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L A HiSTORtA C O - M O A T R l B U C t Ó N ( S O B R E EL S r C N ' F t C A D O Olí T I E M P O H I S T Ó R I C O !

tJio A n w c ^ Hiuortj > (MMU. T o m o Itl. pp.

La historia como a t r i b u c S n ; H\^TOP„í^ liempo d e la naturaleza y otro d e la sociedad^¡sloria d e b e ser rechazada. Ella representa n o
( S o b r e e l s i g n i f i c a d o d e l t i e m p o histórico) m á s q u e una formulación banal, o poética a veces, difundida por autores que n o han cuidado
de analizar con rigor el problema d e la apreciación d e la realidad objetiva frente a la percep-
\o AROSUGUI \
Untvcrtídad Complulense. Madrid ción subjetiva del liempo. La realidad del liempo n o es objetivamente m á s que una. Otra cosa
es la percepción sensorial, n o intelectual, del liempo p o r el h o m b r e , cuyos perfiles psicológicos
son ajenos al concepto cosmológico d e lo temporal.
• '-'Serhistóricoes^fsér en el tiempo»;taI c o m o se ha'esiablecido'enel periíamiehto^filg^ójico
-bicKJerñó'yTal c o m o se'sosliene"pitnamerilé lambiéh porcias posicionesJEP KVjcierVcia; la ñáturaj En otro senlido, la cuestión d e la construcción csociológica» del tiempo presenta algún
y lasixjalí^rñásycomüries hoy.^El liempo'es'/enconséciJcncia/uriade'lasyánablesesen^^^^ m a y o r interés. En todos los núcleos sociales hislóricos el liempo es una institución que se cons-
nóh cbsotulaménte esencial, que integran la definicióri de la'realidad histórica. El prQce^o'^qúe truye y que tiene funciones precisas. Sin e m b a r g o , lo q u e interesa para una construcción d e j a
|IarTiamos'(e"rnppraJ es el que cgQÍigyrj c o m o específica laA'íistencfahuman?^^ caráclerlem- idea d e Historia es, en realidad, la manera e n q u e p u e d e captarse y explicarse por nosotros d e
poral de laexperiencia humanal" es lo que verdaderamente ^stá e n ¡u"<e¿o e n cualquier invesiiga- forma objetiva la significación del liempo c o m o u n c o m p o n e n t e interno, inserto realmente e n
<Jónjfie Ip^histórjf^, ha dicho u n o d e los m á s conspicuos tratadistas actuales del asunto, Paul las cosas: de q u é forma el liempo actúa sobre, y se refleja en, la existencia de las cosas_. Es ver-
dad q u e si n o puede hablarse d e u n liempo físico y otro histórico si es posible hacerlo de u n o
Ricoeur. Pero, en realidad, ese proceso terñporal envuelve n o sólo lo h u m a n o sino ^odo lo^que
objetivo y otrp subjetivo. Pero, en último extremo, la pregunta que el historiador ha de hacerse,
g ^ t e . D e ello se deduce fácilmenle, por tanto, q u e el problema del tiempo, q u e ha sido tratado
¿y c o m o cualquier otro cienlífico y teórico, y q u e d e b e responder desde su propio c a m p o , es q u é
por la filosofía desde la Antigüedad y tratado igualmente por la ciencia desde sus balbuceos, sea
es el liempo. Ese «quéi es una interrogación filosófica y científica. Y para responderla con pro-
inseparable d e cualquier pronunciamiento sobre la Historia. Y , sin embargo, el hecho cierto es
piedad es preciso no introducir en el tratamiento del asunto limitaciones artificiales.
q u e ese problema filosófico, científico e histórico del tiempo ha sido m u y escasamente abórda;
tíojyi el ámbito d e la Historiografía. - ' Jer «temporal» es la dimensióri q u e convierte irreversible e inexcusablemente .lo social e n
El problema sustantivo es c ó m o se explica la naturaleza'del tiempo en relación con el pro- histórico. La Historia «es» una dimensión d e la sociedad; justamente la dimensión que á'ésta le
ceso d e la Historia y la relevancia que tiene est? problema para la Historiografía. Ahora bien, es confiere la temporalidad. D e la m i s m a forma en q u e n o existe conceptualización posible d e la
preciso puntualizar nuestra afirmación acerca deja ¿usencia en los escritos históricos, en la cro- naturaleza de lo histórico sin la referencia detallada a u n a sociedad a la que la Historia «aconte-
jlísiica, la a_najís!]ca y en los historiógrafos m á s recientes, de tratamientos sobre la naturaleza y ce», la Historia es igualmente la manifestación d e u n proceso temporal, d e acontecimientos o
significación del tiempo en relación con el dcve'ñir d e la h u m a n i d a d . En efecto, esa general eventos que, por definición, están en,el liempo. U n proceso q u e n o es en forma alguna h o m o -
ausencia n o quiere decir que el tratamiento del tiempo desde el punto d e vista histórico n o géneo y cuya falta de uniformidad precisamente h a d e encontrar una forma válida de ser expre-
haya dado lugar al establecimiento d e «cronologías», «crono5ofías> y d e m á s sistemas de expli- sada.
cación de la «mecánica» del tiempo. Sin e m b a r g o , intentar explicar c ó m o funciona o c ó m o se
m i d e el tiempo n o equivale a explicar c ó m o se relaciona tiempo y sociedad.

