You are on page 1of 485

1

Índice
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
2 Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Sobre la autora
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene
costo alguno.

Es una traducción hecha por fans y para fans.

Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus


redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.

3
Sinopsis
C uando Lily Jacobs nació, heredó a Fazire, un genio. Su familia
tenía tres deseos y solo habían usado uno, por lo que Fazire
estaba atrapado en el mundo humano. Esto funcionó ya que él
se había vuelto un miembro más de la familia.

Pero incluso con un genio, la joven vida de Lily no fue perfecta. Para
escaparse de los chicos haciéndola miserable en la escuela, se enterró en
las novelas románticas. Hasta que un día, cuando los chicos se burlaron
de ella, Lily pidió un deseo:

—Un día, desearía encontrar un hombre como el de mis libros. Tiene


que amarme, más que a nada en el mundo. Lo más importante de todo,
tiene que pensar que soy hermosa. Tiene que ser alto, apuesto, viril, feroz,
inteligente, rico y trabajador. Tiene que ser duro y frío, y quizás un poco
4 malo con un corazón roto que tendría que reparar o uno cubierto de hielo
que tendría que derretir, o mejor aún… ¡ambos! No te olvides que tiene que
amarme más que a nada en la tierra… y aparte, ¡que piense que soy
hermosa!

Nathaniel McAllister tuvo una vida llena de drogas, crimen y


abandono. Estuvo haciendo recados para un gánster antes de ser
adolescente, y a pesar de que la vida y el trabajo duro lo condujeron a la
riqueza y la respetabilidad, siempre supo, profundamente, que estaba
sucio. Cuando Nate conoció a Lily, supo que no era bueno para ella, pero
Nate tampoco era rival para la atracción dulce e inocente de Lily.

Lamentablemente, el deseo de Lily también incluyó que tenían que


pasar por pruebas y tribulaciones para poner a prueba su amor. Y Fazire
no solamente era un muy buen genio sino que amaba a Lily, así que le dio
exactamente lo que quería.
5
Parte I
1
Sarah, Fazire y Rebecca
Abril de 1943

S arah leyó el telegrama en su mano otra vez y suspiró.

Sólo se permitiría un suspiro. No tenía sentido


preocuparse por lo que no sabía. No todavía, de todos modos.
Eso es lo que Jim le diría. Tenía suficiente por lo que
preocuparse hoy. Se permitiría preocuparse por ello mañana. O
tal vez al día siguiente. O tal vez (lo que esperaba) no había nada de qué
preocuparse en absoluto.

Caminó por la casa que Jim le había construido con sus propias
6 manos, bueno, la mayor parte de todos modos. Una dulce, un poco llena
de rincones, casa de piedra caliza de Indiana rodeada por diez bellamente
exuberantes hectáreas. Justo en el patio delantero había un gran estanque.
Cada ventana, a pesar de que la casa estaba muy lejos de ser lo
suficientemente grande para quedarle bien, era de losas de mármol. Jim
había querido que ella tuviera algo espectacular y elaborado. La única
parte en la que pudo darse el lujo de hacerla elaborada con el sueldo de un
maestro eran esas losas de mármol italiano, y maldición, él las consiguió
para ella.

Entró en la habitación del fondo, se acercó a la cuna y se quedó


mirando a Rebecca que estaba tomando su siesta de la tarde. Sus labios
de bebé se fruncieron en un ceño dulce como si ella también supiera el
contenido del telegrama.

Sarah sintió que las lágrimas se arrastraban insidiosamente hasta su


garganta y se las tragó con determinación.
A Jim no le gustaría si lloraba.

Se preocuparía de eso mañana.

Tal vez.

Mayo de 1943

El paquete llegó y estaba tan maltratado que Sarah estuvo segura de


que lo que sea que llevara estaría roto y sería inútil.

Esto la molestó muchísimo porque era de parte de Jim.

Sarah pensó que la llegada de este paquete era una buena señal,
aunque la carta que había escrito era de hace meses y meses, semanas
antes de que su avión hubiera sido derribado sobre Alemania y él
desapareciera. Todavía no sabían dónde estaba, si sobrevivió y fue
capturado o si estaba luchando para encontrar un camino a casa o si...
algo más.

Para su sorpresa, el artículo en el paquete estaba sano y salvo, una


7
bonita botella de aspecto frágil, hecha de un color uva arremolinado y
vidrio turquesa. Era elegante, elaborada y espectacular. Tenía una base
completa, un tallo delgado que daba lugar a una gran burbuja que entraba
en otro tallo delgado y hasta otra, burbuja más pequeña luego un esbelto
cuello en la parte superior del cual había un extraordinario tapón retorcido.

Era hermosa.

Jim escribió una carta que iba con la botella y le dijo que la encontró
en un mercado en algún lugar de Londres y pensó que simplemente tenía
que tenerla.

Jim, como siempre, tenía razón.

A Sarah encantó.

Sin embargo, podría haber sido la pieza más espantosa de bric-a-


Brac1 en la tierra y a Sarah todavía le habría encantado.

La puso, en el lugar de honor, en el mueble del comedor.

Cada vez que limpiaba, desempolvaba cuidadosamente la hermosa,


exótica, botella frágil.

Y pensaba en Jim.

Y esperaba que estuviera bien y que pronto, viniera a casa.

Diciembre de 1945

La guerra había terminado y muchos de los chicos estaban en casa.

No Jim.

Sarah esperó, pero no hubo noticias.

Llamaba por teléfono, todavía sin noticias.

Ella escribió y no hubo noticias.


8
Visitó la oficina de guerra.

Sin noticias.

Jim, temía, había desaparecido.

Lloraba mientras desempolvaba la botella, su último regalo para ella,


la última cosa que él tocó y que ella también tocaría. Sarah había perdido
peso, sus ojos estaban hundidos en su cabeza y ojeras profundas se
habían trasladado para quedarse bajo ellos.

Rebecca, de tres años, jugaba en el suelo del comedor mientras a


ciegas y no tan cuidadosamente como siempre, Sarah desempolvaba la
botella. La frotó frenéticamente, tal vez un poco enojada, casi como si
quisiera quitar el color de ella.

1 Bric-a-Brac: Objetos pequeños, usualmente ornamentales, valiosos por su antigüedad,


rareza, originalidad, o asociación sentimental.
El trapo del polvo cayó de su mano y no se dio cuenta. Seguía
frotando la botella con sus manos, sus dedos, frotando, frotando,
frotándola. Pensó un poco histéricamente que simplemente podría frotarla
por siempre.

El tapón se cayó y ni siquiera se dio cuenta.

Rebecca, viendo el bonito tapón, tambaleándose, lo agarró y de


inmediato lo puso en su boca.

Pero Sarah no se percató de su hija, ella siguió frotando.

Y luego dejó de frotar porque en un gran puf de humo color uva y


turquesa que salió disparado del cuello de la botella, se había moldeado
una forma.

La forma era un hombre gordo y de aspecto jovial, vestido con un fez


uva con una pequeña, borla turquesa en la parte superior. Tenía un
extravagante traje turquesa y uva con un bolero uva bordado y pantalón
turquesa ondulante. Los pantalones terminaban en zapatos púrpura que
tenían pequeños rizos en las puntas de los pies. Tenía largas bandas de
oro fijas en sus muñecas que subían por sus antebrazos, fuertemente
incrustadas con piedras preciosas azules y púrpuras y gruesos aros de oro
colgaban de sus orejas. Tenía una mata de pelo negro azabache y una
9 barba de chivo negra azabache que apuntaba con arrogancia desde su
barbilla. Tenía brillantes ojos marrones inclinados hacia arriba en las
esquinas y parecía que estaban delineados con lápiz de ojos negro.

Flotaba en el aire, los brazos y las piernas cruzadas, y la miraba


desde su sitio cerca de sesenta centímetros por debajo del techo.

Sarah pensó que finalmente se había vuelto loca. Tal vez, debió
haberse preocupado por Jim en el minuto que vino ese horrible telegrama.
Tal vez, debió haber dejado de desear, esperar y pensar que todo iba a
estar bien para Jim, para Rebecca y, por último, para Sarah. Tal vez, debió
haber aceptado la pérdida de su querido Jim, estar sola, dormir sola,
comer sola y criar a una niña por su propia cuenta, soltera, con el salario
de un maestro. Tal vez, ya que no lo hizo, todo se apoderó de ella a través
de los años y la volvió loca.

Porque sólo las mujeres locas veían hombres flotando en su comedor


llevando fez, zapatos rizados y barba.
—Usted, mi señora, tiene tres deseos —dijo el hombre.

La boca de Sarah cayó abierta y si hubiera estado mirando, se habría


dado cuenta de que Rebecca lo hizo también y el tapón cayó de la boca
infantil de Becky y rodó, sin ser visto, bajo el gabinete.

—¿Quién eres? —susurró Sarah.

—Soy Fazire. Soy un genio. Y estoy aquí para concederte tres deseos
—afirmó grandiosamente y, más bien, pomposamente.

Sarah miró fijamente. Luego cerró los ojos y negó con la cabeza
mientras murmuraba para sí:

—Me he vuelto loca.

—No se ha vuelto loca. Soy un genio. Estoy aquí…

—¡Escuché lo que dijiste! —espetó Sarah al genio asombrado, luego se


inclinó y levantó a su niña del suelo y sostuvo a Becky protectoramente
contra su cuerpo tembloroso. Retrocedió lentamente, susurrando—: Vete.

—Soy Faz… eh, ¿qué? —empezó a decir con su voz exagerada de genio
pero tartamudeó deteniéndose por sus palabras. Nadie le había dicho
alguna vez que se fuera.
10 Nunca.

Por lo general, estaban muy felices de verlo y eran bastante rápidos


con sus deseos. Gran riqueza que él podía hacer, en un chasquido,
literalmente. Larga vida, un poco más difícil, y la vida eterna no se le
permitía en el Código del Genio. Venganza, no le gustaba hacer eso, pero
un deseo era un deseo. Y así.

Pero nunca nadie le había dicho que se fuera.

Jamás.

Y nunca nadie le había gritado.

A menos, claro, que desearan algo tonto y se volviera contra ellos,


pero eso no era culpa de Fazire.

Lo intentó de nuevo.

—Tienes tres deseos. Tus deseos son mis órdenes.


Ella todavía estaba retrocediendo. Y parpadeando. Mucho. Cada vez
que ella cerraba los ojos y luego los volvía a abrir, parecía que se
sorprendía al verlo.

Entonces salió corriendo de la habitación.

Él flotó tras ella, repitiendo una y otra vez las muchas declaraciones
de introducción que le habían enseñado en la Escuela de Entrenamiento
de Genios. Lo estaba ignorando. Tanto así que, horas más tarde, ella
empacó sus maletas, llevó a la linda niña con ella, se metió en su auto y se
marchó.

Dos días después

Sarah se acercó con cautela a su bonita casa de piedra caliza. Parecía


tranquila y normal.

Ella y Rebecca se habían quedado con su madre. Sarah había


despotricado, e incluso, de alguna manera para su horror, pero no pudo
evitarlo, blasfemado.
11
Luego había llorado, un día y una noche completos.

Y luego había dormido mientras su madre se ocupaba de su hija.

Y ahora estaba en casa.

Y su corazón estaba roto.

Porque sabía que Jim nunca estaría en casa.

Y decidió que si Hitler no estaba muerto ya, lo cazaría por sí misma y


retorcería su tonto y pequeño cuello.

Invadir Polonia, ¿qué clase de idea tonta fue esa? ¿No sabía el
problema que causaría? Tantas vidas, destruidas. Familias enteras,
desaparecidas.

Y Jim, el vital, fuerte, alto, inteligente y maravilloso Jim. Él nunca


jugaría de nuevo tenis como estaba haciendo la primera vez que lo vio.
Nunca cambiaría de nuevo el suelo rico y oscuro en el jardín. Nunca le
ofrecería uno de sus deliciosos tomates de Indiana. Nunca la sostendría en
sus brazos. Nunca posaría sus ojos en su hermosa hija.

Tenía que culpar a alguien así que culpaba a Hitler. Era, por
supuesto, el culpable de muchas cosas y Sarah estaba feliz por su religión
(aunque había maldecido a Dios sólo el día anterior). Estaba feliz por ella
porque su religión significaba que podía visualizar, felizmente, a Hitler
extendido sobre un pozo de carbón, girando en un asador, asándose en
agonía por la eternidad.

Independientemente de sus pensamientos vengativos, Sarah todavía


estaba cansada, inmensamente triste y siempre y para siempre rota, tal
era su amor por Jim.

Pero, pensó, ya no estaba tan loca como para ver genios flotando en
su casa.

Apenas abrió la puerta y entró con su hija en el interior, cuando el


genio flotó hacia adelante y algo malhumorado gritó:

—¿Dónde has estado?

Ella se sobresaltó y luego se volvió para ir directamente hacia la


puerta de nuevo.
12
—¡No, no te vayas! Sólo dame tus tres deseos, luego voy a concederlos
y volver a la botella. —Ella vaciló y el genio siguió—. Así es cómo funciona.
Vuelvo a la botella. Pones el tapón y luego me regalas, o vendes… o lo que
sea. Sólo no puede ser a un miembro de tu familia de sangre o a un amigo
y no puedes decir a nadie lo que hace la botella. Tengo que ir a alguien que
no conozcas y no pueden saber lo que hago. Y nunca puedes decirle a
nadie que estuve aquí o mil maldiciones caerán en tu línea de sangre para
siempre. Esas son las reglas.

Sarah nunca había pensado que los genios tendrían reglas. Nunca
había pensado que existían los genios en absoluto.

No, sacudió la cabeza, todavía no pensaba que los genios existieran


en absoluto.

Fazire la observó y se dio cuenta de que todavía no iba a creer en él.

Cansado, porque por lo general su tarea le llevaba cerca de cinco


minutos, no días (las personas sabían exactamente qué desear y no
perdían el tiempo en conseguirlo), dijo:

—Sólo desea algo, te voy a mostrar lo que puedo hacer.

Sarah no lo dudó.

—Quiero a Jim de vuelta.

El cuerpo de Fazire levitó hacia abajo unos sesenta centímetros al ver


el crudo dolor en su rostro.

Por arte de magia, por supuesto, sabía exactamente lo que ella


deseaba y sacudió la cabeza.

Eso, por desgracia, así como la paz mundial y la erradicación de toda


enfermedad, pobreza, ignorancia, fanatismo (que también era simplemente
ignorancia), peste, plagas, bla, bla, bla, no podía hacerlo.

Esas eran las reglas. Las Grandes Reglas en el Código del Genio que
nadie rompía.

El Jim que podría traer de vuelta, si rompía las reglas, no sería el tipo
de Jim que ella realmente quería de vuelta.

—¡Quiero a Jim de vuelta! —gritó cuando Fazire no respondió—.


13 ¡Deseo que mi Jim regrese! Eso es lo que deseo. Eso es todo lo que deseo…
que Jim regrese.

Después de que ella le gritara, su voz mitad dolor, mitad un grito


apasionado, se desplomó en el suelo y acunó a su niña en sus brazos,
meciéndola de un lado a otro cuando los labios de la linda y pequeña niña
comenzaron a temblar de miedo ante el ataque de nervios de su madre.

Fazire se encontró flotando más abajo del piso (no le gustaba flotar
bajo y hacía años desde que sus pies tocaron la tierra en realidad, la sola
idea le hizo estremecerse de asco). Aun así, algo en ella obligó a Fazire a
acercarse.

—Mujer, no puedo hacer lo que me pides, tu Jim se ha ido —le dijo


suavemente—. No lo puedo traer de vuelta. Debes desear otra cosa.

Ella sacudió la cabeza en silencio.

—¿Fama, tal vez?


Más meneos de cabeza.

—¿Riquezas más allá de tus sueños más salvajes?

Aún sacudió su cabeza.

—¿Buena salud? —intentó Fazire.

Ella se limitó a sacudir la cabeza, todavía sosteniendo a su hija


cuidadosamente y meciéndola hacia atrás y hacia adelante.

—Sólo quiero a Jim. —Su voz salió rota y Fazire estaba confundido.
No se había encontrado con este tipo de humano antes. Por lo general, sólo
veía los codiciosos o los que se volvían codiciosos, avariciosos y odiosos en
el momento en que se daban cuenta de que podían tener cualquier cosa
que desearan.

Esta era una experiencia completamente nueva para Fazire.

No sabía qué hacer. Pensó en volver a su botella y canalizar al


Magnífico Gran Genio Número Uno para preguntar, en lugar de eso, Fazire
siguió sus instintos.

Y, a medida que los años pasaron, hubo muchas veces cuando pensó
que lamentaría esto, pero en realidad, fue lo mejor que nunca hizo en su
14 muy larga vida de genio.

Él extendió la mano y acarició su lindo cabello blanco-dorado.

Nunca había tocado a un ser humano en sus cientos y cientos de


años.

Para su completa sorpresa, ella giró la cara en su mano y frotó su


mejilla contra su palma.

—Lo extraño —susurró.

—Lo sé —susurró él en respuesta, a pesar de que no sabía porque


nunca había extrañado a nadie, pero podía notarlo por el horrible tono de
su voz.

—Voy a darle mis deseos a Rebecca —dijo en voz baja.

Fazire se echó hacia atrás unos centímetros y miró fijamente a la niña


pequeña.
—¡Pero apenas puede hablar! —objetó Fazire.

Sarah se puso de pie, dejó a la niña gatear en alguna dirección


infantil con alguna desconocida intención infantil en mente mientras, con
horror, Fazire la observó marcharse.

Entonces Sarah se enderezó, cuadró los hombros y miró a Fazire.

—Bueno, creo que vas a estar por aquí por un tiempo —dijo en voz
baja.

Julio, muchos años después

Fazire estaba tomando el sol en el patio delantero sosteniendo el


espejo de tres paneles con respaldo de cartón, que Sarah consiguió para él,
bajo su barbilla para tener acceso doble de sol en su rostro. Los rayos de
oro centelleaban felizmente fuera del estanque y hacía más calor que las
bisagras del infierno y Fazire sabía que esto era cierto. Había tenido un
amigo que visitó a uno de sus amos en el infierno y le había descrito el
calor excesivo a Fazire durante una canalización, y el calor húmedo de
15 Indiana en julio sonaba exactamente como lo que describió su amigo.

Él había estado allí años y ni Sarah ni Becky habían utilizado un solo


deseo, ni habían mostrado ningún signo de hacerlo.

Al principio, la mayoría de sus amigos genios pensaron que esto era


hilarante, Fazire estando atrapado con una familia en un pequeño pueblo
agrícola en Indiana, de todos los lugares, y se burlaron de él.

Fazire, caminando sobre el suelo como los simples mortales.

Fazire, vestido con ropa de verdad como los humanos hacían.

Fazire, comiendo muffins de arándanos y pastel de fresas al igual que


las personas.

Fazire, consiguiendo una media llena de golosinas en época navideña.

Fazire, llevando a su joven Rebecca en el autobús a los juegos de


béisbol (A Fazire le gustaba… no, amaba el béisbol y Becky absolutamente
vivía por ello).

Entonces Fazire les explicacó cómo sabían los muffins de arándanos


caseros, recién salidos del horno y untados en mantequilla de verdad.
También entró en gran detalle acerca de lo que recibió en su media. Y
podría deshacerse en elogios sobre un grand slam home run2 por más de
quince minutos.

Cuando les contaba estas historias, sus amigos genios se ponían un


poco más tranquilos cuando se burlaban. Luego se ponían celosos.
Entonces se sentían cómodos y no podían esperar a que Fazire canalizara
para contarles lo que estaba planeando.

Y Fazire siempre estaba tramando algo, por lo general con Becky.

Fazire se inclinó a su izquierda y tomó la toalla húmeda, el vaso


transpirando de dulce Kool-Aid, con sabor a uva, su bebida humana
favorita, hay que aclarar que en el verano; le encantaba el chocolate
caliente de Becky con esponjosos malvaviscos fundidos en la cumbre
cuando era invierno. Sorbió un gran trago del vaso frío y divisó a Becky
caminando hacia él.

Ella era redonda y jovial, al igual que él, y muy alta. También era
encantadora con bonitos ojos verdes y el cabello blanco-dorado de su
16 madre. Fazire, aunque no lo admitiría en voz alta a nadie, genio o humano,
pensaba en ella un poco como su hija. Él había ayudado a criarla a su
manera, si meterla en problemas y persuadirla a hacer cosas traviesas la
criaba, lo que Fazire prefería pensar que hacía.

Ahora ella era fotógrafa a tiempo parcial (había ganado algunos


premios e incluso le había enseñado a Fazire cómo tomar fotos) y estaba
casada con Will Jacobs que pensaba que el sol salía y se ponía en ella.

A Fazire le agradaba Will. Éste se había mudado con ellos en lugar de


alejar a Becky de ellos y Fazire aprobaba esto. Descubrió que le gustaba
mucho tener un montón de gente alrededor de la casa y un montón de
conversación y más comida en la mesa. Will era un poco intenso, pero sólo
de la mejor manera. Amaba profundamente, pensaba más y se preocupaba
más por las personas que, bueno, casi más de lo que Sarah y Becky
hacían. También podía guardar bastante rencor así que Fazire trataba de
permanecer en su lado bueno.

2 Término utilizado en béisbol, un home run con las tres bases llenas.
Y sabía lo que era Fazire y no le importaba ni un poco.

Y, por último, le gustaba el béisbol.

Sí, Will estaba bien en el Libro de Fazire y Fazire, de hecho, tenía un


libro.

Becky saludó a Fazire y luego se desplomó en el césped al lado de él.


Iba descalza y llevaba un bonito vestido. Sonrió con esa sonrisa peculiar y
dulce, que casi te quitaba el aliento. A ella también le gustaba el sol, al
igual que a Fazire, y solía pasar horas fuera en los veranos asándose.

—Buen día, señora Becky —saludó Fazire con descaro.

—Deja de llamarme así —dijo ella, pero no de una manera


desagradable. De hecho, tenía una sonrisa en su voz. Él sólo la llamaba así
porque le molestaba y ella era muy fácil de molestar. Y a veces, cuando ella
estaba harta de ser molestada, la hacía sonreír o reír e incluso el mejor
deseo hecho de Fazire era nada comparado a una de las sonrisas o risas
de Becky.

Ella era su señora y él trataba de explicarle esto tan a menudo, que


perdió la cuenta.

—Te estás volviendo marrón —observó ella, bajando la mirada al


17 cuerpo bien bronceado, aceitoso y muy redondeado de Fazire expuesto por
el traje de baño.

—¿Quieres ir a nadar? —preguntó esperanzado. Él y Becky habían ido


a nadar en el estanque más veces de las que podía recordar. Y hoy, un día
tan caluroso, sentía que era la idea perfecta.

Ella se puso de lado y sacudió la cabeza. Él se dio cuenta por primera


vez que algo estaba en su mente.

Arrojó a un lado su espejo reflejante de sol y se puso de costado


también.

Cuando Becky tenía algo en mente, Fazire siempre estaba allí para
escuchar.

No dijo una palabra. Él sólo esperó.

—Fazire… —empezó y luego apartó la mirada—. Tengo miedo incluso


de preguntar —susurró.
—Puedes preguntar cualquier cosa, Becky. —Y era verdad. Él no
sabía mucho y ella lo comprendió hace años, teniendo en cuenta que era
muy inteligente, se dio cuenta de que él pasó la mayor parte de su
existencia viviendo en una botella de dos pisos, pero él haría todo lo
posible.

Ella asintió y lo miró de nuevo, sus ojos verdes cálidos pero, de hecho,
asustados.

—Will y yo hemos estado tratando de tener un bebé durante años.

—Lo sé. —Fazire asintió sabiamente, había hablado con él acerca de


esto antes. Ella habló con Sarah de ello también. Había intentado e
intentado tener un bebé, pero cada vez que lo intentaba, lo perdía. A veces
esto era doloroso, a veces sangraba. Mucho. A veces, no, en realidad cada
vez, era muy aterrador para Will, Sarah y Fazire.

La pérdida de un bebé siempre la entristecía y era peor y peor cada


vez.

—Quiero tener un bebé —dijo apurada, casi como si tuviera miedo de


las palabras, miedo de la esperanza, de desear—. No voy a ser codiciosa,
sólo uno. No me importa si es un niño o una niña. Ni siquiera tiene que
ser perfecto, simplemente alguien a quien amar, alguien que Will y yo
18 hagamos, alguien…

Fazire siguió callado.

Todos estos años…

—¿Estás pidiendo un deseo, Becky?

Ella lo miró con cuidado, en silencio, luego asintió.

No podía creerlo, después de todos estos muchos, muchos años. Era


mayor que la mayoría de las mujeres que tenían bebés en estos días, pero
este, este era un deseo que podía conceder.

Él le sonrió y extendió la mano y tocó su vientre.

La miró directamente a los ojos y dijo:

—Tus deseos son órdenes para mí.


Pero Fazire no hizo exactamente lo que dijo.

Él la hizo perfecta.

La hizo brillante, divertida y muy, muy talentosa.

La hizo dulce, atenta y muy, muy comprensiva.

La hizo generosa, amable y muy, muy cariñosa.

Decidió no hacerla hermosa, al menos no al principio, porque ella


debía conocer la humildad y no crecer con presunción.

Aunque, se convertiría en una belleza, una espléndida belleza


incomparable.

Sólo que… después.

19
2
Fazire y Lily
Octubre, muchos más años después

F azire observó a Lily empujar su bicicleta a través del sendero que


estaba inundado con los vibrantes colores del otoño que tanto le
gustaban en Indiana.

Él fruncía el ceño y lo hacía porque veía que Lily estaba triste.

No le gustaba que Lily estuviera triste pero ella lo estaba la mayor


parte del tiempo en estos días.

Ella nunca solía estar triste.


20
Era muy amada, tan amada, que en el minuto en que nació (bueno,
un par de horas más tarde, porque afortunadamente Fazire no había
estado presente en el nacimiento, había escuchado historias sobre eso y
sintió que su ausencia fue un deseo concedido a él), Becky le había dado
sus dos últimos deseos a su nueva hija.

Lily era muy inteligente, caminó antes de que lo hicieran otros bebés,
habló antes que los demás. Después, aprendió a leer antes de que lo
hicieran los otros niños. Ahora estaba dos grados por delante de los otros
niños en la escuela, era muy inteligente.

Y era sumamente vivaz, feliz, sonriente y amorosa. Un abrazo de Lily y


todo tu mundo se volvía dorado. Ella daba los mejores abrazos.

Y el minuto que pudo encadenar tres palabras juntas, comenzó a


contar historias. Y eran siempre las mejores historias… siempre.

Si hablaba sobre algo que realmente sucedió, podría hacer que el


acontecimiento más mundano fuera entretenido. Pero era incluso mejor
cuando inventaba historias desde cero, ésas eran absolutamente lo mejor
de lo mejor.

Y era divertida. Podía hacer que incluso la anciana Kravitz riera y la


anciana Kravitz nunca reía.

Todo el mundo amaba a Lily, incluso la anciana Kravitz.

Hubo una gran cantidad de amor. Lily era, simplemente, perfecta.

Excepto…

Fazire tuvo que admitir que había cometido un pequeñito, pequeño


error cuando curó la matriz de Becky y la hizo fértil y determinó el deseo
que sería Lily.

Tendría que haberla hecho convertirse hermosa un poco más rápido.

O, por lo menos, bonita.

Él utilizó la excusa ante sí mismo de que no lo sabía.

Había sido creado por el Divino como un genio en plena madurez.


Entonces había ido a la Escuela de Entrenamiento de Genios en donde
tenías que prestar atención porque si no lo hacías y estropeabas un deseo
21 o no seguías el Código del Genio, bien, no soportaba pensar en las
consecuencias.

Fazire nunca había ido a la escuela humana. No sabía lo crueles que


los niños podían ser.

Y Lily, aunque no era fea, era simple. Y siendo tan inteligente hacía
que los otros niños pensaran que era extraña. Y se reían de ella.

Sarah, Becky y Will se preocuparon por Lily. Bueno, Sarah y Becky lo


hacían, esto hizo que Will se volviera más loco que los Dickens3 (ésta, una
frase Sarah le había enseñado y Fazire todavía no sabía cuáles “eran los
dickens” pero se imaginó que era bastante malo por la forma en la que lo
dijo Sarah).

A medida que fueron pasando los años de escuela, más veces Lily

3Dickens: es un eufemismo para palabras como “diablo” o “Infierno”. La frase traducida


sería “Más loco que el demonio”.
llegaría a casa como lo hizo hoy.

Triste.

Él se ocultó mientras ella entraba en la casa (como lo hacía la


mayoría de los días) y la observó disimuladamente robar las tres barras de
caramelo Baby Ruth (nombradas así por uno de los héroes de Fazire, Babe
Ruth, gran jugador del béisbol que estaba casi tan redondo como Fazire).

Ella recogió su siempre presente libro (otro de un centenar de novelas


de romance que sabía que ella leyó) y volvió a salir de la casa. Fazire la
miró caminar por el inclinado césped para esconderse en los árboles en el
fondo junto a la curva del carril cubierto con grava.

Él sabía exactamente lo que ella haría. Comería las barras de


caramelo. Podría incluso robar algunas más. Entonces tendría una gran
cena y un postre. También, tal vez, robaría algo más para comer antes de
que se fuera a la cama.

A Fazire le gustaba su comida pero a Lily no. Ella no comía porque le


gustara, comía porque… bueno, Fazire no sabía por qué.

Y Lily se estaba volviendo rechoncha. No se estaba volviendo más


rechoncha, ella estaba más que rellenita.

22 Y leía esos libros como, bien, él sabía el porqué porque Becky le dijo.
Eran su escape.

De alguna manera, Fazire sabía, que esto era todo debido a los niños
en la escuela.

Ahora era la primera vez que él deseaba que una de sus dueñas
pidiera venganza. Si alguna vez oía a uno de los niños diciéndole cosas
crueles a ella como lo que Will le dijo a Fazire que probablemente estaban
diciendo, puede ser que cumpliera un deseo para sí mismo (lo cual estaba
prohibido en el Código del Genio) y al diablo las consecuencias.

Estúpidos, ignorantes, niños celosos.

Esperó hasta que ella comió las barras de caramelo y ocultó las
envolturas como sabía que hacía, entonces caminó para unirse a ella.

Estaba sentada en una cama de secas hojas caídas de colores rojo,


marrón, amarillo y anaranjado, algunas incluso tenían cuatro colores, en
una sola hoja. Su espalda estaba recargado contra el tronco de un árbol.
Su rubia blanca cabeza estaba inclinada sobre su novela romántica.

Pero no estaba leyendo, estaba llorando.

—¿Qué sucede, Lily? —preguntó en voz baja Fazire.

Ella saltó y lo miró fijamente, las lágrimas brillando húmedas en su


rostro.

—¡Fazire! —Intentó ocultarlo detrás de su sonrisa pero era inestable.


La había visto poner su máscara de falsa felicidad cientos de veces pero él
la atrapó antes de que pudiera ponerla firmemente en su lugar.

—No intentes esconderte de mí, niña Lily. Es Fazire con quien estás
hablando. Lo sé todo —afirmó pomposamente con su mejor voz de genio-
de-una-botella.

Para su sorpresa, ella no hizo una broma u otro intento de ocultarlo.


Estalló en incontrolables, temblorosas lágrimas de niña de catorce años de
edad.

—Oh, Fah… Fah… Fazire. Fue horrible.

Sin dudarlo, se sentó al lado de ella en las hojas (oh, sus amigos
23 genios simplemente estarían aterrorizados de él poniendo su trasero más
grande en la tierra de los genios en una cama de hojas muertas), tiró de
ella en sus brazos y la dejó llorar.

—Háblame sobre eso Lily. Sácalo. Tu abuela me dijo que no quería


hablar de su Jim desaparecido en la guerra y debió haberlo hecho
inmediatamente cuando supo lo que sucedió. No lo guardes, mi amor. ¡Sé
sobre todo lo que se guarda!

Ella se rió un poco y sacudió la cabeza, consiguiendo ponerse bajo


control.

—Es una tontería, Fazire. —Intentó ser valiente pero no tuvo éxito—.
Simplemente, un muchacho en la escuela dijo algo sobre mí… sobre,
bueno, sobre mí siendo gorda. —Se estremeció un poco y continuó
mirando la tierra.

—¡Tú no estás gorda! —exclamó Fazire indignado aunque, no era


exactamente cierto, ella estaba más allá de rechoncha pero nunca la
describiría como gorda.

Sus ojos se movieron a los suyos y su boca hizo algunos movimientos


divertidos, como si no supiera si reír o llorar.

—Estoy gorda, Fazire —dijo en voz baja, y luego sacó los envoltorios
de dulces Baby Ruth del bolsillo de sus vaqueros y se los mostró.

—Ay, pequeña Lily —regañó e hizo un poco de magia de genio, magia


que le era permitida, a nadie le gustaba la basura, ni siquiera a los genios,
y con un chasquido de dedos las envolturas se habían esfumado.

Ella le observó la mano. Sabía que él era un genio, pero siempre era
un poco sorprendente confrontar la magia, incluso aunque ya lo hubiese
visto una docena de veces.

—¿Quieres usar uno de tus deseos para que así pueda hacerle algo a
ese chico? ¿Ponerle cuernos y una cola? ¿Hacerlo tan grande como un
dirigible? —preguntó Fazire esperanzado.

Negó con la cabeza, definitivamente su boca se estaba moviendo del


modo de esa sonrisa peculiar que había heredado de su madre.

Sus ojos, siempre habían sido bonitos sin importar lo que los demás
dijeran (eran azul pálido en el interior del iris, y oscuros, ahumados, azul
24 medianoche en los bordes) se volvieron reflexivos. Fazire creía que sus ojos
eran sorprendentes y encantadores, y Will juraba que venían de su lado de
la familia, aunque a Fazire le gustaba tomar la mayor parte del crédito por
todo lo que era Lily, sólo que no se lo decía a Will. Ahora observó dentro
sus extraordinarios ojos y esperó.

—Quiero pedir un deseo —susurró.

Fazire estaba sorprendido.

¡Dos deseos!

Si pedía un deseo sería el segundo usado, dejándola sólo con uno.

Lo que significaba, que si utilizaba el último tendría que desaparecer.

—Lily, piensa en ello, encanto. Piensa en ello antes de desperdiciar


uno de tus deseos en un estúpido chico —advirtió sabiamente Fazire,
aunque parecía que lo dijo sólo para él.
Ella seguía mirándolo a los ojos.

—El chico que me llamó gorda hoy, me gustaba. Me refiero a que me


gustaba de verdad. Es el más guapo de la escuela. El más popular. El… —
Se detuvo y por algún motivo, recogió su novela romántica que luego se
acercó al pecho como un escudo que podría protegerla del mal.

Fazire había leído mucho desde que se convirtió en un genio de


alguna manera humano. Sin embargo, nunca había leído una novela
romántica. Prefería a Louis L’Amour.

—Fazire, deseo… —empezó.

—Pequeña Lily… —interrumpió, pero era como si no lo escuchara,


pues siguió hablando.

—Un día, me gustaría encontrar un hombre como los de mis libros.


Tiene que ser igual que en uno de mis libros. Y tiene que amarme, más
que a nada en el mundo. Lo más importante de todo, tiene que pensar que
soy hermosa.

—Lily, tengo que decirte algo. —Fazire iba a decirle sobre el deseo de
Becky y su error, y así dejarla vislumbrar algo, dejarla vislumbrar algo de
la incomparable belleza en que se convertiría.

25 Sobre todo, tenía que detener su deseo ahora. No quería que lo


gastara en una idea tonta. Quería que fuera especial, perfecto, que hiciera
mejor su mundo, como el que había hecho con el de Becky y Will y,
también, de él.

Pero una vez más, no le escuchó. Sus ojos brillaban y estaban fijos en
los suyos.

—Tiene que ser alto, muy alto y moreno, de hombros anchos y


caderas estrechas.

Fazire la miró. Ni siquiera sabía qué significaba “caderas estrechas”.

—Y tiene que ser apuesto, increíblemente apuesto, imposiblemente


apuesto con una fuerte mandíbula cuadrada y pómulos marcados, piel
bronceada y hermosos ojos con exuberantes pestañas gruesas. Tiene que
ser listo y adinerado, pero muy trabajador. Tiene que ser viril, feroz,
despiadado y rudo.
Se estaba aprovechando. No creía que existiera tal cosa como
imposiblemente apuesto. O cómo podrían ser unos pómulos marcados,
Fazire no lo sabía. Incluso estaba pensando que tendría que buscar “viril”
en el diccionario que Sarah le había dado.

—Y tiene que ser duro y frío y quizá algo prohibido, un poquito malo
con un corazón roto que tendría que reparar o uno cubierto de hielo que
tendría que derretir o mejor aún… ¡Ambos!

Fazire pensó que esto se estaba poniendo un poco ridículo. Era el


deseo más complicado que había oído jamás.

Pero aún no había acabado.

—Tendremos que pasar por algunas pruebas y tribulaciones. Algo que


ponga a prueba nuestro amor, que lo haga fuerte y digno. Y… y… él tiene
que ser atrevido y muy masculino. Poderoso. Que la gente le deba respeto,
tal vez que le teman. Debe tener gracia y ser ágil, como un… ¡como un gato!
O un león. O algo por el estilo.

Estaba perdiendo el ritmo y Fazire tuvo que admitir que estaba


agradecido por ello.

—Y tiene que ser un buen amante —dijo Lily conmocionando a


Fazire—. El mejor, uno muy bueno, que casi pueda hacerme el amor con
26
sólo usar sus ojos.

Fazire sintió que se ruborizaba. Tal vez debería echarle un vistazo a


esos libros que estaba leyendo y mostrárselos a Becky. Lily era una chica
muy lista, afilada como una tachuela (otro de los dichos de Sarah, aunque
Fazire no podía imaginarse que una tachuela fuese jamás tan inteligente
como Lily) pero era demasiado joven para estar leyendo acerca de
cualquier hombre que hiciera el amor con los ojos. Fazire nunca había
hecho el amor, jamás, los genios simplemente no lo hacían. Pero estaba
bastante seguro de que las chicas de catorce años no deberían estar
pensando en ello.

Aunque, estaba equivocado en eso, o al menos Becky se lo diría más


tarde.

Entonces Fazire se percató de que había dejado de hablar.

—¿Eso es todo? —preguntó.


Ella pensó un poco, por supuesto no quería dejar nada fuera.

Entonces, asintió.

—¿Segura de que quieres que este sea tu deseo? —preguntó Fazire.

Lo observó directamente a los ojos. Su mirada era sombría y directa.

Entonces volvió a asentir.

—Muy bien —dijo Fazire en un suspiro.

Abrió la boca para hablar, pero ella levantó su mano para detenerlo,
dejándola descansar en su brazo.

—No te olvides de la parte de que tiene que amarme más que a nada
en la tierra.

Asintió en reconocimiento.

—¡Y! —exclamó, apretando su brazo para dar énfasis—. La parte de


que piense que soy hermosa.

—Lily, serás hermosa, ya lo eres.

Su barbilla tembló y él supo que estaba a punto de llorar.

27 —Sólo no olvides esas partes, son las más importantes —le recordó,
con voz temblorosa y, pensó Fazire, terriblemente, inolvidablemente triste.

Su mano cubrió la de ella en su brazo.

—No voy a olvidar nada de eso.

Entonces Fazire levantó la mano, la puso sobre la cabeza de ella y dijo


en voz baja:

—Lily, querida, tus deseos son órdenes para mí.


3
Fazire y Lily
Ocho años más tarde, Lily tenía ahora
veintidós…

E ra, sencillamente, el peor momento de su vida entera de genio.

Y como Fazire había vivido milenios eso era decir mucho.

Pensó que lo peor fue cuando Sarah falleció hace dos años.

Fazire nunca había conocido a nadie que haya muerto y había


conocido a Sarah durante décadas. Ella fue su compañera de cuarto, su
28
protectora, su amiga.

Había tenido un buen y largo tiempo con Sarah y tuvo la suerte de


tenerlo. Él lo sabía.

Eso no lo hacía extrañarla menos.

Ella era amable con él, se hizo cargo de él incluso con su sueldo de
maestra. Lo mantuvo alimentado, vestido, feliz y colmado de boletos de
béisbol y bronceador. Sarah nunca, jamás, a pesar de que era su derecho,
pidió una sola cosa de Fazire en todos sus años. Sólo le dio y le dio y le dio.

La primera y única humana que cualquier genio en toda la Historia de


la Raza de los Genios había tenido como ama pero no había pedido un solo
deseo.

Sarah, en La Tierra de los Genios, era una leyenda como Fazire pensó
que muy bien debía ser.
Había por lo menos, antes de morir, visto la belleza escandalosa en la
que Lily se había convertido, la ahora perfección bien redondeada que era
simplemente Lily. Socializando por todo el mundo, o por lo menos en
Inglaterra, donde ella fue a la universidad y luego decidió quedarse.
Volviéndose sofisticada y cosmopolita pero nunca perdiendo sus raíces, el
encanto y espíritu de una chica de Indiana.

El cabello de oro blanco de Lily había cambiado. Todavía era de oro


con hebras de blanco pero también, excepcionalmente, tenía mechones de
rubio rojizo, así como de cobre. Y sólo para hacerlo un poco más
interesante, no es que pudiera ser mucho más interesante, aquí y allá
había hebras de color caoba.

Había sido galardonada con una beca para ir a estudiar en algún


lugar llamado “Oxford” en Inglaterra después de que ganó algunos
concursos de escritura, creando magníficas historias que parecía que todo
el mundo quería leer.

Una vez en Inglaterra, se volvió más interesada en lo que ella llamaba


“senderos” y andar por ahí en catedrales, castillos y todos los museos en
Londres (y unas cuantas tiendas de feria) y escribir más de sus
maravillosas y entretenidas historias, que en comer. Ella estaba ocupada,
ocupada, ocupada y su peso se evaporó.
29 Alta, como su madre, su padre y su abuelo antes que ella, incluso
aunque Fazire apenas había visto fotos del guapo y delgado Jim, Fazire
sabía que él era alto, Lily era curvilínea con una cintura muy pequeña y
una figura de reloj de arena preciosa.

Había madurado en su cara simple. Su piel siempre fue impecable,


pero una vez que la grasa de bebé se fue, su inteligencia y humor la
arreglaron con extraordinaria elegancia y belleza.

Y ahora, con esos ojos milagrosos, bueno…

Era, sencillamente, impresionante.

Lily era el orgullo de todos ellos, Sarah, Becky, Will y Fazire.

Y ella no tenía la menor idea. Ninguna en absoluto.

Lily se miraba al espejo y veía a la vieja Lily, no la belleza en la que se


había convertido.
Así que Fazire realmente había hecho su trabajo, ella definitivamente
tuvo humildad y ni la más pequeña pizca de vanidad.

Pero ahora Lily parecía vencida y él estaba muy seguro de que este
era el peor momento de toda la vida humana de ella también.

Estaba enferma cada mañana, podía oírla vomitando en el baño y él


iba, al igual que lo hizo cuando ella era una niña y tenía gripe o uno de
sus terribles dolores de cabeza que le daban tanto dolor que se ponía
violentamente enferma. Luego acariciaba su espalda y sostenía su largo,
grueso y glorioso cabello.

Fazire entendía por qué estaba enferma, tenía el corazón dolido por la
pérdida de sus padres tan cerca después de la de su abuela.

Un accidente de avión. Un horrible y espantoso accidente de avión.


Ellos ni siquiera recuperaron los cuerpos.

Un día, Becky y Will estaban en Hawái para unas merecidas


vacaciones. Estaban tomando un viaje de un día a otra isla en un pequeño
avión bimotor (esto, Fazire no podía imaginarlo, un avión, pensó, siempre
necesitaba mucho más que dos motores).

Al día siguiente, se habían ido.

30 Fazire había tenido que usar el teléfono para llamar a Lily en


Inglaterra. Él sabía cómo usarlo, por supuesto, no había estado viviendo
como un humano durante años y no aprendido cómo pedir una pizza. Pero
había tomado mucho tiempo para seguir su rastro. Ella tenía algún trabajo
en una tienda y compró una casa destartalada en alguna ciudad costera
en Somerset llamada Clevedon a lo que ella llamaba “nada de dinero en
absoluto” la cual, dijo Will, daba testimonio a lo deteriorada que estaba.
Una casa que ella estaba decidida a restaurar a toda su belleza victoriana.

Llamada tras llamada, ella no respondió y Fazire finalmente decidió


que no estaba en su morada destartalada.

Se había graduado de Oxford y declaró que no podía dejar Inglaterra.


A ella le encantaba allí. Fazire podía ver por qué en las fotos que envió a
casa. Se veía hermosa.

Sin embargo, Fazire lo odiaba. Se llevó a Lily y él la quería en casa.

Y ahora ella estaba en casa, aunque él nunca la hubiera querido en


casa de esta manera.

Después de ponerse en contacto con una de las amigas que Becky


tenía en su libreta de direcciones, una mujer llamada Maxine, Fazire había
finalmente encontrado a Lily. Maxine dijo que estaba alojándose en algún
lugar de Londres y dio a Fazire el número.

Lily había contestado el teléfono y había estado tan emocionada de


contarle algo, su voz simplemente goteando de felicidad. Él no podía
soportarlo, el sonido de su voz feliz mientras él llevaba su terrible noticia.
La había cortado antes de que pudiera juntar tres palabras y le dijo sus
noticias sombrías.

Ella había, por supuesto, tomado el primer vuelo a casa.

Se sentó junto a él en el funeral, vestida con un traje negro muy


elegante que parecía a la moda y sofisticado y toda la gente a su alrededor
no sabía qué hacer con ella. Ella no era mucho la Lily que se había ido a
los dieciséis años para ir a Oxford. Era como una princesa moderna,
elegante, hermosa, refinada e intocable.

Se mantuvo de manera regia que puso a Fazire tan orgulloso de


tenerla en su brazo que casi apartó su amarga tristeza por la pérdida de su
Becky y Will.
31
Lily era muy valiente y amable con la gente, asintió y sonrió. Después
del servicio, regresaron a la casa de piedra caliza de Sarah, que era ahora
de Lily y ella interpretó a la anfitriona muy bien, haciendo a la gente
sentirse cómoda y en casa, a pesar de que Fazire sabía, por su piel pálida
y ojos hundidos, que estaba exhausta.

Había tanta comida, estaba en todas partes y por primera vez en su


vida no comió un bocado. Tampoco Lily.

Todo el mundo conocía a Fazire, había estado alrededor por décadas y,


por supuesto, no había envejecido un solo día. Pensaron que era extraño
pero asumieron que era de algún país extranjero y muchos de ellos nunca
dejaron el Medio Oeste así que, ¿qué sabían ellos acerca de cómo
envejecían los extranjeros? Así lo habían aceptado. Siendo un genio y por
lo tanto, superior a los simples mortales, él no se mezclaba con ellos muy
a menudo, y ahora lo hizo sólo como su deber a Becky y Will y, por
supuesto, a Lily. Ayudó a Lily a interpretar al anfitrión y amable figura de
tío (“tío” era el término que Sarah usó para explicar su presencia en la
familia y a Fazire le gustaba, siempre lo había hecho).

Finalmente, horas después de lo que él pensaba que era apropiado, el


último de ellos se fue y Fazire había limpiado con un chasquido de sus
dedos porque sabía que Lily estaba demasiado agotada para hacerlo. La
acostó y le acarició el pelo hasta que se durmió.

—¿Fazire? —susurró justo antes de que caer en tierra de los sueños.

—¿Sí, mi preciosa?

Cuando ella respondió, seguía susurrando pero su voz tenía una


tristeza profunda que marcó el corazón de Fazire.

—Nunca voy a desear mi último deseo por lo que te quedarás conmigo


para siempre.

Por primera vez en su vida, sintió las lágrimas pinchar sus ojos y tal
vez finalmente entendió un poco de lo que estaba sintiendo Sarah cuando
la conoció.

—Está bien por mí —susurró Fazire, pero su agotamiento ya la había


entregado al sueño.

Los próximos días se levantó y se puso inmediatamente enferma. Por


32 otra parte, en cualquier momento que el teléfono sonó, su rostro se
iluminó con una extraña mezcla de esperanza y alivio y corría hacia él.
Pero siempre estaba claro que no era quien Lily esperaba que fuera, sólo
un amigo o familiar que deseaba dar su condolencia o preguntar cómo
estaba. Su cara caía dramáticamente, como si la persona que llamaba le
hubiera dicho que el mundo estaba a punto de llegar a su fin.

Los días se volvieron semanas y el apresurarse al teléfono de Lily se


hizo más desesperado. Ella también hacía llamadas tranquilas una y otra
vez, pero, de cualquier manera, la hacía aún más desolada.

Fazire se encontró preocupado.

Ni Lily ni Fazire hicieron algo para averiguar qué hacer a continuación.


Ninguno de ellos había ido ni a la habitación de Becky y Will, no podían
hacerle frente. Y había muchas pertenencias de Sarah todavía allí que
debían ser ordenadas.

Lily le había dicho que no quería volver a Indiana y él, bueno, nunca
había estado en un avión. Tampoco quiso después de la horrible
desaparición de Becky y Will, no es que él pudiera morir, pero ella sí
podría. Podía y lo hizo (muy a menudo, sobre todo con el fin de canalizar
sus amigos genios), volver a su botella y viajar de esa manera. Pero
después de que tuvieran esta breve conversación, ningún plan surgió.

Algo más inquietaba a Lily, algo que tenía que ver con el teléfono y
sus náuseas tempranas que todavía venían todos los días.

Finalmente, no pudo soportarlo más. Ella había estado en casa


durante un mes y ambos fueron a la deriva a través de la casa, Lily leía la
mayoría de las veces, Fazire se preocupaba.

Esta simplemente no era Lily.

Ella siempre había tenido un propósito, mantener su cuarto ordenado,


ayudar en las tareas domésticas, conseguir su tarea hecha a tiempo,
impulsada a presentar sus escritos para las competiciones, ayudar con la
cocina. Era muy buena cocinera, pero por otra parte, era muy buena en
todo, Fazire la hizo de esa manera. Era una buena chica de Indiana
educada, amable, y trabajadora.

Ahora estaba cansada todo el tiempo, aún más irritable que Fazire (y
Fazire era el rey del mal humor, al menos así era como Becky lo había
33 llamado), de mal genio y completamente desmotivada.

Este nuevo comportamiento, Fazire pensó, no podía ser.

Alguien tenía que cuidar de él después de todo. Él no podía esperar a


que lo hicieran.

Decidió que era hora de enfrentarse a ella. Sabía que todavía tenía
que estar sufriendo por sus padres, al igual que él, pero no podía
continuar así para siempre. Ella ya no estaba escribiendo.

—Lily, tenemos que hablar —anunció Fazire un día que la había


encontrado leyendo de nuevo.

Había decidido flotar durante la conversación. Lo hacía en ocasiones


como práctica. También lo hacía cuando tenía la intención de poner a
alguien en su lugar, como la iba a poner a Lily ahora. Sabía que ella
estaba de duelo, pero la vida tenía que seguir adelante. Sarah había dicho
eso después de haber llegado a un acuerdo con la pérdida de Jim, y Becky
lo había dicho después de perder a Sarah por lo que, teniendo en cuenta
que Fazire pensaba que Sarah y Becky eran los seres humanos más
inteligentes, se imaginó que debía ser verdad. Y se dio cuenta
sorprendentemente, que él era la única familia que le quedaba a ella. No
había nadie más para sacarla del estado en que se encontraba.

Solo él.

—Fazire, estoy en medio de una parte buena —murmuró


distraídamente sin siquiera mirarlo y haciendo girar un mechón de pelo
alrededor de su dedo como lo había hecho mientras leía o veía televisión
desde que era una niña.

Él utilizó su magia para tirar el libro fuera de sus manos, levitó el


marcador que estaba en la mesa, lo pegó en el lugar del libro y luego voló
el libro por la habitación y lo fijó bien lejos de ella.

Ella se levantó de golpe del sofá.

—¡Fazire!

—Tienes que decirme lo que está pasando —exigió en su mejor voz de


mando-genio.

—Estaba leyendo —respondió ella, siendo deliberadamente obtusa, en


su elegante rostro se estableció una mirada descontenta con encanto que
34 no, en absoluto, funcionó en él (habría funcionado en Will, su padre era un
blandengue cuando concernía a Lily).

—No me refiero ahora, quiero decir contigo.

Una sombra cruzó sus ojos. Una sombra que era sólo una parte de
perder a sus padres en un accidente de avión hace seis semanas.

—Lily —continuó—, no sé si te das cuenta de esto, pero me tengo que


quedar en este mundo y no es mi mundo. Puesto que no vas a utilizar el
deseo, entonces no puedo ir a otra persona. Ni siquiera quiero. Pero
mientras tanto, dependo de ti para cuidar de mí. No puedo flotar alrededor
de esta casa viéndote leer tus libros y girar tu pelo para siempre. Tenemos
que tener un plan y ya que no sé nada de ustedes los mortales, tú vas a
tener que hacer el plan.

—Sabes mucho más de lo que revelas —acusó.

Él fue al grano (otro de los dichos de Sarah que Fazire utilizaba pero
no entendía).

—De hecho, lo hago, pequeña Lily, sería prudente recordar eso. ¿Qué
te preocupa?

Su hermoso rostro se cerró con rebeldía. Fazire había olvidado que


ella podía ser en lo más mínimo rebelde y más que un poco obstinada.
Fazire no le dio eso, eso lo recibió de su madre y su padre.

Él floto más cerca.

—Lily, dime.

—Yo… yo, Fazire, no sé lo que está pasando. Se suponía que debía


llamar. Tuve que salir tan rápido y le escribí una nota, le di mi número de
aquí, le dije lo que pasó, le dije a su hermano lo que pasó para que él
pudiera decirle y no ha llamado. —Dejó de mirar a Fazire y se quedó
mirando el piso—. No puedo creer que no haya llamado, no después de lo
que he explicado que les pasó a mis padres. Y le he llamado y el número
no está funcionando. Sé que es el número correcto pero ha sido
desconectado. Llamé a su oficina, pero él no está regresando mis llamadas
—terminó, hablando como para sí misma.

—¿Quién? —preguntó Fazire

35 Sus increíbles ojos azules se levantaron y había un mundo de


preocupación y daño en ellos.

Luego dijo:

—Nate.

—Dime, ¿quién, es Nate?

Ella jugueteó con sus manos, dejando caer su cabeza para mirar a
sus uñas.

—¿Te acuerdas de mi deseo? — preguntó.

¿Cómo podría olvidar alguna vez el deseo más complicado de la


historia?

—Sí —respondió Fazire.

Sus ojos se alzaron de nuevo y en ellos había algo que hizo que el
corazón de genio de Fazire latiera un poco más rápido.
—Bueno, se hizo realidad. Su nombre es Nathaniel McAllister y él es
el hombre más maravilloso jamás. Y, creo que… Fazire, estoy bastante
segura de que voy a tener a su bebé.

Fazire inmediatamente dejó de levitar y cayó pesadamente al suelo.

Entonces gritó:

—¿Qué?

Lily sacudió la cabeza y se mordió el labio antes de decir:

—Fue… no lo sé. No puedo pensar con claridad. Todo sucedió tan


rápido. Un segundo yo estaba, bueno, en Londres haciendo mis cosas
normales de Londres. Yendo a museos, comprando un poco…

Fazire dudaba de que “comprara un poco”. Lily podría comprar como


Jackie Robinson, el beisbolista, podía robar una base.

Ella siguió hablando.

—Lo siguiente que supe es que iba a cenas de lujo, él me llevaba a


restaurantes románticos y paseos a medianoche en el parque e hicimos el
amor una y otra y otra vez y fue tan, fue… —se inclinó hacia delante, sus
ojos se iluminaron antes de que le susurrara fervientemente—,
36 espectacular. Alucinante. Ni siquiera lo puedes imaginar.

Fazire intentó de nuevo flotar pero sólo pudo alcanzar un metro del
suelo. Esto se debió principalmente a que la mayor parte de su
concentración se iba en evitar que sus oídos se quemaran y, posiblemente,
sangraran de que su niña Lily hablara de hacer el amor alucinantemente.

—Entonces mamá y papá… —Ella no pudo terminar. Ambos todavía


no podían hablar de ello.

—Él no ha llamado —terminó Fazire por ella.

—No.

—¿Él ha llamado, tal vez, a tu cosita, como se llamaba? —intentó


Fazire.

—¿Mi qué?

—Lo que graba voces en el teléfono.


—¿Mi contestador automático?

—Sí, eso.

—Oí mis mensajes, ninguno era de él. No sabe mi número de todos


modos. Siempre estuve en Londres con él, nunca me tuvo que llamar por
teléfono y no estoy en la lista.

Fazire pensó por un rato. Él era, aunque fuera de práctica, muy


bueno en lo que hacía. A veces los genios podrían pasar años y años sin
que su botella se frotara así que sabía que podría haber retrasos mágicos y
cualquier buen genio estaba bien preparado para ellos. Fazire, si lo creía,
era muy, muy bueno con sus deseos.

Y se había asegurado absolutamente de que el de Lily fuera el mejor


de todos.

Algo más debía estar pasando con esto… Nate.

Fazire miró a su ama y tomó una decisión.

Decisión hecha, declaró:

—Entonces, tenemos que ir a buscarlo.

37

Fazire subió por la escalera corta a la hermosa casa blanca que Lily le
dijo era algo que se llamaba “georgiano”. Tenía contraventanas negras y en
cada ventana jardineras tan llenas de sorprendentes rojos geranios, que no
se podía decir donde una flor acababa y la otra comenzaba. Cada caja
arrastraba hiedra verde. Había lujosas cercas de hierro forjado enfrente de
cada casa, todas pintadas de un brillante, negro perfecto.

Todas las casas se veían exactamente iguales. Era casi como si


tuvieran un pacto que todo en la calle tendría los mismos colores y
geranios con hiedra arrastrándose por lo que la calle se veía ordenada y
esplendorosa.

Fazire tenía muchas ganas de odiar este lugar llamado Inglaterra y


estaba bastante seguro de que realmente odiaría Londres pues, aunque
Jim había encontrado su botella en un mercado en Londres, Fazire vino de
un bazar en Marruecos y nunca fue liberado en Europa. Pero a pesar de
que algo de Londres era bastante chocante, ocupado, sucio y lleno de
graffitis, esta calle era bastante bonita.

Durante su aterrador viaje en avión (ni Lily ni Fazire pasaron un buen


momento en el avión después de lo que pasó con Becky y Will, y tenía
mucho más de dos motores), Lily le dijo que personas que vivían en esta
casa conocían a su Nate, un hombre y mujer llamados Victor y Laura. Dijo
que eran buenas personas, amables, cariñosos y que la cuidaron después
de que Nate le había salvado la vida. O bien, había subestimado la historia
cuando Fazire se quedó mudo ante la idea de que su vida estuviera en
peligro, y explicó que este Nate la salvó y a su bolso de un carterista.

Lily estaba nerviosa, podía verla temblar y se quedó dos pasos detrás
de ella. Estaba seguro de que todo iba a estar bien. Nate había llegado a
ella a través de la voluntad de Fazire así que por supuesto que iba a estar
bien.

Llamó, usando el aro que pasaba por la cara de la nariz de un león de


bronce. Fazire pensó que era peculiar, nunca había visto un león con un
aro a través de su nariz, pero pensó que mencionaría ese chisme tal vez
más tarde como una práctica de apertura en una conversación futura con
el Nate de Lily.

Una mujer de pelo oscuro abrió la puerta. Fazire se sorprendió de que


38 fuera joven, no mucho mayor que Lily. Ella también estaba llorando, con el
rostro bañado en lágrimas y moteado de rojo por la fuerza de su emoción.
Fazire pensó que podría haber sido linda sin la cara llena de lágrimas, pero
luego decidió que no cuando miró a Lily y su rostro se contorsionó con
repugnancia y sus ojos se llenaron de odio.

—Oh, hola, Danielle, yo… —Lily hizo una pausa y luego preguntó—:
¿Estás bien?

Lily dejó de hablar y Fazire oyó que su voz era preocupada mientras
perdía la noción de su búsqueda y preguntaba por la chica que la miraba
con tanto veneno. Fazire quiso agarrar a Lily pero se quedó dónde estaba
con el fin de dejarla hacer lo que tenía que hacer.

—No, no estoy bien —espetó la chica—. ¿Qué estás haciendo aquí,


Lily?

Fazire se encontró pensando que estas personas que vivían aquí no


eran muy amables y atentas del todo.
Lily vaciló, de alguna manera no se sorprendió por la reacción de la
mujer, entonces continuó:

—Esto es un poco embarazoso, pero tuve que dejar la ciudad


inesperadamente y ahora que estoy de vuelta, fui a casa de Nate y su
portero dice que no vive allí. Sólo estaba…

La mujer no permitió que terminara, su cara cambió a lo que parecía


un tanto socarrona y cruel para Fazire pero perdió esos pensamientos con
las siguientes palabras que dijo.

—Nate está muerto —les informó Danielle con frialdad.

Entonces, sin más preámbulos, cerró la puerta directo en la cara de


Lily.

Lily se quedó mirando la puerta, congelada en el lugar.

Fazire se encontraba detrás de ella, igualmente congelado.

Y luego, después de lo que pareció una eternidad (y Fazire había


vivido muchas de ellas, así que sabía exactamente cómo se sentían), poco
a poco se giró y se detuvo y simplemente lo miró, el poco color había
desaparecido de su rostro.

39 Hace dos años había perdido a su querida abuela. Hace apenas dos
meses había perdido a sus padres. Ahora su nuevo novio amado, el héroe
romántico que se suponía iba a animarla, y el sonido de su encuentro y el
cortejo ciertamente lo hizo, y amarla más que nada, estaba muerto.

Ella tenía veintidós años, embarazada, solamente con un genio al que


llamar familia.

Y la expresión de su rostro mostraba cada parte de ese dolor y agonía.

Fazire ascendió los dos últimos pasos y puso cuidadosamente su


brazo alrededor de sus frágiles hombros tensos.

—Vamos a casa —murmuró a su pequeña Lily.

Ella no se movió. De hecho, parecía clavada en el suelo.

Entonces susurró:

—Pero Fazire, ¿dónde es casa?


No tenía respuesta para eso, porque no lo sabía.

Entonces se le ocurrió.

—Dondequiera que la hagamos, mi preciosa.

40
41
Parte II
4
Nathaniel

N o había genios en la vida de Nathaniel McAllister.

El padre de Nathaniel murió antes de que él naciera.


Una pelea a cuchillo en una reyerta de bar que había
comenzado a causa del mal carácter de su padre y su
afición por los puñetazos, y terminó con él en un charco de
su propia sangre.

No es que la madre de Nathaniel, Deirdre, habría sabido que era su


padre. Podría haber sido uno de los tres, tal vez incluso cuatro, candidatos.
Ella lo descubrió de una manera confusa a medida que él crecía y
observaba a su hijo y tenía algún recuerdo de esa noche de borrachera,
42
alimentada por la droga con su alto, delgado, musculoso y de buen aspecto
padre.

Sin genios o un padre que no estuviera ebrio o incapacitado debido a


las drogas todo el tiempo, Nathaniel aprendió pronto cómo cuidar de sí
mismo. Su madre estaba normalmente durmiendo la mona cuando debería
levantarlo, limpiarlo y darle de comer. El instinto de supervivencia le
enseñó a hacer las tareas más básicas y nunca podía recordar una vez en
la que no hacía todas esas cosas por sí mismo. De hecho, una gran parte
del tiempo tenía que robar del bolso de su madre o, algo más peligroso, de
la cartera de su amante, para ir al quiosco y comprarse un poco de leche y
comida. Si su madre no tenía dinero o no había un amante alrededor, que
a menudo era este caso, pero por suerte, dependiendo de cómo lo vieras,
no el anterior, a veces tenía que robar la leche y la comida del quiosco. Sin
embargo, aprendió rápidamente a escoger los más alejados de casa.

Nathaniel McAllister aprendió todo rápidamente.


Sin embargo, su madre lo metió en la escuela y le gustaba. Era
inteligente, muy inteligente. Lo sabía porque los profesores se lo decían.
Incluso el director lo llevó a su oficina para tener lo que el jefe llamaba
“una charla”. Ellos trataron de decírselo a su madre. Nathaniel, dijeron,
debería ir a escuelas especiales. Él era mucho, mucho más brillante que la
mayoría de los niños, mucho más avanzado, tal vez incluso un genio.
Nathaniel recordaba todo, absolutamente todo, y sólo necesitaba que se lo
dijeran o mostraran una vez y ya lo sabía de memoria. Dijeron que era
extraordinario. Lo llamaban “superdotado”.

Deirdre no tenía dinero para las escuelas especiales para su hijo y


ningún interés en su hijo en absoluto, superdotado o no. Así que no hubo
escuelas especiales para Nathaniel. No hubo nada especial para Nathaniel.

Así que, obligado a aprender como un niño normal no superdotado,


Nathaniel se aburría y se volvió inquieto. Los profesores intentaron ayudar
pero no había mucho que pudieran hacer. No faltaba a la escuela, no al
principio, eso vino después. Estar en la escuela era mejor que estar en la
calle y sin duda mejor que estar en casa.

Deirdre era una belleza bastante singular y se mantuvo así mucho


más tiempo de lo que otras lo hubieran hecho, sin importar el alcohol y las
drogas que vertía, tragaba, fumaba, inhalaba o inyectaba en su cuerpo.
Podría no haber cuidado de sus pulmones, fosas nasales, venas e hígado,
43
pero se preocupaba de su apariencia. También tenía la ventaja de su
buena, fuerte sangre escocesa. Atraía a hombres como un imán y los
utilizaba lo mejor que podía por cualquier cantidad de dinero, comida,
pastillas, bebida o cualquier otra cosa que pudiera sacarles. Les permitía
utilizarla, degradarla, abusarla, intimidarla y golpearla, mientras estas
cosas estuvieran disponibles en tanta abundancia como fuera posible.
También les permitía intimidar a su hijo, que, después de un tiempo, se
hartó y aprendió a esquivar los puños ágilmente y, más tarde, defenderse
hábilmente con los suyos propios.

Por último, cuando Nathaniel tenía once años, se consiguió a sí


misma un hombre que se quedó un tiempo. Este hombre se llamaba Scott.
Se quedaba sobre todo porque le gustaba Nathaniel o Nate, como él lo
llamaba. Scott era el tipo de hombre que reconoció la promesa en el chico
y pensaba que estaba destinado a hacer grandes cosas. O el tipo de
grandes cosas que ocurrían en el mundo de Scott.

Scott no estaba equivocado, o al menos, no del todo.


Le dio a Nate “trabajos“. Trabajos en los que le pagaba a Nate por
hacer cosas incluso hasta veinte libras.

Por lo general, sólo era llevar paquetes y dejarlos en lugares o con


personas. Esto pasaba todo el tiempo a la luz del día, incluso durante las
horas de escuela, o la oscuridad de la noche. A pesar de que un adulto en
su sano juicio, a pesar de que Nate conocía a muy pocos adultos en su
sano juicio, enviaría a un niño de once años en las primeras horas de la
mañana a las peligrosas calles de Londres, Scott no tenía ningún reparo
en esto. Nate era rápido como un rayo y aprendió rápidamente a fundirse
con las sombras, por no hablar de que podía cuidar de sí mismo. Nate era
joven y no conocía el miedo.

Y Nate era muy, muy inteligente.

Una noche, meses después de que Scott llegara a la vida de Nate, la


entrega no fue bien. Nate sintió el peligro con un instinto que no sólo fue
educado, sino que nació en él. Fue cauteloso, fue tranquilo y se hizo
invisible mientras observaba. Cuando supo que la entrega había sido un
fracaso, salió de la escena de manera rápida y sin ser visto. En lugar de
entrar en pánico, mantuvo la cabeza fría, encontró uno de sus muchos
escondites y escondió el paquete.

Cuando volvió a casa, Scott estaba furioso.


44
—¿Qué quieres decir con que no hiciste la entrega? ¡El Sr. Roberts va
a perder la puta cabeza! —había gritado Scott.

Nate nunca había visto a Scott enojado. Esto no lo encontró


inquietante, no había mucho que molestara a Nate. Hacía tiempo que
había aprendido a lidiar con los golpes, a menudo literalmente.

—¿No lo perdiste verdad? —le exigió saber Scott.

Nate negó con la cabeza. No hablaba mucho. También hacía tiempo


que había aprendido a mantener la boca cerrada.

—¿Lo tienes? —preguntó Scott.

Nate negó de nuevo.

—¿Está a salvo? —gritó Scott.

Nate asintió.
Scott hizo algunas llamadas. Estaba hablando por teléfono en un tono
respetuoso y asustado que Nate nunca lo había oído usar. Cuando terminó,
se volvió hacia Nate.

—Llévame al paquete.

Nate negó de nuevo con la cabeza. No era tan estúpido como para
renunciar a uno de sus escondites. Incluso a las once años, casi doce, se
imaginaba que tenía una vida enorme delante de él en la que necesitaría
muchos escondites.

—¡Eso no fue una pregunta! —gritó Scott.

—Yo iré por el paquete, te lo traeré —ofreció Nate—, sólo dime dónde.

Scott lo miró fijamente.

Scott, no era tonto (o al menos no del todo tonto), sabía que Nate era
un cliente difícil. Por eso le gustaba el chico. Pero él no sabía de qué se
trataba esto, cuán importante era. Nate no tenía la menor idea de en
cuántos problemas estaba metido Scott.

Observando al chico, Scott supo que no tenía elección. Se puso al


teléfono y dio embarazosas explicaciones apresuradas. Entonces él tenía
sus órdenes.
45
Nate, le llevaría el paquete al Sr. Roberts.

Cuando Scott compartió esto con Nate, se encogió de hombros. Un


encargo, pensó, era igual a otro.

Asegurándose de que no lo estaban siguiendo, Nate fue a buscar el


paquete y lo llevó a donde Scott le había dicho que lo llevara. Se
sorprendió cuando, en la esquina de la calle sucia, allí había una elegante,
brillante y larga limusina. Por alguna razón, Nate no le temía a esto y
audazmente se acercó al auto.

La ventana se bajó lentamente pero Nate no vio a nadie en el interior.

—Maldita sea, Scott. ¿Un niño? —Nate oyó una voz de hombre áspera
decir desde el interior.

—Sr. Roberts —escuchó la voz asustada de Scott.

—Sal. —La voz áspera vino de nuevo.


—Pero, Sr. Roberts…

—Fuera.

Esa única palabra debería haber asustado a Nate, el tono en la que


fue dicha habría asustado a cualquiera. Nate salió tranquilamente del
camino de la puerta.

Scott bajó del auto y bajó la mirada hacia el chico.

—Lo siento, Nate —dijo en voz baja y luego tomó la oportunidad y


corrió.

Nate nunca vio a Scott de nuevo.

—Entra al auto.

Nate, siendo un chico muy listo, hizo lo que se le dijo.

Se sentó frente a un hombre como ninguno que hubiese visto antes.


Él tenía grueso cabello castaño, ojos marrones y un rostro de duros
ángulos. Vestía un traje. No del tipo barato y reluciente, un traje que
parecía dinero. Tenía un bonito y llamativo reloj, y Nate podía decir que
incluso su cabello no era cortado en la clase de peluquerías en las que
cortaban el de Scott (su madre cortaba el suyo y no muy bien).
46 Nate también tenía gustos muy exigentes. Solo que no lo sabía en ese
momento.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el hombre.

—Nate.

—Tu nombre completo.

Él no vaciló. No le tenía miedo a ese hombre.

—Nathaniel McAllister.

—Eso está mejor. —La voz áspera mantuvo la aprobación—. ¿Cuánto


tiempo has estado haciendo las entregas por Scott?

Nate se encogió de hombros.

Hubo un silencio. Nate sintió algo en el auto que no entendió. No lo


asustó pero otra persona hubiese tenido miedo, definitivamente un niño y
la mayoría de los hombres.

Él, de cualquier manera, se sentó cómodamente y esperó.

Finalmente, luego de observarlo por un momento, el hombre dijo:

—Le pagué a Scott trescientas libras por cada entrega que hiciste.

Esto penetró el escudo blindado que Nate tenía alrededor de sus


emociones y reacciones.

Instantáneamente, se enfureció y lo demostró.

—¿Cuánto te dio? —preguntó el hombre.

Nate se encogió de hombros de nuevo pero esta vez fue diferente, fue
brusco y con ira. Había sido algo bueno que Scott no volviese a verlo.

El hombre se quedó sentado observándolo. Nate luchó para controlar


sus emociones. La lucha no duró mucho. Cuando manejó su ira, el
hombre sonrió.

—Soy el Sr. Roberts y de ahora en adelante, Nathaniel, trabajas para


mí.

47
Y lo hizo. Por un año trabajó para el Sr. Roberts. Hizo encargos,
entregó mensajes. Hizo muchas cosas y le pagaron mucho más que veinte
libras.

Deirdre estaba encantada. Nate comenzó a pagar la renta de un piso,


pagaba todas las cuentas a tiempo y había comida en el refrigerador todos
los días. Ahora ella comenzó a robarle a él.

No le importaba, había en abundancia o al menos muchísimo más de


lo que estaban acostumbrados.

A los doce años, Nathaniel McAllister era quien ganaba el pan, el


hombre de la casa. Había sido así desde que podía recordar, limpiaba,
ordenaba, le sostenía su cabello cuando se excedía y vomitaba en el baño,
la arrastraba y la ponía en la cama cuando se desmayaba en el pasillo.

Pero ahora, realmente era el hombre de la casa.


Ella, por desgracia, se volvió estúpida por su o, yendo más al punto,
la buena fortuna de Nate. Se jactaba a cualquiera que escuchara que su
hijo estaba trabajando con el Sr. Roberts.

No estaba orgullosa de su genio o del florecimiento de la buena


apariencia que se había estampado en sus facciones o del alto y delgado
muchacho en el que se había convertido pero ella estaba orgullosa porque
a los once años se había convertido en el chico de encargos de un mafioso.

Ese orgullo le causó la muerte.

Ebria y presumiendo a su nuevo novio, un vago perezoso


desempleado y bueno para nada, o al menos así lo había llamado ella una
y otra vez. Su hijo trabajaba para el Sr. Roberts. Su hijo llevaba a casa
montones de dinero. Le compró vestidos, le dio vodka.

Considerando que su novio estaba borracho, drogado, y era estúpido


y tacaño, no se tomó esto muy bien. Se hartó rápidamente de ella y extrajo
el aliento de su garganta hasta que no hubo más, lo cual, por supuesto,
detuvo su voz chillona. Entonces dio otra gran esnifada de cocaína que el
dinero de Nate había comprado y se bebió el resto de la botella de vodka, y
esperó al chico.

Nate ni siquiera entró al departamento para saber que algo estaba


48 mal, pero lo hizo de todas maneras. Ella era su madre. Había cuidado de
ella toda su vida. Era un hábito.

Abrió la puerta y vio el cuerpo sin vida de su madre. Eso fue todo lo
que necesitaba ver.

El novio de ella intentó hacerle un gancho, pero ni siquiera pudo


acercarse.

Nate fue más rápido, él era vapor.

Se desvaneció.

Por una semana.

Y se perdió dos entregas programadas.

Siete días más tarde lo encontraron, lo agarraron y lo llevaron con el


Sr. Roberts.

Él se sentó en la parte trasera de la limusina. Había visto a su


empleador dos veces desde que se conocieron, ambas había sido amigable
y cordial.

Ahora no lo era.

—¿Puedes decirme que está ocurriendo, Nathaniel? —Su voz era muy
fría y Nate sabía que esto no era una solicitud.

—Yo mamá está muerta.

Esto fue recibido con silencio.

Luego:

—Mi mamá, Nathaniel.

Nate giró sus ojos ardiendo hacia el Sr. Roberts. No la extrañaba


realmente, pero ella era todo lo que tenía.

—Mi mamá —repitió sarcásticamente, quizás la única alma viva,


además de los dos hijos del hombre, que tuvo el coraje de hablarle con
sarcasmo.

En lugar de enfadarse, el Sr. Roberts encontró eso admirable en


Nathaniel.

49 —¿Dónde está tu padre?

—No conseguir uno.

—Tener uno, Nathaniel.

—Eso tampoco.

El Sr. Roberts ahogó una risa. No era el momento para reír.

—¿Tías, tíos?

El chico negó con la cabeza.

—Tus abuelos entonces.

Nate lo miró directo a los ojos y declaró:

—Ninguno.

En su línea de trabajo, el Sr. Roberts había aprendido a tomar


rápidas decisiones.

Le gustaba el chico. Había algo acerca de él. Algo especial.

Tomó una decisión rápida.

Una vez hecha, declaró:

—Vienes a casa conmigo.

50
5
Nathaniel

V
ictor y Laura Roberts adoptaron a Nathaniel McAllister.

No tomó su apellido, esa fue su decisión y ellos se la


permitieron.

Quería recordar de dónde venía, no podía olvidar. Siempre


tenía que recordar lo que era, quién era, así no regresaría a serlo.

Hubiera sido fácil olvidar con su nueva vida.

Era casi como si un genio saliera de una botella y le concediera su


más grande deseo.
51 Eran ricos. Victor y Laura (nunca los llamaba mamá y papá, aunque
Laura quería que lo hiciera) vivían en una hermosa casa sobre una calle en
donde todas las casas eran de un blanco brillante, todos los barandales
eran de negro lustroso y todas las jardineras de las ventanas estaban
llenas con geranios más rojos que el rojo y colgantes hiedras verdes.

Tenían dos hijos, Jeffrey y Danielle.

Jeffrey odiaba a Nate con pasión

Danielle lo amaba de la misma forma.

Contrariamente, el primero era una bendición, la segunda era una


pesadilla.

Jeffrey y Danielle tenían todo lo que alguna vez quisieron, todo lo que
pedían, todo lo que deseaban. Tenían dos padres que los amaban y los
consentían mucho, demasiado. Tenían una casa bonita, ropa bonita,
comida para comer que no tenían que robar o cocinar y sirvientes que
ponían sábanas limpias y frescas en sus grandes camas e incluso
planchaban su costosa ropa.

Nunca habían tenido necesidades, nunca habían estado hambrientos,


nunca habían robado, nunca había esquivado un golpe tirado por un
hombre grande y borracho y nunca habían sostenido hacia atrás el cabello
de su madre mientras vomitaba.

Jeffrey sabía por el acento áspero de Nate quién era y de dónde venía
y nunca dejó que Nate lo olvidara.

Nunca.

Y eso era bueno, Nate no quería olvidar.

La voz de Jeffrey era elegante por educarse en escuelas especiales.


Jeffrey tenía la misma edad que Nate, pero habría durado cerca de dos
segundos en el antiguo vecindario de él. Jeffrey sabía esto y también su
padre lo sabía.

El padre de Jeffrey, comprendió (a pesar de que nunca le fue dicho)


había sido como Nate cuando era joven. Victor, Jeffrey había escuchado a
su padre decirle a su madre una noche, se vio a sí mismo en Nate. Victor
lo admiraba. Jeffrey pensaba que su padre incluso tenía predilección por él,
y no estaba equivocado.
52
Jeffrey despreciaba a su padre incluso antes de que Nathaniel
McAllister llegara a sus vidas. Era grosero y rudo incluso aunque trataba
de ser elegante y refinado.

Y despreciaba a Nate e hizo todo lo que pudo para hacer que la vida
del nuevo hijo de su padre fuera un infierno.

Nada de lo que hizo perforó la armadura del chico. En todo caso,


parecía que Nate encontraba que Jeffrey era divertido.

Sin embargo, Nate no encontraba divertido a Jeffrey. Nate observaba


a Jeffrey cuidadosamente. Empujaba a Jeffrey lo más lejos que podía
lanzarlo. Jeffrey mantenía a los instintos de sobrevivencia de Nate
finamente entonados.

Danielle, dos años más joven que Nate, dio un vistazo al apuesto
joven e instantáneamente se enamoró.
Lo quería; iba a casarse con él. Supo esto a la edad de diez.

Y todo lo que Danielle alguna vez había querido, se le había dado.

Así que después de poner los ojos en él, decidió que Nate le pertenecía.

Y no era una chica a la que le gustara compartir.

Tomó a Nate sólo unos meses entrar en sus vidas. Era un camaleón.
A pesar de que por dos años apenas había ido a la escuela, se puso al
corriente así que suavemente se convirtió inmediatamente en el consentido
del profesor. Perdió su acento áspero en dos meses, perdió sus maneras
duras durante una cena en su espectacular y brillante mesa del comedor
simplemente observando lo que hacían e imitándolo. Vestía su ropa
costosa con una gracia casual que puso furioso a Jeffrey e hizo que el
corazón de Danielle se saltara un latido. Aprendió a jugar tenis, cómo
montar un caballo, cómo jugar cricket, rugby, fútbol y en no mucho
tiempo fue el mejor. Mejor que Jeffrey, mejor que Victor, mejor que
cualquier otro chico en la escuela o incluso los entrenadores.

Jeffrey lo odiaba.

Danielle lo amaba.

Laura lo adoraba, adoraba al chico, su nuevo hijo. Le entregó su


53 corazón desde el primer momento. Victor había enviado a algunos
hombres a averiguar la historia de Nate y después la había compartido con
Laura. Nate le recordaba tanto a su amado esposo. Ella se dio cuenta
rápidamente que el orgullo y la historia de Nathaniel no le permitirían
mimarlo, cosa que ella quería hacer. Por el contrario, ella lo trató con
respeto, casi como a un adulto, y él respondió a eso. Jamás había tenido
una madre realmente y, al principio, había desconfiado de Laura, pero
después de un tiempo ella se lo ganó. Esto ocurrió gracias a que ella no lo
trataba como a un niño, no lo trataba como si fuera estúpido sino que lo
trataba como si se preocupara por él porque lo hacía.

Victor llegó a amar al chico con una fiereza que no había sentido con
sus otros hijos. Se sentía culpable al respecto pero mientras él había
estado ocupado limpiando la escoria de su piel, la suciedad de debajo de
las uñas, erigiendo una vida de privilegios y dándoles todo de lo que ellos
habían carecido, ellos nunca, ni una sola vez, le dieron las gracias. Ellos,
ni una sola vez, hicieron otra cosa que exigir por más. Esto era
parcialmente su culpa. Había querido darles todo lo que él no había tenido.
Y no había estado presente muy a menudo, no había sido un buen padre.
Él lo sabía.

Victor Roberts tampoco era un buen hombre ni un hombre atento, era


un hombre peligroso. Era por necesidad y era en lo que Nate podría
haberse convertido.

Pero Victor amaba a sus hijos, aunque fuera duro algunas veces.
Adoraba a su esposa. Pero lo mejor que había hecho, además de haberse
casado con Laura, había sido traer a Nate a sus vidas.

Y decidió que su fortuna, sus negocios, todo lo que poseía sería de


Nate. Victor se haría cargo de Jeffrey y Danielle, con toda seguridad, ellos
nunca se habían interesado por nada. Pero él sabía que Nate no dejaría
que todo el trabajo duro de Victor, su sacrificio y las cicatrices negras que
había grabado en su propia alma fueran por nada.

En el minuto que la adopción de Nate fue legal (después de que


algunos hilos fueran jalados, se cobraran algunos favores y manos fueran
estrechadas), Victor Roberts lo hizo legítimo. No encasillaría a Nate en una
vida glorificada por la delincuencia. Nate se había convertido en el hijo de
un mafioso a los once años, sería un hombre, un caballero, a los veintiuno.

Y así, la nueva vida de Nate lo llevó por diferentes retos: elegantes


54 colegios en los que Jeffrey se aseguró de que todos los niños conocieran el
pasado de Nate, esto también mantuvo afilados los instintos de Nate al ser
provocado constantemente a peleas desagradables sólo para que otros
chicos pudieran probar sus habilidades contra el pandillero Nate (los otros
chicos siempre perdían, por mucho); Cambridge del cual Jeffrey fue
expulsado por faltas terribles; clubes de campo en donde Danielle había
tratado de engatusar a Nate para que le quitara su virginidad, cosa que el
no hizo, y un salvavidas terminó haciéndolo mientras ella se convencía a sí
misma de que Nate los miraba celosamente mientras que en realidad
Jeffrey los observaba y se reía; partidos de rugby los domingos en donde
Nate, para el deleite de Laura y Victor, siempre lideraba a su equipo a la
victoria.

Todo esto, mientras Victor preparaba a Nate para su futuro. A su vez,


Victor hacía lo mismo con Jeffrey, quien no mostró ningún interés y
eventualmente se marchó recibiendo un puesto nominal que incluía una
muy buena oficina donde podría seducir a una gran variedad de mujeres.
Victor aprovechó su propia astucia y brillantemente de la de su nuevo
hijo genio y juntos encontraron legitimidad y respeto, hicieron masas de
dinero y forjaron una relación más estrecha que la sangre.

Victor sabía que el futuro de Nathaniel era brillante. Él había pasado


por muchas molestias para asegurarse de ello. Nathaniel conseguiría un
buen matrimonio si dejara de revisar todas las faldas que se arrojaban
ante él, Laura empezaba a angustiarse. Él tendría hermosos hijos. Viviría
en un bello hogar. Siempre cuidaría de Jeffrey y Danielle por el deber y
respeto a Laura y Victor. Y se haría cargo de asegurar el legado de Victor.

Victor lo daba por sentado.

Pero Nate jamás olvidó de dónde provenía, jamás olvidó quién era,
jamás olvidó qué era, jamás confió en lo que tenía y siempre supo que no
lo merecía.

Por lo que trabajó muy duro, más duro que cualquier hombre, para
mantenerlo, construirlo y hacerlo más fuerte.

Así nunca lo perdería.

Así nunca miraría atrás.

Así nunca lo destruiría.


55
Y él estaba empezando a sentir su éxito.

Y entonces llegó Lily Jacobs.


56
Parte III
6
Nate y Lily
Años más tarde, era el mes de mayo y Nate
tenía veintiocho años, Lily tenía veintidós…

amos muy tarde —se quejó Víctor.

57
—V —Lo sé —respondió Nate con indiferencia,
levantando la barbilla en un gesto arrogante al conductor
del Rolls que los veía caminar por el concurrido
pavimento turístico fuera de Harrods.

—Tu madre nos va a despellejar vivos.

Nate quiso reírse de este comentario ridículo, pero no lo hizo porque


Nate McAllister rara vez se echaba a reír.

Laura Roberts no tenía un hueso violento en su cuerpo. Tenía un


temperamento feroz, pero Nate sólo lo había visto dos veces en los dieciséis
años que la conocía. Y las dos veces, en el momento en que explotó, estaba
agotada. En ambas ocasiones, duraba menos de diez minutos. Ella era la
más gentil, más amable, y más ecuánime criatura que alguna vez había
tenido el honor de conocer. Eso no significaba, sin embargo, que no tenía
una determinación de acero cuando quería que uno de sus hijos hiciera
algo que no quería hacer, rara vez se salía con la suya.

—Lo superará una vez que vea su regalo de aniversario —observó


Nate sólo para tener algo que decir. Sabía que Victor estaba preocupado
por el regalo. Si no había algo que le gustara del hombre que se había
convertido en su padre, y Nate pensaba eso aunque muchas personas no
estaban de acuerdo, era admirarlo por su devoción a su esposa.

Aunque un regalo de aniversario para Laura era un desafío.

¿Qué le dabas a una mujer que tenía todo, no quería nada y habría
vivido en una choza feliz si simplemente tuviera a su marido con ella?

—La harías feliz si le pides matrimonio a Georgia esta noche —


comentó Víctor.

Caminó junto a Victor al Rolls esperando mientras Bennett, chofer de


Víctor, abría la puerta para permitirles la entrada. Nate tenía mejores
cosas que hacer que estar en esta misión con Victor, muchas mejores, más
presión incluso que cosas urgentes que hacer.

Pero Víctor se lo había pedido y no importaba lo que Víctor pidiera,


Nate cedía. Ese era el trato en la mente de Nate (aunque no de Victor).
Nate le debía a Victor su vida.

Las personas miraban a los dos hombres que, obviamente, por el


aspecto de sus trajes a medida, corbatas de seda elegantes, zapatos caros
y relojes brillantes, sin mencionar el chofer del Rolls Royce, en realidad
compraban en Harrods en lugar de visitarlo como una atracción turística.

Por otra parte, a menudo las personas miraban a Nate y la mayoría de


58 estas personas eran mujeres.

Él era excepcionalmente, se podría incluso decir imposiblemente,


apuesto. Muy alto, delgado, caderas estrechas, ancho de hombros, con
una gran cantidad de pelo grueso y negro que tenía el más elemental brillo
azul para que fuera interesante. Tenía rasgos fuertes, una mandíbula
firme, pómulos potentes y un labio inferior sensual. También brillantes,
ojos oscuros que aunque no lo sabía (y no habría importado si lo hacía),
eran el tema entusiasta de muchas mujeres que conocía. Incluso iniciaban
peleas, ¿eran sus ojos tan grises que eran casi negros o tan azules que
eran casi negros? Después de mucha discusión, no había respuesta que se
considerara aceptable por lo que la batalla se prolongaba.

Los labios sensuales de Nate se fruncieron ante las palabras de Víctor.


Sabía que Laura quería que se casara, que le diera nietos. Pero también
estaba relativamente seguro de que no quería que lo hiciera con Georgia.

—No le pediré a Georgia que se case conmigo —declaró Nate con


firmeza.
—¿Por qué no? —preguntó Víctor y luego continuó—. Es una buena
mujer.

No era una buena mujer. Era una gata. Casi tan mala como Danielle,
si eso podía atribuirse. Había atrapado a Georgia tirando sus píldoras
anticonceptivas en el inodoro, por lo que meticulosamente había llevado
condones. Luego la había atrapado haciendo agujeros en los condones, por
lo que había dejado de tener sexo con ella por completo y comenzó el
cansado proceso de deshacerse de ella.

Nunca debería haber sumergido el pie en la piscina familiar. Georgia


era la hija de los mejores amigos de Laura y Victor. A Nate incluso le
agradaban los padres de Georgia, los había conocido por años.

Todos tenían grandes esperanzas pero Georgia era historia.

Ella había trabajado duro para ganar la atención de Nate, era de


piernas largas, delgadas con un hermoso pelo castaño y siempre había
sido algo divertida de una forma seca y maliciosa.

Por lo tanto, Nate la había recompensado por su tenaz persecución. Y


ella lo había recompensado por premiarla. Tan bueno como fue con ella, y
era bueno, no duraría toda la vida.

Nate lo sabía de forma innata. Ella tenía demasiado veneno y lo


59
mostraba con demasiada frecuencia. Nate no tenía paciencia para las
mujeres venenosas, especialmente aquellas que crecían con todo, sin
querer nada y que no tenían razón de ser en lo más mínimo, rudas,
teniendo en cuenta la vida privilegiada que habían llevado.

Nate no sabía lo que quería, pero fuera lo que fuese, ciertamente no


era Georgia.

Se salvó de responder a Víctor cuando vio a un joven que llevaba una


sudadera con capucha gris, el gorro levantado a pesar de que era un día
caluroso. El chico estaba repantigado por la acera, con la cabeza inclinada,
las manos en el bolsillo delantero de la sudadera, la cabeza balanceándose
de un lado a otro, en busca de su señal.

La guardia de Nate, que ya estaba alerta, siempre alerta, se puso a


toda marcha.

Los ojos de Nate se estrecharon mientras miraba a los jóvenes y Víctor


comenzó a entrar en el Rolls. Entonces, como esperaba, el chico corrió
hacia su objetivo y Nate oyó el grito indignado de una mujer.

—¡Oye! —gritó.

Observó al chico arrebatar el bolso de la mujer, su cuerpo se tensó


para la acción.

Y entonces sus ojos se movieron a la mujer y, extrañamente, se quedó


paralizado.

—¡Oye! ¡Se robó mi bolso! ¡Deténganlo, robó mi bolso! —gritó.

Nate vagamente registró que era una turista americana. También


ausentemente se dio cuenta de que nadie se movió para ayudar.

En ese breve momento en el tiempo, Nate estaba demasiado ocupado


en observarla, que él mismo no movió un músculo.

Era alta, muy alta.

Y con curvas, deliciosas curvas.

Tenía el cabello del color más inusual. Cabello que supo por la amplia
experiencia de vivir en una casa con Laura y Danielle durante años que
venía a través de las manos de un estilista supremamente talentoso y caro.

60 Tenía una cara exquisita, piel perfecta y un porte que era


extraordinario. Le habían dado un amplio espacio aun en la acera llena de
gente. No porque estaba gritando, sino porque era majestuosa, radiante,
elegante…

Intocable.

En un estado de estupor simplemente mirándola, el chico con su


bolso corrió hacia Nate.

No en un estado de estupor, ella se dio cuenta de que nadie iba a


ayudarla, renunció a gritar y corrió detrás del chico.

Ante el ruido, Víctor se alejó del auto y Nate se movió para mirar con
asombro mientras ella hábil y ágilmente esquivó la multitud, sus largas
piernas a la altura del chico pequeño. Entonces Nate vio con sorpresa,
aturdido, que saltó a la espalda del ladrón con un salto grácil.

Todo el mundo se quedó sorprendido, pero nadie levantó un dedo,


excepto unos pocos que empezaron a tomar fotografías.
—¡Devuélveme mi bolso, matón! —gritó ella, envolviendo sus largas
piernas alrededor de su presa, con un brazo alrededor de su cuello
mientras le daba una palmada en la cabeza con la otra mano.

El ladrón se tambaleó hacia atrás y luego se balanceó con intención y


la estrelló contra el costado del edificio. Su cabeza se echó hacia atrás y
golpeó la piedra tan fuerte que Nate pudo oírlo desde donde se encontraba
a veinte pasos de distancia.

Ante el sonido, Nate salió de su estupor y se forzó a moverse.

—Nathaniel… —llamó Victor, pero Nate no le hizo caso.

A pesar del golpe, ella no había dejado de luchar y no había soltado


su agarre.

—Dame ese bo… —comenzó a gritar pero no terminó.

El chico se dobló en medio y la volteó. Ella perdió su agarre y salió


volando sobre su cabeza, cayendo de espaldas sobre el pavimento con un
ruido sordo.

El chico no dio ni un solo paso aunque comenzó a hacerlo. Con una


pierna levantada para hacer bien su escape, Nate agarró su suéter en un
puño cerrado y tiró de él hacia atrás. Con una violenta sacudida, Nate lo
61 jaloneó fuera de sus pies, lo giró hacia el costado del edificio y lo soltó,
estrellándolo brutalmente contra la pared de piedra al lado de una enorme
vitrina.

Rápidamente, la mano de Nate se colocó en la garganta del ladrón,


apretándolo salvajemente y levantándolo hasta que el chico estuvo sobre
las puntas de sus pies.

—Suelta el bolso —ordenó con una voz tan fría como el hielo con un
filo similar al de una navaja.

El ladrón de inmediato dejó caer el bolso.

—Yo… voy a llamar a la policía. —Su voz baja, fuertemente americana,


una voz que tenía una vibración extraña en ella, tartamudeó junto a él
mientras cautelosamente se inclinaba para agarrar su bolso. Nate notó que
no se estaba moviendo con cautela debido al miedo, sino porque estaba
herida.
Nate se giró para verla, su cabeza estaba inclinada a medida que
rebuscaba en su bolso, luego sacó un móvil y levantó sus ojos hacia él.

En el momento en que se encontraron con los suyos, Nate se quedó


inmóvil de nuevo.

Sus ojos eran simplemente indescriptibles. Un azul pálido insondable,


ineludible, los iris estaban bordeados por un ahumado medianoche que
era tan seductor que pensó por un momento que se había inclinado hacia
ella, estaba muy atraído por sus ojos.

Se abrieron para mirarlo casi como si lo reconociera.

Un jadeo ruidoso salió del rufián.

Nate no se movió. Se quedó en una inmóvil fascinación mientras ella


se acercaba más.

Sin apartar sus increíbles ojos de los suyos, su mano se colocó


suavemente sobre el antebrazo que estaba sosteniendo al ladrón contra la
pared. Cuando lo hizo, fuego se disparó por su brazo desde donde ella lo
había tocado.

—Lo estás ahogando —susurró ella.

62 Su agarre se aflojó y ella dejó caer su mano. Con esfuerzo, apartó sus
ojos de los suyos y dejó caer la mano sólo para agarrar un puñado del
suéter del rufián en su garganta, tirando de él hacia adelante un par de
centímetros y golpeándolo brutalmente de nuevo contra la pared.

El chico gruñó de dolor.

—Duele, ¿no? —rugió Nate y una furia diferente a cualquiera que


hubiera conocido lo atravesó mientras miraba al chico.

—Bennett ha llamado a la policía. Maldita sea, chica. ¿Estás bien? —


Victor estaba a su lado, tenía su mano en el hombro de la chica y estaba
inclinado hacia ella, mirándola para corroborar la respuesta a su pregunta.

—Eso creo. Simplemente quedé sin aliento, eso es todo —respondió.

—¿Qué estabas pensando, saltando sobre él de esta manera? Podrías


haber sido lastimada —reprendió Victor porque ella no estaba del todo
bien, estaba sosteniendo su cuerpo como si estuviera hecho de cristal. Ella
no era tan hábil y ágil como lo había sido cuando volaba detrás de su
asaltante.

Victor deslizó su brazo alrededor de su cintura en un esfuerzo por


apoyarla debido a la forma en que sostenía su cuerpo.

—Él tomó mi bolso —respondió la pregunta de Victor.

—Aun así, fue malditamente peligroso —continuó Victor con su suave


reproche.

—Me gusta ese bolso —respondió con un ligero acento burlón en su


tono y una temblorosa y peculiar sonrisa.

Siendo testigo de esa sonrisa peculiar, Nate encontró que estaba


teniendo problemas para respirar.

La cabeza de Victor se levantó hacia su sonrisa y después la apartó


para mirar a Nate. O mejor dicho, le echó un vistazo a la forma en que
Nate estaba viendo a la chica. Entonces Victor la miró a ella. Luego de
regreso a Nate.

Entonces tomó una rápida decisión.

—Nathaniel, espera a la policía. Voy a llevarla a casa de Laura y a


llamar a nuestro médico.
63 —No, por favor, estoy bien. Me quedaré para hablar con la policía —se
resistió.

—Nathaniel los llevará a casa. Puedes hablar con ellos allá. Ven
conmigo. —Victor estaba utilizando su voz sensata de no-argumentos, una
voz que enviaba escalofríos en aumento por las columnas de los hombres.

Ella lo ignoró por completo.

—En realidad, no. Debería quedarme.

—Ve con él. —La voz de Nate retumbó esta orden y la cabeza de ella
se sacudió nuevamente para mirarlo. Ella lo observó por un momento y él
se preguntó qué haría.

Le tomó un momento pero asintió.

Nate miró por encima de su hombro mientras Victor la metía en el


Rolls y éste se alejaba hábilmente.
No mucho después, la policía llegó.

Lily cuidadosamente se levantó de la decadente bañera, tomó una


toalla aterciopelada y afelpada de color durazno de la barra caliente y la
envolvió alrededor de su cuerpo adolorido.

Laura la había obligado a tomar un caliente y perfumado baño


aunque Lily se había resistido porque quería estar disponible para la
policía cuando llegara.

El médico que estuvo en la puerta de la casa en cuestión de segundos


de su propia llegada, ya que Victor lo había llamado desde el automóvil y le
había dicho que “llevara su culo a la casa”, le dijo que tomara algo de
ibuprofeno, un largo y caliente baño, y le dijo a Laura y a Victor que
mantuvieran un ojo sobre ella por un par de días. Lily no tenía ningún
hueso roto, ninguna fisura en el cráneo, estaba bien, pero en caso de que
no lo estuviera, el médico dijo que debería ser cuidada.

Así que, después de una breve pero seria charla, Lily los había visto
entrar en el pasillo, Laura, con el firme acuerdo de Victor, insistió en que
pasara la noche con ellos en lugar de tomar el tren de regreso a Clevedon.
64 Después insistieron en que tomara un baño.

Sin la fuerza para resistirse a ellos, o, de hecho, la habilidad, ellos


fueron muy insistentes, muy agradables pero no del tipo de personas que
tomaran un no por respuesta, allí estaba ella en su mansión estilo
gregoriano, en su opulento baño, que era igual de suntuoso que la
habitación de invitados decorada, en la que había contado por lo menos
siete diferentes, pero coordinados, tonos de durazno pálido.

Y por fin había conocido al hombre que Fazire le había enviado.

Lily estaba segura de ello, tan segura como estaba de que era Lily
Sarah Jacobs, hija de Rebeca y Will Jacobs y una chica de Indiana nacida
y criada. Y no había ninguna duda en nada de eso.

Cuando había levantado la mirada para ver los ojos de su alto


defensor, casi se había desmayado. Desvanecido. Caído al suelo en una
pila inconsciente.

Si él no hubiera estado enfrentando una inminente sentencia de


cadena perpetua por estrangular al hombre hasta la muerte sin importar
si era un desagradable ladrón de carteras, ella lo habría hecho.

Y ahora…

Ahora…

¿Ahora qué?

No sabía qué hacer. No podía precisamente arrojarse hacia él. Decirle


que había deseado que él viniera a ella a través de su propio genio
personal que acababa de pasar a vivir en casa con sus padres en un
pequeño pueblo de Indiana. No podía seducirlo porque, ya que era virgen,
ni siquiera sabría cómo. De hecho, él probablemente, tomando en cuenta
lo apuesto que era (imposiblemente apuesto), no sabía que ella existía
como una mujer con todas las partes correctas en los lugares adecuados y
con todo el deseo que sentía por él a pesar de que sólo sabía su nombre.

Nathaniel.

Ese era un muy, muy buen nombre.

—Lily, querida, la policía está aquí. —Dulce y amable, Laura estaba


en la otra habitación.

65 Lily había sido llevada a Laura inmediatamente. La mujer era


pequeña y ligera pero agradablemente redondeada de mediana edad.
Tenía una suave cabellera corta marrón oscuro que enmarcaba su rostro,
elegantes manos con uñas perfectas (Lily pensaba que parecían manos de
pianista, eran encantadoras) y cálidos ojos marrones.

—¡Iré enseguida! —gritó Lily.

Rápidamente se secó, envolvió la toalla alrededor de su cuerpo y


rebuscó en su bolso una banda de pelo. Recogió su cabello en una cola de
caballo en la parte posterior de su cabeza y entró en la habitación donde
vio a Laura de pie junto a la cama, que ahora tenía una media docena de
cajas brillantes descansando sobre ella.

Lily se detuvo y se quedó mirando.

Laura explicó:

—Llamé a un par de tiendas. Ya que te vas a quedar, necesitas un par


de cosas, por supuesto. Espero que no te importe, pero revisé las etiquetas
de tu ropa y encontré tu talla.

¿Cuánto tiempo estuve en el baño?, pensó Lily con incredulidad


mientras miraba las cajas.

—No puedo. —Lily se resistió.

—Puedes, lo harás y debes —respondió Laura en la voz de una madre


a la que no te niegas. Lily había oído esa voz antes; su propia madre la
utilizaba con frecuencia. Laura levantó la tapa de una caja y sacó una bata
de seda azul plateado con mangas largas que fluían como un kimono
japonés y ordenó—: Ponte esto.

Lily soltó una risa suave y luego exclamó:

—¡No puedo enfrentar a la policía en una bata!

—Sólo tienen algunas preguntas. Les dije que no estás en condición


para que te interroguen —afirmó inteligentemente entonces arrancó la
tapa de otra caja y sacó un conjunto de ropa interior de satén blanco
prístino bordeado con delicado encaje—. Si te hace sentirse mejor, lleva
estos… y… esto. —Ella encontró y le sacudió el sujetador a juego a Lily.

Lily no pudo evitarlo, tan grosero como era, y ella sabía que era
grosero, siguió mirando.
66
Hace dos horas había estado caminando por una calle de Londres con
la intención de hacer un poco de compras por la ventana mientras sus
escasas finanzas no permitían mucho más. Tenía varios días libres del
trabajo en la tienda de Maxine y no le apetecía trabajar en su casa,
raspando, pintando, preparando o arrastrándose ella misma bajo un
lavabo con un manual de fontanero para tratar de arreglar una tubería.
Había llegado a Londres por un pequeño día de descanso, para ir a
algunos museos que eran de entrada libre y para hacer algunas compras.

Ahora había entrado en la tierra de fantasía.

—Laura tú… honestamente, en serio, no puedo.

Laura se acercó a ella, presionó su palma contra la cara de Lily como


la mamá de Lily hacía a veces en sus momentos tiernos (de los que había
muchos), y la miró a los ojos.

—No los hagas esperar, querida. Tan pronto termines con esto todos
podremos disfrutar de nuestra tarde.

Con eso, ella salió de la habitación y Lily, a causa del toque maternal
que Laura le había dado (un toque tan familiar), rápidamente se puso la
ropa interior, la bata y se detuvo de correr al baño para tomar otra toalla y
envolverla alrededor de ella también.

Cautelosamente salió de la habitación. El baño había ayudado al


igual que las píldoras pero definitivamente se sentía como si hubiera dado
una voltereta por encima del hombro de alguien sobre una acera de
hormigón.

Lily no sabía lo que estaba pensando; cargar tras un carterista


excepto que era un bolso de diseñador caro que ella nunca se podría haber
permitido en circunstancias normales. Lo había encontrado mientras
merodeaba a través de una tienda de ropa vintage y lo había comprado por
casi nada. Nunca sería capaz de reemplazarlo.

Independientemente de eso, sus acciones fueron imprudentes. Podría


haber sido herida o dañada de alguna otra manera si él hubiera tenido un
cuchillo u otra arma.

Sus padres, si es que alguna vez escuchaban esto, la matarían. Fazire


comenzaría a flotar, mirar bajo su nariz de genio y menear su dedo de
67 genio en su dirección. Nunca podría decirles.

Con cuidado, agarrándose de la barandilla, bajó las escaleras.


Mantuvo su cuerpo aún más rígido de lo que se sentía para no agitar
cualquiera de los dolores y molestias que amenazaban. Su cabeza estaba
palpitando donde había golpeado la pared, no el dolor palpitante de una de
sus jaquecas intermitentes pero no era agradable tampoco.

Estaba concentrada en sus pies golpeando cada una de las escaleras


con alfombra gris paloma. También estaba evaluando su pedicura,
mentalmente diciéndose que, incluso en Inglaterra, ya que era mayo, llegó
el momento de alejarse del color del vino profundo del invierno y encontrar
algo más como un rosa nacarado. Su pie golpeó el piso parqué de la
entrada y fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba sola.

Su cabeza se levantó y allí estaba él.

Nathaniel.

