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una educación transformadora de la realidad social y de las
situaciones de injusticia e inequidad del tiempo presente, sumado
a los conflictos políticos, las migraciones y la corrupción en todos
los órdenes. Sabemos que no podemos sostener las obras
educativas desde la inspiración que las ha identificado; hay una
claridad sobre el carácter humanista y la decisión por la formación
de un niño – joven integral. Sin embargo, requerimos un
discernimiento constante que nos anime a pensarnos en los modos
alternativos como la práctica educativa podría funcionar mejor en
el nuevo contexto de este tiempo. Hay nuevas configuraciones de
la conformación de la familia y una nueva fenomenología de los
jóvenes, y estos factores sumados a un mundo globalizado y a las
perspectivas multiculturales que se hacen presentes en las formas
de organización social. En este sentido vale la pena responder a
estos desafíos desde un currículo que permita que los chicos que
educamos puedan ser verdaderamente competentes para un
mundo posible y más feliz. Debemos pensarnos seriamente en
unas nuevas formas de organización escolar que permitan la
vivencia de los valores, como de los entornos de aprendizaje que
tengan un asidero en la acción y en la vida práctica. También será
imprescindible afrontar las problemáticas del mundo social, político
y cultural que comportan nuevos desafíos.
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una perspectiva epistémica vertical, jerárquica, mecánica, como
parte del carácter colonial que nos ha acompañado desde hace
varios siglos. Pero fundamentalmente para nuestro interés por el
devenir histórico de la educación, podemos decir que hemos
comprendido que educar consiste en formar a un sujeto que
comprende la realidad, separándose de ella, dividiéndola a través
del método analítico e impidiendo de algún modo la conexión entre
experiencia y conocimiento. Como quien dice, hemos estado
abocados a una visión de la formación humana desde el lente del
método científico, haciendo que los niños y jóvenes tengan acceso
al conocimiento diseccionándolo, analizándolo en sus partes
constitutivas y segmentando la verdad en compartimientos
estancos a través de disciplinas escolares, con horarios divididos y
pupitres en fila. Esto hace parte de una perspectiva universalista
en la manera de educar, invisibilizando las diferencias individuales
como las necesidades y capacidades humanas propias de la
individualidad que nos caracteriza como impronta de nuestra
identidad personal.
A través del tiempo este modelo racional, positivista y cartesiano
persistió como paradigma de la educación. Y sin duda podemos
afirmar, aquellos que fuimos formados bajo la lente de esta
representación, que se lograron cosas importantes y seres
humanos buenos y felices. Sin embargo, cargamos con un lastre
complejo como esa separación binaria entre el conocimiento y la
vida, el saber y la experiencia, la ciencia y la ética, y ni más ni
menos que ese divorcio nefasto entre conocimiento y
espiritualidad. Esta separación ha traído como resultado el perfil de
un ser humano ilustrado, pero sin inteligencia social, emocional,
pero sobre todo un individuo desconectado de los problemas de su
propia existencia y del entorno. A manera de ejemplo es bueno
citar el caso de Eichmann en Jerusalén…un hombre que en calidad
de oficial de las SS alemanas, en el contexto de la segunda guerra
mundial, se encargó de la deportación masiva de judíos para el
exterminio. Cuando fue encontrado por los servicios de seguridad
israelita y fue llevado a juicio a Jerusalén, llama la atención como
Eichmann califica sus acciones como “normales” porque solo
cumplía órdenes como funcionario. De allí que Hanna Arendt a
propósito del juicio, cree la categoría banalidad del mal,
refiriéndose sustancialmente a un modo de visión cartesiana, que
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exalta el cumplimiento de la norma y un tipo de razonamiento
desconectado del sentimiento de reciprocidad propio del último
nivel del imperativo categórico2 kantiano. Este ejemplo como
tantos, muestra como la modernidad ilustrada ha construido un
tipo de humanidad desprovista de los sentimientos morales que
nos hacen actuar con empatía, sensibilidad y juicio moral a la hora
de afrontar nuestros comportamientos y decisiones cotidianas.
