Professional Documents
Culture Documents
Introducción
Antes de esa norma, sin embargo, era posible hallar la formulación doctrinal del instituto
en una declaración de la Quinta Conferencia Nacional de Abogados reunida en Santa Fe
en 1940, cuyo fundamento fue proporcionado por el profesor Salvador Dana Montaño(4).
Como dato ilustrativo, cabe consignar que no pocos de los proyectos de Código en lo
Contencioso Administrativo elaborados para la Nación contemplaron el trámite de este
pronunciamiento previo(7).
La vinculación del instituto con figuras similares en el derecho comparado ha sido hallada
con los ’juicios de admisibilidad’ de los derechos español o uruguayo o con el denominado
’despacho de saneamiento’ brasileño(8).
II
III
El sistema funcionó del modo indicado precedentemente hasta el fallo dictado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el caso ’Cohen Rafael c. Instituto Nacional de
Cinematografía s/nulidad de resolución’, en el que el Alto Tribunal declaró aplicable(10) la
doctrina sentada en la causa ’Caja Nacional de Ahorro y Seguro c. N.C.R. Argentina,
S.A.I.C.’(11) , a los supuestos en los que los tribunales inferiores denegaran, de oficio, la
habilitación de la instancia.
En esta última sentencia el Alto Tribunal había, a su vez, descalificado —con remisión al
dictamen del señor Procurador General sustituto— el fallo de la sala IV de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, en tanto este tribunal,
para desestimar la reconvención deducida por la demandada, había valorado, de oficio, la
extemporaneidad de ésta en relación con el plazo establecido por el artículo 25 de la
LNPA.
IV
Controlar una actividad supone, señaló Sayagués Laso, emitir un juicio lógico respecto de
si dicha actividad se conforma, o no, a las reglas que la regulan(18).
Así las cosas, cabe, entonces, preguntarse cuál es el contenido de la juridicidad que
define el marco de acción de la Administración Pública y que determina, por ende, la
referencia a la luz de la cual procede efectuar su control.
En ese sentido, se afirma como nota típica del derecho administrativo su calidad de
régimen exorbitante, y se señala, con énfasis, que la exorbitancia no importa, al menos en
el Estado moderno, sólo gravitación de la prerrogativa estatal, sino también de la
correlativa garantía del particular(20).
El requisito es, entre nosotros, una condición legal vigente, y sus fundamentos pueden
sintetizarse, como acertadamente expone Guastavino(31), en las siguientes
circunstancias:
En realidad, difícilmente pueda prescindirse del plazo breve de un modo general, porque,
como enseñó Fiorini, la ejecutoriedad y presunción de legitimidad de los actos
administrativos y los intereses públicos custodiados justifican que la interposición de la
demanda, en petición de justicia, deba plantearse en un término ’urgente, inmediato y
breve’(34).
Más allá del juicio de valor que pueda merecer el sistema positivo vigente, si se conviene
en que el agotamiento de la vía administrativa y el plazo de caducidad responden a
razones de interés público objetiva e imperativamente aprehendidas por el legislador y en
que, por lo tanto, esas exigencias son prerrogativas condicionantes del enjuiciamiento
estatal, no es posible aceptar su renunciabilidad, expresa o tácita.
La citada disposición no dejaba de guardar coherencia, por lo demás, con las normas
reguladoras de la representación del Estado en juicio a tenor de las cuales los
apoderados necesitan un facultamiento especial para, por ejemplo, allanarse o desistir,
entre otros actos genéricamente encuadrables en la renuncia de las pretensiones de su
mandante(36).
Uno de los componentes fundamentales de esta última es, como señaló Recasens
Siches(38), el que la persona sepa a qué atenerse. Y no se contribuye a su vigencia con
una construcción en la cual el apoderado judicial del Estado puede resolver, por su solo
juicio, la vigencia del procedimiento previo y la suerte del plazo de caducidad.
No debe olvidarse, además, que el juez puede rechazar in limine la demanda (conf. art.