Él estaba mirándola como cualquier héroe de novela romántica vería a


la heroína. Con un hombro apoyado contra la pared y los brazos cruzados
sobre su pecho.

Y él era completamente hermoso de una manera cruda, poderosa,


inmensamente masculina.

Ellos, sin embargo, no se miraron el uno al otro con sorpresa


maravillosa inducida por el amor, o al menos él no la miró de esa manera.
Ella, por desgracia, estaba más que probablemente mirándolo de esa
manera para su horror. Él estaba observándola con entrecerrados ojos
escrutadores. Ojos que no se perdían nada.

Ni… una… cosa.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él, su voz profunda, fuerte y enviando


escalofríos a través de su piel.

—Bien —mintió e intentó poner una sonrisa alegre.

Su rostro se ensombreció. Obviamente, la sonrisa alegre no funcionó.

—Mentirosa —dijo él en voz baja, peligrosamente, y lucía como si


quisiera cometer un acto violento. Algo parecido a lo que hizo con el matón,
golpeándolo ferozmente contra el edificio como el ladrón la había golpeado,
exigiendo su castigo por ella. El solo pensamiento de ese recuerdo
68 persiguió una emoción por su espalda.

—Estaré bien… —vaciló, haciendo una evaluación mental de su


cuerpo dolorido—, con el tiempo.

Él la miró por un momento, sus ojos barriendo su longitud, esa


mirada horrible en su rostro. Ella se sonrojó ante su mirada y entendió
que estaba un poco asustada de él. Él lucía sofisticado y urbano en el
exterior, llevando ese traje tan casualmente como si estuviera en
pantalones vaqueros y una camiseta. En algún lugar, sin embargo, en
algún lugar muy cerca de la superficie, era cualquier cosa menos
sofisticado y urbano.

Él interrumpió sus pensamientos.

—La policía está en el salón.

Lily estaba relativamente segura de que nunca había estado en un


salón antes o no en una casa donde personas realmente vivieran. No
conocía personas que tuvieran salones. Él se apartó de la pared y ella
encontró su cuerpo tensándose en rara preparación para algo mientras él
se acercaba a ella, pero sólo caminó a un lado de ella.

Sin opción, ella lo siguió.

Él entró en una habitación y ella entró tras él. En la habitación


estaban Laura, Víctor y dos agentes de policía.

—Aquí está —anunció Laura, sonriéndole a Lily alentadoramente.

El salón era precioso, decorado en suaves verdes pálidos acentuados


con cornisas blancas y mobiliario majestuoso de apariencia cómoda.
Nathaniel se movió para colocarse detrás y al lado de una silla de respaldo
alto. Miró a Lily y luego hacia abajo, a la silla y ella entendió de alguna
manera que la deseaba… no, estaba diciéndole que se sentara en la silla.

Ella hizo lo que se le dijo en silencio.

La entrevista, como Laura prometió, duró menos de diez minutos.


Hicieron preguntas, tomaron notas y Laura y Víctor la miraron con
amables ojos paternos. No como si los hubiera conocido horas antes, sino
como si hubiera estado bajo su custodia y dedicado cuidado desde su
nacimiento.

69 Sin embargo, esta no fue la razón del porqué la entrevista fue tan
corta.

Aunque ella no lo vio, sabía que Nathaniel estuvo detrás de ella todo
el tiempo. Y lo sabía porque lo sentía allí. Él no movió un músculo o hizo
un ruido hasta que el policía parecía estar comprobando los hechos y
haciendo las mismas preguntas otra vez.

Luego, en un tono que incluso el general Patton habría obedecido con


calma y sin resistencia, dijo:

—Tienen suficiente.

No discutieron o incluso objetaron, de inmediato uno de ellos dijo:

—Bien, Sr. McAllister.

Ellos asintieron en dirección a Nathaniel y Lily se dio cuenta de que


ahora tenía su apellido, un hombre de los que aprobaba. McAllister.
—Señor y señora Roberts. —El policía asintió a Laura y Víctor.

Se dio cuenta que Nathaniel y los Roberts no compartían el mismo


apellido y Lily se preguntó por la relación de Nathaniel con Laura y Victor
porque, obviamente, no era de sangre como pensaba. Él no se parecía a
Laura o Victor pero Lily pensó con seguridad que la relación era lo
suficientemente profunda para lazos de sangre.

Tal vez era un sobrino favorito.

—Nos vamos —terminó el policía.

No le dieron a Lily una tarjeta, pidieron que los llamara si se acordaba


de algo más, sólo se fueron.

Antes de que alguien pudiera decir algo, un hombre infantilmente


apuesto, no-tan-alto-como-Nathaniel pero todavía alto, de pelo castaño
entró.

—¿Qué es esto? Primero la celebración del aniversario termina, ahora


la policía está en la casa. ¿Qué? ¿El pasado alrevesado de Nate finalmente
nos dio alcance?

Luego se detuvo en seco y miró a Lily por alguna razón, con la boca
abierta por la sorpresa.
70
Ella no pensó mucho acerca de este nuevo hombre con la boca abierta
sorprendido. En cambio se encontró pensando que no consideró en
absoluto que fuera sorprendente que Nathaniel tuviera un pasado
alrevesado.

—Dios mío —susurró el hombre trayendo los pensamientos de Lily de


vuelta a la habitación.

—Este —declaró Víctor como presentación a Lily—, es mi hijo, Jeffrey.

Jeffrey se adelantó, extendiendo la mano y le dijo:

—Todo el mundo, excepto mamá y papá me llama Jeff.

Ella levantó la mano para estrechar la suya, pero él le dio vuelta, se


inclinó por la cintura y la llevó a su boca, rozando sus labios contra sus
nudillos. Entonces los ojos de él fueron a los de ella.

—¿Y quién eres tú? —preguntó y pensó que su tono era coqueto
aunque ella no tenía mucha experiencia con la coquetería, o por lo menos
durante los últimos cuatro años o así no había notado implacablemente
que se presentara en su camino.

—Soy Lily Jacobs —respondió.

—No, tú no eres Lily Jacobs. Eres un ángel enviado del cielo. —La
sorprendió diciendo en voz baja, sin duda con coquetería, finalmente
dejando caer su mano después de sostenerla más tiempo del necesario.

Cuando se enderezó, Lily se dio cuenta de que toda la sala cambió y


pareció incluso moverse ante sus palabras. El aire se hizo tan espeso que
se podía cortar con un cuchillo. Victor se tensó y sus ojos volaron hacia
donde Nathaniel seguía de pie en la parte posterior de la silla. Laura se
puso de pie lentamente y sus ojos se deslizaron a Lily, su mano
moviéndose a su garganta en un extraño gesto de peligro inminente. Y Lily
en realidad pudo sentir algo peligroso emanando de detrás de ella.

Lily ignoró con valentía lo que estaba sucediendo y sus ojos


sostuvieron los de Laura porque parecían los más seguros.

—¿Qué celebración de aniversario? —preguntó.

Laura comenzó a responder:

71 —Nada, querida…

Jeff se movió a la chimenea e interrumpió a su madre:

—No es nada. Yo no diría que su trigésimo aniversario de boda no es


nada. —Él se volvió y alegremente recargó un codo en la repisa de la
chimenea.

Lily jadeó y abrió la boca para hablar. No podía creer que habían
cancelado su aniversario por ella, pero Jeff no había terminado. Sus ojos
se movieron a Nathaniel y cuando lo hicieron estaban calculando.

—Por cierto, Nate, Georgia llamó. Está muy enojada por algo.
Probablemente es mejor si pones ese maldito anillo en su dedo al fin. Eso
va a hacer que se calme.

Lily cerró la boca con un chasquido.

Él tenía una novia, una novia que sonaba muy cerca de ser una
prometida.
Por supuesto.

Por supuesto, por supuesto, por supuesto.

Ella sabía que no podía ser real. Él nunca la habría mirado siquiera
de todos modos, no a la chica sencilla, de un pequeño pueblo de Indiana
Lily Jacobs. Incluso con su deseo de Fazire, nunca conseguiría un hombre
glorioso como Nathaniel McAllister.

Nunca.

—Espero que no cancelaran su aniversario por mí. —Lily cubrió su


decepción con palabras.

Los ojos de Laura, que no eran tan amables en el momento sino que
parecían bastante irritados, se alejaron de su hijo a Lily y de inmediato se
suavizaron de nuevo.

—Sólo lo hemos pospuesto hasta mañana.

—¡Oh no! ¡Debe continuar! —gritó Lily.

—Todo ha sido arreglado, Lily. No hay de qué preocuparse. —Victor


irrumpió en la breve discusión, ahora descartada y luego avanzó
resueltamente hacia la puerta diciendo—: Jeffrey, me gustaría hablar
72 contigo.

—Oh, por el amor de Dios, ¿qué he hecho ahora? —murmuró Jeffrey,


no tan en voz baja y los ojos de Laura se volvieron molestos de nuevo—.
Veo, mi querido hermano, que él no quiere hablar contigo —le dijo Jeff a
Nathaniel luciendo extrañamente como un niño malcriado.

Nathaniel no pronunció una palabra, lo que pareció enfadar más a


Jeff.

Pero Lily se estaba preguntando cómo Nathaniel era su hermano. Lo


de hermano tenía sentido por la forma en que Victor trataba a Nathaniel y
Laura lo miraba. Pero no compartían el mismo apellido y no se parecían en
nada.

Cuando Nathaniel obviamente no se iba a rebajar en una pelea inútil


de lo que parecía ser nada, Jeff comenzó a escabullirse, pero se detuvo
cuando llegó a Lily.

—No sé quién eres, pero espero ver más de ti. —Él sonrió, su juvenil
buen aspecto y buen humor restaurado y parecía bastante encantador de
nuevo.

Ella le devolvió la sonrisa tentativamente pero de alguna manera Lily


descubrió que la hacía sentirse incómoda. Por primera vez en la vida de
Lily, tomó una cercana aversión inmediata a alguien.

Después de que él salió de la habitación, Lily se volvió hacia Laura.

—Me siento fatal. Su aniversario… —empezó.

—De verdad, Lily, no es molestia. De hecho, me siento aliviada.


Podemos tener una buena noche tranquila, sólo nosotros dos. Prefiero eso
de todos modos. Estoy segura de que Nathaniel puede entretenerte
mientras Víctor y yo salimos a una cena de pareja.

Laura levantó los ojos esperanzados a Nathaniel y, aunque no quería,


Lily giró en su silla para mirarlo también.

Atrás quedó la violencia reprimida, en su lugar había


despreocupación insulsa.

—Debería ver a Georgia. —Él había estado apoyando su peso en su


mano en el respaldo de la silla y con sus palabras, él se apartó.

73 —Estoy segura de que Georgia lo entendería. Tenemos una invitada


en la casa —respondió Laura.

Nathaniel se acercó a Laura y Lily observó con fascinación cuando él


se detuvo frente a ella y la besó en la frente de una cariñosa manera
familiar.

—Ya no vivo aquí, ¿recuerdas? —Su voz fue suave, incluso burlona, y
Lily sintió que sus entrañas se derretían (sólo un poco).

—Supongo que Jeffrey encontrará algo para que él y Lily hagan —dijo
Laura como un reto y Lily no supo qué hacer con eso.

—Estoy seguro de que lo hará —murmuró Nathaniel, volvió sus ojos,


imposiblemente oscuros, hacia Lily y dijo con su voz profunda—: Lily.

A pesar de que su voz haciendo sonar su nombre envolvió su piel


como un toque suave, salió, al igual que su padre, resueltamente de la
habitación.
Y Lily podría jurar que escuchó a Laura decir la palabra, “maldición”,
en voz baja.

74
7
Nate

—N
o puedo creer que esté haciendo esto. —La voz de Georgia
sonaba resentida y enojada—. No puedo creer que haya
estado de acuerdo en asistir a la fiesta de aniversario de tus
padres luego de que rompiste conmigo. Repíteme, ¿por qué lo estoy
haciendo?

Nate maniobró el Maserati en un espacio de estacionamiento, levantó


el freno de emergencia y apagó el motor del auto. Entonces se giró hacia
Georgia, apoyando el antebrazo en el volante.

—Por respeto a mis padres —respondió lo que pensaba que era obvio.

75 Sus palabras fueron concisas, su paciencia se estaba agotando. Ella


había continuado con eso desde que salieron del departamento y Nate juró
nunca más enredarse con una perra malcriada y asquerosamente rica.

—Bueno, he cambiado de parecer —dijo con aspereza—. No voy a


hacerlo.

Se volvió hacia ella.

—Entonces, estoy seguro de que encontrarás tu propio camino a casa.

Ella jadeó con sorpresa indignada como si no hubiera millones de


taxis en Londres que la llevarían a salvo a su casa, y sin pensarlo, Nate
terminó con ella.

Salió del auto y no se molestó en ayudarla a descender como


normalmente haría, una cortesía de caballeros que Laura le había
enseñado años antes. A continuación, caminó hacia la casa de sus padres.
Escuchó sus altos tacones repiqueteando en el pavimento a paso ligero
para mantener el ritmo de sus largas zancadas. Él no llamó a la puerta
porque no tenía que hacerlo, era su casa aunque después de todos estos
años todavía encontraba ese hecho difícil de creer, y entró a la casa.

Escuchó los sonidos de la fiesta inmediatamente, el bajo murmullo de


la conversación y las risas suaves.

Lily, supo, estaba en alguna parte.

Laura lo había llamado para decirle que había convencido a Lily de


quedarse otra noche y asistir a la fiesta. Su madre le explicó que Lily se
había despertado dolorida y magullada y habían llamado al médico de
inmediato. Ella, le aseguró Laura, todavía tenía el visto bueno del médico
pero necesitaba tiempo para recuperarse, lo cual tratándose de Laura,
estaba determinada a darle. También Nate tenía la sensación de que Laura
estaba infundiendo un poco de drama a la situación con el fin de mantener
a Lily allí, considerando que luego de que ella le contara la historia de
dolor y sufrimiento de Lily, anunció que iban a salir de compras.

Nate se preguntaba cómo habían pasado la velada anoche Lily y Jeff.


No le gustaba mucho la idea de “Lily y Jeff” pero sentía que eso era más
apropiado que un “Lily y Nate”.

Nate sabía quién era, lo que era y de dónde había venido. No tuvo
76 reparos en llevar a la cosmopolita, he-visto-todo, he-hecho-todo Georgia a
su cama. Sin embargo, las personas como Lily Jacobs, con su dulce voz
baja, perfecta piel intocable y ojos confiados, no eran como las personas
como Nate.

Nate McAllister no conocía a su padre. Su madre fue una borracha,


drogadicta y, desde todos los puntos de vista, una ramera. Había sido
asesinada por uno de sus muchos amantes drogadictos en un mugriento
piso de un mugriento vecindario. Nate comenzó a robar antes de que su
edad llegara a los dos dígitos y su primera forma de empleo había sido
trabajar para un gánster, quien ya no lo era más, pero eso no cambiaba el
hecho de que Nate había participado en una vida de crimen antes de
incluso haber entrado a la adolescencia.

Lily Jacobs era demasiado buena para él.

Nate lo supo inmediatamente en su corazón.

—¡Nate! —Era Danielle, su hermana adoptiva, viéndose exuberante en


un vestido negro que, como siempre, mostraba demasiada piel.

Corrió hacia él y le dio un abrazo demasiado amistoso, excesivamente


largo y para nada fraternal.

—Escuché que jugaste al héroe ayer —remarcó mientras se inclinaba


lejos de él, manteniendo las manos sobre sus hombros y sus ojos, los ojos
de Laura pero sin su calidez, mirándolo muy de cerca.

Él no respondió.

—Sigue aquí, la estadounidense —le informó Danielle y se retiró


cuando él no intentó tocarla—. Deberías ver lo que está usando. Ella y
mamá fueron a alguna parte esta tarde, creo que a Covent Garden o
Notting Hill, ¿quién sabe? Regresaron de las compras con un montón de
bolsas. Es vergonzoso, mamá de compras en Notting Hill a su edad. Oh,
hola, Georgia.

Georgia había llegado y detenido al lado de Nate, su rostro una


máscara de enfado.

Danielle, siempre calculadora, miró detenidamente a Georgia, luego


regresó a Nate que a su vez parecía indiferente. Entonces una sonrisa
satisfecha y taimada se propagó por el rostro de Danielle haciendo a sus
bonitos rasgos un poco menos bonitos.
77
—¿Todo está bien? —preguntó Danielle con fingida preocupación,
sabiendo la respuesta. Ella había estado viendo sus relaciones
atentamente por años, sabía que el tiempo de Georgia había concluido.

—Bien —respondió Georgia bruscamente, sabiendo por mucho tiempo


que Danielle se consideraba la competencia en el afecto de Nate—. ¿De qué
estaban hablando?

Danielle se cruzó de brazos, algo que provocó que una buena cantidad
de escote se derramara por encima de su vestido sin tirantes.

—Bueno, al parecer, Nate salvó a una estadounidense de un ladrón


de carteras. Fue sacudida un poco, y mamá y papá están haciendo de
niñeras.

Entonces, pasando rápidamente de adversaria a aliada con Georgia


contra una nueva enemiga, como cualquier mujer, especialmente una
atractiva y definitivamente impresionante, como era considerada tanto por
Danielle como Georgia, Danielle prosiguió.

—Deberías escucharla hablar. La mitad del tiempo, no sé lo que dice,


tiene un gangueo rural. Dice que es de Indiana. —Danielle dijo la palabra
“Indiana” como si supiera nauseabundo—. Definitivamente una palurda.
Mamá cree que ella es adorable. Personalmente, no veo dónde.

Nate se encontró molesto… no, inmensamente molesto por las


palabras de Danielle. Claramente Lily tenía un acento que no era típico del
sur estadounidense pero, sin dudas, tenía una adorable y rústica
entonación. Sin embargo, no era en lo más mínimo difícil de entenderla y
no se conducía de ninguna manera, o forma, como una palurda. De hecho,
la idea en sí era ridícula.

—Necesito un trago —anunció, porque de repente lo necesitaba, y


mucho.

Danielle sorprendentemente agitó las pestañas en su dirección.

—Yo también, sé un amor y consígueme uno, ¿quieres?

Apretó la mandíbula ante la vista. Ella era su hermana, por todos los
cielos. El concepto de algo más era simplemente vil.

Como había aprendido a hacer por años de práctica, la ignoró y entró


78 en el salón.

Y allí vio a Lily inmediatamente.

Estaba parada junto a la chimenea al lado de Jeff, alzando


ligeramente la vista hacia el hermano de Nate, con sus tacones altos casi
estaba a su altura y sonriendo vagamente.

Su vestido no era vergonzoso. No era de alta costura pero era hermoso


y le quedaba a la perfección. Era de seda verdad manzana y tenía una
profunda V en el frente, mostrando sólo un poco, pero no una exhibición
adrede, de escote. Tenía un fino volante a lo largo del cuello, el volante
parecía ser lo único que sostenía el vestido a sus agraciados hombros.
Enmarcaba su voluptuoso cuerpo perfectamente hasta caer en línea recta
justo por encima de las rodillas.

No llevaba ni una sola pieza de joyería, ni siquiera aretes, y no los


necesitaba. Sus ojos chispeantes y cabello brillante, que había sido
recogido y apartado de su rostro y fuera de su cuello, eran el único
complemento necesario al vestido. Sus pies estaban cubiertos con
sandalias de tacón alto de un verde más profundo que el del vestido, el
tacón aguja con una atrevida correa alrededor de los tobillos y dos finas
tiras cruzaban alrededor de sus dedos. Los dedos de los pies, notó con su
agudo ojo para los detalles, ya no estaban más pintados del profundo
borravino de ayer sino que ahora, de un rosa perlado e iridiscente.

Ella se veía, sin considerar su sonrisa amistosa, como una princesa


serena e inalcanzable.

También, notó Nate con firme desapego, se veía bien con Jeff. Hacían
una excelente pareja y Jeff evidentemente sentía lo mismo.

—Hola, querido —silenciosamente Laura estuvo a su lado, tocando su


brazo y él se giró hacia ella y se agachó para permitir que le diera un beso
en su mejilla bien afeitada.

Miró a la mujer que se había convertido en su madre, la única mujer


que había sido una verdadera madre para él y sonrió con genuino placer
ante su compañía.

—¿Pasándola bien? —preguntó él.

—Odio esto —anunció Laura con honestidad. Era una excelente


anfitriona, era muy buena para socializar pero prefería mucho más estar
79
en la compañía de su familia o en pequeñas reuniones de amigos cercanos
que tener una gran fiesta—. Pero, Danielle tuvo la intención de hacer de
esto algo grande así que…

Nate leyó el resto de la declaración. Lo que Danielle quería, tanto


Laura como Victor, y ahora Jeff, se lo daban. Era mucho más fácil que la
rabieta que resultaría si no lo hacían. Nate parecía ser el único miembro
de la familia que podía negarle algo a Danielle

Y él hacía esto a menudo.

—¿Cómo está Lily? —se encontró Nate preguntando y ante la dulce,


sabionda sonrisa que contrajo los labios de su madre, deseó no haberlo
hecho. Se volvió muy claro que sus padres estaban jugando a los
casamenteros.

—Ella está mejor, creo, aunque no lo sabría. Está decidida a ocultar


cualquier rigidez o dolor. Estaba afligida por mi angustia esta mañana
cuando me enteré de que apenas podía salir de la cama con todo el dolor
que estaba sintiendo. Independientemente de todo eso, ella y yo hemos
tenido uno de los mejores días. —Vaciló y luego se acercó, diciendo en voz
tranquila—. Nathaniel, esto es muy extraño pero siento que la conozco
desde hace un año en lugar de un día. Es tan abierta, tan dulce. Deberías
escuchar alguna de las historias que cuenta de su familia de Indiana. Son
divertidísimas, ella es divertidísima.

Nate siguió sonriéndole a los ojos danzantes de Laura cuando se


volvió para mirar a Lily.

Él había estado en Estados Unidos por negocios en varias ocasiones


aunque nunca fue a Indiana. Se preguntó por su familia. Ella claramente
era de dinero. El bolso por el que peleó tan duro para mantener costó una
pequeña fortuna. Él lo sabía, pagó uno para Laura por Navidad el año
pasado. Por no hablar de que Lily gritaba elegancia y clase.

—¿Cuánto tiempo estará ella aquí? —preguntó, sin mover su mirada


de Lily.

—Estoy tratando de que se quede otro día y noche sólo para


asegurarme de que está bien. Está muy decidida de ir a casa —respondió
Laura.

Nate estaba sorprendido ante su respuesta.


80
—¿Ha terminado sus vacaciones entonces? —preguntó él.

—¿Perdón? —preguntó de vuelta Laura.

De mala gana dejó de mirar a Lily, quien en ese instante hablaba a


Jeff y al padre de Georgia, y éste parecía igual de enamorado de ella como
todos los demás. Eso no era sorprendente, ella dijo algo que hizo que
ambos hombres echaran sus cabezas hacia atrás y rieran.

Nate se volvió hacia Laura.

—Sus vacaciones, ¿eso hizo que ella quiera volver a Indiana?

Laura lo miró con confusión por un momento y después sacudió su


cabeza.

—No, no. Lily vive aquí en Inglaterra. En algún pueblo costero en


Somerset. Ella ha estado aquí por años, vino aquí para la universidad,
Oxford, y decidió quedarse.
Una estadounidense en Oxford que decidió quedarse, reflexionó Nate.

Definitivamente de dinero.

Este conocimiento cimentó su resolución de mantenerse alejado de


ella. Él la podía ganar, por supuesto, pero si ella llegase a descubrir su
pasado ella apuntaría su linda pero culta nariz hacia él.

Y eso era algo que él no podría soportar.

—Jeff parece conquistado por ella —señaló a Laura, su resolución


haciendo su tono despreocupado y su madre conociendo su cara se volvió
al instante en espanto.

—Sí —estuvo ella de acuerdo en voz baja y Nate incluso podía oír la
decepción en su voz.

—Ellos hacen una hermosa pareja —remarcó él distraídamente


mientras se volvía lejos de Lily, empujándola lejos de su mente y pensando
en su lugar en una bebida, una fuerte—. Espero que algo de esto venga
para ti especialmente, si te gusta ella tan bien —finalizó Nate, luego se
inclinó y besó la mejilla de Laura con cariño antes de partir de su ahora
decepcionada compañía a buscarse un trago.

Por las próximas dos horas, la fiesta se convirtió en una aglomeración


81 (nadie faltaba a una fiesta de los Roberts, incluso si esta se hubo
pospuesto un día, Victor era famosamente libre con su bar), Nate ni
siquiera intentó esquivar a Lily. Él a menudo buscaba en esos eventos,
conocidos de negocios y mujeres presionando por su atención.

Después que sintió que había hecho el deber con sus padres, decidió
salir afuera por un poco de paz y tranquilidad y un cigarro. Laura odiaba
que él fumase, así que no lo hacía en casa y Victor trataba de que él
cambiara sus cigarrillos por los que él fumaba. Pero tampoco en la casa.
Pero Nate sentía que de alguna manera tenía que aferrarse a su vicio,
sentía que eso decía algo acerca de él, acerca de cómo era. Y por lo menos,
esto era legal.

Se dirigió hacia la puerta principal y la abrió, luego se congeló al ver a


Lily sentada en el escalón de la entrada.

Él no había visto la parte de atrás de su vestido el cual estaba cortado


en una profundo V fruncida exponiendo su columna vertebral y cintura de
una manera que la hacía parecer a la vez vulnerable y seductora. Su
cabello estaba recogido en un moño desordenado, accidental pero
elegantemente peinado en el lugar detrás de su cabeza y rizos de cabello
dorado rojizos caían en su cuello, rostro y delicada mandíbula.

Ella se dio vuelta ante su llegada y él vio la mueca de dolor en el


momento.

Sus labios adelgazaron ante la vista de su dolor y pensó, no por


primera vez, que nunca debió haber dejado de apretar la garganta de ese
ladrón.

Su cara registró alguna emoción ante la vista de él, algo que él no


pudo leer, algo que se veía extrañamente melancólico luego él vio que ella
estaba tratando de ocultarlo, no con un éxito completo, y saludándolo con
un casual:

—Hey.

—Lily —saludó de vuelta, vagamente irritado. Él no podía volver a la


casa y cerrar la puerta, eso no sería sólo descortés si no que mostraría
claramente que la estaba evitando. Por lo tanto, caminó hasta la escalera
de la entrada y cerró la puerta tras él. Se puso de pie junto a ella y apoyó
su cadera contra la barandilla negro brillante de hierro forjado. Empujó el
paquete de cigarros fuera del bolsillo de su chaqueta y tendió uno hacia
82 ella—. ¿Te importa?

Ella lo había observado todo el tiempo, sus increíbles ojos nunca


dejándolo. Cuando cayeron hacia los cigarrillos algo brilló en ellos.

—No deberías fumar —dijo ella en un quieto pero desaprobatorio


tono.

—Suenas como Laura —le dijo él.

—Si lo hago entonces Laura tiene razón —devolvió ella, exhibiendo un


poco del espíritu que él conoció el día anterior en la carrera por el bolso
que le robaron.

Ante sus palabras, él se movió para dejar el cigarrillo de vuelta en su


bolsillo pero ella sacudió su cabeza y miro lejos.

—No, no, adelante. Realmente, no me importa —mintió ella.

Aunque, o probablemente porque sabía que a ella no le gustaría eso,


encendió el cigarrillo con el encendedor de oro que Victor le dio mientras
ella volvió a la posición en que estaba la primera vez que la vio,
inclinándose hacia adelante y apoyando sus brazos sobre sus rodillas, sus
manos agarrando la parte interna de sus codos.

—¿Dónde está Jeff? —Algo lo obligó a preguntar incluso cundo no


podía importarle menos y sus hombros se movieron hacia arriba en un
cuidadoso encogimiento, pero ella no respondió.

Ella continúo su ávida contemplación de los escalones mientras él


seguía fumando y continuaba su ávida contemplación de su piel sin
defectos de su encorvada espalda. Se preguntó cómo se sentía esa piel, a
qué sabia y por último, se peguntó por su extraño estado de ánimo.

—No te di las gracias —dijo ella a los escalones.

—¿Perdón?

Ella se volvió de nuevo, sólo su cabeza, y levantó sus ojos hacia él.

—Por lo de ayer, por salvar mi… bueno, yo… por lo del carterista. No
te dije gracias.

Él no tenía nada que responder así que no lo hizo.

83 —Gracias —susurró ella.

Él levantó su barbilla ligeramente en reconocimiento de su gratitud y


luchó contra su placentera reacción ante sus palabras.

—Fue muy heroico —le dijo ella.

—Fue apenas heroico —replicó él despectivamente.

Eso puso una grieta en su estado de ánimo contemplativo y las


esquinas de sus labios se movieron hacia arriba ligeramente.

—Considerando que allí habían aproximadamente tres mil testigos y


ninguno de ellos movió un dedo para ayudar, diría que eso fue heroico.

—Diría que tres mil es un poco exagerado —devolvió, su tono ligero y


débilmente burlón. Se encontró con que era incapaz de no responder ante
su pequeña sonrisa.

Sus palabras le ganaron una sonrisa plena al mismo tiempo que sus
ojos se iluminaron y él estuvo momentáneamente paralizado.
—¿Es una exageración? Se sintió como tres mil personas —señaló y se
inclinó hacia atrás, poniendo sus manos tras ella en la entrada y cruzando
sus piernas casualmente. El dobladillo de su falda rodó hacia arriba de
sus rodillas exponiendo más su muslo y Nate sintió que su cuerpo se
calentaba ante la vista de ello—. Me siento como una artista callejera,
como si tú y yo debimos haber pasado el sombrero después de haberlo
hecho. Juraría que algunos incluso sacaron fotos.

Sintió que sus labios se curvaban mientras ella cambiaba su estado


de ánimo y le enseñaba su ironía.

—Lo hicieron —le informó.

Ella arrojó su cabeza hacia atrás y se rio suavemente, un sonido que


le gustó demasiado, casi se sentía como un toque físico.

—Gente —murmuró, la palabra estaba cargada de significado, y Nate


lo encontró adorable. Era posible que ella no tuviera ni idea de lo que la
gente podía llegar a hacer, qué tan bajo podían llegar. Entonces, descubrió
que la deseaba, de forma inusual más que fervientemente, no es que fuera
a descubrir ese horrible hecho.

Ella suspiró profundamente y movió su cabeza para observar al otro


lado de la calle.
84
—Aunque solo conozca a unos cuantos allí dentro, debería regresar —
dijo ella.

—Sí —estuvo de acuerdo él.

Definitivamente deberían regresar.

Un minuto más aquí solo con ella, y se olvidaría de su firme


resolución de mantenerse alejado. Olvidaría un montón de cosas. Cosas
que no se había permitido olvidar en dieciséis años.

Arrojó su cigarrillo en la cuneta y notó que el cuerpo de ella se


quedaba inmóvil.

Entonces hizo algo extraordinario.

—¡Acabas de ensuciar! —acusó acaloradamente, saltando con gracia


sobre sus pies, mirando la humeante colilla como si estuviera a punto a
explotar y llevarse media calle con su ardiente destrucción cuando lo
hiciera.

Entonces su mirada fulminante regresó a él.

No se le ocurrió que decir en respuesta. Ella estaba, por supuesto, en


lo correcto.

Era también de alguna manera, más imponentemente hermosa


cuando se enfadaba.

—Fazire dice que no deberíamos ensuciar. Que los seres humanos


ensucian demasiado. —Mientras hablaba, se había dado la vuelta y estaba
pisando fuerte las escaleras con agitación. Nate observó con estupefacta
fascinación mientras se dirigía directamente a la colilla de su cigarrillo y se
inclinaba lentamente para sacarlo de la cuneta y lo sostuvo entre el pulgar
y el índice como si fuera aborrecible, lo que de hecho, era en sus manos—.
Él dice que los humanos deberían cuidar mejor de dónde viven o no lo
conservaremos por mucho tiempo. —Se inclinó hacia delante y lo estrelló
contra uno de los escalones, dándole más que un tentador vistazo de su
escote.

—¿Quién es Fazire? —preguntó Nate, observó mientras se enderezaba


y vio el rubor de la ira en sus rosadas mejillas y se dio cuenta de que su
resolución de esta noche se había desplazado un nivel considerable, luego
85 del que se había movido tras ver su escote, y tras el nivel que se había
desplazado al presenciar su sonrisa y el otro nivel que se había movido al
escucharla decir “gracias”.

Miraba a su alrededor en busca de un lugar para depositar el


cigarrillo.

—Es un amigo de la familia. Ayudó a criarme —explicó


distraídamente.

—Lily, dámelo —dijo Nate en voz baja y sus ojos fueron a él y se


concentró. Había extendido su mano y ella subió los escalones, se detuvo a
dos debajo del más alto, donde estaba él y luego depositó los restos del
cigarrillo en la palma de su mano.

Luego de su intento bastante vano para salvar la tierra limpiando su


solitaria colilla, pareció darse cuenta muy tarde de lo extraño que era su
comportamiento y sus palabras. Este conocimiento la hizo lucir
hilarantemente mortificada.
—Creo —susurró, sin quitarle los ojos de encima—, que quizá he sido
un poco grosera —dijo como si ser grosera fuera el peor de los pecados.

—No más grosero que mi irreflexiva participación en la destrucción


del planeta —dijo arrastrando las palabras, definitivamente burlándose
esta vez.

Sus ojos volaron a los suyos, y al mirarlo su disgusto se desvaneció al


instante, y se rio, ni suave ni bajo, sino con ganas y era tan contagiosa que
él se encontró sonriéndole.

Y en ese momento, su resolución estuvo completamente olvidada.

—Sí, es cierto. —Ya no estaba riendo, pero sus ojos seguían


bailando—, eres definitivamente más grosero que yo. Deberías sentirte
avergonzado, Nate, muy avergonzado.

Él preguntó, antes de poder detenerse a sí mismo, antes de que


pudiera empezar a pensar o a recordar todas las razones por las cuales no
debería:

—¿Te quedarás hasta mañana?

—¿Disculpa? —Inclinó la cabeza con curiosidad, sus hermosos ojos


seguían sonriendo.
86
—Mañana. ¿Te quedarás con Laura y Victor otro día?

—Yo… —Vaciló, observándolo—. No lo creo. Ya me he aprovechado


demasiado. Tus, eh… padres, son muy amables pero el pescado y los
invitados apestan después de tres días.

—¿Qué? —Ya no tenía que detenerse en pensar, porque lo único que


podía pensar era que no tenía idea de lo que estaba hablando.

—Un dicho de mi abuela, que el pescado y los invitados apestan


después de tres días. Su modo de decir que no debes hacer que te retiren
la bienvenida cuando eres un invitado. —Subió los dos últimos peldaños,
se detuvo frente a él y levantó la cabeza para mirarlo—. Lo que digo es que
es hora de que me vaya a casa.

—Solo has estado aquí dos días —le informó amablemente,


sonriéndole cuando su cara se levantó. Algo cambió cuando ella atrapó su
sonrisa y, por alguna razón, causó que el sonrojo se arrastrara hasta sus
mejillas.

—De la manera en que lo veo, es que ni siquiera conocía a Laura y a


Victor cuando llegué, así que eso me debe dejar con un día menos, quizá
dos. Así que ya pasó mi fecha de caducidad. —Le brindó una sonrisa
peculiar y tuvo que reunir todo su esfuerzo para no arrastrarla hasta sus
brazos.

Estaba cerca, no indecorosamente cerca, pero si lo suficientemente


cerca para que llenara su visión, para que sintiera el calor de su cuerpo,
para que pudiera oler su sutil perfume.

Se enderezó luego de haber estado contra la barandilla. Esto los dejó


unos centímetros más cerca, pero la distancia lo suficientemente decorosa
que fue una vez, ya no lo era.

—Quédate otro día —instó, el timbre de su voz era bajo como


persuasivo.

Su cuerpo dio una sacudida casi imperceptible y tuvo que inclinar la


cabeza más hacia atrás para mirarlo.

—¿Por qué? —susurró, con sus ojos adorablemente desconcertados.

Él se acercó y ella inclinó la cabeza hacia atrás. Esta era la forma en


87 que se vería antes de besarla, supo, y el pensamiento lo atravesó como una
bala.

Parecía congelada, clavada en el suelo. Levantó la mano, la que no


llevaba la colilla de cigarrillo, y capturó un mechón de su pelo que se había
escapado hasta su cuello. Lo giró alrededor de su dedo y sintió su
suavidad.

—Así podré llevarte a cenar mañana por la noche —respondió en voz


baja.

Fue entonces que Nate se dio cuenta de que ella no respiraba.

Había algo acerca de ella que le hizo comprender que estaba bajo su
completo y total control. La forma en que le miraba a los ojos, se perdía en
él, era, simplemente, suya para hacer lo que quisiera. Se lo comunicó con
sólo una mirada, sin decir una sola palabra.

Y ese conocimiento lo sorprendió. Que esta perfecta, inmaculada,


intocable criatura pudiera perderse en Nate McAllister, el chico del lado
malo de la ciudad, el hijo de una prostituta. Tenía las inconfesables pero
embriagadoras ganas de gritar su satisfacción y el igualmente fuerte deseo
de enterrarse en ella, enterrar su lengua en su boca, enterrarse
profundamente dentro de ella, reclamarla, poseerla, hacer algo violento y
duradero que la volviera realmente suya.

—¿Qué hay de tu prometida? —susurró.

—No tengo prometida.

—Tu novia entonces… ¿Cómo se llama, Georgia?

—Georgia y yo ya no estamos juntos.

Después de que habló, dijo sin vacilar:

—Está bien.

Le soltó el pelo, levantó la mano y pasó el dedo por la suave piel de su


sien, justo delante de la oreja, hasta el punto donde la mandíbula se unía
a su cuello.

Sus labios temblaron.

—Está bien, ¿qué? —preguntó en voz baja.


88
—Me quedaré otra noche —respondió ella, con su voz igual de suave.

Nate sonrió.

Lily suspiró.
8
Lily

—N
athaniel está aquí, Lily.

Lily brincó. Victor había asomado su cabeza


castaña por la puerta del cuarto de huéspedes y
después de una mirada hacia ella, empezó a sonreír.

Él abrió completamente la puerta y se enderezó en el marco.

—Te ves adorable.

—¿Lo hago? —Su voz sonaba dudosa y tal vez un poco atemorizada.

—Sí, Lily, lo haces.


89
—Yo… —No sabía que decir, no se consideraba a sí misma adorable.
Ella nunca había sido adorable. No tenía idea de que fuera adorable.

De hecho, no sabía por qué Nate la había invitado a salir en primer


lugar. Locura temporal, decidió. O probablemente había pensado que ella
estaba sufriendo y había sentido lástima después de que enloqueciera por
el inocente paradero de una colilla de cigarrillo. Miles de personas
arrojaban cientos de colillas de cigarrillos al día. Había actuado como si él
hubiera participado en una serie de asesinatos. El pensar en ello casi la
hizo morir de mortificación.

Pero no iba a mirarle el colmillo al caballo regalado, o en este caso, al


mágico caballo de Fazire, ya que la única razón por la que Nate la invitó a
salir era por la magia de Fazire.

La única cosa que se le ocurrió decirle a Victor fue:

—Gracias.
Victor inclinó su cabeza y podría haber jurado que se estaba riendo de
ella, no descortésmente, sin embargo.

Esta era la situación más extraña en la que había estado, en toda su


vida.

No es que hubiera estado en muchas situaciones extrañas; ella había


vivido muy protegida.

Eso era, por supuesto, si no contabas el hecho de que uno de los


“adultos” que participaba en su crianza era un genio real, lo que no
contaba porque para ella, hasta donde sabía, era la cosa más natural del
mundo.

Pero allí estaba, quedándose con personas que apenas conocía, a


pesar de sentir que los conocía de toda la vida. Se estaba aprovechando de
su amabilidad, aunque su madre, y en especial su padre, —quienes creían
que el respeto y los buenos modales eran prácticamente más importantes
que el oxígeno— le habían enseñado a no aprovecharse de nadie. Y ella iba
a una cita con su hijo a pesar de que, de algún modo, ellos la veían como
una hija y estaban increíblemente orgullosos de que saliera con el alto,
misterioso, guapo y popular capitán del equipo de futbol.

Insegura de qué hacer, Lily se quedó allí.


90
Nunca en su vida había estado en una cita.

Se había vestido con uno de los atuendos que había obtenido el día
anterior mientras estaba de compras con Laura. No podía permitírselo
pero se enamoró de él, así que lo cargó a su tarjeta, al igual que con todo
lo demás que había comprado. Si su madre supiera que había usado sus
tarjetas de crédito para cosas que no eran necesarias, Becky tendría un
derrame cerebral.

Se puso una falda recta, tipo lápiz, del rosa más pálido audazmente
estampada con bermellón y naranja alrededor del dobladillo. Lo combinó
con una ajustada camisola de algodón color rosa y un ligero cárdigan de
algodón color bermellón que dejó abierto al frente. Laura le había prestado
un par de zapatos —lo que Lily no sabía era que en realidad pertenecían a
Danielle y si lo hubiera sabido no los habría usado, ya que tenía la misma
reacción con Danielle que con Jeffrey—, zapatillas de tacón abiertas, color
rojo.
Sin la bufanda parecía haber salido de los años cincuenta. Una Chica
de Rosa con más actitud.

Se sentía como una idiota.

No tenía idea de lo increíblemente chic que lucía.

Tomó el pequeño, brillante, bolso rojo que Laura le había prestado.

—¿Todo está bien? —Victor la miraba de cerca.

—Yo… —empezó de nuevo y se detuvo, mirándolo


esperanzadoramente. No lo conocía lo suficiente pero de alguna manera
sentía que podía confiar en él—. Victor, no sé qué hacer.

Su voz fue tan suave que se sorprendió de que la escuchara. Pero lo


hizo y entró a la habitación.

—¿Qué quieres decir? —Parecía un poco desconcertado y su rostro,


usualmente controlado, lo mostraba.

Ella colocó el bolso debajo de su brazo y llevó sus manos hacia arriba,
sus dedos se movieron nerviosamente y luego estudió su manicura.

—Nunca he tenido una cita —le confió a sus manos, su voz aún más
suave.
91
—Maldición —juró Victor—, debes estar bromeando.

Levanté la cabeza y bajó las manos.

—¿Parece que estoy bromeando?

Se refería a su apariencia, lo que consideraba como un atuendo


bizarro de Chica de Rosa, solo ella. No era, lo sabía por todas las burlas en
el colegio —años y años de burlas—, delirantemente bella y nunca lo seria.
Había perdido peso, no estaba ciega, podía verse a sí misma en el espejo y
podía leer las etiquetas en la ropa pero, a pesar de eso, nunca había
ganado seguridad.

—¿Cuántos años tienes? —Victor tenía los ojos como rendijas.

—Veintidós.

—Maldita sea.
—Esto no está ayudando. —Trató de bromear pero sonó tan asustada
como se sentía.

—Debiste haber crecido en un convento, ¿me equivoco?

Se sorprendió por esa respuesta pero contestó honestamente.

—No, solo en un pequeño pueblo en Indiana.

Él se acercó.

—Es lo mismo —dijo despectivamente, su mano fue a su espalda baja


y guio a su renuente cuerpo firmemente hacia la puerta—. Solo ve abajo,
sonríele a Nathaniel y después de eso, lo prometo, Nathaniel se encargará
del resto.

Ella se relajó lo suficiente para permitirle que la guiara hacia el


corredor.

—¿Por qué lo llamas Nathaniel cuando todos los demás lo llaman


Nate?

Habían tenido muchas conversaciones acerca de Nate. Al parecer,


Nate era un popular tema de conversación. En su primera noche con
Jeffrey quien, pensó Lily, no era un gran admirador de Nate; al día
92 siguiente cuando conoció a Danielle, quien habló sobre Nate demasiado y a
quien parecía gustarle muchísimo más que a su hermano; en la fiesta la
noche anterior donde todo el mundo quería saber dónde se encontraba
Nate para así poder hablar con él; y todo el día, ese mismo día; el día que
pasó con Laura y Danielle almorzando y comprando en tiendas en las que
no podía permitirse ni un broche para el cabello.

Lily estaba tratando de pensar en otras cosas, lo que fuera, menos en


la cita que tendría con el hombre de sus sueños, el hombre de sus más
ardientes deseos, el hombre del que había leído durante años en sus
novelas de romance. El hombre cobró vida y ahora, la llevaba a cenar.

Pero por mucho que lo intentó, no pudo evitar preguntar por él.

—Nathaniel es el nombre de un caballero, un genio, un hombre de


palabra y poder. Nate es solo un nombre. Y mi Nathaniel es un Nathaniel
—dijo Victor con tanto orgullo que Lily no pudo evitar mirarlo y sonreírle.

—Sabe, creo que tiene razón —le dijo y Victor sonrió ante sus
palabras.

—Él prefiere Nate, para mi eterna molestia y la de Laura —le confió


Victor en un susurro travieso.

En ese momento ya estaban bajando las escaleras y ella echó la


cabeza hacia atrás y rio ante su comentario. Además descubrió, en ese
instante, que le agradaba mucho ese hombre tan intenso. Le recordaba a
su padre. Y por lo cual, siendo Lily Jacobs, se lo hizo saber (de alguna
manera).

—Es un hombre muy agradable, Victor, gracias por la gentileza que


me has mostrado.

Él se detuvo casi al final de la escalera, abrupta y profundamente


sorprendido. Se dio la vuelta para mirarla, como si sus palabras hubieran
sido audaces.

—Yo… —Fue el turno de él de tartamudear y ella se encontró


sintiéndose incomoda con su falta de control. Él parecía el tipo de hombre
que necesitaba mantenerse en control todo el tiempo.

Estaba confundida, sin embargo. Él tenía que saber que era amable,
por el amor de Dios, no era como si hubiera dicho que era Superman y que
pensaba que podía detener balas con los dientes.
93
Él recuperó su autocontrol y se alegró por eso ya que, al parecer, lo
necesitaba, parecía usarlo como una armadura.

Después declaró:

—Debo decir, Lily, estoy encantado de que tu bolso fuera robado.

—¿Qué? —dijo un poco fuerte y con una risita efervescente.

—Si eso no hubiera pasado, es posible que nunca te hubiéramos


conocido —explicó, tomando su mano y dándole palmaditas en un gesto
paternal que parecía totalmente fuera de lugar para él.

—¿Qué está pasando? —Jeffrey estaba encorvado contra la pared de


la entrada, con los brazos cruzados sobre su pecho, su rostro registrando
su infelicidad.

Lily y Victor terminaron de bajar las escaleras y al ver a Jeff, Lily


sintió una punzada de culpa que no terminaba de entender. También notó
que había una diferencia en cómo Jeffrey se paraba con el hombro contra
la pared que cómo lo hacía Nate. La de Jeff era encorvada, despreocupada,
mientras que la de Nate era una inclinación depredadora.

—Lily y yo estábamos compartiendo un momento privado —declaró


Victor, su voz, de alguna manera, apagada.

—Lily parece estar acumulando una feria de pequeños momentos


privados con los miembros de la familia en un muy corto período de
tiempo —comentó Jeff.

Algo en sus palabras escoció y la forma en que las dijo hizo


increíblemente clara que esa era su intención.

El rostro de Victor se volvió de piedra mientras miraba a su hijo.

—¡Oh, Lily, te ves preciosa! —Laura estaba saliendo de la sala de


estar, sin duda precedida por el casi grito de Lily y, afortunadamente,
rompió el tenso momento. Era seguida por Nate y ante la visión de él, el
escozor residual de Jeff se desvaneció y Lily contuvo el aliento.

Era la primera vez que lo había visto cuando no estaba usando un


traje, en lugar de eso llevaba un par de vaqueros desteñidos, un suéter
negro en cuello V y botas negras.

94 Y se veía absolutamente hermoso.

—Va a ser difícil para ella subirse en tu motocicleta en ese atuendo.


—La voz de Jeff había pasado de melancólica y polémica a jovial y
vagamente arrogante.

—¿Motocicleta? —murmuró Lily, confundida, su asombro ante la


visión de Nate, derritiéndose.

—Puedes tomar el Jaguar —ofreció Victor.

—¿Montaste hasta aquí en una motocicleta? —Miró a Nate, la sola


idea de Nate en una motocicleta era absurda. Los héroes románticos no
andaban por ahí en motocicletas. Era, por supuesto, Londres, donde las
motocicletas eran probablemente el mejor transporte y el más fácil, pero
ella simplemente no podía creerlo y lo encontró un poco decepcionante, a
pesar de que sabía que eso no era muy agradable.

—El automóvil, desafortunadamente, estaba programado para ir al


taller. Tomaremos un taxi —explicó Nate.

—¿Una motocicleta? —repitió Lily, todavía pérdida.

Jeff se apartó de la pared.

—Sí, su Ducati. A Nate le gusta ir rápido, vivir peligrosamente, ese


tipo de cosas. —Esto fue dicho de una manera cortante, pero parecía que
había celos por debajo de su tono.

—¿Qué es una Ducati? —Lily se giró hacia Victor, aún perpleja, pero
Laura le respondió.

—Una motocicleta, querida, y no debería montarla. Es peligroso. Le


sigo diciendo que va a matarse, corriendo por ahí en una motocicleta y en
ese maldito carro deportivo pero, ¿escucha a su madre? No, ciertamente
no lo hace.

Sus ojos volaron hacia Nate con deleite.

¡Una motocicleta!

Lily descartó por completo la idea de un hombre como Nate, un


hombre que lucía como Nate, un hombre que actuaba como Nate, un
hombre que montaba una motocicleta —como Nate—, escuchando a su
95 madre alguna vez.

En todo lo que podía pensar era en su motocicleta.

Su padre tenía una motocicleta; solía llevarla todo el tiempo porque se


lo había suplicado. A ella le encantaba, le encantaba estar al aire libre. Le
encantaba la velocidad, el peligro —aunque no había peligro real, Will
siempre era muy cuidadoso y nunca tomaba riesgos, pero ella podía fingir
que sí.

Por lo tanto, exclamó con entusiasmo:

—¡Me encantan las motocicletas!

Se había estado diciendo a sí misma todo el día que fuera agradable,


tranquila y serena. Que actuara sofisticada, como estaba segura de que
Nate estaba acostumbrado, que no revelara que era sólo una chica de
pueblo que estaba segura que aburriría a Nate hasta la muerte.

Pero, ¡una motocicleta!


Ella no tenía idea de que lucía absolutamente seductora, atractiva,
tan emocionada como sonaba.

Se giró con los ojos brillantes hacia Nate y le preguntó:

—¿Podemos tomar tu motocicleta?

Nate, a quien veía, y Jeff, a quién no veía, la miraron, perdidos en su


mirada de placer y deseo abandonado.

Nate se obligó a sí mismo a salir de su aturdimiento primero.

Caminó hacia ella, con una sonrisa jugando en sus sensuales labios.

—Diría que tu falda no es adecuada para un paseo en motocicleta.

Sin un atisbo de artificio o cualquier idea de la reacción que sus


palabras ocasionarían, agitó su mano casualmente frente a ella y dijo:

—No te preocupes, me la subiré.

Victor se aclaró la garganta.

Laura dejó caer su cabeza y sonrió hacia el piso.

La boca de Jeff (que no vio) cayó abierta e inmediatamente (tampoco


lo sabía Lily) decidió en silencio que odiaba a Nate aún más.
96
Los ojos de Nate se calentaron de una manera que hizo que el vientre
de Lily hiciera un curioso aleteo.

—¿Tienes un casco extra? —preguntó, tenazmente persiguiendo su


oportunidad de dar un paseo en su motocicleta mientras, obstinadamente,
ignoraba el extraño aleteo en su vientre.

—Guardo uno aquí, sí —respondió en su profunda voz.

—Eso lo resuelve —anunció, palmeando sus manos frente a ella y


uniendo sus dedos, levantando la mirada hacia él con regocijo.

—Lily. —Su tono decía que iba a negarse y ella se inclinó hacia él.

—Nate, ¿por favor? Mi papá tenía una moto —pronunció esto como
“hoz”4 al igual que mucha gente en Indiana lo hacía—, solía llevarme todo

4Hoz: Juego de palabras, ella hace referencia a cycle (motocicleta), pero la pronuncia
como sickle (hoz), sin embargo, al traducirlo al español pierde sentido.
el tiempo. Soy una buena motociclista, ya lo verás. No seré una distracción
en absoluto. Lo prometo.

Sus palabras fueron dichas con toda inocencia y la diversión


parpadeó en los ojos de Nate mientras que Jeff murmuraba:

—Eso sería imposible.

Ella se volvió hacia Jeff.

—En realidad no —dijo en un resoplido—, soy una muy buena


pasajera, papá decía eso. —Y se giró nuevamente hacia Nate.

Él la miraba como si fuera la criatura más fascinante que alguna vez


hubiera nacido.

De alguna manera, al mismo tiempo, también tenía una expresión


que claramente decía que iba a decir que no.

—Por favor —suplicó ella en un susurro y los ojos de Nate


parpadearon una y otra vez y nuevamente su estómago hizo esa cosa
curiosa que se sentía como una voltereta.

—Por el amor de Dios, Nathaniel, llévala en tu motocicleta —


interrumpió Victor, cediendo en su forma habitual como lo había estado
97 haciendo con sus hijos desde que nacieron.

—¡No! —interrumpió Laura—. Lily, estás usando una falda —


puntualizó innecesariamente.

Lily simplemente siguió mirando implorante a Nate.

—De verdad quieres montar en moto, ¿verdad? —preguntó Nate en


voz baja.

Asintió alegremente, percibiendo, en lugar de saber, que iba a salirse


con la suya.

—Saldremos en motocicleta —decidió Nate.

—¡Sí! —gritó Lily, aplaudiendo frente a ella, completamente perdida


en su reacción y tal vez pensaría después que lucía como una tonta
inmadura, sin darse cuenta cuán cautivadora y exuberante era.

—Jodido infierno —maldijo Jeff no-tan-bajo.


—Es suficiente, Jeffrey —cortó Victor.

Lily lo ignoró, no iba a darle tiempo a Nate de cambiar de opinión, así


que preguntó:

—¿Dónde está el casco?

—Iré por el —dijo Laura, cediendo con dignidad pero reacia.

—Iré por mi chaqueta. —Nate siguió a su madre y mientras ella se


dirigía a la cocina, él fue hacia la sala de estar.

Victor extendió su brazo, con una sonrisa insolente en su rostro:

—Y yo te presentaré a la Ducati.

—Está bien —respiró Lily, con los ojos brillantes.

Victor la llevó hacia la motocicleta, que era de una clase que nunca
había visto antes (mucho mejor que la que su padre poseía), y le encantó
en el momento en el que puso sus ojos en esta.

Nate se unió a ellos unos minutos después.

Jeff había desaparecido.

—Usa esto —dijo Nate, sacudiendo una chaqueta negra de cuero.


98
—Oh, no, úsala tú —respondió Lily, encontrándose tímida ante la idea
de ponerse una pieza de su ropa.

—Lily, si algo sucede, el cuero ofrecerá, por lo menos, un mínimo de


protección. Dios sabe, que el resto de ti no estará tan protegido —explicó
Nate, con la diversión y la molestia luchando por controlar su voz.

—¿Piensas chocar? —preguntó, inclinando la cabeza.

—No —respondió, con una sonrisa moviendo sus hermosos labios. La


diversión ganaba, observó satisfecha.

—¿Has chocado alguna vez?

Sus oscuros ojos se movieron a los de su padre y Victor se rió entre


dientes.

—Solo ponte la chaqueta, Lily — ordenó Nate, en un tono que no


permitía desobediencia.
Ella lo ignoró.

—Has chocado antes.

Nate no respondió. La risa entre dientes de Victor se convirtió en una


risa suave.

—Me pondré la chaqueta. —Decidió prudentemente.

—Buena idea —murmuró Nate, sosteniéndola para ella, se dio vuelta


y metió sus brazos dentro de las mangas.

Le quedaba gigante, pero no le importaba. Usarla se sentía bien. La


hizo girar, poniendo sus manos en sus hombros, y sintió que se quedaban
allí (como deseaba que se quedaran allí) por el resto de su vida. El
momento se esfumó y estaba frente a él otra vez. Le sorprendió que le
subiera la cremallera hasta la barbilla.

Inmediatamente se arrepintió de permitir que le pusieran la chaqueta.

Ahora ella se veía realmente como una Chica de Rosa, usando esa
enorme chaqueta de cuero.

Su arrepentimiento se esfumó cuando levantó los ojos hacia Nate. La


estaba viendo usar su chaqueta, e incluso Lily que era una inexperta, se
99 dio cuenta de que la mirada en sus ojos era intensamente posesiva, salvaje
y muy, muy peligrosa, pero en el buen sentido.

Tragó.

—Aquí está el casco. —Laura se unió a la escena.

Con ganas, decidió enfocarse en su inesperada invitación, tomó el


casco de las manos de Laura, dándole una sonrisa fugaz. Lily se apartó el
pelo y con un movimiento experto, se puso el casco, mientras Nate se
ponía el suyo y levantaba su musculosa pierna sobre la moto y Lily notó,
no-del-todo distraída, cómo sus vaqueros se apretaban contras sus
músculos mientas lo hacía.

Su visera estaba hacia abajo y giró la cabeza hacia ella. Ella no lo


dudó, en caso de que él cambiara de idea a último momento. Mientras la
miraba, Lily se subió la falda, moviendo sus caderas y rebotando
alternativamente entre una rodilla y la otra. Cuando la tuvo a la altura de
sus caderas, lo suficiente para montar a horcajadas a la motocicleta, puso
una pierna sobre la moto y se colocó detrás de Nate. Hizo un gesto
desenfadado hacia Laura y Victor y sin pensarlo, envolvió sus brazos
alrededor de la cintura de Nate del mismo modo que hacía con su papá.

—¡Estoy lista! —gritó, y su voz rebotó dentro del casco y fue silenciado
por el mismo.

Nate hizo una breve inclinación de cabeza, arrancó la moto con


movimientos expertos, movimientos que nunca la afectaron cuando iba
con su papá, pero que lucían, de algún modo, imposiblemente masculinos
cuando los hizo Nate.

Luego se fueron.

Y sus brazos, envueltos ligeramente alrededor de su cintura, se


apretaron. Porque Nate no conducía como solía hacerlo Will. Nate corría
rápido y duro.

Mientras avanzaban, sus brazos se apretaron más y más, hasta que


tuvo que presionarse contra su espalda, contra la parte superior de sus
muslos que se unían a los de él, y su región baja contra su trasero.

No le importó. Lo disfrutó.

Estaba viajando con Nate y eso era todo lo que importaba.


100
Apoyó su barbilla en su hombro y amó cada minuto de ello.

Llegaron a dónde se dirigían y Nate detuvo la moto y aparcó mientras


Lily saltaba y se bajaba la falda. Cuando se enderezó, Nate ya se había
bajado de la moto. Podía decir que la estaba viendo a través de la oscura
visera, sus manos se levantaron para sacarse el casco. Ella hizo lo mismo
con el suyo, sacudiendo la cabeza para mover el cabello de su rostro.

—¡Eso fue genial! —exclamó, todavía perdida en la emoción del viaje.


No tenía idea de que su sonrisa brillaba en su cara y que sus ojos estaban
iluminados y despreocupados.

Y entonces sucedió algo que jamás hubiera imaginado, planeado o


soñado, ni siquiera deseado y que nunca habría sabido, ni en un millón de
años, que sucedería.

Con su casco colgando entre los dedos de una de sus manos, el otro
brazo de Nate serpenteó, la tomó por la cintura y la atrajo hacia delante
con una violencia controlada que le robó el aliento.

Ella golpeó contra la pared de su cuerpo.

Entonces su boca bajó hasta la de ella.

Duro.

Por ello, hizo un pequeño sonido de sorpresa que venía desde el fondo
de su garganta.

Mientras sintió el calor de su cuerpo filtrándose a través del cuero,


con sus senos gratamente aplastados contra su duro pecho, se relajó
contra él. Relajó los labios, alzó sus manos para descansarlas en sus
hombros, y se presionó contra él, mientras su vientre daba voltereta tras
voltereta.

Él levantó la cabeza tan bruscamente como la bajó.

Era la primera vez que la habían besado y no podía respirar.

—Después de la cena, vamos a volver a mi apartamento —dijo Nate


con una voz que le causó estremecimientos en su espalda y a lo largo de
su piel.

Ni siquiera pensó en reusarse, simplemente asintió en silencio.


101
Él le quitó el casco de la mano, puso ambos en una sola, sosteniendo
con la otra una mano de ella con firmeza, y la guió hasta el restaurante.

Y por último, con una exhalación, dejó escapar el aliento.

—Caminemos.

Lily estaba en la acera mirando a Nate.

El sol estaba todavía iluminando el cielo, e incluso después de todos


sus años aquí, no se acostumbraba a los largos días de verano en
Inglaterra.

Tuvieron una cena encantadora y deliciosa, con ella hablando la


mayor parte del tiempo. Nate no dijo mucho, y de todas formas, estaba
nerviosa, muy nerviosa, principalmente por la perspectiva de regresar a su
apartamento luego de la cena, pero también por la manera en que la
miraba fijamente.

—¿Al apartamento? —preguntó Nate, mirándola con su hermoso


rostro relajado y una sonrisa jugando en sus labios.

—No, solo una caminata. Siento la necesidad de estirar mis piernas.


—Usó las palabras que Sarah a menudo decía luego de la comida, y tiró de
su mano, una mano fuerte, de dedos largos, que sostenía la suya. Ya había
notado sus manos, poderosas con venas marcadas y con dedos bien
formados. A Lily le gustaban sus manos, pero por otra parte, a Lily ya le
gustaba todo de él—. Vamos —lo apuró.

Comenzó a caminar, sintió la resistencia en el brazo cuando él no la


siguió y miró atrás. Le dedicó un pequeño e invitador tirón con su cabeza y
una sonrisa alentadora.

Nate cedió, y comenzó a moverse hacia adelante.

La sonrisa que le daba se profundizó.

Él se detuvo de inmediato, tiró de su brazo y ella se tambaleó hacia


atrás, giró y cayó contra él.

Su brazo la rodeó y él se inclinó y rozó sus labios contra los suyos.


102
Aunque fue ligero como una pluma, lo observó aturdida, y notó
vagamente que sus rodillas estaban débiles.

Pareció satisfecho por algo, entonces le dijo:

—Ahora podemos dar un paseo.

Salió de su aturdimiento y se puso a caminar a su lado.

—Llevaré uno de los cascos —ofreció Lily.

—Ya lo hago yo —respondió Nate.

—No, de verdad…

—Lily, yo lo llevo. —Su voz sonaba como si intentara no reírse.

—Está bien —cedió, un tanto contrariada de que la encontrara


divertida cuando no intentaba serlo.
Caminaron de la mano por la acera hasta que de repente llegaron a
Hyde Park.

Lily conocía a Londres bien, había estado allí muchas veces pero Hide
Park —lugar que Lily amaba—, sin importarle que tan enorme fuera,
siempre se superaba y lograba sorprenderla.

—Caminemos en el parque. —Cambió de dirección sin esperar que él


respondiera o se negara y entró en el parque. Para su asombro, la siguió
sin protestar.

Caminaron más y se dio cuenta de que nunca había estado más


contenta, tan feliz, en su toda vida.

Y había tenido una vida —en su mayoría— contenta y feliz.

Suspiró con placer.

Después de un rato sintió que la conversación estaba en orden. No


porque estuviese cómoda sino porque estaba curiosa.

—¿Laura y Victor son tus padres? —Era tímida en hacerle preguntas.


Había intentado un par en la cena y él no sido muy próximo con
respuestas. Había contestado, por supuesto, pero no entró en ningún
detalle y pareció preferir, enormemente, conseguir hablar de ella.
103
Nate respondió:

—En cierto modo.

Ella miró por el rabillo de sus ojos.

—¿Cómo pueden ser tus padres de cierto modo?

Ella pensó que no iba a responderle, pero lo hizo.

—Me adoptaron cuando tenía doce años.

Por reflejo, su mano se apretó con este conocimiento.

Todo tipo de pensamientos se agolpaban en su cabeza, en cuanto a


por qué él estaba disponible para ser adoptado a la edad de los doce,
ninguno de ellos era tan malo, aunque su corazón se rompiera al pensar
en ellos, tanto como lo que había sucedido en realidad.

—¿Son de la familia? —preguntó en voz baja.


—¿Qué quieres decir? —Podía decir por su tono que estaba distraído y
estaba pensando en otra cosa, y si supiera lo que pensaba, podría haber
corrido, gritando por el parque, o se hubiera lanzado hacia él.

Ella caminó, y como siempre había hecho, mirando el suelo. Él


caminaba, observó ella con una mirada de reojo, mirando al frente,
confiado y seguro de sí mismo.

Encontró que eso le afectaba.

—Laura y Víctor. ¿Uno de ellos es tu familia? ¿Una tía, un tío? —


explicó, pensando en sus padres y cómo obviamente lo amaban y estaban,
obviamente, orgullosos de él, pero él no los llamaba “mamá” o “papá”.

—No hay relación. —Su respuesta fue corta y no invitó a más


preguntas.

Caminaron más en el parque.

No quería hablar, lo sabía. Pero ella necesitaba hablar de ello.

Él era, simplemente, suyo. Ella había deseado por él. Él no lo sabía,


ni siquiera ella lo sabía muy bien en ese momento, sólo sabría más tarde,
pero él era el amor de su vida.

104 Por esas razones continuó.

—¿Qué pasó con tus padres? —preguntó, su voz suave.

Esta vez, su mano se apretó reflexivamente y ella no sabía qué hacer


con ello, excepto que no podía significar nada bueno.

Él dejó de caminar.

Ella lo hizo también, se volvió hacia él e inclinó la cabeza para mirarlo


a los ojos.

—Lily —dijo en voz baja y la miró. A ella le gustaba la forma en que


dijo su nombre, sonaba bien en sus labios. Sus ojos, tan oscuros (que no
sabía, si eran de color gris o si eran azules), eran intensos. Nate siguió
hablando—. Nunca conocí a mi padre. Mi madre fue asesinada.

Sus ojos se abrieron en estado de shock y su mano se disparó a su


boca, sus dedos presionando contra sus labios. Lo dijo lacónicamente
como si hubiera sido arrancado de él, como si nunca le hubiera dicho esas
palabras a nadie en su vida.

—Nate —susurró contra sus dedos, inyectó tanto sentimiento en su


nombre que le sorprendió que no cobrara vida y flotara en el aire.

Él continuó, todavía observándola, evaluando su reacción.

—Conocí a Víctor. Me llevó y él y Laura me adoptaron. Fin de la


historia.

Y eso fue todo porque se volvió y se dirigió de nuevo al camino por el


que llegaron. La caminata había terminado.

—¿Por qué no tomaste su nombre? —Algo la hizo susurrar, no era


asunto suyo y todo en él lo dijo.

—No quiero olvidar quién soy —respondió, aunque su respuesta no


tenía mucho sentido para ella.

—¿Y quién eres? —preguntó ella, la curiosidad sacando lo mejor de


ella.

Y esta curiosidad la llevó, irremediablemente, fuera de la protegida,


segura, resguardada burbuja en la que había residido toda su vida.

Se detuvo, la detuvo con un tirón en la mano y se volvió hacia ella.


105 Luego deslizó su brazo alrededor de su cintura y la llevó hacia él hasta que
su cuerpo golpeó contra el calor del suyo. Entonces con la cabeza
inclinada, pensó que iba a besarla de nuevo y contuvo la respiración
esperando.

Pero en lugar de eso, dijo más palabras de lo que le había dicho


nunca antes en su corta relación.

Y fueron muy, muy impactantes. Y muy, muy efectivas.

—Soy el hombre que va a poner a tu exuberante cuerpo en la parte


trasera de su moto y te llevará a su apartamento. Después voy a quitar
cada pieza de ropa de ese hermoso, exuberante cuerpo. Luego voy a
llevarte a mi cama y voy a memorizar, poco a poco, cada pulgada de tu
piel. Entonces, voy a ver que te vengas mientras estoy dentro de ti. Ese es
quien soy.

Su boca cayó abierta.


Nunca le habían hablado de esa manera en toda su vida. Ni siquiera
se imaginaba que alguien hablara así. Y no había estado desnuda delante
de nadie, no de otro ser viviente desde, bueno, desde que ella podía
recordar.

—¿Lily? —llamó Nate.

Si hubo un momento en el que ella debía correr, esconderse, huir, ese


era.

Pero Lily ni siquiera pensaba en escapar porque estaba demasiado


ocupada mirándolo con estupefacto asombro.

Se dio cuenta de que él estaba esperando su respuesta.

—¿Sí? —susurró.

Fue entonces cuando inclinó la cabeza para besarla.

Este beso no fue duro y reaccionario. Este beso no fue ligero.

Este beso fue otra cosa.

Sus labios se posaron en ella firmemente mientras su brazo se apretó


alrededor de su cintura, tirando de ella más profundo en su cuerpo. Su
lengua salió y tocó sus labios y sin saber qué hacer, pero pensando que lo
106 mejor era abrir los labios —un poco—, lo hizo.

Él tomó ventaja, su lengua barrió en su boca y con el toque de ella, la


sensación, su sabor, su vientre detuvo toda pretensión de saltos mortales
y se lanzó directamente a realizar varias volteretas hacia atrás y, estaba
bastante segura, una hacia delante.

Ella gimió —no podía evitarlo, se sentía tan bien y sintió su beso no
sólo en su vientre, en todas partes— y sus brazos fueron alrededor de sus
hombros, sus dedos se cernieron en su cabello rizado, suave de su nuca.

Oyó, en lo que pareció una gran distancia, cascos golpeando el suelo y


otro brazo se deslizó alrededor de ella y aplastó su cuerpo. Una mano se
deslizó hacia abajo, sobre su trasero.

Ella gimió de nuevo —no podía evitarlo, la mano en su trasero se


sentía muy… muy… bien y lo que sentía presionando contra su frente era
incluso mejor.
Su lengua jugaba con la suya, bailaba, luchaba y ella le correspondía,
imitando sus acciones, siguiendo el instinto, sin ser capaz de concluir
algún pensamiento. Presionó sus caderas contra las de él, retorciéndolas
por si acaso y lograr un mejor agarre porque le gustaba lo que sentía y
deslizó sus dedos profundamente en su cabello, sosteniendo su cabeza
contra la de ella.

Fue el turno de él de gemir y ella lo absorbió en su boca, dándose


cuenta con las rodillas débiles, cómo se sintió él cuando absorbió el de
ella.

Fue delicioso.

Levantó la cabeza, o más bien arrancó sus labios de los de ella en lo


que parecía ser un gran esfuerzo.

Luego murmuró:

—Joder, eres magnífica.

Podría no haber sido un cumplido que todas las chicas que habían
sido adictas a las novelas románticas por una década deseaban oír pero
funcionó muy bien en Lily.

—Nos vamos a casa. —Su voz era decidida y urgente.


107
Lily asintió.

Su paseo de vuelta a la moto fue más como una carrera. De hecho, a


mitad de camino tiró de su mano libre y se detuvo mientras él la miró con
impaciencia. Ella no dijo una palabra, simplemente se inclinó, se quitó los
zapatos y los mantuvo colgando de sus correas con sus dedos.

Cuando se enderezó, inclinó la cabeza y sonrió de manera peculiar


hacia él.

Y luego corrió todo el camino de regreso a su moto.

Nate no corrió. Se dirigió con determinadas zancadas hechas con sus


largas piernas, reduciendo la distancia y la miraba mientras corría.

Y, a pesar de que no corría, llegó a la moto apenas unos momentos


después que ella.

Y luego se fueron a casa.


9
Nate, Lily y la concepción de Tash

N
ate casi los mató en el camino a casa.

Fue pura y erótica tortura tener su dulce cuerpo


presionado contra el suyo después de aquel beso.

Una vez ahí, afortunadamente a salvo, Lily bajó primero


de la moto pero él no esperó a que se quitara el casco. Agarró su mano y la
arrastró detrás de él, usando su mano libre para quitarse su casco
mientras daba pasos largos hacia el edificio, ignorando por completo al
portero que le gritó un saludo.

Luchó para seguirle el paso y luchó con su casco, pero se las arregló
108 para quitárselo en el elevador. Igual que hizo antes, sacudió su cabeza y
su cabello rojizo dorado voló libre sobre su rostro y cayó por su espalda
mientras lo apartaba e inmediatamente inclinó la cabeza hacia él.

Se veía asustada y emocionada, y él encontró que le gustaba esa


mirada en su rostro.

Mucho.

El elevador llegó, sus puertas se abrieron y la empujó bruscamente


adentro. La siguió, marcó el botón de su piso y mientras subían, la empujó
contra la pared y se presionó contra ella.

En el momento en que sus labios se encontraron, ella gimió y ante el


pequeño sexy sonido, luchó para controlar el impulso de rasgar las ropas
de su cuerpo en el elevador.

Ella abrió la boca y él inmediatamente tomó ventaja. Todavía sabía a


vino y al suculento postre de chocolate que había ordenado y comido con
placer abandonado, siendo esta una primera vez para él, la mayoría de las
mujeres rechazaban completamente el postre e incluso el reconocimiento
que lo deseaban.

Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura, bajo la chaqueta


que él estuvo demasiado impaciente por obligarla a usar en su camino a
casa, y se preguntó cómo ella podía resistirse al tocarlo. Sintió como si una
fiebre lo hubiera superado y estaba seguro de que un solo toque haría
arder la piel de ella.

Las puertas del elevador se abrieron y no perdió el tiempo, arrastró su


boca de la de ella, sujetó su mano y avanzó por el pasillo. Ella tuvo que
correr para seguir su ritmo y cuando se detuvo bruscamente en su puerta,
no pudo detenerse y chocó contra él.

Esto la hizo reír mientras se enderezaba y la cabeza de él se balanceó


para mirarla mientras soltaba su mano para colocar la llave en la
cerradura.

Ella sonrió con su extravagante y efectiva sonrisa y dijo:

—Estamos apurados, ¿verdad?

Abrió la puerta.

109 —Malditamente cierto.

Le agarró la mano y la llevó hacia adentro.

Tiró su casco en la vaga dirección del sofá, arrancó el de ella de sus


manos, sin darse cuenta que ella estaba viendo alrededor con curiosidad, y
lo envió volando en la misma dirección. Entonces su mano se cerró sobre
la de ella y se dirigió hacia el dormitorio.

—Nate —dijo detrás de él.

No contestó y su paso no vaciló.

—Nate —le llamó, esta vez más fuerte con su mano jalando la de él.

La escuchó pero siguió sin responder ni soltó su mano. Entró en su


dormitorio, directamente al lado de la cama.

Entonces se detuvo.

—Nate.
Sus manos fueron directo a la chaqueta mientras sus ojos se
clavaban en los de ella.

—Sabes, Lily —su voz era más profunda de lo normal, y áspera,


mientras le quitaba el suéter—, tú, metida en esa cama conmigo y es algo
parecido a lo que sentí la primera vez que puse los ojos en ti, algo como la
primera vez que me tocaste, algo como ese beso en el parque, nunca te voy
a dejar ir. ¿Me entiendes?

Sus palabras eran irracionales, incluso dementes.

Pero nunca soñó que tendría una mujer como Lily.

Nunca en sus fantasías más salvajes, que no eran muchas, Nate no


era un hombre propenso a fantasías salvajes; sus deseos más fervientes,
aun si hubiera tenido un deseo, aún un solo deseo de un genio de la
lámpara, nunca habría esperado tener una mujer como Lily.

No mientras crecía y dormía en sábanas que nunca fueron lavadas.


Robando comida para poder comer. Viendo a su madre insertar ajugas en
sus venas.

Nunca había esperado a alguien tan real, tan magnifica, como Lily.

Lily, una mujer a la que le gustaba caminar en el parque mientras le


110 sostenían la mano; una mujer que amaba, con alegría sin igual, montar en
la parte trasera de una motocicleta; una mujer que perseguía con valentía
a un ladrón de carteras y se lanzaba sobre su espalda; una mujer que
podía ganarse a Laura, lo cual no era difícil ya que Laura tenía un corazón
blando, y a Víctor, que ciertamente no tenía un corazón blando, en
cuestión de horas.

Nate nunca esperó que una mujer así, como Lily, lo mirara. Al menos,
no en la forma en la que ella lo hacía.

Como si él fuera un conquistador de naciones, creador de mundos.

Mientras lo veía ahora, su rostro envuelto en asombro.

—¿Me entiendes? —Además de ser severa su voz, fue áspera como


papel de lija.

—Creo… que… sí…

Eso fue suficiente para él.


—Bien. —Sus manos fueron al dobladillo de la camisola y la pasó
sobres su cabeza, obligándola a subir sus brazos con ella.

Se quedó sin aliento. No llevaba sujetador y sus manos fueron a


cubrir sus pechos.

—No. —Le agarró las muñecas y forzó a sus manos detrás de la


espalda, su boca bajando a la de ella en un salvaje, agresivo y húmedo
beso.

Cuando sintió que sus muñecas no forcejeaban mientras se relajaba


en el beso, la soltó y dio un paso atrás solo lo suficiente para arrancarse la
chaqueta y el suéter.

Esta vez, ella se le quedó viendo el pecho con asombro.

—Cristo, Lily —juró cuando atrapó su mirada y sus manos


encontraron la cremallera de la parte posterior de su falda, mirando hacia
abajo con casi la misma reverencia a sus senos turgentes. Tiró hacia abajo
la cremallera y sus manos se deslizaron por la espalda, empujándola
salvajemente contra ella, obligándola a arquearse, obligándola a soportar
completamente su mirada. Entonces, completamente incapaz de detenerse
y de todas formas sin desearlo, inclinó la cabeza y cerró su boca alrededor
de su pezón.
111
Ella contuvo el aliento, él lo escuchó, entonces lo liberó y luego salió
salvajemente en jadeos mientras su lengua se arremolinaba alrededor de
su pezón endurecido.

—¿Qué me estás haciendo? —susurró con asombro, pasando sus


manos por el cabello de él.

No respondió. Hizo lo mismo con su otro pezón hasta que sintió que
las piernas de ella se debilitaban y tuvo que soportar su peso cuando
sintió que los estremecimientos fluyeron a través de ella.

Luego levantó su cabeza y la dejó parada ahí mientras se sentaba en


la cama, se quitaba las botas y luego sus vaqueros.

Ella lo miró, sus ojos muy abiertos y temerosos como si nunca


hubiera visto un cuerpo masculino antes en su vida.

Él no le prestó atención. La empujó sobre la cama por lo que estuvo


tendida a través de ésta y antes de que se acomodara se inclinó sobre ella
y jaló su vestido suelto por sus piernas.

—Nate —susurró, sus manos acunando su vientre protectoramente


pero él no notó el significado de ese gesto. Simplemente hizo lo mismo con
sus bragas.

—¡Nate!

—¿Qué? —gruñó, con sus manos en su trasero, levantándola y


depositándola en la cama.

—Necesito decirte algo. —Seguía respirando con dificultad, el azul


medianoche se había profundizado en sus irises pero el azul puro seguía
ahí.

Le abrió las piernas y se acomodó entre ellas.

—Habla rápido —dijo contra su boca y luego no le permitió que dijera


una palabra. La besó.

Y el beso fue todo lo que había sido en el parque.

Fue más que magnífico, fue más que indescriptible.

Su mano se deslizó entre sus cuerpos. Tenía que estar lista para él, si
no lo estaba, la escena entera se iba a volver muy incómoda.
112
Estaba lista, húmeda, resbaladiza y cuando su dedo se deslizó dentro
de ella, increíblemente apretada.

Ella jadeó contra su boca, succionando su lengua profundamente


mientras su pulgar la encontraba. Él comenzó a hacer movimientos
circulares con su pulgar al mismo tiempo que movía su dedo adentro y
afuera.

Cuando lo hizo, ella cabalgó duro su mano, mientras lo besaba.

Las manos de ella estaban en todas partes, arrastrándose con


vehemencia contra su piel, suplicándole a través de su toque que le diera
la liberación que se estaba construyendo.

—¿Qué necesitabas decirme? —Con su boca aún sobre la de ella; sus


caderas seguían moviéndose insistentemente contra su mano. Él estaba
más que listo para ella, no podía esperar mucho más tiempo.

—¿Qué? —preguntó distraída y luego jadeó cuando su pulgar


presionó y giró más fuerte—. Oh, Dios —gimió, su cara ruborizándose
hermosamente, su cuello arqueado majestuosamente y supo que ella
estaba allí.

Justo allí.

Sus dedos se alejaron, ambas manos encontraron sus caderas y se


posicionó a sí mismo con destreza.

—Lily, mírame.

Su barbilla bajó y trató de enfocarse en él. Su precioso cabello


extendido sobre su cama, sus ojos azules estaban nublados, su carnosa
boca estaba hinchada; estaba al borde del clímax.

Él le había hecho eso, había hecho que su mirada luciera tan jodida e
increíblemente hermosa.

Y mientras ese conocimiento lo marcaba, Nate se condujo hacia su


interior.

Y ella gritó.

113 El dolor, mezclándose ferozmente con el placer, la desgarró como un


cuchillo.

El cuerpo entero de Nate se quedó inmóvil.

Él seguía profundamente en su interior y ella cerró sus ojos con


vergüenza. Ahora sabría que nunca había sido tocada. Ahora, el brillo de
su deseo se desvanecería, viéndola como realmente era, e
independientemente de lo que impulsara su comportamiento, se
desvanecería.

—¿Lily? —llamó gentilmente.

Ella giró su cabeza a un lado, el dolor estaba desvaneciéndose. Había


sido agudo, pero su grito fue más que todo de sorpresa. Estuvo muy cerca
de algo, algo resplandeciente y todo eso voló lejos cuando el dolor llegó.

—Lily, mírame.

Ella negó con la cabeza.


No quería abrir sus ojos, no quería ver algo en él salvo la manera en
que la miró esa noche. No quería ver la repugnancia, no quería sentirlo
alejándose.

Aunque no se estaba alejando. Seguía profundamente en su interior y


no movía un músculo.

—Cariño, mírame.

En sorpresa a la palabra de cariño, sus ojos se abrieron, su cabeza se


enderezó e hizo lo que le dijo.

Ella no habría estado más sorprendida de lo que vio en su apuesto


rostro, a menos que cada uno de los ex presidentes de los Estado Unidos
de América irrumpiera y bailara can can.

Él estaba sonriendo con una de sus glamorosas sonrisas. Una llena


de profunda satisfacción.

—Nadie te ha tocado nunca, ¿verdad? —preguntó.

Ella negó con la cabeza.

Él continuó.

—Has sido solamente mía.


114
Esta no fue una pregunta, pero de todas formas, esta vez ella asintió.

En todo caso, la sonrisa de él se volvió más arrogante, más pagado de


sí mismo.

—¿Por qué estás sonriendo? —susurró, sin el valor suficiente para


usar toda su voz y preguntar si quizás se había vuelto un poco loco.

Sus manos se movieron de sus caderas a su rostro, enmarcándolo.

—Porque, querida Lily, nadie te ha tocado nunca —explicó, su voz un


satisfecho ronroneo de terciopelo que pareció deslizarse deliciosamente
contra su piel.

—¿Eso es bueno? —preguntó ella, tentativamente.

Esto, por alguna razón desconocida, hizo que el cuerpo de él temblara


de la risa y ella lo sintió en todas partes.
Cuando sus ojos se enfocaron en los de ella nuevamente, estaban
brillando con una luz que nunca antes había visto en los ojos de alguien.

Todo su cuerpo empezó a calentarse nuevamente.

—Oh, sí —respondió suavemente y luego rozó sus labios contra los de


ella antes de decir—, eso es bueno.

—Está bien —concedió ella—. Estaba tratando de decírtelo antes…

—Lo sé. —Se movió lentamente, observándola de cerca mientras se


deslizaba fuera de ella la más reducida pulgada. Cuando no se encogió de
dolor, de hecho, ella pensó que se sintió bastante bien, se deslizó
suavemente hacia adentro y eso definitivamente se sintió bien.

—Estaba preocupada de no hacerlo bien —le confió cuando él se


deslizó nuevamente hacia afuera, más lejos esta vez y los labios de ella se
fruncieron un poco al perderlo. Le gustaba la sensación de tenerlo en su
interior.

Él estaba mirando sus labios, sus ojos imposiblemente oscuros se


tornaron completamente negros.

—Estabas haciéndolo definitivamente bien —le informó, su voz llena


de sentido pero sus labios estaban retorciéndose como si quisiera reírse y
115 estuviera evitándolo.

Cuidadosamente se deslizó hacia adentro y la boca de ella se abrió en


una “o” de dulce asombro ante la deliciosa sensación de él.

Tomó un momento darse cuenta que su cuerpo estaba otra vez


sacudiéndose de risa.

—Deja de reírte de mí —lo reprendió y él llevó a cabo otra estocada.

Su boca tocó la suya y le dijo:

—No puedo evitarlo.

—¡Puedes! —demandó, él se retiró completamente y ella pensó que se


iba a ir pero entonces regresó, más rápido esta vez y perdió su no-tan-
completamente-estado de enojo, jadeó de placer mientras las sensaciones
volvían.

Se mordió su labio, él la observó haciéndolo y perdió su cautela y cayó


en un estimulante ritmo que hacía a su vientre dar volteretas.

—Eso se siente muy bien —susurró ella, aunque se sentía más que
bien. Se sentía agradable. Se sentía delicioso.

Se sentía mágico.

—Se siente jodidamente increíble. —Su voz gruñó en su oído y un


hormigueo se deslizó desde su vientre como burbujas de champaña.

—¿Es así? —seguía susurrando, moviendo sus caderas para


encontrar las de él, hallando que profundizaba sus embestidas
magníficamente y ella contuvo su respiración e inmediatamente decidió
hacer esto cada vez que pudiera.

Su lengua estaba sobre su piel justo bajo su oído y ella sintió un


aleteo en su vientre, su piel erizándose y un agradable cosquilleo
esparciéndose desde su oído a todas partes.

—Estás tan apretada, tan húmeda, Lily, lo más dulce que alguna vez
he tenido.

Él iba más rápido y ella estaba ascendiendo cada vez más alto, yendo
a ese lugar a donde la había llevado antes. Sus palabras tocándola en su
núcleo y ella se sintió temblando en lugares que no sabía que existían.
116
—Nate —susurró mientras su mano fue entre ellos y la tocó allí
nuevamente—. ¡Dios, Nate! —Esto no lo dijo en un suspiro pero si en una
explosión, sus manos trepando sobre su piel, memorizando los duros
músculos de su espalda como él decía que la había memorizado.

Él empujaba dentro y fuera, llenándola completamente mientras sus


dedos hacían su magia y ella levantaba sus caderas, correspondiendo sus
embestidas, sintiendo cómo se construía. Era casi insoportable, una
tortura exquisita.

Él tenía razón, era dulce, hermoso y ella le permitió tomarla mientras


montaba la mano de él, desesperada por ello, su cuerpo gritando por ello,
la tensión esperando por lo que parecía contraer cada músculo que ella
poseía.

—Déjalo ir, cariño. —Sus palabras murmuradas bailando


deliciosamente en su oído, hizo lo que le dijo incluso sin saber a lo que se
estaba aferrando.
Ella gritó cuando esto la abrumó, plantando sus talones en la cama
presionando hacia arriba contra él. Mientras el fuego la envolvía, las olas
de placer ondulaban deliciosamente arriba, afuera y todo alrededor entre
sus piernas, él detuvo todos los movimientos suaves, su mano moviéndose
de ese lugar entre ellos nuevamente hacia sus caderas. Las sostuvo
firmemente mientras se estrellaba dentro de ella una y otra vez y ella se
satisfacía con el martilleo constante.

Levantó su cabeza, tan lejos de la timidez que no era extraño,


completamente superada por la insistente, embriagadora y palpitante
pasión. Sus manos se deslizaron entre su cabello, guiando su cara a la
suya y lo besó, con la boca abierta. Su lengua invadió su boca de la misma
forma en que su cuerpo estaba invadiendo entre las piernas de ella. Ella
persuadió, provocó, le dio la bienvenida y cuando él terminó, aceptó su
exquisito y profundo gruñido contra su lengua como si este fuera un
precioso regalo.

A Nate le gustaba dormir solo.

Pocas veces llevaba a una mujer a su apartamento, era muy difícil


deshacerse de ellas una vez que había terminado con ellas. Si él iba a los
117 departamentos de ellas, podía irse cuando hubiera terminado.

Se había mudado a este piso hace años pero había comprado


recientemente un gran apartamento cerca de la oficina en un barrio aún
más agradable y se mudaría a él en tan sólo unas semanas.

Se tumbó de espaldas en la cama, la sabana casualmente arrojada


sobre la parte inferior de su cuerpo, escuchando a Lily moverse
tranquilamente en el baño, pero dándole su privacidad.

Y mientras yacía allí, pensó en su nuevo apartamento, una compra


que había hecho con la inversión en su mente. Y pensó en Lily en ese
apartamento y nada acerca de las inversiones entró en su mente. Y pensó
en Lily en la enorme cama nueva que fue hecha a la medida para ese
apartamento y la idea de dormir solo nunca entró en su mente.

Rodó de costado, agarró el teléfono y marcó el número de sus padres.


Laura, sabía, podría preocuparse.
Por suerte, ni Jeff, Laura o Danielle contestaron. Su hermano y
hermana, a diferencia de Nate, nunca se mudaron. Nunca habían pagado
el alquiler, como Nate había hecho en su primer piso, o una hipoteca,
como lo había hecho en este caso, ni habían comprado una bolsa de
comestibles o cualquier cosa que se acercara a la autosuficiencia.

En cambio, Víctor respondió.

—Lily no va a volver esta noche —informó Nate.

—Lo imaginé —respondió Víctor, ni siquiera intentando mantener la


sonrisa orgullosa fuera de su voz.

—Tampoco va a volver mañana.

—¿Vuelve a Somerset?

—No —respondió brevemente Nate.

—También lo imaginé.

Nate trató de no estar molesto por la actitud sabelotodo de su padre.


Esta noche fue una buena noche. Fue la mejor noche de su vida. No se
sentía con ganas de ser molestado.

—Hijo, cuando te decides acerca de algo, por lo general no lo tomas a


118 la ligera. Nunca lo has hecho, probablemente nunca lo harás. Te vi
mirando a esa chica fuera de Harrods. Francamente, estoy un poco
sorprendido de que te tomara tres días.

Nate decidió poner fin a la conversación.

—Buenas noches, Víctor.

La diversión nunca salió de la voz de su padre cuando respondió:

—Buenas noches, Nathaniel.

—¿Con quién hablas? —Lily estaba de pie en la puerta del cuarto de


baño. Cuando el sol finalmente se había escondido, Nate había encendido
las luces a cada lado de la cama.

Tenía una toalla blanca envuelta alrededor de su cuerpo y estaba


frotando la punta de uno de sus pies contra la parte superior del otro.

—Víctor —respondió, mirándola, haciendo todo lo posible, y le costó


bastante, evitar salir a toda velocidad de la cama y arrastrarla de vuelta.

Se veía absolutamente adorable.

Y ella era suya, sólo suya, de nadie más, sólo suya.

Era la única cosa buena y decente en su vida que había sido


solamente suya.

Ella interrumpió su agradable ensoñación.

—Sabía eso, te oí decir el nombre de tu papá. Quise preguntar, ¿por


qué?

—Le dije que no ibas a volver esta noche.

Sus ojos se agrandaron en estado de shock, dio un paso rápido hacia


delante y se detuvo.

—¿Hiciste qué?

—Te quedas conmigo esta noche —dijo.

—No puedo quedarme contigo. No puedo no volver. Si no vuelvo, ellos


sabrán lo que estuvimos haciendo, lo que hicimos, quiero decir, ¡lo que
hemos hecho!
119
Él no respondió, principalmente porque ella estaba en lo cierto.

Salió disparada por la habitación y empezó a agarrar su ropa del


suelo.

—Tengo que volver —anunció, doblándose para ponerse su ropa


interior, el resto de su conjunto bajo el brazo—. Ellos pusieron un techo
sobre mi cabeza. Quiero decir, eres su hijo.

—Lily, ven a la cama.

Se volvió hacia él, al mismo tiempo que intentaba ponerse la camisola


sobre la toalla.

—¡No! Tienes que llevarme de vuelta.

—No voy a llevarte de regreso.

Tuvo la camisola puesta, se arrancó la toalla y la tiró sobre la cama.


Esto envió la ropa bajo su brazo a volar pero agarró la falda mientras caía.
Luego la sacudió hacia fuera y estaba claramente a punto de ponérsela e
ignorarlo por completo.

—Lily, si te pones esa preciosa falda, sólo voy a quitártela de nuevo.

—Van a pensar que soy una sinvergüenza descarada —murmuró,


sumergida en medio de la agitación.

Quiso reírse, pero sintió que no era el momento. En su lugar, arrojó


las sábanas de la cama y, desnudo, se acercó a ella.

Todavía estaba tratando de ponerse la falda, se inclinó de nuevo y


saltó alrededor, torpe en su confusión. También estaba murmurando para
sí misma.

—Mi madre simplemente moriría de mortificación ¡y mi abuela! Oh,


no quiero ni pensarlo. Me habría repudiado. Probablemente se está
revolcando en su tumba.

—Lily. —Puso su mano en su espalda y ella se sacudió, enredó su


pierna en la falda y empezó a caer hacia atrás.

Sus manos se dispararon, la atraparon y la atrajo hacia su cuerpo.

Ella hablaba mucho de su familia, casi todo el tiempo. En la cena le


120 contó historias de su madre, padre, abuela y un hombre con el extraño
nombre de Fazire, que obviamente adoraba. Cada vez que hablaba de ellos,
sus ojos se iluminaban con amor. Nunca había visto nada igual, nunca
había experimentado ese tipo de devoción. Nunca dejó que su corazón se
derritiera lo suficiente para darse cuenta de que tenía eso de Laura y
Víctor.

Y lo quería, pero de Lily.

—Nate, tienes que llevarme de regreso con tus padres —declaró, sus
ojos encontrando los de él—. Me agradan. No quiero que piensen que soy…
soy… desenfrenada. —Estaba subrayando sus palabras con gran
regularidad y Nate tuvo que morderse para contener la risa.

—No van a pensar que eres desenfrenada. —Apenas podía decir la


palabra sin reír. Definitivamente estaba sonriendo.

Sus ojos se agrandaron más y luego se estrecharon peligrosamente.

—Crees que esto es gracioso —acusó.


Inclinó la cabeza para besarla, pero se arqueó contra su brazo por la
cintura y lo esquivó. Su mano fue entre los omóplatos y la obligó a
acercarse.

—Es gracioso —dijo.

—Es… es… no —enunció cada palabra con cuidado y él descubrió,


para su sorpresa, que le gustaba cuando estaba enfadada. Cuando su
madre se enojaba, se volvía cruel, malévola y decía cosas horribles.
Danielle era exactamente igual. Laura muy raramente se enojaba.

Lily era completamente diferente. Lily era alegre y divertida y Nate de


alguna manera supo que no podía ser malévola ni en defensa propia.

—Lily, cálmate y escúchame.

—¡Estoy calmada! —gritó ni un poco calmada, su arrebato la


sorprendió incluso a ella y eso la suavizó. Se mordió el labio y sus ojos se
deslizaron hacia un lado. Luego suspiró antes de admitir—: Bueno, tal vez
no estoy calmada.

Finalmente, dejó de moverse lo suficiente para que él la besara y rozó


sus labios suavemente contra los suyos.

Cuando tuvo su atención, le preguntó:


121
—¿Recuerdas lo que dije cuando entramos en esta sala?

Ella pensó por un segundo y luego asintió.

—¿Qué dije? —preguntó.

—Bueno… —evadió.

La atrajo hacia sí y le recordó a pesar de que sabía que no lo había


olvidado:

—Te dije que si te metías en esa cama conmigo, nunca te iba a dejar
ir.

Lo miró fijamente, con los ojos llenos de asombro y todos los rastros
de ira simplemente se desvanecieron.

—¿Te acuerdas que dijera eso? —presionó.

Asintió.
—¿Recuerdas que estuviste de acuerdo?

Asintió de nuevo.

—¿Subiste a la cama conmigo?

—Bueno, medio me lanzaste a la cama, o fue algo así como que… me


empujaste.

Ante eso, él finalmente se permitió dejar escapar una fuerte carcajada.


Ella era simplemente demasiado.

Una vez que se hubo controlado, se dio cuenta de que ella se había
relajado contra él y su cuerpo se había vuelto dócil.

Su tono se suavizó.

—Muy bien. Así que, una vez que te lancé dentro, ¿te fuiste?

Ella negó con la cabeza.

—¿Quieres irte ahora?

Ella lo miró fijamente y él contuvo el aliento.

Entonces ella suspiró y negó con la cabeza de nuevo.

122 Dejó escapar el aliento, su alivio tan grande que tuvo problemas para
lidiar con él. Así que lo puso a un lado y deslizó sus manos bajo la
camisola.

—Ahora, vamos a quitarte esta ropa y a volver a la cama.

Tiró de la camisola hacia arriba una vez más pero esta vez los brazos
de ella se acercaron a los suyos por voluntad propia.

—¿Nate? —llamó Lily mientras él lanzaba su camisola a un lado.

Él estaba deslizando las manos por la suave piel de su espalda y


mirando la perfecta piel de sus hombros.

—¿Mm?

—Nada.

Sus ojos se encontraron con los suyos y estaban inseguros. Él leyó


incorrectamente su mente y se inclinó para rozar sus labios contra los
suyos otra vez.

—Ven a la cama.

Ella suspiró nuevamente y asintió.

Lily siempre había dormido sola.

Salvo por un par de veces en las pijamadas con su mejor amiga de la


escuela elemental, Colleen. Ésta tenía una enorme cama doble y habían
dormido justas allí.

Eso era todo, toda su experiencia de dormir con otro ser humano.

Por lo tanto, no tenía idea de cómo dormir con un hombre.

Estaba presionada contra el costado de Nate, su brazo estaba debajo


y envuelto alrededor de ella, sus dedos acariciando su cadera.

Cuando le quitó su ropa —de nuevo— y la llevó a la cama, le hizo el


amor otra vez.

Bueno, no exactamente, él no había ido dentro de ella, incluso cuando


123 se lo pidió. Le dijo que no quería lastimarla. En lugar de eso, le hizo cosas
con sus manos y su lengua y la llevó a ese lugar hermoso mientras él
observaba.

Habría estado inmensamente avergonzada por esto, pero una vez que
había tenido su cuerpo y su pulso bajo control, lo miró y él la estaba
viendo como si acabara de anunciar que ella había curado el cáncer. No
podía estar avergonzada cuando él la miraba así.

Y luego él había tirado las mantas sobre ellos, la había metido contras
su costado y pareció, que estaba encontrando eso habitual con Nate, estar
feliz en completo silencio.

Lily no estaba feliz. Lily estaba pensando en lo que había prometido y


lo que eso significaba.

—Um… ¿Nate? —dijo contra su hombro donde su cabeza estaba


recostada y tenía una visión obstruida por la pared de su pecho.

Le gustaba su pecho, era fuerte, ancho y musculoso. Le gustaba casi


tanto como sus manos y ahora tenía incluso más razones para que le
gustaran sus manos, incluso para amarlas.

—¿Mm? —Ese fue un murmullo bajo que parecía venir de algún lugar
profundo dentro de él. Ella descubrió que también le gustaba eso.

—¿Qué significa no dejarme ir, um… exactamente?

Sus dedos detuvieron sus caricias perezosas en su cadera y su mano


se aplanó, sus dedos clavándose en ella.

—Significa que no vas a ir a ninguna parte. —Su voz sonaba de


alguna manera tensa.

—¿Esta noche? —preguntó ella, decidiendo que lo mejor era ignorar


su extraño tono.

—Esta noche, mañana por la noche, la noche siguiente, la próxima


semana. —Se detuvo, pero sólo porque terminó de hablar, no porque lo
que siguiera después de la próxima semana no estuviera incluido en su
declaración.

Esta idea calentó su alma, pero ella era una práctica chica de Indiana.
Había otras cosas a considerar.

124 —Pero vivo en Somerset —le dijo.

—Ahora vives aquí —respondió como si fuera tan fácil como eso.

Su cuerpo se sacudió con atónita sorpresa ante su anunció y se


levantó sobre su codo, estirándose hacia abajo al mismo tiempo para
agarrar la sábana y tirar de ella hasta su pecho. Él estaba felizmente
despreocupado con su —más bien maravillosa— desnudez, pero ella no.

Bajó la mirada hacia él. ¿Después de una cita esperaba que se


mudara con él?

—Tengo una casa en Somerset —explicó.

Los ojos de él se movieron hacia los suyos y eran ilegibles.

—Iremos de visita los fines de semana.

Ella jadeó.

—¡Pero tengo un trabajo en Somerset! —le informó.


—Renuncia. Ya no tienes que trabajar.

Ella jadeó de nuevo, esta vez aún más sorprendida que la anterior.

—¡He estado trabajando desde que tenía trece años!

Algo cambió en sus ojos cuando ella lo miró y se dio cuenta de que lo
había sorprendido de alguna manera.

Ciertamente había estado trabajando desde que tenía trece años. Ni


sus padres ni su abuela pensaban que los niños ociosos fueran algo bueno.
Ella tuvo una ruta de reparto de periódicos que hacía cada mañana, por
no mencionar que había ido a trabajar a uno de los campos de golf del
amigo de su padre, recogiendo las bolas en el campo de prácticas durante
todo el día del sábado. Cuando fue capaz de trabajar legalmente, había
encontrado un trabajo en un restaurante de comida rápida durante un
año. En Oxford, definitivamente tuvo que trabajar y sirvió pintas en un
pub local.

No le dijo a Nate nada de eso ni le dejó hacer comentarios sino que


continuó hablando.

—No sé cómo no trabajar. No sabría qué hacer. ¿Qué haré?

Él se levantó sobre un codo y la miró, su mano moviendo el cabello


125 desde su cuello hasta detrás de su espalda.

—Puedes ir de compras, salir a almorzar con Laura. A ella le


encantaría. —Su voz era suave y sus ojos estaban en su boca y él
obviamente pensaba que esta era una respuesta satisfactoria.

Por mucho que le gustara ir de compras, no podría hacerlo todos los


días. No sería divertido si podía hacerlo todos los días. Y ella tenía una
hipoteca, tenía cuentas de tarjetas de crédito, tenía que trabajar.

—Necesito un trabajo —le dijo con determinación.

La cabeza de él estaba descendiendo.

—Entonces consigue un trabajo —dijo contra sus labios. Estaba


presionando su espalda en la cama y ella no se resistió. No podría haberlo
hecho incluso si quisiera, lo cual no quería. Él se acercó a ella y luego la
besó. Su vientre estaba calentándose para un gran espectáculo de
gimnasia en toda regla, podía sentirlo.
—Nate… —comenzó, esta vez mucho menos fervientemente a medida
que su voz temblaba.

Pero finalmente la tomó en serio.

Levantó su cabeza, su voz fue baja y determinada y sus ojos estaban


completamente negros.

—Lily, voy a cuidar de ti. Siempre. Cualquier cosa que quieras, sólo
pídelo y lo conseguiré para ti. Nunca necesitarás nada, desearás nada, no
mientras estés conmigo. Me haré cargo de todo.

Entonces, el tema quedó cerrado, él la besó de nuevo y cuando lo hizo,


todos los pensamientos de trabajos, hipotecas y cuentas de tarjetas de
crédito rápidamente salieron de su mente.

Mucho más tarde aprendió cómo dormir con alguien. Nate la atrajo de
nuevo contra su parte delantera, envolvió su brazo firmemente alrededor
de su cintura y enterró su rostro en su cabello.

Lily se quedó dormida pensando en que eso se sentía bastante


agradable.

126
10
El final de Lily

L
ily estaba preocupada.

Cómo podía ser más feliz, estar más contenta y más en


paz consigo misma de lo que jamás había estado en toda su
vida, y estar tan condenadamente preocupada a la vez, no lo
sabía.

Las cosas con Nate eran maravillosas… no, espléndidas… no,


magníficas.

Bueno, la mayor parte del tiempo.

127 Él trabajaba mucho. Incluso a su edad —¡sólo tenía 28 años!— era el


Vicepresidente Ejecutivo de dos divisiones de la compañía de su padre y
tomaba el trabajo para su padre muy seriamente. Con mortal seriedad.
Era casi como si le debiera su vida a ese trabajo. Nate se iba antes de que
Lily despertara cada mañana, y Lily se levantaba temprano, y no regresaba
a casa hasta después de las ocho cada noche.

A veces, ella tenía la cena lista cuando él regresaba. Otras veces, él la


llamaba durante el día para decirle que iba a llevarla a algún fabuloso
restaurante —tan fabuloso, que Nate estaba poniendo a prueba los límites
de su vestuario. Dos veces habían ido a cenar a casa de Víctor y Laura.

Cada noche, él le hacía el amor —y además en las mañanas—, la


mayoría de las noches más de una vez y cada vez era mejor que la última.

Ella había regresado a Clevedon la segunda mañana después de su


primera noche juntos. Le había dicho que había tenido que darle a Maxine
el aviso de que iba a renunciar y trabajar hasta que se cumpliera el plazo
en la tienda. Él no había estado feliz pero ella se había puesto firme
diciéndole la verdad, que su madre y padre jamás la perdonarían si
simplemente renunciaba al trabajo y no trabajaba hasta que el plazo se
cumpliera, que era mala conducta. Eventualmente, sintiendo cuán
importante era para Lily porque ella lo repetía, una y otra vez, en voz cada
vez más alta, él cedió. Fue la única vez que él no fue a trabajar temprano.
En su lugar, la llevó al tren y la besó en la plataforma, de una forma que
hacía que ella no quisiera irse.

—He cambiado de opinión, no voy a ir —susurró ella en sus labios.

Él había sonreído contra los de ella y Lily tuvo que admitir, realmente
le gustaba cuando él hacía eso.

—Ahora —murmuró él también contra sus labios y realmente le


gustaba eso también—, no me importa que vayas. —La besó ligeramente y
terminó—. Te veré el fin de semana.

Maxine, al principio, no había estado feliz.

—¡Nunca más te voy a dar tiempo libre! —había gritado. Maxine era
algo dramática, así que Lily estaba acostumbrada a sus gritos.

—Pero Maxine, acabo de renunciar —había contestado Lily con


suavidad y tranquilidad.

128 —Háblame de él. ¿Qué te ha hecho? —demandó saber Maxine.

Maxine nunca sabido que Lily Jacobs mirara a un hombre, mucho


menos que saliera con uno, mucho menos que dejara todo en su vida para
mudarse a Londres por algún tipo que conocía hace tres días.

