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Javier Spaventa
Los pasos que sigo para la defensa de la sentencia plenaria son, en primer
lugar (en el párrafo 2), ocuparme del incumplimiento, del fraude y la simulación
en el contrato de trabajo. Es la parte más general. Pero considero que es
necesaria incluirla si nos atenemos a que la crítica de Di Sabatino consiste en
negar la existencia de fraude laboral cuando la intermediación (o interposición)
de una agencia de servicios eventuales resulta que no se da en un contrato de
trabajo eventual, al mismo tiempo que recurre a un concepto errado de fraude o
no brinda una noción de fraude a la ley laboral que sea diferente a la en uso
2
por la doctrina o los tribunales. Ante ello es claro que no queda otro remedio
que empezar por los conceptos de incumplimiento, fraude y simulación.
En El Libro de los Símbolos (Taschen, 2011, pág. 636) leo: “Los colores
transmiten sentimientos, relaciones y contrastes, dramas y tensiones, la
naturaleza de la materia y sus procesos y transmutaciones.” El color negro no
sólo nos transmite que una relación laboral no está registrada, sino también
señala “la melancolía, el pesimismo, la aflicción o el infortunio”, o que la
negrada la está “pasando negras” (Jean Chevalier – Alain Gheerbrant,
Diccionario de los símbolos, Herder, 2003, pág. 750).
El empleador incumple con la ley laboral por acción cuando, por ejemplo,
modifica las condiciones del contrato de trabajo en contra de los derechos del
dependiente (art. 66 LCT); o cuando el empleador ordena a su dependiente
prestar servicios extraordinarios (art. 203 LCT); o cuando el patrón rescinde el
contrato de trabajo sin justa causa (o en forma arbitraria; art. 245 LCT). A su
vez, el empleador incumple con la ley laboral por omisión cuando, por ejemplo,
no registra la relación de empleo (art. 52 LCT; art. 7 LNE); o cuando no paga el
salario debido (art. 103LCT); o cuando no paga el salario dentro del plazo
establecido por la ley (art. 128 LCT).
Por ejemplo la ley puede ser violada por acción o por omisión. La violación
de la ley puede aludir tanto a la acción (u omisión) como al efecto de dicha
acción (u omisión). El efecto (o resultado) de la violación de la ley es la ley
violada (o la ley incumplida, o la ley infringida, o eludida o evadida).1
1 Georg Henrik von Wright (en Norma y Acción, Madrid, 1979) distingue entre el
resultado y la consecuencia del acto: “A cada acto… corresponde un cambio o
un suceso en el mundo… Esta correspondencia entre acto y cambio es un
4
El empleador viola la ley laboral cuando ejecuta una acción prohibida u omite
realizar una acción ordenada por la legislación del trabajo. El resultado de la
acción o de la omisión es la ley violada, o sea: es haber ejecutado el acto
prohibido o es haber omitido el acto ordenado por la ley laboral (o por la norma
de orden público dictada en protección del trabajador).
nexo intrínseco o lógico. El acto es… “definido” como el acto de efectuar tal y
tal cambio. Por ejemplo: el acto de abrir una determinada ventana es,
lógicamente, el acto de cambiar o transformar un mundo en el que la ventana
está cerrada, en un mundo en el que está abierta. Por resultado de un acto
podemos entender el cambio que corresponde a este acto o, alternativamente,
estado terminal… de este cambio… Cuando el mundo cambia en un
determinado respecto puede suceder que, por virtud de la llamada necesidad
causal o natural, también llegue a transformarse en otro determinado respecto.
Entonces decimos que la segunda transformación es una consecuencia de la
primera. Si la primera transformación se efectúa a través de una acción, es el
resultado de un acto; entonces la segunda es una consecuencia de la acción,
una consecuencia de este acto. Por ejemplo: una consecuencia del acto de
abrir la ventana puede ser que la temperatura en una determinada habitación
disminuya” (ver págs. 56 y 57, entre otras; ver también de Carlos Santiago
Nino, Introducción a la Filosofía de la Acción Humana, Eudeba, 1987, capítulo
VIII, La causación a través de acciones).-
5
Otro caso de nulidad total del contrato es el contrato de objeto prohibido, que
se da cuando está prohibido “el empleo de determinadas personas o en
determinadas tareas o condiciones” (art. 40 LCT). La prohibición se impone al
empleador (art. 40 LCT). El contrato es nulo (arts. 42 y 44 LCT) y su nulidad
debe ser declarada de oficio por los jueces (art. 44 LCT). Pero en el contrato de
objeto prohibido, a diferencia del contrato de objeto ilícito, su anulación “no
afectará el derecho del trabajador a percibir las remuneraciones o
indemnizaciones que se deriven de su extinción por tal causa” (o sea: porque
su objeto es prohibido; según se dispone en el art. 42 LCT).
La nulidad parcial debe ser declarada de oficio “por los jueces, aún sin
mediar petición de parte” (arts. 7 y 44 LCT) y las cláusulas así anuladas
quedan reemplazadas automáticamente (o ipso iure) por las normas
imperativas que así pasan a regir la relación de trabajo dependiente.
6
instituciones, Buenos Aires, 1979, pág. 385.- Ver también de Robert von Mayr,
Historia del derecho romano, II, Barcelona, 1926, págs. 128 y 129; de Vicenzo
Arangio – Ruiz, Instituciones de Derecho Romano, Buenos Aires, 1986, pág.
