-
tramos aquí, por tanto, con la indicación de la condición que es necesaria en una situación específica.
Y he aquí otros ejemplos, que no dejan tampoco duda sobre las intenciones de sus autores respectivos. S.
Zachorowski expuso su opinión de que el desarrollo de un sentido de solidaridad nacional era, en la situación
polaca del siglo XIII, una condición necesaria para la defensa del país contra sus enemigos, ya que, como él
escribió, “sin un sentido de solidaridad nacional Polonia no había podido surgir intacta, por no decir victorio-
sa, de todos los desastres a los que iba a hacer frente en las décadas siguientes”41
Por último, es lógico pensar que, cuando S. Arnold escribió que en Europa Occidental “la formación de
un mercado nacional (...) fue la base para los cambios en la superestructura política y para el nacimiento de
los estados centralizados”42, debía referirse a que, aunque los estados centralizados solían surgir sin un mer-
cado nacional, en las condiciones dominantes en Europa Occidental estos estados no habrían surgido sin un
mercado nacional, de modo que, en la situación existente en Europa Occidental, la formación de mercados
nacionales fue una condición necesaria para el nacimiento de los estados centralizados.

39 J. Baszkiewicz, Powstanie zjednoczonego panstwa polskiego na przelomie XIII i XIV Wieku (El surgimiento de Polonia como estado reunificado
en el paso del siglo XIII al XIV), Varsovia, 1954.
40 J. Rutkowski, Historia Gospodarcza Polski, ed. cit., pág. 264.
41 R. Grodecki y S. Zachorowski, Dzieje Polski sredniowiecznej (Historia de la Polonia medieval), vol. I, Cracovia, 1926, pág. 325.
42 S. Arnold, “Podloze gospodarczo- spoleczne polskiego Odrodzenia”, en Odrodzenie w Polsce (El Renacimiento en Polonia), vol. I, Varsovia, 1955,
página. 119.

177
Jerzy Topolski

Aquí dejamos de lado, por supuesto, la veracidad y el grado de fundamentación de las afirmaciones
hechas en los ejemplos anteriormente aducidos. En muchos casos, parasen muy discutibles, pero el tipo de
relación implícitas en esas afirmaciones no suele entrañar ninguna dificultad de interpretación.
Al analizar algunas explicaciones causales no tenemos la más ligera duda de que sus autores, a veces,
intentaban descubrir la condición suficiente, a veces, la condición necesaria, y a veces, la condición que era
necesaria en una situación dada. La terminología usada en tales explicaciones varía, pero en muchos casos
no hay duda sobre como interpretar la relación en cuestión. Podemos enredarnos en controversias sobre
cuántas veces buscan la condición suficiente los historiadores que proponen explicaciones causales, o cuán-
tas veces buscan la condición necesaria, o la condición que es necesaria en una situación dada, pero el hecho
de que plantean dichas preguntas parece indudable.

11. Explicación por referencia a las condiciones favorables

Las explicaciones que encontramos en la historiografía indican, muchas veces, como causas, las circuns-
tancias que se pueden interpretar como condiciones favorables (término sugerido por J. Pelc y A. Malewski)
en el sentido mencionado antes. Esto está muy claro en aquellos casos en los que los historiadores describen
un proceso determinado e indican muchos factores que deben explicarlo. Así, por ejemplo, S. Kieniewicz, al
explicar por qué en el período entre las particiones de Polonia (a finales del siglo XVIII) y la concesión de la
tierra a los campesinos en la parte ocupada por Rusia (1864) se intensificó la lucha campesina, escribe que
“las acciones efectuadas por los campesinos se hacían cada vez más numerosas y de alcance cada vez más
amplio, definiendo cada vez mejor sus métodos de actuación, cada vez más variado, y sus objetivos”, y añade
que “este cambio cualitativo se explica por muchas causas”. Entre estas causas enumera, por ejemplo, una
mayor explotación de los campesinos y el nacimiento de nuevos métodos de explotación, junto a los viejos,
mayores contactos de los campesinos con los mercados, con los beneficios subsiguientes para los campesi-
nos, el colapso de los mecanismos del estado a finales del siglo XVIII, el surgimiento de grupos sociales de
orientación antifeudal fuera de las áreas rurales, etcétera43. Parece que la intención de Kieniewicz no era
asegurar que, siempre que ocurría algunas de estas circunstancias, se intensifica la lucha de los campesinos
contra sus señores; tampoco afirmaba que la lucha de los campesinos sólo se intensificaba si existía alguna
de estas circunstancias; tampoco decía, por último, que si alguna de estas circunstancias no se habría inten-
sificado la lucha de los campesinos, en la situación dominante en la Polonia del siglo XIX. Parece que la
relación entre algunas de estas circunstancias (considera como causas) y el efectos debe interpretarse de un
modo más libre. El aumento de la explotación, el colapso del mecanismo estatal, la intensificación de las
actividades mercantiles, la mayor fuerza de los posibles aliados, todo esto pudo animar a los campesinos a
alzarse contra sus señores, pero es bien sabido que tales situaciones provocan reacciones diferentes. Por
tanto, una de las interpretaciones posibles de la relación que investigamos sería suponer que nos encontramos
ante condiciones que eran favorables a la aparición de un suceso concreto.
Dichas explicaciones, que se pueden considerar como la enumeración de las muchas circunstancias que,
en opinión de un investigador concreto, pudieron influir en la existencia de un suceso específico, se encuen-
tran muy a menudo. Así, Baszkiewicz, al explicar por qué algunos señores feudales polacos apoyaron la
reunificación política a fines del siglo XIII, indica muchos factores que pudieron favorecer la unificación y
muchos que pudieron funcionar como obstáculos para la unificación. Entre los primeros menciona los lazos
de muchos señores seculares con el príncipe que tomó las riendas de la reunificación, la dispersión de las
propiedades de muchos señores feudales por los diversos ducados, lo cual dificultaba su gobierno, los peli-
gros externos y un determinado factor psicológico: el de la esperanza de que en un estado unificado los
señores feudales encontrarían más facilidades para explotar a los campesinos. Aquí, de nuevo, parece que
Baszkiewicz no quiere decir que una de estas circunstancias fuera suficiente, ni siquiera necesaria, en la
situación concreta, para que los señores feudales apoyaran la reunificación. Podemos suponer que quiere

43 S. Kieniewicz, “Problem Rewolucji agrarnej w Polsce okresie ksztaltowania cie ukladu Kapitalistycznego” (El problema de la revolución agraria
en Polonia en la época de formación del sistema capitalista), en Z epoki Mickiewicza (La época de Adam Mickiewicz), Wroclaw, 1956, págs. 3-4.

178
El proceso de explicación en la investigación histórica

enumerar las circunstancias que, en cierto modo, pudieron influir en el efecto en cuestión, es decir, enumerar
las condiciones que podemos llamar favorables.

12. Búsqueda de factores perturbadoras

Al revisar el trabajo de A. Malewski y J. Topolski, J. Giedimin prestó atención, correctamente, al hecho


de que valdría la pena diferenciar las explicaciones en las que los historiadores intentan descubrir por qué no
ocurrió un suceso B, aunque había ocurrido un suceso A, que suele ir seguido de B44. En estos casos, un
historiador se ocupa de la causa de que B no ocurriera, es decir, quiere indicar los factores que, en terminolo-
gía metodológica, se llamadas perturbadoras (ver capítulo XI). Giedimin sostenía la opinión de que, en
muchos casos, el procedimiento recuerda al del descubrimiento de las condiciones favorables. Podemos estar
de acuerdo con ello y aceptar que una condición favorable es un contrario sui generis de un factor perturba-
dor. Es evidente que cada una de estas condiciones favorables o perturbadoras tiene su fundamento en una
ley general que refleja una regularidad concreta. Si decimos que a favorecía la aparición de b, lo hacemos
sólo por que sabemos, por otro lado, que los sucesos del tipo A (entre ellos a) favorecían (siempre o normal-
mente) la aparición de sucesos del tipo B (entre ellos b).
Si un suceso A no ocurrió, a pesar de que debería haber ocurrido, según las regularidades que conocemos,
esto significa que la influencia de alguna otra regularidad debe de haber sido más fuerte. Esto no quiere decir
que las regularidades que debían haber causado A dejarán de funcionar; simplemente, no se manifestaron en
el caso en cuestión.
He aquí un ejemplo de la referencia a los factores perturbadores. “se puede destacar que, de acuerdo con
los principios de la economía política, deductiva, la derogación de las Leyes de cereal debe de haber tendido
a producir una constante caída del precio del trigo en Inglaterra. Pero esa caída no ocurrió inmediatamente.
La explicación de la aparente discrepancia se debe encontrar en la interferencia de circunstancias tales como
el fracaso de la cosecha de patatas, la guerra de Crimea y, especialmente, la depreciación del oro, que contri-
buyó a mantener los precios hasta 1862, a pesar del comercio libre”45.

13. Explicación por referencia a las causas más directas y menos directas

Al buscar las causas de un suceso los historiadores no siempre señalan las circunstancias que están direc-
tamente relacionadas con él. Muchas veces mencionan circunstancias cuya relación con el suceso en cuestión
es sólo indirecta. Esto se puede ver mejor en el siguiente esquema:

A
B Y
E X
C Z
F
D

44 Studia Zrodloznawcze, vol. VII, 1962, págs. 145-146.


45 Citado de J. Keynes, The scope and Method of Political Economi, en O. Lange, Political Economi, vol. I, pág. 127.

179
Jerzy Topolski

Como ejemplo, trataremos algunas explicaciones del desarrollo de la economía señorial y de servidumbre
en el este del Elba en el siglo XVI.
Como hemos mencionado anteriormente, J. Rutkowski escribió que la concurrencia de la facilidad de
vender cereales y de la servidumbre era, al mismo tiempo, condiciones suficientes y necesarias para que se
desarrollara el sistema de señores y siervos46.
W. Rusinski escribió que “aunque no subestimamos en absoluto la influencia de otros factores en el
nacimiento de las granjas señoriales basadas en el trabajo servil, tenemos que afirmar que dos factores fueron
decisivos para el nacimiento de tales granjas. Uno de ellos fue el buen mercado para los productos agrícolas
en Europa occidental, y el segundo fue la decisiva influencia en la política y la libertad en el trato con los
campesinos que la clase media había obtenido en Europa oriental”.
B. Zientara escribió recientemente que, “la principal causa del nacimiento del sistema señorial y de servi-
dumbre en el este del Elba hay que verlo en el equilibrio de fuerzas de clase existente. Los mercados extran-
jeros, que ofrecían condiciones favorables a la clase media, y la consiguiente expansión del capital de Europa
Occidental, sólo ayudaron a convertir en realidad para la clase media la oportunidad de someter a los campe-
sinos”. Al hablar del equilibrio de las fuerzas de clase, Zientara se refería a la situación caracterizada, sobre
todo, por la debilidad de las ciudades.
Estas explicaciones se pueden ver en el siguiente esquema:

Se puede ver fácilmente que el primero de los autores antes mencionado explica el nacimiento del sistema
señorial y de servidumbre por las circunstancias llamadas A y B en este esquema; el segundo mencionado B y
C como factores decisivos, mientras que el tercero se refiere a D como la causa principal.

14. Explicación genética y descripción genética

Uno de los tipos de explicación en la investigación histórica, mencionados anteriormente, es la explica-


ción genética, en cuyo caso nos ocupamos de una respuesta a una pregunta “cómo” y no a una pregunta “por
qué”. Algunos autores, que se oponen a la opinión de que el modelo hipotético –deductivo de explicación es
muy usado en la historiografía, aseguran que la explicación genética es el tipo fundamental (W. B. Gallie) o
uno de los tipos (W. Dray)47 de la explicación histórica, especialmente en lo que respecta a hechos simples, y
por tanto, también a las acciones emprendidas por los individuos. Afirman que, para explicar tales hechos,
basta con dar una secuencia ininterrumpida de sucesos, reconstruida a partir de las fuentes, cosa que—
aseguran –los historiadores suelen hacer. Estas opiniones van a proporcionar también uno de los fundamen-

46 J. Rutkowski op. cit., pág. 127.


47W. Dray, op. cit., págs. 156 y ss.

180
El proceso de explicación en la investigación histórica

tos teóricos para la explicación de las acciones emprendidas por individuos por medio del método de la
empatía: una secuencia de interacciones y reacciones, conocidas de nosotros por nuestra experiencia interna,
se compara con la secuencia observada en las fuentes (por supuesto, con algunos enlace perdidos) y relacio-
nada con otra persona; llenamos entonces esos enlaces perdidos, sin ninguna referencia, supuestamente, a
las leyes48.
W. Dray (y también A. Donagan y otros) incluso piensa que este es el modo adecuado de explicar los
sucesos, ya que ofrece una explicación completa49.
El mecanismo de explicación genética se suele interpretar de modo que cada hecho en la descripción de la
serie de hechos que se siguen cronológicamente uno tras otro es una condición necesaria de la existencia del
siguiente hecho en la serie (W. Gallie, E. Nagel). W. Dray es el único autor que excluye la explicación en
términos de condiciones necesarias; asegura que contestamos a la pregunta “¿cómo ocurrió?” indicando (por
referencia a la secuencia de sucesos) que no podía haber sido de otro modo50.
Parece que deberíamos distinguir dos tipos de la llamada explicación genética en historiografía. El pri-
mer tipo consistiría en explicar un hecho (un suceso), indicando como llego a ocurrir ese hecho, es decir,
enumerando sus estadios de desarrollo sucesivos. Esto da lugar a una secuencia del tipo F1®2®3(F4®..®n
(donde Fn representa el hecho que hay que explicar genéticamente).
En esta secuencia, cada hecho sucesivo se considera una condición necesaria del siguiente; se supone, por
tanto, que un hecho posterior no habría ocurrido sin la existencia del precedente.
He aquí un fragmento de un libro de W. Tokarz que explica como tomaron Varsovia los rebeldes en abril
de 1794.
“(...) tras la retirada de Igelstrom, los rusos se defendieron en las calles Miodowa hasta las cinco de la
tarde. Su resistencia, larga y extremadamente tenaz, incluso desvió la atención de los polacos del hecho de
que grupos desperdigados de rusos estaban retirándose del Palacio Nacional, e hicieron la tarea más fácil
para estos últimos. La resistencia rusa se centró en dos focos: en el Palacio Zaluski, que fue tomado alrede-
dor de las cinco de la tarde, y en el monasterio de los capuchinos, que fue asaltado una o dos horas antes”.
De mismo modo, cuando los estadios sucesivos de una ciudad o de una batalla, contestaremos a las
preguntas “¿cómo ocurrió el desarrollo de la ciudad X?”, “¿cómo fue que el ejército A venció y el ejército B
fue derrotado?”, etcétera. Estas preguntas son importantes, pero no pueden sustituir a las preguntas “¿ por
qué se desarrolló la ciudad X?”, “¿por qué ganó el ejército A?”, esto se debe a que las primeras son preguntas
factográficas, que se pueden ajustar al modelo “¿qué fue?”, y no preguntas explicativas: “¿por qué fue así?”.
En otras palabras, este tipo de explicación genética debe incluirse en el proceso de descripción (estableci-
miento) de los hechos, reservándole la categoría de descripción genética, es decir, una descripción de los
hechos unidos por una relación de condición necesaria. Proporcionar estas descripciones en una de las prin-
cipales tareas de la sintetización en historiografía (cfr. capítulo XXII), y da como resultado un caso concreto
de narración histórica.
En segundo tipo de explicación genética tal como lo hemos diferenciado antes, consiste en que un histo-
riador que ha establecido una secuencia de sucesos intenta llenar las lagunas existentes en ella:

F1( F2(... ®n ®Fn+ ®.. ( Fn(x

Este es prácticamente, in fragmento del primer tipo, pero en aquél, el historiador se interesaba por el
último hecho de la secuencia, el hecho al que subordinaba la descripción, mientras que aquí la cuestión
puede ser la misma, pero el historiador no tiene que responder antes a preguntas del tipo: “¿qué pudo ocurrir

48Sobre esta cuestión, ver mi reseña de “Studia z metodologii nauk spolekznych”, de S. Nowak, que apareció en Studia Filozoficzne, núm. 6, 1965.
49Cfr. W. Dray op. cit., págs. 66 y ss. Su ejemplo, presentado en las páginas 70-71, no corrobora en absoluto su opinión.
50W. Dray, The Philosiphy of History, Nueva York, 1964, págs. 18-19. Ver también su “Explanatory Narrative in History” Philosophical Quarterly,
vol. IV, número 14, enero de 1954, págs. 15-27. Cfr. su Laws and Explanation in History, páginas 66 y ss., y 158 y ss.

181
Jerzy Topolski

tras el enésimo hecho?” o “¿qué hecho pudo preceder al enésimo?”. Así, en la secuencia anterior el historia-
dor tiene que establecer los siguientes hechos: F3 hasta Fn-1, y inclusive Fn+ hasta Fn+-1, inclusive.
Llenar las lagunas consiste en:
1) Referirse a una ley que afirme que un hecho de un tipo Fn va seguido, siempre o normalmente, de
un hecho del tipo Fn+, o que un hecho del tipo Fn es necesario para la ocurrencia de un hecho del tipo
Fn-(en el caso de prognosis);
2) Referirse a una ley que afirme que para que ocurra un hecho del tipo Fn es necesario que primero
ocurra un hecho del tipo Fn-1, o referirse a la condición necesaria que establece que, normalmente,
Fn no ocurre sin Fn -;
3) Comparar los enlaces conocidos más cercanos en la serie, y referirse a la ley que afirme que el
camino de Fn a Fn+x conduce, siempre o normalmente, a través de Fn++x(1). Se puede ver fácilmen-
te que esto lleva a contestar la pregunta factográfica “¿qué fue?”. Al revés que en el primer tipo de
explicación genética, además de la indicación de la secuencia de los hechos destinados a mostrar
como llegó a ocurrir el último suceso de la secuencia, aquí también es importante establecer hechos
sobre los que no hay datos en las fuentes, es decir, establecer los hechos de modo indirecto. Este
rellenar algunas es útil para el historiador, especialmente, respecto a la construcción de un cuadro
total de un trozo determinado del pasado.
Una confusión fundamental es llamar a la explicación genética la forma fundamental, o una de las formas
fundamentales de explicación en la investigación histórica, ya que esto confunde el hecho de que las narra-
ciones históricas se construyen, en gran medida, para describir adecuadamente secuencias ordenadas de
hechos, lo cual origina la naturaleza genética de esa narración, con la explicación causal como tal. Como se
deduce de los numerosos ejemplos mencionados, los historiadores suelen darse cuenta de la diferencia entre
explicación causal y narración genética. Los resultados de la explicación causal se incluyen, muchas veces,
en las narraciones históricas: por ejemplo, un historiador, en primer lugar, establece las causas del nacimien-
to de las granjas señoriales basadas en trabajo servil, y después procede a describir el desarrollo de ese tipo
de agricultura en Polonia, en forma de narración genética. Así indica primero la facilidad de vender (expor-
tar) cereales y la situación en el terreno de la mano de obra, y después trata las secuencias de esos hechos.
Sólo la ignorancia de los problemas reales en la investigación histórica puede explicar la aceptación de una
descripción genética como equivalente de una explicación causal. La explicación causal, aunque no se mani-
fieste de otros modos, está, implícitamente, en las descripciones de las secuencias genéticas propuestas por
los historiadores.
Por tanto, el problema de la explicación genética no existe como cuestión aparte de la explicación causal
en la investigación histórica. Podemos hablar sólo de descripciones genéticas o explicaciones genéticas, sin
añadir que está implicada la explicación causal. Aquí no incluimos los casos, anteriormente analizados en los
que una persona que pregunta el origen de algunos sucesos quiere recibir una explicación causal. La descrip-
ción genética está relacionada con la formulación de síntesis en la historiografía.

182
en Metodología de la historia, Capítulo XXII, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Construcción y síntesis

1 Pregunta de investigación básicas y secundarias

Hay que distinguir el establecimiento de los hechos y la explicación causal de la construcción del texto, es
decir la formulación de respuestas a las preguntas básicas de la investigación, en este último proceso, las
explicaciones y las afirmaciones sobre los hechos establecidos se usan como elementos estructurales como
los que se construye el edificio que es la respuesta a una pregunta concreta de investigación. La pregunta
básica de investigación, diferente de las secundarias o derivadas, es aquella a la que están en cierto modo,
subordinadas todas las otras preguntas planteadas durante una determinada labor investigadora. En un caso
concreto, puede haber más de una pregunta básica, la principal entre ellas es la pregunta incluida en la
formación del titulo (final o de trabajo) del estudio. No es necesario, y es raro que dicho titulo vaya segundo
de un signo de interrogación, en la mayoría de los casos el titulo es sólo E Age de Lonis XIV (Voltaire). Der
Actuzelante Bruinaire des Lottis Bonaparte (Marx) o la Cité Antique (Foustel de Coulanges), etcétera, por
que cada uno de esos títulos se puede convertir en una eración interrogativa (factográfica o explicativa).
Respecto a la formulación de una respuesta a la pregunta básica, el primer paso consiste en dividir esa
pregunta en otras derivadas, de modo que las respuestas a estas ultimas, al reunirse, proporcionen una res-
puesta a la primera. Esta división de la pregunta básica en derivadas no es más que hacer el plan de investi-
gación. En un principio, este plan es muy general y de naturaleza muy hipotética. Sólo se transforma en el
curso de la investigación, de modo que se puedan modificar no sólo las preguntas derivadas, sino incluso la
básica. El siguiente esquema muestra de manera simplificada el proceso:

División de la
Pregunta Resolución Transforma-
pregunta Respuesta
básica de datos ción del plan
básica = plan
de trabajo

183
Jerzy Topolski

la construcción del texto comienza en el momento en que se emprende la labor de investigación, es decir,
en el momento de la formulación de las preguntas que forman un sistema más o menos coherente destinado a
proporcionar una respuesta a la pregunta básica . El proceso de establecimiento de los hechos y propuesta de
explicaciones causales no se puede separar, en la práctica, de la construcción del texto. Todas las soluciones
separadas son simplificaciones necesarias de un análisis metodológico.

2. Construcciones simples y sintéticas

La división de la pregunta básica en sistemas de preguntas derivadas, y, por tanto, la formulación de


respuestas parciales a la pregunta básica, destinadas a conseguir una respuesta amplia, se puede realizar de
varias formas. De cualquier modo, podemos hacer una distinción entre construcciones simples y sintéticas.
En el caso de las construcciones simples, el agrupamiento de respuestas parciales (y por tanto, general-
mente, el agrupamiento de las preguntas parciales) se determina, de forma satisfactoria, según de las pregun-
tas cronológico, territorial y objetivo, que se usan en diferentes construcciones y en grado variable. En algu-
nas obras, es el criterio cronológico el que juega el papel fundamental; en otras, es el territorial o el objetivo.
Según el criterio adoptado como principal, los restantes juegan un papal auxiliar. En la mayoría de los casos,
de acuerdo con una característica esenciales de la investigación histórica, el criterio cronológico se considera
como principal, y las divisiones basadas en el criterio territorial y objetivo se realizan dentro del marco
cronológico. Este es el caso de la Historia Polski (Historia de Polonia), patrocinada por el Instituto de Histo-
ria de la Academia Polaca de las Ciencia. El criterio territorial se encuentra muchas veces en los estudios que
se limitan a un marco cronológico estrecho; lo mismo ocurre con el criterio objetivo, que además es muy
usado en los estudios sobre la historia de la cultura material.
Respecto a las construcciones simples, esos criterios se interpretan formalmente. Esto significa que las
divisiones cronológicas se basan en un principio formal; lo mismo ocurre con las unidades territoriales, y
también, aunque de forma más complicada, con los elementos objetivos. Por ejemplo, las respuestas se for-
mulan de modo que los datos se agrupan por siglos, por unidades territoriales formales (por ejemplo, distritos
administrativos) y por clasificaciones subjetivas aceptadas.
Es evidente que, en la practica, no encontramos construcciones puras de este tipo. Cada una incluye
elementos de un acercamiento sintético, ya que el conocimiento basado en fuentes no se puede separar total-
mente del no basado en fuentes1.
Las construcciones sintéticas, por tanto, son características de la investigación histórica. Pero, siempre
que la construcción del texto se determina por los criterios mencionados, interpretados, formalmente (lo cual
puede ser también una manifestación de un programa de investigación objetiva, es decir, investigación en la
que el punto de vista del autor no se rige por ningún sistema de valores), tenemos que hablar más bien de
construcciones simples, y reservar el término ¨construcciones sintéticas¨ para los resultados de las investiga-
ciones conscientemente guiadas por un sistema de opinión específico.
Una construcción sintética por tanto es un modo de formular una respuesta a la pregunta básica de inves-
tigación, una respuesta en la que se usan los criterios cronológico, territorial y objetivo, pero de modo que
depende de una visión concreta del pasado, que, como sabemos, es el componente más importante del cono-
cimiento no basado en fuentes de un historiador. El valor de una construcción sintética determinada depende
del valor de ese conocimiento; de aquí que no podamos decir de antemano que toda construcción sintética es
más valiosa que una simple, ya que ésta, es el peor de los casos, proporciona una cantidad determinada de
datos, mientras que una construcción sintética errónea puede ofrecer una respuesta completamente deforma-

1. Esta es una manifestación del principio general, subravado por Karl Marx, de que ‘no hay historia sin teoría’. La comprensión de esto se ha hecho
universal, y el principio es subrayado por todos los teóricos y todos los historiadores que se ocupan de cuestiones teóricas. Cfr. R. Aron, “Las teorías
y los hechos están unidos de tal modo que sería vano el intento de separarnos rigurosamente”, en Evidence and Inference in History, D. Lerner ( ed.
), Glencoe, 1959, pagina 19 ; W. H. Costes, “Relativism and the Use of Hypoteses in History”, The Journal of Modern History, vol. XXI ,núm. 1, 1949,
pág, 26; J. Adamus, O. Kierunkach Polskiej. Mysli historycznej, Lódz, 1964, págs 42-43. El problema fue tratado de modo más amplio en relación
con el análisis del conocimiento no basado en fuentes.

184
Construcción y síntesis

da a la pregunta básica de investigación. No queremos referirnos con esto a las construcciones que pasan
deliberadamente en silencio sobre los hechos inconvenientes o incluso deforman los datos, ni nos referimos al
pobre periodismo histórico y a los libros populares leídos de buena gana por el gran público, y que se
aprovechan de la falta de conocimiento del lector y de la corriente de sentido común (en el peor sentido del
término) que, como mucho, sirve para condensar los mitos y estereotipos populares sobre el pasado.
El problema de las construcciones sintéticas nos lleva al vasto terreno de las discusiones sobre la síntesis
de la historia de la nación de cada uno, que se encuentran, probablemente, en la historiografía de todos los
países, y también a las viejas discusiones sobre los diversos acercamientos que intentan sintetizar la historia
universal. Esto abarca también las discusiones sobre los criterios de síntesis en las distintas disciplinas histó-
ricas.

3. El problema de la síntesis de la investigación histórica

Las síntesis históricas pueden ser muy distintas de naturaleza, y así nos proporcionan respuestas de reca-
pitulación muy variadas a las respectivas preguntas de investigación. Es normal que las respuestas a las
preguntas detalladas (derivadas) se parezcan en síntesis diferentes, pero las respuestas de recapitulación
difieren entre sí. Esto se debe a que casi nadie pone en cuestión hechos fundamentales, sino que combinan
esos hechos en series genéticas de varios modos, y los ve unidos por varias relaciones causales. Como se ha
dicho, en última instancia esto se relaciona con el sistema de valores que representa un historiador concreto.
La cuestión volverá a ser tratada más tarde.
De las muchas síntesis distintas de la historia de las diversas naciones, señalamos, por ejemplo, las histo-
rias conservadoras o laboristas de Inglaterra, las diversas interpretaciones sintetizadoras de la revolución
Francesa, las síntesis de historia polaca presentadas por Lelewel y Szujski, respectivamente, y las síntesis
basadas en la teoría del materialismo histórico, o las que, en mayor o menor grado, se oponen a esta corrien-
te. Incluso aunque los historiadores compartan el mismo sistema de valores, las diferencias en sus conoci-
mientos no basados en fuentes hacen que sus construcciones sintéticas no coincidan plenamente. Pero eso es
un fenómeno normal, que acerca entre sí a las diversas posturas. Y no es una peculiaridad de la investigación
histórica, o de las humanidades, o de las ciencias sociales en general; hasta en la ciencia natural encontramos
que la visión sintética de hechos específicos difiere, a menudo, señaladamente, de un investigador a otro.
La historia de la síntesis de la historia universal es muy interesante2. La historiografía *filosófica* en la
época de la ilustración aportó opiniones enteramente nuevas, en comparación con las síntesis anteriores, y no
sólo las que seguían el ejemplo de Bossuet. El famoso dicho de Voltaire de que las compuertas de un canal
que une dos mares, una pintura de Poussin, una tragedia maravillosamente escrita, o una verdad recientemen-
te descubierta, son muchos más valiosas que los informes de la corte y las historias de batallas, señaló un
corte entre las síntesis unilaterales basadas en la historia política o inspiradas en la biblia.
En cuanto a las disciplinas históricas especializadas, las propuestas de J. Rutkowski sobre las síntesis en
la historia económicas han alcanzado gran renombre3. Rutkowki sugirió que la división de los ingresos se
considera como la cuestión básica en la historia económica, lo cual podía producir un acercamiento sintético
a toda la historia socio-económica. W. Kula sustituiría la división de los ingresos por el problema de los
niveles de vida, que permitiría a los historiadores relacionar mejor las diversas cuestiones en la historia
socio-económica. Este autor es de la opinión de que podemos realizar síntesis más coherentes si analizamos,
en cada época, la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es decir, sí aceptamos
el papel dinámico de las contradicciones en la historia. Estos problemas, como el problema general de los

2. Cfr. M. H. Seresjski, Koncepcja History Powszechnej Joachima Lelewela, Varsovia, 1958.


3. Hizo varias afirmaciones sobre el asunto ( a partir de 1925 ); cfr. su Historia gospodareza Polski, vol. I Poznan, 1946, págs. 15-20 Su idea fue criticada
por W. Kula en Problemy i metody historii gospodarczej, pags. 195 y ss. Ver también J. Topolski, “O zagadnieniu sintezy W historii gospodarczej”
( El problema de la síntesis en la historia económica ), Roczniki Dziejow Spolecznych i Gospodarczych, Vol. XXVI, Poznan, 1965, págs. 260-265.

185
Jerzy Topolski

supuestos que yacen bajo los diversos tipos de síntesis, son muy discutibles. Además, caen fuera del terreno
de este libro.
Desde el punto de vista de nuestras necesidades, tenemos que distinguir tres tipos fundamentales de sínte-
sis; son:

1) Síntesis estructurales;
2) Síntesis genéticas;
3) Síntesis dialécticas;

Las síntesis estructurales se caracterizan por el dominio de la estructura de un sistema dado, es decir, las
relaciones especificas entre sus elementos. Los autores de esta síntesis se interesan, sobre todo, por la repro-
ducción de ciertos modos estructurales en su forma intacta, y, por tanto, formulan con ese espíritu sus res-
puestas a las preguntas de investigación básicas. Como ejemplo de síntesis estructural podemos mencionar la
conocida obra de F. Braudel sobre Felipe II y la cuenca del mediterráneo (1946).
Muchos estudios sobre la historia de la cultura material resultan ser síntesis estructurales. El entorno
geográfico es también el factor que funciona muchas veces como lazo estructural. Las síntesis estructurales,
en su forma pura, son características de la sociología, más que de la investigación histórica.
Si una síntesis está dominada por el intento del autor de perturbar lo menos posible las secuencias
cronológicas (causales), nos encontramos con una síntesis genética. Este tipo de síntesis, que es la principal
manifestación del método genético en la investigación histórica, dominó durante mucho tiempo. En dichas
síntesis, el acento no se pone sólo en la secuencia simple de sucesos –lo cual era típico de los anteriores pasos
de esa corriente de la historia–, sino, sobre todo, en la indicación de los lazos causales. El hecho de que estas
síntesis eran incompletas, durante mucho tiempo, fue notado sólo en la literatura polaca de la materia por J.
Rutkowski, que escribió; en relación con la historia económica: “ Los intentos de acercamiento sintético a la
historia económica pueden ir en varias direcciones. A primera vista, el acercamiento causal es el método más
simple y más apropiado: mientras que los estudios analíticos darían lugar a las simples afirmaciones de que
ciertos sucesos tuvieron lugar en un territorio concreto y en un momento concreto, los estudios sintéticos
buscarían explicaciones causales del origen de esos hechos” Aseguraba que, en los estudios monográficos,
dedicado cada uno a un solo problema, podemos llegar, quizá, de este modo, a construcciones homogéneas;
sin embargo, ese método no es el caso de interpretaciones de “todos más amplios” (es decir, sistemas). Si
queremos llegar a construcciones homogéneas en tales casos, tenemos, como él escribió “que establecer la
existencia de un solo factor que condiciona totalmente todos los elementos”4.
El camino indicado por Rutkowski puede referirse a la síntesis estructurales o a las dialécticas. El propio
Rutkowski se inclinaba hacia este último tipo. Pensaba que las teorías que atribuyen la mayor importancia al
entorno geográfico o a la raza no pueden aceptarse como soluciones correctas. Aunque no dijo que esas
teorías indicaban factores que están, como si dijéramos, fuera de la actitud humana (factores naturales ); y,
por tanto, no mostraban cómo se mueve un sistema dado y cómo tiene lugar el desarrollo (a pesar de que, en
cierto, pudieran suponer un movimiento de los sistemas), su postura nos lleva a esta conclusión.
Las síntesis dialécticas son las que unen el aspecto de secuencias genéticas con el de estructura, es decir,
las que muestran las secuencias genéticas sin romper las estructuras. Los tres tipos de estructuras podrían
verse en esta metáfora: supongamos que el sistema que investigamos es una telaraña. Podemos mostrar,
enrollándola en un ovillo, cómo se hiló, es decir, cómo se alargó cada vez más el hilo. Esto muestra el
procedimiento usado en la formulación de una síntesis genética. Al hacer una síntesis estructural, tendríamos
que indicar la forma de la telaraña, dibujándola o fotografiándola en un paso determinado de su formación.
Si consiguiéramos demostrar, por ejemplo, filmando el proceso de hilado, cómo cambia la tela araña, de ser
un solo hilo a un objeto cada vez más complejo esto mostraría que busca la síntesis dialéctica.

4. J. Rutkowski, op. Cit., págs. 15-16.

186
Construcción y síntesis

En la historiografía actual el tipo más importante de síntesis dialéctica es el que se basa en la teoría del
materialismo histórico. Esto ha sido admitido por J. Rutkowski, que escribió que dicha teoría puede ser la
base para un acercamiento sintético a toda la historia humana, aunque la historia económica y los fenómenos
incluidos en la base económica deberían ser descritos, en su opinión, por algún método especial de construc-
ción sintética, como hemos mencionado anteriormente.
H. I. Marrou señaló la necesidad de ir más allá de las síntesis estructurales corrientes; hacía una distin-
ción entre las estructuras estáticas y las dinámicas, pero, en su interpretación, estas últimas eran más bien
síntesis estructurales mejoradas, y no síntesis dialécticas, que explican el proceso de desarrollo.
Al hablar de los problemas de las síntesis hay que subrayar las consideraciones de S. Ossowski sobre el
concepto en las ciencias sociales. Señaló el hecho de que la imagen del mundo, tal como la fabrica el investi-
gador, está condicionada por las características de su objeto de estudio y sus propias disposiciones. Estas
últimas “recuerdan las diferencias entre los diversos prismas, a través de los cuales miramos los objetos y
vemos sus colores y formas y no recuerdan a la retina, que es una condición indispensable de toda percepción
de colores y formas”.5 Aquí llegamos otra vez al concepto no basado en fuentes, ya que los instrumentos
ópticos a través de los cuales vemos los hechos configuran esa imagen del mundo que tenemos en nuestras
mentes y que modificamos gradualmente.

4. La periodización en la historia

En todas las construcciones históricas, excepto en las que se ocupan de sistemas estáticos, o de cortos
periodos de tiempo, o de sistemas que cambian poco en el curso del tiempo, el problema de una división
cronológica de la pregunta básica de investigación , es decir, el problema de la periodización, se convierte en
algo crucial.
No es una coincidencia que la división del pasado en periodos haya sido materia de tantas controversias:
el criterio cronológico adoptado por un historiador está determinado por la totalidad de sus opiniones sobre el
pasado, es decir, su conocimiento no basado en fuentes, que le guía en su construcción de la síntesis.
El acercamiento del historiador a la división de un fragmento concreto del pasado en períodos más cortos
depende de si intenta encontrar construcciones simples o sintéticas. En el primer caso, puede conformarse
con una periodización formal, que W. Kula llama convencional6, mientras que en el segundo caso intenta
descubrir los periodos cuya diferenciación se basa en el proceso histórico. A estas periodizaciones, W. Kula
las llama objetivas.
Es difícil decidir de antemano qué periodización es mejor. Una periodización objetiva basada en una
imagen errónea del pasado puede dificultar la reconstrucción del proceso histórico mucho más que una con-
vencional.
A. Kula tiene razón al afirmar que los manuales tradicionales sobre metodología de la historia se ocupa-
ban muy poco de los problemas de la periodización. Esto era una muestra del acercamiento idiográfíco de los
autores o una manifestación del evolucionismo genético, es decir, un acercamiento que impide que la gente
vea que los sistemas sufren constantes transformaciones y se convierte en sistemas nuevos, y por tanto en
cualidades nuevas (en este sentido, ver, por ejemplo, E. Bernheim). Si nos damos cuenta de que una buena
peridización nos puede ayudar a comprender los cambios esenciales en los sistemas que estudiamos, esto
pone de relieve la importancia del problema de la periodización.

5. S. Ossowski, O osobliwosciach nauk spolecznych, ed. Cit., cap. III, pág. 117.
6. W. Kula, op. Cit., pág. 173.

187
Jerzy Topolski

Las frecuentes discusiones sobre la periodización7 son, en realidad, las discusiones básicas sobre los
métodos de reconstrucción del proceso histórico. El progreso en el acercamiento a la periodización reflejaba
el progreso en el acercamiento a la periodización reflejaba el progreso en la investigación histórica. No nos
ocuparemos aquí de las periodizaciones convencionales, que, después de todo, pueden ser muchas veces
útiles si se consideran como auxiliares, pero no presentan problemas interesantes; señalaremos ciertos tipos
de periodizaciones objetivas. Estos tipos dependen de la visión del pasado que represente un autor concreto.
En general, podemos distinguir los siguientes tipos de periodizaciones objetivas:

1) Periodizaciones cíclicas;
2) Periodizaciones direccionales;
3) Periodizaciones irregulares.

Las periodizaciones cíclicas suelen referirse a largos períodos y a la historia de unidades territoriales
grandes. Sin embargo, se pueden aplicar a períodos bastante cortos, si hay fluctoaciones cíclicas ( de precios,
producción, etcétera ) que sirvan como base para la división en períodos. En estos casos estas periodizaciones
pueden reflejar el curso real de ciertos sucesos o procesos. Pero en un aspecto más amplio, las periodizaciones
cíclicas se suelen relacionar con ideas que encontramos difíciles de aceptar.
Un ejemplo de periodización cíclica lo ofrece, por ejemplo, la obra de E. Huntington, que veía cómo la
evolución de la humanidad seguía una sinusoide8. En la literatura polaca de la materia podemos señalar un
libro de S. Kurowski, que aseguraba que el crecimiento en el curso de un milenio seguía ciclos logísticos
sucesivos (cfr.los anteriores comentarios en esta obra sobre la curva logística)9 . “Las ideas sostenidas por
Ibn. Khaldun, G. B. Vico, O. Spengler, P. Lacombe ( procesos dicotómicos, movimiento pendular) y la idea
del eterno retorno, conocida desde la antigüedad, pertenecen a este grupo10. El acercamiento cíclico al proce-
so histórico se suele combinar con el direccional, dando lugar, así a una visión espiral del pasado (cfr. Saimt-
Simon, K. Kelles-Kraus ).
Las periodizaciones direccionales son típicas de las opiniones que ven un límite (como el juicio final
cristiano) al que se acerca la historia humana, nos guste o no. Este grupo incluye también las visiones sobre
un progreso constante en la historia, que tiene lugar independientemente de la causa de los hechos históricos
concretos. Estos últimos fueron, en particular, los acercamientos iniciados por los historiadores en la época
de la ilustración, que se oponían a los modelos teológicos anteriores. Un ejemplo es CH. Ellwood, que
pensaba que el desarrollo de la humanidad seguía una parábola: desde el nivel de la vida animal hasta el
pleno triunfo de la razón11. Entre las periodizaciones más antiguas de este tipo hay que mencionar la división
en periodos realizada por San Agustín, que mencionaba cinco épocas anteriores a la venida de Cristo, y la
sexta, que comenzaba en ese momento, e iba a terminar, como se interpretó más tarde, con el juicio final. La
auténtica historia de la humanidad, por tanto se veía como algo inmutable y homogéneo.
Las periodizaciones direccionales están bastante caducas hoy en día. El tipo actualmente dominante es el
de las periodizaciones irregulares, que no imponen ningún esquema geométrico. Las periodizaciones irregu-
lares se pueden aceptar para periodos más cortos por parte de aquellos que están a favor de las cíclicas o las
direccionales en relación con la totalidad de la historia humana.

7. Sobre la edad media, ver T. Manteuffel, Sredniowiecze powszechne, Varsovia, 1961, Introducción. Ver también H. Sée, “la división de l’histoire
en périodes”, de Revue de la Synthese Historique, vol. XLVI, serie XVI, París, 1926, páginas 61-67; cita a E. Troeltsch ( Der Historismus und seine
Probleme, Tubinga, 1922 ), que sostiene que la periodización refleja la filosofía de valores de un historiador concreto. Sée piensa que la periodización
contribuye a explicar los hechos. Así, la opinión de que la periodización juega un papel en las interpretaciones históricas ha ido ganando terreno en las
diversas escuelas de historiografía. Se encuentran muchas observaciones sobre la periodización en E.Callot, Ambiguites et antinomies de l’histoire,
París, 1962, págs. 109-116.
8. E. Huntington, The Pulse of Progress, Nueva York, l926.
9. S. Kurowski, Historyczny prces wzrostu gospodarczego (El progreso histórico del crecimiento económico), Varsovia, l963, pág. 373.
10. Cfr. M. Eliade, Le Mythe de l’ éternel retour, París, l949. Las mismas cuestiones, aunque en un contexto ligeramente diferente, son tratadas por S.
Ossowski, “Prawa” “historyezne” W socjologii (Leyes “históricas” en sociología), Przeglad Filozoficzny, Vol. XXXVIII, l935, Págs. 3-32.
11. Esta idea es analizada por S. Ossowski, op. cit., págs. 3-12.

188
Construcción y síntesis

Las periodizaciones irregulares se caracterizan por una estrecha unión de los periodos que se distinguen
con los hechos históricos específicos . Estos hechos son complejos y suelen seguir curvas poco regulares, que
esas periodizaciones intentan mostrar (por supuestos, con aproximación). Estas prriodizaciones pueden va-
riar grandemente según el factor que determina una división concreta en períodos. En las síntesis históricas
anteriores, solía ser el factor político (la historia política de un estado) la que salía a relucir. La atención
prestada por los fundadores del marxismo al factor económico lo integraba plenamente como un elemento del
procedimiento de periodización. Los historiadores marxistas han llegado a considerarlo como el factor fun-
damental de periodización, pero que sólo sirve para la división de la historia humana en sus etapas básicas;
respecto a períodos más cortos, se usan en la misma medida otros factores, especialmente el político.
La división en los pasos fundamentales del desarrollo de la humanidad procede de las leyes básicas del
desarrollo social, y da lugar a la tipología de formaciones socioeconómicas analizada en el capitulo XIII12.
En este sentido, las formaciones socioeco-nómicas forman el esbozo principal de las periodiza-ciones del
proceso histórico. Las divisiones dentro de las formaciones (o sea, las divisiones en períodos en el sentido
más estricto del término) se suelen relacionar con los pasos generales del desarrollo interno de una formación
concreta en el territorio en cuestión.
En general, los criterios de periodización son uno de los principales índices de las construcciones sintéti-
cas, configurándose estas últimas, como sabemos, también, por un uso adecuado de los criterios territoriales
y objetivos.

5. Alcance territorial y objetivos y clasificación de los tipos de investigación

La división en unidades territoriales concretas abarcadas por la investigación puede ser también conven-
cional u objetiva: por ejemplo, puede tener en cuenta los distintos administrativos o algunas otras regiones,
diferenciadas de algún modo. En la practica, las divisiones convencionales aplicadas al territorio son mucho
menos criticadas que las aplicadas al tiempo. La unidad básica territorial que se suele estudiar es un estado o
una nación en su alcance territorial. Esto produce diversas historias de naciones, que pueden ser más o menos
integrales si abarcan toda la historia, es decir, quizás, todos sus aspectos, o especializadas, cuando abarcan
un solo aspecto de la vida de una comunidad nacional dada en el pasado (por ejemplo, la historia económica
de Polonia). Si la aproximación trasciende las fronteras de un estado o los límites de un territorio habitado
por una nación, adquiere un carácter universal. Es un área mayor, por ejemplo, un continente o todo el
mundo, lo que se convierte en la unidad geográfica abarcada por el estudio. Si sólo se estudia una parte de un
continente o un estado, nos encontramos ante la historia regional. Los criterios para distinguir una región
concreta pueden ser de varios tipos, según las exigencias de la investigación. Pero adviértase que una delimi-
tación errónea de una región puede tener efectos negativos en los resultados del estudio. La historia regional
incluye, por ejemplo, el estudio de los territorios relacionados con el mar báltico, la zona de la cuenca del
mediterráneo, los balcanes, etcétera. Los estudios relacionados con la historia de la gran Polonia, la picardia,
Cataluña o Bietorrusia Oriental también se incluyen en la categoría de los estudios regionales.
Las monografías regionales se pueden caracterizar por un acercamiento integral o especializado. En el
caso de la historia económica regional los historiadores deben servirse, más que en otros estudios, de los
resultados de los estudios de los geógrafos económicos que se ocupan de las regiones.
El historiador debe tener en cuenta que no puede separar la historia universal, nacional y regional. Al
trabajar en un estudio de historia nacional o regional debe darse cuenta de que es parte de un estudio de
historia universal. El acercamiento comparativo debería ser una condición sine quanon en la investigación
histórica. Al mismo tiempo, al trabajar en la historia universal o nacional, debe tener una opinión bien
fundada sobre la regionalización del territorio cuya historia está estudiando. En este sentido, los historiadores

12. Podemos hablar de una teoría de la formación socio-económica sólo si nos referimos a un mecanismo de transición de una formación a la siguiente.
Si sólo nos encontramos con una enumeración y descripción de las diversas formaciones (quizás en el orden en el que se suelen suceder), sólo podemos
hablar de su tipología.

189
Jerzy Topolski

deberían mejorar su conocimiento no basado en fuentes, ya que tienen mucho que completar en esta cuestión
(especialmente en el área de la historia económica).
Las aproximaciones efectuadas hasta ahora pecan de un tratamiento demasiado general de los territorios.
Ocurre, muy a menudo, que las ideas basadas en la región mejor conocida dominan un estudio sintético. Las
secuencias genéticas y las diversas generalizaciones se caracterizan, muchas veces, por un acercamiento
unilateral, que es típico, en particular, de los estudios de grandes sistemas a lo largo de grandes períodos.
La fragmentación objetiva de los datos también está muy relacionada con el concepto de síntesis de un
historiador concreto, con su modo de unir los hechos en todos más amplios y con importancia que atribuye a
diversos hechos. Sin extendernos en los problemas de la división geográfica y objetiva de los datos, señalare-
mos los principales tipos de síntesis, basando la clasificación a la vez en el criterio geográfico y objetivo. Nos
encontramos con dos tipos:

1) Aproximaciones microsintéticas
2) Aproximaciones macrosintéticas

Una microsíntesis es el resultado final de los estudios microanalíticos. Por otro lado, sin embargo, los
estudios microanalíticos, como el estudio de los presupuestos familiares, puede servir de base para una
macrosíntesis, como una descripción de todo un grupo social.
El acercamiento microsintético es una respuesta a una pregunta básica de investigación sobre un elemento
aislado que no se puede descomponer o sobre pequeños sistemas sociales. En el primer caso, un estudio se
puede centrar en un solo objeto material (pero visible en el asentamiento de un determinado sistema social, ya
que, de otro modo, no nos encontraríamos ante un estudio histórico) o en un individuo como miembro de la
sociedad. Como ejemplos de estudios sobre un solo objeto, podemos mencionar numerosos estudios sobre la
historia del arte que analizan una obra concreta (por ejemplo, el altar de Wit. Stwosz en Cracovia o la puerta
de la catedral de Gniezno), sobre arqueología, sobre la historia de la cultura material. Esto también vale para
los estudios que se refieren a una serie de objetos similares, pero en los que el centro de gravedad no está en
el análisis de los propios objetos, sino en el estudio de su papel en un determinado sistema social más amplio.
Estos estudios se pueden ocupar no sólo de objetos materiales, sino también de elementos de la cultura
espiritual ( por ejemplo, el estudio del canto gregoriano en la Polonia medieval).
Las monografias sobre personas son ejemplos de estudios centrados en individuos como miembros de la
sociedad. Estos estudios microsintéticos pueden ser de naturaleza muy distinta, según la atención dedicada
por el investigador a la persona en cuestión y a los sistemas (grandes o pequeños) en los que vivía esa
persona. Si se limita solo a la persona, escribe una biografía, que se puede considerar de varias formas. Un
buen ejemplo de este acercamiento son las entradas incluidas en los diccionarios biográficos [por ejemplo,
Polski Slownik biograficzny (diccionario biográfico polaco)], y malos ejemplos, los artículos conmemorati-
vos13, etc. Las biografías modernas prestan cada vez más atención a los sistemas en los que actuaba un
individuo, para mostrar la influencia que un sistema concreto tuvo sobre ese individuo y también la influen-
cia que ese individuo tuvo sobre el sistema.
En todos estos casos, el individuo se considera como un elemento del sistema14. No está claramente esbo-
zado el concepto de sistema social pequeño, que es, junto a los objetos e individuos aislados, la segunda
materia de los acercamientos microsintéticos. No hay duda de que una familia, el taller de un artesano, e
incluso un pueblo, son sistemas sociales pequeños; ¿pero entra en esta categoría , especialmente una grande?
Para definir, por lo menos aproximadamente, el alcance del concepto de sistema social pequeño, tenemos que
diferenciarlo del de grupo social, concepto muy corriente en sociología. Solo se llamarán sistemas sociales

13. El método biográfico en sociología fue tratado por J. Szezepancki; erf. “Diebiographische Methode”, en Handbuch der empirischen Sozialforschung,
edición cita, págs. 551-569, donde se encuentran también las principales obras sobre la materia.
14. En la historiografía polaca tenemos un ejemplo de monografía moderna en el libro de A. Kersten sobre Stefan Czarniecki (Varsovia, l963). Su obra
dio lugar a una interesante discusión sobre las monografías de individuos.