Lily contó la historia, completa, sin dejar nada afuera. Habría dejado
afuera las partes de sexo, pero Maxine fue insistente en que lo quería todo.

Cuando terminó, Maxine se contradijo.

—No vas a trabajar hasta que venza el plazo. ¡Regresa a este hombre,
regresa a él ahora!

—Pero, la tienda… —Se resistió Lily.

Amaba a Maxine y a esa tienda que extrañaría. Estaba escondida en


un callejón adoquinado, tenía una vidriera que estaba a solo sesenta
centímetros de los adoquines, la ventana llena mayormente con maceteros
con hermosas flores. Ambos lados de la vieja y pequeña puerta frontal
estaban flanqueados por enormes y brillantes maceteros azules que
también ardían de color y que regaban suculento follaje. La tienda estaba
llena de ropas divertidas e inusuales y joyas hechas por artistas locales.
Pero lo mejor, era que estaba llena todos los días con Maxine, quien era lo
que su abuela llamaría, “un personaje”.

Maxine continuó con su drama.

—Olvídate de la tienda, sobrevivirá. Hemos estado hablando por una


hora y sólo un cliente entró y no compró nada. —Luego se inclinó hacia
adelante, sus ojos violetas bailando (Lily pensaba que Maxine se parecía
un poco a Elizabeth Taylor, ojos violetas y cabello muy oscuro pero, debía
ser observado cruelmente, ella era una Elizabeth Taylor en sus épocas
mayores y más rollizas)—. La mayoría de las chicas nunca encuentran un
hombre así, Lily. Te aferras a él, te aferras a él con todas tus fuerzas.

Maxine, sabía Lily, también leía novelas románticas. Muchas.

Así que Lily había llamado a la contestadora de Nate, había dejado un


mensaje y le había dicho que estaría en casa dos semanas antes de lo
esperado. Fue a su desvencijada casa e hizo lo que necesitaba hacer,
empacando un par de maletas. Él le había dicho que regresarían y con
frecuencia, así que ella tendría suficiente tiempo para recoger más de sus
cosas. Se sintió rara dejando su casa, pero no iban a crecerle piernas y
129 alejarse, mientras que Nate ya tenía piernas y ella nunca quería darle una
razón para alejarse, y después de un tiempo, de conocerlo mejor, habían
llegado a un arreglo diferente.

Pero ahora Nate la quería en Londres. La quería con él y era


maravilloso, apuesto y listo. Besaba fantásticamente y era incluso mejor
con las manos u otra parte de su anatomía y pensaba que ella era
graciosa.

Y la mirada como si pensara que ella era, bueno, como si fuera


hermosa.

Él era todo lo que ella había deseado tener, todo lo que había deseado
que Fazire le diera.

E iba a aferrarse a él con todas sus fuerzas.


La primera semana con Nate había sido fantástica; lo único que la
había opacado había sido la cena con Laura y Victor. Jeff y Danielle
habían estado presentes y aunque Victor y Laura parecían complacidos de
que Nate y Lily estuvieran juntos —no exactamente complacidos como
locos de contentos—, no era el caso de los hermanos de Nate.

Danielle dijo cosas maliciosas sobre el atuendo de Lily y su acento,


cosas que hicieron que los labios de Victor se apretaran y que Laura se
ruborizara de ira, pero fue Nate quien dijo:

—Danielle, suficiente. —En una forma que todos en la mesa supieron


que era suficiente y Danielle se detuvo inmediatamente, si bien algo
rebeldemente.

Luego, como si eso no fuera lo suficientemente malo, después de la


cena, cuando Lily regresaba del cuarto de baño, Jeff la esperaba. La
arrinconó literalmente, contra la pared en un rincón, bloqueando su
camino con el cuerpo para que ella no pudiera salir.

—No puedo creer que lo eligieras a él, Lily. No lo creo. ¿Sabes quién
es? —Jeff estaba hablando en voz baja y rápidamente y la miraba como si
fuera un jugoso filete y él un perro rabioso.

También la asustaba terriblemente.


130
—Jeff…

—No me importa que hayas dormido con él, no me importa que él te


haya puesto sus sucias manos encima. Tú y yo podemos comenzar de
nuevo. —Ella lo miró boquiabierta y muda. No sabía que habían
comenzado en absoluto—. Pero una vez que sepas quién es, qué es, de
dónde vino… Lily, tienes que saber.

Lily lo interrumpió, diciendo:

—Elegí a Nate.

Ella quería alejarse de él, necesitaba alejarse. Él era repugnante, vil y


ahora, aterrador en su odio. Ella no sabía de qué hablaba y no le
importaba. Lily se dio cuenta de que había tenido razón la primera vez que
lo conoció; no había nada agradable en él en lo absoluto. Hablaba de su
hermano, por el amor de Dios.

—Lily, una vez que te diga… —continuó, acercándose a ella y


levantando la mano como si fuera a tocarla.

—¡Elegí a Nate! —estalló, sin querer que él la tocara, enojada porque


la arrinconara y enojado porque un hombre como Nate estuviera atascado
con un consentido, mocoso hermano adoptivo como Jeff. Además, estaba
enojada de que Laura y Victor tuvieran un hijo como ése—. ¡Apártate! —
exigió.

—Lily —dijo su nombre como un ruego.

—¡Aléjate! —repitió ella.

—Ella dijo que te alejaras.

Esto vino en una voz profunda y letal detrás de Jeff, y él giró su


cabeza justo cuando la mirada de Lily se dirigió sobre el hombro de Jeff y
ambos vieron a Nate.

Estaba de pie en el pasillo ni a cinco pasos de distancia, sus piernas


estaban separadas y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Esta no
era una postura casual, esta era una postura aterradora.

Estaba a punto de atacar.

Y su rostro era horrible, incluso asesino, cuando le frunció el ceño a


131 su hermano.

Jeff no se movió y tenía su mano en la pared junto a la cabeza de Lily.


Ella se agachó bajo el brazo y relativamente corrió por el pasillo hacia
Nate.

Su postura no cambió, pero sus brazos se descruzaron y en el


momento en que estaba a distancia de alcanzarla, un brazo se disparó y la
atrajo hacia un lado de su duro cuerpo.

Ella no se resistió. Se pegó a sí misma ahí y levantó su mano para


apoyarla sobre el pecho de él. Por alguna razón, estaba respirando con
dificultad.

Jeff y Nate se miraron fijamente durante lo que le pareció una


eternidad a Lily.

Entonces Jeff dijo:

—Deberías decirle, ya sabes.


Nate no respondió.

»No se lo digas, yo lo haré —amenazó Jeff.

De nuevo, Nate no respondió.

Los ojos de Jeff se volvieron hacia Lily.

—Es adoptado. No es un miembro de esta familia en lo absoluto.

Lily ni siquiera podía creer que la adopción de Nate era de lo que se


trataba todo eso. Su ira se convirtió en una rabia tan fuerte, que estaba
fuera de sí.

Lily se inclinó hacia Jeff pero no abandonó el costado de Nate.

—Lo sé, él ya me lo dijo. —Estaba satisfecha de que su voz fuera


fuerte y uniforme.

—Apuesto a que no te dijo todo —dijo Jeff, era un hombre adulto pero
aun sonaba como un mocoso.

Estaba bastante segura de que se refería a la madre de Nate siendo


asesinada. Pero no iba a hablar de eso de nuevo. La última y única vez que
Nate habló de eso, ella supo que fue doloroso. Así que en su lugar, con
toda la lealtad con la que nació y creció en ella como la nieta de Sarah e
132 hija de Will y Rebecca, y con toda la vida de vivir entre la gente de la buena
ciudad de Indiana —la cual Danielle había atacado en la cena,
comentarios con los que Lily seguía resentida, dijo:

—Sé todo lo que necesito saber.

Con las palabras de Lily, el brazo de Nate se tensó alrededor de su


cintura y ella inclinó la cabeza para mirarlo.

—Quiero irme —exigió Lily.

Nate bajó la barbilla para mirarla y sus ojos brillaban con algo que no
pudo leer. Entonces dejaron a Jeff en donde estaba parado y Nate la guio
hacia el salón en donde los demás estaban sentados tomando café.

Una mirada al rosto pálido y afligido de Lily, envió a Víctor fuera de su


silla. El rostro de Laura palideció. Danielle miraba, evaluando la situación
inminente con lo que parecía ser deleite.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Víctor.


—Nos vamos —contestó Nate.

—Lily, te ves como si hubieras visto un fantasma. Nathaniel, llévala al


cuarto, le conseguiré un trago —dijo Laura, levantándose de su silla.

—Nos vamos —repitió Nate implacable.

—¿Qué pasó? —preguntó Víctor de nuevo, esta vez con demanda en


su voz.

—¿En dónde está Jeff? —preguntó Danielle dulcemente.

Tanto los ojos de Víctor como los de Laura volaron hacia el rostro de
Lily y debieron de haber leído la verdad ahí porque Víctor maldijo
ferozmente y no en voz baja.

—Nathaniel. —Fue el turno de Laura de convertir su voz en una


súplica y el corazón de Lily se salió. Cómo sus dos hijos podrían haber
salido de su dulce cuerpo era un misterio.

—Te llamaré más tarde —respondió Nate y eso fue todo, sin
despedidas, nada. Se fueron.

En su camino a casa, en su elegante y vibrante Maserati, Lily


encontró que a pesar de que claramente él no quería hablar sobre ello, no
133 podía soportarlo. Y de todos modos, estaba enojada.

—Lamento decir esto sobre tu propio hermano, Nate, pero


simplemente no me agrada Jeff.

Nate se quedó en silencio.

»En el primer momento en que lo conocí, no me agradó y eso nunca


me ha pasado antes —continúo Lily.

Nate permaneció en silencio.

Lily siguió.

»No puedo creer que habló de esa manera. ¿Qué le pasa?

Nate guardó silencio.

Mientras Lily se había permitido liberar su enojo, encontró con que no


duró mucho tiempo especialmente sin la participación de Nate y también
se sumió en silencio.
No fue hasta que estuvieron en su piso y Nate se estaba preparando lo
que parecía ser un trago muy grande y muy fuerte —no le ofreció uno, en
ese momento él sabía que ella no bebía mucho— que volvió a hablar.

—¿Qué tanto viste antes de que llegaras?

Para su sorpresa él respondió con:

—Todo.

Lily lo miró fijamente.

—¿Lo viste acorralarme? —preguntó horrorizada.

Se tomó la bebida en un solo trago. Sin importar qué tan grande era,
seguía drenando el vaso.

—¿Por qué no hiciste algo? —demandó. Estaba de pie detrás de uno


de los dos sillones de cuero que se enfrentaban entre sí en la sala de estar
y estaban perpendicularmente a la chimenea. Su cuerpo estaba rígido
como una tabla.

Esas no eran cosas románticas de héroes. Los héroes románticos no


dejarían que sus heroínas sean arrinconadas por sus malcriados
hermanos adoptivos y sin levantar un dedo.
134 —Quería ver lo que harías —respondió Nate.

No tenía respuesta a eso. Simplemente siguió mirando. Pensó que tal


vez no lo había escuchado correctamente.

Él no la estaba mirando. Se estaba sirviendo otro trago.

Sorprendentemente, rompió su silencio tenso.

—No has preguntado respecto a lo que dijo. —Su mirada fue hacia
ella y estaba completamente en blanco.

—¿Qué? —Seguía recuperándose de la información de que él había


dejado que Jeff la arrinconara.

—No me has pedido que explique lo que él dijo.

Lily lo miró con más fuerza, como si pudiera ser motivo de orgullo, y
entonces levantó sus manos con agitación, y liberó el aliento para enfatizar
qué tan molesta estaba.
Entonces comenzó a caminar de un lado a otro.

—Ya me dijiste lo que quieres que sepa. En primer lugar, no era de mi


incumbencia, pero me dijiste. Si hay más, me dirás cuanto estés listo.
Nada de lo que digas o lo que él pudiera decir cambiaría lo que siento por
ti…

Dejó de caminar porque escuchó el cristal pesado de su vaso golpear


contra la parte superior del baúl en donde guardaba su licor y Lily, que
estaba de espaldas a él y medio caminando de un lado a otro, se dio la
vuelta.

Él estaba caminando directamente hacia ella.

Su rostro estaba lleno de…

Lo miró con asombro.

Ahora Nate la miraba como si fuera un filete jugoso y él no era un


perro rabioso, sino un hombre hambriento al que le ofrecían un festín, un
festín que era Lily.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

Él seguía viniendo.
135 Ella comenzó a dar marcha atrás más rápido y entonces él la estaba
alcanzando rápidamente.

—Nate, ¿qué está mal?

Él no explicó pero cuando la atrapó y la arrastró a su dormitorio, él


no la empujó a la cama, la aventó en ella. Sin más palabras, le hizo el
amor de una manera que nunca antes había hecho, fue fuerte, violento y
posesivo. Cuando estuvo cerca del orgasmo, se detuvo, la detuvo y la hizo
decir su nombre una y otra y otra vez, entonces finalmente la dejó
terminar.

Fue glorioso y, ella sintió intuitivamente, de alguna manera


inmensamente importante y aunque Lily se había deleitado con la primera,
no entendía completamente la última.
El siguiente día fueron a la casa de Victor y Laura para la cena, Jeff ni
Danielle estaban ahí y Lily lo encontró como una pequeña bendición.

Lily había intentado encontrar un trabajo pero no estaba teniendo


mucha suerte. Maxine le estaba enviando su correo y tenía que pagar su
hipoteca, sus cuentas y no tenía suficiente dinero para pagarlas.

Lo que más deseaba en el mundo era ser una escritora, vivir su vida
sentada en su computadora y contando historias. Lily no había traído su
computadora con ella desde Clevedon porque había pensado que ellos
moverían eso después y cuando le había confiado a Nate, adormilada
después de que él le había hecho el amor una tarde, sus sueños de ser
una novelista, él le había dicho que no se preocupara por encontrar un
trabajo y solo se enfocara en escribir.

Fácil decirlo, él no tenía recibos por pagar apilándose y nada de


dinero entrando.

Él le había dicho que se haría cargo de todo pero Lily no podía pedirle
dinero. Ella no era así y además, no había sido criada así. Tendría que
encontrar una forma de encargarse de sus propios problemas.

Sin embargo Nate, como estaba descubriendo, era un hombre muy


perceptivo. Él supo cuando la segunda semana estaba comenzando que
136 algo la estaba molestando y le preguntó sobre ello.

Lily mintió. Ella lo odió pero tenía que hacerlo. No quería que nada,
aparte de sus horribles hermanos, estropeara su vida ideal. Ella estaba
avergonzada de haberse puesto en esa posición, especialmente con las
tarjetas de crédito. Las cantidades no eran astronómicas, pero lo eran
cuando no tenías dinero.

Redobló sus esfuerzos en encontrar un trabajo, cualquier trabajo.

Más tarde esa segunda semana, había salido a comer con Laura y se
había dado cuenta de que algo estaba mal al instante.

—Es solo algo que necesito arreglar —había respondido Lily cuando
Laura preguntó.

—¿Es Nathaniel? —preguntó Laura, sus ojos gentiles.

—¡No! Claro que no, todo está bien, genial, maravilloso con Nate.
Laura sonrió y después la sonrisa tembló.

—¿Es Jeff?

Sin reparo, Lily tomó la mano de la mujer y la apretó de manera


tranquilizadora y simplemente sacudió su cabeza. Ellas no necesitaban
hablar de Jeff, nunca.

La sonrisa de Laura se intensificó de nuevo y después dijo:

—Lo que sea, sólo dile a Nathaniel. Él lo arreglará. Es bueno en esa


clase de cosas.

Lo dijo en una manera que significaba que él era bueno en todo tipo
de cosas. Lily no pudo evitarlo, abrazó a la otra mujer y Laura le regresó el
abrazo con una fuerza que la sorprendió.

Laura podría haber criado a dos terribles niños pero


sorprendentemente, ella era una excelente madre para el que no había
tenido que cargar.

Esa noche en la cama —a menos de que estuvieran en la mesa del


comedor, un restaurante, o en la casa de Victor y Laura, ellos parecían
siempre estar en la cama, aunque Lily no se estaba quejando— apretada
contra el costado de Nate, sus brazos alrededor de su estómago, ella dijo:
137
—¿Tú crees que fuimos un poco apresurados?

Era una pregunta tonta, obviamente ellos habían sido un poco


apresurados. Apenas se habían conocido y se mudaron juntos, o el
demandó que ella se mudara con él y ella lo había hecho.

Nate aún no hablaba mucho. No compartía mucho. A Lily no le


importaba esto. Él hacía lo mismo con su familia, no era solo ella.
Escuchaba y se reía cuando ella contaba historias de su familia y Fazire y
crecer en Indiana. Pero la mayor parte del tiempo, él estaba trabajando. La
mayor parte del otro tiempo, estaban haciendo el amor. Cualquier otro
tiempo que estuvieran libres, estaban comiendo para tener energías para
hacer el amor. Hablar no era exactamente su fortaleza.

Ahora ella tenía problemas económicos significativos y no lo conocía


lo suficiente para saber cómo abordarlo con él, pedirle su ayuda.

No era que no confiara en él. Era que no quería aprovecharse de él.


Él ya estaba dándole una casa y alimentándola con grandioso estilo.
Su apartamento era fantástico, ella sabía un poco sobre bienes raíces en
Londres y tenía que costar un millón, sin mencionar que le entregaban los
víveres y que eran de una tienda de clase alta y tenía una señorita de
limpieza que venía una vez a la semana a limpiar y lavar la ropa.

Lily ciertamente no le iba a pedir que le pagara su hipoteca. Había


estado considerando preguntarle si podría buscarle un trabajo en la
empresa de Víctor pero eso era demasiado raro.

Ella había comprado su casa como un grandioso acuerdo porque


estaba tan acabada que apenas valía lo que había pagado por ella. Pero
todavía cuando no fuera mucho, aún era una hipoteca.

Detuvo sus incesantes pensamientos y suspiró, ruidosamente.

Entonces se dio cuenta de que no había respondido.

—¿Nate? —se apresuró.

Fue su turno en suspirar.

Entonces él preguntó:

—¿Apresurados en qué?
138 —Yo mudándome —dijo contra su pecho.

—Lily, ¿qué estás pensando?

Su cabeza se levantó, ella lo miró y él bajó su barbilla para mirarla


directo a los ojos. Lo hacía todo el tiempo, mirarla directamente a los ojos.
No era un hombre que fuera incapaz de una mirada directa. A ella le
gustaba eso también y a su padre definitivamente le gustaría eso de él. Will
siempre decía: —Nunca confíes en un hombre que no te mire directo a los
ojos.

—¿A qué te refieres?

Para su sorpresa, el respondió su primera pregunta.

—Sí, fue apresurado, acelerado, rápido, pero no fue equivocado. Tú


sabes que esto es bueno, sé que esto es bueno. Esa no es tu pregunta. Por
eso quisiera saber cuál es tu pregunta.

Ella le sonrió, no podía evitarlo. Él era muy astuto. Era rápido en


llegar al meollo del asunto, sin ningún problema. No era la primera vez que
se daba cuenta de ello.

—Ahora ella está intentando distraerme con una sonrisa —le dijo a la
habitación en un tono hostigado y ella se rio de él, puso su mejilla en su
pecho y abrazó su cintura.

—No es nada. No importa —susurró ella.

Y no lo hacía. Ella encontraría la manera, siempre lo hacía. Todo lo


que importaba era él y que estaban juntos. Si ella lo necesitaba, como
realmente su última opción, ella siempre podría pedirle su último deseo a
Fazire.

—Lily.

Ella deslizó su cabeza sobre su pecho y miró el borde inferior de su


mandíbula.

—¿Sí?

—¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, cierto?

Ella no respondió pero asintió y la mano de él se apretó dónde estaba


descansando en su cadera.
139 Ella suspiró.

Ella lo arreglaría y todo estaría bien.

El siguiente día el correo llegó incluyendo toda la pila que le enviaba


Maxine. Había una notificación de un artículo que había enviado a una
revista que iba a ser publicado. También incluía un cheque. No era mucho
dinero pero cubriría la hipoteca y el pago mínimo de sus tarjetas de
crédito.

Lily estaba extasiada.

—¡Sabia que todo iba a estar bien! —le dijo a la sala y dio vueltas
alrededor con su excitación.

El teléfono sonó a mitad de un giro y lo tomó, a un lado de ella con


felicidad.
Era, para su sorpresa, y deleite, Fazire.

—Fazire, oh Fazire, estoy tan contenta de que llamaras, no puedo


esperar… —empezó.

Pero él la interrumpió.

—Niña Lily —dijo en una voz que ella nunca había escuchado en el
despreocupado o algunas veces pomposo-sabelotodo Fazire.

Su cuerpo se congeló con su tono y cuando ella escuchó lo que él


tenía para decir, se volvió de piedra.

—Estaré ahí de inmediato —le aseguró a su querido amigo cuando


dejó de hablar.

Entonces colgó y se quedó congelada por lo que podría haber sido un


minuto, bien podría haber sido una hora.

Entonces se puso en acción.

Ella llamó a la oficina de Nate pero su secretaria no estaba


contestando y Lily no quería dejar un mensaje, especialmente no este
mensaje. Llamó al aeropuerto, sobregiró su tarjeta y compró un boleto.
Empacó todo lo que poseía porque no tenía mucho en la casa de Nate y
140 bien podría necesitar todo lo que tenía.

Entonces llamó a Laura y, para su gran infortunio, Danielle respondió


y le dijo a Lily que Laura no estaba en casa.

—¿Puedes pedirle que me llame al minuto en el que llegue? Me voy de


casa de Nate en una hora. —Ella soltó un respiro y rogó—: Danielle,
realmente necesito que hagas esto, es urgente.

—No hay problema, puedo tomar un mensaje, sabes —respondió


Danielle ácidamente.

Lily expreso su gratitud, suprimió su recelo y tragó sus lágrimas.

Bajó el teléfono, lo levantó de nuevo y llamó nuevamente a Nate.

Aun sin respuesta en el teléfono de su trabajo. Él no tenía línea


directa, todos pasaban por su secretaria y llamó de nuevo tres veces, sin
respuesta cada vez.

Llamó a Maxine y le dijo lo que había pasado pero no se quedó en el


teléfono mucho tiempo en caso de que Nate o Laura llamaran.

Mientras el tiempo pasaba, Lily se estaba poniendo frenética. Laura


no llamó, Lily no podía llegar a Nate y tenía que llegar a Indiana
inmediatamente. Tenía que llegar a Fazire, él no sabía qué hacer. Ni
siquiera era humano. Él estaba solo en esa laberíntica casa de piedra
caliza por primera vez sin su Becky.

Tragó la emoción que inflamaba su garganta ante el pensamiento de


su madre, que llevó a pensamientos sobre su padre, y le escribió una nota
a Nate. La estaba firmando cuando el intercomunicador sonó, anunciando
que había alguien abajo esperando a que lo dejaran entrar.

Esperando que fuera Laura para una visita sorpresa, Lily voló al
interno.

Viendo que era absolutamente el día más desafortunado de su vida, y


eso era atenuarlo, era Jeff.

El corazón de Lily se hundió.

—¡Lily, no cuelgues! —chilló Jeff urgentemente—. Estoy aquí para


disculparme. Lo prometo. Me pasé de límite.

Ella vaciló, miró el teléfono al otro lado de la habitación por un


141 momento, rogando por que sonara.

No lo hizo.

Su última esperanza era decirle a Jeff. Al menos a él parecía gustarle,


a diferencia de Danielle, y él estaba ahí para pedir perdón. Tal vez no era el
patán que ella creía que era.

—Sube, Jeff —dijo y abrió el portón.

Tenía que irse en cinco minutos. Tenía sus cosas empacadas y en la


puerta y mientras esperaba por Jeff, llamó al portero para que pidiera un
taxi para el aeropuerto de Heathrow.

Hubo un golpe en la puerta y Lily se movió para dejarlo pasar. Jeff vio
sus cosas inmediatamente y su cabeza pasó de las maletas a ella, sus ojos
brillantes.

Ella estaba muy nerviosa, intentando luchar con las lágrimas que
trepaban por su garganta y su frenética necesidad de hacerle saber a Nate
o Laura, la noticia.

—¿Qué está pasando Lily? —preguntó suavemente.

Ella lo miró y entonces sucedió. La presa se rompió; no podía


contenerlo más. Rompió en llanto. Él la jaló en sus brazos y palmeó su
espalda.

—Dime, Lily, dime lo que él ha hecho —susurró alentándola.

Ella solo sacudió su cabeza y dijo en una voz rota:

—No es Nate. Son mis padres. Murieron en un accidente de avión


ayer. Ambos.

Sus brazos se apretaron.

—Oh, Lily —murmuró Jeff y ella pudo jurar que realmente sonaba
triste por ella.

Ella se alejó, pasando sus manos por sus mejillas manchadas de


lágrimas.

—Me tengo que ir —dijo urgentemente y miró su reloj—. ¡Ahora! —


chilló en pánico—. No he podido hablar con Nate o tu madre. Jeff, tienes
que llamar a Nate. Decirle. Tienes que. Por favor. Dile que le llamaré
142 después, en unos días. Prométemelo.

Su mano se levantó y tocó su mejilla donde una lágrima se estaba


deslizando.

—Lo prometo —susurró.

Ella aventó sus brazos alrededor de él y lo abrazó apretadamente.

—Gracias.

Entonces tomó sus maletas y azotó la puerta para ir a casa.

A Fazire.

Jeff miró como la puerta se azotaba detrás de Lily y vio la nota en la


mesa.
Calmadamente caminó hacia ella y la leyó.

Él pensó, vagamente, que era algo triste.

Después la hizo una bola y la puso en su bolsillo.

Nate, lo sabía, se iba a mudar en unos días.

Lily le acababa de decir que no llamaría en algunos días.

No había mucho tiempo.

Camino a través del apartamento de clase alta de su hermano y buscó


por cualquier cosa que ella pudiera haber dejado atrás.

Encontró una botella de perfume en el buró, un par de aretes en la


mesita de luz y un solo camisón, la única cosa en un cajón de otra manera
vacío.

Eso era todo.

Lo metió todo en una bolsa para la basura, la cargó fuera del


apartamento y la depositó en el primer basurero que encontró.

Entonces llamó a su hermana.

143
11
La “muerte” de Nate

—C
reo que deberíamos hacerlo.

Nate estaba en su escritorio y Victor estaba sentado


frente a él. Estaban sobre algunas cifras de un acuerdo
propuesto que Víctor tenía muchas ganas de hacer.

Nate estaba mirando por la ventana y se preguntaba qué le pasaba a


Lily.

Estaba siendo cautelosa, reservada y había algo que no le estaba


diciendo.

144 No quería presionarla. Después de que Jeff la acorraló, podría haber


forzado a Nate a desnudar su alma sobre su pasado, pero ella le dijo que
esperaría hasta que estuviera listo. A pesar de que quería obligarla a
compartir con él lo que la estaba molestando, pensó que era mejor tomar
su indicación y esperar hasta que estuviera lista para compartirlo.

Nate no tenía ni idea de cómo comportarse en una relación sana.


Podía hacer frente fácilmente con la disfunción, la indiferencia, la malicia y
la codicia pero estaba irremediablemente fuera de su terreno con Lily.

Él sabía que ella quería más de él, pero era algo que no podía dar. No
quería hacer nada que la hiciera apartarse, hacer que la luz brillante que
ardía en sus ojos cada vez que ella lo miraba siquiera se atenuara, y
mucho menos desapareciera.

Él había estado detrás de Lily y Jeff escuchando a Lily elegirlo,


sintiendo por primera vez en su vida un orgullo feroz en sí mismo que esta
magnífica criatura lo quisiera, lo eligiera. Al mismo tiempo, deseaba que
Jeff le dijera, le contara lo que fuera que sabía, le dijera para que así
quedara revelado.

Jeff no lo hizo, lo que era a la vez una carga continua y al mismo


tiempo un inmenso alivio.

Nate incluso albergaba pensamientos de tomarla en brazos, llevársela


lejos, volver a Indiana con ella y dejar su pasado atrás para siempre. Ya no
quería aferrarse a quién era, no quería destruir su vida y lo que esperaba
construir con Lily.

Pero no podía hacer eso, él nunca podría irse. Le debía todo lo que era
a Victor y Laura y eso venía con Jeff y Danielle.

Nate estaba existiendo en tiempo prestado cuando se trataba de Lily.

Por lo tanto, como siempre, tenía un plan.

—¿Nathaniel?

La cabeza de Nate dio la vuelta para mirar a su padre y Víctor levantó


los papeles que se suponía iban a ser un recordatorio para su hijo
distraído.

—No —declaró Nate rotundamente.

—¿No quieres hacerlo? —preguntó Víctor con incredulidad.


145
—Es demasiado riesgo.

—Ho, ho, hoooo… —Su padre sacó su último “ho” grandiosamente—.


Te estás volviendo blando. —Miró a sabiendas a Nate y éste supo que se
refería a Lily.

—No blando, Víctor. Ese trato es pésimo —respondió Nate con calma.

—Hace dos semanas, habrías aprobado todo esto —devolvió Victor.

—Hace dos semanas, esos papeles estaban en mi escritorio. Los leí y


los tiré a la basura —regresó Nate.

Los ojos de Victor se redondearon.

—Jeff me trajo esto hace dos días.

—Jeff quiere el acuerdo y también le dije a él que no.

No se necesitaba decir más acerca de Jeff o el trato. Jeff había perdido


el suficiente dinero de la empresa tomando decisiones insensatas, sin
pedir consejo y sin pensar las cosas.

Nate, sin embargo, había sido la fuerza impulsora detrás de su éxito y


tanto Víctor como Jeff lo sabían. Víctor fue siempre una persona
despiadada a la hora de tomar riesgos pero era Nate quien evaluaba sus
opciones y aconsejaba a la ruta. Víctor siempre seguía el consejo de Nate.
Éste, a su vez, nunca había estado equivocado y Víctor nunca lo había
lamentado.

Además, Jeff era un tema delicado para Nate especialmente después


de la cena de la otra noche y Víctor también lo sabía. Sabía lo
suficientemente bien para asegurarse de que Nate no viera a Jeff en
ninguna parte, ni en la casa ni en la oficina.

Victor tiró los papeles descartados en el escritorio de Nate y luego se


echó hacia atrás.

—Por lo tanto, no hay trato. Hablemos de otra cosa. ¿Cómo está Lily?

Sonó el teléfono en su oficina exterior y nadie contestó. Su secretaria


estaba enferma y Recursos Humanos estaba teniendo problemas para
conseguir un reemplazo temporal.

Nate lo ignoró y le dijo a su padre:


146
—Ella está bien.

—¿Vas a casarte con ella? —preguntó Víctor.

Ante esta consulta contundente, Nate decidió dirigir su atención a la


ventana de nuevo.

—Hijo, te hice una pregunta —dijo Víctor en voz baja, pero con
amabilidad. Nunca era amenazante hacia Nate, ya que todavía podría
serlo, y mucho. En primer lugar, Nate no respondería a la misma. En
segundo lugar, Víctor tenía a Nate en demasiada estima. En tercer lugar,
no era el tipo de hombre que podría ser amenazado.

—Creo que Lily necesita que las cosas vayan más lento —respondió
Nate finalmente.

—Acepta mi consejo —dijo Víctor y los ojos de Nate se movieron hacia


él de nuevo—, consigue que la chica se embarace. Funcionó para mí con
Laura. —Después de decir esto, él sonrió con descaro.

Nate casi se estremeció al oír sus palabras, pero se contuvo.

—Víctor, has estado casado treinta años, y Jeff tiene veintiocho. —


Nate no le creía a su padre y pensó que estaba siendo deliberadamente
impactante para conseguir su punto.

—Ella lo perdió. Era un niño —anunció Víctor y Nate se quedó


aturdido por la sorpresa cuando la mandíbula de Victor se apretó. Nate
nunca había oído esta historia—. Ella dice que le tomó catorce años traerlo
de vuelta.

Ante estas palabras tranquilas, Nate se sintió como si Víctor le


hubiera golpeado en el estómago. No soltó prenda de esta reacción
extrema, sólo asintió a su padre.

Entonces, el estado de ánimo cambió, Víctor decidió ir con este.

—Laura fue lo mejor que me ha pasado. Yo era un matón, peor, y no


tenía nada que hacer con ella. Yo lo sabía, Nathaniel, justo en mis huesos.
Pero nada me iba a impedir tenerla, nada. No fue lo correcto por hacer,
maldición, incluso no fue la mejor cosa por hacer, pero lo hice. La
embaracé y lo hice a propósito. Hubiera hecho cualquier cosa para atarla a
mí.
147
Nate guardó silencio y mantuvo su calma exterior, pero las palabras
de su padre se estrellaron contra él como martillos.

—Tú y yo, hijo, nos parecemos mucho. No conozco tu manera de


procesar las cosas porque eres un testarudo mucho más inteligente que
yo, pero sé cómo piensas.

Nate volvió su atención de nuevo a la ventana.

Entonces le dijo a su padre:

—Lily era virgen.

—Lo sé —respondió Víctor.

El cuerpo de Nate se quedó inmóvil ante este comentario. Victor, de


alguna manera, siempre parecía saberlo todo.

A pesar de que Nate no preguntó, Víctor pasó a explicar:


—Ella me confesó que eras su primera cita.

Los ojos de Nate se volvieron de nuevo a su padre ante ese fragmento


de noticias. Apenas podía creerlo.

Usualmente Víctor parecía saber lo que Nate estaba pensando a pesar


de que no había dicho una palabra.

—Lo sé, me impresionó también pero te juro que no estaba mintiendo.


Estaba nerviosa como un gato.

Esto hizo que Nate sonriera.

Víctor continuó.

—Suerte que tenías una moto que rompió el hielo. —Con eso, Victor le
sonrió.

Extrañamente, Nate decidió que una confesión estaba bien y


compartió su plan.

—Ella no ha traído a colación el tema del control de natalidad.

Víctor lo observó de cerca.

—Creo que tú no has estado buscándolo.


148
Nate sacudió la cabeza, eso lo hizo una vez.

Víctor sonrió.

—Pensamos igual, tú y yo, siempre lo hacemos.

Como Víctor había dicho, no era lo correcto de hacer y sin duda no


era algo bueno, pero a Nate no le importaba. Si él pensaba que era
probable que ella lo dejara, la habría encadenado a la cama. Embarazarla
sería unirla a él de por vida. Él lo sabía, lo quería e iba a hacerlo.

Si ella estaba embarazada, no lo dejaría. La familia significaba para


ella más que nada en el mundo. Ella lo había dejado perfectamente claro,
no sólo en la forma en que habló de la suya propia sino en la forma en que
trataba a la de él.

Cuando ella descubriera su pasado, ya fuera si él le contaba, o Jeff, o


Víctor o Laura dejaban escapar algo, no sería capaz de irse. Podía irse
ahora, divorciarse de él si estuvieran casados, pero nunca rompería una
familia. Él, al igual que su padre, lo sabía hasta sus huesos.

El teléfono sonó de nuevo en la oficina exterior.

—¿Vas a tomar eso? —preguntó Víctor, levantándose de su silla.

—Tengo trabajo que hacer, quiero llegar temprano a casa esta noche.

—No te culpo —murmuró Víctor, levantó su mano casualmente en


señal de despedida y se fue.

Nate se puso a trabajar.

No tenía idea de que su vida, por segunda vez en dos semanas, estaba
a punto de ser sacudida hasta sus cimientos.

Nate llegó a casa temprano. Había tenido la intensión de decirle a Lily


que se iban a mudar y nunca lo había hecho. Siempre tenían mejores
cosas que hacer.

Los señores de la mudanza estarían allí al día siguiente para empezar


a empacar y se mudarían un día después de eso. Quiso hablarle a Lily
sobre la mudanza por si ella necesitaba algo de su casa en Somerset.
149
Como sea, llegó a casa a un apartamento vacío.

No la había llamado para decirle que venía temprano a casa e imaginó


que había salido a algún lugar. Ella estaba casi obsesionada con la idea de
encontrar un trabajo. O podría estar con Laura.

Tomó el teléfono y le marcó a su madre.

—Mi querido Nathaniel, estoy tan contenta que hayas llamado. ¿Les
gustaría a ti y a Lily venir a cenar la próxima semana?

Nate estaba entrando a su habitación para cambiarse de ropa y se


detuvo.

Entonces se congeló.

—¿Nathaniel? —lo llamó Laura cuando él no respondió.

—Lo siento, Laura, te llamaré de nuevo —murmuró Nate.


Presionó el botón sin escuchar la despedida de ella y miró
detenidamente alrededor de la habitación.

Los cosméticos desordenadamente apilados de Lily no estaban sobre


la cómoda. Pudo oler su perfume pero la botella se había ido.

Caminó hacia el baño.

Su cepillo de dientes y todas sus otras botellas y frascos —y Nate


había notado que había un gran número de ellos, el verlos, para su
sorpresa, lo hacían sentir una inusual sensación de alegría— se habían
ido.

Fue de nuevo a la habitación y abrió uno de los cajones donde ella


había puesto sus cosas.

Estaba vacío.

Abrió otro.

Este, también, estaba vacío.

Regresó a la sala y vio algo de correspondencia sobre la mesa. Ella


tenía allí otro desorden de correspondencia remitida de su amiga Maxine.
Todo seguía abierto pero abandonado.
150 Nate notó que su hipoteca estaba vencida así como sus dos tarjetas
de crédito. Encontró esto sorprendente y se preguntó, vagamente, por qué
ella no se las dio. Él le había dicho que se haría cargo de esto, que se
ocuparía de todo. No había absolutamente ningún motivo por el cual sus
cuentas debieran estar atrasadas.

Había también una carta escrita en una prolija y ligeramente creativa


caligrafía. Su madre, contándole a Lily de las “últimas payasadas” de
Fazire y su entusiasmo por las inminentes vacaciones a Hawái.

Se sirvió un trago, se sentó en el sofá y esperó.

Después que la oscuridad había caído, fumó y bebió más, por un


buen rato más. No había fumado un cigarrillo desde aquella noche frente a
la puerta de la casa de sus padres. Ni siquiera había querido uno, pero
ahora sí quería uno.

Ella no volvió a casa. No llamó.


No esa noche, ni la siguiente.

Los señores de la mudanza lo trasladaron y, ese día, él fue a la


dirección que aparecía en la factura de su hipoteca.

La ciudad donde ella vivía era estupenda y se dio cuenta que era
costosa por la cantidad de BMWs, Mercedes y Jaguares parqueados en las
calles.

La casa de ella estaba justo en el paseo marítimo, podía ver desde su


posición que tenía una vista del Muelle Victoria desde las ventanas de
atrás. Notó con indiferencia que era una muy buena pieza de bienes raíces,
una excelente ubicación. Era una casa adosada, tres plantas al nivel de la
calle, pero probablemente, una más fija en el peñasco. Era una casa
grande solo para Lily, también bastante imponente incluso si se veía un
poco descuidada desde afuera. Ella había colocado dos enormes macetas
de terracota con una gran cantidad flores, posadas a cada lado de la
puerta principal.

Llamó a la puerta, mirando a su izquierda a un solar que estaba en la


parte delantera de la casa. Este tenía unos suelos cerámicos y muebles de
mimbre con cojines de diseños coloridos que invitaban a sentarse. No
estaba de humor para notar que los muebles no eran nuevos y estaban
bastante maltratados. No estaba de humor porque nadie respondió. La
151 casa se veía desierta.

Entonces escuchó:

—¿Está buscando a Lily?

Una vecina había salido a pasear con su perro y Nate giró hacia la
anciana.

—Sí, ¿está ella acá?

—Nop, se mudó, regresó a su casa escuché. Solo salió y se fue de


regreso a América. Me sorprendió, parecía una chica del tipo estable. Pero
ahí lo tiene. Nunca se conoce a las personas.

Ella siguió paseando a su pequeño perro y Nate la observó bajar por


la pequeña calle donde estaba la casa de Lily. La observó golpear el andén
que era más ancho que el camino pavimentado al salir de la calle de Lily.
La observó mientras desaparecía bajando la escarpada colina hacia el
muelle.
Entonces entró al auto y condujo de vuelta a Londres.

Tres días después de que Lily se fue, Nate se mudó a su nuevo


apartamento. Ese mismo día desconectó su viejo teléfono. Su secretaria se
tomó una licencia debido a una prolongada e inesperada enfermedad.

Su secretaria temporal nunca había escuchado de Lily Jacobs.


Cuando ella tomó las llamadas de la mujer, perdió la mayoría de los
mensajes bajo una pila de marcados con urgente —casi todas las llamadas
para Nate MacAllister parecían ser urgentes y la secretaria simplemente no
pudo hacerles frente. Ella perdió un montón de mensajes en las dos
semanas que Nate la aguantó, ninguno de ellos ni de lejos tan urgente
como el mensaje de Lily.

Los mensajes que la secretaria temporal de Nate no perdió, Jeff los


robó.

Danielle estaba inundada de placer por la abrupta y extraña salida de


Lily. A tal punto que, semanas más tarde, hizo el último y desesperado
intento para capturar el corazón de Nate seduciendo su cuerpo. Él había
estado tan rebelde y le había dicho, en más palabras de las que él
152 normalmente usaría, exactamente lo que pensaba de ella. Sin saberlo él,
cinco minutos después de salir en su Maserati, frente a la puerta principal
de la casa de sus padres después de, en cierto modo, esa dramática
escena, Lily había subido las escaleras de la entrada por última vez con su
querido Fazire. Este fue un momento muy infortunado, en ese momento
era Lily la última persona en la tierra que Danielle Roberts quería ver. Y de
cualquier forma, Danielle y su hermano se habían preparado muy bien
para este momento.

Victor y Laura estaban, al principio, confusos, luego preocupados,


luego los dos se enojaron por la inexplicable partida de Lily.
Sorprendentemente, por primera vez en la vida de Nate, vio el enojo de
Laura volverse ira y no se disipó en cuestión de minutos. Pareció
alimentarla por días, semanas, incluso, si el nombre Lily entraba en la
conversación —generalmente por Jeff—, años.

Jeff también estaba muy feliz y petulante por la partida de Lily. Él


sabía algo; Nate entendió esto por la forma de actuar de Jeff. Al principio
estaba callado y nervioso como si esperara que lo que sea que hizo
produjera un efecto indeseado, lo cual pasaba seguido con Jeff. Pero
cuando esto no sucedió, su petulancia se completó y duró en los últimos
años.

Nate supo que Jeff le había contado a Lily sobre su vida pasada, cómo
inició su relación con el padre de Jeff, y ella huyó. Le había dicho que nada
de lo que Jeff pudiera decir cambiaría lo que ella sentía por él, pero había
mentido.

Nate era un buen conocedor de las personas que mentían. Esto no le


sorprendió ni un poco. Una gloriosa, virgen de veintidós años de Indiana,
quien probablemente vivía en una casa palaciega que se veía como una
plantación —por lo menos, allí es donde Nate se la imaginaba cuando
pensaba en ella, lo que fue un montón de veces durante los primeros
cortos meses, pero después, como un mecanismo de defensa bien afinado,
aunque no del todo, o al menos no durante las horas de luz de día— y
había sido mimada y protegida toda su vida, frente a lo que fue la vida de
Nate…

Ella probablemente seguía duchándose para lavar la suciedad de él.

153 El día en que Lily Jacobs descubrió la muerte de sus padres fue el día
en que el Nate McAllister al que ella le había dado una nueva vida murió.

Él encontró nuevas mujeres, ninguna de ellas como Lily. Su padre se


volvió el Presidente del Consejo mientras que Nate asumió el cargo de
Director Ejecutivo. Compró un hermoso ático y ordenó una cama incluso
más grande.

Y durmió en esta, las raras ocasiones en que dormía en casa, a solas


—o al menos, la mayor parte del tiempo.
154
Parte IV
12
Laura y Lily
Ocho años después, Nate tiene treinta y seis
años, Lily treinta y es inicios del mes de
mayo…

L
aura Roberts estaba caminando por Hyde Park.

Le gustaba caminar, lo hacía a menudo, mantenía sus


piernas en forma —eso es lo que Víctor decía, por lo menos.
155
Se mantenía en forma. La mantenía joven.

Hyde Park era su lugar favorito para caminar con el club de atletismo,
todos los árboles, los diferentes monumentos y estatuas aquí y allá, el
Memorial de Diana, El Rincón del Orador, personas montando caballos y
había muchos perros siendo paseados y bebés en cochecitos. Siempre
había algo que ver y nunca era lo mismo.

Ese soleado, hermoso, cálido día, por ejemplo, Laura vio a un hombre
que parecía que llevaba kohl negro todo alrededor de sus ojos oscuros;
tenía el pelo tan negro como Nathaniel pero sin el brillo azul, piel
bronceada, un vientre protuberante y una barba de chivo negra y
puntiaguda.

Casi parecía, pensó Laura caprichosamente, un genio, pero en ropa de


personas normales.

Observó mientras él se detuvo y plantó los pies bien separados y se


cruzó de brazos, una mueca feroz con fastidio, al igual que Yul Brenner en
The King and I. Esto le daba un aspecto exacto a un genio.

Con curiosidad de descubrir qué lo molestaba, Laura volvió la mirada


hacia donde el hombre–genio estaba frunciendo el ceño.

Y entonces todo su cuerpo se congeló.

Lily.

Laura no podía creer lo que veía y parpadeó dos veces para ver si se
aclaraba la visión o si tal vez la mujer que vio era otra persona que se
parecía a Lily, pero que no lo era y la mente de Laura simplemente le
estaba jugando terribles, trucos horribles.

Pero era Lily. Se veía casi igual, excepto que más delgada. Llevaba un
par de muy descoloridos Levi y una camiseta aún más descolorida que
decía “Chicago Cubs”. Corría hacia el hombre–genio y sonreía la misma,
extraña, peculiar pero hermosa sonrisa de Lily.

Excepto que diferente.

Laura miró más de cerca a la mujer que había roto el corazón de su


Nathaniel.

Lily estaba pálida, ligeramente demacrada e incluso cansada.


156 La Lily de Luz que pensó conocía tan bien se había ido.

La vida, vio Laura, y sintió una satisfacción atípica al verlo, no había


tratado a Lily Jacobs muy bien.

Laura decidió de inmediato sacar a Lily de su mente. Ella, por


supuesto, le contaría a Víctor sobre esto, pero nunca le diría ni una
palabra a Nathaniel. Su hijo nunca había dejado ver la forma en que
estaba destrozado por la inexplicable ida de Lily, pero Laura, como
cualquier madre, lo sabía.

Lily Jacobs era realmente la única persona en el mundo que Laura


Roberts odiaba. Laura sabía todo sobre el pasado de Nathaniel, Víctor le
había contado. Esa Lily le trajo tanta vida y luz a él, en realidad lo hacía
reír (mucho), lo hizo tan feliz y luego le arrancó eso sin una explicación o
incluso un adiós…

Bueno, simplemente no valía la atención de Laura y definitivamente


no valía la bondad de Laura.
Laura comenzó a caminar de nuevo con la esperanza de que se
alejaría antes de que Lily la viera. No podía soportar hablar con ella,
imaginó, esa Lily jamás se le acercaría si tuviera un solo hueso decente en
su cuerpo.

Entonces oyó el aún familiar tono de voz llamar:

—¡Tash! Deja de perder el tiempo, muñeca.

Laura levantó la cabeza y se congeló de nuevo.

Una niña estaba corriendo hacia Lily y el extraño hombre–genio.

La niña de Nathaniel.

Laura lo supo inmediatamente. Estaba sellado en toda la niña.

El mismo pelo negro azulado, los mismos —incluso a esa distancia,


Laura podía decir, era la madre de Nathaniel después de todo— ojos más
oscuros que negros, la misma estructura ósea, el mismo cuerpo de piernas
largas, el mismo cuerpo de talle largo, excepto femenino y en forma
infantil. De hecho, no había duda de ello, no podía negarse; la niña era
hija de Nathaniel McAllister.

Laura observó atónita, en silencio congelado mientras la niña corría


157 hacia Lily y echaba los brazos alrededor de su madre. Lily se inclinó para
besarle la coronilla de la cabeza y estaba hablando con ella, sonriéndole.
Esa sonrisa no era cansada y demacrada. Se iluminó su rostro, igual que
la vieja Lily.

Laura no podía creerlo. No sabía qué hacer. Quería gritar, correr


hacia adelante y arrebatar la niña de los brazos de su madre.

Entonces Lily se enderezó al lado de la chica, volviéndose a guiarlos


en la dirección opuesta y entonces Lily la vio.

Su rostro pálido, si pudiera ser acreditado, palideció. Su boca se abrió


y ella también se congeló.

Momentos más tarde, Laura vio, con su asombro profundizándose,


como el estupor de Lily se aclaró y su rostro se fundió en un aspecto de
tanta felicidad abandonada, tal amor que revolvió el estómago de Laura.

Y Laura miró a Lily con cada pizca de odio que sentía por la mujer,
dio media vuelta y echó a correr.
—Dios mío, Fazire, Dios mío. ¿Viste la forma en que me miró?

Fazire estaba levitando. Ahora lo hacía por la agitación, lo sabía, no


sólo cuando estaba practicando o cuando quería hacer un punto.

No respondió. Él no podía hacerlo, Lily siguió hablando.

—Ella vio a Tash. Ella sabe. Te dije que debería haber ido a ellos hace
mucho tiempo. Ahora es demasiado tarde. Ahora…

Dejó de hablar y empezó a caminar, o más precisamente, empezó a


caminar más frenéticamente.

Lily había estado esperando para ir a la casa de los Roberts durante


años. Natasha era su nieta, querrían saber que ella existía. Incluso si fuera
doloroso después de la muerte de Nate —esto, decidió en sus
imaginaciones febriles, sucedió en su motocicleta o en su Maserati, pero
no lo sabía, nunca quiso saberlo.

Algo siempre se ponía en el camino. La tienda, la casa, Tash


enfermándose, Lily teniendo una migraña —venían con mucha más
frecuencia ahora, el estrés, dijo el médico—, no tener suficiente dinero
158 para los billetes de tren —nunca hubo suficiente dinero—, los teléfonos
cortándose, lavandería, limpieza, hacer las compras, el auto que
necesitando reparación (el auto siempre necesitaba reparación).

Debería haber escrito, pero ¿cómo dices eso en una carta? Era algo
que tenía que hacer en persona.

Y Lily estuvo tan enferma al principio, el embarazo no había ido bien y


en el momento en que ella y Fazire decidieron echar su suerte en
Clevedon, estuvo prácticamente postrada en cama. Hacia el final del
embarazo, fue forzada a estar postrada en cama. Luego, el nacimiento no
había sido bueno. Le tomó un año para recuperarse. Por aquel entonces
las deudas habían subido, las facturas estaban vencidas y casi habían
pedido su último deseo de Fazire. Pero Maxine había salvado el día.
Maxine y la hermosa casa de piedra caliza de la abuelita Sarah con sus
marcos de las ventanas de mármol italiano y sus diez hectáreas.

Mientras que Lily estuvo enferma, tuvo tiempo para pensar. Comenzó
a preguntarse por qué Laura y Víctor no se comunicaron con ella. ¿Por qué
dejaron que fuera Danielle quien le dijo que Nate había muerto? ¿Por qué,
cuando Lily sabía que ellos sabían que ella también perdió a sus padres, al
mismo tiempo, no habían ido a ella sabiendo de la enormidad de su
pérdida? Incluso sin saber sobre Tash, Lily estaba absolutamente segura
de que ellos sabían que amaba Nate y que necesitaría llorar con ellos
cuando su vital hombre apuesto de ensueño fue arrancado de ellos. No
entendía y pensó, tal vez, que los había juzgado mal. En sus momentos
más oscuros —de los cuales había muchos—, se dio cuenta de que habían
criado a Jeffrey y Danielle, quizás ellos eran igual que sus dos hijos de
sangre.

Luego el tiempo pasó volando, como hace el tiempo, y se hizo


demasiado tarde.

Esta era la primera vez que Lily había estado en Londres en ocho
años. Ocho años. Tenían una lúgubre habitación de hotel en una no tan
buena parte de la ciudad. Era todo lo que podían permitirse.

No importaba, sólo tenían que dormir en ella. Se suponía que el resto


del tiempo Lily iba a mostrarles todos sus lugares favoritos en Londres, lo
que incluía donde ella y Nate habían tomado su paseo por Hyde Park.

La hija de Lily sabía todo acerca de su padre.

159 Cada detalle que Lily podía recordar, los cuales eran la mayoría de
ellos, fueron contados a Tash en las historias más grandes que Lily había
creado alguna vez. Y a medida que los años pasaban, Lily incluso inventó
detalles sólo para mantener vivo a Nate de alguna forma para su querida
hija.

—Tengo que ir a ella —apuró Lily.

Fazire la miró por encima del hombro y se cruzó de brazos. Él,


personalmente, no tenía mucha estima por estas personas Roberts. Cada
vez que miraron a su niña–Lily, lo hicieron con odio, razón por la cual
precisamente él intentó constantemente de persuadirla de contarles sobre
Tash y la distraía cuando se decidía a escribirles o llamarlos.

Si supieran sobre Tash, no podía imaginarse lo que harían.

Y obviamente, los eventos de hoy exponían que, como siempre, había


estado en lo correcto por completo.

—No creo que sea sabio —declaró.


—Tengo que hacerlo, ¡Tash es su nieta! —gritó Lily.

—¿De qué están hablando?

Tash había salido del baño y los estaba mirando con curiosidad.

Lily miró a su hermosa hija, quien no tenía ni una pizca de ella o


Becky, Will o Sarah, sino que era completamente de Nate.

Tash Jacobs era una niña brillante, terriblemente brillante. Una


genio, dijo su maestra, otra razón por la cual Lily no tenía dinero.
Cualquier dinero sobrante lo estaba dejando apartado con la esperanza de
meter a Tash en una escuela especial para niños dotados.

Esto, creía Fazire, provenía de Lily. Esto, sabía Lily, venía de Nate.
Tash tenía la manera exacta de llegar al meollo del asunto que tenía Nate.

Con este pensamiento, Lily tomó una decisión.

Le sonrió a su hija.

—Mami tiene que ir a ver a algunos amigos. Volverá pronto.

—Lily… —dijo Fazire en un tono urgente, de advertencia.

Lily lo miró con determinación.


160
—Volveré pronto.

Y entonces, antes de que el genio dijera otra palabra, ella se fue.

—Estás… bromeando… maldita sea.

A Laura no le gustaba cuando Victor decía maldiciones. Sin embargo,


si había un momento para maldecir, ahora era ese momento.

La suerte quiso que —o no, dependiendo de cómo uno lo mire— Nate


llegara a casa con Victor. Por lo que Laura pensó que bien podría decirles a
ambos a la vez. Nate tenía que saberlo de todas maneras y bien podría
salir esto de su madre. Y por el aspecto de las cosas, Victor no habría
impartido la información con tanto cuidado como Laura lo hizo.

Victor parecía a punto de explotar.


Nathaniel, sentado frente a Laura con un tobillo apoyado casualmente
encima de la rodilla opuesta, parecía que felizmente podría cometer un
asesinato.

Sin embargo, lo haría de una manera muy fría y muy controlada.

Una mirada a su hijo y Laura comenzó a sentir una preocupación


insidiosa.

Y todo tenía que ver con esa mirada alegre.

Lily había estado contenta de verla.

Eso puede haber sido un acto, por supuesto. Momentos antes ella
había parecido horrorizada pero Laura, bueno, Laura estaba empezando a
tener sus dudas.

¿Por qué Lily estuvo feliz de verla? En especial, si uno tenía en cuenta
que la hija que ella había ocultado de todos ellos —Laura hizo la cuenta,
entonces no pudo entenderlo y simplemente supuso— ocho años estaba de
pie justo allí, la versión idéntica de Nathaniel.

—Voy a perseguir a esa perra y retorcerle el cuello blanco y palurdo —


amenazó Victor.

161 —Victor, cálmate —tranquilizó Laura.

—¡No voy a calmarme! ¡Esa es mi nieta, maldita sea! —gritó con tanta
fuerza que las ventanas temblaron.

—¿Qué está sucediendo?

Laura cerró los ojos con desesperación, esto no era necesario. Danielle
había aprovechado ese momento para entrar en la sala.

Su hija finalmente se había mudado, estaba viviendo con un hombre


que ni Victor ni Laura querían, pero que todos pensaban que le convenía a
su hija. Sin embargo, ella venía a casa con regularidad y parecía hacerlo
con un asombroso sentido cuando Nathaniel se encontraba allí.

—Tu madre ha visto a Lily —le informó Victor a su hija y los ojos de
Laura se abrieron de golpe.

—¡Victor! —Laura no creía que fuera sabio meter a Danielle en este


drama. Ni siquiera era sabio meter a Danielle en cualquier drama. Ella
sola creaba suficientes dramas.

—¿Quién? —Danielle había ido a sentarse al brazo de la silla donde


Nathaniel estaba sentado. Su hijo se quedó momentáneamente inmóvil y
luego se puso de pie inmediatamente y cruzó la sala. Como siempre, se
mostraba perfectamente claro sin pronunciar una palabra.

—¡Lily, Lily, Lily! —gritó Victor, indignado—. ¡Esa chica del remanso
de Indiana que dejó a Nathaniel!

Los ojos de Danielle se agradaron y Laura, nuevamente con su visión


de madre, notó que se veía de alguna manera asustada.

Entonces el timbre de la puerta sonó.

—Voy yo. —Danielle se levantó de un salto con impaciencia. Con


demasiado entusiasmo.

—¡No! Yo me encargaré, maldita sea —gritó Victor a pesar de que esto


era completamente innecesario.

Danielle volvió a sentarse temblorosamente.

Laura le quitó importancia a su hija, más tarde se encargaría de ella,


y se dio la vuelta para mirar a Nathaniel. Se dio cuenta que había
162 dominado sus rasgos pero Laura vio que seguían tensos con enojo e
incredulidad.

—No has hablado —le informó.

—Nate nunca habla —murmuró Danielle y Laura tuvo el tiempo


suficiente para lanzarle una mirada asesina a su hija antes de la explosión
proveniente del vestíbulo.

—¡Tienes un maldito descaro! —Todos escucharon a Victor gritar y en


segundos, todos corrieron al vestíbulo.

Las piernas de Nathaniel al ser más largas y ser más rápido, lo


hicieron salir de la sala primero. Danielle lo siguió con Laura llegando
detrás.

Cuando Laura se detuvo en seco en la entrada, no pudo creer lo que


veía.

Victor tenía a Lily aferrada, sus grandes manos envueltas alrededor


de sus antebrazos y la mantenía aprisionada. Ella lo estaba mirando con
completo shock.

—¡Victor, déjala ir! —gritó Laura.

Entonces la cabeza de Lily se giró hacia la voz de Laura.

Y vio a Nathaniel.

Y entonces algo sucedió que Laura nunca pudo haberse imaginado.

Los ojos de Lily se agrandaron, luego la expresión de su rostro se


volvió graciosa, su boca quedó floja y cada músculo de su cuerpo se tensó
visiblemente.

Y entonces sus labios se juntaron y dijo, o articuló cuando ningún


sonido salió:

—¡Oh, Dios mío!

Entonces Laura vio la cara de Lily comenzar a iluminarse. Iluminarse


como había sucedido cuando Lily la había visto en el parque, pero esta vez
no era una abandonada felicidad, comenzó a ser completamente gloriosa.

Pero se detuvo cuando Victor le dio una violenta sacudida y su cabeza


se echó hacia atrás de golpe.
163
—¡Victor! ¡Déjala ir! —volvió a intentar Laura.

Él lo hizo de inmediato y ella se tambaleó hacia atrás y tuvo que


extender los brazos para evitar caer hacia atrás en la puerta principal.
Consiguió recuperar el equilibrio en la jamba de la puerta.

—¡Perra! —gritó Victor—. Saca tu estúpido y pueblerino ser de mi


jodida casa y será mejor que te consigas un buen abogado porque vamos a
quedarnos con esa niña, maldita sea. ¡La has tenido por ocho años y
vamos a tenerla por los siguientes ocho!

La cabeza de Lily se alzó de golpe y se quedó mirando a Victor con


sorpresa.

—¿Qu… qué? —susurró en una minúscula voz.

Laura notó que Nathaniel se había cruzado de brazos sobre el pecho y


estaba observando el drama como si hubiera sido puesto en escena para
su diversión personal.
Y él lo encontraba insuficiente.

Los ojos de Lily pasaron de Victor a Nathaniel y su rostro pálido se


volvió blanco cuando sus ojos se trabaron en el hijo adoptado de Laura.

Entones espió a Danielle y algo se filtró en su cara. Algo que


simplemente fue horrible de ver.

—Me dijiste que estaba muerto —susurró.

—¡Fuera! —gritó Victor, dando un paso hacia adelante y la empujó a


la puerta con una mano en su pecho. Ella dio varios pasos hacia atrás y
Victor le cerró la puerta en la cara.

—¡Victor! —gritó Laura y corrió hacia la puerta. Algo estaba mal, algo
estaba muy mal. Ella lo supo, lo sintió. Su corazón estaba latiendo
velozmente y tenía miedo. Tenía que ir a buscar a Lily.

Agarró el picaporte pero Victor la apartó.

—¡Tenemos que escuchar lo que tiene que decir! —le gritó Laura a su
marido, liberó su brazo y abrió la puerta.

Y no vio otra cosa que a Lily alejarse corriendo.

Corriendo por su vida.


164
13
Lily

—E
stán aquí —llamó Jane.

—Hazlos esperar —respondió Alistair Hobbs.

Lily estaba mirando por la ventana del cuarto de


conferencias de Alistair e ignorando este intercambio entre
Alistair y su asistente, Jane.

Alistair Hobbs era el amigo de un amigo de Maxine. Era alto, delgado


y con cabello y cejas pelirrojos. De una manera vaga —como solía ser
cuando se trataba de este tipo de cosas—, Lily notó que era algo atractivo.
Lily lo había conocido en la tienda de Maxine, lo había visto en el mercado
165 varias veces y habían conversado. Le había pedido salir una vez, pero ella
había dicho que no.

Lily nunca había salido en una cita, jamás. Ella no tenía el tiempo o
la inclinación.

Alistair no pareció ofenderse con esto. Sin tener en cuenta su


profesión, era un hombre muy agradable.

Maxine se ofendió con eso, ella creía que Alistair era la bomba.

Ahora, mientras Lily era su cliente, era un punto sin sentido. Alistair
no podía pedirle salir de nuevo porque era su abogado.

O, al menos, no podía pedirle salir por un tiempo.

Ella no podía costearlo, por supuesto. Ella no podía costear mucho de


nada. Realmente no podía costear ir cabeza a cabeza con Nate y todo el
clan Roberts en una batalla por la custodia de Tash. Lily no tenía idea de
cuán ricos eran pero sabía por sus casas, autos y ropas que tenían un
montón más de dinero de lo que tenía ella.

Lily, Fazire y Tash habían apenas llegado a casa a Somerset cuando


Víctor tuvo a bien cumplir su palabra y ella recibió una carta, entregada
en la mano, de sus abogados.

Nate, vivo y sano, pateando y respirando y aparentemente enojado,


estaba yendo por la custodia completa a pesar de que Lily no tenía idea de
por qué Nate debería estar enojado. Lily no tomó a su hermana, si hubiera
tenido una, para librarla de su indeseado novio diciéndole que ella estaba
muerta.

La carta decía que él quería la custodia total y completa.

Nate iba a tratar de quitarle a su hija.

Lily no podía creerlo. No podía creer siquiera que Nate estuviera vivo y
mucho menos que haría algo tan vicioso y cruel.

Verdaderamente, él tenía una hija de la que no supo nada por los


primeros siete años de su vida pero eso no era culpa de Lily.

Apenas habían pasado días desde la humillante escena en la entrada


de los Roberts con Víctor. El viviente, respirando Nate mirándola como…
como… ella no sabía cómo. Como si fuera un raro animal reptante y
166 estuviera viendo a Víctor aplastándola bajo su zapato.

Lily no podía comprenderlo, ni siquiera podía arreglárselas para poner


dos pensamientos juntos mucho menos el número de pensamientos que
tomaría descifrar este desastre.

¿Por qué?

¿Por qué, por qué, por qué?

Ella cerró los ojos.

Sabía por qué.

Él había terminado con ella. Igual que había terminado con su novia
Georgia. Un segundo estaban hablando de un anillo de compromiso. Al
siguiente habían terminado.

Lily tenía que admitir que estaba sorprendida de que hubieran durado
tanto como lo hicieron. Lily no estaba exactamente en la liga de Nate. Ella
era una virgen sin experiencia por un lado. Por el otro, ella no era hermosa
y delgada. Y otro, era una sencilla chica de Indiana y no una presumida,
chica sofisticada de ciudad.

Debería haberse vuelto muy aburrida, muy rápidamente.

Bueno, obviamente lo había hecho.

Cuando el escuchó la historia, Fazire había estado enfurecido. Estaba


fuera de sí y Fazire fuera de sí era una cosa que ver.

Contactó a todos sus amigos genios con la esperanza de un deseo


caprichoso que pudiera convertir a Nate, Víctor y todos los Roberts en
sabandijas e iba a hacerlo, le aseguró, flotando a apenas centímetros del
techo.

Afortunadamente o desafortunadamente, dependiendo de cómo uno lo


viera, no había ningún deseo caprichoso que obtener. Nunca los hubo, la
familia de Lily fue la primera en la historia de los genios en conservar sus
deseos y su genio.

Y Lily no iba a usar su último deseo para eso.

Tenía batallas más grandes en sus manos. Mucho más grandes.

167 —Lily —dijo Alistair suavemente.

Sus ojos se abrieron, su cabeza se enderezó para mirarlo y él le estaba


sonriendo amablemente.

—¿Conoces el plan?

Lily asintió.

Ella sabía el plan. Sabía el plan pero lo odiaba. Lo odiaba con pasión.

Pero haría cualquier cosa para mantener a Tash. Cualquier cosa para
conservar a su preciosa hija.

Lo que sea.

Alistair sabía todo, la completa, triste, estúpida, ingenua historia. Lily


le había dicho cada humillante detalle de su encuentro con Nate y su vida
por los últimos ocho años. Su difícil embarazo; las cuentas; el estado de su
casa cuando se habían mudado ahí, sin espacio suficiente para Fazire y
Lily y mucho menos para un bebé, los segundos trabajos que tuvo que
tomar para poner un buen alumbrado y drenaje, Lily haciendo casi todo el
demás trabajo de la casa por sí misma; Lily ahorrando para la escuela
especial de Tash.

Todo.

Cuando ella hubo terminado de hablar, Alistair la miró fijamente un


momento con una mirada rara en su rostro. Entonces tomó un
pisapapeles de cristal de su escritorio y lo lanzó a través del cuarto. Lily no
estaba segura de si era una conducta típica de los profesionales de las
leyes pero lo dejó pasar.

—Hazlos pasar —llamó Alistair a su asistente y entonces volvió hacia


Lily—. No digas nada, Lily. Sólo déjamelo a mí.

Lily asintió de nuevo.

Había pensado en eso en sus momentos racionales, los cuales eran


escasos, y no le importaba dejar a Nate tener derechos de visita aunque no
estaba entusiasmada con la idea de Tash pasando una gran cantidad de
tiempo con Danielle o Víctor, o, en efecto, con Jeff. Como sea, Tash
necesitaba un padre y nunca esperó tener uno y ni siquiera sabía que
tenía uno… aún.

Para Tash, esto sería un regalo de los dioses. Lily había estado
168
contándole a su hija historias acerca de Nate desde que nació. Enormes,
esplendidas, adorables, pegajosas historias que hacían a Nate parecerse a
cualquier príncipe en un cuento de hadas. Tash iba a estar extasiada
cuando escuchara que Nate estaba vivo. Tash pensaba que Nate había sido
un superhéroe, el líder del mundo libre y un santo en uno mismo.

Esto era de hecho un bono que ninguno de ellos esperaba. Un bono


que Lily habría deseado para que Fazire cumpliera, el cual, le informó, no
haría. En efecto, ella lo había deseado, había rezado, rogado, llorado por
ello casi cada día por años y años.

Cuando había visto a Nate, parado, respirando, viviendo, pensó que


cada sueño que tuvo de su regreso de la muerte se había hecho realidad.
Había sido el momento más glorioso de su vida.

Por cerca de dos segundos. Entonces se volvió toda una pesadilla.

Y luego se puso peor.


Ahora iba a tener que humillarse a sí misma de nuevo. Tener toda su
sórdida historia y su estúpida ingenuidad expuesta para que todos la
vieran.

Todo por Tash, su perfecta, dulce, brillante, hermosa Tash. Tash, en


quien Lily se había apoyado en esos oscuros días. Tash que se veía igual
Nate, un hecho que Lily solía pensar era un tesoro, un regalo precioso.
Tash, quien era la única persona además de Fazire —en sus menos
molestos momentos—, quien podía hacer a Lily sonreír de verdad.

Tash era la única cosa hermosa que había resultado de ocho duros,
muertos años.

Alistair puso su mano en su brazo y lo apretó tranquilizadoramente.

Lily se encogió de dolor con cuidado así él no la vería hacerlo. Los


profundos, furiosos moretones que Víctor le había hecho aún estaban ahí.
Ella no le dijo a Alistair de los moretones, después del incidente del
pisapapeles, pensó que esa omisión era sensible.

—No tienes que preocuparte, los tenemos, Lily —le prometió en un


susurro.

—Hobbs —dijo una voz detrás de ellos y Lily volvió la cabeza para ver.

169 Jane estaba guiando a cuatro hombres, conocía a dos de ellos.

Contuvo el aliento con sorpresa y miedo.

Víctor estaba ahí, con una cara que era una máscara de furia. Y la
furia de Víctor era algo de lo que asustarse, eso lo sabía muy bien.

Nate también estaba ahí, usando un traje a la medida que lucía


increíblemente caro. No era menos alto, menos apuesto, los años solo
habían profundizado sus imposiblemente buenos rasgos hasta que eran
casi increíblemente buenos rasgos. Él la estaba viendo, o más bien al
punto de la mano de Alistair en su brazo, con una mirada que sólo podía
ser descrita como de desprecio.

Si su corazón no estuviera ya hecho piedra, lo habría hecho ante esa


mirada.

Instantáneamente, pulverizado.

Fue entonces cuando Lily se entumeció. Nada peor podía pasarle, no


después de perder a su abuela y después a sus dos padres luego, pensó, a
Nate, sus sueños de un brillante futuro como una novelista de las más
vendidos, viviendo con su soñado esposo héroe romántico y creando una
familia juntos. Finalmente, Tash llegando y todo siendo tan difícil después
de eso. Tan, tan, tan difícil.

Entumecida, pensó de manera vaga, era una buena manera de estar.

Alistair la guio a su asiento. Él le había explicado la rutina. Jane


estaría trayendo bebidas cortésmente, distrayéndolos en una sensación de
seguridad antes de que Alistair revelara su plan.

Automáticamente, Lily le dijo a jane su preferencia por el café y


estaba tan fuera de la escena, que se sorprendió cuando le sirvieron su
bebida.

Ella no la tocó.

Alistair había arreglado que la reunión informal fuera en sus oficinas


en Bristol. Había estado complacido de ganar esa pequeña batalla pero a
Lily no le importaba, a pesar de que estaba feliz de no haber agregado el
costo de ir a Londres.

Ella iría a Sri Lanka si eso significaba conservar a Tash.

170 Lily se había vestido cuidadosamente en un atuendo que Maxine le


compró. Maxine había hecho muchísimo en los ocho años que habían
pasado. Le había devuelto a Lily su trabajo. Había cuidado de Lily cuando
se estaba recuperando después del nacimiento de Tash. Había sostenido
su cabello cuando vomitó en las secuelas de una de sus mortales
migrañas.

Lily le debía a Maxine muchísimo más que su adorable atuendo.

Era un traje beige con una falda pegada que llegaba justo encima de
las rodillas y tenía una profunda abertura en la parte trasera y una
chaqueta safari con un cinturón. Ella usaba una bufanda con manchas
café y naranja brillante desenfadadamente envuelta alrededor de su cuello
—envuelta por Maxine, que hacía todo desenfadadamente. Estaba
acompañada por un par de zapatos de tacón beige con una mancha de
cuero naranja en la punta.

—Vas a dejarlos muertos —le había dicho Maxine después de ver a


Lily en su traje.
Lily estaba demasiado asustada como para preocuparse de noquear a
alguien. Miedo era la única emoción que le quedaba, miedo y humillación.
El resto estaba solo… muerto. Tan muerto como pensó que estaba Nate.
Tan muerto como todo lo que alguna vez sintió por él.

Y ella había sentido todo por él.

—¿Podemos comenzar? —estaba preguntando uno de los abogados de


Nate y Lily, que había estado mirando fijamente sus manos, sintió su
cabeza levantarse como si tuviera mente propia —lo que, por supuesto,
tenía, pero normalmente Lily la controlaba, ahora casi todo en su vida
estaba fuera de su control.

Ella vio a Nate mirándola fríamente desde el otro lado de la mesa, de


nuevo como si fuera un insecto y él fuera un biólogo preparándose para
pincharla sobre un pizarrón.

Extrañamente, ella no reaccionó a eso. Estaba más allá de la


reacción.

Él no le dijo una palabra, ni una sola.

Eso no era inusual de Nate pero pudo por lo menos decir una sola
palabra. Aunque, por la mirada en sus ojos, ella no estaba segura de que
quisiera escuchar cual podría ser esa palabra.
171
Los ojos de Lily barrieron la mesa. Sus dos abogados estaban
sentados lado a lado. Alistair dijo que era solo espectáculo pero el hecho de
que Lily apenas podía costear uno y Nate podía fácilmente traer dos la
asustaba mucho. Víctor se sentó a la izquierda de Nate y le frunció el ceño
con un odio que eclipsaba el de Danielle e incluso el de Laura, quien Lily
pensaba no lo tenía en su naturaleza pero aparentemente lo tenía.

Lily decidió volver a mirar sus manos. Descubrió que era su línea de
pensamiento más segura en este momento.

—Primeramente, me gustaría agradecerles por aceptar esta reunión


informal. Estamos aquí para discutir un horario de visitas para Natasha
Roberts McAllister Jacobs —anunció Alistair de alguna manera pomposo.

Ante el nombre completo de Tash siendo leído en voz alta algo


inmediatamente cambió en el cuarto. Lily lo sintió pero estaba demasiado
entumecida como para registrarlo. En su lugar, levantó la cabeza para ver
a Alistair mientras hablaba.
—No estamos aquí para discutir las visitas. Estamos aquí para
discutir la custodia. Como sabe, el Sr. McAllister quiere la custodia
completa de la niña —señaló el abogado de Nate.

—Obviamente a mi cliente no le agrada esa idea —respondió Alistair y


Lily no movió los ojos de él.

—Por siete años, desde el nacimiento de la niña, la señorita Jacobs


ocultó la existencia de la niña del padre de ella. A mi cliente, obviamente,
no le agrada esa idea —respondió el abogado de Nate.

—Ella difícilmente podría decirle que había dado a luz cuando


pensaba que él estaba muerto —apuntó Alistair rápidamente.

Otro cambio vino al cuarto y la cabeza de Lily cayó de nuevo para


mirar su manicura. Ella necesitaba uno, decidió distraídamente. Por
supuesto que nunca podría costear una, pero eso no cambiaba el hecho de
que lo necesitaba.

—Eso es ridículo. Es muy aparente que el Sr. McAllister está vivo


dado que está sentado en esta misma mesa —disparó de vuelta el abogado
de Nate.

Alistair respondió suave e inmediatamente:

172 —Si, por supuesto, ella sabe eso ahora pero lo descubrió hace apenas
unos días.

—Esta es una defensa interesante. —El otro abogado de Nate decidió


en este punto lanzar su punto de vista y lo hizo sarcásticamente.

—Estoy de acuerdo. Se pone más interesante —comentó Alistair


ausentemente mientras miraba a través de los papeles encima de la mesa
tratando de encontrar algo—. Déjenme ver. Sí —su cabeza se enderezó—,
aquí esta —dijo, incluso aunque no estaba mirando ni una sola hoja de
papel.

Entonces puso en marcha “el plan”.

—Nuestra historia comienza hace ocho años cuando la señorita


Jacobs estaba viviendo en Londres con el señor McAllister. Como sea, tuvo
que dejar el país urgentemente debido a una emergencia familiar.

—Considerando la defensa de “él-estaba-muerto”, estoy seguro de que


esto será enormemente entretenido. —Lily no lo vio pero escuchó la risa
detrás del tono del abogado de Nate, ese sería el abogado número dos o el
Abogado Sarcástico. Sus sorprendidos ojos se movieron al hombre que,
notó distraídamente, la estaba mirando con extremo disgusto.

—Bueno, no estoy seguro de si alguien describiría el perder a ambos


padres en un accidente de avión como “entretenido” —notó Alistair
insulsamente.

Fue ante este comentario que el cuarto no cambió, se inclinó en sus


ejes y esa inclinación fue causada por Nate. Lily lo sintió, lo sintió tan
seguramente que sus ojos se deslizaron hacia él contra su voluntad.

Ya no la estaba mirando fríamente, inclinado hacia atrás en su silla


arrogantemente. Su cara palideció, se había inclinado hacia delante y la
estaba mirando de cualquier modo menos fríamente. Y el poder de esa
intensidad meció el cuarto.

Lily inmediatamente apartó la mirada.

Alistair continuó:

—La señorita Jacobs me informó que al minuto en que escuchó las


noticias, trató frenéticamente de ponerse en contacto con el señor
McAllister pero nadie estaba respondiendo en su oficina. Dejó un mensaje
173
urgente con la hermana del señor McAllister, una señorita Danielle
Roberts, para que la madre del señor McAllister le devolviera la llamada.
Como sea, la señora Laura Roberts no regresó la llamada a la señorita
Jacobs antes de que ella fuera forzada a irse para tomar el avión. La
señorita Jacobs escribió y dejó una nota pero le fue garantizado por el
hermano del señor McAllister, un señor Jeffrey Roberts quien había pasado
para una visita, que él haría llegar las noticias al señor McAllister.

—No había una nota. —Ese fue Víctor, Lily lo sabía, y ella vio
mientras Alistair volvía la cabeza hacia ella en pregunta ante su
afirmación.

Lily asintió una vez.

—Había una nota —afirmó Alistair valientemente.

—No había una maldita nota —espetó Víctor y Lily lo miró.

Él, también, estaba blanco como una sábana y ya no parecía furioso.


Parecía molesto y confundido tratando demasiado en fanfarronear de ello.

Victor continuó.

»Y de todos modos, cuando volvió, ella podría haber venido a la casa.


No nos hemos mudado, seguimos viviendo en la misma maldita…

—Me alegro de que lo haya mencionado, Sr. Roberts, porque Lily sí


fue a su hogar. Se dio cuenta, mientras estaba en su casa en Indiana
tratando de lidiar con la trágica muerte de sus padres, que estaba
embarazada. Desde Indiana llamó al Sr. McAllister a su casa y a su oficina
varias ocasiones. El teléfono de su casa estaba desconectado. Los
mensajes dejados en su oficina no fueron devueltos. Cuando la señorita
Jacobs volvió a Inglaterra para volver al Sr. McAllister, se le informó que ya
no vivía en el apartamento en el que residió con él. Ella fue
inmediatamente a su casa y se le fue dicho por su hija que el Sr. McAllister
estaba muerto.

Los ojos de Lily se posaron en Nate para ver su respuesta a esta


noticia. Estaba sin duda muy alejado de frío, compuesto y arrogante. Frío,
compuesto y arrogante era todo un recuerdo fugaz.

—Esto es ridículo. Podría haber vuelto. Podría haber hablado con


alguien más. ¿Por qué demonios Danielle Roberts le diría…? —estalló el
174 abogado de Nate.

—En efecto, ¿por qué? —interrumpió Alistair—. Sin embargo, es un


punto discutible debido a que Lily no pudo volver. El embarazo fue
complicado. La señorita Jacobs tuvo dificultades y casi perdió al bebé dos
veces. No se le permitió viajar y fue obligada a permanecer en cama
durante los tres últimos meses de su embarazo.

—Después de eso… —interrumpió el abogado.

—Después de eso, Lily estuvo recuperándose y luego lidiando con


dificultades financieras significativas. El nacimiento me fue descrito por
Lily y también por su obstetra, con quien hablé yo mismo ayer. El médico,
en sus propias palabras, recuerda lo que él describe como ese “día
horrible” como si fuera ayer. El trabajo de parto, intenso e insoportable, se
prolongó durante días. Al final, en la angustia extrema por la longitud del
trabajo, el bebé casi murió. Lily murió. Se le paró el corazón durante dos
minutos y treinta y ocho…
Alistair no tuvo la oportunidad de terminar su gran declaración
porque Nate se levantó de su silla tan rápidamente, que ésta voló sobre
sus ruedas y se disparó a través de la habitación, chocando contra la
pared.

—Sr. McAllister… —dijo Alistair a modo de advertencia, pero Nate se


estaba acercando velozmente alrededor de la mesa, acercándose a ella.

Al ver esto, Lily también saltó de su silla en estado de pánico, su


entumecimiento no tan completo, y retrocedió en defensa propia mientras
Nate se acercaba a ella, se acercaba a ella con largos pasos decididos.
Retrocedió bruscamente, una mano detrás de ella, una mano en el frente,
retrocediendo hasta que golpeó la pared. Antes de que supiera lo que iba a
hacer, su duro pecho apareció delante de su mano, empujándola hacia
atrás y su cuerpo se presionó contra el de ella.

Aterrorizada y confundida por este cambio repentino, miró hacia la


derecha y hacia la izquierda, a cualquier lugar para escapar, a cualquier
lugar salvo a Nate.

Y para su sorpresa, sus manos le atraparon el rostro, descansando


una a cada lado, suavemente tratando de obligarla a mirarlo a los ojos
increíblemente oscuros.

175 —No lo sabía —susurró él y el dolor absoluto goteando de las


primeras palabras que le dijo a ella desde que se enteró que estaba vivo,
cortaron a través de su fino escudo de entumecimiento como una navaja.

Ella intentó liberar su rostro, pero sus manos se tensaron.

—Lily, no lo sabía —repitió, y ella atrapó sus ojos y estaban brillando


oscuridad con algo que no podía leer, algo horriblemente doloroso y tuvo
que alejarse de ello. Estaba desesperada por alejarse de ello. Necesitaba
huir.

Trató de mirar por encima de su hombro, pero él era demasiado alto,


estaba demasiado cerca. Cosas estaban sucediendo en la habitación,
estaban teniendo una conversación urgente, tal vez incluso una pelea.
Pero todo lo que ella podía ver era a Nate.

—Mírame —le exigió él.

Ella negó con la cabeza frenéticamente contra sus manos.


—Lily, mírame.

Ante sus palabras suaves, dulces, no pudo evitarlo, lo miró. Miró su


increíblemente hermoso rostro.

Y entonces, por primera vez desde que supo que estaba vivo, le habló.
Pronunció las palabras que había estado diciendo en su cabeza durante
días.

—Me dijiste que nunca me dejarías ir —susurró, pero era una


acusación.

Los ojos de él se cerraron y el dolor en ellos le recorrió toda la cara y


se estableció ahí como si nunca, nunca se fuera a ir.

Entonces él la sorprendió de nuevo. Dejó caer su frente en la de ella y


mantuvo las manos sobre las suyas.

Algo fuera de su control la hizo continuar.

—Me dijiste —dijo ella con voz temblorosa—, que siempre cuidarías de
mí.

Él abrió los ojos y miró fijamente en los de ella. Estaba tan cerca que
si moviera la mitad inferior de su rostro hacia delante, a menos de un
176 centímetro, ella lo estaría besando.

—No cuidaste de mí —murmuró, afirmando lo obvio.

—Sr. McAllister, aléjese de mi cliente —exigió Alistair desde algún


lugar cercano.

Nate no movió ni un solo músculo.

—¡Sr. McAllister! —espetó Alistair.

—¡Déjelo! —gritó Victor ferozmente y luego—: Déjelos —dijo esto


último con una voz que, Lily observó aturdida, estaba completamente rota.

Alistair no iba a ser negado.

—¡Sr. McAllister!

Nate no le hizo caso, sus ojos perforando en los de ella.

No podía soportarlo un segundo más, ella no podía cambiar de humor


tan fácilmente. Algo estaba pasando, pero no tenía idea de qué. Le
quedaba muy poca fuerza para luchar y tenía que concentrarse. No era lo
suficientemente fuerte, en ese momento con las manos de Nate en ella, su
cuerpo caliente presionado contra el de ella, justamente como había estado
deseando desde hacía años, su frente apoyada en la de ella. Simplemente
no podía soportarlo.

—Nate —dijo Lily en voz baja, suplicante—, suéltame.

Él también la ignoró, por un momento.

Entonces, tan abruptamente como cuando él la siguió, hizo lo que se


le pidió y la soltó.

Y con la misma rapidez, volvió a su silla, la enderezó contra la mesa y


se sentó.

Después de un momento de silencio aturdido, donde todo el mundo


parecía inmóvil, toda la reunión hizo lo mismo aunque no tan
rápidamente.

Nate miró a Lily mientras ella lentamente, temblorosamente volvió al


otro lado de la habitación de nuevo y reanudó el asiento que Alistair
sostenía para ella.

177 —¿Estás bien? —le preguntó Alistair una vez que él también se había
sentado y estaba inclinándose hacia ella, observándola, su propio rostro
alejado más allá del enojo y ella se alegró de que no hubieran pisapapeles
en la habitación o si no habría sido un infierno para pagar.

Ella asintió, deshecha por toda la escena y queriendo nada más que
irse. Volver a casa, a Tash y Fazire, y recuperar, recargar y luchar otro día.

Peor aún, la cabeza le estaba empezando a doler y se sentía más que


un poco mareada y tuvo la terrible sensación de que una migraña estaba
viniendo sobre ella.

—Vamos a acabar con esto —le rogó, su voz tan pequeña que era
diminuta.

No tenía idea de que su voz había traicionado a los dos hombres en la


habitación que había conocido muy poco tiempo hace muchos años, uno
del que había llegado a preocuparse profundamente, uno al que había
adorado más que a la vida, que ahora era nada más que sólo una mera
sombra de la antigua Lily Jacobs.

Ante sus palabras, Alistair perdió totalmente el temperamento y su


cabeza se volvió de una sacudida hacia los otros.

—Correcto. Entonces. Supongo que después de esa escena, no tengo


que entrar en detalles sobre la situación financiera que se le dejó a la
señorita Jacobs. No había una gran cantidad de riqueza en su familia, Lily
había asistido a Oxford con una beca y había estado trabajando en bares y
tiendas desde su llegada a Inglaterra. Debido al embarazo, fue incapaz de
trabajar, tenía una hipoteca que estuvo sin pagarse durante meses y casi
fue expulsada de su casa. No tenía derecho al Servicio Nacional de Salud
por lo que el nacimiento y posterior hospitalización fueron privados y
costaron una fortuna. Se vio obligada, a pesar de que no lo deseaba, a
vender la casa de su familia en Indiana, pero los derechos de sucesión y
un mal tipo de cambio significaron que el dinero prácticamente había
desaparecido antes de llegar al país. Ella…

El abogado de Nate interrumpió a Alistair con cansancio, sintiendo


que habían perdido la ventaja de la que había estado tan seguro antes de
haber entrado a la habitación.

—Sólo dinos lo que quiere.

178 Alistair no dudó.

—Queremos 500.000 libras por manutención de la niña, por los


últimos siete años. Queremos dos mil libras al mes a partir de ahora del
Sr. McAllister. Puede ver a su hija un fin de semana al mes, dos semanas
durante las vacaciones de verano y alternar las vacaciones escolares. La
señorita Jacobs quiere a Natasha cada Navidad. La primera reunión del Sr.
McAllister y Natasha será supervisada, ya sea por, Maxine Grant o el
amigo de la familia de Lily desde hace mucho tiempo, Fazire.

Alistair estaba imparable, estaba pidiendo más de lo que acordaron.


Si Lily no hubiera estado ya nerviosa por todo lo que había sucedido, ella
habría girado como un trompo con lo que actualmente estaba exigiendo.

Pero fue interrumpido.

—Déselo. —Esta fue la voz profunda y cortante de Nate, la cabeza de


Lily se giró hacia él.

Él la miraba fijamente. Mirándola con tanta intensidad que sintió sus


ojos como si fueran un contacto físico en su piel.

—¿Perdón? —preguntó Alistair, desconcertado al ser molestado en su


postulación.

—Déselo. Haga la transferencia del dinero a su cuenta para el final


del día. —Al decir esto, la cabeza de Nate se movió para mirar a su
abogado y estaba claro que era una orden.

—Pero, Sr. McAllister… —soltó su abogado.

—¿Los quinientos mil? —Alistair estaba, vio Lily, emocionado.

—Un millón. —La cabeza de Lily se volvió a girar hacia Nate y su boca
se abrió en estado de shock.

—¿Un millón de libras? —Alistair casi estaba rebotando en su silla.

—Sí, un millón de libras… —declaró Nate y Alistair se iba a disparar a


la luna cuando Nate continuó—, por cada año que Natasha ha estado viva.

Lily parpadeó, su conmoción tan profunda que si una estampida de


búfalos hubiera irrumpido a través de la habitación, no se habría movido.
Si Alistair hubiera hecho una voltereta hacia atrás de su asiento, Lily no se
habría sorprendido.
179 —¿Siete millones de libras? —Alistair ahora estaba, simplemente,
ansioso. Lily no conocía a nadie que tuviera siete millones de libras y
mucho menos que pudiera transferirlo a otra cuenta bancaria “al final del
día".

—Sí —dijo Nate rotundamente.

Lily no podía mirar a Nate, sus ojos se trasladaron a Víctor y él la


miraba de una manera, de una manera…

De la manera que solía mirarla.

No tuvo tiempo para procesar la mirada de Víctor porque Alistair


presionó:

—¿Está de acuerdo con el horario de visitas?

—No —señaló Nate implacablemente.

Lily, ya aturdida, se quedó tan quieta que un simple toque habría


enviado una grieta a través de su cuerpo. Ella había sabido que era
demasiado bueno para ser verdad.

—¿Perdón? —repitió Alistair su pregunta anterior.

—Quiero la custodia total —declaró Nate.

Fue el turno de Lily para dispararse de la silla. Por sus palabras, toda
la conmoción y entumecimiento huyeron y la lucha vino estrellándose de
nuevo en ella.

—¿Qué? —gritó.

Nate se levantó también, aunque lentamente. Él la miró, sus ojos


mirando directamente en los de ella, la expresión de su rostro
cuidadosamente controlada.

—Quiero la custodia total de mi hija —le dijo con calma.

—¡No la puedes tener! —gritó Lily, no del todo con calma y olvidando
su promesa a Alistair de no decir nada.

—Ella va a trasladarse a Londres a vivir conmigo —declaró Nate.

—¡No! —gritó Lily.

180 Nate continuó.

—Y tú también.

—¿Qué? —esta vez le salió como un grito agudo.

—¿Qué? —gritó Alistair, también saltando de su silla.

Víctor, para no quedarse sentado, también se levantó.

Sin dejar de mirar a Lily, Nate anunció:

—Vas a mudarte a Londres.

—No lo haré —devolvió Lily.

—Tú y Natasha se van a mudar conmigo. Tú y yo nos vamos a casar


en dos meses.

—¿Qué? —gritó Lily de nuevo.


—Esto es una locura —lanzó Alistair.

La mirada de Nate cortó a Alistair y repitió:

—Lily y yo nos vamos a casar. Ella y Natasha se van a mudar a


Londres, mudarse conmigo.

Lily se inclinó hacia adelante y puso sus manos sobre la mesa. Esto
era demasiado, malditamente demasiado. Ella había tenido suficiente.

—Te olvidas, traté antes y… ¡eso… no… funcionó! —arremetió Lily


contra él.

La expresión cuidadosamente controlada de Nate se estremeció.

—Lily… —dijo Víctor en voz baja.

Ella interrumpió cualquier cosa que Víctor fuera a decir.

—¡No! No, no, ¡no! —Se apartó de la mesa de conferencias y miró a


Alistair—. Me voy —declaró rotundamente.

Alistair estaba apretando visiblemente sus dientes. Si hubiera un


pisapapeles cerca, en ese momento ella tendría mucho gusto de
entregárselo y mostrarle dónde apuntar.

181 Dejó de apretar el tiempo suficiente para gruñir:

—Ve.

Agarró su bolso desde donde estaba situado en la mesa, se volvió y se


dirigió hacia la puerta con elegancia, sin mirar atrás.

Su salida se detuvo abruptamente con una mano fuerte en su brazo.

No pudo contener una mueca de dolor cuando unos fuertes dedos se


cerraron alrededor de su brazo magullado, se dio la vuelta, primero miró
hacia los fuertes y largos dedos de una mano familiar, luego a Nate que
estaba de pie detrás de ella.

Él vio la mueca de dolor por su toque y algo angustioso brilló a través


de sus ojos.

—Saque su mano de mi cliente. —Furioso, Alistair caminó


rápidamente hacia ellos.
Nate lo ignoró.

—Quiero conocer a mi hija —le dijo a Lily.

—Está bien —espetó Lily, queriendo nada más que escapar. Su


cabeza estaba empezando a latir con fuerza.

—Quiero conocerla mañana —exigió Nate.

—¡Bien! —cortó Lily.

—Te quiero allí —empujó.

—¡Bien!

—Lily, no digas una palabra más —advirtió Alistair a su lado.

—Vas a estar allí mañana —ordenó Nate, lo que debería haber sido
una consulta pero fue una orden.

—¡Sí! —gritó. Ella habría dicho cualquier para escapar.

Liberó su brazo de un tirón mientras Alistair decía su nombre


bruscamente en frustración.

Ella no le prestó atención.

182 Se apartó de Nate y huyó tan rápido como sus tacones altos la
llevarían.
14
Nate y Victor, Nate y Laura

D
urante los primeros quince minutos del viaje de regreso a Londres,
los dos pasajeros en la parte trasera del Rolls Royce estaban
completamente callados, cada uno perdido en sus propios
pensamientos atormentados.

Entonces el silencio fue roto.

—Nathaniel… —comenzó Victor.

—No —chasqueó la voz de Nate como un látigo.

Victor contuvo la respiración por un momento.


183 No había ni un solo hombre en la tierra al que le permitiría hablarle
de esa manera, salvo Nathaniel.

Especialmente ahora.

Victor suspiró, miró por la ventana y en lugar de ver el ondulante


pastizal, su visión se llenó con Lily.

Jesús, jodido, Dios, pensó. Laura no podía decirle que no maldijera


tan blasfemamente en sus pensamientos y lo más probable es que, si
hubiese presenciado la pesadilla en esa sala de conferencias, ella habría
dicho unas cuantas maldiciones por su cuenta.

Al instante en que Victor entró en la sala, viendo a Lily tan cercana y


personal con su abogado, luciendo tan hermosa, elegante y serena, había
querido arrancarle la cabeza.

Diez minutos más tarde había tenido el loco, repentino e inaudito


impulso de ponerse de rodillas y suplicar su perdón.
Ella le había puesto a su hija Natasha, por Nathaniel.

Había nombrado a su hija como él, Victor, le había dado a su bebé, a


la bebé de Nathaniel, el apellido de Victor.

Y casi había muerto haciéndolo.

Y después de diez minutos más, Victor había estado demasiado


destrozado para saber qué hacer y esa era una sensación que no había
sentido durante décadas.

Estaba destrozado porque ella estaba destrozada. Destrozado porque


la brillante y vivaz chica que había entrado inocentemente en su casa ocho
años antes prácticamente había sido destruida.

Ese traje que llevaba puesto era un camuflaje, dificultando un poco


ver que todo lo que había sido la gloriosa Lily estaba perdido. Cuanto más
tiempo hablaban los abogados más se retiraba ella, más se alejaba de
ellos, de cualquier persona y especialmente de Nate. Estaba tan delgada,
tan pálida, que al final en realidad parecía tener dolor físico.

Todo por culpa de los dos malcriados y miserables hijos de Victor.

Él tenía la culpa de esto. Victor.

184 Sus pecados pasados se habían vuelto en su contra.

—Nathaniel, tenemos que hablar —lo intentó de nuevo.

La cabeza de Nate se volteó lentamente de la ventana por la que


estaba mirando ciegamente y sus ojos se enfocaron en Victor. Ante la
mirada en los ojos de su hijo, inmediatamente Victor no tuvo nada que
decir.

Entonces Nate habló.

—Ocho años —dijo.

Victor cerró los ojos con dolor.

»Ellos nos costaron ocho años —le escuchó decir a Nathaniel.

Victor abrió los ojos de nuevo.

—Me encargaré de Danielle y Jeffrey —juró.


Y con toda seguridad lo haría.

Un músculo saltó en la mandíbula de Nate y él volteó la cabeza de


nuevo hacia su contemplación del paisaje.

Victor continuó.

—Hijo, te lo juro, ellos desearán no haber nacido nunca.

Y lo decía en serio. Eran sus hijos por consanguinidad pero ya no


eran más sus hijos.

Ni Nate ni Victor pusieron en duda ni por un segundo que Jeff y


Danielle habían hecho exactamente lo que el abogado de Lily había dicho
que habían hecho. Todo el tiempo que Laura despotricó y vociferó y Victor
maldijo y gritó después que Lily desapareció, ellos no dijeron ni una
palabra.

No fue como si Lily tuviera una gran oferta para ir de compras en


Milán a la que no podía resistirse y por eso abandonó a Nate. Estaba en su
casa en Indiana llorando la pérdida de sus dos padres. Luego a los
veintidós años de edad, afligida, además embarazada, regresó a Nate sólo
para que le dijeran que estaba muerto.

Y sus hijos lo sabían y ninguno de los dos dijo una sola palabra.
185
No sólo eso, habían participado en este terrible engaño. Jeff
probablemente tomó la nota y Danielle…

Victor se deshizo de sus pensamientos. Lidiaría con ellos más tarde.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Victor.

Nate yacía en silencio.

Victor continuó.

—Nathaniel, la viste. Ella está…

—La vi —soltó entre dientes Nate, su voz elocuentemente expresando,


sin una gran cantidad de palabras, exactamente lo que había visto y
exactamente cómo le afectaba.

—Tienes que… —comenzó Victor pero no terminó. ¿Cómo se dedicaba


uno a reconstruir a una persona destruida?
Victor pensaba que Nathaniel podía hacer cualquier cosa que se
propusiera hacer. Él creía esto con todo su ser.

Sin embargo, este iba a ser el desafío más grande de su hijo.

—¿Qué vas a hacer? —volvió a preguntar Victor.

Nate respiró hondo y luego poco a poco soltó el aire.

Se volteó hacia Victor y lo miró directamente a los ojos.

—Voy a reunir a mi familia de nuevo.

Nate estaba parado frente a las ventanas de piso a techo que


componían toda la pared de la gran sala de estar en su apartamento pent-
house.

Mientras bebía de un vaso que estaba lleno con dos cubos de hielo y
un montón de vodka y fumaba el que sería uno de sus últimos cigarrillos
—a Lily no le gustaba su hábito de fumar y él no pensaba fumar delante de
su hija de siete años—, vio la puesta de sol en Londres.

Lily había vuelto a él.


186
Él trató de hacer de este su único pensamiento. Cualquiera de los
otros pensamientos, que estaban determinados a amontonarse en su
cabeza, era demasiado doloroso para soportarlo.

Como el pálido rostro sin vida de ella, sus inquietas manos, su una
vez escultural cuerpo, ahora casi demasiado delgado.

Como el hecho de que su hermano y hermana habían confabulado,


mentido y robado ocho años de su felicidad.

Como su horrible voz diciendo —Vamos a acabar con esto.

Como su mirada poseída cuando el abogado de Nate había sugerido


que la noticia de la muerte de sus padres sería “entretenida”.

Como su retirada al sentir la mano de él sobre su brazo.

Como sus ojos, una vez expresivos, ahora en blanco miraban a través
de él como si no estuviera ahí.
Como el hecho de que él a propósito, con gran deleite, la había
embarazado, lo cual casi le causa la muerte.

Como ella gritándole —Me dijiste que siempre cuidarías de mí.

Como el hecho de que le hizo promesas a ella, promesas que no


mantuvo, promesas que incluso no intento mantener.

Como ella susurrando —Me dijiste que nunca me dejarías ir.

Sobre este pensamiento final, él giró rápidamente de la ventana y


lanzó el vaso de vodka a lo largo del cuarto tan salvajemente que su brazo
se veía borroso. El vaso estalló sobre la pared del frente en el centro exacto
de una exorbitantemente costosa pintura.

Y entonces escuchó un pequeño, tenebroso sonido y su cabeza dio la


vuelta.

Laura estaba parada justo al frente de la puerta principal.

Estaba usando una elegante falda gris paloma y una blusa azul claro.
Ambas prendas estaban arrugadas y desordenadas. Su cara mostraba que
había estado llorando, estaba manchada y roja, su maquillaje corrido y
desgastado.

187 Se veía desolada.

Nate giró completamente hacia ella.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Tengo una llave —explicó innecesariamente porque naturalmente él


sabía que tenía una llave.

—Eso no fue lo que quise decir, dime que no condujiste en ese estado.

No le respondió por un momento y se quedaron ahí de pie, madre e


hijo, la colosal distancia de la sala separándolos físicamente; algo más
separándolos emocionalmente por completo.

Luego ella sonrió pero fue una terrible, una triste sonrisa.

—Por supuesto, mi Nathaniel, después de lo que te pasó hoy, tú te


preocuparías que yo condujera. —Ella negó con la cabeza—. Tomé un taxi.

Nathaniel no respondió; en vez de ello, se inclinó hacia una mesa


cercana y apagó su cigarrillo en un cenicero de cristal.

Laura se mantuvo observándolo y entonces dijo suavemente:

—Victor llamó a los niños a la casa. Él los ha repudiando. Despidió a


Jeffrey. Canceló la mesada de Danielle. Ellos dos solo tienen sus fondos
fiduciarios de los cuales, Victor me dijo, ya han usado una parte
considerable.

Nathaniel guardó silencio. No había nada que decir excepto que todo
esto era demasiado tarde y todos sabían ese hecho dolorosamente lo
bastante bien.

—Él hizo esto con mi bendición —susurró ella—. No puedo decir, no


puedo explicar cuán apenada…

Ella no terminó y él la observó tragar convulsivamente, luchando


contra las lágrimas.

—Ahora tengo sólo un hijo —terminó, su voz adolorida.

El dolor en su rostro era horrible, diferente a todo lo que Nate había


visto antes. Ella estaba observándolo de cerca, esperando su reacción,
pero él no se movió.

188 Ella pareció llegar a una conclusión. Asintió lentamente y luego


comenzó a marcharse.

Fue entonces cuando Nate habló.

—Y una nieta.

Su cabeza giró de golpe y se quedó mirando a su hijo.

Nate siguió.

—Y, si puedo convencerla, una nuera.

—Oh Nate. —Usó su apodo por primera vez desde que lo conocía y
voló cruzando la habitación, arrojándose sobre él y rompiendo a llorar—.
Soy una madre terrible —gimió en su pecho mientras sus brazos la
acercaban más—, terrible.

Nate la sostuvo con más fuerza.

—No eres una madre terrible —murmuró.


—Perdí al primero, mi primer bebé varón. —Elevó sus llorosos ojos
hacia él—. Le prometí a Dios que si tenía otros bebés, lo haría todo. Los
haría muy felices. Les daría todo lo que ellos quisieran. ¡Y mira! ¡Mira lo
que he creado!

Escondió su cara en el pecho de él y Nate bajó su mejilla para posarla


sobre la coronilla de su cabeza.

No había nada que decir para aliviar su dolor, ninguna palabra


mitigaría su culpa. Así que no le ofreció ninguna.

Contra su pecho, ella balbuceó:

—Lo supe cuando fue demasiado tarde. Supe que los había
arruinado, pero no había nada que pudiera hacer. Entonces Dios me dio
una segunda oportunidad. —Levantó su cabeza, moviéndolo y él la miró
fijamente—, tú.

—Laura… —Sobre eso, él no supo qué decir.

—Quiero ir contigo mañana.

Nate supo exactamente que iba a responder a eso.

—Laura, no.
189 Sus brazos lo apretaron fuertemente.

—No puedes ir allí solo. No te dejaré ir solo. Y tengo que enfrentar a


Lily, tengo que… —Se detuvo e inmediatamente empezó de nuevo—.
Quiero conocer a mi nieta.

Nate negó con la cabeza.

—Lily no es…

—Lo sé —lo interrumpió, sus cálidos ojos empezaron a llenarse de


nuevas lágrimas—. Victor me contó. Nathaniel, ella tiene que saber que
nosotros… —Laura dudó y entonces continuó—, tiene que saber que ya no
está sola.

—No creo…

—Por favor —suplicó—, tengo que hacer algo. —Dijo eso último con
desesperación.
Nate empezó a ceder porque sabía lo que sentía. Él sintió esa
sensación cuando había escuchado que ella había muerto mientras tenía a
su hija. La niña que él había intencionalmente sembrado en su interior y
entonces la había dejado para asumirlo por su cuenta.

Sin pensarlo, Nate había salido de su silla y su intensión había sido


tomar a Lily y llevarla fuera de la habitación. Llevarla a algún lugar seguro
donde él pudiera gastar cada onza de su energía, cada libra que había
ganado, cada día del resto de su vida si fuera necesario, para traer de
vuelta su alegría, traer de regreso a la chica que había aplaudido y gritado
de placer en un paseo sobre una motocicleta, la chica quien le había
confiado tan fácilmente su cuerpo y su corazón, la chica que lo había
mirado con asombro.

—Por favor —pidió Laura, llevándolo lejos de sus oscuros


pensamientos.

Nate usó su pulgar para secar una lágrima sobre la mejilla de su


madre.

—Ella no es la misma —le advirtió.

Su cara se iluminó, no era una brillante luz pero había esperanza.

Esta fue la primera cosa esperanzadora que había visto ese día.
190
Quizás, la primera cosa prometedora que había visto en ocho años.

—Tienes que estar preparada, Laura, ella no es la Lily que conociste.


—Nate sintió la necesidad de asegurarse que ella entendiera lo que iba a
enfrentar al día siguiente.

Laura asintió.

—Ella lo será. Sé que lo será. Mejorarás todo, Nathaniel. Puedes lidiar


con cualquier cosa, sé que puedes. Puedes poner en orden esto también.

Ante sus palabras, él sintió una extraña emoción en su pecho que


ignoró.

Y esperó que su madre tuviera razón.


15
Nate

amos temprano, vamos muy temprano. Se supone que

—V tenemos que estar allí a las diez, ni siquiera son las nueve y
media.

Laura Roberts estaba preocupada.

