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Dentro de la ordenación jerárquica de las normas jurídicas, los actos jurídicos ocupan el sexto o
último escalón, o lugar, junto con las sentencias judiciales, no por ser los menos importantes sino
porque afectan a un número reducido de personas: los contratantes, y los litigantes (arts. 3, y
1545 del Código Civil.)
Para comprender la naturaleza del acto jurídico, debemos considerar en primer lugar, a los
hechos propiamente tales o materiales, y especialmente, a los hechos jurídicos. Los hechos
pueden tener su origen en la naturaleza o en el hombre, y en uno y otro caso, pueden o no
producir efectos jurídicos.
Si los producen, estamos ante hechos jurídicos, y en caso contrario, estamos ante hechos
materiales. Hecho jurídico, por tanto, se define como todo suceso de la naturaleza o del hombre
que origina efectos jurídicos.
a) Hechos jurídicos propiamente tales, que son los hechos de la naturaleza que originan efectos
jurídicos. Por ejemplo: el nacimiento, que marca el comienzo de la personalidad; la muerte que
marca el fin de la personalidad y pone en marcha la sucesión por causa de muerte; el transcurso
del tiempo quer permite adquirir derechos mediante la prescripción adquisitiva o extinguír
acciones mediante la prescripción extintiva; muta o transforma la condición jurídica de las
personas naturales, los cuales de infantes se transforman en impúberes, después en menores
adultos y finalmente en mayores de edad; también confiere ciertos derechos a personas de la
“tercera edad”; extingue derechos y obligaciones al cumplirse un plazo convenido para la vigencia
de un derecho o contrato. y,
b) Hechos jurídicos voluntarios, realizados con la intención de producir efectos jurídicos; son
los actos jurídicos, que podemos definir como actos voluntarios realizados por el hombre, con la
intención de crear, modificar, transferir, transmitir o extinguir derechos. Así, por ejemplo, creará
derechos el contrato de compraventa; modificará derechos la reprogramación de un crédito ;
transferirá derechos la tradición; transmitirá derechos el testamento y extinguirá derechos, el
pago. Como otro ejemplo de acto jurídico que modifica derechos, se suele mencionar la novación.
Sin embargo, se trata de un acto jurídico que extingue y crea derechos y obligaciones, más que
modificarlos. No hay modificación, pues la obligación primitiva se extingue, y se crea una nueva
según establece el artículo 1628 del Código Civil.
c) Hechos jurídicos involuntarios, vale decir, realizados sin la intención de producir efectos
jurídicos. Encontramos aquí, los delitos y cuasidelitos. Si bien es cierto que el delincuente o quien
realiza una conducta ilícita que causa daño a otro, efectivamente actua voluntariamente, no
realiza ese acto, con el propósito de ser sancionado o de tener que responder civilmente
indemnizando los perjuicios a la víctima.
El profesor, don Carlos Ducci formula una clasificación similar con ciertas variantes; este
autor, señala que los hechos jurídicos humanos se dividen en voluntarios e involuntarios. Los
hechos jurídicos del hombre, involuntarios son fruto de una actividad realizada sin una voluntad
consciente de producir efectos . Tal ocurre con los actos realizados por los dementes y los
infantes (arts. 723 y 2319 del CC).
Por su parte los hechos jurídicos del hombre voluntarios, se clasifican a su vez en; hechos
jurídicos y actos jurídicos. Los hechos jurídicos corresponden a los hechos del hombre, voluntarios,
a los que la ley les atribuye un efecto jurídico no querido o distinto del perseguido por su autor. Se
dividen en lícitos e ilícitos.
Los actos jurídicos por su parte, son los actos del hombre voluntarios y conscientes
destinados a producir un efecto jurídico predeterminado y querido por su autor.
A la definición del profesor Ducci, podemos agregar otras, tales como, Alessandri-Somarriva-
Vodanovic, que es la más tradicional es aquella que alude a él como “la declaración de voluntad de
una o más partes dirigida a un fin práctico, reconocido y protegido por el derecho objetivo.”5 Este
fin práctico se traduce en un efecto jurídico. Tal efecto, para los autores mencionados, puede
consistir en la creación, modificación o extinción de un derecho. Alessandri-Somarriva-Vodanovic,
se refieren también a una definición más moderna del acto jurídico, la que resalta el caracter
vinculante, preceptivo y regulador de intereses del acto negocial.
En tal sentido, sería acto jurídico “la declaración o declaraciones de voluntad de uno o más
sujetos que, dentro de los límites señalados por la ley a la autonomía privada, regulan por sí
mismos, en forma vinculante y preceptiva, sus propios intereses.”
