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JOHANN CHRISTOPH ARNOLD

Las raíces del sufrimiento


LAS RAÍCES DEL SUFRIMIENTO
Johann Christoph Arnold

Si buscamos las raíces del sufrimiento, las encontraremos en


el excesivo deseo de poseer y en el espíritu del materialismo: el
afán por el dinero y las riquezas. Este espíritu es de Satanás, que
es un asesino desde el principio, como dijo Jesús. Trae oscuridad y
muerte. Muchos de los que le sirven tratan de esconderse detrás
de ideales maravillosos. Pero a pesar de estos ideales los frutos de
este espíritu son la injusticia y la muerte, y estas son las causas
del sufrimiento de nuestro tiempo y de todas las épocas. Si
examinamos honestamente al mundo sufriendo, veremos su
estrecha relación con nuestra propia culpa y la culpa de todos los
seres humanos de hoy, y también reconoceremos que, debido a
que este sufrimiento es un todo, somos parte de él y debemos
sufrir con todos los que sufren.

¡Hay muchísimo dolor en la tierra! Si estamos llenos del amor


de Dios, experimentaremos este dolor nosotros mismos;
sentiremos algo de la necesidad de los niños, los ancianos, los
enfermos mentales, los no deseados y los hambrientos. Pero si
solo vemos el sufrimiento del mundo, nuestra visión es
completamente parcial. Por el amor de Dios debemos reconocer y
proclamar el hecho de que el sufrimiento es un fruto del gran
pecado y la culpa del mundo, un fruto de la rebelión de la
humanidad contra Dios.

Solo Dios sabe qué proporción de la necesidad del mundo es


pecado y cuánto es sufrimiento. Se ha dicho que si uno pusiera el
mal del mundo en un lado de la balanza y su sufrimiento en el
otro, la balanza se equilibraría. No sé si esto es cierto, pero es
muy claro que el pecado y el sufrimiento van de la mano. La
guerra, por ejemplo, es un pecado, pero también implica un
enorme sufrimiento. Dios ve tanto el pecado como el sufrimiento.

Creemos en el anhelo indescriptible de Dios por salvar a la


humanidad, no solo de su necesidad, sino también de su pecado.
Es irreverente hablar de la necesidad del mundo sin ver el daño
hecho a Dios por el pecado del mundo, que es también nuestro
pecado.
Si no fuera por el anhelo de Dios de buscar a los hombres a
través de Jesús, no habría nada más en la tierra que la muerte
espiritual y física. Jesús es el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo. Él es la respuesta, la única respuesta a todo
pecado y necesidad.

Cuando vemos a las iglesias del mundo como son hoy en día,
donde el dinero tiene mucho poder y hay tan poca compasión por
los pobres, debemos sentirnos desafiados para ofrecer mucho más
ayuda. Sabemos que los primeros creyentes en la iglesia de Roma
alimentaron a sus propios pobres y a los pobres de toda la
ciudad.1 Ellos vivían en el primer amor de Jesús, y ahí es donde
nos quedamos cortos. El tiempo demanda que volvamos a este
primer amor.

De una carta: Dices que los pobres no tienen deseo de Dios,


que son completamente insensibles e indiferentes, que tú mismo
has pasado tiempo en un albergue para desamparados y
vagabundos, y que ellos solo querían llegar a la cima por sí
mismos, oprimir a otros y demás. Incluso dices que no hay razón
para tratar de ayudar a esas personas, que de todos modos no
quieren nada más.

Creemos en el anhelo indescriptible de Dios por salvar a la


humanidad, no solo de su necesidad, sino también de su pecado.

Querido hermano, ese no es el espíritu del amor de Jesús. Es


cierto que muchas personas son internamente insensibles, pero
esta apatía es una expresión de su necesidad. Es una señal —
probablemente la peor señal— de la fuerza de Satanás, el enemigo
de Jesús y el asesino desde el principio, que todavía gobierna
sobre la gente. ¿No te das cuenta de lo mucho que afliges a Jesús
cuando hablamos de la necesidad de nuestros semejantes de
manera tan fría y arrogante?

¿Crees que Jesús tenía esa actitud? ¿Crees que habría


muerto por nosotros si se hubiera sentido así? No podemos hablar
así sobre los pobres y oprimidos, no, estamos llamados a amar a
nuestros semejantes, y en especial aquellos que están tan mal que
ya no pueden ver el camino a seguir.
En estos días de violenta conmoción en nuestro país, la
extrema derecha es muy activa.2 Al mismo tiempo, otros con
grandes ideales que hablan de igualdad y justicia entre los
hombres y las naciones también están muy activos. No podemos
permanecer al margen. Si la gente va a la cárcel y da su vida por
sus creencias, solo podemos tener el más profundo respeto y
reverencia por ello. Pero también debemos anhelar y luchar por
una justicia más profunda que una basada en los derechos
humanos.

Existe una gran e interminable necesidad en la tierra, mucho


más de lo que jamás podamos imaginar. Una parte es la necesidad
económica, y algo de ella es necesidad social, pero de una manera
más profunda está toda la necesidad interior provocada en las
vidas de los seres humanos por los poderes oscuros de la
injusticia, el asesinato y la infidelidad. Algunos de nosotros
solíamos creer que a través de medidas políticas o sociales podrían
darse cambios radicales en nuestra sociedad, cambios que
respondieran a esta necesidad. Pero, como hemos visto una y otra
vez, los líderes del mundo de hoy siempre quedan atrapados en
sus propias mentiras y redes de deshonestidad; prevalece el vil
dominio del dinero, y la impureza y la infidelidad existen
dondequiera.

Sabemos que nuestras pocas comunidades no van a cambiar


el mundo. Pero Cristo lo hará, y queremos entregarnos
voluntariamente a él. Él demanda toda nuestra personalidad y
nuestra vida entera. Él vino a salvar al mundo, y creemos que él, y
no ningún líder humano, algún día gobernará la tierra. Por él
vivimos y damos nuestro máximo esfuerzo, y por él estamos
dispuestos a morir.
Sobre el autor

Muchas personas han encontrado


valiosos consejos de parte de Johann
Christoph Arnold, galardonado autor con
más de un millón de ejemplares de libros
impresos en más de 20 idiomas.

Destacado conferencista y escritor


sobre el matrimonio, la crianza de los
hijos, la educación y la senectud, Arnold
fue pastor principal del Bruderhof,
movimiento de comunidades cristianas.
Junto con su esposa Verena, aconsejó a miles de personas y familias
durante más de 40 años, hasta su muerte en abril de 2017.

El mensaje de Arnold tomó forma a partir de encuentros con


grandes pacificadores como Martin Luther King Jr., la Madre Teresa,
Dorothy Day, César Chávez y Juan Pablo II. Junto con Steven McDonald,
un oficial de policía paralítico, Arnold comenzó el programa Breaking the
Cycle (Rompiendo el ciclo), que trabaja con estudiantes en cientos de
escuelas públicas para promover la reconciliación a través del perdón.
Este trabajo también lo llevó a zonas de conflicto, desde Irlanda del
Norte y Ruanda hasta el Oriente Medio. Muy cerca de su casa, sirvió
como capellán en el departamento de policía local.

Arnold nació en Gran Bretaña en 1940, hijo de refugiados


alemanes. Pasó sus años de infancia en América del Sur, donde sus
padres encontraron asilo durante la guerra y emigró al estado de Nueva
York, EEUU, en 1955. Él y su esposa tienen ocho hijos y muchos nietos
y bisnietos.

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