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Índice
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
2 Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Sobre la autora
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene
costo alguno.
3
Sinopsis
C uando Lily Jacobs nació, heredó a Fazire, un genio. Su familia
tenía tres deseos y solo habían usado uno, por lo que Fazire
estaba atrapado en el mundo humano. Esto funcionó ya que él
se había vuelto un miembro más de la familia.
Pero incluso con un genio, la joven vida de Lily no fue perfecta. Para
escaparse de los chicos haciéndola miserable en la escuela, se enterró en
las novelas románticas. Hasta que un día, cuando los chicos se burlaron
de ella, Lily pidió un deseo:
Caminó por la casa que Jim le había construido con sus propias
6 manos, bueno, la mayor parte de todos modos. Una dulce, un poco llena
de rincones, casa de piedra caliza de Indiana rodeada por diez bellamente
exuberantes hectáreas. Justo en el patio delantero había un gran estanque.
Cada ventana, a pesar de que la casa estaba muy lejos de ser lo
suficientemente grande para quedarle bien, era de losas de mármol. Jim
había querido que ella tuviera algo espectacular y elaborado. La única
parte en la que pudo darse el lujo de hacerla elaborada con el sueldo de un
maestro eran esas losas de mármol italiano, y maldición, él las consiguió
para ella.
Tal vez.
Mayo de 1943
Sarah pensó que la llegada de este paquete era una buena señal,
aunque la carta que había escrito era de hace meses y meses, semanas
antes de que su avión hubiera sido derribado sobre Alemania y él
desapareciera. Todavía no sabían dónde estaba, si sobrevivió y fue
capturado o si estaba luchando para encontrar un camino a casa o si...
algo más.
Era hermosa.
Jim escribió una carta que iba con la botella y le dijo que la encontró
en un mercado en algún lugar de Londres y pensó que simplemente tenía
que tenerla.
A Sarah encantó.
Y pensaba en Jim.
Diciembre de 1945
No Jim.
Sin noticias.
Sarah pensó que finalmente se había vuelto loca. Tal vez, debió
haberse preocupado por Jim en el minuto que vino ese horrible telegrama.
Tal vez, debió haber dejado de desear, esperar y pensar que todo iba a
estar bien para Jim, para Rebecca y, por último, para Sarah. Tal vez, debió
haber aceptado la pérdida de su querido Jim, estar sola, dormir sola,
comer sola y criar a una niña por su propia cuenta, soltera, con el salario
de un maestro. Tal vez, ya que no lo hizo, todo se apoderó de ella a través
de los años y la volvió loca.
—Soy Fazire. Soy un genio. Y estoy aquí para concederte tres deseos
—afirmó grandiosamente y, más bien, pomposamente.
Sarah miró fijamente. Luego cerró los ojos y negó con la cabeza
mientras murmuraba para sí:
—Soy Faz… eh, ¿qué? —empezó a decir con su voz exagerada de genio
pero tartamudeó deteniéndose por sus palabras. Nadie le había dicho
alguna vez que se fuera.
10 Nunca.
Jamás.
Lo intentó de nuevo.
Él flotó tras ella, repitiendo una y otra vez las muchas declaraciones
de introducción que le habían enseñado en la Escuela de Entrenamiento
de Genios. Lo estaba ignorando. Tanto así que, horas más tarde, ella
empacó sus maletas, llevó a la linda niña con ella, se metió en su auto y se
marchó.
Invadir Polonia, ¿qué clase de idea tonta fue esa? ¿No sabía el
problema que causaría? Tantas vidas, destruidas. Familias enteras,
desaparecidas.
Tenía que culpar a alguien así que culpaba a Hitler. Era, por
supuesto, el culpable de muchas cosas y Sarah estaba feliz por su religión
(aunque había maldecido a Dios sólo el día anterior). Estaba feliz por ella
porque su religión significaba que podía visualizar, felizmente, a Hitler
extendido sobre un pozo de carbón, girando en un asador, asándose en
agonía por la eternidad.
Pero, pensó, ya no estaba tan loca como para ver genios flotando en
su casa.
Sarah nunca había pensado que los genios tendrían reglas. Nunca
había pensado que existían los genios en absoluto.
Sarah no lo dudó.
Esas eran las reglas. Las Grandes Reglas en el Código del Genio que
nadie rompía.
El Jim que podría traer de vuelta, si rompía las reglas, no sería el tipo
de Jim que ella realmente quería de vuelta.
Fazire se encontró flotando más abajo del piso (no le gustaba flotar
bajo y hacía años desde que sus pies tocaron la tierra en realidad, la sola
idea le hizo estremecerse de asco). Aun así, algo en ella obligó a Fazire a
acercarse.
—Sólo quiero a Jim. —Su voz salió rota y Fazire estaba confundido.
No se había encontrado con este tipo de humano antes. Por lo general, sólo
veía los codiciosos o los que se volvían codiciosos, avariciosos y odiosos en
el momento en que se daban cuenta de que podían tener cualquier cosa
que desearan.
Y, a medida que los años pasaron, hubo muchas veces cuando pensó
que lamentaría esto, pero en realidad, fue lo mejor que nunca hizo en su
14 muy larga vida de genio.
—Bueno, creo que vas a estar por aquí por un tiempo —dijo en voz
baja.
Ella era redonda y jovial, al igual que él, y muy alta. También era
encantadora con bonitos ojos verdes y el cabello blanco-dorado de su
16 madre. Fazire, aunque no lo admitiría en voz alta a nadie, genio o humano,
pensaba en ella un poco como su hija. Él había ayudado a criarla a su
manera, si meterla en problemas y persuadirla a hacer cosas traviesas la
criaba, lo que Fazire prefería pensar que hacía.
2 Término utilizado en béisbol, un home run con las tres bases llenas.
Y sabía lo que era Fazire y no le importaba ni un poco.
Cuando Becky tenía algo en mente, Fazire siempre estaba allí para
escuchar.
Ella asintió y lo miró de nuevo, sus ojos verdes cálidos pero, de hecho,
asustados.
Él la hizo perfecta.
19
2
Fazire y Lily
Octubre, muchos más años después
Lily era muy inteligente, caminó antes de que lo hicieran otros bebés,
habló antes que los demás. Después, aprendió a leer antes de que lo
hicieran los otros niños. Ahora estaba dos grados por delante de los otros
niños en la escuela, era muy inteligente.
Excepto…
Y Lily, aunque no era fea, era simple. Y siendo tan inteligente hacía
que los otros niños pensaran que era extraña. Y se reían de ella.
A medida que fueron pasando los años de escuela, más veces Lily
Triste.
22 Y leía esos libros como, bien, él sabía el porqué porque Becky le dijo.
Eran su escape.
De alguna manera, Fazire sabía, que esto era todo debido a los niños
en la escuela.
Ahora era la primera vez que él deseaba que una de sus dueñas
pidiera venganza. Si alguna vez oía a uno de los niños diciéndole cosas
crueles a ella como lo que Will le dijo a Fazire que probablemente estaban
diciendo, puede ser que cumpliera un deseo para sí mismo (lo cual estaba
prohibido en el Código del Genio) y al diablo las consecuencias.
Esperó hasta que ella comió las barras de caramelo y ocultó las
envolturas como sabía que hacía, entonces caminó para unirse a ella.
—No intentes esconderte de mí, niña Lily. Es Fazire con quien estás
hablando. Lo sé todo —afirmó pomposamente con su mejor voz de genio-
de-una-botella.
Sin dudarlo, se sentó al lado de ella en las hojas (oh, sus amigos
23 genios simplemente estarían aterrorizados de él poniendo su trasero más
grande en la tierra de los genios en una cama de hojas muertas), tiró de
ella en sus brazos y la dejó llorar.
—Es una tontería, Fazire. —Intentó ser valiente pero no tuvo éxito—.
Simplemente, un muchacho en la escuela dijo algo sobre mí… sobre,
bueno, sobre mí siendo gorda. —Se estremeció un poco y continuó
mirando la tierra.
—Estoy gorda, Fazire —dijo en voz baja, y luego sacó los envoltorios
de dulces Baby Ruth del bolsillo de sus vaqueros y se los mostró.
Ella le observó la mano. Sabía que él era un genio, pero siempre era
un poco sorprendente confrontar la magia, incluso aunque ya lo hubiese
visto una docena de veces.
—¿Quieres usar uno de tus deseos para que así pueda hacerle algo a
ese chico? ¿Ponerle cuernos y una cola? ¿Hacerlo tan grande como un
dirigible? —preguntó Fazire esperanzado.
Sus ojos, siempre habían sido bonitos sin importar lo que los demás
dijeran (eran azul pálido en el interior del iris, y oscuros, ahumados, azul
24 medianoche en los bordes) se volvieron reflexivos. Fazire creía que sus ojos
eran sorprendentes y encantadores, y Will juraba que venían de su lado de
la familia, aunque a Fazire le gustaba tomar la mayor parte del crédito por
todo lo que era Lily, sólo que no se lo decía a Will. Ahora observó dentro
sus extraordinarios ojos y esperó.
¡Dos deseos!
—Lily, tengo que decirte algo. —Fazire iba a decirle sobre el deseo de
Becky y su error, y así dejarla vislumbrar algo, dejarla vislumbrar algo de
la incomparable belleza en que se convertiría.
Pero una vez más, no le escuchó. Sus ojos brillaban y estaban fijos en
los suyos.
—Y tiene que ser duro y frío y quizá algo prohibido, un poquito malo
con un corazón roto que tendría que reparar o uno cubierto de hielo que
tendría que derretir o mejor aún… ¡Ambos!
Entonces, asintió.
Abrió la boca para hablar, pero ella levantó su mano para detenerlo,
dejándola descansar en su brazo.
—No te olvides de la parte de que tiene que amarme más que a nada
en la tierra.
Asintió en reconocimiento.
27 —Sólo no olvides esas partes, son las más importantes —le recordó,
con voz temblorosa y, pensó Fazire, terriblemente, inolvidablemente triste.
Pensó que lo peor fue cuando Sarah falleció hace dos años.
Ella era amable con él, se hizo cargo de él incluso con su sueldo de
maestra. Lo mantuvo alimentado, vestido, feliz y colmado de boletos de
béisbol y bronceador. Sarah nunca, jamás, a pesar de que era su derecho,
pidió una sola cosa de Fazire en todos sus años. Sólo le dio y le dio y le dio.
Sarah, en La Tierra de los Genios, era una leyenda como Fazire pensó
que muy bien debía ser.
Había por lo menos, antes de morir, visto la belleza escandalosa en la
que Lily se había convertido, la ahora perfección bien redondeada que era
simplemente Lily. Socializando por todo el mundo, o por lo menos en
Inglaterra, donde ella fue a la universidad y luego decidió quedarse.
Volviéndose sofisticada y cosmopolita pero nunca perdiendo sus raíces, el
encanto y espíritu de una chica de Indiana.
Pero ahora Lily parecía vencida y él estaba muy seguro de que este
era el peor momento de toda la vida humana de ella también.
Fazire entendía por qué estaba enferma, tenía el corazón dolido por la
pérdida de sus padres tan cerca después de la de su abuela.
—¿Sí, mi preciosa?
Por primera vez en su vida, sintió las lágrimas pinchar sus ojos y tal
vez finalmente entendió un poco de lo que estaba sintiendo Sarah cuando
la conoció.
Lily le había dicho que no quería volver a Indiana y él, bueno, nunca
había estado en un avión. Tampoco quiso después de la horrible
desaparición de Becky y Will, no es que él pudiera morir, pero ella sí
podría. Podía y lo hizo (muy a menudo, sobre todo con el fin de canalizar
sus amigos genios), volver a su botella y viajar de esa manera. Pero
después de que tuvieran esta breve conversación, ningún plan surgió.
Algo más inquietaba a Lily, algo que tenía que ver con el teléfono y
sus náuseas tempranas que todavía venían todos los días.
Ahora estaba cansada todo el tiempo, aún más irritable que Fazire (y
Fazire era el rey del mal humor, al menos así era como Becky lo había
33 llamado), de mal genio y completamente desmotivada.
Decidió que era hora de enfrentarse a ella. Sabía que todavía tenía
que estar sufriendo por sus padres, al igual que él, pero no podía
continuar así para siempre. Ella ya no estaba escribiendo.
Solo él.
—¡Fazire!
Una sombra cruzó sus ojos. Una sombra que era sólo una parte de
perder a sus padres en un accidente de avión hace seis semanas.
Él fue al grano (otro de los dichos de Sarah que Fazire utilizaba pero
no entendía).
—De hecho, lo hago, pequeña Lily, sería prudente recordar eso. ¿Qué
te preocupa?
—Lily, dime.
Luego dijo:
—Nate.
Ella jugueteó con sus manos, dejando caer su cabeza para mirar a
sus uñas.
Sus ojos se alzaron de nuevo y en ellos había algo que hizo que el
corazón de genio de Fazire latiera un poco más rápido.
—Bueno, se hizo realidad. Su nombre es Nathaniel McAllister y él es
el hombre más maravilloso jamás. Y, creo que… Fazire, estoy bastante
segura de que voy a tener a su bebé.
Entonces gritó:
—¿Qué?
Fazire intentó de nuevo flotar pero sólo pudo alcanzar un metro del
suelo. Esto se debió principalmente a que la mayor parte de su
concentración se iba en evitar que sus oídos se quemaran y, posiblemente,
sangraran de que su niña Lily hablara de hacer el amor alucinantemente.
—No.
—¿Mi qué?
—Sí, eso.
37
Fazire subió por la escalera corta a la hermosa casa blanca que Lily le
dijo era algo que se llamaba “georgiano”. Tenía contraventanas negras y en
cada ventana jardineras tan llenas de sorprendentes rojos geranios, que no
se podía decir donde una flor acababa y la otra comenzaba. Cada caja
arrastraba hiedra verde. Había lujosas cercas de hierro forjado enfrente de
cada casa, todas pintadas de un brillante, negro perfecto.
Lily estaba nerviosa, podía verla temblar y se quedó dos pasos detrás
de ella. Estaba seguro de que todo iba a estar bien. Nate había llegado a
ella a través de la voluntad de Fazire así que por supuesto que iba a estar
bien.
—Oh, hola, Danielle, yo… —Lily hizo una pausa y luego preguntó—:
¿Estás bien?
Lily dejó de hablar y Fazire oyó que su voz era preocupada mientras
perdía la noción de su búsqueda y preguntaba por la chica que la miraba
con tanto veneno. Fazire quiso agarrar a Lily pero se quedó dónde estaba
con el fin de dejarla hacer lo que tenía que hacer.
39 Hace dos años había perdido a su querida abuela. Hace apenas dos
meses había perdido a sus padres. Ahora su nuevo novio amado, el héroe
romántico que se suponía iba a animarla, y el sonido de su encuentro y el
cortejo ciertamente lo hizo, y amarla más que nada, estaba muerto.
Entonces susurró:
Entonces se le ocurrió.
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41
Parte II
4
Nathaniel
Nate asintió.
Scott hizo algunas llamadas. Estaba hablando por teléfono en un tono
respetuoso y asustado que Nate nunca lo había oído usar. Cuando terminó,
se volvió hacia Nate.
—Llévame al paquete.
Nate negó de nuevo con la cabeza. No era tan estúpido como para
renunciar a uno de sus escondites. Incluso a las once años, casi doce, se
imaginaba que tenía una vida enorme delante de él en la que necesitaría
muchos escondites.
—Yo iré por el paquete, te lo traeré —ofreció Nate—, sólo dime dónde.
Scott, no era tonto (o al menos no del todo tonto), sabía que Nate era
un cliente difícil. Por eso le gustaba el chico. Pero él no sabía de qué se
trataba esto, cuán importante era. Nate no tenía la menor idea de en
cuántos problemas estaba metido Scott.
—Maldita sea, Scott. ¿Un niño? —Nate oyó una voz de hombre áspera
decir desde el interior.
—Fuera.
—Entra al auto.
—Nate.
—Nathaniel McAllister.
—Le pagué a Scott trescientas libras por cada entrega que hiciste.
Nate se encogió de hombros de nuevo pero esta vez fue diferente, fue
brusco y con ira. Había sido algo bueno que Scott no volviese a verlo.
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Y lo hizo. Por un año trabajó para el Sr. Roberts. Hizo encargos,
entregó mensajes. Hizo muchas cosas y le pagaron mucho más que veinte
libras.
Abrió la puerta y vio el cuerpo sin vida de su madre. Eso fue todo lo
que necesitaba ver.
Se desvaneció.
Ahora no lo era.
—¿Puedes decirme que está ocurriendo, Nathaniel? —Su voz era muy
fría y Nate sabía que esto no era una solicitud.
Luego:
—Eso tampoco.
—¿Tías, tíos?
—Ninguno.
50
5
Nathaniel
V
ictor y Laura Roberts adoptaron a Nathaniel McAllister.
Jeffrey y Danielle tenían todo lo que alguna vez quisieron, todo lo que
pedían, todo lo que deseaban. Tenían dos padres que los amaban y los
consentían mucho, demasiado. Tenían una casa bonita, ropa bonita,
comida para comer que no tenían que robar o cocinar y sirvientes que
ponían sábanas limpias y frescas en sus grandes camas e incluso
planchaban su costosa ropa.
Jeffrey sabía por el acento áspero de Nate quién era y de dónde venía
y nunca dejó que Nate lo olvidara.
Nunca.
Y despreciaba a Nate e hizo todo lo que pudo para hacer que la vida
del nuevo hijo de su padre fuera un infierno.
Danielle, dos años más joven que Nate, dio un vistazo al apuesto
joven e instantáneamente se enamoró.
Lo quería; iba a casarse con él. Supo esto a la edad de diez.
Así que después de poner los ojos en él, decidió que Nate le pertenecía.
Tomó a Nate sólo unos meses entrar en sus vidas. Era un camaleón.
A pesar de que por dos años apenas había ido a la escuela, se puso al
corriente así que suavemente se convirtió inmediatamente en el consentido
del profesor. Perdió su acento áspero en dos meses, perdió sus maneras
duras durante una cena en su espectacular y brillante mesa del comedor
simplemente observando lo que hacían e imitándolo. Vestía su ropa
costosa con una gracia casual que puso furioso a Jeffrey e hizo que el
corazón de Danielle se saltara un latido. Aprendió a jugar tenis, cómo
montar un caballo, cómo jugar cricket, rugby, fútbol y en no mucho
tiempo fue el mejor. Mejor que Jeffrey, mejor que Victor, mejor que
cualquier otro chico en la escuela o incluso los entrenadores.
Jeffrey lo odiaba.
Danielle lo amaba.
Victor llegó a amar al chico con una fiereza que no había sentido con
sus otros hijos. Se sentía culpable al respecto pero mientras él había
estado ocupado limpiando la escoria de su piel, la suciedad de debajo de
las uñas, erigiendo una vida de privilegios y dándoles todo de lo que ellos
habían carecido, ellos nunca, ni una sola vez, le dieron las gracias. Ellos,
ni una sola vez, hicieron otra cosa que exigir por más. Esto era
parcialmente su culpa. Había querido darles todo lo que él no había tenido.
Y no había estado presente muy a menudo, no había sido un buen padre.
Él lo sabía.
Pero Victor amaba a sus hijos, aunque fuera duro algunas veces.
Adoraba a su esposa. Pero lo mejor que había hecho, además de haberse
casado con Laura, había sido traer a Nate a sus vidas.
Pero Nate jamás olvidó de dónde provenía, jamás olvidó quién era,
jamás olvidó qué era, jamás confió en lo que tenía y siempre supo que no
lo merecía.
Por lo que trabajó muy duro, más duro que cualquier hombre, para
mantenerlo, construirlo y hacerlo más fuerte.
57
—V —Lo sé —respondió Nate con indiferencia,
levantando la barbilla en un gesto arrogante al conductor
del Rolls que los veía caminar por el concurrido
pavimento turístico fuera de Harrods.
¿Qué le dabas a una mujer que tenía todo, no quería nada y habría
vivido en una choza feliz si simplemente tuviera a su marido con ella?
No era una buena mujer. Era una gata. Casi tan mala como Danielle,
si eso podía atribuirse. Había atrapado a Georgia tirando sus píldoras
anticonceptivas en el inodoro, por lo que meticulosamente había llevado
condones. Luego la había atrapado haciendo agujeros en los condones, por
lo que había dejado de tener sexo con ella por completo y comenzó el
cansado proceso de deshacerse de ella.
—¡Oye! —gritó.
Tenía el cabello del color más inusual. Cabello que supo por la amplia
experiencia de vivir en una casa con Laura y Danielle durante años que
venía a través de las manos de un estilista supremamente talentoso y caro.
Intocable.
Ante el ruido, Víctor se alejó del auto y Nate se movió para mirar con
asombro mientras ella hábil y ágilmente esquivó la multitud, sus largas
piernas a la altura del chico pequeño. Entonces Nate vio con sorpresa,
aturdido, que saltó a la espalda del ladrón con un salto grácil.
—Suelta el bolso —ordenó con una voz tan fría como el hielo con un
filo similar al de una navaja.
