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ARTISTAGENS
Filosofía de la diferencia y educación
a
Autêntica
Coordinadores de la colección
Jorge Larrosa
Walter Kohan
Carátula
Sobreimagen Circo de Georges-Pierre Seurat, de 1891
Edición Electrónica
Conrado Esteves
Revisión
Dila Bragança de Mendonça
____________________________________________________________________
120 p.
ISBN 85-7526-205-X
1. Filosofía. I. Título
CDU 1
____________________________________________________________________________
2006
Belo Horizonte
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DIF
artistagens, fabulaciones, variaciones
Desde 2002:
gigantesco telar
ÍNDICE
Pág.
COMO UN CAN
Trazos
1. Fiesta. a) ¿La escritura hace del pensar una fiesta? b) ¡Pero, si no me engaño,
en educación, casi no existe fiesta! c) ¡Tan muerta que es una tristeza! d) ¡Por lo mismo!
2. En el principio.
Nebulosas,
conjuntos vaporosos,
que convocan
a las fuerzas inhumanas
que viven en el educador.
De la sierpe venenosa.
Del jacarandá.
De la petiza.
De la samambaia.
Del sol.
De lo que vuela.
De la babosa.
La escritura en educación
pensada
en una tela de araña.
La pasión de escribir
al danzar en la cuerda floja.
Doquiera,
fabulación de la belleza,
poesía, lírica,
música, ditirambos.
Contingencia pura.
En el extremo de la abstinencia,
Se roba la escritura en el comienzo.
3. Bloque. Escribir sobre educación ha funcionado, la mayoría de las veces,
como una territorialidad. Se trata de una reproducción circular, de una progresión en
lugar de una trasgresión, de fotos de aulas, recuerdos de escuelas, deseos aprisionados
en el engaño de la representación de alumnos, que hacen pesar sobre el acto de educar
fuertes prohibiciones pueriles, persuasivas, idiotas. Traer a esta escritura sonidos de
aulas, bloques de escuelas sin recuerdos, vidas presentes y activadas, precipitadas,
multiplicadas en sus conexiones, es proveerle un máximo de extensión polívoca,
opuesta a la escritura educativa que el significante único define, rechazo y
neutralización de lo social y lo político.
4. De juego. Juego de escribir, al utilizar la intensidad cero del deseo de educar
como catapulta. Despojar a la escritura de sus elementos representativos o emocionales.
Desmontar los modelos incorporados a las palabras, que las llevan a efectuar
movimientos figurativos y a imitar a alguien o a algo. Constituir un movimiento nuevo
y puro de escritura, que del escribir como evento extrajese su energía. Jugar en el
escribir que tan sólo inventa y deviene muchas escrituras, abre su espacio a todos los
tipos de eventos que allí pueden tener lugar, a elementos heterogéneos, pero en el que
cada uno afecta a todos los demás.
5. Lo que es. Una escritura que crea un mundo incierto y peligroso es la única
forma que hace que el profesor se diferenciase, o sea, se volviese lo que es, más allá de
lo que con él hicieron.
6. Contraparte. Para escapar de una escritura indiferenciada, que para todo vale,
y afirmar de modo radical la diferencia de una escritura-artista de la educación, importa
investirla de una no-relación con la práctica pedagógica y de afectos de la Naturaleza.
Entonces, ella va a apreciarse justo por hallarse saturada de estos afectos y por no tener
alguna semejanza con aquella práctica. Todo esto como contraparte del moralismo
optimista del amor pedagógico.
7. ¿Se enseña a escribir? (a) ¿Es posible enseñar a escribir? (b) No sé si
podemos enseñar a escribir. (c) Para Nietzsche (2003, p. 144 ss.), junto a la oratoria, la
escritura es un arte que no puede adquirirse sin “la orientación más minuciosa y el
aprendizaje más penoso”. (d) Ahora, ¿decir, como Deleuze (1988, p. 54), − Ven, escribe
conmigo, incluye escribir para o con los alumnos?
8. Escribo siempre diferente de mí. Escribir de un modo que no fuese fusión,
proyección ni identificación con nadie incluye afirmar un principio de diferenciación en
el mismo interior de la escritura, que aspira a la exterioridad absoluta. Así como si se
dijese: — Porque soy algo diferente de mí, porque estoy siempre en el exterior de mi
misma, escribo de modo diferente de mí. ¿Va a ser esta diferencia la única que me
permite entrar en un proceso de devenir-escritora, como ser singular, real, que me
vuelve otra? ¿Quizás, una educadora-escritora?
9. Espíritu. En educación, al tomar como arte la escritura, tomamos partido
riguroso contra cualquier escritura nostálgica, redentora, aconsejadora, mesiánica,
profética. Al escribir, bebemos de fuentes vivas. Una necesidad de escribir nos persigue
como un can. Sobre nuestra cabeza, con chillidos, revolotea el murciélago del espíritu
de la escritura.
10. Para escribir es preciso leer…Como Nietzsche (1995, p. 47-48) mostró, esta
máxima no es válida para todos los casos. Muchas veces, para escribir se precisa dejar
de leer, se requiere defenderse de la mera reacción ante la lectura, sustraerse a
situaciones y relaciones donde se queda sometido a suspender la iniciativa y volverse
sólo reactivo. Aquel erudito que, “en el fondo no hace sino ‘revirar’ libros” pierde “en
su totalidad la facultad de pensar por sí mismo”. O sea, si no revira muchos libros, no
logra pensar; si sólo critica, con aprobación o desaprobación de lo que ya se pensó, “él
mismo ya no piensa”, sólo reacciona ante los pensamientos que leyó. Su instinto de
autodefensa se halla embotado, pues, si no fuese así, “se protegería de los libros”. El
erudito es un lector en ruinas, un fósforo que necesita arriesgarse para que brille, o sea,
para que emitiese supuestos pensamientos un décadent,* en el sentido nietzscheano.
11. Combinaciones. En educación, se puede pensar la escritura-artista como una
grandeza determinada y un número determinado de centros de fuerza. De esto se sigue
que debe pasar por un número calculable de combinaciones, en el gran juego de dados
de la existencia del educador. En un tiempo infinito, cada posible combinación alguna
vez se alcanza, infinitas veces. Cada una de estas combinaciones expresa el mundo de la
educación que ya se repitió infinitas veces y juega su juego in infinitum.
12. La obra. Con su carácter de simulacro, esta escritura es singularidad que
perturba la realidad de la educación y que mejor representa su pensamiento como juego
afirmador del acaso. Excava el campo de la moralidad y la religión, las motivaciones
inconfesables que se ubican en el origen de los valores éticos supuestamente absolutos,
la valoración de la racionalidad científica. Entonces, afirma una ciencia alegre, el lujo
intelectual y la filosofía de los espíritus libres, que celebran el cuerpo, los instintos y la
Tierra.
13. Prohibiciones. Al escribir, nos olvidamos, por instantes, del mundo de los
estados de cosas de la educación, aunque nos hallásemos predestinados a este mundo.
Odiamos, con todas las fuerzas, a la humanidad y la bondad educativas,
que nos provocan náuseas.
Nos rebelamos contra el mundo del Bien.
Nos dedicamos al partido del Mal.
Al escribir,
de modo insensato,
no existe ley que no nos deleitásemos en transgredir,
ni colectividad que no violásemos.
Escribir nos vuelve eminentemente trágicos.
Así, escribir es un movimiento impulsivo,
hecho en nombre de la condena del instante presente en beneficio del futuro.
*
Décadent: decadente, decadentista. En francés en el original (N. de T.).
Escribir nos hace en extremo aberrantes.
Exige la muerte de los seres aparecidos.
Renovada, nuestra escritura se desinteresa de cualquier beneficio,
prestigio, divulgación,
se opone al orden natural,
y se vincula a la muerte, que es la condición de la vida.
Ella se asume como una escritura mal-dita.
Y gloriosa, osa, imagina, crea problemas, como hace
todo aquel que es artista,
en lugar de resolver problemas.
De este modo combate la angustia y el disgusto.
14. Intempestiva. La escritura-artista es más profunda que el tiempo y la
eternidad. Lucha por el tiempo por venir, en el que se revigorizasen los modos de
expresión de la educación.
15. Estilo. Se vincula tal escritura a una prueba, a una selección, como objeto de
la voluntad y la libertad. Se repite la propia escritura y hace de esa repetición el objeto
de escribir, aquello que encadena la escritura, salva y cura a la repetición de lo Mismo y
de la Ley Moral. En ella, al mismo tiempo, existe todo un juego místico de perdición y
salvación, de muerte y vida, de dolencia y salud. Además de toda una potencia, “que es
la de la repetición del eterno retorno” (DELEUZE, 1988, p. 28).
16. Escritura-esquizo. La escritura-representativa se pregunta: — ¿Qué se quiere
decir? La escritura-artista: — ¿Cómo funciona? En los dos tipos de preguntas, existen
mundos diferentes. De un lado, se encuentra una escritura de la que se hace exégesis o
justificación, algo cognitivo, una lógica del conocimiento extra-perspectivista. Del otro,
una escritura para la que valen sólo funcionamientos posicionales en el mismo complejo
educativo, renuncia a cualquier interpretación, opción exclusiva por la utilización
operatoria. Maquinación de una escritura, que es sólo productiva, ni expresiva, ni
representativa. Privilegio de uso; productividad respecto a la expresividad; utilización
operatoria en detrimento del sentido exegético. Persecución de una lógica de la
invención. Escritura que no sale de la razón, pero renueva el arte del pensamiento al
remitir “el pensamiento hacia el arte” (RAJCHMAN, 1991, p. 58.).
17. Un caso. (a) Escribir sobre educación tiene que ver con lo que, en ella, se
vivió o se vive. (b) ¿Y si no se vivió ni se vive algo que valiese la pena de ser escrito?
(c) ¿Cómo así? Todos viven; luego todos escriben. (d) Sólo que escribir es un “caso de
devenir”, “siempre inconcluso, siempre en vías de hacerse”, es un proceso, “un pasaje
de Vida”, que “derrama cualquier materia vivible o vivida” y “atraviesa lo vivible y lo
vivido” (DELEUZE, 1997, p. 11).
Riesgos
1. Ubi? (¿Dónde?) Escribir hecho un juego ideal, puro, inocente (cf. Deleuze,
1998). Las palabras van surgiendo de la imaginación de principios plásticos, anárquicos
y éticos; los que, aun inaplicables en la realidad educativa, no integran reglas
preexistentes. Cada acción de escribir – cada escritura-acción – inventa sus reglas. A
cada página, párrafo, frase, palabra, sílaba, letra, acento o punto, el acaso se afirma y
ramifica y constituye un impulso; en cuanto cada impulso produce eventos ideales. Se
escribe, al jugar, sin vencedores o vencidos. Ni un profesor ni una profesora escriben, ya
que sólo se escriben sin-sentidos. Escribir así, de modo indiscernible, es la propia
realidad del pensamiento educativo, lo inconsciente de este pensamiento, pues cada
palabra produce una distribución de singularidades neutras o de eventos ideales. Esta
escritura-acción no existe; o mejor, sólo existe en el pensamiento educativo. Y no tiene
otro efecto sino el de perturbar la realidad, la moral y la economía de la educación. Así,
ella se hace mediante actos enigmáticos, no a través de actos sencillos y claros por sí
mismos. Se trata de una escritura apasionada por el pensamiento inefable. Escritura de
un tiempo superficial de los eventos tomados en su relación con el devenir, que de modo
simultáneo remite al pasado y al futuro. Escritura llevada a cabo en un campo
trascendental impersonal y pre-individual, cuya emisión ocurre por el aspecto
problemático y paradójico de que se reviste el lenguaje en su génesis. Escritura que
carece de la conciencia de la persona y el punto de vista del individuo como medios
porque se efectúa sobre una superficie in-consciente, ni individual ni personal. En
esencia escritura productora de artistagens, cuyo campo es una zona sometida a
determinadas perturbaciones, donde se producen algunos efectos. Escritura como efecto
producido por un campo trascendental, el que, a su vez, también a su turno produce un
campo e impone perturbaciones. Como singularidad en la cultura, es una escritura que,
en su momento, también produce nuevos modos de acontecer en el mundo. Ningún
objeto existe de esta escritura, ya que el propio objeto, sobre el que se ejerce la fuerza
de escribir, también es una fuerza. Escribir sobre la escritura-artista en educación
produce posturas diferentes de aquellas que la escritura produce sobre didáctica,
currículo, metodología, fundamentos, planeamiento, evaluación, etc. ¿Estilos de
literatura educativa? Una obra de arte, desde que la superficie física de las acciones y
pasiones cotidianas cediese el sitio a la superficie metafísica en que aparecen los
eventos educativos puros.
2. Las fuerzas. En cuanto el tiempo del mundo es infinito, no tuvo inicio y no va
a tener final, las fuerzas de la escritura-artista, aunque múltiples, son finitas, presentes
en toda parte. Fuerzas que sólo existen en plural, que no son cada una en sí, sino sólo
respecto a otras, y que no son algo, sino un operar sobre otras fuerzas. No se puede decir
que ellas producen efectos ni que se desencadenan a partir de algo que las impulsase,
porque incluiría distinguirlas de sus manifestaciones y enmarcarlas en los parámetros de
la causalidad. Tampoco pueden no ejercerse porque ello sería atribuirles intencionalidad
y enredarlas en el antropomorfismo. Con sencillez las fuerzas de esta escritura se hacen
efectivas, al irradiar voluntades de potencia, al operar sobre otras, al resistir a otras, al
querer extenderse hasta el límite, al manifestar un desear-llegar-a-ser-más-fuerte, lo que
explicita su carácter intrínseco a la escritura misma.
3. El Afuera. Aquel que escribe sobre la presión del Afuera, del desierto, del
exilio, ve que se fragmenta la propia unidad subjetiva y desaparece la forma de
interioridad de cualquier esencia del Yo. Entonces, aquel Fuera-de-Sí, que dice “Yo
escribo”, no puede representar a un sujeto, no puede ambicionar un Yo idéntico a sí
mismo, porque integra un lenguaje sin sujeto atribuible. Las manos que escriben no son
de él, ni de nadie, mucho menos de algún autor, sólo son de un sujeto inventado.
Escriben una escritura anónima, despersonalizada, libre de las garras de cualquier sujeto
desaparecido en el discurso. Entonces, sólo existe un ser: el ser del lenguaje que habita
el espacio literario, lleno de un eterno movimiento (cf. B LANCHOT, 1987). ¿Quién
escribe? Ahora, un Desdoblado, cuya palabra pasa a constituir un espacio de
transgresión, en que todo lo fijo se torna móvil, las verdades se estremecen y se ven
deshechas las dicotomías interno/externo, sujeto/objeto, yo/mundo. Esplendor de un
escribidor impersonal…
4. Reino del devenir. (a) ¿Andaba pensando: — ¿Hoy, qué podemos escribir en
educación, en nuestras condiciones de luz y visibilidad? (b) Ya, yo, preguntaba: — ¿En
esta escritura, cómo se ejercerían las relaciones de fuerzas móviles? — (c) De mi parte,
yo meditaba: — ¿Cómo sería escribir sobre lo informe, sobre lo no-estratificado, sobre
el espacio de singularidades salvajes donde las cosas aún no son? (d) Y yo: — ¿Cuáles
serían nuestros modos de existencia, pliegues, procesos de subjetivación? (e) ¿Lerdo
halló las respuestas para estas preguntas? Ni yo… Tal vez, sólo valiese la pena decir: —
Damos la escritura a aquellos que son incapaces de hacerlo; pero éstos dan devenires a
nuestra escritura, sin los que ella sería imposible.
5. Huracán, rayo, trueno. Trazadas en una zona de turbulencia, donde se agitan
puntos singulares y relaciones entre estos puntos, las palabras de la escritura-artista no
son ni cuerpos visibles, ni personas hablantes, sino un burbujear de fuerzas.
6. Nivel. En esta escritura, nada se determina, nada tiene forma. Todo está aún
por ocurrir, en un nivel constituido sólo de afectos y singularidades.
7. Desmembrado. Es preciso afectar y afectarse para poder escribir. Escribir es
ser desmembrado. Es metamorfosis constante. Es apertura de un futuro que nunca
comenzó. Errancia total.
8. Vivir. Escribir es un pensamiento de vida, no una fórmula de felicidad ni una
somnolencia gustosa, ni una irresponsabilidad divertida.
Profundo vitalismo: los modos de vida inspiran modos de pensar y escribir; los
modos de pensar y escribir crean modos de vivir.
La vida activa al pensamiento y la escritura; el pensamiento y la escritura
afirman la vida.
¿Cómo hacer de la escritura un arte de vivir? ¿Cómo volverla vivible?
¿Cómo crear una unidad entre vida activa y escritura afirmativa?
Escribir es duplicar el Afuera, como hace el navío con el mar.
Hacer del pensamiento una experiencia del Afuera,
escapar del sentido común,
desestructurar el buen sentido,
entrar en contacto con una violencia que nos saca del reconocimiento
y nos lanza ante el acaso,
que estremece certezas y el bienestar de la verdad.
Perder las referencias con nosotros y con el mundo exterior,
apartarnos del principio de realidad,
romper con las referencias cognitivas,
buscar una ruptura con la opinión,
poner en duda el propio pensamiento,
lo Divino, lo Verdadero, lo Bello, el Bien.
Escribir es crear,
aligerar y descargar la vida,
inventar nuevas posibilidades de vida,
hacer que surgiese lo que aún no existe,
en lugar de representar lo ya dado y admitido.
9. Quomodo? (¿Cómo?) La escritura representativa puede ser: (1) monista, que
considera al texto como consistente en una unidad, fundado sobre sí mismo,
inengendrado, resistente a lo que él mismo no es; (2) bipolar, que considera al texto
engendrado por el encuentro entre una forma y una materia. Tanto uno como el otro
modo de escribir evitan la descripción directa del propio texto y suponen una sucesión
temporal, que parte de algún principio textual, llega al texto constituido, tras pasar por
aquello que el esquema textual no tematizaría lo suficiente: la propia operación textual.
Así, un texto es algo a explicar y no aquello en que debería encontrarse la explicación.
Ya un texto de escritura-artista no se concluye, ni sobre él se da una explicación; sino un
proceso en desarrollo, una realidad relativa, una determinada operación compleja,
activada vitalmente. En cuanto se lleva a cabo, un texto de estos no agota en una sola
vez los potenciales de realidad educativa, sino que señala su carácter de devenir. Por
esto, tal texto tiene la capacidad de desfasarse respecto a sí mismo, de resolver al
desfasarse, de resultar en una incompatibilidad inicial, rica en potenciales, en un sistema
tenso, supersaturado, sobre el nivel de la unidad. Es más una onda o un corpúsculo, una
materia o una energía, que desdobla y desfasa aquello que su autor posee. El texto de la
escritura-artista es dispar; es disparo; es sistema formado por emisiones de partículas,
que incluye un estado de disimetría; continua* de intensidades puras que operan como
factores individualizantes, en procesos de individuación constitutivos de individuos,
pero que no se agotan en éstos; bloques de devenires; conjugaciones de flujos;
diferencia fundamental. Precario, mutante y mutagénico, campo de realidad virtual, este
texto se agita en la resolución de un sistema objetivamente problemático.
10. Cur? (¿Por qué?) La escritura-artista utiliza, siempre, el arma de la crítica,
que ella misma forja, para escapar de los artificios que son el refugio de la tradición, el
espejismo de la erudición por sí misma, la abulia del buen sentido o la anomia del
sentido común, los valores superiores de la vida. Critica la secularización en educación
por medio de la errancia política y de la revolución permanente. Para nomadizar el
pensamiento, escribe, para seguir a Nietzsche, primero, como un camello; luego, como
un león; para escribir, en fin, como una criatura lúdica. Metamorfosis que ocultan
peligrosos simulacros…
11. Quibus auxiliis? (¿Por qué medios?) El deseo de escribir siempre se dispone,
al maquinar sobre un plano de inmanencia o de composición; plano que debe
constituirse al mismo tiempo que el deseo dispone la máquina, y el texto se maquina y
escribe. No basta decir sólo que este deseo es histórica o subjetivamente determinado,
porque estas determinaciones recurren a instancias estructurales que desempeñan el
papel de ley o de causa, de donde surgiría el texto. El deseo de escribir es un operador
efectivo, que se confunde con las variables de una disposición; de modo que sólo se
desea escribir en función de una disposición en la que se está incluido; por ejemplo, un
seminario, un partido, algunos “relacionamientos de duplas, más que de parejas”
(DELEUZE, GUATTARI, 1996, p. 68).
12. Quid? (¿Qué?) ¿Sobre qué se escribe en una escritura-artista, esquizo-
analítica, micropolítica, pragmática, diagramática, rizomática, cartográfica? (1) Se
escribe sobre la profesión, el trabajo, las aulas, las fiestas, el retiro, animales, chicos,
adultos, blancos, negros, público, privado, hombre, mujer, segmentos determinados,
planos organizativos; (2) también se escribe sobre desvíos, caídas, impulsos,
flexibilidades, flujos moleculares, micro-devenires, bloques de devenir, continua de
intensidad, conjugaciones de flujos, planos de consistencia; (3) incluso, se escribe sobre
líneas de fuga, velocidad, umbrales. Se escribe en una intertextualidad para crear nuevas
significaciones; de modo selectivo, se apropia de textos de la tradición educativa o de
argumentos rivales para dislocarles su sentido original.
13. ¡El problema máximo! Lanzar el texto cual una piedra mediante una máquina
de guerra: problema de la velocidad absoluta del pensamiento.
14. Teoría materialista. Elaborar una teoría materialista de la escritura es: (1)
expresar un mundo posible; (2) poner eventos a bailar; (3) desenmascarar la
mediocridad y la compasión; (4) denunciar la crueldad, la hipocresía y el resentimiento;
(5) execrar el prosaísmo, la vulgaridad y el tedio; (6) preguntar por el valor de los
valores; (7) transvalorar la moral tradicional que mora en la educación.
15. Quando? (¿A qué horas escribir?) — Puede ser a cualquier hora. Se prefiere
la medianoche, el fin de la noche, la hora más nocturna, la más misteriosa, la más
*
Continuuns: dice en latín en el original. Es el adjetivo: continuus, a, um [continuo, ininterrumpido;
seguido, consecutivo], el neutro continuum, que en plural es continua (N. de T.).
oscura, la más desierta, hora de las brujas y las apariciones, de las hablas con el
demonio, hora de los grandes enigmas, hora del tránsito, del pasaje, hora en que
concluye un día e inicia el siguiente, punto crucial entre una y otra jornada.
16. Quis? (¿Quién?) — ¿Quién escribe de modo artista? Ahora, son los animales
de rapiña, los salvajes sagaces, los francotiradores, los osados, terrestres, extranjeros,
guerreros, legisladores, artistas, pensadores, poetas, afirmadores, experimentadores y
creadores, que obran en nombre de la doctrina del círculo vicioso y con ella constituyen
la condición sine qua non de la escritura universal. Aquellos que escriben, se exceden y
se reservan el derecho de malograr. Aquellos que escriben no debido a que tuviesen un
proyecto de escritura e intentasen llevarlo a cabo, sino porque inician el acto de escribir
para ver si existe una intensidad que produjese algunos efectos. Escritores de la
inocencia alegre de un en-fant* que sólo sabe decir la única palabra ajuiciada: — ¡Sí!
Saetas
*
En-fant: variante de enfant: niño, hijo, muchacho, criatura; palabra compuesta en francés por: en: en,
dentro; también de ahí, de allí; y fant: que es partícula con la que inician palabras como: fantaisie
(fantasía), fantaisiste (de género fantástico), fantasmagorie, fantasmagorique (fantasmagoría,
fantasmagórico); fantasque (extraño, raro), fantastique (increíble, fantástico), fantoche (títere; farsante),
fantomatique (fantástico, fantasmal), fantôme (fantasma, espectro). En francés en el original (N. de T.).
5. La escritura-artista constituye objetivamente el mundo de la práctica
educativa, que no es independiente de la organización que le damos; ni tiene sentido
porque falta el punto de vista trascendente para conferirle una finalidad; tampoco
representa ese mundo, ya que es antiteleológica, anti-sustancialista y anti-realista.
6. Todo conocimiento conceptual o categorial que esa escritura produce es una
ficción reguladora, no tiene valor de verdad, sino es relativo, interpretativo y
antropomórfico. Sólo puede ser así, ya que todo conocimiento no es una verdad
ontológica – aunque esta se aprehendiese a través de medios intuitivos –, sino
estrictamente operatorio.
7. La escritura-artista integra una doctrina de inmanencia.
8. Cada texto se fragmenta y es parcial; pero la escritura-artista en sí no se daría
a través de su suma, ya que esta suma es contingente, se halla en devenir permanente, en
cuanto su perspectiva se está modificando de continuo.
9. Eternamente en movimiento, diferenciada en lo máximo, heterogénea,
incontable, innumerable, la escritura-artista es un llegar-a-ser que no deriva de un estado
anterior y nunca alcanza un estado final. Carece de medida, fundamento y finalidad. Es
acaso, contingencia y necesidad. Caso fortuito, delirio, pathos de la distancia. Flujo del
acontecer, continuum infinito de puntos de vista, fuerza singular de experimentación de
la ampliación de horizontes.
10. La escritura-artista es un modo de escribir, no más avanzada o progresista o
evolucionada o científica o lógica o natural o erudita que las demás escrituras. No
sublima, no cura, no suspende la voluntad, el deseo, el querer… Sólo que ella sabe reír,
conmover, mover piernas y alas.
Marcas
BLANCHOT, Maurice. O espaço literário [El espacio literario]. Rio de Janeiro: ROCCO, 1987.
DELEUZE, Gilles. Diferença e repetição [Diferencia y repetición]. Rio de Janeiro: Graal, 1988.
________. Crítica e clínica [Crítica y clínica]. São Paulo: Ed. 34, 1997.
________. Lógica do sentido [Lógica del sentido]. São Paulo: Perspectiva, 1998.
________. Francis Bacon: lógica de la sensación. Madrid: Arena Libros, 2002.
DELEUZE, Gilles; GUATTARI, Félix. 1874 – Três novelas ou “o que se passou?”. In: ________. Mil
platôs: capitalismo e esquizofrenia [Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia]. Vol. 3. Ed. 34, 1996.
NIETZSCHE, Friedrich W. Ecce homo: como alguém se torna o que é [Ecce homo: cómo alguien se
vuelve lo que es]. São Paulo: Companhia das Letras, 1995.
________. III Consideração Intempestiva: Schopenhauer educador [III Consideración intempestiva:
Schopenhauer educador]. In: _______. Escritos sobre educação [Escritos sobre educación]. Rio de
Janeiro: PUC-Rio; São Paulo: Loyola, 2003, p. 138-222.
RAJCHMAN, John. Lógica do sentido, ética do acontecimento [Lógica del sentido, ética del
acontecimiento]. In: ESCOBAR, C. H. Dossier Deleuze. Rio de Janeiro: Holón Editorial, 1991, p. 56-61.
¡Pueden dejar de buscar! Sólo una vez, en toda su producción, Deleuze habla de
aprendizaje. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿En qué libro o artículo? Para Deleuze, ¿quién es el
educador? Al afirmar “En esencia él es educador”, ¿quién es “él”? ¿Y quién debe
alcanzar el Ideal de la formación? ¿Quién es la educanda? Además de esto, ¿esa
pedagogía de qué tipo es? ¿Qué debe enseñarse? ¿En qué se fundamenta la relación
pedagógica?
Veamos. Ningún privilegio tiene el educador. Sino que asume todos los riesgos de
fracaso inherentes a la “tarea pedagógica”. En medio de esos riesgos, debe actuar, para
llevar a la educanda a ajustarse a su papel que, aún, ella no sabe representar, ora por
exceso, ora por defecto. Su tarea consiste en “formar” la índole de la educanda, en
“educarla, persuadirla”, según un determinado proyecto. En el proceso de interacción, a
través del que desarrolla el “aprendizaje” de la educanda, las subordinaciones y los
castigos que se le infligen integran el calvario de un verdadero idealista.
Con cuidado, el educador prepara las pruebas de iniciación místico-idealistas, que
juntan elementos novelescos con ritos de caza, agrícolas y de regeneración, que van a
llevar a la educanda a ascender al punto particular de la idealización. De modo platónico,
ella establece condiciones para la observación y para los “ejercicios pedagógicos” que
van de la contemplación del cuerpo a las ideas, o mejor, del cuerpo a la obra de arte y de
ésta a las ideas. Recurre a la imaginación dialéctica, al arte del disfraz, a operaciones
suprapersonales y “enseña” a la educanda a deshacerse de todos los elementos
personales. Utiliza anuncios, amenazas, medios jurídicos, que expresan una mezcla de su
miedo, rechazo y atracción de educador. Y, – lo frecuente –, si fuere preciso opera a base
de golpes, para que la formación de la educanda fuese lo más perfecta posible, orientada
hacia una nueva criatura: sin amor sexual, sin propiedad, sin patria, sin trabajo, sin
lucha…
Pero también le corresponde a ella la tarea de ser morosa, retener la respiración, vivir
a la espera en estado puro, con función de retome y reiteración. Una espera que se
desdobla en dos flujos simultáneos – uno que en esencia tarda, el del placer; y el otro, en
cuanto condición que posibilita a aquél, que se espera y supone, o sea, el del dolor. Así,
las pruebas y los ejercicios van a tener un efecto vuelto hacia el mismo educador: él va a
pasar por un segundo nacimiento autónomo, partenogenético, independiente de la madre
uterina y libre de la semejanza con el padre, que le va a permitir renacer como un
hombre nuevo. Aunque tal renacimiento sólo aconteciese si, en la “relación pedagógica”,
se llega a lo Ininteligible, al Tercero. Pues, aun al representar el peligro que viene a
obstaculizar o interrumpir los ejercicios, él indica un desdoblamiento de la educanda y
prefigura la salida de la relación. Él ayuda al educador a retroceder el primer flujo, que
debe tardar, durante el tiempo necesario, para que el segundo flujo esperado y supuesto
lo permita. Así esta pedagogía de la espera hace triunfar al Ideal, o sea, la
sentimentalidad de la educanda en el hielo y a través del frío.
Al negar el mundo a medida que se va formando, la educanda debe volverse fría,
maternal y severa, como la Naturaleza. Sin piedad, pero también sin odio, ella debe
volverse una mujer de acero, con centenares de láminas salidas de su pecho, brazos,
piernas y pies. O sea, la frialdad es el elemento clave del ideal de educanda, el punto de
transmutación dialéctica, que preserva su sentimentalidad supra-sensual, lo que indica el
estado cultural de una sensualidad transmutada: al calor, al fuego, la frialdad y sus
hielos; al desorden, un orden, de preferencia, riguroso. Así, la educanda va a ser
sentimental ante la reflexión y severa contra la grosería. Envuelta por el hielo y
protegida por las pieles, en el frío – al mismo tiempo, medio ambiente protector y
medium, capullo y vehículo – irradia su sentimentalidad, que hace de ella alguien que
erotiza la propia imaginación, en un tipo de latencia divina que corresponde a la
catástrofe glacial. Ya que este es un aprendizaje hecho con mujeres de piedra, la
educanda es perturbadora sólo por su confusión con una fría estatua bajo el resplandor
lunar o con escenas en la sombra. Entre la carne, las pieles y el espejo, ella constituye el
vínculo entre lo sentimental, lo helado y lo cruel.
Fantasmática, a ella pertenecen las tres imágenes: mujer primitiva, uterina, madre de
las cloacas y los pantanos; mujer edipiana, imagen de la amante, madre que se relaciona
con el padre, como víctima o como cómplice; y mujer oral, gran nodriza, diosa
silenciosa portadora de la muerte. En los pantanos, las estepas o el mar, como una bella
déspota, zarina terrible, mocita de buena familia, cazadora con su trofeo, revolucionaria,
oriental, aldeana, criada, patrona, pagana, mística, hermafrodita, amazona, serena,
pescadora de almas, hetera, soberana y coqueta, colérica y severa, la educanda va a ser
opulenta y musculosa, de carácter altivo, con una voluntad imperiosa y dotada de alguna
crueldad, aun en la ternura o en la ingenuidad. Señora de las pieles, de los zapatos, de los
capacetes extraños, con su cuerpo de mármol, esta Venus de hielo va a subvertir la ley y
va a tener un enorme recelo de resfriarse. Moderna, denuncia, como invenciones del
hombre, para destruirlos, el casamiento, la moral, la Iglesia y el Estado; inspira a las
mujeres de la casa el deseo de dominar; somete al padre; corta los cabellos del hijo;
traviste a todos; abomina el incienso del cristianismo; lleva el corazón afectuoso de una
paloma junto a los instintos crueles de la raza felina.
En esta pedagogía demostrativa, la educanda debe ser persuadida a firmar un
contrato, como condición necesaria de la relación pedagógica. Contrato pautado sobre un
sistema de derechos y deberes, no oponible a terceros, y válido por un tiempo limitado.
Una alianza contratada, en un momento preciso, dotada de cláusulas que prevén, de un
lado, la reciprocidad de deberes y una reserva de partes inalienables, como la parte del
trabajo o de la honra; y, del otro, que confieren a la educanda cada vez más derechos
para retirar al educador todos los suyos, incluso el derecho al nombre, la honra y la
propia vida. Un contrato renovador de la idea de antiguos juristas, según los que la
esclavitud descansaba en un pacto. Un contrato que no expresa sólo la necesidad de
consentimiento del educador, sino el don de la persuasión, “el esfuerzo pedagógico y
jurídico”, por medio del que él “adiestra” a la educanda, de modo que pareciese que ella
educa al educador, aunque fuese éste el que la forma y dice las duras palabras que ella
acaba por expresarle. Más o menos como Platón afirmaba que Sócrates aparecía como el
amante, pero, en lo fundamental, era el amado.
Aunque no estuviese preso sino por la palabra, el educador habla a través de la
educanda, en un contrato pleno de retornos y desdoblamientos en la distribución de los
papeles y del lenguaje. Papeles y lenguaje dotados de una extraordinaria decencia, pero
que tienen una función contractual dialéctica, mítica y persuasiva de establecer la ley y
de hacer que, cuanto mejor se estableciese, ella más se tornase restrictora de los derechos
de una de las partes contratantes, en este caso, la instigadora. Así, no existe cualquier
relación sin contrato o sin cuasi-contrato en el espíritu del educador y la educanda. Ni
ellos mismos piensan en la educación sin la ley que ese contrato genera, aunque tal ley
llegase a superar y desmentir las condiciones de las que se derivó.
En la aparente subordinación del educador y la supuesta docilidad de la educanda a la
ley pedagógica, existe toda una provocación, una fuerza crítica y de escarnio, expresadas
en el exceso de celo y en una escrupulosa aplicación, que muestran el absurdo de la
misma ley y alcanzan el desorden que se admite ella prohíbe y conjura. Entonces, la ley
se revira de modo humorístico, con sesgo, a través de la profundización de sus
consecuencias. O sea, la misma ley que prohíbe al educador y a la educanda llevar a
cabo un deseo bajo pena de un castigo consecuente va a ser, ahora, una ley que ubica un
castigo al comienzo, y les ordena, por consiguiente, que satisficiesen el deseo. Así,
ambos soportan el castigo antes de sentir el placer. Y el sufrimiento no causa su placer,
sino, justo, es la condición previa indispensable para la llegada de ese placer. Este se
abjura, pero para reencontrarse mejor como recompensa o resultado. Por esto, en esta
pedagogía persuasiva, la ley asume un carácter mistificador, tan luego se instituye, y se
vuelve el objeto de una caricatura que revela toda su ambigüedad de destino.
