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Las zonas que marcan la distancia a la que consentimos que esté una
persona, según nuestro grado de intimidad y consonancia con ella son las
siguientes:
Distancia social (de 120 a 360 cm): El contacto físico en esta zona es
casi imposible, por eso es la que se utiliza para conversaciones
formales, encuentros impersonales o con desconocidos. Así, es la que
se mantiene entre jefes y empleados (Fig. 7).
Según Hall (1968) existen tres tipos de elementos proxémicos mediante los
cuales las personas estructuran sus espacios que son fijos, semifijos y
dinámicos.
Hay dos clases de elementos fijos: las configuraciones internas, que son
culturalmente específicas, y las externas que se refieren al arreglo del entorno,
sea la arquitectura o el diseño del espacio, etc. La percepción de tales
configuraciones cambia tanto con el tiempo y con el espacio como con la
cultura y la situación, es decir, el diseño del espacio nos permite entender la
organización y el funcionamiento de una cultura determinada.
1) Sonrisa sencilla (no se ven los dientes) (Fig. 10): Esta sonrisa
puede ser de dos tipos una de baja intensidad que es común en la
adolescencia y que transmite inseguridad y una de alta intensidad
que se emplea para saludar a personas desconocidas transmitiendo
confianza.
b) Ojos: Con las miradas hacemos notar nuestra presencia respecto a los
demás. A través de los ojos transmitimos cual es nuestro estado
emocional o las intenciones que tenemos. Por ejemplo, mantener la
mirada fija y sostenida es una señal de amenaza para el otro
interlocutor.
El lenguaje corporal que no es mas que todo lo que uno transmite por
medio de movimientos o gestos, delata completamente tus sentimientos o
percepción acerca de la persona con la que está interactuando. La forma de
dar un apretón de manos o el modo de hacer contacto con la mirada es lo que
puede definir un acuerdo, o echar a perder esa irrepetible primera impresión.
Obtenemos estas impresiones del lenguaje corporal y se nos quedan grabadas
con más fuerza que todo los que nos comuniquen mediante la palabra. Se
estima que entre el 70-90% de nuestra comunicación es no verbal, tal vez por
eso existen malentendidos por conversaciones telefónicas.
Una de las teorías más asombrosas que han propuesto los especialistas
en comunicación es la noción de que algunas veces el cuerpo se comunica por
sí mismo, no sólo por la forma en que se mueve o por las posturas que adopta.
También puede existir un mensaje en el aspecto del cuerpo en sí, y en la
distribución de los rasgos faciales. El mensaje que se transmite por el aspecto
personal no es sólo el que se refiere a la persona en sí sino también a lo que
ella expresa. Un acalorado discurso político pronunciado por un hombre de
mirada apagada, de rostro de rasgos caídos y de posición corporal incorrecta,
no resulta atractivo. El orador nos indica con su aspecto que no tenemos
necesidad de prestarle atención, ya que nada interesante tiene que decir.
Cruzar los brazos en el pecho, esta es una clara señal de que la persona
frente a uno está a la defensiva. Es también una muestra de desacuerdo y
escepticismo respecto de las palabras o acciones de los otros.
Elevar las cejas con rapidez, un gesto que denota que la persona ya
sabía de lo que se está hablando, o que algo le resulta familiar. Aunque
también puede ser señal de miedo, cuando las cejas se mantienen elevadas
por más tiempo, o de pena.
Poner las manos en la cadera, cuando ponemos nuestras manos así nos
vemos más grandes, lo que demuestra que estamos listos para la acción y
queremos demostrarlo con una posición amenazadora (Fig. 21).
Del Barrio, J. A., & Borragán, A. (2011). Cómo atraer la atención hablando.
Un reto para la enseñanza. Bordón. Revista de pedagogía, 63(2), 15-
26.
Expresión facial: son todos aquellos gestos realizados con los ojos, las cejas,
párpados, labios y boca.
Kiné: Movimiento mínimo que puede ser percibido por una persona.
Proxémica: deriva del latín proximus que quiere decir mas cercano por lo
cual evoca una imagen de proximidad.