El tiempo es una variable o una dimensión, esencial, q u e configura lo histórico actuando


sobre las realidades sociales. La jemporalidad es, sin embargo, una realidad tan imbricada en la
naecénica psicológica y social que puede perfectamente aparecer c o m o algo dado m á s alia d e r.RlGlNAL FOTOCOPIA

- C E . MUMA.
cualquier reflexión. El tiempo aparece c o m o algo intuitivo, algo dado y «supuesto» para el senti-
d o c o m ú n , y c o m o algo supuesto su consideración específica está ausente del relató histórico, si
es q u e ese relato e n sí n o es ya, c o m o quiere Ricoeur, la «configuración» m i s m a del tiempo. El
liempo es, sin e m b a r g o , una realidad nada sencilla d e explicar; tanto desde posiciones filosófi-
cas c o m o desde las científicas. Desde la filosofía griega, cuando m e n o s , la noción de tiempo ha
sido objeto d e atención y, desde luego, en la ciencia física contemporánea se presenta c o m o
u n a categoría primordial, junto a la de espacio.

Durante m u c h o tiempo también y a causa, sin duda, d e la creciente separación entre la


especulación filosófica y el método propiamente científico, q u e se ha operado desde la Ilustra-
ción hasia el despliegue del neopositivismo, se ha mantenido q u e hay un tiempo de la Física y
otro tiempo del h o m b r e , o tiempo d e la Historia. Y e n ese sentido, la primera aseveración q u e
d e b e m o s establecer d e manera tajante es la d e la inconsistencia o falsedad d e la pretcnsión dt*
q u e existe u n tiempo físico y otro histórico o social. Esa falacia c o m ú n d e lo existencia d e un
•i
}
El origen del movimiento o cambio social q u e engendra lo histórico es una "problema cone-