Los tres autores antes mencionados, señalan las características del acto jurídico las que se
desprenden tanto de la concepción tradicional como de la teoría preceptiva.
c) Este fin práctico se traduce en efectos jurídicos, que se atribuyen o reconocen por el
ordenamiento jurídico a la voluntad de los declarantes;
f) Las declaraciones que envuelven los actos jurídicos son vinculantes, comprometen, y auto-
obligan a los que las emiten.
Otro argumento esgrimido por la doctrina, para preferir la voz “declaración” puede basarse en
el tenor de lo dispuesto por el artículo 1445 del Código Civil, en cuanto expresa: “Para que una
persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad…”; asimismo, el artículo 1460
señala: “Toda declaración de voluntad debe tener por objeto…”. El artículo 1461 habla también de
“… una declaración de voluntad…” Por su parte, el artículo 1 del Código, al definir la ley, dice que
esta consiste en “… una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma
prescrita por la Constitución…”; de esta manera, el argumento consistiría en que la ley, en sí
misma, es una declaración, mientras que la manifestación es una cuestión más bien formal o
procedimental de aquella.
Lo mismo podría afirmarse de un acto jurídico: éste consiste en una declaración de voluntad
(que obviamente no es soberana), que puede manifestarse de diversas formas (expresamente,
tácitamente o incluso en algunos casos el silencio necesariamente hará presumir una voluntad en
determinado sentido).
El profesor, Víctor Víal del Río, por su parte, define al acto jurídico como “la manifestación de
voluntad hecha con el propósito de crear, modificar o extinguir derechos, y que produce los
efectos queridos por su autor o por las partes porque el derecho sanciona dicha manifestación de
voluntad.” Nótese que Vial del Río emplea la voz “manifestación”, con lo que, implícitamente, la
hace sinónima de “declaración”. Adherimos a esta idea, a pesar de los argumentos que hemos
expuesto en los párrafos precedentes. Creemos que ellos no permiten visualizar una diferencia
sustancial entre “declaración” y “manifestación”, y que por ende, existe acto jurídico tanto en una
declaración cuanto en una manifestación de voluntad. Por lo demás, el propio Diccionario de la
Lengua Española confirma esta conclusión, cuando en la tercera entrada de la palabra
“declaración”, la define como “Manifestación del ánimo o de la intención”, mientras que en la
entrada cuarta, expresa que se trata de una “Manifestación formal que realiza una persona con
efectos jurídicos”. Court Murasso, a su vez, plantea que se trata de “toda declaración de voluntad
encaminada a producir consecuencias jurídicas, consistentes en la adquisición, modificación o
extinción de derechos subjetivos” Agrega enseguida que en forma más amplia, esta declaración de
voluntad puede estar encaminada a producir consecuencias jurídicas, consistentes en la
adquisición, modificación o extinción de una relación jurídica, pues el efecto del acto puede
consistir en una potestad y no en un derecho subjetivo.
No concordamos con este alcance, pues las potestades originan también derechos subjetivos.
En efecto, se entiende por derecho subjetivo “la facultad para actuar o potestad que un particular
tiene, sancionada por una norma jurídica.” Ahora bien, por ejemplo, tratándose del
reconocimiento de un hijo, se originará la potestad parental sobre su persona y la patria potestad
sobre sus bienes. Ambas potestades originarán derechos subjetivos de familia, en estos casos, de
carácter extrapatrimonial y patrimonial, respectivamente. Rodrigo Barcia (siguiendo a Henry
Capitant), define el acto jurídico como “la manifestación de voluntad formada con la intención de
producir efectos jurídicos”.
Esta manifestación de voluntad “causa los efectos jurídicos queridos por su autor y previstos por
el ordenamiento jurídico”. Tales efectos, agrega Barcia, pueden consistir en crear, modificar,
transferir, transmitir o extinguir una relación jurídica, es decir, derechos u obligaciones. Adviértase
que para Barcia, los efectos no son sólo tres, como tradicionalmente se ha planteado por nuestra
doctrina –crear, modificar o extinguir-, sino cinco: crear, modificar, transferir, transmitir o
extinguir derechos u obligaciones. Por nuestra parte, concordamos con el planteamiento del
profesor Barcia. No vemos por qué debemos excluir de los fines de un acto jurídico el “transferir” y
el “transmitir” derechos y obligaciones. Así, mediante la tradición que es un acto jurídico se
transferirá un derecho, y mediante el testamento (que es un acto jurídico unilateral) se transmitirá
un derecho.