62 Su agarre se aflojó y ella dejó caer su mano. Con esfuerzo, apartó sus
ojos de los suyos y dejó caer la mano sólo para agarrar un puñado del
suéter del rufián en su garganta, tirando de él hacia adelante un par de
centímetros y golpeándolo brutalmente de nuevo contra la pared.
—Nathaniel los llevará a casa. Puedes hablar con ellos allá. Ven
conmigo. —Victor estaba utilizando su voz sensata de no-argumentos, una
voz que enviaba escalofríos en aumento por las columnas de los hombres.
—Ve con él. —La voz de Nate retumbó esta orden y la cabeza de ella
se sacudió nuevamente para mirarlo. Ella lo observó por un momento y él
se preguntó qué haría.
Así que, después de una breve pero seria charla, Lily los había visto
entrar en el pasillo, Laura, con el firme acuerdo de Victor, insistió en que
pasara la noche con ellos en lugar de tomar el tren de regreso a Clevedon.
64 Después insistieron en que tomara un baño.
Lily estaba segura de ello, tan segura como estaba de que era Lily
Sarah Jacobs, hija de Rebeca y Will Jacobs y una chica de Indiana nacida
y criada. Y no había ninguna duda en nada de eso.
Y ahora…
Ahora…
¿Ahora qué?
Nathaniel.
Laura explicó:
Lily no pudo evitarlo, tan grosero como era, y ella sabía que era
grosero, siguió mirando.
66
Hace dos horas había estado caminando por una calle de Londres con
la intención de hacer un poco de compras por la ventana mientras sus
escasas finanzas no permitían mucho más. Tenía varios días libres del
trabajo en la tienda de Maxine y no le apetecía trabajar en su casa,
raspando, pintando, preparando o arrastrándose ella misma bajo un
lavabo con un manual de fontanero para tratar de arreglar una tubería.
Había llegado a Londres por un pequeño día de descanso, para ir a
algunos museos que eran de entrada libre y para hacer algunas compras.
—No los hagas esperar, querida. Tan pronto termines con esto todos
podremos disfrutar de nuestra tarde.
Con eso, ella salió de la habitación y Lily, a causa del toque maternal
que Laura le había dado (un toque tan familiar), rápidamente se puso la
ropa interior, la bata y se detuvo de correr al baño para tomar otra toalla y
envolverla alrededor de ella también.
Nathaniel.
69 Sin embargo, esta no fue la razón del porqué la entrevista fue tan
corta.
Aunque ella no lo vio, sabía que Nathaniel estuvo detrás de ella todo
el tiempo. Y lo sabía porque lo sentía allí. Él no movió un músculo o hizo
un ruido hasta que el policía parecía estar comprobando los hechos y
haciendo las mismas preguntas otra vez.
—Tienen suficiente.
Luego se detuvo en seco y miró a Lily por alguna razón, con la boca
abierta por la sorpresa.
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Ella no pensó mucho acerca de este nuevo hombre con la boca abierta
sorprendido. En cambio se encontró pensando que no consideró en
absoluto que fuera sorprendente que Nathaniel tuviera un pasado
alrevesado.
—¿Y quién eres tú? —preguntó y pensó que su tono era coqueto
aunque ella no tenía mucha experiencia con la coquetería, o por lo menos
durante los últimos cuatro años o así no había notado implacablemente
que se presentara en su camino.
—No, tú no eres Lily Jacobs. Eres un ángel enviado del cielo. —La
sorprendió diciendo en voz baja, sin duda con coquetería, finalmente
dejando caer su mano después de sostenerla más tiempo del necesario.
71 —Nada, querida…
Lily jadeó y abrió la boca para hablar. No podía creer que habían
cancelado su aniversario por ella, pero Jeff no había terminado. Sus ojos
se movieron a Nathaniel y cuando lo hicieron estaban calculando.
—Por cierto, Nate, Georgia llamó. Está muy enojada por algo.
Probablemente es mejor si pones ese maldito anillo en su dedo al fin. Eso
va a hacer que se calme.
Él tenía una novia, una novia que sonaba muy cerca de ser una
prometida.
Por supuesto.
Ella sabía que no podía ser real. Él nunca la habría mirado siquiera
de todos modos, no a la chica sencilla, de un pequeño pueblo de Indiana
Lily Jacobs. Incluso con su deseo de Fazire, nunca conseguiría un hombre
glorioso como Nathaniel McAllister.
Nunca.
Los ojos de Laura, que no eran tan amables en el momento sino que
parecían bastante irritados, se alejaron de su hijo a Lily y de inmediato se
suavizaron de nuevo.
—No sé quién eres, pero espero ver más de ti. —Él sonrió, su juvenil
buen aspecto y buen humor restaurado y parecía bastante encantador de
nuevo.
—Ya no vivo aquí, ¿recuerdas? —Su voz fue suave, incluso burlona, y
Lily sintió que sus entrañas se derretían (sólo un poco).
—Supongo que Jeffrey encontrará algo para que él y Lily hagan —dijo
Laura como un reto y Lily no supo qué hacer con eso.
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7
Nate
—N
o puedo creer que esté haciendo esto. —La voz de Georgia
sonaba resentida y enojada—. No puedo creer que haya
estado de acuerdo en asistir a la fiesta de aniversario de tus
padres luego de que rompiste conmigo. Repíteme, ¿por qué lo estoy
haciendo?
—Por respeto a mis padres —respondió lo que pensaba que era obvio.
Nate sabía quién era, lo que era y de dónde había venido. No tuvo
76 reparos en llevar a la cosmopolita, he-visto-todo, he-hecho-todo Georgia a
su cama. Sin embargo, las personas como Lily Jacobs, con su dulce voz
baja, perfecta piel intocable y ojos confiados, no eran como las personas
como Nate.
Él no respondió.
Danielle se cruzó de brazos, algo que provocó que una buena cantidad
de escote se derramara por encima de su vestido sin tirantes.
Apretó la mandíbula ante la vista. Ella era su hermana, por todos los
cielos. El concepto de algo más era simplemente vil.
También, notó Nate con firme desapego, se veía bien con Jeff. Hacían
una excelente pareja y Jeff evidentemente sentía lo mismo.
Definitivamente de dinero.
—Sí —estuvo ella de acuerdo en voz baja y Nate incluso podía oír la
decepción en su voz.
Después que sintió que había hecho el deber con sus padres, decidió
salir afuera por un poco de paz y tranquilidad y un cigarro. Laura odiaba
que él fumase, así que no lo hacía en casa y Victor trataba de que él
cambiara sus cigarrillos por los que él fumaba. Pero tampoco en la casa.
Pero Nate sentía que de alguna manera tenía que aferrarse a su vicio,
sentía que eso decía algo acerca de él, acerca de cómo era. Y por lo menos,
esto era legal.
—Hey.
—¿Perdón?
Ella se volvió de nuevo, sólo su cabeza, y levantó sus ojos hacia él.
—Por lo de ayer, por salvar mi… bueno, yo… por lo del carterista. No
te dije gracias.
Sus palabras le ganaron una sonrisa plena al mismo tiempo que sus
ojos se iluminaron y él estuvo momentáneamente paralizado.
—¿Es una exageración? Se sintió como tres mil personas —señaló y se
inclinó hacia atrás, poniendo sus manos tras ella en la entrada y cruzando
sus piernas casualmente. El dobladillo de su falda rodó hacia arriba de
sus rodillas exponiendo más su muslo y Nate sintió que su cuerpo se
calentaba ante la vista de ello—. Me siento como una artista callejera,
como si tú y yo debimos haber pasado el sombrero después de haberlo
hecho. Juraría que algunos incluso sacaron fotos.
Había algo acerca de ella que le hizo comprender que estaba bajo su
completo y total control. La forma en que le miraba a los ojos, se perdía en
él, era, simplemente, suya para hacer lo que quisiera. Se lo comunicó con
sólo una mirada, sin decir una sola palabra.
—Está bien.
Nate sonrió.
Lily suspiró.
8
Lily
—N
athaniel está aquí, Lily.
—¿Lo hago? —Su voz sonaba dudosa y tal vez un poco atemorizada.
—Gracias.
Victor inclinó su cabeza y podría haber jurado que se estaba riendo de
ella, no descortésmente, sin embargo.
Se había vestido con uno de los atuendos que había obtenido el día
anterior mientras estaba de compras con Laura. No podía permitírselo
pero se enamoró de él, así que lo cargó a su tarjeta, al igual que con todo
lo demás que había comprado. Si su madre supiera que había usado sus
tarjetas de crédito para cosas que no eran necesarias, Becky tendría un
derrame cerebral.
Se puso una falda recta, tipo lápiz, del rosa más pálido audazmente
estampada con bermellón y naranja alrededor del dobladillo. Lo combinó
con una ajustada camisola de algodón color rosa y un ligero cárdigan de
algodón color bermellón que dejó abierto al frente. Laura le había prestado
un par de zapatos —lo que Lily no sabía era que en realidad pertenecían a
Danielle y si lo hubiera sabido no los habría usado, ya que tenía la misma
reacción con Danielle que con Jeffrey—, zapatillas de tacón abiertas, color
rojo.
Sin la bufanda parecía haber salido de los años cincuenta. Una Chica
de Rosa con más actitud.
Ella colocó el bolso debajo de su brazo y llevó sus manos hacia arriba,
sus dedos se movieron nerviosamente y luego estudió su manicura.
—Nunca he tenido una cita —le confió a sus manos, su voz aún más
suave.
91
—Maldición —juró Victor—, debes estar bromeando.
—Veintidós.
—Maldita sea.
—Esto no está ayudando. —Trató de bromear pero sonó tan asustada
como se sentía.
Él se acercó.
Pero por mucho que lo intentó, no pudo evitar preguntar por él.
—Sabe, creo que tiene razón —le dijo y Victor sonrió ante sus
palabras.
Estaba confundida, sin embargo. Él tenía que saber que era amable,
por el amor de Dios, no era como si hubiera dicho que era Superman y que
pensaba que podía detener balas con los dientes.
93
Él recuperó su autocontrol y se alegró por eso ya que, al parecer, lo
necesitaba, parecía usarlo como una armadura.
Después declaró:
—¿Qué es una Ducati? —Lily se giró hacia Victor, aún perpleja, pero
Laura le respondió.
¡Una motocicleta!
Caminó hacia ella, con una sonrisa jugando en sus sensuales labios.
—Lily. —Su tono decía que iba a negarse y ella se inclinó hacia él.
—Nate, ¿por favor? Mi papá tenía una moto —pronunció esto como
“hoz”4 al igual que mucha gente en Indiana lo hacía—, solía llevarme todo
4Hoz: Juego de palabras, ella hace referencia a cycle (motocicleta), pero la pronuncia
como sickle (hoz), sin embargo, al traducirlo al español pierde sentido.
el tiempo. Soy una buena motociclista, ya lo verás. No seré una distracción
en absoluto. Lo prometo.
—Y yo te presentaré a la Ducati.
Victor la llevó hacia la motocicleta, que era de una clase que nunca
había visto antes (mucho mejor que la que su padre poseía), y le encantó
en el momento en el que puso sus ojos en esta.
Ahora ella se veía realmente como una Chica de Rosa, usando esa
enorme chaqueta de cuero.
Tragó.
—¡Estoy lista! —gritó, y su voz rebotó dentro del casco y fue silenciado
por el mismo.
Luego se fueron.
No le importó. Lo disfrutó.
Con su casco colgando entre los dedos de una de sus manos, el otro
brazo de Nate serpenteó, la tomó por la cintura y la atrajo hacia delante
con una violencia controlada que le robó el aliento.
Duro.
Por ello, hizo un pequeño sonido de sorpresa que venía desde el fondo
de su garganta.
—Caminemos.
—No, de verdad…
Lily conocía a Londres bien, había estado allí muchas veces pero Hide
Park —lugar que Lily amaba—, sin importarle que tan enorme fuera,
siempre se superaba y lograba sorprenderla.
Él dejó de caminar.
—¿Sí? —susurró.
Ella gimió —no podía evitarlo, se sentía tan bien y sintió su beso no
sólo en su vientre, en todas partes— y sus brazos fueron alrededor de sus
hombros, sus dedos se cernieron en su cabello rizado, suave de su nuca.
Fue delicioso.
Luego murmuró:
Podría no haber sido un cumplido que todas las chicas que habían
sido adictas a las novelas románticas por una década deseaban oír pero
funcionó muy bien en Lily.
N
ate casi los mató en el camino a casa.
Luchó para seguirle el paso y luchó con su casco, pero se las arregló
108 para quitárselo en el elevador. Igual que hizo antes, sacudió su cabeza y
su cabello rojizo dorado voló libre sobre su rostro y cayó por su espalda
mientras lo apartaba e inmediatamente inclinó la cabeza hacia él.
Mucho.
Abrió la puerta.
—Nate —le llamó, esta vez más fuerte con su mano jalando la de él.
Entonces se detuvo.
—Nate.
Sus manos fueron directo a la chaqueta mientras sus ojos se
clavaban en los de ella.
Nunca había esperado a alguien tan real, tan magnifica, como Lily.
Nate nunca esperó que una mujer así, como Lily, lo mirara. Al menos,
no en la forma en la que ella lo hacía.
No respondió. Hizo lo mismo con su otro pezón hasta que sintió que
las piernas de ella se debilitaban y tuvo que soportar su peso cuando
sintió que los estremecimientos fluyeron a través de ella.
—¡Nate!
Su mano se deslizó entre sus cuerpos. Tenía que estar lista para él, si
no lo estaba, la escena entera se iba a volver muy incómoda.
112
Estaba lista, húmeda, resbaladiza y cuando su dedo se deslizó dentro
de ella, increíblemente apretada.
Justo allí.
—Lily, mírame.
Él le había hecho eso, había hecho que su mirada luciera tan jodida e
increíblemente hermosa.
Y ella gritó.
—Lily, mírame.
—Cariño, mírame.
Él continuó.
—Eso se siente muy bien —susurró ella, aunque se sentía más que
bien. Se sentía agradable. Se sentía delicioso.
Se sentía mágico.
—Estás tan apretada, tan húmeda, Lily, lo más dulce que alguna vez
he tenido.
Él iba más rápido y ella estaba ascendiendo cada vez más alto, yendo
a ese lugar a donde la había llevado antes. Sus palabras tocándola en su
núcleo y ella se sintió temblando en lugares que no sabía que existían.
116
—Nate —susurró mientras su mano fue entre ellos y la tocó allí
nuevamente—. ¡Dios, Nate! —Esto no lo dijo en un suspiro pero si en una
explosión, sus manos trepando sobre su piel, memorizando los duros
músculos de su espalda como él decía que la había memorizado.
—¿Vuelve a Somerset?
—También lo imaginé.
—¿Hiciste qué?
—Nate, tienes que llevarme de regreso con tus padres —declaró, sus
ojos encontrando los de él—. Me agradan. No quiero que piensen que soy…
soy… desenfrenada. —Estaba subrayando sus palabras con gran
regularidad y Nate tuvo que morderse para contener la risa.
—Bueno… —evadió.
—Te dije que si te metías en esa cama conmigo, nunca te iba a dejar
ir.
Lo miró fijamente, con los ojos llenos de asombro y todos los rastros
de ira simplemente se desvanecieron.
Asintió.
—¿Recuerdas que estuviste de acuerdo?
Asintió de nuevo.
Una vez que se hubo controlado, se dio cuenta de que ella se había
relajado contra él y su cuerpo se había vuelto dócil.
Su tono se suavizó.
—Muy bien. Así que, una vez que te lancé dentro, ¿te fuiste?
122 Dejó escapar el aliento, su alivio tan grande que tuvo problemas para
lidiar con él. Así que lo puso a un lado y deslizó sus manos bajo la
camisola.
Tiró de la camisola hacia arriba una vez más pero esta vez los brazos
de ella se acercaron a los suyos por voluntad propia.
—¿Mm?
—Nada.
—Ven a la cama.
Eso era todo, toda su experiencia de dormir con otro ser humano.
Habría estado inmensamente avergonzada por esto, pero una vez que
había tenido su cuerpo y su pulso bajo control, lo miró y él la estaba
viendo como si acabara de anunciar que ella había curado el cáncer. No
podía estar avergonzada cuando él la miraba así.
Y luego él había tirado las mantas sobre ellos, la había metido contras
su costado y pareció, que estaba encontrando eso habitual con Nate, estar
feliz en completo silencio.
—¿Mm? —Ese fue un murmullo bajo que parecía venir de algún lugar
profundo dentro de él. Ella descubrió que también le gustaba eso.
Esta idea calentó su alma, pero ella era una práctica chica de Indiana.
Había otras cosas a considerar.
—Ahora vives aquí —respondió como si fuera tan fácil como eso.
Ella jadeó.
Ella jadeó de nuevo, esta vez aún más sorprendida que la anterior.
Algo cambió en sus ojos cuando ella lo miró y se dio cuenta de que lo
había sorprendido de alguna manera.
—Lily, voy a cuidar de ti. Siempre. Cualquier cosa que quieras, sólo
pídelo y lo conseguiré para ti. Nunca necesitarás nada, desearás nada, no
mientras estés conmigo. Me haré cargo de todo.
Mucho más tarde aprendió cómo dormir con alguien. Nate la atrajo de
nuevo contra su parte delantera, envolvió su brazo firmemente alrededor
de su cintura y enterró su rostro en su cabello.
126
10
El final de Lily
L
ily estaba preocupada.
Él había sonreído contra los de ella y Lily tuvo que admitir, realmente
le gustaba cuando él hacía eso.
—¡Nunca más te voy a dar tiempo libre! —había gritado. Maxine era
algo dramática, así que Lily estaba acostumbrada a sus gritos.
Lily contó la historia, completa, sin dejar nada afuera. Habría dejado
afuera las partes de sexo, pero Maxine fue insistente en que lo quería todo.
—No vas a trabajar hasta que venza el plazo. ¡Regresa a este hombre,
regresa a él ahora!
Él era todo lo que ella había deseado tener, todo lo que había deseado
que Fazire le diera.
—No puedo creer que lo eligieras a él, Lily. No lo creo. ¿Sabes quién
es? —Jeff estaba hablando en voz baja y rápidamente y la miraba como si
fuera un jugoso filete y él un perro rabioso.
—Elegí a Nate.
—Apuesto a que no te dijo todo —dijo Jeff, era un hombre adulto pero
aun sonaba como un mocoso.
Nate bajó la barbilla para mirarla y sus ojos brillaban con algo que no
pudo leer. Entonces dejaron a Jeff en donde estaba parado y Nate la guio
hacia el salón en donde los demás estaban sentados tomando café.
Tanto los ojos de Víctor como los de Laura volaron hacia el rostro de
Lily y debieron de haber leído la verdad ahí porque Víctor maldijo
ferozmente y no en voz baja.
—Te llamaré más tarde —respondió Nate y eso fue todo, sin
despedidas, nada. Se fueron.
Lily siguió.
—Todo.
Se tomó la bebida en un solo trago. Sin importar qué tan grande era,
seguía drenando el vaso.
—No has preguntado respecto a lo que dijo. —Su mirada fue hacia
ella y estaba completamente en blanco.
Lily lo miró con más fuerza, como si pudiera ser motivo de orgullo, y
entonces levantó sus manos con agitación, y liberó el aliento para enfatizar
qué tan molesta estaba.
Entonces comenzó a caminar de un lado a otro.
Él seguía viniendo.
135 Ella comenzó a dar marcha atrás más rápido y entonces él la estaba
alcanzando rápidamente.
Lo que más deseaba en el mundo era ser una escritora, vivir su vida
sentada en su computadora y contando historias. Lily no había traído su
computadora con ella desde Clevedon porque había pensado que ellos
moverían eso después y cuando le había confiado a Nate, adormilada
después de que él le había hecho el amor una tarde, sus sueños de ser
una novelista, él le había dicho que no se preocupara por encontrar un
trabajo y solo se enfocara en escribir.
Él le había dicho que se haría cargo de todo pero Lily no podía pedirle
dinero. Ella no era así y además, no había sido criada así. Tendría que
encontrar una forma de encargarse de sus propios problemas.
Lily mintió. Ella lo odió pero tenía que hacerlo. No quería que nada,
aparte de sus horribles hermanos, estropeara su vida ideal. Ella estaba
avergonzada de haberse puesto en esa posición, especialmente con las
tarjetas de crédito. Las cantidades no eran astronómicas, pero lo eran
cuando no tenías dinero.
Más tarde esa segunda semana, había salido a comer con Laura y se
había dado cuenta de que algo estaba mal al instante.
—Es solo algo que necesito arreglar —había respondido Lily cuando
Laura preguntó.
—¡No! Claro que no, todo está bien, genial, maravilloso con Nate.
Laura sonrió y después la sonrisa tembló.
—¿Es Jeff?
Lo dijo en una manera que significaba que él era bueno en todo tipo
de cosas. Lily no pudo evitarlo, abrazó a la otra mujer y Laura le regresó el
abrazo con una fuerza que la sorprendió.