L
xo con lo dicho hasta ahora, pero distinto. Las explicaciones propuestas para el cambio en U s
sociedades humanas son m u y abundari_ies y diversas. Para el marxismo, por ejemplo, e! motor
de la historia son las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, la
cor permanente necesidad d e adecuación histórjca^entje fuerzas y relaciones de producción. En
otro sentido, la Sociología «comprensiva» y la tradición weberiana han expuesto que losyalores
perseguidos c o m o fines son cuestión esencial para explicar las acciones h u m a n a s , q u e son la
base de una teoría social d e la acción. i
La explicación axíoíógica del c a m b i o nos sitúa e n e l terreno de la explicación hermenéuti-
puración, cambio, evento . • • ca y no en una explicación funcional, q u e es, a nuestro juicio, preferible en principio. Pero lo
Si la relación entre los procesos d e c a m b i o y el tiempo responde en algo a la caracteriza- T | deseable sería una explicación del c a m b i o social q u e encajara penectamente en la idea d e
ción q u e acabamos d e exponer -r-el tiempo c o m o inferencia desde la producción del cambio— r—^ cambio a escala cosmológica; otras posiciones carecen de la solidez y elegancia de éSta. El
el cambio en sí es la categbffa q u e resulta central para entender el proceso de la Historia y, en I cambio social participa d e las rnismos motores q u e el cambio universal. La ignorancia d e esta
consecuencia, para explicar U s sociedades. La existencia del cambio es elemento sustancial de * condición constituye el fallo d e una e.xplicación por la vía de la «comprensión».
la realidad social y es primordial en toda explicación d e la Historia. Antes, pues, de cualquier La idea de cimbio, a su vez, es d i a l é a i c a m e m e inseparable de su contraria, la del no-cam-
otra precisión sobre tiempo e tiistoria es preciso referirse a esa realidad esencial m i s m a del bio o, si se quiere, de la permanencia, o de la duración, ¿jg^e p u W e explicar el seniido q u e
c a m b i o . Y para llevar el asunto al terreno propiamente Hístoriográfico, lo mejor es detenerse en tiene £l gamljio sino por referencia al no-carr.bJo, c o m o n o se puede explicar la «diversidad» sin
la mencionada cuestión del evento. la «unicidad». Conua lo q u e establecía Ne-Aton, la idea de duración no es coníundiblecon la
de liempo absoluto sino m á s bien, ^^55,^^ lo p e n s a b a & e í ¿ s ^ la duración es algo dinámico,
En la tradición positivista, la materia propia del análisis histórico fue durante m u c h o tiempo
™ •(invención, creación d e formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo». O dicho
identificada con el «hecho histórico» q u e , si bien n o d e forma enteramente exclusiva desde
introduciendo términos q u e son m u c h o m á s a d e c u a d o s para llevar estas argumentaciones al
entonces, se ha acosturriBrado, desde luego, a identificar con acontecimiento, con ivceso, con
—'lenguaje de las ciencias d e la sociedad: la idea de evento es correlativa e inseparable de la ice2
evento. Para esta concepción, la Historia se c o m p o n e naturalmente de lo que ocurre. H a y His-
toria porque ocurren cosa$,\porque h a y eventos, y, en definitiva, porque hay cambios. N o se ce estado. A propósito d e la formulación precisa d e u n a teoría de la Historiografía sería preciso
concibe una Historia inmóvil; ello sería u n absurdo. Este aparente absurdo fue, precisamente, lo '"^ahondar en estos supuestos.
q u e vino a contradecir de.mlánera brillante la concepción braudeliana, que tenía un anteceden- •—' C o n la idea cela longue durée. o c o n U d e la existencia ce diversas categorías experimen-
te en la posición de Bergson, d e la «larga duración». D e manera brillante, decimos, y cargada tables de tiempo histórico. Braude! encontró, por u n a p a n e , una fórmula en realidad sencilla,
d e consecuencias, a u n q u e n o definitiva. ^ intuitiva y pragmática, para llamar la atención sobre la absoluta ipsuticie.^ciajJe las tradiciona-
—les visiones «cronológicas» d e la secueríciación de los procesos históricos. Pero, por otra, la for-
Sin embargo, por extraño q u e parezca, el positivismo historiográfico clásico nunca definió
mulación braudeliana se q u e d a b a todavía c o m o en el umbral de una formulación profunda del
c o n claridad que entendía por «hecho». Q u e la ciencia trataba d e «hechos» era una posición
.ca:iempo histórico. Braudel n o trata del lienr.po c o m o realidad externa, física, cosa que resulla
c o m ú n a toda la epistemología positivista. El gran hallazgo de Braudel reside, a nuestro juicio,
|rr.p;escindible o, en otro terreno,-del tiempo c o m o categoría de la mente. En realidad, \g$ liem-
en haber mostrado,todo el absurdo, ahora sí, q u e se esconde bajo la idea de una realidad que
pos de Braudel solo m i d e n «tipos» d e c a m b i o , q u e son relacionados con tipos de tiempo; ¿acn-
se c o m p o n e de hechos, es decir, d e c a m b i o s , sin otra alguna articulación cognoscitiva, al^nos-
bio en ciclo corto que se caracteriza por la presencia de'muchos .acontecimientos, que son
txar q u e es fíosible concebir, en todo caso, una historia inmóvil. O lo que es lo m i s m o , dicho de
rada vez m e n o s abundantes según nos adentramos e n otros tipos de tiempo, el medio y el largo,
otra forma: q u e no hay un tiempo q u e determine a los hechos, o en el que los hechos se pro-
raudel analiza tipos d e realidades según su «velocidad» de cambio, caracteriza los tiempos
d u z c a n , sino que son los hechos los q u e determinan el tiempo. Q u e hay diversos tiempos en
según la cantidad de los c a m b i o s . Ese es el punto d e partida correcto, pero no puede ser tenido
función d e c ó m o se producen los.hechos. Q u e si los hechos son ios cambios es fundamental
••.íor punto de llegada.
q u e ello sea puesto en relación c o n la duración.
...
C

