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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TRABAJO ACADÉMICO

PRESENTADO POR

 Villafranca Vega, Daniel

Curso: Filosofía Del Derecho

Docente: Salcedo Tenemas César

ICA -PERÚ
2019
DEDICATORIA
Para: Mis padres que con su esfuerzo y dedicación me sacaron
adelante
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo hablaremos de como la prudencia y la
responsabilidad social van a influir en el ejercicio de la labor
del jurista, de como la justicia ha evolucionado teniendo
diversas concepciones de muchos grandes filósofos y de
como se va a desempeñar el magistrado constitucional en
nuestra república peruana
LA PRUDENCIA Y LA JUSTICIA

LA PRUDENCIA:

La prudencia es una virtud singular. Muy estimada por los antiguos y


medioevales, inspiradora no sólo de filósofos y teólogos, sino también de
pintores y escultores, sufre luego el embate del "siglo de las luces" y es para
Voltaire una "estúpida virtud", mientras Kant la expulsa de la moralidad porque
su imperativo no es más que hipotético.

Sin embargo, en nuestro tiempo, en el cual los frutos surgidos del pensamiento
cartesiano muestra evidentes signos de agotamiento; en el cual el racionalismo
y el sistematismo aparecen como modelos obsoletos, resurge el interés por los
estudios acerca de la primera de las virtudes cardinales.

La prudencia es una virtud intelectual con materia moral. Es una virtud intelectual
porque reside en la razón práctica y tiene materia moral porque rige el campo
del obrar para ordenar rectamente nuestra acción. Su ámbito es la realidad
humana contingente. Y dentro de ella se ocupa de lo agible mientras el arte y la
técnica se refieren a lo factible.

La prudencia se refiere a los medios que debemos escoger para realizar, en el


aquí y el ahora, el bien discernido por el hábito de los primeros principios
prácticos, la sindéresis, y evitar el mal.
La prudencia, "recta razón en el obrar", es conocimiento. A este aspecto de la
virtud responde la definición de San Agustín "conocimiento de las cosas que
debemos apetecer o rehuir".

Pero la prudencia no es sólo conocimiento y por eso se distingue de la ciencia,


que es separable de la bondad moral. Por ello, su dimensión más importante no
es la cognoscitiva, sino la imperativa, pues como escribe Josef Pieper "lo
esencial para ella es que este saber de la realidad sea transformado en imperio
prudente, que inmediatamente se consuma en acción".

La prudencia, como constituye un todo moral tiene partes cuasi integrales y no


partes integrales como las de los todos físicos. Estas partes son ocho; cinco se
refieren a su dimensión cognoscitiva: la memoria, la docilidad, la intelección o
intuición de lo concreto, la providencia, la circunspección y la cautela.
Todas ellas tienen que estar presentes en los actos propios de la prudencia:
deliberación, juicio e imperio o prescripción, acechados por la precipitación, la
inconsideración y la inconstancia, respectivamente.

El relevante papel de esta virtud en el campo jurídico, hace sostener a Álvaro


D’Ors que "el estudio del derecho no es más que una educación de la prudencia
y no va encaminado directamente a la justicia". Aquí hay un error, que consiste,
no en valorizar a la prudencia sino en desvalorizar a la justicia, olvidando que el
hombre de derecho debe ser un "experto en justicia". Como bien señala
Francisco Elías de Tejada, D’Ors "destruye la justicia porque la confunde con
agente, mientras la justicia es la virtud social por excelencia".

Sin embargo, el papel de la prudencia, "inteligente proa de nuestra vida moral"


al decir de Paul Claudel, comparada por Fray Luis de Granada con los ojos en el
cuerpo, el conductor en el carro y el timonel en el navío, es tan importante como
el de la justicia. Y ambas tienen que actuar en forma conjunta, pues la prudencia
"supone una necesaria conexión con las virtudes morales que rectifican el
dinamismo afectivo y hacen así posible la rectitud práctica de la inteligencia" y a
su vez, la justicia se apoya en la prudencia, pues sin la regulación de la última,
"no es ni siquiera virtud, es una mera afirmación de la voluntad".

LA JUSTICIA:

A lo largo de la historia son varias las definiciones dadas a la


justicia, pero existe una que es la común y, seguramente, universal. Es,
al mismo tiempo, la más antigua: la justicia es la virtud de dar a cada uno
lo suyo, su derecho. Para llegar a esta identificación precisa de la justicia,
dicha definición ha sufrido un proceso evolutivo, que es menester analizar
brevemente.

