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© Julio Bordas Martínez, Jose Carlos Baeza López y Carmen Alba Figuero.
Con la colaboración del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior
ISBN: 978-84-362-6154-7
Depósito legal: M-13.513-2011
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Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
ÍNDICE
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Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
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Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
1
LA VIABILIDAD DE LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA
La Sociología es la ciencia que aplica el método científico para conocer «la estruc-
tura, los procesos y la naturaleza de la sociedad humana en general»1 con la intención de
explicar y predecir los fenómenos sociales, dentro de un contexto histórico determinado y
«a partir de marcos teóricos interpretativos adecuados y de conceptos analíticos perti-
nentes»2, de forma que el conocimiento así obtenido sea comprobable empíricamente, aun-
que su verificación descanse en la imposibilidad de su falsación en lugar de su verificación
experimental, por cuanto que los fenómenos sociales no son susceptibles de ser estudiados
en condiciones caeteris paribus3, dado el carácter humano e histórico de los mismos.
El objeto material de la Sociología es, pues, la sociedad, y dicho objeto nos permite
distinguir entre ciencias naturales y ciencias sociales.
Como señala Giddens:
Igual que el resto de las «ciencias» sociales, la Sociología es una disciplina cien-
tífica en el sentido de que implica métodos de investigación sistemáticos, el análisis de
datos y el examen de teorías a la luz de la evidencia y de la discusión lógica. El estudiar
seres humanos, sin embargo, es diferente de observar los sucesos del mundo físico, y
ni el marco lógico ni los descubrimientos de la Sociología pueden entenderse adecua-
damente desde las comparaciones con la ciencia natural.4
En este sentido resulta ilustrativa la distinción que realiza Piaget entre Biología y So-
ciología:
La diferencia entre la explicación sociológica y la explicación biológica (estriba
en que) mientras que ésta (la biología) se ocupa de las transmisiones internas hereda-
das y de los caracteres determinados por ellas, la explicación sociológica se ocupa de
las transmisiones exteriores o interacciones externas entre individuos (...). Así es como
explicará por qué la mentalidad de un pueblo depende mucho menos de su raza que de
su historia económica, del desarrollo histórico de sus técnicas y de sus representacio-
1
S. Giner: Sociología, Ed. Península, Barcelona, 1971, p. 10.
2
J. F. Tezanos: La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, Ed. UNED, Madrid, 1996, p. 33.
3
M. Beltrán: «Cinco vías de acceso a la realidad social» en: M. G. Ferrando, J. Ibáñez y F. Alvira: El análisis de la rea-
lidad social: Métodos y técnicas de investigación, Ed. Alianza, Madrid, 2000, p. 38.
4
A. Giddens: Sociología, Ed. Alianza, Madrid, 1991, p. 55.
5
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nes colectivas (...). Así es, por otra parte, como los aspectos biológicos del fenómeno de-
mográfico están estrechamente subordinados al sistema de valores.5
De este modo, los vínculos sociales: «no pueden reducirse a relaciones entre inter-
subjetividades animadas de intenciones o motivaciones, porque ellas se establecen entre
condiciones y posiciones sociales y tienen, al mismo tiempo, más realidad que los sujetos
que ligan».7
Si Piaget evidenciaba las diferencias entre las ciencias naturales y las Ciencias So-
ciales comparando la Biología con la Sociología; Elster ejemplifica las diferencias dentro
de las Ciencias Sociales comparando la Economía con la Sociología. En este sentido se-
ñala que
... una de las más persistentes divisiones registradas en las ciencias sociales es la opo-
sición de dos líneas de pensamiento convenientemente asociadas con Adam Smith, por
una parte, y con Emile Durkheim, por otra; se trata del homo aeconomicus y del homo
sociologicus. Se supone que el primero de ellos está guiado por la racionalidad instru-
mental, en tanto que la conducta del segundo está dictada por normas sociales. El pri-
mero se ve «atraído» por la perspectiva de futuras recompensas, en tanto que el segundo
es «empujado» desde atrás por fuerzas (culturales) casi inertes.8
5
J. Piaget: Estudios Sociológicos, Ed. Ariel, Barcelona, 1983. pp. 19-22.
6
R. Nisbet: Introducción a la Sociología. El vínculo social, Ed. Vicens Universidad, Barcelona, 1982, p. 43.
7
P. Bourdieu, J. C. Chamboredon y J.C. Passeron: El oficio de sociólogo, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1994, p. 33.
8
J. Elster: El cemento de la sociedad, Ed. Gedisa, Barcelona, 1991, p. 119.
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hacen regulares, predecibles y explicables, pero esta determinación es cultural y está en-
cauzada estructuralmente de forma que el comportamiento de los hechos sociales no sólo
se explica por su interés económico, por la socialización individual, por la lucha por el
poder o por la satisfacción de los instintos o de las necesidades biológicas, sino que de-
pende de las condiciones culturales y estructurales, de las condiciones sociales en las que
se desarrollan los acontecimientos y en las que interactúan los actores; lo cual explica los
comportamientos antieconómicos en el mercado, las conductas desviadas respecto de lo
aprendido durante el proceso de socialización, la represión, incluso jurídica, de determi-
nados comportamientos instintivos o naturales, o la escisión entre el mundo social y el
mundo político institucional.
Por todo ello, no debemos considerar a la Sociología como una ciencia enciclopé-
dica que trata de compendiar al resto de las ciencias sociales, ni como una ciencia residual
que estudia lo que las demás ciencias sociales dejan de lado, ni, tampoco, una ciencia de
los remedios, aplicación práctica de una especie de «ingeniería social»; sino como una
mera ciencia especializada que considera que los grupos sociales no se comportan al azar,
sino que se comportan propulsados por su subcultura dentro de un entramado plural y je-
rarquizado de escenarios sociales en los que cada uno desempeña su papel no sólo en fun-
ción de lo aprendido en el proceso de socialización, sino también en función de las
características del escenario social y su desigual distribución, así como por lo que espera
la audiencia, los otros, y el tipo de identidad cultural que con ellos tengan.
Después de haber definido el concepto de Sociología, conviene evitar errores con-
ceptuales aclarando lo que no es la Sociología.
a) La Sociología no es una ciencia natural, porque el comportamiento de los hom-
bres, integrados inseparablemente en la sociedad, no está sometido principal-
mente a las leyes de la naturaleza sino a las leyes fragmentadas y cambiantes de
la sociedad en la que se encuentran inmersos, siendo muy difícil experimentar
con grupos humanos a fin de verificar las hipótesis de los sociólogos debido al ca-
rácter histórico de las sociedades humanas y al componente de libertad de sus
miembros.
b) La Sociología no es una recopilación enciclopédica de las ciencias sociales, sino
que sólo es una más de ellas, con la peculiaridad de que en lugar de considerar
como factor determinante del comportamiento humano el interés económico ra-
cional, el instinto o el poder, etc., considera que el comportamiento humano, den-
tro de los grados de libertad que proporciona la misma sociedad, está
condicionado por la cultura y encarrilado por la estructura social en la que se
desarrollan las interacciones sociales.
c) La Sociología no es una ciencia residual que trata de aquellos temas que no de-
sean estudiar las otras ciencias sociales, sino que tiene su propia perspectiva par-
ticular y está especializada en el vínculo social, que mantiene unidos a los grupos
humanos; en las instituciones sociales, que suponen tanto un reflejo cristalizado
de los valores de su cultura como la organización del ejercicio de unas funciones
vitales para la sociedad; y en las acciones e interacciones sociales que se desarro-
llan en la sociedad y que regeneran dinámicamente la cultura dominante.
d) La Sociología no es la ciencia de los remedios, por cuanto que al no aceptar la
existencia de leyes naturales que regulen el comportamiento humano, tampoco
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Conocer, del latín cognoscere, equivale a averiguar mediante el ejercicio de las fa-
cultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas.
Como señala Tamayo:
Conocer es enfrentar la realidad; todo conocimiento es forzosamente una rela-
ción en la que aparecen dos elementos relacionados entre sí; uno cognoscente, llamado
sujeto, y otro conocido, llamado objeto. Esta relación implica una actividad en el sujeto,
la cual es la de aprehender el objeto, y la del objeto es simplemente la de ser aprehen-
dido por el sujeto. Es, pues, el sujeto quien determina la relación con el objeto, y por
tanto determina esa actividad de conocer y puede entrar en relación con el objeto de di-
ferentes maneras, lo cual hace que la actividad de conocer fluctúe entre el conocimiento
vulgar y el conocimiento científico.9
9
M. Tamayo: El proceso de la investigación científica, Noriega Editores, México, 1994, p. 19.
8
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10
R. Friedrichs: Sociología de la Sociología, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1977, pp. 204 y 205.
11
G. Lienhardt: Antropología social, Ed. F.C.E., México, 1966, p. 226.
12
A. Giddens: Las nuevas reglas del método sociológico, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1997, pp. 167 y 168.
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A. Heller: Sociología de la vida cotidiana, Ed. Península, Barcelona, Op. cit. pp. 348 y 349.
14
M. Bunge: La investigación científica, Ed. Ariel, Barcelona, 1969, p. 54.
15
B. Russell: La perspectiva científica, Ed. Sarpe, Madrid, 1983, pp. 27 y 28.
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Ibídem, p. 32.
17
R. Descartes: Discurso del método, Ed. Orbis, Barcelona, 1983, p. 43.
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Ibídem, p. 199.
19
Ibídem, pp. 59 y 60.
20
S. del Campo: La Sociología científica moderna, Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1969, p. 53.
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Mario Bunge desarrolla estos pasos en el camino que supone el método científico:
Distinguimos, efectivamente, la siguiente serie ordenada de operaciones:
8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas, y
formular los nuevos problemas originados por la investigación.22
21
B. Russell: La perspectiva científica, op. cit. p. 59.
22
M. Bunge: La investigación científica, op. cit., pp. 25 y 26.
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Para Popper:
La ciencia no es un sistema de enunciados seguros y bien asentados, ni uno que
avanzase firmemente hacia un estado final: Nuestra ciencia no es conocimiento (epis-
teme): nunca puede alcanzar la verdad, ni siquiera el sustituto de ésta que es la proba-
bilidad (…) La ciencia nunca persigue la ilusoria meta de que sus respuestas sean
definitivas, ni siquiera probables; antes bien, su avance se encamina hacia una finali-
dad infinita —y sin embargo alcanzable—: la de descubrir incesantemente problemas
nuevos, más profundos y más generales, y de sujetar nuestras respuestas (siempre pro-
visionales) a contrastaciones constantemente renovadas y cada vez más rigurosas.25
De esta forma, podríamos resumir la teoría de Popper sobre el avance científico di-
ciendo que se produce como consecuencia del surgimiento de teorías atrevidas y por la
23
J. A. Cañas y J. Fernández: Metodología de las ciencias sociales, Ed. Universidad de Córdoba, Córdoba, 1994, pp.
133 y 134.
24
K. R. Popper: La lógica de la investigación científica, Ed. Tecnos, Madrid, 1985, pp. 39 y 40.
25
Ibídem, pp. 259-262.
26
Ibídem, p. 32.
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competencia entre éstas por sobrevivir en un mundo de contrastaciones en el que las teo-
rías que pueden explicar más cantidad de fenómenos y resisten mayor número de pruebas
empíricas son las que sobreviven, en términos que nos recuerdan a la teoría de Darwin27
sobre el origen de las especies.
Frente a esta concepción lineal, competitiva y teleológica de Popper, que supone una
competición individual y constante en pos de una verdad provisional y manifiestamente in-
alcanzable, Kuhn proporciona un esquema interpretativo de la evolución de la ciencia ba-
sado en los «paradigmas científicos» que no se ven arrastrados desde el futuro, sino que
parten de un pasado estable y sólido, de una «ciencia normal» desde la que se produce,
como consecuencia de una «crisis», la evolución de los paradigmas.
Como señala Kuhn:
Ciencia normal significa investigación basada firmemente en una o más realiza-
ciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular
reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior.28
Juan Antonio Cañas y Javier Fernández nos resumen los postulados de Kuhn:
1. Los miembros de una tradición científica disponen de un paradigma común.
27
Ch. Darwin: El origen de las especies; Ed. Sarpe, Madrid, 1983.
28
T. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas, Ed. F. C. E. México, 1975, p. 33.
29
Ibídem, p. 271.
30
Ibídem, p. 27.
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En una posición sintética a las de Popper y Kuhn podemos encontrar a Imre Laka-
tos y su teoría de los «Programas científicos»:
Consistentes en reglas metodológicas que nos indican los caminos que tenemos
que evitar (heurística negativa) y aquellos que tenemos que seguir (heurística positiva)
(…). Todo programa de investigación científica está caracterizado por un «núcleo cen-
tral» (con sus enunciados básicos y las hipótesis a partir de las cuales se desarrolla el
programa). La heurística negativa prohíbe toda maniobra que vaya contra el corazón
del programa. En su lugar, podemos inventar «hipótesis auxiliares» que formen un cin-
turón de protección alrededor del corazón que distraigan hacia ellas las maniobras de
31
J. A. Cañas y J. Fernández: Metodología de las ciencias sociales, op. cit. pp. 154 y 155.
32
J. Losee: Introducción histórica a la Filosofía de la Ciencia, Ed. Alianza, Madrid, 1981.
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ataque (…). Los programas de investigación, además de su heurística negativa están ca-
racterizados por una heurística positiva (…). La política investigadora y el orden de las
investigaciones, organizado en mayor o menor medida, es la heurística positiva de los
programas de investigación (…). La heurística positiva es la que salva al científico de
la confusión de un mar de problemas.33
Es decir, para Lakatos, como para Kuhn, la evolución de la ciencia es colectiva, au-
toestimulada y considera que una teoría científica no es refutada por la observación o por
un hecho crucial, sino por el triunfo de una teoría rival. De igual modo considera, coinci-
diendo en este caso con Feyerabend, que el «territorio» de la ciencia está influido por el am-
biente político y social.
Efectivamente, para Lakatos: «La demarcación entre ciencia y pseudociencia no es
sólo un problema interno de la filosofía (metodológico), sino que tiene una vital impor-
tancia social y política».34
No obstante, Lakatos acusa a Kuhn de psicologismo y defiende la necesidad de algún
tipo de falsabilidad o posible refutación empírica de los postulados científicos para poder
darlos provisionalmente como válidos, aunque con un procedimiento más sofisticado que
el de Popper. Como indica el mismo Lakatos: «La falsabilidad sofisticada se diferencia de
la falsabilidad ingenua tanto en sus reglas de aceptación, como en sus reglas de falsación
o eliminación».35
Mientras que para el falsacionismo ingenuo cualquier teoría experimentalmente fal-
sable es aceptable como científica, para el falsacionismo sofisticado una teoría es acepta-
ble como científica sólo si tiene un aumento de contenido empírico corroborado con
respecto de su predecesora, además de ser falsable.
Mientras que para el falsacionismo ingenuo cualquier teoría falsada por cualquier
enunciado observacional que entre en conflicto con ella queda rechazada como científica,
para el falsacionismo sofisticado una teoría queda falsada y rechazada como científica
sólo si la nueva teoría propuesta tiene más contenido empírico que la anterior, si dicho ex-
ceso de contenido empírico queda corroborado y si incluye todo aquello de la teoría ante-
rior que no queda refutado.
Por su parte, Feyerabend, recoge el relativismo de Kuhn y Lakatos y lo lleva a posi-
ciones extremas con su anarquismo epistemológico, cuyo enunciado, en mi opinión, tiene
una carácter más dramático que sus consecuencias reales, por cuanto que aunque contex-
tualice cualquier ciencia en su cultura y éstas cambien en el tiempo y en el espacio, no dejan
de ser tales en su tiempo y en su espacio. El planteamiento de Feyerabend le lleva a una des-
calificación general del método científico y a una defensa del oportunismo metodológico.
Efectivamente, sostiene que en un mundo complejo cualquier investigador sólo ten-
drá éxito si es un oportunista metodológico sin contemplaciones e, inspirándose en Lenin,
recomienda que todo investigador debe renunciar al deseo de seguridad que proporcio-
nan, por ejemplo, la claridad y la precisión y:
33
I. Lakatos: The methodology of scientific research programmes, Ed. Cambridge University Press, Cambridge, 1978,
pp. 47-50.
34
Ibídem, p. 1.
35
Ibídem, p. 31.
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... ser capaz de entender y aplicar no sólo una metodología particular, sino cualquier
metodología y variación de ella que pueda imaginar (…) y estar preparado para pasar
de una a otra de la manera más rápida e inesperada (…). La ciencia como realmente la
encontramos en la historia es una combinación de tales reglas y de error. De lo que se
sigue que el científico que trabaja en una situación histórica particular debe aprender
a reconocer el error y convivir con él (…). Ahora bien, el error (…) depende de las cir-
cunstancias (…) el propio error es un fenómeno histórico.36
36
P. K. Feyerabend: Contra el método: Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, Ed. Orbis, Barcelona,
1984, pp. 12 y 13.la importancia que tiene para el educador, y especialmente para el psicopedagogo, el conocimiento de las
investigaciones que se han producido en los últimos años en Neuropsicología.
37
Ibídem, pp. 15-22.
38
Ibídem, p. 101.
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39
W. J. Goode y P. K. Hatt: Métodos de investigación social, Ed. Trillas, México, 1976, pp. 31 y 32.
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40
K. R. Popper: La sociedad abierta y sus enemigos, Ed. Paidós, Barcelona, 1998, pp. 382 y 383.
41
A. M. Molina Montoro: El « Programa Fuerte » de la Sociología de la ciencia, Ed. Universidad de Granada, Granada,
1999, pp. 45 y 46.
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falso) del enunciado que formula esa creencia (…). El significado de un enunciado sin-
tético (o sea, con la especificación de las circunstancias espaciotemporales del estado
de cosas al que se refiere) el enunciado es verdadero o falso sin más. El segundo argu-
mento tiene carácter trascendental: la noción intuitiva de verdad (de los enunciados) es
realista y absoluta (…). Todo nuestro hablar sobre algo presupone esta noción, y sin ella
sería completamente ininteligible, completamente vacuo: si no suponemos que lo que
decimos sobre algo puede ajustarse o no a ese algo (o sea, ser verdadero o falso), no
tiene ningún sentido que digamos nada.42
En tercer lugar, y aún habiéndose demostrado esenciales las formas cartesianas de
pensar en el arranque de la ciencia, la evolución del objeto de estudio, la necesidad de
adaptar nuestro pensamiento y nuestro lenguaje a la nueva situación creada por la evi-
dencia empírica, nos lleva, como señala Heisenberg43, a la necesidad de soportar incerti-
dumbres, indeterminaciones, conflictos y fenómenos aleatorios, que, como continúa
argumentando Morin, derivan en la formulación del pensamiento complejo a partir de los
tres principios enunciados por este sociólogo francés:
El primero es el principio dialógico (…) (que hace referencia a la complementa-
riedad de los contrarios). Orden y desorden son dos enemigos: uno suprime al otro
pero, al mismo tiempo, en ciertos casos colaboran y producen la organización y la so-
ciedad (…). El segundo principio es el de recursividad organizacional (…). Un proceso
recursivo es aquel en el cual los productos y los efectos son, al mismo tiempo, causas
y productores de aquello que los produce (…). La sociedad es producida por las inter-
acciones entre individuos; pero la sociedad, una vez producida, retroactúa sobre los in-
dividuos y los produce. Si no existiera la sociedad y su cultura, un lenguaje, un saber
adquirido, no seríamos individuos humanos. Dicho de otro modo, los individuos pro-
ducen la sociedad que produce a los individuos (…). El tercer principio es el principio
hologramático. En un holograma físico, el menor punto de la imagen del holograma
contiene la casi totalidad de la información del objeto representado (…). Cada célula de
nuestro organismo contiene la totalidad de la información genética de ese organismo
(…) (El individuo y el sociólogo) no solamente son parte de la sociedad, sino que, más
aún, sin saberlo, están poseídos por toda la sociedad (…)44
Dentro del escenario de la complejidad, Francisco López Rupérez reformula los prin-
cipios cartesianos:
El paradigma de la complejidad, en tanto que filosofía científica, no rechaza de
plano, como inservibles, los preceptos del Discurso; sino que viene a destacar sus lími-
tes de validez y nos alerta ante el hecho de que su aplicación confiada pueda convertir
a aquellos en auténticas trampas para el pensamiento, en verdaderos obstáculos para
la comprensión de nuestra realidad natural y social.
Frente al precepto de la evidencia, la complejidad asume la incertidumbre como
rasgo consustancial a los sistemas complejos (...). Frente al principio de fragmentación,
la complejidad acepta que el todo es más (o menos) que la suma de las partes aislada-
mente consideradas y apela a la noción de emergencia para explicar un orden de realidad
que surge de la interacción entre los elementos aun cuando no pueda reducirse a cada uno
42
Ibídem, pp. 277 y 278.
43
F. M. Heisenberg: Physique et philosophie, Ed. Albin Michel, París, 1975.
44
E. Morin: Introducción al pensamiento complejo, Ed. Gedisa, Barcelona, 2001, pp. 105-108.
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45
F. López Rupérez: Preparar el futuro: La educación ante los desafíos de la globalización, Ed. La Muralla, Madrid, 2001,
pp. 49 y 50. Ahí, la importancia que tiene para el educador, y especialmente para el psicopedagogo, el conocimiento de las
investigaciones que se han producido en los últimos años en Neuropsicología.
46
Ibídem, pp. 46 y 47.
47
R. K. Merton: Teoría y estructura sociales, op. cit., p. 67.
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1.5.1.1. La sociedad no se rige por las leyes físicas de la naturaleza sino por sus pro-
pias leyes por lo que el objeto de estudio resulta ser su propio demiurgo, se-
parándose así, por su objeto, de las ciencias naturales.
Esto no implica, como señalan Berger y Luckmann:
Que la Sociología no sea una ciencia (…). Lo que sí implica es que la So-
ciología se ubica junto a las ciencias que tratan del hombre en cuanto hom-
bre (…). Una consecuencia importante de esta concepción reside en que la
Sociología debe desenvolverse en diálogo permanente con la historia y la fi-
losofía y si así no sucede pierde su propio objeto de investigación. Este objeto
es la sociedad como parte del mundo humano, hecho por hombres, habitado
por hombres y que, a su vez, forma hombres en un proceso continuo.49
1.5.1.2. Las leyes sociales que rigen en la sociedad se refieren a su cultura, pero no
existe una sola cultura humana sino que cambia en el tiempo, en el espacio
y en las diferentes «comunidades» que socializan a sus miembros. Como se-
ñala Aron: «Los individuos se ofrecen a la observación sociológica sólo so-
cializados: hay varias sociedades, no una sociedad, y la sociedad global está
formada por una multiplicidad de sociedades.50
Esto no quita para que en cada una de esas múltiples sociedades sus miem-
bros estén homogeneizados y frecuentemente conformados. Para A. Schutz,
que el científico natural tenga una teoría y una metodología:
No «significa» nada para las moléculas, átomos y electrones, que hay en
él (y en su objeto de estudio). En cambio, los hechos, sucesos y datos que
48
J. E. Rodríguez Ibáñez: La perspectiva sociológica: Historia, teoría y método, Ed. Taurus, Madrid, 1989, p. 15.
49
P. Berger y T. Luckmann: La construcción social de la realidad, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1984, pp. 232 y 233.
50
R. Aron: La etapas del pensamiento sociológico, Ed. Siglo Veinte, Buenos Aires, 1970. Vol. I. p. 12.
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1.5.1.3. La sociedad está compuesta por individuos a los que no podemos conside-
rar átomos o moléculas de la sociedad a la que pertenecen, aunque hayan
sido socializados en su interior, por cuanto que disponen de grados de li-
bertad, facilitados y garantizados por la misma sociedad, a partir de los cua-
les pueden no comportarse conformadamente a los patrones dominantes en
una sociedad concreta.
Como señala Giddens:
Dado que el entorno cultural en el que nacemos y alcanzamos la ma-
durez tiene tanta influencia en nuestro comportamiento, podría parecer que
carecemos de individualidad o de voluntad propia (…). El hecho de que desde
el nacimiento hasta la muerte estemos inmersos en la interacción con otros,
condiciona, sin ninguna duda, nuestra personalidad, nuestros valores y el
comportamiento que desarrollamos: Pero la socialización también es el origen
de nuestra propia individualidad y de nuestra libertad.52
51
A. Schutz: El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires, 1974, pp. 37 y 38.
52
A. Giddens: Sociología, op. cit., pp. 118 y 119.
53
J. del Pino Artacho: La teoría sociológica, Tecnos, Madrid, 1990, p. 45.
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54
R. Aron: La etapas del pensamiento sociológico, Ed. Siglo Veinte, Buenos Aires, 1970, vol. I, p. 11.
55
J. A. Garmendia, M. Navarro y F. Parra Luna: Sociología industrial y de la empresa, Ediciones Aguilar, Madrid,
1987, p. 231.
56
R. Boudon: «Modelos y métodos matemáticos» en R. Boudon et al.: Corrientes de la investigación en las ciencias so-
ciales, Ed. Tecnos, vol. I, Madrid, 1981, pp. 81 y 82.
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1.5.3.1. Los sociólogos son personas que han sido socializadas en una «comunidad»
determinada, que pertenecen a un «paradigma» concreto, con su ideología
57
P. L. Berger y H. Kelner: La reinterpretación de la Sociología, Ed. Espasa, Madrid, 1985, pp. 36-41.
58
J. F. Tezanos: La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, op. cit., 1996, p. 469.
59
B. Russell: La perspectiva científica, op. cit., pp. 63 y 64.
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60
J. F. Tezanos: La explicación sociológica: una introducción a la Sociología, op. cit., pp. 522 y 523.
61
A.W. Gouldner: «El antiminotauro. El mito de una Sociología no valorativa», en: La Sociología actual: renovación
y crítica, Ed. Alianza, Madrid, 1979, pp. 17 y 18.
