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SUJETOS DE LA RELACIÓN PROCESAL

El juez es la máxima autoridad de un tribunal de justicia, cuya principal función es


precisamente ésta, la de administrar justicia, en caso que se presente ante él una situación
controvertida entre dos personas, por ejemplo, que requiera de la decisión ecuánime y objetiva de
un hombre que conozca exhaustivamente las leyes como el. También entre sus responsabilidades
se observa la de definir el futuro de un acusado por determinado crimen o delito y en esta situación
lo mismo, deberá someter a juicio las pruebas o evidencias reunidas, para declararlo culpable o
inocente, según corresponda.

En la mayor parte del mundo los jueces son funcionarios públicos, remunerados por el
estado y parte integrante del poder judicial del país al que representan. Aunque en la teoría se fijan
como características excluyentes de este cargo público la independencia, autonomía e inamovilidad
que gozan aquellos que lo ocupan, la realidad (y en muchos casos la propia experiencia),
lamentablemente, nos demuestran que se trata más de una utopía, un deseo o un deber ser que se
plasmó en la constitución más que una cuestión que se cumpla y respete a rajatabla en todos los
países. Si bien no quiero caer en una generalización caprichosa, esta situación suele ser muy común
y corriente en Latinoamérica, en aquellos países en donde la corrupción y la ambición de poder
desmedido de parte de sus dirigentes lleva a que la ideal división de poderes y la autonomía de los
jueces sea más un sueño a alcanzar que una realidad tangible.

En este contexto, vale señalar que uno de los principales principios de la existencia de los
modelos republicanos es, precisamente, la división de poderes y la autonomía de la justicia. Siglos
atrás, la concentración de la totalidad del poder público en un solo individuo motivaba una situación
de férrea dependencia de los estrados de justicia por parte de quienes gobernaban. A partir de las
limitaciones originadas en un principio en la Carta Magna británica del siglo XIII y de la constitución
de los Estados Unidos en el siglo XIX, la existencia de un poder judicial diferenciado del poder político
brindó a los ciudadanos una mayor posibilidad de respeto de sus derechos.

En sociedades donde la justicia obra de modo independiente, se verifica una integración del
poder judicial con las restantes estructuras del Estado que permite el mutuo control. Así, para que
un juez pueda ser designado como tal, es preciso, además de la lógica capacitación en Derecho
brindada por los estudios universitarios, contar con el acuerdo del Parlamento (el Senado en los
poderes legislativos bicamerales) y con la promulgación del Poder Ejecutivo. Como contrapartida,
los jueces son los encargados de vigilar la constitucionalidad y el cumplimiento de las normativas
emitidas por el Parlamento (leyes) y el presidente o el primer ministro (decretos o cédulas, según
cada nación).

De acuerdo con la estructura ofrecida por el ámbito institucional de los distintos países, los jueces
actúan en distintos estratos o fueros, según la competencia correspondiente. Así, se reconocen
jueces que definen situaciones civiles, laborales, penales o económicas. En general, todos los jueces
se encuentran bajo el asesoramiento y conducción de un máximo tribunal, que recibe distintas
denominaciones (Corte Suprema de Justicia, entre otros). Asimismo, en las naciones estructuradas
con gobiernos federales, ciertas circunstancias son evaluadas por jueces de alcance nacional,
mientras que otros tribunales son conducidos por jueces municipales o provinciales (estaduales),
dependiendo de la magnitud y de las características de la problemática que motiva su intervención.

En fin, más allá de estas cuestiones que están reservadas más al campo político, el juez es un ser
humano y, por consiguiente, no está exento de cometer algún error en sus fallos o. como bien les
decía más arriba, también puede ser tentado por las "malas yerbas" para hacerlo. Entonces, para
que el ciudadano no se sienta apremiado por esta contingencia, las sentencias de un juez pueden
ser revisadas por tribunales superiores mediante un recurso judicial, permitiéndose de esta manera
confirmar, modificar o revocar las decisiones tomadas por el juez que emitió su veredicto en primera
instancia. En situaciones extraordinarias, existen inclusos tribunales internacionales de referencia
para dinámicas de conflicto producidas entre distintas naciones.