PLATÓN

Platón, valiéndose del principio antropológico la ciudad es el


hombre en caracteres gruesos, ve a la justicia como virtud personal
análogamente con la ciudad, como la armonía entre las partes del alma.
Cuando la razón, la ira y la concupiscencia hacen lo propio de ellas sin
intervenir una con otra. Esto es, cuando la razón se perfecciona en
prudencia, la ira en fortaleza y lo concupiscible se ordena a lo racional,
naciendo la templanza. Esta armonía u orden, donde cada virtud hace lo
suyo, es la justicia como virtud personal. Así, pues, la justicia no se
refiere a la acción exterior del hombre, sino a la interior sobre sí mismo y
a las cosas que hay en él.

FÓRMULA DE JUSTICIA DE PLATÓN

La fórmula de justicia de Platón es esta: "hacer cada uno lo suyo".


Esta fórmula careció de continuadores. Platón con su definición de justicia
explica el orden moral en el interior del individuo. Un equilibrio entre las
partes del alma. Pero, ciertamente, no es lo mismo que cuando nos
referimos al banquero, al comerciante o al juez justo. El sentido propio de
la justicia no se da en el individuo mismo, sino en éste en relación con otros.

ARISTÓTELES

Aristóteles con su teoría de las virtudes explicó impecablemente


la justicia. Desarrolló aquel doble sentido de justicia que no lograba ser
comprendido hasta su llegada. La dividió, acertadamente, en justicia como
virtud particular - juez justo, comerciante justo, etc. - y la justicia como
virtud total. (clases de justicia).

CICERÓN

Cicerón, gran pensador romano, muy influido por la filosofía


estoica, define la justicia de dos modos: dar a cada uno según su mérito
y dar a cada uno lo suyo, siendo ambas definiciones equivalentes. Ha de
destacarse que ya con Cicerón aparece la expresión "dar a cada uno lo
suyo", que entró definitivamente en la noción común de justicia.

ULPIANO

Es con Ulpiano que surge la más conocida definición de justicia:


"La justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno
su derecho".
Con la fórmula de justicia de Ulpiano, se gana en precisión y,
además, se adquiere una dimensión jurídica. Se matiza que lo suyo de
cada uno es su derecho. Se manifiesta mejor que en cualquiera de las
definiciones precedentes un punto esencial: la primacía del derecho sobre
la justicia, es decir, la justicia presupone derecho. Si la justicia consiste
en dar a cada uno su derecho, es evidente que para que se dé la propia
justicia es preciso que exista ese derecho, con respecto del cual se es justo.

TOMÁS DE AQUINO

Para Tomás de Aquino la justicia es una virtud que se refiere


siempre al otro, puesto que entraña igualdad y nada es igual a sí mismo,
sino a otro. Por lo tanto, ese orden interior, la justicia platónica, sólo es
una justicia metafórica.

CLASES DE JUSTICIA

La Justicia es un término con varios significados, pero


relacionados por un sentido principal en el que se dice el término. Como
antes vimos, la noción de justicia se hallaba entremezclada. Fue Aristóteles
con su teoría de las virtudes quien clasificó a la justicia como virtud
particular y la justicia como virtud general.
Santo Tomás de Aquino se encargó, posteriormente, de darle aún
mayor precisión a la clasificación hecha por el gran filósofo griego.

1. Justicia General

En este primer sentido de justicia, nos referimos a ella como virtud


general. Como dice Santo Tomás de Aquino: " La virtud humana es la
que hace bueno el acto humano y bueno al hombre mismo'?', lo que,
acertadamente, es propio de la justicia.
La justicia general supone la virtud en cuanto se refiere al bien
del otro y se ordena al bien de la comunidad. Esta virtud tiende al bien
externo, no a una persona en sí misma, sino en cuanto a su relación con
los demás. La justicia como bien de la polis, consistente en lo conveniente
para la comunidad.
La justicia general, recibe el nombre, también, de Justicia Legal.
Pues, "por medio de ella el hombre concuerda con la ley que ordena todas
la virtud del bien’. Más o menos perfectamente según que las leyes
sean mejores o peores. La ordenación de las conductas al bien común
corresponde a las leyes de la comunidad, por lo cual la justicia general
consiste nuclearmente en el cumplimiento de las leyes. Obviamente, nos
referimos a una norma prudente, derivada de la razón de la autoridad y
realmente ordenada al bien común.
La justicia general tiene un lugar en todos los aspectos en que un
individuo pueda relacionarse con otros. Genera un orden en las relaciones,
que se dan entre los sujetos en la sociedad. Este orden atiende al término
medio. Dar lo suyo al otro, sin exceso ni déficit.
La Justicia en este sentido, no es tan sólo parte de la virtud, sino
la virtud entera, la virtud perfecta. Esta ordenada al bien máximo, que es
el bien común, el bien de toda la comunidad. Por eso es llamada también
virtud general

