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INSTITUTO DE LA JUDICATURA DE BOLIVIA

PROGRAMA DE CAPACITACIÓN Y ACTUALIZACIÓN PERMANENTE

CURSO JUSTICIA PENAL ADUANERA

I. LA POLITICA CRIMINAL DEL CODIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL

El autor argentino Alberto Binder, en el prefacio de la primera edición de su libro "Introducción al Derecho
Procesal Penal" tiene la valentía de confesar que su libro "es una introducción al estudio de los mecanismos que
utilizamos los seres humanos para encerrarnos unos a otros dentro de unas jaulas". Binder advierte que el gran
peligro de quien se dedica al estudio del Derecho Penal o Procesal Penal es que le suceda lo que al fabricante
de guillotinas: que se enamore del pulido de la hoja mortal y olvide que alguien va a perder su cabeza. En
consecuencia, Binder afirma que su libro ha sido escrito para que nadie se enamore del Derecho Procesal
Penal. Sin embargo, afirma que lo ha escrito con estusiasmo, porque también el Derecho Procesal Penal se
ocupa de los límites del poder penal, como un anticipo de su desaparición. Por eso es que Alberto Binder dice
que: "La perspectiva garantista es un programa político de reducción de la violencia estatal y sí vale
entusiarmarse con ello, pero teniendo claro que el objetivo final no es limitar al poder penal sino hacerlo
desaparecer, aunque por ahora lo más urgente sea limitarlo, reducirlo, acorralarlo".1

Sin duda, Binder es partidario de la corriente abolicionista del Derecho Penal, que si bien parece ser una
expresión de un estado de ánimo que una realidad, no debiera quedar anulada de nuestro horizonte de
visibilidad por su profundo contenido ético de dignificación de la condición humana frente al avasallamiento de la
lógica instrumental del poder.

Ahora bien el nuevo sistema procesal penal vigente en Bolivia constituye un mecanismo eficaz de resolución de
conflictos, que busca consolidar un equilibrio racional de dos fuerzas en pugna: el ius puniendi del Estado y los
derechos de la víctima frente a los derechos y garantías fundamentales que asisten al imputado.

Al respecto, en cuanto a la formación del proceso penal, Binder sostiene que es una síntesis, culturalmente
condicionada, de dos fuerzas: "un uso preciso del poder penal del Estado, y una fuerza de garantía que procura
proteger a las personas del riesgo derivado de un uso arbitrario de ese poder penal".2

La Ley 1970 de 25 de marzo de 1999 contiene un diseño de política criminal subordinada a la Constitución
Política del Estado. Es así que la suspensión condicional del proceso, el procedimiento abreviado, la aplicación
de criterios de oportunidad y la conciliación, constituyen expresiones de esa política criminal orientada a buscar
una salida alternativa al juicio.

El Tribunal Constitucional, mediante la Sentencia Constitucional No. 1036/2002 del 29 de agosto de 2002, ha
sostenido por vez primera que la política criminal del Estado se halla articulada en los códigos: Penal, Procesal
Penal y de Ejecución Penal, los que, en su conjunto, forman el sistema penal del país; y que: "...en el transcurso
del desarrollo cultural de la humanidad, se han conformado, de manera básica, dos tendencias para la
aplicación concreta de la ley penal sustantiva. La diferencia entre ambas radica esencialmente en los fines que
se persiguen. Así, la primera tendencia se preocupa en lograr la mayor eficacia en la aplicación de la norma
penal sustantiva, como medida político criminal de lucha contra la delincuencia o, lo que es lo mismo, persigue
que se materialice la coerción penal estatal con la mayor efectividad posible. Este modelo prioriza la eficacia de
la acción penal estatal en desmedro del resguardo de los derechos y garantías individuales. Esta tendencia
guarda compatibilidad con el llamado sistema inquisitivo. La segunda tendencia, en sentido inverso, busca
1
BINDER, Alberto: Introducción al Derecho procesal Penal, Edit. Ad-Hoc, 2da. Edic., Buenos Aires,
1999, pp. 19-20.
2
BINDER, Alberto: Justicia Penal y Estado de Derecho, Edit. Ad-Hoc, Buenos Aires, 1993, p. 59.

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prioritariamente dotar al proceso penal de un sistema de garantías en resguardo de los derechos individuales,
impidiendo con ello el uso arbitrario o desmedido de la coerción penal. Esta tendencia caracteriza al llamado
proceso acusatorio. De lo expresado, resulta predecible que la aplicación pura de cualquiera de las dos
tendencias, conduce a resultados previsiblemente insatisfactorios. Así, un modelo procesal penal que persiga la
eficacia de la aplicación efectiva de la coerción penal en sacrificio de los derechos y garantías que resguardan la
libertad y dignidad humana, sólo es concebible en un Estado autoritario. Del mismo modo, un modelo procesal
de puras garantías convertiría a los preceptos penales en meras conminaciones abstractas sin posibilidad real
de aplicación concreta, dado que la hipertrofia de las garantías neutralizaría la eficacia razonable que todo
modelo procesal debe tener. De ahí que la tesis que propugna el equilibrio, entre la búsqueda de la eficiencia y
la salvaguarda de los derechos y garantías, se constituye en la síntesis que busca cumplir eficazmente las
tareas de defensa social, sin abdicar el resguardo de los derechos y garantías del imputado; bajo esta
concepción político-criminal han sido consignados los más recientes códigos procesales de nuestro entorno
(República Dominicana: 1984, Costa Rica: 1996, Paraguay: 1998 y Bolivia: 1999, entre otros)..."

Por eso es que la necesidad de hallar el equilibrio entre la búsqueda de la eficiencia del ius puniendi y la
salvaguarda de los derechos y garantías fundamentales del imputado, se ha traducido en la adopción de un
modelo acusatorio por parte del legislador nacional.

En tal sentido, cualquier análisis académico u operativo que implique la adecuación del procedimiento
sancionatorio de los delitos aduaneros a la Ley 1970 no debe perder de vista la particular política criminal
inmersa en ella, ya que de lo contrario se corre el riesgo de que todo intento de adecuación se convierta, quizá
de una manera involuntaria e inconsciente, en una reacción autoritaria de la lógica represiva del Estado en
desmedro de la libertad individual.

II. EL OBJETO PRINCIPAL DEL PROCESO PENAL.

Según el Art. 14 del Código de Procedimiento Penal boliviano, de la comisión de todo delito nacen: la acción
penal para la investigación del hecho, su juzgamiento y la imposición de una pena o medida de seguridad y la
acción civil para la reparación de los daños y perjuicios emergentes.

De ello deriva que de la eventual comisión de un delito emerge, por un lado, el derecho de acción o de acceso al
proceso para poder obtener en la sustanciación del mismo, una resolución motivada del órgano jurisdiccional y
congruente con las dos pretensiones que se deducen: la pretensión penal que es la principal y necesaria, y
la pretensión civil, que es subsidiaria y voluntaria.

Para el autor español Vicente Gimeno Sendra, el objeto principal del proceso penal es la pretensión penal o
punitiva, a la que define de la siguiente manera: "Por pretensión penal podemos entender la declaración de
voluntad, dirigida contra el acusado, en la que se solicita del Juzgado o Tribunal de lo Penal una
sentencia de condena, al cumplimiento de una pena o medida de seguridad fundada en la comisión por
aquél de un hecho punible"3.

En cambio, para Cesar San Martín Castro, el objeto civil emergente de la comisión de un delito lo constituye la
pretensión civil, la misma que es definida como: "la declaración de voluntad interpuesta ante el órgano
jurisdiccional penal, dirigido contra el autor o partícipe del delito y, en su caso, el tercero civil, y
sustentada en la comisión de un acto penalmente antijurídico que ha producido daños en el patrimonio
del perjudicado o actor civil, por la cual solicita la condena tanto de los primeros cuanto del segundo, a

3. GIMENO SENDRA, Vicente; MORENO CATENA, Victor y CORTEZ DOMINGUEZ


Valentín: Derecho Procsal Penal, Ed. Colex, Madrid-España, 1996, p. 208.
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la restitución del bien o, si no es posible, el pago de su valor; y, a la indemnización de los daños y


perjucios".4

En tal virtud, lo que emerge o lo que dimana de un delito es una pretensión civil, la cual puede ser sustanciada y
resuelta por el órgano jurisdiccional penal después de que la pretensión penal ha sido definida con una
declaración firme de condena; por lo que existiría una especie de acumulación de la pretensión civil a la
pretensión penal. Es decir, conforme prevé el Art. 37 del CPP, la pretensión civil puede ser incoada en el
proceso penal o intentarse ante los tribunales civiles, pero no se podrá promover simultáneamente en ambas
jurisdicciones.

El fundamento legal de la responsabilidad civil se encuentra, en principio, en el Art. 87 del Código Penal, que a
la letra dice: "Toda persona responsable penalmente, lo es también civilmente y está obligada a la reparación de
los daños materiales y morales causados por el delito."

Por su parte, el Art. 91 del Código Penal establece que la responsabilidad civil comprende: 1) La restitución de
los bienes del ofendido, que le serán entregados aunque sea por un tercer poseedor. 2) La reparación del daño
causado. 3) La indemnización de todo perjuicio causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el
monto prudencialmente por el juez, en defecto de plena prueba. En toda indemnización se comprenderán
siempre los gastos ocasionados a la víctima, para su curación, restablecimiento y reeducación.

