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“ENSAYO”

DAR RAZON DE MI FE
Lesly Opazo Magna

0. INTRODUCCIÓN

El siguiente trabajo es un breve ensayo sobre la crisis que está atravesando,


viviendo y sufriendo la Iglesia Católica que peregrina en Chile. Por todos es sabido
de los abusos de poder, de conciencia y sexuales que han sido perpetrados por
miembros del clero, religiosos y religiosas.
Es menester destacar que el Papa Francisco se preocupó y ocupó
personalmente, dando la cara, haciendo frente y buscando solución a esta gran
crisis. Hidalgamente, con valentía y humildad pidió perdón a nombre propio y a
nombre de la Iglesia a las víctimas de estos hechos lamentables y dolorosos.
Las palabras del Papa son decidoras: “Confesar el pecado es necesario, buscar
remediarlo es urgente, conocer las raíces del mismo es sabiduría para el presente-
futuro” (Carta del Papa Francisco a los Obispos Chilenos, filtrada por Canal 13).

I. CARACTERÍSTICAS DE LA CRISIS ECLESIAL

La iglesia perdió su centro, colocándose ella como protagonista y referente,


olvidándose que “Jesús es el Centro”. Como dijo Juan el Bautista: “Es necesario que él
crezca y que yo disminuya” (Jn.3, 30). Desde aquí se genera toda la crisis de la Iglesia
Chilena.
Se nos olvidó mirar la historia que nos dice que la Iglesia supo dar la “pelea” cuando
la dignidad de sus hijos no era respetada o simplemente ninguneada, especialmente en
épocas del Padre Alberto Hurtado y del cardenal Raúl Silva Henríquez.
Obviamos el principio que la conciencia consciente de sus límites y pecados la hace vivir
alerta ante la tentación de suplantar a su Señor. Ello la condujo a un relajo y autosuficiencia.
Se invisibilizó al Santo y Paciente Pueblo fiel de Dios sostenido y vivificado por el
Espíritu Santo que es el mejor rostro de la Iglesia profética que sabe poner al centro a su
Señor en la entrega cotidiana.
Los pastores subestimaron al pueblo sencillo, que confiesa su fe en Jesucristo, que
ama a la Virgen, que se gana la vida con el trabajo, (tantas veces mal pagado), que bautiza
a sus hijos y entierra a sus muertos; en ese pueblo fiel que se sabe pecador pero no se
cansa de pedir perdón porque cree en la misericordia del Padre.
Se ensimismó (“se miró el ombligo”) de tal forma que las consecuencias de todo este
proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención. La
dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder
y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas
situaciones han sido abordadas.
Se transformó en una Iglesia elitista, mesiánica y clericalista que termina generando
dinámicas de división, separación, “círculos cerrados” que desembocan en
espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo
importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni
Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente. En el Pueblo de Dios no existen
cristianos de primera, segunda o tercera categoría.
No se asumieron las responsabilidades: cada cual se salvó a sí mismo y cuidó su
reputación, cuando lo que correspondía era confesar comunitariamente la debilidad y así
poder encontrar juntos respuestas humildes, concretas y en comunión con todo el Pueblo
de Dios.
Se olvidó de la presencia y la acción del Espíritu Santo que está continuamente en
movimiento para ensanchar las miradas estrechas, hacer soplar al que perdió la
esperanza, hacer justicia en la verdad y en la caridad, purificar del pecado y la corrupción
e invitar siempre a la necesaria conversión.
“ENSAYO”
DAR RAZON DE MI FE
Lesly Opazo Magna
El encubrimiento y el poco respeto por la dignidad de las personas, especialmente en
las víctimas de abusos sexuales, que gracias a su esfuerzo y perseverancia, incluso
contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la verdad.
La poca rigurosidad y filtro en los procesos de admisión a los seminarios y noviciados
para la formación sacerdotal y religiosa.
Descuido y poca valoración de la pastoral popular que es uno de los pocos espacios
donde el Pueblo de Dios es soberano de la influencia de ese clericalismo que busca
siempre controlar y frenar la unción de Dios sobre su pueblo.