27
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
62
M. Duverger: Métodos de las Ciencias Sociales,Ed. Ariel, Barcelona, 1981, pp. 36-41.
63
J. E. Rodríguez Ibáñez: La perspectiva sociológica: Historia, teoría y método, op. cit., p. 289.
64
E. Nagel: La estructura de la ciencia. Problemas de la lógica de la investigación científica. Editorial Paidós, Barce-
lona, 1989. p. 456.
65
R. K. Merton: Teoría y estructura sociales,Ed. F.C.E., México, 1984, pp. 16 y 17.
28
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
66
J. Pino Artacho: «Sobre la prueba de las teorías en Sociología», en S. del Campo: Estructura y cambio social, Ed.
C.I.S., Madrid, 2001, p. 103.
67
M. Bunge: La investigación científica, op. cit., p. 38.
29
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
2
LA SOCIEDAD CALIDOSCÓPICA ACTUAL
En la sociedad global actual todos los hechos sociales, ya sean la salud, la tecnología,
el arte, las finanzas, la política, el consumo o el terrorismo, etc., tienden a expandirse in-
terrelacionadamente, como explica Melucci68, hasta los confines del planeta y, al mismo
tiempo, experimentan una fragmentación y un cambio constantes que, sin embargo, no im-
pide que cada uno de ellos se materialice localmente, tal y como explica Robertson69 va-
liéndose del neologismo «glocalización».
Esta evolución de la sociedad, tan fragmentada y cambiante, realza el papel del in-
dividuo que aparentemente se presenta como un átomo aislado en un océano de átomos
cuya conducta se nos antoja aleatoria y sólo explicable por la matemática discreta como
si se tratara de partículas subatómicas en un espacio browniano.
Pero lo cierto y verdad es que, a pesar de la telúrica fragmentación de las institucio-
nes y de los vertiginosos cambios, los seres humanos no estamos atomizados, sino que vi-
vimos actualmente en una especie de sociedad calidoscópica70, en la que debemos
distinguir entre los cristales, el cilindro y el giro del calidoscopio:
Los diferentes cristales del calidoscopio están formados por tres dimensiones que
son los distintos mundos en los que viven los seres humanos: el ecosistema social, donde
viven los hombres y las mujeres corrientes, homogeneizados por sus subculturas; el mer-
cado, donde habitan e interactúan competitivamente los productores y los consumidores
guiados por el interés en satisfacer sus necesidades y expectativas, y las instituciones polí-
ticas, donde viven los ciudadanos abstractos regulados por el derecho.
La primera dimensión está definida por el mundo social, que es el ecosistema más pe-
queño y natural donde vive una población en un territorio, al que transforma, para sobre-
vivir, mediante su organización, tecnología y lenguaje, es decir, mediante su cultura,
inicialmente transmitida por las familias, la cual sirve a las personas como motor de su
conducta dentro de una estructura social estratificada.
La segunda dimensión es el mundo económico, guiado principalmente por el interés
y en el que habitan los «productores» y los «consumidores». El mundo económico es el
más grande, tecnológico, internacional y global de todos ellos. El mundo económico se
concreta en el mercado y se constituye en el campo de juego habitual de las empresas que
pretenden obtener el máximo beneficio al mínimo coste adaptando su oferta a la demanda
en mejores condiciones que la competencia.
La tercera dimensión es el mundo político, que es en el que viven los ciudadanos mo-
vidos por sus intereses y encauzados por un entramado jurídico que canaliza las interac-
68
A. Melucci: «La experiencia individual y los temas globales en una sociedad planetaria» en P. Ibarra y B. Tejerina:
Los movimientos sociales, Ed. Trotta, Valladolid, 1998, p. 354.
69
R. Robertson: Globalization: Social Theory and Global Cuture, Ed. Sage, London, 1992.
70
J. Bordas: «La sociedad calidoscópica actual»; Documentación Social, n.º 139, Madrid, diciembre, 2005.
30
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
ciones entre las personas físicas y jurídicas y que resulta de las relaciones de poder entre
las fuerzas políticas existentes. El mundo político es un mundo formal cuyo poder reside
en ser el demiurgo de la naturaleza artificial de la que hablaba Hobbes71.
Para que este conjunto de mundos solapados pase de ser un rompecabezas a ser ca-
lidoscopio hace falta que se cumplan dos requisitos: que se alivie la presión de los frenos
que hacen estables las sociedades, la fuerza moral de la que hablaba Berkeley74, y que la
innovación tecnológica imprima movimiento al giro del calidoscopio.
Por lo que se refiere a la liberación de los frenos sociales, es decir, que la cultura y las
instituciones sociales que operan como fuerza de la gravedad centrípeta y estabilizadora
pierdan presión, podemos apreciarlo tanto desde una perspectiva microsociológica como
desde una perspectiva macrosociológica.
71
T. Hobbes: Antología: Del ciudadano Leviatán, Ed. Tecnos, Madrid, 1965.
72
M. McLuhan: La aldea global: transformaciones en la vida y los medios de comunicación en el siglo XXI, Ed. Planeta,
Barcelona, 1994.
73
J. F. Tezanos: La sociedad dividida, Ed. Biblioteca nueva, Madrid, 2001. pp. 171 y ss.
74
G. Berkeley: De Motu; Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1993.
31
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
75
A. Giddens: Un mundo desbocado, Ed. Taurus, Madrid, 2000, p. 65.
76
U. Beck: ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Ed. Paidós, Barcelona,
1998, pp. 16 y 17.
77
J. F. Tezanos, J. Bordas, R. Sánchez Morales y A. López: Estudio Delphi sobre tendencias científico tecnológicas
2002, Ed. Sistema, Madrid, 2003
78
M. Castells La era de la información. Economía, sociedad y cultura, vol. I. La Sociedad Red, Ed. Alianza, Madrid,
1998, p. 196 y ss.
79
Carta de Th. Jefferson a Isaac McPherson en contra de la patente de las ideas, escrita en Monticello a 13 de agosto
de 1813. http://www.red-bean.com/kfogel/jefferson-macpherson-letter.html
80
http://www.sc.ehu.es/sbweb/fisica/ondas/doppler/doppler.html
81
http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_browniano
32
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
82
B. Malinowski: Una teoría científica de la cultura, Ed. Sarpe, Madrid, 1984.
83
G. Ritzer: La McDonalización de la sociedad, Ed. Ariel, Barcelona, 1999.
84
J. Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, Ed. Orbis, Barcelona, 1983, p. 42.
33
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Esta asociación entre incertidumbre, riesgo y miedo nos lleva a la paradoja de que la
gente no sea consciente de donde están realmente la mayoría de los riesgos tanto poten-
ciales como reales: el tabaco, el alcohol, la cocina del hogar, el botiquín, el automóvil, el
puesto de trabajo y seguramente las personas conocidas del barrio a dos kilómetros a la re-
donda son los fenómenos más arriesgados de nuestra vida.87
No obstante, lo que he querido demostrar sustituyendo el concepto de sociedad del
riesgo del que habla U. Beck por sociedad calidoscópica es que, aunque vivimos en un pro-
ceso de atomización y aislamiento de personas asustadas, los ecosistemas sociales básicos,
por fragmentados que sean externamente y por mayor que sea su desigualdad social in-
terna, se mantienen conformados y su subcultura, por cambiante que sea, sigue ejerciendo
un papel de fuerza de la gravedad que mantiene unidas a las personas y hace explicable,
predecible y regulable su comportamiento.
Desde esta perspectiva, la primera consecuencia sería que por cambiante que sea la
sociedad y por débiles que sean las instituciones, mientras existan patrones culturales (im-
prescindibles para la supervivencia de la especie humana) subsistirán sus consecuencias
valorativas y normativas de forma que sobrevivirá el Derecho.
La segunda consecuencia obligaría a un estudio sistemático y cotidiano de la socie-
dad y su evolución para conocerla y, después, ajustar los mecanismos jurídicos necesarios
para la resolución de conflictos adaptándolos tantas veces como sea necesario pero sin
cambiar la esencia de cada uno de ellos.
Mientras que la dirección comercial de la industria de la moda invierte ingentes can-
tidades en estudios de mercado o la industria farmacéutica fomenta costosos ensayos clí-
nicos; mientras que los Servicios de Salud de las Comunidades Autónomas asignan grandes
partidas presupuestarias a sistemas de ayuda al diagnóstico o la Dirección General de Trá-
fico invierte importantes cantidades en campañas de publicidad; resulta que el aspecto de
la sociedad que afecta a la inseguridad se estudia con muy poca frecuencia, claridad, ho-
mogeneidad y profundidad por lo que no se tiene clara la «perspectiva de la demanda», lo
cual se agudiza policial y judicialmente debido a que ambas instituciones sólo tiene una
«perspectiva de la oferta», creándose una especie de brecha que separa las demandas de
la sociedad de la oferta institucional, dando a los medios de comunicación social una opor-
85
U. Beck: La sociedad del riesgo: Hacia una nueva modernidad; Ed. Piados, Barcelona, 1998, p. 56.
86
Z. Bauman: Miedo líquido; Ed. Piados, Barcelona, 2007, p. 10.
87
J. Bordas: «El miedo al delito y la expansión del Derecho penal»; Cuadernos de la Guardia Civil, n.º 41, Madrid, 2010,
p. 79.
34
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
tunidad de oro para ocupar el hueco y hacer pasar por real lo que ellos incluyen ideológi-
camente en el orden del día de sus mensajes.
La tercera consecuencia, que es la que nos interesa, consiste en la necesidad de adap-
tar la oferta de justicia a la demanda de seguridad de la sociedad sin dejarse arrastrar por
los medios de comunicación, sin perder el rigor, las garantías y las especialidades propias
de las distintas ramas del Derecho, pero con la suficiente rapidez y solvencia.
Desarrollando esta última consecuencia debemos comenzar por reconocer que junto
al riesgo real y tradicional de que la población sea víctima de algunas infracciones, que re-
almente están aumentando en la actualidad, empiezan a surgir nuevos tipos de riesgos:
Los tres aspectos de la sociedad del riesgo que a Blanca Mendoza88, siguiendo a Se-
elmann, le parecen más significativos por sus repercusiones en la configuración de un
nuevo Derecho penal del «control global» son los siguientes:
I) La innovación tecnológica y su globalización, derivada de su aceleración en el
tiempo y expansión en el espacio, produce un incremento vertiginoso, desorde-
nado y, a veces, aleatorio de sucesos de lo que se deduce un aumento del riesgo
en términos actuariales. La peculiaridad de dicho incremento del riesgo es que no
deviene del cambio climático o del movimiento de las plataformas continentales,
ni tan siquiera procede de epidemias de gripe o de erupciones volcánicas (que
todo contribuye a la sociedad del miedo); sino que procede del hombre y, por
tanto, el nuevo y masivo incremento del riesgo es artificial.
II) Aunque el incremento del riesgo acelerado, expandido y generalizado sea artifi-
cial y de origen humano, no por ello resulta más fácil identificar al responsable
del mismo puesto que el poder de las instituciones políticas está desvanecién-
dose, tanto internacional como nacionalmente, en beneficio de la desregulariza-
ción social en general y del anarquismo mercantil del Estado mínimo en
particular, por lo que resulta difícil encargar a alguna institución encontrar al res-
ponsable de determinados niveles de inseguridad por cuanto que puede que dicho
órgano no tenga autoridad, potestad ni competencia alguna; que los hechos a juz-
gar no hayan sucedido todavía, ni sea fácil relacionarlos causalmente con la
puesta en peligro de un bien jurídico protegido; que incluso el supuesto bien ju-
rídico no haya sido definido como tal y, lo que es peor, que el presunto responsa-
ble sea inidentificable. Es decir, no se trata sólo de la tradicional dificultad
derivada de la inimputabilidad de las personas jurídicas ni de la imposibilidad
de achacarles la puesta en peligro de un bien jurídico cuando ni ha sucedido el
hecho ni está claramente identificado el bien jurídico protegido, sino que el pro-
blema va más allá al resultar difícil establecer la responsabilidad de un culpable
de los riesgos derivados de un hecho que no ha ocurrido o que resulta de la com-
binación aleatoria de retales de otros hechos inocuos aunque sea estadísticamente
probable que su interacción ocasionen un problema, como ocurre con los fura-
nos y las dioxinas. En este contexto desregulado y de apariencia aleatoria se
tiende a utilizar la probabilidad como sucedáneo de verdad y la correlación como
sucedáneo de causalidad.
88
B. Mendoza: El Derecho penal en la sociedad del riesgo; Ed. Civitas, Madrid, 2001, pp. 25 a 30.
35
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
89
U. Beck: La sociedad del riesgo, op. cit., pp. 39 y 40
90
J. M.ª Silva Sánchez: La expansión del Derecho penal: Aspectos de la política criminal en las sociedades postindus-
triales; Ed. B de F, Buenos Aires, 2006, p. 30.
91
S. Soto Navarro: «La influencia de los medios en la percepción social de la delincuencia»; Revista Electrónica de
Ciencia Penal y Criminología, septiembre, 2005; www.criminet.urg.es, p. 37.
36
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
3
DELICUENCIA REAL Y MIEDO AL DELITO EN ESPAÑA
Las principales teorías que explican las causas del crimen tienen que ver con las di-
ferencias y con la desigualdad.
Las diferencias económicas y culturales provocan cierta estratificación jerárquica de
la sociedad generando la correspondiente desigualdad y, en algunos casos, la exclusión so-
cial de los grupos que han quedado más abajo.
En un intento por evitar la exclusión más que por vengarse de haber sido excluidos,
estos grupos pueden reaccionar con conductas institucionalmente desviadas y, en algunos
pocos casos, derivar en una conducta delictiva de acuerdo con la tipificación penal dise-
ñada desde el poder establecido. Es decir, las diferencias económicas y culturales, al estra-
tificarse, generan desigualdad y ésta produce conflictos sociales que pueden terminar en
conductas socialmente desviadas y, algunas pocas veces, en comportamientos criminales.
Estas teorías sobre como la integración o no de la diferencia y la desigualdad gene-
rada pueden producir conductas criminales tienen dos manifestaciones fundamentales:
las teorías biológicas y las teorías sociológicas.
La explicación biológica, trasnochada e infundada, considera que los grupos dife-
rentes tienen unas características anatómicas, fisiológicas, antropológicas y raciales que les
hacen inferiores y peores que el resto de la población, lo cual les convierte en criminales
potenciales, como es el caso de los inmigrantes, que por su presunta rareza se transforman
en una población de riesgo, debido a que sus características biológicas peculiares y lige-
ramente diferentes podrían conducirles irremediablemente al delito.
Esta correlación tiene tan poca capacidad explicativa como el horóscopo e ignora
que el corte de pelo, el diseño del pantalón o el color del jersey explican mucho más la con-
ducta de los jóvenes que el color de la piel o la configuración del cráneo.
La explicación sociológica del crimen puede abordarse a su vez desde otros dos gran-
des paradigmas: el paradigma interaccionista y el paradigma positivista.
Desde el paradigma interaccionista, se considera que el crimen no existe, que no es
una cualidad intrínseca de la conducta del delincuente, que no es una «cosa» que se pueda
explicar, prever y corregir, como consideran el resto de los sociólogos, sino que el crimen
es una mera atribución del estatus de criminal a una conducta de la que se deriva el eti-
quetamiento de una persona por parte de los poderes establecidos, su correspondiente
«eco» en los medios de comunicación y su subsiguiente resocialización en un centro pe-
nitenciario.
Desde este punto de vista, entre los que destacan Goffman92 y Becker93, la conducta
delictiva no depende de la naturaleza del delincuente ni de la maldad de sus actos, sino de
92
E. Goffman: Estigma, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1970.
93
H. S. Becker: Outsiders. Studies in the Sociology of Deviance, The Free Press, New York, 1963. pp. 9 y ss.
37
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
que la cultura dominante se haya materializado en una ley que tipifica una conducta como
delictiva y de que los órganos policiales seleccionen al delincuente, no sólo por sus hechos
sino también por sus circunstancias, y que los jueces los estigmaticen mediante sentencia
firme como delincuentes lo que, precisamente, es lo que les resocializa y convierte en au-
ténticos criminales, ya que es el momento en el que el desviado acepta y aprende su «rol
social de delincuente», su papel de «villano» en la «obra de teatro», convirtiéndose en una
especie de profecía que se cumple a sí misma, máxime si tenemos en cuenta la enorme
frecuencia con la que los delincuentes han sido previamente víctimas de delitos.
Como matiza Foucault, dentro de esta teoría:
El delincuente se distingue del infractor por el hecho de que es menos su acto que
su vida lo pertinente para caracterizarlo... La detención provoca la reincidencia. Des-
pués de haber salido de prisión, se tienen más posibilidades de volver a ella; los con-
denados son, en una proporción considerable, antiguos detenidos... La prisión fabrica
indirectamente delincuentes al hacer caer en la miseria a la familia del detenido... Ad-
mitamos que la ley está destinada a definir infracciones, que el aparato penal tenga
como función reducirlas y que la prisión sea el instrumento de esta represión. Enton-
ces hay que levantar un acta de fracaso...94
94
M. Foucault: Vigilar y castigar, Ed. Siglo XXI, México, 1976, pp. 255 y ss.
95
S. H. Glueck y E. L. Glueck: Unraveling Juvenile Delincuency, Harvard University Press, Cambridge- Mass. 1957.
96
W. Thomas y F. Znaniecki: The Polishpeasant in Europe and America, Ed. University of Illinois Press, Chicago, 1984,
pp. 80 y ss.
97
E. Durkheim: El suicidio, Ed. Akal, Madrid, 1995, pp. 262 y ss.
98
R. K. Merton: Teoría y estructura sociales, Ed. F.C.E., México, 1984, pp. 241-247.
38
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
vos culturalmente plausibles, cosa que ocurre especialmente en las clases sociales menos
favorecidas.
Para los sociólogos ambientalistas o con enfoque ecológico, el crimen tiene que ver
con el ecosistema social, entendido como la interacción de una población con su cultura
correspondiente en un territorio determinado en el que tiene que coexistir con otras po-
blaciones de diferente cultura.
La desviación, en este sentido, se manifiesta como un choque entre poblaciones de
diferentes culturas sedimentadas en diferentes estratos con desigual poder, prestigio y ri-
queza y con una concentración espacial en lugares determinados, que como Lind99 explica,
pueden terminar convirtiéndose en una concentración espacial tipo «gueto», caracterizada
por la homogeneidad cultural de su población, o en una concentración espacial tipo
«slums», caracterizada porque además de ser un barrio pobre se trata de poblaciones cul-
turalmente desconectadas y desorganizadas.
Para Park, Burguess y McKenzie100 las ciudades crecen mediante anillos concéntri-
cos tal y como infirieron a partir del ejemplo de Chicago. Dentro de esta estructura radial
los ecólogos del crimen definen dos zonas especialmente criminógenas: la primera sería la
que separa el casco antiguo de la ciudad y su primer ensanche y, la segunda, estaría si-
tuada en los extrarradios marginales de la ciudad o zonas chabolistas.
Junto a la familia, la anomia y el barrio como circunstancias explicativas del hecho cri-
minal, otros sociólogos apuestan por el conflicto social como origen del crimen y dentro de
las teorías conflictuales podemos distinguir entre los que consideran que se trata de un con-
flicto cultural prácticamente generacional y los que consideran que se trata de un conflicto de
intereses entre grupos sociales con desiguales recursos para alcanzar los objetivos sociales.
Para los que consideran que el crimen depende de un choque entre subculturas, dicho
fenómeno resulta del enfrentamiento organizado de un grupo contra el conjunto de la so-
ciedad, fundamentalmente jóvenes de clase baja, como consecuencia de su frustración para
alcanzar los objetivos perseguidos por las clases medias. Esta frustración se manifiesta,
desde la perspectiva clásica de Cohen101, en conductas criminales gratuitas, maliciosas y
destructivas, amparadas en una subcultura determinada definida no por la peculiaridad de
sus valores, creencias o símbolos, sino por la inversión de los valores de la cultura domi-
nante, lo que no constituye una subcultura propiamente dicha, sino una contracultura.
Para los que consideran que el crimen depende de un conflicto social (fundamental-
mente económico) entre grupos con intereses contrapuestos y estatus sociales superpues-
tos, el comportamiento desviado es una reacción al desigual e injusto reparto del poder
económico, político y cultural. Para estos sociólogos, desde Dahrendorf102, el consenso so-
cial no existe y lo estadísticamente normal es el conflicto y el cambio estimulado por la ten-
dencia a la igualdad en sociedades endémicamente desiguales que sólo consiguen
disminuir provisionalmente la tensión del conflicto mediante la coerción de los poderosos
sobre los débiles.
99
A. Lind: «The ghetto and the slum» en Social Forces, n.º 9 (december), 1930, pp. 206-215.
100
R. Park, Burguess y McKenzie: The City, The University of Chicago Press, Chicago, 1928. p. 51.
101
A. K. Cohen: Delinquent Boys. The Culture of the Gang. The Free Press, New York, 1955. pp. 26 y ss.
102
R. Dahrendorf: «Out of Utopia: Toward a Reorientation of Sociological Analysis», en American Journal of Sociology,
n.º 64, pp. 126 y 127.
39
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
103
J. F. Tezanos: «Inmigración y exclusión social» en Papeles de Economía Española, n.º 98, 2003, p. 230.
104
A. Téllez Aguilera: Criminología; Ed. Edisofer, Madrid, 2008.
105
A. Serrano Maíllo: Oportunidad y delito; Ed. Dykinson, Madrid, 2009.
40
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
41
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 2. Tasa de infracción en 2007 por países (por 1.000 hab.). Fuente: Ministerio del Interior a partir
de datos del CNP, GP, Mossos, PAV y FORALES. (*) Los datos de España y Francia son de 2008.
Gráfico 3. Tasas de infracciones en 2006 por Comunidades Autómanas (por 1.000 hab.).
Fuente: Ministerio del Interior a partir de datos del CNP, GP, Mossos, PAV y FORALES.
42
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
106
T. Hirschi: Causes of Delinquency; University of California Press, Berkeley, 1969.
107
J. Q. Wilson y G. L. Kelling: Broken Windows; Atlantic Monthly, n.º 249. Washington, 1980. Pp. 29 a 38.
108
R. Park, Burguess y McKenzie: The City, The University of Chicago Press, Chicago, 1928. p. 51.
109
C. R. Shaw y H. D. McKay: Juvenile delinquency and urban areas; University of Chicago Press, Chicago, 1942.
110
A. Touraine: «La sociedad desestructurada» en M. Castells, A. Giddens y A. Touraine: Teorías para una nueva so-
ciedad, Ed. Fundación Marcelino Botín, Madrid, 2002, pp. 30 y 31.
111
D. P. Farrington: «Age and Crime» en VV. AA.: Crime and Justice : A Review of Research, vol. VII; Ed. Tony and
Morris, Chicago, 1986.
112
J. Bordas: «La inmigración y la delincuencia en la España actual» en Sistema, n.º 190 y 191 enero de 2006, pp. 347-383.
113
T. R. Gurr: Why Men Rebel; Princenton University Press, Princento. 1970.
114
S. Freud: Introducción al narcisismo y otros ensayos; Ed. Alianza, Madrid, 2005.
115
G. Palermo y V. Mastronardi: Il profilo criminologico; Giufree Editore, Milano, 2005, p. 24.
116
E. Durkheim: El suicidio, Ed. Akal, Madrid, 1995, pp. 262 y ss.
117
R. K. Merton: Teoría y estructura sociales, Ed. F.C.E., México, 1984, pp. 241-247.
118
H. Guntrip: Estructura de la personalidad e interacción humana, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1965, p. 124.
43
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
vandalismo del que hablaban Cohen119 y Beck120 o, en el peor de los casos, dando paso, al
fundamentalismo del que habla Castells121 y a la idiotez moral en los términos de Bilbeny122,
que facilita el tránsito de la delincuencia común al crimen organizado y al terrorismo123.
De acuerdo con Elliott124, influido por las teorías del control social de Gottfredson y
Hirschi125 por un lado y de Sampson y Laud126 por otro; de la teoría de la frustración según
la interpretación de Agnew127 y de la del aprendizaje según Akers128, heredera de la teoría
de la asociación diferencial de Sutherland129, la delincuencia es el resultado conjunto de
vínculos débiles a grupos y normas convencionales y de vínculos sólidos a personas y gru-
pos desviados, que suceden en una zona concreta, dotada de su correspondiente subcul-
tura o contracultura, y cuyo desarrollo se facilita por una sociedad caracterizada por el
fuerte crecimiento de la población gracias a un saldo migratorio positivo, abundante y va-
riopinto; por un régimen democrático y pluralista respetuoso con la libertad y los dere-
chos humanos; y por su prosperidad económica que en el caso de España la sitúa entre las
naciones más desarrolladas del mundo y con un Índice de Desarrollo Humano envidiable.
Es decir, los mismos contextos sociales que promueven la libertad, la prosperidad, la cul-
tura, la innovación y la libertad son los que generan sus propios residuos en forma de de-
lincuencia moderna, máxime dentro de una sociedad del riesgo donde cada vez hay menos
autocontroles morales y menos eficaces controles sociales informales.