163; de J. Duclareuil, Roma y la organización del derecho, México, 1958,
donde muestra la evolución del fraude desde un concepto penal a uno civil. Así
señala que “El fraude respecto a los acreedores (fraus creditorum), ya
reprimido en tiempos de Ciceron, abarcaba los actos por los cuales un deudor,
intencionalmente, quedaba insolvente o aumentaba su insolvencia.” (pág. 156).
En el mismo sentido ver Juristas Universales, Julio Paulo, Barcelona, 2004,
págs. 204-208.- En el Digesto 22, 1, 38 se expresa Paulus libro sexto ad
Palutium. Videamus generali, quando in actione quae est inpersonam; y en el 4
se agrega conditio nascatur. In Fabiana quoque actiones et Pauliana, per quan
in fraudem creditorum alienata sunt revocantur, frutus quoque restituuntur: nam
7
Se trata del fraude a los acreedores. Según Zannoni “el pretor Paulo
introdujo dentro del elenco de las acciones in personam pretorianas el
interdictum fraudatorum por el cual, dentro del año desde la bonorum venditio
de los bienes del deudor insolvente, los acreedores podían adquirir la posesión
de las cosas enajenadas por él fraudationis causa. Así pasó al Corpus Iuris
Civile justinianeo y fue denominada acción pauliana por la glosa posterior.”4
LLambías dice que “Cuando una persona insolvente enajena bienes, a fin de
sustraerlos a la ejecución de sus acreedores, queda configurada la situación
cuyo remedio procura la ley mediante la acción pauliana o revocatoria
concedida a los acreedores perjudicados por el fraude.”5 Esta noción mínima
de fraude, o el fraude a los acreedores, no es ajena al derecho laboral y
tampoco es inaplicable a la relación de empleo o al contrato de trabajo.
Si seguimos el concepto general que aporta LLambías (junto al texto del art.
961 del Código de Vélez o del art. 338 del Código de 2015) podemos afirmar
que cuando el patrón enajena sus bienes, a fin de sustraerlos a la ejecución del
crédito laboral por el trabajador, queda configurada la situación cuyo remedio
procura la acción pauliana, de modo tal que el dependiente puede reclamar (ya
sea por vía de una demanda o, durante el trámite del juicio o en su etapa de
ejecución de la sentencia, por vía de un incidente) la revocación de los actos
celebrados por el patrón en perjuicio o en fraude de sus derechos, lo que
incluye por cierto también al corrimiento del velo societario y la extensión de la
condena a los socios o directores.
praetor id agit, ut perinde sint omnia, atque si nihil alienatum esset: quod nom
est iniquum (nam et verbum “restituas”, quod inhac re praetor dixit plenan habet
significationem), ut fructus quo-“ (ver Corpus Iuris Civilis, Institutiones, Paulus
Krueger, Digesta, Theodor Mommsen, Berolini, 1872; Digesta, Libro I, Título III,
22, 1, 38, 4).-
4 Ver de Eduardo A. Zannoni su comentario al art. 961 del Código Civil en
de los mínimos establecidos en derecho civil (o, si se quiere, por debajo de los
8
standards civilistas). Así, por ejemplo, dice Guillermo A. Borda que “En
principio, todos los actos que signifiquen un perjuicio para los acreedores
pueden ser revocados, sin que quepa formular ninguna distinción entre
aquellos que producen un empobrecimiento del deudor y los que impiden un
enriquecimiento (art. 964, C. Civil).” (ver su Tratado de Derecho Civil Argentino,
Parte General, II, 1959, pág. 337). Sobre la relación entre el derecho civil y el
derecho laboral me ocupo (brevemente) en Apuntes Sobre Derechos Sociales
(párrafo 7.8).-
7 Jorge Joaquín LLambías, ob. cit., pág. 548.-
8 Ver KROTOSCHIN – RATTI, Código del Trabajo Anotado, Buenos Aires,
2.3.3.- El Código Civil (del 2015) contiene una norma antifraude semejante al
art. 14 de la LCT. Se trata del art. 12 donde se dispone: “Orden público. Fraude
a la ley.- Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en
cuya observancia está interesado el orden público. El acto respecto del cual se
invoque el amparo de un texto legal, que persiga un resultado sustancialmente
análogo al prohibido por una norma imperativa, se considera otorgado en
fraude a la ley. En ese caso, el acto debe someterse a la norma imperativa que
se trata de eludir.”
En este art. 12 del Código Civil (2015) se da una idea del fraude a la ley.
Nótese que ya no se trata de la acción pauliana (o de la acción para proteger al
acreedor del fraude que ejecuta su deudor) sino de un concepto general de
fraude: ya no se trata del fraude a los acreedores sino del fraude a la ley; el
fraude a los acreedores sería un caso del fraude a la ley.10
1015, que es uno de los artículos pioneros sobre la materia en nuestro país),
dice que “en punto al fraude, Vélez Sarsfield, se ocupa solamente de una
manifestación especial del mismo, tampoco ajena al campo laboral”. Además,
con la reforma de la ley 11729 en el art. 158 del Código de Comercio se
dispuso que “Será nula y sin valor toda convención de partes que reduzca las
obligaciones determinadas en los tres artículos anteriores…”
11 Ver de Eduardo A. Zannoni, ob. cit., págs. 428 y 429.- El concepto puede
tener quizás inspiración también en Paulo según se entienda esta cita del
Digesto: “Contra legem facit, qui id facit, quod lex prohibet; infraudem vero, qui
salvis verbis, sententia eius circumvenit.” (ver Corpus Iuris Civilis, Institutiones,