190
Construcción y síntesis

aquellos grupos que son todos funcionales y en los que el funcionamiento de los diversos elementos está
relacionado, de modo que esos elementos no pueden existir aisladamente. Un sistema puede ser pequeño o
grande de acuerdo con el punto de referencia. Un pueblo es un sistema grande en comparación con una sola
granja, pero es pequeño en comparación con la sociedad entera.
Por tanto, si una persona quiere averiguar con qué sistema social se encuentra, debe buscar la respuesta a
esta pregunta15. Las monografías sobre plantas industriales, pueblos, instituciones sociales (por ejemplo,
organismos de caridad), instituciones políticas (por ejemplo, el Parlamento), instituciones educativas (por
ejemplo, una escuela concreta), instituciones culturales (un determinado teatro), etcétera, son ejemplos de
resultados de los estudios, sobre sistemas sociales pequeños. Como en el caso del estudio sobre individuos,
los análisis de pequeños sistemas sociales se pueden relacionar, en diversos grados, con el estudio de sistemas
más amplios, de los que son elementos los más pequeños16.
El acercamiento macrosintético se ocupa de sistemas sociales grandes. Esto incluye estudios integrales de
dichos sistemas (por ejemplo, monografías sobre ciudades grandes, estados o grupos de estados), estudios de
ciertos elementos en sistemas concretos (por ejemplo, el estudio del comercio como una rama de la actividad
económica; la cuestión campesina en el levantamiento de 1863 en Polonia; la idea universalista en la Europa
medieval; la participación de las tropas polacas en la segunda guerra mundial, etcétera), y análisis de la
influencia que determinados factores externos tuvieron en un sistema concreto (por ejemplo, las influencias
orientales en el arte europeo del siglo XVIII ).
Los mejores ejemplos de acercamiento macro-sintéticos son los estudios sobre toda la historia de un
estado concreto durante un período extenso [por ejemplo, Dzieje Niemiec do poezatku ery nowozytnej (histo-
ria de Alemania hasta el comienzo de la Edad Moderna), de K. Tymieniecki, Poznan, 1948], o sobre una
serie de estados [ por ejemplo, Sredniowiecze powszechne (historiador medieval universal), de T. Manteuffel,
Varsovia, 1961, que presenta una síntesis de historia europea; Historia Powsezechna 1789-1870), de M.
Zywezynski, Varsovia, 1964 ], o los amplios estudios sobre la historia universal publicados en muchos
países.

15. Sobre los sistemas sociales pequeños, ver R. Redfield, The little Community, Chicago, l955, y también J. Topolski, “Problemy metodologiczne
monografieznych badan wsi” (Problemas metodológicos de los estudios monográficos sobre pueblos), Kwartalnik Historii Kultury materialnej, núm.
2, l966.
16. Para un tratamiento amplio de la materia, ver B. Lesnodorski, Jacobini polscy (Los jacobinos polacos), Varsovia, l963. El grupo que estudia,
obviamente, formaba un sistema social pequeño, pero Lesnodorski lo muestra en el contexto de muchos sistemas mayores. En tal caso, un acercamiento
aparentemente microsintético se hace macrosintético.

191
192
en Metodología de la historia, CapítuloXXIII, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

La naturaleza y los instrumentos de la


narración histórica

1. El problema de la narración en la metodología de las ciencias

El problema de la narración surge cuando pasamos de las consideraciones sobre la metodología pragmá-
tica, centradas en los procedimientos de investigación, a la reflexión sobre los resultados de la investigación
(es decir, reflexiones apragmáticas). En muchas ciencias, una respuesta a una pregunta concreta de investi-
gación adopta la forma de una estructura verbal coherente y completa. Esa estructura verbal podría llamarse
narración, aunque el término puede resultar chocante aplicado a ciertas disciplinas. A pesar de las diferen-
cias en las estructuras de las narraciones en las diversas ciencias, toda narración es un informe sobre los
resultados de la investigación, es decir, una secuencia coherente de afirmaciones sobre hechos específicos.
Desde ese punto de vista no hay diferencia entre la historia y la geología, pero tampoco entre la historia y
la física o la musicología. Un físico, un musicólogo y un historiador deben informar igualmente sobre los
resultados de su investigación, conducida por distintos métodos, en un cierto orden que se acepta en sus
respectivas disciplinas. Esto significa que deben componer ciertos fragmentos para formar un todo legible
(que se puede mostrar como legible sólo para aquellos que conocen el lenguaje específico de una disciplina
concreta), en el que los resultados de la propia investigación, el propio conocimiento y algunos resultados de
las investigaciones conducidas por otros se mezclan en un informe estructurado de la mejor forma posible.
Lo que en la metodología pragmática se puede interpretar como establecimiento y explicación de los
hechos y como síntesis del trabajo, en la metodología apragmática adopta la forma de narración (como
formulación de narraciones). La narración ofrece numerosos problemas. Se puede decir que, analizando las
narraciones, es decir, los sistemas de afirmaciones que forman respuestas a las preguntas planteadas en la
investigación, conseguimos definir el lugar de una disciplina concreta en el sistema de las ciencias. Por tanto,
el problema de la narración es una cuestión crucial en la metodología apragmática de las ciencias y, del
mismo modo, en la metodología apragmática de la historia.
Al analizar las narraciones tenemos que tener en cuenta los tres grupos siguientes de problemas:

1) Tipos de narraciones (en una disciplina concreta);


2) Instrumento de la narración;
3) Elementos de la narración

193
Jerzy Topolski

Se tratarán en relación con la narración en la investigación histórica y los relatos históricos (como pro-
ductores de la narración), comenzando por las características generales de las narraciones históricas.

2. Narraciones históricas frente a narraciones en general

Algunos autores se inclinan a ver la tendencia a describir el curso de los acontecimientos como la caracte-
rística que diferencia las narraciones históricas de las narraciones en otras muchas disciplinas, donde la
posible descripción de los hechos está subordinada a la tarea de formular o rechazar teorías. Esta postura,
aunque refleja las prácticas reales de la mayoría de los historiadores, no es correcta, por que entre las muchas
clases de narraciones históricas podemos distinguir narraciones que se subordinan a ciertas tareas teóricas.
Por ejemplo, la rebelión campesina dirigida por Wat Tyler se puede analizar no por pura curiosidad histórica
(¿qué ocurrió?), sino en relación con un estudio de la teoría de las rebeliones campesinas o de la lucha de
clases en general. En estas narraciones, la descripción sólo es un componente de un todo. Pero hay que
admitir que las afirmaciones teóricas claramente formuladas no son un elemento necesario de una narración
histórica. Tampoco son un elemento necesario de una narración en el área de ninguna disciplina empírica:
hay estudios de física que sólo describen ciertos hechos; del mismo modo, un químico puede producir un
documento en el que se limite a describir una reacción química o un astrónomo, un documento en el que
describa los movimientos de un planeta. Por supuesto, nos referimos aquí a narraciones hechas por investiga-
dores individuales y no a narraciones en general, ya que, en este ultimo caso, las referencias a la teoría son
indispensables en la física, la química y la astronomía. Pero incluso la investigación histórica, especialmente
la que nos gustaría tener en un futuro próximo, debe buscar narraciones que incluyan componentes teóricos.
Una narración interpretada como las series de respuestas a una pregunta concreta de investigación en una
disciplina dada es inconcebible sin relacionarse con una teoría1.
Puesto que tanto la descripción como un componente teórico (o la referencia a una teoría dentro de la
misma disciplina) son condiciones necesarias de cualquier narración científica (considerada de modo gene-
ral, y no desde el punto de vista de un investigador concreto), esto significa que dichas condiciones no bastan
para caracterizar las narraciones históricas de un modo más preciso. Son condiciones necesarias pero insufi-
cientes. Entonces, ¿qué elemento juega el papel de la condición que basta para considerar una narración
determinada como histórica si, como hemos visto, una descripción y una referencia a la teoría no bastan por
si solas para dar a una narración la naturaleza histórica?.
Ese elemento debe hallarse en el tiempo (para usar una formulación muy general), que también es una
condición necesaria de una narración histórica. Por tanto, podemos sugerir las siguientes características
básicas de las narraciones históricas:

1) Condiciones necesarias: descripción de hechos; referencia a una teoría; referencia al tiempo;


2) Condición suficientes: referencia al tiempo;
3) Condición necesaria y suficiente: referencia al tiempo.
No hay historia son el elemento tiempo ( y esto no sólo ocurre con la historia humana, sino también con la
historia natural). El tiempo es el factor que da a la historia su sentido de existencia y su fuerza vital. El
tiempo en la investigación histórica fue tratado más ampliamente al reflexionar sobre el concepto histórico
(capítulo X). Pero entonces se puso más énfasis en la naturaleza relativa del tiempo en la historia y en la
dirección de su curso, y aquí nos interesa más el aspecto del tiempo que difiere del tratamiento que se le da en
las ciencias no históricas.
El tiempo al que se refieren los historiadores no es el tiempo en general, que se podría llamar tiempo puro2
(que puede definirse suficientemente por los conceptos de duración momentánea y sucesión ), sino el tiempo

1. Sobre las narraciones históricas con importancia teórica, ver A. Danto, The Analytical Philosophy of History, págs. 133-134.
2. Esto no quiere decir que el tiempo se considera como algo que existe aparte de una realidad intemporal. Ver J.Topolski, “Czas w narracji historycznej”
(El tiempo en la narración histórica), Studia metodologiczne, núm. 10, 1973, páginas 3-23.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

fechado, en cuyo caso tenemos que indicar algún lugar en la escala cronológica. En ese tiempo fechado el que
da a las narraciones históricas su rasgo único: sitúa cada una en su espacio de tiempo adecuado, dentro de la
escala temporal, y le imprime la dirección que se ajusta al curso del tiempo3. Aunque no necesitemos, por
diversas razones, seguir la dirección del curso del tiempo al construir una narración (esto es lo que ocurre en
el caso del método regresivo) en última instancia, la dirección del curso del tiempo da una orientación a esa
narración, como recordando que es inseparable de la historia. A pesar de los éxitos que se esperaban de la
investigación histórica teórica, centrada en la formulación de teoremas, la propia historia desaparecería si se
separara del concepto del tiempo.
En comparación con muchas otras ciencias, las disciplinas históricas están muchísimo más saturadas del
tiempo fechado. Aunque el tiempo fechado se puede encontrar en otras disciplinas, no es, ciertamente, ningu-
na peculiaridad suya. Cuando un físico dice que la luz viaja a unos 300.000 kilómetros por segundo, no
relaciona ese proceso con la escala temporal, y cuando hace un experimento que implica la medición del
tiempo, dice que un proceso determinado comenzó en un momento t0 y terminó en un momento t1, y, por
tanto, utiliza el tiempo fechado, pero inmediatamente, como si dijéramos, lo olvida, y sólo permanece intere-
sado por el espacio entre t0 y t1. Por tanto, en última instancia, usa el tiempo en general y no un tiempo
fechado. Se puede ver fácilmente que, un historiador dice que “la primera partición de Polonia tuvo lugar en
1772” o que “la Segunda Guerra Mundial duró desde el 1 de septiembre de 1939 hasta el 9 de mayo de
1945”, se interesa por el tiempo de un modo distinto al del físico: especifica la fecha de la primera partición
de Polonia y la fecha del comienzo y el final de la Segunda Guerra Mundial. A veces, no sólo los historiado-
res utilizan el tiempo fechado, sino también los paleontólogos, geólogos, paleo-zoólogos, botánicos que se
interesan por los cambios en el reino vegetal, etc. Como resultado de sus investigaciones, todos ellos fabrican
narraciones históricas. Mientras que un representante de las ciencias no históricas puede usar tiempo fecha-
do, los historiadores, a veces, usan el concepto de tiempo en general. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un
historiador dice que en el siglo XVIII los campesinos polacos estaban obligados a aportar trabajo servil tres
días por semana. Se puede advertir inmediatamente que el tiempo histórico “en general” se refiere aquí a un
espacio de tiempo marcado en la escala cronológica. Por tanto, la generalidad del tiempo tiene una naturaleza
relativa. El tiempo en general sólo aparece, en las narraciones, en afirmaciones estrictamente generales,
explícitas o implícitas.

3. Tipos de narraciones históricas científicas. Literales de crónicas frente a historiografía

La referencia al tiempo, que basta para distinguir las narraciones históricas entre todas las narraciones,
no basta para caracterizar las narraciones históricas científicas. No toda secuencia fechada (explícita o im-
plícitamente) de afirmaciones sobre el pasado podría clasificarse como producto del proceso investigador de
un historiador, ni incluirse, por tanto, en la categoría de conocimiento histórico científico. Pero ¿dónde debe-
mos trazar la línea de división entre las narraciones científicas y las que no cumplen la anterior condición?.
Parece que podemos comenzar nuestra búsqueda de respuestas a esta pregunta en la distinción entre literatu-
ra, crónicas e historiografía, o, en otras palabras, entre las narraciones de los cronistas y narraciones históri-
cas, distinción que se encuentra en algunos estudios de filosofía de la historia.
Las narraciones históricas, excepto las narraciones históricas corrientes, que no son productos de la in-
vestigación estudiosa y que no nos interesan aquí, puede identificarse, a su vez, con las narraciones históricas
científicas.
La conocida distinción de B. Croce entre la literatura de crónicas y la historiografía4 no es lo suficiente-
mente precisa como para permitirnos describir su postura con claridad. En cualquier caso, en su opinión, la
historiografía es informar sobre los hechos que nos interesan (de modo que toda la historia es historia actual),

3. Cfr. N. Rotenstreich, “Hisorical Time”, en Between Post and Present, New Haven, 1958, págs. 5l-134. Las observaciones del presente autor difieren
en cierto modo de la opinión de Rotenstreich, que explica el curso del tiempo en términos causales. Ver también G. Simmel, Problem der Historischen
Zeit, Berlín, 1916. Rotenstreich, que considera el tiempo histórico como una concreción del tiempo en general, no está de acuerdo con Simmel, que
sostiene que el tiempo en la historia es una determinada relación entre los hechos, mientras que la historia como un todo es temporal.
4. Cfr. Theories of History, pág. 78 (que incluye una sección de Teoría e práctica della storiografía). Ver también A. Danto, op. cit., pág. 116.

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Jerzy Topolski

mientras que una crónica, aunque esté escrita de modo contemporáneo, es “historia muerta”, que informa
sobre hechos históricos, sin relacionarlos con nuestros intereses.
Esto puede interpretarse de modo que B. Croce ve la diferencia entre la literatura de crónicas y la
historiografía en el problema de la selección.
W. H. Walsh5 distingue las narraciones simples de las significativas, y cree que la investigación histórica
se puede concebir de dos maneras.
A.Danto6 tiene razón al señalar que una narración (interpretada como resultado de la investigación de un
historiador) puede ser sólo significativa, de lo que se deduce que las narraciones simples de Walsh deben
considerarse como crónicas. Es cierto que Walsh cree que era precisamente el programa de una narración
simple lo que Ranke incluyó en su famosa formulación que exige “una descripción exacta de lo que ocurrió”
(y así es como define Walsh las narraciones simples), pero se puede demostrar fácilmente que minusvaloró el
programa el programa de Ranke al atribuirle el rechazo de las narraciones significativas. Si especificamos
los siguientes significados posibles (aunque no son todos) de las narraciones históricas: pragmático, teórico,
genético y explicativo7, sería correcto decir que Ranke sólo se oponía a las narraciones pragmáticas (aunque,
como hemos dicho, en la práctica no las evitaba) y no se interesaba por las narraciones teóricas, pero
prestaba atención especial a la reconstrucción de las secuencias genéticas, es decir, agrupaba los hechos por
su importancia en esas secuencias y, por tanto, no quería romper con la narración significativa, que, después
de todo, da sentido a la labor de un historiador.
Pero ni la selección de los hechos ni el rebasar la exacta definición de Walsh (dos características que están
estrechamente relacionadas) abarcan la diferencia entre una crónica y una narración histórica científica.
Evidentemente, podríamos elaborar el concepto de Cronista Ideal (C. I.) 8 y atribuirle una serie de caracterís-
ticas además de la básica; en concreto, la búsqueda de una información verdadera de los sucesos, es decir, un
registro indiscriminado de los sucesos observados, que da lugar a una narración que no tiene significación
más que como una descripción de los hechos tal y como ocurrieron. El producto de esa operación estaría muy
lejos de lo que realmente sucede. No podemos ni imaginar un C. I. como ése, porque todo acto cognoscitivo
implica una selección. Incluso el registro del suceso más simple (y un C.I. no puede registrarlos todos) en un
acto selectivo. No podemos, por tanto, privar a un C. I. de la facultad de seleccionar, de donde se deduce que
no podemos imaginar una crónica escrita por un C. I. que no vaya más allá de una simple descripción. Hasta
el registro de un suceso en algunos anales va más allá de la sola descripción: un anal sólo transmite informa-
ción sobre algunos sucesos, es decir, sobre los sucesos que un cronista creyó suficientemente importantes
(“significativos”). Ni siquiera la elaboración de un C. I., si no queremos que sea totalmente artificial, puede
suponer que un C. I. fabrica una descripción exacta, y sólo una descripción exacta. Y sin embargo, parece
que la línea fronteriza entre la literatura de crónicas y la historiografía, si un C. I. está dotado de la facultad
de seleccionar, hay que buscarla en alguna otra parte, lo cual significa que la selección no basta, por si sola,
para dar a una narración histórica la categoría de científica. En lugar de elaborar un C. I., elaboramos el
concepto de Cronista Real (C. R.) e intentaremos enumerar las características que puede tener y las que,
necesariamente, puede tener. Podemos imaginar que un C. R. no sólo busca la verdad y elabora un informe
selectivo, sino que además intenta (en lo posible) explicar los sucesos que describe, ordenarlos en secuencias
genéticas (por supuesto, no más largas que el período de sus observaciones) e incluso puede interesarse por
sus aspectos teóricos, como demuestran las obras de Ibn Khaldun9. Un C. R., evidentemente, describe sólo lo
que tiene lugar durante su vida y lo que puede registrar por si mismo, aunque sea indirectamente basándose
en los relatos de sus contemporáneos. Limitar a un C. R. a sus propias observaciones sería solamente una
ficción muy lejana de los hechos.
Se puede ver que incluso un C. R. muy inteligente y perfectamente cultivado tiene, necesariamente, un
campo de visión muy reducido, teniendo en cuenta que registra los hechos corrientes (que, después de todo,
es el significado de la palabra cronista). Como esta limitación no vale para un historiador, sólo este último

5. W. H. Walsh, Introduction to the Philosophy of History, Londres, 1951, página 31.


6. A. Danto, op. cit., págs. 116 y ss.
7. Esta distinción es hecha por A. Danto, op. cit., págs. 123 y ss.
8. En A. Danto (pág. 149), el concepto de Cronista Ideal tiene un sentido diferente.
9. Pero si tenemos en cuenta toda su producción lo llamaríamos más bien un historiador.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

tiene oportunidad de fabricar narraciones históricas científicas. La limitación del campo de visión de un C.
R., que es la línea diferenciadora entre la literatura de crónicas y la historiografía, resulta del hecho de que un
C. R., una vez que ha registrado un suceso no sabe lo que sucede a continuación, y no sabe sus consecuen-
cias. Por supuesto, un C. R. puede describir hechos pasados (es decir, pasados respecto a su situación en el
tiempo), cuyos efectos, hasta cierto punto, puede valorar, pero entonces deja de actuar como un cronista y
comienza a actuar como un historiador. Por tanto, un C. R. no había podido escribir en 1454 que la Guerra
de los Trece Años acababa de comenzar (una guerra entre Polonia y la Orden Teutónica), o registrar, el 22 de
abril de 1870, que ese día había nacido Vladimir Lenin, dirigente de la Revolución de Octubre.
Un historiador, por el contrario, al escribir la historia de la Guerra de los Trece Años o una biografía de
Lenin, utiliza su conocimiento de ese hecho total desde el principio de su narración. Escribe, por tanto, como
si dijéramos, bajo la carga de ese conocimiento o, en otras palabras, desde la perspectiva de un suceso
pasado. Sabemos perfectamente que el concepto de “hecho vital” (un sistema) es relativo, ya que los sistemas
más pequeños son elementos de otro más amplios, que, a su vez, son elementos de macrosistemas, etcétera
(ver capítulo X), pero, ex post facto, se suele saber dónde trazar el límite de un hecho, aunque estos son los
problemas más discutidos entre los historiadores. En la investigación histórica, sólo un hecho pasado puede
ser materia de análisis científico; por tanto, cuanto más in statu nascendi esté todavía un suceso descrito,
más se parecerá un historiador a un cronista. Para un historiador, la perspectiva temporal es una condición
necesaria para abarcar el desarrollo de sistemas concretos, es decir, sus relaciones que indican sus papeles
respectivos en el proceso histórico. No podemos analizar científicamente un suceso, no sólo antes de que
termine, ni siquiera antes de que produzca resultados.
Para el C. R. el futuro es algo desconocido; como mucho, puede prever de algún modo el curso de los
acontecimientos, lo cual puede añadir un tinte especial a su crónica, pero su predicción no puede sustituir al
conocimiento de lo que ocurrió más tarde. Ese conocimiento, que es patrimonio del historiador, constituye la
principal diferencia entre un C. I. y un C. R., por un lado, y un historiador, por otro, y por tanto, también,
entre la literatura de crónicas y la historiografía. Una crónica está necesariamente escrita desde la perspecti-
va de un topo, mientras que la historia debe escribirse desde el punto de vista de un águila. Esta metáfora, por
supuesto, no pretende minusvalorar la importancia de las crónicas o exagerar el papel de la historiografía:
sólo quiere mostrar las condiciones reales. En este sentido, hay que mencionar a algunos historiadores que se
aprovechan de las oportunidades que les ofrece su perspectiva temporal en muy pequeño grado, y construyen
sus narraciones como si no conocieran el curso posterior de los acontecimientos; con ello actúan más como
cronistas que como historiadores; se interesan más por los hechos que por su significado histórico.
Así, un historiador que va a construir una narración histórica está dotado, además de las características
que podemos atribuir a un C. R., de la posibilidad de utilizar la dimensión temporal, mientras que un C. R.
ve, como si dijéramos, todo al mismo nivel.
En este punto es indispensable referirnos a nuestro concepto de conocimiento no basado en fuentes. Es ese
conocimiento el que permite, principalmente, que un historiador utilice la dimensión temporal. Cuanto mejor
y más completo sea su conocimiento no basado en fuentes, mejor cumplirá sus tareas en una narración
histórica científica. Los análisis metodológicos más antiguos, que no usaban el concepto de conocimiento no
basado en fuentes, no estaban en posición de definir más estrictamente la diferencia entre literatura de cróni-
cas e historiografía. Evidentemente, el conocimiento basado en fuentes (relativo en sentido efectivo), que
ilumina un hecho concreto, participa también, plenamente, en la utilización, por parte del historiador, de su
perspectiva temporal.
He aquí un ejemplo de utilización de la perspectiva temporal sobre la base de un conocimiento histórico
no basado en fuentes y amplio: “En comparación con las corrientes que había en Italia o Alemania, o en los
Países bajos, la vida inglesa estaba económicamente atrasada. Pero incluso sus lagunas estacadas fueron
revueltas por los remolinos y torres del torbellino continental. Cuando Enrique VII llegó al trono, la organi-
zación económica del país difería poco en la época de Wycliff. Cuando murió Enrique VIII, lleno de años y
de pecados, se podía distinguir ya algunas de las principales características que iban a diferenciarlos hasta la
llegada del vapor y de las máquinas aunque todavía débilmente. La puerta que seguía cerrada era la de la
expansión colonial, y cuarenta años más tarde comenzaron los primeros experimentos de la expansión colo-
nial”10. R.H. Tawney describe así la situación económica en Inglaterra en el momento de la ascensión de

10. R. H. Tawney, Religión and The Rise of Capitalisn, págs. 70-71

197
Jerzy Topolski

Enrique VII (1458-1509) al trono, y valora su lugar en el desarrollo económico de Inglaterra; para ello,
utiliza explícitamente su conocimiento sobre los tiempos que vinieron más tarde. Es evidente que estas refe-
rencias no siempre son explícitas; basta con que la narración, globalmente, esté escrita de una perspectiva
temporal específicas. Más aún, el mismo hecho de que los historiadores emprendan ciertos estudios muestra
que están convencidos de la necesidad de tales estudios, y eso, a su vez, es un resultado de la valoración de la
importancia de determinados hechos en el proceso histórico.
Consideremos ahora un texto que se ocupa de hechos con un alcance temporal menor que los tratados por
Tawney en el pasaje mencionado anteriormente. H. Madurowicz, al investigar los precios de los cereales en
la parte occidental de la Polonia Menor en la segunda mitad del siglo XVIII, escribió: “En 1785 comenzó una
rápida alza. (...) Los precios que subieron más fueron los del trigo, centeno y cebada; se doblaron en los
cuatro años siguientes. (...) Ya en 1789 se observó una caída de los precios (...), pero los precios no bajaron
hasta el nivel de 1780-1785, y su caída no duró mucho. Los precios en 1792, cuando eran más bajos, eran un
50 por 100 más altos que en una baja similar durante 1780-1785”11. Aunque ciertos hechos del mismo tipo se
registran aquí año por año, por orden cronológico, se puede advertir que un cronista que hubiera estado
haciendo sus informes en 1785 no habría podido escribir en ese momento que había comenzado una rápida
alza, que los precios se habían elevado al máximo durante los cuatro años siguientes y que en 1792 había
visto la mayor caída de precios, etcétera. Aquí, también, la narración se construye desde la perspectiva de un
conocimiento bastante completo de los hechos en cuestión.
La perspectiva temporal es el criterio más general que diferencia las narraciones históricas de las cróni-
cas. Otros criterios, secundarios, definen los tipos de narración. Adviértase que estos tipos han sido amplia-
mente tratados en la segunda parte de este libro, donde se distinguieron la narración pragmática, crítica,
erudita-genética, estructural y dialéctica.

4. Imaginación histórica

La elaboración de narraciones históricas, es decir, narraciones con una perspectiva temporal, requiere de
varios instrumentos, que son componentes o funciones del conocimiento no basado en fuentes. Entre estos
instrumentos están, en primer lugar:
1) Imaginación histórica;
2) Lenguaje;
3) Clasificación y ordenación de conceptos;
4) Deducción contra-objetiva.
La imaginación histórica, que interviene es la construcción de síntesis y en la narración, es decir, en la
construcción de narraciones como manifestación externa de los resultados de la investigación histórica, tiene
que estudiarse aún en detalle. De cualquier forma, es sabido que una serie de hechos establecidos y de expli-
caciones propuestas no bastan para la construcción de una narración coherente. Si se quiere convertir todo
eso en un todo y verlo desde una perspectiva temporal, el historiador debe ser capaz de hacer un uso pleno del
conocimiento que ha acumulado; ese conocimiento acumulado supone una cierta saturación de su memoria,
que aumenta con su experiencia de estudioso y su erudición creciente (incluida la erudición en problemas
teóricos). Esta capacidad consiste en relacionar el conocimiento basado y no basado en fuentes, lo cual da
lugar a una visión integral más o menos clara de las estructuras. En este punto es donde se pueden manifestar
la personalidad de un historiador y sus propias contribuciones al procesamiento de los datos que ha recogido.
Cuando en el pasado la gente discutía si la historiografía es un arte o una ciencia, lo que veían elementos de
arte en la labor de un historiador los atribuían a su imaginación y a sus contribuciones individuales al traba-
jo. Esta capacidad de los estudios que eran famosos por sus amplios conocimientos se llamaba, muchas

11. H. Madurowiez-Urbanska, Ceny zboza w zachodniej Malopolsce w drugiej polowie XVIII wieku (Precios de los cereales en la parte occidental de
Polonia Menor en la segunda mitad del siglo XVIII), Varsovia, l963, pág. 60.

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La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

veces, intuición. Este autor la llamaba más bien imaginación histórica, y la interpretaría como una función
del conocimiento no basado en fuentes de un historiador. Ese conocimiento no basado en fuentes, que satura
su memoria, le permite formar un cuadro más o menos apropiado de los hechos pasados que le interesan. Ese
cuadro, a su vez, le permite pensar constantemente, mientras elabora una narración, en el todo reconstruido
que es un reflejo de ese cuadro.

5. El lenguaje de las narraciones

El lenguaje es el instrumento fundamental de la narración. Un lenguaje incluye un vocabulario (es decir,


la serie de palabras de las que están formadas las oraciones), una gramática (que establece las reglas para
construir las oraciones a partir de las palabras) y las funciones semánticas de las palabras, funciones que
atribuyen significados específicos a las palabras y a las oraciones. Para usar un lenguaje concreto correcta-
mente hay que conocer no sólo el vocabulario y la gramática, sino también sus reglas semánticas (es decir,
comprender los significados de las palabras y las oraciones). En la metodología de las ciencias se hacen una
distinción entre los lenguajes naturales (étnicos) y los artificiales. La historia es una de las disciplinas que
usan los lenguajes naturales. Evidentemente, esto implica grandes peligros, ya que los significados de la
palabra en los lenguajes naturales son vagos y las reglas gramaticales no evitan las ambiguedades, pero en el
nivel actual del desarrollo de la ciencia sería difícil imaginar que pudiera ser de otro modo.
Esto sugiere la exigencia de que el lenguaje usado en la investigación histórica y en la historiografía
debería facilitar al máximo la comunicación entre los investigadores, por un lado, y entre los investigadores
y el público, por otro; esto también vale para las populares12. Aquí surgen dos cuestiones: el uso de palabras
lo menos vagas posible, desde luego, hasta donde lo permita la materia de una narración concreta1 13, y el uso
de diversos conceptos con los significados que han sido elaborados en las disciplinas donde se usan
profesionalmente. Así por ejemplo, si un historiador usa conceptos como “grupo social” o “inversiones” debe
darse cuenta de que son la materia de interés teórico de la sociología y la economía, respectivamente, y que,
por tanto, puede obtener la información más precisa sobre ellos de sociólogos y economistas. La observancia
de esto es una condición sine qua non de toda actividad integradora en las ciencias sociales y en las humani-
dades (y no sólo en ellas, aunque en los dos grupos mencionados de disciplina la cuestión es particularmente
crucial). Por el momento, hay demasiada regligencia en estos asuntos, debido a un conocimiento no basado
en fuentes insuficientes. Por ejemplo, si un historiador confunde la propiedad con la posesión, esto muestra
que carece de una educación legal fundamental. Por tanto, las exigencias planteadas al historiador son gran-
des.
Un historiador no puede excusarse por no consultar a sociólogos, psicólogos, economistas, e incluso
científicos naturales, en lo que puedan ser necesarios. La vida humana es compleja, y la aproximación del
historiador a ella debe ser, en lo posible multilateral. La investigación histórica es un proceso integral por su
propia definición, y todas sus divisiones internas son simples manifestaciones de hecho de que los investiga-
dores se especializan en diversos campos, lo cual no les excluye el deber de hacer un acercamiento integral a
todos los problemas.
El lenguaje de cualquier narración histórica no es sólo uno de los lenguajes naturales, sino que además es
de naturaleza empírica: se descifra sobre la base de nuestro conocimiento de un código semántico-objetivo
concreto que se apoya en un sistema dedo de conocimientos empíricos14. El conocimiento del vocabulario y
las reglas de ese lenguaje y de la orientación en este sistema de conocimiento empírico es suficiente y necesa-
rio para la comprensión del lenguaje de la investigación histórica.

12. El lenguaje de las obras divulgativas es un problema importante pero aparte, que no trataremos aquí. Cfr. V. Lesnodorski, “Historia i spoleczenstwo.
Problemy informacji i porozumienia” (Historia y sociedad. Problemas de información y comunicación), Kwartalnik Historyczny, núm. 3. 1965, págs.
539-563. Une la divulgación del conocimiento histórico con la difusión del modo del pensamiento científico, y tanbién señala el hecho de que el problema
varía en cada país.
13. Cfr. M. Bloch, Apologie pour phistoire ou métier d’ historien, págs. 79-97.

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Jerzy Topolski

En las narraciones históricas, junto al lenguaje empírico, encontramos muchas veces metáforas15. Pueden
ser términos aislados, tales como las sinécdoques (por ejemplo, “El duque de hierro”, por Wellington) o
perífrasis (por ejemplo, “el autor de El Capital”, por Karl Marx) o pueden ser oraciones completas. Entre las
oraciones metafóricas (no empíricas), que se descifran según un código semántico-ficticio y las semántico-
objetivo, hay que distinguir entre las afirmaciones contra-objetivas y ficticias. Las primeras discrepan de un
sistema concreto de conocimientos empíricos (si se toman literalmente), pero de todas formas, cuando se
descifran, afirman algo. Consideremos, como ejemplo, este pasaje, lleno de metáforas, que entendemos bas-
tante bien, e incluso mejor que si no las tuviera. “El poder económico, que en Italia había estado en casa
durante mucho tiempo, estaba filtrándose por mil agujeros y bocas a Europa Occidental desde hacía un siglo;
con el auge de los grandes descubrimientos, la marea llegó hasta el pecho. Cualquiera que sea su certeza
como juicio sobre la política del siglo XV, el veredicto convencional sobre su futilidad hace escasa justicia a
su importancia económica. Fue en una época de anarquía política cuando las fuerzas destinadas a dominar el
futuro pusieron a prueba sus alas. La época de Colón y de Vasco de Gama fue preparada por la paciente
labor de los cartógrafos italianos y los marinos portugueses, así como la época de Crompton y Watt lo fue
por los oscuros experimentos de precursores anónimos. Lo que planteó el problema que iban a resolver los
héroes de la época fue la necesidad material”16. Lo mismo se puede decir de las siguientes afirmaciones. “El
lazo que mantenía unidas a las organizaciones laboristas y conservadoras, respectivamente (...) no eran la
teoría o los principios (...), sino las permanentes hendiduras religiosas y sociales a las que los dos partidos
daban expresión política”17, y “Durante los ocho años siguientes, no sólo la rígida estructura anti-jacobina de
los tiempos anteriores, sino incluso la Constitución británica, comenzaron a romperse y someterse en lugares
inesperados”18. Las anécdotas, muchas veces, funcionan como metáforas19. Sin embargo, ambas pueden ser
sólo añadidos que iluminen las narraciones, añadidas que sólo son legítimos cuando se han formulado las
ideas básicas en el lenguaje empírico, y sin anécdotas.
Las afirmaciones sobre los héroes de las novelas de Walter Scott son ejemplos de afirmaciones ficticias,
que no tienen sitio en las narraciones históricas.
Se ha preguntado muchísimas veces si la literatura histórica bebería incluir (o incluye) elementos de arte.
En vista de la falta de afirmaciones ficticas, en los estudios históricos no se incluyen obras literales en el
sentido total del término, pero hay muchos ejemplos de historiadores que eran magníficos estilistas, y que
muestran que la precisión científica puede ir de la mano de la belleza en el lenguaje. Pero no nos referimos
aquí al estilo de muchos autores, especialmente del siglo XIX, que era pomposo y cuasi-literario, sino al
estilo claro que tiene la transparencia y la simplicidad del cristal.

6. Clasificación y ordenación de conceptos

Varios conceptos sobre clasificación y ordenación son corrientes en las narraciones 20. Se usan para resu-
mir y ordenar nuestro conocimiento. Un concepto (término) clasificador es cualquier predicado de un argu-
mento (es un hombre, es un noble, es rojo). Un predicado, por tanto, indica la propiedad atribuida es un
objeto x. Señala la serie de todos los objetos que satisfacen la función P (x) se interpreta como “x participó en

14. J. Giedymin y J. Kmita, Wyklady z logiki formalnej teorii Kcomunicacji i metodologii nauk, ed. cit., págs. 73 y ss.
15. Cfr. J. Pelc, “Semiotic Funtions as Applied to The Analvcis of the Concept of Metaphor”, en Studies in Functional Logical Semiotics of Natural
Language, La Haya, 1971, págs. 142-194.
16. R. H. Tawney, Religión and the Rise of Capitalism, ed. cit., pág. 67.
17. G. M. Trevelyan, History of England, Londres-Nueva York, 1947, pág. 465.
18. Ididem, pág. 624.
19. Sobre el papel de las anécdotas, ver el interesante comentario de Soboul, op. cit., pág. 277.
20. Sobre esta cuestión, ver J. Giedymin Kmita, op. cit., págs. 210 y ss. T. Pawlowski, “Pogecia typologiczne w naukach historyeznych” (Conceptos
tipológicos en las disciplinas históricas), Studia Metodologiczne, núm. 3, 1967; Y. Lazari-Pawlowska, “O pojeciu typologicznym w humanisty”
(Conceptos tipológicos en las humanidades), Studia Filozoficzne, núm. 4, 1958, págs. 30-53. La obra clásica (además de las M. Weber) es la de C. G.
Hempel y P. Oppenheim, Der Tipusbegriff im Lichte der neuen Logik, Leiden, 1936. El concepto de tipos ideales (abstracciones) en las obras de Marx
es analizado por L. Nowak en su excelente estudio U. podstaw marksowskiej metodologii nauk, Varsovia, 1971.

200
La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

la Revolución de octubre”, el contenido de P es la propiedad de participar en la Revolución de octubre.


Cualquier concepto clasificador divide la serie de todos los objetos en dos subseries: la de los objetos que
tienen una propiedad P concreta, y la de los que no tienen esa propiedad. El criterio de clasificación es una
relación de equivalencia definida en una serie concreta. Los predicados “tienen la misma posición legal que
(...)”, “tiene los mismos ingresos que (...)”, etcétera, son ejemplos de este tipo de relaciones. Una relación de
equivalencia nos permite, para volver al ejemplo anteriormente mencionado, agrupar todos los objetos en las
dos subseries: la de los participantes y la de los no participantes en la Revolución de octubre. Para ser una
clasificación debemos conocer bien la estructura de un objeto concreto, para averiguar sí se caracteriza
realmente por el término clasificador implicado. Como los términos de clasificación se desarrollan gradual-
mente en el curso de la investigación, lo cual significa que muchos términos que se encuentran en las fuentes
deben sustituirse por términos de clasificación modernos, la tarea de clasificar un objeto determinado como
elemento de una serie dada encuentra, muchas veces, grandes dificultades. Por ejemplo, podemos tener que
considerar si un partido político determinado debe clasificarse como progresista o conservador, si una unidad
de producción concreta es ya una fábrica o todavía el taller de un artesano, si una localidad que en una fuente
concreta es dominada ciudad debe clasificarse como ciudad o como un establecimiento agrícola, etcétera.
Esto muestra claramente que en cada caso debemos usar, mentalmente, ciertas definiciones o términos expli-
cativos (los del partido político progresista, ciudad, fábrica, etcétera). Al clasificar ciertos objetos formula-
mos a estas definiciones y términos explicativos nosotros mismos, o usamos unos que ya existen.
Los conceptos (términos) que ordenan una serie concreta son predicados de dos argumentos cada uno,
tales como “es más alto que (...)”, “es más avanzado que (...)”, “es menos moderno (...)”, “es anterior a (...)”,
etcétera. Son, por tanto, ciertos todos formados por dos partes una que es una formulación del criterio de
precedencia (en un cierto orden), y otra, el criterio de igualdad en algún aspecto. Los conceptos de ordena-
ción no nos permiten dividir una serie en dos subseries, pero nos permiten ordenar sus elementos según la
intensidad de una determinada propiedad. Cada uno de estos conceptos se puede describir lógicamente por
las dos funciones oracionales siguientes:

A) xPy (x precede a y en algún aspecto);


B) xIy (x es igual que y en algún aspecto).

Los términos de ordenación deben usarse muchas veces en las narraciones históricas. Si los usamos, nos
interesa principalmente si los objetos en cuestión se pueden distinguir o no respecto a una relación determina-
da, por ejemplo, si a o b tienen los mismos ingresos, es decir, si se pueden incluir en la misma subserie,
diferenciada por referencia a los ingresos, etcétera.
Los conceptos de clasificación y ordenación nos acercan a los conceptos tipológicos, que han sido tan
discutidos en la metodología científica.
Son conceptos (predicados) sin los que difícilmente podríamos imaginar las narraciones históricas, ni,
prácticamente, todas las narraciones de las humanidades y las ciencias sociales.
T. Pawlowski, al analizar los conceptos tipológicos en la investigación histórica, dice que cada uno de
estos conceptos está formado por
1) un concepto de clasificación;
2) un sistema de ordenación de conceptos relacionados con el primero.
Seria difícil, muchas veces, marcar el límite entre los conceptos de clasificación y los tipológicos. Los
conceptos tipológicos (tipos) nos permiten describir el mundo, comparando ciertos fenómenos con esos tipos.
Podemos distinguir dos clases de tipos ideales (y también afirmaciones que incluyen conceptos de tipo ideal).
En Max Weber esos conceptos no se refieren a hechos empíricos; su papel es sólo heurístico y clasificador,
ya que sirven como medidas sui generis. Por el contrario (ver capítulo XXI), en K. Marx son de naturaleza
realistas (empírica): nos informan sobre el mundo empírico y pretenden ayudarnos a explicar los hechos. Se
forman dejando de lado las propiedades del objeto ideal construido que, en nuestra opinión, son secundarias;
llegamos así a conceptos como la democracia en general, un capitalista que actúa siempre racionalmente,

201
Jerzy Topolski

etcétera. No hay duda de que los tipos ideales realistas pueden desempeñar más funciones en la ciencia
(especialmente en la investigación histórica) que los tipos ideales instrumentales. El historiador tiene como
principio que, a pesar de las simplificaciones que no puede evitar, de todos modos, debe informar siempre
sobre el curso real de los acontecimientos.
Con lo que se ha dicho anteriormente, podemos ver bastante claro el problema de los llamados concep-
tos propios de la investigación histórica21. La afirmación de que la investigación histórica, necesariamente,
debe formular sus propios conceptos, parece errónea desde el punto de vista del desarrollo de la ciencia. Es
mucho más adecuado exigir que los historiadores se beneficien de los logros de otras disciplinas. Esto vale,
sobre todo, para los términos que podrían llamar ahistóricos: grupo social, producción, inversiones, dinero,
cultura, revolución, máquina, clima, conducta, auto-regulación social, sistema, etcétera. Otra cosa es lo que
sucede con los términos que se llaman históricos. Estos conceptos suelen elaborarse por parte de los propios
historiadores, que promocionan así datos para los estudios de los conceptos ahistóricos. Los conceptos histó-
ricos (es decir, los conceptos propios de la ciencia histórica) incluirán así términos como feudalismo, Rena-
cimiento, luchas de liberación nacional, izquierda social, jacobinos, etcétera. Muchos de ellos, desarrollados
primero en la investigación histórica, se han convertido en materia de análisis teóricos en otras disciplinas,
para volver más tarde, de forma “procesada”, al área de la investigación histórica. Se puede esperar, por
ejemplo, que “feudalismo”, que es todavía un concepto histórico, se pueda convertir en materia de análisis
económico, como ocurrió con “capitalismo”, y así pierda su categoría de algo propio de la ciencia histórica.
Se puede decir que no hay una serie constante de conceptos que sean propios de la historia: hay un intercam-
bio incesante de avances entre las divisiones disciplinas, que se manifiesta también en la tarea unida de dar
precisión a varios conceptos. Los historiadores deberían participar en esa colaboración en mayor medida de
lo que lo han hecho hasta ahora, ya que ello aumentaría la precisión de las narraciones históricas.

7. El papel de la deducción contra-objetiva

Parece que E. Nagel22 y J. Giedymin23 tienen razón al señalar la importancia cognoscitiva de la inferencia
contra-objetiva en la ciencia. J.Giedymin dice que “una condición necesaria de una valoración positiva de la
función cognoscitiva de la inferencia contra-objetiva es que una disciplina concreta tenga un amplio cuerpo
de conocimientos nomológicos que sea más o menos universalmente aceptado por sus representantes, quie-
nes, además, deberían profesar una filosofía de la ciencia que suponga que todas las afirmaciones científicas
(en las disciplinas empíricas) tienen naturaleza hipotética, y que las tareas de la ciencia no se limitan a
registrar los resultados de las observaciones”24. Por tanto, los representantes de la concepción positivista de
la ciencia (fenomenalistas, induccionistas, idiografistas) se opondrán a la inferencia contra-objetiva, porque,
para ellos, las afirmaciones de observación son los componentes finales de la ciencia y los criterios finales de
veracidad, lo cual no admite la consideración de afirmaciones que contradigan la observación. E. Nagel
señala también el papel considerable de la inferencia contra-objetiva en la investigación histórica.
Hay que hacer una distinción entre las preguntas contra-objetivas (preguntas de decisión y de
complementación) y los condicionales contra-objetivos. La pregunta:
1) ¿Si no hubiera existido la confederación de Bar, habría ocurrido de todos modos la primera partición
de Polonia?
Es un ejemplo de pregunta contra-objetiva de decisión.
Estas preguntas son un elemento (normalmente implícito) de las explicaciones históricas. Ya que si acep-
tamos que la confederación de Bar (una acción armada de la clase media, organizada en 1768, que complicó

21. Cfr. J. Dutkiewicz, “Pojecia wlasne nauki historycznij”, Rocznik Lodzki, volumen V, 1962, págs. 25-32.
22. E. Nagel, The Structure of Science, ed. cit., págs. 588 y ss.
23. J. Giedymin “Charakterystyka pvtan i wnioskowan kontrafaktycznych” Studia metodologiczne, núm. 1, págs. 23-45.
24. Ibidem, págs. 35-36.

202
La naturaleza y los instrumentos de la narración histórica

enormemente la posición política de Polonia) fue una de las causas de la primera partición de Polonia,
preguntamos de este modo si la partición habría ocurrido sin la confederación de Bar (y en este caso, contes-
tamos negativamente a la pregunta). Al mismo tiempo, planteando una pregunta contra-objetiva de decisión,
intentamos averiguar la importancia histórica del hecho cuya existencia pasada negamos en un experimento
mental (en este caso, la existencia de la Confederación de Bar). Esto muestra el doble papel de la pregunta
contra-objetiva: por un lado, apoya una hipótesis determinada sobre un nexo causal entre dos hechos, y por
otro (suponiendo que se niega un hacho histórico que realmente sí ocurrió), subraya la importancia histórica
(es decir, el papel en el desarrollo de un sistema concreto) del hecho que se niega en el experimento mental.
Más o menos, ocurre lo mismo con las preguntas contra-objetivas de complementación, tales como:
2) ¿Qué habría ocurrido en Europa si Hitler hubiera vencido?
Al analizar nuestra respuesta a esta pregunta queremos subrayar aún más el terror y la naturaleza inhu-
mana de la política nazi. En este caso, esta pregunta no está relacionada con ninguna explicación histórica.
Pero, por ejemplo, la pregunta:
3) ¿Cuál habría sido el destino de Europa si las potencias occidentales no hubieran firmado los acuerdos
de Munich?
Se puede relacionar con las explicaciones. Por ejemplo, podemos creer que el pacto de Munich fue una de
las causas de la Segunda Guerra Mundial, y reflexionar, en relación con ello, sobre lo que habría ocurrido
(por ejemplo, que hubiera estallado la Segunda Guerra Mundial) si el pacto de Munich no se hubiera firma-
do. Al mismo tiempo, al utilizar la pregunta 3) aumentamos o disminuimos la importancia histórica que
atribuimos al pacto de Munich.
Los condicionales contra-objetivos difieren de los condicionales ordinarios (implicaciones) del tipo “si p,
entonces q”, porque tienen el antecedente formulado gramaticalmente, de tal modo que se niega p. Si p es un
elemento aceptado de nuestro cuerpo de conocimientos, su negación es un supuesto hecho contra los hechos
(de aquí el término “contra-objetivo”).
He aquí ejemplos:

4) Si España no se hubiera envuelto en la expansión colonial, habría evitado la regresión económica;


5) Si no hubiera sido por las leyes de Napoleón, la descomposición del sistema feudal en algunos países
habría sido aún más lenta.

En estos casos, también, la inferencia contra-objetiva nos ayuda a subrayar la importancia histórica de un
hecho, persona u objeto concretos.
Mientras que las preguntas contra-objetivas suelen aparecer en las narraciones históricas de forma laten-
te, los condicionales contra-objetivos son a menudo explícitos: incluyen algunas formulaciones que comien-
zan con “supongamos que (...)”, “ (si aceptamos que (...)”, etcétera, aunque el caso de este grupo nos encon-
tramos también con condicionales ordinarios.
Los elementos de la inferencia contraobjetiva se encuentran muchas veces en la sustentación de la hipóte-
sis, aunque aquí el aspecto del problema es algo diferente del de loas casos típicos de inferencia contraobjetiva.
En el caso de las hipótesis no sabemos aún si una hipótesis concreta niega algún conocimiento aceptado, por
que estamos aún en el proceso de ampliar nuestro conocimiento. Supongamos que consideramos la hipótesis
a y no a, y que incluimos en nuestro cuerpo de conocimiento, como comprobada, la hipótesis a. En este caso
la inferencia del tipo “si aceptamos que no a (...)”, usada en el proceso de comprobación, demuestra ex post
facto ser contra-objetiva, por que su antecedente niega una afirmación aceptada.
Cuando más amplio sea nuestro conocimiento general de las relaciones entre los hechos, mayor será la
importancia práctica de la inferencia contraobjetiva en el proceso investigador. Ya que, al modificar una
afirmación aceptada que es un elemento de nuestro conocimiento, solemos usar nuestro conocimiento inmu-
table de las relaciones generales. Por tanto, 4) sólo tiene sentido el proceso investigador si conocemos las
relaciones entre el crecimiento económico de un país y determinadas actividades, o sea, si conocemos las

203
Jerzy Topolski

regularidades del crecimiento económico en el período de la expansión colonial. Igualmente, con 5), debemos
conocer las relaciones entre la legislación y otros hechos. También necesitamos un conocimiento adecuado de
la configuración real del proceso histórico con referencia a las partes de ese proceso que estudiamos.

204
en Metodología de la historia, Capítulo XXIV, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Componentes de las narraciones:


afirmaciones y leyes históricas

1. Categorías de afirmaciones históricas

Una afirmación histórica es el componente básico de las narraciones históricas. Se suele definir con la
indicación de que contiene un determinante espacio-temporal, es decir, que se refiere a un lugar y un tiempo
específicos. Sin embargo, en la historiografía, una afirmación estrictamente histórica, si va a formar parte de
una narración, debe afrontar una condición adicional, es decir, se debe referir a un (unos) hecho(s) histórico(s).
Esta condición no se refiere a las regularidades históricas formuladas como afirmaciones estrictamente gene-
rales. Una afirmación histórica es, por tanto, el resultado final (en el caso de un historiador concreto) del
proceso de establecimiento de los hechos, o, en otras palabras, el último enlace de la cadena:
La condición de que una afirmación histórica debe referirse a un hecho histórico excluye las afirmaciones
sobre sucesos que en realidad no ocurrieron (principalmente afirmaciones que encontramos en las novelas
históricas), que llamaremos cuasi-históricas, y las afirmaciones que tienen determinantes espacio-temporal,
pero que se refieren a sucesos futuros. Así, no incluiremos en las narraciones históricas varias afirmaciones
ficticias sobre el pasado, tales como: 1). Después de su victoria en Waterllo Napoleón devolvió a Polonia su
independencia política; o 2) En el año 2000 la cosecha de cacao será doce veces mayor que en 1960 (una
afirmación sobre un hecho futuro). Esto daría lugar a que definiéramos una afirmación histórica como una
afirmación cierta que se refiere a hechos que pertenecen a clases ontoló-gicamente cerradas.
Pero la segunda categoría de afirmaciones implica algunas dificultades, ya que, entre las afirmaciones
sobre los sucesos futuros, podemos distinguir al menos estos tres grupos:
a) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales, de modo que cada afirmación se refiere a la vez
al pasado y al futuro, y la parte de la afirmación que se refiere al futuro se puede deducir del conocimiento
que aceptamos (obviamente, no nos referimos a afirmaciones complejas, que consideramos como agrupacio-
nes de afirmaciones simples);

información
hecho basada en hecho histo- afirmación
histórico fuentes riográfico estrictamen-
sobre un te histórica
hecho

205
Jerzy Topolski

b) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales que se refieren a sucesos futuros, pero que no se
pueden deducir del conocimiento que aceptamos;
c) Afirmaciones con determinantes espacio-temporales que se refieren a sucesos futuros y pueden (con
una probabilidad específica) deducirse del conocimiento que aceptamos (este grupo coincide en cierta medida
con el grupo a)).