Entonces él preguntó:
—¿Apresurados en qué?
138 —Yo mudándome —dijo contra su pecho.
—Ahora ella está intentando distraerme con una sonrisa —le dijo a la
habitación en un tono hostigado y ella se rio de él, puso su mejilla en su
pecho y abrazó su cintura.
—Lily.
—¿Sí?
—¡Sabia que todo iba a estar bien! —le dijo a la sala y dio vueltas
alrededor con su excitación.
Pero él la interrumpió.
—Niña Lily —dijo en una voz que ella nunca había escuchado en el
despreocupado o algunas veces pomposo-sabelotodo Fazire.
Esperando que fuera Laura para una visita sorpresa, Lily voló al
interno.
No lo hizo.
Hubo un golpe en la puerta y Lily se movió para dejarlo pasar. Jeff vio
sus cosas inmediatamente y su cabeza pasó de las maletas a ella, sus ojos
brillantes.
Ella estaba muy nerviosa, intentando luchar con las lágrimas que
trepaban por su garganta y su frenética necesidad de hacerle saber a Nate
o Laura, la noticia.
—Oh, Lily —murmuró Jeff y ella pudo jurar que realmente sonaba
triste por ella.
—Gracias.
A Fazire.
143
11
La “muerte” de Nate
—C
reo que deberíamos hacerlo.
Él sabía que ella quería más de él, pero era algo que no podía dar. No
quería hacer nada que la hiciera apartarse, hacer que la luz brillante que
ardía en sus ojos cada vez que ella lo miraba siquiera se atenuara, y
mucho menos desapareciera.
Pero no podía hacer eso, él nunca podría irse. Le debía todo lo que era
a Victor y Laura y eso venía con Jeff y Danielle.
—¿Nathaniel?
—No blando, Víctor. Ese trato es pésimo —respondió Nate con calma.
—Por lo tanto, no hay trato. Hablemos de otra cosa. ¿Cómo está Lily?
—Hijo, te hice una pregunta —dijo Víctor en voz baja, pero con
amabilidad. Nunca era amenazante hacia Nate, ya que todavía podría
serlo, y mucho. En primer lugar, Nate no respondería a la misma. En
segundo lugar, Víctor tenía a Nate en demasiada estima. En tercer lugar,
no era el tipo de hombre que podría ser amenazado.
—Creo que Lily necesita que las cosas vayan más lento —respondió
Nate finalmente.
Víctor continuó.
—Suerte que tenías una moto que rompió el hielo. —Con eso, Victor le
sonrió.
Víctor sonrió.
—Tengo trabajo que hacer, quiero llegar temprano a casa esta noche.
No tenía idea de que su vida, por segunda vez en dos semanas, estaba
a punto de ser sacudida hasta sus cimientos.
—Mi querido Nathaniel, estoy tan contenta que hayas llamado. ¿Les
gustaría a ti y a Lily venir a cenar la próxima semana?
Entonces se congeló.
Estaba vacío.
Abrió otro.
La ciudad donde ella vivía era estupenda y se dio cuenta que era
costosa por la cantidad de BMWs, Mercedes y Jaguares parqueados en las
calles.
Entonces escuchó:
Una vecina había salido a pasear con su perro y Nate giró hacia la
anciana.
Nate supo que Jeff le había contado a Lily sobre su vida pasada, cómo
inició su relación con el padre de Jeff, y ella huyó. Le había dicho que nada
de lo que Jeff pudiera decir cambiaría lo que ella sentía por él, pero había
mentido.
153 El día en que Lily Jacobs descubrió la muerte de sus padres fue el día
en que el Nate McAllister al que ella le había dado una nueva vida murió.
L
aura Roberts estaba caminando por Hyde Park.
Hyde Park era su lugar favorito para caminar con el club de atletismo,
todos los árboles, los diferentes monumentos y estatuas aquí y allá, el
Memorial de Diana, El Rincón del Orador, personas montando caballos y
había muchos perros siendo paseados y bebés en cochecitos. Siempre
había algo que ver y nunca era lo mismo.
Ese soleado, hermoso, cálido día, por ejemplo, Laura vio a un hombre
que parecía que llevaba kohl negro todo alrededor de sus ojos oscuros;
tenía el pelo tan negro como Nathaniel pero sin el brillo azul, piel
bronceada, un vientre protuberante y una barba de chivo negra y
puntiaguda.
Lily.
Laura no podía creer lo que veía y parpadeó dos veces para ver si se
aclaraba la visión o si tal vez la mujer que vio era otra persona que se
parecía a Lily, pero que no lo era y la mente de Laura simplemente le
estaba jugando terribles, trucos horribles.
Pero era Lily. Se veía casi igual, excepto que más delgada. Llevaba un
par de muy descoloridos Levi y una camiseta aún más descolorida que
decía “Chicago Cubs”. Corría hacia el hombre–genio y sonreía la misma,
extraña, peculiar pero hermosa sonrisa de Lily.
La niña de Nathaniel.
Y Laura miró a Lily con cada pizca de odio que sentía por la mujer,
dio media vuelta y echó a correr.
—Dios mío, Fazire, Dios mío. ¿Viste la forma en que me miró?
—Ella vio a Tash. Ella sabe. Te dije que debería haber ido a ellos hace
mucho tiempo. Ahora es demasiado tarde. Ahora…
Debería haber escrito, pero ¿cómo dices eso en una carta? Era algo
que tenía que hacer en persona.
Mientras que Lily estuvo enferma, tuvo tiempo para pensar. Comenzó
a preguntarse por qué Laura y Víctor no se comunicaron con ella. ¿Por qué
dejaron que fuera Danielle quien le dijo que Nate había muerto? ¿Por qué,
cuando Lily sabía que ellos sabían que ella también perdió a sus padres, al
mismo tiempo, no habían ido a ella sabiendo de la enormidad de su
pérdida? Incluso sin saber sobre Tash, Lily estaba absolutamente segura
de que ellos sabían que amaba Nate y que necesitaría llorar con ellos
cuando su vital hombre apuesto de ensueño fue arrancado de ellos. No
entendía y pensó, tal vez, que los había juzgado mal. En sus momentos
más oscuros —de los cuales había muchos—, se dio cuenta de que habían
criado a Jeffrey y Danielle, quizás ellos eran igual que sus dos hijos de
sangre.
Esta era la primera vez que Lily había estado en Londres en ocho
años. Ocho años. Tenían una lúgubre habitación de hotel en una no tan
buena parte de la ciudad. Era todo lo que podían permitirse.
159 Cada detalle que Lily podía recordar, los cuales eran la mayoría de
ellos, fueron contados a Tash en las historias más grandes que Lily había
creado alguna vez. Y a medida que los años pasaban, Lily incluso inventó
detalles sólo para mantener vivo a Nate de alguna forma para su querida
hija.
Tash había salido del baño y los estaba mirando con curiosidad.
Esto, creía Fazire, provenía de Lily. Esto, sabía Lily, venía de Nate.
Tash tenía la manera exacta de llegar al meollo del asunto que tenía Nate.
Le sonrió a su hija.
Eso puede haber sido un acto, por supuesto. Momentos antes ella
había parecido horrorizada pero Laura, bueno, Laura estaba empezando a
tener sus dudas.
¿Por qué Lily estuvo feliz de verla? En especial, si uno tenía en cuenta
que la hija que ella había ocultado de todos ellos —Laura hizo la cuenta,
entonces no pudo entenderlo y simplemente supuso— ocho años estaba de
pie justo allí, la versión idéntica de Nathaniel.
—¡No voy a calmarme! ¡Esa es mi nieta, maldita sea! —gritó con tanta
fuerza que las ventanas temblaron.
Laura cerró los ojos con desesperación, esto no era necesario. Danielle
había aprovechado ese momento para entrar en la sala.
—Tu madre ha visto a Lily —le informó Victor a su hija y los ojos de
Laura se abrieron de golpe.
—¡Lily, Lily, Lily! —gritó Victor, indignado—. ¡Esa chica del remanso
de Indiana que dejó a Nathaniel!
Y vio a Nathaniel.
—¡Victor! —gritó Laura y corrió hacia la puerta. Algo estaba mal, algo
estaba muy mal. Ella lo supo, lo sintió. Su corazón estaba latiendo
velozmente y tenía miedo. Tenía que ir a buscar a Lily.
—¡Tenemos que escuchar lo que tiene que decir! —le gritó Laura a su
marido, liberó su brazo y abrió la puerta.
—E
stán aquí —llamó Jane.
Lily nunca había salido en una cita, jamás. Ella no tenía el tiempo o
la inclinación.
Maxine se ofendió con eso, ella creía que Alistair era la bomba.
Ahora, mientras Lily era su cliente, era un punto sin sentido. Alistair
no podía pedirle salir de nuevo porque era su abogado.
Lily no podía creerlo. No podía creer siquiera que Nate estuviera vivo y
mucho menos que haría algo tan vicioso y cruel.
¿Por qué?
Él había terminado con ella. Igual que había terminado con su novia
Georgia. Un segundo estaban hablando de un anillo de compromiso. Al
siguiente habían terminado.
Lily tenía que admitir que estaba sorprendida de que hubieran durado
tanto como lo hicieron. Lily no estaba exactamente en la liga de Nate. Ella
era una virgen sin experiencia por un lado. Por el otro, ella no era hermosa
y delgada. Y otro, era una sencilla chica de Indiana y no una presumida,
chica sofisticada de ciudad.
—¿Conoces el plan?
Lily asintió.
Ella sabía el plan. Sabía el plan pero lo odiaba. Lo odiaba con pasión.
Pero haría cualquier cosa para mantener a Tash. Cualquier cosa para
conservar a su preciosa hija.
Lo que sea.
Todo.
Para Tash, esto sería un regalo de los dioses. Lily había estado
168
contándole a su hija historias acerca de Nate desde que nació. Enormes,
esplendidas, adorables, pegajosas historias que hacían a Nate parecerse a
cualquier príncipe en un cuento de hadas. Tash iba a estar extasiada
cuando escuchara que Nate estaba vivo. Tash pensaba que Nate había sido
un superhéroe, el líder del mundo libre y un santo en uno mismo.
Tash era la única cosa hermosa que había resultado de ocho duros,
muertos años.
—Hobbs —dijo una voz detrás de ellos y Lily volvió la cabeza para ver.
Víctor estaba ahí, con una cara que era una máscara de furia. Y la
furia de Víctor era algo de lo que asustarse, eso lo sabía muy bien.
Instantáneamente, pulverizado.
Ella no la tocó.
Era un traje beige con una falda pegada que llegaba justo encima de
las rodillas y tenía una profunda abertura en la parte trasera y una
chaqueta safari con un cinturón. Ella usaba una bufanda con manchas
café y naranja brillante desenfadadamente envuelta alrededor de su cuello
—envuelta por Maxine, que hacía todo desenfadadamente. Estaba
acompañada por un par de zapatos de tacón beige con una mancha de
cuero naranja en la punta.
Eso no era inusual de Nate pero pudo por lo menos decir una sola
palabra. Aunque, por la mirada en sus ojos, ella no estaba segura de que
quisiera escuchar cual podría ser esa palabra.
171
Los ojos de Lily barrieron la mesa. Sus dos abogados estaban
sentados lado a lado. Alistair dijo que era solo espectáculo pero el hecho de
que Lily apenas podía costear uno y Nate podía fácilmente traer dos la
asustaba mucho. Víctor se sentó a la izquierda de Nate y le frunció el ceño
con un odio que eclipsaba el de Danielle e incluso el de Laura, quien Lily
pensaba no lo tenía en su naturaleza pero aparentemente lo tenía.
Lily decidió volver a mirar sus manos. Descubrió que era su línea de
pensamiento más segura en este momento.
172 —Si, por supuesto, ella sabe eso ahora pero lo descubrió hace apenas
unos días.
Alistair continuó:
—No había una nota. —Ese fue Víctor, Lily lo sabía, y ella vio
mientras Alistair volvía la cabeza hacia ella en pregunta ante su
afirmación.
Victor continuó.
Y entonces, por primera vez desde que supo que estaba vivo, le habló.
Pronunció las palabras que había estado diciendo en su cabeza durante
días.
—Me dijiste —dijo ella con voz temblorosa—, que siempre cuidarías de
mí.
Él abrió los ojos y miró fijamente en los de ella. Estaba tan cerca que
si moviera la mitad inferior de su rostro hacia delante, a menos de un
176 centímetro, ella lo estaría besando.
—¡Sr. McAllister!
177 —¿Estás bien? —le preguntó Alistair una vez que él también se había
sentado y estaba inclinándose hacia ella, observándola, su propio rostro
alejado más allá del enojo y ella se alegró de que no hubieran pisapapeles
en la habitación o si no habría sido un infierno para pagar.
Ella asintió, deshecha por toda la escena y queriendo nada más que
irse. Volver a casa, a Tash y Fazire, y recuperar, recargar y luchar otro día.
—Vamos a acabar con esto —le rogó, su voz tan pequeña que era
diminuta.
—Un millón. —La cabeza de Lily se volvió a girar hacia Nate y su boca
se abrió en estado de shock.
Fue el turno de Lily para dispararse de la silla. Por sus palabras, toda
la conmoción y entumecimiento huyeron y la lucha vino estrellándose de
nuevo en ella.
—¿Qué? —gritó.
—¡No la puedes tener! —gritó Lily, no del todo con calma y olvidando
su promesa a Alistair de no decir nada.
—Y tú también.
Lily se inclinó hacia adelante y puso sus manos sobre la mesa. Esto
era demasiado, malditamente demasiado. Ella había tenido suficiente.
—Ve.
—¡Bien!
—Vas a estar allí mañana —ordenó Nate, lo que debería haber sido
una consulta pero fue una orden.
182 Se apartó de Nate y huyó tan rápido como sus tacones altos la
llevarían.
14
Nate y Victor, Nate y Laura
D
urante los primeros quince minutos del viaje de regreso a Londres,
los dos pasajeros en la parte trasera del Rolls Royce estaban
completamente callados, cada uno perdido en sus propios
pensamientos atormentados.
Especialmente ahora.
Victor continuó.
Y sus hijos lo sabían y ninguno de los dos dijo una sola palabra.
185
No sólo eso, habían participado en este terrible engaño. Jeff
probablemente tomó la nota y Danielle…
Victor continuó.
Mientras bebía de un vaso que estaba lleno con dos cubos de hielo y
un montón de vodka y fumaba el que sería uno de sus últimos cigarrillos
—a Lily no le gustaba su hábito de fumar y él no pensaba fumar delante de
su hija de siete años—, vio la puesta de sol en Londres.
Como el pálido rostro sin vida de ella, sus inquietas manos, su una
vez escultural cuerpo, ahora casi demasiado delgado.
Como sus ojos, una vez expresivos, ahora en blanco miraban a través
de él como si no estuviera ahí.
Como el hecho de que él a propósito, con gran deleite, la había
embarazado, lo cual casi le causa la muerte.
Estaba usando una elegante falda gris paloma y una blusa azul claro.
Ambas prendas estaban arrugadas y desordenadas. Su cara mostraba que
había estado llorando, estaba manchada y roja, su maquillaje corrido y
desgastado.
—Eso no fue lo que quise decir, dime que no condujiste en ese estado.
Luego ella sonrió pero fue una terrible, una triste sonrisa.
Nathaniel guardó silencio. No había nada que decir excepto que todo
esto era demasiado tarde y todos sabían ese hecho dolorosamente lo
bastante bien.
—Y una nieta.
Nate siguió.
—Oh Nate. —Usó su apodo por primera vez desde que lo conocía y
voló cruzando la habitación, arrojándose sobre él y rompiendo a llorar—.
Soy una madre terrible —gimió en su pecho mientras sus brazos la
acercaban más—, terrible.
—Lo supe cuando fue demasiado tarde. Supe que los había
arruinado, pero no había nada que pudiera hacer. Entonces Dios me dio
una segunda oportunidad. —Levantó su cabeza, moviéndolo y él la miró
fijamente—, tú.
—Laura, no.
189 Sus brazos lo apretaron fuertemente.
—Lily no es…
—No creo…
—Por favor —suplicó—, tengo que hacer algo. —Dijo eso último con
desesperación.
Nate empezó a ceder porque sabía lo que sentía. Él sintió esa
sensación cuando había escuchado que ella había muerto mientras tenía a
su hija. La niña que él había intencionalmente sembrado en su interior y
entonces la había dejado para asumirlo por su cuenta.
Esta fue la primera cosa esperanzadora que había visto ese día.
190
Quizás, la primera cosa prometedora que había visto en ocho años.
Laura asintió.
—V tenemos que estar allí a las diez, ni siquiera son las nueve y
media.
Víctor estaba empezando a sonar como Laura, pensó Nate con fastidio.
—Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Los ojos de todos se volvieron hacia Lily, que había venido corriendo
de la casa tras su hija. Se detuvo al verlos y sus labios entreabiertos
quedaron abiertos en sorpresa.
No tenía ni idea de qué decir o hacer. Nunca, ni una sola vez en toda
su vida había estado tan inseguro de su próximo curso de acción.
Por suerte, Natasha no era tan indecisa.
Se apoyó en él.
194 Vio que Laura tenía lágrimas brillando en sus ojos. Víctor estaba
completamente inmóvil, con el pecho hinchado por el esfuerzo que estaba
haciendo para contener las lágrimas.
—¡Abuelita!
Nate vio un movimiento a su lado y se volvió para ver a Lily unirse a él,
de pie demasiado lejos para que la tocara. Estaba viendo este encuentro
con una extraña expresión en su rostro benigno pero sostuvo su cuerpo
rígidamente, como esperando que algo la atacara.
—¡Abuelo!
Natasha continuó:
—Mami dijo que tenías una sonrisa muy linda. Dijo que era la sonrisa
más hermosa que había visto en su vida. Dijo que su estómago hacía
volteretas. —Le concedió esta información sin tener idea de la enormidad
de su significado o de su efecto, a pesar de que detrás de ellos Laura
jadeó—. ¡Vamos! —urgió Natasha emocionada.
Colgando por encima de la parte inferior de las escaleras vio una foto.
La siguiente foto era igual, excepto porque el bebé era más grande y
Lily estaba de pie en lugar de sentada, sosteniéndolo en su delgada cadera.
Estaba mirando a Natasha, su largo cabello detrás de su oreja y, una vez
más, estaba sonriendo. En la foto, la niña estaba mirando a su madre, con
su regordete brazo de bebé extendido, sus pequeños dedos tocaban la
mejilla de su madre.
La foto siguiente era más de lo mismo, esta vez Natasha era una niña
pequeña y de pie y Lily estaba de cuclillas y apuntaba hacia la cámara,
obviamente llamando la atención de la pequeña hacia ésta. De nuevo, Lily
y también Natasha estaban sonriendo.
Cada pocos pasos había otra y otra, ocho en total, la misma foto pero
diferente. Todas eran de Lily y Natasha en poses un poco distintas,
ninguna de ellas ensayada, ninguna de ellas formal y en todas sonreían.
Nate notó que Lily había cortado su glorioso cabello rojo dorado del
198 largo que solía usar cuando la conoció, que pasaba sus hombros, a la
longitud que era ahora, apenas rozándolos, en algún momento cuando
Natasha tenía cinco años.
El cuarto estaba pintado del rosa más rosa que alguna vez haya visto.
No sabía que tal rosa existiera. Pensó que el mundo sería un poco mejor si
dicho rosa no existiera.
—Estos son mis libros, los cuales mami solía leerme y ahora yo le leo
a ella —se jactó felizmente, luego levantó la mano para apuntar a un
estante más alto—, y estos son mis osos, los que me da la señorita Maxine
cada año para navidad. Son osos especiales que hace especialmente para
199 mí.
Danzó hacia el gato y lo tomó con las manos a mitad de este. El gato,
obviamente acostumbrado, dejó que su enteramente enorme y mullido
cuerpo se aflojara y se doblara en su pequeña mano.
200 —No se supone que estés saltando en la cama, querida —dijo Laura
en voz baja.
Cuando pasó junto a sus padres, Nate pudo ver sus propios
pensamientos afligidos por lo que vio en el cuarto de Lily abiertamente
expresado en los rostros de sus padres.
—Tash, ¿con qué les estás llenando las cabezas? —preguntó Lily a su
hija suavemente cuando entraron, una pequeña sonrisa tirando de las
comisuras de sus labios.
Junto a ella estaba Fazire, quien tenía los pies separados pero ahora
sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, y apoyados sobre su
protuberante estómago. Todavía se veía más enojado que un toro y su
cabeza estaba inclinada hacia atrás en un ángulo impropio por lo que los
veía por encima de su nariz, a pesar de que apenas era tres centímetros
más alto que la pequeña Laura.
También notó que no le había hecho té, algo que no bebía, sino
automáticamente, y sin decir una palabra o lanzar una mirada en su
dirección, le entregó una taza de café negro.
Eso sí lo bebía.
—¡Álbumes de fotos!
—Lily.
—Y este. —Lo sostuvo hacia él pero no lo tomó. Sus ojos aún estaban
en los estantes, le empujó el álbum e indicó que debía tomarlo pero la
ignoró.