LAS PARTES PROCESALES.-El tema a tratar es de las partes en el proceso, ya sea Civil o en el proceso
Penal. En Primer Lugar, ese término, parte, presupone un todo que está integrando, pues,
etimológicamente, parte significativa cada una de las porciones en que se divide el todo, y hemos
visto que este todo, en el proceso, lo constituyen el juez y las partes.

Se denominan partes al actor o demandante (sujeto activo) y al demandado (sujeto pasivo), en el


proceso civil, laboral y contencioso administrativo; acusador y acusado, respectivamente en el
proceso penal. Esa idea, en principio, excluye la de tercero, es decir, aquellos extraños en relación
jurídica procesal.
Con lo expuesto, procuraremos describir lo que es parte, pero no a la enseñanza de los tratadistas.
A nuestro ver, el que mejor ha perfilado el concepto es Chiovenda, cuya definición expresa o
virtualmente han seguido muchos autores, que lo enuncia en los siguientes términos: " es parte
aquel que pide a propio nombre ( o en cuyo nombre se pide ) la actuación de una voluntad de la ley,
y aquel frente al cual es pedida".
De este concepto se advierte de inmediato que es posible establecer una neta separación entre el
que pide y aquel por quien se pide la actuación de la ley. Como consecuencia de ello, la doctrina
admite la distinción entre parte en sentido material directamente vinculada en la relación de
derecho sustantivo y parte en sentido formal, en cuanto actúa en el proceso y realiza actos
procesales, con prescindencia del contenido u objeto de aquella relación. Es explícito el
pensamiento de Carnelutti, al afirmar sobre este problema: " A veces actúa en el proceso la misma
parte en sentido material, a veces, por lo contrario, una persona distinta de ella pero que tiene con
la misma una relación determinada. Se comprende que esta relación deba ser tal que la haga
igualmente apta para tal actividad. En estos casos es conveniente hablar de parte indirecta frente a
la parte directa; la noción de la parte indirecta representada, por tanto, una división entre parte en
sentido material y parte en sentido procesal.

Es quien reclama y frente a quien se reclama la satisfacción de una pretensión. En todo proceso,
intervienen dos partes: una que pretende en nombre propio o en cuyo se pretende la actuación de
una norma legal, denominada actora, y otra frente a la cual esa conducta es exigida, llamada
demandada.
La presencia de esas dos partes en el proceso es una consecuencia del principio de contradicción,
de donde se deduce que en los llamados procesos voluntarios no podemos hablar de actor o
demandado, dado que las pretensiones son coincidentes. En estos procesos, el concepto de parte
debe ser reemplazado por el de "peticionarios", es decir, aquellas personas que en interés propio,
reclaman, ante un órgano judicial, la emisión de un pronunciamiento que constituya, integre o
acuerde eficacia a determinado estado o relación jurídica.
El concepto de parte es estrictamente procesal y esa calidad está dada por la titularidad activa o
pasiva de una pretensión y es totalmente independiente de la efectiva existencia de la relación
jurídica sustancial, sobre cuyo mérito se pronunciará la sentencia.
Cuando el proceso se inicia, al juez se le presentan meras hipótesis, simples afirmaciones, no hechos
comprobados; y es precisamente para llegar a comprobar si realmente existe el derecho alegado y
si ese actor está o no legitimado, que se instruye el proceso.
Pueden ser parte todas las personas tanto físicas como de existencia ideal, o sea los entes
susceptibles de adquirir derechos y contraer obligaciones. Las personas jurídicas, por su propia
naturaleza deben actuar por intermedio de sus representantes legales o estatuarios.
Una misma persona puede tener en el proceso la calidad de parte actora y demandada, como ocurre
en el caso de la reconvención.
Carnelutti, distingue la parte en sentido material o sustancial de la parte en sentido formal o
procesal.
Son parte en sentido material o sustancial los sujetos de la relación jurídica sustancial. Por
ejemplo, el comprador y vendedor en el contrato de compra- venta; el que produce el daño y quien
lo sufre, en el caso de responsabilidad extracontractual.
Son parte formal o procesal los sujetos que ejerciten el derecho de acción y de contradicción en el
proceso, es decir, el demandante y el demandado.
De lo anotado es posible establecer una perfecta distinción entre el que pide la tutela jurisdiccional
y aquel en favor de quien se pide la tutela. Algo más, en el derecho sustantivo se hace también una
distinción entre la parte acreedora (en términos abstractos y genéricos) y la parte deudora (también
en los mismos términos), diferente, lógicamente, de lo que ocurre en el aspecto procesal.
Normalmente el acreedor en la relación material coincide con la posición que adopta quien es parte
demandante y el deudor con la que adopta la posición de quien es parte demandada en la relación
procesal. Por ello la importancia de determinar las partes en la relación jurídica material y, luego,
las partes en el proceso correspondiente, para poder explicar la presencia de la Relación jurídica
procesal que nuestro ordenamiento procesal civil exige como condición para la validez y eficacia del
proceso como instrumento jurisdiccional. Empero, debemos señalar que el concepto de parte se
utiliza con más frecuencia en el ámbito procesal, de modo que parte en el proceso es quien reclama
y contra quien se reclama la satisfacción de una pretensión procesal. Los terceros incorporados al
proceso suelen considerarse como parte en el proceso, dependiendo de la naturaleza del interés
con que se incorporan a él.