Tal como explicaba Garland para Estados Unidos, fácilmente extrapolable a España,
... el impacto de la modernidad tardía en las tasas de delito fue multidimensional e in-
volucraba: 1) más oportunidades para cometer delitos; 2) menos controles situaciona-
les; 3) un incremento de la población en riesgo y 4) una reducción en la eficacia del
control social y del autocontrol como consecuencia de los cambios en la ecología social
y en las normas culturales. El boom del consumo durante las décadas de posguerra
puso en circulación una masa de bienes portátiles de alto valor que pasaron a ser nue-
vos blancos atractivos para el robo. Este incremento exponencial en la cantidad de mer-
cancías circulantes generó, naturalmente, un aumento correspondiente de la cantidad
de oportunidades para el delito. Al mismo tiempo, hubo una reducción de los contro-
les situacionales en la medida en que las tiendas se hicieron cada vez más de «autoser-
vicio», los vecindarios densamente poblados fueron reemplazados por grandes áreas
suburbanas o anónimos bloques de edificios, las áreas del centro de las ciudades se vol-
vieron centros de entretenimiento sin residentes y cada vez más casas bien provistas
119
A. K. Cohen: Delinquent Boys. The Culture of the Gang. The Free Press, Nueva York, 1955.
120
U. Beck: «La revuelta de los superfluos» El País 27 de noviembre de 2005, p. 15.
121
M. Castells: La era de la información: Economía, sociedad y cultura, op. cit., p. 29.
122
N. Bilbeny: El idiota moral, Ed. Anagrama, Barcelona, 1993.
123
J. Bordas: «La personalidad del terrorista en la sociedad calidoscópica actual», Revista de Policía y Criminalística,
n.º 18, Buenos Aires, abril de 2007, pp. 12 y ss.
124
D. S. Elliott: «The assumption that theories can be combined with increased explanatory power: theoretical inte-
grations» en Theoretical methods in Criminology; Ed. Sage, Beverly Hills, 1985.
125
M. R. Gottfredson y T. Hirschi: A general theory of crime; Stanford University Press, Stanford, 1990.
126
R. J. Sampson y J. H. Laub: Crimen in the making. Pathways and turning points though life; Harvard University
Press, Cambridge, Mass. 1993.
127
R. Agnew: «Foundation for a general strain theory of crime and delinquency» in Criminology, 30. University of
Maryland, 1992.
128
R. L. Akers: Social learning and social structure: a general theory of crime and deviance; Northeastern University
Press, Boston, 1998.
129
E. H. Sutherland: Ladrones profesionales; Ed. La Piqueta, Madrid, 1988.
44
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
quedaban vacías durante el día mientras esposas y maridos salían a trabajar... En pocos
años, la difusión del automóvil generó un nuevo blanco, altamente atractivo para el de-
lito, disponible en todas las calles de la ciudad, en todo momento, durante el día y la
noche, muchas veces completamente desprotegido. Los robos de y en vehículos auto-
motores rápidamente se convirtieron en una más de las principales categorías de deli-
tos contra la propiedad... Más o menos al mismo tiempo se generó un cuestionamiento
de las autoridades tradicionales, una relajación de las normas que gobernaban las con-
ductas en el campo de la sexualidad y del consumo de drogas y la generalización de un
estilo de cuidado de los niños más permisivo y expresivo...130,
130
D. Garland: La cultura del control; Ed. Gedisa, Barcelona, 2005, pp. 160 y 161.
45
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
MOTIVO
MENORES MAYORES
DE LA 18-20 21-30 31-40 41-50 51-64 T0TAL
18 64
DETENCIÓN
Robos con fuerza
3.553 3.796 8.321 6.249 2.041 408 71 24.439
en cosas
Robos con violencia 3.501 2.684 4.872 3.485 1.009 196 43 15.790
Sustración
1.217 1.545 3.140 2.635 724 99 12 9.372
en vehículos
Sustracción
2.906 2.352 4.240 2.636 878 207 29 13.248
de vehículos
Otros contra
1.439 2.216 8.523 6.745 3.147 1.385 198 23.653
el patrimonio
Homicidio
100 137 494 357 223 96 36 1.443
asesinato
Otros contra
536 1.333 9.853 11.937 7.215 2.766 812 34.452
las personas
Contra la
347 411 1.736 1.529 895 503 215 5.636
libertad sexual
OTROS EN
GENERAL
4.360 21.076 91.194 57.131 25.964 8.986 1.621 210.332
(incluye reclamados
y Ley Extranjería)
NACIONALIDAD
ANTECEDENTES
Sin antecedentes
17.587 29.795 104.025 57.699 25.568 10.539 2.488 247.701
penitenciarios
SEXO
46
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
47
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Si analizamos los datos de la tabla n.º 2, actualizada al 2007, con datos de detenidos
por países, podemos obtener dos conclusiones: primero, que la inmensa mayoría de los
inmigrantes son respetuosos con la legislación española; segundo, que hay determinados
colectivos de inmigrantes que están sobrerrepresentados entre los que cometen delitos.
Este es el caso de los marroquíes, que suponen el 13% de la población inmigrante y el
17,6% de los detenidos, el caso de los rumanos, que suponen el 12% de los inmigrantes y
el 19% de los detenidos, o el caso de los senegaleses, que suponen menos del 1% de los in-
migrantes y llegan hasta el 4% de los detenidos. Debemos observar que los inmigrantes
marroquíes y senegaleses pueden haber sido detenidos por cuestiones de naturaleza ad-
ministrativa, y que el abismo que había entre la población inmigrante de origen latinoa-
mericano y los latinoamericanos detenidos tiende a disminuir; es decir, ahora, el porcentaje
de latinoamericanos detenidos tiende a acercarse al porcentaje de inmigrantes latinoame-
ricanos. Ya no son tan ejemplares como hace un lustro.
De acuerdo con Serrano Maillo, quien en esto sigue a Gottfredson y a Hirschi:
El delito se concentra mayoritariamente en los siguientes grupos o unidades y tiene las
siguientes características:
En el caso de los condenados por los Tribunales destacamos que la mayoría de ellos
(250-201 personas condenadas en 2008), frecuentemente por delitos relacionados con el
patrimonio, son hombres (92%) y jóvenes menores de 40 años (75%) (vid. gráficos n.º 4
y n.º 5).
131
Alfonso Serrano Maíllo: Introducción a la Criminología; Ed. Dykinson, Madrid, 2004, pp. 209 y 210.
48
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Por terminar esta descripción, podemos señalar que, a pesar de esta baja y especia-
lizada tasa de criminalidad, el número de reclusos en España ha experimentado un cons-
tante crecimiento como puede apreciarse en el gráfico, n.º 6, máxime en el caso de los
internos extranjeros (vid. gráfico, n.º 7).
49
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
50
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
En el informe del WODC132 de 2006, con datos de 2003, queda patente que en Es-
paña se registraron 137 internos por cada 100.000 habitantes, lo que nos sitúa a la cabeza
de la Unión Europea. Es decir, que, aunque tenemos una baja tasa de criminalidad, tene-
mos una elevada tasa de población recluida como consecuencia, fundamentalmente, de la
reforma del Código Penal de 1995 que hace hincapié en las penas privativas de libertad y
en su duración. Nuestra tasa de reclusión, dentro de la Unión Europea, sólo es superada
por Hungría, Polonia, Rumania y Reino Unido (vid. tabla n.º 3).
En dicha Tabla observamos la baja presencia de mujeres entre los internos españo-
les (8%), aunque resulta relativamente elevada respecto del resto de los países europeos.
En el marco de la tabla n.º 4, donde describimos las características más actuales de
la población reclusa en España, advertimos que en España el 35% de los presos y penados
son extranjeros, sobre todo inmigrantes marroquíes, rumanos y colombianos (vid. tabla n.º
5 ), sobrerrepresentación que es aún mayor en otros países de nuestro entorno.
132
Consejo de Europa, European Sourcebook of Crime and Criminal Justice Statistics 2003 SPACE 2006.
www.wodc.nl
51
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
52
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
NACIONALIDAD INTERNOS %
Rumania 2.138 8,2
Portugal 580 2,2
Francia 505 1,9
Italia 362 1,4
otros 1.538 5,9
TOTAL EUROPEOS 5.123 19,5
Colombia 2.630 10,0
Ecuador 1.088 4,2
Venezuela 661 2,5
Marruecos 6.605 25,2
Argelia 1.178 4,5
Nigeria 632 2,4
otros 8.284 31,6
TOTAL 26.201 100
POBLACIÓN RECLUSA POR SEXO
Hombres 23.908 91,25
Mujeres 2.293 8,75
TOTAL 26.201 100
Fuente: Ministerio del Interior: Instituciones Penitenciarias. Datos a 31-12-2008.
133
J. Bordas: «Violencia y delincuencia». S. del Campo y J. F. Tezanos: La Sociedad; Ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
2008, pp. 625 y ss.
53
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
d) Por las diferentes conclusiones a que se puede llegar sobre la criminalidad: si uti-
lizas las causas penales alcanzan las 460.000, en función de las encuestas de vic-
timación llegamos a los 3.000.000 de delitos al año, según la policía se conocen
unos 2.400.000 infracciones, según los detenidos existen unos 480.000 delin-
cuentes; unos 200.000 condenados por los tribunales y tenemos unos 75.000 re-
clusos. (vid. gráfico n.º 9).
Gráfico 9. Diferentes registros de la delincuencia en España en el año 2008. FUENTE: Elaboración propia
a partir de fuentes del Ministerio del Interior. Datos expresados en números redondos.
54
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
134
E. García España, F. Pérez Jiménez y M.ª J. Benítez Jiménez: La delincuencia según las víctimas; Instituto Anda-
luz Interuniversitario de Criminología, Málaga, 2006.
55
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
cer motivo son los errores involuntarios que el entrevistado introduce (...). Una cuarta
razón consiste en que algunos delitos son más confesables que otros a un entrevistador
(...). Otro problema son los errores en las clasificaciones y recuento de delitos.135
135
D. Torrente: Desviación y delito; Ed. Alianza, Madrid, 2001, p. 155.
56
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
7. Las falsas denuncias para cobrar seguros o no pagar tasas en por la renovación de
documentos repercuten en los registros policiales.
8. La regularización de los inmigrantes está aumentando el registro de infracciones
penales padecidas y denunciadas por ellos mismos.
Algunos de los problemas que tienen los registros judiciales son los siguientes:
1. Los jueces y fiscales registran su actividad laboral, de acuerdo con los procedi-
mientos legales, de la que algunas veces se pueden deducir imprecisos e incom-
pletos datos criminológicos.
2. Recoge los datos de los Juzgados de lo Penal y las Audiencias Provinciales pero no
los datos de los Juzgados Centrales ni de la Audiencia Nacional.
3. Sólo recogen las penas más graves y no todas las correspondientes a cada uno de
los delitos.
Como resume Díez Ripollés:
Los datos sobre penas impuestas por delitos tienen carencias: 1) Sólo se publican
los datos desagregados de las Audiencias provinciales y Juzgados de lo penal, no así de
los Juzgados centrales de lo penal ni de la Audiencia nacional, por lo que estos últimos
órganos han de quedar fuera de nuestra consideración. 2) Sólo recogen las penas im-
puestas en sentencia, lo que supone que no se identifican las penas privativas de liber-
tad suspendidas o sustituidas en la fase de ejecución de sentencia, ni las
responsabilidades personales subsidiarias acordadas en la misma fase por impago de
la pena de multa, ni consecuentemente las penas sustitutivas que se hayan podido dic-
tar en los últimos casos. 3) El número de penas que efectivamente se impone en sen-
tencia es considerablemente más elevado que el que recogen estas estadísticas, pues en
ellas coinciden las cifras de delitos enjuiciados y penas impuestas, lo que significa que
se computa una única pena por delito, la principal o la más grave. En consecuencia,
quedan fuera del cómputo las penas acumulativas consideradas menos graves y las
penas accesorias. 4) En las estadísticas de 2003 no se recogen expresamente las penas
por delito que han podido imponer los jueces de instrucción desde la entrada en vigor
el día 29 de abril de 2003 de la L.O. 8/2002, llamada de juicios rápidos.136
Algunos de los problemas que tienen los censos penitenciarios son los siguientes:
1. Los datos penitenciarios son censales y no muestrales porque se refieren al con-
junto del universo de internos.
2. Los censos penitenciarios sólo incluyen presos que componen un grupo mucho
menor y más peculiar que el conjunto de los delincuentes.
3. La población penitenciaria tiene una enorme sobrerepresentación de jóvenes, va-
rones e inmigrantes, relacionados con delitos contra el patrimonio y contra la
salud pública, que han sido detenidos por la policía y condenados por los tribu-
nales con las mismas garantías formales que el resto de la población, pero meno-
res garantías simbólicas.
136
J. L. Díez Ripollés : «Algunos rasgos de la delincuencia en España a comienzos del siglo XXI»; Revista Española
de Investigación Criminológica, n.º 4. Op. cit., pp. 13 y 14.
57
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
4. Como subraya Teodoro Hernández137, hay mucha diferencia de clase social entre
los autoinculpados y los reclusos. Los autoinculpados aparecen proporcional-
mente en todas las clases sociales y, en cambio, sólo terminan en la cárcel los que
pertenecen a las clases más bajas.
5. Los censos penitenciarios recogen lo peor jurídicamente de la conducta desviada:
los delitos en lugar de las faltas.
6. Los registros estadísticos penitenciarios son muy pobres debido a que se circuns-
criben a un universo muy pequeño y peculiar por lo que resulta imprescindible
completarlos con investigaciones cualitativas ad hoc.
Algunos de los problemas que tienen los análisis de contenido de noticias periodís-
ticas sobre la delincuencia son los siguientes:
Los medios de comunicación social cuentan los sucesos relacionados con el crimen
de la forma que puedan alcanzar más notoriedad, mayor impacto en la población, mayor
eco en los otros medios y provocar una mayor espiral de silencio que les proteja, inde-
pendientemente de que el suceso sea cierto o falso, importante o trivial, frecuente o ex-
cepcional.
Hay medios de comunicación social que realizan campañas fabulosas sobre delitos
insignificantes a fin de condicionar la política del Gobierno, influir en el electorado o dis-
traer la atención de delitos realmente graves.
137
T. Hernández de Frutos: «Estratificación social y Delincuencia»; Revista Internacional de Sociología, n.º 45, Ma-
drid, septiembre-diciembre, 2006. p. 208.
138
D. Torrente: Desviación y delito; op. cit., p. 159.
139
S. Farrall, J. Jackson y E. Gray: «La Trascendencia cultural y social de la inseguridad ante la delincuencia», en A.
Serrano Maillo y J. L. Guzmán Dálbora: Procesos de infracción de normas y de reacción a la infracción de normas: dos tradi-
ciones criminológicas; Ed. Dykinson, Madrid, 2008, p. 241.
58
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
140
A. Serrano Gómez y C. Vázquez González: Tendencias de la criminalidad y percepción social de la inseguridad ciu-
dadana en España y la Unión Europea; Ed. Edisofer, Madrid, 2007, p. 95.
141
E. N. Neumann: La espiral del silencio, Ed. Paidós, Barcelona, 1995.
142
R. K. Merton: Teoría y estructura sociales, Ed. F.C.E., México, 1984, p. 505.
59
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
143
S. Soto Navarro: «La influencia de los medios en la percepción social de la delincuencia». Op. cit., p. 37.
60
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
tido, y por el «sistema de navegación», que como esquema actitudinal normalizado, pro-
duce respuestas precodificadas, ante determinados estímulos, en forma de opiniones y
acciones.
La «carta de ajuste», como elemento valorativo de la cultura, integrado por la ideo-
logía y por la conciencia, sintoniza y da sentido a los hechos, establece una jerarquía en los
valores anteponiendo o subordinando valores positivos como la libertad, la vida, la pro-
piedad, la sabiduría, la seguridad, la variedad, el ahorro, el hedonismo, etc.; y evalúa la
posible conducta de respuesta como buena, mala o regular.
El «sistema de navegación» que reacciona ante los estímulos produciendo opiniones
y acciones está compuesto por los elementos operativos de la cultura, entre los que pode-
mos destacar el sentido común y el esquema actitudinal. El sentido común no es el único
ni el mejor, sino que es la síntesis de la ideología dominante en una sociedad concreta y
cuyas opciones no necesitan ser explicadas por sobreentendidas y sobrevaloradas; y el es-
quema actitudinal es el reflejo material de la conciencia y el que nos predispone efectiva-
mente a opinar o actuar ante determinados estímulos144.
Cuando estas opiniones y acciones se manifiestan colectivamente se produce un
«clima de opinión», como reflejo de la ideología dominante sobre la delincuencia, del que
se nutren determinadas «corrientes de opinión» que actúan a modo de «sentido común»
colectivo y tautológico: sentenciando los hechos sin mayor análisis y con la confianza de
que «todo el mundo estará de acuerdo» porque, al fin y al cabo, la corriente de opinión
sobre la inseguridad ciudadana es un producto del clima de opinión que sobre la delin-
cuencia han creado los medios de comunicación y los partidos políticos.
El «clima de opinión» se materializa en una «corriente de opinión» sobre un suceso
concreto, el crimen en nuestro caso, en cuya transmisión intervienen los medios de co-
municación social con su selección, difusión y reiteración de un orden del día concreto, re-
alzando los aspectos que les parecen más interesantes e ignorando los demás hasta que la
«espiral del silencio» de la que hablaba Neumann los haga desaparecer,
De esta manera, la personalidad social, caracterizada por su perfil sociodemográfico,
estilo de vida y estatus, y en función del rol que esté desempeñando en determinado esce-
nario en un tiempo y lugar concretos, recibe algunos estímulos relacionados con el crimen
y al filtrarlos culturalmente produce unas opiniones y unas acciones que no sólo dependen
de los hechos materiales concretos, sino de la corriente de opinión dominante así como de
las circunstancias sociales y de la personalidad de quien lo percibe.
Todo este procedimiento psicosocial nos permite comprender la importancia que la
gente asigna a la inseguridad ciudadana en comparación con otros problemas sociales, de-
pendiendo de la perspectiva que se adopte, puesto que no es igual de grave la inseguridad
como problema político que la inseguridad como problema personal.
Efectivamente, como puede apreciarse en las tablas n.º 7 y 8, la inseguridad ciuda-
dana ocupaba una quinta posición entre los principales problemas políticos de España,
precedida por la economía, el terrorismo, el paro y la inmigración y cerca del problema de
la vivienda. El terrorismo ha vuelto a una posición estelar después de los atentados per-
petrados por ETA en Barajas, Francia, Mondragón y Palma de Mallorca.
144
G. Pastor Ramos: Psicología social sistemática, Ed. Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1978, pp.
359 y ss.
61
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Sin embargo, cuando se pregunta por los principales problemas personales, tal y
como reflejan las tablas n.º 9 y 10, la inseguridad ciudadana asciende a la cuarta posición,
precedida por la vivienda, la economía y el paro, seguida por la educación.
Esta inseguridad ciudadana tiene más de miedo personal, como respuesta emocio-
nal y nerviosa en los términos de Ferraro145, que de problema político y, como descubrió
Warr146, los delitos más graves son los que se perciben como más probables de padecer y
los que infunden más temor.
145
K. F. Ferraro: Fear of Crime. Interpreting Victimization Risk, State University of New Yok Press, Albany, 1995, p. 8.
146
M. Warr: «Fear of Victimization and Sensitivity to Risk»; Journal of Quantitative Criminology, n.º 3/1, pp. 29 y ss.
62
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Es decir, que la gente percibe como más probable padecer un delito cuanto más grave
sea éste y cuanto más grave sea el hipotético delito mayor temor les produce, por impro-
bable que realmente sea su padecimiento.
En este sentido, S. Farrall, J. Jackson y E. Gray, advierten que:
La débil correlación entre el miedo por un lado, y el nivel de delincuencia y la ex-
periencia individual de la victimización por otro, ha dado pie a la paradoja riesgo-
temor: más personas se preocupan por la delincuencia de las que tienen probabilidad
de ser víctimas de ella, y al parecer se preocupa la gente equivocada... La paradoja
riesgo-temor también se evidencia por el hecho de que algunos de los grupos sociales
con más riesgo de victimización apenas tienen miedo (varones jóvenes) y, en cambio,
algunos de los grupos sociales menos susceptibles de ser victimizados son relativamente
temerosos (mujeres de más edad).147
147
S. Farrall, J. Jackson y E. Gray: «La Trascendencia cultural y social de la inseguridad ante la delincuencia», en A.
Serrano Maillo y J. L. Guzmán Dálbora: Procesos de infracción de normas y de reacción a la infracción de normas: dos tradi-
ciones criminológicas; op. cit., p. 235.
148
J. J. Medina: «Inseguridad Ciudadana, Miedo al Delito y Policía en España»; Revista Electrónica de Ciencia Penal
y Criminología, marzo, 2003; www.criminet.urg.es. P. 3.
149
A. Ramírez: Estrategias sociales de la Policía; Ed. Dykinson, Madrid, 2005, p. 29.
63
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
en una mejora de la protección de los ciudadanos»150, estrategia ésta que podría reprodu-
cirse en un próximo futuro «a petición del público» como consecuencia de los secuestros
de niños, las violaciones y los errores judiciales.
El temor infundado a convertirse en víctima de un delito, como advierte García-Pa-
blos de Molina, «implica desconfianza en el sistema mismo, conduce a la autoprotección
y a los excesos defensivos al margen de la ley y las instituciones, modifica los estilos de vida
de sectores de la población, genera continuos comportamientos insolidarios hacia otras
víctimas y desencadena una política criminal emocional, basada en el desmedido rigor,
que pone en peligro las conquistas liberales y humanitarias de nuestro tiempo... Concita
la atención general y la orienta deliberadamente hacia unos objetivos llamativos; distrae
o desvía aquella de otros problemas sociales, sin duda prioritarios, que pasan a un segundo
plano; proyecta la agresividad y emociones colectivas sobre minorías y colectivos margi-
nales, con el consiguiente refuerzo de la cohesión y la solidaridad social y, sobre todo, pro-
picia reacciones hostiles y pasionales que impulsarán una política criminal rigurosa»151,
contra los que podríamos denominar,«chivos expiatorios», como advierte Manero Brito152.
Si el crimen es un hecho social normal, la violencia y el miedo que produce es otra
construcción social153 al más puro estilo del Teorema de Thomas que explica la ruina del
solvente Last National Bank, o cómo Orson Wells consiguió convencer, desde una emisora
de radio de Nueva York, a millones de personas que, durante la noche de Halloween de
1938, la tierra estaba siendo invadida por extraterrestres. También hace verosímil que los
discursos de Hitler o de Goebbels, quien consideraba que una mentira repetida mil veces
podía alcanzar el estatus de verdad, desembocaran en un maremoto entre la arruinada,
desmoralizada y aterrorizada población alemana de entreguerras y explica la leyenda de
la tan famosa como incierta «Escuela de Cazadores de Dragones» de Pekín, que durante
dos mil años entrenó a sus cadetes con durísimos cursos sobre las características anató-
micas, fisiológicas, etológicas, etc., del mítico animal, mitad cocodrilo mitad águila; así
como sobre las ensayadas tácticas para dominarlo y mantenerlo alejado de los arrozales
de las plácidas aldeas de unos campesinos que pagaban lo que hiciera falta para evitar ser
atacados por los tan temibles como inexistentes dragones, a los que se enfrentaban unos
héroes, que por serlo, conseguían estupendos empleos en el gobierno imperial, amén del
mayor prestigio social.
Como recuerdan S. Farrall, J. Jackson y E. Gray:
Los primeros políticos (demócratas) en referirse al miedo a la delincuencia du-
rante una campaña electoral fueron Barry Goldwater y Richard Nixon cuando lucha-
ban por ganar las elecciones presidenciales de EE UU de 1964 y 1968. En el Reino
Unido, la primera en sacar provecho político del miedo a la delincuencia fue Margaret
Thatcher en las elecciones generales de 1979.154
150
L. Arroyo Zapatero: «Criminalidad y contexto urbano en España» en Eleventh United Nations Congress on Crime
Prevention and Criminal Justice, Bangkok, April, 2005; www.defensesociale.org . P. 25.
151
A. García-Pablos de Molina: Manual de criminología; Ed. Espasa, Madrid, 1988, pp. 97 y 98.
152
R. Manero Brito, R. R. Villamil Uriarte y L. Orihuela: «La violencia de la sospecha. La construcción de la víctima
en el planteamiento victimológico», El Cotidiano, México, septiembre de 2004, p. 11.
153
J. Bordas: «La construcción social del crimen y el miedo subjetivo al delito», Revista Égida, n.º 1, Buenos Aires,
mayo de 2007.
154
S. Farrall, J. Jackson y E. Gray: «La Trascendencia cultural y social de la inseguridad ante la delincuencia», en A.
Serrano Maillo y J. L. Guzmán Dálbora: Procesos de infracción de normas y de reacción a la infracción de normas: dos tradi-
ciones criminológicas; op. cit, p. 254.
64
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Hoy día el miedo al delito y las políticas de «tolerancia cero» ya no tienen color: tanto
la izquierda como la derecha se han apuntado a la mano dura por que da votos aunque no
de resultados.
La verdad es que la delincuencia, su percepción y la debida reacción policial no es un
problema más grave que el paro, la sequía, la discapacidad, el «sida», los accidentes de
tráfico, las epidemias de meningitis o la dificultad de los jóvenes para encontrar empleo o
vivienda; sin contar, claro está, con problemas realmente atroces como la falta de alimen-
tos, de medicamentos y de libros en el tercer mundo.
La delincuencia es un hecho social normal, su análisis es una operación intelectual
lógica y la respuesta policial y judicial represiva debe ser reglada y normal, en primer lugar
porque cualquier sobrerreacción policial pondría en peligro la libertad que se pretende
asegurar y, en segundo lugar, como dice Bayley:
... porque la policía no previene la criminalidad. Este es uno de los secretos mejor guar-
dados de la vida moderna. Los expertos lo saben, los policías lo saben, pero el público
no lo sabe. La policía tiene la presunción de constituir la mejor defensa de la sociedad
contra la delincuencia y sostienen continuamente que si le asignaran más recursos, en
particular de más personal, estaría en situación de proteger a la comunidad de la cri-
minalidad. Pero esto es un mito155,
porque la mera presencia policial no evitaría las conductas desviadas originadas por las
desigualdades sociales ni reprimiría los delitos más graves realizados por el crimen orga-
nizado con delincuentes de cuello blanco.
