Cañón Pinto-Javier Fernando-Internacionalización de La Educación Superior-Elementos para Un Análisis Sociológico

Capítulo 1
LA FÍSICA
COMO UN HUMANISMO
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Torre, A. C. D. L. (2012). Física en perspectiva humanística. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com

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1.1. La esencia de la física
Física: todos saben o creen saber lo que es, pero existe

un variado espectro de opiniones sobre ella. Algunos dicen: “la
odio” ¡no la conocen! otros la sobrevaloran y la creen infalible
¡tampoco la conocen! También pueden existir quienes la ejercen,
la practican e investigan en ella, pero desconocen su dimensión
humanística esencial. Mucha gente puede asociar la física con lo
que aprendió en el colegio secundario en esa asignatura en la que
se hablaba de la palanca, de la polea, y de unos móviles que par-
ten de algún lugar y se cruzan con otros que parten de otro lado.
Si es así, ellos tienen una imagen errónea de lo que es la física.
También yerran los que la identifican con supercomputadoras,

aviones ultra veloces, viajes al espacio, potentes armas láser, y
con todo tipo de artefacto tecnológico asombroso. Yerran por-
que están confundiendo dos cosas relacionadas, pero claramente
diferentes: la ciencia y la tecnología (veremos después la impor-
tancia de diferenciarlas). Los diccionarios y enciclopedias men-
cionan la física como algo que tiene que ver con la materia y
sus transformaciones, energía, fuerzas, etc. Estas definiciones no
son totalmente incorrectas, pero no transmiten las característi-
cas esenciales de lo que es la física. Son éstas las que nos interesan
aquí porque, aunque no sean sus propiedades exclusivas, sí son
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A. C. de la Torre - Física en perspectiva humanística
esenciales en ella.
La física es algo de lo cual uno se puede
enamorar (nadie se enamora de una palanca o
de una polea). Esta característica no es, por su-
puesto, exclusiva de la física, pero toda defini-
ción que la omita es incompleta. Los grandes físi-
cos –y también los “normales” que integran esta
privilegiada comunidad– están profundamente
enamorados de esa ciencia; piensan en ella con-
tinuamente; no conocen vacaciones ni descanso,
y no los conocen porque no los necesitan ni los
desean. Muchos grandes descubrimientos han si-
do hechos en momentos de paseos o durante viajes de esparci-
miento. Muchos físicos narran que al despertar se les han pre-
sentado magníficas ideas, se les han presentado porque han esta-
do “trabajando” toda la noche durante el sueño. El físico no lo
es sólo durante las ocho horas de trabajo, sino durante las vein-
ticuatro horas del día y todos los días. Esto es posible solamente
si se está enamorado de la física. Muchos físicos sentimos algún
malestar al cobrar el salario que nos pagan en las universidades
por hacer algo que nos llena de placer (aunque algunas veces nos
duela). Un físico bromeaba (no tanto) diciendo que a los físicos
y a las prostitutas de lujo les pagan por hacer lo que les gusta.
La física es un lenguaje adecuado al diálogo entre el ser hu-

mano y la naturaleza. Como todo lenguaje, tiene dos polos. El
físico describe la naturaleza con teorías y modelos y la interro-
ga con experimentos. La naturaleza responde con los resultados
empíricos. Como todo lenguaje, la física se aprende y los que
hablamos ese idioma lo integramos y se nos hace natural. A los
que no lo conocen les parece “chino”. El físico aprende a “leer”
la naturaleza y se emociona frente a la poesía que de ella emana.
Como ejemplo de esa forma de ver o leer el poema de la natura-
leza, recuerdo haber visto, al borde de un arroyo en las sierras,
una espiga de hierba curvada sobre el agua, cuyo extremo esta-
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Capítulo 1. La física como un humanismo
ba a pocos milímetros del flujo turbulento del arroyo. A veces