He aquí un ejemplo de afirmación de tipo a): “La tasa de crecimiento de los países en vías de desarrollo,
que se ha observado durante los últimos años, aumentará señaladamente durante la próxima década”. Ejem-
plo de afirmaciones del tipo b): la afirmación 2) dada anteriormente, que no se basa en nuestro conocimiento
actual. Ejemplo de afirmación del tipo c): “En 1980, el número de estudiantes en las facultades polacas será
alrededor de 150.000.” Se parece a 2), pero se diferencia en que se refiere nuestro conocimiento actual
aceptado (el número de estudiantes en 1980 debe ser realista en comparación con las condiciones de 1970).
De estas categorías de afirmaciones que se refieren a hechos futuros, las afirmaciones del tipo a) pueden
(aunque raramente) encontrarse en las narraciones históricas.
En vista de lo anterior, podríamos clasificar las afirmaciones históricas, es decir, las afirmaciones con
determinantes espacio-temporales, así:
1) Afirmaciones cuasi-históricas (sobre hechos pasados);
2) Afirmaciones históricas sensu largo;
3) Afirmaciones estrictamente históricas.
Esta última categoría, que aparece en las narraciones históricas, abarcaría por tanto las afirmaciones
históricas con la exclusión de las cuasi-históricas y las afirmaciones de los tipos b) y c), que se refieren a
hechos futuros, y las regularidades históricas. Si aceptamos esta interpretación, suponemos que las afirma-
ciones estrictamente históricas, que en principio se refiere al pasado, se pueden referir también a hechos que
pertenecen a clases ontológicamente abiertas. Esto vale, en la práctica, para ciertos procesos sobre el curso
posterior acerca del cual los historiadores expresan alguna opinión.

2. Determinantes espacio-temporales

Los determinantes espacio-temporales suelen aparecer unidos, pero incluso la indicación de un determi-
nante (el del tiempo o el del espacio) implica alguna información sobre el otro si embargo, frecuentemente,
dicha información no basta para relatar adecuadamente un hecho concreto en el pasado. Por ejemplo, si
decimos que “Polonia fue gobernada por la clase media”, nuestro conocimiento sobre el periodo en el que
existió la clase media como clase nos acerca a un determinante temporal. Pero si decimos que “la situación de
los campesinos en Polonia era mala”, el marco cronológico de esta afirmación es tan amplio que la afirma-
ción pierde su valor informativo. Obviamente, el determinante espacial “Polonia” incluye un determinante
temporal (“no antes de que Polonia surgiera como país especifico o estado”), pero esto no basta para la
formulación de una afirmación histórica correcta. La indicación de un determinante temporal implica por si
sola un determinante espacial que a menudo abarca todo el mundo. Por ejemplo si decimos que “la vida
humana cambió en el siglo XVIII”, sólo podemos relacionarlo con el mundo entero.
Los determinantes espacio-temporales pueden estar contenidos en las afirmaciones explícitas o implícita-
mente. En el primer caso nos podemos encontrar con afirmaciones como “1789 vio el comienzo de una
revolución en Francia”, “la Alemania nazi fue derrotada en 1945”, “las epidemias eran frecuentes en la
Europa medieval”. En el segundo caso podemos tener, por ejemplo, “la toma de la bastilla empezó la revolu-
ción francesa”, “Kosciuszko inicio la época de las reformas agrarias en Polonia al publicar la declaración de
Polaniec”, “Tamerlán fundó un estado poderoso con capital en Samarcanda”, etc. En el caso del último
grupo, otros hechos conocidos nos ayudan a definir los determinantes implicados. La aparición de un nombre
propio en una afirmación indica su marco espacio-temporal. Por otro lado, cada determinante se puede redu-
cir a un nombre propio. Como el tiempo se cuenta a partir de un hecho relacionado con una persona especí-

206
Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

fica (no influye en el proceso el hecho de que se dude


la existencia de dicha persona): a partir de la huida
de Mahoma de la Meca a Medina, a partir del naci- afirmaciones
miento de Jesús, etcétera, o se cuenta a partir de un científicas
suceso específico (por ejemplo, desde el periodo gla-
cial normalmente tenemos que reducirlo a algún otro
sistema de datación.
Una afirmación histórica puede desempeñar va-
rias tareas en las formulaciones de los resultados de afirmaciones
afirmaciones
la investigación histórica. Puede ser un elemento de singulares
generales
una descripción simple, de una descripción genética
(esto sucede con las afirmaciones factográficas), y
de las explicaciones causales (esto sucede con las afir-
maciones causales). Por ejemplo si decimos que “la
caida del Imperio Romano fue motivada por el desa-
rrollo interno de las provincias”, hacemos una afir- afirmaciones
mación histórica causal, que se refiere a un tiempo y históricas
un lugar especifico. Anteriormente hemos presenta-
do ejemplos de afirmaciones históricas factográficas.
generalizacio-
nes históricas
3. La controversia sobre las generaciones
históricas afirmaciones
históricas
Las dificultades para atribuir a las generaciones singulares
históricas su sitio exacto entre las afirmaciones his-
afirmaciones
tóricas, por un lado, y para distinguirlas de las afir-
estricta y
maciones estrictamente generales y de las leyes cien-
universalmen-
tíficas, por otro, han dado lugar a muchas controver-
te generales
sias sobre ese concepto. Sin embargo, estas discusio-
nes suelen referirse al último punto, mientras que el
primero es decir, en qué condiciones se convierten
las afirmaciones históricas en generalizaciones, han
sido poco estudiado hasta ahora. Ambos problemas leyes de la
merecen atención. ciencia
En primer lugar, recordemos (con ligeras modi-
ficaciones) la clasificación de las afirmaciones que
pertenecen a una disciplina concreta, sugerida por A.
Malewski y J. Topolski1. Todas las afirmaciones
científicas (no sólo en la investigación histórica) se
pueden clasificar según el siguiente esquema, usando
como criterio su grado de generalidad. afirmaciones
parecidas a
El esquema muestra que las generalizaciones his- una ley
tóricas son , a la vez, una subclase de las afirmacio-
nes históricas (como las afirmaciones singulares) y
una subclase de las afirmaciones generales (como las
leyes científicas). Esto hace ver las dificultades que
encierra el describirlas de modo no ambiguo2.

1. A. Malewski y J. Topolski, op. cit., págs. 15 y ss.


2. Sobre los esquemas oracionales, ver. K. Ajdukiewicz, lógica pragmá-
tica.

207
Jerzy Topolski

No es fácil responder a la pregunta de cuando se convierte en generalización una afirmación histórica. Es


comúnmente sabido que una afirmación así puede variar mucho en cuanto a su generalidad. Cuando se
refiere a un hecho aislado (por un “amplio” que sea), es una afirmación histórica singular, o una afirmación
sobre un hecho singular, tal como “la primera partición de Polonia lugar en 1772”, “en la batalla de Grunwald,
Polonia venció a la orden teutónica”, o “el rey Casimiro el grande murió en 1370”. Cuando una afirmación
histórica se refiere a una serie de hechos que se parecen en algún aspecto, y resalta sus características comu-
nes (que nos interesan por alguna razón para la investigación), se convierte en una generalización histórica.
El problema de la línea fronteriza entre las generalizaciones históricas y las leyes científicas, que es la
explicación del concepto de generalización histórica, está estrechamente relacionado con las opiniones sobre
la estructura de las leyes científicas. Como este problema se tratará más adelante, esos comentarios subsi-
guientes (ver 5, más abajo) se deben considerar como una continuación de lo que digamos ahora. Se distin-
guen en la metodología de las ciencias, estas propiedades principales de las generalizaciones históricas (nor-
malmente, en oposición de las afirmaciones estrictamente generales):
1) Generalidad numérica (o limitada), distinta de la generalidad estricta (o específica) de las leyes cientí-
ficas (K. Popper, H. Mehlberg, A. Malewski);
2) La aparición, en ellas, de determinantes espacio-temporales o de nombres propios o términos que no
pueden definirse sin referencia a nombres propios (K. Popper, J. Giedymin, A. Malewski, S. Nowak);
3) Abarcar una clase cerrada de designados, al revés que las afirmaciones estrictamente generales, que
siempre se refieren a clases abiertas de sucesos, es decir, a las que se pueden añadir nuevos elementos (J.
Pelc, A. Malewski);
4) Ser igual, en cada caso, que una secuencia finita de afirmaciones históricas singulares, lo cual no
ocurre con una ley (K. Ajdukiewicz, I. Lazari-Pawlowska);
5) El hecho de las generalizaciones, al revés de las leyes, no proporciona información que permita las
predicciones (J. S. Mill, K. Popper, J. Pelc, J. Giedymin, A. Malewski);
6) Referencia, en cada caso, a una serie de hechos históricos (secuencias genéticas) determinada por la
influencia de un suceso (sucesos, persona), es decir, a un sistema relativamente aislado (S. Ossowski.
Sin meternos en análisis detallados, advertimos que los criterios 1), 2), 3), y 4), en principio coinciden y se
pueden reducir a 2), de modo que definen la misma propiedad. La aparición en una generalización de deter-
minantes espacio-temporales (criterio 2), es decir, la indicación del alcance de la validez de esa generaliza-
ción (respuestas a las preguntas ¿cuándo? y ¿dónde?), implica que una generalización, en la practica, abarca
un número finito de hechos (criterio 1), lo cual significa que abarca una clase cerrada de designados (criterio
3), de modo que, formalmente, equivale a una secuencia finita de afirmaciones históricas singulares (criterio
4).
El hecho de que una generalización no permita las predicciones (criterio 5) es independiente del criterio 2,
ya que, como veremos más tarde, hay leyes que tienen determinantes espacio-temporales y sin embargo
permiten las predicciones. Por otro lado, no podemos dejar de ver las relaciones entre generalizaciones y
prediccciones: las generalizaciones proporcionan el material para formular las leyes y, por tanto, también,
las predicciones.
La categoría de generalizaciones históricas, introducida por Ossowski3, se acerca a las afirmaciones es-
trictamente generales. Sólo cuando podemos decidir que un sistema relativamente aislado concreto esta ce-
rrado (es decir, que la secuencia de hechos comenzada por un suceso está prácticamente terminada), sólo
entonces, la generalización de Ossowski que se refiere a ese sistema, aunque no tenga determinantes espacio-
temporales, corresponden a los criterios 1, 3) y 4). Si dicha secuencia no esta cerrada (cfr. la secuencia de
sucesos relacionados con la Revolución de octubre), y se extiende, por tanto, hacia el futuro, no se satisfacen
los criterios 1), 2), 3), 4) y 5). La idea de Ossowski puede tener aplicaciones en el estudio de la historia de las
culturas y las ideologías (cfr. el sistema relativamente aislado determinado por el Islam o el Renacimiento).

3. S. Ossowski, “Dwie Koncepje historycznych uogólnien”, Studia Socjologiczne, núm. 2, 1963, págs 53-61.

208
Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

En conclusión, se puede decir que una generalización histórica es una afirmación general que:
I) Se refieren a hechos pasados;
II) Contiene determinantes espaci-temporales o nombres propios o términos que se pueden definir por
referencia a nombres propios;
III)No proporciona información que baste para ser predicciones.
Estas características sólo indican las condiciones necesarias a las que tienen que hacer frente una genera-
lización histórica: I) distingue una generalización histórica de una afirmación singular, mientras que II) y III)
la distinguen de una afirmación estrictamente general. Esta distinción no es muy precisa, porque, como
veremos, podemos hablar de leyes que tienen las propiedades I y II. Sin embargo, toda ley carece necesaria-
mente de la propiedad III, es decir, debe servir de base posible de predicciones. De aquí se deduce que, de las
condiciones enumeradas, la propiedad III tiene el mayor valor diagnóstico. Por tanto, una generalización
histórica es una afirmación general que se refiere a una serie de hechos pasados y contiene determinantes
espacio-temporales, pero no proporciona la información necesaria para ser predicciones. Igual que las afir-
maciones históricas, las generalizaciones estrictamente históricas (es decir, las propias de la investigación
histórica) no se refieren a hechos futuros, a no ser que se refieran, a la vez, al pasado y al futuro (el tipo a) de
afirmaciones históricas mencionadas más arriba).

4. Tipos de generalizaciones históricas

Se pueden distinguir muchos tipos de generalizaciones históricas. M. J. Finley menciona las generaliza-
ciones de clasificación (por ejemplo, comercio, campesino), las relativas a la periodización (clásico, helenístico),
y referentes a las relaciones entre los hechos4. Si mantenemos que las generalizaciones son afirmaciones y no
términos, sus dos primeros tipos no pueden considerarse como generalizaciones. Parece lógico no confundir
los términos de clasificación con las generalizaciones.
S. Nowak clasifica las generalizaciones (tomando como criterio el riesgo de error) así: las que informan
(en cuyo caso la validez de una afirmación concreta no va más allá del alcance de los datos estudiados) y las
históricas (en cuyo caso la validez de una afirmación concreta se extiende más allá de los datos estudiados;
pueden ser datos de los que sea posible valorar hasta qué punto son representativos o de los que no sea
posible esta valorización).5 La clasificación es importante, con la condición de que las generalizaciones que
informan, que se encuentran frecuentemente en las narraciones históricas (tales como 1), “todos los levanta-
mientos polacos del siglo XIX terminaron en derrotas”), quedan fuera del alcance de las generalizaciones
históricas.
Se pueden distinguir los siguientes tipos de generalizaciones, de acuerdo con los criterios de clasifica-
ción adoptados en un caso concreto:
a) Generalizaciones que varían por su grado de generalidad, según el alcance del conocimiento
generalizado de hechos específicos;
b) Generalización factográficas (que indican hechos establecidos);
c) Generalizaciones causales que formulan los resultados de las explicaciones causales;
d) Generalizaciones sin excepción;
e) Generalizaciones que informan;
f) Generalizaciones hipotéticas;
g) Generalizaciones estadísticas.

4. En generalization in the Writing of History, L. Gottschalk (ed.), Chicago, 1963, págs.19 y ss.
5. S. Nowak, Stedia z metodologii nauk spolecznych, ed. cit., págs. 24-26.

209
Jerzy Topolski

En cuanto al grado de generalidad, las diferencias entre las generalizaciones pueden ser enormes. Tanto
2), “En ese pueblo, todos los campesinos tenían una granja mayor de 0,5 lanei”, como 3), “la conquista por
Roma trajo al machacado mundo mediterráneo la paz, pero, al principio, no la prosperidad” (V. Gordon
Childe), son generalizaciones. Las generalizaciones factográficas establecen hechos, por ejemplo, 4), “en el
siglo XVII las ciudades polacas decayeron”, mientras que las generalizaciones causales proponen explicacio-
nes causales, por ejemplo, 5), “Las participaciones de Polonia se debieron a su debilidad interna y a una
situación internacional desfavorable”. La afirmación 3) también es una generalización causal.
Entre las generalizaciones sin excepciones suelen incluirse (explícita o implícitamente) formulaciones
como “todos”, “cada”, etc., de modo que, para decirlo formalmente, son afirmaciones con cuantificadores
universales (“para todo x”). La afirmación 1) es un ejemplo de esta generalización.
En la división de las generalizaciones entre informadores e hipotéticas, el criterio de clasificación se basa
en el grado de riesgo de error. Las generalizaciones informadoras se refieren sólo a hechos establecidos (y,
por tanto, son una clase de generalizaciones factográficas), y son simplemente conjuntos de afirmaciones
sobre hechos establecidos aislados. Un ejemplo es 6), “De los cuarenta y ocho pueblos estudiados, sólo en
dos casos el trabajo servil suponía menos de cuatro días por semana y laneus”, que se obtiene de la unión de
las afirmaciones “En el pueblo a 1, el trabajo servil sumaba x 1 días”, etcétera, hasta “En el pueblo a 48 el
trabajo servil sumaba x 48 días”.
Las generalizaciones hipotéticas siguen siendo hipotéticas. Son el elemento más creativo de toda la inves-
tigación científica, ya que muestran el camino para la investigación posterior. S. Nowak tiene razón al asegu-
rar que la estructura de la ciencia no se puede comparar a la de una pirámide, en la que el primer piso de
piedras es necesario para poder poner el más alto. En las ciencias, muchas veces, construimos los pisos
superiores proponiendo hipótesis generales fecundas y comprobándolas más tarde, poniendo bases duraderas
que están formadas por afirmaciones menos generales6.
Las generalizaciones hipotéticas se pueden referir al establecimiento de hechos o a las explicaciones causales.
En el primer caso, son un tipo de hipótesis factográficas, y en el segundo, un tipo de hipótesis explicativas
(cfr. capitulo XIV). Muchas veces, para subrayar la naturaleza hipotética de una generalización y el alcance
de su validez, los historiadores usan fórmulas como “indudablemente”, “probablemente”, “según parece”,
“se puede suponer que”, etcétera. El valor restrictivo de estas fórmulas no se ha definido con precisión hasta
ahora. El problema parece interesante como materia de reflexiones futuras más detalladas.
He aquí ejemplos de generalizaciones hipotéticas:
7) “Estos tres factores, es decir, la distribución de los colonos, la organización de las ventas y el factor
racial tuvieron, indudablemente, una fuerte influencia en la formación de las granjas señoriales; pero si nos
redujéramos a estos factores, no podríamos explicar todo el proceso del nacimiento y desarrollo de las gran-
jas señoriales en Polonia, ya que también otros factores actuaron”7. (Generalización explicativa.)
Las generalizaciones estadísticas pueden ser de naturaleza informadora o probabilista. Un ejemplo de la
primera es 6), y de la segunda, 8), “El cambio del trabajo servil a los arrendamientos sólo favoreció,
globalmente, al campesino”. En estos casos los historiadores no usan fórmulas métricas (a no ser que hagan
los cálculos apropiados), sino que los suelen sustituir por expresiones como “en principio”, hasta cierto
punto”, “en cierto grado”, “normalmente”, “el general”, “frecuentemente”, “con pocas frecuencias”, “par-
cialmente”, “casi”, “globalmente”, etcétera. He aquí otro ejemplo: “Los protestantes, no menos que los cató-
licos, subrayaban la idea de una civilización celestial, en la que todos los aspectos de la vida, el estado y la
sociedad, la educación y la ciencia, la ley, el comercio y la industria, serían regulado de acuerdo con la ley
Divina”8.
En resumen, podemos decir que las generalizaciones d) pueden adoptar la forma de d), c), f) y g); las
generalizaciones e), la forma de b), c) y g); las generalizaciones f), la forma de b), c) y e), y las generalizacio-
nes g), la forma de b), d), e) y f), y que todas ellas pueden variar en cuanto al grado de generalidad.

6. Ibidem, págs. 49.


7. J. Rutkowski, Studia z dziejów wsi polskiej (Estudios de historia de las zonas rurales de Polonia), Varsovia, 1958, pás. 186.
8. R. H. Tawney, Religion and the Rise of Capitalism, pás. 91.

210
Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

5. La controversia sobre las leyes de la ciencia

Antes de responder a la pregunta sobre si las leyes de la ciencia también son, junto a las afirmaciones
singulares y las generalizaciones históricas, elementos de las narraciones históricas, debemos definir nuestra
posición en el problema, muy debatido, de qué condiciones (suficientes y necesarias) deben cumplir las
afirmaciones para ser aceptadas como leyes científicas.
La opinión más corriente es que todas y sólo aquellas afirmaciones estrictamente generales que están bien
fundadas y pertenecen a una disciplina concreta son leyes científicas9. Esta definición, el imponer a una ley
científica las exigencias de que esté bien fundamentada y pertenezca a alguna disciplina (y sea, por tanto,
aceptada por los científicos), y de que esa sea además una afirmación estrictamente general, deja fuera de ese
concepto, explícitamente, las afirmaciones que no cumplen la condición de ser estrictamente generales (y por
tanto, afirmaciones históricas) y las que son, formalmente (sintácticamente), generales, pero que todavía no
han sido fundadas o son demasiado triviales para ser incluidas en una disciplina concreta (afirmaciones
parecidas a una ley).
Mientras que existe un acuerdo sobre el hecho de que las leyes científicas deben distinguirse de las leyes
puramente sintácticas (que se llaman simplemente leyes), cada vez más estudiosos (por ejemplo, E. Nagel y
los metodologistas marxistas anterior a él) subrayan que la exigencia de generalidad estricta va demasiado
lejos, ya que priva de la categoría de ley a muchas afirmaciones que suelen llamar leyes científicas. Puede ser
oportuno recordar que una afirmación estrictamente general es la que tiene cuantificador universal prefijado
(“para todo x”) y no contiene ningún nombre ni determinante espacio-temporal. Por tanto, una afirmación
estrictamente general se refiere a una clase abierta de sucesos, y no equivale (al contrario que una generaliza-
ción histórica) a un conjunto de afirmaciones históricas singulares. Ejemplos: 1), “Todos los cuervos son
negros”; 2), “El hombre es mortal”; 3), “El hierro es un buen conductor de electricidad”; 4), “El dinero malo
deja al bueno fuera de circulación”; 5), “Un ejército fuerte suele derrotar otro más débil”, etcétera. Es eviden-
te que todos los fenómenos a los que se refieren estas afirmaciones están situados el un espacio y un tiempo,
pero esa situación no está indicada.
Se puede advertir fácilmente que la condición básica para ser una afirmación estrictamente general –que
no aparezca en ella ningún nombre propio– no es cumplida por afirmaciones como la siguiente ley de Kepler:
6), “Todo planeta sigue una órbita elíptica, en uno de cuyos focos está situado el Sol”, porque (como todas
las leyes sobre heliocentrismo y geocentrismo)contiene nombres propios (en este caso, “el Sol”).
La afirmación 6) no es estrictamente general, pero es universalmente general (general sin restricciones).
Para una afirmación universalmente general basta que la aparición de los objetos a los que se refiere (y que
pueden estar indicados por nombres propios) no se limite a una cierta región o período. La universalidad,
aquí, significa apertura.
Parece que, una vez que se ha suavizado la exigencia de generalidad estricta con referencia a las leyes
científicas (lo cual no cambia el hecho de que en las ciencias sociales las leyes suelen ser afirmaciones
estrictamente generales), y, por tanto, una vez que se ha rechazado la condición de que no aparezcan (de
forma directa o indirecta) nombres propios (y manteniendo la condición de apertura), podemos indicar una
característica determinada de las leyes científicas que comparten las afirmaciones estricta y universalmente
generales, en concreto su valor predictivo. Ese valor, es decir, la capacidad de proporcionar datos para hacer
predicciones científicas, se considerará como la principal característica para diagnosticar las leyes científi-
cas. Está directamente relacionada con su apertura, en contraste con el hecho de que las afirmaciones histó-
ricas son cerradas y no pueden servir, por tanto, como base para predicciones. Apoyándonos en la afirmación
1), podemos predecir que todos los cuervos que encontremos en cualquier momento y en cualquier sitio
resultarán ser negros; basándonos en 2), que todos los hombres morirán alguna vez, etcétera, y basándonos
en 6), que todos los planetas (mientras exista el sistema solar) seguirán una órbita elíptica y tendrán al Sol en
uno de los focos de esa elipse.
La capacidad de servir como base de predicciones, el sentido real de la ciencia y el instrumento para su
influencia en la sociedad, tiene una importancia tan enorme que se puede utilizar como criterio para distin-
guir las leyes científicas de las afirmaciones históricas. Las afirmaciones que nos permitan decir que el

9. Cfr. A. Malewski y J. Topolski, op cit., pág. 18 (la formulación se debe a, A. Malewki).

211
Jerzy Topolski

cumplimiento de ciertas condiciones (ser un cuervo, ser un ser humano, ser hierro, poner en circulación
moneda falsa, mandar un ejército más débil o más fuerte que el enemigo, etcétera) provoca ciertos efectos
(tener plumas negras, ser mortal, buena conducción de la electricidad, dejar a la moneda buena fuera de
circulación, derrota o victoria probable, etcétera), merecen diferenciarse del resto, aunque sólo sea porque
proporciona los datos necesarios para cambiar el mundo que nos rodea. “Esta es la razón –escribió A.
Malewski– de que los que quieren que la ciencia no sólo describa el mundo si no que proporcione además el
conocimiento intencionadamente, no puedan limitarse a fundamentar cualquier afirmación general, sino que
intenten fundamentar las afirmaciones estrictamente generales (universalmente generales, en la terminología
que hemos adoptado aquí), y establecer leyes, por tanto”10.
Debe advertirse, por que es muy importante para los historiadores que en la metodología científica la
predicción se suele interpretar de modo amplio, como prognosis, y postgnosis,y que una misma ley no tiene
por qué desempeñar ambas funciones11. Nos encontramos con la postgnosis cuando usamos las leyes en las
explicaciones causales. Cuando hacemos la explicación, conocemos el efecto (el consecuente de un condicio-
nal), y no conocemos la causa (el antecedente de ese condicional), y cuando hacemos una predicción a partir
de un antecedente conocido, afirmamos algo sobre el consecuente. La diferencia sólo estriba en la dirección
del procedimiento usado.
En resumen, decimos que las condiciones suficientes y necesarias para que una afirmación sea una ley
científica son:

1) Su valor predictivo (que se deduce de la generalidad universal de una afirmación que es ley);
2) Su fundamentación suficiente (su aceptación por, al menos, una gran mayoría de investigadores).

Una ley científica se puede formular como una afirmación (ejemplo 1, 2, 3, 6) o como un condicional.
Pero hay que advertir que toda afirmación que en la lógica tradicional se formulaba como “Todo S es P” (es
decir, como las afirmaciones mencionadas en los ejemplos), en la lógica actual se ha transformado en: “para
todo x: si x es S, entonces x es P”, que, en notación simbólica, se escribe así:

11[S (x) – P (x)].

Una ley formulada como condicional puede representar una condición suficiente o necesaria. En el primer
caso, se presenta en la forma: “Para todo x: si x es S en un momento m1, entonces x es P en un momento m2”,
y en el segundo, “para todo x: si x es S en un momento m1, entonces x no es P en un momento m2”.
En todos estos casos obtenemos algún conocimiento que permite las predicciones.
Dejamos de lado aquí el problema de si sólo las afirmaciones sobre regularidades “profundas” se pueden
denominar leyes, o si ese término debe abarcar las afirmaciones objetivas sobre la concurrencia constante de
ciertos fenómenos, o sólo las que se refieren a las relaciones reales entre los hechos. Desde el punto de vista
lógico, la afirmación que dice que todas las piedras caen cuando se dejan caer y la ley de la gravedad se deben
considerar como leyes que explican el hecho de que una determinada piedra cayó cuando se la dejó caer.

10. Ibídem, pág. 19.


11. Cfr. K. Popper, The Logic of Scientific Discovery, Nueva York, 1969, página 60.

212
Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

6. Las leyes en las narraciones históricas

La falta de estudios sobre las narraciones históricas y la opinión de que el mundo histórico es una colec-
ción
de hechos aislados y únicos dictó a muchos autores la idea de que los historiadores no establecen leyes.
Pero la convicción, cada vez mayor, de que el proceso histórico es regular, así como en los avances en los
estudios metodológicos sobre la investigación histórica, han cambiado señaladamente las opiniones sobre las
relaciones entre la investigación histórica y el problema de las leyes científicas. Estas opiniones se acercan
ahora mucho más a lo que aseguraban Marx y Engels ya en siglo XIX. Ha resultado que no puede haber un
análisis con éxito de las explicaciones causales si aceptar que el mundo se rige por regularidades y, por tanto,
sin referencia a las leyes, que son simplemente afirmaciones sobre tales regularidades. Esto ha indicado el
hecho de que los historiadores no pueden dejar de interesarse por las leyes, aunque su interés debe ser el de
consumidores y no el de productores.
Pero un análisis más estricto de las narraciones históricas muestra que los historiadores formulan por sí
mismo, muchas veces, leyes. A veces lo hacen casualmente, como si dijéramos, haciendo una observación
general sin fundamentarla; con más frecuencia, formulan leyes (a menudo muy bien fundadas) para sus fines
explicativos. Sólo en algunos casos se puede aceptar esas afirmaciones como leyes científicas, pero el mismo
hecho de que en las narraciones históricas se incluyan afirmaciones universales generales (muy pocas, hasta
ahora) muestra que la investigación histórica contiene también en su estructura ciertos elementos nomológicos
(trataremos la cuestión más adelante). Esto puede servir de punto de partida para los intentos de reconstruir
la investigación histórica, de modo que muestre sus tareas teóricas es mayor medida. Un lazo de unión
estrecho entre la investigación histórica y las leyes es una consecuencia necesaria del hecho de que el mundo
que estudian los historiadores se rige por regularidades. Si ese mundo muestra las regularidades, es decir,
tiene una estructura propia concreta, seria la muerte de la investigación histórica que se limitara al estudio
del material del que está hecha la estructura y rechazara la configuración de esa estructura y los factores que
la motivaron, y más aún en cuanto que ninguna otra disciplina tiene tantas oportunidades para estudiar esas
estructuras (sistemas) durante periodos largos de tiempo.
He aquí ejemplos de leyes, sacados de los estudios históricos, que han sido sujetas a una fundamentación
sistemática (y que, por consiguiente,se pueden llamar leyes científicas):
1) “Cuando la semejanza de condiciones naturales va acompañada, en las diversas regiones, por diferen-
cia de cultura, los factores que causan esas diferencias deben buscase en sustratos étnicos diferentes” (H.
Lowmianski)12.
2) La concurrencia de buenos mercados para los productos agrícolas con la servidumbre de los campesi-
nos es una condición necesaria y suficiente para el nacimiento de las granjas señoriales basadas en el trabajo
servil (J. Rutkowski)13.
3) “El mercado interior surge cuando se desarrolla la economía de mercado; el mercado comienza a
existir por la economía comercial y grado de división social del trabajo determina su desarrollo; el mercado
se amplía a medida que la economía comercial se extiende de las mercancías a la mano de obra, y sólo
cuando esta última se convierte en mercancía el capitalismo abarca toda la producción en un país concreto,
desarrollándose, sobre todo, en la esfera de la producción de medios de producción, cuya importancia en la
sociedad capitalista aumenta cada vez más” (V. Lenin)14.

12. H. Lowmianski, Poczatki Polski, vol. I, ed. cit., págs. 10-11.


13. J. Rutkowski, Historia gospodarcza Polski, vol. Ed. cit., pág. 127. El texto en 2) no es una cita literal del libro de Ruthkowski.
14. V. Lenin, Razvite kapitalizma y Rosii (El desarrollo del capitulo en Rusia), 1947; pág. 43.

213
Jerzy Topolski

Con más frecuencia, podemos encontrarnos con leyes que están formuladas de modo marginal o metafóri-
co. He aquí algunos ejemplos:
4) “La humanidad, parece, no odia nada tanto como su propia prosperidad. Amenazada por un aumento
de las riquezas que aliviarían sus penas, hace que el odio redoble su trabajo y aleje el peligro de quitar
veracidad a la queja de que ese pobre” (R. H. Tawney)15.
5) “Una de las formas más comunes que asume la tragedia de la violencia y las ruinas es la intoxicación
con la victoria, al margen de sí la lucha en la que se ganó el premio de conjurar la muerte era un conflicto
armado de fuerzas espirituales” (A. Toynbee)16.
6) “Sólo una coordinación de los esfuerzos individuales por medio de una política socio-económica que
tenlga en cuenta los intereses generales puede salvar a una nación de las diversas calamidades secundarias
que, durante un período indeterminado, pueden intensificar las consecuencias de una derrota militar” (J.
Rutkowski)17.
La generalidad universal (o estricta) de las leyes no está en contradicción con el hecho de que el alcance de
las leyes pueden variar grandemente. Las leyes se aplican a los períodos y a las regiones en los que se
satisfacen las condiciones formuladas en dichas leyes. Por ejemplo, la ley 2), que afirma que la facilidad para
vender productos agrícolas y la existencia de trabajo servil van seguidas del nacimiento del sistema de gran-
jas señoriales basadas en el trabajo servil, para aquellos períodos y regiones en las que fue una realidad una
concurrencia de las dos exigencias. Del mismo modo, la afirmación de que un alza en los precios da lugar a
una baja de la demanda sólo es aplicable al período en el que, por lo menos, predomina la economía de
mercancía y dinero. Parece que el término “leyes estrictamente históricas” sirve para aquellas leyes que,
como la afirmación 2), se refieren a las condiciones que se han satisfecho en un momento del pasado en el
futuro es improbable.
En cuanto al establecimiento de otras leyes, los historiadores deben compartir la tarea con los represen-
tantes de otras disciplinas, tales como la sociología, la economía y la psicología.
Tomando como criterio de clasificación su alcance, podemos dividir las leyes en:
a) Leyes universales (que describen las regularidades y son válidas en todas las formaciones socio- eco-
nómicas);
b) Leyes históricas generales (que son válidas en una sola formación socio – económica, o en más de una
formación, o dentro de una sola época, o sólo para ciertas condiciones que prevalecen en, al menos, dos
formaciones, por ejemplo, sólo bajo el feudalismo o capitalismo, o sólo bajo el sistema de economía de
mercado);
c) Leyes históricas derivadas (que sólo son válidas en algunos períodos de una formación concreta o
época histórica).
Las leyes de desarrollo, sincrónicas y diacrónicas fundamentales, tratadas en la tercera parte de este libro,
son ejemplos de a). Las afirmaciones 1) y 3) anteriores son ejemplos de b), mientras que la afirmación 2) es
un ejemplo de c). Las leyes a) y b) son estudiadas por los historiadores en colaboración de otras ciencias
sociales, mientras que las leyes c) son formuladas por los propios historiadores, lo cual no excluye su deseosa
colaboración con economistas, sociólogos, etcétera. Como en el coso de otras ciencias sociales, los historia-
dores –como se dijo al comienzo de este libro—deben tener conciencia de su actividad nomotética, que es el
principal lazo de unión entre la investigación histórica y otras ciencias sociales. Para que todas estas
ciencias realicen sus tareas de investigación, deben considerarse el factor empiríco y el teórico como uno
sólo. Las posibles diferencias entre las diversas disciplinas sólo pueden provenir de una división justificada
del trabajo en el estudio de una misma materia de investigación que es la sociedad, pero la conciencia de las
tareas nomotéticas debe acompañar a toda investigación en la misma medida.

15. R. H. Tawney, op. cit., pág. 76.


16. A. Toynbee, Krieg und Kultur, Hamburgo, 1958, pág. 105.
17. J. Rutkowski, Przebudowa wsi w Polsce po wojnach z polowy XVII wieku (La reestructuración de las áreas rurales en Polonia tras las guerras de
mediados del siglo XVII), en Dziejewsi Polskiej, Varsovia, 1956, págs. 106-107.

214
Componentes de las narraciones: afirmaciones y leyes históricas

7. El concepto de regularidades en algunos estudios históricos

El término regularidad a sido muy usado por los historiadores. Como en nuestros análisis (cfr. capítulo
XII) ese término representa el equivalente objetivo de una ley (leyes que son afirmaciones sobre las regulari-
dades), parece útil averiguar como se ha usado el término en las narraciones históricas18.
Uno de los significados más corrientes de esa palabra, normalmente relacionada con el concepto antinómico
“características específicas”, es que un fenómeno concreto es común en un período determinado (o en una
región determinada en un período concreto). Podemos encontrar así formulaciones de que en los siglos XVI y
XVII el sistema de granjas señoriales basadas en trabajo servil era una regularidad en los países situados al
este del Elba19; que a finales de siglo XVI los pueblos pertenecientes a la ciudad de Poznan mostraban ciertas
“regularidades nacionales, es decir, fenómenos que marcaron el nacimiento de las granjas señoriales en toda
Polonia” y “ciertas características específicamente distintas”, condicionadas por factores locales20; que el
desarrollo de Gdansk muestra ciertas “características especificas” en comparación con otras ciudades pola-
cas21.
Como puede verse, las regularidades se interpretan aquí en un sentido algo distinto de los equivalentes
objetivos de las leyes, ya que no se refieren a ninguna relación constante entre los hechos, sino que sólo
indican ciertos sucesos o procesos observados en varias regiones de un área concreta. El concepto de regula-
ridad se encuentra muchas veces junto a afirmaciones sobre que el desarrollo de una región determinada
pueda regular, o que un período concreto (por ejemplo, la desintegración política de Polonia en el siglo XII)
fue un “período regular y normal de desarrollo”. En este caso, el concepto de regularidad parece implicar no
sólo que una región concreta se desarrollaba según lo “normal”, sino también que ese desarrollo cumplía
alguna regularidad ontológica. Esta regularidad no se describe ni se formula como una ley; sólo se afirma
que una parte del proceso histórico siguió un curso de acuerdo con una regularidad determinada que debemos
conocer, en cierto modo, “de antemano”. Al hablar de regularidades y características específicas los historia-
dores pensaban muchas veces en modelos. En ese sentido, los fenómenos regulares corresponderían a objetos
ideales, mientras que las características específicas corresponderían a concreciones territoriales, cronológicas
o reales de estos objetos ideales.

18. Para un análisis del problema, ver A. Malewski y J. Topolski, op. cit., páginas 31-34; las formulaciones se deben a, A. Malewski.
19. B. Grekov. “Prawidlowosci w dziejach chlopow w Europie” (Regularidades en la historia de los campesinos en Europa), versión polaca, Kwartalnik
Historyczny, núms. 3-4, 1948. 20. J. Majewski, Gospodarstwo folwaarczne we wsiach miasta Poznania w latach 1582-1644 (Granjas señoriales en las
aldeas de la ciudad de Poznan, 1582-1644), Poznan, 1957, pág. 265.
21. M. Bogucka, Gdanskie rzemioslo tekstylne od XVI do polowy XVII wieku (Los talleres textiles en Danzig desde el siglo XVI a mediados del XVII),
Wroclaw, 1956.

215
216
en Metodología de la historia, Capítulo XXV, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1991, pp. 239-506.

Jerzy Topolski

Elementos de las narraciones históricas:


evaluaciones

1. Valoración frente a evaluaciones. El valor lógico de las evaluaciones

Las afirmaciones que expresan una valorativa del hamblante o el escritor se suelen denominar afirmacio-
nes valorativas, juicios morales, o evaluaciones. Son uno de los elementos de las narraciones históricas. Ha
habido una continua controversia sobre la cuestión de si las evaluaciones, distintas de las afirmaciones des-
criptivas, pueden tener un valor lógico (verdad o falsedad). La mayoría de los especialistas rechazan firme-
mente esa posibilidad, y subrayan que las evaluaciones son lógicamente neutrales; algunos intentan defender
que el concepto tradicional de verdad se puede aplicar a los juicios de valor; y otros incluso sugieren una
interpretación específica del concepto de verdad en relación con los juicios de valor, o como M. Ossowska,
aseguran que “aun suponiendo que las normas no pueden ser verdaderas ni falsas en el sentido tradicional, es
decir, en el sentido, de que estén de acuerdo o en desacuerdo con los hechos, esto no es razón para negarles
todo valor lógico”1.
La opinión de este autor sobre el problema es la siguiente. En la mayoría de las valoraciones2 que encon-
tramos en las obras eruditas, especialmente las que se ocupan de la historia, podemos encontrar dos tipos de
información sobre los hechos: a) información sobre los hechos que están siendo valorados; b) información
sobre el sistema de valores del autor (si es un historiador, esto quiere decir información sobre un aspecto del
conocimiento no basado en fuentes), que también pertenece al mundo de los hechos. Consideremos las si-
guientes afirmaciones: 1) “Las reformas agrarias revolucionarias fueron una forma más progresista de cam-
bios históricos que una lenta reestructuración del sistema agrario iniciada por las autoridades”, y 2) “La
libertad es el supremo bien”. De 1) podemos aprender que las reformas agrarias revolucionarias fueron
motivo de algunos cambios históricos, y también que esos cambios influyeron en el curso de los aconteci-
mientos de modo diferente que una reestructuración de un sistema agrario iniciada por las autoridades (en

1. M. Ossowska. Podstawy nauki o moralnosci (Los fundamentos de la ciencia moral). Varsovia. 1947, págs. 125-126 Ver también B. Mayo, Ethics
and the Moral Nueva york, 1958; A. Montefiore, A modern introduction to Moral Philosophy, ficzne, núm. 1, 1964, págs. 119- 137; M. Fritzhand
“Zagadnienie prawdy w etyce”, Studia Filozoficzne, núm. 2, 1966, págs. 11-34; J. Vetualani, “Wartocs logiezna rdan wartosciujacych”, Studia
Filozoficzne, núm. 2, 1966, págs. 75-86.
2. Esto se refiere, evidentemente, a las valoraciones verdaderas y no a las aparentes, que serán tratadas pronto.

217
Jerzy Topolski

general o en el caso en cuestión,). Después, 2) nos informa de que la libertad, tal como la entiende el autor de
la afirmación, tiene propiedades que, según el, son buenas. No se puede negar que tal información es muy
vaga, pero, como veremos, el valor informativo de las evaluaciones no se reduce a éste. Si nos remitimos a 1)
y a 2) y también a una cierta cantidad de conocimiento adicional, podemos reconstruir, en mayor o menor
medida, los sistemas de valores de los autores respectivos. Se deduce de 1) que su autor está en favor de una
abolición rápida y consistente de las desigualdades sociales y de la exploración de unos grupos de personas
por otro grupos, y se deduce de 2) que su autor, de los diversos valores, de la prioridad a la libertad, de modo
que, en su sistema de valores, todo lo que ayuda a la libertad y la defiende y la apoya es bueno. Una vez que
los sistemas de valores de los autores respectivos están reconstruidos (lo cual suele requerir, además de algún
conocimiento adicional, también el conocimiento de otras afirmaciones hechas por los mismos autores), po-
demos volver a la pregunta sobre la información de tipo a), es decir, la información sobre los hechos. Ahora
bien, 1) no sólo nos dice que las reformas agrarias revolucionarias motivaron algunos cambios que afectaron
de modo diferente el curso de los acontecimientos que una reestructuración de los sistemas agrarios iniciada
por las autoridades, sino también que las reformas agrarias revolucionarias contribuyeron con mayor rapidez
a la igualdad social y mitigaron la exploración más que la reestructuración de los sistemas agrarios iniciada
por las autoridades. Y, del mismo modo, 2) no sólo nos dice que la libertad es buena, sino también (junto con
algún conocimiento adicional) que tiene ciertas propiedades, comprobables intersubjetivamente, que el autor
en cuestión considera que son buenas.
Por tanto, una afirmación valorativa (excepto las puramente emocionales, que sólo expresan aprobación
o desaprobación) tiene, en comparación con una descriptiva, una doble referencia a los hechos, o, en otras
palabras, un modelo doble (una de cuyas partes está superpuesta sobre la otra). La primera referencia se
dirige a algunos hechos que ocurrieron, por así decirlo, fuera del autor de una afirmación valorativa, y la otra
se dirige a su sistema de valores. En el caso de cada una de las dos referencias podemos decir sí concuerda
con (o es coherente con) el modelo, porque ambas son referencias a hechos. La dificultad consiste en la
necesidad de separar un sistema de referencias del otro al analizar los valores lógicos de las evaluaciones.
Sobre 1), podemos preguntar si las reformas agrarias revolucionarias trajeron realmente la igualdad y miti-
garon la exploración con mayor rapidez que las reformas iniciadas por las autoridades, y si averiguamos que
fue realmente así, podemos decir que la afirmación 1) es cierta en su parte descriptiva. A continuación,
podemos preguntar si la valoración que contiene (la declaración del autor en favor de los cambios rápidos
que contribuyen a la igualdad social y la eliminación de la explotación) concuerda con todo el sistema de
valores del autor; si averiguamos que es así, podemos decir que 1) es adecuada en su parte moral (o emocio-
nal). En la práctica, una afirmación puede ser cierta en su parte descriptiva e inadecuada en su parte emocio-
nal, o viceversa: o puede concordar con los hechos y con el sistema de valores del autor; o puede diferir de
ambos. Sin embargo, hay una diferencia abismal entre las dos clases de concordancia. La verdad (o falsedad)
de la parte descriptiva es independiente del autor de la afirmación, porque la relacionamos con los hechos;
por el contrario, la adecuación de la parte emocional la relacionamos con el autor de una afirmación concre-
ta. Esta es la razón de que, en el primer caso, una afirmación concreta se valore como verdadera o falsa (en
un punto concreto de la investigación, porque nuestro conocimiento de los hechos puede variar), y en el
segundo caso, puede ser adecuada e inadecuada, según la personalidad de su autor. Si un defensor constante
de la música concreta, que la ha alabado insistentemente y ha señalado sus números méritos, dice una vez que
la música concreta es mala, podemos decir (suponiendo que no ha cambiado su sistema de valores repentina-
mente) que la afirmación en cuestión es falsa (en un sentido específico de la palabra) en su propio lenguaje.
Si la misma afirmación la hace un defensor de la música tradicional, podemos decir que su valoración es
cierta (en un sentido específico de la palabra). En la práctica, raramente hacemos esas afirmaciones sobre
afirmaciones valorativas, y por eso nos extraña algo que se atribuya a estas últimas veracidad o falsedad.
Esto se debe a que no solemos comparar las evaluaciones hechas por otros con los hechos o con los sistemas
de valores de los autores de esas afirmaciones, sino sólo con nuestro propio sistema de valores, que no es un
sistema de referencia para hacer afirmaciones sobre la verdad (o adecuación) de las afirmaciones valorativas
hechas por otros. Podemos estar dispuestos a decir sobre 1) o 2): “¡sí, es cierto!”, pero no recordamos casi
nunca, en esos casos, que al decirlo sólo expresamos nuestras propias valoraciones. Esta actitud, evidente-
mente no basta para un análisis de las evaluaciones en ciencia.
La naturaleza relativa del valor lógico del nivel emocional de las afirmaciones valorativas justifica que se
las considere de modo diferente, dentro de la metodología científica, y al mismo tiempo nos lleva a formular
la siguiente exigencia general. Como parece fuera de toda duda que, en última instancia, sólo las afirmacio-

218
Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones

nes sobre las que podemos decidir si son ciertas o falsas pueden ser elementos de la ciencia, es enormemente
importante que las afirmaciones vayan acompañadas (directa o indirectamente) por información sobre los
sistemas de valores de sus autores respectivos. Como hemos visto, el conocimiento de ese sistema nos permi-
te subrayar adecuadamente la parte descriptiva de una afirmación valorativa (de modo que estamos en posi-
ción de averiguar si esa parte descriptiva es verdadera o falsa),y también nos permite averiguar si la parte
emocional de ella es adecuada o no. De este modo, sin oponernos a las evaluaciones en las afirmaciones
científicas, que resultaría probablemente una tarea inútil y un requerimiento innecesario, podemos defender
la precisión y claridad del lenguaje científico en general, y del lenguaje de la investigación histórica en
particular.
Aunque una actitud valorativa subyace bajo todas las decisiones en la ciencia, su grado de manifestación
en los informes sobre los resultados obtenidos varían enormemente de una disciplina a otra, y de un investi-
gador a otro. Si buscamos, desde este punto de vista, las diferencias entre las ciencias naturales y las socia-
les, vamos que no se van a encontrar en el hecho de que las primeras están libres de valoraciones y las
segundas no, sino en el hecho de que –en vista de los modelos normales de valoración—las afirmaciones
valorativas, es decir, las manifestaciones linguísticas de una actitud valorativa, no suelen aparecer en las
narraciones que se ocupan de las ciencias naturales, mientras que, en las que se ocupan de las ciencias
sociales, y en las narraciones históricas, en particular, las afirmaciones valorativas constituyen uno de sus
elementos. La diferencia, por tanto, es más externa que esencial, ya que se refieren a las formas de manifes-
tación de las valoraciones.

2. Las diversas formas de la actitud valorativa de los historiadores

De lo dicho anteriormente se deduce que las afirmaciones valorativas son sólo una de las manifestaciones
de la actitud valorativa de un historiador. Esas formas se han mencionado anteriormente, especialmente en
los capítulos XVI y XVII. Ahora intentaremos enumerarlas para mostrar el lugar de las evaluaciones entre
esas manifestaciones de una actitud valorativa. Diferenciamos seis formas3, en dos grandes grupos: no
linguísticas y linguísticas.
La primera de las manifestaciones no linguísticas de la actitud valorativa de un historiador hacia el pasa-
do en la misma elección de la materia (o el campo)de investigación. Una persona decide estudiar un determi-
nado problema porque piensa que lo merece, por alguna razón. Así, el papel patriótico de los obispos y
arzobispos polacos fue gustosamente considerado por los historiadores relacionados con el catolicismo, mientras
que aquellos hechos que mostraban que los obispos traicionaban a su país, oprimían a los campesinos y
vivían con grandes lujos fueron gustosamente tomados por los historiadores que sostenían que el catolicismo
fue perjudicial para Polonia.
La segunda manifestación puede consistir en guardar silencio o disminuir hechos que son inconvenientes
para un autor concreto, aunque debiera tratarlos una vez que ha elegido una materia dada. Así, por ejemplo,
algunos historiadores polacos, relacionados con la clase media, al escribir una historia de los campesinos
polacos, subrayan, sobre todo, las reformas emprendidas en el pasado por los propietarios de grandes terre-
nos, y las describían como manifestaciones de magnanimidad, asegurado que “al contrario que en otros
países, los campesinos polacos nunca recurrían a las rebeliones”.
La tercera forma de manifestación de una actitud valorativa en la historigrafía consiste en el modo de
explicación. Al analizar los factores que un historiador considera importantes para explicar un hecho concre-
to, podemos sacar mucho sobre el sistema de valores por el que se rige. Sus criterios están a veces explícita-
mente relacionados con sus ideas políticas. Ejemplos de diferencias en las explicaciones nos los ofrecen los
análisis de los estudios históricos relacionados con las diversas tradiciones metodológicas y con distintos

3. Cfr. A. Malewski y J. Topolski, “Metoda materializmu historycznego w pracach historykow polskiech”, Studia Filozoficzne, núm. 6, 1959. Algunas
fórmulas y algunos ejemplos usados aquí proceden de ese artículo.

219
Jerzy Topolski

grupos políticos. Los historiadores marxistas adoptan la teoría materialista del desarrollo social (materialis-
mo histórico) como el principio por el que se rige en sus explicaciones.
En cuarto lugar, la actitud personal hacia los hechos que se estudian se puede manifestar en el diferente
grado de importancia que los diversos historiadores atribuyen a los mismos hechos, o en la indicación de
algunos hechos, solamente (los que encajan con la propia interpretación) y el olvido o la minusvaloración
otros. En una discusión entre los historiadores polacos sobre la importancia política y militar de la afortuna-
da defensa del monasterio paulino cerca de Czestochowa durante la invasión sueca un Polonia, a mediados
del siglo XVII, un historiador desidia la defensa “había jugado un papel importante en el curso de las opera-
ciones militares”4, mientras que otro autor, famoso por su apreciación critica de ciertas interpretaciones de la
historia polaca, subrayaba “la importancia puramente militar y local” de la defensa del monasterio5.
Las formas lingüística de manifestación de una actitud valorativa incluyen I) el vocabulario, con un tinte
aprobatorio y derogatorio, y II) las afirmaciones valorativas. En el caso del vocabulario, que rara vez es
completamente neutral, la valoración está escondida en la descripción misma.
También en las afirmaciones valorativas las evaluaciones son rara vez explícitas. Adviértase que la na-
rración en general, por poco emocional que sea, da también alguna impresión de la actitud valorativa del
autor.
He aquí ejemplos extremos de un vocabulario aprobador y derogatorio (subrayados de J. T).
3) W. Konopczynski, que desaprobaba la lucha de los campesinos contra los señores feudales, al describir
la situación de la víspera de la batalla de Beresteczko escribió que “cientos de agentes instigaban a los
campesinos a que se unieran a las hordas cosacas y mataran a los terratenientes”, pero todo esto sólo dio
resultado en la región de los Cárpatos, donde “un tal Kostka (...), acompañado por una banda de montañesas,
capturó la fortaleza de Czorsztyn”6.
4) A. M. Skalalkowski, manifestado una actitud desaprobatoria similar escribió sobre el ejército de
Kosciuszko que “se arrastraba con sus manadas de campesinos sin ninguna utilidad, que sólo estaban dejan-
do el campo desnudo (...)”7.
El vocabulario no es siempre tan explícito, y, además, las valoraciones pueden ser positivas.
5) “la acción emprendida por el pueblo fue de gran importancia, tanto política, al probar que las masas
apoyaban la lucha de liberación nacional, como militar (...)”8; o
6) “Y sin embargo, en la misma Polonia había existido durante décadas una magnifica labor en el campo
de las ideas políticas, una labor que fue un logro original polaco y un resumen de la experiencia constitucio-
nal polaca, en concreto, “sobre los debates públicos eficaces”, de Stanislaw Konarski”9.