Parodias, fetiches, tapicería pesada, salitas y ropajes, trajes nacionales y folclóricos,
bromas inocentes de chicos, gracejos, exigencias morales y patrióticas, montar el oso o
el cachorro, dejarse arrastrar a una carrocita o a un arado, utilizar un papel firmado en
blanco, cazar un oso o un lobo, cubrir el cuerpo con pieles de animales, suspender el
gesto del golpe, entreabrir la chaqueta, verse reflejada en un espejo que paraliza su pose,
son todas actividades integrantes de esta pedagogía teatral y que siempre se presenta en
tonos color de rosa. Profunda espera, cercana a las fuentes de la vida y de la muerte,
atraso al máximo, un continuo Aún no… integran tal pedagogía. Pedagogía, en la que
educanda y educador no destruyen ni idealizan lo real, sino lo introducen, mediante el
fantasma, en un nivel intermediario entre él y lo ideal. En la relación vivida de su placer
con su propio dolor, placer y dolor constituyen las posiciones de la educanda que,
muchas veces, se suspende, o suspende un gesto o una actitud – aquel golpe o aquella
espada que no se abaten, aquella chaqueta de piel que no se abre, aquel talón que no
acaba de asentarse –, o se congela, como si fuese una estatua, un retrato o una fotografía.
Cuadro vivo. Búsqueda trascendental. Desexualización de Eros, resexualización de
Tanatos. Experiencia de suspenso estético y dramático. Repetición cual fuerza terrible.
Sentimientos vividos más en profundidad. Sensaciones y dolores sentidos con más
vivacidad. Ritos de suspensión. Imaginación helada. Misticismo perverso. Anclaje en el
dolor. Arte y disciplina del fantasma. Perfume muy intenso. Aire enrarecido o sofocante.
Extraña atmósfera de enseñanza… En la magia de este escenario pedagógico, en que las
escenas parecen fotografiarse, estereotiparse o pintarse, se fijan o duplican esculturas y
cuadros, o se desdoblan en los espejos y en los reflejos, el gran educador es Sacher-
Masoch. La educanda no es nada menos que la mujer-verdugo, la mujer-golpeadora, la
mujer que zurra. La relación pedagógica se establece sobre el contrato moderno, por el
que el educador, o el héroe masoquista, persuade a su mujer, en cuanto buena madre,
para que se diese a los otros. Y aquí es la única vez en que Deleuze habla de aprendizaje,
cuando presenta, en su crítica-y-clínica, lo frío y lo cruel del masoquismo (DELEUZE).
Referencias
BESTIALOGÍA
Entonces, usted…
No sé, dicen, cuentan de todo, que, hace exactamente cien años, sus contemporáneos
quedaron disgustados. ¡Era una indecencia! En los Três ensaios sobre a teoria da
sexualidade [Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad] (Freud, 1972e), usted
hablaba del chupar sensual, de incitar los lóbulos de la oreja, de las zonas erógenas, del
vómito histérico, de clítoris y glande, sexo oral y animal, masturbación, autoerotismo,
hemorroides, micción y constipación defecatoria, erotismo anal y uretral, enuresis y
polución nocturnas, pruritos y alcaloides, secreciones y gusanos intestinales, membranas
mucosas, baños calientes, agitación mecánica ritmada, juntura de los muslos en las
mocitas, pieles de las nalgas, descarga de heces, escopofilia y crueldad, sadismo y
masoquismo, exhibicionismo y voyeurismo, fetichismo, homosexualidad o inversión,
bisexualidad, transporte en carruajes y viajes en tren, beber y fumar, molestar con ruido
y disputas verbales, erección del órgano masculino y lubricación de la vagina, complejo
de castración y envidia del pene. Pero usted habría molestado a sus contemporáneos
porque afirmó la existencia de una sexualidad infantil; y, sobre todo, el carácter infantil
de toda sexualidad humana.
Con anterioridad, al decir que “ni un solo autor reconoció con claridad la existencia
regular de un instinto sexual en la infancia” (F REUD, 1972e, p. 177-178), se atribuyó a sí
mismo un recurrente y enfático descubrimiento de la sexualidad infantil: “Ya en 1896
(FREUD, 1972b) yo insistía en la importancia de los años de la infancia respecto al
origen de algunos fenómenos importantes vinculados a la vida sexual, y desde entonces
nunca dejé de enfatizar en el papel que el factor infantil desempeña en la sexualidad”
(FREUD, 1972e, p. 180). Así, parece que, hasta antes de usted, existía una tendencia
general a considerar a la infancia como un periodo de felicidad perfecta y asexuada. Y
que, desde entonces, ese mito de la asexualidad habría sucumbido junto al mito sobre el
paraíso de la infancia. Por lo menos, usted garantizaba que era falsa la idea sobre lo
infantil libre de pulsiones sexuales: “La opinión popular tiene ideas muy precisas
respecto a la índole y las características de este instinto sexual. La concepción general
indica que él está ausente en la infancia. Entre tanto, tenemos motivo para creer que
estos puntos de vista proveen una falsa idea sobre la verdadera situación” (F REUD,
1972e, p. 135). Entonces, usted indicaba la gravedad de las consecuencias de esta
situación, al afirmar: una “característica de la idea popular sobre el instinto sexual indica
que él está ausente en la infancia”; aunque fuese “un error que ha tenido graves
consecuencias”, entre las que se halla, “nuestra actual ignorancia sobre las condiciones
fundamentales de la vida sexual” (FREUD, 1972e, p. 177).
Sólo que, en sentido inverso, restauró el paso que acabara de dar. Ubicó a la infancia
en un pantano lujuriante, constituido por relaciones múltiples y caprichosas entre
infantes y adultos, al dislocar el factor hereditario de la explicación del funcionamiento
de la vida sexual hacia la prehistoria – como la denominaba – del individuo, o sea, hacia
su infancia. Creyó que sólo un estudio completo respecto a las expresiones sexuales de
la infancia revelaría las características esenciales del instinto sexual y mostraría el curso
de su desarrollo, para sobrepujar, incluso, la importancia del factor hereditario. Afirmó el
carácter infantil de los géneros – “las disposiciones masculina y femenina”, que “con
facilidad se reconocen en la infancia” – y la execrable invariabilidad masculina de la
libido, que ocultaba los verdaderos problemas – “la libido es invariable y por necesidad
de índole masculina, ocurriese ella en hombres o en mujeres e independiente de ser su
objeto un hombre o una mujer” (FREUD, 1972e, p. 225-226). Tanto más terrible…
Para desarrollar este enfoque, precisó refutar a los sexólogos de la época, como
Krafft-Ebing, Havellock-Ellis, Hirschfeld. Precisó dejar de lado la teratología de
Geoffroy Saint-Hilaire e ir más allá de las ocurrencias excepcionales, extravagancias,
casos horripilantes, anomalías, aberraciones, depravación precoz – “erecciones,
masturbaciones y aun actividades que se asemejan al coito”. Incluso, llegó a reprender a
los educadores, al decir que temían los instintos sexuales y estigmatizaban “toda
expresión sexual” de los infantes como un “vicio” o “‘ruindad’ sexual” (F REUD, 1972e,
p. 184-185). Además de esto, recomendó que fuesen cautelosos en la escuela, pues “el
temor a hacer exámenes o la tensión debido a un trabajo difícil” podría “provocar la
irrupción de expresiones sexuales”, lo que lleva al infante “a tocar los órganos genitales”
u ocasionar una “polución nocturna, con todas sus consecuencias desorientadoras”. Al
pensar en la educación, de modo eminentemente sexual, alertó: “El comportamiento de
los niños en la escuela, que muestra al profesor un gran número de enigmas, en general
debe relacionarse con el surgimiento de su sexualidad”. Así, para usted, era un “hecho
innegable” que la “concentración de la atención en una tarea sexual y el esfuerzo
intelectual en general” producían “excitación sexual” (FREUD, 1972e, p. 209-210).
Al asegurar que los factores causantes de la histeria se remontaban a la infancia, usted
encontró, en la amnesia infantil, el punto ideal para comparar los estados síquicos de los
infantes y los adultos. Creyó descubrir la existencia regular de la pulsión sexual en la
infancia y la etapa infantil de la sexualidad adulta neurótica repetida, exclusivamente,
“en los resultados de la investigación sicoanalítica en adultos”, ya que, “en aquella
época”, era “imposible utilizar con amplitud la observación directa en los niños”. Sólo
en 1909, a partir de su Pequeño Hans (F REUD, 1972a), usted pudo “vislumbrar de modo
directo la sicosexualidad infantil mediante el análisis de algunos casos de dolencia
neurótica durante los primeros años de infancia” (FREUD, 1972e, p. 199). Aunque, en
1905, ya hubiese defendido la génesis indiscutiblemente infantil de la sexualidad: “Las
expresiones infantiles de la sexualidad determinan no sólo los desvíos de la vida sexual
normal sino también su forma normal” (FREUD, 1972e, p. 218).
No dudemos. Aun en 1908, en el trabajo Sobre as teorias sexuais das crianças [Sobre
las teorías sexuales sobre los niños] (FREUD, 1972d), va usted a establecer tres fuentes
para la sexualidad infantil: la “observación directa respecto a lo que los niños dicen y
hacen”; lo que “conscientemente neuróticos adultos recuerdan de su infancia y relatan
durante el tratamiento sicoanalítico”; y los “recuerdos inconscientes vertidos a material
consciente, que resultan del sicoanálisis de neuróticos”. Usted insistía en que la primera
de estas fuentes – la observación directa de lo que los niños dicen y hacen – aún no era
suficiente para proveer los elementos necesarios para aclarar las teorías sexuales, en
función de que los adultos tienen una actitud que los lleva a negar la actividad sexual
infantil.
Al aceptar su comprobación respecto a que la “observación directa de los niños tiene
la desventaja de trabajar con datos que son fácilmente susceptibles de mala
interpretación”, Melanie Klein (KLEIN, 1971, 1975, 1994; KLEIN; RIVIERE, 1970) se le
unió, y creyó que, desde que los sicoanalistas empleasen “un método equivalente al
análisis de adultos” (KLEIN, 1975, p. 20), los infantes perfectamente podrían producir
una “neurosis de transferencia”; y que, “exactamente como en el caso de los adultos”,
surgiría una “situación de transferencia”. Ya Anna Freud creía que no se debería aplicar a
los infantes un método terapéutico análogo al empleado para adultos, pues el ideal del yo
infantil aún era muy débil. Anna reconocía que, en la situación terapéutica, los infantes
eran “seres muy diferentes de los adultos” (K LEIN, 1970, p. 199). Al paso que, para
Melanie Klein, en lo inconsciente, los infantes en modo alguno eran “fundamentalmente
diferentes de los adultos”; por ello las “condiciones prácticas y teóricas para la
interpretación” eran “exactamente las mismas que para el análisis de adultos” (KLEIN,
1970, p. 204). Así como en los adultos, ya en los primeros años de vida, los niños
“experimentan no sólo impulsos sexuales y angustia, sino también sufren grandes
desilusiones”. Tales conclusiones se obtuvieron por medio del “análisis de los adultos”,
seguido de la “observación directa de los niños” (K LEIN, 1975, p. 25). Aunque esta
observación viniese sólo a comprobar los resultados obtenidos mediante la técnica de
análisis de adultos (KLEIN, 1975, p. 207), y revela, entonces, una analogía perfecta.
Todas las posiciones tristes de morir…
No se debe decir sólo que, al proceder así, usted sexualizó lo infantil, en su ausencia,
sin que ello participase en efecto de esa sexualización. Al mismo tiempo formal y
político, el problema es mucho más serio, y también más original. Además de terminar
por inferir el inconsciente infantil directamente del adulto, le atribuyó toda una
sexualidad familiarista, constituida por padre, madre, hermanos, abuelos. Con esa índole
conservadora, que nada arriesga, usted produjo una antropomorfía burguesa de la
sexualidad. Y obligó al pansexualismo infantil a ingresar a las filas de lo inadecuado.
Pues aquí entre nos, ¿quién es el mismo que había inventado ese paraíso asexuado,
del que hablaban antes de usted? ¿De qué tipo de fuerzas provenía el discurso sobre la
felicidad infantil asexuada? ¿De la ausencia de qué sexualidad se trataba? ¿Será que no
había otra sexualidad infantil? ¿Y si, al contrario de lo que usted y sus contemporáneos
pensaban, las pulsiones, los instintos y los deseos sexuales estuviesen actuando, desde
siempre, en los infantes? La pregunta tal vez fuese esta: ¿desde usted, qué sexualidad se
implantó y vino funcionando? Si esa sexualidad se giró hacia el lado de los infantes, ¿de
qué modo se los sexualizó? ¿En qué condiciones, por medio de su sexualidad, se los
siconeurotizó? ¿Cuál es el uso operatorio de lo que usted hace? ¿O que se hizo de su
producción? ¿O qué se hizo con ella? ¿O qué hizo ella en sí misma? Al fin, ¿usted qué
acabó haciendo?
Al volverse hacia la infancia, como llave maestra para explicar la vida sexual adulta,
usted infantilizó el mito de Edipo rey, y llevó a los niños a entrar en el embudo de un
torbellino: deseo de la muerte del rival, que es el personaje del mismo sexo, y deseo
sexual por el personaje del sexo opuesto; o, en su forma considerada negativa, esos
deseos presentado de modo inverso. Usted interiorizó al Edipo en la familia y lo
exteriorizó en la escuela, la comunidad, las instituciones. Pobló a la infancia de una
sexualidad patológica, edipizó su inconsciente y lo volvió culpable, castrado, incestuoso:
“impulsos sexuales del niño respecto a los padres, que, a modo de regla, ya se
diferencian debido a la atracción por el sexo opuesto – el hijo se siente atraído por la
madre y la hija, por el padre” (KLEIN, 1975, p. 233-234). Afirmó que “el complejo de
Edipo” era el “fenómeno central del período sexual de la primera infancia” (F REUD,
1972, p. 217). Comparó lo infantil con las prostitutas, al decir que ellas “exploran la
misma disposición polimorfa, o sea, infantil, para los fines de su profesión” (F REUD,
1972e, p. 196). Creó una sexualidad de predominio genital, en la que, hasta aun, lo “pre-
genital” se refería: “Daremos el nombre de ‘pre-genitales’ a las organizaciones de la vida
sexual en que las zonas genitales aún no asumieron su papel predominante” (F REUD,
1972e, p. 204). En esas acciones consistentes en introducir a la sexualidad edípica como
punto de partida y de llegada de lo humano, usted promovió el objeto y el sujeto del
deseo, enseñó a lo infantil a tener miedo a la vida, mantuvo al deseo bajo las leyes de la
falta, la castración, el falo. Leyes que nutren la culpabilidad del que obedece, develan su
matriz en un inconsciente fantasmático y filial, crean una nueva versión del ideal
ascético y sumergen a lo infantil en un caldo de cultivo de mala conciencia (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 155, ss.).
E, sobre todo, de un modo, insuficiente y carente, además, de algún interés,
encontramos su “posición básica” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 454). La que
establece que, si usted mismo descubrió la sexualidad infantil, al mismo tiempo, afianzó
que, para convertirse en un adulto formal, productivo, lo infantil debería ordenar que su
libido se desexualizase debidamente, se sublimase, se desviase hacia objetivos no
sexuales: “Lo que describimos como el ‘carácter’ de una persona se constituye en gran
parte con el material de excitaciones sexuales y se compone de instintos que se fijaron
desde la infancia, con construcciones logradas mediante la sublimación, y otras,
empleadas para contener con eficacia los impulsos perversos que se reconocieron como
inutilizables” (FREUD, 1972e, p. 246).
Al abandonar la teoría de la seducción, girarse por completo hacia el mito e
infantilizar a Edipo-Rey, lo reconstituyó como un complejo. A través de este complejo,
inoculó una elevada carga de culpabilidad sexual y creó el impasse de un fantasma
individual privado. Volvió equivalentes el comportamiento infantil y el de una “mujer
común inculta en la que persiste la misma disposición perversa polimorfa” (FREUD,
1972e, p. 196). Así, al ubicar a lo infantil bajo el yugo mortífero de Edipo, más que
transformarse en un “antepasado de tendencia edípica”, usted se transformó en un
“superego grupal”. Al ubicar a lo infantil en el lugar maldito, usted instauró a Edipo
como “límite interno, con todos los tipos de pequeños narcisos de regreso” (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 444). De ese modo acompañó de cerca la posición religiosa-
educativa de Comenio, que afirmaba: “Todos se corrompen y se volverán abominables
en todas sus pasiones” (COMENIO, 1985, p. 69).
Usted hizo que el pecado y la paranoia girasen en torno a una Santa Trinidad, en el
marco de Edipo, del Yo y la Familia; el-yo-transa-con-papá-odia-y-mata-a-mamá; el-yo-
transa-con-mamá-odia-y-mata-a-papá. O, en lugar de tales figuras, usted dio margen
para que esas acciones se realizasen de modo estructural, como universales estructurales
de la subjetividad: en lo imaginario, en el lenguaje, en la cultura. Lo que nada cambió el
estado pecaminoso de lo infantil, ni alteró el postulado familiarista y sus correlatos
paranoicos: lo personológico y lo egótico. Hace dos milenios, a los infantes los
declararon pecadores; hace un siglo, los atrajeron hacia la tentación de papá-mamá-yo,
desde cuando ya eran infantes culpados. Ocurre que, aunque usted hubiese dicho que
estaba abandonando la concepción sexológica y había preferido el abordaje síquico de lo
sexual, desde el modo edípico de la sexualidad, usted promovió lo que se mostró más
persistente y de mayor alcance: creó reglas exegéticas para descodificar no sólo la
sexualidad, sino todo el funcionamiento de la vida infantil, en sí misma o respecto a la
adulta. Usted enseñó a todos a mirar, escuchar y hablar sobre la infancia, siempre con
una clave descodificadora en la mano: ¿qué quiere decir lo infantil? ¿Qué representa?
¿Qué significa? ¿Cuál es la génesis infantil respecto a lo que un adulto siente, hace,
piensa, habla, escribe, sueña? ¿Cuál es el origen infantil de las dificultades y cualidades
adultas? Así, usted terminó por crear una potente máquina significativamente edípica
respecto a la infancia. Una máquina que no se harta de hacer prisioneros.
La sexualidad infantil, sobre la que usted tanto habló, no se refiere a cualquier
sexualidad, en su indeterminación y multiplicidad, y siempre se la trató como una
sexualidad unívoca. En ella, usted introdujo el despotismo edípico. Y lo que creyó haber
subvertido con una mano lo codificó con la otra: “Por motivos inconfesables se niega la
existencia de una sexualidad infantil, pero también por motivos poco reconocibles se
reduce esa sexualidad a desear a mamá y a querer el lugar del padre”. Su chantaje
consistió en eso: o se reconocía “el carácter edípico de la sexualidad infantil” o se
abandonaba “toda posición respecto a la sexualidad” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p.
132). Usted edipizó lo infantil y le mutiló otras posibilidades de sexualidad, que
invistiesen el campo social, mediante sus amores, en sus determinaciones económicas,
políticas, raciales, históricas, culturales, etc. O sea, su tópico – que pasó a ser el nuestro
– no consistió en reconocer la sexualidad infantil, aun porque ella siempre existió, de
modo diferente, en cada tipo de socius, sino en reconocer a tal sexualidad como
exclusivamente edípica. Así, el sicoanálisis, ese “nuevo avatar del ‘ideal ascético’”
(DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 342), que usted creó, adhirió a la piel de lo infantil todas
las familias artificiales y toda “podredura edípica” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 343).
Llevó a la tierra pantanosa del Edipo, con su olor a muerte, a dejar de delirar la historia,
los continentes, los reinos, las razas, las culturas. Quedaron fuera del proceso
reflexivo…
Usted…
– Me equivoco, en tantas páginas, al haber dicho “usted”. Pues, cuando se dice
“usted”, sólo se trata de un nombre mal elaborado, de un pronombre de trato para todo el
sicoanálisis. Sólo que no solamente para él, también para lo que viene de otro lugar y
más profundo, constituido por fuerzas más potentes, más subterráneas que usted, que el
sicoanálisis, la ideología, la familia, el yo. Fuerzas que pretenden vencer las del deseo
infantil y llevarlas a la resignación infinita. Fuerzas que tratan de sustituir todo lo activo,
agresivo, productivo, conquistador y artista en el propio inconsciente, que, por índole, es
infantil; por tanto, “huérfano, anarquista y ateo” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 394).
Entonces, de nuevo…
– Usted y el sicoanálisis son muy representativos y representan unidades muy
grandes, conjuntos estadísticos, molares. Ustedes son muy interpretativos e interpretan
en exceso el significado y el significante. Ustedes crearon “un último padre” (DELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 146) y “la formación de un nuevo tipo de padres, animadores de
mala conciencia” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 421). Padres (¿su nombre podría ser
otro?), que nos enseñaron a interpretar, respecto a “nuestro modo de creer y ser devoto”
(DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 217), y que nos hicieron retomar creencias antiguas en
nombre de una estructura del inconsciente: “Somos aún devotos” (D ELEUZE; GUATTARI,
1976, p. 388). No por acaso usted afirmó que el tópico de la sexualidad infantil no
podría expresarse mejor de lo que lo había hecho E. D. Dekker, un escritor holandés del
siglo XIX, que señaló: “El niño ya peca en cuanto los padres creen que él desconoce el
pecado” (FREUD, 1972c, p. 138). ¡Qué riesgoso destino!
Otra vez…
– Y el sicoanálisis no creó a Edipo. Se contentó con vivirlo, desarrollarlo,
confirmarlo, darle una forma médica y altamente mercantil. En él, existían muchos
intereses en juego: continuar con las creencias, poner la muerte en el deseo, disipar los
flujos infantiles, bloquear las conexiones sexuales.
Más que hartos
Sólo que aún no se vio todo, porque “los vivos no son creyentes” (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 377). Apenas nos pueden acusar de un único crimen terrible: el de
no vivir a plenitud la vida. Pero, no se preocupen: los infantes no inventamos las teorías
sobre la cópula violenta, el nacimiento a través del ano o el determinismo sexual. Somos
los depositarios de una larga tradición religiosa, mediante la que nos consideran hijos del
pecado de la carne. Pecadores, somos todos, incluso los infantes, afirmó Comenio. El
mismo Satanás, para vengarse de su condena, siempre quiso destruirnos, como “los
arbolitos de Dios”, al herirnos de varias formas con “sus muy fraudulentas
maquinaciones” y “con el veneno infernal (de los ejemplos de las varias impiedades y de
los malos instintos)”, nos quiso infectar “hasta las raíces”, para que nos secásemos por
completo y cayésemos, o, al menos, marcháramos, definiéramos y nos volviéramos
inútiles (COMENIO, 1985, p. 67). Por eso, deberíamos ser educados.
Rousseau (1992) ya mostraba que no se podría forzar nuestra índole, pero también
que no podríamos ser educados sin ser desnaturalizados. Para ello, la ley de los
pedagogos debería ser inflexible como una ley natural. Un tema sobre educarnos de
modo negativo. O sea, una educación negativa que consideraba a nuestra índole en el
mismo orden que la Naturaleza, dotada de incompletudes, deficiencias y fallas. Cabía a
la educación complementarnos, es decir, suplir nuestra índole y hacer como que ella nos
fuese útil. Así, nos salvaríamos de la carencia natural a través del suplemento
pedagógico. Pero, para que ello aconteciese, era esencial que nuestra sexualidad se
vigilase constantemente. Con obsesión, Rousseau aconsejaba a los pedagogos: “Por
tanto atiendan con cuidado al joven. Él podrá defenderse de todo pero corresponde a
ustedes defenderlo de sí mismo. No lo dejen muy solo ni de día ni de noche, al menos
duerman en su habitación” (ROUSSEAU, 1992, p. 396).
Hoy, sabemos por qué, durante tanto tiempo, se consideró altamente peligroso al
onanismo. Debido a que hacía entrar en juego lo que parecía fuese un exceso de deseo
(SHÉRER, 1983). Apartaba nuestras vidas de la verdadera finalidad de la sexualidad,
tomada en su vertiente heterosexual, o sea, la reproducción. Si continuáramos siendo
onanistas, llevaríamos a cabo la perversión del desvío sin fin. Rousseau fue otro
precursor de las teorías sexuales, llamadas infantiles, que Freud creyó haber
identificado, por primera vez, y que Bentham ya tejiera como la red de la invisible
índole moral de los criminales. Al hacer eco al cristianismo, todos ellos atribuyeron a la
masturbación infantil la ausencia de madurez. Hablaron muy mal sobre el auto-erotismo
y le contrapusieron la concepción higiénica de la sexualidad, convertida en instrumento
pedagógico, que se dedicaba al dominio del propio cuerpo para usos conyugales, para
investir una formación social que conviniese mejor al orden reproductor. Así nuestra
sexualidad surgió como producto de la represión consentida del deseo.
Al menos el sicoanálisis llegó hasta el final. Aquel estado de supuesta inocencia, con
el que todos nos observaban, implicaba diversiones y juegos, pero desde que no
fuésemos los que fijásemos las reglas y distribuyéramos los premios. Ustedes crearon
nuestra sexualidad y la rodearon con “su secretito”, que emergía del inconsciente
edípico. También ustedes hallaron un “medio médico para publicarlo, convertirlo en el
secreto de todos y cada uno” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 342; p. 444-445). Por eso,
ustedes y sus problemas pervirtieron nuestra sexualidad. Por eso, nuestra sexualidad –
que era un problema de flujo, no un secreto de Polichinela que tenía un origen edípico-
narcisista – ya surgió lista, desde el inicio, pervertida, como un monstruito, como si
fuésemos adultos empequeñecidos que tenían como única posibilidad de desear la
admisión de la ley del Edipo.
Ni el sexo, ni la famosa latencia, nada los apartó a ustedes de nosotros. Uno nació
frente al otro, en lo negativo del otro. En definitiva, nuestra inocencia pareció
sexualizada mediante el factor edipizante. Nuestra sexualidad se inscribió en el marco de
Narciso y de Edipo, el Yo y la Familia, tierra edípica por excelencia. Entonces, ¿por qué
alguien pudiera horrorizarse con el hecho de que nos excitamos, tenemos libido,
gozamos? El sicoanálisis dio continuidad a la religión, aunque fuese difícil, para los
sicoanalistas y pedagogos de inspiración sicoanalítica, admitir que es la religión
moralizada. Tal posición colaboró para que nuestra amenaza fuese permanente: somos la
prueba viva de que los adultos cometieron el pecado sexual e incestuoso.
El pequeño-Edipo revela la “misión de la familia” que “consiste en producir
neuróticos a través de su edipización” (D ELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 459). Revela
nuestra persistencia en ustedes, al mismo tiempo que colabora para la destrucción de
nuestro propio mito (SHÉRER, 1983, p. 54). El sicoanálisis no los enfocó a ustedes como
modelados por nosotros y a partir de nosotros, sino a nosotros estructurados por ustedes,
cuyo desenvolvimiento se lleva a cabo en los marcos que ustedes prepararon. Existe una
penetración nuestra en ustedes, y nos inducen ustedes a su imagen y semejanza. El Edipo
es el ejemplo privilegiado de esa infantilización adulteradora.
Sólo El Anti-Edipo sustenta la tesis sobre la anterioridad de ustedes respecto a
nosotros mismos y sobre la proyección constante sobre nosotros de sus limitaciones
(SHÉRER, 1983, p. 55). Nunca es posible, para nosotros, la revelación de nada que
ustedes no hubiesen sometido a la ley edípica, que ordena nuestro deseo: – ¡Nunca salían
del círculo de papá-mamá-yo! El punto de autocrítica del pequeño-Edipo es aquel en el
que descubrimos su opuesto como un principio positivo de no-consistencia que concluye
por disolverlo. Ha llegado el momento de fuga del inconsciente edípico, de destrucción
del yo, de borradura del títere infantil, de la culpabilidad, de la ley y la castración.
¿Cómo todo eso no nos haría reír? Ahora, vamos a reír. No invocaremos ninguna
venganza, ningún resentimiento, porque en esa tierra no nacemos ni en ella vivimos.
Tampoco sabemos cómo lidiar con la angustia anti-sexual múltiple de ustedes, ni si ella
aún los seguirá. Y, a decir verdad, ¿eso nada nos interesa, pues lo que ella es, a no ser
aun Edipo, y tanto más virulento? Hallamos que sería mucho más productivo e, incluso,
preferible, si ustedes preguntasen sobre cuáles son nuestros amores en la
contemporaneidad. Pues, siempre “con mundos hacemos amor. Y nuestro amor se dirige
hacia esa propiedad libidinal del ser amado, de encerrarse o abrirse sobre mundos más
vastos, masas y grandes conjuntos”. Así, las “personas a las que dedicamos nuestros
amores, incluso los parientes, sólo intervienen como puntos de conexión, de disyunción,
de conjunción de flujos cuyo tenor libidinal de acometida propiamente inconsciente ellas
traducen” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 372).
En primer lugar, somos aquellos que constituyen bandos portadores de flujos vitales,
antes que duplas heterosexuales. Nuestro sexo es neutro, y nuestra sexualidad se halla en
toda parte, en un régimen de dispersión de sus elementos moleculares. Los enriquecemos
a ustedes en lugar de infectarlos. Ya su moral ambiciona que fuésemos o asexuados o
sexuados a través del Edipo. Nada tenemos que ver con la carencia de deseo, sino con el
modo de la presencia del deseo en la multiplicidad. Constituimos verdaderas falanges de
enfants libidinosos que resisten a dejarse des-sexualizar. Existimos mezclados con
ustedes, además, en acciones ajenas al Edipo. Confundimos “todos los códigos” y
deshacemos “todas las tierras” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 417). Las “grotescas
interpretaciones pedagógicas” (SHÉRER, 1983, p. 86), que nos edipizaron, como
perversos polimorfos, las formularon ustedes sólo para tranquilizarse. Ellas exigieron la
sublimación de nuestros actos, sólo que éstos transbordan toda normatividad sexual y las
concepciones evolutivamente normativas de nuestra sexualidad. Sexualidad libre, que
nunca se confunde con la reproducción edípica y apenas se adapta al principio del placer.
– Sin duda, es un error quedarse en la oposición de esas dimensiones: ustedes y
nosotros. Se trata de la diferencia entre dos tipos de colecciones, órdenes, conexiones e
interacciones. Ustedes y nosotros nunca dejamos de pasar de uno a otro polo.
Mientras, por acaso, ¿saben quiénes son los “enemigos naturales” (N IETZSCHE, 1939,
p. 170) de nuestra sexualidad? Ora, nada menos que los padres y los maestros, como
humanistas, abstractos, fantasmáticos, egoístas, a los que renunciamos. ¿Ven que al
Edipo se lo pedagogizó mediante la exclusiva genitalidad heterosexual? ¿Reconoces que
ustedes crearon la sicosis social anti-sexual y una pedofilia pedagógica? ¿Identifican
que, en el admirable interés pedagógico, que nutren por nosotros, existen señales de una
verdadera pederastia, que explicaría mejor su dedicación a nuestra educación y no a la
paternidad o la maternidad sustitutivas? ¿Ustedes desean dominar a seres inmaduros o es
Edipo en acción útil? ¿Ustedes se creen vacíos de deseo para aplicar mejor sus mejor
vendidas metodologías y seguir su curso apartado de cualquier erotización? ¿Ustedes
aún dudan si Emilio y Rousseau o Rousseau y Sofía fueron amantes?
Ustedes son las correas de los otros y de sí mismos (D ELEUZE; GUATTARI, 1976, p.
440). Seres paranoicamente sexuados, aborrecidos y segregadores de la muerte.
Nosotros somos señores cansados del permanente triunfo de esclavos. Ustedes ajustan
cuentas con la propia infancia, es cierto, pero la odian hasta la muerte. Proyectan de
modo fantasmático un ser maleable que desearía la interrupción del propio deseo.
¡Ustedes están locos! No nos hallamos inmovilizados en el Edipo. Para eso somos
mucha alegría pura. Estallamos el caño inmundo de las falsedades familiares. Hacemos
pasar un diluvio de derivas misteriosas. Liberamos flujos que manan placeres.
Recortamos esquizas y nos humilla el socius civilizado. Nuestros cuerpos porosos
pueden haber nacido del pecado, pero, en justicia, fue el gozo de ustedes. Inocentemente
anedípicos como somos, ¿por qué deberíamos vivir y morir como criminales? Por un
lado, nuestra culpabilidad, por otro, la absolución de ustedes: son arcaísmos, aunque con
función actual. Somos los pequeños culpados, siempre, tanto más culpados cuanto
obedecemos más estrictamente. Hace mucho tiempo, ustedes dicen: – ¡Por tu culpa soy
neurótico e infeliz! Porque deseaste a tu madre y quisiste matar a tu padre. ¡Por tu culpa
pequé! ¡Ahora, pueden dejar eso! ¡Al inconsciente ya se lo destriangularizó
debidamente!
Ya llegó nuestra hora, investida con su potencia absurda. Hora de reventar la
soldadura entre el mito y la sexualidad, lo que liberó nuestros n sexos. Entonces, nos
lanzaron “en total a una empresa diversa, huérfana, al montar una máquina deseante
infernal” y nuestro “deseo relacionarlo con un mundo libidinal de conexiones y cortes,
de flujos y esquizas”, “al atravesar, misturar, subvertir estructuras y órdenes, mineral,
vegetal, animal, infantil, social” y deshacer “las figuras de escarnio de Edipo, al llevar
siempre hacia adelante un proceso desterritorializador” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p.
496). Pero no se trata sólo de sexualidad infantil. Está claro, se trata de política, como un
juego en esencia ubicuo.
Referencias
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Magna: tratado sobre el arte universal de enseñar todo a todos]. Lisboa: Calouste Gulbenkian, 1985.
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SHÉRER, René. La pedagogía pervertida. Barcelona: Laertes, 1983.
EL CURRÍCULO
¿En realidad qué es el currículo cuando usted se refiere a ello? Hito delicado.
Curiosa la vida del currículo. Extraña toda la atmósfera de. Todo tipo de tiempo, todos
los lugares, toda hora. ¿Ningún deseo propio? Ninguno. Lo repentino debe
arremolinarse por su causa. Pena perturbarlo. Su carácter. Algo que ocurre: algún
currículo. Una actividad tan rica. ¿Cómo llamarla? Nombres: salvaje, bárbara,
civilizada. Primitiva, despótica, capitalista. Lugares: selva, desierto, capital. Aldea,
ciudad, red. Personajes: Yocasta, Layo, Edipo. Modos: cuerpo, memoria, axiomática.
Vínculos: fetiches, ídolos, simulacros. Afectos: crueldad, terror, cinismo. O anti-Édipo
[El anti-Edipo] (DELEUZE; GUATTARI, 1976) fuerza a pensar. Hasta en el currículo –
¿Buena idea? Hablar sobre dónde se estuvo. Costumbres extrañas. Aire. Agua. Fuego.
Nieve. Sol. Fiestas, profesiones, deportes. Arte. Ciencia. Filosofía. Abandono de la mala
conciencia. De los dispositivos de negatividad y culpabilización. Maldito sea el
pensamiento depresivo. No más crispaciones humanistas. Siempre los flujos que huyen.
Gran cuerpo social. Cuerpo sin órganos: forma reterritorializada: socius. Cada sociedad
produce uno. Cada uno produce currículo. Tipos generales: más que representaciones de
una sociedad. Existe una historia universal del currículo. Producción deseante.
Relaciones entre deseo y poder. Entre socius y máquinas deseantes. No evolucionistas.