r La Historia: el proceso d e los «estados sociales»


C o m o dijimos al c o m i e n z o de csie texío, la clave de la existencia histórica, su especitlci-
IJad, se origina en la temporalidad de la realidad social. Se trata de una aserción, c o m o dijimos,
^'JC ni la filosofía ni la ciencia discuten. Pero las formas ernpíricas en que esa temporalidad se
jpanifiestaj la posibilidad d e su aprehensión por la observación empírica precisamente son,
esde lueso, extremos q u e necesitan a ú n de unos desarrollos m u c h o m á s precisos, q u e en
buena medida n o podemos hacer aquí. La impresión oe que la sociedad, en términos abstractos,
funciona, c o m o , y ría entidad que al quedar sujeta al tiempo conforma la, y se explícita c o m o ,
JHÍstoria^con un tipo de rejación lineal y sucesiva semejante a esta: sociedad... «tiempo...» His-
Ipria no dejaría d e ser una visión Intuitiva, pcro'es demasiado simple y, en cierto sentido, triviaj.
Ahora bien, es preciso partir de una relación de ese género. Pero lo que conviene tener m u y
presente es que la implicación sociedad-tiempo que constituye la Historia no es, en forma al-
guna, unidireccional. U Idea no es que el tiempo actúa sobre la sociedad, sino queja sociedad ,
se con5tiIu)*e en el tiempo. Esta es la teoría e.\puesta recientemente por P. Szibmpka acuñando el
concepto de soc\^\» o «llegar a ser» social, q u e viene a constituirse en la
teoría de lo social en Ja que mayor papel juega la dimensión inextricable de lo histórico.

La implicación de hecho social.y tiempo es, en realidad, co-implicaclón socledadotiem- •


po. La sociedad, pues, no cambia m e r a m e n t e sino q u e , de forma m á s radical, ^e hace en el
tiempo. Y , de otra parte, c o m o h e m o s visto ya,^el liempo no es en forma alguna algo e.xterno
sino que forma parte de, está contenido en, las cosas. La Historia es el continuo hacerse de la
sociedad. En este sentido nojbay «sociedad» sino sucesión d e estados sociales. Y desde el
m o m e n t o m i s m o en que p o d e m o s decir que no existe «sociedad» sino que lo que e.\iste es la
sucesión, el continuum de esMí/os sociales, p o d e m o s decir que hay Historia. Los elementos que
<e Integran sucesivamente en el iiislema social, la conformación q u e cada estado tiene y los
fenómenos que se desarrollan en él, son las «materialidades» donde esa Historia se descubre.

El^cambip llene su manifestación m á s primaria en el «acontecimiento», en el «evento»,


c o m o h e m o s expuesto. En este orden de pensamiento es en el que la entidad del acontecimien-
to adquiere su inteligibilidad: en relación con la idea de «estado» y de variación del estado, de
aparición de impulsos y situaciones nuevas. El hecho es que con el cambio, y a través de signifi-
cados de los que ya h e m o s dado cuenta antes, se introduce la percepción del tiempo. El tiempo
Ü g a d o por e! cambio se Incorpora a las cosas. Las cosas que poseen una historia son las que Ofi.-
nen un pasado, las que han cambiado, es decir, las que tienen un tiempo. El liempo se inserta,
pues, en la realidad social en la medida en.que se ha dicho que son los «sucesos» los que crean
esa realidad. En este preciso sentido, y sólo en éste, puede decirse que la Historia es una acu-
mulación de sucesos, de acontecimientos."

