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Deontología
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ADMINISTRACIÓN INMORAL
ADMINISTRACIÓN MORAL
La administración moral aspira a triunfar, pero sólo dentro de los confines de preceptos éticos
firmes; es decir, los principios mantenidos respecto a normas, como la imparcialidad, la
justicia y el orden legal establecido. La administración moral no pretendería lucrar a costa de
la ley y la ética sólida. Incluso, el interés se centraría no sólo en la letra, sino también en el
espíritu de la ley.
La administración moral adoptaría lo que Lynn Sharp Paine (1994) denominó estrategia de
integridad. Una estrategia de integridad se caracteriza por una concepción de la ética como
fuerza motriz de la organización. Los valores éticos determinan la búsqueda de oportunidades
por parte de la gerencia, el diseño de sistemas organizacionales y el proceso de toma de
decisiones. La ética de la organización, desde esta perspectiva, contribuye a definir lo que
una organización es y qué defiende.
Petrick y Quinn exponen cinco razones por las que los gerentes deben ser más éticos
al tomar decisiones:
1) Los costos de la conducta carente de ética en el lugar de trabajo.
2) La falta de conciencia respecto a actos directivos, éticamente cuestionables,
relacionados con esta función.
3) La erosión generalizada de la integridad y la exposición a riesgos éticos.
4) Las presiones de corrupción global que amenazan la reputación gerencial y
organizacional.
5) Los beneficios de una mayor rentabilidad y orden organizacional intrínsecamente
deseables.
La mayoría de los éticos de los negocios propugnaría por el uso de principios éticos para
guiar la toma de decisiones en la empresa. Un principio de ética en los negocios es un
concepto, una directriz o regla que, si se aplica al enfrentar un dilema ético, ayuda a tomar
una decisión ética.
Baste decir que estos principios útiles abarcan los de justicia, derechos, utilitarismo y la regla
de oro. La idea esencial que sustenta el método basado en los principios es que es posible
que los gerentes mejoren la calidad de sus decisiones éticas si toman en consideración dichos
principios en sus actos, decisiones, conducta y prácticas.
Laura Nash (1981) propone un método muy práctico para tomar decisiones éticas.
Argumenta que hay 12 interrogantes que los gerentes deben plantearse para tomar
una decisión ética:
1. ¿Ha definido el problema con precisión?
2. ¿Cómo definiría el problema si estuviera del otro lado de la valla?
3. En primer lugar, ¿cómo fue que ocurrió esta situación?
4. ¿A quién y a qué es usted leal como persona y como miembro de la corporación?
5. ¿Qué propósito persigue al tomar esta decisión?
6. ¿Cómo se compara el propósito con los resultados probables?
7. ¿A quién podría lastimar su decisión o acto?
8. ¿Es posible reunir a las partes afectadas para que analicen el problema antes de
que usted tome la decisión respectiva?
9. ¿Está usted seguro de que su postura será tan válida dentro de un periodo largo
como lo parece en este momento?
10. ¿Podría revelar su decisión o acto sin ningún reparo a su jefe, director general,
el consejo de administración, su familia o sociedad en su conjunto?
11. ¿Cuál es el potencial simbólico de su acto si éste se comprende? ¿Y si se
interpreta de modo equivocado?
12. ¿En qué circunstancias haría usted alguna excepción a su postura?
Blanchard y Peale (1988) ofrecen otro grupo de interrogantes que contribuyen a la
toma de decisiones éticas. Recomiendan que los gerentes se hagan estas preguntas
antes de tomar una decisión, y llaman a estas tres preguntas la prueba de ética.
1) ¿Es legal? ¿Infringiré las leyes civiles o la política de la compañía?
2) ¿Es equilibrada? ¿Es justa con todos los afectados en el corto plazo, así como en
el largo plazo? ¿Promueve relaciones en las que todas las partes ganan?
3) ¿Cómo me hará sentir respecto a mí mismo? ¿Me enorgullecerá? ¿Me sentiría
bien si mi decisión se publicara en un periódico? ¿Me sentiría bien si mi familia
se enterara?
DOCE MITOS EN LA ÉTICA DE LOS NEGOCIOS (Héctor Zagal Arreguín)
Ciertamente existen asuntos que son privados y asuntos que son públicos. Ser aficionado a
un equipo de futbol o a otro carece de relevancia pública. No es de incumbencia pública.
También es irrelevante desde el punto de vista público la preferencia por el Martini seco y
por los caracoles a la bordalesa. Sin embargo, si la preferencia por el Martini lleva a conducir
en estado de ebriedad, y la afición a cierto equipo de futbol lleva a golpear el rostro de cuanto
aficionado al equipo rival se encuentre uno, los gustos privados tienen una dimensión pública.
El actor de la vida social es un hombre real, con creencias, convicciones, cualidades y hábitos
de conducta.