347, cód. procesal civil y comercial de la Nación) cuando falta algún requisito para su
procedencia. En el caso del proceso contencioso administrativo, entre los requisitos de
admisibilidad se hallan los que se refieren a la habilitación de la instancia, establecidos
normativamente, cuyo cumplimiento, en cada caso concreto, está el juez facultado a
constatar(39).
Las restricciones que los tiempos de emergencia generan para los derechos subjetivos
podría, quizá, justificar, en este aspecto, una solución que, en apariencia, tienda a
fortalecer el acceso a la jurisdicción, eliminando obstáculos para el enjuiciamiento estatal.
Sin embargo, aun cuando las construcciones jurídicas deben realizarse de cara a la
realidad, la fuerza normativa de lo fáctico no debe primar, necesariamente, sobre la fuerza
normalizadora de lo normativo(41).
La reforma del Estado operada desde 1989 hasta la fecha, nos permite avizorar un
Estado desburocratizado y replegado del activismo empresario. Se trata de una reforma
que, en gran medida, tiende a responder a la eficacia como dato legitimador del ejercicio
del poder.
¿Por qué, entonces, no reclamar también del administrado esa misma eficacia en la
defensa de sus derechos, haciéndole respetar, con objetividad, los plazos previstos para
interponer acción o recurso contra el Estado y tornándolo, a través de esa diligencia, en
un colaborador de la seguridad jurídica implicada en la estabilidad de las relaciones
administrativas?
Adviértase, por ejemplo, que en algunos de los marcos regulatorios de las actividades
privatizadas, se contempla la jurisdicción previa obligatoria de los pertinentes entes
reguladores, para la resolución de ciertas controversias entre particulares vinculados con
la prestación y el suministro de los servicios públicos(42).
Pues bien, es evidente que ese recaudo administrativo importa una revalorización del
procedimiento administrativo previo.
No debe olvidarse que las soluciones dadas para conflictos entre particulares no pueden,
por sí solas, resolver aquellos que se plantean entre los particulares y el Estado, ya que
aquéllos y éste representan intereses distintos. El criterio de aplicar las mismas pautas a
una u otra clase de relaciones no es insuficiente, sino inconveniente para resolver
cuestiones en las que las partes no están en un mismo plano(45).
Sin embargo, pensamos que, las prerrogativas aquí en juego —agotamiento de la vía y
cumplimiento del plazo breve de impugnación por el particular—, exigibles, como regla, en
el marco legal vigente, para someter a juicio al Estado, bien pueden derivarse, entre otras
razones, del principio de división de poderes, habida cuenta de que éste, al menos
mediatamente, gravitaría, en estos casos, como garantía formal contra una indebida
distribución de cargas públicas resultantes de aquel enjuiciamiento y eventual condena
estatal.
VI
El fallo anotado
En la causa ’Gorordo’, el Alto Tribunal cambia, por mayoría(50), el criterio que venía
observando desde la sentencia recaída en el caso ’Cohen’ y, sienta, en ella, el criterio de
que la Justicia puede, de oficio, controlar el cumplimiento de los requisitos o presupuestos
procesales de admisión de la pretensión contencioso administrativa.
Según el Alto Tribunal, tales requisitos deben ser examinados no sólo a petición de la
demandada, sino, también, antes de ese requerimiento, por aplicación de lo dispuesto en
el artículo 347 del cód. procesal civil y comercial de la Nación, sin que por ello el Juez se
convierta en intérprete de la voluntad implícita de una de las partes, ni se altere el
equilibrio procesal de los litigantes (consid. 7).
Con esta última manifestación se presenta clara, a nuestro juicio, la intención de refutar el
argumento contrario esgrimido en su momento en el caso ’Cohen’, según lo expusimos en
el punto III ( ver supra, punto b).
El Alto Tribunal viene, ahora, a exigir, pues, que, en el proceso contencioso administrativo
el actor cumpla, además de las condiciones de admisibilidad determinadas por la
legislación procesal común, los recaudos específicos previstos para aquel proceso en el
título IV de la Ley Nacional de Procedimientos administrativos (consid. 8).
