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PROBLEMAS DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 1er CUATRIMESTRE DE 2019

“INTENTIO” E INTENCIONALIDAD
Selección de textos

I. “Las discusiones contemporáneas sobre la naturaleza de la intencionalidad fueron lanzadas y


muchas de ellas anticipadas por Franz Brentano en su libro Psicología desde un punto de vista
empírico (1874), de donde tomo dos famosos párrafos:
«Todo fenómeno mental se caracteriza por lo que los escolásticos de la Edad Media llamaron la
inexistencia intencional (o mental) de un objeto y lo que podríamos llamar, aunque no sin ambigüedad, la
referencia a un contenido, la dirección hacia un objeto (que no debe entenderse aquí como si significara
una cosa) o la objetividad inmanente. Todo fenómeno mental incluye dentro de sí algo a modo de objeto,
aunque no todos de la misma manera. En el fenómeno del presentificarse, algo se hace presente; en el
juicio, algo es afirmado o negado; en el amor, amado; en el odio, odiado; en el deseo, deseado y así.»
«Esta inexistencia intencional es característica exclusivamente de los fenómenos mentales. Ningún
fenómeno físico exhibe nada como esto. Podemos, por tanto, definir los fenómenos mentales diciendo que
son aquellos fenómenos que contienen intencionalmente un objeto dentro de sí mismos.»
Cuando uno lee estas líneas surgen numerosas preguntas: ¿qué quiere significar Brentano cuando
dice que el objeto hacia el cual la mente se dirige ‘no debe entenderse como si significara una
cosa’? ¿Qué puede ser, para un fenómeno (mental u otro) exhibir ‘la inexistencia intencional de
un objeto’? ¿Qué es para un fenómeno ‘incluir dentro de sí mismo algo a modo de objeto’? La
‘referencia a un contenido’ y la ‘dirección hacia un objeto’ ¿expresan ideas distintas o son dos
maneras distintas de expresar una y la misma idea? Si la intencionalidad puede relacionar a la
mente con algo que no existe o bien existe solo dentro de la mente, ¿qué clase de relación puede
ser? [...]
En los dos pasajes citados, Brentano bosqueja un programa entero basado en tres tesis distintas.
Según la primera tesis, es constitutivo del fenómeno de la intencionalidad (tal como es exhibido
por estados mentales tales como amar, odiar, desear, creer, juzgar, percibir, esperar y muchos
otros, que estos estados mentales estén dirigidos hacia cosas diferentes de ellos mismos. Según
la segunda tesis, de los objetos hacia los cuales en virtud de la intencionalidad se dirige la mente
es característico que tengan la propiedad que Brentano llama inexistencia intencional. Según la
tercera tesis, la intencionalidad es la marca de lo mental: todos los estados mentales y solo ellos
exhiben intencionalidad.” (Jacob, P., “Intentionality” en E. N. Zalta (ed.), The Stanford
Encyclopedia of Philosophy (Spring 2019) URL = <https://plato.stanford.edu/archives/spr2019/
entries/intentionality/>.)

II. Con vistas a explorar las raíces arábigas de la teoría de la intencionalidad, será provechoso
esbozar los principales rasgos que, desde Brentano, han sentado las bases para las teorías de la
intencionalidad. Las siguientes tres tesis parecen ser comunes a casi todos los más recientes
propulsores de la intencionalidad, y de éstas, las dos primeras parecen las más fundamentales.
1. Direccionalidad a un objeto [Object-directedness]: los actos mentales están dirigidos hacia
objetos distintos de quien los percibe.
2. Existencia mental: un modo especial de ser —esse intentionale o “inexistencia intencional”,
para usar la expresión de Brentano— es propio de los objetos de conocimiento en tanto son
conocidos.

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3. Conciencia: la intencionalidad es la propiedad distintiva de la conciencia: todos y solo los


estados conscientes son intencionales.
En adición a estas tres tesis nucleares, las teorías de la intencionalidad frecuentemente son
asociadas con un cuarto tema, a saber:
4. Conocimiento de no-existentes: la existencia intencional es invocada para solucionar el
problema de cómo puede decirse que conocemos objetos que no existentes en el mundo
externo.*
* Una quinta tesis, el Representacionalismo, es también aducida por M. D. Dummet, Origins of Analytic
Philosophy, Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts) 1993, p. 31: «No hay sino un corto
paso desde una posición tal [i.e., que los no existentes tienen inexistencia intencional] a la tesis de que el
objeto de todo acto mental debe ser considerado tal que cuenta solo con inexistencia mental, pero
representa el objeto externo, si es que lo hay.».” (BLACK, D. L., “Intentionality in Medieval Arabic
Philosophy” en Quaestio 10 (2010), pp. 66-67 de 65-81) [N. de la A.]

III. “Los comportamientos [Verhaltungen] tienen la estructura del dirigirse-hacia, del estar-
centrado-en u orientarse-a. La fenomenología, apoyándose en un término escolástico, caracteriza
esta estructura como intencionalidad. La escolástica habla de la intentio de la voluntad
(voluntas), dicho de otro modo, no habla de la intencionalidad sino en referencia a la voluntad.
Está lejos de atribuir la intentio a otros comportamientos del sujeto o incluso de concebir desde
un principio el sentido de esta estructura. Es, pues, un error tanto histórico como doctrinal decir,
como es corriente hoy en día, que la teoría de la intencionalidad es una teoría escolástica.”
(HEIDEGGER, M., Die Grundprobleme der Phänomenologie, citado en COURTINE, J.F., La cause
de la phénoménologie, Paris, Presses universitaires de France, 2007, p. 82)