Es cierto que en este último caso, la transmisión no se producirá por el testamento mismo, sino
por el modo de adquirir llamado sucesión por causa de muerte. Pero si nos atenemos a las
definiciones de acto jurídico que se han transcrito, observamos que en todas ellas se atiende a la
finalidad (propósito, intención, etc.) perseguida por el acto, y no hay duda que la finalidad de un
testamento en virtud del cual se deja un legado a cierta persona, es la de transmitirle el dominio
de la especie heredada o legada. De esta manera, combinando las ideas expuestas en las líneas
precedentes, proponemos el siguiente concepto de acto jurídico: se trata de la declaración o
manifestación de voluntad, sancionada por el Derecho, destinada a producir efectos jurídicos
queridos por su autor o por las partes, que pueden consistir en crear, modificar, transferir,
transmitir o extinguir derechos y obligaciones.
Las diversas clasificaciones de los actos jurídicos se formulan, fundamentalmente, con el objeto
de,
b) Para determinar la naturaleza de los derechos y las obligaciones que generan y la forma como
han de ejercerse y cumplirse; y
1.-) Clasificaciones legales. En verdad, el Código Civil no clasificó los “actos jurídicos”, sino que los
contratos. No es de extrañar, si consideramos que la Teoría del Acto Jurídico se formuló mucho
después de entrar en vigencia nuestro Código Civil. Por ende, en los párrafos que siguen, lo que
hacemos es aplicar a los primeros, las mismas categorías que la ley contempla para los segundos.
De ahí que hablemos de clasificaciones “legales”.
Son requisitos de existencia del acto jurídico aquellos que son necesarios para su formación;
cualquiera de ellos que falte obsta a que el acto jurídico pueda nacer a la vida del derecho.
Por su parte, condiciones de validez, son aquellas que, si bien pueden faltar en el acto sin atentar
contra su existencia misma, en todo caso son necesarias para la vida legal del acto.
El artículo 1445 del Código Civil, establece que; “Para que una persona se obligue a otra por
un acto o declaración de voluntad es necesario: 1º que sea legalmente capaz; 2º que consienta
en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicio; 3º que recaiga sobre un
objeto lícito; 4º que tenga una causa lícita.”
REQUISITOS DE EXISTENCIA DE LOS ACTOS JURÍDICOS.
La Voluntad,
El objeto,
La causa, y
El Objeto ilícito, y
La Causa lícita.
L A VOLUNTAD
La voluntad es la resolución o decisión de una persona capaz, en orden a realizar una determinada
acción u omisión destinada a producir un determinado efecto material o jurídico.
Como el acto jurídico constituye precisamente una acción u omisión, este no puede existir sin
voluntad.
Dentro de la clasificación de los actos jurídicos que vimos se encuentran aquellos de carácter
unilateral y bilateral, según si se requiere para la constitución de este, una o dos o más personas
en su ejecución; para materializar un acto jurídico unilateral, es necesaria únicamente la voluntad
de una sola persona; mientras que, para dar existencia a los actos jurídicos bilaterales, se requerirá
la voluntad de dos o más personas.
Sin embargo, normalmente la palabra consentimiento es tomada, de una manera genérica, vale
decir, que se refiere tanto a la voluntad en los actos jurídicos unilaterales como en los bilaterales y
plurilaterales.
Para que la voluntad tenga una significación real es necesario en todo caso que cumpla con dos
requisitos fundamentales; que sea seria y que se exteriorice.
Seriedad de la Voluntad.
El que la voluntad sea seria, tiene una doble significación; primero, el hecho que la voluntad de
que se trata se haya tomado por una persona jurídicamente capaz, vale decir alguien a quien no le
afecte ninguna de las incapacidades establecidas por la propia ley; y segundo, que dicha voluntad
diga relación con un propósito efectivo o real de celebrar un acto conforme a sus expectativas que
le produzca un resultado verdadero. El artículo 1446, establece que toda persona es legalmente
capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces, esto es el caso de los denominados
absolutamente incapaces e incapaces relativos, señalados en el artículo 1447 del mismo cuerpo
legal.
Manifestación expresa.
Constituye necesariamente la forma más eficaz y directa de expresar a los demás, la voluntad
propia, esta expresión necesariamente está constituida por aquellos actos de carácter material
que le permiten a la persona comunicarse con los demás, ya sea verbalmente a través del uso de
la palabra o lenguaje, la escrituración y registros electrónicos, como asimismo las señas que
permitan también comunicarse de manera adecuada a las personas que se ven forzadas a
utilizarlas.
El progreso tecnológico actual, ha multiplicado de manera notable los medios electrónicos de los
cual disponemos con este propósito, llamados telefónicos, mensajes o correos electrónicos, whats
up, registros computacionales y en general, emisiones de todo tipo, posicionadas socialmente por
los medios de comunicación.
Manifestación tácita.