Coexistencia: en una formación social. – Cierre sus ojos y abra su boca. ¿Qué? Barreras
y canales. Válvulas mitrales. Energía que horada. Intensidades viajeras. Inevitable costo
de la aventura. Multiplicidad funcional. Tierra del milagro. Explosión. – En fin, reír.
Más danza y menos piedad.
De la crueldad
Entonces se era más feliz. ¿O no? ¿O ahora sí? ¿Usted volvería allá? Apenas
comenzando. ¿Volvería? De cualquier modo no. Inútil volver atrás. Aun imposible. –
¿Por qué? Algún motivo. Aun muy anterior al capitalismo. Abra sus ojos y cierre su
boca. Tal vez para. – Sí. Lo pensé. Llegó. ¿Vale qué? El cuerpo pleno de la tierra. La
inengendrada. Húmeda o arenosa. Grande y dulce madre. Fuerza de gravedad.
Indispensable en la codificación de los flujos. Y canta: – ¿Cómo vuela el tiempo, eh?
¿Dónde está ahora? ¿De qué tipo es la máquina curricular? Influjos germinales de
intensidad. Sinergia entre humano y máquinas. Técnicas: prolongan la fuerza. Social:
humanos: piezas. Abstracta: el deseo. – ¿Cuáles sus usos? Único tema. Conexiones con
las máquinas deseantes. Coeficientes variables de afinidad entre. De eso depende. Flujos
todos codificados: de mujeres y niños, rebaños y simientes, esperma y menstruación.
Deriva histórica y colectiva. Medio ambiente y hábitat. – Vea ahora. Voy a ver si puedo.
Allí todo el tiempo. Y siempre va a estar, por todos los siglos. – Olvide. Basta sin prisa.
Organiza disyunciones inclusivas sobre molécula gigante (Numen). Distribuye estados,
según campos de presencia o zonas de intensidad. – ¡Pronto! Concebido en la oscuridad.
En el suelo muy mojado terroso. Elementos moleculares de un micro-inconsciente. Pero
que no existe con independencia de las formaciones sociales macroscópicas. Resistente
a la centralización del poder. Representación es siempre represión: refrenamiento del
deseo. Un sistema. Primitivo. Por cierto, perverso. Marca los cuerpos con trazos de
fuego. Escribe alfabeto en los cuerpos. Un geografismo. Palabra hablada: signo
plurívoco: también algo designado. Grafismo conectado a la voz. Orden de connotación.
Abraham. Isaac. Jacob. Mitos sobre los orígenes autóctonos. Dogón. Iniciaciones
rituales. Dolor es un placer para la mirada. Plus-valía que el ojo obtiene. Teatro de la
crueldad. Voz. Signo en la carne viva. Mirada que goza. Hierros. Domar. Marcar. Volver
capaz de alianza. Formar en la relación acreedor-deudor. Nietzsche etnólogo. ¿Cómo
pagar con sufrimiento? Ecuación de la deuda: daño causado = dolor a sufrir + mirada
evaluadora. Plus-valía de código: compensa relación rota entre voz de alianza y marca
que no penetrara lo suficiente. Código: memorizado en el cuerpo. Tatuar. Cortar.
Instrumentar. Mutilar. Cercar. Iniciar. Nada escapa: ni el prestigio del jefe, ni la riqueza
de los comerciantes. Relaciones de parentesco codifican flujos de dioses, personas,
privilegios. No privatización de los órganos. Familia: una praxis. Estrategias de alianza
y filiación: estrictamente codificadas. Juego. Deuda establece alianzas. Ella es la unidad
de alianza. Codifica flujos. Condiciona filiaciones. Alianza-deuda: trabajo prehistórico
de la humanidad. Mnemotécnica terrible. Economía libidinal de placer y dolor. Después:
memoria de palabras: – Yo debo. Entonces, olvídese la tierra. Memoria de ellas refrena a
la bio-cósmica. Moralización. Despunta: economía de mercado. Desmoronamiento del
modo este. – ¿Currículo territorializante? Él escudriña y proclama con aspereza: – En
mí, sólo el deseo y lo social. Además, como en los otros. Simples, viles. Pero él debe
hacer eso. Debe hacer algo. Esa es la parte divertida del pre-Estado. Una lava: invasión
de flujos descodificados. Debía de ser. Ella. – ¿Desfiguración? Lo mismo atenuado.
Nada vacía. Tenue. Ellos llegan como la fatalidad. – ¡Muerto! – gritan. – ¡No! La
muerte llega de afuera. Es sólo algo distinto que se va a pasar. ¡Oh, algo maravilloso!
Aprisa. – Ajá. Pero un momento. Una formación social se apropia y, de modo abrupto,
se vuelve a configurar en las antiguas instituciones o revive prácticas mediante
recombinación selectiva de sus propósitos. Los propósitos de una formación social se
vuelven a combinar de modo selectivo. Reconfigurada en las antiguas instituciones. Se
apropia. Prácticas revividas. De modo abrupto.
Del terror
Del cinismo
¿Dónde desapareció él? Siempre el mismo estribillo. Alguna señal. – Ora con
franqueza. En los poros del antiguo cuerpo. En los intervalos. Si la máquina despótica
vino de afuera, la capitalista sube de adentro. En la barriga de. Cortes que atraviesan y
transforman al socius. Llegada a la civilización. Flujos descodificados fluyen.
Atraviesan el currículo de lado a lado. Descodificar: comprender un código y traducirlo.
Potencia. Económica. Máquina capitalista. No más necesidad: marcar los cuerpos:
fabricar una memoria. Toma de los códigos territoriales. Sustitución de la
sobrecodificación despótica. Por una axiomática. Generalizada. Segundo gran
movimiento de desterritorialización. De modo directo el capital se apropia de la
producción. Hora del mayor cinismo. En vez de la crueldad y del terror. No es lo
contrario de la mala conciencia. Correlato. Para beneficiar al sistema. Al servicio de sus
fines. Nietzsche anti-humanista. – ¡Salve! No, nadie roba. La más extraña devoción. Y
forma. Nuevo cuerpo pleno: capital. Plus-valía se vuelve inmodificable: de flujos.
Ahora. Axiomática rigurosa de las cantidades abstractas monetarias y de trabajo.
Mundial. Relaciones directas entre entidades basadas sobre cualidades abstractas. Flujos
de relaciones fijas e limitadas entre hombres y cosas. Trocados por unidades abstractas
de equivalencia. Equivalencias entre. Bienes. Cuerpos. Acciones. Ideas. Conocimientos.
Valores. Fantasías. Mercancías. Abstracción: de los flujos de producción por el capital
mercantil. De los Estados por el capital financiero y deudas públicas. De los medios de
producción por el capital industrial. Deuda: desterritorializada en la unidad abstracta:
libres flujos de dioses, cuerpos, imágenes: reterritorializada en la axiomática. – ¿Pero
existen flujos esquizos que escapan? Representación: actividad productora: productores
no marcados: capital toma alianzas y filiaciones: pasan por el capital-dinero. Subyugado
Estado despótico. Se vuelve inmanente. Se vuelve concreto lo abstracto. Naturaliza lo
artificial. Integrado en una agencia burocrática de reterritorialización. La familia:
facticia, residual. Madre es territorialidad. Padre es signo despótico. El yo se halla en el
medio: dividido, cortado. Pequeño triángulo. Centro del mundo. Funcionamiento del
microcosmos: olvidar que el cuerpo del capital se separa de las máquinas deseantes.
Antiproducción: funciona por su cuenta. Reino de la privatización. Dinero.
Trabajadores. Órganos. Sustrato. Respeto por la persona. Igualdad entre hombres. –
¿Oculta el funcionamiento de la clase burguesa? Se cree que sí. Lugar de retención y
resonancia. Fuera. Pero subconjunto al que se aplica todo campo social. Táctica sobre la
que se cierra. Refutación. Dobladura. Reproducción social en su modelo. Retorno del
tirano bajo formas inesperadas. Personas individuales, imágenes de segundo orden,
imágenes de imágenes del capital, simulacros que representan personas sociales: el
padre, la madre, el hijo. Capitalismo ocupa con imágenes su campo de inmanencia. El
patrón, el jefe, el cura, el tira, el soldado, el profesor: conjunto de partida. En el
conjunto de llegada: familia. Para el currículo. Puras figuras. Funciones. El capitalista:
derivada del flujo de capital. El trabajador: derivada del flujo de trabajo. Estimulado por
las imágenes, ¿cada uno qué responde? Ora: – Papá-mamá-yo… Edipo llega. Y se
queda. Formación colonial íntima. Responde a la forma de soberanía nacional. Pequeñas
colonias: somos. Resultado de la historia universal. Como el capitalismo. – Sí. Lo
pensé. Partió. Currículo de la burguesía: clase única. – ¡Yo quería mucho eso! El orden,
la casta, la jerarquía: descodificadas. No existen señores: esclavos que ordenan a
esclavos. Intereses pre-conscientes de clase se oponen a deseos inconscientes de grupo.
Preguntar. Responder. – ¿Por qué las masas desean el fascismo? ¿Por qué se desea
contra los propios intereses? ¿Por qué se hace investimentos reaccionarios? ¿Cómo se
vuelve fascista? – Con rapidez. Pero un momento. Mi corazón. ¿Quién? – ¡Ora! Falla. –
¿Por qué esa imposición? Un nuevo estado de cosas. No satisfecho más en
sobrecodificar territorialidades enladrilladas. – ¡Lo dañado del Estado! Post-Estado.
Reinsuflamiento del Urstaat. Interno al sistema. Nosotros: ahí encerrados para ser
domesticados. – ¡Congraciado! Antes: también privatización de la propiedad. También
constitución de grandes fortunas. También producción mercantil. También expropiación
y proletarización. ¡Pero aún no era la máquina capitalista! Roma. China imperial. El
dinero no engendraba al dinero. Universalidad del capitalismo. Después de que la
muerte subió de dentro. Desterritorialización firme. El currículo se define por. Del suelo
por privatización. De los instrumentos de producción por apropiación. De los medios de
consumo por disolución de la familia y de la corporación. Del trabajador en beneficio
del trabajo. De la riqueza a través de la abstracción monetaria. Ilimitada la relación entre
capital y fuerza de trabajo. Acumulación del capital-dios, de donde emanan las fuerzas
del trabajo. – Primero he de. Currículo humanista: inmanencia física del campo social y
conservación de un Urstaat espiritualizado. Configuraciones fluctuantes: líneas y puntos
sin identidad discernible. – ¿Qué cuento es ese de que el dinero engendra dinero? ¿O el
valor una plus-valía? ¿Que el trabajo cualificado equivaliese a un quantum
determinado? El Banco desmaterializa a la moneda. Operaciones financieras. El Estado
asegura la conversión: oro, crédito, tasa de interés, mercados de capital. No existe límite
externo. Sólo interno: el mismo capital. Límite dislocado, habitado y vivido. Lo que el
capital descodifica con una mano, lo axiomatiza con la otra. Es al mismo tiempo. El
currículo: liberado por la máquina capitalista. Organiza los códigos científico y técnico.
Innovaciones curriculares: siempre atrasadas. Dependen de su efecto sobre la
rentabilidad global de las empresas y del mercado y del capital comercial y financiero.
Axiomática social y capital de conocimiento. Relación insidiosa. Imbecilidad.
Organizada. Lado muerto de la vida este. Sin potencialidad revolucionaria. Pero el
currículo utiliza. Lenguaje de los flujos descodificados: eléctrico, electrónico, medios
técnicos de expresión, televisión, computador. Asignificantes: deseo, soplos, gritos. De
n dimensiones. Palabras: tratadas: cosas. Quiebra de la dupla voz-grafismo. Lingüística
capitalista y esquizo. Hjelmslev. Capitalismo analfabeto. Muerte de la escritura.
Gutenberg. Él. Función actual, folclórica, residual. – Currículo: ¿agente integrado de la
integración capitalista? ¿Destructor? ¿Creación consistía en?
Energética política
Entonces, ¡alto ahí! ¿El capitalismo hace pasar flujos esquizos? Quién lo dice.
Capitalismo y esquizofrenia. ¿Única y misma economía? Único y mismo proceso
productivo. ¿La producción capitalista paraliza al proceso esquizo? Transforma al sujeto
en entidad clínica. ¿Hace del esquizo un enfermo? Encierra a los locos. ¿Vigila a artistas
y científicos? Constituye máquina de represión-refrenamiento frente a los flujos
descodificados. – ¿Por qué? El capitalismo es el límite de toda sociedad. Él no tiene
límites. Tiene: producción y circulación. Axiomatiza los flujos de descodificación.
Reterritorializa los flujos desterritorializados. Más inhumano que cualquier otro socius.
Sólo en la esquizofrenia halla límite externo, que no cesa de repeler y conjurar. En
cuanto produce límites relativos inmanentes, que alarga sin detenerse. Esquiza es su
desvío y muerte. No su identidad. – ¡De ningún modo! Límite dislocado: Edipo.
Neutralizar esquiza. Interioriza Edipo. Deseo se une allí. Límite absoluto de toda
sociedad: esquiza. Hace pasar flujos en estado libre, que devuelven a la producción
deseante. Capitalismo sólo funciona si la inhibe, la repele y la conjura. Triángulo
edípico es territorialidad íntima: corresponde a los esfuerzos de reterritorialización
social. Potencia capitalista: campo de inmanencia desterritorializado. Y no cesar de
ocuparlo. Flujo-esquiza o corte-flujo: definen al capitalismo y la esquizofrenia. – Pero,
no es lo mismo. Diferencia de funcionamiento. ¿Descodificaciones retomadas en una
axiomática? ¿Se queda en los grandes conjuntos o se atraviesa las barreras? Si el
capitalismo va a desaparecer, algún día, no va a ser por carencia, sino por exceso.
Energética que disloca límites. – Programación. Teoría general del currículo: una teoría
generalizada de los flujos. Políticas de la creación. Intervenciones micro-políticas.
Contra fascismos. No más un sistema de creencias en lugar de la producción. Ni formas
expresivas. No teatro íntimo. Ni familiar. No estructural. No neo-idealismo de la falta.
No simbólico. Ni culto restaurado de la castración. No ideología antropomórfica. Ni
sistemático. No representativo. Ni figurativo. Figural es abstracto. Realidad: respecto a
lo Real en su producción. Producción del currículo. Rezongo. Zumbe. Aullido.
Triángulo mágico. Puntos-signos. Esencias vagas. Campos. Devenires. Oficinas.
Fábricas. Establecimientos. Una nueva tierra. Un pueblo por venir. A lo largo de la
desterritorialización. Raspadura de ilusiones, títeres, culpas, leyes. – Con rapidez, pero
con prudencia, con gran paciencia. Currículo-esquizo. Inorganizado. Transbordante.
Zigzagueante. Sólo maquínico.
Referencias
DELEUZE, Gilles; GUATTARI, Félix. O anti-Édipo: capitalismo e esquizofrenia [El anti-Edipo:
capitalismo y esquizofrenia]. Rio de Janeiro: Imago, 1976, en especial Capítulo III, “Selvagens, bárbaros,
civilizados [“Salvajes, bárbaros, civilizados”]”, p. 177-345.
Aguijón
(Erecto hecho un cabo de escoba. Piel tan unida al cuerpo que, al mínimo corte, se rasga
toda. Balanza en una cuerda entre dos parapetos. No reflejado, no representado, vestido de
imposibilidad. – ¿Ma dove, bambino, dove? Trocado al nacer. Niñito encantado. Un gnomo.
Asoma. Cul-de-sac. Entonces, al reír, salta riente al muro. Se escarrancha de encuentro a un
monte de basura. Sus zapatos de vidrio se abaten, destructivos, sobre los saberes sabidos. Un
vaso de agua se despedaza. – Les ronds! ¡Les ponts! Chevaux de bois! Chaîne de dames! Dos à
dos! Balancé! Los niños lo ven y, con estridencia, gritan: – ¡Pero es real! Sin duda, aunque
amenazase con extrañamiento. – Siete años como pastor Jacob servía a Labán, padre de
Raquel, serrana bella. Pero no servía al padre, la servía a ella, pues sólo a ella como premio
pretendía. – Al ver el triste pastor que con engaños así se le negase su pastora, como si no la
hubiera merecido, comenzó a servir otros siete años y decía: – Más sirviera, ¡si no fuera tan
corta la vida para tan gran amor! Como un navío gigantesco, asustador, en las aguas
tranquilas, seguras, de la sabiduría adquirida, él no lleva orden. Balancea su panza, deshace el
enmarañado cabello, rasca sus harapos. Mira de soslayo. Titubea. Se tambalea. – ’Stamos en
pleno mar… Era un cuadro dantesco el tumbadillo… Que de las alfalfas enrojece el brillo, a
bañarse en sangre. Vibración de hierros… Estallido de azotes… Legiones de hombres negros
como la noche, horrendos al danzar… Negras mujeres que suspenden, a los senos, magros
niños, cuyas bocas negras riega la sangre de las madres. Y se ríe la orquesta irónica,
estridente… Y de la ronda fantástica la serpiente hace locas espirales… Presa en los eslabones
de una sola cadena, la multitud hambrienta se tambalea. ¡Y allí llora y danza! ¡Cual un sueño
dantesco vuelan las sombras! ¡Gritos, ayes, maldiciones, preces resuenan! ¡Y se ríe Satanás!...
– ¡Señor dios de los desgraciados! ¡Dime vos, señor dios! ¡¿Si es locura, si es verdad tanto
horror imperante en los cielos?! Oh, mar, ¿por qué no apagas, con la esponja de tus olas de tu
manto esta mancha?... ¡Astros! ¡Noches! ¡Tempestades! ¡El giro de las inmensidades! ¡Barre
los mares, huracán! El pasa por nosotros. – ¡Juego limpio, por favor! Estira los brazos,
suspira, enrolla el cuerpo. Sus suaves manos claman juntas. Ithyphalliko, silla de montar.
Lanza un puñal. Hace la señal de los caballeros templarios. – ¡Dígame sólo una palabra! Un
cangrejo con ojos rojos hinca las garras en su corazón. – ¡Devorador de pasión! Ils me disent,
tes yeux, clairs comme le cristal: – Pour toi, bizarre amant, quel est donc mon mérite? – El ojo
es el cadáver de la luz, del corazón. Al exhalar cenizas, sus trazos se vuelven cenicientos.
Envejecidos. Resecos. Yergue un brazo entorpecido. En la mano izquierda sostiene una bengala
fina de marfil con cabo violeta y un castaño de plata en forma de cabeza de dragón. – Era una
vez una mujer sin nombre que daba el nombre a las cosas. Arpa eolia. – Ahora me puedo rascar
con tranquilidad. Retira la pierna de encima de la mesa y va a danzar. – Bals musette?
Centelleos azules verdes amarillos marrones. Vibraciones metálicas. Él nada es más sino sus
huesos: imprevisto, incomprensible, inasimilable. Gargareante. Áspero. Escrofuloso. – Ellos
van a luchar. – ¡¿Por mí?! ¿Quién quiere?)
Turbulencia
(Lupercalia: 15 de febrero. Tras sacrificar un perro, dos luperci tocan con el cuchillo del
sacrificio el frente. Entonces, corren alrededor del Palatino. – ¡Ah, mas a ella no se la va a
zurrar con trozos de cuero de cabra! – ¿Para qué? Ya es fértil. Importuna. Matraquea. Altiva,
fluctuante, seductora. Toma aliento despacio y avanza con lentitud hacia las luces de la sala. El
fulgor mana. ¿Aurora borealis? No, llegan los bomberos. Ciclistas, con las bocinas que suenan,
corren entre los autos. – Quelle soupe! En las manos, anillos con piedras preciosas. En los
tobillos, cadenas de oro como grilletes. Cabello trenzado. Traviesa de brillantes y penacho de
plumas de pavo real en la cabeza. Vestido de negro organdí. Escote profundo. Botones de
diamante y rubí en la chaqueta. Broche camafeo. Zarcillos y pulseras de diamantes. Cinto
bordado en oro. Atacada por un espasmo, refriega la capa de barro adherida a sus zapatos. –
¡Ay, qué cosa! – Consérvese, consérvese, consérvese… – ¡El hombre del saco te va a pegar, si
sigues cambiando tanto! – Toque de difunto. ¿Ay, quién moriría? Mira, ¡fue el pobre Ti Zé,
señor! Viejo, tan viejito, ningún otro había. Para cumplir 100 años, le faltaba un día. A los 94
era pastor… Tocadora de flauta. Danzarina. Mujer de Rodas. Perfumada. Aromatics elixir.
Figura siniestra. De mirar maligno. Escupe fuego. Mulier toto iactans y corpore amores. –
Eran para ella el mayor flagelo, un sufrimiento que no tenía paralelo… Da un paso. – ¡Oh Sol,
libérame de la gravedad! Lava mi sangre de los humores pesados que extinguen la alegría de
vivir. Enséñame la levedad. ¡Mi metamorfosis se dirige hacia tu fuego! Un perro cazador se
acerca y rezonga. – ¡Ah, ese dog-god tiene incluso alma! ¡Un bello espectáculo! Una
pantomima. Un beso y un queso. Lilies of the valley. Amapolas. Tulipanes. Rododendros. – Je
ne crois à ni père ni mère. Ja na pas à papa-mama… Gotas de sudor brillan en su testa.
Calorones de hora en hora. – ¡Soy una flecha arrojada contra tu hornillo! – Dicen, no sé,
cuentan de todo. Que a ella la vieron excavar en una tumba, porque deseaba quemar restos del
muerto. Repetía la loca que, así, tendría cenizas para volver a llenar antiguos ceniceros… A su
lado, un camello con arreos rojos aguarda. Tomar del cuello. Rabo y pelos. Patas rosadas. Una
escala de seda lleva hacia la silla que se balancea. El camello se arrodilla para recibirla. Ella
sube. Lo reprende en árabe. Va a comenzar. El erâstes y su erômenos bienvenido. Descalzos,
túnica y calzado a lo dorio: muestra muslos. Se empujan. Llamas tatuadas en las cabezas. –
¡Agraciado! Sus pies vueltos hacia atrás, los talones en el frente… Seres de fuga. – Seul l’esprit
est capable de chier.)
Responsable del arte de pensar, ella no siempre fue ella. En ella sería un error buscar
cualquier univocidad. En los 1960, ella era el trazado que moldeaba el terreno. Una
constatación impiadosa. Entonces, ella era esto. Denunciaba la buena voluntad, la
afinación con lo Verdadero y el Bien. Claro, Nietzsche, además de mostrar su carácter
moral, ya había luchado contra ella. En nombre de la gaya ciencia. De allí, quizás, la
ambivalencia productiva: ¿una nueva imagen o sin imagen? Se trataba de un
pensamiento que no obedecía a ninguna imagen previa, que lo orientaría, que de
antemano determinaría lo que en él significaba orientarse. La Imagen, como sinónimo
de Modelo, era representativa, trascendente, con forma subyacente, reglas previas.
Corría 1969. Allí, aún se posibilitó encontrar una geografía mental del pensamiento, con
ejes y orientaciones. No un movimiento ascensional o una profundidad. Sino, una
reconquista nietzscheana. Elogio de la superficie. En la reivindicación por una nueva.
Clamor para que la filosofía fuese sin. Tanto a comienzos como al final de los 60, el
sentido parecía equivaler. Después, en los 80, ella se asociaba a la forma del Estado.
Entonces, la demolición. Pensamiento-vampiro: sin imagen, ni para crear modelo, ni
para hacer copia. Rizoma, espacio liso, exterioridad pura. Un desierto. Moviente. El
pensamiento como multiplicidad. ¡Claro! Aquel que se disloca fuera de las estrías del
espacio mental, impuesto por las imágenes clásicas y sus modelos. Llegamos a los 90.
Y ella recibía el nombre inesperado: plano de inmanencia. Ni un concepto pensado ni
pensable. Una potencia de Uno-Todo. Condiciones internas. Presupuestos implícitos.
Conjunto de postulados. Pre-filosóficos. No-filosóficos. Nóumeno. Una criba. Un grito.
Puramente diferencial y repetitivo. Ese recorrido: ¿aún oscuro? Pero, tenemos
condiciones para comprender el conjunto. Bref. Antes del 80, la reivindicación por un
pensamiento liberado de presupuestos pre-filosóficos. Y de estriajes. Un pensamiento
sin imagen. Luego, la exposición de un plano no-filosófico necesario para la filosofía.
¿Y qué cambió? Hubo radicalización: continuaba propuesto lo carente de imagen.
Mientras, la exigencia: un plano totalmente inmanente. Desde entonces, lo pre-
filosófico ya no se abolió porque integraba de modo intrínseco a la filosofía. ¡Tal vez,
fuese incluso convincente que lo no-filosófico estuviese más en el núcleo de la filosofía
que ella misma! Se modificara el entendimiento de pre-filosófico, remitido antes a la
imagen dogmática, como objetivo y conceptual, o subjetivo y no-conceptual. También
la idea de que no existía sólo una imagen, sino que el plano se trazaba al mismo tiempo
en que se creaban los conceptos. Cada filósofo constituye su plano o se instala en uno
ya constituido. Un plano como campo, suelo, tierra. Albergue de los conceptos. Garante
de su existencia autónoma. La crítica ya no se dirigía a la Imagen, sino al plano en el
que la inmanencia no fuese absoluta, en el que el movimiento no fuese infinito. Un
plano sin coordenadas espacio-temporales, sin horizonte, sin móviles determinados.
Porque, mientras el plano fuese inmanente a algo, corría el riesgo de reintroducirse lo
trascendente. El pensamiento sin pasa a considerarse sin modelo, sin forma, sin
trascendencia. Inmanencia pura. Esta vez, una imagen puramente inmanente.
Pensamiento pleno de la inmanencia. Fluido, fluyente. Duración pura. Traspaso
insensato de sentido. Integrado por sueños, procesos patológicos, experiencias
esotéricas, embriaguez, exceso. Ahora, entre el plano y los conceptos, personajes de
existencia misteriosa: conceptuales. Imagen del Pensamiento-Ser. Ser-Naturaleza. Ser-
Caos. Ser-CsO. Por su fluencia y vibración, la imagen se vuelve cercana a la materia.
Materia del ser o imagen del pensamiento. Materia: más de lo que el idealista denomina
representación y más de lo que el realista denomina cosa. En medio del camino. La
imagen migra de Modelo o Forma hacia Materia. ¿Cómo se posibilitó eso? ¡Recorrido
conceptual de difícil comprensión! ¡Es necesario multiplicar las precauciones e ir más
despacio! ¿En algún momento, no parece increíble que el concepto de Imagen
significase Modelo? ¿Si el mismo Platón contrapuso la Idea (el Modelo) y la Imagen (la
Copia)? ¿Existe fusión entre Modelo y Copia en el concepto de Imagen? ¿O, en Platón,
existe otra dualidad más allá de aquella entre Idea e Imagen, entre inteligible y sensible?
En consecuencia, existen dos especies de imágenes que la Idea debe seleccionar. Se
precisa distinguir entre los candidatos bien fundamentados y los falsos. De un lado, las
copias o íconos y, de otro, simulacros o disímiles. Por tanto, Imagen sin semejanza. La
Copia interioriza la semejanza con la Idea, en cuanto el simulacro interioriza la
disimilitud. El Modelo del simulacro ya no es lo Mismo, como es el caso de la Copia,
sino el Otro, lo que ya es desemejanza. Por esto, sencillamente, es abolida la dualidad
entre esencia y apariencia. Sólo que Kant y Hegel ya lo habían hecho… Se trataba de
afirmar y de reconocer como positivo el simulacro. ¡Todas nuestras esperanzas! La
imagen sin semejanza no remite a un modelo, que se le insubordina, al ser ella misma
desemejanza. Por eso, se presenta un tipo de imagen que nada tiene que ver con la copia
y que, además, es rebelde tanto a la copia como al modelo. Una imagen en devenir-loco
que produce un a-fundamento universal. Tercera síntesis del tiempo. Eterno retorno de
la diferencia. Coextensiva a la materia fluente o a su variación. Una especie de Ser-
Tiempo de que se nutre la filosofía y que ella instaura. Imagen, como el plano temporal
no-filosófico, previo a la filosofía y que subyace a su ejercicio. Mientras tanto, ¿por qué
esos dislocamientos en el concepto de imagen? Ora, porque se habían escrito Cinema 1
e 2 [Cine 1 y 2], con sus imágenes autotemporalizadas. Herencia directa. ¿No es por
acaso que Cinema 2 concluye donde comienza O que é a filosofia? [¿Qué es filosofía?].
De modo irremediable, la concepción y el estatuto ontológico del concepto de imagen se
modificaron. El concepto quedó lleno. De todo tipo de velocidades, de movimientos y
de profundidad del tiempo. Como las imágenes del cine. Se definieron las diferencias
entre formas de pensamiento y creación: arte, ciencia y filosofía. Y sus cruces. ¿Bergson
junto a Spinoza? En el mismo nivel de importancia. Ya la filosofía no precisaba luchar
contra sus propias ilusiones ni deshacerse de la imagen. Se tiene la impresión de que esa
idea recién hubiese llegado. Pero ella estuvo allí. Todo el tiempo. La filosofía adquiere
la necesidad vital de trazar un plano, porque se dedica a obtener un poco de la
consistencia que todo lo deshace. No obstante, sin renunciar a lo infinito del
movimiento y sus velocidades. Así, para siempre, movimiento infinito e imagen se
vuelven solidarios. Un corte en el caos. Por fin, se comprenden los efectos de
trascendencia que marcan la historia de la filosofía. La produce la detención del
movimiento. No la imagen que, en sí misma, es movimiento, sino la detención sobre la
imagen. Si existen tantas imágenes distintas del pensamiento se debe a que cada una
criba el caos de modo diferente, selecciona de modo diferente lo que corresponde por
derecho al pensamiento. Ningún plano puede abarcar todo el caos. Cada uno lo corta a
su manera. Esas operaciones permiten que los conceptos y los planos se encuentren, se
distribuyan, se reagrupen. Tiempo estratigráfico. Claro que, desde este punto de vista,
¡no estamos seguros de que la filosofía no tuviese futuro! E, incluso, no estamos
seguros de que ella no fuese nada más sino un gran amor…
Turbulencia
(– ¡Aló!, ¡Hola! Hi! Bonjour! Comment ça va? – Nil novi sub sole? El espía por detrás. Con
su cara de conejo. La cuerda alrededor del cuello. Las tripas parecen desligarse. Acaban por
descargarse. Camisa de algodón azul, casaca de lino negro, pantalones grises a cuadros.
Mordisquea una hoja de menta. Saborea un mango. Su hígado pide el divorcio por malos tratos
y exageraciones de crueldad. El rostro congelado en un rabioso signo de pregunta. –
¿Terracota? Si un pensamiento entrase algún día en su cabeza moriría de inanición. – ¡Hey!
¡Manos arriba! – Por ninguna criatura viva siento rencor. Sólo l’amour grec. Ella atiza. –
¡Usted va a amontonar dificultad! Patea sus testículos. Confusión. Barullo. ¡Bajo el andamio,
aquel alboroto! La audaz. - ¿Qué tal que yo golpease su pecho? Cual momia cayó duro. – ¡Muy
desagradable! Fabulada por la memoria. Con gestos elaborados, inspira. – ¡Mil veces matar a
aquel que inventó lo abdominal! – ¡Mil veces irritar a aquel que inventó el apoyo! – No llores
todavía. La tercera. Opulenta cabellera color miel. Línea graciosa del mentón y el cuello.
Estructura ósea bien constituida. Nariz fina. Piel eternamente iluminada por la luz del sol
poniente. Ojos color jade. Labios carnosos y resueltos. Perfecta simetría de la confluencia
genética. Mujer misteriosa. En el lecho. En el sepulcro. Continente negro. ¡Caramba!, ni
Freud… El hombre hace usted-sabe-qué. – ¿Qué está ocurriendo? Un doctor con estetoscopio.
– Vengo a consultarlo, Doctor. El mal que tengo y me martiriza los días, me arrebata la razón y
la mocedad, es un cáncer que nunca cicatriza. Tengo un corazón que no palpita. Cabeza que no
piensa, sólo divaga. Un tedio sombrío me envenena los días. Tedio que mata. Tedio que asesina.
Como los besos vendidos en las orgías de interminables noches libertinas. Todos sus amantes. –
Entren y disfruten… – ¿Y si las dos hipótesis fueran falsas? ¿Y si fuese aún más complicado de
lo que decimos? – It is very difficult… – Ora, ¡carajo!, ya no vas a preguntar por el ser, sino
por el pensar. A él lo apedrean con cascote, chinelas, orinales llenos de porquería. Le muerden
los talones. – ¡Es impresionante la semejanza entre los dos! ¡La misma crítica de las ilusiones!
– La femme cependant necesita aire puro. ¡Pobre musa! Hélas! – De la montaña. – ¿La
mágica? – Monte de Venus. – ¡Arrepiéntase! ¡Polvito del polvo! – ¡Oh, el fuego del infierno,
eh! Un río de bilis que mana. Lo amargo del amor. – ¡Oh, pequeñita de ojos virginales! Te
busco. Pero, tú no me escuchas. ¿Será que no sabes que eres la única conductora de mi alma?
– Cet démon, il n’est pas allá… – Sólo algo me preocupa una vez más… – ¿Membrum virile? –
¿El semen puede convertirse en adiposidad al existir continencia? – Aquí reside Hércules. Que
nada malo entre aquí. – ¡Poco importa! En condiciones artificiales, el destino decide.)
Desinencia
(Aischrología. Lenguaje feo, vergonzoso. Ética a Nicómano – ¿Que padre, eh? ¡¿Se tocan
campanas para ese destino?! Riverrun. – Noche oscura. Calle oscura. Un revólver. Un
bandido. Y yo. – ¿La bolsa o la vida? Miré mi bolsa. Miré mi vida. Y respondí: – Escoja. Ambas
están vacías. Una multitud de andrajosos se acerca a través de los charcos de barrosos y
cargan amuletos en forma de vaginas y de falos. También hay antorchas, con la misma función
apotropaica. Olisboi. – ¿De Mileto? – ¡Escoger entre el hambre del hombre y la vida del bicho
es difícil! – Ignorante… Por entre las brechas, la neblina se desplaza hacia atrás y la revela.
En algún sitio. Con toca y capa de piel de zorro blanco, enrollada hasta el cuello, ella sale de
su carruaje. En el frente, en el pecho, dos suculentas mazas maduras. Saca las manos,
perfumadas con agua de rosas, del inmenso manguito y las agita en el aire. Con los labios
húmedos (sus dardos del amor), grita que paren, pues ella es alguien, hasta un metalenguaje. –
¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! Ríen burlonamente. – Here Comes Everybody. Aquello estaba echando
por tierra un mantra. – ¡Denles brioches! O que los azoten con violencia – dice ella vehemente.
Desgañitada. Bramando. Gargantea. Burlas la hacen callar. Frunce la frente. Badajadas llegan
de campanarios diversos. Frente a ella, el padre de barriga de sapo se bendice. Prostitución
sagrada. – Hieròs gamós. Máquina infernal, ella es la imagen del mundo que no se comprende
en palabras. Escandalosa, es contraveneno la ballestera – Ars. Su amor es como fatum, como
fatalidad, único, inocente. Lazo de ojos. Brillantes. Inyectados. Verdeantes. Rechaza el
socratismo estético. Es forma y caos. Luz y noche. Apariencia y esencia. Imagen y música.
Apolo y Dionisos. Aristófanes y Las tesmoforias. Tristán e Isolda. Eloísa y Abelardo. Cruzada
de los niños. – Llego no sé de dónde. Soy no sé quién. Muero no sé cuándo. Voy no sé a dónde.