Caminaban por el paseo marítimo junto al muelle victoriano. Nate


estaba conduciendo su Aston Martin guiando, Laura y Víctor siguiéndolo
en el Rolls.

Nate condujo por su cuenta. Tenía demasiado en su mente, no quería


compañía en el viaje a Somerset, sobre todo, no la compañía de su padre,
191 no ese día.

Laura estaba consternada y Víctor se encontraba visiblemente


nervioso. Victor, descubrió Nate al llegar a la casa de sus padres esa
mañana, iba a venir también. Esta intención fue dicha en un tono ante el
cual no se pudo negar.

Nate se habría negado pero no tenía ganas de perder el precioso


tiempo haciéndolo. Por lo tanto, Víctor se sumó al paseo.

—Nos fuimos demasiado pronto. Deberíamos caminar por el paseo


marítimo durante media hora, tomar una taza de té. Es de mala educación
llegar temprano. —Se preocupó Laura, prefiriendo centrarse en su mala
educación al llegar temprano que en el hecho de que estaba a punto de
enfrentarse a la mujer cuya vida habían destruido por completo sus dos
hijos.

A Nate no le importaba mucho si llegaban temprano, ni le importaba


si parecía grosero. Quería conocer a su hija y quería ver a Lily. Había
perdido ocho años, y si la actitud de Lily el día anterior era un indicio de lo
que le esperaba, entonces se enfrentaba a la batalla de su vida. Parqueó de
inmediato en el camino de entrada, no estaba dispuesto a esperar media
hora, ni tomar una taza de té de mierda que nunca bebía de todos modos.

Caminaron por el Royal Pier Hotel y la corta calle que conducía a la


terraza de Lily estuvo a pocos pasos de distancia. Nate reprimió el impulso
de alargar sus zancadas y dejar a sus padres atrás.

—¿Qué va a pensar la pequeña niña? ¿Qué le contó Lily de Nathaniel?


¿Qué pudo decirle? ¿Qué tipo de palabras se puede utilizar para algo como
eso? ¿Cómo va a reaccionar? —bramó Víctor, sin esperar una respuesta a
ninguna de sus rápidas preguntas, luego terminó con la predicción
calamitosa—: Vamos a tener que encontrar un psicólogo.

Víctor estaba empezando a sonar como Laura, pensó Nate con fastidio.

Entonces Nate no pudo pensar en nada más, cuando estuvieron a


sólo dos puertas más abajo de la casa de Lily, escuchó:

—Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Volando hacia él, con los brazos moviéndose violentamente como un


molino, con el pelo negro fluyendo hacia atrás, había una niña hermosa,
su rostro iluminado con alegría, llevaba un bonito vestido de verano azul
192
celeste.

Una niña hermosa que se veía exactamente igual que Nate.

Él se detuvo en seco porque ella no lo hizo. Corrió precipitadamente,


la cabeza golpeando dolorosamente en su estómago, los brazos volando
alrededor de sus caderas manteniéndolo en un fuerte abrazo feroz.

Ante su contacto, Nate sintió algo apretándose en su pecho


incómodamente mientras una de sus manos se establecía de forma
automática en el cabello suave y oscuro de su cabeza, y la otra en su
hombro.

—Oh, Dios mío —exhaló Laura.

—¡Tash! ¿Qué estás…? Oh.

Los ojos de todos se volvieron hacia Lily, que había venido corriendo
de la casa tras su hija. Se detuvo al verlos y sus labios entreabiertos
quedaron abiertos en sorpresa.

—Oh, Dios mío —exhaló Victor.

Lily no vestía nada bonito. Estaba descalza, su cara libre de


maquillaje y tenía un par de lo que parecían ser pantalones del ejército
desteñidos y maltratados y la camisola lila pegada a su piel que mostraba
sus delgados hombros y brazos.

También mostraba ligeros signos de púrpura y amarillo alrededor de


sus brazos, contusiones que parecían hechas por un par de manos,
magulladuras que sólo podrían haber sido causadas por Víctor.

A pesar de esto de alguna manera, para Nate, se veía inconsciente e


innegablemente hermosa.

Antes de que nadie pudiera decir otra palabra, la cabeza de Natasha


se echó hacía atrás. La mano de Nate cayó y lo miró, los ojos oscuros de
ella, sus ojos oscuros, bailando alegremente.

—He estado esperándote toda la mañana. ¡Parece como una… eh…


ternidad! ¡Pensé que nunca ibas a llegar hasta aquí!

Al parecer, sin importar como Lily le dio la noticia, lo había hecho


bien.
193
La cabeza de Natasha dio la vuelta para que pudiera mirar a su
madre, pero mantuvo sus brazos firmemente alrededor de las caderas de
Nate.

—Mira, mami, papi está aquí —le dijo a su madre innecesariamente.

Al escucharla llamándolo “papi”, Nate sintió ese incómodo apretón


acompañado de una tajada a través de su intestino.

La mirada atónita de Lily se deslizó a la multitud que llegó temprano y


luego su rostro se fundió en una sonrisa mientras miraba a su hija.

—Puedo verlo, muñeca.

Nate estaba mirando la suave sonrisa de Lily, sintiendo su cariño


hacia su hija, la hija de él, la hija de los dos, cayendo sobre él cuando la
cabeza de Natasha regresó de vuelta y miró a Nate.

—Mamá me dijo anoche que ibas a venir —le informó.


—¿En serio? —murmuró Nate.

Natasha asintió alegremente.

—Sí, me dijo que se enteró de que estabas vivo y que querías


conocerme enseguida. —Luego zafó sus brazos de su alrededor, los
extendió a los costados y anunció—: ¡Aquí estoy!

Nate miró con fascinación a la hermosa niña que él y Lily habían


creado. Era, simplemente, para no creerse. Sus ojos brillaban, su corazón
estaba abierto y la radiante sonrisa nunca abandonó su hermoso rostro.
Estaba claro para cualquier persona que estaba feliz de verlo, mucho más
que feliz, estaba encantada.

No tenía ni idea de qué decir o hacer. Nunca, ni una sola vez en toda
su vida había estado tan inseguro de su próximo curso de acción.
Por suerte, Natasha no era tan indecisa.

Se apoyó en él.

—¿Quiénes son ellos? —susurró en voz alta.

Nate miró a Laura y Víctor, de quienes se había, mientras veía y


tocaba a su hija por primera vez en su vida, completamente olvidado.

194 Vio que Laura tenía lágrimas brillando en sus ojos. Víctor estaba
completamente inmóvil, con el pecho hinchado por el esfuerzo que estaba
haciendo para contener las lágrimas.

Nate puso su mano en la nuca de su hija. Le resultaba extraño, lo


pequeña que era, diminuta y frágil, y sintió un impulso de protección
estableciéndose en él que estaba más allá de su control, si alguna vez
deseaba controlarlo, nunca lo haría. La guió más cerca de su cuerpo, se
movió a su lado y fuera del camino para que pudiera ver plenamente a sus
abuelos. La miró mientras se apoyaba confiadamente a su lado. Encontró
eso extraño, esta confianza ciega, extraña y algo más, algo extraordinario.

—Son mis padres —contestó.

Los expresivos ojos de Natasha se redondearon con sorpresa y su


cabeza se giró de nuevo hacia su madre y otra vez su cuerpo se quedó en
contacto con Nate.

Nate siguió la mirada de su hija y vio que Lily no se había movido,


pero a ella se había unido un hombre de aspecto gracioso con una mata de
pelo negro, ojos negros, una barba de chivo negra puntiaguda y un
estómago supremamente redondeado. Se puso de pie con las manos en las
caderas, con los pies plantados tan lejos que parecía en peligro de volcarse
y tenía una expresión en su rostro tan feroz, que le sorprendió que el
hombre no hubiera convertido a Nate en piedra.

Este, pesó Nate correctamente, debe ser Fazire.

Los pensamientos de Nate fueron interrumpidos por su hija


susurrando la palabra “Abuelos” en la dirección de su madre. Su voz
sonaba como si alguien le hubiera otorgado una rica y sin explotar mina
de diamantes como un regalo.

Ante el sonido se detuvo la respiración de Laura, un jadeo que


anunciaba lágrimas, la cabeza de Natasha se giró de nuevo. Como si
sintiera innatamente que Laura la necesitaba, Natasha se desacopló de
Nate y caminó hacia adelante y luego corrió los últimos pasos y se lanzó,
por suerte con menos fuerza, a Laura. Sus brazos se cerraron alrededor de
la cintura de Laura y proclamó:

—¡Abuelita!

Inmediatamente, Laura se echó a llorar y Víctor miró hacia otro lado,


195 no estando dispuesto a acobardarse en frente de una audiencia o en
absoluto, para el caso.

Nate vio un movimiento a su lado y se volvió para ver a Lily unirse a él,
de pie demasiado lejos para que la tocara. Estaba viendo este encuentro
con una extraña expresión en su rostro benigno pero sostuvo su cuerpo
rígidamente, como esperando que algo la atacara.

Cuando Nate habría hablado, acercado a ella, llamado su atención de


alguna manera, Natasha se arrancó del abrazo Laura y ahora estaba
moviéndose a toda velocidad hacia Víctor y dándole uno de sus feroces
abrazos con un grito de:

—¡Abuelo!

Victor inmediatamente se agachó y puso a la niña entre sus piernas,


abrazándola tan fuerte como ella a él.

Lily lo permitió por un momento y luego llamó a su hija:


—Tash, cariño, entra. Estoy segura de que a tus, emm… les gustaría
una taza de té.

Natasha se alejó de Victor y lo miró directo a los ojos.

—¿Quieres té? —le preguntó, inclinando su cabeza inquisitivamente


hacia un lado.

Victor no habló, probablemente no podía hacerlo, simplemente


asintió.

Se liberó de Victor y medio danzó, medio saltó de nuevo donde Nate,


cuyas manos agarró.

—Gran idea, mami. —Sonrió a su madre y el cuerpo de Nate se quedó


inmóvil al verla. La sonrisa de su hija, esa sonrisa familiar, parecía ser lo
único que había heredado de su madre.

Tenía la extravagante y peculiar sonrisa de Lily.

Natasha continuó:

—¡Mientras haces el té, les enseñaré mi habitación! —Dijo esto como


si fuera a deleitarlos y sorprenderlos más allá de sus fantasías más
salvajes.
196 Natasha empujó a Nate hacia adelante, con su mano tirando de la de
él, y caminaron hacia la casa. Lily comenzó a caminar detrás de ellos, no,
notó, a su lado.

Mientras se acercaban a la casa, Fazire seguía en pie con las manos


en las caderas y con una expresión feroz firmemente colocada en su rostro.

—Ese es Fazire, nuestro amigo especial. —Natasha hizo la


presentación felizmente—. Deja de fruncir el ceño, Fazire —le advirtió, su
voz era mandona, cariñosa y burlona al mismo tiempo. Arrastró a Nate
junto al otro hombre, quien no se movió ni una pulgada. Luego susurró—:
No lo enfades, ha estado realmente de mal humor por al menos
una semana.

De eso, Nate no tenía duda.

Entraron a la casa, la casa de Lily, a través del vestíbulo y una


preciosa puerta de vidrio. Natasha lo empujó directamente hacia las
escaleras mientras él miraba alrededor para tener una idea de la casa de
Lily.

—Iré por el té —murmuró Lily, caminando junto a ellos pero sin


mirarlos, luego dijo con severidad, haciéndolo claramente una orden—:
Fazire, puedes ayudarme.

Laura y Victor estaban de pie en la entrada y Fazire caminó, o más


bien, dio pisotones detrás de ellos. Cerró la puerta con un portazo y luego
continuó pisoteando hasta el final del pasillo, lo que obligó a Laura y
Víctor a saltar fuera de su camino, siguiendo a Lily que había desaparecido
al fondo de la casa.

Natasha estaba tirando de la mano de Nate, y la miró. Con una


mirada a su rostro emocionado y expresivo, le sonrió.

Su rostro cambió de alguna manera cuando vio su sonrisa y entonces


se la devolvió y dijo:

—Mami dijo que tenías una sonrisa muy linda. Dijo que era la sonrisa
más hermosa que había visto en su vida. Dijo que su estómago hacía
volteretas. —Le concedió esta información sin tener idea de la enormidad
de su significado o de su efecto, a pesar de que detrás de ellos Laura
jadeó—. ¡Vamos! —urgió Natasha emocionada.

Ella marchó escaleras arriba, empujándolo detrás suyo pero apenas


197
había dado dos pasos cuando se detuvo abruptamente.

Colgando por encima de la parte inferior de las escaleras vio una foto.

La sala en sí estaba pintada de color beige suave con suficiente


melocotón para que fuese cálida y acogedora. La carpintería parecía recién
pintada de blanco, pero la madera de la barandilla y de las escaleras había
sido barnizada y era brillante. El piso de madera también lo estaba y estos,
y las escaleras, tenían una alfombra color beige.

Esto habría sido culto y clásico, sin embargo, combinado con un


juego de luces de colores, cada una rodeada por un delicado tono de
durazno margarita, se tejía artísticamente a través de los carriles de la
barandilla lo que daba una sensación de algo fuera de lo común. El único
otro adorno de la habitación era, cada pocos pasos, una imagen en blanco
y negro en el mismo marco exacto que representaba los mismos temas.

—Mi dios —soltó Laura, mirando la primera.


En ella, Lily estaba sentada en una silla de mimbre que había sido
colocada en la parte delantera de la casa. Lucía delgada y pálida y tenía
una manta alrededor de las piernas, pero sonreía tímidamente, casi con
valentía, a la cámara. Sostenía un pequeño bebé envuelto con cuidado,
como si fuera frágil y como si el bebé fuera la cosa más preciosa en el
mundo para ella.

La siguiente foto era igual, excepto porque el bebé era más grande y
Lily estaba de pie en lugar de sentada, sosteniéndolo en su delgada cadera.
Estaba mirando a Natasha, su largo cabello detrás de su oreja y, una vez
más, estaba sonriendo. En la foto, la niña estaba mirando a su madre, con
su regordete brazo de bebé extendido, sus pequeños dedos tocaban la
mejilla de su madre.

La foto siguiente era más de lo mismo, esta vez Natasha era una niña
pequeña y de pie y Lily estaba de cuclillas y apuntaba hacia la cámara,
obviamente llamando la atención de la pequeña hacia ésta. De nuevo, Lily
y también Natasha estaban sonriendo.

Cada pocos pasos había otra y otra, ocho en total, la misma foto pero
diferente. Todas eran de Lily y Natasha en poses un poco distintas,
ninguna de ellas ensayada, ninguna de ellas formal y en todas sonreían.

Nate notó que Lily había cortado su glorioso cabello rojo dorado del
198 largo que solía usar cuando la conoció, que pasaba sus hombros, a la
longitud que era ahora, apenas rozándolos, en algún momento cuando
Natasha tenía cinco años.

—Esas son las fotos de mi cumpleaños excepto la primera que no fue


tomada realmente en mi cumpleaños porque mami no había vuelto a casa
aun del hospital. Fazire las tomó. Mi abuela Becky le enseñó cómo. Ella
era fotógrafa —les informó Natasha con autoridad mientras estaban en el
descansillo y empujó a Nate a través de una de las cuatro puertas.

Al entrar a la habitación de su hija, Nate estuvo momentáneamente


aturdido y sin palabras.

El cuarto estaba pintado del rosa más rosa que alguna vez haya visto.
No sabía que tal rosa existiera. Pensó que el mundo sería un poco mejor si
dicho rosa no existiera.

—Bien —dijo Victor, mirando a su alrededor y luchando por decir


algo—, esto es… em, rosa.
Natasha rió.

—Lo sé. —Dejó ir la mano de Nate y comenzó a bailotear por la


habitación—. Mami dijo que no podía tener el rosa que quería porque era
demasiado impactante.

Nate se encontró preguntándose qué era más impactante que el rosa


al que Lily había accedido.

Natasha saltó hasta un par de estante mientras Nate miraba


alrededor. Había un pequeño escritorio con patas delgadas que estaba
pintado de blanco, un armario a juego y una cómoda. En el centro de la
sala, había una cama matrimonial con una colcha intensamente
voluptuosa, intensamente femenina y que estaba adornada con almohadas
con volantes y llena de animales de peluche. Al final, acurrucado en una
bola, había un gato jengibre mullido que ignoró por completo su llegada y
se quedó donde estaba.

Natasha hizo un gesto hacia los estantes.

—Estos son mis libros, los cuales mami solía leerme y ahora yo le leo
a ella —se jactó felizmente, luego levantó la mano para apuntar a un
estante más alto—, y estos son mis osos, los que me da la señorita Maxine
cada año para navidad. Son osos especiales que hace especialmente para
199 mí.

Danzó hacia el gato y lo tomó con las manos a mitad de este. El gato,
obviamente acostumbrado, dejó que su enteramente enorme y mullido
cuerpo se aflojara y se doblara en su pequeña mano.

—Esta es la señora Gunderson, mi gata —anunció Natasha—. Fazire


piensa que es un nombre tonto y no lo suficientemente bueno para un
animal de una raza tan digna. Mamá lo llama Gunny. La señora
Gunderson no duerme conmigo porque me muevo mucho, duerme con
mami.

Natasha acunó al gato mientras los llevaba en el resto del recorrido de


su cuarto que debería haber sido corto, teniendo en cuenta que no había
mucho en él. Sin embargo, parecía empeñada en presentar cada artículo
de su habitación, que tuvo el minuto más importante para ella. Entonces
se detuvo, soltando al gato, que hizo una rápida escapada, poniendo sus
manos en su cadera, al igual que su amigo Fazire, y miró alrededor.
—¡Bueno! —Alzó el brazo dramáticamente—. Ese es mi cuarto. Ahora
les enseñaré el de Fazire. Amo el cuarto de Fazire.

Sin tener opción, y totalmente incapaces de pararse en vista de su


exuberancia, desfilaron hacia el pasillo de nuevo. Laura y Víctor se
miraron especulativamente uno al otro y luego a Nate mientras Natasha lo
guiaba tirando de su mano. Se acercó al frente de la casa y abrió la puerta
de Fazire con un gesto, soltó la mano de Nate y saltó dentro de la
habitación.

Mirando alrededor notó que no era como cualquier habitación con la


que se hubiese encontrado antes, especialmente una habitación de
hombre. Estaba pintada con un profundo y oscuro berenjena y se llenaba
con una enorme cama cubierta con una manta de satén la cual, en lugar
de almohadas comunes, estaba repleta de un montón de esferas turquesas
con botones en el medio. Extrañamente, tenía un póster de un jugador de
béisbol encuadrado en una pared y una estantería totalmente cubierta de
libros.

Natasha saltó en el cobertor de satén y soltó una pregunta de la cual


esperaba una sola respuesta:

—¿No es una gran habitación?

200 —No se supone que estés saltando en la cama, querida —dijo Laura
en voz baja.

—Oh, a mami no le molesta —respondió Natasha, todavía saltando—.


O por lo menos, se ha cansado de decirnos a Fazire y a mí que lo dejemos.

Los ojos sorprendidos de Laura se giraron hacia Nate ante la idea de


un hombre grande y redondo saltando sobre la cama. Nate se encontró
conteniendo la risa ante el sencillo anuncio incongruente de su hija y la
mirada sorprendida de su madre.

A diferencia de Lily, que parecía haber decaído con el trascurso de los


años, perdiendo su deslumbrante alegría de vivir, Natasha estaba
floreciente. Era burbujeante, brillante y muy, muy alegre.

Nate estaba, francamente, impresionado por todo lo que Lily había


creado. Su hija, la acogedora casa donde todos sus ocupantes tenían su
propio espacio tal cual como lo querían, desbordando con la personalidad
de cada uno —sin embargo, al considerar el cuarto de Fazire, Nate tenía
dudas sobre la personalidad de éste. Fue abrumador que su diminuta y
delicada Lily pudo haber hecho algo tan maravilloso en contra de todas las
probabilidades.

Interrumpiendo sus pensamientos, Natasha estiró las piernas y


expertamente, claramente teniendo mucha práctica, aterrizó en la parte
inferior luego de rebotar en la cama.

—¡Ahora! ¡El cuarto de mamá! —anunció, agarrando la mano de Nate


y obligándolo a salir por la puerta.

—No creo… —comenzó a decir Laura, obviamente incómoda con la


idea de entrometerse en la privacidad de Lily, pero Natasha no estaba
escuchando.

—No me gusta mucho el cuarto de mamá. Mami dice que lo arreglará,


fii… nal… men… ah… te —dijo la palabra cantarina que obviamente había
escuchado a menudo, mientras caminaba hasta la parte trasera de la
casa.

Natasha abrió otra puerta y lo arrastró dentro y casi fue como si


hubiera entrado en otra casa, y no una muy bonita.

El cuarto estaba ordenado y la cama estaba hecha. Aparte de eso, no


había nada bueno en ella.
201
Las paredes habían sido despojadas del empapelado pero nunca
fueron arregladas con yeso o pintadas, quedaban algunos trozos del viejo
papel en algunos lugares. La cama era vieja, el colchón tenía bultos y
todos los muebles estaban marcados, no coincidían y estaban en mal
estado. La puerta del armario quedaba abierta tambaleante, mostrando las
ropas metidas dentro del pequeño espacio, los zapatos que estaban
alineados debajo no cabían en el interior. Había libros apilados en las
mesitas de noche y en el suelo, el cual tenía tablones viejos e inacabados
tablones sin siquiera una alfombra sobre ellos para cubrirlos.

No había fotos en las paredes o alguna decoración o adorno en la


habitación. La única cosa que Nate pudo ver fue un gran marco de foto
sobre un aparador maltratado, en el que la Lily que conoció hace ocho
años estaba abrazando a un hombre de cabello oscuro mientras una mujer
de cabello rubio blanquecino abrazaba a Lily por detrás, su cabeza
apoyada en el hombro de Lily.
El gato entró paseándose, saltó ágilmente a la cama de Lily, caminó
tranquilamente hasta la almohada y se acurrucó nuevamente para tomar
otra siesta.

El cuarto estaba desprovisto de personalidad, no era una habitación


en la que quisieras pasar tiempo y, de alguna manera, completamente
triste.

—Ahora, ¿quieren té? —preguntó Natasha, felizmente ignorante de


todo lo que el cuarto decía sobre el sacrificio de su madre, una vez más
inclinando la cabeza con su pregunta y luego, sin esperar una respuesta,
agarró la mano de Nate otra vez y lo sacó del cuarto.

Cuando pasó junto a sus padres, Nate pudo ver sus propios
pensamientos afligidos por lo que vio en el cuarto de Lily abiertamente
expresado en los rostros de sus padres.

—Nathaniel… —dijo Victor en voz baja mientras Natasha tiraba de él.

Fue salvado de responder cuando Natasha giró la cabeza para mirar


por encima del hombro a su padre.

—Nathaniel —le dijo—, fui nombrada por ti. —Siguió tirando de él


hacia las escaleras—. Mami dijo que “Nathaniel” es el nombre de un
caballero, un buen nombre, uno fuerte. Realmente le gusta tu nombre —
202
terminó cuando entraban al salón.

—Tash, ¿con qué les estás llenando las cabezas? —preguntó Lily a su
hija suavemente cuando entraron, una pequeña sonrisa tirando de las
comisuras de sus labios.

El salón estaba pintado de un beige suave, con tintes de amarillo


brillante. El mobiliario era lindo pero obviamente barato y comprado para
la comodidad y con el fin de que durara. Lily estaba de pie junto a la
chimenea pareciendo fuera de lugar incluso con sus ropas casuales. Los
intereses de Lily no se preocupaban por la durabilidad de sus muebles. Su
objetivo permaneció cómodamente en habitaciones opulentas.

Junto a ella estaba Fazire, quien tenía los pies separados pero ahora
sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, y apoyados sobre su
protuberante estómago. Todavía se veía más enojado que un toro y su
cabeza estaba inclinada hacia atrás en un ángulo impropio por lo que los
veía por encima de su nariz, a pesar de que apenas era tres centímetros
más alto que la pequeña Laura.

Todos se quedaron mirando entre sí y nadie habló.

—¡Té! —dijo Lily en voz alta, sonando desesperada y pegando un salto


para buscar una bandeja en una mesita frente al sofá.

Distraídamente, Nate notó que la tetera estaba astillada.

También notó que no le había hecho té, algo que no bebía, sino
automáticamente, y sin decir una palabra o lanzar una mirada en su
dirección, le entregó una taza de café negro.

Eso sí lo bebía.

La importancia de ese gesto, de su hija contándole historias sobre su


madre hablando de su sonrisa y de su nombre, golpearon a Nate con la
fuerza de un tren.

Lily no estaba perdida como había temido, ni destrozada como


parecía.

Simplemente estaba rota.

Y lo roto podía ser arreglado.

203 La observó de cerca y entonces sonrió.

Se había puesto un cárdigan rosa claro el cual tenía una delgada


cinta lila bordada con flores pasando por un costado de los botones.
Obviamente, había hecho esto para cubrir los verdugones de sus brazos.

Afanosamente hizo el té como si su vida dependiera de ello, realizando


esta tarea con sus mejores habilidades de anfitriona. Distribuyó los
refrescos, tomando café para sí misma y retrocediendo para pararse junto
a Fazire.

Una vez se instaló nuevamente en su lugar, todos se miraron entre sí


otra vez.

El tiempo pasó y nadie habló. El silencio se volvió incómodo. Después


se volvió insoportable.

Laura miraba preocupada a Lily. Victor miraba de manera


escrutadora a Fazire. Fazire, en cambio, miraba a todos. Natasha miraba
expectante de un adulto a otro.
Entonces Fazire abrió la boca, aspiró una enorme bocanada de aire
que debió haber evacuado el aire de la habitación y claramente estaba a
punto de hablar cuando, sonando un poco histérica, Lily gritó:

—¡Álbumes de fotos!

La boca se Fazire se cerró con un audible castañeo de dientes y


fulminó a Lily con la mirada, quien le había negado cualquier gran
declaración que había estado a punto de hacer.

—Álbumes de fotos —repitió Lily, golpeando su taza torpemente sobre


la chimenea, la cual contenía también una variedad de fotos familiares
enmarcadas—. Fazire toma miles de fotos. Pueden ponerse al día sobre
Tash viendo las fotos de Fazire.

—Qué adorable idea —dijo Laura suavemente pero Lily no la miraba,


de hecho, Lily estaba evitando cuidadosamente mirar a cualquiera de ellos
y así había sido desde que entraron en la sala.

—Iré por ellas —ofreció Lily y prácticamente fue corriendo a la puerta.

—Te ayudaré —dijo Nate, bajando su taza, intentando tener un


momento a solas con ella, el primer momento en que estarían solos en
ocho años.

204 Lily se detuvo, se dio la vuelta y se lo quedó mirando usando una


expresión de horror mezclada con un abundante temor. Abrió la boca para
decir algo pero antes de que pudiera proferir palabra Fazire habló.

—Yo la ayudaré —declaró Fazire, también moviéndose para depositar


la taza de té.

Nate se enderezó y miró al extraño hombre.

—Dije que yo la ayudaré —señaló en un tono bajo.

—Y yo dije que yo la ayudaré —devolvió Fazire, claramente sin leer o


desear leer la mirada de advertencia de Nate.

—Deja que Nathaniel ayude —dijo Laura entrometiéndose


valientemente en la refriega creciente.

La mirada enojada de Fazire se volvió hacia Laura.

—Deja que papi ayude —dijo Natasha, saltando en el sofá y


mirándolos a todos con sus brillantes ojos, ajena a la tensión de la sala—.
A Fazire no le gusta subir las escaleras de todos modos. Por lo general,
sube flotando y no puede hacerlo mientras estén todos aquí.

Natasha se acomodó en el sofá igualmente ajena a la mirada aterrada


que su madre estaba lanzando en su dirección o aquellas sorprendidas
que su padre y su familia estaban dirigiendo hacia ella.

—Bien —espetó Lily, sacándolos a todos de su aturdimiento por las


extrañas palabras de la niñita. Volvió sus ojos hacia Nate y, notó, había
controlado cuidadosamente sus rasgos—. ¿Nate?

Sin esperar su respuesta, se giró de nuevo y salió rápidamente de la


sala.

La siguió lentamente hasta el juego de escaleras donde, notó, se


detuvo a cerrar la puerta hacia su cuarto, entonces subió otro.

Había varias puertas más cerradas en el pasillo siguiente y caminó


dentro de un cuarto que era obviamente usado para ver televisión. Un gran
sofá esquinero ocupaba la mayor parte del cómodo espacio. El cuarto
también tenía varios juegos de estantes conectores baratos, pero
estilizados en los cuales estaban alineados libros, adornos, más fotos
enmarcadas y una enorme colección de álbumes fotográficos. Nate notó
205 vagamente que con todo el dinero que le había pagado a su diseñador de
interiores, su apartamento aun parecía frio y nada acogedor. Aun así Lily,
quien no tenía dinero, creó un hogar que parecía cálido y acogedor.

Ella inmediatamente caminó hacia los estantes y sacó un álbum.

—Toma esto. —Se dio la vuelta y le extendió el álbum.

Lo tomó reflexivamente diciendo:

—Lily, tenemos que hablar.

Tomó otro álbum y lo ignoró completamente.

—Y este. —Le extendió el libro y lo aceptó.

—Lily.

Sacó otro álbum del estante.

—Y este. —Lo sostuvo hacia él pero no lo tomó. Sus ojos aún estaban
en los estantes, le empujó el álbum e indicó que debía tomarlo pero la
ignoró.

—Lily, tenemos que hablar —repitió.

—Está bien, me quedaré este —decidió magnánimamente, lo puso


debajo de su brazo y se dio la vuelta para agarrar otro.

Nate caminó hacia el sofá y lanzó los álbumes sobre éste. Entonces
fue hacia la puerta. La cerró. Firmemente.

Ella se congelo, una mano lista para sacar otro álbum, y lo miró.

—¿Qué estás haciendo? —inquirió.

—Vamos a hablar —le dijo, dirigiéndose de nuevo hacia ella.

Inteligentemente, volvió a ver el estante.

—Alistair dice que no podemos hablar. Dice que debemos hablar a


través de nuestros abogados. Me dijo que para decirme lo que sea que
tengas que decir deberías hacerlo a través de él.

Había comenzado a llenar obsesivamente sus brazos con álbumes.

Nate la alcanzó, puso las manos en sus hombros, gentilmente la alejó


206 de los estantes y entonces quitó los álbumes de sus manos y los lanzó al
sofá. Lo hizo sin resistencia de su parte porque estaba sorprendida hasta
la inmovilidad.

La encaró.

—Hemos terminado de hablar a través de abogados —le informó.

—Alistair dice… —comenzó, su cuerpo poniéndose rígido como si se


preparara para un ataque.

—No me importa lo que diga Alistair —la cortó Nate.

—Bueno, a mí sí.

—Necesitamos hablar —repitió Nate pacientemente.

—No tenemos nada que decir —retó Lily, saliendo de su trance de


estatua y caminando hacia el sofá a recuperar los álbumes.

Mientras pasaba a su lado, Nate la atrapó por un codo y la detuvo.


Ella inclinó la cabeza para mirarlo, sus ojos comenzando a arder.

—Nate, quita tu mano de mí.

La ignoró y mantuvo su mano donde estaba. No estaba a punto de


dejar pasar esta oportunidad.

Repentinamente dijo en voz baja:

—Gracias por nombrar a Natasha por mí.

Parpadeó hacia él. Entonces parpadeó de nuevo.

Tomó ventaja de su momentánea confusión.

—Gracias por hacerla tan adorable —murmuró suavemente.

Su boca cayó abierta.

Entonces dijo lo que había estado esperando decir por veinticuatro


horas.

—Pensé que me habías dejado.

Su boca se cerró de golpe, sus ojos se cerraron y liberó su brazo.

—No vamos a hablar de eso —anunció débilmente.


207
Nate continuó:

—Vine a casa y te habías ido, todo se había ido. Pensé que me habías
dejado.

—¿Por qué en la tierra te dejaría? —espetó, obviamente sin querer


una respuesta y su cuerpo notó que había perdido el objetivo. Lo hizo
dirigiéndose de nuevo al sofá pero la atrapó de nuevo y gentilmente la
acerco a él.

Sus manos se movieron hacia la mano en su brazo.

»Nate, te pedí que no me tocaras.

Estaba tratando de retorcer su brazo para liberarlo pero mantuvo su


mano ahí, justo encima de su codo, muy lejos de los moretones.

—Pensé que me habías dejado —dijo de nuevo, necesitando que lo


escuchara, necesitando que lo entendiera.
—Ya dijiste eso —cortó, inclinando la cabeza hacia atrás y ahí
definitivamente había fuego ahora, estaba templado por cansancio, pero
estaba ahí.

Eso complació a Nate. Lo complació mucho.

—Jeff debe haber tomado la nota, si hubiera sabido…

Lo interrumpió, haciendo un agudo, frustrado sonido en su garganta.


Dándose por vencida en liberar su brazo, decidió simplemente alejar su
cuerpo de él dando un paso atrás.

Tampoco le permitió eso. Su mano se deslizó por su brazo y antes de


que supiera lo que estaba haciendo, había entrelazado sus dedos y la
había acercado más.

Negó con la cabeza, su mano empujando la suya diciendo:

—Eso no importa ahora, fue hace mucho tiempo. Se acabó.

Estaba mirando el sillón, mirando los álbumes, claramente queriendo


continuar con su tarea.

Nate continuó, determinado:

—Mi secretaria estaba enferma, tuve una empleada temporal. Ella


208 perdió mensajes.

Lily sacudió la cabeza de nuevo, igualmente determinada a ignorarlo.

»Me mudé, nos estábamos mudando, había comprado un nuevo


departamento. No te lo había mencionado porque estábamos demasiado
ocupados con… —Se detuvo y entonces continuó—, otras cosas. Iba a
decirte esa noche cuando llegara a casa, la noche que te fuiste.

Trataba de liberar su mano, su cabeza ya no se sacudía pero daba


tirones. Si pusiera sus manos en sus oídos en ese momento, no estaría
sorprendido.

Apretó su mano en la de ella

—Si lo hubiera sabido no habría regresado tus llamadas.

Ante este anuncio, sus ojos fueron hacia los de él, su cabeza dejó de
moverse y su otra mano fue a su cintura.
Nate terminó:

—Habría volado a Indiana para estar contigo. Lily, lamento lo de tus


padres.

Miró dentro de sus ojos y vio la pena pasar por ellos, ya sea que fuera
por su deserción o la pérdida de sus padres o ambos, no lo sabía pero ante
la vista de eso, la fuerza de eso, sintió que coincidía con algo profundo en
su interior.

Entonces sus ojos de se aclararon y los temblores se detuvieron.

—Gracias, Nate —dijo cuidadosamente, con estudiada educación—.


Ahora, ¿has terminado?

—No —dijo con calma, mirándola de cerca.

Entonces los temblores comenzaron de nuevo.

—Bueno, yo sí —espetó—. ¡No más charla!

Trató de nuevo de liberar su mano pero la apretó gentilmente pero


con fuerza y ante su inesperado apretón, se inclinó en las puntas de sus
pies cayendo hacia él. Su mano fue a su pecho para evitar la caída. Sintió
donde lo tocó, quemando a través de su camisa como una marca y su otro
209 brazo inmediatamente se cerró alrededor de su cintura.

—¿No más charla? —preguntó, su tono, también, decepcionantemente


educado.

—Es correcto. No más charla —estuvo de acuerdo, tratando de


liberarse.

En un instante, decidió jugar un juego peligroso, tomar un riesgo,


moverse diez pasos hacia la puerta antes de que la puerta enfrente fuera
siquiera abierta una milésima. Podía, lo sabía, forzar la entrada. O podría
abrirla al último minuto y dejarlo entrar.

Sopesó sus opciones en pocos segundos y tomó el riesgo.

—Correcto, Lily —respondió gentilmente—. Nunca fuimos muy


buenos hablando.

Y entonces su cabeza comenzó a descender lentamente hacia la de


ella.
Mientras se acercaba, ella arqueó la espalda contra sus brazos para
alejarse de él, sus ojos amplios, llenos de incredulidad.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lily.

Su mano dejó la suya y la rodeó, subiendo por su espalda para


presionarse entre sus omóplatos y traerla de vuelta hacia sí.

—Voy a besarte —respondió Nate.

—No lo harás —espetó, su voz llena de sorpresa y enfado.

—Sí —afirmó implacablemente—, lo haré.

Su mano subió más arriba, se deslizó a lo largo de su cuello hacia su


suave cabello para sostener la parte trasera de su cabeza. Su cuerpo hizo
contacto con el suyo, sus senos rozando su pecho, sus caderas a un
susurro de distancia y resistió la urgencia de aplastarla contra sí.

—Quítame tus manos de encima —gritó.

Bajó la cabeza y rozó sus labios contra los suyos.

—No.

Todavía luchando, demandó:


210
—Déjame ir.

—Esta vez, Lily, no te dejaré ir —dijo, contra sus labios.

Y luego la besó. En el minuto en que sus labios se presionaron contra


los suyos se congeló en sus brazos, no tratando de luchar sino
manteniendo su cuerpo perfectamente rígido.

Sus labios incitaban y burlaban pero no reaccionó. Se quedó quieta e


inmóvil, totalmente entumecida.

Nate no se lo creyó y no se dio por vencido.

Pasó su lengua a través de su labio inferior, pero sus labios no se


movieron.

—Abre tu boca —demandó atrevidamente.

Meneó la cabeza, su cabello deslizándose contra de su brazo.


Su otro brazo se presionó en su cintura, atrayéndola en completo
contacto con su forma.

—Lily, abre tu dulce boca. Déjame saborearte de nuevo.

Hizo otro sonido en el fondo de su garganta, éste, áspero con alguna


emoción que no pudo descifrar. Decidió tomar esto como una buena señal.

»¿No? —preguntó suavemente, sus labios todavía en los de ella.

No se movió.

Sin inmutarse, trató con otra táctica.

Deslizó su boca por su mejilla hasta su oreja.

»¿Sabes… —murmuró en su oído, la besó ahí y sintió como su cuerpo


se convirtió en roca sólida—, que recuerdo todo? Tengo esta… habilidad —
agitó su lengua contra el lóbulo de su oreja—, y nunca olvido nada.

Mantuvo su cuerpo completamente controlado. Una mano estaba


aplanada contra su pecho, presionada entre ambos. La otra mano estaba
en su cintura poniendo presión ahí para alejarlo.

Se movió para descansar su frente contra la suya, su nariz a lo largo


de la de ella y su mano se deslizó de detrás de su cabeza para sostener su
211 mandíbula, su pulgar acariciando su mejilla.

—Recuerdo todo sobre ti —le dijo, mirando a sus ojos, esos


extraordinarios ojos no habían cambiado, no se habían desvanecido, con
sus irises azul pálido con un anillo medianoche—. Todos estos años me
atormentaron, esos recuerdos. El sonido de tu voz, tu risa, el mirar tu
sonrisa, la sensación de ti presionada contra mí mientras dormías.

Ella sacudió su cabeza, su frente rodando contra la suya, ambas


manos empujando contra su pecho ahora para alejarse. Sus ojos estaban
llenos de miedo.

Nate continuó:

—Pensé que te había perdido pero nunca olvidé, no podía olvidar.


Eras tan dulce, increíblemente dulce. El sabor de tu boca, el sabor de tu
entrepierna, tus manos en mí, tu boca en mí, la sensación de ti debajo de
mí apretándome cuando te venías.
Sus labios se separaron, conmocionada ante sus palabras, lo sabía.

Y no le importó.

»Eso es —susurró alentador y la besó otra vez, su lengua deslizándose


dentro.

Luchó por un segundo, luego se dio por vencida con un suave gemido.
Tuvo una abrumadora sensación de triunfo cuando la mano de su pecho
se deslizó hacia arriba y alrededor de su cuello, su otra mano fue alrededor
de su cintura y lo sostuvo por ahí con fiereza como si nunca lo quisiera
dejar ir. Su cabeza se inclinó hacia un lado y Nate se inclinó hacia el otro y
su lengua tocó la suya.

Y sabía exactamente tan dulce como recordaba.

Más dulce.

Profundizó el beso cuando ella se inclinó hacia adelante y ajustó su


cuerpo al suyo así como solía hacer, retorciéndose por acercarse más,
presionarse más profundo, como queriendo ser absorbida. Sus brazos se
apretaron en su cintura mientras su mano hacía lo mismo en su
mandíbula, manteniendo su cabeza inclinada hacia la suya. Sintió su
cuerpo endurecerse con necesidad, ocho años de necesidad, como ocho
años de anhelo llenaron el beso, surgió en su forma, calentando su sangre
212
a esa fiebre familiar que nunca sintió por nadie más. Una fiebre que era
solo por Lily.

Gruñó en su boca y ella se estremeció mientras lo aceptaba, su mano


deslizándose en su cabello para mantener su cabeza hacia ella.

El beso era desesperado y salvaje con ocho años de nostalgia y estaba


completamente perdido en ella.

Pero ella no estaba perdida en él.

El beso le había probado que nada había cambiado en Lily, excepto


una cosa.

Era madre.

Con oídos de madre y con agudos sentidos maternales.

Arrancó sus labios de los suyos y se volvió con los ojos medio
asombrados, medio apasionados, hacia la puerta.
Lentamente, Nate siguió su mirada.

Y en el pasillo estaba Natasha de pie, mirándolos con sus


maravillados ojos muy abiertos.

Luego el rostro de Natasha se dividió en una exquisita y alegre sonrisa


y la pequeña niña rompió en una carrera.

Antes de que Lily pudiese desenredarse de sus brazos, Natasha se


estrelló contra ellos, tirando sus brazos alrededor de sus cinturas y
enterrando su cara en el espacio libre en medio de ellos.

Ese momento para Nate, quien nunca había tenido un momento así
en toda su vida, fue tan profundo que casi le hizo caer de rodillas.

Pero tuvo que mantenerse de pie para ayudar a Lily y a Natasha ya


que ambas estaban reclinadas hacia su cuerpo y en sus brazos.

La mano que Nate tenía en el rostro de Lily cayó en la parte trasera


del cuello de su hija.

La cabeza de Lily se levantó de su sobria contemplación de Natasha,


la niña todavía presionada a sus costados. Notó, cuando miró a los
sorprendentes ojos azules de Lily, que había tenido tiempo para volver a
estar bajo control.
213
Lo miró directamente a los ojos y susurró con fiereza:

—Esto no cambia nada.

Negó con su cabeza y le sonrió, sabiendo que estaba equivocada.

Suavemente, todavía negando con su cabeza, Nate le informó de este


importante hecho:

—Te equivocas, cariño. Lo cambia todo.


16
Laura

L
aura estaba sentada bebiendo su té y viendo tanto al amigo
de Lily, Fazire, como a su marido, Víctor, enfrentándose
silenciosamente.

Y al hacerlo, se preocupó.

Este extraño Fazire, sorprendentemente, no parecía asustado de


Víctor. Ni siquiera parecía asustado de Nate y casi todo el mundo estaba
asustado de él. Su hijo era esa clase de hombre, dinámico, magnético, alto,
fornido. Tomabas un vistazo de él y sabías que, sin importar qué, no
debías meterte con él.

214 Víctor era más viejo, más suave, pero aún mantenía una cierta
amenaza por la que sólo Laura y, hace ocho años, Lily, pudieron ver a
través.

Por desgracia, parecía que Fazire podía ver a través de ella también.

A Victor obviamente no le gustaba eso. Había puesto una gran


cantidad de esfuerzo en perfeccionar su legendaria amenaza.

—Están tardando mucho. Niña Tash, ve a ver lo que están haciendo


—ordenó Fazire, con los brazos aún cruzados sobre su pecho, su cabeza
todavía inclinada hacia atrás absurdamente para mirarlos bajo su nariz
inclinada, como si estuviera acostumbrado a una mayor altura.

—Déjalos. Tienen cosas que discutir —contradijo Victor mientras


Natasha comenzó a hacer lo que se le pidió. La niña miró a Víctor y luego
se acomodó en el sofá de nuevo y se volvió hacia Laura.

—Hay un montón de álbumes de fotos, montones y montones. A Fazire


le gusta tomar fotografías. —Natasha explicó su idea de niña de lo que les
estaba tomando a sus padres tanto tiempo.

Laura esperaba en silencio que hubiera cientos de álbumes.

Miles.

—No puedo esperar para ver las fotos, mi amor. —Laura le sonrió a su
nieta entonces, como había querido hacer desde que la vio, ella tocó la
suave piel de su mejilla—. ¿Sabes lo encantadora que eres? —preguntó,
sobre todo porque no podía evitarlo.

La respuesta de la niña la sobresaltó y fascinó.

Natasha asintió alegremente.

—Oh sí, mami me llama la chica más hermosa en el mundo entero. —


Ella se rió de sí misma ante esta idea, como si fuera divertida, como si no
fuera la verdad absoluta.

Laura pensó que ella era la niña más hermosa que había visto nunca.
¿Quién hubiera pensado que las intensamente masculinas facciones de
Nathaniel en forma femenina e infantil podrían ser tan sorprendentes?

—Tash —llamó Fazire en advertencia y dejó caer la barbilla para


215 mirar hacia ella de una practicada manera que esperaba obediencia.

—Oh, está bien —cedió Natasha, sonando como si simulara


contrariedad y se deslizó hasta el extremo del sofá, se puso de pie y saltó
por la puerta.

En el momento en que se perdió de vista sobre el hueco de la


escalera, Víctor se abalanzó.

—Ellos necesitan tiempo juntos —le espetó a Fazire.

Fazire se volvió hacia Víctor y negó con la cabeza lentamente.

—No lo necesitan. —Cada palabra se dijo con absoluta certeza.

—Hay cosas que Nathaniel tiene que explicar. —Víctor estaba


inclinado hacia adelante en la cintura, tratando de mantener la calma.

Una mirada a su marido y Laura dijo con dulzura:

—Victor.
Laura sabía que este Fazire significaba mucho para Lily. Había oído a
Lily hablar de él, le contó a Laura historias acerca de él. Era mucho más
joven que lo que Laura hubiera adivinado, teniendo en cuenta que estaba
con la familia de Lily antes de que naciera y él parecía estar en sus
cuarentas.

Eso simplemente no le impediría a Victor irse cabeza-a-cabeza con él


en la sala de Lily en esta —su primera y más delicada— visita.

Fazire, aun sin ver ninguna amenaza notoria de Víctor, replicó:

—Entonces él debería explícamelas a mí. Yo fui el que estuvo de pie


fuera de su puerta cuando su hija le dijo a Lily que él estaba muerto. Yo
fui el que estuvo de pie mirando a los ojos devastados de una chica
embarazada de veintidós años, que estaba sola en el mundo, excepto por
mí. Yo fui el que llamó a la ambulancia cuando la sangre se derramaba
fuera de ella y casi perdió a Natasha. Yo he estado a su lado todos estos
años, mientras él vivía a dos horas de distancia y no se molestó en recorrer
la distancia para llamar a la puerta de entrada.

El rostro de Víctor se estaba poniendo de un tono alarmante de rojo y


Laura se puso de pie para poner una mano en el brazo de su marido. Cada
palabra que el hombre dijo resonó en ellos como martillos.

216 Fazire no había terminado.

—Y yo fui a quien ella llegó después de que se hubiera ido de su casa


hace unos días, intentando finalmente decirles sobre Natasha, sobre lo
cual ella había estado hablando de hacer desde que nació Tash. Incluso se
había sentido culpable por ello, no ir a ustedes, a pesar de que ella ha
tenido apenas dos libras con las que arreglárselas durante ocho años. Yo
fui el que vio el estado en que se encontraba cuando regresó y yo fui el
primero en ver los moretones que tú le provocaste.

El color rojo en las mejillas de Victor estaba allí ahora por otro motivo.

—Pensamos que había… —comenzó Víctor.

—No importa lo que ustedes pensaron —lo interrumpió Fazire—.


Cualquier persona que pasa una hora en compañía de Lily sabe que es
digna de una caminata por la ladera de un volcán traicionero y
amenazante para recuperarla, y mucho menos un paseo de dos horas en
automóvil.
Por último, después de haber dicho lo que tenía que decir, Fazire se
dio la vuelta y los despidió, sorbiendo delicadamente de su taza de té. Él
distraídamente observó como la Sra. Gunderson se paseó en la habitación,
le echó un vistazo, parpadeó como si le comunicara que su corto y efectivo
discurso estuvo bien declarado y entonces salió de nuevo.

Laura decidió jugar a mediadora.

—Todos tenemos que llevarnos bien, por el bien de Nathaniel y de


Lily. Por el bien de Natasha.

La mirada de Fazire se deslizó hacia ella.

—No hay un “Nathaniel y Lily”. Ella no lo aceptará. Lily ya terminó


con su hijo. Y, por desgracia, les puedo asegurar que la Lily que
conocieron hace tantos años no es la Lily de hoy. Cuando la Lily de hoy no
acepta algo, simplemente no sucede.

Laura sintió una sensación de hundimiento en su estómago y sus


ojos consternados volaron hacia su marido, pero él estaba mirando a
Fazire y Laura vio que Víctor estaba sonriendo.

—Lo que tú no sabes, Fazire —proclamó Victor—, es que cuando mi


hijo quiere algo, encuentra una manera de conseguirlo.

217 Fazire se enfrentó de nuevo con Víctor.

—Ya veremos.

En ese momento, hubo un gran clamor proveniente de la escalera y


Natasha bajó, con una sonrisa de oreja a oreja y con un álbum de fotos.
Ella corrió a la sala y lo colocó de golpe en la mesa delante de Laura.

—Aquí está el primero que deberíamos mirar. Es el más reciente pero


tiene las mejores fotos, ja…más —anunció.

Lily y Nathaniel la siguieron más lentamente, ambos cargando


álbumes. Lily entró en la habitación con sus mejillas sonrojadas, dándole
un aspecto más sano y vivo de lo que la habían visto en estos últimos días.
Sin embargo, sus ojos eran cautelosos.

Nathaniel, por otra parte, entró luciendo muy complacido acerca de


algo.

Laura miró a su esposo y esa sensación de ansiedad se aligeró


maravillosamente.

Antes de que alguien pudiera decir algo, otro gran bullicio vino del
vestíbulo.

—Llego tarde, llego tarde. —Escucharon antes de ver el cuerpo detrás


de la voz—. Sé que llego tarde. Tesco 5 estaba atestado de gente. The
Witches Dozen era una casa de locos. Apenas…

Entonces la puerta se llenó de una alta dama mayor, muy bonita, que
lucía un poco como Elizabeth Taylor. Llevaba un largo caftán amatista
liberalmente hilvanado con plateado. Ella acentuó esto con una gran
cantidad de joyas plateadas que tintineaban ruidosamente y zapatillas tipo
mulas púrpura de tacón muy alto puntiagudas, adornadas con lentejuelas.
Llevaba una caja de panadería y cuatro bolsas de Tesco colgando.

Ella se detuvo en seco ante lo que vio. Primero a Natasha de rodillas


en el suelo, abriendo un álbum. Luego sus ojos se dirigieron a Laura.
Luego a Victor de pie junto a Laura. Luego a Fazire frunciendo el ceño
ferozmente. Luego a la ruborizada Lily.

Por último, más cercano a ella, divisó a Nate.

Al verlo, sus ojos se desorbitaron cómicamente, su boca cayó abierta y


se quedó mirándolo embobada abiertamente.
218
A segundos de su atónita contemplación, ella apartó su estupefacta
mirada de Nate para mirar a Lily. Sus ojos se estrecharon en el rostro de
Lily, luego se dirigieron de nuevo a Nate.

Después de un momento, su boca se cerró de golpe otra vez y pareció


llegar a alguna conclusión. Entró en la habitación, directo hacia Nathaniel
y Laura contuvo el aliento.

—Tú —afirmó, esa única palabra restallando con significado luego


inmediatamente su rostro se fundió en una sonrisa absolutamente
impresionante—, debes ser Nate.

Ella se inclinó y lo besó en la mejilla.

La respiración de Laura salió de prisa y, si no estaba equivocada,


también escuchó a Victor hacer lo mismo.

5Tesco: Es una cadena multinacional de locales de venta al por menor con sede en el
Reino Unido.
Nate se acercó a la mesa, dejó los tres álbumes de fotos en ella y
volvió a la mujer.

—Tomaré eso. —Y sin esperar respuesta, la despojó de la caja y dos


de las bolsas.

—¡Galante! —declaró casi en un grito, como si él se hubiese arrojado


en persona sobre un charco para que ella no hubiese tenido que mojar sus
elaboradas zapatillas tipo mulas. Laura estaba intensamente aliviada de
que todos sus años inculcando un comportamiento propio de un caballero
en su hijo finalmente estaban dando sus frutos.

—Puesto que Lily parece incapaz de hablar y Fazire no es cortés ni en


el mejor de los momentos, voy a presentarme —anunció ella—. Soy Maxine
Grant, amiga de la familia. —Estaba mirando a Nate cuando dijo esto, pero
entonces sus ojos se trasladaron a Laura—. Tú debes ser Laura —declaró
amablemente.

Laura asintió y caminó hacia la otra mujer, con la mano extendida.

Maxine, Laura aprendió rápidamente, no era del tipo de mujer que


estrechaba manos. Cuando sus manos se encontraron, las de Maxine se
cerraron sobre las de Laura firmemente y, con un fuerte tirón, jaló a Laura
hacia adelante y la besó en una mejilla.
219
Después de esto, sus ojos miraron por encima del hombro de Laura y
divisó a Victor. La calidez en su rostro y en su voz se congeló.

—Y, presumiblemente, usted es Victor.

Victor, que lo estaba pagando muy caro —incluso Laura tenía que
admitir que se lo merecía, sin importar lo mucho que lo amara y
comprendiera sus acciones— por su comportamiento de unos cuantos días
antes, asintió e interpretó correctamente que él no iba a recibir ningún
beso en la mejilla.

—Maxine —proclamó Fazire su nombre como si estuviera a punto de


hacer un anuncio real—, olvidas de que esta no es una reunión familiar
feliz.

La cabeza de Natasha se alzó de golpe con sorpresa.

—Sí lo es, acabo de ver…


—¡Bien! —gritó Lily, interrumpiendo a su hija, avanzando y colocando
sus álbumes en la mesa con los demás—. Es hora de los refrigerios.

Laura vio a Nate sonreír mientras miraba a Lily y ante esa vista,
Laura sintió esa sensación de aligeramiento en su vientre mientras ésta
volaba a las estrellas.

Lily caminó de regreso hacia Nate, ignoró su devastadora sonrisa, de


hecho, ni siquiera lo miró a la cara, y sacó la caja y bolsas de sus manos.
Hizo esto con mucho cuidado, como si el contacto con su piel la quemaría
como ácido. Se movió diligentemente hacia la puerta y por encima del
hombro dijo:

—Maxine, ¿te importaría ayudar?

Sin más preámbulos, ambas mujeres salieron de la sala.

Todo el mundo permaneció de pie y esperó, luego Fazire hizo una


peculiar proclamación.

—Yo tengo un poco de canalización que hacer —pisoteó hasta la


puerta, se giró y se quedó parado, atravesando a todos y cada uno de los
adultos en la sala con una mirada fulminante—, un montón. —Entonces
salió dando pisotones.

220 Antes de que nadie pudiera reaccionar, Natasha llamó:

—Papi, ven a echarle un vistazo a esto.

La mirada de Nate se movió a su hija y sus ojos se calentaron casi


palpablemente. Laura notó que él estaba feliz. Notó que, a pesar de que
ella no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, sea lo que sea que estuviera
ocurriendo, Nathaniel pensaba que eso iba bien.

Laura sintió la tensión aflojarse completamente en ella cuando Nate


fue a sentarse en el sofá. Él se estiró y atrajo suavemente a su hija entre
sus piernas. Juntos, con sus dos cabezas idénticamente oscuras
inclinadas, miraron en el álbum.

Victor se trasladó para unirse a ellos mientras Laura se quedó de pie


indecisa.

—Creo —dijo y todos los ojos se volvieron hacia ella—, que iré a
ayudar a Lily y a Maxine.
—Hazlo, amor. —Victor le dio un guiño alentador pero Laura esperó la
aprobación de Nathaniel.

Las comisuras de su boca se elevaron casi imperceptiblemente y él


asintió una vez.

No necesitó más ánimo y casi salió corriendo al pasillo.

Hace ocho años, Lily Jacobs había entrado en sus vidas y todo había
cambiado. Laura no habría podido explicar cómo sucedió si alguien la
estuviera obligando a hacerlo con una pistola apuntada a su cabeza. Era
simplemente un hecho, que Lily se suponía que estuviera con ellos, como
parte de su familia.

Ella encajaba.

Entonces sucedió algo terrible —y Laura estaba tratando muy duro de


no pensar en lo que era ya que era demasiado doloroso de soportar.

Ahora, no sólo Nathaniel, sino todos ellos tenían trabajo que hacer
para reconquistar a Lily, ganar su confianza y traerla de vuelta a su
legítimo lugar.

A medida que se acercaba a la parte trasera de la casa donde vio la


cocina, aminoró la marcha cuando oyó las voces.
221
Laura no era el tipo de persona de escuchar a escondidas, de hecho,
encontraba espantosa la idea en sí. Pero algo sobre las voces susurradas
de Lily y Maxine, sus tonos, la hizo detenerse. Ella se apretó contra la
pared para no ser vista y escuchó.

—Lily, háblame —le estaba insistiendo Maxine—, dime lo que ha


pasado.

—Nada —contestó Lily e incluso Laura, que no podía ver su rostro,


supo que era una mentira. También fue dicho en un tono que indicaba
claramente que no pensaba hablar de ello.

—No me dijiste que él era tan bien parecido —dijo Maxine y Laura oyó
el ruido de las bolsas crujiendo.

—Sí, lo hice —replicó Lily.

—No… lo… hiciste. Él es imposiblemente bien parecido —señaló


Maxine.
—Maxine, no quiero hablar de esto —afirmó Lily con firmeza.

—Increíblemente apuesto. —Maxine no se dejó intimidar—. No le


hiciste justicia cuando lo describiste.

—¡Maxine! ¡He producido poesía sobre la apariencia de Nate durante


años!

Ante eso, Laura sonrió para sí y se acercó más a la puerta, cuidadosa


de no acercarse demasiado y ser vista.

—Aun así no le hiciste justicia —murmuró Maxine.

—No voy a hablar de esto —estalló Lily, claramente perdiendo la


paciencia.

—Entonces hablaremos de por qué te ruborizas. —Maxine era como


un perro con un hueso, no iba, pensó Laura con deleite, a dejarlo ir.

—No me estoy ruborizando —negó Lily y, pensó Laura, mentía.

—¡Sí!

—Maxine, basta. —El tono de Lily estaba lleno de advertencia.

—No. ¿Qué sucedió? ¿Él dijo algo? ¿Hizo algo? Espero que sí haya
222 hecho algo —dijo fervientemente.

—Maxine…

—Lily, cariño, puedes contarle a la vieja Maxie.

—¡Me besó! —pronunció Lily en un incrédulo susurro.

Esto fue recibido con silencio y Laura, ella misma sorprendida de la


frontal actitud de su hijo, se inclinó incluso más cerca de la puerta para
oír la reacción de Lily.

Finalmente, Maxine rompió el silencio.

—¿Le devolviste el beso?

—¡No! ¡Sí! Bueno, no la primera vez —respondió Lily.

—¿Te besó dos veces? ¿Qué tan tarde llegué yo? —preguntó Maxine
en un grito apagado.
Lily no se molestó en responder eso.

—¿No fue agradable? —insistió Maxine.

—Sí, fue agradable. Siempre fue agradable con Nate —dijo Lily con
esa voz que dejaba en claro que no estaba feliz con que fuera agradable.

—Apuesto a que fue bueno —murmuró Maxine. Luego lanzó un


conjunto de rápidas preguntas—. ¿Hablaron? ¿Se explicó? ¿Dijo algo?

Silencio.

Maxine insistió.

—Debe haber dicho algo, debe haberte contado por qué no vino a ti.

Más silencio.

Maxine insistió con Lily.

—Quiere casarse contigo.

Completo silencio.

»¡En dos meses! —Ahora, Maxine perdía la paciencia.

»No voy a hablar de esto.


223
—¡Lily!

Hubo un agudo sonido como si algo fuera golpeado contra un


mostrador.

»¡Me prometió que nunca me iba a dejar ir! ¡Me dijo que me cuidaría!
—siseó Lily.

—Cariño… —Esto fue dicho para aplacar y Laura no tenía que estar
en la habitación para ver a Lily para saber qué sentía. Era claramente
aparente por la emoción que temblaba en su voz.

—No, Maxine. Tú entre todas las personas deberías saber cómo ha


sido, lo que hemos pasado. No. Me lo prometió. —Se interrumpió, incapaz
de continuar con su pensamiento, luego continuó—. Durante ocho años,
pensé que estaba muerto.

Hubo un sonido de movimiento y luego:


—Lo sé, cariño, pero no está muerto y está aquí y…

Lily interrumpió a su amiga, su voz ahora era amarga y el sonido de


la misma rompió el ya herido corazón de Laura.

—Le creí. Confié en él. Y no vino por mí. Pensó que lo había
abandonado, así de simple. —Laura oyó algo romperse—. Que yo lo dejé.
¡Es ridículo! Y sin explicación, sin razón, simplemente me levanté y me
mudé después de lo que había sucedido entre nosotros. No vino a
buscarme. Incluso si pensó que yo lo había abandonado, no vino por mí,
para pedirme que le explicara, para convencerme de que regresara a casa.
Mintió. Dijo que no me dejaría ir y lo hizo, sin decir una palabra, sin hacer
nada para evitarlo.

Maxine habló.

—Quizás deberías hablar con él, quizás tenga una explicación.

Los sonidos de trabajo regresaron.

—Ya es demasiado tarde y no sirve para nada —devolvió Lily—.


Hemos tenido dificultados, no… yo he tenido dificultades. Tuve que
depender de Fazire y de ti y… y… ¡él tiene a un hombre que puede
transferir siete millones de libras en la cuenta bancaria de una persona en
un día! ¡Lo has visto! Me arrastró a una habitación con abogados y
224
amenazó con quitarme a mi hija. Pensó lo peor de mí. Pensó que era una
frívola y atontada idiota que fue y quedó embarazada y luego se lo
escondió durante años. —Laura oyó los decididos sonidos de Lily
manteniéndose ocupada—. Él no puede explicar eso. No quiero oír nada de
lo que tiene que decir. Se terminó. Nos pondremos de acuerdo en un
horario de visitas y tendré que verlo cuando venga a buscar a Tash y
cuando la traiga a casa. Eso es todo. El fin.

—Lily, no puedo evitar pensar que estás cometiendo un error —


advirtió Maxine y Laura sintió un momento de esperanza.

Luego, ante las siguientes palabras de Lily, su esperanza murió.

—No, ya cometí ese error, hace ocho años. Ahora me estoy


protegiendo. No podría resistirlo si sucediera de nuevo y, Maxie, necesito
que me apoyes.

Más ruidos y luego un ahogado:


—Sabes que lo haré. Siempre lo he hecho. Quiero lo mejor para ti.

La conversación terminó y Laura se quedó parada en el corredor,


preguntándose qué hacer.

Debería, por supuesto, contarle a Nathaniel.

Debería intentar hablar con Lily, contarle de Nathaniel y por qué él


pensaría que ella lo abandonaría. Cielos, Laura sabía en su corazón que
aunque nunca se lo había dicho, Nathaniel la había dejado ir. Laura
quería explicar todo lo que era su hijo porque ella sabía, sabía, que Lily
comprendería.

Pero no lo correspondía.

Nathaniel no le agradecería que compartiera la información sobre su


antigua vida. Lo llevaba como una insignia de honor at mismo tiempo que
lo escondía como un sucio secreto.

Laura, como Victor, pensaba que Nate podía hacer cualquier cosa.
Ella pensaba esto porque él lo había probado una y otra vez. Él no
necesitaba a nadie, había cuidado de sí mismo desde que había nacido.
Nunca había pedido nada desde que ella lo conocía, si lo quería, lo
conseguía.

225 Esta vez, aunque él no lo sabía, necesitaba a su madre.

Y ella iba a estar ahí para él.

Laura esperó hasta que hubo el suficiente tiempo para que las dos
mujeres en la cocina se aseguraran de que ella no había oído nada y luego
entró, sonriendo brillantemente.

Una vez en la habitación, Laura preguntó:

—¿Puedo ayudar?
17
Lily

E ra casi tiempo de cerrar y Lily, atrapada en sus pensamientos —


la mayor parte de ellos no muy buenos, el resto de ellos
sumamente confusos— estaba sentada detrás del mostrador del
“Flash and Dazzle”, la tienda de Maxine y Lily en la ciudad.

Lily había comprado la tienda hace varios años usando los fondos
sobrantes de la venta de su casa de la infancia. Ella los había guardado en
caso de que algún desastre ocurriera y en esos días, los desastres
sucedían con una alarmante frecuencia: el refrigerador se rompió (dos
veces); el embrague se salió del auto; la lavadora se desbordó e inundó la
casa. Al principio, Fazire se ocupaba de ellos con un movimiento de su
226 muñeca pero el Magnífico Gran Genio Número Uno lo había atrapado y
advertido que si lo hacía una vez más, sería considerado como el último
deseo de Lily y tendría que dejarlos. Y no había manera de que Lily
permitiera que Fazire los dejara, él era la única familia que tenían.

Fazire había estado furioso, realmente no podía conseguir un trabajo


porque no tenía ninguna habilidad, excepto la magia, y además, él no
existía en el mundo humano y no tenía pasaporte ni licencia de conductor.
Había comenzado su viaje aéreo a Indiana hace ocho años en la botella
abierta en el compartimiento de equipaje, se formó y hechizó en el área de
pasajeros para sentarse con Lily. No podría conducir un auto, le
asustaban. “La maquinaria,” decía con un estremecimiento para ocultar su
miedo, “es común”. En aquellos días, él no podía hacer mucho para
ayudar, excepto problemas sin magia. Sin embargo, tampoco podría ir en
contra del Magnífico Gran Genio Número Uno, las consecuencias serían
nefastas.

Por lo tanto, por años Fazire había estado sin magia a excepción de
flotar, por supuesto, y de la creación ocasional de tres helados con
chocolate derretido.

Afortunadamente, Flash and Dazzle había estado volviéndose popular


y lo seguía siendo. Cada artículo en la tienda era hecho a mano por
diseñadores y artistas talentosos, cada pieza era única de su clase. Dos de
sus diseñadores de joyería se habían vuelto inmensamente populares y
Maxine había encontrado a esta mujer que hacía los más finos, más
encantadores, suéteres hechos a mano que Lily había visto alguna vez. La
gente venía desde lejos a comprar un suéter de ese tipo, un vestido o una
pieza de joyería.

Maxie había querido ampliar y abrir una tienda en Bath, pero no


tenía el dinero suficiente para hacerlo. Pues ella había ayudado
increíblemente a Lily a lo largo de los años, Lily tuvo la oportunidad e
invirtió en la expansión de Maxie. Había sido una buena inversión,
aumentando sus ingresos solo lo suficiente para hacer que su situación
financiera cambiara de “crítica” a simplemente “grave”.

Maxine ahora pasaba su tiempo yendo de una tienda a otra,


deslumbrando a sus clientes con su personalidad extravagante, clientes
que vinieron por mercancía pero regresaron por otra dosis de Maxie, y
cuidando a sus empleadas como si todas fueran sus hijas favoritas.
227 Lily administraba lo que ahora consideraba como “su” tienda. Ella
había estado trabajando allí —a excepción del breve tiempo que vivió en
Londres y el tiempo que no había podido trabajar debido a su embarazo de
Tash— por casi una década. Amaba el lugar, mantuvo las flores en la
jardinera de la ventana y el exterior de las tinas brillantes y alegres todo el
año. Ella diseñó las muestras de los artículos con minuciosidad. Se
encargó de sus propios empleados y de todos los variados y diversos
problemas de chicas como si fueran sus hermanas pequeñas. Era perfecto
pues Lily podía caminar al trabajo y así no abusar de su obstinado auto.
Podía tener sus propias horas. Y podía tener a Tash allí siempre que
deseara.

No era exactamente comparable a ser una novelista galardonada, de


alta sociedad, éxito en ventas pero ponía alimento en su mesa.

Ese día, como cada día, Lily llevaba ropa y joyería que compró en la
tienda al por mayor o no habría sido capaz de pagarlas, Flash and Dazzle
era una tienda muy exclusiva. El vestido de Lily era color salmón con
tirantes finos y delicadas flores rosa fuerte bordadas en él. La blusa le
quedaba como un guante en su torso para soltarse ligeramente en las
caderas y caía hasta terminar a mitad del muslo. Vestía esto con un par de
sandalias rosa fuerte y un conjunto de brazaletes de brillantes colores, con
incrustaciones de brillo en todos los tonos de salmón, melocotón y color
rosa tintineando en su muñeca.

Lily no tenía ninguna idea de que un vistazo de ella, con estilo


deportivo del inventario de Flash and Dazzle, hacía la mayoría de las
ventas en la tienda (aunque Maxine sabía esto, con certeza).

Tampoco tenía idea de que, incluso en su estado actual de delgadez,


su gloriosa belleza no se había desvanecido con los años, de hecho, se
profundizó con la madurez. Su angustia había agregado solamente un
encanto misterioso.

Ella nunca había aceptado su belleza y todavía no sabía


completamente que existía. Tenía la sensación de que ya no era el patito
feo, sin embargo. No era sorda o ciega y ciertamente no era estúpida.

Ella estaba, ese día, evitando su hogar. Era sábado, había sido el
miércoles cuando Nate y los Roberts habían venido a conocer a Natasha.
Nate estaba de regreso hoy, arreglando las lecciones de equitación para
Natasha. Éste era el deseo más desesperado de su hija, pero como las
228 lecciones cuestan casi cuarenta libras por hora, Lily no había podido
pagarlas. Había estado ahorrando para regalárselas en Navidad. El hecho
de que Nate podía pagarlas sin pestañear, Lily lo encontraba bastante
molesto.

Ahora, Lily tenía siete millones de libras en el banco, dinero que


Alistair estaba arreglando para poner en el fidecomiso de Natasha. Lily no
iba a tocar ni un solo centavo.

Ella decidió esto tercamente, aun cuando Fazire intentó convencerla


para mantener algo, para acabar los últimos cuartos en la casa, esto
incluía toda la planta baja con jardín, que aún no se había tocado y las
tres habitaciones que no había comenzado en el piso superior, por no
mencionar su desastre de dormitorio. Fazire le dijo que pusiera un poco en
los ahorros y le diera más a Maxine, que deseaba abrir otra tienda en
Cheltenham. Él intentó, con gran determinación, a través de la
conversación, flotando peligrosamente cerca del techo, para convencerle a
que invirtiera en su propio futuro.
Lily no quería oír ni una palabra de eso.

No era su dinero. Era dinero de Nate y ahora dinero de Natasha.

Y eso era todo.

Y Lily había tomado otra decisión, ésta estratégica.

Había decidido evitar a Nate por completo y no vaciló en poner ese


plan en particular en acción.

Lily no había estado en casa cuando Nate llegó esa mañana. Dejó a
Fazire vigilando a Natasha y entregársela a Nate cuando llegara. Fazire, de
casualidad, convino sinceramente con su “Plan de Evitar a Nate”.

Ni siquiera quería reunirse con él en la sala de conferencias con los


abogados, en vista de que la vez última la había apoyado contra una pared
y había sostenido su cara como si fuera la pieza más fina de cristal.

Ciertamente no deseaba estar sola con él, teniendo en cuenta que la


última vez que habían estado solos, él la besó.

¡La besó!

Fue una locura y era, simplemente, inaceptable.

229 Ella se perdonó para regresarle el beso. Había estado deseando besar
a Nate por ocho largos años, deseando tocarlo, sostenerlo, tenerlo de
vuelta y nunca, nunca dejarlo ir. Se lo permitió dárselo en un momento de
debilidad, solo una vez.

Pero no otra vez. Nunca otra vez.

El resto de ese día, cuando Natasha conoció a Nate y a los otros


miembros de su creciente familia, había ido relativamente bien. Lily se
había sorprendido por la aparición de Víctor y Laura pero, si ella podía
manejar a Nate, sin duda podría tolerar a Víctor y a Laura por algunas
horas.

Se habían servido las golosinas de Maxine y tuvieron más té y café. La


conversación fue incómoda y forzada y en su mayoría hecha por los
disparates emocionados de Natasha, las bromas hilarantes de Maxine y los
suaves, comentarios cuidadosos de Laura.

Entonces Laura sugirió una caminata en la orilla de la playa, lo que


animó a Lily con gran ilusión, corriendo por las escaleras para arrastrar a
su genio fuera de su botella —Fazire furiosamente estaba contactando a
sus amigos para contarles el episodio más reciente de la saga de Lily— y
planear su estrategia con su siempre útil amigo.

En el último minuto, Lily explicó que acababa de recordar un recado


urgente que tenía que realizar. Nate le había dado una mirada que era a la
vez molesta y paciente y, más irritada sabiendo que ella lo había ignorado.

Dio sus breves despedidas e hizo caso omiso a la mirada


decepcionada de Laura. Ella corrió hacia su Peugeot, persuadiéndolo para
que se encendiera y se fue tan rápido como el pequeño auto la podía llevar,
el cual, obviamente, no era muy rápido.

Fazire, tal y como estaba previsto, llamó a su celular cuando la costa


estaba despejada.

Ella y Fazire habían arreglado cuidadosamente su siguiente táctica


para evitarlo.

A menos que Fazire la llamara, Lily trabajaba en la tienda todo el día


e iba al supermercado después. Esto, esperaba, le daría a Nate el tiempo
suficiente para tener su visita con Tash e irse. Las lecciones de equitación
no duraban todo el día, solo una hora. Aun así, más de una botella de vino
230 la noche anterior, Lily y Fazire habían hecho media docena de excusas
para que ella se fuera inmediatamente otra vez en caso de que Nate
siguiera estando allí cuando llegara a casa —lo cual no haría que él
realmente supiera que ella lo estaba evitando.

Alistair la animó a evitar a Nate, incluso lo exigía. Estaba trabajando


actualmente con los abogados de Nate para organizar un horario de visitas
y dejar claro que Lily no tenía ningún interés en lo que llamaban una
“reconciliación”.

Los abogados de Nate se negaban incluso a abordar el tema de las


visitas, exigiendo la reconciliación y habían llegado tan lejos como para
presentarle a Alistair un acuerdo prenupcial. Esto, Alistair volvió después
de que Jane lo hubiera destrozado. Alistair no lo leyó y ciertamente no le
dio a Lily la oportunidad de hacerlo, aunque ella hubiera querido, no lo
hizo.

Trató de no pensar en lo que Nate le había dicho mientras estaban


recogiendo los álbumes de fotos a pesar de que no estaba lo bastante
satisfecha. Él pensó que ella lo había dejado, lo que era absurdo, y esto la
confundió. No había ido tras ella y eso la enfureció. Que él no sabía que
Jeff y Danielle habían conspirado para mantenerlos separados era obvio.
Que él aceptó que lo había dejado sin tratar de descubrir por qué, la dejó
pasmada. Sobre todo porque, claramente estaba tratando de tenerla de
vuelta.

Por otra parte, cuando pensó que ella se había ido, no había ningún
niño implicado. Ahora había y si Lily entendía algo, era la importancia de
la familia. Lily ni por un segundo pensó que la deseaba a ella sino que las
quería a ambas. Era más que probable que Tash, con Lily como compañía
y compañera de la cama dispuesta ayudara a endulzar el trato.

Y Lily no quería saber nada de eso.

Era la hora de cerrar y por lo general Lily estaba feliz de ir a casa a


Tash y Fazire un sábado cuando comerían pescado y patatas fritas y
darían un paseo a orillas del mar o verían un DVD. A Tash le gustaba
Pixar, a Fazire le gustaba los Westerns, a Lily no le importaba lo que veían.

En cambio, cerró las puertas, muy lentamente, poniendo en orden la


tienda, bloqueando la caja registradora y buscó las tareas más duraderas
para retenerla. Luego fue a Tesco y en vez de correr por la tienda en su
frenesí normal de madre ocupada, comprobó etiquetas de los productos,
231 cantidades asignadas y pasó grandes períodos de tiempo contemplando los
inventarios de la despensa en su casa antes de decidirse comprar.

Llenó el auto, colocando cuidadosamente cada bolsa de manera


segura en el maletero como si las catalogara por su posición. Era extraño,
tener tiempo en sus manos. Era una sensación extraña que no había
tenido en mucho tiempo, no podía recordar la última vez que lo tuvo.

Sí, podía, cuando vivía en Londres con Nate.

Luego se acercó de nuevo a la tienda de compras para devolver su


carro, tarareando para sí misma de brazos cruzados como si tuviera todo
el tiempo del mundo.

Entonces, contra su voluntad, por primera vez en su vida, se fue a


casa.

Un brillante, elegante, auto deportivo estaba estacionado en el frente


de su casa, eliminando toda esperanza de que Nate ya se hubiera ido y
Fazire simplemente hubiera olvidado el teléfono.

Ella expertamente, con años de práctica, estacionó en paralelo el


Peugeot en el lugar detrás del Aston Martin —Nate, vio, no había cambiado
su predilección por los autos rápidos—, preparándose mentalmente para lo
que estaba por venir. Sopesó sus excusas, decidiendo que era mejor, un
viaje de emergencia al centro comercial porque su secador de pelo estaba
roto, lo cual no era cierto, pero todo el mundo sabía que una mujer no
podía vivir un solo día sin su secador de pelo.

Sacando tantas bolsas como fuera posible de la cajuela, luchó, con los
brazos cargados, a la casa.

Estaba apenas a la mitad del camino cuando la puerta se abrió.

—¡Mami! —Natasha salió volando con su fogosidad habitual, seguida


con urgencia por Fazire que tenía una mirada en su cara que sólo podía
ser descrita como “tormentosa”—. ¡No lo cree... rías! —gritó Natasha
emocionada.

Nate siguió a Fazire y Lily contuvo su reacción al verlo saliendo


casualmente de su casa. No podía contar las veces que ella había soñado
con que esa misma visión se volviera real.

Le resultaba enormemente molesto que él fuera más carismático, más


232
atractivo, más apuesto que hace ocho años. Llevaba vaqueros y una
camisa de cambray de manga larga, las mangas enrolladas parcialmente
en sus antebrazos y se veía inmensamente masculino.

—¿Creer qué? —preguntó Lily, tratando de sonreír a su hija feliz al


mismo tiempo, haciendo caso omiso de Nate y encontrándolo difícil.

Decidió que eso, también, le molestaba.

Fazire caminó hacia ella, mostrándole una mirada llena de ira apenas
contenida.

Murmuró mientras pasaba:

—Tash confiscó mi móvil lo que sea y no me permitió utilizar la línea


de casa.

Entonces, ante ese extraño anuncio, fue hacia la cajuela para obtener
el resto de los alimentos.
—Papá ha estado muy ocupado hoy. Ocupado, ocupado, ocupado —le
dijo Natasha con deleite—. Fazire quería llamarte, pero no se lo permití
porque era una ¡sorpresa!

Nate se dirigió directamente a ella.

—Lily —saludó.

Ella le dio la mirada más breve y empezó a mirar hacia a Tash para
preguntar acerca de esta “sorpresa” cuando Nate se inclinó hacia ella. Ella
había dejado de hablar con Tash, pero ahora se echó hacia atrás para
evitar a Nate.

Él simplemente se acercó y tomó todas sus bolsas de las cuales había


cinco y él le echó un vistazo, de nuevo, molestamente conocedor. Luego
con calma, como si se hubiera llevado comestibles en su casa todos los
días durante los últimos ocho años, se volvió y entró en la casa.

Ella le fulminó con la mirada su espalda y decidió que lo encontraba


molesto también.

—¡Ven mira, vamos, vamos, vamos! —instó Natasha emocionada.

Tash la agarró de la mano y tiró de Lily hacia adelante. Lily lanzó una
mirada por encima del hombro a Fazire que llevaba las últimas tres bolsas
233 a la casa. Sus labios estaban apretados y su rostro tenso.

Fazire, Lily sabía, se tomaba la deserción de Nate personalmente. Fue,


pensó, el encargado de traer a Nate a la vida de Lily a través de su deseo. A
pesar de que Lily trató de convencerle de lo contrario, Fazire se sentía
personalmente responsable de todo lo que le pasó a Lily. Sabía que pesaba
sobre él y que estaba decidido a castigarse e incluso había ido tan lejos
como para prometer la jubilación anticipada desde la hermandad de los
genios considerando la enormidad de su error.

—¡Mamá, vamos! —exigió Tash y Lily se dejó arrastrar a la casa, las


escaleras y hasta su dormitorio.

Entonces vio su “sorpresa”.

En la puerta de su habitación, llegó a un punto muerto. Sus ojos se


abrieron. Su boca se abrió. Y se quedó mirando fijamente.

—No puedes entrar porque el piso se está secando. Volverán mañana


para poner dentro el nuevo mobiliario. ¿No es genial? Es como Changing
Rooms, excepto que no han terminado todavía. —La emoción de Tash
estaba apenas contenida, prácticamente bailaba de alegría.

La habitación de Lily se había transformado. Todos sus muebles se


habían ido, ni siquiera un rastro de ellos en el pasillo. Las paredes lisas y
estaban pintadas de azul muy pálido. La carpintería brillaba con una
nueva capa de brillo blanco. Un enorme rosetón había sido colocado en el
centro, donde también se encontraba una lámpara elegante intrincada
llena de glamour. Las cornisas también habían sido reemplazadas,
luciendo hermosas, clásicas y limpias. Los pisos fueron lijados y re-
barnizados.

Lily miró su reloj. Se fue esa mañana a las ocho. Ahora eran las seis y
media.

No podía creer que todo hubiera sido hecho en ese tiempo. Le tomó
seis meses pintar el pasillo.

—Había, como, siete hombres aquí. No podía creer que pudieran


entrar todos en tu habitación, pero lo hicieron. Incluso aspiraron y
limpiaron cuando se fueron así estaría ordenado cuando vinieras a casa —
explicó Tash y luego respiró con asombro—. ¿No es exuberante?

234 —Es una maravilla —murmuró Lily, ahora mucho más que molesta.
Estar más que molesta, no era divertido.

Estaba lista para la batalla.

—Hazme un favor, muñeca, y ayuda a Fazire con los comestibles. —


Tash estaba tan emocionada de lo que pensaba que era un gran gesto de
su padre, no se dio cuenta de los brillantes ojos azules de su madre—. Y,
pregunta a tu padre si puede venir aquí. Me gustaría hablar con él.

—Está bien —accedió Tash, ciega a la furia de Lily, y corrió por las
escaleras. Su entusiasmo natural se incrementó de doce niveles a
incalculable por toda la buena suerte que creía les había sucedido tras la
llegada de su padre.

Mientras esperaba, Lily paseaba por el rellano. Cada vez que se volvía
y alcanzaba a ver su habitación, su temperamento se encendía aún más
fuera de control.

Cuando alcanzó a ver la oscura cabeza de Nate tranquilamente


subiendo la escalera, sin decir una palabra, dejó de pasearse y bajó las
escaleras que les llevaron a la siguiente planta. No iba a enfrentar a Nate
en el rellano, necesitaba privacidad para lo que tenía que decir.

Caminó con enojo a la sala y se detuvo, la mano en la puerta,


mientras que Nate la seguía en silencio y entraba en la habitación. Cuando
lo hizo, ella cerró la puerta con fuerza y se volvió hacia él.

—¡Cómo te atreves! —gritó, dejando a su rabia liberarse.

—Lily. —Esto fue todo lo que dijo. Había cruzado los brazos sobre su
pecho y la observaba detenidamente. Sabía que no se perdía nada. Nunca
se perdía nada.

No es que ella tratara exactamente de ocultar su furia.

Su hermoso rostro, notó ella, su ira golpeaba la estratosfera, era


cuidadosamente cauteloso. Ella decidió que su control la molestaba más
que nada.

—¿Dónde están mis muebles? —espetó.

—Se fueron —dijo en breve.

—Tráelos de vuelta—exigió.
235 —Se han ido —indicó implacablemente como si tuviera todo el
derecho de tirar sus pertenencias sin una palabra.

Caminó hacia ella y, por desgracia, estaba de pie frente a la puerta


que ella misma había cerrado. No tenía refugio y se dio cuenta de su error
de inmediato.

En lugar de retirarse y encontrarse atrapada entre su cuerpo y la


puerta, lo que sabía, por una experiencia reciente, que iba a hacer, se
mantuvo firme y él se acercó a ella y se detuvo.

Se encontraba cerca de ella, muy cerca. Tan cerca que podía oler su
fuerte y picante, colonia terrosa. Tan cerca que podía sentir el calor de su
cuerpo. Su vientre amenazaba con tener una lección de gimnasia y
resueltamente ignoró su reacción a su proximidad. Dejarse ir una vez que
se lo permitiera, incluso lo esperaba. Ella había estado, desde luego,
suspirando por él durante años.

Hacerlo de nuevo sería un error catastrófico.


—Los quiero de regreso —dijo, apenas controlando sus emociones.

—No van a volver. Se fueron. El nuevo mobiliario será entregado


mañana.

—¿En un domingo? —dijo entre dientes con incredulidad. Casi nadie


hacía algo un domingo en Inglaterra, excepto comer un asado del domingo
y tal vez, hacer un poco de jardinería.

Nate se encogió de hombros.

Por supuesto, el omnipotente Nate McAllister con sus siete millones


de libras podría conseguir que cualquiera hiciera cualquier cosa que
quisiera.

Ella perdió el control de sus emociones precipitadas y lo que es más,


no le importó.

—Te quiero fuera de mi casa —ordenó, con los ojos en llamas, su


cuerpo rígido con furia.

—Vamos a ir a cenar —declaró Nate de forma casual como si acabara


de detenerse, ceder y decir—: Oh, bien, lo que desees.

Con esto, perdió su mente.


236 —No vamos a ir a cenar. Tú tal vez puedas llevar a cenar a Tash pero
nosotros no estamos haciendo nada —gritó.

—Ya le dije a Natasha que vamos a ir a cenar. Está deseosa.

Si no se equivocaba, él se había movido la más mínima pulgada. Ella


permaneció exactamente en donde está.

—Bueno, entonces, supongo que vas a aprender la dolorosa lección de


decirle a tu hija que no puede tener algo que quiere desesperadamente
porque no voy a cenar contigo.

Sus ojos brillaron ante sus palabras, leyendo correctamente lo que


Lily había sido obligada a aprender, a lo largo de los años, la insoportable
lección de decepcionar a su hija.

Levantó su mano y ella la miró en estado de shock hasta que la sacó


de su vista. Luego trazó su cabello en la sien, empujó su gran peso hacia
atrás y lo metió detrás de su oreja.
Los ojos de él veían el progreso de su mano y entonces se trasladaron
a ella. Habló con suavidad, reaccionando a lo que sus palabras habían
significado pero obviamente él no iba a negar.

—Sí, lo vas a hacer.

—No, lo hago.

Se inclinó de nuevo, su mano bajando de su hombro, esta vez su


movimiento no podría perderse o confundirse.

—Sí, Lily, lo vas a hacer.

Ahí fue cuando, ella se movió, poniéndose de puntillas para colocar


su rosto tan cerca de él así estaba apenas a una pulgada de distancia.

—Si piensas que puedes aparecer en nuestras vidas y voltearlas al


revés con tu dinero y poder y… lo que sea, y… y… —Ella no podía
encontrar las palabras. Estaba demasiado enojada para hablar.

—¿Y qué?

—¡No sé! —gritó en su rostro.

—No te iba a tener durmiendo en esa habitación en la forma en la que


estaba —declaró.
237
De nuevo, su boca cayó abierta con su osadía y pura arrogancia.

—¡No es tu elección! —dijo con furia.

Su mano se movió para acunar su mandíbula.

—Nunca te había visto tan enojada. —Su voz era suave y


contemplativa. La estaba viendo con calidez en sus ojos oscuros que casi,
pero no del todo, le roban en el aliento.

—Apenas nos conocíamos el uno al otro —espetó—. Nunca me has


visto un montón de cosas.

Entonces comentó en voz baja:

—Eres increíblemente hermosa cuando estás enojada.

Una vez más, lo miró embobada, tan aturdida por su cumplido


inesperado, era incapaz de reaccionar cuando él dio un paso adelante,
obligándola a dar un paso atrás para inmovilizarla contra la puerta. Su
cuerpo caliente se acercó al de ella y su mano se apretó en su mandíbula,
su otra mano se posó en la puerta al lado de su cabeza.

—Eres increíblemente hermosa siempre, pero enojada, eres magnifica


—murmuró en voz baja, su mirada cayó en su boca. El ambiente había
cambiado y definitivamente ella no estaba preparada para eso.

—Aléjate de mí —susurró, medio asustada de lo que ella haría, medio


molesta por lo que él estaba haciendo.

—Ven a cenar conmigo —persuadió, su profunda voz como terciopelo.

—No —negó obstinadamente, negándose a ceder a esa voz y tratando


de sacudir de inmediato su cabeza pero en su posición actual, era
imposible.

—Ven a cenar conmigo —repitió, como si el intercambio de palabras


que acababan de compartir no hubiera ocurrido en lo absoluto.

—¡Dije… que… no! —No esperó a que contestara de nuevo, se


apresuró a decir—. Necesitas apartarte ahora. Puedes llevar a Natasha a
cenar y traerla a casa. Entonces tus abogados necesitan acordar con
Alistair un horario para que veas a Tash. No quiero volverte a ver. No te
quiero en esta casa. No quiero…
238
—Nos vamos a casar —declaró rotundamente, una vez más su voz
suave y sedosa, y el equipo de gimnasia en su vientre empezó a hacer sus
estiramientos de calentamiento.

Puso sus manos sobre su abdomen y empujó con todas sus fuerzas.

No se alejó, en su lugar, su brazo se cerró a su alrededor como un


tornillo, aplastándola contra su cuerpo. Su otra mano cayó, llevándola a
su alrededor, más alto en su espalda por lo que sus pechos se presionaron
contra él. Su cabeza se inclinó por lo que su mirada se quedó fija en la de
ella, su boca hermosa y dura liberó una respiración.

Y entonces habló y su voz ya no era suave y sedosa, ni era gentil o


persuasiva. Fue dura, baja y llena de acero y se apoderó de ella como si
estuviera viva y respirando.

—He perdido ocho años de ti. Ocho años. No sé lo que has sufrido en
esos años, pero tienes el resto de nuestras vidas para decirme y tengo ese
tiempo para compensártelo —declaró con firmeza y luego continuó—. Esto,
Lily, te lo seguro que lo haré.

Le tomó cada parte de fuerza de voluntad que tenía para no dejar que
sus palabras penetraran su armadura. Sus manos habían sido alejadas a
la fuerza de su estómago cuando él la atrajo y ahora ella agarró la tela de
su camisa en su cintura, empujándola hacia atrás tan fuerte como podía.

—Me has hecho promesas antes, Nate —le recordó vehementemente.

—Lo sé —dijo entre dientes, sus ojos aun perforando los de ella.

—Rompiste esas promesas.

No dudó, ni lo negó.

—Lo sé.

Ella lo miró, esperando a que continuara, dijera algo, cualquier cosa


que lo hiciera mejor.

No lo hizo.

—¡Terminamos! —gritó histéricamente, no podía aguantar mucho


más.

239 —Ni siquiera hemos comenzado —prometió.

—¡No voy a atravesar por eso de nuevo! —gritó, perdida en su pánico,


perdida en sus temores. Su ira fulguró y, como de costumbre, se había ido
rápidamente y ahora sólo deseaba escapar.

Su vida puede no haber sido el cielo que había parecido cuando ella
había estado con Nate hace tanto tiempo, pero fue una buena vida, una
vida feliz y quería recuperarla.

—No tendrás que hacerlo —exclamó Nate, sorprendiéndola por la


pérdida de su propio temperamento. Ya no era frío y casual. Estaba en la
agonía de su propia tormenta personal. Ella debería haber accedido a la
fuerza de la misma porque ésta llenaba la habitación, presionando en ella
como una losa de mármol. Pero no lo hizo, no podía, había mucho que
perder.

—No te creo —acusó.

—Bien. No me creas. Pero nuestra hija tiene dos padres y por el resto
de su vida va a disfrutar de ambos. Juntos. Va a disfrutar de la seguridad
de un hogar llego de amor, de sus padres viviendo juntos, cuidando de
ella. No llevada de ida y vuelta. Sin ser obligada a ajustarse a dos hogares,
dos vidas. La viste cuando nos encontró juntos. Sabes que ella lo quiere.

—No se puede tener todo lo que quieres, créeme, Nate, lo sé. —Sus
ojos se estrecharon peligrosamente ante sus palabras, pero
imprudentemente ella continuó—. Es una lección difícil de aprender, pero
más vale que lo aprenda temprano, en lugar de criar una irremediable
soñadora como su madre y ser aplastada en algún punto del camino.

Podría haber jurado que su rostro registró el mínimo estremecimiento


pero él continuó.

—No puedes decirme, dado el poder de ofrecer lo que ella más desea,
que no moverías cielo y tierra para hacerlo —espetó.

—Se adaptará —se apresuró a decir, a pesar de que por desgracia, él


tenía razón.

Lily movería cielo y tierra para darle a Tash lo que quería, pero en ese
momento no iba a ceder un ápice.

—Estará devastada —predijo correctamente Nate.

240 —No la conoces lo suficiente para hacer ese juicio. —Lily dirigió a su
objetivo y dio en el blanco. Lo supo porque sus ojos comenzaron a brillar
con rabia y supo que su control se extendía casi hasta el punto de
ruptura.

—He cambiado de opinión —cortó—. No eres magnifica cuando estás


enojada. Eres increíblemente molesta y sorprendentemente terca cuando
estás enojada.

—¡No soy terca! —negó persistentemente.

Su rostro, si pudiera dar crédito, se movió más cerca y él cambio de


táctica tan rápidamente, su cabeza comenzó a nadar.

—Me quieres, Lily, y lo sabes.

—¡No lo hago! —Incluso sabía que era una mentira.

—Me quieres —afirmó sin rodeos—. ¿Te lo puedo demostrar?


Agitada, porque ella sabía lo que se aproximaba, amenazó:

—Bésame otra vez y no me haré responsable de mis acciones.

—Yo sé cuáles serán exactamente tus acciones.

Y, sin darle la oportunidad de replicar, sus labios chocaron con los de


ella.

Esta vez ella no se mantuvo quieta. Esta vez ella luchó, peleó, lo
empujó y trató de alejarlo. Le enterró las uñas a los costados, desgarrando
la tela de su camisa.

Su lengua rozó sus labios y una solitaria gimnasta ejecutó una


voltereta perfecta y todo su cuerpo se quedó quieto por la repentina gloria
de ello.

Como era usual, él inmediatamente sintió su rendición.


Sorprendentemente, se alejó pero no lo suficiente para dejarla escapar. Por
el contrario, el medio la cargó, medio la arrastró hacia el sofá y antes de
que ella pudiera hacer una buena escapada, la empujó de espaldas hacia
este y su pesado y cálido cuerpo aterrizó encima de ella.

—Detente, Nate —exigió, retorciéndose debajo de él.

241 —No —se negó y antes de que ella pudiera decir otra palabra, su boca
bajó hacia la de ella de nuevo.

Su boca no fue gentil. Fue dura, insistente, demandante. También fue


familiar. También fue exactamente lo que ella había querido, deseado y
soñado durante ocho años.

Ningún otro hombre la había tocado. Ella había estado en un sin


número de citas sin obtener siquiera un beso de buenas noches —bueno,
tal vez, un beso en la mejilla. Lily había estado tan envuelta en su vida,
sus problemas, sus responsabilidades. No había tenido tiempo para
hombres.

Y nadie se comparaba con Nate. Era un simple hecho.

Su boca se movió para trazar un sendero desde su mejilla hasta su


mandíbula.

—Por favor, detente —susurró en una plegaria. Su enojo se había ido,


remplazado por anhelo, ocho terribles, solitarios años de anhelo.
—No.

—Por favor, Nate —rogó.

En respuesta, la mano de Nate se movió hacia su pierna, dejando


suavemente una caricia todo el camino hacia su muslo, subiendo con ella
su falda, su piel estremeciéndose bajo su íntimo toque.

Su duro cuerpo se presionó contra el de ella, tan familiar, tan cálido,


casi febril. Ella no sería capaz de negarle a su cuerpo la atención que tanto
deseaba.

—No podemos —suplicó.

—Podemos —gruñó contra su garganta, el murmullo de su voz


atravesándola hasta hacerla estremecer.

Él lo sintió, ella lo supo, él no pudo evitar sentirlo y sus bocas se


unieron y la besó de nuevo.

Esta vez, ella no luchó. El minuto en que sus labios tocaron los de
ella, se abrieron y la lengua de Nate se abrió paso a través de ellos.

Y eso fue todo. Perdió la batalla y se dejó llevar mientras el equipo de


gimnastas en su estómago, ya entradas en calor y listas para empezar,
242 daban el espectáculo de sus vidas.

Ocho años de dolor y anhelo escaparon de su interior y le devolvió el


beso, su lengua peleando con la de él, sus manos moviéndose sobre su
cuerpo, vagando por su espalda, por sus caderas, deslizándose sobre su
trasero. Ella había olvidado lo duro que era su cuerpo, lo fuerte de sus
músculos debajo de su suave piel. Ella rasgó su camisa, deseando sentirlo
sin que nada se interpusiera en su camino. Una vez libre de sus vaqueros,
las manos de ella escarbaron debajo de la camisa para acariciar su cintura
y subir por su espalda.

La piel de él estaba quemando con su toque.

Era demasiado, demasiado pronto. Las lágrimas llegaron desde el


fondo de su garganta, quemando mientras su cuerpo ardía por el contacto.

Su boca nunca dejó la de ella, entregando su embriagador beso, pero


una de sus manos fue hacia su pecho, acunándolo, encontrando su pezón
con la yema de su pulgar. Ella jadeó contra su boca al sentirlo allí,
poderosas ráfagas de placer arrasaron con ella.

Con su jadeo, su beso se profundizó y lo que ya era intenso se volvió


más intenso. Años de dolor se transformaron en alivio de que él estuviese
vivo, respirando, junto a ella de nuevo, tocándola de nuevo, besándola de
nuevo.

Esta vez, las manos y la boca de ella se volvieron insistentes,


demandantes, sus dedos apresurándose por su piel, debajo de su camisa,
una de ellas moviéndose hacia su estómago, hacia abajo, hasta que lo
sintió duro contra la palma de su mano.

Las lágrimas escaparon de sus ojos, cayendo silenciosamente a lo


largo de sus sienes mientras él apartaba su boca de la de ella gimiendo por
su toque, su boca acercándose a su oreja.

—¿Aún quieres detenerte? —Su voz estaba áspera por la excitación


pero sonaba como si esperara una respuesta. Como si dijera que él se
alejaría si eso era lo que ella deseaba.

Ella no respondió, no pudo responder.

La mano de Nate apretó su pecho, su pulgar girando


provocativamente.

243 —Detenme ahora, Lily, será tu única oportunidad.

Aún incapaz de hablar, negó con la cabeza y Nate no lo dudó. Su boca


tomó la de ella en otro abrasador beso al mismo tiempo que sus manos se
movían hacia sus caderas, presionándola contra él, la mano de ella, aun
colocada entre ellos, fue forzada a permanecer íntimamente presionada
contra su erección.

Rápidamente, él dejó ir sus caderas, su boca y su lengua estaban en


todas partes, deslizándose por su garganta, su oreja, su clavícula, el borde
de su escote. El inclinó el rostro mientras que una mano levantaba su
falda por sobre sus caderas y sin vacilación su otra mano se metió entre
sus piernas al mismo tiempo que su boca se cerró sobre su sensible pezón.
El hacía ambas cosas sobre su ropa, sus dientes y su lengua trabajando
sensualmente en su pezón sobre su vestido, sus dedos presionando contra
sus pantis, usando la suave tela como tortuosa fricción, y su cuerpo, ya
sin aliento y vivo por su contacto, comenzó a vibrar.

—Nate —suspiró con anhelo.


Ella había olvidado lo glorioso que podía ser. Creía recordarlo pero lo
había olvidado.

El subió de nuevo, su boca contra la de ella, su mano se movió hacia


el borde de su ropa interior y después se introdujo dentro.

—He esperado ocho años para volver a escucharte decir mi nombre de


esa manera.

El aliento de ella quedó atrapado con sus palabras, el tono ronco de


deseo en su voz, mientras su dedo la encontraba y giraba deliciosamente.
Ella se aferraba a él conforme las espirales de placer recorrían el lugar
entre sus piernas, sus labios aún se tocaban pero él no la besaba.

—Dilo de nuevo —exigió.

Sus ojos habían estado cerrados para concentrarse en lo que su


cuerpo estaba sintiendo y se abrieron al oír su orden, la mirada oscura de
él taladrándola.

—Dilo de nuevo, Lily —ordenó.

Ella se mordió el labio y la mano de él se movió, su dedo, lenta y


hermosamente, se deslizó dentro de ella y ante la sensación de él
llenándola de nuevo, incluso con un solo de sus dedos, no pudo
244 contenerse.

—Nate.

Su boca se encontró con la de ella fuertemente mientras su mano


trabajaba en ella y se presionaba contra él, correspondiéndole el beso con
desesperado anhelo.

Después, sin previo aviso, el levantó la cabeza y su mano, su pulgar


en el centro de ella y otro dedo en su interior, se quedaron completamente
quietos.

—Jesús —maldijo, su mano moviéndose rápida pero gentilmente


fuera de ella, haciéndola gemir con una mezcla de placer y decepción.

Él se incorporó ágilmente, llevándola con él. Ella estaba mareada por


la pasión, sus piernas temblando tanto que tuvo que recargarse contra él y
sujetarse de su cintura.

—Nate —susurró insegura al mismo tiempo que una de las manos de


Nate la sujetaba y la otra colocaba la falda de su vestido de vuelta a su
lugar.

Él levantó la vista al sonido de su nombre y la miró a la cara, una


sonrisa de satisfacción jugaba en su boca. Su cara, también, estaba
descompuesto por la lujuria y al mirarlo, contuvo el aliento.

Brevemente, presionó sus labios contra los de ella.

Después murmuró:

—Alguien viene.

Y antes de que ese atemorizante pensamiento pudiera penetrar la


bruma de deseo en su cerebro, antes de que pudiera controlar sus
inestables rodillas, antes de que pudiera apartarse de él, la puerta se abrió
y Fazire estaba de pie detrás de ella.

Su viejo amigo se congeló después de dar dos pasos dentro de la


habitación y contemplar a Lily aferrándose a Nate y a Nate sujetando a
Lily.

Fazire los miró con horror.

Antes que pudiera pronunciar una palabra, Natasha irrumpió en la


245 habitación.

—¿Qué pasa? —preguntó inocentemente, sonriendo felizmente por la


visión de su madre y su padre juntos, la pareja aparentemente
abrazándose amorosamente.

Lily aún se estaba recuperando. Afortunadamente y


desafortunadamente, dependiendo de por qué lado lo miraras, Nate se
recuperó rápidamente y sin dudarlo explicó, con su voz aún un poco ronca
por el deseo.

—Tu madre sólo me estaba agradeciendo por la habitación.

Con esto, el brazo de Nate se apretó alrededor de su cintura antes de


que ella se pudiera alejar. Lily miró como el rostro de Fazire se ponía tan
morado como las paredes de su dormitorio.

Natasha no tuvo ningún problema para procesar esa explicación. Fue,


de hecho, tan natural que Lily deseó poder agradecerle a Nate por su
inteligente gesto.
—¿Saldremos a cenar o qué? —preguntó Natasha, su cabeza
inclinándose hacia un lado—. Tengo hambre —continuó explicando antes
de que su madre pudiera castigarla por su insolente pregunta.

La cabeza de Nate se giró para mirar a Lily.

—¿Lo haremos? —preguntó suavemente y las comisuras de sus labios


se levantaron porque, con un solo vistazo a la suave mirada que Lily le
estaba dando a su hija, ya sabía cuál sería la respuesta.

246
18
Lily

L
ily caminó a través de las pesadas puertas para entrar a las
lujosas y elegantes oficinas de la compañía de Nate.

Los últimos cuatro días habían sido una agitación de


actividad y a pesar de todo, Lily solo tenía una cosa en mente.

Mover el cielo y la tierra para hacer feliz a Tash.

El sábado en la noche, todos habían salido a cenar. Natasha y Nate


estaban claramente formando un vínculo, eso era claro de ver. Ella estaba
de alguna manera sorprendida de cuan fácilmente Nate demostraba afecto
hacia su hija. No era abundante o llamativo. No estaba desesperado por
247 atención o aprobación. Era genuino y hermoso y Tash había respondido a
este inmediatamente.

Esto molestaba visiblemente a Fazire pero el genio amaba a Tash


mucho como para demostrarlo (demasiado).

Un día, ellos eran pocos: la familia entera de Natasha compuesta por


una madre ocupada, un genio–de–figura–paterna quien era más un
compañero de juegos —sin embargo, Fazire había aprendido con los años a
hacer la colada, era muy hábil planchando y podía hacer un guiso de
atún— y la extravagante Maxine.

Al día siguiente, literalmente, Tash tenía un apuesto, rico y


obviamente cariñoso padre y abuelos complacientes.

Lecciones de equitación fueron de ella con solo pedirlo. Un fondo de


siete millones estaba esperando que ella cumpliera veintiuno haciendo que
nunca quisiera más. Las habitaciones pudieron ser transformadas en una
semana como por arte de magia.
Pero esta era la magia de Nate en lugar de la de Fazire, quizás esa fue
una de las razones por las que a éste le disgustaba Nate tan intensamente,
ya que él podía, también, conceder deseos, incluso aquellos que no habían
sido expresados.

El mundo de Tash se había duplicado, abriendo ante ella una belleza


extraordinaria. Era simplemente un milagro. El deseado, esperado,
anhelado, pero nunca previsto, milagro.

Natasha estaba encantada y Lily no pudo evitar sentirse encantada


por ella.

Y Natasha quería una familia, eso estaba claro. Había oído las
historias por años, no solamente de lo glorioso que era Nate, Fazire y Lily
también le habían dicho de Sarah, Rebecca, Will y los veranos que pasaron
flotando en el estanque, de sus extravagantes vacaciones, y un millón y
una de otras cosas, tanto grandes como pequeñas, que hacían a una
familia tan maravillosa.

Tash, con razón, quería eso para sí misma.

