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Ritos de paso

Por Emanuel Gil Milian

Nuestras existencias están atravesadas por incontables rituales provenientes de la


tradición, la actualidad o de dinámicas cotidianas, ya en el plano más íntimo. Por
ello, nos es extraño que esas acciones que encierran una carga simbólica, que
forman parte de un carácter, que definen una manera de entender el mundo, sean
pensadas desde el arte.

En esta ocasión la danza es la protagonista del acercamiento a los ritos de paso


que suelen emerger en la cotidianidad de un sujeto o varios. En Ritos de paso,
que en estos días se presenta en el Centro Cultural “Bertold Brecht”, a cargo de
Roberto Carlos Silva y El Generador, se puede reconocer el gesto de intentar ser
lo que he llamado una experiencia consciente o sea, ambiciona emerger como un
arte de acción, de indagación. Algo que desde luego se agradece, pues ya
estamos agotados espectáculos danzarios en los que sólo se busca concebir una
espectacularidad dada a partir del muestrario de determinadas condiciones físicas
de los interpretes o lo ya trillado en algunos de nuestros bailes tradicionales,
folclóricos. No obstante, consideramos que los proyectos o resultados artísticos no
deben quedarse en intenciones, en vista de que, como dice un viejo refrán: de
buenas intenciones está empedrado el camino al averno. Creemos que las
intenciones, para decirlo mejor, las ideas, tienen que evolucionar, enriquecerse,
alcanzar un grado de concreción, que deberá estar determinado por el constante
re pensar de estrategias, proyecciones, acciones que acaecerán en producto
artístico, obra danzaria de calidad. En Ritos de paso, todavía esas ideas, no se
han redondeado, pulido lo suficiente (en lo formal y en contenido) y ello afecta
lógicamente la calidad de esta propuesta artística que ahora, prematuramente se
ofrece al mundo escénico.

Una de las primeras cosas que nos inquieta es la dramaturgia del espectáculo que
está organizada por cuadros, “Casas enfiladas”, “Marchas”, “Bordaline”,
“Contemplación de algo que termina”; que plantean circunstancias, situaciones
conflictivas de una pareja que parece desafiar los cánones tradicionales de una
relación amorosa, un joven alcohólico, unos bailarines que comienzan su vida en
la barra académica y terminan interpretando bailes urbanos, entre otros detalles.
Sin embargo, parte de nuestras disidencias con la dramaturgia escénica se
concretan en que las situaciones que arman Ritos de paso, no se muestran, se
resisten a ser entendidas como rituales cotidianos o de paso, pues en esencia no
lo son. Carecen de una evidente permanencia en el tiempo, no son el resultado de
una indiscutible necesidad de los sujetos escénicos(al menos como se muestra en
escena) y no están plateadas con una lógica de frases en que se reiteren acciones
concretas y claras que devengan ritual. Ni siquiera se contempla la voluntad de
discutir los posibles rituales que se muestran, a partir de expresar sus orígenes,
presencias, regularidades, efectos en la vida de un sujeto o de la colectividad que
lo rodea1. Tal vez, volver sobre estos y definirlos, sería lo más producente. Ello
daría solidez a la dramaturgia, al eje conceptual de la puesta danzaria que dirige
Roberto Carlos Silva.

Del mismo modo nos preocupa la coherencia temática y estilística y lograda


síntesis de algunos cuadros que conforman Ritos de paso. Se dice que este
espectáculo tiende “como es recurrente en las propuestas del Generador construir
de lo autorreferencial, individual, particular a lo grupal y viceversa” 2. Antes bien,
cuando examinamos las relaciones entre los sucesos escénicos, entre los cuadros
vemos que no hay una coherencia entre estos, ni en sus enunciados con relación
al motivo temático principal. Cada cual surge de manera independiente, incluso
dándose el lujo de alejarse totalmente del núcleo de debate 3 en la puesta en