3. Clases de evaluaciones en las narraciones históricas

En la ciencia podemos distinguir dos clases de evaluaciones: las propiamente dichas y las utilitarias10.
Una clasificación parecida se puede aplicar a las que aparecen en las narraciones históricas. Simplificando,
podemos decir que las evaluaciones utilitarias son afirmaciones valorativas aplicadas a objetos que se pue-
den observar y relacionadas con otras evaluaciones más primitivas (aquí, el término, primitivas no está usado
en sentido peyorativo, sino, como en lógica, en el sentido de fundamental). Indican que algo es bueno en

4. T. Nowak, “Spór o role dziejowa obrony Jasnej Góri w 1655”, Przeglad Historyczny, núm. 1, 1958, pág. 164.
5. O. Górka, Legenda a rzeczvwistosc obrony Czestochwy w roku 1655 “Leyenda y hechos sobre la defensa de Czestochowa en 1655), Varsovia, 1957,
pág. 11.
6. W. Konopczynski, Dzieje Polski nowozytnej, vol. II, 1936, pág. 11.
7. A. M. Skalkowski, z dziejów insurekcji 1792, Varsovia. 1926, pág. 24.
8. Historia Polski, vol, II, parte 2, Varsovia, 1959, pág. 426. 9. Ibídem, parte I, pág. 369.
10. Cfr. M. Ossowska, “O dwóch rodzajach ocen”, Kwartalnik Filozoficzny, volumen XVI, núms. 2-4, Cracovia, 1946, págs. 279-292.

220
Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones

relación con otra cosa, o es necesario para otra cosa, o es mejor que otra cosa. Estas comparaciones se hacen
según un modelo general que hemos aceptado como bueno, o según otro elemento de la misma clase (lo cual,
en última instancia, es también una comparación con un patrón o modelo)11. Si decimos que un libro de
historia no debería ser aburrido, lo comparamos con un modelo que hemos aprobado y al que deben corres-
ponder los libros de historia. Y si decimos que el médico A, es mejor que el médico B, hacemos nuestra
comparación dentro de una clase determinada, pero debemos tener alguna idea de lo que, en nuestra opinión,
es un “buen” médico. En esta interpretación, las evaluaciones utilitarias se llamarán comparativas. Las eva-
luaciones propiamente dichas, a las que se pueden reducir, en última instancia, las evaluaciones comparati-
vas, son más primitivas (es decir, fundamentales). Sin embargo, no es más que una diferencia de grado, de
modo que no se debe atribuir una gran importancia práctica a la distinción entre las dos clases de evaluacio-
nes. Aquí presentamos algunos ejemplos característicos de ambos tipos. Primero he aquí algunas evaluacio-
nes comparativas (subrayados de J. T.).
1) “La tendencia favorable al campesino se intensificó, tras la aprobación de la Constitución de 1791,
bajo la influencia de los sucesos de Francia, y como resultado del hecho de que la Constitución no conseguía
colmar las esperanzas”12. El autor de este pasaje compara esa “tendencia” de las actividades sobre los campe-
sinos con un cierto modelo de “favorabilidad” hacia los campesinos en aquel tiempo. Esta evaluación, por
tanto, se refiere a un patrón (de favorabilidad hacia los campesinos).
2) “El propio Alejandro era un discípulo de Aristóteles. Su ejército estaba acompañado de peritos y
observadores para hacer mapas del país y anotar sus recursos. Su flota fue mandada expresamente a explo-
rar el Mar de Arabia. Estas tradiciones fueron dignamente mantenidas por sus sucesos en Egipto y Asia(...)”13.
Estas, evaluación se refiere también a un modelo (de digna continuación).
En estos dos casos, las evaluaciones se pueden reducir fácilmente a otras. Así, en 7) podemos llegar a la
pregunta de por qué un comportamiento concreto es “favorable” a los campesinos, y entonces podemos
averiguar gradualmente los criterios fundamentales de las evaluaciones hechas. Del mismo modo, en 8) llega-
mos a la pregunta de por qué la conducta de Alejandro era digna de continuación y aprobación.
Algunas afirmaciones parecen encerrar evaluaciones comparativas, pero, en un examen más estricto,
resultan ser simplemente descriptivas.
He aquí algunos ejemplos:
9) “Hasta donde podemos remontarnos, es decir, hasta el siglo XII, podemos ver concesiones en gran
escala de terrenos, por parte de los gobernantes, a los caballeros. Incluso hicieron concesiones de asentamientos
fortificados enteros, por ejemplo, Lekno, Wyszogrod, Skrzyno, y no hay duda de que, si no fuera por la
escasez de fuentes, podríamos anotar más ejemplos. Más tarde, en los siglos XIII y XIV, las concesiones
fueron menores, porque ni los gobernantes de los ducados (en los que se dividió Polonia en aquella época), ni
incluso los dos últimos reyes de la dinastía Piast, Ladislao el Corto y Casimiro, podían permitirse el hacer
grandes concesiones, pero éstas, de todos modos, continuaron: a éste o ese caballero se le concedían uno o
más pueblos por los servicios prestados al gobernante”14.
En este caso, no se hace referencia a evaluaciones, pero el tamaño de las concesiones hechas en los
diversos períodos si se compara. Lo mismo ocurre con fórmulas como: en un país X, la renta per cápita es
mayor que en un país Y. Pero la afirmación “en un país X la gente vive mejor (peor, etcétera) que en un país
Y” es una evaluación comparativa, ya que las condiciones de vida en X e Y se comparan con nuestros
patrones “buenas” condiciones de vida.
He aquí otro ejemplo:
1) “(En Alemania), comparado con Francia (thierry y Michelet), el concepto de nación llegó a relacionar-
se muy poco con el de pueblo, el de las amplias masas, e incluso Ranke lo interpretaba en el sentido de los

11. Cfr. el artículo de J. Kmita mencionado en la nota 1.


12. A. Grynwasser, “Kwestia agrarna i ruch wloscian w Krolestwie Polskim w pierwszej polowie XIX wieku”, en Pisma, vol. II, Wroclaw, 1951, págs.
34-35.
13. V. G. Childe, What Happened in History, 1960, págs. 243-244.
14. K. Potkanski, “Studia nad XIV wiekiem”, en Lechici, Polanie, Polska, Varsovia, 1965, pág. 630.

221
Jerzy Topolski

estratos superiores, educados”15. En este caso, la intensidad de un mismo fenómeno en distintos países es lo
que se compara, pero no implica una evaluación: nos encontramos sólo con una descripción de los hechos.
En las obras históricas las evaluaciones propiamente dichas se formulan pocas veces expressis verbis.
Normalmente, están más o menos profundamente ocultas en afirmaciones aparentemente descriptivas, de
modo que la separación de nivel descriptivo y el emocional no se indica sin un análisis apropiado del texto.
He aquí ejemplos de evaluaciones propiamente dichas están ocultas profundamente:
11) “(...) en 1921, la primera tarea de los trabajadores en Polonia fue conseguir reformas sociales”16.
Esta afirmación, que puede parecer descriptiva, es una evaluación. En su parte descriptiva dice que los
trabajadores polacos, en esa época,, vivían en unas condiciones que no necesitaban mejorarse.
En su parte emocional, muestra las valoraciones del autor: sostiene que la lucha por las reformas que
mejoraran las condiciones de vida de los trabajadores era un buen proyecto, que merecía apoyo y, por
consiguiente, asegura que el pueblo tenia que luchar por esas reformas, porque una mejora en las condiciones
de vida de los trabajadores es algo, bueno (progresista).
1) “El levantamiento de 1863 en Polonia fue un hito en los movimientos sociales, porque los intentos de
los campesinos polacos comenzaron a relacionarse con las acciones, más amplias, de los campesinos en
Rusia”17.
He aquí un ejemplo de evolución propiamente dicha, formulada de forma más expresa:
2) “El levantamiento polaco de 1830 tuvo una gran importancia internacional. Su papel objetivo era
progresista, sin ninguna duda. El levantamiento, que fue una de las manifestaciones de los movimientos
burgueses democráticos y de liberación nacional, cada vez más intensos, en Europa, protegió a los países de
Europa Occidental de una intervención armada del régimen zarista”18.
Se puede ver fácilmente que la opinión de un investigador concreto sobre el proceso histórico yace sobre
toda evolución, sea formulada explícitamente o no; su conocimiento no basado en fuentes se manifiesta de
este modo en su función de sistema de valores.

4. El criterio de progreso como elemento principal de las evoluciones propiamente dichas en histo-
riografía

El criterio de progreso se usará aquí para referirse al criterio por el que un historiador valora los hechos
que describe. El término progresó, tal como lo usamos aquí, está, evidentemente, libre de toda implicación
que lo una con la afirmación de que es inevitable, es decir, que tiene lugar al margen de las acciones huma-
nas. En el sentido usado aquí, todo lo que aprueba un historiador (todo lo que considera bueno, adecuado,
justo, merecedor de apoyo, etcétera) es progresista, y todo lo que desaprueba (todo lo que considera malo,
injusto, contestable, etcétera) es reaccionario. Por tanto, este criterio es primitivo, ya que corresponde a los
calificativos (usados como predicados en el sentido lógico de término) “bueno” y “malo”, a los que se pueden
reducir para las evaluaciones19. Se puede ver qué criterios de progreso subyacen en las evaluaciones propia-
mente dichas mencionadas anteriormente.

15. M. H. Serejski, Koncepta historii powszechnej Joachima Lelewela, Varsovia, 1958, pág. 108.
16. A. Próchnik, Pierwsze pietnastolecie Polski niepodleglej (Los quince primeros años de Polonia independiente), Varsovia, 1957, pág. 111.
17. Historia Polski, vol. II, parte III, Varsovia, 1959, pág. 524.
18. Ibídem, pág. 488.
19. Cfr. M.Ossowska, Podstawy nahuki o moralnosci, ed. cit., págs. 40-41. Para un análisis detallado de los adjetivos bueno y malo, ver págs. 44-53.

222
Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones

En 11), su autor piensa que el aumento de la igualdad en las relaciones sociales significa progreso. En
12), según vemos, los factores que combatieron el feudalismo y facilitaron así la llegada de una nueva forma-
ción socio—económica se consideran progresistas. La afirmación 13) expresa una aprobación de la lucha
contra el sistema feudal y los políticos reaccionarios, y por tanto considera como progresista todo lo que
ayuda a la liberación del hombre. La afirmación 7) y 8) se pueden reducir a evoluciones fundamentales
similares.
Los estudios, muchas veces, no conseguían darse cuenta de que las diferencias en sus discusiones no se
referían a los hechos, sino a las evaluaciones, es decir, a los criterios de progreso, que eran distintos para los
diversos participantes en esas discusiones. Recordemos la controversia sobre las granjas señoriales basadas
en trabajo servil.
3) S. Hoszowski escribió que, en su primer estadio, la naturaleza progresista de las granjas señoriales se
debía a varios factores tales como “un área mayor de tierra cultivada, continuidad de cultivo, mejor organi-
zación de grandes granjas, una organización competente de la venta de productos agrícolas, un mejor aprove-
chamiento de los bosques, praderas, viveros, cría de animales, un mayor número de gente empleada en la
agricultura, una mayor complejidad de la división del trabajo, un mayor porcentaje de productos comercia-
les, un crecimiento de las industrias agrícolas (molinos, cervecerías) y otros tipos de industrias relacionadas
con las fincas, satisfacción de las necesidades de los consumidores en las grandes ciudades, un crecimiento de
las exportaciones e importaciones, y, sobre, una intensificación de la economía monetaria, como resultado de
una balanza ventajosa del comercio, y una entrada de dinero desde el extranjero”20.
15) Las formulaciones de J. Bardach eran similares. ”Personalmente, me pondría del de quienes advier-
ten el papel moderadamente progresista de las granjas señoriales en el primer periodo de su existencia, sobre
todo, porque hubo un aumento del cereal comerciable”21.
En ambos casos, vemos que se adoptan como criterios de progreso el desarrollo económico y el
aumento de producción.
16) Un criterio de progreso distinto sirve para la afirmación hecha por S. Szczotka. En su opinión la
naturaleza progresista de las granjas señoriales se debió al hecho de que “contribuyeron a una intensificación
y exacerbación de la lucha de clase”22. Según este criterio, son progresistas aquellos fenómenos que ace-
leran la caída que una formación concreta y la llegada de la siguiente.
También se ha usado otro criterio en la controversia sobre las granjas señoriales. Por ejemplo, S. Arnold
considerada las granjas señoriales como reaccionarias desde un mismo nacimiento. Escribió 17) que el papel
de las granjas señoriales era reaccionario “porque empujó a los campesinos, socialmente, hasta el nivel de
esclavos que tenían que vivir en completa pobreza”23. En este caso, el criterio de progreso se relaciona con las
condiciones de vida de los trabajadores. Del mismo modo, S. Inglot aseguró que 18) “la llegada de las granjas
señoriales, vista en cuanto a las relaciones de producción, no se puede considerar como un fenómeno progre-
sista”24.
Como puede verse, en la controversia sobre las granjas señoriales se usaron al menos tres criterios (creci-
miento económico, aceleración de la llegada de la nueva formación, condiciones de las masas). Evidentemen-
te, estos criterios no son siempre contradictorios. Puede ocurrir así cuando un autor sostiene que toda activi-
dad que conduzca al crecimiento económico de un país debe ser aprobada mientras que otro autor piensa que,
antes de todo, hay que prestar atención a las condiciones de vida de las masas. Además podemos encontrar-
nos con una contradicción sólo si examinamos la cuestión durante un corto período de tiempo, ya que, en un
período largo, estos criterios pueden coincidir. Por ejemplo, el crecimiento económico, a largo plazo, pude
resultar un medio más eficaz para mejorar las condiciones de vida de la población. Por eso los criterios de
progreso suelen necesitar un análisis muy preciso.

20. S.Hoszowski, Rola folwarku pans-zczyznianego, Actas de la Primera Conferencia sobre Metodología de los Historiadores Polacos, vol. I,
Varsovia, 1953, páginas 489-490.
21. Ibídem, pág. 432.
22. Ibídem, pág. 491.
23. S. Arnold, Podloze gopodarczo—spoleczne polskiego Odrodzenia, Varsovia 1957, pág. 289.
24. S. Inglot, Introducción a la obra de K. Kluk, O rolnictwie (Sobre la agricultura), Varsovia, 1954, pág. XLII.

223
Jerzy Topolski

En los ejemplos anteriores los hechos valorados no se describían como acciones humanas, y sólo se
discutía la naturaleza progresista o reaccionaria de esos hechos.
Pero puede suceder que también se valoren las acciones y aspiraciones humanas en el pasado. Tales
planes no se podrían haber llevado nunca a cabo, aunque sólo fuera por el hecho de que no se podían materia-
lizar en las condiciones históricas en las que se hicieron. En el caso de las acciones planeadas, puestas en
funcionamiento o no; los historiadores la valoran de dos modos: las comparan con otros programas diversos
de acción vigentes en el mismo periodo (criterio histórico, o de pasado) o con diversos programas contempo-
ráneos (criterio de presente). De este modo, un programa de acción que pude valorar como muy progresista
según un criterio, puede considerarse muy pobre según el otro. En primer caso, la evaluación es comparativa,
y en segundo, una evaluación propiamente dicha.
He aquí un ejemplo de evaluación de un programa según el criterio histórico:
19) “la ideología de los Hermanos Polacos, y especialmente su corriente plebeya, era, desde el punto de
vista social, la más progresista –a pesar de la Utopía—en la época del Renacimiento en Polonia”25.
Y he aquí un caso de evaluación basada en el criterio de presente:
20) “las opiniones sociales y políticas de Kamienski eran anti-feudales, y unían la lucha por la indepen-
dencia
de Polonia con una condición incondicional de la tierra a los campesinos que trabajaban. El programa fue
expuesto en Prawdy Zywotne (Verdades vitales), pero era cuestión de táctica política: dejaba intocadas las
granjas señoriales y a los obreros agrícolas sin tierra. En sus formulaciones básicas, estaba de acuerdo con el
programa de la Sociedad Democrática Polaca (fundada por los emigrados polacos en Francia a mediados del
siglo XIX), y era, en las condiciones políticas de la época, ciertamente progresista aunque no exigía una
revolución agraria”26.
Las evaluaciones basadas en el criterio de presente (aceptado por un autor concreto) pueden convertirse a
veces en caricaturas. Por eso W. Kula escribió sobre ellas al analizar las obras de historiadores anteriores.
“La de criterio de presente. Provenía de la lucha de un historiador a favor de algo que defendía, y de su
actitud hacia la sociedad. Un historiador anti-alemán que viviera durante la Tercera República en Francia
acusaría a los políticos anteriores que hubiera hecho alianzas con Alemania y exoneraría a los que hubieran
dirigido contra Alemania. Un radical francés elevaría estatuas de Danton y escondería (e incluso
destruiría)documentos que mostraban que Danton había recibido dinero de agentes británicos. Un socialista
francés disfrutaría acusando a Danton y defendiendo al “ incorruptible”. En este país, Korzon, Askenazy y
Skalkowski consideraban a Kosciuszko, el príncipe Jósof Poniatowski y Dabrowski, respectivamente, de un
modo similar”27.

5. Los historiadores frente a las evaluaciones

Hay que reflexionar sobre cuál debe ser la actitud de un historiador hacia la evaluación en general, y las
evaluaciones en las narraciones en particular. Podemos encontrar dos acercamientos extremos. Uno es que
un historiador no puede separarse de las evaluaciones, y el otro apoya la ilusión de que la investigación
histórica libre de valoraciones sería plenamente objetiva y neutral. A. Próchnik expresó su opinión, cercana
a laprimera postura, cuando escribió que “al expresar sus opiniones, elegir los hechos, valorar los sucesos,
un historiador no se puede separar de la plataforma en la que se apoya. Es incapaz de olvidar su
Weltanschauung, aunque pretenda que sí lo olvida”28. Una postura similar ha sido formulada por W. Kula,

25. Historia Polski, vol. I, parte 1, Varsovia, 1957, pág. 289.


26. Ibídem, vol. II, parte III, pág. 130.
27. W. Kula, Rozwazania o historii, ed. cit., pág. 139.
28. A. Próchnik, op, cit., págs. 4-5.

224
Elementos de las narraciones históricas: evaluaciones

que sostiene que la necesidad de liberar a la historia de valoraciones es impracticable, e incluso perjudicial
para la investigación histórica29.
Aunque sostenemos que la valoración es inseparable de toda actividad científica, podemos considerar, de
todas formas, qué formas de manifestación de una actitud valorativa son comparables con la conducta de un
historiador, y cuáles son incomparables con ella, y, por tanto, deben rechazarse.
La manifestación de la actitud de un historiador en la elección de la materia de investigación es legítima e
inevitable. Según los diversos factores implicados, algunos investigadores plantean ciertas preguntas, mien-
tras que otros investigadores plantean otras preguntas, y en esto no reside ningún peligro para la ciencia.
Algunos efectos incómodos posibles se pueden mitigar, en parte, por la práctica, cada vez mayor, de coordi-
nar y plantificar el trabajo investigador.
Pero es distinto lo que ocurre con las restantes formas de selección. Tenemos que criticar cualquier acti-
tud valorativa que se manifiesta en dejar de lado los hechos inconvenientes aunque tengan que tratarse en
relación con la materia estudiada. Del mismo modo, tenemos que desaprobar toda selección unilateral de la
consecuencia de los hechos abarcados por la investigación. Esta selección incorrecta se debe, sólo a una
preparación inadecuada de un historiador concreto para su labor. En tal caso, las solucione es simple: tiene
que aumentar su conocimiento no basado en fuentes.
¿y las evaluaciones? Aquí se podrían formular dos exigencias:
1) Eliminación de ciertas formas de evaluaciones;
2) Modificación de las restantes formas.
En el caso 1) nos referimos a que el vocabulario usado en historiografía debería elegirse para que sea más
preciso y no ambiguo posible; en la ciencia, y no sobre todo, los hechos estudiados, y no sobre las emociones
del investigador. Las exigencias radicales mencionadas anteriormente serían impracticables, y por eso, este
autor sugiere moderación.
En el caso de 2) nos referimos a las evaluaciones formuladas como afirmaciones valorativas. Tenemos
que ver que las evaluaciones sean claras, y eso sólo se puede asegurar si los sistemas de valores usados en la
evaluación se muestran tan plenamente como sea posible. Si se cumple esa condición, cuando un historiador
diga que un fenómeno es progresista podemos averiguar si tiene razón, es decir, podemos averiguar si su
evaluación es verdadera en su parte descriptiva. Este autor no recomienda que se eliminen las evaluaciones.
Por lo contrario, cree que, gracias a las evaluaciones, la historiografía contribuye a las transformaciones del
mundo que nos rodea. Pero la tarea de valoración no debe estar en absoluto en contradicción con las tareas
estrictamente científicas, es decir, no debe dar lugar a formas indeseables de valoración, tal como se ha
mencionado anteriormente.
¿Pero qué criterio de valoración, es decir, del progreso histórico, hay que adoptar? A través de los tiem-
pos, los historiadores manifestaron sus posturas en lo que hicieron como historiadores en lo que declararon.
De cualquier forma, probablemente en cualquier período en la historia de la investigación histórica y la
historiografía ha existido una división entre los activistas, que siempre querían apoyar los fines de un grupo
social determinado, y los escépticos, que se mostraban críticos ante los diversos modelos. W. Kula ha deno-
minado a los primeros “acólitos” (ya que “ayudan a misa en las iglesias de su época”), y a los segundos,
“iconoclastas” (ya “el rey no tiene vestidos”)30.
Cuando predominaba el modelo pragmático en la investigación histórica, la principal tarea de los historia-
dores era promover ciertos patrones de conducta. Los principios axiomáticos para la construcción de dichos
patrones los proporcionaban la mitología, el estado y la religión. Cuando el racionalismo comenzó a sustituir
a la religión en la investigación histórica, o al menos a tener una posición equivalente, la naturaleza humana
inmutable con sus necesidades inmutables se convirtió en el sistema de referencia para las evaluaciones.
En la interpretación cartesiana, el conocimiento del hombre, como la geometría, debía deducirse de una
serie de axiomas. Esto significaba reforzar el estudio del hombre desde el punto de vista de las especies

29. W. Kula, op. cit., pág. 144.


30. Ibídem, pág. 219.

225
Jerzy Topolski

humanas (aunque la historiografía seguía dedicando su atención al héroe y la personalidad), con la perdida
total de los elementos de la consideración individual del ser humano que se pueden encontrar hasta en los
autores antiguos.
La oposición a los sistemas absolutos de referencia en el área de la valoración, sistemas promovidos por
la religión y por la idea de la naturaleza humana inmutable, dio lugar a un relativismo histórico total, princi-
palmente en la historiografía alemana. Privó a los historiadores de todo criterio de valoración, al proclamar
el principio virtus filia temporis, lo que significa que, al rechazar todos los valores absolutos a los que se
podían referir las evaluaciones, llego a defender un relativismo extremado en ese aspecto.
La síntesis dialéctica de las posturas extremas, es decir, una síntesis que nos lleva a la aceptación de
ciertos criterios de valoración mientras que subraya que tienen una naturaleza histórica, evita los dos extre-
mos.
Las propuestas mejor fundadas sobre esta síntesis se encuentran en los autores marxistas, especialmente
en Marx y Engels, y más tarde, por ejemplo, en Gramsci y Lukács. Sus ideas deben interpretarse de este
modo: al evaluar el proceso histórico, tenemos que hacer una distinción entre
1) Evaluaciones de sucesos que no se interpretan como acciones humanas;
2) Evaluaciones de acciones humanas (acciones emprendidas por individuos, grupos e instituciones. Esta
distinción, que es esencial para el problema en cuestión, no fue adecuadamente observada, lo cual produjo
muchos malentendidos. El historiador que quiere valorar el nacimiento del capitalismo en los siglos que van
del XVI al XVIII, y el que quiere valorar la conducta de los pioneros de la industrialización capitalista que
explotaban sin piedad a sus trabajadores, se enfrentan a dos problemas diferentes.
En el primer caso, el historiador, probablemente, dirá que el nacimiento del capitalismo fue un hecho
progresista, mientras que el segundo, mostrará seguramente simpatía por los sufrimientos humanos. ¿Signi-
fica esto una dualidad de evaluaciones?
¿Cómo podemos evitar esta dualidad? De cualquier modo, parece incorrecto subordinar las evaluaciones
de las acciones humanas a las evaluaciones de los procesos, es decir, absolver a los individuos, grupos e
instituciones, de ciertas acciones, sólo por que esas acciones originaron o contribuyeron a ciertos procesos
que evolucionaron positivamente. Pero también seria incorrecto caer en el otro extremo, es decir, olvidar, al
evaluar las acciones humanas, el proceso histórico y sus consecuencias para la vida humana. Un historiador
debe encontrar cada vez un camino medio entre estos dos extremos. La teoría marxista propaga el acerca-
miento antropocéntrico, según el cual, el hombre debe considerarse como valor último y supremo. Este acer-
camiento, además, tiene la mejor oportunidad de convertirse en criterio básico para las valoraciones históri-
cas, y de ayudar a los historiadores a encontrar modos de valoración. Mientras que en el proceso de estable-
cimiento de leyes, es decir, relaciones generales, un historiador debe separarse del hombre como individuo, en
el proceso de evaluación debe, según lo que recomienda el principio de antropocentrismo, tener siempre en
cuenta el individuo y sus necesidades. Adviértase que el antropocentrismo, tal como lo interpreta la teoría
marxista, no considera al hombre unilateralmente, en la esfera de su existencia; no separa su existencia
individual de la esfera social, y a fortiori no opone ambas, como hacen algunas filosofías existencialistas y
personalistas. Un individuo no se toma en aislamiento, ni sólo como producto social, sino como un factor
creativo en el proceso histórico. No vamos a detenernos más en este problema, ya que es marginal respecto a
las cuestiones que tratamos en este libro.
El acercamiento antropocéntrico formulado anteriormente supone el punto medio entre el concepto abs-
tracto de naturaleza humana inmutable y el relativismo que defendía el historicismo. Se deduce de ello que
tenemos que admitir la existencia de un fundamento común de la naturaleza humana por lo que respecta a
diferentes épocas y diferentes territorios. Lo que queremos decir aquí no es sólo el nivel biológico (aunque en
ese aspecto parece estar más claro el fundamento común), sino también el nivel psicológico. Todo historiador
está convencido de que ciertos rasgos de la naturaleza humana y ciertas necesidades humanas son contrastes,
y basa muchas de sus afirmaciones en esa convicción.

226
en Tesis Doctorales y Trabajos de Investigación Científica. Metodología
General de su elaboración y documentación, Capítulo 1. Editorial Paraninfo,
Cuarta edición. 1996, pp. 23-41.

R. Sierra Bravo

LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y
EL METODO CIENTIFICO

1.1. LA TESIS DOCTORAL Y LA INVESTIGACION CIENTIFICA

Una de las misiones básicas de la Universidad es la formación de sus alumnos en la investigación cientí-
fica. Esta misión debe alcanzar su máxima expresión en los estudios de doctorado, en cuanto su realización
acredita académicamente la plena capacidad investigadora. Precisamente por ello, la tesis doctoral debe
constituir un trabajo de investigación científica o, como se dice en la Ley de Reforma Universitaria española,
un «trabajo original de investigación».
Según su naturaleza sustantiva, la tesis doctoral no ha de ser otra cosa, pues, que una investigación
científica. Es más, si no en el fondo, es decir, en la importancia de los descubrimientos, en todo lo demás se la
puede considerar como el prototipo de los trabajos de investigación. En cuanto tiene que sufrir el examen de
un Tribunal, parece obligado que reúna en todo caso del modo más perfecto posible los requisitos formales
exigidos por la investigación científica.
De la identidad de naturaleza entre la tesis doctoral y la investigación científica, se derivan dos conse-
cuencias de interés para nuestro propósito. Según la primera, de carácter terminológico, lo que se diga de la
investigación científica es extensible a la tesis doctoral y viceversa, dejando a salvo a los aspectos académi-
cos peculiares de la tesis. Por ello, con dicha salvedad, ambos términos se utilizarán aquí como sinónimos.
De acuerdo con la segunda, los conceptos básicos en que se apoya la investigación científica, la ciencia y
el método científico, también serán válidos como tales en el caso de la tesis doctoral. Esta circunstancia hace
aconsejable realizar a continuación una exposición sucinta de la noción aquí adoptada de estos conceptos
básicos, junto al de la misma investigación científica, como presupuesto y fundamento de la materia a tratar
en esta obra.

1.2. LA CIENCIA

El hombre tiene la capacidad de aprehender el mundo en que está inmerso mediante la razón. Ejercitando
esta facultad, obtiene ideas o representaciones conceptuales del mundo en que vive. Estas ideas, en fin, al
informarle sobre la realidad que le rodea, son la base de su actuación y, por tanto, de su vida en el mundo.
Pero el conocimiento, formado por el conjunto de ideas obtenidas que proporcionan al hombre informa-
ción para que pueda actuar, no es único, sino que presenta diversas clases; por ejemplo, el conocimiento
vulgar, el filosófico y el científico. Entre todas estas clases, el conocimiento científico o ciencia es, en su
campo, el de la realidad observable, el que tiene la primacía por ser el más preciso, exacto, elaborado y

227
R. Sierra Bravo

cualificado. Por ello, es también el que proporciona, para actuar en el mundo, una información más detalla-
da, completa y eficaz.
La ciencia se puede definir, en sentido estricto, como un conjunto sistemático de conocimientos sobre la
realidad observable, obtenidos mediante el método de investigación científico. Según esta definición, son tres
los elementos que configuran su naturaleza: un contenido, un campo de actuación y un procedimiento o
forma de actuar.
La ciencia, en cuanto a su contenido, está constituida exclusivamente por un conjunto de conocimientos
sobre la realidad, en forma de conceptos y de enunciados. Las ideas de este conjunto se hallan interrelacionadas
entre sí o sistematizadas y forman lo que se llama la teoría.
El campo de actuación propio y único de la ciencia es la realidad observable, la realidad de este mundo
en que vivimos. Lo no empírico, digamos lo trascendente, cae fuera del campo de la ciencia en sentido
estricto.
Por último, la ciencia utiliza el método de investigación científico, que es lo que la tipifica como proce-
dimiento o forma de actuación en la formación de conocimientos que la integran.
La ciencia, en cuanto cuerpo de conocimientos teóricos, no es otra cosa que el resultado de la investiga-
ción científica realizada de acuerdo con el método de investigación científico. En este sentido, es claro que la
investigación científica es la fuente de la ciencia. Según escribe Mario Bunge (1972, 189), “el conocimiento
científico es, por definición, el resultado de la investigación realizada con el método y el objetivo de la
ciencia.” En cuanto fuente de la ciencia, la investigación científica es también el fundamento más firme y
seguro de la actuación del hombre para el conocimiento, utilización y dominio del mundo que nos rodea.

Ningún hombre de temperamento científico afirma que lo que ahora es creído en


ciencia sea EXACTAMENTE verdad; afirma que es una etapa en el camino hacia la
verdad...

BERTRAND RUSSELL

1.3. OBJETIVOS Y FINES DE LA CIENCIA

Los objetivos fundamentales de la ciencia, en relación con su campo de actuación (la realidad de este
mundo), son cuatro: analizar, explicar, prever o predecir y actuar. El primer objetivo de la ciencia es saber
cómo es la realidad, qué elementos la forman y cuáles son sus rasgos. Después de conocer cómo es la
realidad, su segundo objetivo es explicarla, llegar a establecer cómo se relacionan sus distintas partes y por
qué es como es la realidad.
Estos son los objetivos básicos principales de la ciencia. Su consecución la capacita para alcanzar los
otros dos objetivos indicados, que por ello son derivados o aplicados: la predicción y la actuación. Por una
parte, si la ciencia logra saber cómo es un sector de la realidad y los factores que lo explican, entonces estará
en condiciones de prever los acontecimientos que tendrán lugar en dicho sector de la realidad. Por otra parte,
el mismo conocimiento del cómo y porqué de un sector de la realidad, faculta también para actuar, da poder
para transformar esa realidad e influir en ella en mayor o menor grado.
La ciencia, de hecho, en nuestros días, ha concedido un poder inmenso al hombre. Este poder es peligroso,
ya que puede ser utilizado para el bien o para el mal. De aquí que B. Russell diga (1969, 219) que “para que

228
La investigación científica y el método científico

la civilización científica sea una buena civilización es necesario que el aumento de conocimiento vaya acom-
pañado de sabiduría. Entiendo por sabiduría, dice, una concepción justa de los fines de la vida. Esto es algo
que la ciencia por sí misma no proporciona”, y en lo que, sin duda, nuestra civilización es defectuosa.
Respecto al fin, se ha de señalar, en primer lugar, su importancia en la ciencia, ya que, como señala Juan
Pablo II (Discurso, 28.10.1986), “la ciencia no puede descuidar las cuestiones fundamentales sobre su papel
y su finalidad”.
El fin próximo que persigue inmediatamente la ciencia es conocer la realidad lo más exactamente posible,
es decir, descubrir su verdad. “La investigación de la verdad, afirma Juan Pablo II (Discurso 10.11.1979), es
tarea fundamental de la ciencia”. A conocer la verdad de la realidad se dirigen los objetivos de la ciencia
indicados de analizar y explicar.
Pero los hombres no sólo buscan con la ciencia el puro conocimiento de lo que las cosas son, de su
realidad, sino que también, juntamente con ello y como su consecuencia, pretenden dominar esa realidad y
hacer que sea útil para el servicio del hombre. Aquí, sin duda está su fin intermedio. Juan Pablo II (Disc.
10.11.1979) dice también que la ciencia es necesaria “a la Humanidad para satisfacer las exigencias justas
de la vida y vencer los diferentes males que la amenazan”. Al cumplimiento de este fin intermedio se orientan
los otros dos objetivos de la ciencia antes señalados: predecir y actuar.
En cuanto a su fin último, la ciencia no se debe quedar en la verdad de las cosas, sino que debe tender a
la sabiduría y todo lo que ésta representa de justicia y servicio al hombre completo, es decir, teniendo en
cuenta su destino sobrenatural, y de modo especial a Dios mismo. Decía Juan Pablo II (Disc. 8.5.1983): “En
una palabra, vuestra ciencia debe expandirse en sabiduría, es decir, convertirse en crecimiento del hombre y
del hombre entero; abrid ampliamente vuestras mentes y vuestros corazones a los imperativos del mundo de
hoy, que aspira a la justicia y a la dignidad fundadas sobre la verdad. Y vosotros mismos estad disponibles
para la búsqueda de todo lo verdadero, convencidos de que las realidades del espíritu forman parte de lo real
y de la verdad integral.

Hombres y mujeres de ciencia, nuestros coetáneos se dirigen cada vez más a voso-
tros. Esperan de vosotros y de vuestras investigaciones una mayor protección del
hombre y de la naturaleza, la transformación de las propias condiciones de vida, el
mejoramiento de la sociedad, la construcción y salvaguarda de la paz.

JUAN PABLO II

1.4 CIENCIA, FILOSOFIA Y TEOLOGIA

Esta noción estricta de ciencia plantea la cuestión de si la filosofía y la teología quedan fuera totalmente
del campo científico.
Esta duda se funda, respecto a la filosofía, porque sí bien ésta se ocupa de problemas últimos referentes a
las realidades de este mundo (de su esencia, causas, origen y fin último), se trata de temas tan abstractos que
trasciende lo real y no so susceptibles del contraste empírico propio de la ciencia estricta.
Respecto a la teología, la cuestión es distinta según se la considere como doctrina revelada o más propia-
mente como comprensión racional de la fe.
Es obvio que la revelación, en cuanto conocimiento de las cosas divinas revelado por Dios, cae fuera del
campo de la ciencia por su origen divino y no humano y por su justificación, que es el mismo Dios que, por
definición, todo lo sabe y no puede engañarse ni engañamos.

229
R. Sierra Bravo

En cambio, la teología, como inteligencia o comprensión racional de la fe, se ocupa de una materia que
con la revelación ha adquirido una cierta realidad “física”, respecto a cuyo alcance e interpretación se pueden
plantear problemas y tratar de solucionarlos racional y críticamente, aunque persista la irrefutabilidad empí-
rica última del contenido de la revelación.
Por todo ello es indudable que existe una distinción entre las ciencias empíricas y la filosofía y la teolo-
gía, basada en que las teorías e hipótesis de dichas ciencias son contrastables y refutables empíricamente,
pero no las de la filosofía y la teología.
Sin embargo, del mismo modo que no se discute hoy el carácter científico de las ciencias formales: la
lógica y las matemáticas, a pesar de que se ocupan no de realidades físicas observables sino de realidades
ideales: los números y los conceptos, juicios y razonamientos y de que tampoco tiene vigencia en ellas la
prueba empírica de las ciencias reales, sino que esta prueba la encuentran en sí mismas, en la corrección
formal de sus operaciones, es decir, en la consistencia de las mismas con las reglas matemáticas y lógicas,
tampoco se debe discutir el de la filosofía y la teología positiva.
Ambas se ocupan de problemas que tienen una manifestación empírica según se ha indicado y aunque
estos problemas no sean contrastables ni refutables empíricamente en último término, sin embargo, como
subraya K. R. Popper (1983, p. 245) “si consideramos una teoría como una solución propuesta a un conjunto
de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a la discusión crítica, aunque no sea empírica ni
refutable. Pues en tal caso podemos plantear cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve
mejor que otras teorías?, ¿ha desplazado simplemente el problema?, ¿es simple la solución?, ¿es fecunda?,
¿contradice a otras teorías filosóficas que son necesarias para resolver otros problemas?”.
Por ejemplo, tanto la misma existencia de Dios como su inexistencia no son contrastables ni refutables
empíricamente; sin embargo sí se pueden discutir racionalmente ambos supuestos y discernir cuál de ellos es
más razonable. A este respecto, H. Küng en su obra La existencia de Dios (Ed. Guadarrama) demuestra que
el mundo y el hombre encuentran su explicación última en la existencia de Dios, sin la cual su única justifica-
ción es la no explicación o el absurdo.
En conclusión, la ciencia y la filosofía, y también la teología positiva, no son “compartimentos imper-
meables” (Bunge). La primera, si se prolonga el análisis científico, desemboca en la filosofía, y ésta, por otra
parte, se encuentra incluso en los cimientos del edificio científico. Inversamente, no hay nada en la filosofía y
en la teología positiva que se oponga a la aplicación en ellas, en cuanto sea posible, del método científico. En
la actualidad, cada vez son más frecuentes las incursiones de los científicos en la filosofía, conscientes o
inconscientes. A este respecto I. Prigugine e I. Stengers (1983, 276) abogan porque el carácter sustancialmente
abierto de la ciencia sea reconocido y porque la fecundidad de las comunicaciones entre interrogaciones
científicas y filosóficas, deje de verse frustrada por separaciones, o destruida por enfrentamientos.

La filosofía es la ciencia de las ciencias.

SAMUEL TAYLOR COLERIDGE

1.5. LA INVESTIGACION CIENTIFICA

Investigación se deriva etimológicamente de los términos latinos in (en, hacia) y vestigium (huella, pista).
De ahí que su significación original es “hacia la pista” o “seguir la pista”; buscar o averiguar siguiendo algún
rastro.
De acuerdo con esta noción etimológica, investigar es, genéricamente, toda actividad humana orientada a
descubrir algo desconocido. Tiene su origen, en la curiosidad innata del hombre, que le impulsa a averiguar
cómo es y porqué es así el mundo que le rodea; así como en la indigencia natural de sus instintos en com-
paración con los animales, que le obliga a investigar para obtener información, resolviendo de este modo sus
necesidades.

230
La investigación científica y el método científico

Según esto, toda investigación, incluso la científica, es averiguación de algo no conocido o búsqueda de
solución a algún problema. Los distintos tipos de investigación no se pueden distinguir, pues, por la razón
de ser de la actividad investigadora, la solución de problemas, sino que su diferenciación tiene que hallarse en
su objeto y el procedimiento o forma de actuación.
Tal procedimiento es, en el caso de la investigación científica, un método, el científico, muy complejo,
dilatado, planificado y técnico, como se verá después.
La investigación científica, que consiste en la puesta en práctica de este método o en la actuación basán-
dose en él, se distingue, por tanto, de las demás formas de investigación por el carácter muy cualificado y
elaborado de su método.
Al igual que existe una íntima unidad entre la ciencia y la investigación científica, así también la existe
entre la investigación científica y el método de investigación científico. La investigación científica es se-
gún se ha indicado, la actividad que produce la ciencia y como tal, su fuente. El método de investigación
científico es el procedimiento o forma de actuación empleado o seguido en la investigación científica.
Dado que la ciencia y sus aplicaciones técnicas ocupan en el mundo actual una posición cada vez más
absorbente como fuente de información y base de la actuación del hombre, puede deducirse fácilmente la
importancia excepcional de la investigación científica para la humanidad en su conjunto y, en particular,
para todos aquellos países que no quieren quedarse rezagados en la marcha de la civilización. Vivimos en un
mundo dominado crecientemente por la ciencia y la técnica. La investigación científica es el motor que
sostiene e impulsa a ambas. Es discutible que este mundo sea el mejor de los posibles, así como que su
evolución se oriente en la práctica de modo que se eviten siempre grandes inconvenientes humanos y ambien-
tales.

“Conocimiento es poder”. Sí, esto es lo que es el conocimiento. Es poder y nada


más. Poder como la salud, el talento o cualquier otro poder, esto es, carente de todo
elemento moral. El problema moral emerge cuando al referirnos al hombre que
tiene poder nos preguntamos: ¿ Qué hará con él?

WILLIAM GRAHAM SUMNER

1.6. EL METODO DE INVESTIGACION CIENTIFICO

Pero, ¿qué es el método utilizado en las ciencias? En primer lugar, es un método y por tanto, como tal, una
forma de realizar una actividad; el camino o proceso que la actividad en cuestión ha de seguir para alcanzar
su objetivo.
En segundo lugar, se trata de un método específico y determinado, que recibe el nombre de científico,
porque tuvo su origen, aplicación y desarrollo, ante todo, en las ciencias consideradas típicas, las físicas y
naturales. Dentro de los distintos tipos de métodos es, sin duda – en lugar de un método de pensamiento
simplemente- un método de investigación en cuanto supone una forma de actuación que se orienta a ampliar
el conocimiento de la realidad que nos rodea. Aún más, por la perfección y eficacia que ha logrado, cons-
tituye sin duda el método de investigación por excelencia. Por eso creo debe ser llamado método de inves-
tigación científico y no método científico sin más. Se puede hablar del método peculiar de cada una de las
ciencias: de la Física, de la Biología, de la Psicología, etc., formado por las distintas formas de combinación
y aplicación en ellas de los métodos sustantivos de pensamiento, analizados en el capítulo 3, y de investiga-
ción, pero no existe un método científico peculiar de aplicación general en todas las ciencias, sino es el
método de investigación científico.
En el método de investigación científico, como en todo método, se pueden distinguir su contenido o
método propiamente dicho, formado fundamentalmente por la serie de etapas sucesivas a seguir para alcan-
zar el resultado pretendido y su base racional, constituida por el conjunto de ideas que sirven de fundamento

231
R. Sierra Bravo

y de orientación al método propiamente dicho, por ejemplo: la existencia de la realidad y la posibilidad de su


conocimiento, a que se hace referencia al tratar de las técnicas de trabajo de investigación.
El método, como procedimiento, está constituido por las etapas generales de actuación que forman su
contenido y por las técnicas o procedimientos concretos, operativos, para realizar en un caso determinado las
fases generales de actuación en cuestión.
Estas técnicas, específicas de cada ciencia, pueden ser muy diversas, porque cada objeto de investigación
reclama sus técnicas propias, que no son objeto de estudio en esta obra.
El método de investigación científico, como procedimiento general de actuación seguido en el conoci-
miento científico, se concreta, pues, en un conjunto de trámites, fases o etapas. Por ello, parece que la mejor
manera de expresar en qué consiste, es describir las actuaciones que comprende.
Enfocado de este modo, consiste en formularse interrogantes sobre la realidad del mundo y de los hom-
bres, basándose en la observación y en las teorías ya existentes; en anticipar soluciones a estas cuestiones y
en contrastar, con la misma realidad, dichas soluciones previas o hipótesis, mediante la observación de los
hechos, su clasificación y su análisis.
De modo más desarrollado, y de acuerdo con Mario Bunge (1972, 35-6) en el método de investigación
científico se puede distinguir la siguiente serie ordenada de operaciones:

1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fecundas.


2. Arbitrar conjeturas fundadas y contrastables con la experiencia, para contestar a las preguntas.
3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.
4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.
5. Someter a su vez a contrastación estas técnicas para comprobar su relevancia y la fe que merecen.
6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados.
7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.
8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas, y formular los nuevos
problemas originados por la investigación.

Este ciclo se representa esquemáticamente en la siguiente figura:

Cuerpo de
conocimiento
disponible
Cuadro 2.-Ciclo del trabajo científico
Hipótesis

Problema

Consecuencias Nuevo cuerpo de


contrastables conocimiento
Estimación de
hipótesis
Técnicas de Nuevo problema
contrastación Evidencias

232
La investigación científica y el método científico

1.6.1. Rasgos del método científico

En esta descripción del método de investigación científico no sólo se comprenden sus distintas fases, sino
que de ella se deriva su carácter complejo, especificado por los siguientes rasgos.
a) El método de investigación científico, en el estado actual de las ciencias, es un método de investigación
teórico en su origen y en su fin. Con ello se quiere decir que su punto de partida es, en general, una teoría
previa o un conjunto racional y sistemático de ideas sobre la realidad de que se trate. Esta teoría debe ser
normalmente la fuente de los problemas que formula el método científico.
Es también su fin, porque los resultados de la puesta en práctica del método científico se deben concretar
en los nuevos principios que reformen, completen o confirmen las teorías iniciales. Además, también es
necesaria la teoría para observar la realidad. Los hechos de por sí son mudos y nada dicen si no se sabe
interpretarlos y se va a ellos con ideas y enfoques previos.
b) basado en la duda científica, según la cual no hay en la ciencia ningún conocimiento, ninguna ley,
ninguna teoría, ningún descubrimiento de la misma, de los que no se pueda dudar, que no puedan ser someti-
dos siempre a nuevas revisiones y comprobaciones y que no puedan ser sustituidos por otros más exactos y
verdaderos.
c) problemático—hipotético, en cuanto se basa en la formulación de problemas sobre la realidad y en
adelantar conjeturas o soluciones probables a dichas cuestiones.
Según lo anterior, al cuestionarlo todo, la duda científica sistemática debe, consecuentemente, desembo-
car siempre en nuevos problemas, debe problematizarlo todo, problemas que, a su vez, exigen respuestas
probables o hipótesis.
d) empírico, en el sentido de que su fuente de información y, de respuesta a los problemas que se plantea,
es la experiencia. Que la fuente de información y de respuesta última de este método es la experiencia, quiere
decir que la ciencia, a efectos de la prueba en que consiste, toma sus datos y funda sus conclusiones en la
observación ordenada y, sistemática de la realidad. En esto se diferencia de otras formas de conocimiento que
basan también sus pruebas en la autoridad, la tradición la revelación.
e) a la vez, inductivo y deductivo. Es inductivo en cuanto procede mediante la clasificación sistemática
de los datos obtenidos durante la observación, con el fin de determinar las regularidades que presentan.
La ciencia, aunque se base en la inducción sistemática en mayor medida que otros tipos de conocimiento,
utiliza, asimismo, necesariamente la deducción.
Esta, como se sabe, consiste en la derivación de conceptos y enunciados, no de la observación de la
realidad, como la inducción, sino de otros conceptos o enunciados establecidos anteriormente.
La inducción y la deducción en la ciencia no se oponen entre sí, sino que la deducción está íntimamente
unida en ella a la inducción.
La inducción sólo da lugar inmediatamente a datos sobre la realidad. Pero el relacionar estos datos,
establecer conceptos y enunciados con base en ellos, y sacar conclusiones de todo género es en gran parte
obra deductiva.
f) autocrítico. Con ello se quiere decir que se auto corrige a sí mismo y, por tanto:
1. Que debe someter constantemente a crítica o examen y juicio, todas las fases, operaciones y resultados
o, lo que es lo mismo, a contraste y verificación.
2. Que en ningún caso los logros del método científico son definitivos y que siempre están sujetos a la
revisión, que se puede derivar de nuevos descubrimientos y puntos de vista científicos.
El científico, escribe E. B. Wilson (1958, 21) “rechaza la autoridad como el fundamento último de la
verdad. Aunque se ve obligado por necesidad práctica a usar hechos y proposiciones establecidas por otros
investigadores, se reserva la decisión sobre si ellos merecen confianza, si sus métodos son buenos y si, en un
caso particular, los hechos alegados son creíbles. El, además, considera un privilegio y a veces un deber,
repetir y comprobar el trabajo de otros siempre que estime que esto es deseable”.

233
R. Sierra Bravo

g) circular: Es así porque, como señala el profesor Salustiano del Campo (1969, p. 267) en él “los
principios se prueban mediante datos empíricos y éstos se analizan o interpretan sobre la base de aquellos”.
Existe, pues, una interacción continua en el método científico entre la experiencia y la teoría: con base en
la experiencia se establece, completa y reforma la teoría, y con base en la teoría se capta y explica la realidad.
El modelo del método científico y, por tanto, de la ciencia, no es simplemente lineal del tipo siguiente:

Observación empírica Teoría

sino que se ajusta al siguiente esquema circular:

Teoría Observación empírica

h) analítico–sintético. Es decir, estudia la realidad distinguiendo y separando unos de otros sus elementos
más simples, pero no se queda aquí, sino que procura luego unir y recomponer los elementos separados,
obteniendo una visión global del conjunto y de las relaciones estructurales entre sus elementos.
i) selectivo en un triple sentido. Primero, entre la multiplicidad de aspectos de los fenómenos, debe con-
centrar su observación en los más relevantes; segundo, entre la masa de datos recogidos debe detectar en el
análisis los más significativos, por tener un influjo predominante; tercero, no se detiene en las meras aparien-
cias, sino que procura trascenderlas y, explicar la realidad lo más profundamente posible.
j) debe atenerse normalmente a las reglas rnetodológicas formales, pero, al mismo tiempo, debe fomentar
la intuición y la imaginación aún en el caso de que con ello no se atenga estrictamente a dichas reglas, e
incluso a las teorías admitidas, como señala P. K. Feyerabend en su obra “Contra el método”, Ed. Ariel, y
k) preciso, en cuanto pretende en todo caso obtener conocimientos y medidas de la realidad lo más exac-
tos que sea posible. La ciencia tiene vocación de exactitud, de tal modo que se ha podido decir que cuanto
más exacta es una ciencia, más ciencia es.
Según M. Cohen es rasgo esencial del método científico la tendencia a reemplazar los términos vagos,
tales como grande y pequeño, lejos o cerca, caliente o frío, por otros más definidos precisados en la medición.
En resumen, los caracteres del método científico son, según lo anterior: teórico, basado en la duda cientí-
fica, problemático–hipotético, empírico, inductivo, deductivo, crítico, circular, analítico–sintético, selectivo,
abierto a la imaginación y preciso.

La maestría en los métodos es tan trascendental que, sin temor equivocación, se


puede afirmar que los grandes descubrimientos corren cargo de los técnicos más
primorosos: de aquellos sabios que han profundizado, a favor de perseverantes en-
sayos, todos los secretos de uno o varios recursos analíticos.

