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La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al agua salubre como aquella que presenta propiedades
microbianas, químicas y físicas que cumplen con sus criterios de calidad, es decir, que por su calidad es
inocua para el consumo humano.
Para que el agua que consumes en tu casa sea considerada apta, no puede contener componentes cuya
cuantía o densidad pongan en peligro tu salud. ¿Te has planteado alguna vez la diferencia que hay entre el
agua en estado natural y la que consumes? La diferencia es la contaminación del agua.
Numerosas actividades del ser humano generan residuos (las aguas grises de las urbes, los plaguicidas de
la agricultura, los purines de la ganadería, etc.) que pueden filtrarse hacia reservas de agua subterránea
como los acuíferos. Cuando el agua entra en contacto con estas sustancias se contamina, de modo que
presenta elementos que pueden ser dañinos para tu salud.
Las fuentes de agua superficiales también pueden verse influenciadas por la contaminación, como, por
ejemplo, los vertidos de la actividad industrial y como resultado, el agua puede presentar contaminación en
lo referente a la parte:
Química. Si hay sustancias químicas tales como las derivadas de productos antiplagas o fertilizantes,
entre otros.
El proceso de tratamiento del agua consta de diversas etapas. En líneas generales el mecanismo sería el
siguiente:
d) Filtración del agua. Es el proceso que permite acabar con los elementos que provocan su aspecto turbio.
e) Desinfección del agua. Es el paso que hace posible que desaparezcan los microorganismos patógenos
presentes en el líquido, para lo que normalmente se emplean compuestos que contienen cloro.
Agricultura (FAO), estima que, dependiendo de la dieta y el estilo de vida, se precisan entre 2.000 y 5.000
litros de agua para cubrir las necesidades de agua y saneamiento, y obtener el alimento diario de una
El agua está unida a la vida. Todas esas personas necesitan disponer de acceso a agua limpia. Porque este
es un derecho de toda la ciudadanía. Así lo recoge la Resolución 64/292 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas. El dictamen del 28 de julio de 2010 reconocía que todo ser humano tiene derecho al agua
potable limpia y al saneamiento.