Familia, educación y empleo son los mejores elementos preventivos de la delincuen-
cia, puesto que cuando sucede, el papel de la policía es más informativo, científico y re-
presivo que preventivo. Además, como resalta Pierpaolo Martucci:
Si continua y fundadamente se nos incita a velar por nuestra salud, reduciendo
los factores de vulnerabilidad sobre todo mediante la prevención (dietas adecuadas, ac-
tividad física, vacunaciones) ¿Por qué no deberíamos dedicar la misma atención a de-
fendernos del riesgo de las agresiones delictivas de todo tipo? En relación con este tipo
de peligros, los factores de vulnerabilidad no se encuentran solamente en el contexto
socioambiental de vida, sino también en las características y los comportamientos per-
sonales, los cuales, al igual que tal contexto, pueden ser corregidos adecuadamente.156
155
D. H. Bayley: Police for de future; Oxford University Press, New York, 1994, p. 3.
156
P. Martucci: «Sociedad Postmoderna y aumento de la vulnerabilidad»; en A Serrano Maillo y J. L. Guzmán Dál-
bora: Procesos de infracción de normas y de reacción a la infracción de normas: dos tradiciones criminológicas; op. cit., p. 382.
65
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
4
EL TERRORISMO COMO DELITO Y EL DELITO DE TERRORISMO
Esta antigua definición sigue siendo hoy en día el principal punto de arranque, aun-
que hablara originalmente del terrorismo de un nuevo estado burgués contra el terrorismo
del Antiguo Régimen, en el sentido de considerar al terrorismo como un acto político que
utiliza cauces criminales e improcedentes para alcanzar sus objetivos políticos más rápi-
damente y contra la voluntad de los demás.
Parece desmedido juntar las palabras criminal e improcedente cuando estamos ha-
blando de terrorismo, pero resulta que su aspecto criminal es el más obvio, por cuanto que
su conducta está tipificada como injusta y punible por el Código Penal vigente en un tiempo
y lugar concretos, la sociedad en la que se produce identifica a los terroristas claramente como
asesinos, e incluso resoluciones de las Naciones Unidas definen sus actos como criminales,
cualquiera que sea su motivación y dondequiera y por quien sea que fueran cometidos158.
Sin embargo, no es trivial subrayar la inadecuación del terrorismo para alcanzar ob-
jetivos políticos por cuanto que dicha improcedencia lo convierte no sólo en un acto ilegal,
sino también, en un acto ilegítimo, ya que, naturalmente, no es consentido, ni siquiera tá-
citamente, por aquellos que lo padecen, especialmente, si dicha conducta criminal se pro-
duce dentro de una asociación criminal, con perfidia y en rebeldía contra un régimen
políticamente democrático.
Por dar un paso más y precisar, podemos definir el terrorismo como un conjunto con-
tinuo de conductas delictivas por el que una asociación ilícita, particular o estatal, comete
sistemática y pérfidamente determinados delitos comunes, en tiempo de paz o de guerra y
en el territorio nacional o en el extranjero, que además de lesionar bienes jurídicos prote-
gidos por el Derecho y causar ofensas y perjuicios materiales y morales a sus víctimas; ge-
nera un miedo insuperable, masivo e indeterminado, en el conjunto de la sociedad a la que
agrede, con la intención rebelde de subvertir un régimen político e imponer socialmente su
ideología e intereses, objetivo que no logra por procedimientos pacíficos y democráticos.
Desglosando esta definición de terrorismo podemos distinguir sus siguientes carac-
terísticas fundamentales:
— Los delitos terroristas siempre son cometidos por personas integradas en organi-
zaciones criminales que son asociaciones ilícitas.
157
E. Burke: Reflexiones sobre la Revolución en Francia, Ed. Alianza, Madrid, 2003, p. 135.
158
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Resolución 1.456/2003 de 20 de enero.
66
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
159
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; Ed. Tecnos, Madrid,
2000, p. 52.
67
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
hegelianos) que oyen «voces de seres imaginarios» (espíritu objetivo en términos hegelia-
nos) que inducen macabros efectos reales sobre la población.
Como enunciaba Thomas Jefferson en el tercer párrafo de la Declaración de Inde-
pendencia de los Estados Unidos, todo poder cuyo uso no descansa en el consentimiento
de los que obedecen es ilegítimo.
En consecuencia, además de matar la vida de algunas personas, el terrorismo pre-
tende matar la libertad del conjunto de la sociedad que lo padece actuando sobre la misma
como una especie de veneno alucinógeno, paralizante y pruriginoso.
En primer lugar, su efecto alucinógeno es bien conocido y se manifiesta en el enorme
miedo que produce a la generalidad de la población como consecuencia de la notoriedad
que consiguen en los medios de comunicación, impactando en millones de espectadores,
como consecuencia de su teatral puesta en escena, en la que víctimas y verdugos se con-
vierten en figurantes de una obra de teatro diseñada por los terroristas.
Como decía Jenkins, «el terrorismo es teatro y los atentados terroristas son, a menudo,
coreografiados para atraer la atención de los medios de comunicación»160 y multiplicar ima-
ginariamente sus efectos materiales. Esta «distorsionada percepción —señala Hoffman—,
que da como resultado que se le atribuyan mayores probabilidades al terrorismo que a otras
situaciones en las que peligra la vida, es en gran medida debida a la desproporcionada ma-
nera de informar sobre el terrorismo que tienen los medios de comunicación.» 161
La notoriedad proporcionada por la agenda setting de los medios y el efecto «eco»
que su repetición y profundización anecdótica produce, no sólo difunden la tragedia real
y humana que supone el acto terrorista, sino que dan verosimilitud a la alucinación que
pretenden provocar los terroristas.
De todas formas, tenga el eco que tenga, la estrategia terrorista «modelo víbora» es
fundamentalmente una estrategia de marketing puesto que, al fin y al cabo, los terroristas
no son guerrilleros, no cuentan con el apoyo logístico ni político de la población civil, ni
pretenden liberar un territorio aunque sea mediante tropas irregulares; los terroristas sólo
son una especie de partido político que como no consigue sus objetivos legítimamente,
matan para ocupar los titulares de los medios de comunicación y así implantarse, como ex-
plicaba Wördemann162, en el cerebro de las personas aterrorizándolas para provocarlas un
síndrome de Estocolmo y que sean ellas las que se movilicen desde la sociedad civil, se ima-
ginen que son árbitros entre su gobierno legítimo y los terroristas y exijan a sus dirigentes
que hagan algo o dejen de hacerlo para que los asesinos dejen de matar.
En segundo lugar, el efecto paralizante del terrorismo se difunde a través de una es-
pecie de «ley del silencio» mafiosa, que lleva a los afectados, la población general, a des-
entenderse de lo que es suyo como si ya no lo fuera o como si a ese precio no les mereciera
la pena conservarlo.
El desistimiento político y moral de la sociedad es uno de los más queridos objetivos
de los terroristas por cuanto que les permite, como señala Carlos Herrero: «Desconectar a
160
B. M. Jekins: «International Terrorism: A New Mode of Conflic» en David Carlton y Carlo Schaerf: International
Terrorism and World Security, Ed. Croom Helm, Londres, 1975, p. 16.
161
B. Hoffmann: A mano armada. Historia del terrorismo, Ed. Espasa, Madrid, 1999, p. 224.
162
F. Wördemann: Terrorismus. Motive, Täter, Strategien. Munich, Zurich, 1977, p. 57.
68
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
163
C. Herrero: Criminología, Ed. Dykinson, Madrid, 2001, p. 725.
164
O. Jaime: «Genealogía del terrorismo moderno»; en J. Beriain: Modernidad y violencia colectiva, Ed. CIS, Madrid,
2004, p. 193.
69
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
En todos los modelos de terrorismo el objetivo es político y las palabras son mucho
más importantes que las balas, pero en el caso del nuevo terrorismo de motivación reli-
giosa, cuyo medio ambiente es la «infosfera», se llega a los planteamientos más inmate-
riales, intemporales e imaginarios.
Que haga hincapié en la evolución del terrorismo hacia motivaciones imaginarias
más que materiales no quiere decir que los muertos que produce no sean reales ni que sus
motivaciones ideológicas, aunque inventadas (como en casi todos los supuestos de terro-
rismo), no sean reales en sus consecuencias.
En este sentido, el principal motor del terrorismo religioso islamista yihadista, por
ejemplo el actual de Al Qaeda, es la creencia en que deben restaurar el gobierno de Dios
en la tierra de acuerdo con la sharia y éste estímulo es mayor que el de hacer frente a la in-
justicia social que padecen los árabes a escala planetaria por culpa de la competitividad de-
predadora de la economía globalista o al deseo de liberar a los súbditos de los países árabes
del despotismo de los gobiernos anacrónicos y feudales que padecen.
Es verdad que los árabes, desde la cultura occidental, tendrían razones para luchar
contra la globalización capitalista y contra las metrópolis políticas; es verdad que los ára-
bes podrían luchar contra sus dirigentes, mayoritariamente reyes absolutos que exigen va-
sallaje a sus siervos, les mantienen en condiciones de vida miserables y les expolian sus
riquezas naturales en connivencia con multinacionales occidentales; pero la verdad es que
luchan, hasta el suicidio, para que la Umma o comunidad universal se rija por la sharia: el
Corán más la sunna, con la intención de crear Estados islamistas, wahhabistas y salafistas.
En el contexto de restaurar una Umma gobernada por la sharia evitando la vuelta al
caos y al «sin Dios» de la jahiliyya, los musulmanes identifican y eliminan sus obstáculos
por el siguiente orden: Los apóstatas, que habiendo sido musulmanes dejan de serlo o no
lo parecen por sus costumbres (Turquía, Egipto, Túnez, Marruecos y Jordania podrían
aproximarse a esta zona de peligro); los herejes, que plantean desviaciones inaceptables de
165
F. Reinares: «Fundamentos para una política gubernamental antiterrorista en el contexto de regímenes demo-
cráticos» en Sistema, n.º 132-133, Madrid, 1996, p. 115.
166
J. Bordas: El terrorismo yihadista en la sociedad calidoscópica, Ed. Edisofer, Madrid, 2006.
70
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
167
A. A. Mawdudi, La yihad islámica, www.islamitwatch.org
71
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Liberar la tierra árabe ocupada por los norteamericanos, los israelíes y los rusos
(Palestina, Afganistán, Irak y Chechenia).
Evitar los procesos democratizadores en determinados países musulmanes como
Marruecos, Túnez, Turquía, Jordania, Egipto o Argelia, ya que conducirían al go-
bierno de los hombres por los hombres en lugar de atenerse a la voluntad de Dios.
b) Objetivos políticos.
— Destituir a los gobiernos apostatas que hoy día predominan en la mayoría de
los países árabes y de población musulmana de obediencia sunnita como Jor-
dania, Turquía, Arabia Saudita, Pakistán, Afganistán, Indonesia, Marruecos,
etc., porque pudiendo aplicar la sharia, no lo hacen.
— Destituir a los gobiernos chiítas de Irán y, actualmente, de Irak ya que dividen
al Islam con planteamientos heréticos.
— Destruir a los gobiernos sacrílegos de los cruzados y sionistas, encabezados
por Estados Unidos e Israel, porque ocupan sus territorios sagrados y conta-
minan la cultura musulmana.
— Conquistar el resto de los territorios antiguamente musulmanes y hoy habita-
dos por infieles, como es el caso de España.
Como resume Martín Kramer, el objetivo del fundamentalismo islámico es la teo-
cracia, especialmente entre los países árabes:
El Islam debe dominar el mundo. Es la religión verdadera —la religión de Dios—
y su veracidad se manifiesta en su poder. Cuando los musulmanes se vuelvan creyen-
tes serán poderosos. El poder se ha perdido en los tiempos modernos porque muchos
musulmanes han abandonado el Islam, lo que les ha retrotraído al momento anterior
al que el profeta Mahoma recibió la revelación de Dios. Si los musulmanes vuelven al
Islam original, conseguirán preservar e incluso restaurar su poder.168
168
M. Kramer: «Fundamentalist Islam at large: the drive for power». Middle East Quarterly, 1996.
72
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
169
V. Mastronardi y S. Leo: Terroristi; Ed. Newton & Compton, Roma, 2005, p. 141.
170
J. Bordas: «Identidades y reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales» en J. F. Tezanos: Tendencias en iden-
tidades, valores y creencias, Ed. Sistema, Madrid, 2004, p. 214.
73
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
74
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75
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como parte de una legítima lucha contra la Brigadas Rojas, la Fracción del Ejército Rojo,
el IRA, Hamas o ETA.
171
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; op. cit., p. 55.
76
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
hora de impedir la interpretación por analogía con otro delito que no está allí expresa-
mente recogido, como es el de terrorismo.
El terrorismo «modelo hipócrita» se caracteriza porque tira la piedra y esconde la
mano, y porque siempre tira la piedra a Estados más débiles a fin de perjudicar material
o simbólicamente a su superpotencia «madrina», que no le podrían responder aunque lo
descubrieran y a los que nadie apoyaría por una «mera» cuestión de principios dado su des-
prestigio generalizado.
172
M. Pérez González: «Terrorismo y conflictos armados. La prohibición de los actos terroristas por el Derecho in-
ternacional humanitario» en VV AA: Lucha contra el terrorismo y Derecho internacional; Ed. Ministerio de Defensa, Madrid,
2006, pp. 91 y ss.
77
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
lo que lleva a la paradoja de que una población pueda desarrollar legítimamente una gue-
rra contra una potencia colonial, por democrática y welfarista que fuera la metrópoli, y, en
cambio, el pueblo sometido a una ruinosa y desalmada dictadura no pueda rebelarse con-
tra su ilegítimo opresor, obviamente, sin usar de tácticas terroristas.
Por ello, el terrorismo «guerrillero», circunscrito a su ejercicio en campaña, tiene
que ver con el cometido, de forma planificada y con intencionalidad política, por tropas re-
gulares de un ejército o por tropas irregulares de un movimiento de liberación nacional con
armas a la vista. El terrorismo «guerrillero» es una forma pérfida de desarrollar la violen-
cia que implícitamente acompaña a cualquier guerra.
El terrorismo «guerrillero» tiene como objetivo principal la rendición, por desmora-
lización, de las tropas enemigas. Para su desmoralización, el terrorismo «guerrillero» re-
aliza todo tipo de acciones militares prohibidas como la destrucción de infraestructuras
civiles, atacar a población civil, envenenar agua o alimentos, utilizar gases o radiaciones
tóxicas, amenazar con el exterminio, declarar que no se dará cuartel, etc.
En consecuencia, este tipo de terrorismo, repudiado por las Convenciones del Dere-
cho internacional humanitario, podría estar incluido entre los crímenes de guerra que ti-
pifica el art. 8 del Estatuto de Roma, si no fuera por la prohibición de analogía antes citada.
173
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; op. cit., p. 74.
78
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Desde la perspectiva del Derecho internacional humanitario parece que, por ahora,
nadie tiene duda de que el terrorismo debe tipificarse como delito en la legislación de todos
y cada uno de los países civilizados, debe excluirse de sus atributos cualquier intenciona-
lidad política (aunque la tuviera ya que al perder las formas pierden la razón), para facili-
tar la extradición según el principio aut dedere aut iudicare, debe aplicarse la jurisdicción
universal, e incluso hay autores que pretende extender la tipificación universal del tipo de
delito terrorista a la piratería aérea y marítima e incluso encontrar alguna forma para con-
siderarlo un crimen de genocidio, de lesa humanidad, de agresión o un crimen de guerra,
modificando el Estatuto de Roma.
Desde el 11 de septiembre de 2001, los atroces crímenes cometidos por los terroristas
islamistas en Nueva York y después en Madrid, Londres y Moscú, el dolor de sus víctimas,
tan inocentes como perplejas; la difusión del pavor por los medios de comunicación a es-
cala mundial, el martilleo que suponen otros múltiples atentados terroristas en el contexto
de una violencia endémica como la de Palestina, Afganistán o Irak y algunas respuestas po-
liciales al estilo del «homegrownd terrorism» y de Guantánamo, producen miedo y alien-
tan una cada vez más difundida corriente de opinión partidaria de la expansión de un
Derecho penal, hipertrofiado y endurecido, a amplios ámbitos de la delincuencia interna-
cional en su versión más grave: la terrorista, llegando a calificar de tales a otros tipos de crí-
menes organizados internacionalmente o incluso, a la violencia callejera y a la de género.
Desde la perspectiva del Derecho interno aplicable a extranjeros o a hechos acaeci-
dos en el extranjero no hay especiales problemas conceptuales puesto que:
... de conformidad con el principio de territorialidad —como explica Vicente Gimeno
Sendra— que es el mas frecuente, nuestra jurisdicción penal siempre es competente
cuando el delito se haya cometido en territorio español... De conformidad con el de-
nominado «principio de nacionalidad», los Juzgados y Tribunales del orden jurisdic-
cional penal también podrán conocer de los hechos previstos en las leyes penales
españolas como delitos, aunque hayan sido cometidos fuera del territorio nacional,
siempre que los criminalmente responsables fueren españoles... Y concurrieren los si-
guientes requisitos: a) que el hecho sea también punible en el lugar en que se cometió;
b) que el ofendido o el Ministerio Fiscal denuncien o interpongan querella ante los tri-
bunales españoles; c) que el presunto autor del hecho delictivo no hubiera sido ab-
suelto, indultado o penado en el extranjero o, en este último supuesto, no haya
cumplido condena... El art. 23.3 LOPJ atribuye a la jurisdicción penal el conocimiento
de los hechos cometidos por españoles o extranjeros fuera del territorio nacional, si se
tratara de alguno de los más graves delitos contra el Estado o la Corona, delitos come-
tidos por funcionarios públicos en el extranjero, contra el control de cambios, falsifi-
cación de moneda española, así como cualquier otra falsificación que perjudique
directamente el crédito o interés del Estado... Por último, el art. 23.4 LOPJ consagra el
principio de universalidad o jurisdicción universal, según el cual la jurisdicción penal
española es competente para el conocimiento de determinados delitos que lesionan
bienes jurídicos que trascienden a los intereses generales de España por afectar a la
Comunidad Internacional en su conjunto, razón por la cual pueden ser perseguidos
por cualquier Estado, cualquiera que sea la nacionalidad del delincuente y el lugar de
su comisión.174
174
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; Ed. Colex, Madrid, 2007, p. 140.
79
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Desde la perspectiva del Derecho internacional humanitario, que está mucho más
influido por la opinión pública, las víctimas y el sentido común que el fragmentario, ga-
rantista y riguroso Derecho penal interno y el Derecho penal internacional, la internacio-
nalidad del crimen cometido viene dada por las circunstancias del suceso o porque el bien
lesionado esté jurídicamente protegido por alguna norma consuetudinaria o convencio-
nal de ámbito internacional.
Por lo que se refiere a las circunstancias del hecho su internacionalidad deviene por-
que se produzca en más de un Estado, con participantes de más de un Estado, con vícti-
mas de más de un Estado y con intereses que afectan a una pluralidad de Estados.
Por lo que se refiere a la lesión de un bien jurídico protegido tiene que ver con cier-
tas personas (jefes de Estado, familias reales, funcionarios internacionales, los miembros
no beligerantes en conflictos armados, tráfico de esclavos, etc.) o con bienes determinados
(embajadas, buques y aeronaves, moneda, documentos, cableado submarino, etc.).
El marco general del ius cogens del Derecho internacional se basa en cuatro princi-
pios fundamentales:
— Igualdad soberana de los Estados
— Libre determinación de los pueblos
— Respeto a los derechos humanos fundamentales
— Prohibición del recurso a la fuerza
175
L. Rodríguez Ramos: Compendio de Derecho Penal; Ed. Dykinson, Madrid, 2006, pp. 74 y ss.
80
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Pero más allá, en los ámbitos regionales, podemos registrar algunos instrumen-
tos, también de carácter convencional, referidos al terrorismo y que ponen de relieve
ese interés del conjunto de la comunidad internacional por esta materia. En esta línea,
corresponde indicar, ahora, la Convención árabe para la represión del terrorismo, El
Cairo, 22 de abril de 1998; la Convención de la Organización de la Conferencia Islá-
mica, sobre la lucha contra el terrorismo internacional, Ouagadougou, 1 de julio de
1999; el Convenio europeo para la represión del terrorismo, Estrasburgo, 27 de enero
de 1977; la Convención para prevenir y sancionar los actos de terrorismo configurán-
dose delitos contra las personas y la extorsión conexa cuando estos tengan trascen-
dencia internacional, Washington, 2 de febrero de 1971; la Convención de la OUA sobre
la prevención y lucha contra el terrorismo, Argel, 14 de julio de 1999; la Convención re-
gional sobre la eliminación del terrorismo, de la Asociación del Asia Meridional para
la Cooperación Regional, Kathmandu, 4 de noviembre de 1987; y la Convención inter-
americana contra el terrorismo, aprobada mediante Resolución 1.840 (XXXII-0/02), de
la A.G. de la O.E.A., de 3 de junio de 2002.176
176
C. M. Díaz Barrado: «El marco jurídico-internacional de la lucha contra el terrorismo» en VV AA: Lucha contra el
terrorismo y Derecho internacional; op. cit., pp. 53 a 55.
81
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
177
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; op. cit., pp. 97 a 99.
178
C. Ramón Chornet: Terrorismo y respuesta de fuerza en el marco del Derecho Internacional; Ed. Tirant lo Blanch,
Valencia, 1993, 249.
82
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
En primer lugar y por lo que se refiere a la piratería, Consuelo Ramón Chornet sos-
tiene que:
La relación entre los propios conceptos de terrorismo internacional y piratería es
una cuestión a la que un importante sector doctrinal ha prestado especial atención, con
vistas a la posibilidad de homologar el estatus de terrorista y el de pirata, en la medida
en que ambos puedan ser considerados hostes humanis generis, lo que tendría conse-
cuencias nada desdeñables...179
En segundo lugar y por lo que se refiere a los delitos de lesa humanidad, Carlos Fer-
nández de Casadevante y Francisco Jiménez explican que:
Los crímenes de lesa humanidad (dentro de los cuales se puede incluir perfecta-
mente las actividades terroristas en su opinión), se caracterizan por constituir un ata-
que generalizado o sistemático contra los derechos humanos de la población civil
(asesinatos, exterminio, esclavitud, deportación, tortura, violación, esclavitud sexual,
prostitución forzada, persecución, desaparición forzada de personas...) de conformi-
dad con la política de un Estado o de una organización.181
179
C. Ramón Chornet: Terrorismo y respuesta de fuerza en el marco del Derecho Internacional; op. cit., p. 124.
180
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; op. cit., p. 125.
181
C. Fernández de Casadevante y F. Jiménez: Terrorismo y Derechos Humanos; Ed. Dykinson, Madrid, 2005, pp. 73
y 74.
182
M. Pérez González: «Terrorismo y conflictos armados. La prohibición de los actos terroristas por el Derecho in-
ternacional humanitario» en VV AA: Lucha contra el terrorismo y Derecho internacional, op. cit., pp. 84 y 85.
83
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
porque esta técnica se emplea también, siendo en realidad éste su ámbito originario,
para la represión de los delitos transnacionales y transfronterizos, y en segundo lugar
porque la utilización de la misma responde, en muchas ocasiones, a una decisión del
legislador interno, pero no viene impuesta por el Derecho internacional... Con el nom-
bre delicta iuris gentium se designan delitos que –como la falsificación de moneda,
trata de esclavos, daño de cables o piratería– lesionan intereses comunes de la Comu-
nidad Internacional y que todos los Estados están legitimados a castigar con indepen-
dencia de la nacionalidad del autor o del lugar de comisión, según el principio de
jurisdicción universal. Este grupo de delitos... El castigo del autor se sigue de la apli-
cación del Derecho interno... Los crímenes internacionales se diferencian de los grupos
anteriores en que su castigo se deriva directamente del Derecho Internacional. Entre
ellos se encuentran, en especial, los crímenes contra la paz, crímenes de guerra, geno-
cidio y crímenes contra la humanidad...183
183
A. Gil: Derecho Penal Internacional; Ed. Tecnos, Madrid, 1999, pp. 49 y ss.
84
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
el Derecho, aquellos bienes vitales más importantes frente a las formas más graves de
agresión; por ello el Derecho penal tiene un carácter fragmentario. Del mismo modo,
el Derecho penal internacional protege, de los bienes vitales que constituyen el orden
internacional, aquellos que son más importantes frente a las formas de agresión más
graves... Sólo cabe acudir a él cuando sea absolutamente imprescindible...184
184
A. Gil: Derecho Penal Internacional, op. cit., pp. 27 y 28.
185
F. Pignatelli y Meca: «El terrorismo como crimen de lesa humanidad y crimen de guerra en el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional», en VV AA: Lucha contra el terrorismo y Derecho internacional, op. cit., pp. 207 y 208.
186
A. Gil: Derecho Penal Internacional, op. cit., pp. 89 y 90.
85
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población civil o sus infraestructuras vitales, ataques pérfidos a tropas enemigas, maltra-
tar de cualquier modo a los prisioneros de guerra, utilizar venenos, gases, radiaciones o
munición prohibida, maltratar a la población civil del territorio ocupado, etc.
En consecuencia, el terrorismo puede ser percibido como un delito por parte del
Derecho internacional humanitario que exige su persecución por la jurisdicción univer-
sal y la de cada uno de los Estados, pero no desde la perspectiva del Derecho penal inter-
nacional.