Nate caminó hacia el sofá y lanzó los álbumes sobre éste. Entonces
fue hacia la puerta. La cerró. Firmemente.
Ella se congelo, una mano lista para sacar otro álbum, y lo miró.
La encaró.
—Bueno, a mí sí.
—Vine a casa y te habías ido, todo se había ido. Pensé que me habías
dejado.
Ante este anuncio, sus ojos fueron hacia los de él, su cabeza dejó de
moverse y su otra mano fue a su cintura.
Nate terminó:
Miró dentro de sus ojos y vio la pena pasar por ellos, ya sea que fuera
por su deserción o la pérdida de sus padres o ambos, no lo sabía pero ante
la vista de eso, la fuerza de eso, sintió que coincidía con algo profundo en
su interior.
—No.
No se movió.
Nate continuó:
Y no le importó.
Luchó por un segundo, luego se dio por vencida con un suave gemido.
Tuvo una abrumadora sensación de triunfo cuando la mano de su pecho
se deslizó hacia arriba y alrededor de su cuello, su otra mano fue alrededor
de su cintura y lo sostuvo por ahí con fiereza como si nunca lo quisiera
dejar ir. Su cabeza se inclinó hacia un lado y Nate se inclinó hacia el otro y
su lengua tocó la suya.
Más dulce.
Era madre.
Arrancó sus labios de los suyos y se volvió con los ojos medio
asombrados, medio apasionados, hacia la puerta.
Lentamente, Nate siguió su mirada.
Ese momento para Nate, quien nunca había tenido un momento así
en toda su vida, fue tan profundo que casi le hizo caer de rodillas.
L
aura estaba sentada bebiendo su té y viendo tanto al amigo
de Lily, Fazire, como a su marido, Víctor, enfrentándose
silenciosamente.
Y al hacerlo, se preocupó.
214 Víctor era más viejo, más suave, pero aún mantenía una cierta
amenaza por la que sólo Laura y, hace ocho años, Lily, pudieron ver a
través.
Por desgracia, parecía que Fazire podía ver a través de ella también.
Miles.
—No puedo esperar para ver las fotos, mi amor. —Laura le sonrió a su
nieta entonces, como había querido hacer desde que la vio, ella tocó la
suave piel de su mejilla—. ¿Sabes lo encantadora que eres? —preguntó,
sobre todo porque no podía evitarlo.
Laura pensó que ella era la niña más hermosa que había visto nunca.
¿Quién hubiera pensado que las intensamente masculinas facciones de
Nathaniel en forma femenina e infantil podrían ser tan sorprendentes?
—Victor.
Laura sabía que este Fazire significaba mucho para Lily. Había oído a
Lily hablar de él, le contó a Laura historias acerca de él. Era mucho más
joven que lo que Laura hubiera adivinado, teniendo en cuenta que estaba
con la familia de Lily antes de que naciera y él parecía estar en sus
cuarentas.
El color rojo en las mejillas de Victor estaba allí ahora por otro motivo.
—Ya veremos.
Antes de que alguien pudiera decir algo, otro gran bullicio vino del
vestíbulo.
Entonces la puerta se llenó de una alta dama mayor, muy bonita, que
lucía un poco como Elizabeth Taylor. Llevaba un largo caftán amatista
liberalmente hilvanado con plateado. Ella acentuó esto con una gran
cantidad de joyas plateadas que tintineaban ruidosamente y zapatillas tipo
mulas púrpura de tacón muy alto puntiagudas, adornadas con lentejuelas.
Llevaba una caja de panadería y cuatro bolsas de Tesco colgando.
5Tesco: Es una cadena multinacional de locales de venta al por menor con sede en el
Reino Unido.
Nate se acercó a la mesa, dejó los tres álbumes de fotos en ella y
volvió a la mujer.
Victor, que lo estaba pagando muy caro —incluso Laura tenía que
admitir que se lo merecía, sin importar lo mucho que lo amara y
comprendiera sus acciones— por su comportamiento de unos cuantos días
antes, asintió e interpretó correctamente que él no iba a recibir ningún
beso en la mejilla.
Laura vio a Nate sonreír mientras miraba a Lily y ante esa vista,
Laura sintió esa sensación de aligeramiento en su vientre mientras ésta
volaba a las estrellas.
—Creo —dijo y todos los ojos se volvieron hacia ella—, que iré a
ayudar a Lily y a Maxine.
—Hazlo, amor. —Victor le dio un guiño alentador pero Laura esperó la
aprobación de Nathaniel.
Hace ocho años, Lily Jacobs había entrado en sus vidas y todo había
cambiado. Laura no habría podido explicar cómo sucedió si alguien la
estuviera obligando a hacerlo con una pistola apuntada a su cabeza. Era
simplemente un hecho, que Lily se suponía que estuviera con ellos, como
parte de su familia.
Ella encajaba.
Ahora, no sólo Nathaniel, sino todos ellos tenían trabajo que hacer
para reconquistar a Lily, ganar su confianza y traerla de vuelta a su
legítimo lugar.
—No me dijiste que él era tan bien parecido —dijo Maxine y Laura oyó
el ruido de las bolsas crujiendo.
—¡Sí!
—No. ¿Qué sucedió? ¿Él dijo algo? ¿Hizo algo? Espero que sí haya
222 hecho algo —dijo fervientemente.
—Maxine…
—¿Te besó dos veces? ¿Qué tan tarde llegué yo? —preguntó Maxine
en un grito apagado.
Lily no se molestó en responder eso.
—Sí, fue agradable. Siempre fue agradable con Nate —dijo Lily con
esa voz que dejaba en claro que no estaba feliz con que fuera agradable.
Silencio.
Maxine insistió.
—Debe haber dicho algo, debe haberte contado por qué no vino a ti.
Más silencio.
Completo silencio.
»¡Me prometió que nunca me iba a dejar ir! ¡Me dijo que me cuidaría!
—siseó Lily.
—Cariño… —Esto fue dicho para aplacar y Laura no tenía que estar
en la habitación para ver a Lily para saber qué sentía. Era claramente
aparente por la emoción que temblaba en su voz.
—Le creí. Confié en él. Y no vino por mí. Pensó que lo había
abandonado, así de simple. —Laura oyó algo romperse—. Que yo lo dejé.
¡Es ridículo! Y sin explicación, sin razón, simplemente me levanté y me
mudé después de lo que había sucedido entre nosotros. No vino a
buscarme. Incluso si pensó que yo lo había abandonado, no vino por mí,
para pedirme que le explicara, para convencerme de que regresara a casa.
Mintió. Dijo que no me dejaría ir y lo hizo, sin decir una palabra, sin hacer
nada para evitarlo.
Maxine habló.
Pero no lo correspondía.
Laura, como Victor, pensaba que Nate podía hacer cualquier cosa.
Ella pensaba esto porque él lo había probado una y otra vez. Él no
necesitaba a nadie, había cuidado de sí mismo desde que había nacido.
Nunca había pedido nada desde que ella lo conocía, si lo quería, lo
conseguía.
Laura esperó hasta que hubo el suficiente tiempo para que las dos
mujeres en la cocina se aseguraran de que ella no había oído nada y luego
entró, sonriendo brillantemente.
—¿Puedo ayudar?
17
Lily
Lily había comprado la tienda hace varios años usando los fondos
sobrantes de la venta de su casa de la infancia. Ella los había guardado en
caso de que algún desastre ocurriera y en esos días, los desastres
sucedían con una alarmante frecuencia: el refrigerador se rompió (dos
veces); el embrague se salió del auto; la lavadora se desbordó e inundó la
casa. Al principio, Fazire se ocupaba de ellos con un movimiento de su
226 muñeca pero el Magnífico Gran Genio Número Uno lo había atrapado y
advertido que si lo hacía una vez más, sería considerado como el último
deseo de Lily y tendría que dejarlos. Y no había manera de que Lily
permitiera que Fazire los dejara, él era la única familia que tenían.
Por lo tanto, por años Fazire había estado sin magia a excepción de
flotar, por supuesto, y de la creación ocasional de tres helados con
chocolate derretido.
Ese día, como cada día, Lily llevaba ropa y joyería que compró en la
tienda al por mayor o no habría sido capaz de pagarlas, Flash and Dazzle
era una tienda muy exclusiva. El vestido de Lily era color salmón con
tirantes finos y delicadas flores rosa fuerte bordadas en él. La blusa le
quedaba como un guante en su torso para soltarse ligeramente en las
caderas y caía hasta terminar a mitad del muslo. Vestía esto con un par de
sandalias rosa fuerte y un conjunto de brazaletes de brillantes colores, con
incrustaciones de brillo en todos los tonos de salmón, melocotón y color
rosa tintineando en su muñeca.
Ella estaba, ese día, evitando su hogar. Era sábado, había sido el
miércoles cuando Nate y los Roberts habían venido a conocer a Natasha.
Nate estaba de regreso hoy, arreglando las lecciones de equitación para
Natasha. Éste era el deseo más desesperado de su hija, pero como las
228 lecciones cuestan casi cuarenta libras por hora, Lily no había podido
pagarlas. Había estado ahorrando para regalárselas en Navidad. El hecho
de que Nate podía pagarlas sin pestañear, Lily lo encontraba bastante
molesto.
Lily no había estado en casa cuando Nate llegó esa mañana. Dejó a
Fazire vigilando a Natasha y entregársela a Nate cuando llegara. Fazire, de
casualidad, convino sinceramente con su “Plan de Evitar a Nate”.
¡La besó!
229 Ella se perdonó para regresarle el beso. Había estado deseando besar
a Nate por ocho largos años, deseando tocarlo, sostenerlo, tenerlo de
vuelta y nunca, nunca dejarlo ir. Se lo permitió dárselo en un momento de
debilidad, solo una vez.
Por otra parte, cuando pensó que ella se había ido, no había ningún
niño implicado. Ahora había y si Lily entendía algo, era la importancia de
la familia. Lily ni por un segundo pensó que la deseaba a ella sino que las
quería a ambas. Era más que probable que Tash, con Lily como compañía
y compañera de la cama dispuesta ayudara a endulzar el trato.
Sacando tantas bolsas como fuera posible de la cajuela, luchó, con los
brazos cargados, a la casa.
Fazire caminó hacia ella, mostrándole una mirada llena de ira apenas
contenida.
Entonces, ante ese extraño anuncio, fue hacia la cajuela para obtener
el resto de los alimentos.
—Papá ha estado muy ocupado hoy. Ocupado, ocupado, ocupado —le
dijo Natasha con deleite—. Fazire quería llamarte, pero no se lo permití
porque era una ¡sorpresa!
—Lily —saludó.
Ella le dio la mirada más breve y empezó a mirar hacia a Tash para
preguntar acerca de esta “sorpresa” cuando Nate se inclinó hacia ella. Ella
había dejado de hablar con Tash, pero ahora se echó hacia atrás para
evitar a Nate.
Tash la agarró de la mano y tiró de Lily hacia adelante. Lily lanzó una
mirada por encima del hombro a Fazire que llevaba las últimas tres bolsas
233 a la casa. Sus labios estaban apretados y su rostro tenso.
Lily miró su reloj. Se fue esa mañana a las ocho. Ahora eran las seis y
media.
No podía creer que todo hubiera sido hecho en ese tiempo. Le tomó
seis meses pintar el pasillo.
234 —Es una maravilla —murmuró Lily, ahora mucho más que molesta.
Estar más que molesta, no era divertido.
—Está bien —accedió Tash, ciega a la furia de Lily, y corrió por las
escaleras. Su entusiasmo natural se incrementó de doce niveles a
incalculable por toda la buena suerte que creía les había sucedido tras la
llegada de su padre.
Mientras esperaba, Lily paseaba por el rellano. Cada vez que se volvía
y alcanzaba a ver su habitación, su temperamento se encendía aún más
fuera de control.
—Lily. —Esto fue todo lo que dijo. Había cruzado los brazos sobre su
pecho y la observaba detenidamente. Sabía que no se perdía nada. Nunca
se perdía nada.
—Tráelos de vuelta—exigió.
235 —Se han ido —indicó implacablemente como si tuviera todo el
derecho de tirar sus pertenencias sin una palabra.
Se encontraba cerca de ella, muy cerca. Tan cerca que podía oler su
fuerte y picante, colonia terrosa. Tan cerca que podía sentir el calor de su
cuerpo. Su vientre amenazaba con tener una lección de gimnasia y
resueltamente ignoró su reacción a su proximidad. Dejarse ir una vez que
se lo permitiera, incluso lo esperaba. Ella había estado, desde luego,
suspirando por él durante años.
—No, lo hago.
—¿Y qué?
Puso sus manos sobre su abdomen y empujó con todas sus fuerzas.
—He perdido ocho años de ti. Ocho años. No sé lo que has sufrido en
esos años, pero tienes el resto de nuestras vidas para decirme y tengo ese
tiempo para compensártelo —declaró con firmeza y luego continuó—. Esto,
Lily, te lo seguro que lo haré.
Le tomó cada parte de fuerza de voluntad que tenía para no dejar que
sus palabras penetraran su armadura. Sus manos habían sido alejadas a
la fuerza de su estómago cuando él la atrajo y ahora ella agarró la tela de
su camisa en su cintura, empujándola hacia atrás tan fuerte como podía.
—Lo sé —dijo entre dientes, sus ojos aun perforando los de ella.
No dudó, ni lo negó.
—Lo sé.
No lo hizo.
Su vida puede no haber sido el cielo que había parecido cuando ella
había estado con Nate hace tanto tiempo, pero fue una buena vida, una
vida feliz y quería recuperarla.
—Bien. No me creas. Pero nuestra hija tiene dos padres y por el resto
de su vida va a disfrutar de ambos. Juntos. Va a disfrutar de la seguridad
de un hogar llego de amor, de sus padres viviendo juntos, cuidando de
ella. No llevada de ida y vuelta. Sin ser obligada a ajustarse a dos hogares,
dos vidas. La viste cuando nos encontró juntos. Sabes que ella lo quiere.
—No se puede tener todo lo que quieres, créeme, Nate, lo sé. —Sus
ojos se estrecharon peligrosamente ante sus palabras, pero
imprudentemente ella continuó—. Es una lección difícil de aprender, pero
más vale que lo aprenda temprano, en lugar de criar una irremediable
soñadora como su madre y ser aplastada en algún punto del camino.
—No puedes decirme, dado el poder de ofrecer lo que ella más desea,
que no moverías cielo y tierra para hacerlo —espetó.
Lily movería cielo y tierra para darle a Tash lo que quería, pero en ese
momento no iba a ceder un ápice.
240 —No la conoces lo suficiente para hacer ese juicio. —Lily dirigió a su
objetivo y dio en el blanco. Lo supo porque sus ojos comenzaron a brillar
con rabia y supo que su control se extendía casi hasta el punto de
ruptura.
Esta vez ella no se mantuvo quieta. Esta vez ella luchó, peleó, lo
empujó y trató de alejarlo. Le enterró las uñas a los costados, desgarrando
la tela de su camisa.
241 —No —se negó y antes de que ella pudiera decir otra palabra, su boca
bajó hacia la de ella de nuevo.
Esta vez, ella no luchó. El minuto en que sus labios tocaron los de
ella, se abrieron y la lengua de Nate se abrió paso a través de ellos.
—Nate.
Después murmuró:
—Alguien viene.
246
18
Lily
L
ily caminó a través de las pesadas puertas para entrar a las
lujosas y elegantes oficinas de la compañía de Nate.
Y Natasha quería una familia, eso estaba claro. Había oído las
historias por años, no solamente de lo glorioso que era Nate, Fazire y Lily
también le habían dicho de Sarah, Rebecca, Will y los veranos que pasaron
flotando en el estanque, de sus extravagantes vacaciones, y un millón y
una de otras cosas, tanto grandes como pequeñas, que hacían a una
familia tan maravillosa.
Luego de cenar, Tash y Lily habían caminado con Nate hacia el auto
porque Tash la había hecho ir con un tirón de la mano, los tres caminaron
juntos, Natasha en medio sosteniendo la mano de ambos.
Una vez allí, él levantó a Tash como si no pasara más que una pluma
y a sus siete, casi ocho años y siendo una niña alta, considerando a sus
padres, ella pesaba mucho más que eso.
Fue entonces que Tash frotó su nariz contra la de Nate. Lily observó
fascinada como Nate cerraba sus ojos y algo pasaba por su rostro, algo tan
intenso que lo sintió atravesar su propio cuerpo como una descarga
eléctrica.
—Lo prometo. —La profunda voz de Nate fue casi un gruñido, y Lily se
encontró a sí misma tragando las emociones que la traicionaban.
249 Estaba de pie con ellos en la acera junto a la puerta del lado del
conductor del auto de Nate. Cuando él bajó a Natasha, antes de que ella
supiera su intención, su brazo salió disparado, enganchando su cintura y
atrayéndola hacia él.
—Te quiero aquí cuando vuelva —le dijo cuando dejó de besarla, aun
sosteniéndola contra su duro cuerpo y ella se dio cuenta de que había
caído en el Plan de Nate.
Ella dudó, intentando no mirar a Natasha quien sabía que los estaba
mirando alegremente.
Entonces murmuró:
—Ya veremos.
—¿Feliz, muñequita?
Natasha estaba muy feliz, ni siquiera podía hablar, solo asintió. Era la
primera vez desde que Tash había pronunciado sus primeras palabras que
se había quedado muda.
La cama era enorme, nunca había visto una cama tan grande. Estaba
hecha de pesado roble brillante. Un armario masivo del doble del tamaño
de su anterior guardarropa e intrincadamente tallado como la cama, se
alzaba junto a la pared. Preciosas, delicadas, lámparas que combinaban
con el exquisito accesorio del techo habían sido puestas en las mesitas a
los lados de la cama. Cortinas de gasa, de un azul más pálido que el de las
paredes flotaban en las ventanas con más pesadas, ligeramente más
oscuras, cortinas azules colgando afuera, todo esto en impresionantes
barras de hierro forjado. El suelo estaba cubierto por un intrincado patrón,
una alfombra con flecos que Lily estaba bastante segura por su brillo que
había sido hecha con seda e importada de Turquía —estuvo segura de esto
cuando Fazire se lo afirmó, él sabía una o dos cosas sobre alfombras de
Turquía. Dos fotos fueron fijadas en las paredes, marcos de color negro
con estampados caprichosamente dibujados de zapatos que, a primera
vista, incluso Lily tenía que admitir que amaba, eran tan femeninos y
perfectos que no podía evitarlo. La cama estaba cubierta por una colcha
mullida color marfil, adornada con el azul de las paredes y cortinas, y
había dos juegos de tres emplumadas almohadones estándar, apilados
lado a lado en la cabecera, envueltas en los distintos azules y marfil en
frente de los cuales se alzaban gigantes cuadrados europeos con suaves
fundas que tenían un hermoso remolino como diseño.
Era más que hermoso, era la clase de habitación en la que los sueños
se hacían realidad.
Lunes, llegó a casa de la tienda con Maxine, quien iba a cenar todos
los lunes por la noche. Maxine sabía que Fazire era un genio, además era
adicta al guiso de atún de éste y a su mano igualmente hábil para asar
una salchicha y hacer el puré de patatas más suave de la historia. Maxine
había tenido también una emocionada llamada de Tash y estaba
impaciente por ver la nueva habitación de Lily.
—Mira, mami.
—¿No lo ves? ¡Mira! Detrás del auto, mami. Papá lo hizo entregar hoy,
es un regalo para mamá. Las llaves están en casa.
—Hola —saludó.
Estaba equivocada.
—Tu abogado le dijo al mío que has puesto los siete millones en un
fideicomiso para Natasha.
Él no dudó.
—Nate…
Esto era cierto. Aunque no era una de sus migrañas, era sin duda un
dolor de cabeza. Se sentía mal usando esa estratagema pero sabía en su
corazón que Maxine la quería asentada y feliz y no tan sola. Y ayudó que la
persona que Lily quería fuera imposiblemente apuesto, un héroe de novela
romántica que cobraba vida.
Sólo había dos opciones y realmente sólo una, cuando llegas a fin de
cuentas.
Fazire, que vivía en una niebla temporal de felicidad que ningún gran
gesto más había sido hecho por Nate —que no sabía sobre el dinero y Lily
no estaba a punto de decirle—), hizo dedos de pescado y guisantes blandos
para la cena, favorito de Tash, aunque Lily lo detestaba.
Sin nada que hacer para retrasar la llamada, llamó por teléfono a
Alistair a su casa —él dijo que ella podía.
Por segunda vez en dos días, el aire fue eliminado de ella sin un golpe
físico para causarlo.
256 —Si quieres estabilidad para Natasha, cásate conmigo. No tengo tanto
dinero como McAllister pero quiero hijos y ambas estarán seguras. Y
mierda, sabes que no hay manera en el infierno en que te dejaría alguna
vez ir.
Después colgó.