Natasha no tenía idea de qué estaba ocurriendo con sus padres y su


confusión seria extraordinaria, incluso devastador —como Nate había
predicho— si su madre, quien le había transmitido tantas historias de su
248 amado Nate, no lo aceptara de vuelta alegremente y darle a Tash la familia
que ansiaba.

Y Lily, sabiendo cuán preciosa era la familia, no podía evitar dárselo.

Luego de cenar, Tash y Lily habían caminado con Nate hacia el auto
porque Tash la había hecho ir con un tirón de la mano, los tres caminaron
juntos, Natasha en medio sosteniendo la mano de ambos.

Una vez allí, él levantó a Tash como si no pasara más que una pluma
y a sus siete, casi ocho años y siendo una niña alta, considerando a sus
padres, ella pesaba mucho más que eso.

Lo besó de lleno en la boca y le echó los brazos al cuello en uno de


sus feroces abrazos.

—¿Cuándo vas a volver? —preguntó ella soltándolo parcialmente, con


los brazos aun descansando en sus anchos hombros.

—Muy pronto —le respondió con una sonrisa devastadoramente


apuesta a la que Tash, al igual que su madre, reaccionó de inmediato.

—¿Mañana? —Ella intentó que el intento de Lily de evadir-a-Nate-a-


toda-costa se desvaneciera en la memoria.

Los ojos de Nate se deslizaron hacia Lily, quien estaba intentando


controlar su expresión.

—Quizás no mañana —objetó él—, pero pronto.

Fue entonces que Tash frotó su nariz contra la de Nate. Lily observó
fascinada como Nate cerraba sus ojos y algo pasaba por su rostro, algo tan
intenso que lo sintió atravesar su propio cuerpo como una descarga
eléctrica.

—¿Prometido? —demandó Tash en un susurro, su rostro aun cerca


del de su padre.

—Lo prometo. —La profunda voz de Nate fue casi un gruñido, y Lily se
encontró a sí misma tragando las emociones que la traicionaban.

Algo sobre ese gruñido, la emoción, toda la intensidad de Nate


hicieron que el corazón de Lily aleteara, su pecho se apretara, y, por
último, la hizo tener mucha, mucha, mucha curiosidad de su causa.

249 Estaba de pie con ellos en la acera junto a la puerta del lado del
conductor del auto de Nate. Cuando él bajó a Natasha, antes de que ella
supiera su intención, su brazo salió disparado, enganchando su cintura y
atrayéndola hacia él.

Ella emitió un sonido de sorpresa que fue ahogado cuando él llevó su


boca a la de ella en un duro, pero breve y desafortunadamente eficaz beso.

—Te quiero aquí cuando vuelva —le dijo cuando dejó de besarla, aun
sosteniéndola contra su duro cuerpo y ella se dio cuenta de que había
caído en el Plan de Nate.

Ella dudó, intentando no mirar a Natasha quien sabía que los estaba
mirando alegremente.

Entonces murmuró:

—Ya veremos.

Aparentemente, eso era lo suficientemente bueno para que la dejara


ir, se metiera en su costoso auto y se fuera.

—Él es la bomba —dijo Natasha, usando un término que Maxine


utilizaba con frecuencia, viendo a su padre irse.

Lily se quedó parada mirando a su hija ver el auto de su padre


desaparecer y vio los años extendiéndose delante de ella. Años de Nate
llevando a Natasha a casa, dejándola y luego desapareciendo de su vida
otra vez por días o semanas, solo para volver a su vida por breves periodos
de tiempo. Entonces su hija sería forzada a verlo irse una vez más. Y Lily
se preguntó a sí misma, ¿podría hacerle eso a Tash?

Lily se puso de cuclillas detrás de su amada hija, atrayendo su


espalda hacia su pecho, y descansó la mejilla sobre el hombro de Tash.

—¿Feliz, muñequita?

Natasha estaba muy feliz, ni siquiera podía hablar, solo asintió. Era la
primera vez desde que Tash había pronunciado sus primeras palabras que
se había quedado muda.

Lily sintió la emoción arrastrarse por su garganta, ya sabiendo en


algún profundo lugar dentro de ella lo que debía hacer, pero todavía
incapaz de permitirse a sí misma hacerlo.

250 Domingo, su nuevo mobiliario no solo sería entregado y ensamblado


sino que subirían al primer piso donde habían estibado sus pertenencias
—las que no habían sido tiradas por Nate— y las regresarían a su
habitación, así Lily no tendría que hacerlo.

La cama era enorme, nunca había visto una cama tan grande. Estaba
hecha de pesado roble brillante. Un armario masivo del doble del tamaño
de su anterior guardarropa e intrincadamente tallado como la cama, se
alzaba junto a la pared. Preciosas, delicadas, lámparas que combinaban
con el exquisito accesorio del techo habían sido puestas en las mesitas a
los lados de la cama. Cortinas de gasa, de un azul más pálido que el de las
paredes flotaban en las ventanas con más pesadas, ligeramente más
oscuras, cortinas azules colgando afuera, todo esto en impresionantes
barras de hierro forjado. El suelo estaba cubierto por un intrincado patrón,
una alfombra con flecos que Lily estaba bastante segura por su brillo que
había sido hecha con seda e importada de Turquía —estuvo segura de esto
cuando Fazire se lo afirmó, él sabía una o dos cosas sobre alfombras de
Turquía. Dos fotos fueron fijadas en las paredes, marcos de color negro
con estampados caprichosamente dibujados de zapatos que, a primera
vista, incluso Lily tenía que admitir que amaba, eran tan femeninos y
perfectos que no podía evitarlo. La cama estaba cubierta por una colcha
mullida color marfil, adornada con el azul de las paredes y cortinas, y
había dos juegos de tres emplumadas almohadones estándar, apilados
lado a lado en la cabecera, envueltas en los distintos azules y marfil en
frente de los cuales se alzaban gigantes cuadrados europeos con suaves
fundas que tenían un hermoso remolino como diseño.

—Es her… moo… soo —soltó Natasha mientras ella y su madre


estaban en la puerta mirando.

Era más que hermoso, era la clase de habitación en la que los sueños
se hacían realidad.

El cuarto, de todas maneras, era solo el comienzo.

Lunes, llegó a casa de la tienda con Maxine, quien iba a cenar todos
los lunes por la noche. Maxine sabía que Fazire era un genio, además era
adicta al guiso de atún de éste y a su mano igualmente hábil para asar
una salchicha y hacer el puré de patatas más suave de la historia. Maxine
había tenido también una emocionada llamada de Tash y estaba
impaciente por ver la nueva habitación de Lily.

251 Natasha, lo cual se estaba convirtiendo en un hábito, salió disparada


de la casa cuando llegaron, con su cabello negro ondeando tras ella y su
rostro inundado de alegría.

Fazire, lo cual se estaba convirtiendo en un hábito, se precipitó fuera


de la casa, su cabello negro era un revoltijo como si sus manos lo hubieran
arrancado repetidas veces y su rostro estaba inundado de furia.

Tash se detuvo a sesenta centímetros de distancia de su madre,


levantó su brazo y señaló hacia la calle.

—Mira, mami.

Con curiosidad, Maxine y Lily se voltearon para mirar. Lily vio a su


Peugeot estacionado tristemente pareciendo como si estuviera pidiendo ser
sacado de su miseria y llevado al depósito de chatarra.

—¿No es lujoso? —preguntó Tash.

Confundida, Lily miró. El Peugeot, aun si Lily tuviera suficiente dinero


para tener un valet, nunca podría ser descrito como “lujoso”.

—¿De qué estás hablando, dulzura? —preguntó Maxine.

—¿No lo ves? ¡Mira! Detrás del auto, mami. Papá lo hizo entregar hoy,
es un regalo para mamá. Las llaves están en casa.

Los ojos de Lily se movieron detrás de su auto y vio un elegante,


apuesto, brillante, deportivo, convertible azul Mercedes.

—Cielo querido. —Maxine exhaló en una subestimación inusual.

Lily sintió como si hubiera estado corriendo durante millas, para


entonces, de repente, estrellarse contra una pared. Su respiración, de
repente, había salido de ella como por un golpe.

—Querido, querido, querido. —Tash cantaba y bailaba en el auto,


lanzó sus brazos y luego ella realmente lo abrazó. Con la misma rapidez,
se volvió hacia ellos y preguntó—: ¿No es papá el mejor?

Lily se salvó de contestar cuando oyó el timbre del teléfono.

—Me encargaré de eso —murmuró Fazire detrás de ellos.

Lily todavía se estaba recuperando del auto mientras seguía a Tash


que estaba saltando alegremente en la casa en frente de ellos.
252
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Maxine, su voz preocupada y llena de
asombro.

—No lo sé —respondió Lily y de hecho no lo hacía. No podía devolver


el auto y tenía que usarlo. Natasha había abrazado el maldito auto, por el
amor de Dios.

—Es para ti. —Fazire estaba caminando por el pasillo, sosteniendo el


teléfono entre el pulgar y el dedo índice como si fuera un pedazo de basura
podrida. Se lo dio y Lily, todavía aturdida por el auto, lo puso en su oído.

—Hola —saludó.

—Lily. —Era Nate y su voz de terciopelo al decir su nombre la hizo


estremecerse.

No necesitaba esto ahora mismo. Apenas podía encadenar dos


pensamientos juntos, ciertamente no podía ir cabeza a cabeza con Nate.
—Nate —respondió ella.

Emociones conflictivas la atravesaron. No sabía si debía ir contra él ya


que estaba usando a su hija en su contra, no podía negar eso. O si debía
darle las gracias porque la habitación era fantástica, el colchón firme pero
cómodo y mucho mejor que el anterior, que no era comparable, y Dios
sabía que necesitaba un auto, aunque un Mercedes fuera definitivamente
excesivo. O, por último, si debía decirle que llamara a Alistair si quería
hablar con ella y luego colgarle, que era lo que debía hacer, sabía esto
porque Alistair se le dijo más de una vez, de hecho, al menos una docena
de veces.

Ella pensó que estaba llamando para preguntar si consiguió los


muebles, el auto, tal vez tener un poco de charla.

Estaba equivocada.

Él la llamó porque estaba enojado. Su voz retumbaba y casi podía


sentirlo a través de la línea telefónica.

—Tu abogado le dijo al mío que has puesto los siete millones en un
fideicomiso para Natasha.

Ella vaciló. Por qué esto lo haría enojar, no podía comprender.

253 —Por supuesto —murmuró.

—Yo me encargaré de Natasha. Ya he creado un fideicomiso para ella


—espetó.

Lily se puso de pie en su sala, sus encantadoras luces de colores


parpadeantes en las escaleras.

No vio esto. Ya aturdida, quedó inmóvil por la sorpresa. Su hija, hace


poco más de una semana, tenía algo de ropa en su armario, una buena
cantidad de juguetes, una selección de los osos caros que Maxine le había
dado y el amor de tres personas.

Ahora tenía dos fondos fiduciarios.

Lily no tuvo oportunidad de expresar una reacción, incluso antes que


hubiera sido capaz de llegar a una, Nate continuó.

—Ese dinero era para ti —cortó.


—Yo… —empezó, no sabía que era para ella. Ni siquiera podía creer
que fuera para ella. No comenzaba a saber qué hacer con siete millones de
libras.

—Libéralo del fondo —ordenó.

Demasiado asombrada para pensar con claridad, respondió con


sinceridad.

—No puedo. Es imposible tocarlo hasta que Tash tenga la mayoría de


edad y sólo ella puede llegar a él.

Él no dudó.

—Habrá más transferido para mañana.

—¡No! —exclamó al instante, horrorizada.

Hizo caso omiso de su estallido.

—Si das esto, voy a transferir más.

—Nate…

—¿He sido claro? —exigió.

—No quiero tu dinero. —Estaba empezando a emerger de su estupor.


254
Realmente, ¿qué sigue? ¿Iba a ir a casa en un jet personal
estacionado en una pista flotando en el canal de Bristol detrás de su casa?

—Aparentemente no, pero lo tendrás —declaró Nate, esto, reconoció


Lily de inmediato, no era una amenaza. Era una promesa.

Sin una palabra de adiós, él le colgó.

Según lo prometido, otros siete millones de libras —ella llamó a su


banco, Maxine lo hizo— fueron transferidos a su cuenta bancaria al día
siguiente.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Maxine de nuevo la noche siguiente,


cuando cerraban Flash & Dazzle.

—No sé —murmuró Lily de nuevo, y todavía no lo sabía.

—Dulzura… —dijo Maxine con cautela.


—Creo que me está dando un dolor de cabeza.

Esto era cierto. Aunque no era una de sus migrañas, era sin duda un
dolor de cabeza. Se sentía mal usando esa estratagema pero sabía en su
corazón que Maxine la quería asentada y feliz y no tan sola. Y ayudó que la
persona que Lily quería fuera imposiblemente apuesto, un héroe de novela
romántica que cobraba vida.

Y en ese momento, no podía hacerle frente a la discusión.

Con el mero pensamiento de uno de los dolores de cabeza de Lily,


Maxine retrocedió.

—Llega a casa, ten un buen baño y no pienses en nada de esto.

Maxine la besó en la mejilla, se metió en su diminuto, viejo Mini que


ella había pintado de rosa y del que se negaba a desprenderse a pesar de
que era una carcacha peor que el Peugeot, y se fue.

Lily se fue a casa y trató de no pensar en “nada de esto”, pero fue


imposible.

Como le instruyó Maxine, tuvo un baño. Durante éste, permitió que


los pensamientos y preocupaciones se apiñaran en su mente.

255 Entonces tomó una decisión. Le tomó menos tiempo de lo que


esperaba, pero, de nuevo, no había mucho más.

Casarse con Nate o no casarse con Nate.

Sólo había dos opciones y realmente sólo una, cuando llegas a fin de
cuentas.

Fazire, que vivía en una niebla temporal de felicidad que ningún gran
gesto más había sido hecho por Nate —que no sabía sobre el dinero y Lily
no estaba a punto de decirle—), hizo dedos de pescado y guisantes blandos
para la cena, favorito de Tash, aunque Lily lo detestaba.

Después de la cena, Lily subió a lo alto de las escaleras a la sala


descuidada donde guardaban su ordenador. Había tenido sueños, cuando
compró la casa, de hacer de la sala su oficina y escribir sus novelas más
vendidas allí. Era la parte posterior de la casa y tenía una magnífica vista
del canal, el muelle y Flat Holm y las islas Steep Holm y, por supuesto, la
costa de Gales.
Sin embargo, la habitación estaba todavía lúgubre, con la vieja
alfombra manchada en el piso y astillas de madera en las paredes. No un
lugar para inspirar una novela brillante, para contar historias de viudas de
guerra y genios, fotógrafas glamorosas y sus intensos, amantes leales.

Encendió el ordenador, entró a Internet, encontró los horarios de los


trenes a Londres y planeó su viaje. Pasó algún tiempo pagando facturas y
archivando papeles, sólo para mantener su mente ocupada y evitar la
llamada que tenía que hacer.

Sin nada que hacer para retrasar la llamada, llamó por teléfono a
Alistair a su casa —él dijo que ella podía.

—¿Estás loca? —gritó cuando ella le había dicho su decisión.

—Alistair, estoy pensando en Tash.

—Cásate conmigo —declaró al instante.

Por segunda vez en dos días, el aire fue eliminado de ella sin un golpe
físico para causarlo.

Como si sus palabras no fueran una locura —¡apenas lo conocía!—,


Alistair continuó.

256 —Si quieres estabilidad para Natasha, cásate conmigo. No tengo tanto
dinero como McAllister pero quiero hijos y ambas estarán seguras. Y
mierda, sabes que no hay manera en el infierno en que te dejaría alguna
vez ir.

Ella se quedó en silencio. No sabía qué decir. Él le había pedido una


cita, pero esto era ridículo.

—Alistair, el padre es Nate —le recordó Lily

—Dos visitas y tú estás saltando ante la posibilidad de volver con él —


respondió Alistair con brusquedad.

Ante esas palabras, tomó una rápida inhalación.

—Puedo estar pagando tus cuentas pero tú no tienes por qué


hablarme de esa manera —dijo ella tranquilamente.

—Lily, me senté aquí escuchando tu historia, escuchando lo que él


hizo, a lo que él renunció, por lo que tú pasaste y… —Se detuvo a sí
mismo, incapaz de seguir. Luego dijo—: Piensa en ello, Lily, sólo piensa en
ello. Estoy hablando muy en serio.

Él sonó muy serio, de eso no había duda.

Después colgó.

Decididamente, empujó esa conversación fuera de su cabeza porque


tenía mucho con lo que lidiar, luego llamó a Maxine y le contó su plan, un
poco preocupada ante lo que Maxine diría.

Alistair era un abogado, él tenía la cabeza sobre sus hombros y espetó


una propuesta de matrimonio. Maxine era un personaje, ella podría
disparar hacia la luna.

Y lo que Maxine dijo la hizo sobresaltar.

—Pienso que eso es acertado —dijo Maxine suavemente y sin un


toque de drama.

Lily suspiró con alivio y luego admitió:

—Creo que estoy loca.

—No importa lo que pase, Lily, siempre tendrás a Tash, siempre


tendrás a Fazire y siempre me tendrás a mí —respondió Maxie.
257
Lily asintió, su corazón moviéndose directamente a su garganta por lo
que las palabras no podrían llegar incluso si ella las tenía que decir.

Maxine, obviamente, no pudo ver su asentimiento pero supo que


estaba allí.

—Lo cubriré para ti en la tienda mañana.

—Gracias, Maxie —susurró ella.

—Estará bien, pequeña —respondió Maxine—. Esta vez, creo que


estará bien.

El dolor de cabeza que evitó con el baño volvió con venganza, así que
Lily fue a la cama temprano. También hizo esto para evitar contarle a
Fazire del plan. Él habría comenzado a flotar, hablando pomposamente,
haciendo grandes declaraciones o incluso tal vez haciendo amenazas
graves y ella no estaba para eso.
La mañana siguiente, mantuvo sus negocios como de costumbre. Se
estaba acercando el final de la escuela y Tash estaba poniéndose inquieta
por sus vacaciones de verano. Fazire la acompañaba a la escuela en las
mañanas cuando Lily tenía que ir a la tienda temprano, ella les contó que
lo tenía que hacer ese día y Lily los vio partir.

Cuando entró de nuevo en la casa, no hubo tiempo suficiente para


sacarse el pequeño vestido que se puso para engañar a Fazire y Tash para
que pensasen que iba a trabajar. Ella prefería vestir algo como de negocios
y formal, como un traje, pero sólo tenía uno de esos y ya lo había usado en
una reunión con Nate. Por lo tanto, el vestido tendría que ser.

Este era un vestido que usaría normalmente en la tienda, un


profundo color frambuesa con un corpiño cruzado y una cintura de
imperio. Se acomodaba a su cuerpo cómodamente todo el camino hasta
rozar sus rodillas. Llevaba esto con un par de sandalias de tacón alto
doradas a la moda que Maxine le dio el año anterior por su cumpleaños.
Eran buenas para pasar muchas horas sentadas detrás del contador de la
tienda, pero no había manera de que ella viajaría a Londres o cualquier
lugar en esos tacones altos. Sin embargo, si ella no se iba inmediatamente,
no podría tomar el tren.

Y si no se iba inmediatamente, podría cambiar de opinión. Y si ella


cambiaba de opinión, ¿qué clase de madre sería?
258
Tomó el Mercedes, la primera vez que lo tocaría, principalmente
porque ella no tenía tiempo que perder en caso de que el Peugeot decidiera
ser desagradable. Necesitaba llegar a Londres, hablar con Nate y volver
antes de que alguien se diese cuenta.

Ella necesitaba tiempo y privacidad para soltar las noticias para


Fazire y hacerle saber a Nate que el lugar de Fazire en su familia era sólido
o no había acuerdo.

Resueltamente no pensó acerca de cuán diferente era manejar el


Mercedes a su Peugeot. Tendría mucho tiempo para pensar en los lujos, de
cómo su vida estaba a punto de cambiar, acerca de un montón de cosas.

En ese momento, necesitaba hacer frente a su situación. Necesitaba


tomar medidas para proteger a su hija y diferentes medidas para
protegerse a sí misma. Y necesitaba hacer esto pronto antes de que
perdiera su valentía.
Durante sus dos horas de viaje, pensó en todas las razones para no
casarse con Nate.

Apenas lo conocía.

No era probable que lo conociera porque rara vez hablaba.

Él le prometió cosas importantes y había incumplido esas promesas


en unas semanas.

Él hizo de su deseo a Fazire, algo que ella había esperado sin aliento
por una década, una pesadilla y esto dañó a Fazire y Lily nunca quiso
herirlo. Nunca.

Él tenía dos hermanos que eran, claramente, engendros de Satán.

Él le hizo crear esperanzas de un futuro brillante y luego no hizo nada


cuando esto se puso peligroso lo que hizo que esa esperanza fuese
arrebatada.

Seguía un poco asustada ante el temperamento de su padre.

Y, finalmente, estaba claro que esperaría que la boda fuera un


matrimonio y todo lo implicado, no un acuerdo.

Luego pensó en las razones para casarse con Nate.


259
Era el padre de Natasha y obviamente, incluso después de dos visitas,
la adoraba.

Y todo niño necesitaba un padre.

Lily amó a Will más de lo que podría explicar y lo extrañaba cada día
de su vida. Si tuviera la oportunidad de tener a Will de vuelta vivo,
respirando, caminando, hablando, saltaría a ésta, sacrificaría un poco de
sí misma (incluso mucho) para tenerlo de vuelta.

Y no podría hacer menos por Tash.

Además, Nate esperaría hasta la boda para ser un matrimonio, lo que


significaría, al menos por un tiempo, que Lily tendría un compañero, un
socio, alguien a quien darle la carga.

Y luego estaba lo otro, definitivamente los pedazos más placenteros de


estar casada, casada con Nate. Pedazos, que ella no podría negar,
especialmente después de las dos veces en que ellos estuvieron solos, algo
que ella todavía deseaba mucho.

Ella hizo su elección.

Y sabía que esto le estaba costando. El estrés y la tensión entraban


sigilosamente en ella y lo sintió.

Cuando el tren se detuvo en Paddington, sintió el dolor llegando.

El dolor de cabeza, por suerte, estaba apagado, sin rugir. Pero estaba
aquí y sabía que se estaba anunciado. No buscó una merienda por temor
de que volviera después para atormentarla si vomitaba, pero tomó dos
pastillas para el dolor y rezó para estar equivocada con su predicción.

Usó dinero precioso que un día atrás nunca hubiese utilizado pero lo
hizo, por supuesto, en tacones altos y tratando de pelear contra una
inminente migraña y tomó un taxi en vez del metro hasta las oficinas de
Nate.

Él le había dejado una tarjeta con Tash, diciéndole que lo llame


siempre que lo necesitase. Lily no sabía si Tash había tomado esta
invitación, pero se encontró a sí misma con la esperanza de que su hija lo
hiciera. Habría sido la conversación perfecta con Tash raramente
manteniendo su boca cerrada y Nate raramente abriendo la de él.

260 Le dio al conductor la dirección y se concentró en mantener su dolor


de cabeza en suspenso.

Sin embargo, cuando caminó a través de la puerta a las lujosas


oficinas, sintió las náuseas construyéndose en su estómago y luchó contra
ellas de nuevo.

En su cabeza, trató de planear una estrategia para tratar con su


migraña. Trató de medir el tiempo de la reunión con Nate. ¿Podría esto
tomar unos minutos? ¿Quince? ¿Una hora? Esperaba que no una hora. Y
trató de evaluar la posibilidad de que el palpitar se intensificara hasta el
punto de hacerla inválida, preguntándose si podría tomar un tren de
vuelta a casa.

Cuando el dolor se intensificó, decidió que no podría. Necesitaría una


habitación de hotel por un par de horas sólo para descansar y dejar que la
migraña siguiera su curso. Estaría mareada y no sería ella misma cuando
esto terminara pero pensó que probablemente sería capaz de llegar a casa
a tiempo.
Lily no le contó a Nate que venía. Quería el elemento sorpresa. Estaba
dispuesta a ceder pero él lo tenía que hacer también. No era estúpida y no
iba a cometer el mismo error dos veces. No se iba a mudar de Clevedon. Si
él quería a Tash, él tendría que venir.

Caminó al escritorio de recepción que se veía a una distancia


insufrible desde la puesta principal. Las paredes eran una especie de
brillantes paneles de madera, eso Lily lo encontró demasiado brillante para
sus ojos sensibles. El escritorio de la recepción era un enorme semi círculo
hecho de la misma madera donde fácilmente podrían sentarse cinco
personas. Pero sólo una mujer muy bonita estaba sentada tras este.

—Hola —saludó Lily, peleando otra vez con la sensación de malestar


en su estómago—. Soy Lily Jacobs, estoy aquí para ver al Sr. McAllister.

Los ojos de la chica recorrieron a Lily de arriba a abajo pero Lily no lo


notó. Ella tuvo que poner su mano en el escritorio para estabilizarse
mientras veía destellos de luz en sus ojos.

No, no, no, pensó, no tan pronto.

Estaba viniendo a ella rápidamente, mucho más rápidamente de lo


normal. Muy probablemente el estrés de las últimas semanas, todas las
sorpresas, las emociones.
261
—¿La está esperando? —La mujer irrumpió en sus pensamientos.

—No, pero es importante. Si está libre, quisiera hablar con él.

La chica miró a Lily por un momento y preguntó:

—¿Está bien?

Con esfuerzo, Lily se enfocó en ella.

—Sólo un dolor de cabeza.

Ella lentamente evaluó a Lily y dijo:

—Llamaré a su oficina, será un segundo. —Su voz era amable y


momentos después siguió—: Hola Jennifer, hay una señorita Lily Jacobs
aquí para ver al señor McAllister. Dice que no tiene una cita pero que es
importante.

Lily apoyo más de su peso en la mano que estaba en el escritorio de la


mujer. Pronto, sabía, no podría ser capaz de mantenerse erguida.

La recepcionista estaba en espera y puso su mano sobre el micrófono


del teléfono y le dijo a Lily:

—¿Por qué no se sienta? Jennifer le está llamando ahora, yo le… —


Ella dejó de hablar y Lily se enfocó en su cara. Si no lo hacía vomitaría.
Los destellos de luz en sus ojos se estaban acercando y el dolor en su
cabeza se estaba amplificando alarmantemente.

Los ojos de la mujer se abrieron con sorpresa y sus labios se


separaron con lo que fuera que hubiera escuchado en el teléfono.

A Lily no le importaba. No lo iba a lograr. Necesitaba encontrar un


lugar donde recostarse inmediatamente. Algún lugar callado, fresco y muy,
muy oscuro.

—El señor McAllister está bajando —susurró la recepcionista como si


Dios todopoderoso la hubiera llamado para invitarla a un picnic. Estaba
mirando a Lily con nuevo interés pero no le gustaba lo que veía—. No se
encuentra bien —acusó, pero fue una ligera, preocupada acusación y se
levantó de su silla y rodeó el escritorio.

Lily se movió para estar viendo directamente hacia el escritorio y puso


ambas mano sobre éste para sostenerse. Dejó caer su cabeza y empezó a
262
tomar respiraciones profundas. Sintió las manos de la mujer en su espalda
e intentó no moverse bajo su toque. El tacto no era bueno.

—¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó—. ¿Necesitas un vaso con


agua? Vamos a sentarte.

Lily asintió, un asiento era bueno. Estar parado era malo, muy, muy
malo.

Ella estaba más allá del habla, más allá de cualquier cosa, el dolor
estaba en su sien izquierda, inexplicable, indescriptible, dolor rasante.

—Lily. —Escuchó el retumbe profundo de la voz de Nate diciendo su


nombre, pero no se giró.

—Señor McAllister, creo que algo está mal con ella —murmuró la
recepcionista.

Nate estuvo a su lado en menos de un segundo. Ella lo sintió en vez


de verlo, sus ojos apretados con fuerza.

—Jesús, Lily —murmuró, su pesada, cálida mano remplazando la de


su recepcionista en su espalda y su otra mano fue a su cintura donde
gentilmente giró su cara hacia él.

Al hacerlo, le había dado una gran cantidad de su peso mientras


quitaba sus manos del escritorio. Su cuerpo se tensó ante la inesperada
carga y las manos de ella se movieron a los lados de su cintura para
aferrarse con fuerza.

El la jaló hacia sí con una mano, tomando su peso contra su cuerpo


mientras su otra mano iba debajo de su barbilla y levantaba su cara hacia
él.

Sin ver y sin enfocar, ella miró en la vaga dirección de su cara.

—Nate, creo que es necesario que me acueste —susurró.

Él se movió de repente y ella chilló. El movimiento repentino no era


bueno. Ningún movimiento era bueno.

Pero después fue liberada de sostener su peso porque fue levantada


en sus brazos. Ella descansó un brazo alrededor de sus hombros, una
mano en su pecho y su cabeza en la curvatura de su cuello.
263
Este era un mucho mejor lugar que estar parada.

—Llama a Jennifer —ladro él, alejándose caminando. El hecho de


caminar no fue tan bueno. Era movimiento y ella hizo un sonido de
protesta en el fondo de su garganta. Al sonido de este, sus zancadas se
ralentizaron—. Dile que quiero a mi doctor en mi apartamento
inmediatamente. Y dile que quiero que llame a la señora Roberts, que le
diga a mi madre que Lily está aquí y que está enferma.

Ellos iban a alguna parte, no sabía a donde pero esperaba que


llegaran pronto o vomitaría sobre el lindo traje de Nate.

—Lily ¿sabes que está mal? —preguntó él.

—Dolor de cabeza —fue todo lo que logró decir y esto lo dijo muy
calladamente, con esperanzas de que él entendiera la indirecta y dejara de
hablar tan fuerte. O, mejor aún, dejara de hablar.

—Esto no es solo un jodido dolor de cabeza —respondió


lacónicamente, su voz ronca con preocupación.

Ella no respondió. Él tenía razón por una vez y por otra, odió tener
que abrir la boca.

Llegaron a algún lugar y él la puso en sus pies pero no le hizo cargar


su peso mientras él la sostenía contra su cuerpo, después la cambió de
lugar y finalmente estaba sentada.

En un auto.

Con terror, ella salió del auto, chocando directamente con él.

—¡No! —gritó y el dolor se disparó a través de su cabeza como una


bala. Hizo una mueca sin saber que su ya pálida cara se volvió ceniza.

—Lily, por el amor de Dios, ¿qué está mal? —Ella lo miró, intentó
enfocarse a través del extenuante dolor y Nate miró su cara—. ¡Cristo!

La palabra fue una explosión. Ella se encogió con el ruido de su voz.

—Migraña, Nate. No puedo viajar en auto. El movimiento me hará


enfermar. No puedo soportarlo. No puedo lidiar con el movimiento.
Necesito recostarme, ahora —explicó ella y el esfuerzo de hablar la dejó
completamente exhausta.
264 —Necesitas entrar en el auto, cariño, estamos en un estacionamiento.
Estaremos en casa pronto —le aseguro él, su voz de nuevo gentil.

—El estacionamiento está bien. —Y en ese momento, perdida en el


dolor, era verdad. Se habría recostado en cualquier lugar, con que
estuviera recostada, estuviera silencioso y no tuviera que moverse—. Sólo
me acostaré junto al auto.

Él no la escuchó, la empujó dentro del auto, delicadamente pero a la


fuerza, y antes de que pudiera salir de nuevo, él le puso el cinturón. No
perdió tiempo en subirse al asiento del conductor y ponerlos en
movimiento.

Nate, justo como lo recordaba, manejó rápido y duro, esta vez por
necesidad. Lily se inclinó hacia adelante, puso sus codos en sus rodillas y
su cabeza en sus manos para mantenerse lo más quieta posible.

Y finalmente, Lily perdió el control del dolor y no tenía idea de que


estaba gimiendo, emitiendo bajos, escalofriantes, sonidos de animal de
pura agonía.

265
19
Nate

N
ate llevó a Lily hasta su ático, todo el tiempo mantuvo la
cabeza presionada en su cuello con tanta fuerza que él sintió
su pulso latir contra ella.

Y no había dejado de hacer ese ruido horrible.

El ascensor se abrió en el piso superior, su piso, ya que era


propietario de todo éste.

Como si esperara por el sonido del ascensor, la puerta solitaria en la


sala pequeña pero opulenta se abrió y Laura estaba allí de pie. En el
momento en que ella los vio, o más al caso oyó a Lily, la sangre se drenó de
266 la cara de su madre.

—Oh, Dios mío —susurró Laura.

Sin dudarlo, Nate la pasó de largo, a través de la sala de estar, el


pasillo y directamente a su dormitorio. Al lado de la cama, puso a Lily de
pie, pero mantuvo su peso apoyado contra él.

—¿Qué le pasa? —preguntó Laura pero Nate no respondió, estaba


mirando a Lily y ella estaba estremeciéndose.

—Sin luz —susurró Lily.

Inmediatamente, Nate ordenó a su madre:

—Cierra las cortinas.

—¿Perdón? —preguntó Laura.

—¡Las cortinas! —le espetó, su voz impaciente y cortante.


Laura corrió hacia las ventanas mientras la mano de Nate fue a la
cremallera en la parte trasera del vestido de Lily y tiró hacia abajo
suavemente.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó a Lily suavemente.

—Sin luz —repitió ella cuando él terminó con su cremallera y


cuidadosamente guio la falda de su vestido por encima de sus caderas.
Ella sabía lo que estaba haciendo y levantó los brazos en sumisión, pero él
podía decir el movimiento tomó un gran esfuerzo—. Sin ruido. El ruido,
muy malo. Franela fría y húmeda —terminó.

La habitación quedó a oscuras cuando Laura cerró las cortinas de las


ventanas del techo al suelo que se alineaban a un lado de la habitación.
Entonces se apresuró hacia ellos mientras Nate sacaba el vestido por los
brazos de Lily, todo el tiempo llevando su peso contra la longitud de su
cuerpo.

—Iré a buscar algo para que se ponga —se ofreció Laura, tomando el
vestido de su mano y lanzándolo a través de la parte inferior de la cama.

—Sin ropa. No puedo soportarlo —murmuró Lily y la mano de Nate se


trasladó al cierre de su sujetador y lo desabrochó hábilmente mientras
Laura renunciaba a su misión ofrecida y se inclinaba y retiraba las mantas
267 de la cama.

Nate le deslizó el sujetador por los hombros.

—Ve a por una franela fresca —le ordenó a su madre y Laura corrió al
baño.

Puso a Lily en la cama y se puso a trabajar en sus zapatos, que,


decidió con fastidio, independientemente de lo sexy que eran, podrían ser
utilizados por los bancos para mantener el dinero seguro, las correas eran
muy complicadas. Una vez que sacó ambos y los dejó caer al suelo, le
cubrió con las mantas.

—¿Tienes alguna medicación? —le preguntó.

Ella negó con la cabeza y se estremeció, entonces la presionó contra


las almohadas como la había presionada contra su cuello mientras él la
llevaba hasta el ático.

—Nada funciona —respondió ella.


—El médico está viniendo —dijo Nate mientras se sentaba en el borde
de la cama y le apartaba el pelo suavemente del cuello.

—No ayudará —murmuró ella.

Sintió una oleada de furia frustrada pasar a través de él. Se dio


cuenta vagamente de que esto había estado bajo la superficie desde que la
vio inclinándose sin poder hacer nada contra el escritorio de su
recepcionista, pero por fin, logró soltarse.

Él lo controló, pero apenas.

—Lily, dime qué puedo hacer —instó.

—Lo estás haciendo —susurró ella, presionando la cabeza más en las


almohadas.

Laura regresó a la habitación y le entregó a Nate la franela. La dobló y


la apretó contra la frente de Lily y ella hizo un ruido, esta vez no de dolor.

—Sí —susurró con tal oleada de alivio que fue como si le hubiera
dado el elixir de la vida. Levantó la mano y apretó la franela contra su
frente con tal fuerza que él podía ver el color de la carne de sus dedos
largos y elegantes cambiando de rosa a un rubor fuerte mezclado con
blanco.
268
Sonó el timbre y Laura murmuró:

—Yo voy.

Lily susurró después de que Laura hubiera salido de la habitación:

—Llama a Fazire, por favor.

—Por supuesto —le aseguró en voz baja.

—Dile que no venga.

Nate no respondió.

—Querrá venir, pero dile que tú cuidarás de mí. —Sus ojos se


abrieron y se deslizaron a los de él, pero su cabeza no se movió—. Dile que
yo dije eso.

Nate debería haber reaccionado a la importancia de sus palabras,


quería hacerlo, pero en ese momento no podía. Escuchó a su médico
personal, el Dr. Sims, entrando a la habitación con Laura.

Lily cerró los ojos y Nate se levantó de la cama para permitir entrar al
médico.

—¿Qué ha pasado? —preguntó el Dr. Sims.

—Ella dice que es una migraña —respondió Nate, sus palabras


entrecortadas.

—¿Las tiene a menudo? —continuó el médico.

Nate no pudo responder porque no lo sabía. Y esto hizo que el control


que tenía sobre su furia cayera un nivel. Si hubieran tenido los últimos
ocho años juntos, él lo habría sabido.

—Sí —fue Lily quien respondió.

—¿Con qué frecuencia? —le preguntó el Dr. Sims suavemente,


tomando su pulso.

—No muy a menudo.

—¿Conoce los factores desencadenantes? —le preguntó, su voz suave


y baja.

269 —Estrés —respondió ella y la furia de Nate se mezcló inmediatamente


con una oleada de culpa que causó que cayera otro nivel—, a veces mi
período.

—¿Está en su ciclo ahora? —preguntó el Dr. Sims.

—Va a venir. El dolor sólo viene justo antes —respondió ella.

—Vamos a resolverlo. —El médico miró a Nate luego a Laura. Su


significado claro, tenían que irse.

—No me voy a ir —declaró Nate con firmeza.

El Dr. Sims se alejó y le indicó a Nate que le siguiera, lo que hizo, pero
se detuvo antes de que incluso llegaran cerca de la puerta.

—Los enfermos de migraña necesitan tranquilidad, oscuridad,


descanso. Le daré algo que la ayudará a dormir. Hablaremos fuera, pero
ahora necesita estar sola y tenemos que hacer que duerma. Es lo mejor, a
veces la única cosa para ello.
Nate observó a Lily todavía presionando la franela contra su cabeza y
luego miró al médico.

Deseando sólo acelerar el proceso de su recuperación, él asintió y


salió de la habitación. Laura ya se había ido.

En la sala de estar, Laura estaba recogiendo sus cosas, oyó más que
vio a Nate entrar en la gran sala.

—Voy a ir a las tiendas, comprarle un camisón, una muda de ropa…


—Laura necesitaba algo que hacer y no tenía nada, por lo tanto, estaba
creando cosas con las que mantenerse ocupada.

Nate detuvo su salida precipitada.

—Necesito que llames a Fazire. Dile que ella está aquí y que no está
bien. Dile que estoy cuidando de ella. Por favor, dile que Lily lo dijo.

Ante las palabras “te necesito”, la cabeza de Laura dio la vuelta. Al oír
la palabra “por favor” su cara se derritió y sus ojos comenzaron a brillar
con lágrimas.

Nate nunca le había dicho lo primero a ella en su vida. Y esta última


alguna rara vez se la había dicho a alguien.

270 Inmediatamente, dejó caer su bolso y corrió hacia la cocina diciendo:

—Voy a hacerlo ahora. —Entonces se detuvo y se dio la vuelta—.


¿Cuál es el número?

Él le sonrió a su madre, sentimientos de inmensa gratitud porque esté


allí cuando la necesitaba, cuando Lily la necesitaba, combatiendo su ira.
Nate le dijo el número que sólo había usado una vez, pero, como de
costumbre, había memorizado.

Ella lo murmuró una y otra vez para sí mientras corría a la cocina.

Nate se detuvo de tomar un trago que de veras necesitaba. No podía


sacarse el lloriqueo atroz de Lily de la cabeza y no podía perder la furia en
este sentimiento de impotencia. Este no era un sentimiento al que
estuviera acostumbrado y no le gustaba mucho.

Pero no podía tomar un trago. Era antes del mediodía y, además, Lily
podría necesitarle.
Laura regresó a la habitación.

—Fazire dice que quiere que le llame Lily cuando esté mejor. Quiere
que sepa que va a cuidar de Natasha. Y quería saber por qué ella estaba
aquí —informó.

Nate se pasó la mano por el pelo y luego la detuvo en su cuello para


hacer desaparecer con un apretón un poco de la tensión que se había
instalado allí.

—No tengo ni idea de por qué está aquí. Ella se presentó en mi oficina
y en el momento que llegué a la recepción, apenas podía mantenerse en
pie.

Cuando su secretaria le había dicho que una Lily Jacobs estaba


esperando en la recepción, inmediatamente pensó que era una buena
señal. Siempre había sido inflexible sobre lo de hablar a través de sus
abogados. Su abogado era un pit bull, demandas constantes, amenazas
constantes y a Nate se le dijo en términos inequívocos —a través de sus
propios abogados, por supuesto— que se mantuviera alejado de Lily.

Lo que Nate ignoraba.

La llegada de Lily a Londres fue una sorpresa inesperada.

271 Sabía que había hecho un avance en su primer día con ella. Ella
respondió a él y lo que es más, Tash también, espectacularmente.

También sabía, por la manera en que Tash habló, y en gran cantidad,


acerca de lo que su madre le había dicho acerca de él, que Lily había
estado suspirando por un Nate “muerto” durante años.

Y, por último, Nate definitivamente sabía que se había perdido en él la


última vez que estuvieron juntos. Uno no consigue estar tan enojado como
ella, sin sentir algo.

Nate sabía unas pocas cosas claras sobre la ira. Era del tipo
mezquino y era del tipo emocional. Lily no tiene un hueso mezquino en su
cuerpo. La ira de Lily era emocional, algo profundo dentro de ella la estaba
conduciendo. Y cualquier cosa que sea, la condujo a reaccionar a su beso
y a su toque, en su forma familiar, sin inhibiciones.

Ese algo, lo que fuera, en este punto era todo para Nate.
Nate podría trabajar con algo.

Por otra parte, con una mirada a la esperanzada y feliz cara de su


hija, ella había entrado a una cena familiar. Él había sabido hace ocho
años que ella nunca habría separado una familia y él apostaba por el
hecho de que no había cambiado.

Cuando su secretaria le había dicho a Nate que ella estaba allí, no


perdió tiempo en ir hacía ella. Pero, a pesar de esto, la razón de su visita
era un misterio todavía.

Podría ser un sí o podría ser un no. Contaba con un sí.

Dejó caer el brazo y sacudió sus pensamientos. Él sabría muy pronto


y Nate era un hombre paciente.

Vio como Laura miró al pasillo que llevaba a su dormitorio y luego a


Nate.

—¿Crees que Natasha la ha visto así? —preguntó en voz baja.

Nate pensó en su hija y el escudo de teflón que Lily, obviamente,


había cuidadosamente elaborado en torno a Natasha, para protegerla de
cualquier cosa que pudiera afectar el gran espíritu y buen humor de su
hija. Tenían poco, pero Natasha no precisaba de nada y no tenía idea de lo
272 que se estaba perdiendo o, de hecho, por su personalidad, cualquiera de
las luchas y sacrificios de su madre.

Dudaba seriamente que Lily quisiera exponerla a lo que acababa de


presenciar.

Negó con la cabeza en respuesta a la pregunta de su madre.

Fue entonces cuando el médico entró en la habitación y se dirigió


hacia ellos.

—¿Cómo está? —preguntó Laura, su voz recubierta con preocupación.

—Le di un sedante suave. Por desgracia, no hay mucho que podamos


hacer sino esperar. Ella dice que desaparecerá después de dormir. Es solo
encontrar el sueño a través del dolor.

—La voy a comprobar. —Laura se dirigió hacia el pasillo, pero se


detuvo con las siguientes palabras del médico y se volvió.
—No lo haga. Ella necesita paz y, sobre todo, necesita tranquilidad.
Tiene que luchar contra esto por su cuenta. Me dijo que sólo duran unas
pocas horas, sólo necesita dormir.

—¿Qué lo causa? —preguntó Laura.

—Una variedad de cosas. —Estaba empacando eficientemente su


bolsa. Había sido llamado en un horario con muchos pacientes. Sin
embargo, cuando Nate McAllister llama, cualquier persona que haya
recibido la llamada, inmediatamente, obedecía sus órdenes, incluso
médicos generales.

El tono de Laura se revistió con preocupación cuando preguntó:

—¿Es… podría ser algo serio? Algo…

—Sra. Roberts, probablemente sea nada —aseguró el Dr. Sims—. Ella


dice que ha estado sufriendo de ello desde que era niña. Si está
preocupada, llévela a un neurólogo, obtenga una resonancia magnética.

Nate habló por primera vez desde que el doctor entró en la habitación.

—Arréglelo.

El Dr. Sims movió sus sorprendidos ojos a Nate.


273 —¿Perdón?

—Refiérala a un neurólogo —ordenó.

—Puede que ya haya visto uno. A veces el dolor es persistente y puede


que no sea capaz de decir mucho. Ella, obviamente, conoce sus
disparadores, y cómo hacerles frente.

—Hazlo —cortó Nate.

A su tono, y a la mirada dura puesta en el rostro de Nate, el Dr. Sims


asintió.

—Mañana —exigió Nate.

—Por supuesto —el médico acabó asentando su bolsa—, ella debería


estar bien en un par de horas. Si pasa cualquier cosa, llámeme.

Luego se fue.
Laura estaba de vuelta con su bolso de mano, recogiendo sus cosas.

—Voy a hacer unas compras. Ella debería permanecer contigo esta


noche —dijo Laura con decisión—. Me aseguraré de que esté cómoda.

Su madre se acercó a Nate y le dio un beso en la mejilla y luego ella


también se había ido.

En estas salidas repentinas, Nate descubrió que tenía tiempo para


pensar.

Sin embargo, Nate no quería pensar. No quería pensar en Lily sola y


luchando contra el dolor en su cama. No quería pensar en Lily sufriendo
de esa manera otra vez, mucho menos en que ella lo había hecho desde
que era una niña. No quería pensar en lo poco que la conocía a pesar de
que recordaba incluso el más ínfimo detalle de cada uno de los momentos
que había compartido con ella.

Por lo tanto, él no pensó.

Llamó a su oficina y ellos tenían el trabajo de mensajería para él, pero


les dijo que bajo ninguna circunstancia hagan sonar el timbre. Se quitó la
chaqueta y la corbata, aflojando los botones de su camisa en la garganta.
En silencio, comprobó a Lily dos veces, ambas veces, por suerte, estaba
durmiendo. Su madre llegó varias horas después con suficientes bolsas de
274
compra para que Lily se quede por un mes, y no solo por una noche.

Y a través de ese tiempo, Nate mantuvo su mente en su trabajo y


esperó. Mantuvo un silencio absoluto. Se mantuvo cuidadoso, un control
deliberado de su furia.

Horas más tarde, se alejó de la mesa del comedor, donde había


establecido su oficina temporal en lugar de trabajar en su estudio, que
estaba al otro lado del departamento y demasiado lejos de Lily. Entró en el
dormitorio para encontrar un cambio de ropa, con la esperanza de que Lily
duerma a pesar de cualquier ruido.

Cuando llegó, la cama estaba vacía. Lily se había ido.

Se quedó inmóvil en la puerta, una extraña sensación de malestar


llenándolo, a pesar de que sabía que no podía haberse ido realmente.

Entonces oyó un ruido y su cabeza dio la vuelta.


Llevaba su bata y estaba de pie en la puerta del cuarto de baño.
Estaba apoyada contra la jamba de la puerta, su antepie 6 presionando
contra la parte superior del otro.

Recordó su postura, exactamente igual que hace ocho años. Nate se


acordó de esa visión de ella, su primera noche juntos, una y otra vez en los
últimos años.

Ese recuerdo, una vez doloroso, cortó a través de él. Si Lily estaba en
Londres para decirle “no”, entonces él tendría este recuerdo para agregarlo
a su inventario tortuoso.

Con determinación, puso a un lado ese pensamiento.

—¿Te sientes mejor? —preguntó en voz baja.

Ella asintió, se apartó de la jamba de la puerta y se acercó a la cama.

Caminó hacia ella y, mientras lo hacía, él habló.

—¿El dolor se ha ido?

—Sí. Me siento rara después. Exhausta pero capaz de funcionar. No


sé, se siente como si hubiera estado en una especie de batalla.

Se detuvo junto a la cama, se inclinó y agarró su vestido. Se detuvo


275 junto a ella, extendió la mano y tiró suavemente de su vestido de sus
dedos.

—Lo estuviste —indicó directamente.

Ella estaba mirando el vestido en su mano y, ante sus palabras, sus


ojos se levantaron a los suyos.

—No. No es gran cosa, es sólo un dolor de cabeza. —Ella estaba


tratando de hacerlo pasar como si no fuera nada.

Nate nunca olvidaba nada pero incluso si tuviera ese lujo, nunca iba
a olvidar el sonido de su lamento.

—Confía en mí, sí estuviste. Te vi hacerlo.

Claramente no deseaba discutir, cambió de tema y le preguntó en voz


baja:

6 Antepié: Parte anterior del pie, donde los dedos del pie se unen con el resto del pie.
—¿Puedo tener mi vestido, por favor?

Lo arrojó sobre la cama deliberadamente fuera de su alcance


inmediato. Observó su aterrizaje y no hizo ningún comentario. Fue
entonces cuando Nate se dio cuenta que ella parecía un poco aturdida.

—Laura te compró un camisón, o, si las bolsas en la otra habitación


son una indicación, veinte de ellas —dijo.

Un fantasma de su peculiar sonrisa jugó sobre sus labios y Nate lo


registró en su mente, al igual que su cuerpo reaccionó al instante al dulce
y familiar espectáculo de la misma.

—A Laura le gusta ir de compras, ¿no es así? —susurró Lily como


para sí misma y sus palabras sonaron casi afectuosas.

Ella no esperaba una respuesta a su pregunta y Nate, incapaz de


controlarse a sí mismo por más tiempo, la atrajo hacia él con cautela y
deslizó sus brazos alrededor de ella.

Su cabeza se inclinó hacia atrás, pero, sorprendentemente, no se


resistió a su abrazo. En cambio, ella levantó sus manos para descansarlas
en su bíceps.

—¿Estás bien? —preguntó ella, sus ojos mirándolo de cerca a través


276 de la oscuridad de la habitación.

—No, no estoy bien. —Se sorprendió al responder con honestidad.

Ella contuvo el aliento bruscamente y luego preguntó:

—¿Qué pasa? ¿Es Tash? ¿Fazire?

Él la interrumpió.

—Eres tú.

—¿Yo? —Sus ojos se ensancharon.

En respuesta, soltó una risa baja, sin sentido del humor, que la llevó
a acercarse a él, su rostro cambió cuando la preocupación lo llenó.

—¿Nate?

—¿Por qué estás aquí? —preguntó de repente.


Ella no estaba siguiéndolo, su preocupación se volvió confusión.

—¿Aquí?

—En Londres, ¿por qué has venido a verme?

Una vez más, su rostro cambió, esta vez a una especie de tristeza.

—Nate, creo que estás cambiando el tema. —Su voz fue tan suave,
que si ella estuviera aún más lejos que en sus brazos, él no habría
escuchado.

Él no contestó.

—Dijiste que no estás bien —le recordó—. ¿Por qué no estás bien?

Aún no respondió. Algo lo detuvo. No sabía lo que era, pero fuera lo


que fuera siempre lo detenía. Le impedía hablar, le impedía dejar que
nadie se acercara, lo detuvo de confiar a nadie con sus pensamientos, sus
sentimientos, nada de él.

Incluso Lily.

Ella esperó. Su paciencia disminuyendo y observó en silencio.

Entonces explotó:
277
—Maldita sea, Nate, ¡habla conmigo! ¿Qué pasa?

En su arrebato, la repentina intensidad de su voz después de que él


había colocado un precio tan alto al silencio debido a su dolor, sin
mencionar el hecho de que se sentía, después del episodio de horas antes,
como si pudiera romperse en un millón piezas y perderse de nuevo, pero
esta vez para siempre, admitió escuetamente:

—Me asustaste terriblemente.

Su rostro cambió de nuevo, está vez entendiendo. Y ella no se apartó


de él. Él pensó que lo haría al escuchar su admisión, pero no lo hizo. Sus
dedos se apretaron en sus brazos para tranquilizarlo.

—Oh Nate, es sólo un dolor de cabeza —susurró Lily.

—Deja de decir eso, Lily, no es sólo un dolor de cabeza. Nunca he


visto algo así en mi vida.
Ella, para su completo asombro, intentó bromear

—Entonces debes haber vivido una vida muy protegida.

—No, Lily, no la he tenido —respondió Nate al instante, cada palabra


entrecortada y de inmediato se dio cuenta de su error pero no le permitió
preocuparse por ello. En su lugar, le informó—. Tienes una cita con un
neurólogo mañana.

—¿La tengo? —Esta vez, su expresiva cara se llenó con sorpresa.

Y fue entonces, inusualmente tarde, que cayó en la cuenta de que su


rostro era expresivo de nuevo. Su guardia estaba abajo, ella estaba de pie
con sus brazos ligeramente presionados contra su cuerpo y no tratando de
alejarse.

Ella estaba hablando con él y no se había mencionado una vez el


nombre de “Alistair”.

Sus brazos se apretaron, llevándola más profundo en su cuerpo.

—Sí, la tienes —dijo suavemente, sintiéndolo en lugar de saberlo. La


razón por la que ella estaba allí.

—¿Por qué? No hay nada que puedan hacer. He estado en el médico


278 —le dijo.

—Sígueme la corriente —devolvió.

—Nate…

—Hazlo por Tash —murmuró, llevando su mano hacia arriba para


meter un pesado mechón de su extraordinario cabello detrás de su oreja.

—No tengo que hacerlo, Nate. He tenido los dolores de cabeza desde
que era una niña, sólo unos cuantos. Vinieron más a menudo cuando
comenzó mi período. Uno que otro mes antes de mi ciclo y cada vez que
tengo exceso de estrés.

—¿Lily?

—¿Sí?

—Esta discusión ha terminado —afirmó rotundamente.

Ella lo miró fijamente, la expresión de su rostro tornándose rebelde y


luego se dio cuenta de lo mucho que la echaba de menos.

Sabía que la echaba de menos. Él lo sabía. Había vivido con ello


durante años, sobre todo el último par de semanas.

Pero ahora que estaba de vuelta, ahora que ella era verdaderamente
Lily, su sonrisa única, su cara diciéndole exactamente lo que estaba
pensando antes de que abriera su boca para hablar, sintió su pérdida
como un golpe.

Y su regreso como una bendición.

Inclinó la cabeza para rozar sus labios contra los de ella y ella sólo se
tensó ligeramente en sus brazos.

Progreso.

—Vamos a hablar de por qué estás en Londres —sugirió en un tono


que decía que era para nada una sugerencia.

—¿Puedo vestirme?

—No.

Ella se quedó sin aliento.

279 Entonces, un momento después, ella suspiró.

—¿Podemos hacerlo en otra habitación? —preguntó de mal humor.

—No.

—Nate…

—Ahora tú estás evitando el tema.

Sus labios se fruncieron y sus ojos se deslizaron lejos de él.

Cualquier furia residual en su ineficacia ante su dolor menguó de él


cuando sintió la victoria.

—Antes de decir lo que voy a decir —sus ojos se acercaron y sus


manos llegaron entre ellos para moverse inquitas contra sus pechos—, voy
a advertirte que tengo ciertas condiciones.

Sus brazos se movieron de alrededor de ella, se apoderó de sus manos


entre las suyas y tiró de ellas suavemente detrás de su espalda,
presionando su suave cuerpo completamente contra el de él.

—¡Nate! —exclamó.

—Sólo di lo que tengas que decir Lily.

—Deja mis manos.

Ella estaba evitando el tema.

—Las estabas moviendo inquietamente —le informó.

—¿Y?

—Era una distracción.

—Créeme, vas a escuchar lo que tengo que decir.

—No me estaba distrayendo, te estaba distrayendo.

Su cabeza se sacudió bruscamente, ella lo miró un momento y luego


la sonrisa peculiar jugó sobre sus labios, pero no salió con toda su fuerza.

—Eres demasiado perspicaz para tu propio bien —se quejó ella, pero
no lo decía en serio, había un toque de admiración en sus palabras y en
cualquier otro momento de su vida se habría permitido sentir placer en
ello.
280
No en este momento, sin embargo. Este momento era demasiado
valioso como para permitir que su mente divague a otra cosa excepto ella.

—Lily. —Su voz contenía una advertencia.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

—¿Tienes algo que decir? —apuntó.

—Muy bien, muy bien —murmuró, pero luego no dijo nada.

Él esperó. Ella mantuvo la calma.

Él esperó. Ella frunció los labios y apartó sus ojos de nuevo.

Él esperó. Ella deslizó sus ojos de nuevo y lo miró, abrió la boca y


luego la cerró de nuevo.

—Lily —repitió Nate entonces no pudo evitarlo, sintió que su cuerpo


empezaba a temblar de risa.

—¿Te estás riendo? —se quejó ella, desviándose a otro tema para
esquivar el que ella estaba evitando.

Soltó sus muñecas, pero la sostuvo donde estaba él quieto. Inclinó la


cabeza y enterró su cara en el perfumado cabello en su cuello.

—Sólo dime que te casarás conmigo —exigió contra su cuello, su voz


llena de diversión, su cuerpo temblando con ello y algo muy cercano a la
sensación que había tenido cuando su hija lanzó por primera vez sus
brazos alrededor de él robó su corazón.

—Me casaré contigo —susurró y los brazos de él, ya rodeándola, se


tensaron como bandas de acero.

Algo poderoso e innato surgió a través de él, algo enorme y profundo e


increíblemente agradable. Mejor que el orgasmo más intenso que había
tenido (un clímax que había tenido con Lily, lo recordaba con claridad, la
quinta vez que hicieron el amor).

—Pero tengo condiciones —le informó.

Él levantó la cabeza y la miró fijamente ya decidiendo que estaría


dispuesto a rendirse a cualquier cosa.
281
Casi.

—No vamos a trasladarnos a Londres —dijo ella—, tendrás que


mudarte a la casa en Clevedon.

Sin dudarlo, Nate respondió:

—Hecho.

Lily parecía sorprendida por su rápido acuerdo y la confundió por un


momento, pero luego se recuperó.

—Tienes que aceptar a Fazire, no importa qué.

Esta vez él vaciló y ella abrió la boca para hablar, pero antes de que
pudiera decir una palabra, espetó:

—Bien.

—Y que viva con nosotros.


Nate asintió. Él aceptaría a su extraño amigo Fazire. Viviría con todo
el ejército británico acampado en su sala de estar si eso significaba estar
con ella, tenerla en su cama y con su hija al final del pasillo.

—Dilo —exigió ella.

—Bien —concedió.

—Y si algo me sucede, él se queda con Tash, siempre y cuando ella lo


quiera.

Nate la miró detenidamente. Encontró esta demanda más que un


poco extraña, como si Fazire fuera una posesión. Leyendo correctamente
en su cara que esto significaba mucho para ella, estuvo de acuerdo con
otra inclinación de cabeza.

Ante eso se relajó contra él.

—¿Eso es todo? —preguntó, encontrándose aliviado. Ella podría haber


pedido más, mucho más, diamantes y perlas, vacaciones, chalets de
montaña en los Alpes.

Pero no pidió nada de eso y esta vez ella asintió.

—Ahora vamos a discutir mi condición —le dijo.


282 Lily se tensó de nuevo inmediatamente.

—¿Qué condiciones?

—No condiciones, condición —respondió Nate—. Solo tengo una.

Ella lo miró fijamente, sus ojos abiertos se habían estrechado.

Nate siguió.

—No más niños. Si quieres otro bebé, vamos a adoptar.

Sus ojos se abrieron al instante ampliándose de nuevo.

—Nate, fue sólo un mal embarazo. No hay ninguna razón por la que
no pueda…

Él la interrumpió.

—¿Sólo un mal embarazo como tus migrañas son sólo dolores de


cabeza?
Su boca se cerró y frunció los labios.

Luego preguntó de repente:

—¿Estás en control de la natalidad?

—No.

Este anuncio lo sorprendió.

—¿Utilizas otro método anticonceptivo?

Empezaba a retorcerse y se veía más que un poco incómoda.

No podía importar menos su incomodidad.

—Respóndeme, Lily —exigió Nate, dándole una sacudida leve.

—No.

—¿Por qué no? —espetó.

Ella lo fulminó con la mirada, pero no respondió.

—Respóndeme. —Nate empezaba a enojarse.

Se había graduado de Oxford, por el amor de Cristo, no era estúpida.


283 Casi había muerto durante su último embarazo, infierno, murió. Debía
protegerse.

Odiaba la idea de otro hombre tocándola, sobre todo porque, al


principio sólo había sido suya. Pero por mucho que lo detestaba,
comprendió que tenía que dejar de lado eso ahora. Ella estaba de regreso,
Natasha era de ellos, toda su atención se centraba en su futuro.

—¿Ellos lo utilizaron? —preguntó, no exactamente emocionado por


hablar de sus amantes, pero tenía que saber.

Considerar los anticonceptivos no era algo que le había enseñado en


el breve tiempo que tuvieron juntos, de hecho, él lo había evitado con
propósito calculado pero podía imaginar que había aprendido mucho en
ocho años.

—¿Quién? —preguntó, viéndose perpleja.

—Los hombres con los que has estado.


Incluso en el cuarto oscuro, vio su rostro pálido.

Se mantuvo su silencio por un momento y luego dijo:

—Nate, realmente no creo que sea de tu…

La sacudió de nuevo, esta vez ligeramente más-que-suave.

»¡Nate!

—Lily, vas a ser mi esposa. Teniendo en cuenta mi condición ante


nuestras nupcias inminentes, este tema finalmente vendría.

—No estuve de acuerdo con tu condición —le dijo.

—No te embarazarás de nuevo —replicó.

—Realmente, yo…

Él la interrumpió.

—Te llevaremos a un médico de cabecera mañana también y


arreglaremos algo.

Había decidido renunciar. Ella era definitivamente más terca de lo


que recordaba y había otras maneras en las que deseaba pasar estos
momentos, formas mucho más agradables, no discutiendo sobre control de
284
natalidad y definitivamente no pensando en sus otros amantes.

Aun así, no pudo dejar de murmurar:

—Es impresionante, como alguien tan inteligente como tú,


obviamente, sería tan inmensamente densa ante protegerse con
anticonceptivos.

Se puso rígida en sus brazos.

—No soy densa.

—Teniendo en cuenta el hecho de que casi moriste en el parto, sí,


diría que eras densa —espetó Nate secamente porque el tema era tan
importante, teniendo en cuenta lo que pasó con Natasha y la
despreocupación de Lily sobre algo tan importante era intensamente
molesto, por lo tanto, al instante decidió que le gustaba la idea de discutir
sobre control de la natalidad.
—Difícilmente necesité llenar mi cuerpo con píldoras o tener… un…
algún tipo de aparato ¡si no llevaba a nadie a mi cama! —espetó ella, sus
ojos con fuego y un rubor tan feroz que pudo verlo en la oscuridad
trepando por sus mejillas.

Su cuerpo se quedó inmóvil y apretó sus brazos.

—¿Qué dijiste?

—Me escuchaste.

—Está bien, haré otra pregunta. ¿Qué querías decir?

Pareció perdida por un momento, claramente su agitación y su


recuperación de la migraña frenaba sus procesos. Luego volvió en sí.

—Eres demasiado inteligente para tu propio bien, ¿sabes eso? —


preguntó irritada.

—No cambies el tema y responde la pregunta.

Miró hacia el cielo y por primera vez se apretó contra sus brazos para
alejarse.

—Esto es humillante —dijo al techo.

285 Entonces lo supo.

No podía creerlo pero lo supo. Era casi tan increíble como el hecho de
que no había sido tocada cuando por primera vez la tuvo. Esto era
imposible de creer.

—No ha habido ningún otro —afirmó y sus ojos volaron hacia él—.
¿Verdad? —preguntó en voz baja.

Ella dudó un momento y luego dijo:

—Sé que piensas que soy la más, bueno, que yo… —Hizo un extraño,
ruido frustrado antes de soltar—: ¡simplemente no había tiempo!

Se dio cuenta de que inventaba excusas como si esta noticia fuera


algo malo. Como si esto no fuera un regalo de los dioses, como su regreso,
como Natasha, como el hecho de que aceptó casarse con él.

—Lily. —Su voz fue baja, pero estaba empezando a enloquecer.


—Siempre había algo. Cuando Tash era pequeña, me recuperaba
después de eso, estaba demasiado cansada. Luego estaba el trabajo,
lavandería, Tash, Fazire, el maldito auto. Quiero decir, no había tiempo.

Nate intentó y falló al interrumpirla pacientemente al murmurar:

—Lily.

Ella lo ignoró.

—Y luego está buscar a alguien. Quiero decir, Nate, hay un montón


de perdedores. Muchos. No lo creerías.

Ella subrayaba sus palabras de nuevo como él recordaba que hacía


cuando estaba agitada. Era tan Lily, no una calmada, Lily hastiada, sino
su Lily, alegre y divertida.

El cuerpo de Nate empezó a temblar de risa y alivio y lo que había


sentido antes, algo que no reconoció, pero ahora sabía que el triunfo se
mezclaba libremente con alegría.

—Lily. —Su voz estaba impregnada de alegría.

Lo ignoró y rodó sus ojos al techo.

—Y algunas de las cosas que decían. Un tipo incluso me dijo que


286 tenía ¡buen aliento! Felicitó mi respiración como una línea de flirteo. Por
favor, dime que nunca has hecho eso. —Su mirada volvió hacia él con
duda, por fin sintió que su cuerpo temblaba y sus ojos se estrecharon—.
¿Qué es tan gracioso?

Decidió que no quería leer sus pensamientos en la habitación a


oscuras y con esfuerzo la dejó ir, pero entrelazó los dedos con los suyos. Se
acercó a la ventana, arrastrándola con él y abrió las cortinas. Entonces
inmediatamente la atrajo de nuevo en sus brazos.

—Te pregunté, ¿qué es gracioso? —preguntó.

Él le sonrió y su rostro cambió cuando lo vio. Notó algunas de las


viejas expresiones que solía llevar cuando lo miraba y brillaba, la alegría
que sentía se intensificó exponencialmente.

—Cariño, tanto como odio la idea de que estuvieras sola con Natasha
durante ocho años, odio la idea de ti con cualquier otra persona. Así que,
espero que me perdones cuando te digo que me alegro de que no hayas
compartido tu hermoso cuerpo con nadie más que yo.

—¡Bien! —Resopló, claramente sin nada qué decir y apartó su cara de


él para que no pudiera ver su expresión.

La inclinó con una mano en su mandíbula y vio la confusión en sus


ojos, confusión y alivio.

—Ahora que eso está claro, ¿estás de acuerdo con mi condición?

Una vez más, se veía adorablemente confundida cuando él cambió a


un tema anterior y notó para futuras consultas que estaba distraída
después de una migraña.

Luego su expresión se aclaró.

Ella suspiró. Enormemente.

—Supongo —cedió.

Sus brazos se apretaron y su cabeza descendió.

—Si somos capaces de adoptar —interrumpió su descenso.

—Vamos a adoptar —dijo contra sus labios.

—Está bien —susurró ella, su cuerpo se fundió contra el suyo y, por


287
último, con gratitud, la besó.
20
Lily

L ily se despertó sola en la colosal cama de Nate. Jamás había


visto una cama tan grande en toda su vida. Era incluso más
grande que la cama que él le había comprado y pensaba que esa
era la cama más grande que jamás había visto.

Escuchó durante un momento el silencio en la enorme habitación y se


preguntó dónde estaba Nate. Rodó a un lado para ver si había algún reloj y
vio que casi eran las nueve y media.

Pestañeó ante la sorpresa. No había dormido hasta tan tarde en años.


Lily ni siquiera pensaba que tenía la capacidad para dormir más tarde de
las siete en punto.
288
Se rodó sobre su espalda y contempló el techo y la suavidad de las
sábanas de Nate, que eran de una suavidad de otro mundo.

Nate, se dio cuenta, si era como solía ser, debía estar en el trabajo.

Echó a un lado las sábanas y se dirigió al baño mientras pensaba con


satisfacción en la noche anterior y, sobre todo, más que con satisfacción,
en esa mañana.

Sorprendentemente, Nate no le había hecho el amor después de que


accedieran a casarse. Por fin la había besado —después del mortificante
intercambio sobre la anticoncepción que no quería recordar, jamás.

Pero eso había sido todo.

Bueno, no todo exactamente ya que la había besado durante la noche,


la había abrazado por detrás y la acarició con la nariz mientras hablaba
con Fazire —por suerte, Fazire sabía que normalmente estaba
desorientada después de una migraña por lo que no la presionó con que
por qué estaba, de repente, en la casa de Nate en Londres— y entrelazó
sus dedos con los de ella mientras comían lo que él había pedido.

Más tarde, por fin se fueron a la cama, Lily llevaba uno de los
camisones que Laura le había comprado. Ella no había comprado veinte
camisones, había comprado tres, cuatro juegos de ropa interior, dos trajes,
tres pares de zapatos y dos grandes bolsas llenas hasta arriba de cosas
para el cuarto de baño y cosméticos de todos los tamaños, formas y
colores. Laura podía comprar para Inglaterra en las Olimpiadas y ganar la
medalla de oro, sin duda.

Una vez en la cama, Nate puso la espalda de ella contra su parte


delantera y envolvió su brazo en su cintura. Entonces presionó su cara en
su pelo, como solía hacer y en ese momento Lily se había dado el
momentáneo lujo de permitirse que los ocho años se desvanecieran.

Entonces, se tumbó en la cama esperando. Nada.

—Um… ¿Nate? —había susurrado en la oscura habitación.

—¿Mm? —El sonido murmurado sonó detrás de ella y su brazo se


apretó en su cintura.

No sabía qué decir. Entonces dijo:


289
—No importa.

Se dio cuenta que estaba ligeramente decepcionada. Entonces


también que estaba más que ligeramente decepcionada. No había ido
exactamente allí para lanzarse sobre él y juntar a su familia. Pero habían
acordado su fidelidad. Sin duda una consumación de celebración hubiera
venido bien.

—No eres tú misma —dijo Nate dulcemente.

—¿Qué? —preguntó Lily.

—Te haré el amor cuando estés recuperada. Ahora mismo, aún no


eres tú misma.

—Oh —susurró ella.

Algo en eso hizo que su corazón palpitara. No entendía


completamente por qué pero sintió que era importante.
—Duérmete, querida —murmuró en su pelo.

Decidió que le gustaba cuando la llamaba querida. Sabía que no


debería hacerlo pero eso no cambiaba el hecho de que era así.

Exhausta por los eventos del día, de hecho, los eventos de las dos
últimas semanas y su cómoda cama con su calor detrás de ella, cayó en
un profundo sueño como no había tenido en años.

Se despertó, lo que pareció un año más tarde, descansada, relajada,


contenta… y excitada.

—¿Nate? —murmuró somnolienta.

Aparentemente Nate había decidido que era ella de nuevo porque, con
el sonido de su voz, apartó su mano la que había estado en el dobladillo de
su camisón, acunó su pecho con dos dedos acariciando su pezón. Le dio la
vuelta y en un instante él se convirtió en su mundo. Sus manos, su boca,
su lengua, estaban por todos lados y la sensación vaga de relajada,
contenta, excitada, se evaporaron en segundos mientras el caliente deseo
flotaba a su alrededor.

Disfrutó de ello, había esperado años para ello y ahora sabía que se
debía a por fin ser suya.

290 En minutos había hecho que su escasa vestimenta saliera de su


cuerpo y el calor salía de ella como un incendio. Ella gemía su nombre,
con las manos en su pelo mientras su boca estaba al principio
atormentando un pecho, luego el otro, luego abajo, abajo…

Entonces se detuvo y su cabeza se irguió quitando sus manos. De


repente su cuerpo se fue para un lado, su peso salió de ella y su inmenso
calor abandonando a Lily hizo que se sintiera con frío de repente.

Desorientada, bajó su barbilla para ver qué le había detenido y su


cuerpo se quedó inmóvil por lo que vio.

Nate estaba tumbado a un lado, apoyado en un codo y sus ojos


miraban fijamente su barriga.

Habían pasado ocho años desde que alguien la había visto desnuda y
en el calor del momento, la emoción de las sensaciones, se había olvidado
por completo. No era la mayor fan de su cuerpo, de hecho, básicamente lo
ignoraba, era lo que le decían la mayor parte del tiempo y era lo único que
necesitaba.

Ahora, se sentía vulnerable y avergonzada, sobre todo que él estuviera


viendo su estómago. No era precisamente su zona favorita de su cuerpo,
no es que tuviera una.

La cara sonrojada de Lucy empezó a arder y bajó la mirada para ver lo


que había captado su atención y entonces vio la cicatriz de la sección de
Tash.

No era horrorosa pero era una cicatriz y las cicatrices nunca eran
muy atractivas. Vio la mano de él acercarse y ella la agarró por vergüenza
antes de que pudiera tocarla. Quería cubrirse con las sábanas pero sus
ojos se movieron hacia los de ella.

En el instante en el que la miró, se olvidó de todo. Estaban brillando


por algo que no podía entender pero, fuera lo que fuera, hizo que se
olvidara de su vergüenza por completo.

—¿Tash? —preguntó, con voz ronca.

Ella asintió, preguntándose en qué estaba pensando.

Entonces para su asombro, su cabeza se inclinó y sus labios tocaron


la cicatriz en un extremo y recorrió lentamente toda su longitud.
291
—Nate —susurró, observando su gesto gentil, las lágrimas de repente
cayeron, obstruyendo la garganta, haciendo que su voz fuese ronca.

Y entonces no podía pensar en llorar, no podía pensar en su gentileza


porque había movido su cuerpo y su cabeza estaba más abajo, su boca
encontrándola entre sus piernas y lo único en lo que podía pensar era en
lo que le estaba haciendo, lo que estaba haciéndola sentir y la belleza
absoluta de ello.

Hizo que llegara al clímax con su boca y mientras estaba en las


últimas agonías de ello, las olas de placer deslizándose por su cuerpo, él se
adelantó y la llenó. Gritó su nombre mientras se introducía en ella, sin ser
gentil en absoluto, sus empujes era una violencia controlada. Era una
posesión, una reclamación y su mano fue entre ellos, fue exactamente al
centro sensibilizado de ella antes de que pudiera completar su orgasmo,
trayendo otro instantáneamente.

Ella estaba jadeando, agarrándose a su espalda, susurrando su


nombre entre los jadeos, rodeando con las piernas su cintura mientras las
gloriosas sensaciones la rasgaban al tenerle de nuevo. Le encantaba la
sensación de él dentro de ella como había soñado tantas noches e incluso
soñaba despierta durante las horas de luz.

Y por fin, cuando estaba segura que viviría eternamente en el


espasmo de su clímax, su mano salió de entre los dos, sus manos subieron
a su cintura y se adentró en ella una vez más, jadeando su liberación en
su boca.

Después, Lily se quedó tumbada ahí, con el peso de Nate


presionándola, con la cara hundida en su cuello, sus extremidades a su
alrededor y se permitió tener un pequeño momento de felicidad de que
ellos por fin, después de años y años, tuvieran esa belleza de lo que solían
compartir.

La cabeza de él se movió y su boca buscó la de ella.

—Más dulce de lo que recordaba —murmuró en sus labios y ella


estaba tan cansada que lo único que podía hacer era asentir.

Lily no recordaba que él le hubiera contado que lo recordaba todo. Por


lo tanto, no tenía ni idea de lo que significaban sus palabras.

No hubiera importado de todas maneras, acababa de tener un


292
orgasmo múltiple mientras copulaba con un amante, no simplemente un
amante, el hombre de sus sueños que pensaba que llevaba muerto ocho
años.

Estaba lejos de procesar la importancia de las frases después del


clímax.

En lugar de eso, empezó a quedarse dormida. Sus ojos estaban


cerrados y Nate estaba apartando el pelo de su sien. Pensó que era
agradable.

—¿Lily? —Oyó la voz dulce y suave aún lleno de deseo.

—Sólo voy a descansar mis ojos un poco —murmuró algo que su


abuela Sarah solía decir antes de dormir la siesta. Envolvió sus brazos y
piernas más apretadas en torno a él, él todavía estaba sobre ella, todavía
dentro de ella y acarició su cara en su cuello.

En su viaje a la tierra de los sueños, sintió el temblor del cuerpo de


Nate con diversión y, normalmente habría encontrado esto irritante, pero
en ese momento, estaba mucho, mucho más allá de la irritación.

Había, pensó Lily, mientras tomaba una ducha en su cabina de


ducha en la que podrían caber fácilmente tres —o incluso más— personas,
sido un pedacito de cielo. Mientras frotaba en su piel el gel de baño con
esencia de peonía, que Laura le compró, con una esponja suave y
esponjosa, que Laura también le compró, miró a su alrededor al baño de
arte de Nate —le tomó cinco minutos para encontrar la manera de usar los
grifos de la ducha— y distraídamente se dio cuenta de que era más grande
que la habitación de Natasha.

Esta suntuosidad trajo otras cosas a su mente.

Casarse con Nate, pensó Lily, podría no ser tan malo. En primer
lugar, Natasha tendría a su padre. En segundo lugar, Natasha aprendería
a montar a caballo, en efecto, a la velocidad en que iba Nate,
probablemente tendría uno para el final de la semana. En tercer lugar, tal
vez, solo tal vez él se haría cargo de ellas.

Desde luego, dejó todo para cuidar de Lily ayer. Había visto su trabajo
esparcido a través de su mesa de comedor enorme de doce puestos
anoche. Podía imaginar lo que costaba un ático, por no hablar de la
posibilidad de deshacerse de catorce millones de libras en una semana,
293 comprarle un Mercedes y todo lo que Nate había dispuesto para el fondo
fiduciario de Tash.

Hace ocho años, había trabajado despiadadamente doce horas al día,


e incluso, a veces, hacía llamadas de negocios a diferentes zonas horarias
en las noches. Es probable que no fuera tan fácil para Nate McAllister el
dejar todo porque la voluntariosa madre de su hija había pasado por una
visita sorpresa y luego tuvo una semi emergencia médica.

Salió de la ducha y agarró la toalla, envolvió la toalla gruesa alrededor


de su cabello y ordenando los tubos y botellas varias de Laura, al menos
un suministro de dos años para Lily, aunque pudiera haberse permitido
esas marcas, que no podía.

Mientras Lily aplicaba loción su cuerpo y pasó a ponerse en su cara,


también resueltamente hizo a un lado cómo Nate se hizo cargo de ella ayer.
No pensó en su suave voz o el intenso sentimiento que fluyó a través de él
cuando habló. No pensó en cuando llevó al auto apremiantemente o
presionó una franela en la cabeza o la instó a decirle cómo podía ayudar.
Y, por último, trató de no pensar en su admisión de que ella lo asustó
como el infierno y lo que eso podría significar.

Serían marido y mujer para que pudieran ser madre y padre para
Tash, una familia entera por fin, al igual que la que Lily tuvo mientras
crecía. Lily estaba feliz de aceptar todo lo que venía con ello, la compañía
—si duraba—, hacer el amor —que era muy agradable y siempre lo había
sido—, la seguridad —claramente, Nate podía cuidar de ellas
económicamente, lo más probable es que nunca tendría que preocuparse
por la nevera dañándose y lo que eso significaría para su presupuesto de
comestibles.

Ella lo dejaría, de hecho, ser bienvenido en su casa, su vida, su


familia y en su cama.

Pero iba a tener que cuidar su corazón.

Nate no iba a dejarla entrar en el suyo, era claro. Prácticamente había


tenido que rogarle para que le dijera que lo había asustado con su
migraña.

Por lo tanto, no lo dejaría, no podía dejarlo entrar al suyo. No otra vez.

Eran, pensó mientras se ponía uno de los conjuntos de Laura,


294
extraños que de alguna manera parecían ser más cercanos, tener más
historia de lo que realmente tenían, simplemente porque todo había sido
tan intenso, tan comprimido en un corto período de tiempo.

Pero eran extraños y Lily tenía que recordar eso.

Peinó su cabello mojado por última vez dado que Nate no tenía
secador de pelo —por desgracia—, lo revolvió con sus dedos y se miró a sí
misma con su nuevo conjunto en el espejo.

La falda era tan larga que era llegaba hasta los tobillos, era blanca,
fluida y con un bonito top diáfano verde menta, que era casi tan fino que
se podía ver a través de él. El amplio escote caía de su hombro, dejando al
descubierto la correa de la camisola verde pastel y sujetador a juego que
llevaba debajo. La parte superior estaba ceñida a la cintura con un pedazo
de tela ancha que hacía juego con la blusa.

Laura tenía un gusto exquisito. Lily trató de no pensar en el costo de


la ropa, conocía los nombres de diseñador en las etiquetas y se estremeció
ante el costo probable. Decidió que encontraría una manera de pagarle a
Laura y pronto. Realmente no quería estar en deuda con los Roberts.

Lily se ató las sandalias doradas que llevó el día anterior y salió de la
habitación al pasillo en busca de comida para sofocar el gruñido en su
estómago. Se preguntó si Nate todavía tenía sus víveres entregados, pero
pensó que probablemente lo hacía, la idea de Nate vagando por los pasillos
de una tienda de comestibles era tan absurda, que la hizo sonreír.

Perdida en sus pensamientos, la sonrisa aún en los labios, entró en el


gigantesco salón de Nate y se detuvo en seco al ver tanto a Nate como a
Víctor de pie alrededor de todo el trabajo que aún se extendía por toda la
mesa del comedor de Nate.

La cabeza de Nate dio la vuelta cuando la vio entrar en la habitación.


Tenía en la mano un archivo abierto, los papeles arqueados hacía él para
leerlos y su rostro había estado ilegible. Sin embargo, en el momento en
que la vio, sus labios se curvaron en una de sus impresionantes sonrisas
que a un gimnasta solitario en su vientre le gustó particularmente, y por lo
tanto, ejecutó un salto mortal perfecto cuando lo vio.

Lily ignoró al gimnasta y sus travesuras y sus ojos se posaron en


Victor. También le sonreía, mucho más tentativa. No sabía qué hacer por
lo que asintió con la cabeza hacia él en silencio.
295
Nate se acercó a ella, sus largas piernas devorando la distancia
rápidamente y ella inclinó la cabeza hacia atrás, ya que, en cuestión de
segundos, estuvo a su lado.

—Buenos días —dijo mientras lo miraba a los ojos.

—Buenos días. —Su voz grave retumbó y su cabeza bajó para darle
un breve pero duro beso. Su mano fuerte se estableció en su cintura y
flexionó allí y su mano se acercó para posarse en su hombro para empujar
hacia atrás, no deseando participar en una exhibición pública de afecto al
estilo de Nate delante de su padre.

Alzó la cabeza y él ignoró por completo la presión de la mano.

—¿Cómo te sientes esta mañana? —preguntó.

—Mejor —Miró sus ojos negros llamear y de inmediato tomó su


significado—. Bien —susurró a sus oídos solamente y sintió el rubor en
sus mejillas al igual que si fuera una virgen de veintidós años y no la
madre de una niña de siete años.

—¿Bien? —Su voz tenía un débil tono burlón que al gimnasta solitario
también le gustó, mucho, y las comisuras de sus labios se levantaron en
una sonrisa perezosa.

Ella se inclinó hacia él con complicidad, sus ojos moviéndose


alrededor de su hombro a Víctor y luego de vuelta a él.

—Tu padre —dijo, en voz baja, recordándole que tenían compañía.

Por alguna razón, esto hizo que la arrebatara en sus brazos y enterró
su rostro en su cabello mientras él se reía entre dientes contra su cuello.

Y de alguna manera, haciéndole reír, Lily sintió que acababa de llegar


a la cima del Monte Everest, incluso hasta el punto de tener problemas
para respirar mientras alcanzaba tal altura.

Él la dejó ir, aunque sentía que era de alguna manera con renuencia,
cuando el teléfono móvil en la mesa del comedor comenzó a sonar. Nate se
acercó de nuevo a la mesa y lo vio alejarse, pensando que tenía una
poderosa marcha de tal manera que era hermosa, como el poder entrenado
de un atleta.

Luego sus ojos se posaron sobre Víctor.


296
Se sentía rara alrededor de Víctor. Le había hecho daño en más
formas que poner sus manos sobre ella con violencia hasta el punto de
hacerle moretones. Él había roto su confianza al hacerlo.

Pensó en él, cuando ella lo conoció, como una especie de figura


paterna en ausencia de Will. Ahora Will desapareció y ambas, Tash y Lily,
se quedaron con Víctor, y Lily no sabía qué pensar de eso.

Había hecho lo que había hecho por amor y lealtad a Nate, pero
todavía no cambiaba el hecho de que había perdido los estribos hasta el
punto de maltratarla.

—Lily —saludó Víctor en voz baja mientras caminaba hacia él con


cautela. Sus ojos se movieron a Nate que habían respondido a su teléfono.
Él estaba hablando en el móvil, y también mirándola, viéndolos, y no
perdiéndose nada. No era, esta vez, la inspección de un bicho en el
microscopio. Los ojos oscuros de Nate estaban activos, comprometidos y
conscientes.
—¿Quieres un café? —Víctor señaló un servicio de plata y Lily asintió.

—Mataría por un café —respondió, y Víctor se trasladó para conseguir


una taza—. Dos cucharaditas de azúcar y leche —dijo.

—No me sorprende que te guste dulce —murmuró Víctor para sí


mientras le servía una taza—. Laura lo hizo, por lo que no tienes que
preocuparte, tiene buen sabor. Acabas de perderla. Se fue hace cinco
minutos.

Él le ofreció la taza y Lily la tomó.

—Por favor, dale las gracias por mí, por lo que hizo ayer, por la ropa.
—Extendió su brazo para mostrarle su atuendo—. Si me entrega los
recibos, voy a pagar…

—Basura —espetó y ella se tensó de inmediato, sus ojos volaron a


Nate que, notó, sin tener en cuenta que estaba hablando por teléfono,
estaba mirando tan detenidamente que no podía imaginar que oyera una
palabra de lo que había dicho la persona en la línea.

Movió su mirada de nuevo hacia Víctor y se detuvo de dar un paso


hacia atrás ante la intensidad que vio en sus ojos.

—Te debemos más que una bonita falda —le estaba diciendo.
297
—¿Disculpa?

—Jeff, Danielle… yo. Te debemos más que unos trozos de tela. —Lily
contuvo el aliento ante sus palabras y él levantó ambas manos en un gesto
de agitada frustración, para luego hablar con sorprendente franqueza—.
¿Cómo uno le paga a una chica por ocho años de su vida, marcándola con
moretones? —Estaba siendo intenso pero parecía, debajo de todo ello,
perdido e inseguro.

Ella estuvo sorprendida por su honestidad, sorprendida y conmovida.

—Víctor… —Se movió hacia él, respondiendo a la parte “perdido e


inseguro” y sin dar un sorbo, puso la taza de café de nuevo en la mesa.

Estaba a sólo treinta centímetros de él cuando Víctor anunció:

—Los repudié.

Ante esas palabras, Lily se quedó inmóvil. Entonces murmuró:


—¿Qué?

—Jeff y Danielle, los repudié sin un céntimo. Los testamentos ya


están cambiados, Nate, tú y Natasha lo heredarán todo.

Lily parpadeó.

—Pero son tus hijos —protestó, olvidándose, por ese momento, lo


verdaderamente horrible que habían actuado, tomando su nota, sin decirle
a Nate que sus padres habían muerto, contándole a Lily que Nate murió.
Ese no era un comportamiento de gente buena y amable.

Pero, ¿repudiarlos?

Sarah siempre había amenazado con repudiar a Lily o Becky o Will,


dependiendo de quién le enfureciera más pero siempre fue una amenaza
vacía y de todas maneras, ella no tenía mucho que dejarles, no como los
Roberts.

Pero, ¿ir tan lejos como hacerlo?

—Sí —respondió con firmeza Víctor—, son mis hijos y por esa razón
tienen lo que queda en sus fideicomisos y los he dejado para que vivan con
una buena educación para hacer algo de sí mismos, finalmente.

298 Lily dio otro paso hacia delante.

—Espero que dejaras la puerta abierta, sólo una rendija, en caso de


que se arrepientan y regresen —dijo ella con voz suave y vacilantemente
puso su mano suavemente en su brazo.

Él miró su brazo donde había apoyado su mano y luego a ella. La


intensidad se había escurrido de sus ojos y el Víctor que ella conocía lo
reemplazó.

—Tienes un corazón amable, Lily —le dijo en voz baja—. Los recibiré
sólo si convencen a Nate y a ti de perdonarlos. No antes y si tú no lo haces,
nunca jamás.

Ella le apretó el brazo y se movió hacia él varios centímetros.

—¿Laura?

Víctor puso su mano sobre la de ella en su brazo.

—Ella está de acuerdo.


Lily cerró los ojos mientras el dolor de otra madre la atravesaba.

Los volvió a abrir y dijo:

—Tuvo que costarle.

Entonces él dijo algo extraño, algo que hizo a Lily inmediatamente


curiosa, la hizo morirse del susto, la sacudió hasta la médula. Lo dijo en
una voz baja, y tranquila que significaba que no debía ser escuchada
afuera de su conversación íntima.

—Nathaniel ha sufrido bastante en su vida. No tenía necesidad de


sufrir los últimos ocho años. Laura sabía eso y yo también. Es nuestro
hijo, ellos lo lastimaron, ¿qué íbamos a hacer?

Por el segundo más breve pensó que eso se trató de una declaración
en forma de pregunta pero entonces se dio cuenta que él esperaba una
respuesta. Que le dijera que ella lo aprobaba, darle alguna orientación o
mostrarle otra manera.

Ella sacudió la cabeza y debido a que su respuesta no valía la pena,


se volvió hacia él y cerró los brazos alrededor de sus hombros,
envolviéndolo en un abrazo.

Ella cerró los ojos con fuerza y susurró en su oído:


299
—No sé qué decir.

Sus brazos la envolvieron y hubo violencia en ello, un afecto muy


fuerte, que le quitó la respiración.

Un afecto y una intensidad que era igual a los de su padre.

—Tan sólo sé feliz —murmuró en su oído, su voz temblando de


emoción y ante el sonido de ello, la sensación de su abrazo, ella estalló en
llanto. Deseó no hacerlo pero era demasiado, no pudo evitarlo.

Estaba tan perdida en las emociones, que apenas registró cuando


Víctor la giró en los brazos de Nate y lloró en la fuerte pared de su pecho.
Lloró por su credulidad, lloró por haber creído en Jeff y Danielle, lloró por
lo que ellos le costaron a todos, incluyendo Laura y Víctor, lloró por lo que
les costó y lloró por, bueno, todo.

Finalmente, cuando gastó todas las lágrimas, se arqueó contra el


brazo de Nate y lo vio tomar algo de Víctor, y entonces le entregó un
pañuelo. Se limpió los ojos pero él permaneció con la mano levantada para
deslizar el pulgar a lo largo de su pómulo.

—¿Estás bien ahora? —preguntó con una voz suave y ella asintió.

Después de asentir, ella contradictoriamente negó con la cabeza y los


ojos oscuros de él parpadearon con preocupación.

—Tengo hambre —admitió con voz temblorosa.

Observó mientras él sonreía, la preocupación de sus ojos desapareció


e inclinó la cabeza y rozó sus bellos labios sonrientes contra los de ella.

—Te llevaré a conseguir algo de comer y luego al neurólogo —le dijo y


se apartó.

—Déjame arreglar mi cara. —Comenzó a darse la vuelta pero se


detuvo, dudó y luego se inclinó para besar a Víctor en la mejilla. Esto sacó
una sonrisa sorprendida del hombre anciano y de ninguna manera fue
una incierta.

Lily sintió, inexplicablemente, como si un importante trozo de su vida,


pensó perdida y boquiabierta, hubiera sido puesto de vuelta, ceñido y
reconfortante, en el lugar.

300 Entonces salió apresurada del cuarto mientras escuchaba a Nate


preguntar:

—¿Estarás bien aquí?

—Sí —contestó Víctor.

—¿Sabes qué hacer?

Y entonces Lily se encontró lejos para escuchar, pero no estaba


escuchando de todos modos.

Las palabras, Nathaniel ha sufrido bastante, comenzaron a resonar en


sus oídos.

—¿Todavía tienes una moto? —preguntó Lily.

—Sí —respondió Nate.


—Entonces tengo otra condición.

Lily vio a Nate sonreír.

Estaban en su Aston Martin, regresando a Somerset. Fue luego del


delicioso brunch en una pastelería elegante en Kensington, la cita con el
neurólogo —completa con un MRI costoso e innecesario— y la cita con el
médico clínico —ella ahora estaba en posesión de pastillas anticonceptivas
pero, como tomaba un mes que fueran plenamente efectivas, también
estaba equipada con un diafragma. Después de todo esto, esperaba no
tener que ver a otro médico en al menos veinte años.

Aunque tuvo que admitir lo destacado de su experiencia médica.

Al salir de la sala de examen del médico clínico, vio a Nate sentado y


esperando por ella. El tobillo de una de sus largas piernas apoyado encima
de la rodilla de la otra, su cabeza sombría y apuesta inclinada para
estudiar una pila de papeles en su regazo. Era completamente ajeno a
todas las mujeres en la sala mirándolo fijamente con miradas de deseo y
subrepticias.

Y entonces, como sintiendo que ella estaba allí, su cabeza se alzó y la


observó acercarse a él, sus ojos moviéndose perezosamente desde la punta
de su cabello a la punta de sus pies. Su rostro registró una especie de
301 satisfacción triunfante que ella pudo jurar que él, rico, poderoso, alto,
delgado, urbano, apuesto Nathaniel McAllister estaba orgulloso de estar
con ella, protegida, simple, inocente, chica provinciana Lily Jacobs. El
pensamiento casi la hizo tropezarse en sus elegantes sandalias de tacón
alto y caer de cara.

Por suerte, no lo hizo, porque eso habría arruinado el momento y él se


levantó cuando ella se acercó. Nuevamente, como se estaba volviendo su
costumbre, la mano de él se movió para apoyarse en su cintura, sus dedos
presionándose en ella en ese lugar como si deseara marcarla.

—¿Todo listo? —murmuró, sus ojos y voz cálidas.

Ella asintió y, no pudo evitarlo, lo hizo con felicidad.

También pudo jurar, a medida que se iban, con la mano de Nate en


su espalda, guiándola a través de la sala de espera, que vio a la madre de
un niño enfermo, y con la nariz congestionada inclinada hacia otra
sentada al lado de ella, mover la cabeza con frustración en dirección de
ellos y murmurar:

—Imagínate.

Habían llegado al auto y fueron directamente a Clevedon.

Lily había estado sorprendida de esto y quiso regresar al ático a


buscar sus cosas pero Nate le aseguró que “se había encargado”.

—¿Cuál es tu condición? —preguntó Nate sacándola de su


ensoñación y ella reaccionó a su sonrisa.

—Si llevas a Tash en moto, no puedes conducir en la manera que lo


hiciste cuando estábamos juntos. Tienes que tener más cuidado —le dijo.

—Estoy de acuerdo —respondió al instante, entonces continuó—, pero


¿qué hay de llevarte a ti en moto?

—Oh, soy demasiado vieja para motos —respondió Lily airadamente,


su cuerpo emocionándose un poco ante el pensamiento de estar en una de
nuevo, en especial con Nate. Esta emoción que ella apisonó con firme
resolución.

Ante sus palabras, él soltó una carcajada que llenó el auto y ella
sonrió para sí al escucharlo.
302 —Tú ya rompiste tu condición en todo caso. —Ella estaba dejando
salir fácil su broma para relajarse aún más. No se había sentido tan
despreocupada en, bueno, desde la última vez que estaba con Nate.

—¿Te ruego me disculpes?

—Esta mañana cuando nosotros… cuando tú… —Se interrumpió y


pensó como decirlo con delicadeza—. No usamos ningún tipo de protección
—le informó.

—Sí lo hicimos.

Ella estaba mirando el paisaje pero, con sus palabras giró su cabeza
para mirarlo.

—¿Lo hicimos?

—Lo hice —se corrigió.

—¿Lo hiciste? —le preguntó con asombro.


—Obviamente lo hice bien —murmuró para sí mismo.

—¿Cómo…? —murmuró luego siguió—. Olvídalo, no quiero saber.

Su respuesta fue tomarle la mano de su regazo y levantarla hasta su


boca, rozando los nudillos con los labios al tiempo que sus ojos no se
apartaban del camino.

A la gimnasta solitaria en su vientre le gustó eso, cuando él también


se lo hizo.

Más tarde, Nate expertamente estacionó paralelamente frente a la


casa de Lily y antes de que él la ayudara a bajarse, Natasha había salido
volando por la puerta abierta de la casa y fue corriendo hacia ellos.

—Maaaamiiiii —gritó y Lily había dado justo el paso sobre la acera


cuando el cuerpo de Tash se estrelló contra ella y sus delgados brazos se
cerraron alrededor de las caderas de Lily.

—Hola, muñequita. —Lily se inclinó para besar la coronilla de su


brillante pelo negro, el azul en este brillaba aun por el fuerte sol.

—¡Papá! —Se desenganchó y arrojó a Nate para darle uno de sus


fabulosos abrazos.

303 Él se inclinó también pero para recogerla. La meció delante de él y sus


piernas se cerraron alrededor de su cintura y unió sus tobillos detrás de
su espalda mientras posaba sus brazos sobre sus hombros.

—Natasha —murmuró Nate.

—Llegaron tus cosas —le informó Tash alegremente y una mirada


contenida, ahora asustada de Lily se movió de su hija a Nate.

—Bien. —Él estaba sonriendo a Tash.

—¿Qué cosas? —preguntó Lily, vagamente dándose cuenta que Fazire


también había saludo de la casa y emanaba una gran rabia de genio,
desde el fondo de su acera delantera.

Nate no respondió, pero sus ojos se trasladaron a Lily.

—¿Qué cosas? —repitió.

Le había preguntado a Nate pero Tash respondió:


—Sobre un millón de maletas y algunas cajas. Hay un par de cosas
para ti en algunas bolsas brillantes pero casi todas las cosas son de papá.

Ante las palabras de su hija, Lily se cruzó de brazos frente a ella,


comenzó a golpear con la punta del pie y miró hacia Nate.

Él bajó a Natasha y los ojos de Lily se entrecerraron en su hija.

—Ve un segundo adentro, Tash, necesito hablar con tu padre.

Tash le dio un ceño de niña.

—Siempre necesitas hablar con mi papá.

Lily levantó las cejas y Tash leyó el significado con rapidez después de
años de ver que su mamá le diera esa mirada, tenía mucha práctica en
leerla, por desgracia, Lily no había aprendido esa táctica de levantar la ceja
hasta que fue muy tarde. Tash corrió adentro y Fazire, de un tirón, la
siguió y cerró la puerta detrás de ellos.

Lily se volvió hacia Nate.

—¿Quieres decirme qué está pasando? —le espetó.

—¿Vamos a tener esta conversación en la acera? —preguntó con


suavidad, incluso preguntando, sonaba como si todo fuera lo mismo para
304 él.

Los vellos de ella se alzaron. No había nada que penetrara su


armadura.

—Sí, lo haremos.

—Me dijiste que me mudara a Somerset —le recordó.

—Pero no quería decir que hoy.

—¿A cuándo te referías?

Ella cerró la boca y lo fulminó con la mirada porque pensó que era su
apuesta más segura teniendo en cuenta que no tenía una respuesta a su
pregunta.

Sus ojos cambiaron, se convirtieron en duros y brillantes y ella sintió


un escalofrió de miedo ante la visión.
—He perdido ocho años. Ocho años de ti y siete de mi hija. Si está
dentro de mi poder no perder ningún otro día, no lo perderé —le dijo, la
fuerza detrás de su profunda voz casi como algo físico—, y está dentro de
mi poder.

Ella tuvo que admitir que tenía un punto, a pesar de que no iba a
admitirlo ante él.

—Parece que todo está dentro de tu poder —se quejó quizás muy poco
convincente.

Nate no respondió.

—Así que eso es entonces, un día vives en Londres, el próximo vives


en Somerset. ¿Tan fácil como eso? —le preguntó Lily.

—Tú lo hiciste por mí —dijo con toda naturalidad.

—¡Yo no tenía un ático y una empresa de multi-tropecientas libras


que dirigir! —replicó.

Dio un paso hacia ella y lo llevó a unos centímetros de ella. Su mano


fue a su mandíbula y ella inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo. Sus
ojos habían perdido su acero y estaban brillando con algo completamente
diferente.
305
—¿Estás preocupada por mí? —preguntó en voz baja.

—Bueno, ¿qué vas hacer? —estalló—. Tú no puedes viajar


diariamente dos horas y media exactas de trayecto. Estarías cinco horas al
día en la carretera. Vas a llegar a casa a tiempo para besar la frente de
Tash mientras duerme.

—Voy a averiguarlo.

Su mano se encontraba en la cintura de ella de nuevo, sus dedos


apretándose allí.

Ella volvió la cabeza y miró a su casa. Tal vez no había pensado en


eso.

Quizás él estaba en lo correcto. Más valdría empezar esta cosa de la


familia inmediatamente, sin ningún retraso si no había necesidad, excepto
que Nate estaría pagando el precio. Ella había tenido a Tash todo el
tiempo, Fazire y Maxine siempre fueron de gran ayuda, ella no había
estado sola.

Él no había sido afortunado como ella. Había tenido a Jeff y Danielle


—y Víctor y Laura, pero eso no venía al caso.

Y no se podía sacar de la cabeza las palabras de Víctor. Había estado


dándoles vueltas todo el día.

Nathaniel ha sufrido bastante.

¿Qué, exactamente, había sufrido?

—Tal vez deberíamos ir a Londres —murmuró Lily, mirando su pecho.

—Natasha está establecida aquí —respondió Nate al instante—. Con


el tiempo voy a pasar a algunos de mi personal a las oficinas de Bristol.
Funcionará, Lily.

Ella no estaba muy convencida.

—Deberíamos hablar de esto.

Sus ojos subieron a su cara mientras los brazos de él se deslizaron


alrededor de su cintura.

—No vas a renunciar a nada más por mí y ciertamente menos por


306 Natasha —declaró para luego prometer—. Funcionará.

Lily suspiró y luego advirtió.

—No estoy segura cómo Fazire va a hacer frente contigo aquí.

Los labios de Nate se torcieron.

—Él se va ajustar.

Ella volvió a suspirar.

—Supongo.

La atrajo hacia su cuerpo y la miró con una intensidad que causó que
todas sus gimnastas despertaran de su siesta y se pusieran a dar
volteretas.

—Esto va a funcionar —prometió Nate, esa vena de acero yendo a


través de sus palabras.
Lily levantó las manos, apoyadas en su pecho, se inclinó hacia él y
cedió.

—Está bien.

Debido a que no había nada más que decir.

307
21
Lily

L
ily tuvo que admitirlo, Nate tenía razón como de costumbre,
funcionó.

De alguna manera, si no contaba a Fazire y una


variedad de otras cosas.

Bueno, quizás un gran número de otras cosas.

Está bien, quizás pareció solo estar funcionando para Nate y Tash. Y
Tash era lo más importante así que Lily trató de no preocuparse
demasiado por ello.

308 Sin embargo se preocupó, solo que no demasiado, en lugar de


preocuparse veinticuatro horas al día, solo lo hizo durante las horas en
vela, las cuales pensó que eran “no demasiado”.

Después de que Fazire escuchó la noticia de que Lily y Nate se iban a


casar y que Nate se iba a mudar, hubo un estallido de genio que tuvo que
debió mover la Escala de Richer Genio por cerca de doscientos once.

—¿Has olvidado estos últimos ocho años, pequeña Lily? —Estalló


Fazire después de quince minutos de rugir y gritar. Estaba flotando tan
cerca del techo que tuvo que inclinar su cabeza a un lado para adaptarse a
su altitud. Todo esto lo hacía mientras Nate estaba llevándose a Tash por
un obsequio a The Witches Dozen para darle tiempo a Lily de dar las
nuevas noticias en privado.

—¿Por qué todo el mundo sigue mencionando los últimos ocho años?
No estuve sola, te tuve a ti y a Maxie. Nosotros no pasamos hambre o
vivimos en la calle en una caja de cartón, ¡por Dios! —exclamó ella.
—Eso es fácil para ti decirlo. Tú no te observabas desvanecer
lentamente, día a día, año tras año. —Fazire regresó, sus ojos oscuros
entrecerrándose con rabia.

—¿Qué se supone que significa eso? ¡Me hice cargo de Tash y de ti


bastante bien! —El temperamento de Lily estaba saliendo a la superficie.

Fazire no respondió, simplemente flotó hacia su botella.

—Sólo recuerda mis palabras, si esto vuelve a ocurrirte de nuevo,


Fazire no estará aquí para recoger los pedazos.

Asombrada y enojada, Lily susurró:

—Fazire, no puedo creer que digas eso.

Lily estaba aturdida y a ella realmente le disgustaba cuando él se


refería a sí mismo en tercera persona. No es que pudiera ir a alguna parte
hasta que ella tuviera su deseo final pero el hecho que amenazara con ir a
algún lugar era impactante, por no decir más.

Él giró su cabeza lejos de ella con un magnifico puchero de genio y su


cuerpo empezó a evaporarse pero las palabras seguían en el aire.

—Tengo alguna canalización que hacer. ¡Los otros genios simplemente


309 no van a creer esto!

Por la siguiente semana, Fazire mantuvo con determinación su


puchero a pesar que era como si Nate ni siquiera estuviera ahí. Nate se
levantaba a una hora infame cada mañana, despertaba a Lily —sólo
parcialmente— con un beso, y se iba a Londres. Volvía a casa a una
infame hora cada noche, besaba a Tash —quien no se despertaba por
nada— y giraba a la durmiente Lily a sus brazos.

Lily no sabía cómo podía hacerlo, se estaba consumiendo a sí mismo.

Pero lo hacía, día tras día (tras día).

Aunque Nate no estaba allí, todo era como si definitivamente


estuviera.

Los trabajadores llegaron el día después que Nate se mudó con la


orden de terminar la casa de acuerdo a los planos de Nate y las
especificaciones de decoración de Lily. No había ni uno o incluso dos sino
una docena de trabajadores pululando alrededor de la casa, lo cual, de
acuerdo con Fazire, era otra marca negra contra el nombre de Nate en el
Libro de Fazire, ya que Fazire raramente dejaba la casa y no le gustaba
mucho la compañía.

Y entonces allí estaban los diseñadores de interiores, tres de ellos,


mostrándole muestrarios de pintura, muestras de tela, sosteniendo sus
catálogos de una vertiginosa selección de accesorios para baños, muebles,
recubrimiento de paredes y artículos similares. En medio de todo esto, ella
estaba para elegir, coordinar y darle su “visión”.