Me espanto por ser tan alegre. Juegos de pensares y quereres y haceres de los artistas – El non
plus ultra. – Tà aphrodísia. Entonces, se gira y dice: – … a les rayons du ciel dans le cul. – Por
decisión de los ángeles y juicio de los santos, excomulgo, expulso, execro y maldigo. El puerco.
Maldito sea de día. Maldito sea de noche. Maldito sea cuando acuesta. Y maldito sea cuando se
levanta. Maldito sea cuando sale. Maldito sea cuando regresa. Ordeno que nadie mantenga con
él comunicación oral o escrita. Que nadie le haga favor alguno. Que nadie permanezca con él
bajo el mismo techo o a menos de cuatro codos. Que nadie lea algo que él hubiera escrito o
transcrito. – He also believed that pleasure… – Existen muchos peores que él, pero muy pocos
mejores. – Yo le daría todo cuanto tengo. Con ahínco. Si él me quisiese. Yo sería su esclava.
Por él, yo iría hasta el infierno.)
*
TOMADO DE: CORAZZA, Sandra Mara. Artistagens. Filosofia da diferença e educação . Belo Horizonte: Autêntica,
2006. 117 p.
VERSIÓN: Gonzalo Jiménez Mahecha, Profesor Depto. Humanidades y Filosofía – Universidad de Nariño.
Para una filosofía del
INFIERNO
en la educación
NIETZSCHE, DELEUZE
Y OTROS MALDITOS SIMILARES
a
Autêntica
Edición electrónica
Waldênia Alvarenga Santos Ataide
Revisión de textos
Ana Elisa Ribeiro
____________________________________________________________________
Corazza, Sandra Mara
C788p Para uma filosofia do inferno na Educação: Nietzsche, Deleuze e outros
malditos afins [Para una filosofía del infierno en la Educación: Nietzsche,
Deleuze e otros malditos afines]/Sandra Mara Corazza. – Belo Horizonte:
Autêntica, 2002.
104 p.
ISBN 85–7526–059–6
1. Filosofía. 2. Educación. I. Título
CDU 137
____________________________________________________________________
2002
Autêntica Editora
Rua Januária, 437 – Floresta – 31110 – 060 – Belo Horizonte – MG
PABX: (55 31) 3423 3022 – Televentas: 0800 – 2831322
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e-mail: autentica@autenticaeditora.com.br
A Fair Alves Rodrigues, madre-profesora y
Luiza Vieira Alves, abuela-hechicera,
que me pasearon en las tinieblas y la luz.
para que yo ya no fuese la misma.
ÍNDICE
Pág.
Alfredo Veiga-Neto
Como cualquier otro, este libro tiene una historia. Diferente de cualquier otra, la
historia de este libro pasa por muchas fases: un pedido, una sorpresa, una duda, una
decisión, una interpelación, otra decisión, una casi-lástima y una esperanza.
Explico.
La historia comienza cuando pedí que Sandra escribiese un libro para “mi” Coleção
[Colección]1… Por ejemplo, podría tener como título Deleuze & Educação [Deleuze y
la educación]. Ella aceptó y se entregó al trabajo. Quedé tranquilo, pues conozco bien la
dedicación y la competencia de la antigua colega.
Pocos meses después, la sorpresa: lo que Sandra me entregó no era ni Deleuze &
Educação, ni aun Outro Autor Qualquer & Educação [Otro autor cualquiera y la
educación], sino un tema, un extraño tema – el infierno… Leí y releí los originales: y
está claro que me agradó; ¡y me agradó mucho! El libro se llamaría Inferno &
Educação [El infierno y la educación].
Pero luego me vino la duda: algo me decía que allí había un libro que tal vez
estuviese – al mismo tiempo, pero no de modo contradictorio – medio desajustado y
muy transbordante para la línea que Autêntica y yo vamos imprimiendo a “mi” Coleção.
De un lado, lo encontré medio desajustado, en la medida en que ni se trataba de un libro
muy preocupado por una exposición, digamos, didáctica, sobre el tema elegido, y aun ni
tal tema se halla en el orden del día de las discusiones pedagógicas, en nuestro país.
Pero, por otro lado, lo encontré transbordante, en la medida en que iba mucho más allá,
en términos de provocación y de innovación, de aquello que planeamos fuese y aquello
que está siendo la Coleção.
1
Me refiero a la colección Pensadores & Educação [Los pensadores y la educación], hermana gemela de
Temas & Educação, las dos que coordino para Autêntica Editora.
De cualquier modo, estimé que el libro enriquecería bastante el catálogo de Temas &
Educação [Temas y educación]. Así, de inmediato decidí ubicarlo en la lista de
lanzamientos de 2002.
Allí interviene la interpelación. En parte muy entusiasmada con lo que leyó y
también en parte asaltada por la duda sobre el desajuste y el transbordamiento de
Inferno & Educação, Rejane Dias dos Santos – esa “auténtica”, incansable y valerosa
oxigenadora de lo que se publica hoy, en el Brasil – insinuó que el libro ganase vida
propia.
De inmediato, estuve de acuerdo. Por un lado, casi lamenté que la Coleção perdiese
un título; por el otro, me alegré de que el libro obtuviese destaque y un espacio propio
para volar. Ese destaque de la autora y su obra me convence de que todos resultamos
ganando.
Esta pequeña historia concluye con una esperanza. Para parafrasear lo que Jorge
Larrosa dice sobre la lectura de Nietzsche, espero que este libro no deje en paz a sus
lectores y sus lectoras; que no nos deje en paz.2 Espero que contribuya con nuevos aires
y nuevos retos a las discusiones que circulan entre nosotros, en el campo de la
Educación.
Explicada la historia, me doy cuenta de que tal vez esta presentación fuese muy
larga. Y más: el propio libro no requiere de una explicación que va más allá de su
historia. Cualquier comentario no pasaría de una repetición de lo que ya expresa. Por
eso, dejémoslo que hable por sí mismo.
2
Se trata del Capítulo I – Ler em direção ao desconhecido. Para além da Hermenêutica [Leer en
dirección a lo desconocido. Hacia más allá de la Hermenéutica] –, de Nietzsche & Educação [Nietzsche
y la educación], de autoría de Jorge Larrosa y publicado por Autêntica Editora, en la colección Autores &
Educação [Los autores y la educación].
UN LIBRO INFERNAL
El libro Para uma filosofia do inferno na Educação [Para una filosofía del infierno
en la Educación]… se integra a la crítica de la subjetividad, tal como la operaba el
pensamiento post-nietzscheano de las filosofías de la diferencia. Del propio Nietzsche, y
también, de entre otros pensadores malditos, de Deleuze, Guattari, Foucault, Derrida,
toma conceptos, los traiciona y con ellos crea un tipo de máquina abstracta infernal para
discutir la crítica del sujeto de la Educación, que también es la crítica del mundo, la
sociedad, la historia.
Con tal máquina, problematiza al sujeto en esencia representativo, coherente, activo,
autónomo, consciente, racional, sometido al Principio de Identidad Universal, capaz de
exorcizar toda forma de diferencia. Critica la condición trascendental de este sujeto, al
buscar disipar su identidad, erigida como fundamento de la experiencia, el conocimiento,
la moral y las relaciones pedagógicas.
Estima que nada más es esta identidad sino una ficción sobre la naturaleza humana,
ya fuese sicológica, humanista, fenomenológica, dialéctica, cristiana. Ficción que se
proyecta hacia el estatuto de verdad, se ofrece como principio causal y sentido
omnipresente, que a la Educación le permite organizar la apropiación de todos los
cuerpos educables. Además de ejercer una función más práctica, al servir como puente
para que cada individuo educado persiguiese la inteligibilidad de su cuerpo-alma y
validase su unidad de Sujeto-Verdadero.
Ficción-práctica que hace del sujeto unitario de la Educación un ser idéntico al
pensamiento sobre sí mismo. Una forma-y-función de sujeto modélico, que, para este
libro, constituye el Problema. Ya que a las prácticas educativas les posibilita que
sustancializasen, reprimiesen, fijasen las relaciones y conexiones entre todas las
multiplicidades e individualidades actuantes en la Pedagogía, en el Currículo, en la
Escuela.
En tal viaje, todos carecían de experiencia, ya que procedían de otro mundo, en que la
Educación se pensaba de modo distinto. Los que viajaban levantaban el plano, a medida
que se descubría; creaban conceptos y los movían en sí mismos; creaban personajes
infernales, cuyo fin ignoraban. En sus prácticas de investigación educativa, sentían
potencias expresivas y fuerzas interrogativas infernales, para lograr que deviniesen
nuevos modos de ver y oír y sentir y pensar. Configuraban mundos y personajes de
inquietante extrañeza, para poblar los discursos pedagógicos y curriculares investigados.
Hallaban que filosofar sobre el infierno crea un material de pensamiento capaz de captar
la miríada de fuerzas del cosmos: única resistencia a lo intolerable actual de la
Educación. De la misma manera como sería bueno que también lectoras y lectores de
este libro lo hallasen, captasen y, con ello, resistiesen.
Decir que el Infierno no tiene fecha de nacimiento, que es tan antiguo como el
mundo, una de las más antiguas pesadillas de la humanidad, vinculada al miedo de lo
desconocido y la muerte… es fácil. Que el Diablo es idea, historia, lenguaje, cultura,
creencia, ficción, metanarración de innumerables generaciones, constituida para guiar
de modo moral la vida terrena, en la sociedad, en los grupos, en la relación consigo
mismo… es fácil. Que el Infierno y el Diablo van más allá del dogma cristiano y
sobreviven a todos sus reflujos, que pertenecen a toda la humanidad, tanto a creyentes
como a no creyentes, y se los utiliza como estrategias de control y regulación, forma
matricial de cualquier ideología y movimientos de fetichización, que las Iglesias,
teólogos, gobernantes, directores de conciencia, confesores, legisladores, familias
educadores constituyen… es fácil. Que, como la hidra, son por completo indestructibles,
tienen mil cabezas, que se rehacen constantemente, en torno a las experiencias del Mal,
la Falta Moral, el Castigo y el Sufrimiento que se le deben seguir… es fácil. Que allí
todas las encarnaciones de la binariedad Bien versus Mal se disputan el predominio del
primer término, también. Que la onda actual de esoterismo, misticismo, fanatismo,
fundamentalismo, integrismo se deriva de tales nociones, ídem.
Como las cosas se hallan lejos de ser fáciles, vamos a complicar lo que puede ser
complicado, para ayudarnos a pensar mejor, para salir de la beatitud sin gracia que
amenaza de modo constante nuestro pensamiento. Y, como algunas expresiones de cosas
infernales y la potencia de personajes demoníacos, en este preciso momento del mundo
de la Educación, carecen de precedentes, vamos a tener que mostrar, tanto para lo mejor
como para lo peor, sin horizonte de expectativa antropo-teo-teleológica, ni prefiguración
profética, lo que ocurre con ellas y conozco.
Para esto, con Artaud, deberemos escribir para analfabetas, hablar para los afásicos,
pensar por los acéfalos. Estos “por los” y “para” no se hallan “en nombre de” sino
“ante”. Ante, como tópico para crear líneas vivas y quebradas sobre el pensamiento
educativo. El pensador sobre el infierno puede no ser analfabeta, afásico, acéfalo, pero
debe convertirse en uno, unos de ellos. Pensar y hablar y escribir para los infernales.
Para que también éstos se tornasen algo distinto: pensadores y hablantes y escritores
sobre la Educación. El deber al ser siempre doble, doble captura, nupcias sin pareja,
evolución a-paralela, se precisa que el filósofo sobre el infierno se volviese cada vez
más sobrio, más sencillo, más desierto y, por eso, más poblado. O sea: se volviese no-
filósofo, personaje infernal, intelectual diabólico.
Lo diabólico aparta
No muere
Como personaje infernal, ¿el Diablo encarna una época dada, sentimientos, miedos,
angustias, amenazas de condenación, lugares, pestes, calamidades demográficas,
prácticas de brujería y de guerra? Amenazador y al mismo tiempo seductor. Vida y
muerte: ¿es la arena en la que juega el Diablo? ¿Es barrera para el fratricidio inherente
al vínculo social? ¿Se requiere como limitador del malestar en la civilización? ¿Es tan
vital por esto? ¿No desaparece por esto de las culturas, sino que resurge con mil rostros
siempre renovados?
En la televisión, en la literatura, la música, los videoclips, la Internet, la vida
cotidiana: – ¡“El tránsito es un infierno” ¡“Aquella… es una diabla”! ¡“El jefe está
endemoniado”! ¡“Yo misma soy diabólica”! ¡“Él es maligno”! ¿Por qué vuelve? ¿Será
que, por más símbolo, significante, régimen de signos, metáfora o metonimia del Mal
que fuese, el Diablo es un devenir-diabólico?
Y, al mismo tiempo, ¿por qué nos seduce tanto? ¿Por qué las salas de cine se llenan
para ver El exorcista, King Kong, Alien, el octavo pasajero, El extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde, El resplandor, El bebé de Rosemary, La profecía, Sicosis, La bruja
de Blair, Carrie, la extraña, El decimoctavo ángel, Entrevista con el vampiro, La hora
de la pesadilla, El sexto sentido, Hija de la luz, Dominación? En estas narraciones de
suspenso con toques sobrenaturales, ¿por qué todos los diabólicos, entre ellos Freddie
Kruger, Regan, la niña posesa, y Tiburón nos atraen tanto? ¿Nuestra parte bestial,
perversa, se deposita en ellos? ¿Son dobles queridos de nuestro flanco demoníaco?
Horror, pavor, terror, escalofríos. Vampirismo, licantropía, posesión. Misterio,
decadencia, dolencia, repliegue sobre sí mismo, muerte en vida, segunda muerte.
Pérdida de la consciencia, crisis de los paradigmas científicos, desorden lógico,
pesadilla de la razón, abolición de la fenomenología, borradura de la dialéctica,
destrucción de la hermenéutica. Los diabólicos son peligrosos para la naturaleza
humana, para el sujeto activo, consciente, auto-referenciado, para su identidad y
normalidad. Interesa interrogar cómo pudieron afirmarse en la Aclaración. ¿Son
residuos, deyecciones, sombras? ¿Lo que sobró, en las tinieblas, cuando las Luces
intentaron iluminar cada parte del mundo y de los seres? ¿La oscuridad de la ceguera
que resultó por el exceso de la cercanía de la luz?
¿Los diabólicos son fantasmas de lo humano, efectos de su pesadilla
antropomórfica? ¿Pensamiento sobre lo Mismo, siempre dispuesto a negar y exorcizar,
reordenar y digerir, rechazar y conquistar, elidir las otredades del Otro? ¿Mitología
científica de la Naturaleza Humana, deshumanizadora de todos los diferentes efectivos
y, en un mismo lance, apoyo a la idea de Identidad Universal? ¿Ficción humanista, que
constituye amnesia frente a todas las novedades, ordenó o prohibió lo que quiso ser
algo, creó nadas, residuos, derivas, errancias, rostros vacíos y lagunares, justificó el
racismo, la esclavitud, el colonialismo, el exterminio? ¿O los diabólicos son la
inconmensurabilidad de lo humano, su radical exterioridad?
Monstruo
¿El Diablo es un monstruo? ¿Es monstruoso? ¿Puede establecerse una analogía con
todos los que describe la Teoría de los Monstruos? ¿También es híbrido, preliminar, no-
binario, diferencia pura, el tercer término, el otro dialéctico? ¿Inscribe una alteridad
cultural, política, racial, económica, síquica, sexual, de género? ¿Incorpora el Afuera, el
Más Allá, el Mal, pero se origina en el Adentro, lo Mismo, el Yo? Tiene una
amenazadora falta de humanidad, como los negros brujos y los judíos caníbales,
mahometanos infieles e indios idólatras, prostitutas e invertidos, locos y delincuentes,
hechiceros y pecadores, pueblos bárbaros y culturas salvajes? ¿O estos monstruos son
hijas e hijos del Diablo? ¿El mismo Diablo?
Uno de nosotros
Mal radical
Infierno-khôra
EXPERIENCIA PELIGROSA,
QUE ASUSTA A LOS FUNCIONARIOS
¿Se puede hablar sobre una filosofía del infierno en la Educación? ¿Esta filosofía
incluiría las definiciones que se le atribuyen al pensamiento filosófico, tales como las
que formularon Deleuze y Guattari, en O que é a filosofia? [¿Qué es la filosofía?].
¿Habría condiciones para constituir la trinidad de toda filosofía, cual fuese: trazar el
plano pre-filosófico en su inmanencia; crear trazos personalistas de personajes pro-
filosóficos que ella debe hacer vivir en su insistencia; crear los conceptos que debe
constituir en su consistencia?
Además de esto, ¿tal filosofía podría cautivar a sus practicantes con un gusto
filosófico, que los llevase a establecer la correspondencia entre estas tres instancias?
¿Qué los llevase a gustar del plano, personajes y conceptos extraños, grotescos,
fantásticos, absurdos, malignos, diabólicos? ¿Qué los llevase a amarlos en cuanto muy
infernales, bien hechos, muy nuevos, muy interesantes? Con ese gusto-amor, ¿podría
recorrer un itinerario de invención y alcanzar una propiedad creadora, no contemplativa,
ni reflexiva, mucho menos comunicativa?
¿O ese pensamiento consistiría en crear sensaciones? En este caso, en cuanto arte
infernal, establecería un plano compositivo, fragmentado en bloques de sensaciones
procedentes de figuras religiosas, míticas, simbólicas, demonológicas, escato-teológicas,
tales como: demonios, vampiros, anticristos, fantasmas, trasgos, brujas, duendes,
bestias, zombis, almas de la manigua. ¿O se contentaría con ser una ciencia o una
lógica? Como lógica, el pensamiento sobre el infierno formularía proposiciones y una
opinión, aunque racionalizada, con valor informativo. Transformaría los juicios y
opiniones empíricas en protocreencias, al pensar en el modo del reconocimiento. Al
constituirse como ciencia sobre el infierno, este pensamiento surgiría sobre un plano de
referencia, tendría sus nociones determinadas por funciones, presentadas en forma de
proposiciones, susceptibles de someterse a verificación. En esa forma, exigiría
paradigmas de verdad, inhibidores de la inmanencia del concepto, en detrimento de
verdades que hacen corresponder objetos, estados de cosas y hechos con el modelo
hipotético de la idea.
Claro que el acto de filosofar sobre el infierno, con sus variaciones conceptuales,
entra en resonancia con el conocimiento científico y sus variables funcionales, con las
composiciones de sensaciones y sus variables afectivas, porque las tres expresiones de
conocimiento son creaciones. Aunque en diálogo entre sí e interacción de modo
transversal, tales creaciones son irreductibles entre sí, al ser sus límites difíciles de
definir. De un modo tal, que el pensamiento sobre el infierno, que se propone ser una
filosofía, debe operar con prudencia, para no atribuir a las figuras de la fabulación lo
irracional, ni a las funciones y proposiciones la validez universal científica, tampoco a
los conceptos el indiscutible prestigio de la razón filosófica. Debe cuidarse para no
oponer figuras y proposiciones a los conceptos filosóficos, ya que ellas tienden hacia los
conceptos, pueblan el plano de inmanencia y pueden, incluso, volverlo filosófico, bajo
el efecto de los conceptos. Entonces transformadas en conceptos, las figuras y
proposiciones hallan por destinación la formación filosófica del infierno.
La tarea específica de esta formación radica en ser capaz de pensar lo impensable,
intratable, imposible, lo no pensado en el pensamiento educativo. Confundir la sintaxis
y organizar el pensamiento en una lógica al revés y constituirse como un pensamiento-
otro sobre la Educación. Pensamiento que ignora las verdades recibidas, metamorfosea
el valor de las opiniones establecidas, busca suspender y transvalorar el valor de todos
los valores heredados. Se libera del culto a la totalidad, trascendencia, dialéctica,
metafísica, humanismo, o bien como dos parejas de tensiones cierto/errado,
culpa/castigo, bien/mal, muerte/vida. Huye del pensamiento único para volver a las
posibles singularidades, afirmar lo múltiple, multiplicar los devenires.
Impulsado hacia la creación de conceptos, ese pensamiento consiste en una
arquitectura conceptual. Practica un modo de pensar que privilegia la producción de
diferencia y la formulación de sentidos. Opera con conceptos filosóficos auto-referentes,
abandona toda referencia a un estado de cosas, que no se refiere a nada externo a los
propios conceptos creados y permanece distante del juego de la correspondencia
representativa. Elabora las normas para su propia creación conceptual, y sólo retiene las
conjugaciones y conexiones que dan consistencia a su pensamiento. Una consistencia
instaurada sobre un pensamiento sin imagen, sin modelo, forma o función. Es decir, que
se instaura sobre un planómeno, que la filosofía sobre el infierno denomina Inferesfera.
Inferesfera, plano desierto, que los conceptos infernales pueblan, sin fragmentar, ni
dividir, sin romperle la integridad. Plano de univocidad, que no desea saber sobre la
unidad de la sustancia, disuelve lo consistente existente, lucha contra el caos y de allí
obtiene la consistencia que otorga a sus conceptos. Plano de extensión, que secciona
todas las formas y a él mismo lo cortan intensidades y fuerzas creativas de actualización
de la diferencia múltiple. Máquina de todas las funciones del pensamiento sobre el
infierno, cuyas dimensiones aumentan con las dimensiones de las multiplicidades e
individualidades que recorta. Plano fijo de vida, donde todo se agita, atrasa o se
precipita, los individuos y cosas no se distribuyen sino mediante la velocidad y lentitud,
las relaciones de movimiento y reposo. Plano de inmanencia pura: sólo él es real,
porque sus conceptos operan sobre lo real del pensamiento respecto a la Educación.
Inferesfera: casa del concepto infernal. En ella, cohabitan personajes conceptuales:
agentes de enunciación, capacidad expresiva y heterónimos de cada pensador sobre el
infierno.
Pensar la Educación mediante conceptos infernales, trazar la inferesfera, tener un
estilo infernal de la diferencia: esas son las tres marcas de un pensamiento que se
metamorfosea en distintos niveles de argumentación y funciona como máquina de
guerra para combatir los aparatos que capturan al pensar educativo. Así, esta máquina
puede promover la desterritorialización del pensamiento sobre la Educación, hacerlo
ingresar en la creación de una nueva educación por venir y en diferentes relaciones
cósmicas, geográficas, históricas, sicosociales, amorosas. Puede diagnosticar los
devenires-eventos de la Educación, que apelan a formas futuras, resisten al presente e
invocan un nuevo tipo de educadores: bastardo, anárquico, nómade, demoníaco. Se
ocupa de la transformación del pensamiento educativo en intempestivo, inactual, que
obra contra el tiempo, sobre el tiempo, a favor de un tiempo por venir, de un porvenir
que es el infinito.
Así, filosofar sobre el infierno es experimentar, una experiencia del pensamiento que
se efectúa en el territorio de la Educación. Para llevar a cabo tal experimentación, se
precisa crear, como medio de inmanencia, una pura contingencia infernal, opuesta a la
trascendencia de la bondad absoluta y del amor humanista, que ningún interés previo
incluye, ni necesidad, origen, historia o índole de la Educación, incluso malignos.
También se precisa algún placer en apartar, dividir, separar, seducir, atemorizar,
estremecer, rizomatizar, crear diferencias, multiplicar heterogeneidades en el
pensamiento sobre la Educación. Como también tener un gusto por el devenir-infernal,
que reconquista el poder inmanente de la creación, al inventar nuevos modos para
pensar lo nuevo. Modos que conducen al pensamiento hacia el movimiento infinito de
liberación de lo Verdadero, como supuesto paradigma, que sustituyen a La Verdad y son
mucho más exigentes que ella.
Al pensamiento sobre el infierno se lo puede entender como una teorización sobre lo
que se hace en Educación, no como la teoría sobre lo que es. Se define como un
pensamiento empirista, que sólo dice lo que es al expresar lo que hace. Al reconstruir su
inmanencia, sustituye al verbo Es de la unificación por la conjunción Y, como proceso o
devenir, y a las unidades abstractas por multiplicidades concretas. También puede
definirse como una teoría sobre las multiplicidades. Teoría que incluye elementos
actuales y, más importante, elementos virtuales, ya que todo lo actual se rodea de una
niebla de imágenes virtuales. De modo constante, esa virtualidad del pensamiento libera
algo: ya una multiplicidad para cada cosa, ya no circunscrita a los juegos de lo Uno y lo
Múltiple, un deseo ya no determinado por la falta, una pura consciencia inmediata sin
objeto ni Yo, o un inconsciente distante de la reterritorialización familiar.
A la virtualización del pensamiento infernal se la entiende como un proceso que
transforma a la actualidad inicial de los objetos de la Educación, la Pedagogía, el
Currículo en caso particular de una problemática más general. Fluidifica las distinciones
instituidas, incrementa los niveles de libertad, introduce un vacío en el pensar educativo,
que, al mismo tiempo, es un motor. Desterritorializa lo actual de la Educación, al hacer
de la virtualidad una consistencia que se forma sobre la inferesfera y fragmenta el caos.
Virtualidad real sin ser actual, ideal sin ser abstracta.
Nada valdría un pensamiento que sólo se propusiese ser una reflexión más sobre la
Educación. Nada valdría si no crease sus propios conceptos, conociese mediante puros
conceptos, ya que sólo ellos aprehenden los eventos educativos y sus variaciones. El
pensamiento sobre el infierno nada contempla, porque en sí mismo nada existe para que
se contemplase. Ninguna cosa refleja, ya que de nada puede ser espejo puesto que nada
existe para que se reflejase. Tampoco comunica, pues no es vehículo de algo que no
existe para que se comunicase. Aunque tuviera que crear algunos conceptos para las
acciones relacionadas con comunicar, reflejar y contemplar el infierno de la Educación.
Pensar a la Educación mediante el infierno es un construccionismo filosófico que no
se ocupa del Conocimiento, no enuncia respecto a la Epistemología o la Teoría del
Conocimiento, y sólo desea saber lo que significa pensar de modo infernal sobre la
Educación, orientarse, de modo infernal, en el pensamiento educativo. Este movimiento
es tributario de Nietzsche, pues lleva a los filósofos del infierno a ya no contentarse con
los conceptos que se les dan, sino a comenzar a elaborarlos, crearlos, afirmarlos y
mostrar a los otros que pueden utilizarse.
Si, en la actualidad, cada educador confía en sus conceptos, como en una cualidad
moral o intelectual milagrosa, que proviene de algún mundo asimismo milagroso, la
filosofía del infierno colabora para sustituir esa confianza por la desconfianza radical. Y,
puesto que no los creó, ella desconfía de todos los conceptos educativos. Por ejemplo,
cuando se piensa que se requiere formar como ciudadano al individuo y a los grupos
culturales, sabe que se necesitaría que las Ciencias Sociales, Humanas, Políticas,
creasen, antes, para que pudiese funcionar tal imperativo educativo, los conceptos de
Ciudadanía, Individuo, Grupo, Cultura, y, en particular, el sentido de que los no
formados como ciudadanos son diabólicos: un mal para la civilización, la sociedad, los
otros, para sí mismos.
Artefactura de lo infernal: pensar de este modo es experimentar todo lo extraño y
problemático en el pensamiento educativo, todo lo, hasta ahora, proscrito por la moral,
resentimiento, mala conciencia, nihilismo cristiano, fe en el ideal. Se trata de un
pensamiento que no pregunta si los conceptos que crea, el plano que traza, los
personajes que inventa son feos o bonitos, falsos o verdaderos. Sino si todo lo que se va
creando tiene vida, existencia, da algo que pensar, incrementa y exagera el pensamiento
a partir de su rostro actual.
Nada de sentimiento, emociones morales, de conmover, ajustar la emotividad, sino
todo para nutrir la libertad de creación. Quedar libre de pasiones y opiniones, mirar con
tranquilidad alrededor, encontrar en todo lugar algo más que el destino, reír más de lo
absurdo que airarse, llorar o lamentarse. Elaborar una filosofía estética, que siente la
risa, produce vivacidad alada, suprema alegría, soltura del theatrum mundi. Estética
filosófica, en que todo es más leve y movedizo y en que para cada concepto creado todo
se pone al revés, al invertir el platonismo. Después de que todo se aniquila y arruina,
sólo después comienza la vida del pensamiento infernal.
A partir de esta filosofía, no se va a ver una educación más dulce y tierna, tantos van
a ser los terrores, metamorfosis, rivalidades, antagonismos, rebeliones, explosiones,
ardentía de ellos en el pensamiento sobre el infierno. Ninguna vislumbre de
recompensas y castigos, sentidos sublimes y justos, religiosos y morales, firmes y
seguros, elogiosos y críticos, comprensibles y justificadores, luminosos y superiores se
va a encontrar. En cambio, se va a lidiar con sentidos incorregibles, caóticos,
deformados, al revés, inquietantemente extraños.
Pensar sobre el infierno en la Educación es un ejercicio peligroso. Consiste en seguir
la línea de fuga del vuelo de la bruja, del periplo del vampiro, del andar sin rumbo del
centauro, del infinito vagar de todas las individualidades extrañas que pueblan el
Mundo-Verdad de la Educación. Pensamiento peligroso este, pues su inmanencia
suscita, en la opinión educativa, una fuerte reprobación instintiva, y la índole de los
conceptos que crea redoblan aún más esa reprobación.
El tópico está en que los filósofos del infierno no piensan sin volverse algo distinto,
algo que no piensa, un bicho, vegetal, molécula, partícula, híbrido, monstruo inhumano,
una estrella: algo distinto que retorna sobre el pensamiento y lo relanza. No puede
considerarse filósofos infernales a los funcionarios de la Educación que no renuevan la
imagen del pensamiento y ni siquiera tienen consciencia del problema que significa
pensar infernalmente en Educación. Aquellos que permanecen en la beatitud del
pensamiento educativo en su totalidad listo y que ignoran incluso el inmenso trabajo de
creación de aquellos que toman como modelos o guías. La suerte de estos funcionarios
señala que ellos carecen de ojos para ver que lo único inmanente en la filosofía sobre el
infierno se rompe por completo y deja pasar infinitos. Si viesen, se asustarían aún más.
¿AMIGO DE LO EXTRAÑO?
NO, EXTRAÑO EN POTENCIA
LOS INFERNALES
NOSOTRAS, MUJERES-PROFESORAS,
¿AÚN DESEAMOS SER DIOSAS Y BRUJAS?
Diosas y brujas
Tierra y mujer: analogía recurrente, a través de los vientres que generan la vida. Si
los hombres, durante miles de años, desconocen su papel en la fecundación, la
procreación de la Madre no se discute. Ya el Paleolítico inscribe asociaciones de la
mujer a las aguas, grutas, cavernas, árboles, sangre, conchas, ocre rojo.
La mujer retiene todo (lo) el (in) mundo de la creación. Vientre nefasto que nutre,
pero que también lleva al reino de los muertos, bajo el suelo, o a las profundidades de
las aguas. Cáliz de muerte. Madre, con rostro de tinieblas. Noche en el seno de la tierra,
donde el hombre se abisma. Más vinculada al ciclo de la vida hacia la muerte que de la
muerte hacia la vida, la mujer crea y destruye.
Mujer y Luna: dos cuerpos con ciclos fundamentales, que señalan el ritmo de las
mareas, lluvias, germinación, fecundación, menstruación, gravidez. Como la mujer, la
Luna es cáliz, vientre, receptáculo, vaso, luminosidad que ofusca en las tinieblas. Diana,
Diosa Madre, Gata Sagrada, cazadora y virgen, prescinde de creación, en sí contiene a
todo, es responsable de la luz y las tinieblas, utiliza cuernos del cuarto creciente lunar.
Hécate es dueña de la magia, reina de las tinieblas y de la noche. Epona, diosa galesa, es
divinidad lunar, dama de la corte que conduce a las almas al Otro Mundo. Holda, diosa
alemana de la fertilidad, encabeza a las mujeres en la Gran Caza nocturna.
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Como la Luna, la mujer es incapaz de brillo propio, pasiva y frígida. Como la Serpiente,
es venenosa, sombría y engañadora. Servil, despreciable, cruel, orgullosa, llena de
traición, carente de moderación, sin razón, sin ley, móvil, vagabunda, inepta, vana,
avara, indigna, fingida, amenazadora, ávida, leve al creer, bebedora, onerosa, mordaz,
señora, hechicera, inculta, perniciosa, ambiciosa, litigiosa, despechada, maligna. Es
animal cambiante, variable, inconstante, incapaz de guardar un secreto. Perjudica al
Estado, pues perdió toda la Tierra. Nada de entregarle a ella la corona, nada de
funciones públicas, nada de permitirle enseñar a los niños. Su testimonio no vale, el de
un hombre vale por el de dos mujeres. Siervos, niños, mujeres: el mismo sujeto inferior
en el Derecho.
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Un mal dulce, panal de miel y vaso de veneno, a la vez. Más peligrosa que una
emboscada, cuando pone las manos sobre una criatura, la hechiza con ayuda del Diablo:
femme fatale. Su voz es como el canto de las Sirenas: garganta más oleosa que el aceite,
pero las partes inferiores más amargas que el absinto. Es cortesana, meretriz, ramera,
prostituta: Olimpia y Nana, de Manet, filles publiques, de Rops, Goya, Degas, Toulouse-
Lautrec, femmes damnées, de Baudelaire. Transforma el bien en mal: Judith, Dalila,
Salomé, Lorelei, Sidonia von Bork, La Belle Dame sans Merci. Más amarga que la
muerte: la muerte es natural y destruye sólo el cuerpo, ya el pecado que trae la mujer
destruye el alma y entrega el cuerpo del hombre al castigo eterno. Es la misma muerte:
esparce pestes, hambre, guerras, vanidad, calor opresivo, miedos, cismas, tempestades,
el fin del mundo. Destruye navíos, ciudades, hombres: Proserpina, Mesalina, Lucrecia
Borgia. Aparta al hombre de su vocación intelectual: Xantipa impide a Sócrates que
filosofe, una cortesana transforma a Aristóteles en bestia de carga. Vende todas las
mercancías: mujeres del Art Nouveau. Constituye el star system de celuloide: Vamp
Theda Bara.
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La Diosa Madre del paganismo reina sin compañero durante milenios. A poco, se
asocia a un joven dios, un hijo, que asume el papel de Hijo Amante, sometido a ella. En
el plano divino, la Magna Mater Deorum engendra a ese Hijo que también es su
amante.
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Monstruo, bestia-hembra. Medea, la madre ogro, seduce a Jasón, cocina drogas para
Esón y devora a los hijos. Kali, diosa hindú, Madre del Mundo: creadora y bella,
sedienta de sangre, exige el sacrificio de miles de animales por año. Safo, de la isla de
Lesbos: andrógina, seductora de ninfas, pervertida. Amazonas: devoradoras de carne
humana y de niños. Erinias: asustadoras, locas y vengadoras, cuyo nombre no
pronuncian los griegos. Margot, la Furiosa, de Brueghel: delirante, libre, armada de
espada, lo incendia y destruye todo y conduce a las compañeras hacia el Infierno. Para
los indios de América del Norte, integrante de más de trescientas versiones del mito de
la vagina dentada. En la India, su vagina contiene serpientes. La Esfinge, de Éfeso:
cuerpo de león, pecho y rostro de mujer, alas de águila, devora a los que no descifran
sus enigmas. Medusa: monstruo alado de garras afiladas, serpientes en lugar de
cabellos, ojos que petrifican. Sirena, de Ovidio, con su canto de muerte, petrifica. Arpía:
cuerpo de ave, cabeza de mujer, cola de serpiente, destructora. Vampiresa, murciélago,
serpiente-reina. Hera, que mata al hijo. Lamia, que chupa la sangre a los hijos de las
demás. Circe, que convierte a los hombres en animales. Las tres Parcas, que traman,
tejen y cortan el hilo de la vida del hombre. Ménades, las poseídas, que invierten el
orden familiar y social.
