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APUNTE DE CATEDRA:

DESARROLLO PSICOSOCIAL

Por: Marcia Valenzuela S.

INTRODUCCIÓN:

La disciplina de la psicología del desarrollo ha madurado hasta abarcar distintas áreas del
desarrollo humano (física, cognitiva y psicosocial). También ha relacionado estas áreas con teorías
cada vez más explicativas.

La separación artificial del estudio del desarrollo en áreas es, apenas, un recurso didáctico para
facilitar su exposición. Sin embargo, el objetivo final es integrar todos los conocimientos
entregados en la descripción, explicación y predicción de los problemas evolutivos planteados en
la vida real de las personas. En esta ocasión, abordaremos los aspectos emocionales del desarrollo,
los que han sido estudiados con mayor profundidad y eficacia desde la teoría psicoanalítica.

DESARROLLO EMOCIONAL:

La emoción en el ser humano aparece regularmente ligada a una carga afectiva. Llamamos
emoción a la “experiencia o estado psíquico caracterizado por un grado muy fuerte de
sentimiento y acompañado siempre de una expresión motora” (Warren, p. 106). Nos referimos,
entonces, con desarrollo emocional, al curso que toman las emociones durante el ciclo vital,
desde la temprana conformación de la personalidad a través de los afectos, hasta la forma en que
se expresan, se modulan y se transforman las emociones.

En particular, el desarrollo de la personalidad comprende un proceso en el que transitamos desde


el mundo indiferenciado del recién nacido hasta percepciones cada vez más definidas del sí
mismo, del otro y del mundo, todo lo cual es vehiculado por emociones diversas. En dicho
proceso, el aparato psíquico se vuelve cada vez más complejo, se diferencian y especializan cada
uno de sus componentes. Además, se determinan, en su transcurso, los rasgos de la personalidad.
La personalidad es el conjunto de “Todas las características cognoscitivas, afectivas, volitivas y
físicas de un individuo, tal como se manifiesta a diferencia de otros” (Warren, p. 264). Estos rasgos
y atributos son relativamente estables y constituyen la forma en que un sujeto se ve a sí mismo
como un individuo separado del entorno, único y diferente a todo lo demás. A su vez, ello
determina la forma en que percibe los estímulos del ambiente, cómo aprende de éste y cómo se
relaciona con los demás y con la vida.

Dentro de las teorías que se ocupan del desarrollo humano, las psicoanalíticas han concentrado su
atención en el devenir de las emociones durante la formación de las estructuras y dinámicas
psíquicas que llamamos personalidad. Dichas teorías han admitido un factor innato en constante
relación con el medio ambiente.

DESARROLLO PSICOSOCIAL

Entendemos el desarrollo psicosocial como la evolución de la interacción de la persona


con su entorno, la que será determinante en la formación de su personalidad. Un aspecto que da
forma y contención al desarrollo del yo es la influencia de los factores sociales, como el manejo del
puerperio1, la crianza en familia, la escolarización, la instrucción, las normas de la convivencia en
sociedad, la regulación grupal de la conducta, así como las expectativas y presiones del
grupo.(Santrock, 2006).

Esta evolución seguirá una pauta invariable, similar para todos los individuos de una misma
sociedad. En el caso de la sociedad occidental urbana, que conocemos como “civilizada”2, se verá
asociada a los cambios concomitantes en el desarrollo físico, cognitivo y afectivo. Si bien existen
variaciones interculturales, se pueden observar también elementos comunes al desarrollo a través
de las diferencias culturales. Tal es la situación, por ejemplo, del desarrollo del dibujo infantil. Éste
sigue una pauta evolutiva similar en cualquier parte del mundo, consecutiva a la aparición de la
función simbólica.

Erik Erikson: teoría evolutiva del desarrollo psicosocial

Erik Erikson (1902-1994), psicólogo alemán proveniente de la escuela analítica de Anna


Freud, es considerado como el representante máximo de la tendencia culturalista del psicoanálisis.
Desarrolló su teoría evolutiva del desarrollo psicosocial sano a partir de sus estudios sobre la
adolescencia y los ritos de pasaje en la tribu americana de los Oglala Dakota (o Sioux), al igual que
con su trabajo clínico enfocado en la adolescencia.

El enfoque eriksoniano se basa en el concepto de crisis psicosocial. Erikson plantea que el


individuo atraviesa una serie de ocho etapas en su desarrollo psicosocial. Cada etapa está
marcada por un tema específico, un conflicto de fuerzas polares y el logro de una virtud psico-
social. (Simanowitz, 2003).