la espiga tocaba el agua y era arrastrada unos centímetros hasta
que se liberaba, luego volvía a su posición inicial para ser nueva-
mente arrastrada. El fenómeno se repetía empecinadamente. Yo
leí esa danza de la espiga y el agua como un sistema físico, como
un oscilador armónico con excitación aleatoria. Esta descripción
hecha por un físico tiene tanta belleza como la que hubiera po-
dido contener la hecha por un poeta. Es el mismo poema tradu-
cido a diferentes lenguajes. Otro ejemplo: recuerdo una mañana
haberme emocionado por un haz de luz solar que incidía en una
gota de agua suspendida y que, después de múltiples reflexiones
internas, salía de ella pero con sus diferentes colores en cada di-
rección, de forma tal que, al mover yo mi cabeza unos pocos
centímetros, veía los variados colores que componen la luz so-
lar. Intenté comunicar esa poesía a mi hija adolescente, pero ella
no hablaba aún el mismo idioma y lo tomó como otra de mis
tonterías. Así, la física brinda una forma particular de ver y de
comunicarse con la naturaleza; el físico está permanentemente
considerando el mundo como un conjunto de sistemas físicos, a
veces sencillos y claros, otras veces complejos e incomprensibles,
pero siempre bellos.
Varias veces se ha relacionado la física con la belleza, y
conviene entonces analizar el rol de la estética en la física en un
contexto más amplio. El bien, la belleza y la verdad son tres me-

tas culturales. Se puede pensar al ser humano y a la sociedad de
seres humanos como insertos en un espacio con tres dimensio-
nes ortogonales:
ética: búsqueda del bien,
estética: búsqueda de la belleza,
científica: búsqueda de verdad.
Para esta representación geométrica necesitamos definir la di-
rección de las coordenadas, o sea, establecer criterios que nos
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permitan asignar grados de belleza de verdad o de bondad a las

acciones y saberes humanos. Para la verdad, existen criterios cla-
ros, casi siempre de naturaleza empírica, que nos permiten afir-
mar, con alguna certeza, la validez de nuestros conocimientos;
el problema es complejo y es motivo de estudio de la epistemo-
logía. Para la belleza, se han establecido códigos estéticos, cam-
biantes en el tiempo y condicionados culturalmente, pero que
tienen suficiente aceptación universal: todos estamos de acuerdo
en que la sonata Claro de Luna y la joven Brigitte Bardot son
bellas. Definir el bien es sin duda difícil, pero se puede propo-
ner ingenuamente que una cosa o acción es buena si maximiza
la satisfacción de la suma de los deseos de todos los individuos
de la sociedad y minimiza sus frustraciones (con esto se puede
“demostrar” que el amor es mejor que el odio). Una cuestión in-
teresante es si las acciones del ser humano y de la sociedad están
caracterizadas por correlaciones positivas entre verdad, belleza
y bien. Se puede intentar afirmarlo a pesar de que existen cla-
ros ejemplos de correlaciones negativas: la música de Wagner ha
alcanzado altísimos grados de belleza, pero la postura ética del
compositor, y sobre todo la de sus admiradores, es detestable;
existen personas profundamente buenas, pero totalmente erra-
das; existen buenos científicos impermeables e insensibles a la
belleza de un poema y también otros que adoptaron las aberra-
ciones del nazismo u otras ideologías criminales. A pesar de estas

excepciones, que pueden ser consideradas como deformaciones
culturales, es posible adoptar el siguiente Postulado Humanista:
la humanidad evoluciona incrementando en escalas históricas el
conocimiento fundado, el bien individual y común y la belleza
de sus obras. En este contexto (más deseado que realizado) se
destaca la relación entre la belleza y la física. La historia de la
ciencia muestra que la búsqueda de belleza y simetría ha sido un
potente motor para descubrimientos y que los códigos estéticos
se han desarrollado de manera compatible con las verdades cien-
tíficas. No puedo encontrar ningún ejemplo de un conocimiento
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científico “feo” y, por el contrario, hay infinidad de ejemplos de

belleza en los saberes de la ciencia. Este contenido de belleza en
la ciencia ha sido reconocido, entre muchos, por José Martí en
una carta a María Mantilla (supuestamente su hija) al escribir:
“Donde yo encontré poesía mayor es en los libros de ciencia”.
1.2. Motivación
En los espacios dedicados a la enseñanza de las ciencias