Paulus Krueger, Digesta, Theodor Mommsen, Berolini, 1872; Digesta, Libro I,
Título III, 29, o 1, 3, 29). En el Apéndice del Diccionario de Derecho Usual,
Guillermo Cabanellas, presenta este texto de la siguiente manera: “Obra contra
la ley quien hace lo que la ley prohíbe; y en fraude de la ley, quien salva sus
palabras pero elude su sentido.” (ver Guillermo Cabanellas, Diccionario de
derecho usual, Apéndice, pág. 10, nº 241).-
10
12 Zannoni, ob. cit., pág. 430.- Sobre el tema ver también de Eduardo A.
Zannoni, Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos, 1986, en especial el
capítulo VI (sobre la ineficacia de los actos simulados) y el capítulo VII (sobre la
ineficacia del negocio fraudulento).-
13 La cita la tomo de KROTOSCHIN – RATTI, Código del Trabajo Anotado,
la base de una ley imperativa desplazada y una ley de cobertura como medio
para la elusión o evasión) es el siguiente fallo: “Debe considerarse un
apartamiento de la figura que estatuye el art. 241 de la LCT, el caso en que la
empresa hace entrega al trabajador de una suma de dinero en concepto de
"gratificación no remunerativa por cese", haciendo este último expresa renuncia
a toda reclamación de cualquier índole, para encuadrarse en el art. 245 del
mismo cuerpo legal. De esta forma se configura un claro fraude a la ley en
11
Esta doctrina del acto jurídico indirecto (o de entender al fraude a la ley como
un acto jurídico indirecto) tiene sustento en el texto del Código Civil (2015) ya
que en su art. 385 se dispone: “Acto indirecto. Un acto jurídico celebrado para
obtener un resultado que es propio de los efectos de otro acto, es válido si no
se otorga para eludir una prohibición de la ley o para perjudicar a un tercero.”
En los Fundamentos al Código Civil (2015) sobre este nuevo texto se expone:
“Como es sabido, en su esencia, el negocio indirecto consiste en recurrir a un
acto jurídico determinado, para alcanzar a través de él, fines diversos de
aquellos típicos de su estructura con el objetivo práctico de lograr un resultado
ulterior al previsto para el tipo negocial empleado… Va de suyo, cuando el
1015), dice que “La voz fraude, a estar a su raíz griega, connota quiebra,
rompimiento, violación, daño… no es una transgresión o un “contra legem
agere” franco, abierto, supone el empleo de medios indirectos, ardides,
falacias, que produzcan apariencia engañosa.”
13
Quizás Justo López esté más cerca de considerar al fraude a la ley como un
acto completo. Es que dice: “En nuestra versión no sólo se reemplaza causa
por objeto, sino que, además, lo que se persigue como objeto es un objeto
complejo: el del negocio, típico o atípico, e insertando en él, el de la evasión de
normas imperativas, que es lo que permitiría alcanzar, sin sanción o
responsabilidad, el fin prohibido por las normas imperativas, por ejemplo, de no
satisfacer los beneficios que le reconocen al trabajador.” Y agrega (en un
párrafo difícil) que “El negocio fraudulento es atípico aunque se estructure
mediante el uso instrumental de un negocio típico, por la complejidad de su
objeto, que incluye –insertando en el del negocio instrumental típico o atípico-
el objeto (efecto, fin) de evasión de normas imperativas: es atípico porque es
evasivo, no siendo, sin embargo, aparente o simulado. Y su objeto complejo es
17 Por ejemplo Grisolía sostiene que “El fraude a la ley frustra la finalidad de la
norma, aunque el negocio es real e indirecto y tiende a buscar un resultado
similar al que la norma prohíbe. Se produce cuando, amparado en una
disposición legal, se obtiene un resultado prohibido por otra norma jurídica.”
(ver de Grisolía, Derecho del trabajo y de la seguridad social, 8va edición,
2003, pág. 171).-
18 Justo López, en López, Centeno y Fernández Madrid, Ley de Contrato de
Sobre esta base se puede considerar que el fraude laboral está compuesto
de dos elementos, a saber: la norma imperativa (o la norma de orden público
laboral) y el desplazamiento de la norma laboral a través de un medio idóneo
para ello. El sujeto activo es el empleador. El sujeto pasivo (o lesionado) es el
trabajador. El elemento subjetivo (la intención de dañar) se presume (o se
infiere) del elemento objetivo (del desplazamiento de la norma laboral).
pág. 145 y 146 (y nota 712). Para Grisolía las consecuencias ante la simulación
y el fraude son la anulación del acto fraudulento o simulado, la regulación de la
relación laboral por la legislación del trabajo, la condena solidaria del
empleador con sus cómplices y el levantamiento del velo societario y la
condena a los socios o directores (ver Grisolía, Derecho del trabajo y de la
seguridad social, 8va edición, 2003, pág. 173).-
21 Ver de Eduardo A. Zannoni, Ineficacia y Nulidad de los Actos Jurídicos,
Decimos que el negocio es real, verdadero, o que vale por sí mismo, o que
tiene valor autónomo porque las partes que lo celebran (el empleador y el otro
empresario) tienen el propósito o la intención que produzca los efectos típicos
del negocio (ya estén establecidos por la ley o fijados o convenidos por las
partes). Cuando este negocio real tiene por consecuencia (causal) el
desplazamiento de la norma laboral imperativa por otra norma de menor nivel
protectorio, decimos que se trata de un acto fraudulento o de un fraude a la ley
laboral. El negocio real es el medio idóneo para el desplazamiento de la norma
imperativa en la medida que por su ejecución se da esa consecuencia.
