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Y partió.

Había ordenado antes que los criados acompañaran a dormir a la señora, que cuidaran su
sueño.
Pero los criados no obedecieron. Apenas salió el Curaca murmuraron.
- ¿Quién va a cuidar a esa mujer? ¿Quién de querer alcanzar algo? Y se entregaron al juego, a
divertirse entre ellos. Nadie fue a cuidar el sueño de Isicha Puytu.
Al día siguiente, en la mañana, fueron de muy mala gana a servirle el desayuno. Y la encontraron
muerta. Estaba muerta sobre su lecho. Entonces los criados sintieron temor.
- ¿Que puede haberle sucedido a esta mujer? ¡Está muerta! -exclamaron- El señor nos castigará por
no haberla acompañado.
Y reflexionaron para encontrar la forma de justificarse. "¿Cómo explicaremos su muerte?", decían.
"¿Por qué no hemos entrado a su dormitorio para cuidar su sueño?", nos preguntara el Señor. Al fin,
convinieron en decir que Isicha Puytu había muerto en la mañana, y no en su lecho, sino afuera, ya
levantada.
Vistieron el cadáver de Isicha Puytu. Peinaron su cabellera como sol. Luego tendieron el cadáver
sobre el lecho. Al poco rato llego el Curaca y pregunto:
- ¿Dónde está la señora? ¿Dónde está mi paloma?
-Ha muerto -le dijeron.
-¿Cómo? ¿Cómo es posible? ¿De qué modo?
-Esta mañana se levantó muy temprano. Sentada sobre una alfombra estuvo viendo un escrito. En la
puerta de la casa se calentaba al sol. Y de repente se estremeció, cayó de espaldas y se quedó
inmóvil. Entonces hicimos todo lo posible. Pero no pudo revivir. La llevamos apenas hasta su lecho.
El Curaca había comprado en su viaje los regalos más bellos para Isicha Puytu. Y llevando los
regalos entro al dormitorio y cerro duramente la puerta. Llorando, levanto a su amante y la hizo
sentar sobre el lecho; empezó a llamarla:
- ¡Vuelve a la vida Isicha Puytu! ¡Vuelve a la vida!
Se sentó a su lado; y lloraba. Lloro toda la noche junto a su amada.

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