1 Porque hay rituales que son externos, signados por los contextos y tienen un efecto sobre la vida
de un sujeto y a su vez, los rituales de un sujeto, tienen, en cierta medida, su consecuencia sobre
las personas que lo rodean. Mas esos rituales, sus efectos bilaterales, personales, colectivos no se
encuentran concretos, bien planteados y resueltos en Ritos de paso.
2 Tomado de las notas al programa de Ritos de paso, que se presentó en el Festival de las Artes
de ISA, Universidad de las Artes de Cuba.
3 Se nos quedan muchos cabos sueltos, ya que todo inevitablemente, hasta en el caos, tiene una
lógica, una relación causa- efecto. Y aquí el problema está dado en que no se ha llegado a
concretar una motivación temática determinada, sus líneas temáticas y la relación de las distintas
biografías y rituales de los danzantes o las alusiones a la vida cotidiana. La dramaturgia danzaria
no es una opción, sino una esencia que tiene que estar bien concebida.
escena (la escena en que unos de los interpretes baila Latinoamérica, de Calle
13). Lo cual no actúa producentemente en favor de la obra que ocupa la escena
del “Bertold Brecht”.

Algo parecido pasa con la coherencia estilística y la síntesis en Ritos de paso, en


la que se alargan, se reiteran frases que no indican nada y que pudieran ser más
interesantes con un grado de concreción. Cosa que también atenta contra el ritmo
de la puesta, que ya de por sí se encuentra afectado pues no se han organizado,
teniendo en cuenta la libertad que brinda este tipo de estructuras dramatúrgicas,
los cuadros, en función de su relación temática, su lógica e imprescindible
progresión. Así pues, el espectador pierde interés en lo que sucede en escena.

Por otro lado, desde el punto de vista estilístico no entendemos que- en un


espectáculo donde la danza contemporánea asoma su rostro palpablemente y nos
recuerda tanto la obra de Pina Bausch como la del Jerome Bell de, The Show
Must Go On- aparezcan sin la menor justificación, porque de otra manera hubiese
sido posible, bailes urbanos, foráneos que de ningún modo se integran a la pauta
que se esboza en Ritos de paso. ¿Acaso el coreógrafo cayó en el desliz de lo
espectacular por lo espectacular, de la mezcla de estilos sin propósitos y se olvidó
del tema al que se acercaba? Todo parece indicar que debe trabajar en función de
encontrar las justificaciones, esos nexos que hagan que orgánicamente se genere
una hibridez de estilos que reforzase el debate que se propone realizar sobre la
escena.

También estimamos que la selección de la música debe ser más pensada en


función de complementar las situaciones, de los caracteres y esos rituales que se
busca evocar escénicamente. Igualmente, estimamos que si un lado bastante
débil ahora mismo tiene Ritos de paso, son las interpretaciones. Los bailarines
muestran señas de escasa preparación física y mucho más, técnica cuidada.
Fundamentalmente en denota desbalances e imprecisiones en las cargadas, la
falta de limpieza de los gestos, en la plasticidad y expresividad corporal. Pocas
escenas como la que interpreta el bailarín de la canción Latinoamérica, llegan a
complacernos, regalarnos un trabajo digno. Por cierto, es curioso que resulte
bastante cercana, autorreferencial la escena en que los bailarines juegan a
realizar en la barra ejercicios sin ganas y con descuidada técnica.

Ritos de paso, que fue una de las propuestas danzarias que se presentó en los
días finales del Festival de la Universidad de las Artes, nos ha dejado la certeza de
que se puede crear con un concepto de base, pero este de ser activo, bien
trazado, pues de ello dependerá la salud de una buena propuesta escénica.
También no llama a la conciencia de que no se trata de bailar, sino de interpretar
con sentido de la corporalidad y la corporeidad, del espacio de comunicación que
debe existir entre la escena y el público. Sirvan pues, estos ritos de paso para
convencernos de una idea con la que me identifico y que sostiene un gran amigo y
maestro: “… la daza, también se piensa….”

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