Como concluye Pignatelli:
A tenor de lo que ha quedado expuesto, consideramos que los actos de terror
como tales no están incriminados en el Estatuto de la CPI ni como crímenes de lesa hu-
manidad del artículo 7 ni como crímenes de guerra del artículo 8, y ello por cuanto
que, además de la ausencia del nomen iuris al efecto, ni del texto de tales preceptos ni
de los Elementos de los Crímenes, que según el artículo 9 del Estatuto de Roma, «ayu-
darán a la Corte a interpretar y aplicar los artículos 6, 7 y 8 del presente Estatuto»,
puede deducirse que en alguno de los crímenes que en ambos artículos se contienen fi-
gure, como elemento intencional o dolo específico, el de aterrorizar o intimidar a la
población civil u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un
acto o a abstenerse de hacerlo. A esta conclusión nos aboca la dificultad que detecta-
mos para incluir, de manera precisa y clara, los actos de terrorismo, como tales, en
aquellos preceptos, dificultad que no puede salvarse sin chocar frontalmente con el res-
peto del principio de legalidad en su aspecto de garantía criminal y taxatividad y con
la proscripción de la analogía, que viene a proclamar, de la forma más clásica, el pri-
mer inciso del artículo 22.2 del Estatuto de la CPI, al estipular que la definición de cri-
men será interpretada estrictamente y no se hará extensiva por analogía... El principio
de legalidad penal y la prohibición de la analogía no permiten entender incriminado el
terrorismo en el Estatuto de Roma, pues no se puede sancionar mas que lo que ha sido
claramente definido y el Derecho internacional penal no puede avanzar mucho más sin
este desarrollo previo.187
Es decir, sólo hay cinco delitos competencia de la Corte Penal Internacional y sus
sentencias afectan a personas físicas cuya conducta culpable ha sido demostrada y, por
ello, pueden ser retribuidos con la pena correspondiente ya que:
... al reconocerse la responsabilidad directa del individuo en Derecho internacional por
alguna de las conductas anteriormente señaladas —puntualiza Alicia Gil—, es decir, al
imponer el propio Derecho internacional una consecuencia jurídica, la pena, a la in-
fracción de la norma, es cuando puede hablarse de ley penal internacional, si bien hay
que tener en cuenta que las particularidades de éste ámbito jurídico nos llevan a hablar
de «ley» en un sentido diferente al que utilizamos en el ámbito interno. El estado de des-
arrollo en que se encuentra el Derecho penal internacional conlleva que la consecuen-
cia jurídica, la pena, no esté precisada en los textos internacionales a continuación de
la correspondiente conducta que se quiere sancionar, con el consiguiente menoscabo
del principio de legalidad de las penas.188
187
F. Pignatelli y Meca: «El terrorismo como crimen de lesa humanidad y crimen de guerra en el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional», en VV AA: Lucha contra el terrorismo y Derecho internacional, op. cit., pp. 226 y 227.
188
A. Gil: Derecho Penal Internacional; op. cit., p. 58.
86
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
El largo título de este epígrafe viene a sugerir que el terrorismo no debería tipificarse
como un delito concreto y específico sino como una «forma» agravante de cometer cual-
quier delito común ya sea interno, transnacional o internacional y, por tanto, siempre per-
seguible por la jurisdicción que pueda juzgar el delito básico cometido.
En esta hipótesis el terrorismo podría ser enjuiciado por la Corte Penal Internacio-
nal en tanto que agravante específico de cometer los delitos de agresión, genocidio, lesa hu-
manidad o crímenes de guerra.
Veamos. Como señala Pignatelli:
El acto de terrorismo se caracteriza, en lo que atañe al sujeto activo, por su na-
turaleza necesariamente plurisubjetiva o pluripersonal, en razón de exigirse una base
organizativa que agrupe a los autores en lo que tradicionalmente se denominan bandas
o grupos; y en lo que concierne al dolo, en que este se halle presidido, de manera in-
mediata o próxima, por un elemento tendencial, finalista, teleológico conforme al cual
los integrantes del grupo propendan, con sus acciones, espontáneas o concertadas, a
turbar el sosiego de la población, despertando en los integrantes de la misma, inquie-
tud, sobresalto o desasosiego, y, de manera remota, por la pretensión del grupo de al-
canzar determinadas pretensiones, generalmente de índole política o estratégica... El
terrorismo es mucho más el componente de muchas infracciones que una infracción
que se pueda aislar.189
189
F. Pignatelli y Meca: «El terrorismo como crimen de lesa humanidad y crimen de guerra en el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional», en VV AA: Lucha contra el terrorismo y Derecho internacional, op. cit., pp. 299 y ss.
87
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
gal, etc.) cualificados por un elemento objetivo (la existencia de un grupo criminal,
«bandas armadas, organizaciones o grupos terroristas», que no se exige en la figura de-
lictiva del art. 577) y, sobre todo, por un elemento subjetivo definitorio de estos delitos:
la intención o finalidad de «subvertir el orden constitucional o alterar gravemente la paz
pública» (arts. 571 y 577, entre otros). Lo verdaderamente importante no es, por tanto,
la existencia de una banda armada, organización o grupo terrorista, sino la finalidad...
Por otra parte, el vigente Código Penal en general exaspera la sanción penal de los de-
litos de terrorismo, a veces en términos desproporcionados por razón de la cualifica-
ción del sujeto pasivo. La ponderación de la punición de los mismos mos hechos
cometidos al margen de un grupo terrorista (art. 577) pone de manifiesto la voluntad
esencial del legislador de combatir los grupos terroristas. Además, contempla la posi-
bilidad de atenuar la pena para los terroristas arrepentidos (art. 579) y la aplicación de
la agravante de reincidencia mediante la equiparación a tales efectos de la condena de
un Juez o Tribunal extranjero a las sentencias de los Jueces y Tribunales españoles (art.
580). Para los delitos tipificados de modo autónomo, el legislador español opta por una
sustancial elevación de las penas respecto de los tipos genéricos o comunes, si bien la
agravación de las penas para los delitos contra las personas internacionalmente prote-
gidas se somete al principio de reciprocidad, es decir, la especial protección sólo se con-
cede si los atentados similares realizados contra españoles que ostentan igual condición
merecen en el país al que pertenecen las personas ofendidas una agravación parecida
(art. 606.2).190
190
J. Alcaide Fernández: Las actividades terroristas ante el Derecho internacional contemporáneo; op. cit., pp. 99 y ss.
88
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
191
A finales del 2000 en Palermo (Sicilia) 124 países miembros de la ONU, de un total de 189, firmaron la Conven-
ción contra la Delincuencia Organizada Transnacional
192
Bundeskriminalamt (BKA- Federal Crime Police). www.bka.de
89
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
b) El concurso de delitos.
Además de cometer siempre asociación ilícita, los terroristas cometen otros
delitos comunes en concurso.
Como señala Luis Rodríguez Ramos:
Los concursos delictivos se refieren a supuestos en los que el mismo autor
ha realizado más de una acción, cada una por sí misma constitutiva de delito
(por ejemplo, matar sucesivamente a dos o más personas) –concurso material o
real de delitos–, ha realizado un solo hecho que ofende a dos o más bienes jurí-
dicos defendidos en más de un precepto –concurso formal o ideal de delitos-, o,
en fin, ha cometido dos delitos pero el primero es instrumento de la comisión
del segundo –concurso medial o instrumental– (como ejemplo, el que mata con
un arma sin licencia o falsifica una letra de cambio para estafar a otro)... El art.
8 del vigente CP dispone: Los hechos susceptibles de ser clasificados con arreglo
a dos o más preceptos de éste Código, y no comprendidos en los artículos 73 a 77,
se castigarán observando las siguientes reglas: 1.ª) El precepto especial se aplicará
con preferencias al general. 2.ª) El precepto subsidiario se aplicará sólo en defecto
del principal, ya se declare expresamente dicha subsidiariedad, ya sea ésta táci-
tamente deducible. 3.ª) El precepto penal más amplio o complejo absorberá a los
que castiguen las infracciones consumidas en aquel. 4.ª) En defecto de los crite-
rios anteriores, el precepto penal más grave excluirá los que castiguen el hecho
con pena menor.194
Sin embargo, en el caso que nos ocupa son de aplicación los arts. 73 a 79 del
vigente Código Penal donde se enlaza el concurso de delitos con el delito conti-
nuado (art. 74) y se amplía el cumplimiento máximo de la pena hasta los 40 años
para delitos de terrorismo (art. 76).
c) El delito continuado.
Como explica Luis Rodríguez Ramos:
El delito continuado está constituido por dos o más acciones delictivas,
cada una de las cuales por sí sola ya constituye delito, pero que el legislador con-
sidera que conforman un único delito (art. 74 CP); es el caso, por ejemplo, del ca-
jero que durante un periodo de tiempo determinado realiza diversas y sucesivas
apropiaciones de cantidades del dinero que está bajo su cuidado, computándose
cada uno de dichos comportamientos como una parte de un todo, constituido
193
L. Rodríguez Ramos: Compendio de Derecho Penal; op. cit., p. 175.
194
Ibídem, 2006, pp. 196 y 197.
90
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
por la suma de todas las cantidades sustraídas; pues bien, en estos casos se ha
considerado que debe aplicarse al conjunto de acciones la ley más favorable vi-
gente en la primera fase delictiva, en detrimento de la posterior más perjudicial
en vigor en la segunda fase delictiva.195
195
Ibídem, pp. 68 y 69.
196
Ibídem, p. 156.
91
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
197
Ibídem, p. 144.
92
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
198
V. Cervelló Donderis: Derecho Penitenciario; Ed. Tirant lo blanch, Valencia, 2006, pp. 142 y ss.
93
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
5
LA METAMORFOSIS DEL PAPEL DE LAS VÍCTIMAS
Y LA EVALUACIÓN DE SU PAPEL EN EL PROCESO PENAL
En términos generales y desde tiempo inmemorial, las víctimas de los delitos han
encontrado tres válvulas de escape para la presión derivada del muchas veces injusto su-
frimiento padecido: la resignación impotente ante un hecho que no han podido evitar y que
tampoco podrían evitar si ocurriera de nuevo; la venganza de la víctima o sus allegados
sobre la vida, familia o bienes del victimario; o el derecho penal y la exigencia de que el Es-
tado, con sus aparatos de control, apliquen la ley y hagan justicia.
Antiguamente, era la víctima o sus herederos quienes se vengaban del delincuente
con los solos límites del Código de Hammurabi, que pretendía ceñir la venganza privada
a los justos límites del daño padecido: ojo por ojo y diente por diente, sin que la revancha
fuera descomunal. Las Doce Tablas de Roma añadieron a esto la equidad de un juez im-
parcial y la posibilidad de que víctima y victimario pactaran el resarcimiento.
En los tiempos modernos, propios del Estado de derecho, el imperio de la ley y la se-
paración de poderes, la respuesta a la delincuencia ha sido la intervención policial y el pro-
cesamiento de los criminales para que su culpa fuera retribuida con penas privativas de
libertad, privativas de derecho o multas y su peligrosidad fuera controlada mediante me-
didas de seguridad.
En esta prolongada etapa en la que se aborrecía de la venganza privada, la víctima
estaba completamente separada del delincuente, a quien se aplicaba el procedimiento cri-
minal más por su afrenta a la sociedad y a las normas del Estado que por el perjuicio oca-
sionado a la víctima, cuyo resarcimiento parecía secundario y más propio del Derecho civil
que del Derecho penal. Mientras que las víctimas tenían un papel marginal en el proceso
penal, y algunas veces sospechoso de su propio padecimiento, el imputado, como no podía
ser de otra manera, disfrutaba de todos sus derechos constitucionales y procesales, así
como de una política de resocialización y de reinserción social. Esta etapa corresponde al
esplendor del Derecho penal de naturaleza liberal insertado en un Estado de Bienestar.
Las ideas criminológicas que moldearon la política pública durante el periodo de pos-
guerra —recuerda Garland— fueron una mezcla ecléctica de teorías psicológicas sobre la
anormalidad y teorías sociológicas, como las de la anomia, de la privación relativa, de la sub-
cultura y del etiquetamiento. La criminalidad era visualizada como un problema de indivi-
duos o familias defectuosas o mal adaptadas, o bien como síntoma de las necesidades
insatisfechas, de la injusticia social y del choque inevitable de normas culturales en una so-
ciedad pluralista aún jerárquica. Si había un argumento explicativo central, era el de la pri-
vación social, luego transformado en el de la «privación relativa»... La solución frente al delito
radicaba en el tratamiento correccional individualizado, el apoyo y la supervisión de las fa-
milias y en medidas de reforma social que mejorasen el bienestar social, en particular la edu-
cación y la creación de empleo... 199
199
D. Garland: La cultura del control; op. cit., pp. 51 y 52.
94
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
200
A. E. Fattah: «Centro de Difusión de la Victimología» www.geocities.com
201
Alfonso Serrano Maillo: La compensación en derecho Penal; Ed. Dykinson, Madrid, 1996, pp. 253 y ss.
95
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
nes: por un lado, potenciando un nuevo Derecho penal más autoritario basado en la de-
terminación de duras y largas condenas con endurecimiento de las condiciones para su re-
dención, y, por otro, generando un nuevo derecho penal, que Esther Giménez-Salinas202
define y defiende como conciliador, basado en la mediación, comunicación y reparación
por el victimario del daño ocasionado a la víctima poniendo fin al proceso no ya con más
penas o con más medidas de seguridad sino con una conciliación reparadora.
La tesis actualmente dominante es la del endurecimiento del Derecho penal y no la
del Derecho penal conciliador.
Como resume David Garland:
En el complejo penal-welfare, las víctimas individuales apenas aparecían como
miembros del público cuyos reclamos provocaban la acción del Estado. Sus intereses
estaban subsumidos en el interés general del público y, por cierto, no se contraponían
a los intereses de los delincuentes. Todo esto ha cambiado ahora. Los intereses y los sen-
timientos de las víctimas —las víctimas mismas, las familias de las víctimas, las vícti-
mas potenciales, la figura abstracta de la víctima— se invocan ahora rutinariamente
para apoyar medidas de segregación punitiva... Se asume un juego político de suma
cero, en el que el delincuente gana lo que pierde la víctima y estar «de parte» de las víc-
timas automáticamente significa ser duro con los delincuentes... Las víctimas, especí-
ficamente, deben tener voz... Siendo consultadas respecto del castigo y de las decisiones
sobre la liberación del delincuente... Existe actualmente una corriente claramente po-
pulista en la política penal que denigra a las élites de expertos y profesionales y de-
fiende la autoridad de la gente, del sentido común, de volver a lo básico... Se degrada
la importancia de la investigación y del conocimiento criminológicos y en su lugar
existe una deferencia hacia la voz de la experiencia, del sentido común, de lo que todos
saben...203
Dichas actitudes de sentido común, sobre el que tanto sospechaba Gramsci, se ca-
racterizan por una concepción «absolutista» basada en apariencias superficiales y dogmas
ideológicos, una concepción que demanda justicia, castigo y protección a cualquier precio.
Para los que así piensan, los delincuentes deberían ser perseguidos con toda la fuerza de
la ley, el culpable siempre debería ser castigado, los individuos peligrosos jamás deberían
ser liberados, los presos deberían cumplir la totalidad de sus condenas y la condena del de-
lincuente debería reflejar precisamente su delito.
En este contexto dialéctico, en el que la tesis era la «víctima como sujeto débil y per-
judicado con derecho a venganza» y la antítesis la «víctima como sujeto pasivo perjudicado
protegido por el Estado como si fuera un minusválido» resurgió con fuerza y con un plan-
teamiento sintético el concepto de «víctima como sujeto activo en el hecho criminal con
derecho a la participación en el proceso y a la reparación del daño sufrido».
Las consecuencias del delito son tremendas para las víctimas y, como una reacción, se
convierten en unas expectativas que no son sólo jurídicas, ni económicas, ni clínicas, ni psi-
cológicas, sino que se presentan como una construcción social en la que además de ellas,
también participan los delincuentes y la leyes que establecen que uno tiene el papel de
202
E. Giménez-Salinas: «La conciliación víctima-delincuente: hacia un derecho penal reparador» en AA.VV. La Me-
diación Penal; Centre d´Estudis Jurídics i Formació Especialitzada, Barcelona, 1999, p. 69.
203
D. Garland: La cultura del control; op. cit., pp. 36 y ss.
96
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
«héroe» y otro el de «villano»; los policías, los jueces y fiscales, los psicólogos y trabajadores
sociales, los médicos y psiquiatras, coexistiendo todos ellos con determinadas circunstancias,
económicas, políticas y culturales, que configuran el escenario donde ocurre el suceso y
donde la percepción del mismo por los otros, especialmente por los medios de comunicación
y por sus familias, es tan importante como la percepción personal de la propia víctima.
Aunque nuestro objetivo final consiste en conocer en profundidad a las víctimas y de-
tectar su influencia en la modificación de la legislación penal; debemos contextualizar este
hecho describiendo someramente tanto las características sociodemográficas como acti-
tudinales de las víctimas de los delitos en términos generales.
Como sabemos, la delincuencia es uno de los problemas que crean mayor alarma social
en las sociedades desarrolladas. La sensación de inseguridad derivada de los actos delictivos
contra el patrimonio o contra las personas y el eco que de ellos se hacen los medios de co-
municación motivan la desconfianza de la población en la sociedad y en sus instituciones.
El estudio del delito desde el punto de vista de las víctimas permite una aproxima-
ción distinta a otras más tradicionales, que se centran en el crimen o en el delincuente. Por
ello, tenemos que reconocer que la principal fuente para conocer cualitativamente la de-
manda de servicios de seguridad por parte de la población es la que brota de las quejas de
las víctimas de los delitos204.
Aun con una intención jurídico-penal, queremos valernos de la perspectiva socioló-
gica para estudiar el número, distribución y características de las víctimas mediante téc-
nicas cuantitativas de investigación social y ahondar en el conocimiento de sus actitudes
y estilos de vida sirviéndonos de técnicas cualitativas.
Desde la perspectiva cuantitativa podemos trabajar con datos secundarios, como
hace Interpol, elaborando la tasa de infracciones conocidas por la policía (delitos más fal-
tas dividido por el número de habitantes), que en España se sitúa en 51 infracciones por
mil habitantes, muy por debajo de la media de la Unión Europea; o podemos trabajar con
datos primarios utilizando para ello técnicas de encuesta preguntando a una muestra re-
presentativa del universo estudiado si en un periodo de tiempo determinado, el año pasado
por ejemplo, se han sentido víctima de un delito.
Los datos que utilizamos para describir el perfil de las víctimas proceden de dos fuen-
tes: la primera fuente de información ha sido la encuesta telefónica realizada por Random
durante el mes de noviembre del año 2005 con ámbito nacional y un margen de error del
3%, la segunda fuente de información ha estado integrada por los barómetros del Centro
de Investigaciones Sociológicas realizados mediante encuesta personal a una muestra re-
presentativa durante 2005 y, especialmente, el correspondiente a diciembre de dicho año,
con ámbito nacional y un margen de error del 2%.
Desde el punto de vista de los datos primarios, que son los que configuran la de-
manda de seguridad mediante encuesta, existe, como se deduce del gráfico n.º 10, entre un
204
J. Bordas: «Las demandas de las víctimas de delitos», en Revista de Policía y Criminalística, n.º 18, Buenos Aires,
noviembre de 2007, pp. 15 y ss.
97
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 10. Víctima de algún delito a lo largo del año 2005 (por sexo). FUENTE: Encuesta
del CIS (diciembre, 2005) y encuesta RANDOM (noviembre, 2005)
Concretando un poco más, podemos añadir que el perfil de las víctimas se caracte-
riza no sólo por ser un varón, sino también residir en un gran núcleo de población, por ser
mayor de 55 años o menor de 24 y por ubicarse socialmente en lo que ambiguamente de-
nominamos como clase media (vid. gráficos n. º 11, n.º 12 y n.º 13).
Gráfico 11. Víctimas de algún delito a lo largo del año 2005 (hábitat).
FUENTE: Encuesta del CIS (diciembre, 2005).
98
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
6,7%
CIS
Gráfico 12. Víctimas de algún delito a lo largo del año 2005 (por edad). FUENTE: Encuesta del CIS
(diciembre 2005) y encuesta RANDOM (noviembre, 2005).
Gráfico 13. Víctimas de algún delito a lo largo del año 2005 (hábitat).
FUENTE: Encuesta del CIS (diciembre 2005).
205
M. E. Wolfgang, R. M. Figlio y T. Sellin: Delincuency in a birth cohort; Chicago University Press, Chicago, 1972.
206
A. Serrano Maíllo: Introducción a la Criminología; Ed. Dykinson, Madrid, 2004, p. 274.
99
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
dríguez Manzanares207—, exige unas circunstancias de tiempo y espacio que permiten cal-
cular la probabilidad de ser víctima.
Es decir, que es estrictamente falso que la población general tenga una alta probabi-
lidad de ser víctima de un delito y que es estrictamente falso que todo el mundo tenga las
mismas probabilidades de padecer un delito.
No obstante y en este contexto, merece la pena señalar que el perfil sociodemográ-
fico general de las víctimas tiene como contrapunto tres perfiles sociodemográficos de víc-
timas muy peculiares y muy distintas entre sí como es el caso de las víctimas del terrorismo
de ETA, las víctimas del terrorismo yihadista y las víctimas de la violencia de género.
Estas víctimas peculiares se caracterizan por haber fallecido, por ser consecuencia de
un delito muy grave, por ser cuantitativamente pocas en comparación con el conjunto de
la delincuencia y por tener un perfil sociodemográfico muy específico.
Efectivamente, como podemos apreciar en los gráficos n. º 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20,
que mostramos a continuación tomando prestados del magnífico libro de Rogelio Alonso,
Florencio Domínguez y Marcos García, titulado Vidas Rotas208, la mayoría de las víctimas
del terrorismo de ETA se produjeron durante la transición a la democracia y su consoli-
dación, caracterizándose por se hombres adultos, nacidos o fallecidos principalmente en
el País Vasco y significativamente relacionados con miembros de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado que, objetivamente, perdieron la vida por defender la democracia.
Si a guardias civiles y policías le sumamos militares, policías municipales y policías
autonómicos, tendremos las mayoría absoluta de las víctimas de ETA y, en la inmensa ma-
yoría de los casos, después de la dictadura franquista y en pleno crecimiento de la inci-
piente democracia española y como obstáculo tanto para su desarrollo como para la
integración de España en las instituciones europeas.
Gráfico 14. Número de asesinatos realizados por ETA según periodos históricos.
FUENTE: Encuesta del CIS (diciembre, 2005).
207
L. Rodríguez Manzanares: «La Prevención Criminal»; Curso Internacional de Criminología, La Habana, julio de
1987, p. 6.
208
R. Alonso, F. Domínguez y M. García: Vidas Rotas; Ed. Espasa, Madrid, 2010, pp. 1210 y ss.
100
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 15. Sexo de las víctimas de ETA desde 1960 hasta 2009. FUENTE: «Vidas rotas».
Gráfico 16. Edades de las víctimas de ETA desde 1960 hasta 2009. FUENTE: «Vidas rotas».
Gráfico 17. Procesión de las víctimas de ETA asesinadas de 1960 a 2009. FUENTE: Fuente: «Vidas rotas».
101
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 18. Lugar de nacimiento de las víctimas de ETA de 1960 a 2009. FUENTE: Fuente: «Vidas rotas».
102
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Por el contrario, las víctimas del terrorismo yihadista tienen la peculiaridad de ser las
más parecidas a la población general, es decir, las menos peculiares, lo que es debido a la
selección aleatoria de sus víctimas por parte del terrorismo yihadista lo que hace que la pre-
sencia de mujeres, por ejemplo, aumente muchísimo acercándose a su proporción natural.
Como explica Gómez Bermúdez209, el terrorismo yihadista, por sus objetivos y por su
táctica no se para en medios ni selecciona concienzudamente a sus víctimas, sino que actúa
con una especie de impulso exterior y superior que santifica sus acciones por atroces que
sean y por indiscriminadas que resulten sus consecuencias. Así, vemos en los gráficos n.º
21, 22 y 23 que en los atentados del 1 de marzo de 2004 hay muchas mujeres, muchos tra-
bajadores de mediana y baja cualificación y relativamente muchos inmigrantes, incluso
procedentes de países magrebíes, así como latinoamericanos y procedentes de los países
del este de Europa.
Gráfico 21. Sexo de los asesinados por el terrorismo yihadista en Madrid 2004.
Fuente: Fundación Víctimas Terrorismo.
Gráfico 22. Nacionalidad de los asesinados por el terrorismo yihadista en Madrid 2004.
FUENTE: Fundación Víctimas Terrorismo.
209
J. Gómez Bermúdez: No destruirán nuestra libertad; Ed. Temas de Hoy, Madrid, 2010, p. 48.
103
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 23. Ocupación de los asesinados por el terrorismo yihadista en Madrid 2004.
FUENTE: Fundación Víctimas Terrorismo.
Por último, queremos traer aquí a colación un tipo de víctima de la delincuencia que
no corresponde con el patrón general porque se refiere específicamente a la violencia de
género que en realidad trata de la violencia padecida por las mujeres y que para describirla
nos hemos ayudado de los datos facilitados por el Gabinete de Estudios de Seguridad In-
terior de la Secretaría de Estado de Seguridad (ver gráficos n.º 24, 25, 26, 27 28 y 29).
Sólo queremos adelantar que se trata de delitos muy graves, que el perfil sociode-
mográfico que aquí registramos es el de las fallecidas y que sus características son muy dis-
tintas de las víctimas en general no sólo por tratarse de mujeres en lugar de hombres, como
ocurre en la mayoría de las infracciones, sino también por la fuerte relación sentimental
existente entre víctima y victimario.
También debemos adelantar la fuerte presencia de inmigrantes entre las víctimas, su
juventud, su residencia en Andalucía y su falta de estudios.