Nate también ordenó que cada artículo en la casa que tenía un


enchufe y que tenía más de un año de viejo, los cuales eran todos, fuera
remplazado por el más reciente, de la gama más alta. También decretó que
cualquier pieza desgastada o artículo de apariencia barata —y por lo tanto
probablemente desgastada— en la casa, los cuales eran la mayoría, fuera
remplazado.

Los diseñadores anduvieron a través de la casa señalando hacia este


sofá.

—Eso tiene que irse.

Y hacia esa estantería de libros.

—Eso tiene que irse.


310
Y la otra silla.

—Esto nunca debió haber sido creado en primer lugar.

Fue en parte hilarante, parte humillante y parte irritante, sobre todo


la última parte.

Lily llamó a la oficina de Nate en Londres.

—Es demasiado pronto —le dijo ella mientras observaba a los


muebles de su comedor siendo acarreados fuera de la puerta.

—Es un poco tarde —replicó Nate con firmeza.

Era totalmente evidente que ellos estaban en un punto muerto. E


incluso mucho más evidente, que no iban a discutirlo porque no tenían
tiempo de discutir nada y probablemente no discutirían nada incluso si lo
tuvieran.
Lily había transferido su carga financiera firmemente sobre los muy
duros hombros de él principalmente porque él había demandado que ella
lo hiciera. Siete millones de libras en el banco o no, todas las cuentas
fueron inmediatamente pasadas para ser debitados desde las cuentas de
él.

Esto, por alguna bizarra razón, se lo había ordenado para que lo


hiciera muy temprano la primera mañana que despertó al lado de Lily en
su nueva cama. Como esta era una hora infame y ella había estado medio
dormida en ese momento, no protestó mucho y simplemente le dijo donde
guardaba los archivos de la casa.

—No me gusta esto —dijo Fazire, parándose fuera de la puerta de una


habitación en el último piso. Solía ser un cuarto para guardar chucherías.
Ahora tres trabajadores estaban diligentemente convirtiéndolo en el baño
adjunto de una suite principal para Lily y Nate, que ocuparía la mayor
parte del último piso.

Lily trató de engatusarlo.

—Cuando esto esté terminado, solo tendrás que compartir el baño


con Tash.

Fazire la miró fríamente, poco impresionado.


311
Lily siguió tratando.

—Puedes tener mi habitación cuando nos mudemos, es agradable


ahora.

Los ojos de Fazire se volvieron de piedra por el recordatorio de la


pomposidad de Nate.

—Fazire, estoy haciendo todo esto por Tash —susurró ella finalmente.

Los ojos de él parpadearon por un momento y entonces le susurró de


vuelta:

—Te conozco, pequeña Lily. Perderás tu corazón.

—No, no lo haré, lo prometo Fazire. Sé exactamente qué puedo perder


y no voy a travesar por eso otra vez —replicó fervientemente, tan
fervientemente que se creyó a sí misma a medias, pero la otra mitad ya no
estuvo tan segura.
En pocos días, Nate estaba demostrando, de cada manera, que estaba
haciendo el intento de cuidar de ellos y agotarse a sí mismo y —
probablemente— yéndose a la quiebra con el fin de hacerlo.

Fazire la observó detenidamente por un momento, asintió, aunque era


muy fácil ver que ella no estaba convencida, probablemente viendo la
fuerza de la otra mitad y luego él bajo flotando las escaleras a pesar de que
ella le había pedido que no hiciera ninguno de sus trucos de genio en
frente de los trabajadores. A Fazire realmente no le gustaban las escaleras,
subir o bajar. Por suerte, los trabajadores estuvieron demasiado ocupados
para notarlo.

La siguiente semana, la oficina temporal de Nate en Bristol estaba


lista para él y la vida cambió nuevamente en la casa adosada frente al
mar.

Nate era una fuerza de la naturaleza que no vivía en la casa. La


llenaba con su dinámica tranquila cuando realmente pasaba tiempo allí.

Los pucheros de genio de Fazire cambiaron inmediatamente a abierta


hostilidad. Si hubiera tenido permitido hacer magia, habría sido un
infierno. En su lugar, él quemó la tostada de Nate toda la semana a pesar
de que las de Tash y Lily estaban perfectas, accidentalmente extravió las
llaves del auto de Nate dos veces y siguió moviendo el celular de Nate a
312 varios lugares recónditos de la casa.

La última vez le salió el tiro por la culata, Nate llamaba a su teléfono


desde el celular de Lily y Tash corría alrededor de la casa tratando de
encontrarlo como si fuera un juego. Fazire observó esto con una expresión
que claramente decía “frustrado”.

Tash, por otro lado, pasó directamente de crecer bajo el adorable


cuidado de una posible familia completa y unida, a crecer gloriosamente
cuando esa familia se volvió una realidad.

Nate siguió trabajando a horas infames, pero siempre estaba ahí para
el desayuno, incluso despertaba a Tash primero para ir a la escuela, esto
no solamente permitió a Lily dormir, también tuvo la ventaja sin
precedentes que Tash en la mañana, usualmente gruñona, saliera de la
cama llena de energía y buen humor. Y él estaba siempre en casa lo
suficientemente tarde para llevar a Tash a la cama.

Esto lo hacía acostándose con ella, poniendo su gran cuerpo estirado


sobre el edredón femenino de Tash, sosteniendo un lado de su libro
mientras ella apoyaba su cabeza sobre su pecho y tomaba el otro lado. Y
en esa posición él la escuchaba leer.

Él podía y lo hacía, para el deleite de Tash, era una lectora superior


para su edad y le gustaba mostrar sus habilidades, leyendo por horas.
Leían hasta después de su hora de dormir con el permiso de Lily,
diciéndole que estaban pasando tiempo juntos.

Lily los observaría disimuladamente, no podía evitarlo. Su hija estaba


tan llena de disfrutable felicidad; era un placer verlo.

Y secretamente Lily amaba ver a Nate y a Tash. Había soñado con ello
por años, pensando que nunca sería realidad. Y la realidad, para Tash, era
mejor que cualquier sueño que Lily hubiese creado.

Mientras que para Lily, Nate estando en casa tan seguido significaba
pasar el tiempo de una manera totalmente diferente.

Al igual que ocho años antes, no compartían sus más profundos


secretos, esperanzas, deseos y sueños durante románticas cenas o charlas
de almohada. Al igual que ocho años antes, apenas hablaban. Pero igual
que ocho años antes, hacían el amor. Mucho. Nate parecía no tener
suficiente de ella. Lily entendía esto porque ella también parecía quererlo
313 más luego de cada vez que estaban juntos.

Pero ahora era diferente. Ella se mantenía lejos o lo intentaba, era


difícil. Era Nate, su deseo, su romántico héroe en vida (de nuevo). Esta vez
ella disfrutó la belleza de su vida sexual, participó en ello, le permitió
enseñarle cosas nuevas y llevarla a alturas a las que nunca se permitía ir,
o mayormente no lo hacía, buenos, quizás algunas veces se las arregló
para pensar en tratar de no dejarse ir antes de hacerlo.

Y a veces, a veces ocurría. Algo profundo y extraordinario. Algo que


Lily no entendía pero quería desesperadamente incluso a pesar de que se
había dicho a sí misma una y otra vez que no debía.

Alguna puerta se abriría al alma fuertemente custodiada de Nate,


permitiéndole echar un vistazo y luego cerrándose antes de que ella
pudiese examinar el interior. Como cuando el pasaba sus labios por la
cicatriz en su estómago.

Una vez, en el momento más caliente, con la mano de él entre sus


piernas y besándola de una manera que le detuvo la respiración y luego
desplazándose sobre ella. En un movimiento rápido y suave, había entrado
en ella y había adorado tanto tenerlo dentro.

Había puesto sus manos a ambos lados de su rostro, perdida en el


momento de estar unida a él. Lo miró a los ojos y dijo exactamente lo que
estaba en su corazón.

—Eres tan hermoso.

Todo su cuerpo se detuvo, convirtiéndose en una estatua y la miró


antes de decir algo extraño y desgarrador.

—Solo tú ves eso, Lily.

Fue el turno de Lily de volverse una estatua pero Nate no le permitió


estar de esa forma mucho tiempo. Su boca atrapó la de ella en un beso
feroz y sus manos persuadieron a su espalda de retorcerse debajo de él.

Después, cuando la llevó de vuelta frente a él y enterró la cara en su


pelo, ella pensó en lo que le había dicho.

Lily no podía imaginar que Nate, tan confidente, tan poderoso,


pensara que solo ella, Lily, veía su belleza. Era evidente para todo el
mundo, especialmente mujeres.
314
Al menos tenía que saber cómo se sentían Victor y Laura sobre él. Y
ahora Tash.

Ella quería hablar con él sobre eso, intentó encontrar las palabras
pero tres cosas la detuvieron.

Primero, Nate en sí. Incluso si hubiese encontrado las palabras. Él no


hubiese respondido. Él no se abriría ante ella, no lo había hecho antes y
no lo haría ahora. No es que Lily lo hubiera intentado pero no podía
soportar la idea de la puerta cerrándose en su cara.

No tenía idea por qué la había dejado ir tantos años antes. Incluso a
pesar de que él creía que ella lo había dejado, ¿por qué no había ido tras
ella en busca de respuestas, como era debido? Nadie solo viene y se va sin
razón. No era simplemente la forma correcta.

Lily aun encontraba la idea de ella dejándolo absolutamente ridícula.


Pero él pensó que lo había hecho y Lily tenía la fuerte sensación de que
estaba relacionado con el por qué era tan cerrado.

Segundo, no estaba segura de querer saber lo que había en su alma.


Luego de las terribles palabras de Victor, Lily le temía, lo que sea que
fuera. Aunque quería saber desesperadamente, tan desesperadamente
como no quería.

Eso la llevaba a la tercera razón, cómo reaccionaría si supiera lo que


estaba detrás de esa puerta resguardada de su corazón. Preocuparse por
eso significaba que ella tenía sentimientos por él y lograr que él se abriera
podría significar que ella abriera la suya. Y no estaba segura de poder
hacerlo de nuevo a pesar de que, si quería ser honesta consigo misma,
sabía que ya estaba ocurriendo. Era, simplemente, Nate.

Todo esto hizo que quisiera gritarle, rogarle que hablara con ella, que
confiara en ella con lo que sea que fuera que había detrás de la puerta
cerrada de su alma.

Porque si él simplemente se lo dijera, si diera el primer paso, entonces


sabría que confiaba en ella. Sería como un regalo. Casi como el regalo de
Tash.

También la hizo querer golpearlo en la espinilla que él fuese tan poco


cooperador.
315
Lily no le gritó ni lo pateó en la espinilla por mucho que quisiera
hacer ambas.

En lugar de eso, hizo lo siguiente mejor.

Habló con su madre. No quería hacerlo, pero sucedió de cualquier


manera. Y no fue nada bien.

Los Roberts habían decidido ir los fines de semana. Lo decidieron sin


mucho aporte de Nate o Lily, simplemente iba a suceder. Esto, Lily sabía,
era para ver y llegar a conocer a Tash. Pero también era para ver a Nate.
Desde que lo habían adoptado, había sido algo regular en sus vidas. Sin
sus otros dos hijos, eran ellos solos.

Acercándose a la segunda semana que Nate estaba en Somerset, él


estaba extrañamente tenso. Siempre parecía consciente, en el borde, en
sintonía con todo lo que le rodeaba. Sin embargo ese fin de semana se
magnificó y todo parecía enteramente centrado en Lily.
Nate ahora tenía el hábito ocasional de poner una mano en su cadera,
con los dedos mordiendo la carne como si quisieran fusionarse con su piel.
Pero ese fin de semana, en cualquier momento que ella se encontraba al
alcance de su mano, esta iba a la de ella, sus dedos presionando contra los
suyos. Además, parecía incapaz de dejarla fuera de su vista, su oscura
mirada en ella como si quisiera inmovilizarla en el lugar, como si esperara
que desapareciera en una nube de humo en cualquier minuto.

—Te digo, Victor está haciéndome subir por las paredes —se quejó
Laura, rompiendo la ensoñación de Lily mientras caminaban por el paseo
marítimo para conseguir cafés y pasteles en The Witches Dozen.

Nate y Tash se paseaban a la cabeza del grupo, tomados de las


manos. Esta visión le dio a Lily una sensación de satisfacción que se dijo
que sentía por Tash.

Victor y Fazire daban zancadas detrás de Nate y Tash.

Había habido una seria animosidad entre Victor y Fazire, incluso más
debido a que Fazire se la había agarrado con Nate, pero estaba
comenzando a perder la batalla. Era difícil seguir siendo hostil contra
alguien que no reaccionaba, en absoluto.

Sin embargo ese día, Fazire y Victor parecían haber llegado a una
316 distensión. Una distensión que fue erosionando rápidamente mientras
Victor intentaba convencer a Fazire de convertir su obsesivo amor por el
béisbol al fútbol.

Laura, Maxine y Lily fueron quedando atrás, muy atrás, y Lily estaba
manteniendo un ojo sobre Fazire quien, ella podía notar, estaba a punto de
estallar.

Laura y Lily no habían necesitado palabras para poner su relación de


nuevo en marcha. El sábado antes, cuando los Roberts fueron de visita,
sin una palabra Lily había puesto sus brazos alrededor de Laura y esta de
inmediato se echó a llorar. Lily se le unió, habían llorado en los brazos de
la otra, luego se habían echado atrás, se habían mirado y habían reído.

Eso había sido todo.

Laura siguió con su perorata.

—Se supone que debía estar medio retirado pero ha ido a la oficina
todos los días. Ahora, sin Nate allí, él no va. En lugar de eso, se queda en
casa y hace preguntas “Laura, ¿dónde está tal y tal?” o “Laura, ¿dónde
está esto y aquello?”. Y luego “¿Por qué en el maldito infierno mantienes
eso allí?” A pesar de que ha estado allí por veinticinco años y nunca lo
cuestionó antes.

Maxine estaba riendo en voz baja y Lily observó como Víctor


comparaba a George Best con Ryne Sandberg y la cara de Fazire se volvía
alarmantemente púrpura.

—Entonces lo mueve donde cree que está mejor ubicado y luego yo no


puedo encontrarlo y tengo que preguntarle a él. No es broma; he trazado
su asesinato ayer, mientras comía una bolsa llena de Malteasers. Es el
asesinato perfecto y estoy segura que podría salir impune de ello.

Maxine soltó una estridente carcajada y Lily sonrió mientras tomaba


la mano de Laura para darle un apretón tranquilizador.

Nate y Tash se dieron la vuelta ante el sonido de la risa de Maxine y


Lily transfirió su sonrisa a su hija. Luego se volvió hacia Nate y vaciló.

Él no le devolvió la sonrisa. No parecía estar disfrutando de su paseo


en un día soleado de verano. Tampoco parecía feliz de que toda la familia
estuviera junta. Lucía desconfiado, vigilante, o más de lo habitual, e
incluso preparado para la acción.
317
Qué acción sería, Lily no podía imaginarlo.

—Creo que hay algo mal con Nate —soltó Lily y Maxie y Laura la
miraron con ojos asustados ante el sonido de preocupación en su voz en lo
que parecía un día tan feliz.

Vio como Nate se daba la vuelta y guiaba Tash a la cafetería justo


cuando Fazire gritó:

—Sandberg fue un All Star, Guante de Oro, JMV 7 . ¡Podía hacer


mucho más que patear un balón con su pie!

Ante las palabras de Fazire, el rostro de Víctor comenzó a ponerse


alarmantemente púrpura.

—¿Qué quieres decir, Lily? —preguntó Laura, apartando la atención


de Lily del intenso arrebato de Fazire y la no sorprendente respuesta de

7 Siglas para Jugador Más Valioso


Víctor.

Lily se detuvo en la acera y vio a Nate y Tash desaparecer en The


Dozen. Laura y Maxie se detuvieron también y Lily se volvió hacia ellas,
mirando de una mujer a la otra.

—No sé, no puedo describirlo. No es la persona más feliz y


despreocupada en el mundo. Siempre está al borde de alguna manera.
Pero últimamente, parece algo… —Hizo una pausa, luchando por palabras
y no encontrándolas—, más en el borde. —Terminó sin convicción.

Tanto Laura y Maxine movieron sus miradas a la puerta de la


cafetería por la que Víctor y Fazire caminaban, los brazos de ambos
hombres gesticulando salvajemente. Entonces las miradas de las mujeres
volvieron a mirarse la una a la otra. Luego se trasladaron a mirar a Lily.

—Lily —dijo Laura—, mi hijo es un… —Parecía estar falta de palabras


también y continuó—, hombre intenso.

—Puedes decir eso de nuevo —murmuró Maxie.

—Lo sé. —Lily levantó la mano para apartarse el pelo de la cara y la


sostuvo en la parte posterior de su cabeza, tirando suavemente en
frustración—. No puedo explicarlo, así que voy a demostrarlo.

318 Ambas mujeres asintieron alentadoramente en sincronía perfecta.

Lily continuó.

—Cada vez que está lo suficientemente cerca para tocarme, pone su


mano en mi cintura así…

Lily bajó la mano y puso una en las caderas de ambas mujeres, al


igual que Nate hacía, sus dedos presionando contra su piel.

Mientras las manos de Lily se alejaban, Maxine dijo amablemente:

—Creo que, cariño, Nate es algo, eh… —Su mirada se deslizó a Laura
y luego de vuelta a Lily—, posesivo.

—¡También sé eso! —exclamó Lily y luego continuó—: Pero no es eso.


Te juro que es como si quisiera fundirse conmigo. No puedo explicarlo,
pero no es sólo eso. Comenzó a mirarme como, no sé, como si pensara que
voy a… a… desaparecer, esfumarme. ¡Poof! —exclamó, levantando ambas
manos a los lados de su cara y extendiéndolas dramáticamente con un
silbido.

El rostro de Laura lentamente se iluminó con entendimiento y Lily se


abalanzó sobre este inmediatamente.

—¿Qué?

Laura miró hacia la cafetería y luego de vuelta a Lily. Su comprensión


ahora tiñéndose con algo agridulce y alarmantemente triste, haciendo al
corazón de Lily golpear un poco más rápido con la esperanza de aprender
algo y con el temor de lo que pudiera aprender.

—Es su aniversario —susurró.

—¿Mi qué? —preguntó Lily, que no esperaba escuchar eso.

Sin embargo, lo que fuera de lo que Laura estaba hablando también


hizo a Maxine caer en la cuenta.

—Querida, eso es. —Maxine respiraba y ella también miró en la


dirección de The Dozen, con el rostro contemplativo.

—¿Qué? —exclamó Lily.

Laura estiró su mano para tocar el brazo de Lily.

319 —Mi querida, la última vez… antes… —Se interrumpió y sacudió la


cabeza como para despejarla. Luego cerró los ojos por un largo momento
claramente luchando consigo misma por algo. Cuando los abrió, eran
brillantes y directos—. Tú desapareciste después de dos semanas.

Lily la miró aún confusa.

—¿Y?

La mano de Laura apretó el brazo de Lily.

—Y ya han pasado dos semanas —terminó Laura como si eso lo


explicara todo.

Lily negó con la cabeza, todavía sin comprender y Laura se acercó a


ella.

—La última vez que estuvieron juntos, desapareciste en el aire


después de dos semanas. Nathaniel se fue de casa por la mañana y tú
estabas allí. Regresó en la noche y te habías ido, sin dejar rastro de tu
partida, como si hubieras desaparecido en una nube de humo. —Hizo una
pausa mientras los ojos de Lily se abrieron en comprensión—. Ahora han
estado de nuevo juntos durante dos semanas y Nathaniel, bueno,
Nathaniel sabría el significado de eso. Él lo recordaría, recuerda todo.

—Pero Laura, yo no desaparecí. Nosotros… —Lily se detuvo y se


mordió el labio, y luego siguió adelante—. No tenemos que entrar en eso.
Pero Nate sabe que no fui a ninguna parte entonces y no voy a ninguna
parte ahora.

Maxine intervino.

—La mente nos juega malas pasadas, cariño. Podemos saber algo
racionalmente pero no creerlo. Confía en mí, soy la persona más
irracionalmente racional que existe, ¿o es la más racionalmente irracional?
—le preguntó a Laura y esta le dio una débil sonrisa.

—Esto es ridículo, Nate no puede pensar… —No terminó, no podía


comprenderlo. Él estaba allí, ella estaba allí, Tash estaba allí, los Roberts,
incluso Fazire parecía estar comportándose, o tanto como podría
comportarse. Entonces ella comenzó de nuevo—. No voy a ir a ninguna
parte.

Laura interrumpió.
320
—Hay cosas sobre Nate que no conoces.

Fue ante estas palabras que la frustración de Lily al no saber acerca


de Nate, sin entender por qué sus escudos se levantaron, por qué la
armadura impenetrable envolvía su corazón, se abrió paso como un
cohete.

—Sí, tienes razón. Hay mucho que no sé de Nate —dijo en una baja y
enojada voz—. Mucho que no dice, mucho que no comparte. Él no me dejó
entrar hace ocho años y no me está dejando ahora. Y no dejarme entrar
antes significó que me dejó ir. ¿Sabes lo que eso significa ahora? ¿Cómo
me hace sentir eso? ¿Sobre todo ahora, con Tash? ¡Estoy viviendo con un
completo extraño!

—Lily… —interrumpió Laura pero Lily continuó, en una diatriba y era


difícil detener una de las diatribas de Lily.

—No confiaba en mí entonces y no confía en mí ahora, y te digo, estoy


harta de eso. No puedo preguntar, porque no me lo dirá. No puedo…
—Lily… —Fue Maxine esta vez, pero Lily no iba a ser detenida.

—Es como… como, está encerrado en hielo y un traje de acero. No lo


puedo alcanzar. Incluso si tuviera que tratar de removerlo, derretirlo con
un soplete, de alguna manera él sólo… simplemente… es distante.

Laura se acercó más, agarró los dos brazos de Lily y le dio una
pequeña sacudida.

—¡Lily, tranquila! —susurró con urgencia—. Estás haciendo una


escena y ellos podrían salir.

—¡No me importa! —A Lily como que le gustó bastante la idea de una


escena. Tal vez si hacía una escena podría llegar a alguna parte.

Laura negó con la cabeza y comenzó a lucir en pánico.

Entonces Lily agarró a Laura de la misma manera en que Laura la


estaba sosteniendo.

—Tienes que decirme, Laura. Si sabes lo que es, lo que hay detrás de
esa puerta que Nate ha cerrado tan firmemente, tienes que decirme.

Laura negó con la cabeza, su pánico cambió extrañamente al miedo.

—Por favor, debes —rogó Lily.


321
—No puedo. No es mi lugar. Él nunca me lo perdonaría. Él lo esconde.
Pone tanto esfuerzo en ocultarlo, como si fuera malo, como si fuera sucio.
Sin embargo, parece de alguna manera… orgulloso de ello. Pero él nunca
me perdonaría si te dijera, nunca. Y, Lily, no podía soportar la idea de
perderlo, es el único hijo que me queda.

Allí estaba otra vez, “malo” dijo Laura, “sucio”. Y Víctor había dicho
“Nathaniel sufrió”. Todas estas palabras ominosas que lo describían a él, y
Lily, con quien se suponía que él se casaría, con quien pasaría el resto de
su vida, quien era la madre de su hija, no parecía tener el derecho a
saberlas.

Había tenido suficiente de los secretos, consejos, encubrimientos y


silencio, estaba harta de ello. Sea lo que fuera, le hizo perderlo hace ocho
años y estaba tirando de ella con firmeza apartándola de él ahora. O, mejor
dicho, manteniendo su distancia.

Nate, ella decidió al instante, no era el único que podía cerrarse. Dos
podían jugar a ese juego.

Lily de repente soltó a Laura y se volvió por donde vinieron.

—Voy a volver a la casa.

—¡No! —exclamaron Laura y Maxine al mismo tiempo—. No puedes


volver atrás. Tienes que quedarte con él. Si regresas él estará preocupado
—continuó Laura.

—Déjalo que se preocupe —estalló Lily—. Por lo menos eso significará


que siente algo.

El rostro de Laura cambió de nuevo, esta vez a maternal decepción.

—Lily, sabes que eso no es justo. Sabes que Nathaniel siente todo,
especialmente por ti.

—No, Laura, no sé eso. Si lo hace, él confiaría en mí respecto a lo que


es este horrible secreto. —Laura cerró los ojos con desesperación y Lily no
esperó a que los abriera de nuevo—. Sólo diles que tengo un dolor de
cabeza y que volví.

Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y prácticamente volvió


corriendo a la casa —tanto como podía correr en chanclas.
322 Una vez que Lily llegó a su casa, se detuvo en la entrada y miró
alrededor.

No sabía qué hacer. No tenía nada que hacer ya. Ninguna tarea
doméstica, ni recados, nada. Y eso hizo que su temperamento tenso se
desintegrara completamente.

La alcoba principal, como Fazire la había nombrado sarcásticamente,


que Nate había ordenado que no fuera terminado hasta la próxima
semana.

Su oficina, la única otra habitación de arriba ahora, debido a la


enormidad de la suite principal, la sala de estar había sido trasladada a la
planta baja con jardín, que Nate le había ordenado que decorara, no
estaba terminada aún.

Nate había contratado a un ama de llaves que venía una vez a la


semana y limpiaba y hacia la lavandería y el planchado, lo que hizo a
Fazire no muy feliz.
—¿Y ahora qué? —le había exigido saber—. ¿Un chef, así no tengo
que ser capaz de cocinar tampoco?

Nate pagó las cuentas. Nate hizo entregar los víveres. Su secretario
configuró una cuenta en Internet con la tienda online Waitrose, nada
menos, y todo lo que Lily tenía que hacer era clic en sus opciones y ¡voilá!
llegaban al día siguiente.

Ella estaba, sencillamente, abrumada por él. Él estaba en todas


partes, tomando el control de todo. O cuidando de todos.

Excepto que él no estaba allí en absoluto.

—¿Lily?

Era la voz de Nate, ella se dio la vuelta y lo fulminó con la mirada,


automáticamente decidida a hacer algunos avances, penetrar en sus
escudos, obtener alguna reacción de él, cualquier reacción.

Estaba de pie en la puerta interior, la sala estaba oscura, la luz del


sol entraba detrás de él y no podía ver su rostro.

—¡Tú! —gritó sin sentido.

Él comenzó a avanzar, la poderosa gracia masculina de su


323 movimiento, y la admiración de Lily, de alguna manera irritando sus
nervios y él ignoró su extraño arrebato.

—Laura dijo que tenías dolor de cabeza. ¿Es una migraña? —Su voz
era suave y normalmente habría pensado que su preocupación era dulce.

Pero estaba más allá de eso ahora.

—¡No, no es una maldita migraña! —gritó, golpeando su pie en señal


de frustración.

Nate se detuvo a menos de un suspiro de distancia, llevó la mano a su


cintura y sus dedos se quedaron allí. Lily podía ver su rostro y su
preocupación era clara como el día. Y aun así, no se detuvo.

—¿Qué es? —preguntó, en voz baja, con tono reservado.

Debería haber leído, haber sido más considerada con sus palabras,
pero no estaba de humor.

Ella tomó su mano de su cintura y la puso entre ellos.


—¡Es esto! —exclamó—. ¡Es el ama de llaves, los obreros, los
decoradores! ¡Es todo! —Terminó con un—: ¡Eres tú!

Con eso, ella de repente soltó la mano y observó las persianas bajar al
instante en sus ojos, resguardando sus pensamientos, interrumpiéndola.

—Eso es todo, Nate, ciérrate. No esperaba menos. —La voz de Lily se


estaba haciendo amarga.

Él se movió hacia ella y Lily se mantuvo firme.

—¿Qué es esto? —Su voz era aún más baja, un tipo nivel más bajo,
un estruendo que fue tan letal que se deslizó a través de su piel como la
lámina de una cuchilla.

—¡Dime tú! —gritó, inclinando la cabeza hacia atrás y moviéndose


hacia él en un intento fallido de ser amenazante.

Él no dijo nada. Ella esperó. Él todavía no dijo nada.

Entonces dejó de esperar, se apartó y corrió por las escaleras hasta


su dormitorio, abrió los armarios en un tono histérico y comenzó a tirar su
ropa en la cama. No tenía ninguna razón para hacer esto, pero le pareció
un buen intento de un gran gesto.

324 Si él estaba preocupado de que se fuera, le haría creer que se iba,


forzaría la confrontación que deberían haber tenido hace ocho años.

Lily decidió que hacer un gran gesto era lo único que conseguiría una
reacción de Nate. Y, por alguna razón, necesitaba una reacción por parte
de Nate. La necesitaba desesperadamente.

Había pensado que podía hacer esto, vivir juntos y mantener su


corazón aparte. Pero, al parecer, no podía. Simplemente no estaba en ella.

Debido a que este era Nate. Había sabido al instante en que puso sus
ojos en él, que era suyo.

Y él era suyo. Excepto que, no lo era.

En su segundo pase al armario, la mano de Nate tomó su muñeca y le


dio la vuelta, la ropa volando por todas partes.

—Háblame, maldita sea —gruñó, sus ojos oscuros brillando con


amenaza y algo más que no podía leer.
—Eres magnífico al decirme a mí que hable contigo. Si fueras un
superhéroe, te llamarían Hombre Silencioso —gritó Lily.

Él utilizó su muñeca para atraerla más cerca y se apoyó en ella, su


rostro apenas un centímetro del de ella.

—Estabas hablando con Laura, ¿qué dijo? —le espetó y Lily se dio
cuenta de que estaba enfadado.

No, furioso.

Y estaba apenas contenido y eso la asustó enormemente.

Ya no parecía sofisticado y urbano. Él era peligroso y depredador.

Pero aun así, Lily no hizo caso de la mirada de advertencia en sus


ojos negros.

—¡Nada! —le gritó a la cara—. Ni una sola maldita cosa. ¡Le pregunté
acerca de ti, pero ella no dijo una palabra!

Vio un destello de alivio cruzar su rostro antes de que lo ocultara y


ella realmente gruñó.

—¿Qué es? —exclamó, torciendo la muñeca para liberarse y


agarrando puñados de su camisa en el pecho—. ¿Cuál es el maldito
325 secreto sobre ti que todo el mundo está tan decidido a mantener?

Las manos de Nate golpearon su cintura y la atrajo más cerca, pero


ella se resistió. Ganó, como es lógico.

—No es nada —indicó, su voz volviendo a la calma.

—¡Es algo! —exclamó, tirando de su camisa.

—¡No es nada! —gruñó Nate, toda la calma desaparecida en un


parpadeo.

Lily saltó ante la ferocidad de su voz, pero todavía no se detuvo y lo


atrajo aún más cerca de ella, su cara a un suspiro de la suya.

—Bueno, Nate, es algo para mí. Sea lo que sea, lo guardaste de mí


durante ocho años. Sea lo que sea, te hizo pensar que me iría. Sea lo que
sea, hizo que me dejaras ir. ¡Sea lo que sea, lo estás conteniendo de mí
ahora!
Cuando terminó su dramática última declaración, Nate se apartó de
ella y se dio la vuelta. Lily abrió la boca para decirle que no habían
terminado, pero se detuvo en la puerta y tiró un golpe vicioso a los cuadros
en la pared estremeciendo sus marcos.

Ante esto, ella saltó de nuevo y no pudo hacer nada, más que mirar
fijamente con la boca abierta.

Definitivamente depredador. Y definitivamente peligroso.

Se dirigió directamente a la cama, se inclinó y con un golpe de su


brazo, mandó a su ropa a volar.

Ante esto, sus ojos se abrieron con alarma.

Entonces él se acercó, con determinación, a Lily que estaba clavada


en el suelo. La agarró por las caderas y la levantó.

Ella lanzó un grito de sorpresa, lanzó sus piernas alrededor de sus


caderas y agarró sus hombros para mantener el equilibrio mientras él la
volvió a la cama. Entonces ella estaba cayendo, sosteniéndose a él
mientras iba hacia atrás, su espalda golpeó la cama y Nate aterrizó encima
de ella.

—¿Crees que me estoy conteniendo? —gruñó, sus ojos brillando de


326 nuevo peligrosamente, su rostro apenas a un centímetro de distancia.

Independientemente de todo lo que acababa de presenciar, ella lanzó


la precaución al viento. Fue un gran gesto después de todo y ella lo
empezó. Tenía que ser valiente para seguir adelante y ver dónde terminaba
o podría perderlo todo.

Así que le lanzó:

—¡Sí!

Y entonces sintió su mano tirando la falda de su vestido alrededor de


su cintura.

—¡Nate! —gritó al darse cuenta de su intención y enterró la cara en su


cuello, convenientemente escondiéndose de su vista.

—Tienes más de mí de lo que he dado a nadie —gruñó contra la piel


sensible en la base de su oreja y luego sintió su lengua allí. Ella trató de
alejarlo mientras las gimnastas, quienes no parecían preocuparse por los
dramáticos acontecimientos que los habían llevado a esta situación,
empezaban a calentar con volteretas.

Ante las payasadas de las gimnastas, Lily dejó de intentar apartarlo y


deslizó un brazo alrededor de él y la otra mano en su cabello, tratando
suavemente de mover su cabeza y así poder ver su cara.

—No me refiero a esto. No me refiero a aquí, en el dormitorio —


susurró.

Fue como si no hubiese hablado, una de sus manos rozaba con


deliciosa intención desde su vientre, hasta su pecho, su pulgar
expertamente buscando su pezón a través de la tela y lo frotó
tentadoramente. A pesar de que trató de controlarlo, Lily sintió que sus
entrañas se derretían.

—Te he dado más de lo que di a mi familia adoptiva —murmuró, su


voz se volvió sedosa y todavía estaba en su oído, el profundo timbre
disparó temblores a través de ella.

—Nate, no hagas esto. Siempre hemos sido buenos en esto. Habla


conmigo —rogó Lily.

Él la ignoró y sus labios se posaron desde su mandíbula a su barbilla,


mientras que su mano fue entre medio de sus cuerpos, provocando en el
327
borde de sus bragas de encaje.

Con sus labios contra los de ella, dijo:

—Más de lo que di a mi madre.

Ella se quedó sin aliento cuando se dio cuenta que no se refería a


Laura. Era la primera vez que había hablado de su madre biológica, bien,
la única otra vez que él había hablado de ella desde su primera cita en el
parque.

Su jadeo fue cortado por sus labios tomando posesión de ella en un


brutal y exigente beso, un beso que estaba destinado a decirle algo, un
beso que coincidía exactamente con sus dedos deteniendo su tentador
juego. Empujaron la delicada tela de su ropa interior a un lado y dos de
ellos entraron en una hermosa invasión.

Inmediatamente gimió contra su boca, instantáneamente


respondiendo a su toque. Sus brazos lo rodearon, sus manos tirando de su
camisa fuera del pantalón para poder pasar sus dedos a lo largo de los
duros músculos de su espalda, así ella podría sentir el inmenso calor de
su piel.

—Tan húmeda —murmuró contra sus labios—, sólo para mí.

Y tocándola, parecía de algún modo lejos de la tensa conversación, su


voz casi reverente, incrédula. El sonido de la misma, rompió el corazón de
Lily.

Sus dedos comenzaron a moverse, no podía pensar en otra cosa, no


en su discusión, no en sus secretos, solo en lo que su mano estaba
haciendo con ella.

—Solo tú, Nate —ella estuvo de acuerdo en voz baja.

A sus palabras, dejó caer su frente contra la de ella y cerró sus ojos,
esa mirada viniendo de él, tan cruda e intensa, sacudió a Lily hasta la
médula.

Mantuvo sus labios contra los de ella y su mano obró su magia, pero
no la besó. Abrió sus ojos y se clavaron en los de ella, su mano envió
ondas de choque electrizantes de placer a través de su cuerpo.

Por último, dijo contra su boca, mientras su pulgar giraba, y ella gritó
328 fuertemente cuando él la acercó más, demasiado cerca.

—No me vas a dejar, Lily.

Ella negó con la cabeza.

—Dilo —gruñó.

Se apretó contra su mano, tan cerca, estaba casi allí.

—Por favor, Nate.

—¡Dilo! —exigió.

—Nate —susurró contra su boca, una mano subió a hurgar en su


cabello, sosteniendo su cara en la de ella.

—Lily. —Su voz fue un ruido sordo, de terciopelo.

Ella abrió sus ojos medio cerrados y miró directamente a sus ojos
negros.
—No te voy a dejar, Nate. Nunca te dejaré —declaró Lily, su voz
temblando, con la sensación de que eso no tenía nada que ver con lo que
sus dedos estaban haciendo. Una sensación que tenía mucho que ver con
lo que había en su corazón. Lo que había estado en su corazón desde que
tenía catorce años de edad y supo que era su deseo hecho realidad cuando
Nate la había salvado del carterista.

Y luego su boca se estrelló contra la de ella y la dejó elevarse, su


mano llevándola a alturas gloriosas, donde siempre la llevó. Su boca
absorbió su grito de placer mientras sus manos se aferraron a él, sus
caderas presionando en sus dedos.

Mientras los estremecimientos retrocedieron, él se quedó a su lado,


gentilmente acercándola a él y arreglando su falda al mismo tiempo.
Entonces él la acunó en sus brazos de manera protectora, acariciando
lentamente su espalda.

Su rostro fue presionado contra su garganta y se sentía vulnerable y


expuesta. La había llevado a un lugar hermoso pero él no se unió a ella
ahí.

Aún distante. Siempre distante, de una u otra manera.

—¿Nate? —murmuró contra su garganta.


329
—¿Mm? —Él estaba en sí mismo otra vez, sus propios pensamientos,
lejos, muy lejos de ella. Estaba empezando a reconocer cuándo estaba con
ella y cuando él se había ido.

Tranquilamente, en una voz tan pequeña que le sorprendió que la


haya oído, le susurró escasas palabras que contenían un profundo
significado:

—Te necesito aquí, conmigo.

Su mano dejó de acariciar y sus brazos se apretaron alrededor de ella,


tomando su respiración.

—Me tienes.

Ella negó con la cabeza en su cuello, negando en silencio sus


palabras.

—Me tienes, Lily. Lo prometo.


Ella sabía que no.

Pero Lily experimentó un colosal cambio de opinión. Uno que cambia


vidas.

Incluso uno trascendental.

En lugar de poner todas sus energías en guardar su corazón contra él


—lo que claramente no estaba funcionando, se trataba de Nate—, iba a
tratar de que abra su corazón a ella. Iba a usar todo lo que estaba en su
poder, tanto como era, tal vez incluso ir tan lejos como para utilizar su
último deseo para abrir su corazón.

No tenía idea de si iba a tener éxito pero, Lily determinó en ese


instante, estaba malditamente bien el tratar.

330
22
Nate

N
ate dejó la oficina pronto deseando llegar a casa.

Casa.

Donde estaban Lily y Natasha.

Y, por supuesto, Fazire.

Tash había llamado, diciéndole que había una sorpresa esperándole.

No podía imaginar qué clase de sorpresa podría ser, en el mes desde


la diatriba dramática de Lily, completa con ropas sacadas del armario, su
vida había estado llena de sorpresas.
331
Sorpresas agradables. Sorpresas extraordinarias.

La clase de sorpresas y la posible intención tras ellas siendo algo que


apenas creería, pero descubrió, tras años de experiencia y decepción, que
no era así.

Había empezado la mañana siguiente después de la escena de Lily.

Ella se había despertado muy, muy temprano. Se había deslizado en


silencio de la cama obviamente haciendo un esfuerzo para no molestar a
Nate. Este esfuerzo no valió nada al golpearse dos veces con la cama,
maldiciendo en voz baja y casi cayéndose mientras se vestía. Sabiendo que
estaba teniendo cuidado por él, Nate mantuvo los ojos cerrados cuando lo
que quería era devolver su cuerpo caliente a la cama.

Cuando pasó el tiempo y no regresaba, Nate se levantó, se colocó un


par de vaqueros y fue en su búsqueda.

La encontró en la cocina llevando unos pantalones muy cortos, finos,


de rayas rosas y moradas que mostraban sus largas piernas. Con esto,
llevaba una camisola rosa y una rebeca vieja y gris que había tenido días
mejores y que él decidió reemplazar inmediatamente con otra cosa, algo
nuevo, algo hecho de cachemir.

Estaba de pie en el medio de la cocina con las manos en las caderas


mirando la encimera con lo que parecía ser confusión.

Preguntándose qué clase de humor tendría después de su pelea el día


anterior, Nate se acercó por detrás en silencio con los pies desnudos y con
cuidado deslizó sus brazos alrededor de su cintura.

La tarde anterior ella había prometido no abandonarle, dijo que jamás


se marcharía, pero Nate no confiaba en ello. Había aprendido pronto en no
confiar y no había pasado nada en su vida que cambiara esa lección.

Sabía que ella quería más de él, lo quería todo y él no podía dárselo.
Sintió, como ocho años antes, que estaba viviendo un tiempo prestado,
que cuando ella descubriera quién era realmente no simplemente querría
alejarse de él sino también mantenerle alejado de Tash.

Y Nate no lo permitiría. Y para evitar que ocurriera, haría lo que sea


332
que tuviera que hacer, incluyendo mantener en secreto su pasado a las
dos.

No es que Lily le estuviera dando todo. La Lily de corazón abierto que


dejaba que su emoción por la vida saliera con la más mínima provocación
se había ido. La Lily sonriente que contaba historias sobre su encantadora
familia había desaparecido. No importaba lo que él hiciera para rectificar
sus errores pasados, para borrar los ocho años de ella subsistiendo, aún
era diferente.

Cautelosa, atenta y cerrada.

Ella saltó cuando él la tocó y giró, casi golpeándose contra su barbilla


con la cabeza y su dulce pelo se encontró en su cara.

—¡Nate! —gritó, su expresión claramente era de decepción al verle y


sintió algo tambalearse de dolor en su garganta. Miró por encima de su
hombro en la encimera y luego de nuevo a él y anunció con un puchero
exagerado—. Me has estropeado la sorpresa.
Entonces le sorprendió al deslizar sus manos por su cintura y ladear
la cabeza a un lado, la decepción desapareció al darle ella una de sus
sonrisas poco convencionales. Al verla, se quedó sin respiración y sintió
cómo cada músculo se tensaba.

Su sonrisa era exactamente como la recordaba. Sin ser cautelosa,


vigilante y cerrada en ningún sentido. Abierta, feliz y una de las vistas más
dulces que había visto en su vida.

Se dejó caer suavemente sobre él, con los pechos frotando su pecho
desnudo, su barbilla obligada a echarse hacia atrás para que pudiera
mirarle a los ojos.

—Te estaba preparando el desayuno para la cama —le informó con


alegría.

Miró por encima de su hombro a las pruebas que, de hecho, él había


interrumpido la preparación de la comida.

Sabiendo las intenciones y entendiendo que su anterior decepción no


iba dirigida a él, Nate no sabía qué hacer. No era la clase de hombre que
no sabía qué hacer y no le gustaba.

Ninguna mujer le había preparado el desayuno en la cama, ninguna


mujer le había preparado ni siquiera el desayuno. Ni una sola de sus
333
amantes había hecho nada para él, ni darle un regalo, traer una botella de
vino o prepararle la cena. Le gustaban que él invitara a cenar, comprara
regalos, incluso vacaciones pero las mujeres de su vida estaban
acostumbradas a ser cuidadas, a ser mimadas. Nate había jugado el juego
masculino porque si no era así, se quejarían y exigirían. Había aprendido
que así la vida era más pacífica y además, podía permitírselo.

Esta era una experiencia totalmente nueva.

Lily pareció no darse cuenta de su sorpresa.

—Aunque una vez que empecé, no sabía qué hacer. Nunca comentas
tus comidas, no dices qué te gusta. Simplemente… comes. —Su sonrisa no
se había alterado, de hecho, su voz sonaba provocadora. Gentilmente se
alejó de él y apuntó con su brazo a la comida en la encimera—. Decidí que
bacón, huevos y tostada era mi mejor apuesta. A todo el mundo le gusta el
bacón, los huevos y las tostadas. ¡Entonces me di cuenta que ni siquiera
sé cómo te gustan los huevos!
Rió dulcemente, encontrando esto divertido y volvió hacia él,
colocando sus brazos alrededor de su cintura de nuevo y descansando
todo su cuerpo sobre su pecho fuerte.

—¿Sabes? Siento que te conozco de hace años pero solamente te


conozco de hace pocas semanas. ¿No es gracioso? —Dejó caer los hombros
y echó la cabeza hacia atrás para mirarle con sus extraordinarios ojos, con
azules muy claros, tan profundos, tan abiertos que Nate se perdió en ellos.

Perdido en sus ojos, perdido en su humor, perdido en Lily, tan


perdido, no respondió.

—Entonces —susurró ella—, ¿cómo te gustan los huevos?

Su pregunta le alejó de su observación silenciosa. Parecía que la


respuesta lo sería todo para ella.

La miró cautelosamente, con el cuerpo rígido, sin saber si aliviarse


por su nueva actitud o preocuparse por lo que escondería detrás.

—Me gustarán de cualquier manera que me los hagas —respondió,


sin comprometerse.

Algo que él no pudo entender se encendió en sus ojos, algo que


parecía como determinación y sus brazos se pusieron rígidos en su
334 cintura.

—¿Revueltos? —preguntó.

—Servirá —respondió Nate.

Su sonrisa regresó.

—¿Y qué tal fritos? ¿Te gustan más así que revueltos?

—Los dos —respondió.

—¿Hervidos?

—Vale.

Ante estos, sus ojos se encendieron y meneó la cabeza y se rió, todo


su cuerpo vibrando. Durante un segundo dejó caer su frente sobre su
pecho, entregándose al momento extraño y entonces levantó la cabeza de
nuevo, casi golpeando su barbilla. Levantó las manos a ambos lados de su
cara, acercándola a la suya y le sorprendió al besarle brevemente, con la
risa aún en sus labios. No le había tocado por decisión propia fuera de la
cama desde que se habían reencontrado.

—¿Qué voy a hacer contigo? —farfulló, claramente sin querer una


respuesta mientras seguía, con la voz muy suave—. ¿Cómo te gustan más
los huevos, Nate? Por favor, dímelo.

Esta información trivial sí que significaba algo para ella así que él
suspiró y respondió:

—Hervidos.

Ambas manos de ella se alzaron en el aire como si hubiera marcado


un gol en un partido de futbol americano. Con este gesto, su espalda se
arqueó, acercándose más a él.

—¡Éxito! —gritó feliz y en alto, con la cara iluminada ante el triunfo y


Nate sintió que la mañana quebradiza se había ido. Un instante más tarde
la cara de ella cayó dramáticamente y exclamó—. ¡Oh, no!

—¿Qué pasa? —respondió él.

—No sé cómo hervir un huevo.

Fue entonces cuando Nate empezó a reír, todas las tensiones habían
335 desaparecido, todo el borde tenso suavizado y sus brazos se apretaron a su
alrededor mientras las manos de ella bajaban para abrazarle a cada lado
de su cuello. Se echó hacia adelante y lo besó de nuevo.

—No temas —declaró ella, alejándose de él y dándose la vuelta hacia


la encimera—. Vi a alguien hacerlo en un programa de cocina una vez.
Creo que tienes que hacer que el agua se quede ahí y romper el huevo. Ya
me las apañaré. —Abrió la bolsa del pan.

Nate se permitió un momento para mostrar su alivio. Se lo permitió


porque, con su espalda hacia él, Lily no podía verlo. Parecía tan feliz, tanto
a la antigua Lily que él quería tiempo para disfrutarlo. Se acercó y la
arrastró de vuelta en sus brazos, enterrando su cara en el cabello a un
lado de su cuello.

No era muy a menudo que Nate sintiera esperanza así que cuando la
sintió, sabía que era algo precioso.

Y en ese momento, sintió esperanza.


No una clase de esperanza para siempre. Esa mierda de esperanza,
sabía, que no existía, pero una esperanza por ahora.

—¿Nate? —Ella estaba tirando suavemente lejos en un esfuerzo por


ver su cara pero no librarse de sus brazos—. ¿Te pasa algo?

Levanto la cabeza y beso su nariz.

—Nada.

De nuevo, algo brillo en sus ojos pero en vez de su rostro cerrado


como normalmente lo hacía cuando él no le dio la respuesta que quería,
ella se recostó contra él. El azul medianoche en su iris exterior se había
movido hacia la pupila.

—Ahora que tenemos el desayuno semi-ordenado, ¿quizás me das un


beso de buenos días? —lo impulsó ligeramente, su voz tímida pero sus ojos
eran invitadores.

Esta no era la vieja Lily. Esta no era ni siquiera la nueva Lily.

Esta era una Lily totalmente desconocida.

Ella nunca había pedido un beso antes y Nate no necesitaba que se lo


pidieran dos veces.
336 Tanto Fazire como Víctor llegaron a la cocina al mismo tiempo
interrumpiendo un beso de buenos días que se había vuelto
agradablemente intenso.

—Perdón, perdón… regresaremos. —Victor retrocedió cuando Nate a


regañadientes levantó su boca de Lily y volvió su mirada a los dos
hombres.

—¡No voy a volver! —refunfuñó Fazire, flagrantemente ignorando la


escena que acababa de interrumpir y pisando fuerte—. Necesito café
inmediatamente.

Lily se apartó de Nate y se acercó a su amigo.

—¡Fazire! —Agarro a Fazire por las mejillas y tiró su cabeza a ella,


inclinándola hacia abajo y besándola en la coronilla—. A Nate le gustan
sus huevos hervidos —impartió esto en su amigo como si ella había sido la
primera en descifrar la maquina enigma.
Después de ser liberado, Fazire miró de Lily a Nate y de nuevo a Lily.
Se encogió de hombros por su desinterés en las noticias y se dirigió a la
cafetera.

Nate apoyó su cadera en el mostrador y asintió a su padre quien se


rezagó vistiendo su pijama y una bata.

—¿Quién hizo esto? —exigió saber Fazire, estaba sosteniendo la


cafetera en alto y mirando a Nate furiosamente decidiendo que tenía que
ser el culpable, su labio se curvó en disgusto.

—Yo lo hice —respondió Lily, afanosamente alineando tocino en la


sartén.

Por la admisión de Lily, Fazire no fue disuadido en su ira.

—Esto se parece al agua —acusó Fazire, trasfiriendo sus ojos furiosos


a ella.

—Esto no se parece al agua. Solo porque no puedes masticarlo,


Fazire, no quiere decir que no es nada bueno. —Ella sacudió la cabeza y
miró por encima del hombro a Víctor quien había decidido sentarse en la
mesa de la cocina para ver el espectáculo—. A Fazire le gusta su café
fuerte.

337 —Lo he deducido —comentó Víctor.

Lily lanzó una sonrisa sorprendentemente brillante a Víctor y regresó


a trabajar. A pesar de que ella le había dado la espalda, Víctor la miró con
asombro congelado por un momento y entonces sus ojos se deslizaron a
Nate.

Entonces el padre de Nate sonrió y lentamente le guiñó un ojo a su


hijo.

Esa tarde, después de que Víctor y Laura se habían ido, Fazire había
desaparecido en su habitación y Nate había escuchado a Tash leer antes
de que él la arropara para dormir, Nate se había ido a encontrar a Lily.

Ella estaba sentada en la habitación del sol en un nuevo lounge de


mimbre con un cojín azul brillante de un borde en un beige suave, sus
piernas dobladas debajo de ella, su cabeza inclinada, leyendo un libro. La
señora Gunderson estaba durmiendo dentro de un apretado cuerpo de
gato enrollado a su lado.

Con el dinero de Nate y las elecciones de Lily, todo en la habitación


era de mucha más mejor calidad y enormemente mejorado de estilo. Los
muebles eran de mimbre, tejido gruesamente con abundantes cañas
oscuras. Las ventanas habían sido reemplazadas con madera enmarcada,
brillantes cristales doble-acristalamiento. Las paredes habían sido
repintadas en un limpio lino y grandes palmeras en macetas se colocaron
atractivamente alrededor de la habitación. El día era gris afuera pero la
habitación tenía un suave resplandor de las lámparas con bulbo, bases
beige con nítidas sombras posadas en mesas de mimbre junto al lounge y
entre las dos sillas de enfrente. Una mesa cuadrada, con tapa de cristal,
de mimbre se encontraba en el centro manteniendo un enorme globo de
cristal de un florero alto lleno con lirios.

Nate sintió una sensación de satisfacción al ver a Lily sentada


tranquilamente leyendo con su gato. Este era el tipo de habitación en la
que Lily debía estar, costoso y elegante y era el tipo de cosa que Lily
debería estar haciendo, leyendo y descansando, no corriendo por todas
partes cuidando de todos.

Había estado estudiándola por un rato cuando ella lo sintió, su


338
cabeza subió y su cara, que estaba concentrada en su libro, relajó en una
pequeña sonrisa.

—¿Tash está durmiendo? —preguntó.

Nate sintió algo desenroscarse dentro de él por su simple pregunta.


No era importante; no era profundo, solo una madre preguntando a un
padre si su hijo estaba durmiendo.

Sin embargo, para Nate, esta era la pregunta más íntima que alguien
alguna vez le había pedido.

—Sí —respondió él.

Lily puso su marca páginas en su libro y lo dejó a un lado pero ella no


se levantó.

—Ella ama leer para ti, pienso que es el punto culminante de su día.

Nate no dio una respuesta verbal pero esa cosa desplegando en su


pecho se aflojó aún más al escuchar su comentario.

Finalmente habló.

—No quiero interrumpir tu lectura. —Ella negó con la cabeza para


indicar que no le importaba y él continuó—. He querido decirte que
mañana por la mañana tenemos una cita en la oficina de registro para
iniciar el proceso…

No terminó mientras repentinamente Lily se lanzó fuera del lounge y


cruzando el corto espacio se arrojó físicamente a él, balanceándolo sobre
sus talones. La señora Gunderson salió volando en un enojado maullido de
gato por su rápido movimiento.

Los brazos de Lily fueron alrededor de sus hombros y con un pequeño


salto, sus piernas fueron alrededor de sus caderas y él instintivamente
puso sus manos bajo su trasero para mantenerla contra él.

Ella estaba presionando su mejilla contra la suya y abrazándolo con


fuerza.

—¿Qué es esto? —le susurró al oído.

Su cabeza se echó hacia atrás y lo miró, sus ojos brillantes y lágrimas


estaban brillando en sus bordes inferiores.
339
—Tú dijiste en la sala de conferencias de Alistair que ibas a casarte
conmigo pero entonces no dijiste nada acerca de eso otra vez. Dijiste dos
meses. ¡Eso ha sido casi un mes ya! —No tuvo oportunidad de responder a
su reacción abrumadora mientras ella continuó con entusiasmo—. Vamos
a arreglar una cita mañana, ¿no? —preguntó y el asintió, encontrándose
satisfecho por su respuesta extremadamente positiva.

Se inclinó hacia él y de nuevo puso su mejilla contra la suya.

—¡Tengo tanto que hacer! Tengo que encontrar un vestido y Tash


necesita uno. Y tenemos que conseguir invitaciones. —Su cabeza se echó
hacia atrás y lo miró de nuevo, todo rastro de lágrimas habían
desaparecido, sus ojos estaban brillando y bailando—. ¿Una pequeña
boda? ¿En la oficina de registro?

A su pregunta, el asintió de nuevo y con un tirón suave, ella liberó las


piernas de sus caderas y la dejó ir. Observó como ella seguía hablando con
entusiasmo y caminando alrededor de la habitación, apagando las
lámparas.

—Fazire necesitará algo de ropa y luego están las flores. Pienso que
peonias, mamá amaba las peonias. Esta es la flor del estado de Indiana,
¿sabías eso? —Ella lo miró mientras hacía la pregunta, ni espero por una
respuesta.

—Vamos a necesitar un fotógrafo. No quiero uno de esos fotógrafos


Nazi que tienen diecisiete horas para posar todas las fotos. Debería ser un
día de diversión. Deberíamos estar bebiendo y comiendo, no gastando todo
nuestro tiempo teniendo nuestras fotografías tomadas. ¿Qué te parece?

Antes de que pudiera responder, ella se detuvo y se irguió de pronto


después de apagar la segunda lámpara.

—¡Ya sé! ¡Fazire puede tomar las fotos! —Aplaudió con sus manos
enfrente de ella con entusiasmo y Nate se acordó de ella haciendo
exactamente lo mismo cuando había cedido a su paseo en moto en su
primera y única cita. La vista de eso hizo expandir su pecho de una
manera que nunca había sentido antes, era caliente, era agradable y no
tenía idea de lo que significaba. No tenía ni idea de que anunciaba la
alegría y la seguridad, dos cosas que nunca había sentido en su vida.

Ni siquiera había entrado en la habitación y todavía estaba de pie en


340 la entrada. Se apoyó en la jamba y continuó mirándola.

No se quedó mucho tiempo en su posición. Lily caminó hacia él,


agarró su mano y lo condujo fuera de la habitación a través de la sala de
estar y subió la escalera a su dormitorio. Durante todo el tiempo, ella
hablaba y planeaba.

Le preguntó si quería bailar entonces no esperó por su respuesta y


decidió que debería bailar.

Ella le preguntó si quería usar un traje de mañana entonces no


esperó por su respuesta y decidió que era demasiado sofocante para una
oficina del Registro.

Ella le preguntó si quería un discurso luego decidió que debía haber


un discurso.

En la habitación, después de haber cerrado la puerta, ella volvió a sus


brazos.
—Solo déjamelo a mí. Me encargaré de todo. Voy a llamar a Laura y
Maxie y lo tendremos resuelto en poco tiempo —Presionó su dedo índice en
su pecho—. Tu solo necesitas ser responsable por la luna de miel. ¿Puedes
hacer eso?

Sus brazos se apretaron y sonrió a su cara sonriente.

—Creo que puedo manejar eso.

Ella inclinó su rostro hacia él y sonrió.

Tres días después, Nate estaba en sus nuevas oficinas en Bristol en


una reunión, dos de su personal trasladado, sentados en sillas frente a él
esperando sus instrucciones, cuando empezó a sonar el teléfono.

Cuando estaba en una reunión, el timbre de su teléfono nunca


sonaba.

Nunca.

Nate no era un jefe cruel, pero era uno exigente. Esperaba que su
personal trabajara duro e sea inteligente, que fuera ambicioso, pero no
codicioso ni apuñalara por la espalda y fuera comunicativo con sus
341
buenas ideas y críticas constructivas. Los recompensaba por esas cosas.
Mientras más lo demostraran, mientras mejor lo demostraran, más los
recompensaba.

Si ellos fallaban, se iban.

No era amigable con su personal. No salía con ellos a tomar algo. No


les compraba regalos de navidad aunque sí les daba unos generosos bonos
navideños. No compartía su vida personal con ninguna alma en la oficina o
fuera de ella, para el caso. No fomentaba este comportamiento entre sus
directivos ni con sus empleados. Esperaba que el trabajo fuera trabajo,
esperaba profesionalidad absoluta y los lideraba con el ejemplo.

Él no era el padre cariñoso de una familia corporativa.

Él era el respetado comandante retirado del ejército corporativo muy


bien dirigido que día–tras–días lograba resultados notables.

Era un edicto de que nunca fuera perturbado durante una reunión a


menos que fuera urgente. Un edicto que como todos sus edictos fue
siempre estrictamente obedecido.

Por lo tanto, cuando el teléfono sonó, tanto él como su personal


saltaron por la sorpresa.

Nate apretó el botón el teléfono

—¿Sí?

—La señora Jacobs para usted. —Su secretaria, Jennifer, le dijo por
el intercomunicador, adhiriéndose a su mandato que en cualquier
momento que Lily llamara, cualquiera, se la tenían que pasar
directamente.

Nate no les echó a sus dos empleados ni siquiera una mirada —si lo
hubiera hecho, habría visto cómo sus ojos se abrían con sorpresa—,
simplemente tomó el teléfono.

Lily lo había llamado una vez para quejarse que sus muebles de la
sala de estar habían sido llevados.

Tash por otro lado, lo llamaba cada día cuando llegaba del colegio y le
contaba cada detalle de cosas nuevas que ella sentía que eran importante
compartir lo cual era prácticamente cada detalle de su día. Nate esperaba
342 las llamadas de su hija. Natasha era conversadora pero inteligente,
increíblemente inteligente. Usaba un gran número de palabras, y las
usaba bien y seguido, mucho mejor que mucha gente que triplicaba su
edad. Estaba claro que Tash era muy avanzada y Nate ya había buscado
colegios especiales para ella, pensó vagamente, realmente tenía que
discutirlo con Lily.

Nate había aprendido rápidamente que las llamadas de Tash eran


hechas en un horario regular y había hecho que Jennifer le tuviera
despejado el horario en esa hora, sin excepción.

Pero Lily solo lo había llamado una vez. No había más muebles que
fueran llevados y la mayoría del trabajo estaba casi completado esa
semana. No tenía ni idea por qué Lily podría llamarlo y lo que a él se
refería no eran buenas noticias.

—Lily —la saludó.

—Hola, ¿estás ocupado? —respondió ella alegremente, su alegría


tomándolo por sorpresa.

Nate estaba ocupado. Siempre estaba ocupado.

—No —respondió.

Hubo una pausa. Luego ella preguntó:

—¿Que estás haciendo? —Y ella habló como si lo estuviera llamando


solo para hablar, como si lo hiciera todos los días.

Se recostó en la silla, sorprendido por este último acontecimiento que


fuera la nueva Lily y preguntándose sobre sus intenciones.

Su mirada se deslizó más allá de sus dos empleados que estaban


fingiendo —mal— no oír la conversación sin precedentes de su jefe, que
normalmente era frío e indiferente con los desconocidos, con la señora
Jacobs, una mujer que lo interrumpía en una reunión sin siquiera la más
mínima vacilación.

Los ignoró.

—Trabajando —respondió Nate.

Ella dejó escapar una risa despreocupada luego comentó:

343 —Por supuesto.

—Lily, ¿hay algo…?

Ella lo interrumpió.

—Tash va a estar de vacaciones escolares pronto y pienso que


deberíamos planear un paseo familiar.

Nate se congeló antes sus palabras inesperadas.

Había tenido vacaciones familiares con Victor y Laura mientras Victor


trabajaba constantemente, habían sido pocas y distantes entre sí. Durante
esos días de vacaciones, Jeff había aprovechado todas las oportunidades
para atormentar a Nate en su manera especial, mientras Danielle había
tomado sus propias oportunidades para atormentar a Nate en formas
completamente diferentes.

Nate no tenía buenos recuerdos de sus vacaciones en familia.


Por otra parte, Nate tenía muy pocos buenos recuerdos, la mayoría de
ellos centrados en torno a dos semanas hace ocho años atrás y los más
recientes tres.

Sin saber nada de eso, Lily continuó.

—Estoy pensando en Disney París. Tash ha estado queriendo ir allí


siempre y yo nunca he… —Se detuvo bruscamente y luego rápidamente se
desvió, tratando de cubrir su referencia a lo que ella y Natasha habían
hecho a través de los años, una referencia que sabía que podía poner a
Nate en el borde—. De todos modos, todos vamos a ir unos días y luego
Fazire puede llevar a Tash al parque y quizás tú y yo podamos ir a París
por un día o dos, solo los dos. Nunca he estado en Paris.

Nate se quedó en silencio ante esta sugerencia de unas vacaciones en


familia estereotipada con la inclusión de una escapada íntima de pareja.
Lily también estaba en silencio.

El silencio de Lily era expectante. Nate estaba sorprendido.

Y contento.

Ella finalmente rompió el silencio.

—Bien, ¿qué te parece?


344
—Voy a poner a Jennifer a arreglarlo —respondió Nate.

—¡Yupi! —gritó tan fuerte que tuvo que alejar el teléfono de su oreja y
no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios al oír la
alegría no disimulada.

Nate también estaba relativamente seguro que sus dos empleados


escucharon su alegría sobre todo porque se miraron el uno al otro con
miradas de complicidad y sin duda vieron una sonrisa que hasta ahora no
habían visto.

—Me tengo que ir —dijo Nate, su sonrisa desapareció y envió una


mirada fría a su personal que de inmediato borró cualquier especulación
en sus caras.

—Oh, bien. —Su voz sonaba decepcionada y ante eso, Nate sintió esa
extraña y relajante sensación en su pecho—. ¿Cuándo vas a estar en casa
esta noche?
—La hora de costumbre.

—Oh, está bien —repitió ella y luego suspiró profundamente y si no se


equivocaba, de manera significativa, entonces dijo—. Adiós.

—Te veo luego.

Esperó a que colgara, ella no lo hizo.

—¿Lily?

—Nate.

—Cuelga —ordenó.

—Cuelga tú —replicó ella.

Sus ojos se levantaron a sus empleados y uno de ellos bajó su cabeza


para mirar su regazo y el otro estaba mirando su cara a un lado y sus
labios temblaban.

—Lily, tengo a dos de mi personal en mi oficina conmigo.

—¡Oh! —exclamó—. Si estabas ocupado ¿por qué tomaste mi


llamada?

—Me he perdido bastantes llamadas tuyas en el pasado, no voy a


345
perder otra —respondió y el acero de su voz, mucho más familiar para
ellos, causó que ambos empleados pusieran sus caras en blanco.

El tono de Lily fue cálido y suave.

—Nate.

Lily diciendo su nombre en ese tono fue directamente a través de él.

—Me tengo que ir —repitió, esta vez con reticencia que se leía en su
voz.

—Adiós —dijo ella, esa sola palabra dulce e íntima y Nate la sintió
casi como si fuera un toque físico y algo en su pecho se aflojó un poco
más.

Dos fines de semana después, un sábado en la tarde llegó lo más


profundo de un mes lleno de sorpresas.

Nate y Victor habían terminado de repasar algunos negocios en el


nuevo estudio de Nate en la planta baja con jardín. Padre e hijo fueron en
busca de los demás y los encontraron en la oficina de Lily en la planta
superior.

La casa estaba completa, los trabajadores y decoradores se habían


ido, los muebles y electrodomésticos reemplazados y ahora era lo que Nate
consideraba un adecuado hogar para Lily y Natasha, una casa en
consecuencia y calidad para su familia. Un hogar que él había provisto
para ellas. El tipo de casa que ellas se merecían, el tipo de hogar que
trabajaría hasta la muerte para asegurarse que siempre tuvieran.

La hipoteca ahora se había resuelto y Lily era dueña de la casa libre y


limpia.

Los muebles y accesorios eran todos de primera línea e incluso si algo


le sucediera a él, no había que reemplazarlos por décadas.

Lily había sellado con su estilo peculiar que era tanto refinado y poco
convencional, colores apagados con negro; mobiliario clásico elegante
hermanado con antigüedades de estilo cottage; las paredes y la mayoría de
las superficies adornadas con fotos tomadas por Fazire y su madre
346 enmarcadas de su familia y ella en su hogar en Indiana.

Lily había decorado su oficina en blanco cáscara de huevo con


muebles tapizados en verde hierba con lila y almohadas de amarillo sol
acentuadas y contrastantes.

La habitación usualmente ordenada estaba cubierta de revistas


abiertas y catálogos con páginas despegadas y esparcidas por todo el
lugar. También había muestras de telas rotas y deshilachadas dispersas
por el suelo y varias superficies. Fazire estaba reclinado en su usual sillón
y estaba, por alguna razón, parcialmente cubierto en una enorme pieza de
tafetán del color de una berenjena. Maxine, llevaba un turbante del color
casi parecido a la pieza de tafetán de Fazire pero no formaba parte de la
sesión planificadora de la tarde, en cambio, como parte de su propia
bizarra vestimenta, estaba sentada en el escritorio blanco y de patas
delgadas de Lily, pasando foto tras foto en la laptop de Lily. Laura estaba
reclinada en la silla larga de Lily, con un enorme libro abierto en su falda
exponiendo las selecciones de tarjetas de invitación.
—Púrpura no —decretó Lily cuando Victor despejó la puerta y Nate se
detuvo en ella, observando la escena.

—¡Tiene que ser púrpura! —gritó Maxine en un tono que decía que
ella absolutamente expiraría si lo–que–sea–que–estuvieran–discutiendo no
era de color púrpura.

—Estoy de acuerdo —anunció Fazire arrogantemente.

—Púrpura no —repitió Lily.

—¡Rosado! —gritó Tash por encima de la conversación.

Lily estaba de rodillas en el suelo, su trasero descansando en sus


pantorrillas que estaban dobladas debajo de ella. Cuatro revistas estaban
abiertas en frente de ella y piezas de tela en todos los colores del arcoíris
estaban dispuestas alrededor y entre las revistas.

Tash estaba de pie detrás de Lily, su cuerpo presionado en contra de


la espalda de su madre y sus brazos alrededor del cuello de Lily. Lily
estaba sosteniendo los codos de Tash casualmente, manteniendo a su hija
cerca.

—Rosado no, muñequita —dijo Lily suavemente, luego inclinó su


cabeza para besar un lugar justo encima de la muñeca de Natasha y a
347 causa de esto Nate sintió calidez filtrarse a través de él, comenzando en su
estómago y emanando hacia arriba.

—Gris. Un gris paloma, delicado y suave —sugirió Laura—, nunca


nadie usa gris.

—¿De qué están hablando? —Victor se sentó al lado de Laura en la


silla verde larga de Lily.

—Sobre los colores de la boda —contestó Maxine—. Fazire y yo


acordamos en púrpura. Es el único color que tiene más de un voto.

—Púrpura no es muy Lily, Maxie —indicó Laura.

—Gris paloma definitivamente no es Lily —declaró Fazire firmemente.

Nate inclinado en contra del marco de la puerta y con los brazos


cruzados sobre su pecho, observaba la escena con una vaga sensación de
satisfacción.
Los ojos de Lily se levantaron hacia él, cayeron a donde estaba
recostado en contra del marco de la puerta y de nuevo a su cara. En ese
punto fue atrapado cuando una sonrisa secreta e íntima jugó en las
comisuras de su boca antes de alejar su mirada.

—Es la boda de Lily, ella debería escoger los colores —señaló Victor
lógicamente.

—Lily, ¿puedo hablar contigo en privado? —interrumpió Nate en la


discusión, decidiendo calmar su curiosidad acerca de su sonrisa y la
respuesta detrás la cual él tenía muchas ganas de saber, en vez de esperar
por la determinación de cuáles serían los colores para su boda y cuya
respuesta no le importaba en lo más mínimo.

Todos se volvieron para mirarlo pero sin asomo de dudas, Lily besó el
brazo de Natasha otra vez, gentilmente se desenlazó de su hija, se puso de
pie y lo siguió fuera de la habitación, por el pasillo y dentro de su recién
terminado dormitorio.

Ella había decorado la habitación en colores de un rico azul, un fuerte


bermellón y violeta profundo, de alguna manera consiguiendo hacerlo
tanto cómodamente masculino como suavemente femenino, un lugar en su
hogar que Lily fue capaz de hacer para los dos, para cuando estuviesen
juntos o separados.
348
Una vez que cerró la puerta detrás de él, ella deslizó sus brazos
alrededor de su cintura e inclinó su peso en su torso, un hábito que había
formado en las últimas semanas. Era algo que hacía muy seguido, de
hecho, cada vez que estaba cerca de él.

—¿Cuál es tu color favorito? —preguntó, su cabeza echada hacia atrás


y esa extraña, conocedora sonrisa todavía visible en su rostro.

Uno de sus brazos fue alrededor de ella, la otra mano ahuecó su


mandíbula, su dedo pulgar corriendo a lo largo de su mejilla.

Vio, que la nueva Lily, estaba de vuelta. Ella era una mezcla de su
dulce Lily, la Lily que había salvado del carterista, la madura, pero ya no la
Lily perdida o rota y algo totalmente diferente. Ella era alegre, juguetona,
bromista, amorosa y relajada. También era alguien distinta, tenía algo
fascinante y misterioso, como si tuviera un secreto, pero no uno malo, sino
uno delicioso.
Había comenzado a pasar las noches en su oficina escribiendo,
usando la laptop que Nate le había comprado o escribiendo largo y tendido
en sus cuadernos. Natasha se sentaría con ella y vería la televisión en la
nueva pantalla plana usando sus audífonos o Tash se sentaría en el
estudio de Nate cuando él estaba ahí, mirando la televisión pantalla plana
y usando sus audífonos. Fazire seguidamente se les uniría cuando estaban
en la oficina de Lily, Fazire sentado en el sillón verde hierba de Lily, sus
pies encima de la otomana, leyendo uno de sus libros (Fazire no se le
uniría a Tash en el estudio de Nate, sin embargo).

Lily también había comenzado el hábito de llamar a Nate


regularmente a su oficina, no todos los días, pero varias veces a la
semana. No tenía nada que decir y no quería saber mucho de nada.
Preguntaría qué le gustaría para cenar (él nunca tenía una preferencia,
comida era comida). Cuándo estaría en casa (estaba en casa a la misma
hora cada noche, excepto cinco minutos más temprano cada vez). Qué
estaba haciendo en ese momento en particular (siempre trabajando). Si
quería comida China esa noche (otra vez, comida era comida). Si le
gustaría Solomillo Wellington servido en la recepción de su boda (solo le
importaba que Lily estuviese atada a él legalmente, no le importaba qué
comieran después de eso).

Estaba claro que a ella no le importaban realmente sus respuestas, de


349 hecho, no las demandaba así como tan seguido él no las daba. Parecía, en
cambio, como si simplemente quisiera hablar, como si quisiera una breve
conexión con él durante el día y esta conexión no tenía ataduras. No había
nada pesado en su conversación, no había respuestas equivocadas que
podría dar, simplemente era su manera de establecer una conexión,
cualquier conexión.

Cada vez que ella llamaba, él despechaba a quien fuese que estuviera
en su oficina con un brusco asentimiento de su cabeza, volteaba su silla
para enfrentar la ventana, se sentaba hacia atrás y descansaba su tobillo
sobre su rodilla. Luego la dejaba hablar tonterías, igual que dejaba hacer a
su hija cuando llamaba.

Cuando Lily llamaba, eso, también, fue conocido en la oficina como


interrumpible.

Bajo ninguna circunstancia.

Y durante las últimas dos semanas después de que Tash estaba


dormida, hubo tres ocasiones cuando Lily le pidió a Nate que fuese al local
con ella.

Caminaban juntos por el camino marítimo hacia su local. Ahí, se


sentaban afuera cerca del mar, Nate bebiendo vodka con hielo, Lily una
copa de vino blanco. Con el tiempo, ella se inclinaría hacia él y descansaría
su cabeza en su hombro, su brazo se deslizaría alrededor de ella y juntos
verían el agua. No hacía preguntas curiosas, no demandaba detalles de su
pasado. Frecuentemente, algo en sus pensamientos la haría suspirar pero
él no le preguntaba sobre eso y ella nunca ofrecía ninguna explicación.
Otras veces rompía el silencio y le hablaba acerca de su familia, de su
padre, de su madre, de su abuela, de su vieja casa de piedra caliza. Estas
historias podían ser dulces, podían ser graciosas, pero siempre estaban
teñidas con su dolor.

Luego de varias bebidas, ambos caminarían lentamente a casa,


tomándose su tiempo y sosteniendo sus manos, y él llevaría a Lily a la
cama e incluso le haría el amor más lentamente.

Después de esas tres noches, Nate notó que había tenido las noches
de sueño más apacibles que podía recordar y podía recordar cada noche de
su vida.

Una vez, cuando tenía mucho trabajo por hacer, necesitando hacer
350 detalladas notas antes de una reunión el día próximo, se había quedado
hasta tarde en su estudio pidiéndole a Lily, por primera vez desde que
había estado en Somerset, que dejara que Tash le leyera a ella para que así
pudiese terminar.

En las primeras horas de la mañana, Lily bajaba y tocaba su puerta.


Cuando le daba permiso de pasar, ella saltaba y se sentaba a un lado de
su escritorio y comenzaba un interrogatorio dulce y extraño, haciéndole
preguntas acerca de lo que estaba haciendo y de qué se trataba su trabajo.

Él calmadamente, pero no muy informativo, respondía. Tenía trabajo


por hacer, era tarde, quería terminar y acompañarla a la cama y él sabía
que ella debía estar en la tienda temprano la mañana siguiente. Estaba
tratando de ignorar la suave piel de su muslo que descansaba justo al lado
de su antebrazo. Estaba tratando de ignorar que cuando se inclinaba
hacia adelante apuntando a un gráfico en un documento y hacía
preguntas, su escote se mostraba ante sus ojos. Trataba de ignorar
cuando lo miraba tranquilamente, sus ojos cálidos, su pulgar entre sus
dientes desnudos, su mente obviamente en alguna otra parte, en algún
lugar mejor cuando veía sus labios formar breves palabras para contestar
sus preguntas.

Eventualmente, se reía, tiraba sus manos al aire y miraba por un


momento al techo. Luego, saltaba fuera del escritorio, agarraba sus
muñecas y las abría para así poder deslizarse en su regazo.

Luego hacía unas cuantas preguntas finales que rápidamente


terminaba con la interrogación nocturna.

—¿Qué tiene que hacer una chica por aquí para seducir a su
prometido? O sea, ¿cuán obvia debo ser? ¿Debería hacer un striptease?
¿Rodar sobre tu escritorio desnuda?

Ella no terminó, no pudo, ya que su boca cortó en seco sus palabras.

Y sí acabó desnuda sobre su escritorio pero no tuvo que rodar por


encima de él.

En su dormitorio, con la totalidad de ambas familias en la puerta


conjunta, la mano de Nate vagó desde su mandíbula para meter su cabello
detrás de su oreja.

—¿Mi color favorito? —repitió.


351
—Sí, tú elige nuestros colores de boda —demandó, su tono juguetón.

—Lily, mi color favorito es el rojo —le dijo, sus ojos se agrandaron y


estalló en carcajadas, su cuerpo presionándose más cerca al suyo.

—¡La boda de Drácula! —gritó y Nate esperó que Laura no oyera, su


corazón podría explotar—. ¡Me encanta eso! Usaré negro con una falda rojo
sangre y llevaré rosas rojas y tú puedes usar un esmoquin con una de esas
cruces en tu cuello. Seremos la comidilla del pueblo.

Nate sonrío a su desvergonzada sugerencia mientras ella se


acurrucaba más cerca.

—Preferiría que no —respondió con sequedad.

—Yo tampoco. —Su sexy y conocedora sonrisa se había ido y su


sonrisa especial estaba de regreso—. ¿Sobre qué querías hablar conmigo?

—Nada —respondió. Por alguna razón, su hilaridad y la pérdida de su


sonrisa hicieron su curiosidad retroceder.

Sus brazos se apretaron alrededor de él y lo besó en la parte inferior


de la mandíbula.

Luego ella dijo:

—Vamos, Nate. ¿Tienes algo que preguntar?

—No es importante. —Él dejó caer su otro brazo hacia su cintura,


pero, para su sorpresa, ella dejó escapar un ruido exasperado, alejándose
y luego, bruscamente, lo empujó hacia la cama con ambas manos en su
pecho.

Él no se movió.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó cuándo ella plantó un pie atrás y


empezó a empujar con todo sobre su pecho, haciendo palanca con su peso
en su empujón.

Él aún no se movía.

Ella ignoró su pregunta y murmuró para sí misma:

—Olvídalo, no vas a ceder. —Y luego dejó de empujarlo y empezó a


desabotonar su camisa.
352
Ante su extraño e inexplicable comportamiento, su voz estaba
inquieta y le agarró ambas muñecas.

—Lily, ¿qué, en el sangriento infierno, estás haciendo?

Su cabeza se acercó y ella se inclinó hacia él, ignorando su tono y


permitiéndole sostener sus muñecas, pero ahora presionando su pecho
tentadoramente contra el suyo.

—Te estoy haciendo hablar —le explicó con una sonrisa vivaz.

—¿Perdona?

Sin advertencia, su cabeza se dobló a la mitad de su pecho donde se


las había arreglado para tener su camisa desabotonada. Él sintió su
lengua en su piel y fuego barrió a través de él.

Él la tiró ligeramente para atrás por sus muñecas.


—Lily, Natasha está en la habitación contigua.

Su sonrisa se volvió diabólica.

—Entonces mejor hablas pronto antes de que te viole. —Ella se


inclinó otra vez y pasó sus labios a lo largo de la parte inferior de su
mandíbula y él sintió la reacción inmediata de su cuerpo incluso cuando él
contuvo una sonrisa.

—¿Violarme? —dijo, diversión en su voz.

Sus manos aflojaron sus muñecas y ella las puso en buen uso,
sacando su camisa de sus jeans.

—¿Piensas que no puedo hacer eso? —Su cabeza se acercó con


desafío y la media noche casi se había apoderado del color azul pálido de
sus ojos.

Él deslizó su mano por su pelo hasta el lado izquierdo de su cabeza y


suavemente lo empuñó en la parte trasera para sostener su cara inclinada
hacia la suya. Su cabeza descendió y gentilmente, sobre sus labios dijo:

—Oh sí, cariño. Pienso que tú puedes hacer eso.

Él sintió, más que ver, su sonrisa y ese sentimiento rodó


353 sigilosamente a través de él.

—Dime por qué querías hablar conmigo —engatusó, sus manos


subiendo ligeramente a la piel de su espalda.

Él no era resistente a su estado de ánimo juguetón y cedió.

—Dime porqué estabas sonriendo.

Sus ojos estaban a menos de tres centímetros de los de ella y los vio
tornarse confusos cuando su ceño se frunció.

—Estaba sonriendo porque admitiste simplemente que yo podía


violarte… —empezó ella.

Él sacudió su cabeza y la besó suavemente, luego dejó sus labios


deslizarse por su majilla hasta su oído.

—Antes, en tu oficina, cuando me viste en la puerta.

Ella se movió hacia atrás y lo miró, y eso era, esa sabionda mirada en
sus ojos, la sonrisa tocando sus labios.

—¿Esa? —preguntó.

Asintió.

—Esa.

La sonrisa se profundizó, y si eso fuera posible, sus ojos se calentaron


más.

Entonces ella lo explicó.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos por primera vez, después de que


Victor me trajo de vuelta a su casa y yo estaba bajando las escaleras
cuando la policía estaba allí?

Por supuesto que lo recordaba. Lo recordaba como si hubiese pasado


hace tan solo una hora.

—Sí.

—Bueno, tú estabas apoyado en la pared como un héroe en una


novela de romance entonces y estabas haciendo eso que estás haciendo
justo ahora. Y recordé cuando hiciste eso entonces y lo mucho… lo… —Se
detuvo por alguna razón y empezó otra vez—, lo mucho que quería que me
354 notaras cuando te vi apoyado en la pared como un héroe romántico. Y,
bueno, luego tú lo hiciste, eh… notarme me refiero.

Su observación lo sacó del estado de ánimo juguetón, sus palabras


sacudiéndolo y se quedó quieto.

—¿Perdona? —preguntó.

Ella le sonrió, sus ojos seductores y danzantes.

—Eres igual que el héroe en una novela de romance. Debería saberlo,


he leído cientos de ellas. Maxie también tiene, puedes preguntarle. Te lo
prometo, estará de acuerdo conmigo.

Antes de que él pudiese responder, ella se apartó, levantó sus manos


entre ellos y empezó a contar cosas, cosas acerca de él, cosas hicieron que
su estómago se apretase, su pecho doler y que su garganta se apretara.

Al mismo tiempo él sintió todo esto, a la inversa, también sintió como


si fuese a estallar en risas.
—Primero, eres inconcebiblemente, imposiblemente apuesto —empezó
ella—, y te inclinas muy bien.

—¿Me inclino bien? —preguntó incrédulamente.

Asintió vigorosamente.

—Muy bien —le aseguró ella como si inclinarse bien fuera un rasgo
similar a la honestidad, integridad, diplomacia y generosidad, todo en
uno—. Y eres alto y oscuro y tienes las caderas estrechas…

—¿Estrechas qué? —interrumpió Nate, pero Lily lo ignoró.

—Y eres muy listo, mucho más que listo, eres brillante. Y trabajas
duro. Eres viril e intenso…

—Lily…

—Y rudo…

Él no pudo evitarlo, empezó a reír.

¿Rudo?

—Lily… —trató de interrumpirla de nuevo pero ella había dejado de


marcar su lista hilarante y puso sus manos a los lados de su cara y lo que
355 dijo después hizo a toda la diversión huir.

—Eres todo lo que nunca busqué. Eres exactamente lo que deseé


cuando tenía catorce años. Exactamente. Le puedes preguntar a Fazire, le
dije lo que quería y luego, años después, allí estabas tú. Y eras perfecto. Lo
supe en el momento en que puse mis ojos en ti. Supe quién eras y supe
que te quería y que eras mío.

Nate se endureció, su cuerpo inmóvil, y sacudió su cabeza, alejándose


de ella, poniendo distancia entre ellos y sintió sus defensas subir. Él no las
puso, ellas fueron automáticamente.

Suavemente, como una advertencia, le dijo:

—No tienes idea de quién soy.

Ella no le permitió apartarse. Cerró la distancia y envolvió sus brazos


alrededor de su cintura, aferrándose fuertemente.

—Sé exactamente quién eres.


Sacudió su cabeza otra vez, una vez, una negativa definitiva, pero ella
se mantuvo hablando, esta vez su voz fue fuerte y no había un tono
acerado en sus palabras.

—Eres Nathaniel McAllister, eres mi amante, el padre de mi hija,


cuidas de tu familia, nunca nos dejarás de nuevo y nunca me dejarás ir
otra vez. —Ella se aplastó contra él y levantó sus labios contra los suyos—.
Nate, eres mío, me perteneces y yo te pertenezco.

Él sintió sus palabras cortar a través de él.

Si ella supiese de él, sus palabras no serían tan apasionadas, tan


determinadas. Él levantó sus manos a cada lado de su cara.

—Estás en lo correcto, Lily, nunca te dejaré ir, pero no tienes idea de


quién soy.

Ella lo besó silenciosamente y luego dijo suavemente:

—Puedes tener tus secretos, no me importan. Me los puedes decir o


los puedes guardar. Pero Nate, sé quién eres. Puedo sólo haber aprendido
tu color favorito pero te conozco, nunca me lastimarías otra vez. Y no lo
habrías hecho antes si hubieras pensado que estaba dentro de tu poder. —
Su mirada, que había sido profunda, se aligeró y ella terminó—. Por cierto,
Jeff no se inclina. Él camina con los hombros caídos.
356
Ante su rápido cambio de tema, su tono moviéndose de apasionado a
juguetonamente informativo, extraordinariamente, Nate perdió la pista de
la conversación.

—¿Perdón?

Con una sonrisa cruel ella dijo:

—Jeff, tu hermano, no se inclina como un sexy héroe romántico,


como tú lo haces. Él deja caer los hombros, como un enojado niño de
secundaria.

Con esto, Nate finalmente se permitió ceder a la risa, dejando el resto


de eso ir, enterrándolo profundamente así después de que ella sepa,
después que ella se alejara, podría sacarlo y saborearlo.

Dándole un manotazo, él echó la cabeza atrás y rugió de risa,


sosteniéndola cerca.
Nate, ni Lily, tenían idea que los habitantes de la siguiente contigua
estaban en silencio y escuchándolo reír. Dos de ellos sonriendo. Uno
escondiendo su risa. La última frunció el ceño.

En su cuarto, la boca de Lily estaba en el cuello de Nate, cuando paró


de reír, ella dijo tranquilamente sobre su piel:

—Algo más que deberías saber, yo nunca te dejaré ir.

Y Nate sintió sus palabras eran menos palabras y más un voto y sus
brazos se apretaron a su alrededor.

Ahora estaba camino a casa, a su más reciente sorpresa, otro día que
lo traería más cerca del final, otro día que tenía que disfrutar mientras
esperaba que su buena suerte se agotara.

357
23
Lily, Fazire y Nate

—¡P
apáááá! —gritó Tash, y la oyeron pasando a través de la casa
para llegar a la puerta principal.

Lily estaba en la cocina ayudando a Fazire a preparar la


cena. Ante el grito de su hija, supo que Nate estaba en casa. Lo supo
porque Tash había convertido en un ritual nocturno la llegada de Nate a
casa, sin embargo esta noche había un poco más de emoción detrás de la
loca carrera.

Los ojos de Lily volaron hacia Victor que estaba sentado en la mesa de
la cocina concentrado en unos papeles.

358 Era jueves, Víctor y Laura no debían visitarlos hasta el sábado pero
Lily había reclutado a Víctor en su última estrategia para conseguir que
Nate confiara en ella, en su familia, en la felicidad.

Ella no le estaba mintiendo cuando le dijo que no quería saber sus


secretos. No quería saberlos, no le importaba de lo que se trataran. Lo que
sea que fueran no le importaría en lo más mínimo.

Sólo quería que él creyera, creyera en ella, creyera en su familia y


creyera en sí mismo. Sabía que no lo hacía. Fue sorprendida por ese
conocimiento pero sabía que todo era lo mismo. Se contenía, lo retenía de
ella, lo mantenía apartado y ella quería, no, se había convertido en una
necesidad, ella lo necesitaba. Lo necesitaba por Tash y lo necesitaba por sí
misma.

No estaba haciendo muchos progresos, no importaba lo mucho que lo


intentaba —y había estado tratando con mucha fuerza— de modo que
había decidido sacar la artillería pesada y reclutar a Laura y Víctor. Era
una medida desesperada, pero no le importaba eso. No era lo demasiado
orgullosa como para admitir que estaba desesperada. Era de su familia de
lo que estaba preocupada, Lily haría cualquier cosa.

Atrapando su mirada, Víctor sonrió.

Lily agarró un paño de cocina y se secó las manos rápidamente,


lanzando una nerviosa sonrisa hacia Víctor, y luego una hacia Fazire.

Fazire la estaba observando de cerca. Él, Lily notó por el último par de
semanas, lo estaba observando todo de cerca, más cerca de lo normal,
especialmente a Nate.

Lily no tenía tiempo para preocuparse de Fazire. Salió corriendo de la


cocina y por el pasillo, sintiéndose nerviosa. Por qué, no lo sabía. Ella
quería que esto fuera perfecto, que fuera significativo, que hiciera un
hueco en esa armadura alrededor del corazón de Nate, para ver sólo una
gota derretirse del hielo que lo encerraba.

Laura entró corriendo por el pasillo de la sala de estar, con los ojos
muy abiertos y emocionados. Cuando ella vio a Lily, le dio una risita. Al
mismo tiempo, las manos de las dos mujeres buscaron las de la otra y las
entrelazaron con fuerza saliendo por la puerta principal.

Tash estaba bailando alrededor de Nate y de la nueva y brillante moto


Ducati de color rojo que estaba parada en la acera, y un brillante lazo rojo
359
aún más grande adornándola.

Víctor había escogido la moto porque Lily no sabía nada de Ducatis.


Nate tenía una, por supuesto, en Londres, pero no tenía una en Somerset.
Víctor había asegurado que esta moto era la mejor, la más cara, la primera
de la lista y ciertamente lo parecía —y lo costaba. Víctor lo había arreglado
para que fuera entregada y Lily la había pagado de sus siete millones de
libras. Era la primera vez que tocaba el dinero. Víctor también había
decidido que él y Laura tenían que venir para ver la presentación, seguro
que sería sobrecogedor.

Fue verdaderamente sobrecogedor.

Nate estaba mirando la motocicleta.

Tash estaba gritando.

—¡Mamá la ha comprado para ti! ¿No es bonita? Dijo que me llevarías


a montar. ¡Ha obtenido cascos y todo! ¡Uno para ti, uno para ella, uno para
Fazire e incluso uno pequeño, para mí!

Los ojos de Nate pasaron de la moto hacia Lily, que se había parado
enfrente de la puerta principal y Laura que se había detenido a su lado.
Lily sintió a Fazire y Víctor moverse detrás de ellas.

Ella sonrió hacia Nate.

Nate frunció su ceño.

—¿Te gusta? ¿Te gusta? ¿Te gusta? —cantaba Tash, aun bailando
alrededor de la moto.

Nate seguía mirando a Lily, aparentemente congelado en el lugar. Lily


estaba confundida ante su mirada y su sonrisa vaciló.

—Me gustaría hablar contigo en privado —anunció Nate, su voz


sonando controlada, formal. Él se movió y se dirigió hacia ella.

—Nate… —comenzó Lily pero él ya estaba ahí, agarrando su mano y


tirando de ella hacia la casa, pasando a Víctor y Fazire, yendo tan lejos
como para empujar a su padre fuera del camino.

—¡Le gusta! Papá siempre habla con mamá en privado cuando está
feliz —gritó Tash.
360 Lily se sintió aliviada porque lo que Natasha había dicho era cierto.
Nate había protegido cuidadosamente a Tash de cualquiera de sus
muestras más amorosas del afecto. Él era abiertamente cariñoso con Lily
delante de todos, sosteniendo su mano, tocándola, rozando sus labios
contra los suyos. Pero si quería algo más profundo y significativo, lo hacía
a puerta cerrada.

Nate arrastró a Lily por las escaleras, por todo el camino hasta su
dormitorio. Él la empujó dentro y luego cerró de golpe la puerta,
golpeándola con tanta fuerza, que pareció que sacudía la casa.

Lily se detuvo a varios pasos de él, inclinando la cabeza para mirarlo y


sonrió, lamentablemente malinterpretando la intensidad detrás de sus
acciones.

—Supongo que te gusta la motocicleta —dijo a través de su sonrisa.

Nate la miró, sus ojos sin verse felices. De hecho, parecía enojado.
Muy enojado.
Su sonrisa vaciló.

—¿Quién pagó por esa motocicleta? —preguntó Nate, su voz


peligrosamente en calma.

Ella parpadeó, de nuevo confundida y la sonrisa se derritió de su


rostro.

—Yo. Es un regalo de mi parte —respondió ella.

—Ya tengo una motocicleta.

Lily sintió que se le encogía el corazón.

—Lo sé, pero no está aquí y pensé…

Él la interrumpió.

—¿Qué dinero usaste para pagar esa motocicleta?

Su cuerpo se sacudió y se dio cuenta, demasiado tarde, dónde se


había equivocado. De repente el gesto parecía tonto, de hecho, era una
tontería. Había pagado por su propio regalo.

—He utilizado el dinero que me diste —respondió en voz baja.

Ella sintió que las lágrimas empezaban a picarle los ojos. Esto no iba
361
nada bien.

—Lily, te dije, que este dinero es para ti. —Una vez más, su tono de
voz era tranquilo, incluso, bajo y aún peligroso y ella se dio cuenta de que
él estaba enfadado.

—Sí, lo sé —continuó ella—. Es mío, por eso es que compré un regalo


con ello, eh, para ti.

Él mantuvo su cuerpo quieto y lejos entre ellos. Ella podía decir que le
tomó un esfuerzo, podía decir que él quería acercarse a ella y, por alguna
razón, sacudirla para darle algo de sensatez y de repente sintió miedo.

—No uses ese puto dinero en mí. No necesito una maltita motocicleta.
Pensé que expliqué esto, pero voy a explicarlo de nuevo —continuó, con
paciencia, lo que parecía ser paciencia extrema—. Ese dinero es tuyo. Lo
usas para ti.

—Nate… —empezó ella, sólo para ser interrumpida de nuevo y estaba


claro que su paciencia se había ido rápidamente.

—¡Tengo todo lo que necesito aquí en esta jodida, maldita casa!

A pesar de que las palabras de Nate eran bonitas —de alguna forma—
, Lily se estremeció por dos razones.

La primera, él había perdido su temperamento y su voz se había


elevado, de hecho, él estaba gritando y nunca lo había visto tan enfadado.
Estaba, simplemente, enfurecido.

La segunda, él estaba maldiciendo descaradamente. No evitaba el uso


de una mala palabra pero tampoco las usaba muy a menudo. Y desde
luego no en voz alta para que pudieran ser escuchadas por su hija, por
quien él hacía grandes esfuerzos para protegerla de cualquier cosa que
sentía que podría ser inadecuado.

Sorprendentemente, considerando que Nate no hablaba mucho, no


había terminado y cada vez se volvía más ruidoso.

—Y no lo uses en Natasha. Yo me encargaré de nuestra hija.

—Nate… —trató de nuevo, con lo que esperaba que fuera una voz
suave, pero él la interrumpió de nuevo y habló aún más fuerte.

362 —Y no lo uses en Fazire. Está claro que te hiciste cargo de Fazire y de


cualquier cosa de la que te solías encargar, ahora, me ocupo de eso. ¿Lo
has entendido?

Lily estaba perdiendo su miedo y empezaba a enojarse. Por lo tanto,


no respondió porque estaba tratando de controlar su propio
temperamento.

Él dio un paso gigante hacia adelante, lo que quería decir, cuando se


detuvo, que estaba a unos tres centímetros de ella, y bajó su cara a la de
ella. Obstinadamente y con rabia, ella se mantuvo firme.

—¿Ha quedado jodidamente claro? —rugió Nate y ella había tenido


suficiente.

Estaba tratando de hacer algo bueno. Estaba tratando de derretir su


corazón. Sólo estaba tratando de hacerlo feliz.

—¡No me grites! —gritó.


—¡Dime que me has entendido! —gritó.

—¡No puedo usar siete millones de libras en mí! —volvió a gritar Lily
igual de fuerte, con la cabeza inclinada hacia atrás, las manos apretadas
en puños en sus costados y en su cara—. ¡Tú lo pagas todo! ¡Los
alimentos! ¡Mi auto nuevo! ¡Me compraste una chaqueta de cachemir que
ni siquiera necesito hace apenas una semana! ¡Incluso pagaste la hipoteca!
¿Qué voy a hacer con siete millones de libras?

—Ve de compras. Ve a un spa. Vuela hasta la maldita París, mira las


colecciones y compra cada prenda de ropa de Chanel. Hazte la manicura
cada día. No importa, ¡sólo úsalo… en ti! —gritó Nate.

Sus ojos se estrecharon en él.

—Ve… ve… ¿quieres que me vaya de compras con siete millones de


libras? —farfulló (aun fuertemente)—. ¿Hacerme una manicura de siete
millones de libras? —gritó sin sentido.

Él dio un paso atrás, con los ojos todavía brillando con ira, pero ella
podía decir que estaba tratando de controlarse a sí mismo.

—No me importa una mierda, simplemente no lo gastes en nadie más


que en ti —exigió, también en voz alta, y luego comenzó a alejarse, hacia la
puerta, como si hubieran terminado de hablar, o más concretamente,
363
gritar, lo que ellos no habían hecho. Entonces se giró—. Voy a transferir el
dinero de la moto a tu cuenta.

—¡No te atrevas! —gritó, pero lo hizo a su espalda, él ya había abierto


la puerta y desaparecido.

Se quedó mirando al espacio donde su espalda había estado, y se dio


cuenta de que estaba respirando pesadamente, su corazón latía con fuerza
y nunca había estado tan enojada en toda su vida.

Lily respiró hondo y luego una segunda vez, entonces oyó otro portazo
en algún lugar lejano, pero todavía sacudió la casa.

El estudio de Nate.

Ante el sonido, dejó de tratar de calmarse y pisoteó fuera de su


habitación. Entonces pisoteó por las escaleras. Y después el segundo
tramo de escaleras, pasó por el lado de Víctor, Laura, Fazire y Tash e
incluso a la señora Gunderson, quien estaba sentada al lado de Tash,
moviendo la cola. Todos estaban de pie en el pasillo, sus ojos, al unísono,
viendo su progreso mientras rodeaba el descansillo de la planta baja y
pisoteaba hasta el nivel del jardín.

Luego caminó hasta la puerta cerrada del estudio de Nate y sin llamar
la abrió, entrando dando pisotones y luego cerrando de golpe.

Él estaba de pie detrás de su escritorio, papeles en sus manos, por


alguna razón, la caja de plástico de colores que guardaba sus archivos
domésticos estaba abierta y en la parte superior de su escritorio.

Hizo caso omiso a la caja e ignoró la mirada ardiente que se dirigía a


ella.

—No hemos terminado —anunció.

—Hemos terminado —respondió Nate.

—¡No lo hemos hecho! —chilló Lily.

Con calma, él volvió a mirar a los papeles de sus manos,


despidiéndola.

Ante esto, Lily echó la cabeza hacia atrás y gritó a viva voz. Cuando
terminó, alzó la barbilla de nuevo y lo miró. Sin duda la estaba mirando
364 con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

—¡Bien! —espetó—. Tengo tu atención.

Luego avanzó hacia él, rodeando el escritorio. Él se giró hacia ella y


ella se detuvo a un pie de distancia y levantó su dedo.

—Son mis siete millones de libras. ¡Me las diste a mí! —gritó y con
cada palabra subrayada verbalmente, ella le dio un golpe en el pecho—. Si
quiero comprarte una moto con eso, malditamente voy a comprarte una
motocicleta. Si quiero comprarte un preciado pedigrí King Charles Spaniel
que cueste la luna, te lo compraré. Si quiero encargarles a unas monjas
ciegas de un convento de las profundidades de las montañas de los
Pirineos las más finas camisas a medida hechas de seda de cierta especie
en extinción de gusanos de seda, ¡lo haré! Ahora, ¿lo has entendido?

Después que dejara de gritar, Lily vio emociones en conflicto en su


cara y no podía trabajar sobre cualquiera de ellas, pero pensó que vio
diversión, así como ira allí, y algo más, algo que definitivamente no podía
leer.

—Si me pasa algo, quiero que estés protegida. No quiero que gastes
ese dinero en mí —le dijo, con voz mucho más suave, pero sus ojos
oscuros eran intensos.

—Nada va a pasarte —espetó, sin sentirse un poco menos intensa ni


su voz siendo ni un ápice más suave.

Finalmente, él la tocó. Dejó caer los papeles que tenía en sus manos
sobre la mesa y las puso a ambos lados de su cuello, uno de sus pulgares
se movió para acariciarle su mejilla.

Cuando volvió a hablar, su voz fue suave.

—Si llega un momento en tu vida cuando ya no esté en ella, quiero


saber que no te faltará de nada.

—¡Eso no va a pasar! —chilló, ahora con sus sentimientos más


furiosos e incluso más intensos sabiendo que no había hecho la más
mínima mella en su armadura, ni siquiera un rasguño.

Además, estaba empezando a asustarla.

¿Por qué habría un momento en el que él no estaría en su vida?


365 —Nate, no te voy a dejar ir —declaró Lily, frunciendo el ceño hacia él
para ocultar su miedo—. Lo que sea que está pasando en esa cabeza tuya,
olvídalo. No voy a dejar que te vayas. No me vas a dejar ir. No importa qué.

—Lily…

—¡No! ¡No importa qué! —espetó ella—. Ahora hemos terminado de


hablar.

Apartó sus manos de su cuello y salió dado pisotones hacia la puerta,


sintiéndose relativamente satisfecha consigo misma, sintiendo que había
marcado un punto.

—Lily —la llamó y ella se detuvo, con la mano en la puerta y dándose


la vuelta para mirarlo, sin querer perder terreno. Aunque ella no había
hecho ni un rasguño en su armadura, tendría que ser una idiota para no
entender lo que acababa de decir y Nate no era idiota.

—¿Qué? —dijo.
Él la miró un segundo y se dio cuenta que cualquier emoción que lo
había sobrepasado se había ido. Sabía esto porque sus labios temblaban.

—Después de… esto —comenzó, su voz ya no estaba enojada, no


había intensidad y no había gentileza tampoco, él estaba definitivamente
divertido—. No me atrevo a hablar de dinero de nuevo, pero tienes una
cuenta bancaria separada con una buena cantidad en ella. —Señaló el
papel sobre la mesa que había estado estudiando cuando ella llegó.

Ella pisoteó de vuelta alrededor de la mesa hasta su lado, cogió el


estado de la cuenta bancaria y lo miró. Era el fondo para la escuela de
Tash.

—Está claro que podrías haber usado este dinero, me pregunto por
qué… —comenzó.

—Nunca toco eso. Ese es el dinero para la escuela de Tash —


respondió Lily a su pregunta no formulada, lanzando el estado de la
cuenta sobre su escritorio.

Él la miró, con los ojos en blanco.

—¿Perdona?

Se volvió hacia él y puso una mano en su cadera.


366
—El dinero de la escuela de Tash. Tash es una niña superdotada. No
sólo se trata de mí pensando como una madre cariñosa, también lo hacían
sus maestros. Me dijeron que ella se beneficiaría de una escuela especial.
Estas escuelas cuestan dinero, un montón de dinero. He estado
ahorrando…

Algo cambió en la habitación y algo emanaba de Nate y el poder de


eso hizo que Lily dejara de hablar. Era algo que ella no entendía pero Nate
ya no parecía divertido, tampoco parecía sin expresión. Sus ojos ardían de
una manera tan intensa que sintió como si quemaran su piel.

—¿Ahorraste dinero para que Natasha pudiera ir a una escuela de


niños superdotados? —preguntó.

Lily sintió un escalofrío atravesándole la piel ante el tono de su voz.


Una vez más, no podía precisarlo, no sabía qué era pero eso significaba
algo para él, algo profundo.
—Por supuesto —dijo Lily en voz baja, sabiendo, por su experiencia
con las familias, por su experiencia con las personas, una experiencia que
no sabía que era muy diferente a la suya, que cualquier madre haría lo
mismo. Esas dos palabras fueron dichas con el tipo de seguridad de
cuando alguien que declara que el cielo es azul y que la tierra es redonda—
. ¿Puedo gastar mis siete millones en eso? —se aventuró con cuidado.

Tash podría ir a la mejor escuela del mundo con siete millones de


libras.

Nate no le respondió. En otro brusco cambio de humor, él la tomó en


sus brazos y la abrazó con tanta fuerza que no podía respirar. Enterró su
cara en el pelo de su cuello y por un largo momento no habló y no la soltó.

—Nate —susurró Lily—, no puedo respirar.

Ante sus palabras, sus brazos se aflojaron, pero todavía no la dejaron


ir.

Finalmente, después de minutos enteros pasados, él levantó la cabeza


y miró sus ojos y lo que vio la hizo incapaz de respirar de nuevo. Era
cruda, dolorosa y el peso de ello cayó sobre ella como una avalancha.

—No —dijo él suavemente—. Pagaré por la escuela de Tash.

367 Ella asintió de inmediato, sin querer hacer nada para profundizar ese
dolor en sus ojos.

—Ya he notado que es avanzada para su edad —prosiguió.

—Significativamente avanzada —dijo Lily.

Él sonrió, esa horrible mirada afortunadamente desvaneciéndose de


su rostro, se animó y él inclinó su cabeza para besarla suavemente.

—Significativamente avanzada —estuvo de acuerdo contra su boca.

—Como su padre —continuó Lily, mirando de cerca los ojos de él.

—Como su madre —defendió Nate.

Ella sacudió la cabeza y puso la mano en su mejilla.

