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Unidad 1: El comienzo de la Guerra Fría (1945-1953)

1) ¿Cuál era la situación de EE.UU., la URSS y Gran Bretaña (Reino Unido) al término de la
Segunda Guerra Mundial? ¿Quién estaba mejor y quién peor? ¿Por qué?
2) ¿Qué se resolvió en las conferencias de Yalta y de Potsdam (1945)? ¿Qué acuerdo sigue
vigente? ¿Quién es cada uno de los tres personajes (“los tres grandes”) de la fotografía
que están sentados? ¿En cuál de las dos te parece que fue tomada? ¿Por qué?
3) ¿Cuáles fueron los primeros conflictos entre la URSS y EE.UU.? ¿Por qué?
4) ¿Qué significa que la URSS practicaba una “política de hechos consumados”? ¿Por
ejemplo?

1. El fin de la alianza y los orígenes de la bipolaridad

La conferencia de Potsdam, celebrada entre julio y agosto de 1945 en esta ciudad


alemana próxima a Berlín, formalizó la transición entre la antigua alianza contra el Eje y el
enfrentamiento Este/Oeste propio de la Guerra Fría. Mucho habían cambiado las cosas desde la última reunión de los tres
grandes en Yalta en el mes de febrero. El III Reich había sido definitivamente derrotado en Europa y Estados Unidos estaba a
punto de culminar con éxito el proyecto Manhattan, que le permitiría poner fin a la guerra contra Japón con el uso de la bomba
atómica e iniciar la nueva era mundial con las garantías que le daba disfrutar del monopolio de la nueva arma. Por su parte, la
Unión Soviética, que salió, lo mismo que su líder, Josif Stalin, notablemente reforzada de la guerra, empezaba a practicar en el
Este de Europa una política de hechos consumados que convertiría a la URSS en potencia hegemónica en Europa central y
oriental. Su decisiva contribución a la victoria sobre el Eje agrandaría aún más su prestigio como referente de una extensa y
heterogénea amalgama de fuerzas progresistas repartidas por todo el mundo […].

Sin enemigo común a la vista -la caída de Japón parecía inminente-, la vuelta a la confrontación entre capitalismo y
comunismo característica del período de entreguerras era cuestión de poco tiempo, si es que no se había producido ya. [...]
Roosevelt había muerto el 12 de abril de una hemorragia cerebral. Su sucesor, Harry Truman, que llevaba tan sólo cinco meses
como vicepresidente y había tenido muy poco trato con el difunto presidente, carecía prácticamente de experiencia política más
allá de su feudo personal de Missouri y de su breve etapa como presidente de un comité del Senado. Por su falta de carisma y
su estilo llano y pragmático, se le ha considerado el "anti-Roosevelt ", aunque tardó muy poco en mostrar una especial
habilidad y firmeza en el manejo de los resortes del poder.

El otro gran líder de la alianza antifascista, el premier Winston Churchill, fue relevado como representante británico
en el transcurso de la cumbre de Potsdam por el dirigente laborista Clement Attlee, vencedor de las elecciones generales
celebradas en el Reino Unido a finales de julio. Así pues, los dos mandatarios occidentales encargados de negociar con Stalin
los últimos flecos del orden mundial surgido tras la guerra partían con la indudable desventaja de su inexperiencia en esas
lides. [...] Del reportaje cinematográfico de la conferencia de Potsdam podían desprenderse, pues, varias impresiones, que el
tiempo no tardaría en confirmar: el dominio de la situación que ejerce Stalin, consciente de la fuerte revalorización de su papel
a escala mundial; el irreversible debilitamiento de Gran Bretaña como potencia mundial, sumida en una profunda crisis de
liderazgo y obligada a afrontar la liquidación de su imperio colonial, y la imagen resuelta de Truman, que cuenta en Potsdam
con la decisiva baza que suponía para Estados Unidos disponer, de momento, del monopolio de la bomba atómica.
Indudablemente, la humanidad entraba en un período histórico en el que, por primera vez, los principales centros de poder se
situaban fuera de la vieja Europa.

A diferencia de lo ocurrido en Yalta -acuerdos sobre la desnazificación, sobre las futuras fronteras europeas, sobre la
división de Alemania y sobre la creación de la ONU, entre otros-, Potsdam terminó sin resoluciones concretas en la mayoría de
los temas, probablemente porque la fase del consenso entre los tres grandes había terminado para siempre y porque las bases
para el nuevo orden mundial habían quedado ya fijadas en la cumbre anterior. Se materializaron las fórmulas de ocupación y
administración por los aliados del antiguo territorio del Reich, pero el compromiso de redactar un tratado de paz con Alemania
quedó finalmente en nada. La fijación de las nuevas fronteras de Polonia, claro reflejo de la política de hechos consumados
soviética, fue debatida sin ningún resultado y puso de manifiesto el conflicto de intereses que, en el período histórico que se
inauguraba, iba presidir las relaciones entre los antiguos aliados.

Aunque la puesta en marcha de la nueva Organización de las Naciones Unidas, tras la firma del Acta fundacional
(junio de 1945), y el desarrollo del proceso de desnazificación en Alemania según lo acordado por las potencias ocupantes
(juicio de Núremberg, 1945-1946) indicaban todavía la inercia del consenso en ciertas cuestiones básicas, los meses siguientes
a la finalización de la guerra registraron una alarmante proliferación de conflictos. Cuestiones como el futuro de los Balcanes,
tanto de Yugoslavia como, especialmente, de Grecia, en plena guerra civil entre las fuerzas monárquicas pro-occidentales y la
guerrilla republicano-comunista ELAS, la resolución de la crisis de Irán, un país de alto valor estratégico ocupado parcialmente
por tropas rusas, británicas y, finalmente, norteamericanas, así como el progresivo deslizamiento de los países de Europa
central y oriental hacia gobiernos con predominio comunista ponían de manifiesto un agudo antagonismo Este/Oeste plasmado
en un escenario de confrontación que la crisis berlinesa de 1948-1949 situaría ya en un punto de no retorno.

Fuentes, Juan Francisco - La Parra López, Emilio: Historia Universal del siglo XX. De la Primera Guerra Mundial al ataque a las Torres Gemelas. Editorial
Síntesis, Madrid, 2001.

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