Gráfico 24. Nacionalidad de las mujeres fallecidas por violencia de género en 2009. FUENTE: GESI.
104
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 25. Edad de las mujeres fallecidas por violencia de género en 2009. FUENTE: GESI
Gráfico 27. Relación con el autor de las mujeres fallecidas por violencia de género 2009. FUENTE: GESI.
105
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Gráfico 28. Nivel de estudios de las mujeres fallecidos por violencia de género 2009. FUENTE: GESI.
Gráfico 29. Situacion laboral de las mujeres fallecidas por violencia de género 2009. FUENTE: GESI.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Por lo que se refiere a las consecuencias clínicas, las más sangrantes son las heridas,
amputaciones, discapacidades y enfermedades crónicas que no sólo producen dolor, sino
que generan incapacidad y minusvalía para desarrollarse con normalidad en el ámbito do-
méstico y en el laboral, llegando, en casos extremos, a acortar la esperanza de vida de las
víctimas de los delitos.
Mención aparte merecen las consecuencias clínicas de los delitos de tráfico rodado
y de tráfico de drogas, y algunas veces los de lesiones, que repercuten enormemente en la
210
M.ª P. Rodríguez López: «La víctima frente al sistema judicial» en II Congreso de la Sociedad Española de Victi-
mología; Ed. Sociedad Vasca de Victimología, San Sebastián, 2007. http://www.sc.ehu.es/ptwgozaj/victimologia/ssv/Re-
sumenes.pdf, pp. 86-88.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Entre las consecuencias económicas del delito hay un amplio abanico de medidas
que se toman tras el hecho sufrido como reparar el daño padecido en coches, viviendas,
muebles, vestuario, etc.; cambiar de domicilio, con los trastornos que conlleva en cuanto
a relaciones sociales y domiciliación; asumir fuertes inversiones en seguridad, tales como
alarmas, cerraduras de cuatro vueltas, rejas, encender las luces de la casa todo el día, pe-
rros, cámaras de vídeo, seguros, barras de seguridad, radios y GPS de quita y pon para el
coche, etc., amén de los daños económicos padecidos, monetariamente hablando, así como
la merma de sus beneficios financieros o la minoración de ingresos que se hayan derivado
del coste de oportunidad de no haber podido disponer de su tiempo, su dinero o sus me-
dios como consecuencia del delito padecido.
Padecer un delito no sólo es peligroso y molesto, sino que siempre sale caro y la res-
titución se convierte en uno de los principales objetivos de las víctimas.
109
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
211
J. Bordas: «Demandas sociales de seguridad», en J. M.ª Arribas, M. Barbut y A. Almazán: Estadísticas, Sociología
y Estado; Ed. UNED, Madrid, 2007.
212
M. Turrado Vidal, La policía en la historia contemporánea de España (1766-1986), Ed. Dykinson, Madrid, 2000, p.
105. En realidad la policía secreta nunca ha existido como tal sino que se refiere al nombre popular que se da a la policía
que viste de paisano y cuyo nombre se toma prestado de una partida presupuestaria denominada «policía secreta» que es
como antiguamente se llamaba a los actualmente denominados «gastos reservados».
110
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
213
A. Martínez: Exposición de motivos, Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1882.
111
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214
M. Correa et al.: Estadísticas de criminalidad en la Unión Europea, Editorial Fundación de la Policía Española,
Madrid, 2002.
112
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
teros, que realizan la inmensa mayoría de las faltas por hurto que tanta inseguridad gene-
ran, que al ver sus uniformes se marchan tranquilamente a otro «centro de actividad» como
las líneas de autobuses, los espectáculos o, si la presión policial es muy notable, emigran a
otra ciudad. Esta opción puede compartirse, como de hecho ocurre, con recursos humanos
de las policías municipales y con vigilantes jurados de empresas privadas de seguridad.
El principal inconveniente de la policía de barrio o de proximidad estriba en las ex-
pectativas que su misma presencia genera por cuanto que la gente le asigna un carácter de
protección simbólica que cuando no surte efectos reales deviene en decepción y frustra-
ción. Cuando los policías de barrio no evitan el robo en una joyería y cuando no detienen
inmediatamente a los ladrones, de poco sirve que cada mañana pasen por la misma joye-
ría para dar los buenos días al joyero como si no hubiera pasado nada.
La opción de la lucha contra el crimen organizado es menos vistosa, entre otras ra-
zones porque sólo se conoce y se registra por iniciativa de la propia policía y casi nunca
por denuncias de los ciudadanos; pero la eficacia de su trabajo erradica y pone a disposi-
ción judicial, habitualmente en colaboración con policías de varios países, a auténticos
criminales, muy peligrosos, que no cometen faltas sino delitos y que no sólo actúan con-
tra el patrimonio sino, también, contra la vida de los ciudadanos.
Lo óptimo sería reorganizar los efectivos humanos y materiales de las distintas poli-
cías, producir sinergias y economías de escala y conjuntar unas plantillas mejor forma-
das, equipadas y desplegadas. No obstante, el marco constitucional y legislativo en el que
nos movemos, y que tantos beneficios ha traído a España, también constriñe normativa-
mente la organización policial, y las consecuencias económicas de una modernización ge-
neral también podrían volver impopular una policía que para ser más popular tendría que
ser bastante más cara.
En todo caso y desde la perspectiva de la demanda, el momento crítico se produce
cuando entra en relación las víctimas con la policía a quien reclama mayor atención per-
sonal y mayor seguimiento de su caso concreto hasta la resolución del mismo.
Existen dos momentos y dos escenarios a la hora de valorar la labor de la policía:
— El primer momento corresponde con la realización de los trámites en la oficina
de denuncias de la comisaría. En este escenario es en el que la policía produce
una imagen más burocrática y su valoración es más negativa. Las víctimas de-
tectan cierta falta de implicación en los profesionales, se les percibe como meros
funcionarios que cumplimentan unos formularios normalizados; lo que no quita
para que consideren que están humanamente bien tratadas, sobre todo en el
caso de los grupos especializados en asistencia a mujeres maltratadas. En el
nivel de intervención policial, como subraya Yolanda Pecharromán215, los fun-
cionarios de policía deben estar formados para tratar a las víctimas de modo
comprensible, constructivo y tranquilizador, evitando perjuicios añadidos. La
policía debe informar a la víctima sobre la posibilidad de obtener asistencia, re-
paración de su perjuicio por el delincuente e indemnización por parte del Es-
tado. La víctima debe poder obtener información sobre el desarrollo de la
investigación policial.
215
Y. Pecharromán: «Victimología»; en José Collado et. al.: Elementos Básicos de Investigación Criminal; Ed. Instituto
Universitario Gutiérrez Mellado, Madrid, 2007, pp. 336 y 337.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
La principal queja de las víctimas respecto de los jueces es que en los delitos de menor
gravedad se inhiben, y en los de mayor gravedad no les prestan a las víctimas la suficiente
atención, que en todo caso perciben como muy inferior a la atención prestada al delin-
cuente y a sus derechos.
El trato recibido en el ámbito judicial, en el caso de los delitos más graves, es el que
recoge mayor número de críticas por parte de víctimas y expertos. Se refieren a una mul-
tiplicidad de elementos que configuran una imagen negativa y una percepción de ser tra-
tados peor que los delincuentes: defectos de forma, problemas de tiempo, escasa
sensibilidad con el trato hacia la víctima, la enorme burocracia, la falta de información, el
desconocimiento del proceso, la falta de separación entre la víctima o sus familiares y el
entorno de sus agresores antes de entrar a la sala, la falta de mamparas de separación en
los juicios por agresiones sexuales, etc. Aparece entonces una segunda victimización, tér-
mino acuñado por Kühne en 1986, que como define Pedro Robles:
... es aquella que sufre la víctima de una agresión cuando ha de enfrentarse a las institucio-
nes oficiales, convirtiéndose su paso por los distintos estamentos policiales y judiciales en un
largo, lento y tortuoso peregrinar que no siempre parece tener justificación para quien ha te-
nido una agresión.216
Para superar semejante desatención judicial, tal y como resume Joseph M.ª Tama-
217
rit , los derechos de las víctimas han pasado en Europa de una declaración de intencio-
nes y una reivindicación propia de asociaciones de víctimas, partidos políticos, medios de
comunicación o congresos de expertos, a su cristalización efectiva y positiva como conse-
cuencia de la Decisión Marco del Consejo de la Unión Europea de 15 de marzo de 2001,
relativa al estatuto de la víctima en el proceso penal, por la que se reconocen sus cinco de-
rechos fundamentales:
1) Derecho a la información:
— Derecho a conocer la evolución de la causa penal derivada del hecho ilícito pa-
decido.
216
P. L. Robles Fernández de Córdoba: «Victimización secundaria», Revista de la Escuela de Seguridad Pública de An-
dalucía, n.º 92, Sevilla, 2001, p. 12.
217
J. M.ª Tamarit Sumalla: «¿Hasta qué punto cabe pensar victimológicamente el sistema penal?», en J. M.ª Tamarit:
Estudios de Victimología (Actas del I Congreso Español de Victimología); Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, pp. 35 y ss.
114
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
218
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; op. cit., pp. 213 y ss.
219
B. Ordóñez: «Las oficinas de asistencia a las víctimas» en Jose M.ª Tamarit: Estudios de Victimología, op. cit., pp.
148 y ss.
220
A. García Fontanet: «Las víctimas y la Administración de Justicia con especial referencia al sistema de justicia
penal», en ibídem, pp. 81 y 82.
115
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
6
CONSECUENCIAS DE LAS DEMANDAS DE SEGURIDAD EN GENERAL
Y DE LAS VÍCTIMAS EN PARTICULAR EN EL DERECHO PENAL
221
C. Beccaria: De los delitos y las penas; Ed. Orbis, Barcelona, 1984.
118
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
penal (o principio de oficialidad), con las solas excepciones de Inglaterra y España, que
conocen la acción popular y Austria y Portugal que instauran la acción penal «adhesiva»
del ofendido. Por el contrario, el juicio oral, cuyo conocimiento se encomienda a un ór-
gano colegiado distinto al del juez de instrucción, volverá a ser un proceso de partes,
al estar informado por el principio acusatorio... Para que se respete el principio acusa-
torio se hace necesario, pues, en primer lugar que la acusación preceda a la defensa...
En segundo, que se desdoblen ambas funciones, de acusación y de decisión... En ter-
cer lugar, la vigencia del sistema acusatorio exige una determinada correlación, subje-
tiva y objetiva, entre la acusación y la parte penal dispositiva de la sentencia, cuya
finalidad esencial consiste en posibilitar el ejercicio del derecho de defensa... A dife-
rencia del proceso penal inquisitivo del Antiguo Régimen en el que una mera denuncia,
adverada por dos testigos libres, daba lugar a una mala fama en el inquirido que per-
mitía al juez inquisidor adoptar la prisión preventiva e incluso, en la confesión con car-
gos, el uso de la tortura... El derecho a la presunción de inocencia significa,
esencialmente, el derecho de todo acusado a ser absuelto si no se ha practicado una mí-
nima prueba válida de cargo, acreditativa de los hechos motivadores de la acusación,
desarrollada o constatada y ratificada en el acto del juicio oral, con sujeción a los prin-
cipios de oralidad, inmediación, contradicción y publicidad... Corresponde exclusiva-
mente a las partes acusadoras y no a la defensa proponer y ejecutar una prueba válida
y suficiente para demostrar la participación del acusado en el hecho punible.222
Para Ferrajoli, el Derecho penal garantista, que es el Derecho penal mínimo,
... responde tanto a la pregunta ¿por qué prohibir?, como a la pregunta ¿por qué casti-
gar?, imponiendo a las prohibiciones y a las penas dos finalidades distintas y concu-
rrentes, que son respectivamente el máximo bienestar posible de los no desviados y el
mínimo malestar necesario de los desviados, dentro del fin general de la máxima tutela
de los derechos de unos y otros, de la limitación de la arbitrariedad y de la minimiza-
ción de la violencia en la sociedad.223
A partir de estos principios se ha construido un entramado garantista basado, como
explica Rodríguez Ramos224, en la subsidiariedad y fragmentariedad de las normas pena-
les que sólo deben proteger los bienes jurídicos más importantes y no las bagatelas; en la
preferencia del procedimiento penal, respecto del procedimiento administrativo o civil, en
el que no caben transacciones ni acuerdos extrajudiciales como ocurre en otras ramas del
Derecho privado; y en el principio de legalidad cualificada para la creación de las normas
penales, su aplicación al caso concreto dentro de la jurisdicción competente y en la ejecu-
ción de las penas: de privación de libertad, privación de derechos o multa, impuestas a un
procesado (cuya inocencia se presume) en función de su implicación en los hechos, como
persona física subjetivamente imputable por haber cometido una acción u omisión típi-
camente injusta, en tanto que rebeldía respecto de la norma y como perjuicio para la víc-
tima, siempre que se demuestre su culpa por dolo consciente y voluntario o imprudencia
punible, sin excusa o eximente, teniendo en cuenta la retroactividad y ultractividad en be-
neficio del reo y la prohibición bis in idem.
El trasfondo social del Derecho penal vigente en la Europa continental durante la
mayor parte del siglo XX, especialmente en el ámbito penitenciario, ha estado basado en
222
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; op. cit., pp. 94 y ss.
223
L. Ferrajoli: Derecho y razón. Teoría del garantismo penal; Ed. Trotta, Madrid, 2006, pp. 336 y ss.
224
L. Rodríguez Ramos: Compendio de Derecho Penal; Ed. Dykinson, Madrid, 2006, pp. 45 y ss.
119
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
225
D. Garland: La cultura del control; op. cit., pp. 311 y 312.
226
V. Cervelló Donderis: Derecho Penitenciario; Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2006, pp. 110 y ss.
120
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Artículo 25
1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el mo-
mento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según
la legislación vigente en aquel momento.
2. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas
hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos for-
zados.
El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los
derechos fundamentales de este Capítulo a excepción de los que se vean expresa-
mente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la
Ley Penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los
beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura
y al desarrollo integral de su personalidad.
3. La Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa o subsidiaria-
mente, impliquen privación de libertad.
Este planteamiento doctrinal es ideológica y políticamente inmejorable, pero no
contribuye a afrontar los nuevos problemas penales de la sociedad del riesgo, en
la que ha aumentado la desigualdad y el conflicto social manifestándose en un in-
cremento de las conductas desviadas en forma de faltas de educación, faltas de
solidaridad, faltas administrativas, faltas penales y delitos, cada vez mayores, más
sofisticados e internacionalizados, como consecuencia de la falta de control social
formal e informal y estimulados por la innovación tecnológica, la desregulación
social, la conurbación y multiculturalidad de la población y la prosperidad eco-
nómica moralmente descompensada.
Junto al incremento real e imaginario de la violencia, desde hace una genera-
ción, el crimen organizado y el terrorismo se están perfeccionando tecnológica-
mente y expandiéndose internacionalmente con una estructura orgánica
franquiciada y flexible que multiplica las dificultades policiales, penales y pro-
cesales para capturarlos y ponerlos a disposición judicial en la esperanza de que
sean castigados.
Esta esperanza se ha visto sistemáticamente frustrada dando la impresión de que
sólo los pobres y los que no disponen de capital social van a la cárcel y no los cri-
minales organizados vestidos de empresa multinacional y honrada ni los terro-
ristas disfrazados de partido político y subvencionados indirectamente como
ONG.
Se ha criticado al Derecho penal por su invalidez estructural para retribuir como
se merecen o para prevenir mediante medidas de seguridad la reincidencia de de-
terminados delincuentes dejando desvalida a la sociedad frente a los que no creen
ni en la sociedad ni en el Derecho, lo que ha llevado a planteamientos de mano
dura y al Derecho penal del enemigo.
Como concluye Díez Ripollés:
... el pecado original del garantismo ha sido su inmovilismo. La defensa de ciertos prin-
cipios considerados intocables lo ha llevado a convertirse en un peso muerto, en una
121
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
227
J. L. Díez Ripollés : La Política criminal en la encrucijada; Ed. B de F, Buenos Aires, 2007, pp. 101 y 102.
122
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
tando su peso como determinante general de la conducta humana, sería ridículo negar la
prevalencia de la «demanda» sobre la «oferta» porque todo sabemos que el 100º principio
de David Ricardo, que venía a decir que «el buen paño en el arca se vende» ya no funciona,
como también sabemos, desde tiempos de Adam Smith, que la riqueza de las naciones ya
no reside en el «factor tierra» sino en el capital, en la innovación tecnológica y, ahora, en
el conocimiento.
En este contexto, es previsible, para bien y para mal, un aumento del papel de la de-
manda de los medios de comunicación, de las víctimas y de los partidos políticos en la
configuración de la oferta de seguridad, llegándose a exigir carísimas y poco eficientes
«policías de barrio» o penas interminables en cárceles inhabitables para los delincuentes
cuyos derechos constitucionales y procesales tenderán a estar limitados por los de las víc-
timas, haciéndose cada vez más particular un Derecho, como el penal, que es estrictamente
público y que sólo trabaja con personas en la fase del tratamiento de los penados o en la
deseable rehabilitación de las víctimas, pero que durante el proceso judicial trabaja con ciu-
dadanos.
Unas veces, el Derecho penal autoritario se convierte en el excipiente «simbólico» de
un ansiolítico que podemos denominar «el de la mano dura», destinado a tranquilizar a
masas que se ven impropia e improbablemente como víctimas propiciatorias de algún de-
lito o molestia. Normalmente se trata de mujeres, mayores, pensionista y de clase media
cuyo perfil no coincide con el de las víctimas reales (jóvenes, varones, urbanos y de clase
baja), que a quien más se parecen es a los victimarios.
Otras veces se trata de vengarse socialmente del delincuente en vez de reeducarlo
para reinsertarlo. Como resume Garland: «El supuesto dominante actualmente es que la
«prisión funciona», ya no como un mecanismo de reforma o rehabilitación, sino como
medio de incapacitación y castigo que satisface la demanda política popular de retribución
y seguridad pública.228» De lo que se trata es de apartar al delincuente el mayor tiempo po-
sible de la sociedad y avisar a bombo y platillo del momento en que es puesto en libertad
para estigmatizarlo, marginarlo y, aplicarle todas las medidas de seguridad disponibles y
a ser posible de por vida.
Como señala Garland, esta evolución hacia el autoritarismo penal está prosperando
en países, como Estados Unidos y Gran Bretaña, donde nació el correccionalismo:
Las condenas más severas y el aumento del encarcelamiento; las leyes que esta-
blecen condenas obligatorias mínimas y «tres strikes y estás fuera», las restricciones a
la libertad condicional y la «verdad en la condena»; las leyes que autorizan prisiones sin
comodidades y «cárceles austeras»; la introducción de la retribución en los tribunales
juveniles y el encarcelamiento de niños; el restablecimiento de la cadena de forzados y
del castigo corporal; los «boot camps» y las prisiones de alta seguridad extrema; la mul-
tiplicación de los delitos a los que se puede aplicar la pena de muerte y de las ejecu-
ciones efectivas de penas capitales; las leyes de notificación a la comunidad y los
registros de pedófilos; las políticas de «tolerancia cero» y «órdenes sobre conductas an-
tisociales»... El Estado despliega castigos crueles —y la vieja retórica de «la ley y el
orden»— como un gesto decidido de dominio y protección popular.229
228
D. Garland: La cultura del control; op. cit., p. 51.
229
Ibídem, p. 239.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Denominado «el de la justicia para todos», es una reivindicación destinada a que los
desfavorecidos sientan que también se hace justicia con ellos contra los poderosos, tal y
como se trasluce de los planteamientos políticos básicos del análisis realizado por Luis
Gracia Martín232.
230
A. Téllez Aguilera: Las nuevas reglas penitenciarias del consejo de Europa: Ed. Edisofer, Madrid, 2006, p. 174.
231
J. L. Díez Ripollés: La Política Criminal en la encrucijada; op. cit., p. 82.
232
L. Gracia Martín: Prolegómenos para la lucha por la modernización y expansión del derecho penal y para la crítica
del discurso de la resistencia; Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2003.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Y es para este tipo de delitos para los que se pide una justicia que no tenga pre-
juicios de riqueza, prestigio o poder y para los que se pide Derecho penal en lugar de
Derecho administrativo sancionador, a fin de que no se limiten a pagar multas millo-
narias, sino que vayan a la cárcel, «como los pobres.
Esta expansión del Derecho penal quiere que los enormes, dañinos y lucrativos deli-
tos medioambientales no se salden con pequeñas ni grandes multas y que el que conta-
mine no pague, sino que vaya a la cárcel, y que en los conflictos con la Administración
Pública no haya una relación tan desigual como actualmente se produce, según explica
Alejando Nieto234, para quien es paradigmático el caso del automovilista sorprendido en ex-
ceso de velocidad o el empresario autónomo caído en la trampa de una legislación tribu-
taria cabalística, quienes quedan prácticamente indefensos y a merced de Tráfico o
Hacienda, mientras que si el infractor es un banco o una multinacional el que se encuen-
tra en una situación de desigualdad es el funcionario, cargado de trabajo y papeleo y en-
frentado a un ejército de abogados bien preparados y mejor pagados.
Junto al tráfico rodado, el consumo de alimentos, la salud quirúrgica y farmacológica
y el medio ambiente, se está produciendo una expansión revolucionaria del Derecho penal
en el ámbito laboral que puede afectar a la higiene y seguridad en el trabajo y, especial-
mente, a la persecución de delitos relacionados con la inmigración ilegal de trabajadores
o smuggling y con la trata de seres humanos o traffiking, algunas veces relacionada con la
explotación sexual.
La persecución de estos delitos puede pasar de los infractores directos, traficantes e
inmigrantes, a los receptadores de sus servicios con lo que podría pasarse de una perse-
cución de la Inspección de trabajo a una represión de la Inspección de policía de aquellos
empresarios que infringen las normas laborales y que dan sentido a las leyes penales en
blanco que, como explica Alfonso Serrano235, se recogen en el art. 318 bis del Código Penal
y que adapta las Directivas europeas al respecto.
233
J. M.ª Silva Sánchez: La expansión del Derecho penal. Op. cit., pp. 51 y 52.
234
A. Nieto: Derecho administrativo sancionador; Ed. Tecnos, Madrid, 2005, p. 560.
235
A. Serrano Gómez y A. Serrano Mahillo: Derecho Penal. Parte Especial; Ed. Dykinson, Madrid, 2005, pp. 611 y 612.
125
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Lo que resulta sociológicamente más sorprendente del Derecho penal del enemigo no
es la estrategia militar puesto que, como todo el mundo sabe, la razón de la guerra no re-
side en la lógica ni en la moral sino sólo en la victoria; lo más sorprendente es la hipocre-
sía que supone presentarlo y procesarlo como derecho lo cual, si bien se mira, es un
homenaje que el vicio rinde a la virtud, como diría Duverger.
Pensar que alguien que no acepta nuestras normas, creencias, valores, símbolos, cos-
tumbres, etc., y que incluso niega la legitimidad de nuestras instituciones y sus procedi-
mientos es un enemigo «formal» resulta una obviedad si efectivamente es miembro de un
ejército regular enemigo en campaña y si aceptara nuestras razones sería sencillamente un
traidor a los suyos; pero si se tratara de un ciudadano criminal que perteneciera a una or-
ganización terrorista, a una multinacional del narcotráfico, a una red de pederastas inter-
máticos o a una violenta banda de delincuencia juvenil, sería inaceptable considerarle un
236
G. Jakobs: «Criminalización en el estadio previo a la lesión del bien jurídico» en Estudios de Derecho penal; Ed.
Civitas, Madrid, 1997.
237
A. Téllez Aguilera: Criminología; op. cit., pp. 688 y 689.
126
Julio Bordas, Jose Carlos Baeza, Carmen Alba
Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
enemigo puesto que el Estado de Derecho no puede negar la ciudadanía a los suyo y tra-
tar de estigmatizarles como «endemoniados enemigos» además de cómo lo que son, como
delincuentes. Este error pondría en evidencia un terror tal y provocaría una minusvalora-
ción del Estado de Derecho tan grande que podríamos caer en procesos inquisitoriales que
destruyeran internamente la democracia que pretendían proteger. Los delincuentes pueden
odiar a la sociedad y a las instituciones y, además, no tienen por qué arrepentirse, salvo que
les convenzamos mediante procedimientos de conciliación o a través del tratamiento pe-
nitenciario durante el internamiento con el que pagan su culpa.
Los problemas que han llevado a plantear el Derecho penal del enemigo son reales y
atroces como el terrorismo, la mafia o las violaciones de niños, pero no son tan graves ni
tan complejos como para que no se puedan afrontar con más policía judicial, más coope-
ración internacional, más colaboración ciudadana, mucha más tecnología, más jueces y
todas las medidas de seguridad que sean necesarias, sin que tenga por qué ser el Derecho
penal el que lidere la estrategia para solucionar el problema ni que en el viaje pierda su
identidad, sus principios y nuestra seguridad como ciudadanos frente a un Estado des-
mandado que se permita el lujo de confundir a un conductor borracho con el conductor
de un coche bomba y aplicarle la legislación antiterrorista al estilo del «homegrown te-
rrorism»238. El pánico y la desesperanza llevaron a Hobbes239 a la estrategia del Leviatán
como satisfacción de la seguridad, que es la base de la opción del Derecho penal del ene-
migo, en lugar de la igualdad como base del contrato social de Rousseau240 o el equilibrio
liberal de poderes de Montesquieu241.