RAMON Y CAJAL

234
La investigación científica y el método científico

1.7. FASES DEL PROCESO DE INVESTIGACION CIENTIFICA

Según se deriva de lo expuesto hasta aquí, la investigación científica es en sí, y esencialmente, una activi-
dad, pero no una actividad única y simple, sino compleja o proceso, constituida como tal por un conjunto de
actuaciones sucesivas interrelacionadas.
En general, se puede afirmar que el proceso de investigación científica pretende, partiendo de los conoci-
mientos científicos precedentes, conceptualizar la realidad, con el fin de obtener y formular, mediante la
observación y la sistematización metódicas, representaciones intelectuales que sean expresión lo más exacta
posible de la realidad y contribuyan a engrosar el acervo teórico de las ciencias.
Según se deriva de esta definición, el proceso de investigación científica comprende las tres fases bien
diferenciadas siguientes: documentación, investigación empírica y exposición.
En primer lugar, dado que la investigación científica y la tesis han de tener como punto de partida los
conocimientos precedentes sobre el tema investigado, exige una labor previa de documentación para buscar
primero las fuentes donde se encuentran dichos conocimientos precedentes y conocer después su contenido
mediante la lectura.

Búsqueda documental
DOCUMENTACIÓN Lectura
Fichas de trabajo

INVESTIGACIÓN PRIMARIA Diseño


Obtención y tratamiento de datos

Sistematización del material recogido


ELABORACIÓN Redacción
Presentación formal

Cuadro 3: Frases del proceso de investigación

Esta fase se debe materializar en fichas bibliográficas donde se describan dichas fuentes y en fichas de
trabajo o de lectura, en las que se recojan las partes del contenido de las fuentes de información utilizadas que
se crean de interés en nuestra investigación, así como las ideas propias que se nos ocurran con ocasión de
esta tarea.
En realidad, esta fase constituye una investigación secundaria, en cuanto en ella no se toma contacto
directo con la realidad investigada, sino indirecto, a través de las fuentes de información consultadas.
Seguidamente, en la fase de investigación primaria, se trata de la observación directa de la realidad
estudiada y de obtener de ella los datos pertinentes. Esta fase se debe concretar en el diseño o plan de la
investigación y en la obtención y tratamiento efectivos de los datos.
Por último, la tercera fase consiste en la elaboración de los materiales recogidos en la investigación y la
exposición de sus resultados, con el fin de comunicarlos a la comunidad científica y al público en general y
posibilitar, de este modo, no sólo su conocimiento, sino la crítica y revisión de los mismos.
Hasta ahora no ha sido reconocido explícitamente el proceso expositivo como un elemento esencial de la
investigación científica, salvo casos aislados, como el de Eli de Gortari (1983, 46) que lo considera una de

235
R. Sierra Bravo

las fases del proceso de conocimiento científico. Sin embargo, el proceso de exposición no es algo accesorio
y superfluo en la investigación científica, sino esencial y necesario en cuanto elabora y da forma a los
materiales recogidos y a los resultados obtenidos en la investigación, que, en otro caso, no pasarían de
constituir una masa informe de datos, tablas e interpretaciones.

Los discursos científicos tienen una importancia primordial dentro de la actividad


científica, porqur constituye el medio de expresión y de comunicación de los conoci-
mientos adquiridos y, a la vez ponen de manifiesto las orientaciones y tendencias
que se destacan en la investigación. La redacción de su texto es la parte final y, en
cierto modo, culminante del trabajo de investigación científica.

ELI DE GORTARI

La disposición de esta obra se ajusta a las fases acabadas de indicar del proceso de investigación cientí-
fica. En efecto, el libro ésta dividido en cuatro partes, las cuales, exceptuada la primera dedicada a los
fundamentos, corresponden a las tres fases distinguidas en el proceso de investigación: documentación (2ª
parte); investigación primaria (3ª parte); y elaboración (4ª parte).
De todas ellas, es obvio que no es posible tratar aquí específicamente de las técnicas de investigación
primaria aplicadas en las distintas ciencias, sino de las ideas generales aplicables en todas ellas referentes al
diseño de investigación y al trabajo de campo.
No ocurre lo mismo en el caso de la documentación, de ahí la importancia dedicada a la misma.

1.8 ASPECTOS DEL PROCESO DE INVESTIGACION

En el proceso de investigación en general se pueden distinguir dos aspectos: metodológico y lógico. El


primero de ellos enfoca la investigación desde el punto de vista de los pasos a seguir en la búsqueda de
solución o respuesta al problema; y el segundo, de los elementos conceptuales o lógicos que intervienen en la
investigación científica.

De ellos se presenta a continuación una síntesis expositiva.

236
La investigación científica y el método científico

1. Descubrimiento del problema de la investigación

2. Documentación y definición del problema

3. Imaginar una respuesta probable al mismo.

4. deducir o imaginar consecuencias de la hipótesis o sub-hipótesis empíricas.

5. Diseño de la verificación de la hipótesis o del procedimiento concreto a seguir en su


prueba.

6. Puesta a prueba o contraste con la realidad de la hipótesis a través de sus consecuencias


o sub-hipótesis empíricas.

7. Establecimiento de las conclusiones resultado de la investigación.

Cuadro 4: Etapas
del método
científico

8. Extender las conclusiones y generalizar los resultados.

237
R. Sierra Bravo

1.8.1 Aspecto metodológico

Las etapas del proceso metodológico de investigación científica, que se puede considerar típicas, teniendo en
cuenta las operaciones del método científico antes indicadas, son las siguientes:
El problema es el origen concreto de la investigación y consiste en una pregunta o un interrogante sobre la
realidad. Constituye también su objetivo o fin próximo, en cuanto que lo que se pretende lograr con la investigación
en su solución.
El problema descubierto será normalmente, en su inicio, vago y abstracto y no convenientemente precisado, por
lo que es necesario determinar, con toda claridad, en las operaciones siguientes, la cuestión cuya solución constituye
el objeto de la investigación.
Para realizar debidamente y con conocimiento de causa esta precisión, se requiere una labor de documentación
y de estudio a fondo del tema de que se trate, para informarse de las teorías o conocimientos científicos sobre él y de
las investigaciones antes realizadas con relación al mismo. Esta información teórica se debe completar con otra
empírica sobre la realidad o campo a que se va a referir nuestra investigación, para obtener un conocimiento genéri-
co de ella.
Respecto a la etapa siguiente, la investigación científica reclama, por una parte, que en la búsqueda de la solu-
ción al problema de investigación elegido, en lugar de proceder a la ventura, se trabaje ordenada e inteligentemente,
imaginando las soluciones al problema más probables o hipótesis, a fin de proceder primero a su verificación. Estas
hipótesis especifican el objeto de la verificación y la guían y orientan en todas sus fases.
Por otra parte, el contraste de las hipótesis generales de la investigación, frecuentemente de carácter abstracto, se
realiza normalmente, no de modo directo sino mediante la imaginación y deducción de consecuencias empíricas
muy concretas, casi inmediatamente, verificables a la que se puede llamar sub–hipótesis.
En toda investigación es importante y, por tanto, también en toda tesis, trabajar con hipótesis y utilizar para su
prueba consecuencias empíricas de ellas muy concretas, que se puedan contrastar con la realidad fácilmente, y esto
incluso cuando su carácter sea principalmente documental y cualitativo.
Formuladas las hipótesis y sus consecuencias que especifican a aquéllas, es preciso proceder seguidamente a su
prueba con los hechos. No obstante, la actuación siempre ordenada e inteligente, que presupone el método científico,
exige planificar previamente dicha prueba. A este fin se orienta el diseño de la investigación, que determina la
forma concreta de realizar la verificación en un caso concreto. Establece la pauta a seguir en la recogida y tratamien-
to de los datos, determinando cuáles son necesarios, el procedimiento de su obtención y la forma de su tratamiento o
análisis posterior, así como las técnicas adecuadas para la recogida de los datos, que, como señala Bunge (1972, 26),
deben ser objeto de prueba para contrastar su validez y seguridad.
La prueba de las hipótesis relacionan éstas o, el mundo de las ideas, con el mundo de la realidad y comprende la
observación o recogida de datos, la clasificación de los datos recogidos y su análisis.
Efectuadas estas operaciones centrales, en la verificación cuando se establezcan las conclusiones, se tratará de
determinar la significación y el alcance teóricos del análisis realizado, de inferir las consecuencias pertinentes, y de
compararlas con las hipótesis de partida y la teoría inicial, a fin de proceder a su integración en ésta, mediante los
reajustes necesarios.
Por último, la extensión de las conclusiones o generalización de los resultados, va encaminada a determinar y
prever la validez y el alcance efectivos de dichas conclusiones, en el tiempo, en el espacio y respecto a otros campos.
Una visión gráfica general del proceso metodológico –que creo útil incluir en este trabajo– se puede encontrar en
el cuadro 5, adaptado del expuesto por José Luis Zacagnini (1981, 10l).

Para llegar a establecer una ley, científica existen tres etapas principales: la prime-
ra consiste en observar los hechos significativos; la segunda, en sentar hipótesis
que si son verdaderas expliquen aquellos hechos; la tercera, en deducir de estas
hipótesis consecuencias que puedan ser puestas a prueba por la observación.

BERTRAND RUSSELL

238
La investigación científica y el método científico

1.8.2. El aspecto lógico. Noción y elementos

El aspecto lógico del proceso de investigación científica se refiere, según se expuso antes, a los elementos
conceptuales que intervienen en dicho proceso, así como a la forma de su conexión dinámica.
Estos elementos conceptuales son la teoría, los modelos, las hipótesis, las unidades de observación y las
variables en cuanto representan conceptualmente los hechos o la realidad, los datos y las leyes científicas.
Respecto a la forma de su conexión dinámica, se puede decir que ésta da lugar a los procesos subordina-
dos o subprocesos de verificación y teorización.
En el primero, en síntesis, la investigación parte de la teoría y, a través de la formación de modelos e
hipótesis, desciende a la realidad. En el segundo, inversamente, parte de la realidad y, mediante la obtención
de datos y leyes, asciende a la teoría.
El esquema del proceso de verificación podría ser el siguiente:

TEORIA MODELOS IDEAS SUPUESTAS HECHOS

VERIFICACION

IDEAS CIENTIFICAS

Las observaciones y los experimentos repetidos funcionan en la ciencia como test


de nuestras conjeturas o hipótesis, es decir, como intentos de refutación.

KARL R. POPPER

Teoría

Según lo anterior, el primer elemento del proceso de verificación y el último del proceso de teorización, es
la teoría. En ella empieza y acaba la investigación.
Las teorías se pueden definir de acuerdo con el Diccionario de Ciencias Sociales (1979, v.2), como un
conjunto de proposiciones conectadas lógica y ordenadamente que intenta explicar una zona de la realidad
mediante la formulación de las leyes que la rigen.
Todas las teorías existentes, referentes al campo que abarca una ciencia, forman objetivamente esta cien-
cia. La ciencia, pues, está formada esencialmente por teorías. No es por tanto otra cosa que el conjunto de
teorías referentes al ámbito que abarca. Todas las teoría de una ciencia constituyen el cuerpo de conocimien-
tos que se suponen válidos, existentes en una época determinada sobre el sector de la realidad propio de la
ciencia de que se trate.
Las teorías están, según la definición propuesta, formadas por enunciados, es decir, por expresiones (afir-
maciones o negaciones) referentes al sector de la realidad objeto de la ciencia.
La teoría es un elemento importante de la investigación científica. En cierto modo, se puede decir que es
su origen, su marco y su fin. Su origen porque es fuente de nuevos problemas e hipótesis. Su marco, porque

239
R. Sierra Bravo

proporciona el sistema conceptual que se aplica a la observación, clasificación y sistematización de los datos
de la realidad. Su fin, porque la investigación debe desembocar en teorías cada vez más perfectas.
Todo ello explica que como destaca M. Bunge (1972, p. 413) en su obra “La investigación científica” sea
“una peculiaridad de la ciencia contemporánea el que la actividad científica más importante, la más profunda
y la más fecunda se centre en torno a teorías y no en torno a la recolección de datos, las clasificaciones de los
mismos o hipótesis sueltas”.

Las teorías nos abandonan, los hechos nos defienden.

SANTIAGO RAMON Y CAJAL

240
La investigación científica y el método científico

Fundamentos

Método científico Técnicas del trabajo de investigación Técnicas del trabajo intelectual

Elección del tema de la tesis

Su concreción y definición de objetos

Planteamiento de la investigación

Documentación

Centros de documentación Fuentes de documentación


Fuentes empíricas
Fichero bibliográfico
Formulación de una hipótesis Fuentes de información

Observación de fuentes empíricas Lectura

Observación de datos primarios Fichas de trabajo y lectura

Tratamiento de datos primarios

Material para la elaboración de la tesis

Elaboración formal
Redacción Postredación
Elementos
Inversión Disposición Elocución Revisión del texto escrito
complementarios

Esquemas Guiones Introducción Títulos Presentación formal

Cuerpo Bibliografía Aspectos ortograficos

Conclusiones Indices

Cuadro 1. Cuadro gene- Citas y notas Apéndices Aspectos mecanográficos


ral de la elaboración y
documentación de la te- Revisión formal
sis o trabajo de investi-
gación. Encuadernación

Ejemplar de la tesis acabado Defensa Edición

241
Requisitos que se Medios y fuentes que
Pasos a dar
han de tomar ayudan a cumplir lo
anterior
Deseo de obtener
nuevos conoci- Establecer primero el tipo de inves- —Fuentes directas: Las Teo-
mientos tigación que se desea efectuar rías. La vida diaria.
Fuentes de
—Fuentes indirectas: Los tra-
problemas
bajos anteriores
Hay que elegir un problema que sea
—Leer, escuchar y trabajar
Elección del relevante y que sea posible investi-
críticamente. Atender a lo anó-
problema gar con los medios de que se dispo-
malo e incongruente
Determinación ne
del problema La definición Ha de ser definido operativamente, —Formular el problema con
del problema de manera que sea resoluble, formu- precisión y específicamente
lándolo en forma de pregunta

la docu- Hay que revisar toda la información —Se cuenta con los medios y
mentación que exista sobre el problema fuentes de documentación e
información

Creación de Que sea muy precisa y susceptibles —El conocimiento de la reali-


la hipótesis de verificación dad investigada, el dominio de
Creación de del trabajo la teoría y la cultura científica
la tesis general
Diseño Que esté en relación con las hipóte- —Tener en cuenta los diversos
sis y objetivo de la investigación diseños que existen

—Planificación
La realiza- Aplicar estrictamente lo indicado en
Comproba- ción el diseño —experimento piloto
ción de la
hipotesis —Los tipos de análisis estadís-
El análisis Aplicar las técnicas adecuadas ticos, lingüisticos, documenta-
les, etc., existentes
Comparar los resultados con la —Los conceptos de Hipótesis
Discusión Hipótesis de Trabajo, y ver si se
Nula e Hipótesis Alternativa
Análisis de pueden generalizar
resultados
Comparar los resultados con la —Las Teorías de partida y los
Conclusiones
Teoría y extraer las consecuencias resultados de otros investiga-
dores (Documentación)
Nuevos conocimientos

Redacción del
informe final
Cuadro 5. -Proceso metodológico de la investi-
gación científica.
Publicación

242
en Tesis Doctorales y trabajos de Investigación Científica. Metodología General
de su elaboración y Documentación. Capítulo 14. Editorial Paraninfo, Cuarta Edición,
1996, pp. 379–407.

R. Sierra Bravo

La redacción de la tesis o del trabajo

14.1. LAS TECNICAS DE ELABORACION DE INFORMACION

En la investigación científica concreta hay que distinguir entre la investigación científica en sí misma,
que consiste en llevar a efecto el proceso de investigación científica respecto a una materia o problema
definidos, y la tesis o trabajo de investigación en sentido estricto, que es el texto escrito en el que se expone la
investigación realizada y sus resultados. Mientras que la investigación científica en el primer sentido tiene
como objeto obtener de las fuentes primarias y secundarias datos e informaciones, su objetivo, en el segundo
sentido, es la presentación de los resultados finales de una forma sistemáticamente elaborada.
Sin embargo, la investigación científica en el primer sentido ha de ser el punto de partida y la base de la
segunda. Dada la distinción expuesta precedentemente entre la investigación empírica y la secundaria, este
punto de partida es doble y está constituido:
a) Por los resultados del análisis de los datos obtenidos mediante la observación de la realidad o investiga-
ción primaria, y
b) Por el cúmulo de informaciones recogidas en fichas con motivo del trabajo de documentación realizado
o investigación secundaria.
El proceso de investigación científica concreto debe ser llevado a cabo conforme a las técnicas específicas
propias de la ciencia a la que por su materia corresponda y sólo proporciona como tal, de modo inmediato,
una masa informe de informaciones, datos, tablas, análisis..., a la que es necesario sistematizar y dar una
forma ordenada mediante la elaboración de la tesis o informe final de la investigación. Esta tarea final ha de
ser realizada de alguna forma y por tanto según técnicas determinadas y es obligada en toda investigación
científica. Por eso es claro que se trata de técnicas generales aplicables en todas las ciencias.
Estas técnicas generales tienen como fin la producción de un documento o texto escrito en el que se
exponga la investigación realizada y sus resultados. Por ello deben comprender propiamente la redacción de
la tesis o del informe así como las operaciones preparatorias de tal redacción, y las técnicas referentes al
contenido y disposición de la tesis y su presentación formal.
De ahí que las técnicas Finales, que precisamente son las atañen de manera más próxima e inmediata a la
preparación de la tesis o trabajo científico, sean:
– Técnicas referentes a su elaboración y redacción, y
– Técnicas referentes a su contenido y, presentación formal.

243
R. Sierra Bravo

14.2. LA ELABORACION DE LA TESIS: SUS SENTIDOS AMPLIO Y ESTRICTO

Elaboración, según el Diccionario de la Real Academia española, es la acción de elaborar o de “preparar


un producto por medio de un trabajo adecuado”. De acuerdo con esta definición, este término, que conforme
a dicho Diccionario se dice especialmente de las actividades intelectuales, conviene particularmente también
en el caso de la tesis. En efecto, la tesis, como resultado final de una investigación científica, es un producto
que exige para su obtención un trabajo adecuado.
Con relación a la tesis, el término elaboración se puede tomar en dos sentidos: uno amplio y otro estricto.
Según el primero, la elaboración, en sentido general, de la tesis abarca todas las operaciones que exige dicha
elaboración desde el principio al fin. Comprende, por tanto, también la obtención de información incluso
mediante la aplicación de técnicas empíricas de observación.
Tomada en sentido estricto, la elaboración de la tesis comprende únicamente las operaciones referentes a
la exposición de la información obtenida y no las relativas a la obtención de información. Mediante aquéllas
se trata ahora de efectuar la redacción final que constituye la meta pretendida y el broche final de todas las
tareas.
Esta redacción, por otra parte, constituye el objetivo inmediato y directo de todas las operaciones que,
según veremos, se pueden distinguir en el proceso de elaboración de la información obtenida.

14.3. LA ELABORACION DE LA INFORMACION COMO PROCESO DE COMUNICACION

Ya vimos en el capítulo 6 cómo la obtención de información o documentación científica implica un proce-


so de comunicación en el que se pueden distinguir los elementos de éste:
Ö un emisor, el autor del documento;
Ö un medio de transmisión, el documento mismo;
Ö un canal de transmisión, la red de distribución del documento y de su puesta a disposición del investi-
gador;
Ö un receptor y destinatario, el investigador que capta la información contenida en los documentos, la
decodifica y la almacena en la memoria o mediante fichas u otros artificios.
Pero no es éste el único proceso de comunicación que implica la tesis o el trabajo de investigación, sino
que ésta comporta un doble proceso. Además del anterior, la elaboración de la información obtenida en el
trabajo de documentación da lugar a otro proceso de comunicación, que enlaza y es continuación del ante-
rior. En el mismo el investigador que decodifica y recibe la información del primer proceso se convierte a su
vez, en codificador o redactor y emisor de la información elaborada por él con base en la recibida. Esta nueva
información se concreta en un medio de comunicación que es la tesis o el informe del trabajo de investiga-
ción. Existe después también, más o menos elemental, un canal de transmisión o red de distribución y un
receptor y destinatario que en la tesis es, en primer lugar, el tribunal que ha de juzgarla.
La tarea principal del investigador en ambos procesos de comunicación es la decodificación en el prime-
ro, que realiza mediante la lectura, y la codificación en el segundo, que tiene lugar por medio de la redacción.
Una y otra ocupan una posición central en dichos procesos, si bien la redacción tiene un carácter más com-
pleto y activo que la segunda, que sólo consiste en descifrar un texto previamente codificado aplicando la
clave conocida de la lengua de que se trate. Existe, pues, un cierto paralelismo entre lectura y redacción, que
se manifiesta también en la posibilidad seguida aquí, de aplicar en el análisis de la redacción un esquema
similar al reseñado e el capítulo 11 para la exposición de la lectura.

244
La redacción de la tesis o del trabajo

14.4. LA REDACCION: SUS NOCIONES, IMPORTANCIA Y ELEMENTOS

Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra redactar se deriva etimológicamente del
verbo latino redigere, compilar, poner en orden, y significa “poner por escrito cosas sucedidas, acordadas o
pensadas con anterioridad”.
Estas dos acepciones, etimológica y usual, se pueden hacer corresponder con dos sentidos de la redac-
ción, estudiada aquí, de la tesis o trabajo de investigación. Según el primero, correlativo a la segunda acep-
ción, redactar la tesis, en sentido estricto, es el acto concreto de dar forma escrita a las ideas que han de
constituir el contenido intelectual de la tesis. Pero la redacción de la tesis en sentido pleno, no sólo comprende
esta expresión escrita de las ideas, sitio que también abarca la determinación inmediata de las ideas a expo-
ner, así como el orden en que deben ser expuestas, lo que quiere decir que abarca todo el proceso de elabora-
ción de la información obtenida.
La redacción en sentido pleno, pues, comprende también las operaciones que tienen como objeto compi-
lar y ordenar el conjunto de datos e ideas, recogidos en la etapa de obtención de información y documenta-
ción, así como la formulación del, plan general de la tesis y de cada parte o capítulo de la misma. Estas tareas
deben hacer posible la redacción, en sentido estricto o desarrollo mediante el lenguaje escrito, del plan de
ideas de cada capítulo. No obstante, se ha de señalar que la compilación y ordenación no son ajenas tampoco
a la redacción en sentido estricto, pues ésta implica la ordenación de los elementos de la lengua usada:
palabras, oraciones, períodos y párrafos.
Parece innecesario insistir en la importancia de la redacción en ambos sentidos. Hacia ella convergen
todas las demás operaciones de la tesis, que encuentran en la redacción su sentido y fin. Por otra parte, su
cometido no es otro que dar forma definitiva o producir el resultado final de la investigación: la tesis o
informe de la investigación y proporcionarles su forma definitiva.
En la redacción en general de la tesis se pueden distinguir los siguientes elementos básicos:
- El sujeto redactor y su circunstancia.
- El instrumento esencial de la redacción: el lenguaje.
- El proceso de redacción en sentido amplio y estricto; y
- El resultado final de la redacción o tesis propiamente dicha.
Los elementos tercero y cuarto requieren una consideración especial que tendrá lugar mediante la dedica-
ción de apartados especiales al proceso de redacción; y de un capítulo propio al cuarto.

El idioma español es el capital “intangible” Más valioso que tenemos los españo-
les. Lo podemos perder o por lo menos lo podemos malversar. La condición funda-
mental es que los que pedantemente nos tenemos por comunicadores públicos apren-
damos a escribir y, sepamos dónde estamos.

AMANDO DE MIGUEL

14.5. EL SUJETO REDACTOR

En cuanto al primer elemento, el sujeto y su circunstancia, es indudable que existe en todas las operacio-
nes de la redacción y que no es otro que el propio investigador. Pero con relación a la lectura, se puede
advertir la diferencia básica de que no se trata de un acto preciso y definido y relativamente simple, sino de
una serie de actos diversos y complejos. Este hecho implica, sin duda, que las obras sobre la redacción no se
ocupen generalmente de este punto, a diferencia de lo que ocurre en las obras que versan sobre la lectura. Sin
embargo, dado el paralelismo señalado antes entre la lectura y la redacción, lo expuesto sobre esta cuestión

245
R. Sierra Bravo

en el capítulo de la lectura (en cuanto a condiciones físicas y psíquicas, órgano de la vista, lugar de trabajo e
iluminación), puede ser también válido y aplicable, mutatis mutandis el caso de la redacción.
Respecto a la preparación inmediata física y psíquica de la redacción, F. Gauquelin (1972, 158) reco-
mienda la siguiente técnica: “Antes de comenzar a escribir, no está mal prepararse para este esfuerzo, rela-
jándose durante algunos minutos. Intente hacer el vacío en Ud. mismo, no pensando en nada. Luego, con
calma, reposadamente, dirija su mente al tema que quiere tratar. Haga preferentemente una o dos lecturas
referentes a él para obtener una concentración suficiente y una buena fluidez mental. Sólo entonces puede
Ud. ponerse a trabajar. Esta corta preparación acelerará la puesta en marcha, que es muchas veces larga y
penosa; no salen sin esfuerzo las primeras palabras que van a expresar sobre un papel, todavía virgen, la
sucesión de las ideas”.
Hay que subrayar, finalmente, que la redacción de la tesis, y en general todo su proceso de elaboración,
reclama una gran paciencia en el sujeto. A primera vista, puede parecer que la obra científica es el resultado
fácil de la inspiración, el ingenio, las ideas brillantes, pero la realidad es que exige también, y ante todo, un
trabajo duro y continuado. La tesis, y en general el trabajo científico, nunca es el resultado de un momento de
brillante inspiración, sino de una larga y paciente tarea de meses y años.
En cuanto a la redacción en concreto, es comparable a una obra de albañilería, no sólo porque requiere
buscar palabras como el albañil ladrillos, y colocarlos adecuadamente, sino porque, del mismo modo que el
albañil levanta un día cinco metros de pared y al día siguiente otros cinco, y así sucesivamente, el doctorando
ha de redactar un día cinco páginas, al siguiente otras cinco y así sucesivamente ha de avanzar, paso a paso,
página a página, sin cansarse, revisando y corrigiendo constantemente lo hecho hasta que la obra esté perfec-
tamente acabada.

14.6. EL LENGUAJE

Mientras que la lectura reclama principalmente el conocimiento de los signos escritos, la redacción exige
el dominio del lenguaje para hallar las palabras más adecuadas y ordenarlas de modo que expresen mejor las
ideas.
Por tanto, si el lenguaje es el instrumento esencial con el que se forma, expresa o construye la redacción,
nada será en ésta tan necesario como el conocimiento lo más completo posible del mismo y de su manejo
correcto. Es preciso, pues, en la tesis, dar al lenguaje la importancia fundamental que tiene como instru-
mento que proporciona su forma última a los resultados de la investigación.
Pero al mismo tiempo, hay que evitar que, como frecuentemente ocurre con todo instrumento esencial que
desempeña una función mediadora, dar al lenguaje más importancia de la debida de modo que usurpe su
puesto principal a las ideas.
Lo que realiza el lenguaje es dar forma lingüística a las ideas, en el caso de la redacción escrita. De ahí
que se haya podido definir como la facultad de asociar contenidos de pensamiento a expresiones habladas o
escritas, es decir, a signos verbales o gráficos.
La asociación entre ellos sólo puede tener su origen en la inteligencia y no en el mismo lenguaje en cuanto
signos verbales o escritos. Es indudable, pues, que en el acto del lenguaje lo primero ha de ser la idea y lo
segundo su expresión, utilizando los signos lingüísticos como instrumento.
De acuerdo con esta íntima unión del conocimiento y el lenguaje, se puede afirmar que la primera función
del lenguaje es hacer posible la actividad cognoscitiva, es decir, la formación de conceptos, juicios y razona-
mientos. El lenguaje es, por tanto, el instrumento de que nos servimos para expresar los conceptos, formar
los juicios y pensar o razonar, y el que, como tal instrumento, nos sirve para dar forma a aquéllos.

246
La redacción de la tesis o del trabajo

Con la lingüística moderna de Saussure, se puede afirmar que la estructura del lenguaje viene determina-
da, en general, por dos ejes o campos: el eje de las sustituciones o campo paradigmático y el eje de los
encadenamientos o campo sintagmático, y se representa gráficamente por el siguiente modelo:

El primero es el eje de las palabras distintas pero que tienen alguna asociación entre sí por su origen, su
significado y su función y, en consecuencia, son susceptibles en un cierto grado de un empleo alternativo. El
segundo es el eje que representa las diversas formas como las palabras y sus elementos, se pueden enlazar
entre sí para que el mensaje que se quiere transmitir mediante ellas tenga sentido y sea comprensible.
Como destaca Ortuño (1980, 31) “el hablante, cuando tiene que producir un mensaje, selecciona a base de
sustituciones y pruebas los términos paradigmáticos que convienen a la experiencia vital, a la idea, a la
situación que se desea expresar; pero a la vez combina unos términos con otros, prueba y vuelve a probar,
hasta que esas combinaciones producen como resultado mensajes comprensibles y dotados de sentido”.

El lenguaje es el sello de todas las admirables invenciones humanas.

GALILEO

14.7. PROCESO DE REDACCION O DE ELABORACION DE LA INFORMACION OBTENIDA

En esta elaboración o redacción en sentido amplio es preciso recapitular las informaciones recogidas y las
ideas descubiertas sobre el tema investigado; establecer los planes de los puntos e ideas que se piensan
exponer y, en fin, dar forma escrita a las ideas. Por todo ello, es un acto complejo y sucesivo o proceso y no
un acto simple.
Este proceso suele recibir el nombre de composición literaria, en las obras que tratan de la redacción en
general. Según Martín Vivaldi (19ª ed. Ed. Paraninfo, 1986, 249), “en casi todos los tratados de redacción se
dedica un capítulo a la “composición literaria”. Y está justificado. La razón de ello es que un escrito cual-
quiera (informativo, descriptivo o narrativo), análogamente a un cuadro, tiene que someterse a ciertas reglas
o principios de composición para evitar la anarquía, es decir, para que el cuadro o escrito sea un todo
armónico”. Este autor define la composición como el arte de desarrollar un tema y menciona sus tres fases: la
invención o búsqueda de ideas; la disposición o forma de su ordenación; y la elocución o manera, según el
Diccionario de la Real Academia española, de hacer uso de la palabra para expresar los conceptos.
Estas tres fases siguen siendo válidas en la redacción científica o proceso de elaboración de la informa-
ción obtenida en el trabajo de investigación. La diferencia se halla en que en la redacción literaria ha de tener
mucha mayor importancia la invención imaginativa, mientras que en la tesis se trata, ante todo, de dar forma
lingüística a la información recogida y a las conclusiones que derivamos de ella.

247
R. Sierra Bravo

De acuerdo con lo anterior, en la tesis es necesario que haya invención en el sentido de búsqueda de
nuevas ideas que expresen los aspectos descubiertos en la realidad investigada; pero esta invención no puede
ser principalmente imaginativa, como en la redacción literaria, sino que ha de basarse en el cúmulo de datos
e informaciones recogidos.
En conclusión, en la redacción de la tesis o proceso de elaboración de la información obtenida en la
investigación, también se pueden distinguir las tres fases indicadas de la composición literaria: la invención,
la disposición y la elocución. Las dos primeras se diferencian de la tercera porque tienen por objeto la prepa-
ración de la información obtenida en la investigación a efectos de su utilización en la elocución.

14.8. PROCEDIMIENTO PARA LA PREPARACION DE LA INFORMACION OBTENIDA

En mi opinión, no existe un procedimiento que sea válido para todos. Cada uno tiene su forma personal de
trabajar y debe encontrar y establecer su propio procedimiento que de forma más eficaz se adapte a aquélla.
No obstante, parece obvio que en la elaboración de la tesis ha de tenerse en cuenta y se debe aprovechar el
material recogido a lo largo de todo el proceso de obtención de información o documentación. De otra mane-
ra, sería casi inútil esta pesada operación. Ello lleva consigo la formación previa de esquemas de ideas
contenidas en la documentación. Por otra parte, con el fin de que la invención y la disposición o plan se
puedan realizar, partiendo efectivamente de la documentación obtenida, el resultado final de la elaboración,
la redacción, no debe realizarse al azar, sin orden alguno, según lo que se nos ocurra en cada momento, sino
de manera sistemática, de acuerdo con una de las características principales de la ciencia. Esto exige también
la formación de planes previos que sirvan de guiones.
Todo ello nos lleva a tratar de los esquemas y planes, como elementos o aspectos del procedimiento a
seguir en la invención y disposición o en la elaboración de la información obtenida.
Esquemas. Mediante los esquemas se trata de esquematizar o reducir a síntesis sistemáticas de ideas el
contenido conceptual de todas las fichas en las que se debe concretar finalmente la tarea de la documentación.
Su formación proporciona visiones globales de toda la información recogida y permite hacer manejable dicha
información desperdigada, a veces, en miles de fichas; facilita también su utilización en la reflexión y si-
guiente elaboración, especialmente de los planes de la tesis. Por supuesto que la formación de los esquemas
requiere la lectura detenida, crítica y selectiva, de las fichas.
En estos esquemas se pueden distinguir dos modalidades: generales, que son los que se realizan en primer
lugar con el fin de esquematizar todas las ideas contenidas en las fichas recogidas; y específicos, más detalla-
dos a ser posible que los anteriores, o relativos a los puntos o capítulos de la tesis que se van a redactar
concretamente. En ellos se debe hacer referencia al número de las fichas de donde se han tomado las ideas
esquematizadas.
La reflexión sobre estos esquemas debe dar lugar respectivamente a la invención de puntos e ideas que
han de constituir el plan general, primero, y los planes de redacción concreta de cada capítulo o parte de la
tesis, después.
Esta reflexión debe ser profunda, concentrada y prolongada, y persistir todo el tiempo necesario hasta
descubrir enfoques originales y adecuados al tema de la tesis.
Planes. Los planes, en el sentido utilizado aquí, no son otra cosa sino el programa o disposición conjunta
y sistemática de las partes, capítulos, etc. debatidos en la tesis, que se podría llamar plan general, o bien el
programa o disposición conjunta y sistemática de las ideas que se desarrollarán en cada capítulo o parte de la
tesis objeto de redacción, o planes específicos, que podrían ser llamados también guiones.
El plan general se debe derivar del estudio y reflexión sobre el esquema general. Su función es determinar
los temas de debate en la tesis y su orden sistemático. Los planes específicos, que pueden determinar la
modificación del plan general, deben igualmente resultar del estudio y reflexión sobre los esquemas específi-
cos. Su función es la de servir de guión o pauta para la primera redacción de cada capítulo.

248
La redacción de la tesis o del trabajo

14.9. LA TERCERA FASE DEL PROCESO DE REDACCION: LA ELOCUCION O REDACCION EN


SENTIDO ESTRICTO

Como se acaba de ver, el procedimiento de preparación de la información obtenida, aún siendo personal,
debe partir de esquemas, en los que se clasifique sistemáticamente dicha información obtenida, y debe condu-
cir a la formación de planes generales de temas de debate, y materializarse en planes específicos o guiones de
ideas para su desarrollo. En la elocución o redacción en sentido estricto, en cambio, se trata simplemente de
dar forma escrita a los temas o ideas contenidos en los planes y guiones.
Mientras que las dos primeras fases del proceso de redacción estudiadas se orientan al hallazgo de ideas
originales y a disponerlas según un orden sistemático, de ahí los nombres de invención y disposición, la
tercera pretende encontrar las palabras adecuadas a los conceptos, y presentarlas en una forma lingüística
correcta. En consecuencia, así como en las dos primeras fases, invención y disposición, deben predominar la
imaginación y la capacidad de sistematización, lo que caracteriza a la elocución es la habilidad en el manejo
de la herramienta que constituye la lengua utilizada, y en este sentido presenta ante todo la condición de arte.
La elocución o redacción en sentido estricto ofrece dos aspectos fundamentales, expresados en la defini-
ción citada del Diccionario de la Real Academia española: modo de elegir y distribuir la palabra y los pensa-
mientos en el discurso. Estos dos aspectos son la elección de las palabras adecuadas a las cosas, cualidades,
cambios y relaciones que se quieren expresar y su distribución o disposición correcta en el discurso o en la
serie de palabras que se empleen para expresar lo que se piensa. Estos dos aspectos corresponden, por una
parte, con los dos ejes indicados antes, que determinan la estructura del lenguaje, el eje de las sustituciones o
de las palabras distintas susceptibles de un empleo alternativo y el eje de los encadenamientos o formas de
enlace entre las palabras; y, por otra, a las dos partes fundamentales de la Gramática: la Morfología, que se
ocupa de las palabras, y la Sintaxis, que trata de su unión y orden.
De acuerdo con la distinción de los dos aspectos de la elocución indicados, así como de los dos ejes del
lenguaje, los de las sustituciones y de los encadenamientos, y las dos partes de la Gramática, Morfología y
Sintaxis, a continuación se trata separadamente, primero, de la redacción de las palabras, que consiste en
elegir la palabra justa en cada caso y que, por tanto, pertenece al primero de todos los aspectos indicados; y
después, de la redacción del ámbito y del párrafo, en la que se trata fundamentalmente de ordenar las pala-
bras en las oraciones y de las oraciones en los períodos y párrafos y, en consecuencia, pertenece al segundo
aspecto.

En todas las cosas, es preciso comenzar. “El comienzo es más que la mitad del
todo”, ha dicho Aristóteles.

A.D.SERTILLANGES

14.9.1. La redacción de las palabras

El título redacción de las palabras acaso resulte un poco extraño, porque a primera vista parece que nada
tiene que ver el acto de redactar con la consideración de las palabras aisladamente. Sin embargo, si se repara
que en la definición de elocución de la Real Academia española aparece como primer contenido de este
término, elegir las palabras, entonces se ve que esta elección constituye precisamente uno de los aspectos, el
primero, que aquél comprende.
De acuerdo con este punto de vista, se puede afirmar que la redacción consiste, en primer lugar, en buscar
y encontrar en cada caso la palabra justa que corresponda exactamente con el concepto que se quiere expre-
sar y sólo después en enlazar correctamente
Si la primera tarea de la redacción es hallar las palabras exactas, entonces su primera cualidad debe ser la
precisión, término que se deriva etimológicamente del verbo latino praecido, que significa separar cortando,

249
R. Sierra Bravo

cercenar, suprimir, quitar, y que, según el Diccionario de la Real Academia española, significa respecto al
lenguaje, “concisión –expresar atinadamente conceptos con las menos palabras posibles y exactitud riguro-
sa.
Con relación a esta precisión exigida por la redacción, las palabras se pueden clasificar en tres grandes
grupos: palabras llenas, palabras “papilla” y palabras vacías. Las primeras son las que tienen un sentido
concreto y, consiguientemente, una aplicación muy definida. Las segundas son abstractas en su significación
y muy indefinidas en su aplicación. Tienen un sentido tan amplio que, de hecho, no indican nada concreto.
Las palabras, en fin, se convierten en vacías cuando se emplean de tal forma que no aportan ninguna nueva
información al discurso y, por tanto, resultan inútiles y superfluas.
Respecto a estos tres grandes grupos de palabras, la regla de su uso debe ser que se busquen las palabras
llenas, que designan de modo específico lo que queremos expresar; que se eviten las palabras «papilla»
porque son ambiguas, indefinidas, y que se eliminen sin piedad las palabras vacías.
Palabras llenas. La búsqueda de palabras concretas, plenas de significado específico, exige, genérica-
mente, la preocupación constante por ampliar y perfeccionar nuestro vocabulario, a que ya hice referencia al
tratar de la lectura de las palabras. Nuestra lengua es bastante rica, aunque no del todo, pues no siempre se
encuentra en el diccionario la palabra adecuada. Es mucho más pobre nuestro lenguaje, pues sólo conocemos
y utilizamos una mínima parte de las palabras de que disponemos.
Específicamente, dicha búsqueda reclama que no demos por definitiva una palabra utilizada en la redac-
ción hasta que no estemos seguros de que no disponemos de otra más precisa en nuestra lengua.
Palabras “papillas”. Son todas las palabras abstractas, genéricas, sin una forma, como la papilla, o
sentido lingüístico definido, cuando se emplean respecto a realidades para designar las cuales existen otras
palabras más concretas. Ejemplos destacados son las palabras “cosa”, “algo”, “esto”, “eso”, “ser”, “estar”,
“tener”, “encontrarse”, “haber”, “hacer”, “poner”, “decir”. Martín Vivaldi las estudia en su recomendable
“Curso de Redacción”(1986, Ed. Paraninfo, 129 y ss.) y expone la forma de su sustitución, como en los
ejemplos siguientes:
“La humanidad es una cosa muy rara” se puede sustituir por “la humanidad es una virtud muy rara”;
“hacer un largo trayecto”, por “recorrer un largo trayecto”; “tener el último puesto”, por “ocupar el último
puesto”; “tu amas a tus padres. Esto te honra”, por “tú amas a tus padres”. Este sentimiento te honra”.
“Palabras vacías”. En cuanto a las palabras vacías, creo que es general la tendencia que tenemos a
acumular en la redacción palabras innecesarias y a complicar con rodeos y aclaraciones superfluas, la expre-
sión de ideas que deberían exponerse llanamente sin retorcimiento. Una de las raíces del primer defecto es,
sin duda, la poca reflexión en la elección de las palabras que nos lleva a aplicarlas a voleo, tópicamente,
según nos salen espontáneamente y sin detenernos a pensar si son o no adecuadas al caso. En cuanto al
segundo, se puede señalar la escasa claridad de pensamiento que padecemos que nos hace involucrar y com-
plicar lo que debería ser simple.
Toda palabra vacía no sólo es superflua e inútil, sino también nociva porque oscurece el sentido, dificulta
la comprensión y obliga a un esfuerzo físico e inútil innecesario en los lectores.
Una manifestación destacada, por lo corriente, de la acumulación de palabras innecesarias es el vicio, tan
corriente, que tenemos de duplicar los adjetivos de significación similar; adjetivos duplicados como notorio
y manifiesto, ilustre y preclaro, y otros muchos, no son sino tópicos o palabras que se usan mecánicamente
por costumbre social, que los vacía de sentido. El hábito está tan arraigado en mi opinión –por lo menos a mí
me pasa– que al escribir un adjetivo nos parece que no es suficiente y siempre intentamos buscar otro que lo
acompañe.
Pero no es sólo éste el caso de palabras inútiles. También tiene lugar cuando recargamos el escrito con
detalles insignificantes, con exceso de incisos y pronombres relativos y con aclaraciones innecesarias. “En
esta pequeña guerra contra las palabras vacías de sentido, se lee en F. Gauquelin (1972, 168), persigamos
primero las expresiones de forma indefinida, que disimulan el sujeto de la frase. En lugar de escribir: “Hará
falta mucha habilidad al que emprenda el negocio”, escribamos más bien “El que emprenda el negocio nece-
sitará mucha habilidad. Eliminemos las acumulaciones inútiles de palabras cuando bastaría una sola. En
lugar de escribir: “el éxito de la eficacia de nuestras obras”, escribamos: “El éxito de nuestras obras”; en

250
La redacción de la tesis o del trabajo

lugar de “este texto arduo y embrollado”, escribamos: “este texto difícil”. Evitemos la sucesión de negacio-
nes que hacen que perdamos de vista la afirmación que expresan. Reemplacemos: “sin estar de acuerdo con
su propuesta, no es mi intención negar que...” “ por “Pese a algunas reservas, admito que...” Desterremos los
adverbios y demostrativos inútiles. En lugar de “Estas palabras han perdido totalmente su sentido original,
contentémonos con escribir: “Estas palabras han perdido su sentido original”.
La solución, pues, respecto a estas palabras vacías es aprender a tacharlas sin contemplaciones, o a
cercenarlas, según el significado etimológico de precisión.
Neologismos. Un punto referente a la redacción de las palabras que presenta especial interés en la tesis,
son los neologismos o palabras nuevas que se introducen en una lengua. Es evidente que en la investigación
científica, donde con frecuencia se descubren fenómenos nuevos, antes no conocidos, es preciso encontrar
para ellos nombres apropiados. La facultad de dar nombres es un atributo humano. Mediante los nombres
atribuimos a cada cosa la etiqueta de una palabra, que representa el fenómeno en su conjunto aunque sea muy
complicado y, por tanto, nos evita estar describiéndolo continuamente. Es claro que la formación de neolo-
gismos se deberá ajustar a las reglas que rigen la formación de las palabras en nuestra lengua. Otro caso aún
más frecuente de neologismos, es la introducción en el idioma español de palabras científicas y técnicas
procedentes de lenguas extranjeras. A este respecto, la Academia Española el 5 de noviembre de 1964
formuló las reglas que se transcriben a continuación:
Normas para las propuestas de neologismos científicos y técnicos. “No basta con dar la traducción
española de vocablos, modismos o locuciones, técnicas extranjeras, sino que debe acompañarla una defini-
ción que pueda ser entendida no sólo por los especialistas, sino por todo el que posea los conocimientos
básicos de la ciencia respectiva.
Las definiciones traducidas de un idioma extranjero deberán ir acompañadas de la definición original o,
cuando menos, de un párrafo en el idioma extranjero que permita deducir su significado: Evítense en las
definiciones palabras que tengan acepciones variadas e imprecisas.
No deberá darse a las palabras corrientes un sentido diferente de aquél que les atribuye el Diccionario de
la Real Academia Española. Por ejemplo, no se dirá circuito cuando lo correcto sea decir red. No se llamará
lenguaje a cualquier colección de símbolos. Es inadecuado decir planta piloto por instalación de ensayo y
llamar pilotos a las luces indicadores que se colocan en ciertos aparatos. Aunque no haya razón para excluir
de la literatura científica las metáforas, están totalmente fuera de lugar en las definiciones.
Antes de proponerse un neologismo, conviene consultar las publicaciones pertinentes, tanto españolas
como hispanoamericanas, para ver si hay en ellas vocablos equivalentes al propuesto y exponer el pro y el
contra de cada uno. Así se podrá decidir, por ejemplo, entre quantum y cuanto, cuantificar y cauntizar,
autofunción y función propia, fisión y escisión, fusión y síntesis nuclear o bien establecer si el lay out inglés
debe traducirse por plan de disposición.
En los neologismos internacionales, como radar, inaser, laser, sonar, transistor, etc. deberá indicarse la
acentuación española, para que se sepa si son palabras graves o agudas.
Conviene empezar por los neologismos que, además de ser imprescindibles, ofrezcan garantías de
durabilidad, sobre todo cuando hay peligro de que se difunda un barbarismo inaceptable. Todo físico y todo
electrotécnico siente, por ejemplo, la necesidad de un vocablo español que sustituya al shunt.
Urge una depuración del Diccionario de la Real Academia Española para poner al día muchas definicio-
nes científico –técnicas que han quedado anticuadas. La Academia dedica especial atención a esta tarea y
solicita la cooperación de los especialistas.
Queda por fijar el criterio que convenga adoptar respecto de los tecnicismos inadmisibles que se hallan en
uso. Hay quien opina que deben mantenerse porque es tarde para poner remedio. Esto, que es válido para el
lenguaje del vulgo, no es aplicable al idioma de las personas cultas. Para que el léxico científico–técnico se
perfeccione basta que quienes escriben en libros y revistas abandonen lo que vaya en contra de la pureza y
unidad del idioma.

251
R. Sierra Bravo

14.9.2. Redacción del ámbito

Los elementos del lenguaje, en correspondencia respectivamente con las tres manifestaciones de la activi-
dad del pensamiento: conceptos, juicios y razonamientos, son las palabras, las oraciones y los párrafos.
Acabada de analizar la redacción de las palabras, correspondería ahora examinar la redacción de las oracio-
nes. Pero el ámbito, que M. Linares (1979, 41) define como el trozo de escrito comprendido entre dos puntos
ortográficos, engloba, por este mismo hecho, todas las formas de oración.
Por otra parte, y precisamente por su carácter envolvente indicado, se puede afirmar con M. Linares
(1979, 51) que “el problema de la redacción nace, se desarrolla y se resuelve dentro del ámbito. Una vez que
se ha colocado un punto –seguido o aparte– ha quedado resuelto el problema de redactar lo que se ha escrito:
vuelve a nacer, a desarrollarse y a resolverse en el ámbito siguiente. De ahí que muchos casos de redacciones
defectuosas por embrolladas se pueden remediar utilizando nuevos puntos y seguido.
El conocimiento debe seguir a la realidad que intenta captar o comprender, y el lenguaje al pensamiento al
que pretende dar expresión. Consecuentemente, del mismo modo que los seres de la realidad y las ideas que
los representan están relacionados y se enlazan entre sí constituyendo sistemas cada vez más amplios, igual-
mente ocurre en el lenguaje: las palabras se unen entre sí constituyendo oraciones; las oraciones, párrafos;
los párrafos, capítulos, y así sucesivamente. Esta necesidad de unión de las palabras, para que reflejen el
enlace de los seres en la realidad y de las ideas en el pensamiento, constituye precisamente el segundo y
último aspecto indicado de la elocución o redacción en sentido estricto. Si el hallazgo de las palabras justas
es el origen o principio de la redacción, lo último, que constituye su fin, es la disposición y enlace entre sí de
las palabras, lo cual tiene lugar ante todo en la redacción del ámbito.
Cuatro son los aspectos que hay que tener en cuenta en la redacción del ámbito, para lograr el orden y
enlace debidos de las palabras dentro de él: la concordancia, el régimen, la construcción y la puntuación.
Concordancia y régimen. Gili y Gaya (1973, 27) define la concordancia como la igualdad de género y
número entre sustantivo y adjetivo y la igualdad de número y persona entre un verbo y un sujeto”. La concor-
dancia exige, por tanto, que el enlace entre un sustantivo y un adjetivo, y entre un verbo y su sujeto, se realice
de tal forma que concuerden entre sí en la forma indicada.
El régimen, según el Diccionario de la Real Academia Española, “es genéricamente la dependencia que
entre sí tienen las palabras en la oración”, y, de modo más concreto, la “preposición que pide cada verbo, o el
caso que pide cada preposición: el régimen del verbo aspirar es la preposición a, y el de esta preposición, el
caso dativo, el acusativo y el ablativo”.
En la actualidad, como señalan R. y M. Seco (1968, 138), en lugar de considerar a unas palabras como
regentes o dominantes, y a otras como regidas o dominadas, se estima “que las palabras van determinándose
y completándose mutuamente para formar un conjunto comprensible; y en este sentido, la unas son comple-
mento de las otras”.
En concreto, lo que el régimen reclama en la redacción es, ante todo, que, dada la diversidad de preposi-
ciones, cuya función precisamente es expresar las relaciones existentes entre los conceptos y las cosas, se
procure emplear en cada caso la preposición adecuada y de modo gramaticalmente correcto.
Tanto respecto a este punto como al de la concordancia, la casuística es muy numerosa, lo que hace
imposible ocuparse de ella aquí. Por tanto, sólo puede recomendar que en caso de duda se consulte el “Dic-
cionario de Dudas de la lengua española” de Manuel Seco (Ed. Espasa–Calpe) o el Diccionario de incorrec-
ciones, particularidades y curiosidades del lenguaje” de Santamaria, Cuartas, Mangada y Martinez de Sousa
(5ª ed., 1989, Ed. Paraninfo).
Construcción. La construcción es el aspecto principal de la redacción del ámbito, en cuanto le correspon-
de dar a éste su forma básica, mediante la adecuada disposición y enlace de sus diversos elementos.
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia española, la construcción consiste en el ordenamiento
y disposición de las palabras ya relacionadas por la concordancia y el régimen para expresar con ellas todo
linaje de conceptos.