Sólo queremos puntualizar que la Corte, por mayoría, ha venido a superar criterios
anteriores criticables(52).
Y lo hace sobre la base de argumentos que no podemos sino compartir:
VII
Conclusión
En síntesis: Las dos cuestiones resueltas por la Corte Suprema —admisibilidad del control
judicial de oficio de la habilitación de la instancia e improcedencia de la revisión judicial de
la decisión recaída, en cuanto al fondo, en una denuncia de ilegitimidad— están
sustentadas, en nuestra opinión, en argumentos sólidos, claros y coherentes que
conducen a una solución equilibrada y, por ende, justa, para los intereses en juego.
NOTAS
(4) Grau, ob.cit, págs.121/122. Al comentar el art. 36 del aún hoy vigente Código de
Procedimientos de lo Contencioso Administrativo de la Provincia de Buenos Aires —que
obliga a la Suprema Corte local a pronunciarse sobre la procedencia de la demanda ’en el
primer día de los que señale para ocuparse de los asuntos contenciosoadministrativos’—,
Dana Montaño expresó, en coincidencia con su postura en la referida Conferencia, que
esa exigencia procesal está de acuerdo con la conveniencia general y los principios
procesales de la economía en el procedimiento, para evitar desgaste de jurisdicción en
interés de ambas partes (Código de Procedimientos de lo Contencioso Administrativo para
la Provincia de Buenos Aires, Concordado y Comentado, Buenos Aires 1955, pág. 260).
(6) Vallefín, Carlos A., Proceso Administrativo y Habilitación de Instancia, La Plata, 1994,
pág. 132. Una relación de leyes nacionales que contemplan la revisión judicial de oficio,
antes del traslado de la demanda, de los requisitos de admisibilidad de la pretensión en
diversos procesos contenciosos administrativos especiales, y de leyes provinciales del
mismo tenor, puede verse en el considerando 9 del fallo comentado.
(7) Así sucedió, por ejemplo, en el proyecto de 1978 elaborado por los doctores Miguel S.
Marienhoff, Juan Carlos Cassagne y Héctor J. Escola, con la colaboración del autor.
Asimismo, en el proyecto elaborado, en 1994, por la Comisión integrada por los Doctores
Rodolfo C. Barra, Juan Carlos Cassagne, Julio R. Comadira, Juan O. Gauna, Carlos
Grecco, Miguel S. Marienhoff y Juan Carlos Cantero también se prevé un juicio
introductorio sobre la ’admisión del proceso’ que debía efectuar el juez de la causa. Mas
recientemente, se lo contempla también en el proyecto de Código Contencioso
Administrativo remitido por el Poder Ejecutivo Nacional, en diciembre de 1998, para su
tratamiento en las sesiones extraordinarias.
(8) Grau, ob. cit., pág. 124. La ley española de la Jurisdicción Contenciosa Administrativa
de 1956 contemplaba ya la obligación del tribunal de declarar la inadmisión del proceso
cuando constare de modo inequívoco y manifiesto la firmeza del acto impugnado por no
haberse interpuesto los recursos correspondientes en sede administrativa o por la
caducidad del plazo de impugnación judicial (art. 62, inc. 1º), apartados b) y d). Sobre el
tema, ver Derecho Procesal Administrativo, de Vicente Gimeno Sendra, Víctor Moreno
Catena, Jorge Garberí Llobregat y Nicolás González Cuéllar Serrano, Valencia, 1993,
págs. 130 y 405 y ss.; asimismo, Jesús González Perez, Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativa (Jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal
Constitucional, Madrid, 1992, págs. 215/216 y 304/305). La actual ley 29/1998, del 13 de
julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, conserva la obligación del
Juez o Tribunal de declarar la inadmisibilidad del recurso cuando constare de modo
manifiesto e inequívoco que él fue interpuesto contra actividad no susceptible de
impugnación o habiendo caducado el plazo de interposición (art. 51, inc. 1º), apartados c)
y d). Ver, sobre el tema, la obra coordinada por Enrique Arnaldo Alcubilla y Rafael
Fernández Valverde, Jurisdicción Contencioso administrativa (Comentarios a la ley
29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Madrid,
1998, págs. 677 y ss.).