Veamos los ejemplos que pone Zannoni para ilustrar las nociones de acto
simulado, acto disimulado y acuerdo simulatorio. El ejemplo típico de una
simulación relativa es el ocultamiento de una donación por medio de una
compraventa. La compraventa es el acto simulado, no querido entre las partes.
La donación es el negocio disimulado por la compraventa. Y entre el donante
(que aparece como el vendedor) y el donatario (que aparece como el
comprador) hay un acuerdo simulatorio que consiste en el convenio de simular
(de ocultar) la donación por medio de la compraventa, o de no darle a la
compraventa los efectos que posee según la ley sino los de una donación. Se
trata de una simulación relativa porque detrás del acto aparente, hay un acto
real, ello conforme al art. 956 del Código Civil (de Vélez) donde se distingue
entre la simulación absoluta y la relativa, disponiéndose que es “relativa cuando
se emplea para dar a un acto jurídico una apariencia que oculta su verdadero
carácter.”31
En los términos que son definidos por la doctrina civilista (por lo menos en la
versión de Zannoni) considero que estos conceptos de acto simulado, acto
disimulado y acuerdo simulatorio no son aplicables o utilizables en el derecho
laboral, aunque pueden ayudar para darnos una idea de la simulación.
33 Sobre la simulación Julio Armando Grisolía dice que “Su finalidad es ocultar
una relación o un acto verdadero para producir una situación jurídica aparente,
privando al trabajador de sus derechos y eludiendo el cumplimiento de las
obligaciones laborales.” (ver Grisolía, ob. cit., pág. 172).-
34 Enrique Fernández Gianotti, Fraudes en el Derecho Laboral (LL 101-1015),
sostiene que “En el plano laboral, el acto simulado puede ser un medio para
cometer fraude.”
20
personas que, si bien no son partes del contrato de trabajo, no por ello son
totalmente ajenas al mismo. En la simulación simple el acto de incumplimiento
patronal no se le oculta al trabajador (que lo conoce y lo padece) sino a otras
personas que pueden tener algún interés en la existencia de la relación de
empleo o en que la misma exteriorice todos sus caracteres o elementos.
35 Por ejemplo Grisolía dice que en la simulación “hay una mera apariencia –el
negocio simulado es ficticio- mientras que en el fraude hay una situación real,
ya que el negocio es serio y busca conseguir un resultado prohibido. Mientras
la simulación es un medio para encubrir la violación de la ley, el fraude es una
violación a la ley mediante un negocio real.” (Grisolía, ob. cit., pág. 173).-
21
Este texto del Código Civil puede ser útil para distinguir entre la simulación
absoluta, la simulación relativa total y la simulación relativa parcial, dentro del
derecho laboral. Decimos que la simulación es absoluta cuando la simulación
(o, más precisamente, el acto simulado) encubre el carácter laboral del contrato
(o de la relación laboral) bajo la apariencia de otro negocio no laboral. Lo
expuesto coincide con lo establecido en el art. 14 LCT: es el proceder
“aparentando normas contractuales no laborales”. En la simulación absoluta
hay un desplazamiento total o completo de la norma imperativa de modo tal
que la relación de empleo queda regulada por un régimen que reconoce al
trabajador peores derechos que los establecidos por la legislación del trabajo.
Las relaciones entre el real empleador y sus dependientes se rigen por la ley
laboral de orden público. La interpósita persona que simuló ser el empleador
queda desplazada por quien es el real patrón, quien es legalmente instituido
como titular de las obligaciones (u obligado principal) ante sus empleados. La
interpósita persona, por su participación necesaria en el fraude laboral, es
responsable solidario del real empleador. Si hay varias interposiciones
fraudulentas, todas ellas serán responsables solidarios junto al real patrón por
los créditos laborales. No veo aquí razón alguna seria para limitar la
responsabilidad de la interpósita persona al período en que se extendió la
participación.
real empleador. Aquí no hay que olvidar que el régimen de las nulidades
laborales es a favor del dependiente, o sea: las nulidades laborales son para
asegurar los derechos del trabajador y no para perjudicarlo o lesionarlo (art. 14
bis CN; arts. 7, 8, 9, 12, 44 y cc, LCT).-
38 Ver Justo López, en López, Centeno y Fernández Madrid, Ley de Contrato
a la Ley de Contrato de Trabajo (en DT, 1975-255). La razón para sostener que
el trabajador por medio del fraude patronal no puede perder ni siquiera aquellos
derechos que son renunciables, es que de aceptarse tal consecuencia, la
misma se habría alcanzado por medio de un acto con causa ilícita “en la cual el
empleador no podría basarse para obtener una ventaja. Del mismo modo, si se
trata, con los efectos de la declaración de fraude, de reconstruir una relación
laboral, los derechos emergentes de la misma han de ser atribuidos al sujeto
protegido en toda su extensión, abarcando aquella porción en que se supera el
mínimo legal coactivo.”