El dolor de cabeza que evitó con el baño volvió con venganza, así que
Lily fue a la cama temprano. También hizo esto para evitar contarle a
Fazire del plan. Él habría comenzado a flotar, hablando pomposamente,
haciendo grandes declaraciones o incluso tal vez haciendo amenazas
graves y ella no estaba para eso.
La mañana siguiente, mantuvo sus negocios como de costumbre. Se
estaba acercando el final de la escuela y Tash estaba poniéndose inquieta
por sus vacaciones de verano. Fazire la acompañaba a la escuela en las
mañanas cuando Lily tenía que ir a la tienda temprano, ella les contó que
lo tenía que hacer ese día y Lily los vio partir.
Apenas lo conocía.
Él hizo de su deseo a Fazire, algo que ella había esperado sin aliento
por una década, una pesadilla y esto dañó a Fazire y Lily nunca quiso
herirlo. Nunca.
Lily amó a Will más de lo que podría explicar y lo extrañaba cada día
de su vida. Si tuviera la oportunidad de tener a Will de vuelta vivo,
respirando, caminando, hablando, saltaría a ésta, sacrificaría un poco de
sí misma (incluso mucho) para tenerlo de vuelta.
El dolor de cabeza, por suerte, estaba apagado, sin rugir. Pero estaba
aquí y sabía que se estaba anunciado. No buscó una merienda por temor
de que volviera después para atormentarla si vomitaba, pero tomó dos
pastillas para el dolor y rezó para estar equivocada con su predicción.
Usó dinero precioso que un día atrás nunca hubiese utilizado pero lo
hizo, por supuesto, en tacones altos y tratando de pelear contra una
inminente migraña y tomó un taxi en vez del metro hasta las oficinas de
Nate.
—¿Está bien?
Lily asintió, un asiento era bueno. Estar parado era malo, muy, muy
malo.
Ella estaba más allá del habla, más allá de cualquier cosa, el dolor
estaba en su sien izquierda, inexplicable, indescriptible, dolor rasante.
—Señor McAllister, creo que algo está mal con ella —murmuró la
recepcionista.
—Dolor de cabeza —fue todo lo que logró decir y esto lo dijo muy
calladamente, con esperanzas de que él entendiera la indirecta y dejara de
hablar tan fuerte. O, mejor aún, dejara de hablar.
Ella no respondió. Él tenía razón por una vez y por otra, odió tener
que abrir la boca.
En un auto.
Con terror, ella salió del auto, chocando directamente con él.
—Lily, por el amor de Dios, ¿qué está mal? —Ella lo miró, intentó
enfocarse a través del extenuante dolor y Nate miró su cara—. ¡Cristo!
Nate, justo como lo recordaba, manejó rápido y duro, esta vez por
necesidad. Lily se inclinó hacia adelante, puso sus codos en sus rodillas y
su cabeza en sus manos para mantenerse lo más quieta posible.
265
19
Nate
N
ate llevó a Lily hasta su ático, todo el tiempo mantuvo la
cabeza presionada en su cuello con tanta fuerza que él sintió
su pulso latir contra ella.
—Iré a buscar algo para que se ponga —se ofreció Laura, tomando el
vestido de su mano y lanzándolo a través de la parte inferior de la cama.
—Ve a por una franela fresca —le ordenó a su madre y Laura corrió al
baño.
—Sí —susurró con tal oleada de alivio que fue como si le hubiera
dado el elixir de la vida. Levantó la mano y apretó la franela contra su
frente con tal fuerza que él podía ver el color de la carne de sus dedos
largos y elegantes cambiando de rosa a un rubor fuerte mezclado con
blanco.
268
Sonó el timbre y Laura murmuró:
—Yo voy.
Nate no respondió.
Lily cerró los ojos y Nate se levantó de la cama para permitir entrar al
médico.
El Dr. Sims se alejó y le indicó a Nate que le siguiera, lo que hizo, pero
se detuvo antes de que incluso llegaran cerca de la puerta.
En la sala de estar, Laura estaba recogiendo sus cosas, oyó más que
vio a Nate entrar en la gran sala.
—Necesito que llames a Fazire. Dile que ella está aquí y que no está
bien. Dile que estoy cuidando de ella. Por favor, dile que Lily lo dijo.
Ante las palabras “te necesito”, la cabeza de Laura dio la vuelta. Al oír
la palabra “por favor” su cara se derritió y sus ojos comenzaron a brillar
con lágrimas.
Pero no podía tomar un trago. Era antes del mediodía y, además, Lily
podría necesitarle.
Laura regresó a la habitación.
—Fazire dice que quiere que le llame Lily cuando esté mejor. Quiere
que sepa que va a cuidar de Natasha. Y quería saber por qué ella estaba
aquí —informó.
—No tengo ni idea de por qué está aquí. Ella se presentó en mi oficina
y en el momento que llegué a la recepción, apenas podía mantenerse en
pie.
271 Sabía que había hecho un avance en su primer día con ella. Ella
respondió a él y lo que es más, Tash también, espectacularmente.
Nate sabía unas pocas cosas claras sobre la ira. Era del tipo
mezquino y era del tipo emocional. Lily no tiene un hueso mezquino en su
cuerpo. La ira de Lily era emocional, algo profundo dentro de ella la estaba
conduciendo. Y cualquier cosa que sea, la condujo a reaccionar a su beso
y a su toque, en su forma familiar, sin inhibiciones.
Ese algo, lo que fuera, en este punto era todo para Nate.
Nate podría trabajar con algo.
Nate habló por primera vez desde que el doctor entró en la habitación.
—Arréglelo.
Luego se fue.
Laura estaba de vuelta con su bolso de mano, recogiendo sus cosas.
Ese recuerdo, una vez doloroso, cortó a través de él. Si Lily estaba en
Londres para decirle “no”, entonces él tendría este recuerdo para agregarlo
a su inventario tortuoso.
Nate nunca olvidaba nada pero incluso si tuviera ese lujo, nunca iba
a olvidar el sonido de su lamento.
6 Antepié: Parte anterior del pie, donde los dedos del pie se unen con el resto del pie.
—¿Puedo tener mi vestido, por favor?
Él la interrumpió.
—Eres tú.
En respuesta, soltó una risa baja, sin sentido del humor, que la llevó
a acercarse a él, su rostro cambió cuando la preocupación lo llenó.
—¿Nate?
—¿Aquí?
Una vez más, su rostro cambió, esta vez a una especie de tristeza.
—Nate, creo que estás cambiando el tema. —Su voz fue tan suave,
que si ella estuviera aún más lejos que en sus brazos, él no habría
escuchado.
Él no contestó.
—Dijiste que no estás bien —le recordó—. ¿Por qué no estás bien?
Incluso Lily.
Entonces explotó:
277
—Maldita sea, Nate, ¡habla conmigo! ¿Qué pasa?
—Nate…
—No tengo que hacerlo, Nate. He tenido los dolores de cabeza desde
que era una niña, sólo unos cuantos. Vinieron más a menudo cuando
comenzó mi período. Uno que otro mes antes de mi ciclo y cada vez que
tengo exceso de estrés.
—¿Lily?
—¿Sí?
Pero ahora que estaba de vuelta, ahora que ella era verdaderamente
Lily, su sonrisa única, su cara diciéndole exactamente lo que estaba
pensando antes de que abriera su boca para hablar, sintió su pérdida
como un golpe.
Inclinó la cabeza para rozar sus labios contra los de ella y ella sólo se
tensó ligeramente en sus brazos.
Progreso.
—¿Puedo vestirme?
—No.
—No.
—Nate…
—¡Nate! —exclamó.
—¿Y?
—Eres demasiado perspicaz para tu propio bien —se quejó ella, pero
no lo decía en serio, había un toque de admiración en sus palabras y en
cualquier otro momento de su vida se habría permitido sentir placer en
ello.
280
No en este momento, sin embargo. Este momento era demasiado
valioso como para permitir que su mente divague a otra cosa excepto ella.
—¿Te estás riendo? —se quejó ella, desviándose a otro tema para
esquivar el que ella estaba evitando.
—Hecho.
Esta vez él vaciló y ella abrió la boca para hablar, pero antes de que
pudiera decir una palabra, espetó:
—Bien.
—Bien —concedió.
—¿Qué condiciones?
Nate siguió.
—Nate, fue sólo un mal embarazo. No hay ninguna razón por la que
no pueda…
Él la interrumpió.
—No.
—No.
»¡Nate!
—Realmente, yo…
Él la interrumpió.
—¿Qué dijiste?
—Me escuchaste.
Miró hacia el cielo y por primera vez se apretó contra sus brazos para
alejarse.
No podía creerlo pero lo supo. Era casi tan increíble como el hecho de
que no había sido tocada cuando por primera vez la tuvo. Esto era
imposible de creer.
—No ha habido ningún otro —afirmó y sus ojos volaron hacia él—.
¿Verdad? —preguntó en voz baja.
—Sé que piensas que soy la más, bueno, que yo… —Hizo un extraño,
ruido frustrado antes de soltar—: ¡simplemente no había tiempo!
—Lily.
Ella lo ignoró.
—Cariño, tanto como odio la idea de que estuvieras sola con Natasha
durante ocho años, odio la idea de ti con cualquier otra persona. Así que,
espero que me perdones cuando te digo que me alegro de que no hayas
compartido tu hermoso cuerpo con nadie más que yo.
—Supongo —cedió.
Nate, se dio cuenta, si era como solía ser, debía estar en el trabajo.
Más tarde, por fin se fueron a la cama, Lily llevaba uno de los
camisones que Laura le había comprado. Ella no había comprado veinte
camisones, había comprado tres, cuatro juegos de ropa interior, dos trajes,
tres pares de zapatos y dos grandes bolsas llenas hasta arriba de cosas
para el cuarto de baño y cosméticos de todos los tamaños, formas y
colores. Laura podía comprar para Inglaterra en las Olimpiadas y ganar la
medalla de oro, sin duda.
Exhausta por los eventos del día, de hecho, los eventos de las dos
últimas semanas y su cómoda cama con su calor detrás de ella, cayó en
un profundo sueño como no había tenido en años.
Aparentemente Nate había decidido que era ella de nuevo porque, con
el sonido de su voz, apartó su mano la que había estado en el dobladillo de
su camisón, acunó su pecho con dos dedos acariciando su pezón. Le dio la
vuelta y en un instante él se convirtió en su mundo. Sus manos, su boca,
su lengua, estaban por todos lados y la sensación vaga de relajada,
contenta, excitada, se evaporaron en segundos mientras el caliente deseo
flotaba a su alrededor.
Disfrutó de ello, había esperado años para ello y ahora sabía que se
debía a por fin ser suya.
Habían pasado ocho años desde que alguien la había visto desnuda y
en el calor del momento, la emoción de las sensaciones, se había olvidado
por completo. No era la mayor fan de su cuerpo, de hecho, básicamente lo
ignoraba, era lo que le decían la mayor parte del tiempo y era lo único que
necesitaba.
No era horrorosa pero era una cicatriz y las cicatrices nunca eran
muy atractivas. Vio la mano de él acercarse y ella la agarró por vergüenza
antes de que pudiera tocarla. Quería cubrirse con las sábanas pero sus
ojos se movieron hacia los de ella.
Casarse con Nate, pensó Lily, podría no ser tan malo. En primer
lugar, Natasha tendría a su padre. En segundo lugar, Natasha aprendería
a montar a caballo, en efecto, a la velocidad en que iba Nate,
probablemente tendría uno para el final de la semana. En tercer lugar, tal
vez, solo tal vez él se haría cargo de ellas.
Desde luego, dejó todo para cuidar de Lily ayer. Había visto su trabajo
esparcido a través de su mesa de comedor enorme de doce puestos
anoche. Podía imaginar lo que costaba un ático, por no hablar de la
posibilidad de deshacerse de catorce millones de libras en una semana,
293 comprarle un Mercedes y todo lo que Nate había dispuesto para el fondo
fiduciario de Tash.
Serían marido y mujer para que pudieran ser madre y padre para
Tash, una familia entera por fin, al igual que la que Lily tuvo mientras
crecía. Lily estaba feliz de aceptar todo lo que venía con ello, la compañía
—si duraba—, hacer el amor —que era muy agradable y siempre lo había
sido—, la seguridad —claramente, Nate podía cuidar de ellas
económicamente, lo más probable es que nunca tendría que preocuparse
por la nevera dañándose y lo que eso significaría para su presupuesto de
comestibles.
Peinó su cabello mojado por última vez dado que Nate no tenía
secador de pelo —por desgracia—, lo revolvió con sus dedos y se miró a sí
misma con su nuevo conjunto en el espejo.
La falda era tan larga que era llegaba hasta los tobillos, era blanca,
fluida y con un bonito top diáfano verde menta, que era casi tan fino que
se podía ver a través de él. El amplio escote caía de su hombro, dejando al
descubierto la correa de la camisola verde pastel y sujetador a juego que
llevaba debajo. La parte superior estaba ceñida a la cintura con un pedazo
de tela ancha que hacía juego con la blusa.
Lily se ató las sandalias doradas que llevó el día anterior y salió de la
habitación al pasillo en busca de comida para sofocar el gruñido en su
estómago. Se preguntó si Nate todavía tenía sus víveres entregados, pero
pensó que probablemente lo hacía, la idea de Nate vagando por los pasillos
de una tienda de comestibles era tan absurda, que la hizo sonreír.
—Buenos días. —Su voz grave retumbó y su cabeza bajó para darle
un breve pero duro beso. Su mano fuerte se estableció en su cintura y
flexionó allí y su mano se acercó para posarse en su hombro para empujar
hacia atrás, no deseando participar en una exhibición pública de afecto al
estilo de Nate delante de su padre.
—¿Bien? —Su voz tenía un débil tono burlón que al gimnasta solitario
también le gustó, mucho, y las comisuras de sus labios se levantaron en
una sonrisa perezosa.
Por alguna razón, esto hizo que la arrebatara en sus brazos y enterró
su rostro en su cabello mientras él se reía entre dientes contra su cuello.
Él la dejó ir, aunque sentía que era de alguna manera con renuencia,
cuando el teléfono móvil en la mesa del comedor comenzó a sonar. Nate se
acercó de nuevo a la mesa y lo vio alejarse, pensando que tenía una
poderosa marcha de tal manera que era hermosa, como el poder entrenado
de un atleta.
Había hecho lo que había hecho por amor y lealtad a Nate, pero
todavía no cambiaba el hecho de que había perdido los estribos hasta el
punto de maltratarla.
—Por favor, dale las gracias por mí, por lo que hizo ayer, por la ropa.
—Extendió su brazo para mostrarle su atuendo—. Si me entrega los
recibos, voy a pagar…
—Te debemos más que una bonita falda —le estaba diciendo.
297
—¿Disculpa?
—Jeff, Danielle… yo. Te debemos más que unos trozos de tela. —Lily
contuvo el aliento ante sus palabras y él levantó ambas manos en un gesto
de agitada frustración, para luego hablar con sorprendente franqueza—.
¿Cómo uno le paga a una chica por ocho años de su vida, marcándola con
moretones? —Estaba siendo intenso pero parecía, debajo de todo ello,
perdido e inseguro.
—Los repudié.
Lily parpadeó.
Pero, ¿repudiarlos?
—Sí —respondió con firmeza Víctor—, son mis hijos y por esa razón
tienen lo que queda en sus fideicomisos y los he dejado para que vivan con
una buena educación para hacer algo de sí mismos, finalmente.
—Tienes un corazón amable, Lily —le dijo en voz baja—. Los recibiré
sólo si convencen a Nate y a ti de perdonarlos. No antes y si tú no lo haces,
nunca jamás.
—¿Laura?
Por el segundo más breve pensó que eso se trató de una declaración
en forma de pregunta pero entonces se dio cuenta que él esperaba una
respuesta. Que le dijera que ella lo aprobaba, darle alguna orientación o
mostrarle otra manera.
—¿Estás bien ahora? —preguntó con una voz suave y ella asintió.
—Imagínate.
Ante sus palabras, él soltó una carcajada que llenó el auto y ella
sonrió para sí al escucharlo.
302 —Tú ya rompiste tu condición en todo caso. —Ella estaba dejando
salir fácil su broma para relajarse aún más. No se había sentido tan
despreocupada en, bueno, desde la última vez que estaba con Nate.
—Sí lo hicimos.
Ella estaba mirando el paisaje pero, con sus palabras giró su cabeza
para mirarlo.
—¿Lo hicimos?
Lily levantó las cejas y Tash leyó el significado con rapidez después de
años de ver que su mamá le diera esa mirada, tenía mucha práctica en
leerla, por desgracia, Lily no había aprendido esa táctica de levantar la ceja
hasta que fue muy tarde. Tash corrió adentro y Fazire, de un tirón, la
siguió y cerró la puerta detrás de ellos.
—Sí, lo haremos.
Ella cerró la boca y lo fulminó con la mirada porque pensó que era su
apuesta más segura teniendo en cuenta que no tenía una respuesta a su
pregunta.
Ella tuvo que admitir que tenía un punto, a pesar de que no iba a
admitirlo ante él.
—Parece que todo está dentro de tu poder —se quejó quizás muy poco
convincente.
Nate no respondió.
—Voy a averiguarlo.
—Él se va ajustar.
—Supongo.
La atrajo hacia su cuerpo y la miró con una intensidad que causó que
todas sus gimnastas despertaran de su siesta y se pusieran a dar
volteretas.
—Está bien.
307
21
Lily
L
ily tuvo que admitirlo, Nate tenía razón como de costumbre,
funcionó.
Está bien, quizás pareció solo estar funcionando para Nate y Tash. Y
Tash era lo más importante así que Lily trató de no preocuparse
demasiado por ello.
—¿Por qué todo el mundo sigue mencionando los últimos ocho años?
No estuve sola, te tuve a ti y a Maxie. Nosotros no pasamos hambre o
vivimos en la calle en una caja de cartón, ¡por Dios! —exclamó ella.
—Eso es fácil para ti decirlo. Tú no te observabas desvanecer
lentamente, día a día, año tras año. —Fazire regresó, sus ojos oscuros
entrecerrándose con rabia.
—Fazire, estoy haciendo todo esto por Tash —susurró ella finalmente.
Nate siguió trabajando a horas infames, pero siempre estaba ahí para
el desayuno, incluso despertaba a Tash primero para ir a la escuela, esto
no solamente permitió a Lily dormir, también tuvo la ventaja sin
precedentes que Tash en la mañana, usualmente gruñona, saliera de la
cama llena de energía y buen humor. Y él estaba siempre en casa lo
suficientemente tarde para llevar a Tash a la cama.
Y secretamente Lily amaba ver a Nate y a Tash. Había soñado con ello
por años, pensando que nunca sería realidad. Y la realidad, para Tash, era
mejor que cualquier sueño que Lily hubiese creado.
Mientras que para Lily, Nate estando en casa tan seguido significaba
pasar el tiempo de una manera totalmente diferente.
Ella quería hablar con él sobre eso, intentó encontrar las palabras
pero tres cosas la detuvieron.
No tenía idea por qué la había dejado ir tantos años antes. Incluso a
pesar de que él creía que ella lo había dejado, ¿por qué no había ido tras
ella en busca de respuestas, como era debido? Nadie solo viene y se va sin
razón. No era simplemente la forma correcta.
Todo esto hizo que quisiera gritarle, rogarle que hablara con ella, que
confiara en ella con lo que sea que fuera que había detrás de la puerta
cerrada de su alma.
—Te digo, Victor está haciéndome subir por las paredes —se quejó
Laura, rompiendo la ensoñación de Lily mientras caminaban por el paseo
marítimo para conseguir cafés y pasteles en The Witches Dozen.
Había habido una seria animosidad entre Victor y Fazire, incluso más
debido a que Fazire se la había agarrado con Nate, pero estaba
comenzando a perder la batalla. Era difícil seguir siendo hostil contra
alguien que no reaccionaba, en absoluto.
Sin embargo ese día, Fazire y Victor parecían haber llegado a una
316 distensión. Una distensión que fue erosionando rápidamente mientras
Victor intentaba convencer a Fazire de convertir su obsesivo amor por el
béisbol al fútbol.
Laura, Maxine y Lily fueron quedando atrás, muy atrás, y Lily estaba
manteniendo un ojo sobre Fazire quien, ella podía notar, estaba a punto de
estallar.
—Se supone que debía estar medio retirado pero ha ido a la oficina
todos los días. Ahora, sin Nate allí, él no va. En lugar de eso, se queda en
casa y hace preguntas “Laura, ¿dónde está tal y tal?” o “Laura, ¿dónde
está esto y aquello?”. Y luego “¿Por qué en el maldito infierno mantienes
eso allí?” A pesar de que ha estado allí por veinticinco años y nunca lo
cuestionó antes.
—Creo que hay algo mal con Nate —soltó Lily y Maxie y Laura la
miraron con ojos asustados ante el sonido de preocupación en su voz en lo
que parecía un día tan feliz.
Lily continuó.
—Creo que, cariño, Nate es algo, eh… —Su mirada se deslizó a Laura
y luego de vuelta a Lily—, posesivo.
—¿Qué?
—¿Y?