se encuentran numerosos trabajos que analizan qué y cómo en-
señar, pero rara vez se plantea la cuestión de por qué hacerlo.
Veamos algunas motivaciones para justificar por qué es bueno
propagar el conocimiento de la física.
A modo de resumen podemos adelan-
tar que se debe enseñar física para conectar la
gente con su propia historia; se debe enseñar
física para proteger la sociedad del oscurantis-
mo, de las pseudociencias y de las charlatane-
rías; se debe enseñar física para poder ubicar
correctamente al ser humano en la escala tem-
poral y espacial de la naturaleza. Piensan al-
gunos, pero es dudable, que se debe enseñar
física por sus múltiples y evidentes consecuencias tecnológicas.
Finalmente, se debe enseñar física porque sí, por su belleza, por

el placer de conocer, porque es una parte inseparable de la cultu-
ra y porque el saber nos hace libres y valoriza la humanidad.
Comencemos por este último argumento. Podemos in-
vertir la responsabilidad ante la pregunta “¿por qué enseñar físi-
ca?”, preguntando “¿y por qué no?” En otras palabras, se plantea
que no es necesario brindar ningún justificativo para la física.
El conocimiento de la naturaleza que brinda la física es una me-
ta en sí y su búsqueda es inherente a la naturaleza humana. No
tenemos la posibilidad de negar el conocimiento. Esta motiva-
ción es quizá la menos racional, pero posiblemente también, la
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más adecuada porque es ésta la que principalmente impulsa a los

científicos en la búsqueda obstinada, desinteresada, apasionada y
a veces dolorosa que, aunque muy pocas veces culmina en gran-
des descubrimientos, es parte permanente del quehacer diario
del físico. Es innegable que la búsqueda de belleza está en las
raíces de todos los grandes descubrimientos físicos. Dejemos es-
ta motivación verdadera, pocas veces mencionada, para analizar
otra, casi siempre señalada, pero de muy dudosa validez.
Es común que se invoquen las numerosas consecuencias
tecnológicas de la física para justificarla. Es evidente que la tec-
nología no existiría sin la física y que la tecnología de punta es
una valiosa herramienta para lograr nuevos conocimientos de
física. Física y tecnología se nutren mutuamente. Sin embargo,
a pesar de la fuerte interacción entre física y tecnología, mejor
dicho, por eso mismo, es importante diferenciarlas. De esa di-
ferenciación surge que la tecnología no puede ser una genuina
justificación para la física. La pregunta fundamental de la física
es qué es la naturaleza; mientras que la tecnología pregunta qué
hacer con ese conocimiento para lograr alguna meta o finalidad.
Esta diferencia es importante porque las metas o finalidades son
éticamente evaluables; en cambio, el conocimiento de la natura-
leza no tiene valoración ética. Por ejemplo, el conocimiento de
la física nuclear no es ni bueno ni malo, en tanto que su apli-
cación tecnológica puede ser buena (generación de electricidad),

o mala (armamento) de acuerdo con códigos éticos personales.
También sucede que ciertas metas tecnológicas, que en principio
son éticamente aceptables, traen efectos negativos adosados. Por
ejemplo, la televisión, ¿aumenta o disminuye el nivel cultural de
la sociedad?, ¿cuántas muertes por minuto generan los moder-
nos medios de transporte?, ¿en qué medida el impacto ecológico
de la industria moderna anula sus triunfos? Si aplicamos la com-
pleja evaluación ética de la tecnología a la ciencia, podríamos
llegar a la conclusión absurda de que la ciencia es indeseable, ab-
surda, porque es imposible negar el conocimiento.
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El objeto de estudio de la física es la naturaleza o, más

precisamente, las teorías y modelos que brindan una descripción
fidedigna de la naturaleza. Pero, en una visión global de la física
que no sólo incluye el qué estudiar y el cómo hacerlo sino tam-
bién el por qué, se enfatiza que el destino de dicho estudio es la
humanidad; en consecuencia, la física adquiere el carácter de un
humanismo. De esta manera, para su enseñanza aparecen nuevas
motivaciones asociadas a su rol humanista.
Una justificación para la enseñanza de la física es que es-
to contribuye a conectar al ser humano con su propia historia.
Cuando hoy pensamos en una época histórica pasada, se nos ha-
cen presentes imágenes e ideas que caracterizan la época en cues-
tión: obras de arte, pinturas, música, literatura, arquitectura, las
conmociones políticas, las estructuras económicas e industria-
les, las corrientes filosóficas; todas ellas se combinan con varia-
da intensidad para crear una idea global de una época histórica.
También la ciencia, y en particular la física del momento, parti-
cipa en gestar dicha imagen. Sin embargo, muchos individuos de
esa época ignoraban las ideas principales de la física del momen-
to. Estaban desconectados de su propia historia, al menos en ese
aspecto, como consecuencia de una deficiente educación.
Desde luego, hoy nadie puede saber cuál será la imagen
que se tendrá del siglo XX en el futuro, pero, indudablemente,
la física participará de ella. La relatividad especial y general, la