252
La redacción de la tesis o del trabajo

Se puede afirmar que la construcción del ámbito debe estar regida por los cuatro principios siguientes:
1. Del orden gramatical.
2. Del orden lógico.
3. De la claridad.
4. De la armonía.
Según el primer principio, el orden normal de construcción de la oración en la lengua española, que se
debe seguir siempre, en caso de duda, es el siguiente: primero, el sujeto; después, el verbo; luego, el predica-
do, y, finalmente, los complementos por este orden: directo, indirecto y circunstancial.
Sin embargo, la lengua española se caracteriza, como vimos, por la gran libertad que concede para alterar
este orden gramatical. De ahí que, en la práctica, el orden de las palabras en la oración se gobierna, como
señala Martín Vivaldi (1982, 88) más por el interés psicológico (orden lógico) que por la estructura grama-
tical y que obedezca, según él, al principio lógico.
Este principio de la construcción autoriza a invertir el orden gramatical, colocando en primer lugar a
aquellas partes o complementos de la oración, es decir, a los elementos del mensaje que revistan una mayor
importancia lógica y psicológica para la comprensión del mismo.
Con el fin de evitar la confusión, el principio de claridad exige que los llamados modificativos (o sea,
palabras o complementos que modifican, determinándolo o calificándolo, el sentido de otras palabras, espe-
cialmente adverbios, frases adverbiales, incisos y relativos) se coloquen junto a los verbos que modifican y,
en general, los complementos lo más cerca posible del elemento de la oración al que complementan, y los
pronombres relativos, de su antecedente.
Respecto a este principio, es importante también que en las oraciones compuestas y períodos, como reco-
mienda Martín Vivaldi (1982, 105) se liguen bien las frases entre sí para evitar confusiones, lo que se logrará
sí todos los sujetos que componen las oraciones del período resultan en todas ellas fácilmente identificables.
Por último, el principio de construcción armónica de la oración exige que exista proporción y equilibrio
entre los elementos de la oración: sujeto, verbo y complementos. Por ejemplo, pide que entre dos complemen-
tos se ponga en primer lugar el complemento más corto. Así se debe escribir (Martín Vivaldi, 1982, 213)
“Isabel I de Castilla dio a los españoles ejemplo de gran entereza de ánimo”, en lugar de “Isabel I de Castilla
dio ejemplo de gran entereza de ánimo a los españoles”.
Se distinguen (vid. V. Rodríguez Jiménez, 1991, 83) dos formas de construcción: la asindética y la
polisindética. La primera, para la hilación de las ideas, se sirve principalmente de los signos de puntuación y
no de las conjunciones. Se trata de una construcción más simple, cortada y ligera que la polisindética. Esta,
en cambio, no se retrae de utilizar las conjunciones: que, porque, para que, ya que, y, etc. para enlazar unas
ideas con otras. Da lugar a un estilo más complejo e integrado. Se debe procurar no abusar de él, para no caer
en la pesadez.
Puntuación. Si según se ha indicado en el punto anterior, ¡a construcción da a la redacción del ámbito su
forma básica, sede afirmar que su forma definitiva se deriva de la puntuación.
Las funciones principales que cumple la puntuación en la redacción son dos: separar las oraciones y sus
partes e indicar el grado de proximidad lógica que existe entre ellas. También puede cumplir las funciones
accesorias de indicar la elipsis de elementos de la oración, que se dan por sobreentendidos, de evitar la
confusión y de dividir las frases demasiado largas.
La puntuación es un elemento esencial en la redacción, hasta tal punto que un texto sin puntuación
alguna resulta prácticamente ininteligible, y otro puede cambiar totalmente de sentido por el simple hecho de
la variación en su puntuación.
De acuerdo con las funciones señaladas de la puntuación, estos signos son los instrumentos que tiene a su
disposición el escritor para distinguir unas de otras las ideas y para marcar el grado de su relación lógica.
Los signos de puntuación básicos en la redacción son la coma, el punto y coma, los dos puntos y el punto.
Todos ellos presentan diversas modalidades a las que se hace referencia seguidamente, utilizando para este
fin la terminología empleada por M. Linares en su notable obra (1979, 61 y ss.).
253
R. Sierra Bravo

La coma separa elementos análogos del ámbito: palabras, frases, oraciones, e indica entre ellas una rela-
ción lógica de semejanza. Sus modalidades son tres: C1, C2, C3. La C1 sirve para separar palabras, frases y
oraciones distintas pero análogas en su significado. Como cuando decimos: “bueno, bonito y barato”. La C2
sirve para separar las aclaraciones o incisos que se introducen dentro, al principio o al final de una oración.
La C3 se pone en lugar de la elipsis o palabras omitidas y puede servir también para facilitar una pausa y la
respiración y descanso consiguientes en las frases demasiado largas sin signos de puntuación. La norma a
este respecto es que cuando estemos ante una serie de más de 10 palabras seguidas, sin coma alguna, se
intercale alguna en un lugar oportuno, que haga posible la respiración y el descanso de los ojos en la lectura.
El punto y coma sirve para separar oraciones no análogas pero sí con una proximidad de sentido entre
ellas. Presenta también tres clases: PCI, PC2 y PC3. El PC1, punto y coma 1, separa en relación a un
pensamiento, el comentario o la observación sobre él. El PC2 separa series de ideas con la misma construc-
ción. El PC3, por último, se utiliza para evitar la confusión; por ejemplo, un ámbito lleva muchas comas
seguidas, entonces se puede situar en un lugar adecuado un punto y coma que evite la confusión a que pueden
dar lugar tantas comas.
Según M. Linares, la pausa acentuada y característica que imponen los dos puntos se utiliza para parar
materialmente al lector: lo que va a continuación es una explicación, un silencio deferente o una cita tex-
tual”.
En los dos puntos se pueden distinguir los DP1, DP2 y DP3 El grupo DP1 separa ideas próximas lógica-
mente, de las cuales la última, precedida por los dos puntos, constituye una explicación, aclaración, conse-
cuencia o resumen de las precedentes. DP2 se emplea después de los tratamientos y DP3 antes de una cita
textual.
En cuanto al punto, existen tres clases: el punto y seguido, el punto y aparte y el punto final. El punto y
seguido presenta tres tipos. El PS1 sirve para separar temas distintos que, sin ser próximos, no son tampoco
lejanos. El PS2 se emplea para enfocar desde otro punto de vista un tema que se ha tratado en el ámbito
anterior y el PS3 para fraccionar, por su excesiva longitud o ante una dificultad de redacción, un mismo
punto de vista.
El punto y aparte, PA, separa ideas que guardan una relación lógica lejana; y el punto final separa ideas
remotas entre sí, más lejanas, como ocurre entre los temas de distintos capítulos.
Para finalizar sólo queda por último llamar la atención sobre los valiosos recursos que proporciona la
puntuación al escrito. En síntesis, como señala M. Linares (1979, 106) “se puede cortar y empalmar la
exposición en cualquier momento que lo precise (PS3); puede igualmente elevar el tono de exposición en
cualquier momento (PC2); puede seguir “llaneando” con las ideas análogas (separadas por comas, conjun-
ciones o nada) o introducir ideas próximas artificialmente introduciendo un hipérbaton –o inversión del
orden normal de las palabras– que justifique un PC1 o un DP1”.

14.9.3. Redacción del párrafo

El párrafo, que, como el ámbito, tiene una definición delimitada físicamente, es, simplemente, el trozo de
escrito comprendido entre dos puntos y aparte consecutivos o entre un encabezamiento del escrito y el primer
punto y aparte.
Aunque normalmente el párrafo debe comprender más de un ámbito, puede a veces estar formado por uno
sólo. Esta circunstancia depende, en parte, del tipo de estilo. Así como hay un estilo basado en oraciones
simples y cortas, así también puede existir otro en el que predominen los párrafos simples con un ámbito
solo. Pero, del mismo modo que se recomienda alternar las oraciones cortas con las largas para que la
redacción resulte más variada y armoniosa, igualmente por las mismas razones es aconsejable combinar
sabiamente los párrafos simples y compuestos.
Desde un punto de vista lógico, el párrafo normal, no simple, se caracteriza por contener no una sola
idea, sino el desarrollo completo de nuestro pensamiento respecto a dicha idea. La razón de ser del párrafo se

254
La redacción de la tesis o del trabajo

encuentra, precisamente, en que una sola idea y oración no suelen ser suficientes para expresar aquélla de un
modo completo.
Sin embargo, el párrafo obedece no sólo a la necesidad lógica acabada de indicar, sino también a exigen-
cias del proceso de comunicación que implica siempre el lenguaje hablado y escrito. Al tratar de este proceso,
en el capítulo 6 aludí al concepto de redundancia. Así como un mensaje, para que pueda ser captado adecua-
damente por el receptor, debe contener un cierto grado de redundancia o una cierta proporción de palabras
que no transmiten información nueva pero que facilitan la comprensión del mensaje; del mismo modo, un
texto denso, amazacotado, plagado de ideas fundamentales, puede resultar totalmente indigesto y necesitar de
una cierta proporción de ideas redundantes, que sin añadir pensamientos nuevos, adornen y repitan de dis-
tinta forma la idea principal del párrafo. La repetición en este sentido, el practicar por ejemplo aquello de “se
dice que se va a decir”, “se dice”, “se dice que se ha dicho” tiene, sobre todo, un valor pedagógico indudable.
En el supuesto del párrafo normal, ya vimos al tratar de su lectura en el capítulo 11, que en él se podía
distinguir la oración principal de las oraciones secundarias, y que la disposición de estas dos clases de ora-
ciones es lo que determinaba la estructura del párrafo, en función de que la frase principal estuviera situada
al principio, en medio o al final respecto de las oraciones secundarias.
Precisamente, el dominio de la redacción del párrafo consiste fundamentalmente, sin duda, en la habilidad
para darle la estructura adecuada en cada circunstancia. Así, se puede empezar afirmando de entrada la idea
principal y dedicar las oraciones secundarias siguientes a desarrollarla y a explicar sus consecuencias; o
bien, por el contrario, se puede iniciar el párrafo exponiendo los diversos aspectos de una cuestión, sus pros
y contras, y acabar el párrafo con la idea principal que, en este caso, será la conclusión que recapitule todo lo
anterior; o bien, por último, se puede seguir la fórmula mixta de combinar ambos procedimientos.
Para acabar, otro punto importante en la redacción del párrafo es la necesidad de procurar la debida
cohesión entre las oraciones que comprende, ligando adecuadamente unas con otras mediante las conjuncio-
nes oportunas que, como se indicó en el capítulo 11 al tratar de la lectura del párrafo, sirven para indicar los
avances: y, también, además, asimismo; las pausas: porque, supuesto que, con tal que; y los retroceso:
pero, sin embargo, no obstante.

14.9.4. Redacción del capítulo y de la obra en general

Así como el capítulo resulta del conjunto de párrafos referentes a un mismo aspecto del tema de la tesis, la
tesis se deriva del conjunto de capítulos que tratan de los diversos aspectos distinguidos del tema. Ambos se
pueden ver como razonamientos y explicaciones más amplios que el párrafo, en el caso del capítulo, y que
éste en el caso de la tesis total.
Por ello, aunque su redacción se tenga que basar en el plan general de la tesis adoptado y en los planes y
guiones específicos de cada capítulo, como tales razonamientos más amplios puede ser aplicable a ellos,
hasta cierto punto, lo acabado de decir respecto a la redacción del párrafo. Por otra parte, es recomendable
una cierta uniformidad en la extensión de los capítulos, que no sean unos muy largos y otros muy cortos.
Importancia especial, como subraya Simone Dreyfuss (1971, 266 y ss.) tienen en la redacción de los
capítulos y de las tesis en general, las transiciones, es decir, los párrafos que enlazan las diversas partes del
discurso y cumplen la función de facilitar el paso de un razonamiento, cuestión, capítulo, etc. a otro y de
preparar o anunciar los desarrollos posteriores.
Las transiciones son importantes porque dan claridad y cohesión a la tesis y facilitan su lectura. Cumplen
también una función similar a la que tiene la introducción general en la tesis.

En eso creo yo que está la perfección del estilo, en decir ni más ni menos lo que se
quiere decir, y en decirlo con exactitud.

AZORIN

255
R. Sierra Bravo

14.10. CUALIDADES DE LA REDACCION CIENTIFICA

Son ocho las cualidades de la redacción que, en mi opinión, merecen destacarse:


–Claridad
–Sencillez
–Precisión
–Sinceridad
–Originalidad
–Viveza
–Rigor y
–Sistematización.
Las seis primeras ofrecen un carácter más general, mientras que las dos últimas se refieren de un modo
más específico a la tesis o trabajo científico.
Claridad y sencillez. La redacción ha de ser, ante todo, clara. La finalidad esencial del lenguaje hablado
y escrito es la comunicación. Para que se cumpla esta finalidad, es imprescindible que el mensaje, el discurso
oral o escrito, sea claro o perfectamente comprensible por sus destinatarios.
En el orden intelectual, la claridad exige en el escritor, de antemano, la perfecta comprensión por su parte
del tema que va a exponer: que haya calado hondo en él y que lo domine. Si el autor no ha entendido bien lo
que escribe, difícilmente podrá hacerlo comprensible a los demás.
En el orden expositivo, la claridad de un escrito se deriva: de su corrección morfológica y sintáctica; de
utilizar en cada caso la palabra justa; de no emplear palabras inútiles y vacías; de dar a los ámbitos, al
párrafo y a los capítulos el orden lógico y gramatical adecuado.
Asimismo, en este orden, la claridad está ligada a la sencillez. Un texto no será sencillo ni claro si emplea,
sin necesidad, palabras rebuscadas y artificiosas o términos técnicos no conocidos sin definirlos. La claridad
y sencillez exigen, como se ha dicho, que, de dos explicaciones, se elija la más asequible; de dos formas, la
más elemental; de dos palabras, la más breve.
Ante tantas obras científicas o pseudocientíficas oscuras y confusas, parecen especialmente necesarias en
este campo la claridad, en los dos órdenes indicados: intelectual y expositivo, y la sencillez.
Precisión. La precisión está vinculada estrechamente con la claridad y la sencillez.
La precisión, a la que se ha hecho mención antes en 14.8.1. se deriva de que en cada momento se utilicen
las palabras justas y las expresiones que correspondan exactamente a la idea que se quiere expresar.
Consecuencia de la precisión es la concisión, es decir, la ausencia de palabras superfluas de modo que en
los ámbitos no falte ni sobre término alguno.
La precisión es particularmente necesaria en la redacción científica porque ésta exige la mayor exactitud
terminológica posible y porque su fin es exponer, de modo concreto y sin rodeos, los resultados de la investi-
gación.

Hace hablar como en testamento; que a menos palabras, menos pleitos.

BALTASAR GRACIAN

Sinceridad y originalidad. La sinceridad en la redacción se puede afirmar que consiste, principalmente,


en dos cosas. Primera, escribir conforme a nuestra propia manera y según nuestro estilo peculiar y no

256
La redacción de la tesis o del trabajo

fingidamente, de forma artificiosa y amanerada, aparentando maneras y estilos de otros. Segunda, que en
ningún caso se pretenda con las palabras disfrazar la verdad ni engañar.
La sinceridad se halla en estrecha relación con la originalidad. Lo que es sincero, lo que responde a
nuestra manera de ser intelectual, lo que hemos meditado y que por surgir de lo más íntimo de nosotros es
profundo, ha de ser también, por eso mismo, original.
Por el contrario, no somos sinceros ni originales si no hacemos más que expresar ideas de otros sin
convertirlas en algo propio, asimilándolas profundamente e integrándolas en nuestro pensamiento; si nos
quedamos en la superficie de las cuestiones y nos contentamos con lo manido, con el tópico, con lo común-
mente admitido, que, como tal, nos permite salir del paso fácilmente; si, en fin, partimos de una filosofía o de
una ideología aceptada acríticamente.
Viveza. Esta cualidad debe proporcionar, por lo menos, un mínimo interés y aliciente al texto. Negativa-
mente, pide evitar el estilo monótono, plano, amorfo, inerte y pesado. Positivamente, reclama que se ponga
algo de colorido e incluso un poco de pasión en el escrito; que se sepa destacar la importancia de lo que se
escribe, su actualidad y vigencia y su utilidad y aplicaciones; que se dé un cierto relieve a las ideas expresa-
das mediante la comparación, la contraposición y la antítesis y con la expresión de sus detalles significativos.
Rigor y sistema. Ambas constituyen, sin duda, dos cualidades importantes a tener en cuenta en la redac-
ción de la tesis y, en general, de todo trabajo científico.
Se puede decir que, a este respecto, el rigor consiste en la propiedad y exactitud del contenido, en general,
de la tesis. En este contenido se pueden distinguir tres dimensiones: extensión, profundidad y seriedad cientí-
ficas.
Una tesis será rigurosa en la extensión si abarca todos los aspectos del tema y no deja ninguno en el aire;
y, asimismo, si, consciente o inconscientemente, no olvida ni desdeña –en las cuestiones filosóficas y doctrinales
principalmente– el estudio de ninguna corriente o posición por no coincidir, por ejemplo, con las suyas.
La tesis tendrá rigor en profundidad si se buscan los fundamentos últimos de las cuestiones y se llega,
respecto a ellas, hasta el límite intelectual posible, no quedándose nunca voluntariamente a medio camino.
Por último, el rigor en la seriedad científica del contenido de una tesis, se deriva del cuidado en demostrar
nuestras tomas de posición y la precisión en presentar las pruebas que justifican nuestras aportaciones y
descubrimientos así como las técnicas utilizadas y, en general, los procedimientos seguidos en el hallazgo de
aquéllos; de la nobleza en poner de manifiesto las limitaciones de nuestras investigaciones, las dudas aún no
aclaradas y las cuestiones dejadas sin resolver; y, por último, de la exactitud en los datos que contenga la
tesis, y en su referencias y citas, y, en general, en el cumplimiento de todas las prescripciones metodológicas
y expositivas que garantizan la solidez y la seriedad en la exposición de una investigación científica.
El rigor, en fin, exige también la sistematización. La ciencia es esencialmente sistemática y las teorías
científicas, para ser tales, han de constituir sistemas racionales. Por tanto, la tesis en su redacción debe ser
sistemática de modo que presente integrados en su totalidad orgánica todos los aspectos del tema estudiado
desarrollados en ella.

No pensar que el lector “sabe” ,sino situar bien el problema, describir los mecanis-
mos, precisar el sentido de los términos, explicar la evolución de las instituciones,
hacer los acercamientos y contrastes que sugiera un conocimiento profundo del tema
y que facilite su comprensión.

SIMONE DREYFUSS

14.11. VICIOS DE REDACCION

En la redacción no sólo interesa conocer las cualidades que debe reunir, para fomentarlas, sino también
los vicios que la pueden afectar, para evitarlos.

257
R. Sierra Bravo

Son cuatro los vicios de construcción que se enumeran usualmente:


– El solecismo
– la anfibología,
– la monotonía, y
– la cacofonía.
A ellos hay que añadir un quinto, el barbarismo, que afecta no a la construcción, sino a la expresión de
las palabras.
La casuística en este punto, como en otros muchos de la Gramática, es muy numerosa, por lo que repitien-
do de nuevo la necesidad del uso constante del Diccionario de la Real Academia o del de Incorrecciones, sólo
podemos hacer referencia en este lugar como ejemplo a algunos casos destacados de cada uno de estos vicios.
El solecismo. Según el Diccionario de la Real Academia Española, esta palabra se deriva etimológicamente
de Soli, ciudad de Cilicia, en donde se hablaba mal el griego, e indica “falta de sintaxis. Error cometido
contra la exactitud o pureza del idioma”.
Teniendo en cuenta a Martín Alonso y a Martín Vivaldi (1992), son ejemplos de solecismo:
– Usar una preposición distinta de la que exige un verbo o complemento; v. g.: “El doctor se ocupa de
visitar a sus enfermos” (por en visitar). Un caso muy actual y relevante de esta modalidad de solecismo, es el
dequeismo o uso innecesario de la preposición de antes del relativo que; v. g.: “Se le indicó de que se
callase”.
– El leísmo, laísmo y loísmo o confusión indebida entre sí de estos pronombres. Para su uso correcto,
hay que tener en cuenta que lo y la son acusativos y que le es dativo. Por tanto, cuando este pronombre haga
oficio de dativo es preciso escribir le y no la y lo. Por ejemplo, no se puede decir “cuando la veo ese peinado”,
sino “cuando le (dativo, a ella) veo ese peinado”.
Anfibología. Según Martín Alonso (1959, 140), la anfibología proviene de la ambigüedad de la frase por
prestarse a más de una interpretación, o por la confusión del sujeto y el objeto directo. Por su interés,
transcribimos seguidamente los casos siguientes de anfibología que expone Martín Alonso en dicha obra:
a) En la colocación de complementos. Ejemplos: Cicerón recomienda a Urón a Curio (sólo sabiendo que
Tirón era un siervo del célebre orador se entiende el sentido). Pidió las llaves a la sobrina de la casa (Pidió
las llaves de la casa a la sobrina).
b) Uso del pronombre relativo: Aquí tienes el retrato de la reina Cristina, cuya historia ya conoces. (¿De
quién es la historia: del retrato o de la reina?).
c) Uso ambiguo del posesivo su, suyo, etc. Ejemplo: Francisco fue a la finca de Antonio en su coche.
(¿El coche es de Francisco o de Antonio?).
d) Empleo confuso de los pronombres personales de tercera persona. Ejemplo:
El comerciante reclamó, a instancias del apoderado, la cantidad que le adeudaba el banquero.
e) Omisión indebida del sujeto. Ejemplo: Los hijos vivían con sus padres en las afueras de la ciudad,-
tenían una pequeña finca (tenían éstos o aquéllos ...)
f) Uso indebido y omisión de la preposición a con el complemento. Ejemplo: Fue necesario dejar al
enemigo en rehenes al jefe (¿quién es el que queda en rehenes?). Triunfad: El mundo entero subyugue el
fervor que os alienta. (Triunfad: al mundo entero subyugue ... ).
h) Doble sentido del complemento con la preposición de. Ejemplo: Amor de Dios. (Con sentido subjetivo:
El amor que Dios nos tiene; con sentido objetivo: El amor que sentimos hacia Dios).
g) Colocación indebida del adverbio. Ejemplo: Prometió enterarse ayer. (Ayer prometió enterarse).
i) Colocación indebida del gerundio. Ejemplo: Vi a tu padre paseando (¿Quién paseaba: ¿tu padre o
yo? Corríjase: Paseando, vi a tu padre).

258
La redacción de la tesis o del trabajo

Se ha de advertir, finalmente, que en general habrá que tener un cuidado especial en el uso del gerundio,
procurando utilizarlo parcamente. En caso de duda sobre si su empleo en una frase dada es o no correcto, la
regla, válida también para toda otra palabra o giro, es abstenerse de su empleo y sustituirla por otra expre-
sión.
Monotonía y cacofonía. La primera se comete cuando se repiten mucho las mismas palabras. Revela
pobreza del lenguaje. Casos de monotonía son el empleo constante de palabras tales como cosa, mismo,
hacer, tener y, en general, las palabras “papilla” aludidas al tratar de la redacción de las palabras.
En cuanto a la cacofonía es, según el Diccionario de la Real Academia Española, la disonancia que
resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de las palabras”. También da lugar a una
acústica desagradable el empleo, repetido en la misma frase, de la misma terminación en las palabras: aso-
nancia, v. g.: “El rigor abrasador del calor”.
Barbarismo. Barbarismo es, también según el Diccionario de la Real Academia, “vicio del lenguaje, que
consiste en escribir o pronunciar mal las palabras, o en emplear vocablos impropios”.
En la redacción, las faltas de ortografía y la utilización indebida de vocablos y giros extranjeros constitu-
yen formas de barbarismos.
Respecto a la ortografía, sólo cabe aquí señalar que es elemental y de educación básica su dominio; que
por ello es totalmente imprescindible cuidar que la tesis no contenga faltas sobre este tipo, pues posiblemente
ello daría lugar a su rechazo. Para evitarlas, se requiere el uso constante de los diccionarios indicados.
En cuanto a la utilización de vocablos extranjeros, me remito a lo expuesto al tratar en la redacción de
las palabras sobre los neologismos y a las normas allí transcritas de la Real Academia Española. Por lo
demás, no se deben usar sí existe una palabra española equivalente y por otra parte es recomendable caste-
llanizarlos.

Oscuridad y falta de claridad en la expresión es siempre y en todas partes un sínto-


ma muy nulo, pues en el 99% de las veces procede de falta de claridad del pensa-
miento, la cual, a su vez, proviene casi siempre de una originaria desproporción, de
una inconsistencia, es decir, de la incorrección del mismo.

A. HOWE

14.12. REGLAS PRACTICAS SOBRE LA REDACCION DE LA TESIS O TRABAJO DE INVESTIGA-


CION

A modo de síntesis y concreción de la teoría expuesta, se exponen a continuación un conjunto de reglas de


redacción orientativas sistematizadas de acuerdo con los, puntos acabados de tratar.

14.12.1. Invención y disposición de ideas

Ideas básicas y aportaciones originales. Cuide que las ideas básicas de la tesis y las aportaciones origi-
nales aparezcan debidamente resaltadas, argumentadas, ilustradas y fundadas empírica, histórica y teórica-
mente.
Claridad. Aclare todo lo que sea necesario para la exacta comprensión de sus ideas, pero sin desviarse del
tema y evitando rodeos innecesarios o aclaraciones inútiles.
Coherencia. Procure la coherencia y continuidad en sus ideas a lo largo de las distintas partes de la tesis,
y que las secundarias giren en torno a las principales.
Generalización. No haga generalizaciones sin una base empírica seria, salvo hipotéticamente.

259
R. Sierra Bravo

Inferencias. No infiera de los hallazgos de la tesis, deducciones o conclusiones firmes precipitadas en


apoyo de sus hipótesis de partida. Si las hace sea muy cauto y crítico en admitir su validez y en la amplitud
que reconoce a su alcance.
Dogmatismo. No haga afirmaciones dogmáticas. Sea modesto en sus juicios o nunca les dé carácter
absoluto. Piense que toda idea científica tiene algo de provisional y que todo punto de vista es limitado.
Cuestiones doctrinales. En las cuestiones doctrinales, contraste y compare las distintas posiciones, sim-
patice o no con ellas, y analícelas objetivamente según sus circunstancias y motivaciones y su concordancia
con la realidad.
Objetividad. Esfuércese en la objetividad, procurando liberarse de sus prejuicios ideológicos y de sus
sentimientos de antipatía. Trate de ponerse en lugar de todos los autores y de comprender las razones de las
diversas tendencias y posiciones.
Distinción. Desmenuce las cuestiones, distinguiendo entre sus diversos aspectos y matizando el alcance
de los mismos.
Hechos y opiniones. Diferencie netamente los datos y las interpretaciones de los mismos, los hechos
comprobados y las opiniones particulares sobre ellos.
Humildad científica. No desprecie ninguna escuela, obra que trate de los interrogantes que te preocupan
o autor que tenga alguna relación con las cuestiones que investiga, aunque le parezca que no tienen ningún
valor; muchas veces, donde menos se piensa, se pueden encontrar ideas o puntos de vista valiosos.
Reflexión y prontitud en comenzar a escribir. Piense detenida y profundamente cada punto a desarro-
llar, pero a continuación emplee sin demora la redacción, aunque estime que ésta no sea muy acertada. Ya
tendrá tiempo de corregir y perfilar después. Tenga en cuenta que en la primera redacción del borrador de la
tesis se puede y debe escribir todo lo que nos venga a la mente, a reserva de pulirlo y ordenarlo después.
Tampoco es obligado empezar por el primer capítulo.
Sistematización. Persiga la sistematización dentro y entre las distintas partes de la tesis, porque la integra
y da estructura a sus distintos elementos, facilitando su comprensión, y procure su trabazón uniéndolas con
los oportunos párrafos de transición.
Esquemas, planes y guiones. No omita la formación de esquemas o síntesis esquemáticas de todo el
material para la elaboración de la tesis que haya recogido y medite profunda y prolongadamente sobre ellos
hasta que “vea” los enfoques y puntos de vista originales que han de constituir el plan o programa general de
la tesis y los guiones de las ideas de cada capítulo.
Desarrollo de las ideas. No amontone ideas distintas unas de otras. Antes bien, desarrolle y despliegue
cada una de estas ideas, si son importantes, desmenuzando sus aspectos básicos, haciendo distinciones y
precisando su alcance y contenido.
Cansancio. Descanse con reposo de la mente y sensaciones conscientes cuando se sienta cansado intelec-
tualmente. No pretenda forzar nunca el trabajo de su inteligencia.

14.12.2. Lenguaje y estilo

Vocabulario. Prefiera un vocabulario de tipo sencillo, conocido y directo. Si es indispensable, emplee


términos nuevos definiéndolos cuidadosamente.
Lenguaje técnico y convencional. Haga uso del lenguaje técnico de su disciplina siempre que sea necesa-
rio y, en todo caso, del lenguaje comúnmente admitido, huyendo de toda pedantería.
Pobreza de lenguaje. Procure ante todo no caer en la pobreza del lenguaje, evitando las repeticiones
seguidas de las mismas palabras, mediante el uso de un diccionario ideológico o de sinónimos, ni en el
empleo de palabras vagas y amorfas, tales como cosa, algo, esto, eso, haber, poner, hacer, tener, buscando en
el diccionario la palabra precisa que conviene en cada caso.

260
La redacción de la tesis o del trabajo

Estilo unipersonal y viveza. Se suele aconsejar en la tesis el uso de un estilo preferentemente impersonal
con “se”, por ejemplo y no en primera persona, pero sin embargo, los detalles prácticos, ejemplos y experien-
cias personales, siempre que vengan a cuento, pueden dar viveza e interés a la tesis.
Lentitud. Huya de la lentitud o pesadez del estilo. Trate de dar vida y movimiento a sus ideas.
Enfasis. Sea parco en todo lo que suponga una manifestación enfática: exageraciones, uso de superlati-
vos, signos de admiración, letras mayúsculas, subrayados, empleo de las palabras todo, ninguno, nunca,
siempre, que, sin matizaciones, carecen generalmente de fundamento científico.
Tachar. Cultive el arte de tachar las aclaraciones, incisos y adjetivos superfluos o reiterativos.
Sustitución. No olvide que siempre todo término o expresión dudosos o poco recomendables se pueden
sustituir por otros.

14.12.3. Morfología y sintaxis

Preposiciones. Asegúrese del empleo de las preposiciones apropiadas en cada caso.


Adjetivos y adverbios. Emplee matizadamente los adjetivos y adverbios adecuados. Huya de su duplica-
ción o acumulación, salvo que sea imprescindible, y utilice muy parcamente los adverbios terminados en
mente, sobre todo los que muchas veces no son otra cosa que tópicos, como obviamente, naturalmente,
generalmente.
Partículas y gerundios. Asegúrese del uso correcto de las partículas le, lo, la, de, su; de los pronombres
relativos: que, cual, cuyo; de modo especial del funesto de qué y de los gerundios; procure no abusar de estos
últimos.
Abusos. No abuse de las expresiones: por tanto, por consiguiente, a fin de que ni de la voz pasiva y los
pronombres relativos que hacen pesada la lectura.
Ambitos. Tenga en cuenta que los ámbitos –espacios de escrito entre dos puntos y seguido– no demasiado
largos hacen más asequible el texto. Si un ámbito en su redacción inicial resulta demasiado largo y oscuro, un
medio de aclararlo es dividirlo en dos o más.
Modificativos. Coloque los adverbios y complementos modificativos lo más cerca posible del verbo al
que se refieren y los adjetivos con sus sustantivos.
Orden. Preste mucha atención al orden debido de las palabras y elementos de las oraciones gramaticales,
a su armonía, poniendo en primer lugar el complemento más corto, y a que en ellas aparezca con toda
claridad el sujeto al que se refieren.
Términos monstruos y sesquipedalismo. Haga todo lo posible por evitar los “términos monstruos”,
formados por largas cadenas de palabras técnicas, unidas por la preposición de, así como el llamado
“sesquipedalismo”, o formación de las palabras largas por derivación de otras, v. g. de posición, posicionar,
posicionamiento, posicionamentizar...

BIBLIOGRAFIA

(Ver también bibliografía de los capítulos 6, para cita de Gauquelin, y 13, para las de Eco y Dreyfuss).
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ALONSO, MARTIN.– Ciencia del lenguaje y arte del estilo. 5ª ed. Madrid: Aguilar, 1959.
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BENITO LOBO, J. A.– La puntuación: usos y funciones. Madrid: Edinumen, 1992.

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R. Sierra Bravo

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1979.
JAGOT, P. C.– La educación del estilo. 8ª ed. Barcelona: Ed. Iberia, 1972.
LAZARO CARRETER, F.– Lengua española. Historia, teoría y práctica. Salamanca: Ed. Anaya.
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1992.
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ORTUÑO MARTINEZ, M.– Teoría y práctica de la lingüística moderna. México: Ed. Trillas, 1978.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.– Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Madrid:
Ed. Espasa Calpe, 1973.
RODRIGUEZ JIMENEZ, V.– Manual de redacción. Ortografía. Recursos literarios. Estilos. Co-
mentario de textos. 3ª ed. Madrid: Ed. Paraninfo, 1991.
SAIEDAH, J. P.– Saber escribir. Bilbao: Ed. Mensajero, 1978.
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SCHOECKEL, A.– Formación del estilo. Santander: Ed. Sal Terrae.
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WEISMAN, H. M.– Basic technical writing. Columbus, Ohio: Merrill, 1985.

262
en Tesis Doctorales y trabajos de Investigación Científica.
Metodología General de su elaboración y documentación. Capitulo
15. Editorial Paraninfo, Cuarta edición, 1996, pp. 409–429.

R. Sierra Bravo

La tesis y su contenido

15.1. LA TESIS: SU NOCION, RASGOS Y RAZON DE SER

Noción. En los escritos o trabajos referentes a investigaciones científicas realizadas se pueden distinguir
dos modalidades principales: el informe y la tesis.
En el primero, los que han llevado a cabo una investigación científica presentan por escrito a la comuni-
dad científica y al público en general las características de aquélla y sus resultados.
La tesis ha de ser también, por su contenido, un informe sobre una investigación científica realizada por
el doctorando, pero con la particularidad de que su finalidad primera es su presentación en una Facultad
universitaria para, previa su defensa ante un Tribunal, obtener el grado académico de doctor.
Dado que en esta obra se trata de modo particular de la preparación de la tesis, es ella la que se estudia
específicamente a continuación, si bien lo que se diga será también sustancialmente válido para el informe.
La tesis de doctorado se puede definir como el trabajo escrito en el que el doctorando describe y explica el
contenido y los resultados de una investigación científica original efectuada con la orientación de un director,
sobre una materia relacionada con el programa de Doctorado cursado por el doctorando, para, previa su
presentación y defensa en una Universidad, obtener el grado de doctor.
Rasgos. Según esta definición, cinco son los rasgos principales de la tesis doctoral:
– Que se presente en forma escrita.
– Que su contenido se refiera a una investigación científica realizada por el aspirante.
– Que sea original.
– Que verse sobre una materia relacionada con el campo científico, técnico o artístico propio del progra-
ma del Doctorado cursado por el doctorando.
– Que la investigación se realice bajo el patrocinio y orientación de un director, y
– Que se presente y defienda en una Universidad.
Respecto al primer rasgo, nada hay que comentar y en cuanto al segundo, toda esta obra se refiere al
mismo y de modo especial la parte tercera, que trata de la “investigación empírica”.
Original se dice de lo que es primitivo, nuevo, de lo que no se deriva de algo anterior. En el orden
humano, nada es original de modo absoluto y total, sino relativo y parcial. Lo mismo sucede en la investiga-
ción científica, en la que siempre es parte de unos conocimientos previos.

263
R. Sierra Bravo

La originalidad en la tesis, por tanto, no puede consistir en una total novedad, sino en que sea el resultado
del esfuerzo propio y no, total o parcialmente, copia o plagio de una investigación anterior; y en que, partien-
do del acervo científico precedente, se realicen aportaciones nuevas, aunque sean modestas, que signifiquen
un cierto adelanto en la ciencia y en sus métodos o un avance en el conocimiento de la realidad que constituya
su campo propio.
Supuesto lo anterior, las modalidades específicas de las nuevas aportaciones científicas pueden ser múl-
tiples e incluso referirse a una nueva interpretación de un autor, a nuevas síntesis y clasificaciones, todas
ellas fundadas, o al hallazgo de nuevas fuentes o documentos. Por ello, no son susceptibles de una enumera-
ción pormenorizada y su apreciación, en último término, depende del Tribunal que juzgue la tesis.
El cuarto rasgo, la materia de la tesis, ha sido establecido por el artículo 7–2 del Real Decreto 185/1985
de 23 de enero (v. en apéndice), de acuerdo con el artículo 2º que asigna como fin a los estudios del Doctora-
do, bajo la supervisión y dirección de un Departamento, la especialización en un campo científico, técnico o
artístico determinado y su formación en las técnicas de investigación.
La exigencia de director de la tesis se funda en el supuesto normal de que el doctorando se inicia con ella
en la investigación. Su función es de asistencia, vigilancia y orientación, más que de dirección propiamente
dicha. El responsable de la investigación y de la tesis es, en todo caso, el graduando y, si bien debe procurar
seguir sus indicaciones y realizarla en estrecho contacto con el director, a él corresponde, en caso de discre-
pancia, la decisión última, pudiendo incluso pedir el cambio de director.
Respecto a las funciones del director, el doctorando, aunque tenga la iniciativa de consultarle siempre que
lo estime oportuno y de tenerle al corriente de las tareas que realice, ocupa una posición pasiva. Al director
corresponde fijar la manera de ejercer su cometido y es el que debe comunicarla al aspirante a doctor.
La presentación y defensa de la tesis se debe ajustar a las normas vigentes en cada país, las cuales, en
cuanto a España, se incluyen en el apéndice jurídico, y a las normas especiales que puedan existir en la
Universidad y Facultad donde se presente. El Decreto sobre el Doctorado 185/1985, que se inserta en el
apéndice, exige en su artículo 8–1 que el director de la tesis autorice la presentación de esta a lectura, con
ratificación del tutor departamental, cuando aquél no pertenezca al Departamento que ha debido dirigir los
estudios del doctorando.
Por último, cabe hacer referencia aquí a la extensión de la tesis. Umberto Eco (1982, 18) escribe que la
tesis es “un trabajo mecanografiado de una extensión media que varía entre las cien y las cuatrocientas
páginas, en el cual el estudiante trata un problema referente a los estudios en que quiere doctorarse”. En la
práctica, las reglamentaciones del Doctorado no suelen especificar este punto, que depende mucho del tipo de
tesis y disciplina. Sin embargo, aunque puedan ser viables, e incluso importantes, tesis con sólo 100 paginas,
normalmente, por lo menos en España, una tesis de dicho tamaño resultará demasiado pequeña, por lo que
acaso sea más realista, salvo casos excepcionales, situar el límite mínimo de su extensión en 200 paginas.
Razón de ser y función. La razón de ser de la tesis en cuanto trabajo académico es, simplemente, la
necesidad de que el aspirante al máximo grado académico universitario y científico, demuestre que es capaz
de realizar una investigación científica original; y su función la obtención del título pretendido.
En cuanto al informe de la investigación científica realizada, responde a una doble necesidad.
La primera es sin duda la más fundamental. Consiste en la exigencia científica de dar a conocer los
hallazgos y descubrimientos de la investigación de alcance o interés científico.
A diferencia de muchas artes y conocimientos antiguos, que eran secretos, condición esencial de la ciencia
moderna es su carácter manifiesto y público.
La segunda necesidad es exponer y declarar los procedimientos y técnicas utilizados en la investigación,
para que pueda ser reproducida, contrastada y verificada por otros científicos, o por lo menos para que se
pueda juzgar la validez y fiabilidad de las nuevas aportaciones científicas que se proponen.

Entiendo por investigador científico a aquél que realiza un trabajo con el nivel
mínimo que exige entre nosotros la tesis doctoral.

DESANTES GUANTER

264
La tesis y su contenido

15.2. EL CONTENIDO DE LA TESIS

No hay nada en lo acabado de exponer, de lo que se derive que exista o se pueda imponer, con relación al
contenido de la tesis, un esquema fijo al que obligadamente se deban ajustar todas las tesis o informes, de
cualquier tipo que sean. Sin embargo, si se pueden señalar algunos puntos básicos, de acuerdo con su razón
de ser y sus funciones indicadas, que merecen ser tenidos en cuenta a este respecto.
El contenido de la tesis se puede dividir en partes principales y secundarias. Entre ella se pueden destacar,
respectivamente, las siguientes:
Partes principales
– Introducción.
– Descripción de la metodología de la investigación.
– Exposición, análisis y discusión de los resultados.
– Conclusiones.
Partes complementarias
– Títulos.
– Apéndices.
– Bibliografía.
– Indices.
– Divisiones y subdivisiones.
– Figuras.
Además, hay que mencionar de modo especial las citas y notas, en cuanto deben ser objeto de una consi-
deración particular.
A continuación se trata separadamente de cada una de estas partes distinguidas, no sin indicar previamen-
te que, en las partes principales, se ha realizado la exposición referida principalmente a la tesis de carácter
empírico. Como pueden existir también tesis con un carácter teórico más acusado, como, por ejemplo, las
que tengan por objeto el estudio de un autor o de una teoría determinada, en este caso será preciso adaptar lo
que se dice a este caso especial y al hecho de que en él el objeto empírico de la investigación han de ser
fuentes documentales.

15.2.1. Partes principales

Introducción. Según S. Dreyfuss (1971, 222) “la introducción se distingue del texto, en cuanto al fondo,
en que no sirve más que para presentar o situar a grandes trazos el problema sin resolverlo de ningún modo:
da al lector algunas indicaciones generales que son necesarias para permitirle seguidamente abordar más
fácilmente la materia y comprender la concepción del tema y la manera de tratarlo”.
La finalidad de esta parte de la tesis, en el caso indicado de investigaciones empíricas, es describir las
operaciones preliminares en que se basa la investigación y aquellos aspectos que se pueden considerar como
punto de partida de la misma.
En la introducción se pueden hacer constar:
a) El proceso de formación del doctorando y su preparación para la investigación.
b) La génesis, motivación y objeto de la tesis o trabajo elegido.
c) La importancia científica de la investigación realizada y las razones que justifican su estudio.
d) El enunciado del problema investigado y de sus antecedentes históricos, teóricos y empíricos, con
referencia concreta a las fuentes utilizadas y a los estudios teóricos e investigaciones empíricas precedentes
sobre el mismo. Es lo que se suele llamar status quaestionis y lo que constituye el marco teórico de la tesis.
265
R. Sierra Bravo

e) La especificación del problema investigado mediante la exposición de los objetivos de la investiga-


ción, es decir, de los aspectos concretos del problema a los que se ha pretendido dar respuesta con ella, y de
las hipótesis formuladas.
f) La descripción del objeto, realidad o población investigados y el marco o contexto más amplio en que
se inserta y la determinación de los límites cronológicos y geográficos del estudio.
g) Agradecimientos, o mención expresa de la gratitud sincera y comedida del doctorando a las personas e
incluso instituciones que de alguna forma le han ayudado en la elaboración de la tesis. Se trata de un detalle
que nunca falta en las publicaciones científicas anglosajonas, y que hasta ahora no suele ser tan frecuente en
nuestro país, lo que, en cierto modo, es explicable porque generalmente se investiga entre nosotros más
aislada e individualmente. En todo caso, si las ha habido, y en la tesis siempre será así, pues por lo menos se
encuentra en este caso el director, es una atención obligada. También es frecuente que se hagan constar en
una pagina especial destinada exclusivamente al efecto.
Descripción de la metodología de la investigación. La finalidad de esta parte del informe responde al fin
ya indicado de éste: dar cuenta de las técnicas de observación utilizadas y de los procedimientos de análisis
empleados para que sea posible a otros investigadores no sólo repetirla, sino también verificar la adecuación
de dichas técnicas y procedimientos al objeto de la investigación y su correcta aplicación en el caso en
cuestión.
“Importa, asimismo, escribe Ramón y Cajal (1944, 155), puntualizar, bien al principio, bien al final de la
monografía, el método o métodos de investigación seguidos por el autor, sin imitar a esos sabios que, a
títulos de mejorarla ulteriormente, se reservan el monopolio de la técnica empleada, restaurando la casi
perdida costumbre de los químicos y matemáticos de las pasadas centurias, los cuales, inspirados en la pueril
vanidad de asombrar a las gentes con el poder de su penetración, se reservaban los detalles de los procedi-
mientos que les habían conducido a la verdad”.
Por tanto, esta parte deberá contener una exposición, lo más clara y completa posible, de la metodología
seguida en las operaciones básicas de la investigación, mediante la enumeración de las variables generales y
empíricas estudiadas y de sus definiciones operativas adoptadas, y de las técnicas empleadas en la observa-
ción y clasificación y análisis, así como, en su caso, en la selección de la muestra. Respecto a ésta no
deberán faltar:
1. La mención de la base de muestra utilizada.
2. De su tamaño.
3. La determinación del error muestral que supone éste, según el nivel de confianza elegido; y
4. La descripción del sistema de selección de la muestra utilizado.
Respecto a la observación, se deberán dar todas las explicaciones que sean pertinentes sobre los elemen-
tos: reactivos, animales, etc. usados. Si son aparatos usuales, se darán los datos que los caracterizan: nom-
bre, marca, tipo, etc., sin describirlos en detalle. Igualmente se hará respecto a las pruebas de laboratorio y
otros procedimientos de observación conocidos, sin que falte la indicación de la validez y seguridad que
merecen. Sin embargo, cuando se trata de pruebas poco conocidas y de instrumentos de investigación prepa-
rados específicamente para la investigación, como, por ejemplo, experimentos originales, cuestionarios o
escalas de actitudes o tests, deben ser descritos detalladamente, con inclusión en apéndice, en su caso, de un
modelo del mismo. Se debe explicar, asimismo, el procedimiento seguido para su elaboración y los resultados
de las pruebas previas realizadas con ellos.
En todo caso, se deberá dar cuenta de los procedimientos seguidos en la investigación para la aplicación
de cualquier instrumento de investigación y reseñar las experiencias dignas de mención, las dificultades
especiales encontradas y el modo de resolverlas.
Asimismo, con relación al análisis, cabe destacar que no debe faltar la indicación de los tipos y modalida-
des de análisis utilizados: coeficientes de asociación, test de hipótesis empleados para comprobar la signifi-
cación respecto a la población de los resultados y otros tipos de análisis matemático, con especial mención de
las particularidades que presentan en la investigación de que se trate.

266
La tesis y su contenido

Exposición y análisis de los resultados. El objetivo de esta tercera parte del informe, responde a su fin,
también indicado, de dar a conocer y divulgar los resultados de la investigación.
Por tanto, en ella se deben exponer, en primer lugar, dichos resultados, de manera ordenada, clara, deta-
llada y global y no individual en el caso de estudio de poblaciones, y con indicación de sus fuentes y funda-
mentos concretos dentro del conjunto de las operaciones de la investigación.
En segundo lugar, se deberá enjuiciar críticamente la validez y fiabilidad de los resultados en cuestión,
a la vez que se les compara con los resultados obtenidos con otras fuentes, teniendo el valor de renunciar a
cualquier hipótesis inicial no satisfactoria.
En tercer lugar, se realizará su análisis del modo más detenido posible y se discutirá:
a) El alcance y sentido científico de los mismos.
b) Su significación respecto a la teoría científica precedente.
c) Sus limitaciones; y
d) Las cuestiones relevantes descubiertas en el estudio y aún sin resolver.
De acuerdo con Selltiz y sus colaboradores en la obra “Métodos de investigación en las relaciones socia-
les” (Rialp, 1965, p. 497), la regla cardinal en el informe científico es “proporcionar toda evidencia significa-
tiva para la cuestión de investigación tratada, sean o no acordes los resultados con las opiniones del investi-
gador”.
La conclusión. Si se tiene en cuenta que, como se ha indicado, la tesis debe representar alguna aporta-
ción, aunque sea modesta, que signifique un cierto adelanto en la ciencia o en su método o un avance en el
conocimiento de la realidad que constituye su campo propio, creo que la conclusión es la parte de la tesis en
la que el doctorando debe poner de relieve con los argumentos adecuados, sintética y sistemáticamente, lo que
la tesis suponga de novedad y las aportaciones teóricas y prácticas que a su juicio implica.
Entendida de este modo la conclusión, su noción se enlaza con el significado tradicional de tesis como
posición teórica o práctica a la que se ha llegado, y la cual se mantiene exponiendo las razones que la avalan
y refutando las objeciones que se pueden oponer a ella.
Según esto, parece que la conclusión más que un elenco de proposiciones finales debe ser una “reflexión
final” (Alcina, 1994, 207) fundamentada sobre el alcance científico de la investigación realizada.
En opinión de Lasso de la Vega (1977, 160), “el trabajo científico o la tesis deben disponer de un capítulo
final consagrado a la conclusión. Es necesario sintetizar en unas páginas, con precisión y claridad, los resul-
tados obtenidos, las ideas esenciales que se desprenden del trabajo. Sin un capítulo conclusión, la tesis
parecerá no estar terminada”.
Cabe recordar aquí que según el Decreto 185/1985 de 23 de enero sobre la obtención del grado de doctor,
la defensa de la tesis doctoral consistirá en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria realizada,
contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención de sus aportaciones originales”.

15.2.2 Partes complementarias

Los títulos. Título, según el Diccionario de la Real Academia es “la palabra o frase con que se da a
conocer el asunto o materia de una obra científica o literaria, de cualquier papel manuscrito o impreso, o de
cada una de las partes o divisiones de un escrito”. Los títulos hacen las veces de nombre de la obra o escrito
en general o de sus partes, y por eso deben elegirse de tal forma que reflejen su contenido del modo más
exacto posible, sin inducir a engaño ni por exceso ni por defecto.
El título general de la tesis o trabajo científico es obligado y no se puede prescindir de él, en ningún caso
y en ninguna obra escrita. En cuanto al título de las partes o divisiones del escrito, si bien algunas obras se
publican sin ellos, el doctorando no debe permitirse ese lujo, aunque no sea exigible legalmente más que el
título general de la tesis. Estos títulos de las partes de la tesis facilitan la lectura del trabajo, su utilización y
revisión. Parece, pues, que el doctorando está obligado a tener esta atención con el tribunal de la tesis y con

267
R. Sierra Bravo

sus posibles lectores. Teniendo en cuenta la exposición que hace de este punto S. Dreyfuss (1971, 180 y ss.)
se pueden formular las siguientes reglas sobre dicho punto:
– Son preferibles los títulos cortos.
– Deben ser simples, claros, comprensibles y coordinados entre sí con cuidado y, sobre todo, específicos
y precisos
– Evitar las oraciones completas.
– Evitar igualmente los títulos formados por la simple yuxtaposición de dos ideas que a continuación son
tratadas sucesivamente.
– Su fin debe ser introducir la materia y resumir su contenido.
– Sin mengua de este fin es recomendable esforzarse por utilizar fórmulas expresivas, que choquen o
llamen la atención y procurar los contrastes siempre que sea posible, En este sentido, la titulación es también
un arte.
– Redactarlos de forma análoga todos: por ejemplo, con artículos iniciales o sin ellos.
Apéndices. En los apéndices se debe comprender todo lo que no se considera conveniente incluir en el
cuerpo de la tesis, pero que sin embargo constituye un fundamento, complemento o ilustración de su conteni-
do.
En concreto, es corriente, en su caso, incluir en las tesis como apéndices:
a) Una copia de los instrumentos de investigación empleados.
b) Los cuadros o tablas en los que aparezcan cuantificados los resultados de la investigación.
c) Las notas y citas excesivamente largas.
d) Los documentos que sean fuente de la investigación, objeto de análisis o de estudio en ella.
e) El desarrollo de alguna cuestión marginal a la tesis o que, sin ser marginal, se ha elaborado después de
concluir la tesis.
f) Terminología, tablas cronológicas, gráficos y mapas.
La bibliografía. Según el Diccionario de la Real Academia, bibliografía, en segunda acepción, significa
“relación o catálogo de libros o escritos referentes a una materia determinada”. Respecto a la tesis, una
relación de este tipo debe figurar entre sus elementos complementarios. Como escribe S. Dreyfuss (1977,
303), “ningún trabajo de investigación, ya sea limitado o muy extenso, ya constituya un trabajo escolar o un
estudio muy profundo y de alto nivel, ya sea impreso, mecanografiado o manuscrito, es completo bibliogra-
fía”.
La bibliografía, en el caso de la tesis, debe comprender:
a) En primer lugar, separadamente, y cuando se refiera a una obra o un autor determinados, las fuentes, es
decir, los manuscritos, en su caso, y las ediciones de dicha obra o de las distintas obras del autor, que se han
utilizado en la tesis.
b) Los repertorios bibliográficos o publicaciones que sólo contienen referencias bibliográficas, que exis-
tan y se refieran al tema tratado en la tesis.
c) La referencia a las obras no fuentes citadas en el texto.
d) La referencia de las obras consultadas para la elaboración de la tesis, aunque no se hayan citado
expresamente, y
e) También se pueden incluir, indicándolo así, las obras que se refieran al tema de la tesis y que por
cualquier motivo no se han podido consultar.
En todo caso, las referencias, tanto de las fuentes como de las demás obras, se deben consignar de
acuerdo con las reglas expuestas en el capítulo sobre la documentación en la tesis al tratar de las referencias
bibliográficas, 10.7.