Al respecto, el primer párrafo del Art. 382 del Código de Procedimiento Penal establece que: "Ejecutoriada la
sentencia de condena o la que imponga una medida de seguridad por inimputabilidad o semiimputabilidad, el
querellante o el fiscal podrán solicitar al juez de sentencia que ordene la reparación del daño causado o la
indemnización correspondiente".

De la interpretación de esta disposición se puede advertir que el procedimiento para la reparación del daño
queda habilitado a partir de dos supuestos: 1) Que se haya ejecutoriado la sentencia condenatoria. 2) Que se
haya ejecutoriado la sentencia que imponga una medida de seguridad por inimputabilidad o por
semiimputabilidad.

Lo anterior constituye una auténtica novedad introducida por el legislador, porque se llega a la conclusión de
que el procedimiento especial para la reparación del daño emerge no solo como consecuencia de que exista
una sentencia condenatoria ejecutoriada que declare la responsabilidad penal del sujeto activo, sino incluso
como consecuencia de que exista una sentencia absolutoria ejecutoriada que haya declarado la inimputabilidad
del sujeto activo por la concurrencia de una causa eximente de responsabilidad penal (numeral 4. del Art. 363
del CPP).

En efecto, el Art. 17 del Código Penal prevé que: "Está exento de pena el que en el momento del hecho por
enfermedad mental o por grave perturbación de la conciencia o por grave insuficiencia de la inteligencia, no
pueda comprender la antijuridicidad de su acción o conducirse de acuerdo a esta comprensión"; lo que implica
que la exención de pena por inimputabilidad habilita -después de ejecutoriada la sentencia- al procedimiento
especial de reparación del daño ante el órgano jurisdiccional penal. En concordancia con ello, el primer párrafo
del Art. 80 del Código Penal ha establecido que: "Cuando el imputado fuere declarado inimputable y absuelto
por esta causa conforme el Art. 17, el juez podrá disponer, previo dictamen de peritos, su internación en el

4
SAN MARTIN CASTRO, Cesar: Derecho Procesal Penal, Edit. Grijley, Vol. I, Lima- Perú, 2001,
p. 307.

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establecimiento correspondiente, si por causa de su estado existiere el peligro de que se dañe a sí mismo o
dañe a los demás".

Ahora bien, las medidas de seguridad que en concreto se pueden adoptar, son las comprendidas en el Art. 79
del Código Penal, como ser: 1) El internamiento (manicomio, casa de salud, colonia agrícola, establecimiento
educativo adecuado). 2) La vigilancia por autoridad (vigilancia especial al condenado de un mes a dos años)
ce. 3) La caución de buena conducta (con duración de seis meses a tres años, impone al condenado a prestar
una fianza personal o real).

Es por eso que el primer párrafo del Art. 36 del Código Penal establece que: "La acción civil para la reparación o
indemnización de los daños y perjuicios causados por el delito, sólo podrá ser ejercida por el damnificado,
contra el autor y los partícipes del delito y, en su caso, contra el civilmente responsable.". En concordancia con
esta disposición legal, el Art. 383 del CPP prevé que la demanda de reparación del daño deberá dirigirse contra
el condenado o contra aquél a quien se le aplicó una medida de seguridad por inimputabilidad o
semiimputabilidad y/o contra los terceros que, por previsión legal o relación contractual, son responables de los
daños causados.

Efectivamente, el Art. 984 del Código Civil determina que quien con un hecho doloso o culposo, ocasiona a
alguien un daño injusto, queda obligado al resarcimiento. Al respecto, el Art. 989 del Código Civil establece el
resarcimiento del daño causado por persona inimputable, al indicar que: "I. El resarcimiento del daño causado
por el menor de diez años o por el incapacitado de querer o entender, se debe por quien estaba obligado a la
vigilancia del incapaz, excepto si se prueba que no se pudo impedir el hecho. II. Si el prejudicado no ha podido
obtener el resarcimiento de quien estaba obligado a la vigilancia, el autor del daño puede ser condenado a una
indemnización equitativa."

La pretensión penal, lo mismo que la pretensión civil contienen requisitos específicos, los que a continuación
serán motivo de análisis particular.

II.1 REQUISITOS DE LA PRETENSION PENAL.

II.1.1 REQUISITOS SUBJETIVOS DE LA PRETENSION PENAL.

Según Gimeno Sendra: "Aún cuando dentro de los requisitos subjetivos de la pretensión penal puedan
distinguirse los atinentes al órgano jurisdiccional (en quien ha de concurrir la jurisdicción y la competencia), a
las partes acusadoras (que han de ostentar capacidad procesal y legitimación activa) y al acusado, el elemento
subjetivo determinante del objeto procesal es exclusivamente la persona del acusado"5.

Es por esta razón que la determinación e identidad del imputado son los elementos esenciales de la pretensión
penal, de tal modo que existen tantas pretensiones, como imputados existan, aún cuando la imputación se
funde en la comisión de un solo hecho punible. Según la normativa procesal penal ordinaria, la determinación
del imputado se verifica cuando a una persona se le atribuye la comisión de un delito. En efecto, el Art. 5 del
CPP establece que imputado es toda persona a quien se atribuya la comisión de un delito ante los órganos
encargados de la persecución penal, con el advertido de que el imputado puede ejercer sus derechos y
garantías constitucionales desde el primer acto del proceso; es decir, desde el momento en que es notificado
con la imputación formal.

La individualización del imputado constituye un elemento esencial de la pretensión penal, ya que desde el
primer acto del proceso (Art. 83 del CPP), pasando por la imputación formal (Art. 302 num. 1 del CPP) y

4 Ibid., pp. 208-209,


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culminando en la acusación propiamente dicha (Art. 341 num. 1 del CPP) el imputado debe ser identificado
por su nombre y datos personales.

Al respecto, el autor boliviano William Herrera Añez sostiene que la persona del acusado es el elemento
subjetivo determinante del objeto procesal penal, porque tiene que existir un imputado o parte pasiva contra
la que se dirige la pretensión penal. Según el nombrado autor, "para que se configure el elemento subjetivo
del objeto procesal, es imprescindible, entonces, que haya la parte pasiva o imputado, con capacidad que
solo ostentan las personas físicas, que tenga la aptitud necesaria para participar de modo conciente en el
juicio, comprender la acusación formulada y ejercer el derecho de defensa"6.

II.1.2 REQUISITOS OBJETIVOS DE LA PRETENSION PENAL.

Al margen de los requisitos subjetivos de la pretensión penal, Vicente Gimeno Sendra establece que existen
también requisitos o elementos objetivos, distinguiendo entre éstos a la fundamentación fáctica, la jurídica
y la petición.

A. LA FUNDAMENTACION FACTICA.

Según el mencionado autor, la fundamentación fáctica de la pretensión penal está determinada por la
atribución al acusado de la comisión de un hecho punible, y que "... a la hora de enjuiciar el hecho punible,
puede ser éste considerado desde dos perspectivas muy distintas: como acontecer histórico desligado de
toda valoración jurídica (teoría naturalista) o como subsumible en alguna norma del Código Penal (teoría
normativa)"7.
En opinión de Gimeno Sendra, el objeto procesal penal sólo puede ser determinado a partir de una adecuada
combinación de ambas tesis: el hecho punible ha de ser, en primer lugar, el hecho histórico, pero dicho
hecho, en segundo, ha de ser subsumible en tipos penales. Junto a la identidad subjetiva, el objeto del
proceso penal se integra también con la identidad objetiva o del hecho punible, entendido como hecho
histórico o natural que es un hecho anterior y externo al proceso, pero subsumible en un tipo penal..

Es en este entendido que en el ordenamiento procesal penal boliviano nadie puede ser condenado por un
hecho que no haya sido incorporado en la acusación; por lo que la emergencia de un nuevo hecho punible,
que sea distinto al que ha sido objeto de la primigenia acusación, puede dar lugar a la ampliación de la
acusación y provocar la suspensión del juicio común (Art. 348 del CPP). Esto tiene sentido si se considera
que el objeto del proceso no es una calificación jurídica, ni la cuantía de la pena pedida, sino un acontecer
histórico con relevancia jurídica: no es un crimen, sino un factum.

B. LA FUNDAMENTACION JURIDICA.

El inciso 4) del Art. 341 del CPP exige que la acusación contenga los preceptos jurídicos aplicables. Esto
implica que la acusación fiscal haga referencia al delito cometido, citando las normas pertinentes de la parte
especial del Código Penal.

Ahora bien, sobre la fundamentación jurídica -o título de condena, según Gimeno Sendra- existe la siguiente
interrogante: ¿Es vinculante para el órgano jurisdiccional la calificación jurídica del hecho, efectuada por las
partes acusadoras?. La respuesta es negativa y la expresa Cesar San Martín Castro indicando que la
acusación no tiene un poder de disposición sobre la calificación jurídica de la pretensión. El órgano

5. HERRERA AÑEZ, William: DERECHO PROCESAL PENAL (El nuevo proceso penal),
Edit. Universitaria, Santa Cruz de la Sierra-Bolivia, 1999, p. 118.
GIMENO SENDRA, Vicente y otros, Op. Cit. p. 210.
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jurisdiccional puede, sin alterar los hechos aducidos en el proceso, modificar el título de condena, inclusive
por uno más grave del que fue objeto de la acusación fiscal (...) siempre claro está que respete la
homogeneidad del bien jurídico y que la pena se encuentre dentro de los márgenes correspondientes al tipo
penal que resulta de la calificación jurídica de los hechos formulada en la acusación y debatida en el proceso.
Es de entender que si la nueva calificación introduce situaciones fácticas de modo sorpresivo, violaría el
derecho constitucional de defensa; el contradictorio no cabe sólo en los hechos, sino también en la
calificación jurídica8.