25
Además vuelvo sobre el texto para insistir que el fraude a la ley laboral no
sólo se da “aparentando normas contractuales no laborales” sino también
cuando se aparentan normas contractuales laborales in peius del trabajador. 40
Así, por ejemplo, cuando se lo hace figurar a tiempo parcial cuando cumple
jornada completa (art. 92 ter LCT); cuando aparece bajo la modalidad de
contrato a plazo y en verdad está bajo la modalidad de contrato por tiempo
indeterminado (arts. 93, 94 LCT); o cuando se lo inscribe bajo la modalidad del
contrato de trabajo eventual y se encuentra en realidad bajo la modalidad del
contrato por tiempo indeterminado (arts 29, 29 bis, 99, LCT); o cuando se
encubre un despido directo por medio de una rescisión por mutuo acuerdo
(arts. 241, 245, LCT).
libre ver de Marx, El Capital, Tomo I, págs. 103-113 (o el capítulo II, El proceso
de intercambio), y, entre otras, las págs. 203, 204, 205, 207, 327, 892, 893,
894, 895, 950, de la traducción de Pedro Scaron, Ediciones Siglo XXI, Buenos
Aires, 2013.-
26
Pero también puede suceder que el valor de la fuerza de trabajo que ofrece
el intermediario sea mayor al valor que puede obtener el capitalista si la
comprase directamente. En general es así como se presentan los hechos. El
intermediario le vende al capitalista la fuerza de trabajo al valor que el
capitalista puede comprarla directamente, más un plus.
Ahora bien ¿por qué el capitalista paga por la fuerza de trabajo un aparente
mayor valor al intermediario en vez de comprarla directamente? Cuando el
capitalista compra al intermediario la fuerza de trabajo a mayor valor que si la
adquiriese directamente, es posible que también esté pagando otros servicios
del intermediario, entre los cuales podemos señalar todo el proceso de
búsqueda, selección o elección de los candidatos y contratación de los
trabajadores o a la administración de la base de datos que resulta del proceso
de búsqueda y selección; o la administración de la mano de obra durante el
proceso de trabajo que incluye servicios tales como la liquidación de los
sueldos y el pago de los mismos, la liquidación de las cargas sociales y el pago
de ellas, el control del ausentismo por razones de salud (o el control médico a
domicilio); y la ejecución de la ruptura de los contratos de trabajo con el pago,
en su caso, de las indemnizaciones debidas para el despido sin causa. No es
errado pensar que si el capitalista paga (aparentemente) un valor superior por
la fuerza de trabajo al intermediario es porque éste asume el compromiso de
abonar (en todo o en parte) las indemnizaciones por la ruptura sin causa del
contrato. Así resulta que el supuesto mayor valor que paga el capitalista al
intermediario es en contraprestación por algunos servicios del intermediario
(diferentes a la venta de la fuerza del trabajo), tales como los señalados, o es
como el abono de una prima a cambio de cierta seguridad o del compromiso
que asume el intermediario de pagar al trabajador ciertos valores ante la
producción de algunos eventos (ej: licencias por enfermedad, licencias por
maternidad, indemnizaciones por despido). En cualquier caso el intermediario
(para maximizar su ganancia) tratará de reducir al mínimo posible el valor de
los pagos al trabajador que, no nos olvidemos, es la parte más débil en este
tipo de contrataciones máxime si lo comparamos con la otra parte (o sea: con
el capitalista) con quien también negocia el intermediario.
Aunque pueda ser más que innecesario decirlo, cabe recordar que el
contrato de trabajo eventual es un tipo de contrato de trabajo que se celebra
entre un empleador y un trabajador sin que sea una característica definitoria del
mismo la intermediación de una agencia de servicios eventuales. Hay contrato
de trabajo eventual sin la participación de una agencia de servicios eventuales.
Pero lo dispuesto en el art. 100 LCT puede estar limitado por dos textos, a
saber: “El empleador no tiene el deber de preavisar la finalización del contrato.”
(art. 73, ley 24013); además no se debe “indemnización alguna cuando la
relación laboral se extinga con motivo de la finalización de la obra o tarea
asignada, o del cese de la causa que le diera origen. En cualquier otro
supuesto se estará a lo dispuesto en la ley de contrato de trabajo.” (art. 74, ley
24013).
Como principio general del derecho del trabajo vigente en la Argentina, vale
sostener que la intermediación en el contrato de trabajo está prohibida. Así
surge de los dos primeros párrafos del art. 29 LCT. En el primero de ellos se
dispone: “Los trabajadores que habiendo sido contratados por terceros con
vista a proporcionarlos a las empresas, serán considerados empleados directos
de quien utilice su prestación.” Mientras que en el segundo se establece la
responsabilidad solidaria entre el intermediario y la empresa donde el
dependiente preste servicios por todas las obligaciones laborales y
profesionales.
El lugar de trabajo no se puede ubicar más allá de los 30 km del domicilio del
trabajador (art. 5.d del Dto. 1694/06).
Así resulta que las diferencias del régimen eventual con el régimen común
son muy notorias y lesivas para los derechos e intereses del trabajador
eventual. Es que mientras se lo considera un empleado permanente
discontinuo de la agencia de servicios eventuales, sus necesidades son
continuas. El trabajador no puede tener suspendido su contrato por un plazo de
hasta 45 días, para recién poder intimar por 24 horas a la agencia y, después
de ello, darse por despedido. Esta suspensión pone al dependiente en una
situación de inferioridad, de debilitamiento, inadmisible si se trata (cabalmente)
de cumplir con el mandato de asegurar los derechos del trabajador que impone
el art. 14 bis CN. Estas figuras legales, estas instrucciones o reglamentos del
PEN son instrumentos que pone el gobierno a disposición de las grandes
patronales para facilitar el fraude laboral: el desplazamiento de la ley laboral.