2. La Justicia Distributiva

Se refiere a los bienes y servicios que la comunidad, globalmente


considerada, debe proporcionar a los individuos que la forman, tanto a los
que son ya miembros plenamente activos dentro de ella, como a los que
están en vías de serlo algún día, como a los que lo fueron en algún momento
antes de perder sus facultades de cooperación. La sociedad tiene que tratar
con justicia a sus propios miembros repartiendo equitativamente los derechos
y los deberes, los poderes y las obligaciones, las prerrogativas y las
garantías, las oportunidades de prosperar y las barreras anti-excesos, las
riquezas y las contribuciones, los ingresos y los impuestos, los honores y los
castigos, etc. Qué deba entenderse por «equitativamente» es una cuestión
que aparece ligada a las concepciones culturales y sociales de cada época,
de tal manera que hasta hace bien poco se consideraba que la configuración
de la sociedad en estamentos bastante cerrados y los privilegios y
prerrogativas adscritos a cada estamento eran algo dado «por naturaleza» y
querido así por la divina providencia. En consecuencia, lo equitativo era tratar
a cada cual según su rango. En cualquier caso, vemos que la justicia
distributiva es el tipo de justicia que resulta más determinante y fundamental
de los tres que acabamos de comentar, puesto que abarca en su despliegue
a la propia justicia legal y fija los límites de lo que es lícito intercambiar en la
esfera de la justicia conmutativa. Por eso los tratadistas contemporáneos de
la ética social y política se han centrado primordialmente en la justicia
distributiva como objeto de estudio y de polémica.

3. Justicia Conmutativa

Exige que las relaciones de intercambio de bienes y servicios esté presidida


por la igualdad de valor, y que nadie interfiera en la esfera de derechos de
otra persona sin el consentimiento de esta o, al menos, si tal interferencia
ocurre de todas formas, deberá ser compensada a satisfacción de quien la
padece mediante una contraprestación equivalente. Las personas
interesadas en el intercambio han de juzgar por ellas mismas en qué
medida éste será justo, pues el criterio de justicia, en este caso, será el
acuerdo alcanzado sin ningún tipo de coacción.
RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL ABOGADO

Hoy que se ha puesto de moda hablar de inclusión social es bueno saber en qué
consiste la responsabilidad social de nosotros, los abogados. De plano no se
refiere a nuestra relación con los clientes ni la que tenemos con nuestros
colegas. Tampoco a la visión reduccionista que la identifica con la defensa
gratuita de los derechos de personas que carecen de recursos.

Veamos el tema en su real dimensión. La responsabilidad, en general, es clave


para el funcionamiento de la sociedad y del propio Derecho, porque en esencia
el tema se encuentra ligado a la aceptación y el respeto del otro. Una profesión
que carece de una proyección en la sociedad se descalifica a sí misma y a la
larga se autodestruye. Por ello, la responsabilidad social del abogado es
importante no solo por razones éticas, sino por elementales razones prácticas.
Umberto Eco, quien afirmaba que el vértigo tecnológico en el que vivimos no nos
puede conducir al laberinto existencial de creer que podemos prescindir del otro.
“Es el otro, su mirada, lo que nos define y nos forma”. Porque sin el otro o los
otros, y la legitimidad que ellos nos confieren, no hay posibilidades de un éxito
sostenible en ninguna profesión y menos la de abogado.

Pero vayamos al punto; en primer lugar ¿frente a quién es responsable el


abogado?, pues frente a la sociedad, porque la primera de sus obligaciones es
contribuir a que el Derecho funcione. Desde luego, si el abogado concibe el
Derecho y la abogacía de una manera meramente instrumental, pensará que su
fin es solo ganar dinero. Sin embargo, una mirada institucional de la profesión,
una visión más allá de uno mismo, nos conduce a identificar nuestro papel en la
sociedad. Porque el Derecho no puede ser visto simplemente como un cúmulo
de conocimientos técnicos para el éxito personal. Una mirada de este tipo, ceñida
estrictamente al utilitarismo, actúa socavando la confianza social en la abogacía.