La Historia denota el cambio de las sociedades, pero profundiza también algo m á s en ese
proceso.penota asimismo Ij cantidad de los cambios. Y es esa idea de «cantidad de cambio»
histórico la que hace aún m á s compleja l4i:v£ilié0^6l significado y la medida d^el tiempo hisló-
rico. D e forma análoga a lo que ocurre en el m u n d o físico, no puede decirse que exista en el
m u n d o social u n reposo absoluto, un m o m e n t o en el que haya ausencia total de movimiento.
Pero hay distintos tipos de movimiento-cambio y_distintas velocidades de él. H a y que.establecer
una nueva analogía con el m u n d o físico y distinguir la existencia de un movimiento de «trasla-
ción»- y un movimiento «estacionario» lo que puede considerarse análogo igualmente a la idea
de cambio ideU sislema frente a ta cambio «en» el sistema. Pues bien, [¿ Historia se íundamen-
íaj;n el cambio d e esos dos tipos.y esta argumentación sirve para modificar, y creemos q u e
• mejorar, los pronunciamientos de Braudel sobre los diversos tipos de tiempo, que son diversos
l[pos de rnovimicnlo social, en función del n ú m e r o de sucesos en que éstense expresa,.^y q u e
sugieren la idea de Historian? distintas velocidades entre las que se cuenta una Historia «casi
inmóvil». La relación de todo ello con Id conccptuación de la Historia c o m o movimiento/cam-
bio no es diíjdj de establcrr:
La producción de c a m b i o cualitaiivamenle acumulalivo desemboca en que el proceso his- *B • LA HISTORIA C O M O A T R I B U C I Ó N Í S 0 6 R E a SlCNlflCAC-ODaTlC^POHISTOniCOl
tórico es irreversible: no h a y posible vuelta atrás. En cada instante del tiempo, en cada estado M-*» Mn.*ívi: HÍMorU • órii««. T o m o W . pp. 3S-*9

social alcanzado, el presente significa u n estado histórico inconfundible e irrepetible. Estarfios