C. LA PETICION.

La petición de la pretensión penal siempre es de condena. Sin embargo, el Art. 341 del CPP boliviano no
contempla que el fiscal en su acusación precise el quantum de la pena a imponerse al imputado.

Al respecto, Gimeno Sendra dice que la pretensión penal se diferencia de la civil en que su petición no
constituye un elemento esencial de la pretensión y ello, porque en el proceso penal no rige el principio
dispositivo, sino todo al contrario, está presidido por el de la indisponibilidad de la pretensión que, junto con el
de la indivisibilidad del hecho punible, se erigen en las principales notas definitorias de la pretensión penal9.

II.1.3 REQUISITOS FORMALES DE LA PRETENSION PENAL.

A diferencia de lo que ocurre en el proceso civil donde el ejercicio de la acción y la interposición de la


pretensión se deducen simultáneamente en el memorial de la demanda, en el proceso penal esos actos
procesales pueden aparecer procedimentalmente distanciados. La acción penal se ejerce en el acto de
iniciación del proceso penal, en cambio, la pretensión sigue un proceso gradualmente secuencial.
Entonces, el primer grado secuencial que sigue la pretensión penal en el derecho procesal penal boliviano,
viene dado por la imputación formal que fundamenta el fiscal cuando estima que existen suficientes indicios
sobre la existencia del hecho y la participación del imputado, tal cual prevé el Art. 302 del CPP. Es por esto
que la nota característica de la imputación formal del Ministerio Público es que contiene -entre otros
aspectos- una calificación provisional del hecho imputado.

El segundo grado secuencial que sigue la pretensión penal se verifica a la conclusión de la etapa
preparatoria, cuando el fiscal, conforme prevé el numeral 1) del Art. 323 del CPP, presenta ante el juez o
tribunal de sentencia la acusación si estima que la investigación proporciona fundamento para el
enjuiciamiento público del imputado.

El Art. 329, concordante con el Art. 342 del CPP, establece que el juicio oral y público es la fase esencial del
proceso penal y se realiza sobre la base de la acusación. Entonces, la acusación delimita los alcances y el
objeto del debate y de la sentencia, así como también la actividad de las partes, en especial, el derecho de
defensa. Esto implica que una vez formulada la acusación del fiscal y presentada al órgano jurisdiccional, no
la puede variar o cambiar, salvo que presente el caso de la emergencia de nuevos hechos o circunstancias
que motiven una ampliación de la acusación con sujeción a lo previsto por el Art. 348 del CPP.

Ibid., p. 303.
GIMENO SENDRA, Vicente y otros: Op. Cit., p. 216.
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II.2 REQUISITOS DE LA PRETENSION CIVIL.

II.2.1 REQUISITOS SUBJETIVOS DE LA PRETENSION CIVIL.

Los sujetos procesales que participan del procedimiento para la reparación del daño, son fundamentalmente el
Juez de Sentencia, el demandante o actor civil en quien radica la legitimación activa y el demandado en quien
radica la legitimación pasiva.

El numeral 3) del Art. 53 del CPP dice: "Los jueces de sentencia son competentes para conocer la
sustanciación y resolución del procedimiento para la reparación del daño, cuando se haya dictado sentencia
condenatoria". En tal virtud, el Juez unipersonal de Sentencia es el competente para determinar la
responsabilidad civil.

De acuerdo al Art. 382 del CPP, concordante con el Art. 36 del mismo cuerpo de leyes, cuatro son los sujetos
legitimados para ejercer la acción civil: 1) El Ministerio Público. 2) El querellante. 3) la víctima que no haya
intervenido en el proceso penal, dentro de los tres meses de informada de la sentencia firme. 4) Los herederos
del damnificado, cuando éste haya fallecido.

Según el Art. 383 del CPP, son cuatro los sujetos en quienes recae la legitimación pasiva de la acción civil: 1)
El condenado. 2) Al que se le aplicó una medida de seguridad por inimputabilidad. 3) Al que se le aplicó una
medida de seguridad por semiimputabilidad. 4) El tercero que por previsión legal o relación contractual sea
responsable de los daños causados.

II.2.2 REQUISITOS OBJETIVOS DE LA PRETENSION CIVIL.

Los requisitos de la acción civil son, la fundamentación o causa petendi y la petición o petitum. Sin embargo,
corresponde hacer notar que el requisito objetivo de procedibilidad inexcusable para el ejercicio de la acción
civil lo constituye la existencia de una sentencia condenatoria firme o la existencia de una sentencia ejecutoriada
que imponga una medida de seguridad a un inimputable o a un semiimputable.

A. LA FUNDAMENTACION DE LA PRETENSION CIVIL.

En lo que respecta a la fundamentación, la pretensión civil se basa en la existencia de una infracción penal que
ha producido concretamente un daño patrimonial al agraviado. En tal sentido, lo decisivo es la perpetración de
conductas que según el Código Civil generan responsabilidad civil; y por tal motivo es que existiendo incluso
una causa de exención de responsabilidad penal -como es el caso de la inimputabilidad, que es eximente de
culpabilidad- no constituye un óbice para desconocer que el hecho típicamente antijurídico ha existido y que ha
sido causante de un daño efectivo. En tal virtud, dice Gimeno Sendra que aún cuando se absuelva al imputado
es posible -siempre que quede probada la existencia del acto antijurídico que ocasione la obligación de
indemnizar- la condena por responsabilidad penal.

B. LA PETICION.

La petición de la pretensión civil tiene dos características: 1) Está sometida, desde la perpectiva de la víctima, al
principio dispositivo (mientras que en el caso del Ministerio Público se trata de una pretensión de interposición
obligatoria, al tenor de lo previsto por el Art. 41 del CPP). 2) Es una pretensión reparatoria relacionada con la
obligación "de dar"; por lo que el responsable civil ha de restituir o reparar los bienes afectados e indemnizar
una cantidad de dinero.

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El principio dispositivo es propio del derecho civil y le faculta al actor a formalizar o no su reclamación por los
daños ocasionados y también le faculta a renunciar o desistir de la acción civiluna vez interpuesta la misma.

En tal sentido, el Art. 36 del CPP establece que la acción civil será ejercida sólo por el damnificado, contra el
autor y los partícipes del delito y, en su caso, contra el civilmente responsable. En cambio, el Art. 41 del CPP
prevé que la acción civil será ejercida obligatoriamente por el fiscal cuando se trate de delitos que afecten el
patrimonio del Estado y, subsidiariamente, cuando afecten intereses colectivos o difusos. En suma, la regla es
que sólo al damnificado le corresponde el ejercicio de la acción emergente de la comisión de un delito y,
excepcionalmente, le corresponde al Ministerio Público.

II.2.3 REQUISITOS FORMALES DE LA PRETENSION CIVIL.

A diferencia de lo que ocurre en el proceso penal, donde la pretensión penal no necesariamente coincide con el
ejercicio de la acción penal, en el procedimiento especial para la reparación del daño, el ejercicio de la acción
civil y la pretensión civil llegan a coincidir simultánemante a través del escrito de la demanda, la misma que
debe contener todos los requsitos de admisibilidad previstos en el Art. 384 del CPP.

También corresponde hacer notar que uno de los requisitos formales de admisibilidad de la acción civil es la
presentación -adjunta al escrito de la demanda de reparación del daño- de una copia autenticada de la
sentencia de condena o de la que impone la medida de seguridad.

III. LAS RESPONSABILIDADES EMERGENTES DE UN DELITO TRIBUTARIO.

El Art. 171 del Código Tributario establece que: "De la comisión de un delito tributario surgen dos
responsabilidades: una penal tributaria para la investigación del hecho, su juzgamiento y la imposición de las
penas o medidas de seguridad correspondientes; y una responsabilidad civil para la reparación de los daños y
perjuicios emergentes. La responsabilidad civil comprende el pago del tributo omitido, su actualización e
intereses cuando no se hubieran pagado en la etapa de determinación o de prejudicialidad, así como los gastos
administrativos y judiciales incurridos. La acción civil podrá ser ejercida en proceso penal tributario contra el
autor y los partícipes del delito y en su caso contra el civilmente responsable."

El correlato de esta disposición se halla en el Art. 191 del Código Tributario que dice: "Cuando la sentencia sea
condenatoria, el Tribunal de Sentencia impondrá, cuando corresponda: a) La privación de libertad. b) El comiso
definitivo de las mercancías a favor del Estado, cuando corresponda. c) El comiso definitivo de los medios y
unidades de transporte, cuando corresponda. d) La multa. e) Otras sanciones accesorias. f) La obligación de
pagar en suma líquida y exigible la deuda tributaria. g) El resarcimiento de los daños civiles ocasionados a la
Administración Tributaria por el uso de depósitos aduaneros y otros gastos, así como las costas judiciales. Las
medidas cautelares reales se mantendrán subsistentes hasta el resarcimiento de los tributos y los daños civiles
calificados."

Desde mi punto de vista, aquí empiezan a surgir aspectos disfuncionales con el Código de Procedimiento Penal,
ya que se ha atribuido al Tribunal de Sentencia la competencia de sustanciar y resolver no solo el juicio a
efectos de asignar una responsabilidad penal tributaria, sino también la competencia de asignar la
responsabilidad civil.

