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Vuelos Espaciales Tripulados

Desde los días del Sputnik y del Explorer 1, miles de naves espaciales
han ido al espacio, algunas de ellas llevando pasajeros humanos. La
primera persona que orbitó la Tierra fue el ruso Yuri Gagarin, el 12 de
abril de 1961. El primer norteamericano en hacer lo mismo fue John
Glenn, que completó tres órbitas el 20 de febrero de 1962; más de 26
años más tarde, a la edad de 77 años, Glenn retornó al espacio abordo
de la lanzadera espacial.
El vuelo de Glenn fue el primero del �Proyecto
Mercury� que preparó el misil Atlas. Fue seguido (en
los EE.UU.) por el "Gémini" cuyas cápsulas con dos
hombres abordo fueron puestas en órbita por cohetes
Titán, mas potentes. Luego vinieron las misiones
�Apolo� con tres hombres, primero volando alrededor
de la Luna y luego alunizando sobre su superficie, el 20
de julio de 1969. En total se consiguieron 6 alunizajes
con éxito, todos usando el cohete gigante, de 2700 John Glenn entrando en
toneladas, Saturno V, impulsado por cinco enormes su cápsula �Mercury�.
motores de cohete F-1 (y uno más en la segunda etapa).
Uno de estos motores se muestra en el National Air and Space Museum (NASM)
del Smithsonian Institution en Washington, así como la cápsula de John Glenn,
un módulo lunar y muchos otros recuerdos de los primeros tiempos de los vuelos
espaciales.
La historia de los vuelos espaciales tripulados es larga,
fascinante y aún continúa desarrollándose. Este corto relato
no puede hacerlo con justicia y aquellos que quieran saber
más se deberán dirigir a otras fuentes disponibles. Los
vuelos tripulados actuales se fundamentan el la lanzadera
espacial, un cohete reutilizable con alas cortas, que le
permiten aterrizar en una pista como un aeroplano. Los
cohetes de la lanzadera utilizan unas 700 toneladas de
hidrógeno y oxígeno líquidos, un combustible más eficaz;
adicionalmente lleva dos cohetes de combustible adosados,
La lanzadera espacial
con un peso de 600 toneladas cada uno.
en órbita. Los satélites tripulados incluyen varias �estaciones
espaciales� proyectadas para estancias largas. En el
pasado, los EE.UU. pusieron en órbita el "Skylab," lanzado en 1973 y quemado
en su reentrada a la atmósfera en 1980, bastante tiempo después de que sus
ocupantes lo hubieran abandonado; un módulo de reserva del Skylab está abierto
para los visitantes en el NASM.
La URSS lanzó estaciones espaciales de tamaño
creciente, las Soyuz, Salyut y (en 1986) la estación
espacial Mir (a la derecha). Con los años la Mir se fue
agrandando con módulos adicionales (uno de los cuales
se dañó por una colisión accidental en 1997) y aún
continúa en órbita. La construcción de la Estación
Espacial Internacionalcomenzó en noviembre de 1998
con la puesta en órbita de módulo ruso "Zarya", seguido
en diciembre por el �Unity� de la NASA .
Reentrada
Cualquier misión tripulada tiene el problema del regreso seguro a la
Tierra, que requiere deshacerse de una gran cantidad de energía
asociada al movimiento orbital. Una nave espacial en baja órbita terrestre
se mueve a unas 24 veces la velocidad del sonido. Como la energía del
movimiento (energía cinética) es proporcional al cuadradode la
velocidad v, gramo por gramo (o onza por onza) ese vehículo tiene 242 =
576 veces más energía que un objeto moviéndose a la velocidad del
sonido (en el aire), p.e. una bala.
La fricción atmosférica convierte esa energía en calor, un calor suficiente para
fundir y hasta evaporar el material de la nave, incluso a un metal duro. Para
liberarse de ese calor, el vehículo entra en la atmósfera con un ángulo pequeño,
retrasándose en las capas más rarificadas. También es muy útil que presente un
obstaculo romo al aire, porque crea un gran frente de choque por delante del
vehículo que disipa una gran cantidad de calor. Por esta razón la lanzadera
comienza la reentrada enfrentando la parte inferior y solo después de perder la
mayor parte de su velocidad, gira sobre si misma y coloca su proa (parte
delantera) por delante como cualquier aeroplano.
Aún así, alcanza la nave una gran cantidad de calor,
lo que requiere que la parte delantera sea recubierta
con material resistente al calor. Las Mercurio,
Geminis y Apolo usaban escudos que se desgastaban
(vaporizaban), que aligeraban la nave para que
aterrizase con un paracaídas. La parte inferior de la
lanzadera está recubierta con tejas de un material
especial ligero y resistente al calor. La Unión
Soviética construyó e hizo volar en 1988 su propia
lanzadera, la Buran, pero aunque su prueba fue
buena, no se ha vuelto a usar.
Foto de la derecha: Wernher Von Braun y uno de los motores-cohete F-1,
del tipo que impulsó los vuelos Apolo a la Luna. Un motor similar se
muestra en el National Air and Space Museum del Smithsonian, en
Washington, DC.
Aunque la idea de los viajes espaciales se remonta al menos hasta la época del
antiguo imperio romano, no ocurre lo mismo con el concepto de la nave espacial, pues
la inventiva humana se vio severamente condicionada por la falta de desarrollo
tecnológico. Así, aunque autores desde Plutarco en el siglo I (De Facie in Orbe
Lunae), hasta Kepler en el siglo XVII (Somnium) mencionan viajes a la Luna, no son
capaces de concebir un artefacto capaz de realizar el viaje, valiéndose para ello de
caminos ocultos o de la intervención de espíritus. Los primeros intentos no mágicos
para alcanzar el espacio aparecen en la segunda mitad del siglo XVIII, utilizando los
precarios métodos disponibles en la época. Así, en las Las aventuras del Barón
Munchausen se alcanza la Luna en globo. No obstante, este relato sigue
perteneciendo todavía al género de la fantasía épica.