Lo que llamamos realidad social se c o m p o n e de «cosas», de construcciones mentales sobre
ante el resultado «presente» d e u n cannbio acum_ulal¡vo. Esa situación contiene un significíidQ
las cosas, de instituciones rcíficadas o «cosificadas», d e relaciones no cosificables, de comporta-
m á s : representa n o sólo la fase termiríal del proceso, sino también lo que el viejo aforismo
mientos y de pautas de comportamiento, d e estados mentales y de pensamiento simbólico, m á s
expresaba c o m o la «acumulación del p a s a d o en el presente». Pero lo que importa especialmen-
u n largo etcétera de «esencias» y « f e n ó m e n o s » . Pero v e a m o s ahora esa realidad desde otro
te n o son, sobre todo, estas elucubraciones c o n algún perfil metafísico, sino la doble conse-
punto de vista: desde el punto d e vista d e su conocimiento. La realidad social es un c a m p o
cuencia a la q u e nos c o n d u c e n .
donde disciplinas diversas, es decir, las ciencias sociales, que son las que se ocupan de la natu-
En efecto, por una parte, n o s c o n d u c e n al hecho d e q u e la correcta intelección de la reali- raleza de esa amplia realidad, constituyen sus objetos,. C a d a una de tales disciplinas se nuclea o
d a d social-hislórica obliga, p u e s , a considerar q u e lo q u e tiene sentido no es el establecimiento'; construye en torno a hechos empíricos, q u e se presentan m á s o m e n o s dados, o son m á s o
d e «lo que la sociedad es», sino d e «lo q u e ha sido», lo q u e es hasta este m o m e n t o , en una exis- j m e n o s construidos por el pensamiento metódico, q u e son materiales o son materlalizables, en
tencia en l a q u e está presente su pervivencia temporal completa. Esta es otra fundamental; lodo o en parte. Las disciplinas se autoldentifican porque poseen objetos específicos. En el sen-
dimensión del serhistórico. N o h a y u n «ser» sino m á s bien un «haber s i d o y «estar siendo». Y • lido positivista m á s clásico, c o m o expresó c o n nitidez Durkhelm a propósito de la Sociología,
por otra, nos conduce a u n a s e g u n d a consecuencia n o m e n o s importante, porque, puestas así existen disciplinas científicas irreduaibles porque asimismo se predica q u e existen en la reali-
las cosas, en el terreno del c o n o c i m i e n t o completo de la Historia, y del conocimiento operativo, dad hechos irreductibles. Las ciencias particulares tratan d e «esencias» específicas, p e r o ^ u
n o especulativo, la diferencia entre p a s a d o y presente es una artificiosidad cultural de la que la pbjetivo no es en ningún caso el análisis «último» de la esencia, el análisis metafísico, sino el
intelección d e lo histórico p u e d e prescindir. N o existe objetivamente hablando una análisis de los «fenómenos» específicos en los que la esencia se manifiesta.
Hisloria-pasado a la que sigue u n Presente, El Presente es.asimismoja H^Ofl^z^La Histo^ia^^ D e este m o d o , la Economía, la Sociología, la Psicología, la Antropología, la Política, la D e -
lodo lo que ha sido «hasta el instante q u e transcurre ahora». mografía, la Geografía y la Lingüística, y varias otras, son disciplinas sociales cuyo objeto es
material o materlaiizable. Estudian fenómenos, estudian instituciones o los «produaos>'de siste-
Historia c o m o atribución m a s de relaciones instituidas —es el caso, por ejemplo, de la cultura material para el antropólo-
Finalmente, la Historia es, e n u n sentido m u y lato, aquella proyecc'ón.de l_a5.cpias.qye se g o — . Los produaos de la vida económica, los hechos sociales, los comportamientos psicológi-
deriva d e la existencia d e c a m b i o e n el m u n d o , lo q u e equivale a decir de la existencia del cos, los bienes culturales, las organizaciones políticas, el desarrollo de la población o d e la
liempo. En u n sentido m á s restringido, p l e n a m e n t e acorde con el signlilcsdo aceptado de la organización del espacio, se materializan m u c h a s veces en entidades, se encarnan en cosas o se
manifiestan en fenómenos, de forma q u e el objeto d e esas disciplinas p u e d e decirse, c o n las
palabra, en una apreciación m u y genérica pero por ello m i s m o totalmente sustancIal.JÜstoria
cautelas precisas, que se construye en forma d e realidades «objetivas», separadas y separables
^ e l resultado de que la sociedad h u m a n a es una realidad en el tiempo.
del sujeto cognoscente, organizadas, modificables.
Probablemente, una d e las rrás radicales visiones q u e se encierran en esí| manera de ccn-
Ahora bien, resumiendo argumentos q u e h e m o s expuesto páginas antes, p o d e m o s decir
ceptualizar lo histórico q u e a q u í presentamos es la idea d e que el tiempo, conformación esen-
que esa realidad social, de tan heterogénea naturaleza, tiene una Historia. ¿ Q u é quiere decirse
cial d e lo histórico, es en tal sentido u n a dimensión intrínseca, de la cojas. Esto es lo que expre-
con ello? Si admitiéramos c o m o válida la m á s tosca de las percepciones de lo histórico, diría-
sa d e forma preliminar la idea d e Ortega d e q u e la «cronología» de lo histórico no es, corno
m o s sencillamente que, siendo así que todas esas cosas, ¡deas y comportamientos, están en el
suele creerse, dice, una denominatio extrínseca, una m e r a designacióri externa. La aí¡rmación
tiempo, tales realidades sociales tienen un pasado. Pero la verdad es que queremos decir algo
fundamental d e Ortega es la d e q u e «la fecha d e una realidad h u m a n a , sea la que sea.es su atri-
m á s : ^ que todas esas realidades tienen u n pasado, sino q u e están en el lierripo y existe una
buto m á s constitutivo» n a d a m e n o s . «Esto trae consigo q u e la cifra con que se designa la fecha
forma empírica de denotarlo.
pasa de tener un significado p u r a m e n t e aritmético o, c u a n d o más, astronómico, a convertirse en
u n n o m b r e y una noción d e u n a realidad histórica». La radicalidad constitutiva del tiempo no La cuestión es que lo histórico constituye un .ingrediente de la realidad social que n o se
p u e d e expresarse de m a n e r a m á s tajante, pero esta función constitutiva la cumple, a nuestro jui- identifica con las cosas, las instituciones, los comportamientos o las construcciones mentales. La
cio, algo m á s sustancial q u e la «cronología» q u e , efectivamente, no es m á s que una cifra. La Historia se refiere, según se'admite, a la relación que lodos esos otros Ingredientes de lo social
c u m p l e la realidad física d e poseer un liempo. Itenen con el proceso que llamamos tiempo. Y la disciplina que se ocupa de investigar lo histó-
rico es la Historiografía.
La üistori^ es una cualidad inserta en la vida individual y social del hombre, forma parte
Pues bien: la dificultosa consecuencia q u e se desprende de esto es que la Historiografía no
d e la sociedad y comporta ella m i s m a otra,realidad que es^l tiempo. Ahora bien, la Historia no
trata por tanto de realidades materlalizables. N o hay «hechos», «instituciones» históricas. N o
es la sociedad, n o es el t i e m p o , n o es ninguno d e los «subsistemas» distinguibles en el sistema
hay nada que sea específicamente histórico, lo histórico no tiene carácter discriminatorio. T o d o
social, n o es una realidad material, pero t a m p o c o sin m á s un objeto pensado... ¿ Q u é tipo de
?s_HÍstoría, c o m o ha señalado Paul Veyne. N o ejt^isten hechos hl5|6r¡cps por su naturaleza, sino,
realidad es la Historia? Para intentar dar u n a respuesta provisional a esta cuestión nada fácil
c o m o dijo con notable agudeza el viejo Charles Seignobos, por su posición (en el tiempoJ. Así
h a g a m o s unas consideraciones finales. " . _
resulta que la Historia no constituye una realidad sustancial, en el m á s literal sentido aristotéli-
co, bisto/ia es una ajrjbución..o una imputaciár} que adjudicamos a la entera heterogeneidad d e
l A H I S T O R I A C O M O ATRlflU-CON {S08RE ti SlC-NlFtCADO D t l T l L M P Q H I S T Ó B l C O l J?
>/m Amir^jr. Hinorü a det«ic. Toma n . ii^^f