268
La tesis y su contenido

La disposición de la bibliografía, con la condición de que se guarde siempre en ella el orden alfabético,
puede ser diversa. Por ejemplo, se puede presentar
– dividida en libros por una parte y artículos por otra;
– clasificada en alguna forma, v. g., por materias;
– de modo general para toda la obra, o particularizada para cada capítulo o parte de la tesis;
– con algún breve comentario.

Descuidos y abandonos en la bibliografía, por desgracia tan frecuentes, con errores


en las fechas o en los nombres de los autores, títulos de trabajos deficientemente
transcritos y datos de las revistas o libros mal recogidos, no hacen más que demos-
trar la falta de categoría del autor y un avance de los problemas que tendrá que
afrontar más delante cuando, al escribir trabajos científicos, aspire a su publica-
ción en las revistas de algún prestigio, que por esa razón son exigentes y no admiten
descuidos ni imperfecciones de ninguna clase y, menos, errores.

JULIO R. VILLANUEVA

Indices. Existen varias clases de índices, entre los que cabe destacar los siguientes:
– de contenido sistemático,
– de tablas y gráficos,
– de materias, y
– de autores citados.
De todos ellos, los que se deben considerar obligados en la tesis son los dos primeros. Ambos deben
recoger literalmente los títulos que encabezan, las divisiones y subdivisiones de la obra en el de contenido, y
las tablas o gráficos, en el segundo. Como los títulos, según se ha indicado, deben reflejar los temas básicos
tratados en cada punto, estos índices sintetizan el contenido de la tesis y la significación de las tablas o
gráficos.
En cuanto al de contenido, algunos autores resaltan la conveniencia de redactar dos índices. El primero,
sumario, con los títulos de los capítulos, se sitúa al inicio de la tesis; el segundo, detallado, con los títulos de
todas las subdivisiones de la obra, al final..
El de autores citados, consiste en una lista alfabética de aquellos por sus primeros apellidos, con expre-
sión de las páginas de las tesis donde son citados.
Además de permitir encontrar fácilmente estas citas, proporciona una síntesis muy útil de la riqueza de
fuentes de información que se han utilizado en la elaboración de la tesis.
En el de materias, los términos conceptuales de los puntos y temas tratados se ordenan también
alfabéticamente. Su función es ayudar a localizar rápidamente estos cuando deban ser consultados particu-
larmente.
Los índices de autores citados y de materias se deben colocar siempre al final de la tesis o trabajo. En
cuanto al índice de contenido sistemático y al de tablas, que se puede considerar como un apéndice del
primero, existen dos tradiciones. En los países anglosajones, Inglaterra y Estados Unidos, estos índices se
sitúan siempre al principio de la obra, mientras que en los países latinos, España, Italia y Francia, van al
final, si bien hay que señalar que en estos países se está imponiendo la costumbre de colocarlos también al
principio, opción esta última que parece más práctica.

269
R. Sierra Bravo

Divisiones y subdivisiones. El índice debe recoger también no sólo los títulos de las partes de la tesis, los
cuales en el cuerpo de la exposición se deben diferenciar, según su importancia, con letras mayúsculas y
minúsculas y subrayados, sino también los nombres asignados a dichas partes o divisiones y subdivisiones.
A este respecto, existen dos procedimientos principales: el clásico y el moderno. En el primero, dichas
divisiones y subdivisiones se consignan con sus nombres específicos: partes, títulos, secciones, capítulos,
parágrafos, subparágrafos, etc. y se numeran correlativamente. Si la obra sólo comprende divisiones de una
clase, suelen recibir el nombre de capítulos. El procedimiento moderno esta normalizado. A continuación se
transcribe la normalización española de esta cuestión establecida en la tercera revisión de la norma UNE
1002.
1. Objetivo y campo de aplicación. La presente norma describe un sistema de numeración de las divisio-
nes y subdivisiones en los documentos escritos. Se aplica a todos los documentos escritos, tales como manus-
critos, trabajos en imprenta, libros, artículos de revistas y normas.
La numeración de las diferentes divisiones y subdivisiones de un documento escrito es aconsejable cuan-
do:
– Pone en evidencia la sucesión y la importancia de las diferentes divisiones y subdivisiones así como sus
relaciones.
– Simplifica la búsqueda de determinadas partes del texto, y permite su cita.
– Facilita las citas o referencias dentro del propio escrito.
2. Numeración de las divisiones y subdivisiones.
2.1. La numeración debe realizarse mediante la utilización de cifras arábigas.
2.2. Las divisiones principales (en el primer nivel) de un escrito deben numerase correlativamente a partir
de 1.
2.3. Cada división principal puede subdividirse (en el segundo nivel) en un número cualquiera de
subdivisiones numeradas correlativamente a partir de 1. Esta forma de división y numeración puede conti-
nuar hasta cualquier nivel (tercer nivel y sucesivos).
No obstante, es conveniente limitar el número de niveles a fin de que los números de las distintas partes
sean fáciles de buscar, leer o citar.
2.4. La separación de las diversas subdivisiones que forman parte de una misma división principal se
realiza intercalando un punto entre las cifras representativas de las mismas. Es facultativa la utilización de
un punto a continuación del número que designa el último nivel.
Ejemplo:

2.5 Puede atribuirse la cifra 0 a la primera división de cada nivel, cuando constituye una introducción, un
prefacio, un prólogo, un preámbulo o cualquier otra parte de tipo similar.

3. Citación de los números de las divisiones y de las subdivisiones dentro del propio texto. Cuando
se cita un número de división o de subdivisión dentro del propio texto se omite el punto final.
Ejemplos:
. . . . . . . . En el capítulo 4 . . . . . . . .
. . . . . . . . Véase 9.2 ........
. . . . . . . . 3ª línea de 1. 1.2.2 . . . . . . .

270
La tesis y su contenido

4. Enunciación. Para la enunciación de un número de división o de subdivisión no se tiene en cuenta los


puntos.
Ejemplos:
2. “dos”
2.1.1 “dos uno uno”
2.11 “dos once”
2.27 “dos veintisiete”

Figuras. Con este término genérico me refiero a los diagramas, gráficos, diseños, dibujos, croquis, boce-
tos, planos, mapas, fotografías, grabados, ilustraciones, láminas, pinturas, etc. que pueden formar parte,
junto con el texto escrito, de la tesis o trabajo de investigación.
En campos tales como la Ingeniería, Arquitectura y Bellas Artes, o en ciertos tipos de tesis, los planos,
dibujos, pinturas, etc. suelen constituir un elemento esencial de las tesis o trabajos de investigación, pero en
muchos otros casos cumplen un papel accesorio de complemento y aclaración de su texto escrito
En este último caso, no cabe duda que, aun sin perder su carácter accesorio, las ilustraciones oportunas y
correctamente realizadas, pueden, en general, dar realce al contenido de la tesis, facilitar su comprensión y
cumplir, específicamente, alguna de las funciones siguientes:
a) Hacer más visibles los datos, sistemas y procesos.
b) Poner de manifiesto sus variaciones y su evolución en el tiempo o en el espacio.
c) Evidenciar las relaciones entre los diversos elementos de un sistema o de un proceso y representar la
correlación entre dos o más variables.
d) Sistematizar, sintetizar y visualizar los elementos de conjuntos numéricos o teóricos complejos.
e) Aclarar y complementar las tablas de datos y las exposiciones teóricas o cuantitativas.
f) Servir para sugerir hipótesis nuevas, mediante el estudio de su disposición y de las relaciones que
muestran.
g) Constituir la expresión obligada del resultado de ciertos análisis.
No sólo son múltiples las clases de ilustraciones, sino también las modalidades que cada una de ellas
pueden adoptar. Por ejemplo, los diagramas pueden ser de puntos; lineales; de superficies rectangulares,
circulares, etc.; estereométricos; cartográficos; formados por dibujos o pictogramas; constituidos por blo-
ques relacionados entré sí mediante líneas o flechas, como el inserto en el capítulo 8.1 de este obra; de flujos,
que representan los procesos en los que hay que tomar decisiones, mediante rectángulos y rombos que indican
respectivamente las etapas del proceso y las decisiones que hay que adoptar y flechas que señalan la direc-
ción de las decisiones y el avance del proceso. Todo esto, incluida la posibilidad de la aplicación con este fin
de los ordenadores, hace inviable aquí el intento de una consideración particular de los mismos, que siempre
sería incompleta e imperfecta. Por ello, me parece oportuno remitir al lector interesado a las publicaciones
específicas existentes, entre las que se encuentran las siguientes:
BERTIN, J.–Les graphiques et le traitement graphique de l‘information. París: Flammarion, 1977.
BERTIN, J.–Sémiology of graphics: diagramis, networks, maps. Madison: Wiscosin, 1983.
CAUDE, R.– Iniciación a los gráficos. Barcelona: Sagitario, 1969
AMBERS,J – et alli.–Graphical methods belmon tfor data anlysis. Wadsworth Inter. Group,1983.
DONY, R.– Grafismo científico con microordenador. Barcelona: Masson, 1986.
FARINA, M. V.–Diagrama de flujos. 6ª reimp. México: Diana, 1979.
GARCIA MENENDEZ, A.–Diagramación. México: Limusa, 1983.

271
R. Sierra Bravo

HALL, A. S.– Construcción de gráficos y diagramas. Zaragoza: Acribia, 1963.


LE WELL, J. A.–Aplicaciones gráficas del ordenador. Madrid: H. Blume, 1986.
MONKHOUSE, F. L.–Mapas y diagramas. Barcelona: Ed. Oikos– Tau, 1968.
PEPE, P.–Presentación de estadísticas. Madrid: Ed. Rialp.
PUIG, J. J.–Imágenes y grafIsmos informáticos. Barcelona: Mitre, 1985.
SCHMID, C. F.–Statistical graphics. Design principles & practices. N. York: J. Wiley, 1983.

Entre las normas sobre la presentación de las ilustraciones y gráficos que se suelen ofrecer, se pueden
destacar las siguientes:
1. Título. El título debe ser claro y completo y expresar en síntesis la naturaleza y el contenido de la
ilustración.
2. Sencillez. Se debe procurar en ellas la mayor simplicidad, claridad y legibilidad.
3. Número. El exceso de figuras puede distraer más que aclarar.
4. Disposición. En su disposición general, el diagrama debe avanzar de izquierda a derecha.
5. Preferencia. En los diagramas se debe preferir las líneas a las superficies y volúmenes, por ser estos
últimos más difíciles de interpretar.
6. Línea cero. En los diagramas no debe faltar la línea cero, aunque sea preciso quebrarla para que no
suceda así, y esta línea y toda otra línea base deben quedar resaltadas.
7. Trama. La trama o líneas de fondo deber ser menos perceptibles que las de la figura misma y únicamen-
te las necesarias.
8. Datos y fórmulas. A veces conviene incluir en el diagrama los datos numéricos o fórmulas representa-
das.
9. Tablas. En todo caso, los datos numéricos en que se basan deben figurar en tablas adjuntas, completas
y exactas.
10. Espacio. Las ilustraciones que ocupen más de media página deben ir solas en la pagina, sin insertar en
ella otros textos escritos.
11. Colocación. Las figuras y gráficos deben aparecer a continuación del texto al que se refieren.
12. Numeración. Deben ser numeradas con cifras arábigas colocadas al pie.

15.3. CIFRAS Y NOTAS

Noción. Es preciso distinguir las citas de las notas, ya que, aunque estén relacionadas y a veces las citas
adopten la forma de notas, no son lo mismo.
Las notas, según la definición muy clara y completa del Diccionario de la Real Academia de la Lengua
son las “advertencias, explicación, comentario o noticia de cualquier clase que en los impresos y manuscritos
van fuera del texto, ya sea al margen de los folios, ya al fin de la obra o de cada una de sus divisiones, con
oportuna llamada en el lugar del texto a que corresponda”.
En cambio, la citas se pueden definir con Cazares Hernández (1980, 81) como la presentación, ya textual,
ya resumida, de ideas de otros autores que sirven de apoyo al investigador, se contraponen a lo que dice o
proporcionan mayor información.
– Funciones. Se puede decir que las citas cumplen, entre otras, las siguientes funciones principales:
– Demuestran que se conocen y se han tenido en cuenta las aportaciones teóricas y empíricas, realizadas
anteriormente por otros investigadores sobre el tema investigado.

272
La tesis y su contenido

– Exponen los textos de las fuentes primarias que son objeto de estudio, análisis o interpretación en la
tesis.
– Expresan las ideas de otros autores, que sirven de ilustración, apoyo o punto de partida de las nuestras
o que hacemos objeto de nuestra discusión o crítica.
– Evitan, por último, el plagio, es decir, que presentemos como nuestras, sin hacer mención de sus auto-
res, ideas que en realidad hemos tomado de o leído en las obras de aquéllos y son originales de ellos, lo que no
ocurre cuando leemos en un autor ideas conocidas por todos los versados y que, por tanto, se pueden conside-
rar de dominio común en la ciencia de que se trate. Se debe tener también cuidado de poner siempre comillas
cuando se cita a un autor textualmente o empleando las mismas palabras de su obra.

En cuanto a las notas, se pueden destacar sus funciones siguientes:


– Origen de las citas. Las notas constituyen uno de los procedimientos para indicar el origen de la citas,
o las referencias bibliográficas de las obras de donde las hemos tomado, y para incluso transcribir la cita,
cuando en el texto no encajaría bien.
– Remisiones. Sirven para hacer referencia a lo dicho en otros lugares de la tesis, para remitir a lugares de
obras de otros autores o para proporcionar referencias bibliográficas adicionales sobre algún punto. En estos
casos, es frecuente utilizar en las notas las abreviaturas vid., del latín videre, ver o véase, tal ... y cfr, del latín
confers, o más modernamente, simplemente v.
– Ideas adicionales. Las notas sirven también para proporcionar ideas adicionales a las expuestas en el
texto o para aclarar, completar y desarrollar las ideas e informaciones expresadas en el cuerpo del escrito, así
como para poner de relieve su posible relación con otros temas.
Empleadas las notas según esta función, proporcionan, sin duda, a la tesis un empaque académico y
erudito y prueban la capacidad intelectual de su autor, en cuando sabe descubrir y poner de manifiesto las
implicaciones y relaciones conexas, teóricas o prácticas, que conllevan las cuestiones tratadas en la tesis.
– Traducciones. Sirven igualmente para ofrecer la traducción de una cita hecha en el texto en lengua
extranjera, o al revés, para exponer la versión en lengua original de una cita del texto hecha en traducción.
– Agradecimientos. Por último, las notas sirven para pagar deudas, como dice Eco, es decir, para expre-
sar nuestra gratitud a las personas que nos han proporcionado una idea o sugerencia no publicada antes y que
utilizamos en el texto.

Tipos. Se pueden realizar diversas clasificaciones, por ejemplo, según sus funciones, pero aquí sólo creo
de interés referirme a los siguientes tipos de citas:
– ideológicas o resumidas, y
– textuales.
Las citas textuales tienen lugar cuando se recogen no sólo las ideas de otros autores, sino también y
exactamente las mismas palabras que ellos han empleado para expresarlas.
En cambio, en las citas ideológicas, se recogen las ideas pero no las palabras exactas.
Es indudable que las citas de fuentes, que son objeto de estudio, análisis o interpretación en la tesis,
deben ser citadas textualmente y nunca resumidas. En cuanto a las citas de obras que no sean fuente prima-
ria, a pesar de que S. Dreyfuss (1971,45) opina que en el caso de las obras que llama doctrinales las citas en
resumen deben ser la regla, y el texto in extenso la excepción, en mi opinión, las citas resumidas parecen más
apropiadas de ensayos o cuando son empleadas por autores no noveles, pero no en el caso de la tesis, que
normalmente es el primer estudio serio realizado por sus autores.
Disposición. Las notas se pueden colocar:
– a pie de página, o incluso en sus márgenes,

273
R. Sierra Bravo

– al final del capítulo al que se refieren, o


– al final del trabajo.
El procedimiento más correcto es, sin duda, el primero, porque evita la molestia de tener que ir a buscar la
nota al final indicado si al leer el texto queremos o necesitamos consultarla; por ello, es preferible en la tesis.
La única ventaja de los otros dos sistemas es que hacen más fácil su mecanografiado o impresión.
En cuanto a las citas textuales y hechas en el cuerpo de la tesis se pueden disponer, como señala S.
Dreyfuss (1971, 233):
a) incorporadas al texto, bien después de “:”, o asimiladas totalmente al contexto y distinguiéndose de el
sólo mediante las comillas, y
b) situadas aparte, es decir, separadas espacialmente del texto del autor. Este último procedimiento es
oportuno y aconsejable en el caso de citas largas, pero menos recomendable si son cortas.
También con relación a las citas, y en cuanto a la forma de consignar las referencias bibliográficas de las
obras de donde están tomadas, existen dos sistemas:
1. de cita–nota, y
2. de autor–fecha.
En el de cita–nota, la referencia bibliográfica se da como nota al pie de página o al final del capítulo o de
la obra. En el texto, sólo se sitúa en el lugar correspondiente el número que corresponda a la nota. Este
número debe ser correlativo a partir del 1 y la numeración resultante puede ser general para todo el libro, o
por capítulos, o bien distinta para cada pagina.
Con el sistema de autor–fecha, empleado en los Estados Unidos, para las obras científicas modernas, no
antiguas, que se esta extendiendo también en Europa, se elimina la cita nota y en su lugar se consigna en el
texto, después de la cita y entre paréntesis, el nombre del autor, la fecha de la obra citada después de una
coma y luego, separada por “:” su página. Esta mención sirve para que cuando se quiera revisar la referencia
bibliográfica completa se pueda hacer consultando la bibliografía final. Este sistema tiene la ventaja de que
puede evitar bastante trabajo y numerosas repeticiones de notas–citas de las mismas obras, y aunque tiene el
inconveniente indicado de las notas colocadas al final de la obra, frecuentemente la indicación de la ha puede
bastar a especialistas para identificar la obra citada.
Ejemplo de cita autor–fecha:
(Ramon y Cajal, 1981: 49)
Consultando la bibliografía final se encontraría la referencia completa de esta dispuesta como todas las
demás del modo siguiente:
RAMON Y CAJAL, Santiago (198l).– Los tónicos de la voluntad: Reglas y consejos de investigación
científica. 10ª edición. Madrid: Espasa Calpe, 201 p. El año se sitúa seguidamente al nombre sólo para que
se pueda localizar más fácilmente la obra citada.
Si existen dos o más obras o trabajos del mismo año y autor se distinguen añadiendo al año correlativa-
mente las letras del alfabeto: 1981; 1981 b; 1981 c; etc.
Reglas sobre las citas. Las citas, dado su carácter conceptual y las funciones indicadas que cumplen,
constituyen un elemento importante de la tesis. Todo ello exige que su empleo se ajuste a normas enunciadas
por los autores que aseguren su correcta utilización, como, por ejemplo, las siguientes:
1. Literatura crítica. Los texto de literatura crítica se citan solo cuando con su autoridad corroboran una
afirmación nuestra, lo que implica en primer lugar que estas citas no deben superar la media página, como
máximo; en segundo lugar, que deben aportar algo nuevo, no ideas obvias, o bien confirmar con autoridad lo
que ya se ha dicho.
2. Significación. La cita supone que se comparte la idea citada, a menos que ésta sea objeto, inmediata-
mente antes o después, de crítica.

274
La tesis y su contenido

3. Fuentes primarias. Las citas de las fuentes primarias se deben hacer normalmente del original o por la
edición crítica, si existe o, en su defecto, por la edición más acreditada.
4. Autores extranjeros. Cuando la tesis verse sobre un autor extranjero, las citas de sus obras analizadas
deben ir en la lengua de su versión original. En este caso, como se ha indicado, se puede ofrecer la traducción
mediante nota. En otro caso, las citas de autores extranjeros se pueden hacer por una buena traducción
española o mediante la traducción que nosotros efectuemos.
5. Exactas y completas. Las citas tienen que ser exactas y completas. Para asegurarse de su exactitud,
deben ser objeto de cotejo una vez transcritas. Completas de modo que no falte nada de lo que compone el
texto que se cita, incluso los subrayados que pueda tener. Si por nuestra cuenta subrayamos alguna palabra
de la cita, se debe hacer constar así, entre paréntesis. Se pueden eliminar partes de la cita, cuando es demasia-
do larga y dichas partes no interesan a nuestro propósito ni afectan al sentido de la cita, pero entonces hay
que indicarlo en la cita poniendo puntos suspensivos,..., en el lugar del texto eliminado. Se debe tener en
cuenta y prevenir en lo posible el peligro de tergiversación en estos cortes.
6. Selectas. Las citas deben ser selectas. Es decir, deben ser elegidas de modo que cumplan oportunamen-
te las funciones señaladas de las citas. No se debe citar ni recargar la tesis de citas, sobre todo en el texto. Las
citas deben cumplir siempre una función subsidiaria respecto a nuestro pensamiento, de apoyo e ilustración
del mismo, salvo que se trate de fuentes primarias.
7. Citas de segunda mano. Se deben evitar las citas de segunda mano, o tomadas de un autor que a su vez
la ha tomado del autor original. Si se hacen y se quiere resaltar que el autor segundo asume la cita que hace
del original, entonces se citará en primer lugar al segundo autor y después el original entre paréntesis y
precedido de envía a... Cuando, por el contrario, se quiere destacar al autor original, se citará a éste en
primer lugar y a continuación, también entre paréntesis, la cita del segundo autor y la obra de donde se ha
tomado la cita, precedida de citado por... o apud ...
8. Referencias bibliográficas. Hay que cuidar escrupulosamente que las referencias bibliográficas de las
citas sean totalmente precisas, con todos los datos de tipo de edición, critica o no crítica, número de la
edición, año de la edición original y de la utilizada, etc.
En la tesis, el cumplimiento de estas reglas, y en general de todas las reglas formales, es muy importante.
Es uno de los aspectos que proporcionan rigor y seriedad al trabajo científico. Demostrar que se sabe inves-
tigar con rigor y seriedad es una de las condiciones principales que el doctorando debe probar con la tesis.
9. Transliteración. Cuando hay que realizar citas de obras escritas en lenguas con alfabetos distintos del
latino, por ejemplo, el griego antiguo o ruso, está permitida la transliteración, que consiste en sustituir letra
por letra y signo por signo las letras y los signos del texto extranjero por las correspondientes de nuestro
alfabeto, cuidando de que se mantenga siempre la exacta correspondencia entre ambos alfabetos.

La trabazón de los materiales reunidos, la intercalación de textos y opiniones de


otros autores que los autoricen debe hacerse con pulcritud y sumo cuidado. Obra de
soldador y de costura, ha de ser fina y repasada para «que no se vea el fichero”,
para que el lector no padezca la sensación de que tiene frente a él materiales sin
elaborar.

LASSO DE LA VEGA

275
276
La tesis y su contenido

277
278
en Tesis Doctorales y Trabajos de Investigación Científica. Metodología General
de su elaboración y documentación. Capítulo 16. Editorial Paraninfo. Cuarta edición,
1996, pp.431–471.

R. Sierra Bravo

Presentación formal y defensa de la tesis

16.1. LA POSTREDACCION

La elaboración de la tesis no acaba inmediatamente después de terminar la redacción de las conclusiones


o del último capitulo. A continuación, aun queda por realizar lo que se puede llamar genéricamente la
postredacción, es decir, todas las operaciones posteriores destinadas a perfilar, completar y dar forma defini-
tiva a la tesis. Entre ellas se pueden destacar la revisión y dar a la tesis su presentación mecanográfica y
ortográfica últimas. Una vez hecho así, es necesario defenderla ante el tribunal llamado a juzgarla, quedando,
por último, su publicación, en el caso de ser aprobada.
Respecto a la revisión, el texto redactado se debe someter, en primer lugar, a los exámenes rigurosos que
sean necesarios sobre su corrección científica, lógica, lingüística, de redacción y formal, y mejor, sin duda, si
se procura un cierto distanciamiento. Se pueden tener en cuenta para ello, las reglas expuestas a lo largo de
toda esta obra y se cuidará de modo especial de la ausencia de contradicciones entre las distintas partes de la
tesis, el adecuado orden y equilibrio entre ellas y su debida ligazón, mediante los oportunos textos de unión o
de transición de unas a otras, así como que la redacción sea en todo caso correcta.
En segundo lugar, es obligado, como se ha indicado, que el doctorando someta el texto de la tesis a la
aprobación del director que haya elegido.
En tercer lugar, es muy aconsejable en todo trabajo de investigación darlo a leer a especialistas amigos;
seguramente no dejarán de hacemos sugerencias interesantes y nos pueden poner de manifiesto errores o
deficiencias que nosotros no hemos visto.

16.2. LA PRESENTACION MECANOGRAFICA Y ORTOGRAFICA

Aunque se trata de una cuestión instrumental y secundaria, no deja de tener su importancia en cuanto que
precisamente la forma es lo que da realce al contenido.
“El tesinando, doctorando o investigador –escribe el técnico en esta materia Quesada Herrera (1983,
135)– debe ser consciente del importante” papel que desempeña presentar inmejorablemente su trabajo. Re-
cuerde a tal fin, que una acertada confección mecanográfica y una buena encuadernación son los ropajes del
pensamiento. Estos son los detalles que predisponen al examinador esquiva o favorablemente hacia noso-
tros”.
En mi opinión, existen tres advertencias principales a tener en cuenta respecto a esta cuestión:
1 . Que si la presentación no puede ser artística y suntuosa sea por lo menos correcta y limpia.
2. Que se ajuste a las normas dictadas, en su caso, por la Universidad y Facultad en la que se vaya a
presentar la tesis.

279
R. Sierra Bravo

3. Que se mantenga estrictamente y en todo caso la uniformidad formal previamente establecida.


Esta regla implica que se piense, con el detenimiento necesario y para después cumplirlo siempre y en
todos los casos escrupulosamente, el sistema a seguir en la forma de presentación, respecto a cuestiones
tales como las siguientes:
– Tamaño, color y calidad del papel. Se suele recomendar el uso del papel DIN A– 4 normalizado.
– Márgenes uniformes en blanco que se han de dejar a derecha e izquierda, arriba y abajo.
– “Sangrías” o número de espacios en blanco antes de empezar los capítulos y párrafos.
– Espacios de separación entre líneas, párrafos y títulos.
– Disposición de los títulos de capítulo y parágrafos.
– Pautas a seguir respecto a los subrayados de palabras o frases y escritura de números, mayúsculas,
abreviaturas y siglas.
Aunque el doctorando no efectúe por si mismo el mecanografiado de la tesis, no debe descuidar estos
detalles ni dejarlos totalmente al arbitrio del técnico. Antes bien, puede y debe dar a aquél de modo preciso
las instrucciones pertinentes referentes a las decisiones que haya tomado sobre los puntos mencionados o por
lo menos ponerse de acuerdo con el mecanógrafo respecto de las mismas. Son recomendables en cuanto a la
escritura de números, mayúsculas, etc., la obra de J. Martínez de Sousa: “Dudas y errores del lenguaje”
(1992) y con referencia a los restantes, el libro antes citado de Quesada Herrera: “Redacción y presentación
del trabajo intelectual” (1987).
A continuación se expone una serie de consideraciones sobre estos aspectos, divididos en ortográficos y
mecanográficos.

16.2.1. Aspectos ortográficos

Mayúsculas. Las letras mayúsculas, en cuanto destacan sobre las minúsculas, sirven para diferenciar o
hacer resaltar ciertas letras o palabras. En su empleo hay que distinguir la escritura en mayúscula de la
primera letra de una palabra o bien de una o más palabras completas.
A este respecto, como en otras muchas cuestiones, hay gran diversidad de opiniones, si bien algunos
autores han señalado la tendencia actual a usar parcamente las mayúsculas en ambos casos y escribir con
minúsculas en caso de duda.
Este principio concuerda con la norma, valida para la tesis en general, de ser muy mesurados en todo lo
que pueda suponer una manifestación enfática, tal como, por ejemplo, los signos de admiración, interroga-
ción, puntos suspensivos, etc.
En cuanto al uso de palabras completas en mayúsculas, se trata de una forma de subrayado, a la que se
hará referencia después.
Números y fechas. La regla en este caso es también la moderación en el uso de números escritos en el
texto con cifras, salvo, claro es, cuando se describan cálculos y resultados de observaciones o mediciones.
Una norma admitida al respecto, es escribir en letra los adjetivos numerales del cero al veinte en todo caso y
las cifras redondas. También se escriben con letras las cifras aproximadas: “había unas doscientas cincuenta
personas”.
Las cifras de fechas se escriben en el texto con números y es válido y más simple y, por tanto, preferible,
no poner genitivos: 12 octubre 1492, en lugar de 12 de octubre de 1492.
Abreviaturas y siglas. Se distinguen en que la abreviatura es la escritura de una palabra abreviada o con
menos letras de las que tiene. Las siglas, en cambio, son palabras formadas con las iniciales de varias pala-
bras. Por ello, se suele estimar que mientras las primeras siempre llevan punto al final, para indicar la
abreviación, las segundas no deben llevarlo y todas sus letras se escriben con mayúsculas.

280
Presentación formal y defensa de la tesis

La norma generalmente aceptada es que en las tesis y trabajos científicos no deben utilizarse abreviatu-
ras, con la excepción de las bibliográficas. En cuanto a las siglas tampoco, salvo que se vayan a emplear
repetidamente en el texto. En este caso, se debe escribir la primera mención con las palabras completas,
seguidas de la sigla correspondiente entre paréntesis y después utilizar solo la sigla. Cuando las siglas son
muchas, se suele ofrecer también un índice de siglas.
Uso de comillas, paréntesis y corchetes. Se distinguen tres tipos de comillas: corrientes, sencillas y
españolas. Las corrientes “ ” se emplean en las citas textuales de frases o términos de otros autores y para
diferenciar los términos comunes o técnicos, entendidos de manera especial distinta de la admitida común-
mente.
Las comillas simples se utilizan para entrecomillar textos insertos dentro de otros más amplios que van
también entre comillas. Las comillas españolas « se pueden emplear para diferenciar textos por alguna razón
especial, por ejemplo, para distinguir el significado en lingüística de una palabra.
En cuanto a los paréntesis y corchetes ( ), [ sirven, los primeros para separar, dentro de ámbitos más
amplios, oraciones, frases o palabras de sentido aclaratorio o secundario. Los segundos se utilizan para
distinguir los paréntesis dentro de paréntesis más extensos, las palabras que en un texto citado se suplen
conjeturalmente por el doctorando o las aclaraciones que éste haga dentro de dicho texto.
En cuanto al uso de guiones (–) y barras (/) se suele estimar que es preferible escribir socioeconómico y
no socio–económico y que es muy poco recomendable utilizar barras en los textos escritos para separar
palabras, como en y/o; edad/renta.
16.22. Aspectos mecanográficos
Márgenes. Márgenes son los espacios en blanco a cada Uno de los lados de una página. Son, por tanto,
cuatro, que reciben el nombre de lomo, el de la izquierda; corte, el de la derecha; cabeza, el de arriba; y pie,
el de abajo.
Los márgenes enmarcan la escritura. Se considera que esta queda bien enmarcada si la medida de los
márgenes del lomo y corte es de unos tres centímetros. El margen superior se cuenta a partir de la paginación
o numeración de la página, que se recomienda escribirla centrada en la página y a tres líneas del borde
superior. Esta misma distancia se puede dejar también en el margen inferior. Para facilitar el logro de la
uniformidad en los márgenes de todas las paginas es conveniente utilizar debajo del papel una plantilla en la
que estén señalados todos los márgenes con líneas gruesas. Cuando se comienzan nuevos capítulos el margen
de cabeza debe ser superior y de unas doce líneas.
Espacios. Reciben específicamente este nombre en mecanografía las distancias entre letras, palabras o
líneas de un escrito.
En el caso de palabras, la costumbre dominante es no comenzar la primera palabra de un párrafo pegada
al límite del margen, sino “sangrar” la escritura, dejando de tres a cinco espacios de letra en blanco.
En cuanto a los espacios entre líneas, se considera obligado en la tesis dejar por lo menos dos espacios de
máquina entre ellas y aun mejor tres porque así las páginas se rehacen y se leen mejor y la tesis parece más
voluminosa.
En el caso de puntos y aparte o de nuevos párrafos, es aconsejable dejar entre líneas un espacio más del
normal y otro aún más cuando haya que escribir los títulos que encabecen los párrafos.
Subrayados. Los subrayados o colocación de líneas continuas debajo de un texto escrito a máquina o a
mano, sirven para destacar palabras o frases. La escritura de palabras o frases completamente con mayúscu-
las es, como se dijo, también una especie de subrayado.
En cuanto el subrayado supone un cierto énfasis, rige igualmente en él la regla antes indicada de su uso
con mesura.
Según Eco (1982, 225), en una tesis se subrayan:
– Las palabras extranjeras de uso no común o no castellanizadas.
– Los nombres científicos de animales, plantas, etc.

281
R. Sierra Bravo

– Los términos técnicos que se quieran destacar.


– El enunciado de tesis o demostraciones finale
– Los títulos de libros, poemas, diarios, revistas, películas, canciones y óperas.

16.2.3 Revisión formal del texto definitivo, admisión a lectura de la tesis y publicación

Revisión formal. Mecanografiado el texto definitivo de la tesis, es necesario releerlo detenidamente para
corregir los errores de copia que pueda contener y para verificar el cumplimiento de las normas ortográficas
y mecanográficas adoptadas.
En especial se verificará también la numeración correlativa de las páginas y notas de la tesis y la corres-
pondencia de estas y sus llamadas. Asimismo, se cotejará la exactitud de las referencias internas y de las citas
y su entrecomillado. Por último, respecto a la bibliografía, si se ha guardado siempre en ella el orden acorda-
do y si son completas y exactas las referencias, sobre todo si se trata de libros en otros idiomas.
Admisión de la tesis a lectura. De acuerdo con los artículos 8 y 10 del Decreto citado 185/1985, la
lectura o defensa de la tesis exige previamente los requisitos de que se obtengan los tres vistos buenos si-
guientes:
– Que el director de la tesis autorice su presentación a lectura.
– Que la Comisión de Doctorado de la Universidad admita la tesis a dicho trámite de lectura y no decida
que se retire.
– Que el Tribunal nombrado por la Comisión de Doctorado para juzgarla acuerde que procede la defensa
de la tesis. En caso contrario, interrumpirá su tramitación y remitirá al doctorando las observaciones que
estime pertinentes.
Publicación. Defendida la tesis, punto tratado a continuación, y aprobada, sólo resta su posible publica-
ción. El Decreto repetido sobre el Doctorado no establece nada al respecto, pero el Doctor debe procurar,
pues es el medio para que sus aportaciones puedan tener una mayor difusión y utilidad científica, su impre-
sión y publicación completa en alguna editorial o resumida en revistas, boletines, folletos y otros procedi-
mientos similares.
Como escribe Robert A. Day (1979, IV), “un experimento científico no es completo hasta que se publica.
De hecho, la piedra de toque de la filosofía de la ciencia se basa en la asunción fundamental de que la
investigación original debe ser publicada: sólo así pueden autentificarse los nuevos conocimientos científicos
y entonces añadidos al conjunto de conocimientos existentes que llamamos ciencia. De este modo, el científi-
co debe no sólo “hacer” ciencia, debe “escribir ciencia”.
La edición plantea dos cuestiones fundamentales: la búsqueda de editor y la realización de la edición en sí
misma.
Salvo que el doctorando edite la tesis por su cuenta, lo que normalmente no le será viable económicamente
y plantea, además, el problema de la distribución, se verá obligado a buscar una institución o editorial que se
encargue de la impresión y la distribución. Esta búsqueda requiere a veces soportar frecuentes negativas y
una larga espera hasta encontrar la entidad a la que le interese la obra y esté dispuesta a editarla.
En cuanto a la edición en sí misma, se trata de una cuestión técnica que entra dentro de las funciones
propias de la editorial, lo que no obsta a que el autor pueda también expresar y hacer valer, en su caso, sus
preferencias al respecto. En cuanto a puntos tales como papel, tipos de letra, características tipográficas,
etc., se pueden consultar las obras siguientes, insertas en la bibliografía de este capítulo: “A manual style..”,
Mannheimer, Turabian, Lasso de la Vega, p. 797 a 853 y el “Diccionario de Tipografía y el Libro” de
Martínez de Sousa (Ed. Paraninfo, 1992, 31 ed.).

Trabaja, termina, publica

Michael Faraday

282
Presentación formal y defensa de la tesis

16.3. LAS TECNICAS ORATORIAS Y LA DEFENSA DE LA TESIS

En el capítulo anterior he subrayado el paralelismo existente entre la redacción y la lectura. Igualmente,


existe un paralelismo pero aún más acusado, entre la redacción y la expresión oral.
En la redacción, como en la expresión oral, se trata de comunicar información a los demás, utilizando el
mismo instrumento del lenguaje, con una única diferencia respecto a éste: en la redacción nos servimos de
signos gráficos y en la expresión oral, de signos orales.
Por ello, no es de extrañar que se pueda aplicar para definir la expresión oral la misma definición de la
redacción expuesta, dada por la Real Academia española.
Así se puede decir que el habla o la oratoria no es otra cosa sino la expresión oral de cosas sucedidas,
acordadas o pensadas con anterioridad.
Por otra parte, de igual modo que he distinguido la redacción en sentido amplio y en sentido estricto, así
también se puede distinguir ambos sentidos en la expresión oral.
La expresión oral en sentido amplio o pleno comprende también aquí la compilación del conjunto de
datos e ideas que expresar oralmente y su clasificación, así como la formulación de un plan ordenado o guión
para su exposición.
La expresión oral en sentido estricto es la misma elocución tratada en la redacción, pues este término
vale indistintamente para el lenguaje hablado y el escrito.
Por último, son también cuatro los elementos que, como en la redacción, se pueden distinguir en la expre-
sión oral:
– El sujeto orador y su circunstancia.
– El instrumento de expresión oral: la voz o lenguaje oral.
– El proceso de expresión oral; y
– El resultado o discurso.
Dada esta similitud, conserva su validez en la expresión oral, lo dicho sobre la redacción, relativamente
sólo, es decir, siempre que se tengan en cuenta las modificaciones exigidas por el diferente medio de comuni-
cación oral o escrito empleado en cada caso.

16.3.1. El sujeto y su circunstancia

En la expresión oral, a diferencia de la redacción y la lectura, no sólo es importante, como en éstas, lograr
las mejores condiciones físicas y psíquicas del sujeto y del ambiente en que actúe, sino que se puede afirmar
que el sujeto orador como tal forma parte de la misma expresión oral, junto con su voz, mediante sus gestos
y, en general, la expresión corporal.
Además, la redacción supone una relación social distanciada con el receptor de la información, mientras
que la expresión oral implica una relación con aquél directa e inmediata, cara a cara, en la que el orador es
uno de los interlocutores.
Por todo ello, el sujeto hablante ocupa en la comunicación oral un primer plano, más destacado en compa-
ración con la escrita.
De acuerdo con lo anterior, son tres los puntos a los que el orador debe prestar especial atención:
– La respiración.
– La relación social o el contacto con el público; y
– Los gestos y la expresión corporal en general.

283
R. Sierra Bravo

Respecto a la respiración, se recomienda que sea:


a) Diafragmática, baja, ventral, profunda.
b) Con aspiraciones rápidas y frecuentes, evitando quedarse sin aire, y utilizando para realizarlas las
pausas marcadas por los signos de puntuación, en el caso de que se lea oralmente.
c) La espiración, por el contrario, ha de ser lo más lenta y sostenida que sea posible, sin dejar escapar de
una vez todo el aire de modo que no nos quedemos al momento de aspirar sin fuelle en los pulmones.
En cuanto a la relación social o contacto con los interlocutores, el hablante, como escribe Belanger
(1970, 76) “debe mantener el contacto con todo el público y durante todo el tiempo”, y abstenerse de mirar al
techo o al suelo o a unos mismos rostros de los oyentes. “Lo acertado es, según Belanger, justamente mirar a
un oyente que esté situado a la derecha de la tercera fila, después a otro de la sexta, al centro, a la izquierda
del primero, seguidamente a otro de la segunda fila... y a cualquiera de ellos unos segundos, sin dejar de
hablar. Diríamos que nadie debe ser olvidado. La mirada debe ser franca y expresará el interés que experi-
mentáis tanto por el tema como por los asistentes”.
De modo particular se debe procurar que el auditorio vaya entendiendo según vaya percibiendo los soni-
dos, utilizando para ello períodos simples construidos ordenadamente y con palabras fácilmente comprensibles
que no obligue a los oyentes a esfuerzos suplementarios para desentrañar la significación del discurso.
Por último, el sujeto debe cuidar su porte y expresión corporal general, pues según la impresión que la
misma produzca en los oyentes, consciente o inconscientemente, éstos adoptaran su primera actitud hacia el.
Por su parte, los gestos constituyen un medio de expresión junto con la voz. Con ellos se puede describir
o dar idea de realidades, por ejemplo peso, distancia, lejanía; sugerir sentimientos de rechazo, admiración,
alegría, y subrayar en general lo que se dice de palabra. Deben ser:
– Sinceros o acordes con los sentimientos.
– Sincronizados con las palabras a las que apoyan.
– Hechos a tiempo.
– No siempre los mismos, sino diversos; y
– Sencillos o no afectados, ni demasiado estudiados.

16.3.2. El instrumento de la expresión oral: la voz

El instrumento específico de la expresión oral es la voz o lenguaje oral. El hombre es capaz de emitir
sonidos diversos que se han hecho corresponder con las letras y que unidos de modos distintos forman las
palabras. La voz es producida por la expulsión o espiración de] aire de los pulmones que, al pasar por la
garganta, hace vibrar las cuerdas vocales y da lugar a sonidos diversos según la forma en que intervienen la
garganta, las fosas nasales, la cavidad bucal, la lengua y los labios.
La voz en la expresión oral exige, pues, el buen estado y el perfecto funcionamiento de estos órganos
humanos. Pide, en primer lugar, que se evite la tensión de los mismos, especialmente de la garganta. Como
señala Dale Carnegie (1968, 112) “la tensión de los músculos de la garganta produce aspereza de voz, fatiga,
ronquera y un dolor de garganta... Una persona puede conversar en la taberna todo el día, mes tras mes, sin
tener dolor de garganta. ¿Por qué, entonces, tiene que contraer esta afección cuando se trata de hablar en
público con cierta extensión? La respuesta es una sola palabra: tensión. No emplea adecuadamente sus órga-
nos de vocalización”.
Para emplear adecuadamente estos órganos y evitar su tensión, el mismo Carnegie recomienda en la obra
citada los siguientes procedimientos:
– Procurar un estado de relajación general y de modo especial de la garganta y la mandíbula, abriendo la
boca todo lo más posible como para bostezar y pronunciar las vocales al mismo tiempo.

284
Presentación formal y defensa de la tesis

– Desarrollar la fuerza y actividad de la lengua, mediante la pronunciación de sílabas acabadas en r


prolongada, tales como marrrrr..., parrrrr..., zarrrrr...
– Lograr una mayor flexibilidad de los labios, pronunciando frases que les obliguen a la máxima contrac-
ción posible, v. g. sopa boba yo bebo, etc.
– Tratar de aumentar la resonancia de la cavidad bucal y de las fosas nasales, tarareando cancioncillas y
pronunciando sílabas acabadas en ng, como por ejemplo, ding, dong, ping, pong, song.
– En general, ejercitarse de intento en la perfecta articulación o pronunciación de todas las letras, v. g.
exagerando al máximo la unión de los labios a las letras p, b, m: cammma, ppppaso, bbbbellllo; o el contacto
de la lengua con los dientes en las labiodentales: dddéddalo, tttazón, belldaddd.
Los aspectos o elementos que conforman la voz o los sonidos son cuatro: la intensidad, el tono, el timbre
y la duración.
La intensidad se deriva de la amplitud de las vibraciones de las cuerdas vocales. Proporciona volumen a
la voz, pero exige esfuerzo. Es una consecuencia de la mayor o menor fuerza o energía con la que se espira el
aire de los pulmones.
El tono depende, por el contrario, no de la amplitud de las vibraciones, sino de su frecuencia. Es la
cualidad que hace que la voz sea baja, grave, aguda, etc. Es muy importante porque de él se deriva la
entonación y la modulación de la voz.
El timbre es el modo particular de vibrar que posee cada instrumento sonoro. Cada persona tiene un
timbre de voz distinto. Es el elemento personal de la voz.
La duración consiste, simplemente, en la mayor o menor prolongación de los sonidos emitidos, es decir,
de la mayor o menor rapidez de su pronunciación

16.3.3. La técnica básica de la expresión oral

La expresión oral correcta resulta de la adecuada utilización y combinación en cada caso de los cuatro
elementos indicados de la voz. Por ello, la técnica básica será la que establezca las normas fundamentales de
utilización y combinación de dichos elementos, de acuerdo con su función antes indicada.
La intensidad es la que da fuerza y volumen a la pronunciación. La oratoria de las palabras consiste
principalmente en ella. Del mismo modo que dentro de cada palabra pronunciamos con más fuerza las sílabas
acentuadas que las átonas, igualmente en el discurso una de las reglas de la oratoria es subrayar, pronuncián-
dolas más intensamente en su justa medida, las palabras importantes que merezcan ser destacadas en relación
con las demás.
En cuanto al tono, la oratoria nunca debe ser monótona, sino modulada. De ahí que sea fundamental
conferir al discurso no sólo la entonación debida, sino también la modulación debida, bajando y subiendo el
tono de la voz cuando corresponda, recorriendo toda la escala de las notas musicales.
Respecto a la entonación, Navarro Tomás en su importante obra (1970, l5ª ed. 212) reduce a dos formas
fundamentales la entonación de lo que llama grupos fónicos, o conjunto de palabras que constituyen una
unidad a efectos de su entonación. El esquema de estas formas es el siguiente:

A B

En la primera A, la entonación empieza con una nota grave o baja, se eleva después gradualmente hasta
alcanzar un tono medio, elevándose de nuevo al filial de la pronunciación del grupo fónico. La segunda forma
B es igual, como se ve, a la primera, con la única diferencia de que al final el tono desciende en lugar de subir.
La combinación de estas dos formas básicas permite muchas modalidades según los ejemplos que se
presenta a continuación, en los que los grupos fónicos se separan con una diagonal o barra.

285
R. Sierra Bravo

Afirmación con un solo grupo fónico


“Cantaban los pájaros”

Con dos grupos fónicos:


“Las campanas de la alta y recia torre/

dejan caer sobre el poblado muerto sus vibraciones”


Con tres grupos fónicos:
“Cogió la moza un manojo de llaves/
y allá nos fuimos los dos escaleras arriba/
después de haber atravesado un tenebroso zaguán”.

Con paréntesis o incisos:


“Desde aquel día/ (dijo el joven)/
está mi alma llena de tristeza”

Enumeración:
“Era una señora alta/,
con ojos grises muy pequeños,/ nariz larga/ y cabellos casi blancos”.

286
Presentación formal y defensa de la tesis

Si falta la conjunción y, se tiene:


“El piso desciende en un declive suave,/
resbaladizo/ bombeado”.

Enumeración no final de la oración:


“ Ya una luz clara/ limpia/ diáfana/
llena la inmensa llanura amarillenta”.
Enumeración distributiva:
“Uno hace el rufián,/ otro el embustero/ éste el mercader/ aquél el soldado/
otro del discreto/ otro el enamorado simple”.

Interrogación absoluta (se desconoce totalmente la respuesta):


“¿Estuvo Ud. anoche en el teatro?”

Relativa (si se espera una cierta contestación):


“Ha venido tu padre

Por último, respecto al tiempo, a la duración, es preciso adquirir el arte de variar la velocidad del discurso
según la mayor o menor importancia de lo que se dice, así como saber hacer pausas antes de las palabras a su
debido tiempo para respirar, separar los conceptos y dar relieve a ideas importantes
De acuerdo con Fernández de la Torriente (1982, 48) las pausas sirven para puntuar los pensamientos,
pues facilitan las inflexiones de la voz, el cambio del tono y del ritmo y contribuyen, si se hace buen uso de
ellas, a mantener viva la atención.
La adecuada combinación del tono y la duración da el ritmo al discurso y en ella se puede decir que
consiste fundamentalmente la oratoria de las oraciones y los párrafos.

287
R. Sierra Bravo

16.3.4. La expresión oral en la defensa de la tesis

La defensa de la tesis ha de hacerse oralmente ante el tribunal o jurado que ha de juzgarla. Reclama, por
tanto, que se conozcan por lo menos las técnicas de exposición oral que básicamente se acaban de exponer y
que se cumplan.
Respecto a las exposiciones orales de este tipo, existen tres modalidades para su realización:
– Sin guión alguno.
– Con guión de las ideas principales a exponer; y
– Mediante la lectura en alta voz de un texto previamente escrito en su totalidad.
La más frecuente es, sin duda, esta última modalidad. Si se emplea, no por eso han de dejarse de cumplir
las reglas expuestas sobre la acentuación de sílabas y palabras, entonación y modulación de las oraciones,
variación de la velocidad del discurso, marcar bien las cesuras indicadas por los signos de puntuación y las
pausas señaladas antes de las ideas importantes. Es igualmente esencial leer de forma que parezca que se está
pensando lo que se lee. Ante todo, es muy recomendable en la lectura pronunciar muy bien los finales de
todas las palabras. La lectura obliga a mantener la vista en el escrito la mayor parte del tiempo, pero esto no
debe impedir que se procure levantarla frecuente y oportunamente por respeto y consideración al tribunal, y
para mantener la relación social exigida, también señalada, con sus miembros como oyentes.
De acuerdo con el artículo 10–5 del Real Decreto 185/1985 de 23 de enero, la defensa de la tesis ante el
Tribunal que ha de juzgarla “consistirá en la exposición por el doctorando de la labor preparatoria realizada
(aquí se ha de entender entran el programa de Doctorado seguido, investigaciones realizadas con ocasión del
mismo y proceso de elaboración de la tesis), contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención
de sus aportaciones originales”.
Se debe procurar dar al texto leído una forma lo más amena, atrayente y viva posible, a la vez que
coherente. En ella se deberá prestar especial atención a todo lo que la tesis suponga de novedad en el campo.
científico, utilizando un estilo claro, conciso y preciso.
Tres son también los fines principales que se asignan a las exposiciones orales: informar, convencer,
persuadir.
Todos ellos son válidos en la defensa de la tesis. En primer lugar, debe proporcionar al tribunal una
información sintética pero lo más exacta posible de la razón de ser del tema de la tesis, método y técnicas
empleados en la investigación científica realizada, contenido, y resultados o conclusiones a que se ha llegado.
En segundo lugar, deberá convencer al tribunal del rigor de la investigación realizada y de la importancia
científica de los resultados obtenidos. Por último, todo ello deberá ser suficiente para persuadir al tribunal de
la justicia de premiarla con una brillante clasificación.
S. Dreyfuss (1971, 337) considera de interés tratar en la exposición de la defensa de la tesis, de los
siguientes puntos:
– Por qué y cómo se ha elegido el tema de la tesis, lo que esperaba de él y lo que se ha conseguido.
– Explicar la orientación adoptada en la investigación del tema y su justificación.
– Indicar, en su caso, otros posibles enfoques y las razones de haber preferido el elegido.
– Dificultades encontradas y enseñanzas sacadas de ellas.
– Lagunas e insuficiencias para explicar sus razones y prevenir objeciones.