Además de lo anterior, la educación arbórea, como la define
Santiago Castro3, ha acentuado un modelo basado en las
disciplinas del conocimiento, donde cada una de ellas detenta sus
propios métodos, objetos de estudio y enfoques, que se ven
reflejados en un currículo por contenidos departamentalizados, que
se ha venido agenciando con gran éxito a través de los tiempos. La
focalización en este paradigma por contenidos ha ocasionado que
la escuela se interese por la regulación del conocimiento para ser
asimilado y replicado y atender a los resultados óptimos en un tipo
de pruebas estandarizadas que no miden la condición humana sino
la abstracción del conocimiento. Esto ocasiona un grave peligro
para las competencias que se requieren para un aprendizaje en
contexto que haga de los estudiantes seres sensibles, conscientes
de los problemas del entorno y capaces de comprometerse con las
situaciones de injusticia que nos revela la sociedad en sus
múltiples interacciones.
En América Latina existen cantidad de problemáticas que nos
hacen sospechar del modo como hemos educado. Somos
espectadores y también actores directos de circunstancias cada
vez más adversas que nos señalan dificultades éticas de grueso
calibre, y que no hemos tenido la capacidad de resolver de manera
adecuada: violencias, corrupción, inequidad, discriminación,
migraciones y desplazamientos forzados, añadiendo que los
jóvenes salen de los colegios y las universidades con gran
incapacidad para tener pensamiento crítico-lateral, para resolver
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El imperativo categórico kantiano alude a la fórmula: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en
tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin y nunca
simplemente como un medio. Ver a otra persona como fin significa respetarla en su condición de sujeto libre
que no se reducirá a la condición de objeto, de mero instrumento de nuestro arbitrio”.
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Santiago Castro en: Desafíos de la inter y la transdisciplinariedad para la universidad en Colombia, sustenta
que la tesis del modelo cartesiano encontró su lugar de refugio en la estructura arborescente de la
universidad y propone una nueva visión donde el conocimiento funcione como un tejido interdependiente
que dé lugar a la inter y transdisciplinariedad.
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problemas y para actuar con una mínima capacidad empática. La
consolidación de ciudadanos libres y con autonomía está en
ciernes. Esto es ya un indicativo de la necesidad de generar una
transformación tanto en las condiciones de la educación, como en
los resultados de la misma cuando observamos los perfiles de
salida de los estudiantes. Si bien es cierto que las instituciones
católicas han hecho un gran aporte apostándole a un horizonte de
formación integral, entregando jóvenes a la sociedad con un
sistema de valores y con gran compromiso social, aún seguimos
siendo poco eficientes en el ofrecimiento de una educación más
enfocada en el desarrollo de capacidades y en la resolución de
problemas que se requieren para un mundo tan competitivo como
el sector productivo. La escuela debe afrontar hoy desafíos
enormes y educar en la colaboración, el trabajo con otros, la
creatividad, la solidaridad y la capacidad de resolver situaciones
del entorno que demandan nuestro cuidado y atención.
Ya el Papa Francisco nos exhorta bellamente en Laudato Si4 en el
capítulo 6, en la necesidad de una educación ecológica, donde
claramente nos exige que cuidemos el planeta. Esto nos hace
pensar en nuevas señales para forjar las políticas económicas y
globales de este tiempo. Cuando uno se pregunta: ¿Quién
promulga estas políticas?, la respuesta obvia es, los seres
humanos. Por tanto, debemos educarlos bien, para que como
adultos generen nuevas dinámicas en lo social, cultural, político,
económico, que nos permita vivir en esta casa común con justicia,
amor y solidaridad. Para el Papa Francisco, el humanismo significa
vivir cerca de la gente y exhibir las siguientes características: ‘ser
popular, humilde, generoso y feliz’ (2015b). Esto trae consigo la
necesidad de configurar una respuesta a la emergencia educativa
que ya explicaba antes Benedicto XVI, refiriéndose a la
desconexión de la educación con el mundo de los valores
humanos, culturales y religiosos que nos hacen ser seres humanos
sensibles y conscientes de la realidad del mundo.
3. Nuevos Paradigmas para la educación actual: de las
disciplinas del conocimiento al pensamiento rizomático:
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perdiendo eficacia en el tiempo. Entre otras razones
porque de algún modo formuló la educación de un sujeto
unidimensional, racional e instrumental en sus relaciones
con los otros. Igualmente, el sujeto ilustrado de hace dos
siglos declinó frente a la barbarie de las guerras y los
exterminios. En la encíclica citada atrás, el Papa Francisco
nos estimula a inaugurar un nuevo humanismo que aliente
a los educandos en su crecimiento y construcción como
seres con un proyecto vital que los impulse a estar con
otros, a trabajar por la casa común y a despertar en
solidaridad y compromiso. La pretensión es pensar un poco
más a fondo el sentido de la educación. Pues no podemos
buscar soluciones sin mover el cimiento de la misma. Sus
raíces están arraigadas en modelos trasnochados y como
deber es necesario buscar una remoción que nos haga
actuar desde un nuevo Paradigma, que afincado en lo
humano halle nuevas maneras de afrontar el mundo del
conocimiento y de la vida como un acto creativo
permanente.