Maxine intervino.
—La mente nos juega malas pasadas, cariño. Podemos saber algo
racionalmente pero no creerlo. Confía en mí, soy la persona más
irracionalmente racional que existe, ¿o es la más racionalmente irracional?
—le preguntó a Laura y esta le dio una débil sonrisa.
Laura interrumpió.
320
—Hay cosas sobre Nate que no conoces.
—Sí, tienes razón. Hay mucho que no sé de Nate —dijo en una baja y
enojada voz—. Mucho que no dice, mucho que no comparte. Él no me dejó
entrar hace ocho años y no me está dejando ahora. Y no dejarme entrar
antes significó que me dejó ir. ¿Sabes lo que eso significa ahora? ¿Cómo
me hace sentir eso? ¿Sobre todo ahora, con Tash? ¡Estoy viviendo con un
completo extraño!
Laura se acercó más, agarró los dos brazos de Lily y le dio una
pequeña sacudida.
—Tienes que decirme, Laura. Si sabes lo que es, lo que hay detrás de
esa puerta que Nate ha cerrado tan firmemente, tienes que decirme.
Allí estaba otra vez, “malo” dijo Laura, “sucio”. Y Víctor había dicho
“Nathaniel sufrió”. Todas estas palabras ominosas que lo describían a él, y
Lily, con quien se suponía que él se casaría, con quien pasaría el resto de
su vida, quien era la madre de su hija, no parecía tener el derecho a
saberlas.
Nate, ella decidió al instante, no era el único que podía cerrarse. Dos
podían jugar a ese juego.
—Lily, sabes que eso no es justo. Sabes que Nathaniel siente todo,
especialmente por ti.
No sabía qué hacer. No tenía nada que hacer ya. Ninguna tarea
doméstica, ni recados, nada. Y eso hizo que su temperamento tenso se
desintegrara completamente.
Nate pagó las cuentas. Nate hizo entregar los víveres. Su secretario
configuró una cuenta en Internet con la tienda online Waitrose, nada
menos, y todo lo que Lily tenía que hacer era clic en sus opciones y ¡voilá!
llegaban al día siguiente.
—¿Lily?
—Laura dijo que tenías dolor de cabeza. ¿Es una migraña? —Su voz
era suave y normalmente habría pensado que su preocupación era dulce.
Debería haber leído, haber sido más considerada con sus palabras,
pero no estaba de humor.
Con eso, ella de repente soltó la mano y observó las persianas bajar al
instante en sus ojos, resguardando sus pensamientos, interrumpiéndola.
—¿Qué es esto? —Su voz era aún más baja, un tipo nivel más bajo,
un estruendo que fue tan letal que se deslizó a través de su piel como la
lámina de una cuchilla.
Lily decidió que hacer un gran gesto era lo único que conseguiría una
reacción de Nate. Y, por alguna razón, necesitaba una reacción por parte
de Nate. La necesitaba desesperadamente.
Debido a que este era Nate. Había sabido al instante en que puso sus
ojos en él, que era suyo.
—Estabas hablando con Laura, ¿qué dijo? —le espetó y Lily se dio
cuenta de que estaba enfadado.
No, furioso.
—¡Nada! —le gritó a la cara—. Ni una sola maldita cosa. ¡Le pregunté
acerca de ti, pero ella no dijo una palabra!
Ante esto, ella saltó de nuevo y no pudo hacer nada, más que mirar
fijamente con la boca abierta.
—¡Sí!
A sus palabras, dejó caer su frente contra la de ella y cerró sus ojos,
esa mirada viniendo de él, tan cruda e intensa, sacudió a Lily hasta la
médula.
Mantuvo sus labios contra los de ella y su mano obró su magia, pero
no la besó. Abrió sus ojos y se clavaron en los de ella, su mano envió
ondas de choque electrizantes de placer a través de su cuerpo.
Por último, dijo contra su boca, mientras su pulgar giraba, y ella gritó
328 fuertemente cuando él la acercó más, demasiado cerca.
—Dilo —gruñó.
—¡Dilo! —exigió.
Ella abrió sus ojos medio cerrados y miró directamente a sus ojos
negros.
—No te voy a dejar, Nate. Nunca te dejaré —declaró Lily, su voz
temblando, con la sensación de que eso no tenía nada que ver con lo que
sus dedos estaban haciendo. Una sensación que tenía mucho que ver con
lo que había en su corazón. Lo que había estado en su corazón desde que
tenía catorce años de edad y supo que era su deseo hecho realidad cuando
Nate la había salvado del carterista.
—Me tienes.
330
22
Nate
N
ate dejó la oficina pronto deseando llegar a casa.
Casa.
Sabía que ella quería más de él, lo quería todo y él no podía dárselo.
Sintió, como ocho años antes, que estaba viviendo un tiempo prestado,
que cuando ella descubriera quién era realmente no simplemente querría
alejarse de él sino también mantenerle alejado de Tash.
Se dejó caer suavemente sobre él, con los pechos frotando su pecho
desnudo, su barbilla obligada a echarse hacia atrás para que pudiera
mirarle a los ojos.
—Aunque una vez que empecé, no sabía qué hacer. Nunca comentas
tus comidas, no dices qué te gusta. Simplemente… comes. —Su sonrisa no
se había alterado, de hecho, su voz sonaba provocadora. Gentilmente se
alejó de él y apuntó con su brazo a la comida en la encimera—. Decidí que
bacón, huevos y tostada era mi mejor apuesta. A todo el mundo le gusta el
bacón, los huevos y las tostadas. ¡Entonces me di cuenta que ni siquiera
sé cómo te gustan los huevos!
Rió dulcemente, encontrando esto divertido y volvió hacia él,
colocando sus brazos alrededor de su cintura de nuevo y descansando
todo su cuerpo sobre su pecho fuerte.
—¿Revueltos? —preguntó.
Su sonrisa regresó.
—¿Y qué tal fritos? ¿Te gustan más así que revueltos?
—¿Hervidos?
—Vale.
Esta información trivial sí que significaba algo para ella así que él
suspiró y respondió:
—Hervidos.
Fue entonces cuando Nate empezó a reír, todas las tensiones habían
335 desaparecido, todo el borde tenso suavizado y sus brazos se apretaron a su
alrededor mientras las manos de ella bajaban para abrazarle a cada lado
de su cuello. Se echó hacia adelante y lo besó de nuevo.
No era muy a menudo que Nate sintiera esperanza así que cuando la
sintió, sabía que era algo precioso.
—Nada.
Esa tarde, después de que Víctor y Laura se habían ido, Fazire había
desaparecido en su habitación y Nate había escuchado a Tash leer antes
de que él la arropara para dormir, Nate se había ido a encontrar a Lily.
Sin embargo, para Nate, esta era la pregunta más íntima que alguien
alguna vez le había pedido.
—Ella ama leer para ti, pienso que es el punto culminante de su día.
Finalmente habló.
—Fazire necesitará algo de ropa y luego están las flores. Pienso que
peonias, mamá amaba las peonias. Esta es la flor del estado de Indiana,
¿sabías eso? —Ella lo miró mientras hacía la pregunta, ni espero por una
respuesta.
—¡Ya sé! ¡Fazire puede tomar las fotos! —Aplaudió con sus manos
enfrente de ella con entusiasmo y Nate se acordó de ella haciendo
exactamente lo mismo cuando había cedido a su paseo en moto en su
primera y única cita. La vista de eso hizo expandir su pecho de una
manera que nunca había sentido antes, era caliente, era agradable y no
tenía idea de lo que significaba. No tenía ni idea de que anunciaba la
alegría y la seguridad, dos cosas que nunca había sentido en su vida.
Nunca.
Nate no era un jefe cruel, pero era uno exigente. Esperaba que su
personal trabajara duro e sea inteligente, que fuera ambicioso, pero no
codicioso ni apuñalara por la espalda y fuera comunicativo con sus
341
buenas ideas y críticas constructivas. Los recompensaba por esas cosas.
Mientras más lo demostraran, mientras mejor lo demostraran, más los
recompensaba.
—¿Sí?
—La señora Jacobs para usted. —Su secretaria, Jennifer, le dijo por
el intercomunicador, adhiriéndose a su mandato que en cualquier
momento que Lily llamara, cualquiera, se la tenían que pasar
directamente.
Nate no les echó a sus dos empleados ni siquiera una mirada —si lo
hubiera hecho, habría visto cómo sus ojos se abrían con sorpresa—,
simplemente tomó el teléfono.
Lily lo había llamado una vez para quejarse que sus muebles de la
sala de estar habían sido llevados.
Tash por otro lado, lo llamaba cada día cuando llegaba del colegio y le
contaba cada detalle de cosas nuevas que ella sentía que eran importante
compartir lo cual era prácticamente cada detalle de su día. Nate esperaba
342 las llamadas de su hija. Natasha era conversadora pero inteligente,
increíblemente inteligente. Usaba un gran número de palabras, y las
usaba bien y seguido, mucho mejor que mucha gente que triplicaba su
edad. Estaba claro que Tash era muy avanzada y Nate ya había buscado
colegios especiales para ella, pensó vagamente, realmente tenía que
discutirlo con Lily.
Pero Lily solo lo había llamado una vez. No había más muebles que
fueran llevados y la mayoría del trabajo estaba casi completado esa
semana. No tenía ni idea por qué Lily podría llamarlo y lo que a él se
refería no eran buenas noticias.
—No —respondió.
Los ignoró.
Ella lo interrumpió.
Y contento.
—¡Yupi! —gritó tan fuerte que tuvo que alejar el teléfono de su oreja y
no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios al oír la
alegría no disimulada.
—Oh, bien. —Su voz sonaba decepcionada y ante eso, Nate sintió esa
extraña y relajante sensación en su pecho—. ¿Cuándo vas a estar en casa
esta noche?
—La hora de costumbre.
—¿Lily?
—Nate.
—Cuelga —ordenó.
—Nate.
—Me tengo que ir —repitió, esta vez con reticencia que se leía en su
voz.
—Adiós —dijo ella, esa sola palabra dulce e íntima y Nate la sintió
casi como si fuera un toque físico y algo en su pecho se aflojó un poco
más.
Lily había sellado con su estilo peculiar que era tanto refinado y poco
convencional, colores apagados con negro; mobiliario clásico elegante
hermanado con antigüedades de estilo cottage; las paredes y la mayoría de
las superficies adornadas con fotos tomadas por Fazire y su madre
346 enmarcadas de su familia y ella en su hogar en Indiana.
—¡Tiene que ser púrpura! —gritó Maxine en un tono que decía que
ella absolutamente expiraría si lo–que–sea–que–estuvieran–discutiendo no
era de color púrpura.
—Es la boda de Lily, ella debería escoger los colores —señaló Victor
lógicamente.
Todos se volvieron para mirarlo pero sin asomo de dudas, Lily besó el
brazo de Natasha otra vez, gentilmente se desenlazó de su hija, se puso de
pie y lo siguió fuera de la habitación, por el pasillo y dentro de su recién
terminado dormitorio.
Vio, que la nueva Lily, estaba de vuelta. Ella era una mezcla de su
dulce Lily, la Lily que había salvado del carterista, la madura, pero ya no la
Lily perdida o rota y algo totalmente diferente. Ella era alegre, juguetona,
bromista, amorosa y relajada. También era alguien distinta, tenía algo
fascinante y misterioso, como si tuviera un secreto, pero no uno malo, sino
uno delicioso.
Había comenzado a pasar las noches en su oficina escribiendo,
usando la laptop que Nate le había comprado o escribiendo largo y tendido
en sus cuadernos. Natasha se sentaría con ella y vería la televisión en la
nueva pantalla plana usando sus audífonos o Tash se sentaría en el
estudio de Nate cuando él estaba ahí, mirando la televisión pantalla plana
y usando sus audífonos. Fazire seguidamente se les uniría cuando estaban
en la oficina de Lily, Fazire sentado en el sillón verde hierba de Lily, sus
pies encima de la otomana, leyendo uno de sus libros (Fazire no se le
uniría a Tash en el estudio de Nate, sin embargo).
Cada vez que ella llamaba, él despechaba a quien fuese que estuviera
en su oficina con un brusco asentimiento de su cabeza, volteaba su silla
para enfrentar la ventana, se sentaba hacia atrás y descansaba su tobillo
sobre su rodilla. Luego la dejaba hablar tonterías, igual que dejaba hacer a
su hija cuando llamaba.
Después de esas tres noches, Nate notó que había tenido las noches
de sueño más apacibles que podía recordar y podía recordar cada noche de
su vida.
Una vez, cuando tenía mucho trabajo por hacer, necesitando hacer
350 detalladas notas antes de una reunión el día próximo, se había quedado
hasta tarde en su estudio pidiéndole a Lily, por primera vez desde que
había estado en Somerset, que dejara que Tash le leyera a ella para que así
pudiese terminar.
—¿Qué tiene que hacer una chica por aquí para seducir a su
prometido? O sea, ¿cuán obvia debo ser? ¿Debería hacer un striptease?
¿Rodar sobre tu escritorio desnuda?
Él no se movió.
Él aún no se movía.
—Te estoy haciendo hablar —le explicó con una sonrisa vivaz.
—¿Perdona?
Sus manos aflojaron sus muñecas y ella las puso en buen uso,
sacando su camisa de sus jeans.
Sus ojos estaban a menos de tres centímetros de los de ella y los vio
tornarse confusos cuando su ceño se frunció.
Ella se movió hacia atrás y lo miró, y eso era, esa sabionda mirada en
sus ojos, la sonrisa tocando sus labios.
—¿Esa? —preguntó.
Asintió.
—Esa.
—Sí.
—¿Perdona? —preguntó.
Asintió vigorosamente.
—Muy bien —le aseguró ella como si inclinarse bien fuera un rasgo
similar a la honestidad, integridad, diplomacia y generosidad, todo en
uno—. Y eres alto y oscuro y tienes las caderas estrechas…
—Y eres muy listo, mucho más que listo, eres brillante. Y trabajas
duro. Eres viril e intenso…
—Lily…
—Y rudo…
¿Rudo?
—¿Perdón?
Y Nate sintió sus palabras eran menos palabras y más un voto y sus
brazos se apretaron a su alrededor.
Ahora estaba camino a casa, a su más reciente sorpresa, otro día que
lo traería más cerca del final, otro día que tenía que disfrutar mientras
esperaba que su buena suerte se agotara.
357
23
Lily, Fazire y Nate
—¡P
apáááá! —gritó Tash, y la oyeron pasando a través de la casa
para llegar a la puerta principal.
Los ojos de Lily volaron hacia Victor que estaba sentado en la mesa de
la cocina concentrado en unos papeles.
358 Era jueves, Víctor y Laura no debían visitarlos hasta el sábado pero
Lily había reclutado a Víctor en su última estrategia para conseguir que
Nate confiara en ella, en su familia, en la felicidad.
Fazire la estaba observando de cerca. Él, Lily notó por el último par de
semanas, lo estaba observando todo de cerca, más cerca de lo normal,
especialmente a Nate.
Laura entró corriendo por el pasillo de la sala de estar, con los ojos
muy abiertos y emocionados. Cuando ella vio a Lily, le dio una risita. Al
mismo tiempo, las manos de las dos mujeres buscaron las de la otra y las
entrelazaron con fuerza saliendo por la puerta principal.
Los ojos de Nate pasaron de la moto hacia Lily, que se había parado
enfrente de la puerta principal y Laura que se había detenido a su lado.
Lily sintió a Fazire y Víctor moverse detrás de ellas.
—¿Te gusta? ¿Te gusta? ¿Te gusta? —cantaba Tash, aun bailando
alrededor de la moto.
—¡Le gusta! Papá siempre habla con mamá en privado cuando está
feliz —gritó Tash.
360 Lily se sintió aliviada porque lo que Natasha había dicho era cierto.
Nate había protegido cuidadosamente a Tash de cualquiera de sus
muestras más amorosas del afecto. Él era abiertamente cariñoso con Lily
delante de todos, sosteniendo su mano, tocándola, rozando sus labios
contra los suyos. Pero si quería algo más profundo y significativo, lo hacía
a puerta cerrada.
Nate arrastró a Lily por las escaleras, por todo el camino hasta su
dormitorio. Él la empujó dentro y luego cerró de golpe la puerta,
golpeándola con tanta fuerza, que pareció que sacudía la casa.
Nate la miró, sus ojos sin verse felices. De hecho, parecía enojado.
Muy enojado.
Su sonrisa vaciló.
Él la interrumpió.
Ella sintió que las lágrimas empezaban a picarle los ojos. Esto no iba
361
nada bien.
—Lily, te dije, que este dinero es para ti. —Una vez más, su tono de
voz era tranquilo, incluso, bajo y aún peligroso y ella se dio cuenta de que
él estaba enfadado.
Él mantuvo su cuerpo quieto y lejos entre ellos. Ella podía decir que le
tomó un esfuerzo, podía decir que él quería acercarse a ella y, por alguna
razón, sacudirla para darle algo de sensatez y de repente sintió miedo.
—No uses ese puto dinero en mí. No necesito una maltita motocicleta.
Pensé que expliqué esto, pero voy a explicarlo de nuevo —continuó, con
paciencia, lo que parecía ser paciencia extrema—. Ese dinero es tuyo. Lo
usas para ti.
A pesar de que las palabras de Nate eran bonitas —de alguna forma—
, Lily se estremeció por dos razones.
—Nate… —trató de nuevo, con lo que esperaba que fuera una voz
suave, pero él la interrumpió de nuevo y habló aún más fuerte.
—¡No puedo usar siete millones de libras en mí! —volvió a gritar Lily
igual de fuerte, con la cabeza inclinada hacia atrás, las manos apretadas
en puños en sus costados y en su cara—. ¡Tú lo pagas todo! ¡Los
alimentos! ¡Mi auto nuevo! ¡Me compraste una chaqueta de cachemir que
ni siquiera necesito hace apenas una semana! ¡Incluso pagaste la hipoteca!
¿Qué voy a hacer con siete millones de libras?
Él dio un paso atrás, con los ojos todavía brillando con ira, pero ella
podía decir que estaba tratando de controlarse a sí mismo.
Lily respiró hondo y luego una segunda vez, entonces oyó otro portazo
en algún lugar lejano, pero todavía sacudió la casa.
El estudio de Nate.
Luego caminó hasta la puerta cerrada del estudio de Nate y sin llamar
la abrió, entrando dando pisotones y luego cerrando de golpe.
Ante esto, Lily echó la cabeza hacia atrás y gritó a viva voz. Cuando
terminó, alzó la barbilla de nuevo y lo miró. Sin duda la estaba mirando
364 con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
—Son mis siete millones de libras. ¡Me las diste a mí! —gritó y con
cada palabra subrayada verbalmente, ella le dio un golpe en el pecho—. Si
quiero comprarte una moto con eso, malditamente voy a comprarte una
motocicleta. Si quiero comprarte un preciado pedigrí King Charles Spaniel
que cueste la luna, te lo compraré. Si quiero encargarles a unas monjas
ciegas de un convento de las profundidades de las montañas de los
Pirineos las más finas camisas a medida hechas de seda de cierta especie
en extinción de gusanos de seda, ¡lo haré! Ahora, ¿lo has entendido?
—Si me pasa algo, quiero que estés protegida. No quiero que gastes
ese dinero en mí —le dijo, con voz mucho más suave, pero sus ojos
oscuros eran intensos.
Finalmente, él la tocó. Dejó caer los papeles que tenía en sus manos
sobre la mesa y las puso a ambos lados de su cuello, uno de sus pulgares
se movió para acariciarle su mejilla.
—Lily…
—¿Qué? —dijo.
Él la miró un segundo y se dio cuenta que cualquier emoción que lo
había sobrepasado se había ido. Sabía esto porque sus labios temblaban.
—Está claro que podrías haber usado este dinero, me pregunto por
qué… —comenzó.
—¿Perdona?
367 Ella asintió de inmediato, sin querer hacer nada para profundizar ese
dolor en sus ojos.
Lo que ella había hecho por su hija, la hija de él, rasgó un enorme,
enorme agujero en su armadura.
Ella cerró los ojos de nuevo, esta vez con una carcajada.
369 —¡Oh, no! —dijo Lily, retrocediendo un paso, luego dos—. Soy
demasiado vieja para las motos.
Fazire suspiró.
Si esto se debía al dolor del recuerdo o algo más, Fazire no sabía, pero
algo brilló en el rostro del otro hombre mientras miraba sus ojos y los de
Fazire oscilaron de vuelta a Nathaniel y Lily.
—¡Fazire! —gritó Tash otra vez, plantó las manos en las caderas y le
dirigió una mirada enfurruñada. Él la miró directamente de nuevo.
Estaban encerrados en un concurso de miradas que Fazire ganaría porque
tenía mucha práctica con Becky, Lily y siete años con Tash sin mencionar,
que era inmortal por lo que tenía todo el tiempo del mundo.
Era igual a la vieja sala salvo que ésta tenía un sofá en la esquina
más grande, más esponjoso, y más atractivo con una gran otomana en
frente en la que podrían dormir tres niños pequeños y activos. A Fazire le
gustó este sofá, el viejo era cómodo pero él podía acostarse en este sofá.