Es más, el Art. 184 del Código Tributario prevé expresamente lo siguiente: "En cumplimiento de lo establecido
en el Art. 43 del Código de Procedimiento Penal, los Tribunales de Sentencia en Materia Tributaria estarán
compuestos por dos jueces técnicos especializados en materia tributaria y tres jueces ciudadanos. Tanto los
Tribunales de Sentencia en Materia Tributaria como los Jueces de Instrucción en materia penal tributaria
tendrán competencia departamental y asiento judicial en las capitales de departamento."
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De lo anterior se puede constatar que los Jueces de Instrucción en materia penal tributaria y los Tribunales de
Sentencia en materia tributaria tendrían exclusiva competencia en la Jurisdicción Penal Tributaria, haciendo total
abstracción de los Jueces (unipersonales) de Sentencia -en igual materia- los que, sin embargo, sí están
previstos precisamente en el numeral 4) del Art. 43 del CPP aludido por el propio Art. 184 del CT. Entonces, a
título de "especificidades en el proceso penal tributario" se estaría vulnerando, en primera lugar, el principio del
juez natural contenido en el Art. 14 de la Constitución Política del Estado. En efecto, el Art. 14 de la CPE
establece la garantía fundamental de que: "Nadie puede ser juzgado por comisiones especiales o sometido a
otros jueces que los designados con anterioridad al hecho de la causa...". En tal virtud, habiendo el numeral 4)
del Art. 43, concordante con el numeral 3) del Art. 53 del CPP, previsto que los Jueces de Sentencia -que
admiten división de su competencia por razón de materia- son competentes para sustanciar y resolver el
procedimiento para la reparación del daño, es no solo incongruente, sino atentatorio a la garantía fundamental
del juez natural el hecho de que el Código Tributario haya asignado al Tribunal de Sentencia la competencia de
sustanciar y resolver la acción reparatoria civil conjuntamente con la acción penal y tributaria.

En segundo lugar, amerita indicar que el Código de Procedimiento Penal ha establecido la competencia de los
jueces de instrucción, de los Jueces de Sentencia y los Tribunales de Sentencia en observancia a un diseño
constitucional preconcebido para la preservación de los derechos y garantías de todo imputado. En efecto, en
cualquier procedimiento sancionatorio que tenga por resultado la imposición de una pena privativa de libertad a
un ciudadano se tiene que asumir y admitir que la pretensión penal es eminentemente principal y que la civil es
meramente accesoria.

Tan principal es la pretensión penal que el parágrafo IV. del Art. 16 de la CPE ha establecido la garantía de que:
"Nadie puede ser condenado a pena alguna sin haber sido oído y juzgado previamente en proceso legal; ni la
sufrirá si no ha sido impuesta por sentencia ejecutoriada y por autoridad competente. La condena penal debe
fundarse en una ley anterior al proceso y sólo se aplicarán las leyes posteriores cuando sean más favorables al
encausado." Este es el fundamento para que el CPP haya diseñado que primero debe ejecutoriarse la sentencia
condenatoria para después recién proceder a la reparación del daño emergente del delito.

Entiendo que, más bien, de la comisión de un delito tributario emergen no solo dos tipos de responsabilidad -
como lo ha establecido el Art. 171 del CT-, sino que surgirían las siguientes tres responsabilidades: la penal, la
tributaria y la civil. La penal para efectos de la imposición de una pena o de una medida de seguridad. La
tributaria para efectos del pago del tributo omitido o adeudado. La civil para la reparación de los daños y
perjuicios emergentes.

En tal sentido, dadas las "especificidades" propias de los ilícitos aduaneros, el Tribunal de Sentencia a tiempo
de condenar al sujeto activo del delito no debiera establecer el resarcimiento de los daños civiles ocasionados a
la Administración Tributaria por el uso de depósitos aduaneros y otros gastos, así como las costas judiciales,
porque ello importaría confundir lo principal (que es la responsabilidad penal y tributaria) con lo accesorio (que
es la responsabilidad civil), lo que tiene su implicancia disfuncional con el CPP, ya que además se privaría al
condenado de la posibilidad de que su caso sea sometido a un procedimiento especial de reparación de daños
civiles en el que tiene la posibilidad de someterse a una eventual conciliación o a una homologación de
acuerdos, lo que sería atentatorio al principio del debido proceso.

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III. PRINCIPIOS RELATIVOS AL OBJETO DEL PROCESO PENAL.

El profesor cubano Juan Mendoza Diaz identifica como principios relativos al objeto del proceso, el binomio
dicotómico legalidad-oportunidad; siendo también de marcada importancia el de contradicción y el principio
acusatorio. También serán objeto de análisis particular los principios de congruencia entre acusación y
sentencia y el denominado "iura novit curia".

III. 1EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD PROCESAL.

Debe entenderse al principio de legalidad procesal no como el referido al apotegma liberal esbozado por
Feuerbach en el clásico "nullum crimen, nulla poena sine lege praevia", sino como la obligación inexcusable que
tiene el Estado, en virtud del "ius puniendi" de perseguir todas aquellas acciones y omisiones que se encuentren
típicamente descritas en la parte especial del Código Penal para someterlas a consideración del órgano
jurisdiccional en busca de la imposición de la pena correspondiente.

Sobre el principio de legalidad procesal, el profesor cubano Juan Mendoza Diaz, en su libro "Lecciones de
Derecho Procesal Penal-Nuevo Código de Procedimiento Penal Boliviano", dice lo siguiente: "El principio de
legalidad, conocido también como principio de necesidad, se basa esencialmente en la obligación que le viene
impuesta al Estado de perseguir toda aquella conducta que revista características de delito según los elementos
de tipicidad contenidos en la legislación penal vigente, de forma tal que no es dable dejar a la voluntad de
ninguna institución o individuo los criterios de persecución, sino que ésta debe operar con carácter automático.
Mientras exista la norma penal que considere como delito una determinada acción u omisión, el órgano
represivo está en la obligación de perseguirlo; obligación que se extiende hasta el final del proceso, pues una
vez iniciada la investigación y conocimiento de un hecho presumiblemente delictivo, ninguna autoridad está
facultada para paralizar discrecionalmente el cauce procesal del asunto".

La Ley 1970 recoge el principio de legalidad procesal en el Art. 21, bajo el nomen iuris de "obligatoriedad" y
especifica que la Fiscalia tendrá la obligación de ejercer la acción penal pública en todos los casos que sea
procedente. Al respecto el Art. 6 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (Ley 2175 de 13 de febrero de 2001),
establece lo siguiente: "El Ministerio Público, bajo su responsabilidad, promoverá de oficio la acción penal
pública, toda vez que tenga conocimiento de un hecho punible y existan suficientes elementos fácticos para
verificar su comisión. El condicionamiento de la acción penal pública a instancia de parte, no impedirá al
Ministerio Público realizar los actos imprescindibles para conservar los elementos de prueba, siempre que no
afecten el interés de la víctima. La acción penal pública no se puede suspender, interrumpir o hacer cesar,
salvo en los casos y bajo las formas expresamente previstas por ley".

Para César San Martín Castro, son dos los principios vinculados con la persecución penal de los delitos: el
principio de oficialidad y el principio de legalidad; los que buscan responder a las siguientes dos preguntas
básicas del sistema procesal: ¿quién persigue el delito? y ¿bajo qué regulaciones se produce la persecución del
delito?.

Al respecto, Jürgen Baumann afirma que el principio de oficialidad significa que la persecución penal del hecho
punible constituye una obligación o un deber constitucional de un órgano público. No es necesario que persona
alguna lo impulse.10

En nuestro país, es el Ministerio -en virtud del Art. 124 de la CPE- que tiene por finalidad promover la acción de
la justicia, salvo en los casos de delitos de acción pública a instancia de parte y de los delitos de acción privada.

10
BAUMANN, Jürgen: Derecho Procesal Penal, Depalma, Buenos Aires, 1986, p.46.
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Por su parte, Gomez Orbaneja, dice que el principio de legalidad constituye el complemento imprescindible del
sistema de la acusación oficial y significa que el órgano de la acusación está obligado a ejercitar la acción por
todo hecho que revista caracteres de delito conforme a ley11 .

En tal sentido, el punto de vista del Ministerio Público ha de ser el de la ley, garantizando la igualdad de la
personas ante la ley, de suerte que cometido un delito, la justicia penal debe actuar inexcusablemente para
imponer el castigo correspondiente, conforme a las exigencias del ordenamiento jurídico.

III.1.1 LA CRISIS DEL PRINCIPIO DE LEGALIDAD PROCESAL.

Uno de los principios estructurales de la justicia penal que, en nuestro país y el resto de la región, ha contribuido
a la crisis del sistema penal ha sido precisamente el de la persecución penal pública obligatoria de los delitos.
En suma, lo que ha colapsado es la idea de que todo posible delito sea necesariamente investigado, juzgado y
sancionado.