En este sentido es preocupante los derroteros que puede tomar el Proyecto de re-
forma del Código Penal en el sentido de que introduce la «libertad vigilada» dentro del Tí-
tulo IV del Libro I del CP en donde se encuentran reguladas las medidas de seguridad
aplicables a imputables y semiimputables, sólo que esta medida no será únicamente apli-
cada a este grupo de individuos, sino también, cuando el pronóstico de peligrosidad del in-
dividuo así los aconseje y esté expresamente previsto, lo que llevaría a fijar posibles
medidas de seguridad para su ejecución posterior al excarcelamiento cuando se acerca o
se ha producido la extinción de la pena.
Denominado «el por si acaso»; tiene su fundamento, como explica Silva Sánchez242,
en el surgimiento de nuevos bienes jurídicos valiosos para la comunidad derivados, por
ejemplo, de la innovación tecnológica, o en que antiguos bienes jurídicos, como el medio
ambiente, hayan aumentado tanto su valor que merezcan ser protegidos penalmente. El
problema derivado de la intervención en este campo del Derecho penal se debe a la inde-
terminación de los bienes jurídicos concretamente protegidos, a la indeterminación de la
responsabilidad personal del sujeto activo, muchas veces una persona jurídica cuya res-
ponsabilidad se deriva de actos repetitivos sin que cada uno de ellos sea lesivo penalmente,
238
R. Mueller: «Discurso sobre homegroun terrorism» en el Club de la Ciudad de Cleveland, Ohio, el 23 de junio de
2006, www.fbi.gov
239
T. Hobbes: Antología: Del ciudadano Leviatán, Ed. Tecnos, Madrid, 1965, pag. 133.
240
J. J. Rousseau: El contrato social; Ed. Orbis, Barcelona, 1984.
241
Montesquieu: Del espíritu de las leyes; Ed. Tecnos, Madrid, 1972.
242
J. M.ª Silva Sánchez: La expansión del Derecho penal. Op. cit., p. 11.
127
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
Como quiera que el Derecho penal es la ultima ratio donde proteger vehementemente
los bienes jurídicos más valiosos que sean más ferozmente agredidos, sin dejar de prote-
ger los derechos del imputado y su rehabilitación en caso de ser condenado; no parece que
sea el lugar adecuado para afrontar otros problemas sociales, ni tan siquiera la mayoría de
los problemas de seguridad, que, en buena lógica, deberían ser abordados desde el Dere-
cho administrativo.
Ante la necesidad de afrontar los nuevos y crecientes problemas de seguridad hay
quien propone un Derecho penal de «intervención o de «segunda velocidad» más eficaz y
menos garantista. No obstante, hay quien prefiere aumentar la expansión del Derecho ad-
ministrativo para evitar el desbocamiento «leucémico» del Derecho penal, planteamiento
243
Ibídem, pp. 159 y ss.
128
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
que defiende Alejandro Nieto244 postulando un Derecho administrativo casi penal o Gómez
Tomillo245, quien sostiene un Derecho penal casi administrativo.
Alejandro Nieto defiende un Derecho Administrativo sancionador más claro, más
rápido, más eficaz, más flexible aún, pero mucho menos controlado judicialmente, más dis-
crecional, más técnico, etc., que afronte los problemas con cierta autonomía dentro del
marco inspirativo de la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico, pero sin todos
los corsés judiciales semi-penales que ahora lo oprimen y ralentizan.
Gómez Tomillo, por su parte, con unos planteamientos procedentes de los de Has-
semer, Mendoza, Paredes Castañón y Silva Sánchez e influido especialmente por Ferrajoli
y Stratenwerth, sostiene que habría que apartar del Derecho penal tradicional los delitos
de peligro abstracto puro, los de bagatela y los exclusivamente castigados con penas pe-
cuniarias creando una especie de tercera vía o Derecho penal administrativo, cuyo naci-
miento absorbería los nuevos tipos de delitos que desbordan el Derecho penal tradicional
y estimularía la revisión detallada de los problemas hasta encontrar una solución acepta-
ble sobre las reglas de imputación en cuestiones como la causalidad, el dolo, la concien-
cia de lo injusto, la autoría y la participación, así como el problema de las personas
jurídicas, pero sin renunciar, como hacen casi todos los partidarios del nuevo Derecho
penal de «segunda velocidad» y del Derecho administrativo sancionador, a las penas pri-
vativas de libertad por cuanto que considera que hay delitos muy graves que exigen esta
respuesta penal.
El problema estriba aquí en distinguir, guiándonos por Silva Sánchez246 y Alejan-
dro Nieto247, algunas diferencias importantes entre el Derecho administrativo y el Dere-
cho penal:
— Mientras que los jueces penales aplican un Derecho penal producido externa-
mente por el Legislativo, los tribunales contencioso-administrativo aplican un
Derecho producido por el Legislativo, enmarcado subordinada pero «matizada-
mente» por la Constitución y desarrollado reglamentariamente por la misma Ad-
ministración, generando problemas de falta de rango legal e imparcialidad.
— Mientras que el Derecho penal goza de la unidad y la fuerza de todo el Estado, el
Derecho administrativo se encuentra fragmentado entre diferentes Administra-
ciones Públicas sectoriales, institucionales y territoriales.
— Mientras que el Derecho penal padece prejuicios contra su fluidez y eficacia, el De-
recho administrativo padece prejuicios relacionados con la corrupción política y
empresarial, especialmente en el ámbito de la Administración Local.
— Mientras que el Derecho penal protege los bienes jurídicos individualizados más
valiosos, cuantitativa más que éticamente hablando, el Derecho administrativo
previene la agresión genérica de los menos valiosos o la disfunción que generaría
en un sector su desorganización.
— Mientras que la infracción administrativa consiste en un incumplimiento o des-
244
A. Nieto: Derecho administrativo sancionador; Ed. Tecnos, Madrid, 2005.
245
M. Gómez Tomillo: «Consideraciones en torno al campo límite entre el Derecho Administrativo Sancionador y el
Derecho Penal», en Actualidad Penal, n.º 4, enero de 2000.
246
J. M.ª Silva Sánchez: La expansión del Derecho penal. Op. cit., pp. 134 y ss.
247
A. Nieto: Derecho administrativo sancionador; op. cit., pp. 561 y ss.
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Temas de Sociología criminal. Sociedad, delito, víctima y control social
La expansión del Derecho civil de daños no viene del deseo político y social de que
impere la ley y el orden, sino que procede del interés de las víctimas en general, y más de
los perjudicados que de los ofendidos en particular, de resarcirse del daño padecido al su-
frir injustamente un delito.
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Las acciones que nacen de un delito o falta pueden ejercitarse conjunta o separada-
mente, pero mientras que esté pendiente la acción penal, no se ejercerá la acción civil se-
paradamente puesto que si sólo se ejerce la acción penal se entenderá utilizada también la
acción civil salvo que el perjudicado renunciase a la misma o se reservase el plantearla ci-
vilmente cuando mejor le convenga y una vez terminado el juicio penal.
Como explica Carlos Lasarte:
En el caso de que el proceso penal culmine mediante sentencia condenatoria,
ésta deberá pronunciarse de forma inexcusable sobre la responsabilidad civil dima-
nante del ilícito penal, salvo si el querellante se reservó el posterior ejercicio de la ac-
ción civil a efectos de reparación del daño producido... si el proceso penal termina
mediante sentencia absolutoria, a partir de ésta comienza a correr el plazo de pres-
cripción de la posible acción civil de resarcimiento de los daños sufridos por el perju-
dicado. La sentencia penal, pues, no genera el efecto de cosa juzgada respecto de la
responsabilidad civil, ni la inexistencia de ilícito penal (judicialmente declarada) im-
plica la inexistencia de responsabilidad extracontractual que, a continuación, puede
ser exigida por la víctima del daño... El perjudicado por el delito o falta puede ejercitar
la acción penal, reservándose, sin embargo, las acciones civiles para, posteriormente,
reclamar la reparación por responsabilidad extracontractual en vía civil. Con todo, ob-
sérvese que dicha reserva de la acción civil, que debe plantearse en la propia querella
(cuando, por consiguiente, todavía no se vislumbra con claridad si la sentencia penal
será condenatoria o absolutoria), supone una extraordinaria dilación en la reparación
del daño, que no quedará definitivamente resuelta hasta la finalización del segundo
proceso, ventilado exclusivamente ante los Tribunales civiles... La nota característica bá-
sica de la responsabilidad extracontractual radica sin duda en la producción de un daño
que debe ser objeto de reparación... Esto es, la obligación de reparar no surge del in-
cumplimiento de una obligación previamente existente, sino del mero hecho de ha-
berse producido un daño. De ahí el tenor literal del artículo 1.902 del Código Civil que,
al consagrar el principio fundamental de la responsabilidad extracontractual , establece
sencillamente que «el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa
o negligencia, está obligado a reparar el daño causado»... Frente a dicho criterio, sen-
tado como regla general por nuestro Código, otras disposiciones normativas (incluso al-
gunos artículos del propio Código) establecen un sistema de responsabilidad objetiva,
en el que, con carácter general, la obligación de resarcimiento se genera simplemente
por la relación de causalidad entre la actuación del agente y el daño producido, inde-
pendientemente de todo elemento de intencionalidad o falta de diligencia del agente.
Bastaría pues que se produjera cualquier daño para que el responsable del mismo, aun
sin culpa alguna, hubiera de indemnizar a la víctima...248.
248
C. Lasarte: Derecho de Obligaciones; Ed. Marcial Pons, Madrid, 2006, pp. 338 y ss.
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simultáneamente en la esfera del Derecho Penal y del Civil de daños (art. 116.1 CP), si
bien la extinción de la responsabilidad penal no conlleva necesariamente la de la civil
(arts. 115 y 116 LECrim). Mas, puede ocurrir que, por imperativo de la Ley, o por obra
de la autonomía de la voluntad de las partes, la responsabilidad civil se desplace hacia
un tercero. Lo primero es lo que acontece en los supuestos de culpa civil «in vigilando»
o «in eligiendo» de personas que se encuentran bajo la guardia y custodia o mantienen
una determinada relación jurídica con un tercero (arts. 120 y 121 CP y 1.903 a 1.910
CC) y lo segundo, cuando en virtud de un contrato, normalmente de seguro, el tercero
responde, hasta el límite fijado en dicho convenio, de los daños que pudiera ocasionar
el autor de un delito (art. 117 CP). En todos estos casos, también el tercero ostenta le-
gitimación originaria para defenderse frente a la pretensión civil de resarcimiento.249
Así, el perjudicado por una infracción penal puede exigir las responsabilidades civi-
les que correspondan ante la jurisdicción penal o civil a fin de resarcirse del daño padecido
mediante la restitución, la reparación del daño y la indemnización de perjuicios materia-
les y morales.
Los perjuicios materiales –como explica Rodríguez Ramos– se constituyen por la
disminución patrimonial que padece el actor civil como consecuencia de los hechos
delictivos, y los morales son los que cabe deducir de determinados hechos delictivos
siempre que exista una relación adecuada entre la gravedad de éstos y la influencia o
incidencia en la psiquis de la víctima.250
La expansión del Derecho civil de daños, que está cimentada empírica y casuística-
mente sobre la experiencia actuarial de las compañías aseguradoras, introduce un aspecto
odioso para el Derecho penal tradicional: la intolerable relativización de valores como la
justicia y la verdad, que vienen a ser sustituidas por la justicia negociada, procedente del
Derecho privado y de clara influencia cultural anglosajona.
La creciente penetración de la idea de la justicia negociada se manifiesta, y por ahí
podría extenderse dentro del Derecho penal, en los pactos de inmunidad de las Fiscalías
con ciertos imputados, las diversas formas de mediación y los acuerdos o «conformidades»
entre las partes, el pago de las responsabilidades civiles o, incluso, la opinión de las vícti-
mas a la hora de aplicar el tercer grado o disponer la libertad condicional de los penados.
No obstante, dada su tendencia a la objetivación del daño causado en lugar del res-
ponsable subjetivo de haberlo producido, puede dudarse, como explica Silva Sánchez,
... que esté en condiciones de garantizar dos de los aspectos a mi juicio fundamentales
de la función político-jurídica clásica. Así, por un lado, si el daño está asegurado, es
casi inevitable que disminuyan los niveles de diligencia del agente, pues el montante de
la indemnización habrá de afrontarlo la aseguradora, siendo su repercusión individual,
en el peor de los casos, la derivada de un incremento general de primas. Luego el mo-
delo del seguro tiene como consecuencia un decremento de la eficacia preventiva frente
a conductas individuales dañosas... Por otro lado, el modelo del seguro tiende a confi-
gurar montantes estandarizados de indemnización que se alejan cada vez más de ga-
rantizar a los sujetos pasivos una compensación, si no integral, al menos mínimamente
próxima a esta.251
249
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; op. cit., pp. 181 y 182.
250
L. Rodríguez Ramos: Compendio de Derecho Penal, op. cit., p. 278.
253
D. Garland: La cultura del control; op. cit., p. 293.
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Para evitar la expansión «leucémica» del Derecho penal y afrontar los problemas de
criminalidad, que efectivamente existen y de un modo creciente, se ha pretendido solu-
cionarlos con el Derecho administrativo sancionador, muy adecuado para generar seguri-
dad, y con el Derecho civil de daños, que es el apropiado para que el perjudicado por un
delito se resarza por los daños materiales y morales padecidos.
A esta expansión del Derecho administrativo sancionador y del Derecho civil de
daños, debemos añadir, como barrera interna para evitar la expansión del Derecho penal
autoritario, revolucionario, actuarial y de enemigos, con la intención de dar a las víctimas
su justa y efectiva atención, el Derecho penal conciliador, que supone más que una ex-
pansión una contracción del Derecho penal tradicional, que podría ayudar a mantenerlo
en sus justos límites legales, subsidiarios y como última ratio.
El Derecho penal conciliador no se refiere a que las víctimas sean escuchadas en el
desarrollo del proceso penal aportando las pruebas que tengan por convenientes o decla-
rando como testigos; tampoco se refiere al papel que las víctimas desempeñan en algunos
Tribunales de Estados Unidos como auxiliares judiciales, donde se las tiene en cuenta a la
hora de dictar la libertad provisional de los detenidos, pronunciar la sentencia o, incluso,
durante el proceso de resocialización y reinserción de los penados, opinando sobre la li-
bertad condicional de los mismos253; y tampoco se refiere a que la acusación particular de
las víctimas pueda acordar con la Fiscalía, en la parte penal del proceso y reservándose sus
reivindicaciones civiles para la demanda correspondiente, la solicitud de cierta pena y que
con ella se «conforme» la defensa del acusado sin negociación alguna.
No obstante, debemos distinguir —de acuerdo con Vicente Gimeno— dos tipos de
conformidades:
251
J. M.ª Silva Sánchez: La expansión del Derecho penal, op. cit., pp. 61 y 62.
252
J. L. Díez Ripollés : La Política criminal en la encrucijada, op. cit., pp. 77 y 78.
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— Para el autor:
– Confrontación con la víctima
– Conocer el daño que ha hecho
254
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; op. cit., pp. 633 y ss.
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Por lo que sabemos del Derecho penal conciliador más o menos implantado en paí-
ses como Noruega y Canadá y con desarrollo incipiente en Alemania (más teórico que prác-
tico) o Inglaterra (más práctico que teórico), para que se produzca la conciliación entre
autor y víctima son necesarios algunos requisitos entre los que destaca la intervención del
Fiscal, que como explica Vicente Gimeno Sendra: «es un órgano colaborador de la Juris-
dicción que, regido por los principios de legalidad, imparcialidad, unidad y dependencia
jerárquica, el art. 124 de la CE le otorga la función de promover la acción de la justicia en
defensa de la legalidad, lo que, en el ordenamiento procesal penal se traduce en la obliga-
ción de ejercitar la acción penal ante la sospecha de la comisión de un delito público...
Puede recibir denuncias y practicar, con el auxilio de la Policía Judicial que a él le está
subordinada... Una pre-instrucción, denominada:
Diligencias informativas (art. 773.2 LECrim y 5 EOMF), la cual no puede nunca
exceder de seis meses de duración y en las que puede decretar la detención del impu-
tado, realizar cuantos actos de investigación estime necesarios, incluida la toma de de-
claración del imputado, sin que pueda adoptar resoluciones limitativas de los derechos
fundamentales, las cuales (vgr,: una intervención telefónica) habrá de solicitar del Juez
de instrucción. En el proceso penal de menores, el Ministerio Fiscal es el Director de la
Instrucción y le compete practicar la totalidad de los actos instructorios dirigidos a in-
vestigar el hecho punible y la participación en él del menor... En su calidad también de
defensor de la legalidad, ha de actuar, tanto instando la condena del culpable, como la
absolución del inocente... En virtud de lo dispuesto en los arts. 108 y 781 LECrim, el MF
está obligado también a ejercer la acción civil, dimanante del delito y que corresponde
al perjudicado.256
255
E. Giménez-Salinas: «La conciliación víctima-delincuente: hacia un derecho penal reparador», op. cit., pp. 80 y 81.
256
V. Gimeno Sendra: Derecho procesal penal; op. cit., pp. 182 y ss.
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257
E. Giménez-Salinas: «La conciliación víctima-delincuente: hacia un derecho penal reparador», op. cit., pp. 94 a 98.
258
A. Serrano Maíllo y A. Serrano Gómez: «El aumento de la firmeza en la respuesta al delito a nivel legislativo en
España» (1995-2007), en H. Kury y A. Serrano: Punitividad y victimización en la experiencia contemporánea; Ed. Dykinson,
Madrid, 2009, pp. 293 y ss.
259
E. Gimbernat: ¿Tiene un futuro la Dogmática jurídico-penal? Problemas actuales de las ciencias penales y de la Filo-
sofía del Derecho. Obra Colectiva En Homenaje al Profesor Jiménez de Asúa, Ed. Pannedille, Buenos Aires, 1970, pp. 495 y ss.
Desde 1976 el CP se ha reformado hasta en cuarenta ocasiones.
260
R. Valcarcel: «El nuevo código: maximalismo penal», Revista de Jueces para la Democracia , 26 julio 1996.
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operada por la LO 8/1983, de 25 de junio, que introdujo una importante atenuación de las
penas privativas de libertad, especialmente las relacionadas con infracciones contra el pa-
trimonio, y una generalizada «descriminalización» de conductas, lo que trajo consigo un
gran número de excarcelaciones.
Después de la reacción de 1983 contra el Código penal franquista, se produjo un mo-
vimiento pendular que llevó a la reforma del Código Penal de 1995, que endurecía signifi-
cativamente las penas, y que ha continuado hasta la fecha bajo la ideología del
cumplimiento íntegro de duras penas, que, a demanda de las víctimas y de los medios de
comunicación, ha llevado a partidos de derecha o de izquierda, ha prolongar las penas y a
endurecer las condiciones de su cumplimiento hasta límites insospechados para los que
entre los liberales de la derecha y los socialdemócratas de la izquierda seguían defendiendo
la pena como un tratamiento que conduce a la resocialización y reinserción de los pena-
dos controlando siempre el descomunal y desproporcionado poder que el Estado tiene
sobre el imputado, cuya inocencia debe siempre presumirse.
La Ley Orgánica de 23 de noviembre de 1995 que aprobaba el segundo Código Penal
de la democracia se hizo eco de la ideología del «cumplimiento íntegro de las penas» y su-
primió la redención de penas por el trabajo, que abonaba un día de condena por cada dos
días trabajados.
Así, desde hace más de quince años, los pilares básicos del Derecho penal fragmen-
tario y garantista se han visto socavados por una fuerte corriente político criminal de signo
opuesto, de corte expansionista y represiva, a la que sin duda han contribuido tanto los
cambios económicos y culturales de la sociedad española, como la influencia de las polí-
ticas adoptadas en los Estados Unidos primero y en el Reino Unido después.
Como reacción ante el avance expansivo del Derecho Penal, en España, al igual que
en otros países, ha venido surgiendo en los últimos tiempos un movimiento crítico de ex-
pertos y estudiosos de la Criminología, entre los que recordamos a Silva Sánchez y a
Muñoz Conde, quienes, en resumen, coinciden en los siguientes puntos:
1.º Que existe un giro radical en los principios y fines de la Política Criminal de nues-
tro tiempo con respecto a la que inspiró los instrumentos normativos de los años
ochenta. Tal fenómeno recibe frecuentemente la denominación de «neo-retribu-
cionismo» porque recupera el protagonismo de la finalidad retributiva de la pena,
únicamente dirigida al castigo para compensación del mal ocasionado, así como
de la prevención general positiva, revistiendo a la pena de un importante papel
simbólico.
2.º Que dicho giro se traduce tanto en una expansión como en un endurecimiento de
las medidas de control y represión de los delitos, de forma que se ha pasado de
un Derecho penal regido por el principio de intervención mínima a un «Derecho
penal de máximos», que ya no sólo contempla aquellas conductas más intolera-
bles contra los bienes jurídicos más preciados sino que trata de abarcar cuantos
más supuestos mejor, invadiendo ámbitos propios del Derecho civil de daños o del
Derecho administrativo sancionador.
3.º Que tal fenómeno está influido y comparte identidad de naturaleza y objetivos
con la Política Criminal de «law and order» que tuvo lugar en los Estados Unidos
a finales de los años sesenta y fue posteriormente adoptada por los países de nues-
tro entorno, comenzando por el Reino Unido y llegando España con bastante re-
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traso. Las principales características de dicho fenómeno son el declive del ideal
resocializador y del papel de los expertos en Criminología, Sociología y Psicolo-
gía, así como el aumento de la represión punitiva, del control social, de la finali-
dad retributiva de las penas, y, en definitiva, el aumento incontrolado de la dureza
y expansión del Derecho penal.
4.º Que las reformas penales en el Ordenamiento Jurídico español desde la aproba-
ción del Código Penal de 1995 hasta nuestro días (especialmente las habidas en
el año 2003, con mucho, las más criticadas) son muestra de una muy deficiente
calidad técnica en el modo de legislar y de una clara precipitación orientada a
satisfacer demandas sociales y victimales a corto plazo, sin visión de futuro, que
en ocasiones han supuesto un claro retroceso en nuestro sistema de garantías pe-
nales y procesales, así como en determinados principios rectores de la Política
Criminal, tales como el de intervención mínima, proporcionalidad de las penas y
seguridad jurídica.
5.º Que las decisiones de la Política Criminal expansionista de los últimos tiempos
se enmarcan en un contexto histórico y sociocultural presidido por grandes cam-
bios y por un creciente miedo al delito y la necesidad de controlar los riesgos.
También se destaca el auge de la figura de la víctima en la adopción de determi-
nadas políticas, aunque se coincide en señalar en no pocas ocasiones que su papel
es más bien simbólico, así como que suelen ser objeto de mera instrumentaliza-
ción con fines electoralistas o de limpieza de imagen del Gobierno de turno.
6.º Que esta Política Criminal ha sido alentada desde los medios de comunicación de
masas, determinados grupos de presión y actores de la vida política movidos por
sus propios intereses, en el caso de estos últimos con la evidente finalidad de ob-
tener réditos electorales. Que incluso se ha llegado a definir en no pocas ocasio-
nes la Política Criminal de estos últimos años como una política hecha a «golpe de
telediario», a demanda de quien nada sabe de leyes ni de derechos y al calor de
unos pocos escándalos situados en la palestra por la agenda setting de los medios.
7.º Que lentamente se están conformando en nuestro Derecho Penal subsistemas
propios del llamado «Derecho Penal del enemigo», fenómeno descrito con am-
plitud por muchos autores, que vienen a definirlo como un derecho de excepción
aplicable a determinados sujetos a quienes se considera «enemigos de la socie-
dad» y con respecto a los cuales no existe esperanza alguna de reinserción, no
hallando otra opción mejor que su inocuización a fin de garantizar la seguridad
ciudadana.
8.º Que asistimos a un protagonismo desmedido de la pena de prisión en detrimento
de otras alternativas de reacción frente a la delincuencia, como las multas, con la
consiguiente masificación de los centros penitenciarios.
La evolución endurecedora del Derecho Penal Español se hizo ya patente con la apro-
bación del Código Penal vigente, en virtud de la Ley Orgánica 10/1995 de 23 de noviem-
bre261 alentada, sin duda, por la polémica suscitada, entre otros, por casos como el del
triple crimen del Alcasser y el del secuestro y asesinato de Anabel Segura.
261
M. García Arán: «El cumplimiento íntegro de las penas y la reforma penal», publicado en El País (Tribuna) el 30
de noviembre de 1995.
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Seguramente propiciadas por las declaraciones de Federico Trillo cuando era portavoz de Justicia del PP que dijo
no estar dispuesto a votar a favor del Proyecto debido a que el sistema de penas del mismo era «excesivamente complejo,
ofrece pocas garantías de efectividad del cumplimiento de penas, es poco proporcionado y rebaja de forma excesiva las
penas de prisión, lo que supondrá la salida a la calle de más de 13.000 reclusos».
263
M. Abel Souto: «Discordancias y errores introducidos en el Código Penal por la simbólica reforma de 25 de no-
viembre de 2003 que deben ser erradicados del Texto Punitivo». La Ley Penal, n.º 11, dic. 2004, p. 63, Edit. La Ley.
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para el cómputo de las redenciones de pena por el trabajo del que aún se venían benefi-
ciando los autores de delitos cometidos antes de mayo de 1996 por aplicación de la ley
más favorable. El Supremo estableció que los beneficios penitenciarios debían descon-
tarse sucesivamente de cada una de las condenas y no del tiempo máximo de cumpli-
miento, fijado en 30 años de cárcel (Doctrina Parot).
Pero si hay consenso en la Doctrina española acerca de algún punto concreto ese es,
como ningún otro, en afirmar que el año 2003 fue aquel en el que se alcanzaron mayores
cotas de punitivismo irrazonado e incontrolado a través de sucesivas reformas carentes
del más mínimo rigor técnico y claramente inspiradas por las demandas sociales del mo-
mento. La misma incontinencia legislativa del año 2003 es prueba de dicha falta de rigor
técnico y previsibilidad.