( Inicialmente, Erikson había desarrollado sólo siete etapas. Sólo habría omitido precisamente la
etapa en la que se encontraba en el momento de su mayor creatividad intelectual y familiar: la
etapa de generatividad versus estancamiento, integrándola finalmente al percatarse de ello.)

La crisis de cada etapa se refiere al conflicto evolutivo central, cuya resolución satisfactoria
deriva en el logro de lo que el autor llamó una virtud psicosocial. Se trata de un valor
indispensable para que la persona evolucione hacia el siguiente reto, integrando en cada etapa
una nueva virtud a su personalidad, enriqueciéndola y haciéndola avanzar hacia integraciones
cada vez más completas. El proceso culmina con la última etapa, la que se define por la integridad
de toda la vida. La resolución negativa representa una deficiencia en las capacidades de la persona
para lidiar con el ambiente y las situaciones que puedan presentarse.

Según Erikson, las ocho etapas del desarrollo psicosocial se presentan en edades similares en
todos los seres humanos (Erikson, 1968):

1. Estadio I: confianza básica versus desconfianza básica (0-18 meses)

Durante el primer año de vida, el que está marcado por el trauma del nacimiento y la lactancia, el
bebé vive, principalmente, a través de su cuerpo y sus sensaciones corporales. Se sabe que los
sentidos más desarrollados al nacer son el del tacto y el cinestésico. Ello provoca que se graben en
la memoria del cuerpo del bebé todas las sensaciones percibidas reiteradamente durante esta
etapa.

Se trata de la etapa “incorporativa”, en que el sujeto está ampliamente receptivo debido a su


dependencia. El niño depende absolutamente de los cuidados de su madre o de quien le brinda
cuidados maternos (en el sentido de primera figura de cuidados). La importancia de la calidad de
dicha atención materna es enfatizada por todos los estudiosos del desarrollo humano.

Según Erikson, la capacidad de la madre para calibrar correctamente las necesidades de su bebé y
satisfacerlas apropiadamente, generará en éste la sensación corporal que el mundo es un lugar
placentero, donde se siente cómodo y satisfecho. De este modo, desarrollará la confianza básica,
cimiento de una futura actitud optimista en la vida. A su vez, la confianza de la madre en sí misma
y en su capacidad para hacer frente a su rol, incidirá significativamente en su destreza para
responder a la interacción con el bebé. Si ella no se siente confiada, probablemente se comportará
de manera ansiosa, incluso podrá desarrollar una depresión post-parto, con la consecuente
deficiencia en la calibración madre-hijo. La ausencia reiterada de experiencias placenteras en el
bebé apuntará a la configuración de la desconfianza básica. Ésta implica la convicción que sus
necesidades no serán cubiertas, haga lo que haga, o que lo serán de manera insuficiente. La
confianza es fundamental en el desarrollo de la virtud de la esperanza, por lo que la desconfianza
básica constituye un cimiento precario para los siguientes desafíos del desarrollo del yo.

2. Estadio II: autonomía versus vergüenza y duda (18 meses a 3 años)

Una vez que el niño ha conseguido la postura erecta y la marcha autónoma, se apasiona por el
movimiento. Desea explorarlo todo y se mueve por todas partes desde la base segura de la figura
materna, alejándose y regresando a voluntad. Esto consolida la formación de un yo separado de la
madre, un individuo por derecho propio.
Es en esta etapa en que se da el fenómeno llamado negativismo o primera adolescencia. La razón
es que una de las maneras más llamativas en que se afirma como ser autónomo es ejercitando su
voluntad al oponerse a someterse a la voluntad adulta. Es la edad del no, los terribles 2 años. Este
fenómeno alcanza su expresión máxima alrededor de los 2 años y medio o 3 años, para después
declinar progresivamente. Es un momento clave en la socialización, porque los padres comienzan
a imponer límites a la voluntad infantil, provocando su frustración, vergüenza y duda. Este proceso
dual es el que permitirá al niño internalizar la autorregulación de los impulsos y desarrollar la
virtud de la voluntad.

Igual que en la etapa anterior, el modelo de Erikson plantea una correlación intergeneracional.
Según ésta, el logro de la autonomía estará directamente relacionado con el sentimiento de
autonomía y dignidad de los padres. La vergüenza y la humillación del niño, a consecuencia de sus
ímpetus de emancipación, estarán en directa proporción a las frustraciones sociales de los adultos
a cargo.

3. Estadio III: iniciativa versus culpa (de 3 a 6 años)

El niño en edad pre-escolar está constantemente ocupado en proyectos. El crecimiento de sus


capacidades motoras, la explosión de la imaginación (función simbólica) y del lenguaje, le hace
apto para emprender todo tipo de exploraciones y aventuras. Quiere conocerlo todo y cree poder
hacerlo todo.