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forma a los maestros en las denominadas tres culturas: las
ciencias básicas y aplicadas, las ciencias sociales y las
ciencias humanas por separado. Esta división ha puesto a
unas disciplinas del conocimiento como cenicientas y a
otras en un lugar de preeminencia en el currículo actual.
Con esta visión del conocimiento fragmentado hemos
arrastrado en la historia. Necesitamos saltar a la
construcción de diálogos disciplinares en relación con los
problemas del entorno.
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e. La educación desde una perspectiva rizomática: el
concepto de rizoma alude a la multiplicidad simultánea de
focos de interés; así la educación deja de ser lineal,
predecible, jerárquica y unidireccional. Más bien nos llama
a comprender que ya no existe ese árbol de Porfirio 6 que
nos ofreció las clasificaciones y taxonomías para acceder
al conocimiento desde el método racional. El rizoma nos
estimula a un nuevo tipo de orden donde no hay centros ni
jerarquías sino focos de interconexión con otros focos,
invitándonos permanentemente al dialogo y a la
articulación. Esta es una buena forma de romper con la
educación del modelo industrial, con la metáfora de la
fábrica donde todos somos iguales, trabajamos igual y
estamos estandarizados en las filas de las iniciativas de
otros. La nueva educación de la era digital, nos está
instigando a una nueva lógica de coexistencia con los
modelos anteriores, y con gran criterio de dialogo entre
ellos. Diciendo esto se señala el interés de lo
transdisciplinar en conversación con lo inter y disciplinar.
Por eso el asunto de la escuela no se resuelve disolviendo
el currículo y des-disciplinarlo, sino más bien construyendo
un nuevo paradigma que incite a profundizar en el
conocimiento disciplinar para aventurarse a saltar hacia
otras orillas y en dialogo afrontar nuevas cosmovisiones
para resolver problemas y aprender en red. En otras
palabras, se necesita promover un tiempo nuevo donde los
niños y jóvenes aprendan el conocimiento pertinente de un
campo disciplinar que viaja a un universo común con otros
campos disciplinares para indagar problemas que van más
allá de las fronteras de las áreas del conocimiento y que
pueden resultar siendo muy eficaces para nutrir de nuevos
métodos y fronteras a la educación actual.
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El árbol de Porfirio representa una estructura en forma de árbol en la que todo lo que existe se concibe de
manera gradual, es decir, de lo más general a lo más particular. Definición de ABC en la web.
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Necesitamos comprender que la educación de hoy no es rectilínea
sino compleja y en red, y que debe ponerle el pecho a los desafíos
de la era digital-tecnológica y a la globalización. Esto nos incita a
despertar internamente, explorando nuevas fronteras que
resignifiquen la condición humana que hoy debemos fortalecer en
los educandos, y también habrá que instalar nuevos puentes en el
diseño del currículo que desde un horizonte inter y transdisciplinar
permita la construcción de nuevas dinámicas en la escuela que
acerquen a los niños y jóvenes al mundo de la vida. La existencia
humana de la cotidianidad debe articularse a los saberes para
conjugar maneras alternativas de resolución de enfrentar
problemas, desafíos y retos constantes en una sociedad del
conocimiento que reclama respuestas, creatividad y liderazgo.
a. El conocimiento es complejo y las metodologías para
acceder al mismo no deben ser tan predecibles. No
podemos sostener una educación desde coordenadas
lineales, estandarizadas y atosigadas de contenidos. Lo
cual nos indica dinamizar la enseñanza y el aprendizaje
para hacer que surjan caminos rizomáticos para acceder a
la realidad y transformarla. Se trata de interesarnos más
en cómo los estudiantes aprenden que en esa mirada
constante al método de enseñanza.
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experiencia humana y que desde la sensibilidad nos haga
construir maneras alternativas de vivir la vida con sentido
humano y altamente ético.
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