IV. “… la intención, como el mismo nombre lo indica, significa «tender hacia algo» (in aliquid
tendere). Ahora bien, hacia algo tiende tanto la acción del que mueve como el movimiento del
móvil. Pero el hecho de que el movimiento del móvil tienda hacia algo, procede de la acción del
que mueve. De allí que el nombre de intención primaria y principalmente pertenece a aquello
que mueve hacia el fin. Por ello, decimos que el arquitecto y todo el que prescribe, con su orden,
mueve a otros hacia aquello a lo que él mismo tiende. Pero la voluntad mueve todas las otras
potencias del alma hacia el fin, como antes se ha establecido. Por ello, es manifiesto que la
intención es, propiamente, un acto de la voluntad.” (TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica, I-II q.
12, a. 1)

V. “Primero quiero distinguir respecto del nombre «intención», pues se dice de muchas
maneras. Así pues, hay que saber que la intención pertenece tanto a la voluntad como al
entendimiento. Y puesto que parece que la intención implica una tendencia hacia algo distinto
(tendentia in quoddam alterum), la intención conviene tanto a la voluntad que tiende a su objeto,
como también al entendimiento respecto de su objeto. Así pues, la intención por parte de la
voluntad se dice de dos maneras. [I.1] De un modo, el acto mismo de la voluntad que tiende a
obtener algún fin por algún medio [...]. [I.2] De otro modo, se llama intención a la cosa intentada
(dicitur intentio res intenta), así como a veces se llama voluntad a la cosa querida, esto es, la que
alguien quiere, así como se dice que el beber es voluntad del sediento. Ahora bien, por parte del
entendimiento, la intención se dice <también> de dos maneras. [II.1] De una, se dice que la
intención es de parte del mismo que entiende, esto es, <que la intención es> aquello que, por
modo de alguna representación, lleva al entendimiento al conocimiento de alguna cosa, sea

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<ello> la especie inteligible, el acto de entender o el concepto de la mente cuando <la mente>
forma un concepto perfecto de la cosa. De este modo también podría extenderse el nombre
“intención” a cualquier semejanza o ejemplar que conduce al conocimiento de la cosa. [II.2] De
otra manera, se llama intención a aquello que está de parte de la cosa entendida, y de esta
manera se llama intención a la cosa misma que es entendida en cuanto el entendimiento tiende a
ella como a algo conocido por el acto de entender. Y la intención tomada en este sentido
significa, [II.2.1] formalmente y en abstracto, el término de dicha tendencia o su misma
terminación, la cual es cierta disposición de la cosa entendida con respecto al acto de entender.
En cambio, [II.2.2] en concreto y materialmente, significa aquello que es entendido, sea ello lo
que sea.” (HERVEO DE NATAL, De secundis intentionibus, d. 1, q. 1, § 4, §§ 14-16; Dijs, 116)

VI. “Ha de saberse que este nombre «intención» es equívoco. De un modo se llama «intención»
[i] al acto de la voluntad. De otro modo, [ii] a la determinación inteligible <que es> formal en la
cosa (ratio formalis in re), tal como la intención de la cosa a partir de la cual se toma el género
difiere de la intención a partir de la cual se toma la diferencia. De un tercer modo se llama
<también intención> [iii] al concepto (conceptus). De un cuarto modo, se llama <intención> [iv]
a la razón que tiende hacia el objeto, como la semejanza se llama razón que tiende hacia aquello
de lo cual es <semejanza>. Y de este modo se dice que la luz <que emana> [ lumen] es intención
o especie de la <fuente de la> luz [lucis].” (JUAN DUNS ESCOTO, Ordinatio II d. 13, q. un.)

VII. “Por mucho que la potencia cognitiva sea informada por un hábito y una especie diferentes
de la acción cognitiva, no puede salir hacia la acción cognitiva, si no tiende primero hacia el
objeto actualmente (nisi prius intendat actualiter in obiectum), de tal modo que la mirada
(aspectus) de su intención se halle actualmente convertida y dirigida hacia él.” (PEDRO DE JUAN
OLIVI, Quaestiones in secundum librum Sententiarum, q.72, resp.; ed. B. Jansen 9).
“Pues el acto y la mirada (aspectus) cognitivos se clava (figitur) en el objeto y lo tiene
intencionalmente embebido dentro de sí (intra se imbibitum).” (PEDRO DE JUAN OLIVI,
Quaestiones in secundum librum Sententiarum, q.72, resp.; ed. B. Jansen 35).

VIII. “... el entendimiento no sólo es afectado realmente por el objeto real que imprime tal
especie real, sino que además es afectado con una pasión intencional por aquel objeto que
resplandece en la especie; y esa segunda afección es la «recepción de la acción de entender» ...”
(JUAN DUNS ESCOTO, Ordinatio I d. 3, p. 3, n. 386 [Vat. III, p. 235])
“... debe decirse que hay ambigüedad respecto de la presencialidad. En efecto, una es la
presencialidad real del objeto y la potencia, ya sea activa o pasiva; y otra es la presencialidad del
objeto cognoscible. Y ésta no requiere la presencia real del objeto, sino que bien requiere algo
en lo cual resplandezca el objeto. Digo, por tanto, que la presencia real del objeto es causa real
de la especie, y en ella el objeto está presente. De allí que en la primera presencia el objeto sea
causa eficiente, mientras que en la segunda la presencia sea una presencia formal de la especie.
Pues la especie es de tal naturaleza que en ella está presente el objeto de modo cognoscible, no
efectiva o realmente, sino al modo de lo que resplandece.” (JUAN DUNS ESCOTO, Reportata
Parisiense I-A d. 3, q. 4)

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