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Novia del Diablo. Mujer-bruja. Lleva a cabo el pacto diabólico, a través del que se
vuelve devota ciega y sierva obediente del Demonio. Habla con él, en un lenguaje sin
palabras. Por debajo, a través de sus partes innobles, recibe las palabras del Diablo.
Lleva a cabo sortilegios, maleficios y encantamientos, que enferman y matan a los
hombres. Sutil en la perversidad. Lleva la marca diabólica, un punctum diabolicum,
firma del Diablo, prueba del pacto. Va a los shabbaths nocturnos, sacrílegos y
blasfematorios, montada en escobas, tridentes o machos cabríos negros. Participa
activamente de liturgias demoníacas, orgías, incestos, canibalismos, infanticidios,
sodomías, lesbianismo, bestialidades. Pertenece a la categoría de las Pitonisas, en la que
y por las que el Diablo lleva a cabo operaciones viles, hediondas. Recita un credo
repugnante y obsceno. Tiene el poder de dislocar su cuerpo por el mundo, en busca de
relaciones sexuales. Practica los venenos, chantajes y todos los crímenes. En su casa se
hallan sapos, hostias corruptas, imágenes de cera, huesos, cabellos, miembros humanos.
Blasfema, en palabras y actos, contra la Fe Verdadera. Se disfraza de Ángel de Luz.
Domina a través del terror y la superstición, explora la credulidad, finge curar. Tiene
imaginación libertina. Es naturalmente insana.
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Zeus engulle a la amante Metis y el feto y hace que Atenea naciese de su cabeza;
arranca a Dionisos de Semele y termina de gestarlo en su muslo-vientre. Al atardecer
del sexto día de la Creación, cuando las tinieblas avanzan, Jehová crea a Lilith, la
primera mujer para Adán, llena de saliva y sangre, de la tierra impura, sucia de heces e
inmundicias, y con ella todos los demonios y desafíos para el dios monista. El Dios
Único crea a Eva, la segunda mujer, del hueso-polvo de Adán, como La Que Va a Parir,
con todos los dolores del mundo: apéndice del hombre, para servirlo y obedecerlo.
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Centinela del Infierno. Mediante la fuerza terrible de sus magias logra destruir la
vida. Su lengua indiscreta y palabras melifluas causan grandes males. Corrupta,
parásita. Alcahueta, impúdica. Negra consejera de las damas lascivas y de sus amantes
adúlteros. Corrompe las emociones del hombre. Proveedora del vicio y las corrupciones,
se enriquece con la basura y las inmundas pasiones de la época. Con sus encantos
diabólicos constituye los pares más peligrosos: Eva y Satán, Lilith y el Demonio.
Derriba reinos: Troya, por Helena; los reinos de los judíos por Jezabel y su hija Atalía,
reina de Judá; el romano, por Cleopatra, la Reina de Egipto.
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Trono de Satán. Hija más vieja de Satán. Grosera, pérfida, vil, fiera, mala, carnal,
toda carne, la peor de las víboras, bella pudrición, enemiga, torbellino de sexualidad,
instrumento del abismo, boca de los vicios, leona, opuesta a la ley, delirio supremo,
flagelo íntimo, loba, feroz serpiente. Disfrazada, falsificadora, nociva, fétida, la peor de
las partes, parlotea sin sentido del pudor, inhumana, infiel a sí misma, infecta. Alma de
todas las palabras del mal. Más malvada y más engañadora que los demonios. Su poder
se confía a las partes íntimas y al útero. Hábil en la ilusión y burla de los sentidos,
vuelve a las mujeres incapaces de concebir, o las lleva a abortar. Cocina a los recién
nacidos, con sus carnes y huesos hace pomadas y ungüentos. Asesina a los hijos, ofrece
criaturas no-bautizadas a Satán. Por medio de encantamientos, pociones o hierbas,
obstruye el canal seminal del hombre, impide la erección del miembro viril, enfría el
deseo, impide que los cuerpos se acerquen, se interpone a través de alguna forma
corpórea, hace creer que el pene se ha retirado del hombre, le impide copular, lo vuelve
impotente, temporal o de modo permanente. Interfiere en el proceso normal de
copulación y concepción: obtiene el semen humano y lo transfiere a otros cuerpos y
genera otras hijas del Diablo. Sirve de Súcubo para el hombre y de Íncubo para la mujer.
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Dama cortés: del lirismo medieval trovadoresco, el culto al cuerpo de la mujer, como
propagador del bien y de lo bello. Amar la castidad de su cuerpo y la pureza de su alma
es la principal virtud del caballero: condesa de Flandes, dama de Norbonne. De la
Bretaña pagana: Isolda, Ginevra, Esclarmonde de Foix. Del Oriente: Atargatis, Astarté
Lyriaca, Ishtar. De la literatura: Beatriz de Dante, Laura de Petrarca. Culto mariano:
María, el Ave, la Vida, la Inaccesible, la Inviolable, la Eterna Virgen, la Santa Divina,
Reina del Cielo, Luna de la Iglesia, Estrella del Mar, la Redentora, la Madona, Madre
Buena de la Humanidad.
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¿Ellas?
Uno de los grandes peligros que rondan a la teoría educativa radica en perder la
capacidad de crear sus propias ideas. Por eso, quizás, se agarrase tanto a ideas
preestablecidas, que le proveen un mal sabor moral de unificación o un gusto religioso
de totalidad. Cualquier variación conceptual desafía y reduce las opiniones
preexistentes, para hallar formas creadoras novedosas en Educación. Formas que, en
esta filosofía del infierno, respiraron una atmósfera de extrañeza, rasgaron lo
desconocido del firmamento, bucearon en el caos diabólico y de allí trajeron variaciones
sobre la inferesfera.
Crear conceptos, trazar un plano, inventar personajes conceptuales son actos
filosóficos que puede llevar a cabo cualquier pensamiento, incluso una filosofía del
cielo en la educación. Uno de esos pensamientos no va a ser mejor que el otro, o
pensado con más plenitud. Van a ser distintos, heterogéneos, no-asimilables, carentes de
síntesis, identificación, superación. Aunque pudiesen deslizarse, pasar unos por otros,
cruzarse, tener sus extensiones ocupadas por otros personajes, apelar a conceptos que
quedan por crearse en otros pensamientos.
Ningún modo de pensar en la Educación es sagrado o profano, verdadero o falso,
noble o vulgar, rico o indigente. Un pensador no puede probar, comparar, medir, decidir
si su modo de pensar es mejor que los modos que constituyen otros conceptos, planos y
personajes. Los criterios para tal comprobación no son sino inmanentes, ante conceptos
aún indeterminados, personajes aún en el limbo, planos aún transparentes. A cualquier
pensamiento sólo lo valorizan los movimientos que traza, flujos que crea,
multiplicidades complejas que torna infinitas. Sólo puede condenarse a aquel
pensamiento que no experimenta, no prolonga, no desterritorializa, no huye, no se
relaciona con problemas externos, no estremece la confianza en la arbitrariedad de la
lengua, ni vive el tartamudeo y el bilingüismo dentro del propio lenguaje.
En lo que le corresponde, la filosofía del infierno intenta dar qué pensar al
pensamiento sobre la Educación. Modificar lo que significa pensar en lo inverosímil.
Reunir a la fuerza cosas distintas. Enajenar significados existentes. Agitar devenires de
ideas. Liberar manantiales y canales de conceptos, donde pululan más seres
maravillosos que en el fondo de los océanos. Programar medios de orientación, para
desarrollar experimentaciones en las prácticas de investigación educativa. Inventar
posibilidades de existir como investigador, para convertirse siempre en algo distinto,
que supera todas las previsiones.
Los investigadores del infierno en la Educación no se hallan en el infierno: dan vida
a los conceptos sobre la inferesfera. No son infernales: se vuelven, a medida que
investigan y piensan el pensamiento infernal. No se dejan representar por los infernales:
son coberturas y seudónimos de los personajes que crean. El destino de cada
investigador es transformarse en su infernal. Así, va a poder volver del mundo de las
ideas, opiniones, cosas y sujetos muertos, como un vencedor. Vencedor que indica no a
algo ni alguien que supera sus posibilidades, sino a un agente de enunciación de la
filosofía del infierno. El asunto no va a ser lo que un infernal de esos puede o no hacer
en el pensamiento sobre la Educación, sino el modo mediante el cual es por completo
positivo y productivo como investigador del infierno, aunque no supiese o no pudiese
pensar.
IDEAS-FUERZA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Para vivificar los textos de este libro, utilicé algunas ideas-fuerza, cuyas referencias bibliográficas
son, respectivamente, las que siguen.
ENTRADAS Y SALIDAS PARA CREAR UN PROBLEMA:
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DERRIDA Y LA EDUCACIÓN
una propuesta pedagógica
*
TOMADO DE: CORAZZA, Sandra Mara. Para uma Filosofia do Inferno na Educação . Belo Horizonte: Autêntica, 2002.
103 p.
VERSIÓN: Gonzalo Jiménez Mahecha, Profesor Depto. Humanidades y Filosofía – Universidad de Nariño.
a
Autêntica
Coordinación de la Colección
Alfredo Veiga-Neto
Edición electrónica
Carolina Rocha
Revisión de textos
Rodrigo Pires Paula
____________________________________________________________________
Skliar, Carlos
S628d Derrida & educação / organizado por Carlos Skliar. –
Belo Horizonte: Autêntica, 2005.
160 p.
ISBN 85–7526–173–8
1. Filosofía. 2. Educación. I. Título. II. Serie
CDU 1
37
____________________________________________________________________
2005
Autêntica Editora
Belo Horizonte
Rua Januária, 437 – Floresta – 31110 – 060 – Belo Horizonte – MG
PABX: (55 31) 3423 3022 – Televentas: 0800 – 2831322
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ÍNDICE
Pág.
INTRODUCCIÓN
La escritura en la escritura: Derrida y la educación
Carlos Skliar 4
CAPÍTULO I
¿Es posible un territorio familiar que al mismo tiempo fuese extranjero?
Leandro Belinaso Guimarães 20
CAPÍTULO II
La Babel electrónica – hospitalidad y traducción en el ciberespacio
Karla Saraiva 25
CAPÍTULO III
En la traza de la filosofía de la diferencia
Ester Maria Dreher Heuser 35
CAPÍTULO IV
De los porqués: del teatro, los niños, la escuela, el modo de escritura.
¿¡¿Por qué?!? 55
Taís Ferreira
CAPÍTULO V
Fragmentos tras la tempestad: divagaciones sobre identidad, escritura,
investigación
Shaula Maíra Vicentini Sampaio 64
CAPÍTULO VI
Derridianas intenciones
Sergio Andrés Lulkin 72
SITES INTERESANTES 78
Sin renunciar a la filosofía, me ha interesado retornar sus
derechos a unos temas sobre cuya represión se construyó
la filosofía, en lo que ella tiene de predominio, de
hegemónico. Lo hegemónico en la filosofía se constituyó
mediante el desconocimiento, la negación, la marginación
de unos temas que algunas obras literarias nos permiten
formular… He intentado aguzar la responsabilidad
filosófica frente a una posibilidad que no es simplemente
literaria, sino que también participa de los discursos
filosófico, jurídico, político, ético: la posibilidad de
simulacro, de ficción.
Jacques Derrida
INTRODUCCIÓN
LA ESCRITURA EN LA ESCRITURA:
DERRIDA Y LA EDUCACIÓN1
Carlos Skliar2
¿Cómo podría pensarse, sentirse y escribirse un libro cuyo título fuese el de Derrida
y la Educación?
Tal vez, podríamos imaginar un texto que se deslizase por los suaves intersticios que
nos dejan las temáticas más (re)conocidas – y tal vez más actuales pero también las más
frecuentemente banalizadas – del filósofo y, a partir de allí, constituir unas relaciones
más o menos explícitas con lo que denominamos la educación: entonces, podríamos
escribir sobre la hospitalidad y la hostilidad de la escuela, acerca de lo otro como
diferente, pero no como diferencia, pensar el monolingüismo (de lo otro) y la
constitución de las alteridades escolares, discutir lo Mismo y lo Otro de la educación,
relacionar el tema de la traducción y las identidades y comunidades imaginadas,
repensar temas de ética, de responsabilidad para con los otros, reflexionar sobre la
condición de la escritura, etc.
No obstante, con exactitud, este libro no trata sobre eso.
Y, quizás, podríamos imaginar un texto que siguiese la huella de Derrida, a partir de
sus libros, y tomar el rumbo serio de las cronologías, la severa puntualidad de las
fechas, el camino sin sinuosidades del “progreso” de sus ideas, sus influencias. Y, así,
diseñar las geometrías teóricas que llevaron a Derrida a ser un heredero de Nietzsche,
Husserl, Heidegger, Blanchot, Lévinas, etc., y también de aquellas que lo llevaron a
crear y realizar ese gesto denominado desconstrucción en autores como Saussure, Lévy-
Strauss, Lacan, Foucault, etc.
En verdad, de modo literal, ese libro no es éste.
Este libro – al conocer la imposibilidad de esa pretensión – pretende constituir una
escritura con firma propia, una escritura que, aun sin desearlo, aun sin saberlo y sin
hacerlo, participe de la escritura con la firma de Derrida; un libro cuyos autoras y
autores se diesen cuenta de que escriben a partir de un gesto afirmativo, de un sí a
Derrida. Pero no de un sí que acaba por transformarse en una aceptación, en un
sinónimo de positivo, de dogma; un sí que (n)os lleve a sentir en la propia piel la
herencia de Derrida, la amorosidad con Derrida, la escritura de Derrida. Así lo diría:
este no es un libro sobre Derrida, sino sobre cómo la escritura de Derrida produce una
1
En el primer semestre de 2004, junto a un grupo de estudiantes del programa de post-graduación en
Educación de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, inicié una experiencia de lectura de algunos
textos de Derrida. En el Seminario Derrida & Educación, trabajamos algunas lecturas relativas a los temas
derridianos más o menos reconocidos: el Otro, la traducción, la desconstrucción, la diferencia y la
diferancia, la hospitalidad, el monolingüismo (de lo otro), etc. Al final del seminario, la propuesta fue la
de no hacer un texto sobre Derrida y/o sobre las temáticas en discusión, pero sí escribir en la escritura de
Derrida, dar una respuesta a Derrida, mantener la deuda con la herencia de Derrida, seguir con las
preguntas de Derrida. El resultado es este libro. O, quizás, quién sabe, todo aquello que este libro no es y
nunca va a poder ser.
2
Profesor de la Facultad de Educación y del Programa de Post-graduación en Educación, Universidad
Federal de Rio Grande do Sul.
aventura, educativa, en nuestra escritura; un libro en el que la escritura de Derrida
permea y se disemina en nuestras escrituras.
Además, este libro incluye algunas instantáneas iniciales sobre la vida de Derrida,
algunos comentarios ordenados en el tiempo y el espacio. No obstante, se advierte al
lector y a la lectora de un libro cuyo título es Derrida y la educación que una biografía,
una introducción a una escritura como la de Jacques Derrida, se puede transformar en
una rápida y mortal paradoja. La secuencia, la linealidad, el antes-durante-después de la
vida del filósofo, como de cualquier otra vida, no se puede ordenar, no se deja ordenar:
la memoria, los recuerdos y hasta los olvidos siempre son abstracciones, palabras necias
sobre experiencias distintas. Y, al convertirse en una historia, lo que, en justicia, tal vez
aconteciese es la falta del acontecimiento, la ausencia del acontecer; quizás, todo
permaneciese por demás quieto, por demás silencioso. Entonces: ¿cómo ser capaz de
una osadía tal de hacer, rehacer y deshacer una biografía viva sobre el filósofo Jacques
Derrida? ¿Cómo ser capaz de ser infielmente fiel a una obra que aún no concluye?
Entonces, ¿quién asume la posición de escribir sobre una obra que en sí misma es la
escritura, escribir sobre una desconstrucción que no tiene – ni desea – método, una
pregunta que comienza allí, en el lugar mismo del no-conocimiento y que culmina por
ser el acontecimiento? ¿Cómo presentar una obra que es un movimiento perpetuo,
textos que pretenden concluir con la obsesión de la metafísica occidental, que arroja
toda posibilidad de binarismos, toda tentación de oposiciones, y que debe atraer hacia
dentro del texto una herencia, una deuda, una acogida, una hospitalidad, un devenir otro
y puras e instigantes aporías? ¿Cómo salir de la didáctica conveniente, inerte, de las
biografías que nada son sino memorias ordenadas sobre vidas y escrituras
desordenadas? ¿Cómo escribir sobre la escritura que es un pensamiento respecto a la
diferencia, a una diferancia3 que no es una palabra, ni un concepto, ni un principio?
¿Cómo escribir acerca de la experiencia de la alteridad, de ser otro en cuanto otro?
Aquí nos proponemos conservar vivas esas preguntas, elegir otras, ser fielmente
infieles a la escritura de Derrida, sólo eso. Entonces, a continuación algunas
“instantáneas filosóficas” sobre Jacques Derrida.
Primera instantánea.
La biografía como autobiografía. El filósofo como extranjero.
El extranjero en la propia lengua. La lengua de la desconstrucción.
La fecha debe apagarse de su singularidad absoluta para devenir legible, para devenir
distribuida, pero al guardar al mismo tiempo el acontecimiento que guarda, es decir, su
secreto, su ilegibilidad […] En la fecha, como en el nombre, como la firma, al mismo
tiempo es legible e ilegible, traducible e intraducible, comprensible e incomprensible. 5
Así, de un modo que fuese al mismo tiempo descifrable e indescifrable, digamos que
Jacques Derrida nació en El-Biar, Argelia, el día 14 de julio de 1930 y que vive en
Francia desde 1959. Entonces, mencionemos que en la actualidad desarrolla su actividad
en la École des Hautes Études en Sciencies Sociales de París y ofrece seminarios en
varias partes del mundo6.
Perteneciente a una familia de judíos en Argelia, Derrida vivió algunos traumas y
situaciones de violencia que lo marcaron para siempre y crearon en él dos oscilaciones
respecto a la herencia familiar: de un lado, el deseo de ser aceptado en el ambiente no-
4
Schibboleth. Pour Paul Celan. París: Galilée, 1986. La cita corresponde a la versión en español
(Schibboleth. Para Paul Celan. Madrid: Arena Libros, 2002, p. 32.).
5
LARROSA, Jorge. Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel. Barcelona: Editorial
Laertes, 2004, p. 107.
6
Casi todos los datos biográficos que aquí presento se tomaron de los diálogos que Jacques Derrida
mantuvo con Catherine Paoletti en el marco del programa “A coração aberto [“A corazón abierto”]” de
France Culture, en diciembre de 1998. Esas conversaciones las publicó íntegramente en francés en 2001,
en el libro Sur la parole, Éditions de l’aube, y se tradujeron al español como ¡Palabra! Instantáneas
filosóficas. Madrid: Editorial Trotta, 2001.
judío – el que, según él, era su propio ambiente. De hecho, no deseaba pertenecer a la
comunidad judaica de Argel, no soportaba el encierro en ese grupo y, entonces, terminó
por producirse una profunda ruptura afectiva. De otro, Derrida se transformó en un ser
en extremo vulnerable ante las expresiones anti-semitas y/o racistas, en especial,
aquellas que producían otros niños. Y Derrida escribe:
Derrida nos dice que a los 12 años comienza a leer algunos de los textos dados para la
lectura por algunos de los profesores de francés de la École. Con la lectura de André
Gide, más específicamente con el libro O Imoralista [El inmoralista], Derrida llegó a
Nietzsche y, a partir de eso, se reveló un intenso deseo de escribir, un deseo tal vez
mimético en la adolescencia, sí, pero también un intenso deseo que él entendía como una
respuesta, secreta, a una familia que no lo oía, que no lo sentía. En su tímido diario,
Derrida escribió breves disertaciones sobre Rousseau y Nietzsche y se preguntaba si era
posible conservar el cariño, la admiración, por los dos autores, y si, también, era posible
reconciliarlos.
Al llegar a los 15 años, Derrida tenía la ilusión de ser escritor y, para sostenerse,
pensaba en ser profesor de Letras. Al no haber estudiado griego en el liceo, luego supo
que no era posible presentarse al concurso para profesor en esa área y concluyó por
pensar en la unión de ambas cosas, con lo que así se forma en el profesorado en
filosofía. (Recordemos que entonces los grandes nombres a seguir eran aquellas
personas que trabajaban al mismo tiempo en el campo de la literatura y la filosofía,
como, por ejemplo, Jean-Paul Sartre).
A los 19 años, Derrida viaja desde Argelia hacia Francia y se convierte en estudiante
del internado del liceo Louis-le-Grand. Ya en 1952, ingresa en la École Normale
Supérieure, ENS. Ocho años después, llega a ser asistente de profesores tales como
Bachelard, Canguilhem, Ricoeur, entre otros.
Sus primeros trabajos filosóficos surgen bajo la influencia de Husserl – por ejemplo,
en: O problema da gênese na filosofia de Husserl [El problema del origen en la filosofía
de Husserl], escrito en 1954 y publicado en francés sólo en 1990; y también en: A
origem da geometria [El origen de la geometría]; – textos escritos con el intento de
lograr aquello que, en el contexto de la fenomenología husserliana, podría llegar a ser
una problematización sobre la escritura: “¿Dónde se habla de la escritura? ¿Qué se hace
con ella? ¿Cómo articular esas discusiones de la ciencia, la fenomenología y la
escritura?” Y respecto a la inscripción literaria, se pregunta: “[…] ¿Qué es una
inscripción? ¿A partir de qué momento y en qué condiciones una inscripción se vuelve
literaria?”8.
Ha de decirse que desde muy temprano Derrida también asume un compromiso
político-filosófico evidente: milita en grupos de extrema izquierda no-comunistas;
conoce a Louis Althusser – del que no se separa hasta la muerte de éste –; organiza la
primera asamblea general en la École, en 1968; en 1981, es co-fundador de la asociación
Jan Hus de ayuda a los intelectuales checos disidentes, va a Praga con la intención de
realizar un seminario clandestino, lo detienen, encarcelan y condenan por tráfico de
drogas; participa de la Fundación Cultural contra el apartheid y del Comité de Escritores
en apoyo a Nelson Mandela en 1983; en 1998, se encuentra con diferentes intelectuales
7
DERRIDA, Jacques. ¡Palabra! … op. cit., p. 18.
8
Ibidem, p. 21.
palestinos en los territorios ocupados; en 1989, asume el compromiso del grupo que
reclamaba en Francia el derecho al voto para los inmigrantes; en 1990, hace parte del
Parlamento Internacional de Escritores de Estrasburgo relacionado con el caso de
Salman Rushdie, etc.
Como una extensión de aquellos primeros textos filosóficos ya mencionados, Derrida
comienza a escribir para algunas revistas, tales como Critique y Tel Quel, artículos sobre
Edmond Jabès, Antonin Artaud y Michel Foucault. Justo en el texto sobre Artaud
aparece por primera vez la idea o noción de diferancia. Eran los tiempos de aquello que
se denominó corriente estructuralista, representada en particular por los trabajos de
Lévy-Strauss y Lacan, entre otros. Aunque Derrida sintiese mucha simpatía e interés por
todo lo que estaba pasando con el estructuralismo, él dice que: “[…] tenía la impresión
de que esos grandes discursos seguían ignorando, desconociendo o dejando al margen el
concepto de escritura que me interesaba.”9
Al libro Gramatologia [La gramatología] – publicado en francés en 1967 y editado
en portugués en 1973 – se lo recibió muy bien pero también hizo surgir muchas
sospechas entre sus contemporáneos; a partir de esa experiencia Derrida inició su labor
de criticar o, mejor aún, de desconstruir los discursos hegemónicos que prevalecían en el
estructuralismo y se concentra específicamente en algunos fragmentos de Saussure,
Lévy-Strauss y Lacan y, por otros motivos, en algunos apartes de Foucault. La
desconstrucción inicial se efectuaba:
[…] mediante un gesto que no era sólo negativo, sino de aprobación desconfiada, de
aprobación y de desconfianza, con la tentativa de discutir sin rechazar, lo que produjo
todo tipo de malos entendidos e, incluso, reacciones malhumoradas10.
Pero el intento de Derrida no era, sólo, aquel de reacción ante una obra. Entonces, no
se trataba de una desconfianza temática o teórica y/o conceptual. Su intención consistía –
y consiste – en reconocer lo que había de hegemónico, lo que se había negado en una
obra, en un texto, pero siempre al considerar la singularidad de una firma, con el respeto
a la propia lengua de una autoría específica. Entonces, Derrida (nos) propone hacer que
las obras hablasen desde su propia interioridad, mediante sus vacíos, sus
contradicciones, sin buscar, como él mismo dice, condenarlas a muerte.
Segunda instantánea.
La desconstrucción como herencia. El ser que es infielmente fiel.
Un gesto, un llamado, un no-acontecimiento. Y la respuesta del Otro.
El primer lector es ya un heredero. ¿Me van a leer? ¿Escribo para que me lean? ¿Y para
que me lean aquí, ahora, mañana o después de mañana? Esta pregunta es inevitable, pero
se ubica como pregunta a partir del momento en que sé que no la puedo controlar. La
condición para que pudiese existir herencia radica en que lo que se hereda, aquí, el texto,
el discurso, el sistema o la doctrina, ya no depende de mi, como si yo estuviese muerto al
final de mi frase […] El asunto de la herencia debe ser la pregunta que se le deja al otro:
la respuesta corresponde al otro.11
Somos herederos de una herencia. Una herencia que está allí, pero que, simplemente,
no debe aceptarse, no debe afirmarse sin más, sino, también y sobre todo, debe
reactivarse en otra forma, en otra condición, a partir de algún tipo de escogencias por
completo diferentes:
[…] el heredero siempre debía responder a una especie de doble exhortación, a una
atribución contradictoria: primero debe saber y saber reafirmar lo que vino ‘antes de
nosotros’, y que por tanto recibimos incluso antes de escogerlo, y comportarnos como
sujetos libres. Sí, es preciso […] se requiere hacerlo todo para apropiarse de un pasado
que en el fondo sabemos sigue siendo inapropiable […] No sólo aceptar esa herencia,
sino relanzarla de otro modo y mantenerla viva17.
16
DERRIDA; ROUDINESCO, op. cit., p. 12.
17
Ibidem.
18
DERRIDA, Jacques. No escribo sin luz artificial. Valladolid: Cuatro Ediciones, 1999, p. 175.
19
DERRIDA, Jacques. A democracia é uma promessa. Entrevista com Elena Fernandes [La democracia
es una promesa. Entrevista con Elena Fernandes], Jornal de Letras, Artes e Idéias, octubre 12, 1994, p. 9-
10.
20
Idea sobre la desconstrucción que, a su vez, no puede organizarse en torno a un sistema, o una teoría, o
un método, o un dogma, es decir, que no puede limitarse: “al efecto discursivo e institucional que ha
provocado”. Y, además de ello, también supone un deshacer la propia palabra, la palabra desconstrucción.
Como lo afirma Derrida: “[…] Así, pues, la verdadera desconstrucción no precisa de la desconstrucción,
no requiere una teoría o un nombre” (ibidem, p. 183). En otro texto, Derrida nos dice: “[…] no es una
filosofía, ni una ciencia, ni un método, ni una doctrina, sino, como digo con frecuencia, lo imposible y lo
imposible como lo que acontece” (En: Papel máquina. La cinta de escribir y otras respuestas. Madrid:
Editorial Trotta, 2003, p. 322).
de algo, alguna cosa afirmativa21. Además de ello, la desconstrucción es un gesto
próximo a la ignorancia, un gesto que se aparta del conocimiento:
[…] consiste en comprender cómo algo está constituido, lo que requiere reconstruirlo. Se
deshace una edificación […] para hacer como que apareciesen sus estructuras, sus
nervaduras o su armazón formal pero también para mostrar la precariedad ruinosa de una
estructura formal que nada explicaba, ya que no era ni un centro, ni un principio, ni una
fuerza, ni siquiera una ley de los acontecimientos25.
[…] un impulso que conmina hacia otra interpretación de la experiencia, hacia otra
experiencia de la alteridad distinta a aquella que se rige por un pensar entronizado,
gobernado por el entendimiento […]26.
21
Alguna cosa afirmaba que, para Derrida, no significa alguna cosa positiva: “[…] para algunos, al
reducirse la afirmación a la posición de lo positivo, la desconstrucción se ve abocada a reconstruir tras
una fase de demolición. No, no existe demolición, como así tampoco no existe reconstrucción positiva, ni
fases” (Ibidem, p. 339).
22
DERRIDA, Jacques. No escribo sin luz … op. cit., p. 176.
23
DERRIDA, Jacques. Papel máquina …op. cit., p. 270.
24
En este sentido Derrida dice que: “Lutero (…) hablaba ya de ‘destructio’ para designar la necesidad de
una resedimentación de los estratos teológicos que encubrían la desnudez original del mensaje evangélico
que había que restaurar”. En: Papel máquina …op. cit., p. 322-323.
25
GABILONDO, Ángel. La vuelta del otro. Diferencia, identidad, alteridad. Madrid: Editorial Trotta,
2001, p. 171-172.
26
Ibidem, p. 172.
27
DERRIDA, Jacques. Entrevista con Christian Descamps, en Jacques Derrida. Una teoría de la
escritura, la estrategia de la desconstrucción. Barcelona: Anthropos, 1989, p. 28.
Tercera instantánea.
La traducción como posibilidad imposible. Lo que es
más de una lengua. Lo que debe ser más de una lengua.
En Des tours de Babel (1987)28 en principio Derrida abordó o enfatizó en los temas
múltiples relacionados con la traducción: la traducción como deuda que ya no se puede
pagar, la traducción como aquello que debe hacerse aunque fuese imposible, el mito de
Babel como la traducción de la traducción, como la imposibilidad del proyecto de
construcción, como la transparencia prohibida, como la univocidad imposible entre las
lenguas.
Aquí, no me agradaría repetir o escribir sin firma lo que ya con amplitud escribieron
y discutieron en otros textos acerca de estos temas, tanto el mismo Derrida29 como otros
autores30. Sí me parece interesante volver más explícito de un lado el mito de Babel
como mito de la traducción; y, de otro, la relación que se establece entre la vida de un
texto, la supervivencia y la no-supervivencia del texto en el transcurso de su traducción.
Como ya se sabe, el mito de Babel se inscribe en el Génesis, en el que se narra cómo
la tribu de los SHEM – que significa “nombre” en hebreo – decide lograr un nombre,
con la edificación de una torre y la imposición violenta de su lengua – en hebreo labio es
la palabra para lengua – a todos los demás pueblos de la tierra. Para castigar a los
SHEM, por tener semejante ambición, Dios destruye la torre, con lo que impone un
nombre que él ha escogido y que es su propio nombre – “Babel” – el nombre que los
SHEM traducen como “confusión”. Dios dispersa a las tribus y condena a los hombres a
la confusión, a la diferenciación y multiplicidad de las lenguas, así como a la necesidad
de traducir.
Él los destina a la traducción, los somete a la ley de una traducción necesaria e
imposible […] De modo directo tal insolubilidad se halla marcada en el nombre de
Babel: que al mismo tiempo se traduce y no se traduce, corresponde sin corresponder a
una lengua y se endeuda junto a él mismo con una deuda insolvente, del lado de sí
mismo como del otro.31
La deuda de la traducción es insoluble, es imposible y nunca se va a poder pagar. De
allí que Babel se pensase siempre como un castigo y una culpa. Pero la deuda que nunca
se va a pagar no es una culpa, ni un castigo, y sí una situación que se caracteriza por la
condición devolutiva, por el hecho de que el traductor tiene como labor devolver lo que
se debería haber dado. Si la deuda de la traducción es una deuda insoluble, imposible,
también ello (nos) revela una especie de transferencia, de amor y de odio
[…] del que está en situación de traducir, intimado a traducir, respecto al texto a traducir
… de la lengua y la escritura, del lazo de amor que marca las nupcias entre el autor del
‘original’ y su propia lengua32.
28
Para este texto utilizo la versión en portugués: DERRIDA, Jacques. Torres de Babel. Belo Horizonte:
Editora UFMG, 2002.
29
Por ejemplo, en DERRIDA, Jacques. El lenguaje y las instituciones filosóficas. Barcelona: Editorial
Paidós, 1995.
30
Por ejemplo, en LARROSA, Jorge; SKLIAR, Carlos (orgs.). Habitantes de Babel. Política e poética da
diferença [Habitantes de Babel. Política y poética de la diferencia]. Belo Horizonte: Autêntica, 2002; y
también en LARROSA, Jorge. Linguagem e Educação depois de Babel [El lenguaje y la educación
después de Babel]. Belo Horizonte: Autêntica, 2004.
31
DERRIDA, Jacques. Torres de Babel …op. cit., p. 25-26.
32
Ibidem, p. 28.
completar, de totalizar, de saturar, de edificar, de concluir algo que corresponde al orden
de la construcción. En “verdad” no se trata sólo de no poderse traducir un texto, una
lengua, cualquier lengua, en el interior de cada lengua, de todas las lenguas; también,
sucede que toda construcción debe comprenderse en el sentido de la imposibilidad de
construir, de la presencia de la incompletud:
Cuarta instantánea.
La hospitalidad y la discusión (que es) sobre lo otro. Y si
la discusión no es sobre lo otro: la hostilidad: El Otro
es secreto porque es lo otro.
La palabra ‘hospitalidad’ lleva aquí a traducir, llevar adelante, re-producir, las otras dos
palabras que la han precedido, ‘atención’ y ‘acogida’ […] una serie de metonimias
expresan la hospitalidad, el rostro, la acogida: la tensión para con lo otro, intención
33
Ibidem, p. 12.
34
BENJAMIN, Walter. The task of the translator [La labor del traductor]. In: SHULTE, R.; BRIGUENEt,
J., (eds.). Theories of translation: an anthology of essays from Dryden to Derrida [Teorías sobre la
traducción: antología de ensayos de Dryden a Derrida]. Chicago: University of Chicago Press, 1992, p.
71-82.
35
En este sentido, véase el excelente libro de Cristina Carneiro Rodrigues. Tradução e Diferença
[Traducción y diferencia]. São Paulo: Editora UNESP, 1999.
36
DERRIDA, Torres de …, op. cit., p. 27.
37
DERRIDA, Jacques. El lenguaje y las instituciones …op. cit., p. 72.
38
DERRIDA, Jacques. Adiós a Emmanuel Levinas. Palabra de acogida. Madrid: Editorial Trotta, 1998.
atenta, atención intencional, sí a lo otro. La intencionalidad, la atención a la palabra, la
acogida del rostro, la hospitalidad, son lo mismo, pero lo mismo en cuanto acogida de lo
otro, allí donde él se sustrae al tema39.
En la cita anterior, varios son los tópicos que pueden pensarse, discutirse, percibirse,
profundizarse. Pero, en mi parecer, lo más interesante, más original en ella, es la
sugestiva idea de que no existiría hospitalidad – ni atención, ni acogida, ni rostro, ni
palabra, ni relación – si lo otro es una temática, si lo otro se convierte en una temática, si
lo otro se nos aparece como temática. Podríamos pensar así: lo otro no es una temática,
lo otro no puede tematizarse; con certeza, lo otro tematizado no es lo otro.