(9) Una consulta que realizamos en su momento con el señor Fiscal Federal de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Fuero Contencioso Administrativo Federal, doctor José María
Medrano, nos permitió arraigar la convicción de que la práctica descripta en el texto
contribuyó a la disciplina profesional de los abogados patrocinantes, tanto de los
accionantes contra el Estado como de los de éste.
(10) CS, 13/03/90, [ED, 138-318], ver consid. 7º. En ella, el actor había impugnado
administrativamente, en el año 1986, una resolución del Instituto Nacional de
Cinematografía, dictada en el año 1977, por la que se le había denegado el otorgamiento
de un subsidio para la producción de una película. La denuncia de ilegitimidad así
planteada fue denegada por la autoridad administrativa, motivo por el cual el actor accionó
judicialmente, peticionando la declaración de nulidad de la resolución originaria. Tanto el
juez de primera instancia —de acuerdo con el dictamen de la señora fiscal federal— como
la Cámara, declararon no habilitada la instancia, en atención a la notoria extemporaneidad
del planteo (Fallos, 313:228, LL, 1990-C-317, [ED, 138-317], con nota de Germán Bidart
Campos, Rechazar de oficio la habilitación de la instancia judicial produce indefensión).
(11) Fallos, 310: 2709. En este caso, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro había
rescindido un contrato de arrendamiento con opción de compra de un sistema de
computación, con fundamento en el incumplimiento de la empresa contratista. En
consecuencia, había reclamado judicialmente el cobro de la multa impuesta a ésta en la
resolución rescisoria y de las sumas abonadas a título de adelanto. La empresa, por su
parte, había deducido reconvención contra la resolución citada y peticionado, a su vez, los
daños y perjuicios resultantes de la, a su parecer, injusta extinción del contrato.
(14) CNCAF, S. III, ’Avanzada S.A. c. Gas del Estado’, del 14/8/90, LL, 1990-E-470.
(15) Así, CS, 22/3/90, ’Pozzi, Angel L. c. Municipalidad de Córdoba’, JA,1990-III-28, donde
el Alto Tribunal sostuvo que si la demanda se sustancia sin que la accionada oponga
como excepción o defensa la falta de agotamiento de la vía administrativa, la decisión que
tiene en cuenta esta circunstancia desbarata una situación procesal ya consolidada al
amparo de la preclusión, privando al interesado de obtener una sentencia sobre el fondo
del problema.
(16) Por ejemplo, ley de procedimiento tributario 11.683, t.o. 1978 [EDLA, Suplemento
Especial de agosto de 1998], arts. 84 y 85; ley 16.986 [ED, 16-967], art. 3º; ley 22.415
[EDLA, 1981-108] (Código Aduanero), arts. 1175/6; decreto-ley 14.715/57, arts. 1º y 2º.
Estas mismas normas aparecen citadas en el considerando 9º del fallo comentado.
(17) Cabe destacar que conforme con el art. 117, inc. 4º, de la ley 1893 —entonces
vigente— correspondía al Ministerio Público ’velar por el cumplimiento de las leyes,
decretos, reglamentos y demás disposiciones que deben aplicar los tribunales’, entre
ellos, las normas que establecen requisitos para la habilitación de la instancia contencioso
administrativa.
(18) Sayagués Laso, Enrique, Tratado de Derecho Administrativo, t. II, segunda edición,
Montevideo, 1972, pág. 437, nota 3.
(19) Forsthoff, Ernst, Tratado de Derecho Administrativo, Madrid, 1958, pág. 573.
(20) Barra, Rodolfo, Principios de derecho administrativo, Buenos Aires, 1980, pág. 152 y
ss.; Cassagne, Juan C., Derecho administrativo , t. I, sexta edición, Buenos Aires, 1998,
pág. 118 y t. II, sexta edición, pág. 16 y ss.