todo aquello q u e c o m p o n e la realidad si?cial. ¿Y qué es lo que atribuimos o imputamos?...


Todos los ingredientes de la realidad social tienen Historia y, sin embargo, la Historia n o es la
s u m a de esas diversas historias. La Historia es un atributo de la realidad social c o m o un toco, en
el sentido de que la «atribución» o «imputación» que hacemos de que algo tiene Historia es la
denotación d e que tal realidad contiene el tiempo. La dimensión temporal esencial de lo social
lleva a que lo social posea también c o m o atributo el ser histórico. La historiografía no es, pues,
un conocimiento d e hechos específicos, sino un conocimiento de comportamientos de realida-
des de m u y distinta naturaleza, insertas todas en la realidad social. Así, pues, que la üstoria no
sea una realidad materíalizable sino «la atribución de la ternporalidad» es lo que constituye la
verdadera «Jaula d e hierro» (Agnes Heller) de la historicidad, m á s q u e , c o m o dice la m i s m a
Agnes Heller, la aporía de un tiempo quées carribio y continuum a la vez.

Imputamos o atribuimos a las cosas una Historia porque cambian o son capaces de c a m -
bio. Las cosas tiene Historia y tienen tiempo, sin que importe el orden de prelación en q u e le
atribuyamos una u otro. Es decisivo, en consecuencia, entender que^l tiempo n o es, por tanto,
ni lluencia ecuable (Newton), ni evolución creadora'(Bergson), ni configuración narrativa (Rico-
eur). El tiempo es la denotación de! cambio de las cosas. El tiempo ¿gnificaque las cosas c a m -
bian, q u e tienen Historia. Luego tener Historia significa estar en''el c a m b i o . O , lo q u e es lo
m i s m o , el tiempo:es construido por la Historia y lo que precisamos es descubrir las claves y pla-
nos de tal conrirucción.

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