La crisis de este principio constituye, a la vez, la expresión de la crisis de su sustento ideológico que se traducía
en la vigencia, fundamentalmente, de las teoría retributivas de la pena y del principio de igualdad ante la ley. En
efecto, lo evidente es que el principio de legalidad procesal tenía su sustento ideológico en las ya superadas
teorías absolutas o retributivas de la pena que entendían la pena como expiación o retribución del hecho
delictivo. Asimismo, existía la errónea creencia de que sí era posible que los órganos de persecución penal
apliquen el derecho penal en forma igualitaria y en todos los casos; lo que en términos de la realidad, se
demostró que ello era prácticamente irrealizable a través de la elocuente "cifra negra" de la criminalidad que
tiene la fuerza de avergonzar a cualquier operador de justicia penal. Al margen de ello, también constituyó un
óbice para el mismo principio de legalidad procesal (formal) la fuerte raigambre del principio de legalidad
sustantiva (material), según la cual era la ley (a través del legislador) y no la decisión particular de los órganos
(a través de los funcionarios públicos) de la persecución penal, que determinaba en los casos concretos, cuándo
una persona debía ser sometida a una pena. Desde esa perspectiva -según Bovino- el programa político-
criminal del Estado, en lo referido a las políticas concretas d persecución, sólo es aribución del poder legislativo,
y ningún espacio quedaría para el órgano estatal encargado de la persecución. Maier dice que también este
presupuesto puede ser criticado: " Piénsese, si no, cuál sería el resultado si exigiéramos que el resto de las
políticas a cargo del Estado (educativa, impositiva, sanitaria, etc.) estuvieran determinadas exclusiva e
íntegramente por el legislador y los órganos del poder ejecutivo encargados de su implementación no tuvieran
discrecionalidad alguna para actuar".12

III.2. EL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD.

Alberto Bovino explica que frente al reconocimiento de la imposibilidad fáctica de perseguir todos los delitos que
supone la vigencia del principio de legalidad procesal, surge el principio de oportunidad, según el cual, cuando
se toma conocimiento de hechos punibles, puede no iniciarse o suspenderse la persecución penal, por razones
de conveniencia, de utilidad o de asignación de recursos.

11
GOMEZ ORBANEJA, Emilio y HERCE QUEMADA, Vicente: Derecho Procesal Penal, 10a. ed.,
Artes Gráficas y Ediciones, Madrid, 1987, p.97.
12
BOVINO, Alberto: La suspensión del procedimiento penal a prueba en el Código Penal argentino,
Edit. Del Puerto, Buenos Aires, 2001, pp. 18-19.

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El principio de oportunidad se opone al de legalidad procesal, porque el órgano titular de la acción pública penal
está autorizado para ejercerla o no, determinando o no el sobreseimiento del imputado o truncando el juicio
penal ordinario o común. Al respecto, el profesor cubano Juan Mendoza Diaz dice que: "...en un ordenamiento
que esté informado por el principio de oportunidad la autoridad estatal a cargo de la persecución penal tiene
facultades para disponer o no el inicio de investigaciones ante el conocimiento de un hecho que esté tipificado
en la Ley penal como delito, pudiendo igualmente decidir sobre el destino de las investigaciones que se
encuentre en curso; en correspondencia con la amplitud de sus facultades discrecionales es que puede
hablarse de oportunidad en sentido estricto o de oportunidad reglada...".

El nombrado profesor manifiesta que se ha tratado de ver los orígenes del principio de oportunidad en el espíritu
practicista que impera en el proceso anglosajón en el cual es posible que ante la aceptación por parte del
acusado de los cargos que se le imputan, pueda llegar a una transacción con el Fiscal, sujeta a aprobación de la
corte, lo que se conoce como "plea bargaining" o "plea agreement" o "negotiated plea".

III.2.1. CONCEPTO DE PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD.

El tratadista Julio Maier define al Principio de Oportunidad como: "la posibilidad de que los órganos públicos, a
quienes se les encomienda la persecución penal, prescinden de ella, en presencia de la noticia de un hecho
punible o, inclusive de la prueba más o menos completa de su perpetración, formal o informalmente, temporal o
indefinidamente, condicional o incondicionalmente, por motivos de utilidad social o razones político-criminales" .
Por su parte, Claus Roxin señala: "Es la contraposición teórica del Principio de Legalidad, mediante la que se
autoriza al Fiscal a optar entre elevar la acción o abstenerse de hacerlo, archivando el proceso, cuando las
investigaciones llevadas a cabo conduzcan a la conclusión de que el acusado, con gran probabilidad ha
cometido un delito".

III.2.2. FUNDAMENTO UTILITARIO DEL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD.

"El fundamento del principio de oportunidad se resume en las consideraciones de utilidad pública o interés
social. Con ello se invoca la poca relevancia social que supone la comisión del hecho, la pronta reparación a la
víctima, la conveniencia de evitar efectos criminógenos de las penas privativas de libertad de corta duración, la
readaptación del delincuente al someterse voluntariamente a un proceso rehabilitador".

Este autor, agrega en los fundamentos, "contribuir a la consecución de la justicia material por encima de la
formal; favorecer al derecho a un proceso sin dilaciones indebidas; constituir un instrumento que permita llevar a
cabo un tratamiento diferenciado entre hechos punibles que deben ser perseguidos, y aquellos otros con un
mínimo de interés social y en los que la pena carezca de significación".

Se trata de casos en los cuales no existe un interés social de punición que pueden ser resueltos por los sujetos
de la relación procesal, sin poner en marcha el aparato judicial o dando por concluido el ya iniciado.

Este principio también tiene un fundamento de índole político. Su innovación legislativa obedece a la necesidad,
no de lucha contra la delincuencia sino de solucionar el problema de saturación de procesos penales.

Es uno de los caminos recomendados por el Consejo de Ministros de Europa en el ámbito del proceso penal,
que conjuntamente con la instauración de la investigación preliminar -sustitutivo de la Instrucción o sumario- y
con la incorporación de procedimientos simplificados, pretende superar los obstáculos que agobian al sistema
penal tradicional. La aplicación del Principio de Oportunidad encuentra fundamento entonces, en
consideraciones político-criminales de prevención especial, en tanto se espera que el imputado que se acoja a
estos criterios no vuelva a incurrir en alguna infracción penal.

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En el fondo, sostiene Sánchez Velarde "a favor de este principio están dos aspectos graves que caracterizan la
crisis de la Justicia Penal, la congestión procesal y la congestión penitenciaria, y tras ello la carencia de una
política judicial efectiva, la carencia de funcionarios especializados y el limitado presupuesto para la solución de
la crisis de la justicia penal.

III.2.3 SISTEMAS DE REGULACION DEL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD.

Doctrinalmente se distinguen dos sistemas de regulación del principio de oportunidad:

a) El sistema de Oportunidad Libre o Puro.

Este sistema es seguido por los países anglosajones como por ejemplo Estados Unidos. La característica
fundamental de este sistema es que el Fiscal ejerce la acusación luego de negociar con el acusado o su
representante legal sin sujetarse a ninguna regla preexistente.

Mediante este sistema, el Juez Penal se sustrae al conocimiento de los hechos, y su papel se limita a decidir
sobre los términos de una negociación libre que no ha controlado.

b)El sistema de Oportunidad Reglado.

Es propio de los países europeos (Alemania, Italia, Francia, Holanda, Portugal, España, etc.). El Código
Procesal Penal Peruano de 1991 y su proyecto de 1995 han asumido este sistema.
La característica de este sistema radica en que la ley prevé los supuestos sobre los cuales el Fiscal puede
declinar la persecución penal y decidirse por el archivamiento del caso. Un ejemplo de ello, son las normas
sobre arrepentimiento en los casos de terrorismo, por cuestiones de seguridad del Estado e incluso, de manera
general se observan también en las disposiciones de ejecución penal, en un afán de viabilizar la rehabilitación
del delincuente.

Este sistema que aparece como un sistema de transacción intraprocesal, como uno de tantos instrumentos
jurídicos modernos para obtener la celeridad procesal, es el que se halla más difundido, y en el que los
supuestos de aplicación son también más diversos. Por ejemplo, en algunos casos el Principio de Oportunidad
se basa en consideraciones relativas al hecho, ya sea a su mínima lesividad, antigüedad, poca relevancia, entre
otras. También se basa en consideraciones relacionadas con el autor, como su edad (juvenil o senil), o la
conveniencia de aplicar una medida de rehabilitación o tratamiento. Por último también obedece a
consideraciones como la relación entre el autor y el hecho o entre el autor y su víctima, así como el interés del
Estado.

La mayoría de la doctrina se inclina a reconocer el Principio de Oportunidad Reglado, pero considera que es
necesario el control jurisdiccional de la discrecionalidad del Fiscal. En todo caso se deben tener en cuenta los
siguientes presupuestos:
A. Aquellos casos que por razones de intrascendencia y eficacia práctica, permitan un desistimiento del
ejercicio de la acción penal, presupuestos que habrán de estar objetivados, seleccionados por el
legislador y fundamentados por el principio superior de una justicia rápida.
B. Aquellos casos en que por convenir a la reinserción social del imputado, el fiscal anticipando los
supuestos de su suspensión de la condena, pueda a sí mismo suspender una acusación sometiendo al
acusado a prueba y a ciertas condiciones o reglas de conducta, que de ser incumplidas provocarían un
reanudación de la persecución penal, en este caso más justificada en cuanto a comportamiento del
imputado revelaría su déficit de resocialización.

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III. 3 EL PRINCIPIO DE CONTRADICCION.

Este principio se construye, en concepto de Gimeno Sendra, sobre la base de aceptar a las partes del proceso
penal, acusadora u acusada, la posibilidad efectiva de comparecer o acceder a la jurisdicción a fin de poder
hacer valer sus respectivas pretensiones, mediante la introducción de los hechos que las fundamentan y su
correspondiente práctica de pruebas, así como cuando se le reconoce al acusado su derecho a ser oído con
caracter previo a la condena.13

Mediante este principio se garantiza que el debate se presente como una verdadera contienda entre partes. En
lo que al acusado respecta, este principio se presenta como la garantía constitucionalmente reconocida de que
nadie puede ser condenado si previamente no ha tenido la posibilidad de ser oído y vencido en juicio, lo que
importa para el acusado el reconocimiento de su derecho a resistir la imputación y el reconocimiento de un otro
principio que algunos autores han denominado "principio de audiencia".

