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De esta pintura se ha dicho que es la primera obra impresionista de la historia de la pintura.

Marcel
Proust llegó incluso a asegurar que era “el más bello cuadro del mundo”. Elogios al margen, la
pintura es la cumbre del paisajismo holandés del siglo XVII y, por consiguiente, uno de los grandes
paisajes urbanos de todos los tiempos.

La composición aparentemente sencilla encierra algunos elementos excepcionalmente interesantes:


en primer lugar, destaca la claridad, casi pureza, con la que Vermeer representa los edificios de la
ciudad, para lo cual ha tenido sin duda que eliminar varias embarcaciones que sin duda vararían en
el puerto de la ciudad. Esto permite resaltar la visión de la arquitectura de Delft, que a su vez
constituye una barrera visual que impide la visión más allá de la profundidad decidida por el pintor.
Esto divide la composición claramente en tres planos: el superior, que ocupa aproximadamente tres
quintas partes de la pintura, representando el cielo; un intermedio que corresponde a la muralla
visual arquitectónica, y un inferior, en el que, junto al agua –que actúa como espejo del plano
anterior- aparece un pequeño grupo de figuras, pintadas –a diferencia de en otros muchos paisajes
de la época- por el mismo pintor. La pintura, increíblemente precisa, hizo suponer a muchos críticos
el uso de una cámara oscura, aunque dicho extremo no ha sido confirmado.

Texto: G. Fernández, www.theartwolf.com

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