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Factores genéticos
Los factores genéticos se implicaron en la etiología de la artritis reumatoide (AR) debido al ligero
aumento en la frecuencia de la AR en familiares de primer grado de pacientes con AR, en especial
si eran seropositivos para el factor reumatoide. En gemelos idénticos, la tasa de concordancia
para la enfermedad es alrededor de 30% comparado con 5% en gemelos no idénticos. Tal
observación sugiere que la AR es una enfermedad poligénica, y que los factores no hereditarios
también son de gran importancia.
Más de 100 loci de riesgo se describieron como predisponentes para AR, y la contribución más
grande viene de aquellos que codifican en particular al antígeno humano leucocitario de clase II
(HLA). Este descubrimiento surgió de la observación de que 60-70% de los pacientes caucásicos
con AR son positivos para el HLA-DR4 en comparación con 20-25% de la población control.
Además, los pacientes con AR grave, en especial aquellos con complicaciones extraarticulares,
como lo son las vasculitis o el síndrome de Felty, son aún más probables de ser positivos para el
HLA-DR4 que los pacientes con la enfermedad confinada a las articulaciones.
La secuencia de nucleótidos de los exones HLA DR β1 que codifican los 5 residuos de aminoácidos
70-74 predice la susceptibilidad a la AR y se asocia con la AR en 83% de los pacientes caucásicos
en el Reino Unido. Esta secuencia se localiza en la hélice α y forma la pared del surco de unión
de péptidos, y es muy probable que se involucre en la unión del antígeno y su subsecuente
interacción con los receptores de células T. Los posibles mecanismos moleculares que se
consideran para la susceptibilidad a la AR incluyen la unión permisible de péptidos específicos,
como los autoantígenos o los antígenos ambientales, la iniciación de la enfermedad por la unión
específica de superantígenos a las moléculas HLA, o la modulación del repertorio de células T
por selección o tolerancia.
Factor Autoinmune
La activación de los linfocitos T implica el reconocimiento del antígeno asociado al HLA. Este
reconocimiento está supeditado a la formación de un complejo entre el antígeno, las moléculas
del HLA de clase II y los receptores de los linfocitos T. El antígeno provoca una respuesta inmune
en el huésped, de la cual se deriva una reacción inflamatoria. Los macrófagos y las células
dendríticas tienen, entre otras, la función de procesar el antígeno y presentarlo a los linfocitos
T, que a su vez activan clonas de linfocitos B. Como consecuencia de su activación, tales células
proliferan y estimulan a las células plasmáticas, secretoras de anticuerpo.
Entre los anticuerpos formados destacan el factor reumatoide y los anticuerpos anticolágeno.
Al propio tiempo la activación de los linfocitos T induce la producción de linfocinas como la
interleucina 2, interleucina 4, interferon gamma, factor inhibidor de la migración de los
macrófagos, factor quimiotáctico de los monocitos y el factor inhibidor de la migración de los
leucocitos. En el líquido sinovial se halla la interleucina 1, citocina derivada de los macrófagos,
con un amplio espectro de funciones, inmunológicas y de otro tipo que explican algunas
manifestaciones locales y sistémicas de la artritis reumatoide. En la reacción desencadenada por
la respuesta inmune en el medio sinovial se activan numerosos procesos que perpetúan la
inflamación: sistemas del complemento, cininas, coagulación y fibrinólisis.