Cesar San Martín Castro dice que la contradiccción exige: 1. la imputación; 2. la intimación; y 3. el derecho de
audiencia. En tal sentido, para que el imputado pueda defenderse es imprescindible la imputación, la cual
importa una relación clara, precisa y circunstanciada de un delito formulada por el Ministerio Público. Esta
imputación debe ser conocida por el procesado -que es lo que se denomina intimación-, quien además debe
tener el derecho de audiencia.

El principio de contradicción, conocido también como "principio de bilateralidad de la audiencia o bilateralidad


del debate" se materializa cuando ambas partes en el proceso (acusador y acusado) pueden comparecer para
hacer valer sus respectivas pretensiones, proponer pruebas y realizar todos los actos procesales que estimen
pertinentes en aras del derecho alegado.

III.4 EL PRINCIPIO ACUSATORIO.

El principio acusatorio es aquel que determina la forma mediante la cual se realizará el proceso y el papel que
jugarán en el mismo los diferentes sujetos intervinientes. Este principio indica la distribución de roles y las
condiciones en que se debe realizar el enjuiciamiento del objeto procesal penal. Por eso es que Baumann decía
que se entiende por "principio acusatorio" aquel según el cual no ha de ser la misma persona quien realice las
averiguaciones y decida después al respecto. La división de roles impide la parcialidad del órgano jurisdiccional,
pues la función persecutoria: investigación y acusación se encuentra en el Ministerio Público.

José María Asencio Mellado señala que el principio acusatorio tiene tres características: 14

1. Ejercicio y mantenimiento de la acusación por un órgano distinto al Juez. Rige la máxima "ne procedat iudex
ex officio".

2. la división del proceso en dos fases y las tareas propias de cada una de ellas de investigación y decisión
respectivamente, han de ser conferidas a órganos diferentes con el fin de evitar un probable y posible
prejuzgamiento por parte del juez sentenciador. Rige la máxima de la "prohibición de la identidad entre instructor
y decisor".

13
GIMENO SENDRA, Vicente: Derecho Procesal Penal, op. cit., p. 56.
14
ASENCIO MELLADO, José María: Principio acusatorio y derecho de defensa en el proceso penal;
Edit. Trivium, Madrid, 1991, pp.17-27.

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3. Relativa vinculación del órgano jurisdiccional a las pretensiones de las partes en atención a la acusación
fiscal. La vinculación del órgano jurisdiccional es de caracter temática, es decir, al hecho penalmente
antijurídico, de suerte que el juez no está obligado a aceptar el título de condena ni la petición de pena, aunque
la desvinculación no alcanza a los hechos imputados, que han de permanecer inmutables, sino a la calificación
jurídico-penal siempre que respete el bien o interés jurídico vulnerado.

Al respecto, el profesor Juan Mendoza Diaz indica que lo que en la actualidad se discute, en el marco del
principio acusatorio, es lo relativo al papel que los distintos sujetos juegan en la fijación del objeto del debate.
Así, la doctrina coincide en apuntar que los temas actuales en debate son los siguientes:
a) Delimitación de los órganos que realizarán la investigación y el juicio oral.
b) Imposibilidad de que exista juicio oral sin acusación.
c) Correlación entre acusación y sentencia.
d) Prohibición de la reformatio in peius.

IV. EL PRINCIPIO DE CONGRUENCIA ENTRE LA ACUSACION Y LA SENTENCIA.

Son dos los principios que rigen la sentencia en materia penal: el de la congruencia o correlación entre
acusación y sentencia y el denominado "iura novit curia"15.

El principio de congruencia entre acusación y sentencia es una derivación obligada de la vigencia del sistema
acusatorio. En realidad, esta congruencia tiene que verificarse entre la acusación y la parte resolutiva de la
sentencia, cuya finalidad es posibilitar el ejercicio del derecho de defensa. La correlación puede ser subjetiva y
objetiva.

La congruencia o correlación subjetiva tiene directa relación con la regla de que nadie puede ser condenado
sin antes haber sido acusado; por ello no habrá congruencia si en el fallo judicial se condena a una persona
que no ha sido previa y formalmente acusada por el fiscal. En tal virtud, la imputación formal (Art. 302 del CPP)
y la acusación (Art. 341 del CPP) del Ministerio Público deberán necesariamente fijar en el proceso penal la
legitimación pasiva; es decir la determinación subjetiva del imputado para que éste tenga derecho a conocer, sin
lugar a dudas, la acusación formulada contra él.

Sobre la correlación entre acusación y sentencia, el autor español Francisco Ramos Méndez
en su libro El Proceso Penal, Sexta Lectura Constitucional, José Ma. Bosch, Editor-Librería Bosch, S.
L., Barcelona-España, 2000, pp. 270-271, dice que la filosofía del juicio oral descansa en el hecho de
que exista una acusación previa, de la que deben ser informadas las partes acusadas para permitirles
ejercitar el derecho de defensa. Ello exige, a la hora de sentenciar, que la resolución judicial respete
los términos del debate y ajuste a ellos sus pronunciamientos. Según Francisco Ramos Méndez, desde
la perspectiva constitucional se podrían sentar los siguientes postulados: a) No son relevantes, a
efectos de incongruencia, las resoluciones del Tribunal que beneficien al acusado como la sentencia
absolutoria, la imposición de pena inferior a la de la acusación y la apreciación de circunstancias que
reducen la pena. No así la apreciación de oficio de circunstancias agravantes, lo que debe llevar a la
revisión de la postura del Tribunal Supremo. Sería relevante, en cambio, la incongruencia entre la
motivación y el fallo porque con ello no se obtiene una resolución fundada en derecho. También es
relevante la condena por un delito distinto del que haya sido objeto de acusación, cuando éste conlleve
una diversidad del bien jurídico protegido o mutación sustancial del hecho enjuiciado. b) Tampoco es
relevante a efectos de la congruencia, la opción por el grado de pena que pueda hacer el Tribunal,
siempre que con ello no se pene un delito más grave del que es objeto de acusación. c) Se produce
incongruencia por defecto cuando no se resuelva en ella sobre todos los puntos que hayan sido objeto
de la acusación y defensa. d) Existirá incongruencia por exceso cuando se pene un delito más grave
que el que haya sido objeto de la acusación.
Curso: Justicia Penal Aduanera 15
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La congruencia o correlación objetiva se refiere a que nadie puede ser condenado por un hecho distinto al
atribuido en la acusación; por ello, no existirá congruencia si en el fallo judicial se condena a una persona por
un hecho histórico distinto al comprendido en el ámbito de la acusación. Es por esta razón que la imputación
formal y la acusación del Ministerio Público deben contener no sólo la descripción del hecho histórico, sino
también la calificación jurídica que pudiere corresponder, según el criterio de la Fiscalía. Llegar a condenar a
una persona por otros hechos no contemplados en la acusación implica la violación de una de las garantías
principales del proceso penal -el principio acusatorio- inserta en el parágrafo IV del Art. 16 de la Constitución
Política del Estado, porque implicaría que al imputado se le ha reprochado penalmente por un hecho sobre el
cual no se le ha oído defenderse. En consecuencia, existe vulneración del principio acusatorio y, por ende de la
garantía constitucional cuando en sentencia se condena al imputado por un hecho punible que no ha sido objeto
de la acusación16.

Como dice el profesor cubano Juan Mendoza Díaz, uno de los aspectos más controvertidos que importa la
aplicación del principio acusatorio al proceso penal es el relativo a la congruencia entre la acusación formulada y
la decisión que el órgano jurisdiccional debe acordar; por lo que dice -siguiendo a Gimeno Sendra- que el
debate se centra en la posibilidad de movimiento que puede tener el órgano jurisdiccional con relación al
contenido de los hechos, calificación y pena que ha sido solicitada por la acusación, que es lo que la doctrina
conoce como correlación objetiva entre la acusación y la parte penal dispositiva de la sentencia17.

Mendoza Díaz dice que este tema está matizado por diferentes posiciones doctrinales que no resultan
coincidentes, ya que la primera de las posturas que él identifica es la de los que defienden que la congruencia
entre acusación y sentencia es la que necesariamente debe darse en lo que constituyen los aspectos objetivos
del debate, que no son otros que los hechos que han sido la base de la acusación, no así los aspectos
relacionados con la calificación, en los que impera el principio de iura novit curia, que hacen que el Tribunal no
debe hacer depender su criterio necesariamente del delito calificado por la Fiscalía, sino que está sujeto al
apego a la norma, según su propio criterio de calificación18.