Las convicciones y cualidades éticas tienen necesariamente un influjo en la vida pública. Las
cualidades éticas son inherentes de la persona: la transforman auténticamente. No se les
puede despojar de ellas. Por lo tanto, la ética empresarial está cimentada en la ética de cada
uno de los individuos que la integran. La vida privada de los obreros, empleados, directivos
y accionistas se relaciona directamente con la ética de la corporación. Esta relación es mayor
en la medida que se posee mayor poder de decisión.
2) EL MITO DE LA ARGUMENTACIÓN
La ética asume una visión del hombre y una visión de la vida. La ética de los negocios se
inserta, lo quiera o no el consejo de administración.
La ética, llámese ética de los negocios o ética profesional, está insertada en una tradición. No
existe una ética “aséptica”. Consolidar una ética requiere consolidar una visión del ser
humano y del mundo. No hay ética sin una teoría de felicidad humana. Hablar de ética de los
negocios sin hablar de “vicios” y “virtudes”, de “bien” y “mal” y de “finalidades últimas” es
tan absurdo como hablar de música sin hablar de sonidos, o hablar de comida sin hablar de
sabores. Quienes se dedican a la ética de los negocios, y también sus destinatarios, deben
definir una postura clara sobre el hombre y su finalidad. Mientras no se tome postura en aras
de la tolerancia y del pluralismo, la ética de los negocios será una tenue capa de buenas
intenciones, inconexas con el sistema de producción y con el sistema de creencias.
Sabe ética quien reparte las utilidades con justicia, no quien conoce el significado de la
palabra justicia.
Los saberes prácticos se adquieren ejercitándose. Nadie aprende a tocar piano sin practicar,
pero tampoco basta la práctica aislada para ser un pianista profesional. Hace falta el consejo
y la ayuda de un buen concertista. De manera similar, no se aprende ética sin práctica, pero
una ética sólida requiere la orientación de otra persona.
La ética no es una habilidad técnica. Las habilidades técnicas, se caracterizan por transformar
el mundo exterior.
En la ética, el objeto que se transforma es el sujeto. Las habilidades éticas transforman, ante
todo, al sujeto que las ejercita. El hombre austero se perfecciona a sí mismo con su austeridad
y el hombre justo se perfecciona a sí mismo con su justicia. En este sentido, la ética no
redunda inmediatamente en la empresa; sí redunda inmediatamente, en cambio, en los
hombres de la empresa. Los hábitos éticos modifican la empresa de modo indirecto, pero
única y exclusivamente en la medida que los individuos se han auto transformado.
No basta cumplir las leyes positivas, como la Constitución, códigos, reglamentos, para ser
ético. La ética va más allá de lo escrito y de los hechos visibles. Las cualidades éticas
engloban las intenciones, los deseos y los pensamientos.
No basta cumplir las leyes positivas, como la Constitución, códigos, reglamentos, para ser
ético. La ética va más allá de lo escrito y de los hechos visibles. Las cualidades éticas
engloban las intenciones, los deseos y los pensamientos.
Los controles excesivos generan burocracia. A mediano plazo asfixian la iniciativa de los
empleados, y a la larga propician la corrupción. La desconfianza genera desconfianza.
Institucionalizar la desconfianza no produce actitudes éticas. Controlar no es dirigir. La
honradez no se alcanza quitando poder y autoridad.
La ética, y, por lo tanto, la ética de los negocios, es una norma para el óptimo uso de la
naturaleza humana. Sólo comportándose éticamente los hombres podrán explotar todas las
capacidades de la naturaleza. Es erróneo pensar que la conducta irracional, es decir, el
comportamiento no ético, hace al ser humano. Falso. La ética no es una lápida que aplasta la
personalidad, como la piedra que cargaba el mexicanísimo Pípila. La ética es una plataforma
para desarrollar la personalidad; es un trampolín para un desarrollo pleno.
Los códigos éticos prohíben algunos comportamientos por antinaturales, pero al lado de esas
prohibiciones, la ética promueve una multitud de comportamientos positivos. Por ello,
algunos autores, como
Alasdair McIntyre, prefieren hablar de ética de virtudes más que de ética de reglas.
En ética de los negocios se puede prohibir dar cierto tipo de regalos, pero junto a esa
prohibición existe una dimensión positiva: ser justo. Las virtudes son un abanico
inabarcable de posibilidades.
Para los griegos, la ética era el arte de lograr la felicidad de acuerdo con la propia
naturaleza, y la naturaleza humana es multiforme.
La ética no es algo que se añade a la empresa para incrementar utilidades. La ética es una
dimensión natural del hombre, como lo es su corporeidad. Sin duda, vivir dentro de la ética
exige esfuerzo, comportarse habitualmente al margen de la ética lo exige también.