Las personas jurídicas de derecho público externo


Igualmente pueden ser parte en un proceso civil, como, por el ejemplo, el caso de la Cruz
Roja Internacional, que puede ser demandante o demandada ante los organismos judiciales
del país.
D,-También pueden ser parte material en el proceso civil los titulares abstracta mente considerados
de los intereses difusos, es decir, un conjunto indeterminado de personas titulares de determinados
derechos, tales como:
 El derecho a la protección de su medio ambiente donde domicilian,
 El derecho a que sus recursos naturales sean protegidos,
 El derecho a la tranquilidad y al desarrollo integral de sus componentes,
 El derecho a tener un adecuado servicio de transporte público,
 El derecho a que sean protegidos sus bienes culturales e históricos donde viven,
 El derecho a que sus integrantes consuman bienes en condiciones adecuadas a su salud, etc.

LA INTERVENCIÓN DEL TERCERO EN EL PROCESO CIVIL PERUANO


En principio, el proceso produce normalmente sus efectos solamente entre aquellos que
han sido parte de él, de suerte que si no ha sido instaurado por parte de un determinado sujeto o
en su contra, no hay necesidad jurídica de que el proceso se amplíe respecto de él. Sin embargo,
como señala MichellP, la conexión entre relaciones y situaciones jurídicas de un lado y razones de
economía procesal, de otro, han aconsejado al legislador a admitir la posibilidad de que el tercero
pueda entrar en el proceso, si quiere, o que una de las partes haga el llamamiento, o que el juez
convoque al tercero». De este modo, se quiebra el viejo aforismo romano «res ínter alios iudicata
tertiis non nocet», en virtud del cual los efectos del proceso sólo alcanzan a quienes, como
demandante o demandado, participaron en el proceso.
El tercero Por tercero se entiende generalmente a aquella persona ajena a la relación jurídica
contemplada. Sin embargo, cuando estamos frente a la intervención de terceros en el proceso,
debemos tener presente que el tercero facultado para intervenir en el juicio debe estar
necesariamente vinculado a la materia de la litis por un interés directo o indirecto, propio o ajeno,
concurrente o excluyente respecto de las partes originarias, pues de otra manera no será admisible
su intervención. Ello significa que el tercero, si bien es formalmente ajeno al proceso, no debe serlo
respecto de la relación sustancial, en la cual debe tener un mí- nimo grado de interés. Así, el tercero,
siéndolo en el aspecto procesal, podrá ser parte material; o no siéndolo, ser sujeto de una relación
sustancial con una de las partes procesales, relación que se verá afectada por la decisión que se
dicte en el proceso en el que pretende intervenir. Obviamente, lo expuesto no implica la inexistencia
de terceros totalmente ajenos y extraños a la relación sustancial

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