mecánica cuántica –con sus nuevos conceptos de espacio, tiem-
po y existencia–, los quarks, el Gran Pum, los agujeros negros,
la superconductividad, los sistemas caóticos y auto-organizados,
serán asociados con los hombres y mujeres del siglo XX y por
eso éstos no deben ignorarlos. De aquí surge la necesidad de en-
señar física para cumplir el rol humanístico de conectar al ser
humano con su propia historia. No solamente la física pasada,
sino también la del momento: hoy, a inicios del siglo XXI, se
debe enseñar y divulgar la física de este siglo.
Un conocimiento adecuado de física es también impor-
9
tante para ubicar correctamente la especie humana en la escala

espacial y temporal de la naturaleza. Esta escala es bien conocida
porque la física ha logrado desarrollar una imagen bastante con-
fiable de la evolución del universo desde sus inicios en el “Gran
Pum”. Si ubicamos al hombre y su cultura en la escala temporal
de la existencia del universo, si ubicamos la Tierra (que con tan-
ta soberbia habitamos) dentro de la escala espacial del universo,
aparece claramente lo ridículas que son las corrientes de pensa-
miento antropocéntricas, que no solamente existieron en el pa-
sado, puesto que hoy se presentan nuevamente como idealismos,
subjetivismos neopositivistas y constructivismos posmodernos.
La física moderna nos informa que no sólo estamos in-
sertos en regiones e intervalos minúsculos del espacio-tiempo de
la naturaleza, sino también que nuestros conceptos de espacio
y tiempo son groseras aproximaciones a la realidad de la natu-
raleza. Si bien dichas aproximaciones son claramente suficientes
para el quehacer cultural, el conocimiento de la estructura del
espacio-tiempo es una verdad que nos enriquece. Así, si bien la
creencia de que la Tierra era plana fue en principio una aproxi-
mación suficiente para el quehacer cultural del hombre primiti-
vo, sin duda ha sido un enorme progreso cultural descubrir la
esfericidad de la Tierra. Además de las modificaciones introdu-
cidas por la relatividad al concepto de espacio-tiempo, la mecá-
nica cuántica aporta modificaciones, aún no totalmente aclara-

das, al concepto de ubicación y localización en dicho espacio-
tiempo. Estas nuevas ideas pueden no tener relevancia práctica,
pero aportan una nueva perspectiva filosófica a la forma en que
el hombre se piensa a sí mismo, nuevamente, el rol humanista de
la física. Justamente, al asumir ese rol, la física entra en el debate
filosófico del realismo vs. idealismo con sus nuevos conceptos
de espacio, tiempo y localización, negando el realismo ingenuo
y presentando una perspectiva más rica para el realismo.
Un elemental conocimiento de la física y del método
teórico-experimental usado como criterio de verdad de sus afir-
10
maciones es suficiente para detectar los numerosos engaños de

las pseudociencias. Astrología, magia, telekinesis, premonicio-
nes, quirología, tarot, misticismos, milagros, etc., etc., son fá-
cilmente desenmascarados con simples experimentos, siempre
que sus defensores acepten someterse a rigurosos controles co-
mo los que se usan en todo experimento bien hecho. (En esta
lista de charlatanerías, Mario Bunge incluiría el psicoanálisis en
claro desacuerdo con Gregorio Klimovsky).
Además del grosero engaño de los charla-
tanes y de las pseudociencias, existe otro tipo de
engaño mucho más sutil y, por lo tanto, más pe-
ligroso. Aquí también el conocimiento de la física
puede ayudarnos. El rigor con el que sus afirma-
ciones son controladas y la riqueza de las perspec-
tivas de la naturaleza que brinda le han dado a la
física un gran prestigio (algo desmesurado). Nadie
se atreve a cuestionar sus verdades y solamente ella
está autorizada a revisar críticamente sus afirma-
ciones. Esta autoridad de la física es merecida, pe-
ro puede tener también efectos nocivos cuando es invocada para
validar argumentos que no están relacionados con ella. Es lícito
y constituye una valiosa herramienta didáctica utilizar sistemas
físicos como metáforas o como analogías de otros sistemas com-
plejos que se presentan en las ciencias sociales. Una condición