Según Vicente Gimeno Sendra, el Tribunal Constitucional Español, se pronunció unánimemente


afirmando que la doctrina de la congruencia es perfectamente compatible con el principio tradicional
iura novit curia. Por tal razón, no existe indefensión ni vulneración del acusatorio, si el hecho
histórico fue descrito en el escrito de calificación provisional, aún cuando las partes acusadoras, en
sus calificaciones definitivas, y el tribunal en su sentencia, modifique el título de condena sobre ese
mismo hecho, siempre y cuando el bien jurídico vulnerado permanezca él mismo, o, dicho en otras
palabras, cuando ambos delitos sean homogéneos. Pero si dicho cambio de calificación entraña
violación de dos distintos bienes o intereses protegidos de carácter heterogéneo (v.gr. se califica
provisionalmente como "tráfico de estupefacientes" y en las conclusiones y Sentencia se pena por
"delito de contrabando), puede o no provocar indefensión. El Tribunal Constitucional ha admitido
expresamente esta posibilidad, y por tanto, ha estimado el amparo en diversas sentencias. Por el
contrario existirá una manifiesta vulneración del acusatorio, si las partes acusadoras, en sus
calificaciones definitivas, ampliaran su acusación a nuevos hechos, sobre los que no ha recaído prueba
en el juicio oral. (pág. 88 y 89).
MENDOZA DIAZ, Juan: Op. Cit., p. 83.
La posición de MONTERO con relación a este particular es contundente, distinguiendo al proceso
penal del civil, para afirmar que la vigencia del principio del iura novit curia está acrecentado en el
proceso penal, de tal suerte que teóricamente se podría dar el caso de que se imputara un hecho sin
necesidad de que se planteara la calificación jurídica del mismo, pues el hecho es el que constituye el
verdadero fundamento objetivo de la imputación. Para afianzar su punto de vista MONTERO coloca
el ejemplo de que en la vida real un mismo hecho puede derivar distintas interpretaciones jurídicas y
lo que posibilita que una vez juzgado y obtenida una sentencia se dé el efecto de la cosa juzgada, es
precisamente la identidad en cuanto al hecho y no su calificación; si aceptáramos lo contrario -dice el
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Según Mendoza Díaz, la otra posición es partidaria de la existencia de una absoluta congruencia entre el
contenido de la pretensión punitiva y la sentencia; considerando como objeto no sólo a los hechos sino al
universo de cuestiones que resultan inmutables y que abarca a la calificación y la pena19.

En suma, existen posiciones divergentes sobre el tema de la congruencia entre acusación y sentencia; pero, la
eventual solución para resolver esta incógnita tiene que ver con la certidumbre de saber identificar el objeto del
proceso penal.

mencionado autor- nos encontraríamos ante la situación de que una vez juzgado un caso y lograda una
sentencia absolutoria, si lo anterior no fuera definitorio se podría volver nuevamente a ejercitar la
acusación, planteando que no existe identidad en cuanto a la calificación del hecho controvertido.

Para Mendoza Díaz, resulta ilustrativo mostrar el criterio del Tribunal Supremo Español, que enarbola
la posición contraria a lo que parte de la doctrina considera y que fue expuesto en los párrafos
anteriores. Según el criterio del Supremo español: "El sistema acusatorio que informa el proceso penal
español (...) exige que exista la debida correlación entre la acusación y la Sentencia, de forma tal que
la defensa del imputado tenga oportunidad de alegar, proponer pruebas y participar en su práctica y en
los debates habiendo conocido con antelación suficiente aquello de que se le acusa, y sin que la
Sentencia de modo sorpresivo pueda condenar por algo de lo que antes no se acusó y respecto de lo
cual consiguientemente no pudo articularse la estrategia exigida por la Ley en garantía de la posición
procesal del imputado. La acusación ha de ser precisa y clara respecto del hecho y del delito por el
que se formula y la Sentencia a de ser congruente con tal acusación sin introducir ningún elemento
nuevo del que no hubiera existido antes posibilidad de defenderse. Pero esto no quiere decir que
todos los elementos que ha de contener un escrito de calificación de la parte acusadora (...) sean
igualmente vinculantes para el Juzgado o Tribunal que ha de sentenciar. De tales elementos sólo dos
tienen eficacia delimitadora del objeto del proceso, y, en consecuencia, capacidad para vincular al
Juzgado en aras de la necesaria congruencia. Por un lado, el hecho por el que se acusa, es decir, el
conjunto de elementos fácticos en los que se apoya la realidad o clase de delito, el grado de perfección
del mismo, la participación concreta del inculpado, las circunstancias agravantes sean genéricas o
constitutivas del tipo, y, en definitiva, todos aquellos datos de hecho de los que ha de depender la
específica responsabilidad penal que se imputa. Esa base fáctica de la acusación vincula al Tribunal
de modo que éste no puede introducir en la Sentencia ningún hecho nuevo en perjuicio del reo que
antes no figurase en la acusación. (...) El otro elemento vinculante para el Tribunal es la calificación
jurídica hecha por la acusación. La clase de delito, si éste fue o no consumado, el grado de
participación del acusado y las circunstancias agravantes han de estar recogidas en la acusación, de
modo que en la Sentencia no puede condenarse más gravemente que lo que legalmente corresponda
conforme a todos esos elementos concretados por los acusadores. No se puede condenar por un delito
distinto, ni se puede apreciar en la Sentencia un grado de perfección o de participación más grave, ni
apreciar una circunstancia de agravación no pedida, salvo supuestos de homogeneidad entre lo
solicitado por los acusadores y lo recogido por el Tribunal, que supongan tal semejanza que impida la
posibilidad de indefensión, porque todos los puntos de la Sentencia pudieron ser debatidos al haber
sido contenidos en la acusación. Estos dos componentes de la acusación, el conjunto de elementos
fácticos y su calificación jurídica conforman el hecho punible que constituye el objeto del proceso
penal, el cual sirve para delimitar las facultades del Tribunal en orden a la determinación de la
correspondiente responsabilidad criminal, porque si se excediera de los límites así marcados
ocasionaría indefensión al imputado que no habría tenido oportunidad para alegar y probar en contra
de aquello por lo que antes no había sido acusado y luego resulta condenado".

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Si se parte del supuesto de que el objeto del proceso, es el hecho histórico, entonces, éste es el único aspecto
que no puede ser modificado o alterado; por lo que el tribunal tendría libertad para efectuar la calificación
jurídica e imponer la sanción de acuerdo a su convicción, los antecedentes del caso y la ley.

En cambio, si se parte de la premisa de que el objeto del proceso penal está constituido por el conjunto de
elementos que integran la pretensión penal del Ministerio Público, caracterizados por la tríada: hechos,
calificación jurídica y pena, habría que admitir que el tribunal está sometido a la pretensión penal de las partes
acusadoras, y por ende, vinculado incluso a errores negligentes en la percepción y relato de los hechos, en la
labor mental y técnica de encuadrar los hechos al derecho y en la petición de la pena a imponerse al imputado.

En lo que respecta al principio de congruencia en la legislación procesal penal boliviana, el Art. 362 del CPP
prevé de manera expresa que el imputado no podrá ser condenado por un hecho distinto al atribuido en la
acusación o su ampliación. Este artículo, aunque lacónico en su formulación, da la única pauta para afirmar que
el principio de congruencia así establecido se adscribe a la posición doctrinal de que el juez o tribunal de
sentencia puede ampararse en el principio iura novit curia a tiempo de pronunciar la correspondiente sentencia,
ya que lo único inamovible, inmodificable e imperturbable es el hecho histórico y fáctico que constituye el objeto
del proceso en el sistema procesal penal boliviano; por lo que el juez o tribunal de sentencia estaría en libertad
de efectuar la calificación jurídica que creyere la más adecuada para subsumir el hecho juzgado al tipo penal
adecuado.

El primer párrafo del Art. 342 del Código de Procedimiento Penal establece que el juicio se podrá abrir sobre la
base de la acusación del fiscal o la del querellante indistintamente. En tal sentido, debe quedar claro que la
acusación delimita los alcances y el objeto del debate y de la propia sentencia, así como la actividad de las
partes, en especial el derecho de defensa de la parte imputada

En efecto, según opinión doctrinal del autor español Vicente Gimeno Sendra, la acusación fiscal tiene las
siguientes cinco características esenciales:
1. La acusación es un acto de postulación que asiste al Ministerio Público.

2. Su contenido esencial consiste en la deducción de la pretensión penal, como objetivo principal, y de la


pretensión civil, como objetivo accesorio.

3. La formulación de la acusación integra el objeto del proceso penal. Esta última noción, como se sabe,
consiste en una petición de pena, basada en un título de condena y fundamentada en la presunta comisión de
un delito de caracter histórico por una persona que tiene la calidad de inculpada. Sus elementos son de caracter
subjetivo y objetivo. Desde el punto de vista subjetivo, la acusación requiere que el acusado esté debidamente
individualizado. Desde el punto de vista objetivo, corresponde indicar que: a) el órgano jurisdiccional no está
vinculado al monto de la pena pedida por el fiscal, pues puede imponer la pena dentro del límite legal del tipo
penal corrrespondiente; b) el órgano jurisdiccional sí está vinculado al título de condena, aunque no de manera
absoluta, pues puede modificar la calificación jurídico-penal del hecho siempre que no incorpore nuevos hechos
y exista identidad de bien jurídico vulnerado entre el delito objeto de acusación y el delito objeto de condena; c)
el órgano jurisdiccional debe respetar los hechos objeto de acusación donde la fundamentación fáctica de la
pretensión punitiva es esencial, pues en aras del respeto al derecho de defensa y al principio acusatorio no
puede extender su conocimiento a nuevos u otros hechos que no han sido objeto de calificación y de prueba.
4. El escrito de acusación fiscal importa una calificación provisional. Ello significa que, luego del acto oral, el
fiscal puede: a) sii considera que el hecho delictivo es más graveque el que fue objeto de acusación escrita,
formular acusación ampliatoria, previa autorización judicial; y b) pedir aumento o disminución de la pena
solicitada en la acusación escrita.