Este era más cómodo que los miles de cojines que hacían de su botella un
hogar. También había una enorme televisión de pantalla plana adherida a
la pared. A Fazire también le gustaba eso. Sus Westerns cobraban vida en
esa tv. Clint Eastwood se veía como si de verdad se encontrara en la sala.
También había estanterías más bellas, más firmes y más atractivas por lo
que tenía mucho más espacio que llenar con álbumes de fotos y poner
fotos enmarcadas.
Fazire había decidido que hizo un buen trabajo: sólo que tomó mucho
tiempo poder realizarse. Como un período de gestación para los bebés. Lily
le había pedido, con su deseo, que ella y su enamorado pasaran por
372 pruebas y tribulaciones. Desafortunadamente, Fazire era demasiado
bueno en conceder deseos —siempre lo había sido, pensó con poca
humildad. Cuando ató la vida de Lily a la de Nathaniel con su deseo, había
escogido al hombre correcto y le había dado a ella todo lo que deseó.
Sin embargo, a los catorce años, ella no entendía que todos esos
terribles problemas que las heroínas de sus libros atravesaban en la vida
real lastimaban. Que las palabras eran sólo frases en una página, pero en
la vida real, el dolor era inmenso. Las pruebas y tribulaciones para probar
tu amor eran exactamente eso: pruebas y tribulaciones.
—No estoy loco. Estoy aquí por una razón. Sé que ustedes, los
humanos, piensan que soy extraño y no me importa. Creo que ustedes son
extraños porque lo son. Sin embargo, tengo un propósito en la vida de Lily
y estoy dispuesto a…
—Soy un genio.
—Tal vez tengamos que encontrarte una casa, algún lugar cómodo…
—Sarah, la abuela de Lily, fue mi primera ama. Ella le dio sus deseos
a su hija, Becky, la madre de Lily —explicó Fazire, mirando a un Victor
atónito y mudo—. Becky no podía tener bebés por lo que pidió un deseo y
le di a Lily. La hice perfecta y dulce, tal cual la vez. Pero quería que fuera
humilde…
Fazire le explicó cómo solía ser Lily, incluso un álbum de fotos salió
mágicamente flotando, un acto que sorprendió a Victor y lo hizo retroceder
dos pasos, y pasó las páginas de la derecha para que Victor pudiera ver a
una Lily de adolescente, gordita y simple, algo más que hizo a Victor
parecer como si no pudiera creer en sus ojos. Entonces Fazire le contó a
Victor sobre el deseo de Lily y dónde entraba Nathaniel en el embrollo.
—Fue el deseo más complicado —le informó Fazire a Victor—. Ahora
él ha regresado y parece que su deseo se ha hecho realidad. Fui canalizado
anoche y me dijeron que fui nominado para el Premio el Mejor Deseo del
Siglo. En lo que va de este siglo, soy el único nominado. Supongo que
podría ganar. Nadie nunca ha hecho un deseo como ese.
Fazire chasqueó los dedos y estaba con sus ropas humanas. Flotó
375
bajo hasta que sus pies tocaron el suelo. Se acercó, se sentó en el extremo
opuesto del sofá de Victor y esperó.
Fazire asintió.
De verdad, ¿qué podía ser tan malo sobre Nathaniel? Era obvio para
cualquiera que era un buen hombre. Fazire incluso quiso que le
desagradara pero no pudo sostenerlo más que unas semanas y Fazire era
376 realmente bueno guardando rencor. Una vez pasó trescientos años
guardando rencor contra otro genio. Era famoso por ello.
378 —No me voy enfadar —le aseguró en voz baja y luego, decidió que
estaba demasiado lejos, le ordenó con voz aún más suave—. Ven aquí.
—Tengo que decirte algo y creo que será mejor hacerlo desde aquí.
—Ya ves —continuó—, estos últimos ocho años, sabía que debí, quise,
pero siempre algo se puso en el camino, pero siempre supe que debí ir a
Victor y Laura y no lo hice.
Nate decidió que era suficiente. Se quitó las mantas, tirándolas sobre
la cama y avanzó hacia ella. No iba a permitir que se culpara a sí misma
por el engaño de Danielle y Jeffrey, no después de lo que había pasado.
Vio las lágrimas en sus ojos y decidió que era bueno que
probablemente nunca vería a su hermana y hermano otra vez porque no
quería ser responsable de lo que haría.
Por el tormento en sus ojos, Nate quiso lanzar algo al otro lado de la
habitación. Quería hacerle a alguien —y sabía exactamente a quién— daño
corporal. En cambio, se mantuvo bajo cuidadoso control de estas
reacciones y calló a Lily tocando sus labios con los suyos.
—Puedo mostrarte las cartas. Todavía las tengo, todas y cada una de
ellas. Y tengo que decirte sobre Fazire, lo que deseé, cómo todo esto se
reduce a mí.
—Ya acabó, todo el mundo sigue adelante —explicó en voz baja Nate—
. No hay ninguna razón para volver. Sólo déjalo estar.
Sus ojos cambiaron de una manera que podía jurar que el miedo
estaba apenas enmascarado. Ella se apoyó aún más en él, con los brazos
apretándolo alrededor.
—Lily… —Su voz sonó áspera para sus propios oídos y sintió su
pecho empezar a expandirse y relajarse. Nunca había tenido una familia,
una unidad funcional donde las personas se preocuparan por las demás.
Tenía a Laura y a Víctor, pero les debía a ambos su vida y todo lo que era.
Jeff y Daniel nunca habían sido familia.
Una ráfaga de alegría voló a través de él tan fuerte que pensó que
había quemado un rastro a través de su vientre directo a su corazón.
Nate había sido egoísta. Lo había querido todo cuando hasta él sabía
que no podía tenerlo, no debería tenerlo, pero lo tomó de todas formas. Lo
supo en el minuto en que la había observado bajar las escaleras de Laura
para hablarle a la policía después de que el hombre había intentado robar
su cartera. Supo que no era semejante a él.
Ella pensaba que el drama de esos ocho años había sido todo su
culpa pero él sabía que había sido una inocente, confianzuda, y virgen
chica de Indiana que nunca había tenido novio.
Fue Nate quien había tomado todo lo que ella estaba dispuesta a darle
y todo lo que estuvo dispuesta a dar fue todo. La forzó a dormir con él en
su primera cita, la forzó a mudarse con él luego de una noche, la embarazó
a propósito para atarla a él y luego la dejó para enfrentar las
consecuencias de sus acciones por su propia cuenta. Luego, cuando la
encontró de nuevo, entró a la fuerza en su vida, su casa, su cama, su
familia y tomó más aún.
De esa forma, tenía que cometer un último acto de cuidado hacia ella,
protegerla a ella y a su hija.
L
ily estaba aterrorizada.
—Sí, creo que será bueno para ellos tener este tiempo a solas juntos.
Aunque también Fazire estará con ellos —se contradijo y luego recordó el
anuncio de Victor después de la noticia de que Nate se quedaría en otro
lugar, que él también lo acompañaría—. Y, para que sepan, Victor irá con
ellos también, por lo que en realidad Tash no estará sola con Nate, tal
cual. —Ahora estaba balbuceando y teniendo poco sentido.
Pero Lily había cambiado de opinión, iba a pasar por esto y no quería
que Fazire la persuadiera.
Drásticamente.
Nate había aparecido mucho más tarde que lo normal pero ella había
estado despierta, yaciendo en la oscuridad esperándolo. Él no se giraba
hacia ella, no le hacía el amor, no atraía su espalda contra su pecho y
enterraba su rostro en su cabello. En lugar de eso, giraba su espalda hacia
ella y se dormía, justo… así.
—¿Nate?
—¿Qué pasa, Lily? —preguntó, sin levantar sus ojos hacia ella
después de su primer vistazo breve, su pregunta sonando como si no le
importara mucho su respuesta y su sangre fría se hizo más lenta mientras
se formaban cristales de hielo.
Eso parecía creíble y Lily le dio una aliviada pero débil sonrisa y
caminó hasta el lado de su escritorio y se detuvo, queriendo tocarlo pero
por primera vez en mucho tiempo, asustada.
Ante esto, por alguna razón, se rió sin humor, la aguda carcajada de
su risa fue severa y rechinó contra sus ya exaltados nervios.
No lo hizo.
—Lo siento, Lily. El señor McAllister dijo que no fuera molestado bajo
ninguna circunstancia.
Nate no llegó a casa para leerle a Tash, ni llamó para decir que
llegaría tarde.
Lily monitoreó muy de cerca a su hija para ver si sus muy astutos
sentidos notaban algo diferente entre su madre y su padre. Sin embargo,
Nate escudaba a Tash de esta situación y la trataba exactamente igual
incluso cuando su comportamiento hacia Lily era significativamente
diferente.
Luego antes que pudiera presionar como Fazire solía hacerlo, corrió
escaleras arriba. Se alistó para la cama pero no se metió en ella, en lugar
de eso caminó de un lado a otro. Y esperó. Y su mente le daba vueltas a
sus pensamientos, ninguno de ellos bueno.
390 Se puso de pie justo fuera de las nuevas puertas francesas del jardín
y lo llamó.
—¿Nate?
—Entra a la casa
Abrió los ojos y lo miró y sintió su corazón rasgarse en dos con lo que
vio.
Estaba ciego pero sus manos se movían entre las piernas de ella
seductoramente y sus caderas, por propia voluntad, presionaban contra él.
—¿Qu… qué?
—Nate…
394 —¡No! —gritó, más fuerte de lo que debería en una casa llena de gente
durmiendo, una de ellas su hija.
—Para, Nate.
Ella se mordió el labio, sabía que tenía razón y se odiaba por ello. No
podía dejar de presionar sus caderas contra su mano, no podía dejar de
pasar sus manos por su espalda mientras sus ojos se cruzaban con los
suyos en la oscuridad. Podía verlos como arder en ella, no con amor o con
pasión sino con determinación implacable de tener exactamente lo que
quería.
Y así lo hizo.
Fue duro, fue rápido, fue brusco y no hubo amor en ello y ella llegó a
su clímax tan magníficamente que sintió por un momento que se hizo
añicos, gloriosamente. Y después de que no se odiara por eso, se detestó a
sí misma, a su debilidad y parte de eso era porque se sentía, deslealmente,
como si ella lo detestara a él. Nate. Su deseo. Su hombre ideal. Su todo.
Entonces se fue.
—Nate, yo…
—Lily, no tengo tiempo para esto ahora mismo —la interrumpió antes
de que ella empezara—, llámame más tarde.
Entonces, sin decir una palabra más o esperando a que ella responda,
colgó.
Se quedó mirando al teléfono teniendo dificultades para respirar, su
corazón tartamudeando tanto que sintió como si se hubiera detenido.
Luego miró a Tash que había estado sonriéndole pero su sonrisa
desapareció cuando Lily puso el teléfono en el receptor.
—Niña Lily —dijo Fazire y comenzó a flotar y Lily sabía lo que eso
significaba y no estaba preparada para nada de eso.
—Tash.
Más tarde esa noche, cuando Fazire y Tash estaban dormidos, intentó
llamar a Nate una vez más.
Eran pasadas las diez de la noche y Nate estaba fuera con Georgia, su
antigua novia, una mujer de la que Jeffrey había pensado que él estaba
listo para casarse. Estaba lejos de Lily la semana antes de su boda, en
Londres, en la ciudad con otra mujer.
Fue todo un esfuerzo pero Lily levantó sus ojos para encontrar los de
Maxine.
—Nada —mintió a través de sus dientes—. ¿Por qué lo preguntas?
—¿Por qué lo… por qué…? —farfulló Maxie—. Te vas a casar con el
hombre de tus sueños en dos días y te ves como el infierno. Lamento
decirlo, pero es así. Te ves pálida, tus ojos están hinchados. Deberías
saber que, Fazire me llamó…
Lo que sí sabía era que él era precavido. Lo que sí sabía era que él
tenía secretos. Lo que sí sabía era que, hace ocho años, exigió que se
mudara con él y luego le prometió el mundo. Dos semanas más tarde,
cuando ella más lo necesitó, él rompió todas sus promesas y la dejó ir.
Ahora, ocho años después, sucedió lo mismo con ligeras diferencias. Y, dos
399 meses más tarde…
¿Qué?
Nunca.
—No me vengas con esa cosa del dolor de cabeza, sé que algo no está
bien y…
Tanto Lily como Maxie alcanzaron el teléfono. Por suerte Lily llegó
primero, sabiendo que Maxie, en su estado de ánimo actual,
probablemente haría que los terribles asuntos fueran mucho, mucho peor.
Él era el que había salido con una ex novia. Él fue el que la humilló en
su propio sofá de la sala de estar o, más al punto suyo, ya que él lo había
comprado, pero aun así, estaba en su casa y ella no había hecho que se
deshicieran del antiguo. Él era el que estaba fumando cigarrillos a
escondidas en el jardín a medianoche. Él era el que no estaba hablando
con ella. Él era el que estaba destrozándole el corazón en pedazos.
Él la ignoró.
Lily tomó los analgésicos, tomó su baño, cerró las cortinas y se fue a
la cama con una toallita fría en la frente, luchando contra el dolor de
cabeza hasta que el medicamento funcionara y finalmente encontrara el
sueño.
—Fazire dice que tienes un dolor de cabeza. —La voz de Nate era tan
suave, estaba hablando de una manera que parecía como si pensara que
sus palabras estaban vivas y podrían causarle daño.
—¿Es una migraña? —preguntó Nate y ella sintió sus dedos metiendo
su cabello detrás de su oreja.
Lily cerró los ojos con fuerza ante su toque dulce, suave y familiar, y
el dolor se disparó de nuevo en su sien por lo que se vio obligada a
preparar su cuerpo para relajarse.
—Lily…
Todo ello.
Pero cuando le había dicho que lo amaba, eso era algo que no
necesitaba, que no quería e inmediatamente y sin piedad, se deshizo de
ella.
Ella seguía siendo nada más que una ingenua muchacha de granja de
Indiana y no para gente como él, excepto por el tedioso hecho que ella era
la madre de su hija.
—Tú duermes conmigo. —La voz de Nate era dura de nuevo, ida ahora
la suavidad que le había mostrado cuando tenía el dolor de cabeza.
—No entiendo por qué… —Lily se volteó hacia él, pero la interrumpió
de nuevo.
Todo era por Tash. Rememorando los últimos dos meses, supo que
todo lo que él hacía era por Tash. Una madre y un padre, viviendo juntos,
por Tash.
—Quédate quieta.
No lo hizo.
Cuando abrió la puerta del baño, era Nate quien se estaba paseando.
Vestía un pantalón de pijama azul oscuro, lo que había estado vistiendo la
noche anterior cuando la había arrastrado a la cama y pasaba una mano a
través de su cabello.
—No me toques.
—Me voy a casar contigo mañana como quieres, por Tash. Dormiré en
la misma cama contigo y fingiremos que somos una familia amigable.
Puedes irte a Londres y hacer lo que necesites hacer con las mujeres que
necesites ahí y yo… —titubeó, sin saber qué decir, luego se tranquilizó y le
dijo honestamente—. Hazlo sin mí.
—Lo he hecho antes, lo haré de nuevo. Estará bien. Todo estará bien
y Tash nunca lo sabrá.
—Escúchame…
Él cerró sus ojos pero no antes (ella lo podía jurar) que viera ese
familiar dolor deslizarse a través de ellos. Él dejó caer su frente en la de
ella luego los abrió de nuevo y admitió, su voz severa pero no con enojo,
con emoción:
—Trataba de alejarte. Pensé que era lo correcto por hacer pero cuando
escuchaste a Georgia, tu voz, Cristo, Lily, tu voz. No puedo sacarla de mi
cabeza. Estaba fuera con sus padres, han sido amigos de la familia por
años. No se suponía que ella estuviera ahí.
—El momento para decirme era hace ocho años —le informó—. Ya no
me importa. Lo entiendo, Nate. Lo entiendo. Yo sólo soy la llana, tonta
chica de campo que se enamoró de quien ella pensaba que era su héroe
romántico. —En ese momento, Lily río, el resentimiento ácido en el sonido
causando que las facciones controladas de Nate hicieran una mueca de
dolor y él se acercara a ella de nuevo, pero ella rápidamente retrocedió,
levantando la mano para mantenerlo a raya. Sus ojos cayeron a su mano y
se detuvo.
Le dio la espalda, abrió la puerta y huyó tan rápido como sus pies la
llevaron (que no se veía muy rápido, con fines de fomentar la confianza,
porque ella se había puesto un par de sandalias de fantasía rosa fuerte, de
tiras y con tacón alto con una gran flor en el dedo del pie y para ir a juego,
un vestido de verano al cuerpo rosa intenso).
Nate no la siguió.
Era su turno de dejarle una nota a Tash, diciendo que tenía que ir a
trabajar temprano.
Una vez más, Maxine y Laura miraron horrorizadas como Lily ignoró
la inminente llegada de su esposo, aparentemente amado más allá de la
razón, a la hermosa residencia que él le había proporcionado, haciendo el
trabajo de cinco años en dos meses a un mejor ritmo del que Lily, por
mucho, podría haber gestionado o permitido.
Fazire miró con ojos entreabiertos a Lily y Tash reía, su hija fallando
en leer el sarcasmo de su madre aunque ciertamente los otros no. La
412
mirada de Fazire fue también de regreso hacia Nate.
Todo.
Entonces la besó.
Fue un beso real, no falso, no fingido, no demandante ni codicioso, un
beso real de Nate que la dejó sin aliento.
Ella seguía tratando de recuperarse del beso pero supo que podría
haber escuchado miedo en su voz. Esto, se dijo ella, tenía que ser el
champagne aunque solo se haya tomado un vaso. No tenía idea a donde
iba él con esto. Los cambios de humor de él eran suficientes para
marearla, si su beso no había hecho eso ya.
Con esto, la dejó ir. Ella casi se tambaleó al perder su fuerte agarre
pero se enderezó. Giró y lo observó subir al auto y lo despidió aturdida con
la mano mientras se llevaba a su hija lejos, Victor y el ceñudo de Fazire los
siguieron.
415
25
Nate
T
enían habitaciones en el Hotel Royal Crescent en Bath.
No había sentido miedo desde que era un niño. Pero recordó lo que
sentía, aunque el temor a una paliza de uno de los amantes drogadictos de
su madre nada tenía que ver con el miedo desgarrador que tenía por
perder a Lily.
De nuevo.
Éste había sido peor. Esta vez no tenía a Danielle ni a Jeffrey para
culpar. Esta vez le había hecho daño por su cuenta.
Su padre y Fazire.
Aturdido por las fotos de la gordita y sencilla —pero no del todo poco
atractiva, no con esos ojos o esa sonrisa— chica que era su Lily, Nate
escuchó más sin interrupción a Fazire contándole sobre la obsesión de Lily
por las novelas románticas. Acerca de los niños siendo cruel con ella en la
escuela —esto, Nate no tuvo problemas para creer, a pesar de que todo lo
demás que Fazire decía tenía que ser los desvaríos de un lunático—, del
chico por el que tenía un flechazo insultándola y rompiendo su corazón de
catorce años de edad.
419
Entonces Fazire dijo a Nate de su deseo, su deseo por él, su deseo por
un héroe romántico que la amaría más que a nada en la tierra y pensaría
que era hermosa.
—Has estado cuidando a mi hija —declaró Nate con una voz tan
controlada, que tenía un borde letal.
Fazire chasqueó sus dedos otra vez y la habitación se llenó con una
voz, una voz que era dolorosamente familiar. La voz de Lily, pero joven, la
voz de una niña convirtiéndose en una mujer.
Nate se congeló ante las palabras sin cuerpo que parecieron danzar a
través del aire. No había grabadora ni altavoces, las palabras simplemente
colgaban en el aire, viniendo de la nada, de ningún lugar, pero estaban
alrededor de ellos.
—Tiene que ser alto, muy alto y moreno, de hombros anchos y caderas
estrechas.
—Y tiene que ser duro y frío y quizás algo prohibido, un poquito malo
con un corazón roto que tendría que reparar o uno cubierto de hielo que
tendría que derretir o mejor aún, ¡ambos!
Ante eso, Nate abrió los ojos y se echó a reír, esta vez sin amargura.
421
Se dejó caer de nuevo en el sofá y escuchó a una joven Lily
describiendo su deseo más profundo, su más sincero deseo.
A él.
—No te olvides de la parte de que tiene que amarme más que a nada
en la tierra.
—Sólo no olvides esas partes, son las más importantes —le recordó
Lily a su genio, su voz temblorosa y, Nate pensó, terrible e
inolvidablemente triste.
—No estamos nada cerca del final del siglo, Fazire —explicó Víctor.
Fazire asintió.
—Claro.
Entonces Nate agarró las llaves del auto y con largos pasos y sin
mirar hacia atrás, caminó hacia la puerta.
Esto no le sorprendió.
Y no hizo esto durante los últimos dos meses; lo hizo desde que se
conocieron.