El salto de la fantasía a la ciencia ficción se producirá casi un siglo después, en la


famosa De la Tierra a la Luna, publicada por Julio Verne en 1865, en la que se
emplea un gigantesco cañón balístico, de nuevo con destino a la Luna. En esta novela
el autor ya trata de dar solución a algunos de los problemas de su método de viaje,
tales como la ausencia de oxígeno fuera de la atmósfera o la compensación de la
inmensa aceleración del despegue. Años después H. G. Wells seguiría usando el
método del cañón en La guerra de los mundos (1898), pero en este caso con destino
a Marte. Es en esa época, ya en los inicios del Siglo XX, cuando surgen finalmente las
primeras ideas realistas sobre naves espaciales; ideas que vendrán asociadas al
motor de reacción. La obra pionera en este campo es La exploración del espacio
cósmico por medio de los motores de reacción, publicada por el físico ruso Konstantín
Tsiolkovsky en 1903. En este punto la ciencia ficción dará paso a la ciencia.

Diseño

Proyecto de Transbordador Espacial

El diseño de naves espaciales abarca tanto a las naves no tripuladas o robóticas


(satélites y sondas) como a las tripuladas (estaciones espaciales, transbordadores y
módulos). Todas las naves espaciales hasta la fecha constan de dos partes:
 Cohete: sección impulsora, compuesta por los motores y los depósitos de
combustible, cuya misión es abandonar la atmósfera terrestre.
 La nave en sí, que efectuará propiamente el viaje por el espacio, y que puede
adoptar cualquiera de las formas anteriormente mencionadas.

Sistemas de propulsión
Los cohetes impulsores funcionan con combustible químico, ya sea sólido o líquido,
mientras que las naves pueden funcionar con motores químicos, nucleares, iónicos o
incluso mediante velas solares. Siendo por el momento la propulsión química la única
con referentes en la realidad práctica, debería suponerse más abundantes los
ejemplos de su uso en la ciencia ficción. Pudo ser así en la ciencia ficción más
temprana, antes de generalizarse el uso de la fisión atómica como fuente de energía.
Cuando la energía atómica se hizo una realidad, la soñadora mente de los escritores
abandonó al viejo cohete como medio de salir de la Tierra.

Aun así se ha convertido en el emblema de toda una época y autores como Ray
Bradbury, en Crónicas marcianas (1950), lo asociaron a su obra de manera casi
indisoluble (si bien es posible que el tremendo calor del verano del cohete no fuera
producido por combustión). Los cohetes químicos tienen una autonomía muy limitada
debido a su enorme gasto de masa propelente y sería poco probable que nos llevasen
mucho más allá de Marte.

De hecho, sin poder desterrar totalmente este tipo de impulsor, la NASA está
evaluando la posibilidad de construir un cañón electromagnético en la falda de una
montaña para auxiliar en el despegue a las lanzaderas espaciales, ahorrando
combustible y disminuyendo los riesgos de accidentes.

En la Luna es una cruel amante, Robert A. Heinlein, ya en 1966, utiliza una catapulta
electromagnética para acelerar carga desde una base lunar a la Tierra y el mismo
mecanismo es usado por Arthur C. Clarke en el relato Maelstrom II, de 1965. Estas
obras, alejadas de la fantasía de las revistas de usar y tirar, pretenden abordar el
tema de la colonización de cuerpos cercanos con cierto rigor científico. Aún hoy la
idea del cañón continua vigente en la forma de catapultas electromagnéticas y la
llamada "propulsión a chorro".

Ejemplos de Naves espaciales


Naves Espaciales Tripuladas

 Nave espacial Vostok

 Nave espacial Voskhod

 Nave espacial Soyuz

 Estación Espacial Salyut


 Estación Espacial Mir

 Transbordador Burán

 Transbordador Kliper

 Nave espacial Mercury

 Nave espacial Apollo

 Nave espacial Gemini

 Estación Espacial Skylab

 Transbordador Space Shuttle

 SpaceShipOne (comercial) suborbital

 X-15 suborbital

 Estación Espacial Internacional

 Nave espacial Shenzhou

 Estación Espacial Tiangong 1

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