Derrida inicia uno de sus textos más conocidos y recientes, relativos a esta
discusión40, con una pregunta taxativa, una pregunta que opera como una separación,
como una frontera, una pregunta que distingue, que produce la confrontación entre lo
que podríamos denominar la preocupación con lo otro, de un lado, y, de otro lado, la
obsesión por lo otro. Digamos que la preocupación con lo otro denota una ética que es,
que debe ser anterior a lo otro, a cualquier otro, a su rostro, a cualquier rostro, a su
nombre, a cualquier nombre; a su vez, la obsesión denota la necesidad de saber el
nombre de lo otro, de cada otro, de conocer específicamente su rostro, cada rostro y,
entonces, establecer un discurso sobre la responsabilidad con ese otro específico.
Pero existe un tema que, incluso, es anterior a la preocupación y la obsesión por lo
otro. En todos los discursos sobre la alteridad, en todos los textos referentes a lo otro, a
los otros, en todas las escrituras en que emerge, puntual, la pregunta relacionada con lo
otro: ¿de quién es la pregunta?, ¿es una pregunta nuestra sobre lo otro?, ¿una pregunta
dirigida hacia lo otro?, ¿una pregunta que presupone que otro es aquel que debe
responder?, ¿o se trata de una pregunta que pertenece a lo otro, es su propiedad, procede
de lo otro? ¿La primera pregunta respecto a lo otro es nuestra o es de lo otro?
Derrida escribe respecto a la necesidad, urgente, de pensar en la pregunta sobre lo
extranjero. Pero, antes que ser un tema a tratar, antes de naturalizarse como pregunta,
antes, incluso, de designar un concepto, una temática, un problema, un programa, él nos
dice que esa pregunta es, al mismo tiempo, una pregunta sobre lo extranjero, que
procede de lo extranjero, es una pregunta al extranjero, dirigida al extranjero:
Como si el extranjero fuese aquel que establece la primera pregunta o aquel al que se
dirige la primera pregunta. Como si el extranjero fuese el ser-en-discusión, la pregunta
misma del ser-en-discusión, el ser-pregunta o el ser-en-discusión de la pregunta 41.
Más allá de querer definir qué es un extranjero, o responder a la pregunta falsa y falaz
de quién es lo otro, o de querer saber de quién es la primera pregunta, Derrida sugiere
que la hospitalidad – y, entonces, la acogida, la atención, el rostro, la responsabilidad,
etc. – designa la relación con lo otro-extranjero, con cualquier otro-extranjero, con
todo/s lo/s otro/s-extranjero/s.
Antes que nada, la hospitalidad se presenta como el acto de recibir a lo otro, un acto
desmesurado en el que se recibe más allá de la “capacidad del yo”42; pero, también, ella
se nos revela con una doble faz, con una ambigüedad que le es constitutiva, con algo
tanto ilimitado como limitado, tanto incondicional cuanto condicionado: la Ley, con
39
Ibidem, p. 40-41.
40
DERRIDA, Jacques; DUFOURMANTELLE, Anne. Anne Dufourmantelle convida Jacques Derrida a
falar da Hospitalidade [Anne Dufourmantelle invita a Jacques Derrida a hablar sobre la hospitalidad].
São Paulo: Escuta, 2003. En este texto utilizo la versión en español: La hospitalidad. Buenos Aires:
Ediciones de la Flor, 2000.
41
Ibidem, p. 11.
42
DERRIDA, Adeus a Emmanuel … op. cit., p. 44.
mayúscula, y las leyes, con minúscula, de la hospitalidad. Es posible decir que la Ley de
la hospitalidad es incondicional: se trata del abrir las puertas de la casa, de nuestras
casas, sin formular ninguna pregunta; es aquella actitud de ser hospitalarios sin plantear
ninguna condición; se trata de hospedar sin que lo otro-extranjero nos pida hospedaje,
sin que en nuestra lengua nos solicite hospedaje; y es también el acto de hospedar
sentido, así, como también ser huésped. De otro modo, las leyes de la hospitalidad
imponen condiciones, nos hacen imponer condiciones: lo otro debe pedirnos hospedaje,
lo otro debe revelar sus intenciones, lo otro debe presentarnos la documentación, lo otro,
al ser extranjero, debe hablar nuestra lengua para pedir hospitalidad.
Pero entonces: ¿existe una pregunta que formularse a lo otro extranjero relacionada
con la hospitalidad? ¿O no existen preguntas que hacer, ninguna pregunta?:
¿La hospitalidad consiste en interrogar al que recién llega? ¿Comienza por la pregunta
dirigida al que recién llega? […] ¿O bien la hospitalidad comienza por la acogida sin
pregunta, en un aplacamiento doble, el aplacamiento de la pregunta y del nombre? ¿Es
más justo y más amoroso preguntar o no preguntar? […] ¿O bien la hospitalidad se
ofrece, se proporciona a lo otro antes de que se identifique, incluso antes de que fuese
sujeto, sujeto de derecho y sujeto nominable a través de su sobrenombre?43
Para Derrida, esa doble faz de la hospitalidad no constituye una simple oposición
entre el bien, la Ley y el mal, las leyes. No, no se trata de un binarismo más, donde
debemos de optar por una u otra forma de la hospitalidad:
En los textos […] analizo aquello que, entre ‘lo incondicional’ y ‘lo condicional’, no
obstante, no es una simple oposición. Si ambos sentidos de la hospitalidad siguen siendo
irreductibles entre sí, siempre se precisa, en nombre de la hospitalidad pura e
hiperbólica, para hacerla lo más efectiva posible, crear las mejores disposiciones, las
condiciones menos ruines, la legislación más justa. Eso se necesita para evitar los
efectos perversos de una hospitalidad ilimitada […] Calcular los riesgos, sí, pero no
cerrar la puerta a lo incalculable, es decir, al porvenir y al extranjero, esa es la doble ley
de la hospitalidad. 44
Es muy cierto que esa doble ley de la hospitalidad puede llegar a transformarse en otra
dualidad muy diferente: la dualidad que Derrida nos presenta entre la hospitalidad y la
hostilidad; en verdad, dualidad que también podría traducirse en una única expresión, en
una única relación con lo otro: la hospitalidad (hospes) hostil (hostes) a lo otro, en fin, la
hospitalidad hostil respecto a lo otro.
43
DERRIDA, La hospitalidad …op. cit., p. 33.
44
DERRIDA, Jacques. El principio de hospitalidad. Entrevista realizada por Dominique Dhombres. Le
Monde, diciembre 2 de 1997.
45
DERRIDA, Jacques. Universidad sin condición. Madrid: Editorial Trotta, 2002.
expresión “verdad”, pero, aunque esa expresión fuese enigmática, su referencia parece
ser bastante fundamental ya que, según él, la encontramos siempre junto con la luz (la
Lux) en los símbolos de casi todas las universidades del mundo.
La Universidad hizo y hace una profesión de la verdad, declara y enuncia como
promesa un compromiso sin límite respecto a la verdad. Sin duda, el estatuto y el
devenir de la verdad, lo mismo que el valor de la verdad, da lugar a una serie infinita de
discusiones, pero justamente eso se discute, y de modo privilegiado, en la Universidad y,
sobre todo, en los departamentos correspondientes a las Humanidades.
Derrida destaca que el tema de la verdad y el tema de la luz, las luces, siempre se ha
implicado con el concepto de hombre, humanismo y humanidades. En la actualidad, la
declaración de los Derechos del Hombre (1948) y el concepto jurídico de Crimen contra
la humanidad (1945) constituyen el horizonte de la mundialización. Derrida utiliza aquí
el término mundialización, y no globalización, con la intención de conservar la
referencia a un “mundo” que no es ni el globo, ni el cosmos, ni el universo. La red
conceptual del hombre, lo propio del hombre, el derecho del hombre, el crimen contra la
humanidad del hombre, organiza esa mundialización. Y, entonces, la mundialización
desearía ser una humanización. Si el concepto de hombre resulta problemático no se lo
puede discutir, como tal y sin condición, sino en el espacio de aquello que Derrida
menciona como las nuevas humanidades. Pero no para encerrarse en las Humanidades y,
al contrario, sí para encontrar el mejor acceso a un nuevo espacio público, transformado
por las nuevas tecnologías de comunicación, de saber, de archivo y de producción del
saber.
Pero, Derrida escribe que esa universidad, de hecho no existe esa universidad sin
condición, como todos lo sabemos. No obstante, y de acuerdo con su vocación
declarada, ella debería continuar siendo un último lugar de resistencia más que crítica
frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos. Más que crítica
significa aquí el hecho de ser desconstructiva:
46
Ibidem, p. 17.
Así, Derrida diferencia a la universidad de todas las instituciones de investigación al
servicio de finalidades e intereses económicos de todo tipo, sin que desde el principio se
les reconociese la independencia de la universidad. Y escribe:
sin condición tanto cuanto incondicional para dar a entender la connotación de ‘sin
poder’ o ‘sin defensa’: porque es absolutamente independiente, la universidad también es
una ciudadela expuesta47.
****
Pues, entonces: ¿es posible hablar en Derrida y Educación? O mejor: ¿es posible
escribir en Derrida y Educación?
Sí, si somos fielmente infieles a su herencia.
Sí, porque la pregunta pertenece a lo otro.
Sí, pues somos huéspedes de una hospitalidad sin condición.
Sí, si se escribe y se firma con la propia rúbrica.
Sí, porque tenemos una deuda y porque somos incapaces de pagarla.
Sí, porque nos hallamos en ese lugar sin lugar que es el no-conocimiento.
Sí, si damos a nuestra escritura una fecha, una fecha que se vuelve comprensible e
incomprensible al mismo tiempo.
Sí, porque deseamos que la Universidad nos permita decir todo y decirlo, también,
sin condiciones.
Pues sí.
Pues no.*
CAPÍTULO I
47
Ibidem, p. 29.
*
1
Profesor del Centro de Educación (CED), de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC).
Doctorando en Educación, Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
Cuando escribo, ¿de dónde provienen las preguntas que nutren mi texto? Me siento
incómodo, en una posición inestable, al no lograr la precisión de ese “lugar” de origen
de las preguntas que me permiten escribir. Además, parece incluso imposible pensar
sobre el “lugar” de donde ellas llegan. También poco sé si escribo con preguntas que me
llegan o si son las que ya estaban en mí. Muchas veces vibran afirmaciones en mi
escritura y las registro sin interrogantes, al aclarar, al explicar, algunas certezas que
parecen ya estar bastante asentadas, incluidas en mi cuerpo hasta el punto de fundirse en
él y mezclarse en una sola piel. No obstante, voy a suponer, por lo menos ahora, que
escribo a partir de preguntas que me tocan (llegan y me provocan). Preguntas que me
alcanzan como traídas por el viento, como soplos, como brisas del mar. Y parecen llegar
de un horizonte infinito e incalculable. Hasta parece incluso imposible avistar un origen,
un “lugar” de partida. Y aun así deseo continuar en la indagación respecto a de dónde
proceden las preguntas que me hacen escribir. ¿Sería esa una obsesión posesiva, o sea,
las deseo tomar y tener como mías? ¿Deseo convertirlas en familiares hasta el punto de
ser, sólo, mías (o al menos que dicen respecto a mí) las preguntas que me llevan a
escribir?
Entonces, ahora, voy a pensar en que ya no preciso de la pregunta sobre el “lugar” de
las preguntas que me llevan a escribir. No obstante, no lo logro. Con sencillez, no me
siento tranquilo para, con simpleza, largar, dejar en el montón, esa pregunta. Aún deseo
insistir en continuar conservando viva tal indagación (al menos en el inicio de este
texto). Y cuando pienso en que puedo ver con algún detalle ese “lugar” (sólo esa
sensación me permitiría insistir en esa interrogación), mis ojos sólo divisan líneas
borrosas, con un horizonte distante que parece perdido, visto al fondo, de modo
desenfocado, en un atardecer, en el que estoy mirando un vasto mar, un inmenso lago,
un enorme río (nada parece haber del otro lado del margen, o mejor, quién sabe si no
existe margen definido o, entonces, sólo existe el margen). ¿Será de ese espacio
indefinido, largo y amplio, no obstante, al mismo tiempo en que está claro y soleado,
como todo atardecer, el horizonte que avisto de modo paulatino se colorea (rojos, rosas
y amarillos se mezclan y producen durante minutos fugitivos tonos singulares en el
cielo) y luego (segundos casi concomitantes), también oscurece con lentitud, lo vuelve
aún más borroso, aún más impreciso, desde donde las preguntas (las que, aquí, me
llevan a escribir) surgieron? Como un atardecer que, al mismo tiempo en que está claro
y luminoso, se colorea, oscurece y vuelve cada vez más impreciso, borroso e inestable
un horizonte cualquiera, ya no puedo preguntar por el “lugar” de origen de las preguntas
que me llegan. En ese movimiento casi imposible de establecer un foco preciso sobre lo
que veo, de instituir una visión límpida y cristalina, y, aún, de tejer una respuesta
inmediata sobre esta indagación en apariencia tan primordial, tampoco logro tomar las
preguntas que formulo como simplemente mías. Entonces, ¿ellas se detienen en un
“lugar” cualquiera, en un “lugar” indefinido e impreciso, en un horizonte un poco claro
(ciegamente claro), un poco coloreado (nebulosamente coloreado) y, también, un poco
oscuro (límpidamente oscuro)? Tal vez. Quién sabe si ni han llegado, sino sólo
atravesado ese instante en que escribo. Si, con sencillez, no son mías y no sé (no puedo
ver con nitidez) de dónde vinieron, ¿puedo, quién sabe, sólo, inventar respuestas a esa
indagación impertinente que me hace sufrir con la imposibilidad de aprehensión y
claridad? Quizás, pudiese no inventar respuestas, sino nuevas preguntas y ya no
preguntar por las preguntas. No obstante, también puedo formular otra pregunta sobre
las preguntas que me llegan, o mejor, que me tocan, que me permiten escribir.
Entonces, una pregunta más sobre las preguntas sería respecto al que las formula. No
sólo de dónde proceden, sino de qué parte. Y aquí efectúo esa indagación bajo la
inspiración de Jacques Derrida (2003): ¿yo materializo las preguntas que me mueven
hacia la escritura (por ser mías ellas) o son temas llegados del extranjero, dirigidos al
extranjero o, aún, son temas de extranjero? Esas son indagaciones que permiten
continuar pensando un poco más sobre las preguntas que me permiten escribir. Y, afirmo
bajo la inspiración de Derrida, ellas pueden formularse para ampliar las posibilidades de
escritura al incluir, en sus mismas formulaciones, una tensión que permitiese una amplia
posibilidad de otras preguntas. Entonces, parece haber una casi imposibilidad de la
pregunta sobre las preguntas (¿de dónde vienen, quién las formula?), ya que cada una de
ellas (que contiene en su propia esencia una tensión) permitiría una apertura inmediata a
otras innumerables. Un movimiento infinito. Un movimiento de la diferancia2.
Primero, una movilidad que consistiría “en diferir, por retardo, delegación,
aplazamiento, remite, desvío, prórroga, reserva (DERRIDA, 2001, p. 14)”. La
diferancia permitiría “pensar en el proceso de diferenciación más allá de cualquier
especie de límites” (DERRIDA, 2004, p. 33). Un movimiento de espaciamiento,
anárquico, imprevisible, sin control. No la precede una unidad original, un “lugar”
presumible, un sentido universal. No es efecto de una oposición. Está sin que pudiese
verse, quién sabe, como uno de los efectos de la diferancia3. Su movilidad nunca nos
deja antever el “lugar” donde ella habita. Parece no haber el “lugar” de la diferancia.
Las preguntas vistas como derivación de ese movimiento, tal vez, nunca habitasen un
“lugar” determinado, pues, al demarcarse éste, presumiblemente asentarse, de inmediato
ellas escaparían. Ya no estarían más allí donde pensábamos que las preguntas se
hallasen, confortadas en su supuesta localización original. Quizás, al preguntar por el
“lugar” de las preguntas que nos mueven a escribir, ellas mismas ya fuesen otras, ya se
espacializaron, difirieron, se desviaron. Se articularon de otras formas y se movieron, al
acariciarnos la piel, como leves y breves brisas del mar.
Una pregunta parece que puede indicar que existen dos lados de una misma moneda
(de esa forma, serían posibles dos respuestas: eso o aquello), o, entonces, podría haber
no una moneda con dos lados, sino un monstruo polígono (o un polígono-monstruo) con
varios e incontables lados (así sería posible un listado infinito de respuestas, o mejor, un
listado de nuevas preguntas: eso y aquello y también eso e incluso aquello y…). Cada
uno de los lados del monstruo polígono (o del polígono-monstruo), aún, que puede
configurarse de diferentes formas. ¿Entonces, aquí, aún, cabría preguntar sobre las
preguntas? ¿Ellas deben exigir una o dos respuestas? ¿Deben dirigirse para que alguien
las respondiese? ¿Y si no hubiese interlocutor alguno para las preguntas que se
formulasen? ¿Y si, sólo, se integrasen para que alguien pudiera continuar logrando
escribir?
****
¿Quién hace las preguntas en una práctica titulada educación ambiental? Al examinar
un recorrido interpretativo en un parque de protección ambiental, ¿quién permite,
concede, formula las preguntas? ¿Se hace desde aquel lugar por donde se camina una
tierra extranjera o se la desea volver familiar? En una operación de familiarización, ¿qué
preguntas se permite hacer? Del mismo modo, si se fuese a extranjerizar aquel parque,
2
“La actividad o la productividad connotada por la a de la diferancia remiten al movimiento generativo
en el juego de las diferencias. Estas últimas no cayeron del cielo ni se inscriben de una vez por todas en
un sistema cerrado, en una estructura estática que pudiese agotar una operación sincrónica y taxonómica”
(DERRIDA, 2001, p. 33).
3
“Pues, en la medida en que produce los diferentes, en la medida en que diferencia, el movimiento de la
diferancia es la raíz común de todas las oposiciones de conceptos que exasperan a nuestro lenguaje”
(DERRIDA, 2001, P. 15).
aquel recorrido, ¿las preguntas serían otras? ¿También serían otros los que harían las
preguntas?
Un recorrido interpretativo (una de las nominaciones para tales prácticas en
educación ambiental) en un parque de protección ambiental exige un guía que
funcionaría como un educador ambiental. En el camino a recorrerse habría algunos
puntos de detención. Lugares donde habría “cosas” que necesitan de explicación. En
ellos, podrían formularse las preguntas. Y ellas serían una derivación de la explicación.
De aquello que, en el recorrido, se había transformado en contenido pedagógico de la
educación ambiental. El nombre de una planta, sus usos. La traza de un animal, sus
hábitos. Los restos de una construcción humana, sus problemas. Tal vez un poco sobre
la historia de aquel parque, su importancia, sus normas. Quién sabe, un poco sobre la
biodiversidad. Sobre esa mirada, como denominó Skliar (2003), “zoológica sobre lo
otro”, en que se presenta la alteridad (incluso en la narración sobre educación
ambiental) como ordenada de modo geométrico, “en perfecto equilibrio y sin ninguna
relación, sin ninguna intertextualidad entre las multiplicidades que la componen” (p.
205).
¿Pero si de repente ya no existiese ningún camino previamente definido? ¿Y si nada
hubiese que explicarse? Ningún punto de detención. ¿Y si nos desviásemos del camino?
¿Y si caminásemos en silencio? ¿Y si por algunos momentos nos perdiésemos?
¿Y si el recorrido fuese en la noche (en la madrugada)? Y en una noche de luna
nueva, en una oscuridad que nos exigiese escuchar, tantear, oler, para poder movernos.
Y si él fuese en las calles y plazas del barrio donde vivimos y se hiciese totalmente en
silencio, ¿qué olores y sabores nos inundarían? ¿Qué preguntas nos movilizarían? ¿Y si
de repente aquellas calles tan familiares durante el día fueran tan extranjeras, tan
extrañas, tan misteriosas durante la noche? En la penumbra de una madrugada
silenciosa y sombría.
¿Y si, en las calles y plazas que nos son tan familiares, el recorrido fuese incluso
durante el día, pero, ahora, realizado sin que tuviésemos lugar a dónde llegar, sin que
tuviésemos prisa alguna al caminar, sin que deseásemos formular ninguna pregunta,
aquellas calles tan familiares nos fuesen de repente asustadoramente extranjeras? ¿Qué
educación ambiental se produciría en ese recorrido donde algo tan familiar nos parece,
al mismo tiempo, tan extranjero?
A través, entre otras cosas, de los recorridos de educación ambiental, el parque
impone su lengua a todos aquellos que van a ir a vivir en él y a todos aquellos que lo
van a visitar. En esa imposición de una sola lengua, la hospitalidad, quizás, ofrecida,
sólo puede regirse por algunas leyes que, en aquel territorio, expresan en qué lengua se
debe hablar. Aquella que hostiliza a la lengua de lo otro, que obliga al extranjero a
hablar, sólo, la lengua de aquel que hospeda4. El que llega, el que ya estaba allí, quedó,
o salió y retornó (permaneció o fue expulsado), ahora, precisa hablar la lengua que el
parque exige, ya fuese en su condición de extranjero eternamente huésped (los seres
vivos que van a poder, por concesión o, quién sabe, por piedad, vivir en el parque), ya
en la de extranjero que solicita hospedaje durante algunos momentos (aquellos seres
humanos vivos que sólo pueden estar en el parque durante algunos instantes).
Los seres vivos son extranjeros en su propia tierra, puesto que los rigen las leyes de
la hospitalidad del parque, la lengua que se les impone (la responsabilidad por sus vidas
corresponde al parque y va hasta los límites que el mismo impone). Los seres humanos
4
“Él [el extranjero] debe pedir hospitalidad en una lengua que, por definición, no es la suya, aquella que
imponen el dueño de casa, el hospedero, el rey, el señor, el poder, la nación, el Estado, el padre, [el
parque], etc. Estos le imponen la traducción en su propia lengua, y esta es la primera violencia”
(DERRIDA, 2003, p. 15).
vivos también son extranjeros (deben solicitar el hospedaje) en una tierra que se desea
que se presentase como familiar (sólo se otorga hospedaje a aquel que tiene un nombre,
una identidad)5, pero que impone su lengua a todo aquel que llega.
¿Y si el extranjero (aquel que llega o retorna) discutiese la autoridad del jefe, del
padre, del dueño del lugar, del poder de la hospitalidad? 6 No obstante, ¿quién es el
extranjero? ¿El que llega para efectuar un recorrido interpretativo de educación
ambiental? ¿Y si el extranjero fuese aquel al que se expulsó del parque? Aquel que en
una tierra que le era familiar (puesto que era su morada) pasó a vivir en una tierra que
poco a poco se fue volviendo extranjera y cada vez más distante (una morada extraña y
prohibida).
Sólo él (el extranjero en su propia tierra) podría discutir el poder de la hospitalidad,
al ser él mismo hostilizado, ahora, a hablar la lengua de aquel que detenta la posibilidad
de concesión de la hospitalidad. De esa hospitalidad condicional que pregunta por el que
llega (por su identidad, por su nombre). Sin embargo, el expulsado retorna para discutir
el poder de la hospitalidad. El extranjero clama por el carácter incondicional de la
hospitalidad7.
¿El parque (con seres humanos hospedados, o no, en sus límites) y sus leyes de la
hospitalidad permiten a los diferentes seres vivos que continuasen viviendo? ¿Por qué,
para poder vivirse, las vidas precisan de estar enclaustradas en un parque? ¿El tema
radica en preservar diferentes formas de vida y, al limitar sus expansiones, controlar sus
transformaciones, sus perturbaciones a nuestros modos de vida? ¿Y si dijésemos sí a
cualquier forma de vida que llegase a nuestra casa, habría, aún, necesidad, de parques de
protección ambiental? ¿A qué seres vivos hospedamos en nuestra casa y, con ello, los
hostilizamos? ¿Hospedamos para proteger a algunos “otros” seres vivos o para
deleitarnos con que somos humanos? ¿Hostilizamos para protegernos de muchos
“otros” seres vivos, o para deleitarnos con ser el que ofrece el hospedaje?
****
¿De dónde vinieron todas esas preguntas? ¿Qué otras preguntas permitirían otras
escrituras? Al final, ¿qué preguntas (de dónde vienen ellas, quién las formula)
posibilitan que un territorio familiar fuese al mismo tiempo peligrosamente extranjero?
Referencias
5
“No se ofrece hospitalidad al que llega anónimo y a uno cualquiera que no tuviese nombre propio, ni
patronímico, ni familia, ni status social, a alguien que luego se lo trataría no como extranjero, sino como a
un bárbaro (DERRIDA, 2003, p. 23). […] ¿La hospitalidad consiste en interrogar al que llega? Ella
comienza por la pregunta dirigida hacia el que viene […]: ¿cómo te llamas? (p. 25). […] O la
hospitalidad se vuelve, se da al otro antes de que él se identificase, antes aun de que él fuese sujeto, sujeto
de derecho y sujeto nominable por su nombre de familia, etc.” (p. 27).
6
“Como si el Extranjero debiese comenzar por discutir la autoridad del jefe, del padre, del jefe de familia,
del ‘dueño del lugar’, del poder de la hospitalidad…” (DERRIDA, 2003, p. 97).
7
“Entonces, esa ley incondicional de la hospitalidad, se puede pensar en eso, sería una ley sin imperativo,
sin orden y sin deber” (DERRIDA, 2003, p. 73).
SKLIAR, Carlos. Pedagogia (improvável) da diferenta: e se o outro não estivesse aí? [Pedagogía (improbable) de la
diferencia: ¿y si el otro no estuviese allí?]. Rio de Janeiro: DP&A, 2003.*
CAPÍTULO II
Karla Saraiva1
1
Doctoranda en Educación, Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
2
LEVINAS apud DERRIDA, 1997, p. 168.
3
DERRIDA, 1997, p. 171.
cualquiera. La relación con el Otro no puede ser una relación en la que nos ubicamos
lado a lado para mirar el sol de la verdad platónica, en una mirada que homogeniza a
todos. La relación con el Otro es una relación frente a frente, al mirar al Otro que es un
rostro sin nombre. Nombrar al Otro es negar su ipseidad, es producir la mismidad. “El
yo es lo mismo”4.
Debo faltar al Otro como parte, como comunión, pero no debo faltar al compromiso
con el Otro. El Otro, por completo Otro, se expresa como alguna ausencia. Es imposible
conocer al Otro y sólo a través de la tentativa ya lo volvió otro. Mi relación con el Otro
se debe pautar en una ética de la acogida, de escucha a la pregunta del Otro. No puedo
hablar del Otro, sino sólo hablar al Otro. Sólo conozco y sólo puedo hablar de lo mismo.
Conocer al Otro es una obsesión que no permite relación. El encuentro con el Otro es
“la única salida, la única aventura fuera de sí, rumbo a lo imprevisiblemente-otro. Sin
esperanza de retorno”5. El encuentro con el Otro no es contacto, sino separación, es una
apertura hacia el tiempo porvenir. “Ese porvenir no es otro tiempo, un mañana de la
historia. Se halla presente en el núcleo de la experiencia. Presente no de una presencia
total, sino como una traza”6. El Otro posibilita que el tiempo existiese. El tiempo sólo
existe mediante la alteridad de los instantes. Si sólo existiese la identidad no podría
haber tiempo, no podría haber historia.
Respetar al Otro es no buscar conocerlo, clasificarlo. El respeto al Otro no trata de
tematizarlo. No es un respeto a través de la diferencia, sino una contemplación de la
diferancia. Los binarismos que aprisionan y normatizan componen la diferencia. Esta
diferencia se produce mediante el conocimiento de lo otro y plantea condiciones en la
relación, una relación de estar con lo otro, lado a lado, de hacer de él una analogía de lo
mismo. La diferencia se reconoce, se acepta, se tolera y respeta. La diferencia tematiza
lo otro, lo convierte en rostros de lo mismo. Las diferencias son colores, géneros,
edades, clases de un mismo único. La diferancia carece de límite,
4
Idem., p. 127.
5
Idem., p. 129.
6
Ibid., p. 129.
7
DERRIDA; ROUDINESCO, 2004, p. 33.
plantear mi pregunta al extranjero. En ese afán por entender y conocer a ese Otro que
llega hasta mi puerta no puedo (¿no deseo?) percibir la pregunta del extranjero.
¿Debo plantear preguntas al extranjero? La primera violencia que efectúo es imponer
mi lengua al extranjero. El Otro discute en silencio mi creencia respecto a que mi lengua
fuese la única y hace que yo conociese la heterogeneidad. Para que yo recibiese al
extranjero, preciso comunicarme con él, preciso que él me comprendiese y que existiese
un pacto en que él aceptase (con)vivir con mis leyes. Lo que llega anónimo va a tratarse
como un bárbaro. Hospitalidad u hostilidad: el hospedero que obra según las leyes de la
hospitalidad va a ofrecer una u otra y depende del que llega. A los que conoce, les ofrece
su casa, a los desconocidos les cierra la puerta y los abandona al relente. Aquel que no
tuviese derecho a la hospitalidad “sólo puede introducirse ‘en mi casa’ de hospedero, en
chez-soi del hospedero, como parásito, huésped abusivo, clandestino, pasible de
expulsión o detención”8. Pero, a diferencia de las leyes de la hospitalidad, la ley de la
hospitalidad no plantea la pregunta al extranjero y es absoluta. Recibir lo incógnito y
evitar la pregunta. Cerrar la pregunta y abrir la puerta a aquel Otro, cualquier otro, sin
exigencias, condiciones o reglas. ¿Y quién es huésped u hospedero? ¿Va a ser le hôte el
que llega o el que ya está? ¿Va a ser mera coincidencia o algún tipo de sabiduría,
babélica sabiduría, que en francés es la misma palabra que designa tanto a uno cuanto a
otro? Pues como se puede saber con certeza quien fuese cada uno.
Acoger al Otro es oír su pregunta, que no va a formularse en mi lengua. ¿Pero en qué
lengua va a dirigir el extranjero su pregunta? ¿En qué lengua va a recibir la nuestra? ¿Y
qué será lo que yo llamo lengua en mi propia lengua? Lengua va a poder entenderse en
su sentido restringido. Pero también se le puede atribuir el sentido más amplio de ser un
conjunto cultural, que incluye valores y significados. “Hablar la misma lengua no es sólo
una operación lingüística”9. Hablar la misma lengua es participar en la cultura. Alguien
que no habla mi lengua, pero con el que comparto ideas y modos de vida, va a poder
parecer menos extranjero que un compatriota.
El Otro, el extranjero, aquel que no habla mi lengua y cuya lengua tampoco hablo,
aporta la pregunta sobre la traducción. Todos somos extranjeros desterrados en nuestra
propia tierra, con la carga de nuestras lenguas que nos envuelven como una piel. Todos
somos babélicos. ¿Y cómo vivir en Babel? ¿Va a ser posible vivir fuera de Babel? ¿Va a
posibilitarse apaciguar y amalgamar las múltiples lenguas en una lengua única? ¿Va a
posibilitarse trocar las lenguas por aquella que sería La lengua? ¿Y qué precio se va a
pagar? Tal vez si pudiese matar a todos los otros al matar sus lenguas, pero esos otros me
dicen no matarás y como fugitivo se apartan del golpe. Apaciguar la algarabía babélica
en una única lengua es la primera violencia contra el Otro, contra el extranjero. ¿Va a ser
posible vivir en Babel? ¿Va a ser posible circular entre las múltiples lenguas de esa tierra
babélica y aun así mirar al Otro que es rostro y oír su pregunta? ¿Se va a posibilitar faltar
al Otro como ausencia y no faltar como ética en esa confusión? ¿Va a ser posible recibir
tantas lenguas en mi casa?
Al ser el Otro un extranjero, para recibir su pregunta y para hablarle, se impone la
tarea de la traducción, “la tarea necesaria e imposible de la traducción, su necesidad
como imposibilidad”10. Al entender a la lengua en el sentido amplio de cultura y de red
de significados individuales, podemos pensar que en el límite cada uno habla una lengua
propia. Al mismo tiempo, la lengua propia de cada uno es y no es la lengua materna. Es
la lengua materna pues nos ubica como herederos de una tradición, pero no es la lengua
materna ya que la recreo, en esa reapropiación de la herencia. Para hablar una lengua,
8
DERRIDA, 2003a, p. 53.
9
DERRIDA, 2003b, p. 115.
10
DERRIDA, 2002, p. 21.
debo apropiarme de la herencia inapropiable que el pasado me lega para volverla a
lanzar con otra vida11.
Todos somos extranjeros y convivimos en Babel. Para hablar al Otro es imperioso
asumir la labor de la traducción. Endeudarme de nuevo. La relación con el Otro es de
permanente tensión y señalada por una deuda que no puedo dejar de empeñarme en
saldar, aun al saber que nunca puede ser cancelada. ¿Va a ser posible traducir la lengua
del Otro? ¿Se posibilitará entender la pregunta del extranjero? Relacionarme con el Otro
es asumirme como deudor, es constituir una relación precaria, contingente y en
transformación mediante el proceso continuo de pago de la deuda.
En la relación con el Otro, para no imponer la violencia de hacerlo hablar mi lengua,
debo reconocer la confusión babélica. Confusión que es castigo pero que también es
condición de la propia lengua. La condición babélica “rompe la transparencia racional,
pero también interrumpe la violencia colonial o el imperialismo lingüístico” y “somete a
la ley de una traducción necesaria e imposible […] La traducción se convierte en la ley,
el deber y la deuda, pero deuda que ya no se puede abandonar” 12. Babel es confusión y
confusión en dos sentidos. Babel es la confusión de las lenguas pero también confunde a
los que desean erigir la torre, unificar la lengua, a través de la intrínseca incompletud del
proyecto. Aquellos que no comprenden la imposibilidad de una lengua única y
transparente viven la confusión, la frustración, de no entender por qué el Otro no lo
entiende. Pensar la traducción como posible es un acto de arrogancia, es otorgarse el
derecho a ser el arquitecto y constructor de la Torre de Babel.
El traductor se endeuda, pues precisa devolver aquello que se le dio. Pero el proceso
traductor permite sólo un minúsculo punto de contacto entre el texto original y el texto
traducido. Y ese minúsculo punto, ese punto fugitivo, no se puede perder. El traductor
“no reproduce, no restituye, no representa; en lo esencial no devuelve el sentido del
original, a no ser en ese punto de contacto o de caricia, lo infinitamente pequeño del
sentido”13. La traducción es la condición para que me relacionase con el Otro, que me
dirige su pregunta en su propia lengua. En la traducción percibo mis afinidades y
cercanías con el Otro, en la traducción me regocijo con mi huésped y disfruto de su
compañía que llega a ayudarme a romper mi ipseidad.
Ciberespacio
11
DERRIDA apud DERRIDA; ROUDINESCO, 2004.
12
DERRIDA, 2002, p. 25.
13
DERRIDA, 2002, p. 48.
14
DERRIDA, 2002, p. 44.
seguir. Es un espacio donde las lenguas se entrecruzan de modo incesante, con carácter
acentuadamente babélico.