Para María Montessori, esta es la edad de la mente absorbente consciente, en que el niño está
receptivo a todo cuanto en el mundo es perceptible, permitiéndole adquirir un sentimiento de
iniciativa, antecesor de la virtud del propósito. Erikson reconoce y considera la intervención del
drama edípico en esta etapa, de manera que el niño está en plena formación del superyó, con la
consecuente internalización de las normas familiares y sociales. Es capaz de sentir culpa cuando
sus iniciativas lo llevan más allá de lo permitido, autorregulando así su conducta.

(María Montessori (1870-1952) fue una educadora italiana, originalmente médico, que desarrolló
una pedagogía basada en la exploración sensorial activa y en la libre iniciativa por parte de los
niños pequeños con necesidades especiales. Su metodología es hoy ampliamente reconocida y
utilizada, especialmente para la educación preescolar. )

4. Estadio IV: laboriosidad versus inferioridad (de 6 a 11/12)

En esta etapa se ha logrado el mecanismo de sublimación de los impulsos sexuales, canalizados


hacia la necesidad de aprender y hacia la creatividad. Corresponde al inicio de la instrucción
escolar formal, que debe encauzar esta nueva disposición de la energía hacia los productos de la
cultura, conseguida tras la resolución edípica.
El desarrollo intelectual del niño, propio de la edad de las operaciones concretas, permite que se
amplíen las posibilidades de comprensión del mundo.

En este período surge el interés por interactuar y hacer amistad con otros niños del mismo sexo;
se forman núcleos sociales en la escuela, en el barrio y en la familia extensa. Los profesores son
figuras significativas a quienes imitar: el niño ha salido del ámbito de la familia para ampliar su
horizonte social. El contrapunto de la laboriosidad (también llamada industriosidad) es el
sentimiento de inferioridad, que sobreviene de la frustración al no lograr siempre lo que se ha
propuesto. Es importante en esta etapa la guía empática y amistosa del adulto, que incentive un
sentimiento de valía y responsabilidad por la iniciativa propia, para el logro de un sentido de
competencia; el niño aprende a ganar reconocimiento haciendo cosas.

5. Estadio V: identidad versus confusión de identidad (pubertad y adolescencia)

En esta etapa, la tarea primordial es, de acuerdo con esta teoría, modificar y sintetizar identidades
anteriores en "una nueva estructura psicológica, en la que el todo tiene una cualidad diferente a la
suma de sus partes" (Simanowitz, p. 35).

Se actualiza la necesidad de identidad del ego. Para Erikson, el ser humano no puede lograr un
sentido de ego diferenciado sin una identidad satisfactoria. El joven debe integrar toda la
trayectoria anterior en un sentido del yo que sea socialmente aceptable y, a la vez, íntimamente
congruente con quien siente ser.

Según Erikson, un aspecto fundamental del logro de un sentido de sí mismo se vincula con la
decisión vocacional, esto es, “quién voy a ser dentro de la sociedad en la que vivo”. Ello viene dado
por la integración de la industriosidad del período anterior, en que el niño ensaya diferentes roles
y su competencia en muy variadas tareas. En la adolescencia debe definir su futuro profesional.
Para ello, la sociedad otorga un plazo, que Erikson denominó moratoria psicosocial, determinada
por el tiempo de los estudios formativos de la profesión durante la adolescencia y la juventud
temprana. Durante este tiempo, los jóvenes se comprometen con ideologías, afectos (incluyendo
el amor de pareja), grupos o actividades con los que sienten afinidad. La resolución de la quinta
crisis psicosocial tiene como corolario el logro de la fidelidad, virtud expresada en una adhesión
más consistente y duradera con estos compromisos juveniles, determinando así buena parte de la
identidad del ego.

Es un período de intensos conflictos, marcado también por la emergencia de la maduración


reproductiva y del pensamiento hipotético-deductivo. El adolescente se encuentra frente a la
paradoja de ser fiel a sí mismo y, a la vez, mantenerse dentro de los parámetros de su grupo de
referencia. La oposición y el alejamiento de la familia dan cuenta del esfuerzo por forjarse un
sentido de sí mismo, diferenciado de la influencia temprana de la familia.
La crisis de identidad durante la moratoria psicosocial es necesaria (más no suficiente) para el
logro del compromiso con la propia identidad. Sin embargo, también puede llevar a la difusión de
identidad si no lleva al joven a comprometerse. Con esta expresión, Erikson se refiere a “una
disolución del sentido de identidad emergente” (Simanowitz, 2006, p.35). Los adolescentes
pueden verse afectados por la imposición familiar o social de roles, por la estigmatización
mediante etiquetas, la intolerancia ante la diferencia, incluso por la estandarización excesiva del
estilo de vida de su familia o sus pares. La rebeldía y la adopción de conductas extrañas o
peligrosas son parte de sus intentos por resolver este conflicto fundamental.