2014, pág. 144) dice: “Desde el punto de vista práctico corresponde aclarar que
para que la excepción contemplada en el último párrafo del art. 29 de la LCT
resulte operativa es indispensable que las prestaciones efectuadas por el
trabajador para la empresa usuaria sean de naturaleza eventual, estando en
cabeza de la parte empresaria acreditar tal extremo (ver art. 77 LNE; CNAT,
Sala II, 28-4-03, García c/ Aluar SA, DT 2003-A-832; Sala IV, 16-7-10,
González c/ Ambiente SA, DT 2011-1-72; Sala VII, 16-4-08, González c/
Unilever Argentina SA; Sala VII, 7-9-11, Narambuena c/ Banco Privado de
Inversiones SA, DLP 2012-XXVI-420, sínt; Sala X, 22-10-04, Castellano c/
Americam Express Argentina SA, DT 2005-A-826).”.-
32
Los conflictos sociales (en especial los laborales) tienen otras causas que no
son ni las sentencias de los tribunales ni el actuar profesional de los abogados.
Es más razonable pensar que los conflictos sociales se originan en
sentimientos de egoísmo, miedo, odio y ambición que llevan a unos pocos a
apoderarse de los medios de producción y de la gran parte de los bienes en
perjuicio de las mayorías que ven reducidas la satisfacción de sus necesidades
o las oportunidades para su desarrollo. Y el poder judicial, como los abogados
34
y los pleitos, son instrumentos o medios para el control del conflicto social (o
para la dominación burocrática racional, según Max Weber).45
No es cierto que el empleador caiga “en una celada judicial”. El fuero del
trabajo de la Capital Federal no pone celadas a los empleadores reales ni a las
agencias de servicios eventuales. Son los empleadores, en especial las
grandes patronales, quienes contratan personal por agencias de servicios
eventuales simulando contratos de trabajo eventuales. Y está claro que el PJN
es absolutamente ajeno a esas operaciones de las grandes empresas. No
participa ni en la contratación, ni en la ejecución, ni en la extinción de esos
contratos donde los reales empleadores son las empresas privadas.46
4.3.3.- Di Sabatino dice: “no se previó que gracias a las E.S.E. disminuyó
sensiblemente la utilización de los contratos no estables (eventuales y plazo
fijo). Estas modalidades vuelven a ser una alternativa económicamente
conveniente para contratar trabajadores en tareas temporarias, pues no
conllevan el riesgo de las severas multas por trabajo clandestino que genera el
Plenario en análisis. Y ello es porque las tareas temporarias y transitorias
existen por necesidad del mercado y no por existencia de las ESE.” (pág. 28).
¿Qué nos dice aquí Di Sabatino? Nos dice que por la actividad de las
agencias de servicios eventuales “disminuyó sensiblemente la utilización de los
contratos no estables (eventuales y plazo fijo).” Pero ello no es cierto. No es
cierto que las agencias de servicios eventuales brinden estabilidad o una
relación de dependencia permanente con carácter discontinuo (art. 29 LCT).
Las agencias son sólo un instrumento de flexibilización laboral, de fraude a la
ley laboral, para suprimir o limitar los derechos del trabajador.
45 Ver de Max Weber, Economía y Sociedad, FCE, 1997, págs. 173-180 (sobre
la dominación legal con administración burocrática), o las págs. 716-752 (sobre
la dominación burocrática).-
46 Lo expuesto no significa que el PJN no sea (como los otros poderes del
Es decir, que la derogación de los arts. 302 y 303 del CPCCN operará una
vez que se instituyan las cámaras que resolverán los recursos de casación
creados en la ley 26853. Mientras tanto la derogación no se aplica y la doctrina
del Plenario 323 de la CNAT mantiene su validez.
que el PJN cumpla con su atribución de conocer y decidir las causas (art. 116,
CN). Tiene sólo validez dentro de la Capital Federal o de CABA, más allá de la
influencia que pueda ejercer la CNAT en el derecho laboral argentino y en otros
tribunales.
4.4.5.- Quinto. Que la decisión haya sido adoptada por una diferencia de un
voto, o por una mayoría exigua, no le quita valor al fallo plenario, que lo tiene
por su concordancia con el deber de asegurar los derechos del trabajador que
impone el art. 14 bis de la CN.
48 Carlos Pose (en Ley de Contrato de Trabajo, tercero edición, 2014, págs.
146 y 147) dice: “La doctrina sostiene, al respecto, que el hecho de que el
trabajador preste servicios para una agencia de servicios no convierte el trabajo
en una relación eventual pues ello sería equivalente a decir que lo que
caracteriza al trabajo eventual no es el objeto del contrato sino el sujeto, para
una agencia de servicios temporarios el colocar trabajadores no es un trabajo
eventual sino trabajo permanente y objeto principal de su actividad, salvo una
situación excepcional (conf. García Martínez, “Derecho”, p. 303).”
37
4.9.- Lo que está a la vista: las apariencias.- Hay un error muy notorio en
el ataque que esgrime Di Sabatino al plenario Vásquez. Di Sabatino sostiene
que en el negocio de las agencias de servicios eventuales “nada hay oculto,
todo está a la vista” (pág. 33) ¿Por qué afirma tal cosa? Porque la agencia de
servicios eventuales registra la relación de empleo, mientras que la usuaria
también procede a la anotación; además porque se hacen las retenciones
previsionales y el depósito de los aportes y contribuciones al sistema de la
seguridad social; y porque los organismos de control (gubernamentales o
sindicales) están en conocimiento de la relación. Entonces, continúa Di
Sabatino, como “nada hay oculto” (o sea: todo está registrado), no hay
simulación ni fraude laboral.