En el terreno práctico ¿cómo se concreta nuestra responsabilidad social?, pues


comprometiéndonos a: 1) participar activamente en el mejoramiento de la
profesión, lo cual se consigue con programas de capacitación continua y un
efectivo control de las inconductas; 2) participar en el patrocinio de causas
vinculadas al interés público, lo que se conoce generalmente como servicios
legales pro bono (latín de “por el bien público”), compromiso que cualquier
abogado, independientemente de su experiencia y estatus, puede asumir; y, 3)
participar en el mejoramiento del sistema legal y judicial por nuestra particular
ubicación, que nos permite identificar deficiencias en el sistema.

En suma, acciones enderezadas a que cada vez un mayor número de personas,


sobre todo aquellas que se encuentren en situación de vulnerabilidad o exclusión
social, tengan un efectivo acceso a la justicia; que las libertades y los derechos
de igualdad sean realmente efectivos, principalmente para los sectores
marginados y, en general, todo esfuerzo por consolidar el Estado de Derecho y
garantizar los derechos humanos.

Hoy que el utilitarismo es exaltado como modelo de cultura del éxito, hay que
afirmar que este es un éxito fugaz, barato. El verdadero éxito, el más
permanente, está en el cumplimiento de nuestra responsabilidad social.

EL MAGISTRADO CONSTITUCIONAL

En primer lugar, el TC es autónomo e independiente. Es decir, no depende de


ningún órgano constitucional. Solo se rige por lo que diga la carta magna y su
propia ley orgánica N° 28301.

No obstante, los magistrados son elegidos por el Congreso. Sus siete miembros
los decide el poder Legislativo y ejercen funciones durante los próximos cinco
años, sin reelección inmediata.

FUNCIONES QUE DESARROLLAN LOS MAGISTRADOS

La labor del Tribunal Constitucional es simple, defiende la constitución y se


asegura que el país la cumpla a rajatabla.
Es decir, si se presenta alguna acción de inconstitucionalidad contra una ley, el
TC se encarga de revisarla y decidir, en única instancia, si cumple o no con la
carta magna.

Dicha atribución es definida por el artículo 202 de la Constitución, que además


establece que evalúa en "última y definitiva instancia las resoluciones
denegatorias los procesos de hábeas corpus, amparo, hábeas data y
cumplimiento".

Por último, el TC también debe conocer los conflictos de competencia, o de


atribuciones asignadas por la Constitución.

REQUISITOS NECESARIOS PARA PODER ACCEDER AL CARGO DE


MAGISTRADO CONSTITUCIONAL

Los colegiados del tribunal deben cumplir ciertos requisitos. Al igual que los
jueces de la Corte Suprema, deben haber nacido en Perú, ciudadanos en
ejercicio y tener más de 45 años.

La última condición es la que coloca el peso en el cargo: debe haber sido


magistrado del Poder Judicial o Fiscalía por 10 años o haber ejercido como
abogado o catedrático universitario (en materia jurídica) por 15 años.

INMUNIDAD DEL MAGISTRADO CONSTITUCIONAL

Si algún letrado es elegido como miembro gozará de inmunidad. Es decir, no


podrán ser sometidos a juicio mientras ejerzan.

Incluso si cometen un delito en funciones o hasta cinco años después de dejar


el TC, solo el Congreso puede iniciarles un antejuicio político.

La primera limitación del cargo corre por cuenta de la reelección. Como se lee
en párrafos anteriores, un magistrado no puede ser electo por dos períodos
consecutivos.
Además, si aquel juez o fiscal ha sido destituido por alguna medida disciplinaria
no puede integrar el TC. Y tampoco los abogados inhabilitados por sentencia
judicial, y los procesados o condenados por delito doloso.

¿QUÉ PUSTO OCUPAN LOS MAGISTRADOS EN LA PIRÁMIDE


JERÁRQUICA DE FUNCIONARIOS PÚBLICOS?

Estos señores gozan de una jerarquía mayor a los jueces supremos del Poder
Judicial. Los miembros del TC ocupan el cuarto lugar en la pirámide de
funcionarios públicos, detrás de los ministros, parlamentarios y el presidente de
la República.

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