necesaria para este método didáctico es que el sistema físico que
se usa en la analogía sea más sencillo que aquello que se pretende
explicar, y no lo contrario. Desafortunadamente, existen noto-
rios abusos de esta metodología. Ejemplos de éstos son: usar la
topología y la teoría de nudos (que solamente algunos matemá-
ticos dominan) para aclarar algunos aspectos del subconsciente
(Lacan); relacionar la mecánica de los fluidos y la lógica mate-
mática con estructuras sociales; o bien las numerosas alusiones
a teorías físicas para no sé qué elucubraciones posmodernas. Es-
tos abusos se transforman en descomunales estafas cuando se de-
11
muestra profunda ignorancia y confusión en los conceptos físi-

cos y matemáticos usados. Estas “imposturas intelectuales” han
sido brillantemente denunciadas por Alan Sokal en un libro con
ese título que publicó junto con Jean Bricmont. (Sokal consi-
guió publicar un trabajo lleno de errores voluntarios y de frases
vacías de sentido en una prestigiosa revista de ciencias sociales
para demostrar la vulnerabilidad de estas ciencias frente a dichas
estafas). Un importante rol humanístico de la física es, enton-
ces, prevenir al humanista contra el engaño de inescrupulosos
que abusan de sus conceptos y términos en frases aparentemen-
te eruditas pero, en realidad, vacías de contenido, con las que
pretenden validar sus especulaciones.
Un buen conocimiento masivo de las ciencias en gene-
ral, y de la física en particular, del rigor de sus criterios de ver-
dad y en consecuencia, de la confiabilidad de sus afirmaciones,
es importante para contrarrestar desviaciones intelectuales preo-
cupantes. La ciencia siempre ha tenido y tendrá detractores que
la desvalorizan y en algunos casos llegan hasta negar sus descu-
brimientos. Una posible razón para esto es que la ciencia implica
conocimiento y el conocimiento es liberador; por lo tanto, todas
aquellas personas, grupos e instituciones, cuyo poder o dogmas
están basados en la ignorancia y el oscurantismo ven a la ciencia
como un serio obstáculo. La historia de la ciencia y de la cultura
está llena de ejemplos de esto. Felizmente, la historia también

muestra que aquella ha triunfado siempre sobre sus oponentes.
Más preocupante es la aparición reciente de nuevos opositores
de la ciencia que no vienen del campo oscurantista, sino de am-
bientes intelectuales, filosóficos y aun de la física misma. Así,
encontramos una corriente filosófica liderada por Feyerabend,
cuya epistemología asigna igual valor a las verdades de la ciencia
que a las pretensiones oscurantistas. En esa filosofía del “todo
vale”, la ciencia y los mitos tienen igual peso epistemológico.
Astronomía y astrología, predicciones y premoniciones, física
y magia, “todo es igual” en ese “cambalache” intelectual. Encon-
12

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También yerran los que la identifican con supercomputadoras,

La física es un lenguaje adecuado al diálogo entre el ser hu-

ba a pocos milímetros del flujo turbulento del arroyo. A veces

contexto más amplio. El bien, la belleza y la verdad son tres me-

permitan asignar grados de belleza de verdad o de bondad a las

ciones del nazismo u otras ideologías criminales. A pesar de estas

científico “feo” y, por el contrario, hay infinidad de ejemplos de

En los espacios dedicados a la enseñanza de las ciencias

Finalmente, se debe enseñar física porque sí, por su belleza, por

más adecuada porque es ésta la que principalmente impulsa a los

cación tecnológica puede ser buena (generación de electricidad),

El objeto de estudio de la física es la naturaleza o, más

la física participará de ella. La relatividad especial y general, la

tante para ubicar correctamente la especie humana en la escala

nica cuántica aporta modificaciones, aún no totalmente aclara-

maciones es suficiente para detectar los numerosos engaños de

plejos que se presentan en las ciencias sociales. Una condición

muestra profunda ignorancia y confusión en los conceptos físi-

está llena de ejemplos de esto. Felizmente, la historia también

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