En los años inmediatamente anteriores a las reformas acometidas en 2003 la ofen-
siva terrorista, por desgracia, nos dejó unas cifras de víctimas mortales ciertamente ele-
vadas. Así en el período 2000-2003 cuarenta y seis personas perdieron la vida a manos de
ETA, cifra que varía de unos años a otros notablemente, siendo el año 2000 (primero de la
Legislatura de mayoría absoluta del Partido Popular) el más sangriento de la banda terro-
rista pues se saldó con 23 víctimas mortales, muchas de ellas de entre los militantes o res-
ponsables políticos de los dos partidos políticos mayoritarios, sin contar otro tipo de
ataques, y el que más víctimas mortales registró desde la aprobación del CP de 1995.
En los primeros años de esta década se asiste a un incremento considerable de la
preocupación ciudadana por el delito en nuestro país, según los barómetros mensuales del
CIS, situándose a la cabeza tras el desempleo, el terrorismo, la droga y la inseguridad ciu-
dadana, así como del incremento cada vez mayor de la inmigración ilegal.
Este es, pues, el contexto en el que se aprueban las que la mayoría de la Doctrina ca-
lifican como el colmo del punitivismo: la Ley orgánica 7/2003, de 30 de junio, llamada «del
cumplimiento íntegro de las penas» (que introduce medidas punitivas de gran dureza,
sobre todo en materia de ejecución de penas privativas de libertad, sin parangón desde los
tiempos de la dictadura franquista), y la LO 11/2003, de reforma del CP en materia de se-
guridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros (que intro-
dujo en nuestro Ordenamiento una super agravación de condena al reincidente cuando
hubiera sido condenado ejecutoriamente, al menos por tres delitos de la misma naturaleza,
la consideración como delito de una falta sin resultado lesivo en el ámbito doméstico o la
expulsión de inmigrantes ilegales cuando sean condenados por un delito con pena infe-
rior a seis años —tras un proceso especialmente urgente—). Con razón, pues, se ha lle-
gado a calificar el 2003, año en que nuestro Código sufrió cuatro reformas en seis meses,
como el annus horribilis de la Ciencia Penal264.
Otros ejemplos paradigmáticos de la tendencia punitiva en España lo constituyen la
tipificación de conductas extraídas del ámbito meramente civil (como la inducción de un
progenitor a su hijo menor a infringir el régimen de custodia) o administrativo (conduc-
ción sobrepasando determinados límites de velocidad) e incluso del campo de la moral (la
mera tenencia para uso personal de material pornográfico en el que aparezcan menores o
el proxenetismo).
264
G. Landrove Díaz: «Bandas juveniles y delincuencia», Diario La Ley, n.º 6627. Edit. La Ley.
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G. Landrove Díaz: “Bandas juveniles y delincuencia”, Diario La Ley, n.º 6627. Edit. La Ley.
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reforma del CP (arts. 37.1 y 4) lo que, al menos, servirá de alternativa a las penas
cortas de prisión en muchos casos.
5.º Se amplía la duración de la pena de trabajo en beneficio de la comunidad y, en la
reforma del CP de 2010, también su contenido(arts. 33 y 49 CP –LO 15/2003–).
6.º La principal modificación en materia de penas accesorias se refiere a la remisión
del art. 57 a las prohibiciones contempladas en el art. 48 (penas de privación del
derecho a residir en determinados lugares, prohibición de comunicación, aleja-
miento y no aproximación a la víctima y familia de esta), de forma que dichas
penas ven incrementada su duración hasta diez años para el caso de delitos gra-
ves, o incluso más, si la pena principal es privativa de libertad, ya que en estos
casos, las prohibiciones podrán imponerse por encima de los límites máximos
de la pena de prisión (art. 40.5 CP –LO 15/2003–).
7.º Se aumentó la extensión temporal mínima de la pena de multa pudiendo ahora
llegar hasta diez días, frente a los cinco de la anterior regulación, y experimentó
también un sensible incremento el importe de la cuota diaria tras la conversión
de las pesetas a euros (arts. 50 apartados 3 y 4 CP –LO 15/2003–). Tras la reforma
del CP acometida en 2010, se otorga gran protagonismo a esta clase de pena que
será de aplicación general a las personas jurídicas con un límite temporal má-
ximo de cinco años frente a los dos años que rige para las personas físicas.
8.º Se elevó el límite máximo de cumplimiento de las penas pudiendo llegar a una
duración de 40 años en determinados supuestos (art. 76.1 c).
9.º Tras la reforma operada por la LO 7/2003, se endurecieron las condiciones para
la progresión penitenciaria (art. 72.5º LOGP), exigiéndose para la clasificación
en tercer grado, entre otros requisitos, haber cumplido la mitad de la pena im-
puesta —periodo de seguridad— en todos los casos, que se podía salvar sólo ex-
cepcionalmente y nunca en delitos de terrorismo o cometidos en el seno de
organizaciones criminales (art. 36 CP –LO 7/2003–) así como que el penado hu-
biera satisfecho la responsabilidad civil derivada del delito según sus circuns-
tancias personales.
Tras la reforma del CP operada en virtud de LO 5/2010 la exigencia de cum-
plimiento de, al menos, la mitad de la condena para poder obtener la clasifica-
ción en tercer grado sólo es de aplicación obligatoria en condenas superiores a
cinco años por delitos cometidos contra la libertad e indemnidad sexual de me-
nores de trece años, delitos referentes a organizaciones y grupos terroristas y
delitos de terrorismo, así como por aquellos delitos cometidos en el seno de una
organización o grupo criminal. Para el resto de casos, se deja en manos del juez
la decisión de aplicar el periodo de seguridad atendiendo a las circunstancias
concurrentes.
10.º Se endurecen las condiciones para el acceso a la libertad condicional. Tras la
reforma de la LO 7/2003 se exige haber satisfecho las responsabilidades civiles
en idénticos términos que los vistos para el acceso al tercer grado.
11.º No podríamos concluir este apartado sin referirnos a la dudosamente constitu-
cional «libertad vigilada», inicialmente prevista en el Anteproyecto de reforma
del CP de 2008 como «pena accesoria» y en el texto finalmente aprobado como
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Es significativo el recurso a la opinión pública que se hace en la Exposición de Motivos para justificar la reforma
(se dice textualmente que la presente ley «nace con vocación de producir un giro en los hábitos de nuestra Administración
de Justicia, en la percepción que tiene la ciudadanía respecto de la lentitud de la persecución penal y en la aparente impu-
nidad de los delincuentes»).
144
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Ruiz Rodríguez, Luis. La gestión urbana de la seguridad: Política criminal y municipios. Revista Electrónica de
Ciencia Penal y Criminología (en línea). 2010, núm. 12-09, p. 08:1-08:25. http://criminet.ugr.es/recpc/12/recpc12-09.pdf
268
Al respecto, resulta contradictorio este diseño político criminal con las propuestas del Consejo General del Poder
Judicial que en abril de 2009, dentro del plan de modernización de la Justicia, proponía desviar un millón de causas pena-
les leves a los juzgados de paz y a la justicia negociada como fórmula de agilización que, lógicamente, lleva implícita una
valoración a la baja de las faltas respecto de su necesidad de formar parte de la justicia penal.
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4.º Se modificó la LECR para crear la denominada orden de protección de las vícti-
mas de violencia doméstica a través de un rápido procedimiento judicial, sus-
tanciado ante el juzgado de instrucción de guardia, pudiendo obtener la víctima,
sin apenas trámites, una acción cautelar de naturaleza civil y penal (arts. 13 y
544 ter de la LECR –Ley 27/2003, de 31 de julio–).
5.º Se convierten en delito muchas de las conductas que hasta entonces eran consi-
deradas en el Código Penal como faltas contra la integridad física o psíquica, entre
las que se encuentran las de maltrato sin resultado lesivo cuando se cometen en
el ámbito doméstico, con lo cual se abrió la posibilidad de imponer pena de pri-
sión y, en todo caso, la pena de privación del derecho a la tenencia y porte de
armas al autor de una de estas conductas leves (LO 11/2003 de 29 de septiembre).
6.º Se estableció la posible suspensión del régimen de visitas, comunicación y es-
tancia de los hijos, así como la prohibición de comunicaciones por medios in-
formáticos o telemáticos. Esta misma reforma se hace en la regulación de la
medida de seguridad equivalente (48.2 y 105 –LO 15/2003–).
7.º Se introdujo como pena accesoria la posibilidad de que el juez o tribunal sen-
tenciador acordase la privación de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o
acogimiento (arts. 173.2 y concordantes –LO 11/2003–).
8.º Se introdujo, dentro de los tipos agravados de lesiones, uno específico que prevé
la posibilidad de incrementar la sanción penal cuando la lesión se produzca con-
tra quien sea o haya sido la esposa del autor, o mujer que esté o haya estado li-
gada a él por una análoga relación de afectividad, aun sin convivencia, así como
en caso de que la víctima sea una persona especialmente vulnerable que conviva
con el autor (art. 148. 4.º y 5.º –LO 1/2004–).
e) PRINCIPALES REFORMAS RESPECTO A LOS DELITOS CONTRA EL LLAMADO «ORDEN PÚ-
BLICO» —ESPECIALMENTE, LUCHA CONTRA EL TERRORISMO Y CONTRA SU ENTORNO
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6.º La LO 7/2000 incorporó un nuevo tipo penal para sancionar las perturbaciones
graves que se provoquen en las sesiones plenarias de las Corporaciones Locales,
modificándose el apartado 2 del art. 551 para definir como atentado a la auto-
ridad el realizado contra los miembros de los referidos Organismos Públicos.
7.º Se amplió el elenco de conductas dirigidas contra los organismos de represen-
tación local a aquellas conductas consistentes en impedir o dificultar la cele-
bración de las sesiones de las Corporaciones locales, incluyéndose una
agravación específica para el caso de que las calumnias, injurias, coacciones o
amenazas a miembros de Corporaciones Locales se realicen «amparándose en
la existencia de bandas armadas (expresión suprimida tras la reforma del CP de
2010) o grupos terroristas» (art. 505 –LO 1/2003–).
8.º En virtud de la misma LO 1/2003, se modificó la Ley Orgánica de Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado para ampliar el ámbito competencial de fun-
cionarios de policías autónomas cuando estuvieran ejerciendo funciones de pro-
tección de autoridades locales.
9.º Se reformaron, asimismo, determinados preceptos de la Ley orgánica 3/1987,
de partidos políticos; la Ley orgánica 5/1985, de régimen electoral general; y la
Ley 7/1985, de bases del régimen local, para impedir el acceso a fondos públicos
de determinadas formaciones políticas vinculadas con bandas terroristas, su-
puestos de inelegibilidad para cargos públicos y para sancionar conductas que
supongan, en el seno de dichas corporaciones, una humillación para las víctimas
o un enaltecimiento o justificación de acciones terroristas (LO 1/2003).
10.º Se añadieron al Código Penal tres nuevos artículos para sancionar la convoca-
toria ilegal de elecciones o de referéndum y la financiación ilegal con fondos pú-
blicos de asociaciones o partidos disueltos por apoyar el terrorismo (LO
20/2003). Estos tres nuevos artículos serían muy pronto derogados por la LO
2/2005.
12.º Asimismo, en materia de cumplimiento de penas, la LO 7/2003 introdujo espe-
cialidades para aquellos condenados por delitos de terrorismo o aquellos co-
metidos en el seno de organizaciones criminales. Así, entre otras, se establece la
obligatoriedad de cumplir el denominado «periodo de seguridad» para el acceso
al tercer grado, sin que se tenga en cuenta elemento alguno en orden a la indi-
vidualización de la ejecución, se establecen mayores exigencias para la conce-
sión de la libertad condicional (tales como que el penado muestre signos
inequívocos de haber abandonado los fines y los medios269 de la actividad terro-
rista, y que colabore de forma activa con las autoridades).
13.º La reforma del CP llevada a cabo por LO 5/2010 crea sendos capítulos llamados
«de las organizaciones y grupos criminales» (arts. 570 bis, ter y Quatre) y «de las
organizaciones y grupos terroristas y de los delitos de terrorismo» (arts. 571 y
ss.) para distinguir, en base al objetivo perseguido, tales grupos. Así, mientras la
finalidad de los grupos criminales comunes será la perpetración de delitos o de
269
No obtendrán, pues, pronóstico favorable de reinserción social los condenados por delitos de terrorismo (que
pueden ser de eventual colaboración) que condenen expresamente el uso de la violencia pero defiendan los fines políticos
de la banda.
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Doctrina por entender que estamos ante una clara manifestación de invasión por parte del
Derecho Penal del ámbito propio del Derecho Administrativo sancionador. A los efectos
aquí estudiados, podemos mencionar las siguientes medidas:
1.º Se añade un tipo penal nuevo consistente en la conducción superando determi-
nados límites de velocidad (art. 379.1).
2.º Se establece una presunción legal de conducción manifiestamente temeraria
cuando se superen determinadas tasas de alcohol (art. 379.2).
3.º Se tipifica ex novo la conducción sin permiso, bien por no haberlo obtenido
nunca, bien por haber sido privado administrativamente del mismo. También se
prevé un supuesto específico de quebrantamiento de medida cautelar judicial o
de sentencia (art. 384).
4.º En general, las penas y consecuencias accesorias incrementan notablemente su
severidad, en especial, en lo concerniente a la privación del permiso de conducir,
y a ello se añade la posibilidad de considerar instrumento del delito al vehículo
de motor o ciclomotor en orden a disponer su comiso.
5.º Cuando la pena de privación del derecho a conducir vehículos a motor o ciclo-
motores o de licencia de armas supere los dos años de duración comportará la
pérdida del permiso para conducir (art. 47, párrafo tercero).
6.º El legislador de 2010, de nuevo, en un intento por corregir el excesivo rigor y falta
de proporcionalidad del tratamiento penal que reciben determinadas conductas,
además de algún matiz en cuanto al régimen de penas, introduce en el Título que
nos ocupa un nuevo artículo, el 385 ter, otorgando mayor discrecionalidad a los
jueces quienes, razonándolo en la sentencia, podrán rebajar en un grado la pena
de prisión impuesta por la comisión de delitos de conducción bajo la influencia
de bebidas alcohólicas, negativa a someterse a la prueba de la alcoholemia, con-
ducción sin permiso y alteración de la seguridad viaria con grave riesgo, aunque
tal rebaja no será de aplicación en aquellas conductas constitutivas de conducción
temeraria y de conducción con manifiesto desprecio por la vida de los demás.
i) REFORMAS EN MATERIA DE PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE Y DE LA LLAMADA «SE-
GURIDAD COLECTIVA»
1.º El Código Penal de 1995 modificó el tipo básico del llamado delito ecológico (art.
347 bis CP 1973) de modo desde entonces no se precisa la existencia de un peli-
gro concreto para su apreciación, bastando la existencia de un peligro abstracto.
Asimismo, aumentó notablemente el elenco de conductas típicas las penas pre-
vistas y el ámbito de aplicación de la norma previendo expresamente la respon-
sabilidad penal de los funcionarios públicos con competencias en materia medio
ambiental.
2.º La mayor reforma en esta materia se produjo con la LO 15/2003 que introdujo un
nuevo tipo relativo a la emisión de radiaciones ionizantes, agravó las penas para
el establecimiento de depósitos o vertederos de desechos o residuos tóxicos o pe-
ligrosos con potencial para perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas
naturales o la salud de las personas (art. 328), agravó las penas para los delitos re-
lativos a la protección de la flora, fauna y animales domésticos (arts. 332, 333,
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334, 335, 336, 337 y 631.2) y añadió en las respectivos tipos penales la pena de in-
habilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar. Asimismo, in-
trodujo el delito de maltrato grave a los animales domésticos, con previsión de
falta para supuestos leves y la falta de abandono de animales domésticos.
3.º Con la reforma del CP de 2010 de nuevo se agravan las penas privativas de liber-
tad previstas para estas conductas y se amplía el número de tipos penales a fin de
incorporar los supuestos previstos en la Directiva relativa a la protección del
medio ambiente mediante el Derecho Penal. Asimismo el legislador modifica el
límite mínimo –de seis meses a dos años–, obstaculizando en consecuencia la
aplicación de la sustitución y suspensión de la condena a pena de prisión. Ade-
más se ha previsto este tipo de delitos como de aquellos susceptibles de ser im-
putados a personas jurídicas, introduciendo un catálogo específico de penas para
las mismas (art. 327 CP).
4.º La citada LO 5/2010 de reforma del Código Penal amplía, además, el conocido
como delito de prevaricación medioambiental (art. 329) introduciendo una nueva
modalidad de naturaleza omisiva , pues ya no sólo son objeto de castigo las con-
ductas de silenciar la infracción de normas medioambientales sino simplemente
la de omitir la labor de inspección. Para estos casos obliga a la imposición de la
pena de multa.
5.º Se crea una nueva modalidad típica en la reforma del CP de 2010, consistente en
la contaminación radiactiva (art. 343 CP). Asimismo, a raíz de dicha reforma se
introduce ex novo en nuestro ordenamiento jurídico la «producción de materia-
les nucleares y «sustancias» sin la debida autorización. Ya existen voces alertando
de la incoherencia y desproporción de que se castiguen con penas de prisión con-
ductas menos graves que algunas de las previstas en el Reglamento sobre pro-
tección sanitaria contra Radiaciones Ionizantes.
6.º Se endurecieron las penas para aquellos que, encargados de la fabricación, ma-
nipulación, transporte, tenencia o comercialización de explosivos, sustancias in-
flamables o corrosivas, tóxicas y asfixiantes o cualesquiera otras materias que
puedan causar estragos, contraviniendo las normas de seguridad, pongan en con-
creto peligro la vida o integridad física o salud de las personas o el medio am-
biente (art. 348 –LO 4/2005270–). Desde la reforma del CP de 2010, se castigarán
con idénticas penas a quienes, de forma ilegal, produzcan, importen, exporten,
comercialicen o utilicen sustancias destructoras del ozono.
J) OTROS EJEMPLOS DE LA EXPANSIÓN Y ENDURECIMIENTO DEL DERECHO PENAL A RESUL-
TAS DE LA REFORMA ACOMETIDA EN 2010
270
De La Exposición de Motivos justifica la aprobación de la reforma diciendo “Frente a la amenaza terrorista se hace
preciso introducir mejoras en el ordena miento sancionador con las que nuestro Estado Social y Democrático de Derecho
pueda responder a esta amenaza de garantista, legítima y eficaz… La potestad sancionadora administrativa se revela como
insuficiente para atajar la conducta de quienes estando obligados a ello no observan las medidas de vigilancia y control de
los explosivos”.
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que haya de atribuírsele aciertos puntuales, la reforma señalada sigue, en general, la línea
expansiva y endurecedora de las reformas anteriores: incremento general de las penas, ti-
pificación de actos preparatorios equiparándolos con la consumación, conversión de fal-
tas en delitos, invasión de otras esferas del Derecho, ampliación de los plazos de
prescripción, predominio de la pena de prisión, etc. Coincidimos, pues, con González Cus-
sac271 cuando se refiere a la confluencia en esta reforma de las tres principales caracterís-
ticas que definirían la evolución de nuestro sistema punitivo cuales son: «pensamiento
rápido», «pensamiento impecable (que prioriza el ideal de justicia y consiguientemente
convierte al ciudadano en un sujeto que constantemente demanda derechos frente al Es-
tado y frente a los otros, pero que no parece muy dispuesto a pagar precio alguno por tanta
demanda y bienestar») y «clima de miedo».
Así, brevemente, además de las modificaciones señaladas en apartados anteriores,
podemos indicar a modo de ejemplo como algunas de las principales novedades del Código
Penal tras la última reforma las siguientes:
1.º Por primera vez en nuestro Derecho se prevé la posibilidad de exigir responsabi-
lidad penal a las personas jurídicas (art. 31 bis) estableciendo una especie de pre-
sunción iuris tantum de su culpabilidad cuando de los hechos delictivos se derive
un beneficio para las mismas y aunque no hayan participado en la ejecución del
delito. Este nuevo modelo de responsabilidad introduce un catálogo especial de
penas (calificadas por el legislador como «graves» per se) para las personas jurí-
dicas, añadiéndose a las hasta ahora denominadas consecuencias accesorias (art.
129), entre otras, la de multa (por cuotas y proporcional) y la de inhabilitación
para obtener subvenciones y ayudas públicas, para contratar con las Adminis-
traciones Públicas y para gozar de beneficios e incentivos siendo algunas de di-
chas penas de una dureza difícilmente justificable como la disolución definitiva
de la sociedad o la prohibición (definitiva también) de ejercer la actividad em-
presarial para determinados supuestos.
2.º Se introduce un incremento generalizado e indiscriminado de las penas previs-
tas para un buen número de delitos (delitos de naturaleza sexual especialmente
aquellos en los que la víctima es menor de edad, delitos contra la ordenación del
territorio, contra la Hacienda Pública y Seguridad Social, contra el Medio Am-
biente etc.).
3.º Se amplía el catálogo de delitos con nuevas figuras (además de las reseñadas
supra, los delitos de piratería marítima o aérea, entre otros) o ampliación de las
ya existentes (por ejemplo, estafa procesal, daños informáticos, «ciberacoso se-
xual» a menores o «child grooming» y las maquinaciones para alterar los precios
mediante difusión de rumores falsos o con uso de información privilegiada).
4.º Una de las más llamativas novedades la constituye, sin duda, la tipificación de los
sobornos en el sector privado o «corrupción entre particulares». Se castiga con
notable imprecisión el «juego sucio» en el ámbito empresarial privado, y espe-
cialmente el que tiene lugar en el deporte mediante la adulteración de resultados
de competiciones deportivas de carácter profesional. De esta forma se trata de
crear una figura paralela a la del cohecho entre funcionarios públicos, tanto pa-
271
J. L. González Cussac, et al.: Comentarios a la Reforma Penal de 2010. Editorial Tirant Lo Blanch, Valencia, 2010.
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sivo como activo. Esta ha sido, con mucho, una de las novedades más criticadas,
no sólo por lo que supone no ya de expansión sino de desbordamiento del cauce
de protección penal de la norma al tipificar prácticas mercantiles meramente in-
morales, sino porque además equipara los actos preparatorios o de mero con-
cierto o conspiración a la consumación, no exigiéndose para la aplicación del tipo
un resultado lesivo.
Todos estos cambios, realizados por partidos de derecha o de izquierda, dicho sea en
términos cronológicos, han pretendido satisfacer simbólicamente las demandas de segu-
ridad que ante un miedo inespecífico, propio de la sociedad del riesgo, y que incluye te-
mores económicos, sanitarios, medioambientales, laborales, circulatorios, familiares y
criminales, han planteado los medios de comunicación, utilizando a las víctimas como fi-
gurantes de un reality show, y han exigido las buenas personas que ni padecen, ni han pa-
decido ni probablemente van a padecer delito alguno, pero que componen el grueso de los
votantes de los partidos mayoritarios de izquierda y derecha y que reclaman tréboles de
cuatro hojas o patitas de conejo para que no les pase nada.
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En este sentido, la expansión y endurecimiento del Derecho penal sólo opera como
venganza colectiva, por ser descomunal, contra unos delincuentes que no sólo asustan a sus
víctimas, sino que asustan, aún más, a los que no son sus víctimas ni lo van a ser.
Que la prolongación de las penas, las duras condiciones de cumplimiento y la difi-
cultad para obtener la libertad condicional satisfagan a los votantes honrados se debe, pre-
cisamente, a que no son sus víctimas; porque si hubieran padecido algún delito lo que
demandarían es una política de seguridad preventiva eficaz, una política criminal siste-
mática y, sobre todo, más que desahogarse con el sufrimiento de los delincuentes habrían
exigido que, como se hace con los penados, se invirtieran los recursos económicos y hu-
manos que hicieran falta para resocializarlos y reinsertarlos a ellos, en la sociedad, la em-
presa y las familias donde estaban antes de padecer el delito.
No se trata de dejar de invertir cerca de 50.000 euros al año por penado, sino de in-
vertir lo mismo en la resocialización y reinserción de las víctimas y en la prevención del de-
lito; aunque siempre será más fácil, metafóricamente hablando, encerrar a un preso en
una celda, tirar la llave al mar y contarlo a todo el mundo para que duerman mejor los
honrados votantes a los que, por supuesto, no les ha pasado nada.
Como resume Muñoz Conde:
La mayoría de las reformas penales habidas en el Parlamento español en
la última etapa del Gobierno Aznar, durante el año 2003 y que han ido entrando
en vigor... No son, en definitiva, más que la expresión de un derecho penal pen-
sado en clave populista, con el ojo puesto más en los beneficios electorales in-
mediatos que en una mejor y más justa solución de los problemas que
actualmente aquejan a la sociedad española; aunque en este caso, en parte por
el atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid... No deja, sin em-
bargo, de ser sorprendente, que el Gobierno actual surgido de esas elecciones,
y que obviamente parece de un signo ideológico distinto al que propugnó estas
reformas, no haya hecho hasta el momento ningún intento o siquiera amago
para eliminar los preceptos más característicos de las tendencias autoritarias y
poco democráticas del Gobierno anterior. Se ve que las ideas de la «tolerancia
cero» y del «Derecho penal del enemigo» están en estos momentos y de un
modo general bastante enraizadas en la mentalidad de los gobernantes, sean
estos de derechas o de izquierdas...272
272
F. Muñoz Conde: «La generalización del Derecho penal de excepción: tendencias legislativas y doctrinales: entre
la tolerancia cero y el Derecho penal del enemigo», en J. C. Campo Moreno y J. L. González Cussac: La generalización del
Derecho penal de excepción: tendencias legislativas; Ed. Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2007, pp. 49 y 50.
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CONCLUSIONES
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