—¿Qué voy a hacer contigo? —susurró.

—Ayúdame a seleccionar una escuela para nuestra hija —respondió


él sin dudarlo—. Ya he hecho una lista.

Los ojos de ella rodaron ante el anuncio entonces sonrió y se inclinó


hacia él, bajó la mano de su mejilla y envolvió ambos brazos alrededor de
su cintura.

—Está bien —respondió ella.

Lily presionó la mejilla contra su pecho y lo sintió apoyar la suya en


su coronilla.

Y, Lily se dio cuenta, con alegría comenzando a brotar en su corazón,


que había hecho algo hace eras, algo que era para Tash, algo que ni
abrazos, ni llamadas por la tarde a su oficina, ni motos caras podían
hacer.

Lo que ella había hecho por su hija, la hija de él, rasgó un enorme,
enorme agujero en su armadura.

Cerró los ojos con fuerza y sintió esperanza.

—¿Lily? —llamó contra su pelo.

—¿Sí? —susurró ella, sus ojos abriéndose.

—Por favor, no me compres un King Charles Spaniel. No soy


368 aficionado a los perros pequeños.

Ella cerró los ojos de nuevo, esta vez con una carcajada.

La moto rugió en la parte delantera de la casa, el alto y delgado


cuerpo de Nathaniel en la parte delantera, el pequeño y delgado cuerpo de
Tash, sosteniéndose firmemente a él en la parte posterior.

A Fazire no le gustaban las motos. No le había gustado la de Will y no


le gustaba la de Nathaniel. Lo que estaba en la cabeza de Lily cuando
compró esa moto, Fazire no lo sabía. Para Fazire, las motos eran una
muerte segura sobre dos ruedas.

Después de que su padre detuviera la moto, la apagara y empujara


hacia abajo el soporte, Tash saltó de la parte trasera y se quitó su casco
como si hubiera estado haciendo exactamente lo mismo todos los días
desde el día en que nació.

Fazire, Laura, Victor y Lily estaban de pie en la parte delantera de la


casa viendo la pareja de padre e hija. Lily se adelantó mientras Tash corría
hacia ella.

—¿Te gustó, muñeca? —preguntó Lily cuando llegó junto a su hija.

—Me encantó. ¡Me encantó, me encantó, me encantó! —gritó Tash,


lanzando sus brazos alrededor de Lily y saltando arriba y abajo,
sacudiendo a Lily con su entusiasmo. Entonces dejó de saltar y se echó
hacia atrás, con los brazos aún alrededor de la cintura de Lily—. Traté de
hacerle ir más rápido, pero papi no lo hizo, sin importar cuánto le rogué y
supliqué —terminó dramáticamente.

—Gracias a Dios por eso —murmuró Laura, con sentimiento, en voz


baja.

Los ojos de Fazire volvieron a Laura y compartieron su primera


mirada de completo acuerdo.

—Tu turno —escuchó Fazire la voz profunda de Nathaniel decir y sus


ojos se movieron de nuevo al hombre alto y vio que Nathaniel estaba
mirando a Lily.

369 —¡Oh, no! —dijo Lily, retrocediendo un paso, luego dos—. Soy
demasiado vieja para las motos.

—¡Oh mami, debes ir! ¡Debes! —gritó Tash, rodeando a su madre y


poniendo las dos manos detrás de Lily y empujando hacia adelante
mientras Lily todavía se retiraba, Nathaniel avanzando hacia ella.

—Nate… —dijo Lily en advertencia y Fazire entendió por qué. El rostro


de Nathaniel tenía una mirada decidida y estaba sonriendo.

Fazire suspiró.

Lily iba a ser la siguiente en la moto.

Fazire oyó un chillido, seguido rápidamente por otro cuando


Nathaniel llegó a Lily y la levantó, girándola y con pasos largos y rápidos la
llevó hacia la moto. El primer chillido fue de Lily, el segundo grito fue de
Tash y la niña estaba saltando arriba y abajo otra vez, aplaudiendo.

—¡Vamos, papi, vamos! —animó.


—¡No olvides su casco! —gritó Laura, volviéndose para apresurarse a
la casa.

—En su primera cita, la llevó en su moto —dijo Victor a su lado y los


ojos de Fazire se movieron al hombre a su lado. Victor sonaba como si
estuviera hablando consigo mismo y Fazire se dio cuenta de que esto era
cierto cuando vio la mirada perdida en el rostro de Victor—. Nunca la trajo
de vuelta y sabía que no lo haría. Esa noche, después de que él me llamara
para decirme que ella no iba a venir a casa, nunca habría pensado que iba
a terminar tan pronto. —De repente, Víctor dejó de hablar.

Si esto se debía al dolor del recuerdo o algo más, Fazire no sabía, pero
algo brilló en el rostro del otro hombre mientras miraba sus ojos y los de
Fazire oscilaron de vuelta a Nathaniel y Lily.

—Oh mi… —susurró Laura, ahora de vuelta y sosteniendo el casco de


Lily.

Nathaniel estaba subiendo la cremallera de la chaqueta de cuero que


llevaba Lily y por alguna razón, Fazire vio que esto trajo lágrimas a los ojos
de Lily. Después de que Nathaniel terminó con la cremallera, Lily echó los
brazos alrededor de su cuello y lo besó. No un beso suave y recatado, sino
un beso del tipo que la pequeña Tash no debería ver. Sorprendentemente,
porque Fazire sabía que Nathaniel era muy cuidadoso con estos asuntos
370 sensibles y privados, los brazos de Nathaniel se cerraron alrededor de Lily,
tirando de ella profundamente contra su cuerpo, con la cabeza inclinada, y
se convirtió en un beso que la pequeña Tash realmente no debería ver.

—Jodido infierno —murmuró Victor, palabras que Tash no debería oír


pero que había escuchado mucho ese día también de su padre.

El brazo de Fazire salió disparado y jaló a Tash hacia él y cubrió sus


ojos con la mano.

—¡Fazire! —gritó Tash, tratando de alejar su mano y Lily y Nathaniel


se dieron cuenta de lo que estaban a punto de hacer, sus labios se
separaron, aunque sus brazos no, y la pareja miró a su público.

Fazire pudo ver a Lily sonrojarse.

—Hay niños presentes —espetó Fazire a través de la distancia,


dejando caer su mano de los ojos de Tash.

La mirada de Nathaniel golpeó a Fazire pero aparte de eso no


respondió.

—¡Fazire! —gritó Tash otra vez, plantó las manos en las caderas y le
dirigió una mirada enfurruñada. Él la miró directamente de nuevo.
Estaban encerrados en un concurso de miradas que Fazire ganaría porque
tenía mucha práctica con Becky, Lily y siete años con Tash sin mencionar,
que era inmortal por lo que tenía todo el tiempo del mundo.

Laura se adelantó con el casco y Tash perdió el concurso cuando se


volvió, cruzó los brazos sobre su pecho y miró a sus padres.

—¿Puedes dejar a Tash leerte esta noche? Podríamos tardar un rato


—le dijo Nathaniel a su madre.

—Por supuesto —respondió Laura, claramente satisfecha con la oferta


de pasar más tiempo con su nieta.

Nathaniel se volvió hacia Natasha y no tuvo que decir una palabra.


Ella avanzó corriendo y dio abrazos y besos de buenas noches. El de Lily
fue un abrazo por la cintura y un beso de su madre, que se inclinó para
hacerlo. Nathaniel la levantó, Tash envolvió sus brazos y piernas alrededor
de él y lo besó completamente en la boca antes de que ella apretara la
mejilla contra su hombro y, después de unos momentos ensimismados con
Lily mirando, una sonrisa en su cara, Nathaniel la bajó.
371
Entonces Tash retrocedió para tomar la mano de Laura. Nathaniel
subió a la moto, Lily subió detrás, envolvió sus brazos alrededor de él con
fuerza, puso la barbilla en su hombro y salieron disparados de la acera
mucho más rápido y mucho, mucho más peligroso de lo que había ido
cuando Tash estaba en la moto con él.

—Él es la bomba —susurró Tash, observándolos irse.

Fazire había tenido suficiente. Se volvió hacia Víctor.

—Tenemos que hablar —anunció.

Entonces, sin esperar a que Victor respondiera, Fazire entró a la casa


dando pisotones, por las escaleras hacia la nueva sala de estar.

Era igual a la vieja sala salvo que ésta tenía un sofá en la esquina
más grande, más esponjoso, y más atractivo con una gran otomana en
frente en la que podrían dormir tres niños pequeños y activos. A Fazire le
gustó este sofá, el viejo era cómodo pero él podía acostarse en este sofá.
Este era más cómodo que los miles de cojines que hacían de su botella un
hogar. También había una enorme televisión de pantalla plana adherida a
la pared. A Fazire también le gustaba eso. Sus Westerns cobraban vida en
esa tv. Clint Eastwood se veía como si de verdad se encontrara en la sala.
También había estanterías más bellas, más firmes y más atractivas por lo
que tenía mucho más espacio que llenar con álbumes de fotos y poner
fotos enmarcadas.

De hecho, a Fazire le gustaba la casa entera. Le gustaba la batidora y


licuadora KitchenAid. También el nuevo refrigerador, el cual era como los
de Estados Unidos, con suficiente espacio para caber alimentos dentro
para más de un día. También le gustaba la oficina de Lily y el hecho de
que ella tuviera tiempo de escribir.

Le gustaban muchas cosas respecto a Lily. El hecho de que ella


estaba sonriendo nuevamente, que estaba riendo otra vez, que ahora raras
veces se veía demacrada y preocupada por el dinero, por Tash o cualquier
cosa.

Cualquier cosa, excepto cuando miraba a Nathaniel.

Fazire había decidido que hizo un buen trabajo: sólo que tomó mucho
tiempo poder realizarse. Como un período de gestación para los bebés. Lily
le había pedido, con su deseo, que ella y su enamorado pasaran por
372 pruebas y tribulaciones. Desafortunadamente, Fazire era demasiado
bueno en conceder deseos —siempre lo había sido, pensó con poca
humildad. Cuando ató la vida de Lily a la de Nathaniel con su deseo, había
escogido al hombre correcto y le había dado a ella todo lo que deseó.

Sin embargo, a los catorce años, ella no entendía que todos esos
terribles problemas que las heroínas de sus libros atravesaban en la vida
real lastimaban. Que las palabras eran sólo frases en una página, pero en
la vida real, el dolor era inmenso. Las pruebas y tribulaciones para probar
tu amor eran exactamente eso: pruebas y tribulaciones.

Y Lily no había acabado con las suyas. Tampoco Nathaniel. Todavía


no.

Victor siguió a Fazire a la sala y cerró la puerta detrás de él.

—¿Ahora qué? —preguntó Victor, con los ojos recelosos puestos en


Fazire.
Fazire quería flotar. De verdad, realmente quería flotar pero mantuvo
los pies en el suelo por el momento.

—Cuéntame —ordenó en su mejor voz de genio.

—¿Contarte qué? —preguntó Victor, no, desafortunadamente en la


manera de pensar de Fazire, un humano al que le gustara ser ordenado.

—Cuéntame sobre tu muchacho.

El cuerpo de Victor se tensó y no respondió.

—Puedo solucionarlo —anunció Fazire.

—¿Qué dijiste? —preguntó Victor.

—Puedo solucionarlo. Cuéntame de él, lo que lo está deteniendo de


entregarse a Lily, puedo decírselo a Lily y ella puede desear que yo pueda
arreglarlo —explicó Fazire.

Fazire no quería hacer esto, ni en un millón de años. No quería


regresar a su botella y pasar al siguiente humano codicioso, avaro, y
vengativo. Quería ver crecer a Tash. Quería ver a la hija de Tash crecer. Y
a la hija y…

—Estás loco —interrumpió Victor los pensamientos lúgubres de


373 Fazire.

—No estoy loco. Estoy aquí por una razón. Sé que ustedes, los
humanos, piensan que soy extraño y no me importa. Creo que ustedes son
extraños porque lo son. Sin embargo, tengo un propósito en la vida de Lily
y estoy dispuesto a…

—¿Nosotros, los humanos? —preguntó Victor, observando a Fazire


atentamente.

Fazire asintió, se cruzó de brazos sobre su vientre e inclinó la cabeza


para mirarlo desde arriba, o más bien, alzar la nariz en dirección a Victor.

—Sí, ustedes, los humanos.

—¿Y qué eres tú? —preguntó Victor.

—Soy un genio —anunció Fazire.

El ceño de Victor se frunció, miró con fijeza y entonces su rostro dio


un poco de miedo incluso para Fazire, que no temía a nada.

—Crees que eres un genio —dijo Victor lentamente y sin poder


creerlo.

—Soy un genio.

—Crees que eres un genio y estás viviendo con mi nieta, Lily, mi


hijo…

—Soy un genio —repitió Fazire.

Victor se lo quedó mirando por un largo momento para luego cruzar


sus brazos sobre el pecho y decir en voz calma:

—Tal vez tengamos que encontrarte una casa, algún lugar cómodo…

—Tengo una casa. Este es mi hogar y también está mi botella y…

—Santo Dios —susurró Victor, su ceño alisándose y ya no parecía


aterrador sino más bien preocupado.

Fazire suspiró. Si no quedaba otra.

Entonces flotó. Cruzó las piernas debajo de él y chasqueó los dedos


para que sus ropas humanas cambiaran de inmediato a las ropas de genio
374 incluyendo el fez, los brazaletes de oro y los aretes.

La mirada preocupada de Victor se había ido. Su cabeza estaba


inclinada hacia atrás para mirar a Fazire suspendido un metro y medio en
el aire y la boca de Victor se había abierto.

—Sarah, la abuela de Lily, fue mi primera ama. Ella le dio sus deseos
a su hija, Becky, la madre de Lily —explicó Fazire, mirando a un Victor
atónito y mudo—. Becky no podía tener bebés por lo que pidió un deseo y
le di a Lily. La hice perfecta y dulce, tal cual la vez. Pero quería que fuera
humilde…

Fazire le explicó cómo solía ser Lily, incluso un álbum de fotos salió
mágicamente flotando, un acto que sorprendió a Victor y lo hizo retroceder
dos pasos, y pasó las páginas de la derecha para que Victor pudiera ver a
una Lily de adolescente, gordita y simple, algo más que hizo a Victor
parecer como si no pudiera creer en sus ojos. Entonces Fazire le contó a
Victor sobre el deseo de Lily y dónde entraba Nathaniel en el embrollo.
—Fue el deseo más complicado —le informó Fazire a Victor—. Ahora
él ha regresado y parece que su deseo se ha hecho realidad. Fui canalizado
anoche y me dijeron que fui nominado para el Premio el Mejor Deseo del
Siglo. En lo que va de este siglo, soy el único nominado. Supongo que
podría ganar. Nadie nunca ha hecho un deseo como ese.

Victor permaneció mudo, sin proferir sonido a lo largo de la


explicación de Fazire.

Fazire flotó más cerca de él y más cerca del suelo.

—Ahora —dijo suavemente en vez de ordenarlo porque significaba


mucho, mucho para Lily. Y aunque podía significar que Lily usaría su
último deseo y él se iría, quería darle esto a ella, quería arreglar a
Nathaniel, quería hacerlo por Lily y, estas últimas semanas, observando al
hombre alto, inteligente y orgulloso y la manera en que miraba y trataba a
Lily y a su hija, lo quería por Nathaniel también—. Cuéntame sobre tu
muchacho para que pueda solucionarlo.

Victor cerró los ojos lentamente.

Entonces volvió a abrirlos, se sentó en el sofá y puso su cabeza en las


manos.

Fazire chasqueó los dedos y estaba con sus ropas humanas. Flotó
375
bajo hasta que sus pies tocaron el suelo. Se acercó, se sentó en el extremo
opuesto del sofá de Victor y esperó.

Entonces la cabeza de Victor se levantó y miró a Fazire. Pareció


sorprendido por un segundo como si no se hubiera dado cuenta de que
Fazire se había cambiado de ropas pero se recobró con rapidez.

—No puedo creer que seas un genio —susurró Victor.

—Si se lo dices a alguien, tendré que matarte —mintió Fazire. Esto


era completamente falso pero siempre había querido usar esa oración.

Victor sacudió la cabeza.

—¿Tash sabe que eres un genio? —preguntó Victor.

Fazire asintió.

—¿Nathaniel sabe que eres un genio? —continuó Victor.


Fazire sacudió la cabeza.

—Jodido infierno —susurró Victor.

—De verdad no deberías usar ese tipo de lenguaje, especialmente con


una adolescente en la casa —amonestó Fazire.

Victor simplemente siguió mirándolo.

—Cuéntame sobre Nathaniel —instó Fazire.

Victor finalmente cedió.

—Te contaré sobre él pero tienes que darle tiempo. Si no parecen


estar trabajando en resolver las cosas ellos solos…

—Les daré tiempo —interrumpió Fazire.

—No puedes decirle a Lily inmediatamente —presionó Victor.

—No se lo diré inmediatamente —espetó finalmente con exasperación


Fazire—. ¡Soy un genio! Sé lo que estoy haciendo.

De verdad, ¿qué podía ser tan malo sobre Nathaniel? Era obvio para
cualquiera que era un buen hombre. Fazire incluso quiso que le
desagradara pero no pudo sostenerlo más que unas semanas y Fazire era
376 realmente bueno guardando rencor. Una vez pasó trescientos años
guardando rencor contra otro genio. Era famoso por ello.

Victor interrumpió sus pensamientos y comenzó a hablar. Mientras


escuchaba la terrible historia, Fazire dejó de pensar.

Cuando Víctor dejó de hablar, Fazire inmediatamente dijo:

—Debo decirle a Lily.

—Si le dices, voy a tener que matarte —amenazó Victor y aunque


Fazire era inmortal, todavía sintió un escalofrío de miedo.

—¿Por qué él…? —comenzó Fazire.

—No tengo idea —interrumpió Victor.

—Pero no es nada de qué avergonzarse… —continuó Fazire.

—Lo sé —interrumpió Victor de nuevo.


—No puedo arreglar eso —admitió Fazire y era verdad. No podía.
Nadie podía arreglar eso.

Excepto una persona.

—Lily puede —dijeron Fazire y Víctor al unísono.

Nate estaba acostado en la cama, sábanas hasta la cintura, unos


papeles en la mano con los que debería haber pasado la noche en lugar de
tomar a su hija y Lily para pasear en moto.

En lugar de leerlos, estaba pensando en los paseos, los balbuceos


emocionados de Tash en su oído, el cuerpo de Lily apretado contra el suyo.

También estaba pensando en el único regalo que jamás había recibido


de nadie fuera de su familia adoptiva. Un regalo de Lily. Ella no le había
comprado una corbata o un reloj; ella le había comprado una motocicleta.
No hay medias tintas con Lily, estaba descubriendo.

Por último, se preguntaba si había monjas ciegas en los Pirineos que


hicieron camisas a medida de seda raras y esperaba que Lily no tuviera su
número de teléfono.
377
Lily salió del baño vistiendo otro par de pantalones cortos de pijama
de cordón, era de color azul claro con lunares verdes y estaba sobre una
camisola verde. Se estaba frotando loción en sus manos y brazos, que hizo
que la habitación tuviera olor a almendras. Se dio cuenta, y se alegró de
ver, que ella había ganado algo de peso en las últimas semanas, su cuerpo
demasiado delgado se estaba llenando de exuberantes curvas con las que
estaba más familiarizado y prefería enormemente.

La vio caminar hacia la cama, elegante e inafectada, sin tener idea de


que, incluso en pijama, era más elegante que cualquier mujer que había
conocido nunca.

Ella saltó y aterrizó de rodillas al final de la cama, sentándose en sus


pantorrillas. Sus ojos encontraron los suyos y le sonrió, pero Nate notó
que su sonrisa era cálida pero cautelosa.

Él renunció a toda pretensión de lectura y arrojó los papeles sobre la


mesa de noche.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó, leyendo correctamente su cara.

Sus ojos se iluminaron con una mirada de complicidad, no la


sorprendió que el supusiera los pensamientos que la afligían y le preguntó
acerca de ellos. Para la forma de pensar de Nate, el tiempo era demasiado
valioso para no ir al grano de inmediato, especialmente en cualquier
momento con Lily.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado y se mordió el labio.

Entonces, soltándolo, dijo:

—¿Me prometes que no te enfadarás?

Nate tuvo ganas de reír, pero no lo hizo. Lily estaba en el extremo de


la cama sonriéndole, sin embargo cautelosa, Tash estaba abajo dormida y
agotada de un emocionante día que se centró alrededor de la generosidad
de Lily, sus padres en la antigua habitación de Lily, ahora el dormitorio de
invitados, con todo eso, no había prácticamente ninguna manera de
enfadarse.

Por supuesto, después de lo que él esperaba que ella consideraba su


respuesta irracional a darle un regalo, una respuesta que sabía que no era
en absoluto irracional, él podía entender su preocupación.

378 —No me voy enfadar —le aseguró en voz baja y luego, decidió que
estaba demasiado lejos, le ordenó con voz aún más suave—. Ven aquí.

Ella negó con la cabeza, su sonrisa se desvaneció y él sintió que algo


se contrajo en su pecho mientras era testigo de su pérdida.

—Tengo que decirte algo y creo que será mejor hacerlo desde aquí.

Se mantuvo en silencio y sintió que sus escudos subían mientras la


miraba con recelo.

Ella respiró hondo.

—Es mi culpa —declaró.

Se quedó en silencio ante su extraña declaración.

Vaciló y luego volvió a hablar.

»Todo lo que nos ha pasado, todo es mi culpa.


Él todavía no hablaba, esta vez porque no podía imaginar cómo Lily
había cambiado las cosas en su cabeza para pensar que cualquier cosa que
haya hecho pudo lograr que lo que les pasara fuera su culpa.

—Ya ves —continuó—, estos últimos ocho años, sabía que debí, quise,
pero siempre algo se puso en el camino, pero siempre supe que debí ir a
Victor y Laura y no lo hice.

Finalmente entendió su preocupación. Sus escudos bajaron y él


rompió su silencio.

—Lily, querida, ven aquí.

Ella negó con la cabeza, su cabello rubio rojizo rozando sobre su


hombro.

—Necesito que sepas, necesito decir esto. Nate, no lo podía permitir.


Podría haberlos llamado, pero ¿qué les diría? Estaba enferma, al principio,
pero eso no es excusa. Quiero decir, me mejore entonces en esos años…

—Lily… —interrumpió él pero ella estaba en una verborragia y


poniéndose agitada. Lo sabía porque saltó de la cama y comenzó a
caminar.

»Yo les escribí cartas, decenas de ellas, tratando de explicar. Pensé


379 que podía hacerlo mejor escribiéndolo. Soy una buena escritora, hace
mucho tiempo, incluso gané premios. Nunca te lo dije. —Se detuvo ella y lo
miró como si esa admisión la avergonzara, entonces alzó sus manos y sus
dedos comenzaron a inquietarse, abriéndose y cerrándose—. Si yo hubiera
ido a ellos, si hubiera llamado, solo enviado una carta, ni siquiera puedo
entender por qué no envié…

Nate decidió que era suficiente. Se quitó las mantas, tirándolas sobre
la cama y avanzó hacia ella. No iba a permitir que se culpara a sí misma
por el engaño de Danielle y Jeffrey, no después de lo que había pasado.

Ella no se retiró, pero cuando sus brazos la rodearon, mantuvo sus


manos entre ellos y las apretó contra su pecho. Inclinó la cabeza hacia
atrás y lo miró, sus ojos estaban atormentados. Ante esa vista, sintió que
la furia ardía a través de él, pero, como le había prometido, se mantuvo
firmemente bajo control.

Ella continuó silenciosamente:


—Pensé que sabían sobre mis padres muertos, pensé que sabían y
que no se preocupaban por mí lo suficiente como para…

Sus brazos la apretaron pero sus manos se empujaron contra él para


mantener cierta distancia.

—Lily, no quiero oír… —comenzó.

Ella sacudió la cabeza de nuevo.

—Tienes que saber qué es lo que pensaba, aunque suene horrible.


Pensé que podrían ser como Jeff y Danielle, ya sé que no estaba bien, pero
una parte de mí…

Vio las lágrimas en sus ojos y decidió que era bueno que
probablemente nunca vería a su hermana y hermano otra vez porque no
quería ser responsable de lo que haría.

—Tengo que explicarles, tengo que disculparme —continuó Lily.

Sus brazos fueron alrededor de ella y envolvió sus dedos alrededor de


sus muñecas, tirando de sus manos entre sus cuerpos, suavemente la
maniobró contra su longitud. Cuando la soltó, ella deslizó sus brazos
alrededor de su cintura y se inclinó hacia él y enmarcando su rostro con
las manos.
380
—Déjalo estar —dijo en voz baja.

—No puedo —respondió ella—. Tienen que estarse preguntando. Nate,


hace siete años que tenían una nieta y ni siquiera te he dicho sobre mi
deseo todavía. Cuando lo haga, vas a entender, todo es mi culpa…

Por el tormento en sus ojos, Nate quiso lanzar algo al otro lado de la
habitación. Quería hacerle a alguien —y sabía exactamente a quién— daño
corporal. En cambio, se mantuvo bajo cuidadoso control de estas
reacciones y calló a Lily tocando sus labios con los suyos.

Cuando se había movido unos tres centímetros de distancia, la miró


profundamente a los ojos y repitió:

—Déjalo estar, Lily.

Ella, notó, no estaba dispuesta a dejarlo estar.

—Puedo mostrarte las cartas. Todavía las tengo, todas y cada una de
ellas. Y tengo que decirte sobre Fazire, lo que deseé, cómo todo esto se
reduce a mí.

Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla. Nate la apartó con el


pulgar y decidió que la conversación hubiera terminado. Él no iba a
permitir que Lily se culpara a sí misma por su pérdida y definitivamente
no iba a quedarse allí y verla llorar.

—Ya acabó, todo el mundo sigue adelante —explicó en voz baja Nate—
. No hay ninguna razón para volver. Sólo déjalo estar.

Sus ojos cambiaron de una manera que podía jurar que el miedo
estaba apenas enmascarado. Ella se apoyó aún más en él, con los brazos
apretándolo alrededor.

—¿De verdad lo harás? —preguntó ella.

—¿Haré qué? —regresó.

—¿Lo dejarás estar? ¿Dejarás de esforzarte hasta la muerte para


probarle a todos que lo sientes por algo que no hiciste? ¿Dejarás de
preocuparte por todos y te darás cuenta que estamos en esto juntos? ¿Que
se supone que nos cuidemos entre nosotros? Que somos una familia, tú,
yo y Tash. Y tus padres. Y Fazire. ¿Sabes que se terminó y que seguiremos
adelante? ¿Lo dejarás estar?
381
Raramente para Nate, no lo había visto venir, no se había dado
cuenta que ella estaba negociando con él hasta este pase. No la había
notado bajando su guardia, golpeando sus escudos y entrando por su
asesinato suave y tierno.

—Lily… —Su voz sonó áspera para sus propios oídos y sintió su
pecho empezar a expandirse y relajarse. Nunca había tenido una familia,
una unidad funcional donde las personas se preocuparan por las demás.
Tenía a Laura y a Víctor, pero les debía a ambos su vida y todo lo que era.
Jeff y Daniel nunca habían sido familia.

Pero, por supuesto, no podía decirle a Lily algo de eso.

—Por favor, no transfieras el dinero de tu moto a mi cuenta, Nate —


susurró, interrumpiendo sus pensamientos—. Por favor, déjame hacer algo
lindo por ti.

En lugar de decir su respuesta, él apretó sus manos sobre su rostro y


ella mostró que entendía su asentimiento no verbal apretando sus brazos
alrededor de su cintura.

Se puso de puntillas, su boca contra la de él, en una voz tan suave


que apenas pudo escucharla, murmuró:

—Por un montón de razones, porque hay un montón de razones, te


amo, Nate.

Él sintió e hizo todo al mismo tiempo.

Una ráfaga de alegría voló a través de él tan fuerte que pensó que
había quemado un rastro a través de su vientre directo a su corazón.

Antes de que pudiera caer de rodillas, se inclinó y deslizó un brazo


bajo el suyo. Levantándola, cargándola hacia la cama, su boca tomando la
de ella en un beso caliente y demandante.

Al mismo tiempo, por voluntad propia, sus escudos maltratados se


alzaron de golpe y bloquearon en su lugar.

Sus brazos fueron alrededor de su cuello y ella le devolvió el beso


mientras la plantaba en su cama, colocándose sobre ella.

Cuando su boca se movió hacia su mandíbula, oreja, cuello, ella


382 repitió:

—Te amo, Nate.

Las palabras rasgaron a través de él y la silenció con su boca, tirando


de su ropa, empujándolas hacia abajo, jalándolas hacia arriba,
apartándolas.

Cuando terminó, ella presionó su glorioso cuerpo desnudo contra él,


pasando sus manos sobre su piel febril, envolviendo una pierna alrededor
de su cadera, deslizando sus labios a través de su mandíbula,
mordisqueando su hombro con sus dientes.

—Te amo —dijo contra su cuello.

—Calla, Lily —gruñó, tomando su boca en otro duro beso,


trabajándola con sus manos y dedos, rozando sus labios con los suyos,
forzando su silencio. Cuando se estaba retorciendo debajo de él, sus uñas
de una mano arañando la piel de su espalda, su otra mano moviéndose
entre ellos para envolverla alrededor de él, fue entonces que pensó que era
seguro quitar su boca de la de ella y usar sus labios, dientes y lengua en
formas que sabía que la enviarían a las alturas.

—Nate, te amo… —Su boca regreso a la de ella para detener sus


palabras. Para asegurar su silencio, él separó sus piernas, se posicionó y
golpeó en su húmeda suavidad. Ella jadeó contra su lengua ante la
repentina y salvaje invasión pero su cuerpo instantáneamente empezó a
moverse con el suyo. Ella enterró sus talones en la cama para levantar sus
caderas, invitando y absorbiendo sus violentos empujes.

Él sabía que iba a suceder, lo sentía creciendo en él a la vez que


crecía en ella, la sintió tensarse alrededor de él, su respiración saliendo en
cortos y rápidos jadeos, sus brazos apretándolo. Experimentó otro tipo de
regocijo cuando la escuchó gritar su nombre cuando llegó al clímax. Solo
entonces dejó ir el control que tenía en su cuerpo, moviéndose contra su
dulce suavidad hasta que encontró su propia liberación.

Le permitió sentir su peso por un leve momento, quedándose


conectado a ella íntimamente, cuidadosamente guardando en su mente la
sensación de ella debajo de él, envuelta alrededor, antes de rodar lejos de
ella.

Nate escuchó su suave gemido de protesta mientras se alejaba, algo


que hacía cada vez como si la pérdida de él quitara una parte importante
383 de ella. Archivó el sonido entre sus muchos recuerdos mientras
suavemente los acomodaba en la cama, tirando de las cobijas sobre ellos y
sosteniéndola cerca de su lado.

Ella no habló, así que él lo hizo.

—No transferiré el dinero —dijo, dándole eso ya que él se llevaría todo


lo demás.

La sintió sonreír contra su hombro y ella se acercó para acurrucarse.


Él sabía que pensaba que estaba acercándose a su dulce victoria de la
guerra que había estado saldando por el pasado mes.

—Gracias —susurró y, por el tono de su voz, Nate entendió que


significaba el mundo para ella.

También se dio cuenta de que había cometido un error colosal.

Nate había sido egoísta. Lo había querido todo cuando hasta él sabía
que no podía tenerlo, no debería tenerlo, pero lo tomó de todas formas. Lo
supo en el minuto en que la había observado bajar las escaleras de Laura
para hablarle a la policía después de que el hombre había intentado robar
su cartera. Supo que no era semejante a él.

Lo supo entonces y lo sabía ahora.

Ella pensaba que el drama de esos ocho años había sido todo su
culpa pero él sabía que había sido una inocente, confianzuda, y virgen
chica de Indiana que nunca había tenido novio.

Fue Nate quien había tomado todo lo que ella estaba dispuesta a darle
y todo lo que estuvo dispuesta a dar fue todo. La forzó a dormir con él en
su primera cita, la forzó a mudarse con él luego de una noche, la embarazó
a propósito para atarla a él y luego la dejó para enfrentar las
consecuencias de sus acciones por su propia cuenta. Luego, cuando la
encontró de nuevo, entró a la fuerza en su vida, su casa, su cama, su
familia y tomó más aún.

Ahora lo tenía todo y no lo merecía.

Debería haber arreglado visitas con Natasha. Debería haber tomado


solo lo que Lily estaba dispuesta a dar y permitirle mantenerlo alejado.
Debería haber trabajado en proteger su corazón en vez de dejarla
enamorarse de un hombre que no existía. Un héroe romántico, en su
384 mente, que era, Nate sabía, ningún héroe romántico.

Ahora ella pensaba que estaba enamorada de él pero no sabía quién


era él, lo que era, de dónde venía. Cuando se enterara, y eventualmente,
Nate sabía con certeza, lo haría, sería todo más devastador para ella.

De esa forma, tenía que cometer un último acto de cuidado hacia ella,
protegerla a ella y a su hija.

Sintió el peso de Lily apoyarse sobre él pero Nate no durmió esa


noche. En vez de eso yació despierto, sintiendo su suave y cálido cuerpo
presionado a su lado, escuchando su respiración, acariciando su piel y
cabello y creando a propósito un último y preciado recuerdo.
24
Lily

L
ily estaba aterrorizada.

Era el día previo a su boda, y durante toda la semana


anterior entre ella y Nate había ido mal, terriblemente mal,
completamente mal, catastróficamente,
descorazonadoramente mal.

—¿Nate ha hecho arreglos para dormir esta noche en otra parte? Es


de mala suerte ver a la novia el día de la boda —dijo Maxie, portando otro
caftán suelto de tono amatista, este amarrado cruzado al frente con
cuentas que combinaban. Sonreía, pero con cautela, sin ser consciente del
contenido de los pensamientos rampantes de Lily pero sabiendo que
385
estaban ahí.

—Sí —contestó Lily tranquilamente, apartando sus ojos pero


sintiendo tanto los ojos de Maxie como los de Laura sobre ella.

—¿Lilly? —preguntó Laura con cautela

Lilly se levantó del sillón en la sala de estar frontal y empezó a


pasearse, sin tener idea que su práctica habitual de pasearse cuando
estaba ansiosa hablaba más que un millón de palabras y no era que
tuviera los miedos pre-maritales usuales sino algo más.

—Nate ha hecho los arreglos —anunció Lily—. He insistido que lleve a


Tash con él. Nos encontrarán mañana en la Registro Civil en Bath.

—¿Tash se irá con Nate? —preguntó Maxie lentamente.

—Sí, creo que será bueno para ellos tener este tiempo a solas juntos.
Aunque también Fazire estará con ellos —se contradijo y luego recordó el
anuncio de Victor después de la noticia de que Nate se quedaría en otro
lugar, que él también lo acompañaría—. Y, para que sepan, Victor irá con
ellos también, por lo que en realidad Tash no estará sola con Nate, tal
cual. —Ahora estaba balbuceando y teniendo poco sentido.

Maxie y Laura se miraron entre sí.

—Fazire. ¿Por qué? —preguntó Laura.

Lily no respondió. No iba a decir que no necesitaba a Fazire en ese


momento. Apenas podía salir adelante con la gentil preocupación de Maxie
y Laura. Fazire estaba ansioso por hablar con ella. Había esperado por ese
momento durante una semana, encontrando a Lily bloqueándolo en cada
paso. Lily sabía que su paciencia, la poca que tenía, se estaba terminando.

Pero Lily había cambiado de opinión, iba a pasar por esto y no quería
que Fazire la persuadiera.

Había pasado más de una semana desde que le dio la motocicleta a


Nate. Lily había estado tan segura de que había hecho un progreso con la
forma en que él había reaccionado ante su ahorro de dinero para la
escuela de Tash y la forma violenta, tormentosa y descontrolada con que le
386 había hecho el amor después de que le dijera que lo amaba. Luego había
cedido y la había dejado comprarle la moto sin devolverle el dinero.

Había estado tan segura de que estaba derritiendo su corazón.

Había estado tan segura de que había rasgado agujeros en su


armadura.

Sin embargo, a la mañana siguiente, todo cambió.

Drásticamente.

Él había mantenido su rutina normal, despertando a Tash, tomando


el desayuno con ellas, pero fue distante, más distante de lo normal, estaba
completamente distante. Lily lo sintió y eso la hirió.

Antes de irse, había recogido a Tash para su rutinario beso de


despedida en los labios con ella envuelta alrededor de Nate, dándole a su
hija una cálida sonrisa. Luego, extrañamente, solo le había dado a Lily un
beso en la mejilla. A pesar de eso, Lily tenía la incómoda sensación que lo
había hecho por el bien de Tash.

Nate llegaba a casa más tarde que su costumbre —Lily estuvo


notando que había estado viniendo a casa más y más temprano cada
noche. Le leería a Tash pero luego se iría directamente a su estudio sin
una palabra para Lily.

Lily decidió darle espacio; había ganado terreno y no quería forzarlo.


Llegó tan lejos como irse a la cama sin decir buenas noches. Había hecho
una rutina de visitarlo en su estudio por un beso de buenas noches si
trabajaba hasta tarde, algo que sabía o pensaba que ambos disfrutaban.

Nate había aparecido mucho más tarde que lo normal pero ella había
estado despierta, yaciendo en la oscuridad esperándolo. Él no se giraba
hacia ella, no le hacía el amor, no atraía su espalda contra su pecho y
enterraba su rostro en su cabello. En lugar de eso, giraba su espalda hacia
ella y se dormía, justo… así.

A través del fin de semana, Nate trabajó en su estudio todo el día


cada día y también durante la noche. Incluso evitó a Victor y a Laura a
pesar que aceptó que Tash se sentara y mirara televisión en su estudio. No
le hizo el amor a Lily o la jaló hacia él cuando finalmente buscaba su
cama.
387
Victor, Laura y Fazire lanzaban miradas extrañas y conocedoras entre
ellos, pero Lily sabía que era mejor no preguntar. Aunque tenía que
admitir que encontraba peculiar que Fazire estuviera participando en este
comportamiento, especialmente con Victor. Fazire se había encariñado un
poco con Nate pero nunca con Victor.

Cuando los tranquilos y ahora abiertamente preocupados, Victor y


Laura, se fueron en la tarde del domingo, Lily dejó tranquilo a Nate hasta
que él salió de la habitación de Tash después de que ella se hubiera
preparado para dormir y él se dirigiera directamente a su estudio.

Lily lo siguió, llamó a la puerta cerrada y entró tras su permiso. Él


apenas la miró cuando entró y ella sintió su sangre enfriarse.

—¿Nate?

—¿Qué pasa, Lily? —preguntó, sin levantar sus ojos hacia ella
después de su primer vistazo breve, su pregunta sonando como si no le
importara mucho su respuesta y su sangre fría se hizo más lenta mientras
se formaban cristales de hielo.

—¿Te pasa algo? —Su voz fue tímida e insegura y su cabeza se


levantó ante el sonido. Ella sintió el destello de esperanza ante la cálida
mirada que pensó captar en sus ojos pero luego él los cerró.

—Estoy ocupado, Lily. Nos casaremos el próximo sábado y luego nos


iremos dos semanas de luna de miel. Tengo una tremenda cantidad de
cosas por hacer.

Eso parecía creíble y Lily le dio una aliviada pero débil sonrisa y
caminó hasta el lado de su escritorio y se detuvo, queriendo tocarlo pero
por primera vez en mucho tiempo, asustada.

—¿Puedo hacer algo para ayudar? —preguntó suavemente.

Ante esto, por alguna razón, se rió sin humor, la aguda carcajada de
su risa fue severa y rechinó contra sus ya exaltados nervios.

—Podrías dejarme en ello —sugirió cuando terminó con su carencia


de diversión, sus ojos puestos en ella, duros y sin emoción, diciéndole
claramente que era una distracción no bienvenida.

Lily recordaba esa mirada. Había visto esa mirada. Él se la había


388 dado a Danielle en numerosas ocasiones.

Su corazón se sacudió en su pecho pero asintió y se alejó lentamente.


Muy lentamente. Tan lentamente como el paso de un caracol. Moviéndose
mientras esperaba que la llamara de vuelta por un beso, un toque, algo, lo
que sea.

No lo hizo.

Tampoco se giró hacia ella cuando finalmente llegó a la cama.

Se había ido antes de que ella despertara, no despertó a Tash pero


dejó una nota corta y sin afecto para Lily —y una nota larga y muy
afectuosa para Tash— diciendo que se iba temprano a la oficina.

Esa tarde, sentada detrás de la registradora en un momento tranquilo


en Flash and Dazzle, lo llamó a la oficina.

Había dicho que nunca perdería otra de sus llamadas y no lo había


hecho. Ella esperaba que sus llamadas llegaran a horas en que estaba
ocupado pero siempre las tomaba, ahora sabía, que siempre tomaba las
llamadas de Tash cuando lo llamaba llegando a casa de la escuela.

—Oficina del señor McAllister —contestó Jennifer, la secretaria de


Nate.

—Hola Jennifer, soy Lily. ¿Puedo hablar con Nate?

Jennifer estuvo callada por un momento y Lily sintió la ahora familiar


sacudida en su corazón. Estás últimas semanas, Lily había charlado con
Jennifer y aunque nunca se habían conocido, habían construido una
buena relación.

Esta vez, sin embargo, Jennifer no invitó ni siquiera una pequeña


charla, en cambio, dijo suavemente:

—Lo siento, Lily. El señor McAllister dijo que no fuera molestado bajo
ninguna circunstancia.

Lily tragó y asintió aunque Jennifer no podía verla.

—Está bien —contestó Lily, tratando de hacerlo con alegría y


temiendo haber fallado—. ¿Puedes decirle que llamé?

—Definitivamente —le aseguró Jennifer.


389 Cuando Lily regresó a casa de Flash and Dazzle, encontró que el
edicto de Nate respecto a no ser molestado no aplicaba a Tash quien, como
siempre, la inundó con noticias sobre su conversación telefónica con su
padre. Aunque no eran noticias de Nate, como Lily sospechaba Nate no
dijo palabra alguna y no lo intentaría de todas formas. Eran más como
noticias en forma de: —Le dije a mi papi… —y—. Luego cuando lo describí,
papi rió.

En lugar de que Nate recibiendo las llamadas de Tash y se riera con


ella hiciera sentir feliz a Lily, hizo que su miedo y alarma se volviera enojo
que cuidó silenciosamente toda la noche bajo la mirada vigilante de Fazire.

Nate no llegó a casa para leerle a Tash, ni llamó para decir que
llegaría tarde.

Lily monitoreó muy de cerca a su hija para ver si sus muy astutos
sentidos notaban algo diferente entre su madre y su padre. Sin embargo,
Nate escudaba a Tash de esta situación y la trataba exactamente igual
incluso cuando su comportamiento hacia Lily era significativamente
diferente.

Mientras Lily apagaba todo en la casa por la noche, Nate todavía no


estaba en casa, Fazire se aproximó a ella en el salón.

—Niña-Lily… —empezó gentilmente, sus suaves ojos sobre ella.

—No, Fazire —Levantó la mano para descartarlo—, ahora no.

Luego antes que pudiera presionar como Fazire solía hacerlo, corrió
escaleras arriba. Se alistó para la cama pero no se metió en ella, en lugar
de eso caminó de un lado a otro. Y esperó. Y su mente le daba vueltas a
sus pensamientos, ninguno de ellos bueno.

Muy tarde, oyó a Nate entrar en la casa, pero él no se acercó y, como


los minutos pasaban, fue en su busca.

Lo encontró en el jardín trasero, ahora profusamente decorado con


jardineras, macetas y lechos llenos de flores y vegetación, todo bien
cuidado por un jardinero semanal. Ella se sorprendió al verlo de pie en la
barandilla junto al acantilado mirando hacia el muelle victoriano, fumando
un cigarrillo. No lo había visto fumar un cigarrillo u olido a éste desde la
noche en la escalinata de Laura y Victor.

390 Se puso de pie justo fuera de las nuevas puertas francesas del jardín
y lo llamó.

—¿Nate?

Su cuerpo se estremeció y su cabeza giro para mirarla a través de la


oscuridad. Ella estaba tan sobresaltada por haberlo sorprendido. Él
siempre estaba a alerta a cualquier cosa, pero más específicamente a ella.
A veces sentía que se estaba acercando en una habitación, incluso antes
de que ella se acercara a la puerta.

No podía imaginar qué le hizo perderse tanto en sus pensamientos,


pero ella quería saberlo, necesitaba saberlo y malditamente lo iba a saber.

Cruzó el jardín y se detuvo frente a él.

—Estás fumando. —Su voz fue una acusación queda.

—Sí, Lily, estoy fumando. Y tú estás de pie en el jardín en pijamas —


respondió como si su transgresión fuera tan mala como la suya.
—¿Cuándo empezaste a fumar? —ignoró su comentario.

—Cuando tenía nueve años —respondió de inmediato, compartiendo


con indiferencia un pedazo de su historia con ella como si lo hiciera todos
los días y esta información la golpeó como un puñetazo.

Querido Dios, ¿quién empieza a fumar a los nueve? pensó, pero él no le


permitió responder, continuó.

—Entra a la casa

Ella parpadeó, momentáneamente golpeada por la dureza de su voz al


expresar su orden tan rápido luego de haber compartido algo personal
acerca de sí mismo, algo que ella no tuvo que sonsacarle. Decidida a llegar
al fondo de lo que lo estaba molestando, decidió ignorarlo.

—Tenemos que hablar. Algo…

—Lily, vuelve a la maldita casa. Ninguna mujer debería estar afuera


apenas vestida, especialmente no tú. Eres la madre de mi hija, por Dios.
Esta es una casa adosada, los vecinos te pueden ver.

Tuvo que sacudir la cabeza intentado entender sus palabras, su tono,


su significado.

391 —Nate, es casi media noche, nadie…

—Vuelve a la puta casa —gruñó salvajemente, perdiendo la paciencia


e inclinándose hacia ella tan amenazadoramente, que no pudo evitar dar
un paso atrás.

Vaciló, su corazón deteniéndose de nuevo.

Luego enderezó sus hombros, determinada a tratar el asunto incluso


aunque fuera media noche y estuviera en pijama. Sí, era pijama y sí, no
era discreto, pero ella no se describiría a sí misma como “apenas vestida”
por Dios.

—No me hables de esa manera —le espetó—. Tenemos que hablar.


Algo pasa contigo y quiero saber qué es.

Sin responder, él se apartó de ella y volvió a contemplar el muelle.

Con esta acción, ella trató una táctica diferente.

Entró en su línea de visión y le puso la mano en el brazo.


—Nate —dijo en un tono suave—, por favor, habla conmigo.

Él la miró como cuando estaba parado en el vestíbulo de sus padres y


Victor la estaba sacudiendo, como cuando estuvieron en la sala de
conferencias ese horrible día hablando de la custodia de Natasha, como si
fuera un bicho no muy interesante que estaba viendo arrastrarse por el
suelo.

Tomando todo su valor como un escudo, lanzó todo su orgullo al


viento y se inclinó hacia él, poniendo sus brazos alrededor de él a pesar de
que nada la invitaba a esas acciones.

—Háblame —instó, todo su amor por él en esas palabras.

Él no la tocó. En cambio, calmadamente encendió un cigarrillo sobre


el acantilado como si ella estuviera a un kilómetro de distancia en lugar de
sosteniéndolo entre sus brazos.

—¡Nate! —gritó, empezando a entrar en pánico—. Háblame.

Fue entonces cuando él la tocó. Sus dedos entraron en su cabello a


cada lado de su cabeza y la sostuvo allí mientras su boca chocaba contra
la de ella en el primer beso que le había dado en días.

No fue un beso de amor, fue duro, insistente, codicioso, tomando todo


392 sin dar nada a cambio.

Ella estaba muy feliz de que la estuviera tocando, besándola, para


dejar que eso se registrara. Simplemente abrió la boca bajo la suya y le dio
todo lo que siempre había dado.

Lily oyó su gemido y estuvo encantada por eso, pero


inexplicablemente él se arrancó de su boca. Entonces estaba siendo
levantada, llevada, no a su habitación, sino a la planta baja a la sala de
estar. Durante todo el tiempo él la beso de esa manera horrible, su boca
moviéndose luego a su cuello, hombros, detrás de su oreja, sus dientes
hundiéndose en su carne de una manera peligrosa, erótica.

Pateó la puerta a la sala de estar para cerrarla tras ellos y la arrojó en


el sofá, siguiéndola hacia abajo. Le quitó la ropa, luego la suya, sus
acciones no eran gentiles, ni su boca ni sus manos sobre su cuerpo
desnudo y finalmente se deslizó en su conciencia que él no era el mismo.
Esta no era una violenta y tormentosa pasión. Era egoísta y devorador.
—Nate… —susurró ella, tratando de detenerlo, tratando de llegar a él.

—Cállate, Lily —gruñó contra su boca y con esas palabras feas, el


cambió.

En lugar de tomarla, él estaba dando pero no en su forma habitual.


Era como si estuviera obsesionado en obligarla a responder, dobló su
cuerpo a su voluntad y maldita sea, ella lo amaba demasiado como para
negarse. Dio entonces aún más.

Y él lo tomó todo, todo.

Hasta que estuvo ahí, esperando, necesitando que se viniera en su


interior, su corazón latiendo, su respiración entrecortada, su cuerpo
ardiendo por él.

—Nate… —susurró de nuevo con urgencia, con sus manos en sus


caderas trataba de llevarlo hacia ella, pero él se apartó.

Abrió los ojos y lo miró y sintió su corazón rasgarse en dos con lo que
vio.

Estaba ciego pero sus manos se movían entre las piernas de ella
seductoramente y sus caderas, por propia voluntad, presionaban contra él.

393 —Ruega —demandó, su voz áspera y cortante.

Lily lo miró y luego parpadeó, pensando por un momento que no lo


había oído bien.

—¿Qu… qué?

—¿Me deseas, Lily? —le preguntó, a continuación, su cabeza


descendió y su boca se movió a lo largo de su mejilla a su oído.

Mientras lo hacía, ella asintió.

—Quiero que me ruegue entonces —dijo en su oído.

Ella sintió su pecho crecer mientras la emoción la llenaba incluso


mientras la manipulaba con su mano y su cuerpo la traicionó.

—Nate…

—Quiero escuchar que lo digas. Di “por favor Nate, fóllame”.


Con su impactante demanda, una demanda para nada como Nate fue
aterradora, las lágrimas se arrastraron hasta su garganta y la boca de él se
movió de su oído al pecho, chupando el pezón bruscamente, enviando
ondas de placer a través de ella. Luego hizo rodar su lengua alrededor de
este, con su pulgar simultáneamente rodando en el centro de ella,
sabiendo, por lo que ahora eran meses de experiencia, que amaba eso, que
respondía a eso, que eso la disparaba.

Esta vez, luchó con él.

—Por favor, no hagas esto —declaró y volvió sobre ella.

—¿Quieres saber mis secretos? —preguntó y su cabeza se sacudió.


Ella no podía lidiar con los cambios de ánimo tan rápidos como un rayo de
él, su cambio de temas, su comportamiento sorprendente.

Su mano todavía trabajaba sobre ella, y estaba cerca de llegar al


orgasmo, podía sentir que venía. Cerró los ojos, arqueó su cuello,
esperando que viniera así podía terminar con todo y con suerte, podrían
hablar. Entonces su mano se alejó.

Sus ojos se abrieron de golpe y su barbilla se sacudió mirándolo.

—¿Quieres saber mis secretos? —repitió.

394 —¡No! —gritó, más fuerte de lo que debería en una casa llena de gente
durmiendo, una de ellas su hija.

Su boca la hizo callar y luchó pero su mano volvió, atormentándola y


su cuerpo rápidamente ascendiendo en necesidad, incluso mientras
continuaba luchando contra él.

Con un esfuerzo supremo, liberó su boca.

—Para, Nate.

Su pulgar se arremolinaba y ella no pudo evitarlo, se sentía tan bien,


gimió bajo en su garganta.

—No quieres que me detenga —se burló cruelmente al gemir ella—.


Como nunca, vas a rogar por esto.

Ella se mordió el labio, sabía que tenía razón y se odiaba por ello. No
podía dejar de presionar sus caderas contra su mano, no podía dejar de
pasar sus manos por su espalda mientras sus ojos se cruzaban con los
suyos en la oscuridad. Podía verlos como arder en ella, no con amor o con
pasión sino con determinación implacable de tener exactamente lo que
quería.

—Estos son mis secretos, Lily. Esto es quien soy.

Ella sacudió la cabeza con fuerza. No creía, no podía.

—Sé quién eres. Desearía…

—Ruega —interrumpió Nate sus palabras con su demanda.

Ella sacudió la cabeza una vez más.

Y entonces él sonrió, una terrible sonrisa que la cautivó incluso a la


vez que le repelía. Luego la hizo rogar. Con una fuerza bruta y una
habilidad sin piedad, él la llevó al borde del clímax y más allá, una y otra
vez, hasta que no pudo soportarlo más y sintió, que si no tenía liberación,
su cuerpo se haría añicos.

Sosteniéndolo más fuerte, envolviendo sus brazos alrededor de su


espalda, sus piernas alrededor de sus caderas y llevando sus labios a los
suyos, susurró, la humillación en guerra con el deseo y la pérdida
absoluta:

395 —Por favor, Nate, por favor, fóllame.

Y así lo hizo.

Fue duro, fue rápido, fue brusco y no hubo amor en ello y ella llegó a
su clímax tan magníficamente que sintió por un momento que se hizo
añicos, gloriosamente. Y después de que no se odiara por eso, se detestó a
sí misma, a su debilidad y parte de eso era porque se sentía, deslealmente,
como si ella lo detestara a él. Nate. Su deseo. Su hombre ideal. Su todo.

Inmediatamente después de que él terminara, salió rápidamente de


ella sin tener en cuenta su cuerpo sensible, se puso la ropa y, mirándola,
dijo:

—Me voy a Londres. Vuelvo el viernes.

Entonces se fue.

Y Lily siguió acostada desnuda y expuesta, mirando hacia la


oscuridad, en el espacio donde él había estado, intentando todavía calmar
su mente, después, tratando de formar un pensamiento y fallando en
ambas. Por último, envolvió una manta alrededor de su cuerpo, se
acurrucó en una pequeña bola y lloró.

Luego se durmió. Para entonces esperar. Y tratar de tener esperanza.

El miércoles, ella llamó a su móvil. Sabía que él estuvo hablando con


Tash, aun protegiendo a su hija de lo que sea que estuviera cayéndose a
pedazos entre ellos. Pero él no contactó a Lily. Llamó a su móvil en la
mañana sin desear pasar por otro episodio humillante con Jennifer. Pero
él no contestó. Y entonces ella lo llamó a media mañana, luego por la
tarde.

Todavía sin respuestas, sintió la esperanza morir rápidamente a


medida que él se perdía llamada tras llamada que prometió jamás
perderse.

Después salió de la tienda temprano y se aseguró de estar en casa


cuando Tash llegara de la escuela para así poder arrebatarle el teléfono
cuando Tash terminara de hablar con su padre.

—Mami quiere hablar contigo —dijo Tash entre risitas mientras


396 observaba a Lily pasear de un lado a otro en la cocina, con los ojos de
Fazire sobre ella evaluándola, comprobándola desde su asiento en la mesa.

Lily casi le arrebató el teléfono de la mano a su hija cuando Tash se lo


ofreció a ella.

Lily había estado pensando en ello, tratando de encontrar una razón


para su cambio brusco a tal comportamiento hostil y se había convencido
de que había empujado demasiado duro, se acercó demasiado, hizo un lío
de las cosas al tratar de abrirse paso y estaba lista para retirarse. Incluso
no tener a Nate era mejor que esto.

—Nate, yo…

—Lily, no tengo tiempo para esto ahora mismo —la interrumpió antes
de que ella empezara—, llámame más tarde.

Entonces, sin decir una palabra más o esperando a que ella responda,
colgó.
Se quedó mirando al teléfono teniendo dificultades para respirar, su
corazón tartamudeando tanto que sintió como si se hubiera detenido.
Luego miró a Tash que había estado sonriéndole pero su sonrisa
desapareció cuando Lily puso el teléfono en el receptor.

—Papá no… —comenzó Tash.

—Papá está muy ocupado, muñequita. Preparándose para nuestra


luna de miel —explicó Lily en voz baja, sin creer una palabra de lo que
decía, pero esperando que Tash sí.

Por suerte, su hija se creyó su mentira, su sonrisa volviendo a toda


prisa y saltó fuera de la habitación.

—Niña Lily —dijo Fazire y comenzó a flotar y Lily sabía lo que eso
significaba y no estaba preparada para nada de eso.

Lily negó con la cabeza y cuando oyó a Tash arrullando a la señora


Gunderson en alguna parte de la casa, sólo dijo una palabra a Fazire,
sabiendo que él sabría lo que quería decir:

—Tash.

Entonces corrió, corrió por la puerta principal, corrió por la calle,


corrió más allá del muelle, por el paseo marítimo, directo a la glorieta y se
397 detuvo. Frenó a sus pies, su corazón y pensamientos, y comenzó a
caminar, rápido, respirando con dificultad, haciendo que su cuerpo trabaje
duro para que su mente no lo hiciera. Caminó hasta que sintió que caería
luego se volvió hacia la casa.

Más tarde esa noche, cuando Fazire y Tash estaban dormidos, intentó
llamar a Nate una vez más.

Él respondió a su móvil y en el fondo, ella oyó lo que sonaba como un


club repleto o un restaurante.

—¿Qué pasa, Lily? —preguntó en lugar de saludarla, obviamente


viendo su nombre aparecer antes de contestar el teléfono.

—Sólo quería decir… —comenzó tímidamente, sin saber lo que quería


decir, pero necesitando decirlo de todos modos.

Entonces oyó, en una ronroneante, voz femenina que estaba muy


cerca al teléfono:
—Nate, nuestra mesa está lista.

Nate ni siquiera trató de cubrir la boquilla cuando respondió:

—En un minuto, Georgia.

Las piernas de Lily se doblaron bajo sí y sin poder evitarlo, se dejó


caer y se sentó en la cama. Sintió como si le llevara todo un año girar la
cabeza y mirar el reloj de la mesilla de noche.

Eran pasadas las diez de la noche y Nate estaba fuera con Georgia, su
antigua novia, una mujer de la que Jeffrey había pensado que él estaba
listo para casarse. Estaba lejos de Lily la semana antes de su boda, en
Londres, en la ciudad con otra mujer.

—Lily —oyó su nombre en su oído como si viniera de muy lejos pero


se había recompuesto lo suficiente para notar que la voz de Nate sonaba
impaciente.

—Es… —Se aclaró la garganta, su cuerpo entumecido, su mente en


blanco y no tenía ni idea si su voz traicionaba exactamente cuán rota se
sentía—, no es nada, Nate. Diviértete.

Entonces presionó el botón de colgar, incluso cuando le oyó empezar


a decir su nombre otra vez.
398
El móvil sonó en su mano casi inmediatamente, pero ella lo abrió y
cerró, colgándole a Nate sin decir una palabra. Después lo apagó. El
teléfono de la casa sonó y lo tomó desde la cama, apretó el botón para
“encendido” y entonces presionó el botón de “apagado” y luego “encendido”
otra vez, escuchando el tono de timbre insistente hasta que se tornó
urgente y aún más prolongado para luego silenciarse. Entonces se puso de
lado en la cama, empujó la almohada sobre su cabeza y una vez más,
mantuvo sus pensamientos a raya con un esfuerzo extremo de voluntad,
lloró hasta quedarse dormida de esa forma, dándose cuenta, que era al
parecer la única manera en que podía dormir.

A la mañana siguiente en la tienda, Maxie la acorraló.

—¿Qué diablos está pasando?

Fue todo un esfuerzo pero Lily levantó sus ojos para encontrar los de
Maxine.
—Nada —mintió a través de sus dientes—. ¿Por qué lo preguntas?

—¿Por qué lo… por qué…? —farfulló Maxie—. Te vas a casar con el
hombre de tus sueños en dos días y te ves como el infierno. Lamento
decirlo, pero es así. Te ves pálida, tus ojos están hinchados. Deberías
saber que, Fazire me llamó…

—No hagas caso a Fazire. Él no sabe lo que está pasando —añadió


Lily.

—¿Tú sabes lo que pasa? —contestó Maxie.

Lily respondió automáticamente.

—Nate es un hombre importante, mucha gente depende de él. No ha


tenido unas vacaciones… —Lily se detuvo.

No tenía ni idea de la última vez que él había tenido unas vacaciones.


No tenía ni idea acerca de un montón de cosas acerca de Nate.

Lo que sí sabía era que él era precavido. Lo que sí sabía era que él
tenía secretos. Lo que sí sabía era que, hace ocho años, exigió que se
mudara con él y luego le prometió el mundo. Dos semanas más tarde,
cuando ella más lo necesitó, él rompió todas sus promesas y la dejó ir.
Ahora, ocho años después, sucedió lo mismo con ligeras diferencias. Y, dos
399 meses más tarde…

¿Qué?

Él le había advertido, lo sabía. Había permanecido distante. Había


mantenido su distancia. Había planeado todo para un momento en el que
ella no estaría en su vida, casi le dijo que habría un momento, pero tan
tonta como era, al creer en genios, sueños y deseos, ella no había
escuchado.

Por primera vez en años, sintió que su confianza en ella se hizo


jirones. Sintió que no había cumplido con cualquier promesa que Nate
había visto en ella cuando él la recuperó. Que este brillante, rico,
sofisticado, hombre, imposiblemente apuesto nunca podría encontrar lo
que necesitaba en ella.

Nunca.

—Simplemente, por favor, Maxie. No hablemos de esto. Me está dando


dolor de cabeza —terminó Lily con otra mentira, algo que estaba haciendo
con una frecuencia alarmante en estos días.

Maxine se apresuró hasta ella y miró a Lily a los ojos.

—No me vengas con esa cosa del dolor de cabeza, sé que algo no está
bien y…

Antes de que pudiera terminar, el móvil de Lily sonó. Estaba puesto


boca arriba en el mostrador y tanto Maxie como los ojos de Lily giraron
hacia él.

La pantalla decía: Nate llamando.

Tanto Lily como Maxie alcanzaron el teléfono. Por suerte Lily llegó
primero, sabiendo que Maxie, en su estado de ánimo actual,
probablemente haría que los terribles asuntos fueran mucho, mucho peor.

Lily saltó de su taburete y rápidamente rodeó el mostrador, abriendo


su teléfono y poniéndolo en su oreja.

—¿Nate? —respondió ella.

—Nunca vuelvas colgarme la maldita llamada y a apagar los teléfonos.

Lily se detuvo en seco de su huida de Maxie cuando las furiosas


400 palabras de Nate llegaron a su oído, su rabia vibrando a través de su
cuerpo como una corriente letal.

Él era el que había salido con una ex novia. Él fue el que la humilló en
su propio sofá de la sala de estar o, más al punto suyo, ya que él lo había
comprado, pero aun así, estaba en su casa y ella no había hecho que se
deshicieran del antiguo. Él era el que estaba fumando cigarrillos a
escondidas en el jardín a medianoche. Él era el que no estaba hablando
con ella. Él era el que estaba destrozándole el corazón en pedazos.

Lily no pudo aguantar más, se rompió.

—¡Cómo te atreves! —gritó en el teléfono.

—Tienes a mi hija en esa casa y si algo pasara, yo no podría


comunicarme. Me la ocultaste por siete años, Lily. Nunca juegues ese
maldito juego de nuevo.

El cuerpo de Lily se volvió sólido como una roca y ella contraatacó:


—No puedo creer que me hayas dicho eso.

Él la ignoró.

—Estaré en casa esta noche.

—Ni te molestes —respondió Lily mordazmente.

—Estaré en casa esta noche —repitió, entonces él le colgó a ella.

Lily se quedó parada con el teléfono en la oreja, la ira, la humillación


y el dolor atravesándola tan fuertemente, que le tomó un largo momento
antes de darse cuenta de que Maxine estaba de pie justo frente a ella.

Cuando los ojos de Lily se centraron en ella, Maxine ya no lucía


enojada y decidida a llegar al fondo del asunto, Maxine lucía asustada.

—¿Qué acaba de suceder, cariñito? —preguntó, su voz suave, dulce,


persuasiva.

Ante el tono de su amiga, la lucha se escapó de Lily y su visión se


disolvió cuando las lágrimas inundaron sus ojos. Los brazos de Maxine la
rodearon, abrazándola con fuerza.

—No sé —susurró—. No sé. —Entonces lo repitió una y otra vez.

401 —Calma, cariñito. Calma —murmuró Maxine y le acarició el cabello.

Cuando Lily se recompuso, Maxine le dio un pañuelo lila con bordes


de encaje para secarse los ojos y dejó estar el asunto, pero la mirada
asustada nunca abandonó su rostro.

Para el momento en que Lily llegó a casa, aterrorizada de que Nate ya


estuviera allí, su mentira sobre el dolor de cabeza se había hecho realidad.
No era una migraña pero estaba cerca.

Fazire, ella notó de inmediato, estaba envalentonándose y listo para


estallar pero le echó una mirada y, como había hecho en innumerables
ocasiones, la condujo a su habitación. Le consiguió una bebida fría,
algunas pastillas, le preparó un baño y luego mantuvo a Natasha ocupada
para que no extrañara a su madre mientras Lily luchaba contra el dolor.

Lily tomó los analgésicos, tomó su baño, cerró las cortinas y se fue a
la cama con una toallita fría en la frente, luchando contra el dolor de
cabeza hasta que el medicamento funcionara y finalmente encontrara el
sueño.

—¿Lily? —Fue la voz de Nate, suave, inquisitiva y por un momento


ella pensó que estaba soñando.

Entonces abrió los ojos y vio su musculoso muslo en la cama. Por


supuesto Nate se dio cuenta de inmediato que estaba despierta, a pesar de
que había cerrado sus ojos casi tan rápidamente como los había abierto.

—Fazire dice que tienes un dolor de cabeza. —La voz de Nate era tan
suave, estaba hablando de una manera que parecía como si pensara que
sus palabras estaban vivas y podrían causarle daño.

—Estoy bien. —Lily mantuvo los ojos cerrados y su voz neutral.

—¿Es una migraña? —preguntó Nate y ella sintió sus dedos metiendo
su cabello detrás de su oreja.

Lily cerró los ojos con fuerza ante su toque dulce, suave y familiar, y
el dolor se disparó de nuevo en su sien por lo que se vio obligada a
preparar su cuerpo para relajarse.

Ella no podía seguirle al ritmo y no tenía la fuerza para intentarlo.


Sospechaba que a pesar de que había perdido interés en ella, no quería
que el cerebro de la madre de su hija estallara.
402
—Estoy bien, Nate. No es una migraña. —Llevó la mano hasta la
toallita, la arrojó a un lado y se volteó de modo que quedara de espaldas a
él, todo esto lo hizo sin mirarlo—. Ve con Tash. Ella te extraña.

—¿Puedo ofrecerte algo? —No había sido disuadido por el hecho de


que le diera la espalda, ahora estaba acariciándola desde el cuello hasta la
cintura, apartando las cobijas del camino para hacerlo. Quería moverse
hacia su mano, lo quería tanto que podía saborearlo en su boca, sentirlo
en cada poro de su piel. En su lugar, se fortaleció en contra de ello.

—No. Como dije, estoy bien.

—Lily…

—Vete, Nate. —Quería sonar exasperada, pero en lugar de eso, sonó


como algo más e incluso a sus propios oídos, estaba bastante segura de
que sonaba derrotada.

Él no se fue y tampoco dijo nada más. Lo que hizo fue moverse en la


cama para poder sentarse y acariciar su espalda. Ella mantuvo el cuerpo
tenso. Sintiendo las lágrimas en su garganta, se las tragó. No era rival
para su atención —este era Nate— y poco a poco, su cuerpo se relajó, y
por último, se volvió a quedar dormida.

Cuando se despertó de nuevo, era medianoche. El frente de Nate


estaba presionado a su espalda, su brazo estaba envuelto apretadamente
alrededor de ella y él había enterrado el rostro en su cabello.

Lily se quedó allí un segundo, permitiéndose a sí misma, por última


vez, fingir.

Entonces se apartó, se levantó y salió de la habitación en silencio.


Después de perderse la cena, encontró que tenía hambre y se preparó un
sándwich. Luego se dirigió a la sala de estar, encendió el televisor y comió.
Sin embargo, no vio la televisión. Su mente estaba en otras cosas. Estaba
en su hermosa casa, sus hermosos electrodomésticos y muebles, su
hermoso auto nuevo, su cuenta bancaria llena con más dinero del que
alguna vez podría gastar.

Nate había hecho un excelente trabajo. Podría vivir sin él y, al


hacerlo, darle a su hija una hermosa casa, llevarla por ahí en un costoso
auto y asegurarse de que tuviera todo lo que su pequeño corazón deseara.

403 Él no había estado enojado de que, al ella apagar los teléfonos, no


pudiera comunicarse con ella si algo hubiese sucedido.

Todo había sido por Tash, se dio cuenta, el dolor y la amargura


ardiendo a través de ella.

Todo ello.

De hecho, no le sorprendería que él le hubiese dicho a Danielle que le


dijera que había muerto hace tantos años, cansado de la ingenua y
empalagosa chica de granja y listo para despedirla. Ella probablemente
había sido una diversión interesante, una virgen inexperta. A los hombres
les gustaba eso. Pero una vez que había conseguido lo que quería, la parte
interesante obviamente dejó de serlo.

Pero al enterarse de que tenía una hija y también enterarse de que


Lily iba a dar batalla, una batalla en la que sería difícil para él ganar —
teniendo en cuenta lo que ahora estaba convencida era su
comportamiento, sus mentiras, su engaño, igual que su hermano y su
hermana—, se dedicó a ganar de otra manera.

Y disfrutó del botín de la victoria mientras tanto.

Pero cuando le había dicho que lo amaba, eso era algo que no
necesitaba, que no quería e inmediatamente y sin piedad, se deshizo de
ella.

Ahora que conocía su lugar, ahora que él había dejado


descaradamente claro con esa debacle en la misma sala en la que estaba
recostada en ese momento, él sabía que la tenía donde quería. La había
abrazado en la noche, había tomado todo de ella cuando quiso y la había
dejado cuando no lo hizo.

Ella seguía siendo nada más que una ingenua muchacha de granja de
Indiana y no para gente como él, excepto por el tedioso hecho que ella era
la madre de su hija.

Comprender esto lo hacía más fácil, se dijo (pero realmente ella


misma no se lo creía). Sabía dónde estaba parada. Sabía por qué él no le
daba lo que necesitaba, por qué no le daba nada de sí mismo.

Porque no era suyo para tener.

Tal vez, esperaba, un día él se lo daría a Tash.


404
Con este pensamiento, se quedó dormida en el sofá sólo para ser
despertada en lo que parecieron minutos después, porque estaba siendo
levantada en el aire.

Automáticamente, sus manos se movieron alrededor de los hombros


de Nate.

—¿Qué…? —empezó ella, notando vagamente que él había apagado la


televisión y la luz.

—Tú duermes conmigo. —La voz de Nate era dura de nuevo, ida ahora
la suavidad que le había mostrado cuando tenía el dolor de cabeza.

—No creo… —comenzó ella de nuevo mientras él desocupaba la sala y


se dirigía a las escaleras. Trató de empujarse fuera de sus brazos, pero se
apretaron como bandas de acero.

—Tú duermes conmigo —repitió, otra vez bruscamente y en un tono


que no aceptaba negación.
—Bájame —exigió Lily y él lo hizo, en el rellano de la planta baja, pero
le tomó la mano y la llevó a rastras por los siguientes dos tramos de
escaleras. A medida que se acercaban a las habitaciones de Fazire y Tash,
Lily no hizo ni pío y no se apartó.

Una vez en su habitación, él cerró la puerta y la arrastró directamente


a la cama donde los hizo detenerse.

—No entiendo por qué… —Lily se volteó hacia él, pero la interrumpió
de nuevo.

—¿Qué pensaría Tash si te viera durmiendo en el sofá? —espetó Nate.

Sintió como si le hubiese dado un puñetazo en el estómago y al


mismo tiempo, su corazón se hizo añicos.

—Por supuesto —murmuró ella—, Tash.

Todo era por Tash. Rememorando los últimos dos meses, supo que
todo lo que él hacía era por Tash. Una madre y un padre, viviendo juntos,
por Tash.

Ella tomó su decisión. Sorprendentemente esta vez no fue difícil.

Tiró de su mano de la de él y se subió a la cama en su lado donde él


405 los había detenido, haciendo su camino hacia su propio lado y
acomodándose, su espalda hacia él.

Él se unió a ella en la cama, colocó las mantas sobre ellos y la rodeó


por la cintura, arrastrándola a través de la cama y hacia la calidez de su
cuerpo.

Ella trató de zafarse pero en su oído, él siseó:

—Quédate quieta.

—A Tash no le importa cómo durmamos, Nate —gritó Lily de vuelta,


su tono amargo. Dio un tremendo jalón y se escabulló. Luego esperó,
tensa, que él la jalara de vuelta.

No lo hizo.

Ella no se durmió pero escuchó —pensó, pero no estuvo en lo


correcto— cuando él lo hizo. Luego, horas después, cuando era el
momento, ella se levantó, tomó su ropa, su maquillaje y todo lo que
necesitaba y se encerró en el baño y no salió hasta que estuvo lista para
enfrentar el día y para enfrentar a Nate.

Cuando abrió la puerta del baño, era Nate quien se estaba paseando.
Vestía un pantalón de pijama azul oscuro, lo que había estado vistiendo la
noche anterior cuando la había arrastrado a la cama y pasaba una mano a
través de su cabello.

Ante la abertura de la puerta, se detuvo y se deslizó hacia ella. Su


mano no cayó sino que se quedó en su nuca y la miró. No como si fuera un
bicho bajo su escrutinio, ni en blanco, ni indiferente, pero ella no podía
decir qué leía en su rostro y ya no le importaba. Trató que no le importara
cuán hermoso era, de pie ahí con su torso musculoso, estómago apretado,
cabello oscuro, ojos oscuros e intensos y cuerpo poderoso, pero no pudo.
Tal vez, pensó distraídamente, con práctica sería capaz de hacerlo. Algún
día.

Sus ojos la miraron de arriba a abajo y luego se quedaron en los de


ella y se miraron el uno al otro por lo que parecieron horas pero que
probablemente fueron minutos.

Finalmente, dejó caer su brazo.

—Tenemos que hablar —le dijo a ella.


406
Ella sacudió su cabeza y caminó dentro de la habitación, dejando sus
cosméticos sobre el tocador, luego se giró hacia él.

—El tiempo para hablar se terminó —contestó ella, sintiendo


extrañamente que a pesar de que habían sido solo algunos días desde que
le habría rogado que hablara con ella, le rogó que hablara con ella, se
sentía como una eternidad. Caminó hacia la puerta pero él la detuvo con
una mano sobre su brazo, sus dedos cerrándose alrededor de este
dolorosamente mientras la giraba para enfrentarlo.

—Vas a escucharme —le exigió.

Ella tiró de su brazo y cuando se movió para volver a agarrarla, ella


cortó con una voz horrible, una voz que nunca había escuchado pasar sus
labios en su vida.

—No me toques.

Ante su tono, Nate se quedó completamente quieto.


Lily continuó, hablando en esa voz.

—Me voy a casar contigo mañana como quieres, por Tash. Dormiré en
la misma cama contigo y fingiremos que somos una familia amigable.
Puedes irte a Londres y hacer lo que necesites hacer con las mujeres que
necesites ahí y yo… —titubeó, sin saber qué decir, luego se tranquilizó y le
dijo honestamente—. Hazlo sin mí.

—Lily… —interrumpió pero ella siguió.

—Lo he hecho antes, lo haré de nuevo. Estará bien. Todo estará bien
y Tash nunca lo sabrá.

—Escúchame…

—¡Nunca lo sabrá! —dijo Lily fervientemente pero su voz baja que ni


Tash ni Fazire la escucharían—. Nadie lo sabrá alguna vez —dijo como si
estuviera tratando de convencerse a sí misma.

Luego, sintiendo que había hecho su punto, se giró y tenía su mano


sobre el picaporte de la puerta, sintiendo el escape, pero fue frustrada
cuando la giró de vuelta, sus brazos cerrándose alrededor de ella
apretadamente, trayéndola contra su cuerpo y para su sorpresa, su rostro
fue hacia el cabello al lado de su cuello.

407 —Lily, quiero decirte sobre…

Su cuerpo se puso rígido como una tabla.

—Quita tus manos de mí —dijo ella.

Él quito sus brazos de alrededor de ella pero su esperanza que hiciera


lo que le pidió fue arruinada cuando inmediatamente enmarcó su rostro
con sus manos.

—Necesitas escucharme. Necesitas saber quién soy antes de que te


cases conmigo mañana. Necesitas saber así puedes tomar la decisión
correcta y la que sea que sea, yo…

—Sé quién eres, Nate. Me lo mostraste el lunes en la noche,


¿recuerdas?

Él cerró sus ojos pero no antes (ella lo podía jurar) que viera ese
familiar dolor deslizarse a través de ellos. Él dejó caer su frente en la de
ella luego los abrió de nuevo y admitió, su voz severa pero no con enojo,
con emoción:

—Trataba de alejarte. Pensé que era lo correcto por hacer pero cuando
escuchaste a Georgia, tu voz, Cristo, Lily, tu voz. No puedo sacarla de mi
cabeza. Estaba fuera con sus padres, han sido amigos de la familia por
años. No se suponía que ella estuviera ahí.

Lily sacudió su cabeza y trató de liberarse de sus manos. Esto no


funcionó así que se mantuvo firme y lo miró, ahora eran sus escudos los
que eran impenetrables o al menos, se dijo eso, limpiaría estas heridas en
particular más tarde.

—Lily, mi madre era… —comenzó él.

—¡Basta! —gritó, y con un esfuerzo sobrehumano sacó la cara de sus


manos y dio un paso atrás. Ya no le importaba quién se encontraba en la
casa. Tenía que salir de allí. Tenía que salir de allí y alejarse de Nate tan
pronto como pudiera. Nunca pensó que se sentiría como si necesitara
estar lejos de Nate, pero en ese momento lo necesitaba más que al aliento.

—Ya no me importa, Nate —mintió, importándole más que nada, pero


muy buena en mentir con toda la práctica que había tenido recientemente.

Sus ojos se estrecharon. Por supuesto, él veía a través de ella y ella


sabía que él no le creía, pero mantuvo su distancia, y aunque la distancia
408
entre ellos no era mucha, estaba agradecida por ello.

—El momento para decirme era hace ocho años —le informó—. Ya no
me importa. Lo entiendo, Nate. Lo entiendo. Yo sólo soy la llana, tonta
chica de campo que se enamoró de quien ella pensaba que era su héroe
romántico. —En ese momento, Lily río, el resentimiento ácido en el sonido
causando que las facciones controladas de Nate hicieran una mueca de
dolor y él se acercara a ella de nuevo, pero ella rápidamente retrocedió,
levantando la mano para mantenerlo a raya. Sus ojos cayeron a su mano y
se detuvo.

Abrió la boca para hablar, pero Lily llegó primero.

—Fui tan estúpida como para pensar que me desearías. —Gesticuló


entre ellos—. Estúpida, estúpida, estúpida. Tú, el apuesto y brillante, rico
e imposiblemente apuesto héroe, queriendo a una tonta como la yo de
antes. La Lily Jacobs don nadie. Gorda, estúpida, fea Lily Jacobs. —Ella se
tragó su risa esta vez con las lágrimas obstruyéndole la garganta, ya sin
saber siquiera lo que estaba diciendo, sus ojos brillando con lágrimas que
ella se negaba a soltar y por lo tanto perdiéndose la mirada atónita de Nate
de incredulidad y continuando—: Quien eres ahora es el padre de mi hija.
Eso es todo. Fin. Tienes que seguir fingiendo y encontrar un lugar donde
quedarte esta noche y llevarte a Tash y Fazire contigo. Así no tendrás que
verme antes de la boda. Mala suerte. —Se río de nuevo, por completo sin
humor. Luego terminó con—: Te veré mañana. —Y dijo esto con finalidad,
esta vez su tono no admitía respuesta.

Le dio la espalda, abrió la puerta y huyó tan rápido como sus pies la
llevaron (que no se veía muy rápido, con fines de fomentar la confianza,
porque ella se había puesto un par de sandalias de fantasía rosa fuerte, de
tiras y con tacón alto con una gran flor en el dedo del pie y para ir a juego,
un vestido de verano al cuerpo rosa intenso).

Nate no la siguió.

Era su turno de dejarle una nota a Tash, diciendo que tenía que ir a
trabajar temprano.

Luego subió a su sofisticado Mercedes nuevo y se fue. No fue a


trabajar, no hasta que ya era hora, simplemente condujo. Dejando su
mente en blanco e instalando una armadura alrededor de su corazón ya
congelado.
409

Ahora estaba de vuelta en casa, esperando a que Nate viniera a


recoger a Tash y Fazire. Armándose de valor para pasar una noche alegre
con Laura y Maxie, celebrando su última noche de libertad antes del gran
día. Habían planeado champán y una orgía de comida y Maxine habían
traído CDs con los que más tarde bailarían borrachas como Lily y Maxine
ya a menudo habían hecho con Fazire en el pasado.

Lily estaba muy lejos de las celebraciones con champagne y el baile,


no era divertido.

De hecho, no estaba segura de que jamás fuera a reír de nuevo.

La puerta se abrió y Fazire se estrelló con su fiesta aún no iniciada.

—Niña-Lily, tengo que hablar contigo ahora —ordenó grandiosamente.


Los ojos de Lily fueron a la ventana y vio a Nate salir de su Aston
Martin. Inmediatamente entendió la imperiosa y poco asustada demanda
de Fazire.

Sintió la emoción familiar correr a través de ella al ver a Nate moverse


con gracia hacia la casa pero la aplastó y miró de nuevo a Fazire.

—Ahora no, Fazire, estamos en medio de una despedida de soltera. —


Eso, también, era una mentira.

Fazire miró a Lily, a Laura, a Maxine, al champagne que residía en su


cubo de hielo sin abrir, las copas sin llenar alrededor de él. Entonces sus
ojos volvieron a Lily.

—No seré negado. Mi habitación. Ahora. —Luego se precipitó fuera de


allí y ella sabía que tenía ganas de flotar, por lo que muy dentro se sintió
un poco mal por él.

Lily se levantó y lo siguió a la puerta, la cerró y giró hacia Maxine y


Laura.

Maxine conocía las consecuencias de desobedecer a Fazire y su boca


se abrió de horror. Laura, que no sabía, seguía viéndose un poco asustada.

—Cariño, deberías ir con él —urgió Maxie.


410
—No —respondió Lily.

Maxine y Laura se miraron entre sí otra vez.

—Paaaaapi. —Escucharon el alegre grito de Tash en el pasillo.

Lily se fue directo al champagne e inició los preparativos para abrirlo,


decidiendo que emborracharse, muy borracha y rápido, era posiblemente
el mejor camino para solucionar esta crisis.

Una vez más, Maxine y Laura miraron horrorizadas como Lily ignoró
la inminente llegada de su esposo, aparentemente amado más allá de la
razón, a la hermosa residencia que él le había proporcionado, haciendo el
trabajo de cinco años en dos meses a un mejor ritmo del que Lily, por
mucho, podría haber gestionado o permitido.

—No vas a, emm… —dijo Laura indecisamente—, ¿saludar a


Nathaniel?
—Él sabe dónde encontrarme —manifestó Lily con profunda y falsa
indiferencia y luego descorchó la botella justo cuando la puerta se abrió
abruptamente de nuevo.

—Yuupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —gritó Natasha y corrió a través de la


habitación—. ¿Puedo tomar un poco de champagne, mami? ¡Por favor, por
favor, por favor!

Nate entró a la habitación detrás de su hija y Lily también lo ignoró.

La señora Gunderson entró tranquilamente saltando al lado de


Maxine e instalándose para el show.

—Pregúntale a tu padre, muñequita, es posible que él tenga algo


especial planeado para esta noche. —Finalmente los ojos de Lily se
encontraron con los de Nate—. Y a él no le gustaría que se retrasaran —
terminó ella con disimulado malestar, lo que significaba que esperaba que
Nate llegara y se fuera rápidamente.

Las cabezas de Laura y Maxine voltearon a mirar a Nate mientras la


señora Gunderson, se retorcía expectante al show. Él estaba de pie en su
caro traje gris oscuro de magnifico corte luciendo imposiblemente,
insoportablemente apuesto.

Tash corrió hacia él arrojando sus brazos alrededor de su cadera,


411
recostando la mitad de su cuerpo hacia atrás y gritó.

—¿Puedo, papi? ¡Por favor, por favor, por favor!

Lily observó mientras la mano de Nate se posaba sobre la coronilla de


la cabeza de su hija y entonces la deslizó para acariciar suavemente su
mejilla, todo el tiempo la observaba con una suave expresión en su rostro.
Ella se endureció, también, contra el cálido rubor que la hizo sentir lo que
veía.

Ella no lo había visto desde que huyó de su sermón esta mañana.


Tampoco lo había escuchado y no le importó. Esto, también, era una
mentira, en ese momento ella estaba mintiéndose a sí misma y no le
importaba nada (eso, también, era una mentira).

La cabeza de él se levantó y sus ojos se fijaron en los de Lily,


inmovilizándola en el suelo, para ser más precisos.

—Por supuesto puedes tomar un poco de champagne —le dijo a Tash


y Lily notó la intensidad de sus ojos pero también que ellos eran
imposibles de leer. Todo lo que vio fue que ellos no estaban vacíos o
indiferentes pero sí ardiendo.

Laura y Maxine —y la señora Gunderson— giraron sus miradas de


vuelta a Lily.

—¡Por supuesto! —exclamó Lily, demasiado alto—. Todos nosotros


tomaremos champagne. Qué esplendida idea, Nate. Tú de todas las
personas sabes que tenemos mucho que celebrar —terminó ella
maliciosamente y la fealdad se sentía extraña sobre su lengua.

Laura, Maxine y Gunny voltearon su mirada de nuevo a Nate pero


antes de que él respondiera, Fazire entró como una tormenta. Él le dio una
mirada rápida a Nate, dándole un asentimiento con la cabeza y luego miró
de nuevo a Lily.

—Pensé que te dije que íbamos a hablar en mi cuarto —espetó él.

—Fazire, justo a tiempo —dijo Lily, aplaudiendo con fingido deleite—,


estamos bebiendo champagne antes de que tú, Nate y Tash se vayan para
Bath. Es una idea de Nate. ¿Él no es la bomba?

Fazire miró con ojos entreabiertos a Lily y Tash reía, su hija fallando
en leer el sarcasmo de su madre aunque ciertamente los otros no. La
412
mirada de Fazire fue también de regreso hacia Nate.

Lily ignoró a todos y extendió su mano hacia su hija.

—Vamos, Tash. Traigamos vasos extra.

Tash revotó hacia ella y su pequeña mano se cerró alrededor de la de


Lily y por primera vez en el día. Lily sintió una pizca de consuelo.

No importa lo que su vida le haya traído, no importa los nuevos


horrores, ella siempre tendría a Tash y ahora Tash tendría todo; una
familia, abuelos, un hogar estable —de cierta forma— que era lujoso y
elegante, con fondos financieros confiables, clases de equitación.

Todo.

Si, Lily decidió que viviría por eso.

Y con ese pensamiento, su rostro se hizo más suave y ella le dio a su


hija una genuina e inestable sonrisa y estaba tan envuelta en su miseria
que no tuvo absolutamente ninguna idea del efecto que tenía en la
habitación, particularmente a uno de sus habitantes, el imposiblemente
apuesto.

—Solo un sorbo, mi bebita —le advirtió mientras ella y su hija


dejaban la habitación.

—Está bien. —Tash estaba entusiasmada de tener el decadente


premio y era suficientemente inteligente como para no presionar.

Se encontraron con Victor en su camino a la cocina, que estaba


subiendo del estudio. La mirada que le dio a Lily fue amable y muy, muy
preocupada.

—Vamos a tomar champagne en la sala de estar antes de que todos se


vayan a Bath —anunció Lily alegremente mientras caminaba directamente
hacia él.

—Lily, ¿podemos tener un momento a solas?

—Nop. Champagne y luego se van. No hay mucho tiempo para charlas


—respondió Lily con una deslumbrante y falsa sonrisa arrojada sobre su
hombro.

Luego ella prácticamente escapó a la cocina y trató de pretender que


413 no había visto el rostro preocupado de Victor.

Tomaron champagne y Lily sintió intensamente, aunque agradecida


pues Tash pareció no notarlo, la tensión en la habitación. Todos brindaban
por el futuro de Lily y Nate. Todos ellos trataron de estar felices. Luego de
que el champagne fue bebido, Nate y Victor cargaron los autos, Tash iba
en el Aston Martin y Fazire en el Jaguar de Victor.

Lily se fue detrás de Nate y Tash. Le dio a su hija un abrazo y un beso


poniéndola en el interior del vehículo. Cerrando la puerta diciéndole adiós
lanzándole un beso, giró y casi se chocó con Nate. Antes de que ella
supiera lo que él haría, su brazo estaba alrededor de ella, dio un paso
hacia atrás, arrastrándola con él, un paso, dos, tres antes de que ellos se
alejaran del auto pero aun a la vista de todos y todos viéndolos. Entonces
su otro brazo fue alrededor de ella, los acomodó de tal forma que estaban
dándoles la espalda a la audiencia y Lily estaba protegida, protegida de
todos menos de Tash.

Entonces la besó.
Fue un beso real, no falso, no fingido, no demandante ni codicioso, un
beso real de Nate que la dejó sin aliento.

Cuando él levantó su cabeza, sus ojos atravesaron los de ella, su


intensidad arraigándola en su sitio.

—¿Estarás allí mañana? —Era una pregunta.

—Por supuesto —respondió automáticamente.

—Sin importar nada, ¿estarás allí mañana?

Ella seguía tratando de recuperarse del beso pero supo que podría
haber escuchado miedo en su voz. Esto, se dijo ella, tenía que ser el
champagne aunque solo se haya tomado un vaso. No tenía idea a donde
iba él con esto. Los cambios de humor de él eran suficientes para
marearla, si su beso no había hecho eso ya.

—Sí, Nate —replicó ella, cavando profundamente y encontrando su


armadura, la armó, lo hizo con un propósito y con seria determinación—.
Nunca decepcionaría a mi hija.

Los ojos de él llamearon pero en lugar de dejarla ir, volviéndose


enojado o hablarle, él la besó de nuevo. Esta vez un real, real beso de Nate,
con la boca abierta marcándola, un beso como el que nunca le había dado
414 enfrente de Tash, mucho menos cuando su hija estaba solo a un metro de
distancia y probablemente observando ávidamente.

—Lily… —empezó él pero se detuvo.

Ella parpadeó hacia él, la recuperación del último beso tomándole un


poco más de tiempo.

—¿Qué? —susurró ella cuando él no continuó.

—Mañana nosotros empezaremos… —dijo él y Lily lo miró fijamente,


sin saber, a que se refería, luego terminó—: de nuevo.

Con esto, la dejó ir. Ella casi se tambaleó al perder su fuerte agarre
pero se enderezó. Giró y lo observó subir al auto y lo despidió aturdida con
la mano mientras se llevaba a su hija lejos, Victor y el ceñudo de Fazire los
siguieron.

Maxine y Laura llegaron por el otro lado de ella.


—Lily, pienso que es tiempo que yo… —dijo Laura.

—¡Fiesta! ¡Es hora de la fiesta! —gritó Lily y entonces, sin importarle


qué pensaran, corrió al interior de la casa.

415
25
Nate

T
enían habitaciones en el Hotel Royal Crescent en Bath.

Nate los había llevado a cenar y luego caminó junto a


su exuberante y emocionada hija por la opulenta ciudad
georgiana con un tranquilo Fazire y Victor siguiéndolos.
De vuelta en sus habitaciones, Nate dejó que Tash leyera
para él antes de que se fuera a dormir en una de las dos habitaciones en
su suite. Esto no fue una tarea fácil, teniendo en cuenta su previsión para
las festividades del día siguiente.

A través de todo esto, había mantenido un estricto control sobre sus


pensamientos y se puso al día con Fazire, quien sabía estaba apenas
416
conteniendo su deseo de hacer alguna gran declaración, y su padre, quien
también estaba apenas conteniendo su deseo de tener una charla sincera
con su hijo.

Nate se deslizaba sobre el puro miedo impulsado por la adrenalina.

No había sentido miedo desde que era un niño. Pero recordó lo que
sentía, aunque el temor a una paliza de uno de los amantes drogadictos de
su madre nada tenía que ver con el miedo desgarrador que tenía por
perder a Lily.

De nuevo.

Su demente, equivocada y absurda decisión a demostrarle quién era


en su manera única, obscena, para mantenerla resguardada en contra de
su propio corazón amoroso, había sido el error más extraordinario que
había cometido en su vida.

Y recordaba cada uno que alguna vez había hecho.


Vívidamente.

Y pensaba que el último, el no seguir a Lily a Indiana cuando su


vecina le había dicho que había ido a casa, era bastante malo.

Éste había sido peor. Esta vez no tenía a Danielle ni a Jeffrey para
culpar. Esta vez le había hecho daño por su cuenta.

El vaso de vodka que sostenía se rompió en su mano, sintió los


fragmentos rasgar a través de su carne y observó, distante, mientras la
sangre se formaba y goteaba mezclada con el vodka a la alfombra.

A medida que observaba, desinteresado, como sangraba vino un golpe


en la puerta. Este fue un fuerte golpe, pero fue rápidamente seguido por
uno dominante o, más acertadamente descrito, una sucesión de golpes
prepotentes.

Su padre y Fazire.

Nate sacó su pañuelo y lo envolvió alrededor de su mano. Haciendo


caso omiso del vaso, el vodka y la sangre en el suelo, fue a abrir la puerta.
Ambos hombres estaban afuera. El rostro de Victor lucía severo. El de
Fazire, notó Nate de manera distraída, era el mismo. Fazire también
sostenía un álbum de fotos.

417 —Tenemos que hablar —anunció Victor.

Sin dudarlo, Nate asintió y se hizo a un lado. Fazire y Victor se


miraron sorprendidos, pensando claramente que encontrarían alguna
resistencia.

Nate estaba más allá de la resistencia, no tenía la energía para ello.


Los dejó en la puerta, se dirigió a la sala de estar y se sentó en un sofá.

—¿Qué le has hecho a tu mano? —preguntó Victor alarmado y Nate


vio como su padre se contuvo de correr hacia delante.

—Vaso roto. —Nate hizo un gesto con calma al vidrio en el suelo y no


explicó más. No necesitaba hacerlo.

Tanto Fazire como Victor observaron los cristales y luego se miraron


entre sí una vez más. Victor cerró la puerta; avanzaron al unísono y se
sentaron frente a él.

—¿Está todo bien entre Lily y tú? —preguntó Victor y ante su


pregunta, Nate echó atrás la cabeza y rió. Era muy parecida a la risa de
Lily esa mañana, más fuerte, pero igual de triste y amarga.

Cuando terminó, disparó su oscura mirada a su padre y vio que


Victor se había puesto pálido.

—No —respondió con sinceridad.

—No lo creía —murmuró Victor, mostrando, para sorpresa de Nate,


que no sabía qué hacer a continuación.

Fazire no fue tan incierto. El amigo extravagante de Lily dejó de golpe


un álbum de fotos en la mesa entre ellos.

—Es tiempo —anunció.

—Fazire… —intervino Victor.

La mirada de Fazire giró con altivez a su compatriota.

—Es tiempo —insistió Fazire.

Victor se echó hacia atrás y miró a Nate.

—Hijo, prepárate —le advirtió en un tono grave.

Nada, pensó Nate, podía penetrar el temor de lo que mañana traería,


418
ni siquiera Fazire.

Pero una vez más, Nate se equivocó.

Fazire empezó a hablar y Nate volvió sus ojos al hombre extravagante.

—Hace muchos años, un hombre compró mi botella…

—¿Tu botella? —interrumpió Nate.

La mano de Fazire se alzó.

—No me interrumpas, Nathaniel.

Nate miró a Victor y entonces se encogió de hombros. Lo mejor era


terminar con esto para que así pudiera servirse otra copa, y luego otra, y
luego otra hasta que se emborrachara lo suficiente para dormir y para que
así pudiera tener suficiente resaca para mañana, cuando Lily volviera en
sí, y él tuviera algo más para pensar cuando ella lo dejara en el altar
proverbial.
—Como estaba diciendo —continuó Fazire—, un hombre compró mi
botella y la envió a una mujer, su esposa. Ella vivía en Indiana y se
convirtió en mi amiga. Su nombre era Sarah…

Después, durante media hora, Fazire habló. Le contó a Nate que él


era un genio. Le dijo a Nate sobre los padres de Lily, Becky y Will. Le dijo a
Nate sobre los juegos de béisbol y estar acostado en tubos inflables
flotando en los días calurosos de verano lejos en un estanque. Le contó a
Nate que en realidad él había creado a Lily. Entonces había abierto el
álbum de fotos y mostró a Nate lo que Fazire llamó su “mayor error”.

La mirada un tanto alarmada de Nate volvió a las fotos de Lily, fotos


que nunca, a simple vista, reconocería eran Lily si no hubiera mirado de
cerca lo suficiente para ver sus extraordinarios ojos azules, o, en algunas
de las fotos, su sonrisa peculiar.

Aturdido por las fotos de la gordita y sencilla —pero no del todo poco
atractiva, no con esos ojos o esa sonrisa— chica que era su Lily, Nate
escuchó más sin interrupción a Fazire contándole sobre la obsesión de Lily
por las novelas románticas. Acerca de los niños siendo cruel con ella en la
escuela —esto, Nate no tuvo problemas para creer, a pesar de que todo lo
demás que Fazire decía tenía que ser los desvaríos de un lunático—, del
chico por el que tenía un flechazo insultándola y rompiendo su corazón de
catorce años de edad.
419
Entonces Fazire dijo a Nate de su deseo, su deseo por él, su deseo por
un héroe romántico que la amaría más que a nada en la tierra y pensaría
que era hermosa.

Cuando terminó de hablar, Nate lo miraba fijamente.

—Estás loco —susurró Nate, preguntándose si tal vez debería llamar a


un médico, ahora.

Fazire miró a Victor y éste asintió.

Entonces Fazire chasqueó los dedos y Nate oyó un tintineo de cristal.


Su mirada volvió a los fragmentos rotos en el suelo y los vio saltar
alrededor para luego, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecer junto con
las manchas de sangre y vodka.

Poco a poco, Nate se puso de pie.

—¿Qué demonios? —murmuró.


—Soy un genio —anunció Fazire.

La mirada de Nate giró hacia Fazire y se estrechó.

—Has estado cuidando a mi hija —declaró Nate con una voz tan
controlada, que tenía un borde letal.

—No le haría daño a Tash. He creado a su madre, por el amor de Dios


—bramó Fazire pero Nate no iba a seguir con esto.

Había tenido suficiente de este extraño hombre y no iba a continuar


con algún mago extraño afirmando ser un genio viviendo con Lily y Tash.
Sabía por Lily al mencionar en varias ocasiones su “deseo” de que Fazire
también la hubiera convencido, de que él era un genio.

Nate lo miró enfurecido.

—Vete —exigió, sabiendo en ese momento que si Fazire no se iba,


Nate lo expulsaría de su vida y de su familia—, ahora mismo.

Fazire chasqueó sus dedos otra vez y la habitación se llenó con una
voz, una voz que era dolorosamente familiar. La voz de Lily, pero joven, la
voz de una niña convirtiéndose en una mujer.

—Fazire, me gustaría encontrar a un hombre como los de mis libros.


420 Tiene que ser igual que en uno de mis libros. Y tiene que amarme, más que a
nada en el mundo. Lo más importante de todo, tiene que pensar que soy
hermosa.

Nate se congeló ante las palabras sin cuerpo que parecieron danzar a
través del aire. No había grabadora ni altavoces, las palabras simplemente
colgaban en el aire, viniendo de la nada, de ningún lugar, pero estaban
alrededor de ellos.

—Tiene que ser alto, muy alto y moreno, de hombros anchos y caderas
estrechas.

Los dedos de Nate se cerraron en puños e ignoró el dolor de su mano


lesionada al oír las palabras que Lily le había dicho a él hace apenas unas
semanas, sonriendo, bromeando, diciéndole que era su héroe romántico de
“caderas estrechas” que podía “inclinarse bien”.

—Y tiene que ser apuesto, increíblemente apuesto, imposiblemente


apuesto con una fuerte mandíbula cuadrada y pómulos marcados, piel
bronceada y hermosos ojos con exuberantes pestañas gruesas. Tiene que
ser listo y adinerado, pero muy trabajador. Tiene que ser viril, feroz,
despiadado y rudo.

—Basta —exigió Nate en la palabra “rudo” y la dulce voz de Lily


diciendo la misma palabra con la que lo llamó semanas antes pero dicha
años antes, en un deseo.

La voz implacablemente continuó.

—Y tiene que ser duro y frío y quizás algo prohibido, un poquito malo
con un corazón roto que tendría que reparar o uno cubierto de hielo que
tendría que derretir o mejor aún, ¡ambos!

Nate cerró los ojos ante la esperanza de su voz, deseando también


poder parar sus oídos para no oír.

—Tendemos que pasar por algunas pruebas y tribulaciones. Algo que


ponga a prueba nuestro amor, que lo haga fuerte y digno. Y…y… él tiene
que ser atrevido y muy masculino. Poderoso. Que la gente le deba respeto,
tal vez que le teman. Debe tener gracia y ser ágil, como un… ¡como un gato!
O un león. O algo por el estilo. Y tiene que ser un buen amante. El mejor, uno
muy bueno, que casi pueda hacerme el amor con sólo usar sus ojos.

Ante eso, Nate abrió los ojos y se echó a reír, esta vez sin amargura.
421
Se dejó caer de nuevo en el sofá y escuchó a una joven Lily
describiendo su deseo más profundo, su más sincero deseo.

A él.

—¿Eso es todo? —Nate oyó a la voz de Fazire preguntar—. ¿Segura de


que quieres que este sea tu deseo? —Hubo un titubeo y entonces Fazire
continuó—. Muy bien.

La voz de Lily lo interrumpió.

—No te olvides de la parte de que tiene que amarme más que a nada
en la tierra.

Sus palabras y su tono ferviente atravesaron el estómago de Nate.

—¡Y! —Nate la oyó estallar con desesperación—. La parte de que


piense que soy hermosa.
—Lily, serás hermosa, ya lo eres. —Nate oyó la incorpórea voz de
Fazire tranquilizándola, sus ojos se dirigieron hacia el extraño hombre y
por primera vez lo miró con respeto descuidado.

—Sólo no olvides esas partes, son las más importantes —le recordó
Lily a su genio, su voz temblorosa y, Nate pensó, terrible e
inolvidablemente triste.

—No voy a olvidar nada de eso. —Nate oyó a Fazire prometer a su


amada chica de catorce años, una chica que había acompañado a través
de sus pruebas y tribulaciones, una chica de cuyo lado nunca se fue—.
Lily, querida, tus deseos son órdenes para mí.

A continuación la sala se llenó con el sonido de un chasquido y luego


se silenció.

Todos se quedaron sentados en un silencio atónito.

Víctor, aunque todavía estaba pálido, estaba sonriendo hacia Nate.

Los ojos de Nate se movieron hacia Fazire que, a este punto ya no


debería estar sorprendido pero lo estaba, lo vio flotando y llevando un traje
ridículo de colores turquesa y uva, incluyendo un fez y zapatos de dedos
en punta.

422 Fazire estaba mirando por encima de su nariz hacia Nate.

—Nathaniel, soy muy bueno en mis deseos y si no haces algo y pronto,


voy a perder el premio por el Deseo del Siglo —declaró.

—No estamos nada cerca del final del siglo, Fazire —explicó Víctor.

—El tiempo vuela cuando eres inmortal —replicó Fazire—. La


competencia se está calentando, ayer…

Nate no le dejó terminar. No había tiempo para procesar el hecho de


que Lily tenía su propio genio personal. Él solo miraba al hombre flotando,
con las piernas cruzadas, en el aire (algo, notó Nate, de lo que su padre no
parecía para nada sorprendido).

—Fazire —interrumpió Nate y cuando tuvo la atención de este,


simplemente dijo—, Tash.

Fazire asintió.
—Claro.

Entonces Nate agarró las llaves del auto y con largos pasos y sin
mirar hacia atrás, caminó hacia la puerta.

Nate abrió la puerta de entrada de la casa de Lily, su casa, su hogar.

Era tarde pero no lo suficiente para que la despedida de soltera


hubiera terminado, pero oyó, de pie en el vestíbulo de entrada, que no
había voces riendo, no había vasos tintineando, ni música y nada de
alegría.

Esto no le sorprendió.

Una semana antes él se había puesto la tarea de forzar a Lily a


desenamorarse de él así cuando ella se enterara de quién era él no fuera
destruida.

Ante el silencio de la casa y el reciente comportamiento de Lily se


preocupó de que, como de costumbre, lograra rápida y profundamente su
objetivo.

Abrió la puerta interior de cristal y se detuvo en seco.


423
Laura, que llevaba una bata de raso gris perla, su cara sin maquillaje,
el pelo recogido, estaba sentada en las escaleras esperándolo.

Madre e hijo mantuvieron la mirada durante un largo rato y luego


Laura se puso de pie y se acercó.

Ella levantó su mano hacia la mejilla de Nate y suavemente dijo:

—Sabía que vendrías.

Ante su tranquila seguridad que ella innatamente sabía que él iba a


hacer lo correcto, de que ella creía en él y Nate se dio cuenta que siempre
lo había hecho, los brazos de Nate la rodearon. Laura apoyó su mejilla
contra su pecho.

Finalmente ella inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo.

—Lily está arriba. Decidimos terminar la noche temprano.


Nate asintió y se retiró. Luego tomó el codo de su madre y la
acompañó hasta la puerta de la habitación de huéspedes donde la besó en
la mejilla y la observó entrar. Cuando cerró la puerta, se volvió con
determinación hacia su dormitorio y el de Lily.

La puerta estaba cerrada y cuando abrió, la habitación estaba a


oscuras, las cortinas corridas y pudo ver la forma de Lily durmiendo en la
cama. Se acercó a su lado y la miró, notando en la tenue luz que estaba
enroscada alrededor de su almohada, abrazándolo cerca de ella.

En silencio, se quitó la ropa, dejándolas caer al suelo y apartó las


sábanas. Se metió en la cama con cuidado y apartó la almohada,
colocándola detrás de su cabeza y situando su cuerpo en su lugar. Por
desgracia, antes de haber completado su tarea, ella se despertó.