6. Estadio VI: intimidad versus aislamiento (18 a 30 años, aproximadamente)

A partir de este momento, las edades en que se viven las crisis son cada vez más aproximadas y
dependen cada vez más de factores no normativos. La etapa del adulto joven supone el logro
previo de un sentido más o menos definido de identidad del ego. Ello vuelve a la persona apta
para enfrentar la intimidad con el otro, sin temor a la disolución del propio ego.

La capacidad de intimidad permite entablar afiliaciones y relaciones de pareja maduras. Éstas


incluyen una fuerte adhesión y aceptar el sacrificio y la renuncia como parte del compromiso, que
es la virtud conseguida en esta etapa. Según Simanowitz (2006), “Las relaciones y el matrimonio
pueden ser intentos frustrados para intentar encontrar el self a través del otro” (p.37).

El aislamiento es la resultante del fracaso en la intimidad; el o la joven no consigue entregarse y


comprometerse en las relaciones afectivas, debido, probablemente, a la resolución insuficiente de
los conflictos previos del desarrollo psicosocial. Sabemos que la satisfactoria resolución progresiva
de las crisis evolutivas dota a la personalidad de la consistencia necesaria para desafíos cada vez
mayores, hasta llegar a la integridad total del ser, en las etapas finales del ciclo vital.
7. Estadio VII: generatividad versus estancamiento (30 a 60 años aproximadamente)

Erikson identifica la etapa de la adultez madura o intermedia como la que genera un puente entre
generaciones. En otras palabras, es la encargada de la procreación y el cuidado de las nuevas
generaciones, así como de la transmisión cultural. Con generatividad se refiere a la procreación, a
la proactividad y a la creatividad en general. La virtud psicosocial es la capacidad de cuidar a otros.

8. Estadio VIII: integridad versus desesperación (a partir de los 60 años)

La octava y última crisis se enfrenta durante la adultez tardía, también llamada tercera edad o
senectud. Existen varios eventos normativos que marcan esta etapa: el retiro o jubilación, la
consolidación adulta de los hijos, la relación con nietos, la enfermedad y la perspectiva más
cercana de la muerte. La virtud por alcanzar a través de la crisis es la sabiduría. Esto implica una
integración del sí mismo a través de la aceptación de lo que se ha sido y lo que se ha hecho en la
vida, así como de sus consecuencias en la vejez. Ello conduce al anciano a un sentido de integridad
consigo mismo, al igual que a la aceptación tranquila de la muerte. Por el contrario, la
desesperación sobreviene al no tener ya oportunidades de rehacer los caminos; entonces, “... la
desesperanza y el miedo a la muerte significan la falta o la pérdida de esta integración del ego.
Esta desesperanza puede tomar la forma de indignación, misantropía y desprecio por las
instituciones y las personas, y refleja el propio desprecio individual hacia sí mismo” (Simanowitz, p.
39).

Referencias

Ajuriaguerra, J. (1977). Manual de psiquiatría infantil (4ª. ed.) (pp. 32-55). D.F. México: Masson
Editores.

Bowlby, J. (1998). Conducta de apego. En El apego y la pérdida 1: el apego (pp.247-350).


Barcelona, España: Paidós.

Freud, S. (1905). Tres ensayos para una teoría sexual. En Obras Completas, (López-Ballesteros y de
Torres, L. Trad.) (3ª ed.) (pp. 1195-1237). Madrid, España: Ed. Biblioteca Nueva.

López, F. (2002). Psicoanálisis y psicología evolutiva. En Carretero, M. Palacios, J. & Marchesi A.


(comp.) Psicología evolutiva 1: Teorías y métodos (pp. 55-78). Madrid, España: Alianza editorial.

Santrock, J. (2006). Psicología del desarrollo. El ciclo vital. (10ª.ed). (pp. 206-221) Madrid, España:
McGraw-Hill Interamericana.

Simanowitz, V. & Pearce, P. (2003). Desarrollo de la personalidad. Madrid, España: McGraw-Hill


Interamericana de España.
TRABAJO PERSONAL METAS DEL DESARROLLO

PARA PORTAFOLIO

Una vez que haya revisado el PPT sobre las metas del desarrollo en la adolescencia, y luego haya
leído el texto anterior, desarrolle lo siguiente:

Elija una meta del desarrollo y diseñe una actividad de aula que incorpore mediaciones hacia el
desarrollo de un mejor sentimiento de sí mismo y de la pertenencia a un grupo.

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