II. POSIBLES SALIDAS A ESTA CRISIS

Todo lo mencionado en el punto anterior, que no es otra cosa que las causas de
esta gran crisis, se deben tomar en consideración y transformarlas en oportunidades
y fortalezas.
Está claro que si queremos salir de esta profunda crisis, se debe poner a Jesús
como el centro. “Es necesario que Él crezca y yo disminuya “. Jesucristo es la oferta
de vida buena.
Es necesario volver a la Iglesia profética, de la época de la dictadura militar. Que
sacó la voz para defender los derechos humanos y la dignidad de la persona
humana, inspirada y arraigada en el evangelio. Se echa de menos a figuras como
el Cardenal Raúl Silva Henríquez y el Obispo Enrique Alvear.
Debemos volver a una Iglesia servidora, especialmente de los más pobres y
desamparados. No una Iglesia que se sirve a sí misma, olvidando el mandato de
Jesús que el que quiera ser el primero tiene que ser servidor de todos.
La Iglesia debe recuperar su fidelidad al Señor. Debe ser Fiel a su mandato y a
su razón de ser. En definitiva, a su esencia.
La Iglesia debe ser capaz de convocar, de aglutinar, de unir. Que mejor si
tenemos al señor Jesús que nos acoge y nos muestra el rostro del Padre.
La Iglesia debe ser sincera consigo misma y con los demás. “La conciencia de
tener llagas nos libera de volvernos autorreferenciales, de creernos superiores. Nos
libera de esa tendencia prometeica de quienes en el fondo sólo confían en sus
fuerzas y se sienten superiores a otros”. (Enc. con religiosos/as, consagrados/as y
seminaristas, Stgo., 16/01/2018).
La mujer debe tener un espacio y protagonismo en la Iglesia. En las últimas
décadas, la mujer ha estado relegada a un segundo plano, como si no existiera. Ha
sido una institución donde los hombres toman las decisiones. A las mujeres no les
queda otro remedio que acatar. Son como las “empleadas”: imprescindibles, pero a
la vez invisibles.
En definitiva, lo fundamental e imprescindible para salir de esta crisis profunda
que está atravesando la Iglesia Católica en Chile es el lugar, el rol y el protagonismo
del laicado. Después que se recuperó la democracia (1990), perdió su centro, se
aburguesó, perdió el horizonte, se volvió narcisista, “se miró el ombligo”. Lo más
grave es que se volvió clericalista: la Iglesia es de los curas, es decir, de la jerarquía.
Por tanto, los laicos son los empleados de estos “príncipes”·: hacen todo lo que les
dicen.
Esta no es la Iglesia, pueblo de Dios, que fundara Jesús. Nadie es más
importante que el otro. Todos somos parte de un cuerpo, que nos necesitamos y
complementamos. La jerarquía es parte de este pueblo y está al servicio de éste.
“La participación activa de los laicos no es cuestión de concesiones de buena
voluntad, sino que es constitutiva de la naturaleza eclesial” (Carta del Papa
Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31/05/2018)
Acá, entonces está la clave: la eliminación de la asimetría que existe entre el
clero y el laicado.
“ENSAYO”
DAR RAZON DE MI FE
Lesly Opazo Magna
La Iglesia, a través de su historia, ha pasado por momentos de crisis muy
oscuros y profundos, pero ha sabido ponerse de pie y, sobre todo, poner a Jesús
en el centro. Y ésta no va a ser la excepción. Por tanto, debemos tener la confianza
y convicción que “en la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los
santos…” (Verborgenes Leben Und Epiphanie, 145).
“La Iglesia en Chile sabe de esto. La historia nos dice que supo ser madre que
engendró a muchos en la fe, predicó la vida nueva del evangelio y luchó por esta
cuando se veía amenazada. Una Iglesia que supo dar la “pelea” cuando la dignidad
de sus hijos no era respetada o simplemente ninguneada”.

III. ENFRENTAR LA CRISIS EN MI ESCUELA Y EN MIS CLASES DE


RELIGION.

En primer lugar, en nuestros establecimientos y en nuestras clases de religión,


se debe hablar, analizar y buscar salida a la crisis que está atravesando la Iglesia
en nuestro país. Debemos ser sinceros y enfrentar los conflictos y problemas,
porque éstos se transforman en una oportunidad para crecer y madurar como
personas y como miembros de esta Iglesia.
Hay que entender que las crisis son parte de la vida humana y, por tanto, la
Iglesia que está formada por personas con defectos y virtudes, no está exenta de
vivir estas situaciones.
Los profesores de religión somos la cara visible de la Iglesia en el
Establecimiento educacional, por tanto, no debemos soslayar esta gran
responsabilidad frente a la comunidad educativa. Los cuestionamientos y las
preguntas van a estar necesariamente dirigidas a nosotros.
En la escuela, esta crisis, se debe abordar con toda la comunidad educativa,
pero en distintos niveles e instancias, utilizando un método y una pedagogía acorde
a la edad y a la etapa de la vida que corresponda.
Se pueden realizar talleres y conversatorios con los profesores, apoderados y
auxiliares. Se puede invitar a personas de Iglesia con experiencia y sapiencia que
puedan iluminar y esclarecer dudas.
En las clases de religión se puede utilizar como actividad, con los cursos de
Educación Básica, un taller práctico y didáctico. Con los adultos de Educación
Media, se puede utilizar un conversatorio, guiado y bien dirigido.

IV. CONCLUSIÓN

Sin lugar a dudas, la Iglesia Chilena está viviendo una las crisis más profundas
y dolorosas que se tenga conocimiento. Mirado en un contexto más global, hoy por
hoy, las instituciones en general están siendo cuestionadas. Sólo por nombrar
algunos ejemplos, el desfalco en carabineros, la colusión de las farmacias y las
empresas del papel higiénico, etc.
Aunque no haya sido de la mejor manera, pero “la bomba ya estalló”. Ahora lo
que queda es hacerle frente y buscar alternativas de salida. No es primera vez que
la Iglesia vive una crisis. Debemos volver al centro, a nuestra esencia, porque en
algún momento lo perdimos. Jesús dejó de ser el centro, transformándose la
institución en protagonista, específica y particularmente, los obispos y presbíteros,
es decir, la Iglesia Jerárquica.

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