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5. La acusación fiscal tiene como función determinar el tema de la prueba; es decir que sobre los hechos
afirmandos en la acusación debe versar la actividad probatoria en el juicio oral, donde la regla de la pertinencia
es de cumplimiento insoslayable. Será pertinente aquello que verse sobre los hechos afirmados por la
acusación y por la defensa, en tanto exista relación con la resolución de apertura de juicio. En
tal virtud, el Juez o Tribunal de Sentencia no puede valorar otros hechos fácticos que no sean los contenidos en
la propia acusación, porque lo contrario importaría incurrir en inobservancia de las reglas relativas a la
congruencia entre la sentencia y la acusación lo que, a su vez, implicaría un defecto de Sentencia que habilitaría
a la interposición de la apelación restringida, al tenor de lo previsto por el numeral 11) del Art 370 del Código de
Procedimiento Penal.

Este criterio asumido por el Tribunal también se encuentra sustentado por la opinión doctrinal del tratadista
alemán Claus Roxin (Derecho Procesal Penal: Edit. del Puerto; Bs. Aires, 2001; págs. 159,163, 337), quien
afirma que el término técnico "objeto del proceso" se refiere únicamente al "hecho descrito en la acusación", por
lo que el objeto de la sentencia es el hecho designado en la acusación como se presenta, según el resultado del
debate. Para Roxin uno de los efectos de la promoción de la acusación es que queda establecido el objeto del
proceso; esto es la cognición y la decisión judiciales se extienden sólo al hecho descrito en la acusación y a las
personas imputadas por ella. Es lo que Roxin denomina la "vinculación temática del Tribunal".

Claus Roxin sostiene que este efecto de la promoción de la acción es muy importante, porque: a) La vinculación
temática del Tribunal es una consecuencia del principio acusatorio: por principio, el juez sólo puede ocuparse de
hechos y de personas que previamente han sido acusadas ante él; b) Se debe proteger al imputado de que el
tribunal extienda arbitrariamente la cognición. Estableciendo el objeto del proceso se pretende evitar abusos
como los que han sido conocidos en los procesos inquisitivos antiguos; c) Por "hecho", no se debe comprender
un determinado tipo legal o el recorte de circunstancias sometidas por la fiscalía, sino todo el acontecimiento de
la vida descrito previamente en la acusación; d) También es consecuencia del principio acusatorio que el
acontecimiento de la vida sometido al tribunal por la fiscalía debe ser perfilado lo más detalladamente posible.
Según Roxin, una descripción del hecho incompleta representa un impedimento procesal. En tal virtud, dicha
"vinculación temática" implica que la acusación tiene los siguientes efectos:
1. Delimita los alcances y el objeto del debate y de la propia sentencia.
2. Delimita los alcances y el objeto de la actividad probatoria de las partes.
3. Delimita los alcances y el objeto del derecho de defensa de los imputados.

V. El PRINCIPIO "IURA NOVIT CURIA".

Si convenimos en que el Tribunal juzga hechos y no precisamente calificaciones jurídicas, el órgano


jurisdiccional no estaría vinculado, en su decisión final, a la calificación efectuada por las partes acusadoras.

Pero el problema de la calificación fuera de los cauces establecidos por las partes podría, eventualmente,
afectar no sólo al derecho de defensa del imputado, sino también las espectativas de las partes acusadoras. En
efecto, una calificación distinta incluye de forma necesaria la introducción de temas jurídicos que no han sido
discutidos por las partes y, en algunos casos, puede introducir elementos fácticos distintos a aquellos que
fueron acusados y probados en el proceso; si es así, las partes se encontrarían en la sentencia con una
condena o incluso una absolución de las que no han podido discutir en contradicción todos sus elementos
jurídicos y quizá fácticos, aunque salvaguardando el principio general de que no cabe condena con pena
superior a la solicitada por la calificación más grave de las producidas en el juicio.

V.1 EL HECHO TÍPICO Y LA HOMOGENEIDAD DEL BIEN JURIDICO LESIONADO.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que no todo acontecimiento histórico interesa al proceso penal, sino
únicamente los hechos típicos; es decir aquellos sucesos antijurídicos que se encuentran descritos en la Parte
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Especial del Código Penal. Es de hacer notar que en el ordenamiento procesal penal boliviano, una vez recibida
la acusación el juez o tribunal de sentencia puede ejercer -entre otros- el control sobre la calificación jurídica
atendiendo al principio del iura novit curia, en virtud del cual el juez o tribunal eventualmente podrían cambiar
la calificación jurídica de los hechos acusados por el fiscal o por el querellante pero en ningún caso podría incluir
otros hechos que no sean los contemplados en alguna de estas acusaciones. Al respecto, el Art. 342 del CPP
dispone que cuando la acusación fiscal y la acusación particular sean contradictorias e irreconciliables, el
tribunal precisará los hechos sobre los cuales se abrirá el juicio; pero que en ningún caso el juez o tribunal podrá
incluir hechos no contemplados en alguna de las acusaciones. El principio del iura novit curia puede también
ser aplicado por el juez o tribunal a tiempo de dictar la correspondiente sentencia, ya que pueden adjudicar al
hecho acusado una calificación jurídica distinta a la formulada en la acusación.

Vicente Gimeno Sendra manifiesta que en aras de la protección del derecho de defensa que podría resultar
vulnerado ante sorpresivos cambios de calificación jurídica, se impone una limitación al iura novit curia en
sentido de que el tribunal puede modificar la calificación jurídica sustentada por la acusación siempre y cuando
la nueva subsunción jurídica del hecho corresponda a normas penales tuteladoras de bienes jurídicos
homogéneos, lo que equivale a decir que en sentencia no podría condenarse por delito distinto cuando éste
conlleve una diversidad del bien jurídico protegido.

Según Gimeno Sendra, "el objeto procesal penal viene exclusivamente determinado por la identidad subjetiva
(o del imputado...), la identidad objetiva (o la del hecho punible...) y la homogeneidad del bien jurídico. Pero,
junto a tales requisitos, también se exige(...) que en el escrito de acusación se haya de reflejar "la calificación
legal de los mismos hechos, determinando el delito que constituyan", con lo que surge la pregunta consistente
en determinar en qué medida, y con independencia de la homogeneidad o heterogeneidad del bien jurídico, la
calificación legal integra o no el objeto del proceso penal"20.

Para este autor español, desde un punto de vista estrictamente constitucional, la respuesta a dicha cuestión es
negativa, razón por la cual nunca pueden trasladarse a través del recurso de amparo vulneraciones a
eventuales vinculaciones a la calificación jurídica que no se reduzcan a la doctrina de la homogeneidad del bien
jurídico. Dicha doctrina ha emanado del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo español que exigen -en
virtud a la máxima iura novit curia- que los cambios en la calificación del hecho punible respeten la identidad u
homogeneidad del bien jurídico protegido por el ordenamiento sustantivo, de tal modo que, en aras de la
protección del derecho de defensa (que podría ser vulnerado ante sorpresivos cambios de calificación jurídica),
se impone la siguiente limitación al iura novit curia: el tribunal puede modificar la calificación jurídica sustentada
por la acusación siempre y cuando la nueva subsunción jurídica del hecho corresponda a normas penales
tuteladoras de bienes jurídicos homogéneos.

En la normativa boliviana, los conceptos de identidad subjetiva e identidad objetiva se traducen en los incisos 1)
y 2) del Art. 341 del CPP, mientras que el concepto de homogeneidad del bien jurídico se vislumbra inserto,
aunque no de modo explícito, en el Art. 348 del mismo cuerpo legal.

Según lo previsto por el inciso 4) del Art. 341 del CPP, la acusación contendrá los preceptos jurídicos aplicables;
lo que significa que la acusación debe reflejar la calificación legal del hecho que será sometido a juicio. Sin
embargo, como dice Gimeno Sendra, "... a los efectos de la determinación de la pretensión, la calificación
jurídica del hecho enjuiciado no constituye, en principio, un elemento esencial alguno. También rige en el
proceso penal la máxima iura novit curia, por lo que el órgano jurisdiccional es dueño de la individualización y
aplicación al hecho de las pertinentes normas del Código Penal..."21.

Ibid., p. 213.
En: SAN MARTIN CASTRO, Cesar: Derecho Procesal Penal, Vol. I, Edit. Jurídica Grijley, Lima-
Perú, 2001, p. 302.
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Para César San Martín Castro, la exigencia de que el juez se base en una misma situación fáctica es absoluta.
Sin embargo, la potestad que se le reconoce de poder subsumir el hecho objeto de acusación en una norma
jurídico penal distinta a la propuesta por las partes, está severamente limitada22. Según San Martín Castro,
existen dos requisitos que deben cumplirse para la desvinculación normativa:
1. El juez debe respetar, en los cambios que formula, la homogeneidad del bien jurídico protegido por la ley
penal. Entre el delito objeto de calificación fiscal y el delito precisado en la sentencia debe haber, como
elemento común o identificador, la homogeneidad del bien jurídico tutelado por la norma jurídico penal. Por
tanto, no puede condenarse por un delito distinto cuando éste conlleve una diversidad del bien jurídico
protegido.
2. El juez, asimismo, está autorizado a cambiar la calificación jurídica propuesta por el fiscal, cuando obedece a
un simple error de la acusación fácilmente constatable por la defensa23.

SAN MARTIN CASTRO, Cesar: Op. Cit., p. 302.


Ibid., pp. 302-303.
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