Pero ello no es así. Adviértase el texto del último párrafo del art. 29 donde se
distingue entre el personal continuo y el discontinuo de las agencias de
servicios eventuales. El personal continuo son los empleados propios de la
agencia (en general personal con tareas administrativas), que prestan servicios
en plena relación de dependencia laboral con contratos de tiempo
indeterminado. Mientras que el personal discontinuo son los trabajadores que
cumplen sus servicios en las empresas usuarias. Son, en principio, los
trabajadores eventuales. Es que el régimen está pensado para los trabajadores
eventuales. Pero ¿qué sucede? Que no se usa para tareas eventuales o para
la intermediación en contratos eventuales sino para servicios que hacen al giro
ordinario de la empresa, en tareas normales o propias de la explotación, o que
son de carácter permanente. Y el trabajador aparece como discontinuo pero no
es discontinuo. Es continuo. Trabaja dos años como administrativo en un banco
(o entidad financiera). Supongamos que se respeta el régimen legal del art. 29
y 29 bis y que se le aplica el convenio de los empleados bancarios. A los dos
años se le informa el cese y que la agencia de servicios eventuales lo va a
reubicar en otra empresa usuaria. Y tiene que esperar hasta cuarenta cinco
días (conforme al régimen establecido en el Dto. 1694/06 PEN). ¿Y quién
puede esperar? No hay el más mínimo trato igualitario (con el resto de los
42
Que estamos ante casos típicos de fraude a la ley laboral queda demostrado
con la omisión en que incurre Di Sabatino al poner en juego la mutabilidad.
Dice Di Sabatino: “Y esto ajeno al fraude, pues la vertiginosa mutabilidad de las
tareas en un establecimiento bien puede configurar hoy el trabajo
subcontratado y mañana transformarse en una tarea habitual y normal del
contratante, sin que exista mala fe, ocultamiento, evasión y demás
características de fraude laboral. Hay infinidades de ejemplos en vigilancia,
limpieza, logística, mantenimiento, etc. Lo mismo sucede con el trabajador
contratado a través de una ESE, especialmente cuando una modalidad
eventual muta a ser ordinaria.” (pág. 35)
Aquí el régimen que defiende Di Sabatino muestra que se trata (al igual que
la legislación de las pasantías) de un sistema facilitador del fraude laboral o de
la evasión o elusión de la ley del trabajo en cuanto orden público u orden
público laboral.
Así Di Sabatino omite decir que no estamos ante un caso de fraude si el real
empleador registra a su personal (que comenzó prestando servicios como
tercerizado o eventual) desde la real fecha de ingreso. Esta es la omisión de Di
Sabatino que es la misma que sostienen los grandes empleadores. Es que no
43
50Que dice: “Art. 7.- Se entiende que la relación o contrato de trabajo ha sido
registrado cuando el empleador hubiere inscripto al trabajador: a) en el libro
especial del artículo 52 de la ley de contrato de trabajo o en la documentación
44
laboral que haga sus veces, según lo previsto en los regímenes jurídicos
particulares; b) en los registros mencionados en el artículo 18, inc. a. Las
relaciones laborales que no cumplieren con los requisitos fijados en los incisos
precedentes se considerarán no registradas.”
51 Hago una crítica a la interpretación fiscalista en Apuntes sobre Derechos
52 Carlos Pose (en Ley de Contrato de Trabajo, tercera edición, 2014, pág. 176)
dice que la aceptación “perfecciona y torna operativo el vínculo. Desde el punto
de vista práctico, el contrato laboral es un típico contrato de adhesión, en el que
el dependiente acepta las propuestas empresarias y se compromete a prestar
un servicio a fin de obtener un rédito en dinero.” Ver también de Carlos Alberto
Etala, Contrato de Trabajo, Tº I, 2008, págs. 191, 192.- Ver también un análisis
más completo sobre el tema por Justo López, en López, Centeno, Fernández
Madrid, Ley de Contrato de Trabajo Comentada, 1978, págs., 305-318.-
53 Carlos Alberto Etala, ob. cit., pág. 191.-
46
Hay un error muy notorio en el escrito de Di Sabatino. Dice que el art. 7º LNE
impone al empleador la obligación de registrar la relación de empleo. Luego
afirma que en el caso de una agencia de servicios eventuales “al momento del
registro la obligada al mismo es la propia ESE por imperio del art. 29 último
párrafo (TO L 24013). La ESE a los efectos registrales no es un tercero ni un
tercero que asumió en nombre de otro la obligación de registro de la relación
laboral, es el obligado como se acaba de demostrar.” (pág. 38)
Pero omite decir que ello no es así cuando no estamos ante un contrato de
trabajo eventual o cuando estamos ante un contrato de trabajo por tiempo
indeterminado. Cuando el contrato de trabajo no es eventual, la registración de
la agencia de servicios eventuales como empleador es nula y por sobre ella se
impone la ley laboral en defensa del trabajador (arts. 13, 14, 29, 29 bis, 99,
LCT).