Vio como cerró y abrió los ojos lentamente, como si esto estuviera
más allá de su comprensión.
—Era una adicta a las drogas, Lily —respondió Nate en voz baja,
entonces, antes de que pudiera reaccionar o poner sus escudos en su
lugar, continuó—. Su nombre era Deirdre.
—Deirdre.
—Cuando tenía once años, fui a trabajar para uno de los amantes de
Deirdre. Tenía un montón de ellos y aprendí temprano, porque ella no
quería ocultarlo, lo que tener un amante significaba en el sentido físico. —
Nate observó a Lily de nuevo morder su labio ante esta noticia, pero no
dudó y siguió—. Les robé a sus amantes también. A veces me atrapaban,
lo cual no era bueno, así que aprendí a evitarlos, ser invisible o lo
suficientemente rápido como para escapar de ellos. Si no lo hacía, ellos me
golpeaban. A veces, golpeaban Deirdre y trataba de detenerlos atrayendo
su atención a mí. Deirdre nunca trató de detenerlos.
427 —Tienes que saber —respondió Nate en silencio. Odiaba ver la mirada
en sus ojos, pero creía con todo lo que era que tenía razón, ella tenía que
saber.
—Era un criminal —le dijo Nate sin rodeos—. Desde que puedo
recordar, he robado, yo…
Nate siguió.
Luego continuó. Tenía que decirlo todo, sacarlo para que pudiera
tomar su decisión.
Lily miró.
—¿Por qué?
Pero Nate le estaba diciendo cosas a Lily que había escondido de todo
el mundo, todos sus secretos horribles, y Lily hablaba de pasteles.
Esto lo golpeó con el peso de una docena de yunques, sintió ese peso
y un retorcijón en su pecho cuando sintió el calor extenderse a través de
su vientre y su voz era áspera cuando él murmuró:
—Lily.
—Te amo, Lily, más que cualquier otra cosa sobre esta tierra.
Por un momento sólo lo miró, sus ojos muy abiertos y llenos con
preguntas. Luego él observó, fascinado, cuando brillaron con lágrimas.
Manteniendo sus ojos fijos en los del otro, Nate levantó su cabeza y
rozó sus labios contra los de ella.
—¿Todavía me amas?
—No lo sé, querida —contestó suavemente—, tal vez porque te dejé ir,
rompí mis promesas, no cuidé de ti, te hice rogar por…
Ella levantó una mano entre ellos y la agitó en el aire mientras decía:
—No es nada.
—Lily.
Su Lily.
Suya.
A él.
Nathaniel McAllister.
—Está bien.
Fue entonces cuando empezó a reír de nuevo pero ésta, también, fue
corta porque Lily se levantó en sus puntas, lanzó sus brazos alrededor de
su cuello y le dio un duro beso.
Sino porque él era, dijo ella, brillante. Él era fuerte y las personas lo
respetaban. La besó bien y ella mencionó algo acerca de gimnastas
haciendo volteretas y volteretas hacia atrás en su vientre pero no le
prestaba mucha atención ya que, en el momento que ella estaba
diciéndolo, su lengua estaba trazando las crestas de su estómago y se
encontró con que no podía concentrarse en sus palabras. Ella le dijo que
tenía una hermosa sonrisa. Le informó, para su sorpresa, que a sus
padres les habría gustado. Explicó que era un buen hijo de Laura y Victor.
Dijo que era bueno en el cuidado de ella cuando estaba enferma. Y
finalmente, terminó con el hecho de que la hacía sentir segura y era un
excelente padre.
Finalmente dijo:
—Fue feo y sucio pero no eras tú —respondió Lily en una voz vibrando
con sentimiento y registrándose tan bajo, que tuvo que inclinar su cabeza
436 más cerca para oír y lo que dijo a continuación lo sacudió tan
profundamente, que cualquier armadura restante que tuviera alrededor de
su corazón cayó lejos (aunque, no que quedaba mucha) y el hielo
rápidamente derritiéndose a su alrededor se hizo añicos—. Estoy
orgullosa. Estoy orgullosa de quién eras, de cómo sobreviviste y en lo que
te has convertido. Y estoy orgullosa de que fuiste una inspiración para que
Víctor viera que debían cambiar su vida para que tú, él y Laura pudieran
tener una mejor. Y estoy orgullosa de que me ames y de que hicimos
juntos a Tash.
Nate cerró sus ojos y contuvo el aliento. Por todo ello, había estado
temiendo este momento tanto. Tuvo una última admisión para hacer esa
noche.
—Lo hice con intención —continúo Nate, sintiendo que ella tenía que
saber y odiándose a sí mismo por hacerlo así como el hecho de que tenía
que decirle—. Quería unirte a mí, sabía cómo te sentías acerca de la
familia y pensé que dejarte embarazada significaría que nunca te
marcharías. No sabía que estabas embarazada cuando te fuiste pero hice
todo lo que pude cuando nosotros…
Y eso, Nate se dio cuenta con una profunda sensación de alivio, que
era todo.
Entonces la abrazó.
Luego, por primera vez en su vida, en paz consigo mismo, en paz con
su pasado, Nate durmió.
—Creo que hemos tenido toda la mala suerte que hay que tener —le
aseguró Nate.
—L
ily, la limosina está aquí —la llamó Maxine por las
escaleras.
Los ojos de Lily se movieron hacia las tres chicas con ella en la
habitación. Susan, Emily y Lorna eran sus dependientas de Flash and
Dazzle. La tienda estaba cerrada durante el día para que las muchachas
pudieran asistir a la boda y participar en los preparativos.
Susan eran genial con el pelo y por lo tanto se lo hizo a Lily el día de
su boda. Emily era genial con el maquillaje y por esa razón también estaba
ahí. Lorna no tenía ninguna habilidad especial, pero Lily no iba a dejar a
una de las chicas fuera y Lorna era el tipo de chica que no lo hubiera
permitido de todos modos.
Lily podría tener, teniendo en cuenta que tenía un poco más de siete
millones de libras en su cuenta bancaria, a los mejores estilistas y
maquilladores del Reino Unido en los preparativos de su boda, pero ¿qué
sería especial con eso?
—¡Exacto, exacto! —gritó Lorna fuerte y con tanta convicción que Lily
saltó y Lorna bebió el último sorbo de su copa de champaña.
Lily sintió que las lágrimas llenaban sus ojos por las dulces palabras
de Laura y Emily grito:
—¡No! ¡No llores! ¡Oh no! —le espeto a Lorna—. Tráeme mi bolsa de
maquillaje, ¡rápido!
Tash
Esto, pensó Tash, estaba bien teniendo en cuenta que su papá era
bueno en todo lo demás. Nadie, reconoció, podía ser bueno en
absolutamente todo.
Papá, descubrió Tash, ahora sabía que Fazire era un genio especial y
no le importaba. Tash sabía que no lo molestaría y pensó que le deberían
haber dicho hace mucho tiempo. Era el mejor papá siempre y dado que
Fazire era uno de la familia a pesar de que era un poco extraño, Tash
siempre supo que a su papá no le importaría.
Mami había hecho que usara un azul pálido, como el azul que papá
había usado en la antigua y ahora nueva habitación de mamá. Tash no
había sido feliz sobre el azul, quería rosa. Hasta que se había visto muy
linda con el vestido con volantes. Una vez que vio el vestido ya no le había
importado.
Tash miró a su padre. Se veía más guapo que nadie que jamás haya
visto en toda su vida. Y se acordó de todo lo que había visto, de todo, a
pesar de que nunca le había dicho a nadie. El vestía un traje oscuro con
una camisa color marfil y un bonito lazo del color exacto al vestido de
Tash.
—Hoy es un día feliz y una vez que se termine, ¿crees que seguirás
lastimado?
—Ya no quiero que estés lastimado —le dijo Tash en voz queda,
pensando que deberían regresar al tema dado que era uno importante.
Luego gritó:
—¡Yuupiiiiii!
444
Y luego tuvo el mejorisísimo, mejor regalo del día.
Maxine
—No creo que esto esté pasando. —Lily hervía de pie en su sala de
estar.
—No tengo que escuchar nada de lo que digan —espetó Lily y se giró
hacia Maxine—. Vámonos.
—Lily se va a casar con mi hijo. —La voz de Laura, que había sido
suave, ahora tenía un feroz temblor corriendo a través de ella—. Yo lidiaré
con Danielle y Jeffrey.
—No te dejaré sola con ellos. —La voz de Lily también tenía una vena
de acero corriendo a través de ella.
Luego, antes que Laura pudiera contestar, Lily se giró hacia Alistair.
Alistair continuó.
Jeffrey se movió hacia adelante y Lily dio un paso hacia atrás así que
se detuvo pero, desafortunadamente, habló.
Eso fue lo que pasó, Maxine lamentó decirlo. Eso fue cuando su
fuerza de voluntad se agotó —pero, también pudo haber sido por todo el
champagne que había consumido esa mañana, ella consumió mucha,
muchísima, le gusta el champagne. Por supuesto, si mirara hacia atrás,
lamentaría profundamente sus acciones, pero se salió de sus manos. A ella
le gustaba Laura y amaba a Lily y no podría haberse detenido a sí misma
incluso si lo intentara.
Lo cual no hizo.
Así que las dos, Maxine y Lily, reaccionaron para ponerle un alto a
esto.
Victor
—¿Estás en dónde?
Él no lo sabía.
—Lily y yo nos vamos a casar hoy —fue todo lo que dijo Nathaniel.
—Está bien.
451 Luego ella fue atrás a donde estaban las chicas de Lily.
—¿Te gustaría decirme qué está pasando? —dijo Fazire, con la cabeza
inclinada hacia atrás, mirando fijamente a Victor por debajo de su nariz,
Victor se movió hacia su singular amigo y cumplió su demanda. La cara de
Fazire se tornó purpura como su traje pero Victor lo ignoró y volteó hacia
la inquieta empleada del Registro Civil.
Entonces él ordenó:
Laura
Laura cerró los ojos con desesperación y luego los abrió para ver la
espalda del hombre enderezarse.
Sus ojos se abrieron de golpe y se encontraron con Lily quien reía con
fuerza, ruidosamente, su cuerpo empezando a sacudirse.
—No puedo… —susurró Lily y luego soltó una risa impropia de una
dama. Intentó controlarse y comenzó de nuevo—. No puedo creer que haya
luchado en el suelo de mi sala de estar en mi vestido de novia. —Luego se
arrojó contra el respaldo de la silla y se balanceó riendo.
—No, ella no lo es. Tengo una hija, sí, aún tengo una hija. Y ella está
sentada conmigo en esta habitación.
—Eso será todo. —La profunda voz de Nathaniel sonó con autoridad,
su mirada estaba todavía en las mujeres pero él hablaba con el oficial de
policía a su lado.
—Pero pensé… —comenzó Lily, con la cabeza echada hacia atrás para
mirarlo.
—Victor está lidiando con eso —la interrumpió Nate y sus ojos se
movieron hacia Laura—. Madre, la limusina está esperando para llevarlas
a ti y a Maxine al Registro Civil.
Nate
—Bien, por supuesto que no, no estabas allí. Tenías que verlo para
creerlo —explicó con una risita, subrayando sus palabras con entusiasmo
como lo había estado haciendo durante la última media hora—. Estaba
luchando en el suelo en mi vestido de novia —reiteró ella un fragmento de
su indignante historia que ya le había dicho, uno de los muchos
fragmentos que Nate encontró que detestaba más que nada.
—Absolutamente.
Le tomo un momento pero Nate registro que esta era la primera vez
que habían compartido risa. Ellos habían compartido muchos momentos
de diversión, sonrisas, muecas, la había hecho reír, ella lo había —mucho
más a menudo— hecho reír pero nunca habían compartido un momento
como este.
—Él lo hizo.
—Si no lo hizo…
460 —Así que —Lily cambió de tema—, ¿a dónde vamos en nuestra luna
de miel?
—No.
Se levantó y fue alrededor del auto cuando ella bajó del otro lado.
—Por favor, espérame para abrir tu puerta, Lily —pidió en voz baja
cuando llegó a ella.
—No.
—Nunca dije que quería que fuera sorpresa, Nate —declaró Lily, luego
amenazando—. No voy a entrar ahí hasta que me digas.
—Indiana.
—Quiero que veas esta propiedad que compré. Costó una fortuna. Las
personas que vivían allí no tenían ganas de mudarse. En fin, yo los
convencí. Es una casa de campo de piedra caliza con marcos de mármol en
las ventanas y un gran estanque en el patio delantero.
Lily contuvo el aliento y sus ojos se abrieron como platos. Luego él vio
como se llenaban con lágrimas y ella se apoyó en él. Llevó su mano a su
mejilla, ella susurro su nombre y sintió todo el amor en el mundo
arrastrarse sobre él en ese silencioso susurro.
Fazire
462
Fazire miraba.
—Pero ellos han estado esperando ocho años. —Escuchó Fazire decir
a Laura, su voz tan triste que puso a Fazire triste también o más triste de
lo que ya estaba. Estaba triste por Lily, por Nathaniel, por Tash, su
gloriosa Tash que lucía cabizbaja, incluso por Laura y Victor que querían
esto para su familia.
Pero Fazire todavía estaba triste, triste por él, triste de que estaba por
dejarlos, a su adorada Lily, a su bella Natasha y a este buen hombre que
había llegado a respetar.
—Niña-Lily —repitió Fazire, su voz más fuerte y Lily se giró hacia él,
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tomó una mirada y se desenredó de su amante furioso y se movió hacia
Fazire.
Oh, cómo los demás genios se reirían si alguna vez escuchaban eso.
—Úsalo.
Lily se giró hacia Fazire, con el rostro pálido y Fazire supo que ella
entendió.
—Míralos, Lily. Mira a Tash. Ella piensa que tu Nathaniel puede hacer
cualquier cosa. Piensa que Nathaniel tiene un diferente tipo de magia.
Darse cuenta de lo contrario, Niña-Lily, sabes que le rompería el corazón.
—Lily negó con la cabeza, esto lo hizo fervientemente, el miedo ahora
llenando su rostro y sus dedos en su brazo se apretaron como si nunca lo
dejaría ir—. Míralos —instó Fazire suavemente.
—Fazire —susurró ella y luego se acercó, luego más cerca, sus brazos
envolviéndose a su alrededor.
—Fazire, deseo estar casada con Nathaniel McAllister, hoy, justo aquí,
justo ahora, en el Registro Civil de Bath.
466
27
Lily
L
ily se sentó en un elegante sofá de espera, Tash descansando
pesadamente contra su costado, Maxine al otro lado
sosteniendo su mano.
La puerta se abrió y Nate salió con la chica del Registro Civil. Estaban
sonriendo, aunque eso no sorprendió a Lily.
Lily asintió y volvió la cabeza hacia Nate. Estaba sentado junto a ella,
pero parecía muy lejano. Como si sintiera sus pensamientos, su mano se
estiró y agarró la suya en un fuerte apretón tranquilizador.
Lily contuvo las lágrimas.
No hubo respuesta.
Espero que me puedas ver, que veas lo que has hecho. Pensó.
No cualquier hombre.
Detrás del genio de oro llegaron más genios, uno, dos, tres, una media
docena, dos docenas, cuatro docenas, todos en el mismo atuendo
extravagante, pero en diferentes, vibrantes, contrastantes y llamativos
colores.
Lily abrió la boca para responder, pero no tuvo que hacerlo, el rostro
de Nate pasó de alarmada duda a la comprensión. Lentamente, cerró los
ojos y la volvió contra su cuerpo fuerte. Dejó caer su frente a la de ella y
abrió los ojos.
Asintió y sintió las lágrimas venir de nuevo. Cómo una persona podía
llorar tanto en un solo día estaba más allá de Lily, pero era una prueba
viviente de que podía suceder.
No quería esperar, ella lo sabía. Por el amor de Dios, hace ocho años,
la dejó embarazada para así mantenerla a su lado. Lily, de todas las
personas, sabía que Nate no se detendría ante nada para conseguir lo que
471 quería. Visiones de él obligando al Secretario a casarlos a punta de pistola
aparecieron en su cabeza —eso, admitió, era un poquito dramático, pero
desde luego no quería que perdiera los estribos delante de Natasha.
—Hay tal cosa como genios. ¡Estás viendo a un millón de ellos! —gritó
Tash, finalmente perdiendo la paciencia.
—Mami, esa señora está loca. ¿Cómo puede decir que no hay…?
—Tash. —La voz de Nate era firme y la boca de la niña se cerró, sus
brazos se cruzaron en su pecho y un puchero de obediente-pero-aun-
rebelde se situó en su rostro. No solo había sacado la peculiar sonrisa de
472 Lily; también tenía su vena rebelde.
—Para juzgar el Premio al Deseo del Siglo, por supuesto. Esto… —El
Magnífico Gran Genio Número Uno hizo un gesto a su alrededor—, es el
consejo, más, emm… Unos cuantos genios quienes simplemente querían
verlos casarse. —Terminó un poco menos pomposamente, pero todavía en
el modo de declaración.
—No puedo evitarlo. ¡Oh, Nate! —Puso sus manos en los hombros de
él y se puso en puntillas para mirarlo a los ojos—. Desearía tanto que
Fazire estuviera aquí para ver esto. Hubiese reído y reído y…
—Fazire —El Magnífico Gran Genio Número Uno bajó la vista hacia
este—, levántate.
Fazire se enderezó y Lily tomó su mano. Los ojos del Genio de Oro
cayeron a sus manos unidas y se acercó a ellos con obvia desesperación y
luego sacudió la cabeza.
—Así será —decretó el Genio de Oro—. ¡Tus deseos, Gran Fazire, son
mis órdenes! —Levantó sus dedos y los chasqueó.
Y estaba hecho.
474 Lily levantó los brazos en el aire y gritó de alegría.
475 Ella rio de nuevo pero esta vez oyó a Nate unírsele con una suave risa.
476
E
l Rolls Royce se deslizó hasta detenerse fuera de la inmensa
librería en Oxford Street en Londres.
—Parece que vamos a estar aquí un rato, Jon —le dijo Nate a su hijo.
Nate sonrió.
Había estado en esta situación antes. Los libros de Lily eran muy
populares y ella les daba una gran cantidad de tiempo a sus lectores.
Siete años antes, Lily publicó una novela sobre una viuda de guerra,
su hija sin padre, el intenso pero cariñoso hombre con el que se casó, la
hija que vino del deseo de un genio y el romance de esa hija con un
hombre imposiblemente apuesto, pero duro, frío, prohibido cuyo corazón
tenía que enmendar, un romance lleno de pruebas y tribulaciones.
El primer éxito de ventas era casi siempre el favorito de los fans, sin
embargo, por lo general tenían las series de Lily, que consistían en libro
tras otro de amantes románticos y sus peligros, cada uno llenos de humor,
tocados con tristeza y siempre, había un genio.
—Por Dios, Tash. Derríbalo, ¿por qué no? —murmuró Jon junto a
Nate.
Tash salió de los brazos de Nate y empujó el hombro de su hermano.
—Cállate, Jon.
—Paren —dijo Nate en voz baja pero firme, y sus dos hijos, como lo
habían hecho durante años cuando su padre hablaba en ese tono,
inmediatamente obedecieron. Aunque, todo hay que decirlo, Tash lo hizo
con evidente renuencia y Jon lo hizo con arrogancia extrema, una
arrogancia que Lily afirmaba que recibió de Nate, pontificando, a veces en
gran longitud, de la prevalencia de la crianza sobre la naturaleza.
Jon era un apuesto muchacho, alto, delgado, fuerte, con el pelo y los
ojos marrón oscuro. Era inteligente, no tan inteligente como Tash pero era
inteligente en la calle, agudo como una tachuela y un principiante rápido.
Fazire y Jon tenían una relación que rivalizaba incluso con la que el
genio tenía con Tash. Por otra parte, Fazire amaba a cualquiera que Lily
amara. Incluso, Nate se dio cuenta hace algún tiempo, al propio Nate.
Fazire pisoteó hasta Nate y sus hijos pero, como siempre, dirigió su
mirada a Nate.
—No quiero pastel —anunció Fazire en voz alta y todos los ojos que no
habían vuelto hacia Nate, y visto, él estaba acostumbrado a las mujeres
que estaban en la fila de firma de libros de Lily mirándolo, de nuevo, hace
tiempo que la mayoría de las mujeres lo miraban fijamente, giraron por el
anuncio de Fazire y el genio termino—. Necesito pastel.
—¡Niños! Están haciendo una escena —declaró Fazire aún más fuerte,
haciendo su propia escena.
—¿Sí?
—Te amo.
Fin
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Kristen Ashley
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Nació en Gary, Indiana, Estados Unidos. Casi mató a su madre y a si
misma al nacer, ya que tenía enredado el cordón umbilical alrededor del
cuello. Ha vivido en Denver, Detroit, Colorado, entre otras ciudades.
Auto publica sus libros entre los que se encuentran las series:
Unfinished Hero
Rock Chick
Dream Man
Colorado Mountain
The ‘Burg
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