En una tesis lo que cuenta más es la creatividad y el rigor del estudio y la integridad
y objetividad del investigador.

JAMES E. MAUCH y JACK W. BIRCH

288
Presentación formal y defensa de la tesis

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290
EJEMPLOS

1. EXPLICACION

1.1. RAZON DE SER

Durante los ejercicios académicos 1984/5 a 1987/8 impartí en la Facultad de Ciencias Políticas y Socio-
logía de la Universidad Complutense un curso de doctorado sobre «Metodología general de la elaboración y
documentación de la tesis doctoral». Entre los trabajos de curso propuestos figuraban la presentación de:
a) Un proyecto de tesis o de trabajo de investigación.
b) La formación de una bibliografía para tesis o trabajo de investigación; y
c) La evaluación de una tesis o de un trabajo de investigación.
Pienso que acaso pueda ser de alguna utilidad a los lectores la publicación en esta obra de los siguientes
dos ejemplos, uno empírico y otro teórico, de dichos trabajos de curso aunque no constituyan corno tales, ni
pretendan serio, proyectos definitivos de tesis o investigaciones, sino una primera ilustración de estos posi-
bles proyectos definitivos posteriores.

1.2. ESQUEMA ORIENTATIVO PROPUESTO PARA LA FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA

1 . Identificar lo que ya se conoce y lo que se desea conocer sobre el tema: hechos relevantes, nombres de
investigadores y organizaciones relacionadas con aquél, y toda otra información que pueda tener.
2. Buscar y determinar las bases de datos, bibliotecas y centros de documentación generales importan-
tes y los especializados, sirviéndose de los directorios de aquellos que existan.
3. Establecer una lista de palabras clave y descriptores sobre el tema, sirviéndose, en su caso, de voca-
bularios, diccionarios, tesauros...
4. Para formar la bibliografía retrospectiva, consultar las guías de fuentes documentales generales (Seehi,
Waldford, Malclés) y las específicas existentes, así como las bibliografías disponibles que guarden relación
con el tema, y las fuentes de revisiones. Investigar, tanto para formar esta bibliografía como la siguiente, en
los ficheros y catálogos por materias de las bibliotecas seleccionadas y de modo especial en las bases de
datos.
5. Para la bibliografía más actual servirse de los índices de referencias, de sumarios de citas y de resú-
menes o abstracts referentes al campo científico de que se trate, así como de las fuentes de la literatura gris.
6. Precisar las revistas especializadas que guarden relación con el tema de la tesis y exarninar su conte-
nido por lo menos en cuanto a los años de mayor interés.
7. Si después de todo esto, aun quedan lagunas, procurar ponerse en contacto con expertos y centros de
investigación especializados en el tema.

291
R. Sierra Bravo

1.3. PUNTOS PROPUESTOS DEL PROYECTO DE TESIS 0 TRABAJO DE INVESTIGACION

1.3.1. De la definición de la tesis o investigación

- Enunciado del tema de la tesis o investigación, con exposición de los motivos de su elección y del
proceso seguido en ésta.
- Enumeración de los aspectos que presenta el tema elegido, con especificación de aquéllos en los
cuales se va a centrar la investigación.
- Fijación de los objetivos científicos que se pretenden lograr con la tesis o investigación elegida.
- Enunciado concreto de los interrogantes que plantea el problema de investigación elegido, con for-
mulación de las hipótesis o respuestas a los mismos que se crean más probables

1.3.2. Del diseño de la tesis o investigación

1.3.2. 1. De la disposición de la prueba que implica el diseño:

- Especificar las variables y sus relaciones, con definición operativa de las mismas que describa la
forma concreta cómo se van a observar o medir las variables en cuestión.
- Determinar qué otras variables no objeto de investigación y, por tanto, extrañas a la misma, puedan
influir en los resultados.
- Prever los procedimientos adecuados para controlar estas variables de modo que se asegure su no
influencia en los resultados.
- Elegir el tipo de diseño que se crea más pertinente.

1.3.2.2. Del plan a seguir en la prueba sobre dónde obtenerlos datos necesarios, cómo recogerlos y
modo de tratarlos:

– Dónde. Delimitar en el espacio y en el tiempo el campo de investigación y las unidades que se deben
considerar comprendidas en la población o conjunto investigado.
– Decidir si se va a observar la población investigada completa o sólo una parte de ella o muestra
representativa.
– Cómo. Elección de las técnicas de recogida de datos adecuados y del instrumento de observación
pertinente.
– Modo. Tratamiento a que se va a someter los datos primarios obtenidos, las tablas que se piensa
formar con ellos y las técnicas apropiadas que se piensa utilizar para su análisis.

2. Ejemplo primero: La práctica del deporte en el medio rural (D. Plaza Chozas)

2.1. FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA

2.1.1. Enumeración de las bibliotecas y centros de documentación en los que se ha trabajado

Biblioteca Nacional. Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Biblioteca de la Funda-


ción Marqués de Valdecilla. Instituto de Información y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades.

292
EJEMPLOS

Federación Española de Municipios y Provincias. Puntos de Información Cultura¡. Ministerio de Cultura.


Instituto Municipal de Deportes. Instituto de Ciencias de la Educación Física y el Deporte. Librería GYMNOS,
dedicada exclusivamente a temas relacionados con el deporte. Centro de Cálculo de la Universidad Complutense.
Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Deportes. Departamento de Teoría de la Educación Física
y del Deporte (Teoría, Historia y Sociología del Deporte) del INEM.

2.1.2. Palabras clave utilizadas en el vaciado de los ficheros de las entidades públicas citadas anterior-
mente:

Deporte, comunidad rural, población rural, vida rural, juventud rural, sociedad rural, sociedad tradicio-
nal, sociología del deporte, sociología del ocio, ocio, juego, simposios, congresos, asambleas, jornadas.

2.1.3. Guías de fuentes documentales, bibliografías de bibliografías, enciclopedias, tratados, manuales,


etc.:

- DIEZ NICOLAS, J.-Cincuenta años de sociología en España. Ed. Secretariado de Publicaciones de


la Universidad de Málaga, 1984.
- GONZALEZ OLLA, F.-Manual bibliográfico de estudios españoles. Ediciones Universidad de Nava-
rra. Pamplona, 1976.

2.1.4. Indice de artículos, de sumarlos y abstracts examinados:

– Sociological Abstract.
– Bulletin Signaletique.
– Indice Espafiol de Clenclas Sociales y Humanidades.

2.1.5. Revistas científicas relacionadas con el campo investigado que se han consultado:

International review of Sport Sociology. Arensa Review. Journal of Sports and social issues. Sports et
Sciences. Trabaux et recherches en education physique et sport. Revista de información y documentación
sobre las ciencias de la educación física y el deporte. Revista española de educación física y deportes. Selec-
ción de artículos aparecidos en revistas extranjeras y traducidos por el servicio de información y documenta-
ción del Instituto Nacional de Educación Física.

2.2. BIBLIOGRAFIA FORMADA

2.2.1. Monografías

Autores varios. -Manual de política deportiva municipal. Ed. Federación Española de Municipios y
Provincias. Madrid, 1985.
BILO FLOREZ, M. A.-El deporte: organización y legislación. Ed. Centro de Docunientación Deporti-
va. Madrid, 1976.
BOUET, M.-Signification du Sport. Ed. Universitaire. París, 1968.
CAGIGAL GUTIERREZ, J. M.-El deporte en la sociedad actual. Madrid: ed. Prensa Española, 1975.
CAZORLA PRIETO, J. L.~Deporte), Estado. F.d. Labor, Barcelona, 1979.

293
R. Sierra Bravo

FERNANDEZ CABEZA, J. L.-Los deportes locales.- origen y, desarrollo. Mieres, 1979.


GARCIA PRIETO, J. L.-Dimensión social del deporte. Ed. C.O.E. Madrid, 1966.
LOY, L-Sport, culture and society.. a reader on the sociology of sport. 2' ed. Philadelfia, 1981.
LUSCHEN, G. y WEIS, K,-Sociología del deporte. Ed. Miñón. Valladolid, 1979.
MESTRE SANCHO, J. A.-Deporte popular, deporte de élite: elementos para una reflexión. Ed. Ayun-
tamiento de Valencia. Valencia, 1984.
SZPUNBERG, A.~Deporte, cultura y represión. Ed. Gustavo Gil¡. Barcelona, 1978.

2.2.2. Artículos de revistas, actas de Congresos, Seminarios

BOURDIEN, P. «Sport and social class». Inforination sur les Sciencies Sociales nro. 6, 1978. pp.819-840.
CARRASCO BELINCHON, J. "Dirnensión psico-sociológica del deportista en el contexto de la vida
municipal". Revista de Estudios de la vida local nº 199, julio- septiembre de 1978.
CARRASCO BELINCHON, J.-"El deporte en la política municipal española". Revista de Estudios de la
vida local nº 194, abril junio de 1977.
IRLINGES, P. y POCIELLO, C.-"Sport, practique culturelle». Les Cahiers de l´animation, nº 51, 1985,
pp. 65- 67.
IZQUIERDO IZQUIERDO, F.-"Gestión del deporte en el árribito rnunicipal" Centro de Estudios Urba-
nísticos, Municipales y, Térritoriales, nº 73, abril 1984.
LAHOSA, J.-»Instalaciones deportivas municipales». C.E. U.M. T., nº 71, febrero 1984.
LUSHEN, G.-"Sport e populazione rurale". Traguardi, nº 8, 1965, pp. 3- 13.
WOHL, A.- “Conipetitive sport and its social functions”. International Review of sport Sociology, nº 19,
1970, pp. 11-48.

2.2.3 Jornadas, Congresos, Seminarios, etc.

- Jornadas Técnico Deportivas Municipales.


Edita: Federación Española de Municipios y Provincias. Año: 1985, Madrid.
- Congreso Regional del Deporte en Castilla-La Mancha.
Albacete, Noviembre de 1983. Edita: Consejería de Turismo, Juventud y Deporte. Año: 1984.
Primer Seminario Europeo sobre Municipio y Deporte.
Edita: Consejo Superior de Deportes. Año: 1979, Madrid.
- Seminario Aragonés sobre Actividades Físico-Deportivas y Municipio.
Edita: Instituto de Ciencias de la Educación. Año: 1983, Zaragoza.

2.2.4. Encuestas e Informes

- Encuesta sobre el comportamiento cultural de los españoles.


Ministerio de Cultura, Madrid, 1985.
- Encuesta sobre el deporte en España.

294
EJEMPLOS

Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Madrid, 1972.


- Estudio-encuesta sobre la actitud del estudiante de COU ante el deporte.
Delegación Nacional de Educación Física y Deportes. Universidad de Valencia, 1972.
El español y el deporte: datos de una encuesta. Delegación Nacional de Educación Física y Deportes.
Madrid, 1975.
- Deporte y Sociedad: las bases sociales del deporte en España. Resultados de una encuesta realizada
por Manuel García Ferrando.
Consejería de Cultura y Deportes. M’ de Cultura. Madrid, 1985.

2.2.5. Tesis o tesinas

– Autor: Montero Alonso, Andrés J. Título: Estudio de la actitud y comportamiento ante el deporte en
el medio rural de Navarra. (Estella) Presentado en el I.N.E.F. en Abril de 1978.
– Autor: Loidi, Agustín. Título: Algunos aspectos sociológicos del deporte vasco. Presentada en el
I.N.E.F. en Mayo de 1974.

2.3. PROYECTO DE LA INVESTIGACION

2.3.1. Enunciado del tema y exposición de los motivos de su elección

El tema objeto de este proyecto se centra en el estudio del comportamiento y hábitos deportivos en el
medio rural. Caso de un municipio castellano de unos 5.000 habitantes.
Su elección denota una clara inclinación por mi parte hacia la sociología del deporte y no menos también
hacia el medio rural, marco en el que se ha desarrollado la mayor parte de mi vida y marco también en el que
he desarrollado una variada actividad deportiva desde hace 15 años.
El presente proyecto de tesis pretende ser una pequena aportación a una tradición de estudio sociológico
del deporte español, que se inicia en 1975 con una encuesta sobre el Deporte en España del Instituto ICSA~
GALLUP, que se sigue en 1980 con otra realizada por el C.I.S y que culmina con otro estudio de 1986
patrocinado por el Instituto de Ciencias de la Educación Física y del Deporte.
En comparación con estos estudios de ámbito nacional ya realizados, podremos observar las particulari-
dades del comportamiento deportivo en el medio rural; y el grado de similitud que existe entre los hábitos
deportivos a nivel nacional y los que se mantienen en los pueblos.

2.3.2. Aspectos que plantea el tema elegido especificando en cuales se va a centrar la investiga-
ción

La definición actual de lo que la población entiende por deporte es tan amplia, que algunos españoles se
consideran deportistas por el solo hecho de leer prensa deportiva y ver programas deportivos.
Este problema tiene en el medio rural una relevancia especial dado el carácter eminentemente físico del
trabajo rural, lo que podría llevar a confundir la práctica deportiva con el trabajo en el campo, por ejemplo.
Esta es una idea generalizada en los pueblos donde los no practicantes justifican su postura afirmando que no
practican ningún deporte porque ya hacen bastante deporte trabajando.
Al margen de esas consideraciones ficticias de lo que es práctica deportiva, el interés de nuestro estudio se
centra en conocer:
1. El grado de interés por el deporte que manifiesta nuestra población rural concreta.
2. Su nivel real de práctica deportiva y los deportes más practicados.
295
R. Sierra Bravo

3. Las actividades y motivaciones que subyacen en la práctica deportiva o en el alejamiento del deporte.
4. Los motivos por los que no hace deporte un grupo todavía demasiado elevado de población rural.
5.Las necesidades y aspiraciones de todos en materia de educación física y deportes.

2.3.3. Objetivos que se pretenden lograr con la tesis

Con los resultados que se obtengan de la tesis se pretende:


1. Contribuir al conocirniento del alcance social del deporte en la sociedad española.
2. Ofrecer un instrumento de trabajo que ayude a los políticos, planificadores y profesionales del deporte
municipales a tomar decisiones más racionales con respecto a la política y trabajos deportivos, merced al
mayor y mejor conocimiento que de la realidad deportiva ofrecerán los resultados.

2.3.4. Interrogantes que plantea el problema e hipótesis o respuestas a los mismo que se creen
más oportunas

El principal interrogante que plantea el problerna objeto de investigación es el de llegar a conocer cuáles
son los factores más determinantes de la práctica deportiva. El grado de interés, el nivel de práctica deporti-
va, las actitudes y motivaciones que subyacen en la práctica o alejamiento del deporte, los motivos por los
que se hace o no, las necesidades y aspiraciones de la gente en materia de deporte, ¿de qué dependen funda-
mentalmente?
Siguiendo la teoría de las oportunidades, reformulada por Rudrnan actualmente (1984), podemos formu-
lar como respuesta a los interrogantes anteriores, cuatro hipótesisis:
1. Cuanto mayor sea la proximidad y frecuencia de relación social con personas que practican deporte
mayor será la posibilidad de que un individuo haga deporte.
2. Cuanto más favorable sea la apreciación de los aspectos positivos del deporte, mayor será la probabi-
lidad de que un individuo haga deporte.
3. Cuanto mayor sea la dotación en estructura deportiva del entorno, mayor será la probabilidad de que
un individuo haga deporte.
4. Cuanto mayor sea el nivel socioeconómico de un individuo, mayor será la probabilidad de que haga
deporte.
De estas cuatro hipótesis se puede deducir un hipótesis de alcance más amplio que sintetice el contenido
particular de cada una de ellas.

2.4. DEL DISEÑO DE LA TESIS 0 TRABAJO DE INVESTIGACION

Por el número de grupos, es un diseño de un solo grupo; por el número de observaciones, de una sola
observación; por su naturaleza, empírica; por su carácter y número de sus variables, no experimental seccional
basada en muestra.

2.4.1. Especificar las variables que componen las hipótesis y la definición operativa de las
mismas

- Variable dependiente: práctica deportiva.


- Variables independienes:

296
EJEMPLOS

1. Valoración del deporte.


2. Entorno social favorable al deporte.
3. Proximidad de instalaciones.
4. Niyel socioeconómico.

En cuanto a la definición operativa que se hace de las mismas, es la siguiente:


- Práctica deportiva: cualquier actividad física sometida a reglas, con carácter competitivo y que re-
quiera un esfuerzo físico.
- Valoración del deporte: puesto que se concede a las actividades deportivas en una pregunta de la
encuesta en la que se pida disponer por orden de preferencia una serie de actividades vitales y recreativas.
- Proximidad de instalaciones: distancia de las mismas respecto al domicilio de cada encuestado.
- Nivel socioeconómico: derivado del nivel de estudios, la ocupación propia y de los padres, los ingre-
sos, etc.

2.5. DETERMINAR LAS VARIABLES EXTRAÑAS A LA INVESTIGACION QUE PUEDEN INFLUIR EN


LA MISMA

Respecto al investigador, las derivadas de los defectos de planificación, en cuanto a la elección de hipóte-
sis, operativización de variables, elección sesgada de la muestra en su caso. Influencia en su caso de los
entrevistadores en las respuestas a las preguntas del cuestionario.
En cuanto a los observados, pueden actuar en este caso todas las variables de escenario: deseabilidad o
respeto social, aprensión evaluativa, características de la demanda, expectativas del investigador, así como
las ligadas a la memoria: recuerdos incompletos, o falsos.
El control de todas estas variables extrañas exige una actuación cuidadosa y objetiva de los investigado-
res y una redacción de las preguntas del cuestionario que tengan en cuenta los sesgos posibles de «escenario»
y los ligados a la memoria.

2.6. DELIMITACION ESPACIAL, TEMPORAL Y DEMOGRAFICA DE LA INVESTIGACION

Se trata de una localidad rural de unos cinco mil habitantes. No se incluyen las aldeas del entorno anejas
a su municipio.
Temporalmente, se trata de una investigación actual, referida al momento en que se recojan los datos.
Demográficamente, no se incluyen las personas de menos de 15 años ni las mayores de 60, pero sí las
mujeres. Tampoco se incluyen a los que no sean residentes con un año o más de antigüedad.
Se trabajará con muestra elegida al azar, tomando como base el censo de la población.
Con un error muestra¡ del 5% y un nivel de confianza de dos sigmas, aplicando la fórmula, el tamaño de
la muestra deberá ser de:

4 (4.000) (50) (50)


= 400
52 (4.999) + (50) (50)

297
R. Sierra Bravo

2.7. COMO SE VAN A RECOGER LOS DATOS Y CUAL VA A SER EL MODO DE TRATAMIENTO

La técnica más recomendable en este tipo de investigación es la encuesta y el instrumento lógicamente ha


de ser el cuestionario. Los trabajos anteriores sobre estos temas, al igual que la opinión de especialistas
consultados, aconsejan que la elaboracíón de los cuestionarios vaya precedida por una serie de reuniones de
grupo y entrevistas en profundidad en las que las dimensiones del problema sean acotadas por los propios
individuos.

2.7.1. Tratamiento de los datos

Se formarán tablas de doble entrada, cruzando las variables básicas: edad, sexo, profesión, ingresos, con
todas las demás variables sobre opiniones y comportarnientos.
Después el análisis de los datos se realizará calculando los coeficientes de correlación adecuados, según
las variables de cada tabla.

3. Ejemplo segundo: Diderot en el contexto de la sociedad francesa del siglo


XVIII y del movimiento de la llustración (Ma Ramos Bellot)

3.1. FORMACION DE LA BIBLIOGRAFIA

3.1.1. Archivos y bibliotecas

- Biblioteca Nacional, París.


- Biblioteca Nacional, Madrid.
- Biblioteca de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Madrid.
- Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, Madrid.

3.1.2. Centros de Documentación y bases de datos

- Instituto de Información y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades (ISOC), Madrid,


- Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Centre de Documentation en Sciencies Humaines,
Parfs.
- Ministerio de Cultura. Puntos de Información Cultural (PIC), Madrid.
- Telesystemes Questel, París.
- Informationscienceí: Pascal (CNRS), París.

3.1.3. Guías de fuentes documentales y bibliográficas

– DE GEORGE, R. T.A guide to philosophical bibliography and research. N. York: Appleton- Century
Crofts: Meredith Co., 197 1.
– HOOLER, F. L.- The information sources of Political Science. Santa Bdrbara, California: ABC-
Clio, 1971.
– MACLES, S. L.-Les sources du travail bibliographique. Ginebra: Droz, 1950- 8.

298
EJEMPLOS

– MASON, J. W- Research Resources; Annotated Guides to the Social Sciences. Santa Bdrbara,
California: ABC- Clio, 1968.
– WALFORD, A. L-Guide to reference material. Londres: Library Association, 1980.
– WHITE, C. M.-Sources of Information in the Social Sciences. Totowa, N. Jersey: Bedmister Press,
1964.

3.1.4 Bibliografías y bibliografías de bibliografías

– ABC Guide to Recent Publications in the Social and Behavioral Sciences. N. York: American
Behavioral Scientist, 1965.
– BESTERMAN, T.- A World Bibliography of Bibliographies. N. York, 1938. Revista trimestral.
– Bibliographic index. A cumulative Bibliography, of Bibliographies. N. York: H. W. Wilson, 1938.
– Bulletin Signaletique: Bulletin Anal),tique de Documentation Politique, Economique et Social
Contemporaine. Parfs: Presses U. F., 1946.
– International bibliography of historical sciences. Paris, 1930. International bibliography, of political
science. Paris, Unesco, 1954. International bibliography of sociology. Paris, Unesco, 195 1.
– London Bibliography of the social sciences. Londres: London School of Economics, 1931-A970. 21
vols.
– Bibliographie de la Philosophie. Paris: Vrin. Trimestral.

3.1.5. Catálogos, índices y resúmenes

– Bibliographie Annuelle de l’Historie de France. Paris: CNRS, 1953.


– Biography Index, a cumulative index to biographical material in book and magazine. N. York: Wilson.
– Book review index. Detroit: Gale Research, 1965.
– Cumulative book review index. Princeton: National Library Service, 1975. 6 vols.
– Historical Abstracts. Santa BArbara, California; American Bibliographical Center, 1955. Trimestral.
– Humanities Index. N. York: The H. W. Wilson Co., 1974.
– Index to book reviews in the sciences. Philadelphia: Inst. for Scientific Information, 1980. Indice
español de Ciencias Sociales. ISOC. Madrid.
– índice español de Humanidades. ISOC. Madrid.
– International Political Science Abstracts. Paris: Unesco, 1956.
– RANCOEUR, R.- Bibliographie de la Littérature Francaise Moderne (XVIe- XXe siècles). Paris:
Librairie Armand Colin, 1962.
– Social Sciences and Humanities Index. N. York: The H. W. Wilson Co., 1974. Trirnestral.
– Sociological Abstracts. N. York, 1952.

3.1.6. Publicaciones periódicas: revistas relacionadas con el campo estudiado

A. Sobre Diderot Y su siglo:

299
R. Sierra Bravo

– Diderot Studies, 1949. Anual, editados en Syracuse U. P. los vols. 1 y 11; en Ginebra, Droz, los vols.
111 y siguientes Dix- Huitième siècle. Anual. Editada por la Société Française du XV111ù siècle. Parfs:
Garnier, 1969.
– Eighieenth Century Studies. Triniestral. Editado por la Société Arnéricaine du XV111è siècle, 1967.
– Studies on Voltaire and the eighteenth Centurv. Iniciada por Th. Basterinann en Ginebra, 1955, con-
tinuada por The Voltaire Foundation, Banbury.
– Revue d’Histoire Littéraire de la France. Parfs, 1969. (RHLF).

B. Otras publicaciones periódicas:


– American Historical Review
– American Political Scicence Review
– The British Journal for the Philosophy of Sciences
– Civitas, Milano
– Sprit
– Historische Zeitschrift
– History of Political Thought
– History and Theory
– International Review of Social History
– Revista de Estudios Políticos, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1958.

3.1.7. Claves y descriptores utilizados en las bases de datos

– DIDEROT: Autor, materia, título.


– ILUSTRACION: Título, materia.
– SIGLO XVIII: Materia.
– FRANCIA, SIGLO XVIII: Política, Filosofía, Literatura.
– ENCICLOPEDIA.
– REVOLUCION FRANCESA.
– DEISMO.
– NATURALISMO.
– EMPIRISMO.
(Sigue la reseña dela bibliografía formulada que se omite por su extensión de unos cuatrocientos títulos).

3.2. DEFINICION DEL PROYECTO DE INVESTIGACION

3.2.1. Enunciado

El trabajo de investigación tiene como finalidad el estudio del pensamiento filosófico de Denis Diderot, en
el contexto de la sociedad francesa del siglo XVIII, en concreto en el llamado movimiento filosófico de la
Ilustración».

300
EJEMPLOS

Dada la amplitud de la obra realizada por Diderot, el trabajo se centra, fundamentalmente, en su calidad
de filósofo, faceta que, no obstante, marca e impregna toda su vida y producción. Abarca la vida del autor
(1713-1784) y su obra, así como la influencia teórica que recibió, fundamentalmente procedente de la filoso-
fía francesa, inglesa y alemana de los siglos XVII y XVIII.
Se trata de una investigación de tipo histórico, de naturaleza teórico-crítica y de carácter descriptivo.

3.2.2. Motivos que aconsejan la investigación elegida

Los motivos que han impulsado la investigación se deben a que, a pesar de la importancia que tiene la
obra de Diderot para comprender plenamente la filosofía de la Ilustración en Francia, podemos decir que
Diderot resulta ser, aún en nuestros días, un gran desconocido. Diderot constituyó en su tiempo un eje central
de la filosofía ilustrada por su fundamental carácter de «philosophe»; hacia él se dirigían todas las miradas,
algunos elogios y, sobre todo, la mayor parte de las críticas realizadas al movimiento ideológico ilustrado.
En el transcurso de los años su figura y obra se han visto oscurecidas e ignoradas. En la mentalidad
colectiva resaltan con norribre propio, al considerar el siglo XVIII francés, las personalidades de Montesquieu,
Rousseau y Voltaire. En el ámbito académico se añaden a los anteriores nombres Helvétius, d’Holbach y
Condillac. La mayor parte de los estudios realizados, tanto desde la perspectiva de la historia de la filosofía
en general como en concreto de la historia del pensamiento político, se refieren a los autores mencionados.
Son escasos, en comparación, los trabajos de investigación centrados en la obra de Diderot. En España
los estudios sobre el siglo XVIII francés son poco nurnerosos, aunque algunos de ellos sean notablemente
significativos, pero carecemos aún de un estudio en profundidad sobre Diderot.
El presente trabajo, por tanto, pretende contribuir a las crecientes investigaciones que en estos últimos
años se vienen realizando sobre el fondo histórico del siglo XVII, en concreto sobre la filosofía de la Ilustra-
ción. Interés del presente que no es ajeno a las posibles comparaciones que se presta la época actual con la
mencionada, resaltando no obstante las obvias diferencias, pero con el convencimiento, como ya ha señalado
Paul Hazard, de que «somos herederos directos de la Uustración».
Por otra parte, como ya se ha señalado, es fundamental sacar a la luz la obra de un filósofo como Diderot,
figura central de la filosofía ilustrada. Labor que no ha podido realizarse hasta el momento, puesto que, como
se verá en el transcurso de la investigación, la mayor parte de su obra ha permanecido inédita, oculta y
censurada hasta el presente siglo.
Por tanto, la elección del pensamiento filosófico de Diderot, como tema de investigación, reúne los tres
tipos de interés que todo trabajo de estas características debe comprender:
a) Interés psicológico, puesto que es gratificante el estudio de una personalidad tan compleja como la de
Diderot y de una obra que abarca tantos aspectos delsaber.
b) Interés profesional, puesto que se enmarca en los estudios que sobre el siglo XVIII realiza el doctoran-
do.
c) Interés social, puesto que esta investigación pretende ser una aportación más al mejor conocimiento de
la Ilustración, época que está siendo objeto de revisión y creciente interés actuales, concretada en una de sus
principales personalidades.
Por lo que se refiere a los fondos documentales, éstos están constituidos fundamentalmente por dos colec-
ciones de manuscritos de Diderot: una de ellas se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia, en París; la
otra colección se halla en Rusia y la compone la biblioteca que Diderot vendió, en vida, a Catalina 11. A los
documentos anteriores ha de sumarse la colección conocida por ‘Tonds Vandeul», repertorio de la obra
manuscrita y correspondencia que el filósofo dejó a su hija, Madame Vandeul, y que pertenece a sus herede-
ros. Estos fondos documentales son de difícil acceso; sin embargo, podemos contar con fiables ediciones
críticas de la obra de Diderot.

301
R. Sierra Bravo

3.2.3. Objetivos de¡ trabajo de investigación

a) Contribuir a un mejor conocimiento de] movimiento filosófico de la Ilustración en Francia.


b) Ofrecer un estudio crítico de uno de los principales artífices e impulsores del movimiento ilustrado
francés.
c) Anal Izar la obra filosófica de Diderot, estableciendo las relaciones directas que mantiene su pensa-
miento filosófico con el manifestado en el resto de su obra.
d) Establecer los vínculos de la obra filosófica de Diderot con el inovirniento ilustrado francés en el que
se desarrolla.

3.2.4. Interrogantes que plantea la investigación y medios de establecer posibles hipótesis sobre
los mismos

– Cuáles son los rasgos que caracterizan al contenido de la obra filosófica de Diderot.
– Cuál es la vinculación del pensamiento filosófico de Diderot con el grupo ilustrado francés.
– Cuáles son las influencias que recibe Diderot del pensamiento filosófico que le antecede y del coetá-
neo, tanto francés como el proveniente de Inglaterra y Alemania.
– Cuál es la posición del pensamiento filosófico de Diderot respecto a las otras corrientes no ilustradas,en
el ámbito de la Francia del siglo XVIII.
– Cuáles son las conexiones del pensamiento filosófico de Diderot con el resto de su producción.

3.2.5. Hipótesis (de partida que deben ser perfiladas y desarrolladas y especificadas a lo largo
de la investigación

– Los rasgos que caracterizan a la obra filosófica de Diderot son el racionalismo, el empirismo, el
naturalismo y el escepticismo.
– La vinculación del pensamiento filosófico de Diderot con el grupo ilustrado francés es estrecha y
amistosa.
– El pensamiento filosófico de Diderot se inspira y encuentra su fundamento en el pensamiento filosófi-
co ilustrado que le precede y en el coetáneo, tanto francés como inglés y alemán.
– La posición del pensamiento filosófico de Diderot es antagónica y combativa respecto a otras corrien-
tes francesas no ilustradas de su siglo.
– El pensamiento filosófico de Diderot informa y sirve de fundamento al resto de su producción intelec-
tual.

3.3. DISEÑO

Se trata de un diseño por la naturaleza de la investigación claramente bibliográfico o teórico, porque


versa sobre la producción intelectual y las teorías filosóficas de Diderot y, además, referente a un solo sujeto,
no experimenta¡ y longitudinal o histórico-comparativo.

3.3.1. Variables dependientes e independientes

La variable estudiada, dependiente, es el pensamiento filosófico de Diderot.


Respecto a ella se pueden considerar como variables independientes, en cuanto se pretende estudiar su
influencia y relaciones con dicho pensamiento, la Ilustración francesa, el pensamiento filosófico inglés y
alemán precedente y las corrientes francesas no ilustradas de su tiempo.

302
EJEMPLOS

3.3.2. Definición operativa

La Ilustración francesa se puede inicialmente hacerla representar por Voltaire, Rousseau, Condorcet,
WAlambert, Lametrie, Montesquieu, Helvetius y el barón D’Holbach.
Igualmente, el pensamiento filosófico inglés y alemán precedente y coetáneo: por Locke, Hobbes, Berkeley,
Hume, Conde de Shaftesbury, Kant, Leibnitz, Wolff ...
El rnovimiento no ilustrado francés del tiempo de Diderot se puede concretar en el escolasticismo, el
tradicionalismo, el regalismo, el absolutismo ...

3.3.3. Determinación de variables extrañas

Variables extrañas relativas al investigador pueden ser en este caso las derivadas de los defectos de plani-
ficación: tales como desenfoques en la determinación de los aspectos de la investigación y la fijación de
objetivos, hipótesis inadecuadas y, sobre todo, la ideología profesada beligeranternente por el investigador,
su visión parcial y sesgada de autores o teorías, la emisión de¡ estudio de escritos y opiniones procedentes de
escuelas e ideologías diferentes a las propias. El control de todas estas variables exige el esfuerzo por evitar
estos sesgos y ser lo más objetivos posible, así como el esmero en realizar una planificación cuidadosa y en el
contraste y revisión de la marcha de la investigación por personas neutrales distintas del investigador.
En cuanto a lo observado, variables extrañas pueden ser en este caso los defectos y lagunas en las fuentes
de las obras de Diderot empleadas. Su control exige la realización de una crítica interna y externa rigurosa de
dichas fuentes.

3.3.4. Recogida de los datos y su tratamiento

Arribos, en esta investigación, se tienen que derivar del estudio, análisis incluso lingüístico e interpreta-
ción de las fuentes del pensarniento de Diderot y de la bibliografía sobre él consultada, recogiendo los re-
sultados de este estudio e interpretación en fichas de trabajo y de las ideas para la preparación con las
mismas de los esquemas y guiones que sean pertinentes.

4. Evaluación de una tesis o de un trabajo de investigación

Es recomendable a los doctorandos realizar la revisión crítica de alguna tesis doctoral ya aprobada. De
este modo entrarán en contacto con lo que es en realidad una tesis y podrán comprobar de visu su contenido
y requisitos formales.
A continuación se ofrece un esquema de puntos orientativos para esta tarea.

4.1. EVALUACION DE LA INVESTIGACION PRIMARIA

En cuanto a la investigación que supone la tesis y de acuerdo con el esquema de las operaciones básicas
del método científico, puntos claves en los que se puede centrar la evaluación son los siguientes:
Determinación del problema de investigación. Con relación a esta determinación, la evaluación deberá
establecer qué clase de problema es y su significatividad teórica y científica y juzgar si está formulado
correctamente, así como si es preciso en sus términos, si sus objetivos se hallan claramente definidos y si
reúne las condiciones exigibles.
Hipótesis. En primer lugar se debe averiguar si existen hipótesis explícitas y cuáles son y si poseen las
condiciones debidas. Si no es así se verá si las hipótesis se derivan del título de la investigación o de la
exposición de la razón de ser y de los fines de la investigación.

303
R. Sierra Bravo

Variables. Halladas las hipótesis, el análisis de las variables que comprenden nos servirá para precisar
las variables generales de la investigación y si el tipo de relación que une dichas variables es casual o no. A
continuación, es preciso identificar los indicadores o variables empíricas observadas concretamente en repre-
sentación de las variables generales, así como buscar y examinar su definición operativa, datos que frecuen-
temente se pueden encontrar en la parte del informe referente al método empleado.
De modo especial se examinará si los indicadores y sus definiciones operativas representan adecuadamen-
te a las variables generales objeto de investigación. En el caso de que no sea así, porque representen también
en parte a otras variables extrañas a la investigación, se ofreceran explicaciones alternaúvas basadas en
dichas variables extrañas.
Diseño de la investigación. Aquí se trata de determinar el tipo de diseño empleado para la práctica de la
prueba implicada por la investigación, de su representación gráfica y de discutir su adecuación a la prueba de
que se trate y las ventajas e inconvenientes que represente en relación con la misma.
Definición del campo de la investigación. Se examinará críticanlente respecto a este punto, los límites
espaciales y temporales de la investigación, así como la definición de la población investigada y de modo
especial si coinciden el universo real que se quiere investigar y el universo de trabajo efectivamente investiga-
do.
Muestra. Se identificarán, en su caso, la muestra utilizada, su representatividad y adecuación respecto a
la población de la que se ha obtenido y los posibles sesgos derivados del procedimiento de elección empleado
y del error derivado de su tamaño.
Si se detecta algún tipo de error sistemático en la elección de la muestra, que pueda viciar la representatividad
de los resultados respecto a la población, se deberán imaginar las explicaciones alternativas consiguientes.
Instrumento de observación. Se trata de examinar su corrección formal y de contenido, sobre todo en el
caso de que haya sido construido específicamente para la investigación, y las garantías de validez y seguri-
dad que ofrece.
Técnica de observación. Con relación a este punto se examinará la técnica de recogida de datos emipleada,
y sus características en este caso concreto y se juzgará su adecuación al problenia investigado, así conio las
posibles incidencias que hayan tenido lugar en su aplicación y cómo se han seleccionado.
Control de variables extrañas. Se entiende por variables extrañas, los factores que, aunque no son
objeto de investigación, sin embargo, pueden influir en las variables dependientes investigadas y, por tanto,
en sus resultados.
Se examinará respecto a ellas de modo especial, si se han tenido en cuenta las que hayan podido mezclar
sus efectos con los de las variables independientes objeto de la investigación y qué medidas se han adoptado
para su neutralización.
Análisis. Aquí se trata de evaluar la pertinencia de los análisis estadísticos efectuados, la correcta ejecu-
ción de los mismos y la significatividad de los test estadísticos aplicados en su caso.
Variables extrañas no controladas y explicaciones alternativas. Es posible que en una investigación
científica no se hayan tenido en cuenta ni por tanto controlado variables extrañas que como tales pueden
haber influido en los resultados de la investigación. Por tanto, en este momento se deberá identificar su
existencia y basándose en cada una de ellas dar una explicación alternativa a los resultados obtenidos.
Evaluación de las conclusiones. A este respecto, la evaluación se debe centrar ante todo en los siguientes
puntos:
1 . Examinar si existen errores de interpretación y defectos lógicos en las consecuencias teóricas deduci-
das de los resultados obtenidos.
2. Juzgar si la posible generalizacion que supongan las conclusiones a otras situaciones o poblaciones no
investigadas, tiene o no justificación suficiente en los datos y resultados obtenidos en la investigacion o si los
extienden, sin fundamento empírico suficiente, a otras situaciones o poblaciones no investigadas.
La evaluación puede terminar con un juicio general final que sintetice y resuma la evaluación efectuada.

304
EJEMPLOS

4.2. EVALUACION DE LA TESIS EN SI MISMA

Respecto a la tesis en sí misma o al informe de la investigación realizada, aspectos que se pueden conside-
rar son los siguientes:
– La armonía entre sus diversas partes, que no haya exageradas diferencias de extensión entre los dis-
tintos capítulos.
– La corrección gramatical y sintáctica de su redacción.
– Si la introducción es clara y completa y acorde con el tema y el contenido de la tesis y, especialmente,
si describe con precision los antecedentes doctrinales que constituyen el marco teórico del problema investi-
gado.
– Si la exposición y análisis de los resultados es ordenada y detallada con indicación de sus fuentes y
fundamentos concretos dentro del conjunto de las operaciones de la investigación.
– Si en las conclusiones se pone de relieve lo que la tesis aporta de novedad y las aportaciones teóricas
y prácticas que supone.
– Finalmente, el juicio se extenderá al examen de la corrección formal y oportunidad del contenido de
las partes complementarias de la tesis: títulos, bibliografía, apéndices, índices, divisiones y subdivisiones,
figuras, citas y notas.

305
R. Sierra Bravo

306
Profesor Alberto D. Cimadamore

Sugerencias para generar ideas y


proyectos de investigación1

Una parte importante del trabajo en las ciencias sociales podría describirse como una racionalización de
lo aparente. Las notas que siguen podrían ser consideradas un modesto paso a tal dirección, con la convic-
ción que el rol fundamental de la metodología en ciencias sociales es proveer a los estudiantes de elementos
de defensa frente a la crítica real o potencial de los escépticos.
Los pasos que se describen a continuación deben ser considerados como condición necesaria, aunque no
suficiente, para generar una buena idea que pueda transformarse en un trabajo “defendible”.
1. Lea algunas de las publicaciones más relevantes en el tema de su interés. Un buen lugar para comenzar
a identificar la bibliografía es en los programas de cursos ofrecidos por especialistas;
2. Lea críticamente y escriba sus comentarios a medida que avanza;
3. Trate de identificar los problemas empíricos que la literatura aborda y los que, a su parecer, deja de
lado. Piense cómo se podrían abordar otros problemas (especialmente aquéllos que podrían interesarle a Ud.)
desde una posición teórica o analítica similar.
4. Identifique aquel trabajo que Ud. considera más sólido desde el punto de vista metodológico y trate de
imitar su estructura, adaptándolo al tema de su interés. Por ejemplo, use las mismas preguntas–guía o hipó-
tesis de trabajo y trate de aplicarlas a otros países, períodos históricos o áreas temáticas. Este es un camino
relativamente fácil para comenzar una buena monografía.
5. Tome una teoría o un argumento que Ud. considera válido en principio y pregúntese: ¿Cuáles serían
las condiciones que invalidarían el argumento o la teoría?; ¿Cuáles serían las circunstancias políticas, econó-
micas o sociales en las cuales aparecerían anomalías o conductas diferentes a las predecidas por la teoría? A
partir de aquí, se podría diseñar un caso de estudio (deviant case study) con un enorme potencial de falsificar
una teoría o demostrar las particulares condiciones en las cuales la teoría no se podría aplicar. De esta
manera, Ud. estará realizando un gran aporte a la disciplina.
6. Tome algún argumento o teoría que Ud. crea que atenta contra el sentido común y diseñe un proyecto
para probar que, efectivamente, el trabajo en cuestión no tiene sentido. Cuanto más difusión haya tenido el
argumento a atacar, más interesantes pueden ser los resultados que se ofrecen. Este tipo de trabajo puede
llegar a ser muy divertido, aunque riesgoso. Su solidez argumental y metodológica serán sus mejores armas
ante un eventual contra–ataque de su “víctima”
7. Cuando ya esté inmerso en la temática de su interés, puede resultar atractivo tomar (a veces al azar)
algún libro de un asunto diferente. Léalo mientras deja que su cerebro actúe libremente. Muchas veces nues-

1
La idea de escribir estas notas fue sugerida por el Profesor John S. Odell (Harvard & USC)

307
Alberto D. Cimadamore

tros cerebros nos sorprende con sus ocurrencias! Juegue con ellas, trate de relacionarlas con el tema de
interés y escriba los resultados a medida que van apareciendo. Luego, clasifíquelos según el orden de impor-
tancia que Ud. les asigne y archívelas. Tenga en cuenta que muchas veces la “idea perfecta” simplemente no
aparece, así que tendrá que optar entre las alternativas disponibles en su archivo.
8. Cuando tenga “su idea” para el trabajo de investigación, expóngala ante otras personas y tenga en
consideración todas las críticas que le hacen. Mientras más críticas tenga en cuenta, más sólido será el
producto final. En muchos casos, brillantes ideas no pueden ser desarrolladas en un tiempo razonable y con
recursos humanos y financieros limitados. Por ello, antes de invertir tiempo y dinero (recursos escasos por
excelencia), evalúe cuidadosamente cada una de las observaciones que reciba.
9. El perfeccionamiento de una idea es un trabajo sin fin (causa mayor de frustraciones intelectuales e
hipertensión arterial!!!). En algún momento tendrá que decidirse y empezar a darle forma a un primer borra-
dor de proyecto para ordenar los pasos que ha dado anteriormente. Escriba la hipótesis / pregunta / problema
/ fenómeno que Ud. desea comprobar / contestar / analizar de forma clara y simple. En caso de ser posible,
exprese cual es la conclusión más probable que Ud. espera obtener al final del túnel. Y exprese las razones
por las cuales un lector debería o desearía leer su trabajo.
10.Identifique los pasos que Ud. ha diseñado (método) para probar su hipótesis o contestar su pregunta.
Su trabajo será metodológicamente sólido en la medida que pueda defender y mantener su diseño ante los
ataques de sus críticos más feroces. Clarifique los conceptos centrales y operacionalícelos. Exprese qué tipo
de estudio es el que utilizará (p.e., caso de estudio, estudios comparados, etc.) qué indicadores usará y por
qué razón, qué tipo de evidencia es la que comprobaría o refutaría su trabajo, y en cuánto tiempo espera
completar su proyecto.

¡ Buena suerte!

308
LECTURAS ADICIONALES

La bibliografía sobre métodos, técnicas y procedimientos utilizados en la investigación científica es ex-


tensa en demasía, no siendo fácil hacer una selección más o menos representativa, en cantidad y calidad, de la
misma. Empero, a los efectos de favorecer el trabajo de nuestros estudiantes, aquí se sugieren algunos pocos
títulos que les ayudarán a un mejor conocimiento y manejo de tales técnicas y procedimientos, los cuales, en
general, valen tanto para tesis doctorales y/o de maestría, informes de investigación, etc.

Eco, Umberto: Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de estudio, investigación y escritura,
Gedisa, Barcelona-Buenos Aires, 1ª edición, 1982. Hay varias reediciones. [A mi juicio, el más recomenda-
ble de los manuales. Su única desventaja es que carece de actualizaciones en el capítulo VI, “La redacción
definitiva”, en tanto el mismo está escrito pensando en el antiguo empleo de máquinas de escribir, sin dar
cuenta de la mayor versatilidad que ofrece el uso de las computadoras, los procesadores de textos, planillas
de cálculo y uso de imágenes].

Fragnière, Jean-Pierre: Así se escribe una monografía, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1ª
edición, 1996. [Pequeño pero excelente auxiliar. Ofrece respuestas sencillas y concretas a los problemas
básicos de la escritura].

Francia, Álvaro: La investigación científica. Guía para confeccionar y redactar trabajos de investiga-
ción, Biblioteca Mosaico, Buenos Aires, 1995.

Rojas Soriano, Raúl: Métodos para la investigación social. Una proposición dialéctica, P y V, Plaza y
Valés, México, DF, varias ediciones; las más recientes, 1992, 1995.

Serafini, Mª Teresa: Cómo se escribe, Paidós, Barcelona-Buenos Aires-México, 1ª edición, 1994. [Se
trata de un recomendable manual sobre la escritura de un buen texto. Incluye técnicas básicas para generar,
reunir y organizar las ideas; preparar un esquema; desarrollar los distintos párrafos: empleo correcto de la
puntuación, los vocablos y el estilo; revisión de lo escrito y presentación en forma definitiva y eficaz. Incluye
ejercicios con autocorreción y control de las posibles soluciones al final de cada capítulo].

Sierra Bravo, R[estituto]: Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. Metodología general
de su elaboración y documentación, Editorial Paraninfo, Madrid, 4ª edición, 1996.

Wainerman, Catalina y Sautu, Ruth, compiladoras: La trastienda de la investigación, Editorial de Belgrano,


Buenos Aires, 1997.

Adicional: Pese al tiempo transcurrido y las animadversiones de algunos, me sigue pareciendo recomen-
dable, por fresca, estimulante y desmitificadora, la lectura del “Apéndice Sobre artesanía intelectual”, en
Charles Wright Mills, La imaginación sociológica, Fondo de Cultura Económica, México, 1ª edición, 1961,
con numerosas reediciones.

309
GRAGEAS

La buena resolución de una investigación tiene como punto de partida la adecuada formulación del pro-
blema, es decir, de la pregunta. Un problema bien formulado resuelve la mayor parte del trabajo. Si no puede
elaborarlo bien, haga todos los esfuerzos posibles para acertar con la pregunta.
Waldo Ansaldi

...el planteamiento inicial de un problema siempre es más difícil que el núcleo del mismo.
Michael Burt, El caso de las trompetas celestiales

La manera más económica de plantear un problema es hacerlo de modo que permita resolver la mayor
parte posible de él por el razonamiento solo. Por el razonamiento tratamos de a) aislar cada cuestión de hecho
que aún queda; y b) resolver esas cuestiones de hecho de tal manera que las soluciones prometan ayudarnos
a resolver nuevos problemas con nuevos razonamientos.
Charles Wright Mills, La imaginación sociológica

Las tareas de investigar son: tomar conocimiento de problemas que otros pueden haber pasado por alto;
insertarlos en un cuerpo de conocimientos e intentar resolverlos, con el máximo rigor... Según esto, el inves-
tigador es un problematizador par excellence, no un traficante en misterios.
Mario Bunge

Se pueden aprender muchos procedimientos para investigar, pero eso sirve de poco si no se ha aprendido
a pensar.
Ezequiel Ander-Egg

Una investigación es científica cuando cumple los siguientes requisitos: 1) La investigación versa sobre
un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. (...) 2) La inves-
tigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica
diferente las cosas que ya han sido dichas. (...) 3) La investigación tiene que ser útil a los demás. (...) 4) La
investigación debe suministrar elemetos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta, y
por tanto tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público.
Umberto Eco, Cómo se hace una tesis

310
La regla de oro del trabajo intelectual puede traducirse así: no toleres ni medio trabajo ni medio descanso,
Entrégate por completo o bien relájate por completo.
Jean Guitton

Hay individuos monocrónicos e individuos policrónicos. Los monocrónicos solamente trabajan bien
cuando empiezan y acaban una sola cosa cada vez. (...) Los policrónicos son todo lo contrario. Solamente
trabajan bien cuando llevan varios intereses a la vez, y si se dedican a una sola cosa se agostan, oprimidos
por el aburrimiento. Los monocrónicos son más metódicos, pero frecuentemente tienen poca fantasía. Los
policrónicos parecen más creativos pero frecuentemente son más liosos y volubles. Pero si acudís a consultar
la biografía de los grandes, veréis que los hubo tanto policrónicos como monocrónicos.
Umberto Eco, Cómo se hace una tesis

Todo el mundo quiere enseñar a hacer las cosas bien y nadie quiere aprenderlo.
Jean-Jacques Rousseau

311
WALDO ANSALDI

Profesor titular regular de la asignatura Historia Social Lationoamericana en la Fa-


cultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, desde 1984. Es Doctor
en Historia (Universidad Nacional de Córdoba). Su formación sociológica incluye
una extensa experiencia en investigación bajo sendas direcciones de Francisco José
Delich, Miguel Murmis, Silvia Sigal y Alain Touraine. Investigador del CONICET en
el Instituto de Investigaciones Sociales Gino Germani. Trabaja en sociología históri-
ca, un área de hibridación disciplinaria, particularmente mecanismos de dominación
político-social y sistemas de partidos. Fue Secretario Ejecutivo Adjunto del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (1977-1988). Ha sido y es profesor de grado
y/o posgrado en varias universidades del país y del exterior. Profesor visitante en la
Universidade de Sâo Paulo (1989) e investigador visitante en la Universitat de Bar-
celona (1998). Ha participado en más de sesenta congreso académicos nacionales
e internacionales. Desde 1996 dirige la Maestría en Estudios Sociales para América
Latina (Universidad Nacional de Santiago del Estero). Es autor de numerosos artí-
culos publicados en el país y en el exterior. Entre los últimos: “Fragmentados, ex-
cluidos, famélicos y, como si eso fuese poco, violentos y corruptos” (Revista Para-
guaya de Sociología, n° 98, 1997), “Disculpe el señor, se nos llenó de pobres el
recibidor” (Estudios Sociales, n° 14, 1998), “El arte de navegar contra el viento. Ale-
gato en favor de una ciudadanía incluyente y universal” (Escenarios Alternativos,
n°4, 1998) y, en autoría con Patricia Funes, “Viviendo una hora latinoamericana.
Acerca de rupturas y continuidades en el pensamiento en los años veinte y sesenta”
(Cuadernos del CISH, n° 4, 1998). Es director del proyecto de investigación Nación
y ciudadanía en América Latina.

312

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