Hablar sobre la hospitalidad, sobre acoger al Otro, en el ciberespacio es buscar
establecer fronteras entre público y privado, reconocer dónde queda mi casa. Pero, sobre
todo, es pensar en el acto de la acogida. También es volver a pensar en las leyes de la
hospitalidad, ya que las leyes de derecho se vuelven cada vez más obsoletas en ese
espacio desterritorializado. Tal vez algunos puntos ya los pudiésemos plantear como
punto de partida y pudiesen aceptarse de modo más o menos tranquilo. El e-mail
corresponde al espacio privado. Quizás el e-mail fuese el área más íntima de mi morada
cibernética. Las leyes de la hospitalidad llevan a que yo abriese esa morada a algunos
que voy a reconocer como huéspedes bienvenidos: son amigos, familiares, relaciones de
trabajo, contactos comerciales autorizados. A esos los recibo y acojo. Pero, cada vez
más, la hospitalidad se va tornando hostilidad y logra que yo cada vez protegiese más
ese lugar apartado. Diversos extranjeros fuerzan mi puerta y entran sin ser invitados. Son
bárbaros que invaden mi intimidad, entran de modo subrepticio, destrozan los
obstáculos, se escabullen por los resquicios. Algunos sólo se sientan en la sala y
trastornan la casa. Otros son saqueadores que pueden hasta incluso destruir esa pequeña
morada. Esos bárbaros tienen un nombre: son spams, extranjeros en todos los terrenos,
que inspiran hostilidad creciente en todos los que encuentran. Los spams son mensajes
no deseados, que se envían a millares de usuarios, sin su autorización. Se disparan en
enormes lotes, como verdaderas hordas bárbaras y se toman las moradas. En una versión
menos maléfica, invaden el apartado postal, sobrecargan el local. Son huéspedes no
deseados que toman mi tiempo y perjudican mi acogida a los invitados. En los casos más
graves, traen virus que pueden destruir mi sistema, destruir la propia morada. Las leyes
de la hospitalidad concluyen por distanciarse e intensificar la negación de La ley, debido
a la necesidad de que el hospedero se proteja y lo haga con su morada y sus huéspedes15.
Entonces, hoy, gracias al teléfono, al fax, al e-mail, a la Internet, etc., esa sociabilidad
privada tiende a extender sus antenas más allá del territorio estado-nacional con la
velocidad de la luz. El Estado, cada vez menor, más débil que esas potencias privadas
anestatales al mismo tiempo infra y supra-estatales18.
Los blogs, especie de diarios cibernéticos, nos invitan a oír a ese Otro que narra su
vida y refiere historias. En el ciberespacio el rostro del Otro son las historias que él tiene
para referir. El rostro del Otro se vuelve a materializar en sus narraciones. Son millares
17
VILHENA Jr., 2004.
18
DERRIDA, 2003, p. 51.
de blogs, millares de extranjeros, que solicitan mi atención. Si muchos relatan
cotidianidades puntuadas por acontecimientos cuya relevancia parece ser estrictamente
personal, a otros se los utiliza para hacer circular informaciones de efectivo interés
público. Son los blogs de los soldados de la Guerra del Irak, que relatan una guerra que
no se halla en los periódicos; o aquel de una mujer islamita, que expone la crueldad de
su cotidianidad en algún lugar del Oriente Medio. Y muchos otros ejemplos podríamos
traer que muestran que de modo simultáneo la red es control y subversión. También la
red es un canal para que el extranjero comunique su pregunta.
Si en los blogs el extranjero plantea su pregunta y espera nuestra escucha, en los
chats, IRCs y en los ICQ el objetivo de aquellos que ahí están es intercambiar mensajes,
en una conversación escrita. Allí puedo encontrar personas que ya conozco pero también
encuentro a muchos desconocidos. A esos que encuentro les voy a poder ofrecer mi
atención y mi tiempo. Pero esa selección va a ser siempre condicional. La selección de
aquel al que voy a atender se basa en mis intereses personales. Muchos buscan esos
lugares con la intención de hallar romance o sexo y van a ir a buscar personas que
expresasen que tienen el perfil deseado, otros desean intercambiar informaciones y
discutir determinadas ideas y van a ir a seleccionar a aquellos que pudiesen proveer
intercambios interesantes. Muy raramente se recibe al Otro, que no se desea conocer,
sólo con un ofrecimiento de atención desinteresada. También se tiene mucho cuidado
con las informaciones que va a proporcionarse, de modo que se protegiese de eventuales
beneficiarios.
19
DERRIDA, 2003, p. 49.
este ciberespacio no estamos en algún lugar y de modo virtual estamos en todos los
lugares.
La sociabilidad en el ciberespacio es un proceso que se está expandiendo no sólo a
través de la integración de un número cada vez mayor de usuarios, sino también
mediante la ampliación del abanico de posibilidades para el encuentro. Son encuentros
fugitivos, relaciones fluidas, son innumerables extranjeros que encontramos, nosotros
mismos somos extranjeros nómadas, en permanente peregrinación. Tal vez el
ciberespacio fuese un no-lugar, un lugar de paso, donde todos nos hallamos en tierra
extranjera, en que por algunos momentos descansamos en un paraje y contactamos a
otros extranjeros. La hospitalidad es el gesto de la acogida mutua. El chez-moi es el acto
mismo de atender. Entre tanto, ¿cómo puedo acogerlos a todos, cómo podría siquiera
imaginar la posibilidad de acoger a esa multitud? Las leyes de la hospitalidad para el
ciberespacio se constituyen no sólo para protegernos de los huéspedes indeseables sino
también para establecer algún criterio selectivo frente a la imposibilidad de recibirlos a
todos.
El lugar más nuevo del ciberespacio en este año de 2004 es la comunidad Orkut. Esta
comunidad se constituye por medio de un nuevo tipo de herramienta de sociabilidad en
la Internet, que conforma una especie de club. Sólo van a tener acceso a ella aquellos a
los que uno de sus miembros los invitase. Así, la comunidad del Orkut sólo acoge a
extranjeros que dijesen su nombre y cuyo nombre se conociese. Aunque pareciera
excluyente, la impresionante velocidad con que viene creciendo muestra cuán difícil es
conservar cualquier pretensión de espacio privado en la Web. Los amigos, los amigos de
los amigos, los amigos de los amigos de los amigos, y así en adelante, constituyen una
red que crece a tasas increíbles. El Orkut es una creación de la empresa Google, el más
popular buscador de Internet. Se puso en funcionamiento el día 27 de febrero de 2004.
En abril, los brasileros ocupaban el segundo lugar en número de usuarios y
representaban el 7,5%. Hoy, 29 de julio de 2004, el 49,3% de los orkutianos se dice
brasilero, seguido de los ciudadanos de los EUA, con el 19,3%. Según el mismo Orkut,
ese día el número de usuarios era de 1.024.833 y existían 173.283 comunidades
temáticas (especies de grupos de discusión). Los miembros del Orkut tienen un área
personal, a donde pueden invitar a otros participantes. En esa área constituyen su grupo
de amigos. Invitan a algunos para estar en su compañía, reciben invitaciones de otros.
Invitaciones que siempre pueden rechazarse. Muchos de estos amigos son personas que
conocemos mediante relaciones cara a cara. Otros, se convierten en nuestros amigos por
intermedio de los contactos a través del ciberespacio. Existe un recurso que permite la
clasificación de los amigos en función de la cercanía que cada uno experimenta,
clasificación que no es pública. En nuestro espacio personal, ubicamos informaciones
sobre nosotros y nuestra fotografía, si así lo deseásemos. Podemos controlar las
informaciones visibles para amigos y extraños. También podemos elaborar álbumes de
fotografías. Los participantes del Orkut pueden visitar las áreas de los otros miembros y
ver las informaciones disponibles. También pueden participar de sus comunidades
temáticas y discutir asuntos tan diversos como Derrida o los bares de Porto Alegre. En el
Orkut, se abre la posibilidad para la acogida y la escucha. Participar de discusiones en
las comunidades del Orkut o en general en foros es encontrar a otros que participan de
mi cultura. Esos otros, aunque tuviesen otra lengua materna, van a ser menos extranjeros
que los coterráneos que no comparten mis significados. En fin, la finalidad del Orkut es
promover el encuentro con lo otro. Participar del Orkut es pedir y ofrecer hospitalidad,
es estar en Babel y ubicarse en una interminable labor de traducción. Pero es un
encuentro a la medida para los tiempos actuales, un encuentro que no compromete, leve
y que no pesa. Como declaró un participante: “Lo bueno del Orkut es que envío
mensajes a personas con quienes deseo establecer contacto, que van a ser libres para
responder o no hacerlo”. El encuentro en el ciberespacio no requiere compromiso, no
bloquea nuestro individualismo y no elimina las posibilidades futuras. Implicarse en
relaciones duraderas es un peligro para aquellos que moran en un mundo donde la
movilidad es la moneda de mayor valor. Ya no tenemos tiempo y disposición orientados
a relaciones “para siempre”, que pesan y dificultan el movimiento. Las relaciones fluidas
del ciberespacio permiten que yo abriese la puerta a lo otro sin el temor de que eso otro
ya no partiese. Si lo otro temiese quedarse, alzamos nuestra leve morada y la llevamos
lejos20.
En fin, en el ciberespacio las preguntas del extranjero y la deuda de la traducción se
vuelven a ubicar de modo renovado. Las leyes de la hospitalidad se reescriben y las
lenguas de Babel se multiplican.
Referencias bibliográficas
CAPÍTULO III
20
BAUMAN, 2004.
1
El término traza (trace) lo utiliza Derrida para pensar en la estructura de significación en función del
juego de las diferencias que supone síntesis y remites que impiden que un elemento estuviese presente en
sí mismo y remitiese sólo a sí mismo. Tanto en el orden del discurso hablado, como del discurso escrito,
cualquier elemento que funcionase como signo remite a otro elemento, el que, en sí mismo, no se halla
simplemente presente. O sea, cada término trae en sí la traza de todos los otros términos distintos a él
mismo. “En todo lugar, no existe, a no ser diferencias y trazas de trazas” (DERRIDA, 2001, p. 32). La
elección del término “traza” que integra el título del texto posibilita un doble sentido: en el sentido
derridiano, comprender las trazas que tejen la red de la Filosofía de la diferencia y, en el sentido de
Ester Maria Dreher Heuser2
El problema de la pregunta
El sol sensible, que se alza en el Oriente, se deja interiorizar, al final de su curso, en los
ojos y en el corazón del Occidental. Este resume, asume, cumple la esencia del hombre
‘iluminado por la luz verdadera’.
El autor remite esta tesis a Hegel, al dedicar una extensa cita, cuyo final
consideramos importante retomar, pues ilustra la idea que estamos desarrollando:
La historia universal va del Este hacia el Oeste, porque en verdad Europa es el fin y
Asia, el comienzo de esta historia. Para la historia universal existe un Este por
excelencia, […], aunque el Este, por sí mismo, fuese cualquier cosa absolutamente
relativa: en efecto, aunque la tierra formase una esfera, la historia, todavía, no describe
un círculo en torno a ella; eso sí existe un Este determinado que es el Asia. Aquí se alza
el sol externo, físico, y se pone en el Oeste, pero en el Oeste se alza el sol interno de la
conciencia de sí que derrama un brillo superior. La historia es la educación mediante la
que se pasa del desencadenar del deseo natural a lo Universal y a la libertad subjetiva7.
7
DERRIDA, 1991, p. 310.
8
PECORARO, p. 53.
Metarrelatos X Pequeños relatos
y el compromiso con las diferencias
Tal vez la característica común de los sistemas que intentaron llevar a cabo el
proyecto de la razón universal fuese la forma representada por lo que se viene
denominando metarrelatos9 – la dialéctica del espíritu, la emancipación del sujeto
racional o trabajador, el enriquecimiento de toda la humanidad por medio del desarrollo
de la tecnociencia capitalista, por ejemplo – omnicomprensivos y universales, de cuño
metafísico por su generalidad totalizadora, que no respetan las diferencias y pretenden
abarcar a todo el género humano, especie de teleología en forma de proyecto universal
que apunta a la emancipación de toda la humanidad. Ante el innegable fracaso de esos
sistemas, de la ruina del proyecto universal que traería la felicidad a la humanidad, ante
las guerras, las bombas atómicas, los problemas ecológicos, el hambre, la pobreza, el
desempleo, la marginalización, la muerte, el “malestar” en la cultura, las categorías de
las grandes narraciones – esquemas narrativos producidos de modo retórico –, antes no
discutidos, entran en proceso erosivo, como los de ciencia, verdad, democracia, libertad,
ciudadanía, sujeto, objeto, sustancia – campo a desconstruirse…
Al retirar la credibilidad de las grandes narraciones y transformarla en problema, en
pregunta, los ideales más altos de este proyecto, las filosofías de la diferencia abandonan
la perspectiva universalista, el orden fijo de las cosas, las certezas que buscan la unidad y
callan las diferencias, al crear como alternativa a los grandes sistemas de sentido
elaborados en el transcurso de toda historia de la filosofía las micrologías, o los
pequeños relatos, entendidos como el lenguaje propio de una comunidad de vida,
siempre contextual, heterogéneo y mutable; ahora se trata de millares de historias que
tejen la trama de la vida cotidiana, lo que implica llevar a efecto la intersubjetividad, la
necesidad de lo otro en la construcción de significados compartidos. Discurso disperso,
fragmentado en pequeños relatos, en los que se dejan oír las voces de la diferencia; en
esa medida, se trata de una especie de compromiso filosófico – también político, con las
minorías – tanto de orden sexual como de orden étnico o cultural – e ideológico con la
alteridad, con los excluidos del discurso moderno, aquellos a los que las tentativas de
universalización de un modelo de hombre blanco, occidental, adulto, heterosexual,
normal y civilizado habían mantenido a la sombra del Iluminismo 10: mujeres, negros,
gays, lesbianas, enfermos mentales, ‘salvajes’ y niños.
El giro lingüístico
11
DERRIDA, 1999, p. 37.
12
Ibidem.
13
SILVA, 1994.
14
Expresión que creó Wittgenstein, en su segunda fase, en la obra Investigações filosóficas
[Investigaciones filosóficas], en la que el lenguaje pasa a verse como una actividad humana, así como son
andar, pasear, coger, o sea, el lenguaje pasa a considerarse una especie de acción “de modo que no se
puede separar pura y sencillamente la consideración del lenguaje de la consideración sobre la actuación
humana, o la consideración sobre la actuación ya no puede ignorar al lenguaje […] La función del
lenguaje siempre es relativa a la forma de vida determinada, en la que se integra; es un modo según el
cual los hombres interactúan, es la expresión de praxis comunicativa interpersonal. Tantas son las formas
de vida existentes, tantos son los contextos praxeológicos, tantos son los modos de uso del lenguaje, o,
como Wittgenstein se expresa, tantos son los “juegos de lenguaje” […] El concepto de juego del lenguaje
pretende enfatizar en que, en los diferentes contextos, se siguen diferentes reglas, con lo que, a partir de
allí, se puede determinar el sentido de las expresiones lingüísticas […], el significado de una palabra
surge de las reglas de uso seguidas en los diferentes contextos de vida” (OLIVEIRA, 1996, p. 141).
15
Véase LYOTARD, 2004.
16
OLIVEIRA, 1996, p. 241.
fuera de un sistema de diferencias. La ausencia de significado trascendental amplía de
modo indefinido el campo y juego de la significación17.
Para las filosofías de la diferencia, no existe, pues, cualquier discurso que pudiese
considerarse neutro o que pudiese representar una síntesis, o centro, una supuesta unidad
o universalidad.
Resulta tentador afirmar que las filosofías de la diferencia son filosofías de allende:
más allá de los fundamentos, de los universales, de las esencias, de los a priori. Más allá
de los trascendentales, de la ontología, de la representación. Más allá de la verdad, de la
finalidad, de la identidad. Más allá de la emancipación, del sujeto consciente y soberano,
del conocimiento natural y objetivo. En fin, más allá de la metafísica. No, en lo sucesivo
ya no es posible ir más allá de ella, sobrepasarla – vale repetir – no es posible salir del
horizonte metafísico, nuestro punto de apoyo.
No existe una transgresión si por eso entendemos la instalación pura y simple en un más
allá de la metafísica, en un punto que también sería, no lo olvidemos, y sobre todo, un
punto del lenguaje o de la escritura. Ahora, aun en las agresiones y transgresiones,
utilizamos un código al que la metafísica se vincula de modo irreductible, de tal manera
que todo gesto transgresor nos vuelve a encerrar dentro de la metafísica – precisamente
debido a que ella nos sirve como punto de apoyo […] Nunca nos instalamos en una
transgresión y nunca moramos en otro lugar18.
Afirmación de la vida
Quizás, la doctrina del eterno retorno y la voluntad de poder fuesen piezas claves para
la respuesta a la pregunta que estas notas vienen persiguiendo, una vez que la
formulación de ambas se dirige contra la idea de la unidad esencial, de una teleología de
las cosas. Nietzsche argumenta que si el mundo tuviese un objetivo, él ya debería
haberse alcanzado24; que si un estado de equilibrio nunca se alcanza se debe a que ello
no es posible. El orden ideal de las esencias metafísicas existe mediante la eterna
repetición. Pero la doctrina nietzscheana del Eterno Retorno afirma la suerte del teatro
dionisíaco de las apariencias sensibles, de un mundo sin ser, sin unidad, sin identidad. La
20
DELEUZE, 1976, p. 23.
21
NIETZSCHE. EH, O nascimento da tragedia [El nacimiento de la tragedia], III.
22
NIETZSCHE. EH, Por que sou um destino [Porque soy un destino], IV.
23
DELEUZE, 1994, p. 30.
24
DELEUZE, 1976, P. 38-39.
reiteración metafísica del ideal se fundamenta en Dios y en el Yo; la repetición en el
mundo dionisíaco se funda en la muerte de Dios y en la disolución del Yo. La repetición
en el mundo dionisíaco no debe entenderse como el retorno de algo que es, que es uno, o
que es el mismo. Retorna no el ser, sino el devenir; no la identidad, la idealidad, sino la
diferencia25, el pensamiento sintético de lo absolutamente diferente. “El eterno retorno es
la síntesis cuyo principio es la voluntad de poder”, ante eso cabe preguntar ¿qué desea
esa voluntad de poder? La respuesta que Deleuze nos provee señala que “ella desea
afirmar su diferencia; desea hacer de su diferencia un ‘objeto de afirmación’ en su
vínculo esencial con ‘otra voluntad’. Así, en el núcleo del principio denominado
voluntad de poder, aparece la ‘diferencia’ como ‘objeto de una afirmación práctica
inseparable de la esencia y constitutiva de la existencia’” 26. El intérprete de Nietzsche
“lee el eterno retorno como ‘ser de la diferencia en cuanto tal’, ser que es el triple modo
de retornar: ‘retornar es el ser del devenir, lo uno de lo múltiple, la necesidad del
acaso’”27.
29
MARTON, 1993, p. 533.
30
Es importante tener presente que el tratamiento de los elementos de las dicotomías tiene especificidades
dentro de las obras de los autores de las filosofías de la diferencia, algunos de ellos optan por afirmar el
término que ocupa la posición subordinada, que no es el caso de Derrida, pero sobre esto nos
detendremos después.
31
RAJAGOPALAN, 2000, p. 121-122.
32
Término que creó Derrida y vamos a tratar después.
al hacer estallar desde adentro de una vez la línea divisoria entre teoría y práctica,
esencia y apariencia…
33
DERRIDA, 1991, p. 50.
34
GALLO, 2003, p. 32-33.
35
PETERS, 2000, p. 83.
El movimiento de la diferancia
por principio y por derecho, y no sólo por una insuficiencia empírica o técnica, sino al
admitir en sí misma ‘signos’ no fonéticos (puntuación, espaciamiento) en los que, si le
examinásemos la estructura y la necesidad, con rapidez nos daríamos cuenta de que
toleran bastante mal el concepto de signo38.
Juego de la traza
Sólo existe significado de algo, sólo existe algo en la relación con lo que no es lo
mismo, nada existe fuera de relaciones de diferencias y diferendos; nada se basta; en este
sentido, no existe nada en sí, sólo efectos de diferencias; algo sólo es a partir de la traza
de otro, que también es traza de otras trazas; sólo existen trazas. Derrida llama la
atención respecto a la necesidad de arrancar al concepto de traza del esquema clásico-
metafísico que lo
derivaría de una presencia o de una no-traza originaria y que ella haría una marca
empírica, es más que necesario hablar de traza originaria o de arqui-traza. Y, mientras
tanto, sabemos que este concepto destruye su nombre y que, si todo comienza por la
traza, sobre todo no existe traza originaria.43
En este juego de trazas, la diferancia se halla envuelta en una labor que pone en
movimiento, a través de una cadena de otras configuraciones textuales – lo que Derrida
va a denominar de indecidibles44 – que no se dejan comprender “en la oposición
filosófica (binaria) y que, entre tanto, la habitan, le oponen resistencia, la desorganizan,
pero, sin nunca dar lugar a una solución en la forma de dialéctica especulativa” 45, una
41
DERRIDA, 1991, p. 55.
42
Idem., p. 45.
43
Idem., p. 44.
44
Ejemplos de indecidibles son: el grama – no es ni un significante ni un significado, ni un signo ni una
cosa, ni una presencia ni una ausencia, ni una posición ni una negación –, el espaciamiento – no es ni el
espacio ni el tiempo –, el pharmakon – no es ni el remedio ni el veneno, ni el bien ni el mal, ni el adentro
ni el afuera, ni el habla ni la escritura. “Ni/ni quiere decir o ‘al mismo tiempo’ o ‘uno u otro’”
(DERRIDA, 2001, p. 50). Configuraciones que la diferancia se deja someter a sustituciones no-
sinonímicas, consonante con la necesidad del contexto, al demarcar en sí misma y en el movimiento que
produce el juego de la traza.
45
Idem., p. 49. La “solución” a la que se refiere Derrida, se expresa respecto al tratamiento que el
idealismo hegeliano provee a las oposiciones binarias del idealismo clásico: las sobreasume (Aufhebung,
sobreasumir, subsumir o superación), es decir, resuelve la contradicción de las oposiciones en el interior
del discurso dialéctico, con la creación de un tercer término y, con el transcurrir de éste, al subsumirlo con
vez que descontruye la lengua de la metafísica no como crítica reactiva sino como
afirmación trágica y alegre, nietzscheana46.
No existe esencia, ni verdad, no existe un nombre, diferancia es un innominable que,
como todos los nombres, se rastrea, se arrastra, se transporta, se reinscribe como una
falsa entrada y salida y aun parte del juego. Innominable / impensable / imposible para la
lógica onto-teológica – filosofía. ¿Qué tal pensar, de modo nietzscheano, a la diferancia
como un juego de trazas/fuerzas? No ella misma como fuerza, sino como tensión, la
diferencia entre fuerzas, que permite su existencia, pues una fuerza pura no es fuerza;
sólo existe fuerza cuando existe resistencia, otra fuerza. Donde existe fuerza, existe vida,
donde existe vida existe diferancia …
Referencias bibliográficas
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sujeito da educação: estudos foucaultianos [El sujeto de la educación: estudios foucaultianos]. Petrópolis: Vozes,
1994.
cualquier diferencia. Derrida insiste en distinguir diferancia de la diferencia hegeliana, debido a que ésta
sólo determina a la diferencia como contradicción, para resolverla en el interior de la dialéctica, aquella –
que ya tiene en la misma marca silenciosa “la” el carácter productivo y conflictivo – nunca se deja
sobreasumir por completo, pues marca sus efectos, al nunca dejarse ordenar por un significado
trascendental (Idem., p. 51).
46
Según NASCIMENTO, 2000, p. 16.
CAPÍTULO IV
Taís Ferreira2
1
En la elaboración de estos escritos, el deseo que me impulsaba era justo el pensarlos en cuanto una
introducción-interrogación para la disertación de maestría que ahora escribo, intento y creo. Pregunta que
hice y me hago, ante el trabajo de traducir, la deuda con los sujetos-personajes de las historias que
(re)cuento, los otros que la componen y a mí también, en el movimiento de la escritura.
2
Profesora de teatro y actriz graduada en Artes Escénicas. Maestranda en el Programa de Postgraduación
en Educación, Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
3
DERRIDA, 2003, p. 67.
4
Tomo prestada esta expresión del libro de Carlos Skliar. Pedagogia (improvável) da diferença
[Pedagogía (improbable) de la diferencia]. Rio de Janeiro: DP&A, 2003.
enigmas indescifrables? Entonces, ¿qué decir sobre la casi imposibilidad también de que
apre(he)ndiésemos todo aquello que imaginamos como que nos perteneciese? ¿Para qué
y por qué pensar en niños y teatro, teatro a través de los niños, niños en el teatro y con el
teatro? ¿Cómo revelar la experiencia en un lenguaje (portador de tantos lenguajes) y los
otros que configuro como mis otros? Si “lo otro es lo que me trasciende infinitamente, lo
que jamás puedo poseer”5, si reconozco esta condición, ¿por qué abordarlo? ¿Para qué la
tentativa de tocarlo, si es intangible desde el inicio (probablemente sin fin…)?
Y más: ¿por qué la elección de un modo de escritura entre tantos otros que se podrían
constituir? ¿Por qué escojo y me sitúo en un espacio-tiempo de escritura, que busca fijar
lo efímero en la página blanca, por medio de una escritura-helicoidal, en que los
filamentos múltiples dan vueltas y se enroscan, se enredan y se mezclan en movimientos
oblicuos, sinuosos, de tomar y retomar, ubicar y reubicar, ir y volver? Me percibo con el
deseo de hallar, envuelta en el flujo potencializado por estos asaltos.
Existen filamentos claves, entre tantos otros afluentes sin fin que interceptan los
flujos, que requieren ser explicitados. Han de verse de modo apropiado a lo largo de la
elaboración y del hacerse del trabajo que (re)creo y, entre tanto, es prudente presentarlos
con la debida formalidad en este espacio en que me formulo preguntas, las formulo a mis
deseos de investigación, a los modos de escritura y sus implicaciones en este pensar-
reflexionar-viver experiencias.
Filamento de número 1: teatro. Teatro lenguaje, teatro forma de agitar sentidos y
sensaciones, teatro movimiento que des-construye en la efimeridad, en lo fugaz, en la
gota de sudor que escurre y suma, se evapora, sin que alguien, ninguno la hubiese visto.
Pienso que en estas pequeñas efemérides fugitivas se dé aquello innominable de lo
teatral: el estar junto des-constructor de experiencias, la amorosidad necesaria. Pienso
una vez más: en la hospitalidad absoluta en la que debe embelesarse, armar, llevar un
actor en acto, en el constituir de su acción con lo otro, lo que especta y espera, lo que
porta la pregunta, lo extranjero al acto que llega y porta preguntas, la pregunta, que no
va a responderse, pero que provee impulso a la hospitalidad que debe hacer, en el medio,
ni al fin ni en el comienzo, la Hospitalidad, el recibir sin discutir, sin nombrar. Abrir sus
puertas y su cuerpo, compartir la gota fugaz, dejar que se evapore y fuese así aquello que
(de)marca y (des)enmascara el tiempo-espacio determinado y compartido, el tiempo-
espacio del estar junto del teatro y las experiencias que van a poder en potencia llegar a
ser en el medio, en el durante, en el transcurso que hace la gota en el momento en que
brota en la frente hasta su transformarse en vapor en la calentura del rostro, en el
extremo del mentón del actor en acto.
Filamento de número 2: niños. Otros maléficos. Enigmas a descifrar. ¿Indescifrables?
Extranjeros que portan la pregunta, que interrogan sin preguntar. “Extranjero que
interroga. Él carga y dispone la pregunta”6.
[…] la pregunta del extranjero es una pregunta de extranjero, una pregunta procedente
del extranjero, y una pregunta al extranjero, dirigida al extranjero. Como si, en primer
lugar, el extranjero fuese aquel que plantea la pregunta o aquel al que se dirige la
primera pregunta. Como si el extranjero fuese el ser-en-discusión de la pregunta. Pero
también aquel que, al plantear la primera pregunta, me discute7. (La negrilla es mía)
La pregunta inherente a la presencia misma del extranjero: entre tanto, los niños me
lanzan la pregunta, sin discutirme. La paradoja de la acogida: acojo la pregunta y
pregunto a partir de ella. Interrogo y por tanto no acojo. Entonces, me siento impelida al
5
MÈLICH, 1998, p. 171.
6
DERRIDA, 2003, p. 7.
7
Ibidem, p. 5.
juego de pregunta-respuesta sobre aquello que, ya a primera vista, parece no ser
respondible… Interrogo al sentir que la pregunta me toca: en este flujo se efectúa
aquello que denominamos investigación, acerca de lo que aquí intento un ejercicio de
interrogarme, interrogarlas (la investigación y su escritura, que concluyen por ser lo
mismo; los niños, que no son lo mismo y sí los otros, mis otros). Portan la pregunta y
potencializan las preguntas. Me obligan a intentar hacer que hablen mi lengua, así me
distancio de la Hospitalidad (absoluta, incondicional) que traía antes como inherente al
estar junto teatral. Entonces me percibo que captar lo otro es hacerlo hablar mi lengua
para que yo lo aprehenda y tocase no puede ser estar junto. No como lo puede en el
teatro. Paradoja entre lo que se desea ver y cómo ver. ¿Cómo preguntar? ¿Cómo
responder? ¿Para qué preguntar y para qué responder?
¿Cómo responder a todas esas preguntas? ¿También cómo responder en ellas? ¿Cómo
responder por sí ante ellas? ¿Ante preguntas que también son solicitudes, aun ruegos?
¿En qué lengua el extranjero puede dirigir su pregunta? ¿Recibir las nuestras? ¿En qué
lengua se lo puede interrogar?8
Preguntar a los niños, pues son extranjeros que me ofrecen (e impelen) hacia la
pregunta. Pensar-preguntar a los niños y el teatro porque el teatro es mi lengua, la lengua
que concluyo por obligar a que mi huésped hablase, sin, mientras tanto, valerme de la
hospitalidad incondicional y condicionar así las formas de la lengua mediante las que
pregunto, respondo, se me pregunta y responde.
Al cercar (en movimiento inútil) una vez más a los extranjeros, mis otros, porto la
pregunta que no es mía, pero de la que me valgo ahora como intento de dar(me) a
pensar:
Lo extraño, lo ajeno, se define como lo inaccesible. Pero si esto es así, ¿cómo es posible
llegar a lo otro? ¿Acaso toda forma de re-conocimiento no es una forma de conocer? Y si
esto es así, ¿no es verdad que todo conocimiento (aunque fuese re-conocimiento) es una
destrucción de la alteridad de lo otro?9
Reafirmar, ¿eso qué significa? No sólo aceptar esa herencia, sino volver a lanzarla de
otro modo y conservarla viva. No escogerla (pues en primer lugar a la herencia la
caracteriza que no se escoge, al ser ella la que nos elige con violencia), sino escoger
preservarla viva10.
Escojo mantenerla viva y darle otra vida, una vida-en-la-escritura, que viva de la y en
la escritura que intento y creo acerca de mis otros niños, del teatro-lengua que porto, de
la escuela que me hospeda, hospeda a los otros y al lenguaje.
8
Ibidem, p. 115.
9
MÈLICH, 1998, p. 174.
10
Ibidem.
sino a lo otro absoluto, desconocido, anónimo, que le cediese mi lugar, que lo dejase
venir, que lo dejase llegar, y tener un lugar en el sitio que a él le ofrezco, sin exigirle ni
reciprocidad (el ingreso en un pacto), ni aun su nombre11.
La lengua resiste todas las movilidades porque ella se disloca conmigo. […] Porque esto
que no me deja, la lengua, también está, en realidad, en la necesidad, más allá del
fantasma, esto que no cesa de partir de mí. La lengua sólo es a partir de mí.12
Ella parte de mí y, en alguna forma, la acogen ellos, también mis rehenes. Existe
productividad en este movimiento de acoger y ser acogido, de portar la lengua e
imponerla al extranjero, de operar en el lenguaje. Los resultados producidos, cuando se
recogen y reubican, vuelven a significar. En el movimiento, se forman, deforman y
conforman. Nunca se dieron: se crea(die)ron, inventa(die)ron. A través de los niños, de
mí, por medio de la escuela, en el lenguaje que porto y presento, que se acoge como la
caricia que sería la única posibilidad de tocar el rostro de lo otro. La caricia como
respuesta de otro, no a otro. La caricia no como tecnología, sino como respuesta singular
y única, como responsabilidad por el otro, responsividad. Pues,
aquel o aquello que acaricio nunca es mío, no lo poseo, pero respondo de él. No es un
sentimiento, sino un modo de relacionarme con lo otro.13
¿Y los niños, las personas, los otros que (es)(a)cogí? ¿Y los extranjeros que esperan y
expectan? ¿Constituyen experiencias en ese acoger y ser acogidos, entre los muros del
patio de la escuela y las paredes del escenario vacío? ¿Y yo, también extranjera, qué
hago con las preguntas que me mueven y con las experiencias que las preguntas me
impelen a constituir junto a los niños? ¿Qué voy a hacer con aquello que se recogió con
cuidado, se guardó, se clasificó, aquello que produjimos (con)juntamente, por intermedio
del(os) lenguaje(s), los niños y yo? ¿Ellos pueden ser (los inventa(da)dos, crea(da)dos)
fertilizantes de algo que voy a (re)crear? ¿Ellos van a ser inductores creativos, especie de
abono que incita a nacer, crecer y morir algo que allí no estaba antes de que el propio
abono llegase-a-ser?
Al partir de aquello que mueve, de las preguntas, de la discusión que me traen los
otros maléficos, también en el deseo de movilizar, de nuevo pregunto: ¿cómo escribir sin
matar? ¿Cómo (trans)portar la experiencia (al)en el papel? ¿Cómo no planificar aquello
(aquellos) que es (son) tri, tetra, multidimensional(es)? ¿Cómo la lengua crea y recrea y
transforma y da forma? ¿Y elimina la forma? Reforma, tal vez.
Al (trans)formarnos en el movimiento, en el estar de la acción más que en el ser del
acto, llego al momento de la página en blanco. Ahora, ¿cómo no matar? En este
momento de la escritura, ¿cómo hacerlos vivos? ¿Cómo postergar la muerte en vida?
¿Hacerme viva, vivirnos? ¿Cómo? Intentos siempre frustrados… En la voluptuosidad de
la forma helicoidal puedo reconocerme, aunque efímeramente, en movimiento, en
intercambio, en vida, en hacer que viviésemos, en “postergar la muerte, aun al saber
respecto a la muerte”, en “vivir sin en nada postergar la vida, aun al saber respecto a la
muerte”16.
El texto duro no me agrada, no me (trans)forma ni cambia. Enmudece. Y deseo
experimentar en la carne el juego (¿¡¿de la diferancia?!?), de poder sentir la caricia que
un otro cualquiera me ofrece, al construirme en la construcción misma del texto que
nombro mío y que al escaparme deja de ser mío y pertenece al que lo lee. Deseo un texto
que diga de mí, sobre mí, a partir de mí, o mejor, que me atravesase y yo lo atravesase,
que dijese sobre aquellos sobre los que me autoricé y arriesgué a hablar, que también a
ellos los atravesase. De modo aleatorio yo misma me autoricé, porque también me
reconozco en aquellos sobre los que hablo. Fui y soy lo otro maléfico que tratamos de
categorizar, capturar, entender, domesticar, llenar de contenidos útiles, de pedagogías y
currículos absolutamente necesarios… Se parte de allí hacia la frustración de la total
imposibilidad de este entendimiento, de este (re)conocimiento; aquello que escapa entre
los dedos y por lo mismo amedrenta, hiere, desafía e instiga.
15
DERRIDA, 2001, p. 20.
16
SKLIAR, en prensa.