(23) José A. Trevijano Fos, Tratado de derecho administrativo, Madrid, 1974, t. I, pág. 458
y ss.
(24) Barra, ob. cit., pág. 161; Cassagne, ob. cit., pág. 21. Al carácter de ’prerrogativa’ se
hizo referencia en la sentencia recaída en la causa ’Serra’ cit. (consids. 7º, 9º, 17 y 18).
(25) Barra, ob. cit, pág. 161. Alcubilla y Valverde, Jurisdicción Contencioso Administrativa,
ob. cit, pág. 682, ponen de relieve, con cita de jurisprudencia del Tribunal Supremo
Español, que si bien las exigencias procesales, como el plazo de caducidad, deben
interpretarse con flexibilidad, no pueden dejar de cumplirse pues supone una garantía
para la Administración y administrados que viene impuesta por el principio de seguridad
jurídica.
(28) Debe recordarse que, de acuerdo con el reglamento de la LNPA, aprobado por
decreto 1759/72, t.o. 1991, el único recurso obligatorio a fin de impugnar actos definitivos
o asimilables emanados de la Administración Central, es el jerárquico (arts. 89 y ss.). En
él, además, ante la falta de resolución de la administración, se produce la denegatoria
tácita por el solo transcurso del plazo de 30 días, con lo que se halla habilitada la vía
judicial.
(29) Quien, a su vez, cita a Bielsa, Fiorini, Altamira y Argarañaz (Fallos, 288: 398).
(30) Bielsa, en efecto, lo consideró en su momento un requisito general exigido por todas
las legislaciones. (Sobre lo contencioso administrativo, Buenos Aires, 1954, 2ª Edición,
pág. 122). Héctor A. Mairal, por su parte, critica esta afirmación de Bielsa, porque la
considera demasiado absoluta, Control judicial de la Administración Pública, vol. I, Buenos
Aires, 1984, pág. 306.
(33) En nuestro país, se ha indicado que cualquier interpretación que conduzca a excluir
la impugnación judicial de actos administrativos por particulares, de la sujeción a los
plazos fijados por el art. 25, resulta en principio contraria a una pauta interpretativa capital,
la de dar pleno efecto a la voluntad del legislador (CNCAF, en pleno, 24/4/86, ’Petracca e
hijos, S.A.C.I.F.I. y otros c. Estado Nacional-Ente Autárquico Mundial ‘78’ [ED, 118-391],
en Fallos Plenarios de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal, recopilación, supervisión y anotacíon de Marcelo Gustavo
Carattini, Buenos Aires, 1997, pág.194. La Corte Suprema de Justicia de la Nación
declaró en reiteradas oportunidades la constitucionalidad de los plazos de caducidad
fijados por las legislaciones procesales administrativas provinciales (Fallos, 200:444 y
484; 209:526) e hizo lo propio respecto del plazo de caducidad establecido por el artículo
25 de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos (CSJN, 5/4/95, ’Gypobras, S.A.
c. Estado Nacional’, LL, 1995-E-473, considerandos 8º y 9º). Ha señalado Tomás
Hutchinson, que al tiempo de la sanción de la LNPA, el plazo por ésta fijado era de menor
extensión que el generalmente establecido en las legislaciones provinciales, Régimen de
procedimientos administrativos, Buenos Aires, 1992, pág. 168). Sobre la exigencia de esta
clase de plazos en el derecho comparado puede verse Javier Barnes Vázquez
(coordinador), La Justicia administrativa en el Derecho Comparado, Madrid, 1994:
Alemania, La Justicia Administrativa Alemana, por Karl Peter Sommermann, pág. 69 y ss.;
en especial págs. 78; 84; 86; 91 y 94; Italia, La Justicia Administrativa, por Giandomenico
Falcon págs. 225 y 226; La Justicia Administrativa en Francia, por Frank Moderne, pág.