todo supuesto en que se aplique el primer párrafo del art. 29 LCT, aunque no
intervenga una ESE, incluyendo cuando se considera que una subcontratación
es una intermediación? Todo un contrasentido que violenta el ordenamiento
legal, la ley 24013 y el propio criterio común que nos indica que no puede
sancionarse por evasión a quien no ha evadido.” (pág. 39)
Todo ello está muy errado. Son todos planteos que confunden, que
tergiversan el problema, o la cuestión que se debe conocer y resolver. La
cuestión es muy sencilla. Supongamos que la actuación de la agencia se da en
un contrato de trabajo eventual verdadero o real y que, para seguir el ejemplo
de Di Sabatino, las tareas devienen en ordinarias (o dejan de ser transitorias o
eventuales). Pues bien, ante esta situación la agencia debería dar por
terminado su contrato de trabajo eventual (o, en términos del art. 29, el trabajo
permanente y discontinuo) con el dependiente, abonándole la liquidación final y
la indemnización por despido (si ha superado los tres meses de labor, lo que
debería ser muy excepcional si realmente se trata de un contrato de trabajo
eventual). Y el real empleador debería registrar la relación desde la fecha de la
supuesta conversión o mutación de las tareas, con el reconocimiento de la
antigüedad desde la fecha de inicio de la prestación de los servicios.
Pero, en general, nada de todo ello sucede. Las personas son contratadas
por agencia para cumplir tareas que no son eventuales. Así que no se da esa
supuesta conversión de las tareas de eventuales a ordinarias: son ordinarias
desde el inicio de la relación. Y la interposición de las agencias perdura o se
extiende en el tiempo en perjuicio del dependiente.
Que adopte una defensa tan errada o estrecha de los intereses de las
agencias de servicios eventuales, nos muestra que Di Sabatino no puede ver
más allá de un sesgado régimen regulador de la actividad de esas empresas
intermediarias, soslayando todo el sistema legal establecido en la LCT, en la
LNE y todo el régimen constitucional de protección al trabajador (que invalidan
el fraude a la ley laboral). Son omisiones muy graves.
contratos de locación de obra pueden constituir una exigencia por parte de los
dadores de trabajo, cuando se pretende simular o disfrazar la existencia de
un verdadero contrato de trabajo bajo el ropaje de una figura distinta, a
efectos de evadir la aplicación tuitiva de la normativa laboral. Pero en este
ámbito rige el principio de primacía de la realidad, por el cual la naturaleza de
una relación debe determinarse por el examen de las características que
la conforman o definen en la realidad de los hechos.” (CNAT; Sala VII, 18-11-
2002, Zelasco, José c/ Instituto Obra Social del Ejército s/ despido).-
50
La jueza Ferreiros dice: que en general se observa que tienen como único
objeto deslindar responsabilidades laborales; que rige el principio de primacía
de la realidad; que se sanciona el empleo no registrado en una búsqueda del
saneamiento del mundo jurídico laboral y es obligación del jurista a ella tender.
Hay ciertos hechos innegables, por todos conocidos, de muy vieja data, que
integran el conjunto de prácticas inhumanas contra las que han luchado los
trabajadores rurales y urbanos y los defensores o simpatizantes de los
derechos civiles y sociales en todas las partes del mundo para resistir, atenuar
o revertir el avance o el desarrollo capitalista. Entre esas prácticas, sin lugar a
dudas, está la intermediación en el contrato de empleo. El conocimiento de
estas prácticas inhumanas, a esta altura del desarrollo, integra el saber común
de los hechos relevantes que le dan sentido al derecho del trabajo, en cuanto
conjunto de principios para paliar, detener o superar la explotación del hombre
por el hombre. El repudio de estas prácticas integra la conciencia jurídica y
social que se expresa en los sentimientos morales que experimenta toda
víctima del actuar inhumano o toda persona imparcial.
Es más que errado sostener que en 1974 “el Estado como los sindicatos
estaban ausentes.” El gobierno peronista en 1974, como siempre ha sido el
gobierno bajo una administración peronista, era fuertemente intervencionista.
Además que la LCT haya sido, en gran parte un proyecto de la CGT elaborado
por Norberto O. Centeno, muestra claramente que los gremios no “estaban
ausentes”.56
Aquí los errores son tan notorios y fenomenales como en el resto del
artículo.
Traer a cuento el alza de los precios del petróleo de 1973 para sostener el
cambio de los sistemas productivos, o el abandono de la centralización o la
adopción de la descentralización, como una razón para suprimir o limitar los
derechos de los trabajadores o para argumentar contra una sentencia plenaria
del 2010, es absolutamente improcedente si advertimos que se lleva a cabo en
un artículo del 2014 o 2015 cuando los precios del petróleo se desplomaron
estrepitosamente: pasaron de u$a 120 a u$a 45 por barril desde 2013 a 2015
(aproximadamente). La suba del petróleo de 1973 es ajena a la cuestión bajo
análisis y que se traiga a cuento, más de cuarenta años después y luego de la
caída del 2014, es desopilante y muestra lo infundado que es el ataque que
esboza Di Sabatino.
Además aquí también incurre en la falacia naturalista. Es que del juicio que
da cuenta de la caída del precio del petróleo (o de la crisis del petróleo de
1973) no se deriva el juicio que se deben suprimir o limitar los derechos del
trabajador.
Por otro lado es muy dudoso que nuestros flexibilizadores sepan en serio
qué es el toyotismo, qué modificaciones implicó en la organización del trabajo o
cuál es el alcance o la extensión de esas modificaciones (o si la forma actual
de producción en el mundo es toyotista). ¡Es todo tan oscuro en nuestros
flexibilizadores! Se invoca el toyotismo como si se tratara de una fórmula
mágica que ahuyenta los malos espíritus (o las protecciones debidas a los
trabajadores según el derecho nacional y el humanitario) sin ningún desarrollo
racional (ni razonable siquiera) de la cuestión.