Con el fin de evitar dicha situación, atendido que la voluntad va a ser inferida de hechos, conforme
a nuestro derecho, estos hechos deben reunir las siguientes características;
Debe ser un hecho de carácter positivo vale decir, debe producir, alteración o movimiento físico
en la realidad, ya que, de no ser así, nada se podría inferir; una posición estática o paralizada del
individuo nada va a señalar, nada va a manifestar. Sentarse en el sillón de un peluquero o un
odontólogo, recostarse en la camilla del Kinesiólogo, constituyen todos, un hecho de carácter
positivo.
Debe tratarse además de un hecho positivo, ser concluyente vale decir, que solo baste el
comportamiento o actuación misma para que los terceros saquen como conclusión única, la
voluntad inferida. Extender dinero hacia otra persona que vende algo, necesariamente se traduce
en la voluntad o intención de comprar.
Y finalmente debe tratarse de un hecho inequívoco, vale decir que además de ser concluyente, el
hecho que se nos presenta no debe tener diversas interpretaciones que puedan inducir a errores o
equivocaciones por parte del interprete. Saludar o dar la mano a otra persona, no va a constituir
una forma segura de manifestación de voluntad, ya que dicha conducta podrá en si constituir, una
forma de saludo, un pacto o acuerdo, o una reconciliación, aquí entonces necesariamente estamos
en presencia de un hecho de carácter equivoco que admite múltiples interpretaciones por lo cual
no puede constituir manifestación de voluntad alguna.
Un ejemplo de manifestación tácita lo tenemos en nuestro Código Civil en artículo 1241 que
dispone que la aceptación de una herencia puede ser expresa o tácita. Es expresa cuando se toma
el título de heredero; y es tácita cuando el heredero ejecuta un acto que supone necesariamente
su intención de aceptar, y que no hubiera tenido derecho de ejecutar, sino en su calidad de
heredero.
El artículo 1654 del Código Civil, establece que “Hay remisión tácita de la deuda, cuando el
acreedor entrega voluntariamente al deudor el título de su acreencia” La remisión es el perdón de
la deuda por el acreedor. (PERDONAZO).
Desde un punto de vista material como se ha señalado, la voluntad puede manifestarse en forma
expresa, o tacita, lo que se va a traducir en que la voluntad así manifestada va a producir todos sus
efectos jurídicos dando lugar al nacimiento del o de los actos jurídicos que pretende.
Sin embargo, lo anterior, existen también formas, que, aunque no constituyen en si manifestación
material alguna de la voluntad, sirven en todo caso para perfeccionar el consentimiento como
consecuencia de ser establecido así por la convención de las partes o la ley.
Efectivamente el individuo, nada dice o hace, sin embargo, por el solo ministerio, de la ley,
dándose determinadas circunstancias descritas en la misma norma, va a surgir de allí una voluntad
legal que va a perfeccionar completamente el acto jurídico.
La voluntad presunta.
Aquí nos encontramos con una situación en la cual, el autor de la voluntad nada dice y nada hace
que permita a nadie extraer de dicha actitud voluntad tacita alguna, ya que como señalamos ya,
para que podamos inferir una manifestación tacita de voluntad se requiere que nos encontremos
frente a un hecho de carácter positivo.
En el caso del silencio, estamos frente a una actitud de ausencia total de actividad nada dice, nada
hace el interesado, lo cual necesariamente se traduce, en inexistencia de voluntad alguna.
Sin embargo, lo anterior, la ley, fundado en el interés común o alguno de los principios
fundamentales del derecho que rigen la actividad de los particulares, ha tomado por opción en
determinados casos o circunstancias, conferir al silencio de una parte o ambas, una manifestación
de voluntad ficta, es decir es la ley, la que dispone el silencio como manifestación suficiente de la
voluntad para perfeccionar un acto jurídico y no aquel respecto de quien la ley lo formula
Algunos autores ven en esta situación una verdadera manifestación de voluntad por parte del
silente, pero ello no es así, no hay en el silencio manifestación alguna, como se ha expresado es la
ley la que dispone que el silencio tenga un valor colateral equivalente a cualquiera de las formas
personales establecidas como manifestación material de la voluntad.
Pero no solo la ley puede otorgar al silencio el carácter de manifestación de voluntad, sino que
también las partes pueden hacerlo de común acuerdo y en lo que se refiere a su propia voluntad,
jamás el silencio de un tercero constituirá manifestación de voluntad por parte de dicho tercero.
Una de las situaciones legales más características en este sentido, la contiene nuestro Código Civil
en el artículo 2125 con relación al mandato profesional, que establece expresamente; “las
personas que por su profesión u oficio se encargan de negocios ajenos, están obligadas a declarar
lo más pronto posible si aceptan o no el encargo que una persona ausente les hace; y transcurrido
un término razonable, su silencio se mirará como aceptación".