313; Gran Bretaña, Judicial Review de los actos administrativos en el Reino Unido, por
C.M.G. Himsworth, pág. 527. Acerca del sistema francés puede consultarse, asimismo,
André de Laubadère, Jean Claude Venezia, Yves Gaudemet, Traité de Droit Administratif,
t. I, 13 édition, Paris, 1994, pág. 441 y ss. y 485 y ss. Respecto de los plazos para
impugnar judicialmente la actividad administrativa en los E.E.U.U, ver Bernard Schwartz,
Administrative Law, Boston, Toronto, 1976, pág. 432 y ss. y 438 y ss. Id., Richard J.,
Pierce, JR., Sidney A., Shapiro y Paul R. Verkuil, Administrative law and process, New
York, 1992, pág. 120 y ss. Carlos Tribiño explica que la doctrina ha señalado que este tipo
de limitaciones temporales establecidas por el legislador, tienen por finalidad impedir que
los actos de la Administración queden expuestos a la eventualidad de su revocación o
anulación por tiempo indefinido. Se trata —agrega— de evitar una incertidumbre continua
en el desenvolvimiento de ese ámbito estatal. El fundamento jurídico de esas normas es
que la ejecutoriedad y la presunción de legitimidad de los actos administrativos, al igual
que la naturaleza de los intereses en juego, justifican que la interposición de la demanda
contenciosoadministrativa se deba efectuar en un término urgente, inmediato y breve, El
plazo de extinción de la acción contenciosoadministrativa en la provincia de Buenos Aires,
LL, 1990-D-784, Sec. doctrina.
(34) Fiorini, Bartolomé A., Qué es el contencioso, Buenos Aires, 1965, pág. 88.
(36) Art. 8, último párrafo del decreto 411/80, t.o., 1987, reglamentario de la ley 17.516 de
representación judicial del Estado. Sobre el alcance de los poderes de los representantes
del Estado en juicio, puede verse Fernando Raúl García Pullés, Representación del
Estado en Juicio, Buenos Aires, 1993, epecialmente pág. 53 y ss.
(37) Además, obliga a la Administración a oponer en todos los casos —aun en los
extremadamente dudosos— la falta de habilitación como excepción.
(38) Recasens Siches, Luis, Introducción al estudio del Derecho, México, 1977, pág.
112/113.
(41) Ver, sobre esta idea, Julio Oyhanarte, en Poder Político y Cambio Estructural en la
Argentina, Buenos Aires, 1967, pág. 16.
(45) Confr. Bielsa, Relaciones del Código Civil con el derecho administrativo, Buenos
Aires, 1923, con referencia a las relaciones contractuales, pero en términos que pueden
extenderse a todas las relaciones o situaciones regidas por el derecho público (pág. 36).
En ellas interviene —como afirma este autor— un órgano de intereses colectivos, una
entidad pública, que en la gestión y tutela de las necesidades o simples intereses públicos
debe proceder investida del poder que tiene necesariamente (ob. cit., pág. 31). Bielsa cita
a José María Moreno, quien sostuvo que, aun cuando es necesario garantir los derechos
individuales que puedan ser heridos por la acción administrativa, es preciso, sin embargo,
que la apreciación de los jueces sobre los debates a que dé lugar la cuestión, reconozca
por punto de partida el interés general, penetrándose de la máxima de que en esta clase
de cuestiones, el interés general, en caso de duda, debe prevalecer sobre el interés
individual (pág. 42, nota 8.2).
(48) Bianchi, Alberto, Control de Constitucionalidad, Buenos Aires, 1992, pág. 207 y ss.
(50) Votan con los mismos fundamentos los Ministros Julio Nazareno, Antonio Boggiano,
Gustavo Bossert y Adolfo R. Vázquez. El Ministro Carlos Fayt, por su parte, se remite,
para esta cuestión, a su voto en el caso ’Construcciones Taddía’ (ver consid. 4 de su
voto).
(51) Nos remitimos a nuestro trabajo, Procedimiento administrativo y Denuncia de
Ilegitimidad, Buenos Aires. 1996, en especial pág. 84 y ss.
(53) Comadira, Procedimiento..., ob.cit, pág. 84, punto 6.2., en especial pags. 85, tercer
párrafo, y 87, segundo párrafo.