—¿Nate? —murmuró con voz ronca por el sueño.

Su brazo la rodeó rápido y apretadamente contra su cuerpo y él la


acercó y encendió la luz.

Ella alzó su mano en su pecho y parpadeó hacia él mientras su otro


brazo se cerraba alrededor de ella, llevando su cuerpo sobre el de él, así
ella estaba acostada encima de él.

—¿Qué es esto? —preguntó, todavía parpadeando pero su rostro se


424
estaba despejando—. ¿Es Tash?

—Tash está bien —le aseguró Nate en voz baja.

Lily lo miró y entonces sus ojos cayeron hacia el reloj de la mesita de


noche, luego volvieron hacia él y él vio, en ese corto tiempo, que ella puso
sus escudos en alto. Ella lo miraba cautelosamente y trató de apartarlo.

Sus brazos la agarraron con más fuerza.

—¿Qué está pasando? —Lily preguntó.

—¿Sabías que… —empezó coloquialmente, después de haber


ensayado mentalmente sus palabras en el auto, haciendo esto con el fin de
alejar los pensamientos y recuerdos que habían estado desollando su
cerebro con saña durante la semana pasada—… hasta que Laura y Victor
me adoptaron, yo no sabía mi fecha de nacimiento?

El cuerpo de Lily se calmó y dejó de tratar de apartarse.


—¿Disculpa? —preguntó, su cara cambiando de molesta y vigilante a
confundida.

Confundida, pensó Nate, era bueno. Nate podía trabajar con


confundida.

Así que continuó.

—No sabía la fecha de mi nacimiento hasta que Laura y Víctor me


adoptaron y me la dijeron. Es el catorce de septiembre.

Su cabeza se sacudió ante esa noticia, pero se recuperó con rapidez y


se mordió el labio y luego lo soltó.

—¿Cómo podías… —sus ojos se desplazaron y él podía decir que ella


estaba tratando de decidir cómo responder. Curiosidad, él estaba contento
y esperando verla, aparecer. Confundida era bueno, curiosa era mucho,
mucho mejor. Ella continuó—: no saber tu cumpleaños?

—Mi madre nunca me lo dijo —respondió Nate con la mayor


naturalidad.

Los ojos de Lily se abrieron como platos por la sorpresa, la cautela y


la reserva desaparecidas. Lo miraba con incredulidad no disimulada.

425 —¿Por qué demonios tu madre no te lo diría? —Lily sostenía su


cuerpo inmóvil, tenso y él percibió que no estaba segura de cómo
reaccionar a su intercambio sin precedentes.

No le sorprendió. Él había estado comportándose erráticamente,


apartándola y acercándola, sosteniéndola con el brazo extendido y luego
exigiendo su atención, gritándole cuando le compró regalos, conteniéndose
con ella y luego, finalmente, brutalmente mostrando quién era.

O quien pensaba que era.

Y no hizo esto durante los últimos dos meses; lo hizo desde que se
conocieron.

—Nunca pregunté —respondió Nate sofocando sus pensamientos para


centrarse en la cuestión muy importante en la mano—. Probablemente no
lo recordaba considerando que la mayoría de las veces estaba borracha y
cuando no lo estaba, estaba drogada o, más a menudo, los dos.

Vio como cerró y abrió los ojos lentamente, como si esto estuviera
más allá de su comprensión.

—¿Drogada? —susurró Lily.

—Era una adicta a las drogas, Lily —respondió Nate en voz baja,
entonces, antes de que pudiera reaccionar o poner sus escudos en su
lugar, continuó—. Su nombre era Deirdre.

Con más noticias de su vida, su historia, saliendo a la luz, los ojos de


Lily se volvieron suaves y antes de que pudiera controlarlo, dijo con una
reverencia horrorizada, como si le hubiera mostrado la fuente de la
juventud y fluyera sangre:

—Deirdre.

Nate vio su oportunidad y sin demora incansablemente siguió.

—Hasta que fui a la escuela, yo no sabía que se lavaba la ropa. —Oyó


la rápida ingesta de aire de Lily y fue alentado por el hecho de que no
escondiera sus reacciones. Habló por sobre su jadeo—. Los profesores me
reportaron a Servicios Sociales y vinieron a visitar a mi madre. Hizo un
espectáculo para ellos y desde entonces me hacía llevar la ropa a la
lavandería para que no volvieran. Hasta que me fui a vivir con Victor y
Laura, sin embargo, no sabía que se suponía que limpiaras tus sabanas.

426 Sintió como su cuerpo se tensaba por el horror.

Luego susurró con voz temblorosa:

—¿Tu madre te hizo lavar la ropa?

Siguió presionando, sintiendo que ganaba una ventaja, sabiendo que


Lily tenía un corazón bondadoso y, después de todo, ella lo había deseado,
tomó ventaja, pero ignoró su pregunta.

—Robé comida. Tuve que o no comería. Tomaba leche y cereales para


el desayuno, el almuerzo y la cena. No conocía de nada mejor —dijo y
sonrió—, y un montón de caramelos. Los caramelos eran fáciles de robar,
caben en un bolsillo.

Lily no sonrió y claramente no encontrado nada de lo que Nate decía


divertido. Tragó saliva, no alejándose, no conteniéndose por él, él la sentía
fundiéndose en su cuerpo pero no habló. Simplemente lo miró fijamente,
sus ojos ya no reservados, labios suaves entreabiertos, el rostro suave.
Fue entonces cuando Nate decidió que era el momento para hacerle
saber todo.

—Cuando tenía once años, fui a trabajar para uno de los amantes de
Deirdre. Tenía un montón de ellos y aprendí temprano, porque ella no
quería ocultarlo, lo que tener un amante significaba en el sentido físico. —
Nate observó a Lily de nuevo morder su labio ante esta noticia, pero no
dudó y siguió—. Les robé a sus amantes también. A veces me atrapaban,
lo cual no era bueno, así que aprendí a evitarlos, ser invisible o lo
suficientemente rápido como para escapar de ellos. Si no lo hacía, ellos me
golpeaban. A veces, golpeaban Deirdre y trataba de detenerlos atrayendo
su atención a mí. Deirdre nunca trató de detenerlos.

—No trató de detener… —repitió Lily pero Nate siguió hablando.

—Scott, uno de los amantes de Deirdre, me puso a trabajar haciendo


entregas y recogiéndolas. No sé lo que entregaba, pero no me importaba. Él
me daba dinero y nunca teníamos dinero. Al final, Scott se fue y tomé un
trabajo directo con su jefe. Su jefe no era un buen hombre, era un hombre
peligroso, pero me pagaba más dinero del que jamás había visto antes. Era
bueno en eso…

—Detente —susurró Lily y su voz y ojos eran torturados.

427 —Tienes que saber —respondió Nate en silencio. Odiaba ver la mirada
en sus ojos, pero creía con todo lo que era que tenía razón, ella tenía que
saber.

—No tengo que saber —repitió ella, contradiciendo su creencia, su voz


cada vez más fuerte.

—Era un criminal —le dijo Nate sin rodeos—. Desde que puedo
recordar, he robado, yo…

De repente y con fuerza se liberó de él pero no para escapar. Se sentó


y lo miró.

—¡No eras un criminal! —espetó.

Nate siguió.

—Lo era, Lily. Trabajé para un gánster. Lo que estaba en esos


paquetes…
—¡Tenías once años, por el amor de Dios! —gritó y él sabía que estaba
agitada. Lo sabía porque estaba hablando en voz alta a pesar de que Laura
estaba en la casa y Maxine también pasaría la noche. También se removía
en la cama con intención y antes de que pudiera saltar y empezar a
caminar, él la capturó en su brazo. La empujó de espaldas y le dio la
vuelta con su cuerpo.

Luego continuó. Tenía que decirlo todo, sacarlo para que pudiera
tomar su decisión.

—No cambia lo que hice, quién era yo y esa persona es el padre de tu


hija y mañana, si no te arrepientes, será tu marido.

Lily miró.

—¿Eres un gánster ahora?

Nate sacudió la cabeza, pero respondió:

—Lily, hay más que necesitas saber.

—¿Tuviste una fiesta de cumpleaños? —preguntó, cambiando de


repente el tema, lo que Nate pensaba no tenía sin sentido y la miró
fijamente, confundido por un momento, antes de responder.

428 —Lily, estamos hablando de que era…

—¿Alguna vez has tenido una fiesta de cumpleaños? —le interrumpió,


retorciéndose debajo de él para escapar.

—¿Qué importa? —preguntó, presionándola para mantenerla donde


estaba.

—¡Importa! —gritó y dejó e retorcerse con el fin de fruncir el ceño


hacia él.

—¿Por qué?

—Yo… —espetó—. No sé por qué, simplemente lo hace. ¿Alguna vez


has tenido una?

—Nunca quise una —contestó.

—Bueno, recibirás una este año —declaró en una rabieta—. No puedo


creer que nunca hayas tenido una fiesta de cumpleaños. ¿Cuál es tu tipo
favorito de pastel? —le disparó su pregunta, los ojos entrecerrados.
—Lily, tengo que decirte el resto.

—Nate, no me importa el resto. ¿Qué tipo de pastel es tu favorito?

Nate dejó de hablar y miró a su casi esposa.

Él le estaba diciendo cosas de gran importancia, cosas que necesitaba


saber antes de que legalmente se uniera a él. Le estaba contando cosas
que nunca había dicho a nadie, ni siquiera a Laura aunque sabía que
Víctor lo sabía y suponía que le había dicho a Laura, era probable que
Víctor le dijera todo a Laura.

Pero Nate le estaba diciendo cosas a Lily que había escondido de todo
el mundo, todos sus secretos horribles, y Lily hablaba de pasteles.

—No tengo un pastel favorito —respondió Nate.

—Todo el mundo tiene un pastel favorito, Nate —le informó Lily.

—Pastel es pastel —replicó Nate, impaciente por volver al tema.

—Pastel no es pastel. Hay pastel de ángel y tarta Victoria. Hay pastel


de café. Hay pastel de streusel. Hay pastel de queso. Ni siquiera empezaré
con el pastel de chocolate. Tiene que haber cientos de diferentes tipos de
pastel de chocolate. —Vaciló y Nate, pensando que había terminado con su
429 extraña letanía de pasteles, abrió la boca para hablar, pero entonces ella
siguió—. Chocolate alemán, pastel negro, pastel de hoja de chocolate,
pastel de chocolate mocha…

Finalmente, perdió la paciencia y le interrumpió en una explosión


silenciosa:

—¡Lily, por amor de Dios!

Fue entonces cuando sus manos se acercaron a ambos lados de su


cara y ella lo miró a los ojos. Se dio cuenta que no lo miraba con una
expresión cautelosa ni con sus escudos. Tampoco lo miraba horrorizada y
rechazando que hubiera dormido en sábanas sucias, tenía una madre que
era una drogadicta borracha y cometió delitos antes de que fuera
adolescente.

En cambio, planeaba su fiesta de cumpleaños.

Y lo miraba de la forma en que solía mirarlo, con una mirada de


asombro, maravilla, como si fuera un conquistador de naciones, creador
de mundos.

Esto lo golpeó con el peso de una docena de yunques, sintió ese peso
y un retorcijón en su pecho cuando sintió el calor extenderse a través de
su vientre y su voz era áspera cuando él murmuró:

—Lily.

—Voy a hacerte un pastel —prometió suavemente—, todas las


semanas hasta que sea tu cumpleaños para que puedas elegir el que más
te guste.

Ante sus suaves palabras, él sintió liberarse el agarre en su pecho,


completa y finalmente, dejándolo libre por primera vez en su vida para solo
respirar.

La jaló apretadamente en sus brazos, enterrando su rostro en el lado


de su cuello y girando en su espalda, llevándola con él así ella estaba
arriba.

—Y vamos a tener una gran fiesta —continuó ella hablando


suavemente en su oído—. Y vamos a tener una gran Navidad. Pero, antes
de eso, tendremos una fiesta del cuatro de julio y Acción de Gracias…

—Te amo, Lily —susurró él en su cuello.


430
—Y vamos a… ¿qué?

Él inclino su cabeza hacia atrás en la almohadas y miró sus hermosos


ojos azules.

—Te amo, Lily, más que cualquier otra cosa sobre esta tierra.

Por un momento sólo lo miró, sus ojos muy abiertos y llenos con
preguntas. Luego él observó, fascinado, cuando brillaron con lágrimas.

—¿En serio? —susurró ella.

Manteniendo sus ojos fijos en los del otro, Nate levantó su cabeza y
rozó sus labios contra los de ella.

—En serio —dijo él ahí.

—¿Me… amas? —preguntó ella, como si fuera imposible de creer.

Dada la historia de Fazire, él ahora entendía su incredulidad en


cuanto a que él pudiera amarla incluso aunque todavía lo sorprendiera y
Nate sabía que tendría que hacerla creer. Su mano se levantó y metió un
mechón de su pesado cabello detrás de su oído.

—Sí, te amo —dijo él, su voz ronca con sentimiento.

—Pero… —Empezó ella y él continuó, descansando su palma contra


la mandíbula de ella pasando su pulgar a través de su mejilla manchada
con lágrimas.

—Te amé en el minuto que te vi, elegante, intocable, hermosa y nada


parecida a mí —le dijo con completa honestidad.

—¿Hermosa? —susurró ella.

—Cuando te vi por primera vez, fuiste la mujer más hermosa que


había visto alguna vez y recuerdo todo Lily, cada mujer sobre la que he
puesto mis ojos alguna vez. Eras extraordinaria, magnifica, tantas cosas
más que ni siquiera me podía mover. —Nate observó mientras sus
lágrimas cayeron más rápido y su otra mano subió a enmarcar su rostro y
limpiar la humedad con su pulgar. Cuando él susurró—: Todavía lo eres,
querida.

Su rostro se nubló y se alejó ligeramente.

431 —Tengo que decirte… —susurró ella vacilante y continuó con


precaución—. Todo es un deseo… realmente no me ves. Ves lo que Fazire…

—Sé sobre Fazire —la interrumpió Nate—. Sé lo que es. Sé sobre tu


deseo y no me importaría. —Observó sus ojos abrirse como platos y
continuó—: Si no hubiera deseo, magia y genios, pensaría lo mismo. Te veo
Lily, tu elegancia natural, tus hermosos ojos, tu fantástica sonrisa, tu
lujurioso cuerpo…

—Detente —interrumpió ella y frotó sus dedos por sus mejillas,


tratando de quitar las lágrimas mientras empujaba lejos las manos de él
pero él las sostuvo con rapidez.

—Eres hermosa, pero no te amo porque seas hermosa.

Se quedó inmóvil de nuevo para poder mirarlo.

—¿Por qué me amas? —susurró ella y él contestó inmediatamente.

—Porque tienes el coraje para saltar sobre la espalda de un carterista.


Porque tienes un aborrecimiento antinatural a la basura. Porque actúas
como si un paseo en una motocicleta fuera como recibir las llaves de un
reino de los sueños. Porque tienes la habilidad de hacer que todas las
personas que te rodean te quieran incluso cuando apenas te conocen.
Porque inspiras lealtad. Porque hiciste feliz a nuestra hija incluso cuando
tú no lo eras. Porque creaste un hogar cómodo y amoroso para ella a pesar
que no tenías dinero.

—Nate, no… —interrumpió apretando sus ojos cerrados como si eso


borraría sus palabras pero él no escuchó.

—Porque sabes bien y te sientes incluso mejor. Porque me miras


como nadie más lo ha hecho alguna vez.

—Detente —interrumpió ella a la fuerza, sus ojos abriéndose—.


Quiero decirte por qué te amo.

Él sintió a su cuerpo tensarse.

—¿Lo haces? —preguntó él tranquilamente.

—¿Hacer qué? —preguntó en respuesta.

—¿Todavía me amas?

432 Él observó a sus cejas juntarse.

—¿Por qué no lo haría?

Él le sonrió y supo que era una sonrisa llena de arrepentimiento.

—No lo sé, querida —contestó suavemente—, tal vez porque te dejé ir,
rompí mis promesas, no cuidé de ti, te hice rogar por…

Ella levantó una mano entre ellos y la agitó en el aire mientras decía:

—Ah eso. Ya lo superé.

Ante ese anuncio despreocupado y su actuación como si sus


constantes traiciones de confianza fueran tan fáciles de olvidar como si
sacaras la basura, Nate no pudo haberse detenido aunque lo hubiera
intentado, lo que no hizo, y su cuerpo empezó a sacudirse con risa.

Decidió instantáneamente que también amaba eso de ella, su


habilidad de perdonar aunque, en ese mismo instante, juró que nunca
haría nada que ella tuviera que perdonar y olvidar, nunca más.
Su risa se terminó cuando escuchó jadear a Lily.

—¿Qué le pasó a tu mano? —gritó, retrocediendo, agarró su muñeca y


miró el sangrante trapo atado alrededor de su mano.

—No es nada.

Ella levantó sus ojos de su mano hacia su rostro y lo miró e incluso


con ese brillo de enojo, podía haberla besado.

—Cierto, nada. Como mis migrañas son solo dolores de cabeza —


espetó ella.

—Lily.

Se arrastró sobre él, su mano aferrada a su muñeca y lo sacó de la


cama.

—Quiero ver —dijo ella, jalándolo hacia el baño.

—Lo dije, no es nada.

Ella se detuvo y se giró hacia él.

—Quiero ver. —Subrayó sus palabras verbalmente y ahí estaba ella.

Supo en ese instante que finalmente, irrevocablemente, la tenía de


433
vuelta.

Su Lily.

Suya.

Ella lo había deseado a él

A él.

Nathaniel McAllister.

Él estaba destinado para ella y ella estaba destinado para él, se


pertenecían entre ellos, se pertenecían juntos.

Alivio barrio a través de él, le dio a su muñeca un rápido tirón.


Sacándola de balance y hacia sus brazos, su cabeza descendió y su boca
tomó la suya en un rápido y duro beso.

Cuando terminó y vio que el azul oscuro en el borde de sus irises


trepaba hacia la pupila, murmuró en una voz que decía, claramente, que
ella no tendría opción en el asunto.

—Puedes verlo cuando termine de hacerte el amor.

Sin vacilación estuvo de acuerdo.

—Está bien.

Fue entonces cuando empezó a reír de nuevo pero ésta, también, fue
corta porque Lily se levantó en sus puntas, lanzó sus brazos alrededor de
su cuello y le dio un duro beso.

Pero el de Lily no fue rápido.

Mucho más tarde, la espalda desnuda de Lily está presionada sobre


su parte delantera, Nate hundió el rostro en su cabello fragrante.

Él no había hecho el amor, ella lo había empujado sobre su espalda y


ella le había hecho el amor, su boca y manos en él mientras hablaba en
voz baja, labios contra su piel, diciéndole todas las razones porque lo
amaba.
434 No porque él era rudo, de caderas estrechas y rico con el corazón roto
que necesitaba —y lo hizo— reparar.

Sino porque él era, dijo ella, brillante. Él era fuerte y las personas lo
respetaban. La besó bien y ella mencionó algo acerca de gimnastas
haciendo volteretas y volteretas hacia atrás en su vientre pero no le
prestaba mucha atención ya que, en el momento que ella estaba
diciéndolo, su lengua estaba trazando las crestas de su estómago y se
encontró con que no podía concentrarse en sus palabras. Ella le dijo que
tenía una hermosa sonrisa. Le informó, para su sorpresa, que a sus
padres les habría gustado. Explicó que era un buen hijo de Laura y Victor.
Dijo que era bueno en el cuidado de ella cuando estaba enferma. Y
finalmente, terminó con el hecho de que la hacía sentir segura y era un
excelente padre.

Con sus palabras finales, la hizo rodar sobre su espalda y se hizo


cargo de hacer el amor con tal intención rigurosa, que ella no pudo hablar
en absoluto.
Cuando terminaron, lo había sacado de nuevo de la cama para ver su
mano. Limpiándola, vendándola y él lo había permitido, sin soltar que ella
era la primera y única persona que había alguna vez dejado que cuidara de
él. Ni siquiera había permitido que Laura lo atendiera pero no compartiría
eso tampoco. Lo haría, pero no en este momento. Había otras cosas que
necesitaba compartir.

Entonces la guio de vuelta a la cama. Allí la tiró de vuelta sobre su


frente y silenciosamente, compartió con ella el resto de su vida, diciendo
más palabras en un momento de lo que nunca había hecho. Le dijo de
crecer con Deirdre, de su madre no enviándolo a una escuela especial
cuando los profesores le dijeron que debería, de su asesinato, de la parte
de Victor salvándolo, luego de Laura, de la atención no deseada de
Danielle y la malicia de Jeffrey.

Durante todo esto, ella no dijo nada, simplemente descansó su brazo


en su cintura y entrelazó los dedos con los suyos. A menudo su cuerpo se
tensaría pero no lo interrumpió.

Finalmente, cuando estaba terminando y en silencio, ella susurró:

—¿Por qué no me dijiste?

Era su turno para que su cuerpo se tensara.


435
—Pensé que si lo sabías, te marcharías.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Probablemente nunca has visto una jeringa llena de heroína o


retenido el cabello de tu madre cuando estaba tan borracha que estaba
enferma en el retrete —explicó.

—¿Pensaste que me iría porque tuviste una terrible, espantosa,


horrible, inútil, indeciblemente mala madre? —preguntó ella y en cualquier
otro momento Nate podría haber sonreído a su descripción dramática de
su madre pero no era el momento para sonrisas.

—Pensaba que te irías porque hice cosas malas.

—No sabías —lo defendió.

—Yo sí sabía. Era joven pero no era estúpido —respondió Nate.

—No tenías elección —respondió ella inmediatamente.


Nate no respondió porque esto era cierto.

Finalmente dijo:

—No es una bonita historia de genios y deseos mágicos o incluso


holgazaneando lejos los días de verano flotando en los estanques.

—No —admitió ella—, pero te hizo… tú.

—Sí. —Nate tuvo en cuenta que esto también era cierto.

—Y te amo —continuó ella.

Esta vez su brazo se tensó, tirando de ella más profundamente en su


cuerpo.

—Sí —murmuro él.

—Y no cambiaría nada acerca de ti, excepto para borrar lo que has


pasado —le dijo ella, acurrucándose aún más cerca.

—No quiero que te toque —compartió Nate—. Fue feo, sucio y no


quiero que sea una parte de tu vida.

—Fue feo y sucio pero no eras tú —respondió Lily en una voz vibrando
con sentimiento y registrándose tan bajo, que tuvo que inclinar su cabeza
436 más cerca para oír y lo que dijo a continuación lo sacudió tan
profundamente, que cualquier armadura restante que tuviera alrededor de
su corazón cayó lejos (aunque, no que quedaba mucha) y el hielo
rápidamente derritiéndose a su alrededor se hizo añicos—. Estoy
orgullosa. Estoy orgullosa de quién eras, de cómo sobreviviste y en lo que
te has convertido. Y estoy orgullosa de que fuiste una inspiración para que
Víctor viera que debían cambiar su vida para que tú, él y Laura pudieran
tener una mejor. Y estoy orgullosa de que me ames y de que hicimos
juntos a Tash.

Nate cerró sus ojos y contuvo el aliento. Por todo ello, había estado
temiendo este momento tanto. Tuvo una última admisión para hacer esa
noche.

—Lily, hay algo más que necesitas saber.

—De acuerdo —dijo ella confiadamente y, ahora vulnerable, sabiendo


que había llegado hasta aquí, ella había dado tanto y él la tenía de
espaldas, se armó de valor contra su reacción ante sus siguientes
palabras.

—Quise dejarte embarazada —anunció.

Se quedó completamente quieta y Nate sintió su pecho apretarse.


Luego se volvió en sus brazos y lo miró a los ojos, ellos estaban
desconcertados.

—Lo hice con intención —continúo Nate, sintiendo que ella tenía que
saber y odiándose a sí mismo por hacerlo así como el hecho de que tenía
que decirle—. Quería unirte a mí, sabía cómo te sentías acerca de la
familia y pensé que dejarte embarazada significaría que nunca te
marcharías. No sabía que estabas embarazada cuando te fuiste pero hice
todo lo que pude cuando nosotros…

—Gracias a Dios —exhaló, sorprendiéndolo en silencio con sus


palabras. Luego le mostró su extravagante sonrisa y Nate la miró
fijamente, estupefacto por su reacción.

Se movió, rozando sus labios contra los suyos y se volvió de nuevo,


recostándose satisfecha en su cuerpo.

—Si no lo hubieras hecho —continuó ella con voz somnolienta,


claramente no molesta en cualquier forma en que la había cruelmente
embarazado en un esfuerzo egoísta para atarla a él para luego dejarla
437
llevar al niño sola a través de un embarazo difícil y un nacimiento que la
hizo morir durante dos minutos y treinta-ocho segundos y luego, durante
siete años, había criado a Tash bajo circunstancias sumamente difíciles
todo sin ayuda de Nate—, no tendríamos a Tash y, bien, de todos modos…
gracias a Dios.

Y eso, Nate se dio cuenta con una profunda sensación de alivio, que
era todo.

Enterró su cara en su cabello, se quedó en silencio y escuchó cuando


Lily se quedó dormida.

Entonces la abrazó.

Luego, por primera vez en su vida, en paz consigo mismo, en paz con
su pasado, Nate durmió.

Se despertó antes del amanecer y con cuidado se alejó para no


despertarla pero ella se enrolló en él y lo rodeó con los brazos.
Levantó sus ojos llenos de sueño.

—¿A dónde vas?

La besó suavemente y murmuró:

—Tengo que ir por Tash. Vuelve a dormir, cariño.

Ella asintió, le dio una sonrisa somnolienta y lo dejó ir. En el minuto


en que salió de la cama, ella agarró la almohada a su lado.

Nate se vistió, se sentó en el borde de la cama y le metió el cabello


detrás de la oreja.

—Me has visto en el día de nuestra boda —murmuro ella en la


almohada, no abriendo sus ojos.

Nate se inclinó y tocó con su boca la piel en la parte posterior de su


oreja.

—Creo que hemos tenido toda la mala suerte que hay que tener —le
aseguró Nate.

Sus labios se acercaron en una media sonrisa antes de que cayera de


vuelta dormida.

438 Nate se permitió un momento para observarla, un momento para


sentir la alegría que había sustituido la opresión en su pecho, llegando a
un acuerdo con su nuevo sentido de alegría, seguridad, pertenencia.

Entonces dejó a su futura esposa y se fue por su hija.


26
Todos
Lily

—L
ily, la limosina está aquí —la llamó Maxine por las
escaleras.

Lily se quedó mirándose en el espejo pensando que


tal vez, solo tal vez, Nate no había sido hechizado por la
magia de Fazire, tal vez ella era hermosa.

Su vestido era sencillo de seda marfil, sin tirantes, ajustado, cortado


justo encima de la rodilla. En la cintura había un cinturón fino del mismo
439
material de color marfil con una pequeña hebilla cuadrada envuelta en
seda. Llevaba un par de estiletos de tacón de aguja abiertos en la punta
color marfil. La única joya que llevaba era un collar de perlas que hacía
juego con una pulsera y aros de perlas, un conjunto que Laura le había
dado esa mañana diciendo que era el regalo de compromiso de ella y
Victor. Llevaba el pelo peinado hacia atrás suavemente en una cinta de
satén marfil atado en un moño en la nuca.

—Te ves fabulosa —dijo Susan detrás de ella.

Los ojos de Lily se movieron hacia las tres chicas con ella en la
habitación. Susan, Emily y Lorna eran sus dependientas de Flash and
Dazzle. La tienda estaba cerrada durante el día para que las muchachas
pudieran asistir a la boda y participar en los preparativos.

Susan eran genial con el pelo y por lo tanto se lo hizo a Lily el día de
su boda. Emily era genial con el maquillaje y por esa razón también estaba
ahí. Lorna no tenía ninguna habilidad especial, pero Lily no iba a dejar a
una de las chicas fuera y Lorna era el tipo de chica que no lo hubiera
permitido de todos modos.

Lily podría tener, teniendo en cuenta que tenía un poco más de siete
millones de libras en su cuenta bancaria, a los mejores estilistas y
maquilladores del Reino Unido en los preparativos de su boda, pero ¿qué
sería especial con eso?

Maxine se apresuró dentro de la habitación, todo trabajo.

—Vamos, chicas, mejor nos ponemos en marcha o nunca vamos a


llegar a Bath a tiempo y… —Se detuvo en seco cuando sus ojos se posaron
en Lily. Entonces su boca se abrió. Luego unos segundos más tarde, ella
se echó a llorar en voz alta.

Lily, Susan, Emily y Lorna corrieron hacia Maxine y Lily pasó un


brazo alrededor de su amiga.

—Maxie, ¿qué demonios te pasa?

Los ojos brillantes de Maxine nunca abandonaron a Lily.

—Tu... —comenzó ella, luego suspiró—. Oh Lily. —Y Maxine la rodeó


con sus brazos dándole un fuerte abrazo. Cuando ella se echó atrás, miró
a los ojos a Lily y le susurró—. Eres la novia más bella del mundo.
440
Lily sonrió pensando que, por supuesto, Maxine diría eso.

—¡Exacto, exacto! —gritó Lorna fuerte y con tanta convicción que Lily
saltó y Lorna bebió el último sorbo de su copa de champaña.

—Iba a decirlo. —Hizo lo mismo Emily con su champagne.

—Yo también —intervino Susan, no bebió porque iba a llevar en auto


a todas las chicas a Bath.

—¿Que está pasando? —Se apresuró Laura a entrar mirando


alrededor de la habitación, que daba clara evidencia no solo de los
preparativos de la boda sino también de una mañana de mujeres que
había comenzado en el minuto en que Lily se tambaleó, cansada de una
noche de sueño perturbado, pero aun eufórica por los eventos de esa
noche, en la cocina una preocupada Maxine y Laura sentadas en la mesa.
Una vez que sus ojos alcanzaron a la feliz Lily, su cara brillante, su
preocupación se evaporó, intercambiaron abrazos, lágrimas de alegría
cayeron y la primera de varias botellas de champagne fue abierta.

Lily se sentía en la cima del mundo, en la cima del universo,


deslizándose en el cielo.

Tenía a Nate, finalmente, completamente, era suyo. Quería subir a la


azotea y gritar a toda la ciudad (no hizo esto pues su vestido se
arruinaría).

Los ojos de Laura se posaron en Lily también, se detuvo en seco y se


quedó mirando.

—Oh, querido señor —susurró.

Lily se movió junto a Laura y se paró frente a ella.

Puso sus brazos a los costados, el corazón bombeando en su pecho,


ella le preguntó a su muy próxima suegra en voz baja:

—¿Qué puedo hacer por su hijo?

Fue el turno de Laura de echarse a llorar, extendió la mano y agarró


la de Lily entre las suyas.

—Haces más de lo que debes hacer. —Laura se apartó de Lily, pero no


la soltó—. No podría haber mejor esposa para mi hijo si estuviera en mi
441 poder Lily. Eres perfecta.

Lily sintió que las lágrimas llenaban sus ojos por las dulces palabras
de Laura y Emily grito:

—¡No! ¡No llores! ¡Oh no! —le espeto a Lorna—. Tráeme mi bolsa de
maquillaje, ¡rápido!

Susan, Lorna y Emily rápidamente arreglaron los daños en el


maquillaje de Lily; Maxine, Laura y Emily le pusieron lápiz labial, rímel,
colorete y un pañuelo de encaje azul cielo, que fue el que su madre llevó en
su propia boda, que también fue de su abuela el día que celebró la suya,
en un pequeño y exquisito bolso de color marfil —otro regalo de esa
mañana de parte de Maxine— y todas bajaron corriendo las escaleras.

Lily se paró en la acera y se despidió de sus chicas mientras ellas


gritaban palabras de aliento y algo picante por la ventana abierta mientras
se alejaba. Lily estaba riendo y sonriendo sin pensar en nada. Nada podría
ponerla triste de nuevo.
Sin embargo, ella no vio a las tres personas que encendían el auto por
la calle mientras ella estaba de espalda a él.

Pero Laura lo hizo y su rostro palideció al verlo.

Tash

Natasha Roberts McAllister Jacobs estaba agradecida de que mami


hubiera enviado a Fazire con ellos a Bath.

Papá, descubrió Tash, no era muy bueno en arreglarle el pelo a una


niña de siete años y hacerla ultra súper bonita en un día tan especial.

Esto, pensó Tash, estaba bien teniendo en cuenta que su papá era
bueno en todo lo demás. Nadie, reconoció, podía ser bueno en
absolutamente todo.

Y de todos modos, Fazire tenía magia. El solo chasqueaba los dedos y


el pelo de Tash tenía todo tipo de cosas divertidas, rizos animados, y
retirado a un lado con bonitos y brillantes clips. Cuando lo hizo, papá miró
442 a Fazire de una manera divertida que parecía un tanto exasperada —a
Tash le gusta esta palabra y sabía lo que significaba— y divertida. Era una
mirada que hizo a Natasha soltar una risita.

Papá, descubrió Tash, ahora sabía que Fazire era un genio especial y
no le importaba. Tash sabía que no lo molestaría y pensó que le deberían
haber dicho hace mucho tiempo. Era el mejor papá siempre y dado que
Fazire era uno de la familia a pesar de que era un poco extraño, Tash
siempre supo que a su papá no le importaría.

Mami había hecho que usara un azul pálido, como el azul que papá
había usado en la antigua y ahora nueva habitación de mamá. Tash no
había sido feliz sobre el azul, quería rosa. Hasta que se había visto muy
linda con el vestido con volantes. Una vez que vio el vestido ya no le había
importado.

—Ahora que está listo el pelo de Natasha, necesito arreglarme —dijo


Fazire en su voz de soy–un–genio–todos–se–inclinan–ante–mí y desapareció
en un puff de humo color uva que se fue hacia su botella hasta que ya no
estaba.

Tash miró a su padre. Se veía más guapo que nadie que jamás haya
visto en toda su vida. Y se acordó de todo lo que había visto, de todo, a
pesar de que nunca le había dicho a nadie. El vestía un traje oscuro con
una camisa color marfil y un bonito lazo del color exacto al vestido de
Tash.

Ella se movió hacia su papá y, a pesar de que ya no era un bebé, sino


ahora una niña grande, su papá era fuerte y la levantó, como siempre. Ella
envolvió sus brazos y piernas alrededor de él y le acarició con su nariz, y
de nuevo, como siempre, le devolvió el cariño con la suya.

Luego se echó hacia atrás, solamente un poco, y ella respiró hondo


porque tenía que preguntar lo que había estado pensando durante días,
durante semanas, pero siempre tenía demasiado miedo.

—¿Papá? —dijo con voz tímida.

—¿Sí, cariño? —respondió su papá y Tash sintió algo alegre en su


corazón porque nunca antes la había llamado cariño y le gustó mucho.

—Tú no vas, ummm… —Se detuvo y luego se precipito—, nunca vas a


irte de nuevo ¿verdad?

443 Observó a su vez el hermoso rostro de su papá sorprendido luego


duro, luego suave y le dijo:

—Nunca —de una manera que realmente, realmente creyó.

Tomó uno de sus brazos de alrededor de su cuello, puso su mano


sobre su mejilla y dijo algo más que había estado demasiado asustada
para decir:

—Hoy es un día feliz y una vez que se termine, ¿crees que seguirás
lastimado?

Él parpadeó lentamente y luego dijo:

—¿Lastimado? Tash, ¿qué te hace pensar…?

—Lo veo en tus ojos —interrumpió Natasha. A mami no le gustaría


que Tash se entrometiera pero sospechaba que papi no le diría.

Los brazos de su papi se apretaron más que nunca y su mano fue a la


parte trasera de su cabeza, sus dedos colándose entre sus divertidos y
elásticos rizos y presionó su mejilla contra su fuerte cuello.

Lo que no hizo fue contestar.

—Eres demasiado lista para tu propio bien —murmuró él y Tash


había escuchado eso antes. Tenía la sospecha que no era demasiado lista
para su propio bien. Era demasiado lista para el bien de todos los demás.

—Ya no quiero que estés lastimado —le dijo Tash en voz queda,
pensando que deberían regresar al tema dado que era uno importante.

Su papi la jaló de regreso y la miró directamente a los ojos, y al verlo


vio sus ojos porque ella y su padre tenían exactamente los mismos ojos.

—El dolor se fue, Tash —le dijo.

Lo miró detenidamente, tratando de ver algo del dolor ahí, en sus


ojos, su rostro, cualquier lugar.

No pudo encontrar ninguno así que sonrió una extravagante y dulce


sonrisa

Luego gritó:

—¡Yuupiiiiii!
444
Y luego tuvo el mejorisísimo, mejor regalo del día.

Su padre le sonrió de vuelta.

Maxine

—No creo que esto esté pasando. —Lily hervía de pie en su sala de
estar.

Maxine tampoco podía creer que estuviera pasando. El tiempo estaba


acercándose. Debieron haberse ido hace diez minutos. En lugar de eso,
estas odiosas criaturas estaban de pie en la sala de estar diciéndole cosas
a Lily, cosas… cosas… tales cosas que Maxine estaba preocupada porque
sus oídos estuvieran sangrando solo por oírlas.
Había sido una mañana divertida y feliz, llena de risas, lágrimas y
champagne y había acabado con la comida que apenas habían tocado la
noche anterior —para deleite de Maxine, le gustaba su comida. Lily era Lily
de nuevo, la chica que Maxine había conocido hace casi una década, feliz,
risueña, llena de vida, sonriente y con un corazón abierto para todos.

Finalmente todo estaba bien en el mundo.

Luego, observando a Lorna, Emily y Susan yéndose, Maxine había


sentido a Laura tensarse a su lado. Se había girado para ver lo que estaba
observando y vislumbró a Alistair caminando hacia ellas, un hombre y una
mujer con él.

—Alistair, ¿qué haces aquí? —Maxine sonrió hacia él.

Alistair no sonrió de vuelta.

Luego Maxine lo sintió, una ola de algo horrible latiendo a su espalda


y se giró para ver a Lily, que estaba más pálida que Laura quien lucía
enraizada al punto donde estaba parada, su boca abierta con sorpresa —
una sorpresa extremadamente infeliz—, Maxine sintió importante notarlo,
y Lily lucía lista para cometer asesinato.

—¡Cómo se atreven! —gritó Lily, avanzando hacia ellos—. ¡Largo!


¡Váyanse! ¡Fuera de mi vista! ¡Cómo se atreven!
445
La mirada dura y enojada sobre el rostro de Alistair se suavizó
mientras miraba a Lily pero permaneció determinado.

—Lily, debes escuchar, Jeffrey y Danielle me dijeron sobre McAllister


—imploró—. Por favor, debes escuchar.

—No tengo que escuchar nada de lo que digan —espetó Lily y se giró
hacia Maxine—. Vámonos.

Maxine miraba entre todos. Conocía quienes eran Jeffrey y Danielle y


sus ojos se entrecerraron hacia ellos, luego giraron hacia Alistair y uno
tendría que haber sido ciego para no ver su rostro gritando “traidor”.

—Nos vamos —declaró Maxine, moviéndose hacia Laura.

—Quiero escuchar lo que tienen que decir —dijo Laura


tranquilamente, mirando hacia sus hijos y todos se detuvieron.

—Laura, la reservación para la ceremonia está confirmada. Si la


perdemos o llegamos tarde —Maxine puso su mano ligeramente sobre el
brazo de Laura—, no podemos llegar tarde o tendrán que moverse a la
siguiente boda. Los sábados en el Registro Civil están llenos. Lily y Nate
tuvieron suerte en encontrar ésta y aun así, Nate tuvo que jalar algunas
cuerdas.

—Ustedes dos vayan, quiero escuchar lo que tienen que decir —


contestó Laura, luego se giró hacia Lily—. Manejaré tu auto. Después que
termine aquí, lo prometo, las seguiré.

Lily sacudió su cabeza pero Alistair empezó a hablar y toda la


atención se giró hacia él.

—Lily tiene que escucharlo.

—Lily se va a casar con mi hijo. —La voz de Laura, que había sido
suave, ahora tenía un feroz temblor corriendo a través de ella—. Yo lidiaré
con Danielle y Jeffrey.

—No te dejaré sola con ellos. —La voz de Lily también tenía una vena
de acero corriendo a través de ella.

Laura se giró hacia Lily y tomó su mano.

—Debes irte. Ve con Nathaniel. Yo manejaré esto.


446
—No —Lily sacudió su cabeza de nuevo y dijo con rotundidad—.
Somos familia y la familia permanece unida.

Luego, antes que Laura pudiera contestar, Lily se giró hacia Alistair.

—Tienen diez minutos.

Todos se metieron a la casa. Lily no se sentó u ofreció refrigerios y


tampoco lo hizo Laura. Maxine se quedó de pie cual centinela. Alistair
tomó su señal y se quedó de pie al igual que Danielle quien, Maxine notó
con ira, estaba mirándola mientras observaba a la suntuosa sala de estar
recién amueblada como si hubiera entrado en una miserable casucha y
Jeffrey miraba fijamente incluso hambriento —pero no en una buena
forma, sino en una que hizo que la piel de Maxine se erizara— a Lily.

—Ahora tienes nueve minutos —dijo Lily después de que estuvieran


parados ahí por un rato y nadie más que Lily dijera algo.

—Tu prometido es un criminal —estableció Alistair francamente.


Laura jadeó. Los ojos de Lily se estrecharon y sus manos se cerraron
en puños. Maxine se tensó.

Alistair continuó.

—Jeffrey y Danielle han tenido investigadores privados investigándolo.


He leído los reportes. McAllister no solo es un ladrón de poca monta y un
corredor para un gánster, tu pronto a ser suegro era un vendedor de
armas.

Jeffrey se movió hacia adelante y Lily dio un paso hacia atrás así que
se detuvo pero, desafortunadamente, habló.

—Lily, ambos se han comportado de manera pero luego debes saber


que su madre fue asesinada. Incluso hay una posibilidad que él lo hiciera,
que Nate asesinara a su propia madre —dijo Jeffrey, su voz fingiendo
sinceridad, falsa sinceridad que incluso el tonto más grande sobre la tierra
podría decir que era un mentiroso.

Entonces empezó, las viles palabras derramándose, no solo de Jeffrey


sino también de Danielle. Y no solo sobre Nate, a pesar que las palabras
sobre Nate eran más sorprendentes y tristes que viles, sino también sobre
Victor.

Maxine encontró que tomó cada pedazo de su voluntad de su no muy


447
llena —en el mejor de los casos— reserva para detenerse de irse hacia
adelante y sacarles los ojos.

—¡Silencio! —gritó repentinamente Laura, finalmente deteniendo las


palabras y todos los ojos se movieron hacia ella—. Silencio —repitió en un
tono de voz más bajo, su voz temblando de nuevo pero esta vez con enojo—
. Pensé… —empezó, pero luego se detuvo, parpadeando y tragando,
visiblemente tratando de recuperar el control, luego empezó de nuevo—.
Pensé que estaba avergonzada de ustedes antes, de quiénes son, de en lo
que se han convertido, de lo que han hecho, pero ahora… ahora, ni
siquiera sé que decir. Ya no son mis hijos, desde este punto ya no existen.

Eso fue lo que pasó, Maxine lamentó decirlo. Eso fue cuando su
fuerza de voluntad se agotó —pero, también pudo haber sido por todo el
champagne que había consumido esa mañana, ella consumió mucha,
muchísima, le gusta el champagne. Por supuesto, si mirara hacia atrás,
lamentaría profundamente sus acciones, pero se salió de sus manos. A ella
le gustaba Laura y amaba a Lily y no podría haberse detenido a sí misma
incluso si lo intentara.

Lo cual no hizo.

Porque, después de que Laura dio su declaración, Danielle caminó


derecho hacia su madre y le dio una bofetada.

Y eso Maxine no lo pudo soportar.

Por suerte para Maxine, tenía una cómplice, porque Lily


aparentemente estaba justo terminando su conversación y ella tampoco
toleraba el abuso físico de una hija a su madre.

Así que las dos, Maxine y Lily, reaccionaron para ponerle un alto a
esto.

Lo cual, resultó, ¿profundamente lamentable?

Victor

—No puedo imaginar donde están —escuchó Victor lo que dijo la


448 niña.

Ellos estaban parados en el vestíbulo del Registro Civil. La lista de


invitados era corta, algunos amigos cercanos de Victor y Laura, las
empleadas de la tienda de Lily y otras diversas personas que ni Victor o
Nate habían visto pero que eran parte de la vida de Lily.

Ellos tendrían que estar supuestamente en el cuarto de ceremonias


hace cinco minutos. Si perdían su cita, tendrían que reprogramarla.

Victor tuvo un mal presentimiento. Todo el día Nathaniel había


parecido estar, bien, fue difícil creerlo pero Nathaniel había parecido
despreocupado, relajado de una forma que Victor nunca lo había visto
antes. Nunca. Victor se sintió seguro de que Nathaniel había arreglado las
cosas con Lily.

Ahora, no estaba muy seguro.

Victor miró por la ventana y vio a Fazire en un extraño traje morado


oscuro, una corbata turquesa y una cámara colgaba de su cuello,
paseándose por la acera, mirando furiosamente la calle como si pudiera
forzar, con sus poderes mágicos, a la limosina de Lily deslizarse hacia la
entrada y aparentemente parecía estar hablando consigo mismo.

—Señor, vamos a tener que pedirles… —Una persona del Registro


Civil se había aproximado a Nathaniel que, Victor notó con creciente
alarma, lucía sombrío, más que sombrío, con un dejo de tristeza, lo que
hizo a Victor sentirse devastado al verlo resignado.

Entonces escuchó el timbre del celular de Nathaniel.

—Realmente lamentamos pedirle que apague su celular… —dijo la


persona del Registro Civil, pero cerró de un golpe su boca cuando
Nathaniel la cortó con una mirada acerada.

Nathaniel tomó su teléfono, miró la pantalla y rápidamente lo abrió


justo cuando el celular de Victor timbró en su bolsillo.

—Lily. —Escuchó Victor decir a Nathaniel, con voz tensa.

Victor tomó su teléfono y vio la pantalla.

—Laura está llamando.

449 Él abrió su propio teléfono mientras escuchaba a Nathaniel decir de


forma brusca y rápida:

—¿Estás en dónde?

Todos los ojos voltearon a mirar a Nathaniel mientras Victor ponía su


teléfono en su oído.

—Laura —dijo Victor al teléfono, pero escuchando nada más que


sollozos. Victor sintió que la fatalidad se instalaba en su corazón, su
cuerpo se volvía tenso y observó como la rabia remplazaba la resignación
en la cara de su hijo.

—¿Qué está pasando, Laura? —preguntó Victor en voz baja,


pensando que él sabía la respuesta.

Él no lo sabía.

—Estamos en… estamos todas en… —tartamudeó Laura—. ¡Prisión!


—gimió y las cejas de Victor se juntaron. Luego entendió lo que su esposa
le dijo.

Entonces Victor gritó—: ¿Prisión? —y todos los ojos que estaban


mirando a Nathaniel voltearon a mirarlo a él mientras Laura balbuceaba
algo en su oído sobre el abogado de Lily, luego sobre Jeffrey, luego Danielle
y justo cuando Victor se preparaba para tener una apoplejía, considerando
la presión de su sangre que tenía que estar disparada y su rabia
alcanzando nuevos límites, Nathaniel caminó con pasos largos hacia él, su
teléfono aún estaba en su oído.

—Estaré ahí en menos de una hora —estaba diciéndole Nathaniel a


su teléfono, su voz vibrando con furia. Victor lo observaba mientras
Nathaniel escuchaba por unos momentos más y cuando habló de nuevo
controló cuidadosamente su voz y dijo suavemente—: Cariño, me haré
cargo de eso. Estaré ahí en menos de una hora. —Entonces cerró su
teléfono colgando y miró a su padre.

—Laura, tengo que irme —interrumpió Victor a su esposa.

—¡Pero Victor! —gritó Laura.

Victor miró a su hijo.

—Nathaniel me necesita —dijo Victor.

450 Hubo silencio por un momento y entonces, él supo que había


esperanza en la trémula voz de su esposa cuando ella dijo:

—Por supuesto. —Luego con evidente esperanza—. Nos veremos


pronto, mi amor.

Él escuchó la desconexión en su oído y cerró su teléfono apagándolo.

—¿Qué necesitas que haga? —le preguntó Victor a su hijo.

—Lily y yo nos vamos a casar hoy —fue todo lo que dijo Nathaniel.

Victor inclinó la cabeza afirmando que entendía el mensaje y


Nathaniel le dio un vistazo a su hija que estaba riendo con una de las
empleadas de Lily.

—Cuida de Tash —ordenó Nathaniel.

Victor asintió de nuevo.

Fazire lleno de energía gritó a toda la habitación:


—¿Qué está reteniéndolas en el nombre del Magnífico Gran Genio
Número Uno?

Nathaniel no respondió. Con rápidas y ligeras zancadas, caminó


derecho pasando a Fazire, saliendo del edificio.

—¿Ahora a dónde va él? —gritó mientras Natasha, pareciendo


asustada, corrió detrás de su padre pero Victor la atrapó y la giró de
vuelta.

—¡Tengo que ir a donde mi papá! —gritó su nieta, forcejeando contra


los brazos de Victor y alcanzando la puerta por dónde su padre se había
ido.

—Va a estar bien —tranquilizó Victor a Natasha—. Pasó algo y tu papi


tiene que ir a buscar a tu mami.

Natasha movió sus ojos astutamente hacia su abuelo, mirándolo


detenidamente y decidiendo en cualquier caso que él estaba diciéndole la
verdad o que su padre podría poner en orden cualquier cosa —
probablemente lo último—, su miedo se desvaneció, una extravagante
sonrisa tiro de sus labios y ella dijo:

—Está bien.

451 Luego ella fue atrás a donde estaban las chicas de Lily.

—¿Te gustaría decirme qué está pasando? —dijo Fazire, con la cabeza
inclinada hacia atrás, mirando fijamente a Victor por debajo de su nariz,
Victor se movió hacia su singular amigo y cumplió su demanda. La cara de
Fazire se tornó purpura como su traje pero Victor lo ignoró y volteó hacia
la inquieta empleada del Registro Civil.

Entonces él ordenó:

—Lléveme con la persona que está a cargo.

Laura

Al inicio ellas fueron tratadas abominablemente por la policía.


Lo que pareció hace horas —pero no lo fueron—, en la casa de Lily y
Nate, Laura había tratado de encontrar alguna grieta para intervenir —
pero había fallado— en la intensamente alta situación, había escuchado
vagamente al abogado de Lily llamar a la policía. En cuanto llegaron, a la
policía no pareció importarle ni un poco que la chica que estaba luchando
en el suelo con Danielle fuera supuestamente la que se iba a casar en una
hora. Ya habían llevado a muchos de ellos a la estación de la policía y no
les permitieron usar el teléfono.

Lily, para consternación de Laura, había parecido a gusto


completamente con esto.

Su vestido había sobrevivido notablemente al combate de lucha libre,


aunque, para desesperación de Laura, su pulsera había sido arrancada y
su pelo era un completo desastre.

Danielle había salido peor vestida, sin embargo.

Alistair y Jeffrey habían logrado sacar a Maxine de la lucha pero se


necesitó de los dos para controlarla mientras ella trataba de sumergirse de
nuevo, todo el rato animando a Lily que estaba en lo que parecía ser una
lucha a muerte con Danielle en el suelo.

En los momentos finales de la batalla, la señora Gunderson decidió


452 que había tenido suficiente de sentarse en el respaldo del sofá y observar
con desinterés fingido de gato. Se arrojó, con las garras al descubierto, a la
acción y arañó ferozmente las piernas y brazos de Danielle pero,
sorpresivamente, o quizás no tanto, el gato no tocó a Lily.

Mientras estaban sentados en la estación de policía esperando su


oportunidad de usar los teléfonos, Lily había sonreído a Laura y dijo:

—No te preocupes, tan pronto como pueda llamaré a Nate y él va a


resolverlo.

Eso, admitió Laura, la hizo sentirse un poco mejor. De cualquier


manera, eso no cambiaba el hecho de que los dos hijos horribles y
malvados de Laura habían echado a perder de nuevo las cosas entre
Nathaniel y Lily y había sido culpa de Laura porque ella había querido oír
lo que tenían que decir esperando, estúpidamente, que fuera a ser una
disculpa.

Lily no estaba equivocada acerca de Nate.


Diez minutos después de que Lily telefoneara a Nate, una persona con
aspecto de oficial fue hacia ellos luciendo avergonzado echando miradas
acusadoras a los oficiales que habían ido a casa de Lily y se los habían
llevado sin tener en cuentas las circunstancias de celebración, para luego
no ofrecerles el baño o el uso de teléfonos por lo que parecieron siglos.

En cuanto llegó, el oficial sonrió a Lily reconfortantemente.

—Señorita Jacobs, he tenido una llamada —explicó—. Por favor,


acepte mis más sinceras disculpas. Su prometido está en camino. Mientras
tanto, le daremos un poco de té y la llevaremos a un lugar para arreglar
las cosas.

—¡Bien! —declaró Maxine pomposamente, poniéndose de pie y


sacudiendo su caftán lavanda, el cual estaba generosamente rociado de
lentejuelas alrededor del cuello y el dobladillo. La ropa de Maxine no había
salido muy bien de la pelea, tenía un gran corte de la rodilla hasta el
dobladillo—. Él ofrece té. Yo nunca —espetó.

—¿Podría por favor tener primeros auxilios? —pidió Danielle desde su


lugar al final del pasillo, afortunadamente lejos de donde Lily, Laura y
Maxine estaban.

—¿Y usted sería? —preguntó el policía.


453
—Soy Danielle Roberts —dijo como si estuviera diciendo “Soy la reina
del universo”.

Laura cerró los ojos con desesperación y luego los abrió para ver la
espalda del hombre enderezarse.

—Te atenderemos en un minuto —dijo con desdén y algo amenazante.


Laura notó el rostro de Danielle registrando el profundo agravio pero
apartó la mirada de su hija y observó mientras el oficial se volteaba y le
ofrecía el brazo a Lily. En un tono casi reverencial, le dijo—: Señorita
Jacobs. —También asintió hacía Maxine y Laura y supieron que debían
seguirlo.

Lily tomó su brazo y se alejó caminando, pasando a una Danielle que


echaba humo, un sorpresivamente silencioso Jeffrey y un no arrepentido
Alistair, que caminaba de un lado a otro y echaba miradas fulminantes.

Laura intentó ignorar a su hija pero Danielle estaba rasguñada y


sangrando y aunque sabía que no era tan malo, Laura aún era una madre
y no podía evitarlo. A pesar de que prometió que no le importaría, que ni
siquiera pensaría en sus dos hijos de nuevo, abrió la boca para hablar,
pero Lily se adelantó.

En un susurro, Lily se inclinó hacia el policía y sugirió:

—¿Quizás, antes del té, podrías revisar sus rasguños?

Ante las amables palabras de Lily, Laura se acercó y tomó la mano de


Maxine y sintió que la de esta se cerraba alrededor de la suya y la apretaba
con seguridad.

Entonces Laura mordió su labio.

Sí, pensó, sí, mi querida Lily, eres perfecta para mi Nathaniel.

Ahora estaban sentadas en una oficina desordenada pero no


desagradable. Tenían té y paquetes de galletas aunque alguien había ido
corriendo a comprar a Lily un latte, todo por el poder de Nathaniel, Laura
estaba orgullosa de señalar. Laura y Maxine habían hecho todo lo posible
para que el cabello de Lily volviera a su antigua belleza. Se veía bien, pero
no tan bien como la obra de Susan. Y esperaron a que Nathaniel llegara.

Laura sintió que su corazón dolía mientras intentaba encontrar las


palabras para disculparse con Lily una vez más de que sus hijos
454 arruinaran todo. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo que las lágrimas
obstruían su garganta mientras estaba sentada en la estación de policías,
de todos los lugares, con Lily en el día de su boda, de todos los días,
cuando oyó una risita.

Sus ojos se abrieron de golpe y se encontraron con Lily quien reía con
fuerza, ruidosamente, su cuerpo empezando a sacudirse.

—No puedo… —susurró Lily y luego soltó una risa impropia de una
dama. Intentó controlarse y comenzó de nuevo—. No puedo creer que haya
luchado en el suelo de mi sala de estar en mi vestido de novia. —Luego se
arrojó contra el respaldo de la silla y se balanceó riendo.

Maxine reía también, suavemente, mientras se ponía de pie y se


deshacía del latte de Lily. El vestido de Lily había salido bien parado,
incluso si debían esperar otro mes, o, Laura esperaba que no, dos por una
fecha alternativa en el Registro Civil, Lily podía usar el vestido de nuevo, y
este no necesitaba manchas de café en él.
—Aposté mi dinero en ti —dijo Maxine a través de su risa—.
Empuñabas su cabello con tanta fuerza que creí que lo jalarías… —Se
detuvo y se tragó la risa con los ojos horrorizados moviéndose hacia
Laura—. Laura, lo lamento. Ella es tu hi…

—No es nada mío —declaró ésta firmemente y las risas de Lily y


Maxine murieron abruptamente.

—Laura —dijo Lily suavemente preparándose para pararse.

Laura levantó su mano.

—No. —Sus palabras detuvieron los movimientos de Lily.

—Pero ella es… —comenzó esta.

Laura inmovilizó a Lily en su lugar con una mirada y ella cerró la


boca:

—No, ella no lo es. Tengo una hija, sí, aún tengo una hija. Y ella está
sentada conmigo en esta habitación.

—Laura —dijo Lily y saltó de la silla. Laura se levantó también y se


encontraron en los brazos de la otra y se abrazaron con fuerza.

—Señor McAllister. —Escucharon en la voz respetuosa que venía de


455 detrás de la puerta cerrada—. Le puedo asegurar…

La puerta se abrió de golpe y Nathaniel estaba parado allí, su alto


cuerpo tenso, sus ojos recorrieron la habitación hasta detenerse en Laura
y Lily.

—Eso será todo. —La profunda voz de Nathaniel sonó con autoridad,
su mirada estaba todavía en las mujeres pero él hablaba con el oficial de
policía a su lado.

—Lo que le estaba diciendo es que puedo asegurarle… —comenzó el


policía, pero se detuvo cuando los furiosos ojos de Nate lo miraron—. Por
supuesto —continuó el oficial—. Lo, emm, dejaré en ello. —Entonces el
oficial salió de la habitación.

Todos se quedaron en silencio, las mujeres mirando a Nathaniel,


Nathaniel mirando a Lily.

Finalmente Lily reaccionó, corrió hacia él y envolvió los brazos a su


alrededor. Los brazos de él se cerraron alrededor de Lily y, mientras ella
presionaba su mejilla contra su pecho, él descansó la suya en la coronilla
de su cabeza.

—Está bien —susurró Lily—. Está bien, esperaremos. Hemos


esperado todo este tiempo. Iremos a la fiesta y luego tendremos otra
cuando…

Nathaniel levantó la cabeza y bajó la mirada a su prometida.

—Nos casaremos hoy —declaró, su voz era implacable.

—Pero pensé… —comenzó Lily, con la cabeza echada hacia atrás para
mirarlo.

—Victor está lidiando con eso —la interrumpió Nate y sus ojos se
movieron hacia Laura—. Madre, la limusina está esperando para llevarlas
a ti y a Maxine al Registro Civil.

La sala quedó inmóvil de nuevo y Laura sintió un apretón alrededor


de su corazón y un temblor en todo su cuerpo.

—¿Qué… que dijiste? —susurró mientras sentía que su corazón


viajaba a su garganta.

456 El rostro de Nate apenas controlado se suavizó más cuando miró a


Laura.

—Por favor, lleva a nuestra amiga al Registro Civil —dijo


tranquilamente, entonces finalizó—. Madre.

Laura se quedó de sólida piedra al oír a su hijo llamarla “madre” por


segunda vez en su vida.

Luego, temblando, su corazón finalmente se compuso y sintiéndose


extrañamente muy bien, alegre, asintió.

—Yo llevaré a Lily —continuó él.

—Por supuesto —respondió Laura calmadamente.

Maxine estaba de pie y mirando, abanicándose la cara con su mano y


tragando convulsivamente para detener las lágrimas.

Lily ni siquiera lo intentó. Apretó su mejilla contra el pecho de


Nathaniel y miró fijamente a Laura, lágrimas deslizándose por sus mejillas.
—Lily, sé cuidadosa —dijo Maxine—, vas a arruinar tu maquillaje.

—Lo arreglaré en el auto —le aseguró Lily, luego sonrió—. Ve —


ordenó dulcemente.

Sobre piernas temblorosas, Laura caminó hacia la puerta pero a


medida que pasaba a su hijo y su novia, la mano de Nathaniel salió
disparada. Alzó la vista hacia él y este se inclinó para besarla en la mejilla.
Cuando él se enderezó, ella se mordió el labio, asintiendo mientras tocaba
su hombro. Entonces la mano de Maxine se deslizó a través de su brazo y
la guio a través de la puerta.

Lily y Nathaniel siguieron.

Jeffrey y Danielle todavía estaban sentados en la sala, Alistair había


desaparecido. Laura tomó nota con satisfacción —ella era, todavía, una
madre—, los brazos de Danielle estaban cubiertos con tiritas.

—¡Nate! —Danielle se levantó de su silla y Jeffrey la siguió, agarrando


a su hermana para sostener su espalda—. Escúchame, debes…

Primero Laura y Maxine luego Nathaniel y Lily caminaron junto a los


dos sin decir una palabra.

Como de costumbre, Nathaniel no mostró ninguna reacción al ver a


457 sus hermanos en apuros. Tomó un esfuerzo gigantesco de voluntad para
Laura pasar a su lado lo que esperaba serenamente. Fue ayudada por
Maxine apretando su brazo y acercándose a su cuerpo en una muestra de
apoyo.

Luego fueron a la puerta y Laura se dio cuenta que estaba


conteniendo su respiración. Lo dejo ir en un silbido.

Nathaniel vio a las dos figuras seguras en la limosina esperando y


cerró la puerta firmemente detrás de ellas.

Mientras la limosina se deslizó suavemente lejos, Laura y Maxine


miraban por la ventana mientras Nathaniel caminaba al Aston Martin con
Lily.

—Puedo solo decir —empezó Maxine, todavía mirando por la


ventana—, él es la bomba.

Por primera vez en horas, Laura sintió alegría burbujeando dentro de


su pecho y entonces se echó a reír.

Nate

Nate estaba tratando muy fuerte de no perder los estribos mientras


conducía rápido, pero no demasiado rápido, a lo que esperaba siguiera
siendo su boda. No quería que se estrellaran en una bola de fuego y llamas
en una última prueba y tribulación para poner a prueba su amor antes
que el deseo de Lily fuera finalmente, sólidamente, irreversiblemente
concedido.

Lily estaba sentada a su lado en el Aston Martin inclinada hacia el


espejo abierto en el parasol, tranquilamente aplicándose máscara y
balbuceando.

—Entonces, la señora Gunderson saltó, siseando y muy, muy enojada


y…

—Lily. —Nate cortó en su inconexa historia, una historia que por


alguna razón, Lily encontraba hilarante pero Nate definitivamente no lo
458 hacía.

—¿Qué? —preguntó Lily, enroscando nuevamente la tapa en su


máscara.

—No encuentro esto divertido —le dijo Nate.

—Bien, por supuesto que no, no estabas allí. Tenías que verlo para
creerlo —explicó con una risita, subrayando sus palabras con entusiasmo
como lo había estado haciendo durante la última media hora—. Estaba
luchando en el suelo en mi vestido de novia —reiteró ella un fragmento de
su indignante historia que ya le había dicho, uno de los muchos
fragmentos que Nate encontró que detestaba más que nada.

—Incluso si lo hubiese visto, no lo encontraría divertido —replicó


Nate.

—Bien, yo sí —declaró con firmeza y luego continuó, diciendo


palabras que conmocionaron a Nate aunque no podía imaginar alguna vez
la sensación de conmoción otra vez, lo sintió en sus palabras—. Nate, no
me importa lo que diga acerca de mí y espero que no pienses menos de mí
pero aquí esta, me alegro. Habría pagado por esa oportunidad. Te dije lo
que ella dijo, lo que ellos dijeron, ella y Jeffrey, acerca de ti y también
acerca de Víctor. Y luego ella abofeteó a Laura. Moría de ganas de llegar a
ella, ¡abofeteó a su madre! No lo podía creer. ¡Que perra!

Ese fragmento de la historia, Danielle abofeteando a Laura, era el


único que detestaba más que nada. Le complacía no haber conocido esa
parte cuando había estado en la estación de policía o, tenía pocas dudas,
el estaría en la cárcel probablemente encerrado en una celda después de
cometer doble homicidio.

—¿Piensas menos de mí? —preguntó Lily en voz baja, interrumpiendo


sus pensamientos.

—No —respondió Nate honestamente.

—¿Estás seguro? —presionó.

—Absolutamente.

Silencio, entonces en un simple susurro, ella dijo:

—Creo que pude haber arrancado parte de su cabello y tengo que


459 admitir que me siento mal acerca de eso.

Finalmente, Nate se rio y después de unos segundos, Lily se unió a él.

Le tomo un momento pero Nate registro que esta era la primera vez
que habían compartido risa. Ellos habían compartido muchos momentos
de diversión, sonrisas, muecas, la había hecho reír, ella lo había —mucho
más a menudo— hecho reír pero nunca habían compartido un momento
como este.

Y ahora tenía una vida delante de él que se llenaría con estos


momentos.

Su risa murió de forma natural y una vez que lo hizo, él encontró su


mano y se la llevó a los labios. Les rozó sus nudillos y luego dejó caer sus
manos unidas en el muslo pero no la dejó ir.

—¿Crees que Víctor organizó un nuevo horario? —preguntó Lily, Nate


la miró y vio que estaba sorprendentemente relajada, feliz y en absoluto
afectada por su tumultuoso día.

—Sí —replicó el, volviendo sus ojos a la carretera.

—Bueno, si no lo tiene, por favor, no te decepciones. Vamos a


reprogramar y…

—Lo ha hecho —dijo Nate con firmeza.

—Si no lo hizo, entonces…

—Él lo hizo.

—Si no lo hizo…

—Cariño, él lo hizo —dijo Nate en un tono que era inequívocamente


terminante.

—Bueno —murmuró ella entonces rebeldemente, en voz baja, dijo—,


pero, si no lo hizo, no me importa. Te tengo ahora, casada o no, no me
importa, siempre y cuando te tenga.

El sintió esa sensación volviéndose-familiar de felicidad elevándose a


través de su pecho, su mano apretó la de ella pero de mala gana lo dejó ir
para que pudiera reducir la marcha y parar en un semáforo en Bath.

460 —Así que —Lily cambió de tema—, ¿a dónde vamos en nuestra luna
de miel?

—Es una sorpresa —replicó Nate, el semáforo cambió y avanzó,


acercándose al Registro Civil esperanzado encontrar que Víctor había
tenido éxito en su tarea.

—¿Tiene una playa? —preguntó ella.

—No —respondió, hábilmente ejecutando un giro en el tráfico pesado.

—¿Tiene montañas? —intentó de Lily nuevo.

—No —respondió, sintiendo sus labios temblar en su dulce


interrogatorio.

—¿Es en un país extranjero?

—Sí —le dijo él.

—¿Italia? —preguntó, esperanza en su voz.


—No.

—¿Francia? —continúo Lily obstinadamente.

—No.

Ella parecía bloqueada en tanto Nate se detenía fuera del Registro


Civil. Aparcó en las líneas amarillas dobles y el Aston se quedaría allí.
Pondrían multarlo, no le importaba, tenía millones de libras esterlinas. Él
felizmente pagaría una multa de estacionamiento o un centenar de ellas
con tal de acortar diez minutos de espera para casarse con Lily.

Se levantó y fue alrededor del auto cuando ella bajó del otro lado.

—Por favor, espérame para abrir tu puerta, Lily —pidió en voz baja
cuando llegó a ella.

—¿Suiza? —ignoró su petición y se mantuvo en su antiguo tema y


Nate echó atrás su cabeza y rio.

Rozó sus labios contra los de ella y la acompañó a la acera, diciendo


un firme:

—No.

—¿A dónde vamos entonces? —Ella perdió la paciencia y sus ojos


461 destellaron, pero con feliz frustración, en lugar de verdadera furia.

—No te voy a decir.

Ella clavó sus talones en la parte inferior de los escalones de la


entrada. Víctor y Fazire llenándola en tanto Lily miraba a Nate.

—Nunca dije que quería que fuera sorpresa, Nate —declaró Lily, luego
amenazando—. No voy a entrar ahí hasta que me digas.

Sin dudarlo, para Nate ya no importaba si era una sorpresa o no si


eso significaba que tendría que esperar más tiempo para casarse,
finalmente cedió y le dijo:

—Indiana.

La cabeza de Lily se movió involuntariamente y ella parpadeó.

—¿Me vas a llevar a Indiana para nuestra luna de miel?


Nate deslizó el brazo alrededor de su cintura y la atrajo hacia su
cuerpo. Cuando sintió su suavidad golpearlo, inclinó su cabeza hacia ella
y, con sus rostros a un suspiro de distancia, dijo:

—Quiero que veas esta propiedad que compré. Costó una fortuna. Las
personas que vivían allí no tenían ganas de mudarse. En fin, yo los
convencí. Es una casa de campo de piedra caliza con marcos de mármol en
las ventanas y un gran estanque en el patio delantero.

Lily contuvo el aliento y sus ojos se abrieron como platos. Luego él vio
como se llenaban con lágrimas y ella se apoyó en él. Llevó su mano a su
mejilla, ella susurro su nombre y sintió todo el amor en el mundo
arrastrarse sobre él en ese silencioso susurro.

Ante su nombre en sus labios dicho en ese tono, la cabeza de Nate


descendió el resto del camino y la besó a través de sus lágrimas.

—¡Lily! —gritó Maxine desde algún lugar cercano pero a Nate no le


importaba dónde—. ¡Vas a arruinar tu maquillaje!

Fazire
462

—Nate, no importa —le dijo Lily confortablemente a Nathaniel.

—Importa —le dijo Nathaniel secamente a Lily.

Fazire miraba.

—No hay nada que podamos hacer. Tenemos calendario completo —


dijo la persona del Registro Civil, retorciéndose las manos.

—Hijo, lo intenté —interrumpió Victor y Fazire vio que parecía


completamente abatido. Fazire sabía que el hombre orgulloso había
intentado, le había visto. Víctor había intentado todo. Intentó persuadir,
intentó amenazar, intentó sobornar, y nada funcionó.

—¡Ella fue abordada en su sala de estar y erróneamente llevada por la


policía! —gritó Maxine dramáticamente—. Sin duda puede hacer una
excepción por eso.
La empleada del Registro Civil negó con la cabeza.

—Pero ellos han estado esperando ocho años. —Escuchó Fazire decir
a Laura, su voz tan triste que puso a Fazire triste también o más triste de
lo que ya estaba. Estaba triste por Lily, por Nathaniel, por Tash, su
gloriosa Tash que lucía cabizbaja, incluso por Laura y Victor que querían
esto para su familia.

—Niña-Lily —dijo Fazire suavemente, sabiendo lo que tenía que


hacer.

Lily no lo miró. Ella estaba mirando a Nate con amor y preocupación


brillando en sus ojos.

Fazire supo de un vistazo que había cambiado. Fazire sabía que


Nathaniel la había sanado anoche, que Lily había sanado a Nathaniel, que
su deseo por fin se había hecho realidad, que finalmente encontrarían la
felicidad. Por el resto de sus días de genio, y habría muchos, él viviría
felizmente con el conocimiento de que él había creado eso para su Lily.

Pero Fazire todavía estaba triste, triste por él, triste de que estaba por
dejarlos, a su adorada Lily, a su bella Natasha y a este buen hombre que
había llegado a respetar.

—Niña-Lily —repitió Fazire, su voz más fuerte y Lily se giró hacia él,
463
tomó una mirada y se desenredó de su amante furioso y se movió hacia
Fazire.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, su mano se posó sobre el


brazo de Fazire, ella estaba observándolo de cerca, perdiendo la pista de
sus propias circunstancias calamitosas para preocuparse por él.

—Úsalo —dijo Fazire y encontró, para su asombro, que su voz salió


ronca.

Oh, cómo los demás genios se reirían si alguna vez escuchaban eso.

Él se aclaró la garganta y repitió:

—Úsalo.

—¿Usar qué? —preguntó ella, con ojos confundidos.

Fazire asintió en dirección a Nathaniel, y Lily miró por encima del


hombro a su prometido.
—Quiero hablar con el Secretario —exigió Nate.

—Ya he hablado con el Secretario, él ya ha hablado con el Secretario.


—La empleada señaló a Víctor y Tash se inclinó pesadamente, con
desaliento, contra las piernas de su padre. La mano de Nathaniel fue al
hombro de su hija tranquilizadoramente mientras la empleada
continuaba—: Lo siento mucho. Vamos a programar una nueva fecha tan
pronto como nos sea posible.

Lily se giró hacia Fazire, con el rostro pálido y Fazire supo que ella
entendió.

—No puedo… podemos esperar —susurró, sus ojos entrando en


pánico.

—Míralos, Lily. Mira a Tash. Ella piensa que tu Nathaniel puede hacer
cualquier cosa. Piensa que Nathaniel tiene un diferente tipo de magia.
Darse cuenta de lo contrario, Niña-Lily, sabes que le rompería el corazón.
—Lily negó con la cabeza, esto lo hizo fervientemente, el miedo ahora
llenando su rostro y sus dedos en su brazo se apretaron como si nunca lo
dejaría ir—. Míralos —instó Fazire suavemente.

Ella sacudió su cabeza de nuevo y no lo veía pero lo sabía, lo sabía y


lo mismo Fazire. Sabía que ella haría cualquier cosa por Tash y que haría
464 cualquier cosa por Nathaniel.

Su otra mano se acercó a apoderarse de su otro brazo.

—Fazire —susurró ella y luego se acercó, luego más cerca, sus brazos
envolviéndose a su alrededor.

—Úsalo, niña-Lily —murmuró Fazire suavemente en su oído cuando


su querida Lily empujó su cara en su cuello.

—No quiero. Te irás y eres de la familia. La familia no se va hasta que


tenga que irse y tú no tienes que irte. Nunca tienes que irte. —Fazire sintió
el cuerpo de su Lily sacudirse y luego ella susurró—: Te quiero, Fazire. —
Su voz se quebró en su nombre y sus brazos lo aferraron más fuerte,
Fazire no creía que pudiera respirar, pero por suerte él no tenía que
respirar por lo que sólo la dejó aferrarse.

—Yo también te quiero —contestó, sorprendiéndose a sí mismo


porque lo decía en serio, tan en serio hasta las profundidades de su cínica
alma de genio.
El consejo de genios se había equivocado con el Mejor Deseo del Siglo.
Lily era el mejor deseo jamás hecho.

Jamás. Desde la eternidad.

—Úsalo —repitió Fazire.

—No —negó Lily.

—Niña-Lily, úsalo —le rogó y sintió a su cuerpo sacudirse otra vez.

Ella se quedó en silencio durante un largo rato y luego oyó su petición


en un susurro:

—Si hago esto, tienes que dejar que Tash se despida.

Fazire cerró los ojos.

—No, no puedo soportar… no —Fue el turno de Fazire para que su


voz se quebrara y oyó el silencioso hipo de Lily de pena.

—Si te vas, te echaré de menos. —Ella todavía estaba susurrando, su


voz con pena.

—Úsalo, Lily —presionó Fazire, no seguro de poder aguantar mucho


más.
465
—Nunca te olvidaremos —continuó ella y él sabía que estaba
retrasando. Sabía que estaba tratando de pensar en otra forma.

—Por favor, Lily, ahora… úsalo.

Sus brazos se apretaron aún más.

—Escribiré una historia y para siempre pasará en nuestra familia


para que todos sepan de ti —prometió—. Lo maravilloso que eres, lo
divertido, lo leal…

—Niña-Lily… —Sintió humedad en sus ojos y no supo lo que era por


un momento antes de que parpadeara para alejarla. Entonces cayó en la
cuenta de que eran lágrimas. Fazire, el gran genio, estaba llorando.
Esperaba que no se supiera, él nunca, en la eternidad (literalmente),
superaría esa vergüenza—. Úsalo —imploró y por el tono de su voz, el
cuerpo de Lily se quedó inmóvil.

Entonces su cara se enterró profundamente en su cuello y ella dijo las


palabras contra su piel.

—Fazire, deseo estar casada con Nathaniel McAllister, hoy, justo aquí,
justo ahora, en el Registro Civil de Bath.

Fazire se apartó suavemente de sus brazos y ella se puso delante de


él, con los ojos brillantes de lágrimas fijos en los suyos, ella levantó sus
manos en frente de ella y las mantuvo unidas por la desesperación
mientras sus labios se apretaban entre sí para luchar contra las lágrimas.

Entonces grandiosamente, usando su mejor voz de genio, Fazire dijo:

—Niña-Lily, tus deseos son órdenes para mí.

Luego sonrió hacia ella con tristeza, levantó la mano y chasqueó.

Entonces el Gran Genio Fazire desapareció.

466
27
Lily

L
ily se sentó en un elegante sofá de espera, Tash descansando
pesadamente contra su costado, Maxine al otro lado
sosteniendo su mano.

Nate había pedido hablar con el Secretario y desapareció detrás de


una puerta cerrada.

Tash se había dado cuenta de inmediato, después que su padre se


fue, que Fazire se había ido también y había preguntado por él. Lily había
mentido, tratando de poner buena cara, diciéndole que Fazire había
olvidado algo y estaría de vuelta en poco tiempo. Lily le daría la noticia a
Tash después. Sabía que pronto la mente de Tash estaría en otras cosas
467
más felices y Lily no tenía el corazón para arruinar su día más de lo que ya
estaba.

Lorna se adelantó y entregó su ramo a Lily lleno de blancas, espesas y


fragantes peonías, la flor favorita de Becky.

—Por si acaso —susurró Lorna con esperanza y se apartó


silenciosamente.

—Ojalá tus abuelos estuvieran aquí —dijo Lily a Tash, sosteniendo el


ramo cerca de su nariz.

—Lo están. —Tash miró a Laura y Victor.

Lily sonrió, era pequeño y triste pero real.

—Tus otros abuelos, muñequita.

Tash se acurrucó junto a Lily, envolvió su brazo alrededor de la


cintura delgada de Lily y le dio un apretón firme.
—Yo también.

Y desearía que Fazire estuviera aquí, pensó Lily fervientemente,


lanzando ese pensamiento al vacío, esperando desesperadamente que el
Magnífico Gran Genio Número Uno monitorizara los deseos volubles y los
concediera por capricho, aunque sabía que no lo hacía —Fazire le había
contado que el Magnífico Gran Genio Número Uno no era muy amigo de
los seres humanos, incluso aquellos que supervisaba le sirvieran.

Continuó con vehemencia en su cabeza. Desearía que Fazire estuviera


aquí para verme casada. Desearía que Tash pudiera tener un deseo de
Fazire y su hija también y así sucesivamente, para siempre. Eso es lo que
deseo para mí, para mi hija, para mi linaje pero sobre todo es lo que deseo
para mi amado Fazire.

La puerta se abrió y Nate salió con la chica del Registro Civil. Estaban
sonriendo, aunque eso no sorprendió a Lily.

—Ha habido una cancelación —anunció la chica.

Hubo gritos de felicidad y vítores de alegría. Tash se levantó de un


salto y corrió a través del pasillo, arrojándose a Nate quien sonrió sin
reservas a su hija. Él la levantó y la hizo girar a medida que Tash reía con
puro deleite. Junto con su sonrisa incauta, el rostro de Nate se veía
468 aliviado y feliz.

Fue entonces cuando Lily supo que hizo lo correcto.

Sin embargo, no podía dejar de pensar que esto estaba mal.

Nate y Lily se sentaron frente a la larga y reluciente mesa.

Victor y Maxine se sentaron en un extremo, los testigos oficiales en el


matrimonio; que finalmente firmaron el certificado. El Secretario se sentó
frente a Nate y Lily.

—¿Podemos empezar? —preguntó el Secretario, sonriendo a la pareja.

Lily asintió y volvió la cabeza hacia Nate. Estaba sentado junto a ella,
pero parecía muy lejano. Como si sintiera sus pensamientos, su mano se
estiró y agarró la suya en un fuerte apretón tranquilizador.
Lily contuvo las lágrimas.

Fazire, ¿puedes verme? Preguntó en silencio a nadie.

No hubo respuesta.

Espero que me puedas ver, que veas lo que has hecho. Pensó.

—Señoras y señores, estamos reunidos aquí hoy… —comenzó el


Secretario.

Y entonces el pandemónium golpeó.

Las puertas cerradas al fondo de la sala se abrieron de golpe, con


fuerza, golpeando ferozmente contra las paredes y un hombre entró.

No cualquier hombre.

Era un hombre que llevaba un fez dorado, pendientes de oro,


brazaletes de oro, un chaleco bolero de oro, pantalones holgados dorados y
zapatos rizados con punta de oro. Tenía el pelo negro, una barba negra
puntiaguda y lo que parecía kohl negro alrededor de los ojos. Estaba
caminando en el suelo pero parecía disgustado por este acto, como si sus
pies deberían estar pisando las nubes.

—¡Discúlpenme! Estamos en medio de una ceremonia. —El Secretario


469 estaba de pie y Lily notó tardíamente que Nate había soltado su mano y
también estaba de pie. Lily también notó, con cierta alarma, que Nate tenía
una cara que sólo podía ser descrita como tormentosa.

—¿Qué demonios? —Lily oyó a Laura preguntar.

Detrás del genio de oro llegaron más genios, uno, dos, tres, una media
docena, dos docenas, cuatro docenas, todos en el mismo atuendo
extravagante, pero en diferentes, vibrantes, contrastantes y llamativos
colores.

Entraron en fila, cuando el Secretario bramó—:

¡Disculpen! ¿Qué significa todo esto?

Más genios llegaron a través de la puerta hasta que llenaron la sala,


sentándose en las sillas vacías, apretándose por los lados, por el pasillo, a
lo largo del fondo de la sala y todos ellos estirando el cuello para ver,
mirando descaradamente a Lily, Nate y hasta Tash.
Lily se puso de pie lentamente, observando el espectáculo de genios,
junto con todos los demás.

—Esto es absurdo. ¿Quiénes son ustedes? Deben irse. Estoy casando


a esta pareja —anunció el Secretario.

—¡Tú! —El Genio de Oro, que se había arrimado junto a Tash en la


primera fila, habló pomposamente al Secretario—. Puedes esperar un
momento.

—No voy a esperar —le dijo el Secretario.

—Lo hará —ordenó el Genio de Oro.

—No lo haré —dijo el Secretario en respuesta.

El Genio de Oro lo ignoró y sus ojos oscuros cayeron sobre Lily.

—Tú eres Lily Jacobs —declaró.

Nate se había trasladado a su lado, su brazo deslizándose alrededor


de ella de manera protectora y mirando fijamente al Genio de Oro.

—¿Qué está pasando? —exigió saber Nate.

—Y tú eres Nathaniel McAllister —proclamó el Genio de Oro.


470
—Sí, lo soy. Ahora, ¿qué demonios está pasando? —espetó Nate.

—Soy el Magnífico Gran Genio Número Uno —declaró el Genio de Oro


pretenciosamente.

Lily se quedó sin aliento, Maxine jadeó y Tash aplaudió felizmente,


mirando hacia el genio a su lado con asombro. El Genio de Oro echó a
Tash un vistazo y, Lily casi podría jurar, le guiñó un ojo a su hija.

—No me importa quién eres, estás interrumpiendo nuestra… —


comenzó Nate y luego se detuvo, sus ojos escaneando la sala, saltando de
genio a genio. Lily sintió que su cuerpo se tornaba cada vez más tenso a su
lado, sus dedos clavándose en su cintura. Luego su cabeza giró de golpe
hacia Lily y sus cejas se fruncieron.

—¿Dónde está Fazire? —preguntó.

Lily abrió la boca para responder, pero no tuvo que hacerlo, el rostro
de Nate pasó de alarmada duda a la comprensión. Lentamente, cerró los
ojos y la volvió contra su cuerpo fuerte. Dejó caer su frente a la de ella y
abrió los ojos.

—Lily —murmuró, mirándola directamente a los ojos—, no lo hiciste.

Asintió y sintió las lágrimas venir de nuevo. Cómo una persona podía
llorar tanto en un solo día estaba más allá de Lily, pero era una prueba
viviente de que podía suceder.

—Sabía que lo querías —susurró Lily—, y Tash habría estado


devastada.

—Podríamos haber esperado —dijo Nate, ignorando al ejército de


genios. Ignorando el hecho de que había conducido como un maníaco,
bueno, no exactamente como un maníaco, pero cerca, para llegar al
Registro Civil. Ignorando el hecho de que le había dado a Lily un reto en la
entrada y le habló de su hermosa, increíble y espectacular sorpresa de
luna de miel. Ella nunca se habría negado a ir en realidad al Registro
hasta que le había dicho acerca de su luna de miel, ella estaba
bromeando, pero él estaba impaciente.

No quería esperar, ella lo sabía. Por el amor de Dios, hace ocho años,
la dejó embarazada para así mantenerla a su lado. Lily, de todas las
personas, sabía que Nate no se detendría ante nada para conseguir lo que
471 quería. Visiones de él obligando al Secretario a casarlos a punta de pistola
aparecieron en su cabeza —eso, admitió, era un poquito dramático, pero
desde luego no quería que perdiera los estribos delante de Natasha.

En cuanto a Tash, incluso pensar que su padre no podía mover


montañas era algo que Lily, si podía evitarlo, simplemente no lo toleraría.

Nate empujó a Lily dentro de sus brazos, interrumpiendo sus


pensamientos.

—¿Alguien me diría que está pasando aquí? —demandó el Secretario.

Nate y Lily la ignoraron.

—Él me lo dijo —dijo Lily—. No quería que Tash… Nosotros


esperamos tanto… Sé que querías… —Se detuvo y luego continuó—. Me lo
dijo —repitió, con su voz finalmente rompiéndose y hundió la cara en su
pecho.

—Querida —susurró Nate contra su coronilla.


—¿Qué está ocurriendo aquí? —gritó el Secretario—. ¿Quiénes son
esas personas bizarras?

—Son genios —intervino Natasha, con voz furiosa—, y no son


bizarros.

—Ellos no son genios —replicó el Secretario.

—Lo son —replicó de vuelta Tash.

—No lo son. No hay tal cosa como genios —respondió


inteligentemente el secretario, mirando a Tash mientras Nate y Lily la
alcanzaban.

—Hay tal cosa como genios. ¡Estás viendo a un millón de ellos! —gritó
Tash, finalmente perdiendo la paciencia.

Lily alejó su rostro del pecho de Nate y miró a su hija.

—Tash, no grites —la regañó en voz baja.

—Mami, esa señora está loca. ¿Cómo puede decir que no hay…?

—Tash. —La voz de Nate era firme y la boca de la niña se cerró, sus
brazos se cruzaron en su pecho y un puchero de obediente-pero-aun-
rebelde se situó en su rostro. No solo había sacado la peculiar sonrisa de
472 Lily; también tenía su vena rebelde.

Los ojos de Nate se movieron hacia el Magnífico Gran Genio Número


Uno.

—¿Por qué está aquí? —preguntó Nate.

—Para juzgar el Premio al Deseo del Siglo, por supuesto. Esto… —El
Magnífico Gran Genio Número Uno hizo un gesto a su alrededor—, es el
consejo, más, emm… Unos cuantos genios quienes simplemente querían
verlos casarse. —Terminó un poco menos pomposamente, pero todavía en
el modo de declaración.

—Bien. —Cortó Nate—. ¿Les importaría entonces si nos casamos? —


preguntó irónicamente.

El Magnífico Gran Genio Número Uno inclinó la cabeza regiamente.

—Miles de palabras de gratitud —murmuró Nate con humor seco y


Lily sintió una histérica burbuja de risas subiendo por su pecho.
Nate le envió una mirada que decía que no le hacía gracia y una risita
escapó. Lily llevó sus manos a su boca para sofocarla.

—Lily —dijo Nate en advertencia.

Ella alejó sus manos.

—No puedo evitarlo. ¡Oh, Nate! —Puso sus manos en los hombros de
él y se puso en puntillas para mirarlo a los ojos—. Desearía tanto que
Fazire estuviera aquí para ver esto. Hubiese reído y reído y…

—¡Deseas! —anunció el Magnífico Gran Genio Número Uno con voz


resonante, una voz que hizo saltar a Lily, a Nate fruncir el ceño y que los
ojos de ambos fuesen hacia él—. ¡Lily Jacobs, nieta de la Gran Sarah
Jacobs, son mis órdenes!

Luego levantó la mano y chasqueó los dedos y en un dramático puf de


remolinos de humo, Fazire apareció a menos de un metro de distancia.

—¡Fazire! —gritó Lily, saliendo de los brazos de Nate y lanzándose a


los del genio.

Vagamente oyó susurros de asombro mientras su cuerpo golpeaba el


de Fazire porque los genios rara, muy, muy rara vez tocaban a los seres
humanos y los humanos nunca tocaban a los genios.
473
—¡Niña Lily! —exclamó Fazire—. ¿Qué, dónde…?

Fazire estaba mirando a su alrededor y luego se quedó inmóvil y miró


al Genio de Oro.

—¡Magnífico Gran Genio Número Uno! —gritó, desenredándose de Lily


y cayendo en una profunda reverencia ante su amo.

—Fazire —El Magnífico Gran Genio Número Uno bajó la vista hacia
este—, levántate.

Fazire se enderezó y Lily tomó su mano. Los ojos del Genio de Oro
cayeron a sus manos unidas y se acercó a ellos con obvia desesperación y
luego sacudió la cabeza.

—¿Magnífico Gran Genio? —llamó Fazire, claramente confundido ante


el cambio de eventos.

Los ojos del Genio de Oro se abrieron.


—Mi amigo —dijo suavemente—, has servido bien a esta familia. El
único genio que ha servido tres generaciones de humanos. Y has realizado
los dos mejores deseos en la historia de los genios, la creación de esta
chica y su unión a este hombre que la necesitaba.

Fazire asintió, aun confundido pero intentando pretender que no lo


estaba. Lily le apretó la mano y el genio le devolvió el gesto.

—Por lo tanto, Gran Fazire, creo —declaró el Genio de Oro—, que si es


tu deseo, los servirás por la eternidad.

Jadeos se escucharon alrededor pero Lily apenas los registró, el de


ella y el de Fazire fueron muy fuertes.

—¿En serio? —preguntó este, su rostro envuelto en esperanza.

—¿Lo deseas, Fazire? —demandó el Genio de Oro.

Fazire miró a Lily, luego a Tash, luego al Magnífico Gran Genio.


Luego, sin otro momento de duda, asintió.

—Así será —decretó el Genio de Oro—. ¡Tus deseos, Gran Fazire, son
mis órdenes! —Levantó sus dedos y los chasqueó.

Y estaba hecho.
474 Lily levantó los brazos en el aire y gritó de alegría.

—¡Yupiiiiiiiiiii! —gritó Tash, corriendo y saltando de arriba abajo, con


los brazos alrededor de su madre y Fazire.

Lily lo abrazó, abrazó a Tash, abrazó a Maxine que había rodeado la


mesa. Abrazó a Victor y luego a Laura. Finalmente, se giró y se arrojó a los
brazos de Nate quien la levantó del suelo en un medio giro automático.

Nate la dejó en el suelo y la observó, sacudiendo la cabeza y tocando


su mejilla mientras absorbía la pura alegría inalterada que emanaba su
mirada.

Luego sus ojos se movieron hacia Fazire.

—¿Te importaría que nos casáramos ahora? —preguntó con falsa


cortesía pero con sus labios temblando.

Los ojos de Fazire se estrecharon.


—No dejes que me meta en tu camino. Solo fui yo quien los juntó en
primer lugar —se quejó—. No dejes que mi pequeño deseo interfiera con
sus atareadas vidas humanas. No es que sea sin precedentes para un
genio conseguir un deseo. No es como si no hubiésemos revelado el hecho
de que esto nunca ocurrió antes en toda la eternidad. No es que
deberíamos jactarnos por un momento de mi alegría y en la eterna gratitud
del Magnífico Gran Genio Número…

—Fazire —lo interrumpió Nate.

—¿Qué? —espetó el genio secamente.

Nate puso una mano en el hombro de Fazire. Este miró la mano y


luego a Nate.

—Tash —dijo este último suavemente, y el corazón del Lily se derritió.

Nunca esperó poder amar a Nate más, ni en un millón de años, pero


en ese momento lo hizo.

El rostro de Fazire se suavizó. Luego lo escondió y rodó los ojos.

—Está bien, me sentaré —dijo con falso hostigamiento y sus ojos


fueron hacia Lily—. Niña Lily, cásate por el amor de Dios, tengo hambre.

475 Ella rio de nuevo pero esta vez oyó a Nate unírsele con una suave risa.

Fazire tomó la mano de Tash y la llevó a los asientos.

Todos se sentaron a excepción de los genios, quienes flotaban.

Entonces Nate tomó la mano de Lily. Cuando lo hizo, ella la apretó.

Miró profundamente a los hermosos, oscuros y amados ojos de Nate.

Diez minutos después, estaban casados.


Epílogo
Nate
Ocho años después, Nate tiene cuarenta y cuatro
años, Lily tiene treinta y ocho, Tash tiene quince,
Jon tiene diecisiete, Fazire es demasiado viejo
como para contar. De nuevo, es principios del mes
de mayo…

476

E
l Rolls Royce se deslizó hasta detenerse fuera de la inmensa
librería en Oxford Street en Londres.

Nate notó la fila fuera de la puerta y que rodeaba la esquina.

Se volvió hacia el joven a su lado.

—Parece que vamos a estar aquí un rato, Jon —le dijo Nate a su hijo.

El joven se encogió de hombros y miró a su padre, luego puso los ojos


en blanco.

Nate sonrió.

Había estado en esta situación antes. Los libros de Lily eran muy
populares y ella les daba una gran cantidad de tiempo a sus lectores.

Siete años antes, Lily publicó una novela sobre una viuda de guerra,
su hija sin padre, el intenso pero cariñoso hombre con el que se casó, la
hija que vino del deseo de un genio y el romance de esa hija con un
hombre imposiblemente apuesto, pero duro, frío, prohibido cuyo corazón
tenía que enmendar, un romance lleno de pruebas y tribulaciones.

Se convirtió en un éxito de ventas y Lily, a menudo con Nate, Tash y


su recién adoptado, hijo de diez años de edad, Jon, a cuestas, viajando por
el mundo firmando libros y hablando con habitaciones llenas de sus fans.

El primer éxito de ventas era casi siempre el favorito de los fans, sin
embargo, por lo general tenían las series de Lily, que consistían en libro
tras otro de amantes románticos y sus peligros, cada uno llenos de humor,
tocados con tristeza y siempre, había un genio.

Nate y Jon se movieron a través de la multitud hacia la mesa donde


Lily se sentaba detrás de una pila de libros y sonreía con su peculiar
sonrisa eficaz a la siguiente persona en la fila.

Incluso después de ocho años de verla todos los días, el cuerpo de


Nate —y su corazón— aún reaccionaba ante esa sonrisa.

—¡Papá! —llamó Tash y corrió hacia adelante desde su lugar junto a


Fazire, que estaba de pie detrás y a la derecha de Lily, en las sombras,
oculto pero siempre al lado de su Lily.

Tash se arrojó hacia Nate, su cuerpo alto y delgado meciéndolo sobre


los talones.
477
Ella nunca había cambiado su hábito de gritar su nombre y lanzarse
a sus brazos cada vez que lo veía.

Tarde por la noche, algunos años antes, acostada en sus brazos en la


oscuridad, Lily compartió con cierta tristeza que pensaba que Tash
secretamente temía que cada vez que Nate dejaba su presencia nunca
volvería.

A Nate hace mucho tiempo le preocupaba lo mismo.

Se alejó de su hija, metió una pesada cortina de cabello negro detrás


de su oreja y sonrió hacia sus ojos, sus ojos, y ella le devolvió la sonrisa.
Leyó el alivio en ellos, como hacía a menudo desde los primeros días en
que entró en su vida antes de que rápidamente lo escondiera.

—Por Dios, Tash. Derríbalo, ¿por qué no? —murmuró Jon junto a
Nate.
Tash salió de los brazos de Nate y empujó el hombro de su hermano.

—Cállate, Jon.

—Crece, Tash —replicó Jon.

—Tú crece —regresó Tash.

Jon giró sus atormentados ojos marrones hacia su padre.

—Paren —dijo Nate en voz baja pero firme, y sus dos hijos, como lo
habían hecho durante años cuando su padre hablaba en ese tono,
inmediatamente obedecieron. Aunque, todo hay que decirlo, Tash lo hizo
con evidente renuencia y Jon lo hizo con arrogancia extrema, una
arrogancia que Lily afirmaba que recibió de Nate, pontificando, a veces en
gran longitud, de la prevalencia de la crianza sobre la naturaleza.

Nate había sido cauteloso con la adopción de un niño mayor que


Tash, uno residente de la calle, un niño como él.

Lily había insistido. También Laura. Maxine había exigido,


dramáticamente. Víctor se había, sorprendentemente, aliado con Lily,
Laura y Maxie. Fazire había estado, sorprendentemente, del lado de Nate.

No es sorprendente que Lily hubiera convencido a Nate, así como a


478 Fazire.

No había sido fácil de llevar.

Jon era un apuesto muchacho, alto, delgado, fuerte, con el pelo y los
ojos marrón oscuro. Era inteligente, no tan inteligente como Tash pero era
inteligente en la calle, agudo como una tachuela y un principiante rápido.

Jon también era rudo, malhablado, maleducado y tenía una vida


privada que igualó e incluso superó a la de Nate.

Tash, con su corazón abierto, lo había tomado inmediatamente. Le


encantaba tener un hermano y fueron los meses de la exuberancia
implacable de Tash lo que lo rompió. Eso y, por supuesto, el firme pero no
empalagoso amor de Lily, al igual que Laura le había demostrado a Nate y
la orientación firme y comprensión innata de Nate. Por no hablar del
extravagante pero cuidadoso aprecio de Fazire, el dramatismo de Maxine y
definitivamente el amor empalagoso y el afecto suave de Laura y la
amabilidad brusca de Víctor.
Le tomó un año, pero Jon se instaló y luego los aceptó, después su
situación de “adoptado” se desvaneció y se permitió convertirse en uno de
la familia.

La única que conocía su historia completa era Tash. O Jon pensaba


que ella era la única que lo sabía. Fazire los había escuchado y había
llamado a Lily, quien había llamado a Nate que pasaba y todos habían
escuchado hasta que Nate, dándose cuenta de lo que estaban escuchando
a escondidas, había empujado con fuerza a su esposa y a su genio en el
pasillo, mientras que habían forcejeado en silencio luego, eventualmente
cedieron. Jon le había mostrado todo a su nueva hermana. Y Tash había
guardado sus secretos, y eran cercanos, realmente cercanos, como los
hermanos deberían ser.

A pesar de que, para la molestia gentil de Nate, peleaban


constantemente.

Estaban de pie, los tres, y vieron a Lily firmar sus libros.

—Desearía que estas multitudes se fueran, tengo hambre —murmuró


Tash con impaciencia.

—Cuidado con tus deseos, hermanita. —Jon lanzó su brazo


casualmente sobre los hombros de Tash y ella se inclinó hacia su
479 hermano—, Fazire está observando.

Fazire, Nate se dio cuenta, no estaba mirando, fruncía el ceño. Por


otra parte, Fazire siempre fruncía el ceño.

Jon sabía de Fazire. A Jon incluso le había sido concedido su propio


deseo a pesar de que, al igual que Tash, aún tenía que usarlo. Este deseo
les había sido concedido hace dos años, después de una visita del
Magnífico Gran Genio Número Uno. Por alguna razón, estas visitas eran
con regularidad, por lo general cuando Lily le horneaba a Nate un pastel,
algo que hacía cada semana en sus primeros meses como marido y mujer
—como había prometido— y luego cada mes después de primer por
siempre cumpleaños, luego anualmente, sin falta, en su cumpleaños, y
otras veces además.

Las reglas de la asistencia mágica de Fazire en su familia se habían


hecho en la recepción de la boda. Cada descendiente directo de la línea de
Nate y de Lily tenía un deseo, si Fazire deseaba otorgarlo, y Fazire viviría
con la primogénita mujer a menos que tuviera otro favorito, eso era
totalmente decisión de Fazire.

Fazire y Jon tenían una relación que rivalizaba incluso con la que el
genio tenía con Tash. Por otra parte, Fazire amaba a cualquiera que Lily
amara. Incluso, Nate se dio cuenta hace algún tiempo, al propio Nate.

Fazire pisoteó hasta Nate y sus hijos pero, como siempre, dirigió su
mirada a Nate.

—Haz algo. Necesito un café. Necesito pastel. Voy a morir si no tengo


pastel en este instante —exigió a Nate.

—No morirás, Fazire. No puedes morir —señaló Tash, arrugando la


nariz a su genio.

—Bueno, voy a experimentar un destino peor que la muerte —replicó


Fazire.

—¿Qué es? —preguntó Jon, sonriendo como siempre lo hacía ante el


comportamiento excéntrico de Fazire.

—Hambruna extrema y falta de pastel —respondió Fazire y su mirada


giró hacia Nate—. Nathaniel, haz algo.

Nate miró su reloj. Lily se había quedado cuarenta y cinco minutos de


480 más del que se suponía que debía parar.

Volvió la cabeza y miró a su esposa. Cada día, se ponía más hermosa,


tanto que se preguntaba vagamente si había sido embrujado.

No preguntó, sobre todo porque no le importaba.

—Lily —llamó, su voz profunda se transmitió a través de la extensión


que los separaba.

La cabeza de Lily se levantó de firmar un libro y le sonrió a su marido.

El estómago de Nate dio un vuelco, pero no era del todo desagradable,


de hecho, era intensamente agradable y de todos modos, Nate no
solamente ya estaba acostumbrado, sino que le gustaba.

—¿Sí? —volvió a llamar.

—Fazire quiere pastel —le dijo Nate.

—No quiero pastel —anunció Fazire en voz alta y todos los ojos que no
habían vuelto hacia Nate, y visto, él estaba acostumbrado a las mujeres
que estaban en la fila de firma de libros de Lily mirándolo, de nuevo, hace
tiempo que la mayoría de las mujeres lo miraban fijamente, giraron por el
anuncio de Fazire y el genio termino—. Necesito pastel.

—Vamos a parar la fila —ofreció un empleado a la audiencia


quejumbrosa.

—Diez más —ofreció Lily, luego volvió su sonrisa a la fila y explicó—:


Tengo que ver a mi familia.

Más cabezas se giraron, más miradas hacia Nate, el increíblemente


apuesto Jon, a la extraordinaria belleza Tash y al bizarro Fazire. Entonces
las cabezas giraron de nuevo hacia Lily.

La mayor parte de la fila se dispersó con buen humor y con


pensamientos de que el extraño hombre se veía exactamente como un
genio, y también, por supuesto, que el marido de Lily McAllister era
imposiblemente apuesto.

Lily terminó sus diez libros, estrechó la mano del gerente de la


librería, habló brevemente con los empleados, luego se trasladó con su
habitual gracia no afectada hacia su familia.

A su llegada, besó la frente de Tash, la mejilla de Jon y luego, de


481
puntillas, con los ojos cálidos en él, rozó sus labios contra la mejilla de su
marido.

—Lo siento, lo siento —murmuró, buscando la mano de Nate—,


ahora, el pastel.

—Finalmente —gruñó Fazire como si hubiera estado esperando


milenios en vez de cuarenta y cinco minutos.

Se trasladaron a la puerta, Nate abrió de un tirón su teléfono y llamó


a su chofer. Su mano dejó la de Lily, pero sólo para que su brazo pudiera
deslizarse a lo largo de sus hombros, tirando de ella a su lado mientras
caminaban. Esto lo hacía constantemente y el paso de Lily cayó en
conjunto con el de Nate.

Mientras hablaba con su chofer, Nate vio mientras Tash empujaba a


Jon entonces este envolvía su brazo alrededor del cuello de ella y la atraía
hacia sí igual que Lily estaba en contra de Nate con obvias diferencias,
principalmente, Tash exclamando en voz alta—: ¡Vete! —a pesar de que
claramente no quería que lo hiciera.

—¡Niños! Están haciendo una escena —declaró Fazire aún más fuerte,
haciendo su propia escena.

Nate cerró su teléfono de golpe después de que le había dicho al


chofer que estaban listos y el brazo de Lily se envolvió alrededor de su
cintura.

Ella inclinó la cabeza para mirarlo.

—¿Pasaremos el fin de semana en el ático o regresamos a Clevedon?

—Londres —dijo Nate.

Lily asintió y miró al suelo.

—¿Lily? —llamó Nate.

Ella inclinó la cabeza hacia él y sus labios se inclinaron hacia los


extremos en el fantasma de su sonrisa peculiar.

—¿Sí?

—Te amo.

No lo decía a menudo, prefería demostrarlo aunque Lily hacía ambos


482
y con frecuencia.

Por lo tanto, cuando lo decía, ella reaccionaba, tan


extraordinariamente, tan gratificantemente. Sus ojos se encendían,
después se calentaban, luego se suavizaban, luego se llenaban de asombro
y admiración, aunque la última parte era como normalmente miraba a
Nate… todavía.

—Yo también te amo —susurró.

Abruptamente Nate se detuvo y también Lily.

Y agradeció al tiempo que sus hijos eran lo suficientemente mayores y


que ya no necesitaban ser protegidos del intenso afecto de Nate hacia su
esposa.

Giró a Lily en sus brazos y le dio un beso, un beso de verdad, un beso


que hizo a su aliento detenerse —Nate, con satisfacción, no sólo lo
escuchó, lo sintió— y el corazón le latía con fuerza en el pecho.
No tenía idea de que las personas estaban mirando a la hermosa,
amorosa, pareja feliz y algunos tomaban fotos.

Y no podía importarle menos.

Fin

483
Kristen Ashley

484
Nació en Gary, Indiana, Estados Unidos. Casi mató a su madre y a si
misma al nacer, ya que tenía enredado el cordón umbilical alrededor del
cuello. Ha vivido en Denver, Detroit, Colorado, entre otras ciudades.

Su sueño siempre fue convertirse en escritora. No tiene un género


literario definido ya que salta constantemente de una serie a otra.

Auto publica sus libros entre los que se encuentran las series:

 Unfinished Hero
 Rock Chick
 Dream Man
 Colorado Mountain
 The ‘Burg
485

You might also like