Las personas, los otros, los extranjeros: me interesan, incitan, movilizan. Me
interrogan. Por desgracia, hago con ellas/ellos (¿de las personas, de mí?) aquello que
más detesto: mis objetos, lo que me repugna, lo inanimado. Pero no deseo que las
personas fuesen mis objetos, deseo que fuesen los que sudan, respiran, ríen, reclaman,
lloran, que no me necesitan y prefieren no estar en acción, que postergan a la muerte en
vida. ¿Hasta qué punto no son o están en mí? Materialidades porosas, efímeras y
voluptuosas. Entre tanto, en el papel van a dejar de ser personas: por necesidad, se van a
convertir en mis objetos-palabras, ya que las (trans)formo en letras que juntas
(de)forman palabras, que (con)forman imágenes, que son representaciones que
componen un lenguaje que también crea por sí solo algo distinto y ya no las personas,
sino las otras personas, aquellas de papel, aquellas que creamos en el papel, como un
escritor, sin la destreza pertinente, mientras tanto.
De allí, la deuda: la deuda de la (imposible) traducción. Todo acto de lengua ya es un
acto de traducción, la traducción es la lengua, la traducción porta la deuda, la eterna
deuda para con el autor, para con la vida del traductor dividido, endeudado, castigado.
De la traducción a la confusión, a lo que existe de babélico en la lengua y es la misma
lengua. La lengua que debo utilizar y de la que debo valerme, en consecuencia,
endeudarme con lo otro, en el ejercicio de la escritura. Si lo narro, lo traduzco, si lo
traduzco: le debo. Siempre. La deuda con los autores, la deuda de la herencia, por lo
común presente en trabajos académicos, se une a la deuda respecto a los otros que
convierto en personajes en mi escritura. Personajes de papel, en el papel. Se acumulan
las deudas…
No obstante, algo distinto me surge: al estar endeudada en la (imposibilidad que porta
la) tarea de traducir, los objetivo, a los otros, sólo en cuanto pienso que puedo. ¿Será que
mis historias narran a esos otros, extranjeros que acojo y me acogen? ¿Esos otros existen
o yo los significo a partir de mis (sus) experiencias de traducir? Y si así fuese: ¿hasta qué
punto sería posible objetivarlos (y también a mí), al entender que soy aquellos de los que
hablo? Si soy esos otros tantos sujetos extranjeros a mí, de mí, al hablar de ellos y de mí
¿cuál de nosotros va a estar siendo objetivado? ¿Somos en la traducción confusión?
Entonces, ¿nos constituimos en aquello que Derrida denominó movimiento de la
diferancia? ¿Sujetos si producen en el movimiento de la diferancia, en una producción
sistemática de diferencias, la producción de un sistema de diferencias? En un
movimiento de diferir que no es de oposición: ¿una heterogeneidad no de oposición?
17
DERRIDA, 2001, p. 34-5.
El lenguaje escrito, en las rígidas pautas que impone este tipo de trabajo, género
reconocido y estudiado, se presenta como un eficaz asesino de las personas y sus
humanidades. Se convierten en duros-datos, que llegan a ser miembros amputados de
algo que otrora tuviese vida. Y en nuestras pretensiones de entendimiento y captación,
perdemos lo humano existente en nuestro trabajo, en las relaciones que establecemos, en
los lienzos que tejemos en el espacio-tiempo en que actuamos con los sujetos que son las
personas que deseamos traducir.
Entonces, ¿se puede pensar en una escritura que, en lugar de matar, postergase la
muerte, aun al saber sobre la muerte 18? ¿Existen modos de escritura que intentasen
postergar la muerte-en-vida? ¿Que potencializasen el movimiento y la confusión
babélica de la lengua hasta el punto de hacer de la traducción la propia vida-en-la-
escritura, en vez de su muerte-en-vida?
Pensar mi escritura:
por fin, sin fin, a fin de, en fin
18
SKLIAR, en prensa.
19
DERRIDA, 1995, p. 218.
20
DERRIDA, 1995a, p. 232.
disertación como el trabajo de la traducción (¿creación?) de aquello y aquellos respecto a
los que intento pensar, discutir, reflexionar. Ejercicio arduo y doloroso, pero que
propiciase pequeñas muertes afables al final de las jornadas de trabajo, más allá de las
incómodas incertidumbres y decepciones que me van a perseguir a lo largo del camino.
Piensa Derrida que
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SKLIAR, Carlos. Experiências com a palavra [Experiencias con la palabra]. Rio de Janeiro: DP&A, en
prensa.
21
DERRIDA, 1995, p. 222.
22
DERRIDA, 2001, p. 21-22.
CAPÍTULO V
Movimiento de desconstrucción:
comenzar con la(s) pregunta(s)
[la desconstrucción] intenta pensar el límite del concepto, llega a resistir a la experiencia
de ese exceso, se deja exceder amorosamente. Es como un éxtasis del concepto: se goza
de él de modo transbordante. (DERRIDA; ROUDINESCO, 2004a, p. 14)
[…] ningún elemento puede funcionar como signo sin remitir a otro elemento, el que, en
sí mismo, no se halla simplemente presente. Ese encadenamiento hace que cada
“elemento” […] se constituyese a partir de la traza, que en él existe, de los otros
elementos de la cadena o del sistema. (DERRIDA, 2001, p. 32)
Entre ir derecho al asunto o tergiversar, me quedo con ambos. Y con ninguno. Entre
identidad y diferencia, elijo a las dos (¿o a cuántas?). Y a ninguna. Si tuviese una opción,
prefiero no preferir. Me deslizo entre las líneas y me instalo en los márgenes.
Transbordar lo que me falta. Y carecer de lo que me sobra…
En el rostro, lo otro se entrega en persona como otro, o sea, como lo que no se revela,
como lo que no se deja tematizar. No voy a poder hablar respecto a lo otro, convertirlo
en tema, expresarlo como objeto, en acusativo. Sólo puedo, sólo debo hablar a lo otro,
llamarlo en vocativo […] (DERRIDA, 1997, p. 139, destaques del autor).
Entonces, ¿qué es la identidad sino aquello que, por más que lo deseásemos
determinar, rescatar o develar, nos huye, escurre o permanece indefinido? No debido a
que no hubiésemos alcanzado el meollo, o porque ella, la identidad, se hubiese ocultado
en algún recóndito profundo, sino tal vez debido a que ella no fuese presencia, fuese
espaciamiento: “devenir-espacio del tiempo” (DERRIDA, 1995b, p. 207). Por tanto,
cuando creemos haber alcanzado algún meollo, descubrimos que el meollo se halla más
adelante y, cuando, en fin, llegamos allí, percibimos que aún no era el verdadero meollo.
Y, así, proseguimos en búsqueda del meollo, la esencia, en una labor creadora e
inventiva. En las hermosas palabras de Larrosa (2000a):
importa aquello existente siempre más allá de aquello que por hábito se toma como el
propio yo: no está para descubrirse, sino para inventarse; no está para realizarse, sino
para conquistarse; no está para explorarse, sino para crearse. (p. 9, destaque mío)
Al sustituir la palabra “yo”, de la afirmación que hace Larrosa, por “identidad”, ¿se
podría decir que la identidad importante es aquella existente siempre más allá de
aquella que por hábito se toma como la propia identidad? Pensar la identidad como lo
que se halla siempre más allá, resultado de una labor nunca terminada de invención,
conquista y creación, nos provee la condición de vislumbrar la “experiencia de sí como
Otro”, esto es, la posibilidad (¡y la necesidad!) de diferenciarnos siempre de lo que
pensamos que somos y, aun, de plantearnos eso que pensábamos que éramos en
discusión, en un movimiento pulsante entre identificaciones y desidentificaciones.
Luego, pensar la identidad es pensar “lo que ya no somos”, pero también “lo que aún no
somos”. Por entre “yas” y “aunes”, decimos aquello en que deseamos convertirnos y
también cómo llegamos a ser lo que (pensamos) que somos, en una identidad que no se
cierra, puesto que se constituye en la narración: en el contar(-se). “Cada uno intenta
darle un sentido a sí mismo y constituirse como un ser de palabras a partir de las
palabras y de los vínculos narrativos que recibió” (L ARROSA, 2000b, p. 23). En cuanto
continuásemos recibiendo nuevas palabras (e historias, músicas, imágenes, gestos…),
los sentidos que nos damos a nosotros mismos van a continuar metamorfoseándose en
un infinito devenir que nos hace narrar(-nos) de modo siempre diferente – y diferante.
La intención de investigar la constitución de las identidades relacionadas con la
educación ambiental no se vincula, pues, a la atribución de identidades fijas o estables a
los sujetos a los que se incluye en esas prácticas educativas, sino se desea volverse hacia
la articulación narrativa de estas identidades: las relaciones de intertextualidad que
mantienen con otras historias, las temporalidades que en ellas se establecen, los espacios
donde se producen, interpretan y median, como también las relaciones de poder que las
atraviesan. Aunque en las narraciones de las profesoras el “ser educador ambiental” se
construyese como algo determinado, esencializado, esta constitución se engendra en lo
narrativo en una forma relacional y contingente como un “estar siendo educador
ambiental” o, incluso, como un “llegar a ser educador ambiental”.
Para enfatizar esa que me parece fuese uno de los fragmentos más incisivos en el
concepto de identidad, que es la postergación inexorable del encuentro con una identidad
definitiva, estimo bastante pertinente la proposición de algunos autores (por ejemplo,
véase PLACER, 1998 y HALL, 2000) según la cual la utilización de la palabra
“identificación” pudiese ser más fecunda que el uso de “identidad”. La justificativa de
tal opción radica en que este último término podría remitir a algo concluido, unificado y
sustantivado, que acarrea la idea de “mismidad”. Ya la noción de identificación aporta la
de acción en el propio sufijo y provee la idea de algo que se está efectuando, inconcluso
y
****
No se olvide de llevar para la entrevista: formulario con las preguntas, término de
consentimiento informado, autorización de la Secretaría de Educación para efectuar la
investigación en la escuela, diario de campo, lapiceros, grabadora, casetes, pilas
excelentes, gentileza, disposición, el máximo de ingenio…
Preparativos para las entrevistas con las profesoras, esos otros que deseo investigar,
conocer, narrar… Todo debe hallarse bajo control, previsto. En el encuentro con las
profesoras, en medio del alboroto de la escuela, una plática planeada, mediada,
incentivada y controlada: investigadora e investigada (y grabadora, un tercer
componente de esa “plática” que no pasa de incógnito) en un contacto permeado por
mutuas expectativas, asimetrías de ubicación, inseguridades (veladas o no). En muchos
momentos, la plática se acelera, permeada por risotadas y atenta escucha, por instantes
hasta se olvidan de la existencia de un formulario a seguirse y de la incómoda presencia
de la grabadora; pero no tengamos la ilusión de que fuese una charla informal: en cuanto
la investigadora oye, piensa en los rumbos que puede tomar la entrevista, que elemento
interesante de la investigación se puede impulsar a partir de lo que la profesora está
diciendo, cómo articular el siguiente interrogante o “¡eso va a producir un análisis
interesante!”. Lo que la profesora entrevistada está pensando no se puede adivinar, pero
nada nos impide la conjetura: “¿eso no va a acabar rápido? ¡Deseo tanto ir a casa!” o
“¿por qué ella insiste en esa pregunta?”… Al concluir el encuentro, se despiden y sus
vidas continúan. ¡De aquel contacto, quedan algunos recuerdos difusos, anotaciones que
la investigadora efectuó y… una cinta grabada!
Quedan cautivos en la cinta las pláticas, las pausas, las vacilaciones, pero no los
gestos, miradas y expresiones. Aun con ese primer “filtro”, existe la ilusión de la
presencia, la creencia en que se tiene fijado el instante en aquella cinta magnética.
Después llega el fastidioso trabajo de transcripción: por más que se intentase, en la
escritura, la reproducción de elementos no-verbales como silencios, balbuceos y
risotadas, se borran las marcas de la oralidad y se efectúan selecciones que destacan
algunos aspectos de las pláticas grabadas y otros no, de modo que toda transcripción no
deja de ser una interpretación y una traducción. Y por fin, las pláticas transcritas se leen,
se releen, se fragmentan, se desmembran, se aíslan, se trastocan, se insertan, se
comentan, se publican, se archivan, se citan; el supuesto instante aprehendido se
transfigura y pasa a formar parte de otros (con)textos.
Ante todos estos procedimientos asimilados con tanta naturalidad en el quehacer
académico (o en gran parte de él) y aun al asumirse una visión crítica respecto a la
pretendida espontaneidad de las enunciaciones en el momento de la entrevista, a su
supuesto valor irreductible de verdad, a la creencia en la palabra grabada como
testimonio vivo de la interacción, a la atribución de un papel secundario y sólo mecánico
a la labor transcriptora y la manipulación fragmentadora de las pláticas transcritas como
contenidos demostrativos, surge la pregunta: ¿qué hacer con la palabra del Otro? Y
más: ¿al lidiar con la palabra de lo otro, se puede no enclaustrar los sentidos? ¿Cómo no
cristalizar el devenir narrativo de las profesoras? ¿Cómo no cristalizar mi devenir
narrativo cuando escribo sobre el devenir narrativo de las profesoras? Si, como ya
destacamos, a las identidades se las produce mediante las narraciones cada vez de un
modo diferente en la relación intertextual con las historias que recibimos, ¿cómo no
poner un punto final en las narraciones de estas profesoras? Si “nuestra historia es
muchas historias” (LARROSA, 1996, p. 474), ¿cómo no transformar las historias que
oímos de las profesoras en una historia única? De algún modo, quizás todos estos
interrogantes pudiesen resumirse en uno solo: en la investigación, ¿cómo no transformar
lo otro investigado en lo mismo? Es “necesario que faltasen las categorías para que no se
faltase a lo otro; aunque para que no se faltase a lo otro, se requiere que él se presentase
como ausencia […]” (DERRIDA, 1997, p. 139). Entonces, la pregunta se desdobla en
otra: ¿cómo lidiar con la necesaria, pero imposible, labor de hablar/escribir las palabras
ajenas, las palabras de lo otro, sin nombrar a eso otro, sin anular su misterio, sin
transformarlo en presencia? Sin la pretensión de hallar respuestas o soluciones, me
satisfago en aportar algunas divagaciones, inspiraciones, murmurios que, acaso,
acentuasen las dudas y las incertidumbres e hiciesen se produjese la eclosión de otros
interrogantes.
****
“Pero también se puede devenir escritor en el transcurso del trabajo con estas historias”
(ARFUCH, 2002, P. 193)
[…] proveer una palabra que no va a ser nuestra palabra ni la continuación de nuestra
palabra, pues va a ser otra palabra, la palabra de lo otro, y pues va a ser el porvenir de la
palabra o la palabra por venir (op. cit, p. 289).
Escribir es proveer palabra. Palabra que ya no es mía, que ya es otra: palabra por
venir. Por tanto, cualquier intento de dominio sobre la escritura, de cierre de sentidos en
una linealidad explicativa es vano; las palabras se ofrecen a lo otro y no podemos
determinar lo que éste va a hacer con ellas. Del mismo modo, las palabras que las
profesoras dijeron durante las entrevistas se me dieron (y no sólo a mí), ya no les
pertenecen pero también no me pertenecen. Aun así, puedo experimentar ubicarme
respecto a esas palabras dadas de diferentes formas: a partir de una supuesta autoridad
académica, que reúne estas voces como datos; o por intermedio de un juego de espejos
que pretende anular las diferencias entre el que investiga y el investigado, lo que resulta,
muchas veces, en una participación impulsora; o por medio del intento de ejercitar una
escucha plural, según propone Arfuch (2002), que no trata de aislar el contenido del acto
enunciativo, sino se encarga de constituir tramas de sentido a partir de la negociación y
confrontación que se producen en el devenir del diálogo – a pesar de que estuviesen en
juego estrategias de registro, como la grabación y la escritura –, lo que atiende no sólo a
lo que se habla sino también a los silencios, las pausas y los olvidos.
Además de ello, me interesa pensar en esas narraciones identitarias – grabadas y
transcritas: transpuestas del habla a la escritura; supuestamente fijadas – como trazas
dejadas en la arena, luego deshechas por el ir y venir de las olas: “presencia que se hace
de ausencia, donde la ausencia en verdad se funde en la presencia en un presente que se
constituye en cada nuevo instante” (A MARAL, 2000, p. 34). La traza 3, como metáfora,
remite a lo presente y ausente, legible e ilegible, en el mismo espacio-tiempo, en el
rememorar que acontece en forma narrativa, en que el presente vuelve a figurar al
pasado narrado, presente que también es traza, ya que se borra luego tras inscribirse.
Estas trazas de la memoria, por haberse registrado, están y van a estar presentes en otros
contextos, “que prescinden de la presencia del que habla” (op. cit., p. 37) y del que
escribe y, por eso, establece un modo diferente de presencia. Estos nuevos modos de
presencia, materializados en la escritura del diario de campo, en la transcripción de las
cintas, en los análisis de estos materiales, en la disertación y en las publicaciones, se
constituyen con ausencias: la ausencia de trazas, de sujetos, de la escena de la
enunciación.
En el espaciamiento que se produce entre las trazas insondables de lo que las
profesoras entrevistadas narran y lo por mí escrito en el quehacer de la investigación, se
multiplican los espacios de sentido, que me llevan a preguntar: ¿cómo no dar término a
esa diseminación de diferencias que permea todos los procesos comunicativos? ¿Cómo
resistirse a la tentación de anti-babelizar, para volver legibles y comprensibles las
narraciones de las profesoras al orientarlas hacia lo que me interesa discutir en la
investigación? ¿Qué posibilidades de lidiar babélicamente con esas narraciones en un
permanente trabajo traductor que, al mismo tiempo en que se requiere, consiste en una
labor imposible? ¿Voy a poder saldar esa deuda impagable – de la necesidad y la
imposibilidad de la traducción – que me compromete en las pláticas de las profesoras?
3
Algunos traductores optan por traducir la palabra francesa trace como “vestigio” y otros como “traza”.
Por más que fuese plural la escucha, por más que las narraciones fuesen trazas, por
más que la palabra fuese acontecimiento, siempre existe la deuda, traición y exilio
vinculados de modo indisoluble a la labor traductora que se nos exige en todas las
ocasiones en que nos comunicamos. Esta es la condición babélica de las lenguas, no sólo
entre las lenguas, sino de cualquier lengua en sí4. Pero recordemos que “el traductor no
labora para borrar la diferencia, sino para hacer que se produjese” (L ARROSA, 2004, p.
84). ¿Qué produce la traducción? ¿Qué se produce cuando traduzco las narraciones de
las profesoras en mi investigación? No se produce una restitución, ni una reproducción
del “original”, sino un crecimiento, en el que él “sobrevive y se transforma” (D ERRIDA,
2002, p. 46). Así, se producen otros sentidos y esas transmutaciones dan nueva vida a las
palabras “originales”. Al no existir un sentido original que restituirse, el traductor debe
“absolverse a sí mismo de su propia deuda” (Idem., p. 47). O sea, no se trata de
resignarse respecto a la condición babélica de la lengua, mucho menos de lamentar su
condición, pero, sí, habitarla y disfrutar del desarraigo, del exilio y de la perplejidad que
produce. Exilio y desarraigo interrogables: “Babel es el mito de la pérdida de algo que
quizás nunca hubiésemos tenido” (LARROSA; SKLIAR, 2001, p. 21).
― ¿Usted viaja para revivir su pasado? ― era, a esta altura, la pregunta del Khan, que
también podía formularse del modo siguiente: ― ¿usted viaja para reencontrar su
futuro?
Y la respuesta de Marco:
― Los otros lugares son espejos en negativo. El viajero reconoce lo poco suyo al
descubrir lo mucho que no tuvo y lo que no va a tener.
(CALVINO, 1990)
Referencias bibliográficas
AMARAL, Adriana C. L. Sobre a memória em Jacques Derrida [Sobre la memoria en Jacques Derrida].
In: GLENADEL, Paula; NASCIMENTO, Evandro (orgs.). Em torno de Jacques Derrida [En torno a
Jacques Derrida]. Rio de Janeiro: 7Letras, 2000.
ARFUCH, Leonor. El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2002.
CALVINO, Ítalo. As cidades invisíveis [Las ciudades invisibles]. São Paulo: Companhia das Letras, 1990.
DERRIDA, Jacques. A estrutura, o signo e o jogo no discurso das Ciências Humanas [La estructura, el
signo y el juego en el discurso de las Ciencias Humanas]. In: DERRIDA, Jacques. A escritura e a
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DERRIDA, Jacques. Freud e a cena da escritura [Freud y la escena de la escritura]. In: DERRIDA,
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DERRIDA, Jacques. Violência e Metafísica [Violencia y metafísica]. In: DERRIDA, Jacques. La escritura
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DERRIDA, Jacques. Torres de Babel. Belo Horizonte: Editora UFMG, 2002.
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Jorge Zahar, 2004a.
DERRIDA, Jacques; ROUDINESCO, Elisabeth. Políticas da Diferença [Políticas de la diferencia]. In:
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DUSCHATZKY, Sílvia; SKLIAR, Carlos. O nome dos outros. Narrando a alteridade na cultura e na
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Jorge; SKLIAR, Carlos (orgs.). Habitantes de babel: políticas e poéticas da diferença [Habitantes de
babel: políticas y poéticas de la diferencia]. Belo Horizonte: Autêntica, 2001.
4
“No existe lengua, existen traducciones permanentes e imposibles” (anotación efectuada en el aula del
Prof. Carlos Skliar). SKLIAR, Carlos. Experiências com a palavra [Experiencias con la palabra]. Rio de
Janeiro: DP&A, en prensa.
HALL, Stuart. Quem precisa de identidade [¿Quién precisa de identidad?]? In: SILVA, Tomaz T. (org.).
Identidade e diferença: a perspectiva dos estudos culturais [Identidad y diferencia: la perspectiva de los
estudios culturales]. Petrópolis: Vozes, 2000.
LARROSA, Jorge. Narrativa, identidad y desidentificación. In: LARROSA, Jorge. La experiencia de la
lectura. Barcelona: Laertes, 196.
LARROSA, Jorge. Apresentação [Presentación]. In: LARROSA, Jorge. Pedagogia profana – danças,
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LARROSA, Jorge. Os paradoxos da autoconsciência [Las paradojas de la autoconciencia]. In: LARROSA,
Jorge. Pedagogia profana – danças, piruetas e mascaradas. Belo Horizonte: Autêntica, 2000b.
LARROSA, Jorge. Dar a palavra. Notas para uma dialógica da transmissão [Dar la palabra. Notas para una
dialógica de la transmisión]. In: LARROSA, Jorge; SKLIAR, Carlos (orgs.). Habitantes de babel:
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LARROSA, Jorge. Ler é traduzir [Leer es traducir]. In: LARROSA, Jorge. Linguagem e educação depois
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LARROSA, Jorge; SKLIAR, Carlos. Babilónicos somos. A modo de apresentação [Somos babilónicos: a
modo de presentación]. In: LARROSA, Jorge; SKLIAR, Carlos (orgs.). Habitantes de babel: políticas e
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PLACER, Fernando G. Identidade, diferença e indiferência – o si mesmo como obstáculo [Identidad,
diferencia e indiferencia – el sí mismo como obstáculo]. In: LARROSA, Jorge; PEREZ, Núria (orgs.).
Imagens do outro [Imágenes de lo otro]. Petrópolis: Vozes, 1998.
VEIGA-NETO, Alfredo. Incluir para excluir. In: LARROSA, Jorge; SKLIAR, Carlos (orgs). Habitantes
de babel: políticas e poéticas da diferença. Belo Horizonte: Autêntica, 2001.
CAPÍTULO VI
DERRIDIANAS INTENCIONES
Theorein, teoría, tesis. Firmar la propia escritura, producir teoría, exponer como tesis
y enfrentar, en lid, la disputa por los sentidos. Situación dramática, en Agôn, lugar del
enfrentamiento para una producción de verdades: palabras firmadas, en nombre del
autor, que ganan el lugar temporal del poder. Como sugiere Alain Badiou, “toda verdad
se origina en un acontecimiento” (2002, p. 23).
Argumentación: pensamiento que se vuelve público mediante el uso de la palabra, en
el centro del Ágora, ante los jueces. La tesis, en lid vuelta pública, por intermedio de la
escritura y del habla, es una defensa agónica. Al atravesar las arenas, me arriesgo a
acercar los universos del arte, la filosofía y la educación, y “cincelar, con mano libre,
dioses supremos en abundancia”2, para que estuviesen con nosotros en diálogo y paseo.
1
Actor, profesor de Teatro en la Facultad de Educación, Doctorando en Educación, Universidad Federal
de Rio Grande do Sul.
2
Walt Whitman (1819-1892). “Yo mismo y mío”, Hojas de Hojas de Hierba, São Paulo: Brasiliense,
1984, p. 98: […] No por acicalador (va a haber siempre / acicaladores en abundancia, / y también les doy
las bienvenidas), / mas por el tenor de las cosas / y por los hombres y mujeres que se vinculan. / No
cincelar ornamentos, sino cincelar / con mano libre las cabezas y piernas / de Dioses supremos en
abundancia / a fin de que estos Estados / pudiesen imaginarlos al caminar y hablar […].
La verdad está en el movimiento que la descubre y en la traza que la nombra. Se trata no
tanto de definir, de explicar, de comprender, como de medirse con el objeto pensado y
descubrir en ese enfrentamiento el territorio en el que se inscribe el interrogante, su
justeza. (DUFOURMANTELLE; DERRIDA, 2003, p. 52)
Por resentimiento contra ese nombre y ese labio únicos de los hombres, él [Dios] impone
el suyo, su nombre de padre; y de esa imposición violenta inicia la desconstrucción de la
torre como la desconstrucción de la lengua universal y dispersa la filiación genealógica.
Él rompe el lenguaje. Él impone y prohíbe al mismo tiempo la traducción. […] La
traducción se convierte en la ley, el deber y la deuda, pero deuda que ya no se puede
abandonar. (DERRIDA, 2002, P. 18; 25)
Cuando las formas de las cosas se disuelven en la noche, la oscuridad nocturna, que no
es un objeto ni la cualidad de un objeto, invade como una presencia. En la noche, cuando
nos hallamos en ella presos, no lidiamos con alguna cosa. Pero esa nada no es una nada
pura. Nada es más esto, ni aquello: no hay “alguna cosa”. Mientras tanto, a su vez, esta
ausencia universal es una presencia absolutamente inevitable. Esta [presencia] no es el
correlato dialéctico de la ausencia y no la aprehendemos a través de un pensamiento. De
inmediato ella está ahí. No hay discurso. Nada responde. Pero ese silencio, se oye la voz
de ese silencio […] (LÉVINAS, 1998, p. 68)
Aprecio mapas: intento descifrar las geografías, reconocer relevos; aprecio la
dimensión de lo geo, lo que puede ser del tamaño de la tierra, algo que tiene la
dimensión de las grandes alturas, de las grandes profundidades, de los planos más
coloridos, verde oliva, maniguas interiores llenas de esqueletos, extensos desiertos,
silencio. Silencios desérticos, estos, que se hacen presentes en algunas obras, en algunas
reflexiones filosóficas, como en los pensamientos sobre la existencia de algo – il y a –
“hay”, de Emmanuel Lévinas: afirmación de la posibilidad de existencia, bajo la Ley
mayor de la hospitalidad. ¿Ser hospedero u hostil? El lugar de lo ambiguo y el ejercicio
de la sospecha. Suspensión, saldo en débito permanente, deuda con los patriarcas,
división entre los herederos. Cargamos la cruz, cargamos los peldaños para remontarnos
a Babel. Toda la voluntad de poder ascender por la Torre hacia un acercamiento con la
divinidad concluye en la tragedia anunciada: dispersos por la Geia, los hablantes se
traducen in-traducciones imposibles, se arriesgan en territorios vecinos enemigos,
buscan la ley que pudiese retornar parte de la deuda, la ley que pudiese armar la tienda
de las negociaciones en campos minados.
El mito de la cueva
De Ratio trágica
Morir para que sobreviviese una verdad sobre la discusión del sentido, y no para
proveerle a ese acto la arrogancia de una respuesta, es devolverle su realidad a la noche;
es lo contrario de una abdicación. (DUFOURMANTELLE; DERRIDA, 2003, p. 46; 48)
3
ARISTÓTELES. Poética. Portugal: Imprensa Nacional – Casa da Moeda, 2003, p. 21.
La tragedia: una estética, una mitología y una enseñanza; una posibilidad de
aprendizaje con lo trágico, tejido en las relaciones sociales, que el espectáculo ofrece. La
comedia se descalifica ante la tragedia, nos refieren las Historias. La tragedia ya no
alcanza más su grandeza y el humor sólo divierte: perdidos, estamos en medio de un
éxtasis con la obesidad mórbida. Nuestro temor es explotar infartados por la más
anodina estética, ante la superficie tan rasa y frágil que ni siquiera permite el toque, pues
se fragmenta. Nada queda, poco se sustenta, menos aun se aprovecha.
De la Risus cómica
Movimiento de pensar en un cuerpo sensible, un cuerpo para leer y escribir, junto con
Friedrich Nietzsche. En sus lecturas me seduce la presencia de un “pensamiento / cuerpo
intestino”: la realidad del estómago, de un organismo, de un órgano, de una
organización, de una rumia. Rumiar: ese proceso filosófico que se ampara en los efectos
del tiempo y en las enseñanzas del aforismo – inocular sentidos y hacerlos volver, eterno
retorno, para nuevo provecho y sabor. La fascinante presencia del bovino como figura
que (se) da la posibilidad de donar el tiempo al tiempo de la digestión, de la rumia de la
lectura, de los escritos, del pensamiento. No obstante, la rumia no tiene el peso de la idea
obesa o como el fragmento indigesto de alimento pesado, de un cuerpo en bloque que no
se articula, y del que se debe retirar los beneficios del proceso digestivo. Al contrario de
lo pesado, de lo enfadoso, de lo repetitivo, la lenta rumia se transforma en energía leve,
ágil, de un pensamiento que danza, bailarín.
Una crisis de racionalidad y una discusión sobre los valores que se vuelven fijos, que
adhieren al hombre a determinadas concepciones que universalizan y homogenizan, que
se convierten en necesarias e iguales para todos. Ante la inmovilidad – pesada, indigesta
– de lo que sería la razón “universal”, Nietzsche apela a su crisis, a través de la
multiplicidad cultural, la multiplicidad de perspectivas, con la rica posibilidad de
diferentes puntos de vista y diferentes formas de vivir las propias vidas, dislocaciones
que exigen alguna agilidad. Y ese movimiento no puede ser pesado, asentado, fofo,
sedentario, porque requiere, al menos, movimiento de argumentación en el espacio
filosófico, movimiento de la retórica o de la oratoria, de las discusiones que se
argumentan, arguyen, con buen humor, hasta incluso que provocan la risa.
Una escucha densa, una escucha sensible, una escucha profunda, una escucha
silenciosa y, al mismo tiempo, sin la pérdida del movimiento hacia afuera: exposición,
expresión, que se posibilitan a través de los juegos de palabras, los juegos de
negociación de sentidos, movimientos del humor, liquor cómico. Una escucha sensible
para una educación estética: una aisthésis que compusiese, de modo simultáneo, sentidos
éticos y políticos y que se afirma tanto mediante el estilo de las escrituras firmadas (que
las Academias consagran) cuando por medio de los espectáculos (que los Medios
consagran) destinados a convertir en “arte” los mitos que, históricamente, nos
acompañan. En lugar de banalizar los mitos, para volverlos accesibles, deberíamos
reservarlos para entender las variadas gamas del placer y del dolor de la existencia y
valernos de los sentidos que aportan y de sus metáforas, que suavizan nuestros trágicos
destinos “de héroes” en este mundo desencantado.
La reflexión sistemática se convierte en la filosofía crónica de la vida cotidiana,
filosofía popular, enunciado colectivo. Filosofía intestina para un corpus de lo grotesco:
humor, risa, ironía, parodia, sarcasmo y escarnio. No obstante, todos antes de la muerte.
Anestesia de la Aisthésis: sin rumiar, aceleramos la muerte por sobredosis de fase-
food.
En el intento de fuga, ante la desolación y la incomodidad, aun, un instante para el
de-risus, un mirar atento y una oreja fina, discreta rumia, para estos tiempos moribundos
que renacen a cada instante. Tantos ya nos dijeron y tanto ya se nos dijo: ¿Por qué no se
los escucha, si son sabios? ¿Por qué no una risa con ellos, si son tontos?
Referencias bibliográficas
SITES INTERESANTES
El “nombre” y la “firma” de Jacques Derrida se mencionan en las páginas de la Internet 108.000 veces
– cantidad de páginas obtenida durante la búsqueda realizada el día 14/09/2004 – en el navegador Google.
Entonces, voy a optar por reproducir sólo dos sites en francés, español, inglés, alemán y portugués.
En francés
http://membres.lycos.fr/farabi/
Se trata de una página cuyo título es “Bienvenu chez Jacques Derrida [“Bienvenido a Jacques Derrida”]” y
que contiene una información muy detallada sobre los libros y artículos de Derrida. También, se puede
hallar una sección de libros y artículos de otros filósofos sobre Derrida.
http://philo.8m.com/derida.html
Este site trae una serie de artículos sobre algunos de los conceptos más importantes de Derrida:
“diferancia”, “desconstrucción”. Existe un excelente artículo de François Ewald con el título “Derrida
reconstruit [“Derrida reconstruido”]”.
En portugués
http://www.derrida2004.ufjf.br/corpo10.htm
El site permite efectuar una serie muy vasta de enlaces con otros sites nacionales e internacionales.
También la página posibilita establecer links con ensayos, artículos y notas respecto a Derrida.
http://www.unicamp.br/iel/traduzirderrida/links.htm
En esta dirección se pueden hallar varios archivos en torno a Jacques Derrida y sobre Jacques Derrida:
ensayos y notas, anuncios e informaciones sobre libros, artículos y entrevistas con el filósofo.
En español
http://personales.ciudad.com.ar/Derrida/
Además de que contiene textos, comentarios, la cronología y la bibliografía de Derrida, este site ofrece un
archivo con fotografías muy completo. (Derrida en el Liceo, Derrida jugando fútbol, Derrida en la
Sorbona, Derrida con Jorge Luis Borges, etc.) También, la página contiene textos en español de Nietzsche
y de Heidegger.
http://www.infoamerica.org/teoria/derrida3.htm
Interesante site que ofrece un vasto número de artículos sobre Derrida e informaciones acerca de la
biografía y bibliografía del filósofo. En esta página lo particularmente significativo es el clip del filme
D’ailleurs Derrida [De otra parte Derrida]dirigida por Safaa Fathy.
En inglés
http://www.mtsu.edu/~jpurcell/Philosophy/derrida.html
En verdad, el site es una especie de diccionario de filosofía en general. En el fragmento que corresponde a
Jacques Derrida, se pueden encontrar una biografía completa del filósofo y una serie muy interesante de
textos sobre la desconstrucción.
http://65.107.211.206/cpace/theory/derrida2.html
En esa dirección existe una serie de links respecto a Derrida, que contienen, más en particular, artículos,
reseñas y entrevistas con el filósofo.
En alemán
http://www.uni-protokolle.de/Lexikon/Jacques_Derrida.html
En este site es posible encontrar un hipertexto relativo a Derrida que contiene notas biográficas muy bien
documentadas e informaciones bibliográficas comentadas.
http://www.suhrkamp.de/autoren/derrida/derridabio.htm
Home-page que ofrece una detallada y completa biografía y bibliografía de Jaques Derrida. Más allá de
eso, existe un link que se relaciona con un filme sobre Derrida dirigido por Kirby Dick y Amy Ziering
Kofman.
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TOMADO DE: SKLIAR, Carlos (org.). Derrida & a Educação. Belo Horizonte: Autêntica, 2005, 155 p.
VERSIÓN: Gonzalo Jiménez Mahecha, Prof. Depto. Humanidades y Filosofía – Universidad de Nariño.